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Descripción Trabajo de Grado
● Titulo Ciudad, subjetividad e imaginarios urbanos: un análisis comunicativo del Parque Tercer Milenio. ● Autor: Ana María Fonseca Bolívar ● Director: Sergio Roncallo Dow ● Jurados: Pablo Francisco Arrieta José Miguel Pereira ● Trabajo para optar por el titulo de: Comunicadora Social con énfasis en producción editorial y multimedial ● Facultad: Comunicación y Lenguaje ● Programa: Carrera ● Nombre del Programa: Comunicación Social ● Ciudad: Bogotá ● Año de presentación del Trabajo de Grado: 2008 ● Número de páginas: 150 ● Tipo de Ilustraciones: mapas, gráficos y fotografías ● Descriptores: Ciudad, comunicación, espacio público, Parque Tercer Milenio, espacio practicado, Bogotá, cartografía urbana City, communication, public space, Parque Tercer Milenio, practice space, Bogotà, urban cartography ● Resumen: La ciudad es mucha más que una serie de edificaciones y equipamientos; además no sólo juega el papel de contiente/contenido. La ciudad es la sumatoria de territorio, asentamiento humano y configuración espacial, por tanto es algo más complejo que las típicas representaciones formales que de ella se hacen.
La ciudad y en especial su configuración espacial están mediadas por un accionar humano, una serie de acciones comunicativas que van dejando huella en el territorio. Es así como los discursos y las prácticas juegan un papel importante cuando de la ciudad y su construcción se habla; aquí se hace referencia tanto a lo hegemónico como a lo emergente, todo inscrito dentro de la cotidianidad.
Es así como cada habitante de la ciudad va forjando un imaginario de ella; la memoria, lo simbólico, la experiencia propia, los discursos urbanísticos, etc. Van forjando una imagen de
ciudad, imagen que no es la misma para todo el mundo, pues con el advenimiento de la Modernidad la ciudad se fragmentó.
De esta manera surgió la inquietud por indagar sobre las repercusiones de un proyecto de renovación urbana, Parque Tercer Milenio, sobre el imaginario urbano de los practicantes de esa zona de Bogotá. El parque no apareció inscrito dentro de las representaciones, mapas, de la ciudad que tiene en la cabeza los practicantes del sector. De esta manera se evidencio una ruptura entre el discurso gubernamental que implico una prácticas urbanística, y la apropiación de ciudad que hacen sus habitantes.
Ciudad, subjetividad e imaginarios urbanos un análisis comunicativo del Parque Tercer Milenio
Ana María Fonseca Bolívar
Trabajo De Grado para optar por el titulo de Comunicadora Social
con énfasis en Producción Editorial y Multimedial
Director Sergio Roncallo Dow
Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Comunicación y Lenguaje
Comunicación Social Bogotá, 2008
Artículo 23 del Reglamento Académico
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral católicos y porque el trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales, antes bien, se vean en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”
Tabla de contenido
Introducción
1. Ciudad
1.1 Ciudad Concepto
1.2 Ciudad Real
1.3 Ciudad y Subjetividad
2. Imaginarios Urbanos
2.1 Bogotá
2.2 Centro histórico
2.3 “El Cartucho”
3. Parque Tercer Milenio
3.1 Cartografía Urbana
3.2 El PTM y la cartografía
4. Conclusiones
5. Bibliografía
6. Anexos
Introducción La ciudad es mucha más que una serie de edificaciones y equipamientos; además no sólo juega el
papel de continente/contenido. La ciudad es la sumatoria de territorio, asentamiento humano y
configuración espacial, por tanto es algo más complejo que las típicas representaciones formales
que de ella se hacen.
La ciudad y en especial su configuración espacial están mediadas por un accionar humano, una
serie de acciones comunicativas que van dejando huella en el territorio y le van dando forma. Es
así como los discursos y las prácticas juegan un papel importante cuando de la ciudad y su
construcción se habla; en este nivel se hace referencia tanto a lo hegemónico como a lo
emergente, todo inscrito dentro de la cotidianidad y filtrado por los practicantes comunes de una
ciudad: los actores urbanos.
Es así como cada habitante de la ciudad va forjando un imaginario de ella; la memoria, lo
simbólico, la experiencia propia, los discursos urbanísticos, etc. Van forjando una imagen de
ciudad, imagen que no es la misma para todo el mundo; pues con el advenimiento de la
Modernidad la ciudad se fragmenta y especializa, siguiendo las lógicas de la racionalidad
Capitalista.
Bajo ese marco y con el deseo por enlazar arquitectura y comunicación, surgió la inquietud por
indagar sobre las repercusiones de un proyecto de renovación urbana, Parque Tercer Milenio,
sobre el imaginario urbano de los capitalinos. Asunto que no estaba muy claro al comienzo, pero
con el paso del tiempo las cosas fueron tomando forma y cada vez era más clara la relación que
se podía entablar entre la comunicación y el diseño de ciudad.
Y es que las transformaciones urbanas no son asunto exclusivo del urbanismo y la arquitectura,
con los cambios formales de la ciudad es de esperar que el imaginario urbano de los citadinos se
modifique. Así que procesos de renovación urbana como Parque Tercer Milenio además de ser
asuntos paisajísticos inciden en el plano social.
El diseño de ciudad al mismo tiempo que responde a los discursos de los gobernantes también es
atravesado por los habitantes del común que practican la ciudad. Por tanto la ciudad se convierte
en un espacio de choques discursivos que van dándole forma al territorio y sobre todo dotándolo
de sentido.
Port tanto las transformaciones urbanas al mismo tiempo que responden a un concepto de ciudad
establecido por sus gobernantes deben ser validadas por los practicantes ordinarios de la ciudad.
El diseño de la ciudad debe ir acorde tanto con los discursos oficiales como con las prácticas
ordinarias que se dan en la vida cotidiana.
Así es como la ciudad no puede ser vista sólo como un plano proyectual de unos pocos, como
ocurrió con los diseños de ciudad del siglo XIX; es un espacio existencial donde por medio de la
experiencia diaria se construyen sujetos y ciudad al tiempo.
Bueno, esa sería la mejor introducción para mi trabajo; una indagación que paso por De Certeau,
Reguillo, García Canclini, Foucault; que busco ejemplificar la teoría con el cine ―otra de mis
pasiones― y que sin ningún problema encontró en la literatura una fuente indispensable para dar
cuenta de muchas categorías exploradas.
Ciudad, subjetividad e imaginarios urbanos: un análisis comunicativo del Parque Tercer
Milenio se fragmenta en 3 capítulos: el primero fue el resultado de una indagación tanto teórica
sobre la ciudad después de la Modernidad y como esta se convirtió en un escenario comunicativo
donde al mismo tiempo que discursos se desarrollan prácticas; para ello fue necesaria la revisión
de autores como Foucault y De Certeau.
Luego vendría el segundo, la indagación por los imaginarios urbanos donde Armando Silva y
García Canclini fueron de vital importancia. Por último estaría la indagación sobre Bogotá, su
centro histórico y “El Cartucho” con el ánimo de crear el contexto que condujo a la renovación
urbana del barrio Santa Inés, y con ello la construcción del Parque Tercer Milenio.
Por último está el trabajo de campo, que mediante cartografías urbanas que realizaron algunos
practicantes del Parque Tercer Milenio sobre Bogotá, se quiso identificar si este parque hacía
parte del imaginario de ciudad que tiene los habitantes del común. Con las cartografías se quería
cruzar la parte teórica de los primeros capítulo, y dejar de lado el discurso gubernamental sobre
la imagen de ciudad para adentrarse en el de la vida cotidiana.
Es así como queda esbozada la estructura de mi trabajo, que más allá de ser una indagación
teórica es una exploración muy personal donde los móviles centrales fueron el gusto por la
arquitectura y los lugares insospechados de la comunicación. Espero que el lector quede con la
misma satisfacción que me trajo a mí este trabajo y que se reconozca como la comunicación es
un asunto que trasciende la reiterada esfera mass mediática.
La ciudad
"El espacio ya no es aquel del que habla la dióptrica, tejido de relaciones entre objetos, tal como lo vería un tercero testigo de mi
visión, o un geómetra que la reconstruyera y la mirara de lo alto: es un espacio contado a partir de mi como punto o grado cero de la
espacialidad Yo no lo veo según su envoltura exterior; lo vivo desde dentro, estoy inmerso en él Al fin de cuentas, el mundo está alrededor
de mí, no frente a mí" Maurice Merleau-Ponty
Definir ciudad parecería un asunto sencillo a la luz del espacio euclidiano y los levantamientos
arquitectónicos; la ciudad se nos presentaría como un territorio delimitado dotado de un
mobiliario y unos equipamientos. Sin embargo al hablar de ciudad no sólo se hace referencia a
importantes arterias viales o grandes edificaciones que irrumpen un espacio cartesiano, la ciudad
antes que ser una obra de mampostería es un asentamiento humano. Así que la ciudad además de
contener objetos también concentra sujetos, ese así como ese espacio euclidiano se convierte en
un hábitat y sus dinámicas se complejizan, pues ya no sólo se habla de dimensiones medibles
sino de dinámicas sociales.
Espacio y territorio no son lo mismo, son términos que aparentemente denotan el mismo
significado pero no son sinónimos. El espacio es función del territorio y del sentido del lugar,
entonces según como se piense y delimite un territorio surge un espacio; el territorio sería el
referente empírico de todo espacio. Es así como la ciudad sería la sumatoria de: territorio +
asentamiento humano + configuración espacial.
El territorio se entendería como el suelo topográfico, el asentamiento humano como el conjunto
de personas que se concentran en ese suelo y la configuración espacial haría referencia a como el
asentamiento modifica el territorio para adecuarlo a sus actividades. Manuel Delgado articula los
tres elementos en su definición de ciudad:
“La ciudad es una composición espacial definida por la alta densidad poblacional y el asentamiento de un
amplio conjunto de construcciones estables, una colonia humana
densa y heterogénea conformada esencialmente por extraños entre sí”.1
La ciudad no puede ser pensada por fuera de estos tres componentes, pues no sólo es
concentración de sujetos o representaciones en damero. No obstante la configuración espacial es
el tema más recurrente cuando se habla de ciudad; el urbanismo, la arquitectura y los estudios
culturales dan cuenta de ello. Y es que la configuración espacial de la ciudad es reflejo de los
diversos procesos sociales que atraviesa una población. Parafraseando a Walter Benjamín la
ciudad y sus tipologías representan el estado de la sociedad y su mentalidad, es decir, la ciudad
vendría siendo la fisonomía de esa mentalidad.
Pero al pensar en ciudad se sigue haciendo conexión con un espacio geométrico que cumple el
papel de continente/ contenido. La ciudad por tanto parecería un gran contenedor en continua
expansión que sirve de refugio para una población que cada día es más grande. La reflexión de
Otto Bollow es pertinente con respecto a la noción generalizada que se tiene de espacio:
“Cuando en la vida cotidiana hablamos, sin reflexionar debidamente, del espacio, pensamos generalmente
en el espacio matemático, en el espacio susceptible de ser medido, en sus tres dimensiones, en metros y
centímetros; así es como lo hemos conocido en el colegio y como tenemos que planteárnoslo como base
cuando en la vida práctica queremos emplear relaciones espaciales medibles.”2
Es gracias a esa concepción, que la espacialidad de la ciudad se liga con levantamientos
arquitectónicos y obras de ingeniería que hacen de ese territorio delimitado un espacio de las
estructuras. Y es innegable porque el primer acercamiento que los sujetos establecen con los
territorios y posteriormente con los espacios está atravesados por el plano sensorial. La
percepción de los espacios de la ciudad se origina en un primer momento a partir del tacto, la
vista, el olfato, el gusto y el oído. Por eso no es de extrañar que las primeras imágenes que se
crean de una ciudad se relacionan de forma directa con las estructuras contenidas en ella, algunas
que se convierten en insignias como: el Empire State de New York, Las Petronas de Kuala
Lumpur, El Guggenheim de Bilbao, etc.
1 DELGADO, Manuel. El animal público: hacía una antropología de los espacios urbanos. Barcelona: Anagrama, 1999. Pág. 11 2 BOLLNOW. Otto. Hombre y espacio. Barcelona: Labor, 1969. Pág. 23
Bajo esas premisas el espacio entonces se nos presenta como una unidad propensa a la
intervención urbanística y arquitectónica; la ciudad por tanto se devela como una obra exclusiva
de los tecnócratas. Sin embargo la configuración espacial de una ciudad es un asunto más
complejo en la medida que no sólo se juega con intereses paisajísticos sino políticos, económicos
y culturales; además en su creación también participan los sujetos del común que habitan la
ciudad.
Por tanto la configuración espacial de una ciudad no sólo es asunto de morfología topográfica, es
una tarea que hace de la ciudad un espacio productor de sentido en la medida que permite que el
territorio sea atravesado por unas prácticas individuales y colectivas (entiéndase por prácticas
maneras de hacer), que crean múltiples realidades, un sin número de interacciones sociales y
discursos. Rossana Reguillo definiría el espacio urbano como:
“Un escenario situacional de ciertas prácticas, como un lugar en el que circulan de manera regulada
indefinida de discursos a propósito de la realidad que han sido transformados por los grupos dominantes en
sistemas cognitivos y evaluativos. El espacio urbano es un escenario de luchas entre contendientes
desnivelados y posicionados históricamente en un enfrentamiento por el poder de enunciación, capaz de
imponer, mediante la coerción o la seducción, una representación a las prácticas sociales.”3
Es así como la espacialidad de la ciudad parece un collage de prácticas que transforman
continuamente el territorio y donde sería imposible hablar de univocidad. Además, donde se
reconoce a los sujetos como constructores del espacio en la medida que son seres discursivos―
comunicativos― que mediante ciertas prácticas interviene el territorio y lo convierten en
escenario social donde se ponen en juego mucho más que unidades métricas.
Esa bifurcación de la configuración espacial como un asunto de levantamientos y prácticas es la
que ha llevado a los estudios culturales urbanos a crear dos categorías cuando se habla de
espacialidad urbana: la Ciudad-concepto y la Ciudad real. Ambas producto de la Modernidad y
su conjugación es la que nos permite entender con mayor claridad como la ciudad es un espacio
3 REGUILO, Rossana. En la calle otra vez. México: ITESO, 1991. Pág. 29
productor de sentido en la medida que crea realidades a partir de discursos hegemónicos y
emergentes que atraviesan a los sujetos4 y hacen que estos produzcan ciertas prácticas.
Tales prácticas urbanas son las que permiten que los sujetos creen lugares e itinerarios, unidades
en el tiempo y el espacio que expresan el sentido de ciudad que construyen sus habitantes. Los
lugares vendrían siendo los espacios que han logrado afectar al sujeto y que le han permitido
entablar múltiples relaciones significativas. Los lugares por tanto serían unidades estáticas― más
en el tiempo que en el espacio, puesto que los lugares perduran más en la memoria que en el
espacio geométrico― con una gran carga valorativa dada por el sujeto que se relaciona con ellas.
Los lugares son congelaciones espaciales que albergan levantamientos arquitectónicos y cargas
afectivas. Son propensos a la representación, pues tiene referentes físicos precisos. Cabe aclarar
que los lugares no sólo son construcciones subjetivas, hay muchos que se heredan por el legado
histórico que llevan encima. Un ejemplo del asunto serían los cascos históricos de las ciudades.
Hay configuraciones espaciales que hacen parte de la memoria colectiva de una ciudad, por tanto
es muy difícil que sean intervenidas por la arquitectura (plazas mayores, catedrales primadas,
casas-museo, etc.). Sin embargo su deconstrucción, ruptura del sentido común, es
responsabilidad del sujeto que las practique.
La Ciudad-museo es una categoría que da cuenta del asunto; una construcción que despliega un
discurso nacionalista que se materializa en una serie de levantamientos que simbolizan la historia
patria. Esa ciudad- museo es interiorizada por los sujetos desde los primeros años escolares,
ayuda a entender la historia y crea consciencia de ella. Además es una forma de legitimar un
discurso oficial. Estos lugares colectivos surgen de la memorización, pero no de la afección
directa entre espacio y habitante.
Entonces los lugares vendrían siendo unidades espacio-temporales atravesadas por una carga
valorativa dada por los sujetos; tal valoración bien puede darse por las vivencias propias o por 4 Sujetos que se convierten en actores urbanos, en palabras de Bourdieu citadas por Rossana Reguillo en: En la calle otra vez: “El actor urbano en tanto lo concebimos como un sujeto históricamente posicionado, ésta expuesto desde el lugar social que ocupa en la estructura a múltiples y variados discursos sobre la realidad que va introyectando en la forma de esquemas de percepción, valoración y acción.” Pág.30
una herencia colectiva. Un lugar siempre tiene un referente físico desde donde se despliega la
interacción con otros y con la estructura en sí. Marc Augé en su libro “Los no lugares: espacios
del anonimato” definiría el lugar como una construcción concreta y simbólica que hacen quienes
lo habitan respecto de su relación con el espacio, con sus semejantes y con los otros.
Es preciso aclarar que habitar se va a entender según la perspectiva de Martín Heidegger5 para
quien el habitar no es una acción o un evento, es la esencia del ser, es << el ser en el mundo>>.
El ser habita desde el mismo momento que se asienta sobre un territorio; habitar es afirmar la
presencia de la vida en el territorio. Además el habitar va de la mano con el construir, son
fenómenos íntimamente relacionados con la existencia humana; el construir es la
instrumentalización del habitar, por tanto la creación del hábitat.
Cabe anotar que cuando se configura un lugar no es necesario que su referente físico atienda a la
función generaliza que éste desempeña; por ejemplo las calles del Barrio Latino (Quartier Latin)
en París se convirtieron en barricadas levantadas por estudiantes universitarios en Mayo de 1968.
Las cajas de la luz o las paredes sobre la Carrera Séptima en Bogotá se han transformado en
lugares de expresión para el colectivo de intervención urbana Excusado o en el sitio de trabajo
para Pepe Pegotero. Las calles de Bogside en Derry, Irlanda del norte, dejaron de ser espacio de
circulación el 30 de enero de 1972 para convertirse en escenario de lucha por la igualdad de
derechos civiles.
Es así como cobran sentido las palabras de Umberto Eco cuando se refiere a los levantamientos
arquitectónicos, su función y los acontecimientos que los atraviesan:
"Que el objeto arquitectónico puede denotar la función o connotar otras cosas… desde esta perspectiva, la
calificación de "función" se extiende a todas las finalidades comunicativas de un objeto, dado que en la
vida asociativa las connotaciones <<simbólicas>> del objeto útil no son menos útiles que sus detonaciones
funcionales. Resulta evidente que las connotaciones simbólicas se consideran funcionales no solamente en
5 HEIDEGGER, Martín. Construir, Habitar, Pensar, en: http://www.accionchilena.cl/Filosofia/Construir,Habitar,Pensar.htm
sentido metafórico, sino también porque comunican una utilidad social del objeto que no se identifica
inmediatamente con la función en sentido estricto."6
"Existen en el transcurso del tiempo oscilaciones de los objetos en cuanto a sus funciones primarias (la que
se denota) y funciones secundarias (las que connotan). . . este juego de oscilaciones entre estructuras y
acontecimientos, entre configuraciones físicamente estables y el juego variable de los acontecimientos que
les confieren significados nuevos. El fenómeno que denominamos consumo de las formas, olvido de sus
valores estéticos, se basa en este mecanismo"7
Por otro lado estarían los itinerarios (De Certeau): recorridos enunciativos que también irrumpen
en las ciudades, más cinéticos espacialmente con respecto a los lugares, son recorridos afectivos
que hacen de la ciudad un gran laberinto donde reina la incertidumbre. Cada paso se convierte en
la posibilidad de entablar nuevas relaciones con el espacio y los demás practicantes en tiempo
real; por tanto la ciudad y su habitante se van construyendo de forma continua y sincrónica.
Los itinerarios son menos prestos a la representación pues como lo apunta Michel De Certau:
“No se localizan: espacializan. Ya no se inscriben en un continente como esos caracteres chinos
cuyos locutores, con el dedo índice, bosquejan con ademanes sobre la palma de la mano”.8 Los
itinerarios o recorridos son la sumatoria de pasos que no quieren dejar huella y que permiten que
los sujetos deambulen por doquier dando sentido no sólo al espacio practicado sino a ellos
mismos.
El caminante se convierte entonces en una figura constructora de ciudad; recordemos al flâneur
de Baudelaire, Daniel Quinn el detective de Paul Auster o Michel el protagonista de "À bout de
soufflé"(1959) la película de Jean-Luc Godard. Esas trayectorias que irrumpen de forma
desordenada sobre un espacio crean rupturas, el espacio planeado y estructurado cae ante la
acción individual que puede reconstruir, deconstruir o construir nuevos discursos a partir de un
espacio vivido. Es así como De Certeau habla de la geografía de acción, trazos territoriales que
surgen de las prácticas itinerantes de los habitantes de una ciudad, que no deben congelarse en
planos proyectivos que las sistematizan: 6 ECO, Umberto. La Estructura Ausente. Introducción a la Semiótica. Barcelona: Lumen, 1999. Pág. 294-295 7 Ibid, Pág. 299 8 DE CERTEAU, Michel. La invención de lo cotidiano. Vol.1. México, D.F: Universidad Iberoamericana, 2000. Pág. 109
“Sin duda alguna, los procesos del caminante pueden registrase en mapas urbanos para transcribir sus
huellas (aquí pesadas, allá ligeras) y sus trayectorias (pasan por aquí pero no por allá). Pero estas
sinuosidades en los trazos gruesos y en los más finos de su caligrafía remiten solamente, como palabras, a
la ausencia de lo que ha pasado… Sólo se deja de aprehender una reliquia colocada en el no tiempo de una
superficie de proyección. En su calidad de visible, tiene como efecto volver invisible la operación que la ha
hecho posible. Estas fijaciones constituyen los procedimientos del olvido”.9
Es gracias a las nociones de habitar, lugares y recorridos como los sujetos cobran importancia
cuando se habla de ciudad. Se convierten en productores constantes de sentido con la capacidad
de irrumpir en las obras de planificación urbana que los ven como usuarios y no como
constructores.
De esta manera la ciudad se nos presenta como una construcción cultural que forja subjetividades
en la medida que permite el choque de discursos y prácticas que se reflejan en la configuración
espacial que cada actor urbano hace de la ciudad. La ciudad es un espacio de producción de
sentido donde se fusiona el espacio planeado y el espacio practicado.
Retomando las dos categorías mencionadas anteriormente: Ciudad-concepto y Ciudad real. Es
preciso profundizar en esos dos conceptos que parecen opuestos cuando de ciudad se habla, sin
embargo son complementarios si se piensa que el habitante urbano construye realidades y
discursos en la medida que se relaciona tanto con el espacio normalizado de las estructuras como
con el espacio social de las interacciones en la vida cotidiana.
1.1 La ciudad-concepto
Sin duda la Modernidad impulsó la visión de la ciudad como un espacio sistémico regido por
unos principios funcionalistas (de uso), donde la circulación es el elemento primordial. El
discurso organicista de Lamarck se aplica a la ciudad; por tanto nociones como órgano,
9 Ibid, Pág. 109
organismo y función fueron las que guiaron la planeación urbana de la época―y las que más de
medio siglo después rigen el diseño urbano latinoamericano― . Este discurso de finales del siglo
XVIII se fusiona con el de Adam Smith y David Ricardo quienes se preocupan por el
funcionamiento de la organización social a partir de directrices económicas. Por tanto la ciudad-
concepto del Movimiento Moderno se construye bajo premisas funcionalistas que favorecen el
sistema económico del momento.
Y es que para la época, Europa hacía tránsito entre el capitalismo mercantil y el capitalismo
industrial. Este cambio en el sistema económico trajo consigo una serie de transformaciones
sociales que se reflejaron en las ciudades; la industrialización se apropió de las ciudades y creó
alrededor de ellas un discurso progresistas que atraía cada vez a más personas. En términos de
Adam Smith se podría decir que la fuerza productiva se incrementó, por tanto la riqueza iba a
aumentar.
Las ciudades sufrieron grandes cambios morfológicos con esta transformación económica, ya no
eran tan importantes las cúpulas de Brunelleschi o las esculturas de Ghiberti (reconocidos
escultores del Quattrocento italiano), la estética paisajística de las ciudades fue reemplazada por
operaciones funcionales que se materializaban en lugares planeados que respondían a una
necesidad específica. Como muestra importantes arterias viales como la Calle Mayor de Madrid
o La Rue Saint Antoine en París que garantizaban la accesibilidad a las zonas céntricas en el
menor tiempo posible. Y es que con este nuevo sistema económico el tiempo era un factor
primordial, la ganancia ya no se calculaba sólo en el momento del intercambio de la mercancía,
sino podría ser previsto desde el momento en que se iniciaba la producción de los objetos a
comerciar.
Por tanto las ciudades debían planearse de manera que no se desperdiciara el tiempo y la mejor
forma era crear núcleos funcionalistas. La ciudad se fragmenta y especializa, además sufre
grandes explosiones demográficas. Renato Ortiz en su libro “Modernidad y espacio: Benjamín
en París” ejemplifica la transformación que trajo la Modernidad a la configuración espacial:
“Durante el siglo XVIII los edificios concentraban en su interior un menor número de divisiones, y
solamente un departamento tenía vista a la calle. Aunque ya existiese una clara diferencia entre los grupos
sociales, lo departamentos al frente estaban mejor iluminados que los del fondo, y poseían entradas
diferentes; había una circulación diversificada de personas. El segundo piso era el noble, suficientemente
apartado del bullicio de la calle, pero no tan alto como para alcanzar a los moradores cuando subían las
escaleras. La planta baja (al nivel de la calle) era consagrada al comercio; en el primer piso vivían los
comerciantes. Los pisos superiores disfrutaban de poco prestigio, pues exigían un esfuerzo físico
considerable para subir las escaleras. El quinto piso, a pesar de tener un gran balcón, era poco apreciado,
pues se separaba del piso de la servidumbre apenas por un fino techo de madera. A esta variedad de
habitaciones correspondía una jerarquía de signos distintivos: en la escalera principal cohabitaban las
puertas grandes para los señores y locatarios secundarios. Las señas señales decorativas procuraban incluso
demarcar, en la entrada de cada morada, el status de aquellos que la habitaban.
El advenimiento de una sociedad moderna transformará esta configuración espacial. Un primer cambio es
de naturaleza vertical; crece el número de pisos, lo que se hace a través de un aumento de la densidad del
volumen del predio. En segundo lugar, cada piso es subdividido, dando origen a dos o tres departamentos.
Por lo tanto, sin cambiar la proporción de las fachadas tradicionales, o la altura de los edificios, la cantidad
de viviendas se multiplica. La parte del frente, que da a la calle, comienza así a ser valorada; la invención
del elevador permitirá que incluso los pisos más altos sean alcanzados sin mayores dificultades. Data de
esta época, los años sesentas, la construcción sistemática de las escaleras de servicio, separando
definitivamente el circuito de los señores del de los empleados. Paralelamente a este movimiento, los
interiores se especializan. Surge en las casas un sector de servicio que se libera del espacio de recepción. El
sector de servicio se compone de la cocina, de una abertura intermedia entre ésta y los otros cuartos, y el
pasillo de los empleados. Antes, el cuarto de la empleada doméstica se encontraba próximo al de sus
patrones, aunque, está claro, en una ubicación secundaria. La racionalización de las funciones va a
expulsarla hacía fuera de la casa, situándola en las exiguas locaciones del último piso. Ésta integra con la
escalera de servicio, todo un mundo negativo que se contrapone a la positividad de la parte “noble” del
edificio.”10
Con la racionalización del espacio es más sencillo ejercer control sobre la población, pues se
asume que cada núcleo alberga cierto tipo de personas. La población se tipifica según el lugar
que habite dentro de la ciudad y sobre todo la función que desempeña; por eso no es de extrañar
que la dicotomía burgués / proletario surja en la misma época y discursos como el marxista
cobren tanta importancia.
10 ORTIZ, Renato. Modernidad y espacio: Benjamín en París. Bogotá: Norma, 2000. Pág.42-43
La especialización espacial además de fragmentar el territorio, hace inminente una ruptura en el
plano social; cada sector de la población se apropia de ciertos espacios de la ciudad, lo que
conlleva una apropiación arbitraria del territorio que fomenta las brechas entre unos y otros. Los
burgueses no quieren residir en la misma zona que los trabajadores industriales, por eso deciden
migrar de las zonas céntricas como lo señala Renato Ortiz: “Los más ricos migran hacia el oeste,
hacia el margen derecho del Sena; el mundo del trabajo se concentra en el este, porque los operarios
buscan mayor proximidad al atelier. La ciudad se especializa, el espacio se transforma”.11
Tanto la fragmentación como la especialización del espacio, bien en el plano económico y en el
de la vida cotidiana, hacen que el suelo deje de ser entendido sólo como una unidad topográfica
presta a la construcción. El territorio se convierte en una mercancía sujeta a la especulación del
mercado por tanto es un bien que debe ser protegido para que su valor se mantenga o aumente.
Las dinámicas sociales cobran importancia en este nivel, pues no sólo se habla de un terreno
situado en cierta parte de la ciudad, sino de las personas que lo habitan y circundan; las que le
dan cierto valor abstracto que se refleja en un precio determinado.
Es así como podemos afirmar que las ciudades de la Modernidad surgen a partir de ciertas
transformaciones económicas que cambian las lógicas sociales del momento. El tiempo y el
espacio se convierten en las unidades base de la racionalidad predominante de la época que
busca el progreso― acumulación de capital―.
Se podría afirmar que la ciudad moderna es la ciudad burguesa por excelencia. Es el resultado de
una serie de transformaciones políticas y económicas promovidas por una clase que para
mediados del siglo XVIII apenas emergía, pero que un siglo después era la que controlaba el
poder. Ese poder político y económico que ya no era propiedad de la iglesia o la monarquía se
refleja en la ciudad. Como se había mencionado con anterioridad la preocupación ya no eran las
vidrieras de una catedral o los jardines de un palacio. La burguesía buscaba ganancia tanto en el
plano económico como político por eso al mismo tiempo que planeaba la construcción de
grandes vías ferroviarias se preocupada por implantar políticas higienistas.
11 Ibid, Pág. 23
Como lo apunta Foucault cuando habla de la arquitectura a finales del siglo XVIII no sólo se
habla de construcción que exaltan el paisaje urbano de una ciudad, son intervenciones que
reafirman intereses económicos y políticos; además no sólo dependen de ladrillo y hierro, son
estructuras de planeación estratégica que responden a un discurso progresista, por tanto a una
tecnología política que se materializa en prácticas científicas: “Desde finales del siglo XVIII la
arquitectura comienza a estar ligada a los problemas de población, de salud, de urbanismo.
Antes, el arte de construir respondía sobre todo a la necesidad de manifestar el poder, la
divinidad, la fuerza. El palacio y la iglesia constituían las grandes formas a las que hay que
añadir las plazas fuertes: se manifestaba el poderío, se manifestaba el soberano, se manifestaba
Dios. La arquitectura se ha desarrollado durante mucho tiempo alrededor de estas exigencias.
Pero, a finales del siglo XVIII, aparecen nuevos problemas: se trata de servirse de la
organización del espacio para fines económico-políticos”.12
La ciudad moderna por tanto no sólo es un conjunto de edificaciones organizadas al azar, es un
territorio planeado que responde a unas necesidades específicas, las necesidades de la burguesía.
Por tanto la configuración espacial de la ciudad en esta época se ve atada a los planes de los
urbanistas, quienes traducen los intereses de la burguesía y les dan forma: pasajes, boulevard,
arterias viales, etc.
Por eso no es de extrañar, que autores como Michel de Certeau hable de la ciudad-concepto
como una ciudad panorama que se planea para un ojo celestial y no para los practicantes
ordinarios. Una ciudad propia de los tecnócratas que plasman en ella la racionalidad económica
que impulso la Revolución Industrial. Esa ciudad – concepto hace del espacio una unidad presta
a la racionalización, la organización y la planeación, donde no se puede pensar en rupturas que
desestabilicen el sistema. La ciudad se transforma en un objeto de cálculo donde los errores no
están permitidos, recordemos la parte de “Metrópolis”(1927) de Fritz Lang donde la “Maquina
Corazón” es destruida por los trabajadores, tanto el submundo como la metrópolis entran en
crisis.
12 "El ojo del poder", Entrevista con Michel Foucault en: http://www.ciudadpolitica.com/modules/news/article.php?storyid=50
Cobra sentido la siguiente afirmación de Baudrillard cuando pensamos en la ciudad como un
todo funcional donde el sentido es otorgado por las funciones significativas que hacen de este
territorio un espacio del capitalismo industrial donde el progreso económico arrasa cualquier otra
racionalidad; la ciudad entendida como un objeto a intervenir en el momento de una “universal
semantización del entorno, donde todo deviene objeto de cálculo de función y de significación.
Funcionalidad total, semiurgía total”. 13
La ciudad-concepto por tanto hace referencia a esa ciudad que se pensó como un plano
proyectual donde los objetos debían organizarse de cierta manera para que el sistema de
producción funcionara de forma óptima. Una ciudad diseñada desde la concepción del espacio
euclidiano para albergar a una infinidad de sujetos que se convirtieron al mismo en multitud y
fuerza de trabajo.
Y es precisamente con la funcionalización del espacio como los sujetos también entran a
pensarse bajo esa lógica, la vida cotidiana se planea y parece que los sujetos se convirtieran en
autómatas que siguen los cambios sociales sin poner resistencia alguna. La multitud como lo
señala Baudelaire surge y se apodera de la Modernidad, por eso es necesario controlarla a través
de ciertos dispositivos de vigilancia y normalización.
En este punto entraría el discurso de Foucault quien nos habla de las sociedades disciplinarias y
como estas se apoderan del cuerpo de los sujetos para que el sistema funcione (Biopoder)14. La
ciudad se atiborra de emplazamientos funcionales y cuerpos dóciles al servicio de la industria.
“Tiempos Modernos” (1936) de Charles Chaplin da cuenta del asunto, Charlot pierde la
autonomía sobre su cuerpo luego de los largos ciclos de repetición a los que se ve sometido por
apretar tornillos en la fábrica donde trabaja. Lo mismo sucede con Freder de “Metrópolis” que
queda extenuado luego de ocupar el lugar de uno de sus trabajadores en el submundo por varias
horas.
13 BAUDRILLARD, Jean. Crítica de la economía política del signo. México: Siglo XXI, 1974. Pág. 225 14 Entiéndase por Biopoder un conjunto de prácticas que tiene como fin explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar la población.
Mientras cada industria se preocupa por controlar su fuerza de trabajo el gobierno tiene que
pensar en la población en total. La multitud que a ciertas horas sale de sus lugares de trabajo y se
despliega en las calles como lo deja ver Gustavé Dore en su colección “London: A
Pilgrimage”15 o lo apunta Edgar Allan Poe en su cuento “El hombre de la multitud”:
“Conforme iba haciéndose de noche, el gentío aumentaba. Cuando se encendieron las luces, dos densas y
continuas corrientes de transeúntes comenzaron a entrar y salir del establecimiento. Nunca me había
encontrado en una situación como aquélla, y por tanto, aquel mar tumultuoso de cabezas humanas me
llenaba de una emoción deliciosamente nueva. Dejé de prestar atención a lo que sucedía en el interior del
hotel para absorberme de lleno en la contemplación del exterior. Al principio mis observaciones adoptaron
un cariz abstracto y general. Miraba a los transeúntes en masa y pensaba en ellos como formando una
unidad amalgamada por sus características comunes”. 16
La multitud se apodera de la ciudad por eso hay que controlarla, el mecanismo de seguridad de
Foucault se aplica a la ciudad moderna donde es imposible hablar de individuos, hay que
concentrarse en la población. Además el Panoptismo, modelo de control social, se instaura en las
ciudades mediante la traza de los urbanistas; en la ciudad todo se hizo visible, todo se hizo
controlable, todo se hizo pre-visible y, por ende, corregible. Por eso no son de extrañar las
reformas urbanas como las del Barón de Haussmann en el centro de París; el artista de la
demolición como se autodenomino diseño la ciudad de forma que no se pudieran levantar
barricadas, desplazo hacia la periferia a la clase trabajadora― que consideraba peligrosa― e
hizo del centro de París un lugar exclusivo para la burguesía.
El plan de renovación de Haussmann fue un encargo de Napoleón III a mediados del siglo XIX;
la idea era hacer de París una ciudad moderna cambiando las trazas medievales que se
conservaban en la zona céntrica. Las pequeñas callejuelas fueron reemplazadas por amplios
bulevares y jardines, eso implico la destrucción de cientos de edificios y casas que daban cuenta
de la historia parisina. Los detractores de Haussmann hablan del plan como una contundente
destrucción del París antiguo; destrucción propia de la Modernidad como lo apunta Marshall
Berman: “es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento,
15 Ver anexo 1 16 Tomado de: http://www.bifurcaciones.cl/006/reserva.htm
transformación de nosotros y el mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo
que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos”.17
Sin embargo las renovaciones de Haussmann tuvieron gran aceptación en las clases pudientes
quienes vieron plasmados los ideales de la Modernidad en la nueva ciudad. Las políticas de
expropiación forzosa que iban en total contravía con el derecho liberal tradicional de la época,
que concebía la propiedad privada como un derecho ilimitado, pasaron a un segundo plano luego
de ver terminado el diseño de Place de l'Etoile o la Ópera de Garniel. La burguesía estaba más
que complacida con el trabajo de Haussmann pues en corto tiempo había convertido el centro de
París en un lugar seguro y exclusivo. “La ejecución de las diversas operaciones no exigió más
que cinco años. Era el destripamiento de la vieja París, de los barrios de los motines, de la
barricada, con una larga avenida central penetrando de un lado a otro este laberinto
impracticable, ladeado por comunicaciones transversales”.18
Por otro lado la clase trabajadora no estaba tan contenta con la haussmanización, ya que fue
desplazada hacía los barrios de la periferia donde no contaba con los mismos servicios que los
habitantes de la zona céntrica. Esto conllevo la creación de cinturones de miseria alrededor del
centro parisino; reflejados en la actualidad en las Banlieue19 que circundan a París y cuya
población al sentir la segmentación social no repara en crear disturbios como los del 2005.
Muestra del asunto es la película de Mathieu Kassovitz “La Haine”: veinticuatro horas en la vida
de tres jóvenes de un barrio marginal de París quienes son hostigados permanentemente por la
policía.
Los inminentes disturbios que podían generar las intervenciones de Haussmann sumados a los
riesgos de una Guerra Civil hicieron que el diseño de la nueva París siguiera unas lógicas
17 BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad. México: Siglo Veintiuno, 1989. Pág. 18 ORTIZ, Renato, Op. Cit, Pág. 30 19 Término propio de la lengua francesa con el cual se denominan los suburbios de las grandes ciudades. A partir de los años 60, se construyeron en las periferias de las más importantes ciudades francesas zonas residenciales en las que se empezó a concentrar en un primer momento la población obrera; conformada en su gran mayoría por inmigrantes africanos. Luego se sumaría la población desarraiga de la misma ciudad que no pudo seguir las dinámicas de la urbe. Estos suburbios se caracterizan por una alta densidad población que se concentra en edificios de medida altura y gran parcelación. Además son zonas desprovistas de centros de ocio, equipamientos, espacios públicos adecuados.
panópticas. Los bulevares tenían las dimensiones justas, 30 metros de ancho (Ortiz, 32), para
que pudiera pasar las filas del ejército de Napoleón III, el pavimento de las calles era en madera
para impedir el levantamiento de barricadas y se ubicaron estratégicamente edificios oficiales,
como los cuarteles, para la eficaz labor de las fuerzas del orden.
Además el plan de Haussmann dictó una serie de políticas que uniformizaban la facha de las
casas y la altura de los edificios; el paisaje del centro de París se convirtió en menos de una
década en un conjunto de edificaciones homogéneas atravesadas por grandes arterias viales.
Haussmann racionalizo el espacio según las lógicas de la industrialización y por ende de la
burguesía; adelanto proyectos de sanidad y alcantarillado para combatir las epidemias de la
época (cólera y peste) y adapto las calles del centro para los nuevos sistemas de transporte
masivo.
El plan Haussmann es un ejemplo claro de las intervenciones urbanísticas de la época donde la
ciudad se ve como un todo al servicio de la industria y la circulación. Además donde se plasman
los ideales burgueses de una metrópolis moderna que al mismo tiempo que debe cumplir unas
funciones industriales es un centro importante de consumo; los pasajes dan cuenta del asunto.
Sin embargo el plan también da muestra de una pugna entre centro y periferia, lo que se quiere
invisibilizar se desplaza, por tanto sale del plano urbano que se planea, organiza y racionaliza. Se
podría afirmar que este plan es una muestra de la ciudad dual donde la periferia se abandona
debido a que la ciudad se configura con el propósito de centralizar la oferta20. Oferta que no sólo
hace referencia a flujos económicos, sino también culturales.
Es así como la ciudad se nos muestra como un todo a intervenir según las lógicas de un grupo
predominante. El espacio se configura de tal manera que responda a las necesidades del sistema
económico y político. La ciudad se convierte en centro de progreso y los habitantes parecen más
piezas productivas que ciudadanos. La ciudad forja sentido desde las dinámicas de la burguesía
que impone una forma de ciudad y por tanto de habitar en ella. Henri Lefebvre apuntaría al
respecto: “La consideración de la ciudad como obra de determinados <<agentes>> históricos y
20 CASTELLS, Manuel. La era de la información: economía, sociedad y cultura. Siglo Veintiuno, 1999
sociales nos lleva a una cuidadosa distinción entre acción y resultado, grupo (o grupos) y su
<<producto>>, lo que no implica su separación”21
Es de esta manera como la Ciudad-concepto se nos presenta como una categoría de
configuración espacial que desconoce varias realidades, por tanto sentidos de ciudad, y se
concentra en exaltar el modelo de unos pocos que contribuyen de forma directa con un sistema
económico y unas racionalidades específicas. Por eso no es de extrañar que la Ciudad-concepto
como lo expresa Michel De Certeau sea más una utopía que una realidad, pues desconoce un sin
número de discursos emergentes que van más allá de la operatividad y la funcionalidad.
Siguiendo los postulados de Michel de Certeau sobre la ciudad como simulacro teórico
construido a partir del conocimiento óptico, cabe destacar las tres operaciones que reafirman la
visión de ciudad como un asunto de planeación científica y técnica:
• Por un lado estaría la producción de un espacio propio que se organiza de forma
racional y excluye cualquier tipo de contaminación (física, mental o política). Operación
que recapitula lo expuesto con anterioridad donde el ejemplo más claro sería todo el
discurso normalizador al que hace referencia Michel Foucault en “Vigilar y castigar:
nacimiento de la prisión”; en especial la higienización del espacio. Otra muestra del
asunto serían las intervenciones como las de Haussmann que ejemplifican el modelo de
ciudad dual donde la periferia se invisibiliza. Intervenciones que más medio siglo
después se convirtieron en modelo a seguir para los latinoamericanos― para la clase
burguesa que se va consolidando desde finales del siglo XIX― como lo apunta José Luis
Romero:
“Una sociedad que se renovaba parecía exigir una transformación de su hábitat. Y, ciertamente
numerosas ciudades latinoamericanas comenzaron comenzaron a renovar su fisonomía a partir de
las últimas décadas del siglo XIX… Las nuevas burguesías se avergonzaban del aire colonial que
conservaba el centro de la ciudad y, donde pudieron, trataron de transformarlo sin vacilar, en
algunos casos, en demoler algunos sectores cargados de tradición y obligar el desplazamiento de
sus habitantes… Una influencia decisiva ejercía sobre las nuevas burguesías el modelo de la
21 LEFEBVRE, Henri. El derecho a la ciudad. Barcelona: Ediciones Península, 1978. Pág. 18
transformación de París, imaginada por Napoleón III y llevada a cabo por el Barón de
Haussmann.”22
• Una segunda operación haría referencia a la ciudad como un sistema sincrónico23 donde
se hablaría del no tiempo. La memoria y las tradiciones son remplazadas por eventos
instantáneos y precisos que anulan cualquier posibilidad de resistencia. Es así como la
ciudad moderna y los hechos urbanos se nos presentarían como acontecimientos sin
historia donde sería imposible hacer estudios longitudinales. Cabe aclarar que el proyecto
moderno se concibe como un nuevo comienzo civilizatorio que niega el periodo
medieval.
En esta operación también se puede ligar las diversas intervenciones en los cascos
históricos de las ciudades y como la demolición se convirtió en sinónimo de progreso;
además esa imposición del no tiempo urbano daría cuenta de la rutinización de la vida
cotidiana donde el hecho urbano se reduciría al desempeño de una labor específica. Un
ejemplo claro la imagen industrial de San Petersburgo que nos presenta Dziga Vertov en
su película de 1929 “El hombre de la cámara”: una repetición a gran velocidad de
actividades diarias que nos presentan a la ciudad rusa bajo una estética futurista y
constructivista.
• Por ultimo estaría la creación del sujeto universal y anónimo; la ciudad en si convertida
en un territorio funcional donde todo es estable, aislable y propenso a la articulación. Los
habitantes de la ciudad por tanto se convierten en piezas de este engranaje, se piensan
tanto como objetos como sujetos. Por tal razón postulados como los del arquitecto suizo
Le Corbusier a principios del siglo XX no suenan tan descabellados a la luz de esta
operación; los sujetos cumplen tres funciones: habitar, recrearse y trabajar por tanto la
ciudad debía zonificarse a partir de tales categorías. La circulación sería la función que
permite la articulación de las tres anteriores.
22 ROMERO, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín: Editorial Universidad de Antioquía, 1999.Pág.329 23 Entiéndase por sistema sincrónico la organización vertical de eventos que no se desarrollan a lo largo de la historia. Por tanto se opone a lo diacrónico en la medida que este último es un sistema longitudinal donde se puede ver el antes y el después, el evento se convierten un asunto histórico.
“La zonificación es la operación que se realiza sobre un plano urbano con el fin de asignar a cada
función y a cada individuo su función adecuada… Los planes determinarán la estructura de cada
uno de los sectores asignados a las cuatro funciones claves y señalarán su emplazamiento
respectivo en el conjunto… La zonificación, teniendo en cuenta las funciones claves― habitar,
trabajar y recrearse― introducirá orden al espacio urbano. La circulación, esa cuarta función, debe
tener un único objetivo: poner a las otras tres en comunicación útil.”24
Es de esta manera como la ciudad como concepto responde a una serie de planes estratégicos que
intentan articular: espacio, tiempo y población. Mediante la imposición de funciones que den
origen a emplazamientos y por tanto creen sistemas sincrónicos. Todo bajo la óptica del sistema
económico y las lógicas funcionalistas de la época.
Cabe resaltar que estas transformaciones urbanas no fueron asunto exclusivo de Europa, un siglo
después dichos cambios se replicarían en Latinoamérica. La burguesía latinoamericana
reproduciría los modelos europeos y adoptaría la concepción de progreso; como lo afirma José
Luis Romero dos modelos europeos tuvieron gran acogida en la transformación urbana de las
ciudades capitales y portuarias de Latinoamérica: “Dos modelos europeos tuvieron particular
resonancia en Latinoamérica: el de la Inglaterra victoriana y el de la Francia de Napoleón III. Y a
imitación de ellos ―y bajo su despótica influencia― crecieron las nuevas burguesías latinoamericanas, y
traduciéndolos elaboraron sus formas de vida, con algo propio y algo extraño, como siempre.”25
Es importante aclarar que las transformaciones urbanas latinoamericanas se dan a la par el
surgimiento de la burguesía a finales del siglo XIX. Las ciudades van cambiando al mismo
tiempo que la estructura social se modifica. “Desde 1880 muchas ciudades latinoamericanas
comenzaron a experimentar nuevos cambios, esta vez no sólo en su estructura social sino
también en su fisionomía”.26 Sin embargo en Latinoamérica estas primeras transformaciones no
iban muy ligadas con el cambio en el sistema económico, sino por el anhelo de la clase
emergente por parecerse a los europeos.
24 Le Corbusier. Principios del urbanismo: la carta de Atenas. Barcelona: Ariel, 1979. Pág. 45 y 121 25 ROMERO, José Luis, Op. Cit, pág. 340 26 Ibid, Pág. 295
Los verdaderos cambios urbanos se darían luego de la crisis de 1930 cuando la población
comienza a crecer de forma desmedida y las ciudades se convierten en el centro de recepción de
cientos de personas que abandonaron las zonas rurales. Esa explosión demográfica fue el
elemento que marco el cambio entre unas ciudades propias de la burguesía y unas masificadas.
“La explosión urbana modificó la fisionomía de las ciudades. Se quejaron de ello quienes la
habían disfrutado antes, apacibles y sosegadas, pero, sobre todo con una infraestructura
suficiente para el número de sus habitantes. Los invasores la desfiguraron e hicieron de ellas
unos monstruos sociales que revistieron además, por los mismo años, los caracteres inhumanos
que les prestó el desarrollo técnico.”27
Al mismo tiempo que la industria comenzaba a desarrollarse, las ciudades padecían problemas de
servicios públicos y sanidad. Es a partir de ese momento que surgen en Latinoamérica las
formaciones suburbanas: campallas en Chile, villas en Argentina, favelas en Brasil, categriles en
Uruguay, ciudades perdidas en México, pueblos piratas en Colombia, barriadas en Perú.
Nombres que les asignaban las clases dominantes que veían en esa “otra sociedad” una amenaza
para el ideal de progreso y por supuesto para la sociedad normalizada:
“La ciudad contendría dos sociedades coexistentes y yuxtapuestas pero enfrentadas en un principio y
sometida luego a permanente confrontación y a una interpretación lenta, trabajosa, conflictiva, y por cierto,
aún no consumada.
Una fue la sociedad tradicional, compuesta de clases y grupos articulados, cuya tensiones y cuyas formas
de vida transcurrían dentro de un sistema convenido de normas: era, pues una sociedad normalizada. La
otra fue el grupo inmigrante, constituido por personas aisladas que convergían en la ciudad, que sólo en ella
alcanzaban un primer vinculo por esa sola coincidencia, y que como grupo carecía de todo vínculo y, en
consecuencia, de todo sistema de normas: era una sociedad anómica instalada precariamente a lado de la
otra como grupo marginal”.28
Es de esta manera como la ciudad concepto propia de la modernidad sólo es posible en
Latinoamérica a mediados del siglo XX. Sin embargo ciudades como Buenos aires, México D.F
y San Pablo fueron las que iniciaron primero el desarrollo industrial. Por eso no es de extrañar
27 Ibid, Pág. 398 28 Ibid, Pág. 400
que estas tres ciudades se encuentren inscritas en la lista actual de las megaciudades mundiales
presentada por la UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas) en su informa “sobre el
estado de la población mundial del 2007”.29
En el caso Bogotano es pertinente resaltar que la explosión demográfica más significativa no fue
la de 1930, como consecuencia de la violencia política la migración más contundente se da a
mediados del siglo XX. La ciudad crece de forma desmedida y al mismo tiempo que desarrolla el
sector industrial tiene que prestar a tención a la ruralización de la ciudad; causada por el gran
flujo de migrantes rurales que recibe la capital.
Es de esta manera como se cruza el contexto europeo con el latinoamericano; transformaciones
urbanas que siguen las mismas lógicas, pero a destiempo. El posicionamiento de la burguesía y
los cambios económicos son los dos móviles primordiales que fundan la ciudad como concepto:
ideal espacial que por medio de la funcionalización hace posible el progreso.
Sin embargo la ciudad no sólo se reduce a directrices teóricas que pugnan por sociedades
disciplinarias que contribuyan a reafirmar un discurso económico y político determinado. La
ciudad al ser un sentamiento humano se consolida como un hábitat de la multiplicidad; así como
se describió en el caso francés, la ciudad no sólo era burguesía también estaba la fuerza
trabajadora congregada en la periferia. Lo mismo lo demuestra el ejemplo Latinoamericana que
además del grupo tradicional en las ciudades se asientas los migrantes y con ellos las dinámicas
sociales de las metrópolis se van transformando.
De hecho antes de clasificar a la población que se asienta en la ciudad y otorgarles ciertas
funciones dentro del contexto social, cabe ver al habitante de la ciudad como un sujeto
expectante que antes de racionalizar el espacio según parámetros económicos tiene un
acercamiento experimental con la ciudad. La vida cotidiana de los habitantes de la ciudad es la
que rompe el sistema urbano planificado, en términos de Foucault al mismo tiempo que se
imponen los poderes se instauran las resistencias. Como lo afirma Michel de Certeau:
29 San Pablo se encuentra en el cuarto puesto, le sigue ciudad de México en el octavo y Buenos Aires en el décimo sexto. http://www.unfpa.org/swp/2007/presskit/pdf/swp2007_spa.pdf
“La ciudad sirve de señal totalizadora y casi mítica de las estrategias socioeconómicas y políticas, la vida
urbana deja cada vez más de hacer reaparecer lo que el proyecto urbanístico excluía. El lenguaje del poder
<< se urbaniza>>, pero la ciudad está a merced de los movimientos contradictorios que se compensan y
combinan fuera del poder panóptico. La ciudad se convierte en el tema dominante de los legendarios
políticos, pero ya no es un campo de operaciones programadas y controladas. Bajo los discursos que la
ideologizan, proliferan los ardides y las combinaciones de poderes sin identidad legible, sin asideros, sin
transparencia racional: imposibles de manejar. ”30
1.2 La ciudad real
Si es cierto que por todos lados se extiende y se precisa la cuadrícula de la “vigilancia”,
resulta tanto más urgente señalar cómo una sociedad entera no se reduce a ella; qué procedimientos populares (también minúsculos y cotidianos) juegan con
los mecanismos de la disciplina (...) en fin, qué maneras de hacer forman la contrapartida, del lado de los consumidores (...) de los procedimientos mudos que
organizan el orden sociopolítico. Michel de Certeau
Con el debilitamiento de la razón como eje primordial de la existencia, el proyecto de la
modernidad va perdiendo fuerza y con ello la ciudad-concepto va en decadencia; pues al mismo
tiempo que una ideología pierde vigencia sus obras están prestas a la crítica.31 Desde los
postulados de Kant a finales del siglo XVIII ya eran notorias las discrepancias con respecto a la
razón como única fuente para acceder y crear conocimiento.
La visión objetiva de la realidad que se obtenía mediante el método científico se contrapone a las
fraccionadas visiones de mundo que surgen de la subjetividad individual. Lo objetivo va
quedando relegado con los primeros acercamientos filosóficos hacia la subjetividad. Bajo tal
premisa los sujetos comienzan a cobrar importancia, pero ya no sólo como seres racionales. La
percepción y el sentir se tornan importantes, por eso no es de extrañar el auge a comienzos del
siglo XX de corrientes filosóficas como la fenomenología o artísticas como el dadaísmo.
30 DE CERTEAU, Michel, Op. Cit, pág.107 31 Por ejemplo el Lebensraum (espacio vital) del Nacional Socialismo Alemán; el Index Expurgatorius (listado de libros prohibidos) de la Edad Media; o bien el panóptico de la Modernidad.
La fenomenología por un lado sería la reivindicación filosófica de la experiencia frente a la
razón. Ya con Hegel se criticaba el esquema del conocimiento racional y se proponía una forma
nueva de ver las cosas que permitiera captarlas en su verdadera esencia. El nuevo esquema
propuesto consistía en la búsqueda de la esencia del objeto en el objeto mismo, captándolo en
forma “pura”, tal cual se presenta o se nos es dado, antes de cualquier acto como la abstracción,
el juicio o la deducción.
La intuición es revalorada frente a la razón por la fenomenología como fuente legítima de
conocimiento. La conciencia subjetiva es la encargada de darle sentido al entorno, por medio de
la experiencia directa se adquiere conocimiento y por tanto se le otorga significado al mundo que
nos rodea. La razón pierde validez en la medida que el sentido de lo que nos rodea no se recibe o
extrae del objeto, sino se construye con él. Edmund Hussler definiría a la fenomenología como:
“Una ciencia inauditamente original entra en nuestro círculo visual: una ciencia de la subjetividad
trascendental concreta, como subjetividad dada en la experiencia trascendental real y posible; ciencia que
constituye el extremo opuesto a las ciencias en el sentido vigente hasta aquí, a las ciencias
<<objetivas>>.”32
Esa degradación de las lógicas modernas va acompañada del cambio de visión con respecto a la
ciudad. Ese sistema orgánico regido por una racionalidad capitalista donde todo es funcional y
marcha al ritmo del binomio tiempo/espacio; es trastocado por una serie de visiones que hablan
de múltiples racionalidades, por tanto diversas formas de ver el mundo y construir realidades.
Como lo apunta Fernando Cruz Kronfly cuando habla de la racionalización del espacio y la
multiplicidad de lógicas existentes: “No sólo el hombre sino la sociedad y la cultura no son más
que espacios desgarrados por el cruce de múltiples << racionalidades>>, de más o menos
numerosas lógicas contrarias, contradictoras o antagónicas, según el caso.”33
Es bajo esas premisas como la ciudad deja de ser concebida como un sistema compacto, se
convierte en un escenario relacional donde la vida cotidiana y las prácticas acompañan a las
funciones. Cabe aclarar que la ciudad real no reemplaza a la ciudad- concepto y viceversa, son
32 HUSSLER, Edmund. Meditaciones cartesianas. Fondo de Cultura Económica, 1986. Pág. 76 33 CRUZ Kronfly, Fernando. ¿Racionalización del espacio?, en: Revista Proa, No. 351 (junio 1986). Pág. 24
categorías que se yuxtaponen y de su fusión sale una imagen más precisa de la ciudad. La
planeación comienza a compartir lugar con la contingencia, los usuarios con los habitantes, la
creatividad con las reglas, los dameros con la geografía de acción, las vistas panorámicas con los
recorridos de los caminantes, etc.
Como lo diría Foucault―parafraseando “La microfísica del poder” ― al mismo tiempo que se
establecen los poderes también surgen las resistencias; esos cuerpos virtuosos que él menciona se
entrecruzan con los libertinos, la normalización se choca con las pulsiones eróticas y las
sociedades disciplinares se van quebrando de a poco gracias a prácticas microscópicas que
alteran el orden establecido. Esas rupturas tiene como escenario el mundo urbano y por tanto las
ciudades también son atravesadas por discursos alternos. Discursos que priorizan el papel de los
sujetos como constructores de ciudad en tanto habitan el espacio y lo transforman.
La ciudad real deja de lado al ojo celestial de los tecnócratas y a la “mano invisible” del
capitalismo, se preocupa por los habitantes del común que mediante sus prácticas van
configurando ciudades propias donde es imposible hablar de sistemas holísticos, como lo hace el
urbanismo. La ciudad se fragmenta y la vida cotidiana empieza a cobrar un papel fundamental,
pero la cotidianidad no vista como un ciclo de repetición, sino por el contrario como el conjunto
de actos del diario vivir que le dan sentido al espacio; según Berger y Luckman en “La
construcción social de la realidad” lo cotidiano es la realidad por excelencia. Citando a Nicolás
Gualteros la vida cotidiana no es un asunto banal, por el contrario es trascendendetal en la
medida que da cuenta de la realidad y el quehacer humano:
“La vida cotidiana se ubica en el ejercicio mismo del habitar; uno y otro, habitar y vida cotidiana, no
pueden ser considerados de manera aislada. La vida cotidiana es el lugar en que se ponen en juego los
mundos de vida, esto es, el lugar en que se intercambian y a la vez se negocian los sentidos que se le
otorgan al entorno y al sí mismo; lugar de la vivencia compartida, de la convivencia, en que se manifiestan
los sentidos de realidad coherente con las necesidades propias al continuo ejercicio de habitar-habitarse.”34
34 GUALTEROS, Nicolás. Itinerarios urbanos. París, la Habana, Bogotá: narraciones, identidades y cartografías. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2006. Pág.133
Por tanto la ciudad no sólo se nos muestra como un plano proyectual propio de la clase
dominante y las intervenciones urbanísticas. Al mismo tiempo que se traza la ciudad en el
damero se están creando cartografías individuales que son imposibles de representar bajo ópticas
funcionalistas. La ciudad real hace uso de la ciudad-concepto y la va modificando para crear
sentidos propios; la calle, la estación del metro, las plazas son concebidas más allá de la función
generalizada y se van configurando según la óptica del habitante.
Sin duda en ese proceso de re significación y como se había mencionado con anterioridad, el
dadaísmo da cuenta del asunto. Y es que Marcel Duchamp con sus ready-made ejemplifica como
los objetos no son sólo en la medida que cumplen la función establecida; hay campos de
posibilidad que trascienden esos órdenes funcionalistas y que construyen nuevas realidades. La
descontextualización de los objetos es una ruptura en el sistema, en la medida que el sentido deja
de ser una imposición y se convierte en una construcción tanto subjetiva como inter- subjetiva.
Por eso no es de extrañar el rechazo de “La Fuente” (1917) de Duchamp por la Society of
Independent Artists; la (re) significación pone en peligro a un sistema establecido y a las lógicas
que lo sostienen, por tanto se convierte en una resistencia latente.
La ciudad real aparecería entonces como una (re) significación de la ciudad como concepto. Se
entraría de lleno en las prácticas como elementos clave para la construcción de ciudad; ese
campo discursivo de la Modernidad es sobrepasado por las maneras de hacer que según Michel
de Certeau son al mismo tiempo microbianas, singulares y plurales. Esas prácticas microscópicas
que se escapan de la vigilancia panóptica son las que permiten construir ciudades propias donde
casi nada es funcional y las piezas se articulan gracias a lógicas propias.
Con referencia al asunto de la re significación y la experiencia sensible como fuente de
conocimiento, cabe destacar a la Internationale Situationniste; una vanguardia artística y política
de mediados del siglo XX influenciada por los presupuestos fenomenológicos. La ciudad y el
urbanismo eran los temas más recurrentes del movimiento, la vida urbana debía desprenderse de
las lógicas capitalistas que la convertían en un asunto de espectáculos más que de vivencias
propias; como lo sustentaba Guy Debord, el líder del movimiento, en su libro “La sociedad del
espectáculo” de 1967. Para ellos la ciudad iba perdiendo fuerza como hábitat experimental y
cada vez era más evidente como se regía por las lógicas de la disciplina panóptica: “Nos
aburrimos de la ciudad, ya que no queda ningún templo del sol. Entre las piernas de las mujeres que pasan
los dadaístas imaginaban una llave inglesa y los surrealistas una copa de cristal. Eso se ha perdido.
Sabemos leer en los rostros todas las promesas, el último estado de toda morfología… Nos aburrimos en
la ciudad, debemos ensuciarnos hasta el cansancio si queremos encontrar algún misterio en los anuncios
callejeros, último reducto del humor y la poesía.” 35
Esa preocupación y el auge de la fenomenología en los estudios urbanos en la década de los 60’s
hicieron que en Europa proliferaran intervenciones urbanas que pugnaban por hacer que los
transeúntes experimentaran nuevas situaciones. Por eso no es de extrañar que en sus escritos
aparezca la necesidad de crear barrios que expresarán diversos sentimientos humanos: barrio
extravagante, barrio feliz, barrio noble y trágico, barrio útil, incluso barrio siniestro36. Además
las representaciones de ciudad iban en total contravía con los planos cartesianos de los
arquitectos o ingenieros, representaban las ciudades como laberintos donde la única tarea de los
habitantes era perderse en ellos.37
Es gracias a ese ejemplo como la ciudad se nos muestra como una construcción a ras de piso y en
tiempo real, donde se chocan múltiples lógicas y no se habla de una sola realidad. Lo minúsculo
y laberintico cobra importancia mientras la visión panorámica va quedando relegada― se podría
afirmar que la concepción de ciudad es una de las primeras donde se marca la transición entre la
modernidad y lo que muchos llaman postmodernidad―. Michel de Certeau ejemplifica el asunto
cuando habla de la ciudad como una construcción de sus practicantes ordinarios:
“Es << abajo>> en cambio (down), a partir de ese suelo en que cesa la visibilidad, donde viven los
practicantes ordinarios de la ciudad. Forma elemental de esta experiencia son los andariegos,
Wandersmanner, cuyo cuerpo obedece a los groseros y a las finuras de un <<texto>> urbano que escriben
sin poderlo leer. Estos practicantes se mueven por espacios que no se ven; tiene de él un conocimiento tan
ciego como el del cuerpo a cuerpo amoroso. Los caminos que se responden unos a otros en ese
entrelazamiento, poesías ignorantes de las que cada cuerpo es un elemento firmado por muchos otros,
35 Referencia tomada de: NIÑO, Álvaro. La gesta del signo: hacía un semianálisis urbano. Bogotá: Universidad Piloto de Colombia, 2002. Pág. 49 36 NIEUWENHUIS, Constant. New Babylon, en: Teoría de la deriva y otros textos situacionistas. Barcelona, 1996. Pág.15 37 Ver Anexo 2
escapan a la legibilidad. Todo pasa como si un encegamiento caracterizará las prácticas organizadoras de la
ciudad habitada. Las redes de esas escrituras que avanzan y se entrecruzan componen una historia múltiple,
sin autor ni espectador, formada de fragmentos de trayectorias y de alteraciones de espacios: en relación
con las representaciones, esta historia sigue siendo diferente, cada día, sin fin.”38
Es de esta manera como la ciudad deja de ser un campo previsible, la configuración espacial
entonces dejaría de ser un asunto de trazas técnicas para convertirse en una de caligrafías
individuales. Por tanto hablar de la ciudad como una obra terminada sería imposible, al mismo
tiempo que la ciudad planeada se renueva una y otra vez, la ciudad de los practicantes es un
lienzo donde continuamente se plasman textos. Los practicantes al igual que los urbanistas dejan
sus escritos sobre el territorio, por tanto los dos son creadores de la configuración espacial de la
ciudad.
La ciudad real habla del espacio como una unidad experimental donde más allá de los cálculos se
inscriben las vivencias de sus habitantes. El espacio urbano visto desde las ciencias humanas
deja de ser una cuestión de dimensiones medibles y dinámicas bursátiles; según los postulados de
De Certeau la experiencia espacial se despliegan en tres dimensiones:
• La antropológica que se refiere a la presencia de los otros, a los modos compartidos del
hacer que constituyen una cultura y la cualidad dialogal del habitar. Unos y otros se
cruzan en un espacio común que posibilita encuentros y disputas. La espacialidad desde
esta dimensión se construye de forma colectiva y en interacción.
• La mítica hace referencia a la construcción histórica del espacio―ciudad― a partir de
tradiciones, relatos; de todo eso que nos precede y que ya estaba ahí. Esta dimensión se
relaciona con la memoria.
• La poética por su parte habla de esas grafías del andar, que cada vez trazan cartografías
diferentes; mapas efímeros donde se van plasmando las vivencias de los habitantes de la
ciudad. Esta dimensión se refiere a la producción cinética del espacio.
38 DE CERTEAU, Michel, Op. Cit, Pág.105
Desde estas tres dimensiones el espacio urbano, espacio practicado, se concibe como una unidad
existencial donde se inscriben los mundos individuales de los sujetos. Inscripción que como lo
apunta De Certeau se da gracias a una apropiación cinética del espacio; la circulación de la
Modernidad se reevalúa bajo el concepto de recorrido. Asunto que no trae una lógica funcional
de articulación, sino una dinámica de construcción espacial, los cálculos son reemplazados por
los pasos:
“La historia comienza a ras de suelo, con los pasos. Son el número, pero no un número que forman una
serie. No se pueden contar porque cada una de sus unidades pertenecen a lo cualitativo: un estilo de
aprehensión táctil y de apropiación cinética. Su hormigueo es un innumerable conjunto de singularidades.
Las variedades de pasos son hechuras de espacios. Tejen los lugares. A este respecto, las motricidades
peatonales forman uno de estos << sistemas reales cuya existencia hace efectiva a la ciudad>>.”39
Cabe recordar que la figura del caminante no es una cuestión nueva, ya Baudelaire lo exponía
con su flâneur. Ese deambular por la ciudad permite experimentar lo urbano e ir reconociendo
nuevas facetas de la ciudad; recordemos las descripciones que Marco Polo le hace a Kublai Kan
de varias ciudades con nombres de mujer que ha conocido gracias a sus viajes. Viajes que son
recorridos y que convierten a Marco Polo en el flâneur de Italo Calvino en “Las ciudades
invisibles”.
El cine por ejemplo hace que los espectadores de forma metafórica deambulen de un lado para
otro en las ciudades; al mismo tiempo que Céline y Jesse, los protagonistas de “Before sunrise”
(1995) y “Before sunset” (2004) películas de Richard Linklater, en su primer encuentro recorrían
Viena los espectadores también lo hacían, y posteriormente en París en el segundo encuentro. Lo
mismo sucede con la New York de Woody Allen y la Roma de Federico Fellini. Son múltiples
imágenes de ciudad que están medidas por historias cotidianas y que dejan al descubierto ciertos
rasgos de las ciudades.
Y es que en la ciudad real es posible gracias al sujeto que se deja afectar por el entorno y crea
contextos determinados. El autómata aquí muere y como lo expresa De Certeau el sujeto se
convierte en un agente transformador; la pasividad queda relegada ante la creatividad. Es así
39 Ibid, Pág. 109
como las prácticas comienzan a ser importantes cuando se habla de la ciudad como espacio
existencial, donde los quehaceres urbanistas no son los únicos parámetros que deben usarse para
referirse a la ciudad y su construcción. En este punto cobran sentido las palabras de Maurice
Merleau-Ponty cuando se refiere al espacio:
“Dijimos que el espacio es existencial; igualmente podríamos haber dicho que la existencia es espacial, eso
es, que, por una necesidad interior, se abre a un <<exterior>>, hasta el punto de que se puede hablar de un
espacio mental y de un << mundo de las significaciones y de los objetos de pensamiento que en ellas se
construyen>>. “ 40
Para recapitular se podría decir que la categoría de ciudad real va de la mano con el
debilitamiento de los presupuestos de la Modernidad y se sustenta en las prácticas. Maneras de
hacer u operaciones que están a cargo de sujetos que dejaron la pasividad y disciplina,
reemplazándolas por la creatividad. Creatividad que permite a los sujetos apropiarse del espacio
organizado y modificar su funcionamiento. La ciudad se convierte en un espacio de consumo y
producción, pero no bajo las lógicas económicas, sino en relación con las maneras de emplear los
productos: las prácticas cotidianas.
Además cabe anotar que entre ese proceso de producción/ consumo surge la poiésis; una
actividad que tiene como objeto un producto distinto de la actividad misma. Cruzando esta
dimensión con la ciudad se puede afirmar que las prácticas cotidianas urbanas al mismo tiempo
que responden con el fin del practicante, construyen ciudad en tanto tiene como escenario al
territorio de la ciudad, que al ser consumido (usado, apropiado y practicado) se transforma. Por
tanto se vuelve a producir, es un ciclo donde la ciudad de forma continúa está en proceso de
construcción en la medida que se producen prácticas cotidianas.
La construcción de la ciudad por tanto no sólo es asunto de las intervenciones arquitectónicas y
los fines burgueses; es la sumatoria de esos elementos con las prácticas comunes de los
habitantes de la ciudad, que sin darse cuenta dan forma a las urbes. Modifican las
configuraciones espaciales para crear unas propias que terminan transformando las imágenes de
ciudad. 40 MERLEAU-PONTY, Maurice. Fenomenología de la percepción. Barcelona: Planeta, 1993. Pág. 308
Ejemplos es lo que sobran para dar cuenta del asunto: el diseño de una zona verde es casi
siempre modificado por los transeúntes del lugar, el pasto por lo general se ve atravesado por
caminos forjados por los practicantes, quienes prefieren los senderos rectos que las curvas que
diseñan los arquitectos41. En el caso Bogotano la calle 19 arriba de la carera séptima se convirtió
en el referente de la buena música porque en algún momento era el lugar donde se congregaban
los melómanos para intercambiar música. Las estaciones del metro en New York se han
convertido en referentes para la cultura del diseño gráfico por la variedad de graffitis que se han
apoderado de sus paredes.
Cabe recordar una película alemana que da cuenta del asunto, “Los Edukadores” (2005) de Hans
Weingartner; tres jóvenes (Jan, Jule y Peter) que irrumpen en las casas de desconocidos y
desordenan todo. Modifican el lugar sin necesidad de robarse, romper o poner algo nuevo;
simplemente practican el lugar de otra forma y para los dueños de las casas parece que fuera otro
espacio, es el mismo territorio pero atravesado por lógicas distintas.
Con esto de la ciudad real y las prácticas, los emplazamientos funcionales de la Modernidad
quedan relegados ante la aparición de los lugares y los itinerarios. Unidades espacio/temporales
antes mencionadas y donde es crucial la relación directa entre el sujeto y el territorio; unidades
que surgen de la experimentación y que son el cimiento de la configuración espacial subjetiva.
Configuración donde confluyen la memoria, la cultura y la praxis propia. La ciudad de México
no es la misma en las tres historias que nos presenta Alejandro González Iñarritu en “Amores
Perros” (2000), la ciudad varía según el personaje; una pared con la valla de una modelo, un
patio donde se realizan peleas caninas clandestinas y un carro esferado se convierten en
elementos urbanos trascendentales que son atravesados por el plano emotivo.
La ciudad entonces se fragmenta y comienza a ser un gran rompecabezas donde los habitantes
son los encargados de engranar las piezas. En la ciudad real los sujetos y las relaciones que
establecen con el entorno son las que van configurando ciudad, las trazas urbanas por lo tanto
41 Ver Anexo 3
son casi imposibles de representar. Los dameros aquí no funcionan porque no hay lógicas
geométricas que puedan graficar tanta contingencia; además como lo apunta De Certeau la
ciudad de las prácticas, en especial esa que se construye con el andar, no debe ser objeto de
representación porque estarían condenadas al olvido:
“Sin duda alguna, los procesos del caminante pueden registrarse en mapas urbanos para transcribir sus
huellas (aquí pesadas, allá ligeras) y sus trayectorias (pasan por aquí pero no por allá). Pero estas
sinuosidades en los trazos grueso y en los más finos de su caligrafía remiten solamente, como las palabras,
a la ausencia de lo que ha pasado. Las lecturas de recorridos pierden lo que ha sido: el acto mismo de pasar.
La operación de ir, deambular, o de << comerse con los ojos las vitrinas>> o, dicho de otra forma, la
actividad de los transeúntes se traslada a los puntos que componen sobre el plano una línea totalizadora y
reversible.”42
Es así como la ciudad, transhumante y metefórica, se va desprendiendo de la racionalidad
capitalista y va siendo epicentro de discursos emergentes que pretenden hacer de ella un espacio
existencial que se resista a la disciplina funcionalista y al control social del panoptismo. Sin
embargo cabe resaltar que aquí lo más importante no son los discursos, sino los quehaceres
cotidianos de los habitantes de la ciudad que sin ser plenamente conscientes dan forma y le
otorgan sentido a la ciudad.
1.3 Subjetividad y Ciudad
Como se había mencionado antes la ciudad no sólo es un territorio delimitado que juega el papel
de contenedor de personas. Más allá de las estructuras y los equipamientos se encuentra ese
asentamiento humano que habita la ciudad; que se deja afectar por un espacio donde se
entrecruzan múltiples discursos, realidades, verdades, lógicas, racionalidades, identidades,
culturas, etc. Sin olvidar que ese asentamiento es el responsable de la creación de todos esos
elementos que se chocan en el espacio urbano, es más el espacio mismo (la configuración
espacial) es producto de ese conjunto de personas que se asientan en el territorio y comienzan a
interactuar. 42 DE CERTEAU, Michel, Op. Cit, Pág.109
Por tanto la ciudad más que ser una obra de la arquitectura o del urbanismo, es una construcción
social. La ciudad no existiría sin los sujetos, puesto que no es una obra de la naturaleza, sino un
artificio. Una construcción social que cada día es más compleja y no deja de actualizarse a
diario; actualización que es responsabilidad de los habitantes de la ciudad que todos los días
practican el espacio de formas distintas, otorgan nuevos sentidos a las cosas y crean discursos
emergentes. Con respecto a la ciudad como obra humana dinámica caben las palabras de Mijail
Bajtín y su posición respecto a la actualización tanto de la obra como se sus creadores:
“El que comprende se acerca a la obra con una visión de mundo propia y ya formada, con sus puntos de
vista, desde sus posiciones. Estas posiciones en cierta medida determinan la valoración de la obra, pero
simultáneamente ellas nos permanecen invariables: se someten a la acción de la obra que siempre aporta
algo nuevo. Tan sólo desde un dogmatismo inerte de la postura no se descubre nada de la obra: un
dogmático queda con lo que ya tenía y no puede enriquecerse. El que comprende no debe exceptuar la
posibilidad de un cambio o incluso de un rechazo a sus propios puntos de vista preformados y de las
posturas anteriores. En el acto de la comprensión se lleva a cabo una lucha, cuyo resultado es un cambio y
un enriquecimiento mutuo.” 43
Bajo esas premisas los sujetos serían lo más relevante cuando se habla de ciudad y su
complejidad. La ciudad se convierte en un hábitat humano que alberga un sinfín de elementos
que van enriqueciendo al espacio urbano y que modifican al territorio. Por tanto la ciudad se
convierte en un entorno existencial donde más allá de ocupar una vivienda, tener un empleo,
hacer uso de un sistema de transporte masivo, etc. Los sujetos empiezan a desplegarse, a ser
creadores de nuevas cosas, a ser receptores de códigos culturales, a compartir ciertos discursos,
crear consensos, modificar paradigmas; el asentamiento humano al mismo tiempo que construye
la ciudad se deja afectar por ella, y esa afección es la que configura en cierta medida a los
habitantes de la ciudad. Es así como se podría hablar de la ciudad como un espacio que configura
subjetividades.
43 Como lo cita: PAPALINI, Vanina. La ciudad latinoamericana como espacio multicultural: posibilidad para una hermenéutica dialógica crítica, en: http://www.undec.edu.ar/miradas/septiembre07/referato/vaninapapalini.pdf
Entendamos subjetividad como modos de ser que son el resultado de un sin número de
procesos― que bien podrían denominarse procesos de subjetivación―44 y acontecimientos que
atraviesan a los sujetos. Algunos de esos procesos colectivos como las tradiciones (la cristiana
como lo afirma Nietzsche) y la historia; otros más particulares como las vivencias propias o las
costumbres familiares. Esos acontecimientos y procesos son los que hacen que los sujetos creen
discursos propios y formas particulares de ver el mundo; es más de ser y estar en él.
La subjetividad se configura por muchas variables, pero sin duda el espacio donde se encuentra
el sujeto es trascendental en la medida que crea contextos y propicia interacciones; un espacio
que se convierte en una unidad existencial y experimental, donde la razón y la percepción están a
la par. Y es que la subjetividad se construye gracias al exterior de los sujetos, a lo que los rodea y
que termina afectando el adentro; como lo comenta Guilles Deleuze: “El afuera no es un límite
petrificado, sino una materia cambiante animada de movimientos peristálticos, de pliegues y plegamentos
que constituyen el adentro: no es otra cosa que el afuera, sino exactamente el adentro del afuera.”45
Es de esta manera como la ciudad cobra importancia cuando de subjetividad se habla, se
convierte en el contexto social donde los sujetos se despliegan como parte de un colectivo y
como individuos autónomos. Además la ciudad como se había mencionado con anterioridad es
una unidad donde se ponen en juego múltiples lógicas y racionalidades, es una unidad histórica
donde se plasman ciertos procesos sociales que atraviesan a sus habitantes; algunos de esos
procesos parten de intereses particulares como se anotó antes con las transformaciones urbanas
promovidas por la burguesía en la transición del capitalismo mercantil al industrial.
En este punto cabe resaltar los postulados de Foucault y como a partir de la configuración de
sociedades disciplinarias la subjetividad estaba atada a ciertos mecanismos y dispositivos de
control. La sociedades disciplinares eran fabricas de sujetos, de cuerpos dóciles como lo apunta
Foucault en uno de sus capítulos de “Vigilar y castigar”. En este punto se relaciona muy bien la
44 Tanto subjetividad como subjetivación son términos que forman una misma red conceptual, es decir, la subjetividad es consecuencia de los procesos de subjetivación; y estos a sus vez se definen en relación a la subjetividad. Una es el producto de un proceso y a la vez el proceso depende de las subjetividades que lo constituyen. 45 DELEUZE, G. GUATTARI, F. Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Editorial Pretextos. Pág. 128
ciudad, y sobre todo esa categoría de la ciudad - concepto donde los sujetos parecen más piezas
del sistema económico que habitantes de ciudad.
Con la ciudad-concepto parece que la subjetividad quedara relegada a las funciones determinadas
que cumplen los sujetos en la ciudad. El sujeto se percibe como un ser maleable que tiene que ser
controlado para que el sistema no entre en crisis, por tanto se podría hablar de subjetividades
controladas que están sujetas a discursos predominantes. En este caso los discursos de la
burguesía que fueron los promotores del proyecto de la Modernidad y el mítico concepto del
progreso.
A partir de esos discursos particulares, que se apoderaron de diversos campos sociales:
económico, científico, cultural, antropológico, etc. El espacio se modifica, la configuración
espacial de la ciudad se liga con las nuevas concepciones del mundo y por tanto los sujetos van
cambiando al ritmo que su entorno se transforma. Por eso no es de extrañar reflexiones como las
que hace Charles Dickens en “Tiempos Difíciles” donde plantea una sería preocupación por el
lugar que ocupan los sujetos en las ciudades industriales y como parece que los procesos sociales
que los atraviesan se quedaran en el plano económico, en el recorrido de la casa a la fábrica y
viceversa:
“Era una ciudad de ladrillos colorados, o más bien de ladrillos que habrían sido colorados, si el humo y las
cenizas lo hubiesen permitido; pero tal como estaba, era una ciudad de un rojo y de un negro poco natural,
como el pintado rostro de un salvaje. Era una ciudad de máquinas y de altas chimeneas, de donde salían sin
descanso interminables serpientes de humareda, que se deslizaban por la atmósfera sin desenroscarse nunca
del todo. Tenían un canal obscuro y un arroyo que llevaba un agua enturbiada por un jugo fétido, y existían
vastas construcciones, agujereadas por ventanas, que resonaban y retemblaban todo el santo día, mientras el
pistón de las máquinas de vapor subía y bajaba monótonamente, como la cabeza de un elefante enfermo de
melancolía. Contaba la ciudad de varias calles grandes, que se parecían entre sí, y de infinitas callejuelas
aún más parecidas unas a otras, habitadas por gentes que se parecían igualmente, que entraban y salían a las
mismas horas, que pisaban de igual modo, que iban a hacer el mismo trabajo, y para quienes cada día era
idéntico al anterior y al de después, y cada año el vivo reflejo del que le había precedido y del que iba a
seguirle”.46
46 DICKENS, Charles. Tiempos difíciles. Bogotá: Oveja negra, 1982. Pág. 24
Es gracias a ese ejemplo como se puede ver como la ciudad como concepto se convirtió en un
proyecto de la Modernidad que controlaba hasta el diario vivir de sus habitantes; como las
transformaciones en el sistema económico impulsaron la normalización de la sociedad y por
tanto la perdida de la diferencia en unos y otros. El sujeto se convertía en un producto en serie
que debía cumplir ciertas funciones y por tanto hacer parte de un todo que no admitía fallas.
Cualquier tipo de anomalía era condenada, la subjetividad por tanto más que un modo se ser era
una constructo discursivo de la burguesía, que se implantaba en los sujetos por medio de
dispositivos disciplinarios; discursividad que además de otorgarle funciones a los sujetos dejaba
bien marcada la diferencia entre burgueses y proletarios.
Dispositivos que afectaban al sujeto y sus concepciones, muchos de esos dispositivos
imperceptibles como el urbanismo, la medicalización de la ciudad y el surgimiento de la policía.
En términos de Foucault el sujeto en la ciudad estaría bajo mecanismos disciplinarios que hacen
inscripciones en su modo de ser y en la forma como se relacionan con el entorno. Es así como la
subjetividad se convierte en un producto discursivo que mediante prácticas concretas vuelve a
los sujetos autómatas sujetos a ciertas verdades que son constructo de la clase dominante como
lo comenta Foucault:
“La verdad está centrada en la forma del discursos científico y en las instituciones que lo producen; está
sometida a una constante incitación económica política (necesidad de verdad tanto para la producción
económica como para el poder político): es objeto bajo formas diversas de una inmensa difusión y
consumo (circula en aparatos de educación o de información cuya extensión es relativamente amplia en el
cuerpo social pese a ciertas limitaciones estrictas); es producida y transmitida bajo el control no exclusivo
pero sí dominantes de algunos grandes aparatos políticos o económicos (universidad, ejército, escritura,
medios de comunicación).”47
Ejemplo del asunto Novelas como “1984” (1949) de George Orwell donde los londinenses
cumplen roles determinados y están bajo el discurso de un dictador que los vigila por medio de
pantallas. Algo similar ocurre en “Fahrenheit 451” (1953) de Ray Bradbury donde la
subjetividad es un producto mediático y la lectura una práctica prohibida que puede quebrar el
orden establecido.
47 FOUCAULT, Michel. Microfísica del poder. Madrid: La piqueta, 1992. Pág. 186 -187
Bajo estas ópticas y teniendo como contexto a la ciudad-concepto, el espacio urbano se nos
presenta como un campo donde se instauran poderes, y por tanto formas predeterminadas de ser
y actuar en la ciudad. Más que hacer referencia a la ciudad como una obra arquitectónica la
ciudad se muestra como una obra de poderes y discursos, donde el espacio es más una
construcción mental que una materialización concreta. Ejemplo claro las dos películas del
director danés Lars Von Trier, “Dogville” (2003) y “Manderlay” (2005). Donde el espacio se
presenta como una unidad existencial, en la medida que da cuenta de ciertos poderes que hacen
que sus habitantes se localicen en ciertas zonas del espacio, realizando labores que van acorde
con el espacio que ocupan; por tanto con el emplazamiento funcional que les asigna el poder
dominante. Como lo menciona Rossana Reguillo cuando habla de las diversas formas de
experimentar la ciudad dependiendo de la posición social donde están inscritos los sujetos:
“La ciudad no es experimentada de la misma manera por todos sus habitantes. Es decir, para unos será el
espacio del ejerció del poder y la dominación, mientras que para otros representa el instrumento de la
opresión y la explotación.”48
Es de esta manera como la ciudad y la subjetividad se relacionan en la medida que al ser un
espacio existencial la ciudad se convierte en un campo discursivo donde según el momento
histórico y las condiciones sociales se plasman cierta visiones de mundo e intereses particulares;
por ejemplo el mítico concepto de progreso, que conllevo las grandes migraciones hacía las
ciudades y por tanto trajo consigo explosiones demográficas. El discurso afecto a la ciudad y con
ello a la percepción que se tenía de la urbe, se convirtió en un lugar de movilidad social donde se
podían mejorar las condiciones de vida. Bajo ese discurso el sujeto se transformó y con ello la
imagen de ciudad.
Pero la subjetividad no sólo se relaciona con los procesos discursivos de unos pocos y las formas
planeadas de ser y estar en el espacio. Ya desde la Modernidad autores como Baudelaire o Poe se
preguntaban por los modos de ser de los citadinos y como estos no estaban ligados de forma
exclusiva con los parámetros económicos y las ideas políticas del control social. La ciudad era
48 REGUILLO, Rossana, Op. Cit, pág. 28
vista como una multiplicidad donde las prácticas no sólo se relacionaban con tareas
programáticas. La ciudad desde esas ópticas deja de configurar subjetividad en la medida que
inserta discursos y normaliza a la asentamiento humano; por el contrario al ser un campo se
choques discursivos y prácticos se convierte en un espacio heterogéneo donde es a partir de la
diferencia y la ruptura donde se forjan modos de ser y hacer.
La subjetividad se convierte en un asunto de choques entre lo hegemónico y lo emergente, y que
mejor que el espacio urbano para propiciar ese tipo de disputas. Quiebres que en términos de
Deleuze serían fugas que rompen con las fuerzas preexistentes y que fundan nuevas realidades.
Desde los postulados de la ciudad real el espacio al ser creado y atravesado por sus practicantes
se convierte en un escenario relacional donde se construyen sujetos y otredades.
Por tanto la subjetividad comienza a ligarse con procesos de subjetivación que dejan de lado las
imposiciones disciplinarias y los mecanismos de normalización. La subjetividad comienza a ser
concebida como un asunto más creativo en la medida que la ciudad traspasa el mítico discurso
del progreso y se convierte en lugar para la multiplicidad; en un espacio heterogéneo, citando a
Foucault:
“El espacio en el que vivimos (...) es un espacio heterogéneo. En otras palabras, no vivimos en una especie
de vacío, dentro del cual localizamos individuos y cosas. (...) vivimos dentro de una red de relaciones que
delinean lugares que son irreducibles unos a otros y absolutamente imposibles de superponer”.49
Es gracias a esa heterogeneidad como la ciudad se va enriqueciendo de elementos que
posteriormente van a ser la base de los procesos de subjetivación; procesos que cada vez son más
complejos en la medida que no responden a una sola lógica, sino a infinidad de variables. Esa
complejidad es la que hace que la subjetividad esté en continua actualización, no es una cosa de
imposiciones, a eso hay que sumarle prácticas autónomas, nuevas formas de consumo, collages
discursivos, etc.
49 Foucault, Michel. Des espaces autres, Conferencia dicada en el Cercle des études architecturals, 14 de marzo de 1967, publicada en Architecture, Mouvement, Continuité, No. 5, octubre de 1984.
Bajo esa óptica la subjetividad es una cuestión que no deja de configurarse, siempre hay nuevos
elementos que trastocan los modos de ser de los individuos; en el caso de los citadinos cada vez
irrumpen más fuerzas en el espacio urbano creando nuevos procesos de subjetivación. Fuerzas
como la moda, la música, la tecnología, las “revoluciones”, etc. Que tiene como epicentro a la
ciudad y por tanto como usuarios a los habitantes de las urbes. Es así como es valido recordar a
Deleuze cuando se refiere a la subjetividad como algo en continuo proceso de transformación:
“Lo que hay, pues, que plantear, es que la subjetivación, la relación consigo mismo, no cesa de traducirse,
pero metamorfoseándose, cambiando de modo, hasta el extremo, hasta el extremo de que el modelo griego
es un recuerdo bien lejano. Recuperada por las relaciones de poder, por las relaciones de saber, la relación
consigo mismo no deja de renacer, en otro sitio y en otra forma.”50
Recapitulando, la ciudad se convierte en un contexto para el sujeto donde se instauran infinidad
de elementos, que constituyen procesos de subjetivación. Procesos que bien son colectivos o
individuales. Además tales procesos se relacionan con el momento histórico del que se éste
hablando: el cristianismo con la Edad Media, el humanismo en el Renacimiento y la razón y el
saber científico en la Modernidad. Sin duda a la par con esas directrices históricas siempre se
levantan discursos alternos que son lo que permiten crear rupturas y con ellos actualizaciones en
los modos de ser de los sujetos históricamente posicionados.
Los actores urbanos a la par que son receptores sociales, son creadores en la medida que
interactúan con otros y atraviesan el espacio. Irrupciones que les permiten crear sentidos, lugares
e itinerarios propios, por tanto procesos de subjetivación y subjetividades autónomas que parten
de la experiencia urbana. Los postulados de De Certeau son pertinentes en este punto, los
practicantes urbanos al mismo tiempo que van configurando su propia ciudad por medio de sus
modos de hacer; van creando procesos de subjetivación propios, muchas veces imperceptibles,
que van definiendo al sujeto, su relación con los otros, la ciudad y consigo mismo.
Cabe anotar que ese conjunto de relaciones sociales van afectando al espacio, y que sin duda las
interacciones en la vida cotidiana forman maneras de ser y hacer en la ciudad. La vida cotidiana
como se había mencionado antes brinda un sin número de elementos que permiten que los 50 DELEUZE y GUATTARI, Op. Cit, pág. 136
sujetos se configuren de múltiples formas. Además con los nuevos cambios en el sistema
económico como la mundialización y la globalización, las ciudades se convierten en los
epicentros de la variedad; en centros de consumo donde la oferta es cada vez más variada y por
tanto todo se fragmentan.
La ciudad fragmentada siempre brinda múltiples posibilidades de ser, la ciudad posibilita la
relación con los otros y sin duda esa es la mayor fuente para hablar de despliegue creativo de la
subjetividad. La ciudad entre muchas otras cosas es una red social donde hablar de otredad es
fundamental; la urbe es el escenario donde se tiene relación directa con más sujetos y por tanto
con más formas de ser. La ciudad es diferencia como lo dirían los de la Escuela de Chicago, esa
riqueza de subjetividades es la que hace que los sujetos puedan configurarse de diversas formas,
la ciudad brinda la opción de mostrar desde el anonimato todo aquello que tiene cabida.
Para finalizar se afirma que la ciudad es un conglomerado de dinámicas sociales a diversos
niveles, muchas de ellas imperceptibles pero con el mismo carácter constructor de
subjetividades. La ciudad es un escenario social por excelencia donde se construyen sujetos
gracias a las múltiples opciones que en ella se despliegan y practican. Ciudad e individuo son dos
figuras que no pueden trabajarse indistintamente sobre todo cuando hay una preocupación más
social que formal.
La ciudad es un territorio para la práctica donde cuanto más se experimente más se construye
tejido social y por ende subjetividad. Ciudad es constructo social donde el individuo no sólo
modifica el paisaje arquitectónico sino que da forma al espacio por medio de la interacción con
otros y de su subjetividad, como lo afirma Jorge González:
“Todos los espacios que conocemos y habitamos en la vida cotidiana tiene un vinculo fundante en las
relaciones sociales: el espacio físico siempre es generado y modelado por el espacio de las relaciones
sociales y es efecto de su compleja trayectoria”.51
51 SARLO, Beatriz. Escenas de la vida posmoderna. Buenos Aires: Ariel, 1994.
Imaginarios urbanos
Las ciudades son el conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje son lugares de trueque, como explican todos los libros
de historia de la economía, pero estos trueques no sólo de mercancías son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos.
Las ciudades invisibles, Italo Calvino Al hablar de ciudad, como ya se había mencionado, un elemento primordial es el asentamiento
humano; ese conjunto de personas que mediante unas prácticas (colectivas o individuales) van
transformando y dotando de sentido al espacio urbano. Espacio que al mismo tiempo que
configura sujetos es constructo de esos mismos sujetos, por tanto la ciudad y sus habitantes están
en un continuo proceso de configuración. Al respecto Armando Silva afirma: “La ciudad
aparece como una densa red simbólica en permanente construcción y expansión. La ciudad, cada
ciudad, se parece a sus creadores, y éstos son hechos por la ciudad”.52
De esta manera es imposible hablar de la ciudad como una obra terminada y sobre todo verla
como un “todo” compacto. A diferencia de los postulados urbanísticos, la ciudad es mucho más
que un espacio que puede ser estudiado de forma holística; la complejidad urbana reside en la
riqueza de su asentamiento humano donde se entrecruzan discursos, prácticas, tradiciones, mitos,
símbolos, recuerdos, juicios, etc.
A la par que la ciudad es un artificio arquitectónico es una construcción social cotidiana; y
cotidiana porque es en el diario vivir donde los habitantes de la ciudad se relacionan con ella, en
las experiencias diarias como: los viajes en Trasmilenio, la espera del bus sobre la Séptima, la
escampada en el Café Pasaje, los trancones por la Treinta, los recorridos laberinticos por
Unicentro, etc. Es en esos momentos donde los habitantes de una ciudad se compenetran con ella
y comienzan a otorgarle sentido dependiendo de las experiencias propias.
De esta manera la ciudad se nos presenta como un collage de vivencias personales y colectivas,
que van forjando sentido urbano y por tanto imagen de ciudad. Y es que la ciudad es un
constructo donde se entrecruza lo subjetivo, lo objetivo y lo intersubjetivo; como se mencionó 52 SILVA, Armando. Imaginarios urbanos. Bogotá: Tercer Mundo, 1992. Pág. 19
en el capitulo anterior la configuración espacial de la ciudad es resultado de unos planes
hegemónicos, unas racionalidades emergentes y ciertos consensos colectivos: “La ciudad es el
resultado de múltiples y diversos elementos históricos, económicos, políticos, sociales… que
fragmentariamente se encuentran, se conectan, rechazan y se localizan en tiempos y espacios
determinados según factores históricos”53.
Cabe aclarar que ese choque de elementos no se percibe de la misma manera por todos los
habitantes de la ciudad, por tanto la ciudad no es la misma para todos sus ciudadanos. Hay igual
número de Bogotas, Limas, Barcelonas, Nueva Delhis como habitantes de esas ciudades; hablar
con toda propiedad de una ciudad es un asunto más que complicado, pues cada ocupante va
creando una imagen propia de ella, por tanto la ciudad más que un “todo” compacto es un
espacio fragmentado que trasciende las versiones oficiales y se concentra en experiencias
cotidianas que construyen realidades urbanas; como lo apunta Néstor García Canclini:
“ … Para la enorme mayoría la urbe es un objeto enigmático, y que para vivir en ella la gente elabora
suposiciones, mitos, articula interpretaciones parciales tomadas de distintas fuentes, con todo lo cual se
arman versiones de lo real que poco tiene que ver con lo que podrían decir las versiones llamadas
explicaciones científicas.”54
Esa apropiación del espacio urbano por parte de sus habitantes, que conlleva la construcción de
imágenes propias sobre la urbe, no sólo hace referencia a la ocupación de espacios físicos
determinados. La apropiación no es asunto exclusivo de ocupación, hay factores como la
cultura, el lenguaje, las costumbres que hacen que los sujetos se adueñen del espacio; esa
apropiación permite que los habitantes de la ciudad hagan representaciones de ella, y por tanto
creen imaginarios: “Apropiarse de la ciudad es ocupar el espacio material, recorrerlo y utilizarlo,
pero es también un conjunto de acciones cognitivas, que suceden en el espacio mental. Viajamos
intensamente por la metrópoli usando varios medios de transporte, pero viajamos mucho más a
través de actos imaginarios”55
53 CHAPARRO, Valderrama Jairo. Usos, costumbres e imaginarios en el espacio público: el caso del sector
Jerusalén. Bogotá: Tercer Mundo, 1998 54 GARCIA CANCLINI, Néstor. La ciudad de los viajeros: travesías e imaginarios urbanos. México: Grijalbo, 1996. Pág. 108 55 Ibid, Pág. 28
Esas representaciones son el resultado de un proceso de interiorización de la ciudad; proceso
donde se conjugan vivencias propias y colectivas que han calado en los sujetos, bien sea por su
trascendencia o porque se han convertido en actos colectivos que le permiten al sujeto sentirse
parte de una cultura. Con respecto a lo trascendental se pueden hablar de experiencias
memorables para los habitantes, en este punto los recuerdos y las afecciones se convierten en
elementos importantes. Por otro lado estarían los actos colectivos que representan a una
comunidad y que se convierten en costumbre, en el caso bogotano estaría la quema de la bruja en
Unicentro para el 31 de octubre o la congregación juvenil de los fines de semana en Carulla de la
85. La ciudad y sus representaciones por tanto no se quedan en el plano sensorial, la vista no es
el único elemento que permite interiorizar y por tanto dotar de sentido al espacio urbano:
“En cada instante hay más de lo que la vista puede ver, más de lo que el oído puede oír, un panorama o un
escenario que aguarda ser explorado. Nada se experimenta en sí mismo, sino siempre en relación con sus
contornos, con las secuencias de acontecimientos que llevan a ello, con el recuerdo de experiencias
anteriores… Todo ciudadano tiene largos vínculos con una u otra parte de su ciudad, y su imagen esta
embebida de recuerdos y significados.”56
Es mediante actos cotidianos como la ciudad penetra a sus habitantes y se comienza a forjar una
imagen de ella, imagen que es creación de cada uno de los ciudadanos de la urbe. Por eso con
anterioridad se hablaba de la existencia de múltiples ciudades al mismo tiempo, variedad que
surge de la apropiación e interiorización que cada quien hace del espacio. Con respecto a la
multiplicidad de imágenes que se crean al mismo tiempo de una ciudad cabe resaltar que ninguna
es menos válida que otra, cada cual posee un sustento pragmático lleno de sentidos propios que
hacen de esas ciudades fragmentadas espacios existenciales únicos; donde no se sigue una lógica
determinada y el asunto parece más una conjugación aleatoria. Como lo afirmaría el arquitecto
Juan Carlos Pérgolis:
“La ciudad de cada uno, la que ha sido interiorizada por cada uno de nosotros, la ciudad de los afectos y las
emociones, el paradigma de los significados urbanos, la síntesis de una serie de imágenes, vivencias y
nostalgias que, por lo general, no coinciden con ninguna ciudad verdadera, pero que conforman la imagen
56 LYNCH, Kevin. La imagen de la ciudad. Buenos Aires: Infinito, 1966. Pág. 9
de la que cada uno lleva adentro y que es tal vez, la más “otra” de todas las ciudades que podamos
mencionar”57.
Cabe recordar la variedad de Méxicos, D.F que se nos presentan en “Amores perros”; las
chocantes Los Ángeles de “Crash” (2004); las seductoras New York de “Sex and The City” y
“Desayuno en Tifanny’s”; las melancólicas Lille de “La vida soñada de los ángeles” (1998); las
sofisiticadas Londres de “Match Pointe” (2005) o las excesivas París de”Dobermann” (1997).
Todas representaciones urbanas mediadas por el punto de vista58 y las experiencias de los
personajes que sienten y se apropian de la ciudad de formas peculiares; sin duda el cine y la
literatura son medios que nos permiten ejemplificar la multiplicidad de imágenes de ciudad que
se crean partiendo de la realidad que se vive, los sueños que se tienen y los anhelos que perduran.
“Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y miedos, aunque el hilo de su
discurso sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda
otra”59.
Sin embargo cabe anotar que la imagen mediática que se crea de una ciudad puede afectar las
representaciones que de ella se hagan; los medios al mismo tiempo que magnifican una ciudad
pueden opacarla, no hay nada más actualizado que la imagen urbana que nos presentan los
medios. New York y su Quinta Avenida son representaciones glamorosas de medios impresos de
moda y estilos de vida, por otro lado el Bronx es el tema recurrente en CNN o las películas sobre
pandillas callejeras. Citytv en Bogotá es un ejemplo del recorrido mediático por la ciudad que le
brinda al público un sin número de representaciones de la capital que bien pueden sentirse como
propias o ajenas.
Como se había mencionado antes la ciudad también se construye desde lo objetivo y lo
intersubjetivo, dentro de esas categorías cabrían los medios de comunicación como productores
incesantes de imágenes que intentan describir y definir a la ciudad. Es bajo esa óptica como la
imagen de la ciudad no responde sólo a vivencias directas de sus ciudadanos, hay construcciones
mentales que se hacen por fuera del referente experimental y que también influyen en la imagen 57 PÉRGOLIS, Juan Carlos, Las otras ciudades, Editorial Universidad Nacional, Bogotá, 1995. Pág.17. 58 Según Armado Silva en Imaginarios Urbanos: “El punto de vista marca tanto una noción espacial, aquello que reconozco porque veo, pero también maraca una noción narrativa, esto que cuento porque reconozco o sé”. 59 CALVINO, Italo, Las ciudades invisibles. México: Minotauro, 1983. Pág. 56
de ciudad que se forja: por ejemplo los mitos o los referentes colectivo (referentes como los
centros históricos como lo apunta García Canclini: “Pese a que la diseminación de la ciudad
propicia visiones fragmentarias, existen puntos de referencia comunes, como el centro
histórico.”) 60
En éste punto es pertinente hablar del tema que le da nombre al capítulo: los imaginarios
urbanos. Cuando se piensa en lo imaginario la primer relación que se entabla es con la ficción;
una serie de situaciones, personajes, escenarios que son irreales y que por tanto no tiene nada que
ver con la realidad concreta. El imaginario se relaciona más con la fantasía y lo ilusorio, sino
remitamos a la definición que del término da la RAE: “Que solo existe en la imaginación” y la
imaginación sería: “Imagen formada por la fantasía”. Por eso no es de extrañar que en la
cotidianidad se haga referencia a amigos imaginarios o se relacione en término con asuntos
inverosímiles.
Sin embargo el imaginario, del latín imaginarius, también se relaciona con lo real en la medida
que es la representación de las imágenes de las cosas reales o ideales que hacen los sujetos en sus
mentes; por tanto más que hablar de asuntos fantasiosos, los imaginarios están impregnados de
hechos concretos que se abstraen y dan origen a los imaginarios. Por eso son de vital importancia
cuando se habla de ciudad, pues son todas aquellas abstracciones que los ciudadanos hacen de
sus experiencias, consensos y actos colectivos urbanos que van dando forma a las ciudades.
Elementos que continuamente se actualizan y por tanto modifican el imaginario que se tiene de
la ciudad, afirmaciones como las de Armando Silva son pertinentes en este punto:
“La ciudad es un escenario del lenguaje, de evocaciones y sueños, de imágenes, de variadas escrituras. No
debe extrañarnos, pues, que la ciudad haya sido definida como la imagen de un mundo, pero esta idea se
complementaría diciendo que la ciudad es del mismo modo lo contrario: el mundo de una imagen, que lenta
y colectivamente se va construyendo y volviendo a construir, incesantemente.”61
Los imaginarios siempre han sido “mediadores” entre la vida real y la manera como las personas
conciben tal realidad; pues son esas representaciones propias donde cada ciudadano conjuga lo
60 GARCÍA CANCLINI, Op. Cit, Pág. 108 61 SILVA, Armando, Op. Cit, Pág. 15
subjetivo, con lo colectivo y lo oficial. Además son abstracciones que al partir de hechos reales
van forjando al mismo tiempo nuevas realidades y formas para interpretarlas. Lo mismo que
nuevas formas de relacionarse con los otros y con la misma ciudad. Es gracias a los imaginarios
como los ciudadanos son constructores de realidad urbana, pues en ellos se condensan grandes
cargas valorativas que guían el accionar de los sujetos dentro de la ciudad: “La ciudad, a partir de
los imaginarios, atiende a la construcción de sus realidades sociales y a sus modos de vivirlas y
proponerlas. Lo imaginario antecede al uso social; esa es su verdad. Si se quiere ser más
determinante podría decirse que los imaginarios sociales son la realidad urbana construida desde
los ciudadanos.”62
Gracias a tales premisas es como la categoría de imaginario urbano se aleja por completo de la
fantasía y lo irreal; los imaginarios urbanos son abstracciones de la realidad urbana que van
haciendo los habitantes de una ciudad y que al mismo tiempo que les permite forjar una imagen
de ciudad, los hace creadores de realidades urbanas que parten de esa imagen creada. Los
imaginarios urbanos por tanto son múltiples como las imágenes que existen de una ciudad, por
tanto intentar hablar de un solo imaginario es imposible. De ahí que los estudios culturales y las
ciencias sociales hablen de la ciudad fragmentada, de un todo que se va requebrajando en cientos
de partes que son obra de cada habitante o visitante de una urbe: “Una ciudad se autodefine por
sus mismo ciudadanos, y por sus vecinos o visitantes.”63
Dentro de la construcción de imaginarios urbanos hay dos factores importantes, por un lado lo
simbólico y por otro los mitos que se tejen alrededor de las ciudades. Ambos asuntos hacen parte
fundamental de la realidad, bien sean porque consolidan colectividad o porque hacen que los
sujetos se sientan parte de una cultura, en este caso la urbana.
• Por una parte encontraríamos al mito, entendiéndose éste como uno de los factores
responsables que construyen tejido social actualmente y que proporcionan modelos de
conducta humana que le dan significado y valor a la existencia cultural.
62 SILVA, Armando. Bogotá imaginada. Bogotá: Taurus, 2003. Pág. 24 63 SILVA, Armando. Imaginarios urbanos. Bogotá: Tercer Mundo, 1992. Pág. 18
El mito además de ofrecer explicaciones a hechos, fenómenos e historias, le da la
posibilidad al hombre de unir el pasado con el futuro sin distanciarse de lo real dándole la
tranquilidad de sentir que pertenece a una cultura de donde igualmente emanan los mitos
y de donde se origina un sistema de comunicación donde todo significa dependiendo de
la manera como se dé el mensaje.64 Los mitos por tanto, hacen parte de la comunicación
en la ciudad, hacen parte de su imagen cultural, social y física; imagen que significa para
los que la habitan y para los que la visitan. No son simplemente ficciones, relatos
mágicos o fábulas como se anotó con anterioridad; al respecto Mircea Eliade afirma:
“ La diferencia entre mitos y fábulas consiste en que los mitos son historias verdaderas que
conciernen directamente y que las fábulas en cambio, son historias falsas que aportan cambios,
pero que no modifican la condición humana.”65
Es así como los estudios culturales y las ciencias sociales se han preocupado por tratar al
mito como las sociedades arcaicas lo hacían, es decir, “como historias o hechos
verdaderos llenos de significados”66 que permiten conocer al hombre como el resultado
de un pasado que hace que en el presente tenga ciertos comportamientos y ciertas
características: es un ser sexuado, organizado, trabajador, social, etc. Un ser que, de
forma generalmente inconsciente, construye e imagina ciudad a partir de los mitos que la
componen y que va componiendo a través de relatos mass mediáticos, literarios, a partir
de lecturas reales e irreales de los hechos que suceden y que van dejando su huella en el
inconsciente colectivo (parte de la psique que conserva y transmite la común herencia
psicológica de la humanidad)67 de los ciudadanos.
Los mitos entonces generan imaginarios y más que explicar hechos concretos, logran
darle características a una ciudad. Ejemplo de ello decir pensar en lo glamorosa que es
París, lo agitada de New York, lo cortes de Londres o lo culta de Bogotá (ese cuento de
la Atenas Sudamericana). Tales características no son totalmente falsas ni verdaderas,
pero sería arriesgado pretender librar a una cultura de sus rasgos de antaño pues el
64 BARTHES, Roland. Mitologías. Madrid: Siglo XXI, 1987. Pág. 199 65 ELIADE,Mircea. Mito y realidad. Barcelona: Labor, 1968. Pág. 8 66 Ibid., Pág. 7 67 JUNG, Carl. El hombre y sus símbolos. Barcelona: Paidos, 1995. Pág. 167
pasado influyen en el comportamiento de los sujetos. Tal fenómeno se conoce con el
nombre de arquetipo, pero más que un fenómeno, se trata, como lo dice Carl Jung: “de
contenidos del inconsciente moderno que se asemejan a las del hombre arcaico”68 y que
la mente va expresando mediante el lenguaje, las tradiciones, etc.
Es así como las creaciones míticas de los sujetos van forjando realidad, en la medida que
es intervenida de forma directa. Con respecto a la ciudad se puede afirmar que la
importancia de sus habitantes radica básicamente en que tienen la fuerza de crear mitos,
religiones, formas de pensar que identifican naciones y épocas69 y que pueden provocar
acciones colectivas; Además gracias a tales creaciones (mitos o arquetipos) se construye
una memoria urbana, relatos compartidos, que todos los ciudadanos tienen y que da
medios para que la ciudad no sólo sea recuerdos, si no manifestaciones materiales que
por sí solas hablen y den pautas para vivir en ella.70
De esta manera lo mítico es un factor que contribuye con la creación de imaginarios
urbanos en la medida que son creaciones colectivas que van creando memoria urbana y
por tanto otorgándole sentido a la ciudad. Además los mitos urbanos como se mencionó
antes también atraviesan a los habitantes de la ciudad, en especial afectan su manera de
comportarse y percibir cotidianamente al entorno.
• Por otra parte encontramos a lo simbólico, que como su nombre lo índica hace
referencia a los símbolos y entiéndase por ellos: “el término, nombre, pintura que
representa algo oculto para nosotros aunque sea parte de la vida diaria. Representa algo
más que el significado obvio”71, cabe aclarar que el símbolo no es lo que está escondido,
es lo que se despliega más allá de lo evidente. Los símbolos son representaciones
humanas dotadas de sentidos determinados; algunos de esos sentidos son creaciones
individuales, pero otros parten de consensos colectivos.
68 Ibid., Pág. 67 69 Ibid., Pág. 96. 70 SILVA, Armando. Ciudad imaginada, en: revista Signo y Pensamiento, No.22, 1993. Pág. 20 71 JUNG, Carl, Op. Cit, Pág.20
Los símbolos por tanto son representaciones que se hacen de la realidad y que llevan
consigo una carga valorativa; es gracias a los símbolos como los sujetos generan códigos
y por tanto formas de comunicarse que los hace pertenecientes a una colectividad. En el
caso urbano, los símbolos son representaciones de la realidad que toman formas
particulares y que dan cuenta de la imagen de ciudad que portan sus habitantes. Es así
como en algún momento “El Cartucho” en Bogotá era símbolo de inseguridad y
drogadicción mientras que la Zona G representa estilo y sofisticación; por tanto los
símbolos que se hagan del espacio urbano al mismo tiempo que forjan imágenes
individuales de la ciudad, también forjan imágenes colectivas que hablan del estilo de la
urbe como lo apunta Armando Silva en su libro “Imaginarios urbanos”:
“No se diría con exactitud que somos ciudadanos del mundo; más bien somos ciudadanos de una
ciudad que habita el mundo. Lo que hace diferente a una ciudad de otra no es tanto su capacidad
arquitectónica, lo cual ha quedado rezagado luego de un modernismo unificador en avanzada
crisis, cuanto más bien los símbolos que sobre ella construyen sus propios moradores. Y el
símbolo cambia las fantasías que una colectividad despliega para hacer suya la urbanización de
una ciudad.”
Los lugares de la ciudad pueden convertirse en símbolos que construyen imagen de
ciudad y por tanto que se insertan en los imaginarios urbanos que van creando los
ciudadanos. Lo simbólico es el plano de representación donde lo evidente se transgrede y
se potencializa la percepción y la valoración, tanto individual como colectiva.
Es de esta manera como lo simbólico es una categoría importante cuando se habla de
construcción de imaginarios urbanos, pues es una forma de representación que trae
implícito un sentido. Sentido que cambia con el paso del tiempo o que se instaura en los
ciudadanos y comienza a forjar memoria urbana. De todas formas lo simbólico permite
crear consensos colectivos e imágenes de ciudad que van más allá de la percepción
sensorial. Además como lo apunta Armando Silva: “Lo imaginario hace uso de lo
simbólico por la facilidad que tiene estos últimos de comunicar”. 72
72 SILVA, Armando. Imaginarios Urbanos. Bogotá: Tercer Mundo, 1992. Pág. 98
Es así como queda claro que los imaginarios urbanos son abstracciones complejas de la ciudad;
que les permiten a los ciudadanos representar en sus mentes el entorno que habitan y que llenan
de sentido; bien sea por experiencias propias, colectivas o consensos culturales. De esa forma
cada ciudadano va creando imaginarios en la medida que experimenta la ciudad en todas sus
dimensiones, tanto en el plano subjetivo como en el intersubjetivo; es así como el imaginario no
es un constructo estático y por tanto el acto de imaginar la ciudad es un asunto dinámico donde
cada vez se mezclan más elementos. Como lo diría García Canclini: “Imaginar la ciudad es
construirla a partir de este zapping permanente de lugares y situaciones, es unir fragmentos y
agregarle lo que se presupone, se fantasea, se cree y se conoce.”73
Para concluir, se puede afirmar que imaginar la ciudad es un proceso de interiorización del
espacio urbano donde se le va dando forma y sentido a la ciudad. Los imaginarios urbanos son
las representaciones más fiables de la ciudad, pues trascienden los planos proyectuales para
concentrarse en las imágenes cotidianas de la ciudad que parten de sus practicantes ordinarios; al
respecto el arquitecto Juan Carlos Pergolis afirma:
“Porque la imagen urbana no pertenece a la ciudad, sino a sus habitantes, ya que es el modo como los
ciudadanos la representan en su mente; por eso la imagen identifica a la ciudad, no por como es, sino por
cómo es vista”.74
Si bien ya se abordaron los temas más relevantes del marco teórico: ciudad concepto, ciudad
real, subjetividad e imaginarios. Es pertinente cruzarlos con Bogotá, en especial con el centro
histórico capitalino y la zona que por mucho tiempo se conoció como “El Cartucho”. Estos tres
aspectos son importantes para recrear el contexto que impulso la renovación urbana del Barrio
Santa Inés, que comenzó a gestarse en Bogotá desde 1998 con la alcaldía de Enrique Peñalosa y
que hoy se conoce como Parque Tercer Milenio (PTM).
Para tal propósito es necesario hacer una revisión de los antecedentes históricos de la ciudad,
concentrarse en la configuración espacial para dar cuenta de los temas tratados en el primer
73 GARCÍA CANCLINI, Op. Cit, Pág. 27 74 PÉRGOLIS, Juan Carlos, Op. Cit, Pág. 11
capítulo y evidenciar como Bogotá es producto tanto de unos discursos hegemónicos como de
prácticas emergentes que han transformado la traza urbana. De la misma forma, es importante
hacer una revisión del centro histórico, pues además de ser una de las zonas más simbólicas de la
ciudad y por tanto estar dentro del imaginario urbano de la mayoría de capitalinos; en la última
década ha recobrado importancia como espacio de desarrollo urbano y ha sufrido una serie de
transformaciones drásticas que quién sabe si están incluidas dentro de esa imagen de ciudad de
los habitantes bogotanos de la actualidad.
Y por ultimo estaría la revisión de “El Cartucho”, zona céntrica bogotana ubicada a tres cuadras
de la Plaza Simón Bolívar (UPZ 93), y símbolo de inseguridad y pobreza. Por mucho tiempo “El
Cartucho” se consolido como un referente importante de la capital hasta su demolición a
comienzo del 2002; pero los problemas de la zona no se remontan sólo a las tres últimas décadas,
el barrio Santa Inés se caracterizó por ser una zona de exclusión desde mediados del siglo XVIII
y posteriormente de deterioro luego del 9 de abril de 1948. Pero no es sino con la alcaldía de
Peñalosa que la zona cobra importancia en los planes de desarrollo urbano y se comienzan a
gestar transformaciones importantes, que implicaron la demolición de patrimonio histórico y la
construcción de un parque de envergadura metropolitana.
2.1 Bogotá Pues bien, Bogotá ha sido una ciudad atravesada por un sin número de discursos y prácticas
(desde la llegada de Gonzalo Jiménez de Quesada) que al mismo tiempo que van configurando
espacialmente el territorio, van creando ciertas subjetividades. Tal entrecruce hace que la ciudad
no sea un escenario estático, sino por el contrario que adquiera cierto dinamismo que con el paso
del tiempo se enriquece más.
Es así como la historia es importante para reconstruir el escenario que hizo posible
intervenciones urbanas como la del PTM. Es bajo esas premisas de los discursos hegemónicos y
emergentes, las prácticas cotidianas y las operaciones funcionales como se va a reseñar la
configuración espacial de Bogotá; para tal propósito la ciudad se dividió en: dual, compacta y
fragmentada75.
La primera, el periodo que comprende desde la fundación de la ciudad hasta mediados del siglo
XIX, donde predomina el discurso dominador/dominado y posteriormente el asunto del
mestizaje, y con ello el movimiento de independencia; la segunda desde mediados del siglo XIX
hasta las migraciones de 1930 donde el centro de la ciudad sigue siendo la guía para la traza y el
crecimiento urbano, además donde la iglesia se desliga por completo de su carácter de unidad
urbanizadora; por ultimo estaría el periodo desde los 40’s hasta hoy en día, donde comienzan las
intervenciones urbanas que rompen la traza existente hasta el momento, debido al aumento
significativo de la población y el discurso progresista de exportación europea.
• Bogotá dual: la configuración de las ciudades latinoamericanas para finales del siglo
XV y comienzo del XVI, estaba en función del imperio español y los discursos
humanistas europeos; además había que sumarle el ethos católico que era de vital
importancia para los españoles. Como lo demuestra la primera Bula inter caetera, emitida
por el Papa Alejandro VI, en mayo de 1543, al dirigirse a los reyes de Castilla:
“Entre las obras agradables a la Divina Majestad y deseables para nuestro corazón existe aquella
ciertamente importantísima, a saber, que, principalmente en nuestro tiempo, la fe católica y la
religión cristiana sean exaltadas y que se amplíe y dilaten por todas partes y que se procure la
salvación de las almas y que las naciones bárbaras sean abatidas y reducidas a dicha fe.”76
Los territorios conquistados van a convertirse en periferias del imperio, por tal razón van
a perder cualquier tipo de particularidad cultural y van a llevar a cabo un proceso de
“europeización”. Proceso que además de afectar la parte formal de la ciudad, va a traer
transformaciones sociales importantes; la primera de ella la evangelización católica,
luego vendría la esclavitud y con ella la inserción de una nueva raza (la negra). A la par
estaría un nuevo sistema administrativo y jurídico, y además de eso se sumaría la nueva
jerarquización social. 75 Categorías que tiene ver con el centro de la ciudad como eje urbanístico para la configuración de Bogotá. 76 Citado por: ROBLEDO, Ángela. Aproximación genealógica de la exclusión en Bogotá: emergencia del sujeto excluido. Bogotá: PUJ, 2007. Pág.17
“Si bien los indios eran caracterizados por ser perezosos y haraganes, lo que más caracterizaba a
los negros era la soberbia, su personalidad se consideraba altanera y rebelde, se les acusaba
también de ser mentirosos, propensos a la calumnia y a las costumbres licenciosas. Las mujeres
negras eran tenidas por fáciles y deslenguadas e inclinadas a la prostitución y el amancebamiento.
Por llevar sangre de la tierra en sus diferentes combinaciones, los pardos en todas sus
combinaciones eran visto como racialmente inferiores a los blancos.”77
Las primeras configuraciones urbanas luego de la conquista adquieren tanto las formas
jurídicas como físicas europeas. La marcación territorial se hace en forma de cuadrícula,
se instaura una plaza como eje central78 y alrededor de ella se instalan las instituciones
gubernamentales más importantes: Cabildos y Real Audiencia. Además tiene que haber
presencia eclesiástica, por eso también se instalan parroquias; y la judicial con la prisión
y el rollo de la justicia: “una columna cilíndrica de piedra rematada por una cruz. El rollo
era el gran símbolo de la justicia real y era utilizado para que en él se ejecutarán los
castigos de los malhechores e inclusive se expusieran en él sus cabezas cuando eran
decapitados.”79
Esa marcación es la que hace que en Bogotá se hablen de dos actos de fundación; el
primero el 6 de agosto de 1538 con Gonzalo Jiménez de Quesada, y la segunda con
Nicolás de Federman y Sebastián de Belalcazar el 27 de abril de 1539. La primera hace
referencia a la toma militar de los terrenos del Zipa mientras que la segunda es esa
marcación jurídico administrativa del territorio.
En la configuración espacial de Bogotá cobró gran importancia la Iglesia, pues era un
núcleo básico de crecimiento urbano; al mismo tiempo que se evangelizaba, las
parroquias se convertían en los centros de aglomeraciones urbanas. Por eso para 1600 de
los 18 edificios construidos en Bogotá, 13 eran religiosos: templos o conventos. La
catedral de Bogotá data de 1553, para 1585 ya estaba la iglesia de las nieves y Santa 77 NAVARRETE, M. Los avatares de la nueva vida: la transgresión a la norma entre la población negralibre y esclava,en: Revista Historia y Espacio, No.19. Pág.79 78 Marcación que como lo apunta Silvia Arango en “Historia de la arquitectura colombiana” es de vital importancia en el proceso de colonización:” El máximo gesto civilizador consistía en limitar el espacio: plaza, calle, cortijo, encierro. Allí donde el hombre dominaba la geografía encontramos el espacio artificial, osea el espacio.” Pág. 41 79 ROBLEDO, Angela, Op. Cit, Pág. 34
Bárbara, y para finales de 1598 la de San Victorino. “De ahí que la América Hispánica
heredara el concepto de parroquia, tradicional y vigoroso en España desde la Eda Media.
La parroquia, más que una unidad de apacentamiento de almas, era un activo centro
político, administrativo, social y familiar.”80
El poder eclesiástico era de suma importancia para la época, pues eran “los poseedores de
la verdad” y bajo esa insignia se aniquilo cualquier rastro de la cultura de los nativos.
Con la evangelización (llevada a cabo por dos congregaciones los dominicos y los
jesuitas) se pretendía sacar de la barbarie a la población indígena, pero tal campaña no
sólo hacía referencia a una colonización espiritual, pues con la conversión los nativos se
convertían en piezas importantes del progreso económico de la periferia y por tanto de la
prosperidad del imperio. Así que la evangelización además de responder con unos
dictámenes espirituales, era un mecanismo de control social por medio del cual se podía
controlar tanto a indígenas como a negros, y además se les convertía en cuerpos dóciles
productivos; el mismo Foucault afirmaría:
“El cristianismo tanto en la Edad Media como en los tiempos modernos, inventó formas políticas
diferentes, las cuales modificaron estructuras jurídicas y fueron las únicas que han desarrollado
una extraña tecnología del poder, al tratar a la inmensa mayoría de hombres como si fuesen un
rebano guiado por un puñado de pastores”81
Bajo ese discurso de civilizados/ barbaros, conquistadores/conquistados,
blancos/salvajes; Bogotá parece una ciudad dual donde las primeras preocupaciones
espaciales giran en torno a la diferenciación entre unos y otros. En construir una ciudad
donde quedara bien claro el papel que cada cual jugaba y por tanto la forma como podía
aprovecharse el espacio. Para tales fines se reglamentaron ciertos asuntos en Las Leyes
de Indias y el Código de las Siete Partidas, por ejemplo la prohibición para circular a
ciertas horas por algunos lugares de la ciudad, reglamentación exclusiva para negros e
indios:
80 Ibid, Pág. 28 81 FOUCAULT, Michel. La vida de los hombres infames. Madrid: La Piqueta, 2000. Pág. 273
“La función normativa buscaba clasificar la vida en la ciudad, a partir de comportamientos y
costumbre permitidos a los españoles y prohibidos a los indígenas y a los negros. Eran
prohibiciones propias de estos: el porte de armas, la movilización por la ciudad en horas de la
noche y la celebración de reuniones.” 82
Además de tal segmentación jurídica, también existían diferencias con referencia al estilo
y las formas de vida urbana. Los conquistadores residían― en casas con mucho diseño
interior donde las recamaras más valiosas eran las de más al fondo, pues eran las más
retiradas del escrutinio público ― alrededor de la Plaza Mayor, mientras la población
indígena y los negros se asentaba en las parroquias alternas, en una especie de rancherías
o bohíos de paja y bahareque. Al respecto de la arquitectura interior de las residencias
Silvia Arango apunta:
“Las casas se caracterizaban por carecer de fachada y estar compuestas por sala, cámara, recámara
y trascámara, completadas por los servicios de cocina y huerta. Cada espacio se definía no por su
uso, sino por su grado de privacidad y por quienes podían acceder a él, apareciendo como un
espacio altamente jerarquizado, siendo la trascámara el reciento final, el sitio más encerrado de la
casa.” 83
Por eso no es de extrañar la pugna entre la Plaza Mayor (Plaza de Bolívar en la
actualidad) y la Plaza de las Yerbas (hoy Parque Santander), una propia de los
conquistadores y la otra mercado indígena con mayor potencia evangelizadora dada por
los dominicos, sea ejemplo claro del desarrollo dual de la ciudad. Al respecto de la Plaza
Mayor, Iriarte afirma:
“… No fue como en otras ciudades contemporáneas y análogas del continente, el gran centro
aglutinador de la nueva urbe. Por el contrario dado que la Plaza de las Yerbas rivalizaba con ella,
puede decirse que la ciudad tuvo en sus primeros tiempos una configuración bipolar.”84
Y es bajo esos precedentes como la configuración espacial de Bogotá en un principio se
ve influenciada por el discurso hegemónico del imperio español y la racionalidad
82 ROBLEDO, Angela, Op. Cit, Pág. 35 83 ARANGO, S. Historia de la arquitectura colombiana. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1989. Pág. 48 84ROBLEDO, Angela, Op. CIt, Pág. 26
católica. Es bajo esas dos lógicas como la ciudad empieza su proceso consolidación, con
una traza en cuadricula que exaltaba a la Plaza como centro de expansión urbanística y
por tanto lugar de conglomeración: “La plaza como lugar de congregación en el plano por
trazar de las ciudades fundadas en Indias, fue el aporte más notable de la urbanística
imperial de España”85. Además siguiendo los ejes sur-norte y oriente – occidente de la
plaza, surge las principales calles: la calle Real.
Cabe anotar que la Plaza Mayor y la de las Yerbas, no fueron las únicas que levantaron
en este terrero todavía insipiente; también estaba la de San Victorino que era entrada para
los viajeros que llegaban de Honda y por tanto se convirtió en centro permanente de
intercambio de mercancías― hasta hoy conserva ese carácter―. De la misma manera
estaba la de San Francisco, Las Nieves, Los Mártires y La Maderas (mejor conocida
como España), todas ellas estrechamente relacionadas con algún templo religioso.
Es así como este primer periodo, el colonial, se caracteriza por una configuración
espacial dual donde predomina el discurso religioso y los lineamientos españoles. La
población nativa y los negros quedan excluidos de la Plaza Mayor y tienen que
desplazarse hacía las demás plazas. En esas periferias configuran asentamientos que son
tipificados como bohíos y que no siguen la parcelación reglamentada por el Imperio. Este
tipo de resistencias urbanas se da con especial fuerza en la Plaza de San Victorino.
El periodo colonial de Bogotá va hasta comienzo del siglo XIX, cuando comienza a
gestarse el movimiento de independencia y la ciudad comienza a desligarse del discurso
español para acercarse más al francés e Ingles. En este periodo que formalmente es el
republicano, podríamos hablar de Bogotá como una ciudad mestiza. Con una
configuración que ya había sobrepasado ese modelo dual entre civilizados/ barbaros
(subjetividades), y el imaginario de la ciudad trascendía esa imagen de paraje paradisiaco
y bárbaro, cuya apropiación se había hecho a partir de la marcación de tierra y de la
sujeción de indígenas.
85 Alcaldía Mayor. Cartilla del espacio público. Bogotá: Departamento Administrativo de Planeación Distrital, 1993.
Ahora se entra en la segunda fase de la ciudad dual, resultado del mestizaje y los
postulados de la ilustración, la nueva combinación sería españoles/ criollos y
criollos/paros. La ciudad se convierte en el foco para forjar naciones, por tanto se
convierte en el escenario de un nuevo entramado cultural, de una nueva red de
símbolos.86 Bogotá entra en una fase barroca donde se desinterioriza la arquitectura y el
espacio público cobra importancia; además la ciudad se convierte en centro
administrativo del Virreinato (1739) y esto hará que prime con respecto a otras ciudades.
La traza urbana comienza a transformarse debido a que la parroquia deja de ser una
unidad urbana tan importante, surgen los cuarteles y con ellos los barrios. De esta forma
el ordenamiento territorial de la ciudad se desliga del discurso religioso para que cobre
importancia el político; asunto que va de la mano con la independencia y la formación de
las naciones. Al respecto Alfredo Iriarte comenta:
“La instrucción de 1774 dividió la ciudad en ocho barrios y cuatro cuarteles, lo cual fue una
prueba evidente de que ya se imponía nomenclatura civil como sustituto de la religiosa
(parroquias), que predominaba desde el nacimiento de la ciudad.”87
Además de ello, la ciudad entra en una fase de hitos simbólicos; la Plaza Mayor cambia
su nombre a Plaza de Bolívar, y la pila que suministraba agua para los barrios adinerados,
es reemplazada por la estatua de Simón Bolívar (1846). A ello hay que sumarle la
construcción del Capitolio y una serie de edificios que van a dar cuenta de la historia
patria y con ello la fundación de la ciudad museo.
En este periodo y bajo las directrices de la ilustración cobra importancia el discurso
científico, se fundan las instituciones educativas más importantes y se crea en forma la
policía. Las actividades de mayor demanda en la ciudad son las administrativas y se
comienza a imponer un discurso higienista que comienza con prácticas como los censos,
y posteriormente con los manuales de urbanismo.
86 Como lo apunta González-Stephan en Esplendores y miseria del siglo XX: “El diseño de signos emblemáticos que en operación metonímica se pudiese reconocer en ellos la patria, desde luego más abstracta que concreta: el efecto de un pasado heroico y glorioso lleno de silenciamientos significativos y de figuras hipertrofiadas convenientes a la magnificación del nuevo Estado nacional; pero sobre todo la modelación de un tipo de ciudadano que debe habitar las ciudades de esas repúblicas.” Pág. 433 87 Alfredo Iriarte citado por: ROBLEDO, Angela, Op. CIt, Pág. 53
Cabe resaltar para los objetivos de esta investigación, que en este periodo comienzan a
fundarse los suburbios urbanos, la mayoría de ellos constituidos por población indígena.
Las parroquias de San Victorino y Santa Bárbara son las más propensas a la
configuración de este tipo de asentamientos; a esas dos parroquias quedan adscritos
algunos poblados indígenas que se toman de veinte a treinta manzanas próximas a la
Plaza Mayor y se convierten en zonas peligrosas de la ciudad, que no van acorde con el
discurso ilustrado que quiere hacer de la ciudad un espejo de la nueva idiosincrasia
latinoamericana, José Luis Romero apunta:
“… mezquinos conjuntos de ranchos quizás agrupados alrededor de una pulpería o de una capilla,
próximo a veces al matadero o un mercado de extramuros o una plaza de carretas. Allí vivían los
más pobres, o los que trabajaban las huertas para llevar sus frutos al mercado urbano, o los que
buscaban en ese ambiente una coyuntura para ejercer un oficio o comercio. Pero, además, en el
juego de los que emigraban del campo hacía las ciudades y de los que huían de ellas hacia aquel,
el suburbio cumplía un papel de etapa, y la población que resultaba de esa amalgama se
caracterizaba por su marginalidad lindante a veces con la mala vida”. 88
La Bogotá dual es una confluencia de esos preceptos europeos y las prácticas propias de
los residentes latinoamericanos; el choque entre los discursos higienistas y la popularidad
de las chicherías, la simbolización histórica de la ciudad y los desordenes parcelarios en
parroquias aledañas al centro de poder más importante de la ciudad: Plaza de Bolívar.
Además hay que sumarle la decadencia del discurso religioso y la magnificaciones de los
ideales políticos que eran exclusividad de cierta clase de ciudadanos. Es así como la traza
urbana y por tanto la organización territorial de la ciudad, se ven sujetas a prácticas y
discursos contradictorios que al mismo tiempo que fundan la ciudad museo que hoy
reconocemos y tenemos dentro de nuestro imaginario, también forjaron zonas deprimidas
de la ciudad como “El Cartucho”.
En esta segunda fase de la Bogotá dual, la ciudad es percibida como el centro político
administrativo más importante de la Nueva Granada, por tanto el imaginario urbano gira
en torno al proceso de independencia y la ciudad como símbolo de una historia
88 ROMERO, José Luis, Op. CIt, Pág. 154-170
compartida que va a fundar una nación libre. Es así como las subjetividades urbanas
pegadas a los discursos hegemónicos van a hacer referencia a ciudadanos ilustres que
siguen los preceptos científicos.
• Bogotá compacta: luego de ese proceso de independencia ―que podemos cerrar luego
de la culminación de la Guerra de los Mil días― y de dejar de lado esa relación
centro/periferia con España, la ciudad comienza a vivenciar una euforia por la
modernización y con ello surgen las primeras ideas de planificación urbana.
Bogotá para la época ya comenzaba su proceso de organización territorial por barrios y
distritos; aumenta significativamente su población, pero su territorio no crece de la
misma manera; por tal razón se habla de una ciudad densamente poblada.
Cabe anotar que se sigue conservando esa forma de crecimiento urbano centrípeta
alrededor de la Plaza de Bolívar, pero ya a comienzo del siglo XX con la aparición de
barrios como Chapinero el centro va perdiendo fuerza y con ello se abren nuevas
posibilidades de expansión territorial; ahora se habla del eje norte-sur.
La arquitectura sigue siendo republicana, a comienzo del siglo XX Bogotá replicaba las
formas que habían tenido auge en la Europa del siglo XIX. Con ello la ciudad se va
embelleciendo, en espacial las zonas aledañas a la Plaza de Bolívar, desde esa entonces
en el centro fundacional comienzan a confluir diversas tendencias arquitectónicas que
hablan por sí solas de la historia de la ciudad. Además comienza a tomar fuerza lo
bucólico y con ello la construcción de los primeros parques de Bogotá: El bosque
Hermanos Reyes, el Luna Park y el Lago Gaitán.
“El parque se convierte en una entidad benigna y hermosa; la <<ruralidad>> es sometida a
cánones estéticos y vuelta paisaje bucólico, ingresa con aires de nostalgia, de paraíso perdido, en
recintos ya definitivamente urbanos.”89
89 ARANGO, Silvia, Op, Cit. Pág. 163
Además de eso, comienzan gestarse los primeros planes de renovación urbana, de
iniciativa privada, con referencia a la vivienda; se comienzan a demoler las casonas
antiguas, se parcela más el terreno y se construyen 3 o 4 casas iguales, con espacios más
abiertos y un poco más pequeños.
Con la difuminación de la Plaza de Bolívar como unidad de crecimiento urbano, el
modelo de círculos concéntricos pierde vigencia y se comienza a hablar de una ciudad
lineal para las primeras décadas del siglo XX. Como ya se había mencionan la ciudad
comienza a configurarse a partir del eje norte- sur, y Chapinero distrito No.6 comienza a
potencializar la expansión urbana, siendo esta zona la más apetecida por la gente
adinerada de la época; al respecto de la nueva expansión territorial y jerarquización
espacial de Bogotá Germán Téllez apunta:
“Los terrenos más favorables y costosos hacia el norte de la antigua ciudad colonial, en torno al
vecino pueblo de Chapinero, acogieron la burguesía más acomodada en lotes relativamente
amplios, en los que combinaban las grandes casas aisladas y las hileras de <<quintas>> más
pequeñas construidas en serie para la clase media comerciante. Hacía el sur y occidente, las tierras
menos favorables acogieron las clases medias más bajas, los núcleos artesanales y obreros que ya
no cabían en el centro de la ciudad. Los loteos fueron cada vez más estrechos, la construcción más
pobre, el hábitat cada vez más mezquino ambientalmente.” 90
Sin embargo la ciudad sigue dependiendo del centro como foco de desarrollo, pues la
infraestructura urbana no está lo suficientemente desarrollada. Esa importancia que
guarda el centro hace que este periodo se caracterice por forjar planes paisajísticos más
que urbanos. En este periodo es donde el centro adquiere esas fachadas neoclásicas y
donde se traen arquitectos desde Europa para que embellezcan al centro y le den ese aire
del viejo continente.
Por tanto es más un periodo de mampostería donde los burgueses comienzan a surgir y
requieren que la ciudad se embellezca para simular el progreso de la sociedad. Los
90 TELLEZ, G. La cultura y el urbanismo en la época republicana, en: Manual de Historia de Colombia. Procultura S.A. Instituto colombiano de cultura, tomo II, 1982. Pág.446
primeros pasajes comerciales aparecen y la carrera Séptima comienza a cobrar
importancia. Además hay que sumarle la aparición del Tranvía y la estación de la sábana.
Es un periodo donde al mismo tiempo que la población va en aumento, la ciudad se
estiliza y por tanto se hablan más de intervenciones arquitectónicas, que de reformas
urbanas considerables. A pesar de la aparición del primer sistema de transporte masivo y
el número de rutas que éste cubría, el desarrollo de Bogotá en este periodo es puramente
formal. Ya no se ve tan marcada la dualidad entre criollos y pardos, por el contrario los
criollos que ahora se denominan burgueses están configurando su ciudad bajo normas
estilísticas importantes.
La ciudad compacta por tanto hace referencia a una imagen urbana que tiene que
adecuarse al modelo europeo forjado por los burgueses, aún no potencializado por la
actividad económica sino por una pretensión en el estilo de vida. Es así como la Bogotá
compacta sigue teniendo como centro de desarrollo a la Plaza de Bolívar, y la traza sufre
grandes transformación viales, pues el asunto de la circulación comienza a cobrar
importancia.
• Bogotá Fragmentada: este es el último periodo y como ya se había dicho, se funda
bajo el principio de la decadencia del centro como pieza cable del desarrollo urbano, el
debilitamiento del modelo concéntrico, la importancia de la burguesía y el surgimiento de
la ciudad línea. Así que se puede hablar de la ciudad fragmentada desde comienzos de la
tercera década del siglo XX cuando el país entra en un verdadero proceso de
industrialización que se junta con la crisis internacional del 29.
En este punto, ya se habla de Bogotá como una ciudad en proceso de modernización que
se convierte en epicentro de migraciones internas, por llevar a cuestas ese paradigma del
“progreso”. Esto conllevo el aumento desmesurado de la población y por tanto como lo
afirmaría Romero se comienza a hablar en términos de masa urbana:
“En algunas ciudades comenzaron a constituirse esos imprecisos grupos sociales, ajenos a la
estructura tradicional, que recibieron el nombre de masas…Cambió la fisonomía del hábitat y se
masificaron las formas de vida y las formas de mentalidad. A medida que se masificaban, algunas
ciudades de intenso y rápido crecimiento empezaron a insinuar transformaciones de su fisonomía
urbana: dejaron de ser estrictamente ciudades para transformarse en una yuxtaposición de guetos
incomunicados y anómicos. La anomía comenzó a ser también una característica del conjunto. “91
Sin embargo cabe aclarar que los nuevos residentes de la ciudad no provenían
exclusivamente se zonas rurales, también habían personas que se desplazaban de
ciudades pequeñas o medianas. Los barrios populares y las zonas marginales de la ciudad
van ser los centros de recepción para este flujo migratorio; esto conllevó una serie de
fricciones urbanas porque la ciudad no estaba preparada para recibir a tanta gente: “Las
tensiones sociales se intensificaron, porque el crecimiento desmesurado de la población
urbana originó un círculo vicioso: mientras más crecía la ciudad más expectativas creaba
y, en consecuencia, más gente atraía porque parecía que podía absorberla; pero, en rigor,
el número de quienes se incorporaban a la estructura urbana era siempre superior a lo que
la estructura podía soportar.”92
Con el crecimiento de la población urbana, el territorio de la ciudad se expandió y con
ello surgió la necesidad de crear planes de ordenamiento territorial e intervención urbana
que de alguna forma trataran de organizar el “caos” en el que se había convertido la
ciudad. Para ello en 1927 se crea el Departamento de Urbanismo, en 1933 asume su
dirección el arquitecto austriaco Karl Brunner quien priorizo el asunto de la movilidad
como función primordial de la ciudad. Es de esta manera como Bogotá comienza a
pensarse como un organismo cuyas partes están desarticuladas, y la solución es crear una
malla vial contundente (Caracas y Jiménez).
Luego de ese primer plan vendrían más de media docena de iniciativas que pretendían dar
algún orden a esta ciudad fragmentada; pero la malla vial no fue el único elemento
relevante en este tipo de propuestas, la zonificación de la ciudad era otro asunto
importante, lo mismo que la funcionalización de cada sector de la ciudad. Es así como
para comienzo de los 50’s (luego de los incidentes, en especial en el centro, del 9 de abril
de 1948) Le Corbusier propone para la ciudad el Plan Director de Bogotá, modelo de
91 ROMERO, José Luis, Op, Cit. Pág. 388 92 Ibid, Pág. 395
ciudad, que propone la sectorización de la ciudad en zonas de residencia, trabajado,
administración y recreación; además hace una división precisa de la función que debe
cumplir cada vía para que a la vez que facilita la movilidad por la ciudad, permite guiar
regulaciones paisajísticas que construyan imagen de ciudad.
Sin embargo, los postulados de Le Corbusier no son seguidos al pie de la letra; las nuevas
migraciones a causa de los enfrentamientos políticos hacen que la ciudad vuelva a sufrir
un crecimiento desbordado; asunto que conllevo la construcción informal y por tanto la
urbanización ilegal a lo largo de todo el terreno de la ciudad. Además de tal migración
más la industrialización de la capital, la ciudad comienza a polarizarse, entre los barrios
obreros y los barrios de la clase alta. Los primeros se ubican del centro por todo el eje
sur, mientras los otros del mismo centro, pero hacía el norte.
Así como se mencionó en el primer capítulo, Bogotá comienza su fase de planeación
como una ciudad concepto que tiene que responder a las lógicas del capitalismo y por
tanto la racionalidad funcionalista. Sin embargo aparecen prácticas como la urbanización
informal que comienzan a forjarse al mismo tiempo que las grandes obras de
interconectividad urbana.
Con esta nueva migración, la ciudad comienza a crecer93 por el occidente y comienzan a
surgir las ciudadelas, proyectos residenciales que albergan a una gran cantidad de
personas y donde se brindan una cantidad de servicios, lo que asegura pocos
desplazamientos; ejemplo del asunto Pablo VI, Ciudad Salitre, Ciudadela Colsubsidio,
etc. Este tipo de proyectos dan cuenta de la fragmentación de la ciudad, de esas rupturas
que hacen imposible volver a armar un todo y que nos presentan a la ciudad como un
ciudad difusa, donde hay centros de desarrollo por todos lados.
Es así como Bogotá sufre cambios drásticos con respecto a su traza, y es casi imposible
hablar de normativas y planes que se preocupen por la totalidad del territorio. No es sino
hasta la década de los 90’s cuando la ciudad ha adquirido unas dimensiones
93 Ver Anexo 4
extraordinarias, que la administración distrital comienza a gestar planes urbanísticos que
mejoren el aspecto de la ciudad y con ello la calidad de vida de sus habitantes.
Con la alcaldía de Jaime Castro las finanzas del distrito mejoraran94, lo cual asegura
capital para las futuras inversiones, además se radica el Estatuto Orgánico de Bogotá
donde se consignan las principales herramientas jurídicas, administrativas y fiscales para
la ciudad; se habla de la división de la ciudad en 20 localidades, las funciones de los
alcaldes de las diferentes localidades, se hace una distinción de poderes entre el Consejo
de la ciudad y el Alcalde Mayor. En resumidas cuentas se crea un dispositivo de
gubernamentabilidad para la ciudad, donde queda muy clara la dicotomía entre la
administración central y la local; por tanto la ciudad además de fragmentarse
espacialmente y socialmente, políticamente también lo hace.
“El Estatuto permitió también organizar el sistema político en la capital en términos de relación y
separación de poderes y de funciones entre el Consejo Distrital, como suprema autoridad de la
ciudad, con atribuciones administrativas de carácter normativo y de vigilancia y de control de la
gestión adelantada por las autoridades distritales, y el Alcalde Mayor como jefe de gobierno y de
la administración.”95
Es bajo esas premisas como luego vendría la gestión de Antanas Mockus, quien se
centraría en el papel político de los habitantes de la ciudad; y como a partir de iniciativas
civiles y consciencia ciudadana la ciudad progresaría. En este punto se añade el discurso
democrático que prioriza el papel de los ciudadanos del común, quienes mediante ciertas
acciones cotidianas contribuyen con el desarrollo urbano de la capital.
Hasta el momento la ciudad fragmentada se nos presentaba como consecuencia de las
migraciones y la funcionalización de la ciudad; por tanto una configuración espacial que
respondía a los planes de desarrollo urbano como a las prácticas informales de
urbanización. Los dos aspecto configuraron ciudad y con ello un imaginario polarizado
94 Se adoptó el mecanismo de autoevaluó en el impuesto de valorización e industria y comercio; se incrementó la base tributaria y con ello el aumento en el recaudo de impuestos paso de 29 millones de dólares en 1993 a 51 millones en 1994. 95 ROBLEDO, Angela, Op. CIt, Pág. 130
de lo que representaba Bogotá. Con el paso del tiempo se hizo inminente una
intervención política que no sólo diera cuenta de intervenciones urbanísticas, sino que
regulara las instituciones responsables de gestionar tales proyectos.
Es así como la ciudad comienza a transformarse desde los mecanismos gubernamentales,
hasta llegar a los ciudadanos, y con ello a la categoría de participación ciudadana. Esa
inserción de los habitantes de ciudad en los planes de desarrollo para la ciudad hicieron
que la imagen de la capital se fuera transformado. Sin embargo existían problemas
sociales serios que requerían prontas soluciones; “El Cartucho” era uno de esas zonas de
la ciudad que requería mayor atención, pues se había convertido en símbolo de
inseguridad ―en gran medida por los medios de comunicación― y con ello el centro de
la ciudad entraba también en deterioro.
Luego de esa fase democrática de la primer alcaldía de Mockus, la ciudad entra en un
proceso de “modernización” urbana; donde la prioridad es mejorar la infraestructura de la
ciudad para garantizar mejores condiciones de vida, y con ello trastocar ese imaginario
urbano donde la ciudad era un contenedor gris, atiborrado de trancones y con problemas
serios con respecto al espacio público. Es así como se comienzan a delinear los
parámetros del POT (Plan de Ordenamiento Territorial)96; liderado por la alcaldía de
Enrique Peñalosa y con vigencia hasta el 210.
En este punto la discursividad gubernamental con respecto a la configuración espacial de
la ciudad se sostiene en un ideal de ciudad, por tanto en un modelo utópico que mediante
unos lineamientos específicos van a intentar darle forma a los fragmentos, “espacios
diferentes” como diría Foucault, en que se divide Bogotá. Tal discursividad es ejecutada
en diversos proyectos que intervienen la parte formal de la ciudad y que pretender
generar guías para la relación ciudadano/espacio; guías que son normativas (políticas) y
han sido abaladas por el Estado: Ley 388 de 1997.
96 El P.O.T. es el instrumento básico para desarrollar el proceso de ordenamiento del territorio municipal. Es en sí, el conjunto de objetivos, directrices y políticas adoptadas para orientar y administrar el desarrollo físico del territorio y la utilización del suelo.
Más allá de esa carga política, se encuentran las prácticas de los ciudadanos del común
quienes dan sentido a esos dispositivos gubernamentales y los hacen parte de su vida
cotidiana en la ciudad. Como ya se había afirmado, los planes urbanos de los tecnócratas
adquieren validez cuando repercuten en la vida de los habitantes de la ciudad, y
trascienden ese plano normativo.
Es bajo esos tres periodos como se demuestra que Bogotá ha sido una ciudad cuya traza urbana
se ha modificado tanto por los discursos de sus gobernantes como por las prácticas emergentes
de sus ciudadanos. En ese juego es como la ciudad adquiere la connotación de escenario
comunicativo de choques discursivos donde se forjan realidades: algunas colectivas y otras
individuales.
Para el trabajo es relevante hablar de cómo algunas iniciativas ceñidas a los lineamientos del
POT de la capital han transformado el centro de la ciudad y en especial el barrio Santa Inés
donde se levantó “El Cartucho” y posteriormente el PTM. Esos lineamientos hacen referencia a
espacio público y renovación urbana.
2.2 Centro Histórico
“Analizar la historia en términos de <<larga duración>> supone una revaloración de la noción de acontecimiento, ya no se trata de considerar efectos inmediatos en el tiempo,
sino de valorar el acontecimiento como una extensión en el espacio-tiempo bajo las series; se considera cada serie o las relaciones entre ellas, individualmente con su
respectiva espacio-temporalidad, siempre en proceso de dispersión-aglutinación . La historia, desde este punto de vista se convierte en un asunto de velocidades.”
Michel Foucault
Se denomina centro histórico al núcleo urbano original que dio paso para el desarrollo de la
ciudad. Por tal razón es una zona donde se inscribe la historia de la ciudad y se encuentran las
instituciones políticas más importantes. El centro histórico de la ciudad de Bogotá tiene como eje
a la Plaza de Bolívar, y como ya se había mencionado su traza es concéntrica siguiendo los
parámetros del imperio español. El centro histórico capitalino es una mezcla de estilos
arquitectónicos donde se chocan las fachadas neoclásicas, con las casa republicanas y las calles
coloniales, además hay que sumarle las intervenciones del siglo XX y ahora los proyectos
contemporáneos como los que se van a llevar a cabo en el Hotel Continental: “La vida de una
ciudad es un acaecer continuo que se manifiesta a lo largo de los siglos a través de obras
materiales, sean trazados o construcciones, que la dotan de una personalidad propia y de los
cuales emanan poco a poco su alma.”97
Como se comentó en el ítem anterior, el centro histórico fue pieza clave del desarrollo urbano
hasta finales del siglo XIX; por tanto fue escenario de acontecimientos políticos y sociales
importantes para la ciudad, como la relación entre la Independencia del país y el barrio la
Candelaria. Es así como el centro histórico es un referente contundente dentro del imaginario
urbano de los habitantes de la capital, pues por dar cuenta de los procesos históricos oficiales
hacen que en esta zona se levante la categoría de ciudad museo: “Cuando se piensa en Bogotá, el
centro gana 84% del reconocimiento entre personas de todos los géneros, clases, edades y
ocupaciones.”98
Además el centro histórico forja cultura, y con ello comunidad; pues es al lado de los hitos
históricos y el pasado común, como las personas comienzan a crear lazos inconscientes que los
hacen pertenecientes a una colectividad, que identifica los mismo símbolos y les otorga un
sentido particular. Es de esta manera como el centro histórico además de ser muestra de un
pasado, construye presente y con ello ciudadanía: “Un centro histórico es aquel asentamiento
vivo fuertemente, condicionado por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles
como evolución de un pueblo.”
Pero como lo afirma Foucault, la historia es un conjunto de serie en continuo movimiento, donde
las existentes se modifican y se crean enlaces nuevos; de esta forma las representaciones
históricas no son estáticas, hay dinamismo en esas construcciones que con el paso del tiempo y la
transformación del espacio van perdiendo validez y con ello sentido. Y ese es el caso de los
centros históricos de las ciudades, por más que sean representaciones de una historia común (en
el caso de Bogotá historia nacional) no quedan inmortalizados en el tiempo; no todo se convierte
en patrimonio cultural y por tanto los centros históricos no son flashbacks en el tiempo.
97 Le Corbusier. Principios del urbanismo: la carta de Atenas. Barcelona: Ariel, 1979. Pág.103 98 SILVA, Armando. Bogotá imaginada. Bogotá: Taurus, 2003. Pág.119-120
En el caso Bogotano es interesante ver como alrededor de la Plaza de Bolívar se encuentran
infinidad de lugares comerciales donde se vende desde conos de $1000 hasta ropa interior; o
como justo en frente a la Parroquia de San Francisco se encuentra un Mcdonalds. O como el
cruce entre la Séptima y la 13 hacia el occidente parece un sector exclusivo de los esmeralderos.
También cabe recordar como la Séptima es un lugar de la economía informal y como proliferan
cines XXX en los antiguos teatros capitalinos.
Y es que el centro histórico no se perpetúa, quizás en la memoria de los ciudadanos que mediante
las costumbres y la educación recrean escenarios atemporales; pero las dinámicas mismas de la
ciudad hacen que los espacios no se desperdicien y que el centro histórico al ser un lugar tan
concurrido, se convierta en un lugar comercial por excelencia. Es así como continuamente va
cambiando, se proponen nuevas dinámicas y las personas se apropian de formas diversas del
mismo espacio.
Hablando formalmente el centro histórico de Bogotá, conocido como la Candelaria, está
localizado en el centro oriental de la ciudad de Bogotá; reúne los barrios de La Catedral, Centro
Administrativo y La Concordia y parte de los barrios Belén, Egipto, Guavio, Las Aguas y Santa
Bárbara. Tiene como límites, por el norte, el eje ambiental de la Avenida Jiménez; por el sur, la
calle 7; por el occidente, la carrera 10, y por el oriente, la Avenida Circunvalar. Comprende 123
manzanas y 22 fragmentos de manzanas y ocupa una extensión de 137 hectáreas, que equivale
aproximadamente al 0.078 % del área total de la ciudad.99
El centro histórico sufrió dos grandes procesos de renovación urbana en el siglo XX; el primero
luego del 9 de abril de 1948 y el segundo con la Alcaldía de Enrique Peñalosa. La primera
renovación fue alentada por los disturbios del Bogotazo y la necesidad por reconstruir, y al
mismo tiempo modernizar esa parte de la ciudad. La segunda motivada por recuperar un sector
de Bogotá que estaba en detrimento, tanto por la invasión de espacio público como por el alto
índice de inseguridad de la zona― imaginario ciudadano entorno al miedo: “El centro atrae por
ser escenario de la cultura, de la banca, de la historia, de la memoria, pero produce miedo por sus
99 PARDO, Gabriel. La conservación del Patrimonio Cultural construido de Bogotá, en: http://www.bogota.gov.co/editorial/ventisiete.htm
fantasmas de robo y asaltos.”100 ―; a eso sumado la prioridad del centro y centro histórico
dentro del POT capitalino.
Es de esta manera como para finales de los 90’s el centro histórico y el centro de Bogotá fueron
intervenidos; dentro de las obras más importantes se encuentra la Plaza de San Victorino, el Eje
Ambiental, El parque Renacimiento, la restauración del Cementerio Central y el quiosco de la
luz en el Parque de la Independencia. También la peatonalización de algunas calles arriba de la
séptima entre la calle 11 y la 9; de la misma manera esta la recuperación de ciertas fachadas y
predios dentro de la política de conservación patrimonial: mercado de las Cruces y la Concordia.
La implementación de Transmilenio por la Jiménez hasta Las Aguas; la reubicación de
vendedores ambulantes y últimamente la implementación de kioscos permanentes para estos
vendedores.
El centro de la capital vivencio una serie de transformaciones importantes que pretendían
revalorizar esta zona y sobre todo recuperarla dentro del poder gubernamental; pues las prácticas
emergentes de este sector cada día eliminaban más el poder político y las prácticas punitivas de
éste, para establecer regímenes al margen de la ley; por ejemplo “El Cartucho”.
“Sin embargo, las ciudades albergan también espacios de exclusión, lugares donde se pierde toda
regulación social y moral, donde se pierden los deberes y los derechos de quienes en ellas habitan. Este es
el caso de El Cartucho un espacio en condiciones de extrema pobreza y vulnerabilidad… El Cartucho y
todo el barrio Santa Inés, se convirtió en una zona que se movía en los límites de la vida y la muerte, el
refugio y el desamparado, la legalidad y la ilegalidad.”101
De esta manera el centro de la capital es intervenido, no sólo por las diversas obras
arquitectónicas y urbanísticas; el discurso gubernamental que pugna por una ciudad moderna,
donde la recuperación del espacio público es un elemento clave para mejorar la calidad de vida;
además donde la seguridad de los ciudadanos cobra mucha importancia y los proyectos
arquitectónicos con el embellecimiento paisajístico forjan ciudadanos más felices que comienzan
a soñar con una nueva ciudad, por tanto con imaginarla (“Lo que queremos dejar no es una
100 SILVA, Armando. Op. CIt, Pág. 120 101 ROBLEDO, Ángela, Op. CIt, Pág.165-166
ciudad con más autopistas, sino con gente más feliz.”)102 ; ese discurso atraviesa las calles del
centro histórico y se plasma en los nuevos dameros oficiales que se trazan de la zona. El discurso
de Peñalosa atravesó a la ciudad, pero cabe preguntarse que tantas de sus obras penetraron a los
ciudadanos, y por tanto las representaciones de ciudad que ellos generan.
En este punto, es preciso centrarse en PTM; primero porque fue una iniciativa de la Alcaldía de
Peñalosa que intervino de forma directa un sector del centro de la ciudad, además porque éste era
considerado uno de los puntos más peligrosos de Bogotá y por tanto estaba muy arraigado en el
imaginario de los capitalinos. Por otra parte, porque la renovación de este sector fue una de las
más publicitadas y mediatizadas durante más de tres años y también porque el proyecto adquiero
una proporción metropolitana.
La ciudad es un escenario donde se concentran un sin número de prácticas sociales, entre ellas
las comunicativas que bien pueden ser imaginarias, pragmáticas, teóricas, utópicas etc. Pero
todas enmarcadas dentro de la discursividad, que bien puede ser la hegemónica o las alternas.
Como afirma Reguillo: “la comunicación es una dimensión de lo social que permite entender los
fenómenos del entretejido social”103; y en este caso mediante la representación de un imaginario
de ciudad permitir ver si una intervención urbanística está inmersa dentro de esa imagen de la
capital. La comunicación es un asunto de mediaciones, como lo dice Martín Barbero, y en este
caso en un extremo está la Alcaldía Mayor y sus instituciones de intervención urbana y por el
otro los habitantes del común de la ciudad. Ambos creando discursos y prácticas que cabe mirar
si van coordinadas.
102 BECASSINO, Ángel. Peñolosa y una ciudad 2600 metros más cerca de las estrellas. Bogotá: Grijalbo, 2000. Pag.19 103 REGUILLO, Rossana. Op. CIt, Pág. 39
2.3 “El Cartucho”
“Es como si se hubiere dado rienda suelta, en forma paulatina, gota a gota, a la orden sistemática de la tarea de destrucción de lo que antes había sido un
hábitat confortable. Goteo diario del sino de las destrucciones sin que nadie levantara la mano para impedirlo. Entonces aquellas grandes y confortables
casas republicanas con sus patios y un sinnúmero de habitaciones comenzaron a ser desmanteladas: desaparecieron puertas y ventanas y en los nuevos
espacios sombríos surgieron escondrijos para quienes estaban huyendo y necesitaban desaparecer con el objeto robado… Y en aquellas madrigueras
comienza a crecer otro tipo de vida urbana, en medio de la maleza y la descomposición social. Vida que se entreteje no sólo en la penumbra, crece también públicamente en la mitad de las callejuelas… la marginalidad y la
clandestinidad del cartucho, lo convierten en un maldito < no lugar>, el cartucho ya no es de todos, es un gueto con todas sus características humanas.”
Arturo Alape, El cartucho: de la memoria a la demolición
El barrio Santa Inés se conocía popularmente como “El Cartucho”104; en un comienzo y como se
señalo anteriormente esta zona era aledaña a las parroquias de San Victorino y Santa Bárbara; su
pobladores eran principalmente indígenas y negros, que conformaron rancherías sin ningún tipo
de orden y en total contravía con la traza colonial del momento. Por eso se habla de una primera
resistencia en la traza urbana y el ordenamiento territorial de esta zona.
Con el paso del tiempo, Santa Inés se convierte en una zona comercial por ser la puerta de
entrada a la ciudad de los viajeros que venían de Honda (río Magdalena), además de hoteles
comienzan a surgir locales comerciales. El mercado en la Plaza de San Victorino alienta el
carácter comercial que va adquiriendo la zona. Para 1797 el barrio está conformado por unas 15
manzanas; el barrio formaba parte del centro administrativo con la Plaza Mayor y la Candelaria.
Para esta época la mayoría de los habitantes del barrio eran mestizos, que hacían los oficios de la
ciudad; ofrecido a la gente de bajo nivel, por tanto menospreciados por el resto de la población:
artesanos, zapateros, vendedores de la plaza de mercado, tejedores, etc.
Hacia 1810 el barrio ha crecido de forma gradual, y según el cronista Cordovez Moure los
crímenes más sonados de mediados de 1800 se dan en ese barrio: ejecuciones, asaltos y
desapariciones. Además fue epicentro de la primera revuelta de artesanos en 1851, para la época
104 Ver Anexo 5
los artesanos no eran muy bien vistos: “Ellos eran considerados culpables de todo lo malo que
sucedía en la comarca por ser ellos desordenados, viciosos y sin moral.”105
Para 1894 la traza urbana del barrio Santa Inés, abarcaba una extensión de manzanas entre las
carreras 9 y 12, y las calles 9 y 13 con edificaciones diferentes a las residenciales, que
demuestran el crecimiento urbano y funcional del barrio. Y con ello la diversidad de servicios
que allí se prestan, el barrio sufre tres oleadas importantes de edificación. La primer ola en 1887,
le corresponden edificaciones como: colegios, boticas, restaurantes y joyerías; mientras la
segunda y más intensiva en 1891, muestra el levantamiento de 30 edificaciones de tipo comercial
principalmente chicherías, fábricas (cerveza, velas, jabón), herrerías y ebanisterías; la tercera
1894 de menor intensidad se caracteriza por edificaciones que ofrecen servicio de hotelería.
Una segunda revuelta de artesanos se da en 1893; la primera intervención significativa se da con
la Avenida Caracas, el barrio se separa de la Plaza de los Mártires y en ese límite empieza a
circular el ferrocarril. La segunda intervención significativa es la construcción de la Carrera 10,
que separa al Barrio del centro administrativo e histórico de la ciudad; eso va a conllevar el
detrimento y olvido de la zona. Pero sin duda la población que reside en este sector va a ser el
mayo argumento para justificar posteriores intervenciones:
“Entre los argumentos que ayudarán a justificar la intervención urbana en estos sectores, San Victorino y
Santa Inés; están por una parte el que la población que habita y se congrega allí para adelantar múltiples
actividades, se percibe como peligrosa; y se arguye el deseo de progreso que se expresa en las propuestas
de transformación de la ciudad y con él, la necesidad de empezar a romperla, tanto física como
simbólicamente.”106
Desde el proyecto de desarrollo urbano planteado por Karl Brunner, el barrio Santa Inés varias
veces aparecía en diversos proyectos de intervención, pero ninguno se concreto. El primero hacía
referencia al embellecimiento y saneamiento del Paseo Bolívar, que se extendía desde el barrio
San Cristóbal hasta el Parque nacional; un segundo proyecto tendría que ver con nuevas
urbanizaciones sobre la calle 6, que también incluían al Barrio Santa Inés.
105 ROBLEDO, Ángela, Op. CIt, Pág.158 106 Ibid, Pág. 160
El día del Bogotazo, 9 de abril de 1948, sería un incidente que marcaría la historia del barrio
Santa Inés. A raíz del asesinato del líder liberal, Jorge Eliecer Gaitán, ese día, el centro de la
ciudad quedó parcialmente destruido, pero el barrio no fue tocado por los hechos de violencia;
esto hizo que quedara por fuera de los planes de reconstrucción. Además como lo apunta
Armando Silva dentro Gaitán además de prediseñar el metro para la capital contemplaba una
renovación para el barrio Santa Inés: “El funcionario sentó las bases para la construcción de los
anillos viales que rodean la ciudad, e incluso llego a prever el que ahora se llama Parque Tercer
Milenio, en el centro de la ciudad, donde queda la zona de El Cartucho”107
“Los viejos edificios de Santa Inés quedaron como un recuerdo de tiempos en que el barrio era muestra de
la galantería santafereña. Las construcciones dejaron de ser llamativas, para volverse viejas y opacas, en
comparación con los modernos edificios que se levantaban orgullosos, surcando el cielo capitalino.” 108
Sin embargo, el barrio sólo será intervenido durante la administración de Enrique Peñalosa
(1997-2000), cuyo lema fue: Bogotá, 2600 metros más cerca de las estrellas”, que planteó como
imaginarios para la ciudad: un espacio público libre de vendedores ambulantes; parque amplios,
amplios andenes que ofrecieran al peatón facilidad y gusto por caminar; bolardos en las aceras
que impidieran la invasión de los carros; grandes alamedas que atravesará a la ciudad; la
“desmarginalización” de los barrios pobres, con el objetivo de atenuar la pobreza y mejorar las
condiciones de vida de sus habitantes; la construcción de grandes bibliotecas; Transmilenio
como un ambicioso proyecto de transporte público que tocara a varios sectores de la capital.
En ese escenario de profunda transformación de la ciudad, es cuando el barrio Santa Inés, más
conocido como “El Cartucho”, se hace visible para la ciudad y para muchos de sus habitantes.
Ese Cartucho que empieza a ser visible para los ciudadanos de la capital, en gran medida aparece
por la intervención de los medios de comunicación, y las alarmantes estadísticas de la zona que
comiencen a forjar una imagen peligrosa con respecto al lugar: condiciones de vida, número de
personas que son asesinadas a diario, cuerpos encontrados en la calle que no responden a
ninguna identidad NN; tipo de actividades que allí se desarrollan: escuela de sicarios, expendio
de drogas, contrabando, venta de armas, reciclaje, etc.
107 SILVA, Armando. Op. CIt, Pág.45 108 Ibid, Pág. 161
Bajo ese panorama “El Cartucho” emerge y con ello el miedo de los habitantes de la capital con
respecto a esa zona de la ciudad; lúgubre y oscura que se percibe como una “bomba de tiempo”
que amenaza las promesas de una ciudad limpia, con un espacio público seguro, con rápida
circulación, etc. Además esta aparición va en total contravía con los planes de renovación del
centro de la ciudad, pues a menos de 5 cuadras de la Plaza de Bolívar no se puede mantener la
zona más deprimida de la capital.
Y es que como lo demuestra varias veces Armando Silva en su libro “Bogotá Imaginada”; “El
Cartucho” es símbolo de miedo e inseguridad: dentro de las tres zonas más violentas de la ciudad
los ciudadanos ubican como primera al “Cartucho”, el emblema del peligro de Bogotá se lo llevó
esta zona, al igual que el de los malos olores que van en relación con el peligro y miedo. Como
lo afirma Silva: “El cartucho fue definido por los bogotanos como el sitio más peligrosos de la
ciudad”109; lo más interesante de la investigación fue establecer como las diversas clases sociales
lo convirtieron en emblema de peligro. La clase baja y media por relación directa, eran quienes
lo transitaban y crearon noción de peligro por su interacción directa, mientras la clase alta lo
instauraron dentro de su imaginario gracias a los medios de comunicación.
Al convertirse en emblema, “El Cartucho” tenía una carga simbólica muy fuerte y por ende hacía
parte de la imagen colectiva que se tenía de la ciudad, sobre todo cuando se evaluaba la
peligrosidad. Es de esta manera como era una zona de suma importancia para la ciudad, pues al
ser emblema negativo requería una intervención contundente que pudiera dar nuevo sentido a
esa zona y sobre todo a la ciudad en conjunto. “Llamamos emblemas urbanos a los sitios,
objetos, hechos, personas o personajes que, dado su alto nivel simbólico, cuando son nombrados
o evocados aluden a la ciudad como si la representaran de manera esencial. Resulta claro, pues
que la ciudad física interactúa con la construida por símbolos colectivos.”110
Y era innegable ese estigma negativo sobre la zona, puesto que allí residían los ciudadanos más
excluidos de la ciudad, los mal llamados “desechables” que constituían una población de más de
3 mil personas. A ello sumado el expendio de drogas, en especial bazuco y marihuana; con ello
109 SILVA, Armando, Op, Cit, Pág.86 110 Ibid, Pág. 69
surgieron carteles importantes que se apoderaron de distintas calles del barrio, el primero de ellos
se llamada “Los Santandereanos” y aparecieron en los setentas. Cada cuadra tenía una marca
registrada. La carrera 12 entre calles 6 y 7ª eran de "Gancho Azul", es decir de Luis Calderón. De
la calle 7ª a la 8ª por la carrera 12, era territorio de Rey. De la Calle 8ª a la 9ª, por la carrera 12,
era de los Martínez y se conocía como "Gancho Verde". Por la carrera 13, entre 9ª y 10ª, era
dominio del Loco Calderón. De la calle 8ª a la 9ª, por la carrera 11, era del Tigre. Cada uno de
esos jefes se hacía respetar, quien los “faltoneara” se moría.
Por la calle séptima, abajo de la carrera décima, estaban las residencias de mala muerte “en
donde se arrendaban por unos pesos las piezas húmedas y hediondas para soplar bazuco y
descansar de un día de delito”111. La zona era epicentro de proxenetas y prostitutas; y de “El
Carnicero” un hombre que con motosierra despedazaba los cuerpos de las personas asesinadas; la
mayoría NN que si no eran arrojadas al contender de la basura de la calle 9ª, eran dejadas en los
barrios aledaños.
El tráfico de drogas y de armas hacía que en el sector se movieran grandes cantidades de dinero,
la zona era el mayor centro de expendio de sustancias ilegales en Latinoamérica. Además de los
problemas relacionados con las drogas, eran alarmantes las cifras de menores de edad que
residían en el sector y el abuso tanto físico como laboral al que eran sometidos. Estos elementos
llamaron la atención de los medios de comunicación, en especial en la década de los noventas;
quienes comenzaron a ver en “El Cartucho” una fuente inagotable de historias, todas que
reforzaban el carácter “miserabilista” de la zona.
Sin embargo, Santa Inés no era una zona exclusiva de ollas y habitantes de la calle; había
herramienteros y cachivacheros a la altura de la calle 9ª con carrera 11, hacia el occidente; en las
casas de la calle 8ª con carrera 12 funcionaban los talleres de balastreros; los sobanderos estaban
en la calle 6ª con carrera 13; el espacio de las vivanderas estaba en carrera 11 con calle 10ª, en el
espacio público o dentro de algunas edificaciones; otros espacios eran las viviendas, los
111ARIZA, Hubert.Yo tumbe El Cartucho, con la ayuda de mi Dios y una pistolo, en: http://www.eltiempo.com/laciudadjamascontada/HISTORIAS_/HISTORIAS_PRINCIPALES/ARTICULO-WEB-DESPLIEGUE_HISTORIA_PRIN-3759028.html
inquilinatos, los refugios para “indigentes”, las bodegas y la calle de la muerte, que se ubicaba en
la carrera 12 entre la calle 8ª y 9ª.
Ese panorama alentó la renovación urbana del sector, que conllevo una serie de demoliciones y
la reubicación de cientos de personas. Mediante el Decreto 880 de 1998 se estableció la
renovación urbana del sector comprendido entre los barrios Santa Inés y San Bernardo, y la
construcción del Parque Tercer Milenio. Había que borrar las 16 hectáreas del Santa Inés, es
decir los 601 predios del Cartucho, que tenían un costo de casi 80 mil millones de pesos de la
época, reubicar a sus cerca de 10 mil habitantes, brindarles la compensación necesario y
construir un parque que simbolizara el renacimiento del centro capitalino.
Renacimiento que según una entrevista de Ángel Beccassino a Peñolosa en el 2000, contaría con
un centro comercial como los de Boston―a sabiendas de la informalidad de la zona―, sería el
más grande de la ciudad y contaría con una inmensa zona de parqueo subterránea. Además el
parque estaría articulado con proyectos inmobiliarios: vivienda y oficina. Y se llegó a contemplar
la posibilidad de tener ahí al Museo Guggenheim. Otra prioridad era remover el edificio de
Medicina Legal de la zona, comprar el predio y sacar de allí la morgue112. Pero ninguno de esos
proyectos se ha llevado a cabo hasta el día de hoy, el parque no está inscrito dentro de un
proyecto urbano que lo articule con la zona, por el contrario parece una suspensión espacial
dentro de las dinámicas comerciales del sector.
La demolición comenzó el 3 de julio de 1999, encabezada por el IDU; y el proceso terminaría en
abril de 2005 con la reubicación temporal de los habitantes de la calle, en el matadero distrital;
población flotante que se dispersaría por toda la ciudad, concentrándose particularmente en “El
Bronx”, “ Cinco Huecos” San Bernardo, Las Cruces, Mártires, Santafé y Samper Mendoza113.
Lugares que se están convirtiendo en pequeños “Cartuchos” y siguen estando cerca del centro
histórico de la ciudad.
112 BECCASSINO, Ángel. Peñalosa una ciudad 2600 metros más cerca de las estrellas. Bogotá: Grijalbo, 2000. Pág. 213-216 113 Ver Anexo 6
“El Cartucho” fue demolido y reemplazado por uno de los proyectos de renovación urbana más
importantes del país; pero la problemática social no desapareció, por tanto se han potencializado
nuevos sectores que se convierten en los centros de recepción para los desplazados de “El
Cartucho”. Si bien se puede hablar de una renovación urbana en términos paisajistas, no se puede
afirmar lo mismo en términos sociales.
La renovación como su misma definición lo dice es transformar con el fin de crear algo nuevo o
llevarlo a su primer estado; por tanto es un término que hace más referencia a los asuntos
arquitectónicos de la ciudad, que a la compleja red social que se teje en ella. Sin embargo los
cambios físicos en las ciudades son importantes para ir forjando nuevas imágenes de ciudad y
por tanto crear nuevas formas de relacionarse con el espacio; la Caracas es un ejemplo claro del
asunto, no se puede afirmar que tenía más valor antes con todas esas casetas rojas y amarillas o
ahora cuando la atraviesan articulados rojos Pero si se puede afirmar que cambio la imagen de la
ciudad, y con ello se renovó la relación de los capitalinos con esta arteria vial; asunto que aún no
sucede con la carrera Décima, y que afecta significativamente la renovación relacional de los
ciudadanos de Bogotá con el antiguo― y ahora inexistente― barrio Santa Inés.
Es evidente la transformación formal de la zona que muchos siguen llamando “El Cartucho”,
referente muy consistente en la memoria capitalina; pero que hay de las dinámicas del
asentamiento humano con respecto al nuevo proyecto. Sin duda “El Cartucho” luego de su
demolición ha adquirido el carácter de fantasma urbano, así que es imposible excluirlo de la
Bogotá de hoy en día. “El Cartucho” ya no está físicamente, pero sigue teniendo una vigencia
importante en y para la ciudad114.
En este puto es pertinente preguntarse como una renovación urbana además de responder a un
discurso distrital (al de Peñalosa y su idea de desmiserabilización del centro de la ciudad)
también se acopla con las prácticas de los ciudadanos; de los que recorrieron y recorren hoy los
senderos de la Décima hasta la Avenida de los Comuneros, de los niños del Colegio Santa Inés,
de los comerciantes de San Victorino, de los viajeros que van por la Caracas, de los antiguos
habitantes de Santa Inés, de los desprevenidos transeúntes que se chocan con un parque que
114 Quizás como las Torres Gemelas para New York, el Muro para Berlín, la Biblioteca Real para Alejandria, etc.
desconocían, de los agentes de turno del CAI de Mártires o de los capitalinos que parecen
turistas en la zona.
El PTM ya es una realidad, la renovación paisajística está terminada desde hace más de dos años;
pero qué está pasando con la renovación social, con las prácticas ciudadanas en el parque o con
el imaginario urbano de la zona. El PTM fue asunto exclusivo de mampostería y Marketing
Territorial al estilo de la renovación de Haussmann a mediados del siglo XIX o realmente es un
proyecto que ha transformado la interacción de los sujetos con el sector.
La ciudad se construye gracias a sus ciudadanos y las intervenciones cotidianas que ellos hacen
sobre el espacio; intervenciones que comunican la forma como los sujetos se apropian y le dan
sentido a la ciudad. Por tanto una renovación urbana implica una nueva apropiación del espacio,
y con ello se espera un cambio en el imaginario urbano. Cambio social que haga del nuevo
espacio un lugar existencial, y por ende experimental donde se forjen subjetividades y se
transformen sociedades.
Parque Tercer Milenio
“El desdichado lugar de Bogotá conocido como El Cartucho ya no existe. Nada. En su lugar hay un parque que da pánico. Porque es un parque que no se usa. Y no se usa porque no hay barrios alrededor. Es una cosa desolada, que recuerda
las fotografías de Brasilia recién construida: enormes espacios sin gente; esculturas sin admiradores, zonas verdes sin enamorados. Y cuando comenzó
aquella demolición también pensé que el parque se llamaría El Cartucho. Pero no. Tiene el rimbombante nombre de Parque del Tercer Milenio para que nadie
recuerde que una vez hubo un lugar triste, parecido a una ciudad bombardeada, lleno de sobrevivientes de la hecatombe.”
Cristian Valencia, De memorias y olvidos
PTM ha sido uno de los proyectos de renovación urbana más importante de la ciudad, no sólo
porque atendió un sector con serias fracturas sociales y urbanísticas, sino porque devolvió a la
ciudad y sobre todo a los bogotanos una zona céntrica que hasta comienzos del 2000 era
intransitable; con el parque se pretendía crear tejido social en la zona y con su carácter
metropolitano que se convirtiera en epicentro recreativo para cientos de capitalinos. Pero con el
paso del tiempo pareciera que el parque no se articulara con sus alrededores y mucho menos con
los habitantes de la ciudad.
En varios de los textos consultados sobre el parque ― los no oficiales― hay una fuerte tendencia
por hablar del proyecto como un “oasis” en medio de una de las zonas más comerciales de la
ciudad; el PTM no sale muy bien librado en cuanto a su relación con San Victorino y la carrera
Décima. Para muchos es un proyecto que derribo la memoria del sector, que hizo “borrón y
cuenta nueva”; al respecto esta la columna de Cristian Valencia en el periódico El Tiempo
titulada: “De memorias y olvidos: la embajada, el palacio, el cartucho”115 o un proyecto artístico
de Mapa Teatro que se realizo desde el 2001 hasta el 2005 y llevó por título “Testigo de las
ruinas”116. En palabras de uno de los actores de la obra el PTM significo:
115 VALENCIA, Cristian. De memorias y olvidos: la embajada, el palacio, el cartucho, en: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/cristianvalencia/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3341583.html 116 Un proyecto que contó con dos actos performativos, dos instalaciones y una video-performancia; el proyecto duro lo mismo que la construcción del parque (2001 al 2005), fue una especie de seguimiento. Se exhibió en: Viena, Praga, Berlín y Zurich a comienzo del 2005; además el proyecto ganó una Mención de Honor en el XIX Salón Nacional de Artistas. http://www.mapateatro.org/testigoDeLasRuinas/index.html
“El Barrio Santa Inés, hoy un hueco en la memoria colectiva de nuestra urbis, tiene una larga historia: es
uno de los barrios fundacionales de Bogotá. Con la decisión tomada en 1998 de demolerlo completamente,
de hacer tabula rasa para construir en su lugar un parque, un hueco cubierto de verde, se ha puesto fin a
una parte de nuestra historia, de nuestra historia social y urbana que es, en definitiva, una historia de modos
de hacer, de prácticas sociales inéditas, de historias de vida irremplazables, de inigualables historias de
sobrevivencia. El fin de la historia de una singularidad local que deviene, al desaparecer, un no-lugar,
homogéneo y global… El Parque Tercer Milenio fue ganador del premio al mejor proyecto en espacio
público de la Bienal de Arquitectura en Colombia en 2006. Se trata, en realidad, del premio a un
cementerio.”117
A pesar del sin número de críticas que suscita el PTM; bien sea por sus falencias como proyecto
urbano, el asunto de la memoria citadina o los problemas sociales que se desataron con la
reubicación de los habitantes de la calle. El PTM ha sido el proyecto de renovación urbana más
importante del país, además fue indispensable en la muestra que se llevó a Venecia con motivo
de la X Bienal de Arquitectura y donde la ciudad fue galardona con el León de Oro. Además el
PTM ha recibido una serie de menciones entre ellas la de “Desarrollo urbano y Paisajismo”
otorgada por la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Bajo éste primer panorama es inevitable
pensar en la connotación dual del parque y por ello es necesario conocer el proyecto, y por tanto
el proceso que hizo posible la renovación del barrio Santa Inés118.
La idea del PTM surgió en la alcaldía de Enrique Peñalosa, como un proyecto que contribuyera
con la desmiserabilización del centro de la ciudad; además para atender una seria problemática
de inseguridad en el sector y dar respuesta a una serie de quiebre sociales que tenían por
protagonistas a los habitantes de la calle. El proyecto se articulo con las demás iniciativas de
renovación y recuperación de espacios en el sector: Plaza de San Victorino, Plaza España,
Parque Renacimiento, Eje Ambiental, etc.
Es mediante el decreto 880 de 1998 que se convierte en realidad el plan de renovación urbana del
Barrio Santa Inés, pero no es sino hasta el 28 de julio de 2005 que se inaugura de forma oficial.
El parque fue una gestión de las tres últimas alcaldías de la capital: Peñalosa (1997-2000),
117 ABDERHALDEN, Rolf. El artista como testigo: testimonio de un artista, en : http://www.hemisphericinstitute.org/journal/4.2/esp/artist_presentation/mapateatro/mapa_artist.html 118 Ver Anexos 7
Mockus (2001 – 2004) y Garzón (2005 -2007). El proyecto costó alrededor de los 105 mil
millones de pesos y fue necesaria la intervención de diversas entidades; algunas de ellas
responsables de la gestión inmoribiliaria y otras de la gestión social.119
Entidad Tipo de apoyo
Instituto de Desarrollo
Urbano (IDU)
-Adquisición del suelo
-Acompañamiento social
-Pago de compensaciones
-Construcción del Parque
Departamento Administrativo
del Medio Ambiente (DAMA)
-Acompañamiento social
-Parque Tecnológico del Reciclaje
-Impacto ambiental
-Ecoparque de Artes Gráficas
Departamento Administrativo
de Bienestar Social (DABS)
-Acompañamiento social
-Atención a población vulnerable
Caja de Vivienda Popular
-Acompañamiento social para reubicación
de población vulnerable
Fondo de Ventas Populares
-Fortalecimiento de capacidades
productivas
IDIPRON
-Atención social a la niñez
Policía Metropolitana
-Control
-Apoyo logístico en el proceso de
demolición
Secretaria de Gobierno
-Seguridad y convivencia
Programa de Renovación
Urbana
-Coordinación con las diferentes entidades
distritales
El proyecto fue pensado como un parque a escala metropolitana120, lo cual implicaba una
considerable porción de suelo, así que fue necesaria la demolición de 601 predios; el IDU fue
responsable de la compra de los inmuebles y de la apropiación del espacio público del sector. El
119 Cuadro tomado de: http://www.idu.gov.co/sist_espacio/parque_tercer_milenio.htm
120 Según el distrito, los parques metropolitanos son espacios que permiten la práctica de múltiples actividades. Entre semana el vecindario inmediato es el principal usuario y los fines de semana son los de mayor actividad con visitantes de muchas localidades. Su extensión es de más de 10 hectáreas y el área de influencia es toda la ciudad. Tomado de http://www.bogota.gov.co/vis/public%20simon%20bolivar/parque%20simon%20bolivar.html
parque comprende 16,7 hectáreas, que van desde la Avenida de los Comuneros hasta la calle 9ᵃ y
de la Caracas hasta la Décima; está inscrito dentro de la localidad de Santa fe. Los objetivos del
parque según el decreto 346 de 2003 son:
• Contribuir a reforzar las características propias del centro, como son la
representatividad y la dinámica económica, fortaleciendo su competitividad como centro
metropolitano y regional del País.
• Complementar y aumentar la oferta de mt2 de espacio público por habitante, en especial
en las localidades de Los Mártires, Santafé, y La Candelaria, ubicadas en el Centro
Metropolitano.
• Mejorar la calidad del ambiente en relación con la contaminación de aire y ruido.
• Ofrecer a los ciudadanos alternativas para el desarrollo de encuentros cívicos y
actividades recreativas y de esparcimiento.
• Contrarrestar la situación progresiva de deterioro social y urbano en el centro de la
ciudad.
La construcción del parque se dividió en 5 etapas; comenzando por la alameda sur paralela a la
Avenida de los comuneros y terminando en el sector comprendido desde la calle 8a hasta la calle 9a y desde
la carrera 11 hasta la carrera 13. El proyecto tomó forma a través de un plan maestro desarrollado por
un equipo de arquitectos compuesto por Carlos Hernández, Rafael Esguerra, Diana Wiesner,
Giancarlo Mazzanti y Camilo Santamaría; quienes mediante un concurso de la Sociedad
Colombiana de Arquitectos se adjudicaron el proyecto. La construcción del parque duro
alrededor de seis años, y por medio del decreto 346 de 2003 se adopto el plan maestro del
parque.
• Fase 1: Alameda Occidental, sector comprendido entre la carrera 13 y la Av. Caracas y
entre la Av. Comuneros y la calle 8.
• Fase 2: Construcción Parque Tercer Milenio en el sector comprendido entre la Av. De
Los Comuneros y la calle 7 y entre la carrera 10 y la carrera 13.
• Fase 3: Construcción Parque Tercer Milenio en el sector comprendido entre la Calle 7 y
calle 8 entre carreras 10 y 13 y el sector comprendido entre la calle 8 y la calle 9 y entre
las carreras 10 y 11.
• Fase 4: Construcción del Parque Tercer Milenio en el sector comprendido desde la
calle 9 hasta la calle 10 y desde la carrera 11 hasta la carrera 12 A.
• Fase 5: Construcción del Parque Tercer Milenio en el sector comprendido desde la calle
8 hasta la calle 9 y desde la carrera 11 hasta la carrera 13.
El parque se caracteriza por el equilibrio entre las zonas verdes y las duras; en el centro hay 2,5
hectáreas de zona verde que intentan ser el pulmón del proyecto. El parque tiene en todos sus
bordes alamedas y ciclorrutas, y se puede acceder a él por cada una de las cuatro entradas de
cada costado. Una de las piezas de diseño más importantes del parque son los taludes, que suben
a una altura de 3,50 metros y su función principal es aislar al parque de la contaminación y el
ruido del sector; los taludes son una especie de muralla verde que juega el papel de
encerramiento del parque.
En la alameda central hay una serie de escenarios culturales; las fuentes y los chorros de agua
sólo se prenden los domingos, hay un estanque y una plazoleta de 400 metros de largo por 40 de
ancho. Esta el patinodromo, múltiples espejos de agua, cafetería, baños, canchas de microfútbol
y baloncesto; además hay una serie de juegos para niños y zonas para hacer ejercicio.
El parque cuenta con dos equipamientos construidos previamente: el edificio del Colegio Santa
Inés y el del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses― que no se piensan
trasladar―. El parque cuenta con un amplio parqueadero subterráneo y desde hace unos meses
con un portal interactivo de la ETB; donde además de tener acceso gratuito a internet, los
usuarios son capacitados en temas referentes a la tecnología (según el distrito este portal es el
más visitado: 1.360 niños en el 2007). El portal interactivo del PTM fue epicentro para imponer
un récord guinness en robótica; 902 niños y niñas hicieron sus robots con materiales reciclables.
El PTM fue inaugurado a mediados del 2005, sin embargo el proyecto no está del todo
terminado; los proyectos inmobiliarios, el centro comercial y el museo de la zona norte siguen
pendientes y con ellos su articulación con el sector de San Victorino. Se calcula que para el 2009
el proyecto estará terminado por completo y con ello la peatonalización de todo el sector de San
Victorino será una realidad. Los demás bordes del PTM esperan potencializarse como zonas
residenciales, y con ello valorizar el suelo de esta zona de la capital.
Sin duda la etapa más complicada del PTM fue el desalojo de los habitantes de la calle, que se
asentaban sobre toda la calle 9 hasta la Décima. Este proceso se dio a comienzos del 2005, bajo
el mandato de Luis Eduardo Garzón y requirió la intervención de varias instituciones distritales,
la más relevante el DABS121. Para abril de 2005 era necesario el desplazamiento de dicha
población, por tanto el distrito habilito un sin número de albergues transitorios donde además de
prestarles la atención básica (médica y alimenticia), se llevó acabó el censo― mecanismo de
biopoder―.
Este episodio fue uno de los más conflictivos del proyecto; ya no sólo se trataba de la demolición
de cientos de predios, sino del desplazamiento forzoso―”necesario”― de cientos de personas;
quienes habían construido en esa zona de la ciudad un lugar existencial. Y es que “El Cartucho”
además de ser uno de los referentes más peligrosos de la ciudad, era al mismo tiempo un hábitat
para cientos de personas. Un lugar que transformó la traza urbana del sector gracias a las
dinámicas del asentamiento humano; asentamiento que se apropio de los predios y el espacio
público del barrio Santa Inés, hasta el punto de volverlo un lugar exclusivo de los habitantes de
la calle.
Esa “privatización” de algunas zonas de la capital tiene mucho que ver con las dinámicas de la
población que práctica y se asienta sobre el territorio; pues además de otorgarle sentido al
espacio comienzan a restringir ciertas actividades, y con ello se adelantan procesos de exclusión
social. Cabe recordar cómo a pesar de la connotación de espacio público del Parque de la 93 hace
algunos años cuando se instalo una pista de hielo, se presentaron serios conflictos entre los
practicantes habituales de la zona y las personas de distintos sectores que querían disfrutar del
parque; el popular “almuerzo de olla” fue vetado del parque y con ello el ingreso de cientos de
personas al sector. Las dinámicas sociales de la zona permitieron una exclusión masiva de 121 El Departamento Administrativo de Bienestar Social es una dependencia de la Alcaldía Mayor de Bogotá DC que ejecuta las políticas de Bienestar Social que permitan el desarrollo integral de la población más vulnerable de la ciudad.
cientos de personas que tenían el mismo derecho sobre el parque― al ser éste un espacio
público― que sus practicantes frecuentes. Lo mismo sucedía con “El Cartucho”, dejo de ser una
zona abierta para los ciudadanos de la capital, y se convirtió en un sector cerrado con acceso
limitado.
El PTM fue una iniciativa por recuperar un espacio de la ciudad que sufría serías rupturas tanto a
nivel urbanístico como social; pero es necesario anotar que a pesar de la imagen colectiva del
sector, este espacio se configuro por las prácticas de una de las poblaciones más vulnerables de
la ciudad. Población que intenta ser invisibilizada―aquí y en cualquier ciudad del mundo― y
que genera ciertas resistencias que se plasman en la traza urbana de las ciudades. Y es que al ser
un población excluida y vulnerable, lo más lógico es que se agrupen y apropien de sectores de la
ciudad que comienzan a jugar el papel de casa. Por ello iniciativas como el PTM no son asunto
exclusivo de las transformaciones paisajísticas y el equipamiento inmobiliario; la renovación
urbana al mismo tiempo que es asunto de la arquitectura y el urbanismo, tiene una carga social
muy grande.
“El urbanismo debe recuperar las categorías de análisis que han liderado el desarrollo del pensamiento
occidental y establecer las condiciones para su interacción mutua en la práctica: al fin y al cabo
experiencia, historia, estructura y significado del espacio urbano son los aspectos en los que el urbanista
debe aspirar a intervenir.”122
La demolición de cientos de predios y la construcción de un gran parque; no son garantía de una
renovación urbana contundente, quizás la parte formal de la ciudad se transforma, sufre un
proceso de “embellecimiento” y mampostería, pero ese cambio en el paisaje urbano no siempre
garantiza el éxito de un proyecto. En este caso, la renovación del barrio Santa Inés y con ello el
presupuesto de recuperar la zona, no van muy acordes con el flujo de visitantes del PTM y
mucho menos con la percepción que los capitalinos siguen teniendo de la zona.
Y es que “El Cartucho” era apenas uno de los factores que hacían de la zona un lugar inseguro, la
carrera Decima es considerada como una de las arterias viales más peligrosas; a eso hay que
sumarle que el sector por su carácter comercial, después de las 6pm es desolado y eso trae
122 NIÑO, Álvaro, Op, Cit, Pág. 217
consigo el temor de transitar por la zona. Además de eso, el desplazamiento de los habitantes de
“El Cartucho” potencializo otros tugurios de la zona: “Bronx” y “Cinco Huecos”.
Ambos ubicados abajo de la Caracas, en la localidad de los Mártires a menos de cinco minutos
de la Plaza de Bolívar. El “Bronx” está a dos cuadras del PTM y al igual que ‘‘ El Cartucho” es
un asentamiento con múltiples albergues donde se comercializa bazuco; en este momento es el
tugurio más importante de la ciudad. Por el otro lado esta “Cinco Huecos”, ubicado en la carrera
20 entre las calles 11 y 12; aledaño a la Plaza España, otro proyecto de renovación urbana
liderado también por la alcaldía de Enrique Peñalosa.
De esta manera se evidencia como detrás del PTM había una seria problemática social, que a
diferencia de la decadencia estructural del barrio no se soluciono con la construcción de un mega
proyecto y si se hizo muy evidente gracias a la intervención de los medios de comunicación:
incidente del albergue de Paiba y los habitantes del barrio Cundinamarca (Matadero Distrital).
Ese suceso además de hacer visible las serias rupturas sociales de la ciudad, dio cuenta del PTM;
los primeros acercamientos de los ciudadanos con el parque fueron a través de los medios de
comunicación y en este momento esa imagen sigue teniendo mucha validez en gran parte de los
capitalinos.123
Cuando se habla del PTM además de hacer referencia a un proyecto urbanístico, es necesario
ponerle el enfoque social; enfoque que de todas formas trae siempre consigo cualquier tipo de
intervención. Es de esta manera como además de hablar del parque en términos de renovación
arquitectónica también debe ser abordado desde la renovación social. El proyecto trajo consigo,
o pretendió, una transformación urbana importante donde además de modificar el paisaje de la
zona, se quería integrar está con los habitantes de la ciudad.
Así que más allá de incrementar el porcentaje de espacio público para cada bogotano, el PTM
quería librarse de uno de los focos de inseguridad más importantes de Latinoamérica y
convertirse en un importante espacio recreativo para la ciudad. Sin embargo los planes de
renovación parece que se quedaron en el discurso distrital y las intervenciones arquitectónicas; el
123 Cabe aclarar que el acercamiento mediático al parque fue impulsado por la problemática que ha comienzo del 2005 se desató con el desalojo de los habitantes de “El Cartucho”, el PTM no era el protagonista del asunto. Su papel fue secundario y por tanto su exposición a medios casi nula.
trabajo social se enfoco mucho a atender las necesidades de las personas que fueron desplazadas,
pero qué paso con el resto de capitalinos para quienes fue diseñado el parque. Además de
remover cimientos y construir sobre uno de los lugares más emblemáticos de Bogotá, era
importante intervenir en las percepciones de los residentes de la ciudad para que la articulación
del PTM no se quedara en planes maestros, sino en proyectos de inclusión social de la zona;
proyectos que contemplaran la carga simbólica del barrio Santa Inés, el fantasma urbano124 que
es hoy en día “El Cartucho”, la memoria colectiva del sector y sobre todo el estigma que sigue
existiendo sobre ella.
“El Cartucho, constituía un lugar estigmatizado, cargado no solamente de una larga y rica historia urbana,
sino también de una infinitud de mitologías que nos acompañaron a todos; quizás a unos más que a otros,
según la proximidad o la distancia que tuviéramos con respecto a ese lugar físico y simbólico de la ciudad.
Para mí, el barrio Santa Inés, que apenas conocía desde mi lejano barrio del norte, fue motivo de miedos y
fantasías en mi infancia: era un sitio específico del miedo –el “centro de temor”- de la ciudad.”125
Y es que una renovación urbanística también es una renovación social, en la medida que al crear
nuevas configuraciones espaciales la apropiación de la zona se modifica; con ello las rutinas, la
memoria, los consensos, los imaginarios, las percepciones, los olores, las experiencias, etc. La
vida cotidiana comienza a transformarse en la medida que el espacio cambia, y comienza a ser
dotado de sentido por los habitantes del común. Por eso se puede hablar de una renovación social
paralela a la renovación arquitectónica, donde el nuevo sentido de un espacio no sólo se otorga
por lo novedoso del diseño, sino por la nueva apropiación que hagan de él los habitantes de la
ciudad, en este caso los bogotanos.
Con el PTM esa inquietud es relevante; uno porque fue un proyecto pensado a escala
metropolitana, lo que conlleva en teoría una irrupción sobra la totalidad de la población; y en
segundo lugar porque ha sido uno de los proyectos más costosos que ha llevado a cabo el distrito,
124 “Los fantasmas urbanos se conforman a partir de aquellas construcciones o experiencias fácticas que dan lugar a la aparición de fantasmas urbanos, entendidos estos como construcciones imaginarias que los habitantes hacen sobre su ciudad, al imaginarse, por ejemplo, su extensión (gigantesca para los Mexicanos), su número de habitantes en el año 2000 (cerca de 40 millones para los Paulistas), cubierta de smog para los Mexicanos de próximo siglo, entre muchos otros.” Citado de: TORRES, Carlos. Una aproximación al carácter de la novela urbana: el caso de la ciudad de Bogotá, en: http://www.ucm.es/info/especulo/numero9/n_urbana.htm
125 Tomado de : http://www.hemisphericinstitute.org/journal/4.2/esp/artist_presentation/mapateatro/mapa_artist.html
y que después de sus dos años y medio de inauguración se sigue hablando del parque como un
“oasis” desarticulado de la zona.
Es así como el PTM tiene una fuerte carga discursiva detrás, como se menciono en capítulos
anteriores, es un proyecto digno de la ciudad concepto donde los planes urbanísticos siguen un
discurso político que muchas veces no se acopla con la cotidianidad de los practicantes urbanos.
Con eso no se pretende afirmar que la intervención no era necesaria, pues realmente el barrio
Santa Inés era una zona conflictiva para la ciudad y era necesario gestar un plan para aliviar las
problemáticas de la zona. Pero quizás el discurso hizo del PTM un proyecto muy contundente en
cuanto al diseño y la idea de “desmiserabilización” del sector, pero que tanto fue el impacto en
los bogotanos―no sólo para los creadores del discurso―.
“El Parque Tercer Milenio, era uno de los temas que yo había soñado mucho con mi papá. Porque no podía
ser que este centro fuera tan miserabilista. Ese es de los temas que hablamos mucho con papá, uno de los
sueños de él, tumbar una gran zona por acá y hacer una gran obra de renovación, de edificios importantes,
de parque. Porque el centro este de la Plaza de Bolívar y La Candelaria es muy bonito y demás, pero es
muy pequeñito, está bien para una capital de provincia, pero no para la capital de un país de cuarenta
millones de habitantes.”126
Si nos remitimos al primer capítulo uno de los elementos fundamentales cuando de ciudad se
habla es el asentamiento humano; es el responsable de otorgarle sentido al espacio y con ello
crear lugares existenciales donde se despliega como sujeto y por tanto como actor urbano. Así
que en proyectos como el PTM es indispensable pensar en el asentamiento humano que valida el
proyecto y le otorga multiplicidad de sentidos. Sentidos que trascienden ese discurso urbanístico
que se centra en el parque como proyecto monumental que da valor a la ciudad museo de la
capital y que contribuye al respeto por las instituciones que allí se ubican, como Peñalosa lo
afirma:
“Este país nunca va a ser respetable, mientras alrededor de las instituciones, cuyo eje es la Plaza de Bolívar,
estén las porquerías que hay… Lo que le da credibilidad a un país es la monumentalidad con que se
presenten sus instituciones.”127
126 BECCASSINO, Ángel, Op, Cit, Pág. 212 -213 127 Ibid, Pág. 217
Bajo un discurso de ese estilo, uno se pregunta donde quedan los ciudadanos del común que una
y otra vez pasaban por “El Cartucho”, y que quien sabe si se preguntaban sobre la
monumentalidad que debía existir en el sector. De esta manera surgen muchas inquietudes sobre
la acción metropolitana del parque, digamos que en decreto está más que definida su escala, pero
que pasa en el diario vivir de los capitalinos y su relación con el PTM. Las intervenciones
urbanas pugna por establecer nuevas relaciones de los sujetos con el espacio, pero esa relación
solo se da con la práctica; así que la ciudad real se sobrepone a la ciudad concepto en tanto hay
apropiación, sentido y rupturas urbanas, en la medida que un proyecto sea atravesado por los
pasos―como diría De Certeau― y trasciende la discursividad que impulso su creación.
Como lo afirmaría Marc Augé sólo existe un lugar en la medida que tiene significado para
alguien; los espacios existenciales sólo son posibles en la práctica donde se llevan a cabo
procesos de apropiación, significación y subjetivación. Por tanto el PTM no es un lugar por la
carga discursiva que lleva consigo, no es un espacio vivencial para todo el mundo y mucho
menos se puede pensar en su incidencia para la totalidad de habitantes de la ciudad―su carácter
metropolitano queda en duda, al igual que la categoría en sí―.
Recordemos que la ciudad ya no se considera solamente como una unidad arquitectónica
uniforme, sino como la de un paisaje urbanizado múltiple; la identidad del espacio y el lugar
percibe cambios contundentes en su estructura social donde esta se explora así misma y se
traduce en un mar de posibilidades que incluyen al observador como componente vital de estas
nuevas dinámicas de ciudad.
El observador o practicante es quien en verdad construye la ciudad; quien valida las obras
urbanísticas y sobre todo quien tiene la capacidad para generar resistencias contundentes.
Resistencias que para Deleuze son líneas de fuga que van gestando nuevos órdenes, en este caso
nuevas configuraciones espaciales atravesadas por un sujeto constructor y en construcción.
Constructor de mapas espaciales que se sobreponen a los planos científicos, y que son las
representaciones (acciones comunicativas) de las líneas de fuga que de forma creativa se
apropian del espacio, asunto que más adelante se abordará.
“La línea de fuga es un acto de resistencia y de afirmación; esto es, como un escape ante el totalitarismo
que los cuerpos gubernamentales aplican. Se trata de romper con la jerarquía desde los trasfondos del
pensamiento hasta la máquina despótica del Estado. Una línea de fuga es una mutación dentro del mismo
sistema; es convertirse en 'otro' y; por lo tanto, abrirse a otras formas de vida.”128
Es así como los sujetos que habitan una ciudad, juegan un rol importante en el diseño de la
misma. Son el elemento real del asunto, quienes cruzan las estructuras con vivencias propias,
recuerdos, estigmas, etc. Y por tanto son quienes van creando imaginarios urbanos que muchas
veces no van acordes con las imágenes oficiales de ciudad; recordemos “La Vendedora de
Rosas” (1998) de Víctor Gaviria, “Historia Americana X” (1999) de Tony Kaye, “La Virgen de
los Sicarios (2000) de Barbet Schroeder o “Roma, ciudad abierta” (1945) de Roberto Rossellini;
todas muestras cinematográficas de las rupturas entre los discursos legítimos y el diario vivir de
los citadinos del comunes.
Ese tipo de rupturas son las que van creando quiebres en las estructuras, y en este caso en la
urbana; que ya no se percibe como un asunto de políticas de ordenamiento y planes estratégicos.
El asunto se complejiza, se enriquece, porque la estructura urbana que se va armando es más bien
una red rizomatica donde las posibilidades son múltiples y los choques dejan de ser problemas
para convertirse en ejes generadores de nuevos elementos. Es bajo ese rizoma donde los
ciudadanos van cimentado su ciudad, y sobre todo su imagen de la misma; imagen que por
obvias razones ya no es una sola, ahora es múltiple y cada vez involucra más elementos.
Es así como no es extraño encontrar obras como “Opio en las Nubes” (1992) de Rafael Chaparro
Madiedo,”Zanahorias Voladoras” (2004) de Antonio Ungar o “Bogotá Directo Caracas” (1999)
de Carlos Arias. Todas novelas enmarcadas dentro del contexto bogotano, pero no todas con la
misma visión de ciudad y mucho menos con un imaginario común; y es que como se menciono
en el capitulo anterior la imagen de ciudad es un asunto heterogéneo, que cada quien construye
según como entreteja la historia, la experiencia propia, los consensos colectivos, etc.
Es bajo esos presupuestos como se quiso indagar en la repercusión del PTM en el imaginario
urbano de los habitantes de Bogotá; conjugar la discursividad del proyecto con las percepciones
cotidianas de los habitantes de la ciudad, todo con el ánimo de establecer que tanta sintonía
existía entre ellas. Retomando las categorías iniciales abordas en este trabajo, la idea es
128 IBARRA, Miriam. Sobre el anti Edipo: Deleuze y Guattari, en: http://revistaentrelineas.blogspot.com/2006/06/sobre-el-anti-edipodeleuze-y-guattari.html
establecer los puntos de unión entre la Ciudad Concepto y la Ciudad Real, mediante un ejercicio
cartográfico.
Ejercicio que se entiende como una acción comunicativa en la medida que es una representación
gráfica de la imagen de ciudad que el cartógrafo tiene de Bogotá. Representación que implica un
“dar a conocer”, en este caso la imagen de Bogotá que los practicantes del PTM tienen de ella;
todo con el ánimo de establecer si este proyecto de renovación aparece en las cartografías.
“… la representación como contenido de la mente, sea como resultado de la aprehensión de un objeto real
(comprensión), como anticipación (imaginación) o como recuerdo (memoria); y la representación como
objeto intencional y resultado del acto mismo de representar, de hacer presente de distintas maneras esos
contenidos de la mente. Aquí se deja de lado el esquema platónico, representación ajustada a un modelo,
para dar relevancia a la representación primera —es decir, la lectura de los hechos, de las acciones e
intenciones de los demás―al status de acto creativo. Dicha lectura-escritura de los hechos debe estar en la
base de toda intersubjetividad: de toda comunicación.
La acción comunicativa consiste precisamente en reunir estos dos sentidos de la representación: comunicar
lo que hacemos es esencialmente hacer presentes para otros los contenidos de nuestras mentes; y estos
contenidos, si nos atenemos a las enseñanzas de la fenomenología, son productos de una lógica subjetiva
sin ataduras con ningún modelo.”129
Es así como la Cartografía Urbana se convierte en otra de las categorías importantes del
trabajo; es la categoría práctica donde se conjuga tanto la praxis como la teoría urbana. Todo
enmarcado dentro de la comunicación como mediadora entre ambas partes y práctica cotidiana
de los actores urbanos.130 Práctica que en este caso, se traduce en una serie de mapas urbanos
donde se dejan ver los imaginarios de ciudad de la gente del común y con ellos se puede hacer
una reconstrucción urbana a partir de la óptica de sus practicantes.
129 NIÑO, Álvaro, Op, Cit, Pág. 215 130 Cabe resaltar como la comunicación es una dimensión práctica de lo social, que es mediadora entre un sin número de actos cotidianos; por tanto es mediante la comunicación como el entretejido social cobra sentido y los sujetos se convierten en constructores de sociedad en la medida que hacen uso de la comunicación como medio para forjar discursos y al mismo tiempo ser receptores de los mismos. Rossana Reguillo en su libro “En la calle otra vez” lo expone muy bien: “La comunicación es una dimensión de lo social, práctica regulada y reguladora de otras prácticas, una clave para entender los fenómenos de entretejidos en lo social. Se parte del supuesto de que la comunicación tiene su fundamento en la interacción de sujetos históricamente situados que comparten un capital simbólico social, es decir convencional, que se objetiva en discursos- en sentido amplio- sobre la realidad, en un proceso de producción-recepción-producción de significados, determinado en primera instancia por el lugar social de los actores en la estructura. Este planteamiento nos lleva a pensar la comunicación como una doble competencia, entendida como la capacidad que tiene los actores de entender y producir discursos.” Pág.39
3.1 Cartografía Urbana
“Las grandes ciudades desgarradas por crecimientos erráticos y una multiculturalidad
conflictiva son el escenario en que mejor se exhibe la declinación de los metarrelatos históricos, de las utopías que imaginaron un desarrollo humano ascendente y cohesionada a través del tiempo…
Lo que nos turba es que se están desvaneciendo los mapas que ordenaban los espacio y daban un sentido global a los comportamientos, a las travesías.”
Néstor García Canclini
Cuando se piensa en la cartografía el primer enlace que se establece es con la geografía; con la
representación gráfica del suelo mediante convenciones. Se nos vienen a la mente los inmensos
mapamundis y el espacio queda congelado en un plano bidimensional que intenta seguir un
modelo científico determinado. La representación del espacio se unifica y con ello pareciera que
el espacio en sí está condenado a lo mismo; sino recordemos los inmensos libros que contienen
cientos de cartografías “oficiales” donde lo único que diferencia la representación de un
continente del otro, es la forma del territorio, de resto todo parece igual y como lo vimos al
comienzo, el espacio se reduce a una serie de dimensiones medibles entrecruzadas por paralelos
y meridianos.
Si nos remitimos a la definición que hace la RAE de la cartografía el escenario no es muy
alentador: Arte de traza mapas geográficos. Y cuando se revisa la definición de mapas el asunto
tampoco mejora: Representación geográfica de la Tierra o parte de ella en una superficie plana.
Es bajo esos dos preceptos como la cartografía en un sentido muy general queda atada a la
geografía y por tanto a una ciencia, bien sea social o exacta, pareciera que la categoría está al
margen de cualquier representación cotidiana; de cualquier acto desprevenido de quien en verdad
práctica esa porción de tierra. Y valga resaltar como se habla exclusivamente del territorio, de la
totalidad o porciones de tierra que van a quedar registradas en una superficie plana.
Al parecer la cartografía sería un asunto exclusivo de la dimensión territorial; por fuera quedaría
el asentamiento humano y las configuraciones espaciales. Podríamos afirmar entonces que la
cartografía representa vacios espaciales y por tanto deja de lado la dimensión social del espacio
para concentrarse en la dimensión física y matemática: los metros cuadrados, los kilómetros, los
accidentes topográficos, etc. Sin embargo todo territorio es atravesado por unas prácticas
sociales, que tiene la capacidad de modificar su parte formal para dar nuevas formas a las
porciones de tierra; el territorio es una unidad que se transforma continuamente gracias a la
intervención que un asentamiento humano haga sobre él.
En este punto la historia cobra un papel importante para ejemplificar el asunto; bien sea por
conflictos, acuerdos políticos o prácticas del común los territorios cambian de forma continua. El
mapa oficial de Colombia luego del 3 de Noviembre de 1903 cambio con la separación de
Panamá; igual paso con El Nuevo Reino de Granada y los procesos de independencia. El mapa
europeo sufrió grandes transformaciones con el gobernante francés Napoleón Bonaparte y que
decir de las fracturas territoriales en zonas como Irak o Vietnam. En la actualidad podemos
hablar de transformaciones territoriales en casos como la Europa del este, la división de
Alemania en dos y asuntos tan serios como la Franja de Gaza.
De esta manera queda evidenciado como el territorio es una dimensión que está sujeta al
asentamiento humano, quien tiene la virtud de convertir porciones de tierra en espacios
atravesados por prácticas y discursos, bien sean hegemónicos o emergentes. El territorio no es
una unidad por sí sola, aunque se hable de ella en términos muy geográficos, los territorios no
son sólo porciones de tierra sino unidades espaciales potenciales donde los sujetos se despliegan
y con ello, se convierten en escenarios de la vida y la experiencia humana.
Sin embargo esa definición oficial de la RAE sobre la cartografía no dibuja un escenario muy
social con respecto al territorio; a la tierra propensa a ser representada gráficamente y con ello
condensada en mapas, mapas geográficos que tiene la capacidad de graficar desde la porción a la
totalidad bajo convenciones científicas y mediante herramientas tecnológicas. Pensemos en las
imágenes satelitales de la tierra que se convierten en las cartografías de los nuevos libros de
geografía, unas superficies que combinan verdes, amarillos y azules, y donde pareciera que todo
está en calma o mejor donde parece que nada está.
Por eso cuando se habla de cartografías pareciera que se tocará una categoría científica; un
asunto exclusivo de los especialistas de ciertas ciencias sociales e ingenierías. Como lo apunta
Margarita Lira en su investigación sobre las cartografías de América luego de la Conquista:
“La cartografía vista desde la actualidad en su aspecto más práctico, parece ser un tema perteneciente a las
ciencias exactas, pues representa la realidad de una manera supuestamente objetiva e incuestionable. A
través de los mapas se adquiere información correcta de las distancias, proporciones y características de los
lugares en el planeta.”131 Sin embargo la categoría es mucho más abierta y trasciende el uso de convenciones; pues la
representación de las diversas configuraciones espaciales del territorio además de compartir
espacio con los paradigmas científicos también es un asunto cotidiano. Continuamente se están
haciendo representaciones mentales del espacio, sobre todo de los espacios existenciales donde
los individuos se despliegan como sujetos. Son esos espacios los que se escapan de tales
representaciones, pues sus límites no son exactos y más bien son la combinación de un sin
número elementos que no pueden encapsularse en símbolos unificados.
“Los seres humanos viven en una sociedad, tienen que orientarse en ella, tanto para conseguir lo que
quieren como para evitar aquello que no quieren. Puede decirse que para ello confeccionan mapas
mentales, conceptuales, de la sociedad, con los detalles particulares de ésta, y que en esos mapas registran
su propia posición y las vías que conducen a los fines que se proponen y los peligros que acechan a lo largo
de esas vías.”132
De esta manera la Cartografía se escapa de los límites científicos y por tanto funcionalista, para
convertirse en una categoría antropológica y comunicativa donde las representaciones más que
hacer referencia a escalas y elevaciones topográficas, se relacionan con espacios practicados y
por tanto en apropiaciones espaciales que traen consigo representaciones paralelas a las
hegemónicas. En este punto, es importante resaltar la coexistencia entre las cartografías oficiales
y las cotidianas, pues ambas son representaciones espaciales que corresponden a un tipo
particular de racionalidad. La primera más cercana al funcionalismo y la segunda más próxima a
131 LIRA, Margarita. La Representación del Indio en la Cartografía de América, en: http://www.antropologiavisual.cl/Margarita_Lira.htm 132 NIÑO, Álvaro, Op, Cit, Pág. 222
los presupuestos fenomenológicos que se mencionaron con antelación, ligados con la experiencia
y la afectación esencial.
Tal coexistencia es la que enriquece a la categoría, pues en este punto podemos hablar de planos
y mapas; al parecer categorías similares, de hecho parecieran sinónimas, pero no lo son. Estas
dos nuevas categorías se relacionan con discursos opuestos entre sí. El primero ligado con el
paradigma científico y la tecnicidad, y el segundo muy relacionado con la antropología y la
creación creativa del espacio. Los planos potenciados por los procesos de conquista europeos del
siglo XV, mientras los segundos con una tradición que data de los itinerarios de los viajeros
desde tiempos ancestrales. Transición que es descrita por Adrian Gorelik en su artículo
“Imaginarios urbanos e imaginación urbana”:
“La autonomía que ganó el plano entre los siglos XV y XVI supuso el progresivo borramiento de los
<<itinerarios>>, graficados en los primeros mapas medievales por los trazos rectilíneas de los recorridos,
como <<indicaciones preformativas>> que refieren a peregrinajes, etapas, tiempos y luego, en los mapas
llamados portulanos, como marcas empíricas producidas por la observación de los navegantes. Sobre ellos
se impuso el plano moderno, como triunfo de la geometría abstracta del discurso científico frente al sistema
narrativo de la experiencia del viaje. Es el triunfo de la visión objetivante de la realidad que inaugura la
representación perspectívica, en tanto compresión de un espacio-tiempo homogéneo y matemático.” 133
Es así como la cartografía se va desligando de esa primera connotación rigurosa y geográfica; y
va adquiriendo una dimensión creativa y cotidiana que es propia de los postulados de De
Certeau. Y es que la cartografía al mismo tiempo que puede ser un mecanismo de poder donde se
plasman las dimensiones territoriales del espacio dominado, también puede convertirse en un
ejercicio de resistencia donde se plasmen los lugares existenciales que intentan escaparse de ese
poder.
Es así como llegamos a dos nuevas categorías; el plano y el mapa. La primera muy ligada con la
racionalidad funcionalista y los presupuestos de la Modernidad; mientras la segunda
estrechamente relacionada con la experiencia y por tanto con un sujeto creador. Es así como la
cartografía se convierte en un ejercicio social, en la medida que detrás de cualquier
133 GORELIK, Adrian. Imaginarios urbanos e imaginación urbana, en: http://www.bifurcaciones.cl/001/Gorelik.htm
representación territorial se esconde una racionalidad y por tanto una manera de ver, entender y
practicar el espacio.
• Los planos
Los planos se cobijan bajo un discurso mecanicista y funcionalista, además gozaron de
gran acogida luego del invento de distintos elementos cartográficos que facilitaban la
labor: Astrolabios y cartas de navegación. Los planos son representaciones técnicas, que
buscan seguir un modelo científico establecido por la Modernidad y por tanto se ubican
dentro de un sistema de representación en serie.
Por tanto el espacio se percibe sólo como un territorio, el asentamiento humano en este
punto queda relegado, pues lo importante es hacer visible la estructura y no el contenido.
Se podría afirmar que los planos son territorios vacíos donde el asentamiento humano y
por tanto las configuraciones espaciales no aparecen. Siguiendo los presupuesto de Marc
Augé los planos serían representaciones de no lugares, que a simple vista escoden las
interacciones sociales que todos los días tiene por escenario a esos territorios.
Es así como plano y Ciudad Concepto de relacionan, ambos producto del proyecto de la
Modernidad y por tanto bajo los mismos presupuesto funcionalistas. Por eso no es de
extrañar su inclusión en la filosofía francesa de la deconstrucción, en especial en la
propuesta filosófica de Deleuze donde los planos son sinónimos de calcos, y entiéndase
por ellos modelos de repetición que han sido codificados para reproducirse
infinitamente. Según Deleuze el principio y lógica del calco serían:
“El principio base de calco es su reproductivilidad hasta el infinito. Toda la lógica del calco es una
lógica del calco y la reproducción… Consiste en calcar algo que se da completamente hecho a
partir de una estructura que sobrecodifica o de un eje que soporta.”134
Es así como el calco se opondría a la estructura rizomatica, y con ello a la posibilidad de
crear líneas de fuga; entonces los planos serían unidades estáticas tanto en el tiempo
como en el espacio. Pues son congelaciones técnicas que han representado la estructura 134 DELEUEZE y GUATTARI. Rizoma. Valencia: Pre-textos, 1977. Pág. 35
material de un territorio y por tanto han establecido ciertas convenciones totalizadoras
que pretenden crear estándares. Los calcos unifican espacios, por tanto los despojan de
esas cargas sociales propias de los sujetos que en ellos se asientan; es gracias a esa
estandarización del espacio como su categoría existencial y por tanto la práctica queda
relegada.
En este punto cabe anotar que en cuanto a la Cartografía Urbana, las prácticas que se
invisibilidad son las cotidianas, más no las urbanistas. Pues son estas últimas las que
configuran los espacios urbanos de forma oficial, y por tanto tales intervenciones
arquitectónicas y urbanistas se ven plasmadas en los planos legítimos de una ciudad; sino
remitámonos a las divisiones territoriales de una ciudad, en el caso de Bogotá a las 20
localidades en que se fragmenta su extensión territorial.
Los planos al ser invenciones de la Modernidad guardan las mismas lógicas que vimos
con la Ciudad Concepto, es más son la representaciones de dicha categoría. Los planos
fragmentan al espacio y tiene la capacidad de representar el más mínimo detalle, claro
bajo los límites legítimos y guardando ciertos principios científicos como las
convenciones y las escalas.
Recordemos la importancia de la estandarización en la Modernidad, no sólo para unificar
sino para poder producir con mayor facilidad, así ahorrar tiempo y con ello optimizar las
ganancias. Los planos son representaciones totalizadoras, las cartografías de las imágenes
urbanas que capta ese “ojo de Dios” del que habla Michel de Certeau.
Por tanto las representaciones en planos hacen alusión a esos modelos utópicos que los
urbanistas diseñan y que desde las alturas se perciben como unidades holísticas
engranadas y armónicas. En los planos se pierde la incertidumbre y se congelan los
levantamientos arquitectónicos; las huellas de los transeúntes son reemplazadas por los
trazos de las arterias viales y las paredes grafitiadas se pierden entre las convenciones que
demarcan las rutas del sistema de transporte masivo.
Los planos de una ciudad al igual que el espacio, están prestos a la especialización; por
eso no es de extrañar que exista unos para servicios públicos, otros para equipamientos de
diversas índoles, están los del sistema de transporte masivo, etc. Todos dentro del mismo
croquis cartográfico a espera de ser atiborrados con convenciones universales que hagan
de los planos un asunto aparentemente objetivo y por tanto universal.
Los planos son como las vistas del panóptico de Foucault, son esas imágenes
totalizadoras de un espacio donde se pierden los sujetos y sobresalen las estructuras y los
límites. Se podría afirmar que los planos son representaciones panópticas del espacio
dominado, del ojo del poder que establece límites y usos: el concepto se sobrepone a las
prácticas. Por tanto que le dice al actor urbano que posición tiene dentro del espacio y
por tanto como debe desenvolverse en él.
El plano hace uso de las coordenadas, abstracción moderna que permiten ubicarse dentro
del plano y con ello dentro del espacio dominado por el poder invisible de los tecnócratas
de una ciudad. Las coordenadas traen consigo el supuesto de una totalidad, por tanto de
una relación con un todo en que sólo me ubico en una porción. Cruzándolo con la teoría
de Foucault sobre las sociedades disciplinarías y sobre todo con su incidencia en la
especialización y fragmentación del espacio, podríamos afirmar que las coordenadas son
referentes abstractos que nos dejan claro los límites de nuestro emplazamiento funcional
y por tanto nuestra relación con un todo sistémico del que hacemos parte.
Los planos omiten a los sujetos, por tanto no están del todo atravesados por las prácticas
del diario vivir de quienes irrumpen ese espacio; pero si dan cuenta de una discursividad
específica y por tanto una racionalidad determinada. Los planos son las muestras
convencionales de una utopía armada, son los modelos que se plasman en una superficie
y que parece imposible modificarlos. Los planos serían las apariencias del espacio,
apariencias necesarias y vacías que dejan huellas como lo diría Baudrillard:
“Si no existieran las apariencias el mundo sería un crimen perfecto, es decir, sin criminal, sin
víctima y sin móvil. Un crimen cuya verdad habría desaparecido para siempre y cuyo secreto no se
develaría jamás por falta de huellas… El mundo se traiciona por las apariencias, que son las
huellas de su inexistencia, las huellas de la continuidad de la nada, ya que la propia nada , la
continuidad de la nada deja huellas. Y así es como el mundo traiciona su secreto. Así es como se
deja presentir, ocultándose detrás de las apariencias.” 135
Los calcos o planos si volvemos a Deleuze, no son devenir sino unidades estáticas
espacio-temporales que responden a estructuras codificadas que no contemplan
transformaciones formales contundentes. Un plano entonces vendría siendo la
representación de la Ciudad Concepto como se había anotado con anterioridad; nada de
contingencias y líneas de fuga que puedan quebrantar el modelo urbano diseñado por los
arquitectos y urbanistas que construyen utopías en escenarios sociales.
Escenarios sociales que son difusos en los planos, que no se perciben en esa totalidad
ordenada de forma abstracta: plano cartesiano. Bajo esas premisas es como el plano se
nos presenta como una categoría cartográfica ligada con el proyecto de la Modernidad y
esa ambición totalizadora que excluye la subjetividad urbana para imponer la objetividad
urbanista. Los planos vendrían siendo la representación del concepto urbano, por tanto de
los meta relatos históricos de la Modernidad y con ello de las utopías de un proyecto que
sigue teniendo incidencia en la actualidad.
• Los Mapas
Los mapas serían la segunda categoría dentro de las representaciones cartográficas y en
oposición a los calcos o planos, son representaciones con un carácter más antropológico y
menos científico. Son representaciones cartográficas que no siguen un modelo
determinado, no están inscritos dentro de una matriz determinada por tanto su producción
no está sujeta a lógicas determinadas.
“… el mapa es abierto, es conectable en todas sus dimensiones, desmontable, reversible, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto, invertido, adaptarse a montañas de cualquier naturaleza, ser comenzada su realización por un individuo, grupo, formación social. Se le puede dibujar en un muro, concebirlo como una obra de arte, construirlo como una acción política o meditación. El mapa tiene entradas múltiples, contrariamente al calco
135 BAUDRILLARD, Jean. El crimen perfecto. Barcelona: Anagrama, 1996. Pág.11
que vuelve siempre a lo mismo. Un mapa es cuestión de ejecución, mientras que el calco remite siempre a una presunta competencia.”136
Los mapas no son artificios de la modernidad y nada tiene que ver con dimensiones
matemáticas; son representaciones de un territorio en la medida que a sido atravesado por
prácticas propias o colectivas; un mapa es la representación de la experiencia territorial
por tanto de la configuración espacial de un actor urbano sobre una porción de tierra.
En este sentido los mapas no establecen convenciones específicas para designar cosas,
pues aquí se habla de acontecimientos; de prácticas espaciales y por tanto de movimiento.
Y es que los mapas a diferencia de los calcos no son congelaciones, por el contrario
continuamente se van transformando, por tanto no se representan territorios vacíos sino
configuraciones espaciales en continuo movimiento; por tanto aquí si hay rupturas y
líneas de fuga, las coordenas no existen, pero si referentes desde los cuales se desprenden
nuevos elementos que complejizan al asunto.
Los mapas son complejos, están atiborrados de acontecimientos, rupturas, devenires,
recuerdos, sentidos, etc. Son estructuras rizomaticas si volvemos a Deleuze, pues son
estructuras contingentes del devenir donde se despliegan muchas dimensiones a la vez y
lo importante no es buscar parámetros totalizadores (convenciones), sino que con el paso
de los flujos se abran rupturas en el mapa y con ello las representaciones muten y estén
en continua construcción, por tanto en constate (re) significación. Recordemos que un
rizoma es un asunto cinético y heterogéneo donde hay pliegues por doquier y no cesa la
multiplicación de elementos que enriquecen la superficie y además de crear aberturas dan
paso a nuevas posibilidades de ser, en este caso en el espacio.
“El rizoma conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite
necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; el rizoma pone en juego regímenes de signos
muy distintos e incluso estados de no-signo. El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo
Múltiple. No es ni lo uno que deviene dos, ni tampoco que devendría directamente tres, cuatro o
cinco. No es un múltiple que deriva de lo Uno o al que lo Uno se añadiría. No está hecho de
unidades sino de dimensiones o, más bien, de direcciones cambiantes. No tiene ni principio ni fin, 136 Deleuze citado por Alvaro Niño en La gesta del signo: hacia un semianalisis urbano. Bogotá: Universidad Piloto de Colombia, 2002. Pág.228
siempre tiene un medio por el cual crece y se desborda. Constituye multiplicidades lineales de “n”
dimensiones sin sujetos ni objetos distribuibles en un plan de consistencia del que siempre se
sustrae lo Uno.”137
Es así como los mapas se nos presentan como unidades cinéticas y no sólo por lo
rizomatico del asunto, sino porque el espacio es practicado en la medida que se recorre;
volviendo a De Certeau el espacio es una unidad practicada cuando es atravesada por los
pasos de los sujetos del común, de todos aquellos que van dejando marcas en el territorio
y que no son vistas por el “ojo de Dios”, por tanto que no se transcriben en los planos. Es
mediante los recorridos, los itinerarios, las experiencias de los actores urbanos
encarnando el papel de viajeros por la ciudad, como se van forjando mapas; mapas
mentales en un comienzo porque la ciudad se va representando en la mente de sus
practicantes primero que en las representaciones físicas que pueda llegar a crear.
Los mapas se relacionan de forma directa con los imaginarios, pues es en la mente de los
ciudadanos del común donde primero se van gestando las representaciones del espacio;
luego vendría el cruce con los planos y los croquis, hasta llegar a los mapas que son una
conjunción entre discursos y prácticas. Así como se mencionó con los imaginarios
urbanos, los mapas urbanos son la combinación de cientos de elementos que se van
fusionan y transformando en la medida que el sujeto va adentrándose más en el
entretejido urbano. Los mapas como y se había anotado son creaciones en continua
construcción, por tanto están prestas a las modificaciones y por tanto a ir mutando en la
medida que el sujeto creador va conociendo más su entorno y alimentando su imaginario
urbano.
A pesar que los calcos no hagan uso de los mapas, estos último si tiene en cuenta a los
planos para su construcción. Pues la representación oficial del territorio vacio, es un
marco de referencia importante en la actualidad, la geografía es quizás una de las
disciplinas a la cual nos acercamos desde niños y por tanto esas convenciones
territoriales, y la morfología del croquis está más que insertada en la forma como
pensamos y por tanto practicamos el espacio. No es gratuito que siempre busquemos un
137 DELEUZE y GUATTARI. Mil Mesetas. Valencia: Pretextos, 1994. Pág.25
plano o los referentes convencionales del espacio como el nombre o la dirección, nuestra
relación con el espacio está muy ligada con el sistema de coordenadas y nuestra
ubicación dentro de él. Sin embargo como lo apunta Walter Benjamín en su alegoría a la
infancia berlinesa, lo verdaderamente importante no es ubicarse sino perderse; entrar en
un mar de confusiones donde cosas nuevas aparecen ante los ojos y las ciudades van
cogiendo matices insospechados. Es cuando salimos de los lugares seguros de la ciudad
cuando de verdad estamos recorriéndola y forjando nuevas imágenes de ella, imposibles
de conseguir desde las cuatro paredes de nuestra casa. Como lo apunta, en total sintonía
con Benjamín, Cruz Kronfly en su libro “La tierra que atardece”:
“ Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse en cambio, en una ciudad, como
quien se pierde en un bosque, requiere aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar
al que va errando como el crujir de las ramas secas y las callejuelas de los barrios céntricos
reflejarle las horas del día tan claramente como las hondonadas del monte.” 138
Los mapas por tanto son una construcción accidentada y compleja, en continua
construcción y lo más importante es que son creaciones propias donde sólo cobra sentido
todo aquello que tiene valor para el sujeto creador. Los mapas pueden llegar a ser
simbólicos, pero no convencionales; no todo el mundo ve la ciudad de la misma manera,
por tanto es difícil que la representen igual. Sin embargo recordemos que se vive en
sociedad y por tanto que existen ciertos consensos colectivos que gestan cierto tipo de
apropiación frente a la ciudad, y lo más importante nos presentan imágenes de ciudad que
se tornan importantes, como la ciudad museo.
Es así como se puede afirmar que el mapa es una representación antropológica del ser y
del estar en un espacio determinado; que trasciende los paradigmas científicos para
concentrarse en las experiencias espaciales. Por tanto el mapa es una representación que
se escapa de la objetivación moderna, más bien es una dimensión representativa de lo
social que además de plasmar un espacio deja al descubierto al sujeto que está detrás de
los trazos y sobre todo del imaginario urbana que tal sujeto porta consigo.
138 CRUZ KRONFLY, Fernando. La tierra que atardece. Bogotá: Planeta, 1998. Pág.177
El mapa por tanto más que una unidad, es un flujo continuo de elementos que van
tomando forma en la mente de los actores urbanos y que se materializan de múltiples
formas. Los mapas son la conjunción de un sin número de flujos y rupturas, por tanto no
se condensas, pero si se pueden ir construyendo a cada segundo.
“Un mapa debe ser resultado de varios mapas subjetivos y calcos, donde uno es interpretante del
otro, y al interior de cada uno se configuran nuevas cadenas de interpretantes, líneas de fuga que
generan nuevas relacionan. Relacionar las diferencias: trabajo subversivo orientado a destruir las
jerarquías del tema y la categoría, a desvirtuar la búsqueda de la verdad, La realidad - la ciudad-
no tiene verdad.”139
Recapitulando, la Cartografía Urbana y sus dos formas de representación nos sirven de marco
para abordar el tema del PTM y sobre todo de su incidencia en el imaginario urbano de los
capitalinos. Recordemos que tanto los planos como los mapas traen detrás un tipo especial de
racionalidad, bien sea que uno sea funcionalista y el otro práctica; la conjunción de ambos nos
puede llevar a una comprensión más precisa de la imagen de ciudad que tienen los practicantes
del PTM de Bogotá, y lo más importante llegar a establecer quienes han incluido a este gran
proyecto de renovación urbana dentro de la Bogotá que llevan y construyen a diario en sus
mentes.
3.2 El PTM y la cartografía
El marco teórico y el análisis urbano realizado hasta el momento, son la base para el ejercicio
práctico del trabajo; que mediante la última categoría explorada quiso indagar en el imaginario
urbano de los practicantes del PTM, con el ánimo de establecer cuántos de ellos incluían al
parque dentro de su imagen de ciudad.
Como se ha mencionado varias veces, el PTM es el proyecto de renovación urbana más
importante de la ciudad y fue pensado como un parque a escala metropolitana; por tanto debería
139 NIÑO, Álvaro, Op, Cit, Pág.230
tener una incidencia contundente en el imaginario de la mayoría de capitalinos. Fue diseñado con
el ánimo de convertirse en uno de los epicentros recreativos más importante de la ciudad, ya van
más de dos años de su inauguración, y todavía se habla de su desarticulación con la ciudad.
Desarticulación que tiene que ver con la carrera Décima, la Plaza de San Victorino, la Avenida
de los Comuneros y las zonas aledañas; pero que pasa con la dimensión social, con su
articulación con los habitantes de la ciudad y por tanto con convertirse en un escenario de
prácticas donde se forjen subjetividades y con ello sujetos discursivos que transformen el
panorama urbano.
La cartografía fue la herramienta mediadora entre la teoría y la práctica; la categoría que permitía
un trabajo de campo donde los practicantes de la ciudad participaran activamente y sobre todo
donde se desplegara esa creatividad que tanto se repite en la teoría de De Certeau.
La primera comprobación quería abordar el asunto de la escala metropolitana del PTM; indagar
en el reconocimiento que gozaba el proyecto en distintas zonas de la ciudad y establecer que tan
acorde iba la teoría que sustentaba al parque con la realidad urbana de la ciudad. La segunda
indagación pretendía establecer que tantos practicantes del PTM incluían al parque dentro de sus
cartografías de la ciudad, con el ánimo de establecer si el parque hacía parte del imaginario
urbano de las personas del común que atravesaban al parque con sus prácticas cotidianas.
• Las encuestas: basada en la teoría del plano, gracias a su carácter totalizador y
universal; se plantearon dos tipos de encuesta. La primera relacionada con el nombre del
lugar y la segunda con la dirección, ambas referencias de ubicación que las personas
suelen usar; coordenadas espaciales que les permiten a los actores urbanos desenvolverse
en el territorio de una ciudad:
¿Dónde queda el Parque Tercer Milenio?
¿Qué queda entre la Décima y la Caracas de la calle Sexta a la Novena?
Como la idea era establecer que tanto reconocimiento tenía el parque en diversas zonas
de la ciudad, la encuesta se realizó en 10 localidades distintas de la capital, todas
escogidas al azar. La muestra total fue de 100 personas, 10 por cada localidad. A cada
pregunta le correspondían 5 localidades y las encuestas debían hacerse en espacios
públicos.
Cualquier persona podía contestar la encuesta, pues la escala metropolitana hace
referencia a la totalidad de la población, sin exclusión―bueno aparente porque no dejan
entrar a los habitantes de la calle al PTM, que paradoja―. Las localidades escogidas
fueron: Suba, Usaquén, Barrios Unidos, Mártires, Santa fé, Engativa, Chico, Teusaquillo,
Chapinero y Puente Aranda.
A la primera pregunta: ¿Dónde queda el Parque Tercer Milenio? El 60% de los
encuestados sabían la respuesta. Sin embargo cabe anotar que hay una fuerte tendencia
por nombrar a “El Cartucho”, es el referente más común que se tiene de la zona, al igual
que San Victorino. Esta encuesta se realizo en las localidades de: Engativa, Barrios
Unidos, Chapinero, Mártires y Teusaquillo donde en estas últimas había un conocimiento
pleno de la ubicación del parque; mientras que en Engativa solo una persona acertó.
A la segunda pregunta: ¿Qué queda entre la Décima y la Caracas de la calle Sexta a la
Novena? El 44% respondió que un parque, algunos sabían que se trataba del PTM, pero
otros no daban cuenta del nombre. Esta encuesta se realizo en: Usaquén, Chico, Santa fé,
Puente Aranda y Suba. La localidad con mayores aciertos fue Santa fé mientras en
Usaquén sólo una persona acertó. En este punto cabe destacar como las personas aunque
reconocen que hay un parque tiene confusión en su nombre, la mayoría lo relaciona con
Transmilenio, por eso en varias respuestas hablan del Parque Transmilenio o Nuevo
Transmilenio.
Haciendo un conglomerado general de las 10 encuestas se afirma que el 52% de los
encuestados tiene un referente del PTM, bien sea por nombre o dirección. Mientras que el
48% restante no da cuenta de este proyecto de renovación urbana. Las encuestas
arrojaron otros datos interesantes, en las localidades más cercanas al PTM la gente tiene
un mayor reconocimiento del parque; es así como Mártires, Santa fé y Teusaquillo fueron
las localidades con mayores aciertos.140
De esta forma se pueden concluir varios asuntos:
• No hay un reconocimiento absoluto del PTM; por tanto queda en duda su carácter
metropolitano. A pesar de ser pensado como un proyecto que incidiera en gran parte de
los capitalinos, en la práctica el PTM no tiene un reconocimiento contundente en diversas
localidades de la capital. Por tanto el carácter metropolitano es un asunto que queda en
duda, recordemos que es imposible tener una percepción plena de la ciudad, el carácter
holístico de la ciudad propuesto por el urbanismo no concuerda con el de las prácticas
cotidianas. “Nunca podemos poseer el sentido total de la ciudad. Tampoco podemos
dominarla con una sola mirada.”141
• De la misma forma se puede afirmar que el PTM goza de reconocimiento en las
localidades aledañas a él. La proximidad con el proyecto es una variable importante
cuando de reconocimiento se habla, es así como queda demostrado que la ciudad es un
espacio fragmentando donde la totalidad del territorio urbano no se práctica; es más bien
a partir de los recorridos, itinerarios y zonas seguras como se generan referentes urbanos
trascendentales.
• Otro aspecto importante es la relación que se sigue entablando entre la zona y “El
Cartucho”. El fantasma Urbano de este tugurio capitalino sigue incidiendo en el
imaginario de la zona y sobre todo conserva su carácter referencial. La demolición física
de un barrio, Santa Inés, no es suficiente para que la memoria urbana también entre en
procesos de renovación; el pasado sigue teniendo vigencia en la zona y sobre todo en la
imagen de ciudad de los encuestados.
140 Ver anexos 8 141 RUBIO, Jaime. La ciudad: lugar y símbolo de comunicación, en: Signo y Pensamiento, No. 22 (1993). Pág. 13
• El asunto más importante para destacar es como a pesar del reconocimiento del parque
por un poco más de la mitad de los encuestados, ninguno de ello ha ido al parque. El
referente existe, pero la experiencia propia no. Por tanto su reconocimiento no es total,
pues es por medio de la experiencia como los actores urbanos se acercan a la esencia de
las cosas― fenomenología―, en este caso del parque.
Al respecto cabe retomar los postulados de Marc Áuge, pues a pesar del aparente
reconocimiento del proyecto, es un espacio no practicado por los encuestados; por tanto
no se puede hablar del parque en términos de lugar existencial donde los sujetos se
despliegan como individuos discursivos y creadores. Sin prácticas los espacio se
convierten en no lugares, por tanto están destinados al anonimato y con ello a perder su
potencial como referentes urbanos.
Es así como queda esbozado el primer ejercicio práctico, ligado con los principios del plano y
que indago en el carácter metropolitano del PTM. Mediante dos tipos de encuestas y una muestra
de 100 personas de distintas localidades se estableció que la escala del parque no va muy acorde
con los alcances de la práctica urbana.
El segundo ejercicio se relaciona con los mapas, esas representaciones abiertas y simbólicas que
se mencionaron con antelación. El objetivo central era establecer si el PTM se inscribía dentro de
la imagen de ciudad, representación gráfica, de los practicantes del parque. Todo con el ánimo de
establecer si el proyecto se articuló con los habitantes del sector y logró sumergirse dentro de su
imaginario urbano.
• Los Mapas: se pensaron como una categoría abierta por medio de la cual se podía
acceder al imaginario urbano de los practicantes del PTM. Bajo esa premisa se propuso
un ejercicio libre donde los practicantes dibujaran su ciudad, lo primero que se les viniera
la mente. La plataforma fue una hoja en blanco y un lápiz.
En total fueron 10 cartógrafos, todos practicantes del PTM y vecinos del sector. Había
niños, jóvenes y adultos; tanto hombres como mujeres representaron la ciudad que llevan
en su cabeza e hicieron posible el mapeo urbano en el parque. Y es que como lo
menciona Jaime Rubio: “Las ciudades que no se pueden reconstruir en lo imaginario son
ciudades inhabitables.” 142
El mapeo se realizó el sábado 5 de enero de 2008 en el PTM y tuvo por protagonistas a:
Carolina, David, Javier, Luis, Edgar, María del pilar, Johnny, Gloria, Manuel y
Andrés.143 Quienes hicieron representaciones cartográficas de la ciudad, sin ningún tipo
de limitante y sólo guiados por la siguiente instrucción: Dibújeme su ciudad.
El ejercicio se planteo como una forma participativa de adentrarse en los imaginarios
urbanos de los actores urbanos del común; quienes deambulan por ahí, y que de manera
desprevenida van graficando mentalmente el espacio urbano.
Acontinuación encontrará los mapas
142 RUBIO, Jaime, Op, Cit, Pág.13 143 Ver Anexos 9
El mapeo hizo evidente una serie de elementos que se repiten en varias cartografías y que
permitieron hacer una división por categorías. Primero hablemos de la representación
convencional y genérica de la ciudad, donde no aparecen elementos distintivos que hagan
pensar que estamos en Bogotá y no en otra ciudad. La segunda haría referencia a la
representación museística de la ciudad donde lo más evidente son esos emblemas
históricos trascendentales. Una tercera haría mención a representaciones tipo damero
donde se representan la ciudad como un plano con coordinas y nombres. Por último
estaría una representación alterna donde parecen representados espacios íntimos que dan
más cuenta del sujeto y no del espacio urbano.
Sin embargo es pertinente anotar como hay cartografías donde se chocan varias de las
categorías y por tanto se obtiene una representación que fusiona diversos elementos, por
ende un poco más complejas.
• Ciudad Genérica: aquí se enmarcan cartografías que representan la ciudad de
forma convencional, y por tanto no hay una distinción contundente del espacio
que se está representando. Es así como la cartografía de María del Pilar, Carolina
y Javier se inscriben en esta categoría. La primera la más genérica donde se
distingue un parque, un conjunto de edificios y una iglesia; no hay indicios que la
ciudad representada en Bogotá. Por otro lado esta la de Javier donde aparecen
personas, conjuntos de casas y arterias viales. En ambas se repite la iglesia, la
elevación de la de Javier hace pensar en Monserrate.
• Ciudad Museo: es una categoría que hace referencia a las representaciones de
lo que nombramos en un comienzo como la ciudad museo; ese espacio cruzado
por la historia oficial y donde se chocan múltiples tiempos. Aquí se enmarcan
esos referentes emblemáticos de la historia de una nación y por tanto que llevan
consigo una carga simbólica importante. La cartografía de Manuel da cuenta del
asunto, es la representación detallada de la Plaza de Bolívar donde también se
inscribe Monserrate. Por otro lado podemos ubicar aquí el mapa de Johnny donde
existe una fuerte tendencia por nombrar monumentos históricos de la zona
céntrica de la ciudad.
• Ciudad Plano: Es la representación que se acerca más a la representación en
damero donde se traza una cuadricula mental (Plano Cartesiano) y se van
ubicando los espacios de mayor importancia para el cartógrafo. El mapeo de Luis
y Gloria dan cuenta de la categoría, por medio de un esquema mental del plano se
represento la ciudad. Es así como estas cartografías están cruzadas por arterias
viales importantes, que permiten ubicar con mayor precisión los lugares que
hacen parte de su imagen de ciudad; aquí también se puede hablar de recorrido,
pues las vías son importes en el trazo de los mapas. En estas dos cartografías
Monserrate también aparece, al igual que la alegoría a los cerros orientales de la
capital.
• Ciudad íntima: es la categoría más libre dentro del mapeo; aquí hay una
representación libre que no se relaciona de forma directa con ninguna de las
categorías anteriores aunque bien puede hacer uso de ella. Aquí podemos ubicar a
David, Edgar, Andrés y otra vez a Carolina. La primera es una representación
clara del centro de la ciudad donde los referentes que más sobresalen son
Transmilenio y una serie de edificios gubernamentales. Edgar al igual que
Carolina se incluyeron dentro del mapa, lo cual hace relevante su posición en la
ciudad; el primero representa Transmilenio, un conjunto de edificios y a
Monserrate. Andrés por su parte representa a Monserrate y al Telesférico.
Carolina con un mapa un poco más íntimo representa a su escuela, una iglesia,
edificios y un montón de personas. Además le puso un título a su mapa.
Esas son las cuatro categorías donde se inscriben las cartografías recolectadas en el PTM,
hay elementos comunes entre ella. Es pertinente resaltar la representación de iglesias
dentro del imaginario de la ciudad y con mayor relevancia la representación de
Monserrate. Como se expuso en el segundo capítulo la presencia de la iglesia fue
importante en el proceso de urbanización de Bogotá y en las cartografías se evidencia el
asunto. Además cabe anotar que a excepción de la Ciudad Plano, el resto de ciudades
mapeadas se concentraron en la zona céntrica de la ciudad. Por tanto son visiones
fragmentadas de la ciudad, fragmento que se concentran en la localidad de Santa Fé.
Además es pertinente rescatar como muy pocos cartógrafos representaron al asentamiento
humano, la categoría de plano esta tan imbrincada en nuestro conocimiento cartográfico
que las representaciones por más libres que sean conservan esas convenciones
territoriales. Sólo en tres de las 10 cartografías se representaron personas. La fórmula que
se expuso al comienzo de la ciudad como la sumatoria de Territorio + Asentamiento
Humano + Configuración espacial; queda por fuera de estos mapeos pues la presencia
de los sujetos, que son los creadores de la ciudad, queda excluida de las cartografías.
Otro elemento importante es la presencia del Sistema de Transporte Masivo, Trasmilenio,
dentro de las cartografías. Además de ser un símbolo representativo de la capital, va muy
acorde con los postulados de circulación propios de la Modernidad y expuestos bajo la
categoría de ciudad concepto en el primer capítulo.
Con respecto a la finalidad del ejercicio se afirma que de las 10 cartografías recolectadas,
sólo tres incluyen al PTM dentro de su imaginario de ciudad. La de dos niños y una
vendedora ambulante. Lo cual demuestra una desarticulación del parque ya no sólo con la
totalidad de los pobladores de la ciudad, sino con sus practicantes lo cual es más
alarmante.
El PTM aparece en el mapeo de los niños para quienes el parque es su centro recreativo,
además porque ambos son alumnos del Colegio Santa Inés y sus clases de educación
física las hacen en el parque. Por otro lado esta Gloria Esperanza, quien no tiene muy
claro el nombre del parque, para ella es Parque Nuevo Transmilenio; y por su actividad el
parque se convierte en un epicentro importante para la venta informal de golosinas.
Es de esta manera y gracias a la cartografía urbana como herramienta comunicativa que
nos permitiera conocer la imagen urbana de los practicantes del PTM como quedo claro:
que el PTM no aparece de forma contundente en la imagen de ciudad de sus practicantes,
que Monserrate y Transmilenio son elementos claves cuando de Bogotá se habla, que la
presencia de personas en un ejercicio cartográfico es casi nula y que es muy fuerte la
incidencia de la ciudad museo en los habitantes de la zona céntrica de la ciudad.
De esta manera queda completo el ejercicio práctico donde se cruzo la teoría con las
percepciones urbanas de los capitalinos del común. Bajo ese marco y recapitulando las
conclusiones expuestas anteriormente se afirma que el PTM además de su desarticulación
urbanística con la ciudad, posee serios problemas a nivel social. Su incidencia en el asentamiento
humano capitalino no es rotunda, por tanto se puede hablar de una ruptura entre el discurso y la
práctica.
Queda así pues esbozado un recorrido a través de la ciudad, la subjetividad y los imaginarios
urbanos; todo conjugado en el Parque Tercer Milenio y su incidencia sobre los capitalinos.
Conjugación que fue posible gracias al ejercicio cartográfico, que permitió cruzar la teoría con la
práctica, y de ese modo pasar de los textos académicos a los recorridos diarios por el parque. De
esta manera se logró fusionar concepto y prácticas urbanas, todo enmarcado dentro de la
comunicación como mediadora entre acontecer urbanos. Aconteceres que bien puede ser
discursivo o práctico, pero que siempre tienen detrás a un sujeto que busca espacios para
desplegarse y devenir nuevas cosas.
Conclusiones Dar por finalizado un trabajo es un asunto complicado, y no precisamente porque el objetivo
central no se allá cumplido, sino porque entre más se indaga en un tema surgen nuevas
inquietudes y cuestionamientos. Ese asunto hace que la temática se enriquezca y pareciera un
asunto sin fin.
Así que más allá de finalizar un trabajo y poner punto final al asunto, son muchas las puertas que
se abren con respecto a la temática urbana y su relación con la comunicación. En estas
conclusiones lo único que se sienta son unos precedentes precisos dentro del marco de un trabajo
que pretendió llevar la comunicación hacía lugares poco habituales.
1. La ciudad se podría definir como un espacio físico donde se levantan múltiples espacios
móviles; no es natural al hombre, es una construcción cultural de éste. Artificio donde se chocan
discurso y prácticas, emergentes o hegemónicas. La ciudad está constituida principalmente por la
aglomeración de sujetos, las dinámicas que se dan entre ellos y un territorio donde se asientan.
Territorio + Asentamiento Humano + Configuración Espacial
Más allá de las aproximaciones arquitectónicas, la ciudad se presenta como un escenario donde
se forman sujetos y por tanto subjetividades. Es un escenario de prácticas sociales, entre ellas la
comunicación. Cabe aclarar que la ciudad es mucho más que el espacio geográfico donde se
levanta y los altos índices de densidad poblacional; es un espacio donde se construyen diversos
espacios de interacción social y por tanto donde los individuos se despliegan como agentes
creadores.
2. La ciudad es un conglomerado de dinámicas sociales a diversos niveles, muchas de ellas
imperceptibles pero con el mismo carácter constructor de subjetividades. La ciudad es un
escenario social por excelencia donde se construyen sujetos gracias a las múltiples opciones que
en ella se despliegan y practican. Ciudad e individuo son dos figuras que no pueden trabajarse
indistintamente sobre todo cuando hay una preocupación más social que formal.
La ciudad es un territorio para la práctica donde cuanto más se experimente más se construye
tejido social y por ende subjetividad. Ciudad es un constructo social donde el individuo no sólo
modifica el paisaje arquitectónico sino que da forma al espacio por medio de la interacción con
otros y de su subjetividad. Es así como la ciudad se nos presenta como una construcción cultural
que forja subjetividades en la medida que permite el choque de discursos y prácticas que se
reflejan en la configuración espacial que cada actor urbano hace de la ciudad. La ciudad es un
espacio de producción de sentido donde se fusiona el espacio planeado y el espacio practicado.
3. La ciudad desde la óptica del asentamiento humano se nos presenta como un collage de
vivencias personales y colectivas, que van forjando sentido urbano y por tanto imagen de ciudad.
Y es que la ciudad es un constructo donde se entrecruza lo subjetivo, lo objetivo y lo
intersubjetivo; la configuración espacial de la ciudad es resultado de unos planes hegemónicos,
unas racionalidades emergentes y ciertos consensos colectivos.
4. Es mediante actos cotidianos como la ciudad penetra a sus habitantes y se comienza a forjar
una imagen de ella, imagen que es creación de cada uno de los ciudadanos de la urbe. Por eso
con anterioridad se hablaba de la existencia de múltiples ciudades al mismo tiempo, variedad que
surge de la apropiación e interiorización que cada quien hace del espacio. Con respecto a la
multiplicidad de imágenes que se crean al mismo tiempo de una ciudad cabe resaltar que ninguna
es menos válida que otra, cada cual posee un sustento pragmático lleno de sentidos propios que
hacen de esas ciudades fragmentadas espacios existenciales únicos; donde no se sigue una lógica
determinada y el asunto parece más una conjugación aleatoria.
5. Los imaginarios urbanos son una categoría importante cuando de ciudad e imagen urbana se
habla. El imaginario se relaciona con lo real en la medida que es la representación de las
imágenes de las cosas reales o ideales que hacen los sujetos en sus mentes; por tanto más que
hablar de asuntos fantasiosos, los imaginarios están impregnados de hechos concretos que se
abstraen y dan origen a los imaginarios. Por eso son de vital importancia cuando se habla de
ciudad, pues son todas aquellas abstracciones que los ciudadanos hacen de sus experiencias,
consensos y actos colectivos urbanos que van dando forma a las ciudades. Elementos que
continuamente se actualizan y por tanto modifican el imaginario que se tiene de la ciudad.
6. Los imaginarios urbanos son abstracciones complejas de la ciudad; que les permiten a los
ciudadanos representar en sus mentes el entorno que habitan y que llenan de sentido; bien sea por
experiencias propias, colectivas o consensos culturales. De esa forma cada ciudadano va creando
imaginarios en la medida que experimenta la ciudad en todas sus dimensiones, tanto en el plano
subjetivo como en el intersubjetivo; es así como el imaginario no es un constructo estático y por
tanto el acto de imaginar la ciudad es un asunto dinámico donde cada vez se mezclan más
elementos. Además los imaginarios no son constructos comunes, cada actor urbano tiene la
capacidad de hacer construcciones imaginarias propias que de su ciudad que bien pueden no ir
acordes con las imágenes oficiales que de ellas se crean.
7. Cuando se habla de intervenciones urbanas, se habla de rupturas tanto físicas como
imaginarias, ese es el caso de las renovaciones urbanas. Procesos urbanísticos y arquitectónicos
que modifican el pasaje urbano y con ello deben procurar incidir en el panorama social de la un
ciudad, por tanto en su asentamiento humano. Es así como una Renovación Urbana también es
una renovación social en la medida que trastoca elementos tan importantes como la memoria
urbana, los consensos colectivos, la interacción espacial, el sentido de ciudad y por tanto la
cotidianidad de los practicantes ordinarios de la urbe.
8. El PTM ha sido hasta el momento el proyecto de renovación urbana más importante del país,
sin embargo la zona intervenida sigue teniendo a cuestas el fantasma urbano de “El Cartucho”,
uno de los tugurios más peligrosos de Latinoamérica. Lo que conlleva una estigmatización de la
zona a partir de su pasado; pasado que se ha congelado en la memoria colectiva de los habitantes
de Bogotá y que no permite la articulación del proyecto con el asentamiento humano de la
ciudad.
9. El PTM fue diseñado bajo un discurso gubernamental que cimentó el proyecto en el
presupuesto de derrumbar para forjar nuevo tejido social en la capital. El PTM se pensó y diseño
como un proyecto de envergadura metropolitana, lo que pugnaba por una incidencia sobre la
totalidad de ciudadanos de Bogotá. Pero el PTM no goza de un claro reconocimiento por parte de
los capitalinos, por lo tanto su escala metropolitana queda en duda. El discurso fue sobre pasado
por la práctica cotidiana urbana con lo que se demuestra que es el asentamiento urbano quien
válida cualquier tipo de intervención en la medida que la inserta dentro de su imagen de ciudad:
asunto que si sucede con emblemas como Monserrate y Transmilenio.
10. El PTM tampoco se inserta de forma clara en los imaginarios de ciudad de sus practicantes.
El parque presenta una desarticulación sería que no sólo debe tomarse como asunto de proyectos
urbanos y planes maestros, es un asunto de desarticulación social donde la discursividad
urbanística no ha sido validada por las prácticas del diario vivir de los constructores cotidianos
de espacios urbanos.
11. El PTM ha pesar de ser una obra arquitectónica importante para la ciudad no ha logrado
atravesar al asentamiento humano, y por tanto puede ser pensada como un territorio que no ha
adquirido su dimensión como lugar existencial y por ende vivencial. El PTM necesita potencial
su incidencia social, para convertirse realmente en un proyecto de renovación urbana que
trasciende los límites del urbanismo para acercarse a dimensiones sociales más profundas.
12. La comunicación es una práctica mediadora entre dimensiones sociales, característica que le
permiten inmiscuirse en temáticas tan complejas como la urbana; un análisis urbano es posible
realizarlo desde la comunicación si se tiene claro como la ciudad es un artificio donde se
conjugan discursos y prácticas, por ende poderes y resistencias que van forjando sujetos
creadores de sociedad.
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Anexos
Anexo1: Colección “London: A Pilgrimage” de Gustavé Dore Tomado de: http://www.cf.ac.uk/encap/skilton/illustr/Dore119.html
Anexo2: Constant Nieuwenhuys y su representación situacionista de París, Amsterdam y Nord Tomado de: www.arqchile.cl/situacionistas.htm
Anexo3: Intervención peatonal en el diseño urbano de La plaza de San Victorino
Anexo4: Crecimiento Bogotá
Anexo5: “El Cartucho”
ANEXO6: “Bronx” y “Cinco Huecos”
“El Bronx” Carrera 16 con Calle 10 “Cinco Huecos” Carrera 20 entre las calles 11 y 12
ANEXO7: Parque Tercer Milenio Algunas tomadas de la Revista de la Sociedad Colombiana de Arquitectos: ARQCO, No.4, agosto de 2007.
ANEXO8: Las entrevistas
Pregunta Nº 1: ¿Sabe usted, donde queda el Parque Tercer Milenio?
Muestra : 50 personas
Hombre 21 Mujeres 29
Lugar : 5 Localidades en la Ciudad de Bogotá Teusaquillo - Chapinero - Martires - Engativa - Barrios Unidos
Resultado Obtenido:
Localidad
Sabian donde quedaba el
Parque % No sabian donde
quedaba el Parque % Teusaquillo 10 100 0 0 Chapinero 6 60 4 40 Martires 9 90 1 10 Engativa 1 10 9 90 Barrios Unidos 4 40 6 60
Total 30 60 20 40
Pregunta Nº 2: ¿Sabe usted, qué queda entre la Cra. Decima y Avda. Caracas, entre las calles 9ª y 6ª ?
Muestra : 50 personas Hombre 28 Mujeres 22
Lugar : 5 Localidades en la Ciudad de Bogotá Usaquen - Chico - Suba .- SantaFe - Puente Aranda
Resultado Obtenido:
Localidad
Expresaron que un Parque y algunos además sabian
como se llamaba %
Expresaron no saber o Dieron respuestas
equivocadas % Usaquen 1 10 9 90 Chico 5 50 5 50 Suba 5 50 5 50 SantaFe 7 70 3 30 Puente Aranda 4 40 6 60
Total 22 44 28 56
Conclusión
Muestra : 100 personas - 10 Localidades
Tienen en su referente de Ciudad el Parque Tercer Milenio 52
No tienen en su referente de Ciudad el Parque Tercer Milenio 48
ANEXO9: Los cartógrafos Carolina, David, Javier, Luis, Edgar, María del pilar, Johnny, Gloria, Manuel y Andrés.