Dos Mujeres IV
Transcript of Dos Mujeres IV
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
1/21
Dos mujeres
Tomo IV
Gertrudis Gmez de Avellaneda
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
2/21
-5-
- XXXI -Eran pasados pocos minutos despus que Luisa y Elvira haban dejado a la condesa cuando lleg
Carlos a su quinta. Haba encontrado al coche por el camino, pero estaba muy distante de sospechar
que en l fuese su mujer, la cual por su parte iba demasiado absorta en sus pensamientos para haber
podido poner atencin en un hombre a caballo que pas junto al coche con direccin al sitio de donde
venan.
-6-
Catalina recibi a Carlos tranquila y casi risuea. Haca mucho tiempo que Carlos no la vea as,
y se regocij pensando que al fin le era dado ofrecer a su desgraciada amiga todos los consuelos de
que era capaz en la triste posicin en que la colocaba.
Aquel da no haba sido apacible para Carlos. Al separarse de Luisa no sufra nicamente por el
dolor que causaba. Su propio corazn le suministraba sobrada amargura: porque la quera an, quera
tiernamente a la pobre nia, y en aquellos momentos exaltbase su ternura con el sacrificio de que ella
haca. Adems, su conciencia se alarmaba al pensar que acaso la virtud de su esposa no siempre
saldra vencedora de los peligros a que la expona -7- su abandono, y ora le atormentaba la imagen
de Luisa afligida, desolada, sucumbiendo al dolor, ora el cruel pensamiento de que acaso podra
consolarse, olvidarle, despreciarle y, tal vez, colocar en otro el cario que tan indignamente haba l
recompensado.
Estuvo triste, pensativo todo el da, y al llegar junto a la condesa necesitaba que ella le hiciese
sentir todo su amor y le embriagase con todos sus delirios, para sustraerse algunos momentos a la
sombra tristeza que le agobiaba.
Sentose junto a ella y la contempl con placer.
-Ests hermosa, amiga ma -la dijo-. Ests alegre. Dmelo, s, dime que esperas ser feliz, necesito
orlo. Voy a estar separado de ti algunos das y quiero llevar en -8- mis odos la armona de tu voz.
Hblame. Catalina, dime que me amas, arrncame de m mismo y lnzame aturdido a ese porvenir
oscuro que se abre delante de nosotros.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/dos-mujeres-tomo-iv--0/html/ff2345b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_3_http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/dos-mujeres-tomo-iv--0/html/ff2345b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_1_ -
7/24/2019 Dos Mujeres IV
3/21
-S -respondi ella-. Ven y sintate junto a m, ms cerca..., ms todava. As, bien. Te hablar.
Tambin yo tengo necesidad de hablarte de ese porvenir que deber a tu amor. Cunto, cunto haces
por m!, cunto te sacrificas! No disimules, no. No me ocultes cunto te cuesto. S que en estos
instantes el valor de lo que me sacrificas es comprendido por tu corazn, y eso mismo aumenta la
gratitud del mo.
La suerte te haban dado por compaera una mujer digna de tu adoracin a una mujer que debe
atravesar los pantanos del mundo sin -9- manchar la orla de su vestidura de inocencia.
Desventurada de m! Otra suerte bien diferente me ha cabido! Yo he sido tu perdicin, yo te he
arrastrado conmigo al abismo espantoso que una criminal pasin abri delante de m. Ella recibi la
misin de hacerte feliz y virtuoso, y yo la de perderte. Por qu ha vencido al suyo mi malfico
destino? En este da supremo en que irrevocablemente se consuma, no s si debo aceptar como unconsuelo o como una ltima y terrible amargura, la conviccin profunda de que no era posible a mi
pobre razn el evitarle. Sin embargo, no haba yo nacido con instintos malficos. Creo, por el
contrario, que mi corazn era naturalmente bueno, y que no ha desconocido ningn sentimiento noble.
-10- No disculpar mis extravos atribuyndolos a una organizacin desgraciada que deba
forzosamente seguir el impulso de innatas predisposiciones. Cul ha sido, pues, el oculto motor, el
misterioso poder que me ha precipitado? Deber creer que el origen mismo de las virtudes puede
producir el mal, y que los crmenes no son regularmente sino el efecto de grandes cualidades
exageradas y mal dirigidas por los acontecimientos y las circunstancias? No s si puedo generalizar
esta consecuencia, ms en cuanto a m parceme exacta. He amado en ti la virtud que deba hacerme
olvidar la ma. Incapaz de ceder a mezquinos impulsos, he podido atravesar por medio de los vicios
sin contaminarme, y el entusiasmo -11- de la virtud me ha conducido frecuentemente al mal.
Haba concebido opiniones errneas respecto al corazn humano. En mis primeros aos de
juventud pedale demasiado, y al ver burlada mi esperanza llegu progresivamente a esperar de l
demasiado poco. Ambos extremos eran malos, y, sin embargo, ambos tenan un origen noble. Mi
exigencia naca del entusiasmo, y cuando nada esperaba ni nada peda, an pude ser generosa y
emplear la bondad que ya no poda engaarme en un manantial de inagotable indulgencia. Esta
indulgencia era ms que una cualidad, era una virtud, porque confieso que no me era natural. Haba en
mi corazn demasiada fogosidad y en mi alma una virtud demasiado severa -12- para que me fuese
fcil la tolerancia. Costome trabajo descender del entusiasmo sin caer para siempre en un completo
desaliento que me condujese al desprecio, o en una amargura profunda e irritante que me impulsase al
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
4/21
odio. Fue un triunfo de mi razn sobre mi naturaleza, y as como mil veces el entusiasmo del bien me
produjo el mal, entonces slo pude evitarle relajando en cierto modo, las enrgicas fibras de una
virtud demasiado severa.
El mundo que no me comprendi entusiasta, tampoco me comprendi indulgente. No conoci
cunto me haba costado perdonarle por tantas bellas creencias como me haba arrebatado, no supoestimar la virtud que encerraba mi tolerancia. Quera ms: Veame indulgente -13- y me deseaba
respetuosa, pero mi rodilla era inflexible ante los falsos dolos que sus instituciones han erigido en
dioses. No poda conceder a convencionales virtudes el culto que haba anhelado tributar a las virtudes
verdaderas, que en vano le haba pedido.
Siempre mal comprendida, siempre cobardemente calumniada, an haba un goce para mi alma
en aquella generosidad de mi orgullo que perdonaba notablemente la injusticia. Tantas veces, Carlos,tantas veces he tenido necesidad de esa injusticia para poder dar salida a algunos de los sentimientos
generosos que la razn haba sepultado en el fondo de mi alma! Es tan dulce perdonar!
Yo haba podido sobrevivir a mi -14- entusiasmo sin caer en la nulidad, pero, ah!, cmo he
podido tambin sobrevivir a mi orgullo?
Ahora que estoy a los pies de ese mundo, necesitaba de ese perdn que tantas veces le haba
concedido, ahora que en m misma encuentro un juez ms severo que ese mismo mundo que me
reprueba, ahora que arrastro en mi honda cada al hombre que amo..., ahora, Carlos, ahora conozco
que nada puede salvar a las vctimas que el destino reclama, y que a manera que aquellos perros cuyo
maravilloso olfato percibe el olor de la muerte en un cuerpo todava vivo, as el mundo presiente y
anuncia la suerte de aquellos desgraciados que estn destinados a ofrecerle el espectculo de una
lastimosa cada.
-15-
Sin embargo, Carlos, no te eches jams la culpa de mi desventura. Acaso era inevitable. Si la
pasin me ha conducido al crimen el vaco del corazn, el eterno vaco me hubiera hecho un dao
mayor.
Habame persuadido de que estaba ya condenada a ese horrible destino, y tomando la inaccin
por la muerte muy injusta con mi propio corazn. l me ha desmentido probndome que jams muereel entusiasmo en las almas capaces de sentirle, y que, semejante al ave potica que renace de sus
cenizas la facultad de amar no se pierde nunca en los corazones ardientes. Cansados o heridos,
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
5/21
enervados o replegados en s mismo siempre existen en ellos esas misteriosas cenizas que una centella
divina puede reanimar -16- sbitamente.
El amor que me ha perdido ha sido mi solo bien sobre la tierra. Confieso mi culpa sin
arrepentirme de ella. Deploro mi destino, pero le acepto. Carlos! Slo el mal que te hago me inspira
remordimiento el que a m misma me ha causado no me pesa.
Prefiero esta desventura a la de una vida sin objeto, y ahora que soy culpable valgo algo ms que
cuando me haba resignado a ser nula. El orgullo sufre, el corazn padece... Pero he vivido!, he
amado! Condneme el mundo y castgeme el cielo: Estoy resignada.
-Catalina! Catalina! -exclam Carlos- No son sas las palabras que mi corazn te peda. Qu
nos importa ahora, amada ma, ese mundo -17- ni ese cielo? Hblame de nuestro amor, hblame de
la felicidad que vas a darme... Jams la pagar dignamente: Ella vale toda la eternidad de expiacin.
No es verdad, amiga cara, no es verdad que me es dado an hacer tu dicha y la ma?
-S -dijo ella-, lo creo. Seremos felices viviendo el uno para el otro nicamente rompiendo todos
los lazos que an nos ligan al mundo y olvidando todos los deberes. Acaso habr momentos en que el
remordimiento nos sorprenda en brazos del placer, momentos en que te acuerdes de un padre anciano
y de una esposa inocente a quienes abandonas, y en los cuales yo adivine tus remordimientos y me
aborrezca a m misma por ser causa de ellos... -18- Pero, qu importa, Carlos? Esos momentos
pasarn y volveremos a ser dichosos. Verdad es que nuestra dicha tiene que ser sepultada en el
ministerio como un crimen que nuestros hijos no podrn llamarnos con los dulces nombres de 'padre'
y 'madre' que, acaso, algn da maldigan la existencia que nos deben, y que cuando llegue la vejez y
tendamos los brazos buscando una patria, una familia... Nada hallemos! Pero an somos jvenes,
Carlos, y el amor debe bastarnos.
Carlos se estremeci y dijo con profunda amargura:
-Es verdad!
-Tu esposa -prosigui Catalina-, es ms digna de compasin. Tan joven, tan enamorada, tan
digna de ser querida, y abandonada por otra!, abandonada por otra que no merece besar la huella
-19- de sus plantas! Su desventura sera nuestro ms cruel remordimiento si no alimentsemos,
como debemos alimentar, la esperanza de que el tiempo sanar la herida de su corazn. El tiempo, s,
porque sin duda no volvers ya nunca a su lado. AL seguirle voy a perderme completamente para el
mundo, y no podrs ya desear que vuelva a l para ser su ludibrio, ni menos intentars abandonarme.
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
6/21
Los lazos que nos unen sern en breve ms estrechos y sagrados, y nuestro destino es forzosamente
una eterna expatriacin. Luisa se consolar al fin: acaso un nuevo y ms dichoso amor...
-Calla! -la interrumpi Carlos con una especie de furor- Calla en nombre del cielo, Catalina!
Qu incomprensible placer puedes encontrar en -20- despedazar mi corazn?, qu demonio te
inspira palabras que caen como plomo hirviente en mis odos?
-Quiero -respondi ella con calma-, quiero presentarte el cuadro de nuestro porvenir con todos
sus posibles resultados. Pero, por qu tiemblas, amor mo? En medio de todas las desgracias, de
todas las humillaciones, cun felices seremos al saber que vivimos siempre unidos, y que las
maldiciones de nuestra familia, la reprobacin del mundo, las amenazas del cielo, son otros tantos
vnculos que nos estrechan, aislndonos de cuanto podra servir de obstculo a nuestro amor!
Carlos! Si dbil alguna vez echas de menos todo lo que ahora me sacrificas y si tienes la barbarie
de dejrmelo adivinar: Me asesinars!... -21- No lo dudes. Pero yo espero que nunca, nunca te
acordars de tu patria, de tu padre, de tu esposa. Nunca llegar el da en que necesites ser algo en el
mundo, nunca la edad en que te sea precisa la consideracin pblica, el afecto de tu familia, el aprecio
de tus amigos. Yo sola bastar siempre a tu corazn, no es cierto, amor mo? Yo te consolar si tu
padre te maldice al morir, yo te alentar contra el dolor de ser causa de la desventura y acaso de los
extravos de tu esposa. Si ese ngel sucumbe a la dura prueba a que sometes su inocencia, yo paliar
tus remordimientos, yo te compensar con mi amor la prdida de todos aquellos bienes que el mundo
aprecia. Oh! S, seremos felices a pesar de todo!
-22-
Carlos no pudo sufrir ms.
-Catalina -la dijo levantndose con impetuosidad- Ya es demasiado! No eres t, no, la que debe
castigarme por las faltas a que me arrastra el amor que me inspiras. No debes t ser el instrumento de
la venganza del cielo. Qu pretendes cuando as me hablas?, qu ms quieres de m, Catalina?
-De ti no quiero ms que la felicidad. Puedes drmela? Responde, Carlos, esperas darme
felicidad?, crees posible que haya felicidad para nosotros?
Carlos callaba. Ella prosigui:
-Muchos te dirn que no hay felicidad sin virtud que no hay amor en el oprobio que si el amor
sucumbe muchas veces al peso de un compromiso eterno, de una obligacin -23- forzosa e
interminable, jams vive mucho tiempo en la atmsfera de la vergenza. Te dirn que llegar el da en
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
7/21
que cesemos de amarnos y, por desgracia, an no cesaremos de vivir. Pero yo no te dir tales
blasfemias. Yo, Carlos, espero que nuestro amor ser tan incansable, tan poderosos como ha sido
dbil nuestra resistencia. Verdad es que amaste a Luisa y que cesaste de amarla verdad que yo misma
he credo amar otras veces y ya no amo los mismos objetos verdad que todo pasa, todo acaba! Pero
nuestro amor, Carlos, nuestro amor burlar esa ley eterna de la naturaleza, porque, qu sera de
nosotros si cessemos de amarnos? Cuando la pasin se extingue entre dos esposos an quedan lazos,
dulces lazos que -24- los unan an quedan compensaciones: se pueden estimar, pueden ser
amigos... Pero nosotros, si cessemos de amarnos, reprobados por el mundo, sacrificados al
sentimiento que nos abandona, culpable cada uno a los ojos del otro... Acaso nos maldeciramos!
Carlos volvi a sentarse con profundo desaliento, y bajando la cabeza guard largo tiempo un
terrible silencio. Catalina no tuvo compasin y prosigui:
-Cualquiera que sea el efecto que lo que voy a revelarte produzca en tu corazn, quiero obedecer
a un impulso generoso del mo, quiero que antes de inmolar a mi amor a la desventura nia a cuya
felicidad juraste consagrarte, sepas cun grande es el bien que sacrificas y -25- comprendas la
extensin de la gratitud que te debo.
Luisa, la esposa que ultrajas, la rival que he aborrecido, sabe y aprueba nuestra resolucin.
Palabras que han salido de sus labios pueden ser repetidas por los mos: Mi muerte sola -ha dicho-,
puede dejar libre a Carlos, y yo la imploro de la piedad del cielo. Yo consagrar los das que an
restan sobre la tierra al anciano abandonado, y no morir sin obtener para Carlos y su querida gracia
y perdn!.
-La has visto? -grit Carlos- Catalina, por compasin, respndeme. La has visto?, qu
significa tu lenguaje?, qu te propones?
-La he visto! -respondi la condesa, y le refiri seguidamente toda su conversacin con Luisa,
pintando -26- con pattica elocuencia la sublime abnegacin de la santa nia.
Carlos desahog su agitado corazn con un torrente de lgrimas. La condesa las recibi en su
pecho, y la dureza de su lenguaje desapareci a vista del dolor de su amante.
-No te aflijas as -le deca con dulcsimo acento-, acaso no eres tan culpable como en este
momento te juzgas, ni la desgracia que te oprime tan irreparable como piensas. Los hombres te haban
unido a Luisa con vnculos perpetuos, que son acaso un peso demasiado enorme para una vida
pasajera, pero las almas destinadas a la eterna vida, las almas se encontrarn en el cielo y si la
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
8/21
flaqueza de la carne las desune en la tierra, all, donde todos los amores son compatibles, all, donde
-27- nunca hay crimen en el amor, donde el amor nunca se gasta, all se volvern a unir con
vnculos que nunca rompern la inconstancia ni la muerte.
No lo esperas as, Carlos mo? No crees, como en este instante lo creo yo, en la inmortalidad
del pensamiento y del sentimiento? No necesitas de un Dios y de una vida sin lmites, y de un amorinmenso? S, hay un Dios cuya misericordia es hija de su justicia, un Dios que reconoce demasiado
dbil al corazn humano para que le sea posible juzgarle con severidad. La piedad, ese sentimiento
divino que puso en el fondo de nuestras almas, es una emanacin de la suya.
Somos culpables, pero no sientes como yo una esperanza dulcsima -28- descender a tu alma,
al hablar de la misericordia? No te parece que ese rayo de luna que penetra por la ventana y baa tu
hermosa frente baja del cielo para conducir el perdn? Carlos! Carlos! No nos cuidemos de maana,no pensemos en las horas de un porvenir incierto, y como si fuese sta la ltima noche de nuestra vida
hablemos de Dios y de nuestro amor.
Carlos la escuchaba, y, sin embargo, no la comprenda ya. Estaba enteramente preocupado, y por
momentos se aumentaba la agitacin de su alma. Ay! Aquella noche que Catalina le deca
considerase como la ltima de la vida de ambos, no lo era pero era, s, la ltima que pasara cerca de
su Luisa, del ngel que acababa de aparecer ms que nunca bello -29- y puro y adorable a sus ojos.
Palabras divinas salan de los labios de la condesa, pero l no poda ya orlas. Eran las nueve de la
noche, y, aunque ella le rogase permaneciese un instante ms, negose y se levant para partir.
La serenidad de Catalina se alter algn tanto. Sus manos temblaban cuando las extendi hacia
Carlos en ademn de despedida.
-Dentro de pocos da -la dijo l-, nos reuniremos para no separarnos ms, y por horrible quehayas pintado el porvenir que me espera, yo le acepto contigo. Pero djame las ltimas horas de esta
triste noche, que deben ser consagradas a la soledad y a la amargura. Deja que llore en silencio el
destino que aqulla que voy a inmolar en aras de mi amor, y -30- que antes de dejarla para siempre
an me sea dado or de sus puros labios una palabra de piedad.
-La piedad? -repiti la condesa- Qu hermosa, qu sublime palabra! Cul es el mortal que no
tenga en el curso de su vida necesidad de ella? Yo reclamo la tuya, amigo mo, porque en este instante
padezco mucho. Ven! Sostn en mi alma una creencia que desfallece.
La esperanza de una vida futura ms all de la tumba es una sonrisa paternal del cielo. Yo siento
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
9/21
necesidad de ella en este momento en que vamos a separarnos. Es tan triste y tan solemne la
palabra adis! La mirada que recibimos del objeto querido de quien vamos a apartarnos puede ser la
ltima! El porvenir de maana es tan oscuro como el de -31- veinte siglos. Qu ngel tiende sus
alas para garantir la cabeza adorada del golpe inesperado de la muerte? Quin nos asegura, oh
amado de mi alma!, que no sea sta que pasa la ltima hora de la vida de alguno de los dos?
Algunas lgrimas humedecieron las mejillas de la condesa, y Carlos, conmovido, la dijo:
-No, amiga ma, no te entristezcas con pensamientos lgubres, si nuestras faltas no alcanzan
piedad delante de Dios, en m slo deben recaer sus castigos, en m que me he emponzoado la vida
de dos ngeles! T vivirs, s, para endulzar mis das sobre la tierra, y cuando muera bendicindote,
me presentar resignado a recibir una eternidad de expiacin.
-32--Tanto me amas! -dijo ella- Oh! No te reconvengas nunca del mal que me has hecho. Al
sentirme tan amada gozo una felicidad que no sera comprada dignamente a costa de mil dolores.
Carlos! Te he debido momentos supremos de ventura. Si muriese ahora an llevara al sepulcro un
aroma de amor, que acaso ms tarde sera desvanecido. Por qu sera una desgracia la muerte para
m? Por qu? Todava amo y oy amada, y tal vez este fuego divino se apagara antes que nuestra
existencia. Debe ser una cosa horrible sobrevivir a su propio corazn! Ser un cadver y no poder an
descansar en la tumba!
Carlos! Si la muerte me sorprendiese ahora, mis ltimos instantes nada tendran de crueles. La
muerte -33- me reconciliara conmigo misma y con el cielo, y el amor que va quebrantando mi frgil
organizacin tomara vigor de mi alma en el momento en que se desatase triunfante de la materia
grosera.
Mi muerte en esta hora te ahorrara muchos aos de remordimientos, y mientras mi cuerpo
descansara en el sepulcro, mi alma sera custodia de la tuya. Si los efectos de mi culpa no
sobreviviesen, si las lgrimas de nuestra inocente vctima no llegasen a turbar el sueo de mis cenizas,
cun hermoso lucira maana el sol sobre la piedra de mi sepultura! Y as debiera ser, amigo mo. Si
yo muriese, mi voz se alzara del borde de la huesa para pedirte paz. Compra -te dira, compra con
tus virtudes el reposo de -34- mis cenizas, el perdn de mi alma! Expa en la tierra nuestras
comunes faltas, y hazte digno de la eterna vida y del eterno amor, que Dios concede al
arrepentimiento as como a la inocencia.
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
10/21
Desgraciado de ti si desoyendo mis splicas cerrases para mi alma las puertas de la misericordia!
Si tu existencia sobre la tierra fuese ms larga que la ma, si el cielo te escogiese para ser reparador de
nuestras culpas, yo ira a esperarte a la puerta de aquella morada eterna que deban abrirme tu
arrepentimiento y tu expiacin.
Oh, Carlos!, cul es la suerte a que nos conduce esta senda de crimen en que nos precipitamos?qu seremos cuando el amor que hoy nos pierde, pero que nos justifica, -35- cese de dar luz a
nuestro culpable porvenir? En qu degradacin caer mi alma cuando no sea ms que el hondo
sepulcro de todas mis virtudes y de todas mis ilusiones?
La herencia de felicidad que la justicia de Dios debe conceder a todo mortal, no me estuvo
sealada en este mundo. Fuerza es buscarla ms all de l para que yo la comprendiese me ha sido tu
amor. Los momentos felices que por ti he gozado han sido una voz divina que ha dicho a mi alma:
No desmayes, pobre desterrada!, el foco eterno de ese amor bienhechor, cuyos destellos te
alumbran, existe para ti en otra vida, en otro mundo mejor.
El amor y el dolor han arrancado de mi corazn lgrimas bienhechoras que han sido un saludable
-36- riego para mi alma que yaca rida en la indiferencia y el reposo. El cansancio de la inaccin es
una cosa horrible. El dolor nos revela un Dios, el tedio nos hace concebir la nada.
Dios nos llama a todos los hombres por un solo camino, la senda misma del crimen puede
acercarnos a l. El arrepentimiento es muy bello. Carlos! Mucho debe perdonarse al que a sufrido
mucho.
Las ideas de la condesa brotaban desordenadas e incohesas de sus labios, pero en su semblante
haba una expresin de esperanza y de fe que jams Carlos haba visto hasta entonces.
-S, cara amiga -la dijo-, mucho debe perdonarse a un alma como la tuya. Yo tambin necesito de
una -37- grande, de una inmensa fe en la misericordia divina. Pero en este instante slo pido tu
amor, Catalina, y una ltima mirada y un ltimo adis.
-Tan presto debe ser! -exclam ella estremecindose, mas venci al instante aquella debilidad, y
tomando entre las suyas las manos de Carlos-: Adis -le dijo- no olvides la conversacin que
acabamos de tener. Antes de partir obtn para ti y para m el perdn de aquella mujer anglica a quien
tanto hemos ofendido. S, ponte de rodillas a sus pies y que su misericordia nos alcance a ambos.
Carlos la abraz llorando.
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
11/21
-Y si el cielo me llama antes que a ti -prosigui con voz trmula Catalina-, jrame en este instante
que, aceptando la expiacin que te destina, consagrars -38- tu vida al sagrado cumplimiento de tus
olvidados deberes, y que me ser permitida la esperanza de que una esposa desventurada no maldecir
mis cenizas.
Carlos lo jur.
-Ahora -dijo Catalina-, mrame aun una vez con esa tu mirada de amor. Ahora dame t tambin tu
bendicin para m y para tu desventurado hijo. Yo te doy la ma -prosigui, poniendo sus manos sobre
la cabeza de Carlos, que se haba arrojado a sus pies- Que Dios gue tus pasos, y que el ngel que en
la tierra te fue concedido te acompae por entre los pantanos del mundo sin manchar la orla de su
blanca vestidura!
Carlos no atendi a estas palabras. Demasiado conmovido se arranc -39- de los brazos de la
condesa y volvi por tres veces a abrazarla.
Catalina estaba muy plida, y su voz y sus manos temblaban notablemente, pero no desmay su
valor y vio partir a Carlos sin que se escapase de sus labios una palabra de flaqueza.
De pie, junto a su ventana, prest atento odo al galope de su caballo que se alejaba, hasta que el
rumor, que fue debilitndose gradualmente, ces del todo. Entonces, enjug algunas gotas de frosudor que humedecan su frente, y se apart de la ventana con semblante triste, pero sereno.
El tiempo era ingrato. Nubes negras envolvan, como de un manto de luto, la plida faz de la luna
menguante, y el viento, que azotaba los -40- viejos vidrios de las ventanas, formaba sonidos
querellosos, nica voz que interrumpa el grave silencio de la noche.
La condesa escribi lentamente una carta. Ni su mano temblaba, ni se oscureca su frente. Estaba
hermosa y tranquila como en cualesquiera de sus ms brillantes das. Sin embargo, cuando concluy
su carta, algunas lgrimas humedecieron el papel que plegaba esmeradamente.
Enseguida hizo venir a sus criados. Recomend a uno de ellos que llevase la carta al amanecer
del prximo da a la casa de Elvira, y como la noche se haca por momentos ms fra, hizo encender
dos anchas copas de bronce y orden a sus sirvientes se recogiesen a descansar.
-41-
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/dos-mujeres-tomo-iv--0/html/ff2345b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_4_http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/dos-mujeres-tomo-iv--0/html/ff2345b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_2_ -
7/24/2019 Dos Mujeres IV
12/21
- XXXII -
La emocin de Carlos al separarse de la condesa se aumentaba a medida que iba acercndose a
Luisa. Sentase oprimido, tena fiebre. Ardan su cabeza y su corazn, y no poda darse cuenta de los
sentimientos y dolores que en tumulto le asaltaban.
Lleg a su casa en un estado de delirio, y Luisa, que le aguardaba con dolorosa impaciencia,
qued espantada -42- al observar la mutacin de su rostro.
La pobre nia haba pasado las horas transcurridas de aquella noche en fervorosa oracin, pero,
aunque haba llamado en su auxilio todo su esfuerzo y toda su resignacin, auque haba implorado a
Dios llorando su culpa y demandando valor, sintiose enteramente trastornada al ver a su marido.
Tendiole los brazos y l se arroj en ellos. An era su Carlos, su esposo, aqul que gema en suseno an era suyo, y dentro de algunas horas le habra perdido para siempre. A tan amarga reflexin
un mar de lgrimas brot de sus ojos, y murmur a aquellas conocidas palabras:Seor! Si es posible
que pase de m este cliz....
-Luisa -la dijo Carlos-, -43- son lgrimas tuyas stas que caen sobre mi frente abrasada?...
Cunto bien me hace! Llora, amiga ma, llora sobre la cabeza de este odioso criminal. Acaso tu puro
llanto alcance a lavar mis culpas.
Dime -prosigui cada vez ms delirante-, dime si es verdad que todo lo sabes, que todo lo
perdonas? Ser posible, Luisa, que puedas perdonarme? No llevar sobre mi cabeza el peso de tu
maldicin?
-No -respondi ella-, no, Carlos mo. Todo te lo perdono, excepto el que dudes del corazn de tu
Luisa. Yo no he bastado a tu felicidad, haba jurado drtela y no he sabido. Mi anhelo sera poder en
este instante devolverte esa libertad que por m sacrificaste, y en cambio de la cual nada he podido dar
a tu corazn: -44- nada!, puesto que no le ha sido posible vivir mo! Carlos! Dime, sin embargo,
que no me aborreces, la idea de ser para ti un objeto de odio me hara morir sin resignacin.
-Aborrecerte!, Oh, Luisa! Ninguna mujer ha sido jams tan tiernamente querida, ninguna
tampoco ha sido tan digna. Y si mi corazn no se parte de dolor en este instante es porque se siente
ms infeliz que culpable. Luisa!, hermana ma! No hay para mi corazn paz ni virtud que encuentreal menos en el tuyo misericordia y piedad!
-Tuyos son -respondi ella entre sollozos-, tuyos son todos los ms tiernos sentimientos de este
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
13/21
corazn. Oh!, ha sido muy maltratado, es verdad!, pero todava tiene para ti -45- muchos tesoros
de bondad. Carlos! Si el da de la vejez, cuando el amor te abandone, an existe esta triste amiga de
tu infancia, vuelve a ella y la encontrars siempre. Vuelve, s, que nunca estar cerrado para ti su
corazn.
-No, no es digno de l el mo -exclam Carlos-. No merezco esa ternura indulgente que agrava midelito. Luisa!, por qu no muero a tus pies en este momento?, para qu vivir ms?
-Para hacerla feliz a ella, que tanto ha sacrificado por ti a ella, que ha merecido tu amor! -dijo
Luisa con ahogada voz.
-No, no puede serlo, no puede ser feliz! -exclam Carlos- Yo he sido el asesino de ambas. Mi
corazn rebosa de remordimientos, y siento en -46- este instante que las dos me son igualmente
adoradas, y que, sin embargo, quisiera aniquilar a una.
-A m! S, a m! -grit Luisa con profundo dolor- Yo soy la que estoy dems sobre la tierra.
-No, t no! -exclam Carlos cada vez ms en desorden y ms febril, t no!, porque t eres el
ngel que debe salvarme..., porque yo tengo necesidad de ti, de tu piedad, de tu religin, de tu virtud.
Su delirio creca, y Luisa le hizo entrar en la cama y se puso de rodillas a su cabecera.
-Es verdad -deca Carlos-, es verdad que es sta la ltima noche que pasaremos juntos?
De ella ser toda mi culpable vida, sean tuyos estos ltimos momentos de amor. Porque te amo!
Luisa! Te amo!
-47-
Aunque pronunciada en el desvaro esta palabra, hizo latir de placer el corazn de Luisa. El ngel
era mujer, y mujer enamorada.
-Me amas? -exclam trastornada-, es cierto que me amas?, es cierto que no podrs ser feliz sin
tu esposa?
-No puedo serlo, no! Ven, Luisa, ven a soplar un aura de pureza sobre mi cabeza que me abrasa.
Ven! E persiguen imgenes de crimen, fantasmas de remordimientos. La pasin que me ha
extraviado es un infierno que me cerca de llamas que me punzan, que devoran. Ven, que necesito
frescor, calma, inocencia! Ven y hblame de aquellos das serenos de nuestro casto amor. Hblame de
aquellos placeres sin crimen, y de aquella felicidad que a nadie costaba tanto. Te acuerdas, -48-
Luisa? Treme, treme aquel relicario de la virgen, que quitaste de tu cuello para ponerle en el mo.
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
14/21
Talismn precioso que debi salvarme! Dnde est? Por qu me lo han quitado? Trele, Luisa, y
ponle sobre mi corazn para que temple la violencia de sus latidos. Bien! Yo te doy gracias, me
siento mejor. Hblame ahora. Tu voz es a mi odo una msica celestial. Recurdame mi vida de
inocencia llama en torno de este lecho de fuego el aura pura de nuestros amores. Qu se han hecho
aquellos das?, no volvern jams, Luisa?
-Los deseas t, Carlos? -dijo ella templando el ardor de su frente con su delicada mano.
-S, devulvemelos: Uno solo!, uno solo al menos! He tenido tantos -49- tan crueles!
-Bien! Dios nos devolver a ambos aquella felicidad que necesitamos igualmente, y ahora yo
arrullar tu sueo, porque quiero que duermas con aquellas dulces palabras que nos decamos en la
poca apacible de nuestro amor.
-Luisa, me dijiste un da: Si existe una suerte ms feliz que la ma, no quiero conocerla.
Ningn goce deseo si no me viene de ti ni temo ninguna desgracia, si t me ayudas a soportarla.
Juntos viviremos, y moriremos juntos, y nuestras almas volarn unidas al seno de Dios, de aquel
Dios que te cre tan hermosa para mi ventura, y de cuya bondad jams se har indigno un corazn
donde t reinas.
-50--Prosigue -dijo Carlos-, tu voz me hace tanto bien!
-Y ramos, en efecto, buenos y felices -continu Luisa-. ramos el orgullo de nuestros padres, el
modelo de los esposos, y esperbamos ser el ejemplo de nuestros hijos. Figurbame yo que juntos
envejeceramos, y que, al dejar la tierra, podramos bendecir a nuestros hijos, como a nosotros
nuestros padres.
-S -dijo Carlos-, y ellos tambin nos hubieran bendecido porque aquellos hijos no nos deberan
una vida de vergenza, no podran reconvenirnos de haberlos arrojado a un mundo que les cerraba sus
puertas. Hblame, Luisa, hblame de la felicidad de aquellos padres que pueden presentarse sin rubor
delante de sus hijos.
-51-
Luisa continu, en efecto, hablando, pero la fiebre rindi a Carlos, y en breve qued sumergidoen aquel sueo letrgico que sigue comnmente a las grandes agitaciones.
Luisa velaba de rodillas junto al lecho y lloraba, y oraba, y peda ya algo ms que la resignacin:
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
15/21
volviole a parecer posible la ventura.
El da amaneci, y como Carlos no deba partir hasta cerca del medio da, rog Luisa a Don
Francisco le dejase descansar, y mientras el anciano se ocupaba en los preparativos del viaje, volvi
ella al lado de su marido, cuya calentura iba cediendo, permitindole un sueo ms tranquilo.
Sonaba el reloj las diez y ya don Francisco ordenaba que se hiciese despertar a Carlos, cuando
Luisa recibi -52- aviso de que Elvira de Sotomayor solicitaba hablarla.
Recibiola en su oratorio, donde acababa de entrar para fortalecerse en la oracin, y se present
Elvira tan plida y demudada que la salutacin que haba comenzado Luisa qued ahogada entre sus
labios.
-Ha partido Carlos? -pregunt con precipitacin Elvira.
-Dentro de una hora debe partir -pregunt con precipitacin Elvira.
-No solo -aadi Elvira-, no solo. Es preciso que UD. se marche con l.
-Ah, s!, sabe Ud., pues, que est enfermo?, aprueba Ud. que no lo deje partir solo en esa
situacin?
-se ser el pretexto que Ud. le d -dijo Elvira-. Dir Ud. que quiere acompaarle solamente unajornada. Al fin de ella podr Ud. revelarle la verdad y le acompaar Ud. a su destino. -53- Es
preciso que todo lo sepa don Francisco en este instante, y yo me encargo de instruirle de todo. Ud.,
Luisa, dispngase a partir, y prepare en su corazn consuelos para el desgraciado de cuya vida debe
ser el ngel protector. Su esposo de Ud. le es restituido. La condesa de S.*** no existe ya! No existe
ya! -repiti aterrada Luisa.
-Dejando la vida -dijo Elvira-, ha querido devolver a Ud. el esposo que le usurpaba. Su muertesolamente poda romper para siempre los vnculos criminales que haba impuesto a Carlos, y ha
querido morir. Que Dios tenga piedad de un alma tan generosa y tan culpable!
-Suicidada! -grit Luisa.
-S -respondi Elvira con un profundo gemido-, se ha asfixiado!
-54-
-Suicidada! -repiti Luisa, y cayendo de rodillas delante de un crucifijo- Oh, Dios mo!, Dios
mo! -exclam- No juzguis la accin, sino el sentimiento. Apartad los ojos de los medios, Seor, y
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
16/21
no miris sino al fin!
-Sus sufrimientos en la Tierra -dijo Elvira-, nos permiten tan consoladora esperanza. Hasta su
suicidio ha sido expiado por su larga y terrible agona! Encerrada en una estrecha alcoba, sofocada por
una atmsfera meftica, aquella horrible muerte debi parecerla insoportable y, sin duda, quiso huirla
cuando ya era tarde! La posicin en que la hemos encontrado prueba que quiso en sus ltimosmomentos proporcionarse aire, pero, en la oscuridad, en el trastorno en que deba encontrarse, -55-
no acert a abrir la puerta que haba cerrado con doble llave, y, junto a ella, cay sofocada. Larga y
atroz debi ser su agona! Su cadver llevaba el sello de terribles padecimientos. Todava la encontr
caliente..., pero, ah!, no pude recobrar su ltimo suspiro! Todo cuanto pude hacer por aquella infeliz
que ha sido mi nica amiga fue cumplir religiosamente su voluntad postrera. sta es. Resptela Ud., y
ruegue a Dios por su alma.
Saliose Elvira al terminar estas palabras, dejando en manos de Luisa la carta de la condesa,
escrita a su amiga pocas horas antes de morir. Leyola entre sollozos. Deca as:
En el instante que recibas este papel, corre a ver a Luisa. Dila que debe partir con su esposo y
que solamente -56- despus que se halle lejos de Madrid puede decirle lo que ella sabr antes que l.
Me ha amado y su dolor ser grande. Dios y ella le templarn. La mujer culpable que ha hecho a
los dos esposos desventurados, va a implorar del cielo el perdn que no espera ni desea de los
hombres. Pero el de ellasonar dulcemente en mi sepulcro, el de elladar paz a mis huesos y dulzura
a mi agona. Le imploro de rodillas y creo recibirle. Su alma divina no puede negar al arrepentimiento
la piedad.
Que no sepa Carlos, si es posible, que muero por mi voluntad, tendra remordimientos. Que el
ngel a quien confo esa existencia querida, derrame en su llagado corazn los tesoros inmensos de su
ternura -57- y de su bondad, y que pueda l devolverle algn da la felicidad que ella conceda.
Mi ltima bendicin es para ellos, y por ellos mi ltimo voto.
T, mi buena Elvira, t sabes que ha sido tuya exclusivamente mi ms tierna amistad. No llores
por m, no. No lamentes mi vida tronchada en flor todava! La muerte no se me presenta bajo un
aspecto lgubre. Veola como una ngel libertador que Dios enva al infortunio. Su mano no est
armada de la sangrienta guadaa, en ella conduce una tea divina, ms brillante que el sol que ya no
vern mis ojos. No, mi alma no pasar sin gua a la noche de la tumba, a sus umbrales me aguarda la
esperanza, y la fe que volaba sobre mi cuna -58- despierta de su largo sueo al llamamiento de la
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
17/21
muerte y viene a abrirme las puertas de otro mundo.
La orgullosa razn se extingue con la vida, pero cuando me abandona su insuficiente luz, la luz
de la esperanza renace sobre sus cenizas. Para fecundar mi corazn la bondad de Dios me concedi el
amor, pero para castigar mi soberbia ese amor bienhechor debi de ser un crimen. El designio de la
providencia se ha cumplido! El amor salva mi alma, y mi muerte expa mi amor.
Luisa guard esta carta sobre su corazn, y por espacio de algunos minutos or con silencioso
fervor. La piedad resplandeca en cada una de sus facciones, y sus ojos, elevados al cielo, parecan
querer penetrar -59- sus bvedas eternas para encontrar la misericordia. Jams tan ardientes
splicas de la inocencia han implorado perdn para el arrepentimiento, jams un alma tan pura ha
intercedido por un alma culpable!
Su oracin dur los momentos que emple Elvira en instruir a don Francisco de la lamentable
catstrofe de aquel da y de sus tristes antecedentes. Cuando ambos volvieron en busca de Luisa,
Elvira estaba llorosa, don Francisco, aterrado. Solamente Luisa llevaba en su frente un rayo de
esperanza. Acababa de ofrecer a Dios su vida terrestre y la felicidad que les restitua, en expiacin de
las faltas de su rival que no exista, y tena la conviccin de que su splica haba sido escuchada.
-60-
Carlos despert en brazos de su esposa:
-Qu largo ha sido mi sueo! -dijo- Cunto tiempo haca que no descansaba tan profundamente
ni gozaba de un despertar tan dulce!... Qu hermoso es el da despus de una oscura noche!
Y recordando sbitamente que aquel da deba ser el de su partida:
-Luisa! -exclam con una especie de terror- Es ya efectivamente de da?... Es ya, por ventura,
la hora de nuestra separacin?
-No -le respondi ella-, no, amigo mo. Tu padre y yo hemos determinado acompaarte una
jornada. No es sta la hora de nuestra separacin, pero es la de nuestra partida.
Carlos suspir y se dispuso a marchar si proferir una palabra. -61- Miraba, empero, a su esposa
con frecuencia, y algunas lgrimas asomaban de vez en cuando a sus fatigados ojos.
Luisa le ayudaba en sus preparativos, tan silenciosa y no menos conmovida que l, y cuando son
la hora prefijada para la partida se present don Francisco anuncindola.
Elvira les vio partir sin ser vista de Carlos. Una larga y triste mirada fue la nica despedida que se
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
18/21
hicieron la amiga y la rival de Catalina.
-62-
- XXXIII -
Pronto circul por Madrid la noticia de haber muerto la condesa de S.*** Pocos sospecharon que
su asfixia haba sido voluntaria. Generalmente se le crey fatal descuido, y se supuso la partida de
Carlos de Silva efecto del dolor natural a la partida de su querida.
Nada desarma al odio como la muerte. El da en que no podemos agradecerlas, es el da de las
simpatas.
-63-
La muerte sbita de Catalina la reconquist todo su perdido prestigio. Se olvidaron sus buenas
prendas. Hasta sus mismas flaquezas fueron poetizadas y prestaron ms vivo inters a la compasin.
Haba cesado de ser bella, ilustre, celebrada. Haba cesado de ser todo, y siempre se concede al
mrito que existe.
Los hombres tenemos esta ventaja sobre las otras fieras. Jams nos cebamos en los cuerpos
muertos, necesitamos vctimas palpitantes que sangren entre nuestras uas, que giman entre nuestros
dientes.
El entierro de la condesa, dispuesto por Elvira, fue magnfico.
-64-Durante ocho o diez das no se habl ms que de la difunta, pero cuando el inters pblico fue
excitado por otra cualquiera novedad, no se pens ya ni en la condesa ni en Carlos.
Tres meses despus de la partida de ste, tuvo Elvira la primera y nica carta que recibi de
Luisa. Por ella supo que Carlos haba estado gravemente enfermo, pero que los cuidados de su mujer
y de su padre, y su juventud, le haban salvado. Que no pareca sospechar que la muerte de la condesa
hubiese sido voluntaria, o al menos no lo deca. Que su tristeza era profunda, pero tranquila, y queaunque no tena otra voluntad que la de su esposa y su padre, se manifestaba decidido a no volver
jams a Espaa.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/dos-mujeres-tomo-iv--0/html/ff2345b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_5_http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/dos-mujeres-tomo-iv--0/html/ff2345b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_3_ -
7/24/2019 Dos Mujeres IV
19/21
-65-
Esta carta, escrita en Londres, tena la fecha de 20 de marzo del ao de 1820.
En 1826, en una tarde bastante fra del mismo mes de marzo, un hombre de figura hermosa,
auque algo marchita, lea unas tras otras todas las inscripciones sepulcrales que haba legibles en uno
de los cementerios ms antiguos de Madrid, y no se detuvo sino cuando encontr este epitafio, cuyasletras mostraban no haber sufrido an los deterioros del tiempo:
Aqu yace la Condesa de S.*** Muri el 18 de diciembre del ao 1819, a los 25 aos, nueve
meses y 11 das de su nacimiento.
El hombre que lea los epitafios, permaneci algunos minutos delante de ste, profundamente
pensativo, -66- y algunas lgrimas se desprendieron de sus ojos, fijos en el mrmol de la sepultura.
Luego sali lentamente del cementerio y se encamin a una de las fondas ms conocidas de
Madrid en aquella poca. All le aguardaban varios personajes notables, que iban a felicitarle y a
despedirle al mismo tiempo. A felicitarle porque acababa de obtener un brillante destino, a despedirle
porque dicho destino le obligaba a marchar de Madrid al da siguiente.
Dos de aquellos personajes, saliendo juntos de su visita, hablaban bastante alto.
-No hace mala carrera este diplomtico de ayer. -deca el uno- Qu demonio de favor es ste que
goza en la corte, donde apenas ha estado?
-67-
-Calle Ud.! -contestaba el otro- Esto es un escndalo, pero los escndalos de este gnero han
perdido el privilegio de ser llamados tales en una poca en que son tan comunes y frecuentes. Los
extranjeros hacen bien en llamar a nuestra Espaa una segunda Turqua. Es imposible que el nmero
de los descontentos no se aumente rpidamente. Mientras que miles de espaoles benemritos
mendigan el pan en extraos pases, mientras que el comercio se estanca, la industria fallece y el
empobrecido erario amenaza con una completa ruina. Cmo podremos ver impasibles alzarse cada
da esas hechuras del favor, para las que se improvisan destinos, se inventan comisiones, se prodigan
honores?... La sangre del pueblo -68- destinada a engordar a una corta porcin de elegidos!
-Pero, piensa Ud. que sea solamente el favorel que haya elevado a Carlos de Silva?
-Mientras no conozca sus mritos...
-Tiene uno contestable.
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
20/21
-Cul es?
-Su dinero. Silva es muy rico.
-Y tiene una mujer muy linda, y nuestro catlico monarca aprecia tanto a los maridos de las
hermosas!
-Calle Ud., lengua de vbora. La mujer de Carlos de Silva es una virtud.
-Puede ser, pero ella queda en Madrid y su marido se marcha.
-Queda en Madrid porque est consagrada al cuidado de su viejo suegro que se halla ciego y
enfermo, pero es una mujer ejemplar, idlatra de su marido.
-S, pero el marido no es idlatra -69- de ella. Lo s de muy buena tinta.
-Sin embargo, Silva hace de su mujer un alto precio y es uno de los ms atentos y finos esposos
que he conocido.
-S, pero segn se dice no tiene otra pasin que la de la ambicin, y por muy obsequioso y muy
dulce que se muestre con la linda Luisa, me han asegurado que es de puertas adentro, un compaero
asaz, triste e incomunicativo. Se dice que ha tenido un gran pesar con la prdida de una querida, y que
se hizo ambicioso por distraccin. Por distraccin tambin podr su esposa hacerse cualquiera otracosa, porque, en fin, es preciso que la vida tenga algn inters, algn objeto.
-Hacia dnde se encamina Ud.?
-Yo me dirijo al teatro del Prncipe.
-70-
-Yo a casa del Ministro de Hacienda con quien tengo esta noche una conferencia.
Los dos caballeros se separaron, saludando antes profundamente a una seora que pas junto a
ellos con dos nias muy lindas.
Era Elvira de Sotomayor con sus hijas. La mayor, que cumpla apenas trece aos, era una rubia
angelical la segunda, que tena diez, era una morena de ojos de fuego que se llamaba Catalina.
Iban a visitar a la familia de Silva, y una hora despus regresaban a su casa por la misma calle.
Elvira pareca tan profundamente triste que la mayor de sus hijas la pregunt tmidamente la
causa.
-
7/24/2019 Dos Mujeres IV
21/21
-Qu te aflige, mam?, por qu has llorado tanto con aquella seora a -71- quien hemos
visitado?
-Porque esa seora -respondi suspirando Elvira-, es muy buena y muy infeliz. Cuando tengis
algunos aos ms, hijas mas, os contar una historia muy triste: la historia de dos mujeres, ambas
muy generosas, muy bellas y muy desventuradas. Esa historia ser para vosotras una leccinprovechosa.
Y las nias callaron y Elvira call tambin.
Hasta aqu llegan nuestras noticias fidedignas. Cualquiera otra cosa que quisiramos aadir, sera
fundada sobre conjeturas.
Ignoramos si Elvira refiri, como lo haba ofrecido a sus hijas, la historia de las dos mujeres. Y sias lo hizo, qu impresin dejara en el corazn de aquellas jvenes?, -72- qu verdad les
revelara?, qu provechosa leccin podran recibir de esta historia?
Acaso ninguna, acaso nada les dijo, nada les revel, sino que la suerte de la mujer es infeliz de
todos modos que la indisolubilidad del mismo lazo con el cual pretenden nuestras leyes asegurarlas
un porvenir, se convierte no pocas veces en una cadena tanto ms insufrible cuanto ms
inquebrantable. Seres apasionados y dbiles, ya ofensoras, ya ofendidas, ellas son las que salendestrozadas, y en sus propios yerros, como en aqullos de que son vctimas, ellas son siempre las que
presentan al mundo, que las contempla con indiferente egosmo o con fra severidad, el espectculo de
aquellos silenciosos dolores, de -73- aquellas profundas desventuras que pudieran servir de
expiacin para mil crmenes.
La culpable encuentra por do quier jueces severos, verdugos implacables. La virtuosa pasa
desconocida y, a veces, ay!, calumniada. Y la culpable y la virtuosa ambas son igualmente infelices,
y acaso tambin igualmente nobles y generosas!
FIN