Desde que el Clan de la Sombra le ha dado la espalda al ...
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DesdequeelClande laSombra lehadado la espaldaalClanEstelaryhadecididoseguir lasoscurasprofecíasdeSolo,elextrañogatoquepredijoeleclipse solar, los clanes están intranquilos. Pero no todos los gatos hanperdidolafeensusancestros,yGlayino,LeonadoyCarrascaestándecididosalucharconuñasydientesparaconvenceralosclanesdequeelClanEstelarsigue siendo de vital importancia para preservar el código guerrero. Sinembargo,laoscuridadacechaenloslugaresmásinesperados,yungatoestáapuntoderevelarunsecretoquesacudiráelcorazóndelClandelTrueno.
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ErinHunter
SombrasalargadasLosgatosguerreros-Elpoderdelostres-5
ePubr1.0Titivillus01.11.2020
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Títulooriginal:LongShadowsErinHunter,2009Traducción:BegoñaHernándezSalaEditordigital:TitivillusePubbaser2.1
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DedicadoalamemoriadeJimmy,DanayEmmyGraceCherry.
Unagradecimientoespecial
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Filiaciones
CLANDELTRUENO
•Líder—ESTRELLADEFUEGO:gatodeunintensocolorrojizo.
•Lugarteniente—ZARZOSO:gatoatigradomarrónoscurodeojosámbar.
•Curandera— HOJARASCA ACUÁTICA: gata atigrada de color marrón claro y ojos
ámbar.—Aprendiz:GLAYINO
•Guerreros—(gatosygatassincrías)—ESQUIRUELA:gatadecolorrojizooscuroyojosverdes.—Aprendiz:RAPOSINO—MANTOPOLVOROSO:gatoatigradomarrónoscuro.—TORMENTADEARENA:gatadecolormeladoclaroyojosverdes.—NIMBOBLANCO:gatoblancodepelolargoyojosazules.—FRONDEDORADO:gatoatigradomarróndorado.—ACEDERA:gatapardayblancadeojosámbar.—ESPINARDO:gatoatigradomarróndorado.—CENTELLA:gatablancaconmanchascanela.—CENIZO:gatogrisclaroconmotasmásoscuras,deojosazuloscuro.—ZANCUDO:gatonegrodelargaspatas,conlabarrigamarrónylosojos
ámbar.—CANDEAL:gatablancadeojosverdes.
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—Aprendiza:ALBINA—BETULÓN:gatoatigradomarrónclaro.—LÁTIDOGRIS:gatogrisdepelolargo.—BAYO:gatodecolortostado.—PINTA:pequeñagatagrisyblanca.—RATONERO:gatogrisyblanco.—LEONADO:gatoatigradodoradodeojosámbar.—CARRASCA:gatanegradeojosverdes.—CARBONERA:gataatigradadecolorgris.—ROSELLA:gataparda.—MELADA:gataatigradadecolormarrónclaro.
•Aprendices— (de más de seis lunas de edad, se entrenan para convertirse en
guerreros)—GLAYINO:gatoatigradogrisdeojosazules.—RAPOSINO:gatoatigradorojizo.—ALBINA:gatablanca.
•Reinas—(gatasembarazadasoalcuidadodecríaspequeñas)—FRONDA:gatagrisclaroconmotasmásoscuras,deojosverdeclaro.—DALIA:gatadepelolargocolortostado,procedentedelcercadodelos
caballos,madrededoscachorros,hijosdeZancudo:Rosina (gatitadecolortostadooscuro)yTordillo(gatitoblancoynegro).
— MILI: gata atigrada de color gris y ojos azules, antigua mininadoméstica,madre de tres cachorros, hijos deLátigoGris:Gabardilla (gatitamarrón oscuro), Pequeño Abejorro (gatito gris claro con rayas negras) yFloreta(gatitatricolorconmanchasblancas).
•Veteranos—(antiguosguerrerosyreinas,yaretirados)— RABO LARGO: gato atigrado, de color claro con rayas muy oscuras,
retiradoanticipadamenteporproblemasdevista.—MUSARAÑA:pequeñagatamarrónoscuro.
CLANDELASOMBRA
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•Líder—ESTRELLANEGRA:grangatoblancoconenormespatasnegrascomoel
azabache.
•Lugarteniente—BERMEJA:gatadecolorrojizooscuro.
•Curandero—CIRRO:gatoatigradomuypequeño.
•Guerreros—ROBLEDO:pequeñogatomarrón.—SERBAL:gatorojizo.—CHAMUSCADO:gatonegro.—Aprendiz:RAPACERO—YEDRA:gatablanca,negrayparda.—SAPERO:gatomarrónoscuro.—GRAJO:gatonegroyblanco.—Aprendiza:OLIVINA— PELOSA: gata atigrada de pelo largo que le apunta en todas las
direcciones.—LOMORAJADO:gatomarrónconunalargacicatrizenellomo.—Aprendiza:TOPINA—CRÓTALO:gatomarrónoscurodecolarayada.—Aprendiz:CARBONCILLO—ESPUMOSA:gatablancadepelolargo,ciegadeunojo.—Aprendiz:RUANO
•Reinas— TRIGUEÑA: gata parda de ojos verdes, pareja de Serbal y madre de
PequeñoTigre,CanelillayRosillo.—AGUZANIEVES:gatadeunblancoinmaculado.
•Veteranos—CEDRO:gatogrisoscuro.—AMAPOLA:gataatigradamarrónclarodepatasmuylargas.
CLANDELVIENTO
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•Líder—ESTRELLADEBIGOTES:gatoatigradodecolormarrón.
•Lugarteniente—PERLADA:gatagris.
•Curandero—CASCARÓN:gatomarróndecolacorta.—Aprendiz:AZORÍN
•Guerreros—OREJAPARTIDA:gatoatigrado.—CORVINOPLUMOSO:gatogrisoscuro.—Aprendiza:ZARPABRECINA—CÁRABO:gatoatigradodecolormarrónclaro.—COLABLANCA:pequeñagatablanca.—Aprendiz:VENTOLINO—NUBENEGRA:gatanegra.—GENISTA:gatadecolorblancoygrismuyclaro,deojosazules.—TURÓN:gatorojizodepatasblancas.—LEBRÓN:gatomarrónyblanco.—HOJOSO:gatoatigradooscurodeojosámbar.—MANCHADA:gataatigradagrismoteada.—SALCE:gatagris.—Aprendiza:FOSQUINA—HORMIGUERO:gatomarrónconunaorejanegra.—RESOLDO:gatogriscondospatasoscuras.—Aprendiza:ZARPASOLEADA
•Veteranos—FLORMATINAL:reinadecolorcareymuyanciana.—MANTOTRENZADO:gatoatigradogrisoscuro.
CLANDELRÍO
•Líder—ESTRELLALEOPARDINA:gataatigradaconinsólitasmanchasdoradas.
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•Lugarteniente—VAHARINA:gatagrisoscurodeojosazules.
•Curandera—ALADEMARIPOSA:gataatigradadecolordoradoyojosámbar.—Aprendiza:BLIMA
•Guerreros—PRIETO:gatonegrogrisáceo.—MUSGAÑO:pequeñogatoatigradodecolormarrón.—Aprendiza:PALOMINA
—JUNCAL:gatonegro.—MUSGOSA:gatapardadeojosazules.—Aprendiz:GUIJOSO—FABUCÓN:gatomarrónclaro.—TORRENTERO:gatoatigradodecolorgrisoscuro.—Aprendiz:MALVINO
—BOIRA:gataatigradagrisclaro.—FLORALBINA:gatagrismuyclaro.—ROANA:gatagrismoteada.—SALTÓN:gatoblancoycanela.—AJENJO:gatoatigradodecolorgrisclaro.—Aprendiz:ORTIGO—NUTRIA:gatamarrónoscuro.—Aprendiz:SOPLO—PINOCHA:gataatigradadepelomuycorto.—Aprendiz:PARDALÍN—CHUBASCO:gatomoteadodecolorgrisazulado.—VESPERTINA:gataatigradamarrón.—Aprendiza:COBRIZA
•Reinas—NÍVEA:gatablancadeojosazules,madredeBichín,Pinchito,Petalina
yMatojillo.
•Veteranos—GOLONDRINA:gataatigradaoscura.—PIZARRO:gatogris.
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LOSGATOSANTIGUOS
•Líder—HELECHORIZADO:gatoatigradodecolorrojizooscuroyojosámbar.
•Garrasafiladas—SOMBRAROTA:esbeltagatacobrizadepatasblancasyojosámbar.—CERVATILLATÍMIDA:gatamarrónoscurodeojosámbar.—BRISASUSURRANTE:gatagrisplateadodeojosazules.—RÍODELALBA:gatatricolordeojosámbar.—SONDEROCA:gatoatigradodecolorgrisoscuroyojosazules.—BIGOTESNEGROS:grangatonegrodepelajeespeso.—NUBARRÓNGRIS:gatoblancoygrisdeojosazules.—RAYOTENDIDO:gatoblancoynegrodeojosámbar.
•Gatosqueentrenanparasergarrasafiladas—ALADEARRENDAJO:gatoatigradodecolorgrisyojosazules.—ALADETÓRTOLA:gatadecolorgrisclaroyojosazules.—MEDIALUNA:gatablancadeojosverdes.—SALTODEPEZ:gatoatigradodecolormarrónyojosámbar.
•Reinas—LUNANACIENTE:gatablancaygrisdeojosazules.—PLUMADELECHUZA:fibrosagatamarróndeojosamarillos.
•Veteranos—SOLNEBULOSO:gatadecolorcanelaclaroyojosverdes.—CABALLOVELOZ:gatomarrónoscurodeojosamarillos.
GATOSDESVINCULADOSDELOSCLANES— SOLO: gato de pelaje largo y multicolor, con ojos de color amarillo
claro.
OTROSANIMALES—MEDIANOCHE:tejonaobservadoradelasestrellasquevivejuntoalmar.
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Prólogo
Elvientosoplabasobreeldesoladopáramo,arrastrandorachasdelluvia.Lahierba,áspera,estabaempapadayelarroyosehabíadesbordadoenlasorillas,formando una gran extensión de agua cuya superficie burbujeaba con lasgotasdelluvia.
Albordedelacharcahabíaunatejonaagazapada,aparentementeajenaalvientoheladoy la lluvia.Permanecióduranteunbuenratocontemplandoelagua, como si pudiera ver algo allí, más allá del reflejo roto de las nubesgrises.Luegolevantólacabezaymiróasualrededor.
—Hellegado—anunció.Unagatanegraapareciópordetrásdeunafloramiento rocoso.Erapoco
másqueunasombra,ylaluzdelasestrellastitilabaensuspatas.Laseguíaungatogrisplateado,cuyosojosverdessedilataronalacercarsealatejona.Laluzestelarquebrillabaasualrededorhacíaqueparecieseungatoformadoporgotasdelluvia.
—¿Quéhacemosaquí?—Lavozdelgatogriseraronca,comosillevaramuchotiemposinhablar—.Enundíacomoeste,deberíamosestarovilladosenunaguaridacalentita.
—Escierto,Río—maulló lagatanegra—.¿Dequiénhasidola ideadearrastrarnoshastaaquíconuntiempohorrorosohastaparaloszorros?
—Mía.Untercergatosurgiódedetrásdeunarbustodeaulaga.Eracorpulentoy
decolorrojizo,yteníalaspatasblancas.Laluzdelasestrellasdestellabaensusojosámbary,sinembargo,parecíataninconsistentecomounallama.
—Sabesperfectamentequetenemosquereunirnos,Sombra.Lagataresopló.—Yonotengoporquéhacernadadeloquetúmedigas,Trueno.Elgatoinclinólacabeza.
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—Porsupuestoqueno.Peronoshanconvocadoporelpeligroqueacechaa nuestros clanes. Están a punto de desaparecer… y eso es culpa tuya,Medianoche—añadióconvozcortante.
AntesdequeMedianochepudieraresponder,Ríomaulló:—¿DóndeestáViento?Nopodemosdebatirsobreestosinella.—Estoyaquí—contestóunavozarroyoarriba.Eraunagatamarrónmuy fibrosa, apenasvisible en la empapadahierba
delpáramo;unresplandorplateadorevelabasusilueta.Depronto,descendióporlacuestahacialacharca,casisintocarelsuelo.
—¿Qué hacéis todos aquí apretujados, como cachorritos perdidos? —preguntócontonoburlón—.Soloesunpocodelluviayviento.
Sombraabriólabocapararesponder,peroTruenoseleadelantó:—Nosotros no estamos acostumbrados a vivir a la intemperie, Viento.
Pero esono importa ahora.Tenemosquedescubrir por quéMedianochehadesveladolossecretosdelosclanes.
—Pero ¿por qué nosotros? —se quejó Río, temblando—. En el ClanEstelarhaygatosmásjóvenesquenosotros.¿Porquéhantenidoquellamaralosprimerosgatos?
Vientoasintió.—Escierto,¿nohemoshechoyabastante?Nosotrosformamoslosclanes
ylosguiamosalolargodesusprimerasestaciones.Ellosllevanendeudaconnosotros todas las lunas que han transcurrido desde que paseábamos por elviejobosque.
—Debemos seguir cuidando de nuestros clanes —murmuró Trueno—.Estepeligronosepareceaningunodelosquehantenidoqueafrontarhastaahora. —Se volvió hacia la tejona—. Medianoche, ¿por qué has reveladonuestrossecretos?
—Sí, y encima a ese solitario sarnoso y carroñero —bufó Sombra,arrancando la hierba con las garras—.Mi clan abandonó a sus antepasadosguerrerosencuantoesegatoseinstalóentreellos.
—En acantilados arenosos conocí a Solo —empezó Medianoche concalma—.Fuelaprimeravezquenosvimos.
—¿Yqué?¿Esquevasrevelandosecretosa todos losdesconocidosconlosquetecruzas?—gruñóViento.
—¿Notedascuentadequelehasdadopodersobrelosclanesalcontarletantascosassobrenosotros?—maullóTrueno.
—No siempre es poder el conocimiento —contestó la tejona—.Secretismo no necesitan los clanes para protegerse. Los proscritos y los
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solitarioslejossemantienen;sabenquenoesparaelloslavidadeclan.—Puesestesolitarionosehamantenidolejos—repusoRío.—Los clanes esconderse no necesitan —insistió Medianoche—. Si lo
hicieran,nolobastantefuertesseríanparaenfrentarseadesafíosexternos.—Mis guerreros pueden enfrentarse a cualquier desafío —le espetó
Viento.—Nosiempreconcolmillosygarrasafiladasseresuelvenlosdesafíos—
señalólatejona.Vientosoltóunbufidoydesenvainólasuñas,erizandoelpelodelcuello.—¡Nome hables como si fuera imbécil! No eres capaz de admitir que
cometiste un gran error. Los guerreros del Clan Estelar te confiaron sussecretos,¡ytúseloscontasteaundesconocido!Denoserporti,ahoramismoelClandelaSombranotendríaningúnproblema.
Medianochesepusoenpie.—Envainaesasuñas,pequeñaguerrera—ledijoconungruñidogutural
—.Insensatoesbuscarpeleaconalguienquetuenemigonoes.Durante unos segundos, Viento se mantuvo firme, y solo retrocedió y
escondiólasgarrascuandoTruenoleposólacolaenellomo.—Pelearnoservirádenada—maullóelprimerode los líderesdelClan
del Trueno—. Los secretos han dejado de serlo. Tenemos que decidir quépodemoshacerahoraparaayudaranuestrosclanes.
Ríonegóconlacabeza.—Puesyonolosé.—Yo tampoco. —Sombra sacudió la cola, frustrada—. Me gustaría
degollaraestatejonadesagradecida,peroesoyanocambiaríanada.—No lo entendemos —maulló Trueno, mirando a Medianoche—.
Compartimos nuestros secretos contigo, y tú has hecho muchas cosas pornuestrosclanes.¿Porquéibasaquererdestruirlosdeestamanera?
Antesdeque terminaradehablar, elvientoarrecióy losgatos estelarescomenzaronadesvanecerse,barridoscomolaniebla.Medianochelosobservócon sus ojos brillantes como bayas, hasta que sus frágiles formasdesaparecierondeltodoyelbrillodelasestrellasseapagó.
Ungatosurgiópordetrásdeunarbustoazotadoporelviento,aunascolasdedistancia;eraungatocalvodeojosabultadosyciegos.
—¿Lohasoído,Pedrusco?—lepreguntóMedianoche.Pedruscoasintió.—Sabíaquea los líderesde losclanes lesdisgustaríaque teconfiarasa
Solo—maulló con voz áspera—. Pero no tenías elección,Medianoche. El
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poderdelostresseacerca,ylosclanesdebenestarpreparados.
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La luna estaba enorme, un círculo dorado que descansaba sobre un oscuroriscomontañoso.LasestrellasrelucíanporencimadeCarrasca,recordándolequelosespíritusdesusantepasadoslaestabanvigilando.Lajovengatasintióunhormigueoalverquealgosemovíaenelrisco,donde,alinstante,aparecióun gato recortado contra la luna. Carrasca reconoció la cabeza ancha, lasorejaspeludasy lacoladepuntapoblada.Aunque la figuraseveíanegraacontraluz, la joven guerrera sabía de qué color tenía el pelaje aquel gato:blanco,conmanchasmarrones,negrasyrojizas.
—¡Solo!—siseó.La figura silueteada arqueó el lomo y luego se plantó sobre las patas
traseras,estirando lasdelanterascomosi fueraaarañarelcielo.Saltóhaciaarribay,mientrassaltaba,sefuehaciendotanenormequecubriólalunaylasresplandecientes estrellas. Carrasca se agazapó, temblando, sumida en unaoscuridadmásdensaqueloslugaresmásprofundosdelbosque.
Asualrededorbrotaronalaridosdealarma,todounclandegatosocultosqueaullabandemiedoalasombraquelosseparabadelamiradaprotectoradelClanEstelar.Porencimadelruido,unavozclaraexclamó:
—¡Carrasca!¡Carrasca!¡Sal!Carrasca se revolvió, aterrorizada, y descubrió que tenía las patas
enredadasenhelechosymusgoblando.Unaluzpálidagrissefiltrabaatravésdelasramasdelaguaridadelosguerreros.Aunpardezorrosdedistancia,Pintaestabaincorporándoseensulecho,sacudiéndosetrocitosdemusgodelpelo.
—¡Carrasca!—llamarondenuevo.Esta vez, la joven reconoció la voz de Betulón, que maullaba irritado
desdeelexteriordelaguarida.
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—¿Esquepiensaspasartetodoeldíadurmiendo?Sesuponequetenemosquesaliracazar.
—Yavoy.Atontada de sueño, y con el pelo temblándole todavía por la pesadilla,
Carrasca se dirigió hacia el hueco más cercano que había entre las ramas.Antes de llegar, tropezó con las patas de un gato que dormíamedio ocultodebajodeloshelechos.
NimboBlancolevantólacabeza.—¡Por el gran Clan Estelar! —rezongó—. ¿Es que aquí no se puede
dormir?—Lo… lo siento—tartamudeó la joven, recordandoqueNimboBlanco
habíasalidoenlaúltimapatrullanocturna.Ella misma lo había visto volver muy tarde al campamento, durante la
vigiliaquelehabíatocadohacercomonuevaguerrera.«Menuda suerte la mía. Mi primer día, ¡y he molestado a uno de los
guerrerosmásexperimentados!».Nimbo Blanco resopló y volvió a ovillarse, cerrando sus ojos azules y
enterrandoelhocicoenelpelo.—Nopasanada—murmuróPinta, restregandoelhocicocontrael lomo
de Carrasca—. Nimbo Blanco hace más daño con la lengua que con lasgarras. Y no dejes que Betulón te agobie. Se pone muy mandón con losguerrerosnuevos,peroenseguidateacostumbrarás.
Carrascaasintióagradecida,peronolecontóaPintalaverdaderarazóndesunerviosismo.Betulónnoeraloquelainquietaba;loqueresonabaportodosu interior era el recuerdo del sueño que había tenido. Eso era lo que lenublabaelpensamientoyhacíaquesemovieracontorpeza.
Miró hacia el lecho de su hermano Leonino… ay, no, que ya eraLeonado…dondesehabíaacostadotraslavigilia.Lehabríaencantadohablarcon él, pero el lecho estaba vacío. Leonado debía de haber salido con lapatrulladelalba.
Vigilando dónde pisaba, Carrasca salió de la guarida de los guerrerosdetrásdePinta.Fuera,Betulónestabaarañandoelsueloconimpaciencia.
—¡Porfin!—leespetó—.¿Porquéhastardadotanto?—Relájate, Betulón…—Zarzoso, lugarteniente del Clan del Trueno y
padredeCarrasca, estaba sentadoapocadistancia, con lacolapulcramenteenroscadaalrededordelaspatas.Susojosámbartransmitíantranquilidad—.Laspresasnosemarcharán.
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—No hasta que nos vean, por lo menos—añadió Tormenta de Arena,acercándosedesdeelmontóndelacarnefresca.
—Siesquehaypresas.—Betulónsacudiólacola—.Desdelabatalla,esmuchomásdifícilencontrarlas.
A Carrasca le rugió el estómago, como si le diera la razón a Betulón.Hacía varios amaneceres que los cuatro clanes se habían enfrentado en elterritoriodelClandelTrueno.Susgritosyescaramuzashabíanahuyentadoatodaslaspresasolashabíanempujadoaescondersebajotierra.
—Quizáempiecenaregresarahora—maulló.—Quizá—coincidióZarzoso—. Iremoshacia la fronteradelClande la
Sombra.Allíapenashubopeleas.Carrasca se puso tensa ante la mera mención del Clan de la Sombra.
«¿VolveremosaveraSolo?»,pensó.—Mepregunto sinosencontraremosconalgúnmiembrodelClande la
Sombra—maullóBetulón,haciéndoseecodelospensamientosdelajoven—.MegustaríasabersitodoslevanadarlaespaldaalClanEstelarparaseguiraesesolitarioexcéntrico.
Carrasca sintió un peso en su interior, como si tuviera piedras en elestómago.ElClandelaSombranosehabíapresentadoalaúltimaAsamblea,hacía dos noches. Tan solo había acudido su líder, Estrella Negra,acompañadodeSolo,paraexplicarquelosgatosdesuclanyanocreíanenelpoderdesusantepasadosguerreros.
«Pero ¡eso no puede ser! ¿Cómo va a sobrevivir un clan sin el ClanEstelar?¿Ysinelcódigoguerrero?».
—EsetalSolonoesunexcéntrico—señalóPinta—.Élpredijoqueelsoldesaparecería, y así fue.Ningunode los curanderos supoque iba a sucederalgoasí.
Betulónseencogiódehombros.—Peroluegoelsolregresó,¿noescierto?Tampocofueparatanto.—Daigualloquepasara—losinterrumpióZarzoso,poniéndoseenpie—,
estaesunapatrulladecaza.NovamosahacerleunavisitadecortesíaalClandelaSombra.
—Peroellospelearonanuestrolado…—protestóBetulón—.ElClandelVientoyelClandelRíonoshabríanhechopicadillosilosguerrerosdelClande laSombra no hubieran aparecido.Nopodemos volver a convertirnos enenemigostanpronto,¿no?
—Nosomosenemigos—maullóTormentadeArena—.Peroellossiguenperteneciendo a un clandistinto.Además, no estoy segura de quepodamos
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seramigosdeunclanquerechazaalClanEstelar.«Entonces,¿quépasaconnuestrospropiosgatos?NimboBlanconuncaha
creídoenelClanEstelar».Carrascanoseatrevióadecirloenvozalta.Aunasí, no tenía lamenor duda de queNimboBlanco era un guerrero leal quemoriríaporcualquieradesuscompañerosdeclan.
Zarzosonodijonada;selimitóasacudirseyahacerungestoconlacolapara reunir a los demás componentes de la patrulla. Cuando iban hacia eltúneldeespinos,FrondeDoradoentróenelcampamento,seguidodeAcederayLeonado.Lapatrulladelalbaestabadevuelta.Lostresgatossedirigieronalmontóndelacarnefresca,yCarrascacorrióainterceptarasuhermano.
—¿Cómohaido?¿Hayalgunanovedad?Leonado abrió la boca en un enorme bostezo. «Debe de estar agotado.
Primero,todalanocheenvela,yluego,lapatrulladelalba»,pensóCarrasca.—Ni una—respondió él, negando con la cabeza—. En la frontera del
ClandelVientoestátodotranquilo.—Nosotros vamos hacia el territorio del Clan de la Sombra.—A solas
consuhermano,lajovenpodíaconfesarsusinquietudes—.MedamiedoquenosencontremosconSolo.¿Ysilescuentaalosdemáslodelaprofecía?
Leonadohundióelhocicoenellomodesuhermana.—¡Venga! ¿De verdad crees que Solo participa en las patrullas
fronterizas?DebedeestartumbadoenelcampamentodelClandelaSombra,atiborrándosedecarnefresca.
Carrascanegóconlacabeza.—Nolosé.Esque…Ojalánolehubiéramoscontadonada.—Sí, ojalá… —Leonado entornó los ojos y añadió con un tono más
amargo—: Pero yo diría que a Solo no le importamos lo más mínimo. ÉlmismodecidióquedarseconEstrellaNegra,¿no?Prometióayudarnoscuandolehablamosdelaprofecía,peronotardómuchoencambiardeopinión.
—Estamosmejorsinél.—Carrascalediounlametónenlaoreja.—¡Carrasca!La joven se volvió en redondo: Zarzoso estaba esperándola junto a la
entradadeltúneldeespinos,agitandolapuntadelacolaconimpaciencia.—Tengoqueirme—lemaullóasuhermano,ycruzóelclaroalacarrera
paraunirseallugarteniente—.Losiento…—sedisculpócasisinaliento,yseadentróeneltúnel.
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Lamañanahabía sidodesapacibley fría,peromientrasCarrasca recorría elbosqueconsuscompañerosdeclan,lasnubescomenzaronadisiparse.Largosrayos de sol atravesaban las ramas, ribeteando de fuego las hojas, que yahabíanpasadodelverdealrojoyeldorado.Laestacióndelacaídaestabaapuntodellegar.
Zarzosocondujoasupatrullalejosdellago,hacialafronteradelClandelaSombra,manteniéndoseadistanciadelviejosenderodelosDosPatasylacasaabandonadaenlaquelosclaneshabíanpeleado.
Saboreando el aire con la esperanza de localizar una ardilla o un ratónrollizo, Carrasca captó un rastro viejo de ella y sus hermanos, de cuandoatravesaronelbosqueenbuscadeSolo.Esperóqueningunodelosgatosdelapatrulla lo notara, especialmenteZarzosooTormenta deArena, porque esoimplicaríaquelehicieranpreguntasincómodasquenoestabaseguradesaberresponder.
Para su alivio, los demás gatos parecían demasiado concentrados enrastrear presas como para darse cuenta. Tormenta deArena levantó la colaparapedirsilencio,yCarrascaoyóelruidodeuntordogolpeandouncaracolcontra una piedra. Al asomarse por encima de una mata de helechos,descubrióalpájaro:dándole laespaldaalgrupodegatoshabíaunejemplarestupendoycarnosodemasiadoabsortoensupropiapresaparapercibiraloscazadoresqueseaproximabanaél.
TormentadeArenaadoptólaposicióndecazaysedeslizóporelsuelo,deteniéndoseparabalancearlasancasantesdelsaltofinal.Aquelmovimientoalertóaltordo,quesoltóelcaracolconungritodealarmayechóavolar.
Sinembargo,TormentadeArenaerademasiadorápidaparaély,conunsaltodescomunal,loatrapóenelaireentreunremolinodeplumas.Elavesequedóinertecuandolaguerreralemordióelcuelloconfuerza.
—¡Unsaltomagnífico!—exclamóPinta.—Noestámal—ronroneóTormentadeArena,enterrandoalapresapara
recogerlamástarde.Carrasca captó el olor de un ratón, y lo siguió a lo largo de un zarzal.
Descubrióalapequeñacriaturarebuscandoporelsuelodebajodelasramas.Unpardesegundosdespués,lajoventeníasupropiapresaqueenterrarjuntoaladeTormentadeArena.
Zarzosoestabaechando tierra sobreuncampañol,y lehizoungestodeaprobación.
—Bien hecho, Carrasca. Sigue así, y pronto todo el clan estaráalimentado.
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Luegosemetióenunarbustodeavellano,conlabocaabiertaparacaptarelrastromásmínimo.
Duranteunos segundos, la jovenguerrera sequedómirandoa supadre,reconfortadaporsuelogio.Despuésretomólabúsquedadepresasyencontróelrastrodeunaardilla,perocuandorodeóeltroncodeunrobleenorme,vioaPinta delante de ella siguiendo el mismo olor. No se veía a la ardilla porningunaparte,ysurastroibaderechohacialafronteradelClandelaSombra.Carrasca ya percibía las marcas olorosas fronterizas, aunque Pinta parecíademasiadoabsortaensupresacomopararepararenellas.
—Oye,Pinta—empezóCarrasca—,no…Peroseinterrumpióalverquetresgatossurgíandeunamatadehelechos
alotroladodelafrontera.Pintaestabaasolounpardecolasdedistanciaysedetuvo,sobresaltada,agitandolasorejasporlasorpresa.
Carrascasintióalivioalreconoceralosreciénllegados:Yedra,Crótaloysuaprendiz,Carboncillo.LostreshabíanluchadoalladodelClandelTrueno;Yedra aún tenía cortes en el costado, y Carboncillo, una oreja desgarrada.Seguro que no se enfadarían con Pinta por haber llegado justo hasta lafrontera.
—Hola—lossaludó,acercándoseaPinta—.¿CómovaisconlaspresasenelClandelaSombra?
—¡Retroceded!—bufóYedra—.Notenéisningúnderechoaentrarenelterritorio del Clan de la Sombra. Que os ayudáramos a luchar no nosconvierteenaliados.
—Típico del Clan del Trueno… —añadió Crótalo con un gruñido—.Creenquetodoslosclanessonamigossuyos.
—¿Y qué tiene eso de malo? —quiso saber Carrasca, dolida por suhostilidad.
Nadie respondióa supregunta.Envezdeeso,Yedra se acercóhasta elbordeparacolocarsefrenteaPinta.
—¿Quécreesqueestáshaciendotancercadelafrontera?—Estabasiguiendoelrastrodeunaardilla…—Pintasonódesconcertada
—.Pero…—¡Ladrona de presas! —le espetó Crótalo, erizando el pelo de los
omoplatosconfuriaysacudiendosucolarayada.—¡No estamos robando nada! —protestó Carrasca, indignada—.
SeguimosdentrodelterritoriodelClandelTrueno,porsinooshabéisdadocuenta.Pintanohatraspasadolafrontera.
—Soloporquehemosllegadoatiempodeimpedírselo—gruñóCrótalo.
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SeoyóunsusurroentrelavegetaciónaespaldasdeCarrasca.Alvolverse,lajovenvioqueseacercabaZarzosoconTormentadeArenayBetulón.
—¡GraciasalClanEstelar!—murmurólajovenguerreranegra.ZarzosoavanzóhastasituarsejuntoasuhijayPinta.—Buenosdías—saludó,inclinandolacabezaantelostresgatosdelClan
delaSombra—.¿Quéestáocurriendoaquí?—Hemostenidoquefrenaraestasguerrerastuyas—leexplicóCrótalo—.
Unpardesegundosmás,yhabríancruzadolafrontera.—¡Esonoescierto!—exclamóCarrascaacaloradamente.—Estaba siguiendo el rastro de una ardilla.—Pinta se volvió hacia el
lugarteniente delClan delTrueno con expresión de disculpa—.Durante unmomentomehe olvidadode dónde estaba, peroCarrascameha avisado, yentonceshaaparecidolapatrulladelClandelaSombra.Teprometoquenohepuestounapataalotroladodelafrontera.
Zarzosoasintió.—Vosotrosestáistancercadelafronteracomoloestamosnosotros—les
dijo a los gatos del Clan de la Sombra—. Pero nadie os está acusando deintentartraspasarla.
—¡Somosunapatrullafronteriza!—replicóCrótalo—.Ymenosmalquehemosllegadojustoenesteinstante.
—Nadie puede fiarse del Clan del Trueno —añadió Carboncillo,colocándosejuntoasumentor.
Betulónsoltóunbufidoderabiayseabriópasoentrelahierbaaltaparadetenersealladodesulugarteniente.
—Zarzoso,¿vasadejarqueunsimpleaprendizinsultealClandelTruenocuandonosotrosnohemoshechonada?
TormentadeArenalediountoqueconlacola.—Yabasta,Betulón.DejaqueZarzososeocupedeesto.El jovenguerrerosoltóunresoplidode indignaciónynodijonadamás,
perofulminóconlamiradaalapatrulladelclanvecino.—¡Betulón tiene razón!—protestóCarrasca—.Estosgatos soloquieren
buscarproblemas.Nosotrosnohemosquebrantadoelcódigoguerrero.—¡Oh,elpreciadocódigoguerrero!—semofóYedra—.Creéisqueesla
respuestaatodo,peroosequivocáis.Elcódigoguerreronoimpidióqueelsoldesapareciera,¿osí?
—Eso—maullóCrótaloapoyandoasucompañera—.Quizáseahoradeque los clanes dejen de estar tan obsesionados con esos gatos muertos yempiecenabuscarotrasrespuestas.
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Carrascasequedómirándolos,abatida.Sabíaqueaquellasideasprocedíande Solo. ¿Era eso lo que aquel gato extraño llevaba buscando desde elprincipio:destruirelcódigoguerrerodesdedentrodelosclanes?
«¡Y pretendía empezar con nosotros!». Carrasca recordó lo simpático ycolaboradorquesehabíamostradoSolo.AunqueprobablementeelClandelaSombrahabíaresultadoserunobjetivomásfácil.EllanopodíaimaginarseaEstrella de Fuego abandonando sus creencias con tanta facilidad comoEstrellaNegra.
«¡TengoquesalvaralClandelaSombra!¡NopuedendarlelaespaldaalClanEstelar y al código guerrero! ¡Tiene que haber cuatro clanes!». En sudesesperación,lajovenguerreraseolvidódelosgatosquelarodeaban.
—Carrasca,tranquilízate…—lesusurróZarzoso.Lajovensediocuentadequehabíaerizadoelpeloyestabaclavandolas
garrasenla tierrahúmeda.LostresgatosdelClandelaSombralamirabantambiénconelpeloerizado,comosiesperaranquesaltasesobreellos.Trasrespirarhondo,Carrascaenvainólasuñaseintentóqueselealisaraelpelo.
—Estoybien—lerespondióasupadreconunsusurro.—Os limitáis a repetir laspalabrasdeese talSolo, ¿verdad?—seburló
Betulón,dandounpasoadelanteparaquedarsejustoenlafrontera—.¡Estáistodosmáslocosqueunzorrorabioso!Esdedescerebradosescucharaungatoalqueningúnclanconocía.
—EscuchamosaSoloporqueloquedicetienesentido—replicóCrótalo,dando un paso para encararse aBetulón—.Él sabe qué hacer para darle alClandelaSombraunavidamejor.QuizásielClandelTruenoloescuchara,podría librar sus propias batallas. Quizá por eso desapareció el sol, paradecirnosqueeltiempodelosclaneshaterminadoyquelosgatostienenqueaprenderavivirporsucuenta.SielClandelTruenoesdemasiadocobardeparaafrontar…
Conunalaridodeira,BetulónsaltósobreCrótalo.Los dos gatos rodaron por el suelo enmarañados en una bola de pelo
furiosa.CarboncillolessaltóencimaylearañóelbícepsaBetulón.Entonces,Pinta se abalanzó sobre el aprendiz, intentando separarlo del guerreroatigrado.
—¡Betulón, Pinta, venid aquí ahora mismo!—les ordenó Tormenta deArenaadelantándose,peroYedralecortóelpaso.
—¿Es que vuestros jóvenes guerreros no pueden librar sus propiasbatallas?—semofólagatadelClande laSombra—.Además,estapelea lahanempezadotusgatos.
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Desenvainólasuñasymostróloscolmillosconungruñido.ZarzosocorrióalladodeTormentadeArena.—No.EstabatallalahaprovocadoelClandelaSombra.Otro alarido surcó el aire. Carrasca hizo una mueca al oír unas uñas
desgarrando piel, como si lo estuviera sufriendo ella misma en su propiacarne.
—¡Deteneos!—chilló—.¿Quéestáishaciendo?Parasusorpresa,loscombatientessesepararonresollando.Deinmediato,
ZarzosoempujóaBetulónyaPintaparadevolverlosasuterritorio.—Yahabéis peleado bastante—maulló—.Clan delTrueno, nos vamos
ahoramismo.—Cuandoyaechabanaandar,sedetuvoparamirarporencimadelhombroa lapatrulladelClande laSombrayañadió—:Podéiscreer loquequeráis,siempreycuandoosmantengáisenvuestroladodelafrontera.
—Nosomosnosotrosquieneslahemostraspasado—bufóYedra.Zarzosolediolaespaldayguioalapatrullahaciaelbosque.—¿Te encuentras bien?—le susurró Carrasca a Pinta, que caminaba a
trompicones,tropezandoconlasramasyarañándoseconlaszarzas.—Estoy un pocomareada—confesó la guerrera—.Me he golpeado la
cabezaconunaramacuandointentabasepararaCarboncillodeBetulón.—Ven,yoteguiaré.—Carrascaposólacolaensulomo—.Iremosaque
teexamineHojarascaAcuáticaencuantolleguemosalcampamento.Betulónhatenidosuertedequeloayudaras.Podríahabersalidopeorparadosinti.
El joven guerrero del Clan del Trueno iba cojeando y sangraba por uncorte en el hombro. Cuando la patrulla se detuvo a recoger el tordo deTormentadeArenaylasdemáspresas,Betulónsesentóalalavarselaheridadándosevigorososlametazos.
—Telohasbuscadotúsolo—maullóZarzoso,queestabadesenterrandosucampañol—.ElClandelaSombranodeberíahabernosacusadodeintentartraspasarlafrontera,perotúnoshasdejadoenmallugaralempezarlapelea.Losguerrerosdeberíansabercontrolarse.
—Lolamento—mascullóelatigrado.—Mástevale.Cuandosepusieronenmarchadenuevo,ZarzosoyTormentadeArena
permanecieronceñudosysilenciosos.Betulónibatrasellos,cabizbajo.Pintaestabaempezandoarecuperarse.—Gracias, Carrasca —maulló, apartándose un poco—. Ya puedo
arreglármelassola.¿NocreesqueZarzosohasidomuyduroconBetulón?ElClandelaSombraestababuscandopelea.
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—Eso no significa que tuviéramos que dársela —respondió la joven,distraída.
Leestabacostandoprestaratención.Elhorrorlaenvolvíacomounpelajeextra,tanespesoquelaasfixiaba.ElClandelaSombracreíaqueSoloteníalasrespuestasparaunfuturomejor,peroseequivocaba.
«Loúnicoqueharáserádestruira losclanes.Tenemosqueencontrar lamaneradedetenerlocomosea»,pensó,yelterrorlehelólaspatashastaqueapenaspudoponerunadelantedelaotra.
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Glayinoentróenlamaternidadconunpuñadodenébedaentrelosdientes.Elintensoolordelashierbasnomitigóelcálidoaromalechosodelasreinas,ytampocolaprofundaamarguraquehacíaqueelpelajedeljovenaprendizseerizaradeinquietud.
LavozadormiladadeDalialosaludó:—Hola,Glayino.—Hola,Dalia—respondióélconlabocallena—.Hola,Mili.Mili lerespondiótosiendo.Glayinoseleacercó,cruzandoladensacapa
demusgoyhelechoquecubríaelsuelodelamaternidad,ydejólashierbasasulado.
—HojarascaAcuáticatehapreparadoesto.—Gracias,Glayino—contestóMiliconvozronca—.¿Podríasecharleun
vistazoaGabardilla?Lanotomuycaliente.Glayino hundió el hocico entre los cachorros, que dormían apretujados
contraelvientredesumadre,hastaqueidentificóaGabardillaporelolor.Lacachorritasemostrabainquieta;estabasoñandoysoltabamaullidosdébiles,yno paraba de moverse sobre el musgo, como si estuviera incómoda. Elaprendiz de curandero la olfateó de arriba abajo y captó el mismo matizamargoqueemanabaMili.Comolareinahabíadicho,lagatitaestabacalienteyteníalanarizseca.
«¡Tal vez se haya contagiado de la tos verde de su madre!», pensópreocupado.
—Le pediré aHojarascaAcuática que le prepare unas hojas de borrajaparalafiebre—dijoenvozalta—.Seguroqueconesoserecupera…
«Esperohabersonadomásconvencidodeloqueestoy»,añadióparasusadentros.
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MientrasMilimasticabalanébeda,Glayinosepreguntósinoseríamejortrasladar a la reina y a la cachorrita fuera de la maternidad, para que lainfecciónnosiguierapropagándose.SeríamásfácilcuidarlasenlaguaridadeHojarascaAcuática.
«PeroentoncesMilinopodríaamamantaraFloretayPequeñoAbejorro».Percibía la ansiedadque sentíaDalia, su temor a queRosinayTordillo
comenzaran tambiéna toser.NohabíanadaqueGlayinopudierahacerparatranquilizarla.Eljovenclavólasgarrasenlaalfombrademusgo.«Sielpoderdelasestrellasestáenmismanos,¿porquénopuedocurarunasimpletos?».
El ambiente en la maternidad estaba caliente y cargado. Los cincocachorros y las dos reinas ocupaban casi todo el espacio, yGlayino estabadeseandosaliralairelibre,perodebíaesperaraversilanébedaayudabaenalgoaMili.
OyóunosruidosdelladodeDalia,ylavozdeTordillo:—¡SoyunguerrerodelClandelVientoyhevenidoaporti!—¡Yotepillaréprimero!—replicóRosina.Losdoshermanoscomenzaronapelear;Glayinorecibióunmanotazoen
ellomo.—¡Yabasta!—losriñóDalia—.Siqueréisjugar,hacedlofuera.LoscachorrospasaronjuntoaGlayino,queoyósusmaullidosdeemoción
mientrassalíanalclaro.Lagatadepelolargosuspiró.—Avecesmemuerodeganasdequelosnombrenaprendices.—Ya no tardarán mucho —maulló Glayino—. Son unos cachorros
fuertes.Daliavolvióasuspirar.Glayinoseguíapercibiendosupreocupación,pero
lareinanoexpresósusmiedosconpalabras.—Ahora me noto mejor la garganta —anunció Mili, tragándose las
últimashojas—.Gracias,Glayino…Unnuevoataquedetosleimpidióacabarlafrase,yeljovenaprendizhizo
unamuecacuandonotóqueunagotadesalivapegajosaledabaenlaoreja.—Iré a hablar con Hojarasca Acuática —maulló, dirigiéndose
rápidamentehacialasalidadelamaternidad.Antesdemarcharse, agarróunpuñadodemusgoy se lo restregópor la
oreja para limpiársela. «Me pregunto qué pasaría si un curandero cayeraenfermo.¿Quiéncuidaríaentoncesdelclan?».Seencogiódehombrosycruzóelclaroendirecciónalaguaridaquecompartíaconsucurandera.
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Altraspasarlacortinadezarzas,captóelolordeotrosgatos,apartedeldesumentora. Olfateó el aire, y reconoció a Betulón y a Pinta. Había olor asangreensuspelajes.
—¿Quiénestáherido?—quisosaber,erizandoelpelodelanucaantelaposibilidaddeunanuevabatalla.
—Betulóntieneunaheridaenelhombro—leexplicóHojarascaAcuática—. Por lo que he oído, iba buscando pelea con unos gatos del Clan de laSombra.
—¡Eran ellos los que iban buscando pelea con nosotros! —protestóBetulón.
—¿Yquiénhasidoelprimeroensacarlasgarras?—replicólacuranderadelClandelTrueno—.Zarzosome lohacontado todo.Tienessuertedenoestarpeor.Estatelarañadeberíadetenerlahemorragia—continuó—,perosiempiezasasangrardenuevo,vuelveaquí.Y,encualquiercaso,quieroverteotravezmañana,paraasegurarmedequeelcorteestácurándosebien.
—De acuerdo… —Betulón sonó malhumorado, pero luego añadió—:Gracias,HojarascaAcuática.
—Y a ti te digo lo mismo, Pinta—siguió la curandera—. Si el mareoregresa,quieroquevengasdeinmediato.Ahora,tomaoslosdosestassemillasdeadormideraymarchaosalaguaridadelosguerrerosadormirunbuenrato.Noosocupéisdeningunatareahastamañana.
Betulón y Pinta salieron de la guarida. Cuando el olor de los jóvenesguerrerossedisipó,HojarascaAcuáticalepreguntóasuaprendiz:
—¿CómoestáMili?—Dice que nota la garganta mejor, pero sigue tosiendo. Y Gabardilla
tienefiebre.Creoquepodríatenertosverdetambién.—¡Oh,no!—exclamó lagata,angustiada—. Iréaverla.Y luego tendré
que salir al bosque… Nos estamos quedando sin hojas de borraja para lafiebre.¿Puedesecharlesunvistazoalosveteranos?
Glayinoreprimióungruñido.—Claro.Élpreferíasaliralbosque;podíaencontrarborrajaconelolfatotanbien
comoHojarascaAcuáticaconlavista.—MepreocupaqueMusarañaestédoloridadespuésdequetreparahasta
la Cornisa Alta durante la batalla —continuó la curandera—. Y hay quecomprobarsiellayRaboLargotienengarrapatas.
«Eso es trabajo de aprendiz —pensó Glayino, resentido, cuando sumentora pasó por su lado camino de la maternidad. Y a continuación se
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respondió—: ¿Y? Eso es lo que eres, ¿no?, un aprendiz. Pues ponte enmarcha».
SehabíasentidomuyorgullosodesushermanoscuandoEstrelladeFuegolos había nombrado guerreros, pero él no tenía ni idea de cuánto tardaríaHojarasca Acuática en darle su nombre oficial de curandero. Además,siemprecaminaríaa la sombradesumentorahastaqueellamuriera.Noesque ledeseara lamuerte, pero aunasí…«¿Acasonopuedoconseguir nadapormímismo?¿Cuántotendréqueesperaraquesecumplalaprofecía?».
Tratandodeacallarlospensamientosqueleencogíanelestómago,cogióunpalitoyclavóenélunabolademusgoempapadaconbilisderatón,queguardabanenlacuevadelasprovisiones.Arrugóelhocicoporelhedordelabilisycruzóelclarohastalaguaridadelosveteranos,queestabadebajodeunarbustodemadreselva.
—Hola,Glayino—losaludóRaboLargoconvozsoñolienta.Aljovenlesorprendióqueelgatociegopudieradistinguirsuolorapesar
delhedorabilisderatón.—Mealegromuchodeverte—maullóMusaraña—.Tengounagarrapata
enelhombrotangordacomounamora.—Déjame ver —masculló Glayino, que aún llevaba la ramita con el
musgoentrelosdientes.AlmenosaquellamañanaMusarañaparecíaestardebuenhumor.Cuando
estaba de mal genio, podía herir con la lengua casi tanto como FaucesAmarillas,laantiguacuranderadelClandelTruenoalaqueGlayinoveíaensussueños.
El jovennotardóenencontrar lagarrapata,quenoera tangrandecomodecía la veterana pero que se había hinchado lo bastante como paramolestarla,ylaempapóconbilisderatónhastaquesesoltó.
Musarañaflexionólosomoplatos.—Gracias,Glayino.Yaestoymuchísimomejor.El aprendiz soltó el palo con la bola de musgo mojada y se puso a
inspeccionarelpelajedelagataparaversiteníamásgarrapatas.—HojarascaAcuáticacreequepodríasestardoloridaporhabertrepadoa
laCornisaAlta.Musarañasoltóunbufido.—DilealajovenHojarascaAcuáticaquequizáseavieja,peronosoyuna
completa inútil. ¿Por qué iba a estar doloridapor haber trepadounas pocasrocas?
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—De acuerdo—masculló Glayino—. Pero ¿quieres que te libre de lasgarrapatasono?Porquesiesquesí,tendrásqueestartequieta.
—¿Asílehablasaunaveterana?Eltonodelagataeraagrio,peroGlayinosediocuentadequebromeaba.
Musarañasepusocómodaantesdecontinuar:—Tú asististe a la Asamblea, ¿verdad? ¿Qué ocurrió? Sé que hubo
problemas, pero nadie nos cuenta nada. ¿Fue cosa delClan delViento otravez?
—No…—Glayinovaciló.NoqueríahablardeSoloconnadie.—¿Qué pasa? —le espetó la anciana—. ¿Te ha comido la lengua un
tejón?—ElClande laSombranosepresentó—comenzóel joven,escogiendo
bienlaspalabras—.SoloaparecióEstrellaNegra,acompañadodeSolo.—¿Solo? ¿Esa tramposa bola de pelo que nos dijo que el sol iba a
desaparecer?—Sí.AGlayinolesorprendióqueMusarañasemostraratanhostil.—AtinotecayóbienSolo,¿verdad?—Yo no me fío de ningún gato que dice que sabe cosas que el Clan
Estelarnolehacontadoanuestracurandera.Oahíhayalgoraro,oyosoyunconejo.
—EstrellaNegrahablóenlaAsamblea—continuóeljoven,aliviadoporqueMusarañanosupieraqueSolohabíaestadoapuntodeconvertirseensumentor para cumplir la profecía secreta—. Nos dijo que Solo los habíaconvencidodequenoescucharannuncamásalClanEstelar,aélyatodoelClandelaSombra.
—¿Qué…?—AMusarañaseleempezóaerizarelpelo—.PerotodoslosclanesescuchamosalClanEstelar.¿Quéotracosasesuponequetenemosquehacer?
Glayinoseencogiódehombros.—EstrellaNegracreequelosgatosqueestamosvivospodemoscuidarde
nosotrosmismos.Laveteranasoltóunresoplido.—Nohabríaesperadootracosadeesecerebrodepulga. ¿Yquédijoel
ClanEstelaralrespecto?—Nada —admitió el aprendiz—. La luna siguió brillando, clara y
luminosa.
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Laviejagatasepusotensa.—Esonotienesentido—masculló.Aunqueelaprendizestabadeacuerdo,norespondió.Selimitóacogerde
nuevo labolaconbilisde ratónparaocuparsedeotragarrapataque lagatateníaenlacola.
—Yaheterminado—anunciócuandocayóelúltimoparásito.Musaraña le dio las gracias con un gruñido, y Glayino se volvió hacia
Rabo Largo. El veterano ciego había permanecido en silencio mientras eljovenhablabasobrelaAsamblea,inmersoenunamezcladesentimientosdeculpabilidad y confusión. El aprendiz de curandero supuso que seguíasintiéndosemalpornohaberpodidolucharjuntoasuclan.Nohabíamuchoque el joven pudiera decirle para reconfortarlo. Él también era ciego, pero,porlomenos,habíapodidoayudarconsusconocimientosdecurandero.
—No te muevas —le pidió a Rabo Largo, separándole el pelodelicadamente con la zarpa, sin sacar las uñas—. Voy a ver si tienesgarrapatas.
—Gracias,Glayino.—Elveteranoserelajóunpoco—.¿Podríasmirarmetambiénlaalmohadilla?—añadió, levantandounade laspatasdelanteras—.CreoquemelaarañéenlasrocascuandotrepéalaCornisaAlta.
—Claro.Glayino no encontró garrapatas, y dejó a un lado la bilis de ratón para
deslizar las zarpas por la almohadilla de Rabo Largo. No había señales desangre,peronotóquesíteníapiedrecillasincrustadasenlapielendurecida.
Inclinó la cabezaypasó la lenguapor la almohadilladelveteranohastaquelanotólisadenuevo.
—Nocreoquenecesitesmilenrama,perovolveréaexaminártelamañana.Mantenlalimpiaydaleunbuenlametazodevezencuando.
—Loharé—maullóelgato—.Yanotociertoalivio.Glayino recogió el palo con la bola de musgo empapada y salió de la
guaridadelosveteranos.«OjalápudierasolucionarlodeSoloyelClandelaSombratanfácilmentecomopuedocurarunaalmohadillaarañada».
Captó el olor de Carrasca muy cerca, y una oleada de impaciencia logolpeócomosiestuvieraenmediodeunvendaval.Casisintióquelepegabaelpeloalcuerpo.
—¡Pensabaquenoacabaríasnunca!—exclamósuhermana.—¿Quépasa?—lepreguntóGlayino.—Tenemos que hablar —respondió ella en voz baja y tensa—. Esta
mañanahahabidounapeleaenlafronteradelClandelaSombra.
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—Yalosé.¿Yqué?Hayrefriegasfronterizascontinuamente.—Lodehoynohasidounasimplerefriegafronteriza—bufólajoven—.
TienequeverconSolo.LesestádiciendoalosgatosdelClandelaSombraqueignorenelcódigoguerrero.
—Esoyalosabíamos.LainquietuddeCarrascachisporroteócomounrelámpago.—Mira,ahoranopodemoshablar.NecesitamosaLeonado.Tormentade
ArenayNimboBlancoestánesperándomeparasalirenotrapatrulladecaza,asíquenosreuniremoscuandovuelva,¿deacuerdo?
—Deacuerdo.Glayinosabíaquesuhermananopararíahastaqueasintiera.—¡Carrasca! —la llamó Nimbo Blanco desde el otro extremo del
campamento.—¡Yavoy!—respondióella—.Tebuscodespués—ledijoaGlayino,y
saliócorriendo.Negando con la cabeza, medio irritado y medio preocupado por lo
nerviosaqueestabasuhermana,eljovenregresóasuguarida.
•••
GlayinoestabaordenandolasprovisionesdemilenramacuandoHojarascaAcuáticaregresódelbosqueconunpuñadoenormedehojasdeborraja.
—He tenido suerte de encontrarlas —maulló la curandera, dejando lacargaalospiesdeGlayino—.Yaeshoradeempezaraalmacenarreservasdecaraalaestaciónsinhojas.
—Yopuedoirarecolectarhierbas—sugirióeljovenesperanzado.«¡Cualquiercosacontaldesalirdelcampamento!».—Dentro de un día o dos, tal vez —respondió la gata—. Primero
deberíamos revisar lo que tenemos almacenado para ver qué necesitamos.Mientras tanto, puedes trocear y mascar unas cuantas de estas hojas paraGabardilla.
«¡Menudoaburrimiento!»,pensóGlayino,aunquesabíadesobraquenodebíaprotestar.Llevólamilenramaalfondodelacueva,dondealmacenabanlashierbas,ysepusoatrocearhojasdeborrajaconlasgarras.Ibayacasiporla mitad cuando oyó unos pasos fuera de la guarida y captó olor a carnefresca.También distinguió el olor de su hermana; la patrulla de caza habíaregresado.
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—Discúlpame—ledijoaHojarascaAcuática,levantándosedeunsalto—.Tengoquehacerunacosa.
Salió por la cortina de zarzas y localizó a Carrasca con el olfato. Ellacorrióasuencuentroyserestregócontraél.Estabacasisinaliento.
—¡Vamos!Leonadonosesperadetrásdelaguaridadelosguerreros.Glayino la siguió, retorciéndose para entrar en el espacio donde solían
jugardecachorros.—Estamosmásapretujadosdeloquerecordaba—mascullóalcolocarse
entresushermanos.—Porque ahora somos más grandes, cerebro de ratón —le espetó
Carrasca.—Yporquehanampliadolaguaridadelosguerreros—añadióLeonado
—.Y,aunasí,siguefaltandositio.CasienvidioaRaposinoyAlbina,ahoraquetienenparaellossolostodalaguaridadelosaprendices.
—No por mucho tiempo —repuso Glayino—. Rosina y Tordillo losacompañarán dentro de poco.—Hizo unamueca cuandoCarrasca le hincóunapataenelcostado—.¡Eh,tencuidado!
—Menotounaespinaclavadaentrelosdedosynoconsigoalcanzarla—explicóella.
—Aver.Glayino palpó la zarpa de su hermana hasta encontrar la espina,
profundamentehundidaenunadelasalmohadillasdelosdedos.—Carrasca,cuéntanosquétepreocupa—lepidióLeonado.Elaprendizdecuranderonotósuimpacienciacomounanubedemoscas
picadoras.—Nopodemosquedarnosaquítodoeldía—añadiósuhermano.—LoqueSolo lesestáenseñandoa losgatosdelClande laSombra—
empezólajoven—.SegúnYedra,lesdijoquenovolvieranaescucharalClanEstelar.
Glayinoseseparódesuhermanaconlaespinaatrapadaentrelosdientes.Laescupió.
—EsoyalooímosenlaAsamblea.¿Tanmaloes?—¿Cómodices?—Carrascasonóescandalizada.—Nome refiero a lo de desoír al Clan Estelar. Pero creo que para los
gatospuedeserbuenocuestionarselascosasenvezdeaceptarlassinmás.—Hay cosas que no pueden cuestionarse —declaró Carrasca
completamenteconvencida—.YSoloparececreerquenodeberíamosseguir
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el código guerrero. Y sin el código guerrero, ¿qué somos? Una banda dedescarriados.
—Todo eso ya lo sabíamos —maulló Leonado—. ¿Por qué estás tandisgustada?
—LonuevoesqueahorasabemosquetodoelClandelaSombraestádeacuerdo con Solo, no únicamente Estrella Negra.Me sorprende que no ospreocupe. ¿Es que tenéis el cerebro de una musaraña? ¿Acaso queréis ennuestrafronteraaunclanquenosigaelcódigoguerrero?¿Quélesimpediráentrar en nuestro territorio y robarnos las presas? ¿O incluso atacar elcampamentoyllevarseanuestroscachorros?
—Megustaríaquelointentaran—gruñóLeonado.Aplastadocontraél,Glayinonotócómosuhermanotensabalosmúsculos
ysacabalasgarrasparaclavarlasenelsuelo.—Los clanes acabaremos los unos con los otros si no permanecemos
juntos y creemos en las mismas cosas—continuó Carrasca, cada vez másenfadada—.Tenemosquehaceralgo.
—Amímegustaríahacertrizasaesesolitariosarnoso.La irritación de Leonado estaba convirtiéndose en una rabia tan feroz
como la de su hermana, y Glayino trató de no sentirse sobrepasado por lafuerzadelairaquelellegabaporamboslados.
—Solo prometió ayudarnos con la profecía, y luego nos abandonó parairse con elClan de la Sombra.—Hizo una pausa, y añadió—: ¿Creéis quetambiénhayunaprofecíasobreelClandelaSombra?
—Yo estoy seguro de que no—maullóGlayino—.Nosotros somos lostresdelaprofecía.Séquelosomos.
Esperó que ninguno de sus hermanos le preguntara por qué estaba tanseguro.No se imaginaba cómo iba a contarles sus sueños en lasmontañas,cuandovisitóalaTribudelaCazaInterminable.
—YosigopensandoqueSolosabemássobrelaprofecíadeloquenoshadicho—continuóGlayino—.Ysi élnova avenirhastanosotros, entoncestendremosquesernosotrosquienescrucenlafronteraparairabuscarlo.
—¿QuieresquenoscolemosenelterritoriodelClandelaSombra?AGlayino,laconmocióndeCarrascalesentócomounzarpazo.—¡No podemos hacer eso! Estaríamos quebrantando el código guerrero
—añadiósuhermana.—Pues eso es justo lo que estaba diciendo. No podemos hacerlo sin
quebrantarelcódigoguerrero,peroesqueenciertasocasioneseslegítimo…¡PorelgranClanEstelar!—exclamóalpercibirquesuhermanarechazabala
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idea—. Cuando éramos cachorros, ¿acaso no oíamos historias sobre cómoEstrelladeFuegoquebrantabaelcódigoguerrerosicreíaqueeralocorrecto?NopodemoshacernadaconlaprofecíahastaquesepamosquéesloquesabeSolo.Tantosi tienerazónconlodelClanEstelarcomosinola tiene,sabíaque el sol iba a desaparecer, y elClanEstelar, no.Yno vamos a aprendernadadeélquedándonosaquí.
—Yo estoy preparado —gruñó Leonado—. Haré que Solo nos dé lasrespuestas que estamos buscando. Carrasca, tú no tienes que venir si noquieres.
La indignación de la joven guerrera empezó a transformarse enincertidumbre.
—No. Estamos juntos en esto… Además —continuó, más decidida—,quizálaprofecíasignifiquequesomoslosúnicosgatosconelpoderdesalvaralClandelaSombra.
Glayinonodijonada.SilaúnicaformadelograrqueCarrascatraspasaselafronteravecinaeraquecreyesequeestabahaciéndoloporelbiendelClande la Sombra, dejaría que siguiera creyéndolo. Pero Leonado y él iban ahacerloporellos tres,paradescubrirquésignificabarealmente laprofecíaycómopodíanconseguirelpoderqueleshabíanprometido.
—¡Glayino!¿Estásahí?GlayinoagitólasorejasaloírqueLeonadolollamabaenvozbajadesde
el otro lado de la cortina de zarzas.Aguzó el oído unmomento, hasta quecaptó la respiración regular que indicaba que Hojarasca Acuática estabadormida.Luegoselevantóysalióalclaro.
SeviorodeadoporelolordeLeonadoyCarrasca.—Seguidmedecerca—susurróLeonado—.Lalunabrilla,ytenemosque
mantenernos en las sombras. Nimbo Blanco está montando guardia en laentrada.
—Vamos a escabullirnos por el lugar donde hacemos nuestrasnecesidades—lecontóCarrasca.
—Oh,genial.—Glayinoarrugólanariz.—Si loprefieres,puedesarrastrartepordebajode laszarzas—masculló
Leonado—.Vamos.Glayino sintió un hormigueo cuando siguió a su hermano deslizándose
por el borde de la hondonada rocosa. Pero cuando las paredes del túnel secerraron a su alrededor y las espinas se le engancharon en el pelo, Nimbo
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Blanconodioningúngritodealarma.Elaprendizdecuranderosoloserelajóun poco al salir y cruzar el aliviadero, y al entrar en el bosque, fuerestregándosecontralasmatasdehierbaparalibrarsedelmalolor.
Elbosqueestabaensilencio,exceptoporelsuavesusurrodelashojasyalgúnqueotrocorreteodepresasentrelavegetación.
—Debemos mantenernos juntos y en silencio —murmuró Leonado—.Podríamos toparnosconalgunadenuestraspatrullasdecazanocturna,ynoqueremosquenadienoshagapreguntas.
—Vale—respondióCarrasca.Glayinonotóquesuhermanaestabaasustada,peronoporlaposibilidad
de tener que pelear con guerreros del Clan de la Sombra, sino porque noquería que la sorprendieran quebrantando el código guerrero. «Ojalá serelajara.Sideverdadtenemoselpoderdelasestrellasenlasmanos,entoncessomosmáspoderososqueelcódigoguerrero,¿no?»,pensó.
Leonadolosguiohastaelarroyoquedelimitabapartedelafrontera.—Pégateamí—ledijoaGlayino—.Noesprofundo.Glayinosesulfuró.—Estoybien,gracias—masculló.Noqueríaquenadiesupieraelmiedoqueledabaelagua,inclusodespués
dehaberenseñadoanadaraCarbonera.Se le revolvióelestómagoalnotarqueelarroyolemojabalaszarpasyqueluegolocubríaporlaspatasalseguiravanzando.Sinembargo,antesdequelerozaralabarriga,elniveldescendió,yGlayinotrepóenseguidaalaorilladel territoriovecino,dondelorodeóelhedordelClandelaSombra.
—Deberíamosrevolcarnosensusmarcasolorosas—propusoCarrasca—.SoloasípodremosenmascararnuestrooloraClandelTrueno.
—Maravilloso —rezongó Glayino, aunque la idea de su hermana erabuena—. Primero el aliviadero, y ahora el Clan de la Sombra. No podrélamermeelpeloduranteunaluna.
Completamente rebozados en el olor del Clan de la Sombra, los treshermanosseinternaronenelterritoriodelclanrival.Glayinoplantólasorejaspara detectar si se acercaban patrullas, y avanzaba con la boca abierta paracaptar cualquier olor que lo avisara de la cercanía de guerreros. Pero elbosqueestabasumidoenunsilencioescalofriante.
—¿Dóndesehanmetidotodos?—susurróCarrasca.Erainsólitoquenohubieragatosfueradelcampamentoporlanoche,ni
siquieraunospocoscazadores,sobretodocuandolalunabrillaba.
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Lajovennoobtuvorespuesta.SiguieronadelantehastaqueGlayinonotóque,bajolaspatas,lashojascaídasdabanpasoalasagujasdelospinos.
—Yaestamosacercándonosalcampamento—musitó.Leonado volvió a ponerse en cabeza, guiando a Glayino en carreras
cortas. El joven curandero comprendió que iba moviéndose de sombra ensombra.PorfincaptóunaoleadaabrumadoradelolordelClandelaSombra.El suelocomenzóaelevarseyavolversemás irregular,con rocasbrotandoentrelaalfombradehojasdepino.
Alpoco,LeonadofrenóaGlayinoconlacola.—¡Agáchate!—susurró—.Luegoavanzaarastrasunacoladedistancia.Glayino hizo lo que le decían, notando cómo las agujas le arañaban el
lomo.Olfateando,distinguióelolordelaaulaga,ysupusoquedebíandeestarescondiéndosedebajodeunarbusto.Sushermanosestabanapretujadosjuntoaél,unoacadalado.
—¿Quéveis?—preguntó.—Estamoscontemplandoelcampamentoanuestrospies.YSoloestáahí
—ledijoCarrascaaloído—.Plantadoenloaltodeunaroca,mientrastodoelclanloescucha…¡inclusoloscachorros!VeoaEstrellaNegrayaBermeja,y…¡oh,ahíestáTrigueña!
—¡Cierra el pico!—gruñó Leonado—.Quiero oír lo que está diciendoSolo.
Glayino tumbó las orejas hacia delante. Podía distinguir la voz de Soloalzándosedesde la hondonada, y cuando los demásguardaron silencio, oyólaspalabrasdelsolitario:
—… ningún gato debería aceptar sinmás lo que ha sucedido antes—maullóSolo,ysuvozresonóporencimadelostenuessonidosdelbosque—.El tiempo del Clan Estelar ha terminado. Esos gatos están muertos, y susespíritusnotienenningúnpodersobrevosotros.
Glayinoreprimióunestremecimiento.Ningúngatoquesehubierareunidocon elClanEstelar en laLagunaLunar estaría de acuerdo conque elClanEstelarnoteníapoder.«Nosotrosaúntendremosmáspoder.Perosomoslostresdelaprofecía.LosgatoscomunesycorrientesdeberíanseguirvolviendolosojoshaciaelClanEstelar»,pensó.
—YohecompartidolenguasconelClanEstelar…—GlayinoreconociólavozdeCirro,elcuranderodelClande laSombra.Sonabapreocupado—.No puedo creer que nuestros antepasados guerreros carezcan de poder.¿Acasotodoloqueyoheexperimentadoeramentira?
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—AlClanEstelarseledamuybienengañar—replicóSolocomosinada—.Sinopreguntaos:¿osavisarondequeelsolibaadesaparecer?¡No!Esosignifica que no lo sabían o que no les importáis lo bastante como paraavisaros.¿Porquédeberíaisconfiarenellos?
LosmurmullosdeconformidadseoyerondesdeelescondrijodelostreshermanosdelClandelTrueno.Cirronovolvióaprotestar.
—Cuando el sol desapareció, todo en lo que creíais cambió—continuóSolo.
SuvozeratanpoderosaypersuasivaqueGlayinoentendióqueinfluyeraenlosgatosdelclan.
—Lo que tenéis que preguntaros es qué deberíais hacer al respecto.¿Dóndeencontraréisahoralasrespuestas?
—En nosotros mismos —respondió Estrella Negra, con una voz másprofundayásperaqueladeSolo—.Loquediceestegatoescierto—añadió,dirigiéndoseasuclan—.ElClanEstelarnostrajoavivirjuntoaestelago,yyo siempre he dudado de que esa fuera la decisión correcta. Para empezar,aquíhaydemasiadosDosPatas.
—Y han idomal demasiadas cosas—gruñóCedro—. Los dosmininoscaserosdelaviviendadelosDosPatas…
—Disputasporlasfronteras…—señalóSapero.—¡Un momento! —Glayino distinguió la voz de Trigueña, y se puso
tenso—. En el viejo bosque también iban mal algunas cosas. No podéisesperarquelavidaseatodaratonesyluzdeluna.
—Eso no hace más que demostrar lo que dice Solo—replicó EstrellaNegracondureza—.ElClanEstelartampocofuecapazdeayudarnosallí.NisiquierapudoimpedirquelosDosPatasnosexpulsarandenuestrohogar.
—¿QuéquieredecirEstrellaNegra?—susurróLeonado,pegándosemásaGlayino—.¿AcasoquierellevarsealClandelaSombralejosdellago?¡Debede tener abejas en el cerebro! ¿Un clan solo, y con la estación sin hojas apuntodellegar?
—¡Nopuedehacereso!—ACarrascaletemblólavoz—.Tienequehabercuatroclanes.
—¡Chist! —bufó Glayino, intentando concentrarse en lo que estabasucediendoenlahondonada.
Sin embargo, antes de que pudiera oír nadamás, unas líneas plateadasirregularesdestellaronantesusojos.Leparecióestarviendounlargosenderoforestal; la luzde la luna iluminabadeplataelsuelo,surcadopor las largassombrasnegrasdelosárboles.Porelcamino,untejónavanzabahaciaél,yla
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franjablancadesucararelucíacomounallamaplateada.Glayinocontuvoelalientodelaimpresión,perolacriaturasedesvanecióyélvolvióasumirseenlafamiliarnochedesuceguera.
—¿Quéocurre?—lepreguntóLeonado.Glayinoadvirtióquehabía tensado todos losmúsculosdelcuerpo; tenía
lasgarrasclavadasenlatierrayelpeloerizado.—¡Hevistountejón!—lescontóasushermanosenvozbaja.—¿Quehasvisto…?—Carrascasonóconfundida.—He tenido una visión. —Glayino estaba demasiado asustado para
explicarsecondetalle—.Aquíestamosenpeligro.OyóqueLeonado aspiraba una larga bocanada de aire, y se lo imaginó
conlabocaabierta,saboreandoelaire.—Aquí nohayningún tejón—informó el jovenguerrero al cabode un
momento—.¿Estássegurodequelohasvisto?Glayinosacudiólacola.—No—espetó—. Solome lo estoy inventando por diversión. ¿Tú qué
crees,cerebroderatón?Sedetuvoasaborearelaireélmismo,yaguzóeloído,buscandoelsonido
delaenormeypatosacriaturaaplastandolavegetación.Peroelbosqueestabatranquiloyensilencio,exceptoporlasvocesqueprocedíandelcampamentodelClande laSombra.Glayinonopudocaptarnielmenorrastrodeoloratejón.
—Esto tienequesignificaralgo…—maulló—.Todavíanoséqué,perono creo que estemos seguros aquí. Deberíamos regresar al campamento lomásrápidoposible.
—PerosiaúnnohemoshabladoconSolo…—protestóLeonado.—Ynoloharemosestanoche—replicóCarrasca—.NocontodoelClan
de la Sombra pendiente de sus palabras. Creo que Glayino tiene razón.Deberíamosirnosantesdequeseademasiadotarde.
Glayino notó que a Leonado no le gustaba aquella decisión, y percibiótambién su silenciosa rabia contra Solo, pero el joven guerrero no discutiócuando Carrasca echó a andar ladera abajo, alejándose del campamento endirecciónalafrontera.
AGlayinonoselealisóelpelohastaquevadearondenuevoelarroyoyentraronsigilosamenteenelcampamentodelClandelTrueno.SefuedirectoasuguaridaysedejócaerjuntoaHojarascaAcuática,queseguíadormida.
«Tejones —pensó, sumiéndose, agotado, en un sueño—. Clan Estelar,¿quéintentasdecirme?».
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Glayinosedespertóalnotarqueleclavabanunazarpaenelcostado.Elsollecalentabalapiel,yelolordeHojarascaAcuáticaloenvolvía.
—¡Despierta,Glayino!¿Quécreesqueeres,unlirón?Eljovenparpadeó,soñoliento.—¿Qué…?—Haytrabajoquehacer.NecesitoqueexaminesaMiliyaGabardilla.—Mmm…vale.Selevantótambaleándoseyseestremecióaloírunaspisadasfueradela
guarida, pero luego se dio cuenta de que solo eran Raposino y Albinapersiguiéndose.
Tenía la sensación de no haber dormido después de la expediciónnocturna con sus hermanos. Le costó un gran esfuerzo apartar suspensamientos deSolo y de los gatos delClan de laSombra, y de la visiónaterradoradeltejón.
—¿Quéquieresquehaga?—lepreguntóasumentora.—He ido a la maternidad a ver cómo estaban Mili y Gabardilla. Mili
necesitamás nébeda, y he preparado un fardo con hojas de borraja para lapequeña.Puedesllevárselascuando…
Elaprendizdejódeescucharlaysepegóalsuelocuandooyóunchillidoguturalprocedentedealgunapartedelbosque.
—Glayino,¿quétepasa?—LairritacióndeHojarascaAcuáticasehabíatransformado en inquietud—. ¿Estás enfermo? —Empezó a olfatearlo—.Huelesunpocoraro.
Glayinomaldijoparasusadentros.Noqueríahablardesuolor,puessoloprovocaríamáspreguntasincómodas.
—Esechillidomehasobresaltado,esoestodo.—Peronoeslaprimeravezqueoyeschillaraunzorro.Estámuylejosde
aquí,ysiseacerca,laspatrullaslolocalizarán.—Lo sé.—Se incorporó hasta quedarse sentado para lamerse el pecho
contorpeza—.Essoloque…estanochehetenidounsueño.—«Nohacefaltaque diga dónde lo he tenido», pensó—.Hevisto un tejón ymepreguntabasi…sisignificaríapeligro.
—¿Un tejón solo? —quiso saber Hojarasca Acuática—. ¿O toda unahordadetejones?
Glayinonegóconlacabeza.—Unosolo.
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Lacuranderasesentóasulado.Élpercibiósusdudas,aunquenoparecíatenermiedo.
—CreoquevisteaMedianoche—ledijolagata.—¿QuiénesMedianoche?HojarascaAcuáticaseacomodóentrelostallosdehelecho.—Cuando vivíamos en el viejo bosque, el Clan Estelar llamó a cuatro
gatos,unodecadaclan,paraquehicieranunlargoviajehastaellugardondeseahogaelsol.AllísereunieronconunatejonallamadaMedianoche.
Glayinoplantólasorejas.—¿Fueasícomolosclanessupieronqueteníanqueabandonarelbosque?—Sí,asífue—maullóHojarascaAcuática—.Zarzosofueelelegidodel
ClandelTrueno,yEsquiruela loacompañó.Medianoche lesadvirtióqueelviejo bosque iba a quedar destruido, y luego ayudó a todos los clanes aencontrarestehogarjuntoallago.
Glayinonotóqueseleerizabaelpelodelcuello.—¿ElClanEstelar le dio unmensaje a una tejona?Pero ¡si los tejones
matanalosgatos!—Medianocheno—lotranquilizóHojarascaAcuática—.Ellanoesuna
criatura común. Más adelante, cuando ya nos habíamos instalado junto allago,unahordadetejoneshostilesinvadiónuestrocampamentoparaintentarmatarnosyecharnosdeaquí.YMedianoche…
Seinterrumpió.Glayinopercibióensumentorauntorrentedeemocionesmezcladas:miedo,arrepentimientoypesar.Sepreguntóelporquédeaquellassensacionestanintensasporunabatallaquehabíatenidolugarantesdequeélnaciera,peroMedianocheledespertabademasiadacuriosidadparabuscarlelalógicaalossentimientosdelagata.
—¿Quéocurrióconlostejones?—laanimóaseguir.—Intentamos defendernos —respondió, haciendo un gran esfuerzo por
mantener la voz firme—, pero eran demasiados. Nos habrían destrozado siMedianoche no hubiera aparecido con el Clan del Viento para que nosayudara.
—¿Estás diciendo que una tejona ayudó a unos gatos en contra de supropiaespecie?
—Sí.—Hojarasca Acuática respiró hondo y soltó otro largo suspiro—.Notienesnadaquetemerdeella.Peropuedequeestétratandodeavisarnosdeotropeligro.Melodirássivuelveavisitarte,¿verdad?
—Porsupuesto.
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«Quizá», corrigió para sí mismo. Si la tejona reaparecía, Glayinoaveriguaríaquéteníaquedecirleantesdedecidirsiselocontabaaalguien.
—¿Porquétenemosquequedarnossentadosesperándola?—preguntó—.Zarzososabedóndevive,asíque,¿porquénopodemosiraverla?
—Está demasiado lejos. —Ahora que habían dejado de hablar de lainvasión de los tejones, la curandera parecía más tranquila—. En estosmomentos hay mucha tensión entre los clanes, y Estrella de Fuego noprescindiría de ningún guerrero para hacer un viaje de esa clase, y muchomenosdeZarzoso.Ahoraesnuestrolugarteniente;lonecesitamosaquí.
—¿Yquépasacon…?—Glayinoseinterrumpió.Había estado a punto de proponer a Esquiruela, pero acababa de
abandonar la guarida deHojarascaAcuática tras salirmuymalherida de labatallacontraelClandelViento.Nisiquierahabíaretomadosusobligacionescomoguerrera.Enningúncasopodríaplantearseunviajetanlargo.
—Bueno,supongoquetienesrazón—masculló.«Así que, Medianoche, si quieres algo de mí, tendrás que venir a
buscarme».
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Unahojarojadescendiódesdeunaramadibujandounasespiralesperezosas.Leonado pegó un salto para darle manotazos, y cuando aterrizó sintió queardía de vergüenza. ¿Lo habría visto alguien comportándose como uncachorro?
La patrulla del alba regresaba a la hondonada rocosa. El sol se habíaelevadoporencimadelosárboles,pero,enlassombras,lashojasylahierbaseguían ribeteadas de escarcha. La estación de la caída de las hojas se ibaextendiendo por el bosque, y los duros días de la estación sin hojas ya noquedabanmuylejos.
Cenizo encabezaba la patrulla, seguido a unas pocas colas de zorro porEspinardoyCentella,yLeonadorespiróaliviadoalcomprobarqueningunodeelloslohabíavisto.Sequedóinmóvilunossegundos,conlabocaabiertaylas orejas plantadas para captar cualquier rastro de invasores del Clan delViento.Sinembargo,elleveolorquelogrópercibirprocedíadelotroladodelafrontera.
—¡Leonado!—Cenizosehabíadetenidoymirabaporencimadelhombro—.¿Vasaquedarteahíhastaqueechesraíces?
—¡Yavoy!—respondióeljovenguerrero,apresurándoseparaalcanzaralque había sido sumentor—. Solo estaba comprobando si había rastros delClandelViento.
Cenizolehizoungestodeaprobación.—Esoestábien,peronocreoquetengamosnadadeloquepreocuparnos.—Serprecavidosnoestádemás—maullóeljoven,situándosealladodel
guerrerogris.Centella y Espinardo habían desaparecido entre las frondosas matas de
helecho, y Leonado aprovechó la oportunidad que había estado esperandoparahablarasolasconCenizo.Lomiródesoslayo,ymaulló:
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—¿Puedopreguntarteunacosa?Cenizoagitólosbigotes.—Claro.—Siento que necesito un poco de entrenamiento de combate extra. ¿Tú
practicaríasconmigo?Suantiguomentor sedetuvoparamirarlode frente, consusojosazules
dilatadosporlasorpresa.—Ahorayaeresguerrero,Leonado—lerecordó—.Yunodelosmejores
combatientesdelclan.¿Deverdadcreesquetienesalgomásqueaprender?ElelogiodeCenizoreconfortóaljovenguerrerocomounrayodesol.A
veces, en su época de aprendiz, había llegado a perder la esperanza decomplacerasumentor.
—Siempre hay algo que aprender —maulló convencido—. Quieromantenerme tan fuerte y en forma como pueda, y así estar listo para lapróximabatalla.
Cenizoparpadeó,pensativo.—Noestoysegurodequevayaahaberotrabatalla.Almenos,duranteun
tiempo.—ElClandelVientopodríacausarmásproblemas.Y,encualquiercaso,
creo que sigo necesitando practicar —insistió Leonado, que flexionó lasgarrasparaarrancarlahierbaconfrustración,perosecontuvo;noqueríaqueCenizosupiesecuántosignificabaaquelloparaél—.Porfavor.
—De acuerdo. —El guerrero no parecía muy convencido, pero, paraaliviodeljoven,nopusomásobjeciones—.Podríamosentrenarahoramismo.IréahablarconCentellaparaque informeenmi lugaraEstrelladeFuego.Nosotrosnosvemosenlahondonadaarenosa.
Y se alejó, dejando que Leonado se fuera solo a la hondonada deentrenamiento.Derepente, la luzdelsol lepareciómásbrillante,ydisfrutóconelfrescordelabrisaenelpeloydelrocíoenlaszarpas.Sabíaqueteníaqueseguirpracticandoparahacerelmejorusoposibledesuspoderes,peronoqueríaqueEstrelladeTigrevolvieraaactuarcomosumentor.
El jovenseestremeció,comosielmerohechodepensarenelguerrerooscuro pudieramaterializarlo.Miró a su alrededor, pero no había rastro desombrasatigradasnideabrasadoresojosámbar.
Alprincipiosehabíasentidoespecial,inclusohonrado,cuandoEstrelladeTigreloeligióparaelentrenamientodecombate,yleencantabavenceralosdemásaprendicesconmovimientosqueleenseñabaelguerrerooscuro.Pero
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enlasúltimaslunas,EstrelladeTigrehabíacambiado,lehabíamostradounladohostilyhabíatratadodemanipularlo.
«Quizá no es que haya cambiado.Quizá solo sea que ahora veo lo queEstrelladeTigresiemprehasido»,pensóeljoven.
Recordó cómo Fronda reñía a Raposino y Albina antes de que fueranaprendices:«Sinoosportáisbien,¡EstrelladeTigrevendráaporvosotros!».Losdoscachorrosgritabandespavoridosyseacurrucabanenelvientredesumadre.
«¿Cómopudesertandescerebrado?—seavergonzóeljovenguerrero—.MeconvencídequeEstrelladeTigreestabaayudándomecuando,dehecho,estuvoutilizándometodoeltiempo».
SipracticabaconCenizo,noibaanecesitarnuncamásaEstrelladeTigre.Ysielgatooscurovolvíaavisitarlo,élestaríapreparadoparavencerlo.
«Quizá me deje en paz si le demuestro que soy un guerrero losuficientementebuenosinél».
La hondonada de entrenamiento estaba vacía a esa hora temprana de lamañana,yaúnhabíaalgunosjironesdeniebladesplazándosesobrelahierba.Leonado se dirigió al centro y comenzó a practicar sus movimientos decombate,saltandoyretorciéndoseenelaire,imaginandocómoaterrizaríaenellomodeEstrelladeTigreycómohundiríalasgarrasensupelajeatigradooscuro.
—Bastantebien—dijoCenizodesdeelotroextremodelahondonada.—Gracias…—maullóeljovensinaliento.Estabatodavíavolviéndoseparamirarasuantiguomentorcuandoestelo
embistióporelcostado,derribándolo.Furiosopornohaberestadopreparado,Leonadosoltóunalaridoypateóconlaspatastraserasasurival,queintentóclavarle los dientes en el pescuezo. El guerrero gris pesaba más que él einmovilizóaLeonadocontraelsuelo,dejándolosinrespiración.
—¿Aúnquierespelear?—semofóCenizo.Haciendo un esfuerzo tremendo,Leonado logró rodar sobre símismoy
zafarsedelguerrero.SepusoenpieresollandoysaltósobreCenizoantesdeque pudiera recuperarse.Le dio un par demandobles veloces con las patasdelanterasyluegotratódeapartarsedeunsalto.
Sin embargo, Cenizo era demasiado rápido para él. Con una pata,enganchólastraserasdeLeonado,ylosdosrodaronenzarzadosporelsuelo.A Leonado le dolió la oreja cuando el guerrero le lanzó un zarpazo, y sedefendiógolpeándoloaciegas; leestabacostandomuchomantener lasuñas
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envainadas y notaba que la nebulosa roja de la batalla amenazaba conengullirlo.
—¡Alto!Leonadoapenasoyóelgrito,peroCenizorodóparasepararsedeélyse
pusoenpiedeunsalto.El jovensequedórevolcándoseporelsueloytuvoquesacudirlacabezaparavolveralarealidad.
—EnelnombredelClanEstelar,¿quéestáishaciendo?Leonado reconoció la voz de Estrella de Fuego. Se levantó
trabajosamente, parpadeando para librarse de la arenilla que se le habíametido en los ojos, y vio al líder del Clan del Trueno en el lindero de lahondonada,acompañadodeCandeal,AlbinayBetulón.LosojosdeEstrelladeFuegoardíanconllamaradasverdes.
—¿Guerrerosluchando?¿Porqué?—exigiósaber.Cenizosesacudiólasuciedaddelpelo.—Soloestábamospracticando,EstrelladeFuego.—AhoraLeonadoesguerrero.Yanoestuaprendiz.—Hasidoideamía,EstrelladeFuego—maullóLeonado—.Lehepedido
aCenizoquepracticaraconmigo.Solointentábamos…—Noquierooírexcusas—lointerrumpióellíderconuntonoglacial—.
Lo que acabo de ver era muchísimo más violento que una práctica decombate.Enunmomentocomoeste,conproblemasaambosladosdenuestroterritorio, no podemos permitirnos tener guerreros heridos.Además, con locercaqueestá laestaciónsinhojas,HojarascaAcuáticanopuedemalgastarsushierbasconheridasinnecesarias.¿Esquetenéiselcerebrodeunratón?
—Lolamento,EstrelladeFuego.—Leonadobajó lacabeza—.Esculpamía.Cenizono…
«Pero ¿cómo se supone que vamos a pelear bien si no se nos permitepracticar?».
—Cenizoesunguerreroexperimentado;deberíatenermássentidocomún—replicóellíderconunmovimientodelacola.Luegoserelajóunpoco—.Sé que eres un entusiasta, Leonado, y eso es bueno, pero intenta pensar alargoplazo,¿vale?Estenoesunbuenmomentoparacorrerriesgos.
Con un hormigueo de vergüenza y frustración, Leonado aceptó lareprimendaentredientes.
—Candeal,Betulón yAlbina van a salir a cazar—continuóEstrella deFuego—.Serámejorquevayasconellos.Consumealgodeesaenergíaconlaspresas,envezdeconotroguerrero.Cenizo,venconmigo.
Yconungestodelacola,saliódelclaroseguidodelguerrerogris.
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—Habíamos pensado en probar junto al lago —le dijo Candeal aLeonado.
—Comoquieras.El joven dejó que Candeal y Betulón se pusieran en cabeza, y se
internaron juntos en la vegetación, con Albina saltando emocionada en laretaguardia.
El ardor del combate seguía latiendo en el cuerpo de Leonado, quedeseabaclavarlasgarrasenalgo.Esperócruzarseprontoconunaardillaounconejo.
NopodíaevitarsentirqueEstrelladeFuegohabíasido injusto.¿Seguroqueaquelnoeraunbuenmomentoparapracticarmovimientosdecombate?CualquierdíadeesospodíaestallarotrabatallaconelClandelVientooelClande laSombra.Además,¿cómoibaacumplir laprofecíasinunca teníaocasióndetrabajarsushabilidadesparaconvertirseenelmejorguerreroqueningúnclanhubieravistojamás?
Leonadoatravesóeltúneldeespinoscondosratonesyuncampañolcolgandodelaboca;elolordelaspresasleinundabalossentidos.Enelclarovioasushermanosdelantedelaguaridadelacurandera.YalverqueCarrascalehacíaunaseñalconlacola,fueadejarlacargaenelmontóndelacarnefrescayacontinuaciónsereunióconellos.
—¿Qué es eso que he oído de queCenizo y tú estabais peleando?—lepreguntóCarrasca.
—¿Qué?—Leonadolamiróboquiabierto—.¿Cómotehasenterado?Glayinoagitólasorejas.—Las noticias corren por este campamentomás deprisa que un conejo.
¿Todavíanolosabes?—Me lo ha contadoBayo.—Carrasca se puso a la defensiva—.Os ha
oído cuando estaba de caza con una patrulla.Dice que sonabais de lomásviolento.
—¡Bayo!—bufó el joven sacudiendo la cola—. ¿Es que no tiene nadamejorquehacerquecotillearsobreotrosguerreros?
—¿Esciertoono?—insistiósuhermana—.¿Porquéestabaispeleando?ALeonadoseleerizóelpelodelcuello.Desenvainólasuñastensandolos
músculos; él quería un enemigo real contra el que combatir, no cotilleos ypreguntasinnecesarias.
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—No estábamos peleando —le soltó de mala gana—. Estábamosentrenando.Déjalocorrer,¿vale?YahetenidoqueaguantarunrapapolvodeEstrelladeFuego,¡ycreoquenotienerazón!Yonecesitopracticar.¿Cómovoyadefenderamiclansimeolvidodecómosepelea?
Lanzó esa última pregunta escupiendo las palabras y arañando el sueloconfrustración.
Carrascaposódelicadamentelapuntadelacolaensulomo,yLeonadoseestremeció,intentandosofocareltorrentederabiaquehabíaestadoapuntodedesbordarse.
—Noperderástushabilidadesdecombate—maullólajoven—.¿Esqueya no te acuerdas? Ese es el poder especial que te dio la profecía: lucharmejorqueningúnotroguerrerodelosclanes.
—Túnoloentiendes—mascullóél—.Yonosientoeso.Loquesientoesquetengoqueseguirpracticando.
—Bueno,puesserámejorquenodejesqueEstrelladeFuegotepilleotravez. Los gatos están empezando a hablar —le advirtió su hermana—. Nopodemos dejar que el resto del clan descubra la profecía, no hasta queestemossegurosdesusignificado.
—Harétodoloquepueda…—prometióLeonado,hundiendoloshombros—.Nomemeteréenpeleasconotrosguerreros.
«AlmenosnodondeEstrelladeFuegopuedaoírnos».
UnadensaoscuridadrodeabaaLeonado.Losmaullidosdegatosencombateresonabanensusoídos.Percibíaelhedordelasangre,pegadaasuspatasyapelmazada en su pelo. Resollaba como si hubiera estado peleando toda lanoche.Undestellodeluzdelunaatravesólasnubesquedabanvueltasenelcielo;unúnicorayode luzpálidaquealumbróelsueloasuspies.Leonadocontuvolarespiración,horrorizado,alreconocerelcuerpodeZarpaBrecinadesmadejadoenelbarrodelantedeél.
Uncorteprofundolecruzabaelcuerpodesdeelcuellohasta lacola.Supelajeatigradoclaroestabatanempapadodesangrequeparecíanegrabajolaluzplateada.Teníalabocaabiertaenunamuecacongelada,ysusojosazulesmirabanciegamentealcielo.
—No…no…—gimióeljovenguerrero.Sesobresaltóalnotarunacolaenelomoplato,yalvolverseseencontró
conlaintensamiradaámbardeEstrelladeTigre.
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—Bienhecho—ronroneóelenormeatigrado—.Haspeleadomuybienenestecombate.
—Pero…¡estonoesloqueyoquería!—protestóél.—¿Ah,no?—gruñóEstrelladeTigreconojos llameantes—. ¡Recuerda
queellatetraicionó,yqueestuvoapuntodedestruiratodotuclancuandolehablódelostúnelesalClandelViento!
—Pero…—Leonado alargó una pata para posarla delicadamente en elcostadodeZarpaBrecina.Teníalapielfría—.Ellanosemerecíamorirasí—murmuró.
—¡Todoslostraidoresmerecenmorir!LosojosdeEstrelladeTigrellamearonhastaabrasaraLeonado.Eljoven
soltóunalaridodepavor,pensandoque ibaaquemarleelpelo.Sacudió laspatasenelsueloempapadodesangre,peronologrómoverse.
Otro gato le dio un manotazo por detrás. Leonado se revolviódesenvainandolasuñas,listoparasaltarsobresuenemigo.
Frente a él estabaMantoPolvoroso, conundestellode irritación en losojos.Laluzdelsolsecolabaentrelasramasdelaguaridadelosguerreros.
—¡PorelgranClanEstelar!¡PensabaquenosestabainvadiendoelClandel Viento!—le espetó el guerrero a Leonado—. ¿Tienes que armar tantoescándalo?
—Losiento…—mascullóeljoven.Habíapataleadocontantafuerzaqueelmusgoylashojasdehelechode
su cama estaban desperdigados, y varios gatos lomiraban soñolientos paraveraquésedebíatantoalboroto.
—Eso espero—maullóManto Polvoroso, antes de volver a ovillarse alladodeFronda.
Leonadoseguíaalteradoporsusueño,ylasangreaúnlelatíaconelcalorde la batalla. Se levantó para salir de la guarida. Tormenta de Arena yZancudo, que estaban junto almontónde la carne fresca, se volvieron y lomiraronconcuriosidad.
LavisióndelcuerpodestrozadodeZarpaBrecinaseguíadandovueltasenlamentedeljovenguerreroconmásnitidezqueelclaroqueteníaalrededor.
«¿Es eso en lo que voy a convertirme? ¿En un gato que mata a otrosgatos?¿EnungatocomoEstrelladeTigre?».
Deseónosabernadadelaprofecíaypoderserungatocomolosdemás,conlasmismashabilidadesdecombatequesuscompañerosdeclan.
Sin embargo, las palabras de la profecía habían sido pronunciadas, yLeonadosabíaqueeraimposibleescapardeldestinoquelesaguardabaaély
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asushermanos.
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GlayinodejódecontarcabezuelasdeamapolaaloírqueHojarascaAcuáticaentrabaenlaguarida.ElolordesumentorasemezclabaconeldeGabardilla,ycuandoeljovenoyóunadébiltos,sediocuentadequelacuranderallevabaporelpescuezoalacachorrita.
—¿Gabardillaestápeor?—preguntóGlayino,nervioso.HojarascaAcuáticadejóalapequeñaenunacamadehelechos;lostallos
crujieronmientrasGabardillaintentabaponersecómoda.—Esometemo—respondiólacurandera—.Gabardillasehacontagiado
delatosdeMili,yMilinomejora.Megustaríatrasladarlatambiénaquí,perodudomuchoqueDaliapuedaencargarsedealimentaraPequeñoAbejorroyFloretaademásdeasuspropioscachorros.Yaquíno tenemosespacioparatodosellos.
Glayinorecibió laansiedaddesumentoracomo lasolasen laorilladellago.
—¿Porquéestástanpreocupada?Soloestosblanca.HojarascaAcuáticasuspiró.—Podría derivar fácilmente en tos verde, sobre todo con el frío que se
avecina.—Ybajandolavozparaquenolaoyeralapequeña,añadió—:Enelclan hay cinco cachorros, yMusaraña estámuy frágil. Podríamos terminarperdiendogatos…—Semetióenlacuevadelasprovisiones—.Además,casino nos queda nébeda —murmuró—. Hay bastante para darle una dosis aGabardillaahora,yotraparaMili,peronadamás.
—Iréarecolectartodalaquepueda—seofrecióeljovendeinmediato.—Esoseríamuyútil,pero llévateaalguiencontigo…Noesquepiense
que no puedes arreglártelas solo —aclaró, como si supiera que él iba asulfurarse—;pero,sivaisdos,podréiscargarconeldobledenébeda.
—Vale.¿LellevoloquequedaaMiliantesdeirme?
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—No,ya lo haré yo.Cuanto antes te vayas, antes estarás de vuelta conprovisionesfrescas.
CuandoGlayinosalióalclaro,elprimermiembrodelclanalquelocalizófueRosella,queestabajuntoalmontóndelacarnefresca.Corrióhaciaella.
—¿Estásocupada?Rosellaengullóunbocadodecampañol.—No mucho. Centella ha insinuado que podría ayudar a renovar los
lechosdelaguaridadelosguerreros…Ahorasomosmuchosallídentro,yesuntrabajomuyduroparasolodosaprendices.Aunque,parasertesincera,nomeimportaríatenerunaexcusaparanohacerlo.—Secomióelúltimotrozodelapresayseincorporó—.¿Quéquieresdemí?
Glayino le explicó lo de Gabardilla y la necesidad de recolectar másnébeda.
—Pobre criaturita—maulló Rosella, compasiva—. Por supuesto que teayudaré.¡Vámonos!
Cruzóelclaroendirecciónaltúnel,dejandoqueGlayinolasiguiera.Unavezfueradelcampamento,eljovenlaalcanzóysedirigieronhacialasendaque llevaba a la vivienda abandonada de los Dos Patas. Glayino sintió unhormigueo en las zarpas al recordar la batalla; aunque el olor a sangre ymiedo se había desvanecido, los alaridos de los combatientes seguíanresonandoensucabeza.GuioaRosellalejosdeltúnelporelquelosgatosdelClandelVientohabíaninvadidoelterritoriodelClandelTrueno.Noqueríani pensar en la posibilidad de que hubiese otra entrada a las cuevassubterráneasenlasquehabíavistoaPedruscoporprimeravez.
CuandoseacercaronalaviviendadelosDosPatas,comenzóaolfatearenbuscadenébeda,peroenvezdel intensoy limpioaromade lahierba, solopudocaptarunolorrancio.
—¡Oh,no!—Rosellasedetuvobruscamente.—¿Quéocurre?—Lanébeda…¡Hadesaparecidocasitoda,Glayino!Eljovenfuetraslaguerrera.Notóhierbamullidayespesabajolaspatas,
yluegounafranjadesuelorevuelto,dondeantescultivabanplantaslosDosPatas.Ahoraelolor rancio lorodeaba,mezclado,devezencuando,conunmatizleveahojasnuevas.
—¿Quéves,Rosella?—quisosaber.—Estátodoaplastado—respondiólagata,angustiada—.Lostallosestán
rotos,negrosypodridos.Glayinosintióqueunoscuroespaciodemiedoseabríaensuinterior.
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—Esonoserviráparanuestrosgatosenfermos.—Losé.Debiódesucederdurantelabatalla…Glayinosacudiólacola.—SeguroqueelClandelVientoyelClandelRíolohicieronapropósito.—Ningúngatoseríatancruel,¿noteparece?Eljoven,furioso,hundiólasgarrasenlatierraynotótallosrotosbajolas
zarpas.—Tendremos que contárselo a Estrella de Fuego. ¡No pueden quedar
impunes!—No…Espera.—Rosella lo detuvo con la cola antes de que echara a
correrhaciaelcampamento—.Aquípelearonmuchosgatos…Probablementeaplastaronlanébedamientrasluchaban.
Glayinorezongó.QuizáRosellatuvieserazón,peroesonoevitabaqueéltuvierasussospechas.Aunasí,lomásimportanteeraversipodíanencontrarnébeda fresca para Gabardilla y Mili. Informar a Estrella de Fuego podíaesperar.
Saboreando el aire atentamente, logró identificar unos cuantos brotesnuevosasomandoenel suelo,perohabíamuypocosyeranmuypequeños.Empezóacortarlosconmuchocuidado.
Rosellasemovíaasualrededor.—Estoyretirandolostallosrotos—leexplicólagata—.Así, losnuevos
tendránmásespacioparacrecer.—Buenaidea.Teayudaré.Cortatodoslosbrotesnuevosqueencuentresy
ponlosconlosmíos.Comenzóaapartarlostallospodridosylashojascaídasqueentorpecíana
los nuevos brotes. Imaginó el sol calentando las maltrechas plantas,animándolasacrecerotravez…Sinembargo,prontollegaríalaestaciónsinhojas,cuandonadacrecía.¿Podríanesperarhastalaestacióndelahojanuevaparatenernébeda?
Poco después, ya no hubo nada más que pudieran hacer. Glayino yRosellaserepartieronlacosecha,apesardequeunsologatohabríapodidollevartodoloquehabíanencontrado.Luegosedirigieronalcampamento.
—¿Qué ha pasado? —La voz de Hojarasca Acuática, cortante depreocupación,recibióaGlayinoencuantoeljovenaparecióporlacortinadezarzas—.¿Porquéhastardadotanto?¿Porquésolohastraídoeso?
Elaprendizdejólashierbasasuspies.—Estoestodoloquehay.—¿Qué?
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Rosellaentrótrasélyañadiósucargaalmontón.Contristeza,explicóloquesehabíanencontradoenlaviviendadelosDosPatas.
—¡Esespantoso!—selamentóHojarascaAcuática—.Esassonlasúnicasmatasdenébedaqueconozcoennuestroterritorio.
—EntoncestienesquedarletodalaquehayaaGabardilla…—maullóunaásperavozqueGlayinocasinoreconoció.
Luego,eljovendistinguióelolordeMili,ysupusoquelareinahabíaidoalaguaridaparaestarunratoconsucachorrita.
—Yoestarébien, en serio,HojarascaAcuática…—Perootroataquedetoshizoqueseinterrumpiera.
Glayino sabía que no era cierto. Sonaba incluso más enferma que laúltimavezquelahabíavisto,ypercibióquelacuranderatemíaporella.
—Iréa informaraEstrelladeFuego—murmuróRosella, saliendode laguarida.
—No estás bien,Mili.—HojarascaAcuática habló con brusquedad, sinpoderocultar supreocupación—.Mira lamucosidadquehas tosido.Tienestos verde. Tendrás que quedarte aquí, para que Glayino y yo podamoscuidarte.
—¿Y qué pasa con Pequeño Abejorro y Floreta?—La voz deMili seconvirtióenunlamentoqueterminóenotroespasmodetosseca—.Dalianopuedealimentarlosaellosademásdeasuspropioscachorros.
—No voy a discutir contigo—replicó la curandera—.Dalia tendrá quearreglárselas. Además, Gabardilla ya está enferma. ¿Quieres que tus otroshijostambiénacabenenfermandodetosverde?
AntesdequeMilipudieracontestar,sonaronunospasosenlaentradadelaguarida,yGlayinoreconocióelolordeLátigoGris.
—¿Qué está pasando?—quiso saber el guerrero—. Mili, te oigo toserdesdeelotroextremodelcampamento.
—Tiene tos verde —le explicó Hojarasca Acuática—. ¡No! ¡Quédatedondeestás!
Lecerróelpasoparaquenocorrieraareunirseconsupareja.—¿Es que quieres contagiarte tú también y propagar la enfermedad por
todoelcampamento?Se produjo un silencio en el queGlayino percibió lamezcla de rabia y
miedoquesentíaLátigoGrisporlasituacióndeMili.—De acuerdo —aceptó el guerrero al fin—. ¿Qué puedo hacer para
ayudar?
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—Ve a hablar con Dalia—contestó Hojarasca Acuática—. Tendrá quealimentara loscuatrocachorrosde lamaternidad,porquenovoyapermitirque Mili salga de aquí por nada del mundo. Rosina y Tordillo ya estáncomiendocarnefresca,asíqueesodeberíaayudar.
—De acuerdo.—LátigoGris sonó aliviado por tener algo que hacer—.MeasegurarédequeDaliadispongadelaspresassuficientes…ytambiénostraeréavosotros.Y,porsupuesto,pídemecualquiercosaquenecesites.
—Gracias,LátigoGris—maullóHojarascaAcuática.—Tequiero,Mili—ledijoelguerreroasupareja—.Notepreocupespor
nuestroshijos.Iréaverlostodoslosdías.Laúnica respuestadeMili fueunmurmullocansado;estabaagotadade
tantotoser.GlayinooyócómoatraíaaGabardillajuntoasuvientre.—Aliméntate bien, pequeñina —susurró la reina—. Ponte fuerte y no
tardarásenmejorar.—Yo podría llevarle un poco de borraja a Dalia para que la ayude a
producirmásleche—seofrecióelaprendiz.—Bien,peroantesquédateunmomentoaquíconMiliyGabardilla—le
pidióHojarascaAcuática—.HededecirleaEstrelladeFuegoque tenemostosverdeenelcampamento.
Glayinosefuealacuevadesuministrosparainspeccionarlasreservasdehojas de borraja. También se estaban acabando, aunque él sabía dóndeencontrarmás.ApartólassuficientesparaDalia,ysepusoamascarlapenosaprovisióndenébedaparapreparárselaaMiliyGabardilla.
«Necesitamosmás,peronosédóndeencontrarla.Ysiestossonlosúnicosdosmiembrosdelclanalosquetendremosquetratarantesdelaestacióndelahojanueva,entoncesyosoyunratón».
ParacuandoHojarascaAcuáticaregresó,unabrisafríavespertinaagitabalaszarzas de la entrada de la guarida. Una media luna nítida flotaba sobre lahondonada,justoporencimadelosárbolesmásaltos.
—EshoradeiralaLagunaLunar—maullólacuranderacondesasosiego—.¡Ojaláelcieloestuvieranublado!NoquierodejaraGabardillayaMili.
—No tienes por qué ir—declaró el joven aprendiz—. Tienes razón: tenecesitanaquí.Puedoiryosolo.
—Ya,pero…—Suprotestaquedóenelaire.Glayinoseobligóapermanecerinmóvilycalladomientrasescuchabael
silencio de su mentora. Le habría gustado añadir que estaba demasiado
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cansadapara ir; sehabíapasadoeldíacuidandode lasgatasenfermas,y siinsistía en hacer el viaje, probablemente se derrumbaría en la montaña,exhausta. Pero él sabía de sobra que no debía decirle nada; si sugería queHojarascaAcuáticanoeracapaz, ella sedecidiríaaúnmásademostrarquepodíahacerlotodo.
—Losaprendicesno suelen ir sin losmentores—murmuró lagata, casipara sí misma—. Pero por una vez no creo que pase nada. Conoces elcamino…yyotengoquequedarmeconMiliyGabardilla.
«¡Bien!».Glayino ordenó a sus patas que no lo impulsaran en un saltotriunfal.
—Deacuerdo—decidióHojarascaAcuáticaalfinal—.Perotencuidado.YnodiscutasconBlima.
«¿Por qué iba a hacerlo?».No es que la aprendiza deAla deMariposafueralagatapreferidadeGlayino,peroéleralobastantesensatocomoparano irritarla,yaqueeraelúnicorepresentantedelClandelTruenoque ibaaacudiralaAsamblea.
—Vale,entoncesmepondréenmarcha—maulló.—Bien…y,oye,Glayino,siporcasualidadcaptasoloranébeda…—Traeré la quepueda al volver—leprometió él, aunque sabía que era
unapromesafalsa.No había ninguna otra zona en el territorio del Clan del Trueno donde
creciera la nébeda. Puede que tuvieran que alejarse mucho del lago paraencontrarhierbasuficienteconlaquesalvaralasgatasenfermas.
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Glayinosalióporeltúneldeespinosyseinternóenelbosque.Losoloresysonidos de la noche parecíanmás intensos que nunca porque iba solo. Nohabíaotrosgatosrevoloteandoasualrededor,perocuandotropezabaconunaramaometíaunapataenunagujero,sabíavalerseporsímismo.
Paraentonces,el territorioyaleresultabafamiliar,sobretododesdequehabía participado en la batalla. Pronto dejó atrás el territorio del Clan delTruenoy trepópor el risco rocoso.Más adelante identificó el olor deotrosgatos,deBlima,delClandelRío,yCascarón,delClandelViento,que ibaconsuaprendiz,Azorín.Cirronoestabaconellos.
Los olores no tardaron en volverse más fuertes, y Glayino comprendióque los demás estaban esperando a que los alcanzara. Se detuvo ante ellosinclinandolacabeza.
—Saludos.—Saludos,Glayino—respondióCascarón—.¿Cómovan laspresas?—
Sonabaincómodo.El jovenaprendizcaptóunapotentesensacióndearrepentimiento,como
sielcuranderodelClandelVientoquisieradisculparseporlahostilidadentresusclanes.
Glayino inclinó la cabeza, amodode reconocimientode loqueelviejocuranderonopodíadecirenvozalta.
—Bien,gracias.—¿YdóndeestáHojarascaAcuática?—lepreguntóBlima.—Nohapodidovenir.Teníacosasquehacer.Aunque los curanderos se regíanpor reglasdistintas, noquería contar a
losdemásclanesqueenelcampamentodelClandelTruenohabíaunbrotedetosverde.Esolosharíaparecerdébiles.
Lostresgatossemostraronsorprendidos,yBlimasemolestóunpoco.
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—Yo tuve que esperar a tener mi nombre oficial antes de que Ala deMariposamepermitieravenirsola—maullólajoven.
«SeguroqueapartirdeahoraAladeMariposatedejavenirsiempresola.Para ella, esto es una pérdida de tiempo». Glayino se moría de ganas desoltarle lo quepensaba, pero se contuvo.La curanderadelClandelRíonocreíaenelClanEstelar,asíquepodíapasarselanochedelamedialunaensuguarida,ahorrándoseeltrayectodeidayeldevueltahastalaLagunaLunar.
—NoparecequeCirrovayaavenir—murmuróCascarón—.YopensabaquealmenosélsemantendríafielalClanEstelar.
«Loestáintentando»,quisodecirleGlayino,perodeningunamaneraibaarevelarlesquehabían idodeexpediciónal territoriodelClande laSombra.CirrohabíaprotestadocontraloqueSololeestabacontandoalclan,aunquesus protestas habían sido inútiles. El Clan de la Sombra les había dado laespalda a sus antepasados guerreros, y Estrella Negra debía de haberleprohibidoasucuranderoqueasistieraalaAsamblea.
—Quizá pueda compartir lenguas con el Clan Estelar desde su propioterritorio—susurróBlima.
—Y tal vez el Clan Estelar nos muestre qué hacer con Solo—añadióGlayino,aunque,ensufuerointerno,creíaqueeraalgomuyimprobable.
Cascaróncoincidióconungruñido.—Será mejor que avancemos sin él. Estamos malgastando la luz de la
luna.
•••
Glayinooyóel sonidode lacascaday siguió las suavespisadasque losdemásdejabanenelsenderoenzigzagquedescendíahastalaLagunaLunar.Se sintiómuy cercano a Pedrusco,HojasCaídas y los otros gatos antiguoscuandonotabaquesuszarpasencajabanenloshuecosquehabíandejadosuspasosmuchísimotiempoatrás.
«Esperotenerunbuensueñoestanoche—pensó—.Yairíasiendohora».DesdelavisiónquehabíatenidoenelterritoriodelClandelaSombrayla
charla con Hojarasca Acuática, esperaba volver a encontrarse conMedianoche,laextrañatejona.Siellanoaparecíaallí,enaquellugarespecialbajolamedialuna,entoncesnoteníaniideadecuándopretendíahacerlo.
Los demás gatos estaban acomodándose alrededor de la orilla. GlayinoocupósulugarjuntoaCascarón,yAzorínsetumbóalotroladodesumentor,mientrasqueBlimaseinstalóaciertadistanciadeellos.
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El joven aprendiz acercó la cabeza al agua y se mojó el hocico en laLagunaLunar; su helado contacto le provocóun escalofrío.Ovillándose, elGlayinodejóqueelsueñoseapoderaradeél.
Alabrirlosojos,seencontróenunpeñascoásperoyabrupto;asuspiesseabríaunprecipicio,ymareadoporlavisióndelabismo,Glayinodiounpasoatrás.Elvientogemíaentrelasrocas,yeljovengatohundiólasgarrasenelsuelo pedregoso, temiendo que una ráfaga lo derribara. Una luz pálidailuminaba la cimade lamontaña.Mirandoa su alrededor,Glayinono supodecirsianochecíaoamanecía.Alprincipiopensóqueestabasolo,hastaquealgosemovióenloaltodeunadelasrocas,yreconocióelcuerpopeladoydeformeylosojosciegosdePedrusco.
—¡Estásaquí!—exclamóGlayinoconunhilodevoz—.¿Tienesalgoquecontarme?
Pedrusconegóconlacabeza.—Hetraídoaalguienquedeseaconocerte.UnaformanegrasealzódetrásdePedrusco,avanzandoconlentitudhacia
el espacio abierto. Glayino clavó más las garras en el suelo y comenzó aerizar el pelo del cuello. Los ojos de la tejona, brillantes como bayas, lomirabanfijamente.
—¿Eres…Medianoche?—Loenfureciónopoderevitarque le temblaralavoz—.¿EreslatejonaqueayudóalClandelTrueno?
La criatura enorme asintió, y la brillante franja blanca de su cabezarefulgióbajolamedialuz.
—Nadaquetemertienes,pequeño.¿Conmigohablarás?—Sí,yo…queríapreguntarteporquéapareciste lanocheque fuimosal
territoriodelClandelaSombra.Erastú,¿verdad?Medianocheasintió.—Allífui.AveriguarqueríaquédecíaalosclanesSolo.—¿ConocesaSolo?—Glayinosequedópasmado.—Pormiguaridapasó.Degatosenel lagohabíaoídohablar,ymuchas
preguntasmehizo.—¿Ytúselasrespondiste?«¿PoresoSolosabíatantascosasdelosclanes?».—¿Por qué? ¡HojarascaAcuáticame contó que eras nuestra amiga!—
protestóGlayino.Latejonaseencogiódehombros.—Haymásdeunamaneradeseramigos.Cierto,aSoloconocimientole
di.Peroelconocimientonosiemprepoderda.
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—PuesaSoloyalehaproporcionadosuficientepoder—maullóGlayinoconamargura—.HaconvencidoatodounclandequeabandonesufeenelClanEstelar.
—QuizáseatareadelClanEstelarrecuperardelClandelaSombralafe.Glayino parpadeó. Creía que Pedrusco le había enseñado que el Clan
Estelarnoteníaesaclasedepoder.—¿Ycómovaahacerlo?LosojosdeMedianochebrillaronconunaluznegra.—Bastantefuerteeslafe;cualquiercosalogra—lotranquilizó.—¡Eso no es una respuesta!—exclamó el joven, frustrado—. ¿Por qué
hablasteconSoloynoconmigo?Medianoche no contestó. El corpulento cuerpo de la tejona empezó a
desvanecerse en las sombras. La raya blanca de la cabeza brilló levementeunosinstantesmás,yluegodesaparecióporcompleto.
Glayino miró a su alrededor, desesperado. Pedrusco también se habíaesfumado, y él se había quedado solo en la cima de la montaña. Hizo unesfuerzopordespertarse,parpadeandoconlaesperanzadeabrirlosojosalaoscuridad, pero fue inútil. «¿Es que voy a quedarme aquí tirado?», sepreguntó,comenzandoasentirpánico.
Entoncesvioquedosgatosseacercabanporelsueloáspero,conelvientorevolviéndoles el pelo.Elprimeroeraunatigradomusculosoconunaorejadesgarrada,yelsegundo,unpequeñogatoblancoygrisdenarizgoteante.Elcentelleo de las estrellas en sus patas era muy débil. Ambos avanzabannerviosamente, lanzandomiradas fugaces a las sombras, como si esperaranquelosenemigossaltaransobreellos.
ElatigradosedetuvoanteGlayinoeinclinólacabeza.—Saludos,Glayino—maulló—.SoyEstrellaMellada;fuilíderdelClan
delaSombra.YesteesNarizInquieta,fuenuestrocurandero.Glayino se quedó mirándolos. Había conocido a Nariz Inquieta tiempo
atrás, y parecía que el antiguo curandero aún no había logrado curarse elresfriado.
—¿Porquéhabéisvenidoahablarconmigo?—Por el bien de nuestro clan—respondió EstrellaMellada con la voz
rebosantedetristeza—.Sinadienosayuda,Sololosseparará.¡Sedispersarányseconvertiránengatosdescarriados!¡Suhonoryorgullodesaparecerán!
—YohehabladoconCirroensueños—dijoNariz Inquieta,posando lacolasobreellomodesulíder—.Conservalafe,perosonpocoslosgatosquelo escuchan, y ahora Estrella Negra le ha prohibido que hable del Clan
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Estelar. No le permite salir del campamento para compartir lenguas connosotrosenlaLagunaLunar.
—Pero… ¿qué esperáis que haga yo al respecto?—preguntó Glayino,desconcertado—.NopuedoiralterritoriodelClandelaSombraahablarconEstrellaNegra, y si lohiciera, nomeescucharía.Memandaríadevuelta alClandelTruenohechopedazos.
—Yonopuedodecirtequéhacer—admitióEstrellaMellada—.Soloséquemicorazónmedicequetúpodríasserelgatoquesalveamiclan.
CruzóunamiradadedesesperaciónconNarizInquieta.Alverlos,GlayinocomprendióquenosoloelClandelaSombrarechazabaalClanEstelar,sinoquesuspropiosantepasadosguerrerosestabanapuntodedarseporvencidosconellos.
La furia le atravesó el estómagocomouna espinay le erizó el pelodelcuellodenuevo.«Deacuerdo—gruñóparasusadentros—.Siellosnohacennada,¡loharéyo!DebedehaberunaformadederrotaraSoloyderestaurarla fedelClande laSombraensusantepasadosguerreros.Talvezasí,Solopodríamantenersupromesayayudarnosacumplirlaprofecía».
—Lo intentaré —prometió, sin molestarse en disimular su rabia y sudesdén—.Yo,almenos,nopiensoquedarmesentado,lloriqueandocomouncachorritoperdido.
—Gracias. —Estrella Mellada inclinó la cabeza de nuevo—. Tusantepasadosguerreros…
Su voz comenzó a apagarse, como si la visión se desvaneciera, aunqueGlayinoseguíaviendoclaramentealosdosgatos.Perplejo,miróhaciatodoslados y se quedó helado de pavor: podía ver la áspera superficie del suelorocosoatravésdesupropiocuerpo.
«¡Meestoydesvaneciendo!».De repente, sus ojos se abrieron a la oscuridad. Estaba ovillado en la
LagunaLunar,conelsuavechapoteodelaguasusurrandoensusoídosyconlosdemáscuranderosdespertándoseasualrededor.
•••
MientrasseguíaaCascarón,AzorínyBlimaporelrisco,Glayinopensabaen lo que acababa de ver. Medianoche no le había contado prácticamentenada,exceptoqueeraellaquienlehabíadadoaSololainformaciónsobrelosclanes. ¿Le había contado también a Solo que el sol iba a desaparecer? AGlayinonolehabríaextrañado.Sinembargo,Medianochenolehabíadicho
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nadaquepudieraayudarloconelproblemadelClandelaSombra.LatejonaparecíapensarqueelClanEstelarpodíahacerquerestauraranlafeenellos,pero era evidente que elClanEstelar no iba a hacer nada, excepto suplicarayudaaunaprendizdecurandero.
El jovensedetuvoenlafronteradelClandelVientoparadespedirsedelosdemás.Unabrisasuavesoplabadesdeelpáramo,cargadaconelaromadelahierbay losconejos.BlimaseacercóaGlayinopara rozarleelomoplatoconlacola.
—QueelClanEstelarteacompañe,Glayino.Hastalapróxima.—Gracias—mascullóél—.Lomismotedigo.Blimanoteníaporquéesperarqueahoraélempezaraasersimpáticocon
ella, no después de las cosas que se habían dicho el día que se habíanconocido.Lajovensehabíamostradodemasiadoorgullosaporhaberrecibidosu nombre oficial antes que él. Además, él no tenía ganas de charlar, soloqueríapensar.
LaúnicamaneradederrotaraSoloera lograrqueelClande laSombrarecuperaralafeenelpoderdesusantepasadosguerreros.«¿Cómosesuponequevoyahacereso?».
RecordósuvisitaalaTribudelasAguasRápidas,ylodestrozadoquesehabíaquedadoNarrarrocastrasdescubrirquelaTribudelaCazaInterminableleshabíadadolaespaldaalosgatosquevivíandetrásdelacascada.GlayinonosefiabadeNarrarrocas,peroenaquelmomentosintiólástimaporelviejolíder.
Sinembargo,Narrarrocasnolescontóasusgatosquesusantepasadosloshabían abandonado, lesmintió para convencerlos deque fueran a la batallacontra los invasores. Sus mentiras los llenaron de valor, y consiguieronderrotar a los intrusos.LaTribu de lasAguasRápidas se había vueltomásfuerteporqueteníafeensusantepasadosguerreros.
«Aunasí,nohayningunamentiratanfácilcomoesaconlaqueconvenceralClandelaSombra—sedijoGlayino—.¿Osí?».
Paracuandollegóalahondonadarocosa,unabrisarefrescanteleindicóqueestabaamaneciendo,mientraslospájaroscomenzabanatrinarenlosárboles.«Podríazamparmeunmirlobiengordo»,pensó,muertodehambre.
SupreocupaciónporMiliyGabardillavolvióaasaltarlocuandocruzóelclaro,peroalentrarenlaguaridaoyólarespiraciónprofundayregulardelastresgatas.«Esoestámuybien.Necesitandormir».
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En vez de unirse a ellas, volvió a salir sigilosamente. No se sentíacansado;alcontrario, temblabadeemoción.Caminodelcampamento,habíacomenzadoaurdirunplan,ynecesitabahablarconsushermanos.Saboreóelaire para buscarlos, y enseguida localizó a Carrasca junto al montón de lacarnefresca,conRatoneroyBayo.
—¡Eh,Carrasca!—lallamó.Noqueríaacercarseytenerquehablarconlosdemás.La jovenguerrera acudióde inmediato.AGlayino le rugió el estómago
cuandocaptóeloloraratónfrescoquedesprendíaelpelodesuhermana.—¿Pasaalgo?—lepreguntóellaalnotarsuurgenciacrepitandocomoun
rayo.—Tenemosquehablar.¿DóndeestáLeonado?—Siguedurmiendoenlaguaridadelosguerreros—contestóCarrasca.—Veabuscarlo.Nosvemosenlapartedeatrás.Ysecolóporelhuecoquequedabadetrásdelaguaridadelosguerreros,
flexionandolasgarrasdeimpacienciahastaquesushermanosaparecieronenelestrechoespacio.
—Tenemos que buscar un lugar mejor en el que reunirnos —rezongóLeonado—.Cuandocrezcamosunpocomásnoentraremos.
—Deja de quejarte —le espetó Glayino, retorciéndose para ocupar supartejustaenaquelhueco—.Estoesimportante.
—¡Puessuéltaloya!—maullóCarrasca.GlayinolescontóelsueñoquehabíatenidojuntoalaLagunaLunar,ysu
encuentro con la tejonaMedianoche y luego con EstrellaMellada y NarizInquieta.
—¿El Clan Estelar te ha pedido ayuda? —se admiró Carrasca,impresionada—.¡Esoesasombroso!
Glayinosoltóunbufidolevedeirritación.—Podríasnosonartansorprendida…—¿Creesquepuedeshacerloquetehanpedido?—preguntóLeonado—.
Nosotrosteayudaremos,yalosabes.—Hetenidounaidea.DebemoslograrqueelClandelaSombravuelvaa
creerensusantepasados,¿no?DemodoqueloquenecesitanesunaseñaldelClanEstelar…unaseñaltanclaraquetodoslapuedanver.
—SielClanEstelarpudierahacereso,¿nolohabríahechoya?—maullóCarrascapococonvencida.
—Sí,creoquesí…—Glayinonotóuncosquilleodeemoción—.PerosielClanEstelarnopuede,tendremosquehacerloporél.
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Hubounbrevesilencio.Leonadofueelprimeroenromperlo:—¿MandarunaseñalcomosifuéramoselClanEstelar?—¿Porquéno?—Nosé…—Suhermanoparecíaconfundido—.Essoloque…hayalgo
enestoquenomeparecebien.Además,sinosotrossomosmáspoderososqueel Clan Estelar, ¿qué importa que el Clan de la Sombra crea o no en susantepasadosguerreros?
—¡Porsupuestoqueimporta,cerebroderatón!—bufóCarrascatensandolosmúsculos;porunosinstantes,parecióqueestuvieraapuntodesaltarsobresuhermano—.Todoslosclanes,loscuatro,debenseguirelcódigoguerrero.
—Vale,vale,tranquilízate—murmuróLeonado.Carrascanolehizoelmenorcaso.—Glayino,nosécómolovamosahacer,peroséquepodemos.¡Yoestoy
dispuestaaayudarteenloqueseanecesarioparasalvaralClandelaSombradeSolo!
La voz le temblaba notablemente, y Glayino pudo imaginarse cómollameaban sus ojos verdes. Un escalofrío le recorrió la columna. Cada vezestabamásclaroquenohabíanadaque le importasemásaCarrascaqueelcódigoguerrero, y, porprimeravez en suvida,Glayino sintiómiedode suhermana.
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ElruidodetosesdespertóaCarrasca,quelevantólacabezaparainspeccionarla guarida de los guerreros.Aunas pocas colas de distancia estaba sentadoEspinardo,tosiendoconlacabezainclinada.
Centella,lahermanadelguerrero,lehundióelhocicoenelbíceps.—Notepreocupes—murmuró—.IréabuscaraHojarascaAcuáticapara
quemedéalgoquetehagasentirmejor.—Puesveya—intervinoZancudoconvozronca—.Así,conunpocode
suerte,losdemáspodemosdormirunrato.—Eso, que esto es como intentar dormir con unmonstruometido en la
guarida—añadióBayo.Centella los fulminó con la mirada, mostrando los colmillos con un
gruñido.—Noesperéisqueosayudesiosponéisenfermos—lessoltóconrabia,y
salióentrelasramas.Espinardovolvióatoser.—Losiento…—Notedisculpesconesasestúpidasbolasdepelo—maullóCarrasca—.
Sinolesgusta,puedenirfueraahaceralgoútil.Zancudo y Bayo la ignoraron por completo y volvieron a ovillarse
tapándoseelhocicoconlacola.Espinardotambiénsetumbó,perocadavezqueintentabarespirar,unataquedetoslosacudía.
Carrascaestabademasiadonerviosaparavolveradormirse.Seenroscóensulecho,escuchandolalluviaquecaíasincesarsobrelasramasdelaguarida.¿Cuántos gatos enfermarían antes de que Hojarasca Acuática tuviera bajocontrolelbrotedetosverde?
Suspensamientossedesviaronhacialaconversaciónquehabíamantenidoeldíaanteriorconsushermanos.¿Deverdadnecesitabanmandarunaseñal
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falsaparaqueelClandelaSombravolvieraacreerenelClanEstelar?¿Esonoprovocaríaque susantepasadosguerreros seenfureciesenconellos tres?Quizá deberían buscar otra forma de demostrar que Solo no era un líderdigno.
Asupesar,recordócómosehabíasentidocuandoSolohabíahabladoconella: la joven se deleitó con la calidez de su mirada, y su voz tranquila yprofunda hizo que sintiera que todo iba a estar bien mientras siguieseescuchándolo.
Y,sinembargo,SolohabíaalejadoatodounclandelClanEstelar.¡Esonopodíaserbueno!«¡ElClanEstelarsiemprehaestadoahí!Ningunodelosclanesdeberíadarlelaespalda»,pensó.
Seestabamareandodetantodiscutirconsigomisma.Apesardelgolpeteode la lluvia, salió de la guarida. El suelo del claro se había convertido enfango por el agua, y a Carrasca se le embarraron las patas y el pelo de labarrigaalcorrerhaciaeltúneldeespinos.Sequedóallídebajo,aprovechandoelcobijodelapequeñagalería.Estabatemblando,perosemoríadeganasdeatravesarelbosquealacarrera,comosiallípudieraencontrarlasrespuestasquebuscabarastreándolascomoaunapresa.
Laluzgrisdelamanecersecolaba,reticente,enlahondonada.Noseveíaningúnotrogatoenelcampamento,hastaqueCentellasaliódelaguaridadeHojarascaAcuáticaycruzódisparadaelclaroconunashojasenlaboca.Pocodespués, unmovimiento en la Cornisa Alta atrajo la atención de Carrasca:TormentadeArenaestababajandoporlasrocasdesprendidas.Lagatarojizase dirigió hacia el túnel del aliviadero, pero, al ver a Carrasca, cambió dedirecciónyfueareunirseconella.
—¿Qué haces levantada tan temprano? —le preguntó—. No habrápatrullashastaquesalgaelsol.—Yagitandolacola,añadió—:Conunpocodesuerte,lalluviahabráamainadoparaentonces.
—Espinardonoparade toser—contestóCarrasca,conscientedequenoestabacontandotodalaverdad.
LosojosverdesdeTormentadeArenasellenarondeinquietud.—Loúltimoquenecesitamosesunaepidemiaenelcampamento.Muchos
gatossiguendébilesporlabatalla…especialmenteEsquiruela.Carrascaseestremeció.Sumadrehabíaresultadogravementeheridaenla
pelea,ylaheridaapenashabíaempezadoacurarse.Aunqueyanodormíaenla guarida de Hojarasca Acuática, no le estaba permitido salir delcampamento. Y si se contagiaba de tos verde, tal vez no tuviera fuerzasuficienteparacombatirla.
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TormentadeArena restregóelhocicocontra lacabezadeCarrasca;porun instante, la joven volvió a sentirse como una cachorrita, segura yreconfortada.
—Nopongas esa caradepreocupación—ledijoTormentadeArena—.Hay bastantes guerreros para cuidar del clan, y Hojarasca Acuática es unacurandera excelente. Tú solo debes concentrarte en aprender todo lo quepuedasparaserviralClandelTrueno.
—Eso es lo que intento hacer —maulló Carrasca, dolorosamenteconscientedelolejosqueestabadeloquelegustaríaser.
—Empezaste muy bien en la batalla—la animó la gata—. Estrella deFuego está muy orgulloso de ti. Pero no debes cargar con másresponsabilidadesdelasnecesarias.
Carrascareprimióunacarcajadaamarga.TormentadeArenano teníaniideadelasresponsabilidadesalasqueellateníaqueenfrentarse.
—Noolvidesloquetehedicho.La gata de color melado le acarició el lomo delicadamente antes de
dirigirsedenuevohaciaeltúneldelaliviadero.La luz de la mañana era cada vez más intensa, aunque el cielo seguía
cubierto de nubes y aún llovía en el campamento.Carrasca vio que LátigoGriscruzabaelclaroendirecciónalaguaridadeHojarascaAcuática,peronopasódelacortinadezarzas.
«HabráidoavercómoseencuentraMili»,supusolajoven.Poco después, fue Cenizo quien salió de la guarida de los guerreros,
seguido de Nimbo Blanco y Carbonera. Los tres pusieron rumbo hacia eltúneldeespinos.
CenizosaludóaCarrasca inclinandolacabezaalacercarse.Unbrillodecuriosidadsereflejóensusojosazules.
—Pareceshelada—maulló—.¿Quieresvenirconnosotrosapatrullarporlasfronterasparaentrarencalor?
—¡Claro!Noqueríaregresaralaguaridadelosguerreros,ysabíaqueGlayinono
decidiríanadasobrelaseñalfalsasinconsultarlotambiénconella.Cenizoabriólamarchaporelbosque,yendohaciaelantiguosenderode
losDosPatas.Elrestodelapatrullaloseguía,conlalluviaamortiguandoelsonidodesuspasos.CarbonerasecolocójuntoaCarrasca,conunasombradeinquietudenlosojos.
—No me gusta ir por aquí —confesó—. Me recuerda demasiado a labatalla.
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Carrascaasintióconunmurmullo.Elrecuerdotambiénlaalterabaaella,sobretodocuandolaviviendaabandonadadelosDosPatasquedóalavista.La lluviahabíaborrado los restosde sangrede laspiedras,peronocostabanadaimaginarsequeelhedorseguíaflotandoenelaire,yqueloschillidosdeloscombatientescontinuabanresonandoentrelosruinososmuros.Alajovenguerreraseleerizóelpeloalverlasparedescubiertasdemusgoylasmatasfrondosasdehelecho,casicomosiesperaraquesurgierandeellasguerrerosdelClandelViento.
—¡Alto!—LaordendeNimboBlancodevolvióaCarrascaalarealidad.Elguerreroalzólacolaparadeteneralapatrulla—.Hayalgomásadelante.
—¿Puedesdecirnosquées?—lepreguntóCenizoenvozbaja—.¿ElClandelViento?
NimboBlanconegóconlacabeza,abriendolabocaparasaborearelaire.Cenizolesindicóconlacolaalasjóvenesguerrerasquesequedaranatrás
para que Nimbo Blanco se pusiera en cabeza. El gato blanco era el mejorrastreadordelClandelTrueno;notardaríaendescubrirquélosacechaba.
Nimbo Blanco avanzó sigilosamente a lo largo del sendero de los DosPatas,cercadelavegetaciónazotadaporlalluvia,ysedeslizópordebajodelas hojas para camuflar su pelaje claro. Cenizo lo siguió, con Carrasca yCarboneraalazaga.Avanzandotraselguerrero,lajovengatacaptóunrastrodeolorpocofamiliar.Sepusotensayempezóaerizarelpelodel lomo.SumiradasecruzóconladeCarbonera.
¡ElClandelaSombra!La joven intentó convencerse de que aquel olor procedía de la batalla,
aunquesabíaqueelrastroerarecientey,amedidaqueavanzaban,lopercibíacadavezmásintenso.Selerevolvióelestómago.SolonosehabríaatrevidoaordenaralClandelaSombraqueinvadieraelterritoriodelClandelTrueno,¿verdad?
«¿Seguroqueno?»,creyóoírlavozdeGlayino,llenadeironía.Nimbo Blanco y Cenizo se agazaparon, listos para combatir. Las dos
jóvenes guerreras se apresuraron a imitarlos. La lluvia casi había cesado,aunqueelvientoseguíaarrastrandoráfagasdeaguaquesalpicabanlacaradeCarrasca. En ese momento captó unos sonidos: unos gatos se abrían pasoentrelavegetaciónempapada.
Luegooyóunavocecillalastimera:—¡Mamá,esehelechomelalanzadounchorrodeaguaalcuello!—Noalceslavoz…Llegaremosenseguida.
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—¡Trigueña!—Carrascaechóacorrerhaciaella,sinhacerelmenorcasodelbufidoderabiadeCenizo.
Lashojasdeloshelechossesepararonaunladodelcamino,yanteellosapareció la gata del Clan de la Sombra. La seguían sus tres hijos, que sesacudieronelaguadelpeloalsalirentrelavegetación.
—¡Erestú!—exclamóTrigueñaaliviada,entrechocandolanarizconladeCarrasca—.GraciasalClanEstelarqueeresalguienaquienconozco.—Sevolvió para inclinar la cabeza ante Nimbo Blanco y Cenizo—. Saludos—maulló—.Hevenidopara…
—No tienes ningún derecho a estar aquí —la interrumpió Cenizo,erizandoelpelodellomo—.¿Quéquieres?¿Estássola,otehastraídoalrestodetuclan?
—Espera…—NimboBlancolediountoqueconlacola—,déjalahablar.Trigueñalededicóunguiñodeagradecimientoalguerreroblanco.—HetraídoamishijosalClandelTrueno.—Hablóenvozbajaparaque
los gatitos no la oyeran; los tres estaban apretujados unos contra otros albordedelcamino,mirandoasualrededorconlosojosabiertosdeparenpar—.Noquieroformarpartedeunclanqueyanoescuchaasusantepasadosguerreros.
MientrasTrigueñahablaba,Carrascaadvirtióqueparecíamuycansadayhambrienta,yqueletemblabalavoz.Estabamuylejosdeserlaguerreraduraeingeniosaquehabíaconocidoensuviajealasmontañas.
—¿Yquétehacepensar…?—empezóCenizo,todavíaconhostilidad.—Intenta no ser más descerebrado de lo necesario —lo interrumpió
NimboBlanco—.¿Quédebemostemer?Solosonunareinaysuscachorros.—¡Yasomosaprendices!—intervinoRoso,indignado.NimboBlancoagitólasorejas.—Loquesea.Encualquiercaso,podéisveniralcampamento.AEstrella
deFuegoleinteresaráoírloqueestásucediendoenelClandelaSombra.—Lanzó unamirada a Cenizo—. Y será Estrella de Fuego quien decida quéhacer.
LosojosazulesdeCenizollameabanderabia.—Deacuerdo—maullóconreticencia—.Volvamosalcampamento.Pero
sielClandelVientodecidetraspasarlafronteradenuevoaprovechandoquenohemosterminadodepatrullar,nomeculpéisamí.
Sepuso en cabeza, pasandopordelantedeNimboBlancoyTrigueña agrandeszancadas.Carboneraechóaandartrasél,mientraslostrespequeñosaprendicesdelClandelaSombrasearremolinabanalrededordeCarrasca.
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—¡Hola, Carrasquera! —la saludó el atigrado—. Ahora yo me llamoZarpadeTigre,ymishermanossonCanelitayRoso.
—PuesahorayomellamoCarrasca.¡Yasoyguerrera!—respondióella.—¡Uau,guerrera!—ACanelitaseledilataronlosojos—.Felicidades.—¡Carrasca! ¡Carrasca!—se puso a corearRoso, y sus hermanos se le
unieron.Carbonerasevolvióhaciaellaconunbrillorisueñoensusojosazules.—Parecequetienestresaprendicesnuevos—ledijoasuamiga.—Eh,tomáosloconcalma—lespidióCarrascaaloshermanos,ardiendo
de vergüenza—. No puedo moverme sin tropezar con vosotros. Nosquedaremosatrás.
Los nuevos aprendices dejaron de gritar y comenzaron a trotar junto aCarrasca,conlacolabienalta.
—¿Qué es eso? —preguntó Canelita al pasar junto a la viviendaabandonada.
—Antes, ahí vivían Dos Patas—explicó Carrasca—. Pero hacemuchotiempo que se fueron —añadió al ver que los hermanos intercambiabanmiradasdeinquietud—.¿CaptáisoloraDosPatasporaquí?
Los tres abrieron las boquitas para saborear el aire, y luego negaronsolemnementeconlacabeza.
—¡Nadadenada!—anuncióZarpadeTigre.—Bien—maullóCarrasca,preguntándosesieraasícomosesentían los
mentores.—¿Dónde está el resto de vuestro clan? —quiso saber Roso mientras
trotabanparaalcanzaralosdemás.—Lamayoría, en el campamento.Nosotros hemos salido en la patrulla
del alba. A estas horas puede que hayan salido también patrullas de caza,aunquetodavíaesbastantetemprano.
—¿Nosotrospodremos cazar?—preguntóCanelita—. ¡Estamosmuertosdehambre!
—¡Noseasunaboladepeloestúpida!—lariñóZarpadeTigre,tocándolelaorejaconlapuntadelacola—.Nosecazaenelterritoriodeotroclan.
—Bueno,¡soloeraunapregunta!—replicósuhermana.—Ahora nohay tiempode cazar—respondióCarrasca, pensando si los
aprendicesseríanyalosuficientementehábiles.Todavíaeranmuyjóvenes;nopodíanhaberentrenadomucho.—Peroesperoquepodáiscomeralgoalllegaralcampamento—añadió.ARososeleiluminaronlosojos.
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—¡Gracias!Al fijarse más en ellos, Carrasca pensó que Canelita tal vez estuviera
hablandoenseriocuandodecíaquesemoríandehambre.Estabantodosmuyflacos;selesnotabanlascostillasdebajodelpelaje.Trigueñatambiénestabaen los huesos, y parecía que llevara una luna entera sin acicalarse el pelo.¿TendríaelClandelaSombraalgúnproblemaparaconseguirpresas?
—¿Crees que Solo sabe que estamos aquí?—preguntó Zarpa de Tigrecuando dejaron el sendero de los Dos Patas para dirigirse hacia elcampamento.
Carrascanoestabamuyseguradequécontestar.Sololosabíatodosobreellaysushermanos,ytambiénqueelsolibaadesaparecer.PeroGlayinolehabía contado que Solo había averiguado muchas cosas a través deMedianoche. ¿Era posible que supiese dónde estaban ahora Trigueña y sushijos?¿Yestaríaenfadadoporquesehubiesenmarchadoaotroclan?
—YonoséquésabeSolo—admitiófinalmente—.¿Vuestramadrenolehadichoqueosmarchabais?
—¡Claro que no! —Canelita se estremeció, con los ojos dilatados demiedo—.Élnuncanoshabríadejadoirnos.
Carrasca se salvóde tener que buscar una respuesta a eso; acababanderodear una zona de avellanos tupidos, y estaban ya frente a la barrera deespinos que protegía el campamento. Zarzoso se encontraba en la entradasaboreando el aire, con su pelaje atigrado aún revuelto porque acababa delevantarse.Cuandolapatrullaaparecióanteelpequeñoclaro,ellugartenientesequedómirandoaTrigueñasinpestañear,peroluegocorrióhaciaellaylehundióelhocicoenelpelo.
—Mealegrodeverte—maulló—.¿Túytushijosestáisbien?¿CómovatodoenelClandelaSombra?
—Bien —respondió la guerrera mirando cautelosa a Cenizo—. En elterritoriodelClandelaSombranonosfaltanpresas.
Zarzosoentornólosojosymirólargamenteasuhermana.Carrascanotóque supadreno se creíaque ella estuviera contándole toda laverdad.Si elClan de la Sombra tenía presas suficientes, ¿por qué Trigueña y sus hijosestabantanflacos?
—Serámejorqueentréisenelcampamento—maullóelguerreroalfinal—.LediréaEstrelladeFuegoqueestáisaquí.
Los guio a través del túnel de espinos. Los tres aprendices corrieronnerviosostrassumadre,pero,alllegaralclaro,vacilaronymiraronalrededorconelpeloerizado.
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—No pasa nada —los tranquilizó Carrasca—. Zarzoso ha dicho quepodíaisentrar,asíquenadieosvaahacerdaño.
Lostreshermanosserelajaronunpoco.AZarpadeTigrelebrillaronlosojosalverelmontóndelacarnefresca.
—¿Podemos comer algo? —le preguntó a Carrasca—. ¡Tenemosmuchísimahambre!
—SerámejorqueselopreguntesaZarzoso.El lugarteniente, que estaba hablando con Trigueña a una cola de
distancia,habíaoídolalastimerapetición.—Cogedloquequeráis—losinvitóconunmovimientodelacola—.Hay
desobra.Carrascaacompañóaloshermanoshastaelmontóndelacarnefresca.—No os lo traguéis de un bocado o después os dolerá la barriga—los
avisó.Rosoasintiórápidamenteyempezóarebuscarentrelaspresasjuntocon
sus hermanos. Apartaron las piezas empapadas de la parte superior paraencontrarlasmássecasyjugosasdedebajo,yluegosesentaronacomerconronroneosdeentusiasmo.
Carrasca escogió un ratón, y cuando ya estaba empezando a comérselo,Leonadosaliódelaguaridadelosguerreros,seguidodeGlayino.Cruzaronelclaroendirecciónaellaysacudieronlasorejas,sorprendidosalrepararenlosaprendicesdelClandelaSombra.
—¿Qué pasa? —preguntó Glayino, que olía a hierbas, probablementeporque debía de habérselas llevado a Espinardo—. ¿Gatos del Clan de laSombra?
—¡Hola,Leonado!—saludóCanelitacon laboca llena—.Mealegrodevolveraverte.
—Yo también me alegro —respondió él, contemplando las presasdesperdigadas—.Yaveoqueossentíscomoencasa…
—¿Adónde va nuestramadre?—preguntóRoso al ver que Trigueña sedirigíaconZarzosohacialaCornisaAlta.
—Zarzoso la llevaahablarconEstrelladeFuego—leexplicóCarrasca—.Éltienelaguaridaenesesalientedeahíarriba.
—¿Ahíarriba?—seadmiróZarpadeTigre—.¡Uau!—Pero¿quéhacenaquí?—insistióGlayinoconciertacrispación.Carrasca les contó que la patrulla del alba se había encontrado con
Trigueñaysushijosenelbosqueyloshabíallevadohastaelcampamento.
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—Trigueñadicequenoquiereformarpartedeunclanqueyanoescuchaasusantepasadosguerreros—concluyó.
Glayinonodijonada, pero sequedópensativo, y susbigotes temblaroncomo si hubiese captado el olor de una presa. Carrasca supuso que estabapensando en cuántos gatos más querrían dejar el Clan de la Sombra, y siTrigueñaysushijosleseríandeayudaensuplanparamandarunaseñalfalsadelClanEstelar.
Habíanempezadoasalirmásgatosdelaguaridadelosguerreros.MantoPolvoroso se acercó al montón de la carne fresca, seguido de Ratonero yMelada.RaposinoyAlbinasalierondelaguaridadelosaprendices.
—EnelnombredelClanEstelar,¿quéestáocurriendoaquí?—preguntóMantoPolvoroso,frunciendoelhocico—.¿Quélehapasadoalmontóndelacarnefresca?Parececomosilohubierapisoteadounahordadetejones.
—Esto…tenemosvisitantes—maullóCarrasca.MantoPolvorosolevantólacoladerepentealveralosaprendices.—¿GatosdelClandelaSombra?—Soltóunpequeñobufidodeirritación
—.¿Quedaalgunapiezaseca?—Noqueríamoscomernoslasempapadas—explicóZarpadeTigre.—Nosotros tampoco —señaló Melada, rebuscando entre los restos del
montónparaversiencontrabaunapresamenosmojada.—¿Y qué se supone que tenemos que hacer? —quiso saber Albina,
tocando con la cola un conejo chorreante—. ¡Musaraña nos arrancará elpellejosilellevamosesto!
CarrascasevolvióhacialostresaprendicesdelClandelaSombra.—Loquehabéishechonodemuestramuybuenaeducación,¿sabéis?Loshermanossemiraronlaspatas,conlacolaporelsuelo.—Losentimosmucho…—musitóRoso.—Solo dice que únicamente podemos confiar en nosotrosmismos para
cuidarnos lo mejor posible—explicó Canelita—. Dice que no deberíamosempleartantotiempoenpensarencombatiryenmarcarfronteras.Asítodoslosgatospodríandedicarseacazarsuficientespresasparaellosmismosynohabríaningúnproblema.
Carrasca le lanzóunamiradadeespantoaLeonado.¿DóndequedabaelcódigoguerreroenlaformadevidaqueSolopretendíaimponeralClandelaSombra?
—¿Yquépasaconlosgatosquenopuedencazarparaalimentarse?—lepreguntólajovenguerreraaCanelita.
Laaprendizavaciló.
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—Bueno…nodejaríamosquenadiesemurieradehambre.«Quizátúno,perootrossíqueloharían,siesolesevitarapasarhambrea
ellos.Yparecequevosotrostresvaisescasosdecomida»,pensóCarrasca.—Canelita, nodeberíashacerle casoa ese estúpidogatoviejo—maulló
ZarpadeTigre—.Novaadejarquesigamosentrenandoparaserguerreros.¡Yyoquierolucharpormiclan!
—Yamímeencantaríasercurandero—añadióRoso,dandounmanotazode rabia a la tierra húmeda—. Pero Solo dice que no necesitaríamoscuranderos si todos los gatos supieran de hierbas y remedios. Yo iba aconvertirme en aprendiz de Cirro, pero ahora ya ni siquiera tenemosmentores.
—YEstrellaNegradicequetenemosquellamarloPatasNegras—añadióCanelitaconlacolagacha.
—Suena como si el Clan de la Sombra se estuviera desintegrando —maullóMantoPolvoroso,engullendoelúltimobocadodemirloypasándosela lengua por la boca—. Jamás pensé que diría esto, pero lamentaría quesucediera.Vuestroclantienealgunosguerrerosestupendos.—HizounaseñalaRatoneroyMeladaconlacola—.Venga…vamosaorganizarlaspatrullasdecaza,aversiencontramospiezasqueesténencondiciones.
Sefuehacialaguaridadelosguerreros.RaposinoyAlbinaagarraronelconejoyentrelosdoslollevaronalaguaridadelosveteranos.
—Explícales tú por qué el conejo estámojado—le dijo Raposino a suhermana.
—No,tú—replicóella.Carrascalosobservómarchar.Letemblabanlaspatas,yalavezsesentía
clavadaalsuelo.—¿Quévamosahacer?—preguntó,casisinesperarunarespuesta.NohabíanadaqueellospudieranhacerpararestaurarlafedelClandela
Sombraensusantepasadosguerreros.NisiquieraelplandeGlayinodecrearunaseñalfalsadelClanEstelarleparecíayaesperanzador,despuésdehaberoídocómoSolohabíaenvenenadoalClandelaSombraencontradelcódigoguerrero.
Leonadonegóconlacabeza.—Nolosé.—Contadnos más cosas sobre Solo—les pidió Glayino a los hijos de
Trigueña—.¿Él…?—Oye, yome parezco a ti, ¿verdad?—lo interrumpió Zarpa de Tigre,
alargando una pata para comparar su pelaje dorado con el de Leonado—.
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Debedeserporquesomosfamilia.—Exacto—respondióLeonado,dándoleunlametónamistosoenlaoreja
—.Vuestramadreynuestropadresonhermanos.Elaprendizasintiómuyorgulloso.—YellossonhijosdeEstrelladeTigre.YomellamoZarpadeTigrepor
él.¡Eraelmejorguerreroquehaexistidojamásenelmundo!Leonadoagitólasorejas.—Todosdeberíamosintentarserelmejorguerrerodelmundo.CanelitaestabamirandohacialaCornisaAlta,comosiesperaraversalira
sumadre.—¿Vamos a unirnos al Clan del Trueno? —preguntó; no sonaba muy
entusiasmada—.Despuésdetodo,esdondenaciómamá.Rososuspiró.—Yo no quiero. Hojarasca Acuática ya tiene aprendiz, y, además, yo
quierosercuranderodelClandelaSombra.ZarpadeTigreletocólaorejaconelhocico.—Yalosé.Yyoquierolucharpornuestroclan.ACarrascaselerompióelcorazón,compadecidaporlostresaprendices.
Eranormalquequisieran irseasucasa.Seguíansiendo lealesalClande laSombra, aunque todo estuviese cambiando. Sintió el calor de una pequeñallama en su interior: Solo había intentado destruir el código guerrero, perohabía fracasado. El código guerrero vivía dentro de aquellos aprendices, ySolo nunca podría cambiar una creencia tan enraizada en ellos desde hacíatantotiempo.
Lajovenguerrerahundiólasgarrasenlatierramojada.Fueracomofuese,debían encontrar lamanera de librarse deSolo y de devolver alClan de laSombraalasviejascostumbres.
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Con el rabillo del ojo, Leonado captó un movimiento en la Cornisa Alta.EstrelladeFuegoacababadeaparecerconZarzosoyTrigueña.
—¡Quetodoslosgatoslobastantemayoresparacazarsuspropiaspresasse reúnan aquí, debajo de la Cornisa Alta, para una reunión del clan! —anuncióellíder.
Y bajó ágilmente por las rocas desprendidas para detenerse sobre unpeñasco,justoporencimadelosgatosquesehabíanreunido.Inclusoenundía tan gris como ese, su pelaje rojo resplandecía. Zarzoso y Trigueña losiguieronmásdespacioysequedarondetrásdeél.
Musaraña y Rabo Largo salieron de la guarida de los veteranos, yRaposino y Albina iban tras ellos con una bola demusgo sucio cada uno.Leonado notó queMusaraña tenía el pelo erizado y unamirada recelosa, eimaginóquelosaprendiceslehabríancontadoloqueocurría.
LátigoGris apareció por el túnel del aliviadero y se unió al grupo quehabíaalrededordelmontóndelacarnefresca,saludandoamistosamenteconlacabezaalostreshermanosdelClandelaSombra.HojarascaAcuáticafueasentarsedelantedelacortinadezarzasqueprotegíasuguarida,mientrasqueDaliasalióalaentradadelamaternidadconloscuatrocachorrosasomándosecuriosos a su espalda. Candeal y Betulón salieron de la guarida de losguerreros y cruzaron el claro para sentarse al pie del peñasco sobre el queestabaEstrella deFuego, y los siguióEspinardo, que solo asomó la cabezaentrelasramasdelaguarida.AcederayEsquiruelaestabanjuntas,moviendolapuntadelacola.
Mientraslosgatossecongregabanenelclaro,Leonadopercibiómiradasde inquietuddirigidas aTrigueñay sus treshijos.Tambiénoyómurmullos,como si muchos de los guerreros estuvieran descontentos de ver gatos delClandelaSombraensucampamento.
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Bayoseacercóalmontóndelacarnefrescadandograndeszancadas.—EstrelladeFuegonoiráatraermásforasterosalclan,¿verdad?—Esperoqueno—loapoyóZancudo—.Esoprovocóelenfrentamiento
conelClandelRíoyelClandelViento.—¿Dóndeestaríastú,Bayo,siEstrelladeFuegonotehubieraacogidoen
nuestro clan cuando eras un cachorro? —le maulló Leonado, irritado,erizandoelpelodelcuello.
Bayosoltóunbufidoylediolaespalda.—Esoesdiferente.Glayinoseinclinóhacíasuhermano:—Claro,porqueélesungatodelomásespecial—lesusurróaloído.—¡GatosdelClandelTrueno!—empezóEstrelladeFuegocuandotodos
sehubieron reunidoa sualrededor—.YaveisqueTrigueña,delClande laSombra,havenidoconsuscachorros…
—Somosaprendices—mascullóRoso.—…yhasolicitadoasiloporelmodoenqueestácambiandosupropio
clan.—¿Ytúvasaaceptar?—quisosaberMusaraña,queestabadelantedela
guaridadelosveteranos—.¿Acasonohemostenidoyabastantesproblemasporacogeraotrosgatos?
AntesdequeEstrelladeFuegopudieraresponder,LátigoGrisselevantódeunsalto.
—EstosgatossonpartedelClandelTrueno—bufó—.Semerecentenerunhogaraquí.
—Nadie obligó a Trigueña a marcharse —replicó Musaraña—. Y siquieressabermiopinión,losgatosdeberíanpoderdecidirdóndequierenviviryquedarseallí.
Hubounmurmullodeaprobación.Leonadovioeldesánimoenlosojosdelostresaprendices.
—Nonosquieren—mascullóZarpadeTigre.—Algunosgatosno—admitióLeonado,posandolapuntadelacolaenel
omoplato del joven—. Pero todo va a ir bien. Estrella de Fuego losconvencerá,yaverás.
—Comprendovuestrapreocupación—continuóellíder—,peroTrigueñanohasolicitadoqueelClandelTruenoseconviertaensuhogarpermanente.Ellaysuscachorros…
Canelitapusolosojosenblanco.—¿Cuántasvecesmásnosvaallamarasí?
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—…únicamenteestaránaquímientrasSolotengadominadoalClandelaSombra. Si ella ha sabido ver sus mentiras, también lo harán otros, y nopermitiránqueSolopermanezcaconellosdurantemuchotiempo.
—Entonces deberíamos formar una patrulla para cruzar la frontera yecharlodelClandelaSombra—maullóNimboBlanco—.Allagoleiríabienlibrarsedeél.
—¡Sí! —coincidió Betulón—. El Clan de la Sombra nos ayudó en labatalla,asíquenosotrosdeberíamos…
Losaullidosdeprotestaahogaronsusúltimaspalabras.—Yahemospeleadobastante—maullóAcedera,lanzándoleunamiradaa
Esquiruela—.Algunosgatosaúnestánrecuperándosedesusheridas.—ElClan de la Sombra debería ocuparse de sus propios problemas—
añadióZancudo—.Nosonasuntonuestro.NimboBlancogirólacabezaparaencararsealguerreronegro.—Si hay gatos del Clan de la Sombra que quieren trasladarse aquí,
entoncesyanoessoloasuntodeellos.—¡Yabasta!—Estrella deFuego levantó la colapara exigir silencio—.
Trigueña es bienvenida en este clan, y puede quedarse todo el tiempo quequiera.Losaprendices…
—¡Porfin!—mascullóZarpadeTigre.—…entrenarányrealizaránsustareasjuntoconRaposinoyAlbina.Los dos aprendices del Clan del Trueno intercambiaron una mirada,
encantados,yalgunosdelosguerrerosmásjóvenessuspiraronaliviados,puesasíselibrabandeayudarconlastareasdelosaprendices.
—Trigueña dormirá en la guarida de los guerreros y participará en laspatrullas—continuóellíder.
—¡¿Podemosfiarnosdeella?!—exclamóCenizo—.¿SobretodocuandopatrullemosalolargodelafronteraconelClandelaSombra?
Leonado vio que Zarzoso empezaba a erizar el pelo, pero Estrella deFuegoalzólacolaparaindicarlequenorespondieraalaprovocación.
—Es la hora de que salgan las patrullas habituales —maulló el líder,haciendo caso omiso de la pregunta de Cenizo—. Hay que reabastecer elmontónde la carne fresca,ynecesitamos supervisar la frontera conelClandelViento.
Zarzoso bajó de las rocas y comenzó a llamar a los guerreros,dividiéndolosenpatrullas.
—Leonado, Carrasca, os quiero en una patrulla de caza con MantoPolvoroso y Acedera. Y vosotros, aprendices, id a hablar con Estrella de
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Fuego.Zarpa de Tigre, Roso y Canelita se levantaron de un salto, un poco
intimidadosporlaideadetenerquehablarconellíderdelclan.—Nopasanada—los tranquilizóLeonadoantesde reunirse conManto
PolvorosoyAcedera.Mientraslaguerreraguiabaalapatrullahacialasalidadelcampamento,
Leonado se volvió paramirar atrás.Estrella deFuego estaba seleccionandomentoresparalosaprendicesdelClandelaSombra.ARosoletocóNimboBlanco;aZarpadeTigre,FrondeDorado,yaCanelita,Zancudo.Tormentade Arena y Candeal llamaron a sus respectivos aprendices, Raposino yAlbina.
—Iremostodosalclaroahacerprácticasdecaza—anuncióTormentadeArena.
SiguiendoaAcederaporeltúneldeespinos,LeonadosesintióaliviadoalverquelosaprendicesdelClandelaSombranoibanarecibirentrenamientode combate, al menos de momento. Si aprendían las técnicas del Clan delTrueno,¿nolesdaríaesounaventajainjustaenfuturasbatallas?
Una llamarada de curiosidad se encendió en su interior. Se preguntó siEstrelladeTigrevisitaríaaalgunodelostresaprendicesensussueños.Zarpade Tigre sería la elección más obvia: era grande y fuerte, y parecía másinteresadoensusorígenes,sobretodoenelguerrerocuyonombrecompartía.AunqueLeonadoqueríadeshacersedelaamenazanteinfluenciadeEstrelladeTigre en sus sueños, no pudo evitar sentir una punzada de celos ante laposibilidaddequeelguerrerooscuropudieraescogeraotroparaconvertirseensumentor,ungatodeunclandiferente.
«Quizá debería avisar a Zarpa de Tigre. Pero entonces tendría quecontarlequeEstrelladeTigremevisita en sueños.Ynopuedohacer eso»,pensó.
Negó con la cabeza, confundido. Parecía que, desde que Solo habíallegadoallago,nadaerasencillo.
Acederaguioalapatrullahacialapartemáselevadadelterritorio,dondelafronteradabapasoaunpáramoextensoquenohabíareclamadoningúnclan.Aunque la lluvia había cesado, el suelo estaba embarrado y la vegetaciónchorreaba. Todos los olores quedaban amortiguados y costaba detectarlos.Leonadoseestremeciómientrasavanzabadespacio;cadahelechoomatade
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hierbaquerozabalesoltabaunarociadadeagua,ynotardóentenerelpeloempapadoypegadoalcuerpo.
Se encorvó ligeramente, y deseó estar practicando el entrenamiento decombate en vez de cazando ratones mojados. «Deben de estar todosescondidosenlomásprofundodesusmadrigueras,alabrigodelalluvia.Avecescreoquetienenmássentidocomúnquenosotros».
Conlacabezagacha,tropezóconunamatadehelechos,ysoltóunbufidoderabiaalrecibirunaduchadegotasdelluvia.
—¡Leonado! —le gritó Acedera—. Mira por dónde vas, acabas deespantaralcampañolqueestabaacechando.
—Disculpa…Eljovensintióunhormigueodefrustraciónyvergüenza.—Lasdisculpasnollenanelestómago—replicólaguerrera.Ysequedóinmóvil,conlacabezaerguidaylabocaabiertaparaintentar
localizar de nuevo al campañol. Leonado retrocedió para dejarle espacio, yvioqueCarrascaaparecíapordetrásdeunzarzalconunratóncolgandodelaboca.
—Bienhecho—ledijoasuhermana,quedejólapresaasuspies.—Leonado,tenemosquehablar—maullóella,ignorandoelelogio;tenía
los ojos dilatadosyparecía inquieta—.Nopodemospermitir queSolo sigahaciendode lassuyasenelClande laSombra. ¡Estádestruyendoelcódigoguerrero!
—Notesulfures.—Aljovenlesorprendiólavehemenciadesuhermana—.Nosotros…
—HallegadoelmomentodehacerloquesugirióGlayino:crearunaseñalfalsadelClanEstelar. ¡Y tenemosquehacerlopronto!Estoydispuesta a loqueseaparaquelosgatosdelClandelaSombrarecuerdenasusantepasadosguerreros.
La sorpresa de Leonado se convirtió en inquietud: la intensidad de lamiradadeCarrascaloponíanervioso.
—Tranquilízate—murmuró,hundiendoelhocicoensuomoplato—.¿Porqué te importa tanto? Nosotros tenemos nuestro propio destino, y no tienenadaqueverconeldelosotrosclanes.
—¡Porque sí! —replicó ella—. Se suponía que Solo iba a ayudarnos,¿recuerdas? ¿Y qué pasará con todos nosotros si el Clan de la Sombraabandonaelcódigoguerrero?
—Yalosé.Pero¿cómovamosacrearunaseñalfalsacuandoelClandelaSombrasemuestratanhostil?Defenderánsuscreenciasporquenoquerrán
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admitir que se han equivocado. Por el gran Clan Estelar, ¡ni siquieraconocemossuterritorio!
—Nosotrosno.—Carrascaentornólosojos—.PeroenelClandelTruenohaytresaprendicesnuevosquesíloconocen.
—¡Carrasca, qué gran idea!—exclamó Leonado—. Pero ¿tú crees queellos…?
Lointerrumpióunbufidodeirritación.Alvolverse,LeonadovioaMantoPolvorosoaunacoladedistancia.
—¿Vaisapasarostodoeldíaahícotilleando?—lespreguntóelguerrerosacudiendo la cola—. ¿Ocreéis quepodríais encontrar algode tiempoparacazarunpoco?
—Losiento—mascullóLeonado.«¡Hoynohagonadabien!».—Quizánooshayáisenterado—continuóMantoPolvorosoconironía—,
perotenemoscuatrobocasnuevasquealimentar.Yalgunosdenuestrosgatosestánenfermos,asíquenopuedencolaborarconlaspatrullas.
Leonado asintió. Se dio cuenta de que el guerrero atigrado se habíaenfadadoporqueestabapreocupado.
—De verdad que lo siento—insistió—. Nos pondremos a cazar ahoramismo.
—Esoespero…MantoPolvorososesacudióelaguadelhocicoysiguióconlacaza.Mientrassaboreabaelaireconlasorejasplantadas,Leonadosedijoque
Carrascateníarazón.DebíanayudaralClandelaSombraparaqueTrigueñay sus hijos pudieran regresar a su hogar, y para que el Clan del Truenopudieraconcentrarseenvolveraserfuerte.
•••
Leonado trabajó duro durante el resto de la partida de caza, pero lamayoríadelaspresasseguíanmetidasensusescondrijos.Cuandolapatrullaregresó al campamento, con el sol ya en su cénit, solo había atrapado dosratonesyunamusaraña.Dejólaescasacontribuciónenelmontóndelacarnefresca y se fue a buscar a Glayino. Después de mirar en la guarida de lacurandera,Leonadoloencontróenladelosveteranos.
—A ver, Musaraña… —estaba diciendo Glayino cuando Leonado semetiópordebajodelasramasbajasdelarbustodemadreselva—,estashojas
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deatanasiadeberíanevitarquetecontagiesdetosverde.¿Porquénoquierescomértelas?
Laveteranaapartólashojasconunazarpa.—Yatehedichoquenolasnecesito.Dejadedarmelatabarrayguárdalas
paralosgatosqueestánrealmenteenfermos.—Glayinonoquierequeenfermes—intentóexplicarleRaboLargo.Musarañalediountoqueconlacola,enfadada.—¿Desdecuándoerescurandero?Eljovenaprendizsoltóunsuspiroexasperado.—Musaraña,porúltimavez…—¿Porúltimavez?—leespetólaviejagata—.Genial.Lárgate.Ylediolaespaldaostentosamente.Glayinoclavólasgarrasenelsuelodelaguaridaymasculló:—Musaraña,novoyairmedeaquíhastaquetecomasestashierbas.Eraobvioqueestabaintentandocontrolarse.—Venga, Musaraña —maulló Leonado alegremente—. No seas
cascarrabiasycómetelas.Lagatasevolvióenredondoylofulminóconlamirada.Leonadosepuso
tenso, preparándose para recibir un zarpazo de la anciana. No podíadefenderse si lo atacaba una veterana de su propio clan. Pero Musarañaasintióbruscamenteconlacabeza,seinclinó,ycomenzóamascarlashojasconcaradeasco.
—¿Satisfecho?—gruñóalterminar.Luegoseovillótapándoseelhocicoconlacola.—Nopuedocreerlo—mascullóGlayino,mientrasRaboLargosoltabaun
resoplido risueño y se ovillaba al lado de la gatamarrón—.Gracias por laayuda—añadió,mientrasélysuhermanosalíandelaguarida.
Leonadoseencogiódehombros.—Denada.Tenemosquehablarsobreesodelaseñalfalsa.Asuhermanoseleerizóelpelodelcuello.—Ojalápudieramultiplicarmepordiez,contodaslascosasquetengoque
hacer. Nuestra guarida está llena con Mili y Gabardilla, pero esimprescindible sacar a Espinardo de la guarida de los guerreros porque éltambiénestáenfermo,yRaposinohaempezadoatoser.Nosécómovamosahacerlo.
Leonadosintióquelafrustraciónloinvadía;sacudiólacolayhundiólasgarras en la tierra. Podía luchar contra un enemigoordinario, pero no teníaformadeprotegerasuclandelaenfermedad.
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—SeríamásfácilsinotuviéramosquealimentarlasbocasextradelClandelaSombra—señaló.
«YsiSoloabandonaraelClandelaSombraparaconvertirseennuestromentor,comonosprometió».
Glayinoasintióconungruñido.—Cierto.Vale,¿quépasaconlaseñal?—preguntómientrasibanhaciala
guaridadelacurandera.—Carrasca ha tenido una idea. Cree que los aprendices del Clan de la
Sombrapodríanayudarnosconlaseñalporqueconocensuterritorio.Glayinopareciódudar.—¿Creéisquevanaayudarnosaengañarasupropioclan?—Yaloshasoídoalllegar.Loúnicoquequierenesvolverasucasa…al
verdaderoClan de la Sombra, no al desastre en que lo ha convertido Solo.¿Nocreesqueayudaríanacualquieraquepudieralograreso?
Glayinovacilódelantedelacortinadezarzas,ladeandolacabeza.—Quizá tengas razón…—accedió—.Deacuerdo,hablaremosconellos
mástarde.Ydichoeso,desaparecióenlaguarida.Cuandodiomediavuelta,Leonadonotóuntembloreneltúneldeespinos
que protegía la entrada del campamento. Los aprendices y sus mentoresestabanvolviendodelasprácticasdecaza.LostreshermanosdelClandelaSombra tenían un aspecto lamentable, con el pelo apelmazado y lleno detrocitos de hojas y musgo. Canelita cargaba con un ratón y cruzó el clarotriunfante,conlacolabienalta,paradejarloenelmontóndelacarnefresca.
—Peroesonotienelógica…—discutíaZarpadeTigreconRaposino—.Siacechaslapresahastaqueestáscasiencimadeella,ledaslaoportunidaddesaberqueestásahí.Nosotrossaltamossobreellasamuchamásdistancia.
—Eso es porque en nuestro territorio la vegetación es frondosa —leexplicó Raposino—.Nos oculta y disimula nuestro olor hasta que estamoscerca,yentoncesesmásfácilatacar.
—Aaah…—ZarpadeTigrelopensóuninstante—.Bueno,seacomosea,amímesiguepareciendoabsurdo—concluyó.
—¡Eh, Leonado! —Carrasca salió corriendo de la maternidad, y suhermanoseolvidódelosaprendices.
—¿CómoselasarreglaDaliaconloscuatrocachorros?—lepreguntóél.—Bastante bien. Fronda está con ella, ayudándola a distraer a los
pequeños. Acabo de llevarles algo de comer…—Y tras asegurarse de quenadielosescuchaba,añadió—:¿HashabladoconGlayino?
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Leonadoasintió.—Dicequesí,quehablemosconlosaprendicesdelClandelaSombra.Carrascaagitólosbigotesconsatisfacción.—Bien. Yo distraeré a Raposino y Albina, y tú puedes llevarte a los
hermanosdetrásdelaguaridadelosguerreros.Allínonosoiránadie.Losmentoresylosaprendicesestabanenmediodelclaro:NimboBlanco
daba explicaciones sobre cómo seguir un rastro oloroso. Carrasca se lesacercósaltando.
—Raposino, Albina, ¿podéis ir a por un poco demusgo fresco para laguaridadelosveteranos?
Losdosaprendicesdeguerrerointercambiaronunamiradahosca.—¿Por qué no lo hacen ellos? —preguntó Albina, apuntando con las
orejasalosaprendicesdelClandelaSombra.—Porquenoestánaquíparahacerlastareasquenoosgustanavosotros
—replicólajovenguerrera—.Además,losveteranosagradeceráncontarconelrespetodesuspropioscompañerosdeclan.
—Sí, vosotros ya decidiréis quién lo hace cuando seáis guerreros —intervinoTormentadeArena—.Noantes.
—Vale, vale, ya vamos —masculló Raposino, reprimiendo una tosmientras sedirigíadenuevohacia labarreradeespinos—.Peroestará todomojado,yalosabéis.
—Como si ellos pudieran saber cuáles son los mejores lugares paraencontrarmusgo…—maullóAlbina,moviendolapuntade lacolamientrasseguíaaRaposino.
Carrascasevolvióhaciaelgrupodementores.—¿QuéosparecesimellevoaCanelita,RosoyZarpadeTigreparaque
selaven?—lespreguntó.ALeonadolehizograciaeltonoservicialdesuhermana.—Cualquiera puede ver que no están acostumbrados a cazar en el
sotobosque—añadióCarrasca.—En un sotobosque empapado, no—coincidió Roso, sacudiéndose de
arribaabajoyesparciendogotasdeaguaytrocitosdehojas,ramitasymusgo—.Yopreferiríacazarennuestroterritorio.Esmuchomáslimpio.
NimboBlancoseapartódeunsaltocuandolasgotasquesesacudíaRosolemojaronelpelo.
—Llévatelos,Carrasca.Cuantoantes,mejor.Enesemomento,porel túneldeespinosentraronmásgatos.Lapatrulla
fronteriza estaba de vuelta, encabezada por Cenizo, con Melada y Fronde
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Doradotrasél.—Sí,adelante,Carrasca—maullóTormentadeArena,dirigiéndosehacia
loscomponentesdelapatrulla—.TenemosqueaveriguarquéhapasadoalolargodelafronteradelClandelaSombra.
Candeal,NimboBlanco,AcederayZancudolasiguieron.—¿Crees que habrán entrado más gatos en nuestro territorio? —le
preguntóZancudo.LeonadonoseparóaescucharlarespuestadeTormentadeArena.Envez
deeso,fueareunirseconsuhermana,queguiabayaalostresaprendicesdelClandelaSombraconlacolaatravésdelclaro.
—La verdad es que queremos hablar con vosotros —les iba diciendoCarrasca.
EnlosojosámbardeZarpadeTigreseencendióunbrilloreceloso.—Nosetratatansolodelavarnos,¿verdad?—No, pero no tenéis que preocuparos —los tranquilizó Leonado—.
Hemospensadoenunaformadeayudaravuestroclan.CuandopasaronpordelantedelaguaridadeHojarascaAcuática,Carrasca
sedetuvo.—¡Oye,Glayino!Nosvemosdondesiempre.Laúnicarespuestafueunataquedetoscansada.—¿Esaeslaguaridadelacurandera?—preguntóRosoconcuriosidad—.
¿Puedoecharunvistazo?Yoqueríasercurandero—añadió.—Ahoramismono—respondióLeonado—.Haydemasiadosgatos.Sonaron más toses a través de la cortina de zarzas, y a Canelita se le
dilataronlosojos.—¡Puaj,suenanmuyenfermos!Leonado intercambióunamirada conCarrasca.Eranatural ocultarle los
problemasaunclanrival;silescontabaalosaprendicesquehabíatosverdeenelcampamento,elClandelTruenopareceríadébil.Sinembargo,erapocoprobablequeaquellosjóvenesiniciaranunataque.EsosolopodríasucedersielClandelaSombracomenzaraacreerdenuevoenelClanEstelar.Eljovenguerrerosuspiró.Todolosempujabahacialaseñalfalsa…
—¿Glayino?—llamóCarrascadenuevo.—¡Vale,vale!—Glayinosonóirritado—.Teheoídolaprimeravez.Iré
encuantopueda.Carrascaguioalgrupohastaelespacioquehabíadetrásdelaguaridade
losguerreros.Estaba resguardadodelviento,peroparecíaaúnmásestrechoconlostresaprendicesallí.
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—Osresultarámásfácilsioslaváisunosaotros—lesaconsejólajovenguerrera—.Quitaosdelpelotodoslospalitosylosabrojos,yluegoyapodéislavarosbiendearribaabajo.
—Estoesunengorro—suspiróCanelita,tirandodeunnudorebeldeenelpelodeZarpadeTigre—.Ojalávolviéramosapisarlasblandasagujasdelospinos.
—Conunpocodesuerte,asíserá—lesprometióLeonado.—¿Quéquieresdecir?—lepreguntóRoso.—EsperadaquellegueGlayino—maullóCarrasca.—Ya estoy aquí.—Glayino apareció por el borde de la guarida de los
guerreros—.PorelgranClanEstelar,estoestámásabarrotadoquenunca—añadió,abriéndosepasohastaLeonadoy retorciéndosehastaconseguiralgodeespacio.
—Leonadodicequeprontoestaremosdevueltaennuestro territorio.—Canelitatemblabadecuriosidad—.Peroyonoveocómopodríaocurriralgoasí.
—Hemos tenido una idea —empezó Glayino—, aunque no tenemosmucho tiempo.Cuantomás tiempopaseSoloenelClande laSombra,másdifícilserádeshacersedeél.
—Nadiepuededeshacersedeél—replicóRoso,descorazonado.Glayinotensólosmúsculos.—Nosotrossí.VamosacrearunaseñaldelClanEstelarparaconvenceral
ClandelaSombradequeSololosestámintiendo.Después,EstrellaNegra…quierodecir,PatasNegras…loecharáapatadasenseguida.
Los tres hermanos se quedaron mirando a Glayino desconcertados. Alcabodeunossegundos,Rososusurró:
—¿EsonoenfureceráalClanEstelar?—Lodudomucho.—Glayinoagitó lasorejas—.HasidoelpropioClan
Estelarquienmehapedidoayuda.Nopuedenponerobjecionesamimaneradeayudarlos.
Lostresaprendicesabrieronlosojosdeparenpar.—¡Uau!—exclamóCanelitaconvozestrangulada.—Queremossabercuáleselmejorsitioparacrearlaseñal—lesexplicó
Leonado—.YtenemosqueconseguirquePatasNegrasyCirrolavean,paraqueseconvenzandequeelClanEstelarsiguevelandoporellos.
—Ynoolvidéisque,aestasalturas,vuestroclanyasabráqueoshabéismarchado —les recordó Carrasca—. Cualquier idea que nos planteemos,deberáteneresoencuenta.
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—Ya entiendo —maulló Zarpa de Tigre—. Lo mejor sería mandarladesde algún lugar cercano a la frontera, para que no tengáis que internarosdemasiadoennuestroterritorio.
—¿Quétallazonacenagosacercadellímite?—propusoCanelita—.Porallínovanmuchosgatos.Noqueremosquenosinterrumpan,¿no?
—No.Yo creo que seríamejor junto al lago—la interrumpióZarpa deTigre—.UngatodelClanEstelarpodríasalirdelaguay…
—Genial—rezongóGlayino—.¿Ycómosugieresquehagamoseso?—¿Y cómo conseguimos que Patas Negras y Cirro vean la señal? —
preguntóCanelita.—Podríamos decirles que hemos visto a unos gatos cruzando la
frontera…—propusoRoso.—Oaunzorro—maullóZarpadeTigre—.Podríamosdejarunrastrode
olorazorro.—¿Cómo?—Canelitaerizóelpelodelcuello—.Tieneselcerebrodeun
ratón,¿oqué?¿Acasovasapedirleeducadamenteaunzorroque…?—Podríamosusarsuscagarrutas—aportóRoso.Canelitafrunciólabocaconasco.—Podrías tú. Yo no pienso ni acercarme a ninguna cagarruta de zorro,
muchas gracias.—Y luego, con un brillomalicioso en los ojos, añadió—:¿Porquénolesdamossemillasdeadormiderayluegolosllevamoshastaallí?
—¡De eso nada!—protestó Zarpa de Tigre—. PatasNegras es un gatoenorme.Novoyallevarloarastrasporlamitaddelterritorio.
—Cerca del roble del arroyo crecen algunas hierbas curativas—apuntóRoso—.SeguroquesiselodecimosaCirro,iráabuscarlas…—Elaprendizenroscólacola,divertido—.Luegopodríamosbombardearloconbellotas.ÉlcreeríaquevienendelClanEstelar.
—¡Esoesridículo!—exclamóCanelitasaltandosobresuhermano,ylosdosrodaronporelsuelo.
Enaquelespaciotanestrecho,unadelaspatastraserasdeRososeclavóenlabarrigadeCarrasca.
—¡Cuidado!—gruñólajovenguerrera.Cuandolosdosaprendicesseincorporaron,continuómástranquila:—No os lo estáis tomando en serio. Esto no es un juego. Se trata de
preservarelcódigoguerrero.¿Queréisquevuestroclansedesintegreyacabesiendounacoleccióndegatosdescarriados?PorqueesoesloquesucederásinologramosquevuelvanacreerenelClanEstelar.
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Yamásserios,conlosojosdilatadosporlainquietud,lostresaprendicesintercambiaronmiradasincómodas.
—Losentimos…—mascullóZarpadeTigre.—Bueno, ¿y qué os parece la zona pantanosa? —preguntó Canelita,
retomando su primera idea—. No habrá muchos gatos cerca de allí, sobretodo después de esta lluvia, así que no nos molestaría nadie mientrasestuviéramospreparando la señal.YSolonunca se adentra en esa zona;noquierequeselemojenlaspatas.
—Suena bastante bien —maulló Leonado—. ¿Qué pensáis? —lespreguntóasushermanos.
Carrascaasintió,yGlayinomurmuró:—Valelapenacomprobarlo.—Pero¿cuálserálaseñal?—quisosaberRoso,impaciente.—Lo decidiremos al llegar allí—respondióGlayino—. Serámejor que
nosvayamosenseguida.Leonadoasomólacabezaporelagujero.Unaluzsolaracuosabrillabaa
travésdelasnubes.Delantedelaguaridadelosguerreros,AcederayFrondeDoradocompartíanlenguas,conEsquirueladormitandobajola luzdelsolapoca distancia. Los cuatro cachorros sanos jugaban en la entrada de lamaternidad, vigilados por Dalia y Fronda. Aparte de eso, todo estabatranquilo. Leonado supuso que la mayoría de los gatos debían de estardurmiendo en susguaridas, recuperando fuerzaspara la siguientepatrulla oenfermos.
—Tododespejado—informó—.Vámonos.—Pero tengo hambre… —se quejó Roso—. ¿No podemos comer
primero?—Apenas hay comida suficiente para el Clan del Trueno —gruñó
Glayino.Al ver la expresión de culpabilidad de los aprendices, Leonado posó la
colaenellomodesuhermano.—No es culpa suya —murmuró, y luego miró a Roso—: Ahora no
tenemos tiempo de comer, pero intentaremos cazar algo en el camino deregreso…—Yalver el espantoque reflejaron losojosverdesdeCarrasca,añadió—:Vale,ya lo sé,primerohayquealimentar al clan.PerocrearunaseñaldelClanEstelartampocoformaparteexactamentedelcódigoguerrero,¿verdad? Además, no somos una patrulla de caza. Yo creo que nuestroterritoriopuedeprescindirdeunospocosratones.
Carrascanorespondió,tansolosacudiólacola.
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—Iré a decirle a Hojarasca Acuática que salgo a recolectar hierbas—maullóGlayino—.Vamosescasosdecasitodo,ypuedotraeralgoderegreso.
Dichoeso,saliódelescondrijoycruzólacortinadezarzasdelaguaridadelacurandera.
Leonadoesperóaquesuhermanoaparecieradenuevo,yluegosepusoencabezaparasalirdelcampamentoeinternarseenelbosquemojado.
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ACanelitaletemblabahastaelúltimopelo.—¡Estoescomositeenviaranaunamisiónguerreradeverdad!Carrasca la entendió a la perfección; recordaba muy bien qué sentía
cuandoeraaprendizayestabahaciendoalgoparaayudarasuclan.—¿Creéis que nos nombrarán guerreros cuando todo esto termine? —
preguntóZarpadeTigre—.¿Porhabersalvadoanuestroclan?—No—respondióCarrascacondelicadeza—.Noolvidéisquenadiedebe
saber lo que estamos haciendo. Además, sois demasiado jóvenes paraconvertirosenguerreros.Todavíatenéismuchoqueaprender.
LosseisgatossedirigieronhaciaelextremomásalejadodelterritoriodelClandelTrueno,siguiendolamismarutaquehabíantomadoCarrascaysushermanos cuando fueron en busca de Solo. A lo largo de la frontera, lasmarcas olorosas delClan de la Sombra eranmuy débiles, y tampoco habíarastroalgunodegatosdelosdosclanesvecinos.Soloseoíaelgoteodelaguaque caía de las hojas y el susurro de los helechos y la hierbamientras losgatosavanzabanentreellos.
Lostresaprendicessaltabandeemoción,internándoseenlavegetaciónalacarreraodándosegolpesentreellos,peleándoseenbroma.
—¡Yabasta!—lesordenóLeonado,encarándoseaRosoyempujándolohaciadelante—. ¿Creéisque losguerreros sepersiguenunos aotrosde esamanera?
Los jóvenes del Clan de la Sombra se tranquilizaron y continuaronadelanteensilencio,peroCarrascanotóquesemoríandeganasdejugar.Secomportaban como si Patas Negras ya hubiese visto la señal y hubieradecididoquesuclanibaaconfiardenuevoenelClanEstelaryarespetarelcódigoguerrero.
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«Pero eso no va a ser tan fácil», se dijo Carrasca. Se le revolvió elestómagoalpensarquépasaríasifracasaban.Solotendríanunaoportunidad.SiPatasNegras sedabacuentadeque loestabanengañando, sevolveríaeldoblederecelosodespuésdeeso.ElClandelaSombraestaríaperdidoparasiempre.Aúnpeor:PatasNegraspodríadecidirinvadirelterritoriodelClandelTrueno,comocastigoporinmiscuirseenasuntosquenoeransuyos.
«¿Y simueren gatos por lo que vamos a hacer?», se preguntó la jovenguerrera.
—Glayino,¿hasdecididoqué…?Suhermanoagitólasorejas,irritado.—No puedo decidir nada hasta que lleguemos. Ahora mantén la boca
cerradaydéjamepensar.—Deberíamos cruzar la frontera por aquí…—anunció Zarpa de Tigre,
deteniéndoseparamirarasualrededor—.Lazonacenagosaestáasolounospocoszorrosdedistancia.
Aunqueapenaspodíacaptar lasmarcasolorosasdelClande laSombra,Carrascasesintióculpablealtraspasarloslímitesdelterritoriodelclanrival.
«Noséporqué.Siaelloslesimportaransusfronteras,lasmarcarían.Elcódigoguerreroles tienecompletamentesincuidado—pensó,aunqueluegoserespondióasímisma—:Peroanosotrosno.Entrarenelterritoriodeotroclanestámal».
ZarpadeTigrelosguioentreunosárbolesrodeadosdezarzasqueselesengancharonenelpelo,yluegohastaunespaciomuchomásdespejado.
—Yahemosllegado.ElaguarodeabalaspatasdeCarrasca,queescudriñólaciénagaquetenían
delante.Alrededordelascharcas,cubiertasdeespigasdeaguadecolorverdevivo,crecíangruposdecañasdelargotallo.Entreellashabíamatasdehierbaquebradiza y juncos, y unos cuantos arbolillos larguiruchos que habíanechado raíces en el agua. Olía a agua estancada, y reinaba un profundosilencio.
—¿Quéveis?—quisosaberGlayinocuandosedetuvieron.—Suelopantanosoyagua—respondióLeonado.—¿Algúntipodeescondrijo?—Sí,cañasyhierbaalta.Yunospocosárboles.—¿Cómosonlosárboles?¿Sonmuygrandes?—Glayinoempezóasonar
emocionado—.¿Cómosonsusraíces?—Son pequeños —contestó Carrasca, preguntándose qué le estaría
pasando por la cabeza a su hermano—. Parece que las raíces se extienden
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bastante,perosonpocoprofundas,almenoshastadondealcanzoaver.Glayinonodijonadaysequedó inmóvil,aunquesusbigotes temblaban
levemente.—Yo no veo qué podemos hacer aquí —maulló Carrasca nerviosa,
preguntándosesideberíanhaberescogidootrolugar—.Nohaynadaque…—Cierraelpico,queestoypensando—lesoltóGlayino.CarrascaintercambióunamiradaconLeonado.—Déjalo tranquilo —le susurró Leonado a su hermana—. Si alguien
puederesolveresto,esél.La joven guerrera esperaba que Leonado tuviera razón. Intentando
contener su impaciencia,miró a los tres aprendices, que estaban acechandoalrededordelbordedelaciénagaenbuscadepresas.
—¡Aquí no hay nada más que moscas de charca!—exclamó Canelita,indignada.
Glayinorompiósusilencioporfin:—Losárboles…¿Algunoparecefácildederribar?«¿Qué?¿Esquehaperdidolachavetaporcompleto?».Carrascaflexionó
lasgarras,obligándoseanohablar.—Locomprobaré—maullóLeonado—.Puedequealgunossí.Leonado se metió en la charca, con el agua rozándole la barriga y las
espigaspegándoselealpelajedorado.Los tresaprendicesdejarondebuscarpresas para observarlo, y Carrasca esperó impaciente mientras su hermanodabavueltasalrededordevariosdelosarbolillos,olfateandolostroncos.Pocodespués,regresóchapoteando.
—Creo que podríamos hacerlo—informó—. He notado algunas raícesdebajodelaszarpas,asíquemeparecequepodríamosdesenterrarlas.
—Pero ¿para qué vamos a hacer eso? —Carrasca se contuvo para nogimotearcomounacachorritafrustrada.
LosojosciegosdeGlayinocentellearon.—VamosahacerqueparezcaqueelterritoriodelClandelaSombraestá
derrumbándose.ACarrascalelatióelcorazónconmásfuerza.SoloaGlayinoselehabría
ocurrido hacer que unos árboles derribados fueran el mensaje del ClanEstelar.Si funcionaba,deberíabastarparaconvenceraPatasNegrasdequehacercasoaSoloeraunerror.
Siguiendo las indicaciones de Glayino, Carrasca y Leonado escogierondosarbolillosquenoestuvieranmuylejoselunodelotro.
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—Quieroque semantengandepie, peroquequeden listospara caer.Ycuandoyodélaorden,quieroquecaiganelunohaciaelotro,demodoquelas ramas de ambos se queden enganchadas —explicó el aprendiz decurandero—.Vale,empezadacavar.
Carrascavadeólacharca,haciendounamuecacuandoelaguaheladayelbarroleempaparonelpelo.Canelitalaayudóconunodelosárboles,mientrasLeonadoyZarpadeTigreseencargabandelotro.
Como había dicho su hermano, Carrasca notó enseguida las raíces delárbolbajolaszarpas.Lasarañóvigorosamente,intentandodesenterrarlasdelbarro.Alprincipioleparecióquenopodríamoverlas.
—¡Estoesimposible!—resollóCanelita.Tenía la barriga hundida en el espeso lodo, que le había salpicado la
cabezaylosomoplatos.—Jamásloconseguiremos.—Sí,claroquesí—gruñóCarrasca,clavando lasgarrasconmás fuerza
todavía—.¡Tenemosquelograrlo!Alcederlaraízdelaqueestabatirando,laguerrerasetambaleóysesalvó
por los pelos de hundirse en el agua embarrada.Estaba tan excitada que leardíalapiel,yempezóarebuscarasualrededorotraraízquedesenterrar.
A unos pocos zorros de distancia, Leonado forcejeaba con el segundoárbol.ZarpadeTigreseafanabaasulado,peroRososemanteníaalmargen,mirándolosconinquietud.
—¿Yatiquétepasa?—leespetóZarpadeTigre,sacudiéndosebarrodelasorejas—.¡Venaayudarnos!
—Es que no sé…—maullóRoso, vacilante—.No estoy seguro de queestébiencrearunaseñalfalsadelClanEstelar.
Canelitalomiróporencimadelhombro.—Yahemoshabladodel tema—bufóexasperada—.Yhemosacordado
que intentaríamos lo que fuera necesario. Esto podría surtir efecto, y nospermitiríaregresaranuestroclan.
Rosodudó,yluegorespiróhondo.—Deacuerdo.YsemetióenelbarrojuntoaLeonadoysuhermano.Carrasca no conseguía mover la raíz con la que estaba peleándose por
muchoqueleclavaralasgarras.Conungruñidodedesesperación,tomóunabocanada de aire y luego se sumergió en el agua fangosa para morder latozuda raíz.El barro le llenaba la boca, pero la guerrera siguió forcejeando
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con ímpetu. Le dolía el pecho, pero cuando ya estaba a punto de sacar lacabezapararespirar,laraízsepartió.
La jovengata salió a la superficie tosiendoy escupiendo lodo.Lo teníapegadoportodoelcuerpoyenlabocanotabaunsaborasqueroso,peronoleimportaba.Una llamaradade triunfo le recorrió el cuerpode las orejas a lapuntadelacola:«¡EstoydispuestaahacercualquiercosaparasalvaralClandelaSombra!».
—¡Creo que ya lo tenemos! —exclamó Canelita—. El tronco pareceinestable.
Carrascalediounempujónalarbolilloparaprobar.Eltroncoseladeó,ypordebajodelbarroseoyóunsonidocomodesucción.
—¡Alto!—ordenóGlayino.Estaba olfateando el árbol de Leonado, y corrió chapoteando para
examinareldesuhermana.Lo tocóconunapata,yel troncosebamboleó.Carrascaobservóelvaivéndelarbolillounavezmás.
—Yaestá—maullóelaprendizdecurandero—.Yapodéisparar.—¡GraciasalClanEstelar!—suspiróCanelita.Glayino regresó junto a Leonado, mientras Carrasca y la aprendiza se
dirigíanalaorillamáscercanaparapodersacudirsedeencimaalgodebarro.—¡Pensaba que iba a convertirme en rana!—Canelita se dio un par de
lametonesenelpecho—.¡Puaj!Tardarélunasenquitarmeestacosadelpelo.Leonado y los otros dos aprendices seguían peleándose con su árbol.
Carrasca flexionó las garras con impaciencia.Unos rayos de sol débiles secolabanoblicuamenteenelbosque.Sino lograbandesenterrar las raícesdelos árboles antes de que cayera la noche, el plan de Glayino fracasaría.Parecieron pasar varios amaneceres antes de que el aprendiz de curanderoanunciara:
—Conesoessuficiente.—Ahora, uno de nosotros tiene que ir a por Patas Negras y Cirro —
maullóLeonado,subiendoaunlugarseco.—Iréyo—seofreciódeinmediatoZarpadeTigre.—No,yo—protestóCanelita.—YosoyelmásindicadoparahablarconCirro—señalóRoso.—Peroyosoyelmásfuerte—replicóZarpadeTigre—.Yelquelucha
mejor.Simeatacan,tengomásprobabilidadesdesalirconvida.Leonadoasintió.—Peronecesitasunguerrerodeapoyo.Yo…—Yoiréconél—lointerrumpióCarrasca.
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Nohubierasoportadoquedarseallíesperando,preguntándosequéestabaocurriendomientras otro se internaba en lomás profundo del territorio delClandelaSombraenbuscadePatasNegras.
—Sabes que soy la mejor siguiendo rastros y ocultándome. Tengo laspatasligerasyelpelonegro.
—Bueno,ahoratieneselpelodelcolordelbarro…—lacorrigióCanelita,conunbrillorisueñoenlosojos.
—Vale,sí.Peroelbarroharáquemiolorpasedesapercibido.—Carrascaselevantódeunsalto—.Enmarcha,ZarpadeTigre.
El aprendiz del Clan de la Sombra se puso en cabeza, bordeando laciénagaparainternarseensuterritorio.
—Yo iré unos pocos pasos por detrás de ti—murmuróCarrasca—.Noesperesverme,amenosquehayaproblemas.
ZarpadeTigreasintió.—Primero voy a probar con Cirro. Si él me escucha, me ayudará a
convenceraPatasNegras.—Deacuerdo.Buenasuerte.Carrasca se quedó a unas pocas colas de distancia, siempre con el
aprendizalavistamientrasellaatravesabalavegetaciónhaciaelcampamentodelClandelaSombra.Ibaconlasorejasplantadasporsicaptabasonidosdeotrosgatos,ysedeteníadevezencuandoparasaborearelaire.Elsilenciodelbosqueleponíaelpelodepunta.Aesasalturas,yencondicionesnormales,yadeberíanhabervistoaalgunapatrulla,perolosrastrosolorososdelClandelaSombraeranerráticosyestabandispersos,comosilosgatoscazaransolos.Únicamente entrevió un pelaje atigrado, pero estaba tan lejos que no tuvoformadesaberdequiénsetrataba.
«Losguerrerosnodeberíanvivirasí»,pensólajoven.Zarpa de Tigre se dirigió hacia el arroyo y lo cruzó ágilmente por los
pasaderos.Carrascalosiguió,máscautelosaquenunca,ahoraquelosárbolesque tambiéncrecíanenel territoriodelClandelTruenoempezabanaversesustituidospor lospinos,sinapenasarbustosasualrededor.Suspisadasnoproducíanningúnsonidosobrelablandaalfombradepinaza.
Por fin comenzó a captar unamezcla de olor a hierbas. Zarpa deTigreascendió por una loma a toda prisa y se detuvo en lo alto. Sinmirar atrás,levantó la cola para indicarle vía libre aCarrasca y desapareció por el otrolado.
La guerrera ascendió despacio tras él, y luego trepó hasta un árbol quecrecía casi en la cima de la loma y se agazapó en una rama desde la que
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podría ver qué ocurría. El suelo descendía hasta una hondonada pocoprofunda,densamentecubiertadearbustosdebrillanteshojasverdes.Cirro,elcuranderodelClandelaSombra,estabacercadelfondo,cortandounostallosydejándoloscuidadosamenteaunlado.
—¡Cirro!—ZarpadeTigrecorrióhaciaél.El pequeño atigrado pegó un salto, erizando el pelo del cuello por la
sorpresa.—¡ZarpadeTigre!¿Teencuentrasbien?¿YTrigueñaytushermanos?—Sí,estamostodosbien,gracias.—Elaprendizsedetuvodelantedeéle
inclinólacabeza—.Cirro,necesitopedirteunacosa.Elcuranderocortóunramilletemásdehojasylasdejóconlasotras.—Túdirás—maullóalfinal.—RosoyCanelitaestánen lafrontera—empezóZarpadeTigre—.Los
tres queremos regresar al Clan de la Sombra, pero… nos da miedo tenerproblemasconPatasNegras.
—Deacuerdo—asintióCirro.—¿Túnosayudarías?Porfavor…—¿QuéopinaTrigueñadeesto?—Trigueña no sabe que estamos aquí. Si Patas Negras nos acepta de
nuevo, se lo contaremos. Aunque ella quizá no desee volver. Está muydisgustada con eso de que el Clan de la Sombra ya no siga el códigoguerrero…
Cirrosoltóunsuspiroprofundo.—Ellanoeslaúnica.Carrascasepusotensayclavólasgarrasenlaásperacortezadelárbol.¿Y
siaZarpadeTigreseleocurríadesvelarleelplanaCirro?Esoloestropearíatodo…Peroelaprendiznodijonadaalrespecto.Enlugardeeso,selimitóainsistir:
—Porfavor,ayúdanos.—Porsupuestoquevoyaayudaros—ronroneóCirro—.Esperaaquí.No
estoysegurodequePatasNegrasvayaaescucharme,peroharé todoloquepuedaparaconvencerlo.
Dichoeso,elcuranderorecogióelmontóndehojas,diomediavuelta,ysedirigióhaciaelextremoopuestodelahondonada.
—¡NolecuentesnadadeestoaSolo!—exclamóZarpadeTigre.Cirro miró por encima del hombro para asentir con la cabeza, y luego
desaparecióentrelospinos.
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Zarpa de Tigre miró hacia el árbol de Carrasca, moviendo la colaentusiasmado.
«¡Gracias, Clan Estelar! —pensó la joven guerrera—. ¡El plan estáfuncionando!».
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Leonado yGlayino estaban sentados con los dos aprendices delClan de laSombraenunamatadehierbapuntiaguda.Canelitanodejabaderetorcerseydealzarlacabezaparaverporencimadelostallos.
—¡PorelClanEstelar,estatequieta!—rezongóGlayino—.Yagacha lacabeza.
—La hierba seme clava por todas partes—se quejó la aprendiza—.Yquieroversivienealguien.
Leonadoleapoyólacolaenellomo.—Captaremossuspisadasysuolorantesdeverlos—lerecordó—.Note
muevasonosdelatarás.Canelita se tumbó, aunqueLeonado notó el temblor de emoción que la
recorríadearribaabajocuandoellasepegóasucostado.El jovenguerrerotambiénestabainquieto,perointentabadisimularlo.«¿Porquétardantanto?»,sepreguntó.Elsolibadescendiendopocoapoco,yeraimprobablequePatasNegrasacudieraunavezquecayeselanoche…Siesqueacababaacudiendo,claro.
De repente,Leonadooyóunsusurro levealotroextremode laciénaga.Plantólasorejasyabriólabocaparasaborearelaire.«¡HuelealClandelaSombra!».
—Idalosárboles—susurróGlayino.Leonadoestabayaapuntodedirigirse sigilosamentehacia suescondite
cuando,depronto,Rosobufó:—¡Esperad!¡EsenoesPatasNegras!Eljovenguerrerosequedódepiedra.Lasramasmásbajasdeunarbusto
delotroladodelascharcasseagitabanarribayabajo;luegoaparecióungatomarrónoscuro,olfateandoelairecondesconfianza.
Canelitaclavólasgarrasenelsuelo.
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—¡Sapero!—¡Cagarrutasderatón!—exclamóGlayino.ARososeledilataronlosojosporlaangustia.—¿Quéhacemosahora?Duranteunos instantes,Leonadosesintió tan impotentecomounapresa
bajo las zarpas de un guerrero. Se imaginó que Sapero estaba siguiendo elrastro que habían dejado Carrasca y Zarpa de Tigre. ¿Qué iban a hacer siPatasNegrasaparecíajustoentonces?Luegosereprendióasímismo:¡noeramomentodedejarsellevarporelpánico!
—Roso —maulló, haciéndole una señal con las orejas—. Bordea ensilencio laciénagaporese lado,yasegúratedequeSaperono teve.Yo iréporaquí.Cuandosaltesobreél,venaayudarme.
Elaprendizasintióconungestotenso,seagazapótodoloquepudo,ysealejóhacialaorillaconlabarrigapegadaalsuelo.Leonadorodeólaciénagapor el otro lado y se ocultó en unamata de helechos, a un par de colas deSapero.
El guerrero del Clan de la Sombra avanzaba lentamente, con un brilloagresivoenlosojosyungruñidoquedoenlagarganta.
—Séqueestásahí—maulló—.¡Sal!—¡Ahora!—aullóLeonado.SaltódesdelamatadehelechosyderribóaSapero,quesequedóatónito.
En ese mismo instante, Roso cruzó a la carrera el suelo embarrado y seabalanzó sobre su compañero de clan. Leonado inmovilizó a Saperoponiéndolelasdospatasdelanterasenlabarriga.
Saperologolpeóconsuspotentespatastraserasy,lanzandomanotazosaciegas, alcanzóaRosoenel cuelloyelbíceps,peroel aprendizaguantóelataqueysetumbósobreél.
—¡Llevémosloacubierto!—ordenóLeonado.ÉlyRosoarrastraronalguerrerodelClandelaSombra,quenoparabade
debatirse, hasta que consiguieron llevarlo detrás de una mata de helechos.Sapero le propinó un golpe fuerte a Leonado en el costado, pero no logróliberarse. Sus alaridos de rabia dejaron de oírse cuando Roso le aplastó lacabezacontraelsueloylepusounapataenlaboca.
EncuantoSaperosequedócalladoeinmóvil,Leonadooyóqueentrelosárbolesseacercabanmásgatos.Resollando,levantólacabeza.AtravésdelasfrondasvioaZarpadeTigreconCirro,seguidosaunacoladedistanciaporPatasNegras.
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El líder delClan de la Sombra se detuvo a escudriñar recelosamente laciénaga.
—Heoídoalgo—gruñó.—Algún gato cazando, quizá—se apresuró amentir Zarpa de Tigre—.
Poraquí,PatasNegras.RosoyCanelitaestánesperandojuntoalafrontera.Al oír la voz de su líder, Sapero se impulsó en un nuevo intento de
escapar,peroLeonadovolvióaempujarlohaciaabajo.—Guarda silencio si quieres salvar a tu clan—le bufó, poniéndole una
zarpaenelcuello.Saperolofulminóconlamirada,peronologrómoverse.MientrasLeonadoyRosoforcejeabanconSapero,GlayinoyCanelitase
habíaninternadoenlaciénagaparaocuparsuspuestosjuntoalosarbolillos.Casi cubiertos de lodo, resultaban prácticamente invisibles para cualquieraquenoestuvierabuscándolos.
Lasfinasramastemblabancomosilosárbolesfueranacaerencualquiermomento.ZarpadeTigreguioaCirroyaPatasNegrascomosisedirigieranabordearlaciénaga.EntoncesLeonadodistinguióaCarrasca—estabadetrásdeun arbustode aulagay semetió en el barropara ayudar aCanelita—,ysintióquelepalpitabaelpecho.«¡Ahora,ahora!»,pensó.
Glayino levantó lacolaygolpeóconellael lodo,yentoncesempujóeltroncodesuárbolconlaspatas.CarrascayCanelitahicieronlomismoconelsuyo.Pocoapoco,losarbolillosseladearon.Seoyóunsonidodesucción,yenlasuperficiedelaciénagaestallarondecenasdeburbujasmarrones.
PatasNegras soltó un aullido de alarma, pero era demasiado tarde parahuir.Losárbolessederrumbaron,ysusramasseengancharonentresíalcaer,mientras las raíces brotaban del fango y se sacudían en el aire como colasgigantescas.Almirarentreloshelechos,LeonadovioqueZarpadeTigresemetíaentre las ramasyse refugiabadebajodeunode los troncos.TambiénvioquePatasNegrasarañabaenvanolamarañaderamas;lepreocupabaqueCirroestuvieraherido,peroentoncesoyólavozdelcurandero.
—¿PatasNegras?¿Teencuentrasbien?—No.Sientocomosimehubieranarrancadolapiel—gruñóellíderdel
ClandelaSombra—.¿Quéhapasado?¿DóndeestáZarpadeTigre?—Noloveo.¡ZarpadeTigre!Glayinosearrastróporelbarroysesituóentre las raícesdelárbolmás
cercano,fueradelavistadelosgatosquehabíanquedadoatrapados.—ZarpadeTigrehadesaparecido…—susurró,lobastantealtoparaque
looyeranlosgatosdelClandelaSombra.
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—¿Qué?¿Quiénhabla?—quisosaberPatasNegras.—Soyunodelosespíritusdelosquehasrenegado.NosoloseráZarpade
Tigre: se perderán más gatos si sigues rechazando a tus antepasadosguerreros…—ElsusurrodeGlayinosevolviómás intenso—:Elbosquesederrumbará…
—¿Quéquieresdecir?Desdedondeestaba,LeonadopodíadistinguirelrostrodePatasNegras,
quemostraba los colmillos y gruñía.A su lado,Cirro se asomaba entre lasramasestirandoelcuello,conlosojosdesorbitadosporeltemor.
—¡NosestáhablandounguerrerodelClanEstelar!—maulló.Saperocomenzóarevolversedenuevo.Leonadoseagazapóencimadeél,
mientras Roso, que seguía tumbado sobre el cuello y los hombros delguerrero,leponíaunapataenlaboca.InmovilizandoaSaperoconsupropiocuerpo, que continuaba retorciéndose, Leonado volvió a asomar la cabezadesdesuescondrijo.
PatasNegrasarañabafuriosamentelasramas.—¡Tonteríassupersticiosas!—bufó.AunqueLeonadopudonotarciertavacilaciónensuvoz.—Debemos escucharlo —replicó Cirro—. El Clan Estelar tiene un
mensajeparanosotros.¿YsisehanllevadoaZarpadeTigreynovolvemosaverlo?
PatasNegrassoltóunresoplidodesdeñoso.—Si quien habla es un guerrero del Clan Estelar, que se muestre ante
nosotros.A Leonado se le encogió el estómago.Glayino no era un guerrero con
estrellas enelpelo, sinounaprendizatigrado,máspequeñode lonormalycubierto de barro. Si Patas Negras no iba a creer sus palabras sin verlo,entonceselplanfracasaría.
—Elbosquesederrumbará…—repitióGlayino.Leonadoapenaspodíadistinguirlo,agachadocomoestabaentrelasraíces,
conlosmúsculostensosylasuñasclavadasenlacorteza.—Los árboles morirán… Tus guerreros se dispersarán, y cuando
fallezcan,nohallaránunlugarentrelasestrellas.«Esto no funciona…», pensó Leonado, perdiendo toda esperanza. Patas
Negras seguía sinquerer escuchar; solo seesforzabamásymásporabrirsecaminoentrelasramasparasalirdeallí.
—¡Muéstrateantenosotros!—repitióconungruñido.
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—El bosque se derrumbará…—Ahora la voz deGlayino parecía tenereco,comosiselehubieraunidootravoz—.Elbosquesederrumbará…—Yunatercera,queseentrelazóalasotrasdos.
A Leonado le pareció ver un resplandor en la superficie de la ciénaga.Parpadeó,y luegose lepusierondepunta todos lospelosdelcuerpo.Habíadosgatosflotandosobreelbarro:ungranatigradoconunaorejadesgarradayotromás pequeño de color blanco y gris. Sus zarpas lanzaban destellos deescarcha,ylaluzdelasestrellassereflejabaensusojos.
—¡EstrellaMellada!¡NarizInquieta!—exclamóCirrodesdelasramasdelosárbolescaídos.
Patas Negras dejó de arañar frenéticamente y se quedó mirándolos,boquiabierto.
—El tiempo de Solo en el Clan de la Sombra debe llegar a su fin—ordenóEstrellaMellada,conlosojosclavadosenlosdePatasNegras—.Élescomolaoscuridadquecubrióelsol.
—Parecequesehahechoconelcontroldevuestroclan—añadióNarizInquieta—,peropasaráyseráolvidadoenlaclaridadqueseaproxima.UnaclaridadquebrillaráenelClandelaSombraduranteincontableslunas.
—Yoos…osescucho—balbucióPatasNegras—.Haréloquedecís.Cirro inclinó la cabeza todo lo respetuosamentequepudo, conel pelaje
llenodetrocitosderama.—ElClandelaSombravolveráaescucharasusantepasadosguerreros—
prometió—.¿Quéhabéishechoconnuestroaprendiz?—Estáasalvo—respondióEstrellaMellada.LosguerrerosdelClanEstelardeslizaronlamiradaporCarrasca,Glayino
yLeonado,que seobligóanoencogerse. ¿Estaríanaquellosgatosestelaresenfadadosconellostresporloquehabíanhecho?
Los miembros del Clan Estelar no dijeron nada; tan solo inclinaron lacabeza con un gesto muy digno. Sus relucientes formas comenzaron adesvanecersehastaquenofueronmásquevolutasdeluzestelarsuspendidaspor encima de la ciénaga. Se habían ido. Solo entonces, Leonado se diocuentadequehabíaestadoconteniendolarespiración.
PatasNegrasconsiguiósalirdeentrelasramasquelohabíanaprisionado,yCirrolosiguióatravésdelagujeroquehabíaexcavadosulíder.Losdossedirigieron,renqueantes,alaorillaquerodeabalaciénaga.Teníanpegotesdebarroenelpelo,controcitosderamasyhojas,yPatasNegrassangrabaporunaoreja.
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—¡El Clan Estelar no nos ha abandonado! —exclamó Cirro, con voztemblorosaperoextasiada.
PatasNegrasnegóconlacabeza.—Nos han hablado… —susurró—. Tenías razón, Cirro. No podemos
darleslaespaldaalosespíritusdenuestrosantepasadosguerreros,nocuandoellostodavíavelanpornosotros.
—¿Quévasahacerahora?—lepreguntóCirro.—Para empezar, librarme de Solo. —Patas Negras flexionó las garras
hastahundirlasenelsueloblando—.Nopuedocreerquehayasidocapazdeescuchar a ese embustero sarnoso. ¡Me dijo que al Clan Estelar no leimportaba lo que nos pasase! Pero nuestros antepasados guerreros nos hantraídohastaaquíyhanderribadoesosárbolesparaobligarnosaescucharlos.MeasegurarédequeSolonovuelvaaembaucaraningúnotrogatodelClande la Sombra. ¿Crees que será demasiado tarde para ellos? —añadióangustiado.
—Séqueno—lotranquilizóelcurandero, tocándoleelomoplatoconlapuntade lacola—.Elcódigoguerreroviveenel interiorde todos losgatosnacidosenelClandelaSombra.Unúnicogatonopuedeapagaresallama.
—Entonces, regresemos —maulló Patas Negras, dirigiéndose hacia sucampamento.
Cirrovaciló.—ZarpadeTigre,¿estásahí?Leonadovioqueelaprendizsalíadesuescondrijo,debajodel tronco,y
quechapoteabaporelbarroendirecciónasuscompañerosdeclan.—¿Te encuentras bien? —le preguntó Cirro—. ¿Has visto lo que ha
pasado?—Sí…—Sus ojos ámbar resplandecían—. ¡Nunca imaginé que vería a
auténticosguerrerosdelClanEstelar!«Yotampoco»,pensóLeonado.ZarpadeTigreinclinólacabezaantePatasNegras.—¿AhorapodemosvolverconelClandelaSombra?Ellíderasintió.—Porsupuesto.ElClandelaSombraosnecesita.Elaprendizsecuadró,muyorgulloso.—EntoncesiréenbuscadeCanelitayRoso.—Regresadalcampamentoloantesposible—leordenóPatasNegras.Y
ondeando la cola, le dijo a Cirro—: Vámonos. Estoy deseando contarle anuestroclanquepuedevolveraconfiarensusantepasadosguerreros.
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—Séquetodossealegrarándeoírlo,PatasNegras—maullóelcurandero.Elenormegatoblancoseirguióalmáximo,tensandolosmúsculosbajola
piel.—EstrellaNegra—locorrigió—.MinombreesEstrellaNegra.Alzando la cola, el líder delClande laSombra se internó en el bosque
seguidodesucurandero.Desde el momento en que los guerreros del Clan Estelar empezaron a
hablar, Sapero se había quedado quieto como una piedra bajo las patas deLeonado.CuandoLeonadoyRosolodejaronlevantarse,élsequedómirandolaciénagacomosinopudieracreerloquehabíaocurrido.
—¿DeverdaderangatosdelClanEstelar?—susurró.—Sí —respondió Roso con solemnidad—. Nuestros antepasados
guerreros siguen cuidando de nosotros.Quieren que el código guerrero seapreservado.
Saperoparpadeó,todavíaconmocionado.—¿Quévasahacerahora?—lepreguntóLeonado.SiEstrellaNegraseenterabadeloquehabíanhecho,¿seguiríaqueriendo
quesuclanconfiaraensusantepasadosguerreros?LosojosdeSapero ibandeLeonadoaRoso,mientras se le formabaun
gruñidoenlagarganta.—¡Habéismandadounaseñalfalsa!—Soloalprincipio.—Rososeencaróasucompañerodeclan—.Hemos
derribado los árboles y hemos traído a Estrella Negra hasta aquí, pero notenemos nada que ver con la aparición de los gatos del Clan Estelar. Hanvenidopordecisiónpropia,yesosíquehasidounaseñalverdadera.
Sapero se sacudió unos trocitos de helecho de su pelajemarrón oscuro.Susojosreflejabanindecisión.
—Tenéis suerte de que hayan aparecido los antepasados guerreros —masculló—.Delocontrario,elClandelaSombrahabríadespedazadoalClandelTruenoporentrometerseeintentarengañarnos.
—Intentadlosiosatrevéis—replicóLeonado,erizandoelpelo.—Pero el Clan Estelar ha aparecido —insistió Roso—. Nos ha
demostrado que sigue cuidando de nosotros, que deberíamos escucharlo yvivir según el código guerrero. Solo quiere lomejor para el clan; debemoscreerloquedicepornuestropropiobien.
—¿Acaso no es eso lo que tú deseas también, Sapero? —le preguntóLeonado.
Elguerreronodijonada,peroalfinalasintió.
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—Supongoquedeberíadaroslasgracias—maullódemalagana.—No —replicó Leonado—. Es al Clan Estelar a quien deberías
agradecérselo.CarrascaseacercóchorreandolodoyolfateócondesaprobaciónaSapero.—¿Quévamosahacerconél?—lepreguntóaLeonado.FueSaperoquienrespondió:—Prometoquenolecontaréanadieloquehevisto.Carrascaplantólasorejas.—¿Podemosfiarnosdeél?—Onos fiamos de él o lomatamos—intervinoGlayino, sentándose al
tiempo que lanzaba un profundo suspiro—.No sé vosotros, pero yo no hepasadoportodoestoparaponermeamatargatosdelClandelaSombra.
—Entonces tendremos que fiarnos de ti —dijo Leonado, volviéndosehaciaSapero—.JuraporelClanEstelarqueguardaráselsecreto.
—Porsupuestoqueloguardaré,cerebroderatón.—Elguerrerosacudiólacola—.Lojuro.Amenosqueguardarelsecretopuedadañaramiclan—seapresuróaañadir.
—Cosa que no sucederá. —Leonado asintió bruscamente—. Entonces,puedesirte.
Saperodiomediavueltaysealejó,lanzandounaúltimamiradatemerosahacia la ciénaga en la que habían aparecido los dos miembros del ClanEstelar.
—Venga.—ZarpadeTigreleshizounaseñalconlacolaasushermanos—.Nosotrostambiéntenemosquevolver.
Los tres aprendices inclinaron la cabeza ante los gatos del Clan delTrueno.
—Nuncapodremosagradecéroslobastante—maullóRoso.—TambiénlohemoshechoporelClandelTrueno—respondióLeonado
—.Ynopodríamoshaberlohechosinvosotros.—¿Yquéocurreconmamá?—lespreguntóCanelitaasushermanos.ZarpadeTigreyRososemiraronsinsaberquédecir.—Ahoranoospreocupéisporeso—lostranquilizóLeonado—.Nosotros
le contaremos a Trigueña lo que ha sucedido. Tenéis que regresar deinmediato a vuestro campamento, y nosotros tenemos que salir de vuestroterritorio.
—Sí. —A Zarpa de Tigre le brillaron los ojos—. ¡Y no os atreváis atraspasar nuestras fronteras una vez que hayamos renovado las marcasolorosas!
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Los tres aprendices echaron a correr entre los árboles. Leonado y sushermanos se quedaron mirándolos hasta que desaparecieron de su vista, yluegosemarcharonjuntoshaciaelterritoriodelClandelTrueno.
—¡Nopuedocreerquenuestraseñalfalsahayaterminadoconunmensajeauténtico del Clan Estelar!—exclamó Carrasca—. Glayino, ¿crees que losgatos delClanEstelar necesitabanquepusiéramos la trampapara que ellospudieranaparecer?
Glayinoseencogiódehombros.—Nolosé,perolodudo.—Yo creo que querían que los aprendices les demostrasen lo
desesperadosqueestabanporsalvarasuclan—sugirióLeonado—.ZarpadeTigreysushermanosnohabríanpasadoportodoestosinoquisieranqueelClandelaSombravolvieraaconfiarenelClanEstelaryelcódigoguerrero.
—Nosotros también estábamos desesperados… —Carrasca sacudió lacola—.Nadaesmásimportantequepreservarelcódigoguerrero.
—Y,enelnombredelClanEstelar,¿quévamosadecirleaTrigueña?—preguntóGlayino—.Meparecemuymalaideacontarlelaverdad…Lonotoenlapiel.
—No lo sé —respondió Carrasca, preocupada—. Tampoco quiero queEstrelladeFuegosepa loquehemoshecho.NospondríaaLeonadoymíarealizartareasdeaprendizantesdeloquesetardaendecir«ratón».
Leonado se adelantó unos pocos pasos, sin prestar atención a laconversación.QueríasaberquéharíaSolocuandoEstrellaNegraledijeraqueabandonase elClan de la Sombra, y eso le provocaba un hormigueo en laspatas.
«¿Cumplirá su promesa? ¿Se convertirá en nuestro mentor para quealcancemosnuestroverdaderodestino?»,sepreguntó.
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Carrasca saltó, clavó las garras en el campañol, y lo despachó con unadentellada veloz en el cuello. Al incorporarse con la presa, vio a Leonadoacercándoseatravésdeloshelechos,arrastrandounconejo.
—¡Eh,menudapieza!—loalabóella,conelcampañolenlaboca.Ya estaba anocheciendo, y unas sombras profundas cubrían el suelo
forestal.CarrascayLeonadosehabíandetenidocercadelárbolmuertoparacazarcaminodelcampamento,mientrasGlayinobuscabahierbasfrescas.
—Volvamos ya—maulló el aprendiz de curandero, aproximándose conun puñado de atanasia—. Estoy preocupado por los enfermos. HojarascaAcuáticanopuedeencargarsedetodo,ysillegotarde,seharáunacamaconmipellejo.
—Deacuerdo.Carrascarecuperóelratónquehabíacazadoantesyencabezóelregresoal
campamentocargadaconlasdospresas.Sentíauncosquilleoportodoelcuerpo,aliviadaporhabersidocapacesde
salvaralClandelaSombra.Aunasí,quedabaunacuestiónqueresolver:¿quéibanadecirleaTrigueña?
Leonadoentróporeltúneldeespinosdelantedeella;laspatastraserasdesuconejodejabanunasmarcas levesenlaarenadelsuelo.Cuandoentraronenelclaro,Carrascadescubrióqueestabaprácticamentevacío.Lamayoríadelos gatos parecían estar ya en sus guaridas. Vio a Tormenta de Arena yEsquiruela compartiendo un tordo junto al montón de la carne fresca, y aRoselladirigiéndosehaciaeltúneldelaliviadero.
—¡Oye,Rosella!—lallamóLeonadotrassoltarelconejo—.¿HasvistoaTrigueña?
Laguerreraasintió.—EstáconZarzosoenlaguaridadeEstrelladeFuego.
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—Espera—ledijoCarrascaasuhermanocuandoélsevolvióhaciaella—.Todavíanohemosdecididoquévamosadecirle.
—Ahoranopodemoshablar—replicóGlayino—.PrimerotengoqueiraversiHojarascaAcuáticanecesitaalgo.Nosvemosluego.
Y sin esperar una respuesta, se fue hacia la guarida de la curandera ydesapareciótraslacortinadezarzas.
Leonadobostezóyarqueóellomo,desperezándoseconganas.—Estoy agotado. Vamos a dejar estas presas y luego a descansar a la
guarida.Ahoramismono tenemosporquépreocuparnosporTrigueña;estáatareada.
—Vale.Los jóvenes guerreros recogieron las piezas del suelo y las llevaron al
montóndelacarnefresca.—Habéis salido a cazar…—maullóEsquiruela con aprobación—.Bien
hecho.—¿Cómo es que estáis tanmanchados de barro?—Tormenta deArena
entornólosojosconrecelo—.¿Esquehabéisestadocazandoranas?—Ahí fueraestá todounpocomojado—mascullóLeonado,sinmirara
losojosalaexperimentadaguerrera.Conundestello risueñoensusojosverdes,TormentadeArenaabrió la
bocapararesponder,peroladistrajoelsonidodeunosgatosqueentrabanporeltúnel.Betulónibaencabeza,yCarrascasintióunhormigueodesorpresaalverquetraselguerreroibaCirro,seguidodeCandealyAlbina.
TormentadeArenaselevantódeunsalto.—¿Qué pasa aquí? —maulló, cruzando el claro para encararse al
curanderodelClandelaSombra.Esquiruelaselevantómásdespacio.—Serámejorque informeaEstrelladeFuego—murmuró,dirigiéndose
hacialasrocasquellevabanalaCornisaAlta.CarrascayLeonadosiguieronaTormentadeArena.Delaguaridadelos
guerrerosempezaronasalirmásgatos.NimboBlancoproclamóaloscuatrovientosquereconoceríaelolordelClandelaSombraencualquierparte;élyCentellaseunieronalgrupoquerodeabaaCirro,seguidosdeBayo,PintayRatonero. Musaraña se asomó desde la guarida de los veteranos, pero sequedódondeestaba,agitandolosbigotescondesaprobación.
—¿Qué está haciendo en nuestro campamento otro gato del Clan de laSombra?—quisosaberBayo.
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Nadielerespondió,aunquesuhermanaPintalediounempujóntanfuertequeestuvoapuntodederribarlo.
—Saludos—ledijoTormentadeArenaaCirro,conunbrevegestodelacabeza—.Betulón,¿quépasaaquí?
Elguerreroparecíaavergonzado.—Estábamos patrullando por la frontera del Clan de la Sombra… —
empezó.—Y he visto a Cirro—intervino Albina—. Betulón y Candeal estaban
demasiadoocupadoscharlando.—Ya basta —riñó Candeal a su aprendiza, con expresión nerviosa—.
CirrodicequenecesitahablarconTrigueña.CirroinclinólacabezaconrespetoanteTormentadeArena.—ConelpermisodeEstrelladeFuego.Hanocurridociertascosasenel
ClandelaSombraqueTrigueñadebesaber.Antes de que Tormenta de Arena pudiera contestar, Estrella de Fuego,
ZarzosoyTrigueñaaparecieronenlaCornisaAltaconEsquiruela.TormentadeArenalehizounaseñalconlacolaaCirro,invitándoloaacompañarla,yloguioa travésdel clarohasta elpiede las rocascaídas.CarrascayLeonadofuerontrasellos,juntoconelrestodelosguerrerosdelClandelTrueno;delasguaridasseguíansaliendomásgatosparacongregarseaescuchar.Rosinay Tordillo cruzaron brincando el claro desde la maternidad, con las orejasplantadasporlacuriosidad,mientrasDaliaibatrasellosmásdespacio.
—Saludos, Cirro —maulló Estrella de Fuego—. Bienvenido a nuestrocampamento.¿Enquépodemosayudarte?
—Gracias,EstrelladeFuego—respondióelcurandero—.NecesitohablarconTrigueña.
Laguerrerapardairguiólasorejas,sorprendida.—YoyanotengonadadequéhablarconelClandelaSombra—contestó
conunlevegruñido—.Yanoesmiclan.—Lamento que te sientas así. —Cirro parpadeó, comprensivo—. Pero
creo que podrías cambiar de opinión cuando oigas lo que he venido acontarte.
—Adelante,túdirás—replicóTrigueña,todavíaentonohostil.—EstrellaNegra quiere que regreses—maulló el curandero—.Tus tres
hijosyahanvuelto…—¡¿Qué?!—Trigueñasequedóboquiabiertaporlaimpresión.Senotabaquequeríahacerlemontonesdepreguntas,peropaseólosojos
porlosgatosdelClandelTruenoqueestabanescuchandoyvolvióacerrarla
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boca.—Estrella Negra quiere que te diga que nadie te culpará por haberte
marchado.—Cirrolamiróalosojos—.ElClandelaSombraharetomadoelcódigoguerreroyharecuperadolafeenelClanEstelar.
Trigueñarespiróhondo.—Siesoescierto…¿quépasaconSolo?—SolohadecididoabandonarelClandelaSombra.—¿Decidido?—lesusurróLeonadoaCarrascaaloído—.Sí,claro,ylos
erizosvuelan.—Sulugarnoestáentrenosotros—continuóCirro—.EstrellaNegrano
ledeseaningúnmal,peroSolonoesungatodeclan.—Sonbuenasnoticias—ledijoZarzosoasuhermana—.Yoterecibiría
encantado de nuevo como compañera de clan, pero sé que, en tu corazón,siempreserásunaguerreralealdelClandelaSombra.
Trigueñaletocólaorejaconlanariz,yluegoasintió.—Deacuerdo,Cirro, volveré.Pero serámejorquemehayas contado la
verdad.—Uncuranderonuncamiente—replicóél.TrigueñasevolvióhaciaellíderdelClandelTrueno.—Muchasgraciasportuhospitalidad,EstrelladeFuego.—Mealegrodequetodoestohayaterminadotanbien.Adiós,Trigueña,y
buenasuerte.Laguerreraparda se restregó contraZarzosoy luegobajópor las rocas
para reunirse con Cirro. Juntos, los dos miembros del Clan de la Sombracruzaronelclaroydesaparecieronporeltúneldeespinos.
—¡Jamás pensé que esto acabaría así! —exclamó Nimbo Blanco encuanto se fueron—. ¿De verdad creéis que Estrella Negra ha cambiado deopiniónasícomosinada?
CarrascaevitómiraraLeonado.—Meapuestounalunadepatrullasdelalbaaqueesostresaprendiceshan
tenido algo que ver—maulló Betulón—. ¿Por qué si no iban a regresar aescondidasalClandelaSombrasinsumadre?
MantoPolvorososoltóunresoplidoderisa.—Bueno, puedo imaginármelos perfectamente inmovilizando a Estrella
Negrahastaqueaceptarasupetición.—Alomejor,elhechodequesemarcharanhaservidoparaqueEstrella
Negra se diera cuenta de lo que le estaba haciendo a su clan —sugirióCarrascacautelosamente.
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Pintaasintió.—Sí,puedequetengasrazón.—Bueno,sealoquesealoquehayahechocambiardeopiniónaEstrella
Negra,esalgobuenoparaelrestodelosclanes—maullóTormentadeArena—.Nadiequiereensusfronterasaunclanquenosigueelcódigoguerrero.
—Cierto—ronroneó Fronda, restregándose contra el costado de la gatarojiza—. Siempre debería haber cuatro clanes alrededor del lago, y todossiguiendoelcódigoguerrero.
—Solo espero que Trigueña no le cuente a Estrella Negra demasiadascosas sobre nuestro campamento —murmuró Dalia, lanzando una miradaangustiadaasuscachorros.
Carrascacomenzóaerizarelpeloporlainsinuacióndequealguiendesufamiliapudieratraicionaralclanquelahabíaayudado,sobretodocuandosetratabadelclandesupropiohermano.Antesdequelajovenpudierahablar,TormentadeArenaletocólaorejaaDaliaconlanariz.
—Estoyseguradequenotienesdequépreocuparte.Trigueñajamásharíaalgoasí.
—LoqueamímegustaríasaberesloquevaapasarconesetalSolo.—Musarañaseunióalgrupodegatos—.¿Adóndeiráahora?
—¿Aquiénleimporta?—maullóBayo.—Puesimportaporquepodríaprovocarmásproblemas,cerebroderatón
—lesoltóMantoPolvoroso—.Loúnicoqueesperoesqueahoradejeenpazatodoslosclanes.
—Más levale.—Carrascaarañóel suelocon ferocidad.Pensar enSolotodavíaleerizabaelpelo—.Aquínohaysitioparaélsipretendedestruirelcódigoguerrero.
Leonadoabriólabocacomosifueraaprotestar,perovolvióacerrarla.ACarrascanolegustólavacilaciónquevioenlosojosdesuhermano:¡¿noiríaadefenderaSolo,despuésdeloquelehabíahechoalClandelaSombra?!
LehizoungestoaLeonadoparaapartarlodelgrupodegatosacalorados.—Nomedigasquetodavíaconfíasenesepeligrosocomedordecarroña,
¿verdad?—lesusurró.Leonadoseencogiódehombros.—No es tan malo como parece. Yo esperaba que ahora volviera para
convertirseennuestromentor.Carrascasequedómirándoloconincredulidad.—¿Por qué debería ayudarnos? ¿Y por qué tú todavía quieres que lo
haga?MiraloquelehahechoalClandelaSombra.¡Losconvencióparaque
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abandonaranelcódigoguerrero!—Peronuestrodestinono tienenadaqueverconel códigoguerrero—
protestóél,mirandoporencimadelhombroparaasegurarsedequenadielosoía.
Carrascasoltóunresoplido.—Solo es un gato peligroso. Si aparece de nuevo, deberías mantenerte
lejosdeél.Nuestrodestinosecumplirásinimportarloquehagamosoloquedejemosdehacer.¿Noesesounaprofecía?
Leonadoapartólamirada.Nopusomásobjeciones,perolajovenguerreranosequedómuyseguradehaberloconvencido.
Carrascaestabaenloaltodeunaempinadalomaquedabaallago,saboreandoel aire en busca de presas. A su espalda,Manto Polvoroso y Acedera, losotrosmiembros de la patrulla de caza, acechaban entre la vegetación. Unabrisa fría arrancaba las hojas de los árboles, quepasaban revoloteando anteCarrascacomoretazosflotantesdecolorrojoydorado.Aunqueelsolhabíasalido,elsueloseguíacubiertodeunacapafinadeescarcha.
Lajovenguerreraplantólasorejasalcaptarunrastrodecampañolenelaire.Unossegundosdespuésviounorollizodebajodeunaraíz,enmediodelaladeraquellevabaallago.Adoptólaposturadelcazadorysedeslizóhaciaél,intentandosertanligeracomolashojasquecaían.
Estaba segura de que no había hecho ni el menor ruido, pero antes dehaber recorrido la mitad de la distancia, algo asustó al campañol y saliódisparado. «¡Cagarrutas de ratón!», pensó la joven mientras corría tras él,aunquecuandollegóalosguijarrosdelaorilla,lapresahabíadesaparecido.
Furiosa, comenzó a olfatear los agujeros de la ribera. Percibió un olorintensoacampañol,peronoveíaelmododellegarhastaél.
—Hola,Carrasca.Lajovensequedópetrificadaaloíraquellavoztanbaja.Sediolavueltay
vio a Solo sentado en los guijarros, con la cola pulcramente enroscadaalrededor de las patas. Su pelaje blanco con manchas negras, marrones yrojizas estaba lustroso y bien acicalado, y sus ojos de color amarillo clarorelucían.
—¿Quéestáshaciendoaquí?—leespetóCarrasca.Notó que se le erizaba hasta el último pelo y que la cola doblaba su
tamaño.Noconfiabaenaquelpoderosogato.—Creíaquetehabríasmarchado.
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Losojosdelsolitario relampaguearonfuriososyelgatoclavó lasgarrasen el suelo.Peroun instantedespuésvolvía a estar tan tranquiloy relajadoqueCarrascacasicreyóquesehabíaimaginadoaquelestallidoderabia.
—MeheidodelClandelaSombra,peroaúnnopuedoirmedellago—respondióSoloconcalma.
Carrasca jamáshabía conocido aungato, ni siquieraEstrelladeFuego,quesonaratansegurodesímismo.
—Losclanesmenecesitan…Aunqueporlovistotodavíanosehandadocuenta.Túmenecesitas,Carrasca.
Lajoventragósaliva,conscientedequecorríaelpeligrodevolveracaerenelinflujodelavozdeSolo.
—Te equivocas—replicó—. Yo no te necesito, y Leonado y Glayino,tampoco.
—¿Estásseguradeeso?—lepreguntó,mirándolafijamente.Durante un segundo, la joven se sintió como una presa encogida de
miedo,paralizadabajolaszarpasdeunguerrero.—Muy segura.—Seobligó a sonar convencida—.Lograremos alcanzar
nuestrodestinosintuayuda,porqueelcódigoguerreroguiaránuestrospasosenladireccióncorrecta.
SepreparóparaqueSolose lodiscutiera,peroélse limitóa inclinarunpocolacabezaantesuspalabras.Luegosepusoenpieydiomediavueltasindecirnadamás.
Carrasca lo siguió con la mirada, decidida a comprobar que salía delterritoriodelClandelTrueno.Perocuandonohabíarecorridomásqueunpardecolas,Sololamiróporencimadelhombro.
—¿Estásseguradequehabéisencontradoalostres?—¿Qué quieres decir? —Carrasca dio un paso adelante, con la vista
empañada de rabia—. Leonado, Glayino y yo somos los tres. Tenemos lasangre de Estrella de Fuego y somos hermanos.YGlayino sabe cosas quenadiemássabe.
—Puesnosupoqueelsolibaadesaparecer.Suvoz resonóalrededordeCarrasca, pero cuandoella logró enfocarde
nuevolavista,Soloyaestabaalejándoseporlaorilladellago,endirecciónalterritoriodelClandelViento.
—¡Lárgateconvientofresco!—susurró,aunquetodavíatemblaba.Enlomáshondodesucorazón,sabíaquenoseríalaúltimavezquevería
aSolo.
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Carrascaconsiguióseguirelrastrodeotrocampañoly,despuésdecazarlo,lollevó a donde se había reunido la patrulla de caza, lista para regresar alcampamento.LajovenestabadecididaanodecirnadasobresuencuentroconSolo,yesperabaquenadiemáslohubiesevisto.Cuantoantesseolvidarandeélsuscompañerosdeclan,mejor.
Manto Polvoroso, que encabezaba la patrulla, estaba desenterrando sucapturacuandoellallegó.
—Elclancomerábienhoy—maullóelguerrero—.Enmarcha…Tenía la voz ronca, y terminó la frase tosiendo. Carrasca lo miró con
tristeza. Los ojos del atigrado marrón tenían un brillo febril; parecía quellevaraunbuenratotosiendo.
—Deberías ir aver aHojarascaAcuática en cuantovolvamos—maullóAcedera.
—Estoybien—replicóMantoPolvoroso,sinpoderevitartoserdenuevo.—Noestásbien,yvasairaveraHojarascaAcuática—lesoltóAcedera.Manto Polvoroso había sido su mentor durante un tiempo, mientras
Tormenta de Arena había estado fuera con Estrella de Fuego, así que, adiferenciademuchosdelosotrosgatosdelClandelTrueno,notemíatantoelmalgeniodelguerrero.
—Deacuerdo…—rezongóél,recogiendounaardillayechandoaandarhaciaelcampamento—,nohacefaltaquetepongastanmandona.
Antes de seguirlo, Carrasca intercambió una mirada de inquietud conAcedera.
Devueltaen lahondonada rocosa, la jovenguerreradejó supiezaenelmontóndelacarnefrescayfueaveraHojarascaAcuáticaparacontarlelodeManto Polvoroso. No le extrañaría que el guerrero atigrado se olvidaseconvenientementedeiraverla.
—¡No entres!—La voz de Hojarasca Acuática la detuvo desde el otrolado de las zarzas.Apareció al cabo de unmomento, desprendiendo olor ahierbas—.Ah,erestú,Carrasca.¿Quépuedohacerporti?
—Pormí,nada.—Sepreocupóalverlocansadaqueparecíalacurandera—.PerohesalidoacazarconMantoPolvorosoy loheoídotoser.Pensabaquedeberíassaberlo.
—¡Oh,no…! ¡Otrogatono!—AHojarascaAcuática se ledilataron losojos de angustia—.RaboLargo empezó a toser anoche, yDalia yMelada,estamañana,yRosinatienefiebre…
Carrascasintióqueelmiedolaatenazaba,nosoloporlasmalasnoticias,sinoporquenuncahabíavistoaHojarascaAcuáticatanalterada.
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—¿Esquevamosaenfermartodos,unotrasotro?—Nolosé.—Lacuranderanegóconlacabeza—.Estoyhaciendotodolo
quepuedo,pero¿ysinoessuficiente?Carrascanorecordabahaberlavistojamástanllenadedudas,tanasustada
porsuscompañerosdeclan.Restregóelhocicocontraellomodelagata.—Eresunagrancurandera,HojarascaAcuática.Séquetodosestaránbien
contuscuidados.—Significamucho paramí oírte decir eso.—La gata clavó en ella sus
ojosámbar—.Ojalá fueraasí.—Se irguióparadarseuna sacudida—.Veacomeralgo.Debesconservarlasfuerzas,otambiéntúcaerásenferma.
Carrascainclinólacabeza.—Deacuerdo.Alregresaralmontóndelacarnefresca,sintióquepocoapocosellenaba
deconfianzacomounahojavolteadase llenabaconaguade lluvia.Solosehabíamarchado;ellamismalohabíavistoirse,ylehabíadejadoclaroquenosería bien recibido en el Clan del Trueno. El Clan de la Sombra volvía aregirse por el código guerrero y buscaba la guía de los espíritus de susantepasados guerreros.Y respecto a la enfermedad… era unamala noticia,peroHojarascaAcuáticaloscuraríaatodos.
Mientras se agachaba para dar el primer mordisco a su campañol,Carrascanotóquerecuperabaalgodelaviejaemociónporlaprofecía.
«¡Estoy preparada, Clan Estelar! ¡Solo tienes que decirme qué debohacer!».
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Glayinoestornudócuandoelpolvodelashierbassecasselemetióenlanariz.Internándosemásenlagrietadelarocaquelesservíadealmacén,alargóunapata para palpar unos tallos quebradizos que había justo al fondo. El débilolorqueemitieron le indicóqueerafárfara, recolectadaen laestaciónde lahojanueva.
—¡Glayino!ElaprendizsesobresaltóaloírlavozdeHojarascaAcuática,ysediocon
lacabezaeneltechodelagruta.—¡Cagarrutasde ratón!—masculló, retorciéndoseparasalirdeespaldas
conlafárfarasecaentrelosdientes.—¿Quéhasencontrado?—lepreguntósumentora.—Fárfarayunaspocasbayasdeenebro—lainformóél,dejandolashojas
asuspies.—Eso es muy poco…—murmuró la curandera, examinando la penosa
coleccióndehierbas.—Esmejorquenada—maullóelaprendiz,intentandosonaroptimista.—Peronoessuficiente.Glayino,estamosperdiendolabatalla.El jovensintióunhormigueoportodoelcuerpoyclavólasgarrasenel
endurecidosuelodearena.—¡Nopuedeser!—Puesasíes.—HojarascaAcuáticasoltóunsuspirodedesesperación—.
Nohaybastanteespacioparasepararalosgatosenfermosdelrestodelclan,ynopodemostratarlatosverdesinnébeda.
—HeestadocuidandolasplantasdenébedadelaviviendaabandonadadelosDosPatas—le contóGlayino—. ¿Quieres quevaya a ver si haybrotesnuevos?
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—No.Esimposiblequehayasuficientes.—Lagataysuaprendizsentíanla misma impotencia—. Además, necesitamos dejarlas crecer para tenerexistenciaslapróximaestación.
—Entonces,¿quévamosahacer?—No lo sé. Y las cosas empeorarán a medida que haga más frío. Los
gatosestaránmásdébilesconlaescasezdepresas,ysienfermanmásgatos,noquedaránbastantesguerrerosquepuedancazarparaelclan.
Glayinolevantólabarbilla.—Entoncestenemosqueencontrarmásnébeda.—Nohaymás—replicóHojarascaAcuática—.Conozcoun lugar, justo
fueradelafronteradelClandelRío,juntoaunadelasviviendasdelosDosPatas, pero no puedo abandonar al clan el tiempo suficiente para ir arecolectarla,y…
Se interrumpió, aunque Glayino sabía de sobra lo que su mentorapretendíadecir:«Y túnopuedes irporqueeresciego».NotóqueHojarascaAcuáticalomirabadesesperada,ytambiéncuántodeseabaqueélpudieraver.El joven tuvo que sofocar un acceso de amargura. «Claro, porque si yopudieraver,seríamásútil,¿verdad?»,pensó.
—No,Glayino—respondió la gata a supregunta nopronunciada—.Larazón de que no puedas ir no es que seas ciego. Si ese fuera el problema,podríamandaraunguerrerocontigo.
—Enesecaso,¿porquénolohaces?HojarascaAcuáticasuspiró.—PorquetendríasqueatravesartodoelterritoriodelClandelaSombray
seguir a lo largo de la frontera del Clan del Río para llegar hasta allí.Últimamentehahabidodemasiadosconflictosypeleas.Nopodemosponerosenpeligroa tiyaunguerrerocon tantosgatosenfermos.¿Ysinosatacaraotro clan? Necesitamos todas las zarpas que tenemos aquí, en nuestroterritorio.
—¿Yqué tal si lespedimosnébedaa losotroscuranderos?—sugirióelaprendiz—.Siellostienen,podríandarnosunpoco,¿no?
—Sí,síqueloharían—respondiólagataconvozmáscortante,comosileirritarasuinsistencia—.Peronopuedopedírselasinquelosotrosclanesseenteren de lo debilitados que estamos. Estrella de Fuego me arrancaría elpellejosidescubrieraquehehechoalgoasí.
Asupesar,Glayinotuvoqueadmitirquesumentorateníarazón.—Entonces,¿quépuedohaceryoparaayudar?
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—LeshedichoaMiliyaGabardillaquesalieranatomarunpocodeairefresco y a descansar al sol. —La curandera sonó aliviada al retomarcuestionesmásprácticas—.Estánenelespacioquehayentrenuestraguariday la de los guerreros.Es un lugar resguardado, y lo bastante alejadode losdemás como para evitar que la tos verde se propague. ¿Podrías retirar elrellenoviejodesuslechosytraerunpocodenuevo?
—Claro.Glayinofuehastaunextremodelaguaridaycomenzóasepararelmusgo
yloshelechosusados,formandounabolaconlosdesechos.—Asegúrate de dejarlo lejos del campamento —le recordó Hojarasca
Acuática—.Ycuando termines, traedevueltaaMiliyGabardilla,antesdequesecansendemasiadoyseenfríen.
Haciéndola rodar,Glayino sacó la bola de relleno sucio por el túnel deespinosylatiróavarioszorrosdedistanciadelahondonadarocosa.Cercadeallíencontróunabuenacapademusgo,quecrecíadensamentealrededordelasraícesdeunárbol.Parasualivio,noestabaempapadoporlaintensalluviaque había caído unos días antes. Tras arrancar unas frondas de helechos,formóconellasunfardoquellevóalcampamento.
Despuésfueenbuscadelasenfermas.Miliestabatumbadaalsoljuntoalmurodelahondonadarocosa,ysurespiracióneraáspera.CuandoGlayinolepuso una pata en el pecho, notó cómo le subía y bajaba con rapidez.Gabardillaaparecióasuladoparadarleunempujoncitoasumadre.
—Quiero jugar—gimoteó lapequeña.Teníaquecontener larespiraciónparahablar,y le temblaban laspatas—.Tienesquehacerde ratón, ¡yyo teatrapo!
Milisoltóunsuspirodeagotamiento,y lasúplicadeGabardilla terminóentoses.
—Venga —maulló Glayino, intentando sonar alegre—. Te he puestorellenonuevoylimpioenellecho.Asípodrásdormirrealmentebien.
—¡Yonoquierodormir!—protestólacachorrita.—Sí, claro que sí —replicó el aprendiz—. Dormir hará que te sientas
mejor.Ofreció su apoyo a Mili cuando la gata se levantó trabajosamente.
Resollaba por el esfuerzo, y sus toses eran débiles, como si sus fuerzas laestuviesenabandonandoconrapidez.AGlayinoseleencogióelestómagodefrustración.Segúnlaprofecía,élteníaelpoderdelasestrellasenlasmanos,pero¿dequé le servía si teníaquevercómomoríangatosqueestabana sucuidado?
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AyudóaMiliaacostarsedenuevo,conGabardillametiéndoseleentrelaspatas,hastaquelamandóallechomusgosoquehabíajuntoaldesumadre.
Luego,Glayino regresóal almacénen la roca,preguntándose si, conunpocodesuerte,selehabríapasadoalgunaprovisióndehierbas.Yentonces,derepente,susojossellenarondeunaluzdeslumbrante,hastatalpuntoqueel joven aprendiz tuvo que encogerse agachando la cabeza para tratar deprotegersedeaquellosrayos.Cuandose leaclaró lavista, levantó lacabezaparpadeando.Estabaenunclaro,cubiertodehojassusurrantes.Elairecálidoestabacargadodelaromadehierbasencrecimiento.
«¿Habránébedaaquí?».Esofueloprimeroquesepreguntó.Alsaborearelaire,eloloragatosloenvolvió,ahogandoelaromadelas
hierbas.Laluzdelasestrellasresplandecíaenlavegetacióndedebajodelosárboles, y en el claro comenzaron a aparecer guerreros del Clan Estelar.Glayino reconoció a Estrella Azul, que agitaba la cola con inquietud, y sevolvióamiraralamusculosafiguradeTormentaBlanca,queibatrasella.
—Vienenhaciaaquí—susurrólaviejalíderdelClandelTrueno—.Sontantos…
—Quizáno—la tranquilizóTormentaBlanca—.ElClandelTruenonopodríatenermejorescuranderos.
Glayinooyóunbufidocuandootragataestelarsaliódeentreloshelechos:era Fauces Amarillas, con su desgreñado pelaje gris y sus llameantes ojosámbar.
—¿Acaso tienes el cerebro de un ratón, Tormenta Blanca? ¿Qué van ahacerloscuranderossinhierbassanadoras?
—¿No podemos guiarlos de alguna manera?—maulló la dulce voz deJaspeada, que apareció ondeando elegantemente la cola—. ¿No hay algúnmododeayudarlos?
—Dímelotú—lesoltóFaucesAmarillas—.Enel territoriodelClandelTruenonoquedamásnébeda,yesoesloquehay.Yolesdaríamipellejosipudiera,pero¿dequélesserviría?
—¿Esquelaenfermedadvaadestruiratodomiclan?—maullóEstrellaAzul,arrancando,furiosa,unasmatasdehierbasconlasgarras.
Una última gata entró en el claro: era la atigrada plateada queGlayinohabíavistoenlosrecuerdosdeLátigoGris,desangrándosesobrelaspiedrasmientrasdabaaluzaunpardecachorrosminúsculos.
—Mili está cerca de unirse a nosotros—murmuró la recién llegada—.¿Quépodemoshacer?LátigoGrisnosemerecevolverapasarporalgoasí,seleromperáelcorazón.
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NingunodelosgatosdelClanEstelarsuporesponder.Comenzaronadarvueltas,abstraídos,invadidosporunhormigueodeangustia.NingunodeellospareciórepararenGlayino.
«¿Quéhagoaquísinohaynadaútilenestavisión?—sepreguntóeljoven—.Tengogatosenfermosalosqueatender…».
Unabrisafrescasoplósobreelclaro,alborotandoelpelajequelaluzdelaluna iluminabaenaquellosdesasosegadosguerreros,yentre las sombrasdedebajode los árbolesvolvióabrillarun resplandor estelar: aparecieron tresgatosmás.Enprimerlugar,unagatajoven—apenaslobastantemayorparaserguerrera—,cuyopelajeatigradorelucíaconunatenueluzplateada.Luegollegóunagatademásedad,unaatigradaplateada tanparecidaa laprimeraque Glayino supuso que era su madre. Y el tercero era un atigrado deomoplatosamplios.
—Espíritu Radiante.—Estrella Azul inclinó respetuosamente la cabezaantelajoven—.Cuántotiemposinverte.
—AlmaReluciente, CorazónValeroso—saludó Tormenta Blanca a losotrosdos—.Nossentimosmuyhonradosconvuestrapresencia.
Glayino se quedómirando a los recién llegados. ¿De dónde procedían?Noloshabíavistojamás,nihabíaoídosusnombresenningunodelosclanes.Suolortambiéneradistinto:olíanlevementealClanEstelar…yaalgomásque estaba en la brisa y en la luz de las estrellas. Percibió que habíanrecorridounalargadistancia.
«¿Poresoestoyaquí?¿Paraconoceraestosgatos?»,sepreguntó.Los dos gatos mayores se quedaron con las colas entrelazadas en el
lindero del claro, peroEspírituRadiante lo cruzó para detenerse delante deGlayino. Sus ojos verdes relucían con cariño y simpatía, y su dulce olorenvolvióalaprendiz.
—Saludos,Glayino—maullólagata—.Veoqueestáspreocupado.Glayinosesentó.AquellajovennoeraunmiembromásdelClanEstelar;
nopodíaimaginarsediciéndolequenoeramásqueunasimplegatadeclanenun lugar distinto. Algo en ella, en el modo en que inclinó la cabeza paraobservarlocomosifueranlosúnicosgatosdelclaro,loimpulsóacontarlelaverdad:
—LosgatosdelClandelTruenoestánmuriéndose.Noséquéhacer.Espíritu Radiante se acercó para apoyarle el hocico en la oreja,
reconfortándoloconsualiento.—Buscaelviento—lesusurró—.Elvientotieneloquebuscas.Glayinodiounpasoatrásparamirarla.
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—¿Quéquieresdecir?Noloentiendo.Conunbufido,laoscuridadlecególosojoscomosiderepentelanoche
hubiese caído, y Glayino volvió a encontrarse rodeado del olor a hierbasrancias y gatos enfermos. Apretó los dientes para reprimir un aullido defrustración.
«¡EspírituRadianteibaacontarmealgo!».Duranteunosinstantes,siguiódistinguiendoelaromadelajovengatayel
distante eco de su voz: «Busca el viento.Y que elClanEstelar ilumine tucamino».Luegodesapareció.
—Vamos,Mili—dijoHojarascaAcuática cerca de él—.Túmbate aquí.Glayinoteharenovadoellecho.
—Gracias,Glayino—maullóMiliconvozronca.Elaprendizsepusotenso.¿Esqueaquellavisiónnohabíaduradomásde
dos suspiros? Ayudó a su mentora a acomodar a Mili y a Gabardilla,muriéndose de ganas por tener un instante de tranquilidad para pensar enEspírituRadianteysuspalabrasmisteriosas.
Cuandolasenfermasseovillaronensulecho,Glayinooyóunospasosqueseacercabanalacarrera.«¿Yahoraqué?»,sedijo.CaptóelolordeTormentadeArenacuandolagatasedetuvoantelacortinadezarzas.
—¡HojarascaAcuática,venrápido!—exclamólaguerrera,sinaliento—.¡EstrelladeFuegoestáenfermo!
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HojarascaAcuáticasoltóungritodeespanto.—¡Voyenseguida!PasóanteGlayinoyechóacorrertrasTormentadeArena.El aprendiz recogió un par de hojas de fárfara y salió disparado tras su
mentora.TrepóporlasrocasquellevabanalaguaridadellíderdelClandelTrueno,sinpararseapensardóndeponíalaspatas.
CuandollegóalaCornisaAlta,eloloraenfermedadlogolpeócomounzarpazo. Dentro de la guarida, Estrella de Fuego estaba tosiendo, y, alacercarse a él, Glayino notó el calor de la fiebre que emitía su cuerpo. Alaprendizseleerizóhastaelúltimopelo.¿QuélepasaríaalClandelTruenoahoraquesulíderhabíaenfermado?
—Gracias,Glayino—ledijoHojarascaAcuática,tomandolafárfaraquelehabíallevado—.Toma,EstrelladeFuego,masticaesto.
—No estoy tan enfermo—protestó él, con la voz ya ronca de toser—.Deberíasguardarlashierbasparalosquelasnecesiten.
—¡Noseasridículo!—leespetóHojarascaAcuática—.Lasnecesitastú.Ahorayosoytucurandera,noloolvides.
—Decachorritaerasunagatitamuysosegada—ledijoEstrelladeFuegocontonocansadoperorisueño—.Jamáspenséquetevolveríastanmandona.
—Bueno, pues me he vuelto mandona, así que haz lo que te digo —replicó ella, rebosando afecto por su padre—.Venga, ya sabes que el clannecesitaqueestésfuerteyenforma.
Mientrasellídermasticabalashierbas,Glayinosaliódelaguaridaybajóalclaro.SedetuvoalpiedelasrocascaídasysaboreóelaireconlaesperanzadeencontrarunaprendizquepudierairaporrellenonuevoparaellechodeEstrelladeFuego.Almenos,el líderdelclanpodíapermanecerapartadoensuguarida,asínocontagiaríaalosgatosqueseguíansanos.
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ElprimerolorquecaptóGlayino,sinembargo,nofueeldeunaprendiz,sinoeldeZarzoso.
—¿Quéocurre?—lepreguntóellugarteniente.—NodeberíassubiralaCornisaAlta—respondióeljoven,bloqueándole
elpaso—.EstrelladeFuegotienetosverde.—¡Oh, por el gran Clan Estelar!—exclamó Zarzoso, conmocionado—.
Loestásayudando,¿verdad?—HojarascaAcuáticaestáconélyharátodoloquepueda.—Losé…—Esopareciótranquilizarlo—.Déjamepasar,Glayino.Tengo
quehablarconEstrelladeFuegosobrelaspatrullas.—De acuerdo. Pero quédate en laCornisaAlta y habla conEstrella de
Fuegodesdeahí,sinentrarenlaguarida.Noteacerquesdemasiado.Glayinovolvióasaborearelairemientrassupadreascendíaporlasrocas,
peronopudodetectarelolornideRaposinonideAlbina.EsavezfueLátigoGrisquienseleacercó.
—Glayino,¿cómoestáMili?—quisosaberelguerrero—.Estárealmenteenferma,¿verdad?
Aljovenlehabríagustadoreconfortarloconunamentira,perosabíaqueLátigo Gris jamás le creería. Asintió, y la potente oleada de angustia quebrotódelguerreroestuvoapuntodederribarlo.«¿Esoesamor?—sepreguntó—.¿TantoleimportaMiliaLátigoGris?¡Escomosisupropiavidaestuvieraenpeligro!».
—La gata plateada que murió… —empezó el joven—. La amabas,¿verdad?
Elguerrerocontuvolarespiración,asombrado.—Sí… Se llamaba Corriente Plateada. Era la madre de Borrascoso y
Plumosa.—Enmudecióenvueltoderecuerdostristes.—Nopodríashaberhechonadaparasalvarla—ledijoGlayino—.Ahora
viveconelClanEstelarysepreocupaporMili.Noquierequeellaselesunatodavía,ymenoscuandotienequecuidardevuestroscachorros.
—¿Cómosabestodoeso?—lepreguntóLátigoGris,impresionado.—Laoídecirloenunavisión.—Esmuy propio deCorriente Plateada preocuparse—murmuró Látigo
Gris—,peroahoranomeconsuelamucho.ElClanEstelarnopuedecombatirlatosverdemásdeloquepodemosnosotros.—Sonabaderrotado,comosiyahubiera aceptado que iba a perder a Mili como había perdido a CorrientePlateada.
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La rabia abrasó a Glayino como una llama devoradora. «¡Nadie va amorir!¡Algosemeocurriráparaimpedirlo!».Queríacombatirlaenfermedad,nosoloporlosgatosmoribundosdesupropioclanyporlosguerreroscomoLátigoGris que los amaban, sino por todos losmiembros delClanEstelar,quenoqueríanmásgatosentresusfilas,notantosnitanpronto.
«YporEspírituRadiante—añadió—.Ellahaacudidoenmiayuda,y,seacomosea,descubriréelsignificadodesuspalabras».
GlayinosedirigióalaguaridadelosaprendicesparairenbuscadeRaposinoyAlbina.Antesdellegar,detectóqueporeltúneldeespinosseacercabaunapatrulladecaza:Zarzoso,Leonado,NimboBlancoyCarbonera.Loscuatroiban cargados con presas, pero el joven aprendiz de curandero percibió suagotamientoydesánimo.
«Está pasando lo que temía Hojarasca Acuática. Hay tantos gatosenfermosquenoquedansuficientesparapatrullar»,pensó.
Metiólacabezaentreloshelechosquecrecíanenlaentradadelaguaridade los aprendices. Un leve ronquido le indicó que Raposino estabadurmiendo.Surespiracióneraregular.Eldíaanterior,HojarascaAcuáticalehabíadadounadosisdeatanasia,yesoparecíahaberlecuradolatos.
«Ungatomenosdelquepreocuparse».—¡Eh!—Glayinoentróenlaguaridayleclavóunazarpa—.¡Despierta!—¿Qué…?Elaprendizrojizolevantólacabeza.—Necesito que vayas a por musgo nuevo para el lecho de Estrella de
Fuego.Raposinobostezósonoramente.—¿Yesonopuedehacerlootro?Hesalidoenlapatrulladelalba,yluego
enunadecazaconTormentadeArena.Ellamehadichoquepodíadescansarunpoco.
Glayinosintióunapunzadadecompasión.—Todosestánsobrepasadosdetrabajo.Albinapodríaayudarte,siesque
consiguesencontrarla.—Ha salido a cazar con Candeal —respondió, poniéndose en pie y
estirándoseconungruñido—.Vale,yavoy.—Asegúrate de que el musgo esté seco—le ordenó mientras salían al
claro—.Ydeshaztedelusadomuylejosdelcampamento.EstrelladeFuegoestáenfermo.
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—¿Por qué no me lo has dicho antes? —maulló Raposino con vozabatida.
Yechóacorrerhaciaeltúnel.Glayinoseacercóalmontóndelacarnefrescaycogióunaardillaparalos
veteranos.Antesdellegaralaguarida,debajodelarbustodemadreselva,oyótoser a Rabo Largo, y también que Musaraña lo reconfortaba con unmurmullo.
—Aquítenéis—lesdijoGlayino,dejandolaardillajuntoalaveterana—.¿Cómoteencuentras,RaboLargo?
—Cadaveztosemás—lerecriminólaviejagata—.¿Cuándovasatraerleunpocodenébeda?
«Cuandoloserizosvuelen»,leentraronganasderesponderaGlayino.—No tenemos —le explicó a Musaraña—. Pero le traeré atanasia, y
borrajaparalafiebre.Lagatasoltóunresoplido.—Menudocuranderodepacotillaestáshechosinisiquieratienesnébeda.Glayino volvió a morderse la lengua para no contestarle. Sabía que la
gruñona anciana estaba preocupada por su compañero de guarida. Pero almenosellahabíaevitadoenfermar…porelmomento…¡ygraciasalashojasdeatanasiaqueéllehabíallevado!
Eljovenaprendizdecuranderoinstóalveteranoacomercarne:—Intentaalmenoscomerunpoco,necesitasconservarlasfuerzas.—Deacuerdo—respondióelveteranoconvozronca,entreataquesdetos
—.Gracias,Glayino.Tras hacerle un gesto aMusaraña, el aprendiz regresó almontón de la
carne frescapara llevarlesalgoa losenfermosqueestabanen laguaridadelos guerreros. Al pasar por encima de las ramas de la entrada, localizó aEspinardo y Manto Polvoroso en los lechos de uno de los lados. Frondaestabaovilladacercadesupareja.
—Esto es absurdo—maulló el atigradomarrón—. Estoy perfectamentebienparasalirapatrullar.
—No,noloestás—replicóFronda—.Vasaquedarteaquíaunquetengaqueinmovilizarte.—Ylolamióafectuosamente.
Glayino dejó un ratón delante de Manto Polvoroso y otro delante deEspinardo. El guerrero dorado llevaba enfermo más tiempo que nadie,exceptuando a Mili, y su respiración sonaba rápida y superficial. Estabatumbadodecostado,yno reaccionócuandoél lopalpóparaexaminarlo.El
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pelajeselehabíavueltoáspero,yselenotabantodaslascostillas.Elaprendizsepusotenso.EspinardopodríaestaryadecaminohaciaelClanEstelar.
—¿Hayalgoquepuedahacer?—lepreguntóFrondaaloído.—No mucho, pero gracias. Intenta que se coma este ratón cuando
despierte.—Loharé.Fronda le tocóelhocicocon lanarizy fueaovillarsedenuevo juntoa
MantoPolvoroso.—Glayino—maulló la voz de Esquiruela desde el otro extremo de la
guarida—.QuieroqueledigasaHojarascaAcuáticaqueyaestoylobastantebienparasaliracazar.
Seacercóaljoven,quenotóensusmovimientosdoloryrigidez.—¿Acasoquieresquelemientaamimentora?—¿Mentirle?¡Quétontería!Puedesdecirlequelaheridahasanado.Glayinoolfateólazonadondesumadrehabíarecibidoelzarpazoquele
abrióelcostadodurantelabatallacontraelClandelViento.Elcortesehabíacerradoynohabíanirastrodeinfección,peroelpeloaúnnolehabíavueltoacrecerylosmúsculosseguíanagarrotados.
—Noestás lista—gruñó—.YHojarascaAcuática tediría lomismo.Lepediré que venga a examinarte, y quizá puedas empezar a hacer ejerciciossuaves,peroesonoincluyesaliracazarardillas.
Esquiruelasoltóunresoplido.—Ahoramismo,elClandelTruenonecesitaatodossusguerreros.—Sí,asíes.—AGlayinoseleestabaacabandolapacienciaconsumadre
—. Pero ¿no te das cuenta de que nos darías más trabajo si volvieras apatrullarantesdeestarpreparada?
La respuesta de Esquiruela fue interrumpida por la llegada de otroguerrero.GlayinopercibióelolordeRatonero,yparecíaalarmado.
—¡RaposinomehadichoqueEstrelladeFuegoestáenfermo!Hubounrevueloentrelosdemásgatos.—¡QueelClanEstelarnoloquiera!—aullóFronda—.¿Quéharemossi
nuestrolídermuere?¡SeguroqueelClandelVientoyelClandelRíovuelvenaatacarnos!
—Estrella de Fuego no va a morir —replicó Glayino con la mayorconvicciónquepudo—.Ysipierdeunavida,aúnlequedanmuchas.
—Eso no significa que pueda desperdiciarlas—maullóEsquiruela—.YZarzoso necesitará más patrullas todavía. ¿Y si enferman nuestro líder ytambiénnuestrolugarteniente?
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—Estamoshaciendotodoloquepodemosparacombatirlaenfermedad.YEstrelladeFuegoesungatofuerteysano.
—Losé,pero…—Esquiruelasequedócallada.GlayinonotósuangustiacomoanteshabíanotadoladeLátigoGris.Sin
decirunapalabramás,laguerreradiomediavueltayregresóasulecho.Presa de la preocupación, el joven aprendiz salió de la guarida de los
guerrerosyfuealmontóndelacarnefrescaaelegiralgoparalosgatosdelamaternidad. Temía queHojarascaAcuática tuviera razón cuando decía queestabanperdiendolabatalla.Sinlanébeda,nohabíanadaquepudieranhacer.
«Tengoqueencontrarnébeda.Ydescubrir,seacomosea,loqueintentabadecirmeEspírituRadiante».
Ya estaba anocheciendo cuando Glayino terminó de informar a HojarascaAcuática y de llevar las hierbas que quedaban a los gatos enfermos. Elaprendiz se enroscóen su lechode laguaridade la curandera,hundiéndosetodoloquepudoenelmusgoparaamortiguarelruidodelosresuellosylastosesdeMiliyGabardilla.
«Quizáahorapuedaaveriguarloquetengoquehacer»,sedijo.Recordó su encuentro con la bella atigrada plateada, y la calidez de su
mirada mientras hablaban. «Busca el viento…». Pero el viento estaba portodaspartes;nohabíaquebuscarlo.Susurrabaentrelasramasdelosárboles,soplabasobreellago,aplastabalahierbadelpáramoquehabíacaminodelaLagunaLunar.¡Ojaláfueseigualdefácilencontrarnébeda!
«Busca el viento…» y encontrarás nébeda. ¿Era eso lo que EspírituRadiantequeríaqueentendiera?Glayinosintióuncosquilleodeemociónquelorecorriódelasorejasalapuntadelacola,yflexionólasgarras,cerrándolassobre el musgo de su lecho. ¿Dónde soplaba el viento más fuerte que enningúnotrositio?
«¡Claro!¡EnelterritoriodelClandelViento!».Enel territoriodelClandelTruenonohabíanébeda; laquecrecíaenel
ClandelRíoestabademasiadolejos,yconlaescasavegetaciónquehabíaenelbosquedepinos,resultabaimprobablequehubieraalgunamataenelClande laSombra.Sihabíamásnébedaalrededordel lago, teníaqueestarenelClandelViento.
AGlayino le entraron ganas de levantarse de un salto y salir disparadohacia el bosque, pero eso hubiera sidouna insensatez.Él no sabíamoverse
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porelterritoriodelClandelViento,y,aunquenohubierasidociego,noteníaniideadedóndeempezarabuscarlanébeda.
«Erescurandero.Tienespoderes.Úsalos».Enroscándoseenunovilloprieto,Glayinocerrólosojos.Jamássehabía
paseado por los sueños de un gato que estuviera tan lejos, peroAzorín, elaprendizdecuranderodelClandelViento,siempresehabíamostradoamableconél.«Boboperoamable…».Quizáesolehicieramásfácilcolarseensussueños.
Glayino se imaginó a símismo saliendodel campamentoy cruzando elbosque en dirección al territorio del clan vecino. Tras saltar el arroyo quemarcaba la frontera, cruzó el páramo con pasos tan ligeros como plumas yllegóaloaltodelahondonadadesdedondeseveíaelcampamentodelClandelViento.Dejándose llevarpor el sueño, sedeslizó entre rocasy arbustosconformasdifusas,ysecentróenlagrietaanchadelpeñascodondeteníansuguaridaCascarónyAzorín.
Dentrodelagrieta,elcuranderoysuaprendizestabanovilladosenlechosconstruidos con hierba del páramo y plumas, que se agitaban con surespiración. La oscura forma de Glayino se acostó al lado de Azorín,tocándoleelpelajecálidoysuave.Ralentizósurespiraciónparaacompasarlacon la del otro aprendiz. Un par de latidos después, notó que el viento leazotabaelcuerpoyseencontródentrodelsueñodeAzorín.
EljovendelClandelVientoestabacaminandoporelpáramo,rodeadodeolorahierbayovejas.Lasnubescorríanvelocesenelcieloazulclaro,yelrocíodestellababajolosrayosdelprimersoldelamañana.
—¡Hola, Glayino! —Azorín sonó sorprendido pero también afable—.¿Quéestáshaciendoaquí?
—Quería hacerte una visita, nada más —respondió él, un poco tenso,temiendoqueelaprendizsedieracuentadeloraroqueeraaquello.
SiAzorín se alteraba demasiado, podría despertarse, yGlayino se veríaexpulsadodelsueñoydevueltaensulecho.
—¡Genial!—maulló,dándolelabienvenidayagitandolasorejas—.Haceun día precioso, ¿verdad? He pensado salir temprano para buscar algunashierbas.
Glayinosemoríadeganasdepreguntarlequéclasedehierbasesperabaencontrar, pero prefería ser prudente y no asustarlo, así que se limitó aseguirloporelpáramo.
—¿Este arroyo baja hacia el Clan del Trueno?—le preguntó como sinada, mientras cruzaban un hilillo de agua marrón y turbosa, bordeada de
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juncos.—Sí,seunealarroyofronterizo—respondióAzorín.«Nosospechanada.Despuésdetodo,estonoesmásqueunsueño,¿no?»,
pensóGlayino.—Supongo que por aquí no encontraréis muchas presas —maulló,
impacienteporquesucolegasiguierahablando.—¡Puessuponesmal!—Azorínlevantólacolaylacabezaconorgullo—.
¿No hueles a conejo? Y a veces cazamos algún que otro pájaro. CorvinoPlumosonosenseñóacazarcomolohacenenlatribudelasmontañas.
—Meimaginoquetendréisqueserrápidos.Azorínsediounpardelametazosenelpecho.—EsoesloquemejorsenosdaalosgatosdelClandelViento.—¿Yquémedicesdelashierbas?—continuóGlayino,conelestómago
en un puño cuando le hizo la pregunta quemás le interesaba—.Este lugarparecebastantedesolado.Noeselmejorsitioparaquecrezcanlamayoríadelasplantas.
—Puesvuelvesaequivocarte.Tenemosbuenasexistenciasa lo largodelos arroyos, y en el trozo de bosque que linda con la frontera delClan delTrueno.
—Esazonadebedeserestupendaparalahierbabuena—maullóGlayino—.¿Ytambiéntenéisnébeda?
—Oh, sí, tenemos un montón.—Azorín señaló con la nariz hacia unazona en que el páramo descendía bruscamente en una pendiente rocosa—.Ahíabajo.
—¿En serio? —Glayino se obligó a sonar mínimamente interesado,cuandoloquedeverdadqueríaeraponerseasaltaraullandodealegría.
—Sí,hay…Enesemomento, justodelantedelosdosaprendices,unconejosalióde
entreunarbustodeaulagayechóacorrerporelpáramo.AzorínseolvidódeGlayino y salió disparado tras el conejo, rozando con la barriga la hierbaáspera.
—Gracias, conejo —murmuró el aprendiz de curandero del Clan delTrueno.
EsperóhastaqueelaprendizdelClandelVientoestuvofueradesuvista,yluegodescendióhastalasrocas.Olfateandoelaire,captóoloraaguayunaroma intenso anébeda.La encontróunos segundosdespués.Unmanantialbrotabaentredosrocas,rodeadodematasespesasdelapreciadahierba.
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Glayino permaneció inmóvil unos instantes, aspirando su aroma.Deseódesesperadamente poder arrancar un puñado y llevárselo a su clan, peroestabasoñando.AlguientendríaqueirhastaallídespiertoyrobarleunpocoalClandelViento.
«Enrealidadnoesrobar.Nocuandolanecesitamostantísimo.YelClandelVientotienedesobra»,sedijo.
Glayino,sinembargo, reparóenque lanébedanoera loúnicoqueolía.Alrededor de las rocas había otro olor que le resultaba familiar, el olor acuevas, tierra y agua subterránea. Rebuscando entre las rocas, intentólocalizarelpuntodelqueprocedía,yalfinalloencontró:unhuecoestrechoentrelaspiedrasqueseinternabaenlaoscuridad.
«¡Estodebedeserunaentradaalostúneles!QuizáeslarutaquetomóelClandelVientoparaatacarnuestroterritorio».
Enelbarroquehabíadelantedelaaberturaviovariosrastrosdehuellas,y,trascomprobarquenadieloveía,secolóporelagujero.Elpasajesetornómásanchoenseguida,yGlayinodistinguióeloloragatosdelClandelVientopegadoalasrocas.
—¡Glayino!¡Glayino!El joven se puso tenso; ¿lo habría visto Azorín entrar en el túnel y
sospecharíadeél?—Glayino. —Una zarpa se le clavó bruscamente en el costado—.
Glayino, aMili le ha subido la fiebre. ¿Puedes ir a por un poco demusgoempapadoenagua?
El aprendiz abrió los ojos a la oscuridad y se levantó, sacudiéndosetrocitosdemusgoyhelechodelpelo.Elfríodelamanecerllenabalaguarida,mezclándoseconeloloramiedodeHojarascaAcuática.Oyó la respiraciónroncadeMiliylosmaullidoslastimerosdeGabardilla.
—Mamá va amorirse, ¿verdad?—La cachorrita sonó aterrada—.Y novolveréaverla,porqueyonoconozcoelcaminoalClanEstelar.
—Estamoshaciendotodoloquepodemos.HojarascaAcuática se alejó, yGlayino se la imaginó inclinándose para
consolaralaasustadagatita.—Einclusosisemuere,volverásaverlaalgúndía—prosiguiólamentora
—.CuandoMiliestéenelClanEstelar,sabrácuáleselmomentooportunoparaveniraporti.
—¿Estássegura?—Gabardillanoparecíamuyconvencida.—Teloprometo—latranquilizólacurandera.
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AGlayinoempezaronatemblarlelaspatasdemiedo.HojarascaAcuáticaactuaba como si se hubiera resignado a ver cómomoría una compañera declan.«¡Tenemosqueiraporesanébedayamismo!».
—Traeréelmusgo—maulló,saliendodelaguarida.DespuésdellevarleelmusgoempapadoaMili,sedirigióalaguaridade
losguerreros.Dentro, el aire estaba cargadoconel cálidoolorde losgatosdormidos;eratantempranoquecasiningunosehabíadespertado.
GlayinolocalizóaLeonadoporelolor,ylodespertódándoleunempujón.—¿Eeeeh…?—Leonadolevantólacabeza—.¿Glayino?¿Ocurrealgo?Elaprendizdecuranderoseinclinóparasusurrarlealoído:—Sédóndehaynébeda.—¿Enserio?—respondióentusiasmado—.¿Dónde?—EnelClandelViento,cercade laentradaaun túnel.Tienesque ira
recolectarunpoco.Elentusiasmodel jovenguerrerose transformóbruscamenteenhorrory
repulsión.—No—maullócortante—.¡NopiensoiralClandelViento!¡Nihablar!
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Leonadonotóquelahierbafrescalerozabalabarrigaalavanzar.ElolordelClandelVientolellenabalasfosasnasales.Lasgotasdelluviaquecaíandelas hojas le mojaban las orejas y los bigotes, pero él estaba demasiadoensimismadocomoparasacudírselasdeencima.Teníatodoslosmúsculosdelcuerpoconcentradosenloqueveíadelante.
«¡Ahora!». Impulsándoseconsuspotentespatas traseras,Leonadosaltó.La ardilla intentó huir, pero era demasiado tarde. El guerrero le clavó lasgarrasylamatóconunadentelladavelozenelcuello.
Cuandolapresaquedóinerte,aLeonadoselenublólavista.Unlagodesangre escarlata y pegajosa se extendió por la hierba y las hojas del sueloforestal;podíasaborearsusabor.Laardillasetransformóenunagatagris,yLeonadoseencontrócontemplandoelcadáverdeZarpaBrecina.Susgarrasestabanmanchadasconlasangredelagata.
—No…oh,no…—susurró.DesdequedosdíasantesGlayinolehabíapedidoquefueraapornébeda
alClan delViento, Leonado se sentía culpable.No podía hacerlo. Le dabademasiado miedo que su sueño se hiciera realidad y terminara matando aZarpaBrecina.
Seestremeció,visualizandolaespantosaimagendelagataalaquehabíaamado.Unavezmás,volvióadesearserunguerrerocomúnycorriente,sinesospoderesqueloaterrorizabanmásymásamedidaqueseconsolidaban.
«Ojalá pudiera contarle a Glayino cómo me siento…». Pero no podíamostrar debilidad ante su hermano, no cuando este dependía de él paracumplir con su parte de la profecía. Solo sabía que no podía arriesgarse aentrarenelterritoriodelClandelViento,ymenosaúnatravésdelostúneles.ZarpaBrecinalohabíatraicionado.Leonadodeseabadesesperadamentecreeren lo que ella le había dicho —que eran las cachorritas las que habían
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desveladoelsecretodelostúneles—,peronopodíaestarsegurodequeesofuera cierto. Ahora Zarpa Brecina era su enemiga, porque él estabafirmementecomprometidoconelClandelTrueno. ¿Porqué ibaa fiarsedeuna gata de otro clan? Jamás la perdonaría, pero no por eso deseabamancharselaszarpasconsusangre.
Cuandolavisiónsedesvaneció,Leonadoseincorporóconlaardillaenlaboca. Cenizo apareció entre los helechos que crecían junto al arroyo quemarcabalafronteraconelClandelVientoyseacercóaélcargadocondoscampañoles.LoseguíaZancudoconunratón.
—Bien hecho, Leonado.—Cenizo le dedicó un gesto de aprobación ydejó sus presas cerca—. ¿Has visto aAcedera?Nosotros ya hemos cazadotodoloquepodemoscargar.
—Estoy aquí. —Acedera apareció también entre la vegetación,arrastrandounconejocasitangrandecomoella—.¡Puaj!—Dejólapresaenel suelo para escupir un mechón de pelo—. ¿Alguno de vosotros podríallevarlocaminodelcampamento?
Mientras regresaban a la hondonada rocosa, Leonado volvió a sentirseagobiadoporsuspreocupaciones.Hastaelmomento, laestaciónde lacaídadelahojahabíasidotempladaynohabíanfaltadolaspresas,peroquedabanpocos guerreros en condiciones de cazar. Al salir del campamento aquellamañana,Centellaestabatosiendo,yLeonadohabíavistoaMeladairhacialaguarida de la curandera. «¿Cuánto tiempo pasará antes de que haya tantosgatosenfermosquenoquedenlossuficientesparacuidarlos?».
Dejólapresaenelmontóndelacarnefresca,queestabainquietantementebajo.
—Volveremos a salir ahora mismo—anunció Cenizo—, pero primerodeberíamoscomeralgopararecuperarfuerzas.
—Yo estoy bien —maulló Acedera—. Uno de los enfermos puedecomersemiparte.
Cenizoseleacercó.—Tienes que comer. ¿Qué bien le harás a tu clan si también caes
enferma?Duranteuninstante,Acederalesostuvolamiradaconrebeldía,peroluego
bajólavista.—Vale,tienesrazón.Sinembargo,Leonadoadvirtióqueescogíaelratónmáspequeño.Mientrasel jovenguerrerosecomíauncampañol,vioqueGlayinosalía
delaguaridadelosguerreros.Engullendoelúltimobocado,fueenbuscade
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suhermano.—¿CómoestáCentella?—lepreguntó—.Estamañanalaheoídotoser.Y
MeladahaidoaveraHojarascaAcuática.—¡Comositeimportara!—leespetóGlayino.—¡Claroquemeimporta!ALeonadoloinvadióunamezcladeculpabilidadeindignación.«¡Tengo
misrazonesparanoiralClandelViento!».—Las dos tienen tos verde —maulló Glayino secamente—. Y Nimbo
Blanco,también.Leshedichoquenosalgandesulecho.Yahora,¿vasairapornébeda?
—Nopuedo.Se estremeció al ver la furia en los ojos de su hermano, y deseó poder
explicarlesussueños;asíentenderíaporquéleresultabaimposibleiralClandelViento.
—¿Porquénomandasaotroguerreroenmilugar?—lepreguntó.—¡Sabes de sobra por qué!—bufó el aprendiz erizando el pelo—. Tú
conoceslostúneles.—Carrascatambién.Podríairella…—¡Carrasca! —lo interrumpió Glayino—. ¡Ya sabes cómo es con el
códigoguerrero!¿Creesqueaccederíaacolarseenel territoriodeotroclanpara robarle un manojo de hierbas? Nos arrancaría las orejas con solomencionárselo.No, tienesque ser tú,Leonado.Además, eresnuestromejorguerrero,ysitesorprenden,necesitarástuspoderesparaescapar.
—¿YporquéHojarascaAcuáticanopuedepedirleaCascarónunpocodenébeda?
—¡¿Cuando te has convertido en una estúpida bola de pelo?! —bufóGlayino—. ¿Con quiénes acabamos de tener un enfrentamiento?Puede queCascarón le diera nébeda a Hojarasca Acuática, pero Estrella de Bigotestendríaquesaberlo,ysiseenteraradequeelClandelTruenoestádebilitado,volveríaaatacarnosantesdequepudierasdecir«ratón».—Ysacudiendolacola,añadió—:Esinútilhablarcontigo.Jamáspenséquemipropiohermanosemantendríaalmargenydejaríamorirasuclan.—Ydandomediavuelta,regresóasuguaridaagrandeszancadas.
Leonadoseloquedómirando,peroluegovolvióconlapatrulla,juntoalmontóndelacarnefresca.HabíanaparecidoZarzosoyEsquiruela,yLátigoGrisfueaescogerunapiezaparallevarlaalaguaridadelacurandera.
—Tomaalgoparatitambién—ledijoEsquiruela,peroLátigoGrisnodioseñalesdehaberlaoído.
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—De acuerdo, Cenizo —maulló Zarzoso—, cuando salgáis de nuevo,recorred la frontera del Clan de la Sombra. Puedes combinar la patrullafronterizaconalgodecaza.Perocuandoregreséis,yahabréisterminadoporhoy.Necesitáisdescansar.
—Enese caso, aplícate tu propio consejo.—Esquiruela le tocó el lomoconlacola—.Tútambiénnecesitasdescansar.
—Nopuedo.Tengoqueorganizarmáspatrullas.ALeonadoselecayóelalmaalospiesalvercómolebrillabanlosojosa
Zarzosoynotarqueteníalavozronca.Acederaseacercóaljovenguerreroylesusurróaloído:—Situpadreenferma…Él asintió, pero no dijo nada. No era necesario. Con Estrella de Fuego
enfermo,elClandelTruenodependíadesulugartenienteparaprotegerse.«¡Oh, Clan Estelar! ¿Por qué estás permitiendo que pase esto?», pensó
Leonado.
Unasnubesgrisescubríanelcielo,aunqueelaireseguíasiendotemplado.Elvientosusurrabaentrelosárbolesquecrecíanenloaltodelacornisaalta,yenlahondonadalosgatosseacurrucabanentrelasrocas.Leonadoacababadevolver de una patrulla de caza con Zarzoso, Carrasca y Carbonera. FrondeDoradoyAcederaestabandespatarradoscercadelmontóndelacarnefresca,compartiendo lenguas,mientrasTormentadeArena se comíaun tordo a sulado.
Cuandoeljovenguerreroylosdemásdejabanyasuspresasenelmontóndelacarnefresca,aparecieronHojarascaAcuáticayGlayinoparacomeralgo.
—¿Cómo está Mili?—les preguntó Tormenta de Arena, levantando lacabezadeltordo.
—Sinotomanébedapronto,morirá—respondióHojarascaAcuáticaconvozinexpresiva.
GlayinofulminóconlamiradaaLeonadomientrasescogíaunratón,yeljoven guerrero notó como si unas garras le arañaran el cuerpo. «¡Deja deculparme!¡NopuedoiralClandelViento!»,protestóparasusadentros.
Conelrabillodelojo,entrevióeldestellodeunpelajerojizoenlaCornisaAlta. Al levantar la vista, vio que Estrella de Fuego había salido de suguarida,ysintióunhormigueodeconmoción.¿Quéhacía levantadoel líderdelclan?Parecíainestablesobresuspatas,ycuandoabriólabocaparahablar,lediounataquedetos.
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—¡Estrella de Fuego! —Tormenta de Arena se levantó de un salto—.¿Quécreesqueestáshaciendo?
—¡Vuelve a acostarte ahoramismo!—Hojarasca Acuática corrió hacialasrocas,conTormentadeArenaalazaga.
EstrelladeFuegoalzóunapataparadetenerlas.—No os acerquéismás—les dijo con voz áspera—. La enfermedad se
propagacondemasiada facilidad.Tenemosque sacardelcampamentoa losgatosenfermosparaquelosdemássigansanos.
—Pero… ¡no podemos hacer eso! —protestó Hojarasca Acuática,parándosealpiedelasrocascaídas—.Nohayningúnlugaralquepuedanirlosenfermos.
—Sí, sí que lo hay.—Los ojos acuosos de Estrella de Fuego brillarontriunfales—. La vivienda abandonada de los Dos Patas tiene muros y untejadoparaprotegernos,yhayunarroyocercadondepodemosbeber.
—Pero yo no puedo estar en dos sitios a la vez —replicó HojarascaAcuática,angustiada,comosidetestararechazar laesperanzaqueel líder leofrecía.
—Notendrásquehacerlo—respondióEstrelladeFuego—.Yocuidarédelosenfermos.Puedesexplicarmequéhierbasusary traermeprovisiones sinacercartedemasiado.
TormentadeArenasoltóunsonorosuspiro,agitandolosbigotes.—¡Eso es ridículo! Estás poniéndote en peligro. Tú necesitas descansar
tantocomolosdemásenfermos…EstrelladeFuegolamiróconundestellodeamorensusojosverdes.—Yopuedoperdervidas;miscompañerosdeclan,no.Tengoquehacer
estoporsubien.Un murmullo de sorpresa se elevó entre los gatos que se reunieron
alrededor del montón de la carne fresca. Zarzoso miró a su líder y luegoasintiólentamente,comosiestuviesehaciendounapromesa.
—Podríafuncionar—apuntóFrondeDorado.—Yo creo que vale la pena intentarlo—coincidió Carbonera—. Si no
hacemosalgopronto,noscontagiaremostodos.CuantomáspensabaLeonadoenlapropuestadeEstrelladeFuego,más
sentidoleveía.Losgatosenfermostendríanunlugarseguroysecoenelqueinstalarse, y losdemáspodrían cuidar de ellosmejor.HojarascaAcuáticayGlayinotendríanmásopcionesdeseguirsanos.YquizálasplantasdenébedadelaviviendadelosDosPatashabríancrecidolobastanteparaproporcionarsushojassanadoras…
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—Todavíanohaysuficiente—gruñóGlayino,comosiLeonadohubieraestado pensando en voz alta—. ¡Necesitamos más! La mitad del clan haenfermado.
LeonadosintiócomosilosojosdeGlayinoleabrasaranlapiel.SediolavueltayseacercóaCarrasca.
—¿No te parece que Estrella de Fuego es magnífico? —maulló suhermana—.Mesientomuyorgullosadellevarsumismasangre.Mepreguntosiyotendríaelvalordehacerloqueélestáhaciendo.
Leonadolatocóconlanariz.—Estoysegurodequesí,Carrasca.«¿Y qué pasa con mi valor? —se preguntó—. Debería ser lo bastante
valienteparairaporlanébeda.Peronopuedohacerlo,¡nopuedo!».EnlaCornisaAlta,EstrelladeFuegoseirguióalzandolacabeza.—Que todos los gatos…—Su intento de levantar la voz terminó en un
ataquedetos.Zarzoso subió corriendo a la Cornisa Alta e intercambió unas rápidas
palabrasconellíder.Leonadonopodíaoírlos,pero,alcabodeunmomento,EstrelladeFuegoregresótambaleándoseasuguaridayZarzosomiróhaciaelclaro.
—¡Quetodoslosgatoslobastantemayoresparacazarsuspropiaspresasvenganaquí,bajolaCornisaAlta,paraunareunióndelclan!—aulló.
RaposinoyAlbinasalierondelaguaridadelosveteranos,cadaunoconunabolademusgousado.Musaraña lossiguióycruzóelclarohastadondeestabanTormentadeArenayHojarascaAcuática,alpiedelasrocascaídas.
FrondayEsquiruelasalierondelaguaridadelosguerrerosysesentaroncercadelmontóndelacarnefresca.BayoyLátigoGrisaparecierontrasellasysequedaronjustoenlaentradadelaguarida.
ALeonadoselecayóelalmaalospiesalverquelosgatosqueacudíanala llamada eranmuy pocos.Muchos estaban enfermos, y el resto debía deestarpatrullando.
ZarzosocomenzóaexplicarelplandeEstrelladeFuego.—Necesitamos recoger mucho musgo y ramas de helechos… y hojas
secas y plumas… Cualquier cosa que sirva para mantener a los enfermoscómodosycalientes.LeonadoyCarrasca,encargaosdeeso,y llevaosa losaprendicesconvosotros.
Leonadoaceptólaordendesupadreconunmovimientodelacola.—FrondeDorado,atisetedabienrepararlosmurosdelasguaridas—
continuó el lugarteniente—. Que algunos guerreros te ayuden a tapar los
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agujerosdelaviviendadelosDosPatasparaquenohayacorrientesdeaire.—Claro,Zarzoso—respondióelguerrerodorado.—Ytendremosqueprepararunnuevomontóndecarnefresca.Tormenta
deArena,túereslamejorcazadora:¿podríasocupartedeeso?La gata asintió entornando sus verdes ojos, como si ya estuviera
planeandolacaza.—Hojarasca Acuática, tú tendrás que llevar las hierbas que necesite
EstrelladeFuego.Sitienesquerecolectarmás,pideaalgúnguerreroqueteayude.
—Lo haré. Y todos los gatos deberían estar atentos: tenemos queencontrar nébeda. Es posible que haya algunas matas que se nos hayanescapado.
Leonadosediocuentadequelacuranderanocreíaqueesofueraposible,perotampocopodíandesdeñarlamásmínimaprobabilidaddedescubrirmásexistenciasdelapreciadahierba.
«Ysiencontráramosunpoco,yoyanomesentiríatanculpable».—Deacuerdo—maullóZarzoso—.Entonces…—¿Yyoqué?—lo interrumpióEsquiruela, conunbrillo retador en sus
ojosverdes—.Noesperarásquemequedeenelcampamentosinhacernada,¿verdad?
—Todavía no estás en condiciones de salir —le respondió HojarascaAcuáticadeinmediato.
—Saldrás cuando nuestra curandera diga que puedes hacerlo—convinoZarzoso—.Peronovasaestarsinhacernada.Cuandoregresenlosgatosquehan salido a patrullar, puedes explicarles lo que ha pasado y encargarlestareas.
Esquiruela vaciló, como si fuera a protestar, pero finalmente asintió demalagana,mascullandoparasímismayarañandoelsuelo.
—Muy bien, la reunión ha terminado —maulló Zarzoso secamente—.Pongámonosenmarcha.
Leonadollamóalosaprendicesconlacolayfuehaciaeltúneldeespinosjunto conCarrasca.Notaba un hormigueo de impaciencia en las zarpas.Nisiquieralosaprendicessequejarondeltrabajo.
—Mesientorara.—Carrascaparecíapreocupadacuandoseinternaronenelbosque—.Elclannuncasehabíadivididodeestamanera.
—Eslamejorformadesalvarvidas—respondióLeonado.—El códigoguerrero nodice nada sobre esto.Solo que…bueno, todos
juramos defender a nuestro clan, ¿no?, así que supongo que esto es una
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maneradehacerlo…—Suexpresiónangustiadapareciódisiparseenparte.Leonado guio al grupo lejos del campamento, hasta un claro donde el
musgopermanecíamullidoeintacto.—Gracias al Clan Estelar que no ha llovido últimamente —masculló
Raposino,arrancandounafranjalargademusgodelaraízdeunárbolparairhaciendounabolaconella.
—Procura escurrir primero toda el agua —lo aleccionó Carrasca—. Ycavalomáshondoquepuedasparaencontrarlostrozosmássecos.
—¡Eh,miradloqueheencontrado!—Albinacruzóelclaroconunfardodeplumasblancasygrises en laboca—.Haymuchasmás ahí—añadió—.Unzorrodebedehabersezampadounatórtola.
—¡Genial!—maullóLeonado—.Seránuncolchónblando.Recogetodaslasquepuedas.
Cuando tuvieron todo el material para lechos que podían transportar,pusieron rumbo hacia la vivienda de los Dos Patas. Y cuando estuvieroncerca, Leonado plantó las orejas, sorprendido. El lugar, que siempre estabatanensilencioquedabaescalofríos,bullíadeactividad,comounhormiguerorevolucionado.
Rosellapasó juntoaélconunmontóndepalitosen laboca,seguidadeBetulón,quearrastrabaunzarcillolargodezarza.Alllegaralaentradadelacasa,LeonadovioaCarbonerametiendomászarzasenunagujeroquehabíaentrelaspiedras.
—Qué bien, Rosella —maulló Carbonera cuando la otra gata dejó lospalitosasuspies—.Esoesjustoloquenecesitábamos.
—Irépormás.LaguerrerapardasevolvióenredondoypasódenuevojuntoaLeonado,
endirecciónalbosque.—¡Traedesemusgo!—losllamóAcedera,queestabaayudandoaCenizo
acolocarramasenelsuelo,formandolechosindividuales—.Ponedloallí—continuó, señalando con la cola un espacio amplio al fondo de la vivienda,queyaestabarodeadoporespinosentrelazados—.Estoserálamaternidad.
Raposino y Albina siguieron a Leonado y Carrasca y dejaron la cargadondeleshabíaindicadoAcedera.Losdosaprendicesmiraronasualrededorcon desasosiego, como si esperaran que algo saltara sobre ellos desde lassombrasdelosrincones.Leonadoentendíacómosesentían.Laslíneasrectasy los duros ángulos de la vivienda de los Dos Patas resultabaninquietantemente extraños; el suelo lo notaban duro y frío bajo las patas, y
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resultabaturbadorteneruntechosólidosobrelacabeza,sinhuecospordondesecolaralaluzdelsolodelaluna.
«AlomejorporesoRosellahasalidotandeprisa—pensó—.¿Deverdadpodráninstalarseaquílosgatosenfermos?».
—Bueno,¿quéhacéisahíplantados?—preguntóAcedera—.¡Idarecogermás musgo! —Luego le dio a Leonado un empujoncito afectuoso con elhocico, y suavizó su tono—:Aseguraos de que esté secoy en condiciones.Necesitaremostodoelquepodáisencontrar.
CuandoLeonadoy losdemás regresaronpor segundavez,TormentadeArena se acercaba encabezando una patrulla de caza. La seguían Bayo yCandeal;lostresteníanlabocallenadepresas.
Tormenta deArena fue hacia un tronco hueco, a unos pocos zorros dedistanciadelaentradadelaviviendadelosDosPatas,ydejólaspiezasenelinterior.
—Me alegro de haber encontrado esto —comentó—. Las presas semantendránsecasahídentro.
—Y nosotros podremos mantenernos lejos de los gatos enfermos —añadióBayo,dejandolacaza.
—Peropodríanvenirzorrosarobarlas—maullóCandeal,depositandosuscapturasenelcrecientemontón—.¿Ayudaríaenalgoquedejáramosmarcasolorosaseneltronco?
—Buenaidea—respondióTormentadeArena—.Ytambiénmarcaremoslos extremos del viejo jardín de losDos Patas. Si los zorros creen que poraquíhaymuchosgatos,talvezsemantenganalejados.
«Nosabránque losgatosestándemasiadoenfermosparapelear»,pensóLeonado,mientrasentrabaconsugrupoenlacasacargadoconmusgo.
Paraentonces,laviviendadelosDosPatasparecíamuchomásacogedora.Cenizohabíaterminadodedividirlazonaenlechosseparadosporramas,ylaprimeraremesaderellenosehabíaextendidopulcramenteenlamaternidad.FrondeDoradoyCarboneraestabanolfateandolosmuros,metiendoramitasyhojasencualquiergrietaquese leshubieraescapado,yHojarascaAcuáticatambiénestabaallí,comprobandosihabíacorrientesenlamaternidad.
—¡Aquí! —llamó a Fronde Dorado—. El viento me está atravesandocomounagarra.
FrondeDoradoseacercóconunfardodehojassecasylasintrodujoenelhuecoqueleseñalabalacurandera.
—Muchomejor.—HojarascaAcuáticaondeólacolaconaprobación.AcederaleindicóaLeonadoylosdemásdóndedejarelmusgo.
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—¡Esestupendo!—exclamó,hundiendolasgarrasenlanuevaremesa—.Perotodavíanecesitamosmás.
—Losé.—Leonadoagitólosbigotes—.¡Vamos!Al salir de la casa, vio a Glayino y Ratonero, que llegaban del
campamento cargados con fardos de hierbas. Los dejaron sobre una piedraplanacercadelaentrada,yGlayinolasseparócuidadosamenteenmontones.
—¡Quélástimaquenohayanébeda!—ledijoaRatonero,lobastantealtopara que lo oyera Leonado—. Los enfermos tendrían más posibilidades sicontáramosconalgodenébeda.
—¿Yquépasaconlaquecreceaquí?—lepreguntóRatonero.—Ya lo he comprobado —respondió Glayino, girando la cabeza para
fulminarasuhermanoconsusciegosojosazules—.Estáempezandoacrecerdenuevo,peronohaymásqueunospocosbrotesminúsculos.
Leonadovolvióasentirunapunzadadeculpabilidad.Nopodíaexplicarlea Glayino por qué se negaba a ir al territorio del Clan del Viento por lostúneles.«Pero¿ysimuerengatosporculpademissueños?»,sepreguntó.
Incapaz de responder a esa pregunta, Leonado salió disparado hacia elbosque como si lo persiguiera una horda de tejones. Aun así, mientras sedirigíaalclarodonderecogíanelmusgo,supoquejamáspodríadejaratráselsentimientodeculpa.
Cuando Leonado y su grupo regresaron una vez más a la viviendaabandonadadelosDosPatas,elsolestabadescendiendoyllenabaelbosquedeunaluzrojaatravesadaporunassombras.Eljovenguerrerohabíaperdidolacuentadelascargasdemusgoquesuscompañerosyélhabíanrecogidoyllevadohastaallí.
Mientras cruzaban el duro sendero de piedra, Leonado vio a HojarascaAcuáticaplantadaenlapuertaconZarzoso.Losdossecallaronalverllegaralapatrulla.
—Bien hecho—maulló el lugarteniente del Clan del Trueno—. Llevadesoalinterioryyapodéisdescansar.Estátodopreparado.
Leonado guio a sus compañeros hacia la vivienda, y reparó en que yahabíaunmontóndecarnefrescabienabastecidoenelárbolhueco.El lugarparecía cálido y seguro, con lechos cómodos y lo bastante grandes paraacoger a dos o tres gatos, y una zona más grande para la maternidad,acondicionada con las plumas y el musgo más blandos. Fronda estabaalisandolosbultos.
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AcederallevóaLeonadohastaelúltimorincónyextendióelmusgoyloshelechosquehabíanencontrado.
—Yaestátodo—anuncióalfinal,tocandolanarizdeljovenguerreroconlasuya—.Gracias,graciasatodos.
Cuandomiró a su alrededor, Leonado vio que la mayoría de los gatossanosestabanallí.FrondeDoradoyCarbonerateníanelpelodesgreñadoporlas espinas y las zarzas, pero les brillaban los ojos de satisfacción. Rosellaestaba lamiéndose una almohadilla afanosamente, como si se le hubieraclavadounaespina.LátigoGrisestabahundiendo lasgarrasenelmusgo,yLeonado supuso que estaría impaciente por volver conMili.Bayo se habíatumbado a echar una cabezada en uno de los lechos nuevos, pero Pinta lopinchórudamenteconunazarpa.
—¡Levántate,estúpidaboladepelo!—bufó—.Estoslechosnosonparanosotros.
—Heestadotrabajandotodoeldía…—rezongóBayo,poniéndoseenpieydándoseunlametazoenelpeloparadisimularsuvergüenza.
HojarascaAcuáticaaparecióenlapuertaseguidadeZarzoso.—Todoestá listo—anunció lacurandera—.Ahorayapodemosregresar
al campamento. Pero no podremos entrar hasta que hayan salido nuestroscompañerosenfermos.Apartirdeahora,tendremosquemantenernosalejadosdeellos.
—¿Cómo? —Látigo Gris arañó el musgo con más fuerza—. ¿Quieresdecirquenopodemosayudarlos?
—Algunosestándemasiadodébilesparallegarhastaaquísinnosotros—objetóFrondeDorado.
—Los más fuertes ayudarán a los más débiles —respondió HojarascaAcuática,enuntonoquedejabaclaroquenadiemásdebíaprotestar—.Sabéislorápidoquesepropagalaenfermedad.Debemospermanecerfuertesysanosparaproveernosanosotrosmismosytambiénalosenfermos.
—HojarascaAcuática tiene razón—maullóZarzoso, que estaba junto aella—.Poresoestamoshaciendotodoesto,¿recordáis?
Nohubomásprotestas, peroLeonado sintió unhormigueo al pensar ensus compañeros enfermos realizando el largo trayecto sin ayuda, y por lasmiradasqueintercambió,vioquelamayoríasesentíaigual.
La curandera encabezó el regreso al campamento y desapareció por eltúnel de espinos. Con un movimiento de la cola, Zarzoso les indicó a losdemásquesecolocaranaamboslados,dejandoelespaciosuficienteparaquepasaranlosenfermos.
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ALeonadoseleencogióelestómagodepenacuandoempezaronasalir.El primero fue Estrella de Fuego, que iba con la cabeza orgullosamentelevantada, aunque lo sacudió un ataque de tos al pasar. Nimbo Blancosujetaba a Espinardo, mientras que Manto Polvoroso se recostaba sobreCentella.Elguerreromarrónse sacudíacon tosescavernosas; se lenotabantodas las costillas y tenía el pelaje ralo y deslustrado. Fronda soltó unmaullidolastimero,adelantándoseinstintivamente,peroBetulónlafrenóconlacola.
MantoPolvorososevolvióhaciaella,conlosojosvidriososporlafiebre.—Noteacerques—ledijoconvozronca—.Estarébien.FrondadesviólavistayhundióelhocicoenelpelodeBetulón.Dalia fue la siguiente en aparecer, cargada con Rosina y seguida de
Tordillo, Floreta y Pequeño Abejorro. Los traviesos cachorros estabanexcepcionalmentecomedidos,yavanzabanensilencioconlamiradafijaenelsuelo.
Zarzososeinterpusoensucamino.—Vosotros no podéis ir con Rosina —maulló el lugarteniente—. Los
cachorrossanosytúdebéisquedarosenelcampamento.—¡Tonterías!—exclamólareinatrasdejardelicadamenteenelsueloasu
hija,quesoltóunlevequejido—.¿QuiénalimentaráaRosinasiyonoestoyconella?
—Rosina ya puede comer carne—respondió Zarzoso—. Y Estrella deFuegoseasegurarádequeestébiencuidada.¿Acasoquieresque losdemáscachorroscaiganenfermos?
Porunosinstantes,Dalialomiróceñuda,peroluegobajólavistaysehizoaunlado,atrayendohaciaellaalosdemáscachorrosconlacola.
—¡YoquieroirconRosina!—exclamóTordilloconferocidad.—Nopuedes.—Daliase inclinópara tocarle lacabezaconelhocico—.
Lamejorformadeayudarlaespermanecersanoyfuerte.Tordillomantuvo su expresión rebelde, pero nodijo nadamás.Melada,
que acababade salir del campamento, entendió la situación al instante y secolocójuntoaRosina.
—Teprometoquecuidarédeella—ledijoaDalia,quese loagradecióconungestodeasentimiento.
RosinasacudióelaireconlaspatasysiguiógimiendocuandoMeladalaagarróporelpescuezoparallevarlaalaviviendadelosDosPatas.
UnnuevomovimientoeneltúnelseñalólallegadadeMili.Alagatagrisla sostenían por ambos lados Hojarasca Acuática y Glayino. Al verla,
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Leonadocontuvolarespiración,horrorizado.Lagataapenasmovíalaspatas;prácticamentelallevabanarastrasloscuranderos.Teníalapielpegadaalascostillas, y su cuerpo se estremeció cuando un ataque de tos la obligó adetenerse.
—¡No!—aullóLátigoGris,detrásdeLeonadoyCarrasca.Y se lanzó hacia delante, pero Leonado le impidió el paso y la joven
guerreraleclavólosdientesenelpelodelomoplato.—¡Soltadme!—gruñóél,debatiéndose—.¡Miliseestámuriendo!¡Tengo
queirconella!Leonadohizodetripascorazón: lucharcontrauncompañerodeclaniba
contratodoloquelehabíanenseñado,peronopodíapermitirqueLátigoGrisseacercaraasuamadaenferma.
—¡Atrás!—leordenóHojarascaAcuática,levantandolacolaamododeadvertencia.
LátigoGris no le hizo elmenor caso y siguió revolviéndose, dando unmanotazoparaarañaraLeonado.
—¡Bastaya!—legritóZarzoso,acercándoseaellosparaayudar.—Látigo Gris. —La voz ronca de Estrella de Fuego se alzó desde la
cabeceradelapenosacomitivadegatos.EllíderdelClandelTruenosehabíadetenidoparadirigirseasuamigo.—Sécómotesientes,perodebesmantenertelejosdeMili—maullócon
tonocomprensivo.Laamistadentreamboseramuyprofunda—.Ellanecesitaquesigasestandofuerteysano.
LátigoGrisdejódedebatirseyrespiróhondo.—EstrelladeFuego,elcorazónsemerompeenpedazos.—Losé,peroloqueestáshaciendonoayudaennada.SiMiliempiezaa
recorrer el camino hacia el Clan Estelar, mandaré llamarte para que tedespidasdeella.Teloprometo.
LátigoGrisvacilóunmomento,peroluegoinclinólacabeza.—Esperoque cumplas tupromesa,Estrella deFuego—maulló convoz
ahogada.Leonado y Zarzoso se apartaron, y Carrasca lo soltó. El guerrero gris
permaneció inmóvil, con la cabeza y la cola gachas. Leonado estaba lobastantecercaparanotarquesucuerpotemblabadelacolaalasorejas.
HojarascaAcuáticayGlayinocontinuaronadelante,sujetandoaMili.Alagatalecolgabalacabeza;nisiquieraparecíahaberseenteradodelasprotestasdesupareja.DetrásdeellossalióRaboLargo,guiadoporlapuntadelacola
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delacurandera.Gabardillacolgabainertedesuboca,comosifueraunapiezadecarnefresca.
Leonadosepusotenso.¿Acasolacachorritaestabamuerta?Derepente,lapequeña agitó la cola y soltó una tos exhausta. Al ver que seguía viva, elguerrero se relajó un poco, pero su alivio fue engullido por una oleada deculpabilidad.
«Necesitanébeda.Todoslanecesitan».Cuandolosgatosenfermossealejaron,Zarzosoguioalrestoalinteriorde
la hondonada rocosa.MusarañayEsquiruela, los únicosmiembrosdel clanquequedaban,estabansentadasjuntasalladodelmontóndelacarnefresca.Musarañaselevantóarecibiralosreciénllegados.
—Deberíahabermeidoconellos—leespetóaZarzoso—.Podríaayudar.Soyunaveterana;queyoenfermenodebilitaalclan.
Zarzosoinclinólacabeza.—Esaofertaespropiadeunaguerrera—respondió—.Peroelclanvalora
a todos los gatos, desde el cachorro de menor edad hasta el veterano másanciano. —Sus ojos ámbar destellaron—. Ya sé que se lo has pedido aEstrella de Fuego y que él te ha dicho que no. No creas que a mí podrásconvencerme.
—Qué joven tan insufrible… Se cree que lo sabe todo —mascullóMusaraña,dándolelaespalda.
Envezdeirseasusguaridas,losgatosseapiñaronenelcentrodelclaro,comosiestuvieranesperandoalgo.Leonadosesentójuntoasuhermanaconel pelo erizado. El campamento parecía extraño, como si ya no fuese suhogar. El hedor a enfermedad aún flotaba en el aire, y un silencioescalofriantelocubríatodo.
—Estonomegusta…—susurróCarrasca—.Mepreguntocuántosdelosenfermosregresarán.
«¡No!».Leonadohundiólasgarrasenelsuelo.—Eso está en manos del Clan Estelar…—murmuró, consciente de lo
hipócritaqueestabasiendo.Cuando Hojarasca Acuática y Glayino regresaron al campamento,
Leonadoteníalasensacióndequehabíatranscurridomuchotiempo,aunquelas sombras no se habían alargado más que una cola de ratón sobre lahondonada.
—Québienqueestéistodosaquí—maullólacurandera,yendohacialosgatosreunidos—.Glayino,tráemelashierbasvigorizantesdelaguarida.—Ymientrassuaprendizleobedecía,continuó—:Debemossacarhastaelúltimo
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trocitoderellenodelasguaridasyllevarloalbosque.Hayquerenovartodosloslechos.
—¿Qué?—Raposino,queestabalavándosesoñoliento,levantólacabeza—.Mehepasadoeldíacargandomusgo.¿Deverdad tenemosque irapormás?¡Estoyagotado!
—Todosestamosagotados—coincidióZancudo—.¿Nopuedeesperaramañana?
—Por supuesto que sí, si queréis que enfermen más gatos —replicóHojarascaAcuática. Luego, con un tonomenos brusco, añadió—:Esta vezayudaremostodosenlamismatarea.Notardaremosmucho.
Glayinovolvióconlashojasydejóunascuantasdelantedecadagato.Altragarlas,Leonadonotóquesusdoloridaspatassellenabandecalidez.
—En marcha —le dijo a Carrasca—. Cuanto antes empecemos, antesterminaremos.
Los guerreros salieron del campamento a recoger musgo y helechos,mientrasAlbina yRaposino, ayudados porMusaraña yEsquiruela, sacabandelasguaridaselrellenodelechousadoylollevabanlomáslejosposibledela barrera de espinos para deshacerse de él. Cuando lo retiraron todo yrenovaronloslechosconmusgonuevo,eloloraenfermedadqueantesflotabaenelcampamentocasisehabíadesvanecido.
—Estoestámejor—murmuróCarrascaalacostarseen laguaridade losguerrerosjuntoaLeonado—.Exceptoporloraroqueresultaquefaltentantosgatos.EsperoqueelplandeEstrelladeFuegofuncione…
Leonadoestabaquedándosedormido,conlosojoscerradosylacolaenelhocico. Estaba demasiado cansado para que sus preocupaciones lomantuvieran despierto, pero cuando se sumió en la oscuridad del sueño, sumentesellenódenébeda:matasdenébedafrondosasyexuberantescreciendoentrerocasalbordedelpáramo,talcomoGlayinolehabíadescrito.Saltóparacortarlostallos,perosedetuvo,temblando,enlaorilladeunrío.
El arroyo que marcaba la frontera con el Clan del Viento se habíaconvertidoenuncaudaloso torrenteescarlata.Elhedora sangrecolmabaelaire,ylahierbadelariberaestabasalpicadaderojo.
Leonado dio un paso atrás, horrorizado al pensar que la sangre se lepegaríaa laspatas,ysequedóparalizadocuandooyóunavozfamiliarasuespalda.
—¿Tienesmiedo,pequeñoguerrero?—semofódeélEstrelladeTigre—.¿Dóndeestánahoratuspoderes?
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Todos los músculos de Glayino aullaban de agotamiento cuando el joventerminó de inspeccionar la guarida de los veteranos para comprobar que sehabía eliminado hasta el último resto de musgo y helechos contaminados.LuegosalióalclarodandotrompiconesyseacercóaHojarascaAcuática.
—Estátodoenorden—informó.—¿Porquénovasadescansarunpoco?—maullósumentora—.Zarzoso
yCarboneraacabandetraermusgonuevoparanosotros.Glayino abrió la boca para replicar que él podía aguantar tanto como
cualquiera, pero luego se lo pensó mejor. Su trabajo y el de HojarascaAcuáticahabíaterminadoporelmomento.Nohabíaningunarazónparaqueno se fuera a dormir. Pero, a pesar de que estaba agotado, sentía unhormigueoenlaszarpasysumenteestabaenplenaebullición;sabíaquesuspensamientoslomantendríandespierto.
—Gracias—respondió—,peropreferiríasalirunrato.—Muy bien. —La curandera sonó levemente sorprendida—. Pero ten
cuidado,¿deacuerdo?—Claro.Glayinodeseóquedejaradetratarlocomosifuerasumadre.Paraesoya
tenía aEsquiruela, yHojarascaAcuática no eramás que sumentora. Saliódeprisapor el túnel,y se cruzóconCandealyBetulón,que regresabanconfardosparaloslechos.Elaprendizdecuranderosedirigióallago.
Tras atravesar la última línea de vegetación, se detuvo en lo alto de laladeraquedescendíaallago.Oyóelchapoteosuavedelasolasenlaorillayel sonido tenue de los guijarros que el agua movía. Olfateandocuidadosamente, se dirigió hacia el hueco entre las raíces donde habíaescondidoelpalo.
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Al posar la zarpa encima de las marcas grabadas, los susurros de losguerrerosdesaparecidosmuchísimo tiempoatrás seelevarona sualrededor.Aguzóeloídoparacaptarmejorsusvoces,pero,comotantasotrasveces,semanteníanfueradesualcance.
—¡Pedrusco!,¿notienesunmensajeparamí?—exclamóenvozalta.Lospensamientosdetodoloquehabíasucedidohastaahoraempezarona
darvueltasensumente: lamisteriosaaparicióndeSoloylaseñalfalsaquehabíaacabadosiendoverdaderaylohabíaexpulsadodelClandelaSombra;la espantosa enfermedad y que Estrella de Fuego se hubiera llevado a losenfermos lejos de la hondonada rocosa…Glayino se sintió como una hojagirandoenremolinosdeviento.
«Semeestáescapandotodo,comopresasquecorrendemasiadodeprisa.Sesuponequetengopoder,perosoyincapazdecontrolarnada».
—¿Siemprehasidoasíparalosclanes?—murmuró—.¿Unabatallatrasotrayalgunasbatallasquenopuedeganarningúngato?Mepreguntosifueuna enfermedad lo que empujó lejos del lago a los primeros gatos quevivieronaquí.
Volvióadeslizarlapataporlaslíneasmarcadasenelpalo,lalistadelosgatosquehabíansalidovictoriososde lapruebaen los túnelesyde losquejamáslograronsalir.Lossusurrossonaronasualrededorcomolevessoplosdebrisa,peroGlayinosiguiósinpoderdescifrarsusignificado.
—¿Dequémeservíssinopuedoentenderos?—protestó—.Habladmásalto,por favor.Decidmecómopuedocombatir la enfermedad,oquépuedodecirleaLeonadoparaquesedecidaairenbuscadenébeda.
Pero el leve susurro de los guerreros no cambió. Con un suspiro, elaprendizdecuranderose tumbóapoyando labarbillaenelpalo,ycerró losojos.
Glayino se despertó porque la humedad le había empapado el pelo de labarriga.Cuando levantó la cabezaparamirar a sualrededor,notóque teníalosmúsculosagarrotados.Estabaenunagrutasubterránea,iluminadaporunrayodesolquesecolabaporelaltísimo techo.El ríodiscurríaaunpardecolasdedistancia.
Elaprendizsepusoenpie,tambaleándose.EsperabaveraPedrusco,peroelsalientedondesolíaacomodarseelgatoantiguoestabavacío,ynohabíanirastrodeélporningunaparte.
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Sonaronunospasossuavesasuespalda.Aldarselavuelta,vioaungatoblancoyrojizoenlaentradadeunodelostúneles.Susojosverdesparecíanangustiadosysombríos,comosinopudierasacudirsedeencimaelrecuerdodehaberseahogadocuandolalluviainundólostúneles.
—¡HojasCaídas!—exclamóGlayino.—Nopenséquevolverías.—Unadolorosasoledadvibrabaenlavozdel
antiguogato—.¿Vasaquedarteconmigoestavez?Glayinosintióunapunzadadecompasión,tanafiladacomounaespinaen
laalmohadilla.Nopodíaimaginarsecómoseríaestaratrapadoallíabajo,solo,duranteincontablesestaciones.LaúltimavezquehabíavistoaHojasCaídas,aquelgatolehabíasalvadovida,y tambiénlavidadesushermanosyladealgunosgatosdelClandelViento,cuandoelcaudalde losríossedesbordóporlaslluviasmientrasestabanbuscandoalascachorritasperdidas.
—¿Quélessucedióatuscompañerosdeclan?—lepreguntóGlayino—.¿Porquéabandonaronellago?
HojasCaídassemirólaspatas.—No lo sé. Solo sé que acabaron marchándose. Los garras afiladas
dejarondeveniralostúneles,yelúnicosonidoquequedóenelpáramofueelviento.Llevoaquísolodurantetantísimotiempoqueheperdidolacuentadelas lunasquehanpasado.—Levantó lacabeza,conunasúplicaensusojosverdes—.Tusamigosy túhabéis sido losprimerosgatosquehevistoaquíabajodesdeque…desdequeyollegué.
—¡Tengoquedescubrirporquésemarcharon!—maullóGlayino.Nopodíaexplicarlo,peroestabaconvencidodequeeldestinodeaquellos
gatosdesaparecidoshacíatantotiempoteníaalgunarelaciónconlaprofecía.Conocer a Pedrusco, encontrar el palo, sentir los susurros de los gatosantiguos a su alrededor cuando iba a laLagunaLunar…Nada de todo esohabíasucedidoporcasualidad.Estabaseguro.
Se dirigió hacia el túnel que llevaba al territorio del Clan del Trueno,pasandojuntoaHojasCaídas,quesequedómirándolo,abatido.
—¡Espera! —le pidió Hojas Caídas—. Pensaba que ibas a quedarteconmigo.
—Tengo que averiguar qué ocurrió —insistió Glayino, lanzando unaúltimamiradaporencimadelhombro.
Elgatoahogadoestabaplantadoalfinaldeltúnel,conlosojosdilatadosyafligidos.
Glayinoseobligóasentirrabiaparaacallarlalástimaquesentíaporél.
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«¿Cómovoyaquedarmeconél?—mascullóparasusadentrosmientrasseinternabaenladensaoscuridaddeltúnel—.Necesitoaveriguardemasiadascosas.¡Nopuedoempleartodomitiempoconungatomuerto!».
Esperabasaliralbosque,porencimadelahondonadarocosa,despiertoyciegounavezmás,oquizáencontrarseenlaorilladellagoconelpalo.Pero,envezdeeso, la luzdeldíacomenzóabrillarenlasparedesdel túnel,másintensa conforme se acercaba a la salida. Y oyó el sonido de las hojasmovidasporelviento.
—Debodeestarsoñandotodavía—susurró.Conuncosquilleoenlaszarpas,Glayinosedirigióhacialaluz.Aldoblar
un recodo, vio un círculo luminoso ante él. Unas voces emocionadasquebraronelsilencio.
—¿Esél?—Hatardadomásdeloquepensaba.—¿Creesquesehabráperdido?Glayinocaminómásdespacio.Inclusoaunqueaquellasalidafueraaparar
alterritoriodelClandelViento,deberíareconoceralgunasdelasvoces,perotodasleresultabanextrañas.Tampocoreconocióningunodelosoloresquelellegaban por la boca del túnel. ¿Dónde estaba, y quiénes lo estabanesperando?
Entoncesoyóotravoz,ylaspatasselehelaronsobreelsuelosubterráneo.—¿AladeGlayo?¿AladeGlayo?¿Erestú?
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Glayinoseobligóaavanzarhastaelfinaldeltúnel.Cuandosalióalabrillanteluzdelsol,variosgatosseapiñaronasualrededormaullandoemocionados.
—¡AladeGlayo!¡Erestú!—¡Bienhecho!Ahoraeresungarraafilada.—¡Felicidades!Alprincipio,Glayinonopudodiferenciaraningúngatoentreelmontón
decuerpospeludos.Luego,unagatablancay rojiza se abriópasoentre losreunidos.Teníaelpeloerizadoynodejabademoverlaspatas,inquieta.
—¡Tenéis suertedequeAladeGlayohaya sobrevividoa laprueba!—aulló. Su voz temblaba de pesar, y sus ojos ámbar rebosaban amargura—.¿HabéisolvidadoqueHojasCaídasnuncasaliódelostúneles?
Unapequeñagatablancaygris,conelvientrehinchadoporelembarazo,seleacercópararestregarelhocicocontraella.
—Venga,SombraRota—murmuró—.Vamos a buscar un sitio soleadoparadescansar.
—¡Tú no lo entiendes, Luna Naciente! —gimió Sombra Rota, aunquedejóqueselallevaradeallí.
Glayinomiróasualrededorconlamenteacelerada.Reconocióelmodoen que el suelo forestal descendía hacia la entrada de los túneles, pero losárboleseranmáspequeñosydejabanpasarlaintensaluzdelsolquelohabíadeslumbrado. En el espacio entre los árboles apenas había vegetación. Eracomosuhogar,peronoexactamente.
«¿Dóndeestoy?¿Quiénessonestosgatos?¿HaninvadidoelterritoriodelClandelTrueno?»,sepreguntó.
Sevolvióenredondobuscandoconlamiradaasuscompañerosdeclan.«¿Con la mirada?—Glayino se estremeció—. Esto parece demasiado realparaserunsueño».Notabaelvientoenelpeloyoía lasvocesde losotros
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gatoscomosifuerantrinosdepájaros;lerugíaelestómagoylepesabanlaspatascomosideverdadhubierapasadolanocheenvela,buscandounaformadesalirdelostúnelesparaconvertirseenungarraafilada.
Unabonitagatadecolorgrisclaroseleacercóconundestelloafectuosoensusojosazules.DeslizólacolaporelcostadodeGlayino.
—¡Ya eres un garra afilada! ¡Qué emocionante! —maulló, saltandodelicadamente.Derepente,dejócaer lacola—.Ojalánuestramadrepudieraverte.
Glayinosepusotenso.¿Aquellagataerasuhermana?«¿Quiéncreequesoy?».Otragataplateadaseacercóaél.Eradelgadaygrácil,conlaspataslargas
yunosojosazulesybrillantes.—AlomejorVuelodeHalcónosestáviendo…—¿De verdad lo crees, Brisa Susurrante? —preguntó esperanzada la
hermanadeGlayino.—PreciosaAladeTórtola,yasabescuántoosquisoVuelodeHalcónati
yaAladeGlayomientrasvivió.Estoyseguradequetodavíaosama,dondequieraqueesté.
—Ojalá—murmuróAladeTórtola.Glayino no entendía nada. «¿Es que estos gatos no van al Clan Estelar
cuandomueren?¿Yporquétodosparecenconocerme?».—Veréis, creo que ha habido un error —empezó—. Yo no soy quien
creéisquesoy.¿YdóndeestáelClandelTrueno?BrisaSusurrantealargóelcuelloparaolfatearlo.—¿Te encuentras bien?—quiso saber—. Creo que el cerebro se te ha
revueltounpocoenlostúneles.—¿Qué es el Clan del Trueno?—le preguntó Ala de Tórtola, un poco
nerviosa—.¿Pedruscotehahabladodeeso?«¿Pedrusco?».AGlayino lediounvuelcoelestómago.¿AladeTórtola
conocíaalgatociegoquevivíaenlostúneles?Estaba a punto de preguntárselo cuando otro gato se plantó ante él, un
atigradorojizooscurodeomoplatosmusculososyojosámbar.—Noolvidesquelosgarrasafiladasnuncahablandeloquesucedeenlas
cuevas—leadvirtió—.Esunsecretoquedebenguardarelrestodesuvida.—No te preocupes, Helecho Rizado—lo tranquilizó Ala de Tórtola—.
AladeGlayosoloestáunpococonfundido.HelechoRizadogruñó.
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—Esperoquerecuerdeloqueledijeronalentrarenlostúneleshacedosnoches.
—¡Yo no he estado dos noches en los túneles! —protestó Glayino—.Yo…
—Nospreocupamosmuchísimocuandonosalisteconelprimeramanecer—lointerrumpióAladeTórtola—.Pensamosquetehabíasperdido.
—ComoHojasCaídas—señalóunavoznueva.Glayino se volvió y vio a un corpulento atigrado gris oscuro, con unos
centelleantes ojos azul hielo. Su piel emanaba tristeza, y se parecía tanto aHojasCaídasqueeljovenaprendizsupusoqueaquelguerrerodebíadeserelpadredelgatoahogado.
—SondeRoca.—HelechoRizado le tocó laorejacon lanariz—.Sé loduroqueesestoparati.
SondeRocasuspiró.—Esperamos una luna de amaneceres a que Hojas Caídas saliera —
murmuró—.Peronuncavolvió.LanzóunamiradaaSombraRota,queestabatumbadadebajodeunárbol,
no muy lejos. Luna Naciente estaba junto a ella, lavándola delicadamente,comounamadrehaceconsucachorro.
—Hallegadolahoradedejardeesperar—concluyóenvozbaja.Glayinoseloquedómirando.«¿CómopuedehaberpasadosolounalunadesdeladesaparicióndeHojas
Caídas?Siesoesasí,¡significaqueestoyenunpasadomuyremoto!».Nosabíacómo,habíasalidodelostúnelesdurantelaépocaanteriorala
llegadadelosclanesallago,quizáinclusohabíaidoapararalaépocaenquelosgatosantiguoshollabanlasendadelaLagunaLunar.
«¡El palo! ¡Estoy entre los gatos que dejaron las marcas en el palo!»,Glayinosintióqueseleerizabahastaelúltimopelo.
Miróhacialabocadeltúnel.Ahoraparecíadistinta,porqueestabaenunaladera expuesta en vez de rodeada de vegetación frondosa, pero habíapercibidosuformacuandolatraspasóparairenbuscadelascachorritasdelClandelViento,yestabasegurodequesetratabadelmismotúnel.Sevolvióparamirarhaciaellago.Susuperficiecentelleanteeravisibleatravésdelosárboles.Elcontornodelagualeresultabafamiliar,perocuandomiróhaciaelterritorio del Clan delViento, vio a algunosDos Patas pululando sobre unmontículo de tierra marrón claro, esparciéndola a su alrededor con unosmonstruosamarillos,cuyorugidoflotabaenelairecomoelzumbidode losabejorros.
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Glayinoseacercóalbordedelaladeraparacontemplarmejorlaescena.Alcabodeuninstante,seleunióHelechoRizado.
—Los Dos Patas siguen moviendo la tierra —maulló preocupado—.NubarrónGrisyyohemosbajadoainspeccionar,perotodavíanosabemosloqueestánhaciendo.
—Estánconstruyendoguaridas—respondióGlayinosinpensar.HelechoRizadolelanzóunamiradapenetrante.—¿Qué? ¿Guaridas para losDosPatas?Hay unas cuantas en el bosque
delotroladodellago,perolosDosPatasnuncahanintentadovivirtancercadenuestroterritorio.
—Sí, habrá cuatro guaridas. —Glayino recordó la descripción queCarrascayLeonadolehabíanhechodelagranjayelcercadodeloscaballos—.LosDosPatasvanatenercaballosahí.
SediocuentadequeHelechoRizadoestabamirándoloconunaexpresiónextraña.
—¿Cómolosabes?—lepreguntóelatigrado,convozestrangulada.Glayinotragósaliva.«¡Cerebroderatón!»,seriñóasímismo.Aquellos
gatosnoteníanformadesaberloqueestabanhaciendolosDosPatasconlosmonstruosamarillos.¿Acababadepronunciarunaprofecíaqueibaaresultarcierta?
HelechoRizadosacudiólasorejas;seguíaesperandounarespuesta.Glayinoseencogiódehombros.—Es lo que imagino. Eso es lo que hacen losDos Patas cuando cavan
agujerosenelsuelo.El gato rojizo seguíamirándolo con extrañeza. «Y no lo culpo», pensó
Glayino,quesesintióaliviadoalverqueAladeTórtolaibahaciaellos.—¿Qué estáis haciendo ahí plantados? —les preguntó, empujando al
aprendizhacíalapartemásprofundadelbosque—.Debesdeestaragotadoymuerto de hambre después de pasar tanto tiempo en los túneles. Necesitasdescansar.YquieroqueLunaNacienteleecheunvistazoatusalmohadillas.Tesangranporhaberestadotantoratocaminadosobrepiedra.
Glayinobajó lavistayviounasmanchasde sangre sobre lahierbaquehabía pisado. De repente lo invadió el dolor, y la cabeza comenzó a darlevueltas.Teníatantahambrequeelestómagolerugía.Quizáfueraciertoquehabíapasadodosnochesenlostúneles…
Se alegró de seguir aAla deTórtola entre los árboles, donde las largassombrasdelaprimerahoradelamañanasedibujabansobrelahierba.
—¿Vamosalcampamento?
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Lagatasevolvióenredondo,desconcertada.—¿Quéquieresdecir?¿Estássegurodequeteencuentrasbien?«Vale,asíqueestosgatosnotienencampamento…—dedujoGlayino—.
Piensaantesdehacermáspreguntas,¡estúpidaboladepelo!».Con cara de preocupación, Ala de Tórtola apartó con el hocico unos
zarcillos de hiedra que colgaban de un roble y dejó a la vista un huecoacogedor entre las raíces. El fondo estaba relleno de musgo y plumas, ydesprendíaunaromacálido.
«Estodebedeserunaguarida.—Glayinobajólacabezaparaolfatear,ysintióqueseletensabahastaelúltimomúsculodelcuerpo—.¡Esmiolor!».
AladeTórtolaloempujóhaciadelante.—Túmbate.YovoyaporLunaNaciente.«Muybien,LunaNacientedebedeser lacurandera»,pensóelaprendiz,
recordandocómohabíaconsoladoalamadredeHojasCaídas.MientrasAlade Tórtola se alejaba, intentó descubrirmás guaridas entre los árboles y laescasa vegetación. No vio ninguna, pero la intensidad del olor en el airesugeríaquenoestabanmuylejos.
Agotado,Glayinosemetióenlaguarida,seovillóycerrólosojos.Sintióquelaangustialoatenazaba.«¿VolveréalgunavezalClandelTrueno?»,sepreguntó. Pero estaba tan cansado que se sumió en un sueño superficial eintranquilo.
—…estashojasderomazasonmuybuenasyjugosas—unavozdespertóaGlayinodesusiesta—.Esestupendoquehayasencontradoesamata.
Eljovenaprendizsintióungranalivio.Estabadevueltaensulechodelaguaridadelacurandera,yHojarascaAcuáticahablabadehierbascercadeél.
Luego abrió los ojos y vio unas raíces retorcidas y unas plumas suavesalrededordesucabeza.Aúnpodíaver.Asíquelavozquehabíaoídonoerala deHojarascaAcuática.Cuando los zarcillos de hiedra semovieron a unlado,Ala de Tórtola y LunaNaciente lomiraron con los ojos dilatados deinquietud.AladeTórtolallevabaunpuñadodehojasderomazaenlaboca.Glayino se sacudió. Si no iba a despertar en su propio clan y en su propiaépoca,entoncesesquedebíadeestarallíporalgunarazón.Quizáaquelfuerauno de los sitios en los que encontraría respuestas a sus dudas sobre laprofecía…respuestasqueelClanEstelarnopodíadarle.
—¿Te hiciste daño cuando estabas en los túneles?—le preguntó LunaNaciente.
Glayinonegóconlacabeza.
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—No… No estoy herido. Tengo las almohadillas despellejadas, eso estodo.
—¿Pasastemiedoallíabajo?—Unpoco.—Glayino sepreguntó si lagatacreíaqueestabamalde la
cabeza. Ala de Tórtola debía de haberle contado las cosas raras que habíadicho—.Perosíestoymuycansado—añadió,esperandoquepensaraqueesaera larazóndesucomportamientoextraño—.Yhambriento.Yo…supongoqueesomehaconfundido.
Tenía que convencer a aquellas gatas de que él era el auténticoAla deGlayo.Noestabamuysegurodequéleharíansidescubríanquenoloera.Yteníaclaroquenolecreeríansilescontabalaverdad.
Llevabamucho tiempo queriendo saber cosas de los gatos antiguos, ¡yahoraestabaallí,viviendoentreellos!NingúnotrogatodelosclanesnidelaTribu de las Aguas Rápidas sabía demasiado sobre los gatos que una vezhabíanvividoenel lago.PeroGlayino siemprehabía sidoconscientede suexistencia:notabaelrocedesuscuerposcontraelsuyo,oíasussusurrosjuntoallago,pisabasushuellascaminodelaLagunaLunar…
«¡Yahorasoyunodeellos!».LunaNacienteparpadeó,pensativa.—Supongoquenoseránadatangravequenosepuedacurardescansando
ycomiendo.Voyaecharlesunvistazoa tusalmohadillas.—Semetióen laguaridaparaagacharseasulado—.¿Telashaslimpiado?
—Eh…no.La gata esperó mientras el aprendiz se las lamía afanosamente con su
áspera lengua para eliminar el barro y la arenilla. Ala de Tórtola dejó elpuñadodehojasderomazaasulado.
—Vaya, ¿usas romaza?—preguntóGlayino, dejando de lamerse—.Yosiempre he pensado que la cola de caballo era lo mejor para detener lashemorragias.
Luna Naciente abrió los ojos de par en par y se lo quedó mirando,sorprendida.
—¿Cola de caballo? Nunca he oído hablar de esa planta. No creo quecrezcaporaquí.¿Dóndehasoídohablardeella?
Glayinosintióunhormigueoportodoelcuerpo.¡Habíavueltoahacerlo!«La próxima vez, será mejor que pienses un poco antes de abrir la boca,¡cerebroderatón!».
—Eeeh… creo que la mencionó uno de los veteranos —masculló,esperandoqueaquellosgatostuvieranveteranos.
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—Luego iréacharlarconCaballoVeloz—maullóLunaNaciente—.Élme enseñómuchas cosas sobre las hierbas.Estoy segura de que sabrá algosobreesa.
—El otro día vi a Río del Alba usando milenrama—intervino Ala deTórtolaconlaintencióndecolaborar—.Tambiénpodríamospedirleconsejoaella.
«Así que no tienen un único curandero—pensóGlayinomientrasLunaNacientefrotabalasrefrescanteshojasderomazacontrasusalmohadillas—.Solounospocosgatosquecompartensusconocimientossobrehierbas.Ynosabentantocomoloscuranderosdeclan».
RecordóqueAladeTórtoladudabadesi sumadreestaríaviéndolos.Siaquellosgatosnoteníancurandero,esoexplicaríaporquénoeranconscientesde la existenciade sus antepasados. «Pero entonces, ¿qué creenque sucedecuandoungatomuere?».
—Yaestá.—LunaNacienteterminódefrotarlasalmohadillasdeGlayino—.¿Tesientesmejor?
—Mesientoestupendamente,gracias.Aunquesabíaque lacoladecaballohabría funcionadomejor,agradecía
muchoeljugorefrescantequelehabíaaplicadoenlapiel.—Luego puedes volver a frotarte las almohadillas —le dijo la gata,
formandounmontoncitocon los restosde lashojasde romaza—.Peroserámejorqueahoraduermasunpoco.
—Tetraeréalgodecomer—leprometióAladeTórtola.El aprendiz del Clan del Trueno abrió la boca en un bostezo enorme.
ApenassediocuentadequeLunaNacientesalíadelaguarida.Cerrólosojosysedejóllevarporelsueño.
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Glayino notó en la nariz el cosquilleo de un olor. ¡Ratón! Le rugió elestómago,yalabrirlosojos,elaprendizvioquehabíaanochecido.Lasiluetade color gris claro de Ala de Tórtola estaba en la entrada de la guarida,mirándolo.Llevabaunratónenlaboca.
—¡Estásdespierto!—exclamó,dejandolapresaasuspies—.¿Tesientesmejor?
—Estoybien—respondióGlayino,levantándosedeentrelasraíces.—¡Hola,AladeGlayo!UnatigradomarrónjovenseasomópordetrásdeAladeTórtolaconun
brillodecuriosidadensusojosámbar.—¿Cómohasidolodebajaralostúneles?—lepreguntó.—¡Nogritestanto,SaltodePez!—lesoltóunagatablancaqueapareció
porelotrolado—.YnoledeslatabarraaAladeGlayo.Conloagotadoquedebedeestar,loúltimoquenecesitaesquetepongasahacerlepreguntas.
—Ytúnomedigasloquepuedoonopuedohacer,MediaLuna—replicóSaltodePez—.Túquieressaberlotantocomoyo.
LagatablancaserestregócontraGlayino,mirándoloconuncentelleoensusojosverdes.
—Porsupuestoquesí—ronroneó—.Peropuedoesperaraquecomaunpoco.
AGlayinoseleestabahaciendolabocaaguaconelolordelratón.—Gracias—ledijoaAladeTórtola,ydiounprimerbocado.ReparóenqueSaltodePezarrancabalahierbaconimpaciencia.—No sé por qué Helecho Rizado nos está haciendo esperar tanto para
bajar a los túneles —rezongó el atigrado marrón—. Ya estamos todospreparadosparaconvertirnosengarrasafiladas.Quierohacerlaprueba.
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—HelechoRizadonosdejaráircuandocreaqueestamoslistos—maullóAladeTórtola.
«Asíque son todosaprendices…—supusoGlayinomientras engullía elratón—.Siesqueaquílosllaman“aprendices”,claro.SuenacomosiesetalHelecho Rizado fuera el líder. Pero ¿cómo puede tener nueve vidas si noconocenalClanEstelar?».
—Bueno,venga.—SaltodePezsonóirritado—.Cuéntanos.—Nopuedo—respondióGlayinoconlabocallena,contentodeteneruna
excusa para hacerse el misterioso—. Ya sabéis que los garras afiladas nopodemoshablardeloquesucedeenlostúneles.
SaltodePezgruñó.—Ahoraqueeresungarraafiladatecreesmejorquenosotros…—¡Esonoescierto!—protestóMediaLuna,indignada.Glayinonoestabamuysegurodecómodefenderse.Nosabíabienquése
suponía que hacía un garra afilada. Se imaginó que serían como guerreros,pero,siseequivocaba,podríavolverameterseenproblemas.
Parasualivio,AladeTórtolaapartóaSaltodePezdeunempujón.—Déjaloenpaz—maulló lagata—.Siguecansadoynecesitarecuperar
fuerzas.Además,dentrodepocotodossabremoscómoesbajaralostúneles,yyomealegromuchodequemihermanohayaconseguidosalirsanoysalvo.
AMediaLunaseleempañaronlosojos.—NocomoHojasCaídas…—maulló.SaltodePezyAladeTórtola intercambiaronunamirada triste.Glayino
sintióunvacíoenelcorazónalpensarenladetiempoqueHojasCaídasibaaestarcondenadoapasardeambulandoporlostúnelesenbuscadeunasalida.Ojalá aquellos gatos tuvieran forma de saber que su amigo había muertoahogadoenunainundaciónyquejamásvolveríanaverlo.EraevidentequelaesperayahabíatrastornadoaSombraRota.
Cuandose terminóel ratón,Glayinoregresóal fondode laguaridayseacomodó.EstabaquedándosedormidootravezcuandooyódenuevolavozdeSaltodePez,protestandoenvozalta:
—¡Que hayamos perdido un gato no significa que los demás tengamosquemarcharnos!
—Noha sido solo uno, eso lo sabes de sobra—replicóMediaLuna—.¿Cuántosgatosmás tienenque fallecerparaquebusquemosotro sitioenelque vivir? Debe de haber otros lugares con presas y refugios para todosnosotros.
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Glayino plantó las orejas, pero mantuvo los ojos cerrados como siestuvieradormido.Aquellosgatosestabandiscutiendosipermanecerjuntoallagooirseenbuscadeunnuevohogar.«¿Poresolosclanesnoencontraronningúngatocuandovinieronallago?».SaltodePezsealejóconMediaLuna,rezongandoydiscutiendocadavezmásacaloradamente.Cuandoyanopudooírloquedecían,elaprendizsedejóvencerporelagotamiento,sumiéndoseenlaoscuridad.
Durante la noche se despertó en algún momento y descubrió a Ala deTórtolaovilladaasu lado.Hacíamuchotiempoquenodormía tancercadealguien,desdequeseconvirtióenaprendizdeHojarascaAcuática.Lacalidezdelagataerareconfortanteysuolorleempezabaaresultarfamiliar.Glayinosoltóunronroneotenueysequedódormidodenuevo.
•••
Cuandoeljovenaprendizdecuranderovolvióaabrirlosojos,unaluzgrisse filtraba a través de los zarcillos de hiedra. Ala de Tórtola habíadesaparecido,perohabíaotrosdosgatosmirándolo:SaltodePezyunagatapardaqueGlayinorecordabahabervistoeldíaanterior,alsalirdeltúnel.Susojos ámbar eran exactamente del mismo tono que los de Salto de Pez, yGlayinosupusoqueerasumadre.
—¡Eh,AladeGlayo!—exclamóSaltodePezalverqueGlayinoestabadespierto—.¡Vamosacazar!
Aquella parecía una buena oportunidad para explorar el territorio… delClandelTrueno.Glayinosepusoenpieysedesperezó.
—¿Salimosenpatrulla?—preguntó.Para su abatimiento, Salto de Pez y la gata parda intercambiaron una
miradadedesconcierto.—¿Quéesunapatrulla?—preguntólagata.«¡Cagarrutasderatón,tampocotienenpatrullas!»,pensóGlayino.—RíodelAlba,creoqueAladeGlayosegolpeólacabezaenlostúneles.
—SaltodePezseencogiódehombros—.Nodejadedecirtonterías.Glayino disimuló su incomodidad lamiéndose un mechón de pelo del
pecho.—Estoybien—masculló.—Pues vámonos—los instó Río del Alba—. Y recordad que debemos
estaralertaconlostejones.
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Lagataencabezó lamarchaporelbosque.Glayinoseestremecióde lasorejasalapuntadelacolaalverlodistintoqueeraaquelterritoriodelqueélconocíadelaépocadelosclanes.Aunquesindudanosedebíasoloaquelosárboles fuesenmáspequeñosyaquehubiesemuypocavegetación, sinoalhechodequeahorapodíaver…
—¡Cuidado!—loavisóSaltodePez.La advertencia llegó demasiado tarde. Glayino estaba tan ocupado
contemplandolosárboles,conlashojasdecolorrojoydoradodelcomienzodelaestacióndelacaídadelahoja,quenohabíareparadoenlamadrigueradeconejoqueteníajustodelante.Cayóenellaagitandolaspatas.
—¡Cagarrutasdezorro!—bufó.Con un ronroneo de risa, Salto de Pez lo agarró por el pescuezo para
levantarlo.—¿Teencuentrasbien?—lepreguntóRíodelAlba.Glayinosesacudiólatierradelpelo.—Sí,estoybien.Mientrasavanzaban,eljovenhizounesfuerzopormirardóndeponíalas
patas,aunquenoleresultabanadafácil.Laluzlomareaba,yelmovimientode las hojas y los árboles que se alzaban ante él lo distraían.Parecía haberperdido parte de su conciencia de los objetos cercanos, y sus sentidos delolfatoydeloído,quehabitualmenteeranmuyagudos,selehabíanembotado,asíquesentíacomosifueradandotumbosatravésdelaniebla.
«Nuncahesidotan torpe»,pensómalhumoradocuandotropezóconunarama.
—Sisiguesasí,vasaespantaratodaslaspresas—señalóSaltodePez—.¿Seguroqueestásbien?¿Quieresregresaralaguarida?
—Estoybien—insistióGlayinoconlosdientesapretados.PeroSaltodePezteníarazón:avanzaratrompiconescomountejónciego
ahuyentaríaa todas laspresas.Glayinocerró losojos,yenseguida se sintiómás cómodo. Sus otros sentidos volvieron a agudizarse y le indicaron pordónde ir. Lo rodearon olores y sonidos, dibujando una imagen del entornomásclaradelaqueseformabaconlavista.
—¿AladeGlayo?—RíodelAlbasonóperplejaypreocupada—.¿Tehasdormidodespierto?
Sobresaltado,Glayinosealejódelavozdelagatayabriólosojosjustoatiempoparaverlaásperacortezadeuntroncodelantedesuhocico.Notuvotiempodepararantesdechocarcontraél.
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—¡Uau!—exclamó Salto de Pez, con la voz temblorosa por la risa—.¡Hasatrapadounárbol!
Glayino se sintió aliviado cuando sus acompañantes se alejaron pararastrear presas cada uno por su lado. Ahora que estaba solo podríarecuperarse.Mientrasseretirabatrocitosdecortezadelpelo,sepreguntóquéibaahacer.Siyaeraungarraafilada,aquellosgatosesperaríanquesupieracazar.PeroenelClandelTruenonuncalehabíanenseñadoahacerlo.Jamáshabíacazadosuspropiaspresas.
«Tendréqueintentarlo.Nodebedesermuydifícil».Comenzó amoverse entre los árboles con los ojos cerrados para captar
mejorlosolores,ynotardóendetectarelrastrodeunratón.Trasdetenerseaescuchar,captóelsonidodeunaspatitasrebuscandoysaltóenesadirección.Suszarpasaterrizaronsobrelahierba;nohabíanirastrodelroedor.
—¡Malasuerte!—maullóalegrementeSaltodePezasuespalda.Glayinoabriólosojosylovioarrastrandounaardilla,seguidodeRíodel
Alba,quellevabaunratónenlaboca.—¿Todavíanohascazadonada?—seburló—.Pensabaquealosgarras
afiladasselesdabanmejoresascosas.—Yo… mmm… estaba buscando la cola de caballo que mencionó
Caballo Veloz —improvisó Glayino—. Dice que es buena para lasalmohadillasdespellejadas.
RíodelAlbaasintió.—Debede resultarte duro cazar cuando todavíano se te han curado las
almohadillas.—Aunasí,serámejorqueatrapesalgo—ledijoSaltodePez—.Amenos
quequieraspasarhambre.Glayinonosesorprendió.Suponíaqueallícadagatosecazaba losuyo,
inclusoantesdesergarrasafiladas.Noformabanpatrullas,yélnohabíavistoningúnmontóndecarnefresca.
—¿Deberíamoscazaralgoparalosveteranos?—preguntó.SaltodePezseencogiódehombros.—Siencontramospresasdemás…GlayinosintióunapunzadadenostalgiaalpensarenelClandelTrueno,
donde todos los gatos se alimentaban, incluso los que no tenían tiempo oaptitudesparacazarporsucuenta.
—Voyaprobar arroyo abajo—maullóRíodelAlba—.Mecomeríaunapetitosocampañol.
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«Yyo—pensóGlayino,viendodesapareceralagata—,peronocreoqueconsigaatraparninguno.¿Quévoyacomersinopuedocontarlesquenosécazar?».
—Nosvemosluego—maullóSaltodePez—.¡Buenacaza!YsealejóhacialafronteradelClandelaSombra.«No —se recordó Glayino a sí mismo—: donde algún día estará la
fronteradelClandelaSombra».Manteniendo los ojos bien abiertos para acostumbrarse a ver, se dirigió
hacia lahondonada rocosa.Elmiedo leprovocóungélidoescalofríoque lerecorriólacolumnavertebral.«¿Ysilahondonadarocosanoestáahí?».
Unpocomásadelante,elolorásperodeunsenderoatronadorleinvadiólasfosasnasales.Glayinosedetuvo,desconcertado.«¡Ennuestroterritorionohayningúnsenderoatronador!».
Sepegómásalsuelo,paraavanzaragazapadoyaprovecharlaprotecciónescasa del sotobosque, y por fin llegó junto al sendero atronador. Susuperficieduraynegraserpenteabaa travésde losárbolesyGlayinoplantólas orejas para captar el sonido de los monstruos, pero nada perturbaba elsuavesusurrodelabrisaentrelasramas.
Mirandoarribayabajo,entrelosárboles,eljovenaprendizdescubriólosmurosdeunaviviendadelosDosPatas.Conmáscautelaquenunca,siguióavanzando con sigilo, alerta al olor y el sonido de los Dos Patas o de susperros. Sin embargo, todo estaba en silencio. La puerta de la casa estabacerrada a cal y canto, y el reluciente material de las ventanas, roto ydesperdigadoporelsuelo.
Glayinoparpadeó,comprendiendoderepenteloqueestabaviendo.«¡EstaeslaviviendadelosDosPatasdondesehaninstaladolosgatosenfermos!».Nohabíaagujerosenlasparedesyeltejadoseguíaestandodeunapieza,perolaformayeltamañoeranlosmismos.
«AsíqueestesenderoatronadoreselantiguocaminodelosDosPatasdenuestro territorio—pensóGlayino, volviendo sobre sus pasos.No lo habíareconocido porque su superficie negra estaba intacta, en vez de agrietada ycubiertadepequeñasplantasrastreras—.¡Ahorayasédóndeestoy!».
Avanzó por la orilla del sendero, todavía receloso por si aparecíanmonstruos,peronovioniunadeesascriaturasapestosasyrugientes.Comoyaimaginaba,elsenderoatronadorlollevóalaentradadelahondonada.
Glayinosedetuvoamirarasualrededor.Unosmurosderocasealzabanen semicírculo, más bajos cerca de la entrada y altísimos en el extremoopuesto.HabíaunleverastroaDosPatas,peroeratenueyrancio.Elaprendiz
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paseó la vista por la hondonada, intentando imaginarse dónde estarían lasguaridas.Resultabadifícilrepresentárseloporqueaúnnohabíavegetación,nizarzas,nihelechosniarbustosdemadreselvaquesuavizaranlasduraslíneasdelasparedes.Solounaspocasmatasdeadelfasehabíanabiertopasoentrelatierra,ysusaterciopeladostallossemecíanconlabrisa.AGlayinoleparecióreconocer la CornisaAlta, con la cueva donde tenía su guarida Estrella deFuego,peronohabíanirastrodelasrocascaídasqueservíanparallegarhastaella…
—¡AladeGlayo!Glayinopegóunsalto,sorprendido,yalvolversevioalagatablancaala
quellamabanMediaLuna,quelomirabaconmiedoensusojosverdes.—¡¿Qué estás haciendo aquí?!—exclamó con voz estrangulada—. Los
tejonesteatraparán.¡Deprisa!Y se alejó corriendo entre los árboles, ascendiendo por un lado de la
hondonadaendireccióna la entradade los túneles subterráneos.Glayino lasiguió,cerrandolosojosparapodercorrertantocomoella.«Asíqueesaquídondevivíanlostejones…»,pensó,advirtiendoporprimeravezunfuerteoloratejón.SehabíaquedadotanensimismadoconloscambiosenelcaminodelosDosPatasylahondonadarocosaqueselehabíaescapadoesedetalle.Lahondonadadebíadeserzonaprohibidaparalosgatosporquepertenecíaasusenemigos: no a gatos rivales, sino a tejones. Quizá estos fueran losantepasados de los tejones que habían vuelto al bosque, muchísimas lunasdespués, y habían atacado al Clan del Trueno ymatado a Carbonilla. ¿Eraposible que aquellos tejones supieran que aquel había sido su hogar en elpasado?
Glayinosintióaliviocuandoelolora tejónsedesvanecióyMediaLunaredujoelpasoporfinysederrumbósobrelafrescahierba.Sepreguntócómopodíasaberellaqueallíestabanasalvo,cuandonohabíamarcasfronterizasquesepararansuterritoriodeldelostejones.
—No lo había pensado hasta ahora—empezó cauteloso—, pero ¿no esraroquelos tejonesnuncanospersiganhastaaquí,cuandonohaynadaquelosdetenga?
MediaLunaseencogiódehombros.—Supongoquehaypresasdesobraenlapartemásfrondosadelbosque,
así que no necesitan venir tan lejos. —Miró de soslayo al aprendiz. Eraevidentequequeríapreguntarlealgo,peronoparecíaestarmuyseguradesidebíahacerlo—.Heseguido tuolor—leconfesó—. Imaginabaquepodríasmeterte en problemas. Y tengo esto para ti…—Desapareció debajo de un
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arbusto y volvió a aparecer enseguida con un mirlo en la boca. Lo dejódelante deGlayino—.He pensado que a lomejor te costaba cazar con laszarpasheridas.
Glayino asintió, contento de tener una excusa pero sintiéndose algoculpablealagacharsedelantedelmirlo.
—Gracias.¿Quierescompartirloconmigo?—Ya he comido, pero tomaré un bocado, gracias. —Media Luna se
colocóalotroladodelapresa.Mientrascomía,Glayinocomprendióquetendríaqueaprenderacazarsi
ibaaquedarseallíuntiempo.Peroesopodríasercomplicado,puessesuponíaqueyaeraungarraafilada.
—¿HelechoRizadomeencargarátareas?—lepreguntóalagata.Media Luna, que había comido solo un bocado de mirlo, comenzó a
lavarselacaraylosbigotes.—Quizátengasquecazarparalosveteranossinolesobracomidaanadie
—respondió—.¿Norecuerdascómolloviódurantelaúltimaluna?¿YcómoBrisaSusurrantetuvoquecazarparatodosporqueeslaúnicaalaquenoleimportamojarse?
—Sí,claro…—mascullóGlayino.—¡Nomelocreíacuandovinoconaquelpez!—ronroneóMediaLuna—.
Nuncahabíaprobadolacarnedepez.—Las presas escasean, ¿verdad? —preguntó él, creyendo que era un
comentarioseguro.Lagataasintió.—AlomejorSondeRocanoseequivocaaldecirquedeberíamospensar
enmarcharnos.—Se le empañaron los ojos de tristeza—.Recuerdo que túdijistelomismo.
—Sí.—GlayinosesintióaliviadoalsaberlaopinióndeAladeGlayo—.Debedehaberalgúnsitioconmáspresas,ysinDosPatasnitejonesquenosmolesten.
—¿Enseriocreesquehayunlugarasíparanosotros?Glayinoasintiólentamente.«Despuésdetodo,losclanesencontraronun
nuevohogarcuandolosDosPatasdestrozaronelviejobosque».«Solo que fue aquí adonde vinieron los clanes…», apostilló para sí
mismo.
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ParacuandoGlayinoestuvolleno,aúnquedabaunabuenapartedelmirlo.—¿Quieresmás?—lepreguntóaMediaLuna.Ellanegóconlacabeza.—PodríamosllevárseloaPlumadeLechuza—propuso—.Suscachorros
tienenhambreyestáncreciendomuydeprisa.—Buenaidea.Glayino quería ver todo lo que pudiera de cómo vivían aquellos gatos
antesderegresaralClandelTrueno.Siesqueibaapoderregresar…MediaLunayél recogieron las sobrasdelmirloysubieron lacolinaen
dirección a la entrada del túnel. Parecía ser un lugar de reunión muyconcurridoduranteeldía,comoelclarodelcampamentodelClandelTrueno.Había varios gatos sesteando o compartiendo lenguas aquí y allá. Glayinosaludó con la cola aAla deTórtola ySalto dePez cuandopasaron junto aellos,esperandotenertodoelaspectodeseralguienquesabíaadóndeiba.
SiguiendoaMediaLuna,continuóascendiendohastaquedesaparecieronlosárboles.Cuandollegaronaloaltodelrisco,lagatadejósutrozodemirloy se quedó mirando a través del páramo. Señaló con el hocico hacia unadifusalíneamoradaenladistancia.
—SondeRocacreequedeberíamosirhaciaallí—maulló.Aldejar en el suelo suporciónde ave,Glayino sintióque se le erizaba
hasta el último pelo y que le temblaban las patas. ¡Media Luna estabaseñalando hacia las montañas! ¿Era posible que aquellos gatos fueran losantepasadosdelaTribudelasAguasRápidas?Mirandodereojoalagata,vioque tenía una constitución robusta, con unas fuertes patas traseras queparecíanbuenaspara trepara losárboles.No tenía laconstituciónenjutadelosmiembrosdelatribu.
—¿Cómocreesqueseríaviajartanlejos?—lepreguntóella.
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—Duro. —Glayino buscó las palabras cuidadosamente—. Ese lugarpodríasermuyperoquemuydistintoaeste.
—¿Enquésentido?—Cumbres afiladas de piedra que se elevan en el aire…—respondió
Glayino, con la mente llena de recuerdos del viaje que había hecho a lasmontañas—.Avesenormes,másgrandesquelostejones,alasquesolovariosgatosalavezpuedenarrancardelcielo.Aguasturbulentasquellenanelairedehumedadinclusocuandonohaynubes…
—Hablascomosihubierasestadoallí—maullóunavoznueva.Glayino se puso tenso, y descubrió que detrás de él estaba la figura
corpulentadeSondeRoca,observándoloconsupenetrantemiradaazul.—Yo…eeeh…losoñé—tartamudeóelaprendiz.SondeRocaagitólasorejasconcrecienteinterés.—¿Enserio?¿Soñasteconalgomás?—No.Glayinopodríacontarlemuchasotrascosas,peronoqueríaenredarsemás
enelabismoquehabíaentreloqueélsabíayloqueaquellosgatospensabanquedeberíasaber.
—Pero¿túcreesqueallípodríanvivirgatos?—insistióSondeRoca.—Noseríafácil…—Pensóenladuravidadelatribu—.Peroquizásí.SondeRocacomenzóapasearsedeunladoalotrodelrisco,sacudiendo
lapuntadelacola.Cuandocomenzóahablar,Glayinoapenaspodíaoírsuspalabras por encima del rugido de los monstruos que circulaban por elterritoriodelClandelViento,queacababandeempezaramoverdenuevolosmontonesdetierra.Inclusolosnotóenlaspatas,vibrandoatravésdelsuelo.
—¡Nopodemosquedarnosaquí!—gruñóSondeRoca—.¡Escuchaaesosmonstruos!¿Ysivienenadestrozarestelugartambién?
Glayino quería decirles «No lo harán», pero recordó a tiempo que sesuponíaquenodebíasabereso.
—Estonopintabien—continuóSondeRoca,mientrassusojosazulesseoscurecían—. Estamos perdiendo gatos y las presas empiezan amarcharse.Debe de haber un sitiomejor donde vivir…—Dejó de pasearse y se sentófrentea la líneamoradade lasmontañas lejanas,conelvientopegándoleelpeloaloscostados—.Yquizáesesitioestéenlascumbresrocosasdelasquehashablado.Cuandoerauncachorro,mimadredecíaqueelvientoaullabasobrelaspiedrascomoelcantodeunave,yporesomellamóSondeRoca.Alomejoresosignificaquedeboencontrarunlugardondeelvientocantesobre
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laspiedras,yqueeseseránuestrohogar.—Yconvozacongojada,añadió—:Mihijonovaavolver.Nopuedoseguiresperándoloaquí.
MediaLunalomiróconcompasión.LuegoobservóaGlayinoladeandolacabeza.
—¿De verdad has soñado con las cumbres rocosas? —le preguntó—.Pareceshaberlasvistocontotalclaridad.
—Ahí fuera debe de haber muchos lugares distintos —respondió él,incómodo.
LacentelleantemiradaverdedeMediaLunaseguíaclavadaenél.—Tú irías, ¿verdad? Irías a buscar un nuevo hogar para nosotros, con
comidadesobraysinDosPatas,¿aquesí?—Bueno…—Sitúfueras,yoiríacontigo.Yalosabes.Glayino se sintió abrumado por la intensidad de su mirada; no estaba
acostumbrado a mirar a nadie directamente a los ojos. La emoción quebrotabadelagataamenazabaconarrastrarlo.Élnuncahabíasentidoalgoasí,perosabíaexactamentedequésetrataba.«MediaLunamequiere…Oporlomenosquierealgatoquecreequesoy».
Poralgunarazón,loasaltóunaimagendeLeonadoyZarpaBrecina.¿Eraasícomosehabíansentidoellos?YeneseprecisomomentoGlayinoentendiócuánto habían perdido los dos cuando Leonado decidió que ya no podíanseguirviéndose.
«¿YoquieroaMediaLuna?—sepreguntó—.No…aunquequizápodríaquererla.Megustacómomehacesentir».
La gata avanzó un paso hacia él, que dio un paso atrás. «¡No podemoshaceresto!¡Soycurandero!—Lehabríagustadogritar—.Yonopertenezcoaestelugar…¡Ytúcreesquesoyotrogato!».
Para su alivio, lo que fuera que Media Luna quisiera decirle quedóinterrumpido por un gran gato negro, que subió al risco de un salto y sedetuvojuntoaSondeRoca.
—¿Quéestápasando?—quisosaber.SondeRocasevolvióhaciaélparpadeando,comosituvieraqueregresar
dealgúnlugarlejano.—Ah,eres tú,BigotesNegros.AladeGlayohasoñadoconcumbresde
piedraycascadas,dondevivenunasavesenormesalasquehayqueatraparenelaire,yadondelosDosPatasnopuedenllegar.Pareceunlugarenelquepodríamosvivirsincorrerpeligro,conpresasyrefugiosysinnadaquenoshagadaño.
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BigotesNegrosplantólasorejas.—¿Ytútelocrees?SondeRocaasintió.—¡Entoncesdebemosir!—exclamóelgatonegro.SondeRocaseincorporóysevolvióhaciaGlayino.—Si nos marchamos, ¿tú nos guiarás hasta ese lugar? ¿Tus sueños te
mostraránelcamino?Glayinosesintiódesconcertadoporlorápidoqueestabasucediendotodo.
¿Cuánto tiempo llevaban planeando trasladarse? No podían marcharse sinmás, ¿no? ¿Yquépasaba conHelechoRizado?Unadecisión comoaquelladebíatomarlaunlíder.
Antesdequepudieraresponder,unagatamarrónpequeñaaparecióenelriscosiguiendolospasosdeBigotesNegros.
—Noestaréishablandootravezdemarcharnos,¿verdad?—bufó—.¡Esteesnuestrohogar!¿Esquenopodéisentenderlo?
SondeRocayBigotesNegrosintercambiaronunamirada.—CervatillaTímida, este ya no puede ser nuestro hogar si no podemos
viviraquí—maullóquedamenteSondeRoca.Lagatasacudiólacola.—Pareces haber olvidado que no eres tú quien debe tomar la decisión.
Sabesloquehayquehacer:lanzarlaspiedras.—¿Loves?¡Piedrasotravez!—maullóSondeRoca—.Siempreestamos
vinculados a las piedras. ¿Por qué no vivir entre ellas y alimentarnos delcielo?
CervatillaTímidalofulminóconlamirada.—HevenidoadecirosqueHelechoRizadoquierecelebrarunareunión.—Entonceslancemoslaspiedrasahora—replicóBigotesNegros.Conunbufidode irritación,CervatillaTímidadescendió la laderahacia
los árboles. Son de Roca y Bigotes Negros la siguieron. Glayino yMediaLunarecogieronsustrozosdemirloyfuerontrasellos.
ElaprendizdelClandelTruenonotóelnerviosismodesucompañera,yno lo sorprendió que ella se detuviera enmitad de la pendiente y dejara lapresaenelsuelo.
—¡Lo vamos a hacer!—exclamó—. ¡Vamos a lanzar las piedras paradecidirsiabandonamosnuestrohogar!
Glayino sintió un torbellino de confusión. Parecía que los gatosrecurrieran a los augurios que leían en las piedras para tomar decisiones.
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Habíauna lunadepreguntasquequeríahacer,pero,aesasalturas,yasabíaquedebíamantenerlabocacerradaylosoídosabiertos.
«¿Todoestoestáocurriendopormí?¿Cómopuedeserqueyoinfluyaenlo que pasó hace tantísimas estaciones?». Ni siquiera podía pensar conclaridaddebidoalossentimientosquechisporroteabanentreMediaLunayél,queseasemejabanalosrayosenlaestacióndelahojaverde.
Mientrasbajaban la ladera,AladeTórtolaySaltodePezcorrieronasuencuentro,ondeandolacolaconojoscentelleantes.
—¿Vamos a celebrar una reunión? —quiso saber Ala de Tórtolaentusiasmada—.¿Lanzaremoslaspiedras?
Glayinoasintió.—¿Para ver si nos marchamos? —preguntó con un hilo de voz,
empezandoaerizarelpelodelcuello.—Nunca nos marcharemos —declaró Salto de Pez—. Este es nuestro
hogar.¿YquépasaconlaLagunadelasEstrellas?¿Yconlostúnelesdondenosconvertimosengarrasafiladas?¿Vamosaperdertodoeso?
El entusiasmo de Ala de Tórtola se desvaneció. Aun así, su voz sonóresueltacuandorespondió:
—Sihayqueelegirentreaguaycuevasosalvarnuestrasvidas,entoncestendremosqueirnos.
SaltodePezencabezólacomitivahaciaunclarodondelavegetaciónquelorodeabaeramásespesaqueenningúnotrolugarquehubieravistoGlayino.Entrevió una fila de guaridas debajo de un árbol caído, detrás de unoshelechosfrondosos.Yahabíavariosgatosreunidos.
MediaLunalehizounaseñalconlacolaylocondujodetrásdeunamatadeespinososcardos,dondeseabríaunagujerooscuroalpiedeunroble.Delinteriorsalíanunosmaulliditosquedos.
MediaLunametiólacabezaenelhuecodelárbol.—Hola,PlumadeLechuza.Tehemostraídoalgodecomer.Aladelantarseparadepositareltrozodemirloenelagujero,Glayinovio
a una gata escuálida de pelaje marrón moteado, amamantando a trescachorritosinquietos.«SepareceaAzorín»,pensó.
—Gracias—ronroneóPlumadeLechuza—.Loscachorrosyaestánlistosparaprobarlacarne.Mirad…—Empujódelicadamenteasushijos—.Venidacomerunpocodeestemirlo.Estámuyrico.
Mientraslospequeñosprobabanelmirloporprimeravez,MediaLunalecontóalagatalodelareunión.
—Yaerahora—maullóPlumadeLechuza.
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—¿Quieresdecirquetúteirías?—lepreguntóMediaLuna,sorprendida—.¿Conloscachorros?
—Por supuesto —respondió ella, como si hiciera lunas que hubieratomadoladecisión.
—Pero ¿y qué pasa con Rayo Hendido? —le soltó Media Luna, y deinmediatoparecióarrepentirsedehaberlodicho.
—Mishijosvendránconmigo—replicólagata,cuyotonoavisabadequenadiedeberíaatreverseadiscutírselo.
Media Luna asintió, avergonzada, y regresó con Glayino al claro. Paraentonces ya habían llegado más gatos. El joven aprendiz vio a dos cuyoshocicos canosos y ralo pelaje revelaban su edad. Uno de ellos era un gatomarrónoscurodepataslargasyarticulacionesnudosas,yGlayinosupusoquesetratabadeCaballoVeloz,elquetantosabíadehierbas.SepreguntósiLunaNacientelehabríapreguntadoyasobrelacoladecaballo.Élqueríabuscarunpocoenelbosqueparaenseñársela,perosehabíadistraídoaltropezarseconel camino de los Dos Patas y la hondonada rocosa. Caballo Veloz ibaacompañadodeunaveteranadecolorrojizoclaroyojosverdes.Seveíaqueensujuventudhabíasidounagatahermosa,peroahoraeraunserfrágilyselemarcabantodaslascostillasdebajodelapiel.
LunaNaciente entró en el claro empujandoaSombraRota, queparecíatanaturdidaporlapenaquenosabíanidóndeestaba.Ungrangatoblancoygrislaflanqueabaporelotrolado.SeparecíabastanteaMediaLuna,asíqueGlayinosupusoqueseríasupadre,NubarrónGris.
Helecho Rizado estaba sentado en el centro del claro, esperando a quellegaranlosúltimosgatos.AGlayinolepareciópacienteyrespetuoso;todolocontrarioaunlíderdeclanqueacabaradeconvocarasusgatosaunareuniónimportante.Dehecho,nisiquieralahabíaanunciadoenvozalta;lanoticiasehabía propagado de gato en gato, y, por lo visto, estos iban acudiendoconformeselesantojaba.
Porfin,SondeRocaselevantóparatomarlapalabra.EstabaaunladodelclaroconBigotesNegrosydiounospasoshaciaelcentro.
—Deseamoslanzarlaspiedras—maulló.—¿Paraver si nosmarchamosonosquedamos?—quiso saberHelecho
Rizado.SondeRocaasintió.Conexpresiónresignada,HelechoRizadosepusoenpie.—Ojalánohubiéramosllegadoaesto—suspiró—,peroséquesolohay
una manera de decidirlo. Antes de que lancemos las piedras, quiero
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recordarosatodosqueestehasidonuestrohogarhastadondealcanzanuestramemoria.
«Hastadondealcanzalamemoriadelosgatosvivos—locorrigióGlayinomentalmente—.Pero¿adóndehan ido todos losgatosmuertos?¿Estánaquíahora,observándonosperoincapacesdehablar?».
—Sí—continuóHelechoRizado,mirandocontristezaalosgatosquelorodeaban—.Enestaestacióndelahojaverde,laspresassonmásescasasdeloquehabíansidonunca,y,sí,losDosPatasestáncadavezmáscerca.Pero¿de verdad vamos a salir huyendo como ratones? Hemos encontrado lamaneradesobreviviral ladodelos tejones,que,enelpasado,noscausaronmásproblemasquelosDosPatas.Deberíamosmantenernosunidosyaceptarquetenemosquecompartirellago.
Laprofunda emociónque encerraba el discursodeHelechoRizadocasiconvenció a Glayino. Algunos gatos más asentían coincidiendo con él,inclusoLunaNacienteylafrágilveterana.
MediaLunalediounempujoncitoaGlayino.—Mira,RayoHendidoquierequedarse…—Yseñalóconlasorejasaun
gato blanco y negro de patas largas, cuyos ojos ámbar brillaban conaprobacióntraslasúplicadeHelechoRizado—.APlumadeLechuzanolevaagustar.
UnmurmulloquedodeexpectaciónrecorrióelclarocuandoSondeRocaseadelantó.
—Lo que dices es cierto, Helecho Rizado —comenzó, inclinando lacabezaconrespeto—,perohaymuchascosasquenohasmencionado.¿Quépasaconlosgatosquehemosperdido?VuelodeHalcónmurióbajolaszarpasdeunmonstruodelosDosPatas.
GlayinovioaAladeTórtolaconlacabezaylacolagachas,apenadaporlamencióndelamuertedesumadre;elaprendiztambiénseapresuróabajarlacabeza.
—LuegonosdejóAguaceroGris,supareja,ynadiesabeadóndehaido.Yhaceunaluna—añadió,conuntemblorenlavoz—,HojasCaídasentróenlostúnelesynovolvióasalir.
SombraRotasoltóungemidodébilaloírelnombredesuhijo,ySondeRocalamiróuninstante,conlosojosrebosantesdeamorypesar.
—Lapruebadelascuevasnoestáhechaparaarrebatarnosgarrasafiladas—prosiguió—.Sesuponequesirveparaconvertirloseneso,queesunaseñaldequeyasonadultoseigualesacualquierotrogato.Peroesonoestodo.Laspresasestándesapareciendo, losDosPatas lasahuyentano soncazadaspor
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zorros y tejones. Incluso el suelo forestal está siendo destrozado por losmonstruosdelosDosPatas,consuruidoysusgraznidosinterminables.Esteyanoesnuestrohogar;esunlugarqueyanonosquiere.
EldiscursodeSondeRocafueseguidoconasentimientosymurmullosdeaprobación.Ungatoblancoynegroexclamó:
—Pero¿adóndepodemosir?AGlayinoselecayóelalmaalospiesalverqueSondeRocasevolvía
haciaél.Pudoimaginarperfectamenteloqueibaaocurriracontinuación.—AladeGlayotuvounsueño—anuncióelatigrado—.Viounsitioenel
que podríamos vivir: cumbres de piedra rebosantes de presas y refugios, ylibresdeenemigos.
Glayinosemordiólalenguaparanoprotestar.¡Élnohabíadichoquelasmontañasfuerantanmaravillosas!Sinembargo,sabíaqueSondeRocateníarazón.LosclaneshabíanemprendidoelGranViajecuandosehizoimposiblecontinuarviviendoenelbosqueporculpadelosDosPatas.Ytambiénsabíaque, largo tiempo atrás, unos gatos se habían instalado en lasmontañas. Siaquellos gatos eran los antepasados de la Tribu de las Aguas Rápidas,entoncesGlayino tal vez tuviera la responsabilidad de animarlos a ir hastaallí.
—Suenacomosifueraunsitiomuchomejorqueeste—comentóBigotesNegros.
LunaNacienteasintió.—Yonoquieroperderamiscachorrosenesostúneleshorribles.—Y estaríamosmuy lejos de losmonstruos de losDos Patas—añadió
Brisa Susurrante—. No perderíamos a más gatos como perdimos a mihermana.
Glayino vio que Ala de Tórtola y Salto de Pez lo miraban conexpectación; susmiradas le abrasaron la piel. ¡Esperabanque él los guiara!Entonces reparó en que todos lo miraban de la misma forma, y por unsegundo le pareció que la cabeza le daba vueltas. «¡No puedo hacerlo!¡Quierovolveracasa,alterritoriodelClandelTrueno!».
Cuandoseleaclarólacabeza,vioquelosgatoshabíanformadounafiladesigual que terminaba en Helecho Rizado. Tenían la vista clavada en elsuelo,delantedeellos.Glayinoseacercóparaverquéestabanmirando.
A lospiesdeHelechoRizadohabíaun trozocircularde suelodesnudo,más o menos del tamaño de un tocón de árbol. Junto a él, un montón deguijarros redondos y pequeños que parecían proceder de la orilla del lago.HelechoRizadoalargóunazarpaparadibujarunarayaquedividióelcírculo
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detierraendosmitades.Luegoempujóunadelaspiedrashastaelcentrodeunadelasmitades.
—Esteladodeseaquedarse—anunció.Yretrocedióparaqueelsiguienteescogierasuopción.SondeRocaseacercóparaempujarsuguijarroalamitadopuesta.—Esteladodeseamarcharse.Glayino se quedómirando el círculo de tierra, atónito. ¡Aquellos gatos
estabancolocandolaspiedrasellosmismos!Nohabíaaugurios,nicompartíanlenguas con el Clan Estelar, ni obedecían las órdenes del líder. HelechoRizadoestabapermitiendoquelosgatostomaransupropiadecisión.
—¿Quéformaesestadedirigirunclan?—mascullóparasímismo.«¿Yquévaapasarcuandohayanlanzadotodaslaspiedras?».CaballoVelozdejóunapiedraenlamitadde«quedarse».—Mishuesos sondemasiadoviejosparaescalarmontañas—rezongóel
veterano—.Venga,SolNebuloso,yasabesquéhacer.Lafrágilgataseleacercó.—Aquímecalientaelsol,yesoesloúnicoquequieroahora—murmuró,
dejandosuguijarroalladodeldeCaballoVeloz.Luegoletocólaorejaconelhocico—.Permaneceremosjuntos.
SondeRocayBigotesNegroscondujeronaSombraRotahastaelcírculo.Ensimismada, como si apenas supiera lo que estaba haciendo, la gata pusouna piedra en lamitad de «marcharse», a la queBigotesNegros añadió lasuya.
RayoHendidovacilóunmomentomientrasmirabaaPlumadeLechuza.Lagata,sinembargo,estabaconcentradaensuscachorros,queseretorcíanasuspies.RayoHendidovotóporquedarseydiomediavuelta.
Glayino advirtió quePlumadeLechuza tambiénhabía estadopendientedeloquehacíasupareja.EncuantoRayoHendidoseseparódelcírculo,ellalanzósupropiapiedra,paramarcharse,ynolomiróniunasolavez.
Con el estómago en un puño, Glayino avanzó para tomar su propiadecisión,peroHelechoRizadolodetuvoconunmovimientodelacola.
—Ereselgarraafiladamásreciente,lanzaráslaúltimapiedra—maulló.Glayino apenas pudo contener un escalofrío al ver que se estaban
formando dos filas rectas de piedras en los semicírculos. Parecían igual delargas.¿Quépasaríasiempataban?
LunaNacientefuelasiguiente.Sedetuvo,luegorespiróhondoypusosupiedraenlamitadde«quedarse».
—Hecriadocachorrosaquí—murmuró—.Ycriaréamás.
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Supareja,NubarrónGris,lelanzóunamiradalargaypesarosa,yaunasídecidió poner su piedra en el lado de «marcharse». Lo siguió BrisaSusurrante.Lalíneademarcharseeramáslarga,peroentoncesSaltodePez,RíodelAlbayCervatillaTímidaoptaronalavezporquedarse.
Ala de Tórtola se acercó despacio, miró las piedras que ya se habíanlanzado,luegoaGlayino,yporfinvotópormarcharse.SolofaltabanMediaLunayGlayino.MediaLunalomirófijamentemientrasempujabasupiedrahastaelsemicírculode«marcharse».
¡Laslíneaseranigualdelargas!«¿Y qué hago ahora?—se preguntó Glayino, consciente de que todos
estabanobservándolo—.¡Noes justoque tengaquetomaryoestadecisión!¡Nisiquierapertenezcoaestelugar!».
Con las patas temblorosas, se situó en el borde del círculo de tierra yalargóunazarpaparacogerunguijarro.Lonotócalienteporel solbajo sualmohadilladespellejada.
—Tienenqueiralasmontañas—susurró—.SeconvertiránenlaTribudelasAguasRápidas.
Ycerrando losojos, empujó lapiedrahasta el finalde la filaquehabíavotadopormarcharse.
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EntrelosgatosquerodeabanaGlayinobrotóunsusurrocomoeldelvientocuandosecolabaentrelosárboles.
—¡No!¡No!—aullóSombraRota—.¡HojasCaídas,yonopretendíaqueocurrieraesto!¡Yoquieroquedarmecontigo!
Otrogatosoltótambiénunalaridodetristeza.Glayinosintióenelcorazónunbrevezarpazodeculpabilidad,perohizotodoloquepudoporsofocarlo.«Séqueestaesladecisióncorrectaparaellos».
Se alejó del círculo, consciente del brillo que iluminaba la mirada deMediaLuna.
—¡Vamosaviajarjuntos!—susurrólagata.HelechoRizadoseadelantó.—Hemoslanzadolaspiedras.Yanopuedoseguirsiendovuestrolíder—
anunció—. Son de Roca, lo justo es que seas tú quien nos guíe hasta lasmontañas.—Paseólavistaporloscongregados—.SialguiencreequeSondeRocanodeberíasernuestrolíder,quelodigaahora.
«¡¿Ellosmismoseligenasuspropioslíderes?!—seasombróGlayino—.¿Y los líderes pueden retirarse y convertirse de nuevo en un garra afiladamás?».
Tras laspalabrasdeHelechoRizadosolohubosilencio,exceptopor losgemidos ahogados de SombraRota. LunaNaciente estaba junto a ella y laconsolabalamiéndolelaoreja.
—Todo irá bien —maulló, intentando animar a la gata, que estabadesolada—.HojasCaídasnosabráquetehasido.
«Teequivocas.HojasCaídasviviráenlos túnelesdurante lunasylunas,sufriendoporhabersidoabandonado»,pensóGlayino.
SondeRocainclinólacabezaanteHelechoRizado.
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—Haré todo loqueestéenmismanospara llevaranuestrosgatosaunlugar seguro—prometió.Luegomiróa losallí reunidos,que loobservabanconexpectación—.Descansaremoshastaelanochecer.YnospondremosenmarchamientraslosmonstruosdelosDosPatasesténdurmiendo.
Losgatos semiraronunosaotros, confundidos, incluso losquequeríanirse.
—¿Tanpronto?—preguntóNubarrónGris.—Ya hemos esperado bastante… —replicó Son de Roca, mirando
pesaroso a Sombra Rota—. Aquí ya no hay nada que nos retenga. Ala deGlayonoshahabladodelascumbresdepiedraqueestánesperándonos.Seránnuestronuevohogar.
NubarrónGrisseincorporó.—Entoncesvamos a cazar—sugirió—.Nos aseguraremosdeque todos
losgatoshayancomidobienantesdepartir.En cuanto pronunció aquellas palabras, varios gatos salieron del claro.
Parecían aliviados por tener algo que hacer. Nubarrón Gris los siguió, trasdetenersejuntoaLunaNacienteparatocarlelaorejaconlanariz.
—Criaremoshijosfuertesysanosenlasmontañas.LunaNacienteparecióvacilar,peroalfinalentrelazólacolaconladeél.—Losé.Iréabuscaralgunashierbasquepuedansernosútiles—maulló
—.CaballoVelozmeayudará.AGlayinoloasaltóelrecuerdodelospreparativosquesuscompañerosde
clan y él habían tenido que hacer antes de emprender su propio viaje a lasmontañas. Se preguntó si debería darles algún consejo más, como quetuviesen cuidado con los perros del granero que por poco despedazan aCarrascayLeonado.
«¡Cerebroderatón!—seriñóasímismo—.Probablementeelgraneronoestéconstruidotodavía».
Plantadoenmitaddeaquelfrenesídeactividad,Glayinonopodíaquitarsedeencimalasensacióndequefaltabaalgo,algoesencialparaquelosgatosencontrasenunnuevohogaryseestablecieranconseguridadenlasmontañas.Peronoseleocurríaquépodíaser.
«Lo mejor será que intente cazar algo —decidió—. Necesito reunirfuerzasparaeltrayecto.¡Almenosestavezverécuandotengaquesaltarporeldesfiladerodelasmontañas!».
Antesdellegarallinderodelclaro,SondeRocalointerceptó.—AladeGlayo,tengoquehablarcontigo.
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Desconcertado, Glayino lo siguió hasta la sombra de los árboles queribeteaba el claro. El atigrado gris oscuro se volvió hacia el joven con unaexpresiónansiosaensusojosazules.
—Necesito tu ayuda, Ala de Glayo —le explicó—. Nunca habíamostenidoaungatocomo tú,quevecosasensueños.¿Tehabíapasadoantes?¿Creesquevolveráapasarte?
Glayino no sabía qué contestar; desde luego, no podía decir la verdad.Peroalfinalasintió,incómodo.
Losojosdelnuevolídersecolmarondealivio.—Estoes algodesconocidopara todosnosotros.Séque tu sueñopuede
estarequivocado,peroyoestoydispuestoaconfiaren ti…yen tussueños,vengandedondevengan.
De pronto,Glayino tuvo una revelación, fue como si un rayo de sol loiluminara. Ya sabía qué era lo que necesitaban aquellos gatos más queninguna otra cosa. ¡El Clan Estelar! Y un curandero que los ayudase aescucharalosgatosquesehabíanpaseadoporallíantesqueellos.
—Vuestros… nuestros antepasados—maulló—. Los sueños los envíannuestrosantepasados.
SondeRocasequedópasmado.—¿Terefieresalosgatosquehanmuerto?Glayinoasintió.—Ellosnosguiarán,siestamospreparadosparaescucharlos.Ellosnos…
nos hablarán en sueños, y nos enviarán señales que ciertos gatos sabrándescifrar.
ASondeRocaseledesorbitaronlosojos.—¿Quieresdecirque…hablancontigo?—preguntó,sinpoderevitarque
elpelodelcuelloseleerizara.—Sí,perotambiénhablaránconotros…siesqueestándispuestosaoírlo
quetenganquedecir.SondeRocaladeólacabeza.—Siemprenoshemospreguntadosinuestrosgatosperdidospodíanseguir
viéndonosyoyéndonos.SéqueSombraRotadeseaqueesoseaasímásqueningunaotracosa…—Y,trasvacilaruninstante,añadió—:¿Estássegurodequenohassoñadocontumadreyyaestá?
—Segurísimo.Losojosazulesdelnuevolíderparecieronmáspenetrantesquenunca.—Siencontramoslascumbresdepiedra,sabréquetienesrazón.—Sedio
la vuelta para marcharse, pero luego lo miró por encima del hombro—.
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Gracias,AladeGlayo.Cuandoel líderse fue,Glayinosedejócaeral suelo.Lacabeza ledaba
vueltas. «¿Acabo de convertirme amímismo en el primer curandero de lahistoria? ¿Acabo de imponerme una tarea imposible?», se preguntó. Nisiquierasabíasiaquellosgatosteníanlamismaclasedeantepasadosqueél,semejantes de algún modo al Clan Estelar o a la Tribu de la CazaInterminable.
Elsonidodeunospasoslosacódesuensimismamiento.Cuandoalzólacabeza,vioapareceraMediaLunapordetrásdelárbolmáscercanoconuncampañolentrelosdientes.LagatalodejóalospiesdeGlayino.
—Toma.Séquetodavíatieneslaszarpasdemasiadodoloridasparacazar—maulló,yalverqueéldudaba,seloacercómás—.Adelante.Yoyamehecomidouno.
—Gracias. —Y comenzó a comer con hambre—. Eres una cazadoramagnífica,MediaLuna—añadióconlabocallena.
—Parecequetenemosunlargotrayectopordelante.¿Deverdadcreesquehaycumbresdepiedrasdondepodemosinstalarnuestronuevohogar?—Susojosverdesbrillabanconlamedialuzquesecolabapordebajodelosárboles.
Glayinoengullóunbocado.—Sí,teprometoquelashay.Media Luna lo miró un buen rato, abrumándolo de nuevo con la
intensidaddesusojos.—Tecreo—murmuróalfin.Glayinocompartióconlagataelúltimopedazodecampañolyseovilló
para dormir junto a ella, con las colas entrelazadas. Aspirando su dulcearoma,elaprendizempezóasentirmenosañoranzaporsuhogar.Sentíacasicomosipertenecieraaaquellugaryaaquellaépoca.
Unazarpaseleclavóenelcostado.Parpadeando,GlayinoseencontróconlacaradeBrisaSusurrante.
—Eslahora—maullólagatagris.MediaLunayaestabalevantada,yéllasiguióatravésdelclarohastala
ladera.Elsolsehabíapuesto,dejandotansolounaspocasfranjasrojasenelcielo.GlayinolevantólacabezaparaversialgunodelosguerrerosdelClanEstelarhabíaaparecido,peroentoncesrecordóquesusantepasadosguerrerosnonaceríanhastamuchasestacionesmástarde.
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«Entonces,¿solosonestrellas?»,sepreguntó,contemplandolospuntosdeluztitilantes.
Los gatos se paseaban nerviosos entre los árboles, como si sus patasestuvieranansiosasporpartirysuscorazonessiguierantirandodeelloshaciael único hogar que habían conocido. Los cachorros de Pluma de Lechuzadabanvueltasalrededordelaspatasdesumadre.
—¿Deverdadvamosairhastalacimadelamontaña?—preguntóunodeellos,conlosojosgrandescomolunas.
—Asíes—respondióPlumadeLechuza—.Einclusomáslejos.Elminúsculocachorrosaltóencantado.—¡Uau!CaballoVeloz y SolNebuloso estaban debajo de un árbol. El veterano
deslizólacolaporelcostadodesucompañeradeguarida.—Sehanlanzadolaspiedras,asíquetenemosqueirnos—maulló.—Llegaremos hasta allí—respondió SolNebuloso con valentía—.Nos
ayudaremoselunoalotro.Admirando el valor de los veteranos,Glayino esperó que SolNebuloso
tuviera razón. Él ya estaba planeando la ruta para que fuese lo más fácilposible,esperando,ahoraquepodíaver,recordarelcaminohastalagrutadedetrásdelacascada.
—¿Estamoslistos?—SondeRocaselevantó,lanzandounamiradaalosgatos.
Le respondió un murmullo afirmativo. Glayino advirtió que RayoHendido yCervatilla Tímida parecían abatidos, pero no protestaron.Ahoraque ladecisiónestaba tomada, todos losgatos ibanaacatarla.Aquelera sucódigodehonor,suversióndelcódigoguerrero.
SondeRocalehizoungestoaGlayinoconlasorejas.—¿Estáspreparado,AladeGlayo?Glayinoasintió.«¿Deverdadvoyahaceresto?¿Estoyapuntodeguiara
laTribudelasAguasRápidasasunuevohogar?».SondeRocacomenzóaascenderporlaladera,ylosgatoslosiguieronen
gruposdispersos.Glayinosesituócasienlaretaguardia.Cuandollegaronaloalto del risco, la líneamorada de lasmontañas se había desvanecido en lacreciente oscuridad.Ante ellos, la tierra se extendía plana y negra hasta elhorizonte.
Mientrasavanzabanporelrisco,MediaLunaseacercóatodaprisayrozóaGlayinoconlacola.
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—Mira,unodeloscachorrosdePlumadeLechuzasehacaído—maulló—.Tengoqueiraayudarla.—Echóacorrer,peroluegosedetuvoparamirarporencimadelhombro—.Nomiresatrás—le susurró—.Solo loharámásdifícil.
Glayinoviocómo lapálida figurade lagata sealejabaen lapenumbra.Algo llenó supechoal comprendercuántovalor teníaMediaLuna—ellaylos demás gatos— para emprender un viaje como aquel basándoseúnicamente en la fuerza de un sueño. El joven aprendiz solo esperaba noequivocarse,porelbiendetodosellos.
Redujoelpasoysedetuvoamirarlanegraextensióndellago,quetitilabaaquíyallábajolasprimerasestrellasquehabíanaparecidoenelcielooscuro.Mientrasmirabaellago,lalunasaliópordetrásdeunanube,proyectandosuluzplateadaenelagua.El lago leparecíamuyfamiliar,peroaúnnoerasuhogar.
—Adiós—susurró, preguntándose si también se estaba despidiendo delClandelTrueno.
Elrestodelosgatoslohabíanadelantado,endirecciónaloquealgúndíasería el territorio del Clan del Viento. Cuando Glayino se disponía aalcanzarlos,oyóquelollamaban:
—¡Glayino!SunombredelClandelTrueno.Elaprendizsevolvióenredondo.—¡Pedrusco!Elgatociegoestabacercadeunpeñascoenlaladera,ysucuerpopelado
relucíabajolaluzdelaluna.—Túnoformaspartedeestegrupodegatos—ledijoconvozcascada—.
Yahashecho loquehabíasvenidoahacer.Eshoradeque regresescon tuclan.
Si lehubieradichoesoundíaantes,Glayinosehabría sentidoaliviado,peroentoncesloúnicoquesintiófuepánico.
—Pero…pero¿yquépasaconSondeRoca?—tartamudeó—.Se loheprometido.YtambiénaMediaLuna.
—Tutiempoaquíhaterminado—insistióPedrusco.Glayinosabíaqueteníaqueobedecer.Sudestinoestabaallí,juntoallago,
noenlasmontañas.Graciasaél,laTribudelasAguasRápidasencontraríasunuevohogarydescubriríaalaTribudelaCazaInterminable.
Mientras se acercaba a Pedrusco, echó un último vistazo a la hilera degatos, aguzando la vista para distinguir el pelaje reluciente deMediaLuna.
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«Ledolerámuchoquememarche sindecirle adiós…».Pero ella no era sufuturo.SufuturoeraelClandelTrueno,dondeéleracurandero.
SevolvióhaciaPedrusco.—¿ElverdaderoAladeGlayoregresaráahora?Elviejogatonegóconlacabeza.—No.AladeGlayodesaparecióalprincipiodesuviajealasmontañas.Unoporuno,losgatosfuerondesvaneciéndoseenlaoscuridad.Ninguno
deelloshabíareparadoenqueGlayinoyanoibaconellos.Elaprendiznotóquetodosucuerposeponíaentensiónporuninstante,yfinalmentediounasacudida.
—Deacuerdo,vámonos—masculló.Pedruscologuiohastaelotroladodelpeñasco,dondevieronlaestrecha
entradaauntúnel.Elancianosecolóporallíylehizounaseñalconlacolaparaquelosiguiera.
Eltúnelestabacompletamenteoscuro,yGlayinoseguioporelsonidodelos pasos de Pedrusco en la penumbra silenciosa. El frío aire le indicabadóndesebifurcabaenotrospasajes,aunquePedruscolocondujodirectamentecolina abajo. El aprendiz plantó las orejas, por si captaba algún sonido deHojasCaídas, peronohabíani rastrodel gatoperdido. ¿Cuánto tardaría endarsecuentadequelosgatosdelexteriorsehabíanmarchado?¿SabríaHojasCaídas cuántas lunas tendría que esperar en la vacía oscuridad, hasta quevolvierangatosal lago?Glayinoseestremeció,esperandoqueHojasCaídasnotuvieraniideadeloqueleaguardaba.
Porfin,eltúnelcomenzóaascenderdenuevo.LospasosdePedruscoseesfumaron,peroentoncesGlayinocaptóoloramusgoyahojas, losaromashúmedos del bosque. No tardó en salir al aire libre, y enseguida se viorodeadodelosoloresdelClandelTruenoqueleerantanfamiliares.Volvíaaestarciego,perosabíaexactamentedóndeseencontraba.
Despacio, recorrió los senderos que llevaban a la hondonada rocosa.¿Habíaencontradolasrespuestasqueestababuscando?¿Deverdadhabíasidounode losgatosquevivíanantesallíyesosgatossehabíanmarchadoparaformar la Tribu de las Aguas Rápidas? ¿Era de allí de donde procedía laprofecía?
Enelúltimomomento,cuandoyapodíasaborearelolordelahondonadarocosa,sedesvióparadirigirseallago.Sehabíalevantadounabrisa,yeltrinoentrecortadodelospájarossobresucabezaleindicóqueseacercabaelalba.Alllegarallago,Glayinocruzólablandahierbahastaellugardondeelpaloestabaescondido,debajodelasraícesdeunárbolenlaribera.Losacópara
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deslizarlaszarpasporlaslíneasquehabíagrabadasenél,comohabíahechotantasveces.
En esta ocasión, las marcas le hablaron con claridad, y los nombres yrostrosdelosgarrasafiladasllenaronsumente.Recordabaamuchosdeellosporque loshabíaconocidoa todos:RayoHendido,SolNebuloso,CervatillaTímida,PlumadeLechuza…HabíancaminadoasuladoenlaLagunaLunarporqueeraunodeellos,elúnicogatoquehabíaregresadoallugarenelquehabían vivido muchísimo tiempo atrás. «¿Es eso lo que me vuelve máspoderosoqueelClanEstelar?».
Glayino se preguntó si Leonado y Carrasca también habrían formadoparte del antiguo clan, aunque él no los había visto en su viaje al pasado.Volvióadeslizarlaszarpasporelpalo,yunavisiónseencendióensumente:tresgatosjuntosenelrisco,conlalunanacienteasusespaldas,proyectandosussombras,grandesyoscuras,enellagoplateado.
Tresgatos,sangredelasangredeEstrelladeFuego,conelpoderdelClanEstelarensusmanos.AhoraGlayinoentendíacómopodíaserqueestuvieranjuntos,inclusodespuésdeunlapsodetiempodeincontablesestaciones.
—Hemosregresado—murmuró—.Lostreshanvueltoacasa.
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ALeonadolodespertaronunastoses.Duranteunmomento,seacurrucómásenelmusgo,intentandorecordarlaúltimanochequehabíadormidobien.EramuyrecurrentequeensussueñosaparecieraEstrelladeTigremofándosedeél y de su poder, burlándose por que le repugnara la visión del cuerpoensangrentadodeZarpaBrecina.Ycuandonoestabadormido,laguaridadelos guerreros estaba repleta de gatos que se ahogaban entre resuellos,combatiendolatosverde…
Entoncessequedóparalizado.¡Todoslosgatosenfermossehabíanidoala casa de los Dos Patas con Estrella de Fuego! No debería estar tosiendonadie.
Al levantar la cabeza,Leonadovio aZancudo en su lecho, a un par decolasdedistancia,sacudidoporunataquedetos.
«¡Oh,no,laideadeEstrelladeFuegonohafuncionado!».—Zancudo—maulló—.SerámejorquevayasaveraHojarascaAcuática.
Ellatedaráalgoparalatos,yluegodeberíasirteconlosdemásalaviviendadelosDosPatas.
—¡Nomedigas loquetengoquehacer!—leespetóelguerrero—.Solotengounpocodemusgoenlagarganta,nadamás.
Inclusoen lapenumbrade laguaridade losguerreros,LeonadovioqueZancudoteníalosojosvidriososporlafiebre.
—Nolocreo.Zarzoso,quedormíacasienelcentrodelaguarida,levantólacabezaen
eseinstante.—Zancudo,estásenfermo.Yasabeslorápidoquesepropagalatosverde.
VeteaveraHojarascaAcuáticaahoramismo.Leonado,acompáñalo.—Enseguida.Eljovenguerreroselevantóyseatusóelpeloatodaprisa.
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Zancudo se puso en pie con un suspiro exagerado que terminó en otroataquedetos.Salióalclaroendirecciónalaguaridadelacurandera,seguidode cerca por Leonado. El frío del alba aún cubría el campamento, y lassombraseranmuydensasenelbordedelahondonada.Unabrisacargadadehumedadanunciaballuvia.
Antes de que llegaran a la guarida deHojarascaAcuática, Dalia se lesacercódesdelamaternidad.
—Zancudo,¿quéocurre?—preguntóconinquietud—.¿Estásenfermo?—Estoy bien. Ojalá… —Comenzó a toser de nuevo—. Ojalá todo el
mundodejaradearmartantorevuelo—añadiócuandopudohablardenuevo.ADaliaseledilataronlosojos,abatida.—¡Estásenfermo!—No te preocupes.—Leonado restregó el hocico contra el pelaje color
tostadodelareina—.MelollevoaveraHojarascaAcuática.Los dos guerreros se pusieron en marcha de nuevo, dejando a Dalia
mirándolosconlosojosllenosdeinquietud.Dentro de la guarida de la curandera,HojarascaAcuática yGlayino ya
estabandespiertos.—Estoestodoloquequedadeatanasia—leestabadiciendolagataasu
aprendiz—. Será mejor que recolectes más y la lleves directamente a laviviendade losDosPatas.Acuérdatededejarla en la piedraplanaquehaycercadelaentrada.
—Deacuerdo.—Glayinosevolvióparamarcharse,peroentoncesreparóenlapresenciadeZancudoyLeonado—.¿Quépasaahora?
Zancudorespondióconunnuevoataquedetos.—¡No!Porun instante, elmiedoasomóa losojosdeHojarascaAcuática.Pero
luegoseconvirtióenlaeficientecuranderadesiempre.—Zancudo,cómeteestaatanasia—leordenó—.Tesuavizarálagarganta.
Glayino,traeunpococuandovuelvas.El aprendiz asintió con la cabeza, salió por la cortina de zarzas y
desapareció.MientrasZancudomasticabalaatanasia,rezongandoparasímismo,Dalia
seasomóalaguaridadelacurandera.—¿Puedoentrar?—lepreguntóaHojarascaAcuática.Llevabauncampañolenlaboca.HojarascaAcuáticapareciódudar;cuantosmenosgatoshubieracercade
Zancudo,mejor.Peroalfinalasintió.
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—Porsupuesto,Dalia.¿Quépasa?LareinadejóelcampañolalospiesdeZancudo.—Tehetraídoesto—maulló—.Hepensadoqueteiríabiencomerantes
demarchartealaviviendadelosDosPatas.—Bueno, pues no tendrías que habertemolestado—replicó el guerrero
congrosería—.Notengohambre.Daliaretrocedióerizandoelpelodelcuello.—¡Loheescogidoespecialmenteparati!Élnorespondió.Selimitóapasarselalenguaporelhocico,lamiéndoseel
jugodelaatanasia.—Nuestroshijostambiénestánpreocupados—continuólareina,convoz
más cortante—. Me sorprende que se acuerden de ti, porque nunca vas avisitarlos.
Zancudoseencogiódehombros.—Noes por falta de interés…Es porque sé que tú los vas a criarmuy
biensinmí.—¿Porqué?—leespetólagata—.¿Porqueyahecriadohijosyosola?En
aquellaocasiónnofuepordecisiónpropia,Zancudo,losabesperfectamente.Leonado, cohibido, intercambió una mirada con Hojarasca Acuática; le
habría gustado salir de la guarida, pero Dalia y Zancudo bloqueaban laentrada.LacuranderalosescuchabaconunaexpresiónextrañaqueLeonadonosupointerpretar.
—Cada cachorro es distinto—continuó la reina—.Y todos semerecenconocera supadre.Te loestásperdiendo,Zancudo,y sino tienescuidado,¡serádemasiadotardeytuspropioshijosnosabránniquiéneres!
Sin esperar una respuesta, Dalia se volvió en redondo y salió de laguarida.
—¡Gatas!—exclamóelguerrero.Ysedispusoasalir,peroHojarascaAcuáticalecortóelpaso.—Loshijossonunregalomuyvalioso,Zancudo—ledijoconvozqueda
—. Deberías aprovechar todas las ocasiones que tengas para ser un buenpadre.Esinclusomejorquesermentor.
—¿Ytúcómovasasaberlo?HojarascaAcuática lesostuvolamirada;susojosámbarsemantuvieron
tranquilosyfirmes.—Lo lamento… —masculló el guerrero al final—. Yo solo… Nunca
planeé tener hijos con Dalia. Me siento inútil y torpe con ellos. Me da la
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sensacióndequetodosmejuzganporquenosoymuycariñosoconella.Lonuestronofuncionó,esoestodo.
—Esano es la cuestión—replicó la curandera—.Vuestroshijos siguenteniendounpadreyunamadre,aunqueDaliay túyanoseáispareja.Sinoejercesdebuenpadre,estaráscastigandoaloscachorros.Ellosnotejuzgarán,porquenoconocenotracosa,pero,alfinal,sonloúnicoqueimporta.
—¡No sé qué hacer! —protestó Zancudo—. No puedo… —Lointerrumpióunnuevoataquedetos.
—¡Pues entonces aprende! —Los ojos ámbar de Hojarasca Acuáticaechabanchispas—.HasvistoaZarzoso,aLátigoGrisyaMantoPolvorosocon sus hijos. ¡Nopuedo creer que no veas lo importante que es!Deberíasapreciaratuscachorrosconcadabocanadadeairequerespiras.
LeonadosintióunaoleadadeafectohaciaZarzoso,queeraungranpadre,siempre dispuesto a escuchar o a ayudar a sus hijos cuando tenían unproblema. Había pasado mucho tiempo con ellos de pequeños, porqueEsquiruela había retomado enseguida sus obligaciones como guerrera.Leonadoconfiabacompletamenteenél;nopodíaimaginarseunpadremejor.«Si Zancudo no va con cuidado, acabará con sus hijos igual que CorvinoPlumosoconVentolero.¡Esosdosnosetienenelmásmínimoaprecio!».
—Leonado.—HojarascaAcuática se dio cuenta de que el joven seguíaallí y que había escuchado toda la conversación—.Ya puedes irte.Graciasportuayuda.
Eljovenguerreroinclinólacabezaysalióalclaro.Almarcharse,oyóquelacuranderadecía:
—Antes de irte a la vivienda de los Dos Patas, cómete este campañol.Necesitasconservarlasfuerzassiquieresrecuperarte.
LeonadovioaZarzososacandounaardilladelmontóndelacarnefresca.Esquiruelaseleacercó,yéldejólapiezaasuspies.
—Estoesparati—maullóellugarteniente—.Séquetegustanlasardillasjóvenes.
—Atitambién—ronroneólaguerrera,tocándolelaorejaconlanariz—.Vamosacompartirla.
Zarzosovaciló.—Deacuerdo,perotúcometantocomoquieras.Todoelclanquiereque
vuelvasaponertefuerte.Losdossesentaronjuntosacomer.A Leonado lo invadió una sensación cálida al verlos. «Gracias al Clan
Estelar,nuestrospadresestánmuyunidos».
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—¡Oye,Leonado!—lollamóZarzoso,levantandolacabezadelaardilla—. Ahora que ya te has encargado de Zancudo, ¿qué te parece si sales acazar?Cenizoteestáesperando.Dudoquelosratonesvayanaponerseenfilaparavenircorriendoalcampamento.
—¡Claro!Ondeando la cola, Leonado cruzó el claro en dirección a Cenizo. Sí,
adorabaasupadre,¡aunquefueraunaboladepeloviejaymandona!
Leonado recorrió el viejo sendero de los Dos Patas con una ardilla y dosratonescolgandodelaboca.Letocabaaélllevarcarnefrescaaltroncohuecoquehabíadelantede laviviendade losDosPatas.Estabacayendouna finalloviznaquelehumedecíaelpeloyembarrabaelcamino.
Dos amaneceres atrás, cuando Zancudo había empezado a toser, lasesperanzasdetodoslosgatosdelclansehabíandesmoronado.Teníanmiedodeque,despuésdetodo,elplandeEstrelladeFuegonosirvieradenada.Perodesde entonces no había enfermado ningún gato más, y Leonado habíaempezadoapreguntarse sipor fin estaríanganado labatalla.No sabíagrancosa de los gatos enfermos, excepto que todos ellos, inclusoMili, seguíanvivos.
Todoestabaensilenciocuandolosmurosdelacasaaparecieronentrelosárboles.Leonado se internóen lahierbamojadaparadejar suspresas eneltronco, pero entonces descubrió que no estaba vacío, como esperaba.En elfondodelhuecoquedabanunascuantaspiezasdecarnefresca,quelalluviahabía empapado. El olor a gatos alrededor del tocón de árbol era rancio ydébil.
Un agua gélida, mucho más fría que la lluvia, pareció gotear por lacolumnavertebraldeLeonado.«¿Porquénoestáncomiendo losenfermos?¿Estarántodosdemasiadodébilesparairacogerlaspresas?».
Conunazarpasacódelhuecolaspiezasviejas—quehabíanempezadoaconvertirse rápidamente en carroña— y las reemplazó por las nuevas,metiéndolas más al fondo para que se mantuvieran secas. Luego vaciló,mirandoasualrededor.Teníaqueseguircazando,peronopodíamarcharsehasta averiguar por qué los gatos de la casa de los Dos Patas no habíanconsumidotodalacarne.
Seacercódespacioa laentrada.HojarascaAcuáticayEstrelladeFuegohabían prohibido a los cazadores que avanzaranmás allá del tronco hueco,peroLeonadosedijoqueaquelloeraunaemergenciayquelosdosquerrían
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quequebrantaraesanorma.Alaproximarse,unaullidoescalofriantesurgiódelacasa,elgritodeunfelinoconunprofundosufrimiento.
Leonadosequedóparalizado.—¡¿Qué ocurre?!—exclamó, odiándose a sí mismo por cómo le había
tembladolavoz.«Tenvalor»,sedijoconferocidad.Al principio, nadie respondió. Luego Leonado retrocedió de un salto
cuando la cara de Nimbo Blanco apareció ante él en la entrada; su pelajeblancodestacabaenlaoscuridad.
—Estrella de Fuego se está muriendo —maulló el guerrero con vozquebrada.
Leonadoapretólosdientesconungemidodedesesperación.Olvidándosedelasprecauciones,pasójuntoaNimboBlancoyentróenlavivienda.
EstrelladeFuegoestabatumbadoenunlechoenelextremomásalejado.La mayoría de los enfermos estaban sentados a su alrededor formando uncírculodesigual.CentellayFrondaseinclinabansobreélparaacercarlealabocapedazosdemusgoempapado.Leonadoseabriópasoparaverasulíder.Estrella de Fuego respiraba con unas bocanadas roncas, y el lomo subía ybajabaporelgranesfuerzoquedebíahacerpara tomaraire.Enelambientehabíaunhedorquenoproveníasolodelaenfermedad.
MientrasLeonadolocontemplabahorrorizado,Centellalevantólavista.—EstrelladeFuegoestáperdiendounavida—maullódelicadamente.Leonadoretrocedióparaunirsealosdemásyobservóensilenciocómosu
líder luchaba por respirar. Poco a poco, los costados de Estrella de Fuegofueron relajándose; su respiración se tornó más superficial, y luego cesó.Cerrólosojosysequedóinmóvil.
Leonado vio la levísima silueta de un gato de color rojizo elevarse delcuerpodeEstrelladeFuegoyperderseenlassombrasdeunrincóndelacasa.
«¿Asísepierdeunavida?¿CuántaslequedanaEstrelladeFuego?¿Ysiesaeralaúltima?»,sepreguntó.
Tuvolasensacióndequepermanecíajuntoalcuerpodesulíderduranteincontables lunas, aunque probablemente no fueron más que un par desegundos. Luego, los costados de Estrella de Fuego se sacudieron en unaconvulsiónleve,ysusbrillantesojosverdesseabrieron,tratandodeenfocar.
—Estrella de Fuego… —maulló Centella dulcemente, inclinándose denuevosobreél—.Hasvueltoconnosotros.
Leonadosequedóboquiabierto.¡EstrelladeFuegohabíamuertoyhabíaresucitadodeverdad!
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NimboBlancoseacercóconunanuevabolademusgoempapado,queledioaCentella.Lagatalaacercóaloslabiosdellíder.
—Bébeteesto—murmuró—.Yluegodescansaunpoco.—Tráele algo de comer —le ordenó Nimbo Blanco a Leonado—.
Necesitarecuperarfuerzas.Leonadosalióalacarrerayregresóconunodelosratonesreciéncazados.
Paraentonces,EstrelladeFuegoyasehabíaincorporado,conunaexpresiónaturdidaquesediluyópocoapoco.
—Gracias—murmurócuandoLeonadodejóelratónasulado—.Perotúnodeberíasestaraquí.Podríascontagiarte.
ALeonado se le erizó el pelo.Estrella deFuego había resucitado, perotenía que salir de allí inmediatamente. Si se quedaba, ¿cuánto tardaría laespantosaenfermedadenmatarlodenuevo?
Ellídertomóunbocadoderatónmirandoalosgatosquelorodeaban.—Tranquilos —maulló al ver las miradas de preocupación de sus
compañerosdeclan—.Ahoratodoestábien.—No,noloestá—replicóCentella—.Siguesestandodébil,aunqueyano
tengastosverde.¿Ysipierdesotravida?DeberíasregresaralcampamentoydejarqueHojarascaAcuáticacuidedeti.
EstrelladeFuegonegóconlacabeza.—NohaynadaqueHojarascaAcuáticapuedahacerpormíquenopueda
hacermientrasestoyaquí.Mequedarécontodosvosotros.Unmurmulloderespetobrotóentrelosgatos.Rosinaseacercóasulecho.—¿Vasaseguirmuriéndoteyresucitando?—lepreguntóconcuriosidad.—Espero que no —respondió él, mientras Fronda empujaba a Rosina
hacialamaternidad.—Sabía que insistirías en quedarte —murmuró Centella, tocándole la
orejaconlanariz.Éllededicóunguiño.—Yonosoyquienmástienequeperder—contestó,desviandolamirada
haciaellechodondedescansabaMili.Leonadosevolvióhacialagatagris.Parecíainclusomásflacaylastimosa
que cuando había salido del campamento, tres amaneceres atrás. Estabatumbadadelado,ysuscostadosapenassemovíanconsudébilrespiración.
Gabardilla hundía el hocico en su vientre, intentando alimentarse ysoltandounosmaullidos lastimerosalnoconseguir leche.Frondase inclinósobreella,apartándoladelicadamenteconunapata.
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—Ven—consolóalacachorrita—.Tebuscaréunratónparacomer.Sonmuysabrosos.
—Yo no quiero ratón—contestó Gabardilla con voz áspera—. Quieroleche.—Ysoltóungemidodébil—.¡Quieroamimadre!
Leonado apartó la mirada, incapaz de seguir contemplando aquellaescena.A su alrededor, los gatos enfermos estaban volviendo a sus lechos,conlacabezaylacolagachas,derrotados.
«¿Cuántotardaránenmorirtodos,comoEstrelladeFuego?Yningunodeellostienenuevevidas».
Sintióunapunzadadeculpabilidad.Sabíaqueteníaelpoderdeayudarasus compañerosde clan—elpoderdehacer cualquier cosa, se recordóa símismo—,perosehabíanegadoausarlo.
—Mevoy—ledijoaNimboBlancobruscamente,desesperadoporsalirde allí y alejarsede la enfermedad—.Le contaré aZarzosoqueEstrella deFuegohaperdidounavida,yvolveréprontoconmáscarnefresca.
—Nonecesitamoscarnefresca—replicóNimboBlanco—.Necesitamosnébeda.
—YeldeseodelClanEstelardequesobrevivamos—añadióCentella.Sus palabras resonaron en los oídos de Leonado mientras regresaba
corriendoalahondonada,casisinnotarelsenderodepiedrabajolaszarpas.ElClanEstelarqueríaquelosenfermossobrevivieran.Delocontrario,nolehabríanenviadoaGlayinoelsueñoenelqueencontrabalanébeda.
—Incluso aunqueno fuera elClanEstelar quien le hubiese enviado esesueño—discutió Leonado consigo mismo—, a nosotros tres nos han dadopoder por una razón. Quizá se trate de esto. Quizá esto sea el inicio de laprofecía.
Al entrar en el campamento por el túnel, no vio aZarzoso por ningunaparte.Lobuscóenlaguaridadelosguerreros,queestabavacía,peroalsalirlovioaparecerporeltúnelconlabocallenadepresas.LoseguíanTormentade Arena y Bayo. Leonado se reunió con ellos en el montón de la carnefresca,dondedejaronsuscapturas.
—Traigonoticias—maullódirectamente—.EstrelladeFuegohaperdidounavida.
—¡No!—ATormentadeArenaseledesorbitaronlosojos.Se volvió en redondo, como si fuera a salir disparada, pero Zarzoso le
apoyólacolaenellomosuavemente.—Nopuedesayudarlo—murmuró.TormentadeArenasesentó,cabizbaja.
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—Losé—maullóenvoztanbajaqueLeonadoapenaslaoyó—.Peroesmuyduro.
—¿Has vistomorir a Estrella de Fuego?—preguntóBayo con los ojosmuyabiertos—.¿Cómoes?
Leonadolofulminóconlamiradaynisemolestóenresponder.Cuandosealejaba,oyóqueZarzosolevantabalavozconferocidad.
—Me esperaría una pregunta así de un cachorro, Bayo, pero no de unguerrero,ymenosaúndeunguerreroquehasidomiaprendiz.
Olvidándosedelirritanteguerrerotostado,Leonadoentróenlaguaridadelacurandera.Parasualivio,HojarascaAcuáticanoestabaallí,soloGlayino,queinspeccionabaunacolecciónpenosadehierbasmarchitas.
Glayinosevolvióenredondo.—¿Quépasaahora?Leonadobajólacabeza.—Losiento—maulló—.IréalClandelViento.
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Después de cazar unas cuantas presas más, Leonado regresó a la viviendaabandonadadelosDosPatas.Cuandodejólaspiezasenelhuecodeltronco,advirtióque lasotrashabíandesaparecidoyquealguienhabíaechado tierraencimade losrestosempapados.Sintiendociertoalivioalverque losgatosenfermos habían retomado sus rutinas, diomedia vuelta y se internó en elbosque,endirecciónalostúneles.
Elmiedohizoqueseleerizarahastaelúltimopelo,yapretótantoelpasoqueterminócorriendoentrelosárboles.Lameraideaderecorrerlostúnelesen la oscuridad hacía que se le revolviera el estómago, así que preferíahacerlomientrasaúnhubieseluz.
Se detuvo a unos pocos zorros de distancia de la entrada del túnel,mirando cautelosamente a su alrededor, con las orejas plantadas y la bocaabiertaparacaptarelmásmínimorastrodesuscompañerosdeclan.Aquelloera un secreto entre Glayino y él, porque los túneles entre los clanes solosignificabaninvasiónyderramamientodesangre.Parasualivio,elúnicoolorquedetectópertenecíaalClandelTrueno,yerabastanterancio;supusoquelapatrulladelalbahabíapasadoporallíaprimerahoradeldía.
Agachándosehastaquelabarrigalerozólahierba,Leonadoavanzóentrela vegetación para entrar en el túnel. A un par de colas de distancia, seencontró con la barrera de espinosque sus compañerosde clany él habíancolocado allí después de la batalla para impedir que el Clan del Vientoregresara por la misma vía. Para cuando logró abrirse paso a través delobstáculo,teníaarañazosenellomoypinchazosenlasalmohadillas,yhabíaperdidoalgúnqueotromechóndepelodoradoconlasespinas.
«ClanEstelar,porfavor,nopermitasquenadievengaainspeccionarestesitioantesdequeyohayavuelto».
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La oscuridad lo engulló al internarse en el pasaje. En los túneles no sepercibía el menor sonido, excepto el que producían sus pasos leves y surespiraciónrápida,aunquesucorazónparecíalatirtansonoramentequeteníalasensacióndequepodríanoírlohastaenelcampamentodelClandelViento.A Leonado, sin embargo, no le asustaba encontrarse con los guerreros delclanvecino.Sisetropezabaconalgunodeellos,pelearíayapechugaríaconlas consecuencias después, cuando Estrella de Bigotes fuera a quejarse aEstrelladeFuego.Loqueloasustabadeverdaderalavisióndesusueño…YaleparecíacaptarelhedordelasangredeZarpaBrecina.
Porfinreparóenquelaoscuridadestabadandopasoaunaluzgrisácea.Másadelanteseoíaelsonidodeunacorrientedeagua,ypocodespuésllegóala caverna por donde discurría el río subterráneo, cuya superficie reflejabadébilmentelaluzqueentrabaporelagujerodeltecho.LeonadomiróhacialarepisarocosadondesolíasentarseZarpaBrecinacuandoeraEstrellaBrecina,lalíderdelClanOscuro,peroahoralapequeñacornisaestabavacía.
Leonadosintióundolorpunzanteenelcorazón,comosiunenemigo lehubiera mordido justo ahí. No podía desear que regresaran aquellos días,cuando él lementía a su clan y perdía tantas horas de sueño que no podíaentrenar en condiciones. Tampoco quería recordarlos, no después de queZarpaBrecinalohubieratraicionadodeaquelmodo.
Sesacudióvigorosamente,comosiestuvierasacudiéndoselluviadelpelo,y luego se dirigió al túnel que llevaba al territorio delClan delViento.Notardó en ver una grieta por la que se colaba un rayo de luz. Más allá,distinguióalgunasrocasylaásperahierbadelpáramo.
Leonado sedetuvo, alertadenuevo, en estaocasiónpor si olíauoía alClandelViento.Peroloúnicoqueoyófueelululardébildelvientoalrozarlahierba,ynoarrastrabaningúnoloragatosdelclanvecino.Adelantándose,seatrevióaasomarlacabezaporlabocadeltúnel.
El lugar era exactamente como se lo había descrito Glayino: unapendientellenadepiedrascubiertasdeliquen,conhierbaásperadelpáramoentreellas.«Unmanantialbrotaentredosrocas…».Leonadoplantólasorejasypercibióelsonidodeunhilillodeagua.
Olfateando el aire otra vez, captó un nuevo rastro del Clan delViento,peronovionioyóaningúngato.Saliócautelosamentedeltúnelyavanzóconsigilo hacia el sonido del agua, pegándose al suelo y aprovechando laprotecciónquelebrindabanlasrocas.Teníaerizadohastaelúltimopelodelcuerpo.SeimaginabaelrastrodesuolorextendiéndoseportodoelterritoriodelClandelViento, atrayendoa todos losgatos, y elmás leve rocede sus
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zarpas sobre el suelo se le antojaba tan estridente como el grito de unalechuza.
Leonadoteníalasensacióndequepasabanvariaslunasconcadapasoquedaba, pero solo habían transcurrido unos instantes cuando rodeó la base deunapiedraydescubrióelmanantialdelqueGlayinolehabíahablado.Brotabadeunagrietaycaíaaunacharcaminúscula;unasmatasenormesdenébedacrecíanasualrededor.Sintióunapunzadadeenvidiaporelhechodequeotroclantuvieratanta,cuandolosgatosdelClandelTruenosemoríanporcarecerdeella.
Hundió el hocico en una de las matas, reprimiendo la tentación derevolcarseenellayempaparsupelajedeaquelolorlimpioypenetrante.Élnohabíaidoallíahacereso.Trabajandodeprisa,fuecortandotalloshastaformarungranramo,todoloquepodíacargar.
Cogióelmanojodehierbasconlosdientesysedirigióhaciaeltúnel.Lanébedaahogabacualquierotroolor,peroeljovenmantuvolasorejaserguidassindejardemirarasualrededor,alertaporsiaparecíanguerrerosrivales.
No había gatos en la zona. Cuando se coló de nuevo por la grieta quellevabaaltúnelserelajóunpoco,alegrándosedepoderalejarsedelriesgodelasmiradasacusadorasdealgúnmiembrodelClandelViento.
Apretando el paso, recorrió a toda prisa el pasaje, cada vezmás ancho,perofrenóensecoal irrumpiren lacaverna.Plantadaanteél,consupelajeatigradoclaroerizadoysusojosazulesllameando,sealzabaZarpaBrecina.
—¡Ladrón!—leespetólagata.Leonadoabriólaboca,sorprendido,ylanébedacayóalsuelo.—¡ZarpaBrecina!—AhorasoylaguerreraColaBrecina—gruñóella—.Pensabasqueibas
airtederositas,¿no?—continuóconvozabrasadora—.Perohevistocómotearrastrabas entre las rocas. Y he imaginado que usarías los túneles pararegresaratuterritorio.
—Entonces… entonces, ¿por qué no has avisado a una patrulla? —tartamudeóLeonado.
Losojosdelagatadestellaron.—No vales tanto la pena—respondió, frunciendo la boca—. Quizá te
creaselmejorluchadordetodoslosclanes,peroamínomedasmiedo.El rojo resplandor de la sangre apareció en la mente de Leonado,
colmándolelavista.—¡Traidora!—aulló,saltandohaciaellaconlaszarpasextendidas.
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Notócómosusgarraslerebanabanlagargantaycómobrotabalasangre,empapándolosalosdosyformandouncharcoenelsuelodelacueva.Lagataemitióunsonidoguturaldehorror.Susangreeracalienteyespesa,ysuhedorasfixióaLeonado.
Luego, cuando la marea roja remitió, vio a Cola Brecina observándoloimpasible, lanzándoleunamiradaglacial.Leonado se estremeció.Lavisiónhabíasidoabsolutamentereal,peroélnohabíamovidoniunapata.
Cola Brecina pasó por su lado y se detuvo en la boca del túnel queconducíaalClandelViento.
—Vete y no vuelvas—bufó—.Puedes llevarte la nébeda.Yo no tengonada en contra delClan delTrueno.Nome gusta ver sufrir a ningún gato,creasloquecreas.Perotencuidadodenoterminarsiendounmatóncomotupariente,EstrelladeTigre.
Ysacudiendolacolacondesdén,desaparecióporeltúnel.Mientras Leonado recogía la nébeda desperdigada, las palabras de
despedida de Cola Brecina le resonaron en la cabeza. Se le revolvió elestómago,temiendoquepudieranllegaraserciertas.Susueñohabíaestadoapuntodeconvertirseenrealidad;casimataaColaBrecina,yellalosabía.LasdiferenciasentreEstrelladeTigreyélestabandifuminándose.Leonadosintiómásmiedodelquehabíasentidoentodasuvida.
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Glayino depositó más atanasia en la piedra plana que había delante de laviviendadelosDosPatas,yluegorastreóelolordeLeonadoylosiguióhastalaentradadelostúneles.Apenasllevabaallíunpardesegundoscuandooyóalgo en el interior, donde losgatosdelClandelTruenohabían colocado labarreradeespinos.ElolordeLeonadosevolviómásintenso,mezcladoconeloloranébeda.
—¡Lahasencontrado!—exclamóGlayinocuandosuhermanoasomólacabezaalexterior—.¿TehavistoalgúngatodelClandelViento?
Leonado titubeó, yGlayino percibió que emitía unamezcla demiedoyfuria.
—¿Estaríaaquíenesecaso?—espetóeljovenguerrero—.¿Captasalgunaheridaenmí?
El aprendiz de curandero se encogió de hombros. No tenía tiempo deaveriguarporquésuhermanosonabacomosituvierahormigasenelpelo.
—Será mejor que arregles esa barrera —maulló—. No queremos quenadiesospecheloquehemoshecho.
Leonadoregresóaltúnelsindecirunasolapalabra,mientrasqueGlayinorecogíaelramodenébedaysedirigíaalaviviendadelosDosPatas.
—¿Dedóndehassacadoeso?El aprendiz de curandero se quedóde piedra al oír la voz deHojarasca
Acuática.Aúnnohabíadecididoquéibaacontarle,yesperabatenertiempodetrataralosenfermosantesdequesumentoraseenterase.
—¡Nébeda!—exclamóentusiasmada,yseacercóaenterrarelhocicoenel ramillete—. ¡Y qué fresca y estupenda! No puede proceder de la casaabandonadadelosDosPatas.
—No—respondióel jovencon laboca llena—.Esdealláarriba—dijoseñalandovagamenteconlacolahacialapartemásprofundadelterritorio.
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—¡Gracias, Clan Estelar! —susurró la gata—. Nuestros antepasadosdebendehabertemostradodóndebuscarla.
—Mmm…sí,asíes.Glayino se dijo que a fin de cuentas eso era cierto. Jamás habría
encontradolanébedasiEspírituRadiantenolohubieraguiadohastaelClandelViento.
—Esloquehabía—añadió—.Asíquenovalelapenabuscarmás.—Deberíasermásquesuficiente.—HojarascaAcuáticaestabademasiado
aliviada como para hacer más preguntas—. Venga, vamos a dársela a losenfermosahoramismo.
CuandotraspasaronlasmarcasolorosasquerodeabanlacasadelosDosPatas,lacuranderasedetuvo.
—Estanochehaymedialuna—maulló—.CreoqueestavezdeberíamosirlosdosalaLagunaLunar.
Glayinoasintió,conlabocademasiadollenadenébedapararesponder.Sepreguntó si losgatosdelClanEstelar estarían esperándolopara agradecerlequehubierasalvadoalClandelaSombra.LotentabacolarseenlossueñosdeCirro, para ver qué explicación les daba a sus antepasados guerreros porhaberlosrechazadoenfavordeSolo.Pero,porencimade todo,queríapisarlashuellasdelcaminoquedescendíaalaLagunaLunarysentirsedenuevopartedelosgatosantiguos.
•••
AunqueGlayinonopodíaverlaluna,sípodíaimaginarsesuluzplateadabañándoleelpelo,mientrassuszarpasencajabanenloshuecosconformadehuellasfelinasdelsenderoquedescendíaenzigzag.«¿VinealgunavezaquícuandoeraAladeGlayo?¿Algunadeestashuellasesmía?».
Detectóunasatisfacciónprofundaentodossuscolegascuranderoscuandovieron que Cirro había vuelto a unirse al grupo. Ala deMariposa tambiénhabíaacudidoconBlima.«Bueno,supongoquelosdemásempezaríanahacerpreguntassiAladeMariposafaltarasiempre»,pensóGlayino.
Seacercóalbordedelalaguna,mientraslosotrosocupabansulugarasualrededor. Estaba ya estirando el cuello para lamer el agua helada, cuandoHojarascaAcuáticamaulló:
—Esperad.Glayino se incorporó, sorprendido, percibiendo la emoción que su
mentoraapenaspodíacontener.
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—Antes de que compartamos lenguas con el Clan Estelar —continuóHojarascaAcuática desde el otro lado de la laguna, cerca de la cascada—,tengoalgoquecomunicaros.ElClanEstelarmehamostradoqueyaeshoradequeGlayinorecibasunombredefinitivocomocurandero.
Eljovennosupodisimularsuasombro.HojarascaAcuáticadebíadeestarrefiriéndose a la nébeda que había encontrado. Por un instante, se sintióavergonzado por haber usado a Azorín y a Leonado para conseguir lashierbas,yporhaberlementidoluegoasumentorasobrelaprocedenciadelaplanta.
«Pero el Clan del Trueno sobrevivirá», se recordó a sí mismo. Y noimportabaloquehubierahechoparalograrlo.LoinvadióunaoleadacálidadelasorejasalapuntadelacolaalacordarsedelaalegríayelalivioquehabíansentidolosenfermosalverqueHojarascaAcuáticayGlayinolesllevabanlavaliosa hierba. Ahora ya dormíanmás tranquilos, y había nébeda de sobraparaseguirtratándolos.
—¿Y bien, Glayino? —le preguntó su mentora con voz afectuosa yrisueña—.¿Setehacomidolalenguauntejón?
—Yo…No…¡Gracias!—tartamudeóél.—Entoncesvenamilado.Glayinobordeóla laguna,pisandoconcuidadolasuperficieresbaladiza.
No quería empezar su ceremonia de nombramiento cayéndose a la LagunaLunar.
AlpasarjuntoaCascarón,elviejocuranderomasculló:—Bienhecho.YAzorínlotocólevementeconlacola.Glayinollegófrenteasumentora,desconcertadoporelamoryelorgullo
tan profundos que emanaban de ella. Eran incluso más intensos que laemociónquehabíapercibidoenMediaLuna.¿DeverdadélsignificabatantoparaHojarascaAcuática?
—Yo,HojarascaAcuática, curandera del Clan del Trueno—empezó lagata—,solicitoamisantepasadosguerrerosqueobservenaesteaprendiz.Haentrenado duro para comprender las costumbres y obligaciones de loscuranderos,y,convuestraayuda,serviráasuclandurantemuchaslunas.
Glayinosintióuncosquilleoportodoelcuerpoyseolvidódelosdemásgatosqueestabanallípresentes;eracomosiestuvieseenunlugarelevadoyremoto sin nadie más que Hojarasca Acuática y la interminable voz de lacascada.
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—Glayino—continuólagata—,¿prometesrespetarlascostumbresdeloscuranderos,mantenertealejadodelasrivalidadesentrelosclanes,yprotegeratodoslosgatosporigual,inclusoacostadetuvida?
—Loprometo—respondióélconvozclarayfirme.Durante un instante, captó cierto movimiento a su espalda y un olor
persistente que no era exactamente de clan pero que tenía matices delterritoriodelClandelTrueno.«¡MediaLuna!».¿Habíaacudidoavercómoseconvertía en curandero? Glayino esperó que la gata entendiese lo quesignificabaaquello:que jamáshabríanpodidoestar juntosdelmodoenqueella deseaba. Del modo en que ambos podrían haber deseado, si las cosashubieransidodistintas…
—Entonces,porlospoderesdelClanEstelar,tedoytunombredefinitivocomocurandero.
A Glayino se le contrajo el estómago. «¡No irás a llamarme Ala deGlayo!». Podía cargar con el peso del conocimiento que le habíaproporcionado su sueño, pero no quería pasar el resto de su vidacompartiendonombreconsuantiguohomólogo.
—Glayino,apartirdeestemomentoserásconocidocomo«Glayo».—AHojarasca Acuática le tembló la voz por la emoción—. El Clan Estelar sehonra con tu habilidad y tu sed de conocimiento. Has salvado la vida demuchosgatos.
En medio del orgullo y el alivio que sentía, Glayo se preguntó si sumentora iba a explicar qué había hecho paramerecerse aquella ceremonia.Aunquecon losclanes sintiéndose tan inquietos, supusoque lagataquerríamantenerensecretoelbrotede tosverde.De locontrario,comoél lehabíadichoaLeonado,HojarascaAcuáticalehabríapedidosinmásaCascarónunpocodenébeda.
NotóelhocicodeHojarascaAcuática sobre sucabeza,comohacían loslíderesalnombrarnuevosguerreros.Enrespuesta,Glayolediounlametónenelomoplato.
—¡Glayo!¡Glayo!—exclamóCirro.Y todos los demás se le unieron, incluso Blima. «Ahora ya no tiene
motivosparasentirsesuperior»,pensóeljoven.—Hallegadoelmomentodequecompartas lenguasconelClanEstelar
encalidaddecuranderodeplenoderecho—ledijoHojarascaAcuática.—Y ojalá nuestros antepasados te envíen un buen sueño —añadió
Cascarónconvozronca.
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Glayoregresóasusitiounpoconervioso.¿Learrancaríanelpellejo losmiembrosdelClanEstelarporladiscutiblemaneraenquesehabíaganadosunombre? Fauces Amarillas no estaría muy impresionada, de eso estabaseguro.
«Nomeimporta.Hesalvadoalclancuandonadiemáspodíahacerlo»,sedijo.
Setumbóenlaorilladelalagunayestiróelcuelloparalamerelagua.Asu alrededor, los demás hacían lomismo.Luego se pusieron cómodos paradormiryrecibirlossueñosquelesmandaraelClanEstelar.Glayotambiénseovilló,cerrandolosojosyenroscandolacolasobreelhocico.
Sedespertóparpadeandobajolaluz,mediopreparadoparadescubrirqueestabaenlacumbredesoladaenlaquehabíaencontradoaPedrusco.Estavez,sin embargo, vio que se encontraba en el claro del bosque frondoso dondeEspírituRadiantehabíaidoahablarconél.Unabrisacálida,cargadaconlosaromasverdesdelashierbasencrecimiento,leacaricióelpelo;lainquietuddeljovensedisipócomoelhieloenlaestacióndelahojanueva.
Alprincipio,Glayopensóqueestabasolo,pero,cuandolabrisaagitólashojas, vio a dos gatos sobre una rama en el otro extremo del claro: AlmaRelucienteyCorazónValerosoloobservabanconojoscentelleantes.Enesemismo instante, los helechos que crecían al pie del árbol se abrieron yaparecióEspírituRadiante.
Lahermosaatigradaplateadacruzóelclarohastaquepudoentrechocarelhocico conel del jovencurandero.Sudulce aroma semezcló conel de lashierbas.
—Glayo—losaludó,conlosojosbrillantesdefelicidad—.Ahorayaeresuncuranderodeverdad.
—Te lodeboa ti—admitióél—.Túhassalvadoamiclanalcontarmedóndeencontrarlanébeda.
—Ha sido un placer ayudar. —Los ojos verdes de Espíritu Radiantedestellaron con amor y alegría—. En cierta ocasión, pensé en dirigir mispasoshacialasendadeloscuranderos,peroesenoeraelcaminoqueelClanEstelarhabíatrazadoparamí.Enadelanteharétodoloquepuedaparaayudaraquieneslonecesiten.Sinimportaraquéclanpertenezcan…oaquétribu.
Glayoinclinólacabezaanteellaparamostrarunprofundorespeto.—Gracias.Graciasporhaberviajadohastatanlejosparaayudarnos.EspírituRadiantevolvióatocarleelhocicoconelsuyo.—Creoquetúhasviajadomáslejostodavía,amigomío.Élseestremecióy,dubitativo,preguntó:
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—¿Volveréaverte?—Esoestáenmanosdelasestrellas—respondióEspírituRadiante.Su aliento calentó la piel de Glayo, que se vio rodeado por una nube
resplandeciente,comosilaatigradaplateadaestuvieraapuntodellevárseloalcieloenuntorbellinoparaqueseconvirtieraenunaestrellaasulado.Sintióuncosquilleoenlaszarpas.
—Adió,Glayo—susurróEspírituRadiante.Derepente,Glayoabriólosojosalaoscuridad.Estabaovilladosobrelas
piedras planas de la Laguna Lunar, con los demás curanderos, que yaempezabanadespertarseasualrededor.
Cuando Glayo y Hojarasca Acuática regresaron al campamento, a primerahora de la mañana, los miembros del Clan del Trueno estaban hablandoacaloradamenteenmitaddelclaro.LavozdeZarzososeelevóporencimadelruido:
—Tranquilizaos,yomeencargarédesolucionarlo.HojarascaAcuáticasuspiró.—Los gatos estánmalhumorados y exhaustos de tanto cazar y patrullar
porlafrontera.Iréabuscarlesunashierbasrevitalizantes.Ysefuehacialaguarida.—Glayino,¿puedesvenirunmomento?—lollamóZarzosocuandoélse
acercabaalgrupo,preguntándoseaquéveníaaquelrevuelo.—Claro,aunqueahoramellamoGlayo—locorrigióorgulloso.Nadie le hizo ni caso. Tragándose un suspiro de irritación, el joven
curanderopreguntó:—¿Quéocurre?—Fronde Dorado dice que la patrulla del alba ha visto un zorro en el
territorio del Clan del Viento, no muy lejos de la frontera —le explicóZarzoso—.¿HojarascaAcuáticaytúhabéisvistoalgoalvenirhaciaaquí?
—Yonohevistonada—replicó el joven—.Hecaptadocierto tufillo azorro,peroestoybastantesegurodequenoprocedíadenuestroterritorio.
—Si está cerca del territorio del Clan del Viento, podría venir aquíenseguida—maullóDaliapreocupada—.Nuestroscachorrospodríanestarenpeligro.
—Ytodos losgatosqueestánen laviviendade losDosPatas—añadióLátigoGris,angustiado—.¿Ysielzorrollegahastaallí?
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—Vale, Látigo Gris y Fronde Dorado, id a comprobarlo —ordenóZarzoso—.Siencontráisalgúnindiciodequeelzorrohacruzadolafrontera,seguidsurastroaversilocalizáissumadriguera.
—Deacuerdo,vámonos—LátigoGrissonóaliviadoalpoderhaceralgocontralaamenaza.
Glayodetuvoalosdosguerrerosantesdequesemarcharan.—Hojarasca Acuática ha preparado unas hierbas revitalizantes para
vosotros.—Gracias, Glayo—respondió Fronde Dorado, y se dirigió con Látigo
Grisalaguaridadelacurandera.—Aver,patrullasdecaza—continuóZarzoso—.Cenizo,¿puedesdirigir
unaparaelcampamento?LlévateaAcederayaBetulón.Y…—¿Y qué pasa conmi lecho?—lo interrumpióMusaraña—.Hace días
quenomelorenuevan.Todosestántanocupadosquenadieseencargadelastareashabituales.
Zarzosocontuvounsuspiro.—Vale,Musaraña.Losaprendicessepondránconesoahoramismo.Laveteranasoltóunresoplido.—Deberían.—No sé por qué tenemos que hacerlo —le susurró Raposino a su
hermana.Glayosediocuentadequelosdosaprendicesestabanasulado.—Musaraña gruñe tanto como un tejón con una pata despellejada. Y
nuncanosdalasgraciaspornada.—Es verdad—coincidió Albina entre susurros—. Siempre dice: «Está
demasiadohúmedo»,o«Estotieneespinas».Glayosevolvióhacialosdosaprendices.—Deberíaisserútilesysalirabuscaradiariomusgolimpioparalacama
deMusaraña—lesespetó—.Ymostradunpocomásderespetoporvuestrosveteranos.¿Avosotrososgustaríadormirenunlechosucio?
—Túnoeresnuestromentor—protestóRaposino—.Nopuedesdecirnosquéhacer.
Glayo inclinó la cabeza hasta casi tocar el hocico del aprendiz con elsuyo.
—Ve a por musgo para el lecho de Musaraña ahora mismo. De locontrario,lecontaréaDaliaqueestásplaneandodarledecomercagarrutasdeconejoaTordillodiciéndolequesonunanuevaclasedebayas.
Raposinosesobresaltó,pasmado.
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—¿Cómosabeseso?—Daigualcómolosepa—replicóGlayo—.Hazloquetehedicho.—En realidad, tú no se lo contarías a Dalia —maulló Raposino,
desafiante.Glayolemostróloscolmillos.—¿Porquénomeponesaprueba?—Vale,vale,yavamos.Eh,Albina,¿porquéestásahíplantadacomoun
pasmarote?Empujóasuhermana,ylosdoscorrieronhacialabarrera.Glayooyóla
desconcertadavozdeAlbina:—¿Cagarrutasdeconejo?¿Dequéestabahablando,Raposino?—No importa —respondió él—. ¡Tenemos que ir a por musgo ahora
mismo!Al captar el intenso olor de las hierbas revitalizantes, Glayo supo que
HojarascaAcuáticahabíasalidodesuguaridayestabarepartiendolashojasentrelosguerreros.
—Gracias, Hojarasca Acuática —maulló Zarzoso—. ¿Tienes tambiénbastanteparalosenfermos?
—Sí,desobra.MandaréaGlayoalacasadelosDosPatasconunfardo.Y una cosa más—añadió—, ¿puedes pedirles a las patrullas que busquenpresas jóvenes? Son más fáciles de comer para los enfermos, y ahora quetenemosnébeda,empezaránatenerhambredenuevo.
—No hay problema—respondió el lugarteniente—. Ya lo habéis oído,¿verdad?Tormenta deArena, ¿encabezarás una patrulla para la casa de losDos Patas? Llévate a Zancudo, Bayo y… mmm… Cenizo. Necesitamostambién una patrulla fronteriza para inspeccionar la frontera delClan de laSombra.Ladirigiréyo,y…
—¿TedascuentadequeacabasdeasignaraCenizoalasdospatrullasdecaza?—lointerrumpióBayo—.¿Quépasa,quetienequedividirse?
—¡Oh, cagarrutas de ratón!—exclamóZarzoso—.Lo lamento,Cenizo.Puedes…
—¡Cenizo,porelClanEstelar!—bufóEsquiruela.Glayoseencogióalpercibirsufuria.—¿Nopodríashablarportimismo,envezdequedarteahíparadocomoel
tocóndeunárbol?—Losiento,pero…—Cenizosonósorprendido.—Condisculpasno se cazanpresas—gruñóEsquiruela—. ¿Porquéno
has dicho nada? ¿Es que no ves que Zarzoso tiene muchísima presión?
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¿Acasoellugartenientedelclandeberesolverlotodoélsolo?—Oye, Esquiruela…—Zarzoso parecía avergonzado por la defensa tan
ferozqueleestabahaciendosupareja.Laguerreranoleprestóelmenorcaso.Glayosediocuentadequelafuria
desumadrenosolosedebíaalmiedoqueteníaporsuscompañerosdeclan,sinotambiénalafrustraciónquesentíapornoestartodavíaencondicionesdecazaropatrullar.
—A más de un gato le encantaría ser lugarteniente si a Zarzoso lesucediera algo—continuóEsquiruela—.Os falta tiempo para criticarlo porsuserrores,pero¿aalgunodevosotrososgustaríaestarensulugarenestosmomentos?
—Esquiruela, ya basta—volvió a interrumpirla Zarzoso, más enérgicoestavez—.Noesparatanto.
Lagatasoltóunbufidoderabia,sevolvióenredondoysemarchódandograndeszancadasa laguaridade losguerreros.Glayosesintióorgullosodequehubieradicho loquepensaba.Tambiénse sintióorgullosodesupadre,por cargar con todas las responsabilidades de un líder ymantener unido alClandelTruenomientrasEstrelladeFuegoseguíaenfermo.
—Lo lamento, Cenizo—se disculpó el lugarteniente—. Tú dirigirás lapatrulladelcampamento.TormentadeArena, túpuedes llevarteaRatoneroensulugar.
—Muybien—respondióCenizoconvozglacial;luegollamóasupatrullaconlacolaysemarchó.
«PorelamordelClanEstelar,¡olvídaloya!—pensóGlayo—.Zarzosohacometidounsimpleerror».
Mientras se iba con Hojarasca Acuática a la guarida, no pudo evitarpreguntarse si enaquelladiscusiónhabíaalgomásde loqueélhabíavisto.Tanta rabiaenEsquiruela, la rapidezdeZarzosoporenmendar lascosas,elempeñoevidentedeCenizoennoperdonarlo…¿EsqueaGlayoselehabíaescapadoalgoqueerarealmenteobvioentrelostresguerreros?
Sacudiólacabezaparaaclararselasideas.Fueracualfueseelproblema,queloresolvieranellos.Seguroquenoteníanadaqueverconél.
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Unasnubesbajasdecolorgrisverdosocubríanelbosque,yelaireeradenso,frío y húmedo. Carrasca notaba en la piel un hormigueo que anunciabatormenta.MientrascruzabaelbosqueenlaretaguardiadelapatrulladecazadeCenizo,lascercanasnubesdetormentaparecíanreflejarlainquietudquelacorroía.Pormuchoqueintentasealejarsuspreocupaciones,nopodíaignorarlasensacióndequealgoibamal.
Dos noches atrás, Zarzoso la había elegido para asistir a la Asamblea.EstrellaNegraestabaallí,peronohabíadichonadaenabsolutosobreSolonisobre su decisión de permitir que elClan de la Sombra volviera a vivir deacuerdoconelcódigoguerrero.ZarzosoocupóellugardellíderdelClandelTrueno junto a los otros tres líderes, tras decirles, sin darles demasiadasexplicaciones,queEstrelladeFuegolamentabanopoderasistir.
«¿Quémásnosestamosocultandounosaotros?»,sepreguntóCarrasca.Recordóotrosecretocuandolapatrulladecazapasó juntoa lavivienda
de los Dos Patas. Leonado estaba saliendo con Melada y Rosina. Lacachorrita de color tostado iba saltando y se abalanzó sobre unmontón dehojasmuertas, chillando entusiasmada cuando crujieron a su alrededor y sealzaronporelaire.
—Con calma —maulló Leonado—. No querrás quedarte sin energíasantesdellegaralcampamento,¿verdad?
Rosinasesentó,conunahojasecaenloaltodelacabeza.—¡Estoybien!—declaró—.Quieroatraparalgunapresaparamimadre.Ronroneando,Meladalasacódelmontóndehojasyleatusóelpelocon
unoslametazosrápidos.Leonadoseacercóasuhermana.—¿Vuelvenacasa?—lepreguntóCarrasca.—Sí—respondióeljovenguerrero—.YasoloquedanMiliyGabardilla;
apartedeEstrelladeFuego,claro.Élnosemarcharáhastaquetodosesténde
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regresoenelcampamento.—Es genial que Glayo encontrara nébeda —respondió Carrasca,
entornandolosojosparaobservarlareaccióndesuhermano.—Eeeh…sí.Leonadoparecíaincómodo.Su comportamiento convenció a Carrasca de que sus sospechas eran
ciertas: había un secreto en torno a la búsqueda de nébeda, y sus doshermanosestabanimplicados.
«¿Porquénomelocuentan?Nosotrosnodeberíamostenersecretos».—Apartirdeahoratodoirábien—seapresuróadecirLeonado,comosi
quisieraevitarmáspreguntas—.Lanébedadeaquíestáempezandoabrotardenuevo,asíquehaysuficienteparaMiliyGabardilla.Cadadíaestánmásfuertes.
—Esoesestupendo.Pero¿qué…?—¡Carrasca!—lallamóCenizo,impaciente.Elguerrerogrishabíaretrocedidoyestabaesperándolaenelviejosendero
delosDosPatas.—Tengoqueirme—ledijolajovenasuhermano,convencidadehaber
vistoensusojosundestellodealivio.—Hastaluego—sedespidióél,dirigiéndosehaciaelcampamentojuntoa
MeladayconRosinabrincandodelantedeellos.Carrascasequedómirandocómosealejaban,yluegofueareunirsecon
Cenizo.—¿Vasacazarhoyomañana?—leespetóelguerrerogris.—Losiento—mascullóella—.SoloqueríahablarunpococonLeonado.«Aunquenomehaservidodemucho»,pensó,mientrasCenizoresoplaba
y se internaba en el bosque, detrás del resto de la patrulla.Carrasca seguíaigualdelejosdeaveriguarquéleestabanescondiendosushermanos.
Las nubes parecían aún más amenazadoras cuando la patrulla regresó alcampamento.Habíaempezadoasoplarunabrisacálidaqueagitabalashojasqueaúnquedabanenlosárboles.ACarrascaelvientoledabaacontrapelo,yel olor de las presas quehabían cazado la ahogaba como si tuviera la bocallenadecarroña.
CuandoCenizoguio a supatrulla a travésdel túnel, comenzaron a caerunas gotas gruesas y tibias. Una de ellas le dio a Carrasca en el hocico al
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entrar en el claro; irritada, la joven agitó los bigotes para sacudírsela deencima.Untruenoresonóenladistancia.
«Genial—pensó la joven guerrera, llevando las presas almontón de lacarnefresca—.Despuésdelatormenta,elairevolveráaserfresco».
Miróhaciaarriba,perocerrólosojosconfuerzacuandounrayodentadoatravesó el cielo. Un trueno restalló justo sobre su cabeza, y de repentecomenzóadiluviar.Elsuelodetierradelahondonadayelpelodelajovenguerreraquedaronempapadosenapenasunpardesegundos.
Delaguaridadelosguerrerosbrotóunaullido,yNimboBlancoasomólacabeza.
—¿Quéocurre?Demasiado aterrorizada para correr, Carrasca pegó el cuerpo al suelo.
Entrevió a Zancudo, que pasó veloz hacia la guarida de los guerreros, conRatoneropisándolelostalones.
Otrorayocrujióenelcielo.Conmocionada,Carrascavioqueunárboldelbordedelahondonadaseprendíaenllamas,lanzandounaslenguasrojasdefuegoqueascendieronhacia lacopa.Nisiquiera lacortinade lluviaparecíapoderapagarlas.Unashojasennegrecidascayeronalahondonada,y,conunespantosogemido, una rama ardiendo se rompióy cayó en picado al claro,aterrizando estrepitosamente a solo una cola de distancia de Carrasca.Aullandodepavor,lagatasaltóhaciaunladoychocócontraEspinardo.
—¡Elbosqueseestáquemando!—chillóelguerrero.Un nuevo rayo, este parecido a una garra, hendió el cielo. Un instante
después, un ruido ensordecedor sonó por encima del retumbo del trueno, yCarrascavioqueunárbolempezabaadesplomarse,dejandolasraícesalairemientras el fuegodevoraba las ramas.Hojasy ramitas encendidas llovieronsobreelclaro.
Carrasca se vio rodeada por unos alaridos de pánico. Vio a Zarzosocorriendohacialamaternidad,yaTormentadeArenalanzandoaguaconlaspatasaunaramaenllamasparaimpedirqueelfuegollegaraalaguaridadelosguerreros.
—¡Mili!—bramóLátigoGris,quecorrióhaciaeltúnelendirecciónalaviviendadelosDosPatas.
Encuantosucolaseesfumóporeltúnel,aparecióEstrelladeFuego,quese dirigió a toda prisa al centro del claro. Su pelaje de color rojo estabaoscurecidoporlalluviaymanchadodebarro,peroélmantuvolacabezaaltaysoltóunaullidoautoritario:
—¡Fuera!¡Salidtodos!¡Siosquedáisaquí,acabaréisatrapados!
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Los gatos empezaron a salir de las guaridas. Cruzaron el clarochapoteando, saltando o en zigzag para esquivar los restos ardientes queseguíancayendosobreelcampamento.
—¡IdtodosalaviviendadelosDosPatas!—ordenóEstrelladeFuego—.Allípodremosresguardarnos.
ZarzososaliódelamaternidadcargadoconPequeñoAbejorro,seguidodeDalia, que llevaba con ella a Floreta.Rosina y Tordillo salieron junto a sumadre.Musarañaaparecióenlaentradadelaguaridadelosveteranos,conlacolaapoyadaenellomodeRaboLargoparaguiarlo.AlbinayRaposino,conlos ojos desorbitados de terror, corrieron hacia la barrera de espinosempujadosporsusmentores.
Carrascamirabaasualrededor,buscandoaLeonadoyaGlayo,peronovio a ninguno de los dos entre los gatos que huían despavoridos. «Glayonecesitará ayuda para salir», pensó, intentando controlar el miedo. ¿YEsquiruela?Aún le dolía la herida y no había recuperado todas sus fuerzastodavía.
Debatiéndosecontralaintensalluviayelfulgordelfuegoquelarodeaba,Carrasca corrió hacia la guarida de la curandera. Encontró a HojarascaAcuática junto a la cortina de zarzas, con la boca llena de hierbas; Glayoestabajustodetrásdeella.
—¡Ve a ayudar a los demás! —le maulló a la curandera—. Yo meocuparédeGlayo.
HojarascaAcuáticaasintióycorrióhaciaeltúnel.—Yopuedoocuparmedemímismo,gracias—mascullóGlayo,furioso.—¡Noseasdescerebrado!—legritóella—.Ahífueratodoestáenllamas.
Asíquedejadequejarteyagárramedelacola.Carrasca puso una mueca cuando su hermano le aferró la cola con los
dientes,pero sevolvióhaciael túnel.De repente,Leonadoaparecióbajo lalluvia.
—Estáisaquí…—maullóaliviado—.Vámonos.Los tres hermanos se dirigieron juntos hacia al túnel. Para entonces, el
claro ya estaba vacío; parecía como si el resto del clan, inclusoEstrella deFuego, sehubieramarchado.«¿Conseguirán llegara laviviendade losDosPatas?—sepreguntóCarrasca—.¿Osedispersaránporelbosque?¿ElClandelTruenosevaadesintegrar,despuésdetodo?».
Habían cruzado lamitad del claro cuando un rayo desgarró el cielo dearriba abajo. La barrera de espinos del campamento estalló en llamas, y eltúneldesaparecióengullidoporelfuego.
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Carrascasedetuvo,paralizadadeespanto.—¡Estamosatrapados!Mirandoasualrededor,desesperada,intentópensarquépodíanhacer.El
campamento estaba cubierto de ramas ardientes, y seguían cayendo másárboles que bordeaban la hondonada y que habían sido alcanzados por losrayos. La guarida de los guerreros ya estaba en llamas, allí no podíanrefugiarse.
—La cuevade los aprendices…—maulló sin aliento, aunque sabía queera demasiado poco profunda para protegerlos de verdad si el fuego seextendía.
—No.Poraquí—maullólavozdeEsquiruelaasuespalda.Carrasca se volvió en redondo, y vio a sumadre apremiándolos con la
colamientrasseñalabahaciaelmurorocoso.—Hayotraformadesalir—insistiólaguerrera.Carrasca se avergonzó de sentirse tan aliviada, como si siguiera siendo
unacachorritaquenecesitaraquesumadrecuidasedeella.GuiandoaGlayo,lajovenguerrerasiguióaEsquiruelaalrededordeunamatadehelechosquecrecíaenlapareddelahondonada.Leonadofuetrasellos.
Para su sorpresa,Carrascadescubrióque la rocadedetrásde las zarzasestabaresquebrajada.Observándolaatravésdelalluvia,vioqueenlasgrietascrecíanarbustosymatasdehierbahastalomásaltodelaquebrada.
—¡Esunasalidasecreta!—exclamó—.¡Nolaconocíamos!—Y doy gracias al Clan Estelar—replicó Esquiruela secamente—. Ya
disteisbastantesproblemascuandoeraiscachorrosyaprendices,imagínatesihubieraisconocidoestasalida…—Luego,convoztensa,añadió—:Glayo,túseráselprimero.Siguemivoz.Noesunascensodifícil.
—Nosotros iremos detrás y te agarraremos si caes —lo tranquilizóLeonado.
—¡No soy un cachorro! —le espetó él, aunque estaba temblando demiedo.
Esquiruelasubióporelzarzalysequedóallíagarrada,llamandoaGlayoparaquepudieraalcanzarla.Élseesforzóenseguirla,ysequedócolgandodeunzarcillodehiedracuandosuspatastraserasresbalaron.
—¡Cagarrutasderatón!—bufó,intentandorecuperarelequilibrio.Esquiruela continuó guiándolo hacia arriba con voz calmada, aunque, a
medidaqueibanascendiendomásymás,debíadeaterrorizarlaquealgunodeelloscayera.
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LeonadoyCarrascaibantrasellos.Aunquesumadreleshabíadichoquela escalada era fácil, la joven guerrera estaba convencida de que la intensalluvia ibaabarrerladelmurodepiedra…Odequeun rayo incendiaría losespinos a los que se aferraba… Estaba rodeada de oscuridad, iluminadaúnicamente por el resplandor de las llamas y del restallido de los truenos.Perdiódevistaasuscompañerosdeclan,ypensóquejamáslograríaalcanzarlacima.
Peroporfinvolvióaoírlavozdesumadre.—¡Bienhecho!Esquiruela le clavó los dientes en el pescuezo y la izó a lo alto de la
quebrada.Carrascasequedótumbadaenelsuelo,resollandoyviendocómosumadreayudabaaLeonado.Glayoestabaasulado,conlosojoscerradosyrespirandoentrecortadamente.
—Alejaos del borde —les advirtió Esquiruela—. La roca estádesmoronándose.
Ysevolvióenredondo,encabezandolamarchaentrelosarbustos.CarrascaempujóaGlayoparaquesepusieraenpie.—Solounpocomásypodrásdescansar.Éllemostróloscolmillosenungruñidodébil;suhermanasediocuenta
dequejamásadmitiríaloduroquelehabíaresultadoelascenso.—Puedesapoyarteenmí,siquieres—leofrecióLeonado,colocándosea
sulado.—Mira, cerebro de ratón…—empezó Glayo irritado, pero enmudeció
cuando todoel cielo se iluminóporun rayoquedescendiócomosi fuera aempalaralostreshermanosentresusgarras.
Untruenobramósobresuscabezascuandolosarbustosquelosrodeabanseprendieronenllamas.
Carrasca soltó un alarido de pavor.Unas ávidas lenguas rojas de fuegolamían el aire en dirección a ella y sus hermanos, cortándoles el paso eimpidiéndoles alejarse del precipicio. La lluvia que caía sobre los arbustosalzabanubesdehumo.Lajovengataapenaspodíarespirarycomenzóatoser;además,elchaparrónestabaperdiendofuerzaylasúltimasrachasdelluvianobastabanparaapagarelfuego.
Una oleada de calor envolvió a la joven guerrera. Carrasca retrocedióinstintivamente y notó que la piedra comenzaba a desmoronarse bajo suspatas.Apartándose a toda prisa,miró hacia abajo y vio que el claro estabasalpicado de llamas y oscuridad. No había forma de escapar, ni siquiera
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encontrando algún modo seguro de descender en medio del fuego y de lalluvia.
—¿Qué ocurre?—preguntóGlayo, encogido bajo el calor abrasador—.¿Pordóndedeberíamosir?
—No podemos ir hacia ninguna parte. Estamos atrapados —respondióLeonado con voz tranquila. Las llamas se reflejaban en su pelo dorado ybrillabanensusojos—.¡Esquiruela!—llamó—.¿Estásahí?¡Ayúdanos!
Unaramaenvueltaenllamascayósobreunodelosarbustos,yCarrascapuso a Glayo fuera de su alcance justo a tiempo. Los tres hermanos seapiñaronenelmismísimobordedelprecipicio.
—¡Estoy aquí!—exclamó la voz deEsquiruela, que sonaba aterrada—.Voyaempujarunaramahaciavosotros.Podéiscorrerporellaantesdequeseapresadelasllamas.
—Deacuerdo.Estaremospreparados—respondióLeonado.Carrasca se sintió agradecida por el valor que estaba demostrando su
hermano.Sinél,estabaseguradequesehabríadejado llevarporelpánico,atrapadaentreel fuegoy la tremendacaídaalcampamento.Pero los tressemantendríanunidos,protegidosporlaprofecía,comosiempre.
Carrasca oyó que arrastraban algo entre la vegetación, más allá de lasllamas.Subrotedeesperanzasalióvolandocomolascenizas.
—Esquiruelano loconseguirá—le susurróaLeonado—.¿Ysuherida?Aúnnoestálobastantefuerte.
—Esquiruelasiemprehaceloquedebehacer—replicóél.Unas lenguaspequeñasdefuegohabíanempezadoa lamer lahierba.La
lluvia las apagaba con un siseo, dejando el suelo ennegrecido y humeante,perosiemprehabíamásllamasyelaireestabacadavezmáscargadodeloloracre a quemado. Una hoja ardiendo descendió flotando sobre Glayo, yLeonadolaapagóamanotazos.El tufoapelochamuscadoseañadióalairellenodehumo.
Al otro lado de las llamas rojas y anaranjadas, Carrasca entrevió aEsquiruela, esforzándose por arrastrar una rama entre el fuego. La gata yaparecíaagotada.Leonadotensólosmúsculos,comosiquisierasaltarsobreelarbustoparaayudarla.
—¡No!—exclamóCarrascaconvozahogada—.Estádemasiadolejos.Antes de que Leonado pudiera protestar, otra figura apareció entre el
creciente humo para situarse junto a Esquiruela. Sus ojos destellaban, y supelaje gris estaba apelmazado y cubierto de trocitos de hojas y ramitas
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quemadas.Confundidaporelhumoyelfuego,Carrascacasicreyóqueestabaviendoaunodesusantepasadosguerreros,hastaquereconocióaCenizo.
Esquiruelasoltólarama.—¡Ayúdameaempujarlaatravésdelfuego!—legritóaCenizo.Agarrando la rama con sus fuertes mandíbulas, el guerrero la empujó
entre elmuro de llamas hasta el espacio, cada vezmás pequeño, donde seapretujaban los tres hermanos. Carrasca, sin embargo, no sintió el másmínimoalivio.Cenizo teníaunamiradaquenoentendía: ladeungatoqueacabadeencontrarseconunapresainesperadayjugosa.
La rama formaba un puente a través de las llamas, pero Cenizopermanecióplantadoenelotroextremo,impidiéndoleselpasoalaseguridaddelbosque.LeonadoempujóaGlayoparaqueselevantara;Carrascadiounpaso hacia la rama, y luego se detuvo. Notó una punzada helada en elestómagoalmirarlosdestellantesojosazulesdeCenizo.
—¡Cenizo, quítate de enmedio!—maulló Esquiruela, desconcertada—.¡Déjalossalir!
—Ahora Zarzoso no está aquí para cuidar de ellos… —se mofó elguerrero.
Carrascasintióqueseleerizabaelpelo.¿Quéestabainsinuando?Elpelajedoradodesuhermanotambiénsehabíaerizado.—¡¿Qué le has hecho ami padre?!—aullóLeonado por encima de las
llamas.Cenizolomirócondesprecio.—¿PorquéibaamalgastareltiempoconZarzoso?Laramaerademasiadogruesaparaprendersefácilmente,perosushojas
sehabían retorcidoy sus ramitasestabanempezandoahumear.Carrasca sedio cuenta de que no contaban con mucho tiempo antes de que ardiera elpuentequepodíallevarloshastalaseguridaddelbosque.
EsquiruelaseacercóaCenizo.Carrascanuncahabíavistoasumadretanfuriosa: tenía el pelo erizado de rabia, y parecía una guerrera del Clan delTigre.Aunasí,eraevidentequeelascensohastaloaltodelaquebradayelesfuerzodemoverlaramalahabíandebilitado.Estabaexhausta.
—TuenfrentamientoconZarzosodebeterminar—bufó—.Yahanpasadodemasiadaslunas.TienesqueaceptarquesoylaparejadeZarzoso,nolatuya.No puedes seguir intentando castigar a nuestro lugarteniente por algo quesiemprehabíaestadodestinadoaserasí.
Cenizoagitólasorejas,sorprendido.—YonotengoningúnenfrentamientoconZarzoso.
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CarrascaintercambióunamiradapasmadaconLeonado.—Puesnoesesoloqueparece—musitóél.—AmíZarzosometienesincuidado—continuóCenizo—.Noesculpa
suyahaberseenamoradodeunagatadesleal.«¿Desleal?». Carrasca comenzó a gruñir, pero luego se detuvo para
observaralosdosgatosqueestabanalotroladodelasardientesramas.Algosiniestroestabasucediendodelantedeella,einclusoconlasllamasrugiendoa su alrededor sintió un escalofrío helado. Se encogió un pocomás junto aLeonadoyGlayo,queestabaconlacabezamuyaltayunaexpresiónabsortaen susojos ciegos, como si pudieraver el enfrentamiento entre sumadreyCenizo.
—SéquecreesquenoheperdonadoaZarzosoporhabermearrebatadotuamor, pero te equivocas, al igual que todos losquepiensan eso.Conquientengo una deuda pendiente es contigo, Esquiruela. —La voz de Cenizotemblabadeira—.Siemprehasidocontigo.
Horrorizada,Carrascaretrocedióunpasoysuspatastraserascomenzaronaresbalarporelbordedelprecipicio.Lediovueltaslacabezacuandorestallóun rayo y un trueno ahogó todos los demás sonidos, incluso el rugido delfuego.Porun instante, sequedócolgandosobreelvacío,ysoltóunalaridoestrangulado.
Luegonotóqueunosdientessecerrabanconfirmezasobresupescuezo.Entornando los ojos por el fuego, se dio cuenta de que Leonado estabaizándola de nuevo a la seguridad de la cornisa…Aunque allí ya no habíaseguridadalguna:sololasávidasllamasyCenizobloqueandoelextremodelaramaconojosiracundos.
Unas chispas ardientes descendían flotando sobre los tres hermanos,chamuscándoleselpelo,ylasllamasempezabanaprenderenlaparteinferiordelarama;alverqueyaestabaempezandoaarder,Carrascasintióunanuevaoleadademiedo.
«¡Cenizotienequedejarnossalir!»,pensó,perofueincapazdeencontrarlaspalabrascon lasquesuplicárselo.Loqueestabaocurriendoallíno teníanadaqueverconellostres,inclusoaunquemurieranporaquello.
—Todoesoocurrióhacemuchas lunas…—Esquiruela sonóconfundida—.Cenizo,noteníaniideadequetodavíasiguierasdisgustado.
—¿«Disgustado»?—repitió él—.Yo no estoy disgustado. No tienes niideadecuántodolorsiento.Escomosimeabrieranencanaltodoslosdíasysangrara sobre las piedras. No comprendo cómo ninguno de vosotros hapodidoverlasangre…
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Se le empañaron los ojos, y su voz adquirió un tono desquiciado ydistante, como si pudiera ver la sangre brotando de su cuerpo ychisporroteando sobre el suelo ardiente.Carrasca sintió terror y se apretujómás contra sus hermanos. Cenizo era más peligroso que la tormenta o elfuego,oqueelvacíoqueacechabaamenazadorasusespaldas.
Presadeladesesperación,lajovenguerreraintentóponerunapatasobreelextremodelarama.Cenizosevolvióhaciaella,enfrentándosedegolpealarealidad,ylemostróloscolmillosconungruñido.
—¡Quédatedondeestás!—legritó.Luego,manteniendounazarpasobrela rama, se volvió hacia Esquiruela—.No puedo creer que nunca te hayasdado cuenta de hasta qué punto me hiciste daño—bufó—. Eres tú quienpadecedeceguera,noGlayo.¿QuiéncreesqueleenvióaEstrelladeFuegoelmensajeparaquebajaraallago,dondeestabalatrampaparazorros?Queríaquemuriera, quería arrebatarte a tu padre para que conocieras el verdaderosignificadodeldolor.
CarrascamiróaLeonado,conmocionada.—¿CenizointentómataraEstrelladeFuego?—susurró—.¡Estáloco!LosojosdeLeonadorelucieroncondeterminación,ytensólosmúsculos
paradarungransalto.—Voyadarlesumerecido.—¡No!—Carrasca loagarróporelpelo—. ¡Nopuedes!Teempujaráal
fuego.—Zarzoso salvóaEstrelladeFuego—siguióCenizo—,peroélnoestá
aquíahora.Élnoestáaquí…perotushijossí.Los ojos de Esquiruela relampaguearon. Durante un segundo, Carrasca
pensóquesumadreibaaatacaralguerrero,yconloagotadaydoloridaqueestaba no tendría la menor oportunidad de salir vencedora. Esquiruelatambiénparecíaconscientedeeso.Se irguióalmáximo,con lacabezabienalta.Estabatemblando,perosuvozsonóclarayvaliente.
—Yabasta,Cenizo.Esconmigoconquien tienesunacuentapendiente.Estos jóvenesnohanhechonadaparaherirte.Haz loquequierasconmigo,peroaellosdéjalossalirdeahí.
—Nolocomprendes,Esquiruela…—Elguerrerolamirócomosilavierapor primera vez. Su voz sonaba confundida e irritada—. Esta es la únicaforma de lograr que sientas el mismo dolor que me provocaste. MedestrozasteelcorazóncuandoescogisteaZarzosoenvezdeamí.Nadadeloqueyopudierahacerteahorapodríaprovocarteundolorsemejante.Perotushijos…—Miró a través del fuego a los tres hermanos, entornando los ojos
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hastaqueseconvirtieronenrendijasdecolorazuloscuro—.Silosvesmorir,entoncessíqueexperimentaráseldolorqueyosentí.
Las llamas se acercaban a los tres hermanos crepitandoamenazadoramente.Carrascasintiócomosielcalorfueraaabrasarleelpelo.Retrocedióunpoco,ynotóqueelbordedelaquebradacedíabajosuspatastraseras.Lostresseapretujarontantoque,siunodeellosperdíaelequilibrio,se despeñarían todos. Carrasca apenas podía controlar los temblores que lesacudíanelcuerpo,ynoparabademiraralprecipicioyalfuego.
Glayo estaba casi aplastado contra el suelo y parecíamás pequeño quenunca, con todo el pelo pegado al cuerpo por la lluvia. Leonado habíadesenvainadolasuñas,querelucieronaldestellarunnuevorelámpago,perolatensióndesusmúsculosnosedebíaaqueestuvieraapuntodesaltarcontraCenizo,sinoalesfuerzoqueestabahaciendopormantenerseenloaltodelahondonada.
Esquiruelalevantólacabeza,clavandolamiradaenlosenloquecidosojosdeCenizo.
—Mátalos,entonces—declaró—.Nomeharásningúndaño.El guerrero abrió la boca para responder, pero no dijo nada. Los tres
jóvenessequedaronmirandoasumadresinpestañear.¿Quéestabadiciendo?Esquiruela dio un paso atrás y lomiró por encima del hombro como si
nada. Sus ojos verdes transmitían más ferocidad de lo que Carrasca habíavistojamás,ysuexpresióneraindescifrable.
—Sideverdadquiereshacermedaño,Cenizo,tendrásqueencontraralgomejorqueeso—gruñóEsquiruela—.Ellosnosonhijosmíos.
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Elruidodelatormentaydelincendioparecióapagarse,yelúnicosonidoqueGlayo pudo captar fue el de la sangre rugiéndole en los oídos. Sacudió lacabeza, intentando oír lo que decían Esquiruela y Cenizo, maldiciendo lacegueraqueleimpedíaverleslacara.
—Estás mintiendo —maulló Cenizo, con la voz estrangulada deincredulidad.
—No,noestoymintiendo—respondióEsquiruela concalma, aunque laintensidaddesuspalabrasseabriópasoentreelcrepitardelasllamas—.¿Túme has visto dar a luz? ¿Me has visto amamantarlos? ¿Quedarme en lamaternidadhastaquelesllególahoradeseraprendices?No.
—Pero…yo…El guerrero enmudeció, yGlayo casi pudo percibir cómo los recuerdos
corríanporsumente.—Os engañé a todos, incluso a Zarzoso —continuó Esquiruela con
desprecio—.Ellosnosonhijosmíos.—¿Yningúngatodelclan lo sabe?—La incredulidaddeCenizoestaba
transformándoseenincertidumbre.—Ninguno.Todosignoranlaverdad,comolaignorabastú.Glayo percibió unmovimiento en los pensamientos deCenizo, como si
intentarahacerseconelpoderdenuevo.—¿Yquécreesquesucederácuandoyoselocuente?—desafióalagata
—.¿Creesque tuscompañerosdeclandejaránquepermanezcasenelClandelTruenosabiendoqueloshasmentidoatodos…aEstrelladeFuego,atuhermana,aZarzoso?
—¿Vasacontárselo?—LavozdeEsquiruelaestaballenadedolor.—¿Acasocreesquenovoyahacerlo?Todavíapuedohacerquepierdaslo
quemásamas.Zarzosonoquerrásabernadamásdeti.Eresunainsensatasi
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crees que voy a guardarte el secreto… Aunque siempre has sido unainsensata, Esquiruela. Dejaré vivir a estos tres hermanos… sean hijos dequiensean.Perotusufrimientosoloacabadeempezar.
LavegetaciónsusurrócuandoCenizosealejóagrandeszancadas.—Glayo, aquí está la rama—maulló Leonado con voz tensa, antes de
agarrarloporelpescuezoylevantarlohastaquesuszarpasrozaronlaásperacorteza. Lo mantuvo sujeto hasta que recuperó el equilibrio—. Avanza enlínearecta—leordenó—.Deprisa.
Glayoseobligóamoverse,confiandoensuhermanomientrasavanzabaatrompiconesflanqueadoporelcaloryelrugidodelfuego.Soltóunbufidoalnotarundolorintensoenunadelasalmohadillas,comosihubierapisadounabrasa al rojo vivo. Luego el calor más infernal quedó atrás, y el jovencuranderomediocayómediosaltódelarama.Elsueloestabacaliente,peronoquemaba.¡Estabaasalvo!
AlcabodeunossegundosoyóqueCarrascayLeonadoaterrizabanasulado.
Un truenoresonósobresuscabezas,perohabíasonadomás lejos,yesosignificaba que la tormenta se estaba desplazando. Afortunadamente,comenzóalloverdenuevo,ylasgotasdelluviasisearonsobrelasllamas.Elvientoestabaamainando,demodoqueyanohabíapeligrodequesiguierancayendoárboles.Glayooyóunosaullidosprocedentesdelahondonada,comosilosgatoshubieranregresadoalcampamentoyloshubiesenvistoenloaltodelaquebrada,enmediodelasllamas.Peroniélnisushermanosleshicieroncaso.
—¿Esquiruela…?—ACarrascaletemblabalavoz.Glayopodíapercibircómosuincredulidadluchabaconsumiedo.—Esoquehasdichonoescierto,¿aqueno?Nosotrossomoshijostuyos,
¿verdad?Hubounlargosilencio,peroGlayoyasabíalarespuesta.Sumenteestaba
colmada con la aflicción y el arrepentimiento desesperado de Esquiruela…quesemezclabanconunamorincontenible,eldeunamadreporsushijos.LaguerrerasololehabíamentidoaCenizoenparte:síquelosamaba,peronoeransushijos.
—Lo lamento muchísimo —musitó la guerrera—. Debería haberoscontadolaverdadhacemuchotiempo.
—¿Qué quieres decir? —exigió saber Leonado, que apenas podíacontenerlaira.
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—Pensamosqueeralomejor—respondióEsquiruelaconvozsuplicante—.Osloprometo,eslomásdifícilquehemoshechonunca.
—¿Lo más difícil que habéis hecho nunca? —preguntó Leonado—.¿Quiénes?
Esquiruelanocontestó;sumenteeratalcaosdeamorypesadumbrequeGlayonopudoencontrarenellalarespuesta.
—¿Zarzosolosabe?—gimoteóCarrasca,arañandoelsuelo.—Zarzosojamásoshamentido—maullóEsquiruela—.Él…nolosabe.—¿Ytúlehasdejadocreerqueéramossushijos?—lepreguntólajoven
convozaguda—.Entoncestambiénlehasmentidoaél.Pero…sivosotrosnosoisnuestrospadres,¿quiénesson?
Glayosecolódenuevoen lamentedeEsquiruela,buscando recuerdos,pero lo único que captó fue una imagen borrosa de nieve, un largo viaje,zarzasclavándoseenelpelodelagata,yelenormepesodelaculpabilidadaltenerquecargarconaquelsecretohorrible.Percibióqueibaacompañadadeotrogato,aunqueestabatandesdibujadoquenopudodistinguirquiénera.
—No puedo decíroslo —respondió Esquiruela en un murmullo casiinaudible.
—¡Sí que puedes, pero no quieres! —exclamó Leonado con la vozcargadadeiraydolor.
Glayo detectó que Carrasca sentía lo mismo que su hermano, pero élpermaneció extrañamente tranquilo, como si siempre hubiera sabido queaquelloibaasuceder.Sielloseranlostres,conelpoderdelasestrellasensusmanos, entonces tenía sentido que su origen fuese algo extraordinario.Aquella solo era una verdad más que debían descubrir, algo que habíaocurrido mucho tiempo atrás y que había proyectado una larga sombradurantetodaslaslunassiguientes.
—Lolamento—maullóEsquiruelaconvozmásfirme—.Séqueestonoosvaaayudar,peronopodríahaberosamadomássihubieseissidorealmentemishijos.Estoymuyorgullosadevosotrostres…
—¡Lárgate y déjanos en paz! —bufó Carrasca—. No tienes ningúnderecho a sentirte orgullosa de nosotros, ¡ningún derecho a sentir nada pornosotros!¡¡¡Noshicistecreerqueerasnuestramadreynoloeres!!!
—Porfavor…—suplicólaguerrera.—Vete—lacortóLeonadocondureza.LadesdichaenvolvióaEsquiruela comounanubeasfixiantey estuvoa
punto de derribar a Glayo. La gata dio media vuelta y se internó en la
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vegetación,comosinoleimportaraquemarselasalmohadillasconlashojashumeantes.
Lostresjóvenessequedaronjuntoalosarbustoschamuscados,sindecirnada. Glayo estaba paralizado por la conmoción, y notó que sus hermanossentían lomismo. Habían estado a punto demorir, se habían enfrentado aCenizo en su locura destructiva, pero lomás devastador de todo lo que leshabíaocurridoeraelsecretoquelesacababaderevelarEsquiruela.
—Si Esquiruela y Zarzoso no son nuestros progenitores, entonces,¿quiénes son nuestros verdaderos padres? —maulló Carrasca con voztemblorosa.
—Yanospreocuparemosdeesomásadelante—replicóLeonado,todavíadominadopor la rabia—.Primero tenemosquedecidirquéharemoscuandoCenizolecuentelaverdadalclan.
—¿Enseriocreesquevaacontarlo?—lepreguntóCarrasca.—¿Acaso tú crees que no lo hará? Lo único que le importa es hacerle
dañoaEsquiruela,yesoleharámásdañoqueningunaotracosa.Glayo se sintió extrañamente lejos de las dudas angustiadas de sus
hermanos. El secreto había salido a la luz, y nadie podría detener lasconsecuencias.Loúnicoquesentíaeraunalevecuriosidadporverquéibaaocurrir.
—Nodeberíamoscontarlesnadaanuestroscompañerosdeclan—maullóCarrasca con tristeza—. ¿Y si nos castigan a nosotros también? Podríanpensarquelosabemosdesdesiempre.Deberíamosseguircomosinohubierapasadonada.Alfinyalcabo,puedequeCenizonodiganiunapalabra.
—Claro,y loserizosvuelan—replicóLeonado—.Perocoincidoenquees mejor no contárselo a nadie. Por lo menos hasta que averigüemos laverdad. Si el clan se entera de lo sucedido, nosotros debemos poderdefendernosparaquesepanquenotenemosnadaqueverconesto.¿Estásdeacuerdo,Glayo?
—Estoydeacuerdo—asintiósuhermano.—Entonces volvamos al campamento —maulló Carrasca—. Allí habrá
muchoquehacer.
EnlahondonadadepiedrahabíaunoloracreaquemadocuandoGlayopasósobrelosrestosdelabarreradeespinos.Eljovensesobresaltóaloírlavozdesupadre…«No,lavozdeZarzoso»,serecordó.
—¿Estáisbien?—lespreguntóellugarteniente.
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—Sí,gracias—respondióLeonadosecamente.—Entonces, ¿puedes ayudar a Fronde Dorado a reparar la maternidad,
Leonado?Tútambién,Carrasca.Tendréisquetraermászarzasdelbosque.Y,Glayo, creoqueHojarascaAcuática te estábuscando.AZancudo se lehanquemadolaszarpas,RaboLargotieneungolpemuyfeoenlacabeza, lehacaído una rama encima… Y es posible que haya más heridos de los quetodavíanosénada.
—Sí,vale—maullóGlayo.AloírqueZarzososealejaba,sevolvióhaciasushermanos—.Noloolvidéis:notenemosquedecirnada.
Sin embargo, mientras se dirigía hacia la guarida de la curandera,cojeando un poco por la almohadilla que se había chamuscado, GlayopercibióqueCenizoestabaenel linderodelclaro.Eraconscientedequeelguerrerogristeníalosojosclavadosenellos,tanconscientequeparecíaquepudieraversumiradaazulllameante.
«Medianochedijoqueelconocimientonosiempreespoder—recordó—.Pero hay ocasiones en las que lo es. Y ahora Cenizo tiene el poder dedestruirnosatodosnosotros».
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Alamañanasiguiente,despuésde la tormenta,Leonadofueelegidopara lapatrulladelalbaconFrondeDorado,AcederayCarbonera.Laluzdelsolsecolabacadavezconmayorintensidadentrelosárbolescuandosealejarondelahondonadadepiedra.Labrisa era tan suavequeapenasmovía laspocashojasquequedabanenlasramas.Leonadocasipodíafingirquela tormentano había sido más que un sueño, de no ser por la alfombra de ramas quecubría el suelo forestal y por las cortezas ennegrecidas de los árboles quehabíansidoalcanzadosporlosrayos.
Durante todoel tiempoquepermaneció lejosdel campamento,Leonadono dejó de sentir un hormigueo en la piel, preguntándose con qué seencontraría a su regreso, qué acusaciones y miradas conmocionadas lorecibirían.Pero el campamento estaba tranquilo, conZarzosodirigiendo lasreparaciones de las guaridas. Espinardo y Ratonero estaban ocupadosrellenandolosúltimoshuecosdelzarzalquerodeabalamaternidad.Raposinoy Albina cargaban con grandes fardos de relleno para los lechos. NimboBlancoyCentella trabajabanjuntos,arrastrandoramasquemadaslejosdelaguarida de los guerreros, mientras Candeal, Betulón y Bayo retiraban losescombros del claro. Leonado oyó que Bayo rezongaba porque, según él,aquelnoeratrabajoparaunguerrero.
«¡Nadahacambiado!»,pensóeljovenguerrero.NovioaCenizoentrelosgatosdelclaro,peroeraevidentequeaúnnohabíadesveladoelsecreto.
Leonadointentóconvencersedequelatormentadeldescubrimientohabíapasadodelargo,comolalluviaylostruenos,dandopasoalacalma,aunqueensuinteriorsabíaqueeldañodelarevelacióndeEsquirueladuraríalunasylunas.
—Tenemosquehablardeesto—lesusurróCarrascaaloído,mientrasélayudabaaMantoPolvorosoaarrastrarunasramasdezarzalparaformaruna
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nuevabarreraenlaentradadelcampamento—.Nosvemosenelbosque.IréaporGlayo.
Y se fue a la guarida de la curandera, de donde apareció al cabode uninstante, seguida de su hermano. Leonado los vio salir por un lado de labarrera,dondeantesestabaeltúnelquellevabaalaliviadero.Esperóunpocomás,yluegoseacercóaMantoPolvoroso.
—Creoquevoyairacazar—ledijoalguerrero—.Hayquereabastecerelmontóndelacarnefresca.
—Yahansalidopatrullasdecaza—gruñóMantoPolvoroso—.¿Esquerecogerramasesdemasiadoaburridoparati?Estábien,vete—añadióconunmovimientodelacola—.Peroserámejorquetraigasalgoquevalgalapena.
Leonadosefueatodaprisa,antesdequeelatigradomarróncambiaradeidea.Localizóelrastroolorosodesushermanosylosiguióporelbosque.
Sedetuvoenellinderodeunclaro,mirandoasualrededorysaboreandoelaire.Unsiseoimperiososonóenelsotobosque.
—¡Leonado!¡Aquí!EljovenvioaCarrascaasomándosedesdeunamatadehelechos.—¿Porquéhastardadotanto?—Hepensadoqueeramejoresperarunpoco—leexplicóél,deslizándose
entrelasfrondas—.Noqueríaquenadiesospecharaqueíbamosareunirnosensecreto.
Detrásdeloshelechos,elsueloformabaunhuecopequeñodondeestabasentadoGlayo,quelevantólasorejascuandosuhermanoseacercó.
—Vale —maulló el joven curandero—. Ahora que ya estamos todos,tenemosquedecidirquévamosahacer.
—Solo hay una cosa que podamos hacer. —Carrasca arañó furiosa latierra blanda—. Tenemos que averiguar quiénes son nuestros auténticospadres.Esquiruelanonoslocontará,pero¡debemossaberlo!
—No,yonoestoydeacuerdo—replicóLeonado.—¿Qué?Perositúdijiste…Leonadoalzólacolaparapedirlequelodejarahablar.—Yoquierosaberquiénessonnuestrospadrestantocomotú—continuó
—.Peroesonoeslomásimportanteahoramismo.NuestromayorproblemaesquéhacerconCenizo.
—¡Lo odio! —Carrasca sacudió la cola, exaltada, en medio de otratormentademiedoyfrustración.
Leonadoleapoyólacolaenellomo.
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—Cenizo está más chiflado que un zorro rabioso, pero esa no es lacuestión.
De pronto se acordó de la pelea que había tenido una vez con Cenizo,cuandoélerasumentor.Losojosazulesdelguerrerollameabanconlafuriadelabatalla.«¿AcasoaqueldíatambiénintentabamatarmeparahacerledañoaEsquiruela?».
—Tenemosquepensarenalgoparaquemantengalabocacallada.Siestosalealaluz,Esquiruelatendráunproblemagrave.
Carrascaagitólasorejasdesdeñosamente.—EsoesasuntodeEsquiruela,nonuestro.—Es algo que nos concierne a todos, a nosotros tres y a ella —dijo
Leonado,sinpoderevitarsentirunapunzadadecompasiónporEsquiruela.Sí, les había mentido a todos, pero siempre había hecho lo mejor para
ellos,comosifuerasumadredeverdad.—AhoraqueCenizoconoceelsecreto, tienepodersobre todosnosotros
—añadióelguerrero,conunhormigueoportodoelcuerpoalpensarenloqueesopodíasuponer.
—Noloentendéis,¿verdad?—espetóCarrasca.Susojosardíanconfuegoverde—.¿Esquenoosdaiscuenta?¡Podríamosnosergatosdeclan!
Leonadoabriólabocapararesponder,peronodijonada.Loqueacababadesugerirsuhermanalohabíaimpactadodemasiado.
—Es posible que hayamos nacido fuera del clan… fuera del códigoguerrero.—Carrasca sonaba como si no se le ocurriese nada peor—. ¿Y siEsquiruelaseapiadódeunagatasolitariaqueestabadepasoodeunamininadoméstica?
—Pero… pero nosotros somos los tres —tartamudeó Leonado—. Laprofecía habla de nosotros…Tenemos el poder de sermás grandes que lasestrellas.¿Cómonovamosasergatosdeclan?
—Creoqueosestáisolvidandodealgo—intervinoGlayo,convozfríaydistante,hablandoporprimeravez—.LaprofecíaledijoaEstrelladeFuego:«Habrá tres, sangre de tu sangre…». Si Esquiruela no es nuestra madre,entoncesnoestamosemparentadosconEstrelladeFuego,¿noosparece?
Leonado y Carrasca se quedaron mirándolo boquiabiertos. El pequeñoatigradoestabatranquilo,conlacolaenroscadaalrededordelaspatas.
—¿Noosparece?—repitió.—NimboBlancoesparientedeEstrelladeFuego…—empezóLeonado,
confundido,peroelchillidodeCarrascaahogósuspalabras.
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—¡Losabía!¡Ennosotrosnohaynadaespecial!Túeresrealmentebuenocombatiendo,Leonado,nadamás, yGlayo…puesGlayoes curandero, ¡asíqueesnormalquetengasueños!
Leonado sintió que la sangre se le helaba en las venas. ¿Podía ser esocierto?«Pero…¿yquéhaydeloquesientoenlasbatallas?Séquenopuedenherirme.¡Séqueseríacapazdeenfrentarmeatodounclandeenemigosconunasolazarpa!—Nopodíasiquieracontemplarlaposibilidaddenoserpartede la profecía—. Porque, si no lo soy, entonces le debomi destreza en elcombateaEstrelladeTigre,yélhabrátenidorazóndesdeelprincipiosobremisestúpidossueños…».
Luego lo asaltó otro pensamientomás preocupante aún que el primero:«Si Zarzoso no es mi padre, entonces tampoco estoy emparentado conEstrelladeTigre.¿Quéharáélconmigosilodescubre?».
Fueron transcurriendo los días. En el campamento habían terminado lasreparaciones,yMiliyGabardillaregresaronporfindelaviviendadelosDosPatas, acompañadas por un orgulloso Látigo Gris. Gabardilla iba dandobrincos.Leonadoapenaspodíacreerquefuera lamismacachorritaa laquehabíantenidoquesacardelcampamento,taninertequeparecíamuerta.Miliseguía estandomuy delgada y le temblaban las patas, pero llevaba la colaentrelazada amorosamente con ladeLátigoGris, y susojos relucían con lasalud recobrada. Dalia le dio la bienvenida a la maternidad, mientras losdemás cachorros saltaban sobre Gabardilla y se revolcaban con ella por elsueloalegremente.
Elvientosoplósobreelbosque,conunfríoqueanunciabalacercaníadelaestaciónsinhojas.Lasúltimashojasdescendíanenespiraldelosárboles.Laspresaseranmásdifícilesdeatrapar,peroelclanhabíarecuperadotodassus fuerzas y podíamantener bien abastecido elmontón de la carne fresca.Esquiruelaretomólastareasmáslivianasdelosguerreros,einclusolosgatosque habían resultado heridos en la tormenta abandonaron la guarida de lacurandera.
LeonadoreparóenqueCandealestabaengordando,yenqueBetulónsepaseabaporelcampamentoconexpresiónmuyufana.¡DemodoqueelClandelTruenoibaatenermáscachorros…!Aparentemente,lascosasibanbien.
Leonado,sinembargo,yanodisfrutabapatrullandoconsuscompañerosdeclan.LaamenazadeCenizopendíasobreélcomounanubedetormenta.Carrascaseguíaobsesionadaconquiénesseríansuspadres,peroloquemásle
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preocupabaaéleracómoconvenceraCenizodequenorevelaraelsecreto.Amenudolosorprendíamirándolo,conunapromesaoscuraensusojosazules.¿Aquéestabaesperando?¿AcasohabíadecididoqueeramejornocontarleatodoelmundoloquehabíahechoEsquiruela?No,Leonadonocreíaqueesofueraposible.
Enunadeaquellasmañanasdesolyvientointenso,LeonadosaliódelaguaridadelosguerrerosyvioaCenizoconEstrelladeFuegojuntoalmontónde la carne fresca. El joven guerrero sintió una punzada en el estómago.Intentóactuarcomosinada,yseacercóaescogerunratón.Aunquepensabaquenoibaapoder tragarniunbocado,sesentóacomérselodeespaldasallíder,aguzandoeloído.
—Dentro de unos pocos días hay Asamblea —maulló Cenizo—. ¿Teparecebiensivoy?
EstrelladeFuegosonólevementesorprendido.—No suelo elegir a los guerreros hasta ese mismo día, pero si quieres
asistir…—Gracias,EstrelladeFuego.Leonadoseatrevióavolverlacabezayvioqueelguerrerogrissedirigía
al túnel de espinos.Elminúsculobocadode ratónque acababade tragar lecayó como una piedra en el estómago, y sintió un hormigueo por todo elcuerpo. «¡Ya sé lo que va a hacer Cenizo! ¡Pretende revelar el secreto deEsquirueladelantedetodoslosgatosdelaAsamblea!».
Carrasca estaba saliendo de la guarida de los guerreros, y Leonado seacercóaella.
—Dondesiempre—siseó—.IréaporGlayo.Cuando se asomó por la cortina de zarzas que cubría la entrada de la
guaridadelacurandera,vioqueGlayoyaestabadespierto,arqueandoellomopara desperezarse. Hojarasca Acuática seguía durmiendo, ovillada en sulecho.
—¿Leonado?—Glayolevantólacabeza—.¿Quéocurre?—Tenemosquehablar.Fueron hasta el hueco que había detrás de la guarida de los guerreros,
dondeCarrascayalosestabaesperando.Ensusojosverdeshabíamiedo.—¿Quéhapasado?—quisosaberencuantoaparecióLeonado.—AcabodeoírcómoCenizo lepreguntabaaEstrelladeFuegosipodía
asistiralapróximaAsamblea.Carrascasacóyguardólasuñas,erizandoelpelodelcuello.—¡No!—gimió—.¡Nopuedehacereso!
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—Silencio—leespetóGlayo—.¿Quieresquenosoigatodoelmundo?—Tenemos que detenerlo como sea.—Carrasca bajó la voz, pero sonó
desesperada—.Delocontrario,contarálonuestroaloscuatroclanes.Leonadoasintió.—Quiere avergonzar a Esquiruela delante de todos los gatos. Y ellos
podríanexpulsarnosdellago.—¡EstrelladeFuegonolopermitiría!—Carrascasonóconmocionada.—Estrella de Fuego podría no tener elección—señalóGlayo—. Sabéis
quelosdemásclanessiempreloestánacusandodeacogerasolitarios.Inclusoalgunosdenuestroscompañerospiensanigual;creenqueesodebilitaalClandelTrueno.QuizáEstrelladeFuegotengaquedesterrarnosporelbiendesuclan.
«El clan de Estrella de Fuego… no el nuestro», pensó Leonado. Lasosegada valoración del riesgo que acababa de hacer su hermano lo dejóheladodelasorejasa lacola.Yanopodíaconfiarennada.Habíaintentadoser elmejor guerrero del clan, y ahora todo se veía amenazado por lo quesabíaCenizo.
—TalvezdeberíamosdecírseloaEsquiruela—sugirióalfin.—¿Porqué?—bufóCarrasca,dejandounasmarcasprofundasenlatierra
con lasgarras—.¿Quépuedehacerella?¡Yonoquierovolverahablarconesaembustera!
—Aunasí,parecequeellaes laúnicaquepodría tenercierta influenciasobreCenizo—respondióGlayo.
—¡Puesentonceshablatúconella!—Hablaremos todos con ella.—Leonado estaba intentandomantener la
calma—.Tenun poco de sentido común,Carrasca.Debemoshacer todo loquepodamosparadeteneraCenizo.
Sinesperaraquesuhermanaaccediera,saliódelhuecoestrechodedetrásdelaguaridadelosguerrerosyechóunaojeadaalclaro.GlayoyCarrascalosiguieron,ellatodavíaconlosojosllenosdefuria.
LeonadonovioaEsquiruelaporningunaparte.Sedirigióalaguaridadelos guerreros, y, al asomarse entre las ramas, la encontró dormitando en sulechodemusgo.
—¡Esquiruela!—susurró.La gata rojiza levantó la cabeza de golpe, con los ojos rebosantes de
esperanza. Leonado sintió una punzada de compasión. Desde la tormenta,aquella era la primera vez que alguno de los tres le dirigía la palabra, y
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probablemente esperaba que tarde o temprano estuvieran dispuestos aperdonarla.
—¿Puedo hablar contigo? —le preguntó Leonado en voz baja, porquehabíaotrosgatosdurmiendoenlaguarida.
—Sí,claro…—Se levantódeunsalto,ansiosa,ysesacudió trocitosdemusgodelpelo—.Claroquepuedes.
Alsalirdelaguarida,laesperanzadesusojossetransformóencautelaalveralostreshermanosaguardándola.
—¿Quéocurre?—preguntó.—AcabodeoírcómoCenizolepedíapermisoaEstrelladeFuegoparair
alapróximaAsamblea—respondióLeonado.No necesitó explicarle qué significaba eso.AEsquiruela se le dilataron
losojosdeabatimiento.—No…—dijoenunsusurro.—¿Quévasahaceralrespecto?—leespetóCarrasca,desafiante—.¿Ote
da igual? No creo que te importe mucho que Estrella de Fuego acabeexpulsándonosatodosdelClandelTrueno.
Esquiruela agitó la punta de cola y sus ojos llamearon furiosos, perocontestóconcalma:
—EstrelladeFuegonoharáeso.Avosotrosno.—¿Cómolosabes,sinosomosgatosdeclan?—maullóGlayo.—Vosotros…—Seinterrumpióyvolvióaempezar—:Osprometoquea
vosotrosnooscastigarán.Soyyoquienhamentido,soloyo.—Nuestra verdadera madre también mintió —replicó Carrasca con un
gruñido—.Quienquieraquefuera…LeonadomiróexpectanteaEsquiruela,peroellamantuvounaexpresión
herméticay labocaapretada.Eraevidentequenoibaacompartir todossussecretos.
—Hablaré conCenizo—maulló la gata al final—.Le haré comprenderque esto no solo me dañará a mí, que afectará al clan al completo. Siguesiendounguerrero leal, ynoharánadaquedebilite alClandelTrueno.—Bajólacabeza—.Lolamento…—murmuró.
Esquiruela se los quedó mirando, pero ninguno de los tres dijo nada.Finalmente,lagatadiomediavueltaysemetiódenuevoenlaguaridadelosguerreros.
—QuizáellaconfíeenqueCenizonoperjudiquealclan—maullóGlayo—,peroyono.Tenemosquehaceralgo.
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Y dicho eso, se dirigió hacia la guarida de la curandera. Leonado loobservó marcharse. Era muy fácil decir eso sin aportar una solución, pero¿quésepodíahacerparasilenciaraCenizo?
AquellanochecorriólasangreenlossueñosdeLeonado.Todosucuerposeestremecíadepoder;seretorcióysaltósobreunenemigoinvisible,hastaquesusgarrasterminaronllenasdepelogrisyelhedordelospegajososríosdesangresepegóasupielysaturóelaireasualrededor.
Se despertó en la guarida de los guerreros, cuando una luz grisácea secolabaatravésdelasramas.Lamayoríadeloslechosyaestabanvacíos.Alincorporarse, Leonado notó las patas entumecidas y pesadas, como sirealmentehubierapasadolanochecombatiendocontrasuenemigo.Abriólabocaenungranbostezoyestirólaspatasdelanteras,flexionandolasgarrasycalentandolosmúsculos.
Sintiéndosemásdespejado,salióalclaro.SepusotensoalveraCenizoaun par de colas de distancia, llamando con un gesto a Nimbo Blanco yCentella, que estaban compartiendo lenguas junto al montón de la carnefresca.
—Vamos—lesdijo—.Patrulladecaza.Leonadoseleacercó.—¿Teimportasimeunoavosotros?Poruninstante,Cenizopareciósorprenderse.Luegoentornólosojos.—Claroqueno.NimboBlancoyCentellasereunieronconellos,ytodospusieronrumbo
haciaelbosque.Leonadoocupóelúltimolugar.SabíaqueCenizorecelaba;ningunodelostreshermanoshabíacruzadounasolapalabraconéldesdelatormenta.PeroaLeonadonoledabamiedo,ynecesitabahablarconéldondenadiemáspudieraoírlos.
El jovenguerrero no tenía ni idea de cómo separar aCenizo deNimboBlanco y Centella, pero no debería haberse preocupado porque, mientrasavanzaban por el viejo sendero de los Dos Patas que conducía a la casaabandonada,NimboBlancosedetuvoaolfatearelaireymaulló:
—CreoqueCentellayyoiremosaprobarenel jardíndelosDosPatas.Hacetiempoquenovanadieporallí.
Cenizoseencogiódehombros.—A mí me parece una pérdida de tiempo, pero id si queréis. Ya nos
encontraremosluego.
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NimboBlancoy lagata se alejaron caminoarriba.Cenizo esperó aqueestuvieranfueradelavistaparavolversehaciaLeonado.
—¿Ybien?¿Quéquieres?Meimaginoquenohaspedidovenirconestapatrullaparadisfrutardemicompañía.
—Puesno—replicóeljovensinpestañear.Leestabacostandosepararel respetoquesentíaporCenizo,pueserasu
compañero de clan y antiguomentor, de los sentimientos que le provocabaaquel enloquecido gato que los había amenazado durante la noche de latormentayvolvíaaamenazarlosahoraconlamentiradeEsquiruela.
—OíquelepreguntabasaEstrelladeFuegosipodíasasistiralapróximaAsamblea.Séquéesloqueplaneashacer.
Elguerrerogrisagitólosbigotes.—¿Y?—Tepidoquenolohagas.Nopornosotros—añadió—,sinoporelbien
delClandelTrueno.Tútienessudestinoentusmanos.Cenizosoltóunsuspiroprofundo.—Ahórrate todaesachácharaparaapelarami lealtadalclan—semofó
—.YaheaguantadolassúplicasdeEsquiruelaalrespecto.Lehedichoaella,ytelodigoahoraati,quenadiepuedehacernadaparadetenerme.
Leonadonotóqueseleerizabaelpelodelcuello.Desenvainólasuñas.—Puedovencerteenuncombatesitengoquehacerlo.Cenizo desenvainó las garras al instante y entornó los ojos, que
destellaronconhostilidad.—Inténtalo—lesoltó,peroluegovolvióaenvainarlasuñas—.¿Elnoble
Leonadoatacandoauncompañerodeclan?No,tújamáspondríasenpeligrotu lugar en el Clan del Trueno haciendo algo así. —Con un resoplido dedesprecio,echóaandar,peroluegomiróporencimadelhombro—.Túestássujetoalcódigoguerrero,igualquetodosnosotros.
—¿Y el código guerrero te permite destruir a tu clan? —le espetóLeonadomientrassuantiguomentorsealejaba.
Cenizo no le hizo ni caso, y el joven se quedó mirándolo hasta quedesapareció entre la vegetación. De ningúnmodo iba a permitir que aquelgatoacabaracontodoaquelloporloqueelClandelTruenohabíaluchado…contodoporloqueélmismohabíaluchado.
—Quizá yo no esté tan sujeto al código guerrero como tú crees…—murmuró.
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Glayoseovillóensu lechode laguaridade lacurandera,esperandoque lellegaseelsueño.LeonadolehabíacontadoelenfrentamientoquehabíatenidoconCenizoenelbosque,ycómoelguerrerogrishabíarechazadosussúplicasylasdeEsquiruela.«Siesonohaservidodenada,eselmomentodeprobarotracosa»,pensóeljoven.
Bostezando, se ovillómás en el blandomusgo. Se imaginó a símismocruzandolacortinadezarzas,saliendoalclaroyyendohacialaguaridadelosguerreros. Colándose entre las ramas, avanzó con cuidado entre las formasdormidas,hastadetenersefrentealbultodepelogrisqueformabaelcuerpodeCenizo.
Mentalmente,Glayosehizounhuecoenelmusgoyseenroscóalladodelguerrero,dejandoquesurespiraciónseacompasaraconladeél.
Uninstantedespués,notóunabrisaintensaysedespertóenelbosque,nomuylejosdelafronteradelClandelaSombra.NohabíanirastrodeCenizo,pero la vegetación parecía sutilmente distinta.No se trataba solo de lo quepodía ver.Había algomás. El olor delClan de la Sombra le erizó el pelo,como si anticipara una pelea, y desenvainó las uñas para estar preparado.Percibíaelaromadelaspresasdeunmodoextrañamenteacusado.
Elvientoaplastabalahierba,arrastrandohojasmuertas.Glayosaltósobreunadeellas,disfrutandoconelcrujidoquesonóbajosuspatas;enelmundoreal,nopodíaverhojasvolandoconlasquejugar.
—Yanoeresuncachorro—masculló.Enesemismoinstante,captóelsonidodeungatoqueseabríapasoentre
la vegetación.Ante él se separaron las frondas de los helechos, y aparecióCenizo,quesedetuvo,sorprendido.
—¿Quéestáshaciendoaquí?Glayoseencogiódehombros.
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—Yopodríapreguntartelomismo.Y se aproximó hasta quedar lo bastante cerca de él como para poder
retirarleuntrocitodehelechodellomoconlapuntadelacola.ACenizoseleerizóelpelodelcuello.—¡Puedesver!—Claro.Estássoñando,Cenizo.¿Nolosabías?Elguerrerogrisretrocedióunpaso;susojosazulesparecíanalterados.—¿Yporquétendríayoquesoñarcontigo?—Porquequierohablarcontigodondenadiepuedainterrumpirnos.Donde
tengasqueescucharme.Cenizosoltóunresoplido.—Yo no tengo que escuchar a nadie, y menos todavía a un patético y
supuesto curandero.Además, ya sé qué vas a decir.Vas a rogarme que nocuentenadaenlapróximaAsamblea.Bueno,puespuedesahorrartelasaliva.Diré lo que se me antoje. Esa gata embustera será expulsada del Clan delTruenoparasiempre,yningúnotroclanlaaceptará.
Glayoentornólosojos.—Lolamentarás,Cenizo.Elguerreroseirguióanteél,conlosojosllameantesdefuria.—¿Meestásamenazando?Podríaromperteelcuellodeunsologolpe.—Inténtalo—loinvitóGlayo—.Estoesunsueño,¿recuerdas?Cenizosequedódesconcertadounsegundo;luegosacudiólacola.—Sí,esunsueño.Me loestoy imaginando todo.Peronoporeso tengo
queescucharte.—Quedas advertido, Cenizo. —Glayo también se irguió para mirarlo
fijamente—.YosoycuranderoyhabloconlavozdelClanEstelar.Sisiguesadelanteconloquehasplaneadohacer,tearrepentirás.
Cenizoretrocediódenuevo,hastaquesusancasrozaronloshelechos.—Mi conciencia está limpia, y el Clan Estelar lo sabe —soltó—. Es
Esquiruelalaquehamentido.Ellanosemerecelalealtaddenadie.Yvolviéndoseenredondo,seinternódenuevoenlavegetación.Glayo se quedómirandohasta que las hojas de los helechos dejaronde
temblar.Cenizohabíaoídosuadvertencia,pero¿serviríadealgocuandosedespertara?
Glayo empleó la mañana siguiente en seleccionar hierbas con HojarascaAcuática.Sumentoraparecíaensimismada,comosituvieralacabezaenotro
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sitio.—Necesitamosmás hierbabuena—murmuró la gata—. La usamos casi
todaconlosgatosheridosenlatormenta.—No, está aquí. —Glayo empujó un fardo de hojas hacia Hojarasca
Acuática—.Tenemosdesobra.Loquesenoshaacabadoeslamilenrama.—Oh,sí…Perdón.Harto de intentar trabajar con ella, cuando estaba tan distraída que no
distinguíalamilenramadelahierbabuena,Glayosaliódelaguarida.—Iréarecolectarmás—maullóporencimadelhombro.Oyó que llegaban gatos por la entrada del túnel, y se apartó para que
pasaran.ElprimeroenaparecerfueNimboBlanco,seguidodeCenizo.—¿Quéquieres?—leespetóelguerrerogriscompletamenteatemorizado,
parasatisfaccióndeGlayo.Despedíaunamezcladefuriaeincertidumbre.—Estoyesperandoparasalir—respondióeljovenconcalma.Cenizosoltóunresoplido,peroentoncesseoyóaCandeal:—Cenizo,estásbloqueandolaentrada.Elguerrerogrisbufóirritadoysealejó.Al regresar con lamilenrama, Glayo captó el olor de Cenizo cerca del
montóndelacarnefresca.Envezdeirdirectoalaguaridadelacurandera,sedirigióhaciaelguerrero,yvolvióasentirsatisfaccióncuandooyóqueesteseponíaenpieysemarchabaalaguaridadelosguerreros.
«Heconseguidoinquietarlo—comprendióGlayo,dirigiéndoseasupropiaguarida—.Pero¿bastaráesoparaqueguardesilencio?».
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EralatardeanterioralaAsamblea,yCarrascasentíacomositodosumundoestuviera a punto de desmoronarse a su alrededor. Había creído que, encuanto consiguieran librarse de Solo, la vida de los clanes volvería a lanormalidad, pero ahora la espantosa amenaza deCenizo pendía sobre elloscomounárbolapuntodecaer.«¡Vaadestrozarlotodo!».
Notabaunhormigueodeinquietudenlaszarpas.Lajovenguerrerasaliódel campamento y echó a andar por el bosque. Se sentía absolutamenteimpotenteahoraquesabíaqueyanoerapartede los tres.Sucreenciaen laprofecíalehabíahechopensarquepodíahacercualquiercosa,peroCenizolehabía arrebatado esa creencia. Un gato con el poder de las estrellas en lasmanoshabríapodidoimpedirqueotrodijeraalgoqueibaapartirendosasuclan. PeroCarrasca, que era una gata común y corriente, que ya no estabaemparentadaconEstrelladeFuego,nopodíahacernada.
Lainvadióunaoleadaardientederabia,ysedetuvoparahundirlasuñasenelsueloempapado.Ellaqueríaserunodelostres,lodeseabamásquenadaenelmundo.Queríaserespecial, tenerundestinoquefueramásalládeldelos demás gatos. «¡Me lo merezco! —La necesidad le arañó el estómagocomolasafiladasgarrasdelhambre—.Ibaatrabajarmásduroquenadieparaserunagranlíderydejarmihuellaentodoslosclanes.NopuedopermitirqueCenizohagatrizastodosmisproyectos».
Controlandolafuria,siguióandandoporelbosque.Despuésdelaterribletormenta había llovidomás, y tuvo que avanzar por un suelo embarrado ysaltarsobrepequeñosriachuelosquecruzabanla tierraempapada.Lashojasdeloshelechossoltabanrociadasdegotassobresucabezacuandolasrozaba.Carrasca terminó con el pelo mojado y fangoso, pero continuó adelante,apenasconscientededóndeseencontraba.
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ElintensoolordeungatodelClandelTruenolahizodetenerse.PegóunsaltocuandovioapareceraCenizopordetrásdeltroncodeunrobleretorcido.
—¡Noteacerquesamícontantosigilo!—No iba con sigilo—replicó el guerrero—. Para que lo sepas, estaba
siguiendoelrastrodeunzorro.VienedelafronteradelClandelViento,asíqueelzorroqueFrondeDoradooliósigueestandoporaquí.
Carrascanorespondió.EllayCenizosequedaronfrenteafrente.Losojosazulesdelgatoestabanllenosderecelo.
—¿Quéquieres?—quisosaber.—¿Porquécreesquequieroalgo?—respondiólajoven.Poruninstante,Cenizopareciódesconcertado.—¿No vas a intentar convencerme de que cambie de opinión, como
Esquiruelaytushermanos?—No.—Carrascasintióunapunzadadesatisfacciónalverlasorpresaen
los ojos del gato gris—. Sé que no puedo hacer nada. Tú ya has decididotraicionaratupropioclan.
—¿«Traicionar»?—Cenizo erizó el pelo del cuello, desenvainando lasuñas—.Yonoestoytraicionandoanadie.LatraidoraesEsquiruela,porqueeslaquehamentido.
—¿YnoesunatraicióndebilitaralClandelTruenodelantedelosotrosclanes, tan poco tiempo después de la gran batalla? —bufó Carrasca,asqueada.
Cenizoestiróelcuellohaciaella,mostrandoloscolmillosenungruñido.—Siestásintentandoasustarme,teadviertoquenofuncionará.Carrascanoseacobardó.—Puestútampocomeasustasamí—afirmó—.Nadameasustamásque
laideadequenotemasloquepasarádespuésdequehables.Cenizoentornólosojos.—Despuésdequerevelelaverdad,ronronearéconloquepase—aseguró.Y sin esperar una respuesta, se volvió en redondo y se internó en el
bosque.
El sol estaba hundiéndose tras un grupo de nubes deshilachadas cuandoEstrelladeFuegoconvocóalosgatosquedebíanasistira laAsamblea.Lassombras iban extendiéndose por el claro, y los primeros guerreros delClanEstelarestabanempezandoasurgirenuncieloteñidoderojo.
—¿DóndeestáCenizo?—preguntóEstrelladeFuegomirandoalrededor.
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Carrasca intercambió una mirada con Leonado. Los demás gatos quehabían sido escogidos para ir a la Asamblea—Zarzoso,Manto Polvoroso,Fronda, Látigo Gris, Nimbo Blanco y Carbonera— ya se habían agrupadoalrededordesulíder,yHojarascaAcuáticayGlayoestabancruzandoelclaroparareunirseconellos.Peronohabíanirastrodelguerrerogris.
EstrelladeFuegosacudiólacolaconirritación.—CenizomepidióexpresamentevenirestanochealaAsamblea,yahora
noaparece.TambiénledijeaEsquiruelaqueviniera,perotampocoestá.—Llegaremostardesilosesperamos—señalóMantoPolvoroso.Carrascasintióunapunzadaenelestómago.NoqueríapensarenCenizo,
ymuchomenos quedarse allí a esperarlo. Si el guerrero no aparecía por laAsamblea, mucho mejor para todos. Y en cuanto a Esquiruela… No leimportaríanovolveraverlanuncamás.
—QuizáCenizosehayaadelantado—sugirióLátigoGris.—Bueno,puessilohahecho,deberíahabernosavisado—replicóEstrella
deFuego—.Vámonos.Guio al grupo hacia la barrera de espinos.Carrasca iba en último lugar
conLeonadoyGlayo,conscientedequesushermanosestabandesesperadosporsaberdóndeseencontrabaelguerrerogris.Casipodíaversunerviosismocrepitándolesenelpelocomorelámpagos.PeroningunodeellospronuncióelnombredeCenizo.
Acababan de salir del túnel cuando apareció Esquiruela, corriendo sinaliento.Teníaelpeloapelmazado,empapadoyllenodebarro.
—Losiento—sedisculpóresollando—.Noqueríahacerosesperar.Zarzosolediounlametón.—¿Quéestabashaciendo?—BuscabahierbasparaHojarascaAcuáticacercadelafronteradelClan
de laSombra—leexplicó lagata—.Laorilladelarroyoestaba resbaladizaporelbarroymehecaídoalagua.
—Cabezadechorlito…—murmuróZarzosoconafecto—.Deberíastenermáscuidado.¿Teencuentrasbien?NotienesporquéveniralaAsambleasiprefieresdescansar.
—Estoybien—aseguróella—.YnovoyaperdermeestaAsamblea.Hacelunasquenovoyauna.
—¡Venga, que llegamos tarde! —exclamó Estrella de Fuego desde ladelanteradelgrupo.
Y echó a andar en dirección al lago.El suelo forestal seguía empapadoporlasrecienteslluvias,ylapequeñacomitivateníaqueavanzaratravésde
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charcosembarradosysaltarporencimadelasramasquehabíancaídodurantelatormenta.Carrascaapenasreparóenelbarrooenlosarroyuelossobrelosquechapoteaba.Sentíacomosiestuvieramirandoatravésdeunlargotúnelenelqueentreveíaun futurooscuro llenodemiedoy traición.Sepreguntóhasta dónde debía llegar un gato para preservar el código guerrero. ¿Yquéocurríasielcódigoserompíaapesardeloqueunohiciera?
LosgatosdelClandelTruenosalierondeentrelosárbolesydescendieronhasta la orilla del lago, en dirección a la frontera delClan delViento.Unalunallenaflotabayaaltaenelcielo,transformandoenplatalasuperficiedelagua.Allevantar lacabeza,Carrascavioqueunasnubesibanhacialaluna,aunqueningunadeellashabía tocadoaúneldiscoplateado.La joven tragósaliva.¿Estaríanlosespíritusdesusantepasadosapuntodemostrarsufuria?
EstrelladeFuegoondeólacola.—Démonosprisa.Losdemásclanesyaestaránallí,esperando.Cuando dejaron atrás el bosque, el líder apretó el paso, hasta que sus
guerrerosacabarontrotandoporlaorilladellago.Carrasca,queseguíaenlaretaguardiaconsushermanos,vioqueEstrella
de Fuego se detenía repentinamente en la ribera del arroyo quemarcaba lafrontera con elClan delViento.LátigoGris, que iba pisándole los talones,soltóunalaridodesorpresa.
UnpresentimientoespantososacudióaCarrascade lasorejasa lapuntade la cola. Echó a correr, rozando los guijarros con la barriga. Leonado lasiguióalamismavelocidad.
Al llegara laorilla, la jovenseabriópasoentre losgatosquesehabíanapiñadoallí,mirandohaciaelarroyo.Encajadotrasunaroca,justoalospiesdeCarrasca,elcuerpoinertedeungatoflotabaenlasaguascrecidas,conelpelo empapado y oscurecido. Su cola semovía con la corriente, ondeandocomosiaúnestuvieravivo.
MantoPolvorosofueelprimeroenhablar:—EsCenizo.
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Leonadohundiólasgarrasenlariberadelarroyo,conteniendoaduraspenasun gemido de pesar. Sin embargo, no podía sentir ninguna lástima por sucompañerodeclanmuerto.Cenizohabíaestadoapuntoderevelaralgoquelos habría destruido a todos. Ahora ya no pronunciaría esas palabrasespantosas.Al intercambiar unamirada conCarrasca, vioque ella sentía lomismo.Esperóquenadiemásnotarasualivioporlamuertedelguerrerogris.
—Sacadlodeahí—ordenóEstrelladeFuego.MantoPolvoroso semetió en el arroyo.Y con el agua hasta la barriga,
agarróaCenizoporelpescuezoycomenzóatirar.—Tencuidado—maullóFronda,angustiada.Látigo Gris saltó al agua, y los dos guerreros juntos lograron
desengancharelcuerpodeCenizodelarocaeizarloalaorilla.HojarascaAcuáticaseagachóasulado,poniéndoleunapataenelpecho
mientras lo olfateaba. Glayo permaneció junto a su mentora, con bigotestemblorosos.Lacuranderalevantólavista.
—Estámuerto.—¿Cómo ha muerto? —preguntó Carbonera, con sus ojos azules muy
abiertos—.¿Sehacaídoalaguaysehaahogado?—YomehecaídocercadelClandelaSombra—lesrecordóEsquiruela.Leonadosepreguntósilaguerrerasentíaelmismoalivioqueellos.—Es fácil quepase cuando el nivel del agua sube tanto comoahora—
añadióEsquiruela.NimboBlancosoltóunresoplido.—Cenizoeraunguerrerofuerte.Nosehabríaahogadocomouncachorro.
Si queremos saber cómo ha muerto, deberíamos mirar hacia el Clan delViento.
EstrelladeFuegoseinclinóaolfatearelcadáverempapadodeCenizo.
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—NohuelealClandelViento.—Elaguapodríahabereliminadoelolor—señalóNimboBlanco.—Hablaremosdeestomástarde.—EstrelladeFuegomiróasualrededor
rápidamente—. Manto Polvoroso, Látigo Gris, ¿podéis llevar el cuerpo deCenizoalcampamento?Losdemásdeberíamoscontinuar,olosotrosclanessabránqueocurrealgo.
—Yo también iré con ellos —se ofreció Leonado—. Cenizo fue mimentor.
EstrelladeFuegoasintió.—Muybien.Losdemás,seguidme.Cuandoellíderyelrestodelosguerrerosvadearoncasianadoelarroyo,
Leonado y sus compañeros levantaron el cuerpo deCenizo. Lo trasladaroncolgando entre ellos, un peso muerto, mientras atravesaban el bosqueesforzadamente,devueltaalahondonadarocosa.
Espinardoestabamontandoguardiaenlaentradadelcampamento.—¿Qué…?—SeleerizóelpelocuandovioquearrastrabanaCenizopor
eltúnel—.¿Quéhapasado?MantoPolvorososeloexplicó,mientrasLeonadoyLátigoGrisllevaban
elcadáverdelguerreroalcentrodelclaro.Lalunabrillabaplateadasobresupelajegrisempapado;Leonadopensóqueparecíaextrañamentepequeñotraslamuerte.Costabaimaginarelpoderquehabíatenidoensusmanos,elpoderdehundirasuclanydecubrirdevergüenzaaEsquiruelayalosjóvenesquehabíancreídoserhijossuyos.
Leonado se estremeció al oír un aullido de aflicción a sus espaldas.Candealhabíasalidodelaguaridadelosguerreros,seguidadeBetulón.
—¡¿Lohamatadounzorro?!—exclamólagata.Leonadonegóconlacabeza.—LohemosencontradoenelarroyodelafronteraconelClandelViento.
Parecequesehaahogado.Candealseestremeció.—Esoeshorrible.Betulónrestregóelhocicocontraeldeella.—Nodebesdisgustarte—murmuró—.Piensaenloscachorros.La gata blanca asintió. Despacio, se acercó al cuerpo de Cenizo y se
tumbóa su lado,hundiendoelhocicoen supelo fríoymojado.Betulón sesentóprotectoramentejuntoaCandeal,paravelarloconelladurantelanoche.
—Eraunbuenmentor—maullóacongojado—.Loecharédemenos.
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Para entonces, otros guerreros habían salido de la guarida, y fueronformandouncírculodesigualalrededordelcadáver,preguntándoseentreellosenvozbajayconmocionada.
—ElClandelVientoestádetrásdetodoesto;recordadloqueosdigo—maullóMusarañaalacercarseconRaboLargo.
—En la noche de la Asamblea, además —añadió Melada con voztemblorosa—.ElClanEstelarestaráfurioso.
—EstrelladeFuegonocreequehayaqueculparanadie—repusoLátigoGris—.EsposiblequeCenizosolohayatenidomalasuerte…
Musaraña soltó un resoplido de incredulidad mientras doblaba susanquilosadas articulaciones para tumbarse junto al cadáver de Cenizo.Leonadolevantólacabezaparamirarlaluna,queflotabasobrelacopadelosárboles. Las nubes habían desaparecido. Quizá Estrella de Fuego tuvierarazón,ynohabíamotivoparaqueelClanEstelarmostrarasuenfado.
Suspirando, Leonado se tumbó para hundir el hocico en el pelo de suantiguomentor,queyasoloolíaabarroyagua.Cerrólosojos,esperandoqueningunodesuscompañerosdeclanadvirtieraque,envezdepena,sentíaunprofundoalivio.
LeonadopermanecióalladodeCenizohastaqueelcielocomenzóamostrarlas primeras señales del alba. Otros gatos iban y venían a su alrededor,hablandoenvozbaja.
Poco después, oyó un movimiento en el túnel de espinos: Estrella deFuegoyelrestodelclanestabanregresandodelaAsamblea.Eljovenestirósusentumecidosmúsculosymiróasualrededor.Carrascacorríahaciaél.Susojosdestellabanconunaluzferoz.
—¡NovasacreerteloquehapasadoenlaAsamblea!—bufó—.EstrelladeFuegonohadichoniunapalabrasobreCenizo.
Leonadonotóunhormigueodesorpresa.—¿Enserio?—Enserio.UnoodosgatosmiraronconcuriosidadaCarrascacuandopasaronjunto
aellos.Leonadoletocólabocaconlacolaparaqueguardarasilencio,yselallevóaunospasosdedistanciadeCenizo.
—Seha limitadoacontaralgunas trivialidadessobre lacaza—continuóCarrascaenunsusurrofurioso—,hadadolasgraciasanuestrosantepasadosguerrerosporcuidardenosotros…yyaestá,esohasidotodo.
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—Bueno… quizá no quería que el Clan del Trueno pareciera débil—sugirióLeonado.
—¡Nosotrosnosomosdébilesporquemueraungato!—bufólajoven.Leonadonoentendióporquéestabatanenfadada.—Todoslos líderes informandecosasparecidas.Esoformapartede las
Asambleas—añadiólaguerrera.—¿Ynadiehanotadoquepasabaalgo?Carrascanegóconlacabeza.—EsevidentequeEsquiruelanoes laúnicaa laque se ledamuybien
mentir.—Yo no creo que sea tanmalo como tú lo expones. Estrella de Fuego
debedetenersusrazones.Ylasnubesnohancubiertolaluna,asíqueelClanEstelarnoestáfuriosoconél.
Laúnicarespuestadesuhermanafueunresoplidodespectivo.Leonadorestregóelhocicocontraelsuyo.—Venga.VamosasentarnosjuntoaCenizoyavelarlounrato.Aellaseledesorbitaronlosojos.—¿Velar a ese gato sarnoso? ¡No puedo creer que quieras hacer eso!
Cenizohabríadestrozadoatodoelclansihubieravividounanochemás.Sinesperarunarespuesta,lajovensevolvióenredondoysedirigióala
guarida de los guerreros a grandes zancadas. Leonado la vio marchar,esperando que pudiera dormir un poco a pesar de todas las cosas que laangustiaban.Luegosetumbódenuevojuntoalcuerpodesuantiguomentor.
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Glayo siguió a Hojarasca Acuática de vuelta al campamento. La brisa delamanecersusurrabaporelclaro,envueltaenlosprimerostrinosdelospájarosque cantaban en los árboles que crecían por encima de la hondonada. Elcampamento estaba sumido en el silencio. El joven curandero detectó unamezcladesentimientosdedolorydesconciertoen losgatosdesuclan,queintentabanacostumbrarsealhechodequeCenizoestuvieramuerto.
El joven fue tras su mentora hasta el centro del claro, donde yacía elcadáverdel guerrerogris.Glayo captó el olor fríoy acuosoque aún estabaadherido a su pelo, además de los olores de Leonado, Betulón, Candeal yEspinardo,queseguíanvelándolo.
—Estámuyfríoymojado—murmuróHojarascaAcuática,agachándosealladodeCenizo—.Noesasícomodeberíamosenviarloconsusantepasadosguerreros.
Ycomenzóalamerleelpelo.Delagatabrotaronoleadasdepesadumbre,casicomosi fueraunamadreque lloraraa suhijo.«HojarascaAcuáticanoestaba enamorada de Cenizo, ¿verdad? —se preguntó Glayo—. ¡Escurandera!».
Pocoapoco, losgatosque rodeabanel cadáverdeCenizoempezaronalevantarseya retirarseensilencioasusguaridas.Leonadofueelúltimoenmarcharse,despuésde tocar levemente a suhermanocon la cola.Sin saberqué hacer,Glayo se agachó delante de sumentora y comenzó a ayudarla alamerleelpeloalguerreromuerto.Elsueñosefueapoderandodeélmientraslamíaconmovimientoslargosyrítmicos.
SeespabilódegolpealoírqueHojarascaAcuática soltabaun respingo,horrorizada.
—¿Quéocurre?—preguntóeljoven.
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Durante un segundo, la gata continuó lamiendo con fuerza, hasta quefinalmentesiseó:
—Venaveresto.Glayo se contuvo para no replicar con ironía que él no podía ver nada.
RodeóelcuerpodeCenizoparaacercarseasumentora,que tenía todos losmúsculostensosyelpelodelcuelloerizado.
Olfateandoelcuerpodelguerrero,Glayocaptóolorasangreycarneviva.Palpándolo con una zarpa, notó los bordes de un corte en la garganta deCenizo, la clase de marca que esperaría ver en una presa despachadalimpiamente.
Laclasedemarcaqueungatonosehacíacuandocaíaaunarroyoyseahogaba,porqueestabahechadeliberadamente.
—Cenizonosehaahogado—susurróHojarascaAcuáticaconvozronca—.¡Lohanasesinado!
A Glayo le dio vueltas la cabeza. De no ser por los cuidados queHojarascaAcuáticalehabíadedicadoalcadáverdelguerrero,nuncasehabríasabidocómohabíamuerto.¿Quésucederíaahora?
—VoyacontárseloaEstrelladeFuego—maullólacurandera.Glayo la oyó correr a través del claro, en dirección a las rocas
desprendidas. Poco después regresó acompañada del líder y este se inclinójuntoaljovencuranderoparaexaminarelcuerposinvida.
—¿Quiénhapodidohaceresto?—EstrelladeFuegosonócompletamenteconfundido.
—¿ElClandelViento?—sugirióHojarascaAcuática,conlavozcortantederecelo—.LohemosencontradoenlafronteradelClandelViento.
—SabesdesobraquenohabíanirastrodelolordelClandelViento—lerecordóEstrelladeFuego,aunqueGlayopercibióenélmuchasdudas—.Séque el agua podría haber eliminado cualquier rastro, pero…—Bajó la voz,comosiestuvierahablandoconsigomismo—:¿PorquéibaelClandelVientoamatar a un solo guerrero? ¿Intentan avisarnos?Aun así, no tiene sentido,nosotrosnosomosunaamenazaparaellos.
—YCenizonacióenunclan—intervinoGlayo—.ElClandelVientonoteníaningunarazónparameterseconélpersonalmente.
—Cierto—murmuróEstrelladeFuego, arañandoel suelo—.Pero sinohasidoelClandelViento…entoncesaCenizodebedehaberlomatadoungatodelClandelTrueno.
—¡No!—ElsusurrohorrorizadodeHojarascaAcuáticaatravesóaGlayocomo la garra de un águila—. Ningún gato del Clan del Trueno haría
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semejantecosa.TienequehabersidoelClandelViento.—Sonabacomosiintentara convencerse a sí misma, además de a Estrella de Fuego—. ¿Quécreesquedebemoshacer?—preguntótensa.
Ellídervaciló.—Eso no es razón para no honrar su cadáver—decidió al final—.Los
veteranosselollevarányloenterrarán.Luegoconvocaréalclan.—IréabuscaraMusarañayRaboLargo—maullóHojarascaAcuática.Glayo esperómientras los veteranos salían de su guarida y el resto del
clan secongregabaparadespedirsedeCenizo.HojarascaAcuáticadebíadehaber vuelto a taparle el corte del cuello con el pelo, porque nadie pareciórepararenesedetalle.
CuandoMusarañayRaboLargodesaparecieronarrastrandoelcadáverdelguerrerogris,ZarzososeacercóaEstrelladeFuego.
—Llevaré una patrulla a lo largo de la frontera del Clan delViento—anunció—.Talvezhayaalgunapistaquenosdigaquéhaocurrido.
—Buena idea —respondió Estrella de Fuego—. Pero no os vayáistodavía.Hayalgoquedebodecirleatodoelclan.
Glayo percibió la perplejidad del lugarteniente, y luego pegó un saltocuandoLeonadolesusurróaloído:
—¿Quéestápasando?Una parte de Glayo quería contarle a su hermano lo que habían
descubierto, pero no encontró las palabras. Aquel descubrimiento erademasiado grave y tenía demasiadas consecuencias que aún no podía niimaginarse.
—Losabrásenseguida—respondió.Se quedó junto a Leonado, hundiendo las garras en la tierra mientras
esperaban el regreso de los veteranos.Carrasca se les unió. El nerviosismohervíaensuinteriorcomoabejaszumbandoenunárbol.
—Algoespantosovaaocurrir—susurró—.Lonoto.MusarañayRaboLargoaparecieronpor finporel túneldeespinosque
llevabaalclaro.EstrelladeFuegosubióa laCornisaAlta.Glayooyócómoalzabalavozparaqueseleoyeraentodoslosrinconesdelcampamento.
—Quetodoslosgatos lobastantemayoresparacazarsuspropiaspresasvenganaquí,bajolaCornisaAlta,paraunareunióndeclan.
Lamayoríadelclanyaestabafuera,aunqueGlayooyómovimientoenlamaternidad cuando salieron Dalia y Mili con sus cachorros. Raposino yAlbinacorrieronalcentrodelclaro,másemocionadosquepreocupadosporla
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convocatoria inesperada.GlayocaptóelolordeEsquiruelanomuy lejosdeél.
—Hemos averiguado algo más sobre la muerte de Cenizo —empezóEstrella de Fuego en cuanto estuvieron presentes todos los gatos—.No hasido un accidente. Tenía un corte en el cuello, y eso significa que lo hanasesinado.
Portodaspartesbrotaronaullidosdeabatimiento.AGlayoselerevolvióelestómagoaloírlaespantosaverdadenbocadellíder.NotóqueCarrascayLeonado se quedaban petrificados, y también notó su horror. Esquiruelaemanabamiedoyangustia.
—¿Hasidounzorro?—quisosaberMantoPolvoroso,levantandolavozparaquelooyeranporencimadelclamor.
—Nohabíaolorazorro.—TodosenmudecieroncuandoEstrelladeFuegovolvióahablar—.Yunzorroselohabríacomido.
—¿Sehacaídoalarroyoysehacortadolagargantaconunarocaounarama?—preguntóEsquiruela.
Glayopercibióhastaquépuntolaguerreradeseabaquefueraasí.—Lodudo—respondióEstrelladeFuegoconvozpesarosa,comosiaél
también lo hubiese reconfortado esa explicación—. Era una herida limpia,comolaqueleharíaunguerreroaunapresa.
—¡¿Estásdiciendoquelohamatadoungato?!—exclamóNimboBlancoconincredulidad.
—¡El Clan del Viento! —aulló Espinardo—. Deben de haberlodescubiertojuntoalafronteraylohanmatado.¡Deberíamosatacarlosahoramismo!
Aesas palabras les siguieron alaridos de aprobación; pasóunbuen ratoantesdequeEstrelladeFuegopudierahacerseoírdenuevo.
—Nodebemosprecipitarnos—avisóasuclan—.EnelcuerpodeCenizonohabíaoloraClandelViento.Dehecho,nohaynadaquedemuestrequelohayamatadoungatodeotroclan.
Un silencio glacial llenó el claro.Cuando FrondeDorado lo rompió, letemblabalavoz:
—¿EstásdiciendoqueunodenosotroshamatadoaCenizo?A Glayo se le desbocó el corazón mientras aguardaba la respuesta de
Estrella de Fuego. Sus hermanos se pusieron tensos a su lado, y oyó queEsquiruelaintentabanoboquear,comosiseestuvieraahogando.
—¿Algunodevosotros conoceuna razónpor laquealgúnmiembrodelClan del Trueno podía querer muerto a Cenizo? —preguntó Estrella de
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Fuego.Leonado y Carrasca temblaron bajo el peso de lo que sabían. A poca
distancia, Esquiruela contuvo la respiración. Glayo supo que todos ellosestaban pensando en la escena que habían protagonizado en lo alto delprecipicio,cuandoelespantososecretodeEsquiruelafuereveladoenmediodeunatormentayunincendio.Eso,ysoloeso,habíaprovocadolamuertedeCenizo.
Ahora, por su propio bien y por el bien de su clan, todos ellos debíanconspirarparamantenerocultoesesecretoeternamente.
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Bajo este seudónimo colectivo escriben las escritoras Cherith Baldry, KateCary, Inbali Iserles, Gillian Philip y Tui Sutherland la serie de novelasfantásticasinfantilesyjuveniles,Losgatosguerreros.
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