Discurso Desplegable

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¿QUÉ DECIRTE MAESTRO? Dra. Alejandrina Reyes Páez Rectora de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR) EN OCASIÓN DE SER ORADORA DE ORDEN EN LA SESIÓN SOLEMNE EN EL CONCEJO BOLIVARIANO DEL MUNICIPIO LIBERTADOR. Qué decirle a nuestro Simón Narciso de Jesús “expósito” en esta fecha aniversaria, qué decirle a nuestro maestro Simón Rodríguez, ese innovador de tiempos venideros nacido en esta, su ciudad natal y bautizado en La Candelaria, parroquia ubicada en la ciudad de Caracas. Sí, esa Caracas que le vio nacer aquel lunes 28 de octubre de 1769 hace 246 años. En primer lugar quiero decirle Maestro, que nunca se había hecho un reconoci- miento tan profundo de su palabra y obra como ha ocurrido en estos 15 años de Revolución Bolivariana, siendo uno de los impulsores y promotores de ello, nuestro Comandante Eterno, Hugo Chávez Frías. A través de él las nuevas y viejas generaciones han conocido los diversos oficios que usted tuvo además de ser el Maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar, cabe destacar: el ser pulpero, hacedor de velas, carpintero, agricultor, jardinero, además de “custodio de cajas de colores” como es referido por el profesor Luis Domínguez Salazar. Pero además, quiero destacar que fue filósofo, sociólogo, educo- municador; que logró realizar los primeros análisis del discurso en esta parte del globo terráqueo antes de que se impusieran desde Europa modelos y métodos para sustentarlos; que logró fomentar en los espacios de una pulpería el diálogo como el gran agitador de las ideas revolucionarias con poblado- res de esta, su ciudad, que luego irradiaron a territo- rios mucho más lejanos. Su pulpería, ese espacio cotidiano de intercambio de palabras, sensaciones, creencias, conocimientos y saberes, se fue convir- tiendo en una gran cátedra de reflexión permanente sobre las ideas innovadoras que llegaban del resto del mundo, sobre temas prohibidos por la Corona Española, sobre autores como Rousseau quien constituyó un faro para uno de sus intereses principales, como lo fue la reflexión sobre el trabajo manual y su vinculación con el trabajo intelectual. De allí se nutrió, en parte, su legado sobre el saber y el trabajo. En fin, él convirtió los espacios cotidianos de los caraqueños y caraqueñas de la época, en un espacio educativo, de formación y reflexión sociopolítica. Aprovechando el acceso a la consulta de libros adquiridos por familias adineradas, o conseguidos por sacerdotes de la época, el joven Simón Rodríguez fue nutriendo de manera autodidacta sus conocimientos sobre política, filosofía, economía, letras, idiomas, ciencias, entre otros, lo cual le hizo versátil en el dominio del conocimiento y le generó la necesidad de compartir con otros, muchas de las reflexiones e inquietudes, así como confrontaciones sobre temáticas diversas. Es por ello que se convier- te en un permanente agitador de conciencias, en un provocador de oficio, en un incitador de la búsque- da del conocimiento y no la copia de manuales e ideas procedentes de Europa, de allí su exhortación permanente a ser originales y no copiar modelos; a seguir de cerca las informaciones sobre lo que ocurría en este Continente, obviadas por la mayoría de los miembros de la sociedad caraqueña; a tomar en consideración los conocimientos y saberes de nuestros pueblos originarios: los incas, aztecas, timotocuicas, entre muchos otros, que permitían dar respuesta a problemáticas concretas; a analizar lo que ocurría en las regiones cercanas a este territorio, donde ocurrieron revoluciones democrá- ticas y populares como la Revolución Comunera en el Nuevo Reino de Granada en 1781, con incidencia en las poblaciones de Mérida, La Grita y Betijoque; o las luchas de los negros en la sierra de Coro por la búsqueda de su libertad. Todo esto lo reflexionaba y compartía nuestro querido Simón Rodríguez en esa gran escuela de la cotidianidad caraqueña. Sin embargo, será un 23 de mayo de 1791, cuando recibe el nombramiento oficial por parte del Ayuntamiento de Caracas como Maestro de Escuela de Primeras Letras, contando con apenas 22 años. Cerca de aquí, entre las esquinas de Veroes a Jesuitas, ubicaron el espacio de dos plantas para establecer la escuela que atendería a 114 jóvenes, ahora él compartiría su oficio de maestro, donde la formación de niños y jóvenes de Caracas de diferen- tes clases sociales sería su centro, con esa otra práctica mucho más libre y versátil: el ser un agitador de conciencias de la población a través del diálogo emancipador desarrollado en la esquina, en la conversa en la plaza Bolívar, en intercambios con otros jóvenes de la época, en los pasillos, caminerías y pulperías. El espíritu libre del Maestro no pudo aquietarse mucho tiempo y más temprano que tarde decide presentar al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y modos de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. A través de este escrito pone de manifiesto las ideas más radicales sobre la renova- ción educativa y su propuesta pedagógica basada en la igualdad, fraternidad, la independencia, la justicia social y la equidad. Ataques diversos recibió el Maestro por plantear la necesidad de crear una escuela para las niñas caraqueñas, por utilizar un verbo irreverente, por llevar a sus estudiantes a largas caminatas por el río Guaire, la quebrada de Catuche, la quebrada de Anauco o las faldas del Waraira Repano para poder explicar los secretos de la naturaleza, o explicar la física o la anatomía a partir de la práctica de nado en el río, portando casi ninguna indumentaria. Todo ello impactaba a sus estudiantes, le incorporaba admiración, respeto, confianza, desarrollo de los instintos, en fin, fortale- cía sus sueños. Cómo esperar menos de un jovenci- to rebelde, un niño caraqueño quien había perdido a sus padres y estaba ansioso por conseguir un regazo, un pecho alentador, un faro que le ayudara a conseguir sentido a su vida, que convirtiera sus fallas y caídas en el impulso para aprender a recobrarse, a salir adelante frente a las dificultades, a vencer las circunstancias adversas, este jovencito sería Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, nuestro Libertador, quien tuvo la dicha de tener un maestro único en su especie, que le formó su corazón para la vida. Un Maestro así en la sociedad puritana caraqueña era un peligro ambulante para lo establecido, para lo formal, para lo convencional, para lo que no quiere cambiar y transformarse. Pero pregunto: ¿no es ese el rol que debe cumplir todo educador o educadora, que se exprese desde la Educación Popular transformadora? Claro que la respuesta es, sí. ¿QUÉ DECIRTE MAESTRO? Dra. Alejandrina Reyes Páez Rectora de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR) EN OCASIÓN DE SER ORADORA DE ORDEN EN LA SESIÓN SOLEMNE EN EL CONCEJO BOLIVARIANO DEL MUNICIPIO LIBERTADOR. Qué decirle a nuestro Simón Narciso de Jesús “expósito” en esta fecha aniversaria, qué decirle a nuestro maestro Simón Rodríguez, ese innovador de tiempos venideros nacido en esta, su ciudad natal y bautizado en La Candelaria, parroquia ubicada en la ciudad de Caracas. Sí, esa Caracas que le vio nacer aquel lunes 28 de octubre de 1769 hace 246 años. En primer lugar quiero decirle Maestro, que nunca se había hecho un reconoci- miento tan profundo de su palabra y obra como ha ocurrido en estos 15 años de Revolución Bolivariana, siendo uno de los impulsores y promotores de ello, nuestro Comandante Eterno, Hugo Chávez Frías. A través de él las nuevas y viejas generaciones han conocido los diversos oficios que usted tuvo además de ser el Maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar, cabe destacar: el ser pulpero, hacedor de velas, carpintero, agricultor, jardinero, además de “custodio de cajas de colores” como es referido por el profesor Luis Domínguez Salazar. Pero además, quiero destacar que fue filósofo, sociólogo, educo- municador; que logró realizar los primeros análisis del discurso en esta parte del globo terráqueo antes de que se impusieran desde Europa modelos y métodos para sustentarlos; que logró fomentar en los espacios de una pulpería el diálogo como el gran agitador de las ideas revolucionarias con poblado- res de esta, su ciudad, que luego irradiaron a territo- rios mucho más lejanos. Su pulpería, ese espacio cotidiano de intercambio de palabras, sensaciones, creencias, conocimientos y saberes, se fue convir- tiendo en una gran cátedra de reflexión permanente sobre las ideas innovadoras que llegaban del resto del mundo, sobre temas prohibidos por la Corona Española, sobre autores como Rousseau quien constituyó un faro para uno de sus intereses principales, como lo fue la reflexión sobre el trabajo manual y su vinculación con el trabajo intelectual. De allí se nutrió, en parte, su legado sobre el saber y el trabajo. En fin, él convirtió los espacios cotidianos de los caraqueños y caraqueñas de la época, en un espacio educativo, de formación y reflexión sociopolítica. Aprovechando el acceso a la consulta de libros adquiridos por familias adineradas, o conseguidos por sacerdotes de la época, el joven Simón Rodríguez fue nutriendo de manera autodidacta sus conocimientos sobre política, filosofía, economía, letras, idiomas, ciencias, entre otros, lo cual le hizo versátil en el dominio del conocimiento y le generó la necesidad de compartir con otros, muchas de las reflexiones e inquietudes, así como confrontaciones sobre temáticas diversas. Es por ello que se convier- te en un permanente agitador de conciencias, en un provocador de oficio, en un incitador de la búsque- da del conocimiento y no la copia de manuales e ideas procedentes de Europa, de allí su exhortación permanente a ser originales y no copiar modelos; a seguir de cerca las informaciones sobre lo que ocurría en este Continente, obviadas por la mayoría de los miembros de la sociedad caraqueña; a tomar en consideración los conocimientos y saberes de nuestros pueblos originarios: los incas, aztecas, timotocuicas, entre muchos otros, que permitían dar respuesta a problemáticas concretas; a analizar lo que ocurría en las regiones cercanas a este territorio, donde ocurrieron revoluciones democrá- ticas y populares como la Revolución Comunera en el Nuevo Reino de Granada en 1781, con incidencia en las poblaciones de Mérida, La Grita y Betijoque; o las luchas de los negros en la sierra de Coro por la búsqueda de su libertad. Todo esto lo reflexionaba y compartía nuestro querido Simón Rodríguez en esa gran escuela de la cotidianidad caraqueña. Sin embargo, será un 23 de mayo de 1791, cuando recibe el nombramiento oficial por parte del Ayuntamiento de Caracas como Maestro de Escuela de Primeras Letras, contando con apenas 22 años. Cerca de aquí, entre las esquinas de Veroes a Jesuitas, ubicaron el espacio de dos plantas para establecer la escuela que atendería a 114 jóvenes, ahora él compartiría su oficio de maestro, donde la formación de niños y jóvenes de Caracas de diferen- tes clases sociales sería su centro, con esa otra práctica mucho más libre y versátil: el ser un agitador de conciencias de la población a través del diálogo emancipador desarrollado en la esquina, en la conversa en la plaza Bolívar, en intercambios con otros jóvenes de la época, en los pasillos, caminerías y pulperías. El espíritu libre del Maestro no pudo aquietarse mucho tiempo y más temprano que tarde decide presentar al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y modos de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. A través de este escrito pone de manifiesto las ideas más radicales sobre la renova- ción educativa y su propuesta pedagógica basada en la igualdad, fraternidad, la independencia, la justicia social y la equidad. Ataques diversos recibió el Maestro por plantear la necesidad de crear una escuela para las niñas caraqueñas, por utilizar un verbo irreverente, por llevar a sus estudiantes a largas caminatas por el río Guaire, la quebrada de Catuche, la quebrada de Anauco o las faldas del Waraira Repano para poder explicar los secretos de la naturaleza, o explicar la física o la anatomía a partir de la práctica de nado en el río, portando casi ninguna indumentaria. Todo ello impactaba a sus estudiantes, le incorporaba admiración, respeto, confianza, desarrollo de los instintos, en fin, fortale- cía sus sueños. Cómo esperar menos de un jovenci- to rebelde, un niño caraqueño quien había perdido a sus padres y estaba ansioso por conseguir un regazo, un pecho alentador, un faro que le ayudara a conseguir sentido a su vida, que convirtiera sus fallas y caídas en el impulso para aprender a recobrarse, a salir adelante frente a las dificultades, a vencer las circunstancias adversas, este jovencito sería Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, nuestro Libertador, quien tuvo la dicha de tener un maestro único en su especie, que le formó su corazón para la vida. Un Maestro así en la sociedad puritana caraqueña era un peligro ambulante para lo establecido, para lo formal, para lo convencional, para lo que no quiere cambiar y transformarse. Pero pregunto: ¿no es ese el rol que debe cumplir todo educador o educadora, que se exprese desde la Educación Popular transformadora? Claro que la respuesta es, sí.

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Discurso UNESR Aniversario Simón Rodríguez

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¿QUÉ DECIRTE MAESTRO?

Dra. Alejandrina Reyes PáezRectora de la Universidad Nacional

Experimental Simón Rodríguez (UNESR)EN OCASIÓN DE SER ORADORA DE ORDEN EN LA SESIÓN SOLEMNE EN EL CONCEJO

BOLIVARIANO DEL MUNICIPIO LIBERTADOR.

Qué decirle a nuestro Simón Narciso de Jesús “expósito” en esta fecha aniversaria, qué decirle a nuestro maestro Simón Rodríguez, ese innovador de tiempos venideros nacido en esta, su ciudad natal y bautizado en La Candelaria, parroquia ubicada en la ciudad de Caracas. Sí, esa Caracas que le vio nacer aquel lunes 28 de octubre de 1769 hace 246 años.

En primer lugar quiero decirle Maestro, que nunca se había hecho un reconoci-miento tan profundo de su palabra y obra como ha ocurrido en estos 15 años de Revolución Bolivariana, siendo uno de los impulsores y promotores de ello, nuestro Comandante Eterno, Hugo Chávez Frías.

A través de él las nuevas y viejas generaciones han conocido los diversos oficios que usted tuvo además de ser el Maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar, cabe destacar: el ser pulpero, hacedor de velas, carpintero, agricultor, jardinero, además de “custodio de cajas de colores” como es referido por el profesor Luis Domínguez Salazar. Pero además, quiero destacar que fue filósofo, sociólogo, educo-municador; que logró realizar los primeros análisis del discurso en esta parte del globo terráqueo antes de que se impusieran desde Europa modelos y métodos para sustentarlos; que logró fomentar en los espacios de una pulpería el diálogo como el gran agitador de las ideas revolucionarias con poblado-res de esta, su ciudad, que luego irradiaron a territo-rios mucho más lejanos. Su pulpería, ese espacio cotidiano de intercambio de palabras, sensaciones, creencias, conocimientos y saberes, se fue convir-tiendo en una gran cátedra de reflexión permanente sobre las ideas innovadoras que llegaban del resto del mundo, sobre temas prohibidos por la Corona Española, sobre autores como Rousseau quien constituyó un faro para uno de sus intereses principales, como lo fue la reflexión sobre el trabajo manual y su vinculación con el trabajo intelectual. De allí se nutrió, en parte, su legado sobre el saber y el trabajo. En fin, él convirtió los espacios cotidianos de los caraqueños y caraqueñas de la época, en un espacio educativo, de formación y reflexión sociopolítica.

Aprovechando el acceso a la consulta de libros adquiridos por familias adineradas, o conseguidos por sacerdotes de la época, el joven Simón Rodríguez fue nutriendo de manera autodidacta sus conocimientos sobre política, filosofía, economía, letras, idiomas, ciencias, entre otros, lo cual le hizo versátil en el dominio del conocimiento y le generó la necesidad de compartir con otros, muchas de las reflexiones e inquietudes, así como confrontaciones sobre temáticas diversas. Es por ello que se convier-te en un permanente agitador de conciencias, en un provocador de oficio, en un incitador de la búsque-da del conocimiento y no la copia de manuales e ideas procedentes de Europa, de allí su exhortación permanente a ser originales y no copiar modelos; a seguir de cerca las informaciones sobre lo que ocurría en este Continente, obviadas por la mayoría de los miembros de la sociedad caraqueña; a tomar en consideración los conocimientos y saberes de nuestros pueblos originarios: los incas, aztecas, timotocuicas, entre muchos otros, que permitían dar respuesta a problemáticas concretas; a analizar lo que ocurría en las regiones cercanas a este territorio, donde ocurrieron revoluciones democrá-ticas y populares como la Revolución Comunera en el Nuevo Reino de Granada en 1781, con incidencia en las poblaciones de Mérida, La Grita y Betijoque; o las luchas de los negros en la sierra de Coro por la búsqueda de su libertad. Todo esto lo reflexionaba y compartía nuestro querido Simón Rodríguez en esa gran escuela de la cotidianidad caraqueña.

Sin embargo, será un 23 de mayo de 1791, cuando recibe el nombramiento oficial por parte del Ayuntamiento de Caracas como Maestro de Escuela de Primeras Letras, contando con apenas 22 años. Cerca de aquí, entre las esquinas de Veroes a Jesuitas, ubicaron el espacio de dos plantas para establecer la escuela que atendería a 114 jóvenes, ahora él compartiría su oficio de maestro, donde la formación de niños y jóvenes de Caracas de diferen-tes clases sociales sería su centro, con esa otra práctica mucho más libre y versátil: el ser un agitador de conciencias de la población a través del diálogo emancipador desarrollado en la esquina, en la conversa en la plaza Bolívar, en intercambios con otros jóvenes de la época, en los pasillos, caminerías y pulperías.

El espíritu libre del Maestro no pudo aquietarse mucho tiempo y más temprano que tarde decide presentar al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y modos de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. A través de este escrito pone de manifiesto las ideas más radicales sobre la renova-ción educativa y su propuesta pedagógica basada en la igualdad, fraternidad, la independencia, la justicia social y la equidad. Ataques diversos recibió el Maestro por plantear la necesidad de crear una escuela para las niñas caraqueñas, por utilizar un

verbo irreverente, por llevar a sus estudiantes a largas caminatas por el río Guaire, la quebrada de Catuche, la quebrada de Anauco o las faldas del Waraira Repano para poder explicar los secretos de la naturaleza, o explicar la física o la anatomía a partir de la práctica de nado en el río, portando casi ninguna indumentaria. Todo ello impactaba a sus estudiantes, le incorporaba admiración, respeto, confianza, desarrollo de los instintos, en fin, fortale-cía sus sueños. Cómo esperar menos de un jovenci-to rebelde, un niño caraqueño quien había perdido a sus padres y estaba ansioso por conseguir un regazo, un pecho alentador, un faro que le ayudara a conseguir sentido a su vida, que convirtiera sus fallas y caídas en el impulso para aprender a recobrarse, a salir adelante frente a las dificultades, a vencer las circunstancias adversas, este jovencito sería Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, nuestro Libertador, quien tuvo la dicha de tener un maestro único en su especie, que le formó su corazón para la vida. Un Maestro así en la sociedad puritana caraqueña era un peligro ambulante para lo establecido, para lo formal, para lo convencional, para lo que no quiere cambiar y transformarse. Pero pregunto: ¿no es ese el rol que debe cumplir todo educador o educadora, que se exprese desde la Educación Popular transformadora? Claro que la respuesta es, sí.

Motivado por sus ideas y prácticas concretas, nuestro Maestro se vio obligado a renunciar al cargo del Ayuntamiento un 19 de octubre de 1795, pero ahora tendrá la oportunidad de centrarse en la formación del futuro Libertador de naciones, sin ataduras, sin límite. Ahora podía encantar al niño Simón a través de los juegos, a través de el divertirse aprendiendo; poniendo en práctica permanente su aprender haciendo, cada cabalgata, cada paseo por la hacienda de San Mateo, cada mirada de un esclavo constituía un aprendizaje para el pequeño Bolívar que se iba forjando y puliendo como un diamante que quedaría como influencia de su Maestro para las postrimerías.

Qué decirte entonces, Maestro, en este día tan especial cuando honramos tu memoria pero también asumimos autocríticamente que te conocemos poco, que a veces para acercarnos a ti, simplemente copiamos extractos, descontextualizando lo que dijiste. Por ejemplo, es muy común escuchar hoy día: “O inventamos o erramos” y no completamos tu frase, lo que hace que se cometan los mismos errores una y otra vez; por eso nuestro agradecimiento profundo al Comandante Chávez que no te repetía, sino que te estudiaba críticamente, revisaba su práctica de manera permanente bajo la mirada de tus anteojos, supo traerte de regreso en la metáfora El Árbol de las Tres Raíces que sustenta el Ideario de la Revolución Bolivariana.

Qué decirte a 246 años de tu vuelo; qué decirte cuando recuerdo que fuiste el único amigo leal y consecuente de ese amor bolivariano y te quedaste acompañando a nuestra Manuelita Sáenz hasta que se fue junto a la esperanza libertaria de América, Maestro de vida, de libertades, de críticas y autocríti-cas; qué decirte Maestro, mas allá de darte las gracias por llenar de luz esta Revolución Bolivariana.

¡Te diré que seguiremos empeñados en contribuir con la esperanza de este pueblo, tu pueblo venezo-lano, tu pueblo caraqueño! Seguiremos empeñados en transformar esta sociedad capitalista, en fortale-cer la Revolución Bolivariana y en preservar tu legado para las nuevas generaciones.

Caracas, 28 de octubre de 2015

¿QUÉ DECIRTE MAESTRO?

Dra. Alejandrina Reyes PáezRectora de la Universidad Nacional

Experimental Simón Rodríguez (UNESR)EN OCASIÓN DE SER ORADORA DE ORDEN EN LA SESIÓN SOLEMNE EN EL CONCEJO

BOLIVARIANO DEL MUNICIPIO LIBERTADOR.

Qué decirle a nuestro Simón Narciso de Jesús “expósito” en esta fecha aniversaria, qué decirle a nuestro maestro Simón Rodríguez, ese innovador de tiempos venideros nacido en esta, su ciudad natal y bautizado en La Candelaria, parroquia ubicada en la ciudad de Caracas. Sí, esa Caracas que le vio nacer aquel lunes 28 de octubre de 1769 hace 246 años.

En primer lugar quiero decirle Maestro, que nunca se había hecho un reconoci-miento tan profundo de su palabra y obra como ha ocurrido en estos 15 años de Revolución Bolivariana, siendo uno de los impulsores y promotores de ello, nuestro Comandante Eterno, Hugo Chávez Frías.

A través de él las nuevas y viejas generaciones han conocido los diversos oficios que usted tuvo además de ser el Maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar, cabe destacar: el ser pulpero, hacedor de velas, carpintero, agricultor, jardinero, además de “custodio de cajas de colores” como es referido por el profesor Luis Domínguez Salazar. Pero además, quiero destacar que fue filósofo, sociólogo, educo-municador; que logró realizar los primeros análisis del discurso en esta parte del globo terráqueo antes de que se impusieran desde Europa modelos y métodos para sustentarlos; que logró fomentar en los espacios de una pulpería el diálogo como el gran agitador de las ideas revolucionarias con poblado-res de esta, su ciudad, que luego irradiaron a territo-rios mucho más lejanos. Su pulpería, ese espacio cotidiano de intercambio de palabras, sensaciones, creencias, conocimientos y saberes, se fue convir-tiendo en una gran cátedra de reflexión permanente sobre las ideas innovadoras que llegaban del resto del mundo, sobre temas prohibidos por la Corona Española, sobre autores como Rousseau quien constituyó un faro para uno de sus intereses principales, como lo fue la reflexión sobre el trabajo manual y su vinculación con el trabajo intelectual. De allí se nutrió, en parte, su legado sobre el saber y el trabajo. En fin, él convirtió los espacios cotidianos de los caraqueños y caraqueñas de la época, en un espacio educativo, de formación y reflexión sociopolítica.

Aprovechando el acceso a la consulta de libros adquiridos por familias adineradas, o conseguidos por sacerdotes de la época, el joven Simón Rodríguez fue nutriendo de manera autodidacta sus conocimientos sobre política, filosofía, economía, letras, idiomas, ciencias, entre otros, lo cual le hizo versátil en el dominio del conocimiento y le generó la necesidad de compartir con otros, muchas de las reflexiones e inquietudes, así como confrontaciones sobre temáticas diversas. Es por ello que se convier-te en un permanente agitador de conciencias, en un provocador de oficio, en un incitador de la búsque-da del conocimiento y no la copia de manuales e ideas procedentes de Europa, de allí su exhortación permanente a ser originales y no copiar modelos; a seguir de cerca las informaciones sobre lo que ocurría en este Continente, obviadas por la mayoría de los miembros de la sociedad caraqueña; a tomar en consideración los conocimientos y saberes de nuestros pueblos originarios: los incas, aztecas, timotocuicas, entre muchos otros, que permitían dar respuesta a problemáticas concretas; a analizar lo que ocurría en las regiones cercanas a este territorio, donde ocurrieron revoluciones democrá-ticas y populares como la Revolución Comunera en el Nuevo Reino de Granada en 1781, con incidencia en las poblaciones de Mérida, La Grita y Betijoque; o las luchas de los negros en la sierra de Coro por la búsqueda de su libertad. Todo esto lo reflexionaba y compartía nuestro querido Simón Rodríguez en esa gran escuela de la cotidianidad caraqueña.

Sin embargo, será un 23 de mayo de 1791, cuando recibe el nombramiento oficial por parte del Ayuntamiento de Caracas como Maestro de Escuela de Primeras Letras, contando con apenas 22 años. Cerca de aquí, entre las esquinas de Veroes a Jesuitas, ubicaron el espacio de dos plantas para establecer la escuela que atendería a 114 jóvenes, ahora él compartiría su oficio de maestro, donde la formación de niños y jóvenes de Caracas de diferen-tes clases sociales sería su centro, con esa otra práctica mucho más libre y versátil: el ser un agitador de conciencias de la población a través del diálogo emancipador desarrollado en la esquina, en la conversa en la plaza Bolívar, en intercambios con otros jóvenes de la época, en los pasillos, caminerías y pulperías.

El espíritu libre del Maestro no pudo aquietarse mucho tiempo y más temprano que tarde decide presentar al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y modos de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. A través de este escrito pone de manifiesto las ideas más radicales sobre la renova-ción educativa y su propuesta pedagógica basada en la igualdad, fraternidad, la independencia, la justicia social y la equidad. Ataques diversos recibió el Maestro por plantear la necesidad de crear una escuela para las niñas caraqueñas, por utilizar un

verbo irreverente, por llevar a sus estudiantes a largas caminatas por el río Guaire, la quebrada de Catuche, la quebrada de Anauco o las faldas del Waraira Repano para poder explicar los secretos de la naturaleza, o explicar la física o la anatomía a partir de la práctica de nado en el río, portando casi ninguna indumentaria. Todo ello impactaba a sus estudiantes, le incorporaba admiración, respeto, confianza, desarrollo de los instintos, en fin, fortale-cía sus sueños. Cómo esperar menos de un jovenci-to rebelde, un niño caraqueño quien había perdido a sus padres y estaba ansioso por conseguir un regazo, un pecho alentador, un faro que le ayudara a conseguir sentido a su vida, que convirtiera sus fallas y caídas en el impulso para aprender a recobrarse, a salir adelante frente a las dificultades, a vencer las circunstancias adversas, este jovencito sería Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, nuestro Libertador, quien tuvo la dicha de tener un maestro único en su especie, que le formó su corazón para la vida. Un Maestro así en la sociedad puritana caraqueña era un peligro ambulante para lo establecido, para lo formal, para lo convencional, para lo que no quiere cambiar y transformarse. Pero pregunto: ¿no es ese el rol que debe cumplir todo educador o educadora, que se exprese desde la Educación Popular transformadora? Claro que la respuesta es, sí.

Motivado por sus ideas y prácticas concretas, nuestro Maestro se vio obligado a renunciar al cargo del Ayuntamiento un 19 de octubre de 1795, pero ahora tendrá la oportunidad de centrarse en la formación del futuro Libertador de naciones, sin ataduras, sin límite. Ahora podía encantar al niño Simón a través de los juegos, a través de el divertirse aprendiendo; poniendo en práctica permanente su aprender haciendo, cada cabalgata, cada paseo por la hacienda de San Mateo, cada mirada de un esclavo constituía un aprendizaje para el pequeño Bolívar que se iba forjando y puliendo como un diamante que quedaría como influencia de su Maestro para las postrimerías.

Qué decirte entonces, Maestro, en este día tan especial cuando honramos tu memoria pero también asumimos autocríticamente que te conocemos poco, que a veces para acercarnos a ti, simplemente copiamos extractos, descontextualizando lo que dijiste. Por ejemplo, es muy común escuchar hoy día: “O inventamos o erramos” y no completamos tu frase, lo que hace que se cometan los mismos errores una y otra vez; por eso nuestro agradecimiento profundo al Comandante Chávez que no te repetía, sino que te estudiaba críticamente, revisaba su práctica de manera permanente bajo la mirada de tus anteojos, supo traerte de regreso en la metáfora El Árbol de las Tres Raíces que sustenta el Ideario de la Revolución Bolivariana.

Qué decirte a 246 años de tu vuelo; qué decirte cuando recuerdo que fuiste el único amigo leal y consecuente de ese amor bolivariano y te quedaste acompañando a nuestra Manuelita Sáenz hasta que se fue junto a la esperanza libertaria de América, Maestro de vida, de libertades, de críticas y autocríti-cas; qué decirte Maestro, mas allá de darte las gracias por llenar de luz esta Revolución Bolivariana.

¡Te diré que seguiremos empeñados en contribuir con la esperanza de este pueblo, tu pueblo venezo-lano, tu pueblo caraqueño! Seguiremos empeñados en transformar esta sociedad capitalista, en fortale-cer la Revolución Bolivariana y en preservar tu legado para las nuevas generaciones.

Caracas, 28 de octubre de 2015

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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTALSIMÓN RODRÍGUEZ

República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología

Universidad Nacional ExperimentalSimón Rodríguez

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTALSIMÓN RODRÍGUEZ

¿QUÉ DECIRTE MAESTRO?

Dra. Alejandrina Reyes PáezRectora de la Universidad Nacional

Experimental Simón Rodríguez (UNESR)EN OCASIÓN DE SER ORADORA DE ORDEN EN LA SESIÓN SOLEMNE EN EL CONCEJO

BOLIVARIANO DEL MUNICIPIO LIBERTADOR.

Qué decirle a nuestro Simón Narciso de Jesús “expósito” en esta fecha aniversaria, qué decirle a nuestro maestro Simón Rodríguez, ese innovador de tiempos venideros nacido en esta, su ciudad natal y bautizado en La Candelaria, parroquia ubicada en la ciudad de Caracas. Sí, esa Caracas que le vio nacer aquel lunes 28 de octubre de 1769 hace 246 años.

En primer lugar quiero decirle Maestro, que nunca se había hecho un reconoci-miento tan profundo de su palabra y obra como ha ocurrido en estos 15 años de Revolución Bolivariana, siendo uno de los impulsores y promotores de ello, nuestro Comandante Eterno, Hugo Chávez Frías.

A través de él las nuevas y viejas generaciones han conocido los diversos oficios que usted tuvo además de ser el Maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar, cabe destacar: el ser pulpero, hacedor de velas, carpintero, agricultor, jardinero, además de “custodio de cajas de colores” como es referido por el profesor Luis Domínguez Salazar. Pero además, quiero destacar que fue filósofo, sociólogo, educo-municador; que logró realizar los primeros análisis del discurso en esta parte del globo terráqueo antes de que se impusieran desde Europa modelos y métodos para sustentarlos; que logró fomentar en los espacios de una pulpería el diálogo como el gran agitador de las ideas revolucionarias con poblado-res de esta, su ciudad, que luego irradiaron a territo-rios mucho más lejanos. Su pulpería, ese espacio cotidiano de intercambio de palabras, sensaciones, creencias, conocimientos y saberes, se fue convir-tiendo en una gran cátedra de reflexión permanente sobre las ideas innovadoras que llegaban del resto del mundo, sobre temas prohibidos por la Corona Española, sobre autores como Rousseau quien constituyó un faro para uno de sus intereses principales, como lo fue la reflexión sobre el trabajo manual y su vinculación con el trabajo intelectual. De allí se nutrió, en parte, su legado sobre el saber y el trabajo. En fin, él convirtió los espacios cotidianos de los caraqueños y caraqueñas de la época, en un espacio educativo, de formación y reflexión sociopolítica.

Aprovechando el acceso a la consulta de libros adquiridos por familias adineradas, o conseguidos por sacerdotes de la época, el joven Simón Rodríguez fue nutriendo de manera autodidacta sus conocimientos sobre política, filosofía, economía, letras, idiomas, ciencias, entre otros, lo cual le hizo versátil en el dominio del conocimiento y le generó la necesidad de compartir con otros, muchas de las reflexiones e inquietudes, así como confrontaciones sobre temáticas diversas. Es por ello que se convier-te en un permanente agitador de conciencias, en un provocador de oficio, en un incitador de la búsque-da del conocimiento y no la copia de manuales e ideas procedentes de Europa, de allí su exhortación permanente a ser originales y no copiar modelos; a seguir de cerca las informaciones sobre lo que ocurría en este Continente, obviadas por la mayoría de los miembros de la sociedad caraqueña; a tomar en consideración los conocimientos y saberes de nuestros pueblos originarios: los incas, aztecas, timotocuicas, entre muchos otros, que permitían dar respuesta a problemáticas concretas; a analizar lo que ocurría en las regiones cercanas a este territorio, donde ocurrieron revoluciones democrá-ticas y populares como la Revolución Comunera en el Nuevo Reino de Granada en 1781, con incidencia en las poblaciones de Mérida, La Grita y Betijoque; o las luchas de los negros en la sierra de Coro por la búsqueda de su libertad. Todo esto lo reflexionaba y compartía nuestro querido Simón Rodríguez en esa gran escuela de la cotidianidad caraqueña.

Sin embargo, será un 23 de mayo de 1791, cuando recibe el nombramiento oficial por parte del Ayuntamiento de Caracas como Maestro de Escuela de Primeras Letras, contando con apenas 22 años. Cerca de aquí, entre las esquinas de Veroes a Jesuitas, ubicaron el espacio de dos plantas para establecer la escuela que atendería a 114 jóvenes, ahora él compartiría su oficio de maestro, donde la formación de niños y jóvenes de Caracas de diferen-tes clases sociales sería su centro, con esa otra práctica mucho más libre y versátil: el ser un agitador de conciencias de la población a través del diálogo emancipador desarrollado en la esquina, en la conversa en la plaza Bolívar, en intercambios con otros jóvenes de la época, en los pasillos, caminerías y pulperías.

El espíritu libre del Maestro no pudo aquietarse mucho tiempo y más temprano que tarde decide presentar al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y modos de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. A través de este escrito pone de manifiesto las ideas más radicales sobre la renova-ción educativa y su propuesta pedagógica basada en la igualdad, fraternidad, la independencia, la justicia social y la equidad. Ataques diversos recibió el Maestro por plantear la necesidad de crear una escuela para las niñas caraqueñas, por utilizar un

verbo irreverente, por llevar a sus estudiantes a largas caminatas por el río Guaire, la quebrada de Catuche, la quebrada de Anauco o las faldas del Waraira Repano para poder explicar los secretos de la naturaleza, o explicar la física o la anatomía a partir de la práctica de nado en el río, portando casi ninguna indumentaria. Todo ello impactaba a sus estudiantes, le incorporaba admiración, respeto, confianza, desarrollo de los instintos, en fin, fortale-cía sus sueños. Cómo esperar menos de un jovenci-to rebelde, un niño caraqueño quien había perdido a sus padres y estaba ansioso por conseguir un regazo, un pecho alentador, un faro que le ayudara a conseguir sentido a su vida, que convirtiera sus fallas y caídas en el impulso para aprender a recobrarse, a salir adelante frente a las dificultades, a vencer las circunstancias adversas, este jovencito sería Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, nuestro Libertador, quien tuvo la dicha de tener un maestro único en su especie, que le formó su corazón para la vida. Un Maestro así en la sociedad puritana caraqueña era un peligro ambulante para lo establecido, para lo formal, para lo convencional, para lo que no quiere cambiar y transformarse. Pero pregunto: ¿no es ese el rol que debe cumplir todo educador o educadora, que se exprese desde la Educación Popular transformadora? Claro que la respuesta es, sí.

Motivado por sus ideas y prácticas concretas, nuestro Maestro se vio obligado a renunciar al cargo del Ayuntamiento un 19 de octubre de 1795, pero ahora tendrá la oportunidad de centrarse en la formación del futuro Libertador de naciones, sin ataduras, sin límite. Ahora podía encantar al niño Simón a través de los juegos, a través de el divertirse aprendiendo; poniendo en práctica permanente su aprender haciendo, cada cabalgata, cada paseo por la hacienda de San Mateo, cada mirada de un esclavo constituía un aprendizaje para el pequeño Bolívar que se iba forjando y puliendo como un diamante que quedaría como influencia de su Maestro para las postrimerías.

Qué decirte entonces, Maestro, en este día tan especial cuando honramos tu memoria pero también asumimos autocríticamente que te conocemos poco, que a veces para acercarnos a ti, simplemente copiamos extractos, descontextualizando lo que dijiste. Por ejemplo, es muy común escuchar hoy día: “O inventamos o erramos” y no completamos tu frase, lo que hace que se cometan los mismos errores una y otra vez; por eso nuestro agradecimiento profundo al Comandante Chávez que no te repetía, sino que te estudiaba críticamente, revisaba su práctica de manera permanente bajo la mirada de tus anteojos, supo traerte de regreso en la metáfora El Árbol de las Tres Raíces que sustenta el Ideario de la Revolución Bolivariana.

Qué decirte a 246 años de tu vuelo; qué decirte cuando recuerdo que fuiste el único amigo leal y consecuente de ese amor bolivariano y te quedaste acompañando a nuestra Manuelita Sáenz hasta que se fue junto a la esperanza libertaria de América, Maestro de vida, de libertades, de críticas y autocríti-cas; qué decirte Maestro, mas allá de darte las gracias por llenar de luz esta Revolución Bolivariana.

¡Te diré que seguiremos empeñados en contribuir con la esperanza de este pueblo, tu pueblo venezo-lano, tu pueblo caraqueño! Seguiremos empeñados en transformar esta sociedad capitalista, en fortale-cer la Revolución Bolivariana y en preservar tu legado para las nuevas generaciones.

Caracas, 28 de octubre de 2015

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTALSIMÓN RODRÍGUEZ

República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología

Universidad Nacional ExperimentalSimón Rodríguez

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTALSIMÓN RODRÍGUEZ

¿QUÉ DECIRTE MAESTRO?

Dra. Alejandrina Reyes PáezRectora de la Universidad Nacional

Experimental Simón Rodríguez (UNESR)EN OCASIÓN DE SER ORADORA DE ORDEN EN LA SESIÓN SOLEMNE EN EL CONCEJO

BOLIVARIANO DEL MUNICIPIO LIBERTADOR.

Qué decirle a nuestro Simón Narciso de Jesús “expósito” en esta fecha aniversaria, qué decirle a nuestro maestro Simón Rodríguez, ese innovador de tiempos venideros nacido en esta, su ciudad natal y bautizado en La Candelaria, parroquia ubicada en la ciudad de Caracas. Sí, esa Caracas que le vio nacer aquel lunes 28 de octubre de 1769 hace 246 años.

En primer lugar quiero decirle Maestro, que nunca se había hecho un reconoci-miento tan profundo de su palabra y obra como ha ocurrido en estos 15 años de Revolución Bolivariana, siendo uno de los impulsores y promotores de ello, nuestro Comandante Eterno, Hugo Chávez Frías.

A través de él las nuevas y viejas generaciones han conocido los diversos oficios que usted tuvo además de ser el Maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar, cabe destacar: el ser pulpero, hacedor de velas, carpintero, agricultor, jardinero, además de “custodio de cajas de colores” como es referido por el profesor Luis Domínguez Salazar. Pero además, quiero destacar que fue filósofo, sociólogo, educo-municador; que logró realizar los primeros análisis del discurso en esta parte del globo terráqueo antes de que se impusieran desde Europa modelos y métodos para sustentarlos; que logró fomentar en los espacios de una pulpería el diálogo como el gran agitador de las ideas revolucionarias con poblado-res de esta, su ciudad, que luego irradiaron a territo-rios mucho más lejanos. Su pulpería, ese espacio cotidiano de intercambio de palabras, sensaciones, creencias, conocimientos y saberes, se fue convir-tiendo en una gran cátedra de reflexión permanente sobre las ideas innovadoras que llegaban del resto del mundo, sobre temas prohibidos por la Corona Española, sobre autores como Rousseau quien constituyó un faro para uno de sus intereses principales, como lo fue la reflexión sobre el trabajo manual y su vinculación con el trabajo intelectual. De allí se nutrió, en parte, su legado sobre el saber y el trabajo. En fin, él convirtió los espacios cotidianos de los caraqueños y caraqueñas de la época, en un espacio educativo, de formación y reflexión sociopolítica.

Aprovechando el acceso a la consulta de libros adquiridos por familias adineradas, o conseguidos por sacerdotes de la época, el joven Simón Rodríguez fue nutriendo de manera autodidacta sus conocimientos sobre política, filosofía, economía, letras, idiomas, ciencias, entre otros, lo cual le hizo versátil en el dominio del conocimiento y le generó la necesidad de compartir con otros, muchas de las reflexiones e inquietudes, así como confrontaciones sobre temáticas diversas. Es por ello que se convier-te en un permanente agitador de conciencias, en un provocador de oficio, en un incitador de la búsque-da del conocimiento y no la copia de manuales e ideas procedentes de Europa, de allí su exhortación permanente a ser originales y no copiar modelos; a seguir de cerca las informaciones sobre lo que ocurría en este Continente, obviadas por la mayoría de los miembros de la sociedad caraqueña; a tomar en consideración los conocimientos y saberes de nuestros pueblos originarios: los incas, aztecas, timotocuicas, entre muchos otros, que permitían dar respuesta a problemáticas concretas; a analizar lo que ocurría en las regiones cercanas a este territorio, donde ocurrieron revoluciones democrá-ticas y populares como la Revolución Comunera en el Nuevo Reino de Granada en 1781, con incidencia en las poblaciones de Mérida, La Grita y Betijoque; o las luchas de los negros en la sierra de Coro por la búsqueda de su libertad. Todo esto lo reflexionaba y compartía nuestro querido Simón Rodríguez en esa gran escuela de la cotidianidad caraqueña.

Sin embargo, será un 23 de mayo de 1791, cuando recibe el nombramiento oficial por parte del Ayuntamiento de Caracas como Maestro de Escuela de Primeras Letras, contando con apenas 22 años. Cerca de aquí, entre las esquinas de Veroes a Jesuitas, ubicaron el espacio de dos plantas para establecer la escuela que atendería a 114 jóvenes, ahora él compartiría su oficio de maestro, donde la formación de niños y jóvenes de Caracas de diferen-tes clases sociales sería su centro, con esa otra práctica mucho más libre y versátil: el ser un agitador de conciencias de la población a través del diálogo emancipador desarrollado en la esquina, en la conversa en la plaza Bolívar, en intercambios con otros jóvenes de la época, en los pasillos, caminerías y pulperías.

El espíritu libre del Maestro no pudo aquietarse mucho tiempo y más temprano que tarde decide presentar al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y modos de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. A través de este escrito pone de manifiesto las ideas más radicales sobre la renova-ción educativa y su propuesta pedagógica basada en la igualdad, fraternidad, la independencia, la justicia social y la equidad. Ataques diversos recibió el Maestro por plantear la necesidad de crear una escuela para las niñas caraqueñas, por utilizar un

verbo irreverente, por llevar a sus estudiantes a largas caminatas por el río Guaire, la quebrada de Catuche, la quebrada de Anauco o las faldas del Waraira Repano para poder explicar los secretos de la naturaleza, o explicar la física o la anatomía a partir de la práctica de nado en el río, portando casi ninguna indumentaria. Todo ello impactaba a sus estudiantes, le incorporaba admiración, respeto, confianza, desarrollo de los instintos, en fin, fortale-cía sus sueños. Cómo esperar menos de un jovenci-to rebelde, un niño caraqueño quien había perdido a sus padres y estaba ansioso por conseguir un regazo, un pecho alentador, un faro que le ayudara a conseguir sentido a su vida, que convirtiera sus fallas y caídas en el impulso para aprender a recobrarse, a salir adelante frente a las dificultades, a vencer las circunstancias adversas, este jovencito sería Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, nuestro Libertador, quien tuvo la dicha de tener un maestro único en su especie, que le formó su corazón para la vida. Un Maestro así en la sociedad puritana caraqueña era un peligro ambulante para lo establecido, para lo formal, para lo convencional, para lo que no quiere cambiar y transformarse. Pero pregunto: ¿no es ese el rol que debe cumplir todo educador o educadora, que se exprese desde la Educación Popular transformadora? Claro que la respuesta es, sí.

Motivado por sus ideas y prácticas concretas, nuestro Maestro se vio obligado a renunciar al cargo del Ayuntamiento un 19 de octubre de 1795, pero ahora tendrá la oportunidad de centrarse en la formación del futuro Libertador de naciones, sin ataduras, sin límite. Ahora podía encantar al niño Simón a través de los juegos, a través de el divertirse aprendiendo; poniendo en práctica permanente su aprender haciendo, cada cabalgata, cada paseo por la hacienda de San Mateo, cada mirada de un esclavo constituía un aprendizaje para el pequeño Bolívar que se iba forjando y puliendo como un diamante que quedaría como influencia de su Maestro para las postrimerías.

Qué decirte entonces, Maestro, en este día tan especial cuando honramos tu memoria pero también asumimos autocríticamente que te conocemos poco, que a veces para acercarnos a ti, simplemente copiamos extractos, descontextualizando lo que dijiste. Por ejemplo, es muy común escuchar hoy día: “O inventamos o erramos” y no completamos tu frase, lo que hace que se cometan los mismos errores una y otra vez; por eso nuestro agradecimiento profundo al Comandante Chávez que no te repetía, sino que te estudiaba críticamente, revisaba su práctica de manera permanente bajo la mirada de tus anteojos, supo traerte de regreso en la metáfora El Árbol de las Tres Raíces que sustenta el Ideario de la Revolución Bolivariana.

Qué decirte a 246 años de tu vuelo; qué decirte cuando recuerdo que fuiste el único amigo leal y consecuente de ese amor bolivariano y te quedaste acompañando a nuestra Manuelita Sáenz hasta que se fue junto a la esperanza libertaria de América, Maestro de vida, de libertades, de críticas y autocríti-cas; qué decirte Maestro, mas allá de darte las gracias por llenar de luz esta Revolución Bolivariana.

¡Te diré que seguiremos empeñados en contribuir con la esperanza de este pueblo, tu pueblo venezo-lano, tu pueblo caraqueño! Seguiremos empeñados en transformar esta sociedad capitalista, en fortale-cer la Revolución Bolivariana y en preservar tu legado para las nuevas generaciones.

Caracas, 28 de octubre de 2015