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EL ESPACIO EN "EL OTOÑO DEL PATRIARCA" DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ Ernesto GIL LOPEZ La aparición de esta obra, como es sabido, no vino a inaugurar la serie de novelas so- bre la dictadura, ni tampoco a cerrarla, puesto que ya existían precedentes y después de ella han visto la luz otras narraciones sobre el mismo tema. Ahora bien, nos parece que con la misma García Márquez aporta una concepción sin- gular de los regímenes totalitarios, de forma que su visión es única en el género por una se- rie de factores muy concretos, de los que subrayamos el particular tratamiento que hace de los personajes, del espacio y del tiempo, de modo que por medio de una magistral y elabo- rada combinación de los mismos produce una inigualable figura del dictador y su mundo. Pues bien, dejando el análisis del tiempo y de los personajes para otra ocasión, vamos a centrarnos ahora en uno de estos elementos que consideramos fundamental aquí: el espa- cio. Para comenzar, compartimos la opinión de Bourneuf Ouellet acerca de la importancia que puede tener el espacio en una obra, hasta el punto de que en ocasiones llega a consti- tuirse en la razón de ser de la misma (1), de ahí que juzguemos muy oportuno considerar su trascendencia dentro del conjunto de esta novela del escritor colombiano. Si hubiese que aplicar a "El otoño del patriarca" la diferenciación que establece To- machevski (2) sobre el carácter "estático" o "cinético' de un texto, atendiendo a que las ac- ciones se desarrollan en un mismo punto, o tienen lugar en diversos espacios, tendríamos que inclinarnos a considerar esta obra como predominantemenente estática, ya que el con- junto mayor de sus discursos tiene lugar en un espacio muy determinado: la casa presiden- cial. Con todo, hay que advertir que se producen breves y esporádicos desplazamientos a otros lugares, si bien nunca fuera del territorio nacional. Basándonos en estas apreciaciones, observamos que en el texto se alude a que ciertos espacios son objeto de modificación, más perceptible según pasa el tiempo, de ahí que con- sideremos a los tales como "espacios dinámicos". Se comenta en el relato que las vacas se suben a lo que fue el quiosco de la música, o que se quedan entre los escombros de lo que fue el Teatro Nacional, o se echa de menos el fragor que conmovía la Calle del Comercio, 65

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  • EL ESPACIO EN "EL OTOO DEL PATRIARCA"DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ

    Ernesto GIL LOPEZ

    La aparicin de esta obra, como es sabido, no vino a inaugurar la serie de novelas so-bre la dictadura, ni tampoco a cerrarla, puesto que ya existan precedentes y despus de ellahan visto la luz otras narraciones sobre el mismo tema.

    Ahora bien, nos parece que con la misma Garca Mrquez aporta una concepcin sin-gular de los regmenes totalitarios, de forma que su visin es nica en el gnero por una se-rie de factores muy concretos, de los que subrayamos el particular tratamiento que hace delos personajes, del espacio y del tiempo, de modo que por medio de una magistral y elabo-rada combinacin de los mismos produce una inigualable figura del dictador y su mundo.

    Pues bien, dejando el anlisis del tiempo y de los personajes para otra ocasin, vamos acentrarnos ahora en uno de estos elementos que consideramos fundamental aqu: el espa-cio.

    Para comenzar, compartimos la opinin de Bourneuf Ouellet acerca de la importanciaque puede tener el espacio en una obra, hasta el punto de que en ocasiones llega a consti-tuirse en la razn de ser de la misma (1), de ah que juzguemos muy oportuno considerar sutrascendencia dentro del conjunto de esta novela del escritor colombiano.

    Si hubiese que aplicar a "El otoo del patriarca" la diferenciacin que establece To-machevski (2) sobre el carcter "esttico" o "cintico' de un texto, atendiendo a que las ac-ciones se desarrollan en un mismo punto, o tienen lugar en diversos espacios, tendramosque inclinarnos a considerar esta obra como predominantemenente esttica, ya que el con-junto mayor de sus discursos tiene lugar en un espacio muy determinado: la casa presiden-cial. Con todo, hay que advertir que se producen breves y espordicos desplazamientos aotros lugares, si bien nunca fuera del territorio nacional.

    Basndonos en estas apreciaciones, observamos que en el texto se alude a que ciertosespacios son objeto de modificacin, ms perceptible segn pasa el tiempo, de ah que con-sideremos a los tales como "espacios dinmicos". Se comenta en el relato que las vacas sesuben a lo que fue el quiosco de la msica, o que se quedan entre los escombros de lo quefue el Teatro Nacional, o se echa de menos el fragor que conmova la Calle del Comercio,

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  • que ha venido a convertirse en un pudridero de costillares rotos, y, sobre todo se aora elmar, del que slo queda el sitio que ocupaba, puesto que se lo han llevado a otra parte (3).Es obvio que antes hubo un quiosco de msica y un teatro en perfecto estado, y un mar,pero que en el presente del relato esos elementos han sufrido un cambio, por lo que se apre-cia una dinamicidad espacial. Otros ejemplos pueden verse en las progresivas mutacionesque va sufriendo la ciudad a lo largo de la novela, o ms concretamente las que acusa lamansin de los suburbios, e incluso la misma casa presidencial.

    Otra diferencia perceptible en la utilizacin de los espacios de la obra es que hay unosque son soporte de acciones, ya que en ellos suceden cosas, efectivamente, y que nosotroshemos denominado "espacios actuales". Cabe mencionar aqu la casa presidencial, lamansin de los suburbios, el mercado, la plaza de Armas y varios otros.

    Por otra parte hay una relacin de lugares que slo son citados, de modo que su papeles exclusivamente referencia!, tales como Blgica, Escocia, Espaa, Suecia, Abisinia, Tur-qua y una larga lista de puntos americanos, como Aracataca (pg. 86) localidad natal deautor, Paramaribo, Cartagena de Indias, Puerto Rico, etc., a los que nosotros hemos con-siderado "espacios referenciales". (4).

    Por otro lado, hay en la novela una nueva aportacin en el aspecto espacial, ya que eneste caso se rompen las fronteras del mtico "Macondo" (5), para extenderse a todo un te-rritorio nacional, como confirman las denominaciones que recibe el lugar sobre el que elPatriarca ejerce su poder. As se habla de "patria" (pg. 106), "reino" (pg. 1.38), o "pas"(pg. 156).

    Nos hallaramos aqu ante lo que Ricardo Gulln considera un "espacio de abyec-cin" (6), en cuanto que sobre l recae el mando de dictador. Pero que posee, pese a ello,numerosos elementos en comn con los lugares en los que suelen desarrollarse las novelasde Garca Mrquez, puesto que, como apuntamos ms adelante, se trata de un espacionetamente americano. Eso parecen demostrar elementos como los que se detallan:

    1)El hecho de que el Mar del Caribe sea visible desde el dormitorio del Patriarca (pg.70).

    Y aqu conviene una aclaracin sobre lo que opina Monique Elalouf de que GarcaMrquez escoge esta zona de Amrica por ser segn ella un ncleo en el que se consti-tuyen focos de tiranos (7). A nosotros nos parece que el fenmeno de la dictadura est gene-ralizado en el territorio americano, y que la eleccin de este sector se debe, sobre todo, a unmejor conocimiento del mismo.

    2) Las Antillas, que son visibles desde la casa de los Acantilados el da de la inaugura-cin de la misma, puesto que entonces el gobernante pudo apreciar.

    "... el reguero de islas alucinadas de las Antillas que alguien le iba mos-trando con el dedo en la vitrina del mar, haba visto el volcn perfiimadode la Martinica (..) haba visto el mercado de Paramaribo (..) el ciego vi-sionario de La Gua yra (...) el agosto abrasante de Trinidad (...) la pesadillade Hait (...), haba visto renacer los tulipanes en los tanques de gasolina deCurazao..." (pgs. 42-43).

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  • 3) En la novela aparecen, adems, una serie de elementos de marcada ndole america-na, tales como lo que toma el viejo dictador:

    "... coma carne guisada con frijoles, arroz blanco y tajadas de pltano ver-de..." (p. 68).

    o lo que intercambian los nativos con unos forasteros (que resultan ser los espaoles, a sullegada al Nuevo Continente):

    "... y al cabo rato todo el mundo estaba cambalacheando sus loros, sutabaco, sus bolas de chocolate, sus huevos de iguana (...) y hasta querancambiar a uno de nosotros por un jubn de terciopelo para mostrarnos enlas Europas..." (pg. 45).

    Por otro lado, la alusin al hecho histrico no deja lugar a dudas en cuanto a la ubica-cin. Pero an hay ms: est la cita de las tres carabelas colombinas (pg. 46) y aspectos tanconcretos como la mencin de la cumbia (pg. 147), que es un baile tpico de Colombia.

    4) Tambin inclina a pensar en una concrecin espacial la reiterada mencin de los in-dios, como componente de la poblacin (pgs. 154,230, etc.).

    5) Finalmente, la posibilidad de oir las novelas habladas de Santiago de Cuba (pg.192) permite, una vez ms, que sigamos pensando que los hechos relatados tienen lugar enterritorio americano.

    Tal es, desde luego, la opinin de Luis Sinz de Medrano, que ha situado el mundo delPatriarca en "una isla tropical con calor, gallinazos, alcaravanes, militares crueles, erotis-mo..." (8). Tambin es la de Graciela Palau de Nemes, que llega a situar el escenario de es-tos acontecimientos en La Espaola, vista simultneamente como Repblica Dominicana(9).

    Sea como fuere, lo cierto es, al parecer, que la novela se desarrolla en Amrica, que esel punto al que nosotros queramos llegar.

    Pero, volviendo a centrarnos en los espacios concretos de la novela, es preciso diferen-ciar entre la ciudad y lo que est fuera de ella (los pramos, desiertos de salitre, selva, etc.).El motivo de esta separacin no es otro que su funcionalidad, ya que es en la ciudad dondesucede casi todo lo que se cuenta en el relato, por contener sta prcticamente todos los edi-ficios donde tales hechos acaecen.

    Pese a la opinin de Onstine, de que debe considerarse como elemento secundario(10), pensamos que los numerosos desplazamientos que hace en la misma el protagonistay el que sea un aglutinante de los otros espacios individualizados (casa presidencial, man-sin de los suburbios, mercado, etc.) hacen de ella centro de mayor inters que el que tal in-vestigador le concede.

    Precisamente, y tal vez sacando las cosas un poco de quicio, hay una teora de GracielaMaturo que llega a comparar dicha ciudad con la Jerusaln Celeste. Tampoco es esa la pos-tura precisa. Conocido el carcter forzado de los razonamientos de la profesora argentina,que parece ver elementos religiosos por todas partes, y no siempre bien afianzados, puedeafirmarse que tal asociacin se viene abajo por su propio peso (11).

    Ms apropiada nos parece la aportacin de Bernard Fouques, quien seala en la con-cepcin que Garca Mrquez ha hecho de la ciudad un significativo matiz histrico, que

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  • respalda con las alusiones que se hacen de que la urbe fue rancia ciudad de virreyes y buca-neros, que cuente con una baslica colonial, o que sus muros sufrieran los ataques de Wi-lliam Dampier (12).

    Y, una vez visto el conjunto total de la ciudad, pasemos a considerar los espacios indi-vidualizados.

    Evidentemente, y en esto s estamos de acuerdo con Onstine, es la casa presidencial elncleo de mayor inters, por centrarse en ella la mayor parte de la vida del protagonista.

    Considerando la opinin de BourneufOuellet (13) acerca de la relacin entre los per-sonajes y el medio en que se mueven, en cuanto que este ltimo sirve para caracterizar a losprimeros, puede decirse que, efectivamente, el edificio representa, paso a paso, la trayecto-ria del gobernante y aqu se aprecia claramente su dinamicidad. De este modo se osciladesde un perodo, en el comienzo del poder, en el que la casa parece ms bien un mercado,con gentes que alborotan y se acumulan por todas partes; luego se pasa por una etapa de so-ledad total y silencio, durante el momento de mayor apogeo de la represin, hasta llegar alfin, en que se convierte en una casa en la que campea la desolacin y todo esta destrozado ycarcomido, justamente en los ltimos instantes de la tirana, de forma que esos desperdiciosy esa descomposicin refleja acertadamente, como muy bien ha visto Angela B. Dellepiane(14), la imagen de la soledad de este poder, de su corrupcin e inutilidad.

    La mansin de los suburbios es un palacio de "once cuartos" notse el doble sentidodel trmino, ganado por el general en una buena noche de dados, al que destierran a Ben-dicin Alvarado, reconocida su inadaptacin a la etiqueta oficial. En este edificio se apre-cia el dualismo entre la artificiosidad reinante a la llegada de la matriarca, que ella rechaza,y la naturalidad propia de la mujer, que llega a despreciar a todo el lujo y la pompa de lamansin, prefiriendo un camastro o la compaa de sus aves y los enseres para pintarlos.

    Llega un momento, mucho ms tarde, en que la casa es invadida por la maleza, los lo-tos y camelias, que demuestran que en ese caso las fuerzas naturales han tomado posesinde este espacio, sobreponindose a la obra del hombre. De este modo tendramos aqu unpredominio de lo natural sobre lo artificioso, tal como reflejaba la personalidad de Bendi-cin Alvarado.

    Por otra parte, la casa de Manuela Snchez es un claro exponente del grupo social alque pertenece. La escasez de mobiliario, lo estropeado del mismo y los olores que com-pletan la nota ambiental, reflejan abiertamente las circunstancias del medio habitual enque se desenvuelve la vida de las capas sociales menos favorecidas.

    La vivienda de Francisca Linero, a su vez, es tambin demostrativa de una clase aco-modada, ya que se trata de una hacienda, rodeada de fincas de banano.

    En otro plano hay que considerar los reductos militares, definidores del sistema quesostiene el Patriarca en el poder. Se trata, principalmente, de la fortaleza del puerto, la basede San Jernimo y del cuartel del Conde. Tales enclaves no slo se encargan de la defensa,sino que tambin son utilizados como puntos de encarcelamiento. La circunstancia de quelas guarniciones de ellos se alcen contra el tirano, manifiesta que, pese a ser apoyos de la re-presin, eso no impide que se rebelen contra el dictador.

    Otro conjunto de edificios caracterizan la representacin eclesistica. Se trata de la Ba-slica colonial, la Catedral, el Convento de las Vizcanas y la Nunciatura Apostlica, quemuestran el matiz decididamente catlico de la religin del pas, as como su antigedaddesde los tiempos virreinales, y, ya ms acusadamente, los altibajos de las relaciones Igle-siaEstado, ya que estos enclaves reciben el desahogo de las masas populares cuando la si-

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  • tuacin es tensa, y son las campanas de la catedral las que hacen extensiva la noticia de lamuerte del tirano.

    Quedara por ver, asimismo, una serie de puntos de carcter popular, tales como el ba-rio de las peleas de perro, donde parece recogerse un mundo de delincuencia y subdesarro-llo, visto a travs de la ptica de la hiprbole, dado que se habla de que all se deja en cuerosa la misma polcia, se devora a los burros y se hace salchichas con los hijos de los ricos. Enel constante fragor de los perros que pelean entre s, puede advertirse una alusin a la vio-lencia que impregna toda la atmsfera de este recinto concreto, as como de todo el territo-rio en que se desarrolla la novela.

    Similares circunstancias parecen darse en el barrio del puerto, donde se rene, ademsde los ingredientes vistos en el caso anterior, la prostitucin y el rechazo social de ciertosgrupos sociales, puesto que all habitan los negros.

    Deberamos hablar, adems, del mercado, enclave en el que se hace patente el saqueoque los allegados al dictador en este caso su esposa hacen al pueblo, representado en losvendedores, y que es donde le produce la muerte de Leticia y el nio, a modo de revan-cha y advertencia significativa para que tanto atropello sea frenado.

    Finalmente, se podra comentar algo sobre dos elementos que impregnan los espaciosde la novela: el calor y la lluvia. El calor acta como elemento paralizante. Tal comoapreciamos en este fragmento:

    "... vio la muchedumbre embrutecida por la cancula del medioda..."(pg. 229).

    Mientras que el papel de la lluvia parece ser beneficioso, tal como advertimos en lamejora que produce en la deformidad fsica del mandatario:

    "... repas los sitios del cuerpo donde poner la mano errante que no fuerael corazn, se la puso por fin en la potra apaciguada por la lluvia..." (pgs.72-73).

    Por otra parte, y con un carcter similar, la lluvia est presente en los momentos deamor del Patriarca, de modo que parece inconfundible el matiz positivo que hemos indica-do. Recurdese:

    "... la tarde de lluvias radiantes en que se acost sobre ella mientras dor-ma..." (pg. 166).

    En definitiva, lo que pretendamos demostrar es que cada uno de los espacios de la no-vela que han sido revisados tenan una funcin concreta, adaptada a los personajes que losocupan. Creemos que despus de lo visto no cabe duda de que ello se cumple, y que su im-portancia es evidente.

    (1)Bourneuf, R.Ouellet, R: "La novela". Barcelona. Ariel. 1.975 pg. 116.(2) B. Tomachevski: "Temtica" en "Teora de la literatura de los formalistas (usos". Buenos Aires. Siglo XXI, 1976. (2* edi-

    cin), pg. 213.

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  • (3) Gabriel Garca Mrquez: "El Otoo del patriarca". Barcelona. Plaza & Jans. 1.975. Pgs. 220-221. -Esta edicin es la que seutiliza en todos los casos que citamos-.

    (4) Puede verse tambin la utilizacin de los espacios referenciales en "Cien aos de soledad, donde se habla de Macedonia, talcomo seala Iris M. Zavala en su artculo "Cien aos de soledad" Crnica de Indias", en "Insu la", Septiembre I .970, :V 286.

    (5) Esto explica que en el "Cambio /6 "del 9 de junio de 1.975, a 183, pg. 3 se hablara de un "Macondo" irreconocible.(6) Vid. Ricardo Gulln: "Espacio y novela". Barcelona. Antoni Bosch Editor. 1.980. Pgs. 66 y 67.(7) Monique Elalouf: "El otoo del patriarca. Gabriel Garca Mrquez", en "Caudillos, "caciques" et dictateurs dans le t'ornan

    hispanoamericain". Pars. Editions Hispaniques, 1.978. pgs. 88 a 99.(8) Luis Sinz de Medrano: "Literatura hispanoamericana actuar. Madrid. Biblioteca cultural Rtvc, vi' 81, 1.976. pg. 118.(9) Gabriela Palau de Nemes: "Varia" en fi ispamrica". Diciembre /.975, nmeros II y 12, ao IV, pg. 173.

    110) Roberto Onstine: "Forma, sentido e interpretacin del espacio en "El otoo del patriarca". En "Cuadernos llispanoamerica .nos". Madrid. Noviembre 1.976 n' 317, pg. 428.

    (II) Vid. Graciela Maturo: "El otoo del Patriarca". La conjuncin de la historia y el mito". En Claves simblicas de Guilla Mr-quez". Buenos Aires. Fenando Garca Cambei ro, 1.977 (2 ed.) pgs. 181-240.

    (12) Bemard Fouques: "La autopsia del poder segn Roa Bastos, Carpentier y Garca Mrquez". En "Cuadernos Americanos".Mxico. Enero-febrero 1.979, n* 1, pgs. 83-112.

    (13) Eiourneuf-Oullet, op. cit.(14) Angela B. Dellepiane: "Tres novelas de la dictadura: "El recurso del mtodo", "El otoo del patriarca", "Yo el Supremo", en

    "Caravelle". Cahiersdu monde hispanique luso-brsilien". Gniversit de Toulusc. Le M i rail, n' 27, 1.977, pgs. 65-87.

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