Dios, Nuestro Amigo

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José Vílchez DIOS, NUESTRO AMIGO Título y Prólogo 1 Amistad humana 2. La amistad humana en el Antiguo Testamento hebreo 3. La amistad humana en el Antiguo Testamento griego 4. Dios ¿amigo? 5. Lo que Dios quiere para sus amigos Plan proyecto... 6. La amistad en el Nuevo Testamento 7. Jesús, el fiel amigo: I. Su vida privada 8. Jesús, el fiel amigo: II. El ministerio público 9. Jesús sella su amistad con la muerte 10. La amistad supera la muerte Prólogo En nuestro tiempo muchos piensan que creer en Dios pertenece al pasado y es una rémora para el progreso; otros, sin embargo, creen en Dios, se sienten parte activa de la corriente histórica que avanza imparable hacia el futuro y están plenamente convencidos de que la fe en Dios no es un freno para el verdadero progreso del mundo, sino más bien un motivo para seguir luchando por el establecimiento de los verdaderos valores que sostienen y elevan la dignidad del hombre: la justicia, la libertad, la solidaridad... La fe en Dios crea realmente entre el creyente y Dios una relación especial de simpatía, que no se da en la persona que no cree. A esta relación la podemos llamar “objetiva”, en cuanto puede ser “objeto” sometido a examen. A ella nos vamos a aproximar en las reflexiones que siguen, valiéndonos del sentimiento humano que más se parece a esta corriente de simpatía, el de la amistad. De hecho, así lo hacen los autores sagrados que aplican a Dios la categoría de la amistad. Pero ¿es posible, siquiera, imaginar este tipo de relación entre Dios y los hombres, sin atentar contra la trascendencia y la majestad divinas? Aristóteles negaba la posibilidad de la amistad entre Dios (los dioses) y los hombres por la distancia tan excesiva que los separaba: «Cuando la distancia es tan excesivamente grande, como la que media entre los dioses y el hombre, la amistad no puede ya subsistir» 1 ; también negaba Aristóteles la posibilidad de reciprocidad de afectos: «Algunos creen que puede haber amistad con Dios y con los seres 1. Ética a Nicómaco, VIII,9[7]: 1159a.

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Un libro para conocer mejor a Dios y a su Hijo

Transcript of Dios, Nuestro Amigo

  • Jos Vlchez

    DIOS, NUESTRO AMIGO

    Ttulo y Prlogo

    1 Amistad humana

    2. La amistad humana en el Antiguo Testamento hebreo

    3. La amistad humana en el Antiguo Testamento griego

    4. Dios amigo?

    5. Lo que Dios quiere para sus amigos

    Plan proyecto...

    6. La amistad en el Nuevo Testamento

    7. Jess, el fiel amigo: I. Su vida privada

    8. Jess, el fiel amigo: II. El ministerio pblico

    9. Jess sella su amistad con la muerte

    10. La amistad supera la muerte

    Prlogo

    En nuestro tiempo muchos piensan que creer en Dios pertenece al pasado y es una rmora para

    el progreso; otros, sin embargo, creen en Dios, se sienten parte activa de la corriente histrica que

    avanza imparable hacia el futuro y estn plenamente convencidos de que la fe en Dios no es un

    freno para el verdadero progreso del mundo, sino ms bien un motivo para seguir luchando por el

    establecimiento de los verdaderos valores que sostienen y elevan la dignidad del hombre: la

    justicia, la libertad, la solidaridad...

    La fe en Dios crea realmente entre el creyente y Dios una relacin especial de simpata, que no

    se da en la persona que no cree. A esta relacin la podemos llamar objetiva, en cuanto puede

    ser objeto sometido a examen. A ella nos vamos a aproximar en las reflexiones que siguen,

    valindonos del sentimiento humano que ms se parece a esta corriente de simpata, el de la

    amistad. De hecho, as lo hacen los autores sagrados que aplican a Dios la categora de la

    amistad. Pero es posible, siquiera, imaginar este tipo de relacin entre Dios y los hombres, sin

    atentar contra la trascendencia y la majestad divinas? Aristteles negaba la posibilidad de la

    amistad entre Dios (los dioses) y los hombres por la distancia tan excesiva que los separaba:

    Cuando la distancia es tan excesivamente grande, como la que media entre los dioses y el

    hombre, la amistad no puede ya subsistir1; tambin negaba Aristteles la posibilidad de

    reciprocidad de afectos: Algunos creen que puede haber amistad con Dios y con los seres

    1. tica a Nicmaco, VIII,9[7]: 1159a.

    UsuarioNota adhesiva

  • inanimados. Es un error. Creemos que slo puede haber amistad donde hay reciprocidad de

    afectos. Pero ni la amistad con Dios ni su amor admiten esta reciprocidad; sera realmente un

    absurdo que alguno dijera que ama a Jpiter2. El judaismo y el cristianismo mantienen, sin

    embargo, como consecuencia de su fe en Dios personal la posibilidad y realidad de la amistad

    entre Dios, creador del mundo, y el hombre, al que l mismo ha creado a su imagen y semejanza,

    y con el que se ha relacionado de manera especial a lo largo de la historia en el seno del pueblo

    de Israel.

    Efectivamente, Dios, el Seor invisible, se revela en los acontecimientos visibles de la historia

    humana. Para el creyente judo y el cristiano el lugar privilegiado de esta revelacin ha sido y es

    la historia de Israel segn aparece en los escritos que componen lo que llamamos sagrada

    Escritura o Antiguo Testamento. En esta larga historia descubre el creyente, a travs de los

    mltiples episodios que en ella se narran, lo que Dios quiere comunicamos, los mensajes

    trascendentes a los que debe conformarse la vida humana, segn los estadios que histricamente

    se van recorriendo. El no creyente podr leer la Escritura y comprenderla en su profanidad; pero

    la revelacin en cuanto tal le estar sellada. El lector profano de la Escritura podra, por ejemplo,

    escribir un tratado sobre la amistad, segn aparece en ella, y comparar sus resultados con escritos

    de la misma poca o de tiempos posteriores. De estos mismos paradigmas se servirn los autores

    sagrados, especialmente los del NT, para introducirnos en el universo de Dios.

    De las relaciones que practicaban los miembros del pueblo entre s, la que por ahora nos

    interesa subrayar es la de la amistad. La Sagrada Escritura es un testimonio magnfico de cmo el

    hombre antiguo conceba el complejo mundo de las relaciones entre los hombres y de stos con la

    divinidad. En el presente estudio vamos a pasar revista a los pasajes del Antiguo y Nuevo

    Testamento en que se nos habla de amistad de los hombres entre s y de los hombres con el

    Seor. El anlisis de estos venerables textos nos ayudar a bucear en el misterio insondable del

    amor gratuito de Dios a su criatura predilecta, el ser humano: hombre y mujer, y a atisbar y

    vislumbrar, de alguna manera, la grandeza del destino y de la vocacin del hombre: llegar a ser

    amigo de Dios para siempre, es decir, llegar a participar eternamente de su misma intimidad.

    Granada, Navidad de 2002

    Jos Vlchez S.J.

    2. La gran Moral, II,11: 1208b.

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  • 1

    La amistad humana

    Lo primero que pretendemos con el trabajo que ahora comenzamos es tratar de explicar el

    significado de su ttulo: Dios, nuestro amigo; lo segundo, pero no menos importante, es dar las

    razones que lo justifican. Estas razones estn inspiradas principalmente en la fuente de nuestra fe

    cristiana, la sagrada Escritura; en buena parte tambin estn fundadas en una experiencia que

    podemos calificar de universal: es ms que probable que todos conozcamos por experiencia

    propia qu es la amistad y por qu ha merecido el unnime reconocimiento de su bondad. La

    memoria colectiva de los pueblos se deleita recordando ejemplos memorables de amigos; autores

    de todos los tiempos -profanos y sagrados- han dedicado grandes alabanzas a la amistad. Por este

    motivo trataremos en primer lugar de lo universalmente conocido, de la amistad humana,

    aduciendo testimonios de autores profanos y de autores sagrados; ms adelante daremos un salto

    a lo misterioso y desconocido, a la amistad con Dios.

    1. La categora de la amistad humana

    Quin no ha tenido alguna vez en su vida un amigo? Al menos durante la infancia un

    compaero se distingua entre los dems. Sin l nada tena sabor, la luz no iluminaba, la msica

    chirriaba, la soledad oprima; con l todo era diferente: los estudios no pesaban, los juegos

    divertan, el tiempo corra demasiado de prisa; todo era hermoso, pero frgil, como el cristal. Es

    muy probable que tambin hayamos establecido relaciones de amistad con otras personas en otros

    estadios de nuestra vida, aunque hayan sido breves y superficiales. En todo caso el tema de la

    amistad no nos es indiferente.

    El hombre est llamado a vivir en sociedad, en compaa de otros individuos singulares y

    afines. Es cierto que se puede vivir sin amigos, como se puede vivir solitariamente en la ciudad o

    en el desierto. El hombre puede sentirse solo en medio de la multitud, extrao entre extraos.

    Pero hay que reconocer que no tener amigos es una desgracia y que tenerlos es una bendicin;

    porque el amigo en la vida de un hombre es tan necesario como la luz y el calor. La presencia de

    un amigo es una delicia; por ella la inmensidad del mundo est llena y es luminosa, un paisaje

    alpino se humaniza: es clido en invierno y fresco en verano; sin ella todo es fro, tenebroso y

    vaco.

    Decir hermano es decir cercana, ayuda, cario, igualdad; decir amigo es decir hermano por

    libre eleccin. Si el hermano es amigo, es dos veces hermano, pero si no es amigo, de qu sirve

    ser hermano? Mejor es amigo cerca que hermano lejos. El amigo verdadero jams abandona al

    amigo; el hermano siempre es hermano, pero a veces abandona al hermano cuando ste ms lo

    necesita. El amigo es ms que un hermano, es una rplica de s mismo, es otro yo, al que se

    quiere tanto o ms que a uno mismo. Recordemos a Eurpides, que escribi pginas sublimes

    sobre la amistad entre Orestes y Plades. Plades debe morir para que se salve Orestes, pero

    Orestes no consiente en que muera su amigo, por esto le dice a Ifgenia, su hermana an no

    reconocida: Sera para m un dolor cruel que se degollase a ste [Plades]... No es justo, pues,

    que te haga yo este servicio [llevar una carta a Argos] y escape del peligro, dejndole a l morir.

    Y cambia la propuesta: Dale esa carta: l la llevar a Argos y quedars satisfecha. En cuanto a

    m, que me maten si quieren. Sera una cobarda magna salvarse uno a s mismo sumiendo en la

    UsuarioNota adhesiva

  • 4

    desgracia a un amigo. ste es amigo mo y quiero que vea la luz no menos que yo3. Plades, por

    su parte, manifiesta sus nobles sentimientos de amigo verdadero: No hay felicidad para un

    amigo que ve morir a su amigo... Es vergonzoso que, muerto t [Orestes], vea yo la luz,... es

    preciso que yo muera contigo4. Aqu la amistad es elevada a la ms alta cima posible de los

    sentimientos humanos, y es un preludio literario de la sublime sentencia de Jess: Nadie tiene

    mayor amor que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13). La generosidad del amigo ha sido

    comparada a la sangre: El amigo verdadero / ha de ser como la sangre, / que acude luego a la

    herida, / sin esperar que la llamen. El amigo no slo socorre al amigo herido, como un buen

    samaritano, sino que prefiere la vida del amigo a la propia.

    Al pertenecer la amistad a nuestras vivencias personales, slo el que ha saboreado su dulzura

    conoce su alto valor positivo y puede hablar de ella con autoridad. Desde la antigedad ms

    clsica: la griega y la romana, autores tan esclarecidos como Platn, Aristteles y Cicern han

    escrito tratados y ensayos sobre la amistad. De ella han dicho cosas maravillosas, que nos sirven

    de punto de apoyo para dar el salto a consideraciones ms elevadas de la amistad de Dios con

    nosotros y de nosotros con Dios, de que nos hablan los autores sagrados y no los paganos.

    2. La amistad no es una mercanca

    Nadie en su sano juicio pone precio a un hijo, porque su valor no puede apreciarse en monedas

    de cambio. Algunos bienes patrimoniales no tienen precio, por ejemplo, el cuadro de las Meninas

    de Velzquez o el Palacio de la Alhambra de Granada. Tampoco la amistad es un bien

    cuantificable; si se le asignara un precio, dejara de ser amistad, se convertira en un sentimiento

    interesado, semejante a un objeto-mercanca intercambiable. Si la amistad fuera una mercanca,

    se podra fabricar y vender y comprar con un precio determinado. El que fuera ms rico, tendra

    ms amigos, y verdaderamente hara un buen negocio si cambiara dinero en metlico por

    personas amigas. En la vida real se constata con demasiada frecuencia que muchos acuden a la

    sombra del dinero y, con gran descaro, se llaman a s mismos amigos del afortunado. Los

    vividores permanecen bajo esta sombra, mientras les sirve de proteccin, es decir, mientras

    pueden medrar y aprovecharse del bien ajeno, como parsitos aduladores que son. Si sobreviene

    un cambio adverso de la fortuna, nada les importar abandonar en la desgracia al que llaman su

    amigo, demostrando que ellos son amigos verdaderos de las riquezas y falsos amigos del que las

    posee. Como ratas que huyen del barco que se hunde, as son los falsos amigos del rico que se

    arruina. La verdadera amistad, sin embargo, nada tiene que ver con sentimientos interesados y

    bastardos.

    3. La amistad es una unin afectiva no excluyente

    Una definicin aproximada de la amistad podra enunciarse de la siguiente manera: La

    3. Ifigenia en Turide, 598-608. (Traduccin de Leconte de Lisle / G. Gmez de la Mata, en

    Coleccin Austral, 623. Espasa - Calpe).

    4. Ifigenia en Turide, 650.674-675.

    UsuarioNota adhesivaDiferencia a la de Jess porque nadie quiso morir con l

  • 5

    amistad es un sentimiento espiritual que tiende a la unin afectiva entre dos o ms personas, sin

    llegar a ser excluyente. El sentimiento espiritual va ms all de la mera atraccin sexual, si bien

    no es incompatible con ella. Por esto puede darse entre novios y esposos, y sera deseable que

    siempre se diera. Esta unin afectiva o amor mutuo se distingue de la atraccin sexual entre

    personas del mismo o distinto sexo en que no es posesiva, en que no excluye a terceras personas,

    ms bien queda abierta a todas las posibles relaciones afectivas de la persona en los mbitos

    humano y divino.

    La amistad pertenece, por tanto, al mbito de la afectividad humana, y como a sta hay que

    cuidarla y cultivarla con esmero. Como cualquier otro sentimiento espiritual nace, se desarrolla,

    culmina; tambin puede disminuir y fenecer. Es una especie del amor de benevolencia, que busca

    desinteresadamente el mayor bien de la persona amada, del amigo, no la satisfaccin personal

    propia; es una salida de s -xtasis- para entrar en el mundo del otro. Por esto mismo el amor de

    benevolencia, o excntrico, es un movimiento contracorriente, porque lo espontneo en el medio

    afectivo es el movimiento egocntrico, centrpeto, no el movimiento centrfugo o anti-egosmo.

    Cultivar la amistad supone, pues, un duro ejercicio asctico continuo, para purificar el corazn de

    las bastardas inclinaciones y orientar la voluntad de modo altruista al bien del otro.

    Vale la pena, sin embargo, realizar cualquier esfuerzo en favor de la amistad, porque ella est

    entre los mejores bienes de que puede disponer el ser humano. Los que a lo largo del tiempo han

    escrito sobre la amistad se recrean en su exaltacin, comparndola con las cosas ms bellas y

    nobles de la naturaleza, y prefirindola a todas ellas. Platn pone en boca de Scrates estas

    palabras: Yo preferira un amigo a todo el oro de Daro y a Daro mismo. Tan apetecible y tan

    digna me parece la amistad!5. Su discpulo Aristteles hace la siguiente reflexin: Cuando se

    supone que el hombre dichoso tiene todos los bienes, evidentemente es un absurdo no concederle

    tambin los amigos, porque los amigos son ciertamente el ms precioso de los bienes

    exteriores6. El sol es necesario para la vida en nuestro universo; es fuente de vida, de luz, de

    calor, y en s mismo es bello. Pues de la amistad afirma Cicern: Parece que suprimen del

    mundo el sol, los que quitan de la vida la amistad7. Una vida sin amistad es noche perpetua sin

    luz ni calor; un hombre sin amigos no vive como un ser plenamente humano. La amistad es la

    luz, el calor, la salsa de la vida, lo mejor y ms dulce que de los dioses inmortales hemos

    recibido, en opinin de Cicern8; el mayor regalo que la vida y Dios pueden hacernos. A este

    respecto sienten unnimemente la antigedad y la modernidad. J. Ortega y Gasset, por ejemplo,

    dice hermosamente: Deleitosa es la pintura o la msica; pero qu son ambas emparejadas con

    una amistad delicadamente cincelada, con un amor pulido y perfecto?9.

    5. Lisis, 211e.

    6. tica a Nicmaco, IX,9: 1169b.

    7. Laelius, XIII,47.

    8. Ibdem.

    9. Para un museo romntico, en Obras, I (Madrid 1943), 549.

    UsuarioNota adhesivaincluye no excluye

    UsuarioSubrayado

  • 6

    4. Notas especficas de la verdadera amistad

    -La reciprocidad. La amistad es un sentimiento compartido, al menos entre dos personas que

    afectivamente sienten de la misma manera. No puede existir amistad donde no hay reciprocidad.

    En esto se diferencia la amistad del amor, en que el amor no necesita ser correspondido y la

    amistad s10

    . La amistad es como una conversacin telefnica entre dos personas que se quieren

    bien: mientras se d la conexin, fluir el dilogo; si se corta la conexin, cesar automtica-

    mente la comunicacin. En la amistad el vnculo afectivo es la conexin que une a los amigos y

    provoca la reciprocidad o respuesta. Si ese vinculo afectivo se rompe, cesa la reciprocidad,

    porque ha dejado de existir la amistad.

    -La confianza mutua. En la relacin interpersonal tiene mucha importancia el conocimiento

    que un participante tiene del otro. Cuanto ms amplio y profundo es el conocimiento mutuo,

    tanto ms firmes sern los lazos que pueden surgir entre ambos. En la relacin de amistad los

    vnculos o lazos entre los amigos se fundamentan en este mutuo conocimiento. De l surge la

    estima, el aprecio afectuoso y, sobre todo, la confianza. Sin la confianza no puede pensarse la

    amistad, ni mucho menos que se afiance y que progrese. El amigo confa en el amigo, porque

    sabe que le ser fiel. A su vez la fidelidad y lealtad probadas confirman la confianza inicial,

    aseguran su firmeza y reafirman los ntimos vnculos de la amistad. As, con el tiempo, la amistad

    gana en calidad, como el vino: amigo viejo y vino aejo.

    -La intercomunicacin. Es esencial a la amistad la transferencia o comunicacin ntima de

    sentimientos en uno y otro sentido. La intimidad de las personas es un santuario al que no se

    puede acceder sin permiso expreso del dueo. Los amigos son aquellos que pueden traspasar el

    umbral de la intimidad personal. Pero la intimidad de la persona no es una superficie plana, sino

    que tiene una profundidad sin fondo. A mayor amistad, mayor penetracin en esa intimidad

    profunda, hasta llegar a la sensacin de la fusin de las almas, salvando siempre la identidad de

    las personas. Los amigos verdaderos caminan juntos hacia un mismo horizonte espiritual en

    busca de una misma meta, de un mismo ideal, porque se sienten unidos en lo ms profundo de su

    ser: un solo corazn, una sola alma.

    La comunicacin en los bienes materiales externos es un plido reflejo de esa otra

    comunicacin en el espritu y una conclusin lgica y natural. Entre los amigos verdaderos no

    hay tuyo ni mo, sino nuestro11

    . En ellos se cumple al pie de la letra el dicho del Seor: Hay ms

    felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35). Se es ms feliz viendo que el amigo disfruta de los

    propios bienes que disfrutar uno mismo de ellos.

    -El respeto. Est claro que la amistad, al menos, es cosa de dos. Por mucha unin de

    voluntades que haya, nunca se podr llegar a la fusin de dos sujetos en uno, a la unidad absoluta,

    eliminando uno de los centros de intimidad personal. Al amigo se puede aplicar el proverbio de

    A. Machado, que dice: Ensea el Cristo: A tu prjimo / amars como a ti mismo, / mas nunca

    10. Cf. J. Maras, Una amistad delicadamente cincelada, en Obras, III (Madrid 1964), 234.

    11. Aristteles deca: Es muy exacto el proverbio que dice: Todo es comn entre amigos

    (tica a Nicmaco, VIII,11[9]: 1159b).

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    olvides que es otro12

    . El respeto a las personas no est reido con el afecto, por el contrario, es

    una exigencia de l. Precisamente porque se quiere y se estima al amigo, se tiene un gran respeto,

    un sagrado respeto, por su persona. Si se falta al respeto entre los amigos, se despoja a la

    amistad de su mejor ornato13

    . En la amistad, como en el amor, no hay cosas pequeas; ms bien

    las cosas pequeas se valoran grandemente, y las personas exceden toda medida. Por lo tanto,

    merecen el mximo respeto.

    -La sinceridad y la franqueza. La amistad es como el agua cristalina y transparente; por esto a

    la amistad slo le conviene la claridad, la transparencia, el candor, la honestidad, la franqueza, es

    decir, la verdad pura no disimulada. El trato entre los amigos no tolera el engao, el fraude, la

    mentira, la doblez de espritu, la simulacin, la hipocresa. El verdadero amigo nunca dejar de

    ser sincero con el amigo de verdad, sobre todo cuando tiene que reprenderle o amonestarle por

    una accin o actitud determinada. Entonces debe demostrarle con la libertad de expresin el alto

    aprecio en que lo tiene. Si el amigo acepta con humildad y sencillez la palabra del amigo, franca

    y sincera, pero dolorosa, es signo manifiesto de que el vnculo entre ambos es de autntica

    amistad. La prueba ha sido el fuego que ha purificado la relacin amistosa y la ha consolidado.

    -La igualdad. La amistad normalmente surge entre iguales. El pueblo as lo ha entendido y as

    lo ha formulado en sus sabias sentencias: La amistad entre iguales es la que vale, o amistad

    durable, entre dos iguales. Por el contrario, no se apuesta por la amistad entre personas de

    esferas sociales y culturales diferentes: La amistad entre desiguales, poco dura y menos vale14

    .

    A veces, sin embargo, la amistad nace entre desiguales, y no slo durante la niez, que no

    entiende de diferencias sociales, sino tambin en las etapas siguientes de la vida. Literariamente

    se ha cultivado la amistad entre el Prncipe y el mendigo. Sin descartar, en absoluto, esta

    posibilidad, los amigos desiguales pertenecen simplemente a clases sociales y culturales

    diferentes, o a edades bien dispares. La amistad, de hecho, tiende a hacer iguales. El superior

    desciende para ponerse al mismo nivel que el inferior, sin que esto suponga una humillacin para

    ninguno15

    . Un amigo verdadero jams se sentir superior a su amigo, aunque socialmente lo sea,

    porque en l ver la mitad de su alma16

    , su propia imagen17

    , la repeticin de s mismo18

    . No debe,

    12. Proverbios y Cantares, XLII.

    13. Cicern, Laelius, XXII,82.

    14. Tambin opinaba as Aristteles, que por esto negaba la posibilidad de amistad entre los

    hombres y los dioses (cf. tica a Nicmaco, VIII,9[7]: 1159a).

    15. Por esta razn el cristianismo cree en la amistad de Dios con el hombre en contra de la

    opinin de filsofos paganos como Aristteles.

    16. Como deca Horacio de Virgilio: Animae dimidium meae (Odas I,3,8; cf. Ovidio, Trist.,

    IV,4,72).

    17. El que contempla a un amigo verdadero, ve en l como a su propia imagen (Cicern,

    Laelius, VII,23).

    18. Como otro yo, lo llamar Cicern (Laelius, XXI,80).

  • 8

    pues, extraamos que se haga mencin de la armona de pareceres y sentimientos, cuando se trata

    de verdaderos amigos.

    -Recapitulando. La amistad, como cualquier actividad humana, tiene su historia, que puede ser

    descrita por uno de los protagonistas que sea buen observador. Toda amistad sigue un proceso

    temporal: nace, se desarrolla -no siempre en una direccin ascendente- y, si es duradera, alcanza

    su plenitud o punto ms alto, en el que se mantiene hasta la muerte de uno de los amigos. En este

    caso la amistad es ms fuerte que la misma muerte, pues la supera y pervive en el amigo que

    queda. David recuerda la amistad que lo una a Jonatn, ya muerto, en su celebrrima

    lamentacin: Cmo sufro por ti, Jonatn, hermano mo! Ay, cmo te quera! Tu amor era para

    m ms maravilloso que el amor de las mujeres (2 Sam 1,26). Eurpides pone en boca de

    Plades, el amigo entraable de Orestes, estas palabras: Muerto [Orestes], sers para m ms

    querido an que vivo19

    .

    El proceso de la amistad, sin embargo, es frgil, como todo lo humano, y en cualquier

    momento se puede romper, quedando todo en una bella historia interrumpida, en algo que pudo

    haber sido y no fue. Para que el proceso de amistad supere todas las dificultades que surgen en el

    largo camino de las relaciones interpersonales se requiere en los protagonistas la madurez

    psicolgica, que se va forjando al paso de los aos con el ejercicio continuado de muchas

    virtudes, como la bondad, la comprensin, la tolerancia, la constancia, el desinters. Por esta

    razn la amistad entre los nios y los adolescentes slo puede ser el inicio, nunca la cima de una

    relacin, porque tiene que afianzarse y madurar con los aos. Muchas amistades que vienen de la

    infancia son de las mejores, pero las ms decisivas suelen formarse en los aos de la juventud, la

    poca de la ilusin y de los grandes proyectos.

    5. Los testimonios ms valiosos sobre la amistad

    En realidad, este apartado tiene una nica funcin: servir de puente o paso para los captulos

    que siguen, dedicados todos ellos a investigar lo que en la sagrada Escritura, A y NT, nos dicen

    los autores sobre la amistad. Podemos adelantar que la Escritura confirma todo lo bueno y bello

    que los autores profanos han dicho sobre la amistad; pero, adems, aaden lo que aqullos jams

    comprendieron y expresamente negaron: el establecimiento de relaciones amistosas entre Dios y

    los hombres.

    A lo largo de la Escritura son tantos los testimonios que encontramos sobre la amistad que no

    tenemos ms remedio que ordenarlos, si es que de verdad queremos saborearlos todos. El orden

    ms adecuado parece ser el que mejor se acerque al de los mismos libros de la Escritura. Por

    consiguiente, trataremos primero de los testimonios de los libros del AT escritos en hebreo; en

    segundo lugar de los testimonios de los libros griegos del AT y, por ltimo, nos explayaremos

    largamente en el estudio del NT, ya que l nos introduce en lo ms sublime de la amistad de Dios

    con los hombres, en lo que jams ha podido soar el mejor amigo para sus amigos.

    19. Ifigenia en Turide, 717-718. Ver tambin San Agustn, Confesiones, IV,6,11.

    UsuarioNota adhesiva

    UsuarioResaltado

  • 9

    2

    El amigo

    en el Antiguo Testamento hebreo

    El que estudie sin prejuicios la historia del antiguo Israel observar que la vida de los

    israelitas no se diferencia apenas de la de los pueblos de su entorno. Israel, como pueblo, est

    inserto en la cultura e historia de los pueblos que habitan la franja de tierra comprendida entre el

    borde noroeste del desierto Siro-arbigo y la costa oriental del Mediterrneo, es decir, el centro

    del gran arco del Creciente Frtil, cuyos extremos son Mesopotamia (Iraq) al este y Egipto en el

    suroeste. Conocemos el desarrollo cultural de estos pueblos por los testimonios escritos desde el

    segundo milenio a.C. y los monumentos que han desenterrado los arquelogos durante los dos

    ltimos siglos. En cuanto a las relaciones entre sus miembros prevalece la visin colectiva a la

    puramente individual. La comunidad est sobre el individuo; el individuo en funcin de la

    colectividad; sta es la que identifica al pueblo y garantiza su permanencia y perseverancia. No

    hay mayor castigo para un individuo que la expulsin del cuerpo social, dejndolo a su suerte

    fuera de la comunidad, fuera del campamento, fuera de la ciudad, donde morir con toda

    seguridad.

    De las relaciones que practicaban los miembros del pueblo entre s, la que por ahora nos

    interesa subrayar es la de la amistad. La Sagrada Escritura es un testimonio magnfico de cmo el

    hombre antiguo conceba el complejo mundo de las relaciones entre los hombres y de stos con la

    divinidad. En el presente captulo pasaremos revista a los pasajes del Antiguo Testamento

    hebreo, en los que se nos habla de amistad de los hombres entre s.

    La relacin de amistad se expresa en hebreo con el vocablo ra / mra (en adelante: rea, merea), presente prcticamente en todos los libros del Texto Masortico (TM). Como el nmero

    de testimonios en que aparece el trmino rea es muy elevado, ofrecemos una sntesis

    sistematizada de sus acepciones. El ncleo significativo original es el de cercana, como se

    advierte en el compendio siguiente: el otro, que est ah enfrente; el prjimo o persona cercana;

    el compaero en la convivencia de cada da; finalmente, el que comparte el afecto, la intimidad,

    es decir, el amigo. El contexto inmediato de los pasajes en hebreo nos revelar si se trata de

    verdadera o de falsa amistad, de compaeros autnticos o slo circunstanciales, de amigos falsos

    o de verdaderos amigos

    1. La alteridad del otro

    En primer lugar rea puede significar simplemente la alteridad, estar en lugar del otro o de los

    otros en un contexto en el que se enfrentan, al menos, dos individuos, uno conocido o con

    nombre propio, el otro -los otros- conocido o desconocido, pero ah presente y cercano. El

    hombre vive rodeado de cosas inanimadas y de seres vivientes, en el seno de una sociedad o

    comunidad de semejantes a l. La experiencia de la alteridad, de lo otro, del otro es, pues,

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  • 10

    primaria. Por ella tenemos conciencia de nuestros lmites, de nuestro entorno y podemos

    afirmarnos a nosotros mismos. No pretendemos hacer un estudio filosfico de nuestra alteridad;

    simplemente nos limitamos al estudio del trmino rea en la sagrada Escritura, que ilumina

    muchos de los aspectos de esa alteridad.

    1.1. La pura alteridad

    Empezamos por sealar los pasajes en que aparece afirmada la pura alteridad del otro o de los

    otros, como esas doce parejas de jvenes israelitas que se desafiaron con fiereza, pues cada uno

    agarr la cabeza del otro y hundi la espada en el costado (2 Sam 2,16); o ese rival sin nombre

    de Oseas del que se nos habla en Os 3,1: Vete otra vez, ama a una mujer amante de otro.

    En el mbito judicial, cuando se habla en general o no se conocen los nombres de los

    contendientes, se utilizan los pronombres indefinidos uno y otro. Moiss responde a una

    pregunta de su suegro Jetr sobre su manera de administrar justicia: Cuando tienen un pleito,

    vienen a m y yo decido entre unos y otros (x 18,16). El profeta Jeremas se dirige a los

    habitantes de Jerusaln: Si hacis justicia entre unos y otros... (Jer 7,5). Tambin un proverbio

    nos introduce en un juicio y nombra a una de las partes como el otro: El primero que se defiende

    tiene razn, hasta que llega el otro y lo interroga (Prov 18,17). La expresin no cambia, cuando

    se refiere a personas conocidas, como en el caso de David y Jonatn, donde se subraya el nivel de

    igualdad entre ambos, pues se besaron el uno al otro y lloraron uno junto al otro (1 Sam

    20,41).

    1.2. Como trmino de dilogo

    Se puede hablar consigo mismo, reflexionando en voz alta -monlogo-; pero lo normal,

    cuando se habla, es dirigir la palabra a uno o ms interlocutores, establecer un dilogo con otro u

    otros que puedan or y responder. Si no se tienen medios tcnicos para hablar a distancia, es

    necesaria la cercana, la presencia entre los dialogantes para comunicarse mutuamente -unos a

    otros- los mensajes por medio de la palabra. As, por ejemplo, antes de empezar la construccin

    de la torre de Babel, se dijeron unos a otros: Vamos a fabricar ladrillos (Gn 11,3)20

    . Ver,

    tambin, un ejemplo de saludo afectuoso e ntimo entre Moiss y su suegro Jetr: Moiss sali

    al encuentro de su suegro, se prostern, lo bes y se saludaron el uno al otro, y entraron en la

    tienda (x 18,7).

    1.3. Como trmino de una accin negativa

    20. Es frecuente en la sagrada Escritura el uso de rea con los verbos de decir y con la

    expresin: se dijeron unos a otros, o una muy parecida. Vanse Jue 6,29; 10,18; 1 Sam 10,11;

    2 Re 7,3.9; Is 34,14 (animales entre s); Jer 22,8; 23,27; 36,16; Jons 1,7; Zac 3,10; Mal 3,16; Sal

    12,3.

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  • 11

    El hombre, sujeto activo y pasivo, establece comunicacin con otros sujetos pasivos y activos

    de su mismo medio. Las personas que nos rodean, las ms cercanas: rea, son el trmino de las

    acciones nuestras, que llamamos positivas, si causan en ellas algn bien, y negativas, si producen

    algn efecto malo. En este apartado de nuestro estudio sobre rea en la sagrada Escritura

    reseamos las acciones que explcitamente tienen como sujeto receptor de algn mal al otro.

    Ordenamos los pasajes de la Escritura segn sea menor o mayor el efecto negativo que causa la

    accin de uno(s) contra otro(s).

    Empezamos con el alejamiento, que nos parece el menor de los males: Que el Seor nos

    vigile a los dos [Labn y Jacob], cuando nos alejemos el uno del otro (Gn 31,49).

    Las maquinaciones, como proyecto para hacer dao, deben evitarse: No tramar males unos

    contra otros (Zac 8,17).

    La palabra que pronuncia el profeta verdadero en nombre del Seor es santa e inviolable. Si

    uno, que no es profeta, se presenta como tal, repitiendo las palabras del profeta verdadero, es un

    farsante y el Seor lo condena: Aqu estoy contra los profetas -orculo del Seor- pues se roban

    unos a otros mis palabras (Jer 23,30).

    Hacer dao a otro, lgicamente tambin lo condena el Seor. Salomn ora al Seor: Cuando

    uno peque contra otro, ... condena al culpable... y absuelve al inocente (1 Re 8,31-32).

    En los das de la edificacin del segundo templo -ya se haban echado los cimientos- el profeta

    Zacaras alza su voz: Hasta esos das no haba paga ni para hombres ni para el ganado; no haba

    paz para hacer una vida normal a causa del enemigo, pues yo enfrentaba a unos contra otros

    (Zac 8,10; cf. Jer 46,16).

    En Isaas llegan a las manos: en Jerusaln se atacar la gente mutuamente, unos contra otros

    (Is 3,5).

    De los filisteos leemos en 1 Sam 14,20 que la espada de cada uno se volva contra el otro.

    En la Ley se habla no slo de las heridas entre los hombres: Cuando surja una ria entre dos

    hombres y uno hiera al otro a puetazos... (x 21,18), sino tambin entre animales: Cuando el

    toro de alguien hiere al toro de otro (Ex 21,35).

    La escala que presentamos culmina con la aniquilacin: Los amonitas y moabitas decidieron

    destruir y aniquilar a los de Ser y, cuando terminaron con ellos, se ayudaron unos a otros en la

    matanza (2 Crn 20,23), y con la muerte: Los reyes [de Edom, de Jud y de Israel] se han

    acuchillado, se han matado unos a otros (2 Re 3,23).

    1.4. Como trmino de una accin no negativa

    En el intercambio de acciones, que es la vida humana, son ms abundantes las acciones

    buenas o positivas que las malas o negativas; lo cual vale lo mismo para la actualidad que para

    los tiempos bblicos. Sin embargo, en el relato de la historia lo malo ocupa ms espacio que lo

    bueno; lo negativo parece eclipsar a lo positivo, tal vez porque se sale de la norma. La sagrada

  • 12

    Escritura no es una excepcin. Hemos visto ya los testimonios negativos a propsito de rea; los

    positivos son menos numerosos, pero considerables, como vemos a continuacin. En primer

    lugar colocamos los trminos de acciones mutuas no negativas, en segundo lugar los de acciones

    no mutuas.

    a) Trmino de una accin mutua no negativa

    Los dos primeros ejemplos muestran asombro y espanto respectivamente, pero las acciones no

    tienen por qu ser necesariamente reprensibles: los hermanos de Jos se miraban unos a otros

    asombrados (Gn 43,33); en el da del Seor los gentiles se mirarn espantados unos a otros...

    (Is 13,8). El tercer testimonio subraya bien a las claras la significacin de cercana de rea: Rut ha

    dormido a los pies de Boaz en la era y se levant antes de que uno pueda reconocer a otro (Rut

    3,14), aunque est muy cerca a causa de la obscuridad an reinante antes del amanecer. La ayuda

    mutua que se presta un artfice a otro, aunque sea de dolos, nos descubre tambin la proximidad

    de los nimos: Se ayudan uno al otro (Is 41,6). La misma proximidad se supone entre maestro

    y discpulos: en el tiempo que ha de venir, los israelitas ya no tendrn que ensearse unos a

    otros (Jer 31,34). El motivo festivo del ltimo testimonio es un cierre magnfico de esta seccin,

    en que la alteridad del otro no aleja, sino acerca: en la fiesta de los Purim, los judos se hacen

    regalos los unos a los otros (Est 9,19; ver tambin Est 9,22).

    b) Trmino de una accin no mutua

    Los cinco testimonios que nos ofrece la sagrada Escritura en este apartado tienen en comn

    que tratan de la accin de dar o entregar uno a otro objetos muy variados, como son:

    Una sandalia: Antiguamente haba esta costumbre en Israel, cuando se trataba de rescate y

    de permuta: para ratificar cualquier asunto uno se quitaba la sandalia y se la daba al otro. As se

    daba testimonio en Israel (Rut 4,7).

    Las mujeres de David: As dice el Seor: Har que de tu propia casa nazca tu desgracia, te

    arrebatar tus mujeres ante tus ojos y se las dar a otro que se acostar con ellas a la luz del sol

    (2 Sam 12,11).

    El ttulo de reina: Asuero debe publicar un decreto prohibiendo que Vasti se presente ante el

    rey Asuero y otorgando el ttulo de reina a otra mejor que ella (Est 1,19).

    El reino de Israel: Samuel dijo: Hoy te ha desgarrado el Seor el reino de Israel y se lo ha

    dado a otro mejor que t (1 Sam 15,28; ver tambin 1 Sam 28,17).

    2. El prjimo

    Llamamos prximo a todo aquello que dista poco de nosotros en el espacio o en el tiempo;

    transformado en prjimo se refiere a cualquier persona que, por formar parte del gnero humano,

    est prxima a todas las dems con las que constituye radicalmente una familia solidaria. En este

    sentido todas las relaciones humanas interpersonales son relaciones entre prjimos o con el

    prjimo. La sagrada Escritura se mueve en este mbito; el vocablo rea adquiere aqu todo su

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    esplendor: el otro es ya el prjimo, a cuya compleja gama de matizaciones nos vamos a acercar

    en este prrafo segundo.

    2.1. El cercano o vecino

    La cercana o poca distancia en el espacio es la primera y ms fcil acepcin de vecino: rea,

    que determina y precisa an ms la alteridad, vista en el prrafo anterior. La sagrada Escritura

    nos habla de los vecinos egipcios, que tenan los israelitas durante su estancia en Egipto antes de

    su liberacin. A ellos se refiere con claridad la palabra del Seor que ordena a Moiss: Habla a

    todo el pueblo: que cada uno pida a su vecino y cada mujer a su vecina objetos de plata y objetos

    de oro (x 11,2). El profeta Jeremas utiliza tambin la palabra en femenino en vsperas de la

    trgica dispersin del pueblo por naciones desconocidas de ellos y de sus padres (Jer 9,15).

    Ante la desgracia que se avecina no bastarn el llanto y las lamentaciones de las plaideras

    profesionales. Todos debern derramar lgrimas y lamentarse con las terribles palabras del

    profeta que anuncian lo que va a venir: Ensead a vuestras hijas una endecha, cada una a su

    vecina una elega (Jer 9,19). Tambin el profeta Zacaras anuncia desgracias cercanas, que

    manifestarn el disgusto del Seor por la conducta reprobable de su pueblo: No volver a

    perdonar a los habitantes del pas - orculo del Seor-; entregar a cada uno en manos de su

    vecino y en manos de su rey (Zac 11,6). Por esto mismo reinar en todo el pas el miedo, el

    espanto, el desconcierto general: Agarrar cada uno la mano de su vecino y alzar su mano

    contra la mano de su vecino (Zac 14,13).

    En el libro de los Proverbios se recoge una observacin humorstica, que bien pudo pertenecer

    al medio rural, donde todos se conocen y se dan los buenos das: Quien saluda al vecino de

    madrugada y a voces es como si lo maldijera (Prov 27,14). En ese mismo medio rural hay

    costumbres entre vecinos que se deben observar con todo rigor. El cdigo legal las recopila unas

    veces en forma condicional: Si entras en la via de tu vecino, podrs comer las uvas que quieras,

    pero no meters nada en tu cesta. Si entras en las mieses de tu vecino, podrs recoger espigas con

    la mano, pero no meters la hoz en la mies de tu vecino (Dt 23,25-26); otras veces en forma

    apodctica: Maldito quien desplace los mojones de su vecino (Dt 27,17), pues se considera

    sagrada la reparticin de la tierra.

    La buena convivencia entre vecinos es una bendicin de Dios, pero no siempre se consigue,

    como declara Job: Soy el hazmerrer de mi vecino (Job 12,4); sin embargo, vale la pena hacer

    cualquier sacrificio por mantenerla. Se impone una vigilancia prudente; por esto el sabio

    aconseja: No entres a menudo en casa de tu vecino, no sea que se harte y te aborrezca (Prov

    25,17).

    2.2. El prjimo como individuo y persona

    La naturaleza del hombre es tal que no se realiza si no vive en sociedad, en comunidad con

    otros como l. No es suficiente, por tanto, que se le considere un individuo cercano, vecino; es

    necesario que sea reconocido como individuo, semejante en todo a los miembros constitutivos de

    la comunidad, del grupo, con todas sus consecuencias; es decir, que sea reconocido como

    persona. La mayor dignidad del ser humano es ser persona, sujeto de derechos y obligaciones que

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    ninguna instancia humana, por alta y poderosa que sea, puede eliminar. l ha sido creado a

    imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27) y, por esto, es el referente obligado de todo

    derecho. El AT suele hablar del hombre como individuo concreto y como persona. Lo veremos

    en el prrafo presente y tambin en los siguientes.

    Una de las metas ms altas del AT, al hablar de las relaciones interpersonales, la propone el

    pasaje de Lev 19,18: Amars a tu prjimo como a ti mismo, pues introduce al prjimo, aunque

    ste sea el israelita, en el mbito de la propia persona: como a ti mismo. Prov 21,10 atestigua

    una terrible realidad: Afn del malvado es desear el mal, mira sin piedad a su prjimo; porque

    es verdad que nadie se odia a si mismo, ni planea mal alguno contra si mismo; consecuentemente

    ordena la ley: No demandes (en juicio) contra la vida de tu prjimo (Lev 19,16), y el sabio

    aconseja: No trames daos contra tu prjimo, mientras vive confiado contigo (Prov 3,29). El

    salmista se pregunta, hablando directamente con el Seor: Quin puede hospedarse en tu tienda

    y habitar en tu monte santo? (Sal 15,1). l mismo da la respuesta: El que no hace mal a su

    prjimo ni difama a su vecino (Sal 15,3), pues el que as acta es digno de estar en la presencia

    del Seor. Sin embargo, quien desprecia a su prjimo, peca y es un insensato (Prov 14,21 y

    11,12), exponindose a que caiga sobre l la maldicin del ofendido (cf. 1 Re 8,31; 2 Crn 6,22).

    Los maestros de sabidura ensean el correcto proceder entre unos y otros, pues en el trato

    mutuo se forjan los caracteres: El hierro afila al hierro, el hombre el perfil de su prjimo (Prov

    27,17). Tan diferente es el influjo del justo y del malvado que el justo sirve de gua a su

    prjimo (Prov 12,26), mientras que el hombre que adula a su prjimo tiende una red a sus

    pasos (Prov 29,5), y el hombre violento seduce a su prjimo y lo lleva por mal camino (Prov

    16,29).

    Captulo especial merecen la difamacin, la mentira, el engao; en general, el mal uso de la

    palabra, de la lengua: El impo arruina a su prjimo con la boca (Prov 11,9). El profeta

    Jeremas se lamenta de la depravacin general en el pas y previene cautelarmente: Gurdese

    cada uno de su prjimo, no os fiis del hermano; el hermano pone zancadillas y el prjimo anda

    difamando. Cada uno se burla de su prjimo y no dice la verdad, entrenan sus lenguas en la

    mentira... Su lengua es flecha afilada; su boca dice mentiras, saludan con la paz al prjimo y por

    dentro le traman asechanzas (Jer 9,3-4.7; cf. Sal 28,3). El Seor reprueba hasta la difamacin

    secreta; dice en Sal 101,5: Al que en secreto difama a su prjimo, lo har callar; cunto ms la

    accin consumada: Ay del que emborracha a su prjimo, lo embriaga con una copa drogada,

    para remirarlo desnudo! (Hab 2,15). Pero sobre todo el Seor desaprueba y reprende la accin

    contra el desamparado e indigente: No oprimirs a tu prjimo, ni lo explotars. El salario del

    jornalero no pasar la noche contigo hasta la maana siguiente (Lev 19,13), entre otras razones

    porque es pobre y lo necesita para vivir (cf. Dt 24,15), y porque en l debes mirarte a ti mismo,

    como si fuera tu otro yo, segn lo dicho en Lev 19,18: a tu prjimo como a ti mismo.

    2.3. El prjimo propietario

    De lo anterior se deduce que la convivencia en paz con nuestro prjimo es el fundamento y el

    ideal de nuestra vida en sociedad. Si esta convivencia deja de ser pacfica, es que se ha

    establecido entre nosotros la discordia, la ruptura violenta, el enfrentamiento de los nimos, la

    destruccin de la unidad y de los sentimientos solidarios. Si desaparece el respeto a nuestro

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  • 15

    prjimo, a su individualidad e intimidad, aparece el deseo de invasin y de apropiacin de todo lo

    suyo. Por esto la Ley pone barreras que no se deben superar: No codiciars la casa de tu

    prjimo, ni codiciars la mujer de tu prjimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno,

    ni nada que sea de tu prjimo (x 20,17; cf. Dt 5,21). Nos sorprende sobremanera que en la

    concepcin que subyace a esta legislacin, al menos en la versin del xodo, la mujer sea como

    uno ms de los objetos que posee el varn, pues en la lista de bienes que no se pueden codiciar la

    mujer ocupa un lugar no diferenciado entre la casa de su prjimo, y su esclavo, su esclava, su

    buey, su asno y cualquier otra cosa que sea de su prjimo. La mujer es, por tanto, objeto-

    propiedad del varn, no su igual. sta es la concepcin dominante en las culturas del tiempo;

    muy lejana, por cierto, a la que refleja el texto de Gn 1,27: Y cre Dios al hombre a su imagen

    y semejanza; a imagen de Dios lo cre; varn y hembra los cre, donde el varn y la mujer

    aparecen al mismo nivel, con la misma dignidad. La misma concepcin se confirma en Gn 2,24:

    El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Dt 5,21

    tambin se diferencia de x 20,17, al anteponer lo relativo a la mujer a la lista de cosas, esclavos

    y animales que no se pueden codiciar.

    En el profeta Jeremas, el prjimo adquiere el pleno sentido, la plena dignidad de miembro del

    pueblo, oprimido por el hecho inhumano de la esclavitud. Mientras el ejrcito de Nabucadonosor

    tena puesto el cerco a Jerusaln y a otras ciudades importantes de Judea, el rey Sedecas lleg a

    un acuerdo con el pueblo de Jerusaln para dejar en libertad a los esclavos y esclavas hebreos,

    sometidos a la esclavitud. El acuerdo lo pusieron en prctica; pero, aliviado el asedio por parte

    del ejrcito babilonio, se arrepintieron y volvieron a someter a esclavitud a los que poco antes

    haban manumitido (cf. Jer 34,8-11). Jeremas recuerda entonces la legislacin antigua: Yo

    pact con vuestros padres cuando los saqu de Egipto, de la esclavitud, diciendo: Al cabo de cada

    siete aos, todos dejarn libre a su hermano hebreo que hayan comprado y que les haya servido

    seis aos: lo despedirn en libertad (Jer 34, 13-14; cf. x 21,2-11; Lev 25,39-42; Dt 15,12).

    Mientras el rey Sedecas y los habitantes de Jerusaln actan conforme a la ley, merecen la

    aprobacin de Jeremas: Vosotros os habais convertido hoy haciendo lo que yo apruebo,

    proclamando cada cual la manumisin para su prjimo, y habais hecho un pacto ante m, en el

    templo que lleva mi nombre (Jer 34,15). Al echarse atrs y volver a someter a esclavitud a los

    que acababan de poner en libertad, han imitado a sus antepasados, que no quisieron escuchar al

    Seor ni poner en prctica sus leyes y normas justas y misericordiosas con los hermanos ms

    desfavorecidos. Por esto Jeremas levanta de nuevo su voz amenazante en nombre del Seor:

    As dice el Seor: Vosotros no me habis hecho caso, proclamando cada cual la manumisin

    para su compatriota y cada cual para su prjimo; pues mirad, yo proclamo la manumisin -

    orculo del Seor- para la espada y el hambre y la peste, y os har escarmiento de todos los reyes

    de la tierra (Jer 34,17). Si ellos no han querido hacer la voluntad del Seor, dejando en libertad a

    sus hermanos, a su prjimo, merecidamente el Seor va a dejar libres en su contra las armas

    exterminadoras de los enemigos para escarmiento de toda la posteridad.

    2.4. El prjimo en un contexto judicial

    El individuo, reconocido como tal en una sociedad, goza de unos derechos que puede

    defender ante los tribunales de justicia de la sociedad a la que pertenece, si cree que le han sido

    conculcados. El ideal es que los administradores de la justicia: los jueces y magistrados, sean

    como el fiel de una balanza: imparciales, sin inclinarse ni a un lado ni al otro; ni en favor del que

  • 16

    acusa ni del acusado. En Israel la justicia se administra en nombre del Seor, como proclama el

    rey Josafat al nombrar los jueces de su territorio: Cuidado con lo que hacis, porque no juzgaris

    en nombre de los hombres, sino en nombre del Seor, que estar con vosotros cuando

    pronunciis sentencia. Por tanto, temed al Seor y proceded con cuidado, porque el Seor,

    nuestro Dios, no admite injusticias, favoritismos ni sobornos (2 Crn 19,6-7).

    De todas formas, lo ms prudente siempre ser evitar tener que recurrir a los tribunales de

    justicia para resolver los desacuerdos, como nos aconseja Prov 25,9: Arregla el pleito con tu

    prjimo y no reveles secretos ajenos (cf. Mt 5,25; Lc 12,58). Esta medida de prudencia debera

    tambin observarse aun en los casos en que el litigante cree que lo tiene todo a su favor: Sobre

    lo que han visto tus ojos no tengas prisa en pleitear, pues qu hars al final, cuando tu prjimo te

    deje confundido? (Prov 25,7-8). Muchas veces las apariencias engaan y el juez dicta sentencia

    en contra del que ingenuamente ha confiado en lo que sus ojos han visto. Al final de todo, el

    condenado tendr que pagar las costas del juicio y quedar en ridculo ante los dems.

    Los profetas se encargan de mostrar a chicos y grandes cul es el proceder adecuado en las

    relaciones interpersonales y, muy en especial, cuando tengan que ir a los tribunales. Zacaras

    habla con claridad a posibles litigantes, a magistrados y jueces: Esto es lo que tenis que hacer:

    Decir la verdad al prjimo, juzgar con integridad en los tribunales, no tramar males unos contra

    otros, no aficionaros al perjurio. -Que yo detesto todo eso- orculo del Seor (Zac 8,16-17; cf.

    7,9-10). Es tanto lo que el Seor detesta el perjurio y el falso testimonio que est explcito en los

    cdigos legales ms sagrados y solemnes: No dars testimonio falso contra tu prjimo (x

    20,16; Dt 5,20; cf. Prov 24,28).

    Tambin est relacionado con lo judicial salir fiador de otro, dar prstamos o dejar algo en

    depsito. Los autores estn claramente a favor del trato justo y caritativo con los ms dbiles;

    pero se muestran contrarios y reacios a la hora de salir fiadores o de hacer prstamos. Sobre lo

    primero nos dice el profeta Zacaras: As dice el Seor de los ejrcitos: Juzgad segn derecho,

    que cada uno trate a su hermano con piedad y compasin, no oprimis a viudas, hurfanos,

    emigrantes y necesitados, que nadie maquine maldades contra su hermano (Zac 7,9-10). En

    cuanto a salir fiador de otro, Prov 17,18 es rotundo: Es un insensato el que choca la mano y sale

    fiador de su prjimo. Se entiende que el deudor es el prjimo, amigo o vecino del fiador

    ingenuo que, por amistad o por cualquier otro motivo de inters personal, estrecha la mano del

    acreedor, un extrao, y con este gesto se compromete seriamente con el acreedor. La triste

    realidad demuestra que en la mayora de los casos el fiador es el perdedor, como nos dice el sabio

    en Prov 6,1-3: Hijo mo, si has salido fiador de tu prjimo, si has chocado tu mano con el

    extranjero, si has dado tu palabra y te has dejado atrapar por tu boca, haz esto.... El fiador se

    convierte paradjicamente en vctima del prjimo deudor, y ste en un carcelero y cazador del

    bienintencionado fiador, como constata de nuevo el sabio: Haz esto, hijo mo, para librarte, pues

    has cado en manos de tu prjimo: Ve, insiste y acosa a tu prjimo. No te entregues al sueo ni te

    des un momento de reposo, escapa como gacela de la trampa, como pjaro de la red del cazador

    (Prov 6,3-5).

    En caso de prstamos o depsitos de dinero, utensilios o animales al conocido, vecino o

    prjimo, la casustica se multiplica; la solucin se encontrar en el mutuo acuerdo o en los

    tribunales ordinarios de justicia (cf. x 22,6-13). Es muy significativa la ltima alusin al

    prjimo en esta larga lista de preceptos condicionales: Si tomas en prenda la capa de tu prjimo,

  • 17

    se la devolvers antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo y para

    acostarse. Si grita a m, yo lo escuchar, porque yo soy compasivo (x 22,25-26). El

    Deuteronomio incluye tambin este precepto, pero en un contexto ms amplio sobre prstamos:

    Si haces a tu prjimo un prstamo cualquiera, no entres en su casa a recuperar la prenda; espera

    afuera, y el prestatario saldr a devolverte la prenda. Y si es pobre, no te acostars sobre la

    prenda; se la devolvers a la cada del sol, y as se acostar sobre su manto y te bendecir, y tuyo

    ser el mrito ante el Seor, tu Dios (Dt 24,10-13).

    2.5. El prjimo y el adulterio

    Existe una conexin estrecha entre el adulterio y el quebrantamiento del derecho de

    propiedad, al menos en la redaccin de x 20,17, como ya hemos visto en el prrafo 2.3.: No

    codiciars la casa de tu prjimo, ni codiciars la mujer de tu prjimo, ni su esclavo, ni su esclava,

    ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prjimo (x 20,17; cf., sin embargo, Dt 5,20). En

    efecto, el adulterio o apropiacin indebida de la mujer del prjimo se equipara a la apropiacin

    tambin indebida de la casa del prjimo y de cualquier otra cosa que le pertenezca.

    Pero sin que se niegue que la esposa pertenece al esposo, las relaciones entre marido y mujer

    no se reducen exclusivamente a las de la propiedad. A la mujer se la considera tambin en s

    misma, formando parte de un orden social establecido, querido, bendecido y sancionado por

    Dios. Sobre el que quebrante este ordenamiento jurdico, le caer encima el peso de la Ley divina

    y humana: el adltero es rechazado de la sociedad de los hombres y de la cercana de Dios.

    Job 31 enumera una serie de pecados y delitos en contra del prjimo, pero que Job no ha

    cometido: embustes, mentiras, atropellos en los tribunales contra los esclavos y los inocentes, no

    atender al pobre, a la viuda, al vagabundo, al desnudo, no pagar el salario a los braceros, confiar

    en las riquezas, alegrarse de las desgracias de los enemigos... Al adulterio lo considera un pecado

    muy grave por la hipottica pena que tendra que sufrir Job si lo hubiera cometido: Si me dej

    seducir por una mujer y acech a la puerta de mi vecino, que mi mujer muela para un extrao y

    que otros se acuesten con ella (Job 31,9-10).

    Para Jeremas el adulterio es una perversin, una infamia en Israel. De los malvados y

    pervertidos habitantes de Jerusaln hace esta afirmacin: Son caballos cebados y lascivos que

    relinchan cada cual por la mujer de su prjimo (Jer 5,8). El mismo Jeremas anuncia de

    antemano la muerte de dos falsos profetas que han profetizado mentiras en nombre del Seor a

    los judos desterrados en Babilonia; y la razn que da es que hicieron una infamia en Israel,

    cometieron adulterio con la mujer del prjimo y contaron embustes en mi nombre sin que yo los

    mandase (Jer 29,23).

    El profeta Ezequiel juzga de la misma manera a la ciudad sanguinaria, Jerusaln. Entre sus

    crmenes frecuentes est tambin que hay quien comete adulterio con la mujer de su prjimo

    (Ez 22,11). En otros lugares Ezequiel considera el adulterio una profanacin de la mujer del

    prjimo (cf. Ez 18,6.11.15; 33,26). Por todo esto, el que comete adulterio ser castigado

    severamente: Podr uno llevar fuego en el seno sin que se le queme la ropa? Podr uno

    caminar sobre ascuas sin abrasarse los pies? Pues lo mismo el que se junta con la mujer del

    prjimo, no quedar impune nadie que la toque (Prov 6,27-29).

  • 18

    La Ley impone la pena de muerte a los adlteros: Si un hombre comete adulterio con la

    mujer de su prjimo, sern castigados con la muerte: el adltero y la adltera (Lev 20,10).

    2.6. El prjimo y los delitos de sangre

    Exista en Israel una institucin singular, heredada de los tiempos del desierto, que regulaba lo

    relativo a los delitos de sangre; esta institucin era la del gl de sangre, la del vengador de la sangre derramada voluntariamente (asesinato) o involuntariamente (simple homicidio). A

    continuacin transcribo lo que acerca del gl del pariente asesinado escrib en mi libro Rut21.

    La legislacin [israelita] a este respecto es muy detallada y escrupulosa, pues se trata del

    mayor crimen que un hombre puede cometer: matar a otro hombre22

    , y ningn crimen, en

    especial el de sangre, puede quedar impune. La sangre es la vida (cf. Lev 17,10-14; Dt 12,23) y la

    vida es slo de Dios, que la da y la quita (cf. Dt 32,39; 1 Sam 2,6; Sab 16,13.15). La sangre de un

    hombre, derramada injustamente, clama al cielo. La voz del Seor se dirige a Can, el asesino de

    su hermano Abel: Qu has hecho? La sangre de tu hermano me est gritando desde la tierra

    (Gn 4,10). La tierra personificada tambin protesta y reclama al recibir en su seno la sangre

    inocente (cf. Gn 4,11-12). La presencia invisible del Seor lo santifica todo, tambin la tierra en

    la que l habita y todos los israelitas. Pero esta tierra puede ser profanada: Con la sangre se

    profana la tierra (Nm 35,33b), con la sangre inicuamente derramada de un ser humano. Por la

    aplicacin de la ley del talin (cf. Dt 19,21) se comprende la terrible sentencia de Nm 35,33b,

    que sigue a la anteriormente citada: Por la sangre derramada en la tierra no hay ms expiacin

    que la sangre del que la derram. En esta concepcin se fundaban los israelitas que se haban

    reunido para vengar el crimen de los benjaminitas que haban dado muerte a la mujer del levita

    efraimita en Guibe (cf. Jue 19): Qu crimen es se que se ha cometido entre vosotros?

    Venga! Entregadnos a esos pervertidos de Guibe, que los matemos y se borre as este crimen de

    en medio de Israel (Jue 20,13). Los efraimitas no accedieron a la entrega de los culpables y se

    declar una guerra fratricida en la que la tribu de Benjamn estuvo a punto de desaparecer23

    .

    21. Rut y Ester (Estella 1998), 151-153.

    22. La muerte de la mujer del levita de Efran a causa de los abusos y malos tratos de los

    habitantes benjaminitas de Guibe y sus terribles consecuencias, como se relata minuciosamente

    en Jue 19-20, es un caso tan terrible que los israelitas han procurado que no se repita. Para eso los

    legisladores han aquilatado al mximo las instrucciones y normas, como las de Nm 35,9-34

    sobre las ciudades de asilo y sobre las condiciones en que puede actuar legtimamente el gl o vengador de la sangre.

    23. En aquella guerra perecieron ms de 38,000 israelitas (cf. Jue 20,21.25.31) y 50,100

    benjaminitas (cf. Jue 20,35.44.46), y se cometieron crmenes atroces: Los israelitas se volvieron

    contra los de Benjamn. Los pasaron a cuchillo, desde las personas hasta el ganado y todo lo que

    encontraban; todas las ciudades que encontraron las incendiaron (Jue 20,48). El autor sagrado da

    como excusa de tales aberraciones que por entonces no haba rey en Israel; cada uno haca lo

    que le pareca bien (Jue 21,25; cf. 19,1).

    UsuarioResaltado

  • 19

    Era, pues, urgente y necesario poner coto a tantos desmanes24

    , estableciendo leyes y asentando

    costumbres severas a las que atenerse en los gravsimos casos de asesinato y homicidio. Los

    autores sagrados hacen remontar la legislacin a Moiss; pero es claro que sta se fue

    determinando con el tiempo, a medida que Israel se iba asentando en Canan. As se cre el

    derecho de asilo, determinando ciudades estratgicamente repartidas en todo el territorio25

    . En

    casi todos los pasajes en que se habla de las ciudades de refugio se seala con suficiente claridad

    la finalidad de esta institucin, a saber: defender a los homicidas involuntarios de la venganza de

    los familiares del muerto, especialmente del gl o vengador de sangre (cf. Nm 35,6.11-12.15; Dt 4,41; 19,4-6.10; Jos 20,1-6.9).

    Las leyes distinguen bien entre el homicida involuntario (cf. x 21,13; Nm 35,11.15.22-

    23.31; Dt 19,5; Jos 20,3.5) y el homicida voluntario o asesino (cf. x 21,14; Nm 35,20-21; Dt

    19,11). Los dos son reos de muerte y, de suyo, deben morir (cf. x 21,12; Nm 35,16-18.21).

    Para evitar que los individuos o familias se tomen la justicia por su mano, aunque sea por medio

    del gl de sangre, familiar al que corresponde legtimamente vengar al muerto (cf. Nm 35,19.21.25; Dt 19,6; Jos 20,3-5), se debe celebrar un juicio en toda regla. Mientras tanto, el

    homicida se refugiar en una de las ciudades de asilo (cf. x 21,13; Nm 35,11.15; Dt 19,5; Jos

    20,4.9), donde se celebrar el juicio ante los jueces o ancianos de la ciudad y en el lugar

    acostumbrado (cf. Nm 35,12.24; Dt 19,12; Jos 20,4) y con dos testigos al menos (cf. Nm

    35,30; Dt 19,15).

    Si el tribunal declara culpable de asesinato al imputado, ste deber morir sin remedio (cf.

    Nm 35,30; Dt 19,12-13), sin que valga para nada ni la ciudad de refugio, donde se encuentra, ni

    aun siquiera el altar al que se acoja el infeliz (cf. x 21,14; 1 Re 2,28-34; 1,50-53). El ejecutor de

    la sentencia de muerte puede ser el gl de sangre (cf. Dt 19,12). Pero si el imputado es declarado solamente culpable de homicidio involuntario, se salvar de la muerte si permanece en

    la ciudad designada por los jueces (cf. Nm 35,25.28). El gl de sangre podr matarlo, si el homicida sale de la ciudad (cf. Nm 35,26-27). La situacin de reclusin en la ciudad de asilo

    bajo pena de muerte durar hasta la muerte del sumo sacerdote que est en funciones en aquel

    momento (cf. Nm 35,25.28.32; Jos 20,6), sin que se prevea una posible revocacin de la

    condena por ningn medio o rescate (cf. Nm 35,31-32)26

    .

    24. Ver el caso fingido de la mujer de Tcoa en 2 Sam 14,1-7.

    25. En Nm 35,6-7 se especifica que de las 48 ciudades que se han de dar a los levitas seis

    sern ciudades de asilo; y Nm 35,13-15 determina que de las seis ciudades de refugio, tres

    estarn al este del Jordn y las otras tres en Canan, pero no las nombra. Josu recuerda que hay

    que poner en prctica lo ordenado por Moiss, determinando cules son en concreto las seis

    ciudades de refugio (cf. Jos 20,1-6). Los israelitas aaden a las tres de Transjordania, conocidas

    por Dt 4,43: Bser, Ramot de Galaad y Goln de Basn, otras tres de Canan: Cades de Galilea,

    Siqun en Efran y Hebrn en Jud (cf. Jos 20,7-8).

    26. Hasta aqu la cita tomada de mi libro Rut en Rut y Ester (Estella 1998), 151-153.

  • 20

    En todo este asunto la vctima siempre es el prjimo; explcitamente se habla de l como

    vctima de homicidio involuntario (cf. Dt 4,41-42; 19,4-5; Jos 20.5) y como vctima de asesinato

    (cf. x 21,14; Dt 19,11; 27,24).

    2.7. El prjimo, el necesitado

    En una sociedad donde impera la ley del ms fuerte, en la que los poderosos triunfan y los

    dbiles pierden siempre, no tienen cabida ni la justicia, ni la bondad, ni la verdad. Clamar en

    contra es como dar voces en el desierto. Es lo que les suceda a Jeremas y Ezequiel en vsperas

    de la catstrofe del 586 a.C., poco antes de que las Instituciones seculares de Israel fueran

    eliminadas violentamente por la fuerza del ejrcito babilonio. Porque la violencia e injusticia no

    se implantaron en el pequeo reino de Jud por la fuerza opresora del invasor que vena del este,

    sino que ya estaban establecidas en el corazn de Jud, en Jerusaln. El profeta Ezequiel es

    testigo privilegiado de la orga de sangre y de las iniquidades de la sociedad de sus das en

    Jerusaln. As habla el profeta: Mira, los prncipes de Israel derraman en ti sangre a porfa. En ti

    despojan al padre y a la madre, en ti atropellan al forastero, en ti explotan al hurfano y a la

    viuda. Menosprecias mis cosas santas, y profanas mis sbados. En ti hay hombres que calumnian

    para derramar sangre: en ti van a comer a los montes [cultos idoltricos], en ti cometen infamias.

    En ti hay quien peca con su madrastra, en ti quien violenta a la mujer en su regla. En ti unos

    cometen abominaciones con la mujer del prjimo; otros abusan infamemente de su nuera, otros

    violentan a su hermana, hija de su mismo padre (Ez 22,6-11). En este contexto de iniquidad no

    poda faltar la mencin a la opresin de los dbiles, es decir, del prjimo: En ti [Jerusaln] se

    practica el soborno para derramar sangre; cobras inters usurario, explotas a tu prjimo con

    violencia (Ez 22,12).

    Jeremas no le va a la zaga a Ezequiel; los dos son testigos de los mismos atropellos e

    injusticias. Jeremas clama en plena calle, ante el palacio real, para que todos escuchen su voz:

    Practicad la justicia y el derecho, librad al oprimido del opresor, no explotis al emigrante, al

    hurfano y a la viuda, no derramis sin piedad sangre inocente en este lugar (Jer 22,3). Al impo

    rey Joaquin dirige singularmente esta lamentacin: Ay del que edifica su casa con injusticia,

    piso a piso, inicuamente! Hace trabajar de balde a su prjimo sin pagarle el salario (Jer 22,13).

    Sin embargo, de Josas, padre de Joaqun, el profeta Jeremas hace esta magnfica semblanza: Si

    tu padre comi y bebi y le fue bien, es porque practic la justicia y el derecho; hizo justicia a

    pobres e indigentes, y eso s que es conocerme -orculo del Seor- (Jer 22,15-16).

    La misma sensibilidad de los profetas en favor de los ms desvalidos de la sociedad injusta y

    violenta, ha quedado plasmada en algunas normas e instituciones de la Ley. La misericordia

    compasiva del Seor es el modelo y fundamento de la conducta compasiva y misericordiosa de

    todo hombre con el prjimo menesteroso: Si tomas en prenda la capa de tu prjimo, se la

    devolvers antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo y para

    acostarse. Si grita a m, yo le escuchar, porque yo soy compasivo (x 22,25-26; ver el texto de

    Dt 24,10-13: Si haces a tu prjimo un prstamo... , citado al final del 2.4.).

    La institucin de la remisin total de las deudas cada siete aos es ms un sueo, un ideal, que

    una realidad; manifiesta el deseo del legislador, lo que debera ser y, por desgracia, no es: Cada

    siete aos hars la remisin. En esto consiste la remisin: En que todo acreedor que ha hecho un

    UsuarioResaltado

  • 21

    prstamo a su prjimo, le haga remisin; no apremiar a su prjimo ni a su hermano, porque se

    ha proclamado la remisin en honor del Seor (Dt 15,1-2). El texto se refiere exclusivamente a

    los compatriotas israelitas, como aclara el verso siguiente: Podrs apremiar al extranjero, pero lo

    que hayas prestado a tu hermano lo condonars (Dt 15,3). Desde una perspectiva posterior,

    tambin extrabblica, en que caen por tierra las barreras de separacin entre los hombres, el

    espritu que inspira la institucin de la remisin alcanza a todos los hombres. Por eso en nuestros

    das es un clamor universal que los pases ricos deben perdonar la insoportable deuda externa de

    los pases pobres, o, por lo menos, dar facilidades para que los pases pobres puedan devolver

    total o parcialmente su deuda externa y no sucumban por el peso de esa carga que cada da

    aumenta ms por los intereses acumulados.

    El mismo espritu de solidaridad respira Prov 3,28: Si tienes, no digas al prjimo: Vete y

    vuelve, maana te lo dar. Tal vez maana sea tarde, porque el prjimo ya no exista

    3. El compaero

    Se ha repetido hasta la saciedad que el hombre es un ser social, no slo porque forma parte de

    una sociedad en concreto, sino porque constitucionalmente tiene necesidad de comunicarse con

    su entorno por medio del dilogo. Naturalmente el ser humano slo puede dialogar con otros

    seres semejantes a l, los cuales puedan responder a sus preguntas y esperar tambin ellos que se

    les responda a las suyas. En el presente estudio tratamos del entorno humano de cada individuo,

    lo que el AT expresa con el vocablo rea. Este entorno est formado por crculos concntricos, de

    los que ya hemos desarrollado dos; el primero el del otro, el de los otros: esa masa de personas o

    individuos que estn ah rodendonos y afectndonos unas veces positivamente y otras

    negativamente; el segundo crculo de personas, ms cercano que el de los otros, es el del

    prjimo: personas con rostro conocido, familiar, generalmente (no siempre) maltratadas, al

    menos as aparece en los numerosos pasajes analizados del AT.

    Saltamos ahora a un nuevo crculo concntrico, el tercero, ms cercano al centro donde est

    instalado el hombre al que interpela la sagrada Escritura. Es el crculo de los compaeros o

    personas bien conocidas, que intervienen directa y cercanamente en la vida diaria de cada uno.

    Presentamos ordenadamente los testimonios de la sagrada Escritura, que hemos catalogado en

    esta categora. Notablemente son menos numerosos que los del crculo anterior, pero muy dignos

    tambin de ser tenidos en cuenta.

    El compaero, por definicin, es un ser cercano que comparte generalmente el mismo gnero

    de vida con otros. La diferencia entre compaero y compaero est en el grado y la forma de

    participacin. Cuando se habla de compaeros, normalmente se hace referencia a personas de un

    mismo nivel; pero no es extrao que alguna vez compaero/a se refiera a los animales con alguna

    connotacin a las personas. En la gran alegora de pastores y ovejas del profeta Zacaras, unas

    veces el pastor es el Seor, otras, los reyes y gobernantes; las ovejas son siempre el pueblo de

    Israel. Cansado el pastor (el Seor) de las rebeldas de sus ovejas, llega a decir: No quiero seguir

    pastoreando con vosotros. Si una se muere, que se muera; si una perece, que perezca; las que

    queden devore cada una la carne de su compaera (Zac 11,9). Relectura alegrica de la historia

    del pueblo infiel.

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  • 22

    Otra forma de hablar de compaerismo es la metafrica, como la que manifiesta el sufriente

    Job cuando afirma: Me he vuelto hermano de los chacales y compaero de los avestruces (Job

    30,29). La formulacin es una expresin potica del sumo abandono del que est obligado a vivir

    en un desierto, lejos de la convivencia con sus semejantes y cercado de animales salvajes,

    representados aqu por chacales y avestruces; o tambin, una expresin literariamente

    vigorosa del que se siente perseguido por sus semejantes, que le rodean como fieras salvajes:

    chacales y avestruces.

    Sin embargo, la mayora de las veces se llama compaero a otra persona que desarrolla la

    misma actividad laboral. En Gn 11,7 el Seor se anima a s mismo antropomrficamente y, ante

    el orgullo y la soberbia de los constructores de la torre de Babel, dice: Vamos a bajar y a

    confundir su lengua, de modo que uno no entienda la lengua de su compaero. Por su parte, el

    sabio Eclesiasts observa tambin que todo trabajo y todo xito en las empresas no es sino

    rivalidad entre compaeros (Ecl 4,4), porque debajo de la actividad febril del hombre que busca

    la riqueza y el prestigio en todo lo que emprende se esconde una rivalidad agresiva que todo lo

    convierte en una lucha sin cuartel; en esta lucha ya no cuenta para nada lo que entre los hombres

    normalmente ms se suele estimar: la amistad, el compaerismo. En todo hombre se descubre a

    un rival que hay que vencer; por lo que la vida se convierte en un estadio de competicin o en un

    campo de batalla.

    Compaero tambin es el compatriota, como en x 2,13: Cuando Moiss [despus de matar

    al egipcio] sali al da siguiente, estaban riendo dos hebreos. Dijo al culpable: por qu pegas a

    tu compaero;

    el condiscpulo: Un hombre, discpulo de los profetas, dijo a su compaero por orden del

    Seor: hireme; pero el hombre no quiso herirle (1 Re 20,35);

    el conmilitn o camarada de armas: en el campamento enemigo de Madin se acerc

    Geden y he aqu que un hombre contaba un sueo a su compaero; deca... Su compaero le

    respondi: Esto no puede significar ms que la espada de Geden... (Jue 7,13-14). Un poco ms

    adelante, despus de poner en prctica la estratagema de las trompetas, los cntaros y las

    antorchas encendidas, mientras los trescientos tocaban las trompetas, el Seor volvi la espada

    de cada uno contra su compaero por todo el campamento (Jue 7,22).

    Ms frecuentemente compaero es el que comparte la vida normal y corriente: Hay

    compaeros que se pelean y amigos (amantes) ms unidos que hermanos (Prov 18,24); As

    habis de decir cada uno a su compaero, cada uno a su hermano (Jer 23,35; cf. Is 19,2; Miq

    7,5).

    Compaeros tambin son los que comparten con el novio los momentos especiales antes de la

    boda. As, los que acompaan a Sansn en sus peripecias con su primera mujer filistea. Los

    filisteos cuando lo vieron, eligieron a treinta compaeros que se cuidaran de l (Jue 14,11),

    pues le tenan mucho miedo. Despus de que Sansn perdiera la apuesta con estos compaeros,

    porque su mujer le sonsac, la mujer de Sansn pas a ser de un compaero (mra) suyo, al que haba tenido de compaero (rea) (Jue 14,20). Cuando Sansn quiso llegarse a ella, el padre

    de ella no le dej entrar, y le dijo: Yo pens que ya no la queras y se la di a tu compaero

    (Jue 15,1-2). Como venganza, Sansn prendi fuego a las cosechas de los filisteos, valindose de

  • 23

    las trescientas zorras. Los filisteos preguntaron: Quin ha hecho esto? Les respondieron:

    Sansn, el yerno del timnita, porque ste tom a su mujer y se la dio a su compaero (Jue

    15,6).

    El ltimo testimonio es el de Zac 3,8, que subraya la caracterstica de la igualdad: Escucha,

    Josu, sumo sacerdote, t y tus compaeros que estn sentados delante de ti. Se confirma, pues,

    que el ncleo fundamental del significado de rea es el de la igualdad o el de la tendencia hacia

    ella.

    4. El amigo

    En el concepto de amigo se integran las tres acepciones de que hemos hablado hasta aqu: la

    alteridad de su persona, por la que se distingue de todo lo que le rodea y la identifica en s

    mismo; el ser prjimo, que lo acerca como semejante que pertenece a la misma familia humana;

    el ser compaero acorta las distancias y lo coloca en el mismo nivel de actividades y

    convivencias. La afectividad mutua eleva las tres acepciones anteriores a la categora de la

    amistad. El amigo es, pues, aquel semejante que ha sido elegido entre muchos para compartir la

    intimidad y el afecto. Ciertamente hay grados en la participacin del afecto y de la intimidad; el

    tiempo y las circunstancias hacen que se manifieste la verdadera naturaleza de los afectos, su

    autenticidad o falsedad. Por esto tambin en este apartado presentamos los testimonios de la

    sagrada Escritura segn una valoracin diferenciada y ascendente.

    4.1. El amigo normal

    A esta categora pertenecen todos aquellos a los que uno ha elegido entre muchos para

    convivir y compartir afectos, pero sin una matizacin especial. De stos son abundantes los

    testimonios de la Escritura, porque en la vida real tambin hay muchos que se llaman amigos. Job

    clama con sinceridad y confianza: Piedad, piedad de m, amigos mos, que me ha herido la

    mano de Dios! (Job 19,21; cf. 32,3; 35,4). En la adversidad, sin embargo, no todos superan las

    pruebas de la amistad (cf. Job 6,27; 16,21), y dejan de serlo o manifiestan que nunca han sido

    amigos de verdad.

    Los hijos de Israel en el desierto estn unidos entre s por los lazos de la sangre, de la cercana,

    de la amistad. Moiss ordena a los levitas: Cia cada uno la espada al muslo, pasad y repasad el

    campamento de puerta en puerta, matando, aunque sea a su hermano, a su amigo y a su pariente

    (x 32,27; cf. Jer 6,21).

    Ms intimidad afectiva parece que une a la hija de Jeft con sus compaeras y amigas. Por

    esto, despus que ha conocido que por el juramento de su padre ella debe ser sacrificada en honor

    del Seor, pide a su padre: Que se me conceda esta gracia: Djame dos meses para ir a vagar por

    las montaas y llorar mi virginidad con mis amigas. l le dijo: Vete. Y la dej marchar dos

    meses. Ella se fue con sus amigas y estuvo llorando su virginidad por los montes (Jue 11,37-

    38). Un sentimiento comn de piedad, de compasin, de afecto sincero aglutina a aquellas

    jvenes en torno a su compaera y amiga querida, la hija del jefe Jeft.

  • 24

    El vnculo de la sangre, la pertenencia a una familia, a una tribu son motivos para establecer

    lazos de amistad. Por esto David llama a los ancianos de Jud sus amigos (1 Sam 30,26; cf. Sal

    35,14; 122,8).

    Es un tpico en la Escritura y fuera de ella que la riqueza multiplica los amigos y la pobreza o

    la desgracia los espanta: La riqueza procura muchos amigos, al pobre lo abandonan sus

    amigos... Muchos halagan al hombre generoso y todos son amigos del dadivoso. El pobre es

    odioso a sus hermanos; cunto ms se distanciarn de l los amigos (Prov 19,4.6-7; cf. 14,20;

    Sal 38,12; 88,19; Lam 1,2).

    Peor an es burlarse del amigo en la desgracia, de lo que se lamenta Job: Mis amigos se

    burlan de m (Job 16,20); engaarlo: Como un loco que dispara flechas y saetas mortales, as es

    el que engaa a su amigo (Prov 26,18-19); o testificar falsamente contra l: Maza y espada y

    flecha aguda el testigo falso contra su amigo (Prov 25,18; cf. Job 17,5).

    4.2. Amigo ocasional

    Llamamos amigo ocasional al que lo es por un tiempo determinado, como es el de la juventud,

    el de una aventura y el del noviazgo.

    Como amigo de juventud tenemos el caso de Jonadab, primo hermano de Amnn, el hijo de

    David, como leemos en 2 Sam 13,3: Tena Amnn un amigo llamado Jonadab, hijo de Sim,

    hermano de David. Este amigo fue un mal consejero en todo el turbio asunto entre Amnn y su

    hermana Tamar (cf. 2 Sam 13,4-5).

    Tambin interviene un compaero y amigo de Jud en la aventura amorosa que ste tuvo con

    su nuera Tamar, sin que l la reconociera: Cuando Jud se hubo consolado [de la muerte de su

    esposa Sua], subi a Timn para el trasquileo de su rebao, junto con Jir, amigo suyo,

    adulamita (Gn 38,12). Avisada Tamar de la llegada de su suegro, le tiende una trampa,

    disfrazndose de prostituta, en la que Jud cae. El pago convenido es un cabrito. Jud envi el

    cabrito por medio de su amigo, el adulamita (Gn 38,20).

    Una amistad limpia y pura es la del tiempo del noviazgo, como se proclama en el Cantar de

    los Cantares. Mientras el novio y la novia disfrutan de su felicidad, los compaeros del novio son

    invitados: Comed, amigos, bebed, queridos, embriagaos (Cant 5,1). La novia se deleita en la

    descripcin pausada de su amado (cf. Cant 5,10-16), cuando sus compaeras le preguntan por las

    seas que le distinguen por encima de los dems: As es mi amado, mi amigo, muchachas de

    Jerusaln (Cant 5,16). Nueve veces llama el novio a su amada ra eyt: mi amiga, mi amada, entre otros muchos piropos: A una yegua del tiro del faran te pareces, amiga ma (Cant 1,9; la

    misma expresin: amiga ma, amada ma, en Cant 1,15; 2,2.10.13; 4,1.7; 5,2 y 6,4).

    4.3. Amigo verdadero

    Del amigo verdadero habla como nadie Jess ben Sira, el Eclesistico; lo veremos ms

    adelante. Adelantamos ahora cuatro sentencias: Dichoso el que encuentra un amigo (Eclo

  • 25

    25,9a); el que lo encuentra, encuentra un tesoro (Eclo 6,14b), y ms que un tesoro: Un amigo

    fiel no tiene precio ni se puede pagar su valor; un amigo fiel es un talismn (Eclo 6,15-16a). El

    amigo fiel es aquel que no falla, el que mantiene su fidelidad tambin en los momentos de la

    desgracia, como hicieron los tres amigos de Job segn aparece en el prlogo y en el eplogo del

    libro: Al enterarse de la desgracia que haba sufrido, salieron de su lugar y se reunieron para ir a

    compartir su pena y consolarlo (Job 2,11; cf. 42,7 y 10).

    El clsico deca de su amigo que era la mitad de s mismo27

    . El Deuteronomio dice an ms:

    Tu amigo, que es como tu propia alma (Dt 13,7). Por esto el amigo verdadero jams

    abandonar a su amigo, porque el amigo ama en toda ocasin (Prov 17,17a); en justa

    reciprocidad, el sabio te aconseja que no abandones al amigo tuyo y de tu padre (Prov 27,10),

    al amigo viejo que ha superado dos generaciones y ha creado unos vnculos tan sagrados que el

    que los rompe es como si los rompiera con Dios: Quien retira la compasin al amigo, abandona

    el temor del Todopoderoso (Job 6,14).

    En toda la cultura antigua el rey est vinculado de alguna manera con la esfera de la divinidad.

    En Israel el rey es el elegido por excelencia, el ungido del Seor (cf. Sal 2; 110). Por eso es tan

    importante formar parte de su entorno, sin hablar del influjo social que esto puede suponer. El

    crculo ms cercano al rey lo forman sus consejeros y ministros, en los que el rey tiene puesta su

    confianza y son sus amigos. Aludiendo a ellos, y como un ideal, dice Prov 22,11: Quien ama un

    corazn limpio y unos labios afables es amigo del rey. Amigo del Rey fue un ttulo honorfico

    en tiempos helensticos (cf. 1 Mac 10,20); en realidad existi siempre el crculo de los amigos del

    rey. As se llamaban los ntimos colaboradores y consejeros del rey. Se mencionan de paso en

    Gn 26,26 (Ajuzat, amigo de Abimlec); en 2 Sam 3,8 (amigos de Sal); en 1 Re 16,11 (amigos

    de Bas). Directamente se habla de Jusay, amigo de David en 2 Sam 15,37; 16,16-17 y en 1

    Crn 27,33; de Zabud, hijo de Natn, amigo del rey en 1 Re 4,5. El rey ideal debe rodearse de

    sus mejores amigos, porque ellos lo quieren bien y le ayudarn como mejor saben en el gobierno

    del reino. A ellos debe aplicarse el dicho de Prov 27,9: Perfume e incienso alegran el corazn, el

    consejo del amigo endulza el nimo.

    Del paradigma de la amistad verdadera, que iguala las diferencias entre los amigos, se vale

    excepcionalmente un autor sagrado para hablar de la relacin confiada y afectuosa que exista

    entre Moiss y el Seor: El Seor hablaba con Moiss cara a cara, como habla un hombre con su

    amigo (x 33,11).

    5. Apndice

    Aadimos este pequeo apndice para completar el estudio sobre el trmino hebreo rea. De

    los amigos y compaeros tambin se habla en pasajes del AT, sin que se utilice expresamente el

    vocablo rea. Aducimos algunos de ellos.

    h.br puede ser sinnimo de rea, con la significacin de compaero. El sentido ser negativo

    o positivo segn sean los acompaantes o aquellos con quienes se junta el aludido; negativo en

    27. Horacio de Virgilio: animae dimidium meae (Odas I,3,8).

  • 26

    Prov 28,24: El que roba a sus padres... es compaero de delincuentes; positivo en todos los

    dems lugares, como en Sal 119,63: Amigo soy de los que te temen y observan tus decretos; y

    en los dos pasajes del Cantar de los Cantares, 1,7 y 8,13: los compaeros del novio.

    ydd es el amigo del profeta Isaas, en cuyo nombre dedica una cancin a su via: Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su via. Mi amigo tena una via en frtil

    collado (Is 5,1). El mismo profeta nos da la clave de interpretacin: La via del Seor de los

    ejrcitos es la casa de Israel, son los hombres de Jud su plantel preferido (Is 5,7).

    dd es el amigo de la novia, de la esposa, el amado en el Cantar (cf. 1,13.14.16; 2,3.8-10.16;

    4,16; 5,2.4.8-10; 6,2; 7,11 y 8,14).

    Tambin el amor es indispensable en la verdadera amistad, como se demuestra en el caso de

    Jonatn y David: Jonatn hizo jurar tambin a David por el amor que le tena, porque lo quera

    con toda su alma (1 Sam 20,17). David lamenta as la muerte de su amigo Jonatn: Cmo

    sufro por ti, Jonatn, hermano mo! Ay, cmo te quera! Tu amor era para m ms maravilloso

    que el amor de las mujeres (2 Sam 1,26).

  • 27

    3

    El amigo

    en el Antiguo Testamento griego

    En el captulo segundo hemos presentado todos los pasajes del AT hebreo en que aparece el

    vocablo ra; los pasajes han sido distribuidos en cuatro grupos: 1. La alteridad del otro; 2. El prjimo; 3. El compaero; 4. El amigo. En este tercer captulo vamos a realizar un trabajo

    similar, pero en las partes griegas del AT. Nos centramos exclusivamente en los trminos o

    (amigo) y (amistad)28.

    El salto del hebreo al griego en la sagrada Escritura no es un simple cambio de lengua, sino un

    cambio radical de cultura; es un giro nuevo en la concepcin de la vida. El helenismo es una

    nueva forma de vivir en abierto contraste con el judasmo. Segn el modo tradicional de pensar

    de los israelitas Dios ocupa el centro y es el punto de referencia de todo: teocentrismo; hasta el

    mismo hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. En el helenismo, sin embargo,

    prevalece la visin antropocntrica; la sentencia de Protgoras podra ser su lema: El hombre es

    la medida de todas las cosas29

    . Esta forma de pensar se refleja tambin en el tema que nos

    ocupa, ya que es en griego como aparece por primera vez en la Biblia el concepto abstracto de

    amistad: , genuina herencia del mundo griego. Jess ben Sira, el Eclesistico, es el autor que

    trata con ms amplitud el tema de la amistad: Eclo 6,5-17 se puede considerar una especie de

    tratadito sobre la amistad en general. El primer libro de los Macabeos se centra ms en las

    relaciones amistosas del Estado nacional emergente con otros Estados.

    En nuestro trabajo trataremos en primer lugar del amigo y despus de la amistad.

    1. El amigo

    Una de las preocupaciones ms importantes de los maestros de sabidura de los tiempos

    antiguos, y tambin de los modernos, es la de preparar al alumno para la vida que le espera en la

    sociedad de su tiempo. Porque la realidad de la vida en sociedad no es fcil, es una lucha sin

    cuartel, en la que sobrevivir el ms fuerte, el mejor preparado en todos los sentidos. Es de vital

    importancia que el hombre en general y el joven en particular sepa distinguir dnde est el

    28. Advertimos que los libros del AT, escritos originariamente en griego, pertenecen al grupo

    de los llamados dutero-cannicos, que, segn los judos y protestantes, no pertenecen al canon

    de libros sagrados; segn los catlicos, s. Del Eclesistico utilizamos solamente la versin griega

    por su uniformidad.

    29. Platn, Teeteto, 178b; cf. 152a; 183b.

  • 28

    peligro y dnde no lo est, quin le puede hacer dao y quin le puede ayudar; con otras palabras,

    quin es enemigo y quin amigo. Pues muchas