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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN SECRETARÍA DE POSGRADO Mímesis trágica, entre el lenguaje y lo político. Claves para combatir la fragilidad de la acción Mariana Carolina Castillo Merlo Tesis para optar por el grado de Doctora en Filosofía Directora: Dra. María Inés Mudrovcic (UNCo-CONICET) Co-Director: Dr. Francisco S. Naishtat (UBA-UNLP-CONICET) La Plata, 14 de noviembre de 2013

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  • UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIN SECRETARA DE POSGRADO

    Mmesis trgica, entre el lenguaje y lo poltico. Claves para combatir la fragilidad de la accin

    Mariana Carolina Castillo Merlo

    Tesis para optar por el grado de Doctora en Filosofa Directora: Dra. Mara Ins Mudrovcic (UNCo-CONICET) Co-Director: Dr. Francisco S. Naishtat (UBA-UNLP-CONICET)

    La Plata, 14 de noviembre de 2013

  • ndice

    Resumen y palabras clave... 4 Agradecimientos. 5 Introduccin.... 7 Nota preliminar...... 13

    Primera Parte

    Seccin 1: El teatro como espejo de la ciudad Captulo 1- Tras el hilo de Ariadna

    1.1. Sobre el origen de la tragedia: una genealoga a partir de la Potica.........................................................................................

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    1.2. Acerca de la determinacin formal de la tragedia.. 22 1.3. La herencia pica de la tragedia. 25

    Captulo 2- Plis y teatro: ida y vuelta y viceversa

    2.1. Caractersticas histrico-polticas del espectculo trgico... 31 2.2. La plis frente a la tragedia: el efecto poltico... 36 2.3. El ciudadano frente al espectculo: el efecto trgico............. 41

    Seccin 2: Sobre el sentido de la mmesis: herencias y reformulaciones Captulo 3- Canto a la diferencia que hay de lo cierto a lo falso

    3.1. El arte en la plis: la antigua querella filosofa-poesa. 49 3.2. La epifana sofistica, el problema del lgos y la altheia 53

    Captulo 4- A travs del espejo y lo que Platn encontr all

    4.1. De apologas y rechazos en torno a la mmesis... 62 4.2. Mmesis y paidea: una relacin difcil en Platn.... 69

  • Segunda Parte

    Una relectura de la mmesis a la luz del corpus aristotlico Captulo 5- La mmesis frente al conocimiento: la theora

    5.1. Mmesis y mthos: la lgica interna de necesidad y verosimilitud. 83 5.2. Mmesis y altheia: la relacin entre particulares y universales. 97 5.3. Mmesis y mthesis: la funcin de la poesa.. 111

    Captulo 6- La mmesis frente al conocimiento: la prxis

    6.1. Mmesis y lgos: en torno a la politicidad del hombre.. 129 6.2. Mmesis y boul: el aprendizaje potico y la deliberacin.. 144 6.3 Mmesis y phrnesis: la funcin poltica de las emociones 158

    Consideraciones finales Actualidad de la mmesis: Aproximaciones desde H. Arendt y P. Ricoeur 172

    Bibliografa.. 178

  • Resumen:

    Mi investigacin se orienta a mostrar de qu manera la nocin de mmesis trgica de Aristteles podra enmarcarse en una lectura que despliegue su dimensin tica y poltica, atendiendo a su estrecha relacin con la prxis y el lgos, ms all de los silencios de la Potica al respecto. En tal sentido, afirmo que esta obra, dedicada a la mmesis trgica, no slo es un tratado sobre la potica, en trminos tcnicos, sino tambin una puerta abierta hacia una problemtica tico-poltica ms amplia, derivada de la propia situacin histrica en la que se ubica el estagirita y signada por una crisis particular del hombre y lo poltico. Mi interpretacin es que el nfasis aristotlico por la generacin de buenas tragedias, y el tono normativo que, en general, tienen sus consideraciones sobre la potica, podran ser ledos como la bsqueda de una va de resolucin de dicha crisis. As, la mmesis trgica posibilitara, por un lado, la conformacin de una comunidad poltica gracias al espectculo, a la manera de poner ante los ojos complejas cuestiones morales y polticas y, por otro, la ejercitacin de la prudencia y la deliberacin como principales herramientas prcticas para la vida en la plis. De esta manera, podra verse en la mmesis trgica un aporte que, desde el mbito del arte, permitira reflexionar en torno a la fragilidad de la accin, en sus dimensiones tanto ticas como polticas. En el contexto contemporneo, signado por una crisis del hombre y de la experiencia del mundo, la mmesis vuelve a aparecer en las ms variadas discusiones. Autores como Walter Benjamin, Paul Ricoeur, Hannah Arendt, Philippe Lacoue-Labarthe, entre otros, recurren a la nocin de mmesis, desde distintas perspectivas tericas, para revisar los problemas que plantean la accin humana y su representacin. En las conclusiones, me refiero en particular a la reapropiacin de Arendt y Ricoeur, por considerar que en sus lecturas explotan los silencios de Aristteles y, al hacerlo, dan un nuevo sentido tico y poltico a la mmesis. Palabras clave: teatro, accin, lo tico, lo poltico.

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    Agradecimientos

    Hace un tiempo, escuch a alguien reflexionar crticamente sobre la magnitud que han cobrado, en los ltimos aos, las secciones de agradecimientos en los trabajos acadmicos. En ese momento me pareci que tena razn, que convertir las pginas iniciales de una tesis, como es este caso, en un anecdotario o en un repaso/balance de historias y personajes que contribuyeron, en mayor o menor medida, a la elaboracin de un trabajo no tena mucho sentido.

    Hoy, con MI TESIS concluida, la perspectiva cambi. Ser una ms de las que se despachan abiertamente con un recuento de personajes e instituciones que permitieron que el trabajo de estos ltimos cinco aos logre materializarse en estas pginas. No importa. No habr otra instancia para confesarles lo mucho que les debo. Como en una entrega de premios (la imagen mental es esa), intentar ser lo ms breve posible:

    A la Universidad Nacional de La Plata, por ser la institucin que me permiti realizar el doctorado con la mayor flexibilidad posible y de acuerdo a los tiempos y limitaciones que tenemos los que no vivimos en las grandes urbes. Pero como las instituciones no son nada sin su gente, debo un especial agradecimiento a la Directora de la Carrera de Doctorado en Filosofa, Prof. Cristina Di Gregori, que entendiendo esa distancia, siempre estuvo a disposicin y me ayud con las gestiones y pedidos.

    Al Sr. CONICET, una personificacin creada en el lenguaje cotidiano de la institucin que me permiti disponer, gracias a su sistema de becas, del tiempo y los recursos financieros para llevar a cabo esta tesis, pero que, a veces, estaba muy lejos de casa.

    Respecto de las numerosas personas que hicieron posible este trabajo, quisiera expresar un especial agradecimiento para mi Directora, Mara Ins Mudovcic, y mi Codirector, Francisco Naishtat. A Mara Ins, en particular, porque a pesar de nuestras diferencias y de no compartir mi amor profeso por los griegos, ha sabido acompaarme y estimularme en este proceso de crecimiento profesional. Esta tesis es fruto del trabajo bajo su direccin a lo largo de los ltimos nueve aos e intenta responder a su pregunta, siempre inquietante, de por qu seguir leyendo a los griegos, en general, y por qu a la mmesis aristotlica, en particular. No creo poder convencerla de lo maravilloso y estimulante que continan siendo los griegos y su mundo, pero creo que vali la pena el esfuerzo que ambas realizamos para llegar hasta aqu.

    A mis abuelos, Lele y Yani, que fueron y son un ejemplo de vida, de tenacidad y quienes con su amor se convirtieron en la mejor ayuda que me dio la vida para torcer realidades, a veces, demasiado tristes.

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    Para Aristteles, la phila constituye un elemento central de nuestras vidas. He tenido la suerte de cruzarme en este camino con personas excelentes a quienes les debo buena parte de este trabajo, no por lo que aqu escribo, sino porque fueron una especie de causa eficiente, un motor que me estimul para continuar y me dio razones para creer y avanzar en este proyecto. A mis amigos de la Academia (Nicols, Silvana, Anabella y Viviana), que con su ejemplo y, desde unos pasos ms delante en la carrera, me mostraron que se puede y soportaron una y mil veces mi ktharsis en cada viaje, durante estos aos del doctorado. A mis amigas de la vida (Vanesa, Malena y Valeria), que con su paciencia infinita soportaron las postergaciones, las lgrimas en los momentos de flaqueza y a quienes les debo buena parte de lo que soy. A Malena tambin, le debo las correcciones de estilo y todos los signos de puntuacin que, sin ella, esta tesis no tendra.

    A Daniel le dedico por completo este trabajo. Sin l, difcilmente hubiese concluido esta etapa. El es mi compaero de la vida, el amor que supo llegar a tiempo. Y para l, la gratitud es infinita: no slo por creer ciegamente en m (la mayora de la veces, mucho ms de lo que yo misma creo), sino por ser ese bastin en el cual refugiarse. Durante estos aos, en general, y en estos ltimos meses en particular, Daniel se convirti (Kant mediante), en esa voz tierna pero, al mismo tiempo, firme y concienzuda, que me recordaba el tlos de este proyecto, el que pona ante mis ojos los sueos que, a partir de hoy, comienzan a cumplirse.

    Neuqun, 08 de noviembre de 2013

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    Introduccin Aristteles escribi la Potica. Un texto breve, oscuro, atravesado por

    silencios que resultan, a veces, inexplicables. Su objeto de anlisis es la tragedia, una forma particular de poesa que los griegos conocieron muy bien y que encontr, en el contexto de la plis democrtica, el mbito propicio para desarrollarse. Sin embargo el agotamiento de esa plis parece marcar tambin el agotamiento de la tragedia. En ese paradjico momento, Aristteles escribe su Potica. Hay quienes han visto en esta obra la expresin ms clara del genio filosfico. Despojada de referencias que la aten a su contexto, la Potica aparece como una reflexin para todos los tiempos. Hay otros, en cambio, que slo ven en ella una recopilacin de notas descriptivas sobre las tragedias que se representaban en la poca y, desde esa perspectiva, la obra no tiene ms que un lejano inters histrico. Frente a estas lecturas, cabe preguntarse si esas notas sobre la tragedia son universales y vlidas para todos los tiempos, como sugieren algunos, o si hace ya mucho que no tienen ningn valor, como advierten otros.

    Aunque resulte una obviedad, la Potica es obra de un filsofo y, por ello, sus consideraciones no se agotan en una mera descripcin o en una observacin pura; suponen siempre una teorizacin. Pero ese inters no debe ocultar que Aristteles tambin es un hombre de su tiempo. No concibe a la filosofa despojada de su contexto histrico, ni de las prcticas y opiniones compartidas y comunes; pero tampoco al hombre fuera de su plis, ni al filsofo en una torre de marfil pensando slo en lo que debera ser. Al final de la tica, Aristteles afirma que hay cosas que salvan (szei) y cosas que pierden (phtherei) a las ciudades. La crisis tico-poltica que atraves a la Atenas de su tiempo se lo mostr indefectiblemente. Como hombre de su tiempo, sufre la crisis de la plis y su pensamiento no es ajeno a ella. Busca, con lo mejor que sabe hacer, alternativas para conservar esa plis que se derrumba a su alrededor, porque no slo le interesa conocer qu causa la destruccin (phtherontai) de un rgimen poltico sino, y fundamentalmente, saber cules son los medios para conservarlo (szontai, Cf. Pol. V 8, 1307 b 26-30). En ese marco, escribe su Potica.

    Mi inters en este escrito aristotlico se remonta a mi carrera de grado. Como trabajo final de la Licenciatura en Filosofa emprend, hace ya unos aos, la investigacin sobre el concepto rector de Potica: la nocin de mmesis. En esa primera instancia, mostr de qu manera la mmesis era un concepto plural, que pona en juego diversos aspectos de la filosofa aristotlica, algunos de los cuales fueron reapropiados por P. Ricur en Tiempo y Narracin, al formular una teora de la triple mmesis.

    Siguiendo la punta del ovillo que Ricur haba desatado, pens en continuar investigando los alcances de la recuperacin de mmesis en la discusin historiogrfica contempornea. Ese fue el plan originalmente formulado para el doctorado. Sin

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    embargo, fruto de las lecturas que realic a partir de los seminarios de formacin, el derrotero tras la mmesis fue de lo ms variado y me brind la posibilidad de acercarme a diversas propuestas y perspectivas, confirmando la plasticidad y el poder de adaptacin del trmino griego. No slo era posible hablar del valor de la mmesis en una discusin disciplinar particular, sino que el espectro se ampliaba. A riesgo de prolongar la indagacin indefinidamente, y convencida de que ello era posible, trac criterios de reapropiacin del concepto griego que me permitieron mostrar cmo la mmesis puede convertirse en un elemento clave para repensar los alcances de la accin humana.

    Desde esa perspectiva, comenc a revisar dos ejes, el del lenguaje y el de la accin poltica. La obra de Paul Ricur me permiti profundizar las implicancias de la relacin mmesis-lenguaje, y reparar en los problemas y ventajas que podra suponer pensar a la mmesis como alternativa al concepto de representacin, en un contexto en el que se discute fuertemente el carcter representacional del discurso historiogrfico. Con relacin al segundo de los ejes, y en el marco de una lectura que no slo cuestiona la forma de la representacin, sino tambin su capacidad de referirse efectivamente a la accin humana, Hannah Arendt retoma la mmesis por su vinculacin con la prxis. El anlisis de la Condicin Humana, me permiti aventurar que la mmesis no slo podra ser una herramienta para pensar la accin de los sujetos en trminos discursivos, sino tambin polticos, pues el concepto aristotlico podra erigirse como un modelo vlido para la accin en el espacio pblico.

    La recuperacin de la mmesis en las problemticas contemporneas me confirm la vigencia de la formulacin aristotlica. Sin embargo, los interrogantes persistan, se multiplicaban aqu y all y uno de ellos apareca cada vez con mayor fuerza: qu tena yo para decir de original sobre la mmesis? Esta interpelacin me fue auto-convenciendo de las dificultades de la tarea. Sin embargo, en esa exigencia se fue moldeando mi tesis, eso que Aristteles define como un pensamiento paradjico, un problema, que para poder ser sostenido, o bien est respaldado en una autoridad filosfica, o bien encuentra los argumentos necesarios que lo justifiquen. Encontr en la formulacin aristotlica la respuesta a ambas demandas: por un lado, la relevancia que el propio Aristteles le da a la nocin de mmesis en Potica; por otro, los problemas que justifican seguir hablando de esta nocin. Esto es, lo que los silencios aristotlicos parecen insinuar, aquello que no est ah, en su letra, pero que obligan a que una tome una posicin y lea el texto desde un horizonte particular de comprensibilidad. Varias preguntas estaban en juego: qu se dice cuando se invoca a la mmesis en contextos tan dismiles y que, aparentemente, nada tienen en comn unos con otros, como el de Aristteles y el nuestro?, hasta dnde la formulacin aristotlica posibilita nuevas reapropiaciones, y hasta dnde stas no son sino nuevas formulaciones de la mmesis? El trabajo que demandaba la actualidad de la mmesis se convirti en un camino de regreso hacia Aristteles.

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    Ese camino es el que hoy se plasma en esta tesis doctoral. Las preguntas que la discusin contempornea me suscit, me llevan hoy a afirmar fuertemente que la mmesis es una nocin plural y proteica, un concepto que emerge en el pensamiento griego y pone a la luz las dificultades de una definicin unvoca. Pero, an cuando no haya un enunciado que agote su significado, el que aparece si se la considera desde el trabajo del poeta, o el que deja al descubierto el producto mimtico, o el que surge como consecuencia de su aprendizaje, hay una constelacin de nociones que la circundan. En tal sentido, sostengo que la mmesis se configura en la interseccin con otras dos nociones centrales del pensamiento aristotlico, el lgos y la prxis. Al pivotear entre estas dos nociones, la mmesis se va configurando de una manera terica y prctica. Ese es el eje de mi lectura de la mmesis a la luz del corpus aristotlico. Una lectura que repara en la particularidad y novedad de esta formulacin, en pos de subrayar que la recuperacin contempornea, ms all de las fronteras de la Potica y de una teora del arte, resulta posible por las propias implicancias tico-polticas que se desprenden del uso y el sentido que la mmesis adquiere en la filosofa aristotlica.

    Pero la mmesis no es slo un producto de la reflexin filosfica, tambin es producto de un determinado contexto histrico. Es el contexto de crisis el que va a resaltar la potencialidad de la mmesis, su capacidad para convertirse en una clave para pensar un problema tico y poltico, como el de la decadencia de la democracia ateniense. En esta investigacin acoto la mmesis a una mmesis trgica, no slo para dar cuenta del espacio fsico y teatral en el que la mmesis se despliega, sino tambin porque la tragedia es la prctica cultural que le da sentido. Desde esta perspectiva, la investigacin se orienta a revisar, crticamente, las condiciones de posibilidad que permitieron la emergencia de una nocin como la de mmesis. Los elementos que refieren al contexto social, cultural y poltico, en el cual la mmesis trgica desempe una funcin claramente poltica que fortaleci la democracia ateniense y que, en el marco de su agotamiento, permiten pensar a la mmesis como un phrmakon para la crisis.

    La tesis consta de dos grandes partes y el mtodo de exposicin elegido no es estrictamente lineal. Por el contrario, como si fuese un juego en el que cada pieza invita a la otra a practicar sus propias reglas de movimiento, as los aspectos que aqu se retoman implican un ida y vuelta, un adelanto y retroceso constante sobre las consideraciones que Aristteles traza en la Potica, en la tica y la Poltica. Con relacin a la primera parte, trac una genealoga de la tragedia a partir de los aportes de Aristteles, pero teniendo en cuenta los aspectos formales y materiales que dicho gnero hereda de la tradicin. En tal sentido, intent mostrar, en el primer captulo, de qu manera el propio Aristteles basa su definicin de la tragedia en una especie de historia natural del gnero dramtico. All examin el anclaje de su definicin de tragedia en las formas poticas consolidadas en la prctica

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    cultural griega y la argumentacin por la que Aristteles fundamenta la supremaca de la tragedia.

    En el segundo captulo, subray los elementos que ubican a la mmesis trgica en el corazn de la democracia ateniense del siglo V a.C. y que la constituyen en una prctica cultural que opera a dos niveles: individual y colectivo. En tal sentido, la atencin se centr en examinar sus efectos polticos, que tienden al fortalecimiento de la nueva identidad democrtica; y sus efectos trgicos, que promueven en los espectadores nuevas reflexiones sobre su propia situacin histrica y poltica.

    En la segunda seccin, analic los aportes que trazan, a mi juicio, el marco terico a partir del cual Aristteles formular su nocin de mmesis. As, en el tercer captulo, revis los aspectos centrales de la querella entre filosofa y poesa en el contexto griego. Mostr de qu manera la poesa pica y la sofstica son antecedentes tericos para la formulacin de Aristteles, por la forma en que comprenden la relacin entre el lenguaje y la verdad. Esta perspectiva me permiti, en el cuarto captulo, examinar los argumentos platnicos que sirven, en Repblica, de fundamento a su condena a la mmesis trgica, a partir de criterios tico-polticos que rigen su manera de entender la formacin de los ciudadanos.

    La segunda parte de la tesis est dedicada por entero a la formulacin de la mmesis trgica en Aristteles. La trada mmesis-prxis-lgos me permiti distinguir una aproximacin desde una perspectiva terica, que resalta las articulaciones posibles al interior de Potica, y una perspectiva prctica, que pone en tensin a la mmesis con aspectos centrales del pensamiento tico-poltico del estagirita. Con relacin a la aproximacin terica, en el captulo quinto, se articul la mmesis en torno a tres tpicos que la configuran: en primer lugar, con el mthos y las restricciones lgicas para la articulacin de las acciones, esto es, los criterios de necesidad y verosimilitud como limitantes formales de la mmesis; en segundo lugar, con la altheia y la vinculacin dialctica que la mmesis permite establecer entre universales y particulares y, finalmente, con la mthesis, el aprendizaje que la mmesis promueve y que marca una funcin individual y colectiva para la mmesis trgica. Esta doble cara del aprendizaje mimtico, me permiti dar el salto de un anlisis interno a la Potica a uno que permite ubicar a la mmesis en una posicin de privilegio en la discusin tica y poltica.

    En tal sentido, en el ltimo captulo, se analiz la mmesis trgica desde una perspectiva que pone en juego su configuracin terica y sus potencialidades prcticas, al articular las consideraciones de Potica con las de la tica y la Poltica de Aristteles. Tres conceptos marcaron el rumbo: el lgos, la boul y la phrnesis. Con relacin al primero, se analizaron las crticas a los silencios aristotlicos y se mostr la estrecha relacin entre dos capacidades naturales del hombre, la habilidad mimtica y la posesin de lenguaje. En torno al segundo de los conceptos, se examin de qu manera la mmesis trgica se convierte en un aprendizaje ligado a la

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    deliberacin y a la capacidad de juzgar, herramientas fundamentales para la prctica democrtica. Por ltimo, articul mmesis y phrnesis, el aprendizaje que provee la tragedia y aquel que brinda una virtud que oscila entre dos mundos, el del hombre y el de la plis.

    Pretendo, con este recorrido, mostrar que si bien es cierto que cuando se escribe la Potica, tanto la democracia como la tragedia se encuentran en decadencia, el escrito aristotlico no slo es un tratado sobre la potica, en trminos tcnicos. Esas pginas tambin son una respuesta tentativa a una problemtica tico-poltica ms amplia, derivada de la propia situacin histrica en la que se ubica el estagirita y signada por una crisis particular del hombre y lo poltico. Mi interpretacin es que el nfasis aristotlico por la generacin de buenas tragedias, y el tono normativo que en general tienen sus consideraciones sobre la potica, deben ser enmarcados en la bsqueda de una va de resolucin de dicha crisis que enfatiza, por un lado, la conformacin de una comunidad poltica gracias al espectculo, a la manera de poner ante los ojos complejas cuestiones morales y polticas; por otro, la ejercitacin de la prudencia y la deliberacin como principales herramientas prcticas para la vida en la plis. Esto convierte, a mi entender, a la mmesis trgica en una herramienta terica, pero a la vez prctica, que aporta desde el mbito del arte, elementos claves para reflexionar en torno a la fragilidad de la accin, no slo en el contexto griego sino y, principalmente, en los tiempos que nos tocan vivir.

    En un contexto como el nuestro, signado por una crisis del hombre y de la experiencia del mundo, una crisis que atraviesa todos los mbitos en los que somos y nos desarrollamos, la mmesis vuelve a aparecer. Contra todos los pronsticos que presagiaban su exclusin y silencio, la mmesis encontr nuevos espacios en los cuales desplegar su capacidad heurstica, confirmando una vez ms la actualidad del pensamiento griego. En las conclusiones de esta investigacin, intento mostrar dicha actualidad a partir de dos lecturas, entre las muchas posibles, que rehabilitan la nocin de mmesis en el marco de las discusiones contemporneas. La eleccin de Arendt y Ricoeur como interlocutores no es inocente. Su vuelta a la nocin aristotlica de mmesis tampoco lo es, ni constituye una mera coincidencia. Antes bien, se inscribe, a mi juicio, en una perspectiva que intenta rehabilitar el sentido tico y poltico del concepto griego y que, en un nuevo mbito, podra dar una respuesta tentativa a las discusiones que problematizan nuestra experiencia del lenguaje y de la accin poltica, que muestran su agotamiento y la ponen en tensin. En tal sentido, al reconocer en la mmesis una dimensin tico-poltica, ms all del propio Aristteles, se puede volver a pensar la accin desde un vocabulario capaz de considerar la realidad fenomnica subyacente (Arendt, 1996, p. 21), y al mismo tiempo, sacar a la representacin del callejn sin salida en el que la filosofa contempornea parece ubicarla, devolverle sus recursos, polisemia y movilidad a partir del vasto abanico de sentidos que la cualificacin prxica de la mmesis libera (Ricur, 1982, p. 52).

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    En este nuevo contexto, el regreso a la nocin aristotlica de mmesis trgica vuelve a plantearnos el desafo de pensar el rol que el arte puede desempear en el mbito pblico y en la vida democrtica. Es all donde la mmesis mostr su potencialidad en la plis griega y es all tambin, donde puede convertirse en un elemento clave para las discusiones contemporneas. Estas pginas son una invitacin a indagar esas races griegas de la mmesis trgica. Volver la mirada a ese antiguo y lejano mundo no es ms que una excusa para pensarnos a nosotros mismos, para comprender nuestro presente y para actuar en l, a pesar de la fragilidad de nuestras acciones.

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    Nota preliminar Opt por seguir las traducciones ya clsicas de los textos griegos existentes en lengua espaola, cuyas referencias se indican en la bibliografa. Para la Potica, en particular, sigo la edicin trilinge de V. Garca Yebra (1974). En todos los casos, las traducciones de la bibliografa secundaria son propias. Para la transcripcin de los textos griegos, me ha sido de suma utilidad la edicin digital del Thesaurus Linguae Graecae (TLG CD-ROM), en el que se reproducen las ediciones crticas que se indican en la bibliografa. En dichas transcripciones, utilic los siguientes signos diacrticos:

    [ ] indican una interpolacin propia al texto original para aclarar un sentido implcito; indican una interpolacin introducida por el traductor / indica la sinonimia entre dos trminos. Tambin opt por transliterar el alfabeto griego, en favor de aquellos lectores no iniciados en el estudio del griego clsico. El criterio utilizado es el siguiente:

    A a a N n n B b b X x x G g c O o o D d d P p p E e e R r r Z z z S s / j s H h e T t t Q q th U u y* I i i F f ph K k k C c kh L l l Y y ps M m m W w o

    * La ypsiln (u) en su funcin voclica ser transliterada como y y en diptongo como u. El espritu spero se indica con h, mientras que el suave no ser sealado. En todos los casos se indica el acento: agudo: ; grave: o circunflejo: .

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    Para las obras de Aristteles, utilic las siguientes abreviaturas:

    Pot. Potica Ret. Retrica Pol. Poltica EN. tica Nicomquea EE. tica Eudemia Const. At. Constitucin de los Atenienses Met. Metafsica Ref. Sof. Sobre las refutaciones sofsticas Tp. Tpicos An. Pr. Analticos Primeros An.Seg. Analticos Segundos Cat. Categoras Fs. Fsica Protr. Protrptico

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    Primera Parte

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    Seccin 1 El teatro como espejo de la ciudad

    Los espejos fueron inventados para que el hombre se conociese a s mismo.

    Sneca, Cuestiones naturales, I, XVII, 4-6

    No hay que tratar de ver en la tragedia un espejo de la ciudad; o, ms exactamente, si se quiere conservar la imagen de un espejo, hay que decir que est roto.

    P. Vidal Naquet, El espejo roto. Tragedia y poltica en Atenas en la Antigua Grecia.

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    Captulo 1 Tras el hilo de Ariadna

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    1.1. Sobre el origen de la tragedia: una genealoga a partir de la Potica En un escrito sobre la relacin que se establece entre la filosofa y su historia,

    Ch. Taylor, afirma que para entendernos a nosotros mismos en el presente nos vemos llevados al pasado (). Nos vemos forzados a retroceder hasta el descubrimiento pleno de aquello en lo que hemos estado, o en lo que nuestras prcticas fueron forjadas (1990, p. 41). Esta es claramente la opcin que pretendo sostener a lo largo de este trabajo, la de volver la mirada hacia el pasado, tratando de buscar all claves que permitan comprender algunas problemticas del presente, pero tambin entiendo que es el espritu que movi al propio Aristteles al dedicarse a escribir sus consideraciones sobre la tragedia, que la tradicin conserv bajo el nombre de Potica.

    Como seal en la introduccin, una idea clara gravita al escribir estas pginas: mostrar de qu manera la mmesis se erige en una nocin capaz de trazar un puente entre las capacidades discursiva y poltica del hombre. Pero concebir a la mmesis de esta manera slo es posible si se la entiende como producto de un determinado contexto histrico, en el que la tragedia fue concebida como un ejercicio para la vida democrtica.

    En tal sentido, y haciendo uso de las herramientas que el mismo estagirita brinda para ingresar al mbito de lo potico, la cuestin que me ocupar en este captulo ser establecer, en primer lugar, cules fueron las condiciones de posibilidad histricas para la emergencia del teatro trgico para luego, analizar las caractersticas de dicho espectculo en la Grecia del siglo V y, finalmente, indagar en qu medida dar paso a esa ilusin, a ese juego en el que lo dicho da paso a lo que no lo est, les permiti a los griegos construir en la tragedia un espacio especular en el cual mirarse y descubrirse como sociedad.

    Aristteles comienza la Potica afirmando que la epopeya y la poesa trgica, y tambin la comedia y la ditirmbica, y en su mayor parte la aultica y la citarstica, todas vienen a ser, en conjunto, imitaciones (mimseis) (47a 13-15). De esta manera inicia sus observaciones, en forma inductiva, enumerando distintas especies poticas y musicales e incluyndolas bajo un comn denominador. Este reconocimiento de un gnero en cuya rbita se nuclean las diversas poesis permite, segn Barbero, contextuar algunas de las prcticas culturales que eran habituales en la poca en que Aristteles escribe para luego, analizar particularidades y reconocer sus diferencias (cf. 2004, p. 45).

    De esta manera, sin establecer demasiadas precisiones ni ahondar en la definicin de lo que se entiende por mmesis, el estagirita parece asumir desde un inicio una vinculacin entre la mmesis y la tragedia semejante a la que se establece entre el todo y sus partes o, adoptando el vocabulario lgico de los razonamientos

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    por comprobacin, entre el universal (t kathlou) y los casos singulares (kathhkasta) (Top. 108 b 7-14).

    Sin embargo, la relacin que el estagirita da por supuesta entre mmesis y tragedia exige, antes de comenzar el tratamiento de la nocin de mmesis, ocuparse de qu es lo que se entiende por tragedia. Exige, a mi entender, preguntarse por las caractersticas particulares propias de una prctica cultural, cuyo mximo esplendor se sita casi un siglo antes de que Aristteles se ocupe de ella en trminos tericos. Exige, en palabras de Foucault, un proceder metodolgico que permita comprender la formacin de una nocin, como la de mmesis, a partir de un campo de presencia propio de un entramado histrico, en el que los elementos recurrentes de los enunciados pueden reaparecer, disociarse, descomponerse, ganar en extensin o en determinacin, volver a ser tomados en el interior de nuevas organizaciones lgicas, adquirir en desquite nuevos contenidos semnticos, constituir entre ellos organizaciones parciales (Foucault, M., 2006, p. 98).

    Entonces, si la formacin de un concepto como el de mmesis est determinado por su relacin con la tragedia (ya sea sta una relacin de filiacin, de transformacin, de continuidad o discontinuidad histrica), una de las primeras cuestiones ser revisar cmo esta prctica cultural aparece en el contexto de la Potica. Como acabo de sealar, la primera presentacin de la tragedia se da en el marco de la enumeracin de casos particulares que se inscriben bajo la rbita de la mmesis. No obstante, luego de acentuar las diferencias entre las distintas expresiones artsticas (segn los medios, los objetos y los modos de imitar), Aristteles centra su mirada en las causas que dieron origen a la poesa. En dicho contexto, el propio estagirita se ocupa de trazar una genealoga de la tragedia. All afirma que:

    Habiendo, pues, nacido al principio (arkhs) como improvisacin (atoschediastiks) -tanto ella como la comedia; una, gracias a los que entonaban el ditirambo (tn exarkhnton tn dithrambon), y la otra, a los que iniciaban los cantos flicos (tn t phalik), que todava permanecen vigentes en muchas ciudades-, fue tomando cuerpo, al desarrollar sus cultivadores (proagnton) todo lo que de ella iba apareciendo; y, despus de sufrir muchos cambios (polls metabols), la tragedia se detuvo (epasato), una vez que alcanz su propia naturaleza (tn auts phsin) (Pot. 49 a 9-15).1

    1 En 48 b 22-24, Aristteles menciona que desde el principio los mejor dotados (progontes) para estas cosas, avanzando poco a poco, engendraron la poesa partiendo de la improvisaciones (atoschediasmton). Dejo de lado la discusin concerniente a la sintaxis y autenticidad de la frase que aparece entre guiones (49 a 10-13) y si corresponde predicar un desarrollo histrico comn a la comedia y a la tragedia, o si, como parece sugerir el pasaje, Aristteles est trazando, en este contexto, una historia slo de la tragedia, para abordar la de la comedia ms adelante (49 a 32 y ss). Para un anlisis en detalle de esta cuestin, vase de Montmollin, D., 1951, pp. 39-42.

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    Sin dudas, el testimonio de Aristteles y la presentacin del origen de la tragedia que expone en el pasaje precedente tienen un valor en s mismos. Y aunque pueda objetarse que su reconstruccin es parcial, en la medida en que sigue sus propias suposiciones e inferencias sobre el tema (y no por ello deja de presentar problemas, lagunas y omisiones), considero que no resulta posible pasar por alto la propia historia que all se expone, an cuando el mismo se inscriba en una poca en la que la vena trgica se ha agotado (Vernant, J.-P., 1987, p. 23). El estagirita desarrolla en este contexto el mismo proceder metodolgico que sigue cuando se trata de temas susceptibles de una investigacin emprica (lo que redunda en beneficios, teniendo en cuenta su afn documentalista).2

    Sin embargo no hay, ni en este pasaje ni en otros de la Potica, datos certeros que permitan determinar el momento histrico preciso en el que surgi la tragedia, pues claramente no es el objetivo de Aristteles ofrecer una historia del teatro, ni de la tragedia. As las cosas, el valor testimonial de Aristteles parece verse disminuido y la posibilidad de encontrar, a travs de sus consideraciones, la puerta de acceso al ambiente de la tragedia se reducen significativamente.

    Puesto que, como afirma Aristteles, el ser se dice de muchas formas (t n lgetai pollakhs) (Met. VII 1, 1028 a 10), diversos parecen los modos de acceso a la tragedia. No obstante las limitaciones de la Potica, sta ofrece, a mi juicio, elementos que permiten determinar sino la situacin en la que la tragedia emerge, s algunas de las condiciones que la hicieron posible y permitieron que la tragedia llegue a su estado actual. Es por ello que considero que otro camino es posible; uno probablemente ms largo que se delinea, como seala S. Halliwell, a travs de las conexiones que el estagirita parece trazar entre una historia factual y una historia natural de la tragedia (cf. 1987, p. 81). En tal sentido, propongo analizar la ousa de la tragedia tomando en consideracin la mirada naturalista que el propio estagirita lanza sobre la tragedia, al considerarla un ser vivo portador de alma (Pot. 50 a 38)

    2 El perodo de madurez de la obra aristotlica, en el que la mayora de los estudiosos de la Potica coincide en ubicar su redaccin, parece estar signado por las investigaciones empricas. As, del mismo modo que escribir su Poltica supuso la recopilacin de muchas (cerca de 158!) de las constituciones disponibles en aquel entonces, el estudio que emprende sobre la tragedia no parece una tarea improvisada. Segn registra W. Jaeger, hacia el 335-4, Aristteles escribi, en colaboracin con su sobrino Calstenes, una Lista de los Vencedores Pticos y por la misma poca parece haber investigado (y escrito, segn apunta Digenes Laercio, en su Vidas (V.1)) sobre las competencias que se llevaban a cabo en Las Grandes Dionisacas y las Leneas. Junto con estos estudios, tambin escribi su Didascalias, que constituan archivos que sirvieron para datar los estrenos de las piezas teatrales en Atenas y fueron la fuente histrica que los alejandrinos utilizaron para formular una historia del teatro clsico. Cf. Jaeger, W., 1946, pp. 372-377; Hardy, J., 1952, p. 13-14; Lucas, D. W., 1968, p. xiii; Barnes, J., 1999, pp. 20-21; Dring, I., 2005, p. 207 y Halliwell, S., 1998, pp. 324-328. Para este ltimo autor, nada en la Potica hace presuponer indubitablemente las Didascalias, aunque algunos pasajes puedan insinuar lo contrario.

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    y, al hacerlo, discernir en su devenir histrico la forma y la materia que permitieron que la tragedia se convierta en lo que es.

    Pero antes de analizar los elementos que permiten determinar la forma, me detendr en el esquema que presenta Aristteles en el pasaje citado. All expone, bajo una perspectiva claramente teleolgica, los distintos estadios por los que transit la tragedia. En primer lugar, se seala un origen comn para la comedia y la tragedia, esto es, ambas se deben a las improvisaciones, ya sean en forma de ditirambos, para el caso de la tragedia, o de cantos flicos, en el de la comedia. Un segundo momento est signado por una multiplicidad de cambios de los que Aristteles dar cuenta unas lneas despus del pasaje en cuestin y que se relacionan con el nmero de actores, la posicin y funcin del coro, la escenografa, la mtrica utilizada en los versos, etc. (cf. Pot. 49 a 16-30). Finalmente, la tragedia parece haber alcanzado la forma que le es propia y all el proceso se detuvo, aunque Aristteles mismo haba eludido previamente la cuestin de si la tragedia ha alcanzado ya su pleno desarrollo (tos edesin hikans), tanto si esto se juzga en s mismo como en relacin con el teatro (49 a 7-9).

    Algunos datos llaman la atencin de esta reconstruccin histrica. En primer lugar, parece haber un tcito reconocimiento de la dificultad que conlleva dicha tarea, cuestin que puede derivarse de la vaguedad y la ausencia de detalles para describir los cambios que sufri la tragedia desde su nacimiento. Al respecto, parece estar operando una hiptesis expuesta en Sobre las refutaciones sofsticas (183 b 22-25), segn la cual el principio (arkh) es lo ms importante de todo. Por ello es tambin lo ms difcil; pues cuanto ms rica es su capacidad, tanto menos en extensin es una cosa y tanto ms difcil de ser observada. Aunque dicha hiptesis enuncie un principio ontolgico acerca de la importancia de la arkh,3 sobresalen para este contexto sus alcances metodolgicos. En tal sentido, poder determinar el principio de la tragedia, no slo en trminos ontolgicos, sino tambin en trminos histricos, supone desde el inicio un problema difcil de soslayar.

    En segundo lugar, se destacan el tono naturalista y finalista que adquiere la presentacin del estagirita. As, en contrapartida a la dificultad que supone determinar el principio de la tragedia, Aristteles impone una perspectiva que se centra en el estadio final, esto es, impone que la tragedia sea vista desde su tlos. As, lo importante (y de lo que efectivamente se ocupar el estagirita a lo largo de su Potica) es del anlisis de la naturaleza de la tragedia, de su phsis, y sta es abordada desde una perspectiva teleolgica. Si se tiene en cuenta el principio segn el cual la

    3 En Met. V 1, 1013 b 17-19, Aristteles ofrece una caracterizacin de los principios, reconociendo que, an cuando se digan de distintas formas, a todos es comn (koinn) ser lo primero (t prton enai) desde lo cual algo es (hthen h stin) o se hace (h ggnetai) o se conoce (h gignsketai).

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    naturaleza es fin,4 en el caso de la tragedia, Aristteles parece estar suponiendo que, aun cuando no pueda afirmarse con certeza que se trata de la forma ms acabada de tragedia, el estado en el que se encuentra cuando l escribe permitira suponer que su potencialidad se ha realizado, al menos en trminos tericos (Else, G., 1957, p. 153; Lucas, D. W., 1968, p. 82; Halliwell, S., 1998, p.94).

    En tal sentido, lo que estos dos aspectos dejan en claro es, por un lado, la dificultad que supone la reconstruccin del devenir histrico y, en contraposicin, la posibilidad de acceder a dicho devenir a partir del estado actual en el que la tragedia se encuentra cuando se escribe la Potica. Si el camino es ms bien una retrospectiva, entonces, desde esa posicin sealar lo que, a mi entender, puede inferirse de la historia que traza el estagirita en relacin a la forma que fue adquiriendo la tragedia.

    1. 2. Acerca de la determinacin formal de la tragedia

    En el pasaje citado, Aristteles afirma que la tragedia surge a partir de los

    que entonaban los ditirambos (tn exarkhnton tn dithrambon).5 Sin embargo, unas lneas despus el estagirita seala que la poesa que dio origen a la tragedia era satrica (satyrikn) y ms acomodada a la danza (orkestikotran) (49 a 22-23). Ante estos datos, la primera cuestin es determinar cmo debe leerse esta reconstruccin del estagirita y si lo que all expone debe entenderse como el sealamiento de dos orgenes distintos o si, en cambio, se tratan de distintos momentos en la historia de la tragedia.

    Suficiente caudal de literatura se ha escrito sobre esta cuestin, y no es mi objetivo detenerme en los pormenores de lo que implica esta supuesta ambivalencia. Por un lado, se encuentran quienes enfatizan la contradiccin que se deriva al postular dos orgenes distintos (basado cada uno de ellos en un tipo de composicin potica divergente) y concluyen de dicha contradiccin cierta imposibilidad de confiar en el testimonio de Aristteles, admitiendo que de la Potica slo puede extraerse que el nico origen de la tragedia es la propia tragedia (P. Vidal Naquet, 2002, p. 146; G. Else, 1957, p.156 y 1986, p. 98; S. Scullion,

    4 Cf. Pol. I 2, 1252 b 32-33, donde Aristteles afirma que la naturaleza es fin (he d phsis tlos estn). En efecto, llamamos naturaleza de cada cosa a lo que cada una es (taten phamn tn phsin enai hekstou), una vez acabada su generacin (tes genseos telestheses). 5 G. Else llama la atencin sobre la importancia de esta afirmacin y las discusiones que ha suscitado su interpretacin entre los historiadores de la tragedia griega. En particular, menciona las discusiones que se refieren al papel del exarkhntes, y sobre si ste hace referencia a la persona a partir de la cual se desarroll el actor trgico o si, por el contrario, debe asumirse que su rol devino en el del poeta mismo. Esta ltima opcin es la que G. Else est ms dispuesto a asumir. Cf. 1957, pp. 155-163.

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    2005, p. 35). Por otro, se ubican los que, a pesar de reparar en la incongruencia, procuran salvar las distancias y buscan elementos que permitan determinar la validez de ambas fuentes para la configuracin de la tragedia, pues los datos de la Potica de Aristteles no deben despreciarse a la ligera (Winnington-Ingram, R. P., 1990, p. 291; Prunes, A. J., 1987, p. 19; Lesky, A., 1989, p. 251).

    Ms all de las discusiones eruditas sobre las pocas lneas que el estagirita le dedica a la cuestin (y sin teorizar sobre lo que no escribi), considero que del pasaje de Potica pueden extraerse algunos elementos que determinen el carcter formal que fue adquiriendo el gnero trgico. En tal sentido, tanto si se acepta que la tragedia surgi bajo el influjo de los que entonaban los ditirambos, como si se admite que evolucion desde lo satrico, lo que resulta claro es un anclaje en formas de composicin potica con un significado relevante en el marco de la Grecia del siglo VI a.C.

    Al respecto, cabe recordar que tanto los ditirambos como las stiras eran tipos de composicin potica que, como consecuencia de circunstancias histricas, fueron absorbidas por la tradicin y resultaron las expresiones privilegiadas con las cuales el pueblo griego ofreca un tributo al dios de las vias, el vino y el xtasis mstico: Dioniso. Esta conexin permite trazar una filiacin socio-religiosa que resulta relevante para la constitucin de la tragedia, en la medida en que la tragedia sigui siendo una forma de actividad religiosa, aun para los das en que sus creadores haban dejado de creer en aquella religin (Bowra, C. M., 1983, p. 63).

    En unos prrafos ms, me detendr en el significado que esta filiacin tiene para la consolidacin de la tragedia como fenmeno socio-cultural. Por ahora, lo que interesa extraer de esta vinculacin refiere a las caractersticas particulares que tanto ditirambo como stira heredan a la tragedia. Por un lado, el ditirambo se caracterizaba, en sus orgenes, por ser una representacin coral improvisada, un grito producto de la excitacin ritual. Luego se convirti, paulatinamente, en un canto coral ms lrico y tranquilo que, con msica y accin mmica, narraba historias sobre los dioses y los hroes. Segn relata Herdoto en su Historia (I. 23), fue Arin el primer poeta ditirmbico y, en el mismo sentido, un artculo de la enciclopedia bizantina Suda confirma que ste fue el primer poeta trgico que estableci un coro y le dio forma artstica a los cantos dionisacos (Suda, a 3886).

    Por su parte, cuando Aristteles menciona al satriks en el pasaje citado, parece estar refirindose a una especie de composicin potica de tono burlesco, que tena por objetivo censurar o poner en ridculo a alguien o algo y que sola ser representada luego de las trilogas trgicas, dando lugar a una tetraloga. Al igual que la historia del ditirambo, la historia del drama satrico permanece en la oscuridad. Sin embargo, la mayora acuerda en reconocer, en su forma ms incipiente, a un gnero literario (cuyo inventor habra sido el poeta Pratinas de Fliunte (Suda, p 2230)), en cuya representacin ocupa el papel principal un coro de hombres disfrazados que recuerdan, generalmente, a seres mticos con o sin rasgos

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    animalescos y bajo la conduccin de Sileno, dios menor que tuvo a su cargo la crianza del propio Dioniso (Rodriguez Adrados, F., 1972, pp.26-33; Barthes, R., 1986, p. 72; Lesky, A., 1989, pp. 251-253).

    Retomando el pasaje de Potica y teniendo en cuenta las caractersticas de ambos gneros, es posible releer las afirmaciones del estagirita, esta vez tratando de establecer cules son los elementos que perduraron en la tragedia como legado de sus antecesores. En primer lugar, y como dato principal, destaca la relacin que tanto ditirambo como drama satrico guardan con el culto dionisaco, desde su mismo surgimiento, ligado a los encomios que se rendan al dios de la fecundidad agraria y animal. En tal sentido, afirma A. Lesky (1989, p. 251), que los rasgos primitivos que dichos gneros imprimieron en la tragedia a despecho de todas las transformaciones de contenido, determin su estructura hasta el da de hoy.

    En segundo lugar, cabe sealar la presencia de un espritu agonal en la representacin y en la funcin que desempea el coro tanto en el ditirambo como en el drama satrico y que repercute claramente en el papel que ste desempea en la tragedia y en la funcin que le heredar al dilogo. En tal sentido, el coro cumple un rol importante en la trama trgica, pues permitir dar lugar a la voz del pueblo, en tanto se convierte en un rgano de expresin de colectiva, y por esta misma razn, es capaz de expresar una marginalidad social que presta voz a lo otro en la escena (Gould, J., 2003, p. 217-224).

    Pese a dicha importancia, y en el marco del desarrollo histrico que Aristteles reconstruye para la tragedia, se seala cmo el coro fue progresivamente disminuyendo su importancia en una relacin directamente proporcional al aumento en el nmero de actores, dando as una supremaca del dilogo por sobre el canto. En tal sentido, el estagirita afirma que fue Esquilo quien introdujo dichas modificaciones, cuando disminuy la intervencin del coro (t to choro elttose) y dio el primer puesto al dilogo (tn lgon protagonisten pareskeasen) (49 a 17-18). Dichas modificaciones explicaran por qu el coro no aparece como uno de los elementos centrales de la tragedia (Pot., 50 a 7-10) aunque, paradjicamente, se afirme que debe ser considerado como uno de los actores (hypokrits), formar parte del conjunto y contribuir a la accin (mrion enai to hlou kai synagonzesthai) (56 a 25-27).6

    6 Diversas lecturas han surgido en torno a esta afirmacin y a una previa, en la cual Aristteles afirma que fue Esquilo quien disminuy la intervencin del coro y dio el primer puesto al dilogo (49 a 17). Para una aproximacin a esta discusin, puede verse la amplia presentacin del papel que el coro desempea en la tragedia y la clara reconstruccin de las posiciones encontradas sobre la funcin que el estagirita parece otorgarle, en Halliwell, S., The Chorus of tragedy, 1998, pp. 238-252.

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    1.3. La herencia pica de la tragedia El segundo criterio bajo el cual considero que debe leerse la historia que

    traza Aristteles en el pasaje objeto de anlisis se vincula con la materia, con el contenido y las relaciones que la tragedia entabla con las antiguas formas poticas griegas, puesto que la tragedia mantiene una deuda temtica con la poesa pica, en la medida en que retoma y actualiza los mitos tradicionales sobre los que sta versaba. As, paradjicamente, aunque la tragedia suponga un estadio superior en la evolucin literaria, la pica seguir funcionando como una especie de fuente a la cual regresar para extraer de all los contenidos para las representaciones dramticas.

    Siguiendo la perspectiva teleolgica (que mencion anteriormente), Aristteles asume una ordenacin cronolgica y ontolgica de ambas especies de poesa, en la que una (la tragedia) resulta la culminacin y el perfeccionamiento de la otra (la pica). As, se expone en 49 b 9-20, donde se comparan los elementos constituyentes de ambas formas, pero se sugiere que la tragedia es superior y contiene a la pica, ya que los elementos de la epopeya se dan tambin en la tragedia, pero los de sta, no todos en la epopeya (18-20). En un sentido semejante, hacia el final de la Potica (62 b 12-15), Aristteles traza una explcita comparacin entre la epopeya y la tragedia, para concluir que si la tragedia sobresale por todas estas cosas y tambin por el efecto del arte (), est claro que ser superior (kretton), puesto que alcanza su fin (to tlous) mejor que la epopeya.

    Pero Aristteles avanza en la argumentacin y muestra que la aparicin de la tragedia supuso una evolucin respecto de la poesa pica, no slo en trminos literarios sino, principalmente, en trminos morales. As, en Potica 4 luego de afirmar que el origen de la poesa se encuentra en las improvisaciones (atoschediasmton), Aristteles seala que los ms graves (hoi semnteroi) imitaban las acciones nobles y las de los hombres de alta calidad (emimonto prxeis kai ts tn toioton), y los ms vulgares (hoi eutelsteroi), las de los hombres inferiores (ts tn phalon) (48 b 25-26).

    Este pasaje remite directamente a lo expresado anteriormente en Potica 48 a 1-19, donde Aristteles clasifica las artes, tomando como criterio el tipo de objeto imitado. Sin embargo, en dicho contexto, se restringe el espectro de objetos de la mmesis, ya que los que imitan (hoi mimomenoi) imitan (mimontai) a hombres que actan (prttontas). Ms adelante me ocupar de determinar la importancia que este pasaje supone para la comprensin misma de la mmesis. Por ahora, me interesa sealar la inferencia que Aristteles realiza de esta afirmacin y la relevancia que adquiere para mostrar la supremaca moral de la tragedia.

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    El razonamiento que sigue el estagirita se fundamenta en premisas de tipo general,7 segn las cuales: a) todos los que imitan toman por objeto a sujetos en accin y, b) (todos) los sujetos no son moralmente indiferentes, sino son o bien esforzados/elevados (spoudaous) o bien de baja calidad/inferiores (phalous).8 De dichas premisas se concluye que c) cada una de las especies mimticas tendr estas diferencias (xei tatas ts diaphors) a raz de sus objetos (y por ello sern o bien elevadas o bien inferiores).

    La conclusin del argumento le permite a Aristteles marcar una clara distincin entre la comedia y la tragedia, al afirmar que la primera quiere imitarlos peores (kherous), mientras que la tragedia, mejores (beltous) que los hombres reales (48 a 18-19). Sin embargo, la argumentacin que sustenta esta diferenciacin de los gneros poticos no deja de sorprender a estudiosos y comentadores, quienes como F. Rodriguez Adrados (1972) y C. W. Veloso (2004), se preguntan por las razones que motivan a seguir asumiendo la posicin aristotlica.

    Para el primero, la distincin debera fundarse en la resultante de un proceso histrico en el que se muestren a la comedia y a la tragedia como una combinacin de elementos interdependientes y no, como parece suponer el texto aristotlico, como fruto de una clasificacin de hombres ya que nadie piensa hoy, imaginamos, en la existencia de dos tipos de hombres radicalmente diferentes (1972, p. 24). C. W. Veloso, por su parte, procura mostrar que la propuesta de Potica parece contradecir la propia posicin aristotlica sobre la constitucin de los gneros, expuesta en otros pasajes del corpus (Cat. 14 a 15-20; Met. X 9, 1058 a 9-11), y concluye que no hay razones que permitan sostener que el par de opuestos morales spoudaos-phalos constituyen un gnero en particular que permita, por analoga, extrapolarse a las especies poticas tragedia-comedia (cf. 2004, p. 102).

    A pesar de que estas crticas resultan atendibles y ponen en cuestin los fundamentos mismos de la argumentacin aristotlica para sostener una divisin natural entre los gneros poticos, considero que puede aplicarse cierto principio de caridad interpretativa sobre las fallas de la argumentacin, si se tiene en cuenta cul es la finalidad que persigue el estagirita en este contexto. En tal sentido, no debe perderse de vista el sentido que este pasaje adquiere en la propia estructura de la 7 Opera tcitamente el principio establecido en Potica 47 a 16, segn el cual [todas las especies poticas] vienen a ser, en conjunto, imitaciones. 8 Entre los estudiosos de la Potica (de Montmollin, D., 1951, p. 25-29; Else, G., 1957, pp. 88-89; Halliwell, S., 1987, pp. 75-77; Cilliers-Theron, L., 1989, pp. 476-478) subsiste una discusin (de la que me ocupar en detalle ms adelante) sobre la divisin bipartita del carcter pues, luego de afirmarla, Aristteles sostiene que [los que imitan] o bien los hacen mejores (beltonas) de lo que somos nosotros, o bien peores (kheronas) o incluso iguales (toiotous) (48 a 4-5). Una opcin de salvar la aparente incongruencia del estagirita es suponer, como hace V. Suol, que est refirindose a dos cuestiones diversas: en primer lugar, a los caracteres de los actuantes y, en segundo trmino, a los posibles modos de representacin. Cf. Suol, V., 2012, p. 59.

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    Potica, ya que permitir trazar una genealoga de la tragedia, buscando sus races en formas poticas consolidadas en la prctica cultural griega. De esta manera, resulta necesario sostener que la tragedia, al igual que la poesa pica, tiene por objeto hombres de una naturaleza moral ms elevada, de carcter heroico, y que por ello los poetas picos se convirtieron en autores de tragedias, por ser estas formas de ms fuste y ms apreciadas que aquellas (49 a 5-6).

    La figura de Homero funciona, en este contexto, como pivote en la transicin entre la pica y la tragedia y Aristteles muestra su aprecio hacia l, reconocindolo como el poeta mximo (t spoudaa mlista poiets), y le atribuye a la Ilada y a la Odisea tener cierta analoga con la tragedia (cf. 48 b 34-49 a 2).9 Esta valoracin del rol de Homero es una clara herencia platnica, quien a pesar de sus crticas a la poesa mimtica lo reconoce, en distintos pasajes de su Repblica, como el primer maestro (prtos didskals) y gua (hgemon) de todos estos nobles poetas trgicos (595 c 1-2); el adalid (tn hegemna) de la tragedia (598 d 8) e incluso, el ms grande poeta (poietiktaton) y el primero (prton) de los trgicos (607 a 2-3).10

    As, si bien resulta exagerado afirmar que Homero fue el que le dio origen a la tragedia, s resulta posible, siguiendo el texto aristotlico, reconocerle el papel de precursor en este gnero dramtico o al menos otorgarle el rol de quien revel un potencial que, al parecer, exista naturalmente en la pica y que permiti su devenir en la tragedia. Sin embargo, G. Else llama la atencin sobre el rol que Homero adquiere en esta historia y seala una aparente incongruencia en la reconstruccin del estagirita quien, por un lado, concibe el surgimiento de la tragedia como resultado de un fenmeno social, cuya expresin se encontraba en los ditirambos y el drama satrico (como intent mostrar), y por otro, parece afirmar que es resultado de una produccin artstica individual, que comienza con Homero (Cf. Else, G., 1957, p. 162). S. Halliwell, en cambio, advertido de los problemas que surgen de esta historia de la tragedia, intenta salvar la posicin aristotlica haciendo hincapi en una perspectiva que ubique a Homero en el marco de un despliegue natural del patrn de posibilidades mimticas. Desde esta posicin, afirma, no se disminuye su figura ni su excelencia potica, sino que se las posiciona

    9 Cf. Pot. 48 b 34-49 a 2. La admiracin hacia Homero se repite en distintos pasajes de Potica (51 a 23; 59 a 30; 60 a 5). Por su parte, la ubicacin de la Iliada y la Odisea como precursoras de la tragedia tambin se seala en 59 b 2-4 (y se sobreentiende, a mi juicio, en otros pasajes al tomarlas como ejemplos de buenas tragedias). 10 Para las citas de Repblica, sigo la traduccin de C. Eggers Lan (1988). En el pasaje de 607 a, puede objetarse que la traduccin del superlativo de poeitiks como el ms grande no refleja cabalmente el sentido dinmico del trmino, ya que tambin podra traducirse como innovador o creador. Cf. Chantraine, P., 1977, p. 923 y Liddell-Scott-Jones, 1940, ad locum.

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    en el contexto ms amplio de una evolucin cultural, tal como la que parece estar en juego en la Potica.11

    As, si bien Homero resulta una figura necesaria no es suficiente para explicar la conexin entre la poesa pica y la poesa dramtica. La transicin entre ambas fue posible por la materia de las epopeyas, por el contenido mtico que dichas historias preservaban y que pas a formar parte de las tramas trgicas, en una especie de encarnacin literaria (Kirk, G. S., 2002, p. 102). Considero que la imagen de la relacin continente-contenido expresa claramente dicha transicin. As, puede pensarse que la tragedia emergi como el espacio continente en el cual pudo darse una recreacin libre de aquellas historias que, durante siglos, se haban conservado gracias a la tradicin oral y transmitan, desde ese pasado lejano, una especie de sabidura popular. El poeta trgico se sirve del contenido de dichas historias tradicionales y encuentra en ellas una materia frtil a partir de la cual construir nuevas tramas, pues como afirma Aristteles, las mejores tragedias (kllistai tragodai) se componen en torno a pocas familias, por ejemplo, Alcmen, Edipo, Orestes, Meleagro, Tiestes, Tlefo y los dems a quienes aconteci sufrir o hacer cosas terribles (53 a 19-21).

    Pero ello no significa que las tragedias sean mitos; no son una versin renovada de algo que estaba ah, a la mano, y por ello puede afirmarse, por ejemplo, que el Edipo Rey de Sfocles no es una versin ms del mito de Edipo, sino que se constituye en un nuevo Edipo (Cf. Vernant, J-P y Vidal Naquet, P., 1987, p. 8). Vuelvo a la imagen propuesta de una relacin continente-contenido. Se trata de una relacin dinmica entre el mito y la tragedia; y ello implica que la tragedia, en tanto continente, no resulta pasiva o mero contenedor del mito sino que, por el contrario, al rescatar los elementos de una tradicin, el continente -la tragedia- resulta afectada por el contenido -el mito - y a su vez, ste se acomoda, se recrea y se reinventa cuando es retomado en un nuevo continente que le da forma y le impone nuevos parmetros y estructuras.

    Esta idea queda claramente expuesta en Potica, cuando Aristteles se ocupa de distinguir la tarea del poeta y la del historiador, y afirma que la diferencia estriba en que mientras el historiador cuenta lo que ha sucedido, limita su trabajo a lo particular que le ocurri a Alcibades, el poeta, en cambio, se sirve de esas historias y nombres que existieron en otro tiempo y que son reconocidos por todos, pero los reorganiza desde una nueva perspectiva y por ello no se ha de buscar a toda costa atenerse (ntkhesthai) a las fbulas tradicionales (tn paradedomnon mthon) (51 b 11 Aristotle places Homer in the vista of a naturally unfolding pattern of mimetic possibilities (1987, p. 82). En este contexto, S. Halliwell considera que el problema sobre el papel que Homero desempea en la historia de la tragedia tica surge en los historiadores modernos de la literatura, quienes influenciados por la idea romntica de genio intentan mostrar su obra como la hazaa de una creatividad potica individual. Cf. Halliwell, S., 1987, pp. 81-82 y 1998, pp.261-266.

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    23-25). De ah resulta que el poeta es ahora definido como un artfice de fbulas/tramas (tn poietn tn mthon enai)12 y se aleja progresivamente de una tarea pasiva, de la imagen del poeta como el mero portavoz de los dioses o de la tradicin (cf. Hesodo, Trabajos y das, 662).

    Con esta nueva configuracin del mito, la tragedia conquist, segn Lesky, un mbito temtico que viva en el corazn del pueblo como un trozo de su historia, pero que a la vez aseguraba, con respecto al objeto tratado, la distancia que es condicin irrecusable de la grandeza de toda obra de arte (Lesky, A, 1989, p. 254). Esta especie de conquista de la tragedia por sobre la tradicin no es un hecho aislado, y slo se comprende si se pone en la perspectiva de un entramado socio-histrico que permiti a la tragedia dar un paso ms all y constituirse, durante un tiempo y como resultado de una serie de modificaciones, en una expresin de la nueva experiencia griega.

    12 La misma concepcin del poeta como creador de fbulas se repite en Fedn 61 b 4, cuando Platn afirma que el poeta deba, si es que quera ser poeta, componer mitos y no razonamientos/cosas verdaderas (eper mlloi poiets enai, poien mthous all o lgous).

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    Captulo 2 Plis y teatro: ida y vuelta y viceversa

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    2.1. Caractersticas histrico-polticas del espectculo trgico

    Hay un reclamo recurrente a la Potica, del que me ocupar en detalle ms

    adelante, que refiere a la falta de contextualidad y de relacin entre la tragedia que all se estudia y la plis democrtica ateniense. As, brevemente expuesto, el problema es, segn E. Hall (2003), que Aristteles calla toda posible relacin entre la tragedia y los aspectos locales, histricos e ideolgicos que la determinaron. La exclusin de una nocin de ciudadana y de plis, como marco para sus reflexiones sobre la tragedia, haran suponer que pretende una reflexin vlida para todos los hombres, despojada de cualquier marca temporal. Sobre los beneficios de la tragedia para los ciudadanos, sobre la organizacin de las fiestas, sobre lo que all ocurra; sobre estas cuestiones en conjunto, afirma E. Hall, la Potica de Aristteles no tiene absolutamente nada para decir (Cf. 2003, p. 298).

    A mi juicio, estas consideraciones resultan un tanto parciales y omiten el sentido general que se desprende de la lectura de la Potica, en particular, y de su ubicacin en el contexto del corpus, en general. En lugar de suponer la apoliticidad de la Potica, entiendo que la perspectiva de anlisis debe ser otra. Si se acepta, como lo hace claramente J. Maras, que todo libro es un hecho humano y, concretamente, histrico, que plantea un problema: por qu y para qu se ha escrito en determinada circunstancia (1989, p.iii), una buena pregunta sera por qu y para qu Aristteles escribe sobre una prctica cultural como la tragedia, que en su poca se encuentra en declive.

    Una respuesta (que subyace a mi propia interpretacin del texto aristotlico) es que la Potica se escribi no slo como un tratado de lo que hoy se denomina esttica o crtica literaria, sino que esas pginas son, al mismo tiempo, una respuesta tentativa a una problemtica tico-poltica ms amplia, derivada de su propia situacin histrica y signada por una crisis particular, de lo poltico y del hombre. As, si bien es preciso hablar de la potica, de la potencia de sus especies y de cmo es preciso construir buenas fbulas/tramas (Pot. 47 a 8-10), es an ms urgente reflexionar acerca de aquellas prcticas que salvan o pierden a las ciudades, de las leyes y costumbres que permitirn configurar una plis que, aunque no sea la mejor, promueva que los hombres alcancen una vida buena (EN. X 9, 1181 b 18-22).

    La mmesis trgica parecera estar entre esas costumbres capaces de salvar la plis; una plis que se enfrenta a una de sus crisis ms fuertes, que excede la cuestin de un rgimen poltico o de las vicisitudes a las que, de alguna manera, los griegos estaban acostumbrados: se trata de una crisis de la vida griega tal como se conoca hasta entonces. Y ello supone la crisis del hombre griego y de los pilares en los que se fundaba su vida: su moral. En otras palabras, lo que se pone en evidencia es una crisis de la convivencia, de la sociedad, e intrnsecamente una crisis del hombre.

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    ste no sabe a qu atenerse, no sabe qu hacer, porque no sabe qu es bueno y qu es malo, qu es justo y qu es injusto, y sobre todo adnde va, cul puede ser el blanco de su vida (Maras, J., 1959, p.ix).13

    Suponer que la mmesis trgica resulta el nico phrmakon para esta crisis es asignarle, claro est, una tarea titnica y fuera de sus posibilidades. Sin embargo, teniendo en cuenta que el hombre es un ser poltico (politikn zon); que es la plis lo que permite su desarrollo como hombre (pues slo ah se dan las condiciones para desarrollar una vida buena), es posible afirmar que la mmesis puede constituirse en un camino de regreso hacia esa forma de comunidad, que alguna vez existi; una va capaz de establecer nuevamente un nexo entre los hombres gracias al espectculo, a la manera de poner ante los ojos complejas cuestiones morales y polticas que los atraviesan y que permiten crear entre ellos un sentimiento de comunidad, ms all de las diferencias.

    El problema es que cuando Aristteles escribe la Potica, la tragedia tambin se encuentra en decadencia, pues en palabras de J.-P. Vernant, la vena trgica se ha agotado en menos de un siglo y el hombre trgico se ha convertido, incluso, en un extranjero (1987, p.23). Es decir, no slo se enfrenta a un clima de crisis poltica, de una forma particular de gobierno, de valores y de costumbres, sino que la crisis afecta a todos los mbitos, incluido el del ocio (skhol) que es donde, al parecer, radica la felicidad (doke te h eudaimona n t skhol enai, EN. X 7, 1177 b 4).

    La mayora de los historiadores de la literatura identifica el perodo de esplendor de la tragedia con el de la democracia ateniense.14 Difcilmente se trate de una mera coincidencia. Por el contrario, la coexistencia de ambos fenmenos el de la democracia como forma de gobierno y el de la tragedia como expresin cultural- permite afirmar la presencia de ciertas condiciones de posibilidad histricas que permitieron, durante casi un siglo, su desarrollo, apogeo y declive.

    Comenzar por describir brevemente las condiciones de emergencia de la democracia ateniense, para luego analizar las caractersticas y significacin poltica que adquieren el teatro y la tragedia en dicho contexto. Una de las primeras cuestiones a tener presentes se vincula con un hecho que, aunque repetido incesantemente, no debe pasarse por alto: antes que hablar de una democracia griega debe hablarse de una democracia ateniense. Parafraseando a N. Loraux, ateniense y nicamente ateniense parece ser, pues, la democracia (2012, p. 21).15

    13 En un sentido semejante, A. Tovar afirma que, durante esta crisis, la ciudad se desvitaliza y arruina. Se pierden sus mitos, sus ritos, las creencias en que se basa la adhesin a ella de sus ciudadanos, Cf. Tovar, A, 1961, p. 28. 14 Cf. Bowra, C.M., 1983, p. 62; Rodrguez Adrados, F., 1988, pp. 134-135; Iriarte, A., 1996; p. 5; Jaeger, W., 2001, p. 230; Vidal-Naquet, P., 2002, p.94. 15 R. Wallace propone una lectura ms amplia del fenmeno democrtico, interpretndolo como una revolucin que afect, en simultaneidad, a diversas ciudades del tica. Entre ellas, seala la

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    Esta forma de gobierno, que Aristteles caracteriza por la igualdad (son) de derechos y de palabra, la libertad (leuthera) y el ejercicio de la soberana popular (krion d t dxan tos pleosin) (Pol. IV 4, 1291 b 30-39), tiene un origen que no puede ser fechado con exactitud. Por el contrario, es la consecuencia de una multiplicidad de fenmenos y cambios que se sucedieron a lo largo de los aos y que fueron configurando una nueva escena poltica en Atenas.16 En Constitucin de los atenienses,17 el propio Aristteles ofrece una resea histrica de dichos cambios, luego de pasar revista por la evolucin del rgimen poltico en Atenas y por los sucesos que convirtieron al pueblo en dueo del poder (h dmos genmenos tn pragmton) y modelaron la constitucin democrtica que rega la plis en el momento en que Aristteles escribe. En tal sentido, puede leerse que:

    () El tercero [de los cambios], despus de la guerra civil, fue el de Soln, con el cual tuvo comienzo la democracia. El cuarto fue la tirana de Pisstrato. El quinto fue la constitucin de Clstenes, despus de la cada de los tiranos, fue ms democrtica que la de Soln. El sexto el que se da despus de las Guerras Mdicas, estando al frente del consejo del Arepago. El sptimo, a continuacin de ste, el que Arstides indic, y Efialtes perfeccion derribando el consejo Areopagita; en ste aconteci que la ciudad, por influencia de los demagogos, cometi muchsimas faltas, a causa del

    que se habra dado en Megara hacia el 570 a.C. y la referencia, poco precisa, de Aristteles a su democracia en Pot. 48 a. 32. Cf. Wallace, R. W., 2007, Revolutions and a New Order in Solonian Athens and Archaic Greece, pp. 49-82. 16 Existe innumerable cantidad de bibliografa que se ocupa de discutir los orgenes de la democracia ateniense. La principal razn de dichos desacuerdos estriba, segn Cartledge, en que la democracia griega no fue un animal simple e inmutable (2009, p.57). Al respecto, vase Gallego, J., 2003, pp. 65-94; Cartledge, P., 2007, pp. 155-169 y 2009, p. 56 y 64; Sancho Rocher, L., 2009, pp.15-39. 17 Este texto se incluye entre los escritos polticos de Aristteles. Segn el testimonio de Digenes Laercio (Vidas, 5.27), el estagirita habra reunido un total de 158 constituciones de orientacin democrtica, oligrquica, aristocrtica y tirnica. Desde una perspectiva teleolgica, el propio estagirita, en el ltimo captulo de tica Nicomaquea, afirma la necesidad de estudiar las legislaciones. En primer lugar, porque sus predecesores no atendieron a dicha base emprica; en segundo lugar, porque atender a ello puede resultar beneficioso en lo que concierne a la filosofa de las cosas humanas, y finalmente (lo ms importante), porque a partir de las constituciones reunidas es posible comprender, teorizar y juzgar mejor qu forma de gobierno es mejor y cmo ha de ser ordenada cada una, y qu leyes y costumbres ha de usar (EN., III 11, 1181 b 21-23). Para un detalle de los aspectos relevantes del texto, vase N. and P. Loraux, LAthnain Politeia avec et sans Athniens. Esquisse d'un dbat , en Rue Descartes No. 1/2, Des Grecs (Avril 1991), pp. 57-79 ; M- Garca Valds, Introduccin, en Aristteles. Constitucin de los Atenienses, 2008, pp. 9-47 y A. Bernab, Introduccin en Aristteles. Constitucin de los Atenienses, 2005, pp. 5-23.

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    dominio del mar. El octavo fue el establecimiento de los Cuatrocientos, y despus de ste, el noveno fue de nuevo la democracia. El dcimo fue la tirana de los Treinta y la de los Diez. El undcimo fue el que sigui al regreso de los de File y del Pireo, desde el cual se ha llegado al rgimen actual, aadiendo continuamente poder a las masas (aie prosepilambnousa t plthei tn exousan) (41.1-2; nfasis mo).

    Este extenso pasaje muestra, a mi entender, que resulta imposible atribuir a

    una sola persona la instauracin de la democracia como rgimen poltico, en contra de la opinin de Herdoto (Hist. VI.131), que asegura que fue Clstenes quien la instituy (tn demokratne Athenaoisi katastsas).18 Ms bien queda claro, luego de leer el pasaje, que la instauracin de la demokrata es la resultante de una serie de cambios polticos graduales, en cuyo desarrollo destacan, en particular, las figuras y las contribuciones de Soln, Clstenes y Efialtes.

    As, segn Aristteles, Soln fue quien estableci las magistraturas, con las que el pueblo (ho dmos) se convirti en dueo del voto y dueo del gobierno (9.1); Clstenes logr, luego de la tirana de los Pisistrtidas, el fortalecimiento de las estructuras de autodeterminacin y responsabilidad del dmos sobre los asuntos de la plis (21.1-4); y Efialtes, por su parte, restringi las funciones del Aerpago y consolid a la Asamblea (Ekklesa), el Consejo (Boul) y los Tribunales (Dikastria) como los rganos de gobierno de la plis (25.2). Dichas reformas marcan un punto de inflexin a partir del cual puede hablarse de una demokrata en el pleno sentido de la palabra, esto es, de un arraigo definitivo de la conciencia del poder del dmos como un sistema claro y distinto de organizacin poltica (Sancho Rocher, L., 2009, p.28).

    En este nuevo contexto poltico, espacios e instituciones van a verse renovados y asumirn nuevos sentidos. Al respecto, es preciso aclarar que durante la democracia se da una consolidacin del teatro como espacio pblico de ejercicio de la ciudadana y no una instauracin del teatro, pues su origen, a pesar de la importancia que adquiere para la democracia, se encuentra ligado a la tirana.19 En efecto, luego del primer impulso democrtico bajo el gobierno de Soln, que no dej conformes ni al pueblo ni a la nobleza (porque la situacin era para ellos 18 Una opinin semejante se encuentra en C. Moss, quien afirma que Clstenes no cre la democracia ateniense, sino las condiciones que iban a permitir el nacimiento de la democracia (1987, p. 28), (nfasis mo). 19 Este es uno de los argumentos por los que P. J. Rhodes critica la perspectiva que, desde mediados de siglo XX, han asumido los estudios clsicos al vincular la tragedia con la democracia ateniense. Si bien reconoce que bajo el influjo de esta nueva forma de gobierno el drama adquiere una forma particular, considera excesivo y poco preciso sostener que los festivales dramticos constituyen un producto de la democracia. Cf. 2003, pp.104-119.

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    contraria a lo que esperaban. Const. At., 11. 2), sobrevino un perodo de virulentas luchas de poder, a las que le sigui la imposicin de un rgimen tirnico de la mano de Pisstrato. Sin embargo, la figura de Pisstrato no es la tpica figura del tirano, pues al parecer ejerca el gobierno y rega los asuntos comunes (t koin) ms como ciudadano que como tirano (Const. At. 14.3; 16.2 y Herdoto, Hist. I. 59; Tucdides, Historia, VI, 54).

    Entre las medidas pseudo-democrticas con las que Pisstrato intent ganarse el apoyo popular y se hizo merecedor de muchos elogios,20 se encuentran la puesta en marcha de las primeras representaciones escnicas, cmicas y trgicas, los certmenes musicales y las grandes recitaciones de Homero en el marco de las Panateneas y las grandes fiestas en honor al dios Dioniso. Por primera vez, afirma W. Jaeger, Atenas alcanz el ttulo de ciudad de las musas que ha conservado desde entonces (2001, p. 218).

    Aunque no puede negarse que dichas medidas contribuyeron a la formacin del dmos, y marcaron un lineamiento en trminos de polticas culturales para la posterior democracia, un manto de sospecha recae sobre las intenciones subyacentes, ya que al parecer todas sus medidas tenan como finalidad apartar al pueblo de la poltica y que, ocupados en sus cosas, no desearan ni tuvieran tiempo de ocuparse de las comunes (epimelesthai tn koinn) (Const. At.16.3).

    Por ello resulta paradjico que durante un rgimen tirnico las fiestas a Dioniso cobren tal magnitud, se establezcan en el marco de los festivales cvicos, en un tiempo especfico (de acuerdo al calendario de la ciudad) y en un espacio pblico destinado especialmente a esta funcin. Lo que resulta llamativo es que sea redituable, en trminos polticos, la utilizacin de un dios al que, salvo accidente o artificio, la poltica le resulta completamente extraa y de ah que los griegos afirmen que esto no tiene nada que ver con Dioniso.21

    Aunque llamativo, esto no constituye un dato azaroso. Por el contrario, se inscribe dentro de una clara poltica antiaristocrtica que busca romper con los ideales polticos y morales de la antigua Atenas. Las fiestas, en el marco de las cuales se desarrollan los concursos trgicos, son mayormente rechazadas por la aristocracia imperante, puesto que representan una expresin de la desmesura (hybris); una liberacin individual y colectiva; una vlvula de escape de las normas que rigen a la sociedad y que establecen claras diferencias entre clases.

    20 Aristteles seala que el perodo de su tirana fue conocido como la edad de Cronos, en alusin a una poca de esplendor, en la que el orden logra imponerse sobre el caos. Cf. Hesodo, Trabajos y das, 110 y ss y Platn, Hiparco, 229 b 7. 21 Cf. Gernet, L., 1980, p. 78; Plutarco, Quaestiones Convivales, I.1.5 (615 a): Ti tata prs tn Dinyson. Tambin citado en la enciclopedia bizantina Suda Odn prs tn Dinyson (o, 806), y en Zenobio, Corpus Paroemiographorum Graecorum, 5.40.

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    Dioniso, afirma E. R. Dodds, se haba vuelto tan necesario como Apolo (1989; p. 82). Mientras este ltimo prometa seguridad y conduca al cumplimiento de las normas; Dioniso ofreca libertad, sin restricciones sociales: Olvida la diferencia y hallars la identidad; nete al thasos y sers feliz hoy (ibd.).22 As, si Apolo era el dios de la aristocracia, Dioniso representaba al pueblo y por ello, durante las varias jornadas del mes de marzo destinadas a celebrar el comienzo de la primavera ateniense, la ciudad se convierte en una fiesta agonal para celebrarlo.

    2.2. La plis frente a la tragedia: el efecto poltico

    Bajo el influjo de la democracia, las fiestas a Dioniso23 van tornndose cada

    vez ms populares y comienzan a ser comprendidas como una forma de justicia, una nueva manera de alcanzar la igualdad entre los ciudadanos de la plis. En tal sentido, la incorporacin de la tragedia en dichas fiestas vendra a cumplir con una doble funcin: por un lado, fortalecer la identidad social y, por otro, ser la va de expresin de la nueva vida democrtica que adviene en la plis. Su popularidad se debe, en gran medida, a que logra conservar, como ya he mostrado, tanto en su estructura como en su contenido elementos provenientes del pensamiento y las formas poticas previas, resabios del pasado reciente aristocrtico pero, al mismo tiempo, incorpora elementos que colaboran con la constitucin de una nueva forma de vida democrtica. Logra instituirse en un lugar de consenso entre pasado y presente; en el espacio en el que se mantiene y refuerza la cohesin comunitaria. (Longo, O., 1992, p.18)

    Las razones de por qu la tragedia viene a cumplir con esta especie de necesidad social de integrar el pasado en las nuevas prcticas culturales continan

    22 En Ilada (XIV, 325), Homero refiere a Dioniso como gozo para los mortales (khrma brotosi). W. F. Otto destaca, entre las formas de referirse a Dioniso, la de liberador (lsios), salvador (sotr), bienhechor (eurgtes) y otros eptetos similares. Cf. Otto, W. F., 1939, p. 105, citado en Rodrguez Adrados, F., 1972, p. 95 y 455. 23 Cabe recordar que se celebraban varias fiestas en honor a este Dios: Las Grandes Dionisacas (o Dionisias de la ciudad) se realizaban a comienzos de la primavera (finales de marzo), duraban seis das y haba representaciones de tragedias, comedias y ditirambos. La fiesta culminaba con el concurso de representaciones dramticas en las tres ltimas jornadas. En este contexto, estrenaron la mayora de sus obras Esquilo, Sfocles y Eurpides. Las Leneas (o Dionisacas del Lenaion) tenan lugar en el mes de enero, eran ms breves, no implicaban tanto despliegue como las anteriores y generalmente slo se representaban comedias. Finalmente, las Dionisacas campestres o rurales tenan lugar durante el mes de diciembre en los distintos dmos del tica. Se honraba al dios con un cortejo que celebraba la vida y la fecundidad de la tierra y slo los ms pudientes organizaban concursos de tragedia y comedia. Cf. Pickard-Cambridge, A.W., 1968; Rodriguez Adrados, F., 1972; Barthes, R., 1986.

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    siendo tema de debate entre los estudiosos de la cultura griega24 y no es mi intencin agotar el tema en estas pginas. Antes bien, revisar someramente algunas de las condiciones que favorecieron dicha situacin y que, a mi entender, se tornan elementos centrales para comprender cmo la mmesis adquiere, en Aristteles, matices tico-polticos.

    En primer lugar, debe mencionarse que la tragedia no se limita a una mera funcin recreativa o de esparcimiento, sino que se complementa con un claro propsito pblico y poltico: educar a la ciudadana en el ejercicio de una nueva forma de gobierno. Los certmenes trgicos eran actos pblicos que procuraban contribuir a la formacin de los miembros de la plis y ello hace de la tragedia no slo una forma de arte, sino tambin un fenmeno social de masas, una institucin social que la ciudad, por la fundacin de los concursos trgicos, sita al lado de sus rganos polticos y judiciales (Vernant, J.-P., 1987, p.26; Cartledge, P., 2006, p. 3).

    As, la tragedia se amalgama al entramado institucional de la plis no slo por su importancia sino tambin por el espacio que ocupa, es decir, porque logra consolidarse como un espacio pblico ms, en el que los atenienses podan escenificar las cuestiones de inters comn.25 El gora es el otro espacio pblico en el que el dmos, reunido en Asamblea (ekklesa), delibera y resuelve sobre los asuntos que conciernen al estado tico (Const.At., 43, 3-6).26 Sin dudas la Asamblea es la institucin democrtica por antonomasia: no era representativa del pueblo, sino que era el pueblo mismo actuando como un cuerpo poltico.(Hansen, M. H., 1987, p. 104). Pero la concurrencia masiva (se estima una asistencia de 10.000 espectadores en el momento de mayor esplendor) convirti al teatro en otro centro neurlgico de la plis, en un testimonio de la idiosincrasia y del podero ateniense.27 En palabras de J.-P. Vernant, la ciudad se hace teatro (ibd.) y la tragedia se tie de implicaciones polticas, al igual que las dems instituciones democrticas, ya que acuden a contemplarla la comunidad en su conjunto y su pblico est compuesto no 24 Vase en particular los ya clsicos artculos de O. Longo (pp. 12-19) y S. Goldhill (pp. 97-129) compilados en Winkler, J; Zeitler, F., 1992. 25 Sigo la caracterizacin propuesta por N. Rabotnikof segn la cual tres rasgos generales distinguen al espacio pblico del privado: 1) lo pblico es de inters o de utilidad comn a todos y por ello atae al colectivo; mientras que lo privado designa lo singular y personal; 2) lo pblico es aquello que resulta manifiesto y ostensible, en contra de lo secreto, preservado u oculto y 3) lo pblico es accesible para todos, abierto, en contraposicin a lo cerrado. Cf. 2005, pp.27-35. 26 En 42.4, Aristteles menciona la realizacin de Asambleas anuales en el marco de las Grandes Dionisacas para la presentacin de los jvenes que se desempean como guardianes de la ciudad y que estn prximos a convertirse en ciudadanos. La eleccin de las Fiestas para esta presentacin da cuenta, una vez ms, de la importancia poltica del teatro. 27 M. Brioso Snchez aumenta a catorce y diecisiete mil el nmero de espectadores que poda albergar el gradero del teatro. Este clculo se fundamenta en una referencia de Aristfanes, quien en Pluto (1083) seala una cifra prxima a los 13.000. Cf. 2003, pp. 11-12

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    slo por aquellos que votaban en la Asamblea, sino por la mayora de los habitantes de la plis.

    De esta manera, la tragedia aparece como la manifestacin de una experiencia social y cultural particular, la expresin de un espritu ciudadano y de los problemas cotidianos a los que se enfrentaban los griegos de aquel entonces. En ella se encuentra un retrato de las cuestiones polticas, judiciales, religiosas y sociales que se discuten en el gora, una presentacin ficcional a travs de hroes, personajes y coro, e incluso una forma de consolidar la propia democracia ateniense.28 En tal sentido, la experiencia trgica debe parte de su apogeo al hecho de ser considerada propicia para la formacin de una comunidad, mejor informada y ms profundamente consciente de s misma, y de su peridica re-creacin poltica. (Cartledge, P., 2006, p. 22).

    En segundo lugar, sobresale el papel que la ciudad desempea en la organizacin de las fiestas dionisacas. La institucionalizacin del teatro se logra gracias a la intervencin del gobierno en la organizacin, por un lado, y a la financiacin de las actividades que garantizan la concurrencia masiva de ciudadanos e incluso forneos, por otro. En Constitucin de los Atenienses, Aristteles seala que entre las funciones cvicas de los arcontes se encuentra la de designar a los tres coregos (khoregs) para los poetas trgicos, esto es, los ciudadanos ms ricos de todos los atenienses que tendrn como tarea costear los ensayos y los vestuarios de los coros de msica y baile en las ceremonias de culto y en los concursos dramticos (56.3). Aunque para algunos esta designacin resultaba una carga que atentaba contra sus fortunas,29 mayormente la liturgia era aceptada y constitua no slo una forma de distribucin de las riquezas sino tambin una manera de adquirir prestigio

    28 La tragedia puso en la escena debates contemporneos sobre cuestiones ticas y polticas. Slo a modo de ejemplo, pueden citarse las restricciones al Arepago en las Eumenides de Esquilo, los peligros que genera el poder en Los Persas, Orestada y Antgona, las consecuencias de la discordia en la plis en Los siete contra Tebas y Las Fenicias, el conflicto entre autoritarismo y el orden democrtico en Las suplicantes, Ayante y Edipo en Colono, la necesidad de prudencia y el respecto a los cultos religiosos en Bacantes, entre tantos otros. 29 Desde una perspectiva crtica, Jenofonte se refiere a dicha situacin en su Constitucin de los Atenienses, afirmando que por lo que toca a la preparacin de los coros teatrales (khorega), a la ejercitacin de los atletas y al equipamiento de los trirremes, se dan cuenta de que los ricos preparan los coros (khoregosi) y el pueblo participa en ellos (). As pues, el pueblo cree justo obtener dinero por cantar, correr, danzar y navegar, a fin de que l se beneficie y los ricos se vuelvan ms pobres (Const. At, 1.13). Al parecer, muchos buscaban evitar las cargas pblicas (leitourga) e incluso se estipularon mecanismos para ello. En particular me refiero a la permuta de bienes (antdosis), estrategia por la cual los ciudadanos ms adinerados podan solicitar una exencin para que los gastos de la liturgia los asuma otro en mejor posicin econmica. Slo quedaban excluidos cuando se comprobaba que alguien ya ha cumplido este servicio pblico, o que est exento de cargas, (), o que no tiene la edad. (Aristteles, Const. At., 56.3).

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    y poder en la comunidad gracias al patronazgo ( Cf. Finley, M., 1974, p. 209-214 y Wilson, P., 1997, p.82 ).

    As, mientras esta funcin pblica garantiza los fondos para la realizacin de los certmenes, ser tarea de la plis procurar, a travs de un fondo especfico (theorikn), la concurrencia del mayor nmero posible de asistentes, incluyendo a mujeres, esclavos y extranjeros que no participan habitualmente de otras actividades cvicas.30 Para ello, se destin, a partir de Cle