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DIÓCESIS DE TAPACHULA

DISCÍPULOS MISIONEROS DE JESUCRISTO, PARA QUE NUESTRA

DIÓCESIS EN ÉL TENGA VIDA DIGNA

PLAN DIOCESANO DE PASTORAL 2013-2018

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CONTENIDO 1. Decreto…………………………….. 3

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D E C R E T O

“Esta es la voluntad de Dios: la santificación de ustedes”

(1 Ts 4,3) Gracias a nuestro Dios, Santísima Trinidad, al inicio del Año de la Fe tenemos en nuestras manos el Plan Diocesano de Pastoral 2013 -2018. En la misión que el Padre confió a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que murió y resucitó para que todo hombre y toda mujer en Él tengan vida plena, guiados por el Espíritu Santo, con gozo y entusiasmo acogemos la Misión de la Iglesia, que como discípulos misioneros del Señor Jesús ahora nos impulsa a realizar. La continuidad del proceso diocesano de pastoral la hemos buscado en la escucha atenta del Señor, que desde su Palabra nos habla en nuestra realidad concreta y a través de las enseñanzas y orientaciones del Santo Padre el Papa Benedicto XVI y el Magisterio de la Iglesia, para que con renovado empeño sigamos en el esfuerzo diario de hacer presente el Reino de Dios en nuestra persona, en nuestros hogares, en nuestras comunidades, en nuestra sociedad. Cada comunidad parroquial y religiosa, cada movimiento y pequeña comunidad han participado en este propósito. Tenemos clara conciencia de que la Misión que el Señor nos confía no se limita a realizar las actividades de un programa, “sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad y de la Iglesia a todos los confines del mundo” (DA 145). Hemos de hacer visible en nuestra persona el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y necesitados. Por ello, el Plan Diocesano de Pastoral supone nuestra conversión personal permanente, es decir, nuestro esfuerzo constante, a partir de nuestro

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encuentro diario con Cristo, por asimilar los valores evangélicos para ser santos. No podemos olvidar que “imitar la santidad de Dios, tal y como se ha manifestado en Jesucristo, su Hijo, no es otra cosa que prolongar su amor en la historia, especialmente con respecto a los pobres, enfermos e indigentes” (EIA 30).). El Plan Diocesano de Pastoral también supone e impulsa nuestra conversión pastoral, “que implica escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias’ a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta”. (DA 366). “Exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 3709). Vivir permanentemente en este espíritu de conversión sea una gracia que pidamos todos los días unos por otros y un esfuerzo humilde de cada uno. Un proyecto pastoral “sólo es eficiente si cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación o movimiento y cada pequeña comunidad se insertan activamente en la Pastoral Orgánica de cada diócesis. Cada uno está llamado a evangelizar de un modo armónico e integrado en el proyecto pastoral de la Diócesis” (DA 169). Por ello, promulgo el presente Plan Diocesano de Pastoral y ordeno su vigencia para el período 2013 – 2018. Pido a los sacerdotes y agentes de pastoral dar a conocer y llevar a la práctica este Plan en todas las parroquias y demás instancias de nuestra Diócesis. “El sacerdote, religiosa o agente de pastoral que no lo acepte o haga caso omiso de lo mandado en él, sepa que su acción pastoral no corresponde al deseo y voluntad de su Pastor”.

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Que la intercesión maternal de la Santísima Virgen María, Margarita Concepción, Reina de nuestra Diócesis, y el cuidado cercano de San José, nuestro Santo Patrono, nos alcancen la gracia de configurarnos con Cristo, camino de conversión, comunión y solidaridad, para transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios. Dado en Tapachula, Chiapas, el 15 de Diciembre de 2012. +Leopoldo González González Obispo de Tapachula

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PLAN DIOCESANO DE PASTORAL 2013 - 2018

DISCÍPULOS MISIONEROS DE

JESUCRISTO, PARA QUE NUESTRA DIÓCESIS EN ÉL TENGA VIDA DIGNA

PRESENTACIÓN Después de la Resurrección, en los Once discípulos del Señor Resucitado, fue encomendada a la Iglesia la misión de anunciar a todos los pueblos la Buena Nueva del Reino de Dios. El anuncio del Evangelio ha suscitado comunidades de hermanos que, respondiendo a la provocación del Kerigma, han constituido la familia que, caminando en la fe y en la esperanza, forma la Iglesia. A ellos, en potencia y en acto, dirige la Iglesia su acción pastoral. Nuestro Plan Diocesano de Pastoral anterior (PDP 2003-2008) sostiene que la pastoral es la preocupación y acción que realiza la iglesia, en la cual obra Cristo, para que todas las mujeres y hombres se realicen plenamente y alcancen la felicidad, según el plan original de Dios, mediante el anuncio del Evangelio, la celebración sacramental y el servicio de la caridad. El horizonte en que se realiza es la santidad. (PDP 2003-2008, 65). Esta acción pastoral puede realizarse en la Iglesia de dos formas concretas.

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En la pastoral de sucesos la acción pastoral se realiza mediante acontecimientos inconexos que, animando la vida de la comunidad, poco a poco, van llevando a los hombres y mujeres de la comunidad creyente a alcanzar su fin original. La pastoral de eventos se apoya en acontecimientos celebrativos y grandes concentraciones de personas. No necesita una planeación, sino más bien una preparación, atenta a los detalles, de los eventos que se vayan a realizar. No depende de consensos, ni de la participación de la comunidad eclesial. Basta que alguien, puede ser el párroco, defina qué considera necesario para su comunidad eclesial. A la comunidad le corresponderá asistir, participar y alegrarse o entristecerse según sea el caso del evento celebrado. Esta presentación, un tanto infeliz, no debe dejar a un lado los grandes beneficios que una pastoral de esta índole ha traído y sigue dando a las comunidades eclesiales. La pastoral de procesos considera la acción pastoral como un camino a recorrer juntos. Es de suponer que, para delinear el rumbo que ha de seguir la comunidad eclesial para alcanzar su fin original, la pastoral de procesos tiene como una de sus principales preocupaciones involucrar a la mayor cantidad de miembros de la comunidad eclesial para trazar el rumbo a seguir, definir los criterios de acción y planear las acciones pastorales. Una pastoral de procesos, bien llevada, tiene grandes posibilidades de ayudar a crecer a los miembros de la comunidad eclesial tanto en cantidad como en la calidad de su vida cristiana. Puede, además, posibilitar que muchos de ellos vayan creciendo en la disposición y capacidad de discernimiento para delinear el camino a seguir. Una desventaja que tiene la pastoral de procesos es que aparece poco vistosa y avanza a un ritmo tan lento que pareciera no avanzar. Nuestra Diócesis de Tapachula ha optado, desde hace más de 24 años, por realizar su acción pastoral apostándole a la pastoral de procesos. Las Asambleas Diocesanas son expresión de la búsqueda del camino

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justo para nuestra Iglesia particular. Los Planes Diocesanos de Pastoral, no sólo son la concretización eclesial de esta búsqueda, sino la expresión eclesial en que todos nos encontramos retratados, de alguna forma. Las evaluaciones mensuales, anuales y al final del período propuesto por un PDP, son expresión de la preocupación por retomar el rumbo original. Nuestra acción pastoral diocesana no es fruto de ocurrencias e improvisaciones. La acción pastoral diocesana quiere ser fruto del ubicar, orientar y realizar, así como de la escucha, del diálogo y del discernimiento eclesial. Ahora bien, una pastoral sana no es aquella que opta por uno de estos dos caminos, sino aquella que habiendo trazado el camino a seguir (pastoral de sucesos), sabe engarzar, en este camino, los acontecimientos que dan vida a la comunidad, fortalecen su espíritu y la llevan a retomar con mayor entusiasmo el camino trazado (pastoral de eventos). Un quehacer pastoral sano no desprecia los eventos, ni los sobrevalora. Quehacer pastoral sano es igual a no camino sin acontecimientos, ni acontecimiento sin conexión y sin camino. Este Plan Diocesano de Pastoral está marcado por la continuidad. El PDP 2003-2008 es la herramienta de pastoral mejor elaborada que nuestra Iglesia diocesana ha tenido en su historia para acompañar su quehacer pastoral. Este nuevo Plan retoma el PDP anterior y lo renueva a la luz del impulso misionero del Documento de Aparecida. El impulso misionero, la identidad de discípulos misioneros y la configuración del discípulo con el maestro, son rasgos que vienen a enriquecer nuestro caminar. La Iglesia ha nacido misionera. Cada agente de pastoral, que tiene el encargo de la misión, es primero un seguidor del Señor Jesús y ha de hacerse uno con Él en su estilo de vida, en el vivir y anunciar con su testimonio el mandamiento del amor, en el hacer suyo el destino del Maestro, y en el irse configurando con Él mediante el encuentro en la escucha de la Palabra, en la vida de los sacramentos y en el encuentro con los más necesitados (Cf. DA 347. 136-142).

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Unidos a la Iglesia que peregrina en nuestro Continente, hagamos nuestra la oración del Mensaje de los Obispos reunidos en la V Conferencia General del CELAM y proclamemos con ellos. “CREEMOS Y ESPERAMOS”. Esperamos…

Ser una Iglesia viva, fiel y creíble que se alimenta en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Vivir nuestro ser cristiano con alegría y convicción como discípulos-misioneros de Jesucristo. Formar comunidades vivas y dinámicas que alimenten la fe e impulsen la acción misionera. Valorar las diversas organizaciones eclesiales en espíritu de comunión. Promover un laicado maduro, corresponsable con la misión de anunciar y hacer visible el Reino de Dios. Impulsar la participación activa de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Mantener con renovado esfuerzo nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres. Atender con caridad cristiana a los hermanos migrantes. Proyectar el futuro de nuestra Iglesia diocesana mediante un proceso gradual de formación y acompañamiento a los niños.

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Acompañar a los jóvenes en su formación y búsqueda de identidad, vocación y misión, renovando nuestra opción por ellos. Trabajar con todas las personas de buena voluntad en la construcción del Reino. Fortalecer con audacia la pastoral de la familia y de la vida. Valorar y respetar el caminar de nuestros pueblos. Avanzar en el diálogo ecuménico “para que todos sean uno”, como también en el diálogo interreligioso. Hacer de esta Iglesia diocesana un modelo de reconciliación, de justicia y de paz. Cuidar la creación, casa de todos en fidelidad al proyecto de Dios. Colaborar en la integración de todas las comunidades de nuestra Iglesia diocesana de Tapachula

Vicaría de Pastoral

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NUESTRO CAMINO ECLESIAL

En el año 2008 cumplimos 50 años de vida diocesana y -cinco años después- en este año 2013 estamos cumpliendo 25 años de reunirnos, sin interrupción, en Asamblea Diocesana. Nuestras Asambleas han marcado el itinerario a seguir en nuestro quehacer pastoral como Iglesia diocesana. Año con año, nos hemos reunido para reflexionar en el camino recorrido, agradecer a Dios los pasos que nos va sugiriendo dar y proyectar nuestro quehacer, al menos, para el año que iniciamos con cada Asamblea. Somos continuadores de una misión que nos han heredado hermanos de carne y hueso que han hecho este camino en las etapas anteriores a nosotros. A ellos les debemos gratitud, porque son un signo claro del amor y cercanía de Dios Padre que ha caminado con nosotros antes de que fuésemos familia diocesana y durante todo este tiempo. Bendito sea Dios que en tantos hermanos y hermanas nos ha mostrado su rostro de Padre. Debemos una gratitud profunda a los hermanos que trabajaron de cerca en la elaboración del Plan Diocesano de Pastoral 2003-2008. A ellos debemos este apartado histórico que conservamos íntegro porque nos ayuda a comprendernos en el marco del devenir histórico de nuestra familia diocesana. No somos iniciadores, somos continuadores de una misión que la Iglesia ha recibido del Señor Jesús. Cada Iglesia particular, a su vez, ha hecho suya esta tarea y ha asumido la responsabilidad de su propio camino, este es el nuestro. Lo

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incorporamos a nuestra memoria con gratitud a Dios y con un recuerdo agradecido a tantos hermanos y hermanas que han desgatado su vida sirviendo a la fe que como don recibieron de Dios nuestro Padre. Este es el pasado que nos da identidad y del cual nos sentimos muy orgullosos. Aparecen en esta breve reseña solo los protagonistas que la Historia ha registrado como referentes obligados, esto no quiere decir que sean los únicos. Delante de cada Padre Obispo van un número importante y anónimo de Agentes de pastoral que son voces vivas que llevan por los caminos la Buena Noticia del Reino. A todos ellos les debemos respeto, cariño y gratitud. El 19 de marzo de 1539 SS Paulo III erigió la Diócesis de Chiapas. Su primer Obispo Fray Juan de Arteaga, hizo la fundación canónica desde Sevilla, el 23 de abril de 1541 y nombró a los primeros canónigos: Santiago Gómez Maestrescuela, Gil Quintana y Juan Perera. Lamentablemente el obispo murió en el camino antes de llegar a su diócesis. El 19 de diciembre de 1543 es elegido Fray Bartolomé de las Casas, inmediato sucesor del Señor Arteaga. Él fue quien trajo a los religiosos dominicos a Ciudad Real, actualmente San Cristóbal de las Casas. Los dominicos que vinieron con Fray Bartolomé de las Casas, fueron enviados al Soconusco, región administrada por Guatemala: Fray Luís de Cuenca, Fray Juan Cabrera, Fray Juan Guerrero, Fray Francisco de Quezada, Fray Diego Hernández y el hermano lego Juan Díaz. Hacia el año de 1580 los centros de evangelización denominados doctrinas, eran atendidos por sacerdotes que residían en los lugares, entre ellos están Huehuetán, Soconusco, Mapastepec y Ayutla (hoy Tecún Umán, Guatemala). Estos centros de evangelización o doctrinas se convirtieron en Parroquias a mitad del siglo XVII.

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En 1778, habían 66 sacerdotes seculares y religiosos de diversas congregaciones: Santo Domingo, San Francisco, Mercedarios y de San Juan de Dios. Fue hasta 1818 cuando Tapachula, se convirtió en cabecera parroquial, y el 19 de Junio de 1957 la Santa Sede la elevó a la categoría de Ciudad Episcopal, mediante la Bula “CUM NOS” de su Santidad Pío XII. Mons. Adolfo Hernández Hurtado, fue electo primer obispo de Tapachula el 13 de Enero de 1958 por SS Pío XII, y recibió la ordenación episcopal el 11 de Mayo de 1958 en la parroquia de San Agustín.

OBISPOS DE NUESTRA DIÓCESIS

1. † MONS. ADOLFO HERNÁNDEZ HURTADO 1958-1970 Monseñor Adolfo Hernández Hurtado, fue pastor de esta diócesis de 1958 a 1970. En ese tiempo existían 8 parroquias y 9 sacerdotes. Elaboró el Plan Diocesano de Pastoral: “Evangelización Integral” y fundó el Seminario Menor de San José y Nuestra Señora de Guadalupe en 1961. En el área educativa se fundaron los Colegios Católicos: Instituto Tapachula y Miguel Hidalgo. En este periodo llegaron a la diócesis sacerdotes de UMAE (Unión Mutua de Ayuda Episcopal) así como religiosas de diferentes Institutos de vida consagrada. Con respecto a los agentes de pastoral laicos, promovió su participación. Inició los trabajos de construcción de la Santa Iglesia Catedral. 2. † MONS. BARTOLOME CARRASCO BRISEÑO 1971-1976

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Mons. Bartolomé Carrasco Briseño fue obispo de Tapachula de 1971 a 1976. La diócesis contaba en ese momento con 34 Sacerdotes. En 1971 presentó el nuevo Plan Diocesano de Pastoral, cuyas fuentes fueron los encuentros eclesiales, la visita a Roma y las visitas pastorales. En 1973 inició la experiencia de la Escuela de la Cruz en la diócesis. 3. † MONS. JUVENAL PORCAYO URIBE 1976-1983 Impulsó el Plan Diocesano de Pastoral ya existente y en julio de 1981 presentó un nuevo Plan Diocesano de Pastoral. En este período se delimitaron las foranías y el decanato de Tapachula, continuó las obras de la construcción de Catedral y fundó en 1982 la Comisión Diocesana de Ayuda a Inmigrantes Fronterizos (CODAIF). 4. † MONS. LUIS MIGUEL CANTÓN MARÍN 1984-1990 Impulsó el Plan Diocesano de Pastoral 1985-1988, con el siguiente objetivo: Evangelizar al pueblo de Dios en la Pastoral Profética, Litúrgica y Social teniendo como fuente la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia. Los horizontes de acción de este Plan de Pastoral fueron: 1.- Formación de Agentes Laicos de Pastoral. 2.- Integración familiar. 3.- Formación de Comunidades Cristianas.

4.-Conocimiento de Cristo a jóvenes, estudiantes, obreros y campesinos. 5.-Catequizar los ambientes de profesionistas, maestros, comerciantes, obreros y campesinos. 6.- Profundización del mensaje cristiano en los centros de decisión de la sociedad.

7.- Atención fraternal a los inmigrantes.

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8.- Fomentar el culto auténtico a la Santísima Virgen María, como principal evangelizadora de la Iglesia. 9.- Pobreza evangélica. 10.- Liberación y promoción social. Presentó un nuevo Plan Diocesano de Pastoral de 1988-1999. Construyó la Casa de la Iglesia, continuó la construcción de la Catedral de San José y la Casa del Obispo. En Mayo de 1990 lamentablemente falleció, motivo por el cual en 1991 se suspendió la Asamblea Diocesana. 5. MONS. FELIPE ARIZMENDI ESQUIVEL 1991-2000 Retomó el Plan Diocesano de Pastoral anterior, convocó a la IV Asamblea Diocesana, del 13 al 17 de enero de 1992, para actualizar el Plan de Pastoral 1992–1996, con el siguiente objetivo: Impulsar la Nueva Evangelización, la Promoción Humana y la Cultura Cristiana en comunión y participación para transformar con la fuerza de Cristo, Evangelio viviente, nuestra realidad diocesana, y ser signo de la presencia del Reino de Dios. En este Plan Diocesano de Pastoral se determinaron las siguientes prioridades pastorales para la evangelización: Formación de Agentes, Pastoral Familiar, Pastoral Juvenil y Vocacional, Pastoral de Alejados y Derechos Humanos. En este período se iniciaron los estudios teológicos del Seminario Mayor en Tapachula. Apoyó a la diócesis de San Cristóbal con motivo del conflicto de 1994. En la IX Asamblea Diocesana se acordó elaborar un nuevo Plan de Pastoral de 1997-2000 a la luz del Jubileo del año de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, cuyo objetivo fue: Dinamizar, en comunión y participación, la Evangelización Integral, centrada en la

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persona de Jesús para transformar nuestra realidad diocesana y hacer presente el Reino de Dios. En este Plan Diocesano de Pastoral se acordó como prioridades pastorales: la Formación de Agentes, la Pastoral Familiar, la Pastoral de Alejados y la Promoción Humana. Como diócesis nos propusimos: Dinamizar la evangelización y preparar la celebración del Jubileo de la Encarnación del Señor en el año 2000, asumiendo el itinerario propuesto por su SS Juan Pablo II: 1997 año dedicado a la Persona de Jesucristo, 1998 dedicado a la Persona del Espíritu Santo, 1999 dedicado al Padre y año 2000 Celebración Jubilar de la Encarnación del Señor. Después de cumplir su misión en la Diócesis de Tapachula, acompañamos a Don Felipe Arizmendi Esquivel para que continuara su ministerio episcopal caminando con los hermanos de San Cristóbal de Las Casas. 6. MONS. ROGELIO CABRERA LÓPEZ 2001-2004 Continúa la elaboración del Plan Diocesano de Pastoral, iniciado en el año 2000. La XIV Asamblea Diocesana se trabajó la iluminación doctrinal del Plan de Pastoral, teniendo como lema: “Cristo, rostro solidario del hombre, esperanza para nuestra Iglesia”. De ella surgió el objetivo diocesano del plan de pastoral: Reflejar un nuevo rostro de Iglesia que nos lleve al encuentro con Cristo, camino de conversión, comunión y solidaridad, para ser santos, transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios. Actualmente ha sido asumido en el nuevo Plan de Pastoral como misión diocesana para el período 2003-2008.

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A partir de la XIV Asamblea se comenzaron a realizar durante el año encuentros diocesanos de tareas fundamentales y prioridades con el fin de elaborar las líneas de acción a seguir de cada Pastoral. En noviembre de 2002, se propuso una nueva metodología de planeación pastoral a los sacerdotes, para su aplicación en la siguiente Asamblea. En la XV Asamblea Diocesana de Enero del 2003, se concluyó con la elaboración del Plan Diocesano de Pastoral, utilizando los nuevos conceptos de planeación. El Plan Diocesano de Pastoral (2003-2008), fue fruto de las Asambleas Diocesanas y de los encuentros diocesanos de los años 2001 y 2002. La misión asumida para este período fue: Reflejar un nuevo rostro de Iglesia que nos lleve al encuentro con Cristo, camino de conversión, comunión y solidaridad, para ser santos, transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios. Habiendo concluido su misión en nuestra Diócesis de Tapachula, el Santo Padre pidió a Don Rogelio Cabrera López asumir la responsabilidad de caminar con la Iglesia diocesana de Tuxtla Gutiérrez. 7. MONS. LEOPOLDO GONZÁLEZ GONZÁLEZ 2005 - Dio continuidad al Plan Diocesano de pastoral 2003-2008. Impulsó el quehacer pastoral, fortaleciendo la estructura diocesana que permitiera a cada Vicario Foráneo descubrir y asumir la importancia de su actuar para el buen cumplimiento de la misión. Impulsó la creación de los Centros de Formación para los Laicos en cada una de las foranías. Continuó en la elaboración del Directorio Diocesano de Pastoral, su publicación en octubre del 2012 y su presentación oficial en la XXV Asamblea Diocesana de Pastoral de enero del 2013.

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Impulsó y promulgó el nuevo Plan Diocesano de Pastoral 2013-2018, en continuidad con el Plan Diocesano de Pastoral anterior. En este nuevo Plan asumimos como Misión Diocesana: Fortalecer la misión de la Iglesia, como discípulos misioneros, configurándonos con Cristo, camino de Conversión, Comunión y Solidaridad, para transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios.

NUESTRAS ASAMBLEAS DIOCESANAS

Las Asambleas en las que no aparezcan el lema o el objetivo,

es porque no tuvieron o no se encontraron en los archivos. I Asamblea Diocesana (23-27 de Enero de 1989) II Asamblea Diocesana (1990) Objetivo: Evangelizar integralmente, especialmente a las familias, mediante la formación de Agentes de Pastoral, para hacer con la fuerza del Evangelio, una Iglesia renovada y transformadora de personas y estructuras. III Asamblea Diocesana (1991) En Mayo de 1990, falleció Mons. Luis Miguel Cantón Marín, motivo por el cual se suspendió la Asamblea Diocesana. IV Asamblea Diocesana (13-17 de Enero de 1992) V Centenario de la Evangelización de América Latina. Objetivo: Dinamizar, en comunión y participación, la Evangelización Integral, centrada en la persona de Jesús para transformar nuestra realidad diocesana y hacer presente el Reino de Dios.

+ Mons. Leopoldo González González Obispo de Tapachula

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V Asamblea Diocesana (18-22 de Enero de 1993) Jesucristo, ayer, hoy y siempre. Objetivo: Analizar el Documento de Santo Domingo y con su inspiración, afinar el Plan Diocesana de Pastoral. VI Asamblea Diocesana (4-6 de Enero de 1994) Año Internacional de la Familia. VII Asamblea Diocesana (16-20 de Enero de 1995) Año Internacional de la Mujer. Objetivo: Lograr una comprensión pastoral del momento socio-político actual de la Región, por medio de un análisis coyuntural de la situación a través de la participación activa de la Asamblea”. VIII Asamblea Diocesana (16-19 de Enero de 1996) Tertio Millennio Adveniente Objetivo: Consolidar el Plan Diocesano de Pastoral, en orden al Tercer Milenio. IX Asamblea Diocesana (19-23 de Enero de 1998) Jesucristo, ayer, hoy y siempre Objetivo: dinamizar, en comunión y participación, la evangelización integral, centrada en la persona de Jesús para transformar nuestra realidad diocesana y hacer presente el Reino de Dios. X Asamblea Diocesana (19-23 de Enero de 1998)

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Creo en el Espíritu Santo. Objetivo: Unirnos como Iglesia Diocesana en la oración, en la convivencia y en la evaluación del trabajo pastoral realizado en 1997, a fin de encontrar luces para programar 1998. XI Asamblea Diocesana (22-26 de Febrero de 1999) Creo en Dios Padre. Objetivo: Evaluar nuestro proceso eclesial diocesano y enriquecerlo, a la luz del Sínodo de América, para seguir caminando juntos hacia el Tercer Milenio. XII Asamblea Diocesana (17-21 de Enero del 2000) Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Objetivo: Asumir y celebrar el Jubileo de la Encarnación en comunión con toda la Iglesia, para vivir más el Evangelio en el Tercer Milenio. XIII Asamblea Diocesana (22-26 de Enero de 2001) Objetivo: Evaluar nuestro proceso eclesial diocesano (período 1997-2000). XIV Asamblea Diocesana (16-18 de Enero de 2002) Cristo, rostro solidario del hombre, esperanza para nuestra Iglesia. Objetivo: Renovar nuestros ideales cristianos a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia, para imprimirle un nuevo rostro a nuestra pastoral diocesana. XV Asamblea Diocesana (20-23 de Enero de 2003)

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La Pastoral, Camino de Santidad para un nuevo rostro de Iglesia. Objetivo: Concluir la elaboración de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, para que en comunión y participación continuemos nuestra misión de hacer presente el Reino de Dios. XVI Asamblea Diocesana (19-20 de Enero del 2004) ¡Iglesia Diocesana: Comunidad creyente. eucarística y solidaria! Objetivo: Profundizar en la misión de la Iglesia particular a través de la articulación de las tareas fundamentales, para darle identidad a nuestra diócesis asumiendo las líneas comunes de pastoral. XVII Asamblea Diocesana (17-19 de Enero del 2005) “Servidores de la esperanza para un nuevo rostro de Iglesia” Definir criterios de elección, formación y misión de los agentes de pastoral de nuestra Diócesis para fortalecer la articulación de las tareas fundamentales y realizar eficazmente nuestra misión. XVIII Asamblea Diocesana (17-19 de Enero del 2006) XIX Asamblea Diocesana (22-26 de enero del 2007) Caminando con Cristo, viviendo en la esperanza Objetivo: continuar el proceso diocesano de pastoral, mediante la elaboración de un directorio que ilumine, coordine y guíe nuestro ser y quehacer eclesial. XX ASAMBLEA DIOCESANA (Enero 21 al 25 del 2008)

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¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Objetivo: Celebrar el Año Jubilar Diocesano, revisando los avances del directorio diocesano y atendiendo la articulación de las tareas fundamentales. XXI ASAMBLEA DIOCESANA (19-23 Enero del 2009) Maestro… ¿dónde te encontramos…para abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad? (DA 245) Objetivo: Valorar, evaluar y dar continuidad a nuestro proceso pastoral a fin de seguir cumpliendo con fidelidad la misión que el Señor nos ha encomendado.

XXII ASAMBLEA DIOCESANA (Enero 21 al 23 del 2010) “Estado permanente de Misión” implica una gran disponibilidad para repensar y reformar muchas estructuras pastorales, teniendo como principio constitutivo la “espiritualidad de la comunión” y de la audacia misionera. (MC, 17) Objetivo: Renovar la Misión Diocesana, la Espiritualidad y los Valores que sostienen nuestro trabajo eclesial para continuar nuestro proceso pastoral asumiendo la misión que se nos ha encomendado. XXIII ASAMBLEA DIOCESANA (20–22 de Enero del 2011) “Cualquier esfuerzo misionero exige, de manera particular, la participación activa y comprometida de los fieles laicos en todas las etapas del proceso.” (MC, 35) Objetivo: Proyectar nuestro camino eclesial diocesano, concluyendo la renovación del Plan Diocesano de Pastoral y recibiendo el Directorio

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Diocesano de Pastoral, para seguir cumpliendo con fidelidad la misión que el Señor nos ha encomendado. XXIV ASAMBLEA DIOCESANA (19 - 21 de Enero del 2012) Sentimos la necesidad de desarrollar en nuestras comunidades un proceso que comience con el Kerygma y, guiado por la Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo” (DA, 289) Objetivo: Trazar la siguiente etapa del proceso eclesial diocesano e iniciarla, partiendo del kerigma, para renovar nuestras comunidades parroquiales y propiciar un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo.

DESAFÍOS PASTORALES

1. LOS DESAFÍOS PASTORALES Como discípulos y misioneros del Señor Jesús nos vemos interpelados por una realidad que no es ajena a nosotros, como hombres y mujeres de fe. Más aún, sentimos la necesidad de contemplar con ojos de fe el campo que es nuestro espacio de responsabilidad en el anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios. El territorio de nuestra familia diocesana está integrado por la franja costera del Estado de Chiapas y una de sus regiones naturales, la Sierra. Nuestra comunidad humana tiene rasgos pronunciados que dan razón de su identidad, presencia y condición en la que se encuentra al momento actual. En esta comunidad humana concreta es donde el Señor Jesús nos invita ase discípulos y misioneros suyos.

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Nuestra sociedad no es ajena a los problemas que aquejan a todo el país. La pobreza creciente de nuestros pueblos va delineando un rostro problemático de nuestra sociedad marcado por todo aquello que trae consigo la pobreza. Hemos vivido un crecimiento importante de la migración que, en nuestro territorio diocesano, tiene dos rostros. El primero nos muestra un flujo constante de hermanos y hermanas que, provenientes de Centro y Sudamérica, atraviesan nuestro territorio diocesano buscando mejores condiciones de vida para sus familias que quedan a la espera de lo que ellos puedan lograr. El segundo rostro es el de nuestras comunidades de las que vemos salir, día a día, a muchos hermanos y hermanas que emigran buscando una vida mejor. Urge una mayor atención al campo. Nuestras comunidades se ven debilitadas por el abandono en que quedan las familias integradas mayoritariamente por mujeres adultas, ancianos y niños. Con preocupación constatamos la presencia del crimen organizado y maleantes que afectan y violentan a los hermanos migrantes. Muchos hermanos migrantes son asaltados en los caminos y despojados de sus pertenencias. Algunas hermanas migrantes son violadas y vejadas por los maleantes a su paso por nuestro territorio diocesano. Estos problemas que traen sufrimiento a nuestros hermanos y hermanas migrantes, son problemas que hemos constatado por años. El consumismo ha llegado hasta nuestras comunidades. Con preocupación hemos visto crecer el consumo de productos industrializados y decrecer el consumo de los productos naturales de la región. Hay poca claridad en los criterios para discernir cómo gastar el ingreso familiar que, en muchas familias, es insuficiente para cubrir las necesidades básicas: alimento, vivienda, vestido, salud y educación.

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Los programas gubernamentales de asistencia a los más vulnerables de la sociedad van realizándose con irregularidades y van generando una cultura de dependencia de una buena parte de la sociedad. Además, las exigencias impuestas para que alguien pueda seguir gozando de los beneficios del programa, han debilitado profundamente la organización interna de las comunidades, sometiéndolas a una vida que facilita el control gubernamental y genera una vida comunitaria de cautiverio. El consumo de drogas, con todas las consecuencias de aumento de la inseguridad que trae consigo, ha tenido un incremento importante en nuestras comunidades. No es extraordinario encontrar adolescentes, jóvenes y adultos que consumen drogas con regularidad. La dependencia y tolerancia a la droga va creciendo entre muchos hermanos y hermanas de nuestro territorio diocesano. Por lo mismo, no es extraño que se incremente el índice de robos y asaltos, con la consecuente destrucción de la armonía e integración familiar. Nuestra sociedad da la impresión de no tener mucho interés en la cuestión política y nuestros agentes de pastoral, con frecuencia, parecieran tener poca claridad acerca de la conciencia cívica y la participación ciudadana responsable. Algunos políticos tienen poco interés por el bien común. El sistema condiciona y limita el ejercicio de los políticos que con buena voluntad buscan el bien común. Más aún, algunas estructuras no permiten el buen ejercicio de quienes legítima y lealmente buscan el bien común. Es esperanzador constatar que varios seglares han hecho suyo el protagonismo político, no obstante es necesario que cada vez sean más los laicos que hagan valer los criterios del evangelio en el ámbito de las realidades temporales. Hemos constatado que en nuestro territorio diocesano el medio ambiente se va deteriorando y poniendo en riesgo por la concesión de los distintos niveles de gobierno para la exploración y explotación de

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minas a cielo abierto. Con frecuencia estas concesiones se consiguen con engaños y sin que las comunidades tengan claridad en las consecuencias contra la salud y el medio ambiente que la exploración y explotación de estas minas traerán consigo. La sociedad va asumiendo como práctica normal el recurso a las instancias gubernamentales para buscar solución a sus problemas, aunque se siguen dando casos en que, ante la falta de disposición de las autoridades para escuchar, se sigue recurriendo a acciones violentas que afectan a gran parte de la ciudadanía. Muchos adolescentes y jóvenes de nuestra sociedad son cada vez más débiles a la propaganda comercial, a los comportamientos que se ponen de moda y, por lo mismo, caen con facilidad en problemas de consumo de alcohol y drogas. En nuestras comunidades ha habido un aumento considerable de madres solteras, jóvenes que tienen relaciones poco sanas con adultos y jóvenes y adolescentes dedicados a la delincuencia. Las redes sociales van generando entre los jóvenes una cultura de cercanía con los lejanos y distancia con los familiares cercanos. Muchos jóvenes son vulnerables a la avalancha del mal uso de las redes sociales que dañan su identidad y, con mucha susceptibilidad, los van acostumbrando a llevar una doble vida, haciendo de la simulación e hipocresía los criterios que sostienen y condicionan su actuar. Cada vez es más difícil que los adolescentes y jóvenes incorporen a su vida el sentido de la responsabilidad. Estamos viviendo una etapa de transición en nuestras familias parroquiales. Una generación de agentes de pastoral va dejando su servicio en nuevos agentes de pastoral que van incorporándose, poco a poco, al quehacer pastoral. Este fenómeno esperanzador trae consigo la tarea de la formación de las nuevas generaciones de agentes de pastoral.

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Los profesionistas, los servidores públicos, los militares son espacios nuevos de evangelización que requieren de un acompañamiento eclesial que les ayude a darle sentido a su quehacer a favor de la comunidad humana y a iluminar su actuar con la luz de la Palabra de Dios. La Iglesia diocesana, consciente de la responsabilidad de la misión que el Señor Jesús le ha encomendado y del panorama de la realidad en que vive, ve delante de sí estos desafíos. 1.1 La familia La familia va perdiendo identidad en su constitución y en su labor. Poco a poco nos vamos alejando de la imagen tradicional de la familia y, en consecuencia, de su labor primordial de ser escuela de valores e Iglesia doméstica. La violencia intrafamiliar, la desintegración familiar, el aumento del consumo de alcohol y drogas entre jóvenes y adolescentes, la dependencia poco formativa de jóvenes y adolescentes de las redes sociales con la consecuente distancia de la familia, la deshonestidad y la doble vida, la poca conciencia en la administración de los ingresos familiares, son algunos fenómenos que muestran el deterioro de la familia. “La realidad de la familia no es ya uniforme, pues en cada familia influyen de manera diferente, factores ligados al cambio, a saber: factores sociológicos (injusticia social, primordialmente); culturales (calidad de vida); políticos (dominación y manipulación); económicos (salarios, desempleo, pluriempleo); religiosos (influencia secularista), entre muchos otros” (DP 572). “La familia sufre también el impacto deletéreo de la pornografía, el alcoholismo, las drogas, la prostitución y la trata de blancas, así como el problema de las madres solteras y de los niños abandonados” (DP 577).

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“En la familia se juega el destino de la Nación. Su enriquecimiento fortalece la participación, la representación y el respeto. Por ello, atentan contra la sociedad y contra la Nación quienes permiten, promueven o practican su disolución. Tal es el caso que se presenta en fenómenos como el divorcio, el aborto, el maltrato a la mujer o a los hijos, la irresponsabilidad de los varones como padres, y la pornografía. La Iglesia entiende como un aporte esencial a la Nación el cuidado y la atención pastoral que ha puesto a favor de la unidad familiar” (CP 374). 1.2 Descontento generalizado Vivimos un descontento generalizado que puede desembocar en violencia social, debido al aumento desmedido de las tarifas de la energía eléctrica, el desempleo, los bajos salarios, deficiencia en los servicios de salud, de transporte, los bajos precios en la venta de los productos del campo (maíz, fríjol, café, cacao), la impunidad y la corrupción del sistema judicial...etc. “El tema reviste particular urgencia por la situación deplorable en la que viven millones de hermanos, excluidos del desarrollo y sin posibilidades reales de ingresar a él. Quienes han detentado el poder económico y político no han logrado crear las condiciones adecuadas y suficientes para superar la pobreza: De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas” (CP 307). “Nos preocupan las angustias de todos los miembros del pueblo cualquiera que sea su condición social: su soledad, sus problemas familiares, en no pocos, la carencia del sentido de la vida... más especialmente queremos compartir hoy las que brotan de su pobreza” (DP 27).

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“A esto se suman las angustias surgidas por los abusos de poder, típicos de los regímenes de fuerza. Angustias por la represión sistemática o selectiva, acompañada de delación, violación de la privacidad, apremios desproporcionados, torturas, exilios... Inseguridad total por detenciones sin órdenes judiciales. Angustias ante un ejercicio de la justicia sometida o atada” (DP 42). 1.3 Formación del interior de las personas Falta formación del interior de las personas, para crear una nueva mentalidad que nos mueva a enfrentar y resolver los propios problemas. En nuestra realidad diocesana consideramos que se vive un vacío existencial; la desintegración personal; los conflictos de relaciones interpersonales; la complicada e inaceptable historia personal; la falta de ideales; la depresión; la homosexualidad; la falta de identidad personal; la cultura del menor esfuerzo; el relativismo moral y espiritual; la mediocridad; la aceptación de una espiritualidad a la ligera y la búsqueda de todo aquello que ayude a salir de esta situación en la que se vive. “Se fomenta la mentalidad y las acciones contra la vida... se cambia el sentido de la vida como conquista del fuerte sobre el débil, que propicia acciones de odio, destrucción e impide la realización y crecimiento del hombre” (SD 234). “Se asiste así a un deterioro creciente de la dignidad de la persona humana. Crece la cultura de la muerte” (SD 235). 1.4 El individualismo La pérdida del sentido comunitario y de pertenencia propio de nuestras culturas, ha desencadenado en el individualismo

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creciente que es un obstáculo para la solidaridad e impide mirar la realidad con esperanza. Hoy hemos dejado de vivir de acuerdo a nuestras costumbres, a los valores que en el pasado nos sostuvieron y acompañaron. Se percibe la falta de ayuda en los llamados “tequios”, la indiferencia ante el dolor y la pobreza de los demás, la soledad de los más débiles, la incomprensión ante las situaciones que se viven en la comunidad y la falta de sensibilidad para el trabajo en equipo. Hoy queremos vivir y estar solos. “Hoy el género humano vive un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su actividad creadora; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes vive. Es esto tan claro que ya se puede hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también sobre la vida religiosa” (GS 4). Nos urge volver a los valores del Evangelio, a la Iglesia que el libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta. Estamos urgidos a volver a la comunidad, a la familia...etc. 1.5 Credibilidad de la Iglesia Percibimos una pérdida creciente de credibilidad de la Iglesia por su falta de testimonio y entrega al pueblo y de su vacío profético ante los problemas sociales. Esta situación se percibe por la incoherencia entre fe y vida; el antitestimonio de los agentes de pastoral (sacerdotes, religiosos (as), laicos; el maltrato de algunos sacerdotes; la poca capacidad para

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trabajar en la transformación de una sociedad más justa a partir del Evangelio. “Tenemos que reconocer que se ha debilitado el sentido vital de la Iglesia particular como comunión que se hace presente en la comunidad profética, litúrgica y social. El compartir juntos la vida, la ayuda mutua y el servicio, en una palabra, el valor fundamental del amor cristiano entre los hermanos, no se perciben con suficiente claridad como el signo principal de credibilidad de acuerdo con las palabras de Jesús” (CP 165). “La cercanía a cada una de las personas, permite a los pastores compartir con ellas las situaciones de dolor e ignorancia, de pobreza y marginación, los anhelos de justicia y liberación” (SD 74). 1.6 Conformismo de los laicos Conformismo de la mayoría de los laicos con la misa dominical y la poca participación en las actividades pastorales. El catolicismo es una alternativa más para algunas personas. Nuestros lugares de reunión, de asamblea dominical hoy están vacíos o al menos no están todos los que deberían estar. Nuestras comunidades se perciben indiferentes, poco comprometidas, sin sentido de pertenencia a la comunidad eclesial; esta realidad repercute en nuestras celebraciones litúrgicas que carecen de vida, de sentido; nuestra falta de compromiso deja a muchos hermanos sin la ayuda necesaria pues se va perdiendo la sensibilidad ante la proclamación del Reino de Dios como Buena Nueva. “La mayor parte de los bautizados no han tomado aún conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia. Se sienten católicos, pero no Iglesia. Pocos asumen los valores cristianos como un elemento de su identidad cultural y por lo tanto no sienten la necesidad de un compromiso

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eclesial y evangelizador. Como consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por criterios evangélicos. Así se explica la incoherencia que se da entre la fe que se dicen profesar y el compromiso real en la vida” (SD 96). “Vivimos, además, una profunda y compleja transformación nacional e internacional que afecta la vida de fe de los miembros de la Iglesia. Los creyentes, como nunca antes, están sometidos a la influencia de innumerables propuestas de pensamiento y modelos de vida que, muchas veces, son indiferentes o contrarios a la visión cristiana de la vida y al sentido de pertenencia a la comunidad eclesial” (CP 108). 1.7 Perfil de Iglesia Diocesana Hace falta definir un perfil claro de nuestra iglesia diocesana. Esto se refleja en la falta de comunión y solidaridad ya que percibimos fracturas de relación entre los sacerdotes, religiosos, laicos y movimientos; la falta de continuidad en los procesos pastorales; falta de discreción, delicadeza y respeto en los comentarios que se hacen ante determinados hechos y situaciones que se viven. En el trabajo pastoral que desempeñamos como Iglesia Diocesana, no podemos dejar de ver que aún nos falta trabajar de una manera articulada y conjunta, de buscar el mayor bien pastoral siempre en respuesta a las interrogantes de quienes viven en esta diócesis; de poner en común los recursos humanos, materiales y económicos; de no perder de vista que nadie trabaja por cuenta propia sino en comunión y participación. “Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesario proclamar con gozo y fe firme que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en la distinción, el cual llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria. Es necesario proclamar

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que la Iglesia es signo e instrumento de la comunión querida por Dios, iniciada en el tiempo y dirigida a su perfección en la plenitud del Reino” (EIA 33). La Diócesis de Tapachula, necesita definir su perfil de servicio, de comunión, de participación, de articulación, de organicidad, de trabajo común. La realidad nos urge a mostrar un nuevo rostro de Iglesia diocesana. Además, “se hace necesario vivir la reconciliación en la Iglesia, recorrer el camino de unidad y de comunión, entre nosotros mismos y con las personas y comunidades que se nos han encomendado” (SD 68). 1.8 Formación cristiana Constatamos un marcado desinterés por la formación cristiana y un equivocado enfoque de la misma. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo encuentran ocasiones fáciles de formación humana y cristiana, sin muchos requisitos, sin tantos protocolos, es más sin reglas o condiciones. Sin embargo hace falta una formación integral que eduque y forme en los valores humanos y cristianos. “La falta de formación doctrinal y de profundidad en la vida de fe hace de muchos católicos presa fácil del secularismo, el hedonismo y el consumismo que invaden la cultura moderna y, en todo caso, los hace incapaces de evangelizarla” (SD 44). Nos hacen falta criterios comunes que favorezcan la formación cristiana, en la preparación a la recepción de los sacramentos. En los centros educativos se habla de “educación en la fe” como una materia, más no como un proceso que llegue a incidir en la vida de cada persona que recibe esa formación.

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“La catequesis es un proceso de formación en la fe, la esperanza y la caridad que informa la mente y toca el corazón, llevando a la persona a abrazar a Cristo de modo pleno y completo. Introduce más plenamente al creyente en la experiencia de la vida cristiana que incluye la celebración litúrgica del misterio de la redención y el servicio cristiano a los otros” (EIA 69). Nos hace falta formar a los agentes de pastoral para responder con solicitud, tranquilidad y caridad a los hermanos y hermanas de los grupos religiosos no católicos, especialmente a aquellos que son más agresivos en sus expresiones contra la Iglesia católica. 1.9 Atención y acompañamiento a los hermanos migrantes Sentimos la necesidad de incorporar a nuestro quehacer pastoral la atención a las familias y a los hermanos de nuestra Iglesia diocesana que han dejado nuestro territorio diocesano en busca de mejores condiciones de vida, así como la atención solidaria, organizada y eclesial a los hermanos migrantes que atraviesan por nuestro territorio diocesano. Frente al fenómeno de la migración, sentimos la necesidad, como dice Aparecida a propósito de la globalización (DA 64.65), de promover una atención y cercanía marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos para acompañar a las familias y a los hermanos que han tenido que emigrar de nuestra diócesis, así como a los hermanos migrantes van de paso por nuestro territorio diocesano. Los hermanos y hermanas migrantes son parte del grupo de rostros nuevos de Cristo pobre que ha generado el fenómeno de la globalización (DA 402). Cristo nos muestra su rostro sufriente en cada uno de ellos. Nuestra Iglesia diocesana, desde la Pastoral social, se esfuerza en dar atención, acogida y acompañamiento a estos hermanos

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nuestros que han excluidos de ritmo ordinario de la vida de nuestras comunidades. “Es expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento pastoral de los migrantes” (DA 411). “La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras, Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus diversos sectores” (DA 412). “Es necesario, que en los Seminarios y Casas de formación, se tome conciencia sobre la realidad de la movilidad humana, para darle una respuesta pastoral. También se requiere promover la preparación de laicos que, con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también en los lugares de salida a las familias que dejan” (DA 413). 1.10 La atención pastoral a los niños Como Iglesia diocesana hemos sentido la preocupación por dedicar atención especial a los niños de nuestra familia diocesana, comenzando por delinear con claridad el itinerario que hemos de recorrer para una atención pastoral eficaz. “La niñez, hoy en día, debe ser destinataria de una acción prioritaria de la Iglesia, de la familia y de las instituciones del Estado, tanto por las posibilidades que ofrece, como por la vulnerabilidad a la que se encuentra expuesta. Los niños son don y signo de la presencia de Dios en nuestro mundo por su capacidad de aceptar con sencillez el mensaje evangélico. Jesús los escogió con especial ternura (Cf. Mt 19,14), y presentó su capacidad de acoger el Evangelio como modelo para entrar en el Reino de Dios (Cf. Mc 10,14; Mt 18,3).” (DA 438). “Vemos con dolor la situación de pobreza, de violencia intrafamiliar (sobre todo en familias irregulares o desintegradas), de abuso sexual, por la que atraviesa un buen número de nuestra niñez: los sectores de niñez trabajadora, niños de la calle, niños portadores de HIV,

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huérfanos, niños soldados, y niños y niñas engañados y expuestos a la pornografía y prostitución forzada, tanto virtual como real. Sobre todo, la primera infancia (0 a 6 años) requiere de una especial atención y cuidado. No se puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de tantos niños inocentes.” (DA 439) “Por otro lado, la niñez, al ser la primera etapa de la vida del ya nacido, constituye una ocasión maravillosa para la transmisión de la fe. Vemos con gratitud la valiosa acción de tantas instituciones al servicio de la niñez.” (DA 440) Las orientaciones que nuestros Obispos nos dan en el Documento de Aparecida han de ayudarnos a delinear nuestro itinerario diocesano, para definir el quehacer preciso de nuestra pastoral infantil. “Proponemos, al respecto, algunas orientaciones pastorales:

a) Inspirarse en la actitud de Jesús para con los niños, de respeto y acogida como los predilectos del Reino, atendiendo a su formación integral. De importancia para toda su vida es el ejemplo de oración de sus padres y abuelos, quienes tienen la misión de enseñar a sus hijos y nietos las primeras oraciones.

b) Establecer, donde no existan, el Departamento o Sección

de Niñez, para desarrollar acciones puntuales y orgánicas a favor de los niños y las niñas.

c) Promover procesos de reconocimiento de la niñez como un

sector decisivo de especial cuidado por parte de la Iglesia, la Sociedad y el Estado.

d) Tutelar la dignidad y derechos naturales inalienables de los niños y niñas, sin perjuicio de los legítimos derechos de los padres. Velar para que los niños reciban la educación

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adecuada a su edad en el ámbito de la solidaridad, de la afectividad y la sexualidad humana.

e) Apoyar las experiencias pastorales de atención a la primera

infancia.

f) Estudiar y considerar las pedagogías adecuadas para la educación en la fe de los niños, especialmente en todo lo relacionado a la iniciación cristiana, privilegiando el momento de la primera comunión. De importancia para toda su vida es el ejemplo de oración de sus padres y abuelos, quienes tienen la misión de enseñar a sus hijos y nietos las primeras oraciones.

g) Valorar la capacidad misionera de los niños y niñas, que no

sólo evangelizan a sus propios compañeros, sino que también pueden ser evangelizadores de sus propios padres.

h) Fomentar la institución de la Infancia Misionera. i) Promover y difundir permanentemente investigaciones

sobre la niñez, que hagan sostenible tanto el reconocimiento de su cuidado, como las iniciativas a favor de la defensa y de su promoción integral.” (DA 441)

1.11 El cuidado del medio ambiente y las minas a cielo abierto Constatamos el deterioro del medio ambiente por la exploración y explotación de las minas a cielo abierto y sentimos la urgencia de dar a nuestras comunidades información, orientación y acompañamiento para cumplir con la tarea que Dios nos ha encomendado: de cuidar y cultivar la creación.

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“También la creación es manifestación del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuántas maneras el hombre amenaza y aun destruye su ‘hábitat’. “Nuestra hermana la madre tierra” es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación. Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida. El discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador.” (DA 125) “El Dios de la vida encomendó al ser humano su obra creadora para que “la cultivara y la guardara” (Gn 2, 15). Jesús conocía bien la preocupación del Padre por las criaturas que Él alimenta (Cf. Lc 12, 24) y embellece (Cf. Lc 12, 27). Y, mientras andaba por los caminos de su tierra, no sólo se detenía a contemplar la hermosura de la naturaleza, sino que invitaba a sus discípulos a reconocer el mensaje escondido en las cosas (Cf. Lc 12, 24-27; Jn 4, 35). Las criaturas del Padre le dan gloria “con su sola existencia”, y, por eso, el ser humano debe hacer uso de ellas con cuidado y delicadeza.” (DA 470) “La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicación paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre (Cf. 1 Co 3, 21-23). El Señor ha entregado el mundo para todos, para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal de los bienes exige la solidaridad con la generación presente y las futuras. Ya que los recursos son cada vez más limitados, su uso debe estar regulado según un principio de justicia distributiva respetando el desarrollo sostenible.” (DA 126)

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“Como profetas de la vida, queremos insistir que en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de naciones enteras y de la misma humanidad. Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable y no un planeta con aire contaminado.” (DA 471) “La riqueza natural de América Latina y El Caribe experimentan hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región. En todo ese proceso, tiene una enorme responsabilidad el actual modelo económico que privilegia el desmedido afán por la riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos y del respeto racional de la naturaleza. La devastación de nuestros bosques y de la biodiversidad mediante una actitud depredatoria y egoísta, involucra la responsabilidad moral de quienes la promueven, porque pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas, quienes son expulsados hacia las tierras de ladera y a las grandes ciudades para vivir hacinados en los cinturones de miserias…Lo mismo hay que alertar respecto a las industrias extractivas de recursos que, cuando no proceden a controlar y contrarrestar sus efectos dañinos sobre el ambiente circundante, producen la eliminación de bosques, la contaminación del agua y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos.” (DA 473) A una con nuestros Obispos en Aparecida, creemos es necesario “buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos. Por tanto, alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal manera que puedan lograr su justo reclamo.” (DA 474)

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VISIÓN PASTORAL

2. LA VISIÓN PASTORAL

Tenemos que poner los medios concretos para que como personas logremos reflejar el verdadero rostro del hombre, de la Iglesia y de Cristo mismo. El Plan Diocesano de Pastoral debe ser una herramienta que nos señale los ideales que deseamos alcanzar y el camino de conversión que nos llevará a la santidad y a cumplir con nuestra vocación de ser imagen y semejanza de Dios. Como Iglesia diocesana deseamos ser vistos como hombres y mujeres de esperanza y de nuevas alternativas. La Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia nos señalan los ideales y los sueños que debemos alcanzar. 2.1 Nuevo rostro de Cristo «La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros» (Jn 1,14). Jesús, el Hijo de Dios, al encarnarse en el seno de la Virgen María, hizo a un lado los privilegios que le correspondían como Hijo de Dios (Cf. Flp 2,6-7) y comenzó a vivir la vida de los hombres, pero sin la sombra del pecado. De acuerdo a lo que mandaba la Ley, María y José lo presentaron en el templo pues, «todo varón primogénito será consagrado al Señor» (Lc 2,23). Sus padres le enseñaron a respetar la religión y las costumbres de su pueblo (Cf. Lc 2,41-42) y Él aprendió a obedecer como convenía; de esa manera, «Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

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Desde el inicio de su ministerio, su preocupación fue el Reino de Dios: «Decía: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Cambien sus caminos y crean en la Buena Nueva”» (Mc 1,15). El Reino de Dios no es una nueva manera de gobernar, sino un nuevo estilo de ver, de entender y de vivir la vida. Para Dios, los pobres y los marginados tienen un lugar privilegiado pues son bienaventurados (Cf. Lc 6,21). Jesús nos enseñó que el principal es el servidor de los demás y el maestro debe comportarse como siervo (Cf. Mc 9,35); no hay que matar, más aún, no hay que enojarse ni insultar al hermano (Cf. Mt 5,21-22); el no cometer adulterio exige también no mirar con malos deseos a una mujer (Cf. Mt 5,27-28). El Reino de Dios no solamente prohíbe vengar una ofensa sino que exige amar a los enemigos y rezar por ellos (Cf. Mt 5,43-44). Ante la preocupación por una vida cómoda, Él nos manda: «Busquen primero el Reino y la justicia de Dios, y se les dará también todas esas cosas» (Mt 6,33). Las propuestas de Jesús son apasionantes, nos hacen soñar con una sociedad más justa y más humana. A pesar de ello, el estilo de vida propuesto por Jesús no gustó a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo, quienes lo vigilaron y planearon su muerte. Sin embargo, Él fue fiel al mandato del Padre y a sus ideales. El misterio de la encarnación alcanza su plenitud con la muerte y resurrección de Jesús. Así, Cristo resucitado se convierte en Señor de la historia y le señala al hombre su nuevo destino: la vida eterna. El Papa Juan Pablo II afirma que «¡el cristianismo es la religión que ha entrado en la historia» (NMI 5). Ha entrado a la historia para transformarla. La transformaremos y le daremos un nuevo rostro en la medida en que hagamos caso a las palabras de Jesús: «cambien sus caminos», es decir, la manera de llevar nuestra vida. Los desafíos pastorales ya señalados nos retan a dejar el camino del menor esfuerzo y nos exigen tomar el camino del esfuerzo constante, de la conversión

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paulatina, para adquirir nuevas virtudes hasta hacerlas una costumbre en nuestra manera de vivir. Como Iglesia diocesana estamos llamados a:

a. La conversión profunda de nosotros mismos para dar testimonio de vida coherente que convenza y devolverle credibilidad a nuestra palabra.

La conversión profunda implica arrancar de nuestra mente y de nuestro corazón los pensamientos y las prácticas que no van con el evangelio. Además, hay que comenzar a vivir los valores que el evangelio nos pide: unidad, fraternidad, solidaridad.

b. Una espiritualidad profunda a través de la oración, la

escucha de la palabra de Dios y la eucaristía, que nos lleve a una nueva mentalidad de ser hombres y mujeres de esperanza.

Al arrancar de nosotros las cosas que no van con el evangelio, quedará un vacío que hay que llenar enseguida de Dios para ser realmente nuevas personas. La espiritualidad profunda nos da la fuerza interior para soportar las tentaciones y ser constantes en la práctica de las virtudes.

c. Un rostro de esperanza y nuevas alternativas que reflejen a

Cristo resucitado.

El mundo constantemente nos ofrece opciones y nos empuja a través de los distintos medios de comunicación a elegir alguna de sus propuestas; no hay que olvidar que como bautizados estamos llamados a dar a la sociedad una respuesta distinta, ésta deberá ser siempre la palabra de Jesucristo, de esa manera transmitiremos la frescura y la esperanza que la sociedad espera de nosotros.

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d. Una evangelización integral mediante el testimonio y la

palabra.

Por esta razón, hay que asumir completamente en nuestros trabajos las tres tareas fundamentales, solamente así reflejaremos a la verdadera Iglesia de Jesucristo.

2.2 Nuevo rostro de hombre El fundamento de la dignidad del hombre se encuentra en su ser de criatura hecho a imagen y semejanza de Dios (Cf. Gen 1,26). El pecado, desde el origen de la humanidad (Cf. Gen 3) ha sido un obstáculo para que no pueda reproducir en cuanto imagen, a su creador y realizarse plenamente como persona. Fue necesario que el Hijo de Dios se encarnara para que con su muerte y resurrección le devolviera al hombre la capacidad de ser la imagen y semejanza de Dios. Así, Cristo se ha constituido en «la imagen del Dios que no se puede ver y para toda criatura es el Primogénito» (Col 1,15). A partir de entonces, el hombre puede realizarse plenamente como hombre y reflejar el rostro original que Dios le imprimió. El hombre y la mujer descubren en Cristo su fin trascendente, ya que están llamados a la vida eterna: «Dios ha llamado y llama al hombre para que se adhiera a Él con toda su naturaleza, en la perpetua comunidad de la incomparable vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte» (GS 18; Cf. 1Cor 15,56-57). Como Iglesia diocesana hemos decidido que la familia, los jóvenes y los alejados son los sujetos prioritarios de nuestra evangelización. Hacia ellos encaminaremos nuestro trabajo a través del Seminario, los equipos diocesanos de tareas fundamentales y prioridades, los colegios y los distintos movimientos laicales. La Iglesia y la sociedad en general tendrán el rostro de hombres nuevos, en la medida en que la familia

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recupere su papel protagónico de escuela de valores para los niños y los jóvenes. Los agentes de pastoral, laicos y consagrados, estamos dispuestos a trabajar con creatividad para que los hermanos que se han alejado, redescubran que en Jesucristo está la respuesta a todos sus anhelos y se realicen como personas. Por tanto, como Iglesia diocesana estamos llamados a:

e. Adoptar actitudes positivas que nos permitan mirar con bondad y respeto a los hermanos.

La sociedad está necesitada de amor: la consciencia de que todos somos hermanos, nos ayuda a evitar comentarios negativos y a tratar con amabilidad a las personas sin importar su nacionalidad, su condición económica o su escolaridad.

f. Privilegiar el perdón y el diálogo entre la sociedad y la

Iglesia.

Cada vez nos es más claro que necesitamos de las ciencias auxiliares para la evangelización. Los formadores de los futuros sacerdotes tienen el desafío de preparar a los jóvenes para que sean capaces de dialogar con los distintos grupos sociales que influyen en la sociedad, y saber usar de la ciencia y la técnica para la evangelización.

g. Ver el rostro humano de Cristo en el hermano sacerdote.

Nuestro testimonio de fraternidad será el mejor medio de evangelización y nuestra palabra recuperará credibilidad.

h. Mirar a la mujer con igual dignidad, a través de ella el

hombre se complementa y alcanza su total identidad como persona.

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Los padres de familia tienen la responsabilidad de ayudar a sus hijos a desarrollar sus cualidades y aptitudes, y orientarlos para reconocer que en sus diferencias está la riqueza de la familia, esto los ayudará más tarde a mirar con respeto a la mujer y aceptar que en las diferencias con su pareja está la complementariedad que necesitan.

i. Volver a mirar a la naturaleza como madre y no como

sierva.

La espiritualidad personal y de comunidad, así como el carisma de los distintos movimientos, necesariamente se verá reflejada en el respeto y cuidado hacia la naturaleza. Si no hay comunión con ella no la hay verdaderamente con los hombres.

2.3 Nuevo rostro de Iglesia Hablar de rostro es hablar de identidad. Jesús le dio identidad a su Iglesia, mantenerla es nuestra responsabilidad. La necesidad de un nuevo rostro como Iglesia diocesana nos hace volver la mirada para contemplar el rostro de Cristo y descubrimos en Él la raíz de la unidad, la comunión y la solidaridad que necesitamos. “La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana. El discipulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una comunidad. Dios no quiso salvarnos aisladamente, sino formando un Pueblo. Este es un aspecto que distingue la vivencia de la vocación cristiana de un simple sentimiento religioso individual. Por eso, la experiencia de fe siempre se vive en una Iglesia Particular.” (DA 164) “La maduración en el seguimiento de Jesús y la pasión por anunciarlo requieren que la Iglesia particular se renueve constantemente en su vida y ardor misionero. Sólo así puede ser, para todos los bautizados, casa y escuela de comunión, de participación y solidaridad. En su realidad social concreta, el discípulo hace la experiencia del encuentro

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con Jesucristo vivo, madura su vocación cristiana, descubre la riqueza y la gracia de ser misionero y anuncia la Palabra con alegría.” (DA 167) “La Diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada a ser una “comunidad misionera”. Cada Diócesis necesita robustecer su conciencia misionera, saliendo al encuentro de quienes aún no creen en Cristo en el ámbito de su propio territorio y responder adecuadamente a los grandes problemas de la sociedad en la cual está inserta. Pero también, con espíritu materno, está llamada a salir en búsqueda de todos los bautizados que no participan en la vida de las comunidades cristianas.” (DA 168) “La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos. Porque un proyecto sólo es eficiente si cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación o movimiento y cada pequeña comunidad se insertan activamente en la pastoral orgánica de cada diócesis. Cada uno está llamado a evangelizar de un modo armónico e integrado en el proyecto pastoral de la Diócesis.” (DA 169) “Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, con motivo de la preparación de la V Conferencia General, es el de una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad “espacios de la iniciación

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cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a las realidades circundantes”83.” (DA 170) “Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente. El Espíritu Santo, que actúa en Jesucristo, es también enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad, porque su acción no se limita al ámbito individual, sino que abre siempre a las comunidades a la tarea misionera, así como ocurrió en Pentecostés (Cf. Hch 2, 1-13).” (DA 171) “La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión. Desde la parroquia, hay que anunciar lo que Jesucristo “hizo y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su Persona y su obra son la buena noticia de salvación anunciada por los ministros y testigos de la Palabra que el Espíritu suscita e inspira. La Palabra acogida es salvífica y reveladora del misterio de Dios y de su voluntad. Toda parroquia está llamada a ser el espacio donde se recibe y acoge la Palabra, se celebra y se expresa en la adoración del Cuerpo de Cristo, y, así, es la fuente dinámica del discipulado misionero. Su propia renovación exige que se deje iluminar siempre de nuevo por la Palabra viva y eficaz.” (DA 172) “La V Conferencia General es una oportunidad para que todas nuestras parroquias se vuelvan misioneras. Es limitado el número de católicos que llegan a nuestra celebración dominical; es inmenso el número de los alejados, así como el de los que no conocen a Cristo. La renovación misionera de las parroquias se impone tanto en la evangelización de

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las grandes ciudades como del mundo rural de nuestro continente, que nos está exigiendo imaginación y creatividad para llegar a las multitudes que anhelan el Evangelio de Jesucristo. Particularmente, en el mundo urbano, se plantea la creación de nuevas estructuras pastorales, puesto que muchas de ellas nacieron en otras épocas para responder a las necesidades del ámbito rural.” (DA 173) “Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio del tercer milenio, deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. Solamente a través de la multiplicación de ellos podremos llegar a responder a las exigencias misioneras del momento actual.” (DA 174) “Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (Cf. Hch 2, 46-47), la comunidad parroquial se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía y perseverar en la catequesis, en la vida sacramental y la práctica de la caridad. En la celebración eucarística, ella renueva su vida en Cristo. La Eucaristía, en la cual se fortalece la comunidad de los discípulos, es para la Parroquia una escuela de vida cristiana. En ella, juntamente con la adoración eucarística y con la práctica del sacramento de la reconciliación para acercarse dignamente a comulgar, se preparan sus miembros en orden a dar frutos permanentes de caridad, reconciliación y justicia para la vida del mundo. La Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana, hace que nuestras parroquias sean siempre comunidades eucarísticas que viven sacramentalmente el encuentro con Cristo Salvador.” (DA 175) Somos una Iglesia y la Iglesia es la familia de Dios. Para entender a la Iglesia hay que mirar a la familia, y para entender a la familia hay que mirar a la Iglesia. La familia tiene su origen en el amor de pareja; de la misma manera, la Iglesia nace del costado de Cristo crucificado (Cf. LG 3) que muere

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por nosotros: «No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos» (Jn 15,13; Cf. LG 42). En el amor está el origen de la familia y de la Iglesia, de modo que el amor debe ser el motor que mueva a las relaciones fraternales (Cf GS 24). Así como la familia necesita de distintos servicios, también la Iglesia; el servicio debe estar acompañado de amor para que no se convierta en trabajo esclavizante y siempre sea hecho con amabilidad. Además, es necesaria la consciencia de la participación corresponsable, es decir, todos somos responsables de su buena marcha, pero cada quien debe hacer lo que le corresponde, pues «cada uno de nosotros ha recibido su talento y Cristo es quien fijó la medida de sus dones para cada uno» (Ef 4,7). Para lograr la unidad, la fraternidad, el servicio responsable, la solidaridad, el discipulado y la misión estamos llamados a:

a. Vivir sin máscaras, ser entusiastas, decididos y comprometidos con los más marginados.

Tenemos presente lo encomendado a Pablo, «acordarnos de los hermanos pobres» (Gá 2,10; Cf. EA 58); lo haremos con entusiasmo creativo asumiendo responsablemente las líneas de acción de la Pastoral Social.

b. Dejar a un lado el individualismo y los intereses personales

y retomar constantemente el camino de la solidaridad.

Es un propósito firme el no dejarnos guiar únicamente por la simpatía o antipatía, sino apoyar lo que realmente convenga a la Iglesia; además, estamos dispuestos a aprovechar los carismas de los distintos movimientos laicales para un mejor servicio a la Iglesia.

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c. Tener un rostro de cristianos responsables dispuestos al sacrificio y a la solidaridad con los demás.

Los pastores y los de vida consagrada somos los primeros invitados a no buscar la vida cómoda sino a vivir con dignidad la pobreza; que sea este un propósito firme en nuestra diócesis, desde la formación de los futuros sacerdotes. Los laicos por su parte, no tendrán como pretexto la crisis económica para no ser solidarios con los más necesitados, y apoyar las distintas organizaciones de inspiración cristiana surgidas de la Iglesia.

d. Ser una Iglesia profética para que el silencio no nos

convierta en cómplices de la corrupción y los antivalores.

Ante el fenómeno de «a mayor información mayor confusión» es indispensable que la Iglesia haga oír su voz con claridad para iluminar y formar criterios en las personas de los distintos ambientes de la sociedad, independientemente de la religión que profesen.

e. Ser una Iglesia de auténticos discípulos y misioneros de

nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia nació misionera y nosotros, que integramos esta familia diocesana, hemos de hacer nuestro este espíritu de discipulado y misión. No podemos vernos como Iglesia, sino es a través de estos rasgos que dan identidad a nuestra Iglesia diocesana.

f. Vivir en un estado permanente de Misión, haciendo del

kerigma, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión, ejes sobre los que transita el quehacer pastoral de nuestra Iglesia diocesana.

El quehacer de nuestra Iglesia diocesana ha de volver de forma recurrente a contemplar y reflexionar en estos ejes temáticos que

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no son etapas de un camino, que a medida que se alcanzan se dejan atrás, sino auténticos ejes sobre los que va girando nuestro quehacer eclesial.

MISIÓN DIOCESANA 2013 - 2018

3. LA MISIÓN DIOCESANA 2013 - 2018

La diócesis de Tapachula, interpelada por la realidad social, económica, cultural y religiosa ha decidido “reflejar un nuevo rostro de Iglesia”, en donde los hombres y mujeres que peregrinan en esta tierra, puedan encontrarse con Cristo; se sientan parte de la Iglesia, vibren con las mismas esperanzas y anhelen sentirse y vivir como hermanos luchando codo a codo, hombro con hombro, en una sola tarea común: transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios. Por eso decidimos asumir la siguiente misión: Fortalecer la misión de la Iglesia, como discípulos misioneros, configurándonos con Cristo, camino de Conversión, Comunión y Solidaridad, para transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios.

Fortalecer la misión de la Iglesia

El Espíritu Santo habló en Aparecida a través de los Obispos. Nuestra Iglesia diocesana atenta a la voz del Espíritu reconoce que no comenzamos de cero, pero sí tenemos necesidad de fortalecer el quehacer que el Señor Jesús confió a la Iglesia (Cf. DA 11). La misión es envío. Es necesario que salgamos de nuestros espacios de seguridad y, sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de

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este mundo, vayamos al encuentro de los hermanos, especialmente de los alejados y de los más necesitados (Cf. DA 30). La misión de la Iglesia es evangelizar. No podemos conformarnos con lo que hacemos, como si eso fuese suficiente y no necesitáramos llevar más allá la Buena Nueva del Reino. Sentimos la necesidad de llevar a los demás el alegre mensaje del Evangelio. Necesitamos anunciar a nuestros pueblos que Dios nos ama, que camina con nosotros y que nos invita a ser y vivir como hermanos (Cf. DA 29). Como discípulos misioneros Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu. (DA 11) Configurándonos con Cristo El discípulo ha de sentir la necesidad de responder al llamado del Señor y adherirse a la persona del Maestro. Esta respuesta compromete del todo la libertad del discípulo y le permitirá entregarse a Él. (Cf. DA 136) El Espíritu Santo, que el Padre nos regala, nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús-Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros “tengan vida en Él”. (DA 137)

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La configuración verdadera con el maestro se da cuando hacemos nuestro el mandamiento del amor. Este amor no solo es distintivo de cada cristiano, ni solo característica fundamental de la Iglesia. Este amor, hecho vida de hermanos, es el primero y principal anuncio. El discípulo se configura con el Maestro cuando comparte, hasta la cruz, su destino (Cf. DA 138.140). Nos configuramos con el Señor cuando nos encontramos con Él en la escucha orante de la Palabra, en los sacramentos, de forma especial en la Eucaristía, en los hermanos que sufren más y en la vida de las comunidades que reconocen la presencia del Señor en medio de ellas. (Cf. DA 142)

Camino de conversión, comunión y solidaridad El encuentro con Cristo vivo debe ser un camino permanente de conversión personal, familiar, comunitaria y diocesana para reafirmar la espiritualidad, la comunión eclesial y propiciar la misión y la solidaridad. De esta manera podremos responder a los desafíos actuales que enfrentamos como Iglesia diocesana (Cf. CP 4). Urge llevar a los creyentes a una conversión del corazón, que en la comunidad cristiana se manifiesta en la virtud de la solidaridad con todas las personas. Esta solidaridad es la expresión de la caridad. Conversión, comunión y solidaridad son tres expresiones inseparables de las cuales nosotros Iglesia de Tapachula no podemos prescindir (Cf. CP 223). “La comunión es obra del Espíritu, pero también requiere de la participación y colaboración de todos” (CP 127).

Para transformar la realidad

“Cristo entra en el corazón de nuestros pueblos, los asume y los transforma” (SD 121).

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Las personas y la sociedad en general se ubican en una realidad que cambia aceleradamente y que da como resultado situaciones desconcertantes donde la vida ya no tiene ningún valor en sí misma; donde la familia deja de ser la educadora de sus propios miembros; donde los recursos son para unos pocos dejando a muchos a su propia suerte. A los hombres y mujeres en toda la verdad de su vida, en su conciencia, en su continua inclinación al pecado y a la vez en su continua aspiración a la verdad, al bien, a la belleza, a la justicia, al amor, a ellos les toca precisamente transformar su propia realidad, desde sus orígenes, deben contemplar la realidad desde la mirada de Dios que “vio que todo cuanto había hecho era muy bueno” (Gn 1,25.31; Cf. RH 14).

Y hacer presente el Reino de Dios “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Cambien sus caminos y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,15). El comportamiento de Jesús con los pobres puso de manifiesto la misión que el Padre le había encomendado, de instaurar el Reino de Dios. Él ama, perdona e invita a todos a la comunión de vida con Él ofreciéndoles un nuevo comienzo, con especial interés a los pecadores y necesitados. La tarea de la Iglesia hoy es mostrar al hombre que el Reino de Dios constituye una dimensión real de la existencia humana, ya que es un elemento central de la predicación y de la actividad de Jesús. La diócesis de Tapachula, como Jesús, está llamada a ser señal del Reino en estas tierras, a significar su presencia con hechos y con palabras: la evangelización de todas las personas de esta diócesis

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constituye su misión esencial, su dicha y su vocación más profunda. Ella existe para evangelizar (Cf. EN 14)

MÍSTICA

4. LA MÍSTICA

¡La pastoral camino de santidad para un nuevo rostro de Iglesia! Nuestra misión deberá estar animada por la oración y la contemplación a partir del encuentro con Cristo, sólo en Él podremos hacer que nuestra Iglesia de Tapachula camine en la esperanza de transformar la realidad. Es necesario que nuestras familias recobren su lugar dentro de la sociedad como iglesia doméstica y que cada bautizado se comprometa fielmente a la construcción del Reino de Dios. Que desde la mirada de Cristo hagamos que cada persona recupere su dignidad de hijo e hija de Dios; que en medio de los cambios sociales el cristiano dé testimonio de lo que cree y espera; que sintamos la urgencia de capacitarnos para desempeñar nuestro ministerio pastoral con mayor calidad y juntos construyamos la comunión y la solidaridad. En este sentido de hacer realidad la comunión en la Iglesia de Tapachula, los laicos, religiosas y sacerdotes, queremos ser fieles a nuestro compromiso y cumplir con la misión que el Señor nos encomienda a través del Plan Diocesano de Pastoral. Para ello, necesitamos fortalecer nuestra vocación y recurrir a las fuentes espirituales que le dan sentido y fundamento a nuestro “ser”, para que nuestra respuesta sea generosa y coherente. 4.1 Laicos

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Queremos vivir con la convicción de que somos colaboradores de Dios: “Id también vosotros a mi viña” (Mt 20,4). “La llamada no se dirige sólo a los Pastores, los sacerdotes, los religiosos y religiosas, sino que se extiende a todos: también los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor, de quién reciben una misión a favor de la Iglesia y del mundo” (Chl 2). Somos conscientes que no es casualidad que Dios nos haya permitido nacer en esta tierra, por eso queremos fortalecer nuestro sentido de pertenencia a la parroquia y a la diócesis, y asumir responsablemente los trabajos pastorales que nos hemos propuesto (Cf. Chl 25). Por tanto debemos tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, comunidad de fieles sobre la tierra bajo la guía del Papa, y de los obispos en comunión con él (Cf. Chl 9). El encuentro personal con Cristo vivo, cautiva y anima lo más profundo de nosotros mismos. Partiendo de una experiencia personal con Él, queremos vivir nuestro bautismo, y dar testimonio de vida y oración (Cf. AA 3). Queremos fortalecer nuestra fe, mediante la reflexión constante de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos y el servicio a los hermanos. “especialmente si se trata de los pequeños, de los pobres, y de los que sufren” (Chl 16). Manifestamos nuestra gratitud por todo lo que Dios ha hecho en nosotros y con generosidad y valentía nos comprometemos a dar a conocer el evangelio a los demás, especialmente a las familias, los jóvenes y los alejados. Queremos vivir como auténticos discípulos de Cristo, Él es quien nos acompaña en la misión. Queremos vivir en un estado permanente de misión a ejemplo de la Virgen María, primera discípula y misionera.

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Queremos fortalecer nuestra fe mediante la oración constante, la reflexión, el encuentro con el Señor a través de su Palabra, la participación en los sacramentos, la devoción mariana y el servicio a los hermanos. Queremos encontrarnos personalmente con el Señor y asumir nuestra responsabilidad en el trabajo de la evangelización como fruto de este encuentro que nos ha de llevar a la misión. Queremos vivir nuestro bautismo, sentirnos privilegiados por el llamado que Dios nos hace y dar testimonio de esto con nuestra vida. Queremos sentirnos motivados con la presencia de nuestra Madre María Santísima en este servicio a los demás e incluir en nuestra vida espiritual el rezo del Santo Rosario. 4.2 Religiosas Queremos vivir con audacia y creatividad nuestro carisma propio, asumiendo el Plan Diocesano de Pastoral como medio para continuar nuestro camino hacia la santidad (Cf. VC 4. 37). Queremos fortalecer nuestra fe a través de la oración, la familiaridad con la Palabra de Dios, la vida sacramental y el ejercicio de la caridad, para ver la realidad y los acontecimientos con la mirada de Dios, hasta tener el pensamiento de Cristo, que exige de nosotras tener una visión pastoral madura (Cf. CDC 23). Queremos enfrentar los retos actuales, ya que no es posible quedarse al margen ante los grandes e inquietantes problemas que amenazan a la entera humanidad. “Los consagrados deben saber proclamar, con la vida y con la palabra, la belleza de la pobreza del espíritu y de la castidad del corazón que liberan el servicio hacia los hermanos y de la obediencia que hace duraderos los frutos de la caridad” (CDC 45).

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Queremos vivir el amor, a través de la opción preferencial por los pobres. “«Si nosotros amamos es porque Él nos ha amado primero» (1Jn 4,10,19). Las personas consagradas no podrán ser creativas, capaces de renovar el Instituto y abrir nuevos caminos de pastoral, sino se sienten animadas por este amor. Este amor es el que les hace fuertes y audaces y el que les infunde valor y osadía” (CDC 22). Queremos vivir con alegría, audacia y creatividad nuestro carisma propio, asumiendo el Plan Diocesano de Pastoral como medio para continuar nuestro camino hacia la santidad (Cfr. VC 4.37). Queremos fortalecer nuestra fe a través de la oración, la familiaridad con la Palabra de Dios, la vida sacramental y el ejercicio de la caridad, para ver la realidad y los acontecimientos con la mirada de Dios, hasta tener el pensamiento de Cristo que exige de nosotras una visión pastoral madura (Cfr. CDC 23). Queremos colaborar con la gestación de una nueva generación de cristianos discípulos y misioneros y de una sociedad donde se respete la justicia y la dignidad de la persona humana (Cfr. DA 217). Queremos dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y de su Reino. La vida consagrada se convierte en testigo del Dios de la vida en una realidad que relativiza su valor (obediencia), es testigo de la libertad frente al mercado y las riquezas que valoran a las personas por el tener (pobreza), y es testigo de una entrega en el amor radical y libre a Dios y a la humanidad (castidad) (Cfr. DA 219). Queremos ser discípulas apasionadas de Jesús, camino al Padre misericordioso, por lo mismo, de carácter profundamente místico y comunitario. Llamada a ser una vida misionera apasionada por el anuncio de Jesús, radicalmente profética capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo actual y los senderos de una vida nueva al servicio del mundo que se hace presente en los más pequeños a quienes sirve desde su propio carisma (Cfr. DA. 220).

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4.3 Sacerdotes Queremos realizar con generosidad la misión de la Iglesia, con la convicción del llamado y del amor que Dios nos tiene. “Volvemos a escuchar hoy la voz del Señor quien, con los desafíos de la hora actual, nos llama y envía; queremos permanecer fieles al Señor y a los hombres y mujeres, sobre todo a los más pobres, para cuyo servicio hemos sido consagrados” (SD 67). Queremos ser sacerdotes como Cristo Buen Pastor, dispuestos a entregar la vida por las ovejas que se nos han confiado: cuidarlas, conducirlas y alimentarlas (Cf. Jn 10,11-18). Queremos vivir nuestra identidad sacerdotal, integrados en un presbiterio donde estemos unidos por la fraternidad sacramental. Además, reconocer y valorar la entrega generosa de nuestros hermanos sacerdotes mayores y confiar en lo que cada sacerdote realiza para construir el Reino de Dios. “En virtud, de la fraternidad sacramental, la plena unidad entre los ministros de la comunidad es ya un hecho evangelizador... De aquí deriva la misma unidad pastoral” (DP 663). Queremos vivir con alegría y generosidad nuestra entrega y valorar la respuesta de fe y compromiso de los laicos. Queremos centrar nuestra espiritualidad ministerial en la Eucaristía y en “una auténtica devoción a la Santísima Virgen María, tan arraigada en el pueblo a quien evangelizamos y garantía de una permanente fidelidad, característica clave del evangelizador” (DP 700). Queremos ser sacerdotes que vivamos con intensidad lo que celebramos, que valoremos y acompañemos al pueblo de Dios que se nos encomienda (Cf. DA 191).

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Queremos ser discípulos misioneros, configurados con Cristo y María, primera evangelizadora, estrella de la evangelización. Queremos recibir la ayuda de Dios para tener la oportunidad de hacer nuestra su Palabra, antes de compartirla con la comunidad. Queremos fortalecer nuestra espiritualidad mariana, esmerarnos en la escucha y obediencia a ejemplo de María, siempre fiel y atenta a la voluntad de Dios. Queremos pedir al Señor Jesús que nos ayude a reflejar en obras concretas nuestro ser de discípulos misioneros, configurados con Él, para que nuestra vida contribuya a la transformación de la realidad y sea signo de la presencia del Reino de Dios. Queremos revitalizar nuestro ser de discípulos y misioneros mediante la oración constante, potenciar nuestra conversión y formación permanente, y renovar nuestras estructuras pastorales.

VALORES

5. LOS VALORES

Como Iglesia diocesana consciente de los grandes desafíos pastorales que la realidad actual nos presenta, y con el anhelo de mostrar un nuevo rostro de Iglesia, consideramos urgente rescatar y cultivar los valores que nos propone el evangelio, ya que son expresión de la mística que anima este Plan Diocesano de Pastoral.

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Hacer vida cada día estos valores con actitudes concretas, nos ayudará a formar mujeres y hombres nuevos capaces de construir una mejor sociedad, expresión de la presencia del Reino de Dios entre nosotros. Los valores que como Iglesia diocesana queremos asumir, son los siguientes:

5.1 AMOR “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27). El amor no es una actividad que la mente deba aprender, sino un valor que se conoce a través de la experiencia en la familia, en la comunidad, entre los amigos y hacia la naturaleza. Por tanto, vivir en amor nos exige: ver al otro como hermano, ser amables con todas las personas con las que nos relacionamos, evitar comentarios negativos que destruyan la buena fama, ser pacientes y tolerantes.

5.2 FE “Mediante la fe según Jesucristo Dios reordena y hace justos a todos los que llegan a la fe. Por eso la fe es el camino y todo es don” (Rm 3,22; 4,16). Si bien es cierto que la fe es un don, también lo es que se alimenta de la oración, la reflexión profunda de la Palabra y la participación en los sacramentos, especialmente la Eucaristía. La fe es la que nos hace capaces de confiar en Dios, que siempre cumple sus promesas; ella nos ayuda también a reestablecer la confianza en el hermano y a creer en la bondad que hay en el ser humano y en nosotros mismos.

5.3 VIDA

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“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud” (Jn 10,10). Jesús vino a enseñarnos los valores del Reino que hacen posible tener una vida plena. No se trata de vivir cualquier vida sino una vida digna. Creer que Jesús es la Vida, significa estar a favor de ella en todas sus formas, respetarla, defenderla. Además, implica cuidar nuestra higiene, nuestra salud, a la naturaleza y todo lo que de ella recibimos. Ahora más que nunca, necesitamos proclamar con mayor firmeza “que Dios es el único Señor de la vida, que el hombre no es ni puede ser amo o árbitro de la vida humana” (SD 223) y que la familia es el santuario de la vida.

5.4 SERVICIO “El que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos” (Mt 20,26-27). El discípulo está llamado para servir. El servicio forma parte de la identidad de la Iglesia y es su aporte original para sí misma y para la sociedad. Es un reto para nuestra Iglesia recuperar el valor auténtico del servicio en la familia, los grupos de apostolado, los distintos movimientos laicales y de una manera especial en los pastores. El servicio debe hacerse siempre con amor para que no se convierta en una carga esclavizante, sino que conserve la frescura de la generosidad.

5.5 CONVERSIÓN “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Cambien sus caminos y crean en la Buena Nueva” (Mc 1, 15). Aquellas palabras siguen resonando en los oídos de todos los que vivimos y trabajamos en esta diócesis. La conversión es un don que implica necesariamente un proceso personal de reencuentro y reconciliación con Dios, de reincorporación a la comunidad y de compromiso social.

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Hoy estamos llamados a una permanente conversión que nos lleve a cambios reales en nuestras relaciones sociales, políticas, económicas y culturales (Cf. CP 120. 125).

5.6 UNIDAD “Que todos sean uno. como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno” ( Jn 17,21-22). La unidad no es solamente una exigencia evangélica sino también la manera como reflejamos al Dios único en el que creemos. Fruto de la conversión personal y comunitaria debe ser la unidad entre los diferentes grupos apostólicos, de los pastores y de éstos entre sí.

5.7 ESPERANZA “Mas nosotros esperamos, según la promesa de Dios, cielos nuevos y una tierra nueva en que reine la justicia. Con una esperanza así, queridos hermanos, esfuércense para que Dios los encuentren en su paz, sin mancha ni culpa” (2 P 3,13-14). La esperanza no es un simple estado de ánimo, es para la existencia humana lo que el oxígeno para los pulmones, sin ella el hombre vive sin sentido. La esperanza cristiana tiene su fundamento en la esperanza de Jesús, que anunció el Reino de Dios en un ambiente contrario a Él y ante la incomprensión de todos. Para los cristianos la esperanza tiene una triple dimensión: Personal, su meta es la salvación de la persona; comunitaria, pues tiende a la salvación de toda la comunidad humana; cósmica, aquella en la que la creación espera ser liberada de la esclavitud (Cf. Rm 8,21-22).

5.8 COMPROMISO

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“Cumplan todo sin quejas ni discusiones; así no tendrán falla ni defecto y serán hijos de Dios sin reproche en medio de una raza descarriada y pervertida. Ustedes son luz en medio de ellos, como las estrella en el universo, al presentarles la palabra de vida” (Flp 2,14-16). Los cristianos son la comunidad de creyentes comprometidos con la causa de Jesús, es decir, el Reino de Dios. El compromiso es una tarea personal y comunitaria que se acepta libre y conscientemente; su finalidad es la ayuda a los demás, especialmente a los más necesitados. Para que el compromiso sea efectivo, requiere de fidelidad, disciplina y organización. Además, debe ser parte de un proyecto o plan. La responsabilidad con que asumamos nuestro quehacer pastoral dirá mucho acerca de la calidad y madurez de nuestra vida de discípulos y misioneros del Señor Jesús.

5.9 ALEGRÍA

La vida cristiana y la alegría son dos realidades íntimamente unidas. La alegría cristiana nace de la opción fundamental por el Señor Jesús, es fruto de una experiencia de fe en Él y de comunión con Aquel que es Camino, Verdad y Vida (Cf Jn 14,6), que me muestra cuál es el sentido de mi vida en el mundo, la grandeza de mi destino. El Evangelio es un mensaje de alegría, pues se trata de una Buena Noticia: estamos invitados a vivir el amor y es posible vivirlo aquí y ahora, porque el Señor Jesús nos amó primero. El Hijo de Santa María nos muestra el verdadero significado y el alcance del amor y nos invita a vivirlo. La auténtica alegría es un primer efecto del amor. Y este amor, el mismo amor de Cristo, ha sido infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rm5,5). Por eso afirma San Pablo que «el fruto del Espíritu... es alegría» (Ga 5,22). La alegría es un signo presente en la existencia cristiana. Nuestra alegría testimonia la profundidad de nuestro compromiso con el Plan

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divino. Quien vive su fe con tristeza y abatimiento, no ha comprendido bien el núcleo del mensaje del Señor Jesús. En la Anunciación-Encarnación el ángel invita a María a vivir la alegría mesiánica: «Alégrate, llena de gracia...» (Lc 1,28). María se llena de gozo en el Señor, pues el Mesías nacerá de Ella por obra del Espíritu Santo. El cántico del Magníficat es una hermosa expresión de alegría humilde, limpia, transparente, profunda. María exulta de gozo «en Dios mi Salvador... porque ha hecho en mi favor grandes maravillas» (Lc 1,47.49) Cuando María y José presentan al niño en el Templo, tanto el anciano Simeón como Ana se gozan en el Espíritu ante la presencia del Reconciliador (Lc 2,29-38). El Señor Jesús llama felices a los discípulos porque sus ojos ven y sus oídos oyen (Mt 13,16), es decir, porque ellos han acogido la Buena Nueva, porque están abiertos al mensaje del Señor. En el momento de la Transfiguración, ese encuentro íntimo con el Señor mueve a Pedro a exclamar: «Señor, bueno es estarnos aquí» (Mt 17,4). Sólo el Señor Jesús puede ofrecer la alegría que nadie nos podrá arrebatar (Cf Jn 16,22). El horizonte de la vida cristiana no está exento de pruebas y dificultades, de incomprensiones y rechazo, de dolor y sufrimiento. Sin embargo, en medio de las pruebas y el dolor el creyente sabe conservar el dinamismo de la alegría, pues ella es algo más que un sentimiento pasajero, es un estado permanente del espíritu que nace de la fe y compromiso con el Señor Jesús. Por ello hemos de realizar nuestro quehacer pastoral con alegría. Un anuncio apagado, triste, sin vida ni entusiasmo, desvirtúa la esencia del mensaje cristiano. Todo nuestro apostolado debe brotar de la alegría profunda que nace del corazón convertido y entregado al servicio del Señor y de su Reino.

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OBJETIVOS ESTRATÉGICOS

Y

LÍNEAS DE ACCIÓN

6. OBJETIVOS ESTRATÉGICOS

Y LÍNEAS DE ACCIÓN

6.1 TAREAS FUNDAMENTALES La acción pastoral de la Iglesia parte de la misión de Cristo, tiene como horizonte el Reino y la humanidad es su destinatario principal. La Iglesia tiene como tarea fundamental actualizar la práctica de Jesús a través de sus mediaciones eclesiales. Esta práctica de Jesús consiste en: Anunciar el Reino con obras y palabras (Pastoral Profética), servir gratuitamente a los más necesitados (Pastoral Social) y celebrar la historia de la salvación (Pastoral Litúrgica).

6.1.1 PASTORAL PRÓFETICA OBJETIVO ESTRATÉGICO: Intensificar nuestra misión profética en los distintos ambientes, a través de los valores evangélicos, para configurarnos con Cristo y hacer presente el Reino de Dios. LÍNEAS DE ACCIÓN:

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1. Insistir en que el kerigma sea el hilo conductor de la acción evangelizadora, cuidando que llegue a todas las personas de la diócesis.

2. Promover auténticos procesos sistemáticos y graduales

de educación en la fe que, comenzando con los niños, puedan continuarse en el acompañamiento a los adolescentes y a los jóvenes.

3. Seguir impulsando la catequesis de adultos,

permanente, integral y progresiva en las comunidades, grupos y movimientos de las familias parroquiales

4. Acompañar la formación permanente y sistemática de

los agentes de pastoral como discípulos misioneros, en su ser, saber y saber hacer.

5. Elaborar y proporcionar subsidios de formación cuyo

contenido sea antropológico, trinitario, cristocéntrico y eclesiológico, fundamentado en la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia y de acuerdo a nuestra realidad.

6. Despertar la conciencia misionera en todos los niveles

eclesiales en la diócesis, promoviendo y formando el equipo de animación misionera.

7. Elaborar, promover e implementar un Proyecto

diocesano, desde los valores evangélicos, que transforme humanizando las instituciones: familia, escuela, Universidad.

8. Armonizar fe, cultura y vida en la escuela católica,

formando como agentes de cambio a los sujetos de la comunidad educativa

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6.1.2 PASTORAL LITÚRGICA

OBJETIVO ESTRATÉGICO: Fortalecer la misión de la Iglesia, mediante una liturgia digna y sencilla, para ser una comunidad creyente, eucarística y solidaria. LÍNEAS DE ACCIÓN:

1. Realizar una auténtica formación litúrgica de toda la comunidad diocesana, que promueva actitudes nuevas y haga realidad una litúrgica inculturada.

2. Promover y valorar la expresividad de nuestros signos

litúrgicos y motivar la participación plena, activa y consciente en nuestras celebraciones, de tal forma que sean verdaderos momentos de gracia y salvación.

3. Hacer que en cada una de nuestras celebraciones

litúrgicas se viva un auténtico espíritu de misterio pascual y sea sacramento de unidad para la Iglesia.

6.1.3 PASTORAL SOCIAL

OBJETIVO ESTRATÉGICO: Promover la defensa de la dignidad humana, cuidado de la tierra, salud y medio ambiente, como parte fundamental de la misión de la Iglesia, para generar una vida digna, signo de la presencia del Reino de Dios. LÍNEAS DE ACCIÓN:

1. Impulsar la formación integral.

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2. Promover y defender la dignidad humana, como compromiso del amor a Dios y al hombre.

3. Ser sujetos de nuestro propio desarrollo, liberación y

promoción humana, para impulsar la Pastoral Social en las siguientes áreas: Derechos Humanos, Movilidad Humana, Promoción de la Mujer, Pastoral de la Tierra, promoción de la Salud, Pastoral de la Salud, Pastoral Penitenciaria Cristiana, Pastoral de Economía Solidaria y Cáritas.

4. Apoyar, estimular y promover las organizaciones civiles y

el trabajo común organizado, aprovechando al máximo los recursos naturales, para mejorar nuestra calidad de vida.

5. Promover la cultura del reciclaje y del cuidado del medio

ambiente y la biodiversidad. 6. Formar a la comunidad en la construcción de una sociedad

más justa, mediante una participación ciudadana responsable y permanente.

7. Implementar espacios y talleres de concientización para

promover el sembrar para comer, la alimentación sana y la administración responsable de los ingresos familiares.

6.2 PRIORIDADES PASTORALES Desde el punto de vista de la fe católica, las prioridades pastorales son urgencias que se juzgan necesarias atender, pueden ser consideradas como signos de los tiempos, sectores más vulnerables - frágiles- como advertencia de que existen ambientes humanos donde la Iglesia debe replantear su acción evangelizadora, respondiendo pastoralmente de manera eficaz a esos sectores. En la diócesis de Tapachula, hemos optado por: la familia, los jóvenes y los niños. (Cf. SD 141. 147)

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6.2.1 PASTORAL FAMILIAR OBJETIVO ESTRATÉGICO: Promover la misión de la Iglesia, como familia discípula y misionera, para configurarnos con Cristo, transformar la realidad y hacer presente el Reino de Dios. LÍNEAS DE ACCIÓN:

1. Promover y fortalecer la misión de la Iglesia capacitando agentes de pastoral familiar.

2. Difundir a través de los medios de comunicación social, la

misión de la familia.

3. Establecer y fortalecer la catequesis familiar en las parroquias.

6.2.2 PASTORAL JUVENIL Y VOCACIONAL

OBJETIVO ESTRATÉGICO: Fortalecer la identidad cristiana del joven, como discípulo misionero, para que haga una opción vocacional, incida cristianamente en la sociedad y haga presente el Reino de Dios. LÍNEAS DE ACCIÓN:

1. Promover un encuentro más profundo con Cristo, a través de la Palabra de Dios y los sacramentos, que se refleje en la vivencia de los valores humanos y cristianos en la familia, en el grupo y en la comunidad.

2. Fortalecer la conciencia ecológica del joven que se refleje

en el cuidado del medio ambiente y la biodiversidad.

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3. Fortalecer el trabajo vocacional desde la pastoral juvenil,

tomando en cuenta las pastorales afines a la pastoral vocacional, que tenga incidencia en el discernimiento de la vida del joven.

4. Potenciar el protagonismo y la incidencia del joven en la

comunidad humana, mediante la creación del Centro de Formación Juvenil.

6.2.3 PASTORAL INFANTIL

Reunidos en Asamblea redefinimos nuestras Prioridades pastorales. Luego de una votación muy cerrada acordamos incluir entre ellas la Pastoral Infantil, con la tarea de definir la orientación que hemos de dar en el trabajo de atender y acompañar a este sector de la población de nuestra Iglesia diocesana. Hemos de hacer que la Pastoral Infantil fue incluida como prioridad pastoral, como fruto de la preocupación por ir implantando la catequesis gradual y sistemática en todas las parroquias de la diócesis, más allá del catecismo para la primera comunión. El camino nos irá indicando la orientación definitiva que hemos de dar a esta Prioridad pastoral. En ese afán nos mantendremos en el período que cubrirá este Plan diocesano de Pastoral.

SUJETOS PRIORITARIOS

7. LOS SUJETOS PRIORITARIOS Llamamos sujetos prioritarios a quienes comúnmente tenemos como primeros destinatarios, a fin de que sean sujetos responsables de su propia vida cristiana.

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“Todo bautizado está llamado a la madurez de la fe, tiene necesidad y, por lo mismo, derecho a una catequesis adecuada...en este sentido hay que recordar, ante todo, que el destinatario del Evangelio es «el hombre, concreto, histórico», enraizado en una situación dada e influido por unas determinadas condiciones psicológicas, sociales y religiosas sea consciente o no de ello” (DGC 167). LA FAMILIA “La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña, y como tal es una institución fundamental para la vida de toda la sociedad” (CP 372). “El cambio histórico cultural ha causado impacto en la imagen tradicional de la familia. Cada vez son más numerosas las uniones consensuales libres, los divorcios y los abortos. La novedad es el que estos problemas familiares se han vuelto un problema de orden ético - político y una mentalidad “laicista” y los medios de comunicación social han contribuido a ello” (SD 216). LOS JÓVENES “Son una gran fuerza social y evangelizadora... En el encuentro de ellos con Cristo vivo se fundan la esperanza y las expectativas de un futuro de mayor comunión y solidaridad para la Iglesia y las sociedades de América... El proceso de formación de los jóvenes debe ser constante y dinámico, adecuado para ayudarles a encontrar su lugar en la Iglesia y en el mundo... Son muchos los jóvenes que buscan el sentido verdadero de su vida y que tienen sed de Dios, pero muchas veces faltan las condiciones idóneas para realizar sus capacidades y lograr sus aspiraciones...«La Iglesia se compromete a mantener su opción pastoral y misionera por los jóvenes para que puedan hoy encontrar a Cristo vivo»” (EIA 47).

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“Los jóvenes y adolescentes constituyen la gran mayoría de la población de América Latina y de El Caribe. Representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús. Los jóvenes son sensibles a descubrir su vocación a ser amigos y discípulos de Cristo. Están llamados a ser “centinelas del mañana”, comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios. No temen el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido. Por su generosidad, están llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia. En su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, las nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad.” (DA 443) “Por otro lado, constatamos con preocupación que innumerables jóvenes de nuestro continente atraviesan por situaciones que les afectan significativamente: las secuelas de la pobreza, que limitan el crecimiento armónico de sus vidas y generan exclusión; la socialización, cuya transmisión de valores ya no se produce primariamente en las instituciones tradicionales, sino en nuevos ambientes no exentos de una fuerte carga de alienación; su permeabilidad a las formas nuevas de expresiones culturales, producto de la globalización, lo cual afecta su propia identidad personal y social. Son presa fácil de las nuevas propuestas religiosas y pseudo religiosas. La crisis, por la que atraviesa la familia hoy en día, les produce profundas carencias afectivas y conflictos emocionales.” (DA 444) “Están muy afectados por una educación de baja calidad, que los deja por debajo de los niveles necesarios de competitividad, sumado a los enfoques antropológicos reduccionistas, que limitan sus horizontes de

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vida y dificultan la toma de decisiones duraderas. Se ve ausencia de jóvenes en lo político debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común. Se constata con preocupación suicidios de jóvenes. Otros no tienen posibilidades de estudiar o trabajar, y muchos dejan sus países por no encontrar en ellos un futuro, dando así al fenómeno de la movilidad humana y la migración un rostro juvenil. Preocupa también el uso indiscriminado y abusivo que muchos jóvenes hacen de la comunicación virtual.” (DA 4445) LOS NIÑOS “La niñez, hoy en día, debe ser destinataria de una acción prioritaria de la Iglesia, de la familia y de las instituciones del Estado, tanto por las posibilidades que ofrece, como por la vulnerabilidad a la que se encuentra expuesta. Los niños son don y signo de la presencia de Dios en nuestro mundo por su capacidad de aceptar con sencillez el mensaje evangélico. Jesús los escogió con especial ternura (Cf. Mt 19,14), y presentó su capacidad de acoger el Evangelio como modelo para entrar en el Reino de Dios (Cf. Mc 10,14; Mt 18,3).” (DA 438). “Vemos con dolor la situación de pobreza, de violencia intrafamiliar (sobre todo en familias irregulares o desintegradas), de abuso sexual, por la que atraviesa un buen número de nuestra niñez: los sectores de niñez trabajadora, niños de la calle, niños portadores de HIV, huérfanos, niños soldados, y niños y niñas engañados y expuestos a la pornografía y prostitución forzada, tanto virtual como real. Sobre todo, la primera infancia (0 a 6 años) requiere de una especial atención y cuidado. No se puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de tantos niños inocentes.” (DA 439)

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GLOSARIO Alejados: Entendemos por alejados a aquellos bautizados no practicantes o practicantes ocasionales, es decir, aquellos cristianos cuya relación con la comunidad es muy débil o casi nula. Catequesis: Es una forma de acción eclesial que hace crecer y madurar la fe tanto a los individuos como a las comunidades. Es la asimilación sistemática y gradual del proyecto y de la doctrina de Jesús. Desafío: Exigencias o reclamos que la Iglesia percibe de la sociedad, movida por fuerza del Evangelio. Es conjugar la problemática histórica con las exigencias del Evangelio. Diócesis: “Es una porción del pueblo de Dios, definida por su contexto socio - cultural más amplio, en el cual se encarna. Su primacía en el conjunto de las comunidades eclesiales se debe al hecho de estar presidida por un Obispo, dotado, en forma plena y sacramental, del triple ministerio de Cristo, cabeza del cuerpo místico, profeta, sacerdote y pastor. El Obispo es, en cada Iglesia particular, principio y fundamento de su unidad” (DP 645).

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Eclesiología: Es la parte de la teología sistemática que reflexiona sobre la Iglesia. Estudia el origen divino de la Iglesia, su autenticidad, su esencia y su relación con otros estudios. Evangelización: “Constituye, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa” (EN 14). Familia: “La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña, y como tal es una institución fundamental para la vida de toda la sociedad” (CP 372). Iglesia: “La palabra «Iglesia» significa «asamblea». Designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la Palabra de Dios para formar el pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo” (CEC 777). Es sacramento Universal de salvación e instrumento de comunión entre Dios y los hombres (Cf. CEC 780). Kerigma: Del griego “kerysso”, significa predicar. El kerigma es la proclamación, anuncio o predicación, no es enseñar o hacer una exhortación sino es proclamar un hecho. El contenido del kerigma es el Evangelio, es decir, la persona de Cristo Jesús, que con su pasión, muerte y resurrección nos trae el Reino de Dios. Misión: Es el envío y mandato de Cristo a sus discípulos (Mt 28, 18-20). Es un don, una tarea histórica en un ambiente determinado, como servicio de la caridad. Es proyección de la comunión. La misión de la Iglesia es evangelizar (Cf. EN 14).

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Mística: Es la espiritualidad que anima la acción pastoral. Es la fuente de inspiración que nos alimenta para seguir nuestro camino, es una experiencia personal y comunitaria, es una experiencia progresiva. Parroquia: Es la “comunidad de comunidades y movimientos, acoge las angustias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación y misión” (SD 58). “La parroquia realiza una función, en cierto modo, integral de Iglesia, ya que acompaña a las personas y familias a lo largo de su existencia, en la educación y crecimiento de su fe” (DP 644). Pastoral: Es la preocupación y acción que realiza la Iglesia, en la cual obra Cristo, para que todas las mujeres y los hombres se realicen plenamente y alcancen la felicidad, según el plan original de Dios, mediante el anuncio del Evangelio, la celebración sacramental y el servicio de la caridad. El horizonte en que se realiza es la santidad. Planeación: Es la reflexión continua del proceso transformador de la comunidad, que culmina en los planes y proyectos pastorales. Es el proceso de participación de la acción pastoral en vistas a la transformación. Es el desarrollo sistemático de programas de acción, encaminados a alcanzar los objetivos organizacionales convenidos mediante el proceso de analizar, evaluar y seleccionar entre las oportunidades que hayan sido previstas. Programación: Es el conjunto orgánico de actividades a partir de un objetivo. Es la aplicación de las estrategias que nos permite organizar, orientar y proyectar las actividades pastorales. Los programas incluyen los siguientes elementos: qué (actividades), cuándo (calendarizar), quién (responsables), cómo (caminos), con qué (recursos humanos, materiales y económicos), dónde (lugares) y evaluar (determinar logros y deficiencias).

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Valores: Son las virtudes y las convicciones que sostienen el estilo de vida de la comunidad y sus mismos agentes de pastoral. Son aquellas actitudes que se pretenden vivir en el ejercicio de la misión. Su sentido y su jerarquía se encuentran en el evangelio. Visión: Son los ideales que anhelamos alcanzar y que marcan el rumbo hacia donde queremos dirigir nuestra acción pastoral. Es un sueño puesto en acción. La visión da sentido de dirección a la comunidad.

SIGLAS Y ABREVIATURAS Cf: Confrontar, consultar. GS: “Gaudium et Spes”, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en

el mundo actual, Concilio Vaticano II, Roma, 1965. AG: “Ad Gentes”, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Concilio Vaticano II, Roma, 1965. AA: “Apostolican Actuositatem”, Decreto sobre el Apostolado de los

laicos, Concilio Vaticano II, Roma, 1995. DA “Documento de Aparecida”, V Conferencia general del

Episcopado Latinoamericano y del Caribe, CEM, México, 2007. PDP 2003-2008: Plan Diocesano de Pastoral 2003- 2008 PO: “Presbyterorum Ordinis”, Decreto sobre el ministerio y la vida

de los presbíteros, Concilio Vaticano II, Roma, 1965. EN: “Evangelli Nuntiandi”, Exhortación Apostólica sobre la

Evangelización en el mundo contemporáneo, Paulo VI, Roma, 1975.

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RH: Carta Encíclica “Redemptor Hominis”, Juan Pablo II, Roma,

1979. DA: Aparecida, Documento Conclusivo, V Conferencia General del

Episcopado Latinoamericano y del Caribe, CEM, México (2007).

DP: IIIa. Conferencia del Episcopado Latinoamericano. La

Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Documento de Puebla, México, 1979.

ChL: “Christifideles Laici”, Exhortación Apostólica sobre la

Vocación y Misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, Juan Pablo II, Roma, 1988.

SD: IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Nueva

Evangelización, Promoción Humana y Cultura Cristiana. Documento de Santo Domingo, República Dominicana, 1992.

CEC: Catecismo de la Iglesia Católica, Roma, 1992. VC: “Vita Consecrata”, Exhortación Apostólica Postsinodal sobre

la vida consagrada en la Iglesia y en el mundo, Juan Pablo II, Roma, 1996.

DGC: Directorio General para la Catequesis, Congregación para el

Clero, Roma, 1997. EIA: “Ecclesia In América” ,Exhortación Apostólica Postsinodal

Iglesia en América, Juan Pablo II, México, 1999. CP: Carta Pastoral Del Encuentro con Jesucristo a la solidaridad con

todos, Conferencia del Episcopado Mexicano, México, 2000

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NMI: “Novo Millennio Ineunte”, Carta Apostólica Al Comienzo del Nuevo Milenio, Juan Pablo II, Roma, 2001.

CDC: “Caminar desde Cristo”, Instrucción, Congregación para la

Vida Consagrada y los Institutos de vida apostólica, Roma, 2002.

PDP: Plan Diocesano de Pastoral 2013-2018, Tapachula, Chiapas, 2003

ORACIÓN PLAN DIOCESANO

Padre Santo, que tanto amas a tus hijos

dispersos por el mundo entero, te bendecimos

porque eres bueno con tu Iglesia de Tapachula,

haz que, como discípulos y misioneros, llenos del Espíritu Santo

contemplemos el rostro de tu Hijo Jesucristo

en nuestros hermanos, a ejemplo de Santa María de Guadalupe, Reina de México,

y bajo su maternal intercesión construyamos tu Reino.

Amén VICARÍA DE PASTORAL 1a. Av. Sur No. 1 30700 Tapachula, Chiapas.

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Tel (01) 962 62 6 15 03