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Una visión desde las ciencias de la vida y de la sociedad. Juan Javier Sánchez Carrión. Dpto. de Sociología IV. Facultad de CC. Políticas y Sociología. UCM. Política y Sociedad, Vol 39, Núm. 3 (2002), Madrid (pp. 661-675)

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Cáncer: ¿guerrao negociación?Una visión desdelas ciencias de la viday de la sociedad *

Juan Javier Sánchez Carrión

«N unca ningún científicoha demostrado de ma-nera indiscutible la trans-

misión de un carácter adquirido cualquiera.¡Y no precisamente por no haberlo intenta-do! ... A los autores de tendencia marxistales cuesta ocultar la simpatía que sienten poreste concepto. Y es lógico: Justificaría la uti-lidad de actuar sobre el medio para modifi-car al hombre y hacerle ir, de forma natural,hacia la sociedad sin clases. Ocurre que latransmisión de lo adquirido no sólo no hapodido nunca demostrarse, sino que, deacuerdo con lo que se sabe, desde el puntode vista de la biología molecular resultaimposible. Pues ésta muestra, en efecto, queel material genético puede “crear” estructu-ras orgánicas (proteínas), pero que lo contra-rio no es posible. Se pasa del lenguaje delADN al lenguaje de las proteínas, pero latransición “inversa es irrealizable”» (Chris-ten, 1989, p. 21).

Se investiga el VIH como «taxi genéti-co». El virus del SIDA podría utilizarse enel futuro corno vector para introducir genesterapéuticos en el interior de las célulashumanas ... Los retrovirus, como por ejem-plo el VIH, tienen un enorme potencial eneste campo, porque al invadir o iníéctaruna célula. introducen su propio materialgenético en el núcleo» (cursiva mía) (PabloJáuregui, El País, 31 de enero de 1999).[Nota del autor: el contenido de esta noticiacuestiona lo que se afirma en la cita ante-rior sobre la transmisión de los caracteresadquiridos.]

1. Introducción: algunosdatos sobre el cáncer

R ecientemente se ha celebrado enParís una cumbre en la que han par-ticipado 160 personas relacionadas

con el cáncer (investigadores, autoridadesgubernamentales, abogados de pacientes yotras personalidades), a resultas de la cual seha promulgado la Carta de París contra elCáncer. En esta Carta se constata lo desoladordel futuro que nos espera como consecuenciade la mortalidad asociada a esta enfermedad

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Juan Javier Sánchez Carrión. Dpto. de Sociología IV. Facultad de CC. Políticas y Sociología. UCM.Política y Sociedad, Vol 39, Núm. 3 (2002), Madrid (pp. 661-675)

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–«entre el 2000 y el 2020 habrá en el mundo20 millones anuales de enfermos y diez millo-nes de muertos»–, y se hace un llamamiento ala lucha contra ella, con el fin de ganarle labatalla (véase El País, de 5 de febrero de2000). La Carta hace recordar otra toma deposición que en su momento adoptó el presi-dente Nixon, a principios de los 70 (NationalCancer Act de 1971), en la que declaraba for-malmente la guerra a esta enfermedad. Y elresultado de esa guerra, por mucho que seofrezcan datos que dan a entender lo contrario,es que, lejos de llevar a la victoria contra elcáncer, desde el comienzo de las «hostilida-des» la mortalidad por esta causa no ha hechosino aumentar: en EE.UU., país puntero en lainvestigación sobre el cáncer, se ha pasado deuna tasa de 189,6 personas muertas por cada100.000 habitantes, en 1970, a otra de 200,9,en 1994 (datos ajustados por edad, para hacercomparables las poblaciones de ambos años)(Bailar y Gornik, 1997). En términos porcen-tuales mientras que de 1975 a 1993 la mortali-dad por cáncer creció en el país americano aun ritmo medio del 0,3% anual, de 1950 a1970 el crecimiento fue del 0,1% (tasas ajusta-das a la población de 1970), «apesar de la ace-lerada carrera de investigación sobre el cánceriniciada en 1971» (Bailar y Gornik, 1997,p. 1570). Si en vez de mirar los datos deEE.UU. nos fijamos en los de España, peropara un período de tiempo algo diferente (de1983 a 1993), la mortalidad a causa del con-junto de los tumores malignos aumentó un1,7% y un 7,8%, según se trate de mujeres o dehombres, respectivamente (López-Abente,Pollán, Ruiz y Aragonés, 1997). Y a estascifras de muertos en batalla, siguiendo el len-guaje bélico de la medicina, habría que añadirotras, que probablemente no están cuantifica-das pero que estoy seguro de que son de unamagnitud escalofriante, sobre los heridos(mutilados de guerra) caídos en el combate;personas que como resultado de la contiendase han dejado en el camino mamas, bazos,venas, laringes, tiroides, riñones y toda unaserie de órganos que (en muchos casos) limi-tan severamente su vida en sociedad, sin que(en todos los casos) tal mutilación les garanti-ce que no vayan a ser víctimas de un nuevoataque del enemigo.

Y todo el rosario de muertes y mutilacionesde las que damos cuenta en el párrafo anterior

se ha producido en un momento de la historiade la humanidad en el que la inversión en salud(en dinero, preocupación de las personas,modificación de hábitos de vida, etc.) alcanzacotas que habrían sido inimaginables no yasiglos atrás sino incluso a principios de los 70,cuando dieron comienzo las «hostilidades». Dehecho se podría decir que vivimos en una civi-lización donde la preocupación por la salvacióndel alma, que ha servido para dirigir la vida delas personas durante muchos siglos, se ha vistosustituida por la preocupación por la salvacióndel cuerpo, dando lugar a toda una modifica-ción en los principios rectores de nuestrasvidas, que de estar fundamentados en el cum-plimiento de los Mandamientos de la Ley deDios –en general, de «mandamientos» de tipoético– han pasado a depender de los Manda-mientos de las Leyes de la Ciencia Médica, queson los que en la actualidad prescriben ubícua-mente qué hacer en cada momento.

Enfrentado, pues, el problema del cáncercomo si de una guerra se tratase, los datos quehe dado creo que son suficientes como parapensar en la pertinencia de la estrategia que seha seguido contra este enemigo durante todosestos años, puesto que introducen la duda desi, a pesar de la inminente victoria contra estaenfermedad que continuamente se anuncia, deseguir con esta estrategia militarista no ocurri-rá ahora algo parecido a lo ocurrido tras laguerra que en su momento le declaró Nixon, yes que dentro de 20 años (horizonte que secontempla en la mencionada Carta de París)el número de muertos y heridos, a pesar de lamedicalización de la sociedad, no sólo no hayadisminuido sino que se haya incrementado 1.

Aunque sólo fuera por razones de tipo prag-mático, y si se piensa que la batalla no va porel mejor de los caminos –a pesar de que ahorase diga que el «ejército» cuenta con nuevasarmas, la biología molecular y la genética, quelo mismo que se dijo en su momento de laradioterapia, de los citostáticos o de los desa-rrollos en cirugía auguran un desenlace felizdel conflicto–, parece necesario pararse siquie-ra sea un momento para reconsiderar lo que seha hecho en el pasado, que, como digo, vistoen términos de disminución de la mortalidad yde la morbilidad no ha sido muy satisfactorio,para pasar a pensar en otras acciones aemprender, distintas a la actual estrategia gue-rrera. En este contexto, lamentablemente bas-

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tante dramático, se inserta esta aportación,consistente en ofrecer una consideración alter-nativa a la convencional sobre la naturalezadel «enemigo» (la célula cancerígena), a la luztanto de la teoría celular y de la biología de laevolución como de las enseñanzas de la socio-logía, que justifique otra orientación posibleen la manera de enfocar el problema: en lugarde (sólo) luchar contra un enemigo al que sepretende exterminar por todos los medios,entender las razones que tiene para obrar talcomo lo hace –en parte como consecuencia(no intencionada) de nuestra acción–, enta-blando con él un proceso de negociación» 2.Veamos a qué me refiero.

2. La célula como ser vivo:una (posible) visión biológica

L o primero de todo, para poder seguir laargumentación de este artículo esnecesario partir de una doble conside-

ración sobre la célula. Primero, aunque aquí sehable de la célula, porque es a este nivel al quela bio-medicina desarrolla la batalla contra elcáncer, al tratar de esta enfermedad hay queentender que esta unidad biológica no tieneuna vida independiente, sino que forma partedel organismo hombre al que da vida; y esteorganismo tiene una entidad diferente (supe-rior) a la simple agregación de las células quelo componen. Desde el punto de vista queinforma este artículo, solo desde la contempla-ción de la célula dentro de esta totalidad tienesentido hablar de la célula cancerígena 3.Segunda consideración: no sólo el organismohombre es un ser vivo, sino que también lo sonlas células que lo constituyen»; y ser vivo, talcomo lo entendía Faustino Cordón, es todoagente capaz en cada instante de tomar notadel contraste que hay entre el resultado espera-do de su acción y el realmente obtenido, demanera que según cuál sea éste (útil o perjudi-cial) pueda aprovechar al máximo el estadosiempre cambiante de su ambiente (definicióntomada de Fernández Liria, 2000) 4. Esta defi-nición, que sitúa la aparición de la idea demente como resultado del contacto del somacelular con su ambiente en un proceso deacción y experiencia, abriendo una vía de inte-

gración de estos componentes de los seresvivos que hasta el momento presente han per-manecido disociados, tiene una gran importan-cia por sus implicaciones tanto en el modeloexplicativo dominante en la biología molecu-lar y en la genética, que es en el que se esperaque se vaya a sustentar casi toda la interven-ción futura sobre el cáncer, como en el de lasociología, ocupada en exclusiva de las llama-das dimensiones sociales de los individuos.

La concepción de la célula que acabo deexponer en el párrafo anterior implica unavisión radicalmente distinta a la exclusivamen-te somática (la célula como mecanismo y nocomo organismo) propia de las disciplinasmoleculares, que tienden a ver la célula comoun conjunto de reacciones bloquímicas, peroque, a diferencia de lo que hasta ahora hanhecho con la mente tanto la biología como lamedicina, ya ni siquiera dejan una parte del servivo para su estudio a cargo de psicólogos,sociólogos o teólogos, entre otros: simplemen-te, esta parte no existe; todo es soma (anunciodesde las disciplinas genético-moleculares delos supuestos descubrimientos del gen del suici-dio, de la homosexualidad, de la ludopatía,etc.). Si se acepta esta concepción de la célulacomo ser vivo que reacciona ante el ambiente,el siguiente paso es decidir si su comportamien-to es anárquico –o simplemente explicable poruna mutación en un cromosoma, de carácterquímico, determinada biológicamente–, talcomo se asume en el modelo explicativobio-médico convencional, de manera que en unpunto determinado de su existencia y mediantesucesivas mutaciones genéticas inicia un pro-grama de reproducción inapropiado que la lle-van a la manifestación cáncer, o si, por el con-trario, la actuación de la célula, lejos de serproducto exclusivo del azar o de la influencia defactores físico-químicos, tiene un sentido, queen términos de la biología de la evolución–recurso a la historia para dar sentido al presen-te– le vendría dado por el proceso que han segui-do las células en la evolución de las especies,desde los primeros organismos vivos unicelula-res procaríotas (las bacterias) a los actuales orga-nismos pluricelulares eucariontes, una de cuyasmanifestaciones es el ser vivo hombre 5.

Lo primero, que el comportamiento de lacélula sea errático, y por tanto inexplicable –osólo pretendidamente explicable con criterios

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moleculares–, parece poco plausible; dehecho, no creo que haya ningún ser vivo queno le de un sentido a las acciones que desarro-lla, aunque debido a nuestro desconocimientoasí podamos (queramos) a veces pensarlo. Ensociología hay toda una tradición, de raízweberiana (Weber 1979, 1984), que funda-menta esta disciplina en el estudio del sentidoque los hombres dan a sus acciones, en contra-posición a otra tradición, con antecedentes enQuetelet (1997) y en Durkheim (1977), queignora el sentido que tiene el comportamientohumano para pensar en las acciones de loshombres en términos de hechos sociales,semejantes a los llamados naturales (p.e. expli-cación del acto de votar de las bersonas deigual manera que se explica el hecho de quelos planetas se desplacen por el espacio, bus-cando leyes sobre la base de la relación entrevariables). En biología, los desarrollos de labiología de la evolución, avalados progresiva-mente por algunos hallazgos sobre célulasmadre adultas o sobre el papel de los virus enla conformación del genoma humano, permi-ten pensar que lo mismo que el ser vivo denivel hombre:

a) la célula tiene una memoria histórica,síntesis de la filogénesis de la especie a la queda vida, y es esta memoria la que orienta suactuación y le permite decidir, enfrentada a suambiente (incluido como tal el ambiente de lamanipulación bio-médica, además de lo quelos sociólogos llamamos la sociedad), quécurso tomar;

b) convenientemente estimuladas, las cé-lulas (madre) adultas se muestran pluripoten-ciales, susceptibles de proliferar (auto-reno-varse) sin límite, no anárquicamente, sinoorientadas a la producción de tejidos y deórganos; y

c) estas modificaciones celulares, ademásde ser producto del azar y/o de la manipula-ción en el laboratorio, es lógico pensar quetambién puedan ser activadas no solo por lainfluencia del micro-ambiente (lo que los bió-logos llaman el «nicho», formado por las célu-las vecinas a las estudiadas) sino también porla del macro-ambiente, llegando incluso a ins-cribirse en el genoma de las células por laacción de cierto tipo de virus con capacidad detrascripción inversa (retrovirus).

Veamos con algo más de detalle los trespuntos anteriores, no solo para introducir a los

lectores que no son bio-médicos en el lengua-je utilizado de manera que puedan seguir másfácilmente esta presentación, sino tambiénpara mostrar, con el detenimiento que permiteun artículo, una presentación (y lectura alter-nativa) de los hallazgos actuales tanto en elcampo de la biología molecular como en el dela genética que hacen plausible el argumentocentral de este artículo: influencia del ambien-te/vida en el cáncer y necesidad de negociarcon (pensar en) el mismo.

LA BIOLOGÍA DE LA EVOLUCIÓN

Como se ve por la lectura de los diarios ypor los presupuestos que se dedican a la inves-tigación, dentro de la biología se ha impuestouna rama, la molecular, que hace abstraccióntanto de la naturaleza viva de la célula y de supertenencia al organismo de nivel superiorhombre –no hablemos ya de ámbitos superio-res, como es la sociedad–, como de los proce-sos que ha seguido en su desarrollo, para cen-trarse en la búsqueda de los mecanismosgenéticos (de tipo molecular) que explican loscaracteres individuales. En esta rama se con-centra el grueso de la investigación actualsobre el cáncer. Pero junto a esta rama de labiología conviven otras que, sin descartar lasaportaciones de la biología molecular (lamisma biología molecular del desarrollo, o labiología de la evolución) y haciendo honor alsustantivo de su nombre, se dedican al estudiode los seres vivos (sea en sus niveles anatómi-cofuncionales, embriológicos o genéticos),contemplados en una perspectiva histórica(estudio de su evolución). Dichas disciplinastratan de entender el proceso que han seguidolos seres vivos desde que hace unos 4.000millones de años hicieran su aparición en laTierra, en forma de bacterias arcaicas (arqueo-bacterias), de metabolismo fermentativo, hastanuestros días, pasando por la aparición y extin-ción de los múltiples organismos vivos de losque dan cuenta los libros de biología.

¿Y qué pueden aportar estas disciplinasrelacionadas con la evolución a la compren-sión de la naturaleza de la célula cancerígena,en la línea de argumentación que aquí sigo(buscar el sentido de su comportamiento)?Entiendo yo que la biología de la evolucióndebe servir como contexto (historia) en el que

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entender los procesos biológicos, uno de loscuales es la manifestación cáncer. Desde queHaeckel publicara en la segunda mitad delsiglo XIX su Ley biogenética fundamental,con la que daba cuenta del papel de la filogé-nesis de la especie en la ontogénesis del indi-viduo («el desarrollo de un organismo repiteen forma acelerada y resumida la evolución dela especie a la que pertenece») y a pesar detodas las matizaciones hechas posteriormente,bien sea en la línea de invertir el orden de cau-salidades –la ontogénesis crea la filogénesis– ode limitar esta influencia –sólo la etapa em-brionaria de un ser vivo recapitula algunos delos rasgos de los embriones de sus especiesantepasadas–, entender el desarrollo de losindividuos implica conocer la evolución de laespecie a la que pertenecen. Y en esto, la bio-logía se debe limitar a hacer bueno otro princi-pio que rige en otras disciplinas sociales,según el cual para entender el comportamientoactual sea de los individuos o de los grupos sehace necesario recurrir a su historia. Tanto enel caso de la biología como en el de la socie-dad, ambas relacionadas con la vida y por ellomucho menos separadas de lo que pueda dar aentender su estudio por disciplinas aisladas, nila historia crea (determina) el presente ni elpresente hace lo propio con la historia, sinoque el presente está condicionado por lo quehaya podido ocurrir en el pasado, que solopuede ser interpretado a la luz de la situaciónactual 6. Traducido lo anterior al caso del cán-cer quiere ello decir que es perfectamente lógi-co pensar que el comportamiento celular delorganismo hombre, presidido por su sistemaneuronal, es deudor de la evolución que lascélulas han sufrido a lo largo del período evo-lutivo (Hamer, 2000; Herrera, 1999a, 1999b yartículo en este mismo número).

Si tal como trato de mostrar al hablar de losretrovirus y de los virus endógenos (véaseinfra) no es ¡lógico pensar que el proceso evo-lutivo es de naturaleza lamarckiana, y si, tam-bién como trato de argumentar al hablar de lascélulas madre (véase infra), la existencia deestas células permite dar un sentido a las pro-liferaciones celulares pluripotenciales, tenden-tes a la eventual creación de tejidos y de órga-nos, digo que si todo lo anterior es cierto cabetambién pensar que lo que nosotros llamamosenfermedad no es sino la adaptación que hacenuestro organismo –nuestras células, coordi-

nadas por las neuronales (el cerebro)–, ayu-dándose de la memoria que tiene de situacio-nes anteriores a las que previamente se tuvoque adaptar, para hacer frente en un procesopostadaptativo a las circunstancias de la vida alas que se ha de enfrentar. En este sentido, laenfermedad, lejos de ser un fenómeno patoló-gico, casi anárquico (para la bio-medicina) omaldito (para la religión), sería un fenómenoperfectamente biológico: la expresión delmodo como los seres vivos van evolucionandoa medida que se enfrentan a su ambiente.

LAS CÉLULAS MADREPLURIPOTENCIALES 7

La idea convencional sobre el cáncer es quese trata de una enfermedad muy grave (mortal, sino recibe atención médica), que consiste en unaproliferación descontrolada e ilimitada de lascélulas, con capacidad para desplazarse por elorganismo con el fin de producir nuevas prolife-raciones (lo que se llama hacer metástasis)(Weinberg, 1996). Esta idea sobre la naturalezade la célula cancerígena es un supuesto (un apriori), entiendo que indemostrable, tal comoprobablemente ocurra con los grandes supuestosque informan la investigación científica, sobre elque se fundamenta la actuación médica contraesta enfermedad 8. Y desde un punto de vistateórico este supuesto sobre la célula cancerígenaestá basado en la idea de que frente a estas célu-las, anárquicas, existen otras, las «normales»,que tienen una capacidad limitada (controlada)para auto-renovarse, y que además hacen estarenovación dividiéndose simétricamente. Hastahace poco tiempo se ha pensado que una vez quese produce la diferenciación celular en la blástu-la (para producir luego los tejidos y órganos pro-venientes de las tres capas embrionarias: endo-dermo, mesodermo y ectodermo), mediante elmecanismo de la mitosis las células se renuevande una manera restringida, dividiéndose despuésde un cierto tiempo de vida en dos células igua-les. El hallazgo de que hay células, llamadasmadre, que se localizan no solo en el embriónsino que incluso se pueden encontrar en tejidosadultos (por lo menos en la médula ósea, los teji-dos epiteliales y los neuronales), con capacidadilimitada para auto-renovarse (¿igual que lascancerígenas?) asimétricamente (cada célulamadre se divide en una nueva célula madre y en

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otra de un tipo diferente, que incluso puede cam-biar en divisiones sucesivas), entiendo que abrenuevos horizontes para repensar la naturaleza dela célula cancerígena, en particular el supuestode que prolifera ilimitadamente y sin sentido,sobre el que se sustenta el tratamiento de laenfermedad cáncer.

¿En qué sentido digo lo anteriorg Pues en undoble sentido. Primero, creo que hay elementospara pensar que los esfuerzos que se realizanactualmente al nivel de laboratorio, tanto paraconocer los llamados controles intrínsecos (denivel molecular) que rigen el comportamientode las células madre como el micro-ambiente (onicho) en el cual se sitúan estas células eninter-relación con otras células vecinas, se debe-rían complementar con un esfuerzo paralelo quetratase de encontrar en la naturaleza (el macroambiente) las circunstancias que llevan a ladiferenciación a este tipo de células. Segundo,creo que los hallazgos sobre células madre tam-bién dan pie para pensar que la proliferación delas células cancerígenas puede ser el productode la actuación, ininteligible para nosotros, decélulas madre, tal como explica Vogel que ocu-rre cuando se inyectan células madre embriona-rias debajo de la piel de ratones, que devienenen teratomas (tumores constituidos por numero-sos tipos de células, de tejidos distintos, impro-pios del lugar donde se desarrollan) (Vogel,2000, p. 1419); y que la proliferación de tipopluripotencial de las células madre, que segúnSlack se produce cuando las circunstancias seles vuelven adversas (caso de las células madreepiteliales, que se vuelven multipotencialescuando se enfrentan al daño causado por laradiación) (Slack, 2000), habría que pensar queno es exclusiva de la manipulación humana o deinfluencias fisico-químicas, sino que también seproduce ante circunstancias adversas de tipobio-social (circunstancias que rememoran losacontecimientos adversos a los que se enfrenta-ron las células a lo largo de su evolución hastala formación del organismo hombre, tal comose explicaba en el punto anterior). En esta líneade investigación van autores como los ya cita-dos Hamer (2000) y Herrera (1999a, 1999b yartículo en este número), que a partir de la cla-sificación de las células según la capa embrio-naria de la que proceden (endodermo, mesoder-mo y ectodermo), de la forma como reaccionanante los estímulos del medio (endodermo ymesodermo arcaico: crecimiento celular; meso-

dermo moderno: necrosis; ectodermo: ulcera-ción) y la función biológica que cumplen (endo-dermo: nutrición y reproducción; mesodermo:defensa y protección de órganos y estructuras,ectodermo: comunicación) tratan de establecerrelaciones entre los acontecimientos conflicti-vos de la vida (conflictos biológicos, en su for-mulación) y la respuesta que da el organismo, apartir de la lectura de naturaleza bio-social quehace de dichos acontecimientos.

RETROVIRUS Y VIRUS ENDÓGENOS 9

Una de las razones del éxito actual de la gené-tica creo yo que se debe a que es la parte instru-mental de un pensamiento biológico neodarwnis-ta, que explica la evolución de las especies pormutaciones que se producen al azar en la forma-ción del embrión, dejando al ambiente el papelde portero (seleccionador natural) que controla elpaso por la vida de los nuevos seres vivos. Segúnesta visión de la evolución (en definitiva, de losprocesos relacionados con la enfermedad y conla vida) es muy importante saber intervenir sobrelas modificaciones genéticas (sean hereditarias oadquiridas, por ejemplo como consecuencia deagentes fisico-químicos como pueden ser lasradiaciones) que se etiqueten como patológicas,para así poder enmendarle la plana al azar (queno a Dios), canalizando la evolución en la direc-ción que la Ciencia considere oportuna. Desdeesta perspectiva se justifica que unas personas(los científicos) se atribuyan el papel de ambien-te, para que desde su concepción de lo que esnormal y lo que es patológico traten de controlarlo que el azar ha determinado. También se justi-fica que haya otras personas (los llamados enfer-mos), que después de asumir que son portadoresde un gen (p.e. oncogen) que les predispone (hantenido mala suerte) a lo que se considera unapatología acepten la intervención de la Cienciacomo única solución a su problema. Indepen-dientemente de qué se considere normal(bio-lógico) y qué anormal (pato-lógico), algosobre lo que no voy a tratar en este momento,¿qué pasaría si el fenómeno de la evolución dis-curriera por cauces diferentes a los señalados,que son los que se aceptan desde una posicióncientífica mayoritaria? En concreto, ¿y si ademásde portero (devaluado por la intervención cientí-fica), el ambiente (la vida) también fuera motorde la evolución, influyendo en los seres vivos

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antes, durante y después de su nacimiento (trans-misión hereditaria de los caracteres adquiridos)?En este caso, en la cadena explicativa de laenfermedad, la presencia/ausencia de un gendeterminado (p.e. el p53, llamado el «guardiándel genoma» porque se supone que evita que lascélulas tumorales se reproduzcan indefinidamen-te, además de extenderse por el organismo)habría que entenderla no como la variable inde-pendiente que causa la enfermedad, sino comouna variable que interviene entre el ambiente (lavida), la verdadera variable explicativa, y lamanifestación orgánica a la que llamamos enfer-medad (la variable dependiente), con lo cualactuar sobre el gen sería como «matar al mensa-jero» (o confundir al juez que tras un asesinatolevanta el cadáver con el asesino) 10.

De lo anterior se desprenden al menos doscuestiones, de las que ahora paso a abordar unade ella 11. La primera cuestión, de cuya solu-ción depende gran parte de la plausibilidad dela argumentación que trato de desarrollar eneste artículo –y, por lo tanto, el que tenga sen-tido abordar la segunda de las cuestiones anun-ciadas–, es ver si la hipótesis que favorezco enel párrafo anterior acerca de la evolución (queimplica la recuperación de Lamarck –unLamarck actualizado– para el pensamientocientífico) tiene algún sentido 12. Y es aquí don-de justamente aparecen los retrovirus y losvirus endógenos, para dar plausibilidad, desdela misma biología, a la hipótesis que otorga alambiente (la vida) un papel decisivo en la con-formación de los hombres y, lógicamente, en laaparición de la llamada enfermedad 13.

Para la terapia genética actual los virus sonmuy importantes, porque se utilizan como vec-tores (taxis genéticos) con los que modificarlos genes que se considera que pueden perju-dicar al organismo. Por ejemplo, se utiliza elvirus del catarro (adenovirus), al que se le qui-tan los genes patógenos y se le añade el yamencionado gen p53, con el fin de tratar dife-rentes tipos de cánceres (p.e. de cabeza y decuello). Ahora bien, estos mismos virus que lamedicina trata de manipular, aprovechándosede la facilidad con que su material genéticoacepta mutaciones y cambios sin que su viabi-lidad se vea alterada, también cabe pensar quereaccionen ante las modificaciones que se pro-ducen en el ambiente (no solo de tipo fisico-químico); y entre los virus hay un tipo, losretrovirus (un ejemplo sería el HIV, que la

medicina asocia a la enfermedad SIDA), quetienen propiedades que les hace muy intere-santes para apoyar las ideas lamarckianassobre la evolución. Estos retrovirus son virusARN, capaces de transcribirse en ADN unavez dentro de la célula en la que se insertan; yeste ADN tiene la propiedad de que se inscri-birá en el genoma del huésped, donde a partirde ese mismo momento traducirá a ARN supropia información genética en todas las divi-siones celulares a las que haya lugar. Esta cir-cunstancia hace que se pueda pensar que elambiente (como vengo diciendo, entendido enun sentido mucho más amplio que las influen-cias de las radiaciones o los rayos ultravioleta,a las que se refiere la bio-medicina) tiene enlos retrovirus un mensajero ideal para introdu-cir en los organismos secuencias complejas degenes que se transmitirían hereditariamente,complementando así el mecanismo de evolu-ción al azar del que da cuenta la Teoría Sinté-tica (neodarwinista) de la evolución 14. Ycomo refuerzo del punto de vista lamarckiano,que deja constancia de la influencia delambiente en la transmisión de caracteresadquiridos, sirva la explicación que hace San-dín sobre los virus endógenos. En la actualidadse han identificado en el genoma de distintosorganismos cantidades variables de ADNdenominado «virus endógenos», a los que seconsidera «derivados de virus exógenos queinfectaron las diversas especies animales en elpasado, y que han pasado a ser endógenosmediante su inserción en las células germina-les» (Sandín, 1995, pp. 129-130). Esos mis-mos virus endógenos bien pueden cumplir esafunción atribuida a los retrovirus, de maneranatural y sin tener que esperar a que sea lamanipulación humana la que consiga modifi-car la información genética.

3. La célula como ser vivo:una (posible) visión

sociológica

S i, después de lo anterior, se aceptaque la célula es un ser vivo que seorienta en este mundo ajustando su

programa de vida a las circunstancias cam-biantes de su entorno parece que se hace nece-

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sario conocer cuál es ese programa y definircuál es la naturaleza del ambiente, para poderestudiar la manera concreta como se establecela relación entre ambos. Y en este punto, ade-más de los conocimientos que aportan la bio-logía, sea molecular o evolutiva, y la medicinaentiendo que es necesario contar con la expe-riencia de una disciplina de las ciencias socia-les, la sociología, especializada en definir untipo particular de ambiente, la sociedad, y untipo particular de ser vivo, el hombre, paraestudiar luego cómo se relacionan. En estesentido, vista la célula como un ser vivo denaturaleza bio-social, la sociología puedeaportar sus conocimientos para mostrar lanaturaleza reflexiva de los seres humanos–productos de infinitos seres vivos celulares–;esta característica de la reflexividad implicaque, enfrentado a la acción del sujeto investi-gador, el llamado objeto de investigación dejade comportarse como tal (objetualmente) paraproducir, en interacción con aquel, la naturale-za de la característica investigada (Lamo deEspinosa, 1990; Lamo de Espinosa, GonzálezGarcía y Torres Albero, 1994) 15.

En el campo de la sociología la explicaciónanterior sobre la reflexividad lleva a que elinvestigador tenga que ser consciente de que loque mide no es independiente del tipo particu-lar de medición que efectúa –algo, por lodemás, aceptado hasta en la física de partícu-las–, sino que, por el contrario, es el productode la interacción que se establece entre él y suobjeto. Una consecuencia de este principio dereflexividad aplicado a la medicina es que laenfermedad cáncer no se puede entender comoalgo dado, pre-existente a su contemplación(curación) por el hombre (médico), que estáahí esperando a ser conocida (curada), sinoque tiene una identidad que se va construyen-do a cada paso que damos para intentar cono-cerla (curarla). Quizá la aplicación de esteprincipio de la sociología al tema que nosocupa permita entender la paradoja que se pro-duce en el tema del cáncer: aumentan almismo tiempo las personas que se «curan»(medida la curación en término de superviven-cia después de los cinco años de la aparicióndel tumor) que las que mueren, tal como mos-tré al principio de este artículo 16. Esta parado-ja, que convencionalmente se suele dejar sinexplicar, quizá tenga una explicación desde laidea de reflexividad 17: ¿no estaremos co-pro-

duciendo nosotros, con nuestros diagnósticosmasivos (caso, por ejemplo, del cáncer demama o del cáncer de próstata) la propia con-dición de enfermos cancerosos? ¿Qué ocurriríasi no se hiciesen tantos diagnósticos y se deja-se que las manifestaciones orgánicas siguiesensu curso? ¿Seguro que todos esos minúsculostumores que ahora se detectan y se etiquetancomo malignos, con lo iatrogénica que puederesultar esa etiqueta para las personas que lasufren, terminarían siendo un problema para lasalud de los individuos? Si la respuesta a estaúltima pregunta fuera negativa, quizá ahí seencontraría una explicación no solo a esteaumento de la mortalidad por cáncer del quehablaba al principio de este artículo, a pesardel incremento de las pseudocuraciones a loscinco años, sino a otros problemas como el delas inexplicadas remisiones espontáneas detumores previamente diagnosticados comotales y la observación fortuita de tumores asin-tomáticos en autopsias de personas muertaspor causas distintas al cáncer 18. Evidentemen-te, resulta difícil demostrar esta posible expli-cación, debido a que sólo si se dejasen dehacer los diagnósticos se podría ver, a nivelcolectivo –otra cosa son las experiencias per-sonales en este campo, que las hay en todos lossentidos, y que pueden venir a dar la razón aunos u otros–, el resultado de esta actuación.Ahora bien, tampoco se puede decir a priorique esta explicación, que busca un sentido a laproliferación de las llamadas células cancerí-genas, sea errónea si no se hace la prueba,siquiera sea experimentalmente –y no valecomo prueba el supuesto que se hace conven-cionalmente sobre este tipo de células comoilimitadamente proliferativas y metastásicas,puesto que esto es lo que justamente se trataríade demostrar.

Además de esta consideración reflexivasobre el cáncer, una versión amortiguada delmencionado principio de reflexividad noshablaría de «las consecuencias no intenciona-das de la acción» (Merton, 1976), que es elfenómeno que se produce cuando se intentahacer algo y se obtienen resultados inespera-dos 19. De la aplicación de este fenómeno a lacélula como ser vivo se desprende una segun-da conclusión, que, por si no fuera suficientecon las razones que he ido dando hasta ahora,puede proporcionar más estímulos para prestaratención a un pensamiento como el aquí se

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propone; y es que, tal como demuestran tantola resistencia de los micro-organismos a laacción de vacunas y antibióticos (véanse a esterespecto Acar y Courvalín, 1999, y el Dossieraparecido sobre este tema en la misma revistaque incluye el artículo de los autores citados)como la continua aparición de nuevas enfer-medades, es de esperar que la propia naturale-za viva de las células (nunca se pierda de pers-pectiva su integración en el nivel superiorhombre) haga que todos nuestros empeños poreliminar la enfermedad sean estériles, puestoque mientras que haya células vivas –condi-ción básica para que, independientemente delo que seamos, permanezcamos vivos– siem-pre habrá aquellas que tengan que adaptarse aun nuevo ambiente, incluido por supuesto elque nosotros les creamos con nuestras inter-venciones, por muy bien intencionadas queéstas sean (caso de la intervención médica). Yalgunas o muchas de estas modificaciones(adaptaciones), novedosas por relación a loconocido, hará que nuestro propio desconoci-miento del sentido que tienen nos lleve a eti-quetarlas como enfermedad, lo que hace que elplanteamiento bélico actual no solo no seacorrecto desde un punto de vista negociador(¿lamarckiano?) y no bélico (¿darwinista?) dela existencia humana, sino que además estáabocado al fracaso, puesto que siempre habráenfermedad –entendida ésta como el resultadode la adaptación, por definición inestable, delos organismos a su ambiente–. Si esto es así,¿no será mejor convivir (negociar) con el«enemigo», tratando de entender qué nos quie-re decir, que pretender directamente eliminar-lo, especialmente si este enemigo vive dentrode (forma parte de nuestra) casa?

4. Conclusiones

E n el artículo que ahora concluyointento mostrar la pertinencia derecuperar el ambiente (dentro de la

idea lamarcktana de la evolución) para elconocimiento científico, con el fin de dar sen-tido al fenómeno del cáncer (Arbor, 2002). Alproceder de esta manera, en particular recupe-rando el ambiente social, la bio-medicinapodría enfocar el problema de la enfermedad

de manera distinta a como lo hace actualmen-te, despejando incógnitas del cáncer que ahorano puede despejar; por su parte, para la socio-logía la recuperación del ambiente, asociado asu influencia en los fenómenos biológicos,habría de servir para mostrar la pertinencia derecurrir a lo social a la hora de dar sentido, nosolo a fenómenos que tradicionalmente hansido estudiados por la sociología –caso del sui-cidio, que ahora desde la bio-medicina se pre-tende explicar genéticamente, cuando en sumomento sirvió para legitimar esta disciplina,precisamente en «lucha» con la biología(Durkheim, 1976)–, sino también a otros hastaahora vedados a esta disciplina (el caso de laenfermedad, en concreto el cáncer). Para ello,se hace necesaria una redefinición tanto delobjeto de la biología como del de la sociología,que permita contemplar la vida (de la queforma parte la enfermedad) unitariamente 20.Esta redefinición ha de romper la escisión car-tesiana entre mente y cuerpo, que ha presididola historia del conocimiento científico desde elsiglo XVII –y digo bien acabar con la escisión,puesto que el cambio deseado no debe venir dela negación de uno de los términos (la mente,lo social), como parece que intenta hacer labio-medicina–. En este sentido, al proyectoque en este artículo no hago sino esbozar hayque añadirle una doble aportación. En primerlugar, la definición de cuál sea el nuevo objetode esta teoría sobre la célula cancerígena tieneque ir acompañada de otra definición sobre elmétodo con el que llevar a cabo su estudio. Yello con el requisito de que cualquiera que éstesea (mi apuesta, dentro del esquema estableci-do por Ibáñez, 1986, es por un método dialéc-tíco/participativo), también ha de romper laescisión metodológica –que es históricamentecomplementaria a la escisión anterior– entreun objeto investigado (curado) y un sujetoinvestigador (curador), dotándoles a ambos denuevas identidades de naturaleza subjetiva.Segundo, en el campo que ahora me ocupa, elde la salud y la enfermedad, es necesario avan-zar en la idea de hacer operativa la idea deambiente (vida), de manera tal que se puedadar sentido a la enfermedad cáncer desde estaoperacionalización. En este sentido, además delas contribuciones que puedan hacer la medici-na psicosomática (p.e. Engel, 1986; Bovberg,1989), para mostrar cómo se modifican pará-metros orgánicos por la influencia de factores

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psico-sociales –por ejemplo, el apoyo socialpercibido por enfermos de cáncer y su influen-cia en la actividad de sus células NK (naturalkillers) (Levy y otros, 1990)–, o la psicologíaclínica (p.e. Temoshok, 1987; Eysenck, 1994)–en este caso para hablar de una tipología depersonalidad (la tipo C) pro-cancerígena–, digoque además de estas contribuciones de la medi-cina psicosomática y de la psicología clínicaestán las aportaciones de una corriente médica,auto-denominada Nueva Medicina (medicinapsico-socio-biológica), que desde el lado de lamedicina, y tomando como base, entre otros,supuestos de los que he ido dando cuenta eneste trabajo, se encuentra embarcada en el pro-yecto de elaborar una teoría sobre la enferme-dad que permita establecer correlaciones entreacontecimientos vitales (conflictos biológicos,en su denominación) y manifestaciones orgáni-cas (p.e., el cáncer), teniendo al cerebro comomediador (en términos biológicos, las célulasneuronales como articuladoras del resto decélulas del organismo animal) (Harner, 2000;Herrera, 1999a, 1999b y artículo en este núme-ro; Mambretti y Séraphin, 2002).

Entiendo que el proyecto que se introduceen este artículo es complejo, tanto para la men-talidad y los conocimientos de un biólogomolecular o de un médico, grupos ideológica-mente dominantes en la actualidad a la hora detratar de enfermedades (son parte del EstadoMayor del Ejército contra el cáncer), puestoque la aceptación del planteamiento que sehace en este artículo implicaría que han de ele-var la vista por encima del nivel molecularpara ver la dimensión social de la célula (delorganismo hombre), como para los de unsociólogo, acostumbrado a tratar con losaspectos sociales de los hombres, que por defi-nición dejan de lado todas las consideracionessomáticas a las que aquí hago referencia 21.Ahora bien, tengo el convencimiento de que ladimensión del problema cáncer, enmarcado enun proceso acelerado de medicalización de lavida (Illich, 1975; Szasz, 198 l), en el que lamedicina deviene a pasos agigantados ELagente básico del control social (Foucault,1966; Zola, 1994; Turner, 1995, Sánchez Ca-rrión, en la introducción a este número), exi-gen este esfuerzo; un esfuerzo que puede queaparentemente cuestione los estatus / interesespersonales actuales de todas las partes impli-cadas (por supuesto, muchas más y algunas

más importantes que los profesionales mencio-nados), pero que en mi opinión habrá de servirpara abrir un futuro más esperanzador para lahumanidad. En cualquier caso, si el razona-miento que aquí he expuesto no fuera convin-cente, por puro sentido común hay que pensarque la no consideración del cáncer como unproblema exclusivamente bélico, en el quetoda intervención que contradice al EstadoMayor del Ejército se considera una traiciónque hay que prohibir por su capacidad de alte-rar el estado de ánimo de la tropa –¡qué actitudtan diferente a la que se supone que ha de pre-valecer en la discusión científica!–, permitiríano poner todos los huevos en la misma cesta–principio básico del conocimiento popular–,que es, a mi entender, lo que justamente ahorase está haciendo.

NOTAS

* Mi agradecimiento a Vicente Herrera (médico),Educardo Fernández Valiente, Carlos Sentís y MáximoSandín (biólogos) que leyeron un borrador de este artí-culo, aclarando algunos extremos del mismo, pero sinque por ello sean responsables de su contenido. Este artí-culo fue escrito ya hace casi dos años; a pesar de elloaparece prácticamente en su redacción original, en lamedida que los desarrollos que se han producido desdeese tiempo tanto en el campo de las ciencias socialescomo en el de la biología no sólo no contradicen sino querefuerzan su línea argumental.

1 En esta línea pesimista –o, cuando menos, no opti-mista– también se encuentran los trabajos de Schwarz yde Guadillière y Löwy. El primero, cancerólogo en elHospital Tenon de París, pasa revista crítica a los trata-mientos tradicionales (cirugía, radioterapia y quimiotera-pia) y a los novedosos (inmunoterapia y terapia genética)que se utilizan contra esta enfermedad, para concluirque: «A pesar de la enormidad de los medios empleadosdesde hace treinta y cinco años por los países occidenta-les, la lucha contra el cáncer es un fracaso» (Schwarz,1996, p. 340). Los segundos, historiadoras de las cien-cias médica y biológica en el INSERM de París, partende la experiencia que supuso la declaración de guerra delpresidente Nixon para reflexionar sobre la nueva situa-ción que se crea con las terapias genéticas, que segúnellos servirán para redefinir objetos de inestigación ydesarrollar nuevas herramientas de diagnóstico y clasifi-cación de las patologías humanas, pero no cecesariamen-te para curar el cáncer, por lo que exigen «una gran pru-dencia al juzgar pistas y promesas actuales» de este tipode terapia (Guadellières y Löwy, 1999, p. 64). Por el con-trario, frente a los autores recién mencionados hay otrosmuchos que tienen una visión optimista de la evolucióndel problema aquí expuesto, apoyándose en los datosmás recientes de Estados Unidos, que indican un ligerodescenso de la mortalidad por cáncer (tasa ajustada por

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edad) a partir de los 90 (descenso medio de –0,7% poraño, de 1991 a 1996, según Greenlee y otros, 2000; des-censo total de un 1% entre 1991 y 1994, según Bailar yGornik, 1997), a la vez que muestran que en 1997 se pro-dujo por primera vez en 70 años un descenso del núme-ro de muertes de varones (no de mujeres) atribuibles aesta enfermedad, pasando de 281.898 (en 1996) a281.110 (en 1997) (Greenlee y otros, 2000). Así, en unartículo titulado «Final de partida para el cáncer (Anendgame for cancer)», estos datos le llevan a decir alChief Executive Officer de la American Cancer Society(ACS), Dr. Seffrin, que «hoy el problema no es si con-trolaremos el cáncer, sino cuándo y con qué rapidez lovamos a hacer», al tiempo que recomienda una segundaNational Cancer Act para luchar contra este problema(Seffrin, 2000, p. 4). A partir del objetivo lanzado por laACS de reducir la mortalidad en un 50% para el año2015 –en 1985, el National Cancer Institute (NCI) yahabía propuesto este mismo objetivo para el año 2000(Greenwald y Sondik, 1986)–, Byers y otros (1999)construyen diferentes escenarios para el año en cuestión,y llegan a la conclusión de que para esa fecha las tasas demortalidad pueden verse reducidas entre un 21% y un29%, por relación a las de 1990. Respecto a nuestro país,en el período 1991-95 la tasa bruta de mortalidad pasó de252,5 personas muertas por cada 100.000 habitantes a282,2, en el caso de los varones, y de 152,5 a 163,3, enel de las mujeres (ver datos sobre incidencia y mortali-dad de cáncer, además de en las fuentes mencionadas, enFCAECC, 2000).

2 Muestra de este espíritu negociador que aquí pro-pongo es un reciente artículo, aparecido en Science, delpremio Nobel Joshua Lederberg, en el que después depasar revista crítica a la historia de la relación que loshombres han mantenido con los agentes infecciososseñala que: «Quizá uno de los cambios más importantesque podemos hacer es superar la metáfora guerrera delsiglo XX, que es la que utilizamos para describir la rela-ción entre la gente y los agentes infecciosos. Puede sermás fructífero utilizar una metáfora más informada eco-lógicamente, que incluya el punto de vista que tienen losgérmenes de la infección» (Lederberg, 2000, p. 293).Tanto el artículo que acabo de mencionar como otrosaparecidos en los últimos tiempos van en la línea dematizar la consideración maligna que se tiene de losmicroorganismos, mostrando también su sentido benefi-cioso para los hombres (p.e., véase Bach, 2000, para unaexposición del papel benéfico de virus y bacterias).

3 A la hora de establecer la evolución de los seresvivos y su integración en diferentes niveles sigo la expo-sición que hace Faustino Cordón, eminente biólogo espa-ñol recientemente fallecido, quien distingue entre el pro-toplasma, la célula y el animal (el hombre), colocados enorden cronológico de desarrollo y en niveles sucesivos deintegración. Una singularidad del nivel orgánico animales la aparición de un nuevo tipo de células, las neuronas,que son las células en las que culmina la actividad coor-dinada de todas las células somáticas que componen estenuevo organismo, y que justamente, junto a la delimita-ción de un espacio físico, permiten su constitución comotal (Núñez, 1979, pp. 213-28; Cordón, 1992).

4 Faustino Cordón diría que «no hay agente [ser vivo]sin experiencia del efecto de la propia acción y sin capa-

cidad de tantear la sucesiva, insistiendo en la acción si suefecto se sintió favorable o corrigiéndola si se sintió per-judicial» (Núñez, 1979, p. 347).

5 Para la bio-medicina el cáncer sería el producto deuna cadena de causalidades entre un agente/«exposicióna circunstancias» (cancerígenos), que ocasionaría unamutación genética (anormal), a partir de la cual poracción (la mutación estimula el crecimiento celular:papel de los protooncogenes) u omisión (la mutacióninhibe los factores de control del crecimiento celular:papel de los genes supresores) se produciría una prolife-ración celular (patológica). Siempre se trata de agentesfísico-químicos (radicaciones, agentes químicos, dietas yhormonas, etc.), salvo en el caso de los microorganismos(p.e., retrovirus o helicobacter pylori), y de exposición acircunstancias que favorecen el contacto con este mismotipo de agentes, que explicarían las proliferaciones celu-lares (véase Proceedings, 1996; Harrison, 1998, cap. 4).La metodología utilizada para establecer las relacionescausales anteriores, en una gran medida estudios epide-miológicos, es susceptible de múltiples críticas tal comomuestra el trabajo de Young y Lee (1997, 1999), quienesdespués de revisar 239 estudios experimentales que ana-lizan la influencia de 17 agentes (supuestamente) cance-rígenos (efectos de la ß-carotene, el ácido fólico, la ribo-flavina, dieta baja en grasas, fibra, distintos tipos devitaminas, tabaco, etc.) recomiendan precauciones a lahora de interpretar el resultado de los estudios epidemio-lógicos, porque, a su entender, no siempre están justifi-cadas las conclusiones a las que llegan: «taking all evi-dence together, it must be concluded that cause andeffect relationships between risk factors and cancer thathave been suggested by epidemiological studies have, ingeneral, not so far been confirmed by properly conduc-ted intervention trials» (Young y Lee, 1997, p. 625).

6 Al respecto de la relación entre biología y sociedadpodemos decir que el «desarrollo humano ni es prefor-mado ni predeterminado. Tampoco puede ser explicadopor los “ambientalismos” ilusorios ni por los “determi-nismos” culturales. El ser humano se construye como unser social. Sin la presencia del adulto socializado elrecién nacido no responde a sus necesidades de creci-miento y desarrollo. Lo social es biológico. Es por con-siguiente una condición vital e indispensable de la onto-génesis. Lo biológico no se opone a lo social... Lobiológico y lo social coexisten dialécticamente» (Fonse-ca, 1988, p. 10).

7 Vicente Herrera, en comunicación personal, me pusoen la pista para ver el interés de las células madre a lahora de dar sentido a la enfermedad cáncer. El volumen287 de la revista Science, de 25 de febrero de 2000, haceuna presentación, relativamente asequible para alguien noexperto en el tema, de las células madre (stem cells); lalectura de ese número puede servir para que el lector inte-resado se adentre en este tema, en el que la medicina con-vencional tiene depositadas (casi) todas sus esperanzaspara controlar la mayoría de las enfermedades, no sólo elcáncer. De este interés de la medicina por las célulasmadre dan cuenta hechos como que su cultivo en unmedio artificial fuera declarado «avance del año 1999»por la revista Science (Bloom, 1999) o la cifra de 128,4millones de americanos que tienen distintas enfermeda-des (cardiovasculares, del sistema inmune, diabetes, cán-

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cer, Alzheimer, Parkinson, quemaduras severas, proble-mas en la comumna vertebral y defectos de nacimiento),que según la Patients’ Coalition for Urgent Research(PCUR) podrían beneficiarse de la investigación sobrecélulas madre pluripotenciales (Perry, 2000). A este inte-rés médico habría que añadir el interés económico querodea el tema, con la aparición de múltiples compañíasdedicadas a la explotación comercial de las células madre(Marshall, 2000); las expectativas de negocio que en ellasven los laboratorios farmacéuticos; y, quizá lo que es másimportante, el salto adelante tan importante que se daríaen el creciente proceso de control social que se lleva acabo mediante la medicalización de la vida.

8 Por principio, en este tema del cáncer, como entodos los temas de investigación científica, siempre hayque dar por ciertos algunos supuestos para poder com-probar la validez de una hipótesis (aquello de lo que seduda; lo que se trata de contrastar con la investigación).En aquellos casos en los que los supuestos de una inves-tigación ofrecen dudas, para comprobar su pertinenciahabrá que convertirlos en nuevas hipótesis... contrasta-bles sólo después de hacer otros supuestos distintos, quetambién habrá que dar ahora por ciertos. Y así en unproceso interminable. En otro lugar he tratado este temaen relación con el campo de la investigación social, enel que se hace el supuesto, siguiendo la Teoría Clásicade la Medida, de que existe una medida verdadera deaquello que estamos investigando, por relación a la cualse evalúa la bondad de las mediciones que hace el inves-tigador; véase Sánchez Carrión, 2000. Aparte de estalimitación epistemológica, comprobar (fuera del labora-torio) el supuesto sobre la naturaleza proliferativa ilimi-tada y metastásica de la célula cancerígena supondríaconocer la evolución de todas las células así etiquetadas,sin intervención médica por medio y con desconoci-miento del diagnóstico por parte de la persona «dueña»de las células en cuestión; razones de coherencia teóricay de deontología médica impiden a la medicina llevar acabo este experimento, por lo cual entiendo yo que elsupuesto sobre la naturaleza ilimitadamente proliferati-va de la célula cancerígena se mantiene como tal, sindemostrar.

9 La exposición que hago a continuación, en lo quetiene que ver con los virus, se apoya básicamente en eltrabajo de Máximo Sandín (1995, 1997, 1998, 2002),profesor de biología en la Universidad Autónoma deMadrid, a los que remito a aquellas personas interesadasen ampliar la explicación que yo hago en este artículo.

10 Siendo más precisos, más que hablar en términosde causalidad para decidir cuál es la variable indepen-diente y cuál la dependiente habría que considerar lainterdependencia de ambiente y organismo para producirlo que somos.

11 Una segunda cuestión consistitía en traducir lo queaquí llamo ambiente (vida) a términos que lo hagan ope-rativo, en la línea esbozada anteriormente, para poderllevar a cabo una intervención sobre la enfermedad–intervención que necesariamente habrá de ser distinta ala que se postula desde la concepción convencional deesta circunstancia de la vida y, por extensión, de la célu-la cancerígena, pero no por ello carente de efectividad,otro tipo de efectividad (véase a este respecto el artículode Vicente Herrera en este mismo número).

12 Sobre la recuperación de Lamarck para el pensa-miento científico véase el número monográfico apareci-do en Arbor, revista del Consejo Superior de Investiga-ciones Científicas, La biología a doscientos años deLamarck (Arbor, 2002).

13 Además del argumento sobre los virus, hay otroadicional, que a mí me parece muy importante, y quefavorece la plausibilidad de la idea lamarckinana. Merefiero a la formación de las células eucariotas (célulascon núcleo y citoplasma), que son las que constituyennuestro organismo, no por mutaciones que se produjeronal azar (o no sólo por este tipo de mutaciones) a partir decélulas procariotas (célula sin núcleo diferenciado, comoes el caso de las bacterias), sino por la simbiosis de dis-tintas bacterias (Margulis y Sagan, 1996, pp. 90-117). Yla importancia de este hecho, de claro contenido lamarc-kiano, se comprende mejor cuando pensamos que, talcomo señalan los autores recién citados, «las diferenciasen comportamiento, genética, organización, metabolis-mo y especialmente estructura entre procariotas y euca-riotas son mucho más importantes que las que hay entreplantas y animales. Estas diferencias marcan la gran dis-tinción (cursivas, mías)» (Margulis y Sagan, 1996, p.91). Es decir, si esta explicación de tipo simbiótico delsurgimiento de un organismo (la célula eucariota), vitalpara la construcción de los animales –estas células euca-riotas tienen la capacidad de la división y la diversifica-ción que daría origen a los seres pluricelulares–, es gene-ralizable al conjunto del proceso de la evolución, elmundo (su formación) es un vasto dominio en el que,además del azar y la competencia (visión darwinista dela existencia, de profundísimo arraigo en el pensamientooccidental desde finales del siglo XIX), existe la coope-ración, aunque a veces parezca mentira.

14 La hipótesis de la influencia del socio-ambiente enel genoma todavía se ve más reforzada de acuerdo conlos planteamientos de algunos biólogos que critican eldogma central de la biología molecular, según el cual elflujo de información genética es unidireccional (de losADN a lo ARNs y a las proteínas responsables de lasfunciones biológicas), para plantear la necesidad dehablar en términos epigenéticos. En este nuevo paradig-ma, la información genética fluiría en ambos sentidos (deADN a ARNs... y viceversa), a partir de la interacción detodos los elementos que intervienen en el proceso gené-tico y de la influencia a la que se ven sometidos por elcontexto celular (Atlan, 1999; Strohman, 1997). Una vezque se demuestra la influencia del contexto celular, pare-ce lógico pensar, aunque sea difícil de demostrar mole-cularmente de qué manera tiene lugar el proceso, queexisten contextos supracelulares (el organismo, la socie-dad..., Gaia) entre los que se establece una cascada deinter-influencias.

15 No todos los sociólogos están de acuerdo con esteprincipio de reflexividad, que por lo demás admite gra-dos en su interpretación, pero sí que lo están con una ver-sión amortiguada del mismo, atribuida a Merton (1964),que habla de las profecías que se autocumplen (self-full-filling prophecies). También los sociólogos, que solemostener teorías diversas, creo que coincidimos a la hora deaceptar otro principio, en la línea con el anterior, segúnel cual si los hombres definen las situaciones como rea-les éstas son reales en sus consecuencias (véase Beltrán,

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1991, pp. 11-42). En todos los casos, y en mayor o menormedida según cuál sea el principio de los enumerados alque uno se adscriba, se puede afirmar que el sujeto inves-tigador condiciona (grado mínimo de reflexividad) o co-determina (grado máximo), junto al objeto investigado,la realidad que investiga, en este caso el cáncer.

16 El aumento de las «curaciones» quizá se explique(es una hipótesis a contrastar), en parte, por el hecho deque el criterio de los cinco años sin recidiva que se utili-za convencionalmente para hablar de curación, elabora-do en un momento en el que la intervención médica teníalugar en una fase avanzada del cáncer, puede perder partede su validez cuando la proliferación de los screeningmédicos hace que esta enfermedad cada vez se diagnos-tique más precozmente, con lo cual el plazo para quepueda ser letal se alarga en el tiempo más allá de eseperíodo de tiempo.

17 Para la bio-medicina, la explicación al aumento dela incidencia del cáncer estaría en la sociedad, que cadavez es más cancerígena (¿más pecadora?): más sometidaa radiaciones, a peores dietas, a menos ejercicio físico, amás tabaco, etc.; en definitiva, más proliferación deaquellos agentes o «exposición a circunstancias» que lamisma bio-medicina considera cancerígenos. Mi conoci-miento del problema no me permite decir si es cierto queaumenta la proliferación de todos los así consideradosagentes cancerígenos. Si sé que, por lo que respecta altabaco, en el mundo occidental el hábito de fumar vienedisminuyendo sistemáticamente, al menos desde los año75 (Franceschi y Naett, 1995), sin que por ello disminu-yan ni la incidencia ni la mortalidad del cáncer de pul-món; quizá sea ésta la razón que lleva a la bio-medicinaa introducir continuamente nuevas explicaciones a larelación entre tabaco y cáncer: la existencia de fumado-res pasivos; largo períodos de incubación, para que elfumar haga efecto, y/o de latencia, para que deje dehacerlo; etc. Pero independientemente de la justeza de laafirmación sobre la creciente proliferación de los agentessupuestamente cancerígenos, esta explicación sobre elaumento del cáncer yo entiendo que es deudora de que seasuma la explicación bio-médica sobre la naturaleza yetiología de esta enfermedad, dado que, en principio, dela existencia de correlación entre dos fenómenos (la pro-liferación de los supuestos agentes cancerígenos y elincremento del cáncer) no se puede concluir que entreambos haya una relación de causalidad; como se dice entérminos técnicos, esa supuesta correlación puede serespuria (Sánchez Carrión, 1999).

18 El interés de la pregunta («¿seguro que todos losminúsculos tumores, detectados y etiquetados de malig-nos, terminarían siendo un problema para la persona si nohubiera intervención médica?»), si es que al menos setiene alguna duda de cuál sea su respuesta, se puede vermagnificado cuando pensamos en una situación venidera,en la que los screenings médicos se van a ver enorme-mente potenciados con el desarrollo de los tests genéticos;estos tests, eventualmente hechos al nacer, cabe esperarque produzcan un incremento importante en el número depersonas etiquetadas como pre-cancerosas o cancerosas–¿paso de una medicina de producción artesanal a otra deproducción industrial de enfermedades?–, con la conse-cuencia, entre otras, de que se llegue a la extirpación deórganos antes de que aparezca la enfermedad, como medi-

da preventiva: por ejemplo, extirpación del colon (Dun-lop, 1997), de las mamas (Roberts, 1993) o de la próstata(McDade, 1996). Además de mostrar el posible incremen-to del cáncer como consecuencia de los tests genéticos ylas soluciones al mismo que se aventuran, éste es un buenejemplo de definición de qué sea curar en medicina, supe-ditando la naturaleza de la curación a las condiciones delconocimiento médico. El conocimiento médico (todos losconocimientos) tiene como requisito de validez el conse-guir que las gentes ajusten sus vidas (en este caso su pro-pia definición de qué es estar sano o enfermo) a sus con-diciones (las del conocimiento): como se dice en términosmédicos, cuando algo no va bien es porque el «enfermo noresponde al tratamiento», no porque el tratamiento seaincapaz a la hora de dar solución al enfermo, en un ejem-plo típico de supeditación/adaptación de la gente a la cien-cia para que ésta funcione. Traducida esta forma de ver lascosas al caso del cáncer y las terapias genéticas, podríadarse el caso de que en unos años sea cierto que disminu-ya la mortalidad, pero a costa de crear un mundo de muti-lados, que quizá entonces nos parezca de lo más normal yavanzado. Y cabe preguntar, en la línea de argumentaciónde este artículo: ¿seguro que éste es el único camino posi-ble? Latour trata este tema de la validez del conocimientocientífico al estudiar el éxito que tuvo Pasteur en sumomento, al conseguir que los granjeros se ajustasen a suscondiciones de investigación, reproduciendo las condicio-nes del laboratorio en sus establos (Latour, 1988): ¿repro-duciremos también nosotros el laboratorio en nuestrasvidad?

19 Una versión de este principio, actualizada al nuevomundo del caos y la complejidad, sería el así denomina-do por Lorenz «efecto mariposa», que trata de la cadenade reacciones que provoca el simple aleteo de este ani-malito, que a largo plazo puede llegar a producir en luga-res muy alejados hasta un ciclón.

20 Si la palabra «redefinición» suena fuerte, se puedehablar de «incorporación» de lo social a la biología y de lobiológico a la sociología, pues de esto es de lo que se trata.

21 En el caso de los sociólogos, la consideraciónlamarckiana de la existencia y sus implicaciones para elestudio unitario de lo bio-social –lo cual, como digo,implicaría una redefinición de lo que son el objeto y elmétodo de la sociología, al menos tal como se entiendenconvencionalmente–, creo que podría permitir que saliéra-mos de la parálisis (¿crisis?) en la que, a mi parecer, nosencontramos (dicho sin ánimo de ofender a quien no par-ticipe de mi opinión); y ello, porque apenas tenemos sitio(realmente somos un adorno) en un mundo que sólo haceguiños a todos aquellos que, paradójicamente, a costa deolvidarse de la vida hablan de lo biológico (bio-medicina,bio-tecnología). Desde mi punto de vista, esta redefinicióndel objeto y del método de la sociología es un requisito detipo científico/profesional que va unida a un compromisode tipo político que permita construir un mundo más habi-table para todos los que en él ahora mal convivimos.

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