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Curso “Literatura General II. Edad Media y Renacimiento” Profesora: Brenda López Discusión Bibliográfica Unidad Renacimiento Exponga y contraste cómo abordan Burke y Huizinga el concepto de “renacimiento” en relación a la noción de genio individual. Fundamente con ejemplos puntuales otorgados en los textos. Lo primero que nos llama la atención en ambos textos es la problemática de entrada que suscita el concepto de “Renacimiento” su vaguedad y las preguntas históricas que le envuelven, en cuanto a su definición temporal y a sus elementos característicos: cuándo empieza y cuándo termina, relevancia de la cultura clásica y el papel de la Edad Media, la relación con el humanismo, entre otras. En síntesis, la definición del periodo en cuanto “al tiempo, amplitud, contenido y significado” (Huizinga, 1990:216). Buscando una forma de desentrañar esta problemática y su relación con la noción de genio individual, he ordenado esta respuesta en función de lo que ambos textos responden ante la reducción teórica de estas épocas. Con este fin he utilizado la enumeración de características que Huizinga reconoce como “opinión escolar”, la cual condensa el Renacimiento principalmente en: a) desarrollo cultural superior que deja atrás un periodo de oscurantismo y barbarie; b) renacer de las artes y del saber, vuelta a la cultura clásica. Agregando dos puntos más a esta definición: c) Relevancia del individualismo y d) Paganismo y antropocentrismo. En cuanto al problema de la temporalidad Burke (1998) enfatiza el Renacimiento como movimiento antes que como un periodo, trabajando en torno a un “movimiento cultural” cuyos límites temporales fija de manera arbitraria entre Petrarca y Descartes. Huizinga crítico también a las divisiones temporales tajantes, se compromete con un renacimiento sin límites temporales definidos, repensando cómo se fueron gestando estos procesos históricos en un continuum cultural. En este sentido es importante tener en cuenta que “es imposible que los individuos rompan del todo con la cultura en la cual ha sido formados. La paradoja esencial de toda reforma cultural es que los reformadores provienen de la cultura que desean cambiar” (Burke, 1998:25). De ahí que para ambos autores

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Curso “Literatura General II. Edad Media y Renacimiento” Profesora: Brenda López

Discusión Bibliográfica Unidad Renacimiento

Exponga y contraste cómo abordan Burke y Huizinga el concepto de “renacimiento” en relación a la noción de genio individual. Fundamente con ejemplos puntuales otorgados en los textos.

Lo primero que nos llama la atención en ambos textos es la problemática de entrada que suscita el concepto de “Renacimiento” su vaguedad y las preguntas históricas que le envuelven, en cuanto a su definición temporal y a sus elementos característicos: cuándo empieza y cuándo termina, relevancia de la cultura clásica y el papel de la Edad Media, la relación con el humanismo, entre otras. En síntesis, la definición del periodo en cuanto “al tiempo, amplitud, contenido y significado” (Huizinga, 1990:216).

Buscando una forma de desentrañar esta problemática y su relación con la noción de genio individual, he ordenado esta respuesta en función de lo que ambos textos responden ante la reducción teórica de estas épocas. Con este fin he utilizado la enumeración de características que Huizinga reconoce como “opinión escolar”, la cual condensa el Renacimiento principalmente en: a) desarrollo cultural superior que deja atrás un periodo de oscurantismo y barbarie; b) renacer de las artes y del saber, vuelta a la cultura clásica. Agregando dos puntos más a esta definición: c) Relevancia del individualismo y d) Paganismo y antropocentrismo.

En cuanto al problema de la temporalidad Burke (1998) enfatiza el Renacimiento como movimiento antes que como un periodo, trabajando en torno a un “movimiento cultural” cuyos límites temporales fija de manera arbitraria entre Petrarca y Descartes. Huizinga crítico también a las divisiones temporales tajantes, se compromete con un renacimiento sin límites temporales definidos, repensando cómo se fueron gestando estos procesos históricos en un continuum cultural. En este sentido es importante tener en cuenta que “es imposible que los individuos rompan del todo con la cultura en la cual ha sido formados. La paradoja esencial de toda reforma cultural es que los reformadores provienen de la cultura que desean cambiar” (Burke, 1998:25). De ahí que para ambos autores trazar una división entre estos periodos pierda su objetivo, en tanto coexiste un periodo “renacentista” con uno medieval tardío.

La simplificación de ambas épocas será ampliamente discutida por Huizinga, debatiendo una a una las concepciones que reconoce como “características escolares” que en síntesis serían: a) La Edad Media como periodo de oscurantismo y barbarie; b) Edad media como periodo delimitado entre el periodo Clásico y el Renacimiento, c) Relevancia del individualismo y d) Paganismo y antropocentrismo. Todas nociones atribuidas al filósofo y escritor Pierre Bayle.

Burke puntualiza que estos principios los podemos observar desde el comienzo del estudio del Renacimiento con Petrarca, quien se consideraba a sí mismo desde un clásico, “segundo Virgilio”. En su obra se instala una nueva preocupación por la persona individual, realizando los primeros retratos realistas y dando cabida a trabajos biográficos y autobiográficos. Petrarca creía que el periodo de lo que hoy entendemos como Edad Media había sido un periodo de oscuridad, en contraste con la antigüedad clásica que había sido una época de luz (Burke, 1998:30). Siguiendo justamente este camino muchos estudiosos contemporáneos comenzaron a referirse en esos términos, la luz, el despertar, el renacer, aludiendo al abandono de un periodo de oscuridad

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cultural. Para Burke tales metáforas serían hoy un error no contextualizarlas y más allá pensar que efectivamente el medioevo poseía una cultura despreciable o inferior.

La admiración por la antigüedad fue de relevancia en la caracterización de los humanistas quienes llamaban “bárbaros” a las personas que no hacían tal, comparándolos con los pueblos que habían invadido y destruido Roma. La idea de la unidad de lo ecolástico también fue de raigambre humanista, y finalmente (tal como lo anuncia Petrarca) serán los humanistas a fuerza de caracterizarse por otredad u oposición, quienes patentan la expresión de “edad oscura” o medieval, para denominar el periodo anterior al mundo clásico que estaban fomentando. Si bien esta sensación de distancia es vista como exagerada por Burke, señala que fue un rasgo importante de la mentalidad de este grupo.

La segunda característica estaría para Huizinga asociada fuertemente a una noción de progreso que se correspondía a los postulados de Michelet y otros teóricos racionalistas del S.XVIII quienes veían el S.XVI como un renacer de una cultura valiosa contenida en la filosofía, arte y política clásica, dos periodos bien delimitados y separados por “las tinieblas bárbaras de la Edad Media”.

Burckhardt explora el desarrollo de esta conciencia de la personalidad, en su capítulo “El perfeccionamiento del individuo” ofrece en la figura de Leon Battista Alberti al tipo más completo de hombre universal que desarrolló y controló conscientemente todas sus capacidades. En relación con este desarrollo del individuo surgió también una nueva forma de distinción exterior, la forma moderna de la gloria. La pasión por la fama en los personajes de Dante (y en él mismo), la celebridad de Petrarca, la veneración de los grandes héroes nacionales: todo esto se halla, para Burckhardt bajo el signo del nuevo concepto de la personalidad y del valor humano (pp. 227). En este sentido, para el autor la influencia de la antigüedad “no fue un factor causal ni elemento esencial del Renacimiento, pero sí perrequisito y elemento vital de su desarrollo” (pp.228) Ahora bien el papel del clasicismo no “fue sólo la restauración de la antigüedad, sino su unión con el genio del pueblo italiano, la fuerza que promovió la conquista del mundo occidental” (ibídem).

Esta concepción del hombre renacentista trae a la discusión los puntos C) y D) criticados por Huizinga.

Para Burckhardt en conclusión esta imagen sería la del “desenfrenado individualismo con tendencia a la amoralidad completa; actitud subjetiva hacia la religión; tolerante, escéptica, burlona, a veces francamente negativa; y el paganismo en el Renacimiento mezcla de antigua superstición y de moderno escepticismo”. Todos elementos que le permiten afirmar un estado de madurez de los “frutos del conocimiento y del hombre” suficiente para considerar al Renacimiento Italiano como el conductor de “los tiempos modernos” (ibídem). Cobrando popularidad esta posición, el concepto de “hombre del Renacimiento” vino a asociarse con la idea de impetuosa aceptación de dominio de la vida, en el imaginario se alza la figura del genio, “indiferente a doctrinas y a conceptos morales, inclinado a los placeres, altanero y frívolo, que en su pagana pasión por la belleza buscaba el poder para vivir con arreglo a sus propias normas” (pp. 229). Para Huizinga esta visión se comprende dentro de su contexto histórico, pero en perspectiva se debe advertir que en co-existencia con este “esplendor” descrito, la vida popular medieval continuaba vigente en diversas partes de Europa, y por otra parte, que dicho “renacer” comenzaba también a “cobrar forma en otros países en los que Burckhardt sólo alcanzó a ver barbarie y antiquísima represión” (pp.230).

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Por otra parte, Huizinga se detiene a evidenciar que la categoría “Individualismo” del periodo según Burckhardt culminó siendo una profecía autocumplida, puesto que, buscando hacer coherente esta teoría “todo hombre de la Edad Media que poseía una personalidad sobresaliente vino a caer en el ámbito de influencia del renacimiento” (pp.230). En este mismo camino, los historiadores vuelven a la pregunta del origen o comienzo del Renacimiento, incluyendo en el concepto “renacentista” todo lo que en la edad media era espontáneo y llamativo a fin de hacer coherente la visión de “época oscura”. Gebhart hace patente esta problemática al señalar que en realidad el renacimiento Italiano empieza antes de Petrarca, pues la renovación de las artes se observa en obras de los escultores paisanos y de Giotto, así como en la arquitectura de los S.XII y S.XIII, orígenes remotos que preceden largamente la cultura erudita difundida por la literatura del S.XV. Siendo para Gebhart Joachim de Floris (mítico calabrés del S.XII) y Francisco de Asís la partida de todo el movimiento intelectual. De este modo volvemos sobre los pasos de las características asociadas al renacimiento tanto a la genialidad individual como al antropocentrismo que supuestamente imperaba en rechazo de una ideología cristiana, siendo Francisco un impulsor profundo del sentido artístico y suministrando material para una nueva imaginación artística. Desde aquí (y en otros varios ejemplos señalados por el autor) si el alma del renacimiento consistía en una nueva capacidad de visión, en el despertar de lo personal, éste también podía ser evidenciado en la Edad Media.

Por otra parte, Burke advierte en que en teóricos como Burckhardt se presenta la idea del Renacimiento como antesala de la modernidad, hecho que debe ser disociado en tanto esta hipótesis (si bien nuevamente se comprende dentro de su propio contexto histórico de elaboración) Burckhardt no fue capaz de vislumbrar su distancia cultural entre su época y el Renacimiento, sobreestimando signos tales como: la idea de estado, sentido moderno de fama, descubriendo del mundo y del hombre y el desarrollo del individuo.

Para Burke es necesario comprender este movimiento desde el descentramiento de una historia que se suele estructurar en un solo gran relato ordenado y coherente, sin considerar las complejidades del análisis, el continuum cultural (que nos señalaba Huizinga), coexistencia e interacciones con otras culturas y naciones recientes. Entre las variantes que señala, se detiene principalmente en Bizancio y el Islam, las cuales también tuvieron sus propios renacimientos de la antigüedad grecolatina, relevando a su vez las diásporas de griegos, italianos, alemanes, y desde los países bajos, las cuales realizaron diversas e importantes contribuciones al humanismo, desde la traducción y acercamiento de los clásicos hasta la masificación de textos mediante la imprentas.

Para Burke entre los rasgos más característicos se encontraría: el arte gótico, la caballería y la filosofía ecolástica; los cuales pueden encontrarse casi por toda Europa, en un proceso de unificación cultural que podría situar sus inicios entre los siglos XII y XIII.

- Burke se preocupa por señalar que dicho interés por el mundo clásico no era monopolio de los italianos en el siglo XV, aunque fuera donde más influye en las artes, especialmente en las visuales. Es en este contexto donde se debe encuadrar lo que llamará “otro renacimiento” desarrollado desde la periferia en la Escocia del siglo XV, subrayando que “hablemos o no de dos renacimientos es importante recordar los intercambios culturales entre el norte (sobre todo los Países Bajos) y el sur (sobre todo Italia)” (pp.52).

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- Hacia el siglo XIV y XV la cultura europea era básicamente medieval, desarrollándose nuevas formas del arte gótico; valores del mundo caballeresco se expresarían en nuevos y reconocidos romances; mismo desarrollo tendría a su vez la filosofía ecolástica. En definitiva el mundo cultural italiano definido por Burckhardt coexistía con el mundo Franco-flamenco evocado por Huizinga (pp.49) en donde establecería que la principal característica del periodo más que el cambio sería la continuidad, lo tradicional antes que la innovación artística.

- Finalmente, cabe señalar en este contexto histórico del sujeto humanista la importancia de la imprenta para el éxito del movimiento, contribuyendo e impulsando el proceso de “descontextualización” o “distanciamiento”, un proceso crucial para la recepción creativa. Según Burker leer una idea antes que oírla será más fácil para que el receptor mantenga una mirada distante y crítica respecto a la idea, aquí el lector puede tener textos presentes para leer y comparar ideas, discutiendo en detenimiento con ellas a diferencia de la actividad que realizaba como audiencia cuando escuchaba estas ideas a oradores elocuentes.