Depresión Martha Reynoso Solís -...

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Depresión Martha Reynoso Solís E s común decir que alguien sufre una depresión cuando experi- menta sentimientos de tristeza y de infelicidad, cuando su vida diaria se torna difícil y siente que le falta energía e interés por continuar su vida. No es fá- cil diferenciar una depresión normal de una patológica porque las pérdidas y duelos que dan lugar a una depresión son estados naturales de la condición humana. Esto es así por ser sujetos de un cuerpo mortal que camina hacia su deterioro, dentro del cual se vive un destino que nos limita y nos hace pade- cer pérdidas y señales dolorosas como la angustia, las enfermedades del cuer- po y las del espíritu. Las criaturas humanas somos el pro- ducto de un prolongado periodo de de- pendencia e inmadurez. En ese periodo formativo requerimos ser cuidados, al menos, por una madre y un padre; de ese periodo provienen todos los modos posibles de vínculos humanos que se mantienen unidos al riesgo y temor de perderlos. El ser humano es vulnerable ante el mundo exterior y ante las fuerzas des- tructoras de la naturaleza; por estos mo- tivos nuestras vidas permanecen en un estado de pérdida constante. Como sujetos hablantes vivimos el de- sacuerdo entre la palabra y los objetos que nombramos, y padecemos la dife- rencia entre el pensar, hablar y obrar. Todo sujeto mantiene una relación de compromiso con la cultura, la civiliza- ción y el momento histórico al que per- tenece. La cultura protectora es también la fuente de duelos y renuncias, al grado que cualquiera puede enfermarse y des- fallecer a causa de ella. Algunos sujetos han tenido la suerte de vivir en paz con su cultura, otros han tenido un papel transformador, otros se someten, se re- belan o no pueden hacer otra cosa más que deprimirse ante los cambios o im- posiciones como la guerra o las políticas sociales y económicas. Todos estos elementos inherentes a la naturaleza humana determinan pérdi- das y duelos incontables: se puede per- der a los seres queridos, a los amigos, el tiempo, el trabajo, el dinero, el matrimo- nio, la juventud, la salud, la belleza, et- cétera. Se puede vivir como pérdida el tener hijos y el tener que trabajar por ellos o no tener hijos por quienes traba- jar; el que los hijos no asuman su vida independiente, o bien que la asuman y se separen del hogar paterno. Se puede perder hasta lo que nunca se ha tenido como las ilusiones, las esperanzas, una generación, el ser todopoderoso, eterno o perfecto. Toda depresión contiene una pérdida aunque ésta no sea evidente ni conoci- da; no es fácil para un sujeto saber acer- ca de lo perdido, de lo que se perdió dentro de él. Es frecuente que un sujeto sepa a quién perdió, sin que pueda sa- ber lo que con él perdió. Cualquier pérdida se convierte en de- presión si el sujeto la vive como catas- trófica o irreparable, haciendo que sienta su vida como si la tuviera empe- ñada. Cuando se torna enigmático lo que absorbe a un deprimido, nos estamos enfrentamos al inconsciente. La depresión ha sido estudiada desde la Grecia clásica. Los griegos la llamaban melankholía, palabra que proviene de melás: negra y kholé: cólera, bilis. Los términos anteriores provienen de la teoría hipocrática de los cuatro humo- res, que fue el eje central de la medicina Depresión AGOSTO 2005 ESTE PAÍS 173 2

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DepresiónMartha ReynosoSolís

Es común decir que alguien sufreuna depresión cuando experi-menta sentimientos de tristeza y

de infelicidad, cuando su vida diaria setorna difícil y siente que le falta energíae interés por continuar su vida. No es fá-cil diferenciar una depresión normal deuna patológica porque las pérdidas yduelos que dan lugar a una depresiónson estados naturales de la condiciónhumana. Esto es así por ser sujetos deun cuerpo mortal que camina hacia sudeterioro, dentro del cual se vive undestino que nos limita y nos hace pade-cer pérdidas y señales dolorosas comola angustia, las enfermedades del cuer-po y las del espíritu.

Las criaturas humanas somos el pro-ducto de un prolongado periodo de de-pendencia e inmadurez. En ese periodoformativo requerimos ser cuidados, almenos, por una madre y un padre; deese periodo provienen todos los modosposibles de vínculos humanos que semantienen unidos al riesgo y temor deperderlos.

El ser humano es vulnerable ante elmundo exterior y ante las fuerzas des-tructoras de la naturaleza; por estos mo-tivos nuestras vidas permanecen en unestado de pérdida constante.

Como sujetos hablantes vivimos el de-sacuerdo entre la palabra y los objetosque nombramos, y padecemos la dife-rencia entre el pensar, hablar y obrar.

Todo sujeto mantiene una relación decompromiso con la cultura, la civiliza-ción y el momento histórico al que per-tenece. La cultura protectora es tambiénla fuente de duelos y renuncias, al gradoque cualquiera puede enfermarse y des-fallecer a causa de ella. Algunos sujetoshan tenido la suerte de vivir en paz consu cultura, otros han tenido un papeltransformador, otros se someten, se re-belan o no pueden hacer otra cosa másque deprimirse ante los cambios o im-posiciones como la guerra o las políticassociales y económicas.

Todos estos elementos inherentes a lanaturaleza humana determinan pérdi-das y duelos incontables: se puede per-

der a los seres queridos, a los amigos, eltiempo, el trabajo, el dinero, el matrimo-nio, la juventud, la salud, la belleza, et-cétera. Se puede vivir como pérdida eltener hijos y el tener que trabajar porellos o no tener hijos por quienes traba-jar; el que los hijos no asuman su vidaindependiente, o bien que la asuman yse separen del hogar paterno. Se puedeperder hasta lo que nunca se ha tenidocomo las ilusiones, las esperanzas, unageneración, el ser todopoderoso, eternoo perfecto.

Toda depresión contiene una pérdidaaunque ésta no sea evidente ni conoci-da; no es fácil para un sujeto saber acer-ca de lo perdido, de lo que se perdiódentro de él. Es frecuente que un sujeto

sepa a quién perdió, sin que pueda sa-ber lo que con él perdió.

Cualquier pérdida se convierte en de-presión si el sujeto la vive como catas-trófica o irreparable, haciendo quesienta su vida como si la tuviera empe-ñada. Cuando se torna enigmático lo queabsorbe a un deprimido, nos estamosenfrentamos al inconsciente.

La depresión ha sido estudiada desdela Grecia clásica. Los griegos la llamabanmelankholía, palabra que proviene demelás: negra y kholé: cólera, bilis.

Los términos anteriores provienen dela teoría hipocrática de los cuatro humo-res, que fue el eje central de la medicina

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europea al reflejar los rasgos patológi-cos y clínicos que sufrían las poblacio-nes mediterráneas. En esa teoría, la bilisnegra se asociaba con la melancolía, latierra y la madurez. La sangre se asocia-ba con el aire, la primavera, la risa, elgusto por la vida y la infancia. La bilisamarilla se asociaba al fuego, al verano,a la adolescencia y al furor. Por último, laflema se asociaba con el agua, el invier-no y la vejez.

Los griegos consideraban responsabledel destino de los melancólicos a Satur-no, por ser un sol negro, amargo, violen-to y áspero.

Galeno pensaba que la bilis negra erasemejante a “las entrañas de la tierraque es el lugar en donde se produce el

miedo... así como la oscuridad externanos llena de miedo a todos, el color os-curo de la bilis negra produce miedo, os-curece la sede de la razón”.1

Los griegos imaginaban a la mente co-mo un lugar oscuro de donde provieneel miedo, las negras pasiones y los sue-ños negros. La imagen de lo negro la re-toma la tragedia griega con las Erinniasa las que representaban negras y vio-lentas.

Heráclito afirmaba que “la melancolíasurge de las exigencias conflictivas deun universo divino y de la pluralidad delas exigencias contradictorias, derivadasdel ser y de su relación con los otros”.2

Aristóteles situaba el cimiento del ge-nio en lo negro de la naturaleza humana.

Los teólogos de la iglesia católica aso-ciaban la melancolía con el pecado de lapereza que ataca a la vez el cuerpo y lamente.

En su necesidad de liberarse de Dios,el sujeto del Renacimiento queda des-protegido ante sí mismo en un mundoen revolución. Durero realizó un graba-do que causó conmoción en su época alcual llamó Melancolía I. En este grabadomostraba una figura con las alas caídasque meditaba, sentada en medio de uncaos de instrumentos científicos, acercade la futilidad de la vida.

Más tarde, Hamlet de Shakespeare fuela figura literaria representante de la au-

toconciencia que era, a su vez, el dramade la época.

En el año de 1621, Robert Burton escri-bió la Anatomía de la melancolía; 3 coneste estudio quedó atrás la teoría de loscuatro humores. Burton asociaba la me-lancolía con la desesperación del hom-bre abandonado por Dios. El encanto dellibro de Burton reside en que, como filó-sofo, pensaba que la melancolía no sepuede considerar una enfermedad sinoun componente intrínseco a la civiliza-ción. Los románticos del siglo XIX estu-vieron fascinados por su libro y, enpocos años, se publicaron 48 reedicio-nes y se tradujo al francés.

Hasta el siglo XVIII se sostuvo la creen-cia en la causalidad divina o demoniacade la melancolía; esta causalidad teníacomo consecuencia su cura mágica o ri-tual; si Dios era la causa del sufrimiento,el debía tener a su cargo la cura.

La melancolía se convirtió en el sigloXIX en una de las formas en la que los ro-mánticos pudieron enfrentar el dramade su época. Estos sujetos trataban deescapar del surgimiento del pensamien-to científico y del racionalismo, mostra-ban su rebeldía oponiéndose a lotransitorio, a las renuncias constantesque la vida impone, a la fugacidad de labelleza, de la juventud y a la caducidadde lo humano. Estos “espíritus superio-res y refinados” tuvieron como uno de

sus modelos a Madame Bovary, quienencuentra un fin trágico al querer esca-par del aburrimiento de su vida provin-ciana. Al estado de aparente deleite enla melancolía Victor Hugo lo llamó labonheur d’étre triste, también se le llamóennui o tedium vitae.

El término melancolía permanece has-ta el fin del siglo XIX: Emil Kraepelin locambia por el de psicosis maniaco-de-presiva. Posteriormente la nosología psi-quiátrica se apropia del término y loaplica a un conjunto de trastornos men-tales relacionados entre sí.

Freud inicia sus estudios sobre la his-teria, las neurosis y la melancolía desde

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1880 y en 1917 publica un texto llamadoDuelo y melancolía,4 en el que explica lamelancolía comparándola con el duelopor la pérdida de un ser querido. ParaFreud, la depresión melancólica es equi-valente al duelo patológico en el que lapresencia del objeto perdido permaneceal no poder declararlo muerto.

El sujeto no puede olvidar su objetoperdido porque siente que sería comoabandonarlo; con el fin de mantenerlocon vida, paga como precio el ser su víc-tima. El sufrir la pérdida lo hace perder-se de sí mismo, la pérdida se muda enpérdida del yo. A partir de ese momen-to, un trabajo interior lo devora, la pul-sión agresiva se aloja en el lugar endonde estaba el objeto perdido y desdeahí ataca al sujeto, el odio se vuelve so-bre la propia persona. La agresión tomala forma de remordimientos, esto es,mordiendo desde dentro.

La relación del sujeto consigo mismose torna agresiva: aparece una profunday hostil cólera no reconocida, no se sien-te digno de estar vivo; cuando reflexionasobre sí mismo y se enfrenta a sus limi-taciones, se acusa de haber destruido alobjeto perdido; se acusa también de im-potencia por no haber impedido sumuerte. El sujeto se insulta, se acusa, setortura, es cruel consigo mismo, se hacesufrir, se martiriza, se mortifica con losmás negros pensamientos.

Una vez vuelta la hostilidad en su con-tra, el sujeto se castiga sin comer; no tie-ne gusto por la comida, un mal sabor loacompaña, trata de matarse de hambre ode cansancio como en el insomnio, en elque las acusaciones no le permiten des-canso, ni tregua ni reposo. El sujeto seentrega totalmente al duelo sin tener es-pacio para otros propósitos e intereses.

Es frecuente sufrir una depresión,cuando se pierde a los padres a quienesconscientemente se les ha amado pero,inconscientemente, se les ha reprocha-do; ante su muerte, el sujeto se culpa porno haber tenido un amor sin odio.

Quien se deprime, se enfrenta a unaconciencia moral que le persigue, másque por sus deméritos, por sus desdi-

chas. Es conocido que se castigan máslos sujetos en la desdicha, que los suje-tos que han cometido faltas verdaderas.

En la clasificación psiquiátrica actualla depresión está incluida dentro de lostrastornos de la afectividad. En esta cla-sificación se llama depresión normal alduelo normal por una pérdida.

A la depresión neurótica se la llamaendógena o crónica cuando su causa noes aparente, cuando la causa precipitan-te escapa a la atención del observador.En esta categoría no se toma en cuentael inconsciente.

A la depresión neurótica se la llama de-presión reactiva cuando al médico le re-sulta evidente el acontecimiento queprecipitó la depresión. Desde el psicoaná-lisis todas las depresiones son reactivas.

Se llama trastorno bipolar o perturba-ción maniaco depresiva cuando los perio-dos o fases de actividad excesiva alternancon los periodos de baja actividad, cuan-do estados recurrentes de depresión al-ternan con estados hipomaniacos, cuandoel sujeto oscila de la autoestima baja a laexaltación de la autoestima, de la euforiaa la tristeza.

En la fase maniaca el sujeto vive comoun triunfo cuando se libera de golpe desu sufrimiento; entonces siente su ener-gía incrementada y se cree todopoderosoy creativo. Por otro lado, su concentraciónse debilita, está distraído, se torna exhibi-cionista, su conducta sexual es inapropia-da o realiza gastos excesivos. Es muydifícil que en esta fase puedan reconocersu enfermedad o aceptar ayuda.

La lista de los síntomas de la depre-sión es muy larga, por lo tanto mencio-naré sólo algunos. El sujeto deprimidosufre por su falta de interés por el mun-do, por su falta de capacidad de trabajo,por la ausencia de su deseo sexual, porsu falta de concentración; sufre porquesiente perdida su capacidad de amar yporque no puede salir de su pereza ydesfallecimiento.

El sujeto deprimido se desnuda en susconfesiones, mostrando sin recato susmás ocultos defectos; dirige contra de símismo reproches, pensamientos deva-

luatorios; vive dentro de una autoacusa-ción constante; habla de sí mismo comodespreciable e indigno y puede llegar apensar en la muerte.

Se siente confundido y con alteraciónde la temporalidad. Los reproches quese hace por el pasado y la espera de uncastigo futuro le impiden tomar decisio-nes; estos reproches también le impidenvivir el presente a la vez que teme al fu-turo. El deprimido siente su cuerpo en-fermo, lastimado, experimenta todo tipode dolor o malestar, puede rechazar elalimento o puede comer en forma exce-siva, sufre de insomnio, de desesperan-za y descuida su arreglo personal.

Es difícil diferenciar una depresióncuando es una enfermedad de cuando

no lo es: la anorexia, el alcoholismo, laconducta impulsiva o las adicciones fre-cuentemente encubren una depresión yla mantienen oculta ante el que la sufrey ante los ojos de los otros.

Para diferenciar los estados depresi-vos leves de los graves se puede usarcomo criterio válido la magnitud de laagresión dirigida en contra de la propiapersona. Las diferencias en magnitudpueden ir desde la tristeza hasta los in-tentos suicidas, desde la baja autoesti-ma hasta la actuación de la hostilidad enforma de autodestrucción o de automu-tilación o cuando el sujeto llega a un co-lapso en su psiquismo.

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El trastorno maniaco-depresivo fuecomparado por Freud con el carnaval ocon la borrachera. En el ceremonial delcarnaval, por un día al año se les permitea los sujetos la expresión de sus impul-sos, en ese día pueden pasar del lugarde súbdito al lugar del rey y puedentransgredir las normas sociales. Al día si-guiente vendrá la culpa, la expiación, elsacrificio y la demanda de perdón.

En las diferentes épocas se han busca-do las causas de la depresión en el cuer-po, en el espíritu, en los dioses, en losdemonios, en la herencia; se ha respon-sabilizado a la cultura, al sistema nervio-so, al trabajo; se ha creído que sucuración se logra si se atiende lo moral,lo espiritual, lo biológico, lo psicológico o

lo psiquiátrico. Para salir de la confusiónque nos puede causar el entrelazamientode todas estas causas es necesario enten-der que todo lo que sucede en la mente oen el espíritu tiene como sede un cuerpo,de la misma manera que todo padeci-miento del cuerpo se expresa en la mente;el malestar en la sociedad humana y susvalores se manifiesta en el individuo y to-das las acciones de los individuos van arepercutir en la sociedad.

En toda depresión interactúan las cau-sas precipitantes externas y los factoreshereditarios, los elementos inconscien-tes y la constitución orgánica, ningúnfactor es determinante en sí mismo.

Se reconocen diversos desencade-nantes físicos de la depresión, comopuede ser algunas infecciones como lamononucleosis; otras veces una depre-sión puede desencadenarse como efec-to secundario por el uso de algunosmedicamentos; en la depresión pospar-to y la menopausia se reconoce la causahormonal, pero en todos estos casos de-bemos investigar lo que hay más allá deldesencadenante físico.

El tratamiento con antidepresivos de-be ser atendido por un médico que elijael medicamento más adecuado a las ne-cesidades del paciente, cuidando losefectos secundarios molestos. El trata-miento se da generalmente por un míni-mo de seis meses. En los casos severos

se requiere de la hospitalización paraproteger a los sujetos del daño que pue-den hacerse a sí mismos.

Vivimos en una época en la que elavance de la ciencia ha permitido desa-rrollar medicamentos muy efectivos parael tratamiento de la depresión. A la vez vi-vimos en una cultura en la que se hanmultiplicado los sujetos que son suscepti-bles de sufrirla. La paradoja ante la quenos encontramos es la siguiente: conta-mos con medicamentos muy eficaces paraatender el creciente número de sujetosque sufren depresión; pero estos medica-mentos, a la vez que curan los síntomas,peligrosamente apartan al ser humano de

sus causas, y pueden apartarlo tambiénde las señales emocionales que son nece-sarias para orientarse en la vida. Tal y co-mo lo podemos ver en los sujetos quebajo el uso de los psicofármacos mues-tran indiferencia y distancia hacia la vidaafectiva. Por lo tanto, el buen tratamientode la depresión requiere que se consi-deren todas las causas: las conscientes,las inconscientes, las que tienen que vercon el espíritu, las que tienen que vercon el cuerpo, las que tienen que vercon la sociedad, las que se atiendendesde el psicoanálisis y las que se atien-den desde la psiquiatría.

1 Padel Ruth, A quien los dioses destru-

yen. Elementos de la locura griega y trá-

gica, Sextopiso Editorial, México, 2005.2 Ibidem.3 Burton Robert, “The anatomy of melan-

choly”, New York Review Books, 2004.4 S. Freud, Duelo y melancolía, Obras

Completas, Amorrortu, 1979.

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