Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de...

98
Dos cenas Emilia Pardo Bazán Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Transcript of Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de...

Page 1: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Dos cenas

Emilia Pardo Bazán

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Page 2: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-Hoy es un día muy señalado y una noche enque no se debe cenar solo -dijo Rosálbez, elbanquero, a su amigo el joven conde Planelles,a quien encontró "casualmente" en su mismacalle, casi frente al suntuoso palacio. Usted essoltero, no tendrá quizá comprometida la ce-na... Si quiere hacernos el obsequio de acep-tar..., a las ocho en punto... Yo apenas cenaré:me siento malucho del estómago; usted despa-chará mi parte... -Mil gracias, y aceptado -respondió cordial-mente el conde-. Pensaba cenar con unos cuan-tos en el Nuevo Club. Les aviso, y en paz...Aunque casi no era necesario avisarlos: al noverme allí... -¡Perfectamente! Hasta luego -murmuró Ro-sálbez, saltando a su berlinita, que le aguardabapara llevarle, como todos los días, a una pla-zuela, y de allí, a pie, a cierta casa, hasta la cualno le convenía que llegase el coche. Era el secreto de Polichinela, como dicen nues-tros vecinos los franceses; nadie ignoraba en

Page 4: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Madrid que Rosálbez protegía a aquella rasga-da moza, Lucía la Cordobesa, de tanta gracia ygarabato, y que el entretenimiento le salía carí-simo: el que lo tiene lo gasta. Ha de saberse que Rosálbez, el opulento,había llegado a los cincuenta y seis años, y em-pezaba a cambiar sensiblemente de genio y degusto. En otro tiempo no necesitaba la notaafectuosa en sus relaciones con mujeres: sóloexigía que le divirtiesen un instante. Ahora, sinduda, el desgaste físico de la edad reblandecíasus entrañas, y lo que buscaba era agrado tran-quilo, el halago suave de un mimo filial. Su hijaverdadera, Fanny, le demostraba un respetohelado, una obediencia pasiva y mecánica, yRosálbez aspiraba a encontrar en la Cordobesaespontaneidad, calor amoroso, algo distinto,algo que removiese ceniza y alzase suaves lla-mas. Con esta esperanza y este deseo, llamaba asu puerta el día de Navidad. Lucía estaba en su tocador. Vestía una bata defranela rosa. La doncella, que le recogía con

Page 5: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

ancho peine la magnífica mata de pelo ondula-do, de un negro azabache, al ver entrar al pro-tector retiróse discretamente.

La Cordobesa sonrió; Rosálbez le tomó unamano y, acariciando con reiterados pases la pielde raso moreno y los torneados dedos, la inter-peló así:

-¿Conque cenamos juntos esta noche, nena?¿Conque tú misma irás a la cocina y dirigirás lasopa de almendra y la compotita con rajas, aluso de tu país?

Lucía entornó un instante los párpados pesa-dos y sedosos, y su boca pálida, en la cual re-fulgían los dientes como trozos de cuajado vi-drio frío y blanco, hizo un gesto de mal humor.

-¡Ay hijo! Pero ¡qué caprichos gastas, vaya porSan "Rafaé"! ¿Te lo he de decir cantando o "re-sando"? Ya sabes que está en Madrid mi primala de Ecija, y quiere que la acompañe a la misa"el" Gallo, a medianoche. Si te conformas concenar a las ocho y largarte a las once en pun-

Page 6: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

to..., santo y bueno; después..., tengo compro-miso. Rosálbez se soliviantó; se inyectó de sangre sucráneo calvo. -¡Compromiso! ¡Me gusta! ¿Y qué compromisoes más que yo para ti? A las ocho se cena en micasa; tal noche como hoy no he de dejar a mihija sola, y menos teniendo convidados. -¡Hola! ¡Convidados! ¿Quién? -Gente que no conoces. Los Ruidencinas, Ma-rio Lirio, el conde de Planelles... Lucía se echó a reír. Su carcajada era vulgar(nada como el eco de la risa delata la extrac-ción, la educación y la calidad del alma). -¿De qué te ríes? -exclamó el banquero, impa-ciente. -De ti -respondió ella con cinismo-. ¡Mira túque "empeñate" en que no conozco a ésos! Co-nozco yo a "to" el mundo. Aquella risa insolente y mofadora, que conti-nuaba, le hacía daño a Rosálbez. Hubiese pa-gado a buen precio una luz de melancolía en

Page 7: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

los grandes ojos árabes de la Cordobesa, un airede mansedumbre en su morena faz. -¿Me das de cenar o no? -insistió secamente,sintiendo en las manos como unas cosquillas,impulso de tratar con brutalidad a la reidora. -A las "dose"..., ni que te lo imagines, criatura -declaró ella con la misma desdeñosa inflexibili-dad. -Bien, hija -exclamó Rosálbez con laconismo,levantándose y encaminándose hacia la puerta. A medio pasillo sintió detrás de sí las pisadasy la voz de Lucía, que le llamaba bromeando;pero en vez de volverse apretó el paso, tiró vi-vamente del resbalón de la puerta y bajó lasescaleras a escape. Al verse en la plazuela, re-cordó que había despedido su coche, y echó aandar a pie, para calmar su agitación nerviosa.Claridad repentina alumbraba su mente; com-prendía lo que estaba sucediendo. Era, sin am-bages, que se encontraba enamorado de Lucía,de la Cordobesa agitanada e indómita. Hastaentonces la había mirado como un mueble o un

Page 8: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

objeto de lujo: indiferencia absoluta. Pero lacrisis de su madurez ablandándole el corazón,hacía germinar en él un sentimiento desconoci-do. Al acercarse la noche inmortal, consagradaal amor puro, en que se desea reclinar la frentesobre el pecho de un ser amado, Rosálbez so-ñaba que ese pecho sería el de la Cordobesa, ylas proporciones de su pena ante el desengañole daban la medida exacta de su ilusión. "¡Des-pués de lo que hice porella! -pensaba el banquero-. La he sacado de laabyección y de la miseria; me debe hasta el aireque respira. La he tratado mejor que a "nadie";la he rodeado de bienestar y de lujo; le heguardado incluso consideraciones... La quiero,la idolatro... ¡Ingrata!" La idea de la ingratitud de Lucía causó a Ro-sálbez una especie de enternecimiento: sintiólástima de sí mismo; se tuvo por muy desven-turado. A aquella hora de su vida, ante la vejezamenazadora, con la caja bien repleta y el almacompletamente árida y oscura, Rosálbez lo que

Page 9: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

echaba de menos para tapar el negro agujero,era "cariño". Su mujer fue una dura vasconga-da, una rígida ama de llaves, una secatona ad-ministradora, que no pensaba sino en cooperardentro de casa, por medio de una economíaestricta, a las brillantes especulaciones del ma-rido. Cuando murió, Rosálbez notó su falta enque le robaron los cocineros y subió bastante elgasto diario. Y Fanny, la única hija, algo incli-nada a la devoción, seria y callada por natura-leza, tampoco tenía para su padre halagos. Has-ta se diría que le miraba como a un amo quemanda, un superior, con quien no existe comu-nicación afectiva. Actualmente, la absorbían deltodo sus amoríos con el conde de Planelles noformalizados aún.

Rosálbez lo sabía; y en el súbito acceso de bon-dad que le había acometido, en el deseo de veralgún rostro que le sonriese, al volver a casa seapresuró a entrar en el saloncito de Fanny ydarle la noticia de que estaba invitado Planelles

Page 10: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

a cenar. Equivalía a decir: "Autorizo tus rela-ciones; ya tienes oficialmente novio." Fanny, al recibir la nueva, se puso roja comouna cereza, tembló; pero sólo respondió: -Está bien... Rosálbez fantaseaba otra cosa: que le saltasenal cuello, que le abrazasen estrechamente. Aca-baba de traslucir una solución para su vida:unirse a su hija, crearse un hogar en el suyo,adorar y mimar a los nietos que enviase Dios.Ya veía una larga serie de Navidades futuras,de gozosas cenas de familia, con árbol cargadode juguetes, con sorpresitas retozonas y babo-sas del abuelo. Creía sentir sobre sus rodillas elpeso del "mayorcito" y en las barbas la sobadu-ra de las manos tibias de "la pequeña". ¡Ah sí;aquello era lo bueno, lo honrado, lo digno, loque debía hacerse! Y conmovido se acercó aFanny y besó su frente marmórea, bebiendoansioso la nitidez virginal de la fresca piel. Espléndida fue la cena, servida a las ocho enpunto. En nada se pareció a la que pretendía

Page 11: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Rosálbez organizar en casa de la Cordobesa: nihubo sopa de almendra, ni besugo con ruedasde limón, ni compotita con rajas de canela. Esosplatos clásicos, familiares, no suelen dignarsepresentarlos los cocineros de miles de pesetasde sueldo. Esos platos son mesocráticos. Encambio, desfilaron por la mesa del banquero lospeces y mariscos más suculentos, aderezados algenuino estilo francés, y regado con vinos añe-jos, raros y preciosos. El triunfo del cocinero fueun fingido jamón en dulce hecho de pescadoprensado (no se podía infringir el precepto dela vigilia), que engañaba, no sólo a la vista, sinoal paladar. Fanny, sentada a la derecha del queya consideraba su prometido, en la penumbradel centro de mesa formado de lilas blancasforzadas en estufa y tallitos de cimbalaria alter-nando con camelias rojas, le hablaba quedo.Rosálbez, que los miraba a hurtadillas, no pudomenosde exclamar: -Pero, Planelles, ¡qué poco come usted!

Page 12: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

A lo cual contestó el conde:

-Es que me siento malucho del estómago...

Tan sencilla frase hizo estremecerse al ban-quero. Era exactamente la misma que él habíapronunciado por la mañana, al invitar a Plane-lles, cuando proyectaba reservarse para la otracena, íntima, en casa de Lucía, a las doce. Aque-lla singular coincidencia, no descifrada todavía,heríale, sin embargo, como chispa lumínica elpensamiento. ¿Quién averiguará por qué inma-teriales hilos es conducida la leve sospecha queprecede a la entera revelación de la verdad? Nofue el protector apasionado de la Cordobesa,sino el padre de Fanny, quien calculó, fijandolos ojos en los del futuro yerno:

"A mí con ésas. Tú ayunas para guardar apeti-to. ¡Ah! Yo te vigilaré. ¿Buscas en mi hija el oroo el amor? ¡Cuidado conmigo!"

La impresión adquirió fuerza cuando, a pesarde que Fanny anunció que a medianoche justa,al dar las doce, serviría a los convidados una

Page 13: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

copa de champaña para celebrar el Nacimiento,el conde manifestó que se retiraba. Un cuarto de hora después que el conde, baja-ba el banquero la escalera de mármol blanco, ysaltaba en el primer coche de punto varado enla esquina. El simón destartalado se paró a lapuerta de la Cordobesa. No acudió el sereno aabrir: Rosálbez le daba muy generosas propinasporque le dejase servirse de su llavín, sin ofi-ciosidades importunas. Cruzó el tenebroso por-tal, y, girando a la izquierda y encendiendo unfósforo, encontró la cerradura de la puerta delcuarto bajo. Sufría una agitación honda cuando introdujoen ella el otro extremo del llavín. ¡Aún dudaba!¿Quién sabe? Tal vez, como buena andaluzaapegada a la tradición y creyente, la Cordobesano había querido pasar la noche del 24 de di-ciembre sin asistir a la misa del Gallo, la másalegre y tierna de todas las misas. ¡Qué dichaesperarla en el cuartito forrado de felpa azul, y,cuando regresase a la una, depositar en su re-

Page 14: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

gazo el estuche con las calabazas de perlas, elúltimo capricho! Giró la llave sordamente; elbanquero sintió bajo sus pies la alfombra de laantesala. Dio luz al tulipán, y al mismo tiempooyó que salía del comedor algazara y risa. Depuntillas se coló en el ropero, que estaba a laderecha del pasillo: quería saber a qué atenerse;iba a ver, a saber, a cerciorarse de la infamia.Del ropero se pasaba a un gabinete, y ya enéste, al través de una puerta vidriera, era fácildistinguir cuanto en el comedor sucedía. Rosál-bez se agachó, entreabrió las cortinas...Enfrente tenía a la Cordobesa con mantón deManila y flores en el moño; a su lado, Planellesalzaba la copa. El banquero retrocedió; reclinóse en un sofá ycreyó que una mano le apretaba la nuez hastaasfixiarle. Era el desastre completo; era no so-lamente la burla para él, sino el desprecio de supobre Fanny, de su hija. Las risas, las coplasvenidas del comedor, le azotaban como látigos.Se levantó; a tientas buscó la salida y se encon-

Page 15: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

tró de nuevo en la antesala. Dejó la puertaabierta; en la calle tiró la llave al primer agujerode alcantarilla, y subiendo a otro coche dio lasseñas de su palacio. Todavía estaban ilumina-dos los salones; Fanny, en la antesala, despedíaa los convidados. Cuando desaparecieron, Ro-sálbez se acercó a su hija y, cogiéndola de lamano, tartamudeó: -¡Valor! ¡No te sobresaltes!... Acabo de adqui-rir la prueba de que el conde de Planelles no temerece; de que es un miserable, que te engañacon la última de las mujerzuelas. Te lo juro; tupadre te lo jura; acaba de cerciorarse de ello,positivamente... Jamás consentiré que vuelva aponer los pies aquí. Y Fanny sin replicar, blanca como su traje,balbució: -Entraré en las Reparadoras. Rosálbez vio, mirando al porvenir, una largaserie de Navidades frías y solitarias, inmensoagujero tétrico en su existencia... "La Ilustración Artística", núm. 1043, 1901.

Page 16: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

La Nochebuena del carpintero

José volvió a su casa al anochecer. Su corazónestaba triste: nevaba en él, como empezaba anevar sobre tejados y calles, sobre los árbolesde los paseos y las graníticas estatuas de losreyes españoles, erguidas en la plaza. Blancoscopos de fúnebre dolor caían pausadamente enel alma del carpintero sin trabajo, que regresabaa su hogar y no podía traer a él luz, abrigo, ce-na, esperanzas. Al emprender la subida de la escalera, al lle-gar cerca de su mansión, se sintió tan descora-zonado, que se dejó caer en un peldaño conánimo de pasar allí lo que faltaba de la alegrenoche. Era la escalera glacial y angosta de unacasa de vecindad, en cuyos entresuelos, princi-pales y segundos vivía gente acomodada, mien-tras en los terceros o cuartos, buhardillas ybuhardillones, se albergaban artesanos y me-

Page 17: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

nesterosos. Un mechero de gas alumbraba lostramos hasta la altura de los segundos; desdeallí arriba la oscuridad se condensaba, el am-biente se hacía negro y era fétido como el queexhala la boca de un sucio pozo. Nunca el as-pecto desolador de la escalera y sus rellanoshabía impresionado así a José. Por primera vezretrocedía, temeroso de llamar a su propiapuerta. ¡Para las buenas noticias que llevaba!

Altas las rodillas, afincados en ellas los codos,fijos en el rostro los crispados puños, tiritando,el carpintero repasó los temas de su desespera-ción y removió el sedimento amargo de su iracontra todo y contra todos. ¡Perra condición,centellas, la del que vive de su sudor! En vera-no, cebolla, porque hace un bochorno que abra-sa, y los pudientes se marchan a bañarse y atomar el fresco. En Navidad, cebolla, porquenadie quiere meterse en obras con frío y porquetodo el dinero es poco para leña de encina yabrigos de pieles. Y qué, ¿el carpintero no comeen la canícula, no necesita carbón y mineral

Page 18: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

cuando hiela? El patrón del taller le había dichomeneando la cabeza: "¿Qué quieres hijo? Yo nopuedo sacar rizos donde no hay pelo... Ni paraDios sale un encargo... Ya sabes que antes desoltarte a ti, he "soltao" a otros tres... Pero novoy a soltar a mis sobrinos, los hijos de mihermana..., ¿estamos? Ya me quedo con ellossolos... Búscate tú por ahí la vida... A ingeniarsese ha dicho..." ¡A ingeniarse! ¿Y cómo se inge-nia el que sólo sabe labrar madera, y no en-cuentra quien le pida esa clase de obra? Un mes llevaba José sin trabajar. ¡Qué jorna-das tan penosas las que pasaba en recorrer Ma-drid buscando ocupación! De aquí le despedíancon frases de conmiseración y vagas promesas;de allá, con secas y duras palabras, hasta conmarcada ironía... "¡Trabajo! Este año para nadielo hay...", respondían los maestros, coléricos,malhumorados o abatidos. De todas partes bro-taba el mismo clamor de escasez y de angustia;doquiera se lloraban los mismos males: guerra,ruina, enfermedades, disturbios, catástrofes,

Page 19: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

miedo, encogimiento de bolsillos... Y José ibade puerta en puerta, mendigando trabajo comomendigaría limosna, para regresar a la noche,de semblante hosco y ceño fruncido, y contestara la interrogación siempre igual de su mujercon un movimiento de hombros siempre idén-tico, que significaba claramente: "No, todavíano."

La mala racha los cogía sangrados, después delarga enfermedad: una tifoidea de la chica ma-yor, Felisa, convaleciente aún y necesitada dealimento sustancioso; después de la adquisiciónde una cómoda y dos colchones de lana, quetomaron el camino de la casa de empeños aescape; después de haber pagado de un golpeel trimestre atrasado de la vivienda y oído deboca del administrador que no se les permitiríaatrasarse otra vez, y al primer descuido se lospondría de patitas en la calle con sus trastos...En ocasión tal, un mes de holganza era el ham-bre enseguida, el ahogo para el resto del veni-dero año. ¡Y el hambre en una familia numero-

Page 20: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

sa! Nadie se figura el tormento del que tiene laobligación de traer en el pico la pitanza al nidode sus amores, y se ve precisado de volver a élcon el pico vacío, las plumas mojadas, las alascaídas... Cada vez que José llamaba y se metíabuhardilla adentro, el frío de los desnudos bal-dosines, la nieve de la apagada cocina, se leapoderabandel espíritu con fuerza mayor; porque el in-vierno es un terrible aliado del hambre, y con elestómago desmantelado muerde mil veces másriguroso el soplo del cierzo que entra por lasrendijas y trae en sus alas la voz rabiosa de losgatos... Cavilaba José. No, no era posible que él pasaseaquel umbral sin llevar a los que le aguardabandentro, famélicos y transidos, ya que no lasdulzuras y regalos propios de la noche de Na-vidad, por lo menos algo que desanublase susojos y reconfortase su espíritu. Permanecía asíen uno de esos estados de indecisión horribleque constituyen verdaderas crisis del alma, en

Page 21: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

las cuales zozobran ideas y sentimientos arrai-gados por la costumbre, por la tradición. Hon-rado era José, y a ningún propósito criminaldaba acogida, ni aun en aquel instante de prue-ba; las manos se le caerían antes que extender-las a la ajena propiedad; pero esta honradeztenía algo de instintivo, y lo que se le turbaba yconfundía a José era la conciencia, en pugnaentonces con el instinto natural de la hombríade bien, y casi reprobándolo. Él no robaría ja-más, eso no...; pero vamos a ver: los que robanen casos análogos al suyo, ¿son tan culpablescomo parece? A él no le daba la gana de abo-chornarse, de

arrostrar el feo nombre de ladrón; unas horasde cárcel le costarían la vida; moriría del be-rrinche, de la afrenta; bueno: ésas eran cosassuyas, repulgos de su dignidad, que un carpin-tero puede tener también: mas los que no pade-ciesen de tales escrúpulos y cometiesen unabarbaridad, no por sostener vicios, por mante-ner a la mujer y a los pequeños..., ¿quién sabe si

Page 22: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

tenían razón? ¿Quién sabe si eran mejores ma-ridos, mejores padres? Él no daba a los suyosmás que necesidad y lágrimas...

Gimió, se clavó los dedos en el pelo y, estúpi-do de amargura, miró hacia abajo, hacia la par-te iluminada de la escalera. Por allí mucho mo-vimiento, mucho abrir de puertas, mucho subiry bajar de criados y dependientes llevando pa-quetes, cartitas, bandejas; los últimos prepara-tivos de la cena: el turrón que viene de la turro-nería; el bizcochón que remite el confitero; elobsequio del amigo, que se asocia al júbilo de lafamilia con las seis botellas de jerez dulce y lasrojas granadas. Una puerta sola, la de la ancia-na viuda y devota, doña Amparo, que no sehabía abierto ni una vez; de pronto se oyó es-trépito, una turba de chiquillos se colgó de lacampanilla; eran los sobrinos de la señora, suúnico amor, su debilidad, su mimo... Entraroncomo bandada de pájaros en un panteón; lacasa, hasta entonces muda, se llenó de rumores,de carreras, de risas. Un momento después, la

Page 23: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

criada, viejecita, tan beata como su ama, salía aldescanso y gritaba en cascada voz: -¡Eh, señor José! ¿Está por ahí el señor José?Baje, que le quiero dar un recado... En los momentos de desesperación, cualquiereco de la vida nos parece un auxilio, un consue-lo. El que cierra las ventanas para encender unhornillo de carbón y asfixiarse, oye con enter-necimiento los ruidos de la calle, los ecos deuna murga, el ladrido del perro vagabundo...José se estremeció, se levantó y, ronco de emo-ción, contestó bajando a saltos: -¡Allá voy, allá voy, señora Baltasara!... -Entre... -murmuró la vieja-. Si está desocupa-do, nos va a armar el Nacimiento, porque han"venío" los chicos, y mi ama, como está conellos que se le cae la baba pura... -Voy por la herramienta -contestó el carpinte-ro, pálido de alegría. -No hace falta... Martillo y tenazas hay aquí, yclavos quedaron del año "pasao"; como yo loguardo todo, bien apañaditos los guardé...

Page 24: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

José entró en el piso invadido por los chiqui-llos y en el aposento donde yacían desparra-madas las figuras del Belén y las tablas del ar-madijo en que habían de descansar. Entre laalgazara empezó el carpintero a disponer sulabor. ¡Con qué gozo esgrimía el martillo, esco-gía la punta, la hincaba en la madera, la rema-chaba! ¡Qué renovación de su ser, qué bríos yqué fuerzas morales le entraban al empuñar,después de tanto tiempo, los útiles del trabajo!Pedazo a pedazo y tabla tras tabla iba sentandoy ajustando las piezas de la plataforma en queel Belén debía lucir sus torrecillas de cartónpintado, sus praderas de musgo, sus figuras debarro toscas e ingenuas. Los niños seguían coninterés la obra del carpintero; no perdían marti-llazo; preguntaban; daban parecer y coreabancon palmadas y chillidos cada adelanto del ar-matoste. La señora, entre tanto, colgaba en lapared algunas agrupaciones de bronce y vidriopara colocar en ellas bujías. Los criados iban yvenían, atareados

Page 25: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

y contentos. Fuera nevaba; pero nadie se acor-daba de eso; la nieve, que aumenta los padeci-mientos de la miseria, también aumenta la gra-ta sensación del bienestar íntimo del hogarabrigado y dulce. Y José asentaba, clavaba lamadera, hasta terminar su obra rápidamente,en una especie de transporte, reacción del aba-timiento que momentos antes le ponía al bordede la desesperación total...

Cuando el tablado estuvo enteramente listo yJosé hubo dado alrededor de él esa última vuel-ta del artífice que repasa la labor, doña Ampa-ro, muy acabadita y asmática, le hizo seña deque la siguiese, y le llevó a su gabinete, dondele dejó solo un momento. Los ojos de José sefijaron involuntariamente en los muebles y de-corado de aquella habitación ni lujosa ni mez-quina, y, sobre todo, le atrajo desde el primermomento una imagen que campeaba sobre laconsola, alumbrada por una lamparilla de finocristal. Era un San José de talla, escultura mo-derna, sin mérito, aunque no desprovista de

Page 26: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

cierto sentimiento; y el santo, en vez de hallarserepresentado con el Niño en brazos o de la ma-no, según suele, estaba al pie de un banco decarpintero, manejando la azuela y enseñando alJesusín, atento y sonriente, la ley del trabajo, lasuprema ley del mundo. José se quedó absorto.Creía que la imagen le hablaba; creía que pro-nunciaba frases de consuelo y de cariño infini-to, frases no

oídas jamás. Cuando la señora volvió y le desli-zó dos duros en la mano, el carpintero, en vezde dar las gracias, miró primero a su bien-hechora y después a la imagen; y a la elocuen-cia muda de sus ojos respondió la de los ojos dela viejecita, que leyó como un libro en el almade aquel desventurado, deshecho física y mo-ralmente por un mes de ansiedad y amargurasin nombre. Y doña Amparo, muy acostumbra-da a socorrer pobres, sintió como un golpe en elcorazón; la necesidad que iba a buscar fuera decasa, visitando zaquizamíes, la tenía allí, a dospasos, callada y vergonzante, pero urgente y

Page 27: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

completa. Alzó los ojos de nuevo hacia la efigiedel laborioso patriarca y, bondadosamente,tosiqueando, dijo al carpintero: -Ahora subirán de aquí cena a su casa de us-ted, para que celebren la Navidad. "La Ilustración Artística", núm. 834, 1897.

El ciego

La tarde del 24 de diciembre le sorprendió endespoblado, a caballo y con anuncios de tor-menta. Era la hora en que, en invierno, de re-pente se apaga la claridad del día, como si fue-se de lámpara y alguien diese vuelta a la llavesin transición; las tinieblas descendieron bo-rrando los términos del paisaje, acaso apaciblea mediodía, pero en aquel momento tétrico ydesolado. Hallábase en la hoz de uno de esos ríos quecorren profundos, encajonados entre dos escar-pes; a la derecha, el camino; a la izquierda, una

Page 28: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

montaña pedregosa, casi vertical, escueta yplomiza de tono. Allá abajo no se divisaba másque una cinta negruzca, donde moría, cule-breando, áspid de carmín, un reflejo roto delponiente; arriba, densas masas erguidas, for-mas extrañas, fantasmagóricas; todo solemne yaun pudiera decirse que amenazador. No peca-ba Mauricio de cobarde y, sin embargo, le im-presionó el aspecto de la montaña; sintió deseosde llegar cuanto antes al pazo, del cual le sepa-raban aún tres largas leguas, y animó con lavoz y la espuela a su montura, que empinabalas orejas recelosa.

Arreció el viento y le obligó a atar el sombrerocon un pañuelo bajo la barba; el trueno, lejanoaún, retumbó misteriosamente; ráfagas de llu-via azotaron la cara del jinete, que ahogó unjuramento. ¡Aquello era mala sombra! ¡Justa-mente empezaba a llover a la mitad del camino!Al punto mismo, el caballo se encabritó y pegóun bote de costado: entre la maleza había salidoun bulto. Echaba ya Mauricio mano al revólver

Page 29: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

que llevaba en el bolsillo interior de la zamarra,cuando oyó estas palabras: -¡Una limosnita! ¡Por amor de Dios, que va anacer...; una limosnita señor! Mauricio, tranquilizándose, miró enojado alque en tal sitio y ocasión cometía la importuni-dad de pedir limosna. Era un hombrachón alto, descalzo de pie ypierna, que llevaba al hombro unas alforjas y seapoyaba en recio garrote. La oscuridad nopermitía distinguir cómo tenía el rostro; la an-cianidad se adivinaba en lo cascado de la voz yen el vago reflejo plateado de las greñas blan-cas. -Apártese -murmuró impaciente el señorito-.¿No ve que el caballo se asusta? Si me descui-do, al río de cabeza... ¡Vaya unas horas de pediry un sitio a propósito para saltar delante de lamontura! ¡Brutos! El pordiosero se había quedado como hechode piedra.

Page 30: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-¿Dónde está el río? -gritó con hondo terror-.¿No es aquí el camino de la iglesia de Cimáis?Señor: no me desampare... ¡Soy un ciego!¡Nuestra Señora le conserve la vista! ¡Pobre delque no ve!

Mauricio comprendió. El viejo sin ojos sehabía perdido; ignoraba dónde se encontraba, ypara no despeñarse necesitaba un guía. Sí; con-venido; necesitaba un guía... ¿Y quién iba a ser?¿Él, Mauricio Acuña, que desde Orense regre-saba a su casa en tarde de Navidad, a cenar, apasar alegremente la velada, jugando al julepeo al "golfo" con sus hermanos y primos, fu-mando y riendo? Si sujetaba el paso de su caba-llo al lento andar de un ciego; si torcía su rum-bo cara a la iglesia de Cimáis, distante buenrato, ¿a qué santas horas iba a hacer su entradaen la sala del pazo de Portomellor? Un instantetitubeó: pensaba que no podía menos de sacri-ficar algunos minutos a colocar al ciego en ladirección de Cimáis y dejarle, ya orientado,arreglarse como Dios le diese a entender. Sólo

Page 31: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

que era internarse en la "carballeda", exponersea tropezar en los cepos y en los pedruscos, y,sobre todo, era condescender a los ruegos delmendigo, que no soltaría a dos por tres a sulazarilloimprovisado, y si le complaciese en lo primeroexigiría lo segundo... ¡Estos pobres son tan la-goteros y tan pegajosos! "Más vale escurrirse",decidió; y sacando del bolsillo un duro, lo dejóen la mano temblona que el viejo extendía, máspara implorar que para mendigar; picó al caba-llo y escapó como un criminal que huye de laJusticia. Sí; como un criminal. Así definió su conductaél mismo, luego, en el punto de refrenar a Ma-ceo, su negro andaluz cruzado, y darse cuentade que había caído enteramente la noche. Velada por sombríos nubarrones, la luna seentreparecía lívida, semejante a la faz de uncadáver amortajado con hábito monacal. Lacarretera se desarrollaba suspendida sobre elrío que, a pavorosa profundidad, dormitaba

Page 32: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

mudo y siniestro. El viento combatía, haciéndo-los crujir, los troncos robustos de los árboles;un relámpago alumbró la superficie del agua;un trueno resonó ya bastante cercano; y Mauri-cio se estremeció. Le pareció escuchar ruidosextraños además de los de la tormenta. ¿Sehabrá caído el viejo al agua? Detrás, sobre lapeñascosa senda, creía escuchar el paso de unhombre que tentaba el suelo con un palo, comohacen los ciegos. Absurdo evidente, pues con lagalopada que Maceo había pegado ya quedaríael mendigo atrás un cuarto de legua. Lo ciertoes que Mauricio juraría que le seguía "alguien";alguien que respiraba trabajosamente, que tro-pezaba, que gemía, que imploraba compasión.Invencible desasosiego le impulsó a apurarnuevamente a su montura para

alcanzar pronto el cruce en que la carretera sedesvía del río, cuya vista le sugería el temor deuna desgracia. ¿Se habrá caído?... Lo que aMauricio le acongojaba era la idea de haberabandonado a un ciego en tal noche. "Pero

Page 33: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

¿cómo fue capaz...? ¡Si parece mentira! Me locontarían después y no lo creería... Hoy no de-bía dejar solo a un infeliz", cavilaba, hincandola espuela en los ijares de Maceo. "Y lo más su-cio, lo más vil de mi acción fue darle dinero.¡Dinero! Si a estas horas flota en el Sil su cuer-po..., el dinero ¿de qué le sirve? Creemos que eldinero lo arregla todo... ¡Miserable yo! Estoypor volverme. ¿No viene nadie detrás?..." Maceo volaba; un sudor de angustia humede-cía las sienes del jinete. El zumbido de sus oí-dos y el remolino del viento, profundo comouna tromba, no le impedían oír, cada vez máspróximas, las pisadas del que le seguía, ya singénero de duda, y percibir la misma respiraciónentrecortada, el mismo doliente gemido; y elcaso es que no se atrevía a volverse, porque, sise volviese, quizá vería la figura del ciegomendigo, alto, descalzo de pie y pierna, con elzurrón al hombro, el cayado en la mano y relu-ciente en la oscuridad la plata de sus blancasgreñas...

Page 34: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

"¿Estaré loco? -pensó-. ¡Ea!, ánimo... Debo vol-verme..." Y no se volvía; su garganta apretada,su corazón palpitante, le hacían traición; sufríaun miedo espantoso, sobrenatural. Apretó lasespuelas, y el caballo, excitado, aceleró el ten-dido galope, sacando chispas de los guijarrosdel camino. La tempestad estaba ya encima: elrelámpago brilló; un trueno formidable rim-bombó sobre la misma cabeza del señorito,aturdiéndole. Alborotóse Maceo; giró brusca-mente sobre sus patas traseras y se arrojó haciael talud que dominaba el Sil. Vio Mauricio eltremendo peligro cuando otro relámpago lemostró el abismo y la superficie del agua; cerrólos ojos, aceptando el juicio de la Providencia...,y el caballo, en su vértigo mortal, arrastró aljinete al fondo del despeñadero, tronchando ensu caída los pinos y empujando las piedras delescarpe, cuyo ruido fragoroso, al rodar peñasabajo, remedaba aún los desatentados pasos delciego que tropezaba y gemía.

Page 35: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Los Magos

En su viaje, guiados día y noche por el rastrode luz de la estrella, los Magos, a fin de descan-sar, quisieron detenerse al pie de las murallasde Samaria, que se alzaba sobre una colina,entre bosquetes de olivo y setos de cactos espi-nosos. Pero un instinto indefinible les movió acambiar de propósito: la ciudad de Samaria erael punto más peligroso en que podían haceralto. Acababa de reedificarla Herodes sobre lasruinas que habían hacinado los soldados deAlejandro el macedón siglos antes, y la pobla-ban colonos romanos que hacía poco trocaronla espada corta por el arado y el bieldo; gentetoda a devoción del sanguinario tetrarca y dis-puesta a sospechar del extranjero, del caminan-te, cuando no a despojarle de sus alhajas y viá-ticos. Siguieron, pues, la ruta, atravesando los cam-pos sembrados de trigo, evitando la doble hile-

Page 36: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

ra de erguidas columnas que señalaban la en-trada triunfal de la ciudad, y buscando la som-bra de los olivos y las higueras, el oasis de al-gún manantial argentino. Abrasaba el sol y enlas inmediaciones de la villita de Betulia la des-nudez del paisaje, la blancura de las rocas,quemaban los ojos. "Ahí no encontraremos sino pozos y cisternas,y yo quisiera beber agua que brotase a mi vista"-murmuró, revolviendo contra el paladar laseca lengua, el anciano Rey Baltasar, que teníasedientas las pupilas, más aún que las fauces, yse acordaba de los anchos ríos de su amadopaís del Irán, de la sabana inmensa del Indo,del fresco y misterioso lago de Bactegán, encuyas sombrosas márgenes triscan las gacelas. La llanura, uniforme y monótona, se prolon-gaba hasta perderse de vista; campos de heno,planicies revestidas de espinos y de malas hier-bas, es todo lo que ofrecía la perspectiva delhorizonte. En el cielo, de un azul de ultramar,las nubes ensangrentadas del poniente devora-

Page 37: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

ban el resplandor de la estrella, haciéndola in-visible. Entonces Melchor, el Rey negro, des-ciende de su montura, y cruzando sobre el pe-cho los brazos, arrodillándose sin reparo demanchar de polvo su rica túnica de brocado deplata franjeada de esmeraldas y plumas de pa-vo real, coge un puñado de arena y lo lleva alos labios, implorando así: -Poder celeste, no des otra bebida a mi boca,pero no me escondas tu luz. ¡Que la estrellabrille de nuevo! Como una lámpara cuando recibe provisiónde aceite, la estrella relumbró y chispeó. Almismo tiempo, los otros dos Magos exhalaronun grito de alegría: era que se avistaban lasblancas mansiones y los grupos de palmerasseculares de En-Ganim. En Palestina ver pal-meras es ver la fuente. Gozosa se dirigió la comitiva al oasis, y al des-cubrir el agua, al escuchar su refrigerantemurmullo, todos descendieron de los camellosy dromedarios y se postraron dando gracias,

Page 38: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

mientras los animales tendían el cuello y elhocico, venteando los húmedos efluvios de lacorriente. Así que bebieron, que colmaron losodres, que se lavaron los pies y el rostro, acam-paron y durmieron apaciblemente allí, bajo laspalmeras, a la claridad de la estrella, que reful-gía apacible en lo alto del cielo. Al alba dispusiéronse a emprender otra vez lajornada en busca del Niño. La mañana era des-pejada y radiante. Los rebaños de En-Ganimsalían al pastoreo, y las innumerables ovejasblancas, moviéndose en la llanura, parecíanejércitos fantásticos. La proximidad de la co-marca donde se asienta Jerusalén se conocía enla mayor feracidad del terreno, en la verduradel tupido musgo, en la copia de hierba y flore-cillas silvestres, que no había conseguido mar-chitar el invierno. Baltasar y Gaspar reflexionaban, al ritmo vio-lento del largo zancajear de sus monturas. Pen-saban en aquel Niño, Rey de reyes, a quien undecreto de los astros les mandaba reverenciar y

Page 39: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

adorar y colmar de presentes y de homenajes.En aquel Niño, sin duda alguna, iba a reflorecerel poderío incontrastable de los monarcas deJudá y de Israel, leones en el combate, gober-nantes felicísimos en la paz; y la vasta monar-quía, con sus recuerdos de gloria, llenaba lamente de los dos Magos. ¡Qué sabiduría, quéinfusa ciencia la de Salomón, aquel que habíasubyugado a todos sus vecinos desde los farao-nes egipcios hasta los comerciantes emporiosde Tiro y Sidón; el que construyó el templogigante, con sus mares de bronce, sus candela-bros de oro, su terrible y velado tabernáculo,sus bosques de columnas de mármol, jaspe yserpentina, sus incrustaciones de corales, suschapeados de marfil! ¡Qué magnificencia la delque deslumbró con su recibimiento a la reinade Saba, a Balkis la de los

aromas, la que traía consigo los tesoros deOriente y las rarezas venidas de las tres partesdel mundo, recogidas sólo para ella y que ellaarrojaba, envueltas en paños de púrpura al pie

Page 40: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

del trono del rey! Cerrando los ojos, Baltasar yGaspar veían la escena, contemplaban la sartade perlas desgranándose, los colmillos de ele-fante ostentando sus complicadas esculturas,los pebeteros humeando y soltando nubes per-fumadas, los monillos jugando, los faisanes ypavos reales haciendo la rueda, los citaristas yarpistas tañendo, y Balkis, envuelta en su largatúnica bordada de turquesas y topacios, prote-gida del sol por los inmersos abanicos de plu-ma, adelantándose con los brazos abiertos pararecibir en ellos a Salomón... No podían dudarlo.El Niño a quien iban a adorar sería con el tiem-po otro Salomón, más grande, más fuerte, másopulento, más docto que el antiguo. Someteríaa todas las naciones; ceñiría la corona del uni-verso, y bajo su solio, salpicado de diamantes,se postraría

la opresora ciudad del Lacio. Sí, la ávida lobaromana lamería, domada, los pies de aquel Ni-ño prodigioso...

Page 41: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Mientras rumiaban tales ideas, la estrella des-aparecía, extinguiéndose. Encontráronse perdi-dos, sin guía, en la dilatada llanura. Miraron entorno, y con sorpresa advirtieron que se habíaseparado de ellos Melchor. Una niebla densa ysombría, alzándose de los pantanos y esteros,les había engañado y extraviado, de fijo. Tur-bados y tristes, probaron a orientarse; pero lacostumbre de seguir a la estrella y el descono-cimiento completo de aquel país que cruzabaneran insuperables obstáculos para que lograsensu intento. Ocurrióseles buscar una guía, yclamaron en el desierto, porque a nadie veíanni se vislumbraba rastro de habitación humana.Por fin, aparecióse un pastor muy joven, vesti-do de lana azul, sujeto a la frente el ropaje conun rollo de lino blanco. Y al escuchar que losviajeros iban en busca del Niño Rey, el rústicosonrió alegremente y se ofreció a conducirlos:

-Yo le adoré la noche en que nació -dijo trans-portado.

Page 42: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-Pues llévanos a su palacio y te recompensa-remos. -¡A su palacio! El Niño está en una cuevecilladonde solemos recoger el ganado cuando hacemal tiempo. -Qué, ¿no tiene palacio? ¿No tiene guardias? -Una mula y un buey le calientan con su alien-to... -respondió el pastor-. Su Madre y su Padre,el Carpintero Josef de Nazaret, le cuidan y levelan amorosos... Gaspar y Baltasar trocaron una mirada quedescubría confusión, asombro y recelo. El pas-tor debía de equivocarse; no era posible que tangran Rey hubiese nacido así, en la miseria, en elabandono. ¿Qué harían? ¿Si pidiesen consejo aMelchor? Pero Melchor, envuelto en la niebla,caminaba con paso firme; la estrella no se habíaoscurecido para él. Hallábase ya a gran distan-cia, cuando por fin oyó las voces, los gritos desus compañeros: -¡Eh, eh, Melchor! ¡Aguárdanos!

Page 43: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

El Mago de negra piel se detuvo y clamó a suvez: -Estoy aquí, estoy aquí... Al juntarse por último la caravana, Melchordivisó al pastorcillo y supo las noticias que da-ba del Niño Rey. -Este pobre zagal nos engaña o se engaña -exclamó Gaspar enojado-. Dice que nos guiaráa un establo ruinoso, y que allí veremos al Hijode un carpintero de Nazaret. ¿Qué piensas,Melchor? El sapientísimo Baltasar teme queaquí corramos grave peligro, pues no conoce-mos el terreno, y si nos aventuramos a pregun-tar infundiremos sospechas, seremos presos yacaso nos recluya Herodes en sus calabozossubterráneos. La estrella ya no brilla y nuestrocorazón desmaya. Melchor guardó silencio. Para él no se habíaocultado la estrella ni un segundo. Al contrario,su luz se hacía más fulgente a medida que ade-lantaban, que se aproximaban al establo. Y ensu imaginación, Melchor lo veía: una cueva

Page 44: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

abierta en la caliza, un pesebre mullido conpaja y heno, una mujer joven y celestialmentebella agasajando a un Niño tiernecito, quetiembla de frío; un Niño humilde, rosado, blan-co, que bendice, que no llora. Lo singular esque la cueva, en vez de estar oscura, se hallainundada de luz, y que una música inefableapenas perceptible, idealmente delicada y me-lodiosa resuena en sus ámbitos. La cueva pare-ce que es toda ella claridad y armonía. Melchoroye extasiado; se baña, se sumerge en la deli-ciosa música y en los resplandores de oro quellenan la caverna y cercan al Niño. -¿No oyes, Melchor? Te preguntamos si de-bemos continuar el viaje... o volvernos a nues-tra patria, por no ser encarcelados y oprimidosaquí. -Y vosotros, ¿no oís la música? -repite Mel-chor, por cuyas mejillas de ébano resbalan go-tas de dulce llanto. -Nada oímos, nada vemos... -responden losdos Magos, afligidos.

Page 45: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-Orad, y veréis... Orad, y oiréis... Orad, y Diosse revelará a vosotros. Magos y séquito echan pie a tierra, extiendenlos tapices, y de pie sobre ellos, vuelta la cara alOriente, elevan su plegaria. Y la estrella, poco apoco, como una mirada de moribundo que sereanima al aproximarse al lecho un ser querido,va encendiéndose, destellando, hasta iluminarcompletamente el sendero, que se alarga y pe-netra en la montaña, en dirección de Belén. La niebla se disipa; el paisaje es risueño, pas-toril, fresco, florido, a pesar de la estación; cla-ros arroyillos surcan la tierra, y resuena, comoen mayo, el gorjeo de las aves, que acompaña eltilinteo de la esquila y el cántico de los pastores,recostados bajo los terebintos y los cedros,siempre verdes. Los Magos, terminada su ple-garia, emprenden el camino llenos de esperan-za y de seguridad. Una cohorte de soldados acaballo se cruza con la caravana: es un desta-camento romano, arrogante y belicoso; el solsaca chispas de sus corazas y yelmos; ondean

Page 46: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

las crines, flotan las banderolas, los cascos delos caballos hieren el suelo con provocativafuria. Los Magos se detienen, temerosos. Peroel destacamento pasa a su lado y no da mues-tras de notar su presencia. Ni pestañean, nivuelven la cabeza, ni advierten nada. -Van ciegos -exclama Melchor. Y los Magos aprietan el paso, mientras se alejala cohorte. "La Ilustración Artística", núm. 837, 1898.

Sueños regios

Es de noche. Temperatura, veinte bajo cero.Fuera no se escucha el menor ruido. La nevada,cayendo en finos copos delicadísimos que mu-llen la atmósfera, contribuye a sostener el silen-cio absoluto, ahogado, que pesa sobre los jardi-nes blancos con blancura fantástica. La nieve haperfilado primorosamente la traza de las callesde árboles, de los macizos, de los boquetes, de

Page 47: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

los estanques cuajados por el hielo, y cuya su-perficie lisa rayaron los patines en la últimasesión de patinaje que tanto divirtió a la Corte,porque el príncipe de Circasia se dio unas cos-taladas regulares. Las estatuas parecen temblar y lucen aderezosde carámbanos. Las coníferas son témpanosbordados y esculpidos. En el alcázar, las corni-sas, las balconadas, las torrecillas, la monumen-tal ornamentación de la fachada, el reloj soste-nido por Genios que representan los destinosde la casa imperial, venciendo al Tiempo, vandesapareciendo bajo la suave acolchadura blan-ca. Los centinelas, en su garita, tiritando, sintien-do que el aliento se les cristaliza primero y seles liquida después dentro del alto cuello de suscapotes militares, hieren el suelo con el pie, seacuerdan del cuerpo de guardia donde arde laestufa y se puede echar un trago de lo fermen-tado, y de tiempo en tiempo lanzan, al travésde la nieve, su "¡Alerta!" gutural.

Page 48: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

El decorativo reloj da las doce, pausadamente,como si la hora contada por él fuese más so-lemne que las otras. Al reloj de fuera contestanlos de dentro desde las consolas; tienen voceci-llas aflautadas y bien moduladas de palaciegos.

El emperador se estremece y se incorpora en elgran lecho incrustado de marfil, bajo las pielesrarísimas que lo mullen. Se le figura que unamano acaba de posarse en su hombro. Y enefecto: a la luz de la lámpara de alabastro vela-da de encaje, ve una figura venerable, un viejoaureolado por larguísima barba y melenas,donde la nieve se diría que enredó sus vellones.La vestidura del viejo deslumbra; túnica debrocado de oro, manto de terciopelo violetaorlado de armiño. Una especie de mitra, en quelas perlas se apiñan sobre la filigrana, rodea sussienes y comprime y hace bufar su gran cabe-llera nevada, que se extiende caudalosa por loshombros. En la mano lleva cincelado cofrecilloabierto, lleno de polvo aurífero impalpable:

Page 49: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-¿Qué me quieres y quién eres? -pregunta elemperador al anciano. -Como de casa. Baltasar, Rey de los países deOriente -contesta el patriarca en voz temblona. -¡Bienvenido, primo y señor! ¿Por qué viajavuestra majestad en tan cruda noche? Convienea las testas coronadas no ponerse nunca en elcaso de sufrir las molestias que padecen losdemás mortales. Dígnese vuestra majestad des-cansar bajo mi hospitalario techo. -No acepto sino breves instantes, aunque ven-go rendido de atravesar los dominios de vues-tra majestad, a los cuales no se les ve el fin; de-ben de cubrir buena parte de la superficie delplaneta. -¡Ah! -articula el emperador, satisfecho-. ¿Losha recorrido vuestra majestad? ¿Se ha enteradode su extensión y riquezas? Todos los climas,todas las producciones, todas las razas recono-cen mi soberanía. Cuando paso revista a miejército, en él veo soldados blancos y rubios, deojos azules; soldados de morena tez; soldados

Page 50: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

de cutis amarillo y nariz achatada; ropajesorientales y envolturas que preservan el rigorde las estaciones en los países hiperbóreos. MiImperio produce el trigo y el zafiro, los minera-les, las pieles y las maderas odoríferas; es ungigante cuya cabeza, como la de vuestra majes-tad, se baña en las nieves árticas, y cuyas ma-nos se tienden hacia el Mediodía para abarcar-lo. Y en este Imperio yo soy Dios. A mi voz lasfrentes se inclinan, las muchedumbres se pros-ternan, la plegaria por mí hace retemblar losiconostasios. Mientras el soplo del huracán jue-ga con los monarcas occidentales, nuestros ne-cios primos, yo, como un numen, me oculto ensantuario

inaccesible.

-Conozco el poderío de vuestra majestad. Poreso sospecho si la tarea que me ha sido enco-mendada resultará estéril; pero, obedeciendo,la cumplo.

-¿Qué tarea es ésa, primo y señor?

Page 51: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-La que me ordenó realizar el Niño. Vuelvo dePalestina; regreso a mi patria, después del in-terminable viaje anual... ¡Es una maravilla lolindo que está el Niño y lo dulce y honesta quees la Madre! Nada perdió su inmortal hermosu-ra en los mil novecientos dos años transcurri-dos desde que por vez primera les adoré. Comosiempre, les he llevado mi ofrenda: polvo deoro del Ofir. Y el Niño, después de extender susmanitas, que besé, y bendecir el oro, me ha di-cho que lo espolvoree por el suelo allí dondevea que el hombre atenta a la libertad del hom-bre.

-¿Conque esas mañas saca el Niño? -tartamudeó el emperador-. ¡Por cierto que leeducan bien mal su Madre y el Carpintero, gen-te baja al fin, aunque descienda de la casta denuestros augustos primos los reyes de Judá!Vuestra majestad, con la experiencia que le danlos años, habrá comprendido que no debecumplírsele al Niño ese antojo.

Page 52: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-No es posible desobedecerle, primo y señor -declaró gravemente el Mago-. He espolvoreadola enorme porción de tierra donde reina vuestramajestad, aunque confieso que dudo de vergerminar cosa alguna sobre la dura capa dehielo que la reviste. Sin esperanzas voy derra-mando polvillo de oro; y la verdad: hace uninstante, en los jardines de este palacio, al caerel dorado polvillo, creí que el suelo se estreme-cía y se agrietaba la capa de nieve. Tembló latierra; me pareció que un ruido cavernoso reso-naba allá dentro. ¿Está segura vuestra majestadde que no se halla minado su palacio? -Vuestra majestad es quien lo mina, y serápreciso impedirlo -contesta enérgicamente elemperador, hiriendo un timbre. Aparece la guardia. El viejo toma una pulga-rada de polvillo, lo arroja a los soldados y pasapor entre ellos libre y majestuoso. Otro efecto de nieve sobre los jardines y pala-cio real, pero nieve ya cuajada y que empieza aderretirse formando un barro sucio y negruzco.

Page 53: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

En el alcázar se ven todavía luces: ha habido enel comedor de diario espléndida cena de fami-lia, alegres y cariñosos brindis, y el emperador,rendido de recibir toda la tarde felicitaciones,después de bendecir a sus hijos, que uno poruno le han besado la mano respetuosamente, yde abrazar con afecto a la fecunda emperatriz,se tiende en su estrecha y dura cama de cam-paña, única donde concilia el sueño, a causa dela costumbre. Apenas empieza a aletargarse, le llaman conun ¡"Pssit"! muy bajo, y a la claridad de la lam-parilla divisa a un hombre en la fuerza de laedad, envuelta en ropón de púrpura, bajo elcual se parece una armadura de admirable tra-bajo. Rodea sus sienes una corona de picos: ensu diestra alza rico pomo de mirra de fuertearoma, acre y embriagador. -¿Qué desea vuestra majestad, señor Rey Gas-par? -pregunta el emperador, que, conociendoal viajero, salta de la cama y saluda militarmen-te.

Page 54: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-Felicitar las Pascuas a vuestra majestad y con-fiarle un secreto. Es el caso que el Niño, ¿nosabe vuestra majestad?, ¡el Niño a quien todoslos años voy a visitar en su establo, para beberen sus ojos de violeta la sabiduría!, después dejugar con esta mirra que le ofrecí y de arrojarsobre ella su aliento celestial, me manda quegota a gota la esparza por el suelo del paísdonde el hombre tenga sed de la sangre delhombre. Y al caer gotitas de esta mirra, primo yseñor, observo que la tierra, encharcada y pega-josa, se esponja, se entreabre, y nacen, surgen ycrecen olivos, rosas, mirtos, centeno, lúpulo,viñas cargadas de racimos. ¡Ah! Es un granportento la tal mirra. Y a mí, señor y primo, laarmadura me asfixia, el corazón no me cabe enella. Permítame vuestra majestad que salpiquede mirra su cabeza augusta.

-¡Qué diantre! ¡Cosas de chiquillos! -gruñe elemperador-. Cuando el Niño crezca y se apartede las faldas y del regazo materno, diferentesserán sus caprichos. No hay nada más santo

Page 55: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

que la guerra. Dios mismo guía a los ejércitos einfunde a los caudillos arrojo y tino para asegu-rar la victoria. Sobre el campo de batalla secierne el Arcángel con sus alas salpicadas derubíes y su gladio flamígero. El soplo divinohincha mi pecho apenas lo cubre la coraza ruti-lante. Esto no se les alcanza a los niños ni a lasmujeres; convenido. Nosotros, pastores de pue-blos, jefes de razas, sonreímos ante ciertosarranques de debilidad graciosa.

-Debo hacer lo que me mandan -insiste Gas-par.

Y, tomando unas gotas de mirra, las dispara ala frente del emperador. Éste exhala un suspiro;se deja caer en el lecho de campana, y ve ensueños una pirámide de huesos humanos, blan-ca y pulida, altísima. Sobre la cúspide, un cuer-vo grazna plañideramente, hambriento, erizadoel plumaje; y al pie, en las ramas de un olivonuevo, dos palomas se besan, juntando los pi-cos.

Page 56: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

En el patio del alcázar, sobre el gran pilón delpórfido sostenido por leones, recae el agua,melodiosa, con dulce porfía. La luna iluminalas arcadas afiligranadas, juega en las charola-das hojas de los naranjos, descubre el reflejopálido de sus pomas de oro. Dos esclavos velanel sueño del emir, que reposa vestido sobre undiván cubierto con una manta de fina pluma deavestruz -porque la noche está algo fría y lahelada ha endurecido los caminos del desierto-y apoyando el pie en la garganta de una mujerdesnuda, que hace de cojín y presta calor másgrato, que el de la manta.

Elegante figura se desliza por entre los escla-vos, invisible. Es un negro joven, esbelto, derobusta y acerada musculatura, de piernas ner-viosas, encerradas en calzas prietas y salpica-das de lentejuelas, como las que ostentan losdonceles en los cuadros de Carpaccio: una so-brevesta de tisú de plata acusa sus formas; uncinturón de pedrería sostiene sobre su vientreenjuto soberbio puñal; encima de sus cabellos

Page 57: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

crespos se ladea un gorro de velludo carmesí, ybajo el ala luce diademas de brillantes. El ga-llardo negro se inclina hacia el emir y le baña elrostro con una bocanada de incienso, quehumea en un incensario calado, pendiente decadenillas de perlas. Sobresaltado, el emir des-pierta, echando mano a la gumía. No temas, soy Melchor, que, como tú, ejerce elmando en tribus del desierto y posee palaciosmisteriosos que parecen labrados por los geniosdel aire. Vengo a cumplir órdenes del NiñoYesuá, hijo de Leila Mariem. -¿Y qué te ordena ese Profeta infiel? -exclamael emir con desprecio. -Columpiar este incensario en todos los paísesdonde el hombre trate a la mujer como esclavay no como compañera. Ríese el emir mostrando sus blancos dientesde chacal entre la negra y sedosa barba. -Pues vuélvete a tierra de rumíes, Melchor.También allí necesitan el perfume de tu incen-sario. Pero antes reposa. Eres mi huésped; voy

Page 58: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

a ordenar que te preparen un baño con agua derosas dos bellas cautivas. Y el emir se incorpora, dando con el pie a lamujer en cuya garganta lo tenía apoyado. "La Ilustración Artística", núm. 1045, 1902.

La visión de los Reyes Magos

(Los Reyes Magos regresan a su patria pordistinto camino del que vinieron, a fin de burlaral sanguinario Herodes. Es de noche: la estrellano los guía ya; pero la luna, brillando con in-tensa y argentada luz, alumbra espléndidamen-te la planicie del desierto. La sombra de losdromedarios se agiganta sobre el suelo blanco yliso, y a lo lejos resuena el cavernoso rugir deun león.) BALTASAR. (Acariciándose la nevada y luen-ga barba y moviendo la anciana cabeza a estilodel que vaticina.) -No sé lo que me sucede des-de que me puse de rodillas en el establo de Be-

Page 59: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

lén y saludé al hijo de la Doncella, que me agitaun espíritu profético, y siento descorrerse elvelo que cubre los tiempos futuros. Este tributode oro que ofrecía al Niño para reconocerleRey, ¡cuántas y cuántas generaciones se lo hande rendir! Tributos percibirá, no como nosotros,días, meses y años, sino siglos, decenas de si-glos, generación tras generación, y los percibiráde todo el Universo, de toda raza y lengua, denuevas tierras que se descubrirán para aclamarsu nombre. El oro que le he presentado era po-co: apenas llenaba el cofre de cedro en que lotraje; y ahora se me figura que se ha convertidoen un mar de oro, y veo que al Niño se le erigentemplos de oro, altares de oro labrado y cince-lado, tronos de oro, en torno de los cuales osci-lan blancos flabelos de plumas con mangos deoro,

y que ciñe su cabeza una triple corona de oromacizo, también, incrustada de diamantes ygemas preciosas. Olas de oro, fluyendo de losveneros de la tierra corren a los pies del Niño; y

Page 60: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

lo más extraño es que el Niño los contemplacon entristecida cara, y al fin esconde el rostroen el seno de su Madre. ¿Habré obrado mal, ¡ohsabios!, en presentarle oro? ¿No le agradará a lacriatura celeste el símbolo de la autoridad real?Temo que mis dones no hayan sido aceptos ymi obsequio pareciese sacrílego.

GASPAR. (Enderezándose sobre su montura,requiriendo la espada, frunciendo las cejas yechando chispas por los ojos.) -Patriarca de losMagos, bien te lo pronostiqué. El nacido Rey delos judíos no es el vil mercader que quiere ate-sorar riquezas sin cuento en los subterráneos desu morada. La codicia rebaja el alma y la hacepegajosa y grosera como la arcilla que, despre-ciándola, pisamos. Mi don es el único que pudocomplacer al Primogénito de la Virgen. Tú letrajiste oro, por monarca; yo, mirra, por hom-bre. Hombre ha querido nacer, y el llamarsehombre será su mejor título. La mirra amargacomo el vivir, y como el vivir, sana y fortifican-te; he ahí lo que conviene a quien ha de realizar

Page 61: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

obra viril, obra de vigor y salud. ¿Creéis que sepuede ser grande, noble y fuerte sin gustar elcáliz amargo? Aquí me tenéis a mí, ¡oh sabios!:he combatido, he sufrido, he vencido mons-truos, he lidiado con tentaciones horribles, mehe visto mil veces en mano de mis enemigos, yel soplodel martirio ha rozado mi sien. Pues sólo un díahe llorado, y una gota de mi llanto, cayendo enel ánfora de la mirra, le prestó su tónica y sa-brosa amargura y quizá su balsámico perfume.Yo también veo al Niño, Baltasar; pero le veocombatiendo, arrollando, venciendo, aplastan-do dragones, sometiendo a su yugo a la Huma-nidad, sufriendo y regando con sangre unapalma. Bien hice en traerle mirra. MELCHOR. (Tímidamente, con humildadprofunda.) -Yo no sé si habré acertado y, sinembargo, por la alegría que me inunda presu-mo que el Niño no rechaza mi don. Tú, venera-ble y doctísimo Baltasar, le obsequiaste con oroconsiderándole Rey. Tú, indomable y valeroso

Page 62: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Gaspar, le trajiste mirra, teniéndole por hom-bre. Yo, el último de vosotros, el más ignorante,el etíope de negra tez, le ofrecí unos granos deincienso, pues mi corazón le presentía Dios. BALTASAR y GASPAR.(Atónitos.) -¡Dios! MELCHOR. (Con fe y persuasión ardiente.) -Sí, Dios. Ahora mismo, en medio de esta serenanoche, sobre el limpio azul del cielo, he vistoresplandecer su divinidad. Ahí están las nacio-nes postradas a sus pies y redimidas por Él, ypor Él igualados todos los hombres. Mi proge-nie, la oscura raza de Cam, ya no se diferenciade los blancos hijos de Jafet. Las antiguas mal-diciones las ha borrado el sacro dedo del Niño.No le reconocéis así al pronto, porque es unDios diferente de los dioses que van a morir: nocondena, ni odia, ni extermina; ama, reconcilia,perdona y sólo con acercarme a Él noto en micorazón una frescura inexplicable y en mi espí-ritu una paz que glorifica. Así que llegue a mireino abriré las prisiones, licenciaré los ejérci-tos, condenaré los tributos, daré libertad a mis

Page 63: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

concubinas y me pondré desarmado en mediode la plaza pública a confesar mis yerros y aque mis enemigos, si lo desean, tomen vengan-za de mí. BALTASAR. -Me dejas confuso, Melchor. Tucreencia se asemeja a la locura. GASPAR. -No te entiendo bien, Melchor. Tucreencia me parece afeminada, impropia de unrey. MELCHOR. -No sé defenderla con razones.Hago lo que siento. BALTASAR. -Mi dádiva era preciosa. GASPAR. -La mía era digna y noble. MELCHOR. -La mía expresa mi pequeñez, ysólo significa adoración. BALTASAR. -Reuniendo las tres en una, quizáobtendríamos algo que hiciese sonreír al prodi-gioso Niño. GASPAR. -No puede ser. ¿Dónde habrá undon que convenga al Rey, al Hombre y al Diosjuntamente?

Page 64: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

(La luna brilla con claridad más suave, másmisteriosamente dulce y soñadora. El desiertoparece un lago de plata. Sobre el horizonte sedestaca una figura de mujer bizarramente enga-lanada y ricamente vestida, hermosa, llorosa,con larga cabellera rubia que baja hasta la orladel traje. Lleva en las manos un vaso mirrinolleno de ungüento de nardo, cuya fragancia seesparce e impregna la ropa de los Magos, ysube hasta su cerebro en delicados y penetran-tes efluvios. Y los tres Reyes, apeándose y pros-ternados sobre el polvo del desierto, envidian,con envidia santa, el don de la pecadora Mag-dalena.) "La Época", 6 de enero de 1895.

El rompecabezas

El niño es una de esas criaturas delicadas yprecozmente listas, que se crían en las grandespoblaciones, privadas de aire, de luz, de ejerci-

Page 65: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

cio, de alimento sólido y sano, víctimas de lasestrecheces de la clase media, más menesterosaa veces que el pueblo. Siempre limpito, con supelo bien alisado, formal, dócil y reprimidonaturalmente, Eloy no da en la casa quebrade-ros de cabeza. Verdad que si los diese, ¿cómo selas arreglaría para meterle en costura su infelizmadre, viuda sola y atacada de un padecimien-to crónico al corazón? Precisamente la verdade-ra causa del buen porte y conducta de Eloy esesa vehemente y temprana sensibilidad quesuele despertar en las criaturas el temor dehacer sufrir a un ser muy amado, de entristecerunos ojos maternales, de agravar una pena queadivinan sin poder medir su profundidad.

Eloy estudiaba las lecciones al dedillo, porquesu madre sonreía con descolorida sonrisacuando le oía recitarlas de memoria; Eloy cui-daba mucho la ropa y el calzado, porque sedaba cuenta de que su madre no tenía paracomprar y reponer lo manchado o roto; Eloy serecogía a casa al salir de la escuela, en vez de

Page 66: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

quedarse pilleando y haciendo demoniuras consus compañeros, porque su madre se alegrabaal verle volver, y el chiquillo, con la intuicióndel corazoncito cariñoso, olfateaba que la me-lancolía de mamá se aliviaba con su presencia,y que al enviarle a aprender, separándose de élpor largas horas, realizaba un sacrificio.

Recordaba Eloy, sin embargo, confusa y mi-nuciosamente a la vez, como recuerdan los ni-ños, tiempos recientes en que su madre no sequejaba, en que vivía gozosa. Es cierto que en-tonces un hombre joven, brioso, animado, depisar fuerte y negros bigotes, vivía en la casa.¡El papá! Eloy asociaba su memoria a la de ca-balgatas en las rodillas o sobre la punta del pie,violentos besos en los carrillos, un simpáticoolor a cigarro fino, risas y juegos y humoradascomo de otro muchacho... Después..., el papádesaparecía, y la mamá tenía a toda hora lospárpados hinchados y rojos. La casa se volvíacallada y tristona, y Eloy sentía escrúpulos,recelos de jugar o de pedir alto la merienda,

Page 67: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

porque le parecía estar dentro de una iglesiaoscura o de un sepulcro. Los conocidos queencontraba le hablaban en tono compasivo alpreguntarle "si había noticias de papá, que es-taba en la guerra". ¡En guerra! Por el acento conque madre y los amigos modulaban la frase,comprendía Eloy que la guerra

era una cosa muy terrible, atroz, malísima.¿Quizá en la guerra papá se podía morir? ¡Ah,vaya si podía! Como que una tarde, al volverde la escuela, Eloy encontró a su madre con unsíncope, a la criada hipando, a las vecinas delsegundo que se lo llevaron y le atracaron a go-losinas "para que no se impresionase, pobrepequeño"... Y al otro día, mamá le reclamó, leabrazó silenciosa, sin verter una lágrima, y levistió de negro: traje entero, desde las mediashasta la boina. El muchacho no sabía definir, noacertaría a explicar en qué consistía la muerte;pero estaba seguro de que era algo espantoso, yque ese algo les impediría ya para siempre vivircontentos. Lloró a escondidas por no afligir

Page 68: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

más a su madre, y rezó las oraciones que sabía,muchas veces, "por el alma de papá". Desdeentonces empezó a empollar firme las lecciones,a no hacer nada malo, a doblar la chaquetitaantes de acostarse, a volver "al reloj" de la es-cuela, con los libros atados bajo el brazo. Elalma depapá de seguro aprobaba tal proceder. Sin embargo, el chico más juicioso es chico alfin, y Eloy, como oyese en los primeros días delaño las conjeturas de sus compañeros acerca delo que le traerían los Reyes, y los proyectos dezapatos colocados en la ventana o la chimenea,no pudo menos de dar suelta a la imaginación.También él deseaba que los Reyes le trajesenalgo... ¿Por qué no se lo habían de traer, seño-res? ¿No había sido bueno el año enterito? Sipusiese su zapato en el alféizar de la ventana,¿era justo que el zapato amaneciese vano comoavellana vieja? Afortunadamente, la misma idea de la equi-dad se había abierto camino en el espíritu de la

Page 69: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

madre de Eloy. Ella, que jamás salía, que seponía a morir en las escaleras, se echó a la callela tarde del 5, envuelta en su modesto coleto depaño pasado de moda, y se detuvo en la tiendade juguetes. Cuando volvió a casa llevaba es-condida una cajita plana de cartón. La escasez,al imponer el cálculo, destruye muchos gérme-nes de poesía. ¡Qué no hubiese dado aquellamadre por traer a su niño el fogoso caballo me-cánico, la reluciente bicicleta, el caprichoso ci-nematógrafo, la locomotiva de vapor con tén-der y vagón, raíles verdaderos y caldera decobre! Pero, ¡ay!, eran caprichos de media onza,diez duros, quince, y el bolsillo se encogía ate-rrado... No, no; convenía que el regalo de losSantos Reyes magos, sabios y doctos, no fueseuna inutilidad, sino que coadyuvase a la ins-trucción del niño... Y la madre adquirió, pormódico precio, un rompecabezas geográfico,nada menos que el mapa

Page 70: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

de España... Así, Eloy, jugando, aprenderíamejor lo que ya había dado pruebas de no igno-rar, pues en Geografía llevaba el número uno.

Levantándose a medianoche, dejó el huérfanosu zapato entre la fría ceniza de la chimenea delgabinete, la única de la casa, encendida rarísi-ma vez. Por la mañana, saltó de la cama, des-calzo y tiritando, a ver si los Reyes... ¡Sorpresainolvidable! Sus majestades se habían dignadovenir: allí estaba la dádiva, el obsequio... ¿Quéencerrará aquella cajita chata, tan mona, consus filetes dorados?... Eloy la cogió afanoso, sevolvió a la cama blanda y tibia, y allí, con losbrazos fuera y el tronco bien abrigado, desató lacinta y miró... ¡Anda, corcho! Los Reyes le habí-an traído un mapa... ¡Cómo les constaba elcomportamiento de Eloy, su costumbre de "sa-bérselas"!... ¡De todos modos, un mapa! ¡Pch!...¿No valía más un aristón o una linterna mágicaigual a la de Pepito Ponzano, que siempre laestaba refregando por las narices a los otros?...Empezó Eloy a reconciliarse con los Reyes al

Page 71: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

averiguar que el mapita era de pedazos, y sedesbarataba y volvía a arreglarse... Y yalevantado, tomó el café caliente. Mientras ma-má se preparaba para ir a misa, Eloy se divirtió,armó y desarmó el país, barajó a España cienveces, revolviendo a Zaragoza con Valladolid ya Salamanca con Vigo... De pronto, meditabundo, interrumpió su tareae interrogó, inquieto, a su madre: -Mamá, te han engañado... El juguete está in-completo. Falta aquí mucha España. No en-cuentro la isla de Cuba. Ni a Puerto Rico... ¡Fal-ta España! Arrasáronse los ojos de la madre, y se quedóparada, con el velito a medio prender. Por úl-timo, encogiéndose de hombros: -¡Esas tierras están tan lejos! -dijo-. Y ya no sonde España, mira... Acierta el rompecabezas,porque... ya no son. ¡Allí murió tu padre...! Eloy calló: una tristeza mayor que las habitua-les, desmedida, que no cabía en el alma de unniño, pesó un instante sobre su pensamiento. Y

Page 72: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

con ademán expresivo, apartó, rechazó el rega-lo de los Reyes. "Blanco y Negro", núm. 401, 1899.

En Semana Santa

A la cabecera del moribundo estaban Preciosay Conrado, asistiéndole en sus últimos instan-tes, temblorosos como el criminal que sube lasescaleras del cadalso. Y criminales eran -aunque criminales triunfantes y coronados porel ciego Destino- Conrado y Preciosa. El que,después de largos sufrimientos, sucumbía en elcuarto, impregnado de olores a medicinalesdrogas, entristecido por la luz amarillenta de lalamparilla, que iba extinguiéndose al par que lavida del agonizante era el esposo de Preciosa, elprotector y bienhechor de Conrado; y para losque, de común acuerdo, le engañaron y ofen-dieron sus canas, no tuvo nunca aquel honradí-simo viejo, generoso y confiado como un niño,

Page 73: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

más que palabras de dulzura y hechos de bon-dad y amor. Abierta siempre a Conrado su bol-sa y su casa; abiertos siempre los brazos y elcorazón para Preciosa, cuya juventud no quisoentristecer nunca con severidades de anciano ymelancolías de enfermo, el infeliz tenía derechoa la gratitud y alrespeto más tierno y grave..., ya que otros sen-timientos vehementes no pueda inspirarlos lasenectud. Y ahora se moría, se moría lentamen-te..., después de advertir a Preciosa que queda-ba instituida su única heredera, y que, si nosentía repugnancia por Conrado, a quien élmiraba como hijo, deseaba que ambos le pro-metiesen casarse a la terminación del luto. Cuando manifestó así su voluntad, en vozdesmayada y flaca, y apoyando sus manos yafrías, en las manos febriles de Conrado y Pre-ciosa, los dos se estremecieron, y sus ojos, comodelincuentes que tratan de ocultarse y no sabendónde, vagaron por el suelo, cargados con elpeso de la vergüenza. Preciosa, sin embargo,

Page 74: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

mujer y extremada en la pasión, fue la primeraque recobró ánimos y, reaccionando violenta-mente, trató de atraer la mirada de Conrado yde pagarla con una débil sonrisa. Pero Conra-do, como si sintiese picaduras de víbora, seretiró al fondo de la alcoba y, dejándose caer enla meridiana, escondió entre las palmas el ros-tro. Un silabeo apenas perceptible del mori-bundo le llamó otra vez a la cabecera del lecho. -Conrado, mira: soy yo quien te lo ruega eneste momento solemne... No dejes desampara-da a Preciosa... Que sea tu mujer, y quiérela ytrátala..., como la quise yo... Siquiera por el díaen que estamos..., dame palabra. Y Conrado, balbuciendo, solo pudo barbotar: -La doy, la doy... Lució una chispa de contento en las apagadaspupilas del moribundo; pero como si aquelesfuerzo hubiese agotado el poco vigor que lequedaba, cayó en un sopor, nuncio del fin. Talfue la opinión del médico, que aconsejó se tra-jese la Extremaunción sin tardanza; pero al lle-

Page 75: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

gar el sacerdote con los santos óleos no habíacalor vital en el cuerpo; Preciosa lloraba de ro-dillas, y Conrado, agitadísimo, paseaba deses-peradamente arriba y abajo por el gabinete queprecedía a la estancia mortuoria... El sacerdote,que salía, le tocó suavemente en el hombro. -No se aflija usted -dijo en tono afectuoso, con-fundiendo con un gran dolor aquel acceso deremordimiento agudo-. Las virtudes de esteseñor le habrán ganado un puesto en el cielo. Ydespués, la misericordia de Dios, ¡especialmen-te en el día en que estamos!... Era la segunda vez que esta frase resonaba enlos oídos de Conrado; pero ahora resonó, másque en los oídos, en el alma. ¡La misma del mo-ribundo!: "El día en que estamos..." ¿Y qué díaera? Conrado necesitó hacer memoria, reflexio-nar... Recordó de pronto; un relámpago hirió suimaginación fuertemente. El día era el ViernesSanto. Pocos instantes después de haberse retiradodiscretamente el sacerdote, que prometió vol-

Page 76: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

ver a velar el cuerpo, acercóse Preciosa a Con-rado de puntillas y quedó espantada de su acti-tud, del movimiento que hizo al verla tanpróxima. ¡Qué desventura! Conrado ya no laquería; a Conrado le infundía horror desde quela muerte había penetrado allí... Adivinaba elestado de ánimo de su cómplice, y precaviendoel porvenir, aspiraba a disipar aquella nube detristeza, aquella alteración de la conciencia im-pura. "Si esta noche vela el cadáver, se preocu-pará más; se grabará doblemente en su espírituesta impresión terrible..." Una idea acudió a lamente de Preciosa, fértil en expedientes, atrevi-da, como hembra apasionada, y resuelta a lo-grar su antojo.

Entró en la estancia mortuoria, y sobre elmueble incrustado, frente a la cama buscó, en-tre otros frascos, el que contenía poderoso nar-cótico. Una gota calmaba y amodorraba, dosadormecían; tres o cuatro producían ya el sue-ño largo, invencible, muy duradero, semiletal...Al poco rato, Preciosa se acercó a Conrado

Page 77: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

nuevamente y le sirvió por su mano una tazade tila. -Bebe, estás nervioso. Conrado bebió por máquina; apuró la calman-te infusión... Cuando empezó a notar ciertapesadez incontrastable, le guió Preciosa a supropio cuarto, le reclinó en el amplio diván,revestido de raso y almohadillado de encaje;cubrióle con rico pañuelo de Manila, le abrigócon edredón ligero los pies, le puso almohadasfinas bajo la nuca. "Duerme, duerme -pensó-, yno despiertes hasta que esté fuera de casa "elotro"." Conrado, entretanto, abría los ojos, sacudía elsueño de plomo que le había postrado y se res-tregaba los párpados, notando que el sitio enque se encontraba no era el elegante dormitoriode su tentadora Preciosa, sino una calzada encuesta, empedrada de losas rudas y anchas,sobre la cual caía a plomo un sol ardoroso yesplendente, como de primavera en un paíscálido. Miró en derredor. A sus pies se extendía

Page 78: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

una ciudad que le parecía conocer mucho.¿Dónde había visto él aquellas puntiagudastorres, aquellos extensos baluartes, aquel recin-to fortificado, aquellas casas cónicas, aquel mo-numental templo, aquellas puertas angostas,sombrías, bajo las cuales cruzaban dromedariosy bueyes guiados por hombres de atezado cu-tis? La vestimenta de estos hombres también se lefiguró a Conrado, aunque extraña, "vista" algu-na vez, no en la realidad, sino en esculturas ocuadros como que era la indumentaria hebraicade la gente humilde en tiempo de Augusto -la"chituna" o túnica ceñida, el tallith o manto, el"sudaz" que rodea las sienes, el ceñidor queajusta el ropaje y los pies descalzos, o metidosen gastadas sandalias de cuero-. Conrado pensóoír una voz persuasiva, salida quizá de lo ínti-mo de su ser que murmuraba misteriosamente: -"Esa ciudad es Jerusalén." ¡Jerusalén! Conrado casi no se admiró, Jerusa-lén no era para él un lugar exótico. ¡En Jerusa-

Page 79: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

lén había pensado tantas veces! Desde niño, porel Nacimiento que preparaba su madre, sehabía familiarizado con Jerusalén. En Jerusaléntenía hogar su espíritu, su fe tenía casa propia.Lo único que sintió fue inmensa alegría..., ima-ginó volver de un largo destierro. Un grupo de gente que se apiñaba en la puertafijó la atención de Conrado. Instintivamentesiguió al grupo. Por un camino que defendían aambos lados setos de chumberas y que orlabanpalmas y vides, rosales de Jericó e higueras yacubiertas de hoja, dirigíase el grupo hacia áspe-ro cerrillo, que destacaba sus líneas duras sobreel horizonte color de violeta. Bullía una mu-chedumbre en la colina; hormigueaban los de apie, y se mantenían inmóviles sobre sus recioscorceles los legionarios, cuyas lorigas y rodelasrebrillaban. Dominando la multitud, coronandola escena, erizando el cerro, se erguían tres cru-ces negras, sobre las cuales parecían estatuas depórfido rosa, desde lejos, los cuerpos de los tresajusticiados...

Page 80: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Conrado entonces tampoco se asombró; tam-poco se creyó juguete de un delirio. Al contra-rio: se penetró de que estaba asistiendo, no a undrama, a la representación de la verdad misma.Aquella escena, aquella triple crucifixión y,sobre todo, una de las cruces, la llevaba él de-ntro desde los primeros días de la niñez. Sihabía sufrido, era cuando, teniéndola en sí, nopodía verla ni contemplarla; cuando se le des-vanecía, como se desvanece el rostro de unapersona querida al querer reconstruirlo cerran-do los ojos... ¡Qué felicidad poseer de nuevo lavisión -clara, concreta, firme, indubitable- de "laCruz", no una cruz de oro, plata ni bronce, sinola Cruz viva, el madero al punto en que lo ca-lienta el calor del Cuerpo divino, y lo empapala sangre redentora! Conrado, sin aliento, detan aprisa como iba, seguía al grupo, subiendola agria cuesta, hollando el seco polvo y losabrojos espinosos del siniestro Gólgota, salpi-cado de blancos huesos humanos que calcinabael sol... Su

Page 81: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

afán era colocarse cerca de la Cruz, ver la caradel Salvador en la suprema hora.

Era difícil la empresa. Bullía cada vez máscompacta la muchedumbre. Como sucede ensueños, a cada obstáculo que Conrado lograbavencer, surgían otros mayores, insuperables.Nadie le quería abrir paso. Pastores de la sierra,tratantes y tenderillos de la ciudad, mujeresharapientas con niños famélicos en brazos, fari-seos altaneros, esenios pálidos y compadecidos,hijas de Jerusalén, modestas burguesas, quebajaban los ojos llenos de lágrimas al ver lastorturas del Maestro, y, por último, los solda-dos a caballo, enhiesta la lanza, se atravesabanpara impedir que nadie salvase el círculo decuerda y estacas que rodeaba los patíbulos.Conrado suplicaba, cerraba los puños, queríainfiltrarse, llegar hasta la Cruz central, más altaque las otras, donde colgaba Jesús; quería verlevivo, antes del momento en que, doblando lacabeza, exclamase: "Todo se acabó." Una angus-tia profunda se apoderaba de Conrado. ¿Lo

Page 82: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

conseguiría cuando ya el Salvador hubiesemuerto? Y bañado en sudor,

anhelante, afanoso, corría, corría en dirección ala cima del cerro, que siempre se le figurabamás distante.

Sus ojos divisaron entonces a una Mujer abra-zada al árbol mismo de la Cruz; y sin repararque la Mujer estaba casi desvanecida de congo-ja, fijándose sólo en que a aquella Mujer "tam-bién la conocía", gritó con esfuerzo:

-¡María, María de Nazaret!, alárgame la mano,que quiero llegar hasta tu Hijo.

Y María de Nazaret, temblorosa, con los ojosinflamados, trágica la actitud, se adelantó, alar-gó la mano, cubierta por un pliegue del manto,y Conrado, inmediatamente, se halló al pie delmadero, tan cerca, que el ruido del afanoso re-suello del moribundo se le figuraba un hura-cán. Sin embargo, pensó con gozo: "¡Vive! ¡Vi-ve! ¡Puede escucharme todavía!"

Page 83: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Y alzando la frente, doblando las rodillas, po-niendo la boca sobre el palo ensangrentado,cerca de los sagrados pies, Conrado suspiró: -¡Jesús, Jesús, no me abandones! Y, ¡oh, asombro!, una voz dulce empapada enlágrimas, respondió, desde arriba: -Tú eres el que me abandonaste hace años,Conrado. ¿No te acuerdas? Profundo sacudimiento experimentó Conrado.Un agudo cuchillo de pena, de contrición, seclavó en su pecho: Miró hacia lo alto con ansia:Jesús ya había inclinado la cabeza; el sol se ve-laba tras negrísima nube; la tierra se estremecía,convulsa; a las plantas de Conrado se abrió unagrieta horrible, casi un abismo..., y el pecador,atónito, cayó con la faz contra el polvo y lasrocas descarnadas... Al despertarse Conrado de su largo sueñoartificial, Preciosa estaba allí, vestida de negro,pero linda, fresca, reposada, espiando el instan-te de estrechar entre sus brazos al durmiente.

Page 84: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Éste se incorporó, aturdido aún, sin darseexacta cuenta de lo que le sucedía... Preciosa, sonriendo, quiso halagarle, ser paraél la vida que renace al borde de una sepultura.Conrado, sin aspereza, la rechazó; y a paso me-surado, firme, sin tambalearse ya, despejada lacabeza, salió a la antecámara, abrió la puerta, lacerró de golpe y corrió a la calle... Una brisasuave acarició sus sienes. Era la mañana del Domingo de Resurrección. "La Ilustración Artística", núm. 849, 1898.

La oración de Semana Santa

El último chá de Persia, que, según nadie ig-nora, murió a manos de un fanático, tuvo en suhistoria una página de muy pocos conocida, yyo la ignoraría también a no referírmela unaviajera inglesa, de esas mujeres intrépidas einfatigables que registran con emoción y curio-sidad los más apartados confines del planeta.

Page 85: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

Cómo se las arregló miss Ada Sharpthorn (queasí se llamaba la inglesita) para obtener la con-fianza y casi la privanza del sha y penetrar enla cerrada magnificencia de su palacio y cono-cer íntimamente a sus allegados áulicos, corte-sanos y generales, es punto de difícil investiga-ción; pero seguramente, al aspirar a este resul-tado, no se valió miss Ada de ningún medioreprobable, pues compiten en esta valiente ex-ploradora la decencia y pulcritud de las cos-tumbres con la austeridad del criterio moral yla delicadeza de la conducta. Si miss Ada gozóprivilegios desconocidos en Persia, debe atri-buirse a la tenacidad que sabe desplegar la razaanglosajona paraconseguir sus propósitos, tenacidad que vahaciendo a esa raza dueña del mundo. Contóme miss Ada el episodio que voy a na-rrar la tarde del Jueves Santo, mientras reco-rríamos las calles de Ávila visitando Estaciones.En aquellas calles, que todavía recuerdan porvarios estilos la Edad Media española, el nom-

Page 86: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

bre de Persia sonaba como el de un país fantás-tico, de juglaresca leyenda o de romance tradi-cional; costaba trabajo admitir que existiese.Quizá la misma "irrealidad" de Persia en la pa-cífica atmósfera de la ciudad teresiana, acrecen-tó el interés de los extraños recuerdos de viajeque evocaba miss Ada, y que intentaré trasla-dar al papel sin alterarlos.

-Nasaredino -empezó la inglesa- era un mo-narca absoluto, a quien sus vasallos llamabansombra de Dios, y que disponía de haciendas yvidas, con dominio incondicional. No sé si aho-ra se habrá modificado el régimen interior dePersia; entonces -y son épocas bien recientes-no había allí más ley que la omnímoda volun-tad de Nasaredino. Para mayor desventura desus súbditos, el sha no conocía el cristianismo,o, por mejor decir, no quería conocerlo ni per-mitía que se propagase en sus estados opiniónalguna que se apartase del código de Mahoma.Quizá comprendía que Cristo Nuestro Señor esel verdadero enemigo de los déspotas, y que la

Page 87: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

libertad y la dignidad humanas tuvieron sucuna en el humilde establo de Belén.

Esa misma intransigencia del sha con nuestrasanta religión me incitó a probar si le atraía elterreno de la controversia, a fin de combatir suserrores. Aprovechando la rara amabilidad conque me acogía, me dediqué a catequizar a Na-saredino, y buscando el flaco de su orgullo,comencé por pintarle la gloria y prosperidad denaciones cristianas como Francia y la Gran Bre-taña, superiores en las mismas artes de la gue-rra a las naciones sujetas al fanatismo musul-mán. Mis argumentos parecían hacer mella enel monarca; a veces le vi quedarse pensativo,acariciando la negrísima y puntiaguda barba,con los rasgados ojos de pestañas de azabachefijos en el punto imaginario de la meditación.No era un necio; ciertas ideas le movían a re-flexionar; ciertos problemas se le imponían apesar suyo, al través de su oriental indolencia ysu soberbia de dueño absoluto de muchos mi-llones de seres racionales. Despaciosamente, en

Page 88: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

correcto inglés solía, transcurrido un rato, con-testarme, no sinalguna inflexión de desprecio en su voz grave ybien timbrada. -Jamás me convenceré de que sean heroicas yviriles naciones que se postran ante un Dioshumilde, muerto en un suplicio afrentoso. Elgran atributo de Dios es "el poder" y "la fuerza".La única explicación que encuentro a ese enig-ma es que vuestras naciones se llaman cristia-nas sin serlo realmente, y cuando funden caño-nes y botan al agua barcos blindados niegan asu Dios con los hechos, aunque le reconozcancon la palabra. Y porque le niegan han logradoel predominio que ejercen. Si se atuviesen a laletra de su fe, como nos atenemos nosotros a lanuestra, nosotros les pondríamos la planta delpie sobre la garganta. Al hablarme así Nasaredino, dejábame confu-sa. Pertenezco a las "Ligas" de desarme y de lapaz universal, y confío más en la energía delamor y de la fraternidad que en todos los ejérci-

Page 89: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

tos de Europa reunidos. Mas, ¿cómo hacer en-tender la verdad a un bárbaro, y a un bárbaroque se cree un semidiós? Sin embargo, lo inten-té. A mi manera, empleando los razonamientosque me sugirió la convicción, le di a entenderque la misma fuerza material necesita fundarseen la moral, y que sin base de derecho y razónse derrumba toda soberanía. Y pasando a tratarde nuestro Dios, le afirmé que precisamente elhaber sufrido y muerto como murió fue es-plendorosa muestra de su ser divino. El sha,moviendo la cabeza me contestó entonces estaatrocidad: -De esa misma manera que pereció tu Profetasucumbe todos los días alguno o muchos demis vasallos. Y ni aun así conseguimos acabarcon la perniciosa secta de los "babistas", cuyasdoctrinas se asemejan a las de vuestros Evange-lios. -Lo confieso -exclamó miss Ada al llegar a estepunto-: tan horrible declaración me trastornó, yestuve a pique de prorrumpir en invectivas

Page 90: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

contra el tirano. Me reprimí trabajosamente, yNasaredino, de pronto, como si se hubiese ol-vidado del giro de la conversación, me anuncióque al día siguiente se verificaría una represen-tación teatral en los jardines de palacio, y queme convidaba a ella.

Son estas funciones dramáticas espectáculofavorito de los persas, y todos los viajeros lasdescriben: se celebran de noche, a la luz de losfarolillos y linternas y de las hachas encendi-das, y el telón de fondo lo da hecho la Natura-leza: una cortina de árboles, un macizo de flo-res, una fuente, un ligero quiosco, constituyenla decoración. Habituada a asistir a tales fun-ciones, me sorprendió, sin embargo, el aspectodel escenario y el golpe de vista del concurso.En primer término, sillones para el sha y losaltos dignatarios: detrás la servidumbre, lamultitud de funcionarios y parásitos que pulu-lan en el palacio, infestando sus galerías, claus-tros, patios y salones. A la izquierda, una espe-cie de tribuna o palco cerrado por rejas de ma-

Page 91: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

dera dorada y pintada de colorines, desde elcual presenciaban la función, ocultas a los ojosde todos, las esposas de Nasaredino. Con ex-trañeza noté que no se había invitado a ningúndiplomático; la única extranjera, yo. Mi sillón,colocadomuy cerca, aunque un poco atrás del soberano,era un puesto altamente honorífico. Al empezar la representación, desde las pri-meras escenas, percibí un estremecimiento. Yono podía entender el idioma en que se expresa-ban los actores, y que es una especie de dialectopersa muy literario y arcaico (el habla mismabella y sonora, que empleó el poeta Firdusi);pero aun sin inteligencia de las palabras, meparecía darme cuenta del sentido, y hasta creíque era familiar para mí, como algo que hubie-se escuchado mil veces y otras tantas llevado enmi corazón. Las escenas del drama me recorda-ban cosas íntimas, vistas, por decirlo así, al tra-vés de un vidrio turbio y roto que desfigurabalos objetos, alternando sus colores y rasgos, sin

Page 92: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

ocultarlos enteramente. Al final del primer acto(llamémoslo así; la transición consistía en ex-tender un riquísimo paño por delante del esce-nario y dejarlo caer a los cinco minutos), ymientras nos presentaban amplias bandejascargadas de golosinas, refrescos y sorbetes, desúbito vi claro: el asunto del drama no era sinola vida de

Jesucristo, interpretada a estilo persa.

Se apoderó de mí una tristeza involuntaria.Temía una profanación, una burla, cualquierdesmán que hiriese mis sentimientos, y hastaque pudiese obligarme a faltar al respeto almonarca levantándome y retirándome. En vozbaja le pregunté si creía que me sería posiblepermanecer allí; y el sha, con lenta inclinaciónde cabeza, me tranquilizó; después, volviéndo-se hacia mí, murmuró seriamente, con toda suoriental majestad:

-No temas ofensa alguna para tu fe ni para tugran profeta.

Page 93: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

En efecto, las páginas principales de la sagra-da Vida iban desarrollándose más o menos in-genua y peregrinamente interpretadas, perocon profundo sentido de veneración y de sim-patía hacia el Salvador de los hombres. Jesúsaparecía Niño, jugando en el atrio del templo;después le veíamos predicar a las multitudes;presenciábamos la tentación de la Montaña, eldiálogo con Eblis, genio del mal, y por último,en el tercer acto, penetrábamos de lleno en eldrama de la Pasión al ser preso Jesús en elhuerto, no sin que trabase ruda y encarnizadabatalla entre los discípulos y los sayones, quetodos iban armados hasta los dientes, con "kan-jiares", puñales, pistolas inglesas y espingardas,y dispararon hasta agotar la pólvora, siendoesta parte de la función, gracioso anacronismo,lo que más parecía entusiasmar al auditorio.Era indudable que el papel de traidores lo des-empeñaban los enemigos de Jesús, lo cual setraslucía hasta en el modo de vestirse y de ca-racterizarse los actores,

Page 94: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

siniestros y feroces, antipáticos de veras.

Al principiar el acto cuarto, que debía ser elúltimo, el actor que desempeñaba el papel deJesús apareció atado a una columna de jaspe;empezó la escena de la flagelación, que desde elprimer instante me crispó los nervios. Supuseque se trataba de un juego escénico; pero así ytodo, salté en el asiento y me tapé los ojos conel pañuelo disimuladamente. Era el actor unhombre joven, como de unos veintiocho años,de noble tipo semítico; llevaba los negros cabe-llos crecidos y partidos en bucles, y en la escenade la tentación, dialogando con Eblis, habíatenido acentos llenos de dignidad, de desdén yde dulzura conmovedores hasta para los queno entendíamos los conceptos. Ahora, amarra-do a la roja estela, con el torso desnudo y elrostro respirando un entusiasmo misterioso,una sed de sufrir, revelábase, sin duda, comotrágico genial: tanta era la verdad de su ficción,la expresiva fuerza de su actividad. Por lo

Page 95: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

mismo no quería verle; me conmovía demasia-do. El silbido de lascuerdas y de los látigos rasgó el aire; escuchécómo sonaban al herir la carne viva, y hasta oíun sofocado gemido, que semejaba involunta-rio... Y la voz del sha, su acento de mando gra-ve y, sin embargo, cortés, me obligó a atender,a pesar mío, diciéndome en inglés, con irónicaentonación: -No te niegues a mirar. Lo que sucede ahí noes farsa, sino la realidad misma. Persuádete delo fácil que es padecer resignadamente y hastacon gozo. El papel de tu Profeta lo está desem-peñando a lo vivo y sin protestar un "babista"condenado a muerte... Ya le verás crucificardespués. El grito que exhalé debió ser terrible; comoque se detuvieron los verdugos, y Nasaredinome fulminó una ojeada severa, tétrica, impo-nente. Otra mujer se hubiera acobardado; perouna inglesa, en caso tal, saca de su orgullo deraza y de su cristianismo fuerza bastante para

Page 96: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

no arredrarse, aun cuando se le viniese encimael mundo. No sé lo que dije al sha: primero creo que leanuncié una cruzada de las naciones civilizadascontra sus reinos y su poder, y le vaticiné ven-ganzas humanas y cóleras del Cielo; mas comoel tirano permaneciese impasible y aun firme yaferrado a su crueldad, una inspiración me su-girió que la causa de Jesús ha de sostenerse pormedio de la piedad y de las lágrimas, y arro-jándome de súbito a los pies de Nasaredino,cogiendo sus manos llenas de anillos magnífi-cos, las besé, las mojé con llanto, las sujeté, lasapreté, hasta que una voz, a mi parecer descen-dida del cielo, murmuró casi en mis oídos: -Levántate, extranjera. Serás complacida. Teregalo la vida de ese perro. No sé lo que respondí. Debieron de ser extre-mos de júbilo tales, que el grave y pálido rostrodel sha se iluminó con una fugitiva sonrisa, ysu mano derecha, salpicada de mi lloro, queresplandecía sobre las sortijas de piedras, se

Page 97: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

extendió en imperativo ademán, comprendidoinstantáneamente por los que torturaban aldesdichado ya cubierto de sangre. No era sólola vida, era la libertad lo que le otorgaba aquelgesto mudo, y en el exceso de mi alegría eché-me a llorar otra vez...

Al llegar aquí guardó silencio la inglesa, y yosólo acerté a preguntar:

-¿Y qué fue del hombre a quien usted salvó?

-Ese hombre -balbució miss Ada-, dos añosdespués..., asesinó a Nasaredino... ¡Sí, el mismoperdonado!... Ya ve usted cómo no hay en elmundo sino una verdad, que es la verdad deJesús... Para un cristiano, sería sagrado el hom-bre que supo perdonar siquiera una vez. Y yo,desde entonces, particularmente estos días deSemana Santa, rezo siempre por el que me re-galó una vida; imploro a Dios como imploré alrey absoluto, que al fin me escuchó y se ablan-dó... Tal vez sea una ilusión rezar por Nasare-dino, pero ilusión que me consuela.

Page 98: Dos cenas - ataun.eus¡sicos en Español/Emilia Pardo Bazán/Dos cenas.pdfEste es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española

-Y por el matador, ¿no reza usted? -interroguécuando nos detuvimos ante el bello pórtico dela catedral.

-¡También debo hacerlo! -exclamó miss Ada,después de vacilar un instante.