Diez...

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Diez…, en Razón y Revolución, nro. 14, primavera de 2005, reedición electrónica. Diez… En el año 1995, un grupo de historiadores de izquierda resolvió emprender una tarea difícil para los años que corrían: editar una revista marxista que enfrentase a los intelectuales académicos y las modas dominantes. “El desarrollo capitalista confirma las tendencias fundamentales expuestas en El Capital (...) Entonces, la utopía ha dejado de ser tal. Es hora de volver a trabajar. Hay que volver a la crítica y a la acción: Razón y Revolución”, escribimos en nuestra primera editorial. Nacía, sino la única, una de las pocas publicaciones que reivindicaba el conocimiento científico en medio del posmodernismo imperante. Unos años después, ese grupo, transformado en componentes y tamaño, consumaba otra impertinencia al construir un programa de investigación con el fin de develar el funcionamiento de la sociedad argentina. No bastaba con criticar, había que producir. No bastaba con escribir, había que formar nuevos productores. Diez años más tarde los resultados hablan por sí mismos: Razón y Revolución conforma ocho equipos de investigación que abarcan toda la historia argentina, la creación artística, la literatura y la dialéctica de la naturaleza. Todos ellos debaten en igualdad de condiciones con los especialistas de su ámbito. No reivindicamos el monopolio de la batalla por las ideas. La burguesía también actúa, y muy eficientemente, por cierto. Los intelectuales del régimen siguen equipados con los recursos materiales que su clase pone a su disposición. Con los más absurdos argumentos, liberales y progresistas proscriben a quienes han decidido no hacer el papel de alcahuetes genuflexos, a quienes han abrazado la producción científica con la honestidad y la seriedad que obliga la tarea de explicar, entre otras cosas, por qué una sociedad mata de hambre a la mitad de su población. Para ingresar en su selecto círculo, obligan a los aspirantes a dedicarse a temas asombrosamente banales y a no mencionar a los autores “prohibidos” (de quienes, de todas maneras, extraen ideas y fuentes) y sí a los “obligatorios” (con los que tienen algún tangible compromiso). Cualquier referencia a categorías científicas como “clase”, “modo de producción” o “capitalismo” es causal de excomunión. Todo esto opera para desanimar a quien busca constituirse como un investigador serio y transformarlo en un ser dócil y mezquino. Razón y Revolución también sigue en su puesto. Su tarea es, justamente, la inversa. Desde sus páginas alienta la constitución de intelectuales comprometidos con la Revolución.Y lo que se promete, se cumple: no sólo hemos difundido nuestras investigaciones, sino que hemos abierto nuestra publicación a todo aquel que estuviera en condiciones de aportar elementos para el conocimiento científico, aunque más no sea en estado embrionario. Han pasado por nuestras páginas autores de todo el espectro de la izquierda, incluso aquellos con los que hemos debatido públicamente. Nunca le hemos pedido pergamino alguno a nadie. No reivindicamos el monopolio del combate contra la ideología dominante. No es la caridad ni algún oculto interés lo que organiza nuestra amplitud. Sencillamente, intentamos constituir un órgano que centralice la discusión científica. No pretendemos ser una publicación que opera en los márgenes. El trabajo intelectual requiere de condiciones materiales que no pueden dejarse en manos del enemigo. Por eso, nuestro próximo número saldrá con referato académico. No puede ser que para conseguir recursos haya que escribir donde la academia dice y como ella

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  • Diez, en Razn y Revolucin, nro. 14, primavera de 2005, reedicin electrnica.

    Diez

    En el ao 1995, un grupo de historiadores de izquierda resolvi emprender una tarea difcil para los aos que corran: editar una revista marxista que enfrentase a los intelectuales acadmicos y las modas dominantes. El desarrollo capitalista confirma las tendencias fundamentales expuestas en El Capital (...) Entonces, la utopa ha dejado de ser tal. Es hora de volver a trabajar. Hay que volver a la crtica y a la accin: Razn y Revolucin, escribimos en nuestra primera editorial. Naca, sino la nica, una de las pocas publicaciones que reivindicaba el conocimiento cientfico en medio del posmodernismo imperante. Unos aos despus, ese grupo, transformado en componentes y tamao, consumaba otra impertinencia al construir un programa de investigacin con el fin de develar el funcionamiento de la sociedad argentina. No bastaba con criticar, haba que producir. No bastaba con escribir, haba que formar nuevos productores. Diez aos ms tarde los resultados hablan por s mismos: Razn y Revolucin conforma ocho equipos de investigacin que abarcan toda la historia argentina, la creacin artstica, la literatura y la dialctica de la naturaleza. Todos ellos debaten en igualdad de condiciones con los especialistas de su mbito.

    No reivindicamos el monopolio de la batalla por las ideas. La burguesa tambin acta, y muy eficientemente, por cierto. Los intelectuales del rgimen siguen equipados con los recursos materiales que su clase pone a su disposicin. Con los ms absurdos argumentos, liberales y progresistas proscriben a quienes han decidido no hacer el papel de alcahuetes genuflexos, a quienes han abrazado la produccin cientfica con la honestidad y la seriedad que obliga la tarea de explicar, entre otras cosas, por qu una sociedad mata de hambre a la mitad de su poblacin. Para ingresar en su selecto crculo, obligan a los aspirantes a dedicarse a temas asombrosamente banales y a no mencionar a los autores prohibidos (de quienes, de todas maneras, extraen ideas y fuentes) y s a los obligatorios (con los que tienen algn tangible compromiso). Cualquier referencia a categoras cientficas como clase, modo de produccin o capitalismo es causal de excomunin. Todo esto opera para desanimar a quien busca constituirse como un investigador serio y transformarlo en un ser dcil y mezquino.

    Razn y Revolucin tambin sigue en su puesto. Su tarea es, justamente, la inversa. Desde sus pginas alienta la constitucin de intelectuales comprometidos con la Revolucin.Y lo que se promete, se cumple: no slo hemos difundido nuestras investigaciones, sino que hemos abierto nuestra publicacin a todo aquel que estuviera en condiciones de aportar elementos para el conocimiento cientfico, aunque ms no sea en estado embrionario. Han pasado por nuestras pginas autores de todo el espectro de la izquierda, incluso aquellos con los que hemos debatido pblicamente. Nunca le hemos pedido pergamino alguno a nadie. No reivindicamos el monopolio del combate contra la ideologa dominante. No es la caridad ni algn oculto inters lo que organiza nuestra amplitud. Sencillamente, intentamos constituir un rgano que centralice la discusin cientfica.

    No pretendemos ser una publicacin que opera en los mrgenes. El trabajo intelectual requiere de condiciones materiales que no pueden dejarse en manos del enemigo. Por eso, nuestro prximo nmero saldr con referato acadmico. No puede ser que para conseguir recursos haya que escribir donde la academia dice y como ella

  • Diez, en Razn y Revolucin, nro. 14, primavera de 2005, reedicin electrnica.

    quiere. Este nmero es una muestra de nuestras afirmaciones. En casi todas las secciones puede encontrarse algn enfoque divergente con el nuestro. Incluso uno de ellos nos critica abiertamente. El criterio elegido no altera en absoluto la exigencia en la calidad de los artculos. El dossier est dedicado al anlisis de una trayectoria, la que va desde el nacimiento a la descomposicin del sistema social en que vivimos. All se entabla un nutrido intercambio con compaeros marxistas (Eduardo Azcuy Ameghino y Juan Iigo Carrera), la historiografa dominante y las explicaciones actuales del argentinazo.

    Un bloque sobre intelectuales: nuestras IV Jornadas de Investigacin Histrico-Social, en septiembre de 2004, suscitaron intensos debates y contribuciones. Beba Balv, directora de CICSO, arroja un balance sobre la mesa Lucha de clases en los '70 y la historia del centro de estudios que dirige. A su vez, reproducimos el trabajo que Carlos Astarita expuso en la mesa Intelectuales y Democracia. En ste, examina la determinacin que las preocupaciones polticas de la clase dominante ejercen sobre la conformacin de los objetos de estudio. Rosana Lpez Rodrguez analiza la constitucin del canon literario y por qu Arlt es canonizado en los 60 ante el olvido del populista Soiza Reilly. La respuesta se encuentra en el programa poltico de la pequea burguesa. Por ltimo, la resea de un trabajo destacado, realizada por una especialista calificada: Polticas de maternidad y maternalismo poltico, de Marcela Nari, por Marina Kabat.

    Porque somos una organizacin de combate, porque hay un combate por dar y porque las afirmaciones de nuestra primera editorial siguen tan vigentes como entonces, nuestros diez primeros aos nos encuentran sin nostalgias y con la vista puesta en el futuro.