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DIRECTORA:Mª Ángeles Díez Coronado (Universidad de La Rioja)

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CONSEJO CIENTÍFICO:Don Paul Abbott (Universidad de California, EE.UU.)Tomás Albaladejo Mayordomo (Universidad Autónoma de Madrid)Sergio Andrés Cabello (Universidad de La Rioja)Begoña Arrúe Ugarte (Universidad de La Rioja)Eugenio F. Biagini (Universidad de Cambridge, Reino Unido)Francisco Javier Blasco Pascual (Universidad de Valladolid)José Antonio Caballero López (Universidad de La Rioja)José Luis Calvo Palacios (Universidad de Zaragoza)Juan Carrasco (Universidad Pública de Navarra)Juan José Carreras López (Universidad de Zaragoza)José Miguel Delgado Idarreta (Universidad de La Rioja)Jean-Michel Desvois (Universidad de Burdeos, Francia)Rafael Domingo Oslé (Universidad de Navarra)Pilar Duarte Garasa (Consejería de Educación, Cultura y Turismo)Juan Francisco Esteban Lorente (Universidad de Zaragoza)José Ignacio García Armendáriz (Universidad de Barcelona)Claudio García Turza (Universidad de La Rioja)Francisco Javier García Turza (Universidad de La Rioja)Fernando Gómez Bezares (Universidad de Deusto)Fernando González Ollé (Universidad de Navarra)Ignacio Granado Hijelmo (Consejo Consultivo de La Rioja)Isabel Verónica Jara Hinojosa (Universidad de Chile)Mª Jesús Lacarra Ducay (Universidad de Zaragoza)Mª Ángeles Líbano Zumalacárregui (Universidad Pública del País Vasco) Carmen López Sáenz (Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid)Miguel Ángel Marín López (Universidad de La Rioja)Manuel Martín Bueno (Universidad de Zaragoza)Ángel Martín Duque (Universidad de Navarra)José Gabriel Moya Valgañón (Instituto de Estudios Riojanos)Mª Isabel Murillo García-Atance (Archivo Municipal de Logroño)Miguel Ángel Muro Munilla (Universidad de La Rioja)José Luis Ollero Vallés (Instituto de Estudios Riojanos)Mónica Orduña Prada (Instituto de Estudios Riojanos)Germán Orón Moratal (Universidad Jaume I de Castellón)Inés Palleiro y Landeira (Universidad de Buenos Aires)Miguel Panadero Moya (Universidad de Castilla- La Mancha)Carlos Pérez Arrondo (Universidad de Zaragoza)José Luis Pérez Pastor (Instituto de Estudios Riojanos)Micaela Pérez Sáenz (Archivo Histórico Provincial de La Rioja)Manuel Prendes Guardiola (Universidad de Piura, Perú)Luis Ribot García (Universidad Nacional de Educación a Distancia)Emilio del Río Sanz (Universidad de La Rioja)Jesús Rubio (Universidad de Zaragoza)Santiago U. Sánchez Jiménez (Universidad Autónoma de Madrid)José Miguel Santacreu (Universidad de Alicante)Soledad Silva y Verástegui (Universidad del País Vasco)José Ángel Túa Blesa Lalinde (Universidad de Zaragoza)Isabel Uría Maqua (Universidad de Oviedo)José Francisco Val Álvaro (Universidad de Zaragoza)Rebeca Viguera Ruiz (Universidad de La Rioja)René Zenteno (Universidad de Texas en San Antonio, EEUU)

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Gobierno de La RiojaInstituto de Estudios Riojanos

LOGROÑO2015

INSTITUTO DE ESTUDIOS RIOJANOS

REVISTA RIOJANA DE CIENCIASSOCIALES Y HUMANIDADES

BERCEO

Núm. 168

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Berceo / Instituto de Estudios Riojanos, V. 1, nº 1 (oct 1946).- Logroño: Gobierno de La Rioja: Instituto de Estudios Riojanos, 1946- .--v. ; il. ; 24 cm

Trimestral, Semestral a partir de 1971. Índices nº 1 (1946) - nº 111 (1986) - nº 132 (1996) Es un suplemento de esta publ.: Codal. Suplemento literario. - nº 1 (1949) - nº 71

(1968) ISSN 0210-8550 = Berceo 908

La revista Berceo, editada por el Instituto de Estudios Riojanos, publica estudios cien-tíficos de las Áreas de Ciencias Sociales, Filología, Historia y Patrimonio Regional con el objetivo de aportar conocimiento relevante para la investigación y el desarrollo cultural de La Rioja. Estos trabajos van dirigidos a la comunidad científica, así como a otras personas interesadas en estas materias, de los ámbitos regional, nacional e internacional.

Berceo se encuentra en las siguientes bases de datos bibliográficas, directorios y repositorios: APH (L’Année Philologique); CARDHUS PLUS (Sistema de clasifi-cación de revistas científicas de los ámbitos de las Ciencias Sociales y Humani-dades); DIALNET (Portal de difusión de la producción científica hispana); ERIH (European Science Foundation History); ISOC (Ciencias Sociales y Humanidades, CSIC); LATINDEX (Sistema regional de información en línea para revistas cientí-ficas de América Latina, el Caribe, España y Portugal); MIAR (Matriu d’informació per a l’avaluació de revistes); MLA (Modern Language Asociation database); PIO (Periodical Index Online); REGESTA IMPERII (Base de datos internacional del ámbito de la historia); ULRICH’S (International periodical directory).

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducir-se, registrarse o transmitirse por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotoco-pia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de los titulares del copyright.

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Contracubierta: Palacio del Marqués de Casa Torre en Igea (Ignacio Gil-Díez Usandizaga)

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Producción gráfica: lamirada.es (Logroño)

ISSN 0210-8550Depósito Legal LO-4-1958

Impreso en España - Printed in Spain

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ÍNDICE

DOLORES QUEIRUGA, DAVID EGUILUZ LÓPEZ, LUZ AMIRA ROCHA VALENCIAEl Banco de Alimentos de La Rioja: Análisis DAFO y propuestas de mejoraFood Bank of La Rioja: SWOT analysis and proposals for improvement

GUILLERMO SORIANO SANCHAQuintiliano en América (c. 1500-1850)Quintilian in America (c. 1500-1850)

ALFONSO RUBIOPedro Herreros. Poeta del sencillismo, poeta de inquietud socialPedro Herreros. Poet of the sencillismo, poet of social inquiries

CARLOS VILLAR FLORTras la pista del Murrieta: el origen riojano de la Fundación Graham GreeneOn the track of Murrieta: the riojan origin of the Graham Greene Foundation

JOSÉ LÓPEZ ROMEROUn hombre curioso: Juan de EspinosaA curious man: Juan de Espinosa

JAVIER ORTIZ ARZADos hidalgos riojanos en el comercio atlántico y el tráfico esclavista con las Indias: Miguel Martínez de Jáuregui y Jerónimo de Jáuregui (S. XVI)Two noble men from La Rioja in the atlantic commerce and slave trade with the Indies: Miguel Martinez de Jauregui and Jeronimo de Jauregui (16th century)

DIEGO TÉLLEZ ALARCIATomás y Juan Fernández de Medrano: una saga camerana a fines del S. XVI y comienzos del S. XVIITomás and Juan Fernández de Medrano: a dinasty from Cameros in the late Sixteenth Century and the beginning of the Seventeenth Century

PILAR ANDUEZA UNANUASer y parecer noble en el siglo XVIII: el palacio del marqués de Casa Torre en Igea (La Rioja) y su consumo suntuarioTo be and to appear noble in the Eighteenth century: the Palace of the Marquis of Casa Torre in Igea (La Rioja) and its sumptuary consumption

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RESEÑAS

MARIO RUIZ ENCINARLos emblemas municipales riojanos del siglo XIX en la colección de sellos en tinta del Archivo Histórico NacionalMunicipal emblems of La Rioja of the nineteenth century in the collection of ink stamps in Archivo Histórico Nacional

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Berceo 168 159-198 Logroño 2015

TOMÁS Y JUAN FERNÁNDEZ DE MEDRANO: UNA SAGA CAMERANA A FINES DEL S. XVI Y COMIENZOS DEL S. XVII*

DIEGO TÉLLEZ ALARCIA**

RESUMEN

A partir de un testamento custodiado en el Archivo Histórico Provincial de La Rioja se descubre la trayectoria de Tomás y Juan Fernández de Medra-no y su familia. Esta saga de origen camerano, con vinculación con el Solar de Valdeosera llegó a desempeñar puestos de importancia en la administra-ción española a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII. Hasta la fecha era totalmente desconocida para la historiografía riojana.

Palabras clave: Familia Fernández de Medrano, ducado de Saboya, du-que de Lerma, Solar de Valdeosera, Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, Convento de San Juan de Acre.

The trajectory of Tomás and Juan Fernández de Medrano and their family is discovered from a testament kept in the Archivo Provinical de La Rioja. This saga has its origin in the Cameros area, being linked with the Solar of Valdeosera. It came to hold positions of importance in the Spanish administration in the late sixteenth and early seventeenth century. To date was totally unknown to the Rioja historiography.

Keywords: Fernández de Medrano family, duchy of Savoy, duke of Ler-ma, Solar de Valdeosera, Monastery of San Prudencio de Monte Laturce, Convent of San Juan de Acre.

* Registrado el 12 de enero de 2015. Aprobado el 18 de mayo de 2015.

** Universidad de La Rioja. [email protected]. Esta investigación ha sido desarro-llada gracias a una ayuda del Instituto de Estudios Riojanos en su convocatoria de 2009 para estudios de temática riojana.

núm. 168 (2015), pp. 159-198ISSN 0210-8550Berceo

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Diego Téllez Alarcia

1. INTRODUCCIÓN: EL TESTAMENTO DE FR. JUAN FERNÁNDEZ DE MEDRANO

“In dei nomine amén. Sepan cuantos esta carta de testamento, última y final voluntad vieren, como yo, Fray Juan Fernández de Medrano, hijo de Tomás Fernández de Medrano y de doña Isabel de Sandoval, vecinos de Madrid, novicio que al presente en el monasterio del señor San Prudencio de la Orden de San Bernardo de Císter, diócesis de Calahorra, estando como estoy por profesar en dicho monasterio, y queriendo como quiero cumplir con el decreto del Santo Concilio y estatutos de mi santa religión, para que más libre y desembarazado de las cosas del mundo, pueda celebrar la profesión santa, ordeno mi testamento y, de firme, mi voluntad”1.

Así comienza uno más de los muchos testamentos que se conservan en los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial de La Rioja. Este documento, en apariencia anodino, escondido entre otros muchos de los que oficializaba el escribano habitual de Clavijo y del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, es, sin embargo, una de las muchas joyas que se ocultan en los fondos de esta importantísima institución. Lo es por varios motivos. Uno de ellos por ofrecer datos inéditos sobre distintos aspectos de la vida monacal en este relevante centro de devoción riojano. Pero quizás sea más relevante el segundo: el constituirse en punto de partida para reve-larnos la historia de una saga de cameranos ilustres que hasta la fecha había pasado absolutamente inadvertida para cronistas e historiadores.

Quien testa es el novicio Fray Juan Fernández de Medrano. Siguiendo las leyes establecidas redacta su última voluntad antes de tomar los votos. El procedimiento es rutinario, sobre todo entre aquellos que tienen algo destacado que legar.

Efectivamente Fray Juan no era un monje más. Así lo delatan las dis-tintas mandas de su testamento. La primera ya es llamativa: dona “600 du-cados de a 20 reales castellanos (...) a dicho monasterio de San Prudencio y al abad en su nombre (...) para ayuda a la obra del refectorio y celdas que en el dicho monasterio se hace”. Seiscientos ducados era una cifra muy razonable para la época pero es que, además, Fray Juan todavía añadía en la segunda cláusula que si esta cifra no se entregaba en los cuatro meses siguientes a la rúbrica de su testamento, se obligaba a sí mismo a duplicar la donación, alcanzando los 1.200 ducados. Evidentemente Fray Juan tenía un patrimonio importante si pensaba afrontar esas obligaciones.

No eran los únicos desembolsos que preveía. Otros 100 ducados que-daban para su tío, D. Francisco. 200 más para su tía, doña Magdalena. Para sus primos, D. Pedro y D. Felipe, también 200. Y, finalmente, 100 más para

1. Testamento de Juan Fernández de Medrano, 26 de octubre de 1616, Archivo Histórico Provincial de La Rioja (en adelante A.H.P.L.R), Protocolos Notariales, Protocolo 8.270-4.

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otros beneficiarios, probablemente criados de la familia (doña Juana y do-ña Melchora de España). Todavía esperaba Fray Juan que restasen algunos bienes por distribuir, porque para ese sobrante declaraba como heredera universal a su hermana, doña Ana María. En total 2.000 ducados. ¿Cómo era posible que un simple novicio del Monasterio de San Prudencio, dispusiese de una pequeña fortuna personal como esa?

Por otro lado el Monasterio de San Prudencio no era un cenobio cual-quiera. El oratorio existía desde hacía siglos. Según las fuentes hagiográfi-cas un primer centro de adoración se habría construido tras la muerte de Prudencio de Armentia, obispo de Tarazona, en una ubicación seleccionada por la mula sobre cuyo lomo se habría colocado el cuerpo inerte de este hombre pío. Sin embargo la realidad parece alejarse bastante del mito. Ni las fuentes históricas ni sus posteriores analistas se han puesto de acuerdo en un dato tan básico como es la propia biografía de Prudencio y este escu-rridizo santo es ubicado por unos en el Bajo Imperio (ss. IV-VI), por otros en el periodo de ocupación musulmana (s. VIII) e incluso, por alguno más, en el s. XII2. Partiendo de ahí se entenderá las dificultades para datar con precisión la fundación de ese legendario eremitorio primigenio.

En todo caso, aunque la leyenda fundacional sea cuestionable, San Prudencio de Monte Laturce tenía ya una larga historia real tras de sí a la altura de 1616. Sabemos que una abadía había sido fundada en ese lugar en torno al 925, como parte de un plan repoblador impulsado por los monar-cas Sancho Garcés y Ordoño II, con la intención de cristianizar y gestionar la frontera con el Islam, situada por aquel entonces en la región riojana. Si bien en 950 los monjes habían tenido que refugiarse en Albelda debido a la presión musulmana, el monasterio acabaría sobreviviendo a ella. En 1058 los mismísimos señores de Cameros, Fortún Ochoa y doña Mencia, se con-virtieron en sus protectores y lo dotaron de bienes3. Llegaría a convertirse incluso en el panteón familiar de este poderoso linaje nobiliario. Tras un nuevo retroceso en el siglo siguiente debido a los conflictos con Navarra, viviría una época de mayor esplendor en la Baja Edad Media, con su entre-ga al patrocinio real por parte de los señores de Cameros, y la donación a la orden cisterciense a sus muros en 1203. Otra época de crisis se iniciaría en 1461 con la renuncia del abad Fr. Juan de Cañas a favor del papa Pío II, convirtiendo la abadía en comendataria “dándola [el Sumo Pontífice] tan presto a seglares como a monjes, ya de éste, ya de aquel monasterio, de los

2. Véase el magnífico trabajo de Nora Igartua: Igartua ugarte, N., “Fuentes hagiográficas referentes a Prudencio de Armentia, obispo de Tarazona”, Hispania Sacra 56 (2004), pp. 29-67. Todavía con más extensión en Igartua ugarte, N., Prudencio de Armentia, obispo de Tarazona. Fuentes y contexto histórico de su vida y culto, Vitoria: Departamento de Cultura, Diputación Foral de Álava, 2003. En ambos concluye que Prudencio habría sido un obispo mozárabe del s. VIII.

3. garcía turza, J., “El monasterio de San Prudencio de Monte Laturce (siglos X-XII), Espacio, Tiempos y Forma, Serie III, Hª Medieval 2 (1989), pp. 137-160 y, del mismo autor, Documentación medieval del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce (siglos X-XV), Logroño: IER, 1992.

TOMÁS Y JUAN FERNÁNDEZ DE MEDRANO: UNA SAGA CAMERANA A FINES DEL S. XVI Y COMIENZOS DEL S. XVII

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cuales uno enajenaba una posesión, otro la malbarataba, y otros se abra-saban a pleitos y pretensiones en Roma sobre la impetra de la abadía”4. En 1516 se extinguió lo comendatario, ingresando a la observancia del Cister en España. Volvían los buenos tiempos como demuestra su crecimiento tanto patrimonial como en número de monjes5.

En consecuencia, el monasterio en el que había ingresado Fray Juan estaba lejos de ser un cenobio más. Por si fuera poco, era también un lu-gar enormemente simbólico para los habitantes de la región. Su ubicación coincidía con el campo de una de las batallas míticas de la reconquista en la zona: la batalla de Clavijo. Supuestamente, incluso se había aparecido el mismísimo apóstol Santiago. Todo ello se manifestaba en la atracción de múltiples peregrinos. Una colección importante de reliquias, que incluían, además de las de San Prudencio, las de otros santos locales como San Félix y San Funes, ayudaba. También los poderes taumaturgos curativos que se le achacaban al santo en múltiples milagros6. San Prudencio, finalmente, era patrón de localidades cercanas (lo es actualmente) como Albelda, Logroño o, incluso, Vitoria. Por las mismas fechas en que Fray Juan redactaba su última voluntad, el concejo de Logroño regulaba por enésima vez una de las muchas manifestaciones de fe que estos lugares brindaban en honor al santo, el Voto de San Prudencio:

“En este Ayuntamiento el señor Don Francisco de Barrionuevo (...) y el señor Fernando Asensio, procurador mayor, ha mandado el recado al señor obispo en razón de que permitiese que la ciu-dad hiciese su procesión el día de señor San Prudencio como se ha acostumbrado y que habiéndolo entendido se había resuelto a que la ciudad no había de ir en procesión al Monasterio de San Prudencio como antiguamente iba por ser contra las constitucio-nes sinodales. Y habiéndosele pedido conmutase el voto que la ciudad tenía, se le había conmutado en que una persona o más, los que la ciudad nombrase en su ayuntamiento fuesen al dicho monasterio e hiciesen el que sea acostumbrado, con que la ciudad cumpliría con su obligación. Y para que esto se ejecute y cumpla acordaron que el Sr. Procurador mayor y los señores D. Gaspar de Porres y Don Francisco de Marañón vayan al dicho convento

4. Ibáñez de echávarrI, b., Vida de San Prudencio, obispo de Tarazona, patrono principal y hijo de la M.N. Y M.L. Provincia de Álava, Vitoria: Thomas de Robles y Navarro, 1754, p. 404; CORONEL, G., Historia del Real monasterio de San Prudencio con varias noticias y anexiones a la Historia General de España, 1726, Manuscrito conservado en la Biblioteca del Monasterio de Valvanera, ff. 348-349.

5. téllez alarcIa, d., “El monasterio de San Prudencio en la Edad Moderna y Contemporánea”, en valle MelóN, J. M. y rodríguez MIraNda, a. (eds.), El Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce: pasado, presente y ¿futuro?, Logroño: IER, 2014, pp. 46-50.

6. Milagros que fueron codificados por Ibáñez de echávarrI, b., Vida de San Prudencio…, pp. 491- 509.

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con la dicha ofrenda que se acostumbra el día de San Prudencio este año”7.

A la altura de comienzos del siglo XVII el mejor signo de la bonanza en que vivía el oratorio era, sin duda, la ampliación de las instalaciones a la que aludía Fray Juan en su testamento. Durante decenios, los historiadores del arte se han preguntado acerca de la datación del impresionante edificio del refectorio, una de las estructuras que mejor han resistido la dejadez y la ruina a la que quedó sometida la abadía tras su abandono en 18358. Va-gamente localizaban los restos en el s. XVII9. Gracias al testimonio de Fray Juan Fernández de Medrano, podemos datarlos en torno a 161610.

Más allá del conjunto arquitectónico de la sede, también respalda la te-sis de una situación económica desahogada su nómina de propiedades, cen-sos y derechos. Para empezar San Prudencio de Monte Laturce era señor de una aldea cercana: Villanueva de San Prudencio11. Por si fuera poco poseía diversas tierras y percibía derechos en varias localidades riojanas: Clavijo, Lasanta, Tudelilla, Villamediana, Yangüela, Lagunilla, Leza, Alberite, Ribafre-cha, el Villar de Arnedo12... Así, no era de extrañar que la abadía cobijase a

7. Archivo Municipal de Logroño (en adelante A.M.L.), Libro de Actas, 1622, folio 69, recto. Se trataba, efectivamente, de una importante romería conocida con el nombre de “voto de San Prudencio”. Según el saber popular este voto se debía a uno de los milagros del santo: haber acabado con una sequía pertinaz que asolaba la región en el s. XII, MoreNo garbayo, t., Apuntes de Logroño histórico, Logroño: Artes Graf. Librado Notario, 1943, p. 213. A ella contribuían localidades tanto del valle como de los Cameros: Albelda, Alberite, Clavijo, Lagunilla, Lardero, Leza, Logroño, Murillo, Nalda, Ribafrecha, Soto, Treguajantes, Trevijano, Ventas Blancas, Villamediana, Villanueva y Zenzano, hergueta, N., Colección de documentos históricos riojanos, Archivo del Instituto de Estudios Riojanos (en adelante I.E.R.), Manuscrito 231, Documento 2.

8. Fecha de la extinción de monacales, govaNtes, a. c. de, Diccionario Geográfico-Histórico de España, Madrid: Imprenta de los Sres. Viuda de Jordan e Hijos, 1846, p. 173. La enajenación definitiva de sus bienes fue llevada a cabo el 12 de febrero de 1837, en la casa “llamada del Priorato”, en Lagunilla, góMez, F. J., Logroño histórico, Logroño: Tip. de La Rioja, 1893, p. 465. En 1821, durante el Trienio, ya había tenido lugar una primera desamortización de algunas de sus propiedades: Archivo Histórico Nacional, Madrid (en adelante A.H.N.), Sección Clero-Regular_Secular, 2.848.

9. “El conjunto de los edificios construidos en mampostería y sillería, parece corresponder al XVII”, Moya valgañóN, g., Inventario artístico de Logroño y su provincia, Tomo II, Madrid: Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1975, p. 41.

10. No fueron las únicas obras y encargos que sabemos realizó el monasterio en estas décadas. Un resumen de las mismas en téllez alarcIa, d., “El Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce”, Belezos 15 (2011), pp. 22-27.

11. A mediados del siglo XVIII tenía “11 vecinos y una viuda” (61 habitantes) según indica el Catastro de Ensenada, A.H.P.L.R., Catastro de Ensenada, Caja 608. En el Censo de Floridablanca la cifra había reducido a 55, Censo de 1787 “Floridablanca”, Tomo 3 A, Submeseta Norte, parte oriental, Madrid, 1987, p. 1875. Aún eran menos a comienzos del s. XIX: 30 en 1812 según el Nomenclator elaborado en 1812.

12. Lógicamente la distribución de sus ingresos cambia a lo largo del tiempo. Así se deduce de las escrituras compiladas por garcía turza, J., Documentación medieval del Monasterio de San Prudencio..., 1992 y del análisis del Catastro de Ensenada de todas estas localidades. Puede verse una aproximación superficial en Ibáñez rodríguez, s., arMas lereNa, N.

TOMÁS Y JUAN FERNÁNDEZ DE MEDRANO: UNA SAGA CAMERANA A FINES DEL S. XVI Y COMIENZOS DEL S. XVII

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una media de 20 monjes a lo largo de los siglos XVII y XVIII13. A partir de 1616, Juan Fernández de Medrano sería uno más. ¿Pero era realmente uno más? ¿Podía cualquier novicio legar esa cantidad de dinero al monasterio y a sus allegados? ¿Qué historia esconde su asombroso testamento? ¿Quién era Fray Juan Fernández de Medrano?

2. LOS FERNÁNDEZ DE MEDRANO DE ENTRENA: UNA SAGA DE ORIGEN CAMERANO

La propia última voluntad de Fray Juan nos da algunas pistas para responder todos estos interrogantes. Nombres, fechas, pequeños indicios... Sabemos así que sus padres se llamaban Tomás Fernández de Medrano e Isabel de Sandoval respectivamente, que eran vecinos de Madrid y que estaban muertos para cuando Juan testó; que su tío se llamaba Francisco Fernández de Medrano y que era vecino de Logroño; que su tía, Magdalena de Sandoval, era aya de los hijos del duque de Uceda; que su hermana se llamaba Ana María y residía en la corte, en Madrid; y que su fortuna tenía dos procedencias: la parte que le correspondió de los bienes de sus padres subastados en almoneda pública y “lo que se me debe por su Majestad en Milán, de la ayuda de costa que su Majestad había hecho a dicho mi padre y a mí”14. Pueden parecer datos inconexos e insuficientes pero ordenados apropiadamente forman un sendero que nos guía en el laberinto de la bio-grafía de este fascinante fraile.

Analicémoslos pormenorizadamente. Una tía y una hermana en la cor-te, los padres vecinos de Madrid... Fray Juan debía provenir de un linaje bien conectado con la capital. De hecho, el duque de Uceda era ni más ni menos que el hijo primogénito del personaje más poderoso de toda la Mo-narquía, tanto como el mismísimo rey a cuya firma equivalía la suya propia: D. Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, el I duque de Lerma. Lerma era el valido de Felipe III y, en calidad de tal, regía los destinos de la corona en nombre del soberano. A su impulso se había trasladado, en 1601, la corte a Valladolid, beneficiándose ya de paso, con toda una planificada operación de especulación inmobiliaria. En 1616 todavía seguía siendo el dueño y señor de la corte y la administración, aunque quedaba poco para que esto cambiase. Dos años después, en 1618, una conspiración liderada por Gas-par de Guzmán, futuro conde-duque de Olivares, el Padre Aliaga, confesor del rey y su propio hijo, Uceda, le echaría del poder. Lerma sobreviviría políticamente a la hecatombe (que sí se llevó por delante a Rodrigo Calde-

y góMez urdáñez, J. l., Los Señoríos en La Rioja en el s. XVIII, Logroño: Universidad de La Rioja, 1996, pp. 121-122.

13. Eran 24 monjes en 1698, A.H.P.L.R., Protocolos notariales, 8.272-2; 33 en 1753, Archivo General de Simancas, Valladolid (en adelante A.G.S.), Dirección General de Rentas, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, 600; 28 en 1768, Archivo Diocesano de Logroño, Clavijo, Documentos varios, caja 2.

14. Testamento de Juan Fernández de Medrano, 26 de octubre de 1616, A.H.P.L.R., Protocolos Notariales, Protocolo 8.270-4.

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rón, su principal colaborador) gracias a la concesión del capelo cardenalicio (y con él, de la inmunidad eclesiástica) y al retiro a sus posesiones, donde moriría en 1625.

Probablemente tanto la tía (Magdalena) como su madre (Isabel) esta-ban emparentadas con la casa de Lerma (Sandoval todos ellos). Veremos más adelante datos que confirman este supuesto y las conexiones de los Fernández de Medrano con Lerma. Pero conformémonos por el momento y centrémonos en otro de los familiares de Fray Juan: su hermana doña Ana María.

Ana María Fernández de Medrano y Sandoval también dejó algunas pistas para la posteridad: uno de los muchos expedientes de casamientos de Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional. Los casamientos con caballeros eran habituales pero requerían una investigación: una probanza de limpieza de sangre. Esas pesquisas daban lugar a volúmenes de expe-dientes que han llegado hasta nosotros. En 1628 uno de esos expedientes fue abierto a petición de D. Rodrigo Martínez de Fresneda, caballero de la Orden de Montesa. Su prometida no era otra que la hermana de nuestro protagonista15.

Pronto comprobamos las conexiones cortesanas de la familia: “Don Rodrigo Martínez de Fresneda, caballero de la orden de Montesa dice que tiene concertado de casar con doña Ana María Fernández de Medrano, de la cámara de la Reina”. A la altura de 1628 solo podía tratarse de Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV. Un puesto codiciado cuya obtención ya era una muestra sintomática de status social. También lo era que un ca-ballero de Montesa fuese su prometido16.

Pero la sorpresa mayúscula llega poco después. Uno de los testigos empleados en el procedimiento, D. Juan de Urbina, responde a una de las preguntas habituales:

“Preguntado si conoció al padre y madre de la dicha señora doña Ana María de Medrano (...) Respondió que (…) el dicho Tomás Fernández de Medrano le conoció al servicio del señor duque de Saboya, con el hábito de San Juan de Jerusalén, de devoción por ser casado, para el cual se ve que se hace la misma información que para lo demás, y que si no fuera limpio y bien nacido no le pudiera tener, y que así mismo sabe que a la dicha doña Isabel Ibáñez de Sandoval la vio que el señor duque de Lerma la trataba como deuda, y que como tal la recomendaba al señor duque de

15. El expediente se conserva en el A.H.N., Órdenes Militares-Casamiento-Montesa, Expediente 73.

16. Ya lo indica Enrique Soria Mesa: “la estrecha relación de las soberanas con las nobles dedicadas a su servicio, sobre todo doncellas jóvenes (…) las llevó a interesarse en sus desposorios, propiciando que contrajeran ventajosos matrimonios”, sorIa Mesa, e., La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid: Marcial Pons, 2007, pp. 183-184.

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Saboya que la hiciese merced, porque era de la cámara de Su Al-teza la señora duquesa”.

Otro de los testigos, D. Juan Ruiz Calderón, precisaba todavía más al indicar que “el dicho Tomás Fernández de Medrano (…) fue secretario de la señora infanta doña Catalina, duquesa de Saboya”.

Estamos, por lo tanto, ante toda una pareja. Él, caballero de San Juan de Jerusalén y secretario de Su Alteza Catalina Micaela, esposa de Carlos Manuel de Saboya (por tanto, duquesa de Saboya) e hija del rey mismísimo rey de España, Felipe II. Ella, dama de honor17.

Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela eran las dos hijas predilectas de Felipe II. Nacieron de su matrimonio con Isabel de Valois, la tercera de sus cuatro esposas. Según cuentan los biógrafos del “Rey Prudente”, Isabel y Ca-talina eran las niñas de los ojos del soberano. La mejor confirmación de los fuertes vínculos de cariño que unieron al rey y a sus hijas son las cartas que se escribieron durante años, editadas recientemente por Fernando Bouza. En ellas se llega a citar en una ocasión a Fernández de Medrano:

“He holgado mucho con las nuevas de vuestra salud y de mis nietos que me dais en las cartas de último del pasado y cinco y seis de éste y tenéis mucha razón en que el duque no se aventure tantas veces y tanto como lo hace y aunque yo se lo he encargado muchas lo tornaré a hacer ahora con Medrano, a quien ha enviado acá, y ya le he aprobado mucho la resolución de iros a ver”18.

Es la confirmación definitiva de que lo apuntado hasta ahora. El propio Felipe II trataba con familiaridad a este “riojano ilustre” olvidado, a quien comenzamos a intuir como hombre de confianza del monarca junto a los duques de Saboya.

No se trataba de una posición decorativa. Carlos Manuel era una pieza clave en la estrategia internacional hispana. Saboya, un pequeño ducado al sureste de Francia, era un aliado imprescindible para España desde diversas perspectivas. En primer lugar suponía una base de operaciones excelente para hostigar la frontera del archienemigo de la corona española: Francia. Por si fuera poco reforzaba la presencia española en el norte de Italia, en-carnada fundamentalmente en Milán y en la tradicional alianza con Génova. Finalmente era territorio de paso del Camino Español19. No es de extrañar, por tanto, que se cuidase la alianza con este territorio desde comienzo del

17. Comprensible que su hija Ana María también desempeñase el mismo cargo, en este caso en la casa de la reina Isabel de Borbón. Sobre este mundo femenino cortesano ver lópez cordóN, M. v., “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de Palacio en la Edad Moderna”, Cuadernos de Historia Moderna, Anexo II (2003), pp. 123-152.

18. Felipe II a Catalina Micaela, 31 de enero de 1592, bouza, F. (ed.), Cartas de Felipe II a sus hijas, Madrid: Akal, 1998, p. 184.

19. Como se destaca en parker, g., El ejército de Flandes y el Camino Español, 1567-1659, Madrid: Crítica, 2000.

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reinado. El mismísimo padre de Carlos Manuel, Manuel Filiberto, había com-batido en San Quintín a las órdenes del entonces recién coronado Felipe. En 1585 el soberano español había reforzado el vínculo con uno de los métodos habituales en la época: la mano de una infanta. La boda se había celebrado en Zaragoza. Tras acompañar a la pareja hasta Barcelona, Felipe se había despedido para siempre de Catalina. Jamás volvería a verla20.

El hallazgo historiográfico es, por tanto, de unas proporciones conside-rables a escala riojana. Todo un secretario de los duques de Saboya origi-nario de nuestra región, casado con una familiar del duque de Lerma caído por completo en el olvido21. Pero, ¿acaso es posible conocer otros datos de su vida? ¿Quién era? ¿Cuál había sido su carrera? ¿A qué se había dedicado? ¿Por qué había accedido a ese puesto político privilegiado? ¿Qué fue de él posteriormente?

3. EL PATRIARCA: TOMÁS FERNÁNDEZ DE MEDRANO

3.1. Origen en el Solar de Valdeosera

Dada su pertenencia a la orden San Juan podría pensarse que su ex-pediente de acceso al hábito podría ser una primera fuente de información. Desafortunadamente no ha sido así. No se ha conservado su expediente. Sin conocer datos exactos de filiación, fechas y lugar de nacimiento, residencia, resulta complicado avanzar22. Sin embargo, la literatura de la época viene en auxilio de la investigación.

Existe una obra escrita en 1601 por el licenciado Salinas cuyo título es Sumario de la Memorable y santa batalla de Clavijo, cierto y verdadero origen y antigüedad del Señorío y señores de la villa, solar y divisas de Val-deosera en apariencia irrelevante para nuestro estudio23. Irrelevante de no ser leída su dedicatoria:

20. Ver río barredo, M. J. del, “De Madrid a Turín: el ceremonial de las reinas españolas en la corte ducal de Catalina Micaela de Saboya”, en Cuadernos de Historia Moderna, Anejo II (2003), pp. 97-122.

21. Así, por ejemplo, no aparece en la célebre obra garráN, c., Galería de Riojanos Ilustres, Logroño: Imp. de la V. de Cuesta e Hijos, 1888-89, si bien es cierto que quedó incompleta. Otro tanto ocurre con la otra obra de referencia al respecto: góMez, F. J., Memoria biográfica de los varones ilustres de la Rioja que más se han distinguido en ciencias, artes, bellas artes, política y milicia, Logroño: Francisco Javier Gómez, 1884. Tampoco se repara esta falta en la mucho más moderna MazóN verdeJo, e. (coord.), Riojanos en Madrid: 601 biografías, Madrid: Centro Riojano de Madrid, 2001.

22. El apellido “de Medrano” podría indicar que la familia era originariamente de esta localidad riojana, a escasos kilómetros de Entrena y Logroño, localidades ambas de las que fue vecino D. Francisco Fernández de Medrano, hermano de D. Tomás.

23. “Se trata de un libro de encargo, un opúsculo de 86 páginas, realizado en letra redonda, en cuarto, con amplitud de márgenes y espacios en blanco. Para nosotros, este pequeño libro tiene un valor particular, puesto que fue impreso en el mismo taller que la primera parte del Quijote, tres años antes, bajo la misma dirección”, sebastIáN MedIavIlla, F., La puntuación en el Siglo de Oro: Teoría y Práctica, Tesis doctoral inédita, 15 de septiembre de 2000.

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“Don Juan Fernández de Medrano y Sandoval: todas las fuentes y ríos (señor) nacen del mar y se vuelven a ella. Y así, habiéndose dirigido al secretario Tomás Fernández de Medrano, mi padre, la suma y compendio de la memoria y santa batalla de Clavijo (en que V. M. por el gloriosísimo Rey Ramiro es tan interesado) con el origen, nobleza y antigüedad del señorío y señores de la villa, solar y divisas de Valdeosera (por andar conjunto) le ha parecido (antes que saliese a luz) que yo la dedicase a V. M. como a ver-dadero océano, origen, y antigüedad de toda nobleza, legítimo señor, amador y protector de ella, como a Rey santo, valeroso y noble, debajo de cuyo amparo todos viven muy seguros, vivirá es-te señorío, vivirá esta memoria, y nosotros viviremos, hasta morir en el servicio de V. M. a quien humilísimamente suplico, pues ha comenzado a edificar en el suelo de mi padre, poniendo sobre el fundamento de sus méritos (a instancia del serenísimo de Saboya e intercesión del señor duque de Lerma, de quien todos somos criados) la piedra que está al fin de esta planta, no quede el edifi-cio imperfecto, ni descubierto (como está) a las injurias del tiem-po, sino que V. M. se sirva mandarlo acabar, como todos espera-mos de la grandeza de V. M. cuya Católica y Real persona guarde nuestro señor tan largos años como la Cristiandad ha menester”24.

La dedicatoria la hace nuestro primer protagonista, Fray Juan, el hijo de Tomás Fernández. Y la hace a su padre, en primera instancia, y al rey, Felipe III, “origen de toda nobleza”, en segunda. Pero más interesante, la obra trata sobre la batalla de Clavijo como origen del señorío del solar de Valdeosera. ¿Qué conexión tenían los Fernández de Medrano con esta anti-quísima institución?

En la dedicatoria específica a su padre, Fray Juan nos aclara un tanto este punto: “A Tomás Fernández de Medrano, del hábito de San Juan, señor divisero y alcalde mayor de los caballeros hijosdalgo del señorío, villa, solar y divisas de Valdeosera, consejero y secretario de Estado y Guerra, de las Altezas Serenísimas de Saboya”25. Según se desprende de ella Tomás habría sido divisero y alcalde mayor del señorío de Valdeosera. Este extremo es

24. lIceNcIado salINas, Sumario de la Memorable y santa batalla de Clavijo, cierto y verdadero origen y antigüedad del Señorío y señores de la villa, solar y divisas de Valdeosera, Madrid: Pedro Madrigal, 1601.

25. Ibídem, dedicatoria. Confirma toda esta información la obra de Francisco de Herrera y Maldonado: “Gran ruido hay entre los autores sobre quiénes fueron los primeros soldados que entraron por esta batería, los españoles dicen, cuales que el capitán Cabrera, y cuales Gaspar Ruiz de Ronda, los italianos esto lo atribuyen a dos alemanes y a Alonso de Burgos español, los franceses no quisieran que fuesen ningunos, culpando por desdicha propia el valor ajeno. Yo he visto la información que acerca de este caso mandó hacer el duque de Saboya, escrita por Tomás Fernández de Medrano de los señores de Valdeosera, su secretario y de la serenísima Infanta doña Catalina, y dice que fueron siete los que entraron (...)”, Libro de la vida y maravillosas virtudes del siervo de Dios Bernardino de Obregón, Padre y Fundador de la Congregación de los enfermeros pobres y autor de muchas obras pías de Madrid y otras partes, Madrid: Imprenta Real, 1633.

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confirmado inmediatamente con la transcripción del nombramiento realiza-do por los diviseros del solar:

“Nos los caballeros hijosdalgo, señores diviseros del señorío, villa, solar y divisas de Valdeosera. Habiéndonos juntado hoy día de señor San Felipe y Santiago de este año de mil y seiscientos (como es nuestra costumbre) para tratar y comunicar las cosas tocantes al servicio de Dios nuestro señor, y del bien y utilidad del dicho señorío. Y en particular para el nombramiento de alcalde mayor del dicho señorío y confirmación de alcalde ordinario y de los demás oficios convenientes a las dichas divisas y villa de Valdeo-sera, como son fiscal, alguacil y diputados para este dicho año. Y estando juntos los señores N. N., todos señores caballeros nobles de sangres y de las dichas divisas, los cuales juntos y en nombre de todos los demás hijosdalgo unánimes y conformes, nombra-mos por alcalde mayor del dicho señorío, y villa de Valdeosera, al señor Tomás Fernández de Medrano, consejero y secretario de Estado y Guerra del serenísimo duque de Saboya, de la señora infanta doña Catalina y de los serenísimos príncipes sus hijos. Uno de los señores y caballeros más calificados y antiguos de este señorío y divisas que reside en la corte de S. M. y en su Real servicio, para que nos defienda, guarde y ampare el dicho señorío y divisas, como lo han hecho, y acostumbrado a hacer los demás alcaldes mayores sus antecesores. Y su teniente en su nombre. El nombramiento del cual nos mandará enviar después que el dicho señor secretario haya aceptado el dicho oficio. Al cual pedimos y suplicamos lo reciba en su cabeza. Y en él entre tanto nombramos a N. para que por su merced del dicho señor secretario y en su nombre ejerza el dicho oficio de su teniente de alcalde mayor. Y después haber aceptado el dicho oficio, jurará con solemnidad el dicho señor secretario en manos de N. de que cumplirá, obser-vará y guardará las constituciones y buenas costumbres dejadas del señor rey Ramiro y de su maese de campo y general de quien nosotros las heredamos y descendemos. Ordenóse y mandóse a Fernán Ximenez escribano del dicho señorío, que dé la elección hecha en el dicho señor secretario se envíe un traslado sacado del original, para que su merced provea, vt supra. Y los dichos señores lo firmaron, etc. En la villa de Valdeosera, a primero de mayo de 1600”26.

No debe extrañarnos que los diviseros optasen por Tomás Fernández como alcalde mayor. Es obvio que el nombramiento tenía una utilidad clara: defender las prerrogativas del solar allá donde los efectos multiplicadores de

26. Nombramiento de D. Tomás Fernández de Medrano, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

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cualquier iniciativa política eran mayores: la corte. Nadie mejor que Tomás Fernández para realizar semejante tarea, dadas sus conexiones en aquella27. También que su origen geográfico, por vago que fuese, estaba relacionado con Valdeosera y con los Cameros.

Pertenecer a esta antiquísima institución de nobleza colectiva era una rareza en la época. De origen germánico, en los solares la propiedad era de carácter privada pero no individual ya que se trata de comunidades de bienes indivisas. En ellas los comuneros gozaban de un derecho global de propiedad y usufructo sobre los terrenos, siendo denominados diviseros. En el solar de Valdeosera, creado según la tradición en el s. IX por el rey Ramiro I de León, había 13 divisas, coincidentes con los trece vástagos de Don Sancho Fernández de Tejada. Probablemente el solar habría sido previamente una “presura” de Don Sancho, confirmada por el rey Ramiro, interesado en que esta zona de nadie en la frontera entre sus reinos y el Islam se poblase28.

Lo importante del asunto es que la pertenencia al solar era prueba indubitable de nobleza, con todo lo que ello implicaba en la época. Desgra-ciadamente en el archivo del solar de Valdeosera no hay referencia alguna a nuestros dos protagonistas. Muchos de los descendientes del solar ni si-quiera se inscribían en el mismo, aunque fueran perfectamente conscientes de sus orígenes, y ese parece ser el caso de Tomás o de Juan Fernández de Medrano. No obstante, tenemos algunos valiosos datos sobre uno de los parientes más directos de ambos: el capitán D. Francisco Fernández de Medrano. Su nombre sí que se inscribe en el censo de caballeros diviseros: “capitán, vecino de Entrena. Inscrito el 1 de mayo de 1596. Divisa de Re-gajal”. También se registran dos hijos de éste último: “este dicho día, mes y año (1 de mayo de 1614), su merced de dicho teniente mandó asentar en esta Divisa al capitán D. Francisco Fernández de Medrano y a D. Diego y a D. Francisco Fernández sus hijos legítimos y de doña María Ana de Espi-nosa, su mujer, por haberle constado de información que dio, ser señores de dicho Solar y Divisa de Regajal, y así lo proveyó y mandó”29. No cabe duda, por tanto, de que el linaje descendía del solar. Esto, con todo, no da respuesta a la gran pregunta: ¿cómo había llegado un humilde noble de rango medio como D. Tomás a puestos tan relevantes en la administración?

27. Puede que sea casualidad, pero los privilegios del solar fueron confirmados por Felipe III en 1620.

28. Véase al respecto MaldoNado cocat, r. J., Hidalguías riojanas: el solar de Valdeosera, Madrid: CSIC-Instituto Jerónimo Zurita, 1949 y graNado hIJelMo, I., “La naturaleza jurídica de los ilustres solares riojanos”, en Berceo 126 (1994), pp. 121-138.

29. Archivo del Solar de Valdeosera (en adelante A.V.), Censo primigenio de 1589, Libro I, Serie II. El capitán se inscribió hasta tres veces. Agradezco esta información a Juan Fernández de Tejada Quemada.

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3.2. Cursus honorum de un secretario de los duques de Saboya

Reconstruir su cursus honorum no es sencillo. En los siglos XVI y XVII no se elaboraban expedientes personales u hojas de servicios tan frecuen-temente como desde el s. XVIII en adelante. Habiéndose perdido, además, su expediente de acceso a la orden de San Juan, tampoco este recurso nos brinda luz alguna. Afortunadamente el propio licenciado Salinas ofrecía “al fin de esta Suma algunos papeles que han venido a mis manos y en par-ticular del señor duque de Saboya, a favor de vuestra merced, porque se conozca el contento y gusto con que se servía de su persona”30. Se trata de todo un rosario de cartas de recomendación escritas para interceder por D. Tomás. A través de ellas podemos acercarnos al pormenor de su vida con cierto detalle.

Así, sabemos que el cargo más importante que desempeñó fue el de secretario de Estado y Guerra de los duques de Saboya. Su nombramien-to corresponde al primero de agosto de 1591, algunos años después del matrimonio de la infanta Catalina Micaela. Se conserva una confirmación del nombramiento realizada en 1594, a petición del propio secretario, “por habérsele perdido el título que tenía de secretario”:

“Carlo Emanuel, por la gracia de Dios, duque de Saboya, Gebles, Aosta, y del Genovés, príncipe y vicario perpetuo del Sacro Ro-mano Imperio, marqués en Italia, príncipe de Piamonte, marqués de Saluzzo, conde de Geneva, Bauge, Ramon, Niza, Asti y Ten-da, barón de Baud, Ges y Fauciñi, señor de Brassa, Verceli, del Marquesado de Ceua, Onella y el Marro, etc. Si para los cargos y oficios de poca importancia, acostumbran los reyes y príncipes a hacer elección de hombres beneméritos y suficientes; cosa clara es, que para aquellos de cuyo pecho se fían, no sólo los intentos y deseos, mas los pensamientos ocultos en materias y casos de grande momento, deben poner personas escogidas cuya fidelidad, secreto, prudencia y experiencia de muchos días tengan conoci-da; para que con su industria, diligencia y buena maña se dé a los negocios el expediente que conviene y se tenga en ellos el fin que se desea, alcanzando con tal virtud los tales el premio y estimación que merecen. Por lo cual, habiendo de tener un se-cretario español, por cuya mano pasasen las correspondencias y cosas de Estado en tal lengua y las de la guerra de la gente que Su Majestad nos ha encargado, y encargare, para las empresas de su Real servicio y bien de nuestros estados, en defensa de ellos y de la religión católica; y entendido que en la persona de vos Tomás Fernández de Medrano, nuestro secretario de Estado y Guerra, concurrían todas las buenas partes y calidades que para tal oficio y ministerio se requieren y un tal ministro debe de estar adorna-do, con muy grande razón hicimos elección de vuestra persona y

30. lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

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deliberamos en nuestra última venida de España daros este dicho cargo. Y teniendo como tenemos ahora, por experiencia conocida de tan largo tiempo, vuestra virtud, prudencia, fidelidad, secreto y destreza en las cosas que requiere tal ministerio, respecto de las que habéis tratado en las partes donde habéis asistido; y la buena cuenta que habéis dado de ellas, y de las que habéis tratado cerca de nuestra persona y el peligro de la vuestra con que os enviamos a España desde Provenza a tratar con el Rey mi señor negocios de Su Real servicio; y finalmente el amor que conocemos tenéis al nuestro; para mayor muestra de la satisfacción y voluntad que por ello os tenemos; de nuestro propio motu y cierta ciencia, de nuevo os constituimos, elegimos, nombramos y diputamos a vos el dicho Tomás Fernández de Medrano, por nuestro secretario de Estado (como dicho es arriba) y de la Guerra de la gente que Su Majestad nos ha encargado y encargare, para las empresas de Su Real servicio, bien de nuestros estados y defensa de la religión católica, con todas las honras, preeminencias, indultos, privilegios, gracias, prerrogativas, inmunidades, derechos y utilidades, que a tal grado pertenecen, tienen y han tenido, nuestros secretarios de Estado y Guerra, suelen, acostumbran tener los del Rey mi señor, y de sus capitanes generales, así en Flandes como en otras partes, como el suelto, y entretenimiento, que por una nuestra cédula hecha en Turín, os tenemos establecido, con que prestaréis el debido juramento”31.

A D. Tomás tocaba, en consecuencia, la delicada labor de servir de en-lace entre el rey Felipe y los duques, tarea nunca fácil dada la divergencia de intereses. Su presencia en Turín era, desde luego, vital en tanto en cuanto la relación con Saboya lo era igualmente para el rey Felipe, y la protección de España del mismo modo fundamental para la supervivencia del ducado32. Con ese panorama tan complicado, el secretario supo ganarse la confianza de los duques. Lo confirman las mercedes que fue recibiendo de éstos a lo largo de su estancia a su lado:

“Mandamos a nuestro consejo de la casa, y en particular al ma-yordomo que sirve, que sin ninguna réplica haga que le sea dada la ración ordinaria a Tomás Fernández de Medrano, nuestro se-cretario, del principio de este año ordinariamente para él, y para dos criados. Y así mismo mandamos al general Gromis, que luego haga la asignación de las sobredichas raciones, de suerte que no

31. Nombramiento como secretario de Estado y Guerra, 1 de mayo de 1594, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

32. Ver MerlIN, p., Tra guerre e tornei. La corte sabauda nell’età di Carlo Emanuele I, Turín: Società editrice internazionale, 1991.

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le falten al dicho nuestro secretario, ni haya en ello intermisión, porque así lo queremos y conviene a nuestro servicio”33.

Especialmente una de ellas, que nos explica por qué Fray Juan Fernán-dez, hijo de D. Tomás, hablaba de “de lo que tengo y se me debe por Su Majestad en Milán”34:

“Por cuanto nos tenemos por bien servido de Tomás Fernández de Medrano, nuestro secretario, queremos y es nuestra voluntad que desde primero de agosto del año de noventa y uno (que comenzó a hacer este oficio en las cosas de Estado con S. M. y ministros en las de la guerra) en adelante tenga y goce (para que mejor pueda continuarlo) cincuenta escudos de oro al mes, de entretenimiento, cerca de nuestra persona, pagados en la Infantería Española. Y ordenamos y mandamos a la persona o personas que hacen o hi-cieren el oficio de Veedor y Contador de ella, asiente en sus libros los dichos cincuenta escudos de oro de entretenimiento al mes para que goce de ellos y se le hayan de pagar al dicho nuestro secretario, desde el día arriba señalado, según y de la manera que se pagare la dicha Infantería Española. Y que quedándose con la copia de esta fe la vuelvan originalmente”35.

Lo curioso de ésta última, es que al hacerla con cargo a la “infantería española”, infantería que había residido en Saboya en la guerra contra Fran-cia, debía ser aprobada por el rey. Aprobación que no llegó inmediatamente según parece. De ahí que se repitan una y otra vez las cartas del duque (e incluso de la duquesa) solicitando la confirmación de la merced y que, toda-vía a la altura de 1616, a Fray Juan aún se le adeuden varias cantidades. Es una muestra clara de lo etéreas que eran ciertas mercedes, ciertas fortunas y, por supuesto, también es un síntoma evidente de la falta de liquidez de la Monarquía, en el comienzo de su lento declinar.

También confirma esa confianza depositada en D. Tomás el hecho de que poco después de su nombramiento, fuese enviado desde la Provenza en una peligrosa misión para tratar los asuntos político-militares del duque en Madrid, con el mismísimo rey:

“El estado de las cosas de esta Provenza y la grande y extrema necesidad con que en ella estamos me han forzado a enviar a V. M. a Tomás Fernández de Medrano mi secretario de estado y guerra para que, como persona por cuya mano ha pasado todo y que desea infinitamente el servicio de V. Majestad, entienda de ello que importa en estas partes su asistencia. Y así en lo que de la

33. Merced del duque de Saboya, 13 de marzo de 1594, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601..

34. Testamento de Juan Fernández de Medrano, 26 de octubre de 1616, A.H.P.L.R., Protocolos Notariales, Protocolo 8.270-4.

35. Merced del duque de Saboya, 18 de marzo de 1593, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

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mía propusiere a V. Majestad será servido darle el mismo crédito que a mi propia persona. Y resolución con la mayor brevedad que fuere posible”36.

El propio monarca nos da más datos en cartas escritas de su puño y letra a Carlos Manuel: “Señor hijo: vuestra carta de 28 de diciembre recibí con Medrano, y fue muy bien considerado enviarle acá tras lo de (A)vignon con la relación de lo que allí pasó porque de otra manera hubieran dado más cuidado los avisos que venían por otras partes”37.

En ese viaje, nos indica otro documento, fue asaltado y se le sustrajeron importantes documentos:

“Habiendo enviado desde Provenza a Tomás Fernández de Me-drano mi secretario a tratar con su Majestad algunos negocios de mucha importancia, entre otras cosas, que ladrones le tomaron en el camino de Barcelona a Madrid, fueron las bulas que V. S. I. le mandó despachar en Roma con plomos pendientes, cuando con gusto y beneplácito de su Santidad le hizo merced de dar de su mano (sin votos) el hábito de San Juan, para algunas pretensiones que tiene conjuntas a su casa”38.

E incluso fue apresado por los franceses durante el trayecto de retorno: “(...) en grandes peligros; y venido con ellos de Francia a España, con emba-jada de negocios tan graves como V. M. sabe, en la feliz vida de su grande y buen padre, cayendo a la vuelta en manos del enemigo en Marsella”39. Todo ello nos da idea del rigor de la misión.

Más allá de estas muestras del favor regio, el principal beneficio que D. Tomás extrajo de sus años al servicio del duque fue, tal vez, su ventajoso matrimonio. El asunto aparece por primera vez mencionado en este reposi-torio de documentos trascritos por el licenciado Salinas en una carta de 13 de junio de 1594. Su autor: el mismísimo duque de Lerma, a aquellas alturas, todavía marqués de Denia:

“Aunque no hago esto muchas veces, huelgo siempre mucho de saber de la buena salud de V. M. y de mi señora doña Juana, cuyas

36. El duque de Saboya a Felipe II, 20 de diciembre de 1591, Ibídem.

37. Felipe II al duque de Saboya, 12 de febrero de 1592, Archivio di Stato, Turín, Lettere di Principi Forestieri, Spagna 1572-1596. Mazzo 2. Estas cartas fueron transcritas en altadoNNa, g., “Cartas de Felipe II a Carlos Manuel II, duque de Saboya (1583-1596)”, en Cuadernos de Investigación Histórica 9 (1986), pp. 137-190. En la carta anterior, de 10 de febrero también cita a nuestro personaje: “Señor hijo: con Tomás de Medrano recibí una carta vuestra en su creencia y entendí lo que tuvo que informarme tocante a su comisión, a los puntos de la cual he mandado responder en otro papel aparte que se le ha entregado, por allá veréis lo que en aquello se me ofrece”.

38. Duque de Saboya al cardenal gran Maestre de la religión de S. Juan, 12 de octubre de 1593, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

39. Copia de algunos papeles referentes a D. Tomás Fernández de Medrano, s. l., s. f. (1609), Biblioteca Nacional de España, R/10416(4), Sala Cervantes, Fondo Antiguo.

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manos beso muchas veces. Cuando Su Alteza la infanta se casó, nos hizo merced, a la marquesa y a mí, de llevar en su servicio a doña Isabel de Sandoval. Y ya V. M. sabrá como después de concertado su casamiento y hecho su desposorio enviudó antes de consumarse el matrimonio, y yo ando acá procurando que Su Majestad le haga gracia de cierta cantidad que le dejo, para que se pueda volver a casar, y para todo hemos menester la asisten-cia de V. M. a quien suplico muy de veras la ayude de manera y a su madre también, que echen de ver lo que mi intercesión les aprovecha para esto, porque así se lo debo yo por el deudo y amor que les tengo. Y acuérdese V. M. también de lo que yo le he deseado siempre servir y de las obligaciones que para esto tengo y para mandarme en muchas cosas de su servicio, a que acudiré yo de bonísima gana”40.

Aunque Lerma no cita, todavía, a D. Tomás, sí que confiesa su deuda de cariño con doña Isabel y, por si fuera poco, nos indica que la misma va a ser entregada en segundas nupcias, por enviudar de su primer marido, eso sí, “sin consumarse el matrimonio”. Más allá de estos detalles, la relación clien-telar que unirá a partir de este momento al duque, futuro valido de Felipe III y los Fernández de Medrano, será capital para entender como medra la fa-milia. Desconocemos la fecha exacta del matrimonio pero no debió ser muy posterior a esta data. El 8 de diciembre de 1594 ya dice el duque de Saboya “estar concertado de casar con doña Isabel de Sandoval de la cámara de la Infanta mi señora”41, así que probablemente se celebró a lo largo de 159542.

Con esta maniobra D. Tomás añadía al afecto que ya le tenía el duque de Saboya por sus desempeños políticos, el que infanta Catalina Micaela, su esposa, sentía por su dama doña Isabel43. A partir del desposorio ambos se emplearán a fondo para lograr nuevas mercedes. El duque llegará al extre-mo de escribir al Sumo Pontífice solicitándole una pensión para el riojano:

“Por las muchas y buenas partes que conocí en Tomás Fernández de Medrano mi secretario de Estado y Guerra, le traje a mi servi-cio en las ocasiones de Provenza. Y porque en todas las que se han ofrecido de cinco años a esta parte en el del Rey mi señor, de la infanta mi señora y mío, ha dado siempre muy grande sa-tisfacción, deseamos ambos en sumo grado su acrecentamiento. Y que V. Santidad en consideración de esto y del largo tiempo que estuvo en Roma en los papeles y otras cosas del señor conde de Olivares, bien visto de la V. Beatitud, sea servido dignarle de

40. Lerma a don Juan de Acuña, embajador en Saboya, 13 de junio de 1594, Ibídem.

41. Duque de Saboya a Felipe II, 8 de diciembre de 1594, Ibídem.

42. En 24 de abril de 1596 el duque afirma: “Tomás Fernández de Medrano casó con doña Isabel de Sandoval”, Carlos Manuel de Saboya a Giuseppe Acuña, embajador español en Saboya, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

43. Y por su madre, doña María, guarda de las damas de la infanta-duquesa de Saboya.

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mandarle dar alguna pensión para que la pueda gozar con el há-bito que tiene de San Juan, en conformidad de lo que monseñor Nuncio (con quien se ha tratado) escribe a V. Santidad, a quien humilísimamente suplico me haga a mí esta gracia y merced, por ser de las que con más veras y afecto puedo pedir a V. Beatitud”44.

Aunque el esfuerzo será en vano y Su Santidad no dará respuesta a esta petición, el duque nos da otra interesante pista sobre el cursus honorum de D. Tomás con esta relación: el “largo tiempo que estuvo en Roma en los papeles y otras cosas del señor conde de Olivares”. El conde de Olivares aquí citado es el padre del más célebre D. Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV. El conde había sido embajador en la Santa Sede entre 1582 y 159145. Don Tomás sirvió con él como se deduce de este fragmento y de otra carta en la que también se nos menciona otro de sus cargos al servicio de la corona, en este caso en las galeras de Génova: “a lo que se había ocupado sirviendo al conde de Olivares en Roma ocho años en papeles de aquella embajada, y cerca de otros dos en las galeras de Gé-nova (siendo secretario del marqués de Torrilla, general de ellas) de donde le traje a mi servicio seis años ha”46. Este marqués de Torrilla no era otro que Giannandrea Doria, hijo adoptivo del gran almirante genovés Andrea Doria (que en realidad era su tío abuelo), su heredero y continuador en la saga de grandes almirante genoveses47. En otra de las cartas transcritas se confirman estos datos: “dos años ha que en consideración de lo que Tomás Fernández de Medrano, mi secretario de Estado y Guerra, había servido en Roma, cerca del conde de Olivares, y en las galeras de Génova, de Andrea Doria”48.

Tomás nos ofrece algunos detalles más de en qué consistió su servicio por esos años en uno de sus memoriales. Sobre su época en las galeras, dice haber “andado algunos (años) en la mar, cerca del príncipe Andrea Doria, con armada, por cazas y presas de bajeles enemigos”49. Efectivamente la guerra corsaria era una de las labores habituales de los caballeros de San Juan, cuya base de operaciones en el Mediterráneo era Malta, así que no es de extrañar que nuestro protagonista fuese enrolado en las fuerzas ge-novesas y participase en campañas de corso contra los piratas berberiscos.

44. Duque de Saboya a Clemente VIII, 4 de noviembre de 1595, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

45. Sobre el conde véase el capítulo que le dedica Elliott en su magna obra: ellIott, J. h., El conde-duque de Olivares, Barcelona: Crítica, 2004.

46. Duque de Saboya al príncipe Felipe (futuro Felipe III), 16 de octubre de 1596, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

47. Véase bracco, r., Il principe Giannandrea Doria: patriae libertatis conservator, conte di Loano, fondatore di S. Agostino, Genova: Scuola graf. opera SS. vergine di Pompei, 1960.

48. cáMara Muñoz, a., “Las torres del litoral en el reinado de Felipe II: una arquitectura para la defensa del territorio (I)”, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte 3 (1990), pp. 55-86 (p. 58).

49. Memorial de Tomás Fernández de Medrano, s. f. (1607), Copia de algunos papeles..., s. f. (1609).

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Con todo, parece que el hábito (sin votos, recordemos que los caballeros de San Juan no podían desposarse) pudo obtenerlo en su nuevo destino: “(...) las bulas que V. S. I. le mandó despachar en Roma con plomos pendientes, cuando con gusto y beneplácito de su Santidad le hizo merced de dar de su mano (sin votos) el hábito de San Juan, para algunas pretensiones que tiene conjuntas a su casa”50. Esto indicaría que su experiencia marinera fue causa y no consecuencia de la obtención del hábito.

Pocos detalles más tenemos de su estancia en Roma: “estando otros muchos (años) en Roma, sirviendo en papeles de aquella embajada, cerca del conde de Olivares”. Labores auxiliares de uno de los embajadores más importantes de la Monarquía, debieron prepararlo para dar el gran salto a la secretaría de los duques de Saboya. Con todo, no abandonó del todo la espada por la pluma, al menos según sus palabras: “hecho en ocasiones y reencuentros, batallas y escaramuzas por las obligaciones de su hábito” y acabó participando en la guerra que el duque de Saboya mantenía contra Francia durante la última década del siglo “andando siempre en el escua-drón de la nobleza, cerca de Su Alteza, a pie y a caballo, con las armas a cuestas y tenido baterías a su cargo en grandes peligros”51.

Nada sabemos de su relación con Doria aunque el duque le envió mi-siva en 1595 para que apoyase sus demandas de recompensas al rey y en ellas indica que el genovés pudo estar satisfecho de sus desempeños52. Sin embargo, sí podemos intuir que la que mantuvo con el padre del conde-duque debió ser buena como se deduce del hecho que fuera éste el único que respondiera positivamente, por estas fechas, a los reclamos de Carlos Manuel, concediéndole una asignación de 2.000 escudos:

“He estimado infinito entender por la carta de V. Excelencia de 27 de enero, la merced que ha hecho a Tomás Fernández de Medra-no, mi secretario, mandándole despachar la asignación de los dos mil escudos, porque cualquiera merece de mano de V. Excelencia, a quien suplico no solo en esto, mas en las pretensiones que tie-ne, para que Su Majestad le haga merced (en que todos concurri-mos) le ayude con muchas veras, que muy bien empleados son en hombre tan grato, tales oficios, y dignos de V. Excelencia”53.

50. Duque de Saboya a Hugo de Laubenx Verdal, gran maestre de la orden de San Juan, 12 de octubre de 1593, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601. El subrayado es mío.

51. Memorial de Tomás Fernández de Medrano, s. f. (1607), Copia de algunos papeles..., s. f. (1609)

52. “Y así para que en esta pretensión y las demás que él tuviere tan justificadas, pueda esperar el suceso que se desea, suplico a V. Excelencia por su parte lo favorezca, certificando de su tiempo, que muy bien merece se le pague lo que él sirvió en las ocasiones que tuvo en las manos, pues a mis ojos salió de algunas con tanta satisfacción de V. Excelencia, demás de que yo lo estimaré como cosa propia mía”, Carlos Manuel de Saboya a Giandrea Doria, 5 de abril de 1595, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

53. Duque de Saboya al conde de Olivares, 13 de marzo de 1595, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601. A estas alturas Olivares era virrey de Sicilia.

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Por estos años el duque realiza un amplio despliegue epistolar para intentar favorecer a D. Tomás. Entre las personalidades a las que solici-ta apoyo se encuentran funcionarios como Juan de Idiáquez, Cristóbal de Moura (8 de diciembre de 1594) o el conde de Chinchón (29 de septiembre de 1596), eclesiásticos de alto rango como el cardenal archiduque (20 de octubre de 1595) o el cardenal Aldobrandino (19 de septiembre de 1596), generales como Alonso de Idiáquez (octubre de 1595) o embajadores como Giusseppe de Acuña (Turín, 24 de abril de 1596) o el duque de Sessa (Roma, 19 de septiembre de 1596). También escribirá a las fuentes de toda gracia: el rey Felipe II (16 de octubre de 1596), el príncipe Felipe (16 de octubre de 1596), y Su Santidad Clemente VIII (4 de noviembre de 1595)54.

No era buen momento para mercedes. La situación financiera de la Monarquía estaba al borde del colapso en estos años, colapso que se pro-duciría finalmente con la bancarrota de 1596. En semejante contexto no es de extrañar que, por muchas recomendaciones que se acumulasen, las peticiones fueran sistemáticamente desoídas.

En 1597, con todo, se sumaron nuevas voces de apoyo. El embajador en Venecia, Íñigo de Mendoza escribía una misiva en la que, aparte de reco-mendar a Fernández de Medrano, hacía una descripción de sus cualidades:

“Por servir a la Señora Infanta doña Catalina haré muy poco en testificar delante de V. Majestad la verdad de lo que sé. Tomás Fer-nández de Medrano, secretario del Señor Duque de Saboya pasó a Italia de vuelta de España, de tratar negocios del Señor duque, cuando V. Majestad mandó embarcar al marqués de Cerralvo. Y habiéndose dilatado aquella embarcación más de tres meses (a los principios por esperar buen temporal y después por la muerte del marqués) hubo ocasión de tratar yo a Tomás Fernández, y comunicarle todo aquel tiempo que esperé pasaje para la ida de Francia, a la comisión que V. Majestad me mandó. Y verdadera-mente señor que conocí en él un ánimo de criado aficionadísimo y apasionadísimo del servicio de V. Majestad, y por otra parte una muy grande bondad. Y una muy gran compasión en las costum-bres. Y en materia de haber visto y leído, un caudal para ser muy envidiado. Y en las cosas del presente un entendimiento muy plácido, demás de habilidad de la pluma, que V. Majestad sabe. Después acá en el tiempo que he estado en Italia (que camina para dos años) estoy muy más confirmado en la opinión primera, porque me trato y comunico con él, y veo por vista de ojos cuan gran criado es de V. Majestad y lo que por ello merece, y las partes que tiene para servir en todo lo que se le pusiere entre las manos. Y por parecerme que sirviendo a la Señora Infante, sirvo también

54. Ibídem.

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a V. Majestad en dar fe de esto, me atrevo a hacerlo para las oca-siones que se pudieren ofrecer”55.

Por su parte Alonso de Idiáquez solicitaba que se le tuviese en cuenta para suceder en el cargo de veedor general56.

Sin embargo, una suma de acontecimientos va a imponer una mutación de rumbo definitivo en la vida de D. Tomás. El primero consistirá en el fa-llecimiento de la infanta Catalina Micaela, duquesa de Saboya. Un mal parto se la llevaría el 6 de noviembre de 1597. Tenía 30 años57. El segundo será la firma de la paz de Vervins con Francia (2 de mayo de 1598) que liquidaba años de conflicto. El último será otro deceso importante: Felipe II, el rey Prudente exhalaba el último aliento en septiembre58. Tanto la corte turinesa como la madrileña se convertían en un tumulto de cambios e intrigas. D. Tomás sufriría las consecuencias.

Y es que ante el fallecimiento de la duquesa y del rey Felipe II y la re-orientación de la política exterior de la Monarquía Hispánica, Saboya ya no jugaba el papel capital que había tenido en la década anterior. Por si fuera poco, Carlos Manuel acabaría independizándose de la influencia hispana59, y un primer paso para hacerlo era eliminar la vigilancia y tutela que el mo-narca español podía ejercer a través de D. Tomás. Con muy buenas palabras e, incluso, con el simbólico nombramiento como secretario de los infantes hijos del duque, Medrano era despedido:

“Habiendo dejado a Tomás Fernández de Medrano nuestro secre-tario de Estado y Guerra, y de nuestro Consejo, a nuestra partida para Saboya, cerca de la infanta mi señora, de gloriosa memoria, para que la sirviese (como lo hizo) con la satisfacción, integridad y fidelidad que siempre se le ha conocido, nos ha parecido por el buen concepto y gran experiencia que tenemos de su persona, así en la inteligencia y expediente de los negocios, como en las buenas letras, virtud, bondad y nobleza, crearle de nuevo y ha-cerle como (de nuestra cierta ciencia) le hacemos, constituimos y creamos secretario de Estado y Guerra de los príncipes mis hijos y de su consejo, así como era de Su Alteza, lo es nuestro, y lo será mientras el Rey mi señor no se sirviere de premiarle, ocuparle y

55. Íñigo de Mendoza, embajador en Venecia a Felipe II, 23 de agosto de 1597, Ibídem.

56. Alonso de Idiáquez al comendador mayor de León, 10 de diciembre de 1597, Ibídem.

57. Por ello D. Tomás escribiría una Oracion consolatoria, al ser. mo Carlo Emanuel duque de Saboya hecha por el señor Tomas Fernandez de Medrano, de los señores de Valde Osera, y Almarza, secretario de estado y guerra de sus altezas y de su consejo, Turín, 1598. Esta obra ya aparece dedicada al marqués de Denia (futuro Lerma).

58. D. Tomás escribiría una Oración fúnebre a las obsequias del potentísimo Felipe II. Invictísimo rey de las Españas; y del Nuevo Mundo, hecha por Tomás Fernández de Medrano, Milán, 1598.

59. boMbíN pérez, a., “Política antiespañola de Carlos Manuel de Saboya, 1607-10”, en Cuadernos de investigación histórica 2 (1978), pp. 153-174.

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emplearle en su Real servicio, en que como digno de él, siempre se ha mostrado muy aficionado y fiel, en cuantas cosas se han ofrecido, como bueno y leal vasallo de Su Majestad, criado de la infanta mi señora, y nuestro. Y queremos y es nuestra voluntad, que esto se entienda con los 50 escudos de oro, que le damos al mes de sueldo y entretenimiento. Así mismo con las libras y racio-nes que goza en nuestra casa, y con las mismas gracias, derechos, preeminencias, inmunidades y prerrogativas que tiene, ha tenido, gozado y goza cerca de nuestra persona conforme al título que le dimos, y a lo que tienen y gozan los secretarios del Rey mi señor, y de sus capitanes generales sin innovación alguna, dándosele en todo lo que refrendare, despachare y decretare el mismo crédito que a nuestra misma persona y príncipes nuestros hijos. Por lo cual ordenamos y mandamos al ilustre nuestro gran canciller, que haciendo el debido juramento le acepte y tenga por tal secretario de Estado y Guerra de los dichos príncipes mis hijos y de su con-sejo, como lo ha sido y es nuestro. Y que todos nuestros ministros y consejeros de cualquier calidad y condición que sean y todas aquellas personas que estuvieren debajo de nuestra jurisdicción y suya le tengan y respeten por tal, so pena de nuestra desgracia y de las penas a nuestro arbitrio reservadas, porque esta es nuestra voluntad”60.

El nombramiento era puro fuego de artificio. De hecho ya se le estaba buscando destino. Así lo testifican dos cartas de 28 de marzo de 1598 al rey y al marqués de Denia (futuro duque de Lerma) en los siguientes términos:

“Deseando la infanta mi señora (que está en el cielo) premiar y hacer merced a Tomás Fernández de Medrano, mi secretario (hallándolo como es muy digno del servicio de Vuestra Majestad, por sus buenas partes) mandó al conde de Lodosa representase a Vuestra Majestad este deseo, y de su parte le suplicase (como yo lo hago) fuese servido emplearle en algún cargo y oficio cual a Vuestra Majestad pluguiese. Yo puedo asegurar a V. Majestad es persona que sabrá dar buena cuenta de cuanto se le encomenda-re, así por su suficiencia e integridad como por el grande amor y fidelidad que siempre he conocido en él al servicio de V. Majestad, y que la merced que se le hiciere (como otras veces he significado y suplicado a V. Majestad) la recibiré en mi propia persona, como lo entenderá V. Majestad del marqués de Este, mi sobrino, a quien he encargado mucho este negocio”61.

Pronto sería el propio D. Tomás quien formalizaría la petición de re-gresar a España: “Para cosas que me importan mucho tengo necesidad de

60. Título de Secretario de los Señores Príncipes de Saboya, hijos de sus Altezas, 26 de marzo de 1598, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

61. Duque de Saboya a Su Majestad, 28 de marzo de 1598, Ibídem.

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llegarme a España. Suplico a V. A. sea servido mandarme dar licencia y que se tenga con mi mujer, hijos y casa la cuenta que espero de la grandeza de V. A”62. Y el duque quien le daría la pertinente autorización:

“Magnífico consejero y muy amado secretario nuestro, y de los príncipes nuestros hijos. Yo hallo muy a propósito vuestra ida a España siendo cosa (como sois) del señor marqués de Denia. Mas por la afición que sabemos tenéis a nuestras cosas, habiéndoos de conferir muchas a boca, deseo que primero vengáis aquí para entenderlas. Lo que hecho os daremos grata licencia para cumplir este viaje y dineros para que lo podáis hacer. Disponeos a venir, y ruego a nuestro señor que de mal os guarde”63.

En esta carta ya aparece claramente reflejado bajo el amparo de quien regresa D. Tomás: bajo el del hombre fuerte del nuevo rey, el duque de Lerma. El patrocinio del valido era la lógica consecuencia del matrimonio del riojano con doña Isabel de Sandoval. Y éste se traduciría pronto en algo más que en palabras:

“En Barcelona y en junio de 1599 hizo el conde de la Mota, de parte de Su Alteza, muchos oficios para que Su Majestad emplease en su servicio al dicho secretario y en particular en el de secretario de las cosas de Sicilia, que vacó por muerte de Martín de Gante. Su Alteza en carta de 24 de agosto de este mismo año de 1599, dando cuenta al señor duque y marqués de Denia de lo que ha hecho para el buen despacho de doña Isabel de Sandoval (ha-biéndole Su Excelencia pedido se la enviase) le suplica les haga mucha merced, a ella y al secretario su marido: y así a esta instan-cia en consideración de los servicios pasados, por una consulta vieja hizo Su Excelencia oficios con Su Majestad para que se le diesen cuatrocientos ducados de renta en Milán, como consta del siguiente privilegio”64.

Aunque todavía el rey deberá confirmar la gracia un año después en carta al condestable de Castilla:

“Ilustre condestable primo, nuestro gobernador y Capitán Gene-ral. A Tomás Fernández de Medrano, secretario del duque de Sa-boya y de la Infante doña Catalina, mis hermanos, hice merced de cuatrocientos escudos de pensión al año en ese Estado, como lo veréis por el privilegio que de ello le mandé despachar. Y porque

62. Tomás Fernández de Medrano al duque, 27 de septiembre de 1598, Ibídem. Aprovechando probablemente la jornada de la reina Margarita de Austria, como bien destaca Del Río Barredo: “la mayoría de los servidores (de Catalina) volvieron a España aprovechando la jornada de la nueva reina, Margarita de Austria, que a finales de 1598 pasó por Italia de camino a Madrid”, río barredo, M. J. del, “De Madrid a Turín...”, p. 121.

63. Duque de Saboya a Tomás Fernández de Medrano, 9 de octubre de 1598, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

64. Ibídem.

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cuando le hice la dicha merced, fue con intención de que la goza-se, por la satisfacción que tengo de su persona y servicios, os he querido escribir aquí aparte y ordenar (como lo hago) proveáis y deis orden que se le pague los dichos cuatrocientos escudos de pensión en la parte consignada en el dicho privilegio. No obstante las órdenes de Bormez, ni las que después acá se han dado, y en particular la de veintiuno de junio de 91, que para en cuanto a esto tengo por bien de derogar, dejándolas en su fuerza y vigor para en todo lo demás”65.

Todavía se incrementarían más los ingresos de la pareja gracias al com-plemento de la pensión concedida a Isabel por sus servicios cerca de la in-fanta Catalina y a una reconsideración de la otorgada a D. Tomás: “por otra (cédula) de 11 de diciembre de 1601 se consignaron en las arcas a Tomás Fernández de Medrano, secretario que fue de Su Alteza y a doña Isabel de Sandoval, su mujer, 274 mil 200 maravedíes cada año de que Vuestra Ma-jestad les hizo merced hasta que se les haga otra equivalente”66. Un escudo equivalía a 350 maravedíes por lo que la primera pensión de 400 escudos habría sido 140.000 maravedíes, casi la mitad de lo que la cédula de 1601 les reconocía. El reparto exacto del monto total era como sigue: “a él cincuenta escudos de oro al mes de a 13 florines y tres granos y a su mujer 39 mil maravedíes que todo monta 274.200 maravedíes”67.

Por fin se le concedía la perseguida pensión. Lo cual no significaba ne-cesariamente que la cobrase con regularidad. La situación económica seguía siendo extremadamente delicada y había condicionado toda la política in-ternacional de la Monarquía, obligada a firmar la paz con Francia y, pronto, con Inglaterra (en 1604). La bancarrota de 1596 había sido nefasta y otro tanto ocurriría con la de 1607.

En cualquier caso D. Tomás tenía claro de quién podía esperar amparo. Por ello su Oración consolatoria, ya citada, sería dedicada a Lerma. En 1602 haría lo propio con la República mista, texto mucho más importante, del que hablaremos más adelante. En 1605 repetiría la jugada con un breve del papa sobre los privilegios de la orden de San Juan:

“Hizo estampar este breve de Su Santidad en estas dos lenguas, latina y española, a su costa, Tomás Fernández de Medrano, secre-tario de los Serenísimos Príncipes de Saboya y de los Sacros capí-tulos y asambleas de Castilla por el Rey nuestro señor y caballero del hábito de San Juan, mientras se estampan por su industria y diligencia (también a su costa) todas las bulas y privilegios que los Sumos Pontífices han concedido a la Sacra Religión desde que se fundó. Y así mismo todas las gracias, mercedes y confirmaciones que de ellas se han hecho los Católicos Reyes de España y dona-

65. Ibídem.

66. 9 de octubre de 1603, A.G.S., Consejo y Juntas de Hacienda, Leg. 430, exp. 17.

67. 10 de agosto de 1607, A.G.S., Consejo y Juntas de Hacienda, Leg. 473, exp. 13.

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ciones de otras personas particulares de estos reinos, dedicado al excelentísimo señor duque de Lerma, como a protector de todas las religiones y en particular de la de San Juan”68.

Estas labores intelectuales debieron ser su principal ocupación por es-tos años. No tenemos nuevas noticias del Medrano hasta que, en 1606, los hijos de los duques de Saboya recuerdan al valido sus deseos de ver pro-movido a Medrano:

“Con más paciencia que nosotros lleva Tomás Fernández de Me-drano, nuestro secretario, el no verse (siquiera) con un título del Rey mi señor. Él, porque como verdadero criado de V. Exc. se ajusta con su voluntad, y con sus grandes ocupaciones, a que se atribuye; y nosotros porque ha tantos años que conocemos sus muchas partes y méritos. Pues si éstos no bastan, ni tanta expe-riencia, servicios, causas y capacidad, el príncipe mi hermano y yo lo suplicamos a V. Exc. con el encarecimiento que podemos; y le aseguramos que el duque mi señor y mi padre estimará infinito el verle muy honrado, así por lo que todos debemos y queremos a doña Isabel de Sandoval, su mujer, y a él; como por la certeza y conocimiento que tenemos de que toda la merced que se le hiciere se debe a su voluntad y a la con que acude a todas las cosas del servicio de V. Exc., cuya Ilustrísima y Excelentísima per-sona y estados guarde y acreciente nuestro Señor, como puede y deseamos”69.

Los príncipes Felipe Manuel, Víctor Amadeo y Manuel Filiberto habían sido enviados en 1603, en viaje de formación, a la corte española70. Muy probablemente Medrano se ocupó a partir de esa fecha de sus asuntos. Allí permanecían en 1606 los dos últimos. El primero había fallecido un año antes y ambos debían abandonar Madrid, por lo cual intentaban asegurar la posición de sus dependientes, entre ellos, D. Tomás Fernández de Medrano. Víctor Amadeo sucedería a su padre, Carlos Manuel, en 1630. Su hermano menor, Manuel Filiberto, ostentaba por su parte el título de gran prior y gran almirante de Castilla en la orden de San Juan. La misma a la que per-tenecía D. Tomás. Por este motivo, ante la perspectiva de regresar a Turín,

68. Breve de Nuestro Santísimo Padre Paulo PP. V. en confirmación de los privilegios de la Orden de San Juan de Jerusalén, Roma, 1605, Biblioteca Nacional de España, VE/54/67, Sala Cervantes, Fondo Antiguo.

69. Príncipe Manuel Filiberto al duque de Lerma, 8 de abril de 1606, Copia de algunos papeles..., s. f.(1609).

70. claretta, c., Il principe Emanuele Filiberto di Savoia alla Corte di Spagna. Studi Storici sul Regno di Carlo Emanuele I, Turín: Stabilimento di G. Civelli, 1872. daNNa, c., (ed.), Lettere inedite del celebre autore della Ragione di Stato Giovanni Botero, Turín: G. Derossi, 1880, aNsaldI, c., “Giovanni Botero coi principi sabaudi in Ispagna”, en Bolletino Storico Bibliografico Subalpino 35 (1933), pp. 321-340 y río barredo, M. J. del, “El viaje de los príncipes de Saboya a la corte de Felipe III  (1603-1606)”, en bIaNchI, p., y clotIlde geNtIle, l., L’affermarsi della corte sabauda. Dinastie, poteri, élites in Piemonte e Savoia fra tardo medieovo e prima età moderna, Turín: Zamorani, 2006, pp. 407-434.

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el príncipe toma la determinación de partir “dejando a Tomás Fernández de Medrano, mi secretario y caballero de mi hábito (en mi partida para Italia) ocupado en esta corte en todas las cosas de la Religión que son de mi cargo y de su oficio”71.

No contentos con ello, reiterarían su petición de protección a Lerma en junio y julio, y la harían extensible a algunos de los funcionarios de primer orden de la corte, hechuras del duque: el conde de Villalonga y el conde de Miranda. También enviarían misivas en términos similares a otros personajes destacados en el panorama político y cortesano: al arzobispo de Toledo, a la condesa de Lemos, camarera mayor de la reina Margarita, al duque de Cea, a Juan de Idiáquez, al condestable de Castilla y al confesor del rey.

Por esas fechas el propio D. Tomás se dirige al rey en un memorial so-licitando “sea servido acordarse de él en la distribución que (dice) se hace de los oficios del conde de Villalonga y mudanzas de otros”. Y es que el 19 de enero de 1607 Felipe III había mandado prender a don Pedro Franqueza, conde de Villalonga, secretario del consejo de Estado de S. M. y uno de los de la Junta de su Real Hacienda. No era la única víctima del momento: con él caían también Alonso Ramírez del Prado y Pedro Álvarez Pereira. Se tra-taba en cualquier caso de hechuras de Lerma. Era una victoria de la reina, gran enemiga del favorito. Villalonga pronto fue conocido como el “exce-lentísimo ladrón”. Se tardó tres días en trasladar sus posesiones al palacio real y algún contemporáneo habló de que su tesoro era una “segunda flota de Indias”72.

Tabla 1. Cargos desempeñados por Tomás Fernández. Elaboración propia

71. Príncipe Manuel Filiberto al duque de Cea, 10 de julio de 1606, Copia de algunos papeles..., s. f. (1609).

72. góMez rIvero, r., “El juicio al secretario de Estado Pedro Franqueza, conde de Villalonga”, en Ius fugit: revista interdisciplinar de estudios histórico-jurídicos 10-11 (2001-2003), pp. 401-531.

Puesto Lugar Fechas Duración

Secretario: marqués TorrillaGaleras

de Génova1579-1581 2 años

Secretario: conde OlivaresEmbajada

de Roma1582-1590 8 años

Secretario: duque Saboya Corte de Turín 1591-1598 8 años

Secretario: hijos duque Saboya Madrid 1598-1606 8 años

Encargado neg.

Gran Prior Castilla S. Juan Madrid 1606 - ¿ ? ¿ ?

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3.3. Patronato del convento de San Juan de Acre

Sea como fuere las peticiones de Medrano fueron nuevamente desoí-das. A pesar de todo nuestro protagonista no debía tener un mal pasar por estas fechas. Deducimos este extremo de un hecho curioso: su patronato al Monasterio de San Juan de Acre de la villa de Salinas de Añana.

El patronato eclesiástico, notablemente desconocido por la historiogra-fía, era una de las mayores muestras de supremacía y distinción que podía ejercer la nobleza de la época73. Así lo destaca Ángela Atienza, la mejor conocedora de este fenómeno:

“Realmente durante el Antiguo Régimen ninguna familia de la nobleza que se preciara desechó la oportunidad de ejercer su patronato sobre una o más entidades eclesiásticas: conventos y monasterios, colegiatas, capillas y capellanías, iglesias parroquia-les, curatos, obras pías, hospitales... fueron objeto de la activi-dad patrocinadora que desplegaron tantas y tantas familias de la aristocracia y de los poderosos locales, llegando a conformar en ocasiones nutridas redes de patronato que casi siempre se incor-poraban en las fundaciones de mayorazgos”74.

Dentro de este fenómeno multiforme, “los conventos y los monasterios constituyeron una de las piezas más prestigiosas del patrocinio religioso”. Con todo, lo habitual era la vía fundacional, es decir, convertirse en patrono de una de estas instituciones a través de su fundación directa. No era tan común la apropiación del patronato a posteriori.

El convento de San Juan de Acre pertenecía a la sección femenina de la Orden de San Juan y estaba situado –aún hoy en día lo está- “extramuros de la villa de Salinas de Añana, diócesis de Burgos”. Era éste un lugar estratégi-co por la presencia de sus codiciadas salinas, de las más importantes de Cas-tilla y que habían sido incorporadas a la corona en 1564, eso sí, respetando los derechos de sus propietarios anteriores. Entre ellos, el dicho convento75.

El 22 de junio de 1608, las únicas cuatro monjas que vivían en el orato-rio, doña Inés Hurtado de Corcuera y Mendoza, priora, doña Manuela Hur-tado de Corcuera y Mendoza, doña María de Xérica e doña María de Cor-cuera, se reunían para tomar una decisión importantísimo para su futuro:

73. Véase el propio ejemplo del valido, notablemente conocido: baNNer, l. a., The Religious Patronage of the Duke of Lerma, 1598-1621, Farnham: Ashgate, 2009.

74. atIeNza lópez, a., “La apropiación de patronatos conventuales por nobles y oligarcas en la España Moderna”, en Investigaciones históricas 28 (2008), pp. 79-116 (p. 80). Véase también sorIa Mesa, e., La nobleza…, pp. 167-168.

75. porres MarIJuáN, M. r., “Un impuesto singular: el diezmo-señor y la sal de Añana, ss. XVI-XIX”, en Hispania 225 (2007), pp. 173-208.

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“Por cuanto los antepasados y deudos suyos y del señor Tomás Fernández de Medrano, caballero del hábito de señor San Juan, señor de la villa y solar de Valdeosera y secretario del serenísimo Príncipe Gran Prior, por S. M., hicieron y fundaron este dicho convento, donde el dicho señor secretario y sus pasados tienen su entierro en la capilla colateral de la mayor y en ella tienen sus armas, y viendo que la religión de San Juan y los grandes priores abandonaron totalmente la protección de este dicho convento de San Juan de Acre y estando la Iglesia, casa y paredes de él caída (de viejo y antiguo) con ayuda y favor de sus deudos ha hecho de nuevo la dicha Iglesia de piedra, y cercado la dicha casa y huerta de la misma manera que la dicha Iglesia, por lo que correspon-diendo a las obligaciones que tiene a los dichos sus deudos, y en particular al dicho señor secretario y a la señora doña Isabel de Sandoval, su mujer, y que de nuevo quieren fundar una capellanía en éste dicho Convento y casa, y habiendo echado de ver y ha-biéndolo muy bien mirado por una y muchas veces que las dichas monjas no se pueden sustentar ni el dicho convento conservarse a menos de tener dueño particular y considerando el mucho bien que el dicho señor secretario ha hecho al dicho convento; todas cuatro dichas señoras priora y monjas juntas y de una conformi-dad en voz de uno, estando como están en su capítulo y junta, que para el dicho efecto han hecho, nombraban y nombraron por patrón de este dicho convento e Iglesia y casa de señor San Juan de Acre, con lo demás a ello anexo y perteneciente en lo temporal a los dichos señores Tomás Fernández de Medrano y doña Isabel de Sandoval, su mujer, y a sus herederos y sucesores, sucediendo unos a otros, para que como tales patrones hagan y dispongan a su voluntad en todas las cosas anexas y tocantes al dicho monas-terio y casa y bienes de él en lo temporal, según que dicho es, como lo podían hacer las dichas priora y monjas y como de cosa suya propia”76.

Se trataba de una medida radical, pero como se ve el estado de abando-no que sufrían por parte de la orden y la escasez de recursos las obligaban a ponerse bajo el patrocinio de D. Tomás y su esposa, quienes ya tenían, según parece, su panteón familiar en una de las capillas del convento. Co-mo inmediata medida de recompensa a su entrega, los esposos “en gracias de ello, han prometido y dado (...) a las dichas señoras priora y monjas y convento, cincuenta ducados de renta por dos vidas, y mil ducados por una vez de su propia hacienda”77. No era éste un caso ni mucho menos extraor-dinario: “algunas fundaciones conventuales lograron sobrevivir y superar dificultades y situaciones apuradas gracias al apoyo que encontraron en es-tas elites ansiosas de honores y dispuestas al patrocinio benefactor. No son

76. Copia de algunos papeles..., s. f. (1609).

77. Ibídem.

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pocos los casos de precariedad o de necesidad que pueden vislumbrarse detrás de las operaciones de concesión de patronatos conventuales”78.

Por otro lado, también hay que entender los beneficios que el matrimo-nio obtenía de todo este negocio: “permitió a estos sectores sociales acceder a la prestigiada dignidad de patrono de un convento y a los beneficios ho-noríficos y espirituales que le acompañaban, amén de otras potencialidades sociales y políticas que podía implicar la calidad de tal, y mucho más en momentos en los que ya la red conventual estaba saturada”79. Para D. To-más era el espaldarazo definitivo para consolidad su posición social siendo como era un personaje cuya calidad de noble provenía de un solar poco co-nocido (en el que ni siquiera aparece escrito) y de un hábito de una orden militar que le había sido otorgado por sus servicios a la monarquía. Además podía esgrimir su generosidad en el seno de la propia orden de San Juan, a la que pertenecía el convento, de cara a posteriores mercedes.

Así parece que sucedió ya que poco después el propio monarca envió una misiva al Gran Maestre de la orden, Fr. Alofio de Vignancourt, recomen-dándole en términos elogiosos:

“Muy reverendo y de gran religión Maestre del convento y orden de S. Juan de Jerusalén, nuestro muy caro y muy amado amigo Tomás Fernández de Medrano, caballero de esa sagrada religión, señor (que dice ser) de la villa y solar de Valdeosera, secretario de los Príncipes de Saboya mis sobrinos, por mi orden y de los sacros capítulos y asambleas de Castilla, ha muchos años que me sirve en papeles y otras cosas, con toda satisfacción y con mu-cha integridad, mayormente siendo secretario de Estado y Guerra del duque de Saboya e infanta doña Catalina mis hermanos, de quien tuve y tengo honradas aprobaciones y de haberme servido en la guerra en particulares encargos y ministerios y de soldado en buenas ocasiones; en cuya sazón vino de Francia a tratar con el Rey mi señor y padre, que haya gloria, negocios graves de su Real Servicio, en que mostró mucha prudencia y bondad, y en el tiempo que en España ha servido y sirve a mis sobrinos, se le ha conocido tan gran celo en las cosas de la Religión, que de ellos y de otros muchos tengo muy aprobada relación. Y finalmente el trabajo que ha tomado (entre otros que me constan) de la versión de los estatutos de latín en nuestra lengua castellana y la diligen-cia que en ello ha puesto, he estimado yo mucho, pues ha de ser de provecho y de mucha utilidad a los caballeros y religiosos de vuestra orden. Y porque todo lo está continuando con mucho gusto mío, holgaré que en sus pretensiones y las de sus hijos, le hagáis toda la merced y favor que hubiere lugar, y así os lo ruego muy afectuosamente, pues demás de ser muy justo y digno del

78. atIeNza lópez, a., “La apropiación de patronatos...”, pp. 91-92.

79. Ibídem, p. 91.

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lugar que tenéis, recibiré en ello particular gusto y satisfacción. Y sea (muy reverendo y de gran Religión Maestre del Convento y Orden de San Juan de Jerusalén, nuestro muy caro y muy amado amigo) nuestro Señor en vuestra continua guarda”80.

A la voz del soberano se unió de modo contemporáneo la del capítulo provincial de la religión de San Juan en Castilla quien solicitaba también se “honre y favorezca a don Juan Fernández de Medrano, su hijo legítimo, y de la señora doña Isabel de Sandoval, su mujer (...) no solamente con una media Cruz despachada en todo graciosa para poder tener alguna pensión, más en todo aquello que hubiere lugar”81.

La última noticia que tenemos de este interesante personaje es una donación realizada al Monte de redención de cautivos erigido en el seno de la orden:

“Y que habiendo escrito ahora S. Señoría Ilustrísima la Erección que ha hecho del Monte de la Redención de Cautivos, y significa-do el gran beneficio que de él se ha de seguir (que es manifiesto) pidiendo a todos acudan a obra tan santa, no ha querido dejar de hacer alguna demostración de sus buenos deseos. Por lo que en testimonio de ellos (mientras Dios le da más fuerzas) ofrece cien escudos por una vez para este Monte y treinta de renta cada año, por dos vidas, que son la suya y la de D. Juan Fernández de Me-drano y Sandoval, su hijo legítimo y primogénito, sobre la pensión que ambos tienen de S. M. en Milán, y de aquel valor de que está presto de hacer las escrituras y recaudos necesarios desde hoy para su firmeza y para ello”82.

Su rastro se pierde a partir de este momento y desconocemos la fecha y lugar exactos de su fallecimiento así como si fue finalmente enterrado en la mencionada capilla del convento de Salinas de Añana. Un incendio producido en el s. XIX obligó a reformar el edificio y destruyó la mayor parte de la documentación de la institución impidiéndonos llegar más allá en nuestras pesquisas.

4. EL TÍO: FRANCISCO FERNÁNDEZ DE MEDRANO

Como se ha visto, la obra del licenciado Salinas, más allá de su inte-rés como elemento de legitimación y justificación ideológica del solar de Valdeosera, entroncado directamente con uno de los hitos simbólicos de la reconquista, como fue la batalla de Clavijo, y con el patrocinio real derivado de la participación de los diviseros en ella, es una auténtica mina desde el

80. Felipe III a Fr. Alofio de Vignancourt, 26 de julio de 1608, Copia de algunos papeles..., s. f. (1609).

81. Capítulo provincial de la religión de San Juan a Fr. Alofio de Vignancourt, 22 de junio de 1608, Copia de algunos papeles..., s. f. (1609).

82. 24 de julio de 1608, Copia de algunos papeles..., s. f. (1609).

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punto de vista documental. Gracias a las transcripciones meticulosas de es-tos documentos podemos reconstruir, al menos el esqueleto del currículum del padre de Fray Juan. También puede servirnos de punto de partida para conocer un poco mejor a uno de sus parientes cercanos, citado en su tes-tamento: su tío Francisco. El licenciado Salinas, en el prólogo del Sumario menciona a los hermanos de Tomás:

“La vecindad que tengo con el señorío y señores de Valdeosera y haber visto los archivos de sus antigüedades y tocado de cerca la virtud y nobleza de todos en general y en particular de V. M. [To-más Fernández de Medrano] y de tres hermanos soldados que le he conocido y conozco en servicio de S. M. (uno que murió en la jornada de Inglaterra, otro que es capitán de Infantería Española y otro alférez, de cuyo valor y partes tenemos tan grandes pruebas) me ha obligado a sacar una suma aparte de la memorable y santa batalla de Clavijo, por andar conjunta con el origen y antigüedad del Solar donde descienden y son señores, que es de los nota-bles y dignos de celebrarse que hay en España. Y siendo V. M. ahora alcalde mayor de los caballeros hijosdalgo diviseros de él, y hallándose en esa corte con mi señora doña Isabel de Sandoval su mujer, venidos de Saboya, me pareció debía dedicarlo a tan principal sucesor, verdadero y legítimo descendiente del maese de campo y capitán general del Rey Ramiro primero de León y que hoy representa en la dignidad su misma persona: porque como dice el sabio: Gloria filiorum, parentes eorum”.

Tomás y Francisco formaban parte, como se deduce de este fragmento, de una familia completamente volcada al servicio de la monarquía. Un her-mano había perecido en la Armada Invencible. Probablemente es el capitán Medrano que Luis Cabrera de Córdoba menciona en su Historia de Felipe II. Según Cabrera, este Medrano era “animoso y experto”. Antes de la jornada de Inglaterra, había participado en el combate de las Azores: “Previno bien el de Santa Cruz doce galeras de la escuadra de España y las encargó al capitán Medrano. Parecía temeridad fiar del golfo de las Yeguas bajeles ba-jos de costado, largos y vacilantes para su altas olas (…) más llegaron estas doce a salvamento a la isla de San Miguel, cosa de admirar y celebrar en los ánimos de los españoles”83. En la “invencible” aparece citado entre los “valerosos capitanes y señores que seguían la armada”, más concretamente “de las galeras, el capitán Medrano, que las llevó a la expedición de la isla Tercera”84.

Otro hermano, de quien no hemos localizado más datos, servía en la milicia, como alférez. Quizá sea Lázaro Fernández de Medrano, vecino de

83. cabrera de córdoba, l., Historia de Felipe II. Rey de España, edición de José Martínez Millán y Carlos Javier de Carlos Morales, Valladolid: Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1998, 3 vols, Tomo III, p. 1020.

84. Ibídem, p. 1214.

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Entrena, inscrito el 1 de mayo de 1596 en el solar de Valdeosera, en el tron-co de los Velilla85.

El capitán de Infantería Española que cita Salinas no puede ser otro que nuestro D. Francisco Fernández de Medrano. Como tal, como capitán aparece nombrado en toda la documentación conservada sobre él, incluido su registro en el solar de Valdeosera, como ya hemos señalado.

Ser capitán no era en la época asunto baladí. Implicaba un rango en la milicia de respeto y por ello estos hombres llevaban a gala serlo. Poco sabe-mos de los destinos en los que sirvió salvo el que cita el licenciado Salinas en otro de los papeles transcritos. Se trata de una carta de recomendación del mismo duque de Saboya, a quien servía durante estos años en que su hermano era su secretario.

“Las muchas heridas que ha recibido en servicio de Su Majestad el capitán Francisco Fernández de Medrano. Y hallarse ahora estro-peado de una pierna del reencuentro que tuvimos con Ladighiera el invierno pasado en Garzigliana (donde peleó con grandísimo valor, señalándose mucho entre todos los capitanes, en mi pre-sencia) me hace desearle con muchas veras su acrecentamiento”86.

Monseñor Ladighiera (Lesdiguières en francés) era un general francés que había invadido Saboya a comienzos de 1592, en el marco del enfrenta-miento hispano-francés de finales del s. XVI. Un conflicto en el cual Felipe II secundó al partido católico de los Guisa frente a los hugonotes, liderados por Enrique de Navarra, futuro Enrique IV, llegando a ordenar a una guar-nición española de tropas de Flandes, bajo el mando de Alejandro Farnesio, estacionarse en París. Incluso llegó a sopesarse que su otra hija, Isabel Clara Eugenia, reclamase sus derechos al trono de Francia como primogénita de la princesa Isabel de Valois, que, recordemos, había sido la tercera esposa de Felipe.

En este conflicto Saboya jugaba, como ya hemos mencionado, un papel protagonista. Y Ladighiera, era uno de los peones más cualificados por el lado francés. Así lo definía el embajador veneciano en Saboya:

“Questo Ladighiera, che, oltre al governo dell’armi nel Delfinato, tiene carico dal re di comandare generalmente l’armate sue in Piemonte e Savoia, tutto che fosse eretico, teneva molto stretta intelligenza con il sig. Duca Emmanuel Filiberto di felice memoria, e l’ha, per interessi comuni, continuata col sig. Duca presente fin que questo, non avendo tenuto conto di disgustarlo per occasio-ne di certo acquisto, l’ha avuto poi sempre per inimico. E tutta la guerra, che con tanto interesse de’ suoi sudditi ha patito, tutta gli è venuta da questo, che è uno dei maggiori capitan di Francia; il

85. A.V., Censo primigenio de 1589, Libro I, Serie II.

86. Duque de Saboya a Juan de Idiaquez, secretario de Felipe II, 29 de septiembre de 1593, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

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quale avuta espressa commisione dal re di entrare in Piemonte, lo fece l’anno del 1592”87.

En Garzigliana, Ladighiera había mostrado, efectivamente, su capaci-dad, al infligir una importante derrota a las tropas del duque. Pero lo que más nos interesa no es el resultado de la batalla, sino que en ésta se había distinguido D. Francisco de Medrano, que había sido severamente herido, y que por todo ello y por su parentesco con D. Tomás, el duque intentaba lograr sus progresos, de un modo muy particular: solicitando al rey se le concediese la alcaldía de Los Arcos:

“(...) me hace desearle con muchas veras su acrecentamiento. Jun-tándose para esto el ser hermano del secretario Tomás Fernández de Medrano, a quien la infanta mi señora y yo queremos y desea-mos todo bien; de parte de Su Alteza pido a V. S. y de la mía supli-co que la alcaidía de Los Arcos, que vacó junto a Logroño, se haga todo el esfuerzo posible para que S. M. (por hacerme a mí merced, y a ellos también que la merecen) se provea en cualquiera de los dos, que yo lo estimaré en el grado que estimo los oficios que V. S. hace por mis propias cosas, de que espero la respuesta”88.

No debió de lograr este codiciado puesto. No fue esto, no obstante, impedimento para que alcanzase una posición desahogada, como muestra que en 1598 se le encargase “reclutar una compañía de 250 infantes en Burgos y su tierra”89 o que llegase a ser nombrado regidor del estado de los hijosdalgo de la ciudad de Logroño:

“Respondió que tiene a todos los contenidos en la pregunta por personas principales, nobles e hijosdalgo y que en esta reputa-ción está tenido el capitán Francisco de Medrano, (...) que en esta ciudad ha sido regidor en el estado de los hijosdalgo, y que es hermano de parte de padre y madre del dicho Tomás Fernández de Medrano”90.

87. “Este Ladighiera que, además del gobierno de los ejércitos del Delfinado, tiene a su cargo el mando general de los ejércitos del rey (de Francia) en Piamonte y Savoya, aunque es hereje, tenía una estrecha amistad con el señor duque Manuel Felipe, de feliz memoria, y la (ha) continuado, por intereses comunes, con el actual duque, hasta que éste último, no ha-biendo tenido en cuenta no ofenderle en ocasión de cierta adquisición, lo ha tenido después siempre por enemigo. Y toda la guerra que con tanto sufrimiento de sus súbditos ha padecido, toda le ha venido de éste (Ladighiera) que es uno de los mayores capitanes de Francia, el cual tenía expresa comisión del rey (de Francia) de entrar en Piamonte y lo hizo el año de 1592”, alberI, e. (ed.), Le Relazioni degli Ambasciatori Veneti al Senato durante il Secolo Decimosesto, Serie II, Volumen V, Florencia: Tipografía Grazzini, Giannini E. C., 1858, pp. 202-203.

88. Duque de Saboya a Juan de Idiaquez, secretario de Felipe II, 29 de septiembre de 1593, lIceNcIado salINas, Sumario..., 1601.

89. A.G.S., Libros-Registro del Consejo de Guerra, Libro 83, f. 192.

90. Testimonio del licenciado P. Fernando Navarrete, A.H.N., Órdenes Militares-Casamiento-Montesa, Expediente 73.

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Efectivamente en los listados de regidores publicados por José Ma-ría Bañuelos aparece un “capitán Francisco de Medrano”, regidor anual en 1606, otro “capitán Medrano” en 1612, 1615 y 1628. También aparece un Diego Fernández de Medrano, que podría ser hijo del capitán (1627)91.

El testimonio anterior es de Pedro Fernández Navarrete, consultor del Santo Oficio, canónigo de la Santa Iglesia de Santiago el Real de Logroño (en 1593) y secretario de Sus Majestades (Isabel de Borbón y Felipe IV) y de Sus Altezas el infante D. Carlos y el cardenal Infante. Nacido en Logroño en 1564, su abuelo también había sido secretario del mismísimo Carlos V. Probablemente era un referente para los riojanos en la Corte, a donde había pasado en 1607, siendo nombrado capellán de honor, juez de la real capilla, administrador y diputado del Real Hospital de corte e, incluso, albacea tes-tamentario de la reina Margarita de Austria92. Riojanos como los Fernández de Medrano, sin duda, y más concretamente como Ana María, la sobrina de D. Francisco, en cuyo expediente daba testimonio el dicho D. Pedro.

D. Pedro además de indicarnos el dato de la regiduría, añade que D. Francisco “es familiar de la Inquisición de Logroño” y que “al dicho capi-tán Francisco en todas las cosas graves de la Inquisición de dicha ciudad es llamado como persona calificada”93. La información también es relevan-te. Ser familiar del Santo Oficio no era una minucia: “autores como Ka-men o Bennassar opinan que los cargos de comisario y de familiares eran muy apetecidos por las ventajas de todo tipo, entre ellas las judiciales, que comportaban”94. Además, Logroño era la sede de uno de los tribunales de la Inquisición más activos en el comienzo del s. XVII como prueba el celebé-rrimo proceso de 1610 a las brujas de Zugarramurdi95.

91. bañuelos MartíNez, J. M., El concejo logroñés en los siglos de Oro, Logroño: IER, 1987.

92. MazóN verdeJo, e. (coord.), Riojanos en Madrid..., pp. 161-162.

93. Testimonio del licenciado P. Fernando Navarrete, A.H.N., Órdenes Militares-Casa-miento-Montesa, Expediente 73.

94. boMbíN pérez, a., La Inquisición en el País Vasco..., p. 35.

95. Véase FerNáNdez NIeto, M. (ed.), Proceso a la brujería, Madrid: Tecnos, 1989, crIstóbal MartíN, a., Confianza, fidelidad y obediencia. Servidores inquisitoriales y dependencias personales en la ciudad de Logroño (s. XVII), Logroño: IER, 1994 y boMbíN pérez, a., La Inquisición en el País Vasco: el tribunal de Logroño. 1570-1610, Bilbao: UPV, 1997.

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Lámina 1. Árbol genealógico de los Fernández de Medrano, elaboración propia

Finalmente, tenemos algunas otras noticias inconexas sobre este per-sonaje, como un pleito conservado en la Real Chancillería de Valladolid: “Sobre Acusación de Francisco Fernández de Medrano contra Domingo de Montoya e Inés Díez, su mujer, por no querer entregarle escritura de venta de ciertos bienes una vez pagada la cantidad estipulada”96. También existe documentación relacionada con D. Francisco Fernández de Medrano en el Archivo de la Catedral de la Redonda, en Logroño, aunque por la fecha, 1637, probablemente haga referencia a uno de los hijos de nuestro capitán o a un miembro de alguna otra rama de la familia.

5. EL MISTERIO DE LA REPÚBLICA MISTA (1602)

Uno de los muchos misterios que rodea a la familia Fernández de Medrano gira en torno a la composición de la obra República Mista, cuya autoría ha sido otorgada a Juan Fernández de Medrano por la mayor parte de los expertos en la materia así como por los catálogos de las bibliotecas donde se conservan ejemplares97.

96. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Real Audiencia y Chancillería, Salas de lo Civil, escribanía de Pérez Alonso, Caja 1.914, 1.

97. Citado en FerNáNdez-saNtaMaría, J. a., “Reason of State and Statecraft in Spain (1595-1640)”, en Journal of History of Ideas 41-3 ( Jul.-Sept. 1980), pp. 355-379; sIeber, h., “The Magnificent Fountain: Literary Patronage in the Court of Philip III”, en Bulletin of the Cervantes

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La República Mista es un tratado político, “que sin nombrar para na-da a Maquiavelo es una contundente réplica a su política”98, en el que el autor defiende a capa y espada el nuevo sistema de gobierno impuesto en la monarquía tras el ascenso al trono de Felipe III: el valimiento. No es de extrañar, teniendo en cuenta que los Medrano eran clientes del duque de Lerma, primer gran privado e iniciador del fenómeno. Pero es que, además, la obra está precisamente dedicada al patrón:

“Dirigida a D. Francisco de Sandoval, duque de Lerma, marqués de Denia, Cea y Ampudia, del Consejo de Estado del Rey Felipe III, nuestro señor, su caballerizo mayor y sumiller de corps, co-mendador mayor de Castilla y alcaide perpetuo del Castillo de Burgos, y de las casas reales de Tordesillas y Valladolid. Madrid, Imprenta Real, 1602”99.

El texto de la dedicatoria no deja lugar a dudas de la lealtad del riojano:

“La nave que es gobernada de dos patrones, sin tormenta peligra. El Imperio que de más de uno depende, la experiencia nos ense-ña que no puede conservarse. Si al cuarto cielo do está el Sol que nos alumbra se le juntase otro Sol, la tierra se abrasaría. Aunque este reino y monarquía parece imagen de muchos cuerpos, no es más que uno y sola una anima la que lo gobierna y rige, cuando unidos los miembros (como están) atienden y miran solo a la con-servación de su individuo que es el bien público.

Hizo el Rey nuestro señor a V. E. (Dios lo hizo) patrón de esta nave, ánima de este cuerpo y sol que nos alumbrase, conociendo (como Sabio) la igualdad de la luz, que para esto había en el suje-to, pues desde su nacimiento fue tan grande como ahora es en la materia y la forma, que es realización que no tuvo necesidad más que de darle una sombra para que debajo de ella (como causa segunda suya) ejercitase y comunicase los rayos de sus virtudes a cuanto le está sujeto en este globo, pareciéndole (y al mundo lo pareció) que el ánimo y pecho de V. Ex era (como el de Augusto) capaz de tanta grandeza.

Esta verdad conoce cada día más S. M. de los efectos con que confirma por buena su elección. Y no habiendo nadie (que tenga buen celo) que no desee la duración de este bien y mostrarse gra-to al que de V. Ex. recibe, yo como criado más obligado, hijo de

Society of America, 18-2 (Fall 1998), pp. 85-116; Feros, a., Kingship and Favoritism in the Spain of Philip III, 1598-1621, Nueva York: Cambridge University Press, 2000, pp. 84-85, 119, 123, 126 y MartíNez MIlláN, J., “La crisis del partido castellano y la transformación de la Monarquía Hispana en el cambio de reinado de Felipe II a Felipe III”, en Cuadernos de Historia Moderna, Anejo II (2003), pp. 11-38.

98. salazar, Fr. J. de, Política española, Edición, estudio preliminar y notas de Miguel Herrero García, Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997 (1619), p. XV.

99. FerNáNdez de MedraNo, J., República mista, Madrid: Imprenta Real, 1602.

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criados muy reconocidos, traigo estos tres ramilletes de Religión, Obediencia y Justicia con alguna policía (matiz de la capa con que V. Ex. se ha cubierto siempre) por haberlos hallado compuestos como están (de flores selectas) en el jardín de mi padre, que aun-que es general para todos; no hay planta ni flor que no desee cul-tivar en particular para el servicio de V. Ex. Como padre universal de la república, a quien todo se debe y a quien humilísimamente suplico mande se ponga (porque no se sequen) en los vasos de su gracia, continuando la merced que siempre nos ha hecho V. Ex (como señor nuestro) en cuya virtud, y méritos esperamos lo que podemos de un Príncipe tan grande. Por lo que correspondiendo a tal deuda, diré solo como Ausonio Nec tua fortuna desiderat remuneradi vicem, nec nostra suggerit restituendi facultatem.

En Madrid, a 22 de agosto de 1601 años”100.

Es la confirmación definitiva de la estrecha relación clientenlar que unió a la familia Fernández de Medrano con el duque de Lerma. Pero no solo eso. Su fecha de publicación, 1602, difícilmente puede conciliarse con la fecha de las nupcias entre D. Tomás y doña Isabel Ibáñez de Sandoval, alrededor de 1595, como se deduce de la documentación transcrita por el Licenciado Salinas. Si Fray Juan era “hijo legítimo” de D. Tomás como ase-gura toda la documentación disponible, no es posible que naciera antes de esa fecha. ¿Escribió un niño una obra como la Repúbica Mista?

El problema ha pasado bastante desapercibido entre los historiadores hasta la fecha. Pero no para todos, como se observa de la afirmación de Miguel Herrero en su estudio introductorio al libro de Fray Juan de Salazar:

“Don Juan Fernández de Medrano y Sandoval, de la casa de los Señores de Valdeosera, es quien asume la paternidad de este libro, aparecido en Madrid en 1602 bajo el rótulo de República Mista. Sin embargo de lo que afirma la portada, sacamos en conclu-sión que la obra fue escrita por su padre, Tomás Fernández de Medrano”101.

En opinión de este autor “las palabras de la licencia del Rey no dejan lugar a duda”102. Es más, piensa que “estas palabras no amparan un inocente ardid de los que tanto se usaron en aquella época”, puesto que,

“primero, el hecho de que a Tomás Fernández de Medrano se le da por vivo y existente a la sazón, y si no hubiera escrito él el li-bro, resultaría difícil la atribución; segundo, que en varias páginas

100. Ibídem.

101. salazar, Fr. J. de, Política española..., p. XVI.

102. “Entre los papeles de Tomás Fernández de Medrano, vuestro padre, Secretario que fue de Estado y de Guerra del Duque de Saboya y de la Infanta Doña Catalina, mi muy cara y muy amada hermana que está en el cielo, y lo es al presente de los Príncipes de Saboya, mis sobrinos, habíades hallado un libro”, Ibídem, pp. XV-XVI.

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del libro, Tomás Fernández de Medrano habla en primera perso-na, como testigo ocular de casos sucedidos en Italia; tercero, que el libro es en gran parte una apología de los Duques de Saboya, a cuyo servicio estaba el autor. Cuarto y principal, que existe una flagrante contradicción entre el propósito manifestado por el au-tor en el prólogo, de publicar anónimamente su obra y el nombre impreso en la portada”103.

Herrero elabora una sugerente teoría explicativa del porqué de esta doble autoría:

“Lo que pudo suceder fue esto. En 1601, cuando Juan Fernández de Medrano pide la real licencia para imprimir el libro de su pa-dre, éste vivía aún (la licencia lleva la fecha de 25 de septiembre de 1601); y probablemente autorizaría al hijo para publicar la obra con objeto de dedicársela al Duque de Lerma, de quien necesitaba conseguir algún favor; pero el padre moriría entre 1601 y 1602, y el hijo no sintió empacho en poner su nombre en la portada como verdadero autor del libro, sin caer en la cuenta de que la licencia del Rey, impresa entre las diligencias preliminares, y otros pormenores, iban a delatar la superchería”104.

Sabemos, con todo, que no fue así. D. Tomás no sólo seguía vivo en 1602, sino que sabemos fehacientemente por los documentos hallados que lo estaba todavía a la altura de 1607, así que la no tan “inocente ardid” que intuye Herrero debe ser otra.

Un memorial en nombre de Tomás Fernández de Medrano, sin fecha pero probablemente de 1607, arroja luz sobre el misterio:

“El secretario Tomás Fernández de Medrano dice que, aunque sus méritos son pocos, el tener hijos le obliga (porque no se quejen de él) a procurar su acrecentamiento y que por constarle a V. M. y ministros de sus servicios, hechos en mar y en tierra, en paz y en guerra, de treinta años a esta parte, y cuan despierto y circunspec-to ha andado en los lugares que ha tenido (como hoy lo hace en lo que se ofrece) sin faltar a sus obligaciones; no los refiere aquí; sino tan solamente haber sido grato a V. M. el libro que hizo de República (dirigido al duque de Lerma) donde entre otras cosas trató particularmente cuán importante es que los Reyes y Prínci-pes sean religiosos para ser más obedecidos de sus súbditos”105.

Estas palabras confirman que fue D. Tomás y no Fray Juan el autor de la obra, a pesar de que en la portada de la misma el nombre que figura es

103. Ibídem, p. XVI.

104. Ibídem, pp. XVI-XVII.

105. Copia de algunos papeles..., s. f., (1609).

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el del hijo. Probablemente el padre solo pretendió con esta pequeña licen-cia obtener el crédito y el patrocinio que la redacción del ensayo pudiese procurarle para su vástago, en lugar de para sí mismo.

Sea como fuere la obra era, en origen, mucho más ambiciosa de lo que terminó siendo. D. Tomás tan sólo acabó publicando una séptima parte de “una especie de enciclopedia política que concibiera el buen Secretario del Duque de Saboya”106. Adelantaba el primero de siete volúmenes que afir-maba tener redactados “por ver cómo se recibe; que si fuere bien, saldrán todos juntos, con título de República Mista”. En conclusión, este título se referiría a la obra completa, no solo a esta primera parte.

Herrero hace un resumen magnífico del contenido:

“El autor dispone toda la doctrina política dentro de una ficción novelesca, que recuerda la antigua literatura española de oriun-dez arábiga. En esta invención figura el Rey Tolomeo de Egipto discurriendo de sobremesa con siete Embajadores de los más flo-recientes estados contemporáneos: Roma, Cartago, Sicilia, Rodas, Atenas, Esparta y Sicionia. Cada Embajador expone las tres bases principales de la política de su país; de donde concluye el autor, que si se mezclasen o combinasen los veintiún principios políti-cos guardados por romanos, cartagineses, sicilianos, rodianos, ate-nienses, lacedemonios y sicionios, resultaría una república mixta, o mejor dicho, una política combinada que daría óptimo resultado. El libro que poseemos no expone más de los tres principios de la política de Roma, que tal como los enunció el novelesco Embaja-dor son estos: “Nosotros tenemos a los templos y a la patria gran respeto y veneración. Obedecemos grandemente los mandatos de nuestros gobernadores y magistrados. Premiamos los buenos y castigamos severamente los malos”. Estos tres puntos, meramente, son los que explana el libro en sus 158 páginas; o sea, su conte-nido se reduce a la política religiosa y a la jurídica. Antecede (p. XVIII) un prólogo de 16 páginas sobre generalidades, en donde se define la política; la formación de la sociedad, de la familia al municipio, de los municipios a la provincia o al reino; el Gobierno y sus auxiliares; los tres regímenes políticos buenos, monarquía, aristocracia y timocracia, con sus tres opuestos, tiranía, oligarquía y democracia. Inicia el autor la discusión sobre cuál régimen es el mejor, y acepta la teoría de que “cualquier especie de República establecida en sí sola y simplemente, degenera luego en el vicio más cercano, si no es moderada de las otras:; y que para durar las Repúblicas en recto gobierno, deben tener las virtudes y pro-piedades de las otras unidas en ella”. Doctrina que hemos de ver aceptada plenamente por Fray Juan de Salazar tratando de definir la Monarquía española. El cuerpo del libro es un hacinamiento de

106. salazar, Fr. J. de, Política española..., p. XVII.

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textos y ejemplos históricos, en parte repetición de los hacinados por otros escritores, para probar que la base de un buen Gobierno es la guarda de la Religión, y la conservación de la autoridad y la administración de la justicia”107.

Por lo que se refiere a Fray Juan Fernández de Medrano pocas sorpre-sas más tiene que darnos a la luz de la escasa documentación existente. Persiguiendo su presencia en los legajos conservados del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, lo encontramos firmando, como el resto de sus compañeros monjes, diversos papeles notariales entre los que se encuentran poderes, compraventas e incluso el contrato de la fabricación de un nuevo retablo.

Un poder de 9 de julio de 1617 nos lo vuelve a situar como protago-nista absoluto:

“otorgamos todo nuestro poder cumplido cuan bastante nos lo habemos y tenemos y de derecho más puede y debe valer al pa-dre Fray Plácido Corral, procurador general de nuestra orden con-ventual y residente en el monasterio de nuestra orden de Madrid, corte de S. M., especialmente para que en nuestro nombre y como nos mismos pueda recibir, haber y cobrar en juicio o fuera de él de los bienes y hacienda del dicho padre Fray Juan Fernández de Medrano y del señor Diego García Jalón de la Puente, curador que fue del susodicho, residente en la dicha corte y de otras cuales-quiera personas y bienes, los trescientos menos seis ducados, que se restan de vivir (en) este dicho monasterio, de la manda que por su testamento hizo el dicho Fray Juan Fernández de Medrano de los seis cientos ducados al dicho monasterio y todas otras (man-das) y otras cosas que se deban a este dicho monasterio por la dicha villa de Madrid y otras partes en cualquier manera”108.

El procedimiento era absolutamente habitual y en ese mismo legajo aparecen casos similares con otros monjes.

El 10 de febrero de 1618 es la última vez que aparece mencionado entre los frailes que se reúnen en su capítulo tradicional para decidir sobre cuestiones relacionadas con la gestión del convento. Su desaparición abso-luta posterior solo puede implicar dos cosas: o que falleció o que abandonó el oratorio. Es un extremo éste que, con la documentación examinada, no podemos dilucidar.

107. Ibídem, pp. XVII-XVIII.

108. A.H.P.L.R., Protocolos Notariales, Protocolo 8270/4.

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