Diario Íntimo - Leonidas Morales
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7/23/2019 Diario ntimo - Leonidas Morales
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Leonidas
Morales T
1
Tnivrrsida
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l s
investigaciones en archivos, con prohables Iiallazgos d e cliarios
inti-
mas inditos. Pero cualquiera sea el rendimiento de estas pesquisas e
investigaciones,no modificar, creo, la ejiclencia
del
dismiii~iiclolesarro-
110 del gnero a nivel hispaiioamericaiio.
n
la literatura chilena modcrna, los gneros d r la intimidad (rncino-
rias, diarios ntimos, cartas, autobiografias) se hallan dominados en
trminos apabullantes por el d e las memorias. Desde cl siglo XIX hasta
hoy, escritores y polticas se han turnado paramantener viva su tradicin.
Por la facilidad con qiie proliferan. dan la impresin de ser la otra cara.
la privada
e
informal, de la pasin chilena por la Iiistot-iograiia. Sospecho-
sa pasin: habra base p a n levantar la hiprtesis cle qrrc las memorias y el
ensayo h i s t ~ n o g r ~ c ocaban siendo, cii la mayora de los casos, porta-
dores de discursos cmplices del poder: articulados a
l,
absorbidos por
l. Interesante sera,en el campo de la hip6tesis. estudiar el diario intimo
y
la atitohiografia como clisciir~os erifiicos. d e margen. elaborados en
un espacio de riiptura
y
resistencia.
Tal
vez fuera posihle constniir as
un
cuadro donde los generos cle la iiitimidacl se ordenaran de aciierclo al
modo en que sus disciirsos responden a las estrategias clel poder, plegn-
dose a eiias o quebrndolas.
Una tarea para otra oportiinidad. Ahora
sOlo
me ociipar de esta pieza
mayor d e Ia literatura chilena que es el
Dit~?.io
e Luis Oyarzui. Ti-atar
de precisar su forma, aislando alguiios rasgos,y de establecer el marco tle
una propuesta
de
salvaciri espiritiial clrl hombre qiie contiene, iiiscrita
en una experiencia de la nioderniclad. Pero antes es iiccesario
jar la
breve
y
magra trayectoria chilena del gnero, qiie descinboca en el
inrin
de Oyarzhi, una realizaciri siii aritereclciitcs coniparaliles, ni cii Cliile
ni en el mbito hispaiioamericano, desde el punto dc vista de sil volumeii
y
d e los efectos de verdad del lenguaje (poticos y cle pensamietito).
Del siglo xix no se conocen diarios in timos. Hay s textos publicados
con el ttulo de diario , pero son, casi toclos, diarios de viajc , proclives
por lo tanto a dar cuenta cle sorpresas o asombros en escenarios gcoff;i-
ficos
y
culturales recorridos por primera vez, lo qiic los pone a meiiiiclo
en la perspectiva de la avenhira . Por ejemplo. el de Vicente Prez
Rosales,
Dz nnn
de
~ n
iaje
n
Cu?ifmnicq
oi1 anotaciones desde cliciembre
d e 1848hasta m ano del ario siguiente. O el d e Benjamn Vicuiia Macken-
na,
Phfiinas
de mi diario dz irnnt~res
os
~vinjr
(1853 1855}
por Amrica
y Eiiropa4.
O
el Diario d e Isidoro Errmiriz sobre los cinco alios 1851-
entre las paginas
1
1 31; 95-101: 903-212.
y
28S288.
ti
~iendientc l esnidio cle la hincin
de
stos
Diariosm=nla esrnirtiua de la novela.
Sa ntia go, Sociedad
de
Biblifilo9
de
Cliile, 1949. Segunda edicin ,
Biienos
AiresSan-
tiago de Cliile. Editorial Francisco de iinr.
197 1
Obras
Complrtas. \rols.
i y
1 1 Santiago, Universitlacl
de
Chile. 1936.
-
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1855)
de su permanencia como estiidiatite en Estados Uiiirios luego
Alema~iia.~.ambien Jos Victoriiio Lastarria llev u11 Diario desde
junio de
1849
hasta inarzo de
1852,
pero iio de viaje: el stivo recoge la
actividad poltica de esos arios eli Chile, las pugnas parlaineiitwias cntrc
liberales
y
coiiservaclores, en las quc cl aiitor r s figura ~r ot ag hn ic a~ .
Si bien todos estos textos registran y comentan rxperiericias del da. se
cierran a la dimensin propia dcl diario ntimo: 1a rcflexiii interior, el
autoaniisis, los confliclos de la personalidad, las tensiones de orden
moral, 10s fantasmas de la memoria h i ~ g ~ c a .l diario intimo,
y
el tono
inconfundible con que se aniuicia. aparece en las primeras clcada del
siglo
xx.
Quienes comienzaii a escribir10 son mujeres:
Lilv
Ifiiguez
y
Teresa Wilms. Amhas mueren jvenes. v eii Eiuopa: tina a los
24
anos, de
tiiberculosis, y la otra a los 28 siiiciclada.
Las anotaciones del Diario de Lilv Iigucz raii desde abril dc
1913
hasla agosto de 1926, ao en quc rnucre. Lo escrihe en francs, lengua
de uso entonces ritiializado entre esci-itoresy artistas de diversas naciona-
lidades, eco todava dc aqiiel status de Pars como capital cultural del
siglo
xix
Intercala pas.jcs cn ingles e italiano,
y
frascs en alemn, gesto
que se repetir en Oyarz~n oi1 cilas en fraiics, inglEsy latn.
e
familia
rica, Lily
Ifiiguez vive en un medio de ol?ictos
y
gustos refinados. Los
viajes y el placer de
vivir
nitiy en el estilo helle ipoqiic , marcan los
ritmos cotidianos que la palabra de1 Diario retiene.
Su
iritimirlad ni)
conoce las sequedades de la coiiuciicia uisatisfcclia,
o
los desajustes
perturbadores del sentimicnto, ni siqiiiera cua~ldoe entera de sil enfer-
medad. Una reaccin piadosa, d c dulziira, disuelve en aceptaciii tran-
quila lo que podra haber sido una crisis descstabilizadora. Poi- lo mismo,
el Diario, escrito con finura
y
sentido del cletallc, tainpoco da Iii~ar
grandes iluminacio~ies~.
El mismo aiio del suicidio de TercsaUrilnis en Pars, ii 1921, la revista
argentina
Nosotros,
eii la que haba colaborado, publica sus Pginas de
diario '. Las anotaciones, enmarcadas por tina iiitroduccin y una con-
clusi6n, no son regulares (saltan de un mes a otro)
y
coiicieriien nada
ms
que a dos aos:
1919
(Londres, Liverpool, Madrid)
y
192
(Madrid).
Las pginas seran parte cle uii Diario ins extenso, indito hasta ahora,
jsantiago, Sociedacl de Biblifilos de Cliile, Nasinrnto. 1947.
1
'Wano
de
Lasrama lo piiblic porcnn.eg;ir la
h ~ i t l n l i i l~nnSantiago),
partir del
N ho l Tomo
1
de abril de 1917.
'kpi t% le
la
miierte
de
la autora, lo p~iblicaron i19parlres ron el
titzilo
d i
I I I * ~
i ~ r r
jnuntnl
La tradiirrin raqrellana
r
de 1954 (Santiago, Editorial del Pacifirn. Prlogo de
.Joaqun
Ed\varrLq
Relln).
i Ao xv N 151
diciembre de
1921. pp.
458165.
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cuya escritura se habra iniciado en Chite en 1916 Pero las publicadas
(apenas ocho) son suficientes para percibir una existencia muy distinia a
la de Lily Iiguez. No hay aqu a la vista nitigiin contexto familiar: ni
rutinas ni la nitidez segura de los objetos domsticos para apoyar la
mirada. Lo que leemos es iun Diario de la soledad, de lenguaje alucinado
y emotividad deshidratada No he podido tlormir. la tina de la madni-
gada cuando iba a entregarme al sueco, mc di cuenta de qtie estaba
rodeada de espejos , escribe el 16 de octubre de 1911) en Iiverpool,
probablemente en un hotel. Son los espqjos cIe la irrealidad clc una
conciencia que parece suspendida en el vaco, sin pasado ni futuro,
veladora impotente de la angustia. Me siento
mal
sicamente
...)
Sufr
y es el nico bagaje que admite la barca que lleva al olvido , dice en la
conclusin, ya en la vspera de sil muerte.
Despus de las pginas inaiipirales de estas dos mujeres. es Luis
Oyarzn, un escritor homosexiial, quien asume a continuaciii el gnero.
(El estatuto de la mujer
y
el homosexrial eii la sociedad chileiia, e
hispanoamericana, es un indicio, claro por lo menos en Teresa Wilms y
Oyarzn, que refuerza la hipotesis segn la cual el diario ntimo seria un
discurso enunciado, dentro de las relaciones dc poder, desde un margen
y
una resistencia). Oyarzri saca el gnero del mundo clauso de sus
predecesoras,
y
lo abre a Ea prof~~sine estmulos de la vida cotidiana
contempornea. Comienza su
Diario
hacia fines de la dcada del 30. No
lo interrumpe sino un da antes de morir eii 1072 (haba nacido en 1920).
Lo escribe con talento y recursos (de lerigiiaje y cultura) inencontrables
en Lily Iriiguez
y
Teresa Wilms.
Ixv
sus Diarios? No tengo noticias que
lo confirmen. S ley la poesa de Teresa Wilms, de mritos literarios para
l menores. Pero se interes en ella por su valor de testimonio indirecto.
del fin d e un orden social y cultural: el constntido a lo largo de la Coloiiia
por la aristocracia chilena, a la que la autora perteneca. A este problema
le dedico un ensayo, que sipie siendo
10
mejor que se ha escrito sobre
Teresa Wilms lo.
Oyarziiii fue profesor universitario (de Filosofia Esttica), Decano
adems por tres pcodos (en la Faciiltad de Bellas Artes dc
la
Universi-
dad d e Chile). Pero, (cundo hara clases? Porqiie las anotaciones de su
iario no son, para fortuna
del
lector,
las
de acadCmico sedentario,
preso en la parcela de su saber, que acepta la aridez de una discipliila de
trabajo continuado como condicin por la que pasa la expectativa de
ittli
Canzlez
V e p r ,
7 m r i
Mlilmt
irntlL
Santiago, Edito~ialG.jal lm.
1993. pp.
1
In Lo ue n o s dijo Terefa Wilms . En
7 r i~rt . \
r r rr ntlli rcc r ilmn Santiago, Editoiinl
Universiiaria.
1967.
pp.
101-111.
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rio, abrogai la identidad del gnero y deslizan la escntiii-a Iiacia el
tenitorio de un gnero distinto, si bien veciiio: cl cle la autobiografai2.
Pero al diario ntimo, aparte de iiiia icleiitidad coino gnero, le corres-
ponde tambin iin status como producci6ii literaria diferenciada. Es fk i l
inferirlo de las siguientes palabras de Amicl. tornadas de su Diario ntimo:
El Diario es una almohacla para la pereza; dispeiisa de profutidizx los
temas, se acomoda a todas las repeticiones, acnnipatia todos los capriclios
y vueltas d e la v i d a interior y tio sc propone objeto alg~iiio ...) Es
engana-dolor, uii derivativo, una escapatoria. Pero ese acttiun qiie
reemplaza todo, no representa, clebidatnen te, nada . (26 de iilio, 1876).
Dos frases, de significado convergeiite, resulta11 claves eii la cita: no se
propone objeto alguno y no represciita, ctebirlamcnte, nada . La
vrr-
dad del pensamiento formulado iiegativamciitc en estas frascs, ticrle sil
fundamento en algo que aqu Amiel no dice, pero que es el siipiiesto
dc
lo que dice: el heclio de qiie el diario intimo no cs n17rai3.
Y
rs ello
justamente lo que define su status particttlar. Esta ms ac o miis al15 rIc
la obra, pero no pariicipa de su esqxicio porqiie carccc de siis atribiitos.
a
aittCnljca obra es creacin libertad: se delimita dcsde dentro de si
misma. No conoce ms dependencia que la clel pri~icipio uya energa la
despliega y constituye. El diario ntuno eii cambio es dependiente: del
calendario, d e los estimuIos de cacla da. Es, en este sentido, escritura
parasitaria. O mejor: residual. No habr algo cle iiiraritil eii quiciies,
como Oyarziii, o Amiel, sc han dciaclo sedticir,
y
atrapar, por este
gnero?
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colecciones de ensayos:
Lewlnrdo da Vincn yotros cnrnyos 1964)
y Temas
de
la cufiurn
cJ~i/mn1967),fireron primero anotaciones clel
Dintio
El primer
libro que publica, La
hfirncia 1940),
a los 20 aos (aiiiique terminado a
los 18). pretende ser una ficcin bajo la forma de la novela. Pero el
carcter autobiogrco de la narracin, y su proximidad por lo taiito al
gnero del diario ntimo, apenas lo disfrazaii el cambio de nombre de los
personajes y el liso de la tercera persona. En Los das ocultos
( 1 9 5 5 )
Oyanin
retoma, ahora desde la primera persona, el tema aiitohiogrT~co
del libro anterior. El tono d e intimidad, el espacio cotidiano
y
las telis id
nes del mundo clel niiio protagonisw,
qiie
oscila eiitre sentimientos de
beatitud
y
d e miedo (con la madre como centro lumiiioso, pero
fi5gd,
de
un paraso corrodo por la incertidumbre), son los mismos. Incluso el
final de ambas evocaciones es texttialmentr casi coi~iciclente.
De manera pues que estos libros. o son publicaciones parciales del
Diario,
o estn armaclos con trozos stiyos,
o
reelaboran algiinas cle sus
anotacioiies, o remiten a1 mbito de las constantes de su pensamiento, o,
por el contenido aiitobiofifico, se sitila11 en la vecindad del gnero.
Pero es importante aislar
y
considerar las proyeccioiies de
iin
procedi-
miento coiistructivo consustancial al diario ntimo: la formacin
dc
conjuntos textuales mediante fragmeiitos. OprzUti parece haberlo apli-
cado a la composicin de la mayora de sus libros. No me refiero desde
luego a aquellos que son pginas despre~idiclasdel
Diario,
donde hl
procedirnieiito es obvio, sino a los dems.
D ~ f m s nir
fiem por ejeinplo,
no es sino
un
rnor~taje
partir
cle fragmeiitos cuyo Iiigai
de
origen,
va
se
dijo, se halla en el
Diario,
y
qiie eii el naslado conservan la fonna primitiva
o sufrcil reescrihiras.
Una
va-iantc de esta inaniptdaciii de textos
previos la ofrece
Los
dair
on~l tos:
ii sil tot;alidarl es una reescritura de la
novela La n
nncin).
Pero la
marca
del fragrneiitarismo de la composiciii sigrte siendo
perceptible aun cuando no se advierta incoiporaciii clc textos previos,
o sean de hlcliisin ocasional. as pgiiias de los libros
er
y
Los
da
o ult~~sestii
lenas, como las de cualquier
diario
ntimo. de los intersticios
derivados d e una composicin que opera articulando lixpien tos. Cau-
san la impresin. inseparable cle u ~ i p o
e
composiciii semejante, de
corte suave en las juiihiras hteriorcs de os textos (entre prrafos) y
abrupto en sus fronteras extenias (entre separaciones mayores). Una
impresin similar producc la lectura de aIgiiiins ensayos de crtica cirltu-
ral o artstica. Quizs cl
ms
notorio cn este sentido sea el que encabeza
los reunidos en
T m q le I ~ I l u r nlril~nn:
Resumen de Chile .
Los
seis
iiltimos de la colecciii
mnnrdo
{In Vinr olroi aumlos, mily
breves,
semejan, cada una d e ellos, redacciones de
un
todo inconcluso, o partes
desgajaclas de algn conjunto ausente. De paso: este fragmentarismo
de
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la escritzm de Oyanin.no es, ji~stamerite.uiio de los rasgos del pensa-
miento moderno ms vivo, menos ohseciiente, y ligado sin duda a la
disolucin de mtm de visiones organizadas alredetlor de ejes metafisi-
cos, que el movimiento histrico de la modernidad ha trado coiisigo?'".
La misma personalidad de Oyarzn se iios revela atrapada dentro d e
un campo de fuerzas dispersoras, centrfugas. Fuerzas que conspiran
contra iina continuidad disciplinada de propsitos
y
tarcas de ordeii
intelectual, urdiendo rupturas, fugas. Oyarziii cede: se va clc excursin,
o de viaje; se entrega a la lectura de libros diversos, viejos
y
nuevos; se
reine con amigos a beber, a derrochar ingenio, ciiltiira. simpatia; se
enamora una
y
otra vez, siempre con el saldo de
1111
sentimieiilo de
pecado. Pero liiego censura su incapacidad para resistir. Se acusa de
"debilidad de car,?cterw, e "avidez por rotlo lo iiisustiliiciai", de "tenden-
cia al goce y al escepticismo" (S
1
de diciembre, 1961). Viiehre eri otra
oportiinidad a esta querella secreta, nunca restielta. que mantiene consi-
go mismo, y dice: "No puedo elegir. or eso todo se me desordena
y
tiende a aplastarme. Yo rio elijo. Soy elegido.
Mc
I evaii y me traen, y a
veces
me
canso"
(20
de marzo,
1964 .
"Yo
no
elijo. Soy elegido". Esas palabras podraii ser tambiri la divisa
de la relaci6ri de Oyarzn con el gnero del diaiio iiiimo, al que le iiie
fiel por tantos afios, prcticamente los cle toda su vida de escritor. Si se
tiene en cuenta la funcin deteimiiiante cle sil Dlnriocomo cantera de la
mayor parte de su produccin y modelo origiiario del procedimiento
constructivo al que ella responde,
v
por otra parte. las iiicontrolables
tendencias d e la personalidad del autor, solirlarias coi1 la idiosincrasia del
diario intimo, habra qiie coiicliiir eii que la obstinada acIhesiii al
gnero esta lejos de corresponder a una verrladera elecci6ii. Idocierro
sera lo contrario: que el gnero lo eligi
a l.
Aiiota el 28 de agosto de
1954,
despus de ms de un mes qiie 110 lo haca: "He vuelto a este Diario
como a una patria perclida". La imageii hace visible la direcciii del
Vncido, puesto que nadie elige a a pah-ia, sino a1 revs. Algo muy
parecido a lo que le ociirri6 a Amiel, con qriien Oyninn tiene adems
muchas otras zoiias comunes.
Pero esta entrega al gnero del rliario ~itimo, ara escriior como
Oyarslin, que sofiaba con una
o lm
rio se dio siii dejar tras de s sombras
de insatisfacciiii, de desvalor. Eii una o rn cle verdatl (la de uri iiarrador.
un poeta, iin mGsico, uii pintor), el y del autor se borra. Desaparece e11
el orden artstico libremente creado'? SSlo as se accede a la meclida
lSSobre
estas
disoliiciones.
wr por r j rm ~ i l o . a i ~ l ~ i l l~ r m a n .
i n b 1
~4brlr~wrlrs~~ns~r~
m
dnrw Buenos
Aires Siglo
xxr
dc Espaa Erlitnrc=s IRO.
erl.
1q . 1-27.
uih4attt ice
Blancliot.
r > ~rrt. 11 209 s.
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profunda d e si mismo y
a
una salvacion espirittial. El yo de Oyarzn, en
cambio, permanece intacto en sus libros, sin
que
el espacio de una obra
lo transfigure, con sil carga b i o e f i c a no liberada, coi1 los niidos ciegos
que retornan, siempre los mismos. I'or eso deca: Me he dejado llevar.
Soy mi propio descotiocido. He huido d e mi propia medida (1.5 dejunio,
1959).
Termina pensando que cuanto ha escrito, al no estar recubierto
por los privilegios de la ohn , lo reduca a uiia condicin d e aiitor menor:
habla de s mismo como de un autor inactiial e iiisigiiificante 11 cie
septiembre, 1967).Un juicio a todas luces iiliiisto. Porque ha de llegar el
momento en que sil
Dinm o
sea reconocido como uiia de las graritEes
configuraciones de la literatura cliilcna moclcnia.
Al
revs de lo que pasa coii el resto de los gneros literarios, el diario
ntimo obedece al proyecto de uiia escritirra replegada sobre s misma,
sin destinatario, que se cotistihiye como
secreto
Dentro
de
un mo~iinieiito
circular, el d e una siierte de grado cero cle la comutiicacin. el autor se
desdobla en sil lector: en giiardin del secreto. Es cieno: algunos diarios
incluyen riarratarios. es decir, destinatarios inscritos en el texto, pero
stos son parte de1 secreto. Ahora hieii, coii la iiiren-eiiciii de un lectoi-
externo, ?se desbarata el proyecto? No: simplemei-ite cl secreto qiieda
expuesto a la mirada. De ah que la lectura de diario titinio sea
distinta a la de los dems textos: esti inai-cada por las coiinotaciones d e
lo clm~destiiio.del voyerismo. Apartr
dc
las piililicacioiies pshiinas
decididas por los herederos del autor,
u
otros, la historia del gnero
revela tambin participacioiies del propio aiitor en Ia exposici6ii del
secreto a la mirada. del lector. A veces se lo cla a leer a lector privado
(es el caso de Nais Niii).
O
resilelve, eii una iniciativa de iiii~iina
aperhira, compartir su secreto col1 el lector institiicionaiimdo: aiitoriza
la publicacin pshima del diario (Amiel), o El inisino lo publica
(Gide) 7
El secreto del diario iititno se cni7a, eii Oyaniiri, con la coii\iccin de
que 11 puede renunciar
al
lector, porqiic es e11 C cloiide la palbiq
escrita, al ser acogida y suscitar uiia i-espuesbi, cumple si1 deslliiin vincii-
Iante, eminentemente comunitario.
Dicc:
Si esiiiviein el1 iiiia isla dcsier-
ta seguira pcnsando en el lector. Ai~ti litniices iiecesitaria iin eco, por
s
remoto o qiiimrico que fuesen 26 de febrero,
1956 .
Por el cierre
d e su escritura, tilo es el diario intinio iiiia ''isla dc signos, y ciesici-ti\
asimismo eii la medida en que el proyecto del gnero iio contempla
al
lector, el Unico qiic podn'a animarlos, dncloles vida? 2C:ino salc p a r -
I5Sol>reI ~~rolilemadrlestinatarioen el rliruio niiiiici
v
los di\.ersm
grados
rle apertriix
del sernro. \,.ase ean ROIIWL.
Le
oiirnal iniiine. iextt. sans ~Irsrinatairri n I1tUil/trr
Par .
N
M
no\wnhre 1943
pp. 4554213
-
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ziin del atolladero? Pone en prctica dos estrategias supletoria~ e aper-
tura. En la primera, hacia el lector institucioiializado: publica aquellas
pginas del Dimio que no comprometen los pliegues ms interiores de la
intimidad. En ellas se leen los encantamienros de una sensibilidad
y
las
aprensiones de iina conciencia moral en su trnsito por escenarios del
mundo contemporlieo. Se trata de descripciones de la naturdeza
y
reflexiones sobre tpicos cidtiirales y polticos. D h i o de Orimitey Mudan
zas d d tiempo se originaron
as.Y
adems varios artculos aparecidos en
peridicos.
La segunda estrategia tiene en la mira receptor comparable al de
Nak Nin, que le daba
a
leer
su
Diarin
a
lector privado (Hciiry Miller).
S610 que en Oyarziin no es un lector sitio oyente privado,y no cs imo
sino una multitiid. Los oyentes perteiiccimi a l gnipo numeroso de sus
amigos, formado por escritores y artistas de la geiieraciii del
50
pero
tambin anteriores posteriores. Sola leerles, de cuadernos o ageiidas
del Diario que acostumbraba a llevar consigo, pasajes cliversos: descripti-
vos, humorsticos, de irona, y otros rlrmoleclores sobre persotiajes cono-
cidos del medio cuihiral. Porqiie el carcter privado del oyente,
la
rela-
cin cle amistad, la informalidad cle los encuentros (en bares, paseos
piiblicos, alguna casa particiilar. en cxcursioiies), permitai relajar la
autoccnsiira, pero
sin
abolira. Sin duda con estas lecturas ~ ~ r z i
ganaba para la palabra del Diano uii receptor cmplicc de su secreto, le
devolva la fiincin comiinitaria, ~tiriculaiite '~,iiiito con patificarse d e su
probada eficacia literaria. De la impresiii imhorrablc qiie clejml los
textos odos, de la curiosidad con rcspecto a las pgiiias no reveladas al
oyente y dentro de st secreto, se sospecha. aquellas asociadas a la
homosexualidad del autor), se f i~ereando en ese grupo d e amistad, con
filtraciones al exterior, uiia verdadera Iryencla sobre el Diario de Oyar-
zii11 .
De
todos los estimulos del mritidn cotidiaiio a los que estc
Diovio
Ics
presta atencin, ~iingpinoetonla coi1 ni5s insistencia, ii es al>orchtlocon
ms riqueza de conexiones de seritido,
qi i
el d e la iiatiiraleza. Qtarnii
nunca deja de responder a
Cl
iio importa drnde se eiicuentre, si eii Cliile
O
en tiaje por el extranjero. Pern es
Iii
riahinieza cliiielia el oi?jeto
principal d e su iriiers. Soii escasos los riiicoi~es el pas donde no estiivo,
' v a l
v z
por eso , desprlPs d e
ctn
enniennr,
con
el poeta Nicanor Parra. aniigo siiy i
asimismo. anota con rtn sm titn irn to r ritsitacihn. qiiiz is clr disgi i~ to: A Nim nor le tei
algiinos trozos
rl
estr D iario y ra pir nto s d e pcwnias. N o dijo nada
7 e abril.
1958 .
-
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atento a las formas, la liiz, los colores. olores, sonidos, movimientos, para
traducirlos mediante la palabra. algunos lugares de la zona central.
hacia la costa, regresa regularmente, como si fiiera el oficiante de un rito:
Caleu, Ti1 Til, Lo Gallardo, Horcii. El lengiiaje de sus descripciones, con
inserciones ocasionales de nornenclatiira cientfica (la del botnico), es
el lenguaje del entusiasmo, a ratos el del arrobo,
y
tambien el d e la elega,
cuando el qiie escribe se enfrenta al espectculo sombro de especies ya
exterminadas o prxima5 a estarlo. Los procesos moderiiizarlores causaii-
tes cle la depredacin, la misma en todo el planeta, eiicilentran en Chile.
demuestra Oyanin, terreno abollado: tina actitud crbnica de indifereii-
cia, cercana al odio. ante la nahiraieza. Ya lo dije en otra parte' ': ese
pequefio libro de amor y dolor. D ensn
d~
la fiprrn
debera ser tenido por
los ecologistas chilenos como su manifiesto fiindacioiial.
En el cuento
y
la novela de la fitcratiira chilena mocleriia, la presencia
de la naturaleza ha sido desde luego constante, sobre todo entre los
narradores "regionalistas", que adems hicieron cle ella iina instancia
determinante d e los personajes. Sin embargo. Oyarziii iios sorprende
con una descripcin frente
a
Ia cual
las
an
tenores resultan casi ol\.idablcs.
Nos era por completo desconocida esta iiatiimleza que surge ddel
DJmio.
El despliegue de su beIleza es iina conqiiista inesperada en la prosa
literaria cle nuestro pas.
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(6dejunio, 1959).Dos, el recurso a la sinesfesia. Se tiene la impresin en
estos casos de que la riqueza de uii determinado estimiilo rebasara la
capacidad d e registro del sentido al qiie por sir iidole
va
dirigido.
s
ocurre con el olor d e iinas flores, las de la acacia, qiie termina exigiendo
el conciirso de la vista y el odo: los iaciinos opiilentos de las acacias, con
su olor silencioso. sooliento, envolvetite, i r i olor de atenuada blancura
21
de octubre, 1961).Tres, el uso de las comparaciones. Son infinitas.
El
termino d e Ia comparacion proviene de variados mbitos: el arte, la
literatiira, la historia, la vida cotidiana. Uii rbol nativo, el coigiie, iio
pierde su identidad real al comparrselo con
iiii
hergantri
y
tina telarai'a,
pero de la comparacin sale misfigurado poticamente: Nada ms
fino
ms areo ni ms firme en la tierra que iin coige. Tiene la elegancia
de un bergantn, la nervadiira sutil de iiiia telaraiia. Cuando lo 1-eincceii
los vientos, l se estremece entero. tiembla coino iiii velamen y no suelta
una sola amarra, elstico, tenso y clcil
( 1
cle iioviemhre. 1965).
Los efectos estticos en las comparaciories y en otras figuras) sireleii
ir acompaados d e connotaciones h~imorsticas, in compoiieiite eseii-
cial del lenguaje clel
Dimio
(y qiie cii anotaciones ajenas al tema de la
naturaleza puede derivar en irona o abierta morclacidacl). a descrip-
ci n
del moscardn iiicliiye. ms de una vez, estas connotaciones: Un
moscardn sali recamado clel interior d e uiia digital, como un sacerdote
qiie se dispone a iniciar el rito 2 de eiiero. 3959 . En otra anotaciri el
mismo insecto queda aprehendido en una imagen
cle
graciosa sensuali-
dad por sil comparacin con 1111 personaje histbrico coriocido: Un
moscardn chupaba con avidez el iiectar de cacla penriiica, colgado d c la
corola como
ti
Enrique V al seno d e iina doiicellaw(10 de ochibre,
1954).El mismo da, mientras escribe tendido sobre el pasto, ve pasar uiia
cuncuna: De dOnde saldra uiia ciiiicuiia gris aiiaranjacla qtie acaba
de pasar al lado d e mi pluma. miiy puracla. eqiiilibrnclose sobre lo alto
de los trboles? Va taii decidida como si hiera a misa . Rodrigo de Triana
aparece sorpresimmeiite evocado por el trmino con qiic compara el
grito de 11110s tiiiques: Los tiuques paziiaii dc proiito como si hiibieseii
descubierto Amrica (21 de fehrcro. 1958).Eii o-a d e las anotacio~ies
de ese da. el circo le presta iino de sus persoiiajes para compai-m-el
ajelreo de los choroyes en la rama seca cle uti h.bol: iban y venia11coino
tonies de circo sobre una rama seca cle pellii. Si algiiiio perda pie se
sostena con el pico .
Es necesario, por ltimo, referirse al marco d e pensamiento e11 el qiie
se inscribe la representacin de la natiiraleza eii el
Diario
Ella se cla
dentro d e una visin qiie acoge tracliciones espiritiialistz.
y
ncleos del
pensamiento bblico y cristiano. La visi011 se articula, en la base, a una
percepcin desolada de la vida moderiia: la de iiiia sociedad de niasas
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vaca de todo ideal de trascendencia, rota eii su iitiidad interior, sometida
a racionalizaciones que imto con rigidimrla, la plaiiificaii para el consii-
mo d e bienes materiales e imgenes hedoiisticas, siii lograr erradicar la
miseria, ms bien coritaiido con ella. Pero esta coi~cieiiciano se c i e m
alrededor de Ias certezas qiie la pertiirbail o angustian: en direccin
contraria, la de las aiiseitcias. Ia atraviesa una permanente aspiracin a
restituir en el Iiombre los eqiiilihrios rotos, a reandar los pasos perdidos
de la unidad. En resiirneii, a religar la ciiltiira cle la vida cotidiana a
experiencias de trascendencia en sentido religioso.
Frente a la tradicin cristiana para la ciial la imitaciii rle Ciisto es el
modelo de salvacin, Oprzin apuesta. taml-iin.
a
la va de la contempla-
cin
de
la naturaleza como fuente de una culhira renovada. Le parece la
salida a tina sitiiacin que condiice al empohreciinieiito extremo de la
vida, si no a su final destnicciri. El suyo no reiiitrodiice exactamente el
gesto rom.htico. porque no le nielve las espalclas al inundo histrico:
mediatiza su transformaci6ii. Ni tampoco escoiide una idealizaciii de la
natiiraleza. Oyarzin pareciera concebir el paraso hildico como uii esta-
do iinitivo , d e fiisiii clel hombre coi1 la ilahiraieza. Despus del peca-
do , que lo rompe, ambos quedan igu lmente coiitamiiiados . La raz
del mal no reconoce pues fronteras: Carla cosa tieiie su sombra. Cada
rbol, su
peqiieia serpiente viva en el iiilerior
(1
7
de
septiembre, 1951).
Hay
que aceptarlo, dice: el mal forma parte del iiivenurio rle lo real. Pero
s en l la natiiraleza n o es un paraso hollywoorleiise, s es un paradigma:
desde su foiiclo osciiro, cruel , se evanm, en ritmos cclicos, desplegaii-
do los signos que llaman a la salvacin. al reeiicueritro del ser consigo
mismo, trazados en el vuelo de los pjjaros, las Ioriiias perfectas de flores
y rboles, las combiiiaciones felices
de
colores, los milagros de la
liiz
los
sonidos y miumitllos.
Contemplar amoi-osamente estos sigiios. penetrar en ellos hasta qiic
la ulecl~~raileiiciosa dc la mirada los samrc coiistitiiye 1111 acto espiri-
tualmente liberador: nos descarga del lastre de la temporalidad biogrfi-
ca (la del yo), nos reconcilia con el todo, nos d e~~ ie lv cin momento de
unidad y, en la medirla en que su ordcii rija la cuihira de la vida cotidiana
en los diversos grupos socialcs. nos liar eii definitiva iiiiia hiiinaiiiclad
mejor. Oyarnn n o cesa de afirmarlo. Quieii lo afinna es alpiieii coiis-
cieiite de sil propia iiicapacidad para resistir los iinpiilsos qiie lo precipi-
tan en el mero goce de los sentidos, en la proiitiscuiclad sexiial, en el
alcohol. Pero estas cadas , en
vcz de baiialirar la afirmacin, de volverla
espuria, acentian su verdad n ole iiiia dimeiisin d e dramatismo. Es
una de las tantas tensiones que recorrcii la escritura del ll nr o
y
la
entregan a un jiicgo dialctico rloiide los rlestellos dc verclad surgen
de
la friccin, del tiroiieo d e los coiitiarios.
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Oyarzri es iin escritor moderno, en l se reitera ini constante dc
todos los grandes artistas y escritores desdc el Romanticismo: la de vivir
la moderriidad como una camisa de fiiei-za. En su caso particiilar, el
conflicto adopta la forma de uiia coiitradicciii cntre dos propuestas: de
un lado la suva. es decir, la de la con ternplacin de la iiaturnleza, y del
otro la de la sociedad moderna. La segunda no slo se mueve en direc-
cin
opiiesta a la primera: l~ loquea il clesairollo
y
cii defi~iititta a hace
inviable. Porque ella es portadora de un proyecto ciiltiiral cuya realiia-
cin pasa jiistameiite por la horraclirn de la natiiraleza como texto ,
cancelando as el horizonte de trasceiideiicia a qiie nos abre sil lectura ,
y
al mismo tiempo de un provecto econmico que la condeiia cada da a
su destmcciii material. Pero a pesar dc las evirleiicias histhricas eli
contra, Oyarzn no cree inhabiliiada su propuepta. Ms an: desdc cl
paradigma de la iiaturaleza liace la crticii dc las estrategias. sofisinas
y
eslragos de la modernidad. Una crtica sienipi-e iliiminadora y niirica
suspendida a lo largo del
Dinnio
Los escei~arios uihiraies eii qiie opera
so11 mltiples
y
eritrecnizados. Me limitar a tocar alpinos aspectos de la
crtica referida
l
arte
y
la literatiira,
y
a las relacioiies enh-e los espacios
urbanos y la natiiraleza.
Oyann nos recuerda que el homhre el protozoo comparten uria
misma condiciii: soii animales. Pero l protozoo vitive en fusin con el
cosmos. y si tiiviei-a concieiicia gozark , dice, de la coritemplacin
unitiva . El Iioinhre en cambio es iiri animal degeiierado v loco qiie se
obstina en renegar de ese gozo salvador: coiistriiye rieiir6ticamente
murallas y diques para apartarse de
la
iia~iiraleza clevorai-se
a
s misino
remojado eti su propia salsa (28 de diciemhrc. 1961). Las graiides
ciudades del siglo
xx
all donde el espritu de la modcrnidacl se exhibe,
se recrea y profundiza, soii la cncariiaci~ii leliraiite de esos diques y
murallas de scparaciii. Una anotaciii hecha en Ntiew York nos deja
ver, coii asordinadas vibraciones apocalpiicas, el corte radical entre las
ciudades modernas y la iiatur-aleza: Bandadas dc aves tnigratorias se
estrellan coii Ia torre clel Eiiipire State Biiildiiig y caen muertas o agoni-
zantes en plena ciudad (28 clc septicmlire, 1970). La imagen es todo
un
emblema de la relaciti de ruphira qu expiilsa a la natiiraleza. Como
objeto de contemplacin ronfiqiradora de tina conciencia cultural, ella
est auscrite de estos espdcios urbanos. la \ida cotidiana que alojan la
gobierna uiia cultura
der-nnt~rtnliznn d,
ajena a las experiencias de la
iinidad del ser. Una cultura mercantil. tec~iiolgica,ragmentadora cle la
conciencia. n vez de absorber la soledad y la violeiicia, las iiiduce
exacerba. Hasta el vicio
y
la miseria resiiltati ins rlesamparados dentro
del paisaje urbaiistico. El rascacielos, qiie domiiia ese paisaje, supera al
rbol en altura, en moniiineiitalidad, pero carece de su aura humatiitaria:
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Un borracho al pie de un rascacielos est peor que al pie d e un rbol. i
rbol siempre tiene algo de misericordioso" (9 clc marzo, 1968).
El juicio critico de Oyarziin sobre la literatura el arte c s ~ etermiiia-
do por u11 concepto d e obra d e crcaci011, segiii el cual esta sena "hila
tentativa para imponer un orclen al sii'rirniento metafisico del hornbre"
(7de agosto, 1959).Se trata de un orderi
espiritual,
aascenclente, sintiii-
mo
para l
d e "belleza". Pardelo, y semejaiitr en
n fi~~iciri
iberadora,
a
aquel otro orden al qiie se accede a trav6s de la contemplaciri de la
naturaleza. Aun ciiando en el
Dini-in
se comenta ti11 vastsirno coi juiiio
de producciones literarias
y
artsticas de \%riada procedericia (europea,
norteamericana, latinoamericana, chileiia, o de culturas pi-emoderilas),
quiero circunscribirme al juicio sobre dos poetas chilenos: Gal>rieIa
Mistrd
y
Pablo Neruda. Estos nombres regwsaii con regiilaridad a las
anotaciones del
Diario
Y con razri: el concepto de obra de creacin cle
yarzn
encuentra en la .Wstral una racificaciii,
y
en Neriida, una
provocacin.
on
la poesa cle la Mistral Oyai-zui esmlilcce desde el comieiizo una
identificacibri esencial. Porque ella "no cici-ra cl iniindo". No lo cierra
alrededor de nipura materialidacl, o dcl sufriinie~ito metaTsico" qiie lo
habita. Por el contrario, "transfigura las visioiics de la tierra eii exaltaciii
ultraterrena"
(15
dejunio,
1939).
Es dccir: abre el mundo hacia ordeii
trascendente
y,
al abrirlo, lo rediine. Bashra con invertir
el
sentido de
las afirmacioiies anteriores para teiiei- la lcctura que @al-nn Iiace de
Neruda. Su poesa cierra el mundo, no lo abre
ningn
ordcii trasceii-
dente,
y
cuando lo abre, lo hace cn una clirccciii qu e l considera uiio
de 10s sofisma5 de la moclernidad: la de la revoluci611social. Su lectiira cle
Nenida cs ambivalente, o ambipia. No piiedc llegarle el taleiito potico.
Pero el marco de pensamiento desde cloiide lee, lo lleva
a
rechazar eii l
la dimensin ideolgica como error: la revoluciii
no
supriine, dice.
la enfermedad, el dolor,
la
miicrte. Eii cste piiilto Oywziii revela una
afinidad con Nicanor Parra. Ambos pi-oiagotiizaii cii la litcratcira chilena
el mismo gesto generacional: la crtica dci las ideo lo~ias omo tisioncs
distorsionantes.
Y
la posici.n de Parra freri te a la pr>esa
y
la pewoiia
de
Neruda no es menos ambigua que la de Oy an l~ i- ~.
ziVacemi
libro
hnt~mnrirnul npi h51.li~irn.
rirrrr. Snnriago. Erlitorial tTni\.ersitnrinn,
1991
(2 ed.
1993 .
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