DIOS TE AMA - La Consagración a la Virgen€¦ · que él es quien hace las cosas y lleva la...

9
ALVARO GARCÍA DE MOVELLÁN HERNAINZ DIOS TE AMA CUADERNOS DE FORMACIÓN SERIE “EL AMOR DE DIOS” Nº 3

Transcript of DIOS TE AMA - La Consagración a la Virgen€¦ · que él es quien hace las cosas y lleva la...

ALVAROGARCÍADEMOVELLÁNHERNAINZ

DIOSTEAMACUADERNOSDEFORMACIÓN SERIE“ELAMORDEDIOS”Nº3

CAPÍTULO 1 EL AMOR DE DIOS AL CREARNOS El amor de Dios es el primer y principal misterio espiritual que deberíamos tratar de

comprender en nuestra mente y, sobre todo, vivir en nuestro corazón. Este misterio nos habla del amor que Dios tiene por cada uno de nosotros. Se trata de

un amor personal, único e irrepetible. Dios nos ama porque Él nos ha creado. Desde toda la eternidad, desde hace millones y millones de siglos, ya tenía previsto crear nuestra alma. Y desde entonces nos ama, como nos dice por medio del profeta: Con amor eterno te quiero (Is 54, 8). Querido lector: Dios ha creado directa y personalmente tu alma. Le ha dado la existencia que tiene. Eres obra de sus manos. Tus padres fueron unos estupendos colaboradores en la acción creadora de Dios. Ellos te han dado sus genes, el código genético que te configura biológicamente. Pero tu alma no te la dieron tus padres. No podían, porque el alma es espiritual, y ningún ser material puede crear lo espiritual. Tu alma la creó directa y personalmente Dios. La creó de la nada. No existías: un instante después fuiste creado directa y personalmente por Él.

La creación de cada alma es algo que Dios se ha reservado para sí mismo. Por eso te ama tanto: has salido de sus manos. Él te ha amado antes incluso que tus mismos padres: porque ellos no pudieron amarte hasta que no supieron de tu existencia (nadie ama lo que no conoce). Pero Dios, desde mucho antes, ya había pensado en ti. Por eso, aunque tus mismos padres te rechazaran y repudiaran, el Señor no lo haría: ¿Acaso olvida una mujer a su hijo y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Is 49, 15). Dios está continuamente pensando en ti. En la creación de cada alma Dios pone todo su amor, todo su poder. Imagina ahora por un momento justo el instante de tu creación. Sabes cuándo fue: justo antes de que fueras concebido. En ese instante Dios pensó en ti. Pensó en crear un nuevo ser. ¡Y ese ser fuiste tu! Mira ahora como el Señor, mientras está a punto de hacerte existir, se llena de un profundo amor por tu alma justo antes de crearla. Y entonces surgiste: su acción poderosa te creó, en un acto de amor divino. ¡Fuiste creado en el amor! ¡Eres amado por Dios desde el primer instante de tu existencia! Por eso cada alma para Él es única e irrepetible. Tú no eres una más del montón, un alma creada para rellenar número. Tu existencia ha sido querida por el Señor. Podría no haberte creado. Podría haber creado otra alma distinta e infundirla en el código genético que tus padres, por su unión, prepararon. Pero no: ¡te creó a ti! ¡te amó y te creó a ti! ¡Eres valiosa e importante para Él! Así dice el Señor, el que te creó: No temas que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre y eres mío… tú vales mucho para mí, eres valioso y yo te amo (Is 43, 1. 4).

“El sol ilumina al mismo tiempo los cedros y cada florecilla, como si estuviera sola en la tierra; nuestro Señor se interesa también por cada alma en particular, como si no existieran otras iguales” (Santa Teresita del Niño Jesús) Nota 1.

“Dios te penetra en cada instante como si fueras la única criatura existente. Piensa que, mientras tú duermes, mientras tú obras y vives, hay un Ser infinito que se ocupa de darte vida, de amarte con un amor eterno infinito… ¡Cómo quisiera penetrarte de estos pensamientos que hacen que todo desaparezca, para no tener nada ante sí, sino a Dios! Entonces, ¡qué paz, que alegría experimentamos! Se comprende, pues nuestro centro es Él. Entonces vivimos vida de amor, vida

de cielo… Para esto hemos sido creados: para alabar y amar a Dios. Todo lo demás es nada, es vanidad” (Santa Teresa de los Andes) Nota 2.

Entre millones y millones de seres posibles te ha querido crear a ti. Te ha llamado a la existencia por un acto creador de su amor. Por puro amor te ha hecho surgir de la nada, regalándote las cualidades y talentos que hacen de ti un ser único e irrepetible. Si Dios no te amara no te habría regalado el gran don de la vida. Pero lo ha hecho. Se lo debes todo. Y todavía más: al crear tu alma Dios ha puesto en ella su imagen divina, pues nos revela la Sagrada Escritura: Creó Dios al ser humano a su imagen (Gn 1, 27). Tu alma, es pues, semejante a Dios. ¿Hay algo más hermoso y bello que saber que hemos sido creados a imagen de Dios y en un acto de amor suyo? ¡Oh Señor! ¡Cuánto me amas! ¡Y qué poco pienso yo en ti! ¡Y qué poco te amo yo! EJEMPLO La belleza de un alma creada por Dios Santa Catalina de Siena, nacida en el año 1347 y muerta en el 1380, es un caso extraordinario dentro de la vida de los santos. Recibió de Dios muchísimos dones espirituales, algunos de ellos sorprendentes y maravillosos. Por ejemplo: el don de “ver” las almas de aquellas personas que se le acercaban. Esto lo sabemos por el sacerdote que la confesaba, el Beato Raimundo de Capua, como lo cuenta él mismo en la famosa vida que escribió de la santa Nota 3 . Había recibido este sacerdote quejas de ciertas personas que se escandalizaban porque algunas buenas gentes, cuando Catalina iba por los diversos pueblos por los que pasaba anunciando el amor de Dios, dejándose llevar por la fama de santidad de aquella mujer, se arrodillaban ante ella... ¡y Catalina no lo impedía! ¡Menuda santa poco humilde! Raimundo se lo comentó. Entonces Santa Catalina le reveló que no se daba cuenta de estas cosas: -Sabe el Señor que yo poco o nada veo de los movimientos de quien tengo cerca. Estoy tan ocupada leyendo sus almas que no me fijo para nada en sus cuerpos. Aquella respuesta extrañó al sacerdote. -¿Ves, acaso, sus almas? -preguntó intrigado. Santa Catalina le reveló que sí, que Dios le había dado ese don. Y después le comentó: -Padre mío, si viera usted el encanto de un alma racional, no dudo en absoluto que daría cien veces la vida por la salud de esa alma, pues en este mundo no hay nada que pueda igualar tanta belleza. ¡He aquí la hermosura de cada alma, de cada ser humano! ¡Está hecha a imagen de Dios y ha sido creada por amor! ¡Su belleza es grandísima! ¡Usted tiene un alma bella por el simple hecho de que su alma ha sido creada por Dios y por su amor! ¡Cuide la belleza de su alma y ame a su Creador que tanto le ama a usted que le ha dado la existencia y la vida!

CAPÍTULO 2 DIOS NOS AMA PRIMERO El ser humano es tan soberbio que siempre se coloca en el centro de todo, pensando

que él es quien hace las cosas y lleva la iniciativa de todo. Y así muchas personas piensan que Dios las ama:

1.-Porque ellas se han ganado o merecido ese amor por medio de sus buenas obras.

2.-Porque ellas aman a Dios y, en consecuencia, como respuesta a ese amor, Dios las ama.

Son dos graves errores. Dios no nos ama por nuestras buenas obras ni porque nosotros le amemos. Dios nos ama antes que todo eso. Su amor va primero al nuestro. Su amor es antes que cualquier obra nuestra que pudiera merecerlo. La Sagrada Escritura nos lo revela con claridad: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos a Dios, sino en que Él nos amó (1 Jn 4, 10).

Es cierto que nuestras buenas obras hacen que seamos más amados por Dios, y sin duda alguna, cuando procuramos amarle con todo nuestro corazón y todas nuestras fuerzas, Dios derrama con más abundancia su gracia en nosotros, uniéndonos a Él por medio de la caridad. Pero nunca olvidemos que antes de nuestras buenas obras, antes de nuestro amor, antes de cualquier mérito nuestro, Dios ya nos amaba. Él te ama por haberte creado, por ser una criatura hecha a su imagen y semejanza. Es precisamente ese amor primero el que enciende en nosotros la posibilidad de amarle y hacer buenas obras por Él. Si Dios no nos hubiera amado antes de crearnos, en el primer momento de nuestra existencia, por el mero hecho de ser imagen suya, jamás seríamos capaces de corresponder a ese amor ni de hacer buenas obras. Todo se lo debemos a Él. Todo es fruto del inmenso amor que nos tiene.

¡Qué verdad tan hermosa y consoladora para nosotros! No tenemos que temer que Dios no nos ame ya que Él nos amó primero, antes de que nosotros hiciéramos nada. Si por desgracia nos hemos alejado de Él es fácil recuperar su amor ya que Él no deja nunca de amarnos: somos nosotros los que nos podemos alejar de su amor eligiendo el mal y el pecado.

CAPÍTULO 3 EL AMOR DE DIOS AL HACERSE HOMBRE POR NOSOTROS Después de haber creado al ser humano con tanto amor Dios vio, con dolor y lamento,

que los hombres hacían un mal uso de la libertad eligiendo el pecado y la ofensa hacia Él, su Creador, mostrando la ingratitud del que no reconoce los dones recibidos.

¡Qué tristeza! ¡Jamás podremos entender lo terrible que fue el primer pecado de la humanidad! ¡Romper con el amor de Dios! ¡Alejarnos de nuestra Luz, Verdad y Vida! Él nos creó por amor, por compartir su Vida dichosa con nosotros... ¿y así se lo pagábamos? Desde el mismo instante en el que pecamos estábamos destinados a la ira (Ef 2, 3), a la condenación. Dios nos podía haber aniquilado...

Pero no lo hizo. Todo lo contrario: movido por su gran amor hacia la humanidad las tres personas divinas que forman al Único y Eterno Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) decidieron entre Sí la manera de salvarnos y devolvernos la dignidad perdida por culpa del pecado.

Entonces el Hijo, la Palabra eterna del Padre, en un acto de amor infinito decidió hacerse hombre para rescatar a los hombres. Es como si hubiera dicho: “Déjame, Padre, déjame ir a salvar a la humanidad. Ya sé que no lo merecen. Ya sé que se han hecho, por sus pecados y su frialdad hacia Nosotros, indignos. Pero Yo los amo. Los amo y deseo su salvación. No soporto la idea de verlos perderse por toda la eternidad. No soporto la idea de la perdición de sus almas”.

El Padre nos amo y permitió esta obra de salvación, entregándonos a su queridísimo Hijo: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga la vida eterna (Jn 3, 16).

El Hijo nos amó y realizó la obra de la “encarnación”. Encarnarse significa “hacerse carne”. Es decir: Él, que era Dios eterno, junto con el Padre y el Espíritu Santo, asumió una naturaleza humana (alma y cuerpo) y se hizo uno igual a nosotros para venir a redimirnos del pecado: En el principio existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… Todo fue hecho por ella, y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir… Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad (Juan 1, 1-3. 14).

El Espíritu Santo nos amó y colaboró formando milagrosamente en el seno de la purísima Virgen María la sagrada humanidad de Jesús, según reveló el ángel a María: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será Santo y se llamará Hijo de Dios (Lc 1, 35).

“La fe católica afirma que el Hijo de Dios se hizo hombre hasta el punto de asumir todo lo que pertenece a nuestra naturaleza, y no por vía de ficción o de apariencia, sino de una manera real y sustancial” (San Vicente de Lerins) Nota 4 .

¿Y por qué? ¿Por qué el Hijo eterno del Padre, glorioso Señor Omnipotente, principio y fin de todas las cosas, se ha humillado hasta hacerse uno de nosotros? ¿Por qué Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres (Flp 2, 6-7)?

Por una sola razón: por amor a nosotros. “Ninguna prueba del amor divino hay tan patente como el que Dios, creador de todas las

cosas, se hiciera criatura, que Nuestro Señor se hiciera hermano nuestro, que el Hijo de Dios se hiciera hijo de hombre” (Santo Tomás de Aquino) Nota 5.

“Aprende, pues, ¡oh hombre!, y conoce a qué extremos llegó Dios por ti…. Tú, hombre, quisiste ser Dios y pereciste. Él, Dios, quiso ser hombre y te salvó” (San Agustín) Nota 6.

¡Oh, mi Señor! Te veo naciendo en un pobre pesebre, hecho niño, pobre, necesitado de cuidados… y pienso: ¡es por amor a mí! ¡Es por amor a mí que Dios se ha hecho niño pequeño y desvalido, para hacerme a mí grande y darme su protección! ¡Es por amor a mí que el Creador de todas las cosas se ha hecho débil y pobre para hacerme a mí rico y fuerte! ¡Oh, qué gran amor, qué inmenso e infinito amor el que nos has tenido, Señor! Así que, ¿no sólo me has creado y dado la vida sino que además te hiciste hombre por amor a mí? ¡Oh, Señor! ¿Por qué no te amaré siempre y en todo momento?.

EJEMPLO El amor de los Santos al Niño Jesús Todos los santos de todos los tiempos han tenido un amor especial al Niño Jesús: esta tierna imagen les recordaba el amor tan grande que Dios tiene hacia la humanidad. Amor que le llevó a humillarse y hacerse un débil bebé por nuestra salvación. Por eso la Iglesia celebra con toda solemnidad la fiesta de la Navidad. Uno de los santos que más supo captar el significado de estas cosas fue San Francisco de Asís -seguramente el santo que mejor ha imitado la vida de Jesucristo-. Él, tres años antes de morir, en 1223, tuvo la genial idea, en el pueblo de Greccio, de representar un belén viviente. Y mientras la gente observaba la preciosa estampa él les hablaba a todos de la dulzura del Niño Jesús, hecho hombre por nuestro amor. De aquí viene la costumbre cristiana de hacer representaciones del Belén durante la Navidad, bien sea en las casas, en las parroquias o en otros lugares; bien con figuras o bien con personas vivas. ¡Hermoso y bello es recordar el nacimiento de Dios que bajó del Cielo a la tierra para que los hombres pudieran subir de la tierra al Cielo!

CAPÍTULO 4 EL AMOR DE JESÚS AL MORIR POR NOSOTROS Imaginemos por unos momentos una historia fantástica, increíble. Vamos a imaginar que

el mundo de las hormigas estuviera en peligro. Vamos a imaginar que las hormigas del mundo entero, millones y millones, estuvieran a punto de desaparecer, de extinguirse.

Y ahora supongamos que sólo hubiera una manera de evitarlo. ¿Cuál? Un hombre debe hacerse hormiga, convertirse en una de ellas, y una vez realizado ese intercambio fantástico y alucinante, ofrecerse en sacrificio por todas las hormigas, permitiendo que ellas mismas lo aplasten y lo maten.

Ahora suponed que todo esto fuera cierto, que realmente empezaran a buscar en el mundo a una persona que aceptara semejante trato para salvar a las hormigas. ¿Creéis que lo encontrarían? ¿Creéis que algún ser humano se dejaría convertir en hormiga y dejarse matar por ellas para salvarlas? Total: ¿para qué necesitamos los humanos a las hormigas? Podemos vivir sin ellas. Si alguien aceptara una cosa así habría que decir o que está loco o que ama apasionadamente a las hormigas.

Pues bien: esta historia fantástica es real. Ha ocurrido y con circunstancias mucho más impresionantes e impactantes. No era el mundo de las hormigas el que estaba en peligro. Era la humanidad la que, por culpa del pecado, estaba destinada a la ruina eterna y a la perdición. Teníamos cerradas las puertas del Cielo.

Entonces ocurrió lo maravilloso. Dios mismo en persona se hizo hombre. Se abajó hasta compartir nuestra débil naturaleza humana. Y no solo eso. Quiso morir en una cruz, en medio de terribles dolores interiores y exteriores, para salvarnos y liberarnos del pecado. Se sacrificó por nosotros para que volviéramos a estar reconciliados con el Padre eterno. En Cristo Dios reconciliaba consigo al mundo (2 Cor 5, 19). El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos (Mateo 20, 28).

¡Esto es mucho más que la historia antes contada! Si hay gran diferencia entre una hormiga y un hombre, mucho mayor la hay entre Dios y el hombre. ¡Una distancia infinita! Y si al ser humano no le hacen falta para nada las hormigas, tampoco Dios necesita de nosotros, ya que Él es feliz en Sí mismo y no necesita de nada ni de nadie. Y sin embargo quiso hacerse hombre y sacrificarse por nosotros. Quiso ser víctima por nuestras culpas, pagar y expiar por todos nuestros pecados para librarnos de la perdición eterna. Vino para la destrucción del pecado mediante su sacrificio (Hb 9, 26). Nosotros éramos incapaces de reparar por nuestras faltas y Él vino a hacerlo.

¿Estaba loco el Señor? Sí, lo estaba. Pero loco de amor. Loco de amor por nosotros, por nuestra salvación, por nuestras almas. Por eso dio su vida para bien nuestro. Gracias a Él podemos obtener el perdón de nuestros pecados. En Él, y sólo en Él, hemos sido salvados. No hay otro salvador para la humanidad. Nadie más que Él puede salvarnos, pues sólo a través de Él nos concede Dios a los hombres la salvación sobre la tierra (Hch 4, 12).

“El que halla a Jesús, halla un tesoro bueno, y de verdad bueno sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho y más que todo el mundo. Paupérrimo el que vive sin Jesús y riquísimo el que está con Jesús” (Libro Imitación de Cristo) Nota 7.

¡Señor mío Jesucristo! ¡Tú has muerto por mí! ¡Tú eres mi único salvador, mi único Señor, mi único Rey! ¡Qué no busque ningún otro amo, ningún otro Señor, ningún otro liberador! ¡Que seas Tú, para siempre y por siempre, mi único Dios y Señor!

CAPÍTULO 5 LA MIRADA DE JESÚS DESDE LA CRUZ

En aquel tiempo dijo Jesús: -Y Yo, una vez que haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacía mí. Con esta afirmación, Jesús quiso dar a entender la forma en que iba a morir (Juan 12, 32-33).

Afirma el Señor que desde la cruz atraería a todos hacia Él. ¿Por qué? Porque desde la cruz nos iba a mirar a todos con misericordia y amor, con cariño y ternura. El amor engendra amor. ¿Quién puede resistir la mirada del Señor desde la cruz? ¿Quién puede permanecer con el corazón endurecido viendo a todo un Dios morir con tanto amor por nosotros? El Señor no ha querido atraernos hacia si mostrándonos su grandeza, ya que nos hubiera asustado. Lo ha hecho mostrándonos su amor, como dice por medio del profeta: Con cuerdas de ternura, con lazos de amor los atraía (Os 11, 4). “Mirad, almas rescatadas, mirad a vuestro Redentor clavado en la cruz; toda su figura respira amor y nos convida a amarle; la cabeza inclinada para darnos el beso de paz, los brazos extendidos para estrecharnos contra su pecho; su corazón abierto para amarnos” (San Alfonso Mª de Ligorio) Nota 8. ¡Oh, la mirada de Jesús desde la cruz! No es una mirada cualquiera: ¡Es una mirada especial! Es la mirada de todo un Dios que se está ofreciendo, por amor, para salvar nuestras almas. Desde lo alto de la cruz Jesús nos vio a todos. Nos tuvo presentes. Nos vio a cada uno de nosotros. Era su hora suprema: estaba cargando con nuestros pecados, estaba muriendo por cada persona, por cada alma. En ese momento toda la humanidad estaba allí presente, porque en ese único y definitivo sacrificio se estaba llevando a cabo la nueva y definitiva alianza de Dios con el hombre, la salvación de todo el género humano. Por eso la mirada del Señor traspasó las fronteras del tiempo y del espacio y tuvo presente a toda la humanidad, a todos los seres humanos: los que habían existido antes de su nacimiento, los que existían en ese momento y los que existirían en el futuro. La mirada de Dios no puede ser detenida por los límites del tiempo ya que el Altísimo posee toda la ciencia… Él anuncia el pasado y el futuro (Si 42, 18-19). ¿Cómo podríamos sentirnos amados por Él, como podríamos sentirnos queridos por su amor si no hubiera sabido de nuestra existencia al morir? Nadie ama lo que no conoce. Por eso Jesús dijo: “Conviene que ahora mi mirada divina rompa los límites del tiempo y del espacio. Conviene ahora que mi entendimiento se abra al conocimiento de toda la humanidad, de todos los seres por los que deseo morir. Quiero amarlos personalmente, quiero saber el nombre y apellido de todo aquel a quien deseo salvar. Quiero que ninguna persona se sienta lejos de mi amor. Quiero que todos, sea cual sea el siglo y el momento en el que nazcan, sepan que, desde la cruz, los vi, los conocí, los amé y me entregué por ellos”. San Pablo, emocionado al pensar estas cosas, decía lleno de ternura: Me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20). Lo mismo puede decir cada uno de nosotros. Tú, seas quien seas el que ahora lees esto, debes saber que fuiste mirado por Jesús desde la cruz. Él te vio aquel día, delante suya. Él te conoció, te miró y te contempló a través de los siglos. Él te amó. Quiso tenerte presente para que supieras lo importante que eres para Él, lo mucho que te ha amado y lo que ha querido hacer por ti.

“El pensamiento que más encendía a San Pablo en el amor de Jesucristo era considerar que no sólo murió por todos los hombres en general, sino también por él en particular: Me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20). Esto mismo podemos decir todos nosotros, porque, como asegura San Juan Crisóstomo, “Dios ama con tan entrañable amor a cada hombre en particular como a todo el Universo”. De suerte que, si bien Jesucristo padeció por todos, yo estoy obligado a amarle como si únicamente hubiera padecido por mí” (San Alfonso Mª de Ligorio) Nota 9 . ¡Oh, la mirada de Jesús desde la cruz! ¿Quién la puede entender? No es mirada de cólera ni de furia. No es mirada de reproche. Es mirada de amor, de ternura. Mírale tú. Deja que sus ojos misericordiosos se encuentren con los tuyos. Mira en qué estado le ha puesto tu pecado y como no te lo echa en cara, antes bien, te invita dulcemente a que reconozcas tus culpas y te abandones a su amor. Mira como te dice: “Te amo, te quiero y he hecho todo esto por ti, para librarte de tus culpas y maldades. ¿Querrás tú responder a mi dulce mirada dándome tu corazón y tu voluntad y viviendo al amparo de mi amor?” EJEMPLO La mirada del cuadro de la Divina Misericordia Santa Faustina Kowalska, monja polaca, recibió revelaciones del Señor durante la primera mitad del siglo XX. Estas revelaciones han sido aprobadas por la Iglesia. En ellas Jesús le habló de su “Divina Misericordia” y le mandó hacer un cuadro que le representa resucitado, en actitud de bendecir, saliendo de su costado dos rayos, uno blanco y otro rojo. Santa Faustina recogió todas sus experiencias sobrenaturales en un “Diario” que posteriormente ha sido publicado. Jesús le dijo a esta santa que derramaría muchas bendiciones por medio de esta imagen. Y le reveló algo sorprendente: -Mi mirada en esta imagen es igual a la mirada en la cruz Nota 10 He colocado el rostro de esta imagen en esta misma página.

¿Por qué no hacer una oración tranquila, serena, llena de amor, ante este rostro, esta mirada tan dulce y cariñosa de Jesús? ¿Por qué no dejarnos mirar por los ojos de Cristo, Nuestro Señor y Salvador, que solo quiere nuestro bien? ¿Por qué no vivir nuestra vida bajo su mirada?.

CAPÍTULO 6 EL AMOR FUE EL MOTIVO ÚLTIMO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR Lo que más nos admira cuando consideramos la Pasión del Señor es que, en el fondo, no era estrictamente necesario que pasara por tantos tormentos y sufrimientos para librarnos del pecado. ¡Él era el Hijo de Dios en persona! Cualquier gesto suyo, cualquier mínima oración, tenía a los ojos del Padre celestial un valor infinito. ¿Por qué, pues, quiso el Señor salvarnos cargando con tantos dolores hasta el punto de que el peso de nuestros pecados le aplastó emocionalmente? ¿Por qué quiso pasar por tantas burlas, golpes, escupitajos y bofetadas? ¿Por qué dejo que lo flagelaran dejándole el cuerpo hecho una pura llaga? ¿Por qué la corona de terribles y punzantes espinas, que destrozaron su sagrada cabeza? ¿Por qué soportar el peso de la cruz, el rechazo de su pueblo, la dolorosa crucifixión y la agonía de tres horas hasta su muerte? ¿Por qué, si podía haberlo evitado? Sólo hay una respuesta: lo hizo por amor. Lo hizo movido por ese infinito e incomprensible amor que nos tiene. Él mismo había dicho: Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos (Jn 15, 13). ¿Nos habría demostrado lo mucho que nos ama si nos hubiera salvado haciendo una simple oración? No. El amor verdadero se muestra cuando el que ama es capaz de sacrificarse por la persona amada. Por eso quiso derramar hasta la última gota su sangre: para que a nadie le quedara duda alguna de su inmenso amor hacia nosotros. Viéndole crucificado, lleno de golpes, heridas y burlas, y sabiendo que todo lo sufrió por nosotros, ¿quién puede dudar de su amor? ¿Cómo podrás dudar de que Cristo te ama cuando ha sido capaz de todo eso por ti? Cada herida de su cuerpo, cada llaga de su Pasión, es como un grito directo a tu corazón que te dice: “Te amo”. “Habiéndonos podido salvar sin padecer ni morir, eligió vida trabajosa y humillada y muerte amarga e ignominiosa, hasta morir en la cruz, patíbulo infame reservado a los malhechores. Y ¿por qué pudiéndonos redimir sin padecer quiso abrazarse con muerte de cruz? Para demostrarnos el amor que nos tenía” (San Alfonso Mª de Ligorio) Nota 11 .

Además: todo esto lo hizo cuando nosotros estábamos alejados de Él por el pecado. Si entonces fue capaz de amarnos tanto, ¿qué no hará si nosotros deseamos corresponder a su amor? La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros (Rm 5, 8).

“El fin principal que se propuso Jesucristo en su Pasión fue el manifestarnos su amor y conquistarse el nuestro con la memoria de los trabajos que había padecido por nosotros. Ésta fue, dice San Juan Crisóstomo, la primera causa de la Pasión del Señor: dar a entender cuánto amaba Dios al hombre, pues quería ser más bien amado que temido” (San Alfonso Mª de Ligorio) Nota 12 .

Fíjate en mis manos, te llevo tatuado en mis palmas (Is 49, 16). Mira las manos del Señor: ¿qué ves en ellas? ¡Las llagas de los clavos, conservadas en su cuerpo incluso después de la resurrección! ¿Y por qué todas las demás heridas desaparecieron de su cuerpo glorioso menos éstas? Para tenernos siempre presentes, para recordar continuamente lo que ha hecho por nosotros, hasta dónde le ha llevado el amor. En las heridas de sus manos nos ve a cada uno de nosotros, porque toda su Pasión fue un acto infinito de amor hacia nosotros.

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo (Efesios 2, 4-5). “Llama el apóstol excesivo al amor de Dios.. Sí, porque de no asegurarlo la fe, ¿quién podría creer lo que el Redentor hizo por el hombre?” (San Alfonso Mª de Ligorio) Nota 13 .

¡Oh amor, amor, amor loco del Señor! ¿Cómo no amarte, mi Dios, cuando Tú me has amado de esta forma? ¿Cómo no desear vivir para Ti cuando Tú has vivido para mí? ¿Cómo no entregarte mi corazón y mi voluntad cuando Tú, obediente por amor a mí, has subido a la cruz para que la lanza desgarrara tu sagrado Corazón? ¡Señor mío, has sufrido por mi amor, me quieres tanto que me llevas continuamente impreso en tus manos! Ayúdame a inflamar mi corazón en tu amor. Ayúdame a amarte con todas mis fuerzas y mi vida. Pues, ¿qué puedo yo darte mejor que mi amor? ¿Con que pagar tu amor sino con amor? ¿En qué puedo gastar mejor mi vida que en amarte? ¡Oh, como he perdido mi tiempo y mis años al no conocerte y amarte mejor! ¡Cuántas tonterías han llenado mi cabeza y mi corazón y me han alejado de Ti! ¡Que desde hoy mi corazón arda de amor hacia Ti! ¡Virgen Santísima, Madre mía, ayúdame a amar al Señor, a vivir derretido en su amor como Tú viviste, para devolverle amor por amor!

CAPÍTULO 7 TENER LA ESPERANZA Y EL CONSUELO EN JESÚS Jesús subió a una barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se alborotó el lago de

tal manera que las olas cubrían la barca, pero Jesús estaba dormido. Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciéndole: -Señor, sálvanos, que perecemos. Él les dijo: -¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?. Entonces se levantó, increpó a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma. Y aquellos hombres, maravillados, se preguntaban: -¿Quién es este que hasta los vientos y el lago le obedecen?. (Mateo 8, 23-27)

En muchas ocasiones también nosotros nos vemos envueltos en tempestades de las cuales no sabemos salir. Los problemas, las dificultades, los temores asaltan nuestra pobre vida como vientos furiosos y olas terribles. Nos parece, como a los discípulos, que la barca está ya a punto de hundirse (Mc 4, 37). Y Jesús, al igual que con ellos, parece estar dormido, parece estar ausente, como si nos hubiera abandonado. Pero no. Él está ahí. Está contigo, aunque no lo sientas. Está a tu lado y no debes temer, porque Él es el Señor. Y si está a tu lado, por terribles que sean las tormentas de esta vida, sabes que no podrán hundirte. Podrás sentir su furia, podrás sentir su embiste, pero no volcarán tu barca. El Señor está contigo y puede calmar esa tormenta que se ha levantado en tu vida con una sola palabra. Lo que pasa es que duerme, como en la barca. ¿Cómo despertarlo? Con tu fe y tu oración. Hace falta que le grites desde lo más profundo de tu corazón, con plena confianza en su poder: “¡Sálvame, Señor, que me hundo!”. Entonces despertará y acudirá rápido a tu llamada. Quiere ser despertado con tu fe y tu oración. Cuanto más necesitado estés más confianza debes poner en su poder. Pues a mayor dificultad más fe en Dios, que todo lo puede. “En medio de las pruebas más grandes, hace falta mayor fe en Dios” (San Juan Bosco) Nota 14 . Acude en todas tus necesidades a Jesús. No pongas tu esperanza en lo material, porque sólo Jesús es capaz con su divina voz: ¡Cállate! ¡Enmudece! (Mc 4, 39) de acabar con cualquier

problema, angustia o temor. ¿Te atacan tus debilidades y tus malas pasiones? ¿Te ves lleno de tentaciones? ¿Se te hace cuesta arriba seguir la voluntad de Dios, sus mandamientos? Acude al Señor, despiértale con tus gritos de fe; dile que te salve, que estás a punto de sucumbir. ¿Tienes grandes dificultades y problemas? ¿Te cuesta vivir tu vida cristiana? ¿Se burlan de ti por vivir tu fe? Acude al Señor, refúgiate en Él. ¿Te acosan los problemas económicos? ¿Te preocupa el día de mañana? ¿Crees que no vas a poder con lo que se te viene encima? Búscale, llámale, grítale. ¿Te han herido en tu corazón? ¿Te has llevado un desengaño con alguna persona? ¿Te sientes solo? ¿Te ves incomprendido, atacado? ¿Te ves angustiado, lleno de ansiedad, miedo, nervios o dudas? Arrójate en el Señor, refúgiate en Él. Es el amigo que nunca falla, el único que puede entenderte plenamente y dar consuelo, fortaleza y luz a tu vida. Ten fe, mucha fe, muchísima fe. Y Él actuará. Y si Él actúa, ¿quién se opondrá? Levantan los ríos, Señor, su clamor y su fragor; pero más que el clamor de aguas caudalosas, más fuerte que el oleaje del océano, más fuerte en el Cielo es el Señor (Sal 92, 3-4.).

CONCLUSIÓN

Si Dios nos ama tanto, ¿por qué no amarle nosotros en correspondencia con todo nuestro corazón?

Para amar a Dios hay que: 1.-Creer en él y confiar plenamente en su amor. 2.-Pensar y reflexionar, mínimo una vez a la semana, en el amor que Dios nos tiene. 3.-Orar con frecuencia hablando familiarmente con Dios para tener un trato de amistad,

propio de las personas que se quieren. 4.-Luchar con todas nuestras fuerzas contra el pecado, que nos aleja del amor de Dios. 5.-Acercanos al amor de Jesús por medio de los sacramentos. San Alfonso Mª de Ligorio nos invita a realizar las siguientes oraciones para alcanzar el

amor a Dios, asegurando que cuando uno hace estas oraciones de corazón hace que se alegre el Paraíso Nota 15 :

“Mi Dios y mi todo (San Francisco de Asís). Dios mío, sólo te quiero a ti y nada más. Señor, me entrego enteramente a ti; y si no sé hacerlo como debo, tómame tú. Y ¿a quién amaría yo, Jesús mío, si no te amara a ti, que has muerto por mí? Arrástrame tras de ti (Cantar de los cantares 1, 4); Salvador mío, sácame del fango de mis

pecados y atráeme hacia ti. Átame, Señor, y estréchame con las cadenas de tu amor, a fin de que nunca más vuelva

a abandonarte. Quiero ser enteramente tuya. ¿Me has oído, Señor? Quiero ser tuya, enteramente tuya;

pero eres tú quien lo ha de hacer. ¿Y qué otra cosa podría querer yo sino a ti, mi amor, mi todo? Ya que me has llamado a tu amor, dame la fuerza de agradarte en todo como deseas de

mí.

¿A quién podría amar yo, si no te amara a ti, que eres bondad infinita digna de infinito amor?

Tú me has inspirado el deseo de ser toda tuya; acaba esta tu obra en mí. ¿Y qué otra cosa podría querer yo en este mundo sino a ti que eres mi bien soberano? A ti me entrego sin reserva; acéptame y dame la fuerza de serte fiel hasta la muerte. Quiero amarte mucho en esta vida, para amarte también mucho por toda la eternidad”.

El misterio del amor de Dios debería ser el motor de toda nuestra fe. Muchas personas,

incluidos cristianos practicantes, ya no viven el amor de Dios en sus vidas porque no lo han reflexionado y meditado con espíritu sobrenatural. Se han acostumbrado a escuchar “Dios te ama” sin que la potente verdad que esconde estas palabras haya llegado realmente a iluminar su corazón.

Pidámosle a la Santísima Virgen María que nos ayude a comprender el amor de Dios y a devolverle amor por amor pues Ella es la criatura más amada por el Señor y la que más y mejor supo quererle. Ella sea nuestra guía, nuestra luz, nuestra ayuda.

¡Oh Santísima Virgen María, llévame a Dios, úneme a Dios, muéstrame el amor de Dios y guíame siempre hacia Jesucristo, único Señor del Universo!

ESTE CUADERNO PERTENECE A LA SERIE “EL AMOR DE DIOS”.

OTROS TÍTULOS DE LA SERIE: Nº 1 DEJAQUEDIOSSANETUVIDA(Parte1:Heridas)Nº 2 DEJAQUEDIOSSANETUVIDA(Parte2:Sanación)Nº3DIOSTEAMANº4LAGRANDEZADELAMISERICORDIADEDIOSNº5BREVEHISTORIADELASAPARICIONESDELSAGRADOCORAZÓNDEJESÚSNº6BREVEHISTORIADELASAPARICIONESDELADIVINAMISERICORDIANº7MEDITACIONESSOBRELAPASIÓNDECRISTO(Parte1)CenáculoyoraciónenelhuertoNº8MEDITACIONESSOBRELAPASIÓNDECRISTO(Parte2)JuiciosyhumillacionessobreCristoNº9MEDITACIONESSOBRELAPASIÓNDECRISTO(Parte3)Crucifixiónymuerte NOTAS Nota1:SANTATERESITADELNIÑOJESÚS,Manuscritosautobiográficos(conocidospopularmentecomo“Historiadeunalma”)Nota2:CuandohaceañoscopiéestacitadeSantaTeresadelosAndestuvelaimprudenciadenoapuntarel escrito exacto del cual procedía. Agradecería enormemente si algún lector pudiera ayudarme alocalizarelsitoexactodelosescritosdeestasantadondeestádichacita.Nota3:BEATORAIMUNDODECAPUA,VidadeSantaCatalinadeSiena,LibroII,capituloIVNota4:SANVICENTEDELERINS,Conmonitorionº14Nota5:CuandohaceañoscopiéestacitadeSantoTomásdeAquinotuvelaimprudenciadenoapuntarelescritoexactodelcualprocedía.Agradeceríaenormementesialgúnlectorpudieraayudarmealocalizarelsitoexactodelosescritosdeestesantodondeestádichacita.Nota 6:Cuandohaceaños copiéesta citadeSanAgustín tuve la imprudenciadenoapuntarel escritoexactodelcualprocedía.Agradeceríaenormementesialgúnlectorpudieraayudarmea localizarelsitoexactodelosescritosdeestesantodondeestádichacita.Nota7:ImitacióndeCristo,LibroII,capítulo8Nota8:CuandohaceañoscopiéestacitadeSanAlfonsoMªdeLigoriotuvelaimprudenciadenoapuntarel escrito exacto del cual procedía. Agradecería enormemente si algún lector pudiera ayudarme alocalizarelsitoexactodelosescritosdeestesantodondeestádichacita.Nota9:SANALFONSOMªDELIGORIO,Elamordelalma,capítulo1Nota10:SANTAFAUSTINAKOWALSKA,Diario,número326Nota 11: Cuando hace años copié esta cita de San Alfonso Mª de Ligorio tuve la imprudencia de noapuntarelescritoexactodelcualprocedía.Agradeceríaenormementesialgúnlectorpudieraayudarmealocalizarelsitoexactodelosescritosdeestesantodondeestádichacita.Nota12:SANALFONSOMªDELIGORIO,Elamordelalma,capítulo2Nota 13: SANALFONSOMªDELIGORIO,ReflexionessobrelaPasióndeJesucristoparausodelasalmaspiadosas,capítulo8Nota14:EUGENIOCERIA,DonBoscoconDios,capítulo11Nota15:SANALFONSOMªDELIGORIO,ElamordeDiosymediosparaalcanzarlo,capítulo1

(Paramásinformaciónentrarenwww.consagracionalavirgen.com)