DURÁN - Lengua de Nicolás · 2020. 4. 18. · amorosas de su criado. Le gustaría tenerlo siempre...
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Lope
de Vega
El perro
del
hortelano
EDICIÓN DE
ROSA NAVARRO
DURÁN
El perro del hortelano
Lope de Vega
Edición de Rosa Navarro Durán
Edita: IES San Isidro
Departamento de Lengua y Literatura
© Edición original:
ISBN: 84-689-5993-6
© Edición digital: CVC:
http://cvc.cervantes.es/obref/perro_hortelano/
© Estudio introductorio, edición original:
Rosa Navarro Durán.
Índice
Introducción, 5
El perro del hortelano, 74
Introducción
Diana, el perro del hortelano
Dos hombres que huyen: el comienzo
de la comedia no puede ser más intenso. 1
¿Por qué lo hacen? ¿Qué temen? ¿Quién
puede haberlos reconocido? La aparición
de Diana llamando a los criados, el
inmediato «¿Llama vuestra señoría?» de
Fabio la sitúa ya en el centro del espacio
teatral, de la acción; no los va a
abandonar. La bellísima condesa de
Belflor es dueña y señora de su casa y de
su destino. No tiene ni padre ni hermanos,
habituales guardianes del honor. La
pretenden nobles: un primo suyo, el conde
Federico, y el engolado marqués Ricardo,
y muchos más; como le dice Octavio:
«¿No hay mil señores que están, / para
casarse contigo, / ciegos de amor?» (vv.
69-71). Pero ella, haciendo honor a su
nombre,2 es esquiva, como la diosa; no les
hace ningún caso.
Su destino teatral no va a ser quedar
vencida a la postre por el amor de uno de
sus nobles pretendientes. Su antagonista
es otro. La lucha la librará consigo misma.
El genio de Lope dejará a solas a la
hermosa condesa con su descubrimiento:
el amor por su secretario. Llegará a él
invirtiendo, también, el orden de los
sentimientos: 3 siente celos al ver que es el
enamorado de su doncella Marcela, y así
se da cuenta de su amor. Impedir esa
relación y manifestar a Teodoro sus
sentimientos sin desdoro suyo va a ser su
inmediata y difícil empresa.
Su situación privilegiada le permite
intervenir en esos amores que quiere
romper; su belleza y su poder la
convierten en sol hacia el que en seguida
querrá remontarse su secretario. Los
obstáculos se desvanecen, pues, para ese
amor que se ha desvelado en la condesa;
pero entonces Diana ve su propia imagen
y no puede seguir: se va a convertir en el
perro del hortelano, que ni come ni deja
comer. No soportará ver cómo se reanuda
una y otra vez, después de sus desplantes,
el idilio entre Marcela y Teodoro, pero al
mismo tiempo no puede oír las palabras
amorosas de su criado. Le gustaría tenerlo
siempre a sus pies adorándola sin
esperanza, sin ojos para nadie más que
ella. Pero los personajes de esta comedia
tienen alma y tienen cuerpo, son seres
apasionados, y la fuerza de su deseo se
deja sentir en los versos.
Diana, cuando descubre quiénes son
los que huyen al sorprenderlos de noche
en su casa y se entera de la historia
amorosa entre su secretario y una de sus
doncellas, se siente arrastrada por una
curiosidad malsana, y como una voyeuse de
palabras, primero le pregunta a Marcela:
«¿Y qué te dice?» (v. 262); y luego a
Teodoro: «¿Qué le has dicho, por mi
vida?» (v. 1049). Lo que oye es lo que
podría decirle a ella cualquiera de sus
nobles pretendientes: «Yo pierdo / el alma
por esos ojos» (vv. 264-265), porque esta
comedia no diferencia a Marcela o a
Teodoro de la condesa de Belflor por el
lenguaje. Hay dos categorías de criados, y
sólo la última, a la que pertenece Tristán,
hablará y se comportará como tal. Marcela
dirá a solas dos sonetos que bien pudiera
haber dicho su señora o un galán
despreciado. Por otra parte, cuando el
marqués Ricardo quiera elevarse en
engolados endecasílabos, caerá en el
afectamiento ridículo.
Diana se quedará sola después de
aceptar y proteger el matrimonio de sus
subordinados. Su monólogo —un
soneto— apunta sólo una cierta inquietud.
Se confiesa la envidia por ese «bien» ajeno,
pero su concepto del honor nos la ofrece
muy convencida de su lugar:
Es el amor común naturaleza,
mas yo tengo mi honor por más tesoro;
que los respetos de quien soy adoro
y aun el pensarlo tengo por bajeza.
(vv. 329-332)
No parece que la confesión de igualarse
con la condición de Teodoro sea más que
un deseo oculto de una dama muy
consciente de su condición social:
«quisiera yo que, por lo menos, / Teodoro
fuera más para igualarme, / o yo, para
igualarle, fuera menos» (vv. 336-338).
Pero en seguida veremos que no es así,
que su pasión la domina. Intentará decirle
a Teodoro lo que siente con la traza de
una supuesta carta de una amiga
enamorada 4 y, al sorprender el abrazo de
Marcela y Teodoro, vendrá su primera
reacción violenta por los celos: encierra a
Marcela en su aposento. Aplicará luego la
técnica que Tristán recomendaba a
Teodoro para que olvidara a Marcela, le
dirá a su secretario: «sé yo que en Marcela
/ hay más defetos que gracias»(vv.1068-
1069), y unos los apunta y otros no los
dice. Y además vuelve al tema de su
supuesta amiga «que ha días que no
sosiega / de amores de un hombre
humilde» (vv. 1084-1085) y le pide consejo
a él. Lope nos ofrece una escena
intensísima llevando a sus personajes al
límite de las palabras. ¿No había dicho
Teodoro «las palabras poco cuestan»?
Pues Teodoro aconsejará que la dama
«haga que con un engaño, / sin que la
conozca, pueda / gozarle» (vv. 1125-
1127). Pero Diana va más allá, su «¿No
será mejor matarle?» (v. 1129) señala a
Teodoro lo vulnerable que es en su
incursión —teórica aún— en ese terreno.
Otras voces de muerte amenazando a
Teodoro resonarán en la obra. ¡Menos mal
que es comedia!
Ya en el acto segundo, la oiremos
confesar su amor imposible a Anarda, la
criada que le sirve de confidente (ella fue
la que le desveló los amores que a tal
estado la han llevado). No puede aceptar a
sus pretendientes porque no los quiere y sí
ama a otra persona: «No los quiero,
porque quiero, / y quiero porque no
espero / remedio» (vv. 1613-1615), como
le dice en críptico lenguaje heredado de la
poesía cancioneril. No se atreverá,
avergonzada, a confesar quién es, pero sí
la humildad de su condición. Y al mismo
tiempo, hace un alarde de voluntad y
decide no querer: «Quien quiere, puede, si
quiere, / como quiso, aborrecer. / Esto es
lo mejor: yo quiero / no querer» (vv.
1634-1637). En vano, se le avisa —la
canción, el coro— de lo imposible de su
empresa, ella confía en sus fuerzas: «yo sé
mi condición, / y sé que estará en mi
mano, / como amar, aborrecer» (vv. 1651-
1653). Pero el escepticismo de Anarda es
el del público: «Quien tiene tanto poder /
pasa del límite humano» (vv. 1654-1655).
Tomará la resolución que zanjaría ese
loco amor: elegir a uno de sus
pretendientes, al marqués Ricardo, pero lo
hará —mala señal— hablando con
Teodoro. Es un desafío vano al amor y a
su fuerza: «Las palabras poco cuestan».
Será otra vez espía ya no de palabras, sino
de acciones. Oculta —escena
esencialmente teatral—, asistirá a la
reconciliación entre Teodoro y Marcela y
no soportará ni el abrazo ni oír lo que de
ella dicen. Y se desbordará la furia y la
pasión de Diana: hará escribir al secretario
la carta de su propia confesión —«Cuando
una mujer principal se ha declarado...»—,
convertirá su elección de marido en
confusión de criado, se confesará en un
bello monólogo —«¿Qué me quieres,
amor?...»— la fuerza de su amor, el poder
de los celos; pero cuando Teodoro se
atreva a confesarle su amor, le frenará, le
recordará su lugar. Teodoro no se
acobarda y expone con toda claridad la
situación: ella es el perro del hortelano:
Mas viénele bien el cuento
del perro del hortelano.
No quiere, abrasada en celos,
que me case con Marcela;
y en viendo que no la quiero,
vuelve a quitarme el jüicio,
y a despertarme si duermo;
pues coma o deje comer,
porque yo no me sustento
de esperanzas tan cansadas,
que si no, desde aquí vuelvo
a querer donde me quieren.
(vv. 2193-2204)
Y Teodoro seguirá hasta la confesión
que Diana no puede soportar: «Yo adoro a
Marcela, y ella / me adora, y es muy
honesto / este amor» (vv. 2216-2218). La
condesa pierde los nervios y lo abofetea:
es una confesión pública de su pasión.
Teodoro lo sabe ya muy bien: ella es el
perro del hortelano, y lo es porque su
amor ha elegido un sujeto que no
conviene a su honor. Y no hay guardián
que burlar, no puede ser dama tracista de
comedia. Ella misma es el guardián de su
honra, ella, que no puede no querer a
quien no debe. La hermosa Diana no tiene
más elección que la desdicha, y no parece
muy dispuesta.
Teodoro
y su arriesgado vuelo
El secretario, que teme haber sido
descubierto por la condesa en su cortejo
nocturno a Marcela, habla con su fiel
criado Tristán. El consejo de éste es
rotundo: «dejar de amar a Marcela» (v.
371), y le aconsejará un camino eficaz (y
ovidiano) para hacerlo: imaginarle
defectos. Teodoro, muy seguro de sí
mismo y de su amor, le contestará de
forma tan tajante como él: «En las gracias
de Marcela / no hay defetos que pensar. /
Yo no la pienso olvidar» (vv. 503-505).
Tristán le advertirá del riesgo que corre:
«Pues a tu desgracia apela / y sigue tan
loca empresa» (vv. 506-507). Ambos se
equivocan: Teodoro estará dispuesto a
olvidar a Marcela en seguida porque a
cambio tiene nada menos que una
condesa, y la loca empresa no será la que
le dice Tristán, sino otra mucho más
audaz: Teodoro va a atreverse a volar con
su pensamiento no hasta el sol, como
Ícaro, pero sí hasta Diana, la luna. 5
Como galán de comedia —no como
criado—, verá cómo su señora le da a
entender su amor, 6 o creerá verlo, porque
hasta el final del segundo acto las palabras
de la condesa quieren situar a Teodoro en
tierra de nadie. Y éste no está dispuesto a
aceptar ese lugar; «pues coma o deje
comer» (v. 2200) le dirá a Diana, una vez
que le ha desvelado el juego y su
condición.
Pero antes tendrá que moverse por el
espacio de la ambigüedad. Cree interpretar
adecuadamente y emprende el vuelo, pero
tendrá que abortarlo porque llega el
desengaño: no es lo que él creía, o lo
parece; Diana es inalcanzable, y él, por
tanto, no puede aspirar a ser conde. En
ese juego de avanzar y retroceder no es el
amor el que le guía, sino la ambición.
No es raro que la dama lleve la
iniciativa en la comedia de enredo —basta
pensar en la deliciosa Finea del tercer acto
de La dama boba de Lope, comedia de
1613—, pero en este caso se trata de dar y
amagar: no es posible la réplica por parte
del galán. No puede ofrecerle amparo y el
lugar social del honor con su compromiso
y sus palabras, sino todo lo contrario.
Desde el comienzo ambos sabrán que
pisan terreno prohibido, pero ninguno de
los dos renunciará al juego.
Una traza conocida le sirve a Diana
para dar el primer paso: los amores de una
supuesta amiga por un hombre humilde.
Como Teodoro es su secretario, Diana
elige con tino el camino de la escritura:
soneto frente a soneto, es su primer
enfrentamiento:
Hame dicho cierta amiga,
que el papel que traigo aquí
le escriba; a hacerlo me obliga
la amistad, aunque yo ignoro,
Teodoro, cosas de amor;
y que le escribas mejor
vengo a decirte, Teodoro.(vv. 515-523)
Teodoro se resiste a competir, miente:
«Aprender espero / estilo que yo no sé; /
que jamás traté de amor» (vv. 530-532). Y
la pregunta de Diana —«¿Jamás,
jamás?»— viene cargada de sorna y
provocación. Leerá, obedeciendo el
mandato de su señora, la supuesta carta, el
soneto «Amar por ver amar envidia ha
sido», y ambos discutirán sobre su
contenido. La explicación de Diana
introduce ya una palabra esencial en la
obra: el deseo:
Porque esta dama sospecho
que se agradaba de ver
este galán, sin deseo,
y viéndole ya empleado
en otro amor, con los celos
vino a amar y a desear. (vv. 572-577)
La respuesta de Teodoro tardará
porque, antes de oírla, veremos y oíremos
al engolado marqués Ricardo en sus
afectadas octavas reales, que lo ridiculizan.
El público sabe ya que no es competidor,
y está esperando no esas plumas verbales
de pavo real vacuo, sino el duelo
apasionado de sonetos que enfrenta deseo
a ambición. Soneto de dama —¿cuándo
habló en un soneto un yo poético
femenino? ¡Lope siempre abriendo
horizontes!— leído por caballero y a la
inversa. Tiene mucha más intensidad el de
ella, que lleva las riendas del envite: «De
los celos mi amor ha procedido / por
pesarme que, siendo más hermosa, / no
fuese en ser amada tan di chosa / que
hubiese lo que envidio merecido» (vv.
555-558). Segura de su hermosura, se está
además declarando: «darme quiero a
entender sin decir nada» (v. 563). Ahí está
la belleza de esta obra: se dicen las cosas
sin decirse, es el más sutil juego que
permite el lenguaje. La respuesta con un
yo poético masculino («Del ser dichoso me
defiendo»), porque Teodoro entiende y
acepta el juego, es cauta; debe serlo: «No
digo más, porque lo más ofendo / desde
lo menos» (vv. 765-766). Lope
ingeniosamente trueca el reparto de
papeles, porque no hay diálogo posible
dentro de las convenciones sociales; pero
los sentimientos no siempre se ciñen a
ellas. Como le dice Diana:
Desde lo menos aquí
dices que ofendes lo más,
y amando, engañado estás,
porque en amor no es ansí;
que no ofende un desigual
amando, pues sólo entiendo
que se ofende aborreciendo. (vv. 811-817)
Teodoro, prudente aún, le recuerda los
dos ejemplos poéticos de castigo de la
ambición y vanagloria: Ícaro y Faetón.
Pero la condesa le anima a seguir:
Si alguna cosa sirvieres
alta, sírvela y confía;
que amor no es más que porfía;
no son piedras las mujeres.(vv. 827-830)
Teodoro a solas dirá su primer
monólogo, y el público oirá sus dudas: ¿es
o no verdad lo que a él le parece
entender?:
¿Quién pensó jamás
de mujer tan noble y cuerda
este arrojarse tan presto
a dar su amor a entender?
Pero también puede ser
que yo me engañase en esto.
(vv. 841-846)
Si sus palabras son ambiguas, su
mirada, su rostro sonrojado no lo eran...
El pensamiento de Teodoro se va ya «tras
la grandeza», aunque además reconoce
«que es bellísima Diana» (v. 887).
Laurencio, en La dama boba, decide
pasar del cortejo de la inteligente Nise a la
tonta Finea porque, aunque es boba, tiene
una sustanciosa dote, y clara y
desvergonzadamente se lo manifiesta a su
criado Pedro después de un monólogo —
un soneto— a su propio pensamiento,
«Hermoso sois, sin duda, pensamiento»,
en donde ya expone su decisión:
«Pensamiento, mudemos de sujeto». 7
Teodoro acepta en seguida el cambio de
una criada por una condesa. Es el trueque
de la mariposa por el sol, que él no busca,
pero que sabe rápidamente aprovechar.
No lo vemos dividido entre dos amores,
sino entre una certeza a su medida y una
hipótesis en la que no se hubiera atrevido
a pensar.
Al principio su combate lo libra con las
dudas. Y no quiere renunciar a Marcela
por palabras dudosas, por nada, en suma;
y esa actitud conservadora
paradójicamente le llevará al triunfo. Es
muy consciente de su lugar, y de la
distancia que le separa de su señora, la
condesa: «Nunca tan alto azor / se humilla
a tan baja presa» (vv. 949-950) dice
cuando se disuelve su primer espejismo.
Pero el público sabe que en este caso así
es, y no es un hombre enamorado de una
bellísima gitanilla o de una ilustre fregona
—el lector confía plenamente entonces en
que la anagnórisis resuelva el conflicto—,
es una condesa enloquecida por su
secretario; realmente un alto azor que se
humilla a una baja presa, pero es ella el
azor, y él la baja presa. Lope juega muy
fuerte, casi tanto como sus personajes,
porque el público sabe que, debajo del
disfraz —de secretario, de condesa—
están el hombre, la mujer, y el deseo.
Cuando Teodoro ve que la condesa
encierra a Marcela tras sorprenderlos
abrazados, empieza a saber que no
imagina, que es cierto lo que casi no se
atreve a pensar. El acto primero acabará
después de la intensa conversación entre
Diana y Teodoro emboscados tras las
palabras, con un nuevo soliloquio del
secretario, un soneto esta vez. La ha visto
sonrojarse, la ha sentido temblar, sabe ya
que la mujer que es la condesa le quiere, y
sin dudar elige el camino de los audaces,
vuela, pero con el viento a favor: «¿Qué
haré? Seguir mi suerte venturosa» (v.
1178). Y aparece el leit-motiv de la obra. Un
poco más adelante la hará explícita a
Tristán:
Tristán, cuantos han nacido
su ventura han de tener;
no saberla conocer
es el no haberla tenido. (vv. 1412-1415)
Lo que a él le está ofreciendo la fortuna
en ese momento no es sólo el amor de
Diana, sino la posibilidad de ser conde;
por eso concluye: «O morir en la porfía, /
o ser conde de Belflor» (vv. 1416-1417). 8
Ya en el acto segundo, seguirá
hablando a solas, sólo su pensamiento
puede ser su interlocutor; en bellas
décimas le dará alas para que siga volando:
«Id en buen hora, aunque os den / mil
muertes por atrevido; / que no se llama
perdido / el que se pierde tan bien» (vv.
1318-1321). Una vez la fortuna le ha
mostrado lo que puede conseguir, irá a
por ello. Pero va a tener que dar de nuevo
marcha atrás. Diana le va a consultar
sobre su elección de marido, y será el
primero en saber que el marqués Ricardo
es el favorecido. En un nuevo monólogo
se confesará su error —o el de Diana—,
ha imaginado disparates: «No más;
despedíos de ser, / oh pensamiento
arrogante, / conde de Belflor» (vv. 1712-
1714). Y volverá a su lugar, «Queramos
nuestra Marcela; / para vos Marcela baste»
(vv. 1716-1717). Recobra su sensatez,
proclama lo razonable: «Señoras busquen
señores; / que amor se engendra de
iguales» (vv. 1718-1719). Pero no es
precisamente lo que va a confirmar la
comedia, no es ésta su tesis, porque la
obra se cimenta en continuas
transgresiones.
Volverá Teodoro a su Marcela. Le
cuesta un poco más convencerla, pero no
mucho; Tristán le ayuda. Pero la escena
será contemplada por la condesa y ésta, en
ataque de celos, le hará escribir su propia
confesión amorosa y le recordará lo que él
sabe muy bien: «quien no estima su
fortuna quédese para necio». Es el
impulso que necesitaba su vuelo. Hecho
Ícaro, 9 se alza hasta el sol, le confiesa su
amor a Diana: «y así a decir me resuelvo /
que te quiero, y que es disculpa / que con
respeto te quiero» (vv. 2155-2157).
Se estrellará otra vez, pero ya no cejará:
«viénele bien el cuento / del perro del
hortelano» (vv. 2193-2194). Y la desafía:
«pues coma o deje comer ... que si no,
desde aquí vuelvo / a querer donde me
quieren» (vv. 2200-2204). Y culmina su
provocación con la confesión que más
puede dañar a la condesa: «Yo adoro a
Marcela, y ella / me adora, y es muy
honesto / este amor» (vv. 2216-2218).
¡Touchée! Ha dado en el blanco: los
bofetones son la prueba. No queda duda
alguna. Como le dice a Tristán: «está loca
/de un amoroso deseo» (vv. 2268-2269).
No le queda más que recordarle a Diana
que ella es quien decide: «Mátame o dame
la vida». Se atreve a mirar cara a cara a su
sol, a hablar con palabras sin ambigüedad
a Diana, la condesa de Belflor.
El tracista Tristán
Los dos primeros actos nos han
ofrecido un duelo de dos personajes:
Diana y Teodoro, llevados por la pasión y
la ambición. Y ambos han librado una
dura lucha con ellos mismos. Diana, entre
su amor y su honor. Teodoro entre
atreverse o no a subir tan alto, volando y
no renunciando a sus bienes en el suelo.
Pero todo ha sido posible mientras las
palabras les han dado un territorio para la
ambigüedad. Después del bofetón, de tal
acción pública de la condesa, indecorosa
para ella («que tan gran señora / se pierda
tanto el respeto / a sí misma, es vil
acción» —vv. 2286-2288— dirá Tristán),
no hay claroscuro. Como dice Teodoro:
«Mátame o dame la vida» (v. 2336). Pero
Diana no puede actuar contra su honor:
no hay salida para el conflicto. Y ahí es
cuando Lope deja las riendas de la acción
a un tracista, al gracioso Tristán. Y la
comedia, palatina, deja de ser psicológica
para ser totalmente de enredo. Empiezan
los disfraces, las trazas.
Teodoro está en peligro. La vil acción
de la condesa hace reaccionar a los de su
clase, uno de los cuales la ha presenciado:
hay que matar al competidor («sea o no
sea verdad», v. 2401), que además les lleva
al desdoro; 10 pero a escondidas, claro está.
La deshonra la causa el acto público,
reconocible (no la confabulación oculta).
Y el marqués y el conde encuentran al
rufián que les parece adecuado para el
encargo: Tristán, que lleva traje nuevo
acorde con la favorecida privanza de su
amo. Y él hará el papel de bravo
magníficamente. Los convencerá de su
eficacia, les sacará dinero y... protegerá a
su amo. Pero no acaba aquí su fuerza
teatral, su capacidad de representar
papeles, porque va a idear además una
traza al ver el estado en que su amo está.
Ya no es la ambición la que guía a
Teodoro: se ha enamorado de Diana. Ni le
asusta el anuncio del peligro en que está:
«¡Pluguiera a Dios que alguno me quitase
/ la vida y me sacase desta muerte!» (vv.
2535-2536) le dice a su criado, y es
entonces cuando él le ofrece la posibilidad
de encontrar una salida: «Si te diese /
remedio ¿qué dirás?» (vv. 2542-2543). Lo
que se le ocurre es la solución de tantas
situaciones novelescas, una anagnórisis:
Si fuese
tan ingenioso que a tu misma casa
un generoso padre te trajese,
con que fueses igual a la condesa,
¿no saldrías, señor, con esta empresa?
(vv. 2544-2548)
Ya ha imaginado cuál: «El conde
Ludovico, / caballero ya viejo, habrá
veinte años / que enviaba a Malta un hijo
de su nombre ... Éste ha de ser tu padre, y
tú su hijo, / y yo lo he de trazar» (vv.
2549-2556). Ahí está el tracista que crea,
como tal, peripecias, que son la esencia de
la traza; y, en cambio, la traza de Tristán
es una anagnórisis, que es el otro elemento
que caracteriza la fábula, según Aristóteles.
16 17 18
Lope hubiera podido hacer que la
anagnórisis fuese parte de la fábula y no
traza, que fuera verdad y no invención del
criado; pero la originalidad de la obra es
que sea así. En lo único en que interviene
el dramaturgo es en hacer coincidir los
nombres de los «hijos», y es además en ese
nombre fiel a su fuente boccacciana.
Tristán se disfrazará de armenio e
inventará una compleja historia llena de
peripecias que contará al conde Ludovico,
ansioso de tener un hijo a quien dejar sus
bienes. Felizmente éste sólo aprovechará
lo que le interesa: la identidad de su hijo
recobrado. La mujer, el hijo que añade el
tracista Tristán a la historia no le interesan
nada, y nadie vuelve a mencionarlos. Sólo
el público se ha reído viendo la compleja
historia que inventa innecesariamente
Tristán en su doble papel, de gracioso y de
salvador de su amo.
El padre «recobrado» evita la marcha a
España de Teodoro. Él y Diana habían
renunciado a su amor por imposible y
habían aceptado como inevitable la
separación. Pero, cuando todo parece
resuelto con la anagnórisis, queda un
último gesto de Teodoro: confesará a la
condesa que es traza de su criado y no
verdad la nobleza adquirida; su «nobleza
natural» le impide seguir con el engaño y
así decide renunciar a todo e irse, como
antes habían ya decidido. Bello discurso el
que Lope, secretario del duque de Sessa, 11
pone en boca de Teodoro:
soy hijo de la tierra,
y no he conocido padre
más que mi ingenio, mis letras
y mi pluma. El conde cree
que lo soy, y aunque pudiera
ser tu marido y tener
tanta dicha y tal grandeza,
mi nobleza natural
que te engañe no me deja,
porque soy naturalmente
hombre que verdad profesa.
Con esto, para ir a España
vuelvo a pedirte licencia,
que no quiero yo engañar
tu amor, tu sangre y tus prendas.
(vv. 3287-3301)
Y cuando se esperaría discurso
semejante de la condesa, una nueva
transgresión surge. A ella, noble de sangre,
le importa muy poco la nobleza; le gusta el
hombre y no está dispuesta ya a renunciar
a él: «el gusto no está en grandezas, / sino
en ajustarse al alma / aquello que se
desea» (vv. 3309-3311). ¡Qué importa si es
engaño o realidad! Si hay que matar al
autor del laberinto, se hace. 12 Pero Tristán
está en el lugar que debe en el momento
oportuno: lo oye todo. Llegarán a un
acuerdo: el silencio cómplice, el mismo
que Teodoro va a pedir al público como
final de comedia. 13
Lope ha querido también dar un
margen a la ambigüedad. ¿Ese
comportamiento de Teodoro por su
«nobleza natural» indica realmente un
origen noble? Tristán y su cómplice Furio
se asombran ante el éxito de su propia
empresa y se preguntan: «¿Cosa que esto
verdad sea, / y que éste fuese Teodoro?»,
y Furio: «¿Mas si en mentira como ésta /
hubiese alguna verdad?»
(vv. 2901-2904). La nobleza se refleja
en el rostro, así destaca la belleza de la
gitanilla cervantina. ¿Será Teodoro un
ejemplo más? «¡Qué gallardía! ... ¡Qué real
presencia! / ¡Qué bien que te escribió
naturaleza / en la cara, Teodoro, la
nobleza!» (vv. 3113-3116) dirá el
entusiasmado conde Ludovico, que ve la
imagen de su mocedad en Teodoro. ¿Está
Lope ridiculizando al conde o introduce la
duda en el público? ¿No será realmente
intuición de padre? 14 Lope pudo hacer
que así fuera, no cerró la puerta para que
pudiera ser; pero él, como Sancho, sabía
muy bien que cada uno es hijo de sus
obras.
Antes del desenlace, oiremos aún una
conversación llena de intensidad y de
deseo entre Teodoro y Diana nada más
descubrirse el supuesto origen noble del
secretario. Quedan, frente a frente, los dos
personajes, y sus palabras desvelan la
fuerza que Lope les ha dado a ambos, es
un diálogo de tú a tú. Dice Teodoro:
Creo que estás con menos deseo;
pena el ser tu igual te da.
Quisiérasme tu crïado,
porque es costumbre de amor
querer que sea inferior
lo amado.
(vv. 3168-3174)
Y la réplica de Diana es la sentencia
definitiva: ella, dueña ya de su destino, se
casa a gusto: 15
Estás engañado,
porque agora serás mío,
y esta noche he de casarme
contigo.
(vv. 3174-3177)
Y Teodoro, recobrando el leit-motiv de
la obra, dirá: «No hay más que darme; /
fortuna, tente» (vv. 3177-3178). Él se dio
cuenta de cuál era su ventura, se alzó para
obtenerla, la consiguió —gracias al ingenio
de Tristán—, no hay más que rogar que
pare ya la rueda. Como un eco repetirá
Diana: «No hay más que desear; tente,
fortuna, / como dijo Teodoro, tente,
tente» (vv. 3199-3200). Y el conde
Ludovico, supuesta víctima del engaño, ha
conseguido también lo que quería y dice lo
mismo.
El fin de la comedia recompone, como
suele, lo que de otro modo resulta
inevitablemente descompuesto en ese
girar la rueda: Marcela casará con Fabio. A
la doncella le dio Lope dos sonetos para
lamentarse y un lenguaje de dama, no de
criada (tenía «no poco parentesco» con
Diana, v. 318). Inventó la traza tan común
de querer dar celos a Teodoro con Fabio,
a la vez que se vengaba de Anarda, que,
supuestamente enamorada de éste, la
había delatado a Diana. Sufrió vanamente
los embates de la tormenta amorosa de
Teodoro y Diana. Sabiamente le dirá al
voluble Teodoro que «unos pensamientos
de oro / te hicieron enloquecer» (vv.
1831-1832), y le advertirá de que «entre el
honor y el amor / hay muchos montes de
nieve» (vv. 3004-3005). Por eso perdona
una y otra vez, porque espera que el orden
se restablezca; pero está en la comedia
equivocada, en donde el mundo al revés es
posible. La rueda de la fortuna se detiene
cuando Fabio ya no tiene motivo para
quejarse.
El perro del hortelano,
comedia de enredo
Lope debió de escribir El perro del
hortelano poco después que La dama boba
(acabada el 25 de abril de 1613, fecha del
autógrafo). S. Griswold Morley y
Courtney Bruerton señalan como fechas
extremas para su composición 1613-1615,
y como probable la de 1613. 16 La
supuesta parodia de los versos de la
Soledad primera de Góngora (vv. 721 y ss.
en boca del engolado marqués Ricardo)
nos lleva a la segunda mitad de 1613,
porque entre mayo y junio empezó a
circular por Madrid el manuscrito de la
obra. Aparece impresa la Comedia famosa el
perro del hortelano en los folios 1-27 de la
Onzena parte de las comedias de Lope de Vega
Carpio, Madrid, Viuda de Alonso Martín
de Balboa, 1618. A partir del análisis de la
versificación, dicen Morley y Bruerton:
«Es muy dudoso que tantos versos sueltos
puedan ser posteriores a 1615. Los
porcentajes de versos sueltos y romances
coinciden en 1613, y ésa es la fecha
probable».
Comedia palatina, 17 o palaciega, 18
porque la acción transcurre en buena parte
—sobre todo los dos primeros actos— en
el palacio de Diana, condesa de Belflor, en
Nápoles. A este escenario se suman las
puertas de una iglesia y de una taberna, la
casa del conde Ludovico y la calle, que
convierten también en urbana la obra, 19
especialmente su acto tercero. 20 Comedia
de enredo —Dixon la llama de «capa y
espada»—, 21 tiene un inicio típico del
género con huida de personajes
embozados, pero en seguida adquiere una
gran densidad psicológica por la lucha
interior de sus personajes. Tiene nada
menos que diecisiete monólogos. Tres en el
primer acto: Diana dice un soneto;
Teodoro, redondillas primero y un soneto
después. Siete en el segundo: Teodoro,
décimas y romance; Marcela, soneto;
Teodoro, romance; Marcela, romance;
Diana, soneto; y Teodoro, soneto. Y siete
en el tercero: Tristán, endecasílabos sueltos;
Teodoro, soneto; Diana, redondillas en dos
ocasiones; Marcela, soneto; Tristán,
romance; y Diana, dos endecasílabos. Bien
es cierto que algunos de los monólogos son
muy breves: 5 versos uno de Teodoro, 7
versos y 2 otros dos de Diana, y 4 y 9
versos los de Tristán, que no son tanto
reflexión como modo de que el público se
entere de su acción. Pero si les sumamos
los dos sonetos, ficticias cartas, que leen
Teodoro y Diana, y los apartes, veremos
cómo los personajes continuamente
reflexionan, porque, salvo en el tercer acto,
poca cosa sucede en la obra. Como dice
César Oliva: «Estamos ante una comedia
de alto contenido verbal y escasa acción
dramática». 22
La obra tiene nueve sonetos —la que
más—, 23 bien es cierto que dos son cartas
leídas (una por Teodoro y otra por Diana, y
se supone que la autoría es la inversa).
Diana dice dos sonetos (actos primero y
segundo); Teodoro, tres (uno en cada acto);
y Marcela, dos (actos segundo y tercero). 24
Rafael Pérez Sierra habla de «comedia
interiorizada en las dos figuras poéticas
protagonistas» y menciona el «número
insólito de sonetos, nueve en total, aparte
de los monólogos de Teodoro, que no van
precisamente dirigidos a producir esa
acción, sino más bien a que desaparezca
casi enteramente después de las primeras
escenas para reaparecer al final». 25 El
monólogo de Teodoro en cinco décimas al
comienzo del acto segundo, solo en escena,
tras la marcha de la condesa con el séquito
de los criados y de sus pretendientes, es
esencial. Marc Vitse, que lo ha analizado,
subraya su elaboración y originalidad; llega a
calificarlo de «joya artística» y lo considera
«una de las más destacadas obras maestras
del tan rico acervo monologal del teatro del
siglo XVII». 26
Hay pocas acciones, y la mayoría son
fingidas, falsas. Diana manda a Teodoro
leer y escribir cartas a una supuesta amiga
suya que no existe, se cae fingidamente
para que él le ofrezca la mano, hace que
Teodoro —y él delega en Fabio— anuncie
al marqués Ricardo su elección como
marido y luego niega haberlo hecho.
Tristán lleva un papel de Marcela a su
señor, pero éste lo rompe sin leerlo.
Teodoro dice a Marcela que su señora
quiere casarla con Fabio, y es una
invención suya. De esta forma, las nimias
acciones de la condesa, el encierro de
Marcela y el bofetón a Teodoro, destacan
como lo que son: la prueba esencial de su
amor por el secretario. Todo sucede
además en el ámbito doméstico.
En el tercer acto, los dos disfraces de
Tristán, de rufián y de mercader griego,
tendrían que haber desembocado en dos
acciones contrarias: la muerte y el
nacimiento de Teodoro como noble. Sólo
la última tendrá lugar y además es de nuevo
una falsedad. La comedia está formada,
pues, esencialmente por palabras. Pero a
través de ellas, vemos a unos personajes
espléndidos luchando con sus
sentimientos, arriesgándose, hasta llegar al
gozoso «fortuna, tente, tente» final.
Posible fuente de la comedia
El séptimo relato de la quinta parte del
Decamerón de Giovanni Boccaccio 27 pudo
inspirar a Lope el motivo final de la obra:
la anagnórisis de Teodoro. Kohler,
primero, y Kossoff después, apuntan con
reparos otra dudosa fuente: un relato de
Bandello (Novelle, I, 45): «Narra messer
Filippo Baldo come Anna reina d’Ungaria
amata da uomo di basso legnaggio quello
magnificamente rimeritò, con molti belli
accidenti». 28 En efecto, un humilde
secretario se enamora perdidamente de la
reina Ana. El relato se centra en esa
devoción absoluta de Filippo hacia la
reina, que, conocedora del devotísimo
vasallaje amoroso de su súbdito, lo
recompensa recomendándolo al
emperador Carlos V, quien lo nombra
secretario y lo hace responsable de los
asuntos italianos: «Del che sì bene a
messer Filippo ne avvenne che egli, oltra
che la sua vertù e prudenza dimostrò, ne
acquistò di molte ricchezze, e di
continovo più divenne servidore de la sua
reina, quella come cosa santa adorando»
(p. 430).
Ese vasallaje es el que tal vez hubiera
pretendido Diana, pero ni ella es reina ni
Teodoro es un devotísimo adorador de su
imagen. Por otra parte, fue ella quien
descubrió su amor por el secretario; en
cambio, en el relato de Bandello el
secretario del señor Andrea Borgo fue
quien vio a la reina en la iglesia y se
enamoró perdidamente de ella, gozando
infinitamente sólo con su mirada, con su
palabra.
Como dice Kossoff (y a pesar de ello
defiende esta supuesta fuente), «faltan en
la novela varias circunstancias esenciales
de la comedia» y «el tono general es
diferente». 29
El relato de Boccaccio comienza con la
compra de un muchacho armenio por un
rico gentilhombre:
«Bellísimas señoras, en la época en que el
buen rey Guillermo gobernaba en Sicilia,
había en la isla un gentilhombre llamado micer
Amerigo Abate de Trápani, el cual, entre otros
bienes temporales, estaba muy bien provisto
de hijos. Por lo que, como necesitaba
servidumbre y llegaron de Levante galeras de
corsarios genoveses, que habían capturado a
muchos muchachos pirateando en Armenia,
creyéndolos turcos compró algunos de ellos; y
aunque todos los demás parecían pastores,
había uno entre ellos que parecía gentil y de
mejor aspecto que los demás, que se llamaba
Teodoro. El cual, aunque era tratado como
siervo, no obstante creció en la casa con los
hijos de micer Amerigo; y tirando más su
naturaleza que su circunstancia, comenzó a
mostrar buenas costumbres y buenos
modales, de modo que a micer Amerigo le
agradaba tanto que le dio la libertad; y
creyendo que era turco, le hizo bautizar y
llamarse Pietro, haciéndolo administrador de
sus negocios y confiando mucho en él.» 30
Una bella hija de micer Amerigo se
enamora de él:
«Amándole y apreciando mucho sus
modales y sus obras, no obstante le
avergonzaba descubrírselo. Pero Amor la
dispensó de ese trabajo, porque habiéndola
mirado Pietro varias veces con atención, se
enamoró tanto de ella que no sentía más bien
que cuando la veía; pero temía mucho que
alguien se apercibiese de esto, pareciéndole
que hacía mal; por lo que la joven, que le
miraba con agrado, lo advirtió, y para darle
más confianza se mostraba muy contenta,
puesto que lo estaba. Y así estuvieron mucho
tiempo, no atreviéndose a decirse nada el uno
al otro, aunque ambos mucho lo deseasen.
Pero mientras que ardían en las llamas del
amor igualmente encendidos, la fortuna, como
si hubiese decidido que esto se cumpliese, les
encontró el camino para arrojar el temeroso
miedo que les frenaba. »
Una tormenta —virgiliana— les llevará
a refugiarse en una iglesia en ruinas, y allí
descubrirán y gozarán de su amor.
Seguirán viéndose a escondidas hasta que
Violante descubre que está embarazada.
El padre hará prender a Pietro. Será
condenado a ser azotado por las calles de
la ciudad y luego colgado.
«Pietro, condenado, mientras le llevaban
azotándole a la horca como quisieron los que
mandaban la cuadrilla, pasó delante de un
albergue donde estaban tres nobles de
Armenia, asuntos muy importantes para una
expedición que se iba a hacer, y que habían
desembarcado allí para refrescarse y descansar
unos días, y los nobles de Trápani y en
especial micer Amerigo los habían honrado
mucho. Éstos, al oír pasar a los que llevaban a
Pietro, se asomaron a una ventana para ver.
Pietro iba todo desnudo de cintura para
arriba y con las manos atadas atrás; y al
mirarle uno de los tres embajadores, que era
un hombre anciano y de gran autoridad,
llamado Fineo, le vio una gran mancha
bermeja en el pecho, no artificial sino marcada
en la piel de nacimiento, como esas que las
señoras llaman aquí «rosas». Y al verla se
acordó súbitamente de un hijo suyo que había
hecho ya quince años que se lo habían raptado
los corsarios en la costa de Layazo, y nunca se
había vuelto a tener noticias suyas. Y
considerando la edad del pobrecillo al que
azotaban, pensó que, si su hijo estaba vivo,
debía tener la misma edad que ése aparentaba;
y comenzó a sospechar por aquella señal que
fuese él; y pensó que, si era él, debía acordarse
aún de su nombre y del de su padre y de la
lengua armenia.
Por lo cual, cuando estuvo cerca de él, le
llamó:
—¡Eh, Teodoro!
Al oír Pietro esta voz levantó súbitamente
la cabeza; y Fineo, hablando en armenio, le
dijo:
—¿De dónde eres? ¿De quién eres hijo?
Los soldados que lo llevaban, por respeto
al buen hombre le detuvieron, de modo que
Pietro respondió:
—Yo fui de Armenia, hijo de uno llamado
Fineo, y me trajeron aquí no sé qué gentes
siendo un niño pequeño.
Y Fineo, al oír esto, supo con toda certeza
que éste era el hijo que había perdido; por lo
que, llorando, descendió con sus compañeros
y corrió a abrazarle entre todos los soldados; y
echándole por encima un manto de una tela
riquísima que traía consigo, rogó al que le
llevaba a ajusticiar que quisiese esperar allí
hasta que le llegase la orden de devolverle de
nuevo atrás. Éste respondió que esperaría
gustoso. »
El final feliz es fácil de suponer: la
pareja y su hijo gozarán de la familia
recobrada y de sus riquezas.
Apuntan al posible recuerdo de Lope
de este texto la coincidencia del nombre
del personaje, Teodoro (de origen griego);
el que los corsarios que capturan a los
niños lo hacen «pirateando en Armenia» y
que el padre del joven resulta ser
embajador de Armenia. 31 Pero, sobre
todo, la complicada y gratuita relación del
gracioso Tristán se entiende mejor a partir
de los detalles de la dramática historia del
relato de Boccaccio: la convivencia de los
dos niños (el siervo y la hija del señor) y su
posterior enamoramiento, tópico además
del género novelesco; y el embarazo de la
muchacha, que produce la huida de los
dos jóvenes —el del relato de Boccaccio,
el de Tristán— por miedo al castigo de su
señor. Pero en Tristán es ficción
disparatada, que nadie va a tener en
cuenta, por fortuna.
Frente a la afirmación de Metford de
que Lope compuso entre 1595 y 1608 las
comedias inspiradas en el Decamerón, 32 si
se aceptara esta fuente y la que sugiero
para el motivo central de La dama boba, 33
también de 1613, tendría, obviamente, que
ampliarse el periodo. Como suele el
dramaturgo, sólo se inspira en el relato de
Boccaccio para uno de los motivos de la
obra; 34 en El perro del hortelano, sólo para la
invención de Tristán (¡como si él fuera en
realidad el lector de Boccaccio!).
Métrica
Primer Acto
1-240 redondillas
241-324 romance
325-338 soneto
339-550 redondillas
551-564 soneto
565-688 romance
689-752 octavas
753-756 redondillas
757-770 soneto
771-890 redondillas
891-970 décimas
971-1172 romance
1173-1186 soneto
Segundo Acto
1187-1266 redondillas
1267-1271 endecasílabos sueltos
1272-1277 endecasílabos pareados
1278-1327 décimas
1328-1643 redondillas
1644-1647 endecasílabos pareados
1648-1655 redondillas
1656-1723 romance
1724-1739 octavas
1740-1793 romance
1794-1807 soneto
1808-1987 quintillas
1988-2071 romance
2072-2119 octavas
2120-2133 soneto
2134-2245 romance
2246-2259 soneto
2260-2359 romance
Tercer acto
2360-2415 redondillas
2416-2508 endecasílabos sueltos
2509-2548 octavas
2549-2561 endecasílabos sueltos
2562-2575 soneto
2576-2715 redondillas
2716-2729 soneto
2730-2761 redondillas
2762-2921 romance
2922-2985 octavas
2986-3025 décimas
3026-3073 redondillas
3074-3138 endecasílabos sueltos
3139-3198 redondillas
3199-3231 endecasílabos sueltos
3232-3263 Redondillas
3264-3383 romance
Nota previa a la edición
Reproduzco el texto de El perro del
hortelano impreso en los f. 1r-27v de la
ONZENA / PARTE DE / LAS
COMEDIAS DE / LOPE DE VEGA
CARPIO, FA- / MILIAR DEL SANTO
OFICIO. / DIRIGIDAS A DON
BERNABE / de Viuanco y Velasco, Cauallero
del Abito de San- / tiago, de la Camara de su
Magestad. / Sacadas de sus originales. /
Año 1618. / CON PRIVILEGIO. / En
Madrid, Por la viuda de Alonso Martin de
Balboa. / A costa de Alonso Perez mercader de
libros. / Vendense en la calle de Santiago.
Sólo enmiendo los errores, algunos de
los cuales ya aparecían en la fe de erratas
de la edición, y lo indico en las notas
textuales (M es la sigla que utilizo para
referirme a esta edición).
He cotejado la edición que se imprime
poco después, en el mismo año, en
Barcelona: DOZE / COMEDIAS / DE
LOPE DE VEGA / CARPIO, FAMILIAR
DEL SANTO / Oficio: sacadas de sus
originales. / DIRIGIDAS A DON
BERNABE / de Viuanco y Velasco, Cauallero
del Abito de San- / tiago, de la Camara de su
Magestad. / Onzena Parte. / Año 1618 /
CON LICENCIA / En Barcelona, Por
Sebastian de Cormellas, y à su costa.
En algún caso excepcional he preferido
la lectura de esta segunda impresión y lo
indico (B es la sigla que a ella se refiere).
Las variantes son mínimas —esta segunda
reproduce el texto de la primera, pero
corrige errores de impresión e introduce
otros— y no afectan más que en leves
matices al texto. En ella me apoyo para
corregir los errores de la primera, cuando
los enmienda. El cotejo de ambas
ediciones forma las notas textuales.
He tenido muy en cuenta las ediciones
anteriores, sobre todo la excelente y
cuidadísima edición crítica de Víctor
Dixon, que ofrece un texto impecable,
anotado minuciosamente, y que recoge
además las aportaciones de interés de las
que le preceden. Algunas enmiendas suyas
en la atribución de parlamentos, como las
del comienzo del acto tercero, son
esenciales para la adecuada lectura del
texto. La edición posterior de Mauro
Armiño (1996), que no las tiene en cuenta,
nada añade; es además deudora en exceso
de la de A. David Kossoff (1970), incluso
en sus errores. 35
No he anotado las variantes del
manuscrito conservado de la obra (donde
se la llama Amar por ver amar), de mitad del
siglo XVII, que perteneció a Lord
Holland. Dice Dixon: «This is clearly a
copy used by actors in the 1650s. The
verso of its first leaf bears licencias dated at
Madrid on 24 May and 22 September
1651». Pero, como señalo en las notas
textuales las correcciones del editor, indico
cuando se apoya en este manuscrito.
Tampoco he tenido en cuenta el texto de
las dos ediciones posteriores del siglo
XVII, que el erudito coteja e incluye en su
aparato de variantes:
La condesa de Belflor, en Parte Veinte Cinco
de Comedias Nuevas, y Escogidas de los Mejores
Ingenios de España, Madrid, 1666, f. 81-100.
EL PERRO DEL HORTELANO. /
COMEDIA FAMOSA: / DE LOPE DE
VEGA CARPIO. Sevilla, Tomê de Dios
Miranda, 1676. 16 pp. sin numerar. Es una
suelta.
Nada indica que sus lecturas estén más
cerca del original que la impresa en 1618
con prólogo del propio Lope de Vega. El
escritor avala los textos (aunque esto no
sea garantía de perfección): «Estas que
aquí te presento puedo afirmar como
testigo de vista que son las mismas que en
mí se representaron ... Leerlas puedes
seguramente, que son de los borradores de
Lope».
Puntúo y acentúo el texto según las
normas académicas y modernizo en parte
la ortografía. Mantengo simplificados
grupos cultos (Otavio, vitoria, efeto, conceto,
defeto, inorancia...), las contracciones de
preposiciones y conjunciones con
pronombres (desto, desa, dello, questo...) y las
alternancias vocálicas (vusiñoría, vuseñoría).
Bibliografía
En 1970, en la introducción a su
edición de El perro del hortelano (p. 65), A.
David Kossoff decía: «Ha habido tan
pocos estudios sobre El perro del hortelano
que Pring-Mill apenas pudo citar
bibliografía ... Merece un estudio mayor
del que ha recibido hasta ahora». Cinco
años después, Frida Weber de Kurlat, ya
afirmaba cómo «a partir de la segunda
edición ampliada de Eugène Kohler, se
han ido sucediendo distintos enfoques que
han enriquecido notablemente nuestra
comprensión de la comedia». Y hacía una
útil síntesis de las aportaciones de los
estudiosos.
Desde entonces, la obra ha sido objeto
de muy diversos análisis. Se ha subrayado
la posible huella biográfica que en ella dejó
su autor (Kossoff, Herrero, Dixon,
Carreño); se han dado diversas
interpretaciones a su sorprendente
desenlace (Wardropper, Wilson, Hall,
Fischer, Armiño); se ha clasificado la
comedia de varias formas (Weber, Dixon,
Arellano, Oliva); se ha relacionado con
otras obras de Lope que plantean el tema
del amor entre personas de distinta
condición social (Sage, Weber,
Hernández). Y se han estudiado las
subversiones que su trama implica
(Jones, Weber, Dixon); el nombre y las
contradicciones de su protagonista, la
condesa de Belflor (Hall, Carreño,
Torres), cuyo actuar se identifica con un
desmitificador refrán popular (Florit),
mientras su antagonista, su secretario, alza
su vuelo hasta ella como Ícaro (Fucilla,
Pérez, Dixon), el personaje mitológico...
Se han analizado sus sonetos (González-
Cruz), un soliloquio en décimas de
Teodoro (Vitse) y el lenguaje amoroso
(Ly). Se han apuntado fuentes (Kohler,
Kossoff, Sage, Dixon, Navarro). Se han
propuesto montajes de la obra (Dixon,
Oliva) y se ha analizado su versión
cinematográfica (Pérez Sierra). Y, a pesar
de ello, su riqueza y su ambigüedad siguen
siendo una invitación para los estudios.
1. Alciato, Andrea, Emblemas, Madrid:
Editora Nacional, 1975.
2. Andres, Christian, «Tristán ou les
masques du gracioso dans El perro del hortelano
de Lope de Vega», en Bernard Darbord,
Christian Andres y Marie-Claude Chaput,
Cuento, novela y comedia. Temas españoles, La
Garenne-Colombes: Editions de l’Espace
Européen, 1991, pp. 41-62.
——, «La promesse et l’oubli dans El perro
del hortelano, 1618, (Le chien du jardinier) de Lope
de Vega et El burlador de Sevilla, 1630,
(L’abuseur de Séville) de Tirso de Molina», en
Théâtres du Monde (Université d’Avignon), 10
(2000), pp. 77-86.
3. Arellano, Ignacio, Historia del teatro
español del siglo XVII, Madrid: Cátedra, 1995.
4. Armiño, Mauro (ed.), Lope de Vega,
El perro del hortelano, Madrid: Cátedra, 1996.
5. Asensio, Eugenio, «Una canción de
Lope de Vega en El perro del hortelano», en
Cuadernos de Homenaje. I. Eugenio Asensio,
Salamanca: Universidad de Salamanca y
Sociedad de Historia del Libro, 1989.
6. Bandello, Matteo, La prima parte de le
novelle, a cura di Delmo Maestri, Alessandria:
Edizione dell’Orso, 1992.
7. Blecua, José Manuel (ed.), Lope de
Vega, Obras poéticas, Barcelona: Planeta, 1969.
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de María Hernández Esteban, Madrid:
Cátedra, 1994.
9. Bourland, C. B. «Boccaccio and the
Decameron in Castilian and Catalan Literature»,
en Revue Hispanique, XII (1905), pp. 1-232.
10. Carreño, Antonio, «La semántica del
engaño: El perro del hortelano de Lope de Vega»,
en Dutton, B. y Roncero López, V. (eds.),
Busquemos otros montes y otros ríos. Estudios de
literatura española del Siglo de Oro dedicados a Elias
L. Rivers, Madrid: Castalia, 1992, pp.75-97.
——, «Lo que se calla Diana: El perro del
hortelano de Lope de Vega», en Campbell, Ysla
(ed.), El escritor y la escena. Actas del I Congreso de
la Asociación Internacional de Teatro Español y
Novohispano de los Siglos de Oro, Ciudad Juárez:
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez,
1993, pp. 115-128.
11. Castro, Antonio (ed.), Pedro Mexía,
Silva de varia lección, Madrid: Cátedra, 1990.
12. Cotarelo y Mori, E. (ed.), Lope de
Vega, Obras, XIII, Madrid: Real Academia
Española (nueva edición), 1929.
13. Dixon, Victor (ed.), Lope de Vega, El
perro del hortelano, London: Tamesis Texts
Limited, 1981.
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Decamerón de Boccaccio», en El mundo del teatro
español en su Siglo de Oro: ensayos dedicados a John
E. Varey, ed. de J. M.ª Ruano de la Haza,
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Vega, Le chien du jardinier (Théâtre espagnol du
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Lope de Vega
El perro del
hortelano
EDICIÓN DE ROSA NAVARRO DURÁN
ACTO PRIMERO
Salen Teodoro con una capa guarnecida, 1de noche,
y Tristán, criado; vienen huyendo.
TEODORO Huye, Tristán, por aquí.
TRISTÁN Notable desdicha ha sido.
TEODORO ¿Si nos habrá conocido?
TRISTÁN No sé; presumo que sí.
Váyanse, y entre tras ellos Diana, condesa de Belflor.2
DIANA ¡Ah gentilhombre, esperad!
¡Teneos, oíd! ¿Qué digo?
¿Esto se ha de usar conmigo?
¡Volved, mirad, escuchad!
¡Hola! 3¿No hay aquí un crïado?
1 guarnecida: ‘adornada’. Diana dirá más adelante: «¿Una capa no llevaba / con oro?» (vv. 50-51). 2 Belflor: nombre también de la villa de Juan Labrador en El villano en su rincón (escrita por Lope entre 1611 y 1616); aparece en otras obras de Lope situado a veces en Italia y otras en Francia; el topónimo Belflor fue usado con frecuencia en la literatura de la Edad de Oro, v. Warren T. McCready .
¡Hola! ¿No hay un hombre aquí?
Pues no es sombra lo que vi,
ni sueño que me ha burlado.
¡Hola! ¿Todos duermen ya?
Sale Fabio, criado.
FABIO ¿Llama vuestra señoría?
DIANA Para la cólera mía,
gusto esa flema 4 me da.
Corred, necio, enhoramala,
pues merecéis este nombre;
y mirad quién es un hombre
que salió de aquesta sala.
FABIO ¿Desta sala?
DIANA Caminad
y responded con los pies.
FABIO Voy tras él.
DIANA Sabed quién es.
3 ¡Hola!: modo de llamar a alguien inferior. 4 flema: ‘lentitud, tardanza’.
¡Hay tal traición, tal maldad!
Sale Otavio.
OTAVIO Aunque su voz escuchaba,
a tal hora no creía
que era vuestra señoría
quien tan aprisa llamaba.
DIANA ¡Muy lindo Santelmo 5 hacéis!
¡Bien temprano os acostáis!
¡Con la flema que llegáis!
¡Qué despacio que os movéis!
Andan hombres en mi casa
a tal hora, y aun los siento
casi en mi propio aposento
−que no sé yo dónde pasa
tan grande insolencia, Otavio−,
y vos, muy a lo escudero,
5 Santelmo: «es una llama pequeña que en tiempo de tempestad suele aparecer en los remates de las torres y edificios y en las entenas de los navíos» (Diccionario de Autoridades; a partir de ahora Aut.). Aquí con el sentido de ‘salvador’.
cuando yo me desespero
¿ansí remediáis mi agravio?:
OTAVIO «Aunque su voz escuchaba, 6
a tal hora no creía
que era vuestra señoría
quien tan aprisa llamaba».
DIANA Volveos, que no soy yo;
acostaos, que os hará mal.
Sale Fabio.
OCTAVIO Señora...
FABIO No he visto tal.
Como un gavilán 7 partió.
6 A partir de la segunda edición, aparecen estos versos en boca de Octavio; no tiene sentido su repetición por el mismo personaje; sí en boca de Diana, que los remeda burlándose, como dice V. Dixon. No hace falta luego señalar que los vv. 45-46 están en boca de Diana, como se indica en las ediciones. 7 gavilán: ‘ladrón’, en lenguaje de germanía. Alude, pues, a la rapidez de la huida como si fuese el ave rapaz, pero también como ladrón. Dice Pedro Mexía: «Por el gavilán o halcón significaban la cosa que se hace a gran priesa, por ser grande la ligereza
DIANA ¿Viste las señas?
FABIO ¿Qué señas?
DIANA ¿Una capa no llevaba
con oro?
FABIO ¿Cuando bajaba
la escalera...?
DIANA ¡Hermosas dueñas 8
sois los hombres de mi casa!
FABIO A la lámpara tiró
el sombrero y la mató. 9
Con esto los pasos 10 pasa,
y, en lo escuro del portal,
saca la espada y camina.
DIANA Vois sois muy lindo gallina.
destas aves», en Silva de varia lección, I, 3 (ed. de Antonio Castro 1990: 190.). 8 dueñas: damas, normalmente viudas, que servían a señoras y mandaban a las demás criadas. Diana llama mujeres a los criados por su cobardía e incapacidad para actuar. En seguida llamará gallina a Fabio. 9 la mató: ‘apagó la luz, la llama’. 10 pasos: ‘escalones’.
FABIO ¿Qué querías?
DIANA ¡Pesia tal! 11
Cerrar con él y matalle. 12
OTAVIO Si era hombre de valor,
¿fuera bien echar tu honor
desde el portal a la calle?
DIANA ¿De valor, aquí? ¿Por qué?
OTAVIO ¿Nadie en Nápoles te quiere,
que, mientras casarse espere,
por donde puede te vee?
¿No hay mil señores que están,
para casarse contigo,
ciegos de amor? Pues, bien digo,
si tú le viste galán,
y Fabio tirar bajando
a la lámpara el sombrero.
DIANA Sin duda fue caballero
que, amando y solicitando,
11 ¡Pesia tal!: ‘¡pésete!’; maldición. 12 cerrar: ‘acometer, atacar’; matalle: ‘matarle’, asimilación frecuente de la r del infinitivo a la l del enclítico.
vencerá con interés
mis crïados; ¡qué crïados
tengo, Otavio, tan honrados!
Pero yo sabré quién es.
Plumas llevaba el sombrero,
y en la escalera ha de estar.
Ve por él.
FABIO ¿Si le he de hallar?
DIANA Pues claro está, majadero;
que no había de bajarse
por él cuando huyendo fue.
FABIO Luz, señora, llevaré.
DIANA Si ello viene a averiguarse,
no me ha de quedar culpado
en casa.
OTAVIO Muy bien harás,
pues cuando segura 13 estás,
te han puesto en este cuidado.
Pero aunque es bachillería, 14
13 segura: ‘sin recelo’. 14 bachillería: ‘conversación inútil’.
y más estando enojada,
hablarte en lo que te enfada,
esta tu injusta porfía
de no te querer casar
causa tantos desatinos,
solicitando caminos
que te obligasen a amar.
DIANA ¿Sabéis vos alguna cosa?
OTAVIO Yo, señora, no sé más
de que en opinión estás
de incasable 15 cuanto hermosa.
El condado de Belflor
pone a muchos en cuidado.
Sale Fabio.
FABIO Con el sombrero he topado,
mas no puede ser peor.
DIANA Muestra. ¿Qué es esto?
FABIO No sé
15 incasable: ‘que se niega a casarse’.
Éste aquel galán tiró.
DIANA ¿Éste?
OTAVIO No le he visto yo
más sucio.
FABIO Pues éste fue.
DIANA ¿Éste hallaste?
FABIO Pues ¿yo había
de engañarte?
OTAVIO ¡Buenas son
las plumas!
FABIO Él es ladrón.
OTAVIO Sin duda a robar venía.
DIANA Haréisme perder el seso.
FABIO Este sombrero tiró.
DIANA Pues las plumas que vi yo,
y tantas que aun era exceso,
¿en esto se resolvieron?
FABIO Como en la lámpara dio,
sin duda se las quemó,
y como estopas 16 ardieron.
¿Ícaro 17 al sol no subía,
que, abrasándose las plumas,
cayó en las blancas espumas
del mar? Pues esto sería.
El sol la lámpara fue,
Ícaro el sombrero, y luego
las plumas deshizo el fuego,
y en la escalera le hallé.
DIANA No estoy para burlas, Fabio.
Hay aquí mucho que hacer.
OTAVIO Tiempo habrá para saber
la verdad.
DIANA ¿Qué tiempo, Otavio?
OTAVIO Duerme agora, que mañana
16 estopa: «lo grueso y basto del lino que queda en el rastrillo cuando se peina y rastrilla» (Aut.). 17 Ícaro: hijo de Dédalo. Al escaparse de Creta, como su padre, con las alas de cera que aquél pegó a su espalda, quiso acercarse temerariamente al sol, y éste derritió la cera. Ícaro cayó al mar, que se llamó por ello Icaria. Junto con Faetón son los dos personajes mitológicos con los que se identifica con mayor frecuencia el yo poético (la dama es sol)
lo puedes averiguar.
DIANA No me tengo de acostar,
no, por vida de Dïana, 18
hasta saber lo que ha sido.
Llama esas mujeres todas.
OTAVIO ¡Muy bien la noche acomodas! 19
DIANA Del sueño, Otavio, me olvido
con el cuidado de ver
un hombre dentro en mi casa.
OTAVIO Saber después lo que pasa
fuera discreción, y hacer
secreta averiguación.
DIANA Sois, Otavio, muy discreto;
que dormir sobre un secreto
es notable discreción.
Sale Fabio, Dorotea, Marcela y Anarda.
FABIO Las que importan he traído,
18 Diana es palabra trisílaba siempre. 19 acomodas: ‘ordenas, organizas’.
que las demás no sabrán
lo que deseas y están
rindiendo al sueño el sentido.
Las de tu cámara solas 20
estaban por acostar.
ANARDA De noche se altera el mar,
y se enfurecen las olas.
FABIO ¿Quieres quedar sola?
DIANA Sí.
Salíos los dos allá.
FABIO ¡Bravo examen!
OTAVIO Loca está.
FABIO Y sospechosa de mí.
Vanse
DIANA Llégate aquí, Dorotea.
DOROTEA ¿Qué manda vuseñoría? 21
DIANA Que me dijeses querría
20 solas: ‘solamente’. 21 vuseñoría: ‘vuestra señoría’.
quién esta calle pasea.
DOROTEA Señora, el marqués Ricardo,
y algunas veces el conde París.
DIANA La verdad responde
de lo que decirte aguardo,
si quieres tener remedio. 22
DOROTEA ¿Qué te puedo yo negar?
DIANA ¿Con quién los has visto hablar?
DOROTEA Si me pusieses en medio
de mil llamas, no podré
decir que, fuera de ti,
hablar con nadie los vi
que en aquesta casa esté.
DIANA ¿No te han dado algún papel?
¿Ningún paje ha entrado aquí?
DOROTEA Jamás.
DIANA Apártate allí.
MARCELA ¡Brava inquisición! 23
22 remedio: el matrimonio, único refugio para la mujer.
ANARDA Crüel.
DIANA Oye, Anarda.
ANARDA ¿Qué me mandas?
DIANA ¿Qué hombre es éste que salió...?
ANARDA ¿Hombre?
DIANA Desta sala; y yo
sé los pasos en que andas.
¿Quién le trajo a que me viese?
¿Con quién habla de vosotras?
ANARDA No creas tú que en nosotras
tal atrevimiento hubiese.
¿Hombre, para verte a ti,
había de osar traer
crïada tuya, ni hacer
esa traición contra ti?
No, señora, no lo entiendes.
DIANA Espera, apártate más,
porque a sospechar me das,
si engañarme no pretendes;
23 inquisición: ‘indagación rigurosa’.
que por alguna crïada
este hombre ha entrado aquí.
ANARDA El verte, señora, ansí,
y justamente enojada,
dejada toda cautela,
me obliga a decir verdad
aunque contra el amistad
que profeso con Marcela.
Ella tiene a un hombre amor,
y él se le tiene también,
mas nunca he sabido quién.
DIANA Negarlo, Anarda, es error.
Ya que confiesas lo más,
¿para qué niegas lo menos?
ANARDA Para secretos ajenos
mucho tormento me das,
sabiendo que soy mujer;
mas basta que hayas sabido
que por Marcela ha venido.
Bien te puedes recoger,
que es sólo conversación,
y ha poco 24 que se comienza.
DIANA ¡Hay tan crüel desvergüenza!
¡Buena andará la opinión 25
de una mujer por casar!
¡Por el siglo, infame gente,
del conde, mi señor!... 26
ANARDA Tente,
y déjame disculpar;
que no es de fuera de casa
el hombre que habla con ella,
ni para venir a vella
por esos peligros pasa.
DIANA ¿En efeto, es mi crïado?
ANARDA Sí, señora.
DIANA ¿Quién?
24 ha poco: ‘hace poco’. 25 opinión: ‘fama’. 26 El Diccionario de Autoridades dice de la frase por el siglo de todos mis pasados: «frase baja con que se jura por la vida de alguno, especialmente cuando se amenaza». el conde, mi señor equivale aquí a ‘mis pasados’.
ANARDA Teodoro. 27
DIANA ¿El secretario?
ANARDA Yo ignoro
lo demás; sé que han hablado.
DIANA Retírate, Anarda, allí.
ANARDA Muestra aquí tu entendimiento.
DIANA Con más templanza me siento,
sabiendo que no es por mí.
¡Marcela!
MARCELA ¿Señora?...
DIANA Escucha.
MARCELA ¿Qué mandas? (Temblando llego.)
DIANA ¿Eres tú de quien fïaba
mi honor y mis pensamientos?
MARCELA Pues ¿qué te han dicho de mí,
sabiendo tú que profeso
la lealtad que tú mereces?
27 Teodoro siempre es trisílabo, como será lealtad bisílaba. Se leen los dos términos con sinéresis en las dos primeras vocales.
DIANA ¿Tú, lealtad?
MARCELA ¿En qué te ofendo?
DIANA ¿No es ofensa que en mi casa,
y dentro de mi aposento,
entre un hombre a hablar contigo?
MARCELA Está Teodoro tan necio,
que dondequiera me dice
dos docenas de requiebros.
DIANA ¿Dos docenas? ¡Bueno, a fe!
Bendiga el buen año el cielo,
pues se venden por docenas.
MARCELA Quiero decir que, en saliendo
o entrando, luego a la boca
traslada 28 sus pensamientos.
DIANA ¿Traslada? Término extraño.
¿Y qué te dice?
MARCELA No creo
que se me acuerda.
28 Trasladar significa ‘llevar algo a otro lugar’, pero también ‘copiar lo que en otra parte está escrito’, tarea de un secretario.
DIANA Sí hará.
MARCELA Una vez dice: «Yo pierdo
el alma por esos ojos».
Otra: «Yo vivo por ellos;
esta noche no he dormido,
desvelando 29 mis deseos
en tu hermosura». Otra vez
me pide sólo un cabello
para atarlos, 30 porque estén
en su pensamiento quedos. 31
Mas ¿para qué me preguntas
niñerías?
DIANA Tú a lo menos
bien te huelgas. 32
MARCELA No me pesa,
porque de Teodoro entiendo
que estos amores dirige
a fin tan justo y honesto
29 desvelar: ‘no dejar dormir, impedir el sueño’. 30 atarlos: ‘atar sus deseos’. 31 quedos: ‘quietos’. 32 te huelgas: ‘te complaces, gozas’.
como el casarse conmigo.
DIANA Es el fin del casamiento
honesto blanco 33 de amor.
¿Quieres que yo trate desto?
MARCELA ¡Qué mayor bien para mí!
Pues ya, señora, que veo
tanta blandura 34 en tu enojo
y tal nobleza en tu pecho,
te aseguro que le adoro,
porque es el mozo más cuerdo,
más prudente y entendido,
más amoroso y discreto
que tiene aquesta ciudad.
DIANA Ya sé yo su entendimiento,
del oficio en que me sirve.
MARCELA Es diferente el sujeto 35
de una carta en que le pruebas
a dos títulos tus deudos, 36
33 blanco: ‘objetivo’. 34 blandura: ‘suavidad, afabilidad’. 35 sujeto: ‘asunto, materia’.
o el verle hablar más de cerca
en estilo dulce y tierno
razones 37 enamoradas.
DIANA Marcela, aunque me resuelvo
a que os caséis, cuando sea
para ejecutarlo tiempo,
no puedo dejar de ser
quien soy, como ves que debo
a mi generoso nombre, 38
porque no fuera bien hecho
daros lugar en mi casa;
sustentar mi enojo quiero,
pues que ya todos le saben.
Tú podrás con más secreto
proseguir ese tu amor;
que en la ocasión yo me ofrezco
a ayudaros a los dos;
que Teodoro es hombre cuerdo
36 títulos: ‘personas con título, con dignidades’; deudos: ‘parentescos’. 37 razones: ‘palabras, expresiones’. 38 generoso: ‘noble, ilustre’; nombre: ‘apellido’.
y se ha crïado en mi casa,
y a ti, Marcela, te tengo
la obligación que tú sabes
y no poco parentesco.
MARCELA A tus pies tienes tu hechura. 39
DIANA Vete.
MARCELA Mil veces los beso.
DIANA Dejadme sola.
ANARDA ¿Qué ha sido?
MARCELA Enojos en mi provecho.
DOROTEA ¿Sabe tus secretos ya?
MARCELA Sí sabe, y que son honestos.
Háganle tres reverencias y váyanse.
DIANA (sola) Mil veces he advertido en la belleza,
gracia y entendimiento de Teodoro,40
39 tu hechura: ‘tu obra’; forma de aceptar su vínculo y deuda con su señora; también lo usará Teodoro en el v. 512. 40 Tres calidades que Lope destaca en la persona. Dirá Dorotea: «¿A una mujer de mis prendas, ingrato, y que ha dejado por ti cuanto puede atraer
que, a no ser desigual a mi decoro, 41
estimara su ingenio y gentileza.
Es el amor común naturaleza,
mas yo tengo mi honor por más tesoro;
que los respetos de quien soy adoro
y aun el pensarlo tengo por bajeza.
La envidia bien sé yo que ha de quedarme,
que si la suelen dar bienes ajenos,
bien tengo de qué pueda lamentarme,
porque quisiera yo que, por lo menos,
Teodoro fuera más para igualarme,
o yo, para igualarle, fuera menos.
Sale Teodoro, y Tristán.
TEODORO No he podido sosegar.
TRISTÁN Y aun es con mucha razón;
que ha de ser tu perdición
si lo llega a averiguar.
la hermosura, la gracia y el entendimiento en la Corte?», en La Dorotea, acto II, escena .3ª (ed. de E. S. Morby, 1980: 161.). 41 decoro: ‘dignidad, condición’.
Díjete que la dejaras
acostar, y no quisiste.
TEODORO Nunca el amor se resiste.
TRISTÁN Tiras, pero no reparas. 42
TEODORO Los diestros 43 lo hacen ansí.
TRISTÁN Bien sé yo que, si lo fueras,
el peligro conocieras.
TEODORO ¿Si me conoció?
TRISTÁN No y sí,
que no conoció quién eras,
y sospecha le quedó.
TEODORO Cuando Fabio me siguió
bajando las escaleras,
fue milagro no matalle.
TRISTÁN ¡Qué lindamente tiré
mi sombrero a la luz!
TEODORO Fue
detenelle y deslumbralle; 44
42 no reparas: ‘no te defiendes, resguardas’. 43 diestro: ‘hábil en el manejo de un arma’.
porque, si adelante pasa,
no le dejara pasar.
TRISTÁN Dije a la luz al bajar:
«Di que no somos de casa».
Y respondióme: «Mentís».
Alzó, y tiréle el sombrero.
¿Quedé agraviado? 45
TEODORO Hoy espero
mi muerte.
TRISTÁN Siempre decís
esas cosas los amantes
cuando menos pena os dan.
TEODORO Pues ¿qué puedo hacer, Tristán,
en peligros semejantes?
TRISTÁN Dejar de amar a Marcela,
pues la condesa es mujer
que, si lo llega a saber,
44 deslumbralle: ‘dejarle confuso’, y no por el resplandor de la luz, sino por la oscuridad repentina. 45 Tristán habla como si fuese un reto el que sostuvo con la luz.
no te ha de valer cautela
para no perder su casa.
TEODORO ¿Y no hay más sino olvidar?
TRISTÁN Liciones 46 te quiero dar
de cómo el amor se pasa.
TEODORO Ya comienzas desatinos.
TRISTÁN Con arte se vence todo; 47
oye, por tu vida, el modo
por tan fáciles caminos.
Primeramente has de hacer
resolución de olvidar,
sin pensar que has de tornar
eternamente a querer.
Que si te queda esperanza
de volver, no habrá remedio
de olvidar; que si está en medio
la esperanza, no hay mudanza.
¿Por qué piensas que no olvida
46 liciones: ‘lecciones’. 47 Es el principio del tracista, el que traza el enredo. Tristán va a hacer una demostración en el tercer acto.
luego 48 un hombre a una mujer?
Porque, pensando volver,
va entreteniendo la vida. 49
Ha de haber resolución
dentro del entendimiento,
con que cesa el movimiento
de aquella imaginación.
¿No has visto faltar la cuerda
de un reloj y estarse quedas
sin movimiento las ruedas? 50
Pues desa suerte se acuerda 51
el que 52 tienen las potencias
48 luego: ‘al instante, en seguida’. 49 entreteniendo la vida: ‘pasando la vida sin tomar una decisión’. 50 Laurencio, el interesado galán de La dama boba, dirá a su criado, cuando le pregunte si está sin alma: «Ha podido un pensamiento / reducir su movimiento / desde mí fuera de mí», e inicia la comparación con la saeta de un reloj: «¿No has visto que la saeta / del reloj en un lugar / firme siempre suele estar / aunque nunca está quïeta .... Pues así mi alma ya» (vv. 654-663). 51 se acuerda: ‘concuerda’; es decir, cesa también, como antes ha dicho. 52 el que: ‘el movimiento que’.
cuando la esperanza falta.
TEODORO ¿Y la memoria no salta
luego a hacer mil diligencias,
despertando el sentimiento
a que del bien no se prive?
TRISTÁN Es enemigo que vive
asido al entendimiento,
como dijo la canción 53
de aquel español poeta;
mas por eso es linda treta 54
vencer la imaginación.
TEODORO ¿Cómo?
TRISTÁN Pensando defetos, 55
y no gracias; que, olvidando,
defetos están pensando,
53 Dixon señala cómo se canta «No hay mal como la memoria / para el alma y para el cuerpo, / que es enemigo que vive / asido al entendimiento» en la comedia de Lope Antonio Roca. 54 treta: ‘artificio ingenioso para conseguir algo’ y, a la vez, término de esgrima (antes jugaba con el vocablo diestro). 55 Es uno de los remedios que Ovidio recomienda en su Remedia amoris, v. 315 y ss.
que no gracias, los discretos.
No la imagines vestida
con tan linda proporción
de cintura, en el balcón
de unos chapines subida. 56
Toda es vana arquitectura,
porque dijo un sabio un día
que a los sastres se debía
la mitad de la hermosura.
Como se ha de imaginar
una mujer semejante
es como un diciplinante 57
que le llevan a curar;
esto sí, que no adornada
del costoso faldellín. 58
56 Los chapines eran un calzado, sobrepuesto al zapato, con el que las mujeres levantaban el cuerpo del suelo. Por ello dice «subida en el balcón de unos chapines». Siempre la altura se ha considerado favorecedora para la belleza del ser humano. 57 diciplinante: ‘disciplinante’, el que se azota como penitencia en las procesiones. 58 faldellín: ‘brial’; «ropa interior que traen las mujeres de la cintura abajo y tiene la abertura por delante» (Aut.).
Pensar defetos, en fin,
es medecina aprobada. 59
Si, de acordarte que vías 60
alguna vez una cosa
que te pareció asquerosa,
no comes en treinta días,
acordándote, señor,
de los defectos que tiene,
si a la memoria te viene,
se te quitará el amor.
TEODORO ¡Qué grosero cirujano! 61
¡Qué rústica curación!
Los remedios, al fin, son
como de tu tosca mano.
Médico impírico 62 eres;
no has estudiado, Tristán.
Yo no imagino que están
desa suerte las mujeres,
59 aprobada: ‘probada’. 60 vías: ‘veías’. 61 cirujano: ‘el que curaba heridas’. 62 impírico: ‘empírico’, el médico que cura por experiencia, sin haber estudiado.
sino todas cristalinas,
como un vidro 63 transparentes.
TRISTÁN Vidro sí, muy bien lo sientes,
si a verlas quebrar caminas;
mas si no piensas pensar
defetos, pensarte puedo,
porque ya he perdido el miedo
de que podrás olvidar.
Pardiez, 64yo quise una vez,
con esta cara que miras,
a una alforja 65 de mentiras,
años cinco veces diez;
y entre otros dos mil defectos,
cierta barriga tenía
que encerrar dentro podía,
sin otros mil parapetos, 66
63 vidro: ‘vidrio, cristal o pieza formada con él’. Tristán aludirá a la facilidad con que se quiebra la honra de las mujeres. Turín dice en La dama boba: «Las damas de Corte son / todas un fino cristal: / trasparentes y divinas» (vv. 56-58). 64 Pardiez: interjección de estilo familiar (‘¡por Dios!’). 65 alforja: ‘bolsa grande’.
cuantos legajos de pliegos
algún escritorio apoya,
pues como el caballo en Troya 67
pudiera meter los griegos.
¿No has oído que tenía
cierto lugar 68 un nogal
que en el tronco un oficial 69
con mujer y hijos cabía,
y aun no era la casa escasa?
Pues desa misma manera,
en esta panza cupiera
un tejedor y su casa.
66 parapeto: ‘pared o baranda’. 67 Alusión al episodio de la Eneida, en que se narra cómo los griegos burlan la defensa de los troyanos escondiéndose en el interior de un enorme caballo de madera que sus enemigos introducen en la ciudad. El espía Sinón les hace creer que es una ofrenda de los griegos (cuya flota aparentemente ha zarpado) a la diosa Palas Atenea y les convence de que, si rinden culto a ese caballo, vencerán a los griegos. De noche Sinón abrirá los flancos del caballo, y los griegos saldrán de su vientre. 68 lugar: ‘aldea grande’. 69 oficial: ‘el que ejerce un oficio’; luego precisará: un tejedor (v. 478).
Y queriéndola olvidar
−que debió de convenirme−,
dio la memoria en decirme
que pensase en blanco azar, 70
en azucena y jazmín,
en marfil, en plata, en nieve,
y en la cortina, que debe
de llamarse el faldellín,
con que yo me deshacía;
mas tomé más cuerdo acuerdo
y di en pensar, como cuerdo,
lo que más le parecía:
cestos de calabazones, 71
baúles viejos, maletas
de cartas para estafetas,
almofrejes y jergones; 72
70 azar: ‘azahar’. Piensa en términos que son metáforas de la belleza del rostro blanquísimo de la dama. Contrasta por su lenguaje estilizado con la alusión al faldellín, como cortina que oculta otras partes del cuerpo de la dama. «Dos tragos de agua de azar» dice el v. 826 de La discreta enamorada, donde azar rima con martelar. 71 calabazón: ‘calabaza grande’.
con que se trocó en desdén
el amor y la esperanza,
y olvidé la dicha panza
por siempre jamás, amén;
que era tal, que en los dobleces
−y no es mucho encarecer−
se pudieran esconder
cuatro manos de almireces. 73
TEODORO En las gracias de Marcela
no hay defetos que pensar.
Yo no la pienso olvidar.
TRISTÁN Pues a tu desgracia apela
y sigue tan loca empresa.
TEODORO Toda es gracias: ¿qué he de hacer?
TRISTÁN Pensarlas hasta perder
la gracia de la condesa.
72 almofrej: ‘bolsa cuadrada que contiene un colchón pequeño y la ropa de cama que llevan los caminantes’; jergón: ‘funda gruesa en forma de colchón que suele llenarse de paja’. 73 mano de almirez: ‘el instrumento de madera que sirve para moler en el mortero’.
Sale la condesa.
DIANA Teodoro...
TEODORO La misma es.
DIANA Escucha.
TEODORO A tu hechura manda.
TRISTÁN (Si en averiguarlo anda,
de casa volamos tres.)
DIANA Hame dicho cierta amiga,
que desconfía de sí,
que el papel que traigo aquí
le escriba; a hacerlo me obliga
la amistad, aunque yo ignoro,
Teodoro, cosas de amor;
y que le escribas mejor
vengo a decirte, Teodoro.
Toma y lee.
TEODORO Si aquí,
señora, has puesto la mano,
igualarle fuera en vano,
y fuera soberbia en mí.
Sin verle, pedirte quiero
que a esa señora le envíes.
DIANA Lee, lee.
TEODORO Que desconfíes
me espanto. Aprender espero
estilo que yo no sé;
que jamás traté de amor.
DIANA ¿Jamás, jamás?
TEODORO Con temor
de mis defetos, no amé,
que soy muy desconfïado.
DIANA Y se puede conocer
de que no te dejas ver,
pues que te vas rebozado. 74
TEODORO ¡Yo, señora! ¿Cuándo o cómo?
DIANA Dijéronme que salió
anoche acaso 75 y te vio
rebozado el mayordomo.
74 rebozado: ‘arrebozado, cubierta la parte inferior del rostro con la capa’. 75 acaso: ‘casualmente’
TEODORO Andaríamos burlando
Fabio y yo, como solemos,
que mil burlas nos hacemos.
DIANA Lee, lee.
TEODORO Estoy pensando
que tengo algún envidioso.
DIANA Celoso podría ser.
Lee, lee.
TEODORO Quiero ver
ese ingenio milagroso.
(Lea.)
«Amar por ver amar envidia ha sido,
y, primero que amar, estar celosa
es invención de amor maravillosa
y que por imposible se ha tenido.
De los celos mi amor ha procedido
por pesarme que, siendo más hermosa,76
no fuese en ser amada tan dichosa
76 Si dice siendo más hermosa, manifiesta que se compara con otra mujer, a la que está segura supera en belleza.
que hubiese lo que envidio merecido.
Estoy sin ocasión desconfïada,
celosa sin amor, aunque sintiendo;
debo de amar, pues quiero ser amada.
Ni me dejo forzar 77 ni me defiendo;
darme quiero a entender sin decir nada;
entiéndame quien puede, yo me
entiendo.» 78
DIANA ¿Qué dices?
TEODORO Que si esto es
a propósito del dueño,
no he visto cosa mejor;
mas confieso que no entiendo
cómo puede ser que amor
venga a nacer de los celos,
pues que siempre fue su padre. 79
77 forzar: ‘obligar’. 78 entiéndame quien puede, yo me entiendo: intendami chi pò, ch’i’m’intend’io, v. 17 de la canción XI de Petrarca, como indica V. Dixon. 79 Garcilaso en el soneto XXXI establece una relación de parentesco entre el yo poético, que es el padre, el amor, el hijo, y el celoso temor, el nieto, porque éste nace del amor: «Dentro en mi alma fue de mí
DIANA Porque esta dama sospecho
que se agradaba de ver
este galán, sin deseo,
y viéndole ya empleado
en otro amor, con los celos
vino a amar y a desear.
¿Puede ser?
TEODORO Yo lo concedo;
mas ya esos celos, señora,
de algún principio nacieron,
y ése fue amor; que la causa
no nace de los efetos,
sino los efetos della.
DIANA No sé, Teodoro; esto siento
desta dama, pues me dijo
que nunca al tal caballero
engendrado / un dulce amor, .... mas luego dél nació quien ha estragado / del todo el amoroso pensamiento» (vv. 1, 5-6). Octavio enseña a su hija boba, Finea, la palabra celos y le dice que son hijos del amor. Finea replica: «El padre puede dar mil regocijos / y es muy hombre de bien, mas desdichado / en que tan malos hijos ha criado» (vv. 1810-1812, en Navarro Durán, Rosa (ed.) 1989: 73.).
tuvo más que inclinación; 80
y en viéndole amar, salieron
al camino de su honor
mil salteadores 81 deseos,
que le han desnudado el alma
del honesto pensamiento
con que pensaba vivir.
TEODORO Muy lindo papel 82 has hecho;
yo no me atrevo a igualarle.
DIANA Entra y prueba.
TEODORO No me atrevo.
DIANA Haz esto, por vida mía.
TEODORO Vusiñoría con esto
quiere probar mi ignorancia.
DIANA Aquí aguardo; vuelve luego.
TEODORO Yo voy.
Vase
80 inclinación: ‘afición, amistad’. 81 salteadores: ‘que asaltan’, como si de ladrones se tratara («salieron al camino ... le han desnudado»). 82 papel: ‘escrito’.
Escucha, Tristán.
DIANA A ver lo que mandas vuelvo,
TRISTÁN con vergüenza destas calzas; 83
que el secretario, mi dueño,
anda falido 84 estos días;
y hace mal un caballero,
sabiendo que su lacayo
le va sirviendo de espejo,
de lucero y de cortina,
en no traerle bien puesto. 85
Escalera del señor
si va a caballo, un discreto
nos llamó, pues a su cara
se sube por nuestros cuerpos.
No debe de poder más.
83 calzas: ‘calzones angostos que se ataban a la cintura’. 84 falido: ‘arruinado’. 85 Son las funciones del criado, según Tristán: su señor se refleja en él (por eso debe ir bien vestido), que le guía y le encubre. Además se llega al señor a través del criado.
DIANA ¿Juega?
TRISTÁN ¡Pluguiera a los cielos!
Que a quien juega, nunca faltan
desto o de aquello dineros.
Antiguamente los reyes
algún oficio aprendieron,
por, si en la guerra o la mar
perdían su patria y reino,
saber con qué sustentarse.
¡Dichosos los que pequeños
aprendieron a jugar!
Pues en faltando, 86es el juego
un arte noble que gana
con poca pena el sustento.
Verás un grande pintor,
acrisolando 87 el ingenio,
hacer una imagen viva,
y decir el otro necio
que no vale diez escudos;
86 en faltando: ‘si falta’ el sustento. 87 acrisolando: ‘dando esplendor, agudizando’.
y que el que juega, en diciendo
«paro», 88 con salir la suerte,
le sale a ciento por ciento.
DIANA En fin, ¿no juega?
TRISTÁN Es cuitado. 89
DIANA A la cuenta será cierto
tener amores.
TRISTÁN ¡Amores!
¡Oh qué donaire! 90Es un hielo.
DIANA Pues un hombre de su talle, 91
galán, discreto y mancebo, 92
¿no tiene algunos amores
de honesto entretenimiento?
TRISTÁN Yo trato en paja y cebada,
no en papeles y requiebros.
De día te sirve aquí;
88 parar: ‘indicar la cantidad que se apuesta al lance o suerte’. 89 cuitado: ‘apocado’. 90 donaire: ‘gracia’. 91 talle: ‘figura, traza, apariencia’. 92 galán: ‘hombre apuesto’; mancebo: ‘joven’.
que está ocupado sospecho.
DIANA Pues ¿nunca sale de noche?
TRISTÁN No le acompaño; que tengo
una cadera quebrada.
DIANA ¿De qué, Tristán?
TRISTÁN Bien te puedo
responder lo que responden
las malcasadas, en viendo
cardenales en su cara
del mojicón 93 de los celos:
«Rodé por las escaleras».
DIANA ¿Rodaste?
TRISTÁN Por largo trecho.
Con las costillas conté
los pasos.
DIANA Forzoso es eso,
si a la lámpara, Tristán,
le tirabas el sombrero.
TRISTÁN (¡Oxte, puto! 94¡Vive Dios,
93 mojicón: ‘puñetazo’.
que se sabe todo el cuento!)
DIANA ¿No respondes?
TRISTÁN Por pensar
cuándo..., pero ya me acuerdo:
anoche andaban en casa
unos murciégalos 95 negros;
el sombrero los tiraba;
fuese a la luz uno dellos,
y acerté, por dar en él,
en la lámpara, y tan presto
por la escalera rodé
que los dos pies se me fueron.
DIANA Todo está muy bien pensado,
pero un libro de secretos 96
94 ¡Oxte, puto!: exclamación vulgar, como de criado. 95 murciégalos: ‘murciélagos’, con metátesis. 96 libro de secretos: ‘libro de remedios’, como el que apunta para quitar el pelo con la sangre del murciélago. V. Dixon cita estos versos de Los locos de Valencia: «Para celosas pasiones / .... sangre caliente / de murciégalo en la frente; / que si a quitar pelos vale, / también lo que en ella sale / con el celoso accidente» (Biblioteca de Autores Españoles, XXIV, 119a). Podría leerse incluso
dice que es buena la sangre
para quitar el cabello
−desos murciégalos digo−;
y haré yo sacarla luego,
si es cabello la ocasión,
para quitarla con ellos. 97
TRISTÁN (¡Vive Dios, que hay chamusquina, 98
y que por murciegalero 99
como un anuncio textual de la sangre de Teodoro (uno de los dos murciélagos) causada por el bofetón de Diana. 97 Juega con la expresión coger la ocasión por los pelos. Como dice Covarrubias, la pintaban como doncella «con un copete de cabellos que le caían encima del rostro y todo lo demás de la cabeza sin ningún cabello; dando a entender que si, ofrecida la ocasión, no le echamos mano de los cabellos con la buena diligencia, se nos pasa en un momento, sin que más se nos vuelva a ofrecer» (Tesoro de la Lengua Castellana; a partir de ahora Tesoro). 98 chamusquina: ‘sospecha’, como «olor a chamusquina». 99 murciegalero: de murciégalo, murciegalero, por haberlos inventado. Son creaciones frecuentes de los criados las derivaciones cómicas. Covarrubias dice de murciélago que «es símbolo del malhechor que se anda escondiendo» (Tesoro). Juan Hidalgo
me pone en una galera!)
DIANA (¡Qué traigo de pensamientos!) 100
Sale Fabio.
FABIO Aquí está el marqués Ricardo.
DIANA Poned esas sillas luego.
Sale Ricardo, marqués, y Celio.
RICARDO Con el cuidado que el amor, Diana, 101
pone en un pecho que aquel fin desea
que la mayor dificultad allana,
el mismo quiere que te adore y vea;
solicito mi causa, aunque por vana
esta ambición algún contrario crea,
describe al murciegalero como «el ladrón que deshace la ropa que otros ladrones hurtan o que hurtan a prima noche». 100 Qué... de: ‘cuántos’. 101 Ricardo habla en octavas reales; la métrica subraya el tono engolado del parlamento del personaje, que pregunta a Diana cómo está él, pues deduce por su hermosura que ella está muy bien.
que dando más lugar a su esperanza,
tendrá menos amor que confïanza.
Está vusiñoría tan hermosa
que estar buena el mirarla me asegura;
que en la mujer −y es bien pensada cosa−
la más cierta salud es la hermosura;
que en estando gallarda, alegre, airosa,
es necedad, es inorancia pura,
llegar a preguntarle si está buena,
que todo entendimiento la condena.
Sabiendo que lo estáis, como lo dice
la hermosura, Diana, y la alegría,
de mí, si a la razón no contradice,
saber, señora, cómo estoy querría.
DIANA Que vuestra señoría solenice
lo que en Italia llaman gallardía
por hermosura, es digno pensamiento
de su buen gusto y claro entendimiento.
Que me pregunte cómo está, no creo
que soy tan dueño suyo que lo diga.
RICARDO Quien sabe de mi amor y mi deseo
el fin honesto, a este favor se obliga.
A vuestros deudos inclinados veo
para que en lo tratado se prosiga;
sólo falta, señora, vuestro acuerdo,
porque sin él las esperanzas pierdo.
Si, como soy señor de aquel estado
que con igual nobleza heredé agora,
lo fuera desde el sur más abrasado
a los primeros paños del aurora; 102
si el oro, de los hombres adorado,
las congeladas lágrimas 103 que llora
el cielo, o los diamantes orientales
que abrieron por el mar caminos tales,
tuviera yo, lo mismo os ofreciera,
y no dudéis, señora, que pasara
a donde el sol apenas luz me diera
−como a sólo serviros importara−;
102 Perífrasis que pretende ser culta que designa al norte, frente al «sur más abrasado»: los primeros lugares (paños, tapices) por donde sale el sol (aunque éste salga por el oriente). Dice Góngora: «las dos partes rayaba del teatro / el sol» (Soledad primera, vv. 980-981). 103 congeladas lágrimas: ‘perlas, gotas de rocío’.
en campañas de sal pies de madera 104
por las remotas aguas estampara
hasta llegar a las australes playas,
del humano poder últimas rayas. 105
DIANA Creo, señor marqués, el amor vuestro;
y satisfecha de nobleza tanta,
haré tratar el pensamiento nuestro,
si el conde Federico no le espanta.
RICARDO Bien sé que en trazas 106 es el conde
diestro,
porque en ninguna cosa me adelanta;
mas yo fío de vos que mi justicia
los ojos cegará de su malicia.
Sale Teodoro.
104 Al decir que surcaría el mar con un navío, está parodiando el estilo de las Soledades: «surcó ... el campo undoso en mal nacido pino» (vv. 370-371). Recuerda la construcción gongorina «en carro de cristal campos de plata» (v. 120 de la Fábula de Polifemo y Galatea). 105 Nueva perífrasis para indicar ‘por todas partes, del norte al sur’. 106 traza: ‘engaño, invención, industria’.
TEODORO Ya lo que mandas hice.
RICARDO Si ocupada
vuseñoría está, no será justo
hurtarle el tiempo.
DIANA No importara nada,
puesto que 107 a Roma escribo.
RICARDO No hay disgusto
como en día de cartas dilatada
visita.
DIANA Sois discreto.
RICARDO En daros gusto.
Celio, ¿qué te parece?
CELIO Que quisiera
que ya tu justo amor premio tuviera.
Vase Ricardo.
DIANA ¿Escribiste?
TEODORO Ya escribí,
aunque bien desconfïado;
107 puesto que: ‘aunque’; lo mismo en el v. 760.
mas soy mandado y forzado.
DIANA Muestra.
TEODORO Lee.
DIANA Dice así:
(Lee Diana.)
«Querer por ver querer envidia fuera,
si quien lo vio sin ver amar no amara,
porque, si antes de amar no amar pensara,
después no amara, puesto que amar viera.
Amor, que lo que agrada considera
en ajeno poder, su amor declara;
que como la color 108 sale a la cara,
sale a la lengua lo que al alma altera.
No digo más, porque lo más ofendo
desde lo menos, si es que desmerezco
porque del ser dichoso me defiendo.
108 la color: el susbstantivo podía tener los dos géneros.
Esto que entiendo solamente ofrezco;
que lo que no merezco no lo entiendo,
por no dar a entender que lo merezco».109
DIANA Muy bien guardaste el decoro.
TEODORO ¿Búrlaste?
DIANA ¡Pluguiera a Dios!
TEODORO ¿Qué dices?
DIANA Que de los dos,
el tuyo vence, Teodoro.
TEODORO Pésame, pues no es pequeño
principio de aborrecer
un crïado, el entender
que sabe más que su dueño.
De cierto rey se contó 110
109 Lope incluye en el molde italianizante, el soneto, los juegos verbales propios de la poesía cancioneril, que le van muy bien para ese decir sin decir de sus portagonistas. 110 Uno de los cuentecillos que inserta Lope en sus obras; Tristán contará otro en los vv. 2300-2315. Este está narrado en la carta de Antonio Pérez A un gran privado, fechada el 24 de junio de 1594. Lo cuenta como suceso entre el conde don Luis de Silvera y el rey don Manuel de Portugal: «El conde
que le dijo a un gran privado:
«Un papel me da cuidado,
y si bien le he escrito yo,
quiero ver otro de vos,
y el mejor escoger quiero».
Escribióle el caballero,
y fue el mejor de los dos.
Como vio que el rey decía
que era su papel mejor,
fuese y díjole al mayor
hijo, de tres que tenía:
«Vámonos del reino luego,
que en gran peligro estoy yo».
El mozo le preguntó
la causa, turbado y ciego;
y respondióle: «Ha sabido
el rey que yo sé más que él».
se fue a su casa y, con ser mediodía, mandó ensillar dos caballos para dos hijos suyos, y sin comer los llevó al campo, y les dijo: “Hijos, cada uno busque su vida, y yo la mía; que no hay vivir aquí, que el rey conosce que sé más que él”» (Biblioteca de Autores Españoles, XIII, p. 471).
Que es lo que en este 111 papel
me puede haber sucedido.
DIANA No, Teodoro, que aunque digo
que es el tuyo más discreto,
es porque sigue el conceto 112
de la materia que sigo,
y no para que presuma
tu pluma que, si me agrada,
pierdo el estar confïada
de los puntos 113 de mi pluma.
Fuera de que soy mujer
a cualquier error sujeta,
y no sé si muy discreta,
como se me echa de ver.
Desde lo menos aquí
dices que ofendes lo más, 114
111 este: aqueste en las ediciones, pero el verso sería eneasílabo. 112 conceto: ‘concepto’. 113 puntos: ‘tantos que se ganan’; aquí los ‘aciertos’, el valor de su escritura. 114 dices que ofendes lo más: «lo más ofendo / desde lo menos» ha dicho él (vv. 765-766).
y amando, engañado estás,
porque en amor no es ansí;
que no ofende un desigual
amando, pues sólo entiendo
que se ofende aborreciendo.
TEODORO Ésa es razón natural;
mas pintaron a Faetonte 115
y a Ícaro despeñados, 116
uno, en caballos dorados,
precipitado en un monte,
y otro, con alas de cera,
derretido en el crisol 117
115 Faetonte, que, fulminado por el rayo de Júpiter, cayó envuelto en llamas en el río Erídano. Pretendía mostrar su condición de hijo de Faetón conduciendo el carro que dominaba su padre, y sus indómitos caballos se le desbocaron acercando peligrosamente el sol a la tierra y quemándola. 116 En el v. 125 ya lo había citado Fabio. Teodoro recuerda a los dos personajes castigados por su vanidad y presunción; pretendieron objetivos inalcanzables y cayeron despeñados por su ambición. A él le puede ocurrir lo mismo si se atreve a acercarse al sol que es Diana. 117 crisol: ‘recipiente donde los plateros funden el oro y la plata’.
del sol.
DIANA No lo hiciera el sol
si, como es sol, mujer fuera.
Si alguna cosa sirvieres
alta, sírvela y confía;
que amor no es más que porfía; 118
no son piedras las mujeres.
Yo me llevo este papel;
que despacio me conviene
verle.
TEODORO Mil errores tiene.
DIANA No hay error ninguno en él.
TEODORO Honras mi deseo; aquí
traigo el tuyo.
DIANA Pues allá
le guarda, aunque bien será
rasgarle.
118 «Si gasta el mar la endurecida roca / con el curso del agua tierna y blanda» y «Con el tiempo el villano a la melena» son dos sonetos de Lope en donde glosa el poder de la porfía, de la insistencia.
TEODORO ¿Rasgarle?
DIANA Sí,
que no importa que se pierda,
si se puede perder más. 119
Váyase.
TEODORO Fuese. ¿Quién pensó jamás
de mujer tan noble y cuerda
este arrojarse tan presto
a dar su amor a entender?
Pero también puede ser
que yo me engañase en esto;
mas no me ha dicho jamás,
ni a lo menos se me acuerda:
«Pues ¿qué importa que se pierda,
si se puede perder más?».
«Perder más»..., bien puede ser
por la mujer que decía...,
mas todo es bachillería, 120
119 Ese nuevo juego de voces substituye al anterior (vv. 811-812), y su significado ambiguo se convierte en el centro del soliloquio de Teodoro.
y ella es la misma mujer.
Aunque no, que la condesa
es tan discreta y tan varia, 121
que es la cosa más contraria
de la ambición que profesa.
Sírvenla príncipes hoy
en Nápoles que no puedo
ser su esclavo. Tengo miedo;
que en grande peligro estoy.
Ella sabe que a Marcela
sirvo, pues aquí ha fundado
el engaño y me ha burlado;
pero en vano se recela 122
mi temor, porque jamás
burlando salen colores.
¿Y el decir con mil temores
que «se puede perder más»?
¿Qué rosa, al llorar la aurora, 123
120 bachillería: ‘hablar mucho y sin fundamento’; también en el v. 93. 121 varia: ‘fecunda en ideas’. 122 se recela: ‘teme, desconfía’.
hizo de las hojas ojos,
abriendo los labios rojos
con risa a ver cómo llora,
como ella los 124 puso en mí,
bañada en púrpura y grana; 125
o qué pálida manzana
se esmaltó de carmesí?
Lo que veo y lo que escucho,
yo lo juzgo −o estoy loco−
para ser de veras poco,
y para de burlas mucho.
Mas teneos, pensamiento,
que os vais ya tras la grandeza,
aunque si digo belleza,
bien sabéis vos que no miento;
que es bellísima Diana,
y en discreción sin igual.
123 al llorar la aurora: sus lágrimas son el rocío; metafóricamente perlas. 124 los: los ojos. 125 Teodoro enlaza metáforas para mencionar el sonrojo que vio en el rostro de Diana.
Sale Marcela.
MARCELA ¿Puedo hablarte?
TEODORO Ocasión tal
mil imposibles allana;
que por ti, Marcela mía,
la muerte me es agradable.
MARCELA Como yo te vea y hable,
dos mil vidas perdería.
Estuve esperando el día,
como el pajarillo solo,
y cuando vi que, en el polo
que Apolo más presto dora,
le despertaba la Aurora,
dije: «Yo veré mi Apolo». 126
Grandes cosas han pasado;
que no se quiso acostar
la condesa hasta dejar
126 No son muy afortunados estos versos que atribuye Lope a Marcela. Apolo es el sol la primera vez que lo menciona, aludiendo al amanecer, y, además del sol, la belleza masculina por antonomasia en la segunda.
satisfecho su cuidado.
Amigas que han envidiado
mi dicha con deslealtad
le han contado la verdad;
que entre quien sirve, aunque veas
que hay amistad, no la creas,
porque es fingida amistad.
Todo lo sabe en efeto;
que si es Diana la luna,
siempre a quien ama importuna, 127
salió y vio nuestro secreto.
Pero será, te prometo,
para mayor bien, Teodoro;
que del honesto decoro
127 Diana, la diosa casta, rechaza el amor. Lope utiliza el nombre de la condesa con esa connotación: rechaza a todos sus pretendientes. También se llamará Diana la protagonista de La boba para los otros y discreta para sí de Lope y la de El desdén, con el desdén de Agustín Moreto, con semejante función evocadora −es la dama esquiva− y con deudas con esta obra de Lope. En ella Polilla, el gracioso, le dirá a Diana: «Deja, señora, querer, / si no quieres; que eso es ser / el perro del hortelano», (ed. de F. Rico 1978: 211.).
con que tratas de casarte
le di parte, y dije aparte
cuán tiernamente te adoro.
Tus prendas le encarecí,
tu estilo, tu gentileza;
y ella entonces su grandeza
mostró tan piadosa en mí,
que se alegró de que en ti
hubiese los ojos puesto,
y de casarnos muy presto
palabra también me dio,
luego que de mí entendió
que era tu amor tan honesto.
Yo pensé que se enojara
y la casa revolviera,
que a los dos nos despidiera
y a los demás castigara;
mas su sangre ilustre y clara,
y aquel ingenio en efeto
tan prudente y tan perfeto
conoció lo que mereces.
¡Oh, bien haya −¡amén mil veces!−
quien sirve a señor discreto! 128
TEODORO ¿Que casarme prometió
contigo?
MARCELA ¿Pones en duda 129
que a su ilustre sangre acuda?
TEODORO (Mi ignorancia me engañó,
que, necio, pensaba yo
que hablaba en mí la condesa.
De haber pensado me pesa
que pudo tenerme amor;
que nunca tan alto azor
se humilla a tan baja presa.) 130
MARCELA ¿Qué murmuras entre ti?
TEODORO Marcela, conmigo habló,
pero no se declaró
128 También en la onceava parte se publica la obra de Lope Servir a señor discreto, fechada entre 1610 y 1612. 129 Zerolo (ed.), 1886. propone Pues. pones, que aceptan los otros editores, salvo V. Dixon, a quien sigo. 130 Usa términos de la caza de altanería para el amor, como en la lírica. Diana sería el alto azor, y él la baja presa.
en darme a entender que fui
el que embozado salí
anoche de su aposento.
MARCELA Fue discreto pensamiento,
por no obligarse al castigo
de saber que hablé contigo,
si no lo es el casamiento;
que el castigo más piadoso
de dos que se quieren bien
es casarlos.
TEODORO Dices bien,
y el remedio más honroso.
MARCELA ¿Querrás tú?
TEODORO Seré dichoso.
MARCELA Confírmalo.
TEODORO Con los brazos,
que son los rasgos y lazos 131
131 rasgo: ‘línea para el adorno de las letras’; se suele hacer en las mayúsculas; lazos: ‘los enlaces de líneas que se hacen con la pluma en el papel’. Juega con su doble sentido.
de la pluma del amor,
pues no hay rúbrica mejor
que la que firman los brazos.
Sale la condesa.
DIANA Esto se ha enmendado bien;
agora estoy muy contenta,
que siempre a quien reprehende
da gran gusto ver la enmienda.
No os turbéis ni os alteréis.
TEODORO Dije, señora, a Marcela
que anoche salí de aquí
con tanto disgusto y pena
de que vuestra señoría
imaginase en su ofensa
este pensamiento honesto
para casarme con ella,
que me he pensado morir;
y dándome por respuesta
que mostrabas en casarnos
tu piedad y tu grandeza,
dile mis brazos; y advierte
que, si mentirte quisiera,
no me faltara un engaño, 132
pero no hay cosa que venza,
como decir la verdad,
a una persona discreta.
DIANA Teodoro, justo castigo
la deslealtad mereciera
de haber perdido el respeto
a mi casa; y la nobleza
que usé anoche con los dos
no es justo que parte 133 sea
a que os atreváis ansí;
que, en llegando a desvergüenza
el amor, no hay privilegio
que el castigo le defienda.
Mientras no os casáis los dos,
mejor estará Marcela
cerrada en un aposento;
que no quiero yo que os vean
132 Se le ocurriría algo para engañarla. 133 parte: ‘motivo’.
juntos las demás crïadas,
y que por ejemplo os tengan
para casárseme todas.
¡Dorotea! ¡Ah, Dorotea!
Sale Dorotea.
DOROTEA ¿Señora?
DIANA Toma esta llave
y en mi propia cuadra 134 encierra
a Marcela, que estos días
podrá hacer labor en ella.
No diréis que esto es enojo.
DOROTEA ¿Qué es esto, Marcela?
MARCELA Fuerza
de un poderoso tirano
y una rigurosa estrella. 135
Enciérrame por Teodoro.
134 cuadra: ‘sala’. 135 Marcela se da cuenta de que el amor, poderoso tirano, es la razón de la decisión de Diana, y su rigurosa estrella su destino desfavorable.
DOROTEA Cárcel aquí no la temas,
y para puertas de celos
tiene amor llave maestra.
Váyanse las dos; queden la condesa y Teodoro.
DIANA En fin, Teodoro, ¿tú quieres
casarte?
TEODORO Yo no quisiera
hacer cosa sin tu gusto,
y créeme que mi ofensa
no es tanta como te han dicho;
que bien sabes que con lengua
de escorpión pintan la envidia
y que, si Ovidio supiera
qué era servir, no en los campos,
no en las montañas desiertas
pintara su escura casa; 136
136 «Es una casa oculta en un valle profundo, privada de sol, no accesible a ningún viento, lúgubre, transida de un frío que paraliza y que, desprovista siempre de fuego, está siempre sumida en tenebrosa bruma», Metamorfosis, II (vv. 760-765; trad. de A. Ruiz de Elvira 1964.).
que aquí habita y aquí reina.
DIANA Luego ¿no es verdad que quieres
a Marcela?
TEODORO Bien pudiera
vivir sin Marcela yo.
DIANA Pues díceme que por ella
pierdes el seso.
TEODORO Es tan poco,
que no es mucho que le pierda;
mas crea vusiñoría
que, aunque Marcela merezca
esas finezas, en mí
no ha habido tantas finezas.
DIANA Pues ¿no le has dicho requiebros
tales que engañar pudieran
a mujer de más valor?
TEODORO Las palabras poco cuestan.
DIANA ¿Qué le has dicho, por mi vida?
¿Cómo, Teodoro, requiebran
los hombres a las mujeres?
TEODORO Como quien ama y quien ruega,
vistiendo de mil mentiras
una verdad, y ésa apenas.
DIANA Sí, pero ¿con qué palabras?
TEODORO Extrañamente me aprieta 137
vuseñoría. «Esos ojos
−le dije−, esas niñas bellas,
son luz con que ven los míos»,
y «los corales y perlas 138
desa boca celestial...»
DIANA ¿Celestial?
TEODORO Cosas como éstas
son la cartilla, 139señora,
de quien ama y quien desea.
DIANA Mal gusto tienes, Teodoro;
no te espantes de que pierdas
hoy el crédito conmigo,
137 me aprieta: ‘me insta, me aguija’. 138 corales y perlas: metáforas fosilizadas del lenguaje poético para referirse a labios y dientes. 139 cartilla: ‘cuadernillo con las letras y los rudimentos para aprender a leer o, por extensión, para saber cualquier ciencia’.
porque sé yo que en Marcela
hay más defectos que gracias, 140
como la miro más cerca.
Sin esto, porque no es limpia,
no tengo pocas pendencias
con ella..., pero no quiero
desenamorarte della;
que bien pudiera decirte
cosas..., pero aquí se quedan
sus gracias o sus desgracias;
que yo quiero que la quieras
y que os caséis en buen hora.
Mas pues de amador te precias,
dame consejo, Teodoro,
−¡ansí a Marcela poseas!−
para aquella amiga mía,
que ha días que no sosiega
140 Es una traza habitual de la comedia de enredo inventar defecto al rival en amores, como empieza a hacer Diana y luego sólo sugiere faltas que no dice. Ya Tristán, siguiendo a Ovidio, había recomendado a su amo, para desenamorarse, recordar los defectos de su amada (vv. 439 y ss.).
de amores de un hombre humilde,
porque si en quererle piensa,
ofende su autoridad,
y si de quererle deja,
pierde el jüicio de celos;
que el hombre, que no sospecha
tanto amor, anda cobarde,
aunque es discreto, con ella.
TEODORO ¿Yo, señora, sé de amor?
No sé, por Dios, cómo pueda
aconsejarte.
DIANA ¿No quieres,
como dices, a Marcela?
¿No le has dicho esos requiebros?
Tuvieran lengua las puertas,
que ellas dijeran...
TEODORO No hay cosa
que decir las puertas puedan.
DIANA Ea, que ya te sonrojas,
y lo que niega la lengua
confiesas con las colores.
TEODORO Si ella te lo ha dicho, es necia;
una mano le tomé,
y no me quedé con ella,
que luego se la volví; 141
no sé yo de qué se queja.
DIANA Sí, pero hay manos que son
como la paz de la Iglesia, 142
que siempre vuelven besadas.
TEODORO Es necísima Marcela;
es verdad que me atreví,
pero con mucha vergüenza,
a que templase la boca
con nieve y con azucenas. 143
141 Utiliza el lenguaje o el gesto amoroso en sentido literal como hace a veces Finea en La dama boba. 142 paz de la Iglesia: «en la misa se llama la ceremonia en que el celebrante besa la patena y luego abraza al diácono, y éste al subdiácono» (Aut.). 143 Es decir, le besó la mano: la nieve y las azucenas son metáforas que subrayan su blancura; así la nieve tiempla su boca. Dice Lucindo en La discreta enamorada: «Templó el fuego / arrimando la nieve de su mano, / porque salió a la boca el alma luego, / hecha un volcán de amor, por agua en vano» 1920-1923); y en Servir a señor discreto, el conde: «aunque la nieve de su blanca mano / templaba aquel incendio
DIANA ¿Con azucenas y nieve?
Huelgo de saber que tiempla 144
ese emplasto el corazón. 145
Ahora bien, ¿qué me aconsejas?
TEODORO Que si esa dama que dices
hombre tan bajo desea,
y de quererle resulta
a su honor tanta bajeza,
haga que con un engaño,
sin que la conozca, pueda
gozarle.
DIANA Queda el peligro
de presumir que lo entienda.
¿No será mejor matarle? 146
TEODORO De Marco Aurelio se cuenta
con que ardía / el alma que a mirarla se atrevía» (vv. 1506-1508). 144 tiempla: ‘templa’. 145 Diana habla de la mezcla de nieve y azucenas como emplasto, medicamento hecho de varios elementos mezclados para templar o calmar, sosegar el corazón. 146 Juegan muy fuerte los dos con sus propuestas.
que dio a su mujer Faustina,
para quitarle la pena,
sangre de un esgrimidor; 147
pero estas romanas pruebas
son buenas entre gentiles. 148
DIANA Bien dices; que no hay Lucrecias,
ni Torcatos, ni Virginios 149
147 sgrimidor: ‘gladiador’. 148 Teodoro se defiende hábilmente con un ejemplo de la Antigüedad, que rechaza por ser pruebas de gentiles, de ‘paganos’. Faustina, alabada por su esposo el emperador Marco Aurelio, tenía, en cambio, fama de disoluta (tal vez infundada). Pedro Mexía en su Silva de varia lección, III, 13, cuenta cómo los sabios dijeron que se curaría de tal pasión: «fue que el gladiador de quien Faustina estaba enamorada fuese muerto y, tomada parte de su sangre, la diesen a beber a Faustina, y luego, en habiéndola bebido, su marido, el emperador, y ella durmiesen juntos y que quedaría ella sana» (ed. cit. 1990: 90.). 149 Contrapone personajes ejemplares por su castidad con otros que lo son por su libertinaje. Lucrecia se suicidó delante de su padre y esposo, tras contarles la violación que había sufrido de Sexto Tarquino; Manlio Torcuato mandó matar a su hijo que había transgredido la ley que él había dictado prohibiendo los duelos. Lucio Virginio mató a su hija para que no abusara de ella Apio Claudio, que la tenía como esclava.
en esta edad, y en aquélla
hubo Faustinas, Teodoro,
Mesalinas y Popeas. 150
Escríbeme algún papel
que a este propósito sea,
y queda con Dios. ¡Ay Dios!
(Caiga.)
Caí. ¿Qué me miras? Llega, 151
dame la mano.
TEODORO El respeto
me detuvo de ofrecella.
DIANA ¡Qué graciosa 152 grosería
que con la capa la ofrezcas!
150 La emperatriz Valeria Mesalina era la esposa de Claudio; Sabina Popea, la de Nerón. Ambas fueron famosas por su crueldad y desenfreno. 151 Diana se cae a propósito −es el gesto teatral que permite la complicidad de los enamorados− para manifestar con un acto, pero veladamente, su amor por Teodoro y hacer que éste le dé la mano para ayudarla. También Nise finge caerse en La dama boba (v. 610), pero para poder darle un papel a Laurencio. Qué: ‘por qué’; Llega: ‘acércate’. 152 graciosa: ‘fuera de propósito, de camino’.
TEODORO Así, cuando vas a misa,
te la da Otavio.
DIANA Es aquélla
mano que yo no le pido,
y debe de haber setenta
años que fue mano y viene
amortajada por muerta. 153
Aguardar quien ha caído
a que se vista de seda
es como ponerse un jaco 154
quien ve al amigo en pendencia,
que, mientras baja, le han muerto;
demás que no es bien que tenga
nadie por más cortesía,
aunque melindres 155 lo aprueban,
que una mano, si es honrada,
traiga la cara cubierta.
153 Amortajada porque viene envuelta con la capa, y muerta porque a ella no le interesa. 154 jaco: «vestido corto, que usaban los soldados en lo antiguo ceñido al cuerpo, de tela muy grosera y tosca, hecho de pelo de cabras» (Aut.). 155 melindre: ‘gesto afectado’.
TEODORO Quiero estimar la merced
que me has hecho.
DIANA Cuando seas
escudero, la darás
en el ferreruelo 156 envuelta;
que agora eres secretario;
con que te he dicho que tengas
secreta aquesta caída,
si levantarte deseas.
Váyase.
TEODORO ¿Puedo creer que aquesto es verdad?
Puedo,
si miro que es mujer Diana hermosa.
Pidió mi mano, y la color de rosa,
al dársela, robó del rostro el miedo. 157
Tembló; yo lo sentí, dudoso quedo.
156 ferreruelo: ‘capa larga, sin capilla’. 157 Diana enrojeció.
¿Qué haré? Seguir mi suerte venturosa;
si bien, por ser la empresa tan dudosa,
niego al temor lo que al valor concedo.
Mas dejar a Marcela es caso injusto;
que las mujeres no es razón que esperen
de nuestra obligación tanto disgusto.
Pero si ellas nos dejan cuando quieren
por cualquiera interés o nuevo gusto,
mueran también como los hombres
mueren.
ACTO SEGUNDO
Salen el conde Federico y Leonido, criado.
FEDERICO ¿Aquí la viste?
LEONIDO Aquí entró,
como el alba por un prado,
que a su tapete 158 bordado
la primera luz le dio;
y según la devoción, 159
no pienso que tardarán,
que conozco al capellán,
y es más breve que es razón.
FEDERICO ¡Ay si la pudiese hablar!
LEONIDO Siendo tú su primo, es cosa
acompañarla forzosa.
FEDERICO El pretenderme casar
ha hecho ya sospechoso
158 tapete: ‘alfombra pequeña’; aquí imagen del prado. 159 Porque están los personajes a la puerta de la iglesia, adonde ha entrado Diana (como dice el v. 1219).
mi parentesco, Leonido; 160
que antes de haberla querido,
nunca estuve temeroso.
Verás que un hombre visita
una dama libremente
por conocido o pariente
mientras no la solicita; 161
pero, en llegando a querella,
aunque de todos se guarde,
menos entra y más cobarde,
y apenas habla con ella.
Tal me ha sucedido a mí
con mi prima, la condesa;
tanto, que de amar me pesa,
pues lo más del bien perdí,
pues me estaba mejor vella
tan libre como solía.
Sale el marqués Ricardo, y Celio.
160 Leonido es palabra trisílaba. 161 solicita: ‘pretende’.
CELIO A pie digo que salía,
y alguna gente con ella.
RICARDO Por estar la iglesia enfrente,
y por preciarse del talle,
ha querido honrar la calle.
CELIO ¿No has visto por el oriente
salir serena mañana
el sol con mil rayos de oro
cuando dora el blanco toro
que pace campos de grana? 162
(Que así llamaba un poeta 163
los primeros arreboles.)
Pues tal salió con dos soles, 164
más hermosa y más perfecta
la bellísima Diana,
la condesa de Belflor.
RICARDO Mi amor te ha vuelto pintor
162 . El recuerdo del comienzo de las Soledades es manifiesto: «el mentido robador de Europa .... en campos de zafiro pace estrellas» (vv. 2 y 6). 163 El poeta es Góngora, por tanto. 164 dos soles: sus ojos.
de tan serena mañana,
y hácesla sol con razón,
porque el sol en sus caminos
va pasando varios signos, 165
que sus pretendientes son.
Mira que allí Federico
aguarda sus rayos de oro.
CELIO ¿Cuál de los dos será el toro
a quien hoy al sol aplico? 166
RICARDO Él por primera afición,
aunque del nombre se guarde, 167
que yo, por entrar más tarde,
seré el signo del león.
165 signos: los del Zodíaco. Rima con caminos porque no se pronuncia la g. 166 Antes ha dicho que el sol −Diana− salía en el signo del toro (vv. 1225-1226) y ahora se pregunta cuál de los dos pretendientes, o Federico o él, será el toro. 167 . Federico será, pues, el toro −que va antes en el Zodíaco que el signo del león−, porque estaba antes en la puerta de la iglesia. Aunque se guarde del nombre del toro, por sus cuernos, alusión a la condición de cornudo.
FEDERICO ¿Es aquél Ricardo?
LEONIDO Él es.
FEDERICO Fuera maravilla rara
que deste puesto faltara.
LEONIDO Gallardo viene el marqués.
FEDERICO No pudieras decir más
si tú fueras el celoso.
LEONIDO ¿Celos tienes?
FEDERICO ¿No es forzoso?
De alabarle me los das.
LEONIDO Si a nadie quiere Diana,
¿de qué los puedes tener?
FEDERICO De que le puede querer,
que es mujer.
LEONIDO Sí, mas tan vana, 168
tan altiva y desdeñosa,
que a todos os asegura. 169
FEDERICO Es soberbia la hermosura.
168 vana: ‘arrogante, presuntuosa’. 169 asegura: ‘preserva’ del daño, del peligro del amor.
LEONIDO No hay ingratitud hermosa.
CELIO Diana sale, señor.
RICARDO Pues tendrá mi noche día. 170
CELIO ¿Hablarásla?
RICARDO Eso querría,
si quiere el competidor.
Salen Otavio, Fabio, Teodoro, la condesa y, detrás, Marcela, Dorotea,
Anarda, con mantos. Llegue el conde por un lado.
FEDERICO Aquí aguardaba con deseo de veros.
DIANA Señor conde, seáis muy bien hallado.
RICARDO Y yo, señora, con el mismo 171 agora
a acompañaros vengo y a serviros.
DIANA Señor marqués, ¿qué dicha es esta mía?
¿Tanta merced?
RICARDO Bien debe a mi deseo
vuseñoría este cuidado.
FEDERICO Creo
170 Porque ella es su sol. 171 con el mismo: ‘con el mismo deseo de veros’.
que no soy bien mirado y admitido.
LEONIDO Háblala; no te turbes.
FEDERICO ¡Ay Leonido!
Quien sabe que no gustan de escuchalle
¿de qué te admiras que se turbe y calle?
Todos se entren por la otra puerta acompañando a la
condesa, y quede allí Teodoro.
TEODORO Nuevo pensamiento mío,
desvanecido 172 en el viento,
que, con ser mi pensamiento,
de veros volar me río,
parad, detened el brío,
que os detengo y os provoco,
porque si el intento es loco,
de los dos 173 lo mismo escucho,
aunque donde el premio es mucho,
172 desvanecido: ‘presuntuoso’. 173 los dos: el pensamiento y el yo del propio Teodoro (véanse los vv. 1298-1301 ó 1305-1307).
el atrevimiento es poco.
Y si por disculpa dais
que es infinito el que 174 espero,
averigüemos primero,
pensamiento, en qué os fundáis.
¿Vos a quien servís amáis?
Diréis que ocasión tenéis,
si a vuestros ojos creéis;
pues, pensamiento, decildes 175
que sobre pajas humildes
torres de diamante hacéis.
Si no me sucede bien,
quiero culparos a vos,
mas teniéndola 176 los dos,
no es justo que culpa os den;
que podréis decir también,
cuando del alma os levanto
y de la altura me espanto
donde el amor os subió,
174 el que: ‘el premio que’. 175 decildes: ‘decidles’, metátesis frecuente. 176 teniéndola: la culpa.
que el estar tan bajo yo
os hace a vos subir tanto.
Cuando algún hombre ofendido
al que le ofende defiende,
que dio la ocasión se entiende,
del daño que os ha venido; 177
sed en buen hora atrevido,
que, aunque los dos nos perdamos,
esta disculpa llevamos:
que vos os perdéis por mí,
y que yo tras vos me fui
sin saber adónde vamos.
Id en buen hora, aunque os den
mil muertes por atrevido;
que no se llama perdido
el que se pierde tan bien. 178
177 os ha venido: Dixon dice, con razón, que la pausa debe estar tras este cuarto verso, como en las anteriores décimas, y sugiere que Lope pudo haber escrito del daño que es avenido, es decir, del daño sucedido. 178 El poliptoton perdido, pierde es uno de los juegos verbales típicos de la poesía cancioneril.
Como a otros dan parabién 179
de lo que hallan, estoy tal
que de perdición igual
os le doy, porque es perderse
tan bien que puede tenerse
envidia del mismo mal.
TRISTÁN Si en tantas lamentaciones
cabe un papel de Marcela,
que contigo se consuela
de sus pasadas prisiones,
bien te le daré sin porte, 180
porque a quien no ha menester 181
nadie le procura ver,
a la usanza de la corte.
Cuando está en alto lugar
un hombre −y ¡qué bien lo imitas!−,
¡qué le vienen de visitas
a molestar y a enfadar!
179 Enmienda de Zerolo; dan parabién: ‘felicitan’. Dixon no la sigue; pero véase en el v. 1325: os le doy, y en el v. 2970: A darle van el parabién. 180 porte: ‘el dinero que se paga por llevar la carta’. 181 menester: ‘empleo, ministerio’.
Pero si mudó de estado,
como es la fortuna incierta,
todos huyen de su puerta
como si fuese apestado.
¿Parécete que lavemos
en vinagre 182 este papel?
TEODORO Contigo, necio, y con él,
entrambas cosas tenemos.
Muestra, que vendrá lavado,
si en tus manos ha venido.
«A Teodoro, mi marido.»
(Lea.)
¿Marido? ¡Qué necio enfado!
¡Qué necia cosa!
TRISTÁN Es muy necia.
TEODORO Pregúntale a mi ventura
182 Dado el poco gusto que tendrá Teodoro en recibirlo; como dice (Aut.) en una acepción de vinagre: «lo que se muda o trueca de bueno en malo». Teodoro, en su réplica, juega con el término llamando borracho a Tristán.
si, subida a tanta altura,
esas mariposas 183 precia.
TRISTÁN Léele, por vida mía,
aunque ya estés tan divino; 184
que no se desprecia el vino
de los mosquitos que cría; 185
que yo sé cuándo Marcela,
que llamas ya mariposa,
era águila 186 caudalosa.
183 esas mariposas: se refiere a Marcela, como dice Tristán (vv. 1360-1361); la ve como mariposa que, atraída por la luz, perece en ella. Su ventura vuela muy alto; podría identificarse con Ícaro, personaje dos veces aludido en la obra. 184 divino: ‘elevado’. 185 Ahora es Tristán quien menciona el vino; los mosquitos que cría el vino equivalen aquí a las mariposas que decía Teodoro. Cuando Celia le dice a Dorotea que ha caído un mosquito en el vino, ésta le replica: «No le saques, Celia, que son los espíritus deste licor como los átomos del aire. El vino los engendra, y a nadie le parecieron sus hijos feos», en La Dorotea, acto II, escena VI (ed. cit. 1980: 205.). 186 El águila podía mirar fijamente al sol, según los Bestiarios; contrapone aquí su condición noble a la de las humildes mariposas: antes Teodoro pretendía a Marcela, a la que ahora desprecia.
TEODORO El pensamiento, que vuela
a los mismos cercos de oro
del sol, 187 tan baja la mira,
que aun de que la vee se admira.
TRISTÁN Hablas con justo decoro, 188
mas ¿qué haremos del papel?
TEODORO Esto.
TRISTÁN ¿Rasgástele?
TEODORO Sí.
TRISTÁN ¿Por qué, señor?
TEODORO Porque ansí
respondí más presto a él.
TRISTÁN Ése es injusto rigor.
TEODORO Ya soy otro; no te espantes.
TRISTÁN Basta, que sois los amantes
boticarios del amor;
que, como ellos las recetas,
vais ensartando papeles:
187 El sol es Diana de nuevo. 188 Adviértase la ironía de Tristán.
Récipe 189 celos crüeles,
agua de azules violetas. 190
Récipe un desdén extraño,
Sirupi del borrajorum, 191
con que la sangre templorum,
para asegurar el daño.
Récipe ausencia, tomad
un emplasto para el pecho;
que os hiciera más provecho
estaros en la ciudad.
Récipe de matrimonio:
allí es menester jarabes,
189 récipe: ‘receta de médico’; así empezaban. En La Dorotea, Julio le dice a Felipa: «Recetarte quiero un remedio», y respondiendo a su «¿Cómo?», dice: «Récipe la yerba Dorotea...» (acto IV, escena I; ed. cit. 1980: 336-337.). 190 La receta para los celos es el agua de azules violetas porque el color con que se simboliza los celos es el azul. Dorotea canta: «Las violetas y penseles / de celos no se requiebran», en La Dorotea, acto II, escena II (ed. cit. 1980: 165.). Véase W. L. Fichter 1927. 191 Sirupi del borrajorum:‘Agua de borrajas’ en el latín fingido de Tristán, parodia de las recetas de médico; recurso cómico frecuente.
y tras diez días süaves
purgalle con entimonio. 192
Récipe signus celeste
que Capricornius 193 dicetur:
ese enfermo morietur,
si no es que paciencia preste.
Récipe que de una tienda
joya o vestido sacabis:
con tabletas confortabis
la bolsa que tal emprenda.
A esta traza, finalmente,
van todo el año ensartando.
Llega la paga; en pagando,
o viva o muera el doliente,
se rasga todo papel.
Tú la cuenta has acabado,
y el de Marcela has rasgado
sin saber lo que hay en él.
192 . entimonio: ‘antimonio’, término que cambia cómicamente la lengua de Tristán. 193 La alusión al signo de Capricornio supone la de los tan temidos cuernos.
TEODORO Ya tú debes de venir
con el vino que otras veces.
TRISTÁN Pienso que te desvaneces 194
con lo que intentas subir.
TEODORO Tristán, cuantos han nacido
su ventura han de tener;
no saberla conocer 195
es el no haberla tenido.
O morir en la porfía,
o ser conde de Belflor.
TRISTÁN César llamaron, señor,
a aquel duque que traía
escrito por gran blasón:
«César o nada»; 196 y en fin,
194 te desvaneces: ‘presumes, te vanaglorias’. 195 conocer: ‘darse cuenta, advertir’. 196 Dice Covarrubias: «Aut Cesar, aut nihil, ha quedado en proverbio, aun en nuestro español, de los que no se quieren contentar con una medianía, y las más veces sin lo uno y lo otro; porque habiendo llegado a gran fortuna, no se saben conservar en ella y dan una mortal caída que los vuelve en nada. Tomó origen de la determinación que tuvo César. en pasar el río Rubicón con su
tuvo tan contrario el fin,
que al fin de su pretensión
escribió una pluma airada:
«César o nada −dijiste−,
y todo, César, lo fuiste,
pues fuiste César y nada».
TEODORO Pues tomo, Tristán, la empresa,
y haga después la fortuna
lo que quisiere.
Salen Marcela y Dorotea.
DOROTEA Si a alguna
de tus desdichas le pesa,
de todas las que servimos
a la condesa, soy yo.
MARCELA En la prisión que me dio
tan justa amistad hicimos,
ejército, cosa defendida de los romanos severamente». Lope se refiere al poderoso príncipe César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, cuya corte de aduladores le dio tal divisa. Al morir su padre, declinó su poder, fue encarcelado por Julio II y murió en Navarra, en el sitio de Viana (1507).
y yo me siento obligada
de suerte, mi Dorotea,
que no habrá amiga que sea
más de Marcela estimada.
Anarda piensa que yo
no sé cómo quiere a Fabio;
pues della nació mi agravio;
que a la condesa contó
los amores de Teodoro.
DOROTEA Teodoro está aquí.
MARCELA ¡Mi bien!
TEODORO Marcela, el paso detén.
MARCELA ¿Cómo, mi bien, si te adoro,
cuando a mis ojos te ofreces?
TEODORO Mira lo que haces y dices,
que en palacio los tapices
han hablado algunas veces.
¿De qué piensas que nació
hacer figuras 197 en ellos?
197 figuras: ‘las imágenes de personas’.
De avisar que detrás dellos
siempre algún vivo escuchó.
Si un mudo, viendo matar
a un rey, su padre, dio voces, 198
figuras que no conoces
pintadas sabrán hablar.
MARCELA ¿Has leído mi papel?
TEODORO Sin leerle le he rasgado;
que estoy tan escarmentado
que rasgué mi amor con él.
MARCELA ¿Son los pedazos aquéstos?
TEODORO Sí, Marcela.
MARCELA ¿Y ya mi amor
has rasgado?
TEODORO ¿No es mejor
198 La anécdota se atribuye a Creso, último rey de Lidia (VI a. C.). Cuando, prisionero de los persas, un soldado iba a matarlo sin saber quién era, un hijo suyo, mudo de nacimiento, gritó: «¡Ah, hombre, no lo mates; cata que es el rey Creso, mi padre». Así lo cuenta Pedro Mexía en Silva de varia lección, I, 36; lo toma de Aulo Gelio (Noches áticas, V, IX), quien remite a Herodoto.
que vernos por puntos 199 puestos
en peligros tan extraños?
Si tú de mi intento estás,
no tratemos desto más
para excusar 0tantos daños.
MARCELA ¿Qué dices?
TEODORO Que estoy dispuesto
a no darle más enojos
a la condesa.
MARCELA En los ojos
tuve muchas veces puesto
el temor desta verdad.
TEODORO Marcela, queda con Dios.
Aquí acaba de los dos
el amor, no el amistad.
MARCELA ¿Tú dices eso, Teodoro,
a Marcela?
TEODORO Yo lo digo;
199 por puntos: «modo adverbial con que se expresa que alguna cosa se espera o tema suceda sin dilación, de un instante a otro» (Aut.).
que soy de quietud amigo
y de guardar el decoro
a la casa que me ha dado
el ser que tengo.
MARCELA Oye, advierte.
TEODORO Déjame.
MARCELA ¿De aquesta suerte
me tratas?
TEODORO ¡Qué necio enfado!
Váyase.
MARCELA ¡Ah, Tristán! ¡Tristán!
TRISTÁN ¿Qué quieres?
MARCELA ¿Qué es esto?
TRISTÁN Una mudancita;
que a las mujeres imita
Teodoro.
MARCELA ¿Cuáles mujeres?
TRISTÁN Unas de azúcar y miel.
MARCELA Dile...
TRISTÁN No me digas nada,
que soy vaina de esta espada, 200
nema 201 de aqueste papel,
caja de aqueste sombrero,
fieltro 202 deste caminante,
mudanza 203 deste danzante,
día deste vario hebrero, 204
sombra deste cuerpo vano, 205
posta 206 de aquesta estafeta,
rastro de aquesta cometa, 207
tempestad deste verano,
200 Comienza Tristán una enumeración de imágenes con la que manifiesta a Marcela la fidelidad a su amo. 201 nema: ‘cierre sellado de la carta’. 202 fieltro: ‘capote con que se defendía el caminante del agua’. 203 mudanza: ‘paso de baile’. 204 hebrero: ‘febrero’. 205 vano: «falto de realidad, substancia o entidad» (Aut.). La estafeta es el correo que va por la posta, a caballo. 206 posta: ‘los caballos que están prevenidos en los caminos, a distancia de unas leguas, para que los correos vayan con rapidez de una parte a otra’. 207 cometa: aunque el substantivo sea femenino, se refiere al astro.
y, finalmente, yo soy
la uña de aqueste dedo,
que, en cortándome, no puedo
decir que con él estoy.
Váyase.
MARCELA ¿Qué sientes 208 desto?
DOROTEA No sé,
que a hablar no me atrevo.
MARCELA ¿No?
Pues yo hablaré.
DOROTEA Pues yo no.
MARCELA Pues yo sí.
DOROTEA Mira que fue
bueno el aviso, Marcela,
de los tapices que miras.
MARCELA Amor en celosas iras
ningún peligro recela.
A no saber cuán altiva
208 sientes: ‘opinas’.
es la condesa, dijera
que Teodoro en algo espera,
porque no sin causa priva 209
tanto estos días Teodoro.
DOROTEA Calla; que estás enojada.
MARCELA Mas yo me veré vengada,
ni soy tan necia que ignoro
las tretas de hacer pesar. 210
Sale Fabio.
FABIO ¿Está el secretario aquí?
MARCELA ¿Es por burlarte de mí?
FABIO ¡Por Dios, que le ando a buscar!
Que le llama mi señora.
MARCELA Fabio, que sea o no sea,
pregúntale a Dorotea
cuál puse a Teodoro agora.
209 priva: ‘actúa como privado’, es favorecido por su señora, Diana. 210 A continuación fingirá amor a Fabio. Pero será vana su treta, ya no puede dar pesar a Teodoro, como pretende.
¿No es majadero 211 cansado
este secretario nuestro?
FABIO ¡Qué engaño tan necio el vuestro!
¿Querréis que esté deslumbrado
de lo que los dos tratáis?
¿Es concierto de los dos?
MARCELA ¿Concierto? ¡Bueno!
FABIO Por Dios,
que pienso que me engañáis.
MARCELA Confieso, Fabio, que oí
las locuras de Teodoro,
mas yo sé que a un hombre adoro
harto parecido a ti.
FABIO ¿A mí?
MARCELA Pues ¿no te pareces
a ti?
FABIO Pues ¿a mí, Marcela?
MARCELA Si no te hablo con cautela, 212
211 majadero: ‘el instrumento con que se maja o machaza algo’; y también, como adjetivo, ‘necio, pesado, porfiado’.
Fabio, si no me enloqueces,
si tu talle no me agrada,
si no soy tuya, mi Fabio,
máteme el mayor agravio,
que es el querer despreciada. 213
FABIO Es engaño conocido,
o tú te quieres morir,
pues quieres restitüir
el alma que me has debido.
Si es burla o es invención,
¿a qué camina tu intento?
DOROTEA Fabio, ten atrevimiento
y aprovecha la ocasión;
que hoy te ha de querer Marcela
por fuerza. 214
FABIO Por voluntad
fuera amor, fuera verdad.
212 La adición es mía. La serie enumerativa exige esta negación, que, además, permite hacer la sinalefa. 213 Marcela pone como castigo de su falsa declaración lo que le ocurre. 214 por fuerza: forzada por el desdén de Teodoro.
DOROTEA Teodoro más alto vuela;
de Marcela se descarta. 215
FABIO Marcela, a buscarle voy.
Bueno en sus desdenes soy;
si amor te convierte en carta,
el sobrescrito a Teodoro,
y en su ausencia, denla a Fabio;
mas yo perdono el agravio,
aunque ofenda mi decoro,
y de espacio te hablaré;
siempre tuyo en bien o en mal.
Váyase.
DOROTEA ¿Qué has hecho?
MARCELA No sé; estoy tal,
que de mí misma no sé.
¿Anarda no quiere a Fabio?
215 se descarta: el uso de ese término para indicar cómo Teodoro rechaza, se aparta de Marcela, permite a Fabio jugar con el término carta y utilizar palabras o expresiones relacionadas con ella: sobrescrito, en su ausencia, denla, o la fórmula de despedida siempre tuyo en bien o en mal.
DOROTEA Sí quiere.
MARCELA Pues de los dos
me vengo, que amor es dios
de la envidia y del agravio.
Salen la condesa y Anarda.
DIANA Ésta ha sido la ocasión;
no me reprehendas más.
ANARDA La disculpa que me das
me ha puesto en más confusión.
Marcela está aquí, señora,
hablando con Dorotea.
DIANA Pues no hay disgusto que sea
para mí mayor agora.
Salte allá afuera, Marcela.
MARCELA Vamos, Dorotea, 216de aquí.
Bien digo yo que de mí
216 Dorotea es aquí trisílabo mientras es tetrasílabo en los otros versos (p. ej., v. 1530). En la primera edición figura Teodora, error que explicaría la palabra trisílaba.
o se enfada o se recela.
Váyanse Marcela y Dorotea.
ANARDA ¿Puédote hablar?
DIANA Ya bien puedes.
ANARDA Los dos 217 que de aquí se van
ciegos de tu amor están;
tú, en desdeñarlos, excedes
la condición de Anajarte, 218
la castidad de Lucrecia;
y quien a tantos desprecia...
DIANA Ya me canso de escucharte.
ANARDA ¿Con quién te piensas casar?
¿No puede el marqués Ricardo,
por generoso y gallardo,
si no exceder, igualar
217 Los dos: Federico y Ricardo. 218 Anajarte no se conmovió ni al ver colgado a su puerta a su enamorado Ifis; Venus la convirtió en piedra. Desde que Garcilaso la menciona en su Oda ad florem Gnidi, se convierte en referencia constante para la dama desdeñosa (el episodio en Metamorfosis, XIV).
al más poderoso y rico?
¿Y la más noble mujer,
también no lo puede ser
de tu primo Federico?
¿Por qué los has despedido
con tan extraño desprecio?
DIANA Porque uno es loco, otro necio,
y tú, en no haberme entendido,
más, Anarda, que los dos.
No los quiero, porque quiero,
y quiero porque no espero
remedio.
ANARDA ¡Válame Dios!
¿Tú quieres?
DIANA ¿No soy mujer? 219
ANARDA Sí, pero imagen de hielo,
donde el mismo sol del cielo
podrá tocar y no arder.
DIANA Pues esos hielos, Anarda,
219 Diana ya no responde a la condición de la diosa de su nombre.
dieron todos a los pies
de un hombre humilde.
ANARDA ¿Quién es?
DIANA La vergüenza me acobarda 220
que de mi propio valor
tengo; no diré su nombre;
basta que sepas que es hombre
que puede infamar mi honor.
ANARDA Si Pasife quiso un toro,
Semíramis un caballo, 221
y otras los monstros 222 que callo
220 Paradójicamente, tiene vergüenza de su propio valor (se atreve a amar a un hombre de baja condición), y éste le acobarda y no se atreve a decir el nombre de su amor. 221 La reina Pasifae, esposa del rey mitológico Minos, se enamoró de un toro. Y a Semíramis, reina de Asiria, se le atribuye la pasión por un caballo. Dice Ludovico a Julio en La Dorotea (acto IV, escena XXXIX): «Así se llamaba el hijo de Pasife, a quien levantó Ovidio que se enamoró de un toro; que entre las fábulas y apólogos de los poetas ninguna agravió tanto las mujeres como esta bestialidad y el caballo de Semíramis» (ed. cit. 1980: 365.).
por no infamar su decoro,
¿qué ofensa te puede hacer
querer hombre, sea quien fuere?
DIANA Quien quiere, puede, si quiere,
como quiso, aborrecer.
Esto es lo mejor: yo quiero
no querer.
ANARDA ¿Podrás?
DIANA Podré,
que si, cuando quise, amé,
no amar, en queriendo, espero.
Toquen dentro.
¿Quién canta?
ANARDA Fabio con Clara.
DIANA ¡Ojalá que me diviertan!
ANARDA Música y amor conciertan
bien; en la canción repara.
222 monstros: ‘monstruos’, así figura en B. Lope usa siempre la primera forma en sus autógrafos.
Canten dentro.
¡Oh quién pudiera hacer, oh quién hiciese
que, en no queriendo amar, aborreciese!223
¡Oh quién pudiera hacer, oh quién hiciera
que, en no queriendo amar, aborreciera!
ANARDA ¿Qué te dice la canción?
¿No ves que te contradice? 224
DIANA Bien entiendo lo que dice,
mas yo sé mi condición,
y sé que estará en mi mano,
como amar, aborrecer.
ANARDA Quien tiene tanto poder
223 Margit Frenk 1992: 23. indica su presencia, con variantes, en Caramancheles, Padilla y Alonso Núñez. E. Asensio 1989. analiza la transformación del texto del Cancionero de Alonso Núñez: «El traspaso del mote inicial al sistema paralelístico es una alteración que vale la pena examinar». En la literatura castellana, es «prácticamente desconocida» la variación paralelística en los dísticos de once sílabas; en cambio, se usa muchas veces en la poesía popular italiana. Formaría parte, pues, según el erudito, de la ambientación italiana. 224 Porque plantea como imposible el deseo de aborrecer del enamorado.
pasa del límite humano.
Teodoro entre.
TEODORO Fabio me ha dicho, señora,
que le mandaste buscarme.
DIANA Horas ha que te deseo. 225
TEODORO Pues ya vengo a que me mandes,
y perdona si he faltado.
DIANA Ya has visto estos dos amantes,
estos dos mis pretendientes.
TEODORO Sí, señora.
DIANA Buenos talles
tienen los dos.
TEODORO Y muy buenos.
DIANA No quiero determinarme
sin tu consejo. ¿Con cuál
te parece que me case?
TEODORO Pues ¿qué consejo, señora,
225 Diana utiliza un término ambiguo.
puedo yo en las cosas darte
que consisten en tu gusto?
Cualquiera que quieras darme
por dueño será el mejor.
DIANA Mal pagas el estimarte
por consejero, Teodoro,
en caso tan importante.
TEODORO Señora, en casa, ¿no hay viejos
que entienden de casos tales?
Otavio, tu mayordomo,
con experiencia lo sabe,
fuera de su larga edad.
DIANA Quiero yo que a ti te agrade
el dueño que has de tener.
¿Tiene el marqués mejor talle
que mi primo?
TEODORO Sí, señora.
DIANA Pues elijo al marqués; parte,
y pídele las albricias. 226
226 pídele las albricias: ‘el regalo o dones que se piden por dar alguna buena nueva’.
Váyase la condesa.
TEODORO ¿Hay desdicha semejante?
¿Hay resolución tan breve?
¿Hay mudanza tan notable?
¿Estos eran los intentos
que tuve? ¡Oh sol, abrasadme
las alas con que subí
−pues vuestro rayo deshace
las mal atrevidas plumas−227
a la belleza de un ángel!
Cayó Diana en su error.
¡Oh, qué mal hice en fïarme
de una palabra amorosa!
¡Ay! ¡Cómo entre desiguales
mal se concierta el amor!
Pero ¿es mucho que me engañen
aquellos ojos a mí,
si pudieran ser bastantes
a hacer engaños a Ulises? 228
227 Nueva alusión a Ícaro, con el que identifica al vuelo de su pensamiento.
De nadie puedo quejarme
sino de mí, pero, en fin,
¿qué pierdo cuando me falte?
Haré cuenta que he tenido
algún acidente 229 grave,
y que, mientras me duró,
imaginé disparates.
No más; despedíos 230 de ser,
oh pensamiento arrogante,
conde de Belflor; volved
la proa al antigua margen. 231
Queramos nuestra Marcela;
para vos Marcela baste.
Señoras busquen señores;
que amor se engendra de iguales.
Y pues en aire nacistes, 232
228 . Como si de Circe se tratara. Ulises, ejemplo de astucia y cordura, fue seducido por la maga Circe. 229 acidente: ‘accidente, enfermedad repentina’. 230 despedíos: trisílaba aquí. 231 Como si ahora de una navegación se tratara y no de un vuelo; margen: ‘orilla’. 232 nacistes: ‘nacisteis’.
quedad convertido en aire;
que donde méritos faltan,
los que piensan subir caen.
Sale Fabio.
FABIO ¿Hablaste ya con mi señora?
TEODORO Agora,
Fabio, la hablé, y estoy con gran contento,
porque ya la condesa, mi señora,
rinde su condición al casamiento.
Los dos que viste, cada cual la adora;
mas ella, con su raro 233 entendimiento,
al marqués escogió.
FABIO Discreta ha sido.
TEODORO Que gane las albricias me ha pedido;
mas yo, que soy tu amigo, quiero darte,
Fabio, aqueste provecho; parte presto,
y pídelas por mí.
FABIO Si debo amarte
233 raro: ‘extraordinario’.
muestra la obligación en que me has
puesto.
Voy como un rayo, y volveré a buscarte,
satisfecho de ti, contento desto.
Y alábese el marqués, que ha sido
empresa
de gran valor rendirse la condesa.
Vase Fabio, y sale Tristán.
TRISTÁN Turbado a buscarte vengo.
¿Es verdad lo que me han dicho?
TEODORO ¡Ay Tristán! Verdad será,
si son desengaños míos.
TRISTÁN Ya, Teodoro, en las dos sillas
los dos batanes 234 he visto
que molieron a Diana;
pero que hubiese elegido,
hasta agora no lo sé.
234 batán: ‘molino de agua’. Tristán se refiere aquí a los dos pretendientes.
TEODORO Pues, Tristán, agora vino
ese tornasol 235 mudable,
esa veleta, ese vidrio,
ese río junto al mar,
que vuelve atrás, aunque es río;
esa Diana, esa luna, 236
esa mujer, ese hechizo,
ese monstro de mudanzas,
que sólo perderme quiso
por afrentar sus vitorias;
y que dijese me dijo
cuál de los dos me agradaba,
porque sin consejo mío
no se pensaba casar.
Quedé muerto y tan perdido
que no responder locuras
fue de mi locura indicio;
díjome, en fin, que el marqués
235 tornasol: ‘girasol’. 236 Diana, diosa de los bosques, es la luna. Teodoro juega aquí con la referencia mitológica y con la condición de mudable que tiene el satélite.
le agradaba y que yo mismo
fuese a pedir las albricias.
TRISTÁN ¿Ella, en fin, tiene marido?
TEODORO El marqués Ricardo.
TRISTÁN Pienso
que a no verte sin jüicio
y porque dar aflición
no es justo a los afligidos,
que agora te diera vaya 237
de aquel pensamiento altivo
con que a ser conde aspirabas.
TEODORO Si aspiré, Tristán, ya expiro.
TRISTÁN La culpa tienes de todo.
TEODORO No lo niego, que yo he sido
fácil 238 en creer los ojos
de una mujer.
TRISTÁN Yo te digo
que no hay vasos de veneno
237 dar vaya: ‘burlarse, mofarse’. 238 fácil: ‘el que se deja llevar con ligereza por el parecer de otro’; aquí, por su mirada.
a los mortales sentidos,
Teodoro, como los ojos
de una mujer.
TEODORO De corrido, 239
te juro, Tristán, que apenas
puedo levantar los míos.
Esto pasó, y el remedio
es sepultar en olvido
el suceso y el amor.
TRISTÁN ¡Qué arrepentido y contrito 240
has de volver a Marcela!
TEODORO Presto seremos amigos.
Sale Marcela.
MARCELA ¡Qué mal que finge amor quien no le
tiene!
¡Qué mal puede olvidarse amor de un año,
pues mientras más el pensamiento engaño,
más atrevido a la memoria viene!
239 corrido: ‘avergonzado’. 240 contrito: ‘arrepentido’.
Pero si es fuerza y al honor conviene,
remedio suele ser del desengaño
curar el propio amor amor extraño; 241
que no es poco remedio el que entretiene.
Mas ¡ay! que imaginar que puede amarse
en medio de otro amor es atreverse
a dar mayor venganza por vengarse.
Mejor es esperar que no perderse,
que suele alguna vez, pensando helarse,
amor con los remedios encenderse.
TEODORO Marcela.
MARCELA ¿Quién es?
TEODORO Yo soy.
¿Así te olvidas de mí?
MARCELA Y tan olvidada estoy,
que a no imaginar en ti 242
fuera de mí misma voy.
Porque si en mí misma fuera,
241 extraño: ‘ajeno’. Es uno de los Remedios de amor de Ovidio que intentan los personajes; véanse los vv. 451 y ss. 242 imaginar en: ‘pensar en’.
te imaginara y te viera,
que para no imaginarte,
tengo el alma en otra parte,
aunque olvidarte no quiera.
¿Cómo me osaste nombrar?
¿Cómo cupo en esa boca
mi nombre?
TEODORO Quise probar
tu firmeza, y es tan poca
que no me ha dado lugar.
Ya dicen que se empleó
tu cuidado 243 en un sujeto
que mi amor sostituyó.
MARCELA Nunca, Teodoro, el discreto
mujer ni vidrio probó. 244
Mas no me des a entender
que prueba quisiste hacer;
yo te conozco, Teodoro;
unos pensamientos de oro
243 cuidado: ‘preocupación amorosa’. 244 probó: ‘puso a prueba’.
te hicieron enloquecer.
¿Cómo te va? ¿No te salen
como tú los imaginas?
¿No te cuestan lo que valen?
¿No hay dichas que las divinas
partes de tu dueño 245 igualen?
¿Qué ha sucedido? ¿Qué tienes?
Turbado, Teodoro, vienes.
¿Mudóse aquel vendaval?
¿Vuelves a buscar tu igual,
o te burlas y entretienes?
Confieso que me holgaría
que dieses a mi esperanza,
Teodoro, un alegre día.
TEODORO Si le quieres con venganza,
¿qué mayor, Marcela mía?
Pero mira que el amor
es hijo de la nobleza;
no muestres tanto rigor;
245 partes: ‘prendas, cualidades, dotes naturales’; dueño: se designaba así, en masculino, a la amada, como herencia del midons de la poesía trovadoresca.
que es la venganza bajeza,
indigna del vencedor.
Venciste: yo vuelvo a ti,
Marcela; que no salí
con 246 aquel mi pensamiento.
Perdona el atrevimiento,
si ha quedado amor en ti.
No porque no puede ser
proseguir las esperanzas
con que te pude ofender,
mas porque en estas mudanzas
memorias me hacen volver.
Sean, pues, estas memorias
parte 247 a despertar la tuya,
pues confieso tus vitorias.
MARCELA No quiera Dios que destruya
los principios de tus glorias.
Sirve −bien haces−, porfía,
no te rindas, que dirá
246 salir con: ‘conseguir’. 247 sean... parte: ‘sean motivo, sirvan para’.
tu dueño que es cobardía;
sigue tu dicha, que ya
voy prosiguiendo 248 la mía.
No es agravio amar a Fabio,
pues me dejaste, Teodoro,
sino el remedio más sabio,
que, aunque el dueño no mejoro,
basta vengar el agravio.
Y quédate a Dios; que ya
me cansa el hablar contigo;
no venga Fabio, que está
medio casado conmigo.
TEODORO Tenla, Tristán; que se va.
TRISTÁN Señora, señora, advierte
que no es volver a quererte
dejar de haberte querido.
Disculpa el buscarte ha sido,
si ha sido culpa ofenderte.
Óyeme, Marcela, a mí.
MARCELA ¿Qué quieres, Tristán?
248 proseguir: ‘seguir’.
TRISTÁN Espera.
Salen la condesa y Anarda.
DIANA ¡Teodoro y Marcela aquí!
ANARDA Parece que el ver te altera
que estos dos se hablen ansí.
DIANA Toma, Anarda, esa antepuerta, 249
y cubrámonos 250 las dos.
(Amor con celos despierta.)
MARCELA Déjame, Tristán, por Dios.
ANARDA Tristán a los dos concierta,
que deben de estar reñidos.
DIANA (El alcahuete lacayo
me ha quitado los sentidos.)
TRISTÁN No pasó más presto el rayo
que por sus ojos y oídos
pasó la necia belleza
desa mujer que le adora. 251
249 antepuerta: ‘cortina (o vidriera) que tapa una puerta’. 250 cubrámonos: ‘ocultémonos’.
Ya desprecia su riqueza,
que más riqueza atesora
tu gallarda gentileza.
Haz cuenta que fue cometa
aquel amor. Ven acá,
Teodoro.
DIANA (¡Brava estafeta 252
es el lacayo!)
TEODORO Si ya
Marcela, a Fabio sujeta,
dice que le tiene amor,
¿por qué me llamas, Tristán?
TRISTÁN ¡Otro enojado!
TEODORO Mejor;
los dos casarse podrán.
TRISTÁN ¿Tú también? ¡Bravo rigor! 253
Ea, acaba, llega, 254pues,
251 le adora: se refiere a Teodoro, del que le habla a Marcela aunque él esté presente. 252 estafeta: ‘correo’, porque Tristán es el intermediario entre Marcela y Teodoro. 253 rigor: ‘crueldad’.
dame esa mano, y después
que se hagan las amistades.
TEODORO Necio, ¿tú me persüades?
TRISTÁN Por mí quiero que le des
la mano esta vez, señor. 255
TEODORO ¿Cuándo he dicho yo a Marcela
que he tenido a nadie amor?
Y ella me ha dicho...
TRISTÁN Es cautela
para vengar tu rigor.
MARCELA No es cautela; que es verdad.
TRISTÁN Calla, boba; ea, llegad.
¡Qué necios estáis los dos!
TEODORO Yo rogaba; mas por Dios,
que no he de hacer amistad.
MARCELA ¡Pues a mí me pase un rayo!
TRISTÁN No jures.
254 llega: ‘acércate’. 255 señor: en el texto señora; enmienda de Cotarelo: la rima (ó) y el sentido exigen señor.
MARCELA Aunque le muestro
enojo, ya me desmayo.
TRISTÁN Pues tente firme.
DIANA (¡Qué diestro
está el bellaco lacayo!)
MARCELA Déjame, Tristán; que tengo
que hacer.
TEODORO Déjala, Tristán.
TRISTÁN Por mí, vaya.
TEODORO Tenla.
MARCELA ¡Vengo
mi amor! 256
TRISTÁN ¿Cómo no se van
ya que a ninguno detengo?
MARCELA ¡Ay, mi bien! No puedo irme.
TEODORO Ni yo, porque no es tan firme
ninguna roca en la mar.
MARCELA Los brazos te quiero dar.
256 Edito Vengo mi amor, y no Vengo, mi amor, siguiendo la corrección de F. Serralta 1991: 524.
TEODORO Y yo a los tuyos asirme.
TRISTÁN Si yo no era menester
¿por qué me hicistes 257 cansar?
ANARDA ¿Desto gustas?
DIANA Vengo a ver
lo poco que hay que fïar
de un hombre y una mujer.
TEODORO ¡Ay! ¡Qué me has dicho de afrentas!
TRISTÁN Yo he caído 258 ya con veros
juntar las almas contentas,
que es desgracia de terceros
no se concertar las ventas.
MARCELA Si te trocare, mi bien,
por Fabio, ni por el mundo,
que tus agravios me den
la muerte.
TEODORO Hoy de nuevo fundo, 259
257 hicistes: ‘hicisteis’. 258 he caído: ‘me he rendido’; ha acabado su misión como tercero. 259 fundo: ‘echo los cimientos, establezco’.
Marcela, mi amor también,
y si te olvidare, digo
que me dé el cielo en castigo
el verte en brazos de Fabio.
MARCELA ¿Quieres deshacer mi agravio?
TEODORO ¿Qué no haré por ti y contigo?
MARCELA Di que todas las mujeres
son feas.
TEODORO Contigo, es claro.
Mira qué otra cosa quieres.
MARCELA En ciertos celos reparo,
ya que tan mi amigo eres;
que no importa que esté aquí
Tristán.
TRISTÁN Bien podéis por mí,
aunque de mí mismo sea.
MARCELA Di que la condesa es fea.
TEODORO Y un demonio para mí.
MARCELA ¿No es necia?
TEODORO Por todo extremo.
MARCELA ¿No es bachillera? 260
TEODORO Es cuitada.
DIANA Quiero estorbarlos, que temo
que no reparen en nada,
y aunque me hielo, me quemo. 261
ANARDA ¡Ay señora, no hagas tal!
TRISTÁN Cuando queráis decir mal
de la condesa y su talle,
a mí me oíd.
DIANA ¿Escuchalle
podré desvergüenza igual?
TRISTÁN Lo primero...
DIANA Yo no aguardo
a lo segundo, que fuera
necedad.
260 bachillera: ‘charlatana, que habla fuera de propósito y sin fundamento’; cuitada: ‘miserable, mezquina’. 261 El amor le quema; el desprecio de Teodoro le hiela.
MARCELA Voyme, Teodoro.
Váyase con una reverencia Marcela.
TRISTÁN ¡La condesa!
TEODORO ¿La condesa?
DIANA Teodoro...
TEODORO Señora, advierte...
TRISTÁN (El cielo a tronar comienza;
no pienso aguardar los rayos.)
Vase Tristán.
DIANA Anarda, un bufete llega. 262
Escribiráme Teodoro
una carta de su letra,
pero notándola 263 yo.
TEODORO (Todo el corazón me tiembla.
262 un bufete: ‘mesita portátil que sirve para escribir’; llega: ‘acerca’. 263 notándola: ‘dictándola’.
¿Si oyó lo que hablado habemos?) 264
DIANA (Bravamente amor despierta
con los celos a los ojos.
¡Que aqueste amase a Marcela,
y que yo no tenga partes
para que también me quiera!
¡Que se burlasen de mí!)
TEODORO (Ella murmura y se queja;
bien digo yo que en palacio,
para que a callar aprenda,
tapices tienen oídos
y paredes tienen lenguas.)
Sale Anarda con un bufetillo pequeño y recado de
escribir. 265
ANARDA Este pequeño he traído
y tu escribanía. 266
264 habemos: ‘hemos’. 265 recado de escribir: ‘lo necesario para escribir’. 266 escribanía: ‘lo necesario (recado de...) para escribir’.
DIANA Llega,
Teodoro, y toma la pluma.
TEODORO (Hoy me mata o me destierra.)
DIANA Escribe.
TEODORO Di.
DIANA No estás bien
con la rodilla en la tierra.
Ponle, Anarda, una almohada.
TEODORO Yo estoy bien.
DIANA Pónsela, necia.
TEODORO (No me agrada este favor
sobre enojos y sospechas;
que quien honra las rodillas
cortar quiere la cabeza.)
Yo aguardo.
DIANA Yo digo ansí.
TEODORO (Mil cruces hacer quisiera.) 267
267 No una cruz para empezar a escribir, sino mil −santiguarse− para protegerse.
Siéntese la condesa en una silla alta. 268 Ella diga, y él vaya escribiendo.
DIANA «Cuando una mujer principal se ha
declarado con
un hombre humilde, eslo 269 mucho el
término 270
de volver a hablar con otra; mas quien
no estima
su fortuna quédese para necio.»
TEODORO ¿No dices más?
DIANA Pues, ¿qué más?
El papel, Teodoro, cierra.
ANARDA ¿Qué es esto que haces, señora?
DIANA Necedades de amor llenas.
ANARDA Pues ¿a quién tienes amor?
DIANA ¿Aún no le conoces, bestia?
Pues yo sé que le murmuran
268 Queda así marcada la distancia social entre ambos. 269 eslo: ‘lo es’; es muy humilde. 270 término: ‘forma, modo de portarse’.
de mi casa hasta las piedras.
TEODORO Ya el papel está cerrado;
sólo el sobrescrito resta.
DIANA Pon, Teodoro, para ti,
y no lo entienda 271 Marcela;
que quizá le entenderás
cuando de espacio le leas.
Váyase y quede solo, y entre Marcela.
TEODORO ¡Hay confusión tan extraña!
¡Que aquesta mujer me quiera
con pausas, como sangría, 272
y que tenga intercadencias 273
el pulso de amor tan grandes!
MARCELA ¿Qué te ha dicho la condesa,
mi bien? Que he estado temblando
271 entienda: ‘advierta’. 272 sangría: ‘incisión en la vena’, remedio muy frecuente entonces. 273 intercadencias: ‘interrupciones’, término aplicado al pulso que indica desigualdades en su ritmo; aquí ‘cambios’.
detrás de aquella antepuerta.
TEODORO Díjome que te quería
casar con Fabio, Marcela;
y este papel que escribí
es que despacha 274 a su tierra
por los dineros del dote.
MARCELA ¿Qué dices?
TEODORO Sólo que sea
para bien, y pues te casas,
que de burlas ni de veras
tomes mi nombre en tu boca.
MARCELA Oye.
TEODORO Es tarde para quejas.
Váyase.
MARCELA No, no puedo yo creer
que aquesta la ocasión sea.
Favores de aquesta loca
le han hecho dar esta vuelta;
274 despacha: ‘envía’.
que él está como arcaduz, 275
que, cuando baja, le llena
del agua de su favor,
y, cuando sube, le mengua.
¡Ay de mí, Teodoro ingrato,
que, luego que su grandeza
te toca al arma, 276me olvidas!
Cuando te quiere, me dejas;
cuando te deja, me quieres.
¿Quién ha de tener paciencia?
¿Quién ha de tener paciencia?
Sale el marqués, y Fabio.
RICARDO No pude, Fabio, detenerme un hora.
Por tal merced le besaré las manos.
FABIO Dile presto, Marcela, a mi señora
que está el marqués aquí.
MARCELA (Celos tiranos,
275 arcaduz: ‘los vasos o cangilones de la noria, con los que se saca el agua’. 276 tocar al arma: «prevenirse los soldados y acudir a algún puesto» (Aut.); aquí ‘llamar’.
celos crüeles, ¿qué queréis agora,
tras tantos locos pensamientos vanos?)
FABIO ¿No vas?
MARCELA Ya voy.
FABIO Pues dile que ha venido
nuestro nuevo señor y su marido.
Vase Marcela.
RICARDO Id, Fabio, a mi posada; que mañana
os daré mil escudos y un caballo
de la casta mejor napolitana.
FABIO Sabré, si no serville, celebrallo.
RICARDO Este es principio sólo, que Diana
os tiene por crïado y por vasallo,
y yo por sólo amigo.
FABIO Esos pies beso.
RICARDO No pago ansí; la obligación confieso.
Sale la condesa.
DIANA ¿Vuseñoría aquí?
RICARDO Pues ¿no era justo,
si me enviáis con Fabio tal recado,
y que, después de aquel mortal disgusto,
me elegís por marido y por crïado?
Dadme esos pies; que de manera el gusto
de ver mi amor en tan dichoso estado
me vuelve loco, que le tengo en poco
si me contento con volverme loco.
¿Cuándo pensé, señora, mereceros,
ni llegar a más bien que desearos?
DIANA No acierto, aunque lo intento, a
responderos.
¿Yo he envïado a llamaros? ¿O es
burlaros?
RICARDO Fabio, ¿qué es esto?
FABIO ¿Pude yo traeros
sin ocasión agora, ni llamaros,
menos que de Teodoro prevenido? 277
277 menos que de Teodroro prevenido: ‘a no ser que Teodoro me lo haya advertido’.
DIANA Señor marqués, Teodoro culpa ha sido.278
Oyóme anteponer a Federico
vuestra persona, con ser primo hermano
y caballero generoso y rico,
y presumió 279 que os daba ya la mano.
A vuestra señoría le suplico
perdone aquestos necios.
RICARDO Fuera en vano
dar a Fabio perdón, si no estuviera
a donde vuestra imagen le valiera. 280
Bésoos los pies por el favor y espero
que ha de vencer mi amor esta porfía.
Váyase el marqués.
DIANA ¿Paréceos bien aquesto, majadero?
FABIO ¿Por qué me culpa a mí vuseñoría?
278 Teodoro culpa ha sido: ‘ha sido culpa de Teodoro’. 279 presumió: ‘supuso’. 280 La presencia de Diana −su imagen como diosa− protege a Fabio de las iras de Ricardo, que se siente burlado.
DIANA Llamad luego a Teodoro.(¡Qué ligero
este cansado pretensor 281 venía,
cuando me matan celos de Teodoro!)
FABIO (¡Perdí el caballo y mil escudos de oro!)
Váyase Fabio, y quede la condesa sola.
DIANA ¿Qué me quieres, amor? ¿Ya no tenía
olvidado a Teodoro? ¿Qué me quieres?
Pero responderás que tú no eres,
sino tu sombra, que detrás venía.
¡Oh celos! ¿Qué no hará vuestra porfía?
Malos letrados 282 sois con las mujeres,
pues jamás os pidieron pareceres
que pudiese el honor guardarse un día.
Yo quiero a un hombre bien, mas se
me acuerda
que yo soy mar y que es humilde barco,283
281 pretensor: ‘pretendiente’. 282 letrados: ‘abogados’. 283 Muy bella metáfora que recoge la desigualdad social de los dos enamorados.
y que es contra razón que el mar se pierda.
En gran peligro, amor, el alma embarco,
mas si tanto el honor tira la cuerda,
por Dios, que temo que se rompa el arco.
Sale Teodoro, y Fabio.
FABIO Pensó matarme el marqués;
pero, la verdad diciendo,
más sentí los mil escudos.
TEODORO Yo quiero darte un consejo.
FABIO ¿Cómo?
TEODORO El conde Federico
estaba perdiendo el seso
porque el marqués se casaba.
Parte y di que el casamiento
se ha deshecho, y te dará
esos mil escudos luego.
FABIO Voy como un rayo.
TEODORO Camina.
¿Llamábasme?
DIANA Bien ha hecho
ese necio en irse agora.
TEODORO Un hora he estado leyendo
tu papel, y bien mirado,
señora, tu pensamiento,
hallo que mi cobardía
procede de tu respeto;
pero que ya soy culpado
en tenerle, como necio,
a tus muchas diligencias;
y así a decir me resuelvo
que te quiero, y que es disculpa
que con respeto te quiero.
Temblando estoy, no te espantes.
DIANA Teodoro, yo te lo creo.
¿Por qué no me has de querer
si soy tu señora y tengo
tu voluntad obligada,
pues te estimo y favorezco
más que a los otros crïados?
TEODORO Ese lenguaje no entiendo.
DIANA No hay más que entender, Teodoro,
ni pasar el pensamiento
un átomo desta raya.
Enfrena cualquier deseo;
que de una mujer, Teodoro,
tan principal, y más, siendo
tus méritos tan humildes,
basta un favor muy pequeño
para que toda la vida
vivas honrado y contento.
TEODORO Cierto que vuseñoría
−perdóneme si me atrevo−
tiene en el jüicio a veces,
que no en el entendimiento,
mil lúcidos intervalos. 284
¿Para qué puede ser bueno
haberme dado esperanzas
que en tal estado me han puesto
−pues del peso de mis dichas
caí, como sabe, enfermo 285
284 intervalo: «aquel espacio de tiempo que los que están faltos de juicio o tienen manías están en sí y hablan en razón» (Aut.).
casi un mes en una cama
luego que tratamos desto−,
si, cuando vee que me enfrío,
se abrasa de vivo fuego,
y, cuando vee que me abraso,
se hiela de puro hielo?
¡Dejárame con Marcela!
Mas viénele bien el cuento
del perro del hortelano. 286
No quiere, abrasada en celos,
que me case con Marcela;
y en viendo que no la quiero,
vuelve a quitarme el jüicio,
285 También Nise está enferma entre el ACTO
PRIMERO y el segundo de La dama boba −se habla de que ha pasado un mes− (v. 1067), y celebran su salud los galanes de su Academia poética. V. mi edición de La dama boba (R. Navarro Durán 1989: 47-52.). 286 Aparece por primera vez el leit-motiv de la obra y su título. Como indica F. Florit Durán: «el refrán que sirve para roturarla viene recogido en las tres compilaciones más importantes» (Covarrubias, Correas y el Diccionario de Autoridades). Cita también el acto VII de la Celestina, donde la alcahueta se lo dice a Areúsa. F. Florit Durán 1991: 35-36.
y a despertarme si duermo;
pues coma o deje comer,
porque yo no me sustento
de esperanzas tan cansadas; 287
que si no, desde aquí vuelvo
a querer donde me quieren.
DIANA Eso no, Teodoro; advierto
que Marcela no ha de ser.
En otro cualquier sujeto
pon los ojos; que en Marcela
no hay remedio.
TEODORO ¿No hay remedio? 288
Pues ¿quiere vuseñoría
que, si me quiere y la quiero,
ande a probar voluntades?
¿Tengo yo de tener puesto,
a donde no tengo gusto,
mi gusto por el ajeno?
Yo adoro a Marcela, y ella
287 cansadas: ‘molestas, impertinentes’. 288 remedio: alude al matrimonio, como en el v. 173.
me adora, y es muy honesto
este amor.
DIANA ¡Pícaro infame!
Haré yo que os maten luego.
TEODORO ¿Qué hace vuseñoría?
DIANA Daros, por sucio 289 y grosero,
estos bofetones.
Sale Fabio, y el conde Federico.
FABIO Tente.
FEDERICO Bien dices, Fabio; no entremos.
Pero mejor es llegar.
Señora mía, ¿qué es esto?
DIANA No es nada: enojos que pasan
entre crïados y dueños.
FEDERICO ¿Quiere vuestra señoría
alguna cosa?
DIANA No quiero
más de hablaros en las mías. 290
289 sucio: ‘descortés, desatento’. 290 en las mías: ‘en mis cosas’.
FEDERICO Quisiera venir a tiempo
que os hallara con más gusto.
DIANA Gusto, Federico, tengo;
que aquestas son niñerías.
Entrad y sabréis mi intento
en lo que toca al marqués.
Váyase Diana.
FEDERICO (Aparte.)Fabio.
FABIO ¿Señor?
FEDERICO Yo sospecho
que en estos disgustos hay
algunos gustos secretos.
FABIO No sé, por Dios. Admirado
de ver, señor conde, quedo
tratar tan mal a Teodoro,
cosa que jamás ha hecho
la condesa, mi señora.
FEDERICO Bañóle de sangre el lienzo. 291
291 lienzo: ‘pañuelo’.
Váyanse Federico y Fabio.
TEODORO Si aquesto no es amor, ¿qué nombre
quieres,
amor, que tengan desatinos tales?
Si ansí quieren mujeres principales,
furias las llamo yo, que no mujeres.
Si la grandeza excusa 292 los placeres,
que iguales pueden ser en desiguales,
¿por qué, enemiga, de crueldad te vales,
y por matar a quien adoras, mueres?
¡Oh mano poderosa de matarme! 293
¡Quién te besara entonces, mano hermosa,
agradecido al dulce castigarme!
No te esperaba yo tan rigurosa,
pero si me castigas por tocarme,
tú sola hallaste gusto en ser celosa.
292 excusa: ‘exime de carga y tributos, le permite’. 293 Es el v. 798 de la égloga II de Garcilaso de la Vega. Adviértase lo bien acomodado que está al contexto con la alusión a la mano de Diana que le ha abofeteado.
Sale Tristán.
TRISTÁN Siempre tengo de venir
acabados los sucesos;
arezco espada cobarde.
TEODORO ¡Ay, Tristán!
TRISTÁN Señor, ¿qué es esto?
¡Sangre en el lienzo!
TEODORO Con sangre
quiere amor que de los celos
entre la letra. 294
TRISTÁN Por Dios,
que han sido celos muy necios.
TEODORO No te espantes, que está loca
de un amoroso deseo,
y como el ejecutarle
tiene su honor por desprecio,
294 Dice el refrán «la letra con sangre entra». Como dice Nise, en La dama boba, al ver que el maestro da con la palmeta en la mano de su boba hermana: «Cuando el dicípulo ignora, / tiene el maestro licencia / de castigar» (vv. 373-375).
quiere deshacer mi rostro,
porque es mi rostro el espejo
adonde mira su honor,
y véngase en verle feo.
TRISTÁN Señor, que Juana o Lucía
cierren conmigo 295 por celos,
y me rompan con las uñas
el cuello que ellas me dieron,
que me repelen 296 y arañen
sobre averiguar por cierto
que les hice un peso falso, 297
vaya; es gente de pandero, 298
de media de cordellate 299
y de zapato frailesco;
pero que tan gran señora
se pierda tanto el respeto
295 cierren conmigo: ‘me ataquen’. 296 repelen: ‘arranquen el pelo’. 297 les hice un peso falso: ‘les engañé’. 298 es gente de pandero: ‘gente de baja condición’ (pandero: instrumento rústico). 299 cordellate: ‘paño delgado como estameña (de estambre), cuya trama forma cordoncillo’.
a sí misma, es vil acción.
TEODORO No sé, Tristán; pierdo el seso
de ver que me está adorando
y que me aborrece luego.
No quiere que sea suyo
ni de Marcela, y si dejo
de mirarla, luego busca
para hablarme algún enredo.
No dudes; naturalmente 300
es del hortelano el perro:
ni come ni comer deja,
ni está fuera ni está dentro.
TRISTÁN Contáronme que un doctor,
catredático 301 y maestro,
tenía un ama y un mozo
que siempre andaban riñendo.
Reñían a la comida,
a la cena, y hasta el sueño
le quitaban con sus voces;
300 naturalmente: ‘por naturaleza’. 301 catredático: ‘catedrático’, con metátesis.
que estudiar no había remedio. 302
Estando en lición un día,
fuele forzoso corriendo
volver a casa, y entrando
de improviso en su aposento,
vio el ama y mozo acostados
con amorosos requiebros,
y dijo: «¡Gracias a Dios,
que una vez en paz os veo!».
Y esto imagino de entrambos,
aunque siempre andáis riñendo.
Sale la condesa.
DIANA Teodoro.
TEODORO ¿Señora?
TRISTÁN (¿Es duende
esta mujer?)
DIANA Sólo vengo
a saber cómo te hallas.
302 remedio: ‘medio’.
TEODORO ¿Ya no lo ves?
DIANA ¿Estás bueno?
TEODORO Bueno estoy.
DIANA ¿Y no dirás:
«A tu servicio»?
TEODORO No puedo
estar mucho en tu servicio,
siendo tal el tratamiento.
DIANA ¡Qué poco sabes!
TEODORO Tan poco
que te siento y no te entiendo, 303
pues no entiendo tus palabras,
y tus bofetones siento;
si no te quiero, te enfadas,
y enójaste si te quiero;
escríbesme si me olvido,
y si me acuerdo, te ofendo;
pretendes que yo te entienda,
y si te entiendo, soy necio.
303 Juega con los dos significados de sentir, que también quiere decir ‘oír’.
Mátame o dame la vida;
da un medio a tantos extremos.
DIANA ¿Hícete sangre?
TEODORO ¿Pues no?
DIANA ¿Adónde tienes el lienzo?
TEODORO Aquí.
DIANA Muestra.
TEODORO ¿Para qué?
DIANA Para que 304 esta sangre quiero.
Habla a Otavio, a quien agora
mandé que te diese luego
dos mil escudos, Teodoro.
TEODORO ¿Para qué?
DIANA Para hacer lienzos.
Váyase la condesa.
TEODORO ¿Hay disparates iguales?
TRISTÁN ¿Qué encantamentos 305 son estos?
304 Para que: ‘porque’.
TEODORO Dos mil escudos me ha dado.
TRISTÁN Bien puedes tomar al precio 306
otros cuatro bofetones.
TEODORO Dice que son para lienzos
y llevó el mío con sangre.
TRISTÁN Pagó la sangre y te ha hecho
doncella por las narices. 307
TEODORO No anda mal agora el perro,
pues, después que muerde, halaga.
TRISTÁN Todos aquestos extremos
han de parar en el ama
del doctor.
TEODORO ¡Quiéralo el cielo! 308
305 encantamento: ‘encantamiento’. Antes Tristán ha preguntado si es duende. Calderón crearía una espléndida dama duende. 306 al precio: ‘por el precio’. 307 te ha hecho doncella por las narices: porque ha sangrado como si fuese virgen. Dice V. F. Dixon: «Con un cambio de roles sexuales, la noble (como si fuera un Comendador abusivo) ha indemnizado a su inferior por el estupro de su órgano nasal» V. Dixon, 1995b: 132: . 308 En el final de la anécdota que ha contado.
ACTO TERCERO
Salen Federico y Ricardo.
RICARDO ¿Esto vistes? 309
FEDERICO Esto vi.
RICARDO ¿Y que le dio bofetones?
FEDERICO El servir tiene ocasiones, 310
mas no lo son para mí;
que al poner 311 una mujer
de aquellas prendas la mano
al rostro de un hombre, es llano
que otra ocasión puede haber.
Y bien veis que lo acredita
el andar tan mejorado. 312
RICARDO Ella es mujer, y él crïado.
309 vistes: ‘visteis’. 310 ocasiones: ‘oportunidades y a la vez riesgos’. 311 al poner: el poner en el texto, que los editores (salvo Dixon) enmiendan en al poner, que parece más correcto. 312 Como precisará en los vv. 2392-2397.
FEDERICO Su perdición solicita. 313
RICARDO La fábula que pintó
el filósofo moral 314
313 En las ediciones los vv. 2371 a 2387 figuran en boca de Federico; los vv. 2388-2397, de Ricardo; los vv. 2398-2402, de Federico y los vv. 2402-2403, de Ricardo. Pero, sigo la enmienda de V. Dixon, porque es Federico, primo de Diana, quien ha presenciado el bofetón que le ha dado a su secretario. Él tiene, pues, que decir «La altivez y bizarría / de Diana me admiró»; y es, en cambio, Ricardo quien puede aludir «al decoro / de vuestra sangre» como razón para la muerte de Teodoro. 314 Dice Dixon que probablemente sea Esopo como «filósofo moral», nombre que documenta aplicado al fabulista; pero también le llama así Pedro Mexía a Plutarco, «uno de los excelentes filósofos morales que ha habido en el mundo» (Silva de varia lección, I, 6). Dixon además reproduce la fábula «de las dos ollas» de Aviano y remite a Alciato y al Eclesiastés 13, 3, al que envían Kohler y Kossoff: «¿Qué le dará el caldero a la olla? / Chocar con ella y quebrarla». El emblema de Alciato traducido por Bernardino Daza Pinciano dice: «Dos ollas por un río iban nadando, / una de barro, y otra de cobre era. / Aquésta a aquélla ruega que juntando / sus fuerzas ambas a la muy ligera / agua resistan. .... A la cual no ando / −la otra dijo− en ser tu compañera, / porque ahora a mí tú o yo a ti sea llegada, / sin recibir tu mal seré quebrada» (Alciato 1975: 113.).
de las dos ollas, ¡qué igual
hoy a los dos la vistió!
Era de barro la una,
la otra de cobre o hierro,
que un río a los pies de un cerro
llevó con varia fortuna.
Desvióse la de barro
de la de cobre, temiendo
que la quebrase; y yo entiendo
pensamiento tan bizarro 315
del hombre y de la mujer,
hierro y barro, y no me espanto,
pues acercándose tanto,
por fuerza se han de romper.
FEDERICO La altivez y bizarría 316
de Diana me admiró,
y bien puede ser que yo
viese y no viese aquel día;
mas ver caballos y pajes
315 bizarro: ‘espléndido, lucido’. 316 bizarría: ‘esplendor en el porte’.
en Teodoro, y tantas galas,
¿qué son sino nuevas alas?
Pues crïados, oro y trajes
no los tuviera Teodoro
sin ocasión tan notable.
RICARDO Antes que desto se hable
en Nápoles y el decoro
de vuestra sangre se ofenda,
sea o no sea verdad,
ha de morir.
FEDERICO Y es piedad
matarle, aunque ella lo entienda. 317
¿Podrá ser?
RICARDO Bien puede ser,
que hay en Nápoles quien vive
de eso y en oro recibe
lo que en sangre ha de volver.
No hay más de buscar un bravo,
y que le despache 318 luego.
317 lo entienda: ‘lo sepa’. 318 despache: ‘mate’.
FEDERICO Por la brevedad os ruego.
RICARDO Hoy tendrá su justo pago
semejante atrevimiento.
FEDERICO ¿Son bravos éstos?
RICARDO Sin duda.
FEDERICO El cielo ofendido ayuda
vuestro justo pensamiento.
Salen Furio, Antonelo y Lirano, lacayos, y Tristán,
vestido de nuevo. 319
FURIO Pagar tenéis el vino en alboroque 320
del famoso 321 vestido que os han
dado.
319 vestido de nuevo: ‘con un traje nuevo’. 320 alboroque: ‘comisión’; «el don o dádiva que suelen hacer los que compran o venden a la persona o personas que intervienen en el ajuste del precio» (Aut.), que se apoya en estos versos. 321 famoso: ‘que merece fama’. Al comienzo se quejó a Diana de su vestido (vv. 603 y ss.); su mejora en el vestir indica la privanza de Teodoro.
ANTONELO Eso bien sabe el buen Tristán que es
justo.
TRISTÁN Digo, señores, que de hacerlo gusto.
LIRANO Bravo 322 salió el vestido.
TRISTÁN Todo aquesto
es cosa de chacota y zarandajas 323
respeto del lugar que tendré presto.
Si no muda los bolos 324 la fortuna,
secretario he de ser del secretario.
LIRANO Mucha merced le hace la condesa
a vuestro amo, Tristán.
TRISTÁN Es su privanza,
es su mano derecha y es la puerta
por donde se entra a su favor.
322 Bravo: ‘magnífico’. 323 es cosa de chacota y zarandajas: ‘no es nada, es cosa de burlas’, con respecto al lugar que pronto tendrá Tristán; chacota: ‘bulla, chanza, carcajadas’; zarandajas: ‘cosas pequeñas que acompañan a otras’. 324 mudarse los bolos: «descomponerse o componerse bien los medios o empeños que alguno tenía y en que confiaba para el logro de sus pretensiones o negocios» (Aut.).
ANTONELO Dejemos
favores y fortunas, y bebamos.
FURIO En este tabernáculo 325 sospecho
que hay lágrima famosa y malvasía. 326
TRISTÁN Probemos vino greco; que deseo
hablar en griego, y con beberlo basta.327
RICARDO Aquel moreno del color quebrado 328
me parece el más bravo, pues que todos
le estiman, hablan y hacen cortesía.
Celio...
CELIO Señor.
RICARDO De aquellos gentilhombres 329
325 tabernáculo: irónicamente por ‘taberna’; el tabernáculo es el ‘sagrario’. Celio la llamará santa ermita (v. 2439). 326 vino de lágrima: «el que destila la uva en el lagar gota a gota, sin exprimir ni apretar el racimo» (Aut.); malvasía: «cierta especie o casta de uvas, que hace los racimos muy pequeños y los granos grandes, redondos y apretados. Llámase también así el vino que se hace de ella» (Aut.). 327 Anuncia su acción posterior. Dice hablar en griego por ‘hablar en lengua incomprensible’. 328 quebrado: ‘pálido’, descolorido, como dirá (v. 2438).
llama al descolorido.
CELIO ¡Ah, caballero!
Antes que se entre en esa santa ermita,
el marqués, mi señor, hablarle quiere.
TRISTÁN Camaradas, allí me llama un príncipe;
no puedo rehusar el ver qué manda.
Entren, y tomen siete o ocho azumbres,330
y aperciban dos dedos de formache, 331
en tanto que me informo de su gusto.
ANTONELO Pues despachad aprisa.
TRISTÁN Iré volando
¿Qué es lo que manda vuestra señoría?
RICARDO El veros entre tanta valentía 332
nos ha obligado, al conde Federico
y a mí, para saber si seréis hombre
329 gentilhombres: en el texto gentileshombres, pero así tiene doce sílabas el verso. 330 azumbre: ‘unos dos litros’. 331 formache: formage, ‘queso’, en lenguaje de germanía; como en catalán: formatge, o en italiano: formaggio (la acción sucede en Nápoles). 332 entre tanta valentía : ‘entre tantos bravos, valentones’.
para matar un hombre.
TRISTÁN (¡Vive el cielo,
que son los pretendientes de mi ama
y que hay algún enredo! Fingir quiero.)
FEDERICO ¿No respondéis?
TRISTÁN Estaba imaginando
si vuestra señoría está burlando
de nuestro modo de vivir. ¡Pues vive
el que reparte fuerzas a los hombres,333
que no hay en toda Nápoles espada
que no tiemble de sólo el nombre mío!
¿No conocéis a Héctor? Pues no hay
Héctor 334
a donde está mi furibundo brazo;
que si él lo fue de Troya, yo de Italia.
FEDERICO Éste es, marqués, el hombre que
buscamos. 335
333 ‘¡Vive Dios!’, aludido con la perífrasis muy adecuada aquí: el que reparte fuerzas a los hombres. 334 El héroe troyano es valiente por antonomasia. 335 Primero se dirige aparte al marqués, y luego contestará a Tristán.
Por vida de los dos, que no burlamos,
sino que si tenéis conforme al nombre
el ánimo y queréis matar un hombre,
que os demos el dinero que quisiéredes.336
TRISTÁN Con docientos escudos me contento,
y sea el diablo.
RICARDO Yo os daré trecientos,
y despachalde aquesta noche.
TRISTÁN El nombre
del hombre espero y parte del dinero.
RICARDO ¿Conocéis a Diana, la condesa
de Belflor?
TRISTÁN Y en su casa tengo amigos.
RICARDO ¿Mataréis un crïado de su casa?
TRISTÁN Mataré los crïados y crïadas
y los mismos frisones 337 de su coche.
RICARDO Pues a Teodoro habéis de dar la muerte.
336 quisiéredes: ‘quisiereis’. 337 frisones: ‘caballos frisones, fuertes, anchos de pies’.
TRISTÁN Eso ha de ser, señores, de otra suerte,338
porque Teodoro, como yo he sabido,
no sale ya de noche, temeroso,
por ventura, 339de haberos ofendido;
que le sirva estos días me han pedido.340
Dejádmele servir, y yo os ofrezco
de darle alguna noche dos mojadas, 341
con que el pobreto in pace requiescat,
y yo quede seguro y sin sospecha.
¿Es algo lo que digo?
FEDERICO No pudiera
hallarse en toda Nápoles un hombre
que tan seguramente 342 le matara.
338 suerte: ‘manera’. 339 por ventura: ‘acaso’. 340 Los editores −salvo Dixon− enmiendan en ha, como si el sujeto fuese Teodoro; pero en el v. 2531 dirá: «Yo dije que un amigo me pedía / que te sirviese»; con han queda marcada la impersonalidad. 341 dos mojadas: ‘dos heridas con arma punzante’, que acabarán supuestamente con la vida de Teodoro. 342 seguramente: ‘con seguridad’.
Servilde, pues, y así al descuido un día
pegalde, y acudid a nuestra casa.
TRISTÁN Yo he menester agora cien escudos.
Cincuenta tengo en esta bolsa; luego
RICARDO que yo os vea en su casa de Diana,
os ofrezco los ciento y muchos cientos.
TRISTÁN Eso de muchos cientos no me agrada.343
Vayan vusiñorías en buen hora,
que me aguardan Mastranzo,
Rompe-muros,
Mano de hierro, Arfuz y Espanta-
diablos, 344
y no quiero que acaso piensen algo.
RICARDO Decís muy bien; adiós.
FEDERICO ¡Qué gran ventura!
RICARDO A Teodoro contalde por difunto.
FEDERICO El bellacón, ¡qué bravo talle tiene!
343 No le gusta por el recuerdo que le trae de cientos de azotes. 344 Apodos de rufianes; Tristán sabe muy bien adecuar la lengua a su condición fingida.
Váyase Federico, Ricardo y Celio.
TRISTÁN Avisar a Teodoro me conviene.
Perdone el vino greco, y los amigos.
A casa voy; no está de aquí muy lejos.
Mas éste me parece que es Teodoro.
Sale Teodoro.
TRISTÁN Señor, ¿adónde vas?
TEODORO Lo mismo ignoro,
porque de suerte estoy, Tristán amigo,
que no sé dónde voy ni quién me lleva.
Solo y sin alma, el pensamiento sigo,
que al sol me dice que la vista atreva. 345
¿Ves cuánto ayer Diana habló conmigo?
Pues hoy de aquel amor se halló tan
nueva, 346
que apenas jurarás que me conoce,
porque Marcela de mi mal se goce.
TRISTÁN Vuelve hacia casa; que a los dos importa
345 Como si fuese águila; el sol es de nuevo Diana. 346 nueva: ‘sin noticia de él, libre’.
que no nos vean juntos.
TEODORO ¿De qué suerte?
TRISTÁN Por el camino te diré quién corta
los pasos dirigidos a tu muerte.
TEODORO ¿Mi muerte? Pues ¿por qué?
TRISTÁN La voz reporta 347
y la ocasión de tu remedio advierte:
Ricardo y Federico me han hablado,
y que te dé la muerte concertado.
TEODORO ¿Ellos a mí?
TRISTÁN Por ciertos bofetones
el amor de tu dueño 348 conjeturan,
y pensando que soy de los leones 349
que a tales homicidios se aventuran,
tu vida me han trocado a cien doblones,
y con cincuenta escudos me aseguran.
Yo dije que un amigo me pedía
que te sirviese y que hoy te serviría
347 reporta: ‘modera, baja’. 348 tu dueño: Diana. 349 leones: ‘rufianes’.
donde más fácilmente te matase,
a efeto de guardarte desta suerte.
TEODORO ¡Pluguiera a Dios que alguno me quitase
la vida y me sacase 350 desta muerte!
TRISTÁN ¿Tan loco estás?
TEODORO ¿No quieres que me abrase
por tan dulce ocasión? Tristán, advierte
que si Diana algún camino hallara
de disculpa, conmigo se casara.
Teme su honor, y cuando más se abrasa,
se hiela y me desprecia.
TRISTÁN Si te diese
remedio, ¿qué dirás?
TEODORO Que a ti se pasa
de Ulises el espíritu. 351
TRISTÁN Si fuese
tan ingenioso que a tu misma casa
un generoso padre te trajese,
350 me sacase: ‘me librase’; la muerte, que es su vivir penando por su amor imposible. 351 espíritu: ‘ingenio’.
con que fueses igual a la condesa,
¿no saldrías, señor, con 352 esta empresa?
TEODORO Eso es sin duda.
TRISTÁN El conde Ludovico,
caballero ya viejo, habrá veinte años
que enviaba a Malta un hijo de tu nombre,
que era sobrino de su Gran Maestre;
cautiváronle moros de Biserta, 353
y nunca supo dél, muerto ni vivo.
Éste ha de ser tu padre, y tú su hijo,
y yo lo he de trazar. 354
TEODORO Tristán, advierte
que puedes levantar 355 alguna cosa
que nos cueste a los dos la honra y vida.
TRISTÁN A casa hemos llegado. A Dios te queda;
que tú serás marido de Diana
antes que den las doce de mañana.
352 saldrías... con: ‘conseguirías, lograrías’. 353 Biserta: ‘Bizerta’, en Tunicia. 354 trazar: ‘inventar, discurrir para conseguir algo’. Tristán anuncia cómo va a inventar una anagnórisis. 355 levantar: ‘causar’.
Váyase Tristán.
TEODORO Bien al contrario pienso yo dar medio356
a tanto mal, pues el amor bien sabe
que no tiene enemigo que le acabe
con más facilidad que tierra en medio.357
Tierra quiero poner, pues que remedio,
con ausentarme, amor, rigor tan grave,
pues no hay rayo tan fuerte que se alabe
que entró en la tierra, de tu ardor remedio.
Todos los que llegaron a este punto,
poniendo tierra en medio te olvidaron;
que en tierra al fin le resolvieron junto.358
Y la razón que de olvidar hallaron
es que amor se confiesa por difunto,
pues que con tierra en medio le enterraron.
356 medio: ‘remedio’. 357 Como le dice Ovidio en sus Remedia amoris (vv. 213-248): sed quanto minus ire uoles, magis ire memento (v. 217, ‘pero cuando menos quieras marcharte, más has de pensar en hacerlo’). 358 Juega con poner tierra en medio, ‘alejarse’, y resolverlo en tierra, ‘enterrarlo’.
Sale la condesa.
DIANA ¿Estás ya más mejorado
de tus tristezas, Teodoro?
TEODORO Si en mis tristezas adoro,
sabré estimar mi cuidado. 359
No quiero yo mejorar
de la enfermedad que tengo,
pues sólo a estar triste vengo
cuando imagino sanar.
¡Bien hayan males que son
tan dulces para sufrir,
que se vee un hombre morir
y estima su perdición!
Sólo me pesa que ya
esté mi mal en estado
que he de alejar mi cuidado
de donde su dueño está.
DIANA ¿Ausentarte? Pues ¿por qué?
TEODORO Quiérenme matar.
359 cuidado: ‘preocupación amorosa’, cuyo dueño es Diana (vv. 2590-2591).
DIANA Sí harán. 360
TEODORO Envidia a mi mal tendrán,
que bien al principio fue.
Con esta ocasión, te pido
licencia para irme a España.
DIANA Será generosa 361 hazaña
de un hombre tan entendido, 362
que con eso quitarás
la ocasión de tus enojos,
y aunque des agua a mis ojos,
honra a mi casa darás.
Que, desde aquel bofetón,
Federico me ha tratado
como celoso y me ha dado
para dejarte ocasión.
Vete a España, que yo haré
que te den seis mil escudos.
TEODORO Haré tus contrarios 363 mudos
360 Ya mencionó en los vv. 859-862 el peligro que le suponía tal amor. Sí: ‘así’. 361 generosa: ‘valerosa’. 362 entendido: ‘inteligente’.
con mi ausencia. Dame el pie.
DIANA Anda, Teodoro; no más.
Déjame, que soy mujer.
TEODORO (Llora, mas ¿qué puedo hacer?)
DIANA En fin, Teodoro, ¿te vas?
TEODORO Sí, señora.
DIANA Espera... Vete...
Oye...
TEODORO ¿Qué mandas?
DIANA No, nada.
Vete.
TEODORO Voyme.
DIANA (Estoy turbada.
¿Hay tormento que inquïete
como una pasión de amor?)
¿No eres ido?
TEODORO Ya, señora,
me voy.
363 contrarios: ‘enemigos’.
Vase Teodoro.
DIANA ¡Buena quedo agora!
¡Maldígate Dios, honor!
Temeraria invención fuiste,
tan opuesta al propio gusto.
¿Quién te inventó? Mas fue justo,
pues que tu freno resiste
tantas cosas tan mal hechas.
Sale Teodoro.
TEODORO Vuelvo a saber si hoy podré
partirme.
DIANA Ni yo lo sé,
ni tú, Teodoro, sospechas
que me pesa de mirarte,
pues que te vuelves aquí.
TEODORO Señora, vuelvo por mí,
que no estoy en otra parte, 364
y como me he de llevar,
364 El alma del enamorado vive donde está la de su amada.
vengo para que me des
a mí mismo.
DIANA Si después
te has de volver a buscar,
no me pidas que te dé.
Pero vete, que el amor
lucha con mi noble honor,
y vienes tú a ser traspié. 365
Vete, Teodoro, de aquí;
no te pidas, 366 aunque puedas,
que yo sé que, si te quedas,
allá me llevas a mí.
TEODORO Quede vuestra señoría
con Dios.
DIANA ¡Maldita ella 367 sea,
pues me quita que yo sea
de quien el alma quería!
365 traspié: ‘tropiezo’; dar un traspié: ‘vivir con poco recato’. 366 no te pidas, ya que él ha dicho: «vengo para que me des / a mí mismo». 367 ella: ‘señoría’; maldice su condición social, que es la que le impide su amor.
Váyase.
¡Buena quedo ya, sin quien 368
era luz de aquestos ojos!
Pero sientan sus enojos;
quien mira mal llore bien.
Ojos, pues os habéis puesto
en cosa tan desigual,
pagad el mirar tan mal,
que no soy la culpa desto;
mas no lloren, que también
tiempla el mal llorar los ojos.
Pero sientan sus enojos;
quien mira mal llore bien.
Aunque tendrán ya pensada
la disculpa para todo;
que el sol los pone en el lodo,
y no se le pega nada. 369
368 Este monólogo de Diana en redondillas se une al anterior por la repetición del mismo comienzo: «¡Buena quedo agora!» (v. 2622).
Luego bien es que no den
en 370 llorar. Cesad, mis ojos.
Pero sientan sus enojos;
quien mira mal llore bien.
Sale Marcela.
MARCELA Si puede la confïanza
de los años de servirte
humildemente pedirte
lo que justamente alcanza,
a la mano te ha venido
la ocasión de mi remedio,
y, poniendo tierra en medio,
no verme si te he ofendido.
DIANA ¿De tu remedio, Marcela?
¿Cuál ocasión? Que aquí estoy.
MARCELA Dicen que se parte hoy,
por peligros que recela,
369 El sol pone los ojos en el lodo y no se ensucia. Diana está poniendo a salvo su condición aunque se haya enamorado de su secretario. 370 no den en: ‘no porfíen en’.
Teodoro a España, y con él
puedes casada envïarme,
pues no verme es remediarme.
DIANA ¿Sabes tú que querrá él?
MARCELA Pues ¿pidiérate yo a ti,
sin tener satisfación,
remedio en esta ocasión?
DIANA ¿Hasle hablado?
MARCELA Y él a mí,
pidiéndome lo que digo.
DIANA (¡Qué a propósito me viene
esta desdicha!)
MARCELA Ya tiene
tratado aquesto conmigo,
y el modo con que podemos
ir con más comodidad.
DIANA (¡Ay necio honor!, perdonad,
que amor quiere hacer extremos. 371
371 hacer extremos: ‘lamentarse de modo ostentoso y manifiesto’.
Pero no será razón,
pues que podéis remediar
fácilmente este pesar.)
MARCELA ¿No tomas resolución?
DIANA No podré vivir sin ti,
Marcela, y haces agravio
a mi amor, y aun al de Fabio,
que sé yo que adora en ti.
Yo te casaré con él;
deja partir a Teodoro.
MARCELA A Fabio aborrezco; adoro
a Teodoro.
DIANA (¡Qué crüel
ocasión de declararme!
¡Mas teneos, loco amor!)
Fabio te estará mejor.
MARCELA Señora...
DIANA No hay replicarme.
Váyase.
MARCELA ¿Qué intentan imposibles mis sentidos
contra tanto poder determinados?
Que celos, poderosos declarados,
harán un desatino resistidos.
Volved, volved atrás, pasos perdidos,
que corréis a mi fin precipitados;
árboles son amores desdichados,
a quien 372 el hielo marchitó floridos.
Alegraron el alma las colores
que el tirano poder cubrió de luto;
que hiela ajeno amor muchos amores.
Y cuando de esperar daba tributo,
¿qué importa la hermosura de las flores,
si se perdieron esperando el fruto?
Sale el conde Ludovico, viejo, y Camilo.
CAMILO Para tener sucesión,
no te queda otro remedio.
LUDOVICO Hay muchos años en medio,
que mis enemigos son,
372 a quien: ‘a los que’; su antecedente es árboles; quien era invariable.
y aunque tiene esa disculpa
el casarse en la vejez,
quiere el temor ser jüez
y ha de averiguar la culpa.
Y podría suceder
que sucesión no alcanzase,
y casado me quedase;
y en un viejo una mujer
es en un olmo una hiedra,
que, aunque con tan varios lazos
le 373 cubre de sus abrazos,
él se seca y ella medra. 374
373 le en el texto. Sigo la enmienda de Kossoff, que no acepta Dixon. 374 La sensatez del viejo conde interpreta desde su caso la imagen de la yedra y el olmo. Alciato en uno de sus emblemas representa «la amistad que dura aún después de la muerte» con un olmo viejo al que se anuda una vid rodeándolo (v. A. Egido 1982.). Dice la estudiosa: «suelen establecerse las consabidas sustituciones de la yedra por la vid, así como la equivalencia del álamo y el olmo» (íd., p. 220). Pedro Mexía, en su Silva de varia lección, obra que conocía muy bien Lope, dice: «Así como la yedra se cría cabe el árbol y crece en la hermandad
Y tratarme casamientos
es traerme a la memoria,
Camilo, mi antigua historia
y renovar mis tormentos.
Esperando cada día
con engaños a Teodoro,
veinte años ha que le lloro.
Sale un paje.
PAJE Aquí a vuestra señoría
busca un griego mercader. 375
Sale Tristán vestido de armenio con un turbante
graciosamente, y Furio con otro.
LUDOVICO Di que entre.
TRISTÁN Dadme esas manos,
y los cielos soberanos
y fuerza dél, y al cabo lo destruye, así...» (I, 6), que es la idea del texto. 375 griego mercader: la acotación dice que va vestido de armenio; para Lope y su público eran equivalentes.
con su divino poder
os den el mayor consuelo
que esperáis.
LUDOVICO Bien seáis venido,
mas ¿qué causa os ha traído
por este remoto suelo?
TRISTÁN De Constantinopla vine
a Chipre, y della a Venecia
con una nave cargada
de ricas telas de Persia.
Acordéme de una historia
que algunos pasos me cuesta;
y con deseo de ver
a Nápoles, ciudad bella,
mientras allá mis crïados
van despachando las telas,
vine, como veis, aquí,
donde mis ojos confiesan
su grandeza y hermosura.
LUDOVICO Tiene hermosura y grandeza
Nápoles.
TRISTÁN Así es verdad.
Mi padre, señor, en Grecia
fue mercader, y en su trato 376
el de más ganancia era
comprar y vender esclavos,
y ansí, en la feria de Azteclias
compró un niño, el más hermoso
que vio la naturaleza,
por testigo del poder
que le dio el cielo en la tierra.
Vendíanle algunos turcos,
entre otra gente bien puesta, 377
a una galera de Malta
que las de un bajá turquescas
prendió en la Chafalonía. 378
376 trato: ‘comercio, negociación’. 377 bien puesta: ‘de buena planta’. M. Armiño 1996. interpreta: «gente bien puesta aprehendida a una galera de Malta por las gentes turquescas de un bajá»; Dixon edita: «de una galera de Malta, / que la de un Bajá turquesca / prendió en la Chafalonia». 378 El sujeto de prendió es las galeras turquescas de un bajá; lo prendido son las galeras de Malta. Versos sintácticamente confusos, aunque el sentido está claro.
LUDOVICO Camilo, el alma me altera.
TRISTÁN Aficionado al rapaz,
compróle y llevóle a Armenia,
donde se crïó conmigo
y una hermana.
LUDOVICO Amigo, espera,
espera, que me traspasas
las entrañas.
TRISTÁN (¡Qué bien entra!) 379
LUDOVICO ¿Dijo cómo se llamaba?
TRISTÁN Teodoro.
LUDOVICO ¡Ay cielo! ¡Qué fuerza
tiene la verdad! De oírte
lágrimas mis canas riegan.
TRISTÁN Serpalitonia, mi hermana,
y este mozo −¡nunca fuera
tan bello!−, con la ocasión
de la crïanza, que engendra
379 Qué bien entra!: Tristán se asombra, entusiamado, de lo bien que el conde cree y acepta su relato inventado.
al amor que todos saben,
se amaron desde la tierna
edad; y a deciséis años,
de mi padre en cierta ausencia,
ejecutaron su amor,
y crecía de suerte en ella,
que se le echaba de ver;
con cuyo temor se ausenta
Teodoro, y para parir
a Serpalitonia 380 deja.
Catiborratos, 381 mi padre,
no sintió tanto la ofensa
como el dejarle Teodoro.
Murió en efeto de pena, 382
y bautizamos su hijo
−que aquella parte de Armenia
tiene vuestra misma ley,
aunque es diferente iglesia−;
380 Luego dirá Serpelitonia (v. 3250). 381 El criado de don Manuel en La dama duende se llama Cosme Catiboratos. 382 Murió Catiborratos, por lo que después dice.
llamamos al bello niño
Terimaconio, que queda,
un bello rapaz agora,
en la ciudad de Tepecas.
Andando en Nápoles yo
mirando cosas diversas,
saqué un papel en que traje
deste Teodoro las señas;
y preguntando por él,
me dijo una esclava griega
que en mi posada servía:
«¿Cosa que ese mozo sea
el del conde Ludovico?».
Diome el alma una luz nueva,
y doy en que 383 os he de hablar;
y por entrar en la vuestra, 384
entro, según me dijeron,
en casa de la condesa
de Belflor; y al primer hombre
que pregunto...
383 doy en que: ‘me doy cuenta de que’. 384 en la vuestra: ‘en vuestra casa’.
LUDOVICO Ya me tiembla
el alma.
TRISTÁN Veo a Teodoro.
LUDOVICO ¿A Teodoro?
TRISTÁN Él bien quisiera
hüirse, pero no pudo;
dudé un poco, y era fuerza,
porque el estar ya barbado
tiene alguna diferencia.
Fui tras él, asíle en fin,
hablóme, aunque con vergüenza,
y dijo que no dijese
a nadie en casa quién era,
porque el haber sido esclavo
no diese alguna sospecha.
Díjele: «Si yo he sabido
que eres hijo en esta tierra
de un título, ¿por qué tienes
la esclavitud por bajeza?».
Hizo gran burla de mí.
Y yo, por ver si concuerda
tu historia con la que digo,
vine a verte, y a que tengas,
si es verdad que éste es tu hijo,
con tu nieto alguna cuenta, 385
o permitas que mi hermana
con él a Nápoles venga,
no para tratar casarse,
aunque le sobra nobleza,
mas porque Terimaconio
tan ilustre abuelo vea.
LUDOVICO Dame mil veces tus brazos;
que el alma con sus potencias 386
que es verdadera tu historia
en su regocijo muestran.
¡Ay, hijo del alma mía,
tras tantos años de ausencia
hallado para mi bien!
Camilo, ¿qué me aconsejas?
¿Iré a verle y conocerle?
CAMILO ¿Eso dudas? Parte, vuela,
385 tener cuenta: ‘tener trato’. 386 Las potencias del alma son entendimiento, voluntad y memoria (Aut.).
y añade vida en sus brazos
a los años de tus penas.
LUDOVICO Amigo, si quieres ir
conmigo, será más cierta
mi dicha; si descansar,
aquí aguardando te queda,
y dente por tanto bien
toda mi casa y hacienda;
que no puedo detenerme.
TRISTÁN Yo dejé, puesto que 387 cerca,
ciertos diamantes que traigo,
y volveré cuando vuelvas.
Vamos de aquí, Mercaponios.
FURIO Vamos, señor.
TRISTÁN Bien se entrecas
el engañifo.
FURIO Muy bonis.
TRISTÁN Andemis. 388
387 puesto que: ‘aunque’.
CAMILO ¡Extraña lengua!
LUDOVICO Vente, Camilo, tras mí.
Váyanse el conde y Camilo.
TRISTÁN ¿Trasponen? 389
FURIO El viejo vuela
sin aguardar coche o gente. 390
TRISTÁN ¿Cosa que esto verdad sea,
y que éste fuese Teodoro?
FURIO ¿Mas si en mentira como ésta
hubiese alguna verdad?
TRISTÁN Estas almalafas 391 lleva,
que me importa desnudarme,
porque ninguno me vea
de los que aquí me conocen.
388 Bien se entrecas... Andemis: ‘bien se traga el engaño’ dice con lengua deformada, y ‘muy bien’, ‘andemos’. 389 ¿Trasponen?: ‘¿se pierden de vista?’. 390 gente: ‘criados’. 391 almalafa: «especie de manto o ropa que usaban las moras y se ponía sobre todo el demás vestido, y comúnmente era de lino» (Aut.).
FURIO Desnuda presto.
TRISTÁN ¡Que pueda
esto el amor de los hijos!
FURIO ¿Adónde te aguardo?
TRISTÁN Espera,
Furio, en la choza 392 del olmo.
FURIO Adiós.
Váyase Furio.
TRISTÁN ¡Qué tesoro llega
al ingenio! Aquí debajo
traigo la capa revuelta,
que como medio sotana
me la puse, porque hubiera
más lugar en el peligro
de dejar en una puerta
con el armenio turbante
las hopalandas greguescas. 393
392 Dixon apunta el significado de ‘taberna’ para esta choza. 393 hopalanda: «la falda grande y pomposa; y comúnmente se toma por la falda que traen los estudiantes arrastrando» (Aut.); greguescos: ‘calzones’;
Salen Ricardo y Federico.
FEDERICO Digo que es éste el matador valiente
que a Teodoro ha de dar muerte segura.
RICARDO ¡Ah, hidalgo!, ¿ansí se cumple entre la gente
que honor profesa y que opinión procura
lo que se prometió tan fácilmente?
TRISTÁN Señor...
FEDERICO ¿Somos nosotros por ventura
de los iguales vuestros?
TRISTÁN Sin oírme,
no es justo que mi culpa se confirme.
Yo estoy sirviendo al mísero Teodoro,
que ha de morir por esta mano airada;
pero puede ofender vuestro decoro
públicamente ensangrentar mi espada.
pero Lope juega con su etimología, los convierte en adjetivo, griegos. Dice Julio en La Dorotea (acto IV, escena III): «Los griguiescos se llamaron así de grex gregis, y la lana del ganado; si no es que vinieron de Grecia» (ed. cit. 1980: 386.).
Es la prudencia un celestial tesoro
y fue de los antiguos celebrada
por única virtud. Estén muy ciertos
que le pueden contar entre los muertos.
Estase melancólico de día,
y de noche cerrado en su aposento;
que alguna cuidadosa fantasía
le debe de ocupar el pensamiento.
Déjenme a mí, que una mojada fría
pondrá silencio a su vital aliento,
y no se precipiten desa suerte;
que yo sé cuándo le he de dar la muerte.
FEDERICO Paréceme, marqués, que el hombre acierta.
Ya que le sirve, ha comenzado el caso;
no dudéis, matarále.
RICARDO Cosa es cierta.
Por muerto le contad.
FEDERICO Hablemos paso. 394
TRISTÁN En tanto que esta muerte se concierta,
vusiñorías, ¿no tendrán acaso
394 paso: ‘quedo, bajo’.
cincuenta escudos? Que comprar querría
un rocín, que volase 395 el mismo día.
RICARDO Aquí los tengo yo; tomad seguro
de que, en saliendo con 396 aquesta
empresa,
lo menos es pagaros.
TRISTÁN Yo aventuro
la vida, que servir buenos profesa. 397
Con esto, adiós, que no me vean; procuro
hablar desde el balcón de la condesa
con vuestras señorías.
FEDERICO Sois discreto.
TRISTÁN Ya lo verán al tiempo del efeto.
FEDERICO Bravo es el hombre.
RICARDO Astuto y ingenioso.
FEDERICO ¡Qué bien le ha de matar!
RICARDO Notablemente.
395 que volase: ‘para marcharme volando’. 396 en saliendo con: ‘consiguiendo’. 397 servir buenos profesa: ‘ha hecho profesión de servir a los buenos’.
Sale Celio.
CELIO ¡Hay caso más extraño y fabuloso!
FEDERICO ¿Qué es esto, Celio? ¿Dónde vas? Detente.
CELIO Un suceso notable y riguroso 398
para los dos. ¿No veis aquella gente
que entra en casa del conde Ludovico?
RICARDO ¿Es muerto?
CELIO Que me escuches te suplico.
A darle van el parabién, contentos
de haber hallado un hijo que ha perdido.
RICARDO Pues ¿qué puede ofender 399 nuestros
intentos
que le haya esa ventura sucedido?
CELIO ¿No importa a los secretos pensamientos
que con Diana habéis los dos tenido,
que sea aquel Teodoro, su crïado,
hijo del conde?
398 riguroso: ‘cruel, duro de soportar’. 399 ofender: ‘dañar’.
FEDERICO El alma me has turbado.
RICARDO ¿Hijo del conde? Pues ¿de qué manera
se ha venido a saber?
CELIO Es larga historia,
y cuéntanla tan varia, que no hubiera
para tomarla tiempo ni memoria.
FEDERICO ¡A quién mayor desdicha sucediera!
RICARDO Trocóse en pena mi esperada gloria.
FEDERICO Yo quiero ver lo que es.
RICARDO Yo, conde, os sigo.
CELIO Presto veréis que la verdad os digo.
Váyanse, y salgan Teodoro, de camino, 400 y Marcela.
MARCELA En fin, Teodoro, ¿te vas?
TEODORO Tú eres causa desta ausencia;
que en desigual competencia
no resulta bien jamás.
MARCELA Disculpas tan falsas das
como tu engaño lo ha sido,
400de camino: ‘en traje de camino, de viaje’.
porque haberme aborrecido
y haber amado a Diana
lleva tu esperanza vana
sólo a procurar su olvido.
TEODORO ¿Yo, a Diana?
MARCELA Niegas tarde,
Teodoro, el loco deseo
con que perdido te veo
de atrevido y de cobarde:
cobarde, 401en que ella se guarde
el respeto que se debe;
y atrevido, pues se atreve
tu bajeza a su valor;
que entre el honor y el amor
hay muchos montes de nieve.
Vengada quedo de ti,
aunque quedo enamorada,
porque olvidaré vengada,
que el amor olvida ansí.
Si te acordares de mí,
401 cobarde: ‘con miedo a’.
imagina que te olvido,
porque me quieras; que ha sido
siempre, porque suele hacer
que vuelva un hombre a querer
pensar que es aborrecido.
TEODORO ¡Qué de quimeras tan locas,
para casarte con Fabio!
MARCELA Tú me casas, que al agravio
de tu desdén me provocas.
Sale Fabio.
FABIO Siendo las horas tan pocas
que aquí Teodoro ha de estar,
bien haces, Marcela, en dar
ese descanso a tus ojos.
TEODORO No te den celos enojos
que han de pasar tanto mar.
FABIO En fin, ¿te vas?
TEODORO ¿No lo ves?
FABIO Mi señora viene a verte.
Sale la condesa, y Dorotea y Anarda.
DIANA ¡Ya, Teodoro, desta suerte!
TEODORO Alas quisiera en los pies,
cuanto más, señora, espuelas.
DIANA ¡Hola! ¿Está esa ropa a punto?
ANARDA Todo está aprestado y junto.
FABIO En fin, ¿se va?
MARCELA ¿Y tú me celas? 402
DIANA Oye aquí aparte.
TEODORO Aquí estoy
a tu servicio.
Aparte los dos.
DIANA Teodoro,
tú te partes, yo te adoro. 403
TEODORO Por tus crueldades me voy.
DIANA Soy quien sabes. ¿Qué he de hacer?
402 celas: ‘tienes celos, desconfías de mí’. Antes Teodoro le ha dicho: «No te den celos...» (v. 3024). 403 Teodoro... te adoro: calambur.
TEODORO ¿Lloras?
DIANA No; que me ha caído
algo en los ojos.
TEODORO ¿Si ha sido
amor?
DIANA Sí debe de ser,
pero mucho antes cayó
y agora salir querría.
TEODORO Yo me voy, señora mía;
yo me voy, el alma no.
Sin ella tengo de ir;
no hago al serviros falta, 404
porque hermosura tan alta
con almas se ha de servir.
¿Qué me mandáis? Porque yo
soy vuestro.
DIANA ¡Qué triste día!
TEODORO Yo me voy, señora mía;
DIANA yo me voy, el alma no.
404 no hago... falta: ‘no cometo... falta’.
TEODORO ¿Lloras?
No, que me ha caído
algo, como a ti, en los ojos.
DIANA Deben de ser mis enojos.
TEODORO Eso debe de haber sido.
DIANA Mil niñerías te he dado,
que en un baúl hallarás;
perdona, no pude más.
Si le abrieres, ten cuidado
de decir, como a despojos
de vitoria tan tirana:
«Aquestos puso Dïana
con lágrimas de sus ojos».
ANARDA Perdidos los dos están.
DOROTEA ¡Qué mal se encubre el amor!
ANARDA Quedarse fuera mejor.
Manos y prendas se dan.
DOROTEA Diana ha venido a ser
el perro del hortelano.
ANARDA Tarde le toma la mano.
DOROTEA O coma o deje comer.
Sale el conde Ludovico, y Camilo.
LUDOVICO Bien puede el regocijo dar licencia,
DÏANA ilustre, a un hombre de mis años
para entrar desta suerte a visitaros.
DIANA Señor conde, ¿qué es esto?
LUDOVICO Pues ¿vos sola
no sabéis lo que sabe toda Nápoles?
Que en un instante que llegó la nueva,
apenas me han dejado por las calles,
ni he podido llegar a ver mi hijo.
DIANA ¿Qué hijo? Que no te entiendo el regocijo.
LUDOVICO ¿Nunca vuseñoría de mi historia
ha tenido noticia, y que ha veinte años
que enviaba un niño a Malta con su tío,
y que le cautivaron las galeras
de Alí Bajá?
DIANA Sospecho que me han dicho
ese suceso vuestro.
LUDOVICO Pues el cielo
me ha dado a conocer el hijo mío
después de mil fortunas que ha pasado.
DIANA Con justa causa, conde, me habéis dado
tan buena nueva.
LUDOVICO Vos, señora mía,
me habéis de dar, en cambio de la nueva,
el hijo mío, que sirviéndoos vive,
bien descuidado 405 de que soy su padre.
¡Ay, si viviera su difunta madre!
DIANA ¿Vuestro hijo me sirve? ¿Es Fabio acaso?
LUDOVICO No, señora, no es Fabio; que es Teodoro.
DIANA ¿Teodoro?
LUDOVICO Sí, señora.
TEODORO ¿Cómo es esto?
DIANA Habla, Teodoro, si es tu padre el conde.
LUDOVICO Luego, ¿es aquéste?
TEODORO Señor conde, advierta
vuseñoría...
405 descuidado: ‘quien no sospecha algo y le coge de nuevo’.
LUDOVICO No hay que advertir, hijo,
hijo de mis entrañas, sino sólo
el morir en tus brazos.
DIANA ¡Caso extraño!
ANARDA ¡Ay, señora! ¿Teodoro es caballero
tan principal y de tan alto estado?
TEODORO Señor, yo estoy sin alma, de turbado.
¿Hijo soy vuestro?
LUDOVICO Cuando no tuviera
tanta seguridad, el verte fuera
de todas la mayor. ¡Qué parecido
a cuando mozo fui!
TEODORO Los pies te pido
y te suplico...
LUDOVICO No me digas nada,
que estoy fuera de mí. ¡Qué gallardía!
¡Dios te bendiga! ¡Qué real presencia!
¡Qué bien que te escribió naturaleza
en la cara, Teodoro, la nobleza!
Vamos de aquí; ven luego, 406luego toma
posesión de mi casa y de mi hacienda;
ven a ver esas puertas coronadas
de las armas más nobles deste reino.
TEODORO Señor, yo estaba de partida a España,
y así me importa... 407
LUDOVICO ¿Cómo, a España? Bueno,
España son mis brazos. 408
DIANA Yo os suplico,
señor conde, dejéis aquí a Teodoro
hasta que se reporte y en buen hábito409
vaya a reconoceros como hijo;
que no quiero que salga de mi casa
con aqueste alboroto de la gente.
LUDOVICO Habláis como quien sois tan cuerdamente.
Dejarle siento por un breve instante,
406 ¡ luego: ‘al instante, en seguida’. 407 así me importa: ‘así me conviene’. 408 En La dama boba, Finea llama Toledo al desván para esconder en él a su amado Laurencio y decir a su padre que está en Toledo. 409 se reporte: ‘modere su pasión de ánimo, se tranquilice’; hábito: ‘traje, vestido’.
mas porque más rumor no se levante,
me iré, rogando a vuestra señoría
que sin mi bien no me anochezca el día.
DIANA Palabra os doy.
LUDOVICO Adiós, Teodoro mío.
TEODORO Mil veces beso vuestros pies.
LUDOVICO Camilo,
venga la muerte agora.
CAMILO ¡Qué gallardo
mancebo que es Teodoro!
LUDOVICO Pensar poco
quiero este bien por no volverme loco.
Váyase el conde, y lleguen todos los criados a Teodoro.
FABIO Danos a todos las manos.
ANARDA Bien puedes, por gran señor.
DOROTEA Hacernos debes favor.
MARCELA Los señores que son llanos 410
410 llano: ‘afable’.
conquistan las voluntades.
Los brazos nos puedes dar.
DIANA Apartaos, dadme lugar,
no le digáis necedades.
Deme vuestra señoría
las manos, señor Teodoro.
TEODORO Agora esos pies adoro,
y sois más señora mía.
DIANA Salíos todos allá;
dejadme con él un poco.
MARCELA ¿Qué dices, Fabio?
FABIO Estoy loco.
DOROTEA ¿Qué te parece?
ANARDA Que ya
mi ama no querrá ser
el perro del hortelano.
DOROTEA ¿Comerá ya?
ANARDA Pues ¿no es llano? 411
411 llano: ‘claro, evidente’. Finardo contesta con un «Es llano, diciéndoos verdad, Otón», cuando éste
DOROTEA ¡Pues reviente de comer! 412
Váyanse los criados.
DIANA ¿No te vas a España?
TEODORO ¿Yo?
DIANA ¿No dice vuseñoría:
«Yo me voy, señora mía,
yo me voy, el alma no»?
TEODORO ¡Burlas de ver los favores
de la fortuna!
DIANA Haz extremos. 413
TEODORO Con igualdad nos tratemos,
como suelen los señores,
pues todos lo somos ya.
DIANA Otro me pareces.
le dice: «¡Qué enfadoso estáis!» (El villano en su rincón, vv. 203-204; ed. de Juan M.ª Marín 1987.). 412 En esta expresión de la criada Dorotea, amiga de Marcela, se acumula carga erótica y odio a la señora. 413 hacer extremos: «hacer demostraciones o expresiones excesivas con algún sujeto» (Aut.).
TEODORO Creo
que estás con menos deseo;
pena el ser tu igual te da.
Quisiérasme tu crïado,
porque es costumbre de amor
querer que sea inferior
lo amado.
DIANA Estás engañado,
porque agora serás mío,
y esta noche he de casarme
contigo.
TEODORO No hay más que darme;
fortuna, tente. 414
DIANA Confío
que no ha de haber en el mundo
tan venturosa mujer.
Vete a vestir.
TEODORO Iré a ver
el mayorazgo que hoy fundo
y este padre que me hallé
414 tente: ‘detente’.
sin saber cómo o por dónde.
DIANA Pues adiós, mi señor conde.
TEODORO Adiós, condesa.
DIANA Oye.
TEODORO ¿Qué?
DIANA ¡Qué! Pues ¿cómo a su señora
así responde un crïado?
TEODORO Está ya el juego trocado,
y soy yo el señor agora.
DIANA Sepa que no me ha de dar
más celitos con Marcela,
aunque este golpe le duela.
TEODORO No nos solemos bajar
los señores a querer
las crïadas.
DIANA Tenga cuenta
con lo que dice.
TEODORO Es afrenta.
DIANA Pues ¿quién soy yo?
TEODORO Mi mujer.
Váyase.
DIANA No hay más que desear; tente, fortuna,
como dijo Teodoro, tente, tente.
Salen Federico y Ricardo.
RICARDO En tantos regocijos y alborotos,
¿no se da parte a los amigos?
DIANA Tanta
cuanta vuseñorías me pidieren.
FEDERICO De ser tan gran señor vuestro crïado
os las pedimos.
DIANA Yo pensé, señores,
que las pedís, con que licencia415 os pido
de ser Teodoro conde y mi marido.
Váyase la condesa.
RICARDO ¿Qué os parece de aquesto?
FEDERICO Estoy sin seso.
415 licencia: ‘permiso, beneplácito’.
RICARDO ¡Oh, si le hubiera muerto este picaño!416
Sale Tristán.
FEDERICO Veisle, aquí viene.
TRISTÁN Todo está en su punto.
¡Brava cosa! ¡Que pueda un lacaífero417
ingenio alborotar a toda Nápoles!
RICARDO Tente, Tristán, o como te apellidas.
TRISTÁN Mi nombre natural es Quita-vidas.
FEDERICO ¡Bien se ha echado de ver!
TRISTÁN Hecho estuviera,
a no ser conde de hoy acá este muerto.
RICARDO Pues ¿eso importa?
TRISTÁN Al tiempo que el concierto
hice por los trecientos solamente,
era para matar, como fue llano,
un Teodoro crïado, mas no conde.
Teodoro conde es cosa diferente,
416 picaño: ‘pícaro, sinvergüenza’. 417 lacaífero: otro adjetivo que inventa (de lacayo) el criado.
y es menester que el galardón418 se
aumente;
que más costa tendrá matar un conde
que cuatro o seis crïados, que están
muertos,
unos de hambre y otros de esperanzas,
y no pocos de envidia.
FEDERICO ¿Cuánto quieres?
...¡Y mátale esta noche!
TRISTÁN Mil escudos.
RICARDO Yo los prometo.
TRISTÁN Alguna señal quiero.
RICARDO Esta cadena.
TRISTÁN Cuenten el dinero.
FEDERICO Yo voy a prevenillo. 419
TRISTÁN Yo a matalle.
¿Oyen?
RICARDO ¿Qué? ¿Quieres más?
418 galardón: ‘retribución, recompensa’. 419 prevenillo: ‘prepararlo, disponerlo’.
TRISTÁN Todo hombre calle.
Váyanse, y entre Teodoro.
TEODORO Desde aquí te he visto hablar
con aquellos matadores.
TRISTÁN Los dos necios son mayores
que tiene tan gran lugar.
Esta cadena me han dado,
mil escudos prometido
porque hoy te mate.
TEODORO ¿Qué ha sido
esto que tienes trazado?
Que estoy temblando, Tristán.
TRISTÁN Si me vieras hablar griego,
me dieras, Teodoro, luego
más que estos locos me dan.
¡Por vida mía, que es cosa
fácil el greguecizar! 420
420 greguecizar: nuevo término que inventa para «hablar en griego». Autoridades registra greguizar y dice «es voz inventada»; remite al verso de las Rimas de Tomé de Burguillos del propio Lope: «Parió Venus a
Ello en fin no es más de hablar;
mas era cosa donosa 421
los nombres que les decía:
Azteclias, Catiborratos,
Serpelitonia, Xipatos,
Atecas, Filimoclía;
que esto debe de ser griego,
como ninguno lo entiende,
y, en fin, por griego se vende.
TEODORO A mil pensamientos llego
que me causan gran tristeza;
pues si se sabe este engaño,
no hay que esperar menos daño
que cortarme la cabeza.
TRISTÁN ¿Agora sales con eso?
TEODORO Demonio debes de ser.
TRISTÁN Deja la suerte correr
y espera el fin del suceso.
Anteros y, enfadosa, / también por lo bizarro greguizaba» (J. M. Blecua (ed.) 1969:1365.). 421 donosa: ‘chistosa’.
TEODORO La condesa viene aquí.
TRISTÁN Yo me escondo; no me vea.
Sale la condesa.
DIANA ¿No eres ido a ver tu padre,
Teodoro?
TEODORO Una grave pena
me detiene, y finalmente,
vuelvo a pedirte licencia
para proseguir mi intento
de ir a España.
DIANA Si Marcela
te ha vuelto a tocar al arma,
muy justa disculpa es ésa.
TEODORO ¿Yo, Marcela?
DIANA Pues ¿qué tienes?
TEODORO No es cosa para ponerla
desde mi boca a tu oído. 422
422 Como dirá el marqués de la Mota en El burlador de Sevilla: «Bien dijo un sabio que había / entre la
DIANA Habla, Teodoro, aunque sea
mil veces contra mi honor.
TEODORO Tristán, a quien hoy pudiera
hacer el engaño estatuas,
la industria 423 versos, y Creta
rendir 424 laberintos, viendo
mi amor, mi eterna tristeza,
sabiendo que Ludovico
perdió un hijo, esta quimera
ha levantado 425 conmigo,
que soy hijo de la tierra, 426
y no he conocido padre
más que mi ingenio, mis letras
boca y la taza / peligro» (vv. 1656-1658; ed. de A. Rodríguez López-Vázquez 1997.). 423 industria: ‘ingenio, astucia’. En la alabanza del ingenio del tracista Tristán, Teodoro habla del laberinto de Creta, que Minos mandó hacer a Dédalo para encerrar en él al Minotauro, por el laberíntico proceder del criado. 424 rendir: ‘entregar’. 425 esta quimera... ha levantado: ‘ha fabricado esta invención’. 426 hijo de la tierra: ‘que no tiene padres ni parientes conocidos’.
y mi pluma. El conde cree
que lo soy, 427y aunque pudiera
ser tu marido y tener
tanta dicha y tal grandeza,
mi nobleza natural
que te engañe no me deja,
porque soy naturalmente
hombre que verdad profesa.
Con esto, para ir a España
vuelvo a pedirte licencia,
que no quiero yo engañar
tu amor, tu sangre y tus prendas.
DIANA Discreto y necio has andado:
discreto en que tu nobleza
me has mostrado en declararte;
necio en pensar que lo sea 428
en dejarme de casar,
pues he hallado a tu bajeza
el color que yo quería;
427 lo soy: ‘soy conde’. 428 lo sea: ‘sea necia’.
que el gusto no está en grandezas,
sino en ajustarse al alma
aquello que se desea.
Yo me he de casar contigo;
y porque Tristán no pueda
decir aqueste secreto,
hoy haré que, cuando duerma,
en ese pozo de casa
le sepulten.
TRISTÁN (Detrás del paño.) ¡Guarda 429 afuera!
DIANA ¿Quién habla aquí?
TRISTÁN ¿Quién? Tristán,
que justamente se queja
de la ingratitud mayor
que de mujeres se cuenta.
Pues, siendo yo vuestro gozo,
aunque nunca yo lo fuera,
¿en el pozo me arrojáis? 430
429 ¡Guarda...!: ‘¡cuida!’; «voz con que se advierte y avisa a otro se aparte del daño u perjuicio que le amenaza» (Aut.); Correas (Vocabulario de refranes) dice «al que tiene miedo», como guarda el coco.
DIANA ¿Que lo has oído?
TRISTÁN No creas
que me pescarás el cuerpo.
DIANA Vuelve.
TRISTÁN ¿Que vuelva?
DIANA Que vuelvas.
Por el donaire 431 te doy
palabra de que no tengas
mayor amiga en el mundo;
pero has de tener secreta
esta invención, pues es tuya.
TRISTÁN Si me importa que lo sea,
¿no quieres que calle?
TEODORO Escucha.
¿Qué gente y qué grita 432 es ésta?
430 Juega con la frase el gozo en el pozo, «refrán con que se da a entender haberse desvanecido alguna cosa que seguramente se esperaba» (Aut.). Tristán ha conseguido el gozo, la felicidad, de la condesa, y ésta quiere matarle, «arrojarle al pozo». 431 donaire: ‘gracia’. 432 grita: ‘confusión de voces’.
Salen el conde Ludovico, Federico, Ricardo, Camilo, Fabio, Anarda, Dorotea, Marcela.
RICARDO Queremos acompañar
a vuestro hijo.
FEDERICO La bella
Nápoles está esperando
que salga, junta 433 a la puerta.
LUDOVICO Con licencia de Diana,
una carroza te espera,
Teodoro, y junta, a caballo,
de Nápoles la nobleza.
Ven, hijo, a tu propia casa
tras tantos años de ausencia;
verás adónde naciste.
DIANA Antes que salga y la vea,
quiero, conde, que sepáis
que soy su mujer.
LUDOVICO ¡Detenga
la fortuna, en tanto bien,
433 junta: ‘juntada, reunida’.
con clavo de oro la rueda! 434
Dos hijos saco de aquí,
si vine por uno.
FEDERICO Llega,
Ricardo, y da el parabién.
RICARDO Darle, señores, pudiera
de la vida de Teodoro;
que celos de la condesa
me hicieron que a este cobarde
diera, sin esta cadena,
por matarle mil escudos.
Haced que luego le prendan,
que es encubierto ladrón.
TEODORO Eso no, que no profesa
ser ladrón quien a su amo
defiende.
RICARDO ¿No? Pues ¿quién era
este valiente fingido?
434 echar un clavo a la rueda de la fortuna: «vale lo propio que asegurarla para que no vuelva atrás» (Aut.).
TEODORO Mi crïado; y porque tenga
premio el defender mi vida,
sin otras secretas deudas, 435
con licencia de Dïana,
le caso con Dorotea,
pues que ya su señoría
casó con Fabio a Marcela.
RICARDO Yo doto a Marcela.
FEDERICO Y yo,
a Dorotea.
LUDOVICO Bien queda
para mí, con hijo y casa,
el dote de la condesa.
TEODORO Con esto, senado noble,
que a nadie digáis se os ruega
el secreto de Teodoro, 436
dando, con licencia vuestra,
435 Alusión a la traza que ha urdido para conseguir su felicidad. 436 Teodoro pide al público −con la fórmula habitual de senado− su complicidad en mantener su secreto.
de El perro del hortelano
fin la famosa comedia.