Editorial

1
H ablar del doctor J. Perelló, es para mí evocar recuerdos que se remontan a muchos años. Primero fue la llegada a París, al departamento del doc- tor Tarneaud, en el hospital Lariboisière, de un joven médico lleno de en- tusiasmo y curiosidad, que deseaba iniciarse en la Foniatría. Hablaba poco el francés, pero lo comprendía todo con mucha facilidad. Desde aquella época le he visto varias veces en sesiones de trabajo en Barce- lona y durante varios congresos. He encontrado siempre la misma personalidad ávida de conocimientos, in- cansable investigador dotado de un poder asombroso para el trabajo, dedicando su actividad al servicio de la Foniatría y de su enseñanza. Durante estos encuentros he notado también la facilidad que tiene para pasar de un idioma a otro. Recuerdo que durante un congreso, en Padua, nos contaba con locuacidad —y en francés— la aventura que le ocurrió en Nueva York: por la noche, unos policías entraron en su habitación ¡y le llevaron a la comisaría!… ¡Todo aquello lo describió con mucha vivacidad y mucho humor!… Unos instan- tes más tarde lo volví a encontrar explicando el mismo acontecimiento con mu- cho brío y mucha gracia… ¡pero en inglés!… Recuerdo que otra vez nos encontrábamos en un hotel de México donde toca- ba una orquesta de músicos mexicanos contratados para distraernos. De pronto, vi que el doctor Perelló tomaba la guitarra de un músico y se ponía a tocar con gran facilidad los ritmos particulares de la música mexicana. Todavía podría evocar otros recuerdos… Pero lo que quiero expresar, para acabar estas líneas, en cuánto aprecio la fidelidad de su amistad. Por ello, me complace profundamente asociarme al homenaje que se le rinde y poder mani- festar mi aprecio y mi amistad. Claire DINVILLE EDITORIAL 115

Transcript of Editorial

Page 1: Editorial

EDITORIAL

Hablar del doctor J. Perelló, es para mí evocar recuerdos que se remontana muchos años. Primero fue la llegada a París, al departamento del doc-tor Tarneaud, en el hospital Lariboisière, de un joven médico lleno de en-

tusiasmo y curiosidad, que deseaba iniciarse en la Foniatría. Hablaba poco elfrancés, pero lo comprendía todo con mucha facilidad.

Desde aquella época le he visto varias veces en sesiones de trabajo en Barce-lona y durante varios congresos.

He encontrado siempre la misma personalidad ávida de conocimientos, in-cansable investigador dotado de un poder asombroso para el trabajo, dedicandosu actividad al servicio de la Foniatría y de su enseñanza.

Durante estos encuentros he notado también la facilidad que tiene para pasarde un idioma a otro. Recuerdo que durante un congreso, en Padua, nos contabacon locuacidad —y en francés— la aventura que le ocurrió en Nueva York: porla noche, unos policías entraron en su habitación ¡y le llevaron a la comisaría!…¡Todo aquello lo describió con mucha vivacidad y mucho humor!… Unos instan-tes más tarde lo volví a encontrar explicando el mismo acontecimiento con mu-cho brío y mucha gracia… ¡pero en inglés!…

Recuerdo que otra vez nos encontrábamos en un hotel de México donde toca-ba una orquesta de músicos mexicanos contratados para distraernos. De pronto,vi que el doctor Perelló tomaba la guitarra de un músico y se ponía a tocar congran facilidad los ritmos particulares de la música mexicana.

Todavía podría evocar otros recuerdos… Pero lo que quiero expresar, paraacabar estas líneas, en cuánto aprecio la fidelidad de su amistad. Por ello, mecomplace profundamente asociarme al homenaje que se le rinde y poder mani-festar mi aprecio y mi amistad.

Claire DINVILLE

115