Desconfianza y democracia

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SEMINARIO II – Trabajo Práctico nro. 2 Santiago Buonasena Sebastián Cardemil Muchnik Pablo Hofman Mariano Andrés Marino LA SOCIEDAD DE LA DESCONFIANZA Históricamente, la democracia se ha manifestado siempre como una promesa y un problema a la vez. Promesa de un régimen acorde con las necesidades de la sociedad, fundada sobre la realización de un doble imperativo de igualdad y autonomía. Problema de una realidad que a menuda está muy lejos de haber satisfecho estos nobles ideales. El proyecto democrático ha quedado siempre incumplido ahí donde se lo proclamó, ya sea que ha sido groseramente pervertido, sutilmente limitado o mecánicamente contrariado. La historia de las democracias reales es indisociable de una tensión y un cuestionamiento permanentes. Desde un comienzo ha estado continuamente en discordancia aquello que la teoría de los gobiernos representativos-democráticos había ligado en el mecanismo electoral: la legitimidad y la confianza. La legitimidad es entendida aquí como una cualidad jurídica, estrictamente procedimental, es producida de modo perfecto y absoluto por la elección. La confianza es mucho más compleja; tiene un papel temporal: permite presuponer el carácter de la continuidad en el tiempo de esa legitimidad ampliada. Pero paralelamente también se ha formado todo un entrecruzamiento de prácticas, de puestas a prueba, de contrapoderes sociales informales y también de instituciones, destinados a compensar la erosión de la confianza mediante una organización de la desconfianza Para situar en forma adecuada el problema, es necesario señalar previamente que la expresión de esa desconfianza ha tomado dos grandes vías: la liberal y la democrática. El

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SEMINARIO II – Trabajo Práctico nro. 2

Santiago BuonasenaSebastián Cardemil Muchnik

Pablo HofmanMariano Andrés Marino

LA SOCIEDAD DE LA DESCONFIANZA

Históricamente, la democracia se ha manifestado siempre como una promesa y un problema a la vez. Promesa de un régimen acorde con las necesidades de la sociedad, fundada sobre la realización de un doble imperativo de igualdad y autonomía. Problema de una realidad que a menuda está muy lejos de haber satisfecho estos nobles ideales. El proyecto democrático ha quedado siempre incumplido ahí donde se lo proclamó, ya sea que ha sido groseramente pervertido, sutilmente limitado o mecánicamente contrariado. La historia de las democracias reales es indisociable de una tensión y un cuestionamiento permanentes. Desde un comienzo ha estado continuamente en discordancia aquello que la teoría de los gobiernos representativos-democráticos había ligado en el mecanismo electoral: la legitimidad y la confianza. La legitimidad es entendida aquí como una cualidad jurídica, estrictamente procedimental, es producida de modo perfecto y absoluto por la elección. La confianza es mucho más compleja; tiene un papel temporal: permite presuponer el carácter de la continuidad en el tiempo de esa legitimidad ampliada. Pero paralelamente también se ha formado todo un entrecruzamiento de prácticas, de puestas a prueba, de contrapoderes sociales informales y también de instituciones, destinados a compensar la erosión de la confianza mediante una organización de la desconfianza

Para situar en forma adecuada el problema, es necesario señalar previamente que la expresión de esa desconfianza ha tomado dos grandes vías: la liberal y la democrática. El proyecto liberal no fue edificar un gobierno bueno y fuerte fundado en la confianza popular, sino construir un poder débil e institucionalizar la sospecha. El enfoque democrático de la desconfianza tiene como objetivo velar por que el poder sea fiel a sus compromisos, buscar los medios que permitan mantener la exigencia inicial de un servicio al bien común.

Tal desconfianza democrática se expresa en tres modalidades principales: los poderes de control, las formas de obstrucción y la puesta a prueba a través de juicio. A la sombra de la democracia electoral-representativa, estos tres contrapoderes dibujan los contornos de lo que se llama la contrademocracia. Esta no es lo contrario de la democracia; es más bien una forma de democracia que se contrapone a la otra, es la democracia de los poderes indirectos diseminados en el cuerpo social, la democracia de la desconfianza organizada frente a la democracia de la legitimidad electoral.

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LAS TRES DIMENSIONES DE LA CONTRADEMOCRACIA

Poderes de control: A través del derecho al sufragio ejercido por los ciudadanos para designar a sus dirigentes. Es la dimensión más reconocida y consagrada del principio democrático. Desde un comienzo, efectivamente, el vínculo electoral apareció como insuficiente para obligar a los representantes a cumplir con sus compromisos. La búsqueda de un “contrapoder”, a la vez estabilizador y corrector, ha estado siempre subyacente en las vidas de la democracia. Se divide en tres modalidades principales: vigilancia, la denuncia y la calificación.

Poderes de obstrucción: Viéndose pocas finalmente poco capaces de obligar a los gobiernos a realizar ciertas acciones o tomar decisiones, los ciudadanos recuperaron una forma de eficacia al multiplicar las sanciones con respecto al poder, y se lo llamó “soberanía social negativa”. La voluntad se cumple completamente siempre en acto de obstrucción, porque está polarizada sobre una decisión unívoca y clara que agota su contenido y su proyecto. La tensión de la promesa o del compromiso, que está en el centro de la democracia de mandato, se ve superada en el marco de una democracia negativa.

Poder del pueblo-juez: Hemos pasado de las democracias de confrontación a las democracias de imputación. Se trate de condiciones de la justificación, de las formas de la teatralidad o del modo de relación con la particularidad, el juicio como procedimiento de puesta a prueba del comportamiento se ha impuesto, progresivamente, como una forma metapolítica considerada superior a la elección porque produce resultados más tangibles.

La democracia electoral representativa y la contrademocracia de los poderes indirectos deben tomarse en conjunto para captar en su complejidad el movimiento efectivo de apropiación social del poder. La oposición usual entre democracia real y democracia formal aparece por lo mismo como poco esclarecedora en este marco mayor.

EL MITO DEL CIUDADANO PASIVO

En los últimos veinte años ha ido creciendo la abstención, la desconfianza de los ciudadanos hacia los gobiernos y hacia la democracia en general, y los partidos políticos tradicionales se han erosionado. Sin embargo, habría que señalar que las formas de participación democrática no convencional (huelgas, manifestaciones, firma de petitorios, solidaridad colectiva, redes sociales, etc.), se han multiplicado. Por tanto, lejos estamos de vivir una época de apatía política. Los ciudadanos tienen otras formas, además del voto, para expresar sus reclamos o quejas. Podríamos hablar, entonces, de una mutación más que una declinación.

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A la habitual concepción de democracia, debemos sumar:

1) La DEMOCRACIA de EXPRESION: La sociedad toma la palabra y manifiesta un

sentimiento colectivo.

2) La DEMOCRACIA de IMPLICACION: Es el conjunto de medios por los cuales los

ciudadanos se vinculan y se ponen de acuerdo para producir un objetivo común.

3) La DEMOCRACIA de INTERVENCION: Son todas las formas de acción colectivas para obtener un resultado deseado.

Si la democracia tradicional, limitada a las elecciones, está erosionada, estas tres opciones se han afirmado. Podemos decir entonces que lo del “ciudadano pasivo” es un mito, y pasar a hablar de formas políticas no convencionales, políticas de protesta, y de una "ciudadanía civil". El desarrollo de estas formas de “contrademocracia” son complejas y problemáticas, se mezclan aspectos positivos del ascenso del poder social con tentaciones populistas, pero de esta tensión proviene el desencanto de las democracias contemporáneas.

RELEER LA HISTORIA DE LA DEMOCRACIA

Las promesas incumplidas de los gobiernos representativos constituyeron una primer etapa de la emancipación humana. El derecho de resistir a la tiranía está presente desde la Edad Media, cuando nadie imaginaba una forma de soberanía popular. Podríamos pensar la contrademocracia como una resultante de este proceso histórico, si bien no ha sido ni tan lineal ni tan simple como para no considerarlo un proceso lento y complejo. Tenemos que pensar en una nueva era de las democracias.

CONTRADEMOCRACIA

Situación actual: minoría no es el grupo opresor. Las minorías son las más oprimidas.

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Conflictos entre quienes nos representan y los medios de comunicaciòn. Tensiòn entre poderes establecidos y los medios de comunicación. Diputados vs. Periodistas

4º poder. Sin tener derecho a elegir busca dirigir elecciones; sin figurar en los consejos deliberantes busca influenciar las deliberaciones; sin participar en los consejos del soberano busca provocar o prevenir actos de gobierno

Opinión pública contribuye a una mayor legibilidad de los social. Es representativa pero es ingobernable. Similar a la soberanía nacional, es indivisble y permanente. Nadie puede realmente poseerla.

Su legitimidad deriva de la actividad. Pone a ua colectividad a prueba de sí misma. A través de la desconfianza se alimenta una visión política exigente y constructiva

La legitimidad de los políticas se ponen a prueba diariamente. Los poderes de control han ganado más espacio porque hay más distancia entre la legitimidad de los gobernantes y la legitimidad de sus acciones.

Las 3 legitimidades

Social procedimental. Se logra por número. Mayoría. Sufragio universal

Por imparcialidad. A través de independencia. Igualdad entre partes. Organismos: Justicia o autoridades independientes

Sustancial. A través de una universalidad moral. Universalidad de valores. Participan autoridades privadas diversas

ENLACES:

Slavok Zizek: La guía perversa de la ideología

Pierre Rosanvallon - Presentación de su libro

Pierre Rosanvallon: Problemas y desafíos de la democracia en el siglo XXI