DON Indalecio Lievano Aguirre.doc

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Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia: La Iglesia y la Monarquía en el gran conflicto por la justicia El primero de los grandes conflictos de nuestra historia es, para Indalecio Lievano Aguirre, aquel en que se enfrentaron la “justicia” y la “riqueza” en la época de la Conquista y la Colonización. La Iglesia y la Monarquía lucharon por la justicia en defensa de los indios, oprimidos y abusados por el poder de los conquistadores y sus descendientes. Sin ocuparnos de la pregunta sobre cuál podría ser para Lievano Aguirre la expresión que en su tiempo tomó este conflicto, en este trabajo expondremos el tratamiento histórico que el autor hace de él. Comenzaremos por aclarar a qué se refiere Lievano Aguirre cuando habla de “grandes conflictos”, como paso preliminar para entender (1) el papel que este le atribuye a la Iglesia dentro del conflicto entre la “poderosa” sociedad conquistadora y las “humildes” sociedades indígenas y, también en el marco de este conflicto, (2) el proceso de consolidación del “Estado”, es decir, del control administrativo en las colonias americanas, por parte de la Monarquía. En Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia 1 , Lievano Aguirre se propone hacer un relato de “los episodios estelares de nuestra historia” (Cap I. p. 11). A primera vista se podría pensar que estos no son otros que los “grandes conflictos” del título del libro, pero desde sus primeras páginas queda claro que, para Lievano Aguirre, los conflictos han sido básicamente los mismos a lo largo de “nuestra historia”. Lo histórico, aquello que el historiador se dedicaría a estudiar, serían los sucesivos “episodios estelares” en los que se transforman las manifestaciones y configuraciones de esos mismos conflictos fundamentales. Citando las palabras que usa Lievano Aguirre a propósito de la Independencia, podríamos decir que el historiador haría historia al investigar los “nuevos escenarios” de las “viejas controversias”, La República no constituyó, pues, un principio, una primera palabra pronunciada sobre la nada del caos originario, sino un nuevo y magnífico escenario, lleno de posibilidades, en el cual habría de continuar la vieja controversia entre los poderes de la riqueza y el ideal de la 1 Lievano Aguirre, Indalecio. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Ediciones Nueva Prensa, Bogotá: 1961 (?). Para las citas se dará, en cuerpo de texto el capítulo y página de esta edición. 1 Pablo Miguel Román Osorio [200824171]

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Pablo Miguel Romn Osorio [200824171]

Los grandes conflictos sociales y econmicos de nuestra historia:La Iglesia y la Monarqua en el gran conflicto por la justiciaEl primero de los grandes conflictos de nuestra historia es, para Indalecio Lievano Aguirre, aquel en que se enfrentaron la justicia y la riqueza en la poca de la Conquista y la Colonizacin. La Iglesia y la Monarqua lucharon por la justicia en defensa de los indios, oprimidos y abusados por el poder de los conquistadores y sus descendientes. Sin ocuparnos de la pregunta sobre cul podra ser para Lievano Aguirre la expresin que en su tiempo tom este conflicto, en este trabajo expondremos el tratamiento histrico que el autor hace de l. Comenzaremos por aclarar a qu se refiere Lievano Aguirre cuando habla de grandes conflictos, como paso preliminar para entender (1) el papel que este le atribuye a la Iglesia dentro del conflicto entre la poderosa sociedad conquistadora y las humildes sociedades indgenas y, tambin en el marco de este conflicto, (2) el proceso de consolidacin del Estado, es decir, del control administrativo en las colonias americanas, por parte de la Monarqua. En Los grandes conflictos sociales y econmicos de nuestra historia, Lievano Aguirre se propone hacer un relato de los episodios estelares de nuestra historia (Cap I. p. 11). A primera vista se podra pensar que estos no son otros que los grandes conflictos del ttulo del libro, pero desde sus primeras pginas queda claro que, para Lievano Aguirre, los conflictos han sido bsicamente los mismos a lo largo de nuestra historia. Lo histrico, aquello que el historiador se dedicara a estudiar, seran los sucesivos episodios estelares en los que se transforman las manifestaciones y configuraciones de esos mismos conflictos fundamentales. Citando las palabras que usa Lievano Aguirre a propsito de la Independencia, podramos decir que el historiador hara historia al investigar los nuevos escenarios de las viejas controversias, La Repblica no constituy, pues, un principio, una primera palabra pronunciada sobre la nada del caos originario, sino un nuevo y magnfico escenario, lleno de posibilidades, en el cual habra de continuar la vieja controversia entre los poderes de la riqueza y el ideal de la justicia que mantiene abiertas, para todos, las puertas de la nacionalidad y sus beneficios. Con la tremenda eficacia perturbadora de los problemas no resueltos, este conflicto repercute todava, con todas sus consecuencias, en nuestra poca. (Cap. I. p. 12). En la historia no habra quiebres, sino continuidades que sufren metamorfosis. Con esto en mente es posible fijar mejor el equvoco sentido de la expresin nuestra historia, que aparece en el ttulo y a lo largo del libro. La historia que narra Lievano Aguirre es nuestra porque es la historia de los conflictos que siguen sin resolverse en nuestra poca, en nuestra sociedad. La primera persona del plural que utiliza Lievano Aguirre en el ttulo de su libro le dice al lector que la historia no le es ajena, puesto que los conflictos narrados por ella siguen sin resolverse y le incumben. Desde aqu podramos desarrollar las intenciones polticas que motivan el revisionismo histrico de Lievano Aguirre, pero no seguiremos ese camino. Ms bien nos preguntaremos si Lievano Aguirre le da al gran conflicto entre los defensores de la justicia y los poderosos opresores, en el contexto de la Conquista y la Colonizacin, un tratamiento social y econmico, como promete en el ttulo de su libro. Aunque trate con instituciones socioeconmicas como la esclavitud, la encomienda, el tributo, Lievano Aguirre no las analiza histricamente, pues no las trata como relaciones sociales con diversas expresiones concretas, sino como un concepto abstracto y uniforme; ni tampoco tiene en cuenta las cifras (ingresos, gastos, impuestos, valor de la tierra, etc.) que permitiran hacer un anlisis de los aspectos econmicos de, por ejemplo, los enfrentamientos entre la Corona y los encomenderos alrededor del tema de la libertad del indio. En cambio, al llamar el conflicto, como lo hace en el ttulo del primer captulo, La primera lucha por la justicia, Lievano Aguirre tiende a tratarlo como un conflicto moral. Esto se har ms evidente con lo que sigue.

Entremos ahora a revisar la descripcin y anlisis que hace Lievano Aguirre del papel de la Iglesia en la controversia ente los poderes de la riqueza y el ideal de la justicia (pregunta 1). Debemos, antes que nada aclarar un aspecto que es elemental en todo conflicto, que todava no queda claro: el de las partes. Quines son sus actores? En el primer prrafo del libro, Lievano Aguirre habla de las tendencias encontradas que a lo largo de los siglos coloniales inspiraron la gran controversia entre el Estado espaol y los poderes seoriales de la riqueza, y habla, a continuacin, del debate entre la justicia que defiende a los humildes y todas las formas de opresin que favorecen a los poderosos (Cap I. p. 11). Con esto podemos definir que, por un lado, est el Estado espaol como la justicia que defiende a los humildes, y por otro, los opresores poderes seoriales de la riqueza (los conquistadores). Este conflicto, dentro del cual la Iglesia participara permanentemente del lado del ideal de justicia, se origin cuando los primeros frailes llegaron a La Espaola en 1510. La oposicin de Fray Antonio de Montesinos a la esclavitud de los indios, que adelant no slo ante los conquistadores de La Espaola sino tambin ante la Corte, es, en palabras de Lievano Aguirre, uno de los acontecimientos ms trascendentales en la historia espiritual de la humanidad (Cap. I. p. 19). Luego de que los conquistadores se quejarn de l ante el Rey, Montesinos fue convocado en Burgos para que diera su opinin sobre el problema de si los indios deban o no ser esclavizados. Dice Lievano Aguirre que en sus declaraciones se limit a dar testimonio de las atrocidades perpetradas por los conquistadores contra los indios y que, por lo crudo y horripilante de su relato, el Rey decidi promulgar las leyes de Brugos a favor de los indios (prohibiendo la esclavitud e imponiendo ciertas condiciones para la guerra justa, como el Requerimiento) (Cap. I. p. 22-3). Adems, Montesinos abri el debate (jurdico, filosfico y teolgico) sobre si el indio era un hombre con alma racional. Las posiciones encontradas de este debate configurarn para Lievano Aguirre los dos polos de una dicotoma, a partir de la cual, de manera absolutamente desafortunada, ste intentar dar una visin general del conflicto por la dominacin poltica de las tierras recin descubiertas.

Como fruto de los trascendentales interrogantes que se plantearon en esta controversia, los dos grandes partidos que se disputaran, en el futuro, la direccin de la poltica espaola en Ultramar: el partido indigensta, cuya aspiracin sera impedir la destruccin de los aborgenes y protegerlos contra los desmanes de los peninsulares y el partido colonialista que defendera tenazmente la conveniencia de someter a los indios a la potestad dominical de los grandes seores de la Conquista (Cap. I p. 23.)Para Lievano Aguirre, el partido indigenista estara conformado por la Iglesia y el Estado o Monarqua espaola, al menos hasta que, con los Borbones, sta dejara de lado los principios que la obligaban a la permanente defensa de los humildes y de los oprimidos (Cap I . 11) y de esta manera precipitara sobre s los movimientos de emancipacin; el otro partido estara conformado por los conquistadores y sus descendientes. Es difcil pensar en un anacronismo peor que el de partidos polticos durante la Conquista y la Colonia, y en una imprecisin peor que las de partido indigenista y partido colonialista. Hay que hacer notar que, por una parte, las denominaciones de Lievano Aguirre hacen creer errneamente que la Iglesia y la Corona, conformadas como un partido poltico, no estaban interesadas en la colonizacin (espiritual y administrativa), y que su nico inters en Ultramar era el bienestar de los indios. Por otra parte, que segn la exposicin de Lievano Aguirre, en el gran conflicto de la Conquista y la Colonia no se enfrentaron los humildes, es decir, los indios, contra sus poderosos perpetradores, es decir, los conquistadores, sino stos contra los defensores de los indios. En Los grandes conflictos, los indios no aparecen sino como el objeto de disputa de una lucha que va ms all de ellos, de una lucha por la justicia en la que se enfrentan la Monarqua, con sus leyes, y la Iglesia, con sus valores, contra los conquistadores, con sus abusos de poder y su ambicin. Esta manera de abordar la historia del indio sin el indio, con la que implcitamente se afirma su absoluta pasividad e impotencia, ser la que la etnohistoria tratar de abandonar, ya desde los tiempos en que Lievano Aguirre escriba su libro. Montesinos defendi a los indios con sus sermones y con sus testimonios, y otros despus de l desplegaran argumentos teolgicos para declarar su humanidad y la consecuente ilegitimidad de su esclavitud. La lucha de la Iglesia fue principalmente intelectual, a diferencia de la de los conquistadores, que fue violenta. La primera luchaba por la justicia, los segundos por la riqueza. Se trata de un conflicto que har historia, en el que se enfrentaran los guerreros que pretendan implantar en Amrica un feudalismo rapaz y el de los telogos y juristas que defendan la igualdad esencial de los hombres y que exigira el empleo de las mejores fuerzas intelectuales de Espaa en los siglos XVI y XVII (Cap. I. p. 24.). Para ejercer una oposicin relativamente efectiva frente a los conquistadores y sus abusos, la Iglesia deba apelar a la Corona e influir en su legislacin. Tal y como en 1512 el testimonio de Montesinos determin el contenido de las Leyes de Burgos, en 1542 Fray Bartolom de las Casas, a travs de sus relatos sobre la crueldad de la Conquista, logr la redaccin de las Leyes Nuevas, que prohiban la encomienda y declaraban a los indios vasallos y, por tanto, protegidos de la Corona (Cap II. pp. 49-50). Los esfuerzos de estos miembros del clero debi superar la oposicin de otros de miembros del clero, como el obispo Loaysa o Francisco de Vitoria (Cap. II. pp. 48-9), que buscaban justificar la esclavitud de los indios y los beneficios de los encomenderos, tambin aduciendo argumentos teolgicos, jurdicos e histricos. Como veremos ms adelante, al concentrarnos en la consolidacin del poder de la Monarqua en Indias, estas leyes, victoria de los esfuerzos intelectuales de ciertos miembros de la Iglesia, por s mismas no tendrn ningn efecto real sobre el efectivo domino que en sus tierras guardaban los conquistadores vueltos encomenderos. Sin embargo, para limitar el poder de los conquistadores, la Iglesia no solamente usaba la va indirecta de influir en la legislacin real a travs de argumentos teolgicos y de testimonios de injusticias. As pues, el ltimo recurso de los miembros de la Iglesia, como el Obispo de las Casas en Chiapas o el Obispo del Valle en Popayn, que queran hacer cumplir a los encomenderos las leyes que protegan a los indios de tributos arbitrarios y de abusos, debieron hacer valer la potestad que tenan sobre la absolucin de los pecados y la admisin a la comunin de la Iglesia, negndoselas a los encomenderos que incurrieran en semejantes faltas contra los indios (Cap IV. p. 94). No siendo su autoridad suficiente, el Obispo del Valle convoc a un Snodo en Popayn para confirmar que los encomenderos deban restituirla a los indios lo que les haban exigido ilegtimamente, y, luego, trat, tras nuevos obstculos, de acudir a esferas ms altas de la jerarqua eclesistica, en Espaa y Roma (Cap. IV, p. 117), lo cual amedrent a los encomenderos: el poder espiritual de la Iglesia era tambin efectivo como poder terrenal. La Monarqua, en el marco del conflicto por la justicia, estara a medio camino entre la Iglesia y los conquistadores. Aunque por un lado respeta y apoya los propsitos de la Iglesia y le interesa que, en tanto que sbditos suyos, los indios tengan un mnimo de bienestar, por otro lado siente la misma urgencia de los conquistadores porque la mano de obra indgena produzca riqueza en las colonias. Dada su incapacidad para organizar y financiar la conquista y colonizacin del nuevo continente de forma independiente, la Corona debi confiarle esta labor a los conquistadores, quienes financiaban las expediciones, a cambio de las concesiones estipuladas en las Capitulaciones. Lievano Aguirre explica que la aventura de descubrimiento y conquista tena tal magnitud para quienes la emprendan y los resultados eran, en un principio, tan problemticos, que slo la posibilidad e grandes recompensas poda servir de estmulo para intentarla (Cap. I. pp. 11-2). Estos beneficios, como muestra Lievano Aguirre trayendo a colacin las Capitulaciones otorgadas a Pedro de Lugo, incluan posesin de tierras a perpetuidad, ttulos semi nobiliarios y facultades y prerrogativas administrativas y jurdicas (Cap. I. p. 13). Con esto la Monarqua pona en marcha el usufructo de las tierras recin descubiertas, pero no aseguraba su parte del botn. Como, por la ausencia de cualquier estructura administrativa y coercitiva, no poda tasar a los conquistadores en las Indias, deba hacerlo a su regreso a la Pennsula ibrica. Tal era la funcin de la Casa de Contratacin de Sevilla, adems de la de controlar la exportacin de todos los bienes espaoles que fueran a ser comerciados en Ultramar. Lievano Aguirre dice que durante los primeros aos de la Conquista las actividades de la Casa de Contratacin presentaron todas las caractersticas de un monopolio estatal (Cap I. p .14.), monopolio que fue cediendo ante la iniciativa privada slo cuando, ms adelante, la emigracin ampli los mercados coloniales y la explotacin de las minas cre un flujo estable de metales preciosos hacia Espaa. La Casa de Contratacin fue la institucin a travs de la cual la Monarqua trat de imponer su dominio comercial sobre las nuevas colonias, sin que eso le permitiera en modo alguno alcanzar el dominio judicial y administrativo. Desde Espaa el Consejo de Indias se encargaba de esta labor, pero su funcionamiento efectivo en Amrica deba hacerse a travs de la presencia de funcionarios e instituciones locales: el Protector de Indios, la Real Audiencia con sus Oidores, el Virrey, los visitadores. El problema inicial de la Monarqua a la hora de imponer su orden fue el de que los nicos capaces de imponer algo eran los conquistadores vueltos encomenderos. As pues, cuando, a mediados de la dcada de 1540, la Corona envi a los Visitadores para hacer cumplir las Leyes Nuevas, los encomenderos resistieron e incluso se rebelaron, liderados por quienes, habiendo sido los grandes conquistadores, como Pizarro, eran ahora los grandes encomenderos (los benemritos). La elocuencia brutal de los acontecimientos se encarg de demostrar bien pronto que la organizacin administrativa de la Corona en sus dominios no tena la fortaleza requerida para imponer mediadas tan revolucionarias (Cap III. p.56). Tanto por las prerrogativas que la Corona les haba concedido por su labor colonizadora, como por ser detentar el monopolio de las armas, los encomenderos eran, de facto, el Estado, eran la nica fuerza capaz de organizar e imponer un orden. Por eso llama Lievano Aguirre a la insatisfaccin de los encomenderos extensos focos de rebelin dentro de la misma maquinaria del Estado colonial (Ibd.).

Ese tipo de concesiones a los conquistadores o a quienes financiaban las expediciones, solo poda conducir a la rpida feudalizacin del Estado de Amrica. 13Una de las caracterizaciones que ms frecuentemente usa Lievano Aguirre para referirse a los conquistadores es la de seores feudales. Tiene, como toda caracterizacin anacrnica, parte de acierto y parte de error. El odor tena la responsabilidad de llevar a cabo visitas en las que se interrogaba a los caciques que estuvieran bajo el control de determinado encomendero. A fin d e llevar la accin del Estado al interior de esas nsulas seoriales, cuya clausura haban guardado celosamente los conquistadores.94. La organizacin administrativa de la Cornoa en sus dominios no tena la fortaleza requerida para imponer mediadas tant revolucionarias, 561. Cmo se puede presentar, describir, analizar y criticar (criticar desde el punto de vista del anlisis histrico, del oficio de historiador) el papel (las actuaciones, las orientaciones, las intervenciones) de la Iglesia catlica (la jerarqua, los curas, los intelectuales de la Iglesia) en el marco de los diversos conflictos entre sociedades indgenas y sociedad de conquistadores.

2. Indique de manera descriptiva (mencionando situaciones, actuaciones, funcionarios, instancias) el proceso inicial de construccin de la Monarqua (el Estado, la administracin colonial, la organizacin de la dominacin, la creacin de nuevas instituciones), sealando siempre a partir de qu situaciones, por relacin con qu situaciones se produce ese proceso de construccin estatal Como en la pregunta anterior, no deje de ofrecer ejemplos precisos.

Pablo Miguel Romn Osorio [200824171]

Lievano Aguirre, Indalecio. Los grandes conflictos sociales y econmicos de nuestra historia. Ediciones Nueva Prensa, Bogot: 1961 (?). Para las citas se dar, en cuerpo de texto el captulo y pgina de esta edicin.

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