Economía&Negocios Uribe se queda con la llave de la … · año y de 3,4% para 2017 en un entorno...

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4 SANTO DOMINGO, RD. AÑO CXXVII. EDICIÓN Nº 35,725. MIÉRCOLES, 5 DE OCTUBRE DEL 2016 Economía&Negocios SECCIÓN D | wsjamericas.com G oogle reveló su nuevo teléfono inteligente, Pixel, en un giro estratégico que desafía al iPhone, de Apple. El gigante de Silicon Valley destacó el Pixel por su cámara, la carga rápida de la batería y un flamante asistente digital, Assistant, para competir con Siri, que Apple incluye desde hace años en sus dispositivos. La filial de Alphabet también presentó un aparato llamado Home, similar al sorprenden- te éxito Echo, el parlante de Amazon que permite a los usuarios hacer preguntas al asistente virtual Alexa y rea- lizar otras tareas del hogar. u El FMI proyectó un crecimiento de la economía mundial de 3,1% para este año y de 3,4% para 2017 en un entorno marcado por un aumento del proteccionismo, niveles récord de endeuda- miento y el magro desem- peño de los países desarro- llados, pese a la mejora de las economías emergentes. Las previsiones centrales del organismo para la econo- mía global no registran variaciones respecto de las realizadas en julio. Maurice Obstfeld, su economista jefe, dijo que las reacciones políti- cas en contra de los supues- tos efectos negativos de la globalización amenazan con socavar una recuperación ya débil y precaria. u Newell Brands anunció la venta de cerca de 10% de su portafolio y la simplificación de su estructura operacional como parte de una reestruc- turación después de la fusión de US$15.000 millones con Jarden. El grupo de produc- tos de consumo de EE.UU. pondrá en venta la mayor parte de su segmento de herramientas, su negocio de artículos para deportes de invierno y su filial de contenedores, que incluye la marca Rubbermaid, entre otros activos. u Ericsson despedirá a unos 3.000 trabajadores en Suecia, 20% de su fuerza laboral en el país, como parte de un plan de recorte de costos ante la competencia de rivales chinos y la débil demanda de sus productos celulares. El fabricante sueco de equipos de telecomuni- caciones, que cuenta con unos 115.000 empleados en todo el mundo, indicó que los despidos impactarán las dos plantas de producción que todavía tiene en Suecia. u Cargill registró un alza in- teranual de 66% en su ganan- cia neta del primer trimestre fiscal, a US$852 millones, al beneficiarse del creciente apetito de los consumidores por hamburguesas y filetes. El conglomerado agropecua- rio estadounidense señaló que empieza a cosechar los frutos de la reestructuración de los últimos dos años, en la que ha cerrado plantas, vendido activos y escindido operaciones, pero también ha invertido en negocios más rentables. Envíe sus comentarios a: [email protected] 7 7 What’s News i i i © 2016 Todos los derechos reservados wsjamericas.com En línea >> LARRY DOWNING/REUTERS P�� J� F� K� VBOGOTÁ—Álvaro Uribe encon- tró el cuerpo de su padre lleno de balas en la hacienda de la familia en 1983. Rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Co- lombia (FARC) lo habían matado en un intento de secuestro. Cuando se convirtió en presi- dente de Colombia 19 años des- pués, Uribe dirigió una ofensiva militar contra las guerrillas. Este fin de semana, ayudó a desbarran- car un plebiscito que habría sella- do un tratado de paz entre su su- cesor, Juan Manual Santos, y el grupo rebelde marxista. El impresionante resultado del plebiscito sitúa a Uribe, hoy de 64 años, en un papel protagónico a la hora de decidir qué va a suceder ahora. Algunos colombianos lo consideran la única persona ca- paz de renegociar el pacto con las FARC de una forma que convenza a quienes piensan que el gobierno de Santos ha sido demasiado blando con los rebeldes que han atrapado a Colombia en un conflicto armado durante 52 años. El domingo en la noche, San- tos dijo que todas las fuerzas po- líticas —en una clara alusión a Uribe, otrora un aliado— tendrán que decidir “entre todos cuál es el camino que debemos tomar”. Los rebeldes, que hablaron desde La Habana, prometieron no reto- mar las armas y dijeron que an- helan la paz. Uribe también adoptó un tono magnánimo tras conocerse el triunfo del “No” en el plebiscito al señalar que “todos queremos la paz. Ninguno quiere la violen- cia”. El ex mandatario solicitó pro- tección para los miembros de las FARC que expresaron sus temores de ser atacados por paramilitares y manifestó que su partido Centro Democrático quiere “contribuir a un acuerdo nacional” para resol- ver el conflicto. Por medio de una portavoz, Uri- be se abstuvo de comentar sobre sus próximos pasos. La paz pondría fin al último conflicto guerrillero de América Latina, en un país de 49 millones de habitantes que muchos inver- sionistas consideran que tiene un gran potencial de crecimiento y prosperidad. Los colombianos concuerdan en que la disolución de las FARC permitiría el desarrollo de la infraestructura y la inversión en los agronegocios en amplias zo- nas rurales. El gobierno de Barack Obama, que respaldó el acuerdo de paz, vio la conclusión de las negocia- ciones como un ejemplo de éxito de una guerra contra el terroris- mo apoyada por Estados Unidos hasta el punto de haber ayudado a debilitar a los rebeldes al punto que hayan optado por las conver- saciones de paz. La Unión Europea, el papa Francisco y los gobiernos en toda América Latina, en parti- cular Venezuela y Cuba, también respaldaron fuertemente las ne- gociaciones. El rechazo del pacto abre difíci- les interrogantes que los funciona- rios del gobierno colombiano y los rebeldes aún tienen que responder. Hasta el momento, los rebeldes han dicho que están comprometi- dos con la paz a pesar del revés. Sin embargo, muchas personas aquí se preguntan cuánto tiempo se man- tendrá el compromiso con la paz, o si un nuevo acuerdo es posible y cuánto tiempo podría tomar. Los votantes por el “No” que- rían que los comandantes de las FARC pasaran un tiempo en la cárcel por sus crímenes, tuvieran prohibido ocupar escaños en el Congreso y renunciaran a tierras y dinero mal habidos. Los partida- rios del “Sí”, por su parte, sentían que los costos del acuerdo valían la pena a cambio de la paz. Uribe recorrió Colombia desde el momento en que Santos anun- ció las negociaciones de paz con las FARC en 2012, diciéndoles a los electores que era posible ne- gociar un pacto más riguroso con los rebeldes. En una entrevista con The Wall Street Journal, Uribe dijo el mes pasado que el acuerdo estrangu- laría el crecimiento económico al requerir un gasto sustancial, y a la vez otorgaría a las FARC un par- tido político que podría conducir a la instalación de un gobierno de extrema izquierda. Aun así, “nadie está diciendo que queremos una guerra”, aña- dió. Uribe dijo que él buscaba alcanzar “un equilibrio entre el acuerdo y la pacificación”. Cifras del gobierno muestran que los ho- micidios han disminuido durante la presidencia de Santos, mientras que la economía ha registrado un sólido crecimiento. Doug Cassel, profesor de de- recho de la Universidad de Notre Dame que asesoró a Santos en la negociación con los rebeldes, dice que Uribe ha demostrado que en un enfrentamiento “cara a cara, mano a mano con Santos, le ganó”. El gobierno de Santos no res- pondió el lunes a una solicitud de entrevista con el presidente. Algu- nos participantes del proceso de paz aún ven la posibilidad de tener éxito pese al sorpresivo revés del domingo. Su hermano mayor, Enrique Santos, quien participó en las conversaciones de paz, extendió una rama de olivo a Uribe. “Hay que concretar rápido un acuerdo nacional o pacto político con el uribismo para salvar la esencia del proceso de paz y garantizar la go- bernabilidad de Santos, que quedó duramente cuestionada”, dijo. Alejandro Eder, un ex nego- ciador del gobierno y ex jefe del programa de reintegración de los rebeldes desertores, dice que un triunfo del “Sí” por un pequeño margen habría sido un peor resul- tado. Una votación como esa, seña- la, habría carecido de legitimidad y recibido la fuerte oposición de Uribe y sus aliados. Lograr que los dos trabajen juntos podría resultar difícil. Uri- be respaldó a Santos como su su- cesor, pero luego se convirtió en su crítico más duro cuando el nuevo presidente buscó negociar la paz con las FARC. “Es una guerra de egos entre Santos y Uribe”, escribió la perio- dista colombiana María Jimena Du- zán, autora de un libro sobre Uribe. Duzán no cree que Uribe reanude el proceso de paz y comparó el apo- yo de Santos al plebiscito con la de- cisión del ex primer ministro David Cameron de permitir que los britá- nicos votaran sobre su permanen- cia en la Unión Europea. Cassel dice que las dos partes podrían hallar una forma de redu- cir los beneficios concedidos a los comandantes de las FARC, como un papel en la política y sentencias por atrocidades de guerra consi- deradas indulgentes por muchos colombianos. Encontrar una solu- ción que sea aceptable tanto para Uribe como para las FARC “no será fácil, pero no creo que sea imposi- ble”, asevera. La línea dura de Uribe contra las FARC proviene de sus raíces ru- rales en Antioquia, conocida por sus hermosos paisajes, sus gran- des haciendas y una cultura de ar- mas y caballos. Los votantes de An- tioquia rechazaron el acuerdo de paz por uno de los márgenes más amplios del país. Esas raíces dieron a Uribe una perspectiva diferente en un país que ha sido gobernado durante décadas por una élite, sobre todo de Bogotá. Santos es descendiente de una de las familias más promi- nentes de Bogotá, y su tío abuelo fue presidente. A diferencia de los políticos de Bogotá, Uribe vio de primera mano los estragos que causa la violencia en el campo, incluyendo al rancho ganadero de su padre. Como estu- diante de derecho en la Universi- dad de Antioquia, Uribe se destacó por sus opiniones conservadoras en un campus donde el marxismo era visto como algo mundano en- tre los estudiantes y profesores. Después de la muerte de su pa- dre, Uribe se lanzó a la política. A los 32 años se convirtió en senador y después en gobernador de Antio- quia. Como gobernador, apoyó la creación de grupos de vigilancia vecinal que luego fueron acusa- dos de masacrar a presuntos sim- patizantes de la guerrilla. Uribe dijo que disolvió esos grupos tan pronto como sus actividades ile- gales fueron conocidas. Otro evento clave para Uri- be fue el desastroso intento del ex presidente Andrés Pastrana de hacer la paz con las FARC en 1997 mediante la cesión al grupo rebelde de un área del tamaño de Suiza como refugio durante las conversaciones de paz. Los rebel- des usaron el área para ampliar su influencia y continuar con sus secuestros. Las conversaciones colapsaron en 2002. Con el tiempo, Uribe se conven- ció cada vez más de que ninguno de los dos partidos tradicionales de Colombia era lo suficientemen- te fuerte como para enfrentarse a las FARC. En 2001, lanzó su candi- datura por un tercer partido con una plataforma basada en la gue- rra frontal con las FARC. Empezó su campaña con el apo- yo de sólo el 2% en las encuestas. Pero pronto remontó mientras el grupo rebelde llevaba a cabo una serie de atrocidades, incluido un atentado con bomba contra un res- taurante que mató a una niña de 5 años. Uribe ganó la presidencia en 2002 con 53% de los votos frente a múltiples candidatos. Fue como una avalancha. Durante la asunción de Uri- be, las FARC llegaron lo suficien- temente cerca de la capital como para lanzar morterazos contra el palacio presidencial. Fue lo más cerca que llegarían. En los años siguientes, respal- dado por el dinero y el asesora- miento militar de EE.UU., el ejérci- to de Colombia martilló a las FARC, empujándolas de nuevo a las selvas remotas y comprimiendo su tama- ño de aproximadamente 20.000 combatientes a cerca de 9.000. La exitosa ofensiva ayudó a Uri- be a convencer a los paramilitares de derecha que se desarmaran. Los grupos paramilitares eran consi- derados organizaciones terroris- tas por parte EE.UU. y la UE por sus ataques a la población civil. El des- arme redujo aún más la violencia en Colombia. Para entonces, Uribe estaba maniatado por los escándalos. Cerca de un tercio de los inte- grantes del Congreso, la mayo- ría de ellos partidarios de Uribe, fueron investigados o encarce- lados por presuntamente haber financiado sus campañas con di- nero de los grupos paramilitares ilegales. Generales de alto rango fueron implicados en un plan para asesinar a civiles y vestirlos como rebeldes con el fin de subir el número de muertos. Uno de los hombres que ayu- daron a supervisar el asalto a las FARC fue el ministro de Defensa de Uribe en aquel momento, Santos. Uribe dejó de mala gana la presi- dencia en 2010 luego de intentar sin éxito reformar la Constitución para permitir su postulación a un tercer mandato. Al final dio su res- paldo a Santos como la mejor ma- nera de continuar su legado. La amistad pronto se convirtió en enemistad. Poco después de ga- nar la presidencia, Santos anunció que había acordado en secreto ini- ciar conversaciones con las FARC. La reacción de Uribe fue furiosa. Cuando las dos partes lograron un gran avance en las negociaciones el año pasado, el ex mandatario tuiteó: “Santos no es la paz la que está cerca, es la entrega a Farc y a la tiranía de Venezuela”. En la noche del domingo, Uri- be dijo que quería “contribuir a un gran acuerdo nacional”. Héctor Abad, un novelista y columnista que conoce a Uribe, se pregunta si el ex presidente puede mostrar la flexibilidad necesaria para alcanzar un acuerdo de paz revisado con los líderes rebeldes. “Uribe es un muy mal perdedor”, dice. “Sólo podemos esperar que sea un buen ganador”. Uribe se queda con la llave de la paz en Colombia tras la derrota del pacto NICOLO FILIPPO ROSSO/BLOOMBERG NEW (2) JOHN VIZCAINO/REUTERS Las dos caras del plebiscito: bogotanos reaccionan desconsolados por la inesperada derrota del ‘Sí’ (izq.) mientras partidarios de Uribe festejan. Triunfante en su campaña contra el acuerdo de paz, el ex presidente Álvaro Uribe pidió protección para los integrantes del grupo guerrillero. Después de liderar el rechazo, asoma como árbitro de una renegociación con las FARC Lejos de creer que los mercados se es- taban autocorrigiendo, el ex presidente de la Fed agonizó sobre su inestabilidad mucho antes de la crisis de 2008. Ensayo de Sebastian Mallaby. La culpa no fue de Alan Greenspan

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Google reveló su nuevo teléfono inteligente,

Pixel, en un giro estratégico que desafía al iPhone, de Apple. El gigante de Silicon Valley destacó el Pixel por su cámara, la carga rápida de la batería y un flamante asistente digital, Assistant, para competir con Siri, que Apple incluye desde hace años en sus dispositivos. La filial de Alphabet también presentó un aparato llamado Home, similar al sorprenden-te éxito Echo, el parlante de Amazon que permite a los usuarios hacer preguntas al asistente virtual Alexa y rea-lizar otras tareas del hogar.

u El FMI proyectó un crecimiento de la economía mundial de 3,1% para este año y de 3,4% para 2017 en un entorno marcado por un aumento del proteccionismo, niveles récord de endeuda-miento y el magro desem-peño de los países desarro-llados, pese a la mejora de las economías emergentes. Las previsiones centrales del organismo para la econo-mía global no registran variaciones respecto de las realizadas en julio. Maurice Obstfeld, su economista jefe, dijo que las reacciones políti-cas en contra de los supues-tos efectos negativos de la globalización amenazan con socavar una recuperación ya débil y precaria.

u Newell Brands anunció la venta de cerca de 10% de su portafolio y la simplificación de su estructura operacional como parte de una reestruc-turación después de la fusión de US$15.000 millones con Jarden. El grupo de produc-tos de consumo de EE.UU. pondrá en venta la mayor parte de su segmento de herramientas, su negocio de artículos para deportes de invierno y su filial de contenedores, que incluye la marca Rubbermaid, entre otros activos.

u Ericsson despedirá a unos 3.000 trabajadores en Suecia, 20% de su fuerza laboral en el país, como parte de un plan de recorte de costos ante la competencia de rivales chinos y la débil demanda de sus productos celulares. El fabricante sueco de equipos de telecomuni-caciones, que cuenta con unos 115.000 empleados en todo el mundo, indicó que los despidos impactarán las dos plantas de producción que todavía tiene en Suecia.

u Cargill registró un alza in-teranual de 66% en su ganan-cia neta del primer trimestre fiscal, a US$852 millones, al beneficiarse del creciente apetito de los consumidores por hamburguesas y filetes. El conglomerado agropecua-rio estadounidense señaló que empieza a cosechar los frutos de la reestructuración de los últimos dos años, en la que ha cerrado plantas, vendido activos y escindido operaciones, pero también ha invertido en negocios más rentables.

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BOGOTÁ—Álvaro Uribe encon-tró el cuerpo de su padre lleno de balas en la hacienda de la familia en 1983. Rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Co-lombia (FARC) lo habían matado en un intento de secuestro.

Cuando se convirtió en presi-dente de Colombia 19 años des-pués, Uribe dirigió una ofensiva militar contra las guerrillas. Este fin de semana, ayudó a desbarran-car un plebiscito que habría sella-do un tratado de paz entre su su-cesor, Juan Manual Santos, y el grupo rebelde marxista.

El impresionante resultado del plebiscito sitúa a Uribe, hoy de 64 años, en un papel protagónico a la hora de decidir qué va a suceder ahora. Algunos colombianos lo consideran la única persona ca-paz de renegociar el pacto con las FARC de una forma que convenza a quienes piensan que el gobierno de Santos ha sido demasiado blando con los rebeldes que han atrapado a Colombia en un conflicto armado durante 52 años.

El domingo en la noche, San-tos dijo que todas las fuerzas po-líticas —en una clara alusión a Uribe, otrora un aliado— tendrán que decidir “entre todos cuál es el camino que debemos tomar”. Los rebeldes, que hablaron desde La Habana, prometieron no reto-mar las armas y dijeron que an-helan la paz.

Uribe también adoptó un tono magnánimo tras conocerse el triunfo del “No” en el plebiscito al señalar que “todos queremos la paz. Ninguno quiere la violen-cia”. El ex mandatario solicitó pro-tección para los miembros de las FARC que expresaron sus temores de ser atacados por paramilitares y manifestó que su partido Centro Democrático quiere “contribuir a un acuerdo nacional” para resol-ver el conflicto.

Por medio de una portavoz, Uri-be se abstuvo de comentar sobre sus próximos pasos.

La paz pondría fin al último conflicto guerrillero de América Latina, en un país de 49 millones de habitantes que muchos inver-sionistas consideran que tiene un gran potencial de crecimiento y prosperidad. Los colombianos concuerdan en que la disolución de las FARC permitiría el desarrollo de la infraestructura y la inversión en los agronegocios en amplias zo-nas rurales.

El gobierno de Barack Obama, que respaldó el acuerdo de paz, vio la conclusión de las negocia-ciones como un ejemplo de éxito de una guerra contra el terroris-mo apoyada por Estados Unidos hasta el punto de haber ayudado a debilitar a los rebeldes al punto que hayan optado por las conver-saciones de paz. La Unión Europea, el papa Francisco y los gobiernos en toda América Latina, en parti-cular Venezuela y Cuba, también respaldaron fuertemente las ne-gociaciones.

El rechazo del pacto abre difíci-les interrogantes que los funciona-rios del gobierno colombiano y los rebeldes aún tienen que responder. Hasta el momento, los rebeldes han dicho que están comprometi-dos con la paz a pesar del revés. Sin embargo, muchas personas aquí se preguntan cuánto tiempo se man-tendrá el compromiso con la paz, o si un nuevo acuerdo es posible y cuánto tiempo podría tomar.

Los votantes por el “No” que-rían que los comandantes de las FARC pasaran un tiempo en la cárcel por sus crímenes, tuvieran prohibido ocupar escaños en el Congreso y renunciaran a tierras y dinero mal habidos. Los partida-rios del “Sí”, por su parte, sentían que los costos del acuerdo valían la pena a cambio de la paz.

Uribe recorrió Colombia desde el momento en que Santos anun-

ció las negociaciones de paz con las FARC en 2012, diciéndoles a los electores que era posible ne-gociar un pacto más riguroso con los rebeldes.

En una entrevista con The Wall Street Journal, Uribe dijo el mes pasado que el acuerdo estrangu-laría el crecimiento económico al requerir un gasto sustancial, y a la vez otorgaría a las FARC un par-tido político que podría conducir a la instalación de un gobierno de extrema izquierda.

Aun así, “nadie está diciendo que queremos una guerra”, aña-dió. Uribe dijo que él buscaba alcanzar “un equilibrio entre el acuerdo y la pacificación”. Cifras del gobierno muestran que los ho-micidios han disminuido durante la presidencia de Santos, mientras que la economía ha registrado un sólido crecimiento.

Doug Cassel, profesor de de-recho de la Universidad de Notre Dame que asesoró a Santos en la negociación con los rebeldes, dice que Uribe ha demostrado que en un enfrentamiento “cara a cara, mano a mano con Santos, le ganó”.

El gobierno de Santos no res-pondió el lunes a una solicitud de entrevista con el presidente. Algu-nos participantes del proceso de paz aún ven la posibilidad de tener éxito pese al sorpresivo revés del domingo.

Su hermano mayor, Enrique Santos, quien participó en las conversaciones de paz, extendió una rama de olivo a Uribe. “Hay que concretar rápido un acuerdo nacional o pacto político con el uribismo para salvar la esencia del proceso de paz y garantizar la go-bernabilidad de Santos, que quedó duramente cuestionada”, dijo.

Alejandro Eder, un ex nego-ciador del gobierno y ex jefe del programa de reintegración de los rebeldes desertores, dice que un triunfo del “Sí” por un pequeño margen habría sido un peor resul-tado. Una votación como esa, seña-la, habría carecido de legitimidad y recibido la fuerte oposición de Uribe y sus aliados.

Lograr que los dos trabajen juntos podría resultar difícil. Uri-be respaldó a Santos como su su-cesor, pero luego se convirtió en su crítico más duro cuando el nuevo presidente buscó negociar la paz con las FARC.

“Es una guerra de egos entre Santos y Uribe”, escribió la perio-dista colombiana María Jimena Du-zán, autora de un libro sobre Uribe. Duzán no cree que Uribe reanude el proceso de paz y comparó el apo-yo de Santos al plebiscito con la de-cisión del ex primer ministro David Cameron de permitir que los britá-nicos votaran sobre su permanen-cia en la Unión Europea.

Cassel dice que las dos partes podrían hallar una forma de redu-cir los beneficios concedidos a los comandantes de las FARC, como un papel en la política y sentencias por atrocidades de guerra consi-deradas indulgentes por muchos colombianos. Encontrar una solu-ción que sea aceptable tanto para Uribe como para las FARC “no será fácil, pero no creo que sea imposi-ble”, asevera.

La línea dura de Uribe contra las FARC proviene de sus raíces ru-rales en Antioquia, conocida por sus hermosos paisajes, sus gran-des haciendas y una cultura de ar-mas y caballos. Los votantes de An-tioquia rechazaron el acuerdo de paz por uno de los márgenes más amplios del país.

Esas raíces dieron a Uribe una perspectiva diferente en un país que ha sido gobernado durante décadas por una élite, sobre todo de Bogotá. Santos es descendiente de una de las familias más promi-nentes de Bogotá, y su tío abuelo fue presidente.

A diferencia de los políticos de Bogotá, Uribe vio de primera mano los estragos que causa la violencia en el campo, incluyendo al rancho ganadero de su padre. Como estu-diante de derecho en la Universi-dad de Antioquia, Uribe se destacó por sus opiniones conservadoras en un campus donde el marxismo era visto como algo mundano en-tre los estudiantes y profesores.

Después de la muerte de su pa-dre, Uribe se lanzó a la política. A los 32 años se convirtió en senador y después en gobernador de Antio-quia. Como gobernador, apoyó la creación de grupos de vigilancia vecinal que luego fueron acusa-dos de masacrar a presuntos sim-patizantes de la guerrilla. Uribe dijo que disolvió esos grupos tan pronto como sus actividades ile-gales fueron conocidas.

Otro evento clave para Uri-be fue el desastroso intento del ex presidente Andrés Pastrana de hacer la paz con las FARC en 1997 mediante la cesión al grupo rebelde de un área del tamaño de Suiza como refugio durante las conversaciones de paz. Los rebel-des usaron el área para ampliar su influencia y continuar con sus secuestros. Las conversaciones colapsaron en 2002.

Con el tiempo, Uribe se conven-ció cada vez más de que ninguno de los dos partidos tradicionales de Colombia era lo suficientemen-te fuerte como para enfrentarse a las FARC. En 2001, lanzó su candi-datura por un tercer partido con una plataforma basada en la gue-rra frontal con las FARC.

Empezó su campaña con el apo-yo de sólo el 2% en las encuestas. Pero pronto remontó mientras el grupo rebelde llevaba a cabo una serie de atrocidades, incluido un atentado con bomba contra un res-taurante que mató a una niña de 5 años. Uribe ganó la presidencia en 2002 con 53% de los votos frente a múltiples candidatos. Fue como una avalancha.

Durante la asunción de Uri-be, las FARC llegaron lo suficien-temente cerca de la capital como para lanzar morterazos contra el palacio presidencial. Fue lo más cerca que llegarían.

En los años siguientes, respal-dado por el dinero y el asesora-miento militar de EE.UU., el ejérci-to de Colombia martilló a las FARC, empujándolas de nuevo a las selvas remotas y comprimiendo su tama-ño de aproximadamente 20.000 combatientes a cerca de 9.000.

La exitosa ofensiva ayudó a Uri-be a convencer a los paramilitares de derecha que se desarmaran. Los grupos paramilitares eran consi-derados organizaciones terroris-tas por parte EE.UU. y la UE por sus ataques a la población civil. El des-arme redujo aún más la violencia en Colombia.

Para entonces, Uribe estaba maniatado por los escándalos. Cerca de un tercio de los inte-grantes del Congreso, la mayo-ría de ellos partidarios de Uribe, fueron investigados o encarce-lados por presuntamente haber financiado sus campañas con di-nero de los grupos paramilitares ilegales. Generales de alto rango fueron implicados en un plan para asesinar a civiles y vestirlos como rebeldes con el fin de subir el número de muertos.

Uno de los hombres que ayu-daron a supervisar el asalto a las FARC fue el ministro de Defensa de Uribe en aquel momento, Santos. Uribe dejó de mala gana la presi-dencia en 2010 luego de intentar sin éxito reformar la Constitución para permitir su postulación a un tercer mandato. Al final dio su res-paldo a Santos como la mejor ma-nera de continuar su legado.

La amistad pronto se convirtió en enemistad. Poco después de ga-nar la presidencia, Santos anunció que había acordado en secreto ini-ciar conversaciones con las FARC. La reacción de Uribe fue furiosa. Cuando las dos partes lograron un gran avance en las negociaciones el año pasado, el ex mandatario tuiteó: “Santos no es la paz la que está cerca, es la entrega a Farc y a la tiranía de Venezuela”.

En la noche del domingo, Uri-be dijo que quería “contribuir a un gran acuerdo nacional”.

Héctor Abad, un novelista y columnista que conoce a Uribe, se pregunta si el ex presidente puede mostrar la flexibilidad necesaria para alcanzar un acuerdo de paz revisado con los líderes rebeldes. “Uribe es un muy mal perdedor”, dice. “Sólo podemos esperar que sea un buen ganador”.

Uribe se queda con la llave de la pazen Colombia tras la derrota del pacto

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Las dos caras del plebiscito: bogotanos reaccionan desconsolados por la inesperada derrota del ‘Sí’ (izq.) mientras partidarios de Uribe festejan.

Triunfante en su campaña contra el acuerdo de paz, el ex presidente Álvaro Uribe pidió protección para los integrantes del grupo guerrillero.

Después de liderar el rechazo, asoma como árbitro de una renegociación con las FARC

Lejos de creer que los mercados se es-taban autocorrigiendo, el ex presidente de la Fed agonizó sobre su inestabilidad mucho antes de la crisis de 2008. Ensayo de Sebastian Mallaby.

La culpa no fue de Alan Greenspan