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Aparecida, 13-31 de mayo de 2007 DOCUMENTO CONCLUSIVO DOCUMENTO CONCLUSIVO DOCUMENTO CONCLUSIVO Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 16,4) 2ª edición

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  • 1. Discpulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en l tengan vida Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 16,4)DOCUMENTO CONCLUSIVO 2 edicinAparecida, 13-31 de mayo de 2007

2. Sobre dichos documentos el CELAM y las Conferencias Episcopalestendrn derechos de autor. Artculo 12 del Reglamento de la V Conferencia,aprobado por el Santo Padre, Benedicto XVI.Prohibida la reproduccin total o parcial, en cualquier medioo para cualquier propsito sin la autorizacin escrita del CELAM. Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAMCarrera 5 N 118-31Apartado Areo [email protected]://www.celam.orgTels: (571) 657 8330 Fax: (571) 612 1929Bogot, D.C., 2007ISBN 978-958-625-653-72 edicin, agosto 2007Diagramacin: Doris Andrade B.Diseo de cartula: Luisa Fernanda Vlez S.Centro de Publicaciones del CELAMAv. Boyac N 169D-75Tel:(571) 668 0900Fax: (571) 671 [email protected] de 2007Distribucin:SAN PABLODepartamento de VentasCalle 17 A N 69-67 AA 080152PBX: 4114011 Fax: [email protected], D. C.PAULINASCalle 161 N 31-50 AA 6291PBX: 5287444 Fax: [email protected], D.C.Impresin:San PabloCalle 170 N 8G-30Bogot, D. C. - Colombia 3. A los hermanos en el Episcopadode Amrica Latina y del CaribeEl 13 de mayo pasado, a los pies de la Santsima Virgen NuestraSeora Aparecida, en Brasil, he inaugurado con gran gozo la V Confe-rencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.Conservo vivo el grato recuerdo de dicho encuentro, en el que heestado unido con vosotros en el mismo afecto por vuestros queridospueblos y en la misma solicitud por ayudarles a ser discpulos y misio-neros de Jesucristo, para que en l tengan vida. Al mismo tiempo que expreso mi reconocimiento por el amor aCristo y a la Iglesia, y por el espritu de comunin que ha caracterizadodicha Conferencia General, autorizo la publicacin del DocumentoConclusivo, pidiendo al Seor que, en comunin con la Santa Sede ycon el debido respeto por la responsabilidad de cada Obispo en supropia Iglesia particular, sea luz y aliento para una fecunda labor pasto-ral y evangelizadora en los aos venideros. En este Documento hay numerosas y oportunas indicacionespastorales, motivadas con ricas reflexiones a la luz de la fe y del contex-to social actual. Entre otras, he ledo con particular aprecio las palabrasque exhortan a dar prioridad a la Eucarista y a la santificacin del Dadel Seor en los programas pastorales (cf. nn. 251-252), as como lasque expresan el anhelo de reforzar la formacin cristiana de los fieles en 4. DOCUMENTO CONCLUSIVOgeneral y de los agentes de pastoral en particular. En este sentido, hasido para m motivo de alegra conocer el deseo de realizar una MisinContinental que las Conferencias Episcopales y cada dicesis estnllamadas a estudiar y llevar a cabo, convocando para ello a todas lasfuerzas vivas, de modo que caminando desde Cristo se busque su rostro(cf. Novo millennio ineunte, 29).A la vez que invoco la proteccin de la Santsima Virgen en suadvocacin de Aparecida, Patrona de Brasil, y tambin en su advocacinde Nuestra Seora de Guadalupe, Patrona de Amrica y Estrella de laEvangelizacin, os imparto con afecto la Bendicin Apostlica.Vaticano, 29 de julio de 2007, solemnidad de los santos ApstolesPedro y Pablo. 6 5. DISCURSO INAUGURAL DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVIDomingo 13 de mayo de 2007Queridos hermanos en el episcopado,amados sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos.Queridos observadores de otras confesiones religiosas:Es motivo de gran alegra estar hoy aqu con vosotros parainaugurar la V Conferencia General del Episcopado Lati-noamericano y del Caribe, que se celebra junto al santuariode Nuestra Seora Aparecida, Patrona del Brasil. Quiero que mis pri-meras palabras sean de accin de gracias y de alabanza a Dios por elgran don de la fe cristiana a las gentes de este continente.Deseo agradecer igualmente las amables palabras del seor car-denal Francisco Javier Errzuriz Ossa, arzobispo de Santiago de Chile ypresidente del CELAM, pronunciadas en nombre tambin de los otrosdos presidentes de esta Conferencia General y de los participantes en lamisma.1. LA FE CRISTIANA EN AMRICA LATINA La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos du-rante ms de cinco siglos. Del encuentro de esa fe con las etnias origi-narias ha nacido la rica cultura cristiana de este continente expresada 6. DOCUMENTO CONCLUSIVOen el arte, la msica, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones reli-giosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma histo-ria y un mismo credo, y formando una gran sintona en la diversidad deculturas y de lenguas. En la actualidad, esa misma fe ha de afrontarserios retos, pues estn en juego el desarrollo armnico de la sociedady la identidad catlica de sus pueblos. A este respecto, la V ConferenciaGeneral va a reflexionar sobre esta situacin para ayudar a los fielescristianos a vivir su fe con alegra y coherencia, a tomar conciencia deser discpulos y misioneros de Cristo, enviados por l al mundo paraanunciar y dar testimonio de nuestra fe y amor. Pero, qu ha significado la aceptacin de la fe cristiana para lospueblos de Amrica Latina y del Caribe? Para ellos ha significado cono-cer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sinsaberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Sal-vador que anhelaban silenciosamente. Ha significado tambin haberrecibido, con las aguas del bautismo, la vida divina que los hizo hijos deDios por adopcin; haber recibido, adems, el Espritu Santo que havenido a fecundar sus culturas, purificndolas y desarrollando los nu-merosos grmenes y semillas que el Verbo encarnado haba puesto enellas, orientndolas as por los caminos del Evangelio. En efecto, elanuncio de Jess y de su Evangelio no supuso, en ningn momento,una alienacin de las culturas precolombinas, ni fue una imposicin deuna cultura extraa. Las autnticas culturas no estn cerradas en s mis-mas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino queestn abiertas, ms an, buscan el encuentro con otras culturas, espe-ran alcanzar la universalidad en el encuentro y el dilogo con otras for-mas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva sntesisen la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de surealizacin cultural concreta. En ltima instancia, slo la verdad unifica y su prueba es el amor.Por eso Cristo, siendo realmente el Logos encarnado, el amor hasta elextremo, no es ajeno a cultura alguna ni a ninguna persona; por elcontrario, la respuesta anhelada en el corazn de las culturas es lo queles da su identidad ltima, uniendo a la humanidad y respetando a lavez la riqueza de las diversidades, abriendo a todos al crecimiento en la8 7. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVIverdadera humanizacin, en el autntico progreso. El Verbo de Dios,hacindose carne en Jesucristo, se hizo tambin historia y cultura.La utopa de volver a dar vida a las religiones precolombinas, sepa-rndolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sera un progreso, sinoun retroceso. En realidad sera una involucin hacia un momen-to histrico anclado en el pasado. La sabidura de los pueblos originarios les llev afortunadamente aformar una sntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misione-ros les ofrecan. De all ha nacido la rica y profunda religiosidad popular,en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos:El amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasin, del perdn y de la reconciliacin; el Dios que nos ha amado hasta entre- garse por nosotros;el amor al Seor presente en la Eucarista, el Dios encarnado, muerto y resucitado para ser Pan de vida;el Dios cercano a los pobres y a los que sufren;la profunda devocin a la Santsima Virgen de Guadalupe, de Aparecida o de las diversas advocaciones nacionales y loca- les. Cuando la Virgen de Guadalupe se apareci al indio san Juan Diego le dijo estas significativas palabras: No estoy yo aqu que soy tu madre?, no ests bajo mi sombra y resguar- do?, no soy yo la fuente de tu alegra?, no ests en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? (Nican Mopohua, nn. 118-119).Esta religiosidad se expresa tambin en la devocin a los san- tos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los dems pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos. Todo ello forma el gran mosaico de la religiosi- dad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia catlica en Amrica Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, tambin purificar. 9 8. DOCUMENTO CONCLUSIVO2. CONTINUIDAD CON LAS OTRAS CONFERENCIAS Esta V Conferencia General se celebra en continuidad con las otrascuatro que la precedieron en Ro de Janeiro, Medelln, Puebla y SantoDomingo. Con el mismo espritu que las anim, los pastores quierendar ahora un nuevo impulso a la evangelizacin, a fin de que estos pue-blos sigan creciendo y madurando en su fe, para ser luz del mundo ytestigos de Jesucristo con la propia vida. Despus de la IV Conferencia General, en Santo Domingo, mu-chas cosas han cambiado en la sociedad. La Iglesia, que participa delos gozos y esperanzas, de las penas y alegras de sus hijos, quiere ca-minar a su lado en este perodo de tantos desafos, para infundirlessiempre esperanza y consuelo (cf. Gaudium et spes, 1). En el mundo de hoy se da el fenmeno de la globalizacin comoun entramado de relaciones a nivel planetario. Aunque en ciertos as-pectos es un logro de la gran familia humana y una seal de su profun-da aspiracin a la unidad, sin embargo comporta tambin el riesgo delos grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo. Comoen todos los campos de la actividad humana, la globalizacin deberegirse tambin por la tica, poniendo todo al servicio de la personahumana, creada a imagen y semejanza de Dios. En Amrica Latina y El Caribe, igual que en otras regiones, se haevolucionado hacia la democracia, aunque haya motivos de preocupa-cin ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologasque se crean superadas, y que no corresponden con la visin cristianadel hombre y de la sociedad, como nos ensea la doctrina social de laIglesia. Por otra parte, la economa liberal de algunos pases latinoame-ricanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando lossectores sociales que se ven probados cada vez ms por una enormepobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales. En las Comunidades eclesiales de Amrica Latina es notable lamadurez en la fe de muchos laicos y laicas activos y entregados al Se-or, junto con la presencia de muchos abnegados catequistas, de tan-10 9. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVItos jvenes, de nuevos movimientos eclesiales y de recientes Institutosde vida consagrada. Se demuestran fundamentales muchas obras ca-tlicas educativas, asistenciales y hospitalarias. Se percibe, sin embar-go, un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de lasociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia catlica debido alsecularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de nu-merosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresionesseudorreligiosas. Todo ello configura una situacin nueva que ser analizada aqu,en Aparecida. Ante la nueva encrucijada, los fieles esperan de esta VConferencia una renovacin y revitalizacin de su fe en Cristo, nuestronico Maestro y Salvador, que nos ha revelado la experiencia nica delamor infinito de Dios Padre a los hombres. De esta fuente podrn surgirnuevos caminos y proyectos pastorales creativos, que infundan una fir-me esperanza para vivir de manera responsable y gozosa la fe e irradiarlaas en el propio ambiente.3. DISCPULOS Y MISIONEROSEsta Conferencia General tiene como tema: Discpulos y misio-neros de Jesucristo para que nuestros pueblos en l tengan vida (Jn14, 6). La Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pue-blo de Dios, y recordar tambin a los fieles de este continente que, envirtud de su bautismo, estn llamados a ser discpulos y misioneros deJesucristo. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con l, imitar suejemplo y dar testimonio. Todo bautizado recibe de Cristo, como losApstoles, el mandato de la misin: Id por todo el mundo y proclamadla buena nueva a toda la creacin. El que crea y sea bautizado, se salva-r (Mc 16, 15). Pues ser discpulos y misioneros de Jesucristo y buscarla vida en l supone estar profundamente enraizados en l.Qu nos da Cristo realmente? Por qu queremos ser discpulosde Cristo? Porque esperamos encontrar en la comunin con l la vida, 11 10. DOCUMENTO CONCLUSIVOla verdadera vida digna de este nombre, y por esto queremos darlo aconocer a los dems, comunicarles el don que hemos hallado en l.Pero, es esto as? Estamos realmente convencidos de que Cristo es elcamino, la verdad y la vida?Ante la prioridad de la fe en Cristo y de la vida en l, formulada enel ttulo de esta V Conferencia, podra surgir tambin otra cuestin: estaprioridad, no podra ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia elindividualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de losgrandes problemas econmicos, sociales y polticos de Amrica Latinay del mundo, y una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual? Como primer paso podemos responder a esta pregunta con otra:Qu es esta realidad? Qu es lo real? Son realidad slo los bie-nes materiales, los problemas sociales, econmicos y polticos? Aquest precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el lti-mo siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto delos sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican elconcepto de realidad con la amputacin de la realidad fundante y poresto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsificael concepto de realidad y, en consecuencia, slo puede terminar encaminos equivocados y con recetas destructivas.La primera afirmacin fundamental es, pues, la siguiente: slo quienreconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella demodo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resultaevidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entreparntesis. Pero surge inmediatamente otra pregunta: Quin conoce a Dios?Cmo podemos conocerlo? No podemos entrar aqu en un complejodebate sobre esta cuestin fundamental. Para el cristiano el ncleo dela respuesta es simple: slo Dios conoce a Dios, slo su Hijo que esDios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y l, que est en el senodel Padre, lo ha contado (Jn 1, 18). De aqu la importancia nica einsustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Si no conoce-mos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un12 11. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVIenigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vidani verdad. Dios es la realidad fundante, no un Dios slo pensado o hipottico,sino el Dios de rostro humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del amorhasta la cruz. Cuando el discpulo llega a la comprensin de este amorde Cristo hasta el extremo, no puede dejar de responder a este amorsi no es con un amor semejante: Te seguir adondequiera que vayas(Lc 9, 57). Todava nos podemos hacer otra pregunta: Qu nos da la fe eneste Dios? La primera respuesta es: nos da una familia, la familia univer-sal de Dios en la Iglesia catlica. La fe nos libera del aislamiento del yo,porque nos lleva a la comunin: el encuentro con Dios es, en s mismoy como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocacin, deunificacin, de responsabilidad hacia el otro y hacia los dems. En estesentido, la opcin preferencial por los pobres est implcita en la fecristolgica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, paraenriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9).Pero antes de afrontar lo que comporta el realismo de la fe en elDios hecho hombre, tenemos que profundizar en la pregunta: Cmoconocer realmente a Cristo para poder seguirlo y vivir con l, para en-contrar la vida en l y para comunicar esta vida a los dems, a la socie-dad y al mundo? Ante todo, Cristo se nos da a conocer en su persona,en su vida y en su doctrina por medio de la palabra de Dios. Al iniciar lanueva etapa que la Iglesia misionera de Amrica Latina y del Caribe sedispone a emprender, a partir de esta V Conferencia General en Apare-cida, es condicin indispensable el conocimiento profundo de la pala-bra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y meditacin de lapalabra de Dios: que ella se convierta en su alimento para que, porpropia experiencia, vean que las palabras de Jess son espritu y vida(cf. Jn 6, 63). De lo contrario, cmo van a anunciar un mensajecuyo contenido y espritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentarnuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la 13 12. DOCUMENTO CONCLUSIVOpalabra de Dios. Para ello, animo a los pastores a esforzarse en darla aconocer.Un gran medio para introducir al pueblo de Dios en el misterio deCristo es la catequesis. En ella se transmite de forma sencilla y substan-cial el mensaje de Cristo. Convendr por tanto intensificar la catequesisy la formacin en la fe, tanto de los nios como de los jvenes y adul-tos. La reflexin madura de la fe es luz para el camino de la vida y fuerzapara ser testigos de Cristo. Para ello se dispone de instrumentos muyvaliosos como son el Catecismo de la Iglesia catlica y su versin msbreve, el Compendio del Catecismo de la Iglesia catlica. En este campo no hay que limitarse slo a las homilas, conferen-cias, cursos de Biblia o teologa, sino que se ha de recurrir tambin alos medios de comunicacin: prensa, radio y televisin, sitios de internet,foros y tantos otros sistemas para comunicar eficazmente el mensajede Cristo a un gran nmero de personas. En este esfuerzo por conocer el mensaje de Cristo y hacerlo guade la propia vida, hay que recordar que la evangelizacin ha ido unidasiempre a la promocin humana y a la autntica liberacin cristiana.Amor a Dios y amor al prjimo se funden entre s: en el ms humildeencontramos a Jess mismo y en Jess encontramos a Dios (Deuscaritas est, 15). Por lo mismo, ser tambin necesaria una catequesissocial y una adecuada formacin en la doctrina social de la Iglesia, siendomuy til para ello el Compendio de la doctrina social de la Iglesia. Lavida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sinotambin en las virtudes sociales y polticas. El discpulo, fundamentado as en la roca de la palabra de Dios, sesiente impulsado a llevar la buena nueva de la salvacin a sus herma-nos. Discipulado y misin son como las dos caras de una misma me-dalla: cuando el discpulo est enamorado de Cristo, no puede dejar deanunciar al mundo que slo l nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, eldiscpulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor,no hay futuro.14 13. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVI4. PARA QUE EN L TENGAN VIDA Los pueblos latinoamericanos y caribeos tienen derecho a unavida plena, propia de los hijos de Dios, con unas condiciones ms hu-manas: libres de las amenazas del hambre y de toda forma de violencia.Para estos pueblos, sus pastores han de fomentar una cultura de la vidaque permita, como deca mi predecesor Pablo VI,pasar de la miseria a la posesin de lo necesario, a la adqui-sicin de la cultura... a la cooperacin en el bien comn...hasta el reconocimiento, por parte del hombre, de los valoressupremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin (Populorumprogressio, 21). En este contexto me es grato recordar la encclica Populorumprogressio, cuyo 40 aniversario recordamos este ao. Este documentopontificio pone en evidencia que el desarrollo autntico ha de ser inte-gral, es decir, orientado a la promocin de todo el hombre y de todoslos hombres (cf. n. 14), e invita a todos a suprimir las graves desigualda-des sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes. Estospueblos anhelan, sobre todo, la plenitud de vida que Cristo nos ha tra-do: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn10, 10). Con esta vida divina se desarrolla tambin en plenitud la exis-tencia humana, en su dimensin personal, familiar, social y cultural. Para formar al discpulo y sostener al misionero en su gran tarea, laIglesia les ofrece, adems del Pan de la Palabra, el Pan de la Eucarista.A este respecto nos inspira e ilumina la pgina del Evangelio sobre losdiscpulos de Emas. Cuando stos se sientan a la mesa y reciben deJesucristo el pan bendecido y partido, se les abren los ojos, descubrenel rostro del Resucitado, sienten en su corazn que es verdad todo loque l ha dicho y hecho, y que ya ha iniciado la redencin del mundo.Cada domingo y cada Eucarista es un encuentro personal con Cristo.Al escuchar la palabra divina, el corazn arde porque es l quien laexplica y proclama. Cuando en la Eucarista se parte el pan, es a l aquien se recibe personalmente. La Eucarista es el alimento indispen-sable para la vida del discpulo y misionero de Cristo. 15 14. DOCUMENTO CONCLUSIVOLa misa dominical, centro de la vida cristiana De aqu la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales,a la valorizacin de la misa dominical. Hemos de motivar a los cristia-nos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor conla familia. La asistencia de los padres con sus hijos a la celebracineucarstica dominical es una pedagoga eficaz para comunicar la fe yun estrecho vnculo que mantiene la unidad entre ellos. El domingo hasignificado, a lo largo de la vida de la Iglesia, el momento privilegiadodel encuentro de las comunidades con el Seor resucitado. Es necesario que los cristianos experimenten que no siguen a unpersonaje de la historia pasada, sino a Cristo vivo, presente en el hoy yel ahora de sus vidas. l es el Viviente que camina a nuestro lado, des-cubrindonos el sentido de los acontecimientos, del dolor y de la muer-te, de la alegra y de la fiesta, entrando en nuestras casas y permane-ciendo en ellas, alimentndonos con el Pan que da la vida. Por eso lacelebracin dominical de la Eucarista ha de ser el centro de la vidacristiana. El encuentro con Cristo en la Eucarista suscita el compromiso dela evangelizacin y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristianoel fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedadpara que sea ms justa y humana. De la Eucarista ha brotado a lo largode los siglos un inmenso caudal de caridad, de participacin en lasdificultades de los dems, de amor y de justicia. Slo de la Eucaristabrotar la civilizacin del amor, que transformar Latinoamrica y ElCaribe para que, adems de ser el continente de la esperanza, sea tam-bin el continente del amor!Los problemas sociales y polticos Llegados a este punto podemos preguntarnos: Cmo puede con-tribuir la Iglesia a la solucin de los urgentes problemas sociales y pol-ticos, y responder al gran desafo de la pobreza y de la miseria? Losproblemas de Amrica Latina y del Caribe, as como del mundo de hoy,son mltiples y complejos, y no se pueden afrontar con programas16 15. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVIgenerales. Sin embargo, la cuestin fundamental sobre el modo comola Iglesia, iluminada por la fe en Cristo, deba reaccionar ante estos de-safos, nos concierne a todos. En este contexto es inevitable hablar delproblema de las estructuras, sobre todo de las que crean injusticia. Enrealidad, las estructuras justas son una condicin sin la cual no es posi-ble un orden justo en la sociedad. Pero, cmo nacen?, cmo funcio-nan? Tanto el capitalismo como el marxismo prometieron encontrar elcamino para la creacin de estructuras justas y afirmaron que stas,una vez establecidas, funcionaran por s mismas; afirmaron que no slono habran tenido necesidad de una precedente moralidad individual,sino que ellas fomentaran la moralidad comn. Y esta promesa ideol-gica se ha demostrado que es falsa. Los hechos lo ponen de manifies-to. El sistema marxista, donde ha gobernado, no slo ha dejado unatriste herencia de destrucciones econmicas y ecolgicas, sino tam-bin una dolorosa opresin de las almas. Y lo mismo vemos tambinen Occidente, donde crece constantemente la distancia entre pobres yricos y se produce una inquietante degradacin de la dignidad perso-nal con la droga, el alcohol y los sutiles espejismos de felicidad. Las estructuras justas son, como he dicho, una condicin indis-pensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin unconsenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobrela necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, inclusocontra el inters personal.Donde Dios est ausente el Dios del rostro humano de Jesucris-to estos valores no se muestran con toda su fuerza, ni se produce unconsenso sobre ellos. No quiero decir que los no creyentes no puedanvivir una moralidad elevada y ejemplar; digo solamente que una socie-dad en la que Dios est ausente no encuentra el consenso necesariosobre los valores morales y la fuerza para vivir segn la pauta de estosvalores, aun contra los propios intereses. Por otro lado, las estructuras justas han de buscarse y elaborarse ala luz de los valores fundamentales, con todo el empeo de la raznpoltica, econmica y social. Son una cuestin de la recta ratio y no17 16. DOCUMENTO CONCLUSIVOprovienen de ideologas ni de sus promesas. Ciertamente existe un te-soro de experiencias polticas y de conocimientos sobre los problemassociales y econmicos, que evidencian elementos fundamentales deun Estado justo y los caminos que se han de evitar. Pero en situacionesculturales y polticas diversas, y en el cambio progresivo de las tecnolo-gas y de la realidad histrica mundial, se han de buscar de maneraracional las respuestas adecuadas y debe crearse con los compromi-sos indispensables el consenso sobre las estructuras que se han deestablecer. Este trabajo poltico no es competencia inmediata de la Iglesia. Elrespeto de una sana laicidad incluso con la pluralidad de las posicio-nes polticas es esencial en la tradicin cristiana. Si la Iglesia comen-zara a transformarse directamente en sujeto poltico, no hara ms porlos pobres y por la justicia, sino que hara menos, porque perdera suindependencia y su autoridad moral, identificndose con una nica vapoltica y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada dela justicia y de los pobres precisamente al no identificarse con los pol-ticos ni con los intereses de partido. Slo siendo independiente puedeensear los grandes criterios y los valores inderogables, orientar lasconciencias y ofrecer una opcin de vida que va ms all del mbitopoltico. Formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la ver-dad, educar en las virtudes individuales y polticas, es la vocacin fun-damental de la Iglesia en este sector. Y los laicos catlicos deben serconscientes de su responsabilidad en la vida pblica; deben estar pre-sentes en la formacin de los consensos necesarios y en la oposicincontra las injusticias. Las estructuras justas jams sern completas de modo definitivo;por la constante evolucin de la historia, han de ser siempre renovadasy actualizadas; han de estar animadas siempre por un ethos poltico yhumano, por cuya presencia y eficiencia se ha de trabajar siempre. Conotras palabras, la presencia de Dios, la amistad con el Hijo de Diosencarnado, la luz de su Palabra, son siempre condiciones fundamenta-les para la presencia y eficiencia de la justicia y del amor en nuestrassociedades.18 17. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVI Por tratarse de un continente de bautizados, conviene colmar lanotable ausencia, en el mbito poltico, comunicativo y universitario,de voces e iniciativas de lderes catlicos de fuerte personalidad y devocacin abnegada, que sean coherentes con sus convicciones ticasy religiosas. Los movimientos eclesiales tienen aqu un amplio campopara recordar a los laicos su responsabilidad y su misin de llevar la luzdel Evangelio a la vida pblica, cultural, econmica y poltica.5. OTROS CAMPOS PRIORITARIOSPara llevar a cabo la renovacin de la Iglesia a vosotros confiada enestas tierras, quisiera fijar la atencin con vosotros sobre algunos cam-pos que considero prioritarios en esta nueva etapa.La familia La familia, patrimonio de la humanidad, constituye uno de lostesoros ms importantes de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sidoy es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cvicos, hogar en elque la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. Sinembargo, en la actualidad sufre situaciones adversas provocadas por elsecularismo y el relativismo tico, por los diversos flujos migratoriosinternos y externos, por la pobreza, por la inestabilidad social y por le-gislaciones civiles contrarias al matrimonio que, al favorecer losanticonceptivos y el aborto, amenazan el futuro de los pueblos.En algunas familias de Amrica Latina persiste an por desgraciauna mentalidad machista, ignorando la novedad del cristianismo quereconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujerrespecto al hombre.La familia es insustituible para la serenidad personal y para la edu-cacin de los hijos. Las madres que quieren dedicarse plenamente a laeducacin de sus hijos y al servicio de la familia han de gozar de lascondiciones necesarias para poderlo hacer, y para ello tienen derecho acontar con el apoyo del Estado. En efecto, el papel de la madre es fun-damental para el futuro de la sociedad.19 18. DOCUMENTO CONCLUSIVO El padre, por su parte, tiene el deber de ser verdaderamente padre,que ejerce su indispensable responsabilidad y colaboracin en la edu-cacin de sus hijos. Los hijos, para su crecimiento integral, tienen elderecho de poder contar con el padre y la madre, para que cuiden deellos y los acompaen hacia la plenitud de su vida. Es necesaria, pues,una pastoral familiar intensa y vigorosa. Es indispensable tambin pro-mover polticas familiares autnticas que respondan a los derechos dela familia como sujeto social imprescindible. La familia forma parte delbien de los pueblos y de la humanidad entera.Los sacerdotesLos primeros promotores del discipulado y de la misin son aque-llos que han sido llamados para estar con Jess y ser enviados a predi-car (cf. Mc 3, 14), es decir, los sacerdotes. Ellos deben recibir, de mane-ra preferencial, la atencin y el cuidado paterno de sus obispos, puesson los primeros agentes de una autntica renovacin de la vida cristia-na en el pueblo de Dios. A ellos les quiero dirigir una palabra de afectopaterno, deseando que el Seor sea el lote de su heredad y su copa (cf.Sal 16, 5). Si el sacerdote tiene a Dios como fundamento y centro de suvida, experimentar la alegra y la fecundidad de su vocacin. El sacer-dote debe ser ante todo un hombre de Dios (1 Tm 6, 11) que conocea Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Je-ss, que comparte con los dems los mismos sentimientos de Cristo(cf. Flp 2, 5). Slo as el sacerdote ser capaz de llevar a los hombres aDios, encarnado en Jesucristo, y de ser representante de su amor.Para cumplir su elevada tarea, el sacerdote debe tener una slidaestructura espiritual y vivir toda su vida animado por la fe, la esperanzay la caridad. Debe ser, como Jess, un hombre que busque, a travs dela oracin, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide tambin su pre-paracin cultural e intelectual. Queridos sacerdotes de este continente y todos los que habis ve-nido aqu como misioneros a trabajar, el Papa os acompaa en vuestraactividad pastoral y desea que estis llenos de alegra y esperanza, ysobre todo reza por vosotros.20 19. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVIReligiosos, religiosas y consagrados Quiero dirigirme tambin a los religiosos, a las religiosas y a loslaicos consagrados. La sociedad latinoamericana y caribea necesitavuestro testimonio: en un mundo que muchas veces busca ante todo elbienestar, la riqueza y el placer como objetivo de la vida, y que exalta lalibertad prescindiendo de la verdad sobre el hombre creado por Dios,vosotros sois testigos de que hay una manera diferente de vivir consentido; recordad a vuestros hermanos y hermanas que el reino de Diosya ha llegado; que la justicia y la verdad son posibles si nos abrimos a lapresencia amorosa de Dios nuestro Padre, de Cristo nuestro hermano ySeor, y del Espritu Santo nuestro Consolador. Con generosidad, e incluso con herosmo, seguid trabajando paraque en la sociedad reine el amor, la justicia, la bondad, el servicio y lasolidaridad, segn el carisma de vuestros fundadores. Abrazad con pro-funda alegra vuestra consagracin, que es medio de santificacin paravosotros y de redencin para vuestros hermanos. La Iglesia de Amrica Latina os da las gracias por el gran trabajoque habis realizado a lo largo de los siglos por el Evangelio de Cristoen favor de vuestros hermanos, sobre todo de los ms pobres y margi-nados. Os invito a todos a colaborar siempre con los obispos, trabajan-do unidos a ellos, que son los responsables de la pastoral. Os exhortotambin a la obediencia sincera a la autoridad de la Iglesia. Tened comonico objetivo la santidad, de acuerdo con las enseanzas de vuestrosfundadores.Los laicos En estos momentos en que la Iglesia de este continente se entregaplenamente a su vocacin misionera, recuerdo a los laicos que tam-bin ellos son Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar sutestimonio al mundo entero. Todos los bautizados deben tomar con-ciencia de que han sido configurados con Cristo sacerdote, profeta ypastor, por el sacerdocio comn del pueblo de Dios. Deben sentirsecorresponsables en la edificacin de la sociedad segn los criterios delEvangelio, con entusiasmo y audacia, en comunin con sus pastores. 21 20. DOCUMENTO CONCLUSIVOMuchos de vosotros pertenecis a movimientos eclesiales, en losque podemos ver signos de la multiforme presencia y accinsantificadora del Espritu Santo en la Iglesia y en la sociedad actual.Estis llamados a llevar al mundo el testimonio de Jesucristo y a serfermento del amor de Dios en la sociedad.Los jvenes y la pastoral vocacional En Amrica Latina, la mayora de la poblacin est formada porjvenes. A este respecto, debemos recordarles que su vocacin consis-te en ser amigos de Cristo, sus discpulos, centinelas de la maana,como sola decir mi predecesor Juan Pablo II. Los jvenes no tienenmiedo del sacrificio, sino de una vida sin sentido. Son sensibles a lallamada de Cristo que les invita a seguirle. Pueden responder a esa lla-mada como sacerdotes, como consagrados y consagradas, o comopadres y madres de familia, dedicados totalmente a servir a sus her-manos con todo su tiempo y capacidad de entrega, con su vida entera.Los jvenes afrontan la vida como un descubrimiento continuo, sindejarse llevar por las modas o las mentalidades en boga, sino proce-diendo con una profunda curiosidad sobre el sentido de la vida y sobreel misterio de Dios, Padre creador, y de Dios Hijo, nuestro redentordentro de la familia humana. Deben comprometerse tambin en unacontinua renovacin del mundo a la luz de Dios. Ms an, deben opo-nerse a los fciles espejismos de la felicidad inmediata y de los parasosengaosos de la droga, del placer, del alcohol, as como a todo tipo deviolencia.6. QUDATE CON NOSOTROSLos trabajos de esta V Conferencia General nos llevan a hacer nues-tra la splica de los discpulos de Emas: Qudate con nosotros, por-que atardece y el da ya ha declinado (Lc 24, 29).Qudate con nosotros, Seor, acompanos aunque no siem-pre hayamos sabido reconocerte. Qudate con nosotros,porque en torno a nosotros se van haciendo ms densas las22 21. DISCURSO INAUGURAL DE S U SANTIDAD B ENEDICTO XVIsombras, y T eres la Luz; en nuestros corazones se insinala desesperanza, y T los haces arder con la certeza de laPascua. Estamos cansados del camino, pero T nos confor-tas en la fraccin del pan para anunciar a nuestros hermanosque en verdad T has resucitado y que nos has dado la mi-sin de ser testigos de tu resurreccin.Qudate con nosotros, Seor, cuando en torno a nuestra fecatlica surgen las nieblas de la duda, del cansancio o de ladificultad: T, que eres la Verdad misma como revelador delPadre, ilumina nuestras mentes con tu Palabra; aydanos asentir la belleza de creer en Ti.Qudate en nuestras familias, ilumnalas en sus dudas,sostenlas en sus dificultades, consulalas en sus sufrimientosy en la fatiga de cada da, cuando en torno a ellas se acumu-lan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza. Tque eres la Vida, qudate en nuestros hogares, para que si-gan siendo nidos donde nazca la vida humana abundante ygenerosamente, donde se acoja, se ame, se respete la vidadesde su concepcin hasta su trmino natural.Qudate, Seor, con aquellos que en nuestras sociedades sonms vulnerables; qudate con los pobres y humildes, con losindgenas y afroamericanos, que no siempre han encontradoespacios y apoyo para expresar la riqueza de su cultura y lasabidura de su identidad. Qudate, Seor, con nuestros ni-os y con nuestros jvenes, que son la esperanza y la riquezade nuestro continente, protgelos de tantas insidias que aten-tan contra su inocencia y contra sus legtimas esperanzas.Oh buen Pastor, qudate con nuestros ancianos y con nues-tros enfermos! Fortalece a todos en su fe para que sean tusdiscpulos y misioneros! 23 22. DOCUMENTO CONCLUSIVOCONCLUSIN Al concluir mi permanencia entre vosotros, deseo invocar la pro-teccin de la Madre de Dios y Madre de la Iglesia sobre vuestras perso-nas y sobre toda Amrica Latina y El Caribe. Imploro de modo especiala Nuestra Seora bajo la advocacin de Guadalupe, Patrona de Am-rica, y de Aparecida, Patrona de Brasil que os acompae en vuestrahermosa y exigente labor pastoral. A ella confo el pueblo de Dios enesta etapa del tercer milenio cristiano. A ella le pido tambin que guelos trabajos y reflexiones de esta Conferencia General, y que bendigacon abundantes dones a los queridos pueblos de este continente. Antes de regresar a Roma, quiero dejar a la V Conferencia Generaldel Episcopado de Latinoamrica y El Caribe un recuerdo que la acom-pae y la inspire. Se trata de este hermoso trptico que proviene del artecuzqueo del Per. En l se representa al Seor poco antes de ascendera los cielos, dando a quienes lo seguan la misin de hacer discpulos atodos los pueblos. Las imgenes evocan la estrecha relacin de Jesu-cristo con sus discpulos y misioneros para la vida del mundo. El ltimocuadro representa a san Juan Diego evangelizando con la imagen de laVirgen Mara en su tilma y con la Biblia en la mano. La historia de laIglesia nos ensea que la verdad del Evangelio, cuando se asume subelleza con nuestros ojos y es acogida con fe por la inteligencia y elcorazn, nos ayuda a contemplar las dimensiones de misterio que pro-vocan nuestro asombro y nuestra adhesin.Me despido muy cordialmente de todos vosotros con esta firmeesperanza en el Seor. Muchsimas gracias!24 23. DOCUMENTO CONCLUSIVOINTRODUCCIN1. Con la luz del Seor resucitado y con la fuerza del Espritu Santo, Obispos de Amrica nos reunimos en Aparecida, Brasil, para ce- lebrar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe. Lo hemos hecho como pastores que queremos se- guir impulsando la accin evangelizadora de la Iglesia, llamada a hacer de todos sus miembros discpulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en l. Lo hacemos en comunin con todas las Iglesias Particulares presentes en Amrica. Mara, Madre de Jesucristo y de sus disc- pulos, ha estado muy cerca de nosotros, nos ha acogido, ha cui- dado nuestras personas y trabajos, cobijndonos, como a Juan Diego y a nuestros pueblos, en el pliegue de su manto, bajo su maternal proteccin. Le hemos pedido, como madre, perfecta discpula y pedagoga de la evangelizacin, que nos ensee a ser hijos en su Hijo y a hacer lo que l nos diga (cf. Jn 2,5).2. Con alegra, estuvimos reunidos con el Sucesor de Pedro, Cabeza del Colegio Episcopal. Su Santidad Benedicto XVI nos ha confir- mado en el primado de la fe en Dios, de su verdad y amor, para bien de personas y pueblos. Agradecemos todas sus enseanzas, especialmente su Discurso Inaugural, que fueron iluminacin y gua segura para nuestros trabajos. El recuerdo agradecido de los ltimos Papas, y en especial de su rico Magisterio que ha estado tambin presente en nuestros trabajos, merece especial memoria y gratitud. 24. DOCUMENTO CONCLUSIVO3.Nos hemos sentido acompaados por la oracin de nuestro pue-blo creyente catlico, representado visiblemente por la compaadel Pastor y los fieles de la Iglesia de Dios en Aparecida, y por lamultitud de peregrinos de todo Brasil y otros pases de Amrica alSantuario, que nos edificaron y evangelizaron. En la comunin delos santos, tuvimos presentes a todos los que nos han precedidocomo discpulos y misioneros en la via del Seor y especialmen-te a nuestros santos latinoamericanos, entre ellos a santo Toribiode Mogrovejo, patrono del Episcopado latinoamericano.4.El Evangelio lleg a nuestras tierras en medio de un dramtico ydesigual encuentro de pueblos y culturas. Las semillas del Ver-bo1, presentes en las culturas autctonas, facilitaron a nuestroshermanos indgenas encontrar en el Evangelio respuestas vitalesa sus aspiraciones ms hondas: Cristo era el Salvador que anhe-laban silenciosamente2. La visitacin de Nuestra Seora deGuadalupe fue acontecimiento decisivo para el anuncio y reco-nocimiento de su Hijo, pedagoga y signo de inculturacin de lafe, manifestacin y renovado mpetu misionero de propagacindel Evangelio3.5.Desde la primera evangelizacin hasta los tiempos recientes, laIglesia ha experimentado luces y sombras4. Escribi pginas denuestra historia de gran sabidura y santidad. Sufri tambin tiem-pos difciles, tanto por acosos y persecuciones, como por las de-bilidades, compromisos mundanos e incoherencias, en otras pa-labras, por el pecado de sus hijos, que desdibujaron la novedad1 Cf. Puebla, 401.2 BENEDICTO XVI, Discurso Inaugural de la V Conferencia, Aparecida, n.1. Ser citado como DI.3 Cf. SD15.4 BENEDICTO XVI, Audiencia General, mircoles 23 de mayo de 2007. Ciertamente el recuerdo deun pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompaaron la obra de evangelizacindel continente latinoamericano: no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieronlos colonizadores a las poblaciones indgenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanosfundamentales. Pero la obligatoria mencin de esos crmenes injustificables por lo dems conde-nados ya entonces por misioneros como Bartolom de las Casas y por telogos como Franciscode Vitoria, de la Universidad de Salamanca no debe impedir reconocer con gratitud la admirableobra que ha llevado a cabo la gracia divina entre esas poblaciones a lo largo de estos siglos.34 25. INTRODUCCIN del Evangelio, la luminosidad de la verdad y la prctica de la justi- cia y de la caridad. Sin embargo, lo ms decisivo en la Iglesia es siempre la accin santa de su Seor.6. Por eso, ante todo, damos gracias a Dios y lo alabamos por todo lo que nos ha sido regalado. Acogemos la realidad entera del Continente como don: la belleza y fecundidad de sus tierras, la riqueza de humanidad que se expresa en las personas, familias, pueblos y culturas del Continente. Sobre todo, nos ha sido dado Jesucristo, la plenitud de la Revelacin de Dios, un tesoro incal- culable, la perla preciosa (cf. Mt 13, 45-46), el Verbo de Dios hecho carne, Camino, Verdad y Vida de los hombres y mujeres, a quienes abre un destino de plena justicia y felicidad. l es el nico Liberador y Salvador que, con su muerte y resurreccin, rompi las cadenas opresivas del pecado y la muerte, que revela el amor misericordioso del Padre y la vocacin, dignidad y desti- no de la persona humana.7. La fe en Dios amor y la tradicin catlica en la vida y cultura de nuestros pueblos son sus mayores riquezas. Se manifiesta en la fe madura de muchos bautizados y en la piedad popular que expresa el amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasin, del perdn y la reconciliacin (), el amor al Seor pre- sente en la Eucarista (), el Dios cercano a los pobres y a los que sufren, la profunda devocin a la Santsima Virgen de Guadalupe, de Aparecida o de las diversas advocaciones nacionales y locales5. Se expresa tambin en la caridad que anima por doquier gestos, obras y caminos de solidaridad con los ms necesitados y desam- parados. Est vigente tambin en la conciencia de la dignidad de la persona, la sabidura ante la vida, la pasin por la justicia, la esperanza contra toda esperanza y la alegra de vivir an en condi-5DI 1.35 26. DOCUMENTO CONCLUSIVOciones muy difciles que mueven el corazn de nuestras gentes.Las races catlicas permanecen en su arte, lenguaje, tradicionesy estilo de vida, a la vez dramtico y festivo, en el afrontamiento dela realidad. Por eso, el Santo Padre nos responsabiliz ms an,como Iglesia, en la gran tarea de custodiar y alimentar la fe delpueblo de Dios6.8.El don de la tradicin catlica es un cimiento fundamental deidentidad, originalidad y unidad de Amrica Latina y El Caribe:una realidad histrico-cultural, marcada por el Evangelio de Cris-to, realidad en la que abunda el pecado descuido de Dios, con-ductas viciosas, opresin, violencia, ingratitudes y miserias perodonde sobreabunda la gracia de la victoria pascual. Nuestra Igle-sia goza, no obstante las debilidades y miserias humanas, de unalto ndice de confianza y de credibilidad por parte del pueblo. Esmorada de pueblos hermanos y casa de los pobres.9.La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano yCaribeo es un nuevo paso en el camino de la Iglesia, especial-mente desde el Concilio Ecumnico Vaticano II. Ella da continui-dad y, a la vez, recapitula el camino de fidelidad, renovacin y evan-gelizacin de la Iglesia latinoamericana al servicio de sus pueblos,que se expres oportunamente en las anteriores ConferenciasGenerales del Episcopado (Ro, 1955; Medelln, 1968; Puebla,1979; Santo Domingo, 1992). En todo ello reconocemos la ac-cin del Espritu. Tambin tenemos presente la Asamblea Espe-cial del Snodo de los Obispos para Amrica (1997).10. Esta V Conferencia se propone la gran tarea de custodiar y ali-mentar la fe del pueblo de Dios, y recordar tambin a los fieles deeste continente que, en virtud de su bautismo, estn llamados aser discpulos y misioneros de Jesucristo7. Se abre paso un nue-vo perodo de la historia con desafos y exigencias, caracterizado6 Ibd., 3.7 Ibd.,36 27. INTRODUCCIN por el desconcierto generalizado que se propaga por nuevas tur- bulencias sociales y polticas, por la difusin de una cultura lejana y hostil a la tradicin cristiana, por la emergencia de variadas ofer- tas religiosas, que tratan de responder, a su manera, a la sed de Dios que manifiestan nuestros pueblos.11. La Iglesia est llamada a repensar profundamente y relanzar confidelidad y audacia su misin en las nuevas circunstancias lati-noamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienesslo ven confusin, peligros y amenazas, o de quienes pretendencubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa deideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se tratade confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arrai-gada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comuni-tario con Jesucristo, que suscite discpulos y misioneros. Ello nodepende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hom-bres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradicin y novedad,como discpulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, prota-gonistas de vida nueva para una Amrica Latina que quiere reco-nocerse con la luz y la fuerza del Espritu.12. No resistira a los embates del tiempo una fe catlica reducida abagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prcticasde devocin fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales delas verdades de la fe, a una participacin ocasional en algunossacramentos, a la repeticin de principios doctrinales, amoralismos blandos o crispados que no convierten la vida de losbautizados. Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad 8.8RATZINGER, J., Situacin actual de la fe y la teologa. Conferencia pronunciada en el Encuentro de Presidentes de Comisiones Episcopales de Amrica Latina para la doctrina de la fe, celebrado en Guadalajara, Mxico, 1996. Publicado en LOsservatore Romano, el 1 de noviembre de 1996. 37 28. DOCUMENTO CONCLUSIVOA todos nos toca recomenzar desde Cristo9, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisin tica o una gran idea, sino por el encuentro con un aconteci- miento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientacin decisiva10.13. En Amrica Latina y El Caribe, cuando muchos de nuestros pue-blos se preparan para celebrar el bicentenario de su independen-cia, nos encontramos ante el desafo de revitalizar nuestro modode ser catlico y nuestras opciones personales por el Seor, paraque la fe cristiana arraigue ms profundamente en el corazn delas personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimien-to fundante y encuentro vivificante con Cristo. l se manifiestacomo novedad de vida y de misin en todas las dimensiones de laexistencia personal y social. Esto requiere, desde nuestra identi-dad catlica, una evangelizacin mucho ms misionera, en dilo-go con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres. Delo contrario, el rico tesoro del Continente Americano su patri-monio ms valioso: la fe en Dios amor11 corre el riesgo de se-guir erosionndose y diluyndose de manera creciente en diver-sos sectores de la poblacin. Hoy se plantea elegir entre caminosque conducen a la vida o caminos que conducen a la muerte (cf.Dt 30, 15). Caminos de muerte son los que llevan a dilapidar losbienes recibidos de Dios a travs de quienes nos precedieron enla fe. Son caminos que trazan una cultura sin Dios y sin sus man-damientos o incluso contra Dios, animada por los dolos del po-der, la riqueza y el placer efmero, la cual termina siendo una cul-tura contra el ser humano y contra el bien de los puebloslatinoamericanos. Caminos de vida verdadera y plena para todos,caminos de vida eterna, son aquellos abiertos por la fe que con-9 Cf. NMI 28-29.10DCE 1.11BENEDICTO XVI, Homila en la Eucarista de inauguracin de la V Conferencia General delEpiscopado Latinoamericano, mayo 13 de 2007, Aparecida, Brasil.38 29. INTRODUCCIN ducen a la plenitud de vida que Cristo nos ha trado: con esta vida divina se desarrolla tambin en plenitud la existencia huma- na, en su dimensin personal, familiar, social y cultural12. Esa es la vida que Dios nos participa por su amor gratuito, porque es el amor que da la vida13. Estos caminos de vida fructifican en los dones de verdad y de amor que nos han sido dados en Cristo en la comunin de los discpulos y misioneros del Seor, para que Amrica Latina y El Caribe sean efectivamente un continente en el cual la fe, la esperanza y el amor renueven la vida de las perso- nas y transformen las culturas de los pueblos.14. El Seor nos dice: No tengan miedo (Mt 28, 5). Como a lasmujeres en la maana de la Resurreccin, nos repite: Por qubuscan entre los muertos al que est vivo? (Lc 24, 5). Nos alien-tan los signos de la victoria de Cristo resucitado, mientras supli-camos la gracia de la conversin y mantenemos viva la esperanzaque no defrauda. Lo que nos define no son las circunstancias dra-mticas de la vida, ni los desafos de la sociedad, ni las tareas quedebemos emprender, sino ante todo el amor recibido del Padregracias a Jesucristo por la uncin del Espritu Santo. Esta priori-dad fundamental es la que ha presidido todos nuestros trabajos,ofrecindolos a Dios, a nuestra Iglesia, a nuestro pueblo, a cadauno de los latinoamericanos, mientras elevamos al Espritu Santonuestra splica confiada para que redescubramos la belleza y laalegra de ser cristianos. Aqu est el reto fundamental que afron-tamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formardiscpulos y misioneros que respondan a la vocacin recibida ycomuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegra, eldon del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro queste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumen-tos del Espritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encon-trado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a to-12 DI 4.13 BENEDICTO XVI, Homila en la Eucarista de inauguracin de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 13 de mayo de 2007, Aparecida, Brasil. 39 30. DOCUMENTO CONCLUSIVOdos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es elmejor servicio su servicio! que la Iglesia tiene que ofrecer a laspersonas y naciones14.15. En esta hora, en que renovamos la esperanza, queremos hacernuestras las palabras de SS. Benedicto XVI al inicio de su Pontifi-cado, haciendo eco de su predecesor, el Siervo de Dios, Juan Pa-blo II, y proclamarlas para toda Amrica Latina:No teman! Abran, ms todava, abran de par en par laspuertas a Cristo!quien deja entrar a Cristo no pierdenada, nada absolutamente nada de lo que hace lavida libre, bella y grande. No! Slo con esta amistad seabren las puertas de la vida. Slo con esta amistad seabren realmente las grandes potencialidades de la con-dicin humana. Slo con esta amistad experimentamoslo que es bello y lo que nos libera No tengan miedode Cristo! l no quita nada y lo da todo. Quien se da al, recibe el ciento por uno. S, abran, abran de par enpar las puertas a Cristo y encontrarn la verdaderavida15.16. sta V Conferencia General se celebra en continuidadcon las otras cuatro que la precedieron en Ro de Janeiro,Medelln, Puebla y Santo Domingo. Con el mismo esp-ritu que las anim, los pastores quieren dar ahora unnuevo impulso a la evangelizacin, a fin de que estospueblos sigan creciendo y madurando en su fe, para serluz del mundo y testigos de Jesucristo con su propiavida16.14Cf. EN 1.15Cf. BENEDICTO XVI, Homila en el solemne inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma, 24de abril de 2005.16DI 2.40 31. INTRODUCCIN Como pastores de la Iglesia, somos conscientes de que, despus de la IV Conferencia General, en Santo Domin- go, muchas cosas han cambiado en la sociedad. La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de las penas y alegras de sus hijos, quiere caminar a su lado en este perodo de tantos desafos, para infundirles siem- pre esperanza y consuelo17.17. Nuestra alegra, pues, se basa en el amor del Padre, en la partici-pacin en el misterio pascual de Jesucristo quien, por el EsprituSanto, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo,del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a laesperanza que no defrauda. Esta alegra no es un sentimientoartificialmente provocado ni un estado de nimo pasajero. El amordel Padre nos ha sido revelado en Cristo que nos ha invitado aentrar en su reino. l nos ha enseado a orar diciendo Abba, Pa-dre (Rm 8, 15; cf. Mt 6, 9).18. Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es unagracia, y transmitir este tesoro a los dems es un encargo que elSeor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos ilu-minados por la luz de Jesucristo resucitado, podemos y quere-mos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos deAmrica Latina y de El Caribe, y a cada una de sus personas.17 Ibd. 41 32. PRIMERA PARTELA VIDA DE NUESTROSPUEBLOS HOY 33. 19. En continuidad con las anteriores Conferencias Generales delEpiscopado Latinoamericano, este documento hace uso del m-todo ver, juzgar y actuar. Este mtodo implica contemplar a Dioscon los ojos de la fe a travs de su Palabra revelada y el contactovivificante de los Sacramentos, a fin de que, en la vida cotidiana,veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, lajuzguemos segn Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemosdesde la Iglesia, Cuerpo Mstico de Cristo y Sacramento universalde salvacin, en la propagacin del reino de Dios, que se siembraen esta tierra y que fructifica plenamente en el Cielo. Muchas vo-ces, venidas de todo el Continente, ofrecieron aportes y sugeren-cias en tal sentido, afirmando que este mtodo ha colaborado avivir ms intensamente nuestra vocacin y misin en la Iglesia: haenriquecido el trabajo teolgico y pastoral, y, en general, ha moti-vado a asumir nuestras responsabilidades ante las situacionesconcretas de nuestro continente. Este mtodo nos permite arti-cular, de modo sistemtico, la perspectiva creyente de ver la reali-dad; la asuncin de criterios que provienen de la fe y de la raznpara su discernimiento y valoracin con sentido crtico; y, en con-secuencia, la proyeccin del actuar como discpulos misionerosde Jesucristo. La adhesin creyente, gozosa y confiada en DiosPadre, Hijo y Espritu Santo y la insercin eclesial, son presupues-tos indispensables que garantizan la eficacia de este mtodo18.18 Cf. CELAM, Sntesis de los aportes recibidos para la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 34-35. 34. 1 LOS DISCPULOS MISIONEROS20. Nuestra reflexin acerca del camino de las Iglesias de AmricaLatina y El Caribe tiene lugar en medio de luces y sombras denuestro tiempo. Nos afligen, pero no nos desconciertan, los gran-des cambios que experimentamos. Hemos recibido dones inapre-ciables, que nos ayudan a mirar la realidad como discpulos mi-sioneros de Jesucristo.21. La presencia cotidiana y esperanzada de incontables peregrinosnos ha recordado a los primeros seguidores de Jesucristo quefueron al Jordn, donde Juan bautizaba, con la esperanza de en-contrar al Mesas (cf. Mc 1, 5). Quienes se sintieron atrados por lasabidura de sus palabras, por la bondad de su trato y por el poderde sus milagros, por el asombro inusitado que despertaba su per-sona, acogieron el don de la fe y llegaron a ser discpulos de Je-ss. Al salir de las tinieblas y de las sombras de muerte (cf. Lc 1,79), su vida adquiri una plenitud extraordinaria: la de haber sidoenriquecida con el don del Padre. Vivieron la historia de su puebloy de su tiempo y pasaron por los caminos del Imperio Romano,sin olvidar nunca el encuentro ms importante y decisivo de suvida que los haba llenado de luz, de fuerza y de esperanza: el en-cuentro con Jess, su roca, su paz, su vida.22. As nos ocurre tambin a nosotros al mirar la realidad de nuestrospueblos y de nuestra Iglesia, con sus valores, sus limitaciones, 35. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY sus angustias y esperanzas. Mientras sufrimos y nos alegramos, permanecemos en el amor de Cristo viendo nuestro mundo, tra- tamos de discernir sus caminos con la gozosa esperanza y la inde- cible gratitud de creer en Jesucristo. l es el Hijo de Dios verdade- ro, el nico Salvador de la humanidad. La importancia nica e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad, consiste en que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad19. En el clima cultural relativista que nos cir- cunda se hace siempre ms importante y urgente radicar y hacer madurar en todo el cuerpo eclesial la certeza que Cristo, el Dios de rostro humano, es nuestro verdadero y nico salvador.1.1 ACCIN DE GRACIAS A DIOS23. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Seor Jesucristo, que nos habendecido con toda clase de bendiciones en la persona de Cristo(cf. Ef 1, 3). El Dios de la Alianza, rico en misericordia, nos haamado primero; inmerecidamente, nos ha amado a cada uno denosotros; por eso, lo bendecimos, animados por el Espritu San-to, Espritu vivificador, alma y vida de la Iglesia. l, que ha sidoderramado en nuestros corazones, gime e intercede por nosotrosy nos fortalece con sus dones en nuestro camino de discpulos ymisioneros.24. Bendecimos a Dios con nimo agradecido, porque nos ha llama-do a ser instrumentos de su Reino de amor y de vida, de justicia yde paz, por el cual tantos se sacrificaron. l mismo nos ha enco-mendado la obra de sus manos para que la cuidemos y la ponga-mos al servicio de todos. Agradecemos a Dios por habernos he-cho sus colaboradores para que seamos solidarios con su creacinde la cual somos responsables. Bendecimos a Dios que nos ha19 Cf. DI 3. 48 36. LOS DISCPULOS MISIONEROS dado la naturaleza creada que es su primer libro para poder cono- cerlo y vivir nosotros en ella como en nuestra casa.25. Damos gracias a Dios que nos ha dado el don de la palabra, conla cual nos podemos comunicar con l por medio de su Hijo, quees su Palabra (cf. Jn 1,1), y entre nosotros. Damos gracias a l quepor su gran amor nos ha hablado como amigos (cf. Jn 15, 14-15).Bendecimos a Dios que se nos da en la celebracin de la fe, espe-cialmente en la Eucarista, pan de vida eterna. La accin de gra-cias a Dios, por los numerosos y admirables dones que nos haotorgado, culmina en la celebracin central de la Iglesia, que es laEucarista, alimento substancial de los discpulos y misioneros.Tambin por el Sacramento del Perdn que Cristo nos ha alcan-zado en la cruz. Alabamos al Seor Jess por el regalo de su Ma-dre Santsima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia en AmricaLatina y El Caribe, estrella de la evangelizacin renovada, primeradiscpula y gran misionera de nuestros pueblos.26. Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nosinterpelan a vivir como Iglesia samaritana (cf. Lc 10, 25-37), recor-dando que la evangelizacin ha ido unida siempre a la promocinhumana y a la autntica liberacin cristiana20. Damos gracias aDios y nos alegramos por la fe, la solidaridad y la alegra, caracte-rsticas de nuestros pueblos trasmitidas a lo largo del tiempo porlas abuelas y los abuelos, las madres y los padres, los catequistas,los rezadores y tantas personas annimas cuya caridad ha mante-nido viva la esperanza en medio de las injusticias y adversidades.27. La Biblia muestra reiteradamente que, cuando Dios cre el mun-do con su Palabra, expres satisfaccin diciendo que era bueno(Gn 1, 21), y, cuando cre al ser humano con el aliento de suboca, varn y mujer, dijo que era muy bueno (Gn 1, 31). El mun-do creado por Dios es hermoso. Procedemos de un designio divi-no de sabidura y amor. Pero, por el pecado, se mancill esta be-20 DI 3. 49 37. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY lleza originaria y fue herida esta bondad. Dios, por nuestro Seor Jesucristo en su misterio pascual, ha recreado al hombre hacin- dolo hijo y le ha dado la garanta de unos cielos nuevos y de una tierra nueva (cf. Ap 21, 1). Llevamos la imagen del primer Adn, pero estamos llamados tambin, desde el principio, a realizar la imagen de Jesucristo, nuevo Adn (cf. 1 Co 15, 45). La creacin lleva la marca del Creador y desea ser liberada y participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Rm 8, 21).1.2 LA ALEGRA DE SER DISCPULOS Y MISIONEROSDE JESUCRISTO28. En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegra de serdiscpulos del Seor y de haber sido enviados con el tesoro delEvangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padrenos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.29. La alegra que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, aquien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor,deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos porlas adversidades; deseamos que la alegra de la buena noticia delReino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte,llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo li-mosna y compasin (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). La alegra deldiscpulo es antdoto frente a un mundo atemorizado por el futuroy agobiado por la violencia y el odio. La alegra del discpulo no esun sentimiento de bienestar egosta sino una certeza que brota dela fe, que serena el corazn y capacita para anunciar la buena no-ticia del amor de Dios. Conocer a Jess es el mejor regalo quepuede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros eslo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer connuestra palabra y obras es nuestro gozo.1.3 LA MISIN DE LA IGLESIA ES EVANGELIZAR30. La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, trans-curre bajo su mirada compasiva. Dios ha amado tanto nuestro50 38. LOS DISCPULOS MISIONEROS mundo que nos ha dado a su Hijo. l anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto, nosotros, como discpulos de Jess y misioneros, queremos y debemos procla- mar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que est cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaa en la tribulacin, que alienta in- cesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la hu- manidad y no profetas de desventuras.31. La Iglesia debe cumplir su misin siguiendo los pasos de Jess yadoptando sus actitudes (cf. Mt 9, 35-36). l, siendo el Seor, sehizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (cf. Fil 2, 8); sien-do rico, eligi ser pobre por nosotros (cf. 2 Co 8, 9), ensendo-nos el itinerario de nuestra vocacin de discpulos y misioneros.En el Evangelio aprendemos la sublime leccin de ser pobres si-guiendo a Jess pobre (cf. Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar elEvangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confian-za en el dinero ni en el poder de este mundo (cf. Lc 10, 4 ss ). En lagenerosidad de los misioneros se manifiesta la generosidad deDios, en la gratuidad de los apstoles aparece la gratuidad delEvangelio.32. En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado pornuestros pecados y glorificado por el Padre, en ese rostro dolientey glorioso21, podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humilla-do de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismotiempo, su vocacin a la libertad de los hijos de Dios, a la plenarealizacin de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos.La Iglesia est al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijasde Dios.21 Cf. NMI 25 y 28.51 39. 2 MIRADA DE LOS DISCPULOSMISIONEROS SOBRE LA REALIDAD2.1 LA REALIDAD QUE NOS INTERPELA COMO DISCPULOS Y MISIONEROS33. Los pueblos de Amrica Latina y de El Caribe viven hoy una reali-dad marcada por grandes cambios que afectan profundamentesus vidas. Como discpulos de Jesucristo, nos sentimos interpe-lados a discernir los signos de los tiempos, a la luz del EsprituSanto, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jess,que vino para que todos tengan vida y para que la tengan enplenitud (Jn 10, 10).34. La novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos enotras pocas, es que tienen un alcance global que, con diferen-cias y matices, afectan al mundo entero. Habitualmente, se loscaracteriza como el fenmeno de la globalizacin. Un factor de-terminante de estos cambios es la ciencia y la tecnologa, con sucapacidad de manipular genticamente la vida misma de los se-res vivos, y, con su capacidad de crear una red de comunicacio-nes de alcance mundial, tanto pblica como privada, parainteractuar en tiempo real, es decir, con simultaneidad, no obs- 40. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY tante las distancias geogrficas. Como suele decirse, la historia se ha acelerado y los cambios mismos se vuelven vertiginosos, puesto que se comunican con gran velocidad a todos los rinco- nes del planeta.35. Esta nueva escala mundial del fenmeno humano trae consecuen-cias en todos los mbitos de la vida social, impactando la cultura,la economa, la poltica, las ciencias, la educacin, el deporte, lasartes y tambin, naturalmente, la religin. Como pastores de laIglesia, nos interesa cmo este fenmeno afecta la vida de nues-tros pueblos y el sentido religioso y tico de nuestros hermanosque buscan infatigablemente el rostro de Dios, y que, sin embar-go, deben hacerlo ahora interpelados por nuevos lenguajes deldominio tcnico, que no siempre revelan sino que tambin ocul-tan el sentido divino de la vida humana redimida en Cristo. Sinuna percepcin clara del misterio de Dios, se vuelve opaco el de-signio amoroso y paternal de una vida digna para todos los sereshumanos.36. En este nuevo contexto social, la realidad se ha vuelto para el serhumano cada vez ms opaca y compleja. Esto quiere decir quecualquier persona individual necesita siempre ms informacin,si quiere ejercer sobre la realidad el seoro a que por vocacinest llamada. Esto nos ha enseado a mirar la realidad con mshumildad, sabiendo que ella es ms grande y compleja que lassimplificaciones con que solamos verla en un pasado an nodemasiado lejano y que, en muchos casos, introdujeron conflictosen la sociedad, dejando muchas heridas que an no logran cicatri-zar. Tambin se ha hecho difcil percibir la unidad de todos los frag-mentos dispersos que resultan de la informacin que recolectamos.Es frecuente que algunos quieran mirar la realidad unilateralmente,desde la informacin econmica, otros, desde la informacin pol-tica o cientfica, otros, desde el entretenimiento y el espectculo.Sin embargo, ninguno de estos criterios parciales logra proponer-nos un significado coherente para todo lo que existe. Cuando laspersonas perciben esta fragmentacin y limitacin, suelen sentir-se frustradas, ansiosas, angustiadas. La realidad social resulta54 41. M IRADA DE LOS DISCPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD demasiado grande para una conciencia que, teniendo en cuenta su falta de saber e informacin, fcilmente se cree insignificante, sin injerencia alguna en los acontecimientos, aun cuando sume su voz a otras voces que buscan ayudarse recprocamente.37. Esta es la razn por la cual muchos estudiosos de nuestra pocahan sostenido que la realidad ha trado aparejada una crisis desentido. Ellos no se refieren a los mltiples sentidos parciales quecada uno puede encontrar en las acciones cotidianas que realiza,sino al sentido que da unidad a todo lo que existe y nos sucede enla experiencia, y que los creyentes llamamos el sentido religioso.Habitualmente, este sentido se pone a nuestra disposicin a tra-vs de nuestras tradiciones culturales que representan la hipte-sis de realidad con la que cada ser humano pueda mirar el mundoen que vive. Conocemos, en nuestra cultura latinoamericana ycaribea, el papel tan noble y orientador que ha jugado la religio-sidad popular, especialmente la devocin mariana, que ha contri-buido a hacernos ms conscientes de nuestra comn condicinde hijos de Dios y de nuestra comn dignidad ante sus ojos, noobstante las diferencias sociales, tnicas o de cualquier otro tipo.38. Sin embargo, debemos admitir que esta preciosa tradicin co-mienza a erosionarse. La mayora de los medios masivos de co-municacin nos presentan ahora nuevas imgenes, atractivas yllenas de fantasa, que aunque todos saben que no pueden mos-trar el sentido unitario de todos los factores de la realidad, ofrecenal menos el consuelo de ser transmitidas en tiempo real, en vivo yen directo, con actualidad. Lejos de llenar el vaco que en nuestraconciencia se produce por la falta de un sentido unitario de lavida, en muchas ocasiones, la informacin transmitida por losmedios slo nos distrae. La falta de informacin slo se subsanacon ms informacin, retroalimentando la ansiedad de quien per-cibe que est en un mundo opaco y que no comprende.39. Este fenmeno explica, tal vez, uno de los hechos ms desconcer-tantes y novedosos que vivimos en el presente. Nuestras tradicio-nes culturales ya no se transmiten de una generacin a otra con la 55 42. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese ncleo ms profundo de cada cultura, constituido por la experiencia reli- giosa, que resulta ahora igualmente difcil de transmitir a travs de la educacin y de la belleza de las expresiones culturales, al- canzando aun la misma familia que, como lugar del dilogo y de la solidaridad intergeneracional, haba sido uno de los vehculos ms importantes de la transmisin de la fe. Los medios de comu- nicacin han invadido todos los espacios y todas las conversacio- nes, introducindose tambin en la intimidad del hogar. Al lado de la sabidura de las tradiciones se ubica ahora, en competencia, la informacin de ltimo minuto, la distraccin, el entretenimien- to, las imgenes de los exitosos que han sabido aprovechar en su favor las herramientas tecnolgicas y las expectativas de prestigio y estima social. Ello hace que las personas busquen denodada- mente una experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocacin, all donde nunca podrn encontrarla.40. Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida fami-liar, encontramos la ideologa de gnero, segn la cual cada unopuede escoger su orientacin sexual, sin tomar en cuenta las dife-rencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado mo-dificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matri-monio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia22.41. Por ello, los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desdela contemplacin de quien nos ha revelado en su misterio la ple-nitud del cumplimiento de la vocacin humana y de su sentido.Necesitamos hacernos discpulos dciles, para aprender de l, ensu seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida. Y necesitamos,al mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevaral corazn de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitarioy completo de la vida humana que ni la ciencia, ni la poltica, ni la22 Cf. Congregacin para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Catlica sobre la colaboracin del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, n. 2, 31 de mayo de 2004, que cita el Pontificio Consejo para la Familia, Familia, matrimonio y uniones de hecho, n. 8, 21 de noviembre de 2000. 56 43. M IRADA DE LOS DISCPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD economa ni los medios de comunicacin podrn proporcionar- le. En Cristo Palabra, Sabidura de Dios (cf. 1 Co 1, 30), la cultura puede volver a encontrar su centro y su profundidad, desde don- de se puede mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discernindolos a la luz del Evangelio y dando a cada uno su sitio y su dimensin adecuada.42. Como nos dijo el Papa en su discurso inaugural: Slo quien re-conoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella demodo adecuado y realmente humano23. La sociedad, que coor-dina sus actividades slo mediante mltiples informaciones, creeque puede operar de hecho como si Dios no existiese. Pero laeficacia de los procedimientos lograda mediante la informacin,an con las tecnologas ms desarrolladas, no logra satisfacer elanhelo de dignidad inscrito en lo ms profundo de la vocacinhumana. Por ello, no basta suponer que la mera diversidad depuntos de vista, de opciones y, finalmente, de informaciones, quesuele recibir el nombre de pluri o multiculturalidad, resolver laausencia de un significado unitario para todo lo que existe. Lapersona humana es, en su misma esencia, aquel lugar de la natu-raleza donde converge la variedad de los significados en una ni-ca vocacin de sentido. A las personas no les asusta la diversidad.Lo que les asusta, ms bien, es no lograr reunir el conjunto detodos estos significados de la realidad en una comprensin unita-ria que le permita ejercer su libertad con discernimiento y respon-sabilidad. La persona busca siempre la verdad de su ser, puestoque es esta verdad la que ilumina la realidad de tal modo quepueda desenvolverse en ella con libertad y alegra, con gozo yesperanza.2.1.1 Situacin Sociocultural43. La realidad social, que describimos en su dinmica actual con lapalabra globalizacin, impacta, por tanto, antes que cualquier otradimensin, nuestra cultura y el modo como nos insertamos y23 DI 3.57 44. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY apropiamos de ella. La variedad y riqueza de las culturas latinoa- mericanas, desde aquellas ms originarias hasta aquellas que, con el paso de la historia y el mestizaje de sus pueblos, se han ido sedimentando en las naciones, las familias, los grupos sociales, las instituciones educativas y la convivencia cvica, constituye un dato bastante evidente para nosotros y que valoramos como una singular riqueza. Lo que hoy da est en juego no es esa diversi- dad, que los medios de informacin tienen la capacidad de indivi- dualizar y registrar. Lo que se echa de menos es ms bien la posi- bilidad de que esta diversidad pueda converger en una sntesis, que, envolviendo la variedad de sentidos, sea capaz de proyectar- la en un destino histrico comn. En esto reside el valor incom- parable del talante mariano de nuestra religiosidad popular, que, bajo distintas advocaciones, ha sido capaz de fundir las historias latinoamericanas diversas en una historia compartida: aquella que conduce hacia Cristo, Seor de la vida, en quien se realiza la ms alta dignidad de nuestra vocacin humana.44. Vivimos un cambio de poca, cuyo nivel ms profundo es el cul-tural. Se desvanece la concepcin integral del ser humano, surelacin con el mundo y con Dios; aqu est precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el ltimo siglo Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y slo puede terminar en caminos equivocados y con re- cetas destructivas24. Surge hoy, con gran fuerza, una sobrevaloracin de la subjetivi- dad individual. Independientemente de su forma, la libertad y la dignidad de la persona son reconocidas. El individualismo debili- ta los vnculos comunitarios y propone una radical transforma- cin del tiempo y del espacio, dando un papel primordial a la ima- ginacin. Los fenmenos sociales, econmicos y tecnolgicos24 Ibd. 58 45. M IRADA DE LOS DISCPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD estn en la base de la profunda vivencia del tiempo, al que se le concibe fijado en el propio presente, trayendo concepciones de inconsistencia e inestabilidad. Se deja de lado la preocupacin por el bien comn para dar paso a la realizacin inmediata de los deseos de los individuos, a la creacin de nuevos y, muchas ve- ces, arbitrarios derechos individuales, a los problemas de la sexua- lidad, la familia, las enfermedades y la muerte.45. La ciencia y la tcnica, cuando son puestas exclusivamente al ser-vicio del mercado, con los nicos criterios de la eficacia, la renta-bilidad y lo funcional, crean una nueva visin de la realidad. As sehan ido introduciendo, por la utilizacin de los medios de comu-nicacin de masas, un sentido esttico, una visin acerca de lafelicidad, una percepcin de la realidad y hasta un lenguaje, quese quiere imponer como una autntica cultura. De este modo, setermina por destruir lo que de verdaderamente humano hay enlos procesos de construccin cultural, que nacen del intercambiopersonal y colectivo.46. Se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva colonizacincultural por la imposicin de culturas artificiales, despreciandolas culturas locales y tendiendo a imponer una cultura homogenei-zada en todos los sectores. Esta cultura se caracteriza por laautorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por elotro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsa-ble. Se prefiere vivir da a da, sin programas a largo plazo ni ape-gos personales, familiares y comunitarios. Las relaciones huma-nas se consideran objetos de consumo, llevando a relacionesafectivas sin compromiso responsable y definitivo.47. Tambin se verifica una tendencia hacia la afirmacin exasperadade derechos individuales y subjetivos. Esta bsqueda es pragm-tica e inmediatista, sin preocupacin por criterios ticos. La afir-macin de los derechos individuales y subjetivos, sin un esfuerzosemejante para garantizar los derechos sociales, culturales y soli-darios, resulta en perjuicio de la dignidad de todos, especialmen-te de quienes son ms pobres y vulnerables. 59 46. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY48. En esta hora de Amrica Latina y El Caribe, urge tomar concien-cia de la situacin precaria que afecta la dignidad de muchasmujeres. Algunas, desde nias y adolescentes, son sometidas amltiples formas de violencia dentro y fuera de casa: trfico, viola-cin, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera deltrabajo, de la poltica y de la economa; explotacin publicitariapor parte de muchos medios de comunicacin social, que las tra-tan como objeto de lucro.49. Los cambios culturales han modificado los roles tradicionales devarones y mujeres, quienes buscan desarrollar nuevas actitudes yestilos de sus respectivas identidades, potenciando todas sus di-mensiones humanas en la convivencia cotidiana, en la familia yen la sociedad, a veces por vas equivocadas.50. La avidez del mercado descontrola el deseo de nios, jvenes yadultos. La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanosy maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por losproductos que tienen un carcter eficaz, efmero y hasta mesinico.Se legitima que los deseos se vuelvan felicidad. Como slo senecesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con bien-estar econmico y satisfaccin hedonista.51. Las nuevas generaciones son las ms afectadas por esta culturadel consumo en sus aspiraciones personales profundas. Crecenen la lgica del individualismo pragmtico y narcisista, que susci-ta en ellas mundos imaginarios especiales de libertad e igualdad.Afirman el presente porque el pasado perdi relevancia ante tan-tas exclusiones sociales, polticas y econmicas. Para ellos, el fu-turo es incierto. Asimismo, participan de la lgica de la vida comoespectculo, considerando el cuerpo como punto de referenciade su realidad presente. Tienen una nueva adiccin por las sensa-ciones y crecen, en una gran mayora, sin referencia a los valores einstancias religiosas. En medio de la realidad de cambio cultural,emergen nuevos sujetos, con nuevos estilos de vida, maneras depensar, de sentir, de percibir y con nuevas formas de relacionarse.Son productores y actores de la nueva cultura.60 47. M IRADA DE LOS DISCPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD52. Entre los aspectos positivos de este cambio cultural, aparece elvalor fundamental de la persona, de su conciencia y experiencia,la bsqueda del sentido de la vida y la trascendencia. El fracasode las ideologas dominantes, para dar respuesta a la bsquedams profunda del significado de la vida, ha permitido que emerjacomo valor la sencillez y el reconocimiento en lo dbil y lo peque-o de la existencia, con una gran capacidad y potencial que nopuede ser minusvalorado. Este nfasis en el aprecio de la personaabre nuevos horizontes, donde la tradicin cristiana adquiere unrenovado valor, sobre todo cuando se reconoce en el Verbo encar-nado que nace en un pesebre y asume una condicin humilde, depobre.53. La necesidad de construir el propio destino y el anhelo de encon-trar razones para la existencia pueden poner en movimiento eldeseo de encontrarse con otros y compartir lo vivido, como unamanera de darse una respuesta. Se trata de una afirmacin de lalibertad personal y, por ello, de la necesidad de cuestionarse enprofundidad las propias convicciones y opciones.54. Pero, junto con el nfasis en la responsabilidad individual, en mediode sociedades que promueven a travs de los medios el acceso abienes, se niega paradjicamente el acceso de los mismos a lasgrandes mayoras, bienes que constituyen elementos bsicos yesenciales para vivir como personas.55. El nfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a con-siderar el testimonio como un componente clave en la vivenciade la fe. Los hechos son valorados en cuanto que son significati-vos para la persona. En el lenguaje testimonial podemos encon-trar un punto de contacto con las personas que componen la so-ciedad y de ellas entre s.56. Por otra parte, la riqueza y la diversidad cultural de los pueblos deAmrica Latina y El Caribe resultan evidentes. Existen en nuestraregin diversas culturas indgenas, afroamericanas, mestizas, cam-pesinas, urbanas y suburbanas. Las culturas indgenas se caracte- 61 48. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY rizan, sobre todo, por su apego profundo a la tierra y por la vida comunitaria, y por una cierta bsqueda de Dios. Las afroameri- canas se caracterizan, entre otros elementos, por la expresividad corporal, el arraigo familiar y el sentido de Dios. La cultura cam- pesina est referida al ciclo agrario. La cultura mestiza, que es la ms extendida entre muchos pueblos de la regin, ha buscado en medio de contradicciones sintetizar a lo largo de la historia estas mltiples fuentes culturales originarias, facilitando el dilogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia compartida. A esta complejidad cultural habra que aadir tambin la de tantos inmigrantes europeos que se estable- cieron en los pases de nuestra regin.57. Estas culturas coexisten en condiciones desiguales con la llamadacultura globalizada. Ellas exigen reconocimiento y ofrecen valoresque constituyen una respuesta a los antivalores de la cultura quese impone a travs de los medios de comunicacin de masas:comunitarismo, valoracin de la familia, apertura a la trascendenciay solidaridad. Estas culturas son dinmicas y estn en interaccinpermanente entre s y con las diferentes propuestas culturales.58. La cultura urbana es hbrida, dinmica y cambiante, pues amal-gama mltiples formas, valores y estilos de vida, y afecta a todaslas colectividades. La cultura suburbana es fruto de grandes mi-graciones de poblacin en su mayora pobre, que se establecialrededor de las ciudades en los cinturones de miseria. En estasculturas, los problemas de identidad y pertenencia, relacin, es-pacio vital y hogar son cada vez ms complejos.59. Existen tambin comunidades de migrantes que han aportadolas culturas y tradiciones tradas de sus tierras de origen, sean cris-tianas o de otras religiones. Por su parte, esta diversidad incluye acomunidades que se han ido formando por la llegada de distintasdenominaciones cristianas y otros grupos religiosos. Asumir ladiversidad cultural, que es un imperativo del momento, implicasuperar los discursos que pretenden uniformar la cultura, con en-foques basados en modelos nicos.62 49. M IRADA DE LOS DISCPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD2.1.2 Situacin econmica60. El Papa, en su Discurso Inaugural, ve la globalizacin como unfenmeno de relaciones de nivel planetario, considerndolo unlogro de la familia humana, porque favorece el acceso a nuevastecnologas, mercados y finanzas. Las altas tasas de crecimientode nuestra economa regional y, particularmente, su desarrollourbano, no seran posibles sin la apertura al comercio internacio-nal, sin acceso a las tecnologas de ltima generacin, sin la par-ticipacin de nuestros cientficos y tcnicos en el desarrollo inter-nacional del conocimiento, y sin la alta inversin registrada en losmedios electrnicos de comunicacin. Todo ello lleva tambinaparejado el surgimiento de una clase media tecnolgicamenteletrada. Al mismo tiempo, la globalizacin se manifiesta como laprofunda aspiracin del gnero humano a la unidad. No obstanteestos avances, el Papa tambin seala que la globalizacin com-porta el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucroen valor supremo. Por ello, Benedicto XVI enfatiza que, como en todos los campos de la actividad humana, la globalizacin debe regirse tambin por la tica, ponien- do todo al servicio de la persona humana, creada a ima- gen y semejanza de Dios25.61. La globalizacin es un fenmeno complejo que posee diversasdimensiones (econmicas, polticas, culturales, comunicaciona-les, etc). Para su justa valoracin, es necesaria una comprensinanaltica y diferenciada que permita detectar tanto sus aspectospositivos como negativos. Lamentablemente, la cara ms extendi-da y exitosa de la globalizacin es su dimensin econmica, quese sobrepone y condiciona las otras dimensiones de la vida hu-mana. En la globalizacin, la dinmica del mercado absolutizacon facilidad la eficacia y la productividad como valores regula-dores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carcter hacede la globalizacin un proceso promotor de inequidades e injusti-25 DI 2. 63 50. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY cias mltiples. La globalizacin, tal y como est configurada actual- mente, no es capaz de interpretar y reaccionar en funcin de valo- res objetivos que se encuentran ms all del mercado y que cons- tituyen lo ms importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos de todos, an de aquellos que viven al margen del propio mercado.62. Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula lacompetencia, la globalizacin sigue una dinmica de concentra-cin de poder y de riquezas en manos de pocos, no slo de losrecursos fsicos y monetarios, sino sobre todo de la informacin yde los recursos humanos, lo que produce la exclusin de todosaquellos no suficientemente capacitados e informados, aumen-tando las desigualdades que marcan tristemente nuestro conti-nente y que mantienen en la pobreza a una multitud de personas.La pobreza hoy es pobreza de conocimiento y del uso y acceso anuevas tecnologas. Por eso, es necesario que los empresariosasuman su responsabilidad de crear ms fuentes de trabajo y deinvertir en la superacin de esta nueva pobreza.63. No se puede negar que el predominio de esta tendencia no elimi-na la posibilidad de formar pequeas y medianas empresas, quese asocian al dinamismo exportador de la economa, le prestanservicios colaterales o bien aprovechan nichos especficos delmercado interno. Sin embargo, su fragilidad econmica y finan-ciera y la pequea escala en que se desenvuelven, las hacen extre-madamente vulnerables frente a las tasas de inters, el riesgocambiario, los costos previsionales y la variacin en los precios desus insumos. La debilidad de estas empresas se asocia a la preca-riedad del empleo que estn en condiciones de ofrecer. Sin unapoltica de proteccin especfica de los Estados frente a ellas, secorre el riesgo de que las economas de escala de los grandesconsorcios termine por imponerse como nica forma determinan-te del dinamismo econmico.64. Por ello, frente a