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107 José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio José Javier Azanza López Universidad de Navarra Resumen: El concepto del descanso regio constituye un debate de gran interés en el ámbito político hispano de la Edad Moderna, circunstancia que obedece al hecho de que a través del mismo se abordan cuestiones que afectan a la formulación misma de la monarquía y del gobierno del Estado. Desde la teoría política, pero también desde la literatura emblemática y desde la oratoria sagrada, surgen argumentaciones en torno al descanso regio que pueden agruparse en tres grandes líneas de pensamiento: la que defiende el descanso del monarca ligado a actividades f ísicas e intelectuales –descanso fortalecedor–; la que concibe el descanso regio como cambio de actividad en beneficio de sus súbditos –descanso activo–; y la que niega al monarca cualquier posibilidad de descanso. Este artículo pretende ser una aproximación a un tema que ofrece múltiples posibilidades en muy diferentes áreas del conocimiento. Palabras clave: monarquía, España, siglos xvi y xvii, teoría política, emblemática. Abstract: e concept of the king's rest is a very interesting debate in the Hispanic political field of the Modern Age, circumstance due to the fact that it raises issues affecting the very formulation of the Monarchy and the state government through it. From political theory, but also from emblem literature and sacred oratory, arise arguments about the king's rest, which can be grouped into three main lines of thought: the first one defends the rest linked to physical and mental activities – strengthener rest–; the second sees the rest as change of activity for the benefit of his subjects –active rest–; finally, the third denies the king any

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107José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

¿Descansa su majestad? Aproximación

a una teoría político-emblemática

hispana del descanso regio

José Javier Azanza López

Universidad de Navarra

Resumen: El concepto del descanso regio constituye un debate de gran

interés en el ámbito político hispano de la Edad Moderna, circunstancia

que obedece al hecho de que a través del mismo se abordan cuestiones

que afectan a la formulación misma de la monarquía y del gobierno

del Estado. Desde la teoría política, pero también desde la literatura

emblemática y desde la oratoria sagrada, surgen argumentaciones en

torno al descanso regio que pueden agruparse en tres grandes líneas

de pensamiento: la que defi ende el descanso del monarca ligado a

actividades f ísicas e intelectuales –descanso fortalecedor–; la que

concibe el descanso regio como cambio de actividad en benefi cio de

sus súbditos –descanso activo–; y la que niega al monarca cualquier

posibilidad de descanso. Este artículo pretende ser una aproximación a

un tema que ofrece múltiples posibilidades en muy diferentes áreas del

conocimiento.

Palabras clave: monarquía, España, siglos xvi y xvii, teoría política,

emblemática.

Abstract: Th e concept of the king's rest is a very interesting debate in

the Hispanic political fi eld of the Modern Age, circumstance due to the

fact that it raises issues aff ecting the very formulation of the Monarchy

and the state government through it. From political theory, but also

from emblem literature and sacred oratory, arise arguments about the

king's rest, which can be grouped into three main lines of thought:

the fi rst one defends the rest linked to physical and mental activities –

strengthener rest–; the second sees the rest as change of activity for the

benefi t of his subjects –active rest–; fi nally, the third denies the king any

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108 POTESTAS, No 4 2011 ISSN: 1888-9867 | DOI: http://dx.doi.org/10.6035/Potestas.2011.4.6 - pp. 107-146

chance of rest. Th is article tries to approach a matter which off ers many

opportunities in diff erent areas of knowledge.

Keywords: Monarchy, Spain, xvi and xvii Centuries, Political Th eory,

Emblems.

Introducción: el descanso como necesidad humana

La noción del descanso reparador en toda actividad humana es un tópico

que viene de antiguo, proclamada por didácticos y moralistas de todas las

épocas.1 Autores grecolatinos como Homero, Sócrates, Aristóteles y Plutarco,

o como Ovidio, Valerio Máximo y Séneca, hacen referencia en sus escritos a

la necesidad del descanso que restablece las fuerzas y ayuda a sobrellevar los

trabajos de la vida.2 El asunto se mantiene vigente en Padres de la Iglesia y

teólogos medievales –San Agustín y Santo Tomás de Aquino son buen ejemplo

de ello3– y adquiere una nueva dimensión en la Edad Moderna, donde existe

unanimidad casi absoluta en la consideración de que el trabajo pide descanso

que permita refrenar pasiones y recuperar fuerzas. Entretenimiento y descanso

se convierten así en fundamento para un mejor aprovechamiento del trabajo,

máxima que debe seguirse prácticamente en todos los estamentos sociales,

pues afecta por igual al labrador y al estudiante, al prelado y al militar.4

1. Carmen Sanz Ayán: «Días de regocijo y horas de entretenimiento», El mundo que vivió Cervantes,

Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Madrid, 2005, 247.

2. Homero introduce el concepto de descanso al poner una lira en manos de Aquiles, quien encontraba

en la música alivio en medio de la batalla. Sócrates y Aristóteles aluden a la necesidad de descanso con vistas

a reemprender el trabajo con fuerzas renovadas. Plutarco insiste en que «el descanso es el condimento de

los trabajos», opinión con la que coincide Ovidio, por cuanto «el trabajo que carece a su vez de descanso

no puede durar». Valerio Máximo dedica al ocio uno de los capítulos de sus Hechos y Dichos Memorables,

extendiéndose en aclarar el concepto de descanso, al que deben tender no solo los indolentes sino también

los animosos, para que «tras una oportuna interrupción en las ocupaciones, puedan ejercerlas con mayores

bríos». Y Séneca desarrolla el mismo concepto en De tranquilitate animi: «Darse tiene algún refrigerio

a los ánimos, porque descansados, se levanten mejores y más valientes al trabajo». Homero: La Ilíada,

Espasa-Calpe, Madrid, 1966, 92. Aristóteles: Ética a Nicómaco, Instituto de Estudios Políticos, Madrid,

1970, 68-69; y Política, Tecnos, Madrid, 2004, libro V, cap. 2, 168. Plutarco: «Sobre la educación de los

hijos», Moralia I, Gredos, Madrid, 1992, 9c. Ovidio: Heroidas, Alianza, Madrid, 1994, 93. Publio Valerio

Máximo: Hechos y dichos memorables. 2, Libros VII-IX, Gredos, Madrid, 2003, 95-96. Lucio Anneo

Séneca: Tratados fi losófi cos. Cartas, Porrúa, México, 1989, 148.

3. San Agustín cita el Himno de San Ambrosio: «El descanso a los miembros cansados prepara para el

trabajo, repara las mentes cansadas, y libera los pechos oprimidos por la pena». Y desarrolla los conceptos

de trabajo y descanso en el Libro XIX de La ciudad de Dios. Por su parte, el Aquinita teoriza en varias

cuestiones de su Suma Teológica acerca del descanso que debe dársele a alma y cuerpo para alivio de la

fatiga, especialmente en la cuestión 168 de la parte II A-II AE. Walter Farrell: Guía de la Suma Teológica

III. Plenitud de vida, Ediciones Morata, Madrid, 1962, 446-449.

4. Sirva como ejemplo la refl exión que, a propósito de la necesidad del descanso en el estudiante,

lleva a cabo Cristóbal de Villalón en el capítulo XVII del Libro II de su obra El Scholástico. Cristóbal de

Villalón: El Scholástico (ed. José Miguel Martínez Torrejón), Crítica, Barcelona, 1997, 164-169.

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Sin embargo, el tema se torna más complejo cuando se trata del descanso

del monarca, dado que dejan de tener validez las pautas de comportamiento

universales referidas para los casos anteriores. Todo ello desemboca en un debate

de gran interés, hasta el punto de que el descanso regio se convierte en un lugar

común de la literatura política hispana. A su enriquecimiento contribuirán no

solo teóricos y moralistas, sino que será abordado igualmente desde ámbitos

como la emblemática y la oratoria sagrada; incluso literatos como Quevedo, en

su empeño por adoctrinar al monarca, refl exionan en torno al descanso regio.

Cabe preguntarse por los motivos por los que un asunto a priori menor en

el conjunto de las grandes coordenadas políticas de la Edad Moderna suscita tal

interés. Para tratar de encontrar una respuesta válida a este interrogante, conviene

no perder de vista que el concepto de descanso regio da pie a una revisión de

aspectos relacionados con las principales cualidades que deben adornar al rey,

a la vez que presenta implicaciones que afectan al gobierno de sus vasallos y a

la formulación misma de la monarquía. En efecto, en las refl exiones en torno al

tema no faltan las teorías acerca de la concordia y unidad que debe procurar en

sus estados, ni sobre el ejercicio de la justicia distributiva como virtud política

mediante la cual regula la acción de repartir cargos y benefi cios conforme a los

méritos de sus súbditos, atajando con ello posibles descontentos que pudieran

derivar en revueltas y sediciones. Permiten igualmente valorar el comportamiento

del monarca en sus relaciones con ministros y consejos, en el conocimiento y

trato de sus súbditos, o en su preparación para la guerra en tiempos de paz. En

última instancia, a través del concepto de descanso regio se plantean cuestiones

que afectan al propio sistema de gobierno, dando pie a una discusión sobre la

mayor o menor idoneidad del valimiento como fórmula efi caz.

Consecuentemente, algunas de las grandes pautas de actuación política del

monarca se abordan desde la perspectiva del descanso, dado que este incide en

ellas en mayor o menor medida. En su planteamiento teórico, el debate resulta

tan enriquecedor que no existe unanimidad, de manera que podemos agrupar

los argumentos en tres líneas de pensamiento: la que defi ende el descanso del

monarca ligado a actividades f ísicas e intelectuales; la que concibe el descanso

regio como prolongación del trabajo en benefi cio de sus súbditos; y la que niega

al monarca cualquier posibilidad de descanso. Existen no obstante infi nidad

de matices que propician cierta ambigüedad en algunos planteamientos, sin

llegar a quedar totalmente defi nidos en uno u otro grupo; y aunque también con

sus correspondientes excepciones, las dos primeras vías dominan el siglo xvi

y los dos primeros tercios del xvii, mientras que la tercera se impone tras la

muerte de Felipe IV. Es nuestro propósito ofrecer una aproximación al tema

–nunca con afán de agotarlo– a través de una selección de autores y textos.5

5. Este estudio se centra en aquellos escritos que hacen referencia al monarca en el ejercicio de su

gobierno, acudiendo tan solo en momentos puntuales a los tratados relacionados con la educación y

aprendizaje del joven príncipe. Deseo expresar mi más sincero agradecimiento al prof. Jesús María Usunáriz

Garayoa por su inestimable ayuda en la organización de los contenidos.

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1. El «descanso fortalecedor», físico e intelectual

1.1. El descanso recuperador como necesidad del monarca

Gran parte de quienes teorizan acerca del descanso del monarca son

partidarios del mismo, exhibiendo para ello un argumento común: el descanso

reparador que aleja al rey por un tiempo prudente de los cuidados públicos, le

permite volver con más fuerza al cumplimiento de sus obligaciones, y retomar

sus negocios con mayor empeño y acierto. Se trata en consecuencia de un

«descanso fortalecedor» que proporciona renovados bríos, al igual que ocurre

con el resto de los mortales.

Ya en 1615 el Provincial de la Compañía de Jesús en el Perú, Juan Sebastián,

expresaba con nitidez esta idea al afi rmar que «es cosa cierta, y sabida por

experiencia, que en los palacios de los Príncipes hay de ordinario algún jardín,

donde ellos se recrean con los suyos, para descansar de los negocios, y tomar

fuerzas, para volver a ellos con más calor».6 Otros autores se manifi estan

en el mismo sentido, caso de Juan de Zabaleta, agudo y satírico cronista de

la corte de Felipe IV, autor en 1666 de El Emperador Conmodo, tratado que

contenía «muy artifi ciosa y discreta enseñanza para todos, especialmente

para príncipes», refi ere en su censura el jesuita Cristóbal de Ortega. También

en este caso conviene en la necesidad del descanso del monarca para poder

seguir trabajando, pues «el trabajo, a quien no sucede descanso, es muerte;

el descanso, a quien no sucede trabajo, es ocio». Por eso el entretenimiento

es medicina para el alma regia, siempre que se tome con moderación y a su

debido tiempo; no en vano, «que se divierta el rey que trabaja, es regimiento

vital; pero que trabaje solo en entretenerse, es vicio execrable».7

La necesidad del «descanso fortalecedor» está presente asimismo en el

terreno de la emblemática, como queda de manifi esto en la Idea de un príncipe

político christiano de Diego Saavedra Fajardo. Aparentemente, el diplomático

murciano se muestra contrario al descanso del monarca, pues se suceden a lo

largo del tratado diversas consideraciones que inducen a ello. Quizás la más

signifi cativa sea la empresa 71, Labor omnia vincit (El trabajo todo lo vence),

cuya pictura protagoniza un ariete golpeando una muralla en la que ha abierto

una brecha, para dar a entender al monarca que el trabajo y la constancia

pueden conseguir vencer cualquier obstáculo [Fig. 1]. Ninguna difi cultad

embaraza al ánimo constante, afi rma Saavedra, antes de concluir que «no

es ofi cio de descanso el reinar».8 Mas no tardará en matizar su anterior

6. De el bien, Excellencias y Obligaciones de el Estado Clerical y Sacerdotal. Por el R. P. Ioan Sebastián,

Provincial de la Compañía de Jesús en el Perú. En Sevilla, por Matías Clavijo, 1615, 640.

7. El Emperador Conmodo. Historia discursiva, según el texto de Herodiano… Su autor, Don Iuan de

Zabaleta, Coronista del Rey N. S. En Madrid, por Andrés Garcia, 1666, 96rº-98rº.

8. Idea de un Príncipe Político Christiano representada en cien empresas. Dedicada al Príncipe de las

Españas Nuestro Señor. Por Don Diego Saavedra Faxardo… En Monaco, 1640, 390-396. Diego Saavedra

Fajardo: Empresas Políticas (ed. Sagrario López Poza), Ediciones Cátedra, Madrid, 1999, 805-811.

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declaración, al reconocer que no todo puede ser trabajo en el príncipe político-

cristiano, quien también deberá gozar de jornadas de alivio y descanso. Y lo

hace en la empresa 72, en la que con el mote Vires alit (Alimenta su fuerza),

una mano se posa sobre el caño de una fuente para impedir que surja, pero el

agua, con más fuerza, se escapa entre los dedos [Fig. 2]. El descanso y el ocio,

que reavivan las fuerzas, son necesarios en todo trabajo, como lo muestra el

agua que, interrumpido su curso, sale con más vitalidad.9 El planteamiento

9. Idea de un Príncipe Político Christiano, 397-402. Saavedra Fajardo, Empresas Políticas, 812-818.

Fig. 1. Diego Saavedra Fajardo. Idea de un príncipe político christiano.

Empresa 71: Labor omnia vincit

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saavedrino será seguido muy de cerca por el propio Felipe IV, como se deduce

de una atenta lectura de la correspondencia regia con María Jesús de Ágreda.

Se suceden en las cartas refl exiones en torno al descanso, de las que puede

ser un buen ejemplo la del 6 de noviembre de 1647: «Yo vine bueno de mi

jornadilla, habiendo gozado algunos días del campo; que para trabajar más es

menester tomar de cuando en cuando algún alivio».10

10. Sobre la infl uencia que pudo ejercer la Idea de un Príncipe Político Christiano en el comportamiento

de Felipe IV, basada en la correspondencia que mantuvieron el monarca y sor María Jesús de Ágreda de

forma ininterrumpida entre 1643 y 1665, véase José Javier Azanza López: «An Emblematic Reading of a

Regal Epistolary Exchange: Philip IV’s Letters to Sister María de Ágreda, in the Light of Saavedra Fajardo»,

Cull, J. T. and Daly, P. M. In Nocte Consilium. Studies on Emblematics in Honor of Pedro F. Campa, Verlag

Valentin Koerner, Baden-Baden, 2011, pp. 43-86.

Fig. 2. Diego Saavedra Fajardo. Idea de un príncipe político christiano.

Empresa 72: Vires alit

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Siguiendo la doctrina de Saavedra Fajardo –a quien cita en varias ocasiones

a lo largo de su razonamiento–, una postura similar adopta el jurisconsulto

madrileño Juan de Solórzano Pereira en el emblema XXXI de sus Emblemas

Regio-políticos;11 y, por imitación, el jesuita logroñés Andrés Mendo en el

11. D. Ioannis de Solórzano Pereira… Emblemata Centum, Regio Politica, in Centuriam Unam

Redacta… In Typographia Domin. Garciae Morras, Matriti, 1653, 233-239. Jesús María González de

Zárate: Emblemas Regio-Políticos de Juan de Solórzano, Ediciones Tuero, Madrid, 1987, 133-134.

Fig. 3. Juan de Solórzano Pereira. Emblemas Regio-políticos.

Emblema XXXI: Sic misce gavdia cvris

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Documento LXXIX de su Príncipe perfecto y ministros ajustados.12 En ambos

casos, el mote del emblema es el mismo: Sic misce gavdia cvris (Combina

así los deleites con los trabajos); y también la pictura, que muestra al

centauro Quirón enseñando a tocar el laúd a Aquiles, todavía ataviado con

la indumentaria militar [Fig. 3]. La Ilíada relata cómo Aquiles recreaba su

ánimo tras el combate tocando la cítara, tal y como le había enseñado Quirón,

su maestro.13 Similar deberá ser el comportamiento del príncipe, quien entre

tantos cuidados por su pueblo necesita disfrutar de algún descanso para poder

retomar su actividad política con mayor fuerza, por cuanto no es durable el

trabajo que no se interrumpe. La propia naturaleza humana pide la alternancia

entre el trabajo y el descanso, y ponen varios ejemplos que pueden aplicarse a

ello, como el campo de cultivo que necesita reposo para dar fruto, el caballo

que para correr con ligereza no ha de marchar siempre al galope, o la nave que

requiere de la reparación en el puerto para surcar velozmente los mares.

12. Principe Perfecto y Ministros aiustados, Documentos Políticos, y Morales. En Emblemas. Por el R. P.

Andres Mendo, de la Compañía de Iesus… Lyon, H. Boissat y G. Remeus, 1662, 102-106. Sobre la relación

entre las obras de Solórzano y Mendo, véase Ana Mª Rey Sierra: «Mendo, a la sombra de Solórzano

Pereira», Estudios sobre Emblemática Española (ed. Sagrario López Poza), Sociedad de Cultura Valle-Inclán,

El Ferrol, 2000, 261-271; y Beatriz Antón: «Los Emblemata Centvm Regio Politica (Madrid, 1653) de

Juan de Solórzano», Imagen y Cultura: la interpretación de las imágenes como historia cultural (eds. Rafael

García Mahíques y Vicent F. Zuriaga Senent), vol. I, Generalitat Valenciana, Valencia, 2008, 249-267.

13. Homero, La Ilíada, 92.

Fig. 4. Julius Zincgreff . Emblematum Ethico-politicorum Centuria. Emblema 69

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Y entre los símiles no falta el del arco cuya cuerda, en caso de permanecer

continuamente tensada, acaba perdiendo su elasticidad. La imagen del arco

encuentra su fuente de inspiración en los textos clásicos –Ovidio, Plutarco– y

gozará de tradición emblemática como metáfora del descanso reparador en

los repertorios de Guillaume de la Perrière,14 Juan de Borja,15 Sebastián de

Covarrubias,16 o el propio Saavedra Fajardo entre otros. Y también se sirve

de la misma Julius Zincgreff , cuyo emblema 69 de su Emblematum Ethico-

politicorum Centuria muestra en su pictura una ballesta con su arco totalmente

tensado, en referencia a la necesidad del descanso del gobernante17 [Fig. 4];

imagen que recogerá más tarde Bartholomaeus Hulsius en su Emblemata

Sacra.18

1.2. Entre el ejercicio f ísico y la actividad intelectual

Coincide por tanto gran parte de la teoría política en la necesidad del

«descanso fortalecedor» del monarca, pues no será duradero ni efectivo el

trabajo que no se interrumpe, y así su labor de gobierno mejorará tras disfrutar

de una recreación moderada. Admitida esta premisa inicial, la siguiente

cuestión que se plantean los autores de este grupo es la naturaleza de las

actividades regias en su tiempo de ocio, considerando una doble posibilidad:

el ejercicio f ísico, representado en la caza, las justas y torneos, y los juegos y

deportes; y la actividad intelectual, ámbito en el que destacan la música, el

cultivo y estudio de las letras, y la compañía de hombres doctos y eruditos.

Algunos autores aconsejan al monarca la práctica simultánea de ambos,

atendiendo al tópico de «las armas y las letras» cuyo ejercicio no resulta

contradictorio, sino perfectamente compatible. Así, Juan de Zabaleta no duda

en afi rmar que «han de tener los reyes algunos ratos de ejercicio corporal,

porque sin él, o es toda la vida enfermedad, o se acorta la vida»; pero signifi ca

igualmente que «el estudio de las letras humanas es decentísimo para un Rey,

si se toma por entretenimiento».19 De la misma opinión es Saavedra Fajardo,

quien matiza no obstante que habrá de tenerse en consideración la edad y

el tiempo en que se practiquen, para no ofender la dignidad de la majestad

causando descrédito al monarca: «Cuando los años del príncipe son pocos,

ningunos divertimentos mejores que los que acrecientan el brío y afi rman las

14. Guillaume de la Perrière: Le Th éâtre des bons engins, París, Denis Janot, 1544, Emblema XXV.

15. Rafael García Mahíques: Empresas morales de Juan de Borja: imagen y palabra para una

iconología, Ajuntament de València, Valencia, 1998, 150-151.

16. Emblemas Morales de Don Sebastián de Covarrubias Orozco, Capellán del Rey N. S. Maestrescuela,

y Canónigo de Cuenca, Consultor del Santo Ofi cio… En Madrid, Por Luis Sanchez. Año 1610, 238.

17. Julius Wilhem Zincgreff: Emblematum Ethico-politicorum Centuria, Frankfurt, Th eodor de

Bry, 1619, emblema 69.

18. Bartholomaeus Hulsius: Emblemata Sacra, Dat is, Eenighe Geestelicke Sinnebelden… Door B.

H., Ghedruckt int’ Jaer 1631.

19. El Emperador Conmodo, 4rº-5vº y 96rº-98rº.

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116 POTESTAS, No 4 2011 ISSN: 1888-9867 | DOI: http://dx.doi.org/10.6035/Potestas.2011.4.6 - pp. 107-146

fuerzas, como la armas, la jineta, la danza, la pelota y la caza. También aquellas

artes nobles de la pintura y la música son muy a propósito para restituir los

espíritus perdidos en la atención de los negocios, como no se gaste en ellas

el tiempo que piden los cuidados públicos». A la música había dedicado ya el

diplomático murciano la empresa 5 de su editio princeps –en las siguientes

variará– a propósito de la educación del príncipe, que con el mote Hor il scetro, et

hor il pletro, mostraba un cisne (Apolo) bañado de rayos de sol sobre una nube,

aferrando con sus patas una lira y con un cetro a su lado, para signifi car que la

música era diversión apropiada por sus benefi ciosas propiedades20 [Fig. 5].

20. Idea de un Príncipe Político Christiano, 33-37. Saavedra Fajardo, Empresas Políticas, 235.

Fig. 5. Diego Saavedra Fajardo. Idea de un príncipe político christiano.

Empresa 5 (ed. 1640): Hor il scetro, et hor il pletro

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117José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

Considera asimismo como uno de los mejores pasatiempos para recrear el

ánimo la conversación con hombres versados en armas y letras, pues de ellos

extraerá el rey lecciones sumamente provechosas para el gobierno de sus

estados; así lo hicieron el emperador Adriano, el rey Alfonso de Nápoles, y el

rey Francisco I de Francia, quien «aprendió tanto desta comunicación erudita,

que aunque no había estudiado en su niñez, discurría con acierto en todas

materias».21

También Solórzano Pereira y Andrés Mendo son partidarios de que el

monarca alterne las actividades intelectuales y f ísicas en su descanso, haciendo

especial hincapié en la música y la caza.22 Digno de mención resulta el papel que

otorgan a esta última como preparación para el arte de la guerra, por cuanto

será uno de los argumentos empleados con mayor frecuencia por quienes la

defi enden como actividad adecuada para el descanso regio.23 Por eso fueron

numerosos los reyes y emperadores que tomaron el deporte de la caza para

desahogo de sus cuidados, entre ellos Trajano, quien «no quería otro alivio,

que la caza, para volver con más aliento a su desvelo, y fatigas». Y también

reconoció sus utilidades Alfonso X el Sabio, pues proporcionaba salud al hacer

comer y dormir bien al monarca.

Frente a quienes defi enden la práctica compartida de actividades f ísicas

e intelectuales, los hay que conceden prioridad a las primeras, por cuanto el

ejercicio corporal proporciona fuerza y velocidad, agilidad y destreza. A este

grupo pertenece el jurista y regidor toledano Jerónimo de Zeballos, autor en

1623 del Arte real para el buen gobierno de los Reyes, y Príncipes; pese a no

descartar otras actividades loables como la música o la pintura, destaca por

encima de las demás la caza, ejercicio f ísico propio de nobles y reyes, en la que

el príncipe se deberá ejercitar «para que se enseñe a sufrir trabajos, y se divierta

de los que trae consigo gobernar».24 Con el anterior coincide Diego Felipe de

Albornoz, en cuya Cartilla Política y Cristiana recoge «algunas virtudes de

que la majestad debe adornarse y muchos vicios de los que debe apartarse».25

Pese a mostrar su reticencia al descanso del monarca –«están ociosos los

príncipes cuando toda su ocupación no es en útil de sus vasallos»–, defi ende

21. Idea de un Príncipe Político Christiano, 398-401. Saavedra Fajardo, Empresas Políticas, 813-814.

22. «La música es recreación muy propia de Príncipes, la suavidad y dulzura de las voces deleita el

ánimo, alivia las penas, templa los cuidados, entretiene los sentidos, y excita en el pecho afectos generosos.

La caza también es divertimento muy decente, y heroico, porque la de fi eras es ensaye de la guerra, y ejercicio

del valor, y aliento… En el ejercicio de la caza se fortalecen los miembros, se conserva la salud, y se recrea

el ánimo». Emblemata Centum, Regio Politica, -. González de Zárate, Emblemas Regio-Políticos,

133-134. Principe Perfecto y Ministros aiustados, 103-104.

23. Véase al respecto Alfredo Alvar Ezquerra: La caza del rey. Monterías, lances y angustias (siglos

xvi-xvii), La Trébere, Madrid, 2001.

24. Arte real para el buen gobierno de los Reyes, y Príncipes, y de sus vasallos. Dirigido a la Católica

Magestad del Rey don Felipe IIII… Por el Licenciado Geronymo de Zeballos… En Toledo. A costa de su Autor.

Año 1623. Aforismo 102. Véase también la edición crítica con estudio preliminar a cargo de Salustiano de

Dios, publicada por la Editorial de Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en Madrid en el 2003.

25. Julián Viejo Yharrassarry: «El Sueño de Nabuconodosor. Religión y política en la monarquía

católica a mediados del siglo xvii», Revista de Estudios Políticos, nº 84, 1994, 159.

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la caza no solo por los benefi cios que aporta a cuerpo y mente, sino por su

valor como ensayo para la guerra, pues confi ere al monarca una preparación

en estrategia y conocimiento del terreno, además de comprobar la valentía y

valor de sus nobles.26

En términos similares se expresa el dominico Andrés Ferrer de Valdecebro

en los dos tomos de su Govierno general, moral y político dedicados

respectivamente a fi eras y aves. Contrario al ocio y al descanso en general

–véanse sus afi rmaciones al respecto en los capítulos del águila, gallo, león,

rinoceronte, tigre, o can–, defi ende en los príncipes y señores el vuelo de la

garza, del que admite es loable actividad: «Salir a volar una garza, es noble

ejercicio y ocupación de príncipes, y señores. Y en esto se divierten mucho,

aunque no sin excesivo gasto, por lo que cuestan los pájaros que las matan, y

se les perdonaran estos, y aun gastos mayores, si entregaran el ocio siempre a

tan honesto ejercicio, y ocupación»27 [Fig. 6].

26. Cartilla politica y christiana. Ofrécela a los pies del Rey Nuestro Señor: D. Diego Felipe de Albornoz,

Tesorero, y Canónigo de la Santa Iglesia de Cartagena. En Madrid, Por Melchor Sánchez, Año 1666, 64vº-

66vº.

27. Govierno General, Moral, y Político hallado en las aves más generosas, y nobles… Le escrive el Padre

Fray Andrés Ferrer de Valdecebro… En Madrid, en la Imprenta de Bernardo de Villa-Diego, Año de 1683,

144-145. Dicha actividad se inscribía dentro de la «altanería», que según el Tesoro de Covarrubias consistía

en la «caza de volatería, por lo alto, como la del milano y la garza y la cuerva y las demás». Sebastián de

Covarrubias Horozco: Tesoro de la Lengua Castellana o Española (eds. Ignacio Arellano y Rafael Zafra),

Iberoamericana, Madrid, 2006, 143.

Fig. 6. Andrés Ferrer de Valdecebro. Govierno general, moral y político hallado en las Aves más

Generosas y Nobles. Capítulo XXIV: Garza

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119José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

Junto a la caza, también los torneos resultan actividad propicia para

entretenimiento f ísico del monarca. De esta opinión es el vallisoletano

Francisco Gómez de la Reguera en sus Empresas de los Reyes de Castilla

cuando en la empresa 17, carente de mote e imagen, refi ere que «en la paz

debe desterrarse el ocio, y dedicarse a la caza y los torneos, porque estos son,

aunque tan corta hazaña, ensayos del valor para la guerra».28

Menor consideración parecen tener otras actividades como el juego de

pelota, cuya práctica suscita opiniones encontradas entre los teóricos y

moralistas españoles. Hay quienes lo consideran apropiado para el desarrollo

f ísico de jóvenes y adultos, caso del médico onubense Cristóbal Méndez, quien

dedica varios capítulos en su Libro del ejercicio corporal y de sus provechos

–publicado en Sevilla en 1553– a ensalzar los benefi cios de este y otros

deportes y a recomendarlos en casos particulares.29 Sin embargo, otros autores

manifi estan sus reticencias al respecto, como ocurre con Juan de Zabaleta,

a cuyo juicio «ninguno de cuantos desatinos entretienen a los hombres,

atormenta tanto como el juego de pelota», dado que resulta nociva para la

salud al practicarse de forma inmoderada y sin las condiciones ambientales

adecuadas.30 Establecida la dualidad entre partidarios y detractores del juego,

autores como Juan de Mariana y Saavedra Fajardo lo incluyen entre las

actividades convenientes al ejercicio del cuerpo en la educación del príncipe;

pero quizás su mayor defensor sea Francisco de Zárraga, quien en el emblema 6

de su Séneca, juez de sí mismo, presenta dos manos que se lanzan mutuamente

una pelota, con el mote Utrique consulendum (A una y otra cosa hay que

atender) [Fig. 7]. Parte el emblemista de la necesidad humana de disfrutar

de alguna recreación para alivio de los trabajos; y entre ellas considera «muy

decente la del juego de Pelota, por hallar en él no solo diversión, sino saludables

ejercicios del cuerpo»31. Zárraga declara que el juego de pelota es legítimo,

decente y honesto, antes de hacer una serie de consideraciones técnicas según

las cuales el jugador pone de manifi esto su destreza y agilidad; y aunque no

hace mención explícita al monarca –sí lo recomienda a seglares y eclesiásticos,

28. Francisco Gómez de la Reguera: Empresas de los Reyes de Castilla y de León (ed. Cesar

Hernández Alonso), Universidad, Valladolid, 1990. Véase también Blanca García Vega: «Las Empresas

de los Reyes de Castilla y de León de Francisco Gómez de la Reguera», Actas del I Simposio Internacional de

Emblemática, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1994, 93-169.

29. Cristóbal Méndez: Libro del ejercicio corporal y de sus provechos (estudio, edición crítica y notas

de Eduardo Álvarez del Palacio), Universidad de León, Secretariado de Publicaciones, León, 1996; AA.VV.:

Cristóbal Méndez y su obra, 1553: transcripción moderna y comentarios, Instituto Andaluz del Deporte,

Málaga, 1997; y Luis-Pablo Rodríguez Rodríguez, Pedro José Asirón Iribarren y Eduardo Álvarez

del Palacio: «Estudio y comentarios sobre El libro del ejercicio corporal y de sus provechos (1553), de Cristóbal

Méndez», Compendio histórico de la actividad f ísica y el deporte (ed. Luis-Pablo Rodríguez Rodríguez),

Masson, Barcelona, 2003, 213-268, dedican un interesante capítulo al ejercicio f ísico en Méndez.

30. Así se manifi esta Zabaleta en su obra El día de fi esta por la tarde. Obras históricas, políticas,

fi losófi cas y morales. Escritas por Don Ivan de Zabaleta. Quinta Impresión corregida y enmendada de

muchos errores… En Barcelona: en la Imprenta de Joseph Teixidó, 1704, 361-366.

31. Seneca, Juez de sí mismo, impugnado, defendido, y ilustrado. En la causa política, y moral, que litigan

Don Alonso Núñez de Castro, Don Diego Ramírez del Albelda, y Don Juan Baños de Velasco y Azevedo… Por

el Maestro F. Francisco de Zarraga, del Orden de San Benito… Burgos, Juan de Viar, 1684, 83-84.

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siempre que lo practiquen con moderación y sin faltar a la decencia del hábito–,

las alusiones a Julio Cesar, Octavio y otros varones ilustres, parecen conceder

legitimidad al hecho de que sirva como divertimento regio.32

Otros emblemistas destacan la naturaleza intelectual del descanso del

monarca por encima de la f ísica, en un conjunto de actividades que no deben

entenderse como pasatiempo lúdico, sino como provechoso ejercicio. Un

buen grupo de teóricos se decanta por la música, circunstancia que no es de

extrañar si tenemos presente que se cuenta entre las disciplinas con mayor

aceptación en la formación del príncipe como futuro monarca.33 Los motivos

que argumentan para ello son de muy diversa naturaleza.

Entre los afectos a la música como actividad propicia para el descanso del

monarca se encuentran el jesuita Juan de Torres, autor de la Philosophia Moral

de Príncipes, y Juan de Horozco y Covarrubias, para quien la música es una de

las actividades que debe aprovechar el monarca en sus ratos de ocio, dado que

posee propiedades curativas y puede llegar a sanar enfermedades. También

lo hace el agustino Pedro de Figueroa, autor en 1647 del Aviso de principes

en aphorismos politicos y morales, obra que dedicó al padre Juan Martínez,

32. Sandra Mª Peñasco González: «El juego en la emblemática española», Norba-Arte, vol. XXVII,

2007, 89-90.

33. Luis Robledo Estaire: «El lugar de la música en la educación del príncipe humanista», Música y

literatura en la España de la Edad Media y del Renacimiento (ed. Virginie Dumanoir), Casa de Velázquez,

Madrid, 2003, 1-19.

Fig. 7. Francisco de Zárraga. Séneca, juez de sí mismo. Emblema 6: Utrique consulendum

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121José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

confesor de Felipe IV.34 Figueroa se muestra en general contrario a los deleites

de la recreación, tal es así que los considera uno de los cuatro vientos contra

los que ha de gobernar el piloto real, junto al poder, la ambición y la lisonja;

a su juicio, las delicias que proporciona el descanso disuelven el ánimo, de

donde viene la destrucción de los reinos. Sin embargo, dentro de esta general

negativa al descanso del monarca, admite la música como pasatiempo por sus

efectos positivos. Se cuida no obstante de diferenciar –poco antes ya lo había

hecho también Saavedra Fajardo– entre música sacra y profana, lanzando

contra esta última una feroz crítica por sus efectos perniciosos, de manera

que no debe admitirse en palacios de reyes, ni mucho menos fomentarse por

quienes llevan las riendas del gobierno. Por el contrario, la música sacra tiene

efectos sumamente benefi ciosos con los que «se pacifi ca el ánimo, se expele

la nociva tristeza, y se sana el tedio del entendimiento». Todo ello redundará

en la paz y sosiego del monarca, quien obtendrá igualmente un benefi cio

espiritual; pues si la música sacra consiste en el orden y concordia de voces y

notas, el demonio, que es amigo de la discordia –a él se parecen los herejes de

este tiempo, que aborrecen las músicas de la Iglesia, afi rma–, huirá de ella y

dejará sosegada el alma regia: «la música sacra cierra la puerta al demonio, la

profana se la abre», concluye el religioso.35

Coincide con las anteriores propiedades musicales el portugués Jerónimo

Osorio, quien a su vez pone de manifi esto las virtudes políticas de la música,

pues a través de ella el monarca podrá conocer lo importante que resulta la

concordia para mantener la paz y unidad de sus reinos, al igual que la música

solo conserva su armonía si todos los instrumentos suenan unidos a un mismo

fi n; de ahí que concluya que «la música es conveniente al príncipe, no solo para

su recreación y para templar una naturaleza vehemente, sino también porque

a través de las leyes que la rigen pueda entender que un estado feliz y próspero

descansa en el ejercicio del orden y de la justicia»36. El descanso en este caso

va más allá del mero entretenimiento o pasatiempo para convertirse en una

auténtica lección sobre el arte de gobernar basada en los principios de unidad

y concordia. Este testimonio de Osorio es seguido muy de cerca por Juan de

Mariana en su obra De rege et regis institutione, redactada en 1590 para el

futuro Felipe III, cuando afi rma que «no solo ha de cultivar el rey la música para

distraer su ánimo en el trabajo, sino también para que con la música comprenda

que la felicidad y brillo del Estado consisten en la moderación y proporción de

sus partes».37

34. Aviso de principes en aphorismos politicos y morales: meditados en la historia de Saul primer libro

de los Reyes desde el cap. 8. Por el Padre Maestro Fray Pedro de Figueroa, del Orden de San Agustín… En

Madrid, por Diego Díaz de la Carrera. Año 1647.

35. Aviso de principes en aphorismos politicos y morales, 207-211.

36. Hieronymi Osorii Lvsitani Episcopi Sylvensis. De Regis Institutione et Disciplina, Lib. VIII, Lysippone,

Ex Offi cina Ioannis Hispani, 1571, 135rº-140rº.

37. Juan de Mariana: La dignidad real y la educación del rey (De Rege et Regis Institutione), Centro de

Estudios Constitucionales, Madrid, 1981, 185-191.

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Junto a la música se sitúan otras actividades de carácter intelectual, como la

lectura,38 la escritura39 y la poesía y, en general, todo lo que supone el cultivo y

estudio de las letras humanas; y también, como ya señalara Saavedra Fajardo, la

conversación con eruditos de los que extraer sabias lecciones. En este punto se

discute la conveniencia de que los monarcas admitan la compañía de truhanes

y chocarreros para regocijo en sus momentos de descanso. El rechazo a la

fi gura del truhán viene de antiguo, y se mantendrá como constante medieval,

de manera que en los textos encauzados hacia la educación del príncipe los

ataques son rotundos, y tan solo circunstancialmente son admitidos como

relajo. El parámetro de comparación es el mismo de siempre: el truhán no

puede dar consejo, algo que sí hace el sabio, y además su presencia resta

infl uencia a la del consejero sobre el príncipe.40

En su Teatro del hombre, el hombre, Juan de Zabaleta parece convenir en

su presencia, siempre y cuando sean de conversación ingeniosa y no inciten

al vicio.41 Muy diferente es el juicio de fray Antonio de Guevara, personaje

destacado de la España de Carlos V no solo en el ámbito eclesiástico, sino

también en el desempeño de diferentes encargos al servicio del emperador.42

Fue autor del Relox de Príncipes, tratado de contenido político y doctrinal en

el que se muestra abiertamente contrario a la truhanería al afi rmar que «el

príncipe debe huir como de la pestilencia de truhanes y lisonjeros». Desarrolla

a continuación una extensa relación de defectos que encuentra en estas

«sabandijas palaciegas», a los que acusa de ociosos y viciosos, deshonestos y

maliciosos; por todo ello, su presencia no conviene a la autoridad y gravedad

38. Sobre la importancia y repercusión de la lectura en la corte, véase Fernando Bouza álvarez:

«Leer en palacio: de aula gigantium a museo de reyes sabios», El libro Antiguo Español III. El libro en

Palacio y otros estudios bibliográfi cos, Ediciones Universidad de Salamanca, Patrimonio Nacional y Sociedad

Española del Libro, Salamanca, 1996, 29-42.

39. Digno de mención es a este respecto el manuscrito Museo de Reyes Sabios, curiosísimo tratado

escrito por el clérigo conquense Baltasar Porreño a comienzos del reinado de Felipe IV –a quien está

dedicado– sobre los reyes y príncipes amantes de los libros y de la escritura. Baltasar Porreño: Museo de

los Reyes Sabios que an tenido las Naçiones del orbe y los libros que ellos y los emperadores an escrito y sacado

a la luz… (Biblioteca Nacional de Madrid, Mss. 2.297).

40. Sobre el papel que truhanes y enanos desempeñaron en los palacios de los Austrias durante los siglos

xvi y xvii, me remito a los trabajos de Fernando Bouza álvarez: Locos, enanos y hombres de placer en la

corte de los Austrias: ofi cio de burlas, Temas de Hoy, Madrid, 1991; y «El uso cortesano de la improporción

bufonesca», Mentalidad e ideología en el Antiguo Régimen (eds. León Carlos Álvarez Santaló y Carmen

María Cremades Griñán), Universidad de Murcia, Murcia, 1993, 27-36.

41. «Los reyes, y los hombres primeros en la república suelen tener en su casa truhanes. A estos es

buena obra sustentarlos, como no sean maledicentes, mentirosos y deshonestos. Porque estos en lugar de

recrear el ánimo, desatan la armonía de las virtudes, y desordenan el contexto de las buenas obras. El juglar

ha de tener en sí mismo la gracia, y no la ha de andar a buscar en los vicios. Siendo desta manera es justo

tenerle, y sinrazón maltratarle». Obras históricas, políticas, fi losófi cas y morales. Escritas por Don Ivan de

Zabaleta, 10.

42. Para la fi gura de fray Antonio de Guevara, me remito a la introducción de Emillio Blanco al Relox

de Príncipes. Antonio de Guevara: Relox de Príncipes (estudio y edición de Emilio Blanco), ABL Editor,

Madrid, 1994, XI-LXXVII.

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123José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

del príncipe, que debe inclinarse a la virtud y no ser convidado al vicio en su

propio palacio.43

Idéntico posicionamiento muestra el erudito vallisoletano Baltasar Álamos

de Barrientos en su Tácito Español, una traducción de toda la obra del historiador

romano con el propósito de servir a príncipes, consejeros y ministros en

su labor de gobierno, y con la que inaugura una nueva corriente teórica, el

tacitismo, de la que se convertirá en uno de sus máximos exponentes.44 Entre

los múltiples asuntos que trata no falta el descanso regio, del que en ocasiones

parece mostrarse contrario, pues «propio es del Príncipe, vivir siempre

en trabajo y fatiga».45 Sin embargo, concede la necesidad de recreación al

monarca, con tal que esta sea en la compañía de sabios que lo instruyan a la vez

que divierten: «Los Príncipes es justo que tengan algún entretenimiento por

alivio de los cuidados; pero serán más perfectos, si éstos no fueren de truhanes,

ni gente infame; sino de personas de letras, y buenas artes; que junto con el

entretenimiento enseñen» (Annales, Libro IV, Aforismo 343).46 Es más, una de las

imágenes que decoran el bello frontispicio –no exento en su conjunto de cierta

carga crítica, atendiendo a las circunstancias personales del autor durante el

reinado de Felipe II– representa de forma gráfi ca este pensamiento, al mostrar

el consejo de los sabios al príncipe mediante un conjunto de libros abiertos

al espectador, entre los que se encuentran la Biblia, Tucídides, Polibio, Tito

Livio y, evidentemente, Tácito [Fig. 8]. Acompañan la escena dos sentencias

de Tiberio extraídas respectivamente de los Libros III y II de los Annales que

completan el signifi cado: en la parte superior, «El Príncipe no puede conocer

todas las cosas con su sabiduría» (Annales, Libro III, cap. 69); y en la inferior,

«Más cosas se consiguen con el consejo, que con la fuerza» (Annales, Libro II,

cap. 26). El aforismo de Baltasar Álamos de Barrientos será recogido décadas

más tarde por el tacitista aragonés Antonio de Fuertes y Biota en su obra Alma

o Aphorismos de Cornelio Tacito.47

43. Libro Aureo del gran Emperador Marco Aurelio. Con el Relox de Príncipes. Compuesto por el Muy

Reverendo, y Magnífi co Señor Don Antonio de Guevara, Obispo de Guadix, Predicador y Coronista del Señor

Emperador Carlos Quinto… En Madrid, por Carlos Sánchez, Año de 1650, 282-286. Guevara, Relox de

Príncipes, 917-928.

44. A partir de los escritos de Tácito, Álamos de Barrientos busca la manera de reducir la política a un

conjunto de reglas o proposiciones generales a las que denomina aforismos para construir, sistemáticamente

y con sorprendente economía, una ciencia del arte de gobernar. Véase a este respecto el estudio preliminar

de J. A. Fernández Santamaría en Baltasar Álamos de Barrientos: Aforismos al Tácito Español, Centro

de Estudios Constitucionales, Madrid, 1987, XI-CXLVII. Y también Beatriz Antón Martínez: El

Tacitismo en el siglo xvii en España: el proceso de la «receptio», Universidad de Valladolid, Valladolid, 1991.

45. Álamos de Barrientos, Aforismos al Tácito Español, 257.

46. Álamos de Barrientos, Aforismos al Tácito Español, 326. La sentencia surge a propósito del

comentario que hace Tácito acerca del escaso acompañamiento que llevaba el emperador Tiberio al partir

de Roma, entre los que eran la mayoría «hombres sabios en las artes liberales; y casi la mayor parte dellos

Griegos, para aliviar sus cuidados con hablar, y entretenerse con ellos». Tacito Español. Ilvstrado con

Aforismos por Don Baltasar Alamos de Barrientos. Dirigido a Don Francisco Gomez de Sandoval y Rojas

Duque de Lerma… En Madrid por Luis Sánchez a su costa y de Iuan Hasrey, Año de 1614, 237.

47. Alma o Aphorismos de Cornelio Tacito. Publicala Don Antonio Fuertes y Biota, natural del Reyno de

Aragón… En Amberes, en Casa de Jacobo Mervsio, Anno 1651, 609.

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Fig. 8. Baltasar Álamos de Barrientos. Tácito Español. Grabado de portada

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125José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

Entre los contrarios a la presencia de bufones y truhanes como compañeros

del monarca en sus momentos de ocio se encuentra igualmente Jerónimo de

Zeballos.48 Y también Saavedra Fajardo, quien lamenta «la asistencia a las

mesas de los príncipes de bufones, de locos y de hombres mal formados», para

volver a recordar una vez más la conveniencia de que sean hombres doctos

quienes acompañen al monarca.49 Sin embargo, la mayor crítica a la presencia

de gentes poco dignas que sirven únicamente de diversión, pero que no son

útiles al buen gobierno, proviene de Juan de Horozco y Covarrubias, quien

dedica íntegramente al tema el emblema XLIX del Libro II de sus Emblemas

morales. La pictura, que carece de mote, muestra al centauro Quirón tocando

la lira, mientras dos ángeles portan sendos blasones en alusión al momento

en que entrando Júpiter a reinar, le juraron por mayor todos los dioses e

hicieron maravillosas demostraciones de contento, en especial Apolo con

su música; pero el rey encontró particular entretenimiento en las carreras

y relinchos de Quirón, con la consiguiente ofensa para los demás [Fig. 9].

Teme Horozco que, al igual que Júpiter, también el monarca conceda carta de

verdad a las opiniones que vierten estos personajes y se deje guiar por ellos en

sus decisiones de gobierno, llevándole al desatino. Por tal motivo, conviene

alejarlos de la corte: «Los que solían admitirse otros tiempos con nombre de

truhanes o chocarreros, no es justo se consientan… lo mejor es que no los

haya, que son peligrosos todos; pues otros entretenimientos puede haber para

alivio de las ocupaciones ordinarias de tanto cuydado y pesadumbre como

tienen los Príncipes».50

Sorprende que entre las actividades propuestas para el descanso regio

no existan apenas referencias al teatro, dado el auge que alcanzó en la corte

durante los siglos xvi y xvii.51 Tenemos constancia de que validos y cortesanos

relevantes organizaron y costearon de su propio bolsillo espectáculos teatrales

para alivio del monarca en medio de sus obligaciones.52 Sin poder extendernos

48. Arte real para el buen gobierno de los Reyes, y Príncipes, y de sus vasallos, 7-8. Bouza, Locos, enanos

y hombres de placer en la corte de los Austrias, 72.

49. «Si los despropósitos de bufones divierten, ¿cuánto más divertirían las sentencias bien ordenadas

de hombres doctos, que no sean severos y pesados, sino que sepan acomodarse al tiempo con graciosos

y agudos chistes y motes? Espías públicas de los palacios son los bufones, y los que más estragan sus

costumbres, y aún los que suelen maquinar contra las vidas, y estados de los Príncipes». Idea de un Príncipe

Político Christiano, 399. Saavedra Fajardo, Empresas Políticas, 815.

50. Emblemas Morales de Ivan de Orozco y Covarrubias, Segovia, Juan de la Cuesta, 1589, 97rº-98vº.

51. El fenómeno teatral cortesano durante los siglos xvi y xvii ha sido estudiado por Carmen Sanz Ayán

en numerosos trabajos, entre los que destacamos «Representar en Palacio: Teatro y fi esta teatral en la Corte de

los Austrias», Reales Sitios, nº 153, 2002, 28-43; «Felipe IV y el teatro», Felipe IV: el hombre y el reinado (coord.

José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano), Real Academia de la Historia, Centro de Estudios Europa Hispánica,

Madrid, 2005, 269-290; y Pedagogía de reyes: el teatro palaciego en el reinado de Carlos II, Real Academia de la

Historia, Madrid, 2006. Véase también para el período cronológico que nos ocupa Margaret Rich Creer y

J. E. Varey: El teatro palaciego en Madrid: 1586-1707. Estudio y documentos, Tamesis, Londres, 1997.

52. Un buen ejemplo de ello eran las representaciones de la noche de San Juan organizadas por Olivares

durante su periodo de valimiento, como parte de un plan consistente en distraer al rey de la tareas de

gobierno, hacerle olvidar la dif ícil situación del país, y mostrar abiertamente el poder del monarca.

Kazimierz Sabik: El teatro de corte en España en el ocaso del Siglo de Oro (1670-1700), Universidad de

Varsovia, Cátedra de Estudios Ibéricos, Varsovia, 1994, 22.

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Fig. 9. Juan de Horozco y Covarrubias. Emblemas morales. Libro II, emblema XLIX

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127José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

en la complejidad del fenómeno teatral palaciego con su rico entramado

ideológico-político, debemos signifi car que, frente a quienes lo defi enden por

su valor pedagógico como instrumento educativo para los jóvenes monarcas

–es el caso de Juan de Zabaleta en El Emperador Conmodo53–, buena parte de

los teóricos y moralistas se muestran cautos, cuando no lo atacan abiertamente

por considerarlo «despertador de espíritus lascivos y vanas ociosidades», en

expresión de Pedro de Figueroa.54 A estas voces discrepantes en el ámbito moral

se unirán, en el marco de la crisis fi nanciera en que desemboca el siglo xvii, las

de quienes consideraban la actividad teatral palaciega como entretenimiento

poco edifi cante que generaba cuantiosas pérdidas, tanto del tiempo que el

monarca debía invertir en el gobierno de sus súbditos, como del dinero que

debía destinarse a asuntos más graves y no a fastuosas e inútiles tramoyas.

1.3. La especifi cidad del descanso regio y sus cualidades

Como hemos podido comprobar, los autores que coinciden en la necesidad

del «descanso fortalecedor» del monarca, difi eren en la actividad que a su juicio

resulta más adecuada para que al retomar el trabajo este proporcione fruto

redoblado, debatiéndose entre las de naturaleza f ísica e intelectual; pero en lo que

están de acuerdo de manera prácticamente unánime es en la actitud con la

que el rey debe afrontar los momentos de alivio. Y así, el legítimo descanso se

tomará con moderación, teniendo presente el monarca que no es su verdadero

ofi cio, pues este radica exclusivamente en el arte de gobernar; de manera que

el supuesto de un rey retirado a una «estudiosa ociosidad» –en expresión

de Savedra Fajardo– es considerado como negligencia, pues jamás debe

desatender los negocios de la monarquía. Y será conforme a la edad y dignidad

reales, sin que suponga menoscabo a la autoridad del monarca y al esplendor y

decoro de la monarquía, ni mucho menos ponga en riesgo su integridad f ísica

o haga peligrar su vida; no en vano, en una sociedad jerarquizada en la que

todo está reglamentado con arreglo a la pertenencia a un estrato social, el rey

no puede rebajarse a practicar actividades consideradas de inferior rango.

En su Philosophia Moral de Príncipes, Juan de Torres se muestra explícito

en cuanto a la forma en que el monarca debe afrontar las actividades de su

descanso, en especial la música. Deberá hacerlo «con mucha moderación,

por entretenimiento permitido a la naturaleza cansada, para alivio de sus

trabajos: no para ocupación perpetua y ofi cio de altos corazones». Por tal

motivo, no debe entrar en competencia con otros sobre quién lo hace mejor,

ya que semejante actitud rebaja su categoría regia: «No es ofi cio de Reyes, ni

les está también preciarse de músicos, que les convenga dar jamás muestra de

53. El Emperador Conmodo, 33vº-35rº.

54. Aviso de principes en aphorismos politicos y morales, 209-211.

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lo que entienden».55 En parecidos términos de moderación se expresa Juan de

Zabaleta al afi rmar que «el ofi cio del rey es gobernar hombres, este es el que ha

de saber con suma perfección; lo demás lo ha de aprender con tal templanza,

como si fuera culpa saberlo. Saber reinar bien, y saber bien otras facultades,

no parece que se pueden abrazar con una inteligencia». Y cuando se pregunta

por las actividades f ísicas más adecuadas para el monarca en su descanso,

si bien no llega a concretar, establece un conjunto de normas de aplicación

general: que sean acordes con la edad del príncipe; decentes a la dignidad que

requiere, de tal manera que el monarca no quede reducido a la categoría de

un hombre ordinario; y carentes de riesgo o peligro, pues «ninguna necesidad

mete a los hombres en ejercicio que esté totalmente fuera de su inclinación».56

Moderación y prudencia aconseja también Jerónimo de Zeballos, dado que,

aunque los reyes practiquen loables ejercicios en sus momentos de descanso,

«no se han de preciar de ellos sino de los documentos del arte de gobernar, que

es ciencia propia de reyes y de príncipes».57

Baltasar Gracián, en El Político, retrato panegírico de Fernando el Católico

considerado por su autor como un verdadero tratado de política,58 advierte al

monarca que el descanso debe hacerse atendiendo a los negocios y ocupaciones,

para concluir que «fueron muchos grandes Reyes, no tanto por sus grandes

prendas, quanto por su loable asistencia».59 Y Diego Felipe de Albornoz abunda

en la anterior opinión e insiste en que, incluso en sus ratos de ocio, el rey debe

estar pendiente de sus obligaciones, pues «también en el campo le buscan los

negocios, las consultas, y los despachos, de manera que aun para descargarse

del gobierno esté siempre gobernando». Ejemplo de esta actitud fueron Carlos

V, Felipe II, y el recién fallecido Felipe IV, quien «en el repartimiento que tenía

hecho de las horas, apenas le quedaban las muy limitadas para el descanso»,

tal es así que incluso cuando disfrutaba de algunas jornadas de alivio cazando,

despachaba los asuntos de su propia mano, refi ere Albornoz.60 En efecto, el

propio Rey Planeta corrobora en más de una ocasión este descanso sin perder

de vista los negocios en sus cartas a sor María Jesús de Ágreda.61

55. Philosophia Moral de Príncipes: para su buena crianza y govierno; y para personas de todos estados…

Compuesta por el padre Iuan de Torres, de la Compañía de Iesus… Impresso en Barcelona: en Casa de

Sebastian de Cormellas, 1598, 230-234.

56. El Emperador Conmodo, 4rº-5vº y 96rº-98rº.

57. Arte real para el buen gobierno de los Reyes, y Príncipes, y de sus vasallos, 104.

58. Xavier Gil Pujol: «Baltasar Gracián: Política de El Político», Revista Pedralbes, nº 24, 2004, 117-182.

59. Obras de Lorenzo Gracian, divididas en dos Tomos… En Amberes, en Casa de Geronymo y Iuan

Baut. Verdussen, 1669, 516.

60. Cartilla politica y christiana, 64vº-66vº.

61. Así, en noviembre de 1648 el monarca se encuentra en El Escorial, «donde hay muy buenos campos

y caza, con que me divierto algo sin faltar a los despachos»; en enero de 1651 comunica a la religiosa su

deseo de «irnos al Pardo por algunos días, que para este tiempo es sitio muy a propósito, y como está

cerca de aquí no se hará falta en los negocios»; y en parecidos términos se expresa en diciembre de 1656, al

indicar que «en pasados los Reyes, nos iremos al Pardo, a gozar algunos días de aquel Sitio; que, como no

es más de dos leguas de aquí, no se hace falta a los negocios, y respiraré un poco en el campo, aunque los

cuidados no dejan gozar con alivio ningún divertimento». Azanza López, «An Emblematic Reading of a

Regal Epistolary Exchange».

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129José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

En el ámbito de la emblemática, digna de mención es la refl exión de

Sebastián de Covarrubias en el emblema 18 del Libro III de sus Emblemas

morales. Con el mote Aliud plectrum aliud sceptrum (Una cosa es el plectro,

otra el cetro), muestra su pictura una vihuela y su arco dispuestos en aspa,

detrás de los cuales fi gura un cetro real [Fig. 10]. Mediante este último quiere

signifi car que el rey debe saber ante todo gobernar, porque esa es su verdadera

misión; y aunque no está de más que dedique un tiempo a divertimentos

ajenos a su condición regia –artes mecánicas y liberales, como la música–, lo

hará con moderación y sin convertirse en un experto en dichas materias, pues

Fig. 10. Sebastián de Covarrubias. Emblemas morales. Libro III,

emblema 18: Aliud plectrum aliud sceptrum

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es sabiduría que le aparta de su verdadero cometido.62 Por su parte, Saavedra

Fajardo se extiende en consideraciones sobre la dignidad y nobleza de los

pasatiempos del monarca, y recuerda a su vez que el reposo del príncipe ha de

ser sobre los mismos negocios, los cuales no deberá perder de vista en ningún

instante; así actuaron el rey Manuel de Portugal, quien aun en sus momentos

de descanso concedía audiencias, y Fernando el Católico, quien «cuando salía de

caza, tenía los oídos atentos a los despachos que le leía un Secretario, y los

ojos al vuelo de las garzas».63 Por último, Solórzano Pereira y Andrés Mendo

se aplican a diferenciar entre descanso fortalecedor y ocio desaprovechado, de

manera que cuando el rey practique la caza, deberá hacerlo con moderación,

ya que «es vituperable en los Príncipes la demasía en este ejercicio, pues les

faltaría tiempo para asistir al gobierno»; e introducen una consideración de

tipo económico al signifi car que deben evitarse gastos excesivos en la caza, por

cuanto en muchas ocasiones corren a costa de los empobrecidos labradores,

y no parece bien que el monarca destine a su divertimento lo que debiera ser

para socorrer las necesidades de sus súbditos.64

2. El «descanso activo» como servicio útil a sus súbditos

Una segunda corriente de pensamiento coincide con la anterior en el punto

de partida, es decir, en la necesidad del descanso del monarca; sin embargo,

este es entendido como cambio de actividad dentro de los negocios regios, de

manera que redunde en benefi cio y utilidad de sus súbditos. Se trata de autores

representativos de unas teorías que plantean una visión de la monarquía en

la que destacan las obligaciones por encima de los derechos o poderes, tal es

así que proponen descansar del trabajo con más trabajo, por lo que podemos

hablar con propiedad de un «descanso activo».

Frente a la postura de la Historia como «maestra de la vida» defendida

por algunos teóricos ya mencionados, llama la atención ahora el hecho de

que con suma frecuencia se propone a Cristo como modelo de conducta –en

menor medida pueden ser otros personajes bíblicos, como Moisés, Josué o

David–, lo cual se convierte en buena prueba del cambio experimentado por

algunos espejos de príncipes ya desde la segunda mitad del siglo xvi, donde

las reglas abstractas o el ejemplo de monarcas pretéritos se perciben como

insufi cientes para aleccionar en la tarea de gobernar, y ejemplifi can en el

Maestro acciones que tienen un componente cercano a concepciones de la

62. Emblemas Morales de Don Sebastián de Covarrubias Orozco, 218.

63. Idea de un Príncipe Político Christiano, 400-401. Saavedra Fajardo, Empresas Políticas, 816.

64. Emblemata Centum, Regio Politica, -. González de Zárate, Emblemas Regio-Políticos,

133-134. Principe Perfecto y Ministros aiustados, 105-106. Sobre las repercusiones negativas de las fi estas

y otras actividades, denunciadas por arbitristas y pensadores que ven en ellas una de las causas de la

decadencia española, véase Josefina Castilla Soto: «La otra cara de la fi esta: algunas de sus posibles

repercusiones económicas», Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Historia Moderna, t. 10, 1997, 99-118.

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131José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

política como arte de Estado. El «descanso activo» del monarca se autoriza así

mediante exempla evangélicos, donde la efi cacia del argumento proviene de

la resonancia que implica la contextualización bíblica. Circunstancia sin duda

a tener en cuenta en todas sus posibilidades, dado que podría plantear una

lectura e interpretación de la pintura religiosa –por ejemplo, la que decoraba

las estancias del Alcázar, o de los Sitios Reales– en clave ideológico-política,

de manera que, al contemplar visualmente las escenas de la vida de Cristo, el

monarca asimilase un conjunto de preceptos a la luz de la teoría política de la

época y encaminados al buen gobierno de sus estados.

En 1616, el franciscano Juan de Santa María, capellán de Felipe III y

confesor de su hija la infanta Margarita, dedicaba al monarca su Tratado de la

República y policía cristiana. Para Reyes y Príncipes.65 Con esta obra, el religioso

pretendía proporcionar al rey una normativa para regir y gobernar sus estados,

si bien no podemos obviar que se convierte asimismo en feroz diatriba contra

la privanza del Duque de Lerma, al proponer una radical revisión del concepto

de valimiento tal como lo había impuesto la práctica del reinado fi lipino.66 Se

sirve del exemplum como herramienta para la argumentación, de manera que

a lo largo de las páginas del tratado los exempla sagrados conviven con los

profanos.67

Entre los conceptos que desarrolla Santa María en torno al modelo del

buen gobernante, no falta el del descanso del monarca, que apoya en ejemplos

extraídos de textos sagrados como el Eclesiastés y el Segundo Libro de Samuel,

con el relato de la historia de David y Betsabé. El religioso admite como punto

de partida la necesidad del descanso regio; ahora bien, el monarca deberá

saber discernir con nitidez la conveniencia de cada momento, pues no parece

oportuno que mientras los reinos se ven asolados por guerras, hambres o

epidemias, sus gobernantes se entreguen a pasatiempos. Asentada esta premisa

inicial, Santa María desconf ía de los deleites temporales que solo proporcionan

disgusto, pesadumbre y tristeza de espíritu; conviene por tanto evitar juegos

y regocijos mundanos o, en todo caso, tomarlos con mucha moderación, pues

no hallará el rey en fi estas y comedias su verdadero descanso. ¿Dónde lo hará,

65. Tratado de República y policía cristiana. Para Reyes y Príncipes: y para los que en el govierno tienen

sus vezes. Compuesto por Fray Iuan de Santa Maria, Religioso Descalço de la Provincia de San Joseph, de la

Orden de nuestro glorioso Padre San Francisco. En Barcelona. Por Sebastian Cormellas. Año 1616.

66. En efecto, el tratado fue promovido por sor Margarita de la Cruz, hija de la emperatriz María, quien

había dado sobradas muestras de su hostilidad hacia el duque de Lerma. La habilidad del autor al estructurar

los temas y las críticas, y la existencia de un grupo cortesano que cuestionaba el poder de Lerma, dio a la

obra una enorme actualidad y su publicación produjo un impacto cuyos ecos se habrían de sentir en años

venideros, al punto que fray Juan de Santa María pasó a ser el «intelectual» de la oposición, requerido por

todos los que trataron de acabar con Lerma, e incluso por Olivares ya en 1621. Jean Vilar: «Conciencia

nacional y conciencia económica. Datos sobre la vida y la obra del doctor Sancho de Moncada», Sancho de

Moncada, Restauración política de España, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1974, 17-18. Antonio

Feros Carrasco: El Duque de Lerma: realeza y privanza en la España de Felipe III, Marcial Pons, Madrid,

2002, 422-426.

67. Victoria Pineda: «La tradición del exemplum en el discurso historiográfi co y político de la España

Imperial», Revista de Literatura, LXVII, nº 133, 2005, 43.

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entonces? A su juicio, la recreación del monarca radica en aquellas actividades

que lo hacen virtuoso y que no se prestan al remordimiento de conciencia ni a

la murmuración de sus súbditos; y estas no son otras que las del cumplimiento

de su ofi cio: conceder audiencias, escuchar a los agraviados, proveer los ofi cios

y despachar los negocios. El modelo del buen gobernante será por tanto aquel

que convierte sus momentos de ocio en una prolongación de su propia labor

como rey, sin delegar en manos ajenas que le puedan restar fama y usurpar

méritos ante sus vasallos, refl exión en clara sintonía con sus planteamientos

contrarios al valimiento.68

La anterior formulación del descanso regio entendido como actividad

encaminada a mejorar el gobierno de sus súbditos, es defendida igualmente

por otros tratadistas de la época, caso del jurisconsulto toledano Juan Vela,

hombre de dilatada experiencia judicial y en el manejo de negocios públicos

tanto en la corte como en Indias. En 1675 vio la luz su Política Real y Sagrada,

obra dirigida a Carlos II con el propósito de «idear un Príncipe Católicamente

Político para lograr los mayores aciertos de su Reinado», pensamiento de

reminiscencia saavedrina que recoge en el prólogo.69 Su magnífi ca portada,

obra del grabador Pedro de Villafranca, condensa gráfi ca y conceptualmente

una conducta basada en las virtudes cristianas y políticas, convirtiéndose en

un magnífi co testimonio en torno al ideal monárquico70 [Fig. 11]. Articula Vela

su obra en doce discursos que tienen un denominador común: son las acciones

de Cristo las que guían al monarca para asegurarle el mayor acierto de su

reinado. En efecto, el autor constata la existencia de una multitud de libros que

tratan sobre la política de príncipes, algunos de ellos sumamente perniciosos

como los de Maquiavelo,71 Erasmo o sus discípulos, otros ciertamente muy

aprovechables para llegar a ser un buen político; pero tan solo en el Evangelio

se hallará la doctrina segura para convertirse en un político perfecto, a la luz

de la fe. En consecuencia, Cristo es propuesto como modelo para que el rey

católico sepa cómo debe actuar en el gobierno de sus vasallos, en la elección

y conservación de sus ministros y validos, en las relaciones con unos y

otros, y en tiempos de paz y de guerra; y no falta una alusión al descanso

del monarca, sirviéndose para ello de un ejemplo tomado del Evangelio: la

curación del paralítico en la piscina probática (Juan 5, 1-9), que protagoniza el

Discurso VIII.

68. Tratado de República y policía cristiana, 160-166.

69. Política Real y Sagrada. Discurrida por la vida de Iesuchristo, Supremo Rey de Reyes. Que sus

Sagrados Coronistas delinearon en los Sacrosantos Evangelios. Para el Govierno de los Príncipes, elección

y acierto de los ministros de sus Reynos. Ofrécela al Excelentísimo Sr el Sr D. Pedro Portocarrero el Licdo D.

Ivan Vela… En Madrid: En la Imprenta Imperial: Por Joseph Fernandez de Buendía. Año de 1675.

70. Adolfo Carrasco Martínez: «El príncipe deliberante abstracto. Debate político en torno al rey

y la Monarquía de España (1680-1700)», Carlos II. El rey y su entorno cortesano, Centro de Estudios Europa

Hispánica, Madrid, 2009, 83.

71. De hecho, Vela dedica buena parte de su Discurso XII a atacar a Maquiavelo, huyendo de política tan

abominable. Antonio Álvarez de Morales y Constantino García: «Crisis del Aristotelismo y Razón

de Estado en España», Historia y Comunicación Social, 1, Universidad Complutense, Madrid, 1996, 156.

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133José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

Fig. 11. Juan Vela. Política Real y Sagrada. Grabado de portada

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Al inicio del pasaje, Cristo se dirige a Jerusalén para celebrar una de las

fi estas judías. Pudiera pensarse que el Señor va a dedicar su tiempo de

descanso a regocijos y entretenimientos, pero no es así; mientras los demás se

divierten, el Rey de Reyes se aplica a curar dolencias y remediar calamidades.

Del anterior episodio debe extraer el monarca varias conclusiones. La primera

de ellas, que el monarca tendrá sus momentos para el ocio, pues no debe estar

en perpetua obligación, y descansar durante un tiempo es tomar aliento para

seguir. Disponga por tanto el monarca de sus períodos de descanso; pero no se

abandone en ellos a la diversión de los sentidos que pongan en peligro su fama

y honra de rey. Es más, critica severamente al ministro que –aun con buena

intención– aparta al monarca de su obligación y lo distrae de las fatigas de su

cargo, guiándolo por los falsos deleites del mundo. Por el contrario, el descanso

del príncipe debe ser diligente estudio para ver y detectar con sus propios ojos

–y no a través de ajenos– las necesidades de sus vasallos y las dolencias de

su reino, y aplicarse a remediarlas con urgencia; esta es la obligación del que

gobierna, a imitación de Cristo en la piscina probática.

Dentro de este planteamiento general, asevera Vela que será buen descanso

y discreta diversión el desvelo del príncipe en leer los libros donde se encuentran

anotados los méritos singulares de sus súbditos, para que no queden estos

sin premio. Insiste con vehemencia el jurisconsulto en la trascendencia del

reparto de mercedes y benefi cios como basa y fundamento principal para

engrandecer el crédito real; tal es así que el concepto de descanso es entendido

en términos de generosidad y justicia distributiva, por cuanto «nada puede

ser tan decoroso a los Príncipes, y tan útil a las provincias», al atraer hacia

sí el afecto de sus súbditos, y evitar de esta manera posibles descontentos en

el seno de la monarquía.72 Se trata de un asunto de gran trascendencia en el

contexto político de la época, pues a juicio de un nutrido grupo de teóricos

la supervivencia de la monarquía dependía de la capacidad del rey para estar

atento al mínimo atisbo de desunión o confrontación entre sus colaboradores

por motivos de injusticias; solo él podía impedir sediciones, dado que las

guerras domésticas ocasionaban de ordinario la mayor ruina.73 Al mismo

asunto aludía ya el agustino Juan Márquez a comienzos del siglo xvii en

El Gobernador christiano deducido de la vida de Josué, al aconsejar al príncipe

que adoptase en su descanso una actitud vigilante encaminada a descubrir y

premiar la lealtad de sus súbditos, sin abandonarse a entretenimientos, juegos

y festines en detrimento de los negocios de Estado.74

72. Política Real y Sagrada, 265-343.

73. Adolfo Carrasco Martínez: «Los grandes, el poder y la cultura política de la nobleza en el

reinado de Carlos II», Sudia. Historica. Historia Moderna, vol. 20, 1999, 77-136.

74. El Gobernador Christiano deducido de la vida de Josué, Príncipe del Pueblo de Dios, Por el R. P. M. Fr.

Juan Márquez, de la Orden de S. Agustín, Predicador de S. M. el Rey D. Felipe III… Nueva Sexta Impresión…

Madrid, 1773, en la Imprenta, y Librería de D. Manuel Martín, 81-82.

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135José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

El planteamiento de Juan Vela que muestra a Cristo como supremo guía del

monarca en el gobierno de sus estados no falta en la oratoria sagrada, donde

son innumerables los ejemplos que podemos citar al respecto. El «descanso

activo» del monarca encaminado a satisfacer las necesidades de su pueblo

es puesto de manifi esto por el lusitano Antonio Ferreira en un sermonario

que, como indicaba el mercedario Gabriel de Losada en su aprobación de la

obra, a su labor doctrinal acompañaba la política, por cuanto «decorosamente

informa a los Príncipes para el acierto de sus gobiernos». En uno de sus

sermones, Ferreira nos aproxima al relato evangélico en el que Jesús se sentó

en un monte con sus discípulos para descansar; pero viendo la necesidad que

padecía la muchedumbre, de inmediato se aprestó a socorrerlos, obrando

la multiplicación de panes y peces (Juan 6, 1-15). También el monarca debe

buscar en sus fatigas descanso, templando el trabajo con el ocio; mas siguiendo

el ejemplo del Señor, que actuó como rey atendiendo a los suyos incluso en los

momentos de descanso, el ocio del príncipe jamás será sin utilidad del vasallo.

En consecuencia, el rey deberá aplicarse en su tiempo de descanso a satisfacer

el bien común, pues en ello consiste la potestad real.75

Más explícito se muestra si cabe el jesuita Juan Rodríguez Coronel,

predicador real que durante la regencia de Mariana de Austria demostró su

elocuencia en laudatorios sermones a la reina, cuya predicación sincera y

valiente le valió sufrir las iras de los privados y el destierro en sus propias

carnes.76 En 1670 se dirigía desde el púlpito de la Capilla Real a un Carlos II

todavía niño, a quien trataba de instruir acerca del ofi cio de reinar a

propósito del pasaje evangélico de Cristo y la samaritana (Juan 4, 1-42) que

acababa de proclamar. Era su primera refl exión para constatar la existencia de

numerosos volúmenes para instrucción de príncipes que llevaban por título

Relox de Príncipes, signifi cando con ello sus autores que sus máximas eran

las más precisas para asegurar el acierto regio; pero esta propiedad tan solo

correspondía a Cristo, celestial relox de príncipes «porque les advierte acerca

de cómo conservar la corona, y alcanzar la corona de la gloria».77

Asentada la doctrina de Cristo como ejemplo para el monarca, conviene

Rodríguez Coronel en la necesidad del descanso regio; no en vano el propio

Maestro se sentó junto a un pozo para aliviar la fatiga del camino, actitud con

la cual autorizó las horas de recreo a los príncipes. Tengan estos pues algún

momento de ocio, pero sea siempre después de haber atendido audiencias,

75. Advertencias nuevas a la letra y moralidad de los Evangelios de Quaresma, miércoles, viernes y

domingo. Por el Doctor Antonio Ferreira, de nación Lusitana… Libro Pósthumo. Tomo Primero… En la

imprenta de María de Quiñones. Año de 1657, 359-379.

76. Félix Herrero Salgado: La oratoria sagrada en los siglos xvi y xvii, Fundación Universitaria

Española, Madrid, 1996, 304-305. Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño: «Facciones cortesanas y arte

del buen gobierno en los sermones predicados en la Capilla Real en tiempos de Carlos II», Criticón, 90,

2004, 104.

77. Sermones exornatorios y de Quaresma, que predicó el Reverendissimo Padre Juan Rodríguez Coronel,

de la Compañía de Jesús, Predicador de Su Majestad, a los Señores Reyes, en su Real Capilla, y en los Templos

en que asistieron sus Majestades. Tomo Segundo… En Madrid: Por Juan García Infançon. Año 1695, 12-25.

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136 POTESTAS, No 4 2011 ISSN: 1888-9867 | DOI: http://dx.doi.org/10.6035/Potestas.2011.4.6 - pp. 107-146

despachos y consultas, pues descansar del descanso merece grave censura.

Ahora bien, mal se aviene con la corona el descanso cuando este no es sino para

delicias y ostentaciones vanas, asevera el predicador real. ¿A qué debe destinar

en consecuencia el rey sus momentos de ocio? De nuevo el relox celestial

indica el camino a seguir, ya que Cristo dedicó su descanso a emprender una

nueva y más urgente tarea, como fue la salvación del alma de la samaritana.

Así, también el descanso supremo de un monarca será mudar de trabajo para

iniciar otro mayor; el recreo del rey no será ocioso e inútil, sino provechoso

para sus súbditos mediante el estudio y adopción de medidas encaminadas a

la paz y concordia en sus reinos, que es el mayor bien para la salvación de la

república. En defi nitiva, el relox celestial de Cristo no es tan tirante como para

que la cuerda quiebre o las pesas se rompan, sino que permite al monarca sus

horas de descanso; pero será descanso de un trabajo con otro, buscando el

benefi cio de sus vasallos y no el suyo propio.

No era sin embargo Rodríguez Coronel el primero en servirse del pasaje

evangélico de Cristo y la samaritana para teorizar acerca del descanso del

monarca. A lo largo de la primera mitad del siglo xvii, Francisco de Quevedo

había ido dando forma a su Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de

Satanás (con este título aparece en sus primeras ediciones78), obra cuyo asunto

central es el ejercicio del poder por parte del rey, a quien se le presenta como

un recetario político-moral en su «ofi cio de regir»; y aunque las dos partes

que componen el tratado corresponden a épocas distintas en la vida y visión

quevedianas, la estrategia esencial de ambas es muy semejante, apoyada en la

autoridad de Cristo como modelo incuestionable para el monarca79 [Fig. 12].

Según Quevedo, cifrado en la naturaleza ejemplar del Maestro se encuentra

un lenguaje que el rey debe aprender a descifrar y practicar, lo cual pone de

manifi esto uno de los aspectos centrales de la Política: el ejercicio del poder

como imitatio, la idea de imitación política basada en la ejemplaridad de Cristo,

sobre la que el literato madrileño elabora un «léxico» del arte de gobernar.80

Exhorta el autor a asumir por entero el ofi cio regio sin descargar en

validos su obligación, con continuas advertencias sobre las causas del declive

78. Véanse por ejemplo las ediciones milanesa y barcelonesa de 1626, y la pamplonesa de 1631.

79. Como signifi ca Fernández Mosquera, «la Política de Dios se asienta sobre la analogía de Cristo-

Príncipe cristiano y sobre esta base Quevedo establece los sentidos políticos de los textos sagrados, incluso

con interpretaciones fácilmente detectables como circunstanciales y ad hoc que en los años de la primera

parte de la obra se dirigen claramente hacia el reinado de Felipe III y sus validos, como en la segunda

están destinados a ilustrar el valimiento de Olivares y el reinado de Felipe IV». Santiago Fernández

Mosquera: «El sermón, el tratado, el memorial: la escritura interesada de Quevedo», La Perinola, 2, 1998,

70. Véase también al respecto william h. clamurro: «Quevedo y la lectura política», La Perinola, 5,

2001, 95-107.

80. Se trata de un asunto que encierra una compleja dimensión ideológica, de la que se ocupa Carmen

Peraita: Quevedo y el joven Felipe IV: el príncipe cristiano y el arte del consejo, Kassel, Reichenberger,

1997; «La copia erasmiana y la construcción retórica de la Política de Dios», La Perinola, 3, 1999, 209-

224; «Paradigmas y monarcas: el contexto del ejemplo y el rechazo de la Historia en la Política de Dios de

Quevedo», Estudios de fi lología y retórica en homenaje a la Profesora Luisa López Grigera, Universidad de

Deusto, Bilbao, 2000, 355-369; y «La oreja, lengua, voz, el grito y las alegorías del acceso al rey; elocuencia

sacra y afectos políticos en Política de Dios de Quevedo», La Perinola, 5, 1999, 185-205.

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137José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

Fig. 12. Francisco de Quevedo. Política de Dios, y Gobierno de Cristo (ed. Madrid, Pedro

Coello, 1655). Grabado de Marcos de Orozco

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138 POTESTAS, No 4 2011 ISSN: 1888-9867 | DOI: http://dx.doi.org/10.6035/Potestas.2011.4.6 - pp. 107-146

que experimentaba la casa de Austria.81 Así, desde las primeras páginas

muestra el escritor su preocupación por la pesada carga de la monarquía, con

afi rmaciones como «reinar es velar. Quien duerme, no reina» (primera parte,

capítulo X); o «el reinar no es entretenimiento, sino tarea, que los cetros piden

más sudor, que los arados» (primera parte, capítulo XVI). Se revela –aunque

con matices– como enemigo del descanso real al afi rmar que Dios encomendó

el reinado al monarca no para el ocio, sino para el trabajo y afán diarios; de

ahí también su despiadada crítica hacia todo aquel que incline al monarca a

la comodidad y descanso, pues «quien divierte al rey le depone, no le sirve»

(primera parte, capítulo IV). La advertencia al monarca es clara: «sospechosos

deben ser a los reyes, señor, los solícitos de su comodidad y descanso, pues su

ofi cio es cuidado».82 Debemos interpretar estas palabras a la luz del contexto

de la época, cuando desde muchos sectores se acusaba al conde-duque de

Olivares de entretener a Felipe IV con juegos, amoríos y otras distracciones

poco acordes con su ofi cio de rey, y cuando ya a comienzos de la década de

1630 –recordemos que la segunda parte de la obra data de 1635– se había

producido el distanciamiento de Quevedo respecto de la política del valido.

Numerosos ejemplos dio Cristo de actitud vigilante, algunos de los cuales

desgrana Quevedo en el capítulo X de la primera parte, entre ellos el de la

oración en el huerto mientras los discípulos dormían. Mas es en el capítulo

XIII de la segunda parte donde aborda en profundidad cuál ha de ser el

descanso de los reyes en medio de la penosa fatiga del reinar; y en su refl exión

se sirve del relato evangélico de la samaritana narrado por Juan. Al igual que

Cristo descansó de la fatiga corporal del camino, pero comenzó a esforzarse

en la andadura espiritual de la salvación de un alma, así también los reyes que

imitan al Señor deben descansar de un trabajo con otro mayor. De manera

que, cuando el monarca se encuentra cansado tras los despachos, audiencias

o consultas de los Consejos, debe forzosamente dedicar un tiempo al ocio y al

descanso; pero este no consistirá en pasatiempos vanos, sino en el servicio

de sus súbditos, atendiendo las quejas de los agraviados para impartir justicia

en sus reinos. Esté por tanto atento a las costumbres, intenciones y necesidades

de su pueblo, pues la vigilancia será bálsamo y medicina que le otorgarán el

verdadero descanso y la fama como rey.83

81. José Luis Aranguren: «Lectura política de Quevedo», Revista de Estudios Políticos, T. XXIX,

1950, 158-159.

82. Quevedo se muestra muy crítico con aquellos que persuaden al monarca para que se abandone al

descanso y al ocio, pues considera que en realidad tratan de usurpar las obligaciones reales. Así lo recoge

en diversos capítulos de la segunda parte de su obra: «El Ministro que dice al monarca: no trabaje tanto en

sus despachos; no padezca tan prolijas audiencias; no se afl ija con los sucesos desdichados; no se inquiete

por remediarlos; apártese esto de V. M., y todo lo que no fuere ocio, y entretenimiento. Pues Señor, a este

(llámese como quisiere) los reyes, en oyéndole estas palabras, Satanás le han de llamar, y mandarle ir lejos»

(cap. IX); «Quien os dice, Señor, que desperdiciéis en la persecución de las fi eras las horas, que piden a gritos

los afl igidos, ese más quiere cazaros a vos, que no que vos cacéis» (cap. XIII); «Quien al lado de los Reyes

atiende al descanso del Rey, y a su comodidad, ese el mal ladrón es, porque le hurta la honra y el premio, y el

logro de su cargo» (cap. XIV). Politica de Dios, y Govierno de Christo, 345, 359 y 367.

83. Peraita, Quevedo y el joven Felipe IV, 179-190.

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139José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

3. La negación del descanso regio

Finalmente, un grupo más reducido niega al rey cualquier tipo de descanso.

Coinciden parcialmente en su planteamiento con quienes defi enden el

«descanso activo», pero resultan más categóricos al rechazar de plano la

posibilidad del descanso, ni siquiera entendido este como cambio de actividad

útil y provechosa a sus súbditos; tal actitud, por dura que parezca, le granjeará

el mayor premio al que puede aspirar un monarca, como es el amor de su

pueblo, y la fama y la gloria inmortales. El sol que nunca deja de comunicar sus

benéfi cos rayos, la columna que siempre permanece fi rme, o el león vigilante

que duerme con los ojos abiertos, son algunas de las imágenes de las que se

sirven en su negación del descanso regio.

En este grupo se inscribe el capellán real Cristóbal Lozano, autor a mediados

del siglo xvii del Alivio de lastimados, David Perseguido, en cuyo capítulo XXIII

de la tercera parte da cuenta de los últimos cuidados del rey veterotestamentario,

que consistieron en dejar sucesor en su corona y disponerse a bien morir, lo

cual lo convierte en ejemplo para los monarcas españoles. Aprovecha también

Lozano para extenderse en diversas consideraciones en torno al descanso

en el ofi cio de reinar, del que se muestra contrario, por cuanto «aun en la

cama doliente, e impedido le van a buscar a un Rey desvelos, pesadumbres y

cuidados… Por dulce que sea el reynar, si ha de acudir un Rey a lo que debe, no

ha de tener un rato de descanso». Pero, en continuo desvelo por sus súbditos,

éstos lo reconocerán como padre, tal y como ocurrió con algunos antepasados

en la monarquía española como Alfonso I, Fernando I de Castilla, Fernando III

el Santo, o el emperador Carlos V; y ahí radica el verdadero descanso del

monarca, en el amor fi lial de sus súbditos.84

Apenas dos décadas más tarde se expresará en parecidos términos Pedro de

Avilés, miembro del Santo Ofi cio que desempeñó diversos cargos al servicio de Su

Majestad. En 1673 se publican sus Advertencias de un político a su príncipe, obra

concebida en tono laudatorio hacia el virrey de Nápoles Antonio Álvarez Osorio,

en quien observa todas las virtudes y cualidades que debe poseer el rey. El Discur-

so Segundo del tratado discurre acerca de «Que es mayor el trabajo, que tienen

los Príncipes mandando, que los Vasallos obedeciendo»; y se muestra categórico

al afi rmar que «ser Rey no es para gozar de gloria, y delicias, sino para padecer

penas, y trabajos. El gobernar un reino no da lugar al sueño ni al descanso». No

obstante, los desvelos del monarca por el bien común tendrán su merecido pre-

mio, y este será el de la alabanza pública y aclamación de todos sus súbditos.85

84. Parte Tercera de David perseguido, y Alivio de lastimados. Historia sagrada, parafraseada con

exemplos, y varias Historias, Humanas, y Divinas… Escrita por el Doctor Don Christoval Lozano, Comissario

de la Santa Cruzada… En Madrid: En la Ofi cina de Antonio Marin. Año de 1733, 329.

85. Advertencias de un político a su Príncipe observadas en el Feliz Govierno del Excelentísimo Señor D.

Antonio Pedro, Alvarez, Osorio, Gomez, Davila, y Toledo. Marqués de Astorga, Virrey y Capitan General del

Reyno de Nápoles, etc. Ofréceselas al Señor Don Antonio de Guzmán, Sobrino de su Excelencia, y su Teniente

de la Compañía de Lanças en este Reyno D. Pedro de Avilés, familiar del S. Ofi cio de la Inquisición… En

Nápoles por Novelo de Bonis Impressor Arch. 1673, 8-16.

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También los libros de emblemas niegan la posibilidad del descanso al

rey, si bien es cierto que en ocasiones el concepto de descanso puede llegar

a confundirse con el de ocio o pérdida de un tiempo que debiera dedicarse

al gobierno de la monarquía. Contemporánea a la obra de Avilés es el David

Pecador del dominico Antonio de Lorea, espejo de príncipes mediante el cual

trata de fi jar una serie de máximas políticas a la luz de la doctrina cristiana, por

cuanto «ser Rey, y regir Reinos, y naciones, es cosa tan difi cultosa, que arte para

gobernar se ha de pedir a Dios», declara en su prólogo al lector. Precisamente

por seguir la vida del rey David, el tema del descanso en el monarca adquiere

especial relevancia en su obra, como lo demuestra el hecho de dedicarle el

discurso I del capítulo I, en el que refi ere el principio y ocasión del pecado de

David. El emblema que lo ilustra lleva por mote In otium labores (Contra el ocio,

trabajo), y muestra dos columnas que emergen del mar sobre cuyos capiteles

descansan sendas coronas; alrededor de sus fustes se enroscan fi lacterias con

la inscripción plus en la columna izquierda, y ultra en la derecha [Fig. 13].

Quiere dar a entender con ello que el ofi cio de rey implica el cuidado constante

de su pueblo, por lo que el monarca debe huir del ocio y la comodidad; así lo

hizo el emperador Carlos V al sustituir el Non Plus Ultra de las columnas de

Hércules por Plus Ultra, indicando que sus trabajos deben ir más allá de lo que

otros juzgan posible. No merece título de rey quien abandona sus obligaciones

y se entrega al descanso, por cuanto la ociosidad tan solo produce deshonra; y,

en consecuencia, será justo castigo que otro mande en el reino y se lleve las

glorias de vencedor.86

86. David pecador, Enpresas Morales, Político Cristianas, compuestas por F. Antonio de Lorea, Coronista

General de la Orden de Predicadores… Año 1674. En Madrid, por Francisco Sanz, 6-22.

Fig. 13. Antonio de Lorea. David Pecador. Capítulo I, Discurso I: In otium labores

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141José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

Apenas una década más tarde, Juan Francisco Fernández de Heredia,

caballero de la Orden de Alcántara y miembro del Consejo Supremo de

Aragón, se refi ere en diversas ocasiones al descanso del monarca en sus

Trabajos, y afanes de Hércules, obra dirigida a Carlos II. En general se muestra

contrario al mismo, pues el ofi cio de reinar no admite momentos de ocio ni

distracción. Así lo refl eja en el emblema 37, que lleva por mote Plus in virtute

roboris, quam in monte (Más fortaleza hay en la virtud que en una montaña).

Su pictura muestra a Hércules a modo de Atlas, caminando con difi cultad y

oprimido por el peso del orbe que soporta sobre sus hombros, metáfora del

monarca que sustenta sobre sí una gran responsabilidad, de manera que su

comportamiento no debe permitirle el descanso de sus tareas hasta el punto de

que otros ocupen su lugar o lo compartan [Fig. 14]. El trabajo es el fundamento

de su reinado, de manera que «a los Príncipes se les cae el Cetro, y la Corona

en el ocio, y descanso», afi rma. Estar atento a todo cuanto ocurre en su reinado

–la vigilancia del «cetro con ojos»–, ese será el verdadero descanso del rey:

«Ver con cien ojos, oír con tantos oídos, dar, y executar con cien manos suyas,

y de Ministros, es su ofi cio, que si descansan unas, trabajan otras», concluye

el emblemista. Así se condujeron entre otros Carlos V y Felipe II, quienes no

perdían momento alguno en el descanso, dedicados al trabajo perenne.87

Todavía insiste el autor en su emblema 50, que con el mote Solus amor vicit

Alcidem (Solo el amor venció a Alcides) muestra a la reina Ónfale vestida con

la piel de león y portando la maza de Hércules, mientras este, prendado de su

belleza al punto de olvidar su valentía, hila con el huso mientras Cupido se

dispone a lanzar sus fl echas [Fig. 15]. Mediante la fi gura de Hércules sometido

a la tiranía del amor de Ónfale, se previene al monarca para que evite las

pasiones que pueden vencer su valor y arrastrarlo a la vanidad. El descanso

del monarca deberá ser el trabajo, pues lo presentará con reputación ante

sus súbditos; por el contrario, el descanso entendido como ocio y deleites de

la vida, acabará por transformarlo en un esclavo y precipitará su reino a la

destrucción.88

Curiosamente, ambos episodios mitológicos contaban con representaciones

cercanas a la monarquía hispana: el primero de ellos, mediante todo un

conjunto de imágenes alegóricas que abarcan la pintura y el tapiz, el grabado

y el arte ef ímero, a través de las cuales Hércules se convierte en metáfora de

la propia monarquía como ha puesto de manifi esto recientemente Teresa

Zapata;89 y el segundo, en el desaparecido lienzo Hércules y Ónfale pintado

por la italiana Artemisia Gentileschi y recibido en el Alcázar en 1629, el cual

87. Trabajos, y afanes de Hercules… De Don Iuan Francisco Fernández de Heredia, Cauallero del

Orden de Alcantara, del Consejo de su Magestad en el Supremo de Aragon. En Madrid: Por Francisco Sanz,

Impressor del Reyno. Año de 1682, 350-360.

88. Trabajos, y afanes de Hercules, 465-474.

89. Teresa Zapata Fernández de la Hoz: «Atlas-Hércules. Metáfora del poder y gobierno de los

Austrias», Zafra, R. y Azanza, J. J. (eds.): Emblemática trascendente. Hermenéutica de la imagen, iconología

del texto, Sociedad Española de Emblemática, Universidad de Navarra, Pamplona, 2011, pp. 785-797.

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mostraba al héroe «hilando entre unas mujeres, con un Cupido que indica

lo que está haciendo», y que según el inventario de 1636 se encontraba en la

«nueva habitación sobre el vestíbulo y entrada principal del Palacio», es decir,

en el Salón de los Espejos.90

90. Steven N. Orso: Philip IV and the Decoration of the Alcázar of Madrid, Princeton University Press,

Princeton, 1986, 55, 109-110 y 190. El Real Alcázar de Madrid. Dos siglos de arquitectura y coleccionismo en

la corte de los Reyes de España, 393. David garcía cueto: Seicento boloñés y Siglo de Oro español: el arte,

la época, los protagonistas, Centro de Estudios Europa Hispánica, Madrid, 2006, 195 y 197.

Fig. 14. Juan Francisco Fernández de Heredia. Trabajos, y afanes de Hércules.

Emblema 37: Plus in virtute roboris, quam in monte

Fig. 15. Juan Francisco Fernández de Heredia. Trabajos, y afanes de Hércules.

Emblema 50: Solus amor vicit Alcidem

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143José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

También se refi ere al descanso del monarca, al despuntar el siglo xviii,

Francisco Garau, en su obra El sabio instruido de la naturaleza, en cuarenta

máximas políticas y morales, que articula en un conjunto de fábulas inspiradas

en Esopo a las que denomina «fi cciones».91 La fi cción XXXVIII lleva por mote

Ipse tuis tumet presis alier tia perdes y su pictura recoge la fábula del ciervo

que, huyendo de los cazadores, buscó refugio en un establo de bueyes; y aunque

ni el criado ni el administrador de la fi nca se percataron de su presencia, sí lo

hizo el amo, que ordenó su muerte [Fig. 16]. De aquí deduce Garau la necesidad

de que el monarca asista a los reinos por sí mismo y no a través de ministros,

actitud que exige esfuerzo, trabajo y sacrifi cio, y es en este punto donde teoriza

acerca del descanso del monarca. Se sirve para ello de algunos ejemplos del

fi rmamento, pues los cielos nunca descansan si no es en su movimiento, y

tampoco el sol tiene un momento de alivio, ya que continuamente transmite su

luz y calor a las criaturas para vivifi carlas. De igual forma, no hay más descanso

para el monarca que la fatiga y el desvelo por sus vasallos, pues «lo que son para

los hombres trabajos y fatigas, son naturaleza y desahogo, más que molestia en los

reyes». Ahora bien, el premio compensará con creces la «honrada esclavitud»

91. El Sabio instruido de la naturaleza, en Quarenta máximas políticas, y morales, ilustradas con todo

género de erudición sacra, y humana. Por el R. P. Francisco Garau, de la Compañía de Iesus… En Barcelona,

por Rafael Figverò Impressor. Año 1702, 417-432. Sobre la infl uencia de Esopo en Garau, véase Antonio

Bernat Vistarini: «Emblema in fabula: El sabio instruido de la naturaleza, de Francisco Garau», Los días

del Alción. Emblemas, Literatura y Arte del Siglo de Oro (eds. Antonio Bernat Vistarini y John Cull), José J.

de Olañeta, Palma de Mallorca, 2002, 83-91.

Fig. 16. Francisco Garau. El sabio instruido de la naturaleza.

Ficción XXXVIII: Ipse tuis tumet presis alier tia perdes

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en que consiste el reinar sin descanso, por cuanto le dará la fama inmortal y le

permitirá disfrutar de la vida eterna.

Hemos tenido oportunidad de comprobar en Fernández de Heredia y

Garau que la metáfora solar es una de las más recurrentes a la hora de negar

la posibilidad de descanso al monarca. El sol –dice Picinelli– es emblema que

se aplica principalmente a aquellos que se entregan al trabajo incansable y

continuamente.92 A ella acude también el escritor y orador jesuita portugués

Antonio Vieira con idéntico propósito, pues al igual que Dios hizo al sol

príncipe del mundo (Génesis 1, 16), y desde el día en que le dio este ofi cio, no

ha descansado un momento, así también el rey deberá trabajar sin descanso,

incluso cuando sus vasallos duermen, pues para quien gobierna y manda siempre

es de día. El reloj, sustituto del sol en la tierra, que solo suena en determinados

tiempos pero cuyas ruedas siempre están en movimiento, y el león, rey de

los animales, que duerme con los ojos abiertos en su vigilia permanente,

completan las imágenes propuestas por Vieira para negar al monarca el

descanso en su conclusión: «El que sirve, por dura que sea su servidumbre,

siempre tiene horas de alivio, y descanso; el que manda, ninguna».93 Digna de

mención es la imagen del león como símbolo de vigilancia continua, motivo

muy antiguo derivado del convencimiento de que este animal duerme con los

ojos abiertos. A partir de los textos clásicos como la Historia de los Animales

de Claudio Eliano, será recogida en diversos repertorios emblemáticos, como

los de Horapolo, Alciato, Pierio Valeriano o Zincgreff .94 En el ámbito español

pueden citarse los Emblemas morales de Sebastián de Covarrubias, quien en el

emblema 23 de su III Centuria muestra, con el mote Pervigilant ambo (Ambos

velan), un león frente a un conejo, el primero imagen del príncipe que vela

siempre por la tranquilidad de sus súbditos;95 y también Saavedra Fajardo lo

recoge en la empresa 45 de sus Empresas Políticas, con el mote Non maiestate

securus (No por la majestad seguro), para dar a entender al príncipe que ha de

vigilar y hacer creer a todos que está siempre en vela, incluso cuando duerme96

[Fig. 17].

92. Filippo Picinelli: El Mundo Simbólico, Libro I. Los Cuerpos Celestes (eds. Bárbara Skinfi ll Nogal y

Eloy Gómez Bravo), El Colegio de Michoacán, Zamora, 1997, 192.

93. Se trata del sermón de San Roque publicado por Vieira al rey Juan IV de Portugal en la Capilla Real

de Lisboa en el año 1652. El V. P. Antonio de Vieyra de la Compañía de Jesús. Todos sus sermones, y obras

diferentes, que de su original Portugués se han traducido en Castellano… Tomo Tercero. Barcelona: En la

Imprenta de Juan Piferrer, Año 1734, 165-166.

94. Arthur Henkel y Albrecht Schöne: Emblemata: Handbuch zur Sinnbildkunst des XVI und

XVII Jahrhunderts, Metzler, Stuttgart, 1996, cols. 399-401.

95. Emblemas Morales de Don Sebastián de Covarrubias Orozco, 223.

96. Idea de un Príncipe Político Christiano, 287-290. Saavedra Fajardo, Empresas Políticas, 540-544.

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145José Javier Azanza López ¿Descansa su majestad? Aproximación a una teoría político-emblemática hispana del descanso regio

Conclusión

El anterior recorrido por autores y obras pone de manifi esto que el tema

del descanso regio no resultó ajeno al pensamiento político hispano de la Edad

Moderna, dadas las implicaciones que conllevaba y que afectaban a la esencia

misma de la monarquía; descanso que fue objeto de formulaciones diversas y

en ocasiones encontradas por parte de teóricos y moralistas.

Una vez sentadas las bases teóricas, son múltiples las posibilidades de

abordar el descanso del monarca desde su aplicación práctica. De esta manera,

resultaría de interés comprobar la inserción del descanso en la etiqueta y

ceremonial de palacio, para ver cómo se conjuga con el arte de gobernar y con

Fig. 17. Diego Saavedra Fajardo. Idea de un príncipe político christiano.

Empresa 45: Non maiestate securus

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los entresijos de la política palaciega por parte de quienes trataban de alejar

al monarca de sus obligaciones, en un intento por controlar y asumir la labor

regia. Asimismo, conviene no olvidar que la monarquía genera un modelo de

conducta social que se extiende a un amplio sector de la alta nobleza, que hace

suyas la estética y las pautas de comportamiento real, por lo que deberíamos

analizar si el descanso regio en alguna de sus variantes participó de esta

suerte de imitatio. E igualmente habría que contemplar la idea del descanso

en correspondencia con las distintas formas de entender la relación entre los

reyes y sus reinos, para comprobar cuál era la imagen que agradaba más a sus

súbditos: ¿la del rey que a través de las actividades de ocio y descanso podía

mostrarse a todos y hacerse más cercano, o la del rey que sin tiempo para el

reposo se desvela por ellos con actitud vigilante?

Convendría asimismo perfi lar el descanso regio –entendido en la primera

de las variantes que aquí hemos mostrado– en el marco de la celebración

festiva de la corte, que Castiglione presentaba como un provechoso

ejercicio de conversación e ingenio, salpicado con alguna pequeña chanza y

complementado con algo de música y baile. Porque, no cabe duda, el rey se

divertía, ajeno muchas veces al lamento de sus súbditos por el hambre y la

guerra, o al separatismo territorial que amenazaba con destruir la hegemonía

hispana.97 Según se defendía desde sectores cercanos al monarca, las fi estas

y espectáculos cortesanos iban encaminados a desterrar los agobios de las

responsabilidades del gobierno regio, y a alegrarlo con la risa, dado que el

pesado ofi cio real entrañaba gravedad y tristeza, y producía un exceso de

humor seco que era necesario combatir; fi estas que se convertían a su vez

en un remedio para el cansancio y melancolía de los cortesanos, abrumados

igualmente por las tareas de gobierno. La fi esta, en defi nitiva, era un paliativo

del mal de gobernar que afecta al rey, pero también a los cortesanos, que

encontraban en ella su descanso.98 Recordemos por último que poblaban la

corte muchos que buscaban hacer del ocio un negocio: ¿cómo contemplaban

éstos el descanso del monarca? Cuestiones todas ellas abiertas sin duda a

futuras investigaciones.

97. No podemos dejar de citar en un trabajo de esta naturaleza la pionera obra de José Deleito y

Piñuela: El rey se divierte (recuerdos de hace tres siglos), Espasa-Calpe, Madrid, 1935, a propósito de Felipe IV.

98. En esta dirección encamina Fernando Bouza algunos de sus clarifi cadores trabajos, entre los que

destacamos «Cortes festejantes. Fiesta y ocio en el cursus honorum cortesano», Manuscrits, 13, 1995, 185-

203; y «El rey a escena. Mirada y lectura de la fi esta en la génesis del ef ímero moderno», Espacio, Tiempo y

Forma, Serie IV, Historia Moderna, t. 10, 1997, 33-52.

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147Agnes Baumert Frömmigkeit und Ritterorden. Ein neuer Blick auf die Johanniter in der Ballei Brandenburg

Frömmigkeit und Ritterorden.

Ein neuer Blick auf die Johanniter in

der Ballei Brandenburg

Agnes Baumert

Universität Potsdam

Zusammenfassung: Der Beitrag untersucht die Frömmigkeitspraxis

der Johanniterordensballei Brandenburg (14.-16. Jh.). An ausgewählten

diplomatischen Quellen, die den Frömmigkeitsformen der Stiftungen,

Ablässe, Verbrüderungen und liturgischen Bestimmungen zugeordnet

werden, wird mithilfe der religionssoziologisch ausgerichteten Frömmig-

keitsforschung die Bedeutung des Johanniterordens als Seelsorgeorden in

der spätmittelalterlichen Frömmigkeit herausgearbeitet. Die Johanniter

traten zu verschiedenen Personenkreisen –Einzelne und Gruppen, Laien

und Klöster– in Beziehung, mit denen sie ihnen angetragene und ordens-

eigene Frömmigkeitsbedürfnisse organisierten und umsetzten. Die Fröm-

migkeitspraxis des Ordens ist nicht nur durch seine soziale Umgebung

geprägt, sondern auch ein Indikator für die Anpassung an den nordost-

deutschen Raum, den der Johanniterorden seit Mitte des 12. Jh. vornahm.

Schlagworte: Johanniterorden, Ballei Brandenburg, Frömmigkeitspraxis,

Spiritualität, Ritterorden.

Abstract: Th is article examines the heretofore little known practice

of piety of the Hospitaller order in the bailiwick Brandenburg (14-

16th c.). Selected diplomatic sources are sorted according to forms of

piety like foundations, indulgences, fraternities, and liturgical norms.

Together with socio-religious piety research they are the grounds for

the enquiry of the importance of the Hospitaller as an order of pastoral

care. Th e order was in contact with various groups and individuals, with

laypersons and cloisters, organising their and the order’s aspiration to

piety.