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DINÁMICA SOCIAL, PAISAJE Y TEORÍA DE LA PRÁCTICA. PROPUESTAS SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD IBÉRICA EN EL ÁREA CENTRAL DEL ORIENTE PENINSULAR SOCIAL DYNAMICS, LANDSCAPE AND PRACTICE THEORY. PROPOSALS ON THE EVOLUTION OF IBERIAN SOCIETY IN CENTRAL EASTERN IBERIA IGNACIO GRAU MIRA (*) TRABAJOS DE PREHISTORIA 64, N o 2, Julio-Diciembre 2007, pp. 119-142, ISSN: 0082-5638 RESUMEN Recientes estudios sobre los paisajes de la Edad del Hie- rro en el área de la Cultura Ibérica han permitido elaborar sólidos modelos teóricos sobre la dinámica social de sus distintas comunidades. Partiendo de estos planteamientos, en especial del modelo de sociedad clientelar desarrollado por Ruiz y Molinos, proponemos nuevos matices y anali- zamos la dinámica social del área oriental de Iberia. Adop- tamos una postura basada en la teoría de Agency con la fi- nalidad de comprender el desarrollo del modelo social y las variaciones observadas debidas, en nuestra opinión, a la participación de los agentes. A través del análisis del pai- saje y elementos significativos que se relacionan con la materialización de la ideología, exploramos la estructura de la sociedad ibérica en la región de estudio. ABSTRACT Recent studies on Iberian Iron Age Landscape have developed new theoretical proposals about the social dy- namics of the Iberian society. Starting from these approach- es and taking into account the model of client society devel- oped by Ruiz and Molinos, we propose new insights and analyze the social dynamics in eastern Iberia. We adopt an agency-based approach in order to understand the devel- opment of the model of Iberian society and the variations observed, in our opinion, by agent participation. Through landscape analysis and significant elements related to ide- ology materialization, we scrutinize the structure of the Iberian society in the study region. Palabras clave: Teoría de la Agencia. Época Ibérica. So- ciedad clientelar. Área oriental de la Península Ibérica. Key words: Agency Theory. Iberian Iron Age. Client Socie- ty. Eastern Iberian Peninsula. 1. UN PARADIGMA EMERGENTE: LA INCORPORACIÓN DE LOS AGENTES AL ANÁLISIS SOCIAL (1) El análisis de la expresión espacial del sistema sociopolítico ibérico ha sido el centro de atención de los trabajos de un buen número de autores que cons- tituyen un frente investigador de gran interés (2). Entre estos estudios queremos destacar los de A. Ruiz y J. Sanmartí que en una serie de recientes tra- bajos han planteado, individualmente y en colabo- ración, síntesis sobre la evolución de las sociedades ibéricas y su reflejo en la ordenación del paisaje y del poblamiento (Ruiz 1998; 2000; Ruiz et al. 2001; Ruiz y Sanmartí 2003; Sanmartí 2001, 2004; San- martí y Belarte 2001). Cabe indicar que los citados autores parten desde perspectivas teóricas muy dis- (*) Dpto. de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filo- logía Griega y Filología Latina. Universidad de Alicante. Aparta- do de Correos 99. E-03080 Alicante. Recibido: 2-X-06; aceptado: 15-III-07. (1) El trabajo que ahora presentamos se ha beneficiado de los comentarios y sugerencias realizados por los Drs. T. Chapa, S. Gutiérrez y J. Jover, y de los dos evaluadores anónimos de la re- vista TP. A todos ellos queremos agradecer sus críticas que he- mos tratado de incorporar a nuestro trabajo. Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto HUM2006-09874 del Ministe- rio de Educación y Ciencia. (2) Referirnos a estos estudios nos conduce a la mesa redon- da de la Casa de Velázquez recogidos en el volumen editado por Berrocal-Rangel y Gardes (2001), el congreso de Ullastret, edita- do por Martín y Plana (2001) o el congreso de El Vendrell edita- do por Guitart y Palet (2003), por citar únicamente las recientes reuniones sobre el tema. También es de interés mencionar la sín- tesis del desarrollo sociopolítico de Almagro-Gorbea (1996).

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DINÁMICA SOCIAL, PAISAJE Y TEORÍA DE LA PRÁCTICA.PROPUESTAS SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA SOCIEDADIBÉRICA EN EL ÁREA CENTRAL DEL ORIENTE PENINSULAR

SOCIAL DYNAMICS, LANDSCAPE AND PRACTICE THEORY. PROPOSALS ONTHE EVOLUTION OF IBERIAN SOCIETY IN CENTRAL EASTERN IBERIA

IGNACIO GRAU MIRA (*)

TRABAJOS DE PREHISTORIA

64, No 2, Julio-Diciembre 2007, pp. 119-142, ISSN: 0082-5638

RESUMEN

Recientes estudios sobre los paisajes de la Edad del Hie-rro en el área de la Cultura Ibérica han permitido elaborarsólidos modelos teóricos sobre la dinámica social de susdistintas comunidades. Partiendo de estos planteamientos,en especial del modelo de sociedad clientelar desarrolladopor Ruiz y Molinos, proponemos nuevos matices y anali-zamos la dinámica social del área oriental de Iberia. Adop-tamos una postura basada en la teoría de Agency con la fi-nalidad de comprender el desarrollo del modelo social y lasvariaciones observadas debidas, en nuestra opinión, a laparticipación de los agentes. A través del análisis del pai-saje y elementos significativos que se relacionan con lamaterialización de la ideología, exploramos la estructura dela sociedad ibérica en la región de estudio.

ABSTRACT

Recent studies on Iberian Iron Age Landscape havedeveloped new theoretical proposals about the social dy-namics of the Iberian society. Starting from these approach-es and taking into account the model of client society devel-oped by Ruiz and Molinos, we propose new insights andanalyze the social dynamics in eastern Iberia. We adopt anagency-based approach in order to understand the devel-opment of the model of Iberian society and the variationsobserved, in our opinion, by agent participation. Throughlandscape analysis and significant elements related to ide-ology materialization, we scrutinize the structure of theIberian society in the study region.

Palabras clave: Teoría de la Agencia. Época Ibérica. So-ciedad clientelar. Área oriental de la Península Ibérica.

Key words: Agency Theory. Iberian Iron Age. Client Socie-ty. Eastern Iberian Peninsula.

1. UN PARADIGMA EMERGENTE:LA INCORPORACIÓN DE LOS AGENTESAL ANÁLISIS SOCIAL (1)

El análisis de la expresión espacial del sistemasociopolítico ibérico ha sido el centro de atención delos trabajos de un buen número de autores que cons-tituyen un frente investigador de gran interés (2).Entre estos estudios queremos destacar los de A.Ruiz y J. Sanmartí que en una serie de recientes tra-bajos han planteado, individualmente y en colabo-ración, síntesis sobre la evolución de las sociedadesibéricas y su reflejo en la ordenación del paisaje ydel poblamiento (Ruiz 1998; 2000; Ruiz et al. 2001;Ruiz y Sanmartí 2003; Sanmartí 2001, 2004; San-martí y Belarte 2001). Cabe indicar que los citadosautores parten desde perspectivas teóricas muy dis-

(*) Dpto. de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filo-logía Griega y Filología Latina. Universidad de Alicante. Aparta-do de Correos 99. E-03080 Alicante.

Recibido: 2-X-06; aceptado: 15-III-07.

(1) El trabajo que ahora presentamos se ha beneficiado de loscomentarios y sugerencias realizados por los Drs. T. Chapa, S.Gutiérrez y J. Jover, y de los dos evaluadores anónimos de la re-vista TP. A todos ellos queremos agradecer sus críticas que he-mos tratado de incorporar a nuestro trabajo. Este artículo se harealizado en el marco del proyecto HUM2006-09874 del Ministe-rio de Educación y Ciencia.

(2) Referirnos a estos estudios nos conduce a la mesa redon-da de la Casa de Velázquez recogidos en el volumen editado porBerrocal-Rangel y Gardes (2001), el congreso de Ullastret, edita-do por Martín y Plana (2001) o el congreso de El Vendrell edita-do por Guitart y Palet (2003), por citar únicamente las recientesreuniones sobre el tema. También es de interés mencionar la sín-tesis del desarrollo sociopolítico de Almagro-Gorbea (1996).

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tintas y enfatizan aspectos diferentes, pero la lecturaconjunta ofrece una atractiva síntesis de gran valor.Ambos investigadores abordan el análisis de la es-tructura social partiendo de posturas materialistasde explicación del cambio social, pero mientrasRuiz lo hace desde el materialismo histórico, J. San-martí emplea teorías de índole funcionalista yneoevolucionista. Lo que une y enriquece sus aná-lisis es el empleo de planteamientos de corte antro-pológico para tratar de explicar la transformación dela sociedad ibérica que se evidencia en sus realiza-ciones materiales. Aspectos como la evolución delas relaciones de parentesco hacia formas clientela-res, el modelo de economía de prestigio, la segrega-ción espacial de los grupos sociales o los elementosideológicos asociados con la formalización de ladesigualdad, no son aspectos nuevos en la investi-gación ibérica, pero adquieren solidez y se incorpo-ran con fuerza al discurso arqueológico.

Con el referente de estas investigaciones, tantoen lo relativo a los acuerdos como a las discrepan-cias, nos proponemos abordar el análisis de la diná-mica social de las poblaciones ibéricas de nuestraárea de estudio. Nuestro trabajo sigue, difiere ycomplementa los citados. Es seguidor, en gran me-dida, de los planteamientos realizados por estos in-vestigadores, difiere en cuanto a la perspectiva teó-rica y a la valoración de determinados elementos delregistro arqueológico y complementa con el análi-sis detallado de una región de estudio que se sitúaentre el norte y el sur de Iberia, donde centran susinvestigaciones los autores mencionados.

Sin perder de vista los encuadres estructuralesdescritos, nuestra propuesta pretende incorporar laperspectiva del agente dentro de su marco institu-cional. Esta perspectiva se alinea con algunas co-rrientes de interpretación en arqueología cuyospostulados señalan que la estructura social no debeser entendida únicamente desde el punto de vistaorgánico y constitutivo de la realidad objetiva de laformación sociopolítica, sino que también debeintegrar los efectos agregados de interacciones in-dividuales, es decir, atender a los actores de la rea-lidad social. Nos estamos refiriendo a las corrien-tes interpretativas en torno a la Agency Theory (3)derivadas del pensamiento de Bourdieu (1977) yGiddens (1984), cuyo fundamento se encontraría en

el papel desempeñado por el individuo en el seno delas estructuras sociales (Dobres y Robb 2000; John-son 2000: 137-139; Dornan 2002; Hodder y Hutson2003: 93), en lo que ha venido definiéndose en elámbito anglosajón como un paradigma emergen-te (Pauketat 2001).

Tradicionalmente las posturas objetivistas y sub-jetivistas de los planteamientos teóricos en cienciassociales han tendido a polarizarse en torno a con-cepciones holísticas o individualistas de la socie-dad. Entre las primeras se agruparían las posturasfuncionalistas, marxistas, teoría de sistemas, etc.,que contemplan la sociedad como una entidad queexiste más allá del individuo. Como reacción a esteénfasis de la sociedad como colectividad holísticasurgieron las teorías etiquetadas como “individua-lismo metodológico”, en que la explicación de losfenómenos sociales debe estar basada en los indi-viduos y sus acciones (Ritzer y Gindoff 1994: 11);en este polo se encontrarían la fenomenología y lasociología interpretativa. Sin duda, el lector encon-trará en este debate sociológico las raíces de lascorrientes procesual y post-procesual en arqueolo-gía, tan debatidas en diversos trabajos teóricos re-cientes, como el de M. Johnson (2000). Como res-puesta a esta creciente polarización surgió en ladécada de los 70 una corriente teórica en sociolo-gía que trataba de examinar la relación integrado-ra que une a las sociedades y sus miembros (Ritzery Gindoff 1994: 13) y que se ha denominado Teo-ría de la Acción, de la Práctica o, de forma más ge-nérica, Teoría de la Agencia.

Las corrientes de la agencia se derivan de laspropuestas de la teoría social contemporánea acercade la doble composición de la estructura social(Bourdieu 1977; Giddens 1984); en ellas se preten-den sintetizar las posturas objetivistas, plasmadasen las teorías funcionalistas y estructuralistas, ysubjetivistas, representadas por las corrientes inter-pretativas. Estas teorías abordan la forma en que elindividuo interactúa en el marco de la estructura,defendiendo que son algo más que sujetos pasivosy son agentes que contribuyen a las condiciones queaseguran la reproducción o transformación social.

Un concepto central para entender la forma deinteracción sociedad-agente es el concepto de habi-tus de P. Bourdieu, un esquema individual de dispo-siciones internas, inconscientes, que determinancómo el individuo percibe y actúa en el mundo y queestán estructuradas y estructurando el sistema exter-no. En concreto, Bourdieu encuadra su Teoría de laPráctica dentro de los términos de dominación y

(3) La traducción del término Agency al castellano no es sen-cilla, pues la acepción más frecuente de “agencia” es la de ofici-na de gestión, mientras que la palabra anglosajona haría referen-cia al verbo “agenciar”: obrar de manera hábil para conseguiralgo. A pesar de estas dificultades, en adelante emplearemos eltérmino castellano de agencia.

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resistencia para aceptar patrones sociales de desi-gualdad. Giddens, por su parte, propone la Teoría dela Estructuración, en la que establece la relaciónentre la estructura social y la acción individual. Su-giere que el individuo tiende a entender y utilizar lasreglas sociales, modificarlas y estructurarlas de for-ma creativa. De ese modo el individuo puede robus-tecer o transformar las reglas de la estructura sociala partir de la creatividad y la innovación. Giddensdefine el concepto de “conciencia práctica”, quesegún su pensamiento, permite la acción en el senode la estructura. Esta “conciencia práctica” es defi-nida como un conocimiento “no discursivo” de lasinstituciones sociales pero, a diferencia del habituspropuesto por Bourdieu, no sería inconsciente.

Una de las mejores imágenes metafóricas quepretende mostrar qué entendemos por agencia ladebemos al sociólogo Allan G. Johnson:

“Un futbolista no puede existir, por ejemplo, sin queexista el juego del fútbol con sus reglas y las relacionesestructuradas que se dan entre los jugadores. Pero tam-bién está claro que son los individuos quienes literal-mente crean la realidad de un partido de fútbol cada vezque salen a jugar. Cuando los individuos juegan al fút-bol utilizan conocimientos compartidos sobre las reglasasociadas al juego y las emplean para construir el juegocomo una realidad concreta. En ese sentido, existe lo queGiddens denomina estructura dual, es decir, la estructurade un sistema que proporciona a los actores individua-les lo que se requiere para hacer que esa estructura seael resultado (4)”.

Estas bases teóricas procedentes del campo de lasociología se han integrado en el análisis arqueoló-gico con la pretensión de resituar el cambio socialdesde los macroprocesos de los sistemas hacia laacción del individuo en el seno de la estructura(Dornan 2002: 320). En realidad, más que con unasola teoría de la agencia nos encontramos con diver-sas aplicaciones arqueológicas del concepto deagente humano y que abarcan posturas neomarxis-tas, postprocesuales o feministas (Pauketat 2001:79). Estas aproximaciones se mueven en un campoextenso que abarca desde el estudio de la intenciónindividual (Hodder 2000), hasta la relación del pro-ceso de estructuración en el conflicto social (Pauke-tat 2001).

A pesar de la preocupación inicial e inherente alas teorías de la agencia de servir como una pro-puesta de integración entre la sociedad y sus miem-bros –estructuras y agentes en términos tomados dela sociología– pronto se ha producido un bascula-miento individualista. El énfasis inicial que se dioal papel de la intencionalidad, y que buscaba sus-tentar la idea del ser humano activo por oposiciónal sujeto pasivo, parecía, de este modo, una argu-mentación al servicio de la causa postprocesual ycomo respuesta al viso normativo del compor-tamiento humano (Valera 2004: 122). En la rela-ción entre la agencia y arqueología ha habido,en consecuencia, una vuelta al individualismometodológico, proponiendo concentrarse en laobservación analítica del individuo y sus “vidas vi-vidas” (Hodder 2000: 23). Ya se ha advertido queestos microprocesos no pueden ser desligados delos macroprocesos de las estructuras (Dornan 2002:311), pues de otro modo, con el énfasis en el indi-viduo, se está negando una de las mitades de laecuación estructura-agente (Johnson 1989: 206;2000: 213). De esta forma, se desvirtúa la propuestainicial de la agencia al convertirla en un nuevo es-pacio para la práctica narrativa y hermenéutica dealgunos proyectos postprocesuales. Sin embargo,trabajos realizados desde planteamientos teóricosalejados de esta corriente incorporan los enfoquesde participación de los agentes en la dinámica so-cial, enriqueciendo las perspectivas funcionalistas(Flannery 1999) o marxistas (Saitta 1994).

El lector deducirá de lo antedicho que nos en-contramos ante un concepto amplio y variado queno facilita una definición excluyente, más bien nossituaríamos ante una perspectiva ideológica quecomplicaría la definición de una “Arqueología dela Agencia” (Dobres y Robb 2005: 160). De ello sederiva la dificultad de aplicar al pasado el concep-to en sí mismo y promover formas metodológicasconcretas. Como veremos a continuación, en estecaso nos centraremos en dos líneas que se incardi-nan en esta perspectiva. La primera sería plantearque las variabilidad observada en el seno de la so-ciedad clientelar ibérica pueden deberse a la varie-dad, de la participación de los individuos, recto-res de las unidades sociales básicas en el marcode la estructura. La segunda sería referirnos a laforma de legitimar la desigualdad social medianteunas prácticas que producen la interiorización delas pautas sociales y la naturalización de un mun-do desigual. Con ello, nuestro objetivo es realizarunas propuestas sobre la evolución social reivindi-

(4) A. G. Johnson, 1995, The Blackwell Dictionary of Socio-logy, Oxford, p. 4. Hemos tomado esta cita del artículo de Ma-tthew Johnson sobre la relación entre Arqueología y Teoría Socialen la obra de compendio: Bintliff, J. 2001: A Companion to Ar-chaeology. Oxford.

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cando la postura dualista de la estructura, en la quebajo determinadas condiciones sociales se puedendar comportamientos alternativos. Para tal propó-sito somos conscientes de una serie de problemáti-cas a las que debemos enfrentarnos y que no preten-demos circunvalar.

En primer lugar, asumimos la dificultad de rea-lizar planteamientos teóricos de procedencia disci-plinar ajena, en este caso del mundo de la sociolo-gía. La dificultad posiblemente se debe a los usosy costumbres de las prácticas normativas asentadasen nuestra propia tradición arqueológica, en la queapenas existen algunas reflexiones e intentos deaproximación a nivel peninsular (5). Por regla ge-neral, nuestro entorno suele acoger con escepticis-mo y cierta atonía la llegada de nuevos esquemasprogramáticos para la investigación arqueológica,especialmente tras la inflación de posturas interpre-tativas.

En segundo lugar, debemos mencionar las difi-cultades que conlleva el cambio de escala en la ob-servación de los fenómenos arqueológicos. Losefectos de una determinada estructura pueden apre-ciarse más claramente que los relacionados con losagentes integradores de la sociedad. Por ejemplo,la observación de la organización a la escala terri-torial de un determinado grupo, mediante la com-plejidad de su patrón de asentamiento, nos orientasobre el nivel de centralización sociopolítica de unasociedad, mientras que es mucho más difícil eva-luar la participación de la gente en el marco de di-cha estructura.

Por último, cabría señalar que no pretendemosrealizar una detallada descripción de los plantea-mientos teóricos de la agencia ni comentar sus al-cances y limitaciones (6). No es éste un trabajo decorte esencialmente teórico. Únicamente tratamosde presentar de forma sucinta, acaso esquemática,

Fig. 1. Área de estudio. El sector central de la Contestania Ibérica.

(5) Apenas contamos con reflexiones de esta línea teórica ennuestro ámbito más cercano; posiblemente uno de los escasosejemplos se lo debemos a Antonio Carlos Valera (2004).

(6) Remitimos al lector interesado a los trabajos sociológicossobre el tema (Bourdieu 1977; Giddens 1984), como a sus adap-taciones en arqueología (Dobres y Robb 2000; Dornan 2002;Robb 2004).

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estos postulados de importancia creciente en otrosámbitos europeos y que apenas han sido mostradosen la investigación española.

Tras la oportuna presentación de los plantea-mientos teóricos, nuestro objetivo es emplear esteenfoque para proponer nuevas lecturas sobre la di-námica de la sociedad ibérica en el área oriental dela Península Ibérica, en concreto las comarcas cen-trales de la antigua región de Contestania (7) (Fig.1). A nuestro parecer, una visión desde esta perspec-tiva teórica nos puede servir para incorporar las par-ticularidades de distintos modelos dentro de las teo-rías generales de funcionamiento de las sociedades.

La arqueología nos permite reconocer la dinámi-ca sociopolítica que ha modelado distintas cons-trucciones territoriales, aunque con un gran númerode dificultades y situaciones ambiguas que en oca-siones dificultan las lecturas. Por lo que respecta alestudio de los paisajes ibéricos, el debate se ha cen-trado en los procesos de urbanización, centraliza-ción política y desigualdad social. En ese sentido,este trabajo intenta contribuir a la evaluación ar-queológica del desarrollo de una sociedad desde laperspectiva de su estructura dual y, en un sentidomás amplio, al debate de la aparición de los estadosarcaicos durante la Protohistoria peninsular.

2. FORMALIZANDO PROPUESTAS:SOCIEDAD CLIENTELAR IBÉRICA,PAISAJES Y AGENTES

2.1. La sociedad

El nivel estructural de partida, es decir, el mode-lo de sociedad que asumimos, es el definido comola sociedad clientelar ibérica por A. Ruiz y M.Molinos (1993). El proceso de configuración de lasociedad clientelar parte de la relación entre lasformas de agregación social y su relación con losmodos de acceso a la tierra y las formas de produc-ción y apropiación de excedentes. De forma sucin-ta, se resumirían como sigue.

La sociedad ibérica se fundamenta en unas rela-ciones de dependencia y la aparición del tributosurgido a partir de una reformulación de las relacio-nes redistributivas basadas en la institución del

“don”. A. Ruiz (1998, 2000), siguiendo a M. Gode-lier (1998), ha detallado las fases de desarrollo dela institución del don, mostrando cómo las socieda-des de jefatura tipo Big Man evolucionan haciaformas de “don” individual y agonístico. Ello con-lleva la fractura de la igualdad entre familias y el de-sarrollo de una competición que en última instan-cia llevará a la exclusión de determinadas familiasque no pueden responder al “contra-don”. El resul-tado último es la aparición del tributo como formade acceder al marco de reproducción del sistema(Ruiz 2000: 19). La desigualdad económica cre-ciente hace que ciertos personajes y unas pocas fa-milias emerjan como privilegiadas y se conviertanen las cabezas de los grupos sociales.

En segundo lugar, las relaciones de parentescopropias de la sociedad aldeana evolucionan haciaformas clientelares. Los miembros privilegiados dela sociedad emergen como los responsables delnuevo linaje. El cliente pagará un tributo por inte-grarse en un determinado linaje y en el sistemaclientelar y con ello adquiere la posesión de la tie-rra en lotes familiares. No se rompían los antiguosesquemas parentales de acceso a la tierra de la co-munidad, pues aparentemente es a través de ellacomo adquiere su derecho a la posesión de la tierra,aunque haya que pagar el tributo al patrono o aris-tócrata (Ruiz 1998; 2000).

Diversos autores han señalado el factor limitantedel parentesco en sociedades con un creciente nivelde complejidad y crecimiento demográfico. Sinromper el marco estructural del linaje, se transfor-ma en relaciones de clientela que amparan la depen-dencia. Es en cierta manera una reformulación ha-cia un “parentesco metafórico” (8), que ya no estálimitado por las relaciones de consanguinidad sinoque articula el cuerpo social a partir de las relacio-nes de clientela entre los representantes de las uni-dades familiares. La relación interpersonal carecede la base consanguínea que le infería un carácterduradero y en este marco deberá renegociarse yalimentarse con tal de atraer y mantener adeptos acada linaje. Surge así la nueva institución de la ser-vidumbre clientelar o el patronazgo, basado en laprotección del aristócrata y la obediencia del cliente(Ruiz y Molinos 1997: 18).

Un elemento importante en esta dinámica es elpapel de la ideología y los elementos simbólicosque contribuyen a sancionar el proceso de recon-(7) Los datos concretos y los materiales arqueológicos que

sostienen la síntesis que ahora presentamos han sido presentadosen trabajos anteriores, especialmente en Grau Mira 2002. El lec-tor interesado encontrará allí detalles sobre los yacimientos, datosterritoriales, materiales arqueológicos, tipologías, cuantificacio-nes y distribuciones empleadas aquí.

(8) Ur, J. 2004: Urbanism and society in the Third Millen-nium Upper Khabur. Tesis Doctoral inédita. University of Chica-go. Chicago.

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versión del grupo familiar en la unidad aristocrática(Ruiz 2000: 19). Un elemento simbólico de crucialimportancia para el establecimiento y manteni-miento de las relaciones sociales de dependencia esel control de los bienes de importación. Como haindicado J. Sanmartí (2000, 2001) a partir de la apli-cación de los modelos de bienes de prestigio de J.Friedman al mundo ibérico, el control del comerciomediterráneo sirvió en el marco de este procesocomo elemento clave para la estabilidad y repro-ducción del sistema social.

La vinculación a un linaje permitiría, en defini-tiva, el acceso a los medios de producción, la tierra,de forma que el cliente tiene una cierta libertad paraadscribirse a un linaje, pagando a cambio un tributo.Esta relación puede ser de diversas formas e inclu-so, como la literatura etnográfica se ha encargadode mostrar, el cliente puede romper con los lazosque lo unen a la comunidad y al patrono y abando-nar el poblado. En última instancia, el manteni-miento del sistema recae en el éxito del patrono enmantener los lazos de clientela y la decisión delcampesino de crear el necesario excedente para tri-butar a su patrón y que permita el mantenimiento dela élite. Una cuestión de política económica en laque es posible incorporar la decisión del agente(Stanish 2004: 8).

2.2. El paisaje

La investigación arqueológica coincide en seña-lar la importancia del componente espacial y, enparticular, las formas en que las sociedades y susmiembros organizan el espacio que habitan. Paraello se emplean distintas formas de observación delpaisaje antiguo.

Una de las bases del estudio del paisaje es elanálisis de los patrones de asentamiento, tradicio-nalmente considerado un indicador primario de lacomplejidad social. Recordemos, dentro de la es-cuela neo-evolucionista, el trabajo de Flannery(1998: 17), que describe como un signo regional deaparición de sociedades estatales la articulación se-gún patrones de asentamiento con cuatro grados je-rárquicos y donde las decisiones administrativasemanan de los tres niveles superiores. Estos crite-rios han sido empleados en el reconocimiento de lasestructuras estatales del área ibérica de la costa ca-talana (Sanmartí 2001).

Un segundo aspecto de interés es la considera-ción de que los asentamientos no son puntos aisla-

dos en el paisaje, sino que constituyen lugares don-de es más visible la acción humana debido a la re-currencia e intensidad de las prácticas realizadas.Son los lugares arqueológicamente más evidentes,pero no los únicos, puesto que el paisaje es una al-fombra continua en que se desarrollan actividadesmás o menos apreciables en el registro arqueológi-co como trabajo agrícola, desplazamientos, reco-lección, etc. A pesar de la dificultad de análisis deeste espacio, su estudio es relevante para reconocerla dialéctica sociedad-medio y entender las estruc-turas económicas y sociales. Obviamente, éstas nose manifiestan de forma prístina, sino que tienenuna relación discursiva en la que intervienen con-dicionantes ambientales, sociales e históricos. Elentorno puede condicionar las decisiones humanas,que están motivadas por los esquemas sociales yque modelan un paisaje que es dependiente de losprocesos históricos precedentes. Toda esta matrizde factores dibuja una realidad compleja a la quenos aproximamos mediante modelos que no preten-den reconstruir un paisaje antiguo, sino que esque-matizan la complejidad de una realidad espacial conla finalidad de reflexionar sobre los fenómenosobservados (Bartoncello y Nuninger 2002: 45).

Con estos planteamientos, el presente estudio secentrará en la organización del paisaje y su relacióncon la estructura de la sociedad ibérica en el mar-co de una relación dialéctica a dos bandas: por unaparte la relación discursiva establecida entre la so-ciedad y el paisaje y por otra parte la dialéctica es-tablecida entre la formación social y el agente, quees en última instancia quien constituye la sociedady quien modela el paisaje con sus prácticas diarias.

2.3. La participación de los agentes

En este trabajo pretendemos incorporar el papeldel agente, el individuo, la otra mitad de la estruc-tura social, el cual con sus prácticas diarias tuvo laoportunidad de crear distintas alternativas de diná-mica social. Para la observación de esta actuacióndel agente, nuestra propuesta se aleja de las orien-taciones individualistas, evitando caer en el parti-cularismo, el relativismo y la hermenéutica. En sulugar vamos a abordar un estudio de los agentescolectivos, es decir, entender los participantes de lasociedad no como individuos concretos, sino comopersonas genéricas. En ese sentido, nuestra pro-puesta se enmarcaría en la línea del actor racionaldescrita por J. Bell (1992), que propone la observa-

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ción de actividades ampliamente compartidas pormiembros de la sociedad, especialmente la creaciónde subsistencias. Esta actividad es predecible en lamayor parte de los miembros de la sociedad (todosnecesitamos cubrir nuestras necesidades biológicasy sociales) y deja huellas arqueológicas. Analizan-do los patrones seguidos por los miembros de ungrupo podemos reconocer variaciones pertinentesde las pautas seguidas y su desarrollo a través deltiempo, las cuales nos informarán sobre las decisio-nes de diversos individuos y grupos según pautasnormativas y excepciones.

Proponemos el análisis de las formas del paisa-je como la manifestación de las decisiones de loscampesinos, las cuales conforman un registro acu-mulado en una secuencia amplia de tiempo. A tra-vés del estudio de su dinámica podemos analizar lasprácticas de los agentes que conducirán a la reafir-mación o transformación de las estructuras socia-les. De esta forma, entendemos el paisaje como unefecto de la agencia. Es la expresión de la toma dedecisiones de los individuos en un marco socioeco-nómico y medioambiental.

Este marco hace intervenir a los participantes dela sociedad de un modo flexible, activo y que ofrececomo resultado variaciones en el esquema de fun-cionamiento de la sociedad ibérica. A. Ruiz (1998,2000), consciente de la diversidad en la estructuray composición de los paisajes ibéricos ha propuestola existencia de diversas trayectorias en las relacio-nes clientelares que configurarían distintas formasde organización del territorio. Nuestra propuesta esla de ofrecer un modelo complementario en el quela estructura clientelar ibérica dejaría espacio parala acción de los agentes, lo cual se expresaría en unavariedad concreta de los paisajes y su evolución.

En segundo lugar, proponemos analizar las for-mas de legitimación ideológica de las relacionessociales de dependencia. P. Bourdieu y A. Giddenshan señalado el papel de la ideología para evitar elconflicto inherente a las relaciones de desigualdadsocial. Se produce la naturalización de las rela-ciones, o en palabras de Bourdieu (1998: 7-8) “setransforma la historia en naturaleza y lo cultural yarbitrario en natural”. Estas desigualdades socialesse definen a partir de la manipulación de situacio-nes cotidianas en las que los individuos con susprácticas y comportamientos muestran sus posicio-namientos particulares.

En el marco del surgimiento del poder en el mun-do Ibérico, se está produciendo una transformaciónde las relaciones interpersonales de los individuos

en relaciones más duraderas a partir de su institucio-nalización y materialización del nuevo orden. Ellolibera a los aristócratas de la continua negociaciónde las relaciones de poder y permite el incrementode las relaciones de dominación (Bourdieu 1977:183-197). En una ausencia de instituciones clara-mente formalizadas, como en el contexto históricoque nos ocupa, una forma de manipulación ideoló-gica puede ser el fomento por parte de los aristócra-tas de procesos de competición social para favore-cer una escalada de riqueza y poder que sirve paranegar la existencia de las desigualdades, verdade-ras articuladoras del sistema (Dietler 1996: 69). Ladisparidad de poder es camuflada mediante esta al-quimia doméstica que pretende mostrar la armoníaentre la estructura del mundo natural y social, lo queBourdieu (1977: 164) denomina doxa.

La manipulación ideológica como estrategia depoder es un aspecto de difícil reconocimiento des-de una perspectiva arqueológica, no obstante, exis-ten planteamientos que permiten aproximarnos aestas cuestiones. Para que la ideología se convier-ta en una fuente de poder efectiva se debe transfor-mar en manifestaciones materiales, como objetossimbólicos, monumentos, etc, de manera que sepuede vincular la esfera ideológica con otras di-mensiones del poder político y económico a travésdel estudio de sus manifestaciones y costes mate-riales (Bourdieu 1980: 191; DeMarrais et al. 1996)

Una muestra de este proceso ideológico es laafirmación simbólica del individuo, que trata dedefinir su propio estatus compitiendo con otros in-dividuos por la adquisición y consumo de bienes deprocedencia mediterránea. Los aristócratas pudie-ron fomentar la competición en la adquisición debienes de importación, haciendo ver las posibilida-des de acceso a una cierta riqueza y estatus, pero enel fondo el control y distribución de estos bienescontinuó en sus manos, perpetuando la desigualdadsocial.

3. PROPUESTAS SOBRE LA EVOLUCIÓNDE LA SOCIEDAD IBÉRICA EN EL AREAORIENTAL DE IBERIA

3.1. La génesis de un nuevo modelo desociedad

Durante la Edad del Bronce se habían ido con-figurando en el área de estudio unas comunidadesagropecuarias estables con escasa especialización

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económica. Aunque los elementos de hoz y moli-nos sugieren una base campesina cerealista, el tes-timonio de otras actividades como el aprovecha-miento complementario de rebaños de ovicaprinosprincipalmente, la recolección y la caza (Trelis1996), sugieren la diversidad subsistencial comoestrategia económica. Estas comunidades están si-tuadas en cerros ligeramente destacados de su en-torno, cuyos ejemplos repetidos por la investiga-ción serían El Mas del Corral para el Bronce Medioy La Mola d’Agres y El Puig de Alcoi para losmomentos pleno-finales (Hernández Pérez 2005).Se trata de comunidades en las que se observan in-dicios de dirección política y jefatura que, entreotras funciones, organizarían la erección de obrascolectivas como plataformas de acondicionamien-to y recintos para el cierre del hábitat.

Estas poblaciones aspirarían a la autosuficien-cia, pero requerían ciertos bienes foráneos, comometales, sal u otras materias primas para la produc-ción económica y también elementos de reproduc-ción ideológica, como objetos de prestigio, quedebieron de llegar a la zona a través de circuitos deintercambio exterior. Ello situaría a estas poblacio-nes en un marco de explotación y dependencia res-pecto de otras comunidades que dispondrían de lasfuentes de aprovisionamiento (Jover y López1999).

Estos canales preestablecidos sirvieron para lallegada de bienes de prestigio durante el BronceFinal Preorientalizante, como los peines de marfily las fíbulas Ad Occio de la Mola d’Agres, lo cualpermite señalar la existencia de unas incipientesélites que dispondrían de estos elementos distinti-vos. Posiblemente la estratificación y desigualdadmostrada mediante estos bienes exclusivos estaríaconstreñida por las relaciones parentales, que per-mitirían mantener un elevado grado de cohesión dela comunidad. Ello se manifiesta en algunos rasgosarqueológicos como un patrón de asentamiento deaspecto homogéneo, o muy escasamente jerarqui-zado, o la parquedad de elementos suntuarios.

A partir del siglo VIII a.C. se asiste a los gran-des cambios que supondrán la transformación con-ducente a la formación de la sociedad ibérica. Poruna parte, se produce la apertura de los territoriosen estudio a la dinámica comercial originada por laspoblaciones semitas que operan en las costas ali-cantinas. La evidencia de este encuentro comerciales la llegada en importantes cantidades de ánforasfenicias del tipo R1 o Ramón 10.1.1.1. y 10.1.2.1.reconocidas en un buen número de asentamientos

de diversos tipos (Martí y Mata 1992; Grau Mira2002).

Coincidiendo con esta llegada de productos fe-nicios se reconoce una notable transformación delpaisaje, evidenciada en los patrones de asentamien-to y los usos del suelo, que nos dirigen a una re-flexión sobre las formas socioeconómicas y polí-ticas subyacentes. En particular se producen for-mas de asentamiento en el llano circundante a losasentamientos de altura en dos tipos de estableci-mientos: núcleos dispersos de carácter familiar yasentamientos de tamaño mediano, posiblementeformados por la agregación de diversas casas enunidades de aldea (Grau Mira 2002: 242-246).

Este proceso se observa claramente en el terri-torio de La Serreta. En el asentamiento de altura seintuye una ocupación inicial en este periodo, arra-sada por las ocupaciones posteriores, pero eviden-ciada por algunos elementos del registro material(Grau Mira 2002: 122-123). En el territorio apare-cen por vez primera unidades habitacionales dereducido tamaño situadas en llano (Fig. 2). Ruizy Molinos (1997: 19), refiriéndose a un procesosemejante de colonización agrícola en el marco delrío Salado de Porcuna, señalan que puede debersea dos razones: bien a la puesta en práctica de la ins-titución clientelar, bien a la salida de una poblaciónque se excluye del nuevo sistema de relaciones so-ciales.

La dinámica que se está observando es la crea-ción de un nuevo modelo territorial en el marco dela redefinición de las relaciones sociales. Y creemosque los núcleos dispersos no son familias que seexcluyen del proceso sino que se reinstalan siguien-do nuevas pautas de asentamiento. Nuestra formu-lación descansa sobre dos evidencias: por una partela localización de los núcleos dispersos en un cin-turón de las proximidades del núcleo principal y noen otras tierras más alejadas que pudieran favore-cer la desvinculación del sistema. La segunda prue-ba es la existencia en los núcleos menores de bie-nes de importación, ánforas del tipo Ramón10.1.2.1, que sugieren que están integradas en loscircuitos de redistribución de los bienes de impor-tación que debieron controlar las élites de los asen-tamientos principales. El modelo de intercambio deestos momentos haría difícil pensar en el accesodirecto de todos los grupos sociales a los bienesexóticos.

La comunidad local se encuentra en un procesode redefinición e irá constituyéndose como un asen-tamiento de altura que se acompañará de una serie

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de núcleos satélites por una modificación de suspautas socioeconómicas. Hasta este momento eluso del suelo era básicamente de secano, con unaprovechamiento cerealista mixto escasamenteespecializado (Buxó 1997: 232-233). Este mode-lo económico estaba constreñido por condicionessociales y medioambientales. Entre las primeras es-taban las prioridades sociales de autoabastecimien-to de las poblaciones y generación de escaso exce-dente en un marco de relaciones parentales queamortiguaba las desigualdades. Entre las segundasdebemos señalar las limitaciones impuestas por elhábitat humano en la montaña que está determinadopor la “dimensión vertical” (Grötzbach 1988: 24-26), en que la altitud y el relieve limitan las posibi-lidades económicas. La rugosidad del terreno con-diciona la localización de los distintos recursos adistintos niveles altitudinales. Los suelos agrícolasse sitúan alejados en la vertical del lugar de hábitatañadiendo costes de desplazamiento a los propiosdel laboreo agrícola. Como resultado las posibili-dades de uso se reducen generalmente a modelosextensivos en un cinturón de las proximidades delpoblado.

La aparición de los nuevos núcleos de asenta-miento del llano permite suponer un cambio delmodelo económico hacia fórmulas mixtas en las quese incorporan usos intensivos realizados desde losnúcleos dispersos, según suponen los modelos deinterrelación de prácticas agrícolas y modelos loca-cionales (Halstead 1987). Estas prácticas intensivasse documentan a partir de la existencia de halos ce-rámicos en el entorno de los asentamientos, los cua-

les podrían deberse a las prácticas de abonado condesechos domésticos para mantener la fertilidad delos campos y permitir el trabajo intensivo.

El cambio del modelo económico hacia fórmu-las intensivas podría deberse bien a la necesidad dealimentar a una población creciente, bien al desa-rrollo de nuevos cultivos llegados de manos de losmercaderes semitas, como la vid, que requieren dela fijación al campo de forma estable (Sanmartí yBelarte 2001). También al incremento de la produc-ción agrícola para satisfacer las demandas de unaélite que requiere mantenimiento y excedentes paraparticipar de las nuevas fórmulas de intercambio.La coincidencia del proceso de colonización delllano con la incorporación a los circuitos de inter-cambio nos induce a proponer que se trataría prin-cipalmente de las dos últimas razones, toda vez queno existe una expansión generalizada del pobla-miento que se pueda relacionar con un sensibleaumento demográfico.

Así las cosas, los grupos que se establecen ennúcleos dispersos por el campo, desarrollando nue-vas formas de producción, pudieron ser la eviden-cia de los nuevos lazos de clientela. Ello nos llevaríaa pensar en la existencia de formas de dependenciaque espolearían el incremento de trabajo campesinoen las formas de producción agrícola. Cabría ana-lizar qué mecanismos permitirían este sometimien-to cuando los grupos eluden la centralización delpoblamiento. A nuestro parecer, pudo intervenir lamanipulación ideológica de algunos elementos,como la redistribución de bienes de prestigio.

La llegada de los bienes de procedencia medite-

Fig. 2. El paisaje de época orientalizante. 1: Oppida, 2: aldeas, 3: caseríos. A. Vista del Valle de Alcoi, la flecha señala elpunto de vista de B: el territorio de la Serreta.

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rránea, principalmente el vino envasado en ánforasfenicias (Fig. 3), aparece como una sombra quesubyace en el proceso. Posiblemente en este mo-mento se desarrollan nuevas formas redistributivasde los bienes de prestigio que llegan con intensidadcreciente. Hasta este momento únicamente se do-cumentaban algunos productos exóticos, como lascitadas fíbulas y peines de la Mola d’Agres, para laostentación de los jefes. A partir del encuentro conlos comerciantes mediterráneos se introduce elconsumo del vino y con él la aparición de nuevospatrones de consumo. Los bienes importados no seemplean únicamente para la ostentación personal,ahora se comparten en reuniones sociales lo queproduce una ampliación de los beneficiarios de lasimportaciones. Se ofrece a los miembros de la so-ciedad la posibilidad de participar en las fiestas enque se consume el vino y con ello se crea una diná-mica de desarrollo de la competición. Aquelloscampesinos que ofrezcan al linaje mayores porcio-nes de excedente serán los que tendrán como con-trapartida una mejor participación en la fiesta y elbanquete. Se estaría legitimando la captación deltributo mediante la contrapartida del acceso a los

bienes importados. Una apariencia igualitaristaque, sin embargo, está fundamentada en una seve-ra desigualdad pues son los líderes quienes contro-lan en exclusiva la distribución de bienes de pres-tigio para destacarse en las prácticas del don al queno pueden corresponder los restantes miembros dela sociedad. Es por ello que la redistribución, en-marcada en la competición por el consumo del vino,podría ser uno de los elementos que permiten lareformulación del don hacia su conversión en tribu-to como había planteado A. Ruiz.

La adquisición del vino y otros productos valio-sos de carácter perecedero requiere una actividadcontinuada que permita proveer y restituir los bie-nes consumidos. El patrón de intercambio se inten-sifica y robustece, pues ya no puede basarse en uncontacto esporádico, sino en una relación regular,con mayor o menor frecuencia, que obliga a dispo-ner de excedentes continuados para poder abaste-cerse de los productos importados con los que man-tener el sistema. De ahí la necesidad de promovernuevas formas de producción de carácter intensivoen las que el excedente será captado por los líderespara emplearlo en la adquisición de nuevos produc-

Fig. 3. Distribución de importaciones época orientalizante: boles trípode y ánforas vinarias Ramón10.1.1.1 y 10.1.2.1. Ti-pología de poblados: 1: Oppida, 2: aldeas; 3: caseríos.

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tos importados necesarios para mantener su posi-ción social.

Esta estrategia ideológica de manipulación de lainstitución del “don” encajaría bien en el contextohistórico de encuentro con los comerciantes medi-terráneos y los datos disponibles de aparición deevidencias del consumo de vino importado. El éxitode esta manipulación es incierto, pues es un errorasumir que la gente está completamente engañadapor las representaciones hegemónicas (Dietler1996: 69), pero los desarrollos posteriores, comoveremos más adelante, permiten suponer que elproceso fue efectivo.

A la luz de esta argumentación, resulta obvia ladependencia del área de estudio del ámbito exteriordel que recibe los bienes de prestigio, pero tambiénlos nuevos medios de producción como el torno dealfarero o la metalurgia del hierro (Ruiz y Molinos,1993: 171-178), pues los recursos materiales y lasinnovaciones que permiten la renovación tecnocul-tural provienen del exterior. Ello sitúa esta regiónibérica como subsidiaria de otras áreas, principal-mente del litoral, con las que se integraría en una ar-ticulación supraterritorial. Y en esa escala mayordebería integrarse la dinámica sociopolítica. Aho-ra bien, nuestro interés en este trabajo se centra enel reconocimiento de los entramados de dependen-cia y explotación que se generan a escala local,entre la base de la sociedad y sus líderes, en el ám-bito en el que las relaciones y prácticas cotidianasson más frecuentes y recurrentes, lo que facilita lasedimentación de las formas sociales.

En resumidas cuentas, proponemos diversosmodos de participación de los grupos e individuosen el marco de la dinámica de cambio social haciala formación de las clientelas. Los campesinos quese establecen en el llano pudieron estar obligadospor los líderes si su posición de dependencia erasevera. También pudieron estar motivados por unafán de participar en las reuniones sociales y adqui-rir una posición y estatus adecuado reflejado enesta participación competitiva. Incluso podríamossuponer que algunos núcleos dispersos son fami-lias que tratan de excluirse de la nueva estructurasocial de dependencia. Para ello optarían por ais-larse de la comunidad y desarrollar usos del suelointensivos en que la prioridad social sería la varie-dad subsistencial de cultivos para el autoabasteci-miento. En definitiva, encontraríamos una partici-pación diversificada de los agentes en el marcosocial propuesto que iría desde la dependenciahasta la exclusión.

Pero el proceso que se ha puesto en marcha ha-cia situaciones de dependencia es muy difícil deinvertir, pues los campesinos verían bloquearse susmecanismos de autodefensa (Vicent 1998). Loscampesinos, por definición, son vulnerables debi-do a la estrategia de rendimientos diferidos quesupone el trabajo del campo, especialmente en losespacios agrícolas de uso intensivo donde las ener-gías fijadas en acondicionamiento y trabajo en latierra son muy elevadas. Ello haría que fuera pre-ferible someterse a la dependencia antes que huir deella, pues el coste de la resistencia es mayor que elde la sumisión (Vicent 1998: 836).

Por otra parte, los grupos dominantes pudieronejercer la coacción sobre los campesinos de su te-rritorio y obligarles a su sometimiento, pues losgrupos que han escapado del control también hansalido de la seguridad del asentamiento de altura,pero requieren de él para asegurarse la protecciónde sus vidas y bienes frente al enemigo exterior. Losgrupos dirigentes dispondrán en la seguridad y ladefensa de un nuevo mecanismo de manipulaciónideológica, como veremos más adelante.

Los datos disponibles apenas nos permiten reco-nocer la dinámica del proceso durante época ibéricaantigua y cualquier propuesta debe ser tomada concautela. Cabe indicar que a fines del siglo VI a.C.se observa un claro declive de la llegada de produc-tos importados debido a la descomposición de loscircuitos comerciales fenicios. El intercambio sedebilita y desaparecen las importaciones de ánfo-ras, aunque en el siglo V a.C. aparecen algunas va-jillas que indicarían cierta continuidad en los inter-cambios, aunque de forma más débil. Ello nos hacerecordar las reflexiones de J. Sanmartí (2001: 119)sobre el carácter inestable de la economía de pres-tigio ibérica, que requería para su funcionamientode un aprovisionamiento que dependía fundamen-talmente de factores exteriores. La interrupción dela llegada de vino fenicio pudo hacer tambalear laestrategia ideológica basada en el acceso a estosbienes. O generar una respuesta indígena como laproducción local de vino una vez que se ha asimi-lado su tecnología de producción, como se ha ates-tiguado en el cercano asentamiento de L’Alt deBenimaquía (Guérin y Gómez 2000).

Sea como sea, nuestra propuesta es la tendenciaa la configuración de la sociedad clientelar ibéricay un nuevo paso en esta dirección es el afianza-miento de los linajes dominantes, cuyas estrategiasideológicas de legitimación se ampliarán posterior-mente hacia otras esferas.

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3.2. Variaciones regionales en la consolidaciónde las clientelas

La documentación arqueológica sobre la quebasar las propuestas de dinámica social es másabundante para el periodo que se inicia a fines delsiglo V a.C. Con la información disponible, hoy endía es posible trazar un panorama en el que se en-trelazan algunos elementos claramente relaciona-dos con la consolidación de la sociedad clientelaribérica y otros que no encajan en los esquemas pre-sentados para otras zonas. Ello nos situaría ante dosposibilidades. La primera nos llevaría a suponerque el desarrollo social de nuestra zona de estudiono había alcanzado el mismo grado de evolución ymadurez que las formaciones de otras áreas. Lasegunda posibilidad, que nos parece más apropia-da, sugiere la posible existencia de modalidades enla consolidación clientelar que se adaptan a unamisma estructura general de funcionamiento de lasociedad ibérica.

La primera evidencia con que contamos pararelacionar las formas sociales con una estructuraclientelar procede del paisaje funerario de La Serre-ta, donde se enterró la población del oppidum ibé-rico entre la primera mitad del siglo IV a.C. y los ini-cios del siglo III a.C. Aunque las investigacionessiguen en curso, los trabajos publicados sobre la ca-racterización general del cementerio (Olcina 2000),las primeras campañas (Cortell et al. 1993) o el ar-mamento (Reig 2000) nos permiten una lectura pre-liminar del orden social que articula esta necrópo-lis. Se cuenta con documentación correspondientea 80 sepulturas, la mayor parte en hoyos excavadosen el terreno y sólo algunas con superestructura enforma de túmulo de mampostería. Esta diferencia-ción en la tipología de las tumbas y, sobre todo, lacomposición de los ajuares, permiten observar unaclara gradación y estratificación de rangos que, anuestro parecer, se ajustan a la sociedad clientelaribérica.

El primer rango de la sociedad estaría represen-tado por dos sepulturas, la número 1 y la 53, cuyospersonajes se muestran como aristócratas a caballoy que cuentan con panoplias completas y operati-vas al uso del típico guerrero ibérico. Además depresentarse como caballeros se pone énfasis en lamuestra del estatus con la acumulación de armas, enel caso de la sepultura 1 (Cortell et al. 1993), o conla excepcionalidad del trabajo metalúrgico de unafalcata damasquinada, en la sepultura 53 (Moltó yReig 2000). Otros personajes destacados, aunque

sin la categoría de caballeros, son aquellos quemuestran su estatus sobresaliente a partir de la acu-mulación de armas, como los individuos de las tum-bas 4 y 11 (Reig 2000: 16), a los que cabría añadirvestigios de infraestructuras construidas en piedra(Cortell et al. 1993); la sepultura 11 además poseeun extraordinario umbo de escudo con un cuidadotrabajo de labra (Cortell et al. 1993: fig. 14). Nosencontramos con que un 5% de las sepulturas co-rresponderían a unos pocos individuos del más altorango en la sociedad ibérica de su tiempo, los cua-les, de forma simultánea o lo largo del tiempo deuso del cementerio, se situarían en la cúspide social.

En un segundo rango se situaría un 31% de lassepulturas que aparecen con armas en sus ajuares.La gradación de este segundo grupo es amplia, puesencontramos desde aquellas tumbas con una solaarma, siempre de carácter ofensivo (falcata o lanza),hasta aquéllas en que aparecen equipos formadospor armas ofensivas y defensivas. En cualquier casosiempre se trata de equipamientos plenamente fun-cionales y listos para ser empleados en combate. Noaparecen asociaciones absurdas y las únicas agru-paciones anómalas son las que muestran un excesode armas, ya descritas, que deben de situarse en unmodelo de énfasis de la capacidad de equiparsemostrada por ciertos guerreros (Reig 2000: 112-116).

Debemos advertir que la gradación establecidade forma esquemática atendiendo principalmente alnúmero de armas adquirirá verdadero valor cuandose incorporen otros elementos de juicio que permi-tan dibujar una verdadera estratificación en esteamplio grupo. Ahora queremos destacar que debeser el segmento principal de la sociedad, es decir,aquellas personas que muestran su pertenencia algrupo dominante mediante la posesión de las armas.

El tercer nivel de sepulturas lo constituiría po-siblemente el cuerpo principal de los clientes devariada posición social, que el detallado estudio dela composición de los ajuares deberá definir. Inte-resa destacar que se trata de tumbas en las que elrango y el estatus de la persona enterrada se mos-trarían con otros elementos que no son las armas,quizá debido a su género o actividad. Un segundocaso sería el de aquellos miembros de la sociedadque no tienen el derecho o la capacidad de poseerarmas, pero cuyos lazos con el estamento principalles permite acceder al ritual y al espacio funerario.Es decir, es posible que sean los clientes, o una partede ellos, cuya relación con el aristócrata se perpe-túa en el ámbito funerario.

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Por último debemos citar el segmento ausente dela necrópolis. Asumimos el presupuesto comparti-do por buena parte de la investigación de que lasnecrópolis no reflejan el conjunto de la sociedadibérica (Chapa 1991; Quesada 1997: 632, con refe-rencias anteriores). Debe de existir un segmento dela población de base que no está representado en lanecrópolis porque su rango no le permite tener ac-ceso al espacio funerario. Ello no presupondría lainexistencia de un ritual funerario, sino la variaciónen los ritos de deposición, con algunas prácticas deescasa visibilidad arqueológica (Morris 1987: 72-75 y 93).

La valoración preliminar de estos indicadoresarqueológicos nos permitiría establecer algunasconclusiones. Obviamente, no se trata más que deuna aproximación a la composición que dejan en-trever algunos de los elementos principales de losajuares, como el armamento, que es uno de los ele-mentos más importantes para expresar el rango enel seno de la sociedad ibérica (Quesada 1997). Yaunque existen algunos patrones cruzados que im-piden asociar directamente las sepulturas y susajuares con individuos concretos mientras no seconozcan las particularidades de sexo, edad, núme-ro de individuos, etc., de cada tumba, nos pareceque del sumario descrito se puede desprender laexistencia de un patrón estratificado sobre el quereflexionar.

En segundo lugar, cabría señalar que la atribu-ción de estatus a partir de los elementos del ajuarfunerario no necesariamente reflejaría una mismadistribución de estos rangos en la sociedad de losvivos. Dicha asociación se debe a los postulados dela Nueva Arqueología y los modelos de Saxe(1971) y Binford (1971), que fueron ampliamentecriticados por planteamientos posteriores. Sin em-bargo, ello no indica que estemos invalidados parahacer lecturas sociales de la documentación fune-raria. Sobre el particular, debemos recordar losplanteamientos sobre la estructura dual de la socie-dad de A. Giddens, que han seguido otros auto-res para aproximarse a este tipo de información.I. Morris (1987: 39), siguiendo los planteamientosde Pader y Leach, recordaba la distinción de la an-tropología clásica entre la estructura social y la or-ganización social. La estructura es el modelo idealde la posición de los individuos, mientras la orga-nización sería la distribución empírica de las rela-ciones en una situación cotidiana. La estructura escreada mediante el proceso de socialización, deaplicación de las prácticas rituales, y por tanto po-

dríamos aproximarnos a ella mediante la lectura delos patrones funerarios, aunque la variación obser-vada de este modelo ideal es el resultado de lasprácticas concretas.

En definitiva, a nuestro parecer, la necrópolis dela Serreta podría mostrar una estratificación socialen la que aparecen claramente dos estamentos re-presentados que podrían corresponder a los carac-terísticos de la estructura de la sociedad clientelaribérica. Al respecto, debe realizarse alguna consi-deración. El segmento de la cúspide de la sociedadibérica no muestra un rango y estatus de marcadarelevancia a partir de las insignias de poder excep-cionales como la estatuaria, la presencia de carros,grandes cráteras u otros elementos de énfasis (9)propios de otras regiones. Ello nos lleva a concluirque, bien los símbolos de alto rango están ausentesen la necrópolis por una verdadera inexistencia deacumulación de poder, bien los segmentos destaca-dos de la sociedad se entierran en otros lugaresdonde muestran su posición con monumentos dis-tintivos. Tal podría ser el caso del monumento tu-rriforme de l’Horta Major que, de confirmarse sucronología ibérica del siglo IV a.C. (Almagro Gor-bea 1984; Abad 2000), mostraría la imagen delpoder ibérico que se distingue por su manifestaciónfísica y por su segregación espacial.

Si la estratificación social se materializa conmatices en el paisaje funerario de la Serreta, noqueda tan expresada en la organización del espacio.Ni el paisaje se organiza exclusivamente a partir deloppidum, el asentamiento por excelencia de la aris-tocracia ibérica, ni la trama urbanística presenta for-mas claras de ordenación clientelar, ni existenmuestras claras de segregación residencial de losestamentos dirigentes.

En la Alta Andalucía, la forma residencial básicay exclusiva es el oppidum, expresión en el territo-rio de la sociedad ibérica que ha dado lugar al mo-delo polinuclear. Algunos ejemplos, como PuenteTablas, han mostrado formas orgánicas de articu-lación del espacio que expresan la estructura clien-telar de la sociedad. Allí se ha podido identificar lasegregación residencial del primer nivel de aristo-cracia y la vinculación de los aristócratas de segun-do orden y sus clientes en barrios que desarrollanformas integrales de habitación (Ruiz y Molinos1993).

(9) La inexistencia de algunos de estos elementos, como elcarro, encontraría una explicación lógica en su escasa funcionali-dad en el entorno montañoso local; pero no nos referimos al tipode elemento en si, sino a la importancia adscrita a su singularidad.

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También en los estudios de paisaje y poblamien-to del área ibérica del noreste, desde el centro va-lenciano a la costa catalana, se ha reconocido aspec-tos muy claros de expresión en el paisaje de lasfórmulas de articulación de clientelas. Entre éstasdestaca la ubicación de un aristócrata con sus clien-tes en factorías agrícolas como el Castellet de Ber-nabé (Guérin 2003) o fortines como el Puntal delsLlops (Bonet y Mata 2002) o la segregación resi-dencial del segmento aristocrático como en la ciu-dadela aristocrática de Calafell (Sanmartí y Belarte2001). También en el área catalana se atestiguael control aristocrático de la producción agrícolamediante extensos campos de silos que constituyenestructuras de control del cereal, el producto alma-cenable y mercantilizable por excelencia. Esta for-ma específica de captación del excedente se vinculaa su uso para el intercambio por los productos me-diterráneos, especialmente vino ebusitano, requeri-do para el mantenimiento de la destacada posiciónsocial de las élites (Sanmartí 2001).

Las formas tan orgánicas de ordenación del es-pacio, con la aparición de las casas y zonas propiasde la aristocracia y del control de la producción, nose reproduce ni en los paisajes ni en los oppida de lazona de estudio. No es éste el lugar para abordar unescrutinio de los aspectos generales del urbanismode los núcleos principales del área, sólo queremosseñalar el empleo de fórmulas sencillas de articula-ción del espacio doméstico. No aparecen, o no sontan visibles, las casas de los aristócratas que iden-tificábamos enterrados en la necrópolis descrita. Enlos oppida locales, las casas se disponen en agrega-ciones poco orgánicas que no constituyen manzanasordenadas que podamos relacionar con la existen-cia de lazos clientelares, ni segregación de los espa-cios de la aristocracia. La mayor parte de las plan-tas de las casas son estructuras simples de dos o treshabitaciones, lo que mostraría una cierta regulari-dad en la composición de sus habitantes que tam-bién quedaría reflejada en la homogeneidad de susajuares.

Los procesos de centralización y urbanizaciónno han alcanzado los niveles de desarrollo del mo-delo polinuclear andaluz o de los grandes asenta-mientos de la región septentrional ibérica. La au-sencia de estas evidencias aristocráticas de primerorden en el ámbito funerario o urbano podría leer-se como la existencia de un grado superior de po-der político a nivel regional y que se superpondríaal ámbito comarcal aquí analizado. En el estadoactual de las investigaciones, carecemos de eviden-

cia para identificar claramente este foco de poder.Quizá habría que valorar la situación del litoral ali-cantino, donde recientes investigaciones muestranla importancia de los focos ibéricos de la Vila Jo-iosa (Espinosa et al. 2005), Campello (Olcina 2005)o el entorno de la Albufereta (Ortega et al. 2005).La dependencia respecto a ese polo litoral es obviaen términos económicos, como la adquisición debienes de prestigio, y quizá pudo significar una re-lación mayor estructurada en términos políticos.

De cualquier modo, por lo que interesa al marcode observación de este estudio, la organización delterritorio muestra la formación clientelar. El paisajese organiza siguiendo un modelo jerarquizado ycomplejo caracterizado por la consolidación de losnúcleos urbanos de altura y la localización de unbuen número de asentamientos rurales dispersos poruna franja de territorio de la periferia de los oppida,ni muy próximos, ni demasiado alejados; ni tan cer-ca para entrar en competencia por la tierra y los re-cursos, ni demasiado lejos como para sugerir unaindependencia funcional. Este modelo locacionalpermite sugerir una ordenación del espacio territo-rial de la comunidad que permita un óptimo aprove-chamiento. Se combinaría una explotación agrícolaprincipalmente extensiva desde los centros de alturay una orientación hacia estrategias intensivas en losnúcleos rurales, donde la proximidad al suelo faci-litaría una mayor inversión de trabajo en la tierra alreducir los costes de desplazamiento.

No conocemos las características de los núcleosrurales, pero algunos de ellos ofrecen restos super-ficiales correspondientes a una ocupación dilatadaen el tiempo, que en muchas ocasiones arrancaba enel periodo anterior, lo que nos induce a suponer quese trata de asentamientos duraderos que articulabanestructuras parcelarias estables. Esta continuidaddel poblamiento y su particular estructura espacialpermitirían vincular el proceso de ordenación delpaisaje con el de articulación de la estructura socialde la clientela, a partir de la simbiosis entre el nú-cleo principal y los núcleos dependientes. Observe-mos detalladamente el territorio del oppidum de ElPuig, representativo del periodo clásico en la zona.

El oppidum de El Puig se sitúa sobre un cerrodestacado en la estribación montañosa que enmarcapor el norte la cubeta conocida como La Canald’Alcoi, donde se extiende su dominio territorial(Fig. 4). Este espacio constituye una rica zona deproducción agrícola que se explotaría directamentedesde el poblado principal y desde tres asentamien-tos rurales situados en los rebordes de la cubeta,

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junto a las tierras que no se podrían explotar en ré-gimen de alta intensidad desde el poblado al encon-trarse demasiado alejadas. Con ello se logra unaestrategia de aprovechamiento intensivo a partir deuna deslocalización residencial de la comunidad,que, no obstante, debió de estar ligada por lazos dedependencia que permitirían la apropiación del tra-bajo campesino.

Alguno de estos núcleos dispersos cuenta conhallazgos de vajillas finas o ánforas de importación,que evidenciarían el consumo de bienes importadosy la integración de los asentamientos rurales en lasredes de intercambio. Ello nos sitúa ante campesi-nos de carácter no servil cuya dependencia se basa-ría en la tributación por el acceso a la tierra delmarco de la clientela; cabría precisar la forma pre-cisa en que se produce y los testimonios arqueoló-gicos que la avalarían.

Hasta el momento no se han documentado gran-des formas de almacenamiento que certifiquen elcontrol de grandes cantidades de excedente enmanos de las aristocracias. Antes bien, frente a lasgrandes formas de concentración de otras áreas, lasformas básicas de almacenamiento del productoagrícola en el área de estudio consisten en el acopiodoméstico mediante grandes tinajas y ánforas,como en el resto de la zona valenciana (Pérez Jor-dá 2000). Ello permite suponer que los aristócratasno habían alcanzado un gran poder de apropiación,que se vería limitado por la resistencia de los cam-pesinos a ceder su capacidad de autogestión y quese evidenciaría en el mantenimiento de sus propiasdespensas. En este marco habría que escrutar for-mas más sutiles de apropiación del tributo y man-

tenimiento de la desigualdad. De nuevo fijaremosnuestro punto de atención en aquellos elementosque nos refieren a la manipulación ideológica me-diante la materialización de prácticas que ayudaríanal afianzamiento de las inercias de comportamiento.

El tiempo de la consolidación de la estructurasocial ibérica es una época de gran desarrollo co-mercial que se traduce en la llegada masiva de va-jillas cerámicas áticas, importadas desde los centrosdel litoral (Fig. 5). Este intercambio comercial hasido estudiado desde variadas perspectivas en elárea de estudio (Rouillard 1991; Sala 1995; GrauMira 2002; Sala et al. 2004) principalmente parareconocer la forma y desarrollo del tráfico. No obs-tante, el uso de estos bienes importados presentaalgunas facetas que cabría explorar.

En primer lugar, debemos recordar el procesoselectivo inverso al del primer momento de llega-da intensa de productos durante época orientali-zante. Ahora no interesa el ánfora, ni por tanto elcontenido, sino las vajillas de mesa. Las escasas án-foras documentadas sugieren la llegada de estosproductos pero no un excesivo interés. Es posibleque la escasez se deba al estado actual de los estu-dios, pero la carencia se manifiesta incluso en reper-torios detalladamente estudiados (Sala et al. 2004).Cabría sugerir la llegada de estos productos en otrotipo de envases menos pesados y más apropiadospara el tránsito en los caminos de montaña de laregión. Pero también podría deberse a la posibleselección de la demanda ibérica, orientada hacia lascopas y no al vino, una vez que la producción localse pudo haber consolidado, como se ha propuestopara otras áreas ibéricas (Bonet 2005).

Fig. 4. El paisaje de época plena siglo IV a.C. 1: Oppida, 2: aldeas, 3: caseríos. A. Vista del Valle de Alcoi, la flecha señalael punto de vista de B: el territorio de El Puig.

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Por otra parte, las vajillas que llegan a la zona noson ejemplares de gran valor, sino más bien piezasde factura mediocre. No se trata, por regla general,de piezas cuidadas ni formas de gran tamaño, sinoprincipalmente vajilla fina bastante corriente y queaparece en la mayor parte de los asentamientos dela época. El número de núcleos en que aparecenestas piezas nos sitúa ante una de las mayores den-sidades de los territorios ibéricos. Ello podría de-berse a la cercanía a los núcleos redistribuidores dellitoral o al gran número de asentamientos conoci-dos. Pero también podemos proponer un compor-tamiento regido por el propio uso de estos bienesque hicieron los grupos locales que controlaban sucirculación. En ese sentido, los cambios y la inten-sidad de la estructura del intercambio podrían tras-lucir una transformación ideológica en el campo dela competición: ahora no residiría en la posibilidadde acceder o no a la fiesta de consumo de vino, sinoen los modos de participación. El acceso al vinoparece que pudo haber perdido su sentido de exclu-

sividad y ahora el elemento crítico pudo ser la for-ma de participación en el banquete, donde el clientedesearía contar con vajillas destacadas con las quemostrar su rango.

La tipología y distribución de piezas de impor-tación puede mostrar que los grupos que controlanel intercambio no priman la creación de una deman-da selectiva y de calidad, marcada por la dificultadde acceso a buen vino y buenos vasos importados.Más bien deberíamos pensar en una estrategia defomento de participantes, entre los que se desarrollauna competición en el acceso a las vajillas de mesay parafernalia de beber. Con ella los clientes trata-rían de mostrar su estatus y mejorar su posición enel seno del grupo durante el acto ritual de la fiesta.

El fomento de estas prácticas representaría lanaturalización ideológica de un orden que apa-rentemente permite la auto-representación de losmiembros de la sociedad en un marco de competi-ción abierta con la que pueden incrementar su esta-tus y riqueza. Bajo esta apariencia igualitaria sub-

Fig. 5. Distribución de importaciones del siglo IV a.C. Tipología de poblados: 1: Oppida, 2: aldeas; 3: caseríos y principa-les formas de vajilla ática de barniz negro representadas.

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yace una base de desigualdad, pues se perpetúa laposición de dominio de los estamentos que contro-lan la redistribución de los bienes de prestigio. Losclientes acceden a estos productos mediante su vin-culación a los linajes y los aristócratas. La economíade bienes de prestigio propuesta por otros investi-gadores adquiere en este caso una forma concretaque se entrelaza con un trasfondo ideológico com-petitivo que enmascara la desigualdad y evita mos-trar su faceta más dura. Los aristócratas no se ma-nifiestan de forma ostentosa, sino que enmascaranlas formas más contundentes de su dominio.

Junto a esta función redistributiva desigual, otraestrategia de manipulación ideológica puede en-contrarse en la apropiación de las funciones de de-fensa y protección de la comunidad. Los aristócra-tas, los príncipes de la sociedad, se erigen como losprotectores del grupo a través de una creación sim-bólica que ha quedado materializada en una serie deelementos de gran visibilidad arqueológica.

Como hemos visto en la necrópolis de La Serre-ta, una pauta general de la sociedad ibérica es quelos aristócratas se muestran como guerreros arma-dos con completas y ricas panoplias, entre las quedestacarían los jinetes como los principales seño-res. Buena parte de los esfuerzos e inversionesmateriales de los grupos dominantes se destinan ala adquisición de panoplias y equipamientos gue-rreros con los que mostrar el estatus en la sepultu-ra, aunque anteriormente hayan servido en el ám-bito de los vivos. Aunque desconocemos el nivel deuso de tales pertrechos, de lo que no cabe duda esde su función representativa e intimidatoria. Son elanverso y reverso de una misma moneda, la funcióny la representación; los guerreros pudieron o noentrar en combate, pero su estatus y categoría que-daron sellados mediante la representación ideoló-gica de pertenencia al estamento armado.

Un segundo elemento de la materialización de laideología de la protección se muestra en el desarro-llo de complejos programas de construcción de for-tificaciones que debieron de suponer un elevadocoste por parte de la comunidad. Además de la pro-pia función básica y necesaria de defensa de lapoblación, las fortificaciones adquieren un papelsimbólico destacado como emblema del poder lo-calizado en el oppidum (Moret 1998). La moviliza-ción de recursos indica el poder de concentracióny gestión de excedentes y trabajo por parte de loshabitantes del oppidum y la existencia de un grupodirector de la captación y organización del trabajo.Y se está primando la defensa del centro del terri-

torio en detrimento de otras formas de control yestrategia defensiva. Con ello se robustece la rela-ción de dependencia de los asentamientos ruralesque requieren la defensa que les proporcionan losoppida. Y en ocasiones se enfatiza esta funciónprotectora del oppidum mediante fórmulas monu-mentales en las defensas.

Un ejemplo de énfasis de las construcciones dedefensa lo encontramos en el potente torreón de ElPuig, en curso de excavación (9). Allí se está exhu-mando un sistema defensivo cuyo principio básicoes la obstaculización del estrecho corredor naturalde acceso a la cima del cerro por donde se extien-de el poblado. El cierre del paso se realiza mediantela edificación de dos cuerpos constructivos: unaestructura curva de mampostería que deben de en-lazar con las murallas perimetrales del poblado y unsegundo cuerpo formado por un poderoso torreónedificado con sillares recortados, algunos de gran-des dimensiones. Interesa destacar la prestancia queadquiere el torreón exterior, que, a su función decierre del paso de acceso y plataforma elevada parasituar defensores, que ya se aseguraba con la cons-trucción curva, debió de unir la capacidad de serpercibido desde todos los puntos del territorio quedominaba el Puig. No de otra manera se explica eltremendo esfuerzo de construcción de un gran to-rreón de cuidada factura de sillares de grandes di-mensiones, junto a otra edificación más recia quepor sí misma garantizaba el cierre del espacio. Ennuestra opinión, a su papel funcional cabe añadir-le una función simbólica de expresión de prestigioy poder de la comunidad.

Este argumento enlazaría con un discurso másgeneral de materialización de una ideología de pro-tección y defensa de la sociedad desarrollada porparte de las elites dominantes. En el contexto deexpansión agrícola de las poblaciones ibéricas, re-lacionada con los cambios tecnológicos, y la con-secuente competencia por la tierra y los recursos, esposible suponer un ambiente de inseguridad y ne-cesidad de protección de bienes y territorios (San-martí 2001: 106). Sobre este clima de inestabilidad,real o aparente, se extiende un campo abonado parala manipulación simbólica de la necesidad de pro-tección de la comunidad. Como se ha señalado enotros contextos de la Edad del Hierro peninsular(Parcero 2004), este clima es propicio para desviar

(9) Actualmente se desarrolla un proyecto de investigaciónen el Puig d’Alcoi por parte de un equipo de colaboración entreel Museu Arqueológic Municipal d’Alcoi y la Universidad de Ali-cante, dirigido por J.M. Segura y quien esto suscribe.

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las tensiones sociales producidas por una desigual-dad creciente hacia un presumible enemigo exterioral que se enfrentarían los aristócratas, sacrificándo-se en beneficio de la comunidad.

Los aristócratas, que poseen las armas y habitanel centro fortificado del territorio, disponen de loselementos para robustecer los lazos de dependen-cia de los campesinos mostrando su papel necesa-rio para la protección del grupo. Además, las élitesarmadas pudieron usar estos mismos elementos nosólo para la defensa, sino también para el control dela población que inerme pudo ser sometida por lafuerza. Ante la dualidad de posibilidades, cabe re-cordar los planteamientos de M. Godelier al seña-lar que la base de todo poder político descansa so-bre la violencia y el consentimiento, es decir, laamenaza real o potencial y la aprobación para quelos que grupos que detentan el poder hagan uso deél a condición de que sea legítimo. Esta segundafuerza es la más poderosa. Pero ello requiere de unamanipulación ideológica por la que se representanlos dominadores como servidores de la comunidad:son los garantes del orden y los esforzados miem-bros que dan más que reciben para proteger al grupo(Godelier 2000: 19).

En definitiva, los elementos para el desarrollode la dependencia propia de la sociedad clientelarse encuentran claramente establecidos en la orde-nación del paisaje ibérico de época clásica y lasestrategias de legitimación ideológica. A nuestroparecer, la organización del espacio a partir de lainterrelación del oppidum con una orla de asenta-mientos rurales situados en sus proximidades puedereflejar claramente una estructura clientelar. A pe-sar de la falta de procesos de nucleación absoluta,la red de núcleos rurales es plenamente dependientede los oppida cercanos y pueden integrarse en lasformas de relación social de tipo clientelar. Y nosólo refleja la dependencia, sino que contribuye acrearla y recrearla en las situaciones cotidianas.

A nuestro parecer, no debemos interpretar lasformas de poblamiento dispersas como señales deresistencia al proceso ni como muestras de la ines-tabilidad en la formación de relaciones clientelares(Ruiz 1998). La existencia de formas orgánicas ynucleación absoluta del modelo de oppidum en laAlta Andalucía responde a una particular forma deorganización de la sociedad con su propia trayec-toria histórica y sus esquemas sociales y económi-cos. Mientras que en nuestra área de estudio elmodelo vigente dependería de otros factores socia-les y modalidades económicas. La variación en las

prácticas agrícolas y su ordenación espacial pudofacilitar formas más laxas de dependencia social,pero plenamente inscribibles en el marco de lasrelaciones clientelares.

Para neutralizar los procesos centrífugos de ero-sión del poder social se pudieron establecer las es-trategias ideológicas de competición y protección,que aparentemente eran beneficiosas para toda lapoblación, pero que en definitiva naturalizaban unorden social desigual. Proponemos un mayor gra-do de variabilidad en las posibilidades del marcoclientelar, por el que los clientes tendrían posibili-dades de elección para redefinir su papel en el senode la estructura. Las familias que se establecieronen el campo no necesariamente lo hicieron para huirdel sistema y de la dependencia social, quizá vieronla posibilidad de extraer beneficios mediante estra-tegias de explotación distintas que les permitiríanmejorar sus condiciones de vida y la auto-represen-tación de su estatus. Los aristócratas pudieron pro-mover este modelo, e incluso instalarse con susclientes en un núcleo rural, habida cuenta de que lainterrelación de la comunidad estaba asegurada apartir del marco ideológico establecido.

3.3. Sociedad clientelar ibérica ycentralización politica

La estructura social de carácter clientelar defini-da para el periodo clásico del siglo IV desarrolló du-rante el siglo III a.C. nuevas fórmulas de agregacióncaracterizadas por la expansión en su cima y en subase. Una vez consolidadas las relaciones socialesde clientela en el ámbito del oppidum y sus parcelasterritoriales, se produjo una reestructuración a nivelcomarcal del esquema de poblamiento. La desapa-rición de algunos oppida como La Covalta y El Puigpudo deberse a la capacidad de atracción de linajesclientelares hacia La Serreta, habida cuenta de lacoincidencia de los abandonos con la expansión deeste último núcleo (Grau Mira 2002). A resultas, laestructura del poblamiento se organizó en una escalajerárquica de cuatro rangos y estuvo presidida por laciudad de La Serreta que contó con unas manifesta-ciones destacadas en las esferas económica, religio-sa y de representación política (Olcina et al. 1998).La emergencia de La Serreta debe entenderse des-de la perspectiva de la formación de un estado arcai-co en el área central contestana, formado por lacoadunación de las entidades territoriales de losoppida de la comarca (Grau Mira 2002; 2005).

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El paisaje político del área central de la Contes-tania surge como resultado de una agregación delos territorios de los oppida del siglo IV a.C. en elsiglo III a.C. (Fig. 6). Posiblemente el mecanismoque modeló este proceso es la extensión de los la-zos de clientela y el establecimiento de formas dedependencia entre los linajes dirigentes de la ciu-dad y de los oppida secundarios de forma semejan-te a la descrita por Ruiz (2000: 18) como cliente-la de rango territorio. Ello supone la superación delmarco de la comunidad local establecido por cadaoppida en su entorno para constituir una “comuni-dad imaginaria” en el sentido atribuido por Ander-son (1991 en Dietler 1996): una construcción po-lítica a la que se tiene que inferir emotividad y querequiere de símbolos que marquen autenticidad(Hobsbawn 1983). Nos situaríamos ante un proce-so de creación activa de identidad étnica, a la quehemos dedicado atención en otros trabajos (GrauMira 2005). Según nuestro planteamiento, la nuevarealidad política se sostenía mediante algunos ele-mentos ideológicos que sancionaban el proyecto y

que se encuentran presentes en el registro arqueo-lógico del siglo III a.C.

Uno de los principales mecanismos para facili-tar la agregación de las distintas poblaciones delValle se encontraría en la creación de un paisajesagrado que enfatizaba la centralidad de La Serre-ta mediante la ubicación del santuario étnico-polí-tico en la cúspide de la ciudad ibérica (Grau Mira2002). La sanción sagrada de los territorios políti-cos mediante los santuarios es un fenómeno comúnque se ha identificado en los procesos territorialesde otras áreas ibéricas como la Alta Andalucía(Ruiz et al. 2001) o del Mediterráneo (De Polignac1986; Alcock y Osborne 1994). Lejos de mantener-se inmutables, las prácticas religiosas se manipulanpara participar activamente en la construcción delos mensajes ideológicos de mantenimiento del or-den social del momento (Cardete del Olmo 2005:207-209).

Un segundo elemento que pudo contribuir a laconsolidación del paisaje político comarcal es laexistencia de un círculo de cerámicas figurativas

Fig. 6. Esquema interpretativo de la evolución de las clientelas desde el ámbito del territorio del oppidum al paisaje urbanopresidido por la ciudad de La Serreta en el siglo III a.C.

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narrativas, emparentadas con el estilo Oliva–Lliria,producidas y empleadas en el territorio de La Serre-ta. Estas cerámicas, propias de las élites urbanas dela sociedad ibérica, se circunscriben a ámbitos geo-gráficos donde a partir del siglo III a.C. se produ-cen procesos de agregación política en torno a lasciudades, como es el caso de Edeta (Aranegui 1997;Bonet 2005), Ilici (Tortosa 1998) o Ilunum (Abady Sanz 1995), entre otras. La relación de los círcu-los figurativos con las ciudades ibéricas puede de-berse a la producción y uso de cultura material pro-pia dentro de los procesos de creación activa deidentidades (Grau Mira 2005). El estilo se convierteen un lenguaje no verbal que transmite mensajes re-currentes de etnicidad y territorialidad (Sackett1977). Es un elemento distintivo que adquiere im-portancia en el marco del territorio propio y cuyouso exclusivo por parte de la comunidad permiteidentificar a sus miembros y distinguirlos de los ve-cinos. Estas cerámicas supondrían una materializa-ción de los componentes ideológicos que favorece-rían la agregación social entre patronos y clientesy también entre los grupos dirigentes de diversosoppida.

La interrelación de los procesos políticos y lasmanifestaciones ideológicas parece claras en estoselementos arqueológicos del siglo III a.C. como sonel santuario y la cerámica figurativa. El tercer me-canismo activo de creación del territorio de La Se-rreta que queremos destacar nos situaría en la esferadel intercambio y del manejo simbólico de las re-laciones de redistribución. Dos tipos de evidenciasrelacionadas con el intercambio sitúan a La Serre-ta como el principal enclave del territorio y uno delos más importantes del área ibérica. Por una par-te, la existencia de un amplio repertorio de inscrip-ciones en distintos alfabetos ibéricos sobre láminasde plomo y otros soportes (Grau y Segura 1994;Olcina et al. 1998) que debe relacionarse con las ne-cesidades de gestión y administración. Por otrolado, la riqueza y variedad de vajillas importadas deprocedencia mediterránea (Olcina et al. 1998: 39;Sala 1998: 31-32) que constatan la intensidad delintercambio y su importancia entre las actividadesde la ciudad. Estas evidencias nos permitirían atri-buir a la ciudad un rol redistributivo que en contra-partida permitiría el drenaje de recursos desde elamplio espacio territorial hacia la capital. Habidacuenta del papel de las vajillas en el marco de lareproducción social de las elites ibéricas, el controlde estos vasos importados se convierte en un ele-mento crítico para el establecimiento de una densa

red de dependencias que alcanza todos los gradosjerárquicos de la escala de poblamiento. Nos situa-ríamos, de nuevo, bien ante un amplio uso de lasvajillas, bien ante el deseo de acceder a ellas, parafomentar una actitud competitiva entre los campe-sinos y con ella facilitar la apropiación de la produc-ción agrícola.

En definitiva, tenemos una serie de elementosque permiten la ampliación del marco de actuaciónde las clientelas y la agregación de los dominiosterritoriales de los oppida para constituir un nuevoespacio político. Esto sucede en el marco cronoló-gico del siglo III a.C., cuando encontramos realida-des étnico-políticas semejantes en otros ámbitos deIberia (Ruiz y Molinos 1993; Bonet y Mata 2001;Sanmartí y Belarte 2001). No se nos escapa que estaconfiguración política acontece cuando en áreascercanas se están produciendo importantes cam-bios. Recordemos que desde mediados del siglo IIIa.C. se asiste al afianzamiento del poder cartaginésen esta zona peninsular, cuyo principal exponenteen tierras alicantinas es la fundación de El Tossal deManises para el control efectivo del litoral (Olcina2005).

La fluctuación del poder a escala regional sinduda debió de influir decisivamente en nuestra áreade estudio. Al respecto podríamos aducir que laemergencia de La Serreta pudo verse condiciona-da por esta presencia cartaginesa en las áreas lito-rales próximas, quizá como la potenciación bárqui-da de una capital interior que sirva a sus interesesregionales, a través de diversos mecanismos comoel control territorial, la centralización de las activi-dades de intercambio, etc.

De cualquier forma, la participación creciente delas potencias mediterráneas, cartaginesa primero,romana después, introduce un elemento determi-nante para el posterior desarrollo de las sociedadesibéricas. Ello nos sumerge en un escenario y con-texto distinto que requiere aproximaciones particu-lares en que se valore la creciente influencia exter-na, por ello creemos conveniente detener en estepunto nuestra propuesta de lectura social de la di-námica ibérica.

4. CONSIDERACIONES FINALES

En las páginas precedentes hemos pretendidoanalizar el desarrollo social contestano desde unmarco explicativo plural en el que hemos tomadoen cuenta las estructuras clientelares como rectoras

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del proceso constitutivo de la sociedad ibérica.Desde una perspectiva arqueológica, es posibleanalizar los elementos que representarían en la cul-tura material esta determinada estructura social. Deese modo, la configuración de los oppida, la cons-trucción de los paisajes o el uso y distribución de losbienes de prestigio, por citar algunos elementospropios del registro material ibérico, serían reflejodel desarrollo de las formas clientelares ibéricas.Pero no sólo son el reflejo de esta sociedad, tambiéntienen un rol activo, pues estas realizaciones mate-riales transmiten los preceptos sociales que permi-ten a los individuos participar de la sociedad, setransfieren los códigos culturales y se enmarca laacción de los hombres. El oppidum es el reflejo dela sociedad clientelar ibérica en el campo del pobla-miento, pero al mismo tiempo es el marco en el quese socializan los iberos y, por tanto, el espacio cons-truido y ordenado de esta manera participa de lacreación de la sociedad ibérica.

Dentro de este marco estructural, hemos tratadode comprender como podría participar la gente, quees la que en última instancia constituye la sociedad.La sociedad clientelar ibérica no es un ente corpo-rizado, sino un entramado de relaciones entre indi-viduos que en sus prácticas diarias conforman yconstituyen ese modelo concreto de sociedad. Paraello hemos seleccionado algunos elementos mate-riales que habrían sido utilizados para crear unasdeterminadas condiciones que permitieran el man-tenimiento del entramado social. Nos hemos refe-rido a elementos que representan la materializaciónde la ideología ibérica, como es la distribución debienes de prestigio o la ideología de la protecciónen manos de los aristócratas. Ambos elementoscuentan con la importancia reconocida por la inves-tigación del mundo ibérico y adquieren en esta eta-pa histórica una relevancia fundamental.

Nos interesan estos elementos no únicamentecomo reflejo de una determinada estructura social,sino también porque su empleo en un cierto marcode uso permitió el mantenimiento o modificaciónde esta estructura. Las vajillas de importación, porejemplo, tradicionalmente se han interpretadocomo la muestra de un orden desigual de la socie-dad en la que los grupos sociales muestran su ran-go con la posesión y uso de estas piezas. De acuer-do, pero tengamos también en cuenta que lamanipulación de estos elementos materiales permi-te la construcción de esta sociedad desigual, al serlos individuos quienes incorporan las prácticascotidianas que consolidan las posiciones sociales.

El lector habrá advertido que en la propuesta dela evolución del área de estudio hemos escogidouna perspectiva endógena del cambio social, limi-tando el foco de atención al marco local y dandouna menor importancia a la interrelación con lasdinámicas seguida por otras regiones vecinas o lasinfluencias llegadas desde los poderes que actúanregionalmente, como las poblaciones de la zonacostera abierta al Mediterráneo. No cabe duda deque esta influencia está implícitamente presente ennumerosos aspectos de este estudio, pues el desa-rrollo y control de los intercambios está muy con-dicionado por la llegada de los comerciantes y susproductos a las costas cercanas. También la existen-cia de poderes territoriales ibéricos vecinos influiríaen los proyectos políticos del área de estudio. Peroen última instancia, nos ha interesado explorar ladinámica social que contribuyó a modelar las rela-ciones entre grupos e individuos, siempre bajo unasdeterminadas circunstancias estructurales y coyun-turales.

Por último, nuestra contribución ha tratado demostrar las tendencias y diferencias en un procesocomún de los iberos hacia la configuración de unasociedad clasista en la que se produjo la aparicióny consolidación de formas centralizadas de organi-zación política, conducentes a la consolidación deestados arcaicos. Bajo ritmos, modalidades y es-tructuras distintas, las poblaciones de Iberia fueronconfigurando sociedades semejantes aunque conparticularidades debidas a sus tradiciones históri-cas, influencias exteriores y la diferente actuaciónde los agentes en su marco institucional.

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