Discurso Arturo Yrarrazaval

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PENSAMIENTO UNIVERSITARIO DE JAIME GUZMÁN Creo que una de las mejores formas de introducirnos en el pensamiento de Jaime Guzmán sobre la Universidad es recordando lo que contaba Jaime sobre uno de sus libros predilectos, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. El pasaje preferido de Jaime es aquel cuando el Principito visita un diminuto planeta en el cual había un farolero, un hombre que lo prendía y lo apagaba con una periodicidad totalmente mecánica, absolutamente rígida, totalmente esclavizante. El farolero interrogado por el Principito de por qué prendía y apagaba el farol maquinalmente le respondió que era la consigna. Ante la reflexión del Principito de que no entendía eso de la consigna, el farolero le dijo que no había nada que entender, que la consigna era la consigna. Este pasaje para Jaime reflejaba el fanatismo ideológico que para una persona libertaria como él, era totalmente repugnante. Trayectoria en la Universidad Católica Jaime fue un alumno sobresaliente en la Universidad desde el comienzo de sus estudios de Derecho en 1963. Desde 1er. año fue delegado de curso y comenzó a pensar en los primeros lineamientos de lo que sería el Movimiento Gremial en la Universidad Católica. En buena medida estas nuevas ideas de Jaime, surgían ante la realidad de que casi todas las organizaciones estudiantiles universitarias eran dirigidas y controladas por las juventudes de los partidos políticos predominantes en aquel entonces. Así Jaime estimaba que era muy importante contribuir a formar el Movimiento Gremial dada la excesiva politización que se observaba en la vida universitaria y en las organizaciones estudiantiles. Sostenía Jaime que le resultaba profundamente chocante que en las elecciones para generar directivas estudiantiles en las Universidades se dieran en torno a partidos políticos, pues esto las desnaturalizaba totalmente. Jaime fue vicepresidente del Centro de Alumnos de Derecho en el primer centro de alumnos gremialista del país en 1965. Al año siguiente, dado el éxito de ese primer centro de alumnos, Jaime fue elegido presidente del Centro de Alumnos de Derecho con una mayoría holgada, a diferencia del estrecho triunfo gremialista en el primer año.

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Palabras del decano de la facultad de Derecho de la UC en la entrega del premio Jaime Guzmán a los alumnos destacados en Derecho Constitucional.

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PENSAMIENTO UNIVERSITARIO DE JAIME GUZMÁN

Creo que una de las mejores formas de introducirnos en el pensamiento de

Jaime Guzmán sobre la Universidad es recordando lo que contaba Jaime sobre uno de

sus libros predilectos, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. El pasaje preferido de

Jaime es aquel cuando el Principito visita un diminuto planeta en el cual había un

farolero, un hombre que lo prendía y lo apagaba con una periodicidad totalmente

mecánica, absolutamente rígida, totalmente esclavizante. El farolero interrogado por el

Principito de por qué prendía y apagaba el farol maquinalmente le respondió que era la

consigna. Ante la reflexión del Principito de que no entendía eso de la consigna, el

farolero le dijo que no había nada que entender, que la consigna era la consigna. Este

pasaje para Jaime reflejaba el fanatismo ideológico que para una persona libertaria

como él, era totalmente repugnante.

Trayectoria en la Universidad Católica

Jaime fue un alumno sobresaliente en la Universidad desde el comienzo de sus

estudios de Derecho en 1963. Desde 1er. año fue delegado de curso y comenzó a pensar

en los primeros lineamientos de lo que sería el Movimiento Gremial en la Universidad

Católica. En buena medida estas nuevas ideas de Jaime, surgían ante la realidad de que

casi todas las organizaciones estudiantiles universitarias eran dirigidas y controladas

por las juventudes de los partidos políticos predominantes en aquel entonces. Así Jaime

estimaba que era muy importante contribuir a formar el Movimiento Gremial dada la

excesiva politización que se observaba en la vida universitaria y en las organizaciones

estudiantiles. Sostenía Jaime que le resultaba profundamente chocante que en las

elecciones para generar directivas estudiantiles en las Universidades se dieran en torno

a partidos políticos, pues esto las desnaturalizaba totalmente.

Jaime fue vicepresidente del Centro de Alumnos de Derecho en el primer centro

de alumnos gremialista del país en 1965. Al año siguiente, dado el éxito de ese primer

centro de alumnos, Jaime fue elegido presidente del Centro de Alumnos de Derecho

con una mayoría holgada, a diferencia del estrecho triunfo gremialista en el primer año.

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En aquel entonces, Jaime definió magistralmente al gremialismo de la siguiente

forma: no es una ideología política y jamás ha pretendido serlo. Muy por el contrario,

propicia la autonomía de los cuerpos intermedios no políticos de la sociedad, para

cumplir con sus fines propios, sin ser instrumentalizados por ideologías, gobiernos o

partidos políticos, cualesquiera que estos sean. Sin embargo, agregaba Jaime, esto no

importa que los gremialistas, en cuanto ciudadanos que somos, asumamos la acción

política sea ideológica o contingente, que cada cual prefiera.

Concepción de Jaime de la Universidad

Uno de los aspectos que más le preocupó a Jaime fue la misión de la

Universidad, el que era en aquel entonces y todavía lo sigue siendo, uno de los

conceptos más usados y repetidos en relación con los objetivos de la Universidad.

Jaime siempre sostuvo que la Universidad cumple su misión social en la medida que

forme personas cultas que dominen determinadas disciplinas del saber desde una

perspectiva científica y en un nivel de jerarquía superior. Cumple la Universidad su

misión social en la medida en que aporte, por medio de la investigación, hallazgos y

conclusiones que enriquezcan el acervo de las distintas disciplinas científicas. En la

medida que estudia la realidad social con los instrumentos de las ciencias respectivas,

pero sin comprometerse con opiniones que entran en el ámbito de lo prudencial, de las

discusiones políticas que comprometen a los ciudadanos, a las organizaciones políticas

y a los gobiernos.

Jaime ahondaba más en estos conceptos, sosteniendo que la silenciosa

investigación en un laboratorio de biología puede arrojar avances para la salud de una

repercusión social incomparablemente más fructífera que mil asambleas políticas. Un

descubrimiento de física se puede transformar en progresos tecnológicos capaz de

mejorar sustancialmente la calidad de vida de millones de personas. Ese compromiso

social de la universidad vale mucho más que el compromiso social declamatorio y

masificador en que algunos quieran ver convertidas a las Universidades y que en

algunas circunstancias lo han logrado. A través del tiempo qué ha quedado de ese

supuesto compromiso social de la Universidad abanderizado con las ideologías

políticas, nada, salvo el beneficio para ciertas ideologías, gobiernos o partidos políticos.

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La Universidad, sostenía Jaime, debe estudiar los fenómenos políticos pero no

de cualquiera manera. Debe ser parte del estudio universitario, pero dentro de los

límites que corresponda. La Universidad colabora así a estudiar y evaluar con exigente

razón científica las distintas alternativas políticas y sociales. Lo que la Universidad no

puede hacer es abanderizarse con ciertas alternativas políticas porque eso corresponde

al quehacer político y no al universitario.

Otro aspecto fundamental del pensamiento de Jaime sobre la Universidad es el

papel del profesor universitario que profesa más o menos explícitamente una ideología

política. Sostenía Jaime, que cuando él hacía clases no dejaba de seguir adhiriendo a las

ideas políticas que tenía. Sin embargo, si el profesor universitario respeta la naturaleza

de la tarea académica deberá cuidar que sus explicaciones se mantengan en el ámbito y

carácter universitario y evitar por cualquier medio que derive su actividad docente en

proselitismo político. No es que el profesor se desdoble, sino que respeta la diferente

naturaleza de las actividades que puede estar desarrollando. Aún más, el profesor

universitario debe ser especialmente delicado con los alumnos que sustentan posiciones

políticas diferentes, sin violentarlos en forma alguna en relación con sus posiciones,

pero sí exigirle rigor intelectual para analizar las materias. Jaime creía plantear estos

temas con especial autoridad moral después de haber impartido docencia en ramos

como Derecho Político y Derecho Constitucional que se pueden prestar para mucho

proselitismo político.

En relación a la autonomía universitaria, Jaime siempre tuvo una posición muy

clara con respecto a este controvertido tema. Postuló que las universidades deben ser

autónomas. Cada universidad tiene el derecho a organizar y desarrollar sus tareas

académicas y tomar las decisiones que hagan posible su autonomía. No obstante lo

anterior, Jaime siempre se opuso a la inmunidad o privilegio territorial para los recintos

universitarios porque según él, no es en absoluto un componente de la autonomía. La

inmunidad no es un elemento necesario para que la Universidad se encamine hacia su

propio fin. Por el contrario reconocer una inmunidad es dar a la Universidad la

posibilidad que se margine del Derecho en el sentido que pueda en ella desarrollarse

actividades que incluso pueden ser delictuales, sin ninguna sanción.

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La calidad universitaria es un punto muy destacable del pensamiento de Jaime

sobre la Universidad. Un artículo de Jaime en 1976 en relación a otro escrito por el

brillante filósofo Jorge Millas, quien tuvo el respaldo de un grupo de importantes

académicos, es muy clarificador sobre la materia. La preocupación de Jaime se

originaba en el hecho de que en su opinión son los profesores universitarios, junto a sus

alumnos, los que hacen que la Universidad sea tal, los que le dan verdadera vida a la

Universidad. El planteamiento de Jorge Millas es que percibía una actitud de

desconfianza de las autoridades de Gobierno de aquel entonces hacia la Universidad.

Jaime defiende su planteamiento, no tanto por el diagnóstico universitario sobre el cual

no se pronuncia, sino por el valor esencial de la Universidad: la libertad para pensar,

opinar y discrepar, a condición de que ello se haga dentro de los moldes y exigencias

propias de la actividad científica e intelectual en la amplia y variada gama de sus

manifestaciones a un nivel superior.

Los valores de la libertad para pensar, opinar y discrepar pueden verse

afectados, según Jaime por dos tipos de amenazas: por la instrumentalización de la

Universidad por una ideología o partido político determinado y por el otro por el

constreñimiento excesivo e inadecuado de la universidad que puede impulsar una

determinada autoridad estatal. La instrumentalización según Jaime impidió el real

funcionamiento de las Universidades chilenas entre 1967 y 1973 por obra de las fallas

de la llamada Reforma Universitaria. Jaime recordaba que cuando en 1967 se inició la

denominada Reforma Universitaria hubo innumerables académicos de gran calidad que

participaron en su gestación. Sin embargo, al poco andar los elementos verdaderamente

universitarios fueron desplazados y sus sanas intenciones de efectuar cambios fueron

sustituidos por la disputa de un gran botín por parte de los partidos políticos

predominantes en aquel entonces.

Otro tema universitario de especial preocupación para Jaime fue la idea-fuerza

de la Universidad comprometida. La gran bandera de la llamada “reforma

universitaria” incluía una universidad crítica y comprometida. Como en todas las ideas-

fuerza, la Universidad comprometida tuvo más fuerza que de idea, más de consigna,

como el farolero del Principito, que de raciocinio. Las voces de quienes osaban pedir

aclaraciones o plantear interrogantes eran inmediatamente catalogados como momios y

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reaccionarios. Asimismo, eran estos tildados de antirreformistas y a quienes el

carro de la historia les dejaría definitivamente. Pareciera que el tema de fondo es en qué

consiste el compromiso. No cabe la menor duda que toda institución debe

comprometerse integralmente con la lucha para obtener su propia perfección.

Lo anterior, es lo mismo que decir que a ninguna institución le es lícito adoptar

otro compromiso que no sea ese. Sin embargo, cuando se habla de compromiso

universitario se entiende otra cosa. Como bien decía Jaime; la Universidad no debe

adscribirse a ningún diagnóstico de la realidad social, ni por cierto a ninguna ideología

o partido político. Su papel consiste pues, en suministrar los elementos científicos; para

que los universitarios como individuos; los partidos o movimientos políticos y los

ciudadanos en general; adopten la línea de acción politico-social que en conciencia les

parezca más adecuado.

Si la Universidad pretende abarcar este otro plano, el de la política partidista, no

sólo invade una zona que no le pertenece, sino que al desviarse de su propio fin;

instrumentaliza su trabajo e inicia su ruta de autodestrucción que afecta a toda actividad

que violente gravemente la naturaleza que le es propia y específica.

Jaime, profesor

Jaime quería estudiar filosofía para ser profesor de dicho ramo en los colegios.

En aquel entonces decía que no estaba dispuesto a ejercer la profesión de abogado

donde el bien y el mal estaban entregados a la mayor o menor habilidad de sus

especialistas.

En 1968 obtuvo su grado de Licenciado en Derecho con distinción máxima.

Obtuvo el premio Carlos Casanueva y del Instituto de Ciencias Penales. Su memoria de

tesis fue una "Teoría sobre la Universidad". Recibe su título de abogado de la Corte

Suprema y momentos después de la ceremonia le entrega el diploma a su mamá Carmen

Errázuriz; había cumplido honrosamente su compromiso filial de no estudiar filosofía ni

ingresar al seminario. Había comprendido que su labor sería más útil en el mundo

secular. Desde 1968 fue ayudante de Derecho Procesal y miembro del Consejo

Académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica. Después fue ayudante

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de Derecho Constitucional, profesor auxiliar y finalmente en 1971 profesor titular de

Teoría política y Derecho constitucional.

Las clases universitarias de Jaime tenían un sello personal, mediante la genuina

transmisión de conocimientos y principios, que junto con abrir perspectivas para el

futuro desempeño profesional, se orientaban al desarrollo de los alumnos como

personas. Los apuntes de clases de Derecho político de Jaime que Ediciones

Universidad Católica publicó, son un fiel reflejo del estilo personal de la docencia de

Jaime.

Es por todos reconocido que la enseñanza universitaria de Jaime la hizo con un

brillo reconocido por todos, tanto por los que lo seguían doctrinariamente como por los

que profesaban ideologías totalmente diferentes. Proclamó Jaime con especial claridad

que la verdad y el bien son objetivos y cognoscibles para el hombre. Con el poder de

convicción de los verdaderos maestros universitarios siempre planteó con claridad que

la ley humana se funda en la ley natural; que el orden jurídico es parte del orden moral;

que el Estado y la familia son sociedades naturales y que la persona humana, como

imagen de Dios y llamado a un fin eterno, es anterior al Estado; que el Estado debe

respetar y hacer cumplir la ley natural por sobre cualquiera consideración de mayorías

y que por ello materias como la admisión del aborto, del divorcio vincular, de la

eutanasia, el reconocimiento del principio de subsidariedad o del derecho de propiedad,

no se deciden por votaciones. La poderosa e inapreciable formación doctrinaria, la

acompañó Jaime del rigor técnico y del conocimiento de la ciencia jurídica

constitucional positiva. La dedicación docente de Jaime emanaba de su amor a la

verdad y del convencimiento que cualquiera transformación positiva de la vida pública

en nuestro país debía venir de la universidad.

Jaime también libró como profesor una importantísima batalla por defender la

catolicidad de la Universidad Católica. Frente a algunos que dudaban que debía ser

católica y otros que la atacaban permanentemente, Jaime siempre defendió su

catolicidad.

Para entender todavía más su condición de profesor hay que destacar la

predilección por la juventud que fue siempre un rasgo característico de Jaime. Cuando

se atacaba a la juventud por el consumismo, la drogadicción y el libertinaje sexual, el

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juicio crítico de Jaime recaía más sobre los padres que sobre los jóvenes. Afirmaba

Jaime que no era que los jóvenes fuesen más descreídos o que carecieran de principios,

sino que a veces no distinguían entre el bien y el mal porque nadie se los había

enseñado. Es la generación de los padres la que convirtió la verdad en una cuestión

subjetiva: las cosas y las acciones son buenas en la medida que yo las necesito, me

gustan y me convienen. Son malas en la medida que me hacen sufrir, me perjudican o

contrarían mis deseos. Una vez preguntado que le recomendaría a la juventud, dijo que

sin titubear, la lectura de "Carta abierta a la Juventud" de André Maurois. Maurois hace

cuatro grandes recomendaciones en su carta. La primera regla es que es necesario vivir

para algo más que para sí mismo. La segunda regla es hacer, actuar. La tercera máxima

de Maurois es creer en el poder de la voluntad y la cuarta en el valor de la fidelidad.

Arturo Yrarrázaval

Decano Facultad de Derecho UC