Dialnet-LosPirobos-3988080

11
NÓMADAS 216 * Periodista y sociolingüista, docente universitario e investigador del DIUC. LOS PIROBOS: NOMADAS EN EL MERCADO DEL DESEO Carlos IvÆn García SuÆrez* El artículo intenta comprender el nomadismo de los trÆnsitos y devenires re- currentes de niæos y jóvenes varones prostituidos, respecto de sus identidades sexual y social, de sus relaciones con el hÆbitat de la calle y con sus habitantes, y de sus localizaciones y desplazamientos estratØgicos de mercado; se pregunta tam- biØn por los recorridos vitales y espaciales de los clientes. Busca, en suma, revelar la racionalidad de la errancia que posibilita el encuentro de la oferta y la demanda en el mundo de la prostitución masculina, que harto nos dice sobre ajuste a las normas y puntos de fuga, sobre los mÆrgenes por los que el deseo transita. El niæo que mantiene comercio con un hombre no comparte como la mujer los gozos del amor: mira con la frialdad de un hombre en ayunas al que estÆ ebrio de amor. Jenofonte, El banquete VIII, 21.

Transcript of Dialnet-LosPirobos-3988080

  • NMADAS216

    * Periodista y sociolingista, docente universitario e investigador del DIUC.

    LOS PIROBOS:NOMADAS

    EN EL MERCADO DELDESEO

    Carlos Ivn Garca Surez*

    El artculo intenta comprender el nomadismo de los trnsitos y devenires re-currentes de nios y jvenes varones prostituidos, respecto de sus identidadessexual y social, de sus relaciones con el hbitat de la calle y con sus habitantes, yde sus localizaciones y desplazamientos estratgicos de mercado; se pregunta tam-bin por los recorridos vitales y espaciales de los clientes. Busca, en suma, revelarla racionalidad de la errancia que posibilita el encuentro de la oferta y la demandaen el mundo de la prostitucin masculina, que harto nos dice sobre ajuste a lasnormas y puntos de fuga, sobre los mrgenes por los que el deseo transita.

    El nio que mantiene comercio con un hombre no comparte como la mujerlos gozos del amor: mira con la frialdad de un hombre en ayunas al que estebrio de amor.

    Jenofonte, El banquete VIII, 21.

  • 217NMADAS

    Quines son

    Pirobos es el trmino ms ex-tendido con el que se reconocen, nosin reticencias1 , nios y jvenes desexo masculino, provenientes de laclase baja y en menor grado de lamedia, que tienen en la prostitucinsu fuente predominante o nica desobrevivencia econmicay que se adscriben en sucomportamiento comuni-cativo y en su indumenta-ria ms o menos al patrnsocial masculino, por opo-sicin a otros varones enla prostitucin pero deapariencia femenina: lostravestis2 . Subgrupos delos pirobos son los pollosy los del apogeo: los annios que apenas se ini-cian en la prostitucin yaquellos que tienen la msalta demanda, respectiva-mente; casi siempre sonlos mismos. En el tiempoopuesto, estn los drogos:jvenes ya viejos para eloficio, pues han sobrepa-sado los 20 aos3 , y adic-tos crnicos a todo tipo desustancias psicoactivas;tambin los mismos.

    En su calidad de pros-tituidos4 fijos, los pirobosse oponen a los gomelosmuchachos que hacen ra-tos slo en ocasiones, yasea como expresin de unansia econmica o de pla-cer. Estos ltimos provie-nen de todas las clases sociales,tienen una ocupacin definida en elmbito estudiantil o laboral, tambinposeen una apariencia masculina,con una indumentaria ms costosa,y en la mayora de casos viven con

    su familia. Otros eventuales son lossoldados: muchachos que prestanel servicio militar y que se prostitu-yen en sus tiempos de franquicia.Otros jvenes, ex soldados o no,mantienen un corte de pelo al rapepara simular ser soldados, porqueestos tienen gran aceptacin dentrodel mercado.

    El espectro social entre los pro-tagonistas de la demanda es tambinamplio, pero se distribuye por zo-nas. Mientras los clientes hombresestn presentes en clubes, saunas,bares, discotecas, parques y calles,

    las pocas mujeres que buscan a losmuchachos lo hacen en clubes o enlas plazas5 ms exclusivas. No esraro, de otro lado, que los mucha-chos sean contratados para prestar-les sus servicios a parejas de casadoso para participar en orgas.

    Desde cundoestn

    La presencia de laprostitucin masculina enel pas se confunde en eltiempo y no existen estu-dios histricos para seguir-le la ruta. La primerareferencia aparece en laque se considera la obraclsica sobre la prostitu-cin en el pas: La prosti-tucin en Colombia. Enella, el autor advierte quesu anlisis no incluye 1.La prostitucin entre hom-bres, por ser aparentemen-te un fenmeno fuera delalcance de este estudio...(Seplveda 1970: 64). Enforma concordante y aun-que algunos testimoniosmencionan la existencia deprostitucin masculina enun bar del centro de Bogo-t ya en los aos 50, la pri-mera referencia clara laubica en los aos 70 en losbares Arlequn y El fa-rol del centro y Yangode Chapinero (Velandia1977). Tambin se hablade prostituidos hacia 1977en la Plazoleta de las Nie-

    ves y en los alrededores de loscinemas de la calle 24, en el centrode Bogot. Segn Pedraza (1993: 1),en la poca ya existan casas de le-nocinio con este servicio especfico,adems del trabajo que se negociaba

    Foto: Alberto Sierra. Cortesa archivo personal.

  • NMADAS218

    en la calle y se efectuaba dentro deresidencias u hoteles de la mismazona. Un grupo particular de pros-tituidos en el mismo ao 77 era el de22 muchachos que prestaban el ser-vicio militar, los cuales no se sen-tan ejerciendo un oficio yconsideraban esta prctica solo comouna manera transitoria de resolver sufalta de solvencia econmica(Velandia 1977). En 1986 (Vlez) sepublica una encuesta psicosocial he-

    cha a un grupo de 22 travestis de Cali,la mayora de los cuales se desempe-an en la prostitucin callejera.

    Pero es en los aos noventacuando el tema irrumpe en definiti-va, con algunos testimonios de pros-tituidos en un documento sobre laprostitucin infantil (Segura 1992),

    el primero de numerosos artculosperiodsticos (Aguilar 1993), la mo-nografa cualitativa de Garca(1994), el estudio cuanti-cualitativode la Cmara de Comercio de Bo-got (Cabrera, Pedraza y Garca,1995) y la sinopsis de En la jugada,un proyecto de prevencin de la dro-gadiccin y de la infeccin por VIH,realizado con menores en prostitu-cin, mujeres y hombres (Velandia1996). Otros estudios macro que

    contienen referencias al tema son lasmonografas de Salazar (1995),Gaona (1996) y Pedraza (1996).

    Esta corta historia investigativaalcanza, no obstante, para comen-zar a comprender los pirobos comoun producto urbano, de medias y,especialmente, grandes ciudades,

    que exhibe en calles y lugares pri-vados una apariencia ms o menosviril como mercanca la intimidadpuede ser otra cosa y que, por tan-to, constituye el equivalente colom-biano para el chapero espaol, eltaxiboy argentino, el mich bra-sileo (Perlongher 1990), el hustlerestadounidense (Preston 1994) elcachero costarricense (Schifter1997) y el Stricher alemn (Garca,Beste Exportware... 1998).

    Cmo se racionalizauna pulsin

    Designar a nukak maks, tuaregs,beduinos, gitanos como nmadas, essencillo pues se adecan a la imagenetnolgica de un estado social de cam-bio frecuente de lugar, de errancia,sin domicilio fijo, pero pensar con la

  • 219NMADAS

    misma palabra a los piroboso a otros grupos urbanos esuna labor mucho ms com-pleja, pues es vlida la cr-tica de James Clifford(1995: 73) en el sentido deque el nomadismo ha sidofrecuentemente generali-zado sin aparente resisten-cia a partir de experienciasno occidentales (La no-madologa como una formade primitivismo postmo-derno?).

    Sobre todo porque,an en los ejemplos ms t-picos de nomadismo, larealidad que recubre el tr-mino es infinitamentems compleja de lo que per-mitira suponer su desig-nacin en base al criterioesencialmente geogrficode desplazamiento de gru-pos humanos en el espa-cio. (Digard 1982: 12) Enrealidad, el entrecruzamiento espa-cial de gneros de vida nmada y se-dentaria explica la diferentedistribucin de los bienes, y el inter-cambio de servicios entre ellos, ycondiciona la circulacin de las per-sonas. Por ello, en la diferenciacinnmadas-sedentarios no debe verseuna oposicin espacial formal, sinouna forma de especializacin pro-ductiva: una estructuracin socialde dos sistemas tcnico-econmi-co distintos, econmicamenteligados, pero separados en dos arma-zones sociales que ya no sonmatrimonialmente complementa-rios (Leori-Gourhan 1964: 235).

    Yo agregara que los pirobos sondesfogues para el lastre de una nor-ma social unvoca que ata el placera la reproduccin y a un esquema

    de pareja heterosexual, y lo son tan-to que su presencia social se racio-naliza econmicamente: ellosofrecen, los clientes pagan un ratode placer, a veces slo de compa-a; adems, para poder operar esteencuentro supone no slo un cono-cimiento de los sitios de ligue y dela presencia de una oferta disponi-ble para las demandas sexuales, sinouna infraestructura de residencias,tabernas, moteles y otros lugares, yun conjunto de agentes econmicosparticipantes, que posibilitan la ocu-rrencia del comercio sexual.

    Esto no quiere decir que consi-dere aceptable la visin contrac-tualista liberal sobre la prostitucin,que la asimila a cualquier transac-cin comercial entre dos poseedo-res de bienes y subestima las

    desigualdades referidas algnero, la edad, los recur-sos de poder y la capaci-dad de control, el gradode necesidad y las alter-nativas u opciones de laspartes... (Segura 1998:274). Me resisto a utilizar,por ello, la definicin co-mn de la prostitucincomo la actividad devender el cuerpo, la cualinvisibiliza tanto a la de-manda como al encuentroostensiblemente desven-tajoso que tiene lugar en-tre cliente y muchacho.

    Lo que quiero resal-tar es que la racionalidadeconmica referida esposible debido a la inten-sidad del deseo reprimi-do; dicho de otro modo:los pirobos son los pun-tos de fuga de unsedentarismo social y

    sexual en conflicto.

    El fondo del asunto radica enque, no obstante nuestro amplio ca-tlogo constitucional de derechosfundamentales y la jurisprudenciaratificatoria de los mismos estable-cida por la Corte Constitucional, ladiscriminacin (Garca 1992) siguesiendo la actitud social predominan-te ante el deseo homosexual, en unespectro amplio de comportamien-tos que van desde el chiste de saln,pasan por la inexistencia de la pro-teccin de seguridad social y de de-rechos patrimoniales y de sucesinpara las parejas gays y lesbianas(Garca 1995), y llegan hasta el ase-sinato, como las olas de la mal lla-mada limpieza social que hanafectado a pirobos y travestis. Comoaparejada a esta homofobia circulan-

  • NMADAS220

    te en Colombia y engeneral en los paseslatinoamericanos, de cul-tura patriarcal y machista,es trascendente demos-trar una identidad hetero-sexual sin fisuras, muchoshomosexuales y bisexua-les tienden a casarse e in-cluso a tener hijos.

    As, cuando un hom-bre desea tener un encuen-tro homoertico con otrohombre y ante el peligroque supone jugar a una se-duccin abierta por el po-sible develamiento ante sucrculo familiar, laboral ysocial, puede recurrir a es-pacios sociales racionali-zados: es el caso tpicoy clsico de la prostitu-cin en que una pagaprevia, en un escenarioparametrizado (rutini-zado, estandarizado) detransaccin, ya asegura un resulta-do. (Sevilla y Salazar 1997: 108).Atreverse a establecer una parejahomosexual estable es mucho msriesgoso para la visibilidad pblica,aunque lo es mucho menos en tr-minos de salud pblica: la posibili-dad de infectarse con cualquierenfermedad de transmisin sexual(ETS) o especficamente con la he-patitis B o el VIH.

    Por qu no son tribusurbanas

    Los pirobos no son, entonces, unacomunidad autonmica y aisladaespacialmente; y, aunque jvenescitadinos, tampoco se pueden consi-derar fcilmente como una tribu ur-bana, pues si bien se podran hacermalabarismos argumentativos para

    comprobar que comparten los ras-gos que se han definido para elneotribalismo: comunidad emocio-nal, energa subterrnea, sociabili-dad dispersa y fisicidad de laexperiencia (Costa, Prez y Tropea1996: 54-58), es prcticamenteinexistente su sentido gregario y deconformacin de liderazgos y noconstruyen una identidad grupal a tra-vs de un consumo musical o estti-co o de una indumentariaparticulares (su consumo se orientams a la sobrevivencia). En desme-dro, incluso de caractersticas que sehan sealado como pilares de lo ju-venil hoy (Martn-Barbero 1998: 32-36), los pirobos no tienen unaempata tecnolgica, no pertenecena la era del zapping y del Internet,ms bien estn desconectados de losaparatos (a excepcin de los locales

    para jugar maquinitas endonde muchos son abor-dados por primera vez porun cliente y donde siguenyendo para simular ser no-vatos), y no se organizancomo contracultura polti-ca. Adems y en oposicina su equivalente femenino,la prostitucin masculinaes un oficio que se ejercepor cuenta propia y slo enlos locales y clubes cerra-dos se podra hablar de lafigura del proxeneta o chu-lo. La dispersin que surgede una economa desobrevivencia individual yel temor al rechazo socialdificultan, en suma, la ca-racterizacin del grupocomo una asociacin de ca-rcter reivindicativo: ladiscriminacin mata al ani-mal poltico.

    Entonces, cuando po-dra intentar comprender cmo enel caso de los pirobos el sentido dela vida individual nace de las coac-ciones globales que son las de todavida social (Auge 1998: 115), setorna ms interesante preguntarcmo es que no siendo tribus y sien-do jvenes, unos an nios, lospirobos constituyen comunidad y enqu sentido son nmadas.

    Por qu soncomunidad

    Se hacen comunidad por com-partir muchos una historia comn(Garca, La explotacin... 1998:286) de violencia fsica y sexual anivel intrafamiliar, desarraigo afec-tivo y/o desintegracin familiar, pre-cariedad de las condiciones

  • 221NMADAS

    socioeconmicas, desvinculacin dela escuela y, en algunos casos, nece-sidad de encontrar aceptacin parauna orientacin homosexual no ad-mitida socialmente. Estos factores secombinan casi siempre con el aban-dono o la expulsin del hogar.

    Se hacen comunidad porcompartir los mismos riesgos, caren-cias sociales y enemigos externos,especialmente policas y ladrones,quienes los maltratan y sobornan.

    Se hacen comunidad por compar-tir algunas prcticas simblicas comoel bautizo y la prueba. El primeroes el otorgamiento de un nuevo nom-bre o chapa que un pirobo vetera-no en el oficio le da a un novato, actoque va acompaado de un cham-bazo: un corte de navaja o cuchilloen un brazo. La prueba es la primera

    nal importante pues vela el mensajeante terceros.

    Cmo es sunomadismo

    Comprendiendo la raciona-lizacin de la interaccin noma-dismo-sedentarismo que se da en elmbito de la prostitucin masculinay encontrando un sentido asociati-vo de los pirobos relativamente dis-

    tante del neotribalismo, se puedeabordar mejor el nomadismo de lospirobos a travs de una triada deerrancias que los caracteriza: del es-pacio, del rebusque en la calle y dela identidad sexual y de gnero.

    En cuanto al espacio, los pirobosresignifican espacialmente las ciuda-

    demostracin de la capacidad pararesolver un conflicto por medio dela violencia generalmente se apela aun arma blanca, lo cual da cuentade la habilidad para defenderse a smismo y a los compaeros.

    Se hacen comunidad por com-partir normas sociolingsticas par-ticulares (Garca 1994: 125-145,197-204; y Cabrera, Pedraza yGarca 1995: 21-28), entre las quese destacan una jerga, constituida

    por decenas de palabras exclusivasde los pirobos que guardan estrecharelacin con las caractersticas, im-plicaciones y riesgos de su oficio, yuna jerigonza que cambia todas lasvocales a una sola (Le peleceveene per eh. Rpede-rpede: Lapolica viene por ah. Rpido-rpi-do), que cumple un papel funcio-

    Centro Comercial Terraza Pasteur, Bogot. Foto: Carlos Ivn Garca Surez.

  • NMADAS222

    des y se inventan nuevas, hacen susciudades a partir de recorridos par-ticulares que intentan coincidir conla bsqueda de clientes ahtos de de-seo, escindidos entre el hombre enel que hierven y se conflictan loscomponentes femenino y masculino,

    y el macho que deben representarpblicamente.

    Mas su nomadismo no es casual,no son deambulantes sin oficio: aexcepcin de los novatos que debu-tan en los crculos urbanos de la

    sexualidad pagada, los pies de los ve-teranos configuran flujos determina-dos en espacio y tiempo por unacondicin del mercado: la demanda.Transitan vas especficas a horas es-pecficas y se detienen en sitios espe-cficos, incursionan incluso enespacios arquitectnicos especficospara ponerse en vitrina, para tentaral voyeurismo que los recorre porencima de la ropa y que los desviste,si hay acuerdo en la tarifa. Y vuelveny circulan una y otra vez tanta espe-cificidad, para afianzar sus territorios.En el centro de Santaf de Bogot,por ejemplo, las zonas de pirobos,travestis y prostitutas estn claramen-te demarcadas y los primeros tam-bin estn prestos a hacer respetarsu zona frente a los gomelos.

    Ese sentido territorial se diluye,curiosamente, frente a los prostitui-dos de otras plazas de la misma ciu-dad o de otras ciudades, siempre ycuando se trate de prostituidos fijos.De hecho, conocen a muchsimos deellos y, de ese modo, se van cohesio-nando como comunidad. Y es que losterritorios se poseen, pero, si quedanal cuidado de los pares, es posibleabandonarlos temporalmente; mejordecir, es necesario, pues una vez quelos pirobos se vuelven foto en su pla-za y comienzan a escasear los clien-tes -siempre a la caza de pollos, dela carne fresca-, deben moverse aotra plaza como estrategia de merca-do. Vas pblicas, cines X, parques,saunas y cada vez ms centros co-merciales los reciben y los inter-cambian. Como los hombres delneoltico que se desplazaban a nue-vos sitios para cumplir el ritual de lacaza y la recoleccin, como los cria-dores de hervboros que se despla-zan con ellos a mejores tierras depastoreo, los pirobos se desterri-torializan cuando escasea el recurso:

    Foto: Carlos Ivn Garca Surez

  • 223NMADAS

    cuando por reiterativo o por viejo semengua la demanda de su cuerpocomo condicin para poder reterri-torializarse en otro lugar, para conti-nuar el ciclo de una sobrevivencia quesiempre est ms all.

    Es usual, entonces, que los piro-bos roten entre plazas de la mismaciudad o de otras y, por ello, acu-mulan un buen conocimiento de ciu-dades y de plazas, en las cualesofertarse.6 Pasan algunas semanasen una nueva ciudad y luego vuel-ven a rotar, en una especie de despla-zamientos estacionales continuos,sin el lastre de cualquier posesinmaterial, cuando ms dos mudas deropa, una la que llevan puesta, y enlos que las amistades se van estre-chando, lo que prepara el terrenopara nuevos viajes o nuevas recep-ciones. De algn modo, semejan gi-tanos con la diferencia de que noviajan como familias extendidas,sino que hacindolo individualmen-te las constituyen, las abandonan ylas reconstituyen a su paso.

    Obviamente tambin son du-chos en manejar la complejidad deBogot, la plaza mayor, condiversos tipos de prostitucin de apa-riencia viril segn tres zonas diferen-ciadas socioeconmicamente: laprimera, con un carcter eminente-mente callejero y que congrega a lospirobos de menores recursos, es lazona centro, entre el ParqueSantander y el Parque Nacional, conla carrera sptima como eje discon-tinuo y el Centro Comercial Terra-za Pasteur (carrera sptima concalle 24, esquina), como foco prin-cipal. La segunda concentra apirobos en centros nocturnos, sau-nas, burdeles, videos y salas de ma-saje, relativamente cercanos a laAvenida Caracas y desde la calle 32

    a la avenida Chile (calle 72). La ter-cera, tanto callejera como en loca-les cerrados, algunos bastanteexclusivos, y en los que hacen su pre-sencia pirobos de mejor aparienciao mejor ataviados y tambin gome-los, se ubica a partir de la calle 72hacia el norte, por la carrera 15, ycon epicentro en la Zona Rosa. La

    presencia de la clientela femenina esmnima en la zona centro, baja en lazona dos y mayor en la zona norte,aunque incluso en sta es compara-tivamente muy inferior frente a lamasculina.

    Pero hablar de zonas no debe lla-mar a engaos; all la diferencia ma-

    Foto: Alberto Sierra. Cortesa archivo personal

  • NMADAS224

    yor es la tarifa de los ratos, pero noimplican territorialidades fijas paralos pirobos. Un contacto los puedellevar a un sitio de la zona dos, unaindumentaria regalada por alguien ocomprada con la plata dada por uncliente especialmente generoso lospuede habilitar para la zona tres y,adems, cada vez los centros comer-

    ciales, como Granahorrar, LosNutabes, Pasaje Libertador, CentroAndino y el mismo caso del TerrazaPasteur en Bogot, se legitimancomo plazas.

    El impulso viajero de los pirobos,sea en la ciudad, sea entre ciudades,confirma, de otro lado, un relacio-

    namiento espacial distinto entre n-madas y sedentarios. En contrava dela funcin del camino sedentario,que consiste en distribuir a los hom-bres en un espacio cerrado, el tra-yecto nmada distribuye a loshombres (o los animales) en un es-pacio abierto, indefinido, no comu-nicante; el espacio sedentario esestriado, por muros, lindes y cami-nos entre las lindes, mientras que elespacio nmada es liso, slo estmarcado por trazos que se borran yse desplazan con el trayecto. Resal-tan, adems, la sapiencia de la esperadel nmada, su paciencia infinita: In-movilidad y velocidad, catatona yprecipitacin, proceso estacionario,la pausa como proceso... (Deleuzey Guattari 1994: 385), lo cual hacepensar, sin remedio, en los desplaza-mientos estacionales.

    Respecto de la errancia del re-busque en la calle, sta se da en cuan-to los pirobos son menos unaautopista de una sola va y ms unaencrucijada entre los habitantes dey en la calle.7 Se mueven en ella,en toda la extensin de la palabra,no slo porque muchos provienende all y devienen en la prostitucin,sino porque estn inscritos de ma-nera mltiple en la marginalidad: sindejar de hacer ratos para asegurarel pan cotidiano, a veces su indu-mentaria empobrecida o cambiantelos hace definibles como gamines,eros o travestis, su adiccin comodrogos y sus oficios simultneoscomo jbaros y/o ladrones. As mis-mo, la prostitucin es apenas una delas acciones sociales con las que sedesenvuelven en la calle: una granmayora hacen pavos (robarle algoal cliente) y retacan (piden dineroo prebendas por las calles), y me-nos acuden a batanear (raponear),mechar (robar ropa) y tomasiarFoto: Alberto Sierra

  • 225NMADAS

    (dar algn psicotrpico al clientepara robarlo). Todo vale: lasobrevivencia es tambin un espa-cio liso en el que los pirobos seterritorializan y desterritorializan enforma itinerante entre actores y ac-ciones del mundo de la calle.

    Finalmente, en alusin a laerrancia de la identidad sexual y degnero, los pirobos pueden pensar-se menos como un bloque de hor-mign y mucho ms como un gel,como un estadio coloidal que se vaadecuando al contexto. No slo esque algunos son nios en los cualesno es preciso hablar de identidad,sino mejor de un polimorfismosexual. No slo es que existe unabrecha de anchura y hondura im-precisas entre las prcticas y lasidentidades: al ser retribuidos endinero, muchos consideran sus con-tactos sexuales con hombres comoun simple negocio, como una esca-patoria al hambre, que no compro-mete para nada su identidadheterosexual. No slo es que su len-guaje revela una estructuracin dis-tinta de las categorizaciones con quela sociedad refiere en forma gene-ralmente sinonmica a los hombresatrados por su mismo sexo: paraellos el mundo se divide entre ac-tivo (penetrador) y pasivo (pe-netrado). Al primero se le llamamacho u hombre, trmino quetambin designa al cliente. El segun-do es el homosexual o la mujer ysi, adems, tiene un amaneramien-to evidente, pasa a llamarse mari-ca o loca. No slo es que muchosexhiban en su habla mltiplesinconcordancias de gnero grama-tical para designar a otros o a smismos. No slo es que para ellospene no es condicin necesaria parahombre: algunos se creen genuina-mente mujeres.

    Sino que, a peticin del cliente,al mejor postor, circulan tambinentre identidades. Son hombre, loca,pollo, adulto, machito, masoquista,apogeo, travesti, joven, activo, mu-jer, sdico, pasivo, nio, gomelo,drogo. Son una y todas, simultnea-mente, debido a una ley de merca-do. Son pirobos, son mercenariosexplotados, son puntos de fuga parala discriminacin de otros y de smismos, son fugaces, son devenires,son errantes, son espacio liso, por-que es cierto cuando Deleuze yGuattari (1994: 396) afirman quelos nmadas no tienen historia,slo tienen una geografa.

    Citas

    1 Algunos muchachos son reacios al tr-mino pirobo en razn del matiz despec-tivo con que lo usan otros habitantes dela calle. Alario (1983: 191) lo conside-ra simplemente como sinnimo de ho-mosexual, pero en el lenguaje de la calleequivale a otras formas de insulto comohijueputa, marica o gonorrea, inten-sas no por su significado lxico sino porsu sentido ritual. Para Salazar (1995:39), Esta palabra designa aquella per-sona que le gusta tener prcticas homo-sexuales y no se asume como tal. No esexclusiva de los prostitutos. Velandia(1996: 63-64) afirma, por su parte, queel trmino denomina a aquellos que seofrecen a clientes hombres o a su pare-jas permanentes u ocasionales utilizan-do una imagen, comportamientos y ade-manes considerados tpicamente mascu-linos y agrega que en unas pocas regio-nes del pas pirobo es el hombre quepenetra a otros hombres: el llamadocacorro, en otras regiones.

    2 Lo cual no quiere decir, desde luego, quetodos los travestis trabajen en la prosti-tucin pues el travestismo es una prefe-rencia de indumentaria, que no est li-gada a un oficio o a una identidad sexualparticulares.

    3 Como una diferencia importante frentea la prostitucin femenina: el tiempo pro-ductivo de los muchachos es muy cor-to: hacia los 20 aos la demanda baja yhacia los 25 hay muy pocas posibilida-des de suscitar la atencin de los clien-tes, a no ser que se mantenga una apa-riencia muy juvenil, lo cual es bastante

    difcil por los apuros de la vivencia en lacalle, por el consumo de sustanciaspsicoactivas y por los riesgos de enfer-medad.

    4 Existe una gran discusin sobre comodesignar a los sujetos inmersos en la pros-titucin. Prostituto/a, aparte de ciertomatiz despectivo, comprende un gradorelativo de libertad en la escogencia y elejercicio del oficio; trabajador/a sexualimplica la asuncin del oficio en formaprofesional y/o reconoce un nimo deorganizacin reivindicatoria y poltica,aunque incorpora la discusin sobre siun oficio denigrante puede ser conside-rado trabajo y si es propio hablar de tra-bajo o de explotacin en el caso de losmenores; precisamente por esa discu-sin, explotado/a sexualmente es el tr-mino usado por la normatividad inter-nacional para referirse a cualesquieraformas de comercializacin fsica o sim-blica de los cuerpos de los/las menoresde edad, dentro de las cuales se incluyela prostitucin; prostituido/a designa aun/a sujeto en la prostitucin y recono-ce el constreimiento econmico y so-cial que comnmente implica el oficio.Teniendo en cuenta las historias fami-liares que normalmente tienen como re-sultado la presencia de un pirobo en lacalle y sus afugias econmicas, creo queprostituido es el trmino que ms seadeca para designarlo.

    5 Lugar donde los prostituidos se ofertan.6 Un inventario provisional de unas y

    otras indicara:Armenia: Avenida 21, Plaza de Bolvar.Barranquilla: Paseo Bolvar, Avenida 72y Cinema Centro.Bucaramanga: Plaza Santander, Colse-guros.Calarc: Plaza de Bolvar.Cali: Avenida Sexta Norte, Bar El Oasis,Carrera Quinta Norte, Paseo Bolvar,Puente Ortiz, La Ermita, Pance, Bar So-doma y Parque San Nicols. En la inves-tigacin de Salazar (1995), se reconocentres reas de interaccin gay: la Calle 15,los Cinemas y la Avenida Sexta, comuni-cadas por una serie de nudos o cruces:Paseo Bolvar, La Ermita y la Avenida Sex-ta, y dos sitios especficos: el Caf Tab yla Taberna Espartacus, en los que tienelugar la prostitucin masculina.Cartagena: Torre del Reloj, Parque deLa Armada, Parque Bolvar y playas deBocagrande y El Laguito.Ccuta.Girardot.Ibagu: Plaza de Bolvar.Manizales: Parque Caldas y TeatroManizales.Medelln: Parque de Berro, AvenidaJunn, Plaza de Bolvar y Terminal deTransportes.

  • NMADAS226

    Montera.Neiva.Pereira: Plaza de Bolvar.Santa Marta: Camelln de la Baha.Valledupar.Villavicencio: El puente.

    Un sondeo nacional realizado por laDefensora del Pueblo durante 1994,estableci que las ciudades en las cualesla explotacin sexual de la niez revistemayor gravedad son: Bogot, Neiva,Riohacha, Villavicencio, Pasto, Bucara-manga, Barranquilla, Montera,Medelln, Ccuta, Popayn y Cali(Garca 1996: 37-38). Con esta base,la entidad decidi adelantar un trabajode campo en zonas deprimidas(Defensora del Pueblo 1995: 22-34) ehizo contacto con los siguientes varo-nes prostituidos:Barranquilla: tres menores de edad encalles de la zona centro.Bogot: 15 adultos en bares del barrioRestrepo.Leticia: dos menores y diez adultos encalles.Pereira: 38 menores, primordialmenteen calles de barrio La Paz, Parque de laLibertad, Galera Central, parque del lagoUribe Uribe y Plaza de Bolvar.

    7 La poblacin en la calle (vendedores am-bulantes y/o estacionarios de bienes yservicios, as como recolectores y recicla-dores de basuras, entre otros) realizauna actividad econmica que requierey/o se nutre de la presencia de compra-dores o vendedores que por ella circu-lan. La poblacin de la calle (eros engalladas y parches) tambin deriva susustento de lo que sucede en, y de quie-nes transitan por la va pblica, pero, adiferencia de ellos, han hecho de la callesu morada habitual (Cabrera et al.1997: 16).

    Bibliografa

    AGUILAR R., Carlos Andrs, Prostitucinmasculina: nuevo fenmeno social, ElEspectador, 2 de mayo de 1993, p. 1C.

    ALARIO DI FILIPO, Mario, Lexicn decolombianismos, vol. II, Bogot, Bancode la Repblica, 1993.

    AUG, Marc, El viajero subterrneo: unetnlogo en el metro, Barcelona, Gedisa,1998.

    CABRERA, Olga, Gloria Ins Pedraza yCarlos Ivn Garca, Pirobos: trabaja-dores sexuales en el centro de Santaf deBogot, Bogot, Cmara de Comercio deBogot, 1995.

    CABRERA, Olga, Carlos Ivn Garca et al.,Habitantes de la calle: un estudio sobre

    El Cartucho en Santaf de Bogot, Bogo-t, Cmara de Comercio de Bogot, 1997.

    CLIFFORD, James, Las culturas del viaje, Re-vista de Occidente, No. 170-171, julio-agosto de 1995.

    DEFENSORA DEL PUEBLO, Situacin dela niez explotada sexualmente en Co-lombia, Serie Fmina No. 6, Bogot,autor, 1995.

    COSTA, Pere-Oriol, Jos Manuel Prez Tor-nero y Fabio Tropea, Tribus urbanas.El ansia de identidad juvenil: entre elculto a la imagen y la autoafirmacin atravs de la violencia, Barcelona, Paids,1996.

    DELEUZE, Gilles y Flix Guattari, Mil me-setas: capitalismo y esquizofrenia, Va-lencia, Pre-textos, 1994.

    DIGARD, Jean Pierre, A propsito de losaspectos econmicos de la simbiosis n-madas-sedentarios en la antigua Mesopo-tamia: el punto de vista de unantroplogo sobre el Medio Oriente con-temporneo. En: SILVA CASTILLO,Jorge (comp.), Nmadas y pueblos se-dentarios, Mxico, D.F., El Colegio deMxico, 1982.

    GAONA, Luis Carlos, Al filo de la calle: ha-cia una semitica y una analtica delamor mercenario, Monografa de grado,Universidad Pedaggica y Tecnolgicade Tunja, 1996.

    GARCA, Carlos Ivn, Homosexuales: elmismo amor, pero distinto, ColombiaHoy, No. 107, diciembre de 1992, pp.45-48.

    , Los pirobos del Terraza: inter-accin y discriminacin sociales en ungrupo de trabajadores sexuales, mono-grafa de grado - Licenciatura en Filolo-ga e Idiomas, Universidad Nacional,1994.

    , Parejas gay: declaracin legal,Colombia Hoy, No. 134, mayo de 1995,pp. 6-8.

    , Juguetes de otros a la edad delos juguetes, Alternativa, Nueva po-ca, No. 1, agosto de 1996, pp. 36-38.

    , Explotacin sexual de nios yjvenes en Bogot, Un nuevo siglo sintrabajo infantil, Memorias - SeminarioLatinoamericano, Bogot, IPEC-OIT eICBF, 1998, pp. 283-300.

    , Beste Exportware: Latino-Stricher in Berlin, ILA Zeitschrift derInformationsstelle Lateinamerika, No.216, junio de 1998, pp. 38-39.

    LEORI-GOURHAN, L., Le geste et leparole: technique et langage, Pars,Albin, 1964. (Cit. en DIGARD 1982:16).

    MARTN-BARBERO, Jess, Jvenes:des-orden cultural y palimpsestos deidentidad. En: Laverde, Mara Cristi-na et al. (eds.), Viviendo a toda: jve-nes, territorios culturales y nuevas sensibi-

    lidades, Bogot, Universidad Central-DIUC y Siglo del Hombre Editores, 1998,pp. 22-37.

    PEDRAZA P., Gloria Ins, La problemtica:menores trabajadores sexuales, docu-mento presentado al Ministerio de Sa-lud, 1993.

    , Seres y riesgos, Monografa degrado - Magister en Psicologa Comuni-taria, Universidad Javeriana, 1996.

    PERLONGHER, Nstor, Avatares de losmuchachos de la noche, Nueva Socie-dad, No. 109, septiembre-octubre de1990, pp. 124-134.

    PRESTON, John, Hustling: A GentlemansGuide to the Fine Art of HomosexualProstitution, Nueva York, RichardKasak Book, 1994.

    SALAZAR ESQUIVEL, Nstor Alexander,Nictlopes al encuentro de otro que esun yo: sociografa de los lugares parahombres gay en Cali, Monografa de gra-do - Sociologa, Universidad del Valle,1995.

    SCHIFTER SKORA, Jacobo, La casa deLila: un estudio de la prostitucin mas-culina, San Jos, Ilpes, 1997.

    SEGURA ESCOBAR, Nora, La prostitu-cin infantil y la educacin en Colombia,Bogot, Unesco, 1992.

    , Abuso sexual o trabajo?: los ylas menores en prostitucin, Un nue-vo siglo sin trabajo infantil, Memorias -Seminario Latinoamericano, Bogot,IPEC-OIT e ICBF, 1998, pp. 272-279.

    SEPLVEDA NIO, Saturnino, La prosti-tucin en Colombia, Bogot, Ed. Andes,1970.

    SEVILLA CASAS, Elas y Alexander SalazarEsquivel, Captulo 4. Racionalizacinsocial y democratizacin de las relacio-nes ntimas: el caso de los lugares gay dela ciudad de Cali. En: SEVILLA CA-SAS, Elas y otros, Erotismo y raciona-lidad en la ciudad de Cali: informe cien-tfico del proyecto Razn y Sexualidad,Fase I, Cali, Cidse, 1997.

    VELANDIA MORA, Manuel Antonio,Prostitucin y homosexualidad en lazona centro de Bogot, Bogot, indito,1977.

    , Desde el cuerpo: la construccinde la identidad particular y elredescubrimiento del propio cuerpo comopuntos de partida en la prevencin delconsumo de sustancias psicoactivas e in-feccin por HIV y las ETS, en menoresvinculados a la prostitucin, Bogot,Fundacin Apoymonos, 1996.

    VLEZ LOAIZA, Francisco, El trans-vestismo callejero en la ciudad de Cali -Colombia, Revista Latinoamericanade Sexologa, vol. 1, No. 1, 1986, pp.67-93.