Democracia, participación y problemas en la eggp

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“Democracia, participación y problemas en la EGGP: ¿Quiénes son dueños de nuestras decisiones?” ¿Cuál es el real problema de nuestra orgánica, ¿el estatuto?, ¿qué cosas están bien reglamentadas y cuáles no?, ¿qué tan necesario es para nosotros el tener normas que nos regulen en cada aspecto de nuestra vida? ¿Cómo, dónde, cuándo y qué decir y discutir? Según nuestro parecer, todo medio organizativo se nutre principalmente de la participación constante de los miembros que lo componen; a nivel escuela nuestro principal problema es precisamente este elemento fundamental, que no sólo nos afecta a nosotros, sino que también a nuestro país y Universidad. Este hecho, como estudiantes de Administración Pública, debiéramos entenderlo como una debilidad que no se mejora simplemente creando nuevas reglas que nos guíen, sino que a través de una culturalización cívica en cuanto al ya nombrado problema de participación. Debemos comprender que esta situación no pasa por escribir nuevos reglamentos sobre un papel, sino que por nosotros mismos y de la importancia que le demos a los asuntos que nos afectan cotidianamente. Como estudiantes de esta carrera debemos realizar una reflexión acerca de nuestra orgánica, considerar las actitudes y costumbres que la Escuela de Gobierno arrastra de años anteriores. Los vicios en la organización, propiciados principalmente por el ordenamiento vertical que algunos grupos políticos favorecen, desplazan y retardan un eventual proceso que favorezca una forma de organización horizontal, en la cual la comunidad de la Escuela pueda participar y tenga la oportunidad de opinar abiertamente. Esto ha dado paso a una serie de problemas, algunos derivados de la tradición de malas prácticas políticas como también, aunque en menor medida, de las omisiones que el estatuto actual pueda presentar y el cual actualmente nos abre la posibilidad de modificaciones y mejoras orientadas a lograr una mayor participación en la Escuela y, junto a esto, una organización fuerte. Cabe preguntarse entonces cuál es la real disputa que existe en todo esto; los problemas de poder, agudizados por la deficiente cultura cívica que inevitablemente desencadena la poca participación del estudiantado, provocan un respaldo a veces inconsciente hacia las malas prácticas políticas, dejando que las decisiones de ciertos grupos políticos pasen por encima de las del resto, aplastando así los diferentes puntos de vista, los cuales son un potencial aporte hacia la creación de un mejor proyecto y a una mejor toma de decisiones para nuestra comunidad. No se puede dejar de lado el personalismo político que sufren algunos de nuestros delegados y representantes, los cuales, en vez de estar en su posición por una real preocupación hacia la comunidad, trabajan por un interés personal con el fin de sumar más cargos para su currículum. La crítica a las asambleas no es más que miedo a que los estudiantes opinen en contra de intereses personalistas. La asamblea representa el espacio en el cual no se puede controlar de manera fácil la opinión del otro y en el cual la opinión de todos tiene un mismo valor; esta instancia se enriquece con la discusión. Para avalar malas prácticas y desprestigiar el actual sistema de organización, algunos miembros de grupos políticos usan argumentos despectivos, que no representan más que la forma en la cual ellos prefieren organizarse, buscando la conveniencia y facilitación del trabajo en beneficio de sus intereses.

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“Democracia, participación y problemas en la EGGP: ¿Quiénes son dueños de nuestras decisiones?”

¿Cuál es el real problema de nuestra orgánica, ¿el estatuto?, ¿qué cosas están bien reglamentadas y cuáles no?, ¿qué tan necesario es para nosotros el tener normas que nos regulen en cada aspecto de nuestra vida? ¿Cómo, dónde, cuándo y qué decir y discutir?

Según nuestro parecer, todo medio organizativo se nutre principalmente de la participación constante de los miembros que lo componen; a nivel escuela nuestro principal problema es precisamente este elemento fundamental, que no sólo nos afecta a nosotros, sino que también a nuestro país y Universidad. Este hecho, como estudiantes de Administración Pública, debiéramos entenderlo como una debilidad que no se mejora simplemente creando nuevas reglas que nos guíen, sino que a través de una culturalización cívica en cuanto al ya nombrado problema de participación. Debemos comprender que esta situación no pasa por escribir nuevos reglamentos sobre un papel, sino que por nosotros mismos y de la importancia que le demos a los asuntos que nos afectan cotidianamente. Como estudiantes de esta carrera debemos realizar una reflexión acerca de nuestra orgánica, considerar las actitudes y costumbres que la Escuela de Gobierno arrastra de años anteriores. Los vicios en la organización, propiciados principalmente por el ordenamiento vertical que algunos grupos políticos favorecen, desplazan y retardan un eventual proceso que favorezca una forma de organización horizontal, en la cual la comunidad de la Escuela pueda participar y tenga la oportunidad de opinar abiertamente. Esto ha dado paso a una serie de problemas, algunos derivados de la tradición de malas prácticas políticas como también, aunque en menor medida, de las omisiones que el estatuto actual pueda presentar y el cual actualmente nos abre la posibilidad de modificaciones y mejoras orientadas a lograr una mayor participación en la Escuela y, junto a esto, una organización fuerte. Cabe preguntarse entonces cuál es la real disputa que existe en todo esto; los problemas de poder, agudizados por la deficiente cultura cívica que inevitablemente desencadena la poca participación del estudiantado, provocan un respaldo a veces inconsciente hacia las malas prácticas políticas, dejando que las decisiones de ciertos grupos políticos pasen por encima de las del resto, aplastando así los diferentes puntos de vista, los cuales son un potencial aporte hacia la creación de un mejor proyecto y a una mejor toma de decisiones para nuestra comunidad. No se puede dejar de lado el personalismo político que sufren algunos de nuestros delegados y representantes, los cuales, en vez de estar en su posición por una real preocupación hacia la comunidad, trabajan por un interés personal con el fin de sumar más cargos para su currículum. La crítica a las asambleas no es más que miedo a que los estudiantes opinen en contra de intereses personalistas. La asamblea representa el espacio en el cual no se puede controlar de manera fácil la opinión del otro y en el cual la opinión de todos tiene un mismo valor; esta instancia se enriquece con la discusión. Para avalar malas prácticas y desprestigiar el actual sistema de organización, algunos miembros de grupos políticos usan argumentos despectivos, que no representan más que la forma en la cual ellos prefieren organizarse, buscando la conveniencia y facilitación del trabajo en beneficio de sus intereses.

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Creemos que este vicio identificado no es eterno: la solución pasa por nosotros mismos y por nuestra convicción para alcanzar una mejor organización. El que las asambleas presenten dificultades no es más que el resultado de la mala conducta que nosotros mismos llevamos a cabo en este espacio. Somos nosotros como estudiantes de Administración Pública los que manejamos las asambleas, los que decidimos participar o no en las reuniones y los llamados a garantizar las buenas prácticas y fiscalizar, de cierto modo, el actuar de nuestros representantes. Es deber nuestro, como estudiantes y personas con opinión, el hacernos cargo de nuestros espacios de participación dejando la flojera a un lado. Un modelo de organización excluyente, o peor aún, en el cual se busca la hegemonía de ciertos grupos políticos mayoritarios en el poder, como sería el caso de los diferentes modelos de mesa que nos proponen, sólo causaría el mantenimiento de estos vicios, la vuelta a los mismos problemas sin haber dado cabida ni espacio de desarrollo a un planteamiento inclusivo. La asamblea nos da la oportunidad de controlar el poder como comunidad, de tener cabida en los diferentes espacios de opinión y lograr una participación pluralista en los cargos. Una mesa, en cambio, nos ofrece un modelo de organización basado en el poder de decisión de los representantes dejando a un lado la discusión del estudiantado. El cambio de visión y de cultura cívica en la Escuela no es sólo a nivel local, sino que representa la oportunidad de un cambio de mentalidad en la lógica organizacional de nuestra comunidad. Debemos evitar seguir cayendo en los vicios que tanto criticamos a la política chilena y tenemos que trabajar aportando soluciones a estos mismos. Las asambleas nos dan espacios como estudiantes para todo tipo de opinión, propuesta o idea política donde todas son legítimas de igual forma y donde nosotros definimos nuestro nivel de participación y opinión, donde el poder y responsabilidad política se reparte entre todos y no sólo en algunos, logrando la descentralización a través de los delegados. Este modelo mantiene un compromiso compartido en nuestra comunidad como también responde a un proceso de cambio y de constante búsqueda de un sistema que brinde la eficacia y estabilidad que necesitamos. Creemos que la asamblea es un mejor espacio resolutivo y comunitario. Es evidente que nuestra orgánica presenta una serie de deficiencias que obstaculizan nuestra organización, pero como se mencionó anteriormente, la solución no está en reemplazar estas normas por otras nuevas ya que el problema principal no está en el diseño, sino en nosotros mismos. La necesidad de recurrir a una mesa en donde las decisiones serían tomadas por personas que no necesariamente representan el sentir de la comunidad estudiantil es ficticia, ya que el medio de organización y participación está, sólo falta perfeccionarlo a través de nosotros mismos, asumiendo el compromiso que nuestra orgánica convoca; una participación real y constante.

Deyanira Abarzúa I Nivel Yerson Olivares I Nivel Nayareth Calfulaf I Nivel Mayra Rebolledo I Nivel Joaquín Muñoz I Nivel Nicolás Veroiza I Nivel Camila Coronado I Nivel