Didier Eribon - Identidades - Reflexiones sobre la cuestión gay

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Pro l ogo

La identidad es un proceso subjetivo y emocional que permite a las personas y a los grupos ubicarse en el mun­do. La identidad ofrece seguridad a las personas. Gracias a la identidad las personas creen saber quienes son, de d6nde vienen y haria d6nde, quizas, se dirigen. AI ser subjetiva, toda identidad es plural : las identidades de­penden del punto de vista de quienes la sienten. Ahora bien : existen identidades subalternas e identidades hege­m6nicas. Eso implica que no todos los grupos sociales y que no todas las personas tienen igual capacidad para crear la identidad. Crear la identidad permite orientar la vida de las personas y de los grupos. Las y los homose­xuales, hasta hace poco, carecian de ese poder. Es un de­recho que conquistan desde los afios sesenta. Las identi­dades gay y lesbiana son el resultado de esa victoria.

Las identidades gays y lesbianas son estrategias de defensa disefiadas por las personas homosexuales para protegerse de la sociedad que les agrede. Las identidades gays definen espacios sociales y simb6licos para relacio ­narse y son una guia para el desarrollo personal. Nuestra sociedad persigue la homosexualidad. La represi6n es barbara o sutil, pero persiste (este l ibro lo muestra). Y las identidades gays son una respuesta imprescindible. Una respuesta que, pese a todo, deberia saberse provisional y transitoria. Una respuesta que, especialmente, deberia sa­berse plural. Sin embargo, el pensamiento unico tambien existe en el universo gay. Pese a que las identidades gays son tan plurales y diversas como los estilos de vida que a

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elias estan asociadas, existe un poderoso mercado gay en el sector servicios que tiende a imponer iconos de consu­mo que se transforman en referentes simpl istas, unifor­madores y nada reflexivos.

Las identidades gays nacen con el activismo politico, pero han sido reinventadas por el mercado y transforma­das en un bien de consumo. Hoy por hoy, Ia identidad gay hegemonica es un producto. Hay quienes compran y hay quienes venden cierta forma de identidad gay. Es una identidad mitica, i rreal, de video-clip. Es una identidad gay pobre en matices, conservadora y excluyente, pero vende bien. Se trata de vender mitos que Ia gente esta dispuesta a comprar: el mito de Ia juventud, el de Ia be­lleza, el de Ia distincion. El mercado gay (y en especial Ia prensa gay) se centran en un unico modelo homosexual, aunque, en realidad, existen centenares de modelos. De esta constatacion parte el libro de Didier Eribon cuando insiste, una y otra vez, en Ia diversidad de las identidades gays y en Ia pluralidad de formas de sentirse homosexual.

Bajo Ia forma de articulos breves y entrevistas, el texto repasa Ia mayoria de los temas que las personas homosexuales vienen debatiendo en Francia durante los ultimos aflos : el sentido de las uniones civiles y de las parej as de hecho ; Ia exigencia de correccion formal que se impone a los gays como precio de Ia aceptacion so­cial ; Ia existencia o no de una comunidad gay de l imites definidos ; Ia pertinencia de departamentos universitarios de estudios gays y lesbianos ; y, especialmente, Ia necesi­dad de seguir denunciando Ia homofobia y Ia violencia contra gays y lesbianas. Todos estos temas, se inscriben y son debatidos en una doble tradicion intelectual : Ia im­portada (bajo Ia forma anglosajona de Gays and Lesbian Studies) , y Ia autoctona (que hebe de una tradicion repu­blicana que no distingue a sus ciudadanos cuando lo son).

Si, como escribe el autor, Sodoma exige e/ derecho de ciudada nia es porque ese derecho aun no ha sido conquistado. Por eso el autor reflexiona sobre las condi­ciones sociales er; las que se basa Ia discriminacion anti­homosexual y Ia homofobia. Una discriminacion cada

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vez mas sutil, pero no por ello menos eficiente. A lo lar­go del l ibro se encuentran ejemplos que ilustran bien es­tos procesos. Y es que se to lera a homosexuales y les­bianas siempre y cuando sean discretos. Probablemente la peor consecuencia sea que algunos homosexuales y algunas lesbianas estan dispuestos a reproducir el mo­delo normativo con el fin de obtener respeto social . El precio implica esconder, entre otros, a los chaperos, a las locas y a las camioneras. El precio es formar pareja es­table (o mejor aun : casarse y tener hijos), olvidar el sa­domasoquismo, y jamas (jjamas!) hablar de relaciones intergeneracionales. De este modo triunfa una sofistica­da tecnologia de control social que pretende difundir el modelo heteronormativo entre los y las disidentes.

El analisis de D idier Eribon parte de la tradici6n an­glosajona, en la que existen departamentos universita­rios especificamente dedicados a investigar la cuesti6n homosexual. Sin embargo, antes de su propuesta (for­mulada en el marco del Coloquio sobre Culturas Gays y Lesbianas celebrado en Paris en 1997) ya existian en Francia micleos universitarios dedicados a investigar la homosexualidad.1 De igual modo, antes del primer en­cuentro universitario gay-lesbiano (organizado por Bu­xan-Bran en Vigo en 1995) ya se venian realizando en Espana investigaciones que hoy en dia serian denomi­nadas queer. Y es que tanto en Espana como en Francia los estudios gays y lesbianos no nacen en el vacio, sino que se inscriben en una tradici6n mas amplia que les ha precedido, formada por decenas de cientificos sociales e historiadores que en ambos paises l levaron a cabo un trabaj o te6rico previa de denuncia del heterocentrismo social y sexual. 2

1. Es el caso del Groupe de Recherches et Etudes sur Homosexua­lite, fundado por Michael Pollak en los ochenta y desarrollado por Rom­mel Mendes-Leite, y del Equipe Simone-SAGESSE, liderado por Daniel Welzer-Lang en Toulouse y que adopta una postura profeminista.

2. A este respecto, hay que seiialar los trabajos desarrollados en el marco del Master en Sexualidad Humana de Ia UNED, el Departa­mento de Sociologia de Ia Universidad de Barcelona y el Departamento de Antropologia Social de Ia Universidad de Tarragona.

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Libros como este son libros necesarios. Cuando los filosofos gays se dedican a !oar las virtudes del gueto y cuando los grupos radicales se querel lan contra cual­quiera que se atreve a pensar diferente, resulta agrade­cido leer discursos que suscitan el debate y Ia reflexion. Resulta uti ! y clarificador que Didier Eribon defina las personas homosexuales como gentes que pueden ser in­sultadas en cualquier momento. Incluso antes de tener conciencia de homosexualidad. De este modo, Ia homo­fobia se inscribe en Ia base misma de nuestro orden so­cial . Son las injurias heterocentristas las que siguen ge­nerando desigualdad social y dolor. La virtud de este l ibro es que plantea de forma clara y accesible cual es Ia real idad gay actual. Aunque esta escrito por un intelec­tual galo con formacion anglosajona, sus contenidos y analisis son directamente extrapolables al caso espaii.ol . Es un libro para disfrutarlo despacio y para reflexionar.

OSCAR GUASCH Barcelona, mayo de 2000

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l n trod u cci6n

En abril de 1999, al termino de un programa de radio al que habia sido invitado para hablar de mis Reflexions sur Ia question gay, que acababan de aparecer, se me pregunto si era posible leer el l ibro como una autobio­grafia. La pregunta era muy pertinente. Es evidente que no se escribe una obra asi sin poner mucho de uno mis­mo, sin bucear en lo mas profundo de Ia memoria y Ia experiencia personal, en Ia historia de las cosas vividas, vistas y oidas desde Ia adolescencia. Por otra parte, para poner de manifiesto este caracter autobiografico, bastaria citar, como lo hizo el presentador del programa, los titulos de varios capitulos : «El choque de Ia injuria», «La huida hacia Ia ciudad», «Sexualidad y profesiones», «La amistad como modo de vida», etc. Pero, respondi entonces, tam­bien habria que insistir en el hecho de que no se trata de una autobiografia personal, sino mas bien, para recupe­rar un titulo de Gertrude Stein, de una cautobiografia de todo el mundo», o , en todo caso, Ia de un gran numero de personas que han atravesado las mismas experien­cias. Una autobiografia de grupo, del mismo modo que hay fotos de grupo. Sin duda, esto es lo que explica que tantos lectores y lectoras (aunque yo haya hablado poco de mujeres, no habria mas que extrapolar . . . ) se hayan reconocido en los analisis que propuse.

En efecto, recibi tal numero de cartas (y continuo recibiendolas cada dia, varios meses despues de Ia apa­ricion del l ibro) que incluso me pregunte si no seria util reunirlas en un volumen. Hubiera sido, creo, un extra-

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ordinaria documento sobre Ia situacion de Ia homose­xualidad en Ia Francia de hoy. Pero en seguida conside­re que era imposible, en Ia medida en que Ia correspon­dencia no estaba destinada a hacerse publica y que, incluso suprimiendo toda posibilidad de identificacion, hubiera tenido Ia impresion de traicionar Ia confianza de los que se habian dirigido a mi. Asi pues, renuncie a tan efimero proyecto. Sin embargo, no puedo deshacer­me de un cierto sentimiento de pesadumbre por no haber hecho nada con estos relatos de vidas y remordimientos por no haber respondido a quienes me los habian con­fiado (porque no tenia tiempo, pero, tambien, a menudo, porque no sabia que decir a quienes me contaban lo que habia sido su sufrimiento y era hoy su rebeldia) . Pero estas cartas calidas, emocionantes, a veces turbadoras, enviadas por hombres y mujeres de todas las edades, y cuyos autores me decian casi todos que hubieran nece­sitado antes un l ibro como el mio en su vida, me per­suadieron de que, como habia presentido, pero tambien habia deseado, el trabajo que me habia ocupado duran­te cuatro ailos no solo era una contribucion a un debate intelectual y teorico que se desarrol la a escala interna­cional, sino tambien una intervencion pol itica que podia servir de punto de apoyo a numerosos gays y lesbianas para reapropiarse de su vida y reformular su identidad personal .

Con el fin de responder a mis corresponsales y con­tinuar el dialogo con ellos, me parecio uti! publicar un libro mas corto y quiza mas directamente pol itico. Esta es Ia razon por Ia que emprendi Ia recopilacion de algu­nos textos aparecidos en periodicos o pronunciados en coloquios y que tratan todos, de una u otra manera, de Ia «cuestion gay» : entrevistas comentando Rejlexions sur Ia question gay, tomas de posicion pol itica en Ia ba­tal la por el reconocimiento legal de las parej as del mis­mo sexo, analisis de Ia homofobia y del discurso homo­fobo, reseilas de obras . . .

De hecho, durante los cuatro ailos en que concebi y escribi Rejlexions sur Ia question gay, mi trabaj o estuvo

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condicionado -ralentizado, pero tambien ayudado- por una serie de intervenciones puntuales en los ambitos del compromiso pol itico y Ia reflexion intelectual (articulos sobre temas diversos, pero tambien intervenciones en coloquios, como el organizado por Ia asociacion Aides sobre «<a homofobia» , o preparacion de encuentros, como el del Baubourg sobre los «estudios gays y lesbia­nos», en junio de 1997, que tuvo tanta repercusion, o el de Ia Escuela Universitaria de Formacion del Profesora­do, en junio de 1998, titulado «Politic as sexuales y mo­vimientos sociales») . Sin duda, mi libro no existiria si yo no hubiera estado implicado en este esfuerzo -a menu­do colectivo- de formulacion de un discurso sobre los diferentes aspectos de lo que son hoy los gays y las les­bianas en Ia sociedad.

Los fragmentos que reuno aqui de un discurso ho­mosexual o sobre Ia homosexualidad se inscriben en Ia logica que ya animaba mi l ibro ; a saber, que es necesa­rio escapar al estatus de objeto de Ia mirada y Ia palabra de los otros, que ha sido durante tanto tiempo asignado a los homosexuales, y constituirse, en tanto que homo­sexuales, en sujetos de Ia propia palabra y Ia propia mi­rada. Lo que significa, no solo que hay que rechazar las problematicas impuestas por los detentadores del orden establecido y Ia cultura dominante, sino tambien que hay que producir, con Ia articulacion de Ia reflexion teo­rica y Ia intervencion pol itica, problematicas nuevas elaboradas en un gesto de resistencia a Ia violencia dis­cursiva que se ejerce en los ambitos social , intelectual y mediatico respecto a los grupos minoritarios, a los que Hannah Arendt con pertinencia denomino los cgrupos difamados».

Hubiera podido, a partir del mismo lapso temporal (del otofio de 1995 al otofio de 1999) reconstruir de otra manera Ia trayectoria de mis intervenciones, reuniendo, por ejemplo, los articulos aparecidos en revistas eruditas (como el que escribi en 1996 para el International Jour-

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nal of Contemporary Sociology, «Bourdieu y Foucault y Ia cuesti6n de Ia identidad sexual») , o pronunciados en coloquios o seminarios universitarios (que van de una comunicaci6n sobre «La Republica en el espejo de sus minorias», durante el coloquio Same Sex/Differents Texts, en Yale, en noviembre de 1995, a Ia conferencia que pronuncie en el coloquio internacional sobre Nietzsche, en Weimar, en noviembre de 1999, y en Ia que evoque «Lo que Nietzsche hizo a Gide y a Foucault», pasando por Ia conferencia inaugural, en mayo de 1998, sobre el tema de «La norma y Ia resistencia», de Ia catedra Mi­chel Foucault, creada por Ia universidad metropolitana de Mexico, o incluso Ia ponencia presentada en julio de 1999 en el Berkeley Summer Research Seminar, «Nuevas sociabil idades, nuevas subjetividades» . . . ). Todos estos textos, mediante algunos arreglos y reinscritos en una perspectiva de conjunto, hubieran podido, en efecto, constituir un conjunto coherente de consideraciones sa­bre Ia necesidad de repensar Ia pol itica a partir de los movimientos que se han producido en Ia sociedad desde hace una treintena de aiios. Pero muchas veces eran de­masiado largos, de factura mas universitaria, y queria atenerme al proyecto de reunir intervenciones breves, incisivas y, en todo caso, facilmente accesibles a un am­plio publico, con el prop6sito de conservar en el debate sobre los desafios vinculados a Ia homosexualidad un vigor politico y polemico.

Asi pues, he elegido algunos textos bastante cortos. Se que no he evitado totalmente las redundancias. Hu­biera tenido que recortar casi todos los textos con el riesgo de perder su propia coherencia. Espero que el lec­tor no me lo reproche. Sin embargo, he aportado algu­nas modificaciones a las versiones publicadas : supri­miendo aqui o alia algunas Iineas cuando era posible evitar una repetici6n sin alterar Ia continuidad de un ra­zonamiento o, mas a menudo, restableciendo algunas frases que habia sido preciso cortar para responder a las l imitaciones de espacio o tiempo, o incluso aiiadiendo

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algunas notas o parrafos (seii.alados entre corchetes) para aportar las precisiones que me han parecido nece­sarias en la relectura.

Aunque algunos de estos textos pudieran parecer anticuados, en mi opinion guardan la marca viva de la actualidad que los ha producido. Y el conjunto que for­man, con intervenciones mas recientes, esboza el paisa­je de las batallas presentes y las movilizaciones futuras -combates gracias a los cuales los gays y las lesbianas, comprometidos en una politica de la igualdad y la dife­rencia, conseguiran nuevos derechos y elaboraran ellos mismos libre, individual y colectivamente, sus nuevos papeles de identidad.

27 de noviembre de 1999

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Primera parte

Po litica s d e Ia h o m osexu a l i d ad

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Ca p itu l o 1

Do n d e se h a b l a d e l CUS ...

Entrevista realizada por Robin Campillo y Denis Gouin, apare­

cida en 3 Keller, el peri6dico del Centro Gay y Lesbiano de Pa­

ris, n.o 23, junio de 1996. Trata sobre la tribuna libre firmada

por varios intelectuales y publicada en Le Monde, el 1 de mar­

zo de 1996, bajo el titulo «Para un reconocimiento legal de la

parej a homosexual», que habia tenido una gran repercusi6n.

En esa epoca, el partido socialista estaba en la oposici6n y Lio­

nel Jospin era el secretario nacional. Habia sido candidato so­

cialista a las elecciones presidenciales de las que habia resul­

tado la victoria de Jacques Chirac, en 1995. Y lo que hoy se

llama el PACS (Pacto Civil de Solidaridad) se llamaba entonces

el CUS (Contrato de Union Social) y ya suscitaba reacciones de

una asombrosa violencia.

De us ted fue la iniciativa del texto aparecido en Le Mon­de el 1 de marzo ultimo [1996], titulado «Para un reco­nocimiento legal de la pareja homosexual», con las fir­mas de Pierre Bourdieu, Jacques Derrida, Michelle Perrot, Paul Veyne y Pierre Vidal-Naquet. i C6mo tuvo la

idea de escribir este texto ?

Estaba sorprendido por Ia ausencia de reacciones, en todo caso de reacciones publicas, de las asociaciones gays y lesbianas tras las declaraciones de Jacques Tou­bon en el Congreso en noviembre de 1995. En respuesta a una pregunta del diputado Jean-Pierre Michel, habia

respondido : «Lo digo claramente, no se trata de crear el Contrato de Union Social . . . El orden publico se opone a ello». Y habia aii.adido : «AI contrario, hay que procurar

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que en este pais haya mas matrimonios, haya mas naci­mientos, para que Francia sea mas fuerte . . . » . Que un mi­nistro pueda decir estas cosas me parecia insoportable . Pero que pueda hacerlo sin provocar una tempestad de protestas me parecia aun mas sorprendente. Cuando ex­prese mi asombro ante algunos militantes, me dij eron que se preparaba un comunicado. Ires meses mas tarde, no se habia publicado nada. Asi es que pense que habia que hacer algo.

Entonces ocurrio el caso de los dos chicos de Saint­Etienne y sus conflictos con el ej ercito y el Ministerio de Defensa [Vivian en parej a y uno de los dos habia contraido el sida. El otro habia pedido un aplazamiento a su incorporacion en tanto que «sosten familiar» , lo que le habia sido denegado] . Este ejemplo era particu­larmente significativo de lo que es Ia discriminacion concreta que se ej erce cotidianamente contra los homo­sexuales. Lo encontre indignante, repugnante, aunque sabia perfectamente que se trataba de un ejemplo entre tantos otros. Fue lo que decidio mi intervencion. Tam­bien coincidio con que Pierre Bourdieu acababa de re­cibir una carta de un empleado de Air France, que le contaba que el y su compafiero no podian beneficiarse de los derechos concedidos por Ia compafiia a las pare­jas heterosexuales, casadas o viviendo en concubinato . Y como Pierre Bourdieu me habia telefoneado para pre­guntarme lo que, en mi opinion, se podria hacer, deci­dimos publicar un texto que partiria de estas realidades concretas de Ia discriminacion para pedir que por fin se tomase en consideracion por los partidos pol iticos Ia cuestion del reconocimiento juridico de las parejas del mismo sexo. Redacte el texto y Pierre Bourdieu lo firmo inmediatamente. Pedi entonces a otras personas que sa­bia que eran sensibles a estos problemas que tambien lo firmaran para darle una base mas amplia y una mayor repercusion.

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Es el partido socialista al que se interpela en el articulo . . .

S i , claro. Una d e las personas mas contundentemente interpeladas es Lionel Jospin. Por una simple razon : los seis firmantes del texto son conocidos por ser personas de izquierda. Y algunos habian apoyado la candidatura de Jospin. Es natural , en consecuencia, que se sintieran con derecho a plantear preguntas a alguien a quien ha­bian apoyado. Hay que acabar con la idea de que los

partidos pol iticos nos piden que les votemos y apoye­mos cuando tienen necesidad de nosotros, y luego nos pidan que nos callemos cuando han pasado las eleccio­nes. El partido socialista esta en la oposicion, y debemos preguntarle que p iensa hacer si vuelve al poder.

Por otra parte, parecia dificil dirigirse a la derecha, que habia desestimado este debate.

Si , nuestro texto atacaba muy duramente a Jacques Toubon porque ya habia dado su respuesta, que era cla­ra y taj ante : no. Lo cual, por otra parte, no es sorpren­dente tratandose de la derecha. Asi pues, nuestro articu­lo tenia dos objetivos : protestar contra la respuesta de Toubon y su discurso impregnado de homofobia, y pedir al partido social ista que diese respuesta a su vez. Par­que, a pesar de todo, no es posible, incluso es impensa­ble, que un partido como ese continue refugiandose en un prudente silencio ante tales cuestiones.

;.Ha habido reacciones del partido socialista ?

No, ninguno de los firmantes ha recibido respuesta. Per­sonas que conozco en el partido socialista me han dicho que Jospin estaba muy herido por haber sido acusado personalmente por intelectuales tan prestigiosos como Pierre Bourdieu, Jacques Derrida o Pierre Vidal-Na­quet . . . Las cos as son asi : si no qui ere que se le cuestio­ne, no t iene mas que dar respuestas claras. Pero, y esto es mas importante, me han dicho que el partido socialis-

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ta, notanda que la presion iba en aumento ha decidido crear una comision que debe exponer sus conclusiones proximamente. Y no es imposible que el partido socia­l ista haga conocer su opinion respecto al CUS (que no se ve como podria ser desfavorable) antes de la Gay Pride, dentro de unas semanas.

Y a partir de este texto publicado en Le Monde es cuan­do usted tuvo Ia idea de lanzar e l «Manijiesto para el re­conocimiento de Ia pareja homosexual» que fue publica­do en Le Nouvel Observateur del 9 de mayo [1996] con 234 .firmas.

Si , despues de la aparicion del articulo de Le Monde va­rias personas me preguntaron que continuidad iba a dar a esta intervencion y tuve la idea de prolongarla bajo la forma de un texto mas corto que pediria al gobierno frances el respeto a la recomendacion votada por el Par­lamento europeo en la que se exhortaba a los estados miembros a otorgar a las parejas homosexuales los mis­mos derechos que a las heterosexuales. Y, naturalmente, se trataba tambien de exigir a los partidos politicos de la oposicion que se comprometiesen a respetarla si volvian al poder. Y empece a solicitar firmas. Fue una experien­cia interesante. Algunas negativas me sorprendieron, como la de la dibuj ante Claire Bretecher, o , mas sor­prendente aun, la del sociologo Robert C astel , que fue en tiempos un verdadero progresista, prologando en los aftos sesenta Raz6n y revoluci6n de Marcuse, antes de trabajar en los setenta con Foucault y denunciar lo que l lamaba tan justamente el psicoanalismo, y que hoy se dedica a preocuparse por defender «el orden simbolico» contra l as reivindicaciones homosexuales . . . Es triste, l,no?, ver a antiguos intelectuales radicales reconverti­dos a l a preservacion del sta tu quo y al miedo al cam­bia . . . Esto permite, por otra parte, constatar una vez mas basta que extrema la relacion respecto a Ia homosexua­lidad es uno de los puntos sensibles en los que se puede juzgar Ia real idad de Ia amplitud de espiritu y de com-

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promiso progresista de los intelectuales. Es un poco como un test de Rorschach : dices «homosexualidad» y observas las reacciones . . . y muchas veces no son agra­dables de ver. Pero tengo que decir tambil�n que muchos intelectuales y artistas, la mayoria de los que se lo soli­cite, firmaron en seguida, con la convicci6n de que se trataba de un combate importante. Los lectores pueden remitirse al Nouvel Observateur del 9 de mayo para ver la l ista de firmantes, por otra parte incompleta, ya que despues de Ia publicaci6n llegaron nuevas firmas (la de la cineasta Claire Denis, por ejemplo) .

El texto de este manifiesto sobrepasa la simple cuesti6n

del reconocimiento juridico de la pareja y se dirige a l gobierno y a los partidos politicos para que se compro­metan a defender a los homosexuales contra la discrimi­naci6n en Francia y tambien en el extranjero.

La cuesti6n de la parej a es muy importante. En primer Iugar, porque este reconocimiento juridico permitiria re­solver situaciones dramaticas como la de ese chico a quien el juzgado de instrucci6n del distrito XI acaba de negarle el derecho a recuperar el piso de alquiler de su compafiero -muerto de sida-, aunque vivian juntos des­de hace ocho afios. Pero es importante tambien simb6li­camente, porque es una batalla por la igualdad de dere­chos y, sobre todo, por el derecho de los homosexuales a vivir libremente, como quieran. Una vez dicho esto, hay que sefialar que esta batalla alrededor de la cuesti6n de la pareja no es mas que un aspecto de la lucha contra las discriminaciones. Por eso hay que pedir al gobierno y a los partidos politicos que se comprometan a defender los derechos de los homosexuales de una manera mas gene­ral. Es importante para Francia, daro, pero es importan­te sobre todo para algunos paises en donde la situaci6n de los homosexuales es mucho mas dificil .

Por ejemplo, hay un cierto mimero de paises que quieren adherirse a Ia Union Europea y en los que la si­tuaci6n de los homosexuales no es digna de un estado

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democratico. Asi pues, tenemos que pedir que Ia adop­cion de leyes antidiscriminatorias sea uno de los crite­rios para que Ia adhesion sea aceptada.

Oh, no me hago ilusiones. No sera una peticion, aun firmada por tantos nombres ilustres Ia que vaya, sola, a cambiar las cosas. Es una p ieza en un conjunto de accio­nes que sean l levadas a cabo, aqui y alia, por personas diferentes y cada una con sus metodos particulares. La acumulacion de estas acciones sera Ia que haga evolu­cionar las cosas. Pero tambien estoy persuadido de que las cosas cambian en Ia sociedad y que las batallas se ga­nan en el nivel cultural e intelectual antes de que los po­liticos se preocupen y e l derecho acabe por seguirles.

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Ca p itu l o 2

U n a cu l t u ra d e I a res i ste nci a

Entrevista realizada por Eric Lamien y publicada en el mensual

gay y lesbiano Ex-aequo en noviembre de 1996 (era el mime­

ro de lanzamiento de este mensual, hoy desaparecido despues

de tres aftos de existencia) . Se trataba de un dossier titulado

«i.Orgullosos de que? ;.Orgullosos por que?», en el que varios

escritores e intelectuales eran invitados a decir lo que signifi­

caban para ellos las nociones de pride y de «orgullo».

lEstoy orgulloso de ser gay? Si, por supuesto . Pero para mi, hablar de «orgullo» quiere decir sencill amente que, desde hace mucho tiempo y en Ia medida de lo posible, he lanzado por Ia borda Ia vergiienza y el desprecio de uno mismo que todas las fuerzas de Ia sociedad hacen entrar en Ia cabeza de los gays y lesbianas desde su ju­ventud y de los cuales muchas veces es tan dificil de­sembarazarse. No es facil , ni siquiera hoy, para un joven gay o una joven lesbiana (para los menos jovenes tam­poco, por otra parte) asumir su homosexualidad, cesar de esconderla para poder vivirla serena y alegremente. Asumir Ia homosexualidad es siempre una eleccion, una decision. Y esta decision compromete toda Ia existencia de un individuo : su relacion con Ia familia, con los ami­gos, con el medio profesional . . . Es comprensible, por lo tanto, Ia razon por Ia cual reviste siempre un caracter de prodamacion (e l «orgullo») : se trata del derecho de rei­vindicar el derecho a ser lo que se es. Ahora bien, este derecho no se nos da. No existe mas que si se le adquie­re. No olvidemos, ya que esta idea de «orgullo» es una

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traduccion de Ia palabra pride, que uno de los significa­dos de pride es justamente el de «amor propio», en el sentido de «autoestima» («self esteem»). Es decir, en el fon­do, I a reconcil iacion de un individuo consigo mismo. Escapar a Ia obligacion de Ia doble vida y a los des­garramientos de Ia conciencia que son el destino de los homosexuales que no pueden vivir su homosexualidad mas que disimulandola. Tambien se podria traducir pri­de por «autoafirmacion», «visibilidad» o incluso «salida del armario» .

Todo esto nos remite a las recientes consignas de los movimientos gays y lesb ianos que proclaman Ia necesi­dad de una «visib ilidad homosexual» . Es evidente que las «salidas del armario» individuales se favorecen mu­cho con Ia existencia de una visibilidad colectiva. Aho­ra bien, I a palabra pride es justamente alrededor de Ia que se ha formado, a escala internacional, esta visibili­dad. A este nivel, ha probado suficientemente su efica­cia para que se eviten controversias teologicas sobre Ia cuestion de saber si fue bien o mal escogida. Lo que im­porta es lo que ha hecho posible. Su fecundidad estrate­gica y politica.

Basta con hacer una comparacion y una evocacion historica para convencerse. Naturalmente, es posible cri­ticar el eslogan del movimiento negro americano en los aflos sesenta, «Black is beatiful» , argumentando que si se lucha contra el racismo, hay que pensar, IOgicamente, que «negro» es ni mas ni menos hermoso que «blanco». Pero se trata de un punto de vista muy ingenuo, ya que ignora Ia funcion de movilizacion que cumple el eslo­gan, dado que, historicamente, lo «negro» fue devalua­do, infravalorado y basta injuriado. Un movimiento que trata de movilizar a un grupo minoritario expuesto a! ostracismo se constituye siempre a partir de Ia procla­macion por parte de los individuos infravalorados de que estan orgullosos de ser lo que son. Es lo que se pue­de llamar una inversion del «estigma», para retomar Ia expresion del sociologo Erving Goffman, es decir, Ia va­loracion de lo que basta ese momento ha sido desprecia-

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do, estigmatizado. Asi pues, no es sorprendente que el movimiento gay y lesbiano, en el momenta de su emer­gencia en Estados Unidos a finales de los sesenta, se haya inspirado explicitamente en las formas de acci6n y de expresi6n del movimiento negro. Su primer eslogan fue «Gay is good», lo que era la prefiguraci6n de la Gay

Pride. Pero aun hay que afiadir una nota : el movimiento

gay y lesb iano de los afios sesenta era el heredero de una cultura homosexual que se habia creado a lo largo del siglo resistiendo a la represi6n, a las normas, a la «normalidad», b ien fuera en la l iteratura y el teatro o sencillamente en la creaci6n y el mantenimiento de es­pacios de sociabilidad y solidaridad (bares, lugares de encuentro, asociaciones, etc . ) . E l gran l ibra de George Chauncey, Gay New York, ha reivindicado recientemen­te los estratos ocultos de esta larga historia, de esta tra­dici6n de invenci6n de uno mismo y de resistencia. AI afirmar alto y fuerte que estamos «orgullosos», hacemos vivir esta herencia, la reiventamos cada dia. Decimos a todos los que querrian reducir al silencio al movimiento gay y lesbiano, y borrar de la geografia de las ciudades las manifestaciones visibles de esta cultura a la que de­bemos tanto, que no nos hanin «volver al armaria» .

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Ca p itu l o 3

Co m o e l m ovi m i e n to fe m i n i sta, el m ov i m i e n to h o m osexu a l h ace esta l l a r Ia po l ft ica t ra d ic i o n a l

Entrevista realizada por Patricia Briel y publicada en Le Temps

de Ginebra, el 4 de julio de 1998, con ocasion de la Lesbian

and Gay Pride de la Suiza de lengua francesa que se celebraba

en Lausana.

;_Para que sirve hoy una Gay Pride ?

Creo que la expresion lo dice claramente -aunque yo diria mejor Lesbian and Gay Pride-; es un momenta en el que los homosexuales afirman su «orgullo». Es decir, sencilla­mente el derecho de ser lo que son sin tener que esconder­se. La gente que viene a esta manifestacion ha estado casi toda obligada, durante una buena parte de su vida, a disi­mular su sexualidad y a vivir en la vergiienza. Hasta que un buen dia han dicho basta. Es un momenta de libera­cion personal. Pero ese gesto es muy dificil de realizar in­dividualmente. Es la visibilidad colectiva la que lo hace posible. De ahi la importancia de esta jornada anual de manifestacion y de afirmacion de si mismos, que es una especie de puesta en escena simbOlica de esta visibilidad.

Se habla mucho de visibilidad homosexual desde hace algunos aflos. ;.Como los homosexuales se han hecho vi­sibles tan rcipidamente?

No se si se puede decir que ha sido nipidamente. Habria que repasar la historia de todo el siglo : bubo momentos de gran visibilidad durante los afios veinte y treinta en

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Paris o Berlin, por ejemplo. Quiza conozca usted Ia cele­bre serie de fotos tomadas por Brassai sobre el «Paris se­creta» de los aflos treinta y en Ia que se ven los bailes homosexuales. Habia tambien una muy intensa vida gay y lesbiana en Berlin, muy intensa y conocida por todos, desde principios de siglo . Los diarios hablaban de ella. E incluso habia en Alemania desde finales del siglo XIX

un movimiento homosexual muy importante que lucha­ba por Ia descriminalizacion de Ia homosexualidad.

Pero todo eso fue aniquilado por el nazismo y Ia guerra. En Ia posguerra bubo tentativas para reemprender el combate contra las leyes represivas, pero no fue basta 1968 y, sobre todo, a principios de los aflos setenta cuan­do un discurso y una presencia homosexual pudieron re­aparecer verdaderamente en Ia escena publica. Eso duro una decada, basta comienzos de los ochenta, cuando Ia tragedia del sida transformo completamente Ia situacion politica y cultural. Pero los gays se movilizaron muy de­prisa contra el sida y, en el curso de esta movilizacion, progresaron en un cierto ntimero de reivindicaciones, como, por ejemplo, el reconocimiento juridico de las pa­rejas del mismo sexo. Y todos estos combates (y tambien Ia violencia de las reacciones hostiles) han contribuido a hacer emerger de nuevo lo que se llama Ia «visibilidad» .

La Gay Pride da muy a menudo la impresi6n de no ser mas que una fiesta hedonista sin contenido politico real.

No creo que se pueda oponer Ia «fiesta» a Ia «politica». AI contrario, creo que Ia movilizacion gay y lesbiana ha hecho estal lar Ia definicion tradicional de Ia pol itica, como lo hizo antes el movimiento feminista. Cuando millares de personas vienen a celebrar una fiesta para afirmar simplemente que tienen el derecho a ser Io que son, es eminentemente politica. El primer mensaje de Ia Lesbian and Gay Pride es muy simple: existimos. Y a partir de el , se incorporan otros mensaj es : luchamos contra las discriminaciones de las que somos objeto, queremos Ia igualdad juridica, etc. Todo eso es muy po-

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Jitico . En tal caso, mucho mas politico que las disputas

internas entre los partidos de las que nos hablan todos

los dias los periodicos y la television.

En su opinion, l los gays y las lesbianas se benefician de

un trato de favor en los medias de comunicaci6n con respecto a o tras minorias ?

N o creo que haya u n trato d e favor. i N ada mas lejos ! Sen­cillamente, su movilizacion ha sido mas importante. Sin embargo, querria hacer dos precisiones : la primera, que siempre se puede reprochar a una movilizacion que no vaya a resolver todos los problemas de la sociedad, y siempre se puede decir que hay problemas mas importan­tes (es ya lo que se objetaba a las feministas en los aiios cincuenta y sesenta) . Pero eso no impide que la moviliza­cion sea legitima e incluso necesaria. Por otra parte, quie­ro recordar que los gays y las lesbianas que se moviliza­ban contra el sida, luchaban por todos los enfermos sin excepcion, y especialmente por los que pertenecian a mi­norias marginadas : inmigrantes en situacion precaria, to­xicomanos, prostitutas ... lQuien mas lo ha hecho?

l Que piensa de la manera en que los medias de comuni­caci6n hablan de la Gay Pride ?

Solo puedo hablar del caso de Francia . . . Han hablado durante mucho tiempo expresando profundas reservas, cuando no una hostilidad declarada. En los periodicos franceses se han podido leer articulos absurdos o extra­vagantes, en los que se comparaba a la Gay and Lesbian Pride con el nacionalismo corso o basta con el terroris­mo islamico. Todas las acusaciones rituales en «ismo» han sido esgrimidas : «comunitarismo», «separatismo», «identitarismo», etc. Tras la fachada de un discurso de defensa de la unidad de la Republica - i como si la Gay Pride amenazase la Republica ! - , lo que se expresaba no era otra cosa que un sentimiento fobico, y el horror que inspira a los bienpensantes de toda indole la visibilidad

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colectiva de gays y lesbianas. Se encontraba en ellos, bajo una forma maquillada al gusto actual, todos los grandes temas del discurso homOfobo tal como habian sido expuestos, por ejemplo, cuando Gide publico Cory­don en 1924: la homosexualidad debilita la nacion, es un peligro para la sociedad, etc.

Una Gay Pride cada afto con muchas carrozas y drag queens . . . LNo es a la larga contraproducente para los homosexuales este tipo de manifestacion ?

La Lesbian and Gay Pride es un desfile festivo que se ce­lebra una vez al afto, iY la gente que participa tiene todo el derecho a divertirse y disfrazarse ! A mi, lo que me hiere es mas bien el que los homosexuales esten siempre obligados a justificarse por la imagen que dan. i.Alguien diria que el carnaval de Rio o los espectaculos del Lido dan una mala imagen de la heterosexualidad?

Pero se puede ir algo mas lejos en la evocacion his­torica : fijese en la manera en que los homosexuales han sido representados durante decadas en el cine, en las ca­ricaturas publicadas en los periodicos o actualmente in­cluso en la television . . . Constatara que son casi siempre imagenes de personajes ridiculos, pateticos, afeminados. Ahora bien, nadie se enfada ni se indigna. Pero cuando los homosexuales desfilan por las calles, viene a repro­charseles que den una mala imagen de si mismos (inclu­so si esta «mala imagen» corresponde a la que siempre se ha dado de ellos y que se contentan con reapropiarsela para tomarsela a broma: sin duda, las mismas personas que se divierten viendo La jaula de las locas cada seis meses en la television son las que se indignan al ver drag queens por las calles de Paris o Lausana) .

Creo que la conclusion que se puede extraer de esta constatacion es muy sencilla: la unica «buena imagen» que los gays y lesbianas pueden dar de si mismos es la imagen del homosexual que se esconde, se calla y dice gracias cuando es injuriado y ridiculizado. Pero esa epoca ya ha terminado. De aqui en adelante, los homosexuales ya no se

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esconderan, ni se callaran, ni daran las gracias a quienes les insulten. Y daran las imagenes de si mismos que les de Ia gana dar. Y dado que estas imagenes son evidentemente plurales, multiples y cambiantes, hay muchas que no gus­taran a todo el mundo, y, por otra parte, que tampoco gustaran a todos los homosexuales, ya que cada uno de ellos tiene demasiado frecuentemente tendencia a pensar que Ia unica buena manera de vivir Ia homosexualidad es Ia suya. Pero hete aqui que Ia pluralidad existe y eso es lo que hay. Hay que aceptarlo. Nadie tiene el derecho a decir a los gays y a las lesbianas lo que deban ser, como deben vestirse, etc. Nadie tiene el derecho a decretar lo que es o deberia ser la «buena imagen» de la homosexualidad.

Algunos homosexuales sueiian ahora con .fundirse en el paisaje del comun de los morta les, llegar a ser buenos padres, buenos so ldados o buenos sacerdotes . Volver a ser invisibles, en suma . . .

Si, e s verdad. Pero eso n o e s nuevo. S iempre h a habido, desde hace un siglo, al menos (aunque los historiadores muestran que esta tension se encontraba ya entre los gays declarados y los gays discretos desde el s iglo xvm), esta contradiccion entre, por un lado, la idea de que los homosexuales deben pedir a la sociedad que los reco­nozca y, por otro, l a idea de que son mas bien «margi­nales» y «subversivos». Los movimientos gays se han constituido con estas dos tendencias a la vez. Me parece que hoy la paradoj a es la siguiente : son los que mas de­sean integrarse en la sociedad los mas desestabilizado­

res del orden establecido. No se le habra escapado que son precisamente las reivindicaciones que conducirian a los homosexuales a poder ser buenos padres, buenos

sacerdotes o buenos soldados (en Estados Unidos o en Inglaterra, el ejercito es un oficio) , las que provocan unos accesos de fiebre homOfoba que se hubieran creido im­posibles a finales del siglo xx. Basta con observar las reac­ciones histericas desencadenadas por la reivindicacion del derecho al matrimonio, o incluso la simple reivindi-

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caci6n de un reconocimientos juridico de las parej as del mismo sexo, tanto en Estados Unidos como en Francia. Mientras, los gays y las lesbianas que se quieren sub­versivos han terminado por no molestar a nadie o, en todo caso, por molestar un poco menos. Casi todo el mundo les concede ese derecho estaria dispuesto a con­cederselo, ya que quedan aislados en su «subversion» y en sus barrios reservados, y no piden poder casarse ni adoptar nifios. Desde ese momento, la marginalidad es

lo que se otorga a los homosexuales, incluidos aquellos que denunciaban poco tiempo antes su «Comunitaris­mo», pero que se ve que prefieren a pesar de todo lo que Haman el «comunitarismo» a la voluntad manifestada hoy por las asociaciones gays y l esbianas de obtener l a igualdad de derechos, y especialmente el derecho a Ia familia. Lo mas sorprendente es Ia lectura de textos que denuncian a Ia vez el «comunitarismo» de los homose­xuales (Ia existencia de un movimiento gay y lesbiano o de una visibi l idad colectiva de los gays y las lesbianas) y expresan indignaci6n por su voluntad de ser como todo el mundo (Ia aspiraci6n al matrimonio, etc.) . En el fondo, los defensores del orden establecido no piden mas que una cosa, detras de sus denuncias contradicto­rias de lo que hacen y dicen los homosexuales : que es­tos ultimos se callen y dejen de perturbar Ia sociedad con sus reivindicaciones y su visibilidad, en resumen, por su presencia que no se puede dej ar de ignorar.

Por eso es por lo que, por mi parte, me niego a esco­ger entre los homosexuales que piden el derecho al ma­trimonio y los que piden el derecho a Ia diferencia y a Ia «marginalidad». Hoy, los gays y las lesbianas deben pe­dir a Ia vez Ia igualdad juridica y social y el derecho a vivir como deseen. Hay que luchar a Ia vez por la indi­ferencia del derecho respecto a lo que son los individuos y por el derecho a Ia diferencia en los modos de vida. En efecto, si el derecho no ha de hacer diferencias entre los individos, no es porque todos los individuos sean iden­ticos, sino, al contrario, porque son diferentes y hay que proteger esas diferencias.

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Ca p itu l o 4

D e l u so d e l <<YO>> y d e l << n osotros»

Entrevista realizada por Eric Lamien, y publicada en Ex aequo,

n.o 16, marzo de 1998, en el marco de un dossier sobre el com­

promiso politico de los gays y las lesbianas y Ia «representati­

vidad• de sus tomas de postura.

i Cutindo usted toma la palabra publicamente sobre cuestiones concernientes a los homosexuales, lo hace en tanto que individuo o en nombre de la comunidad gay y lesbiana ?

Querer hablar en nombre de la «comunidad» presupon­dria no solo que tal comunidad existiera, sino que fuera un grupo homogeneo dotado de un conjunto de ideas u objetivos bien identificables. Evidentemente, no es el caso y no es posible -ni, por otra parte, deseable- que tal cosa pueda suceder. Hay que decirlo claramente : i la comunidad gay y lesbiana no existe ! Lo que se llama la «comunidad» es una realidad muy vaga, imposible de circunscribir y definir. En el fondo, mas que la suma,

nunca definitiva, de acciones, escritos, palabras, etc. , de todo un conjunto de personas muy diferentes unas de otras. Asi pues, siempre me expreso como individuo. Sin embargo, creo que los individuos pueden hacer que exista un discurso y una posicion intelectual y pol itica en los cuales un cierto mimero de otras personas esco­jan reconocerse, en un momento u otro, total o parcial­mente.

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Asi pues, ino se considera un portavoz?

No, por supuesto que no. Cuando intervengo, por ej em­plo , en el debate sobre los derechos de las parej as ho­mosexuales, tengo muy presente el sentimiento de de­fender intereses colectivos, pero se tambien que hay muchos gays y lesbianas que mantienen fuertes reticen­cias frente a ciertas reivindicaciones, como las del dere­cho al matrimonio, el derecho a la adopcion, etc. (en parte porque confunden la reivindicacion de estos dere­chos con una especie de obligacion que les haria entrar en el marco normativo y convencional que el matrimo­nio y la familia representan a sus ojos) . En todo caso, se perfectamente que las reticencias existen y que, cuando me comprometo a favor de estas reivindicaciones en nombre de la igualdad de derechos, no expreso un pun­to de vista que sea compartido por todos los homose­xuales ; en cambio, estoy convencido de que defiendo los derechos de todos los gays y todas las lesbianas, in­cluso de aquellos y aquellas que no se plantean aprove­charlos cuando esten adquiridos.

iSe plantea usted la cuesti6n de su «representatividad»?

Si tuviera que esperar a saber si expreso la opinion me­dia de los gays y las lesbianas antes de hablar, no habla­ria nunca. Y, por otra parte, lcomo podria saberla? De todas formas, buscar la opinion media no tiene mucho interes para mi, ya que eso no hace mover las cosas. Las situaciones y las opiniones, individuales y colectivas, nunca estim petrificadas. La reflexion teorica y politica puede contribuir a hacerlas evolucionar. De tal manera que lo que parece demasiado radical en un momento dado, o que solo expresa la opinion audaz de unos pocos, puede convertirse en el punto de partida de una amplia movil izacion. Se ve bien con la reivindicacion del dere­cho al matrimonio, que se ha convertido hoy en una de las principales bazas de la batal la que se perfila, mas alia del PACS, por la perfecta igualdad de los derechos.

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Asi pues, para mi no se trata de expresar un consen­so preestablecido, lo que seria volver a aceptar los termi­nos del debate tal como estan establecidos y general­mente aceptados, sino, mas bien, redefinir los terminos y las normas de Ia discusion politica e intelectual que nos conciernen. Y especialmente, rehusando las problemati­cas que se nos imponen a traves del discurso dominante, del tipo : «lSon ustedes comunitaristas o universalistas?». Intento desmontar estos discursos dominantes, al de­construir que tras Ia aparente neutral idad o Ia aparente evidencia de sus preguntas (que solo parecen evidentes porque son simplistas y, por lo tanto a los responsables de las paginas de «debate» de los periodicos, que adoran las oposiciones esquematicas en «ismo»), se encuentra de hecho un trabajo ideologico que tiende a perpetuar Ia fuerza de los viejos discursos homOfobos y a replantear Ia infravaloracion de los gays y las lesbianas. De modo que intento producir lo que Foucault hubiera llamado un contradiscurso, es decir, un discurso de resistencia.

Sin embargo, he notado que en sus intervenciones usted no dice siempre «yo» : suele decir «nosotros», al hablar de gays y lesbianas.

Es exacto, pero no es contradictorio. El problema funda­mental en el orden del discurso y, por lo tanto, en el de Ia pol itica, al que se enfrentan gays y lesbianas, es el de Ia asimetria. Cuando una ideologa como Irene Thery da a entender que el matrimonio homosexual pondria en peligro los fundamentos de Ia civil izacion o cuando un ensayista multimedia como Alain Finkielkraut decla­ra que Ia Lesbian and Gay Pride constituye una grave amenaza para Ia democracia y pide a los gays y a las lesbianas que den pruebas de «discrecion» (es Ia palabra que emplea), es bastante sorprendente constatar que sus discursos no suscitan Ia indignacion de nadie y pueden incluso apelar sin que extrafie al «dictamen cientifico» o a Ia «reflexion filosofica» . Pero si osas sugerir que las palabras de Ia primera no son mas que un eco apenas

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atenuado de la inmemorial acusaci6n lanzada contra los homosexuales de representar un pel igro para la socie­dad, si uno hace notar que las del segundo no hacen mas que repetir la mas vieja tradici6n del discurso ho­m6fobo, que siempre ha exigido a los homosexuales que guarden silencio cada vez que han tenido la audacia de tomar la palabra, y que vuelvan a la discreci6n en l a cual estaban aislados cada vez que han tenido la auda­cia de mostrarse, entonces se dira que te niegas al dialo­go, que eres un «terrorista•, un cestal inista• , etc. Se te reprochara tu cviolencia•. Pero t.d6nde esta la violencia? {.Entre los que, como yo, se niegan a discutir sobre la cuesti6n de saber si los homosexuales son un pel igro para la civil izaci6n, y no aceptan callarse cuando se les ordena? {.0 mas bien en todos esos discursos de odio si­lencioso (no siempre silencioso, por otro l ado) , en esos l lamamientos apenas eufemizados a la discriminaci6n, en esas insoportables declaraciones que toda esa gente hace cotidianamente sobre los homosexuales en todos los peri6dicos, en todos los programas de radio o de te­levision (basta quejandose de que el «debate• sea «prohi­bido•, aunque son ellos quienes estan en todos los sitios y monopolizan la palabra)? Curiosamente, su violencia pasa casi siempre desapercibida. Asi es que hay que po­nerla en evidencia y nombrarla como tal. Por eso es por lo que, frente a estos representantes de Io que Leo Ber­sani ha llamado tan oportunamente la «policia cultural heteronormativa• , me siento autorizado a decir cnoso­tros». La extraordinaria violencia de su discurso apunta a los gays y a las lesbianas colectivamente. Entonces, yo les respondo que «nosotros» no estamos dispuestos a plegarnos a sus 6rdenes.

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Capitulo 5

lOuien decide sabre mi vida privada?

Articulo aparecido en Ia pagina •Debats• de Liberation, el 27 de julio de 1998. Este texto fue amputado en una buena terce­

ra parte (e incluso modificadas algunas frases) sin que yo fuera

informado antes de su publicaci6n. Lo restablezco en su inte­

gridad y aiiado, entre corchetes, algunas precisiones.

Tenia Ia intenci6n de responder a una entrevista de Irene

Thery,' quien acababa de remitir a los ministros de Justicia y

de Asuntos Sociales su olnforme sobre Ia reforma del derecho

de familia». En este informe, Irene Thery se opone de manera

abrupta y perentoria, como lo hace con un cierto encarni­

zamiento desde hace varios aiios, a Ia idea de igualdad de de­

rechos para las parejas del mismo sexo y les cierra categ6-

ricamente toda posibilidad de acceso a! matrimonio y, por

supuesto, a Ia filiaci6n (adopci6n, asistencia medica a Ia pro­

creaci6n, etc.), pero como hace generalmente Ia gente que nie­

ga derechos a los homosexuales, intentaba, en Ia entrevista de

Liberation (que no le pedia que se explicara sobre todos los

puntos), seiialar las escasas vent<Uas que ella consiente en

conceder y p resentar el reconocimiento del cconcubinato• de

las parejas homosexuales como Ia «soluci6n» que les conven­

dria -su elogio reiterado de Ia «union libre» y de su «dignidad•

no tienen evidentemente como funci6n mas que Ia de aislar a

los homosexuales sin tener en cuenta sus deseos y aspiracio-

1. Irene Thery es miembro del comite de redacci6n de Ia revista Esprit (una revista cristiana de cizquierda• de Ia que otros redactores -tales como Guy Coq, Anttoine Garapon, Olivier Mongin, etc.- han rea­lizado verdaderas campaiias militantes contra Ia igualdad de derechos para los homosexuales). Por otra parte, habia pertenecido a Ia extinta Fundaci6n Saint-Simon, de Ia que se sabe su orientaci6n conservadora.

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nes; dado que Ia •union l ibre• solo puede tener odignidad» si

es, tanto para los homosexuales como para los heterosexuales,

el resultado de una elecci6n y no Ia unica posibilidad ofrecida.

Me asombre al leer, en Liberation (27 de mayo de 1998), Ia entrevista de Irene Thery consagrada a Ia csolucion» que propane para las parejas del mismo sexo en el infor­me que acaba de remitir a los ministros de Justicia y de Asuntos Sociales. Aunque se presenta como Ia mejor abo­gada de los derechos de los homosexuales, esta claro que su •solucion» constituye un retroceso en relacion con Ia proposicion de ley surgida del proyecto que se l lamaba hasta ahora el CUS y se llama actualmente el PACS. Sin hablar siquiera de Ia reivindicacion planteada por las aso­ciaciones gays y lesbianas de una estricta y simple igual­dad de derechos, y, por lo tanto, del derecho al matri­monio. Por supuesto, cuando Irene Therry propane Ia consideracion del concubinato como un •estado de hecho creador de derechos• y Ia aplicacion de esta definicion tanto a las parejas homosexuales como a las heterose­xuales, se trata de un progreso real , ya que, en Ia situa­cion actual, las parejas homosexuales no tienen ningun derecho. Pero es evidente tambien que lo mas importante en Ia •solucion» de Ia senora Thery no es lo que acepta, sino lo que rechaza. Y, por otra parte, lo que acepta no se comprende mas que a Ia luz de lo que rechaza, dado que lo esencial en su argumentacion es precisamente el poder solventar los problemas juridicos de las parej as del mis­mo sexo cerrandoles categoricamente (e inscribiendo esta prohibicion en Ia ley) el acceso al matrimonio, a Ia filia­cion y a Ia familia. Todo su discurso y el contenido de su «SOIUciOn» no tienen sentido mas que tomando este prin­cipia ideologico como punto de partida, lo cual, desde su punto de vista, no es susceptible de discusion.

Se aprecia claramente en las primeras paginas de su informe. Define el matrimonio como da articulacion de Ia diferencia de sexos con Ia diferencia de generacio­nes», es decir, Ia union de un hombre y una mujer para hacer hijos, excluyendo de un plumazo a las parejas del

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mismo sexo (y logicamente a todas las parej as heterose­xuales que no se reconozcan en dicha definicion) . Los homosexuales se encuentran asi relegados a la seccion que trata del concubinato. Es un primer nivel de discri­minacion. Pero Ia senora Thery ana de un segundo : des­pues de haber dicho que era un honor para el pais re­chazar cualquier discriminacion entre concubinatos heterosexuales y homosexuales, olvida nipidamente este «honor» para escribir, unas paginas despues, que el de­recho a la adopcion estara abierto a las parejas en con­cubinato, pero solo si son heterosexuales. En la muy complaciente entrevista de Liberation, Irene Thery evi­dentemente no se toma la molestia de expl icarse sobre estos puntos, ya que intenta, como acostumbra, dar un barniz progresista a sus propuestas conservadoras. [Y la periodista tampoco le plantea la cuestion. Es cierto que esta ultima no habia cesado de apoyar de una manera sorprendente las posiciones de Irene Thery a lo largo de los debates sobre el PACS, l levando incluso una verda­dera campana a su favor y desdenando del iberadamente o atacando sistemciticamente todas las propuestas real­mente progresistas.]

Pero conviene recordar que la senora Thery era mas explicita en su articulo de la revista Esprit en octubre de 1 997 . AI termino de una serie de consideraciones ideo­logicas en las que mezclaba la invocacion al «buen sen­tido» [que se encuentra en todos sus articulos] con una referenda sin rigor a la « antropologia», acababa decla­rando que se oponia al Contrato de Union Social porque parecia un «matrimonio bis» y desembocaria inevitable­mente en el derecho a la adopcion para los y las homo­sexuales y a la inseminacion artificial para las lesbianas. Era sorprendente constatar que algunas de sus formula­ciones eran casi superponibles a las de Christine Boutin, diputada de la extrema derecha, tambien movilizada contra este «matrimonio his» que iba a transgredir la «fronteras trazadas por la naturaleza» y poner en peligro los fundamentos «simbolicos» de la civil izacion [remito a su libro Le «Mariage» des homosexuels] .

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[Por otra parte, a! comparar sus diferentes interven­ciones en el debate, se aprecia que Ia senora Thery no duda en contradecirse mientras sea mantenido su prin­cipio ideol6gico fundamental de prohibici6n (sustentado en Ia idea incansablemente repetida de que las sexuali­dades no sabrian ser consideradas como iguales, ya que Ia «diferencia de sexos» y, por lo tanto, I a heterosexuali­dad son Ia base de Ia cultura y Ia civilizaci6n2). En su ar­ticulo de octubre de 1 997, pedia Ia oposici6n a! CUS, bien porque iba a abrir Ia puerta a! derecho de adopci6n para los homosexuales (lo que hay que rechazar absolu­tamente, deda), bien, porque, si se denegaba este dere­cho, se corria el riesgo de instaurar una discriminaci6n entre las parejas que hubieran contratado un CUS, dado

2 . I rene Thery ha intentado desde entonces hacer creer que no identifica Ia •diferencia de sexos• que subraya, dice, lo •simbolico•, con Ia hete rosexual idad, que subrayaria lo •sexual• . Pero uno se pregunta que pod ria ser este principia •simbol ico• al que hace permanente refe­renda, si no es precisamente, Ia inscripcion de Ia heterosexualidad y de Ia complementariedad entre los sexos en el mismo fundamento de Ia cultura (y, por lo tanto, Ia exclusion de Ia homosexualidad o Ia conce­s ion a esta de un estatuto secundario y degradado en re lacion con Ia forma supe rior que representarian las parejas que unen a dos pe rsonas de sexo dife rente). Por otra parte, basta para convencerse recordar Ia forma en que describe, en su articulo de Esprit, en octubre de 1997, Ia •diferencia de sexos•. La cito : • La institucion juridica de Ia diferencia se resume en algo de lo que no hemos terminado de medir su inmensidad: reconocer Ia finitud de cada sexo que tiene necesidad del otro para que Ia humanidad viva y se reproduzca». No se ve muy bien como esta de­finicion de Ia cdiferencia• no debe ser confundida con Ia heterosexua­l idad (dado incluso que el objetivo explicito de esta definicion es el de rechazar categoricamente el derecho al matrimonio para los homose­xuales). Se trata, pues, de una definicion bastante retrograda de Ia he­te rosexualidad, ya que esta basada en una concepcion ingenuamente biologista y naturalista de Ia fi l iacion y el parentesco. Por otra parte, lno es Ia misma Irene Thery Ia que se impone Ia tarea, en otro articulo de Esprit (decididamente, Ia •cuest ion gay• desazona mucho a los cris­tianos de izquierda) de revalorizar el amor heterosexual frente a las rei­vindicaciones homosexuales (j como si Ia reivindicacion de los derechos de los gays y l esbianas amenazase de alguna man era al am or heterose­xual y como si el papel de los soci ologos fuera el de revalorizar Ia he­terosexual idad ! ) . Todo esto i lumina con luz bastante crud a las motiva­ciones reales de Irene Thery.

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que seria totalmente imposible prohibir a aquellas de entre elias formadas por un hombre y una mujer que ob­tuvieran el acceso a la adopci6n. Lo que la llevaba a re­chazar el CUS en bloque. Pero, curiosamente, sugiere des­de ese momenta sustituirle por un concubinato abierto a todos, homosexuales y heterosexuales e instaurar en el mismo coraz6n del concubinato la discriminaci6n que ella pretendia querer evitar. A partir de ahi, su combate contra el Cus queda claro : temia sobre todo que las pa­rejas homosexuales que hubieran contratado un CUS no apelasen a los tribunales para oponerse a la prohibici6n de adoptar que les afectaria, mientras que este derecho habria sido concedido a las parej as heterosexuales ; y sa­bia que habia un riesgo no despreciable de que los tri­bunales les dieran la raz6n al juzgar discriminatoria esta diferencia de trato en funci6n de la orientaci6n sexual en el interior de un mismo marco juridico. Asi pues, no es la discriminaci6n en si lo que molesta a la senora Thery, ya que la quiere codificar rigurosamente, sino que las bases juridic as de ella sean demasiado fnigiles y puedan ser rotas por los tribunales. En el concubinato, al ser la constataci6n de una csituaci6n de hecho• y no un contrato registrado, le parece mas facil introducir modalidades diferentes de aplicaci6n -es decir, una dis­criminaci6n- segun los tipos de parejas. Lo cual, por otro lado, es bastante ingenuo, ya que es facilmente imagi­nable que, incluso en este caso, los recursos ante los tri­bunates no dej arian de multiplicarse. ]

En la entrevista de Liberation, la senora Thery se la­menta de las «maniobras estalinistas• de las que habria sido obj eto. Sin duda hace alusi6n a las vehementes re­acciones de las asociaciones gays y lesbianas que la han interpelado vigorosamente durante un coloquio en la UNESCO tras la aparici6n de su articulo en Esprit y de la entrevista que habia concedido a Le Monde en tal oca­si6n. [Senalare de paso que si l as asociaciones reaccio­nan de esa manera es sin duda porque casi no tienen otros medios de hacerse oir frente al apoyo unanime y

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casi ceaucesquiano que los medios de comunicaci6n otor­gan a Ia senora Thery. 3]

Pero si las reacciones de las asociaciones fueron ve­hementes basta ese punto, es en principio porque las to­mas de postura de esta ide6loga son de una extraordi­naria violencia politica y cultural. En Ia entrevista de Le Monde hablaba de Ia reivindicaci6n del derecho a Ia procreaci6n con asistencia medica para las lesbianas como exponente de una «concepcion cerrada de Ia pro­creaci6n», expresi6n que tomaba de Pierre Legendre, quien, al menos, tiene el merito de no disimular su ho­mofobia militante tras circunloquios oratorios [por otra parte, es sorprendente ver que no solamente Ia senora

3. Hay que decir a qui que todos estos ideologos, siempre dispues­tos a autoconcederse los diplomas de virtudes democraticas, no dudan jamas en recurrir a los medias mas inadmisibles contra quienes tienen Ia audacia de contradecirles: calumnias, rumores, atribuciones entre comillas de palabras que no han sido nunca escritas ni pronunciadas, injurias proferidas en Ia radio (en ausencia de las personas aludidas), frases difamatorias pronunciadas en otros programas -seguidas de Ia negativa sistematica a difundir el menor escrito de replica o Ia mas mi­nima puntualizacion, etc. Algunos tenemos Ia experiencia de lo que en­tienden por •dialogo democratico•. Para atajar Ia escalada, he debido hacer intervenir a mi abogado para obligar a Ia revista Esprit a publicar una rectificacion (en princip ia rechazada por el director de Ia revista) despues de que me hubieran sido atribuidas, como una cita, palabras que yo no habia escrito, y me ha sido preciso entablar tramites judicia­les contra Alain Finkielkraut, quien habia referido en el programa que dir ige en France-Culture, un chisme propalado por I rene Thery, afir­mando que Ia habria insultado antes de un programa de radio en Ia que habiamos participado los dos, lo que oso repeti r, bajo juramenta, ante el tribunal, aun cuando su vers ion de los hechos habia sido desmentida por siete testigos presentes durante Ia emision en cuesti on, en Ia que nada de todo eso, evidentemente, se habia producido. Aiiadire, pero esto se da por sentado, que estos grandes democratas me han denega­do catego ricamente todo acceso al derecho de rectificacion, fuera an­tes de que iniciase los tramites judiciales (por eso los inicie) o despues, durante todo el t iempo que duro Ia instrucci on del proceso, a Ia que habria inmediatamente renunciado si Alain F inkielkraut, despues de haber violado tan groseramente las reg las de Ia deontologia intelec­tual, hubiera aceptado leer mi breve replica. El resultado es que Fin­kielkraut ha sido condenado por difamacion respecto a mi en un auto con considerandos muy severos, dictado por el tribunal correcional de Paris el 2 de abril de 1999.

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Thery se refiere muy frecuentemente a los escritos de este ps icoanal ista dogmatico que ha tenido palabras de una increib le dureza contra los homosexuales, sino que incluso util iza su mismo marco ideologico en lo que ella l lama su «reflexion»] . Frente a lo que parece consi­derar los «excesos» y Ia violencia de las comunidades gays y lesbianas, Ia senora Thery intenta atribuirse el noble papel de quien quiere que exista el «debate inte­lectuai» , necesario, dice, si se quiere evitar Ia «muerte del pensamiento» . Pero no se trata de un debate intelec­tual. En primer Iugar, porque los otros no tienen derecho a Ia expresion publica mas que de manera excepcional . En segundo Iugar, porque el tema impuesto del debate (Les un pel igro para Ia civilizacion I a igualdad de dere­chos para los homosexuales?) resulta una extrana forma de considerar Ia «vida del pensamiento» , y, ademas, se­ria punible por los tribunates si se tratase de otra parte de Ia poblacion. Y, sobre todo, porque los escritos de I a senora Thery no son totalmente textos teoricos. i Nada mas lejos ! No son otra cosa que intervenciones ideolo­gicas y pol iticas cuyo objetivo declarado es adquirir fuerza de ley, «propuestas» destinadas a dar forma a! de­recho que regulara nuestras vidas.

Ahora bien, hablando en un plano personal, el modo en que el la quiere regular mi vida me impedira amar a quien quiero y como quiero. Vivo con un chico norte­americana que plantea instalarse en Francia cuando ter­mine su tesis. Con Ia «solucion» de Ia senora Thery, tal como esta actualmente planteada, no le sera posible ob­tener un permiso de residencia a nombre de Ia pareja que formamos. Por consiguiente, a! excluir cualquier «SO!ucion» que se abriria a derechos mas ampJios, aJ combatir con encarnizamiento no solo el derecho a! ma­trimonio, sino tambien el CUS -hoy el PACS (que tiene el merito de abordar estas cuestiones, aunque sea timi­damente)- , I a senora Thery nos prohibe vivir juntos. Prohibe tambien a tal pareja el hecho de ser reconocida en el extranj ero, incluso en los paises europeos. Otros miles de parejas conocen situaciones mucho mas difici-

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les que Ia nuestra. Por ejemplo, cuando el compaiiero extranjero es originario de un pais donde los ciudadanos deben obtener un visado para entrar en Francia (visado muchas veces denegado) . iY que decir de los gays y de las lesbianas que deben ocultar su homosexualidad o pasar por «Solteros» para poder adoptar un niiio, o de quienes se les ha denegado Ia posibilidad de adoptar (aunque Ia ley estipula que cualquier Soltero de mas de veintiocho aiios puede hacerlo) tinicamente porque las encuestas de Ia DDASS y de su ejercito de psiquiatras han decretado que Ia «moralidad» del demandante era sospechosa y su orientaci6n sexual incompatible con el hecho de educar a un niiio ! lY que decir de las lesbianas que deben l levar a cabo el viaje a Rolanda para obtener una inseminaci6n artificial, como debian hacer antes las muj eres para abortar? [Seiialemos de pasada que Ia «ci­vilizaci6n» no parece haberse hundido en este pais don­de se practica Ia asistencia medica a Ia procreaci6n para las lesbianas que lo desean.]

Entonces, lc6mo no experimentar un sentimiento de rebeldia cuando se constata que son los mismos quienes, por un !ado, intervienen politicamente en nuestras vidas privadas - i y con que brutalidad !- y, por otro, dedican su tiempo a denunciar, bajo Ia acusaci6n de «comunita­rismo», todos los movimientos que se esfuerzan por l le­var las cuestiones sexuales a! espacio publico y pol itico, que siguen exigiendo a las personas afectadas que se ca­llen y dejen a los «expertos» y a los politicos decidir en su Iugar? Porque el debate a! que actualmente asistimos deja bien a las claras que no hay frontera entre Ia poli­tica y Ia vida privada. Las vidas privadas son reguladas por el derecho, el derecho es instituido por Ia politica. La prueba : Ia senora Thery y tantos otros como ella invo­can siempre el interes superior de Ia sociedad para deci­dir nuestras vidas. Es olvidar con bastante rapidez que nosotros formamos parte de esa sociedad tanto como ellos. Hay, pues, que recordar a los gobernantes que sientan Ia tentaci6n de escucharles que no estamos dis­puestos a someternos a sus imposiciones.

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Ca p itu l o 6

E l PACS y d e s p u es

Resefta aparecida en Le Nouvel Observateur (28 de octubre de

1999) de la obra Au-dela du PACS. L'expertise familiale a l 'e­

preuve de l 'homosexualite, b ajo la direcci6n de Daniel Borrillo, Eric Fassin y Marcela Iacub, publicado en las Presses Univer­

sitaires de France.

No se sabe cmindo sera firmado el primer PACS, pero es­tamos ya «mas alia», como anuncia un grupo de investi­gadores en un l ibro impactante que hara reanudarse el debate. La nueva batalla que se perfila, es sin Iugar a dudas, Ia del acceso al matrimonio para las parej as del mismo sexo y Ia posibilidad de adoptar nifios.

Pero Ia decena de sociologos, psicoanal istas y filo­sofos reunidos no pretenden situarse en el ambito de Ia reivindicacio n : lo que les ha movilizado es Ia manera en Ia que sus disciplinas han sido utilizadas contra las rei­vindicaciones por algunos de sus colegas que se han auto­designado «expertos» encargados de definir las opciones de Ia sociedad. Estos ultimos no han dejado de invocar, para denegar a los homosexuales el derecho al matrimo­nio y a Ia adopcion, tanto los «datos de Ia antropologia» como las leyes del «psiquismo humano» o las normas de un orden simbolico inmemorial que basaria Ia cultura en Ia diferencia y complementariedad de los sexos, etc. Cada uno era consciente, por otra parte, de que el pro­b lema no es meramente el impedir a las parej as homo­sexuales educar nifios (puesto que todo el mundo sabe que ya hay casos) ni siquiera el prohibir a las muj eres

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tener el recurso a Ia procreacion con asistencia medica (ya que basta ir a Belgica o a Holanda para obtenerlo) , s ino vetar a estas realidades Ia via del reconocimiento juridico.

Ahora bien, estos discursos de «expertos», afirman los autores del volumen, no responden a Ia ciencia, sino a Ia opinion personal o a Ia ideologia. Se puede leer, por ejemplo, el articulo de Sabine Prokhoris, que desmonta implacablemente el machaconeo normativo y reaccio­nario de los psicoanal istas, o el de Ia filosofa del dere­cho, Marcela Iacub, tambien notable, que muestra como las leyes sobre Ia bioetica en Francia se han afanado por no aceptar el recurso a las tecnologias de Ia insemina­cion artificial mas que en aquellos casos en que se pu­diera mantener Ia ficcion de un engendramiento natural (reservandola a las parejas heterosexuales casadas en edad de procrear) . Como si el hecho de ser una parej a que hubiera podido tener hijo , si uno de los conyuges no hubiera sido esteril , fuese Ia condicion necesaria para tener Ia capacidad moral de educarlos. Tambien Marce­la Iacub afirma que Ia unica justificacion de esta discri­minacion reside en el verdadero horror que inspira Ia homoparentalidad. Se ve muy claro en el caso de los ju­ristas. Y el florilegio hom6fobo reunido por Daniel Borri­llo es simplemente asombroso. Bajo Ia cobertura de co­mentarios «tecnicos», las eminencias del mundo juridico pueden indignarse porque «Sodoma reclama el derecho de ciudadania» u oponerse a lo que el derecho considera como «lo que el buen sentido reprueba».

S in embargo, como recuerdan Eric Fassin y Michel Feher, las «normas» (sociales o juridicas) no tienen nada de natural o de inmutable : son producidas por l_a socie­dad y, por consiguiente, pueden ser transformadas. Asi­mismo, frente a los expertos que quieren fij ar los l imites a los progresos en curso, los autores hacen valer que no es a los sabios, o a los sabios autoproclamados, sino a los ciudadanos, a quienes corresponde decidir lo que debe ser Ia sociedad en Ia que vamos a vivir. Su critica de los abusos de Ia ciencia desemboca asi en una apolo-

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gia de las virtudes de Ia «deliberaci6n democratica» . El li­bro se abre con una cita de Claude Levi-Strauss, extraida de una carta dirigida por el gran antrop6logo a uno de los artifices de este volumen : «Las opciones de Ia socie­dad no pertenecen a! sabio en tanto que tal, sino -y el mismo es uno- a! ciudadano». No se podria decir mejor.

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Seg u n d a parte

De I a h o m ofo b i a

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Ca p itu l o 1

Lo que Ia injuria me dice : A l gunas notas sobre el racismo y Ia discriminaci6n

Intervenci6n en el coloquio «Homofobia, lC6mo definirla?

lc6mo combatirla?•, organizado por Ia asociaci6n Aides, el 1 9 de junio d e 1 999 e n Paris. E l objetivo del coloquio era refle­

xionar sobre las posibilidades de penalizar Ia injuria y Ia inci­

taci6n a! odio hom6fobos de Ia misma manera que Ia injuria y

Ia incitaci6n a! odio racistas. Dejo a este texto su cankter de

exposici6n oral para no hacerle perder lo que debe a! contex­

to en el que fue pronunciado.

Lo que Ia injuria me dice es que soy alguien anormal o inferior, alguien sobre el que el otro tiene el poder, y, en principia, el poder de injuriarme. La injuria es, pues, Ia expresi6n de Ia asimetria entre los individuos, entre los que son legitimos y los que no lo son , y por Ia misma raz6n, son vulnerables. Lo cual quiere decir que Ia inju­ria es tambien mucho mas que eso. Tiene tambien Ia for­ma de un poder constituyente. Pues Ia personalidad, Ia identidad personal, lo mas intimo de Ia conciencia esta moldeado por Ia misma existencia de esta jerarquia, por el Iugar que se ocupa en el la y, por lo tanto, por Ia mi­rada del otro, el «dominante», y Ia facultad que tiene de infravalorarme al insultarme, haciendome saber que puede insultarme, que soy una persona insultable, e in­suitable basta el infinito. Asi, he sido producido como lo que soy en mi mismo ser por estas palabras de estigma­tizaci6n que el otro puede dirigirme, lanzarme en cual­quier momento, en cualquier circunstancia, incluso cuando menos lo espero. Mas aun, son palabras de las

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que puedo temer el impacto, Ia violencia, sin que haya necesidad de que se pronuncien, ya que se que pueden serlo y que su amenaza esta siempre presente. En efecto, Ia injuria ejerce sus efectos incluso sin ser proferida, como en el caso del profesor de instituto entrevistado por Regis Gallerand en su estudio sobre los afiliados a la asociacion David y Jonathan, que teme cada manana al entrar en clase, ver escritas en la p izarra l as dos letras PD ( = pederasta).

La injuria, real o potencial, la existencia de la inju­ria en el horizonte de mi vida, define mi relacion con el mundo y con los demas. Es la que instituye la domina­cion y la que constituye las subjetividades sometidas.

Si la injuria esta dotada de tal poder no es solo por­que la he oido y desde ese momento temo oirla de nue­vo, sino, ante todo y sobre todo, porque me ha precedi­do. Todo individuo, cuando llega al mundo, llega a un mundo en el que el lenguaj e le ha precedido. Ahora bien, este mundo al que llega es un mundo en el que existen j erarquias sociales, culturales y raciales, y el l enguaje contiene innumerables palabras que marcan estas jerarquias, instauran las fronteras y asignan los lu­gares. El lenguaje esta ali i antes que los individuos y les espera para poder insultarles. Asi, dado que la concien­cia, la subj etividad de los individuos, se construye con el aprendizaj e del lenguaje, lo es a la vez con los valo­res de exclusion de los que este lenguaj e es el portador y el instaurador (como recordaba Pierre Bourdieu du­rante el coloquio del Beaubourg, en junio de 1 997 , el griego kategorien, de donde proviene la palabra «cate­goria», quiere decir «acusar publicamente». Ser injuriado es ser colocado en una categoria, y una categoria consi­derada como inferior y sefialada con el dedo, estigmati­zada) .

Desde que descubro que tal o cual injuria que he oido aprendiendo el lenguaje se dirige a mi, que es de mi de quien se habla, las palabras de estigmatizacion hacen entrar dentro de mi el sentimiento de la vergiienza, del

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miedo, de Ia inferioridad social que me atribuye y que J lega a ser Ia misma definicion de mi personalidad. La

injuria es una parte fundamental de Ia identidad perso­nal de los gays y las lesbianas, incluso y quiza sobre todo entre los que se esfuerzan por dejar en Ia sombra esta definicion de si mismos que les viene de otros, por no darle importancia, puesto que no reconocerla refuer­za evidentemente su eficacia, en Ia medida en que los mecanismos de Ia opresion funcionan tanto mejor cuan­do permanecen ocultos o no son denunciados ( lo que Pierre Bourdieu llama Ia «violencia simbolica», es decir, Ia violencia del orden social interiorizado por los indivi­duos y que no puede ser desbaratada o neutralizada, si­quiera parcial o fugazmente, mas que si es sacada a Ia luz y percibida como tal) .

En Ia conferencia que pronuncio durante Ia recep­cion de su premio Nobel de literatura, Toni Morrison proponia una reflexion sobre el lenguaje y las formas de violencia que contiene y enunciaba esta formula : «El lenguaj e de Ia opresion hace mas que representar Ia opresion, es Ia opresion». S i es Ia opresion, es porque no es solo el medio con el que se expresan el racismo, Ia discriminacion o Ia exclusion, no es solo lo que recuer­da Ia infravaloracion social de algunos sectores de Ia poblacion. Es el que Ia hace entrar en l as cabezas de los individuos, en sus conciencias y en sus cuerpos. Me­diante el lenguaj e, y especialmente mediante Ia injuria, se aprende que se forma parte de una -o de varias- de las categorias inferiores.

Porque las palabras son los actos. Ejercen acciones con resultados, y hacen acceder a Ia existencia Ia reali­dad que parecen designar. S i esta escrito en un panel : «Reservado a los blancos,., si esta escrito a Ia entrada de una tienda : «Prohibido a los judios,., estas palabras tra­zan fronteras, ejercen Ia violencia. Estas palabras ac­tuan, porque estan alii para instaurar o para perpetuar Ia discriminacion. Para parafrasear el titulo del l ibro de J.-L. Austin, cdecir es hacer,. o , para evocar su titulo in-

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gh�s. «hacer algo con las palabras», «to do things with words». En los ejemplos que acabo de exponer, las pala­bras hacen entrar al racismo en Ia real idad, y en Ia vida mas cotidiana de los individuos ; hacen existir concreta­mente las jerarquias sociales y raciales, como lo ha re­cordado con razon Ia filosofa feminista americana Cat­harine McKinnon en su librito Only Words.

Pero si las palabras estan dotadas de esta fuerza ac­tiva, es que estan apoyadas por todo el orden social, por toda su historia y por todas las instituciones que lo constituyen y p erpetuan. El lenguaj e y Ia estructura social no son mas que las dos caras de una misma reali­dad. La injuria pertenece, pues, a un continuum lingiiis­tico -y social- cuyas otras dimensiones son las dife­rentes formas de produccion de Ia discriminacion y Ia desigualdad. La injuria es una Hamada al orden, a ese orden que el resto de realidades sociales y l ingiiisticas instituyen y perpetuan, legitiman o justifican. Entre el in­sulto «sucio negro» y las !eyes que prohibian los matri­monios interraciales en Estados Unidos basta los aftos sesenta hay una continuidad perfecta y evidente. Pero tambien hay una continuidad con los discursos de le­gitimacion intelectual del racismo basando I a discri­minacion en una invocacion a Ia desigualdad, sea esta concebida como natural o cultural . Hay un continuum lingiiistico que va desde las frases de odio basta las teo­rizaciones racistas, ya sean naturalistas o culturalistas, ya sean hard o soft, extremistas o moderadas.

Por eso me parece evidente que toda reflexion so­bre Ia injuria, homOfoba o racista, debe pasar por una reflexion mas amplia sobre Ia economia discursiva en I a que tal o cual forma de injuria o de discriminacion esta basicamente integrada. No se puede hablar de Ia homosexualidad si no se habla de Ia homofobia, ya que no se puede decir nada de l a realidad -individual, so­cial, cultural, juridica- de I a homosexualidad si no se toma en cuenta el sistema homOfobo que es constituti­vo de esta real idad. Pero no se puede analizar la ho-

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mofobia mas que a condici6n de no l imitarse al fen6-meno de la injuria y la expresi6n brutal del odio , que no son sino las puntas de Ianza de un sistema ideol6-gico basado en la norma y las fronteras que la norma instaura. AI contrario , hay que resituar la injuria en el amplio espectro del funcionamiento discursivo de la homofobia, ya que no es mas que uno de sus aspectos. Hay que analizar el discurso hom6fobo como un siste­ma general de enunciaci6n, instauraci6n y legit ima­ci6n de las jerarquias, discriminaciones y desigualda­des . La critica radical hay que hacerla de este sistema discursivo e ideol6gico.

Es, pues, especialmente dificil y delicado dar una definicion de la injuria hom6foba, hacer un aislamiento l ingiiistico de que se podria circunscribir para pedir a la justicia que lo reprimiera. Como la injuria racista, la in­juria hom6foba se inscribe en un continuum que va de la palabra proferida en la calle y que cada gay o cada lesbiana puede oir: «maric6n» o «tortillera», pasando por las palabras que estan implicitamente escritas sobre la puerta de entrada de la sala de matrimonios de los juz­gados : «Prohibido a los homosexuales», las practicas profesionales de los juristas que inscriben esta prohibi­ci6n en el derecho y basta los discursos de todos los que y todas las que justifican estas discriminaciones en ar­ticulos que se presentan como elaboraciones intelectua­les (filos6ficas, sociol6gicas, antropol6gicas, psicoanali­ticas, etc. ) y que no son sino discursos pseudoeruditos destinados a perpetuar el orden no igualitario, reinstau­rarlo , ya sea invocando a la naturaleza o a la cultura, a la ley divina o a las leyes de un orden simb6lico inme­morial . Todos estos discursos son actos, y actos de es­tricta violencia. Pero sabemos que estos discursos, que estan en perfecta continuidad con la injuria, y que for­man el sistema discursivo, cultural y social en el que la injuria puede ej ercer su violencia y su fuerza activa, todos estos discursos que trabajan para perpetuar la in­fravaloraci6n social, cultural y juridica de los gays y lesbianas son pocas veces percibidos como actos de vio-

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lencia, como injurias apenas eufemizadas, ya que estan ahi para acoger al orden social y, por lo tanto, estan do­tados de una especie de evidencia y, en consecuencia, de eficacia, que no procede seguramente de sus cualidades intelectuales, sino de su fuerza social . El hecho de man­tener discursos hom6fobos disfrazados con los oropeles de una sociologia o una filosofia de pacotilla, sin hacer otra cosa que reafirmar Ia superioridad fundamental de la pareja heterosexual sobre Ia pareja homosexual y de Ia heterosexualidad sobre Ia homosexualidad, puede en­tonces presentarse como una voluntad de contribucion a Ia «reflexion». Y, al contrario, son Ia critica de estos dis­cursos hom6fobos, la deconstruccion de su retorica pseudoerudita y sus falsos conceptos, I a denuncia de sus intenciones y de sus efectos pol iticos, el analisis histori­co, teorico y pol itico de su funcion discriminatoria, los que seran acusados de ser «violentos», «terroristas», «es­talinistas», etc. (y todos conoceis el vocabulario de Ia in­dignacion utilizada por todos los bienpensantes cuando se enuncia Ia verdad de sus discursos ; a saber, que pre­conizan e intentan legitimar Ia discriminacion) .

Me parece que Ia critica radical del discurso homo­fobo ha de surgir urgentemente. Esta batalla en el inte­rior del lenguaj e y de los discursos es Ia que necesitamos l levar hoy, y no serviria de nada, e incluso seria contra­producente a largo plazo, creo, querer eufemizar esta critica invocando razones de eficacia estrategica, con el fin de no chocar con quienes comparten el sentido co­mun hom6fobo al cual apelan implicita 0 explicitamen­te los discursos de Ia discriminacion, o incluso en virtud de la ilusion de que seria posible dialogar con los defen­sores de la ideologia hom6foba, dado que es evidente que estan en posicion de

_ fuerza discursiva, ya que estan

en posicion de fuerza social y que saben que pueden contar con el asentimiento tacito de una mayoria , que estara siempre en connivencia espontanea con ellos, in­

cluso si no han hablado.

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Por todo ella creo que es importante subrayar que la

cuestion que se ha planteado hoy de la penalizacion de

l a injuria esta lejos de ser una cuestion baladi : porque, ;.cuantos discursos juridicos, psicoanal iticos, psiquiatri­cos, sociologicos o pseudosociologicos, pol iticos, etc . , son del arden de la injuria, en el sentido de que hacen existir la realidad social a partir de la estigmatizacion y de la infravaloracion que la injuria, el insulto, el len­guaje del odio, acaban, de acuerdo con ellos, por inscri­bir en la vida cotidiana de los individuos? La injuria me dice lo mismo que me dice el derecho, o que me dicen todos los discursos de estos falsos sabios y sus falsas sentencias : «Anormal eres y anormal te quedaras» , «<n­ferior eres e inferior debes quedarte».

Tampoco serviria de gran cosa querer penalizar la injuria homOfoba o las palabras que son consideradas por todos como incitaciones al odio (como las del dipu­tado que pedia que se firmase el PACS en el servicio ve­terinario de la prefectura o las del senador que proponia que se rebautizase el PACS como «practica de contami­nacion del sida») si no se emprendiera el cuestionamien­to, a la vez, de las formas de luchar contra las incitacio­nes a la discriminacion y contra las legitimaciones de la discriminacion ya inscrita en el derecho y en el arden establecido, que se considera como «natural» o «simbo­lico» (otra manera de decir «natural» ) , pero que para los gays y l as lesb ianas, es el de la opresion de la que son victimas. Pero se plantearia entonces la pregunta : ;.como penalizar a todo el arden social? ;.Como penalizar el dis­curso de los que niegan la igualdad de derechos, en la medida en que la desigualdad es hoy la norma, la ley y, para algunos, este buen sentido homOfobo que es, como se sabe, l a cosa del mundo mejor compartida? No que­rria parecer que me insolidarizo con la reivindicacion alrededor de la que nos hemos reunido hoy, pero querria subrayar que aventura que quiza no sea muy facil cri­minalizar el «buen sentido».

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Ca p itu l o 2

La i nj u r i a es o m n i p rese n te

Entrevista realizada por Didier Peron y publicada en Liberation

el 26 de junio de 1999, a prop6sito del coloquio organizado

por Ia asociaci6n Aides el 19 de junio : •La homofobia, lC6mo

definirla? lC6mo combatirla?» (vease mi intervenci6n en dicho

coloquio en el capitulo precedente) . Doy aqui una version li­

geramente mas desarrollada de la que fue publicada.

En su libro Retlexions sur la question gay, otorga un papel muy importante a la injuria.

Si , es incluso una de las definiciones que doy de la ho­mosexual idad. Despues de la aparicion de mi l ibro me han preguntado a menudo en entrevistas o en progra­mas de radio o de television : «lQue es un homosexual?» . Casi es imposible responder a esa pregunta. Ya que no solo no hay una unica respuesta para tantos individuos tan diferentes entre si , sino que la pregunta presupone que la homosexualidad seria una realidad estable y bien definida, lo que evidentemente no es el caso. Pero es al menos una definicion que se puede dar y que parece ser valida casi universalmente, en todo caso, en las socieda­des occidentales contemporaneas : un gay o una lesbia­na es una persona que, en un momenta u otro de su vida, ha sido o sabe que puede ser insultado . La injuria, real o potencial, es omnipresente en su vida : la persona debe saber, por ejemplo, donde puede dar la mano a su pareja o manifestar un gesto de ternura y donde es me­jor no hacerlo , so pena de exponerse al insulto. Y, por

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supuesto, la injuria en el sentido estricto del termino no es mas que un sintoma de lo que se designa en la prime­ra parte de mi l ibro como «Un mundo de injurias», es de­cir, un conjunto de representaciones sociales y cultura­les, un horizonte de discursos y de imagenes que pugnan por desvalorizar e infravalorar la homosexuali­dad y a los homosexuales. Se hace evidente entonces que el sistema de la injuria acaba por constituir la rela­ci6n con el mundo de los individuos que son asi catego­rizados negativamente en el orden social . Es toda su personalidad la que esta labrada por el estado de infe­rioridad que la injuria produce y reproduce. Por eso la cuesti6n de la injuria esta en el punto central cuando se habla de la homosexualidad y se quiere luchar por los derechos de los homosexuales.

En el co loquio del sabado pasado, en el que se plantea­ba la definicion de la injuria homofoba para saber como combatirla en el plano juridico, usted daba, en efecto, una definicion tan amplia que se tenia la impresion de que cualquier tipo de discurso podia entrar en ella, des­de el insulto escuchado en la calle hasta las considera­ciones de algunos «expertos» -psicoanalistas, sociologos, etc. - hostiles a l PACS o a l matrimonio homosexual.

En efecto, el insulto grosero que se puede oir en la calle ( i pero tam bien, no lo olvidemos, en el Congreso o en el Senado ! ) no es mas que la punta de Ianza de un conti­nuum discursivo que hace existir la desigualdad en la realidad cotidiana. S i piensa en los Estados Unidos de los afios cincuenta, vera que hay una continuidad evi­dente entre el insulto «sucio negro», los carteles puestos

en la entrada de los locales publicos, «reservado a los blancos», las leyes que prohibian los matrimonios inte­rraciales, etc . , y basta las elaboraciones intelectuales que intentaban basar la desigualdad de las razas en el ambito biol6gico (o, como seria el caso hoy, cultural) . Pasa lo mismo con los homosexuales : hay una continui­dad entre la injuria lanzada por el que grita «maric6n» o

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«tortillera» en Ia calle y las palabras escritas implicita­mente sobre Ia puerta de Ia sala de matrimonios en el juzgado : «Reservado a los heterosexuales», basta los dis­cursos pseudoeruditos que se dedican a basar Ia desi­gualdad de las sexualidades invocando un «Orden natu­ral » o un «Orden simb6lico» . Pero estos discursos son pocas veces percibidos como discriminatorios, ya que se sustentan en el orden social entero , y en el «buen senti­do» hom6fobo que es, como se sabe, Ia cosa del mundo mejor compartida.

Asi pues, _t usted no cree mucho en la posibilidad de que la injuria hom6foba se constituya como un delito casti­gado por la ley?

i Ah, si ! Pero se puede sostener una reivindicaci6n y cri­ticarla, o en todo caso interrogarse sobre sus fundamen­tos te6ricos y sus efectos pol iticos. Me parece incluso que tal paso es necesario : cualquier reivindicaci6n debe estar sometida permanentemente a Ia reflexi6n critica por los mismos que Ia Bevan a Ia escena publica y por quienes los apoyan. Es incluso, creo, el papel y el deber de los intelectuales interrogarse siempre te6rica y pol iti­camente sobre el sentido y el alcance de los combates que, por otra parte, apoyan. Si no, se actua como si los contenidos de las reivindicaciones fueran principios ab­sol

.utos e inmutables, mientras que son instrumentos es­

trategicos, que tienen una funci6n y un sentido en un momento dado, y que deberan ser sobrepasados o en todo caso reformulados en otro momento o en otro con­texto.

Asi pues, apoyo totalmente Ia reivindicaci6n pro­puesta por Ia comisi6n juridica de Ia asociaci6n Aides. En efecto, me parece muy importante pedir que Ia inju­ria hom6foba y Ia incitaci6n al odio o a Ia discrimina­ci6n contra los homosexuales sean punibles por los tri­bunales. E incluso si Ia reivindicaci6n no prospera, habra tenido el merito de llevar el tema a Ia plaza publi­ca. Pero Ia pregunta que quiero plantear es Ia siguiente :

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;.quien dara Ia definicion de injuria? Todo el mundo es­tara de acuerdo en juzgar inadmisibles los insultos mas caricaturescos, pero pienso que numerosos discursos de apariencia intelectual no son mas que injurias eufemi­zadas o, en cualquier caso, incitaciones a Ia discrimina­ci6n. ;.Se les puede perseguir por la justicia? Es casi im­pensable. En principia, porque habria que perseguir a mucha gente : todos los obispos, l as tres cuartas partes de los psicoanal istas, tal o cual soci6logo o soci6loga o que se creen tales, etc. Y ademas porque es facil apostar que las formas mas «respetables» de estos discursos no serian percibidas como hom6fobas por los jueces, o no mas que lo son actualmente por los medios universita­rios o periodisticos, que las aceptan sin vacilar y les dan Ia ocasi6n de expresarse casi cotidianamente. La violen­cia que contienen esos discursos seria entonces legiti­mada por Ia justicia, se instituiria una homofobia l icita. Asi pues, me parece importante recordar que Ia lucha contra Ia homofobia debe ser l levada tanto en el plano intelectual como en el juridico. Y por eso creo que una de las tareas mas urgentes hoy es I a de realizar una cri­tica radical e intransigente del discurso hom6fobo en es­tas formas silenciosas y «cientificas» o « intelectuales» para desvelar Ia verdad racista.

En su opinion, ipor que hay este rebrote de homofobia ? Us ted sabe que se oye decir con .frecuencia, incluso hoy, que es el fenomeno de los «guetos gay» lo que la hace surgir . . .

Mas bien m e parece que los brotes hom6fobos d e los ul­timos aiios han sido provocados por el debate sobre el PACS, que es todo lo contrario que el encierro en un gueto, es un primer paso bacia Ia igualdad de derechos. 0 bien por Ia Lesbian and Gay Pride, que es una mani­festaci6n callej era, en Ia que participan muchos bise­xuales y heterosexuales. Pero si se quiere hablar de los barrios gays conviene subrayar que, hist6ricamente, se han constituido como espacios de l ibertad y de resisten-

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cia a la homofobia. Existen como reacci6n a la hostili­dad social y al «mundo de injurias» del que hablaba an­tes. Eran -y son todavia- lugares donde los individuos

pueden vivir su homosexualidad sin esconderse, cosa

que no pueden hacer en otra parte. Aftadire que si hoy la visibil idad colectiva de los gays y lesbianas ofrece al odio hom6fobo la ocasion de despertarse y expresarse, hay que decir tambien que ese fenomeno no es nuevo : cada vez que los gays toman la palabra o dejan de disi­mular, se les p ide que se callen y sean discretos. Es de­cir, que se sometan al orden hom6fobo. Esto dej a bien claro que la homofobia precede hist6rica y estructural­mente a la palabra homosexual, y que esta presta a de­sencadenarse en cuanto esta palabra sale a la luz.

Pero me gustaria mucho saber si su periodico se atreveria a plantearme la misma pregunta sobre otra ca­tegoria de la poblacion. lmaginese : lei antisemitismo es culpa de los judios?

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Tercera parte

E n to r n o a Reflex ions sur Ia question gay

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Ca p itu l o 1

Es n ecesa r i o a d m i t i r q u e h a y m i l m odos d e v iv i r I a h o m osexu a l i d a d

Entrevista realizada por Eric Lamien y publicada en Ex-aequo

n.o 26, marzo de 1 999 .

Su libro Reflexions sur la question gay estd dividido en tres partes que parecen bastante distintas. La primera propane un andlisis de la experiencia homosexual, la se­gunda es tudia Ia aparici6n de un contradiscurso, espe­cia lmente a travt�s de la litera tura a fina les del siglo XIX

y principios del XX, la ultima es una perspectiva de las posiciones y propuestas de Michel Foucault sobre la ho­mosexualidad. i Cual es el hi lo conductor comun a las tres partes ?

En la primera parte, me baso en trabajos sociologi­cos e historicos, pero tambien en textos l iterarios y en autobiografias, e intento comprender como el orden so­cial conforma la conciencia misma de los homosexuales, es decir, como el Iugar infravalorado que les es asigna­do en la sociedad se inscribe en lo mas profunda de ellos mismos, moldea su subjetividad y su personalidad. Pero, al mismo tiempo, los homosexuales estan obligados a valerse de esta identidad para poder vivir su homose­xualidad. Hay, pues, permanentemente, un doble mo­vimiento de sometimiento e insumision. En la segunda parte del libro, intento encontrar este mismo movimien­to en los textos del siglo XIX y comienzos del xx ; como un cierto numero de autores intentaron inventar una palabra homosexual con el fin de reformular la identi-

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dad homosexual para eludir a Ia prohibicion que pesaba sobre ellos, sobre sus deseos y sus amores. En Ia tercera parte, estudio los textos de Foucault para mostrar como se encuentra al recorrer su obra el movimiento que va de un an:Hisis de las tecnologias del poder a una refle­xion sobre las posibilidades de escapar a el y crearse a si mismo como un suj eto lo mas l ibre posible . Asi pues, si usted quiere, el hilo conductor que une las tres partes de mi l ibro es Ia cuestion del paso de Ia identidad some­tida a Ia identidad reiventada y escogida.

Usted a.firma que los homosexuales son designados, en tanto que ta les, por su en torno, antes incluso de haber tornado conciencia de su homosexualidad, y que todo homosexual estti ob ligado a tomar postura en relaci6n con es ta identidad, ya sea por Ia disimulaci6n o por Ia a.firmaci6n. lHabria, pues, una historia comun a todos los gays ?

Cuando alguien descubre que es homosexual, ocupa un Iugar en Ia sociedad que le preexiste. La categoria «los homosexuales» existe antes que el . y toma asiento en el interior de este grupo estigmatizado, lo quiera o no, se esconda o no. Analizo extensamente el fenomeno de Ia injuria, que es, creo, determinante en Ia vida de gays y lesbianas. No solo porque cada gay puede ser insultado y tratado de «sucio maricon», sino porque ha conocido esta injuria antes incluso de saber que un dia se dirigi­ria a el . Un gay sabe desde su mas tierna edad, antes in­cluso de tener una vida sexual, que hay gente a Ia que se puede tratar de maricones. Y un dia toma conciencia de que forma parte de ellos. De ahi provienen frecuente­mente el efecto de terror, de vergiienza, con todo lo que implica ( Ia voluntad de esconderse, Ia doble vida o, para algunos, los pateticos esfuerzos para cambiar . . . ). Es muy importante para comprender como se ejerce Ia domina­cion social que pesa sobre los gays. Por lo tanto, los gays estan unidos unos a otros por un lazo invisible, an­tes incluso de que tomen conciencia de ello, ya que ocu-

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pan el mismo Iugar infravalorado en el orden social . Uega un momenta en el que cada gay debe «tomar posi­cion» , segun Ia formula de Sartre a proposito de los ju­dios, sobre lo que es ; es decir, decidir sobre su identidad personal a partir de Ia identidad «estigmatizada» que le es impuesta. Puede escoger afirmarla o reivindicarla. Puede intentar negarla o disociarse de ella. Pero hay que escoger y no tiene otra opcion posible, ya que no puede hacer como si Ia estigmatizacion no existiera. La impor­tancia de Ia visibil idad gay y lesb iana hoy es que hace mas facil Ia aceptacion de si mismo, es decir, una toma

de posicion positiva.

Parece usted relativizar la oposici6n entre gays «integra­cionistas» y gays «diferencialistas», ino le parece perti­nente esta oposici6n ?

N o relativizo esta oposicion ; a l contrario , muestro que esta en todas partes. Ha atravesado toda Ia historia de Ia homosexualidad a lo largo del ultimo siglo y medio. Las dos actitudes han existido en todas las epocas, en todos los paises, en el interior mismo del movimiento gay, que siempre ha estado dividido entre l as dos tendencias . . . Pero las dos tendencias existen tambien en e l interior de cada individuo : a tal o cual edad se pueden tener aspi­raciones diferentes. y se podria ir mas lejos aun : cada uno de nosotros puede pasar en momentos diferentes de un mismo dia, o en situaciones diferentes, de una vo­luntad «integracionista» a una voluntad «diferencial is­ta». Un individuo no es el mismo durante Ia jornada I a­boral que por Ia tarde cuando sale, o esta en casa o con los amigos . . . Y ademas, las definiciones no son tan sim­ples : una parej a de hombres o de mujeres que pide el derecho al matrimonio y quiere educar nifios, Les <dnte­gracionista» o «diferencial ista»? La respuesta no es to­talmente evidente. lY un gay que oculta a todo el mun­do que es gay, pero se pasa las noches en lugares de alterne o en bares, es « integracionista» o «diferencial is­ta»? Se puede decir, por ejemplo, que todos los que van

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a los bares gay que fomentan la existencia de unos lu­gares espedficos y una cultura colectiva y, por lo tanto, sea cual sea su opinion sobre la cuestion, estan, al me­nos a este respecto, del lado de la «diferencia». Por eso la oposicion me parece poco pertinente. Nos encierra en un falso debate, que no tiene en cuenta la infinita plurali­dad de las situaciones reales. Despues de todo, lpor que hay que escoger? lpor que nos piden definirnos como lo uno o lo otro? lpor que siempre se exige a los gays y a las lesbianas ser esto o aquello, esto y no aquello? lPor que se verifican permanentemente nuestras identidades, siempre para decirnos que no estamos en regia?

Sin embargo, su libra es un alegato contra la petici6n de «discreci6na hecha a los gays, que, cuando es defendida por ellos mismos, identifica con la homofobia in teriori­zada.

En primer Iugar, tengo que decir que, para mi, « integra­cion» no es lo mismo que «discrecion». Pero, en efecto, detesto la conminacion a la discrecion. Se la encuentra con frecuencia en la historia. Piense en la acogida del Corydon de Andre Gide. Se le reprocho, con inaudita violencia, sacar a la luz publica lo que deberia quedar en privado, y se le pidio que callara. Y esta conminacion me parece estar en perfecta continuidad con el fenome­no de la injuria del que acabamos de hablar : l a injuria es una l lamada al orden social y sexual. Tiene como funcion recordar que hay quienes pueden insultar y quienes pueden ser insultados. Y el discurso que pide a los gays y a las lesbianas que sean discretos no parece ser sino una manera mas elaborada de expresar esta l la­mada al orden. La misma estructura de asimetria es la que obra en los dos casos : estan los que pueden decidir quien tiene derecho a hablar y quien deben someterse a su voluntad. Y cuando veo a gays que, para hacerse aplaudir por los defensores del orden social , ejercen de portavoces de los discursos que exigen la desaparicion de los homosexuales de la visibilidad publica, lo en-

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cuentro lamentable y siniestro . Ser discreto es un dere­cho de cada uno y ese derecho no se discute. Otra cosa es hacer un discurso ideol6gico y politico y eso proce­de, es innegable, de una homofobia interiorizada.

Segun usted, un gay siempre ha de reconstruirse, de «in­ventar» una gran parte de su vida. iC6mo se manifiesta esta elaboraci6n de si mismo?

Si , los gays y las lesbianas deben olvidar lo que han aprendido en su juventud, deshacerse de Ia manera en

que han sido socializados, desprenderse del peso de Ia subordinaci6n. Y para eso, estan necesariamente aboca­dos a reinventar su vida en tanto que gays y lesbianas, para poder vivir lo que son. Eso puede tomar mil for­mas. Y creo que nadie puede decir a nadie como rein­ventar su vida : para unos, pasa por Ia voluntad de su­mergirse en los modos de vida gay representados por los bares o las discotecas, y para otros, pasa por Ia cons­trucci6n de relaciones duraderas, de relaciones de pareja (los dos modos, por otra parte, no son contradictorios) . Mas aun, debemos negarnos a oponer las asp iraciones de unos y otros. Es necesario admitir que hay miles de formas de ser homosexual . La «Subjetivaci6n» , para re­cuperar el termino de Foucault, es decir, Ia reinvenci6n de I a identidad personal , es un gesto que no tiene un previo contenido determinado ; a! contrario, cada uno de nosotros le dara el sentido que quiera.

iPor que escogi6 estudiar los contradiscursos a la ho­mofobia esencialmen te en la literatura, con las tres grandes .figuras que son Wilde, Gide y Proust?

En principio, porque sus l ibros son facilmente asequi­bles para todos. Pero, sobre todo, porque en torno a sus nombres se cristaliz6 buena parte de Ia historia de Ia ho­mosexualidad a finales del siglo XIX y principios del xx.

La condena de Wilde supuso un trauma terrible para to­

dos los homosexuales de Ia epoca. Pero, como demues-

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tro, tambien suscito I a voluntad de un cierto numero de escritores de dar, de nuevo, una expresion l iteraria a esta sexualidad reprimida. Es el caso de Gide, de Proust . . . en este sentido, se puede decir que hay realmente una historia de Ia homosexualidad. Y nosotros somos, de al­guna manera, herederos de esa historia.

Usted se interesa por trazar una perspectiva de lo que puede haber de paradojico, incluso de aparentemente contradictorio, en el acercamiento a la homosexualidad por parte de Michel Foucault a lo largo de su obra y de su rejlexion. Segun usted, ique politica en relacion con Ia cuestion gay puede ser deducida de su pensamiento ?

Muestro como el pensamiento de Foucault fue atravesa­do, impregnado por Ia cuestion de Ia homosexualidad desde sus primeros textos, en los aflos cincuenta, basta los ultimos, en los ochenta. Es evidente que Foucault no ceso de evolucionar en sus amilisis : en La voluntad de saber, en 1 9 76 , escribe mas o menos lo contrario de lo que habia dicho en Historia de Ia locura, en 1 96 1 . Pero al poner en evidencia su evolucion o sus contradicciones, mi intencion evidentemente no es Ia de escoger entre los diferentes momentos y aun menos Ia de decir cual es el «verdadero» Foucault, sino mas bien Ia de describir un movimiento del pensamiento, que pasa de un analisis de Ia sumision a una pol itica de Ia «subjetivacion». Lo que se extrae del pensamiento de Foucault es Ia idea de una «subjetivacion» colectiva, Ia invencion de nuevos «modos de vida», de una nueva «cultura gay» . Vuelve a ello de manera muy insistente al final de su vida. Y su modelo eran las comunidades gay de Estados Unidos.

Una de las a.firmaciones que subyacen en su libro es que la homosexualidad no es sinonimo de subversion. Sin embargo, ino cuestiona las normas dominantes ?

El discurso de Ia subversion es a menudo un discurso vacio y hechicero. Por supuesto que Ia homosexualidad

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perturba el orden establecido y es combatida por el . Pero no Io subvierte en absoluto. AI contrario , sirve muchas veces de repelente para estabilizar y reforzar los valores. La «heterosexualidad» como norma y como prescripcion social, como modelo de pareja, como fundamento de Ia familia, etc . , no es en el fondo mas que una forma ideo­Iogica y cultural historicamente construida sobre el re­chazo de Ia homosexualidad y de Ia bisexualidad.

Y ademas, se aprecia claramente que Io que pertur­ba el orden social no es necesariamente Io que se cree subversivo. Hoy, Ia «subversion» es Io que el orden so­cial concede a los gays y a las Iesbianas. Pero cuando piden el derecho al matrimonio, Io que podria parecer lo contrario de Ia subversion, se ve que violencia se desen­cadena contra ellos. Entonces creo que hay que reeem­plazar Ia idea de subversion por Ia idea foucaltiana de resistencia. Es cierto que no vamos a subvertir Ia socie­dad. Tenemos que renunciar a Ia utopia de una sociedad ideal en Ia que los homosexuales no fuesen condenados al ostracismo o insultados . . . pero podemos, por una par­te, emprender con exito batallas por Ia igualdad de los derechos y, por otra, esforzarnos en escapar, en cierta medida, a las fuerzas opresivas. La resistencia no es Ia proyeccion de nosotros mismos en un futuro hipotetico e incierto, sino Ia manifestacion, posible hoy, de una desviacion en relacion con Ia norma. Es intentar situar­nos no fuera (no hay exterioridad social, ni exterioridad politica o cultural) , sino al I ado, inventando otras for­mas de vida, otras formas de personalidad y otros mo­delos sociales. Y se puede pensar con Foucault que estas nuevas formas de sociabilidad y las nuevas formas de subjetividades que se inventen no quedaran l imitadas solo a los homosexuales, sino que ofreceran tambien nuevas perspectivas a los heterosexuales que se asfixian en el yugo de Ia normalidad. Lo que vendria a concebir lo universal no, tal como ha sido el caso basta el pre­sente, bajo Ia forma de una coaccion hecha a los gays y a las lesb ianas para que se adecuen a los modos de vida dominantes (el «universal ismo», que no es otra cosa que

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Ia expresi6n del imperialismo cultural y social de los dominantes) , sino como una interacci6n entre diferentes formas de vivir y de pensar, un intercambio en el que los heterosexuales tendrian mucho que aprender de los homosexuales. Este genero de interacci6n, permanente y necesaria, es lo que el escritor antil lano Edouard Glis­sant define bellamente en otro contexto como «poetica de Ia relaci6n», que no existe, dice, si no se preserva Ia «poetica de lo diverso» . Reemplace Ia palabra «poetica» por Ia palabra «politica» y tendni I a manera de pensar las realidades de hoy que me parece necesaria.

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Ca p itu l o 2

R e i nve n ta r s u s u bj et iv i d a d

Entrevista realizada por Fraga Tomasi y publicada en Cultures

en Mouvement, n.o 1 8 , junio de 1 999 .

Querria en primer Iugar exponerle una cuesti6n general : lnO dirfa USted que las mutaciones mas signijicativas de la sociedad han sido engendradas por los movimientos feminista y gay que han abierto lo que usted llama «es­pacios de resistencia a la sujeci6n»?

Me parece evidente que el movimiento feminista y el movimiento gay y lesbiano han contribuido considera­blemente a cambiar la sociedad en su conjunto. Pero, en primer Iugar, han contribuido a transformar considera­blemente la situacion de las mujeres y la de los homose­xuales. Se trataba, en efecto (y se trata todavia) de po­ner en cuestion los mecanismos que producen y perpettian la suj ecion, los mecanismos que instituyen el orden social y el orden sexual y que atribuyen lugares determinados (y en este caso infravalorados) a ciertas categorias de individuos. La oposicion radical a este or­den y a las diferentes formas de opresion que impone es sin duda uno de los grandes fenomenos pol iticos de la segunda mitad de l siglo xx y, en todo caso, de los trein­ta tiltimos afios.

Sus Ret1exions son a la vez un antilisis de la experiencia vivida y una historia de la literatura homosexual del ul­timo siglo y medio. Ana liza a lgunos momentos impor-

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tantes como el proceso de Oscar Wilde o la publicacion del Corydon de Gide. En los dos casas, insiste en la «sa­lida del armaria». iPor que habia que dejar de deslizar­se par las paredes ?

La homosexualidad ha sido durante mucho tiempo, se­gun Ia expresion consagrada, un «vicio innombrable» . Y Ia gran estructura de opresion que se aplica especifi­camente a los homosexuales es Ia obligacion de callarse y ocultar lo que son. Por eso el combate de los homose­xuales ha consistido casi siempre en querer expresar pu­blicamente Ia homosexualidad. Me dedico ampliamente a mostrar como, por ejemplo, algunos helenistas de Ox­ford entre los aii.os 1 860 y 1 870 utilizaron Ia referenda a Grecia para crear un discurso de legitimacion de los amores entre hombres. He querido describir Ia lenta ma­duracion y las formas estrategicas de esta toma de Ia pa­labra, que tiene su historia propia, sus fil iaciones, sus transmisiones de herencia (de Walter Pater a Wilde, de Wilde a Gide, de Gide a Foucault, etc . ) , pero que tambien conoce brutales interrupciones (es el caso evidentemen­te, de Ia condena a Wilde, que, y no hay que olvidarlo , condujo a Prous y a Gide a! camino de una reflexion so­bre Ia homosexualidad) . Hay una especie de productivi­dad perversa de Ia represion.

Pero hay diferencias entre esas personas. Usted mencio­na la manera en la que John Addington Symonds sueita con una nueva caballeria. Otros, como Proust, presentan a los homosexuales como afeminados . . .

L a toma d e palabra e s siempre u n «contradiscurso» , es decir, muchas veces integra los valores que quiere com­batir. Symonds (como Gide mas tarde) quiere mostrar que Ia homosexualidad es noble, pura, sana, y que los homosexuales mascul inos son viriles, comprometidos en Ia tarea de defender Ia nacion, de contribuir a Ia fuerza de Ia sociedad, etc . Es un discurso de legitimacion que a Ia vez se opone a I a condena de Ia homosexualidad por

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los valores dominantes e inscribe esta contestacion en el cuadro de dichos valores, a los que lejos de rechazar, se adhiere totalmente. Quiere simplemente mostrar que la homosexualidad pertenece con pleno derecho y, si me atrevo a decirlo , con plena naturaleza, a lo que, preco­nizan y exigen tales valores. Es a la vez un discurso de resistencia y un discurso de sumision. Este tipo de dis­cursos ha tenido, evidentemente, una gran importancia historica, ya que permitio una toma de palabra. Pero hay que hacer la critica de esta sumision a las categorias normativas que son precisamente las de la sujecion.

El caso de Proust es diferente, dado que escribe como novel ista que no se considera a si mismo homosexual . Reproduce los modos de pensamiento elaborados por la psiquiatria sobre la homosexualidad y desarrolla en una especie de teoria biologica y psicologica general del «ter­cer sexo» los rasgos de algunos personajes, como el ba­ron de Charlus, que es, segun el, una «mujer» en un cuer­po de hombre. Asi define la homosexualidad : una inversion psiquica que hace que un individuo no tenga los rasgos psicologicos -ni los deseos sexuales- que son los que se considera que su pertenencia b iologica y su apariencia fisica deberian determinar en el.

Lo que debemos rechazar ahora es precisamente la obl igacion de plegarnos a las categorias que durante mucho tiempo han constreiiido el discurso que mante­nian los mismos homosexuales sobre la homosexuali­dad. Hay que admitir que hay formas muy diferentes de ser homosexual y que algunos son afeminados y otros no, y que incluso se pueden encontrar estas diferencias reunidas en una misma persona, segun que se considere tal o cual momenta de la vida o de la jornada . . . Lo que hay que combatir es la potencia de la heteronormativi­dad, que nos impone siempre el pensar en terminos con­vencionales de masculino y femenino, y, sobre todo, en la complementariedad entre masculino y femenino. Esta es una de las razones por las que me parece necesario, por ejemplo, pasar por un tamiz resueltamente critico toda la literatura psicoanalitica de ayer y de hoy, que

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siempre se ha basado en Ia idea del canicter fundamen­tal de Ia «diferencia de sexos» y de Ia union de los sexos diferentes. Este discurso me parece estar en Ia base de un cierto racismo contra los que no entran en estas de­finiciones.

iMenciona usted las funciones desestabi lizadoras de la androginia por estas razones ? iNo seria una manera de inventar, en el futuro, o tras formas de ser, o tra repre­sentacion del femenino/masculino, y escapar a la «domi­nacion masculina»?

Es cierto que el hecho de no adaptarse a las definiciones que corresponden al sexo asignado por Ia maturaleza» y por las definiciones sociales convencionales ha sido uno de los grandes factores de perturbacion del orden se­xual. Los andares contoneantes de Wilde, los cuadros de Simeon Solomon, las audacias de Ia literatura francesa del siglo XIX o las modas en el vestir en algunos circulos lesbianos del Paris de los afios veinte y treinta contribu­yeron ampliamente a confundir las normas y Ia violen­cia represiva de Ia que eran portadoras. Ya que creo, en efecto, que todo el orden sexual represivo, como ha re­cordado recientemente Pierre Bourdieu, se funda en los principios de Ia «dominacion masculina» o, mas exacta­mente, y Bourdieu habia pensado a veces Hamar asi a su libro, sobre Ia dominacion del «principio masculino».

Sin embargo, ni Ia transgresion del «genero» con­vencionalmente asignado a los individuos ni Ia androgi­nia se pueden presentar como modelos a seguir o a pro­mover, ya que seria recaer en Ia idea de que hay una buena manera de ser homosexual (sefialemos de paso que numerosos adeptos de Ia androginia no son homo­sexuales, sino que intentan oponerse a las normas de Ia viril idad o Ia feminidad en vigor en su epoca) . Hace fal­ta, creo, insistir en el hecho de que Ia manera en Ia que los individuos pueden reinventar su identidad no debe de modo alguno estar preestablecida. La idea de una gran fusion de todas las identidades sexuales en Ia inde-

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terminaci6n andr6gina me parece una utopia, de Ia mis­ma indole que I a utopia de una bisexualidad universal desarrollada por los movimientos de l iberaci6n sexual de los aii.os setenta. Hay que dar Ia espalda a estas uto­

pias y a todas las utopias en general, ya que l levan siempre a denunciar como malignos, conformistas o re­tr6grados a quienes no se adaptan a las representaciones deseadas : los partidarios de Ia androginia denuncian en­tonces a los «masculinistas» y a los «afeminados», de Ia misma manera que los gays masculinistas denunciaban a los gays afeminados, y viceversa, o que las lesbianas feministas denunciaban a las lesbianas «butch», y vice­versa, etc. Es necesario terminar con estas tentaciones permanentes de introducir nuevas normas en el interior del discurso minoritario en el mismo momento en que lucha contra las normas dominantes y los discursos ma­yoritarios.

;.La cultura gay es realmente generadora de nuevas mo­dos de vida, ta l como a.firmaba Michel Foucault en los textos que usted comenta ?

M e parece innegable que los gays han hecho que exis­tan, desde hace mas de un siglo, modos de vida y modos de sociabilidad que les son particulares. Todo a lo que se asiste hoy en los barrios gays se inscribe en una larga historia . . . Los historiadores muestran que todo eso exis­te desde hace ya mucho tiempo, y se constata que los lugares de alteme, los cabarets, los bailes, los restauran­tes formaban ya una subcultura gay en el siglo XIX y sin duda mucho antes. El l ibro de George Chauncey, Gay New York aporta una demostraci6n magistral. Y eviden­temente, no se trata solo de modos de vida : es todo un conjunto de relaciones entre los individuos, de repre­sentaciones, de discursos que circulan en el interior de este especio, de argots especificos, de modas en el vesti­do, etc . , lo que esta implicado. Y, finalmente, ciertos ti­pos de personal idades y de subjetividades particulares, no me atrevo a decir ciertos tipos de identidades . . . pero,

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sin embargo, es Ia palabra que habria que emplear, aun precisando que esas identidades nunca son fij as, nunca coherentes ; sobre todo, son siempre plurales.

Usted ha publicado dos libros de referencia sobre Michel Foucault y le consagra aqui mas de 1 5 0 ptiginas en las que se puede seguir al detalle como sus teorizaciones acompafian el curso de su vida y pueden servir de pun­to de apoyo a modos de vida resistentes al poder y tam­bien de impulso a la «subjetivacion» de cada persona en su diferencia.

Cuando se sigue Ia trayectoria teorica de Michel Fou­cault, se observa el paso de un analisis de los modos de dominacion y de sometimiento y de lo que el llama la «sujecion», a una politica de la reinvencion de uno mis­mo al margen de las normas de sometimiento, una pol i­tica a la que se puede Hamar la dinamica de la «subjeti­vacion» . Ahora bien, creo que el recorrido que va de la sujecion a la subj etivacion es el que atraviesa todo gay, porque, si bien la obra de Foucault esta inscrita en Ia experiencia personal de alguien -e l filosofo mismo- que ha debido trabaj ar para construirse como homosexual, permite tambien pensar y analizar esta experiencia per­sonal no solo en la de un individuo, sino en la de todos los gays. No creo mucho en la «subversion» de Ia socie­dad por la homosexualidad, sino en la resistencia a los poderes de Ia norma, y esta resistencia pasa, y admiro a Foucault por haberlo comprendido tan bien, por lo que el llamaba el «deseo de si» , es decir, el trabajo que es preciso hacer sobre uno mismo (individual y colecti­vamente) para inventar nuevas personalidades, nuevas relaciones entre los individuos, nuevos modos de vida. Y eso, por supuesto, cultivando las diferencias. Es lo que ustedes llamarian Ia «cultura en movimiento» , l.no?

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Ca p it u l o 3

La q u e ca m b i a y I a q u e n o ca m b i a

Entrevista realizada por Juremir Machado Da Silva y publica­

da en La Folha de Sao Paulo el 28 de agosto de 1 999.

Usted acaba de publicar Ret1exions sur la question gay, titulo que hace referencia a Jean-Paul Sartre. i Se trata de dar un estatuto .filoso.fico a Ia cuestion de Ia homose­xualidad?

AI escoger este titulo, que evidentemente hace referen­da a las Reflexions sur Ia question juive de Jean-Paul Sartre, queria afirmar, por supuesto, que se puede y se debe l levar a cabo una reflexion teorica y filosofica so­bre la homosexualidad. Introducir la homosexualidad en el registro del ami.lisis intelectual y no contentarse con las habituates discusiones poh�micas que se desarrollan de manera algo irracional en cuanto se abordan estas cuestiones. Pero debo aftadir que no soy ni el unico en hacerlo , ni el primero que lo ha hecho. Para no hablar mas que de Francia, diferentes l ibros han simbolizado varios momentos de la reflexion sobre la homosexuali­dad: Le Desir homosexuel, de Guy Hocquenghem, por ejemplo, en 1 9 72, cuya andadura esta profundamente unida a la efervescencia intelectual y politica del post­Mayo de 1 9 68 ; y despues Les Homosexuels et le sida, de Michael Poll ak, l igado a otro periodo, tragico este, el de la expansion de la epidemia y los trabajos de inves­tigacion sociologica que se multiplicaron en ese mo­menta. Aunque mi l ibro t iene la ambicion de ir mas le-

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jos en el anaJisis, se inscribe en esta historia de Ia refle­xion teorica.

Pero I a referenda a Sartre tiene tambien otro signi­ficado : queria insp irarme en Ia tesis que desarrollo en su l ibrito de 1 946 : es I a sociedad antisemita, dice, I a que moldea e l ser-judio y e l judio no tiene otra alterna­tiva que aceptar lo que es (que Sartre llama «autentici­dad») o intentar huir, lo que le l leva a Ia verguenza o a Ia negacion de si mismo (lo que Sartre l lama «inauten­ticidad») . Me parece que sucede lo mismo con los gays : es el orden social el que asigna a los gays un estatus in­fravalorado, y este estatus moldea profundamente Ia personalidad, Ia identidad incluso de los individuos asi designados. Y no hay otra alternativa que o bien acep­tar y reapropiarse de esta identidad o bien vivirla en Ia verguenza y el disimulo . En el fondo, el concepto sar­triano de autenticidad y libertad es bastante amilogo a! de «orgullo» : pride.

Se rejiere usted con amplitud a l caso de Oscar Wilde y habla de Ia cuestion de las mascaras, pero tambien del arte, que, como las ciudades, es un «refugio» para Ia sexualidad proh ibida. iHa desempeftado Ia li tera tura (Gide, Wilde, Proust, Isherwood, etc.) un papel impor­tan te en Ia transformacion del imaginario sexual con­tempordneo ?

Se puede hablar de Ia importancia de Ia invencion cul­tural en dos sentidos : por una parte esta Ia cultura l ite­raria e intelectual, y por otra Ia cultura popular. Por eso intento estudiar como los escritores y los universitarios han intentado hacer que exista una palabra homosexual a traves de sus I ibras, a pesar de las prohibiciones, los tabues y Ia represion que se ejercia sobre ellos. Frecuen­temente tuvieron que disfrazar sus discursos, utilizar «mascaras», «codigos». Y cada autor ha intentado pro­fundizar en las tentativas que habian precedido a Ia suya : Oscar Wilde se apoyo en sus maestros, los helenis­tas de Oxford, Gide se apoyo en Wilde, y, como se sabe,

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Ia posteridad de Gide ha sido considerable : Genet, Bar­thes, Foucault, etc . , estuvieron enormemente influidos por Gide. Y nosotros somos, evidentemente, los herede­ros de esta historia . . .

Pero esta historia intelectual ha podido existir por­

que habia otra historia mas concreta : los homosexuales han hecho que exista, en las grandes ciudades, y ya des­de hace mucho tiempo, lo que se puede Hamar un «mun­do gay•, constituido por lugares de encuentro, bares, restaurantes . . . Me ha interesado Ia interaccion entre los modos de vida gay y Ia cultura de el ite. Esta interaccion es aun mas fuerte, creo, hoy que ayer.

Su libro profundiza mucho en Ia literatura, en el caso de Proust, por ejemplo, y se inspira a Ia vez en las ciencias humanas, en los casos de Foucault y Bourdieu especial­mente. Cita en varias ocasiones el libro de Bourdieu La Domination mascul ine. Ahora b ien, me parece que en este libro no se encuentra una vision muy optimista del progreso de Ia liberacion de las mujeres. iPiensa que lo que se llama Ia «revolucion sexual11 ha fracas ado ?

No, Ia herencia de los aftos sesenta y setenta es, de he­cho, considerable, y hay que defenderla a toda costa frente a todas las tentativas de retorno a las situaciones anteriores. Pero es sorprendente, y Bourdieu tiene razon a! insistir en este punto, que todas estas transformacio­nes, que han afectado Ia situacion de las muj eres y de los gays y las lesbianas (en todo caso en las sociedades occidentales), no han alterado finalmente gran cosa Ia estructura misma de Ia dominacion y Ia opresion. Asi pues, hay que preguntarse no solo sobre lo que ha cam­biado, sino tambien analizar lo que permanece y lo que no varia, e intentar ver, como hace Bourdieu a proposi­to de las muj eres, cuales son las instituciones que traba­j an para perpetuar el orden social y sexual ( Ia Iglesia, Ia escuela, el mundo del trabajo , las ideologias politicas, etc . ) .

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Su libro, muy comprometido en el combate contra los prejuicios, sali6 poco antes del a tentado contra un pub gay en Londres. iPiensa que en este final del s iglo xx Ia homofobia sigue siendo tan dominante como siempre, a pesar de Ia aparente evoluci6n de las costumbres ?

Creo que han cambiado muchas cosas en los ultimos afios, gracias a Ia emergencia, a escala internacional, de un movimiento gay y lesbiano que ha adoptado multi­ples formas. Pero, evidentemente, eso no hace retroceder a Ia homofobia. Diria incluso que se produce lo contra­rio : se aprecia, hist6ricamente, que cada uno de los gran­des momentos de afirmaci6n homosexual y de reivindi­caci6n del derecho a Ia homosexualidad, ha provocado una reacci6n hom6foba : piense en Oscar Wilde y en Ia represi6n de Ia que fue victima. Piense tambil�n en Ia aco­gida al libro de Gide, Corydon : Ia violencia que acompa­fi6 a Ia publicaci6n de este librito, que, sin embargo, hoy nos parececonvencional, fue algo sencillamente asom­broso. Y se constata Ia misma carga de violencia en estos momentos, desarrollada en todos los tonos, cuando se trata de conceder un reconocimiento juridico a las pare­jas del mismo sexo.

Hay quien afirma que en Estados Unidos se estti vivien­do una caza de brujas a l reves, en Ia que las minorias, en nombre de lo «po liticamente correcto», se habrian convertido en los jueces imp lacables de sus opresores. i Oue piensa de eso ? iPiensa que la situaci6n es compa­rable en Europa ?

La pretendida «tirania de las minorias» es un tema clasi­co del discurso conservador. Desde el momento en que una minoria reivindica sus derechos o un movimiento politico o cultural intenta hacer cambiar algo las cosas, los guardianes del orden social se movilizan para opo­

nerse a las transformaciones y a los progresos. Y uno de los grandes temas discursivos de esta movilizaci6n con­servadora es afirmar que pronto las minorias ejerceran

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su dictadura. Es el lugar comun reaccionario de la «nue­va intolerancia» o de la «violencia» que querrian ejercer quienes toman la palabra. Asi , cuando Gide publico Corydon, los escritores conservadores se sublevaron pre­guntandose : lse tiene todavia el derecho a ser heterose­xual? Como si afirmar el derecho a la homosexualidad significara impedir a los heterosexuales ser lo que son. Asi es como los privilegiados cuidan y reafirman sus

privilegios. Hay que recordar, por ej emplo, que fue la derecha conservadora norteamericana la que forjo la expresion «politicamente correcto» para combatir y de­nunciar los movimientos de afirmacion de los derechos de las minorias. Esta expresion, que tiene valor de acu­sacion, estuvo en el centro de una campafia de difama­cion contra los movimientos feminista, gay y lesbiano, etnicos, etc. , y esta campafia fue coronada por el exito, ya que tenia la apariencia de una defensa del buen sen­tido contra los pretendidos excesos y el «terrorismo» de los movimientos que ponian en cuestion las jerarquias implicitas en los discursos, la cultura, el saber, la pol iti­ca, jerarquias que garantizan y mantienen los privile­gios de los hombres, blancos y heterosexuales.

Una campafia analoga se desarrollo tambien en Francia, orquestada por las instituciones neoconserva­doras (Fundacion Saint-Simon) y por revistas (Le Debat, Esprit, Commentaire . . . ) cuya funcion es precisamente atacar las experiencias del pensamiento critico y de los movimientos de afirmacion de los derechos de las mino­rias. Se asistio, durante mas de quince afios, a grandes maniobras ideologicas organizadas por los think tanks (clubes de pensamiento) neoconservadores para erradi­car la herencia de mayo de 1968 (y mas en general , de los afios sesenta) en la cultura, la pol itica y las ideas. Seria muy instructivo a este respecto hacer la l ista de to­dos los esloganes que se difundieron para denunciar tanto el «individualismo» (termino que sirve general­mente para estigmatizar el hecho de que haya individuos que intenten vivir como desean y obtener los derechos que la sociedad no les reconoce) , como el «comunitaris-

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mo» (designacion peyorativa que se refiere al hecho de que se movilicen para obtenerlos contra los que se los niegan), sin olvidar por supuesto el odio al «pensamien­to 68», es decir, al pensamiento critico . . . Desde hace ai'los proliferan l ibros y articulos que preconizan una vuelta a los valores tradicionales contra el «l iberalismo cultural» (ponderando, por supuesto, las virtudes del neo-liberal ismo economico ) . Y los objetivos de estas empresas retrogradas son siempre -entre otros- las fe­ministas y los homosexuales, que incurren en la gran culpa de hacer perdurar la protesta cultural y pol itica a la que todos estos valerosos Republicanos y Democratas (con mayusculas, por favor) querrian poner termino. Con el resultado, por supuesto, de que las feministas y los homosexuales, que tienen gran capacidad de resis­tencia a estos asaltos lanzados contra lo que son y lo que hacen, se ven inevitablemente acusados, como siem­pre, de ser responsables de todos los males de la socie­dad moderna. Pero le remito a una obra colectiva muy importante dirigida por Christine Bard, Un siecle d 'anti­feminisme (Fayard, 1 999) y vera usted mismo que a este respecto no hay nada nuevo bajo el sol .

En Francia, en 1998 y 1999, Ia sociedad ha discutido mucho un proyecto de ley, el PACS, para regularizar Ia s ituaci6n de las parejas homosexuales. La derecha ha vista en el un matrimonio bis . La izquierda ha intentado demostrar que no era ese el caso. iPiensa que hay que tener el valor de hacer votar el derecho a l matrimonio, en el juzgado, de los homosexuales ? Por otra parte, hay quien se pregunta por que los homosexuales insisten en acceder a un estatus que estti en plena decadencia.

La derecha se ha opuesto a los proyectos de reconoci­miento de las parejas del mismo sexo. La izquierda ha intentado l imitar este reconocimiento a unos derechos simples, que no implicarian el reconocimiento simb6li­co y social de las parej as del mismo sexo. Son dos ver­siones, es verdad que muy diferentes, pero dos versiones

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de Ia ideologia homOfoba : en ambos casos, se trata de mantener a los homosexuales en un estado de inferiori­dad juridica y social. Por eso me parece fundamental lu­

char por Ia igualdad plena y entera : derecho a! matri­monio y a Ia adopci6n para los homosexuales a! mismo nivel que los heterosexuales. Se entiende que reivindicar un derecho, y luchar por Ia igualdad de derechos, no II e­va a preconizar el matrimonio de los homosexuales, a afirmar que deben adoptar tal o cual modo de vida. Los gays y las lesbianas han inventado muchas otras formas de vivir, otros tipos de relaciones entre los individuos, no se trata de intentar «normalizarles» reivindicando el derecho a! matrimonio. Es una cuesti6n de derechos, es todo. Yo no deseo casarme, pero conozco a muchas pa­rejas que les gustaria poder hacerlo . Y considero inso­portable que eso les sea negado. Hay muchos heterose­xuales que no se han casado ni tienen deseos de casarse, pero eso no impide que tengan el derecho de hacerlo si quieren. Hace falta que los homosexuales tengan Ia mis­ma libertad de elecci6n. Y ademas, hay otra raz6n por Ia que todos los homosexuales, sean cual sean sus aspira­ciones personales, deberian sentirse concernidos por el debate sobre el reconocimiento juridico de las parej as del mismo sexo : Ia necesidad de resistir a! discurso ho­mOfobo que se ha desencadenado en esta ocasi6n, con todas sus variantes, del anuncio del «apocalipsis» por los parlamentarios de la derecha reaccionaria a la denuncia de la «pasi6n de desimbolizaci6n» en las revistas de la izquierda neoconservadora (esta idea de «pasi6n de desimbolizaci6n» no es, evidentemente, mas que una manera de vestir con una verborrea pseudoerudita las sempiternas lamentaciones del tipo «Todo se hunde» o «l,Ad6nde vamos a parar?») .

i C6mo dejar atrtis hoy el estado de exclusion? iEs toda­via posible una «utopia sexual»?

No, yo no creo en absoluto que se vaya bacia una socie­dad mejor en la que la opresi6n que se ejerce contra los

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homosexuales haya desaparecido. Pero creo que es posi­ble construir espacios -politicos, sociales, culturales y

por supuesto intelectuales- de resistencia a esta opre­sion. Yo no creo en Ia utopia. Creo en Ia resistencia.

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Ca p itu l o 4

Po l ft i ca m e n te g ay

Entrevista realizada por Arnaud Viviant y publicada en Les In ­

rockuptibles, el 20 de enero de 1 999.

Seminarios, estudios, «rejlexiones» sabre la cuesti6n gay: se tiene la impresi6n de que el problema de la identidad homosexual se plantea con una nueva agudeza en este final de siglo.

Es un fenomeno que data de hace una buena decena de aftos. Se desarrollo primero en Estados Unidos y los pai­ses anglosajones, y luego se ha dispersado por Europa. Entonces, lpor que todas estas investigaciones? Senci­llamente, porque seria raro que la historia o la sociolo­gia, por ejemplo, no se preocupasen de conocer realida­des que no son precisamente de poca importancia en la sociedad de ayer o de hoy.

iC6mo definiria usted los Gay and Lesbian Studies ?

Es una denominacion que corresponde a los organigra­mas de la universidad norteamericana y es dificil de tra­ducir. Digamos que seria el conjunto de trabajos que se refieren a rasgos de la sexualidad entre personas del mis­mo sexo. Se trata, por una parte, de ampliar la investiga­cion a nuevos objetos o al menos muy descuidados bas­ta una fecha reciente y, por otra, de plantear preguntas nuevas al saber tradicional. Podria darle numerosos ejemplos de trabajos notables, pero mencionare solo uno,

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ya que ha sido publicado en frances : es el libro de Geor­ge Chauncey, Gay New York.

Estudia los · modos de vida gay en Nueva York entre 1 890 y 1 940. Ofrece una nueva comprension del pasa­do, y, por lo tanto, del presente, ya que nosotros somos, en cierto sentido, los herederos de esta historia . Pero querria aportar una precision, ya que Ia denominacion norteamericana podria provocar una confusion en el caso de los lectores que no dominen el ingles : Gay and Lesbian Studies no quiere decir que esten reservados para gays o lesbianas. Es como Asian Studies o French Studies : esto trata sobre Asia o sobre Francia, pero no esta reservado a los asiaticos o a los franceses. Induso si es evidente que, como en el caso de Women Studies o las investigaciones universitarias que estan estrecha­mente unidas a una movil izacion pol itica o cultural, hay mas posibil idades de que sean gays 0 lesbianas los que opten por consagrarse a las investigaciones sobre Ia homosexualidad.

l Quien asiste, por ejemplo, al seminario sobre la «socio­logia de los homosexuales», que usted dirige con Fran­�oise Gaspard en la Facultad de ciencias sociales ?

Es un seminario para estudiantes que estan realizando su doctorado, asi que Ia mayoria de los participantes son personas que preparan tesis de sociologia, ciencias poli­ticas o historia.

Pero tambien hay oyentes libres que vienen para oir las ponencias de los investigadores, franceses o extran­jeros, a los que invitamos a presentar sus trabajos . En total, son unas cuarenta personas. Ahora bien, si su pre­gunta se refiere a Ia orientacion sexual de los partici­pantes, debo confesarle, que salvo de las pocas personas que conozco, no se nada. No les hemos pedido que den su identidad sexual.

lNo es una paradoja ver que una comunidad, que en el lapso de veinte aiios se ha instituido totalmente como

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tal, especialmente por sus implantaciones geogrtijicas en

las ciudades (el barrio de Marais en Paris) padece ta l necesidad de autodefinici6n ?

Un movimiento d e afirmacion cultural y politica desem­boca siempre en interrogaciones teoricas, historicas, so­ciologicas . . . Y el hecho de que una «comunidad» sea ins­tituida, para utilizar sus terminos, no hace a la identidad menos problemcitica, ya que plantea a cada individuo el problema de su relacion con este «colectivo» cultural y social . Precisamente este genero de cuestiones son las que he querido plantear en mis Reflexions sur la ques­tion gay : lcual es la relacion de la identidad personal con la identidad colectiva? Un gay pertenece siempre a un colectivo . En principio es un colectivo involuntario que esta definido por el hecho de que se ha asignado a ciertos individuos un Iugar infravalorado en el orden se­xual, y, por lo tanto, familiar, juridico, politico . . . Y creo que existe un lazo profundo entre todos los individuos que, a cada uno por su lado, se les ha acostumbrado a la misma estructura de infravaloracion. En consecuencia, no es el movimiento gay el que crea un «colectivo», sino que este «movimiento» (en el sentido mas amplio) per­mite al «colectivo» producido por la homofobia l legar a ser consciente.

Y da la posibil idad a los individuos de reformular su identidad, ya que cada gay esta inducido siempre a reflexionar sobre su identidad, a «tomar posicion» res­pecto a ella, como bien dicen tanto Sartre como el so­ciologo Erving Goffman. Ahora bien , estas «tomas de posicion» son evidentemente multiples , fluctuantes y contradictorias. Hay que tener todo eso en cuenta si se quieren comprender las realidades de hoy y, por ejem­plo , que es un «barrio gay» : quien va, quien no va y por que.

A prop6sito de estos barrios gay, ino cree que podrian ser percibidos como una guetizaci6n suplementaria ?

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Si los gays tienen Ia sensaci6n de no estar seguros en otras partes y de no poderse dar Ia mano sin ser insulta­dos o agredidos, me parece natural que opten por encon­trarse en los espacios en los que pueden ser libremente lo que son. No es paranoia: dos amigos mios fueron agredi­dos el mes pasado en pleno Paris, porque iban de Ia mano por Ia calle : y buena parte de Ia gente que fre­cuenta los bares gays por Ia noche son personas que es­tan obl igadas a ocultar su homosexualidad en su Iugar de trabajo durante el dia. El barrio gay es el sitio donde pueden ser gays y tener un momento de libertad. Por otra parte, por esta raz6n los gays, a traves de Ia historia, han construido sus modos de vida, al fomentar espacios de li­bertad que tambien son, hay que sefialarlo, puntos de re­ferenda miticos para los que no pueden acceder porque viven demasiado lejos : el barrio de Marais en Paris esta en Ia imaginaci6n de muchos gays de provincias como el Iugar sofiado donde Ia libertad es posible.

Por supuesto, el fen6meno ha tornado mas amplitud y el mundo gay es extraordinariamente mas visible hoy que ayer, pero esto significa que lejos de constituir un proceso de guetizaci6n, se puede decir que, en los diez o quince ultimos afios, el mundo gay se ha abierto a Ia ciudad, mientras que antes estaba cerrado en si mismo. Despues de todo, Ia Lesbian and Gay Pride es una mani­festaci6n callejera.

La identidad gay tambien es cuesti6n de vocabulario. iPor que utiliza usted Ia palabra «gay»?

Mi l ibro es un trabajo te6rico, no militante, pero utilizar Ia palabra «gay» es para mi una manera de decir que esta reflexi6n se inscribe en el movimiento de afirma­ci6n e invenci6n de ellos mismos que los gays y las les­bianas pusieron en marcha hace unos veinte afios.

S i se l lama Rejlexions sur Ia question gay, y no «gay y lesbiana» es porque trata esencialmente sobre Ia ho­mosexualidad masculina. No me he sentido capaz de ha­blar tambien de las mujeres. Seria objeto de otro l ibro,

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ya que los procesos de socializacion no son los mismos para las niflas que para los niflos, en la familia o en la escuela, por ejemplo.

Recientemente, se ha vis to aparecer Ia palabra «queer». ;_ Que signijica ?

En principia es la reapropiacion de un insulto : queer quiere decir «raro» , «enfermo» , y, en argot, quiere decir «maricon». Los gays y las lesbianas se han adueflado de Ia palabra. Para comprender Io que quiere decir hoy, hay que distinguir dos niveles.

En e1 plano pol itico, queer viene despues de «gay». Si es necesario afirmar Ia identidad gay contra los que piden a los gays que se callen y que vuelvan a la invisi­bilidad, tambien lo es resistir a la identidad gay desde el momenta en que se hace conformista. Ser queer es que­rer borrar las fronteras, abrir las puertas a todos los «desviados» : los b isexuales, los transexuales, los hetero­sexuales que rehusan las normas . . . Pero tambien es to­mar conciencia de que «gay» significa frecuentemente un hombre blanco de clase media y que, por lo tanto, no abarca a todo el mundo. En resumen, yo diria que ser queer es considerar que el movimiento gay y lesbiano no debe separarse del resto de luchas pol iticas : movi­miento feminista, y tambien el de los sin papeles o el ecologico ; no el de Cohn-Bendit, quien ha tenido pala­bras consternadoras y, viniendo de quien vienen, inad­misibles, sobre las parejas homosexuales. 1

Y es evidente que en estas movilizaciones, Ia cues­tion no es saber si Ia gente es gay o no. Para mi, esta claro : un heterosexual que milita en Act Up es un ami­go, un homosexual que milita en el Frente Nacional es un enemigo.

1 . Daniel Cohn-Bendit ha declarado en un programa de televi­sion: «La norma es que un nino pueda vivir con un hombre y una mu­jer», lo que no es otra cosa que un insulto lanzado tanto a las parejas homosexuales que educan ninos como a las mujeres o a los hombres que lo hacen solos/as.

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El segundo nivel es el de la teoria : queer quiere de­cir que se esta interesado no solo en la historia gay, sino en la sexual idad en general y en la manera en que las categorias fueron construidas en tal o cual epoca. Par­que las nociones con las que interrogamos a la historia no se corresponden quizas con lo que encontramos en la historia. «Gay» o « lesbiana» son identidades recientes. Asi que hay que intentar reconstruir como eran las iden­tidades sexuales en periodos diferentes o, en el interior del mismo periodo, en las diferentes clases sociales. Una vez mas, le remito, entre otros, al l ibro de Chauncey. Y queer tambien significa que hay que intentar la desesta­bil izacion de las identidades fijadas y el sistema que las construye como tales.

;.Por que no se define usted como «queer»?

Porque tengo una cierta reticencia respecto a la «queeri­zacion», aunque apruebe el gesto pol itico e intelectual que la palabra representa, y aunque cuente entre mis mejores amigos a algunos de los principales teoricos norteamericanos de esta corriente de pensamiento. Por una parte, porque se convierte a veces en una manera de diluir la afirmacion gay y lesbiana en una multitud de problemas y, entonces, la intencion subversiva tiende a difuminarse. Y, sobre todo, porque se ha convertido en un nuevo dogmatismo. AI principia, se trataba de un formidable impulso teorico, pero, hoy, se ve a l as cohor­tes de estudiantes que recitan su leccion, por lo demas mal comprendida, sobre la «construccion politico-sexual del genero», eslogan que sirve para todas las ocasiones y que no quiere decir nada. Toda esta energia innovadora ha sido reducida a algunas frases estereotipadas y basta a absurdos, tal como la idea de que el transexualismo seria una decision politica para subvertir el orden social. Por otro lado, mis amigos norteamericanos me dicen muchas veces que no se reconocen en la manera en que se utilizan sus trabajos . Asi que hay que resistir a este nuevo dogmatismo y mantener alerta la mirada critica.

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Cuarta parte

Li b ras e i nvest i g a c i o n es

«Decididamente, baron, si alguna vez el Consejo de Facultades

propusiera abrir una cti tedra de homosexualidad, le propondria

en prim era linea. 0 mejor no, un instituto de psico.fisiologia es­

pecial le vendria mejor. Y. sobre todo, le veo provisto de una cti­

tedra en el College de France, que le permita dedicarse a estu­

dios personales de los que ofreceria los resultados, tal como

hace el profesor de tamil o de stinscrito ante el pequeiio mime­

ro de interesados en ello. Tendria usted dos oyentes, aparte del

bedel, dicho sea sin querer lanzar Ia mas ligera sospecha sobre

nuestro cuerpo de ujieres, al que creo intachable.

-No sabe usted nada -replica el baron, con voz dura y cor­

tante-, se equivoca si cree que esto interesa a tan pocas per­

sonas. Todo lo contrario•.

Marcel Proust, La prisionera.

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Ca p itu l o 1

Estu d i a r I a h o m osexu a l i d a d

Articulo publicado en Los inrockuptibles el 1 8 de junio de

1 997 , con ocasion del coloquio que organice en el Centre

Pompidou, del 23 a! 27 de junio sabre las •culturas gays y les­

bianas». He analizado de manera mas detallada los debates y

las discusiones en el interior de las Gay and Lesbian Studies en

Ia introduccion a! volumen que recoge las comunicaciones

presentadas durante las jornadas (cuyo exito de afluencia ex­

cedio Ia capacidad de acogida del Beau bourg y numerosas per­

sonas hubieron de contentarse con asistir a los debates ante

las pantallas de television instaladas en una sala de retransmi­

sion) . '

N o se corre riesgos a l anunciar que la y a tradicional se­mana del «orgullo gay» conoceni este afio en Paris una particular repercusi6n. Primero, porque la marcha del 28 de junio entre la p laza de la Republica y l a p laza de la Naci6n tendni una dimension europea. Decenas de miles de gays y de lesbianas venidos de toda Francia y de cer­ca de cuarenta paises desfilani.n para reclamar alto y fuerte la igualdad de los derechos y una «ciudadania plena y entera» y tambien, sencillamente, para decir que estan alii y que no estan dispuestos a plegarse a la exhor-

1 . Cf. Didier Eribon (bajo Ia direcci6n de), Les Etudes gays et /es­biennes, aetas del coloquio del Centro Pompidou, 23 y 27 de junio de 1 997 , Paris, Editions du Centre Pompidou, 1 998 (con Ia colaboraci6n de Michael Lucey, Nicole Brossard, Pierre Bourdieu, Sharon Marcus, Leo Bersani, Monique Wittig, Olivier Fillieule, Annick Prieu r, George Chaun­cey, David Halperin y Eve Kosofsky Sedgwick).

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taci6n a ser un poco mas «discretos» que se les ha dirigi­do, a intervalos regulares, por Ia cohorte de censores pa­tentados. Pero, sobre todo, esta visibilidad, tan festiva como politica, se acompafiara por primera vez de un mi­mero impresionante de manifestaciones culturales que daran al acontecimiento un anclaje intelectual, l iterario y artistico.

En este marco general se celebraran en el Centro Pompidou una serie de encuentros sobre las culturas gay y lesbiana y especialmente un coloquio (abierto al pu­blico) que reunira a algunos de los mas eminentes re­presentantes de lo que se ha dado en Hamar Gay and Lesbian Studies. ;.De que se trata? Es una corriente de investigaciones que naci6 en Ia universidad norteameri­cana hace unos quince afios, primero en el ambito de Ia historia y luego en el de Ia historia l iteraria, antes de ex­tenderse al conjunto de las disciplinas. Desde entonces, estas investigaciones se han divulgado por todo el mun­do anglosaj6n y por Ia mayoria de los paises de Europa, a excepci6n de Francia, por supuesto, donde el fen6me­no apenas empieza a emerger.

Los objetivos de estos trabajos son multiples. En principio, se trata de recuperar una historia y una cultu­ra que han estado ocultas durante tanto tiempo. El l ibro del historiador americano George Chauncey sobre Nue­va York entre los afios 1 890 y 1 940 (Gay New York) es una de las mas magistrales i lustraciones. Muestra que a finales del siglo XIX y comienzos del xx existia en Nue­va York una verdadera sociabilidad gay, con sus lugares de encuentro, c6digos de indumentaria, argot especifico, etc. Esta «cultura», inscrita en Ia geografia urbana, se desarrollaba de manera diferente segun las clases y los paises de origen de los inmigrantes. Pero Chauncey mues­tra tambien como esta cultura, mas o menos aceptada en algunos momentos y en algunos barrios, ha sido las mas de las veces victima de una incansable represi6n. Por otra parte, Ia investigaci6n se ha basado en gran parte en los archivos judiciales. Chauncey pone tambien el acento en el hecho de que lo que entendemos hoy por

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«homosexualidad» no corresponde necesariamente a las realidades vividas y percibidas en los periodos que el es­tudia. Muchos de los personaj es que describe , en todo caso a principios de siglo , no pensaban asi. Hace asi va­cilar Ia idea de una cidentidad homosexual» invariable . Y precisamente es Ia emergencia, a lo largo del siglo xx,

de una conciencia homosexual y, sobre todo, de una conciencia homosexual colectiva tal como Ia conocemos hoy, a lo que dedicara el segundo volumen, que esta ac­tualmente escribiendo.

Se ve que, con seguridad, no se trata para estos in­vestigadores de encerrarse en un cgueto gay y lesbiano», sino de ampliar el campo de investigacion historica o te­orica a un tipo de preocupaciones y planteamientos que habian sido dej ados de lado basta ahora. Es evidente que estas cuestiones -que tambien pueden ser plantea­das por heterosexuales o b isexuales . . . - ataiien a toda Ia sociedad, y no solo a los gays y las lesb ianas. Hace fal­ta verdaderamente todo el oscurantismo de algunos en­sayistas franceses (empezando por el inefable Finkiel­kraut, uno de esos fas t th inkers tan bien descritos por Pierre Bourdieu en su l ibro sobre Ia television y de los que se sabe que estan siempre dispuestos a promover Ia «derrota del pensamiento» que, por otro lado, fingen de­plorar) para revelar una amenaza contra el «espiritu» o contra I a «democracia» en trabajos cuya importancia esta reconocida en el mundo entero y cuyo refinamien­to intelectual y fecundidad no hay que demostrar.

Ademas, no hay nada nuevo en las reacciones retro­gradas de quienes se indignan con tono de buen sentido ultraj ado que se pueda siquiera hablar de Gay and Les­bian Studies. Basta recordar las reacciones provocadas en los aiios veinte o treinta por los libros de Andre Gide para constatar que el discurso hom6fobo no ha cambia­do mucho desde esa epoca, ya que Ia reflexion teorica sobre Ia homosexualidad no es de hecho inedita en Francia : Ia encontramos ya en el caso de Gide, por su­puesto, pero tambien en el de Proust, donde acompaiia con frecuencia a las descripciones novelescas. Pero cada

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vez que los homosexuales han querido hablar de si mis­mos y por si mismos, se les ha acusado, segun los perio­dos y los humores, de corromper a la juventud, debilitar la patria o erosionar los fundamentos de la moral o de la sociedad. Es este viejo discurso, apenas modernizado, el que se encuentra en este momento entre los que acusan a los gays de poner en pel igro los principios de la Repu­blica o de la democracia. Es instructivo, ademas, aftadir que los que vociferan hoy contra el «comunitarismo al estilo norteamericano» en cuanto los gays y las lesbia­nas toman la palabra, son los mismos que se han espe­cializado en aclimatar en Francia los temas forj ados en Estados Unidos por los neoconservadores y a veces in­cluso por la extrema derecha (Finkielkraut publico en la coleccion que dirigia con Daniele Sallenave en la edito­rial Gallimard a un autor proximo a la extrema derecha rel igiosa, Dinesh D'Souza, y son conocidos los lazos que tenia Franr;ois Furet, el fundador de la Fundacion Saint­Simon, con la derecha universitaria norteamericana) .

Especifico ademas que al organizar estos encuentros del Beaubourg no he tenido ninguna intencion de im­portar un modelo norteamericano . He querido simple­mente abrir un dialogo entre, por un lado, gente a quien no se ha dado jamas la palabra en Francia y, por otro lado, el publico y los investigadores franceses. Se trata de intentar saber como las nuevas preguntas planteadas en la investigacion y el saber pueden ser tomadas en consideracion en la vida intelectual francesa.

Es necesario , a este respecto, no aceptar que todos los debates se encierren en terminos tan pauperrimos y absurdos, tales como una oposicion entre «universalis­mo» y «comunitarismo», pues los falsos debates ocultan la verdadera discusion y la investigacion y hacen retro­ceder el conocimiento y la reflexion al nivel de la doxa periodistica y de los topicos.

Seria mas interesante trabajar, por ejemplo, en pro­ducir una historia y una sociologia de lo que se designa hoy con el nombre de «comunidad», pero tambien en todo lo que esta designacion mal controlada deja de lado

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(y encontrariamos aqui las cuestiones de clases, de cla­

ses de edad o de etnicidad, que son desdeiiadas frecuen­temente) . Es facil apostar que un trabajo de historia so­bre Paris analogo al de Chauncey sobre Nueva York seria rico en enseii.anzas. Pero tambien lo serian estudios de sociologia o de psicologia social sobre pequeii.as ciu­dades de provincia o sobre los barrios del extrarradio hoy. D esgraciadamente, los estudiantes franceses, con algunas excepciones, no estan muy interesados en las culturas -en el amplio sentido- gays y lesbianas, y los trabajos disponibles son todavia poco numerosos, frag­mentarios o embrionarios. Es tiempo ahora de empezar a recuperar este atraso. Y de pensar en lo que podria ser un verdadero programa de trabajo , de investigaci6n y reflexi6n sobre todas estas cuestiones. El coloquio del Beaubourg podria ser el momento fundacional.

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Ca p itu l o 2

l Ca sa ba I a I g l es i a a l os h o m b res?

Resefia aparecida e n Le Nouvel Observateur (3 d e octubre de

1 996) del l ibro de John Boswell, Les Unions de meme sexe

dans / 'Europe antique et medievale, aparecido en 1 996 en edi­

torial Fayard.

En un texto publicado al final de su vida, Georges Du­mezil evocaba un curso seguido en la Sorbona en 1 9 1 6 : «Uno de los mas exquisitos conocedores d e l a Grecia an­tigua y moderna explicaba El Banquete de Platon a los estudiantes de licenciatura. Al llegar a la escena que Vic­tor Cousin habia titulado elegantemente "Socrates rehu­sa los presentes de Alcibiades", nos ponia en guardia : "Y, sobre to do, no vayais a imaginaros cosas . . . " llmaginar? Bastaba con leer». Quiza bastaba con leer, pero evidente­mente apenas era posible hablar de lo que aun era consi­derado en la universidad como un «vicio innombrable».

La situacion ha cambiado mucho desde esas fechas, es­pecialmente desde mediados de los afios setenta. Hoy, la homosexualidad ha forzado las puertas de la universidad. Induso se ha convertido en objeto de estudio con total de­dicacion en casi todas las disciplinas. Hay que colocar a los libros del historiador norteamericano John Boswell en el seno de este vasto movimiento. Aun se recuerda el cata­dismo provocado por su monumental estudio de 1 980, Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad. Pero no era nada comparado con las cuestiones promovidas por su ultimo libro, del que aparece estos dias la version francesa.

Que se juzgue. Tras haber intentado mostrar en su

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primera obra que el cristianismo toler6 ampliamente Ia homosexualidad basta el siglo xv, Boswell exhuma esta vez manuscritos medievales que probarian que las igle­sias cristinas celebraron basta ese momento cuniones del mismo sexo» . Ceremonias, de las que ha encontrado los textos l iturgicos, en el curso de las cuales dos hom­bres podian unir sus destinos. Dos mujeres tambh�n. quiza, pero sobre este punto las fuentes disponibles no aportan informacion concluyente. Esta es una de las oraciones recitadas por el sacerdote oficiante : «0t6rga­les una felicidad sin vergiienza y un amor sincero, y asi como Tu concediste a tus santos discipulos y ap6stoles tu paz y tu amor, derramalos tambien sobre ellos, Cristo Nuestro Seftor, ofreciendoles todo lo necesario para su salud y para su vida eterna». El manuscrito detalla des­pues que los que acababan de unirse «besan el Santo Evangelio y al sacerdote y se besan uno al otro» .

Tales documentos no eran desconocidos e incluso habian sido comentados por algunos historiadores, pero basta ahora no se queria ver en ellos mas que ceremo­nias de «fraternidad ritual» . El nombre -transmitido en griego- de estos oficios significa, en efecto, « <a creaci6n de un hermano». Pero Boswell describe toda Ia historia de Ia percepci6n de los amores del mismo sexo en Ia Edad Media, y tambien Ia historia del vocabulario er6tico, para demostrar que el termino «hermano» designaba al compaftero en una pareja de hombres. Piensese, por ejem­plo, en el Satiric6n de Petronio. Boswell va mas al i a : re­corre Ia historia del matrimonio -del matrimonio hete­rosexual, se entiende- para sugerir que estaba dictado por las reglas de Ia alianza dinastica y las necesidades econ6micas y no por lo que hoy l lamariamos «amor» . Y el amor, 0 mas exactamente, el «amor romantico», perte­nece mas en Ia literatura antigua a las relaciones entre los hombres, sin que se sepa bien si eso implicaria rela­ciones sexuales, ya que en Ia Antigiiedad el amor y Ia amistad no quedan claramente diferenciados.

A lo largo del extraordinario viaje al que nos convi­da por los arcanos de Ia Antigiiedad, Boswell nos sumer-

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ge en un mundo en el que la homosexualidad masculina estaba valorada. Especialmente, porque parecia exaltar

los valores de la viril idad y cimentar los ardores guerreros, ya que la «fraternidad» era frecuentemente una alianza entre dos soldados. Boswell evoca el ejemplo del batallon de elite de la ciudad de Tebas, compuesto unicamente por

parej as de amantes : se sabia que cada hombre lucharia basta Ia muerte para no sufrir la vergtienza de huir ante el enemigo bajo Ia mirada de su bienamado. En este mis­mo marco militar hay que colocar el nacimiento del cui­to a san Baco y san Sergio, que eran dos soldados que vi­vian juntos antes de ser dos martires cristianos cuyos nombres fueron venerados a traves de toda Europa hasta

el punto de invocarseles . . . en las l iturgias de «union del mismo sexo» durante la Edad Media.

Surgen, pues, numerosas preguntas. Esta antigua va­loracion de la homosexualidad, ;.sobrevivio a la expan­sion del cristianismo y a su institucionalizacion hasta los siglos xn-xm? ;.Se puede sostener que estas «uniones» eran realmente una especie de matrimonio? ;.Que Iugar podian ocupar las parejas de hombres en la sociedad? Sobre todos estos extremos, las respuestas de Boswell son multiples, pero a veces imprecisas. inciertas, incluso si se apoya en numerosos ejemplos de parejas masculinas instaladas en el mismo Iugar. De paso, hay que decir algo sobre Ia traduccion francesa ; es fiable y de buena cali­dad, aparte de algunos errores de detalle . Sin embargo, hay que criticarla en un punto esencial : I a traductora emplea sistematicamente Ia expresion «Uniones homose­xuales» donde Boswell dice en ingles «same-sex unions» («uniones del mismo sexo») . ;.Donde esta Ia diferencia?, se dira. Pues bien, precisamente ahi esta todo el problema : Boswell no cesa de recordar que Ia categoria de «homo­sexualidad» no estaba constituida como tal en el mundo antiguo, en el sentido de una identidad sexual y psicolo­gica especifica. Y toda Ia apuesta de su libro consiste en preguntarse si estas «uniones del mismo sexo» pueden ser descritas como «uniones homosexuales» y, si es que si, en que sentido. Acaba por responder afirmativamente, con

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muchos matices e infinitas precauciones, pero no se en­tiende muy bien el alcance de las paginas en las que pro­pone este analisis desde el momento en que Ia traduccion francesa ya ha resuelto Ia cuestion.

Sea como sea, el libro de Boswell es fascinante. Hace resurgir todo un continente olvidado de Ia cultura occi­dental. Sus paginas vibran con los arrebatos amorosos que Ia tradicion cristiana, desde el siglo XIV, ha intenta­do hacer olvidar, con caricias de dos mil afios de edad que vuelven a Ia vida y provocan de nuevo sensuales es­tremecimientos. Pero, por hermosa que sea, Lia obra es convincente? Sin duda, Ia tesis central de Boswell po­dria acogerse con indiferencia si el autor no estuviera considerado como uno de los mejores medievalistas de Ia universidad norteamericana. Su erudicion es verdade­ramente vertiginosa. Sobre el lector se abate un diluvio de notas, con citas en griego, en latin, en hebreo, en si­riaco, en eslavo antiguo . . .

Pero, como ya paso con su libro precedente, todo ello no ha bastado para conseguir Ia adhesion de los especia­listas. Se ha reprochado a Boswell pedir demasiado a los documentos y traducirlos de manera tendenciosa, mien­tras pretendia restablecer Ia verdad de textos deformados por las sucesivas censuras de varias generaciones de eru­ditos. Tales criticas podrian, por supuesto, ser colocadas con Ia nibrica de las resistencias que siempre oponen los tradicionalistas a las interpretaciones nuevas y subversi­vas. Pero tambi!�n nos podemos preguntar si, por el con­trario, no es Boswell, a Ia vez gay y catolico, quien ha forzado el trazo queriendo a toda costa dar a los homose­xuales, aun a riesgo de inventarlo, un pasado respetable -y religioso- que pudiera hacer legitimas sus reivindica­ciones actuales. Lo cual quiza no sea el mejor servicio que se les pueda hacer, ya que incluso si Boswell se ha equi­vocado, incluso si Ia idea de un «matrimonio gay» no se inscribe en las profundidades gloriosas -y santificadas por Ia Iglesia- de Ia historia, no resta nada a Ia legitimi­dad de una reivindicacion que se funda hoy en las nocio­nes modernas de justicia y de igualdad de derechos.

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l Ou e es u n << h omo>>?

Resefta publicada en Le Nouvel Observateur, el 1 8 de junio de

1 998 , del libro de Leo Bersani Homos. Repenser l 'identite (Odi­

le Jacob, 1 998)

Hoy ya nadie quiere ser tratado de «homosexual» , dice Leo Bersani al principio de su l ibro. Nadie, y menos aun los te6ricos actuales que han hecho de los Gay and Les­bian Studies uno de los ambitos de investigaci6n mas fecundos en Estados Unidos. La «identidad homosexual» no aparece desde ahora, a los ojos de estos intelectuales radicales, mas que como la herencia a deconstruir de las normas impuestas por Ia psiquiatria y destinadas a fa­vorecer el control social de las sexualidades. En este contexto (esencialmente norteamericano) , el titulo del l ibro de Leo Bersani, Homos, podia entenderse como una verdadera provocaci6n, ya que parecia recordar, con un cierto buen sentido, que de todas formas hay un lazo que une a los que antaiio se l lamaba «homosexuales» : son atraidos sexualmente por personas del mismo sexo. Y sin volver a caer en la idea esencialista de la «identi­dad homosexual» , intenta replantearla , a partir de la productividad pol itica y cultural de lo que llama la «ho­moidad» (la relaci6n con el «mismo») y a la vez de lo que podria ser la sociabilidad gay y lo que Ia sociedad ente­ra podria aprender de ella.

En la primera parte del l ibro emprende el dialogo critico con los principales representantes de Ia queer theory, es decir, aquellos y aquellas que, desde el interior

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de Ia reflexion gay y lesbiana, han rechazado Ia cohe­rencia de Ia nocion de «homosexual idad». Las paginas criticas sobre Eve Kosofsky Sedgwick, Judith Butler, Da­vid Halperin o Michael Warner son de gran valor, y Ber­sani hace constar que una «autodesaparicion», incluso si es presentada como un gesto subversivo, no deja de ser una .. . «desaparicion», y que incluso ni los peores adver­sarios del movimiento gay y lesbiano hubieran soflado con conseguir tal resultado.

Pero el verdadero blanco de Bersani, es quiza Michel Foucault. Siempre ha admirado su obra (fue el quien le invito a Berkeley por primera vez en 1 97 5) , y se advier­te en su caso una especie de jubilo perverso al verle en Ia trampa de su propia radicalidad politica. En efecto , se sabe que durante los ultimos aflos de su vida Foucault reflexiono sobre que podria ser una «cultura gay» que, abandonando cualquier idea de « identidad» ya dada, se sustentara, al contrario, en Ia invencion de nuevas rela­ciones entre los individuos. Estos nuevos modos de re­lacion eran pensados por Foucault segun dos ejes prin­cipales : un desarrollo de Ia amistad y una proliferacion de los placeres. Toda Ia critica l levada a cabo por Fou­cault contra el psicoanal isis consistio en rechazar Ia idea naturalista del «deseo» para oponerle el «contraata­que» del «cuerpo y los placeres» .

Bersani ha visto muy acertadamente que esta eroti­ca del cuerpo era el hecho central del pensamiento del ultimo Foucault, y quiza el corazon de todo el proyecto de su Historia de la sexualidad. Y se dedica a discutir con intensidad Ia idea foucaultiana de una subversion pol itica a partir de Ia creacion de una cultura basada en Ia intensificacion de los placeres. Bersani centra su ex­posicion en una cuestion que, sin duda hara temblar de horror a todos aquellos que, en Ia Francia de hoy, inten­tan enrolar a Foucault (sin haberle leido) en su cruzada en favor de un nuevo orden moral, ya que, cuando ha­blaba de Ia erotizacion del cuerpo, Foucault hacia siem­pre Ia apologia del sadomasoquismo. Le gustaba ver en ello una especie de operador subversivo para hacer ex-

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plotar las categorias instituidas de la sexualidad y de la normalidad esclavizante del cdeseo». Bersani se queda perplejo ante la idea de que el sadomasoquismo desesta­bi l izaria las estructuras del poder con el pretexto que

presentaria su parodia teatralizada. Al contrario, dice, es la demostracion misma de que existe «una continuidad entre las estructuras autoritarias de la opresion y la eco­nomia erotica de los cuerpos» . Y, en unas paginas muy densas en las que opone Freud a Foucault, Bersani mues­tra que cualquier teoria que se quiere subversiva debe afrontar esta inmensa dificultad en lugar de diluirla en consideraciones utopicas.

No sin ironia, Bersani se vuelve entonces, para en­contrar la capacidad subversiva que considera su prefe­rida, bacia los escritores cuyas teorias sexuales podrian al contrario parecer muy desfasadas : Gide, Proust y Ge­net. Bersani es conocido como uno de los mejores espe­cial istas norteamericanos de la l iteratura francesa, y los comentarios que propane sobre estos tres autores son sencillamente deslumbrantes. Muestra como se puede encontrar en sus l ibros nociones de relacion y sociabili­dad gay que rechazan la reclusion en la « identidad ho­mosexual». Y como el amor del «mismo» puede ofrecer una apertura al mundo para intentar transformarlo , en lugar de encerrarse en si mismo instalandose en el con­fort de un repliegue comunitario de hecho compatible, a pesar de l as apariencias, con la aceptacion de las nor­mas sociales.

Se podra criticar la manera que Bersani tiene de leer a sus autores predilectos. Por ejemplo, dej a deliberada­mente de lado todos los aspectos desagradables que sur­gen en los textos que cita (el colonialismo, en el caso de Gide) . Se podra tambien preguntarse si no cultiva aqui una cierta nostalgia por la mitologia del escritor paria, de la que lo menos que se puede decir es que ha estado mal considerada a partir de la «visibilidad» homosexual de los veinte ultimos afios. Pero su esfuerzo por volver a otorgar una fuerza subversiva a la sexualidad gay y a las vidas gays aparecera sin duda como un gesto salu-

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dable para todos aquellos que, sin querer caer en un 16-gica queer de autodesaparici6n, tienen algunas dificul­tades para admitir que los gays y las lesbianas no ten­gan «Un proyecto pol itico mas exaltante que el que consiste en demostrar que pueden ser buenos padres, buenos soldados y buenos sacerdotes».

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D u ra s y I a e n fe r m ed a d d e I a m u e rte

Articulo publicado e n Le Nouvel Observateur del 26 d e agosto

de 1 999 con ocasi6n de la aparici6n del libro de Yann Andrea,

Cet amour-IIi (Pauvert, 1 999)

En un gesto artistico identico al de Richard Straus al es­cribir su opera Intermezzo para contar las disputas con su mujer, Marguerite Duras no ceso de afrontar para Ia literatura, a partir de su encuentro con Yann Andrea, en 1 980, el misterio y el escandalo que representaba a sus ojos Ia homosexualidad masculina. En La Vie materielle, en 1 987, describe asi su relacion : «Me ha llegado esta his­toria a los sesenta y cinco, con Y.A., homosexual. Sin duda es lo mas inesperado de esta ultima parte de mi vida, lo que ha llegado, lo mas terrible, lo mas importante».

Durante aii.os, Duras habia expresado de manera ob­sesiva el horror que le inspiraba Ia mera idea de que un hombre pudiera no desear el cuerpo de las mujeres. El ataque sera en principia frontal, brutal . La homosexuali­dad masculina es «<a enfermedad de Ia muerte», escribe en 1 982. En el «relata» que lleva este titulo, un hombre paga a una mujer por pasar unas noches con ella, porque querria «intentar el asunto, intentar conocer eso» . La mu­jer hace confesar al hombre que no solo nunca ha amado, sino que, fundamentalmente, no puede amar. Para Duras, en efecto, un homosexual no puede unirse a alguien, solo correr de un encuentro a otro. Eso es precisamente lo que define Ia «enfermedad» en Ia que ha caido. A lo largo del libro, las frases caen como cuchillas : «Usted no ama nada,

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a nadie, incluso no ama Ia diferencia en Ia que cree vivir. No conoce mas que Ia gracia del cuerpo de los muertos, Ia de sus semejantes». Y el veredicto final es sin apelaci6n : «Usted anuncia e l reino de Ia muerte».

Duras dira mas tarde que habia querido instruir un proceso. Y Ia l icencia literaria Ie permitia no eufemizar Ia violencia de sus palabras. Pero, a pesar de Ia ambici6n que ha proclamando constantemente de decir siempre en sus l ibros Io que no se habia dicho antes, es evidente que no hace otra cosa que reproducir el discurso mas tradi­cional del odio respecto a los homosexuales, inmemo­rialmente acusados de representar un peligro de muerte para Ia sociedad.

En los aftos que siguieron, Duras continuo escribien­do sobre Ia homosexualidad mascul ina. Abandonando mas 0 menos el tono de fiscal y esforzandose mas por pensar Io que permanece para ella en el orden de lo im­pensable. Por supuesto, se podran aun leer enunciados de gran agresividad, por ejemplo, cuando afirma, a prop6si­to de B arthes, en La Vie materielle, que un hombre que no ha tocado el cuerpo de las mujeres no «sabria hacer una carrera l iteraria» ni «ser un maitre ti penser». Estas observaciones absurdas son tanto mas sorprendentes cuanto que ella se emociona, a Ia vez, con Ia primera no­vela de Denis Belloc y le apoya publicamente al entre­vistarle ampliamente en Liberation, en especial sobre su homosexualidad y Ia relaci6n de su homosexualidad con su trabajo l iterario. En las preguntas que ella plantea a lo largo de Ia entrevista se encuentran, sin embargo, todos los fantasmas hom6fobos desarrollados en La Maladie de la mort, y especialmente Ia idea de que un homosexual estaria abocado a las relaciones efimeras. Pero tambh�n se ve surgir un nuevo tema, que desarrollara mas tarde en La Vie materielle, a saber, que dodos los hombres son homosexuales», aunque no Io sepan.

De hecho, este tema habia sido elaborado en su no­vela de 1 986 , Les Yeux bleux cheveux noirs, en Ia que re­escribi6 por entero La Maladie de la mort. La oportuni­dad Ie fue dada por un encargo del director de escena

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Luc Bondy, que queria disponer de una version teatral de La Maladie de Ia mort. Duras relata en La Pute de Ia cOte normande, que no llego a transformar su l ibro en un texto para Ia escena. Cuenta tambien como, antes in­cluso de que intentase trabaj ar en ello, tenia que sufrir las crisis de Yann Andrea, que salia todas las naches en busca de «camareros guapos» en los hoteles de lujo de los estaciones balnearias y se ponia a gritarla e insultar­la cuando volvia a mitad de Ia noche o de madrugada. En esta atmosfera turbulenta, el la hizo Ia imposible adaptacion de Ia trama de su nueva novela.

Recupera Ia misma historia : un hombre paga a una mujer para pasar unas naches con ella. Duras se esfuer­za por producir una caracterizacion psicologica y casi ontologica de «esos hombres sin descendencia que igno­ran que estan desesperados». Pero considera en lo suce­sivo que no se debe intentar juzgar, ni siquiera explicar Ia homosexualidad, ya que «viene de Dios» y, por consi­guiente, se debe simplemente «respetarla como Ia natu­raleza o el mar».

Pero a! avanzar en el l ibro, ella amplia sus palabras, y lo que describia como incomprensible «asco», el inad­misible «aborrecimiento» del hombre -homosexual- res­pecto a Ia mujer a Ia que paga, acaba por ser identifica­do, en Ia segunda parte del l ibro, con un sentimiento de distancia o de extrafieza que afectaria a todos los hom­bres, sin excepcion y cualquiera que sea su orientacion sexual, respecto a las mujeres. Es una especie de «acon­tecimiento universal» , escribe, un «dato general de los hombres» . Asi, Duras, quien, como dice en Ia entrevista con Denis Belloc, «ama a los hombres», consigue salvar Ia «homosexualidad», que execra, negandola pura y sim­plemente, ya que no es mas que una caracteristica vaga y general de todos los hombres, es decir, su separacion de las mujeres, Ia incomprension fundamental que sien­ten ante elias y tambien el miedo que les inspiran con frecuencia. La «homosexual idad» no es sino una palabra comoda y desprovista de su significacion para designar el abismo de Ia diferencia de sexos.

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AI final del combate que ella l levaba a cabo consigo misma para superar a traves de Ia l iteratura lo que le pa­recia insoportable en su vida, a saber, Ia presencia de Ia homosexualidad mascul ina, Duras l legara, en La Vie materielle, un afi.o despues de Les Yeux bleus cheveux noirs, a una simple exaltacion de Ia heterosexualidad, percib ida como el milagro de una union entre lo que todo separa, una fusion de los irreconciliables ; un mila­gro que se renueva en cada amor que surge en el mun­do entre un hombre y una mujer. Lo que nos devuelve ineluctablemente, como si el ciclo volviera a empezar, a una desvalorizacion esencial de Ia homosexualidad real, Ia de los hombres que no son atraidos fisicamente por las mujeres (notemos que nunca se cuestiona, en estos textos, Ia homosexualidad femenina, que, sin embargo, constituia uno de los resortes dramaticos de Detruire, dit-elle, en 1 969, uno de sus peores l ibros) , que perma­necen a los ojos de Duras como personajes mutilados, ya que son incapaces de acceder a esa reconciliacion amo­rosa de los contrarios.

En todo caso, hay algo seguro : lo que Duras dice en esta serie de libros y textos no difiere gran cosa de todos los discursos intercambiables que se han podido leer du­rante los ultimos afi.os y que, bajo los disfraces del psico­analisis, Ia sociologia o Ia antropologia, se han dedicado a reafirmar Ia superioridad de Ia heterosexualidad, defi­nida como Ia base misma de nuestra cultura, el princi­pia estructurador de Ia personalidad humana, I a fuente de todo erotismo posible, etc. Lo que diferencia a Duras de toda esta palabreria homofoba es su talento. Los absur­dos que asesta son a menudo sorprendentes. Pero lcomo no emocionarse con esta declaracion dirigida a Yann Andrea, en L 'Homme Atlantique, para expresarle Ia difi­cultad de su « imposible amor» : «Mientras que ya no te amo, ya no amo nada, nada mas que a ti, todavia»? lQuien, de entre nosotros, cualquiera que sea su sexo o su orientacion sexual, no ha sentido nunca Ia herida de un sentimiento tal , del que Duras -a pesar de todo, a pe­sar de ella- ha sabido restituir Ia universalidad?

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Capitul o 5

Fa b r i ca r a n o r m a l es

Reseii.a publicada en Le Nouvel Observateur (28 de mayo de

1 999) de Ia obra de Michel Foucault Les Anormaux. Cours au

College de France, 1 9 74 - 1 9 75, aparecido en 1 999 en Ia colec­

ci6n «Hautes etudes», coeditada por Gallimard y Seuil.

Falta la voz, por supuesto, pero la transcripci6n de los cursos de Michel Foucault en el College de France, nos hace revivir casi en directo la gestaci6n de su pensa­miento. Despues de la del curso universitario 1 97 5-1 976 , publicada hace dos afios, he aqui l a del curso 1 97 4- 1 97 5. En ese momento, Foucault esta a pun to de publicar Vigilar y castigar, su l ibro sobre el «nacimiento de la carcel», pero ya esta elaborando La voluntad de sa­ber, el primer volumen de su Historia de la sexualidad, que aparecera a finales de 1 976. Asi pues, las once lec­ciones pronunciadas entre enero y marzo de 1 97 5 nos permiten asistir a la genesis del ultimo gran proyecto te6rico del fil6sofo.

Versan sobre la psiquiatria y sobre la manera en que se constituy6 durante el siglo XIX, no como una rama del saber medico, sino como un «3.mbito particular de la protecci6n social » : «La psiquiatria se institucionaliza como higiene del cuerpo social » . Por consiguiente, la psiquiatria genera mas normas que conocimientos.

Esto es lo que interesa a Foucault : entender como la psiquiatria invent6 al individuo « anormal», el que no esta en conformidad con las conductas preestablecidas y, por lo tanto, se encuentra al margen de la sociedad.

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La eugenesia y el psicoamilisis vendran pronto a respal­dar a Ia psiquiatria en su gran empresa de normaliza­cion social , con una enorme diferencia, es cierto : mien­tras que el primero desembocara en monstruosidades racistas, el segundo siempre se resistira a elias. Pero Foucault insiste en este punto : «El nuevo racismo, el que es propio del siglo xx como medio de defensa de una so­ciedad contra sus anormales, nacio de Ia psiquiatria» .

A lo largo de estas reflexiones se ve como Foucault pasa del trabajo que desarrollo en los afios sesenta a las preocupaciones que estaran en el corazon de su investi­gacion posterior. Quiere mostrar que Ia psiquiatria ha inventado literalmente Ia «sexual idad» como un ambito especifico sometido a una mirada con pretensiones cien­tificas : todo lo que parece inexplicable es conducido a una explicacion a partir de los instintos sexuales. Apa­rece aqui el tema eminentemente foucaultiano del «de­go», que formara uno de los ejes de La voluntad de sa­ber: Foucault sefiala que, lejos de reprimir Ia expresion sobre Ia sexualidad, como pretendia el discurso izquier­dista despues de mayo del 68 , l as tecnologias del poder proceden mas a traves de una conminacion a hablar siempre, y especialmente a contar los «sintomas» a un medico considerado con poder para descifrarlos. Y Ia psiquiatria esta en el corazon de ese dispositivo : tiene Ia tarea de nombrar, clasificar y vigilar todo lo que con­s idere como «anomal ias sexuales», que resultan ser e l modelo para pensar Ia anomalia social e incluso Ia des­viacion pol itica. Tales «anomalias», a los ojos de los psi­quiatras, se expl ican por Ia herencia o , mejor atin, por esa gran nocion forjada a finales del siglo XIX y digna de una obra de Moliere, Ia «degeneraciom. De ahi Ia obse­sion por el onanismo considerado como responsable de esta degeneracion, que atormento al discurso medico y que implica el cerco a Ia vida familiar por los defensores del orden social . La celula famil iar se impone, pues, como el criterio por excelencia de Ia norma por Ia que seran medidas las desviaciones y las anomalias. Y todo lo que no esta en orden con Ia «sexualidad normal», en

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el marco de una vida familiar heterosexual l legani a ser susceptible de «psiquiatrizaci6n».

;.Es necesario subrayar basta que punta estos amili­sis, enunciados hace veinticinco afios, aparecieron con una sorprendente actualidad a l a hora del debate sobre el PACS, en el curso del cual se pudo constatar que las nociones de «individuo peligroso» y de camenaza para el orden social» no han perdido su vigor, mientras que la implicaci6n de la psiquiatria y e l psicoamilisis en los discursos que se desvelan por perpetuar las normas y, por lo tanto, el estatus de los «anormales» parece haber cubierto, basta la caricatura, el papel que Foucault ins­cribia en su misma definicion?

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Ca p itu l o 6

C u e rpos a p u n ta d e d es p e rta r

Texto redactado para servir de comentario a una serie de fotos

de Laurent-Elie Badessi, en el mimero de Ia revista Ynox (n.o 2, mayo de 1 999) consagrado a su trabajo.

Cuerpos colocados como estatuas de marmol y de bron­ce. Parecen desprovistos de interioridad. Liberados del «alma» y de las angustias de la psicologia. Y simplemen­te preparados para despertarse, a animarse en cuanto la potencia del placer, semejante al olor de la rosa en la fi­losofia de Condillac, venga a rozarles y a darles la vida que esperan y solicitan. Y el placer nacera del contacto de los torsos y los labios, de la mezcla de los brazos y

las manos que vemos y de los sexos que se nos ocultan : hombres y hombres, hombres y mujeres, mujeres y mu­jeres . . . Sin que nada este ordenado, sin que nada este prohibido . . . E incluso, quiza, sin que se sepa quien es quien, merced a una suerte de disoluci6n de la identidad personal en la pura afirmaci6n de la sensualidad y la li­bertad. Una libertad eminentemente natural, como re­cuerda por doquier la situaci6n de los cuerpos en los elementos de la naturaleza : las rocas, el bosque, el de­sierto, el mar . . .

Y, sin embargo, son cuerpos moldeados. Se trata completamente de belleza natural, pero trabajada por la voluntad de inventarse a si mismo, de cincelar la perso­nalidad para decidir lo que el cuerpo debe ser. Ah, como deben detestar estas imagenes todos aquellos a quienes Nietzsche llamaba los «despreciadores de cuerpos», todos

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lo que pasan su tiempo pidh�ndonos que renunciemos a nosotros mismos, a nuestras sexualidades, a Ia alegria que emana de esta belleza fis ica y a los fantasmas de todo tipo que hace nacer en nosotros. Pero no escuche­mos a estos «despreciadores de cuerpos». Mejor imagine­monos el contacto de esas pieles que casi nos invitan a tocarlas, a acariciarlas.

Y es evidente que Ia mezcla de los cuerpos estani tambien marcada por Ia felicidad del mestizaje, el negro con el blanco, y, podemos adivinarlo, de estos dos colo­res con todos los demas. No se piden papeles. No se veri­fican identidades. Ni sexuales, ni nacionales, ni raciales. Como decia Michuel Foucault : «No hace falta pasaporte para el placer» .

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A modo d e conc l us ion provis i o n a l

L a democracia abierta y sus enemigos

Intervenci6n durante Ia jornada de reflexi6n organizada en Ia

Escuela Universitaria de Formaci6n del Profesorado, el 16 de

octubre de 1 999 (tres dias despues de Ia votaci6n por el Con­

greso, en lectura definitiva, del proyecto de ley sobre el Pacto

Civil de Solidaridad), en torno a Ia obra colectiva dirigida por

Daniel Borrillo, Eric Fassin y Marcela lacub : Au-delt:i du Pacs.

L'expertise familiale a l 'epreuve de l 'homosexualite, aparecida

en las Presses Universitaires de F rance, en 1 999 . ' Dej o a este

texto su caracter de exposici6n oral.

Dedico estas notas a

Philippe Mangot

Querria tomar al pie de la letra la invitacion que se nos ha hecho por los organizadores de este encuentro para situarnos resueltamente «mas alia del PACS» . No solo porque la ley acabe de ser aprobada por el Parlamento, ya que se bien que no basta con que una ley sea votada, aun hay que preocuparse de la manera en la que va a in­cidir en la realidad. No solo, tampoco, porque querria seftalar que el PACS no es mas que una primera etapa y necesitamos ir mas lejos. Es evidente que hay que ir mas lejos, y se podria recuperar el viejo eslogan de mayo del 68 : «l,Que queremos? i Todo ! » , es decir, en este caso Ia

1 . Vease el capitulo 6 en Ia Primera parte.

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igualdad de derechos. Pero , de hecho, desde ya hace mucho tiempo, hemos sido unos cuantos los que nos he­mos situado en este «mas alia del PACS», como lo atesti­gua, por ejemplo, el informe redactado por Daniel Borri­llo para Ia comision juridica de Aides en junio de 1 997 , que adelantaba ya todas las reivindicaciones que impli­ca una concepcion etica y politica de Ia igualdad de de­rechos en una sociedad democratica : derecho a! matri­monio para las parejas del mismo sexo, derecho a Ia adopcion, derecho a Ia asistencia medica a Ia procrea­cion para las lesbianas . . .

Pero situarse mas a l ia de l PACS significa hoy, desde mi pun to de vista, plan tear todas las cuestiones que he­mos dej ado algo de !ado porque estabamos ocupados en Ia batal la sobre el reconocimiento juridico de las pare­jas. Y si ha sido importante l levar Ia reflexion a! con­junto de los problemas que podian ser resueltos a partir y en torno a esta reivindicacion, tambien es necesario no l imitar Ia reflexion a este marco. D iria incluso que hoy es fundamental plantearnos Ia cuestion de saber lo que hacemos cuando apoyamos un conjunto de reivin­dicaciones que consisten, en un sentido, en plegarnos a las ordenes tacitas promulgadas por Ia sociedad y lan­zadas por el la a los individuos para que se adecuen a ciertos modelos sociales. Sabemos bien que Ia fuerza de esta interpelacion se impone incluso a los que se exclu­ye explicitamente de los modelos normativos, por el mero efecto de imposicion que producen las institucio­nes construidas por el sistema politico y cultural de Ia norma, y el reconocimiento de estas instituciones como las formas legitimas a las que hay que pedir el acceso ; un reconocimiento que el orden social y Ia manera en que crea a los sujetos y a las subjetividades, es decir, a Ia historia colectiva y a las historias individuales, ins­criben en las conciencias bajo Ia forma de categorias de pensamiento, y tambien en lo no pensado, en los in­conscientes y en los deseos profundos y las aspiracio­nes que los individuos son constreflidos a sentir y for­mular.

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La instituci6n es «deseable» incluso por aquellos a quienes ella no quiere, ya que su deseabilidad es el ho­rizonte de la socializaci6n de los individuos en y por el orden social y familiar. De ahi esa «melancolia» homo­sexual que he intentado analizar en Reflexions sur la question gay y que se funda en gran parte en el hecho de ser excluido -o haberse tenido que autoexcluir- de los modelos sociales considerados legitimos. Evidentemen­te, no se trata para mi de criticar esas aspiraciones. No formo parte de los que imaginan que su manera perso­nal de vivir o pensar su homosexualidad deba estar es­tablecida por otros. Por eso no seguin� a Michael Warner que, en un articulo recientemente publicado por GLQ (Gay and Lesbian Quarterly, 1 999 , vol. 5, n.o 2 ) , rechaza brutalmente la reivindicaci6n del derecho al matrimonio como una especie de traici6n de los principios mismos sobre los que se habia basado el movimiento gay y les­biano de los aflos setenta.

No es este el Iugar para discutir al detalle este ar­ticulo brillante y contundente, y me contentare con la­mentar que no exista en Francia una revista de reflexi6n gay y lesbiana que pueda asumir la tarea de traducir ta­les contribuciones al anal isis pol itico y cultural . Estoy de acuerdo con un buen mimero de los analisis que con­tiene, y me siento afin al gesto politico que trata de sus­citar [tanto mas cuanto que Warner acaba de integrar este articulo en un l ibro, The Trouble with Normal (Free Press) , en el que defiende con brio las culturas sexuales que los gays y las lesb ianas han hecho que existan en la sociedad y que hoy estan amenazadas por los discursos y las conminaciones de los conservadores y especial­mente de los gays conservadores] . Querria simplemente expresar mi desacuerdo con las conclusiones de Warner, decir que si tienen un sentido en el contexto norteameri­cano, en el que Ia reivindicaci6n del derecho al matri­monio ha sido durante mucho tiempo el caballo de bata­lla de los gays reaccionarios e incluso religiosos, quienes Io han presentado explicitamente con frecuencia como el medio de hacer volver a los homosexuales al orden y

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hacer de ellos ciudadanos •normales• y, sobre todo, •normalizados» (sexualmente normalizados, ya que nada parece disgustar mas a estos conservadores que Ia l ibertad sexual) , me parece al contrario que, en Ia situa­ci6n francesa, son mas los activistas mas radicales del movimiento gay y lesbiano los que se han implicado en este combate. (Incluso si a veces se ha podido leer, en Ia pluma de algunos partidarios del CUS o del PACS o del derecho al matrimonio, argumentos analogos a los de los gays conservadores norteamericanos, como el hecho de adelantar, por ejemplo , que el rechazo por el Parla­mento a votar dichas !eyes tendria el riesgo de favorecer el •comunitarismo» homosexual o incluso el •nomadis­mo sexual» . Bien es verdad que es bastante desagradable ver a los gays asumir Ia tarea de querer normalizar los comportamientos gays, que ni los psiquiatras, ni los psi­coanalistas, ni los sacerdotes, ni Ia policia han conse­guido hacer en todo el siglo. Por otra parte, es muy in­genuo pensar que Ia votaci6n de una ley que concede derechos a las parej as del mismo sexo anulara mas de un siglo de historia y permitira difuminar Ia visibilidad gay y lesbiana del paisaj e urbano o de Ia escena politica y cultural, o arrancar Ia l ibertad sexual a quien ha he­cho de ella su modo de vida) .

Pero debo decir en principio que Ia noci6n de «trai­ci6n» que anima todo el texto de Warner me parece bas­tante discutible desde el momento en que se trata de describir una evoluci6n de mas de treinta afios, ya que eso querria decir que un movimiento deberia quedar fi­jado por lo que ha sido en el pasado, y no me parece muy foucaultiano el olvidar que los objetivos de un mo­vimiento estan siempre situados hist6ricamente y que tal palabra o tal gesto pol itico no tienen sentido o al­cance en si mismos, no tienen contenidos absolutos, sino que no toman sentido mas que estrategicamente, por aquello a lo que se oponen en un momento dado y por lo que permiten hacer que exista en Ia sociedad. Y, so­bre todo, esto l leva a olvidar que el movimiento gay y lesbiano existia antes de 1 969 y las revueltas de Stone-

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wall, y que buena parte de los movimientos que existian en los aflos cincuenta, y sin los que Stonewall y lo que ha seguido no hubieran podido tener lugar (como ha mostrado John D'Emilio en su libro sobre los movimien­tos gays en Estados Unidos, Sexual Politics, Sexual Community) . se consideraban a si mismos muy frecuen­temente como « integracionistas» y no como «subversi­vos», y que entonces se podria decir, siguiendo la l6gica de Warner, que el movimiento de los aflos setenta trai­cion6 el de los aflos cincuenta, etc. Y en la actualidad, lc6mo imaginar, por ejemplo, que los mil itantes de una asociaci6n de lucha contra el sida puedan responder a dos personas que vengan a decirles que les gustaria po­der casarse para beneficiarse, en tanto que como pareja en la que uno de los miembros esta enfermo, de las ven­taj as sociales de esta instituci6n, que eso traicionaria al movimiento gay y que ademas Michel Foucault o Jean Genet habrian sido hostiles a tal reivindicaci6n?

Para mi la cuesti6n no esta en oponer a los que no quieren casarse con los que si quieren (como si no fuera pensable, por otra parte, que fueran los mismos en mo­mentos diferentes de su vida, a ejemplo del baron de Charlus, del cual Proust en La prisionera, nos dice que tras haberse «cansado de los desconocidos que encon­traba», habia «pasado al polo opuesto, a lo que habia creido que detestaria siempre, a la imitaci6n de un "ho­gar"» ) . Es mejor que me interrogue sobre los modelos que se nos imponen desde el momento en que queremos pensar en un reconocimiento juridico de las relaciones entre personas. Contrariamente a lo que se le suele ha­cer decir, Foucault apoy6 explicitamente la reivindica­ci6n del derecho al matrimonio. Pero lo que caracteriza a su reflexi6n, es que quiso ir «mas lejos», como dice en una entrevista, de la simple petici6n para poder entrar en las formas sociales establecidas. Es decir, intentar pensar otros modos de vida, otras formas de relaci6n, otros tipos de relaciones entre individuos. Es cierto que, al ser del iberadamente poco prescriptivo o normativo en

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sus palabras, Foucault fue asombrosamente poco preci­so y poco explicito sobre lo que podrian ser estos nue­vos modos de relacion. Pero me parece que se olvida a menudo que Foucault insistia mucho en el hecho de que no se trataba solo de inventar nuevas formas de relacio­nes, una nueva sociabilidad, que podrian ser fundadoras de nuevas formas de subjetividad, sino tambien de ins­cribirlas en el derecho. Hablo en varias ocasiones de un «nuevo derecho de las relaciones».

Y es, creo, en Ia reflexion sobre Ia posibilidad de de­finir nuevos modos de sociabilidad (aunque los gays y las lesbianas no han cesado de inventarlos en los espa­cios de libertad que han constituido en las grandes ciu­dades occidentales desde hace ya mucho tiempo), y tam­bien en las nuevas demandas dirigidas bacia el derecho por estos nuevos modos de relacion donde se pueden abrir nuevas puertas ante nosotros (reconocimiento de los lazos de amistad, por ejemplo, o de cualquier «pare­ja que tenga un proyecto comun de vida», como decia el primer proyecto del Contrato de Union Social , idea que era quiza una fallida astucia para enmascarar que lo que se ponia en cuestion en dicho proyecto era Ia parej a ho­mosexual, pero en Ia que hoy podemos reconocer Ia per­tinencia innovadora, ya que se trataria entonces de abrir nuevos derechos a! maximo numero posible de indivi­duos) . En cualquier caso, esto abre nuevas vias de refle­xion : lque puede ser el derecho, desde el momento en que hemos dicho -y debemos seguir diciendolo sin ce­sar- que no es fijo o esta paral izado, sino que es un jue­go de luchas pol iticas? El universalismo es un combate, porque el universalismo no sabria ser definido de una vez por todas. AI contrario, se ve perfectamente en Ia historia que no ha cesado de ser ampliado y reformula­do por las luchas politicas (los obreros, los negros en Es­tados Unidos, l as mujeres en todo el mundo, etc. ) . Hay que considerar a Ia sociedad y a Ia democracia como es­tructuras abiertas a Ia innovacion y a Ia extension de los derechos y proseguir el movimiento de creacion demo­cratica que otros han l levado a cabo durante decadas

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(no mencionemos mas que el derecho de voto para las mujeres, el derecho al aborto o a la contracepcion, etc . ) . Y para e l lo hace falta, como siempre a lo largo de la his­toria, enfrentarse con la poderosa cohorte de los conser­vadores y los falsos progresistas que quieren mantener el orden de las cosas o fijar lo universal en definiciones restrictivas. Son los enemigos de la sociedad abierta. En mi opinion, el analisis de la homofobia es hoy primor­dial , en todas sus formas sociales y culturales, ya que tiene efectos sociales muy profundos, especialmente el cierre del espacio democratico y la mutilacion del cmun­do comtin» que, por el contrario, Hannah Arendt nos in­vitaba a construir ampliando siempre el pensamiento y multiplicando las perspectivas sobre la politica.

Pero volver a pensar el derecho y las posibil idades que podrian surgir al inscribirse en el , implica tambien ejercitar la critica de las categorias de pensamiento a traves de las cuales observamos las realidades sociales. Por el azar de las fechas de publicacion, lei Au-delil du Pacs pocos dias despues de haber leido la magnifica obra de Abdelmalek Sayad sobre la inmigracion argeli­na en Francia, La Double Absence. Este volumen termi­na con un texto titulado «<nmigracion y pensamiento de Estado». Todos somos nacional istas, dice Sayad, ya que todos tenemos grabadas en la mente las categorias de pensamiento que son las del Estado, que han sido forj a­das por el Estado-nacion y su historia, y que instauran fronteras no solo juridicas, sino tambien mentales y psi­cologicas, entre nacionales y no nacionales, entre ciu­dadanos y no ciudadanos o subciudadanos, entre perso­nas legitimas y personas «desplazadas» ; desplazadas en todos los sentidos del termino .. . S i se quiere escapar a la

estigmatizacion del inmigrado, a su infravaloracion, no hay que luchar solamente -incluso si este combate es eminentemente necesario- para que se otorgue el esta­tuto de ciudadanos legitimos, nacionales, a quienes no lo tengan ya, en el proceso de lo que se ha llamado (y Sayad llama nuestra atencion sobre esta palabra y sus

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significaciones sociales) Ia «naturalizaci6n» . Hay que ir mas lejos y cuestionar este pensamiento de Estado y las fronteras que estan instituidas en nuestros cerebros por esta 16gica de lo «natural» y lo «no natural», que moldean nuestra mirada sobre el otro, y hacen que el inmigrado, incluso «natural izado», sus hijos, incluso si se benefician de pleno derecho de Ia nacional idad, sigan siempre sien­do «extranjeros».

Podria decir que el homosexual es, mutatis mutan­dis por supuesto, como el inmigrado, una persona siem­pre desplazada y siempre culpable, que siempre es sos­pechoso. Culpable cuando afirma su diferencia, culpable cuando reivindica Ia igualdad, simplemente porque es culpable de ser lo que es. Pero Ia lucha por escapar a esta infravaloraci6n no debe l levar solamente a pedir Ia integraci6n en un universo de valores e instituciones que han excluido hist6ricamente a I a homosexualidad -trabajo necesario y que comienza a dar sus frutos-, sino tambien a cuestionar radicalmente esos valores y esas instituciones, y l as categorias de pensamiento de Estado que les confieren su caracter de evidencia natu­ral y su poder de «naturalizaci6n» de los individuos, su poder de instituci6n de lo «natural» y, por lo tanto, de excluir a algunos de Ia «naturaleza», o de constituci6n de lo «no natural» o «contranaturab. Por eso, cuestionar lo que Remi Lenoir, en su contribuci6n a! volumen Au­delti du PACS, l lama Ia «familiarizaci6n de Estado», es, por supuesto y como nos invita, luchar contra el pensa­miento de Estado que define lo que debe ser Ia familia -una instituci6n necesariamente heterosexual- y que inscribe esta norma en Ia realidad antes que en los mo­dos de pensamiento, pero deberia ser tam bien cuestionar Ia misma idea de familia, o en todo caso someterla a una interrogaci6n critica para repensarla a fondo y de lleno : a Ia vez, redefinirla de manera pluralista y multiple, tra­bajando, por ejemplo, en torno a Ia idea, cara a Daniel Borril lo , de «vidas familiares», pero a! mismo tiempo re­chazarla como forma social y cultural unica que se nos impondria desde el momento en que quisieramos afron-

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tar Ia cuesti6n de Ia entrada en el derecho de las rela­dones entre individuos.

Todo esto es para dedr que Ia reivindicad6n politi­ca no sabe aceptar las ventajas de una mirada al pensa­miento critico. Pero si pensamos que Ia articulad6n de Ia lucha politica y el pensamiento critico es necesaria para no quedarse en el nivel elemental, cuando no de­go, de Ia reivindicaci6n, tambien estamos obl igados a plantearnos Ia cuesti6n de Ia articulad6n de las diferen­tes reflexiones criticas (sobre Ia inmigrad6n, sobre Ia homosexualidad, etc.) y las diversas luchas politicas. No podemos cuestionar el pensamiento de Estado sobre Ia homosexualidad dejandolo intacto sobre Ia inmigrad6n, o ignorando que otros, a nuestro lado, trabajan cuestio­nando Ia inmigrad6n. Esta articulad6n de los diferentes pensamientos criticos y de las diferentes luchas politicas podria permitir que salieran cada una del enderro de su pequefio campo de batalla, concebido como un prado vallado, delimitado y cuidadosamente protegido de Ia contaminad6n de todo lo que pasa fuera -y pienso aqui en Ia ausencia, con raras excepciones, de las feministas en las batallas que se han l levado a cabo en torno al PACS, e induso a Ia ceguera de algunas feministas en cuanto a los criterios que permiten evaluar los gestos te6ricos y politicos de unos y otros. Cuando leo, por ejemplo, a fe­ministas que se indignan porque Pierre Bourdieu no cite a Fran\oise Heritier en su l ibro sobre La Domination mascu line, viendo en ese s i lendo una manera de pro­rrogar Ia dominaci6n que el dice analizar, me digo que seria bueno recordar a esas feministas que el l ibro de Fran\oise Heritier, Masculin/Feminin, contiene un buen mimero de consideraciones reaccionarias y sin duda ha servido de punto de partida para firmar un texto colec­tivo (apareddo en Le Monde) de tal violencia respecto a gays y lesbianas que estoy asombrado de que las femi­nistas en cuesti6n no se hayan dignado coger Ia pluma para indignarse. El texto se titulaba «No dejemos Ia cri­tica del PACS a Ia derecha», pero habria podido l lamar­se «La derecha no tiene el monopolio de Ia homofobia»,

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de lo que, por mi parte, ademas no he dudado nunca. In­cluso se podria recordar que, a Ia inversa, Pierre Bour­dieu ha sido uno de los apoyos co nstantes e incondicio­nales de las reivindicaciones del movimiento gay y lesbiano. No hace falta encerrarse cada uno en su lucha sectorial, pero pensar siempre en Ia necesaria articula­cion de las luchas -lo cual, por otra parte, no quiere de­cir su fusion o su disolucion en un gran conjunto, que haria perder a cada lucha su autonomia o su especifici­dad, sino solo que su articulacion seria una especie de ideal regulador- quiza habria permitido a las feministas que firmaron tales articulos contra Bourdieu darse cuen­ta que el enemigo del pensamiento critico y del progre­sismo politico y, por lo tanto, de su propia lucha, no es el cuestionamiento teorico de Pierre Bourdieu, aunque sea un hombre, sino el conformismo de Fran�;oise Heritier y su pensamiento conservador sobre Ia diferencia de los sexos y las jerarquias sexuales, aunque sea una mujer.

Considerar las luchas en su articulacion tendria otro efecto benefico en el interior de lo que tenemos una cierta excesiva tendencia a concebir como un «movi­miento gay y lesbiano», olvidando que este movimiento, o Ia ficcion de este movimiento, esta atravesado por considerables divergencias pol iticas e intelectuales y que no hay que intentar negarlas en nombre de una «unidad» que habria que preservar a toda costa, con el riesgo de l levar Ia reflexion a su mas minimo denomi­nador comun ; aunque lo que quiza puntualmente es ne­cesario, en alianzas momentaneas o incluso estrategicas, pero que seria desastroso a largo plazo. En Iugar de adormecernos en Ia ficcion de un movimiento gay y les­biano unido en Ia reivindicacion unica del derecho de las parej as, en Iugar de contentarnos con querer mos­trar, segun Ia critica, bastante cruel pero tambien bas­tante justa, dirigida por Leo Bersani al movimiento gay y lesbiano norteamericano, que los homosexuales pue­den ser buenos soldados, buenos padres y buenos curas, mas nos valdria trabajar en conseguir para Ia homose­xualidad y para las apuestas politicas y culturales que

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no cesan de nacer y renacer a su alrededor el estatus de un espacio problematico y un Iugar de interrogaci6n ge­neralizado donde nada estaria nunca definitivamente definido, circunscrito o paral izado. Lo que podria hacer­se reinstaurando las l ineas de fractura (por ejemplo, el apoyo a Ia lucha de los sin papeles, a las personas en si­tuaciones precarias, a los derechos de los transexuales, etc . ) , lo que recolocaria nuestras acciones y reflexiones en Ia perspectiva de una radicalidad critica que, cierta­mente, ha podido encarnarse en un momento dado en el combate a favor de derecho de las parej as del mismo sexo, pero tambien una radicalidad que el encierro en esta unica reivindicaci6n podria, desde ahora, hacernos olvidar.

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Pa ra sa b e r m a s

Butler, Judith ( 1 990), Gender Trouble. Feminism and the Subversion of

Iden tity, Routledge, Londres. La influencia de este l ibro de Ia fi­

losofa de Berkeley ha sido tal sobre el pensamiento feminista asi

como sobre Ia reflexion gay y lesbiana. Dando Ia espalda a cua l ­

quier pensamiento existencialista y naturalista sobre I a diferen­

cia de sexos, Judith Butler muestra como el cgenero• (el csexo•

como construccion social) imprime cani.cter, dado que es un pa­

pel interpretado sin cesar y vuelto a interpretar por los indivi­

duos. Lo que no quiere decir que se lo escoj a . 0 que se pueda

prescindir de el con un gesto voluntarista, aunque si se puede i n ­

tentar desbaratar l a s asignaciones a papeles determinados a base

de estrategias de resistencia a las • identidades• sexuales definidas

e impuestas por el orden social.

Buxan Bran, Xose M. , comp. ( 1 997) , Conciencia de u n singula r deseo.

Estudios Lesbianos y Gays en el Estado Espanol, Laertes, B arce­

lona. El libro recoge las ponencias presentadas en el primer en­

cuentro universitario sobre estudios gays y lesbianos celebrado

en Espaiia (en Vigo, verano de 1 995) , y marca su momento fun ­

dacional formal. Imprescindible para conocer l o s distintos pro­

yectos de reflexion e investigacion que existen en Espaiia sobre

Ia cuestion homosexual.

Cardin, Alberto ( 1 984), Guerreros, chamanes y travestis. Indicios de

homosexua lidad entre los exoticos, Tusquets, Barcelona. Presenta

distintos ejemplos etnograficos e historicos que i lustran Ia homo­

sexualidad en las sociedades primitivas. Incluye una densa intro ­

duccion teorica de lectura obligada para cualquiera que quiera

iniciarse en el analisis intercultural de Ia homosexualidad, y rea ­

liza un habil analisis del modo en que Ia Antropologia Social ha

percibido y construido Ia homosexualidad. Es Ia obra fundadora

de los estudios gays en Espaiia: un chisico.

Carrasco, Rafael ( 1 98 5) , In qu isicion y represion sexu a l en Va lencia.

Historia de los sodomitas (1 565- 1 785), Laertes, Barcelona. Tan

solo John Boswell consigue igualar el rigor historico y Ia erudi­

cion documental de este trabajo de investigacion que analiza el

orden sexual y Ia vida cotidiana de los sodomitas de Ia Edad Mo-

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derna. Es un dasico de imprescindible lectura si se quiere enten ­

der el proceso historico de formacion de Ia sexualidad heterocen­

trica occidental.

Chauncey, George ( 1 995) , Gay New York. Gender, Urban Cu ltu re and

the Making of a Gay Ma le World, 1 890- 1 940, Basic Books, Lon­

dres. Obra maestra donde Chauncey no solo revive Ia cultura po­

pular gay de Nueva York entre finales del s iglo XIX y mediados

del xx, sino que analiza Ia constitucion y las evoluciones de Ia

nocion de «homosexualidad• y de las identidades sexuales con­

temporaneas en el transcurso de este periodo.

D'Emilio, John ( 1 983) , Sexua l Politics, Sexua l Communities. The Ma ­

king of a Homosexual Minority in the United States, 1 940- 1 970, The University of Chicago Press, Chicago. Aparecido en 1 983 , este l ibro pionero continua siendo u n a de l a s mejores obras sobre

Ia historia del movimiento gay en Estados Unidos. De Ia Matta ­

chine Society a finales de los aiios cuarenta a las revueltas de

Stonewall a finales de los sesenta y el nacimiento de Ia Gay Pri­

de en 1 970. A destacar las paginas sobre el maccarthismo, que

causaron sensacion a I a aparicion del l ibro : D'Emilio recordaba

que Ia «caza de bruj as•, en los aiios cincuenta, no solo habia con­

cernido a los comunistas, sino tambien a los homosexuales, mu­

chos de los cuales fueron apartados de Ia funcion publica.

Faderman, Lilian ( 1 98 1 ) , Surpassing the Love of Men, Vintage, Lon­

dres. Del Renacimiento a principios del siglo xx, una historia de

las relaciones entre mujeres. No tanto de las relaciones sexuales

o amorosas como de I a •amistad romantica•, que ofrecia a las

mujeres, segun Ia historiadora, una de las raras posibil idades de

estar entre elias y escapar asi al poder de los hombres y a I a do ­

minacion masculina.

Guasch, Oscar ( 1 99 1 ) , La sociedad rosa, Anagrama, B arcelona. Analiza

I a transicion gay en Espaiia. Revisa el modo en que Ia homose­

xualidad es construida socialmente en el periodo pregay y en el

gay, y establece una dasificacion instrumental weberiana de los

tipos homosexuales masculinos. Es el primer trabajo sociologico

serio, desmedicalizador, no criminalizador y no militante que se

publica en Espaiia sobre Ia homosexualidad masculina. Se inscri­

be en Ia linea critica no victimista inaugurada por Alberto Cardin.

Guasch, Oscar (2000), La crisis de Ia heterosexua lidad, Laertes, Barce­

lona. Hay quien define este l ibro como un estudio queer. Afirma

que Ia heterosexualidad no es natural, y analiza el proceso histo ­

rico de construccion social del modelo heterosexual hegemonico

y lo relaciona con el desarrollo de Ia identidad homosexual, defi­

nida como un epifenomeno de Ia heterosexualidad.

Halperin, D avid ( 1 995) , Saint Foucault. Towa rds a Gay Hagiography,

Oxford University Press, Oxford. Helenista, especialista en Platon

y en literatura antigua, autor de una compilacion de ensayos ti­

tulada One Hundred Yea rs of Homosexuality and Other Essays on

Greek Love, David Halperin habia sido acusado por sus detracto ­

res de •foucaultiano• . Decidio reivindicar esta etiqueta juzgada

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infamante por sus adversarios mostrando como el pensamiento

de Foucault, marcado por una ferrea voluntad de resistencia a las

normas, puede servir de modelo teorico al movimiento gay: lejos

de buscar Ia construccion de una •identidad gay•, trata de inven ­

tar nuevas posiciones al margen de Ia normalidad y Ia heteronor­

matividad.

Herdt, G ilbert y Boxer, Andrew ( 1 993) , Children of Horizons. How Gay

and Lesbians Teens a re Leading a New Way out of the Closet,

Beacon Press, B oston. La antropologa Gilbert Herdt, a quien se

deben trabajos sobre Melanesia, estudia aqui, con Ia ayuda del

psicologo Andrew Boxer, Ia juventud gay y lesbiana de Chicago.

Los dos autores muestran como Ia visibilidad colectiva y I a mo­

vilizacion de gays y lesbianas durante los afios ochenta y noven­

ta han hecho mas facil y menos doloroso a las nuevas generacio ­

nes e l trabajo que hay que hacer sobre u n o mismo para aceptarse

como homosexual.

Kosofsky Sedgwick, Eve ( 1 990), Epistemology of the Closet, University

of California, Berkeley. Todos los que asistiero n al coloquio del

Beaubourg en junio de 1 997 , recuerdan Ia rotunda intervencion

de Eve Kosofsky Sedgwick. Su libro de 1 990 ha ejercido una in­

fluencia considerable en I a reflexion gay y lesbiana, y se cuenta

con seguridad entre los textos fundacionales de Ia Queer Theory.

La obra es celebre por sus analisis sobre I a multiplicidad de ex­

periencias y de identidades gays y lesbianas (y, por lo tanto, de Ia

necesidad de recusar definiciones demasiado estrictas) . Tambien

por sus magistrales descripciones de Ia cestructura del armario•

en Ia que todo gay y toda lesbiana se ven casi necesariamente

atrapados por el discurso homofobo. En efecto, cualquiera que

sea su relacion con el •armario•, un gay o una lesbiana esta siem­

pre dependiente del •privilegio heterosexual• que decide el senti ­

do que hay que dar a su •silencio• o a su cpalabra•.

Llamas, Ricardo, comp. ( 1 995) , Construyendo siden tidades. Estudios

desde el corazcln de una pandemia, Siglo XXI, Madrid. El paso del

tiempo modera los proyectos intelectuales. Este es el primer tex ­

to espafiol que revisa Ia epidemia sida en perspectiva radical y

mil itante. Teoricamente solido y humanamente solidario, descri­

be y analiza de manera brillante el proceso de lucha contra el

sida desarrollado por los grupos gays (y no gays) en Espana. De

lectura imprescindible.

Mirabet, Antoni ( 1 984), Homosexua lita t a vui, Edhasa, Barcelona. La

version castellana (publicada al afio siguiente) se convirtio en

una guia uti! para cualquiera que quisiera iniciarse en I a refle­

xion sobre Ia homosexualidad. La obra goza de gran predica­

mento en America Latina, donde fue introducida y difundida por

sacerdotes progresistas. Es un manual historico escrito por un

psicologo que ilustra, ademas, el modo en que los progresistas

catolicos abordan I a cuestion homosexual.

Newton, Esther ( 1 993 ) , Cherry G rove, Fire Island. Sixty Yea rs in Ame­

rica 's First Gay and Lesbian Town, Beacon Press, Boston. Junto

- 1 3 9 -

Page 124: Didier Eribon - Identidades - Reflexiones sobre la cuestión gay

al de Chauncey, el libro de Esther Newton es el segundo gran chi­

sica de Ia historiografia homosexual norteamericana. Describe Ia

historia de Cherry Grove, al sur de Fire Island, convertida en una

ciudad gay y Iesbiana desde mediados de los aiios treinta. De he­

cho, I a autora recrea toda Ia evolucion de Ia cultura gay en el

transcurso del s iglo a traves del prisma de esta comunidad. Des­

cribe muy bien, por ejemplo, Ia resistencia a Ia represion politica,

pero tambien Ia aparicion y Ia extension de Ia comercializacion

de Ia vida gay.

Nieto, Jose Antonio ( 1 989), Cultura y sociedad en las prcicticas sexua­

les, Fundacion Universidad-Empresa, Madrid. Es el primer texto

del Master en Sexualidad Humana de Ia UNED. Sienta las bases

del anal isis antropologico de Ia sexualidad en Espaiia, y plantea

una vision critica sobre el heterocentrismo social. Su discurso

teorico seria semej a nte a lo que hoy se denomina queer.

Sanfeliu, Luz ( 1 996), Juego de damas. Aproximacion histo rica al ho­

moerotismo femenino, Universidad de Malaga, Malaga. Revisa Ia

evolucion historica de los papeles e identidades genericas que

han ido vivenciando las mujeres orientadas sexualmente o emo ­

cionalmente hacia otras mujeres y establece su relacion con los

contextos y los cambios sociales. Es uno de los primeros l ibros

espaiioles en historiar el lesbianismo.

Viiiuales, Olga (2000), Identidades lesbicas. Discursos y prcicticas, Edi­

cions Bellaterra, B arcelona. Es el primer estudio antropologico y

sociologico serio publicado en Espaiia sobre lesbianismo. Anali­

za de forma brillante Ia vida cotidiana de las mujeres lesbianas y

el modo en que construyen su identidad. Es un clasico de lectura

obligada.

Weston, Kath ( 1 99 1 } , Fa milies we Choose. Lesbians, Gays, Kinship,

Columbia University Press, Nueva York. Tras el diluvio de pala­

breria homofoba y de disparates psicoanalitico-cristianos que se

ha abatido sobre nuestras cabezas durante el debate sobre el

PACS, procedentes tanto del Opus Dei como de Ia revista Esprit,

no seria oportuno recomendar Ia lectura de Ia notable encuesta

de Ia antropologa Kath Weston. Estudia las relaciones de gays y

lesbianas en Ia familia : en primer Iugar, con sus padres, en se­

gundo Iugar, con sus parejas (los que viven en pareja) y, por ulti­

mo, con los hijos (los que los tienen). Es inutil decir que hace sal­

tar por los aires todo el farrago ideologico sobre Ia •diferencia de

los sexos•, el •orden simbolico•, etc. AI contrario, su libro esbo­

za, a partir de las entrevistas realizadas, una verdadera •politica

de Ia familia homosexual».

Wittig, Monique ( 1 992) , The Straight Mind, Beacon Press, Boston. No­

velista celebre en los aiios sesenta y setenta, autora de L'Opopo­

nax, de Corps lesbien y de Guerrilleres, Monique Witting vive en

I a actualidad en Estados Unidos. Publico en 1 992 una recopila­

cion de articulos titulada The Straight Mind (EI pensamiento he­

terosexual) cuya acogida internacional fue considerable.

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i n d i ce

Pro logo Introduccion

Primera parte Politicas de Ia homosexualidad

9 1 3

Capitulo 1 . Donde se habla del CUS . . . 2 1 Capitulo 2 . Una cultura d e Ia resistencia 2 7 Capitulo 3 . Como e l movimiento feminista, e l mo-

vimiento homosexual hace estallar I a pol itica tradicional 3 1

Capitulo 4. Del uso del «yo» y del «nosotros» 37 Capitulo 5 . ;.Quien decide sobre mi vida privada? 41 Capitulo 6. El PACS y despues 49

Segunda parte De Ia homofobia

Capitulo 1 . Lo que Ia injuria me dice : Algunas no-tas sobre el racismo y Ia discriminacion 55

Capitulo 2 . La injuria es omnipresente 63

Tercera parte En torno a Reflexions sur Ia question gay

Capitulo 1 . Es necesario admitir que hay mil modos de vivir Ia homosexualidad 7 1

- 1 4 1 -

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Capitulo 2 . Reinventar su subjetividad 79 Capitulo 3. Lo que cambia y lo que no cambia 8 5 Capitulo 4 . Politicamente gay 93

Cuarta parte Libros e investigaciones

Capitulo 1 . Estudiar Ia homosexualidad 10 1 Capitulo 2 . LCasaba Ia Iglesia a los hombres? 107 Capitulo 3 . lQue es un «homo»? l l 1 Capitulo 4. Duras y I a enfermedad d e I a muerte 1 1 5 Capitulo 5 . Fabricar anormales l l 9 Capitulo 6 . Cuerpos a punto de despertar 1 23

A modo de conclusion provisional 125

Para saber mas 1 3 7

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