Efectos colaterales

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Efectos colaterales AdRi_HC Efectos colaterales Un fic de AdRi_HC Licencia CreativeCommons Fanfics Foro Fátima Baeza 1

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FanFic MACA Y ESTHER Autor: Adri-HC

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Efectos colaterales AdRi_HC

Efectos colateralesUn fic de AdRi_HC

Licencia CreativeCommons Fanfics Foro Fátima Baeza

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Efectos colaterales AdRi_HCSentía algo extraño a su alrededor. No lograba ubicar el lugar donde permanecía su cuerpo, ni qué había estado haciendo hasta ese momento justo en que la consciencia parecía tomar mayor fuerza. Instintivamente buscó los dedos, el movimiento casi inconsciente que debería tener una milésima de segundo después de que su cerebro lo ordenase, pero apenas era un amago lo que llegaba hasta las pequeñas articulaciones.

Un par de voces a su alrededor le hicieron poner más empeño en el sentido del oído. Quería reconocerlas, pero era casi tan imposible como adivinar qué perro podría ser el suyo entre cientos de ellos.

La frustración silenciosa que comenzaba a apoderarse de su reciente consciencia, conseguía que buscase el movimiento mas allá, sintiendo el impulso de su sistema nervioso llegar hasta sus rodillas, creando un movimiento aun más inútil que el anterior. Sin nada que lo detuviese, seguía bajando hasta llegar a los tobillos; éstos eran simples piezas inertes de su esqueleto. Finalmente, y creyendo que nada conseguiría, llegó hasta los dedos de los pies, empleando toda su fuerza para conseguir un simple atisbo que hizo que ambos pulgares se encogiesen. Quiso sonreír por aquella pequeñez, pero su rostro se mantenía tranquilo e inexpresivo sin saber qué era lo que realmente ocurría. ¿Se daría cuenta alguien de lo que bajo aquella sábana ocurría? ¿Realmente se movía, o era solo producto de su imaginación?

Agotada por todos los intentos que le habían mantenido con la mente ocupada, decidió dejar a un lado cualquier movimiento o intento de este. Centrándose de nuevo en aquellas voces lejanas que seguían a su alrededor. Había escuchado un nombre, o eso creía. ¿Quién era Esther? ¿La conocería?

Sin darse cuenta, su mente volvía a tomar a la fase de sueño. Viéndose entonces sentada en una silla en medio de una gran habitación blanca. Ahí era fácil moverse, incluso caminar o saltar. Lo único que no podía, era hablar. No sabía qué voz salía de sus labios, sólo había escuchado el sonido de su respiración cansada después de haber intentado abrir una y otra vez la única puerta que allí había. Sin conseguirlo. Era como intentar moverse despierta, o como fuese que estaba cuando salía de aquel frío y silencioso lugar.

¿Era ese el verdadero lugar donde estaba? ¿Entonces el sueño real estaba en aquella cama donde no se movía? Sin lugar a duda tendría más sentido.

La luz de la habitación comenzaba a hacerse demasiado fuerte, obligándole a llevarse la mano al rostro protegiendo sus ojos. Pero parecía no obtener resultado cuando debía incluso cerrarlos con fuerza al sentir como el calor traspasaba sus parpados, de tal manera, que parecía estar mirando el mismo sol a unos pocos metros de distancia. Quería gritar, por el dolor, el miedo, y la incertidumbre que se habían apoderado de cada centímetro de su cuerpo.

Todo acabó un segundo después, todo volvía a estar oscuro y sentía de nuevo aquella sábana sobre sus piernas. ¿Conseguiría moverse? Otra vez las voces, esa vez con más claridad, aunque seguía escuchándolas lejos, quizás unos quince o veinte metros. Lo que volvía a hacer que la frustración le inquietase. Apretó los dientes, viendo entonces que eso sí le resultaba fácil. Empezó a repetir aquella misma presión varias veces, queriendo incluso sonreír por la hazaña conseguida. La fuerza salió de su mandíbula bajando por su garganta, llegando a ambos brazos y bajando sin prisa hasta llegar a las manos. Conseguía mover los dedos de la misma forma que la vez anterior, pero algo le hacía creer que con más empeño, esa vez lo conseguiría. Tomó aire sin saber siquiera cómo, y mandó más de aquella fuerza, notando entonces como lograba cerrar el puño. ¡Había cerrado el puño por completo! La rabia porque estuviese también bajo la sábana le hizo querer suspirar, pero el aire seguía entrando y saliendo por sí solo de su pecho. Ni en eso mandaba.

La fuerza comenzó a familiarizarse con aquella parte de su cuerpo, ya era pan comido.

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Efectos colaterales AdRi_HCSeguía abriendo y cerrando los puños con la esperanza de que quien fuese que había en aquella misma habitación, se percatase e hiciese algo al respecto. Quizás no movía nada como creía, y era una simple sensación que creaba su mente. ¿Pero por qué nadie se daba cuenta de que estaba consciente? ¿Habría alguna forma de saberlo?

Una vez más quiso suspirar, pero era tan imposible como intentar siquiera sentarse.

Comenzó a sentir un picor en la parte baja de la pierna derecha. Uno que llegaba a ser tan incómodo que su boca se secaba de la rabia. Quería incluso gritar para rogar que alguien acabase con aquel molesto picor. Pero parecía que nada llamaba la atención de nadie.

Había vuelvo a aquella habitación que empezaba a no soportar. Caminaba pegada a la pared que formaba un perfecto cuadrado. Seguro que desde arriba parecería uno de esos hámsteres de laboratorio que intenta hallar la salida.

Algo que sí le molestaba realmente, era la ignorancia absoluta del sentido del tiempo. No era capaz de distinguir la diferencia entre un segundo, un minuto, o una hora. Era como si realmente éste no existiese y solamente se dedicase a mantenerse dondequiera que estuviese. Sin nada que hacer ni que decir. Ahí tampoco sentía nada, ni la presión en la planta de sus pies descalzos al caminar, ni el tacto de sus dedos al tocar cualquier cosa. Ni siquiera era capaz de percibir una leve brisa cuando hacía algún movimiento rápido. Ésta simplemente no existía.

Mirando la silla del centro se detuvo. El cansancio tampoco hacía mella en su cuerpo, pero quizás la costumbre, le hacía querer ir hasta ella y sentarse.

Como un flash que no esperaba, la habitación desaparecía de nuevo y allí estaba, tumbada bocarriba sintiendo perfectamente sus manos. ¿Podría alzarlas y hacer ver que estaba fuera de la ensoñación?

-Mira estas bajadas de aquí.

¿Qué había sido eso? Lo había escuchado perfectamente, como si aquel hombre estuviese justo a su lado. Podía decir incluso que estaba a su derecha.

-Algo pasa, pero no sé qué puede ser.

Otra vez… ¿Había pasado tiempo desde la última y primera vez que había ocurrido? Apretó los dientes de nuevo y quiso gritar con más fuerza que nunca.

De repente sintió unos dedos apretar su muñeca. ¡Cómo no se daba cuenta de que abría y cerraba la mano! Sus pensamientos se frustraron al pensar que seguramente no movía nada, y realmente eran imaginaciones suyas. Apretó los dientes dándole igual si era real o no, y entonces dejó de sentir aquella mínima presión.

-Sigue igual que antes.

-¿Entonces qué puede ser?

Dos voces volvían a estar allí. Volvió a mandar la fuerza hasta los dedos de los pies, queriendo en un intento desesperado, mover aquella estúpida sábana que aun tenía sobre las piernas y llamar la atención de alguien allí.

-Voy a llamar al doctor.

¿Doctor?

-Voy contigo.

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Efectos colaterales AdRi_HCUn pequeño chasquido le hacía creer que una puerta se cerraba. Lo que no ayudaba a su ánimo, el cual iba decayendo hasta formar el espacio perfecto para una rabia que parecía consumir todo el oxígeno que ni retenía ni expulsaba.

El silencio sepulcral le hacía sentirse dentro de una gran caja aislada del mundo. Dándole otra vez la oportunidad de simplemente pensar, que era lo único que parecía poder hacer sin trabas ni obstáculos.

Empezaba a preguntarse si realmente estaba viva. Quizás la respuesta era no y se encontraba en algún tipo de trance hasta que perdiese totalmente la consciencia y todo se volviese finalmente negro para ir dondequiera que va la gente al morir. ¿Por eso habían ido a por aquel doctor? ¿Para certificar su defunción y sacar su cuerpo de allí?

Entre los pensamientos que viajaban por su mente, aquel chasquido anterior volvía a llenar la habitación.

-¿Habéis pedido tac?

-Queríamos que la viese usted antes.

-Dame la secuencia que tienes de las tres últimas horas.

Esa era distinta. Más grave y fuerte que las dos que ya reconocía sin dificultad. ¿Por qué se callaban entonces? ¡Que sigan hablando!

-¿Qué ve?

-Todo sigue igual.

Cuando tres pasos se alejaban de aquel cuerpo, un chasquido de lengua sonó con fuerza, y justo después algo le hacía mover el pie. ¡Había movido el pie!

-Tiene reacción nerviosa.

Tras aquel maravilloso momento donde había sentido un movimiento real, las tres primeras voces se habían convertido en tantas que había tirado la toalla antes de intentar numerarlas o distinguirlas como simple ejercicio mental.

Pero lejos de molestarle, sentía que aquello debía ser algo bueno, aunque no alcanzase a entender nada de lo que decían. Sólo hablaban de números, pruebas, jerga médica que se escapaba de los que fuesen sus conocimientos básicos, y por lo que ya estaba segura, la medicina no entraba en ellos de ninguna de las maneras.

Seguido de aquel movimiento del pie, había sentido como punzaban sus piernas, brazos y pecho, encontrando pequeñas reacciones que le habrían hecho sonreír de poder hacerlo.

Un movimiento brusco conseguía que toda su atención se centrase en apenas un metro a su alrededor. Parecía moverse y que varias personas iban en aquella misma dirección. Tres pares de pies que marcaban distintos ritmos de paso aunque no terminasen de alejarse ni adelantarla. Parecía como si todo encontrase el ritmo adecuado para el sonido que le seguía, creando algo que la hipnotizaba sin tan siquiera darse cuenta.

-Ponla ahí.

Otra vez se movía, mucho más que antes, pensando incluso que no habían tenido ninguna delicadeza al trasportarla a aquella fría base.

El cambio de lugar no recreaba especialmente una sensación de bienestar en ella. Era frío y duro, nada que ver con aquel mullido colchón que la soportaba segundos antes. Definitivamente aquel, era un lugar incómodo si pensaban tenerla en él mucho tiempo.

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Efectos colaterales AdRi_HCNada había cambiado desde que la dejasen allí, y empezaba a impacientarse tanto que no recordaba haberse sentido así antes. Era como si algo realmente pesado se dejase caer sobre su pecho, con más decisión cada vez, resultando doloroso y a la vez perturbador. Tanto que poco a poco empezaba a ser demasiado insoportable hasta el punto de hacerle querer gritar. Pero entonces un sonido demasiado fuerte, dejaba a un lado aquella sensación anterior. No se parecía a nada que hubiese escuchado antes, por lo que no podía compararlo o alentarse en el tiempo que duraría. Solo le quedaba suplicar que acabase lo antes posible.

Cuando de nuevo su cuerpo se movía, percibía entonces que había dejado de ser consciente de cualquier cosa. Sentía el colchón después de haber dejado aquel lugar tan incómodo, y los pasos volvían a sincronizarse entre sí a su alrededor. Parecía vivir un mismo momento consiguiendo incluso que dudase en que fuese realmente así.

-Hay que avisar a la Doctora Paredes, no me extrañaría que se despertase de un momento a otro.

Doctora Paredes… ¿Quién era esa doctora?

La tranquilidad tomaba presencia después de esa pregunta. Le resultaba extraño como había pasado a llamarlo así después de tan sólo un breve espacio de tiempo. Cuando antes le resultaba inquietante, ahora era lo único que quería. Silencio.

En aquel estado en el que había estado repetidas veces, volvía a ser consciente de su escasa movilidad, aunque era evidente que le resultaba más fácil mover los dedos aunque fuese mínimamente. Lejos quedaba aquella falsa sensación de haber cerrado la mano cuando seguramente, sólo había doblado apenas los dedos. Era capaz de estirarlos, por lo que pensó que hacerlo con uno cada vez, sería un buen ejercicio para mantenerse incluso distraída.

¿Cuánto quedaría para que pasase eso que la cuarta voz había dicho? ¿Cuándo despertaría por completo?

-¿Esther? ¿Esther, me oyes?

-¿Esther? ¿Esther, me oyes?

La insistencia en la pregunta no consiguió otra cosa sino hacerle pensar que era directamente hacia ella, entonces ¿Era ella esa Esther que había escuchando nombrar con anterioridad? ¿Ese era su nombre?

-Esther… abre los ojos.

Abrir los ojos… hasta ese momento no había visto la posibilidad de hacer aquello. Estaba tan sumida en el mundo paralelo, en la existencia de la habitación que había estado dándole cobijo… ¿Podría hacerlo de verdad?

-Sabemos que estás despierta y puedes escuchar, abre los ojos.

Y entonces, toda la fuerza que la había recorrido en ocasiones anterior, la que había buscado con impaciencia queriendo moverse, comenzó a retroceder desde aquel punto en el que permanecía, unificándose para formar una única masa invisible, deslizándose hasta llegar a sus ojos, tomando un formación sin puntos flacos, haciéndole sentir que abrir los ojos, sería lo más fácil hasta ese momento.

-Eso es.

La primera imagen era distinta a cualquier cosa vista antes. Era todo tan nítido que las demás se quedaban borrosas como un sueño lejano. Pero a su vez, podía sentir la misma sorpresa que

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Efectos colaterales AdRi_HChabía conocido la primera vez que escuchó una a su alrededor, sintió el tacto de aquella sabana, o cuando la incertidumbre entre la realidad y el mundo recreado en su subconsciente.

-¿Cómo te encuentras?

E: Be… -frunciendo el ceño cerraba los labios.

-¿No puedes hablar?

E: Bi… -lo intentaba de nuevo dándose cuenta de que eso, no resultaría a la primera.

-Tranquila, no lo fuerces.

Le veía sonreír mínimamente.

-Que venga la doctora.

Aun con los ojos abiertos, y frente a ella, decenas de médicos pasaban para reconocerla en un primer momento, o simplemente observarla. No se veía capaz de volver a despegar los labios. Respiraba con cautela mientras no perdía detalle de cada uno de los rostros que se quedaban frente a ella, llegando a sentirse de nuevo incómoda, pero de una forma desconocida hasta entonces.

De repente, y sin entender por qué, todos allí iban saliendo uno por uno hasta dejar aquel dormitorio únicamente con su presencia. Su frente se arrugaba sin tan siquiera proponérselo, exteriorizando el temor repentino a quedarse sola.

Miró a su alrededor, viendo una mesita de una altura similar a la cama, un sillón tan blanco como la pared, y un armario que, a diferencia de lo demás, resaltaba por sus tonos oscuros. Todo pasó a un segundo plano cuando la puerta volvía a abrirse, dejando paso a una mujer algo más mayor que todos los que habían entrado, sosteniendo una carpeta, también con bata, y una sonrisa más amplia que cualquier otra que hubiese visto antes.

-Hola. –con un paso dejaba claro que no esperaba una respuesta.

Llegando al borde de la cama, y sin dejar de mirarla, se sentó sin soltar aquella carpeta con la que había entrado. Sonriendo y mirándola fijamente.

-Contéstame con la cabeza… ¿Me entiendes bien? –La veía asentir mínimamente- Me han dicho que te ha costado hablar. –De nuevo asentía- Vale… Quiero hacer primero una prueba. –Abría la carpeta sacando después un lápiz- ¿Lo entiendes?

Frente a ella, varias formas se dibujan con una fina línea blanca. Podría decir que lograba diferenciarlas, distinguirlas, pero algo no llegaba a convencerla, haciendo que volviese a fruncir el ceño.

-Te voy diciendo los nombres y los señalas ¿Vale? Sólo lo vamos a intentar.

Asintiendo sin que se lo pidiese, seguía mirando aquel folio. Intentando encontrar entre cada rincón de su cerebro el razonamiento que sabía le faltaba. Apretó la mandíbula sintiéndose frustrada, justo cuando la voz junto a ella salía con absoluta calma, consiguiendo incluso que se relajase al instante.

-¿Cuál es el círculo?

-¿Cuál es el círculo?

Su vista se detenía en cada forma, distintas, aunque algunas parecidas entre sí. Había algo familiar, pero era como si viese rostros olvidados, encontrando sólo el atisbo de lo que una vez su mente tuvo como recuerdo.

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Efectos colaterales AdRi_HCNo viéndolo venir, su mano derecha tomaba aquel lápiz sobre sus piernas, de manera torpe, buscando durante unos segundos la manera más cómoda de retenerlo entre sus dedos. Mirándolo antes de estirar el brazo hasta llegar a rozar casi aquel papel que llamaba de manera completa su atención.

E: Ci… ci...

-Círculo.

E: Cir… -la miraba entonces.

-Círculo.

E: Cír-cu-lo.

-Eso es. –Sonreía- ¿Dónde está? Señálalo en el papel.

Soltando aire, y suspirando por primera vez, sintió el alivio de ese simple gesto que había intentado hacer varias veces. Sonriendo también, casi para ella, mientras se sentía observada, y parte de sus pensamientos se centraban en intentar resolver aquel problema en el que se encontraba. Los dientes pasaban a atrapar parte de su labio inferior, dejando más clara su frustración.

-Si te equivocas no pasa nada.

Levantando la vista volvía a encontrar aquel rostro que le hacía sentirse extraña. Estaba tan tranquilo y feliz, que cientos de preguntas nacían de la nada creando más dudas de las que ya existían, ofuscándola en silencio mientras intentaba encontrar cualquier cosa, por pequeña que fuese, que le ofreciese alguna respuesta válida.

-Venga.

Una reacción que ni ella esperaba, hizo que cogiese el papel e hiciese una bola con él antes de tirando, haciendo después lo mismo con el lápiz. Dejó caer las manos, una a cada lado de su cuerpo, mientras miraba hacia la ventana que aún no había sido punto de encuentro con sus ojos.

-Está bien, no pasa nada.

El silencio se hacía dueño de la situación y sus manos se cerraban en torno a la sábana que cubría la mitad de su cuerpo. Todo era mucho más confuso que antes, tanto que en su fuero interno deseaba volver a ese estado de incomprensión y sentir la verdadera limitación que la frustraba sin paños calientes. Pero ahora que esa se reducía a su voz y parte de su cuerpo, la frustración tomaba camino para hacerse dueña de la situación.

-¿Recuerdas algo?

Negaba entonces con fuerza.

-¿Quieres saberlo, o prefieres que te deje descansar?

Alzando la vista volvía a posar sus ojos en el rostro de aquella mujer. Había pasado a estar cruzada de brazos, aunque mostrando una tranquilidad que volvía a inundarla con tan sólo mirarla. Creyendo que la explicación a todo ello estaría en saber la verdad.

-Hace tres años estaba en uno de esos turnos de noche en urgencias que desesperan a cualquiera. Trabajaba en el Clínico, y justo cuando pensaba que no podía ser una noche más lenta y aburrida, llegaste con un cuadro bastante serio de ansiedad. Te dolía la cabeza y sufrías nauseas y mareos. Tuvimos que tranquilizarte primero y luego, cuando me contaste todo, vi

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Efectos colaterales AdRi_HCtanto miedo en tus ojos, que me propuse no dejarte salir de allí sin saber qué ocurría e intentar solucionarlo.

Ante aquella primera revelación, sus ojos comenzaron a temblar. Parecía que la noción del tiempo transcurrido, en su misma exactitud, sí tenía significado claro en su cabeza. Un mes, un año, trescientos sesenta y cinco días… tres años, mil noventa y cinco días atrás, conoció a esa mujer.

-Encontramos quizás, lo peor que podíamos. Tenías un tumor en la hipófisis… cuando te expliqué de qué trataba, saliste corriendo, y tardaste unos diez días en volver. Me suplicaste que te diese una solución, nunca vi llorar a alguien de ese modo. Estuve varios días buscando la manera de ayudarte, incluso te visitaba, siempre en el mismo parque. Hasta que di con algo, que fue lo que te llevó a esta cama.

Según transcurrían todas esas palabras, formando segundos y segundos de información que llegaban a ella creando unos flashes que recreaban otro tipo de temor, se daba cuenta de que era una completa desconocida para sí misma. ¿Qué podía esperar de algo así? ¿Cómo podía hacer frente a eso? Las uñas se clavaban aún más por encima de aquella sábana enmarañada.

-Vamos a dejarlo por hoy.

Envarándose, se inclinaba hacia delante emitiendo un sonido totalmente incoherente dejando clara su postura de negación frente a ese pensamiento.

-No quiero que te alteres.

E: Qui… qui… -cerraba los ojos con fuerza dándose por vencida.

-Vale, si tú quieres seguiré. –asentía tocando su mano por primera vez, y viendo que no era rechazada, aunque tampoco mostraba ninguna muestra de nada más.

Levantando la vista tomaba un aire que había salido en aquellos dos intentos fallidos por hacerse escuchar.

-Ninguna operación iba a conseguir mantenerte viva por mucho tiempo. Tan sólo era cuestión de meses, un par como mucho… -suspiraba, dejando de mirarla- Un estudio estaba llevándose a cabo aquí mismo, en Madrid, y necesitaban un paciente con un cuadro concreto, justo el que tú tenías… Te lo propuse y aunque no en ese mismo momento, aceptaste. Firmaste el consentimiento y te trajimos aquí. La operación salió bien, conseguimos extirparlo por completo, no dejar rastro alguno de él, pero tu cerebro sufrió algunos daños y entraste en coma. La clínica ha estado todo este tiempo intentando dar con algo que te sacase de ese sueño, pero finalmente lo has hecho por ti misma. –Tomando aire de forma tranquila volvía a mirarla con decisión- Te llamas Esther García, tienes veinte ocho años, y has estado casi tres en coma.

Aunque permanecía con los ojos abiertos, su visión no hacía uso de aquel mínimo sentido mientras todo cuanto había escuchado hasta entonces, iba tomando forma. Poco a poco iba extendiéndose, creando una fina capa que hacía que todo quedase borroso, tanto, que incluso pasó a tomar posesión del sentido del tacto, teniendo que llevarse una de sus manos hasta el rostro, sintiendo una pequeña humedad que pasaba a brillar en la yema de sus dedos.

-Estás bien, Esther… ahora estás bien. Todo puede volver a cambiar.

Tras el sonido de la puerta, y permaneciendo sola, seguía mirando al frente sin tan siquiera pestañear.

Tan sólo era cuestión de meses… un par como mucho… necesitaban un paciente con un cuadro concreto… firmaste el consentimiento… conseguimos extirparlo… tu cerebro sufrió algunos daños… coma… Te llamas Esther García, tienes veinte ocho años, y has estado casi tres en

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Efectos colaterales AdRi_HCcoma… te llamas Esther García… Esther García… has estado casi tres años en coma… te llamas Esther García…

E: ¡No!

Después de ese primer momento donde los gritos se sucedían uno tras otro, todo se volvió borroso. Solo la presencia de un par de hombres vestidos de blanco le hizo preguntarse si aquella reacción no era una simple pesadilla. Pero todo se oscureció después, reinó el silencio, y la pesadez invadió cada centímetro de su cuerpo.

Estaba una vez más, sentada en la única silla de esa habitación blanca. Pero algo había cambiado, una imagen que le hacía levantarse y querer caminar. La puerta que tantas veces había visto cerrada, que no había podido abrir, permanecía abierta por completo dándole una posibilidad, una que necesitaba cuando era capaz de sentir el frío bajo sus pies descalzos, y apenas un mínimo peso de su cuerpo deslizándose.

Una habitación atestada de gente se empezaba a enfocar frente ella. Era incapaz de ver cualquiera de los rostros que pasaban por su lado. Como si una neblina oscura los protegiese, o simplemente quisiese avivar la frustración que comenzaba a sentir. Por muy lejos o cerca que buscase, ninguna parecía querer mostrarse ante ella. Deteniéndose sin más, pasaba a observar dos cuerpos en un rincón de aquel salón. Unidos todo lo humanamente posible, el movimiento de estos le hacía creer que reían mientras los dos juegos de manos se afanaban en acariciar la espalda del cuerpo ajeno. Siguió aquel camino sin proponérselo, quedándose a tan solo un par de metros, y apreciando que las voces que debería escuchar no llegaban más alto que un leve susurro a lo lejos. Y justo cuando su cuerpo comenzaba a girarse de nuevo, unos ojos parecían abrirse paso entre la neblina aun existente, pudiendo posarse en ella con absoluta fijación. Creando un estremecimiento que la recorría desde la misma planta de los pies, alcanzando en tan solo un parpadeo el mismo centro de su nuca.

-¿Esther?

Estiró el brazo cuando aquel salón se alejaba sin ella moverse, creando una imagen difuminada de todo cuando había visto.

-¿Cómo estás?

Frente a ella, el rostro de la doctora se mostraba sereno mientras acariciaba su frente e intentaba hacerla ver que había despertado de su sueño.

-Te ayudaré a sentarte. –accionando la cama comenzaba a incorporarla hasta que ya con más facilidad, podía también ayudarla a quedar sentada cómodamente- Te tuvimos que administrar un calmante, has dormido un par de horas.

Apretando los dientes sin mucha fuerza, giraba su rostro para evitar mirarla como lo hacía. Tenía apenas una leve imagen del sueño que había abandonado forzosamente, y solo podía preguntarse a quién pertenecían aquellos ojos, lo único claro de todo aquel recuerdo.

-Quiero probar algunas cosas, ¿me ayudarás?

Durante el resto de lo que duraba esa tarde, pasó a realizar varios ejercicios de todo tipo. Habían colocado una mesa plegable a modo de apoyo para que resultase fácil y cómodo, intentando que la frustración y desánimo no hiciesen mella en ella.

-¿Éste lo reconoces?

E: Ver… de.

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Efectos colaterales AdRi_HC-Estupendo. –sonreía ampliamente- ¿Has visto como solo en un par de horas has avanzado muchísimo? Es cuestión de tiempo que todo vuelva a ser como antes.

Tragando algo que atravesaba su garganta, y lo cual le abrasaba como para causar un dolor demasiado desagradable, bajó la vista viendo todo lo que había conseguido escribir, contestar, y acertar. Empezaba a dolerle la cabeza y decidió soltar el lápiz y acomodar la espalda en la cama.

-Lo dejamos por hoy.

E: ¿Co… co-mo te… -de forma involuntaria su cabeza se movía en el mismo instante en que intentaba continuar- lla-mas?

-Lidia.

E: Li… dia.

L: Sí. –sonreía de nuevo, justo antes de quitar todo cuanto abarrotaba aquel improvisado escritorio para después recogerlo y apartarlo de allí dejando más espacio- Ahora van a traerte algo flojito para que cenes. Luego te darán algo para que duermas y mañana a primera hora estaré aquí otra vez. –se incorporaba para ir hasta sus cosas, que permanecían en el sillón junto al armario, sin percatarse de que Esther tras ella, tomaba aire intentando hablar con claridad.

E: Gra-cias.

Girándose sorprendida, la veía erguida y con los ojos puestos en ella. Sonrió nuevamente antes de acercarse y acariciar suavemente su pelo.

L: Buenas noches.

De lado hacia la ventana, permanecía con los ojos abiertos mientras la medicación seguía sin hacer efecto. Podía diferenciar la parte oscura de la que la luna iluminaba en el exterior, corría una leve brisa y movía los apenas cuatro árboles que adornaban aquella parte del edificio. Cenar había resultado algo complicado al principio. También había recibido noticias de que durante la mañana siguiente haría varios ejercicios físicos, un fisioterapeuta se encargaría también de ella y de que no tardase más tiempo en poder valerse por sí misma.

Resultaba perturbador todo cuando había pasado aquel día. La información que había llegado a ella como cualquier cosa insignificante, pero que en realidad, eran todo cuando sabia de ella. Nombre, edad… ¿nada más? ¿a eso se reducía su existencia? Al nombre en unos informes, y una fecha, la cual ni conocía… ¿a quién había dejado atrás? ¿había alguien esperándola, o esperando para cruzar la puerta de esa habitación en algún momento?

La visión de aquella semioscuridad del exterior iba perdiéndose cada vez por más segundos entre parpadeo y parpadeo. Hasta que en una de las últimas veces, el cansancio y el sueño se apoderaban de esa parte de su cuerpo, conteniéndola en volverlos a abrir, comenzando a mecerla en silencio hasta que alcanzase por sí misma el camino hasta los brazos de Morfeo.

Una sensación extraña llegaba de forma repentina, haciéndole, o más bien obligándole, a bajar la vista hasta sus pies, donde el tacto desconocido se colaba incluso entre sus dedos haciéndole sonreír. Era una base uniforme, del mismo color, y que se movía con facilidad. Se inclinó para tocarla también con sus manos, viendo como parte de aquello se quedaba en ellas, teniendo que sacudirlas cuando de nuevo se incorporaba para mirar al frente. La exagerada cantidad de agua le hizo abrir los ojos por completo. El olor era casi perfecto, haciéndole caminar hasta el color azul intenso.

-¿No te encanta?

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Efectos colaterales AdRi_HCSu cuerpo reaccionó a la sorpresa, alejándose un paso y girándose para descubrir la presencia de alguien. Nuevamente aquella neblina le impedía ver cualquier rasgo de su rostro, pero los ojos seguían ahí, esos que había visto una primera vez.

-Estábamos bien aquí.

Aquella voz llegaba débil, aunque estuviese frente a ella y a apenas un paso.

Bajando el rostro sentía una leve fuerza en la brisa, que la invitaba a mirar de nuevo hacia el agua, hacia el sonido de las olas creadas por el mismo aire que arremetía contra ella. Sonrió a gusto, moviéndose de nuevo para mirar de nuevo aquellos ojos. Encontrando finalmente la ausencia de éstos, y consiguiendo que se moviese asustada, sin saber qué había ocurrido o dónde estaba.

Dejando aquel sueño a un lado, se incorporaba apenas en la cama descubriéndose sola en la habitación, cayendo de nuevo sobre el colchón y notando como el frío sudor perlaba su frente haciéndole estar incómoda.

A primera hora, una enfermera había entrado revisando algo en una de las máquinas junto a la cama, y suministrándole algo en la vía que la noche antes había colocado en su brazo. Más tarde, una segunda dejaba una bandeja sobre la mesa desplegable, quitando la tapa y dejando ver su interior; un vaso de zumo, algo que no sabía qué era exactamente, y un poco de pan tostado.

L: Apenas has comido. –miraba la bandeja y después a ella- ¿Has intentado decir algo hoy? –la observaba negar entonces- Pues tendrías que intentarlo, ¿te crees capaz de leer? Podría dejarte algo y lo intentas estando sola, así no te sientes observada y lo ejercitas tú tranquila.

Guiando lo ojos hasta su bata, descubría un bolígrafo sobresalir del bolsillo de ésta. Alzando la mano conseguía transmitir su decisión de tomarlo, viendo como mas tarde también ponía un trozo de papel.

L: ¿Quieres escribir?

E: S… sí.

Cogiéndolo primero con algo de dificultad, conseguía empezar a trazar una línea algo irregular, hasta que tomaba forma de m, y seguía lentamente hasta terminar aquella palabra.

L: ¿Mamá?

L: ¿Mamá? –asentía brevemente, aunque mostrando una clara ansiedad en sus ojos- ¿La recuerdas? –bajando entonces la vista, se mantenía inerte y sin contestar- Siento decirte que falleció.

Buscando sus ojos con rapidez, sentía como una punzada en el centro de su pecho iba abriéndose paso sin mostrar compasión alguna. Los labios se apretaban con fuerza mientras sus dientes habían hecho lo mismo entre un pequeño espacio de piel, la cual ya había comenzado a sangrar y un sabor desagradable inundaba su sentido del gusto.

L: Lo siento.

Sin haberse repuesto aun, la puerta se abría de nuevo y ambas se movían intentando descubrir la silueta que traspasaba el umbral dejando visible su presencia.

-Hola, doctora. –extendía su mano ofreciéndola como saludo.

L: ¿Quién es usted? –preguntaba recelosa mientras contestaba apenas a su gesto.

-Me han trasladado hoy, soy Macarena Wilson… supervisora.

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Efectos colaterales AdRi_HCL: ¿Supervisora? No me han avisado de ningún cambio o llegada… -veía como extendía entonces una fina carpeta que no dudaba en coger y ojear más tarde- Ya veo… Está bien. –la cerraba para devolvérsela- Ahora vengo, tengo que hacer una llamada.

M: Claro.

Sobre la cama, una Esther que no era capaz de reconocer aquella realidad en la que permanecía, seguía viendo pasar frente a ella pensamientos y preguntas a una velocidad demasiado rápida como para poder prestar atención suficiente.

M: Hola. –daba un paso hacia ella- ¿Cómo te encuentras? –cruzándose con sus ojos durante un breve instante fruncía el ceño para coger después el informe sobre los pies de la cama.

Siento decirte que falleció… ¿Murió estando ella así? ¿Había estado preocupada por ella? ¿Pasaría las horas junto a esa cama velando su sueño? ¿Habría ocupado aquel sillón junto al armario? Había muerto sin poder despedirse de ella… de su propia madre.

M: Necesito que… -de nuevo aquella voz le hacía girar la cabeza, encontrando su rostro más cerca que antes mientras sostenía algo entre los dedos- Será solo un momento.

La luz llegaba hasta sus ojos casi cegándola, siendo apenas unos segundos, pero realmente incómodos que le hacían apretar el borde del colchón con fuerza.

M: Ya está.

L: Están preparando sus cosas en el laboratorio… ya puede ir hasta allí.

M: Gracias. –sonrió por cortesía miraba a aquella doctora antes de girarse de nuevo hacia la cama, manteniendo la pequeña sonrisa hasta que Esther bajaba la vista- Hasta luego.

Cerrando la puerta sostenía aquel primer documento que le había hecho visitarla. Leyendo lo mismo, no encontrando nada allí que le diese alguna respuesta. Suspirando volvía al breve diagnóstico que rezaba la primera página.

La paciente número 2 despierta de su estado de coma con aparente estabilidad. Reacciona a todas y cada una de las pruebas de manera perfecta. Aun muestra dificultad en el habla, movimientos, y psicomotricidad.

Llegando hasta la parte que ella ocuparía en aquellos próximos meses, veía apilados todos los informes que había pedido. En cada uno de ellos un nombre distinto.

M: Pues vamos a ver qué tienes de especial.

Sin poder controlarlo, había entrado en un bucle de agresividad y descontrol que habían obligado a la doctora a inmovilizarla y mantenerla sedada la mayor parte del tiempo. Fuera de eso, su estado era casi perfecto. Ya alzaba la voz creando palabras completas, y en alguna que otra ocasión había conseguido formar una frase entera. La nueva supervisora llegada a la clínica, seguía revisando uno tras otro todos los informes, buscando similitudes, diferencias, o algo que le indicase y le dejase claro el por qué del estado de esa mujer.

-¿Todavía sigues con eso?

M: Sí, voy a ir a ir a ver a los demás… hasta que no tenga una respuesta no voy a poder estar tranquila.

-No sé si a la doctora le gustará que estés metiendo tanto la nariz en esto.

M: ¿Y eso por qué? Es mi trabajo. –contestaba girándose por primera vez- Para esto estoy aquí, para supervisar el estado de los pacientes.

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Efectos colaterales AdRi_HC-Negaré habértelo dicho, pero tienes más informes en el despacho número tres, aunque esos no los toca nadie más que ella.

Viendo marchar a su compañero, seguía manteniendo la mirada en la puerta. ¿Había más informes? Cerrando el que llevaba entre manos lo tomaba después para comenzar a caminar. La mayor parte de la gente había terminado su turno y por lo tanto habían vuelto a sus casas. No se escuchaba más que el sonido de sus pasos, los cuales la llevaban a una de las habitaciones.

Sobre la cama, un cuerpo flácido y sin movimiento descansaba sin ser consciente de ello. El pelo sobre el casco de su cabeza permanecía aplastado por el tiempo transcurrido en aquella misma posición, y los monitores no mostraban ningún cambio aparente. El informe dejaba ver que había sido intervenido apenas semanas antes que la paciente número dos, pero ésta era la única que había demostrado evolución. Preguntándose demasiadas cosas, posaba sus ojos en aquel rostro sereno, el de un hombre que vivía sin saber siquiera que lo hacía. El que tendría una familia que vivió con esperanza, una seguramente ya perdida.

Suspirando giraba sobre sus talones para salir de allí. En esa misma planta, y tan solo a unos metros, una puerta permanecía entornada, dejando que un resquicio de luz saliese con facilidad pintando la pared justo enfrente con un tono dorado fácil de apreciar.

M: ¿No deberías estar durmiendo?

E: N… no ten-go… su… su… -suspiraba frustrada- sue-ño.

M: Pero debes descansar. –miraba la medicación intravenosa que caía aun por el gotero, haciendo que ésta cayese un poco más deprisa- ¿Has cenado bien? –la observaba asentir- ¿Has estado practicando? –veía varios lápices y papeles escritos sobre la cama, mas tarde asentía de nuevo- ¿Y qué tal?

E: Me-jor.

M: Me alegro. –sonreía mirándola- ¿Te puedo preguntar algo? –asentía otra vez, sentándose entonces en el borde de la cama- ¿No recuerdas absolutamente nada? ¿Ni siquiera en sueños, algo que no comprendas?

E: Re… cuerdo cosas. –asentía levemente y sorprendiendo a la doctora.

M: ¿Qué cosas?

E: Mi… madre. –la miraba entonces, con algo de temor en los ojos, dejando ver su aun clara fragilidad con el mundo.

M: Ya… será mejor que descanses, no quiero hacer que te alteres.

E: ¿Có-mo te… llamas?

M: Maca, me llamo Maca. –sonreía ofreciéndole su mano derecha, esperando una reacción, y viendo como lentamente, Esther alzaba la suya hasta poder cogerla- Un placer.

E: Un… pla-cer. –imitaba sonriendo también.

A primera hora, y sin perder tiempo aprovechando que solo unos pocos mas habían llegado junto a ella, caminaba hacia al despacho que su compañero le había nombrado el día anterior.

Asomándose con anticipación, se aseguraba de que permaneciese vacío y encontrándolo de aquella forma, terminaba por entrar y cerrar tras ella para ir a los cajones de archivo que habían pegados contra la pared y junto a la ventana. Los cuales encontraba cerrados con llave.

M: Joder.

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Efectos colaterales AdRi_HCMirando a su alrededor, buscaba sin saber realmente qué. Comenzó a levantar carpetas y documentos que llenaban varias bandejas sobre la mesa. Tras unos minutos encontró un pequeño juego de llaves que le hizo sonreír antes de volver a girarse. Probando primero con la llave más pequeña, veía satisfecha como ésta encajaba perfectamente, dejándole girar después y abrir uno de los primeros cajones.

Todos tenían en una esquina el número de expediente de cada paciente, nombre completo, y fecha de ingreso. Buscó entre todos uno en concreto, encontrándolo casi al final de todos ellos.

Con él en la mano, se giraba de nuevo para sentarse frente a la mesa. Allí no había más que resultados antiguos, reacciones a varios medicamentos, y un historial anterior que le hizo leerlo con más detenimiento. Eran los de aquella primera noche que visitó urgencias tres años antes. Varias resonancias, un informe de neurología…

L: ¿Algo interesante?

Sorprendida, levantó la vista encontrándola parada en la puerta. No había dicho nada aun cuando ya caminaba despacio y sin prisa hasta la ventana, subiendo el estor y dejando que la luz entrase con más facilidad.

L: Ahí no encontrarás nada nuevo, no se actualizan.

M: Me he dado cuenta. –lo cerraba para dejarlo con absoluta tranquilidad y volver a dejar las llaves en su sitio.

L: ¿Siempre es tan madrugadora? –preguntaba de nuevo frente a ella.

M: Tengo el sueño ligero.

Asintiendo apenas, hacia que Maca viese el momento para marcharse. Ya fuera del despacho, había metido ambas manos en los bolsillos de su bata para caminar hasta el ascensor. ¿Por qué los tenían ahí si no decían nada relevante?

Dejando las preguntas a un lado, llegaba hasta la puerta entornada, empujándola apenas para descubrir a Esther despierta y desayunando a un ritmo bastante lento.

M: Buenos días.

E: Bue-nos… días. –sonreía sin soltar la pajita que sostenía para beberse el zumo.

M: ¿Qué tal has dormido? -se cruzaba de brazos apoyada en el mueble junto a la cama y sin dejar de mirarla- Tienes mejor cara.

E: Bien. –asentía brevemente.

M: Me alegro.

E: ¿Me… pue-des ayu… dar? –preguntaba algo cohibida y dejando que Maca tuviese unos segundos para deducir de qué se trataba mientras miraba su desayuno.

M: ¿Quieres que te eche una mano con el yogur?

E: Por favor.

Sin esperar más tiempo, se acercaba hasta ella para quitar la tapa del yogur y coger más tarde la cuchara, llenando apenas la mitad de ella para después mirarla y sonreír sin poder evitarlo.

M: ¿Con avioncito o sin avioncito?

Viendo la sonrisa que se dibujaba entonces en sus labios, guardó silencio antes de estirar su brazo para acercarle el desayuno, viendo como un par de segundos después, Esther terminaba por alcanzarla y bajar la vista.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Otro día me ayudarás tú, eh…

Sentada frente a la ventana, y después de otra dura sesión de rehabilitación en sus piernas, observaba silenciosa la pequeña brisa que hacia bailar las copas de los árboles. Intentaba dar nitidez a su último sueño. La neblina que ocultaba los rostros, ya era parcial, permitiéndole diferenciar rasgos y saber cuál de ellos aparecía con continuidad. Sobre todo uno, uno que siempre le sonreía y le ofrecía su mano. Sin saberlo a ciencia cierta, creía que esa mirada era la de su madre, la del calor de una madre.

L: Hola.

Sorprendida, se giraba descubriendo la presencia de Lidia, la cual se sentaba a un lado para observarla.

L: ¿Qué tal estás?

E: Bien… quizás, un po-co… cansada.

L: Es normal, Bruno dice que habéis tenido una sesión fuerte, y que has conseguido caminar tú sola un buen rato. –la veía asentir con una pequeña sonrisa- Estás haciendo muchos progresos.

E: ¿Podría… ir a ver a mi ma-dre?

L: Cielo, ya te dije que…

E: Al… -la cortaba cerrando los ojos mientras seguía esforzándose en no dejar mucho tiempo en sus frases- cemen… cemen-terio. Maca dijo que… estaría bien.

L: ¿Maca dijo eso? –Esther se limitaba a asentir- Ya veremos ¿Vale?

E: Sueño con… ella.

L: ¿Sueñas con tu madre? –preguntaba sorprendida- ¿La ves claramente? –asentía de nuevo- Eso está muy bien.

E: ¿Ten… go, fami-lia?

Mirándola, ella misma sentía la angustia con la que había salido su voz. Había estado toda la noche preguntándose cuál sería la respuesta a esa pregunta. Si habría alguien esperándola en algún sitio, alguien que hiciese que su vida no resultase tan vacía como la sentía. Las conversaciones con Maca se habían hecho tan asiduas por las noches y antes de dormir, que había sentido la necesidad de tener a alguien más. De no ser simplemente alguien solitario en el mundo.

L: Ahora vendrán a por ti, descansa mientras tanto. –acariciando su pelo se levantaba antes de marcharse de allí.

Tomándose un respiro, daba el último trago de su café antes de volver al trabajo. Tenía decenas de pruebas por comparar para después pasar algunos informes. Había pasado la noche en vela con unos análisis de Esther y los de otro paciente, quizás el que más se asemejaba a ella, intentando buscar un razonamiento lógico a su estado.

-¿Nunca te escaqueas?

M: ¿Cómo?

-Siempre estás trabajando, lo normal es que te pares, te pongas a leer una revista, hables por teléfono intentando que no te pillen… esas cosas.

M: Claudia, por favor…

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Efectos colaterales AdRi_HCCl: Vale, vale. –dando un pequeño salto se sentaba sobre uno de los mostradores- ¿Sabes que le están haciendo pruebas a Esther?

M: ¿A Esther? ¿Por qué?

Cl: Parece que algo ha ido mal… -se encogía de hombros antes de que Maca se levantase en tan solo un segundo, corriendo después hacia la puerta- Chica, qué prisas.

Frente a la puerta de rayos, esperaba caminando de un lado a otro con ansiedad. Uno de los enfermeros que había salido tan solo cinco minutos antes no había sabido decirle absolutamente nada, alimentando así el creciente nerviosismo que la invadía.

Los últimos días había estado hablando con ella, viendo sus grandes progresos, recuerdos nítidos que solo le había relatado a ella… era imposible que hubiese algún problema, ¡estaba perfectamente! ¿Qué podía haberle pasado?

L: ¿Qué haces aquí?

M: ¿Cómo está? –pregunta primeramente con la vista fija en sus ojos, apartándola después cuando la camilla salía empujada por un celador y sobre ella, Esther permanecía dormida- ¿Qué ha pasado?

L: No tengo que darte ninguna explicación, esto no forma parte de tu trabajo. –contestaba con seriedad.

M: Me voy a enterar tarde o temprano.

L: Ha recaído… vuelve a estar en coma. –contestaba apenas en un susurro, consiguiendo que el rostro de Maca quedase congelado por la sorpresa.

En el salón de su casa, mantenía la mirada perdida en el vacío, dejando fija la imagen de una Esther completamente sumida en su particular sueño. Ajena a todo y a todos, ignorante de ese repentino estado que volvía a no hacerla capaz de su vida. Sentía rabia, una demasiado grande. Estaba perfectamente la última vez que la vio. Los últimos análisis no daban indicios de que nada fuese a ocurrir, y mucho menos aquello. Pero un nuevo resultado le había hecho ver que parte de su cerebro aun seguía dañado, que la medicación simplemente había hecho un trabajo eficaz durante un tiempo, sin mostrarle motivo alguno, pero dejando evidencias de que algo aun estaba por salvar.

-¿Qué haces todavía ahí? –preguntaba una voz somnolienta desde la puerta.

M: No puedo dormir.

-Eso ya lo veo. –bostezaba caminando hacia ella y dejándose caer más tarde a su lado- ¿Otra vez por el trabajo?

M: La chica de la que te hablé ha vuelto a caer en coma, y no entiendo cómo coño ha pasado eso, estaba perfectamente esta tarde.

-Bueno, Maca… tampoco es tan raro. ¿Tenía un tumor, no? Ha estado tres años así, no es tan raro que pueda recaer.

M: Sí es raro, Sonia.

S: Lo que tú digas, hermanita. –palmeando su hombro repetidas veces terminaba por levantarse para volver a su dormitorio- No tardes mucho en irte a dormir, que mañana no me apetecerá aguantar tu mal humor.

M: Buenas noches.

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Efectos colaterales AdRi_HCClavando el codo sobre el respaldo del sofá, pasaba a girarse levemente, dejando después parte de peso del rostro sobre su mano, pasando a mirar hacia la puerta que daba a la terraza, diferenciando la oscuridad y el cielo exento de estrellas por la luz de la calle.

El día la descubría dormida en el mismo sofá, dando la espalda al salón y sin poder ver como de nuevo los pasos llegaban hasta ella, deteniéndose en el umbral de la puerta y seguidos por un suspiro leve de resignación.

S: Maca… Maca, despierta.

M: Uhm... ¿qué pasa? –se giraba aturdida y guiñando la mirada por la fuerte luz.

S: Pues que te has dormido en el sofá, y el dolor del cuello no va a ser culpa mía cuando lo notes, intenta no pagarlo conmigo. –sin más se giraba poniendo rumbo a la cocina.

M: Joder.

Tras una ducha rápida, y unos simples vaqueros con la primera camiseta que había advertido entre los cajones, salía de nuevo encontrándose con el olor a café recién hecho, lo cual comenzaba a relajarla incluso antes de llegar.

S: Lo tienes en la mesa.

M: Gracias. –se limitaba a contestar yendo ya directa hacia la taza sobre la mesa y tomar asiento- ¿Hoy no trabajas?

S: Es mi día libre… ¿y tú no llegas un poco tarde? –la observaba mirarse el reloj en ese mismo instante.

M: ¡Mierda! –comenzaba a beber aun más deprisa mientras se levantaba.

S: Te vas a quemar… -susurraba apenas.

M: Joder. –mascullando dejaba la taza de nuevo sobre la mesa y mientras Sonia, frente a ella, asentía con una pequeña sonrisa sin dejar de mirar por donde había desaparecido, y por donde mismo regresaba antes de marcharse- Hasta luego.

S: Hasta luego.

Nada más llegar fue directa hacia a su despacho, colocándose la bata y ojeando los informes que habían dejado sobre su mesa, buscando uno en concreto, pero sin dar con él después de varios segundos chasqueaba la lengua con frustración. Sin más, salía de allí para dirigirse con paso firme hasta la habitación, en la cual un par de enfermeras terminaban de hacer su trabajo mientras Lidia, a unos cuantos pasos, parecía leer en silencio.

M: Buenos días.

L: Hola. –mirándola apenas un segundo terminaba por bajar la vista de nuevo a las pruebas entre sus manos- El informe aun lo tengo yo, luego te lo paso.

M: ¿Cómo está? ¿Algún cambio?

L: No, sigue igual… estamos administrándole una dosis mayor del componente seis.

M: ¿Por qué? –preguntaba sorprendida.

L: La fuimos disminuyendo cuando despertó… hemos vuelto a la dosis inicial. Puede que tenga que ver con la recaída.

M: Es extraño, apenas un par de horas antes había estado con ella… parecía estar perfectamente.

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Efectos colaterales AdRi_HCL: El cerebro es algo más complicado de lo que cree, doctora. No tenemos todas las respuestas a sus preguntas… si no sería todo más fácil.

M: ¿Habéis hecho estudio neurológico?

L: Sí, toma. –con la misma seriedad que había manejado desde que cruzasen el primer saludo, le tendía la fina carpeta antes de coger varias más que había llevado consigo- Hasta luego.

M: Adiós.

Siguiéndola con la mirada, aguardaba un instante mientras también ambas enfermeras recogían para marcharse. Echó un vistazo rápido a Esther, que se mantenía inmóvil, abriendo después la carpeta sobre sus manos para comenzar a leer. Allí no había más que datos que días atrás, habrían sido imposibles de creer. Se podía tratar de cualquiera en meses de inconsciencia, y en cambio, era de la misma persona con la que había estado hablando el día anterior, la cual dormía sin poder evitarlo sobre una cama.

Suspirando, dejaba aquello sobre el colchón, acercándose después hasta ella, mirándola al mismo tiempo que ya colaba ambas manos dentro de los bolsillos de su bata.

M: ¿Qué te ha pasado?

Ladeando el rostro seguía mirándola, le parecía que en cualquier momento abriría los ojos y sonreiría para intentar decir algo. Pero distintamente, aquello no ocurría, haciendo que volviese a erguirse sobre sus pies para tomar la fina carpeta que había dejado sobre los pies de la cama. Segundos después, y caminando entonces hacia la puerta, se volvía brevemente para observarla.

M: Hola.

-¡Ey! –sonreía sin levantarse de su asiento- ¿Qué andas haciendo por aquí?

Arturo, amigo de varios años y el que le incitó a aceptar aquel traslado, era sin duda alguna, uno de los mejores hackers del país, pero a la vez, era un enamorado de la medicina. De esa forma, había encontrado el trabajo perfecto, era el mejor investigador médico de Madrid.

M: Venia a preguntarte si sabes algo de esta paciente. –le dejaba caer el informe sobre la mesa.

A: ¿Quién es?

M: Esther García, paciente número dos de la Doctora Paredes.

A: Paredes… -rezaba para sí mientras leía aquel informe- Doc Neuras la llamo yo. –hablaba de nuevo sin levantar la cabeza- Pero no se lo digas.

M: ¿Me puedes decir algo de eso?

A: Interesante…

A: Interesante…

M: ¿Qué?

A: Hay algo que no dicen exactamente qué es, pero que se lo están administrando con demasiada asiduidad.

M: ¿Y no pone qué es? –fruncía el ceño mientras se acercaba.

A: No, simplemente lo diferencian con algún tipo de clave, claro está no sé qué quiere decir, solo hay asterisco y un número, en este caso un seis… solo los de laboratorio saben de qué se trata.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Pues los llamo ahora mismo y pregunto.

A: No te lo dirán. –negaba con tranquilidad justo cuando elevaba la vista para mirarla- Ellos no sueltan prenda a menos que seas la Doc Neuras, o algún jefecillo de las alturas. Por lo que sería una llamada inútil.

M: ¿Entonces qué?

A: Siempre puedo… intentar entrar en los archivos desde aquí. –la miraba con una sonrisa juguetona que Maca reconoció al instante- Eso sí, no te prometo resultados a corto plazo, la seguridad de estos servidores es la hostia, me costará conseguirlo.

M: Pero es algo que te tendrá muy entretenido, y te acabo de dar la excusa perfecta para no dormir.

A: ¡Qué lista!

M: ¿Por qué hay medicaciones que no podemos ver los demás médicos? No lo entiendo.

A: A veces se protegen cosas así, para que otros médicos no se apunten el tanto sin tener nada que ver, se protegen entre sí.

M: Pues menos lo entiendo.

A: Y eso que eres médico… -suspiraba negando mínimamente- Bueno, pero si algo no me cuadra, te avisaré para que lo veas.

M: Esperaré a que me digas algo entonces. –palmeaba su hombro antes de girarse y marcharse de allí.

Lejos de aquel lugar, de todo cuanto alguien podía alcanzar, de cualquier pensamiento o sensación, unos ojos estaban puestos en una puerta cerrada, la cual solamente podía descifrar por la fina línea que dividía su estructura de la pared, de un mismo impoluto color blanco. Esos escasos milímetros de separación donde la oscuridad se cernía espesa e intocable, invariable de cualquier modo.

Se había descubierto sentada, frente a esa misma puerta, y en el interior de una habitación iluminada casi naturalmente. No había nada que la crease de forma artificial, ninguna ventana o foco a su alrededor, únicamente suelo, paredes y esa silla, todo con la misma luminosidad, como si fuese la vida de aquel lugar del cual desconocía su existencia.

No pensaba, no se cuestionaba nada, solo sentía la necesidad de mirar aquel marco apenas distinguible, no sabiendo si esperando o simplemente permaneciendo sin más. Su mente no cavilaba, se abstraía de cualquier cosa que no fuese el fino pomo de aluminio del mismo color que el resto. Otra cosa curiosa, y de la cual solo una mínima parte de su cerebro había dado cuenta, aunque sin contar con ella, era que no existía sombra alguna. Ni de su cuerpo, silla, o la misma manivela que observaba. Su misma figura parecía desprender una leve luz.

Sorprendiéndola, casi asustándola, sentía un tacto completamente desconocido en la frente, podría decir que apartando el pelo que la cubría. Su rostro tomó un estado de incredulidad, ansiedad y espera, pero lo que no sabía era a qué.

-Me tienes completamente sorprendida… -apenas susurraba sin dejar de mirarla, de seguir aquellas finas ojeras que se marcaban alrededor de sus ojos- Eres única… especial…

Habían pasado dos días, cuarenta y ocho interminables horas en las que había repasado todo tan minuciosamente que recordaba cada punto, coma, o número en su sitio justo. Era capaz de leerlo mentalmente sin necesidad de tenerlo entre las manos, y se seguía sintiendo igual de frustrada.

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Efectos colaterales AdRi_HCSin salir del complejo, había ido hasta las duchas, desnudándose con tranquilidad al saber que nadie más que ella estaría por allí. Colocándose después bajo el agua, caliente y humeante, chocando contra su nuca. Pero nada conseguía relajarla hasta poder olvidar, hasta dejar de pensar en todo aquello que casi llegaba a obsesionarla, en su cabeza siempre estaba ella, Esther, Esther, Esther…

M: ¡Joder!

Golpeando fuertemente los azulejos frente a ella, cortaba el paso del agua para girarse e ir hacia la toalla dejada en el banco más cercano.

De nuevo con el pijama y la bata cubriendo su cuerpo, caminaba sin rumbo fijo, pero sabiendo a donde se dirigían exactamente sus pasos. Una puerta entornada, una habitación oscura donde la mínima iluminación del exterior se colaba en ella dejando ver el cuerpo sobre la cama.

Suspirando y sentándose en el borde de ésta, se quedó contemplándola. Sintiendo nuevamente como la rabia se apoderaba de cada milímetro de su cuerpo.

E: ¿Eras… pe-diatra?

M: Sí, me encantan los niños. –sonreía de lado- Siempre quise serlo, en realidad.

E: ¿Por qué… vi… niste aquí?

M: Necesitaba un cambio de aires, algún cambio. Estuve unos meses familiarizándome con todo, cuando vine ya sabía de ti.

E: ¿Si?

M: Estaba deseando venir, cuando me dijeron que habías despertado no me lo podía creer.

E: ¿Soy un… bi-cho raro?

M: Jajaja

Sonriendo apenas por aquel recuerdo, bajó la vista hasta la mano que había junto a ella, tomándola con cuidado y dejándola entre las suyas mientras volvía a posar la vista en su rostro.

M: Voy a hacer todo cuanto esté en mi mano para ayudarte, Esther… te doy mi palabra.

Se había quedado dormida sobre un pequeño montón de informes, no pudiendo ver como desde la puerta del mismo despacho, era observada en silencio.

Cl: ¡Eh, tú!

M: ¿Eh? –se incorporaba aturdida- ¿Qué?

Cl: Que te has quedado frita encima de la mesa, y con la puerta abierta. –suspiraba sentándose en el borde de la mesa- Paredes ha pasado cerca de aquí, si te llega a ver…

M: ¿Qué hora es?

Cl: Las ocho. Oye… -la miraba entonces frunciendo el ceño- ¿no habrás dormido aquí toda la noche, verdad?

M: Me temo que sí. –respondía mientras se frotaba el rostro con ambas manos- He estado hasta tarde trabajando, era una tontería ir a casa.

Cl: Maca, ¿sabes que hay vida detrás de esas puertas, verdad? No vas a heredar la clínica, así que no deberías dejarte la salud en ella.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Sé que hay vida, sé que tengo una casa, sé que tengo una hermana que la tendrá patas arriba y raro es si no ha montado alguna fiesta, sé que tendré que hacer mil cosas cuando salga… pero también sé que esto me tiene absorbida, y hasta que no le dé una solución, nada será igual.

Dada la situación de Esther, y que nadie pasaba por su habitación más que para cambiarla o variar alguna medicación, había pasado a sentarse allí mismo, junto a la ventana, escuchando el insistente sonido del respirador, que al contrario de la lógica, no le parecía en absoluto molesto.

Sumida en todo aquel trabajo, tardó unos segundos en percibir que su móvil había empezado a sonar en uno de los bolsillos de la bata.

M: ¿Si?

S: Me gusta saber que estás viva ¿piensas volver algún día?

M: Preferiría que no me llamases para cosas así, Sonia… estoy trabajando, y seguro que sabes valerte por ti misma.

S: De verdad, yo no sé a quién has salido, que estúpida puedes llegar a ser.

Sin terminar de escuchar la voz al otro lado, sus ojos se habían paralizado en una de las manos sobre la cama. La suya había comenzado a bajar hasta poder soltar el teléfono, mientras sus piernas, sin orden alguna, la erguían frente a ella.

Los dedos seguían moviéndose, era apenas un reflejo que solo le hacía acariciar la sabana. Aquella imagen había conseguido que comenzase a sentirse inquieta, por lo que sin poder remediarlo, llegó hasta su lado y se inclinó apenas para poder susurrar, esperanzada porque pudiese escucharla y reaccionar.

M: Esther… Esther, soy Maca.

En la misma silla que la llevaba soportando desde que se descubriese allí, sentía algo más cálido que el resto chocar contra su mejilla. Como una mínima brisa, desconocida, semejante a un recuerdo casi olvidado…

Aunque no era del todo real, comenzaba a notar también una inquietud bajo su pecho. El aire entraba y salía sin problema o dificultad, pero parecía que éste se resentía y rasgaba todo a su paso. Todo comenzaba a ser incómodo, perturbador…

M: Esther…

Un pitido demasiado fuerte le hacía llevarse las manos a los oídos, pero parecía que no evitaba nada, seguía escuchándolo exactamente igual que antes.

-¿Qué ocurre doctora?

M: Se ha despertado, vamos, ayúdame…

La luz que le había rodeado en todo momento, desaparecía en tan solo un segundo, envolviéndolo todo con una espesa oscuridad. Sentía algo semejante a leves presiones por todo el cuerpo, pero era incapaz de evitarlos o esquivarlos.

M: ¿Esther, me oyes?

-¿Llamo a la doctora?

M: No, quédate aquí. –suspiraba cuando pasaba a quitarle el respirador.

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Efectos colaterales AdRi_HCUna ráfaga del fuego más abrasador se abría paso desde su garganta, consiguiendo que buscase la calma expulsando el aire de forma brusca y haciéndole sentir el movimiento desde sus hombros. Todo se unía a un sonido casi lejano.

M: Esther…

Otra vez aquella voz. Su cuerpo volvía a tomar descanso, y su pecho recobraba la tranquilidad, haciendo que la respiración se convirtiese en algo placentero. Algo que le gustaba repetir, tomando el aire, expulsándolo más tarde…

M: ¿Puedes oírme?

Despacio, y sin tomar realmente cuenta de lo que hacía, los párpados se iban elevando, dejando que la luz se colase llegando a sus ojos, hasta que consiguiendo enfocar lo que se mostraba frente a ella, un primer rostro le hacía fruncir el ceño.

Una repentina ansiedad comenzaba a apoderarse de ella. La incertidumbre pintada y decorada de desconocimiento conseguía que su cuerpo se encogiese buscando una protección que realmente no sabía si resultaría. Las manos, rígidas y tensas, se aferraban a la fina tela que cubría su cuerpo.

De repente escuchaba demasiadas cosas a su alrededor. Dos respiraciones además de la suya, los pasos de alguien a su lado, sentía también un par de manos sobre una de sus piernas. Pero lo que más la desconcertaba, era esa mirada fija en ella, a tan solo unos centímetros reales de su rostro, acompañada de una voz desconocida que seguía manteniéndola alerta.

M: Esther.

E: ¿Quién… eres?

M: ¿Cómo? –extrañada retrocedía un paso, mirando aun esos ojos que parecían realmente ajenos a ella.

Girando entonces su rostro, mostraba su estado de estupor y miedo. La enfermera que aun estaba a un metro escaso de la cama, comenzó a caminar hasta la puerta, sin que Maca pusiese objeción mientras seguía observándola.

M: Esther… soy Maca. –hablaba entonces con calma- ¿No me recuerdas?

Algo iba mal y su instinto se lo hacía saber casi en cuestión de un segundo. Sus labios se fruncieron y miró a su alrededor. Todo en un pulcro e impoluto blanco. Tan solo un sillón y la pequeña mesa al lado de la cama, decoraban la estancia.

M: Esther, mírame.

Tomando entonces su rostro con ambas manos, la sujetaba con firmeza mientras miraba sus ojos. Casi temblaban, brillaban anunciando un llanto, y todo, hacia un conjunto de algo que Maca no alcanzaba a comprender en ese momento.

M: ¿Sabes dónde estás?

E: No.

La llegada de Lidia le había hecho salir de allí sin poder poner objeción. Recorría el pasillo de un lado a otro esperando que aquella puerta se abriese de nuevo. Estaba tan sorprendida por el estado de Esther, que no veía el momento de poder estar a solas con ella. ¿Qué había pasado para que volviese a ese olvido? Debía haber una respuesta… necesitaba una respuesta.

L: Pide las pruebas ahora mismo.

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Efectos colaterales AdRi_HCEsa voz le hacía girarse y llegar a tiempo para descubrir como un par de enfermeras comenzaban a alejarse mientras Lidia, metiendo las manos en los bolsillos de su bata, se dedicaba a mirarla en aquella corta distancia.

L: Si no recuerdo mal, su llegada a esta clínica fue con el motivo de supervisar cada uno de los casos que se pusieron a su cargo, no para que se centrase en éste, doctora.

M: ¿Tiene algún problema? Porque si es así, tiene total libertad para hacer una queja formal.

L: Su trabajo tiene un límite, no lo exceda…

Viendo como se giraba para marcharse, aunque hubiese tomado aire para tomar la réplica de sus palabras, decidía no hacerlo finalmente para quedarse en la misma posición inicial mientras procesaba aquella breve conversación.

Segundos después, e intentando recomponerse, miraba hacia la puerta, algo que duraba varios más hasta que tomando iniciativa, daba un primer paso para llegar a ella. Empujándola levemente para descubrir la figura de Esther sobre la cama, mirando a su alrededor como si fuese una niña indefensa que no sabe dónde está o qué hace allí. Y era algo que le resultaba demasiado perturbador. La misma persona de la que había conseguido ganarse una confianza, la que sonreía casi sin esfuerzo alguno… vagaba por algún lugar de su mente sin encontrar el camino de vuelta.

Aunque sintiendo la necesidad de intentar ayudarla, de querer que hablase y lograse alcanzarse ella misma, la impotencia y la frustración que le producían unos ojos que realmente no la conocían, habían conseguido que se mantuviese alejada, observándola y guardando silencio.

Varias veces al día pasaba por su nueva habitación, la cual podía ser observada desde el pasillo gracias a una gran mampara de cristal. Perdía incluso la noción del tiempo mientras veía como volvía a esos ejercicios, a intentar hablar con fluidez, leer en voz alta cuando se creía sola, queriendo levantarse, y teniendo ella misma que contenerse para no entrar y cogerla cuando creía que caería de bruces.

Cl: Cada vez que no doy contigo, te encuentro aquí.

M: Han pasado tres días… y sigue sin saber quién soy. ¿No te parece extraño?

Cl: Mañana tengo que hacerle unas pruebas… el neurólogo habitual no está y me lo ha pasado a mí.

M: ¿Me dirás algo? –la miraba rápidamente y consiguiendo una pequeña sonrisa de sus labios- Por favor.

Cl: No te preocupes. –asentía- ¿Te puedo preguntar algo?

M: Claro.

Cl: ¿Por qué tienes tanto interés en ella? Sé que no desatiendes los demás casos, que te tiras muchas horas trabajando, que no descuidas nada, pero en vez de descansar, dedicas tu tiempo a observarla y querer hacer más de lo que te corresponde.

M: No lo sé… -suspiraba mirando de nuevo hacia la habitación- La primera vez que hablé con ella realmente, me entristeció ver su situación, ser desconocida para una misma tiene que ser la cosa más horrible del mundo. No recordar a tu familia, tu vida… -negaba mínimamente- Aunque no la conozca realmente, sé que es una buena persona, y no se merece esto. Y lo peor es, que empiezo a tener la sensación de que… -cesaba en sus palabras llamando la atención de la neuróloga.

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Efectos colaterales AdRi_HCCl: ¿De qué?

M: De que las cosas no deberían ser así.

Llevaba un par de horas en la misma postura, apenas le molestaba que sus piernas estuviesen entumecidas, o que necesitase mover los dedos de los pies al notarlos dormidos. Estaba demasiado ocupada en hacer memoria de algo que no sabía siquiera de qué se trataba. Pero todo le indicaba que conocía a aquella doctora. Sus ojos se lo habían gritado la primera vez que se posaron en ella, aunque realmente lo que más le llamaba la atención, era verla cada día al otro lado del cristal, no atreviéndose a pasar.

Había evitado preguntar por ella o el motivo que la llevaba a hacerlo, pues siempre que se cruzaba con su mirada, por muy poco tiempo que fuese, siempre encontraba la misma sensación que le hacía dar un paso atrás, y simplemente dejarlo pasar. Pero una vez más, notaba su presencia, haciendo a la vez por no mirar hacia ella, dejando que sus pensamientos la entretuviesen mientras mil preguntas la bombardeaban, mientras la misma ignorancia la acompañaba desde que abriese los ojos.

En el pasillo, Maca había vuelto a quedarse sola, manteniéndose de brazos cruzados y rostro sereno, mientras seguía observándola, teniendo la mitad de sus pensamientos en los recuerdos que la presionaban en hablar con ella de una vez por todas.

E: Creo que me gustaba la playa, igual que a mi madre.

M: A mí me encanta la playa, nací en Cádiz y he pasado muchos años allí. Había una en concreto que me la recorría a caballo mínimo una vez al mes.

E: ¿En serio? –la veía asentir con una pequeña sonrisa- ¿Tienes caballos?

M: Mi padre, en realidad. Aunque tengo el mío, que fue un regalo de mi abuelo. ¿Te gustan?

E: Supongo que como a todo el mundo… -respondía entonces encogiéndose de hombros, haciendo que Maca suspirase arrepentida- Es muy extraño no saber si algo me gusta realmente, quizás antes no fuese así.

M: Bueno, pero ahora lo puedes decidir… y siempre estás a tiempo de cambiar de opinión.

Frente a aquella respuesta, Esther levantaba la cabeza con otra pequeña sonrisa, asintiendo a lo lógico en sus palabras.

Sin darse cuenta, había llegado hasta la puerta. Los ojos de Esther la habían descubierto mientras sus pensamientos aun estaban lejos de allí, dejándole un tiempo más que suficiente de reacción, uno que Maca realmente desconocía.

E: Siempre te… quedas en la puerta.

Parpadeando repetidas veces, salía de aquel estado abstraído en el que había permanecido. Enfocando la imagen frente a ella, y descubriendo a una Esther tranquila mientras también la miraba y un breve recuerdo de segundos antes le avisaba de que la voz había procedido de ella.

E: Que siempre te quedas… en la puerta.

M: Pensaba que no te dabas cuenta. –contestaba con sinceridad y sin moverse.

E: No tendré tu soltura para… andar, o hablar… –tomaba aire para continuar- pero la vista la… conservo bien.

M: Entonces debo pedirte disculpas por mis malos modales, te habré incomodado. –se pinzaba el labio al tiempo que bajaba la vista hacia sus zuecos.

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Efectos colaterales AdRi_HCE: La verdad es que… me preguntaba por qué no… pasabas nunca. –volvía a encontrar sus ojos tras sus palabras- Quería saber…

Habiendo accedido sin dudarlo un segundo, permanecía sentada en el borde de la cama junto a ella, relatando las ocasiones y conversaciones que habían tenido. Esther se mantenía en silencio, escuchando todo aquello como si realmente fuese alguna historia ajena a ella, no encontrando el camino correcto entre sus pensamientos para poder hallarlos.

-Traigo la cena.

Ambas se giraban para ver a una enfermera entrar bandeja en mano, la cual dejaba antes de marcharse.

E: No tengo hambre.

M: Tienes que comer. –se levantaba entonces para destapar la cena y dejarla a una altura cómoda para ella- Además no es mucho, y te hará bien.

Sentada en el sillón, se mantenía en un segundo plano mientras Esther terminaba de tomarse el caldo y la poca verdura que le habían pasado por la plancha. Le resultaba desconcertante tener a aquella misma mujer sintiéndola otra completamente distinta. Tan silenciosa, retraída… no tenía nada qué ver con la Esther sonriente y bromista aun cuando su estado era el más limitado.

Viendo como alejaba entonces los restos de la cena, se erguía sin prisa para ver que apenas había comido la mitad de todo cuanto tenía allí.

M: Tómate aunque sea el yogur. –destapándolo ella misma terminaba por ofrecérselo junto a una cuchara, teniendo que sostener ambas cosas mientras veía que Esther no reaccionaba sin dejar de mirarla- ¿Qué pasa?

Solo había podido apreciar el movimiento de sus labios, cualquier sonido era incapaz de llegar cuando su mente estaba totalmente inmersa en una serie de imágenes que pasaban frente a ella, unidas, consiguiendo que todo su cuerpo temblase de inmediato.

E: ¿Me… pue-des ayu… dar?

M: ¿Quieres que te eche una mano con el yogur?

E: Por favor.

M: ¿Con avioncito o sin avioncito?

El temblor se centraba entonces en sus ojos, los que aun seguían fijos en aquel rostro extrañado que esperaba algún tipo de información por la repentina sorpresa en Esther.

M: ¿Estás bien?

E: Tú…

M: ¿Yo? –empezando a preocuparse dejaba el yogur sobre la mesa- ¿Qué te pasa?

E: Me acuerdo… te recuerdo.

Ninguna decía nada, se dedicaban a posar los ojos en el rostro de la otra. Maca dejando un tiempo necesario mientras Esther reubicaba cada recuerdo, imagen, voz… en su lugar correcto. Sintiendo la naturalidad en los momentos con aquella mujer, las conversaciones…

E: Tienes… un caballo. –la veía sonreír- Te… gusta la playa.

M: Sí.

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Efectos colaterales AdRi_HCEn cuestión de minutos, se habían visto inmersas en una conversación donde Maca simplemente afirmaba los recuerdos de una Esther exultante. La sensación de saber a ciencia cierta, que todo cuando decía era cierto, conseguía que no pudiese dejar de sonreír, de moverse por la inquietud de ese nuevo sentimiento. Era como una excitación infantil frente a un descubrimiento tras otro.

M: ¿Qué ha sido lo primero que has recordado para que saliese todo lo demás? –preguntaba impresionada y ya cómoda en el borde de la cama.

E: El yogur. –sonreía bajando la vista- Me… lo diste tú.

M: ¿En serio? –la veía asentir entonces y ella también sonreía- ¿Y te sientes como entonces? ¿Lo recuerdas todo?

E: Sí.

M: Y… ¿te acuerdas de cómo te sentías justo antes de…?

E: ¿Volverme a dormir?

M: Sí.

E: Lo tengo un poco… borroso, pero creo que estaba… con Lidia.

M: ¿Con Lidia? Pero ¿aquí?

E: Sí… le había pedido algo… no sé… el qué, luego vinieron unas enfermeras… creo, y me llevaron a… hacer unas pruebas.

M: Ya. –asentía sin darse cuenta que su semblante había cambiado mostrándose serio.

Tras haber salido de la habitación, fue directa hasta su despacho, buscando nada más entrar entre todos los historiales e informes que había recibido en su incorporación a la clínica. Sabía lo que buscaba, y no pararía hasta encontrarlo, algo le decía que partiendo de ahí, podría sacar más información de la que realmente recibía.

M: Aquí está.

-Maca, esto es para ti. –alzando la vista veía a una enfermera entrar sobre en mano y tendérselo en cuestión de unos segundos.

M: Gracias.

Extrañada, lo abría sin perder más tiempo, desplegando después una carta que le hacía enarcar una ceja mientras leía las primeras líneas, para más tarde acabar con lo que ya le arrancaba una sonrisa irónica.

Le rogamos redacte un informe explicativo y referente a las causas de dicha queja por parte de la Dra. Paredes.

M: Esta tía es imbécil.

Permanecía con los pies descalzos sobre el suelo, no habiéndose soltado ni levantando del borde de la cama. Era capaz de andar y llegar a cualquier parte de aquella habitación, pero sorprendida, estaba disfrutando de aquel contraste frío en sus pies. Sonriendo incluso mientras movía los dedos sin dejar de mirarlos.

L: ¿Qué haces ahí? –Esther giraba su rostro sorprendida por aquella voz, encontrándola caminando hasta ella.

E: Nada.

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Efectos colaterales AdRi_HCL: No deberías levantarte.

Después de volver a su postura inicial sobre la cama, había decidido permanecer en silencio. Lidia había comenzando a caminar de un lado a otro, observando las mediciones de cada monitor que reflejaba su estado. En todo momento las palabras de Maca bombeaban en su cabeza como un cartel luminoso que no podía ignorar de ninguna manera.

M: Hagamos una cosa ¿Vale? Cualquier cosa que recuerdes, o quieras preguntar… habla conmigo, con nadie más. Confía en mí.

L: Estás muy callada.

E: No.

L: ¿Qué has hecho esta tarde? Hoy te hemos dejado tranquilita. –sonriendo se acercaba entonces hasta la cama- ¿Y la cena?

E: Bien.

L: He pensando que igual te apetece que mañana te den un paseo por el jardín, que te dé un poquito el sol y el aire fresco… ¿te gustaría? Seguro que te sienta bien y te animas.

E: Vale. –asentía no queriendo mostrar una ilusión repentina que había inundado su pecho.

L: ¿Qué tal duermes? ¿Sueñas alguna cosa, has recordado algo? –la veía entonces limitarse a negar- ¿Seguro?

E: Sí.

L: Vale. –sorprendiéndola, pasaba la mano por su pelo durante apenas un par de segundos- Tengo que marcharme, mañana a primera hora me pasaré para ver qué tal estás.

De nuevo sola, dejaba caer el peso de su cuerpo sobre la cama aun elevada que la mantenía erguida. ¿Por qué había querido Maca que hiciese aquello? Además, todo el cúmulo de información que soportaba su cerebro, le hacían volver a las preguntas que ya recordaba. Su familia, amigos… su vida, ¿Dónde estaba su vida?

Cerrando los ojos dejaba también escapar un suspiro de sus labios. Casi podía decir que sus pensamientos trabajaban por si solos y sin contar con ella. Dejando pasar algunos de forma desordenada, otros eran nuevos, por lo que su sorpresa conseguía retenerlos durante unos segundos más. Pero no así, lograba casi congelar uno de entre todos ellos, uno en el que predominaba algo que llamaba su atención dándole apoyo. Un uniforme y fuerte, color blanco.

Ya en casa, permanecía agachada frente al armario de la entrada, viendo como un par de paraguas y un bastón que conservaba de su padre, habían caído al suelo sin que Sonia lo recogiese.

S: ¡Sal de ahí!

Asustada, Maca se incorporaba al escuchar aquel desafiante grito de orden tras ella. Sonia alzaba el extintor que adornaba el rellano de casa.

M: ¿Tú estás tonta?

S: ¡Joder, Maca! Me has asustado.

M: ¿Que yo te he asustado? ¡Que yo te he asustado! ¡Eres tú la que ha querido abrirme la cabeza, so bruta!

S: ¡Tú qué haces aquí! –gritaba por igual consiguiendo que Maca cerrase casi de un portazo el armario, teniendo ella que encogerse de hombros.

M: Si no recuerdo mal es mi casa.

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Efectos colaterales AdRi_HCS: Suponía que hoy tampoco vendrías… -suspiraba negando con la cabeza y pasando después de dejar el extintor en su sitio- Pensé que era un ladrón.

M: Un ladrón colocando los paraguas en su sitio, sí… eres la leche, Sonia.

S: ¿Qué haces aquí? ¿Echas de menos tu cama?

M: ¿Y tú? Podrías estar ocupando tu tiempo en limpiar toda esta pocilga, que ya te vale.

S: Me parece a mí que te voy a dejar solita un rato y ahora hablamos ¿eh? –poniendo los ojos en blanco comenzaba a caminar rumbo a su habitación- Te hace falta liberar tensiones, hermanita.

M: ¡Lo he oído!

Tras enviar el correo que le había tenido entretenida casi media mañana, se levantaba por primera vez para salir e ir a ver a Esther. Saludaba a varios compañeros durante el camino, sorprendiéndose después en su llegada a la habitación, donde podía ver a un par de enfermeras arreglando todo mientras Esther permanecía sentada en una silla de ruedas.

M: Hola. –saludaba risueña y descubriendo más tarde una sonrisa en sus labios.

E: Hola.

M: ¿Cómo estás?

E: Bien. –asentía un par de veces- Voy a salir al… jardín. Lidia viene ahora… ha tenido que ir a ver algo.

M: Qué bien ¿no? –sonreía entonces.

E: Sí.

M: ¿Y la noche qué tal? ¿Has podido dormir bien? Tienes cara de cansada.

E: Bueno… he estado pensando, no me dormí hasta tarde… era difícil… dejar la mente en blanco.

M: Cuando quieras hablar solo tienes que decírmelo, ya lo sabes… quiero ayudarte en todo lo que pueda, ¿uhm?

E: Gracias.

El sonido de unos pasos conseguía que ambas se volviesen para ver la figura de Lidia, con un gesto serio aunque no lo suficiente para que alguien además de Maca, reparase en aquel hecho que nuevamente le hacía erguirse y permanecer recta frente a ella.

L: Vamos a tener que dejar el paseo para otro día, me ha surgido algo que no puedo dejar para luego.

E: Vaya.

M: Puedo acompañarla yo, ahora mismo estoy libre.

L: Doctora Wilson, si no me equivoco ha debido recibir un aviso referente a este mismo tema.

M: Y ya he mandado mi contestación, y por lo tanto… no hay nada que no me deje hacer de acompañante con la paciente, a menos que sea algún problema personal que solo la incumba a usted, en ese caso…

Sin dejar de mirarse, creaban un silencio que además de las dos enfermeras presentes, Esther también notó al instante. En cuestión de un segundo pasó de la tranquilidad a la tensión,

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Efectos colaterales AdRi_HCobservando el rostro de Maca y pasando después al de la doctora, ambas con una expresión de rivalidad que le hizo sentir realmente incómoda en aquella silla.

L: Está bien… no estén más de una hora fuera, no quiero que se canse demasiado.

M: No hay problema. –asentía con tranquilidad.

L: Bien, pues pasaré en un par de horas a ver cómo estás. –miraba entonces a Esther- Intenta no hacer esfuerzos bruscos.

Tras ella, las enfermeras también salían dejando a Maca y a Esther solas en la habitación, esta última se giraba encontrando una pequeña sonrisa que le hacía sacudir la cabeza y bajar la mirada.

M: ¿Vamos? Hace un día precioso.

Empujando la silla llegaban hasta el jardín principal, el cual ocupaba la mayor parte del terreno en la parte trasera de la clínica. Apenas un par de pacientes paseaban por allí acompañados por alguna enfermera. Después de unos segundos mirando aquella zona, Maca decidía caminar hasta un juego de bancos que decoraban un falso laberinto de setos perfectamente cortados.

M: ¿Qué tal la mañana?

E: Bien. –asentía apenas antes de mirarla- ¿Por qué… os lleváis tan mal?

M: ¿Por qué el fuego quema si lo tocas? –sonreía no queriendo darle importancia a sus palabras- Incompatibilidad natural.

E: He vuelto a recordar a mi madre…

M: Eso es genial. –sonreía.

E: Y… -dudaba durante un instante en que también bajaba la vista a sus manos- Un… lugar.

Mirándola fijamente, había decidido no hablar hasta que viese una señal clara de que había terminado o que contrariamente pensaba continuar, sabía que cualquier interrupción le haría dudar de nuevo tal y como ya había visto en su rostro.

E: Es… extraño, porque también lo recuerdo en sueños y… no sé si es real.

M: ¿Cómo es ese lugar?

E: Es como… una habitación, una puerta blanca, y nada mas… en mis sueños estoy sentada, pero… creo que realmente he estado… allí.

Bajando la vista, Maca intentaba hacer memoria de aquel primer reconocimiento por la clínica el día que llegó. Pero ninguna habitación o lugar concordaban con aquella descripción por parte de Esther. Soltando un pequeño suspiro volvía a mirarla.

M: No me suena que haya un lugar como ese aquí.

E: Ya… -bajaba la vista.

M: Puede que sea un sueño muy reciente y por eso lo tengas tan claro, no tiene por qué ser real… -dejaba una mano sobre su rodilla- No te preocupes ¿vale? Poco a poco, no fuerces las cosas… mejor con tranquilidad.

E: Es difícil tener eso. –apenas susurraba sin mirarla aun- No saber… no conocer… -subía entonces su mirada para cruzarse con ella- No sé si hay… alguien ahí fuera, esperándome. –apretaba la mandíbula sintiendo que le resultaría más difícil de lo que creía- ¿Y si estoy sola? ¿Si de verdad… no tengo a nadie?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Estoy haciendo todo lo que puedo, Esther. –pasaba entonces a coger su mano queriendo trasmitirle calma- Y te juro que si hay alguien ahí fuera que esté esperando a que vuelvas, volverás.

E: ¿Por qué?

M: ¿Qué quieres decir?

E: ¿Por qué yo? –bajaba apenas la vista- ¿Por qué me ayudas?

M: Porque te mereces recuperar tu vida, y no me voy a quedar mirando y esperando a que sea así o no, simplemente no puedo.

Durante el resto del tiempo, ninguna decidía romper el silencio. Se mantenían en situaciones parecidas aunque cada una desde su propia perspectiva. Esther miraba aquel cielo limpio de nubes, la luz del sol lo bañaba todo completamente, y la suave temperatura solo le hacía querer pasar allí mismo el resto del día. Maca la observaba, como miraba de repente a alguna paloma que revoloteaba por allí, o simplemente como dejaba su rostro contra algún rallo de sol queriendo apropiarse de todo el calor posible.

Un rato antes de tener que regresar a la habitación, decidió que pasear sería lo mejor. De nuevo empujando la silla, recorría sin prisa las zonas más abiertas y soleadas de aquel jardín. Sonriendo al ver que había sido una buena idea, y el gesto de Esther reafirmaba sus pensamientos. Estaba disfrutando de aquel momento.

E: Gracias.

M: ¿Por qué? –entraban ya por uno de los pasillos de planta.

E: Por todo.

Ya en la habitación, varias enfermeras preparaban todo para llevarla a neurología. Decidió quedarse en la puerta y de brazos cruzados hasta que ya sobre la cama, ésta era empujada sin prisas hacia el ascensor.

E: ¿Vendrás?

M: Luego vengo a verte. –asentía con una sonrisa.

Sin moverse de donde permanecía, la veía marchar sin volver a girar la cabeza. Cuando las puertas del ascensor se cerraban bloqueando su visión, un cúmulo de nerviosismo se alojaba en su estómago haciéndole tener que tomar aire antes de marcharse.

Mientras esperaba de forma casi nerviosa las noticias de Claudia, intentaba por todos los medios distraerse. Había hecho una ronda de control para más tarde echar un vistazo a aquel informe encontrado y en el cual tenía verdaderas esperanzas.

L: Le voy a dejar algo claro. –entraba sin llamar y sorprendiendo a una Maca que se limitaba a levantar la cabeza- No me gusta que nadie meta las narices en mis casos, y no voy a consentir que usted lo haga más de lo necesariamente correcto.

Lanzando un sobre encima de su mesa, terminaba por girarse y marcharse de allí, no dándole opción a replicar frente a aquella casi amenaza que la dejaba descolocada.

M: Pero qué…

Abriendo y sacando aquella carta, comenzaba a leer esperando encontrar cualquier motivo que diese razón a todo ello.

Una pequeña sonrisa iba alojándose en sus labios tan lentamente que ni ella misma pasaba a ser consciente de aquel cambio. Todo comenzaba a tener sentido, hasta que finalmente, y sin

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Efectos colaterales AdRi_HCborrar la felicidad de su rostro, volvía a guardar aquella notificación que le hacía saber que podía seguir con Esther como hasta entonces.

M: Genial.

Después de guardarla en uno de los cajones del escritorio, no se resistió por más tiempo a salir. Caminaba con seguridad y decisión hasta el despacho de su compañera, esperando y deseando que se encontrase allí valorando los resultados de Esther.

Ya frente a la puerta, veía satisfecha como Claudia trabajaba frente al ordenador, llamando entonces brevemente para pasar y cruzarse con sus ojos.

M: ¿Cómo ha ido?

Cl: Te imagino en tu despacho, agarrándote a la silla para evitar entrar en medio de la exploración.

M: Vengo contenta, no me estropees el momento.

Cl: ¿Y eso?

M: Recurrí la queja de Lidia y me han dado la razón, puedo seguir metiendo las narices todo lo que me dé la gana. –sonreía triunfante.

Cl: Genial… ¿y qué has dicho para que te den la razón?

M: Nada, que yo he venido aquí para supervisar, y si el informe de una paciente no me convence, y además no estoy muy de acuerdo en las medidas que toman ni de los resultados, debo ocupar más tiempo que en otros con ella. Todo envuelto por una jerga perfecta en un informe perfecto. –sonreía.

Cl: Ya me imagino, ya… -asentía apenas.

M: ¿Y bien? ¿Cómo está Esther?

Cl: Pues no he encontrado nada anormal. No hay indicios de daños o secuelas futuras, es mas… diría que está mejor que tú y que yo.

M: ¿Nada? –preguntaba sorprendida- ¿Ningún resto de metástasis o del tumor?

Cl: Nada, solo he encontrado un pequeño foco debido a los dos estados de coma, no es nada preocupante ya que conforme pasa el tiempo los sistemas nerviosos van tomando actividad y es cuestión de quizás un par de semanas.

M: ¿No te parece extraño?

Cl: Puede ser… pero tampoco he encontrado nada que me haga pensar que lo es.

M: A mí todo esto me parece de lo más raro, Claudia… qué quieres que te diga. Además con esta tía tan pendiente de que yo no lo esté, solo consigue ponerme más nerviosa.

Cl: Háblalo con ella.

M: Por cierto… -bajaba la vista en el tiempo que sus pies ya recorrían el espacio hasta la mesa para poder sentarse más tarde en el mismo borde y mirarla- ¿Tú sabes si hay alguna habitación por la clínica que sea muy blanca?

Cl: ¿Muy blanca? –sonreía- Maca, aquí todo es muy blanco.

M: Me refiero a algo exagerado, fuera de lo normal… -se cruzaba de brazos sin dejar de mirarla- Ya me entiendes.

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Efectos colaterales AdRi_HCVestida ya con ropa de calle, salía de su despacho poniendo un rumbo fijo hasta la habitación de Esther, la cual, como siempre, permanecía con la puerta abierta y claramente iluminada. Pasaba tras avisar de su llegada con una sonrisa en los labios.

M: Hola.

E: Hola. –sonreía también mientras se incorporaba apenas para quedar sentada- ¿Te vas?

M: Sí, he venido a verte pero ya me voy, tengo que hacer algo antes de ir a casa y no quiero que se me haga muy tarde por el camino.

E: ¿Vives lejos?

M: No, pero donde tengo que ir lo está poquito. –dejando su chaqueta sobre sus brazos cruzados pasaba a sentarse en el borde de la cama sin dejar de mirarla- ¿Tú estás bien?

E: Aburrida.

M: ¿Quieres que mañana te traiga un par de libros y así te entretienes?

E: Vale. –asentía sonriendo de nuevo.

M: Mmh ¿te gusta las historias de ficción? –frente a su pregunta, y por el tono mismo de ésta, Esther entrecerraba sus ojos consiguiendo que Maca riese durante apenas unos segundos- Yo te lo traigo ¿Vale? Y ya me dirás si te gusta o buscamos otra cosa.

E: Mejor.

M: Vale, pues descansa y mañana en cuanto llegue me paso antes de cambiarme.

Poniéndose en pie, sorprendía a una Esther que la veía acercarse hasta dejar un beso en su frente. Sin una palabra más se giraba después dejándola allí, mirando aun la puerta por donde mismo había salido. Así permanecía durante apenas un par de minutos, en silencio y sin nada que hacer realmente. Soltando una pequeña cantidad de aire y girando su rostro, mirando entonces aquel armario cerrado. Por un instante sus pensamientos se centraron en él y en lo que podría haber en su interior. Sopesándolo durante un par de segundos más, se levantaba finalmente, despacio y siempre sin soltarse de cualquier punto fijo a su alrededor. Apenas unos cuantos pasos la acercaban definitivamente a una de las hojas que debía correr para abrirlo y ver que estaba prácticamente vacío, solo una bolsa precintada con su nombre y un número, ocupaba parte de la única estantería.

Frenando y apagando más tarde el motor de su coche, aguardaba mirando la fachada de aquella pequeña casa. Parecía mal cuidada y dejada, mostrando un aspecto que no debía ser nada parecido al de años atrás. Los setos de la entrada estaban mal cortados, el buzón torcido y corroído por la erosión, la puerta necesitaba una mano de pintura, y la cámara del timbre principal estaba rota por algún golpe seguramente mal intencionado. Mirando a su alrededor decidió salir cogiendo después su chaqueta y caminar entonces hasta la entrada.

Ya delante, apenas presionaba el timbre mirando después hacia la puerta.

-¿Si?

M: Soy la doctora Wilson, quisiera hablar con Ángela Muñoz.

-¿Para qué?

M: Preferiría hablar de ello en un lugar más privado, si no le importa. –hablaba de la misma forma tranquila y calmada, encontrando tras ellas, un pequeño sonido que le avisaba del permiso para entrar y empujar la puerta.

La entrada de la casa no estaba mucho mejor que el exterior. Los primeros muebles acumulaban varios centímetros de polvo y las paredes conservaban la marca de varios cuadros

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Efectos colaterales AdRi_HCque ya no la decoraban. Miró durante unos segundos todo aquel lugar a su alcance hasta que, de forma casi silenciosa, la presencia de una mujer al final de aquel recibidor, le hacía detenerse.

M: ¿Es usted Ángela?

M: ¿Es usted Ángela?

-Hace más de dos años del último médico que estuvo aquí… Creo que me había acostumbrado a no verles.

Viéndola con más claridad, Maca se fijaba en el vaso que aquella mujer sostenía con su mano derecha, lo hacía de una forma desenfadada, como si inconscientemente amenazase con dejarlo caer contra el suelo bajo sus pies.

Sorprendiéndola, la veía caminar entonces hacia ella, quedando a escaso medio metro a la vez que ofrecía su mano libre.

-Ángela Muñoz.

M: Macarena Wilson. –la estrechaba con seguridad sin dejar de mirarla a los ojos.

Después de pasar a un salón que no se diferenciaba hasta lo que ese momento había visto, tomó asiento en un lado del sofá principal, esperando a que volviese con algo de beber. Repasó la estancia con un movimiento lento de ojos, varias fotografías, libros y adornos igualmente polvorientos llenaban cada estantería.

A: Supongo que vendrá a preguntarme por Roberto.

M: Supone bien. –cogía el vaso que le ofrecía viendo como entonces ella también tomaba asiento a su lado- Siento su perdida.

A: Gracias.

M: No sé si después de tanto tiempo lo verá correcto, pero querría hacerle algunas preguntas sobre su marido.

A: Contaba con ello. –asentía acomodándose- ¿Qué quiere saber?

M: ¿Cuánto tiempo estuvo su marido en casa después de su última recaída? Tengo entendido que fue usted la que quería que estuviese en su casa.

A: Pues sí. –asentía tras un pequeño suspiro- Tenia asumido que nunca iba a recuperar a mi marido, era simplemente un cuerpo que seguía viviendo gracias a unas máquinas y que sus ojos no eran los que me miraban cuando nos conocimos. Qué menos que ofrecerle una muerte como la que hubiese querido estando despierto.

M: ¿Cuándo le diagnosticaron cáncer?

A: Hace ocho años… -bajaba la vista sin cerrar sus labios- Estuvimos durante dos recorriendo cada hospital del país buscando algo… una mínima esperanza, pero nadie nos decía nada. –suspiraba de nuevo antes de mirarla- Hasta que encontramos a Lidia. –prestando atención por aquel nombre, seguía mirándola y guardando silencio- Nos dijo que no era un tratamiento seguro, pero ya era mucho más de lo que nadie nos había ofrecido.

M: ¿Ingresó en la clínica?

A: Sí, nos dijo que en su caso no tendríamos que pagar nada, que la clínica correría con todos los gastos y le darían la mejor atención posible.

M: ¿Y qué tal fue?

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Efectos colaterales AdRi_HCA: Los primeros meses no podíamos creernos los bien que iba todo, recobró hasta el color de la cara. –sonreía apenas- Incluso empezamos a plantearnos tener niños ¿Sabe? –sin poder remediarlo, y haciendo que Maca se incorporase sin abandonar su asiento, comenzaba a llorar teniendo que ocultar su rostro con ambas manos.

M: Tome. –le tendía un pañuelo.

A: Gracias. –aspiraba al mismo tiempo que limpiaba sus lágrimas- Lo siento.

M: No, discúlpeme usted… no es algo agradable y entiendo que le haga sufrir. Será mejor que me marche.

A: Si quiere puede venir otro día, buscaré todos los informes de Roberto para que los vea.

M: Muchas gracias. –sonreía agradecida.

Encontró la casa vacía a su llegada, y aunque extrañada por no ver ninguna nota de Sonia, decidió darse una ducha para poder quedarse cómoda y preparar algo para la cena. En pantalón corto y una camiseta varias tallas mas grande, llegó a la cocina, directa al armario donde guardaba los medicamentos y así buscar algo que aliviase aquel repentino dolor de cabeza.

M: Tengo que dejar de pensar por un rato en todo esto…

Suspirando tomaba una botellín de agua para tragar la pastilla. Justo cuando la dejaba de nuevo la puerta se abría dejándole escuchar la voz de su hermana junto a otra que le hacía fruncir el ceño.

S: Anda, si hoy también vuelves a casa. –sonreía desde la puerta y sin dejar de mirarla- Tienes mala cara.

M: Estoy cansada. –respondía mirando después a su acompañante- ¿Y tú eres?

-Eduardo. –extendía su mano hacia ella mostrando una sonrisa demasiado grande como para no llamar su atención.

M: Pues hola.

S: Vamos a cenar en mi cuarto ¿vale? Hemos traído comida china.

M: Mejor. –mascullaba apenas mientras ya se giraba- No hagáis mucho ruido, me duele la cabeza esta noche.

Con una bandeja que no llevaba más de un sándwich y un vaso de leche, llegaba hasta el sofá para sentarse y dejarla más tarde sobre la mesa. El mando a distancia del televisor estaba justo en la posición necesaria para solo tener que dejar la mano sobre él y encenderla, pero rápidamente desechó aquella idea cuando un nuevo pinchazo le hacía tener que cerrar los ojos.

Mientras cenaba miraba lo que había dejado sobre la mesa; aquel historial de Roberto Cuevas que había cogido días atrás en la clínica. Era el más parecido y similar con Esther, y si había algo que sacar de todo aquello, no pararía hasta conseguirlo.

Todo permanecía oscuro, apenas algún rincón iluminado le valía de guía para no tropezar con algo en el camino. No recordaba cuando había salido de la habitación, ni siquiera haberse levantado de la cama, el único recuerdo nítido que tenía era el mismo que veía en aquel momento. Un pasillo oscuro, sus pies descalzos, y ninguna idea de donde se dirigía, solo la sensación de que debía seguir sin mirar atrás ni detenerse.

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Efectos colaterales AdRi_HCMiraba al frente en todo momento, como si su mente trazase el camino más corto en un mapa que ella no alcanzaba a reconocer.

Su mano derecha iba en todo momento rozando la barandilla de aluminio que perfilaba la pared a su lado. El frío en el suelo no hacía otra cosa sino estimular todos sus sentidos, consiguiendo que recordarse la misma sensación a los pies de su cama.

Sin mas camino por delante, su cuerpo se detenía y sus manos se alzaban palpando la pared rugosa, sin saber qué buscaba, pero sí dando con la frustración de no ver y tocar nada más que pared… una que se extendía a izquierda y derecha sin darle opción a mas.

En un minuto de desorientación sus ojos se abrieron, recibiendo de golpe la fuerte luz que traspasaba la ventana y llenaba la habitación.

-Buenos días.

La presencia de una enfermera pasaba a llamar su completa atención, viendo como terminaba por pasar hasta su lado portando la bandeja con el que suponía su desayuno.

E: Buenos días.

-¿Quieres desayunar en la cama o en la mesita junto a la ventana? –preguntaba al tiempo que la veía incorporarse- En la mesa mejor ¿eh? –sonreía.

E: Vale. –mirándola en todo momento, observaba como había pasado a buscar en el suelo.

-¿Dónde tienes las zapatillas?

E: Anoche estaban ahí.

Café en mano perdía la mirada en el suelo mientras aún le quedaban unos minutos para ponerse en marcha. La llegada de Sonia a la cocina la sacaba de su ensimismamiento, pudiendo ver entonces el aspecto de su hermana.

M: Por Dios. –se giraba hacia el fregadero- No me cuentes por qué sales así.

S: Envidia ¿Eh? –sonreía sirviéndose café- Si es que tienes que hacer algo, Maca… ¡eres joven, coño! Sal por ahí, conoce a alguien y si te gusta, adelante… sin ataduras, simple… -daba un trago mientras buscaba las palabras- Placer humano y natural. No es nada malo.

M: Me voy a trabajar… -girándose de nuevo caminaba hacia la puerta- Y una cosa. –alzaba el dedo mientras se volvía para mirarla- Si el personaje este se ducha, luego dale un repaso, no quiero encontrar nada que me recuerde que lo ha hecho ¿vale?

S: Tranquila. –suspiraba- Simpática eres.

M: Placer humano y natural. –sonreía descaradamente antes de marcharse.

S: Idiota.

M: Te he oído. –alzaba apenas la voz justo cuando cerraba la puerta.

S: Mejor.

Nada más llegar a la clínica, recogió el correo que la mujer en recepción había guardado para ella, y tomó rumbo fijo a su despacho. Durante el camino, e interrumpiendo sus pasos, la presencia de Claudia le hacía detenerse.

Cl: ¿Dónde vas con tanta prisa?

M: A mi despacho… quiero ponerme con algo ¿ocurre algo?

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Efectos colaterales AdRi_HCCl: He pasado por la habitación de Esther y me ha parecido… que estaba rara. –se cruzaba de brazos- Poco habladora y distraída.

M: ¿Si?

Cl: Le he preguntado, pero dice que no le pasa nada.

M: Ahora me paso a verla. –comenzaba a caminar de nuevo, pero deteniéndose casi al instante para volver a mirarla- ¿Tú estás bien? –la veía sonreír.

Cl: Gracias pro preguntar… estoy bien.

M: Bien. –asentía con otra pequeña sonrisa antes de volver a caminar con más decisión.

Nada más llegar, y poniéndose el pijama y la bata, dejaba sobre su mesa todo cuanto iba a necesitar, mirándolo todo desde una corta distancia y saliendo después nuevamente. Los pasos, seguros y rápidos, la llevaban hasta la habitación de una Esther que miraba por la ventana sin darse cuenta de su presencia cuando ya llegaba a la puerta.

Extrañada, caminaba entonces hacia ella, viendo como seguía sin inmutarse, mirando fijamente lo que fuese que llamaba de aquella manera su atención.

M: Esther. –retiraba su mano rápidamente al ver como ésta se giraba asustada- Soy yo, tranquila. –fruncía el ceño- ¿Estás bien?

E: No te he oído entrar.

M: Ya, me he dado cuenta de eso… -despacio se sentaba sobre el alfeizar y justo delante de ella- Te he traído esto. –sacaba de su bata un libro de bolsillo que le tendía más tarde- Creo que te gustará.

E: Gracias. –lo miraba después de cogerlo.

M: Siento que esté así de… toqueteado. –sonreía- Pero me lo he leído ya varias… muchas veces. –la veía sonreír entonces- Pero bueno, se puede leer aun. –guardando silencio entonces, seguía con los ojos puestos en ella- ¿Qué mirabas cuando he entrado? Parecía interesante.

E: Nada.

M: Entonces estabas pensando algo. –se cruzaba de brazos intentando por todos los medios no impacientarse y mostrarse serena.

E: Creo que… -bajaba la vista unos segundos antes de volver a sus ojos.

M: ¿Que qué? –insistía ya de forma nerviosa.

E: Que anoche salí de la habitación, sin saber realmente… que lo estaba haciendo.

Frente a aquella revelación, el cerebro de Maca se bloqueaba no dejando que ninguna otra información trabajase pudiendo distraerla de aquel hecho relatado. Sus ojos se movían entonces barriendo la habitación en cuestión de segundos.

E: Encontré también… lo que creo ropa mía, en el armario.

Sin dudarlo un segundo, Maca se levantaba para ir hasta allí, abriendo y viendo aquella bolsa ya abierta. Sus manos la cogían en cuestión de un segundo para dejarla sobre la cama y sacar un pantalón vaquero, una camiseta, unas zapatillas de deporte, una chaqueta y ropa interior.

M: ¿La recuerdas?

E: No.

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Efectos colaterales AdRi_HCCon todas aquellas prendas, regresaba hasta su lugar sobre el alfeizar, viendo como los ojos de Esther iban hacia sus manos.

E: No me resulta ni familiar.

M: Pues creo que no nos ayuda entonces. –susurraba apenas mientras seguía mirando la chaqueta.

Sin decir nada después, Esther extendía su brazo tomándola de sus manos, dejándola después sobre su regazo y mirándola en todo momento. Sus manos se movían entonces casi por si solas, abriéndola y dejando visibles los bolsillos interiores.

M: ¿Qué buscas?

E: No lo sé.

No deteniéndose ahí, metía los dedos índice y corazón en uno de los bolsillos, tardando varios segundos en hacer algún movimiento para sacarlos otra vez, sosteniendo entre ambos un pequeño trozo de papel desgastado y arrugado, debido seguramente a haber lavado la prenda con el dentro. Alzando la vista, se encontraba con los ojos de Maca, tendiéndole después aquello y viendo como pasaba a centrar toda su atención en aquel pequeño trozo de papel. Girándolo y dejándolo finalmente sobre su palma abierta, guardaba un mismo silencio que Esther casi sentía como doloroso, queriendo encontrar algún tipo de significado, pidiendo y rogando que le acercarse a la verdad, su verdad, una olvidada y necesitada.

M: Parece una tarjeta.

E: ¿De qué?

M: No lo sé… la tinta está desgastada y el papel en mal estado, no sé decirte de qué es.

E: Pero… -hablaba entonces casi angustiada, trasmitiendo ese sentimiento a una Maca que empezaba a frustrarse por segundos.

M: Conozco a alguien que sí podrá decirnos algo.

E: ¿Quién?

M: Mi hermana. –sonreía.

Tras aparcar de no muy buena forma, salía para ir en una carrera hasta el edificio. Ignorando el ascensor decidía subir las escaleras en una carrera hasta llegar a su casa y abrir la puerta.

M: ¡Sonia! –alzaba la voz caminando ya hacia su habitación- ¡Sonia!

S: ¿Por qué gritas? –se quejaba saliendo y encontrándola casi en el umbral de la puerta- ¿Dónde está el fuego?

M: Necesito que me digas de dónde era ésta tarjeta. –le tendía el papel casi fatigada por la carrera- Es urgente.

S: ¿Tú no deberías estar trabajando?

M: Sonia, por favor. –mascullaba mirándola fijamente y viendo como cambiaba el semblante de su hermana.

S: Está bien.

Tras ella, y de brazos cruzados, veía como Sonia escaneaba aquella pequeña parte de papel y la pasaba después a uno de sus programas informáticos. Apenas podía diferenciar qué tocaba o qué hacía, solo cómo empezaba a tomar diferencias a su estado original.

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Efectos colaterales AdRi_HCS: Sea lo que sea, está prácticamente irreconocible, pero puedo intentar coger lo poco que se distingue y compararlo desde internet, puede que demos con algo… -suspiraba- y el teléfono, solo podré recuperar siete números.

M: Eso nos deja con noventa y nueve posibilidades de dar con el que sea el bueno.

S: No trabajo en el C.S.I hermanita, no puedo hacer magia.

M: Ya lo sé, perdona. –cambiaba el peso de su cuerpo al pie izquierdo mientras seguía con la vista fija en el monitor- Eso tiene forma de media luna ¿no? –señalaba en la imagen.

S: Sí. Y si no me equivoco el color era algún tono de azul.

M: Joder, ya sé lo que es.

S: ¿Qué?

M: Es la tarjeta de un Blockbuster.

S: ¿El video club? –se giraba extrañada- ¿Y por qué coño tienes tanta prisa en saber que esto es la tarjeta de un video club?

M: Esther la tenía en su chaqueta.

S: ¿Esther?

M: La chica de la clínica. Tienes que sacar el teléfono para que los compare con los que aparezcan en las páginas amarillas.

S: Otra vez metiéndome prisa. –se quejaba mientras intentaba terminar con la imagen- Así yo no puedo trabajar.

M: No te quejes tanto y acaba.

S: A ti seguro que no te gusta que te metan prisa cuando estas con tus pachuchos, así que no me agobies. –aunque sin poder verlo, los labios de su hermana se estiraban formando una pequeña sonrisa- Toma. –cogía el folio impreso para dárselo- Me debes un favor.

M: Ya veremos. –sonreía ampliamente antes de girarse.

S: ¡Me lo debes, nada de ya veremos!

Ya en el coche intentaba esquivar los atascos para poder llegar cuanto antes a la clínica. Estaba parada en un semáforo cuando su móvil comenzaba a sonar haciendo que chasquease la lengua por no conocer el número. Descolgando y dejando el altavoz, colocaba las manos de nuevo en el volante.

M: ¿Si?

Cl: ¿Maca, dónde estás? Están preguntando por ti y no puedo seguir diciendo que has ido a la farmacia a comprar tampones.

M: ¿Que has dicho qué?

Cl: Es broma, tonta… pero Lidia ya ha preguntado dos veces y que sigues en indispuesta en el baño no es muy creíble, menos todavía como le dé por ir a buscarte.

M: Voy de camino, diez minutos. –colgaba y aceleraba aprovechando la poca afluencia de coches en su dirección.

Apenas un minuto después de colgarle a Claudia, el móvil comenzaba de nuevo a sonar.

M: ¿Qué quieres ahora?

-¿Doctora Wilson?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: ¿Quién lo pregunta?

A: Soy Ángela.

De camino a su despacho, y siendo una parada improvisada, llegaba hasta la puerta de los laboratorios, tocando un par de veces y haciendo que varios de sus compañeros se girasen dando con ella en el umbral.

M: ¿Arturo está por aquí?

-No, lleva días sin venir… se los tomó libres.

M: Ah… vale, gracias. –asintiendo con una pequeña sonrisa de agradecimiento daba un primer paso hacia atrás para marcharse después.

Ya frente a su mesa abría las páginas amarillas buscando el apartado que necesitaba. Tras varios segundos encontraba lo que quería, haciendo casi un barrido rápido por cada número de teléfono que se mostraba allí.

L: ¿Se puede?

Alzando la vista, la veía entonces sin llegar a pasar y manteniéndose a un escaso paso de la puerta, en una posición bastante defensiva que seguía sin gustarle.

M: Claro.

L: Solo venia a comprobar que ya ha vuelto, doctora… empezaba a preguntarme qué la tenía tanto tiempo ocupada.

M: Pues ya ve que estoy aquí.

L: Bien, en admisión están esperando unos informes, espero que no tarde en entregarlos.

M: No se preocupe.

Sin apartar sus ojos de ella seguía observándola mientras se marchaba, soltando un pequeño suspiro de desagrado que ya casi iba anclado a su presencia.

M: Pesada de las narices.

Después de anotar varias posibilidades en una hoja en blanco, levantaba el teléfono para marcar. El primero de ellos comunicaba, obligándole forzosamente a probar con otro, el cual sí daba señal de llamaba, haciendo que se acomodase a la espera de una respuesta.

-Blockbuster ¿dígame?

M: Eh… sí, buenos días.

-Buenos días.

M: Verá, soy la doctora Wilson, y seguramente le sonará raro, pero solo quería preguntarle algo… ¿le dice algo el nombre de Esther García?

-¿Esther García? No que yo recuerde… no me suena.

M: ¿Podría preguntar entre los demás trabajadores? Es algo importante y se lo agradecería.

-Deme unos minutos.

M: Gracias.

Recibiendo la misma negativa, pasaba a seguir haciendo uso de los números de la corta lista que ocupaba su mesa. Una tras otra, las llamadas conseguían frustrarla casi automáticamente, siendo cada vez más cuando tachaba otro número y debía marcar el siguiente.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Pues qué bien. –se recostaba en su asiento cerrando los ojos, abriéndolos de nuevo cuando escuchaba unos golpes en la puerta.

-Perdone que le moleste.

M: Tranquila, dime.

-Esther pregunta por usted.

M: ¿Estás más tranquila?

E: Sí. –asentía con timidez- Perdona… no sabía a quién llamar.

M: Has hecho lo que tenías que hacer. –sonreía de lado mirándola- ¿Por qué te has puesto nerviosa, ha pasado algo?

E: No…

M: Esther, una no se pone así por nada. ¿Qué ha pasado?

E: Estoy segura de que anoche me levanté… no encuentro las zapatillas. –la miraba de nuevo- Y tenía el gotero puesto, esta mañana no.

M: ¿Y cómo vas a levantarte sin saberlo?

E: No lo sé. –fruncía el ceño volviendo a bajar la vista- Recuerdo el suelo frío… el pasillo, algunas luces, que me detuve al llegar a una pared. –la miraba casi de reojo- Sé que salí de aquí, pero no recuerdo haberme levantado o haber vuelto después.

M: El gotero pudieron habértelo quitado sin que te dieses cuenta, has podido soñarlo, no deberías agobiarte, en serio.

E: Sé lo que digo, Maca.

M: Vale, perdona. –alzaba ambas manos durante apenas un par de segundos para después volverse a cruzar de brazos sin dejar de mirarla- ¿Quieres que demos un paseo a ver si recuerdas algo por ahí?

E: No.

M: ¿Por qué? –preguntaba extrañada.

E: Tengo… miedo. –apretaba los labios sin dejar de mirar sus manos- Tengo miedo a salir de esta habitación, de cerrar los ojos y no volver a despertar, de no poder dormir y volverme loca… de estar despierta todo el tiempo y que ocurra algo…

M: ¿Algo como qué?

E: Siempre escucho pasos en el pasillo, como si fuesen de un lado a otro en mitad de la noche.

M: Hay enfermeras de guardia. –tras sus palabras escuchaba un hondo suspiro que le hacía bajar la vista- Perdona.

E: Tranquila, supongo que es más fácil creer que estoy loca.

M: Ey… -levantaba la cabeza con rapidez- Yo no he dicho eso ¿Vale? Solo intento encontrar el significado lógico de las cosas e intentar ayudarte.

E: Y aun no entiendo por qué.

M: Bueno, eres mi buena causa de este año. –hablaba completamente seria, consiguiendo que Esther la mirase con una ceja enarcada, lo que le hacía no poder contener más tiempo una pequeña sonrisa- Quiero ayudarte, nada más. ¿Has empezado a leerte el libro?

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Efectos colaterales AdRi_HCE: Sí.

M: ¿Y cómo va? ¿Te gusta?

E: Sí… aunque me ha sorprendido lo de la protagonista y la otra chica.

M: ¿Qué las dos sean acuario? –sonreía sin dejar de mirarla- Porque yo también pensé que era una asombrosa casualidad. –parpadeaba varias veces y de una forma rápida consiguiendo que Esther riese abiertamente- ¿No es eso?

E: Ya sabes por qué lo digo.

M: ¿Por qué? a ver. –se volvía a cruzar de brazos.

E: Que… que acaben teniendo algo. A Olivia la veía más de estar con hombres toda su vida.

M: Aahh eso. –asentía sonriendo- ¿Mejor con Daniela, no? Es más simpática y más guapa. Pero ¿Te va gustando de verdad, o lo dices por no ofenderme?

E: No, no, me gusta… De verdad.

M: Bien.

Después de varias horas de trabajo, y habiendo mirado el reloj, se colocaba la chaqueta sobre el mismo pijama de la clínica para salir después hacia la puerta principal, la cual cruzaba sin prisa, mirando hacia la entrada del parque al otro lado de la calle, donde Ángela la esperaba oculta tras unas gafas de sol.

M: Hola.

A: Hola, ¿nos sentamos?

M: Claro. –asentía caminando después tras ella hasta un banco cercano, aunque casi oculto entre varios árboles- Gracias por venir, salir me iba a resultar muy complicado.

A: Tranquila, me venía bien hacerlo... No lo hago mucho. –suspiraba finalmente para abrir su bolso y sacar un sobre algo grueso que le entraba después- Tome.

M: ¿Qué es?

A: Todas las copias de los informes que me iban entregando en la clínica, realmente no entendía nada, pero igualmente los he ido guardando.

M: ¿Le puedo preguntar algo?

A: Claro.

M: ¿Por qué llevo a su marido a casa?

Sin contestar aun, la veía bajar la vista hacia sus manos, imitándola y observando cómo comenzaba a dar vueltas a sendas alianzas en su dedo anular, las cuales brillaban de la misma forma cuando uno de los rayos de sol se colaba lo justo chocando contra ellos.

A: Los últimos meses empezó a preocuparme, se podía decir que físicamente estaba bien, por lo menos unas semanas antes de no saber si vivía en sus sueños o en la realidad.

M: ¿Sueños?

A: Tenia pesadillas constantemente, al final tuve que prácticamente trasladarme a su habitación, incluso me pidió en más de una ocasión que lo atase a la cama. Vivía muerto de miedo, apenas comía y no quería dormir.

M: ¿Cuántas veces estuvo su marido en coma?

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Efectos colaterales AdRi_HCA: Tres. –la miraba entonces- De la última nunca despertó… dos días después de recaer conseguí una orden para llevarlo a casa y mantenerlo allí, no duró más que unas pocas semanas. Pero sabía que es lo que hubiese querido, estar tranquilo en su hogar y sin miedo.

M: ¿Alguna vez se levantó en mitad de la noche?

A: ¿En la clínica? –la veía asentir- Yo nunca lo vi, pero era una de las cosas que siempre decía, que se levantaba y que nadie se daba cuenta de que lo hacía. Siempre lo atribuí a sus pesadillas, no era raro que se despertase en mitad de la noche sudando y gritando. –tomando aire se quitaba las gafas para mirar a su alrededor antes de girarse hacia ella de nuevo- ¿Por qué tiene tanto interés en esto, doctora?

M: Una paciente de la clínica está en una situación muy similar a la de su marido.

A: ¿Es importante para usted?

M: ¿El qué?

A: Esa paciente.

M: Me gustaría ayudarla, por eso quiero saber qué ocurre.

A: Pues acépteme un consejo… -se levantaba quedando de pie y sin dejar de mirarla- No la deje sola, y si puede… sáquela de allí.

Sin haber soltado en ningún momento el sobre, sin haberse movido sin un solo centímetro de aquel banco, la observaba marchar. Sus pies parecían no rozar el suelo y simplemente deslizarse como un alma en pena que no encuentra consuelo ni paz.

El móvil sonaba en su bolsillo sacándola de sus pensamientos y consiguiendo que se levantase en cuestión de un segundo.

M: ¿Si?

Ar: ¿Dónde estás?

M: ¿Dónde estás tú?

Ar: Necesito verte, pero necesito verte lo antes posible, Maca.

Habiéndose quitado el pijama, cogía el bolso y tomaba camino a la habitación de Esther. Al llegar la encontraba leyendo, completamente concentrada en su lectura y no dándose cuenta de su presencia. Algo que le hacía aprovechar el momento para apoyarse contra el marco de la puerta y observarla sabiéndose oculta por el silencio. Centrándose en sus rasgos, su expresión tranquila y relajada, como pocas veces podía realmente verla, y casi por sorpresa, encontraba también una relajación seguramente contagiada.

E: ¿Vas a estar mucho ahí parada? –preguntaba sin levantar la vista.

M: Pensaba que no me habías visto. –daba un primer paso hacia ella- ¿Ves con esta luz?

E: Perfectamente. –la miraba entonces- La vista la conservo bien. ¿Qué hacías ahí parada en la puerta?

M: Nada. –negaba- Te he traído una cosa.

E: ¿Sabes ya qué es lo que encontré en la chaqueta? No has vuelto desde que te fuiste. –la observaba rebuscar en su bolso.

M: Sí, estoy en ello… cuando sepa algo te lo diré, tranquila. Toma.

E: ¿Un teléfono?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Este no lo uso, he comprado una tarjeta y se la he puesto… para que puedas llamarme cuando quieras, sin tener que molestar a nadie.

E: Para que nadie se entere, querrás decir. –lo cogía para mirarlo.

M: No exactamente, es más bien para que lo hagas cuando quieras, sin que nada ni nadie interfiera. Me quedo más tranquila.

E: ¿Y cómo va?

M: Es verdad, se me olvidaba que tu andas olvidadiza. –sonreía acercándose y viendo como Esther dejaba los ojos en blanco durante unos segundos- Solo tiene mi teléfono, así que… te lo he dejado para que solo pulsando el uno durante un rato, directamente me llames.

E: Bien.

M: Nunca te lo he preguntado, pero… ¿duermes tranquila estando aquí sola? –la miraba intentado poner algo más de tacto, y viendo como Esther seguía con la vista fija en el teléfono.

E: ¿Por qué no iba a hacerlo? –la miraba entonces.

M: No lo sé, por eso pregunto… no sé cómo te sientes cuando tienes que dormir y estás sola, si necesitas algo que no pides, si te gustaría que fuese de otra forma.

E: No sé lo que es sentirse en casa, en una cama propia, con mi olor… así que tampoco sé echarlo de menos o añorarlo de otra manera. Lo único que conozco es esto, estar aquí, despertarme con la primera medicación de la mañana, ver entrar y salir a los médicos o enfermeras…

M: Eso lo sé, pero creo que también sabes a lo que en realidad me refiero, Esther.

E: Todo el mundo tiene miedo a algo.

M: ¿A qué se lo tienes tú?

Apretando los dientes de forma casi inconsciente, volvía a bajar la vista, viendo como también sus dedos habían comenzado a ejercer una fuerza desmesurada marcando de blanco las yemas de sus dedos.

M: Esther.

E: Me da miedo volverme a dormir y… no conseguir despertar. –la miraba entonces- Me da pánico dormirme… aunque creo que el lugar es lo de menos.

El temblor de aquellos ojos, el temblor que le dejaba ver con claridad lo indefensa y desprotegida que podía llegar a sentirse, conseguían en ella un acto reflejo de querer apoyarla y consolarla, por lo que en cuestión de un par de segundos sus brazos habían pasado a rodearla con decisión, sintiendo al instante como respondía al gesto abrazándola con fuerza.

M: Yo estoy aquí.

En la zona más alejada del parking de la clínica, Maca esperaba con el corche en marcha. Arturo había insistido en verse allí y de esa manera, cosa que le parecía extraña. Golpeaba el volante desinteresadamente sin dejar de mirar al frente. La iluminación no llegaba lo suficiente como para dejarle ver con claridad mas allá de unos cuantos metros, algo que le hacía esforzarse en mirar cualquier rincón.

Ar: Vámonos.

M: ¿Qué pasa? –le miraba extrañada y sorprendida por la rapidez en que se sentaba junto a ella.

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Efectos colaterales AdRi_HCNo habían vuelto a decir una palabra, Arturo se mantenía silencioso y casi alerta de cualquier cosa o sonido a su alrededor. Maca no podía más que fruncir el ceño y mirar la carretera deseando llegar a casa cuanto antes para ver de qué se trataba todo eso.

Ya en la puerta, le cedía el paso viendo como seguía tenso y nervioso.

M: ¿Se puede saber qué te pasa?

Ar: ¿Estamos solos? –se asomaba al pasillo justo cuando los pasos de Sonia se escuchaban llegar hasta ellos- ¡Cojonudo!

S: ¿Y este qué se ha fumado? –miraba a su hermana- ¿Ahora te dedicas a recoger a los del proyecto hombre por la calle?

Ar: Muy graciosa tu amiga. –quejándose caminaba hacia la ventana.

M: Es mi hermana.

S: Soy su hermana. –se cruzaba de brazos con una sonrisa torcida y sin dejar de mirarle- Así que cuidadito conmigo.

M: Sonia.

S: Ha empezado él, así que no la pagues conmigo. ¿Has hecho algo con lo de la tarjeta de Esther al final?

Ar: ¿Qué sabe ella de todo esto? –preguntaba sorprendido.

M: Nada, Arturo… ¿Quieres tranquilizarte y contarme qué coño pasa? Me estás poniendo histérica, y es lo último que necesito.

Arturo miraba entonces a Sonia, que respondiendo a su primera duda, tomaba asiento junto a su hermana, dejando claro que no pensaba marcharse de allí, muy por el contrario se acomodaba descaradamente esperando escucharle.

Ar: Conseguí meterme en el ordenador de Lidia.

M: ¿Y qué has visto?

Ar: Bien, te lo cuento… -sentándose también, se remangaba dejando ver aun su nerviosismo- Me monté en casa un chiringuito con mis dos mejores ordenadores, conseguí meterme en el servidor, y lo primero que me extrañó, es que tiene un servicio remoto hasta el suyo. Puede entrar a él desde cualquier otro, pero desde una entrada codificada y oculta que nosotros no sabemos, bueno, ahora yo sí, pero que no deberíamos saber. Cuando lo encontré me quedé a cuadros, no me costó mucho entrar, y de primeras era todo muy normal, nada más que informes, documentos de la clínica… pero desde el suyo hay otra opción remota para un segundo ordenador.

M: ¿De quién es ese ordenador?

Ar: Suyo.

M: ¿Dónde está?

Ar: Eso es la primera cosa jodida, no lo sé.

M: ¿Cómo no lo vas a saber? ¿No lo puedes rastrear?

Ar: Lo he intentado, te lo juro… pero es como si estuviese allí mismo pero a la vez en ninguna parte. Es de locos.

M: Eso que dices no tiene sentido, Arturo, no sé si te das cuenta.

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: ¡Por supuesto que me doy cuenta! –frustrando se levantaba, dándole la espalda a las hermanas durante apenas unos segundos antes de girarse- Pero hay algo más.

M: Y por tu cara no creo que sea bueno.

Ar: Alguien me ha encontrado a mí, echándome después e intentando colarse en el mío para borrar todo el rastreo.

M: ¿Cómo?

Ar: Alguien sabe lo que he visto, y no quiere que siga por ahí. Lo bueno es que hice una copia de seguridad a tiempo.

M: ¿Alguien sabe que…?

Ar: Sí, y no le ha hecho mucha gracia. –se giraba cruzándose de brazos.

S: Yo me estoy perdiendo con todo esto, si me aceptáis el comentario. ¿Se puede saber a qué coño estáis jugando?

M: Cállate, Sonia.

S: ¡Pues sí hombre! –la miraba sorprendida- ¿En qué te has metido? Y no me vengas con tonterías porque no voy a parar hasta enterarme. ¿Tiene que ver con el trozo de tarjeta que trajiste? ¿Es por esa chica?

M: Pensaba que había algo raro en la clínica, y que tiene que ver directamente con Esther.

Ar: Y existe ese algo raro, créeme. –comenzaba a caminar de un lado a otro- Y sé que he dado con el buen camino, ¡no tiene otra explicación! Tengo que volver a entrar como sea, entrar y ver a dónde lleva ese segundo ordenador.

M: Arturo… no quiero que te metas en problemas con esto.

Ar: Ya estoy metido hasta el cuello, Maca… no puedo darme la vuelta e ignorar todo lo que he visto.

S: Entonces, según tú… ese ordenador chungo está en la clínica, pero ¿en una parte que nadie sabe que existe?

M: No digas tonterías, Sonia.

Ar: No, no… -la miraba entonces fijamente- Eso es… ¡claro! Por eso pensaba que estaba dando palos de ciego, porque está dentro de la clínica… ¡está allí!

M: Arturo, por Dios. –se levantaba para ir hasta el mueble- No es tan fácil mantener oculto algo así, es imposible.

Ar: No es imposible, el rastreo llevaba a la clínica, pero a un punto que realmente no consta en ninguna parte, ¡por eso no lo encontraba!

M: Me estás queriendo decir ¿Qué Lidia tiene una parte de la clínica oculta al resto del mundo, donde nada ni nadie puede entrar si no es con ella, eh?

Ar: Pues sí. –respondía colocándose en jarras.

M: Esto es absurdo.

Cerrando el armario de un golpe, terminaba por girarse para salir de allí mientras Arturo seguía de pie y Sonia le miraba aun desde el sofá. El silencio se mantenía casi un minuto más, hasta que ella también se levantaba.

S: Pues yo sí te creo, y te pienso ayudar.

45

Efectos colaterales AdRi_HCSobre su cama miraba al techo, un punto escondido entre la oscuridad que recorría la casa a esas horas de la madrugada. Y un solo pensamiento lo llenaba todo mientras se preguntaba si Esther estaría bien aquella noche.

Una única luz alumbraba la misma dirección que tomaban sus pasos. El silencio se hacía acompañante fiel cuando su sola respiración hacía eco entre aquellas paredes. Las yemas de sus dedos acariciaban el frío aluminio que guiaba el camino. Nada ni nadie más se encontraba allí, ni siquiera sus pensamientos o razón, mientras paso a paso terminaba por acercarse a la puerta ya abierta que la esperaba.

El reloj marcaba casi las cuatro de la mañana, y la pequeña lámpara sobre la mesilla permanecía encendida mientras un despliegue de informes e historiales llenaban por completo la cama. Desde hacia una hora permanecía despierta y leyendo sin ser capaz de conciliar el sueño.

Mientras leía y leía, las palabras de Ángela llegaban a ella como un jarro de agua fría. Los primeros informes eran tan esperanzadores que podía imaginar la felicidad de aquella mujer al poder ver un futuro junto a su marido, tener hijos como ella misma había dicho, una vida larga y feliz que le fue prácticamente arrebatada de las manos.

Fue en cuestión de días que todo cayó hasta hundirse en el mayor de los precipicios, sumiendo a una pequeña familia en el doloroso mundo de la oscuridad.

M: Pobre mujer…

Un sonido estridente le hacía girar el rostro, el despertador sonaba indicándole la hora y sorprendida, miraba entonces hacia la ventana, encontrando la luz de un sol que comenzaba a abrirse camino sin miramientos.

S: ¿Se puede saber qué haces así? –preguntaba desde la puerta y frotándose los ojos- No me digas que no has dormido, Maca.

M: Vale, no te lo diré. –sin prisa comenzaba a recoger todo y dejando un espacio que Sonia aprovechaba para volver a echarse- ¿Por qué te has levantando ya?

S: He ido al baño y escuché tu despertador.

M: ¿Y vas a aprovechar para hacer vida adulta, limpiar, salir a la calle y todo eso?

S: Ya veo que tu simpatía va contigo y no conoce de horas… -suspiraba sentándose- Quiero que sepas que voy a ayudar a Arturo, esta tarde se vendrá con su ordenador.

M: Sonia.

S: Yo le creo, y seguro que entre los dos conseguimos algo. –deslizándose por el borde terminaba por ponerse de pie- Cuatro ojos ven más que dos.

M: Lo que me faltaba contigo. –suspiraba quejándose antes de entrar al baño.

Con varias carpetas bajo el brazo caminaba con decisión por el pasillo principal de aquella planta para llegar a la habitación. Apenas había movimiento, cosa que le hizo fruncir el ceño antes de llamar apenas a la puerta ya entornada.

M: ¿Esther?

Asomándose encontraba la cama vacía y ni rastro de ella. Aun mas extrañada volvía a salir, mirando hacia un lado y después a otro, yendo finalmente hacia el mostrador donde una enfermera se dedicaba a rellenar algo.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: ¿Sabes dónde está Esther? –la seguía mirando cuando esta levantaba la cabeza hacia ella- No está en su cama.

-Lidia se la llevó hace un rato, creo que están con el psiquiatra.

M: ¿Psiquiatra?

-Sí, eso he dicho. –asentía mirándola aun- Hará como una hora que se marcharon.

M: Vale, gracias.

Con decisión y nada convencida con esa decisión, caminaba para darles alcance y comprobar de primera mano aquella información. No le hacía falta llegar hasta la puerta cuando ésta se abría y la misma Lidia empujaba la silla de ruedas donde Esther permanecía cabizbaja.

L: Hola, doctora. -cerraba tras ella sin dejar de mirarla.

M: ¿Por qué un psiquiatra? –sin vacilar mandaba su pregunta, viendo la sorpresa en el rostro de aquella mujer que seguía sin alejarse de una Esther que la miraba a ella en silencio.

L: Creo que mis procedimientos con los pacientes no son de su incumbencia.

M: Me temo que sí, he hecho varias valoraciones de la paciente y no veo motivo alguno para someterla a eso.

L: Pues estará usted equivocada.

Sin más, empujaba de nuevo la silla comenzando a alejarse de allí, obligándola a girarse para verlas marchar. Esther no se volvía en ningún momento, siguiendo como segundos antes con la mirada en el suelo y el cuerpo casi encogido.

Sobre la cama guardaba silencio, Lidia seguía hablando junto a ella, pero era incapaz de distinguir palabra alguna. Era incapaz de prestar ninguna atención, su mente estaba demasiado inmersa en la grieta en la que se encontraba de todas las formas posibles, diría que incluso también las mas imposibles. En cuestión de una hora, aquel hombre de gafas y bigote había conseguido desmoronarla por completo, hacerla sentir aun más insegura aunque su intención fuese todo lo contrario. Había llegado al límite del razonamiento absoluto. Estaba completamente sola, no tenía a nadie en el mundo, y por ello, nadie nunca le podría ofrecer o devolver lo que alguna vez tuvo en su vida. Ni siquiera ella, la que desde el primer día hacia lo posible por ayudarla. Maca jamás conseguiría nada, no la conocía, y se acabaría marchando para seguir su vida. Pero ella quedaría allí, en la misma cama, la misma habitación, y quién sabía si… moriría también.

Y ahora, sin saber cómo, también cuestionaban cada cosa que creía sin duda alguna. La estaban llamando desequilibrada a sus espaldas.

L: ¿Te puedo pedir un favor?

Casi de lejos escuchaba aquella pregunta, elevando su rostro entonces para mirarla y descubrirla de pie junto a la cama.

L: No dejes que esa doctora te manipule como lo está haciendo, solo conseguirás pasarlo mal.

No había ordenado una respuesta a sus labios, ni ésta había decidido salir por ella misma. Seguía en silencio mientras los pasos de Lidia la alejaban cada vez mas de su habitación, dejándola nuevamente sola entre todos aquellos pensamientos.

-¿Con quien suele hablar más a menudo?

E: Ma… -cerraba los ojos un instante, arrepintiéndose casi al segundo de haber comenzado a decir su nombre- La doctora Wilson.

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Efectos colaterales AdRi_HC-¿Por algún motivo en especial?

E: No… es amable.

-¿Y no crees que esa confianza que estás teniendo con ella es como aferrarte a algo que realmente no pertenece a tu vida? Esa confianza existe entre las paredes de esta clínica, pero ¿y fuera? Fuera es una completa desconocida.

Unos golpes en la puerta llamaban de nuevo su atención. La figura de una Maca que no se atrevía a pasar se mantenía firme sin llegar a pasar. Durante un par de segundos que parecieron una eternidad, se mantuvo igual mientras la observaba. Si se fiase de sí misma, podría decir incluso que sus ojos le mostraban una preocupación sincera. Estaba asustada… ¿asustada por qué? ¿de quién?

E: ¿Por qué me miras así?

M: ¿Qué te pasa? –daba apenas unos pasos sin terminar de acercarse.

E: Nada. –negaba en un casi imperceptible movimiento.

M: No me mientas, sé que te pasa algo… ¿qué ha ocurrido con ese psicólogo?

E: No me conoces, no puedes saber cuándo me pasa algo… -apretaba los labios sin dejar de mirarla, encontrando fácilmente una nueva expresión de sorpresa por sus palabras.

M: Esther.

E: Vete, estoy cansada. –girándose y dándole la espalda, fijaba la vista en un punto de la pared. Escuchando como el silencio le gritaba que seguía allí.

M: ¿He hecho algo?

E: Márchate.

Frente a esa nueva negativa, y muestra clara de que no quería tenerla allí, su pecho se llenaba del aire que dibujaría más tarde el suspiro que invadía la estancia. Su rostro había bajado no siendo capaz de entender nada aquello, reflejando una incomodidad física y emocional que la pillaba desprevenida y sin saber cómo actuar.

M: Está bien.

Girando sobre sus talones se marchaba de allí. Desde la cama Esther escuchaba sus pasos recorrer el pasillo, no moviéndose, sin reaccionar a nada en absoluto, simplemente pensando y recordando todo lo que no tenía ningún sentido para ella.

Un agrio humor se había apoderado de ella, hasta del último centímetro de su cuerpo. Uno que seguía tenso y rígido sobre su silla mientras rellanaba uno tras otro, todos los informes que tenia aun por entregar.

Por mucho que lo intentase, la voz de Esther echándola de la habitación, seguía repitiéndose una y otra vez, como una mofa cruel que no cesaba y que se iba haciendo cada vez más fuerte mientras su rabia y preocupación iban haciéndolo a partes iguales. ¿Por qué se comportaba así? ¿Qué había pasado en esa hora que había conseguido que prácticamente la echase?

M: ¡Joder! –golpeaba la mesa asustando a quien ya la miraba desde la puerta.

Cl: No sé si avisarte de que estoy aquí o marcharme e intentarlo después. –apenas hablaba sin moverse- ¿Estás bien?

M: ¿Por qué no iba a estarlo? Estoy cojonudamente bien, sí.

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Efectos colaterales AdRi_HCCl: ¡Genial! –sonriente se sentaba frente a ella, descubriendo entonces una mirada ácida que le hacía suspirar- ¿Qué pasa, Maca?

M: Me ha echado.

Cl: ¿Qué? –se incorporaba sorprendida- ¿Pero por qué?

M: ¡Y yo qué sé! –levantándose caminaba hacia la ventana cruzándose entonces de brazos- Ha tenido que ser ese maldito psiquiatra.

Cl: ¿Psiquiatra?

M: Ha estado una hora hablando con él esta mañana, ha tenido que decírselo él.

Cl: ¿Cómo te va a despedir porque un psiquiatra se lo diga?

M: ¿Despedir? –se giraba entonces frunciendo el ceño- ¿Quién ha dicho que me hayan despedido, Claudia? Estoy hablando de Esther, ¡me echó de su habitación!

Cl: Anda, coño. –suspiraba de nuevo dejándose caer en la silla- Me habías asustado.

M: Perdona, eh.

Cl: Ais… ¿y por qué ha sido?

M: No lo sé. Cuando llegué estaba rara, le pregunté qué le pasa y me dijo que nada, empezó a ponerse a la defensiva y terminó por decirme que me fuese.

Cl: ¿Y por qué ha estado hablando con el psiquiatra?

M: Eso es algo que también me toca las narices. Simplemente Lidia la llevó, seguro que le han comido la cabeza con tonterías para que no quiera verme.

Cl: No me extrañaría, no eres santo de su devoción.

M: Pues se va a quedar con las ganas si se cree que no voy a hacer porque eso cambie. No sabe con quién está jugando.

Cl: Uy yu yu yuy… que Maquita se nos pone guerrera.

Se había levantando para llegar junto a la ventana. Conforme pasaban los días, las dificultades para moverse eran menos, hasta el punto de que casi ya podía valerse por sí misma en todos los aspectos, aunque siguiesen queriendo llevarla de un lado a otro en esa dichosa silla.

Mirando cómo había comenzado a atardecer, acariciaba a malas penas los brazos de aquel pequeño sillón que la sostenía. Le gustaban los colores que se dibujaban en el cielo, la hacían sentirse tranquila y relajada, tanto que casi podía olvidar la sensación de nervios y ansiedad que la consumía desde esa misma mañana, desde que un verdadero desconocido intentaba, y casi conseguía, hacer que temiese de todo aquel al que ‘conociese’.

M: ¿Puedo entrar?

Sin moverse siquiera, sus dedos se encargaban de aferrarse a lo que hasta hacia segundos antes simplemente acariciaba. Al mismo tiempo que su voz, el perfume que ya fácilmente reconocía, había llegado hasta ella avisándole de que no se trataba de ninguna alucinación.

M: ¿Esther?

Cerrando los ojos tampoco contestaba, sabiendo que de esa forma no había dando de igual manera una negación y pasaría sin dudarlo. Seguía así cuando los pasos ya comenzaban a escucharse cercanos, deteniéndose finalmente junto a ella.

M: ¿Puedo preguntar por qué no quieres verme?

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Efectos colaterales AdRi_HCUn suspiro profundo fue su única respuesta. Maca pasó a cruzarse de brazos sosteniendo a la vez su cazadora, sin dejar de mirarla y esperando, expectante a que dijese cualquier cosa que eliminase aquella frustración que comenzaba a ser realmente incómoda para ella. Fuese cual fuese, necesitaba un motivo para todo aquello.

E: Realmente ¿por qué tengo que confiar en ti? –la miraba por primera vez.

M: ¿Cómo?

E: ¿Por qué tengo que creer que realmente quieres ayudarme? No tienes ningún motivo para hacerlo, no te conozco, tú no me conoces…

M: Esther, ¿cómo sales ahora con eso? Desde el primer día estoy haciendo lo posible para ponértelo fácil, por ayudarte… ¿ahora desconfías de mí?

E: No tienes motivo alguno por querer ayudarme.

M: No, realmente no tenía un motivo, solo los ojos de una mujer que le daba miedo hasta mirarse en un espejo porque no se reconocía, y ahora, después de ver cómo es realmente y saber que debió ser alguien increíble, solo quiero echarle una mano para que recobre todo lo que perdió un día. Debo ser un peligro para ti, sí.

Sin poder aguantar más el calor que iba subiendo hasta sus mejillas, dado su estado de frustración, se levantaba de allí apretando los dientes y conteniendo el aire que le ardía en el centro justo del pecho.

E: Lo siento.

Sus pasos se detenían entonces frente a la puerta, justo en el momento en el que su vista bajaba hasta el suelo sin intención de seguir avanzando.

E: Lo siento… eres la única persona que realmente tengo. –comenzaba a llorar llevándose las manos al rostro.

Al escuchar aquel sollozo no pudo más que volver a girarse para regresar al lugar que había ocupado un instante antes. Esther seguía llorando e intentando que no pudiese ver aquel rostro empapado en lágrimas, ni los ojos que se tornaban cada vez de un rojo más intenso por el esfuerzo.

M: ¿Qué ha pasado con ese psiquiatra, Esther?

E: Nada. –negaba.

M: Por favor, no puedo ayudarte si no me dices qué pasa… confía en mí, por favor.

E: No sé cómo se ha enterado… pero, Lidia sabe lo que te conté, lo de que salí de la habitación, que recuerdo ese maldito lugar blanco…

M: ¿Se lo has contado a alguien más?

E: No. –negaba de nuevo, pero descubriendo su rostro y mirándola entonces, consiguiendo que por ello Maca frunciese el ceño por verla de aquella manera- ¿Te quedas conmigo esta noche? Por favor.

Sentada en el sillón se mantenía con los ojos abiertos mientras observaba el rostro de Esther. Finalmente había conseguido dormirse después de un par de horas de silencio en las que además de mirar a la puerta, no soltaba la mano sobre el colchón. Y así había caído rendida, aferrándose a unos dedos que se movían apenas dejándose sentir aun allí.

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Efectos colaterales AdRi_HCHasta ese momento de silencio, de no sentirse realmente segura y tranquila en aquel lugar, no se había parado a darse cuenta de todo cuanto ocupaba sus pensamientos. Toda la historia de Ángela y su marido, Arturo y los ordenadores de Lidia, el psiquiatra, Esther…

Un suspiro le hacía cerrar los ojos y reclinar la cabeza, sentir una necesidad terrible de cogerla en brazos y huir de allí, ¿pero cómo hacerlo? De nuevo abría los ojos y allí estaba, durmiendo tranquila, seguramente por primera vez en muchos días. La frustración por aquel hecho conseguía aumentar más su rabia. Necesitaba un camino que tomar, una idea clara de lo que verdaderamente estaba pasando en ese lugar.

Con cuidado fue separando su mano, sintiendo como aun en sueños, Esther intentaba evitarlo sin resultado cuando ya se alejaba apenas de ella.

Frente a la ventana podía ver a malas penas aquel extenso jardín iluminado por la luz exterior y fija de la fachada. Dejando otra vez que sus pensamientos tomasen el control de la situación para casi alejarla de allí aunque su cuerpo siguiese sin moverse.

Eran casi las cuatro de la madrugada cuando Maca de nuevo en el sillón se había quedado dormida sin haberse dado cuenta. Un silencio sepulcral invadía cada rincón de la habitación cuando la sabana sobre la cama caía, y los pasos llevaban a Esther hacia la puerta, cruzándola de igual forma y tomando camino por uno de los pasillos. Nada ni nadie se cruzaba en su camino, las luces se iban encendiendo conforme su cuerpo avanzaba, mientras a su espalda todo quedaba en penumbra.

Una puerta abierta, varias personas vestidas de blanco, ocultando parcialmente sus rostro por una mascarilla…

M: ¡Esther!

Incorporándose se veía de nuevo en la habitación, solo una leve iluminación robaba parte de la oscuridad que aun regalaba la noche. Giró su rostro comprobando que Esther dormía, consiguiendo por primera vez tomar aire para respirar y sentir su corazón disparado.

Con la espalda de nuevo contra el sillón cerraba los ojos maldiciendo aquel maldito sueño.

M: Joder. –abriéndolos de nuevo miraba al frente, encontrando la puerta entornada y no cerrada con horas antes ella misma la había dejado.

Despacio, y mirando a Esther durante unos segundos antes, decidía levantarse y caminar hacia ella. La luz se colaba desde el pasillo, uno que la recibía silencioso. Con medio cuerpo fuera, escuchaba entonces el sonido de unos cajones abrirse tras el pequeño mostrador a unos metros, lo que le hacía finalmente fruncir el ceño antes de acercarse hasta allí y descubrir la presencia de alguien agachado.

M: ¿Qué hace aquí?

Cl: ¿Eh? –se levantaba casi asustada- Joder, Maca.

M: ¿Claudia? ¿Qué coño haces aquí a estas horas? Me has dado un susto de muerte.

Cl: ¿Susto? –mascullaba acercándose a ella- ¡Susto tú a mí! Que casi me da un puñetero infarto… ¿Por qué andas así de silenciosa?

M: Pensé que era otra persona. –se cruzaba de brazos mirándola a ella y más tarde al pasillo.

Cl: Qué neurótica que estás, hija.

M: ¿Qué haces aquí?

Cl: Me han llamado al busca hace un rato, uno de mis pacientes tuvo un problema y…

M: ¿Qué paciente?

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Efectos colaterales AdRi_HCCl: El de la dos dieciséis, pero ya estaba archivando el informe, voy a ir a darme una ducha o algo, no sé qué haré.

M: Vale. –asintiendo le acariciaba el brazo antes de verla marchar y quedarse allí mismo, cruzándose de brazos otra vez y mirando hacia donde se encontraba aquella habitación que su amiga había nombrado.

Sin saber por qué, sus pies comenzaron a dirigirla hasta allí, igual de despacio que antes y sin poder ella misma escuchar sus pasos. Unos cuantos mas y ya se encontraba frente a la puerta para abrirla y comprobar la tranquilidad que allí se respiraba.

Junto a los pies de la cama cogía el informe, leyendo después con algo de dificultad por la falta de luz.

Paciente número 32 persiste en su estado de coma profundo sin cambio aparente ni reacción a la dosis inicial.

Dejándolo de nuevo en su sitio, salía cerrando tras de sí, caminando nuevamente hacia la habitación de Esther.

Cuando ya era hora para ir a darse una ducha y ponerse a trabajar, Esther seguía durmiendo y había preferido marcharse sin interrumpir su sueño. Bajo el agua caliente pensaba en como todo estaba también afectándola demasiado. Aquella pesadilla dejaba claro que sus pensamientos no le daban tregua alguna y estaba ya convirtiéndose en una obsesión.

-Doctora, tiene que pasar por varias habitaciones hoy, le dejo aquí los historiales.

M: Gracias, Diana. –asentía viendo como dejaba las carpetas sobre la mesa- Por cierto, ¿Sabes si ha llegado Lidia?

-Creo que sí, hace un rato.

M: Gracias.

Viendo como volvía a cerrar la puerta, miraba de nuevo aquella lista de teléfonos en los que había depositado cierta confianza días atrás, decidiendo romperla y lanzarla de lleno a la papelera bajo la mesa. Levantando de nuevo la vista veía aquella gruesa carpeta con la que había pasado horas, y de la cual no había encontrado nada, ni con los informes que Ángela le había dado.

Cogiendo el teléfono comenzaba a marcar el número de casa, esperando más tarde mientras escuchaba uno tras otro los tonos de la línea.

S: ¿Si?

M: Soy yo… ¿Qué andáis haciendo?

S: Pues yo me he tomado un descanso, porque soy más humana que este compañero friki que tienes que no ha parado un segundo desde anoche. Lleva cinco botes de Coca Cola y una cafetera él solo.

M: ¿Habéis sacado algo?

S: Espera, que te paso al hacker Sénior. –mientras esperaba escuchaba como hablaban de fondo aunque sin llegar a entender nada realmente.

Ar: Hola, Maca.

M: Pues sí que hablas tú claro después de llevar no sé los días sin dormir.

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: Estoy acostumbrado, tranquila. Está costando un montón volver a entrar, desde que lo hice yo se ve que han bloqueado y reforzado la seguridad de los puertos.

M: A mí no me hables de puertos y rollos raros que no me entero, solo dime si lo podrás hacer.

Ar: Me ofende esa duda en mí, Macarena… me ofende mucho.

M: Bueno, pues dale a las teclas rápido y a ver si me das una alegría y me llamas para decirme que lo has conseguido.

Ar: Te paso a la pistolera de tu hermana.

S: ¡Oye!

M: ¿Pistolera? –fruncía el ceño- ¿Te llama pistolera y sigue vivo?

S: Que me lo diga un subnormal no termina de ofenderme, tranquila… -suspiraba- ¿Tú qué tal?

M: Yo bien, luego te llamo. Hasta luego.

Dejando el teléfono sobre la mesa decidía levantarse y salir del despacho un rato. Era la hora de mayor movimiento del día. Donde los familiares de unos pocos pacientes recién ingresados pasaban a ver sus allegados. Era la única hora donde se respiraba un ambiente distinto, se escuchaban algunas risas, palabras de cariño, aunque se colase un sollozo entre todos ellos.

Caminaba despacio, observando todo, enfermeras haciendo su trabajo, celadores empujando camillas, sillas…

Se detuvo frente a una puerta abierta, donde un hombre sonreía sosteniendo a un pequeño de apenas tres años que jugaba con los botones de su pijama. Sonrió antes de continuar y llegó a la habitación que mas conocía de todas. Esther frente a la ventana leía tranquilamente, dejando que el sol le diese de lleno en el rostro. Creando una imagen que casi la obligaba a permanecer allí, robándole esta tranquilidad que despedían sus ojos.

No sabía las horas que llevaba en aquella misma posición, después de comer había vuelto a sillón para seguir leyendo. Se sorprendía a sí misma al verse tan intrigada por la historia entre sus manos.

L: Hola.

Sorprendida, se giraba descubriendo la sonrisa de una Lidia que se sentaba frente a ella en el alfeizar de la ventana.

E: Hola.

L: Últimamente siempre te encuentro leyendo. –giraba la cabeza intentando leer el título- Es bueno que lo hagas, es una manera de ejercitar tu cerebro.

E: Sí. –lo cerraba para después dejarlo entre su muslo y el sillón.

L: ¿Cómo te encuentras hoy? Tienes buen aspecto y me han dicho que has comido de maravilla.

E: Tenia apetito, y he dormido bien.

L: Me alegro mucho. –sonreía- No te lo dije, pero puedes salir al jardín siempre que quieras. Me lo dices y un celador te acompaña.

E: Vale. –asentía sin dejar de mirarla.

L: Vale. –sin moverse seguía mirándola, consiguiendo que tras unos segundos, Esther apartase la mirada- ¿Has recordado algo que me quieras contar?

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Efectos colaterales AdRi_HCE: No.

L: Esther, sé que te sientes insegura… lo puedo comprender y lo respeto completamente, pero necesito que confíes en mí, lo necesito porque yo lo único que quiero es ayudarte.

Bajando la vista se abstenía de responder sintiéndose a la vez incómoda. El simple hecho de que Maca chocase tanto con Lidia, había creado en ella una desconfianza y temor que inicialmente no existía. Todo aquello le hacía creer que nada de lo que le dijese a esa mujer, podría llevar a algo bueno.

Un suspiro era el único sonido que finalmente procedía de sus labios, obligando a Lidia a incorporarse cruzándose a la vez de brazos.

L: Está bien, no te obligaré. –resignada pasaba a levantarse- Mañana vengo a verte.

Con paso firme, y tras apretar su hombro durante unos segundos, iba alejándose de allí dejando a Esther con la mirada fija en la ventana, observando su reflejo y respirando tranquila una vez cerraba la puerta.

Cerrando la última carpeta sobre su mesa daba por finalizado el trabajo de aquel día, pasando a frotarse el cuello como acto reflejo a la molestia que llevaba notando ya un par de horas. Justo entonces su teléfono sonaba haciéndole suspirar y mirar la pantalla durante unos segundos antes de descolgar.

M: Dime.

Ar: He conseguido entrar durante unos minutos, he sacado algunos vídeos.

M: ¿Vídeos?

Ar: Sí, eso he dicho… vídeos. Aun no los hemos abierto, espero a que tú vengas y vemos qué hay ahí ¿vale?

M: Vale, dame una hora.

Colgando de nuevo lo dejaba sobre la mesa para levantarse e ir hacia el perchero, dejar la bata y coger el bolso y su cazadora.

Frente a la puerta de la habitación tocaba un par de veces antes de abrir, encontrando a Esther leyendo frente a la ventana, algo que le arrancaba una vez más la sonrisa que mantenía hasta que llegaba a su lado.

M: Voy a empezar a pensar que de verdad te gusta.

E: Es que me gusta. –sonreía cerrándolo y dejándolo sobre su regazo- Es una historia bonita.

M: Me alegro. –pasaba a sentarse frente a ella- ¿Cómo estás? Tenía que haber venido antes pero he estado encerrada en el despacho intentando quitarme el trabajo acumulado.

E: Estoy bien, no te preocupes.

M: Claro que me preocupo… -Esther sonreía frente a aquella respuesta y los ojos de Maca se desviaban unos segundos hasta la cama- Tengo que irme ya.

E: Sí, estarás cansada… no creo que se duerma muy bien en ese sillón.

M: He dormido en sitios peores. –sin dejar de mirarla se levantaba- Sigues recordando que tienes un móvil para llamarme ¿Verdad? –sonreía.

E: ¿Se está riendo usted de una paciente, doctora?

M: ¿Yo? –fingía seriedad- Un poquito. –sonreía finalmente antes de dar un primer paso- Hasta mañana. -acariciando su hombro terminaba por marcharse de la habitación.

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Efectos colaterales AdRi_HCE: Hasta mañana.

Nada más entrar en el piso notaba la oscuridad espesa y un olor a cerrado, el conjunto creaba un mohín en su rostro que perduraba hasta que ya en la puerta del salón, descubría las persianas bajadas y ningún otro sonido que no fuese el de los dedos de Sonia y Arturo contra el teclado.

Ar: Hola, Maca. –saludaba sin girarse.

M: ¿Se puede saber por qué mi preciado y bonito piso ha cambiado a ser la cueva céntrica de Batman? –sin detenerse a mirarles más tiempo iba directa hacia las ventanas, subiendo las persianas y abriendo para que el aire recorriese cada rincón de aquel salón.

S: El señorito cree que así no nos exponemos a que nos espíen de algún piso franco.

Ar: Ven aquí y siéntate, que vamos a ver los vídeos estos… estoy muerto de la curiosidad. –sonreía dejando una silla junto a la suya.

M: A ver. –suspiraba sentándose ya a su lado- Ilústreme.

Ar: Vamos allá.

Mientras Arturo ponía en marcha el primero de los vídeos, Maca ya miraba fijamente aquella imagen negra, la cual cambiaba segundos después aunque levemente. Una luz pasaba a encenderse dejando ver cómo era una de las habitaciones de la clínica. Una enfermera pasaba la primera, siendo seguida por Lidia y otro médico al cual no reconocía. Lo siguiente era un reconocimiento nada lejos de lo habitual. Algo que le hacía fruncir el ceño y mirar a su amigo.

M: Esto no es nada, Arturo. Avanza más rápido a ver si cambia.

Ar: Vale.

Después de unos minutos comprobaban como todos y cada uno era del mismo estilo. Reconocimientos y seguimientos médicos.

Suspirando, Maca era la primera en levantarse para ir a la cocina sin haber dicho tampoco una palabra. Mientras se servía un poco de café en una taza, la frustración se iba alojando en sus pensamientos, consiguiendo que apretase los dientes cada vez más.

S: ¿Mejor, no?

M: ¿Mejor? –se giraba sorprendida- ¿Entonces para qué coño hacemos esto, Sonia?

S: No sé tú, pero yo preferiría que no hubiese nada raro en todo esto… ni que hubiesen personas en esa clínica sufriendo.

M: Pero da la casualidad de que todo indica a que sí, y si por no saber de qué se trata Esther… -cerraba los ojos un segundo antes de girarse- Da igual.

S: ¿Esther qué?

M: Nada Sonia, sigue con lo tuyo, anda.

S: Maca… -dando un primer paso se quedaba junto a ella e intentando que volviese a mirarla- ¿Esther qué?

M: Ha estado en coma dos veces, y me temo que si existiese una tercera… -suspiraba bajando la vista- No quiero ni pensarlo.

S: ¿Le has cogido cariño, eh? –sonreía de lado.

M: Eso no importa.

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Efectos colaterales AdRi_HCDejando la taza sobre la encimera se giraba para marcharse mientras Sonia seguía mirándola y viéndola desaparecer finalmente por el pasillo.

Dentro de su dormitorio empezaba a desvestirse para entrar directamente al baño. Necesitaba una ducha y dejar la mente en blanco aunque fuese por unos minutos en que consiguiese rozar la tranquilidad y relajación.

Buscando entre los bolsillos de su bolso recorría el pasillo principal que la llevaba a su despacho. Las prisas por salir de casa habían hecho que como veía en aquel momento, se dejase el móvil encima de la mesa.

Cl: ¡Señorita!

Asustada por el casi grito que nacía frente a ella, se detenía sin sacar aun las manos del bolso, encontrándose con la neuróloga justo delante y con los brazos en jarras mientras la miraba mostrando una chistosa sonrisa que le hacía sacudir la cabeza y volver a bajar la vista sin decir una palabra.

Cl: Hola a ti también, buenos días ¿Qué tal?

M: Es que me he dejado el puñetero móvil en casa, y me da mucha rabia que me pase.

Cl: Mujer, tampoco es el fin del mundo. ¿Esperas alguna llamada súper importante y de vida o muerte hoy?

M: No. –suspirando de nuevo dejaba aquello para mirar a su amiga- ¿Y tú qué haces con la ropa puesta?

Cl: No me gusta mucho eso de ir desnuda por el mundo.

M: ¿No trabajas hoy?

Cl: Sí, pero tengo guardia esta noche y me voy a casa a dormir, he venido a por una cosa, y porque me han obligado, si no estaba ya en la cama con la cabeza debajo del nórdico.

M: Pues qué suerte… yo no he dormido apenas y hoy no tengo ninguna gana de trabajar.

Cl: Como la mayoría de los españoles, cariño. –sonriendo le daba un golpecito en el hombro antes de dar el primer paso haciendo que Maca se girase a la vez- ¿Nos tomamos mañana un café y hablamos?

M: Venga. –asentía- Que descanses.

Cl: Gracias.

Mantenía la mirada sobre la neuróloga unos segundos más, observándola marchar y saludar a otro médico que se cruzaba en su camino. Bajando la vista hacia su bolso nuevamente, se giraba para ir hasta su despacho.

-¡Vaya!

Sin haberla visto llegar, Maca chocaba con una enfermera que portaba una bandeja con varios medicamentos, haciendo que algunos de ellos cayesen sin remedio hasta el suelo.

M: Perdona, Toñi… no sé donde tengo hoy la cabeza.

T: No se preocupe, doctora.

Aun agachada junto a ella, cogía un pequeño frasco de cristal que en el camino hacia la bandeja, dejaba ver algo en su etiqueta. Aunque en su mayoría era una simple pegatina blanca, algo en la esquina inferior derecha llamó su atención. Una pequeña marca a rotulador: *6

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Efectos colaterales AdRi_HCT: Menos mal que no se ha roto nada. –sonriendo cogía el frasco de su mano dejándolo después con todo lo demás.

M: Perdona. –apenas susurraba mientras se levantaba también- Si quieres te acompaño y te ayudo con eso, vas cargada.

T: No, no se preocupe… ya puedo yo.

M: Claro.

Mirándola marchar aguantaba hasta que la veía entrar en uno de los ascensores. Nada más cerrarse las puertas se giraba echando casi a correr hacia su despacho.

M: Joder. -tirando el bolso como bien podía iba hasta el teléfono sobre su mesa, marcando atropelladamente el número de casa.

S: ¿Si?

M: Ponme con Arturo. –tras unos segundos de silencio escuchaba un pequeño murmullo.

A: Dime.

M: Tienes que conseguir entrar en las grabaciones de seguridad, y ver dónde iba una enfermera hace tres minutos que se ha montado en uno de los ascensores.

A: ¿Por qué?

M: Lleva una bandeja con medicamentos, un frasco con asterisco seis.

A: ¡Cojonudo!

Tras hablar con Arturo se había quedado pensativa, extrañada, sorprendida… Después ponerse le pijama y la bata salió del despacho sin prisas, con ambas manos en los bolsillos y dando cada paso a conciencia.

Frente al ascensor se detuvo, mirándolo inmóvil en aquella misma planta y con las puertas abiertas. Así se mantuvo durante un minuto escaso antes de volver a caminar y mirar al frente. Un par de celadores cargaban un carro con las sabanas y ropa de baño de las habitaciones, y por ello las puertas de todas y cada una permanecían abiertas por completo.

E: ¿Dando un paseo?

Girándose por su voz descubría a Esther apoyada contra el marco de la puerta, mirándola con media sonrisa y sin moverse.

M: Sí. ¿Tú qué tal?

E: Pues iba a decirle a alguna enfermera que buscase a un buen samaritano que me quiera acompañar a dar un paseo.

M: ¿Sales al jardín?

E: Esa es mi intención, sí… -suspiraba mirando hacia el mostrador- Pero creo que ahora no es buen momento, están liados por aquí.

M: Vamos.

Sin pensarlo siquiera extendía su brazo, ofreciéndole un apoyo que Esther no dudó en aceptar con una nueva sonrisa. De ese modo, y agarrada a su brazo, comenzaba a caminar a su lado. En la mente de Maca, y como si hubiese habido un cambio silencioso y tímido, toda esa tensión acumulada desde el choque con la enfermera desaparecía, únicamente se dedicaba a ser

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Efectos colaterales AdRi_HCconsciente de que casi sostenía los pasos de una Esther contenta y tranquila mientras ya salía por la puerta que daba al jardín.

E: Hace frío.

M: Espera. –deteniéndose se quitaba la bata para, con la sorpresa de Esther, colocársela sobre los hombros, sonriendo después al ver como metía ambos brazos dejándola perfectamente sobre sus hombros- Te viene grande.

E: Eres más alta que yo, Maca… normal que me quede grande. –agarrándose de nuevo a ella comenzaba a caminar- ¿Tú no tendrás frío?

M: Estoy bien, tranquila.

E: ¿Qué tal estás hoy, dormiste mejor anoche?

M: Bueno, algo… de todos modos no duermo mucho estos días, tengo visita en casa y… -torcía el gesto haciéndola sonreír de nuevo- ¿Tú has pasado buena noche?

E: Supongo.

M: ¿Supones?

E: Sí… estando sola no sé si salgo o no salgo, si duermo o no duermo… -encogiéndose de hombros conseguía que Maca detuviese sus pasos antes de llegar al banco.

M: ¿Crees que esta noche ha pasado algo de eso?

E: No lo sé, Maca. –soltándose de ella pasaba a sentarse, viendo como apenas unos segundos después la imitaba- Pero creo que ya me da igual.

M: ¿Cómo que te da igual?

E: Pues eso… realmente ¿yo qué puedo hacer? No sé qué pasa o por qué lo hace, no puedo evitarlo, tú no puedes estar siempre encima de mí para evitarlo. Así que por qué tengo que estar siempre asustada, lo que tenga que pasar pasará.

M: Esther…

E: Además, estoy mejor ¿no? puede que en unas semanas pueda irme de aquí. –bajaba la vista al tiempo que se encogía presa de las bajas temperaturas- Lo que no sé es a donde iré.

M: Me parece una locura que hables así, Esther.

E: ¿Por qué? –la miraba de nuevo.

M: Pues… -pellizcándose el labio inferior bajaba la vista, dejando a Esther en silencio y esperando sus palabras- Porque yo…

M: Porque yo sé que no eres una cobarde Esther, me da igual conocerte unas semanas, me da igual que tú misma no recuerdes cómo eras, pero estoy segura de que no eres ninguna cobarde que deja de luchar y se resigna a lo que venga.

E: ¿Y de qué sirve luchar si lo más probable es no conseguir nada?

M: Si me miras a los ojos qué crees que pienso.

Quedándose con ambos brazos sobre sus rodillas guardaba silencio, mirándola a unos pocos centímetros de distancia, viéndola aun encogida por el frío, serena sin haber cambiado un ápice su rostro. Pero todo aquello comenzaba a cambiar, no se había percatado de lo fijamente que la miraba, de lo fijamente que Esther la miraba. El marrón de sus ojos pasó a ser

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Efectos colaterales AdRi_HCuno cálido y demasiado dulce, como si se acercase cada vez más a ellos, como si la hubiesen intentado atrapar desde el principio.

E: No vas a parar hasta conseguir algo.

M: Exacto. –asentía levemente- No voy a parar hasta verte fuera de este lugar con tu familia.

E: ¿Y si no la tengo?

M: La tendrás.

Una sonrisa en los labios de Esther fue el último gesto mientras seguían mirándose, justo antes de dejar la espalda contra el banco y cruzarse de brazos para dejar la vista al frente. Maca la imitaba sin tan siquiera planteárselo, cruzándose también de brazos y guardando el silencio entre las dos.

A la hora de comer, y sin salir de su despacho, disfrutaba de un sándwich que había podido sacar de una de las máquinas de la sala de juntas, bebiendo también de un refresco que ya comenzaba a calentarse mientras perdía la vista tras la ventana.

Sus pensamientos se veían interrumpidos por el sonido del teléfono.

M: ¿Si?

-Le paso una llamada, doctora, es su hermana.

M: Gracias… Hola.

S: Hola, hermanita.

M: ¿Qué pasa?

S: ¿A qué hora llegarás a casa? Es que hicimos eso y nos hemos quedado sin saber qué pensar.

M: ¿Sin saber qué pensar por qué?

S: Porque hay algo raro, y antes de pensar nada queremos que lo veas. Puede que él tuviese razón con lo de hace unos días.

M: No termino de entenderte.

S: Que lo que creímos entonces parece cierto, Maca. Porque todo es de lo más extraño, lo hemos visto mil veces y siempre igual, no hay manera.

M: Sonia, no te pillo, habla más claro.

S: Mejor hablamos cuando vengas, no quiero hablar mucho llamándote allí.

M: Está bien. Luego nos vemos. –colgando de nuevo y dejando ambos brazos sobre la mesa, se quedaba en silencio e inmóvil mirando al vacio.

Ar: ¿Qué dice?

S: Mejor hablamos con ella cuando llegue. Me dicen que tiene el teléfono pinchado y me lo creo, a estas alturas no me sorprende nada, prefiero no jugármela.

Ar: Ya.

S: ¿Lo has visto otra vez? –se sentaba junto a él.

Ar: Sí, y más de lo mismo, no logro encontrar el que muestre donde baja…

Lista para marcharse a casa, decidía pasar antes por la habitación de Esther para ver cómo estaba y despedirse de ella. Cuando llegaba a la puerta se extrañaba al no verla en la cama, por lo que pasaba sin llamar y viendo la puerta del baño entornada con luz en su interior.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: ¿Esther? –dando un paso mientras la abría descubría una espalda desnuda que le hacía detenerse y abrir los ojos aun mas- ¡Lo siento! ¡Lo siento!

Girándose cerraba los ojos con fuerza, aunque por ello no podía evitar tener esa imagen aun frente a ella. La espalda y más tarde Esther girándose sorprendida, mostrando su pecho igualmente desnudo justo cuando toda la sangre de su cuerpo ascendía es cuestión de unos segundos y deteniéndose en sus mejillas.

E: Tranquila, no pasa nada. –respondía entonces colocándose la camiseta del pijama.

M: Lo siento, Esther… no pensé que… -mirando de reojo advertía que ya estaba vestida y únicamente la miraba sin haberse movido- No era mi intención.

E: Que no pasa nada. –sonreía- No has visto nada nuevo ¿no? –se cruzaba de brazos sin cambiar su gesto.

M: ¿Qué hacías mirándote en el espejo?

E: Me he descubierto una cicatriz en la espalda, y estaba viendo si había alguna más que desconociese por completo. ¿La quieres ver?

M: Eh… no, no, tranquila. –su ceño se fruncía apenas mientras negaba al mismo tiempo.

E: Sí, mira. –quitándose nuevamente la camiseta, aunque sin descubrir su torso, se giraba dándole la espalda cuando daba un paso atrás para acercarse- ¿La ves?

M: Sí. –carraspeaba.

E: ¿De qué crees que tiene pinta?

Mirando aun aquella cicatriz, Maca se mantenía en silencio, viendo como bajaba casi desde el hombro derecho, cruzando el omoplato varios centímetros. Su mano se alzaba por sí sola, guiando sus dedos hasta la marca en su espalda. Un segundo más tarde las yemas de sus dedos la recorrían despacio, encogiéndose después como si hubiese acariciado el mismo infierno.

M: Parece de una operación, no tiene pinta de herida o algo… -callaba girándose- ¿Cómo estás?

Ya al lado de la cama estiraba la sabana junto a la manta y la dejaba doblada y lista para cuando se acostase.

E: Supongo que bien, me queda poco para terminarme el libro.

M: Cuando lo hagas dímelo y te traigo otro… tengo varios que igual te gustan.

E: ¿Son del mismo estilo? –sonreía saliendo junto a ella y sentándose al borde de la cama- Por cierto… ¿este acaba bien?

M: No te lo pienso decir. –sonreía también.

E: Pues mal. –cruzándose de brazos miraba hacia la puerta- ¿Te vas?

M: Sí, me esperan en casa y tendría que haber salido ya, pero prefería venir a ver cómo estabas.

E: Entonces no te entretengo, que si te están esperando no quiero que por mi culpa llegues tarde y te riñan.

M: No me riñen, Esther. –apenas con una pequeña sonrisa negaba de forma tranquila y sin dejar de mirarla- Si necesitas cualquier cosa, o solo quieres hablar, ya sabes dónde estoy.

E: Sí.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Bien, pues mañana nos vemos.

Apenas en un segundo llegó hasta su mano, estrechándola en un gesto cariñoso para después girarse y caminar hacia la puerta. Esther seguía sentada en aquel mismo borde cuando ella ya entraba en el ascensor más cercano, aprovechando aquel momento a solas para cerrar los ojos y suspirar, frotándose más tarde la frente y dejar atrás aquel bochornoso momento en su memoria.

Después de leer apenas media hora, se levantaba para ir a dar un paseo por el pasillo. Hacerlo era algo a lo que se había acostumbrado en cuestión de unos días. El único paciente despierto como ella, estaba a un par de habitaciones desde la suya. Era un bombero retirado por un accidente al cual habían detectado un problema cerebral. Siempre le hablaba de su hijo, tenía apenas tres años y siempre le decía que sería bombero como él.

Frente a la puerta veía como la cama estaba vacía, extrañada se detuvo sin llegar a entrar, girándose después viendo como uno de los celadores pasaba en ese momento por allí.

E: Perdona.

-Dime. –se detenía frente a ella.

E: ¿Dónde está Javi? No está es su habitación.

-Creo que se lo llevaron hace una hora a hacerle unas pruebas, no tardará en volver. Y tú no andes mucho rato por aquí o te reñirán. –sonreía de forma amable antes de marcharse.

Con las llaves en la mano salía del ascensor. Había encontrado bastante tráfico en lo que deberían haber sido los últimos diez minutos, consiguiendo que estos fuesen veinte y tardase más de lo previsto en llegar.

S: Has tardado.

M: Mucho tráfico. –dejando el bolso en la percha pasaba hacia el salón, donde encontraba un par mas de monitores sobre la mesa- ¿Qué habéis montado aquí?

S: Una eficaz sala de vigilancia.

Ar: Siéntate, Maca. –sin moverse o girarse seguía tecleando, haciendo que todos los monitores que permanecían apagados se encendiesen mostrando distintos pasillos de la clínica- La enfermera estaba en la segunda planta cuando chocaste con ella.

M: Sí.

Ar: Vale, lo pongo y partimos de ese momento para que hagas un seguimiento.

M: Está bien.

Suspirando se acomodaba aun mas en la silla, cruzándose de brazos y mirando la primera imagen en el monitor más cercano a ella. No le costaba verse a sí misma hablando con Claudia al fondo de la imagen, luego esta pasaba de largo y ella se giraba un par de segundos antes de chocar con la enfermera. Allí estaba el frasco que dejaba en la bandeja y tras cruzar dos frases con ella esta entraba en el ascensor.

Ar: Aquí la perdiste. Entra en el ascensor y… -tecleaba rápidamente mientras Sonia sonreía tras él- El ascensor se pierde durante cuarenta segundos. –cambiaba varias imágenes- No para en ninguna parte.

M: ¿Has mirado todas las plantas?

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: Todas y cada una. El de la derecha sigue bajando y subiendo, pero este no. Hasta que… -tecleando de nuevo el monitor frente a ella vuelve a cambiar, mostrando la planta baja de la clínica– Se abren las puertas…

M: Y no sale nadie.

S: Efectivamente. ¿Dónde está la puñetera enfermera?

Ar: ¿Recuerdas lo que te dije de la opción remota del ordenador de Lidia? Creo que esa enfermera fue al mismo lugar donde esta ese ordenador.

M: Según tú, ese ordenador va a un lugar que se supone que para los demás no existe.

Ar: Si me puedes dar otra explicación la escucharé gustoso. Pero me temo que no la hay, Maca. Puede que ese tenga una salida oculta en alguna de las paredes. No sería difícil, son simple aluminio que puede desplazarse sin que ninguno nos enteremos.

M: ¿Y qué propones?

Llevaba horas en la misma postura, mirando hacia la puerta entornada y escuchando cada sonido fuera de aquel lugar. Era tanta su ansiedad que había pasado a encontrarse mal, el corazón palpitaba demasiado rápido y por no moverse, las articulaciones se resentían pidiendo movimiento.

En un momento en que el silencio era demasiado, su cuerpo se tensaba prestando más atención. Unos pasos comenzaban a escucharse de repente, secos y creando un eco en el pasillo que era capaz de hacerla estremecer. Estos seguían durante unos segundos más, pero no llegaban a encontrarse cerca, deteniéndose a unos metros de allí y consiguiendo que por primera vez en horas se levantase de la cama y caminase hacia la puerta. Justo cuando llegaba y ponía la mano para moverla, su cuerpo se detenía y se giraba de nuevo, caminando hacia la mesilla para sacar un pequeño espejo y llevarlo consigo de nuevo hacia la puerta.

Despacio e intentando no temblar, sacaba poco a poco la mano, mirando siempre la imagen en el espejo y encontrando el pasillo vacío. De esa forma fue inclinándose, quedándose solo unos centímetros por fuera para corroborarlo. La luz salía de la habitación de Javi y eso era algo que no le hacía sentirse muy segura.

Cerrando los ojos y tomando aire, se decidía a caminar, muy muy despacio y casi pegada a la pared. El corazón le palpitaba aun más rápido que antes, y creía que de un momento a otro incluso podría marearse, pero sin detener sus pasos, lograba llegar a la puerta. Justo entonces, y poniéndose de puntillas, conseguía ver algo a través del pequeño cristal que había a la altura de su cabeza. Cuando su mirada pudo enfocarse y centrarse en lo que ahí estaba ocurriendo, su cuerpo cayó desestabilizándola y haciéndola casi caer. Asustada, giraba sobre sus pasos regresando a su habitación, cerrando en un intento de hacer el menor ruido posible y volver a la cama.

Caminaba de un lado a otro de la habitación, no había conseguido dormir después de ver aquello. Incluso después de regresar a la cama, los pasos se escuchaban de nuevo, haciéndole temblar y esperar a que entonces le tocase a ella. Pero los pasos desaparecieron, haciendo que se temiese que en cualquier momento regresaría.

El desayuno estaba tal y como lo habían dejado sobre la mesa, estaba demasiado impaciente en la llegada de Maca, y su estómago demasiado cerrado para comer nada.

M: Buenos días.

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Efectos colaterales AdRi_HCNada más escucharla fue en una carrera hasta la puerta, cerrándola y cogiéndola de la mano para llevarla hasta el lavabo. Al cual llegaban en cuestión de un instante con el rostro de Maca dejando ver su completa sorpresa.

M: ¿Qué te pasa?

E: Está en coma. –decía demasiado rápido y moviéndose- Esta mañana estaba en coma.

M: ¿Quién estaba en coma, Esther?

E: Javi. –mirándola entonces se detenía- Anoche… estaba despierta, y escuché unos pasos en el pasillo, solo se escuchaba eso, todo estaba muy silencioso y… -comenzaba a temblar consiguiendo que Maca diese un paso hacia delante y dejase ambas manos en sus hombros intentando tranquilizarla- Se lo habían llevado a última hora para hacerle unas pruebas, y cuando escuché que alguien se paraba cerca de aquí salí, estaba en su habitación inyectándole algo.

M: ¿Quién?

E: No lo sé. –nerviosa se llevaba la mano a la boca- Creo que le he visto antes pero no estoy segura, no sé quién es.

M: ¿Te vio?

E: No estoy segura, estaba muy nerviosa y me mareé, vine corriendo, iba descalza pero no sé si escuchó algo.

Quitando las manos de su cuerpo pasaba a cruzarse de brazos sin dejar de mirarla. Tenía las ojeras claramente marcadas bajo los ojos, señal de que no había sido capaz de cerrarlos en toda la noche. Estaba temblando frente a ella y verla en aquel estado comenzaba a sobrepasarla.

E: Tienes que enterarte de qué le hicieron, Maca. Tienes que preguntar… por favor.

M: Hagamos una cosa. –volvía a tomarla por los hombros- Vas a calmarte, desayunas que no tienes buena cara, yo voy a intentar averiguar algo y en un rato vengo a verte. Ten el móvil a mano, y con lo que sea me llamas y vengo.

E: Vale. –asentía nerviosa.

M: Pero cálmate.

Después de dejarla en la cama había salido de la habitación disimulando toda la tranquilidad que le era posible. El movimiento a aquellas horas de la mañana era habitual, y sin pararse en ningún momento llegaba a la habitación que Esther le había indicado.

Cerrando la puerta tras de si llegaba a los pies de la cama viendo como aquel hombre, tal y como Esther sabia, permanecía en coma. Cogió la carpeta para comenzar a leer.

19:00 Angiografía cerebral con resultados negativos.

21:20 Paciente en estado de coma profundo con TCE severo.

Pasando la página buscaba la firma del informe, encontrando simplemente la hora oficial del diagnóstico.

M: Mierda.

De camino a su despacho seguía pensando en todo lo que Esther había relatado, en lo que la tarde anterior Arturo había descubierto, todo comenzaba a tener una dimensión más grande de lo que ella misma había creído en algún momento.

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Efectos colaterales AdRi_HCCl: Estás en Babia últimamente, eh. –hablaba caminando junto a ella y consiguiendo que se detuviese- Tienes mala cara, ¿estás bien?

M: Estaba pensando en algo. –negaba- ¿Nos tomamos ese café antes de que salgas?

Cl: A eso venia, que no quiero que te escaquees y me des plantón. –sonriendo se agarraba de su brazo rumbo al ascensor.

M: ¿Qué tal la guardia? –preguntaba pulsando el botón y mirando sin proponérselo siquiera cada rincón de aquel habitáculo- ¿Has tenido jaleo?

Cl: Bueno, no he tenido tiempo de aburrirme. Tenía muchos informes que terminar y la bruja de tu jefa me tiene en su lista negra. No me deja respirar más de lo necesario.

M: He escuchado que un paciente ha entrado coma.

Cl: Ah sí, ya me han dicho. He ido a ver antes el informe… de todos modos se veía venir, estaba jodidillo el pobre.

M: Ya. ¿No lo llevaste tú?

Cl: No, eso pasó antes de mi turno, cuando llegué ya estaba así. He mirado las pruebas y tal, pero era cuestión de tiempo.

M: Ya.

Ya en la cafetería pasaban a ocupar una de las mesas libres. Todos allí eran compañeros, enfermeras, celadores, varios médicos. Era Claudia la que servía café para ambas y los llevaba después a la mesa con un par de tostadas para ella.

Cl: ¿Esther qué tal está?

M: Bien… está bien. –asentía removiendo su café- Venia de verla ahora.

Cl: ¿Seguís con esa neura del complot contra los enfermos? –sonreía tras su taza antes de dar un trago- ¿O ha pasado ya?

M: Da igual. –negando bebía también- ¿Al final te vas por navidades con tus padres?

Cl: No lo sé, aun estoy meditándolo. Hablé con mi hermana y ella va con los niños y no sé si me apetece estar dos semanas rodeada de gritos y carreras por los pasillos. ¿Tú qué planes tienes?

M: Tampoco lo sé, haré algún viaje… tampoco me entusiasma la navidad.

Cl: ¿Cuando tus padres vivían no la celebrabais?

M: Sí claro, como la mayoría de la gente. Pero desde que murieron mi hermana y yo no hemos hecho nada por celebrarla, lo fuimos dejando y hasta ahora.

Cl: Ah. Bueno, tampoco es nada del otro mundo.

M: Ya.

Dando un nuevo trago pasaba a mirar a los compañeros que permanecían también allí. Era incapaz de atribuir lo que Esther decía a ninguno de ellos. No sabía cómo era el rostro de alguien que jugaba con la vida de las personas.

Cl: Bueno, pues yo voy a ir yéndome, que tengo ganas de dormir un poco.

M: Sí, y yo tengo trabajo que hacer. –ambas se levantaban sin prisa y sorteando las demás mesas hasta la salida- Qué descanses.

Cl: Gracias, guapa. Y tú no te metas en ningún lio. –sonreía ya caminando hacia la puerta.

M: Lo intentaré.

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Efectos colaterales AdRi_HC

Hacía tres horas que había entrado en su despacho. Esther no daba señales por lo que suponía que todo seguía bien, y el trabajo comenzaba a desesperarla, haciendo que necesitase salir de allí para dejar de sentir que las paredes se le caían encima.

Despacio recorría el pasillo, era la hora justa en la que los que no estaban tomándose un descanso tras la comida, estaban comiendo, y era la única por allí.

Sus pasos la llevaban frente a los dos ascensores, y sin proponérselo se quedaba mirándolos sin mover un ápice su cuerpo. Había bajado docenas de veces en ellos, sin advertir nada extraño o diferente. Todo lo que allí había, allí debía estar. Ni una grieta, un panel, o cartel… nada. ¿Qué podía hacer entonces? ¿Sentarse a esperar?

Dando un primer paso se acercaba lo suficiente para poder entrar y quedar entre ambas puertas evitando que se cerrase con ella centro. Comenzó a recorrer con la vista cada rincón, el techo, el suelo, las esquinas que separaban cada panel…

L: Hola.

Casi asustada terminaba girándose, no encontrando ningún obstáculo entre Lidia y ella, recibiendo su mirada fija y fría en tan solo un segundo.

L: ¿No tiene trabajo, doctora?

M: He salido un momento, ahora vuelvo al despacho. –saliendo quedaba a un escaso medio metro de ella.

L: Bien, pero no hace falta… iba a ir a su despacho a decirle que puede tomarse la tarde libre. Van a venir los electricistas y seguramente nos dejen sin luz en varias ocasiones, no quiero que pierda algo importante mientras trabaje con su ordenador.

M: No importa, puedo seguir trabajando sin usarlo.

L: Hágame caso por una vez, doctora, y vaya a casa a descansar… no tiene buen aspecto. –girándose daba apenas tres pasos, pero deteniéndose antes de continuar volvía a girarse para mirarla- Tómelo como una orden si quiere, pero váyase a casa.

Apretando los dientes seguía mirándola, dejando los ojos inmóviles cuando ya giraba por uno de los pasillos y la perdía de vista. Apretándolos cada vez mas junto a los puños que ya comenzaban a cambiar de color por la falta de circulación.

M: Zorra.

Girando sobre sus pasos hacia que la bata se moviese por la corriente de aire, llegando a su despacho en cuestión de segundos y cerrando de un portazo.

M: Cuando te pille te vas a cagar. Tú no sabes quién soy yo todavía…. –enfadada dejaba la bata en el perchero, quitándose allí mismo el pijama para colocarse su ropa, coger la chaqueta y el bolso para volver a salir.

De nuevo en el pasillo lo recorría con el mismo mal humor y rapidez, esquivando a las dos únicas personas que se cruzaban en su camino hasta la habitación de una Esther que libro en mano levantaba la cabeza al escucharla.

M: Tengo que irme.

E: ¿Tan pronto? –preguntaba extrañada y levantándose- ¿Por qué?

M: Lidia me ha mandado a casa, van a cortar la puñetera luz varias veces y me manda a mi casa.

E: ¿Sabes algo de Javi?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: No, lo que pone en el informe es normal y ya no puedo mirar nada. –hablaba de nuevo enfadada- No sueltes el móvil, llámame para lo que sea ¿me oyes?

La sola idea de saber que Maca se había marchado de la clínica era suficiente para tenerla nerviosa y sin saber qué hacer. Una hora después de despedirse de ella había decidido salir al jardín. Lo había hecho sola y sin avisar a nadie, pero era lo que realmente buscaba, estar sola y sin nadie que la controlase. Pensar en el tiempo que aun quedaba para que anocheciese y más tarde pasar toda la noche nuevamente sola, conseguía que no encontrase manera de tranquilizarse.

Estaba en el banco donde había ido con Maca en ocasiones anteriores. El dibujo más alto del jardín era el círculo de setos perfectamente cortados en el centro. Donde daba el sol hasta el último minuto del día.

-Esther.

E: ¿Eh? –sobresaltada por la voz tras ella se giraba, encontrando a uno de los celadores de brazos cruzados- Ah, hola.

-Tenemos que volver a la habitación, tienes que cenar y ya se hace tarde.

E: Sí.

Tomando una pequeña cantidad de aire se levantaba del banco que había ocupado durante el rato en el que había podido disfrutar de su soledad. En apenas unos segundos caminaba por delante del celador que la acompañaba hasta la habitación.

Ya cruzando el pasillo y llegando casi a su habitación, se veía incapaz de seguir adelante cuando una imagen que no esperaba en ese momento se mostraba frente a ella. Una mujer desconsolada en brazos de una enfermera, llorando y rasgando su voz conforme su cuerpo se convulsionaba presa de la angustia. Un celador empujando una cama igual a la suya con un cuerpo inmóvil y cubierto por completo con una sábana. Javi había muerto.

-Vamos, Esther.

J: Estoy deseando ponerme bien para ir con mi hijo a la playa, se lo prometí por su cumpleaños.

E: Verás como pronto estáis allí.

J: A veces me da miedo no cumplir mi palabra ¿Sabes? Dejarle solo, a él y a mi mujer… nunca me lo perdonaría.

E: No pienses eso, seguro que pronto estáis los tres en la playa tomando el sol y disfrutando muchísimo.

-Esther.

E: ¿Eh? –lo miraba despistada.

-Vamos a la habitación, venga. –tomándola del brazo casi tiraba de ella intentando así que le siguiese- Voy a traerte la cena enseguida.

Sentada sobre la cama había dejado la mirada perdida en la pared, no concebía lo que acababa de ver, era imposible que fuese cierto. El día anterior estaba bien, habían hablado, habían reído… era todo como siempre. Pero ese corto siempre había vuelvo a cambiar, él ya no estaba, la única persona con la que podía compartir un sentimiento de frustración como el suyo, ya no estaba.

-Aquí estoy otra vez, te dejo esto y cena ¿vale? Aunque sea despacio.

E: Vale.

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Efectos colaterales AdRi_HC-Gracias, porque si no luego me riñen a mí.

E: Tranquilo.

Viéndose sola de nuevo miraba la bandeja con su cena. Aun era de día, aunque la luz fuese menos intensa que tan solo unos minutos atrás. El apetito no estaba en su cuerpo de ninguna de las maneras, sabía que le sería imposible comer algo en ese momento, así que de esa forma y bandeja en mano, decidió ir hasta el baño y dejar caer todo cuando podía hacer desaparecer por el váter.

Cuando salía otra vez, unas voces en el pasillo detuvieron sus pasos, obligándola casi a caminar hasta la puerta e intentar escuchar de qué se trataba.

Cuando salía otra vez, unas voces en el pasillo detuvieron sus pasos, obligándola casi a caminar hasta la puerta e intentar escuchar de qué se trataba. Una vez allí las voces seguían siendo tan solo un murmullo, por lo que aun más interesada, se asomó con cuidado descubriendo que las voces provenían de una de las habitaciones del otro lado del pasillo.

Con la misma lentitud decidió salir, dando unos primeros pasos con cautela y advirtiendo que con cada uno, iba diferenciando palabras de aquella conversación.

A un escaso metro conseguía escucharlo todo de manera clara.

L: Tenias que haberte esperado ¿qué prisa tenias para hacerlo? ¿Sabes ahora el trabajo que me has dado a mí?

-Tenía que hacerlo, dejar pasar más tiempo no era prudente. Y ya hemos visto que no ha servido de nada.

L: Deberíamos hacer las cosas con más cuidado.

-Cuidado ya hemos tenido y no ha servido de nada. Se nos está yendo de las manos y hay que ponerle solución sí o sí.

L: Ya has visto lo que pasa, es arriesgar mucho con todo lo que tenemos conseguido. Llevo ocupando mucho tiempo de mi vida en esto para fallar con algo tan estúpido.

-¿Entonces qué? ¿Lo dejamos así y que llegue el día en que todo se vaya a pique? Porque te recuerdo que yo también me estoy jugando mucho con esto, tanto como tú, y no pienso consentir que por algo que tiene remedio todo se estropee.

L: ¿Piénsalo, vale?

-No hay nada que pensar, Lidia.

L: No puedo hacerlo, lo siento. Lo que dices es una locura y por ahora no es lo más conveniente, podemos sacar mucho más de lo que hemos conseguido.

Tras aquella última frase se creaba un silencio incómodo, uno que hasta Esther percibía desde su escondite, el único sonido que llegaba hasta ella eran los golpes de su corazón contra el pecho, haciendo que la sangre recorriese a toda velocidad su cuerpo.

-Sabes que tengo razón…

L: Vamos a dejarlo hoy, es tarde y ya hemos tenido suficiente. Tengo una cita en una hora y no puedo quedarme más tiempo. Mañana seguimos hablando.

Temiendo por ser descubierta se giraba para comenzar a correr hacia su habitación. Nada más llegar cerraba la puerta e iba directa hacia la cama, echándose y cubriéndose con la sábana hasta la cintura.

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Efectos colaterales AdRi_HCNo sabía cuando había comenzado a temblar, pero el ruido de sus dientes al chocar era demasiado claro y fuerte como para ponerla aun más nerviosa. Cerró los ojos con fuerza a la vez que hundía el rostro contra la almohada, aferrándose también al borde del colchón y comenzando a contar mentalmente para intentar recobrar la calma.

-Hola, Esther.

El sonido de sus dientes, la velocidad de su corazón, todo había hecho que no hubiese podido escuchar como la puerta se abría y los pasos se acercaban hasta su cama. Solo hasta que la voz clara y nítida tras ella se alzaba sus pensamientos se bloqueaban y las palpitaciones cesaban. Toda la sangre de su cuerpo se helaba no dejándole reaccionar.

-Ahora van a venir a por ti, te van a hacer unas pruebas antes de dormir ¿Vale? Si tienes sueño espérate un poquito.

En esa ocasión si alcanzaba a escuchar los pasos hacia la puerta, avisando de su marcha y encontrándose segundos después sola. El corazón volvía a palpitar bruscamente y su cerebro solo atendía a una cuestión, buscar aquel teléfono móvil.

No había dicho una palabra cuando el sonido de la línea cesaba y era la voz de Maca la que llegaba a su oído, no había podido despegar los labios desde aquel rincón del cuarto de baño donde permanecía hecha un ovillo, abrazada con fuerza contra sus piernas. Estaba completamente aterrada, cada sonido le hacía temblar más y más cada vez, y temía que Maca llegase demasiado tarde para ella.

M: ¿Esther?

Abriendo la puerta y casi sudando por la carrera, conseguía ver por fin el cuerpo de Esther, arrinconado y tembloroso como nunca lo había visto.

M: Esther ¿Qué ha pasado? –veloz se arrodillaba frente a ella, palpando sus brazos y su frente mientras no dejaba de mirarla- Dime algo, Esther.

E: Ha mu… -hablaba por primera vez dejando ver como su respiración era agitada- Ha muerto.

M: ¿Qué? –su cara se tornaba sorprendida y casi aterrorizada por lo que acababa de escuchar- ¿Quién ha muerto?

E: Javi…

M: Tranquilízate, Esther. –sacando todas sus fuerzas conseguía ponerla en pie, teniendo que abrazarla para que no volviese a caer- Escúchame, te voy a sacar de aquí ¿vale? Nos están esperando fuera con un coche, pero me tienes que ayudar.

E: ¿Cómo? –la miraba de nuevo.

M: He traído ropa, te la pones y saldremos por las escaleras de emergencia, pero tenemos que ser muy rápidas.

Habiéndola dejado sola en el baño durante un par de minutos, Maca estaba junto a la puerta, mirando de vez en cuando hacia el pasillo para cerciorarse de que nadie fuese hacia allí. Estaba realmente nerviosa, desde que recibiese la llamada de Esther sabia que algo no iba bien, que todo lo que había temido durante ese tiempo llegaba finalmente, y debía actuar rápido. Arturo se había ofrecido en cuestión de un segundo ayudar, por lo que esperaba con el coche en marcha en la parte trasera de la clínica.

E: Ya.

Girándose la veía entonces con la ropa que había cogido de Sonia, y que sorprendentemente le veía como anillo al dedo.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Pues vamos.

Tomándola de la mano la sentía pegada a su espalda cuando una vez más se asomaba cuidadosa para comprobar que nadie se acercaba por allí. Por lo que aprovechando aquel hecho, tiró de ella casi corriendo hacia la puerta que daba a las escaleras cerrando después la puerta.

M: Tenemos que bajar dos pisos e intentar salir por la puerta de emergencia.

E: No me sueltes.

M: Tranquila.

Apretando mas su mano queriendo darle confianza, miraba hacia las escaleras y comenzaba a bajar todo lo deprisa que podía llevando a Esther detrás y evitando hacer ruido. Parándose en la primera planta para guardar silencio y seguir cuando se aseguraban de que nadie las había visto.

Ya en la planta baja se detenían de nuevo frente a la puerta, siendo Maca la que abría la puerta que daba a la entrada.

M: La de recepción se ha ido hace una hora.

E: ¿Y si entra alguien y nos ve?

M: Tenemos que ir rápidas, el de seguridad está haciendo el cambio ahora mismo y habrá ido al vestuario. Hay que hacerlo ahora.

E: Está bien.

Girándose para mirarla se encontraba con un rosto pálido y atemorizado, sabia como debía sentirse en aquel momento.

M: Todo va a salir bien, Esther, te lo juro. –la veía asentir sin soltar su mano- Vamos allá.

Despacio, muy despacio, terminaba de abrir lo suficiente para que ambas pudiesen pasar. Esther seguía pegada a su espalda esperando cualquier señal para correr, pero el silencio seguía siendo el centro de todo.

M: Ya casi estamos. –susurraba.

A un escaso metro y nada más acabar la frase, unos pasos firmes y fuertes comenzaban a sonar no muy lejos de allí. Maca fue la primera en girarse, haciendo a la vez que Esther quedase por delante de ella antes de empujarla hacia un corto pasillo que podía darles cobijo. Todo fue cuestión de apenas tres segundos en los que lejos otra vez de la puerta de salida, Esther permanecía pegada a la pared mientras Maca contra su pecho intentaba que un jadeo no saliese de sus labios.

M: Sshh.

Los pasos seguían hacia aquella entrada, por detrás de la luz de una linterna que alumbraba durante menos de un segundo varios rincones de lugar. Esther seguía respirando de manera nerviosa mientras era observada en todo momento.

M: Tranquila… no nos ha visto. –apenas susurraba cuando aun con la mano en sus labios la veía asentir- Todo está bien.

Poco a poco, y mientras seguían mirándose, el sonido de los pasos se iba alejando cada vez más, envolviéndolas otra vez en el silencio que solo rompía sus respiraciones.

M: ¿Mejor?

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Efectos colaterales AdRi_HCE: Sí.

M: Vamos, no podemos perder más tiempo.

Tomando su mano comenzaba a caminar por delante hasta la puerta, abriéndola e intentando hacer el menor ruido posible, viendo después sin dificultad el coche a unos cuantos metros esperando. No hubo aviso antes de correr, Esther se limitaba a seguirla mientras se veía cada vez más cerca de poder marcharse de allí.

Maca colocaba una mano en su espalda mientras le dejaba paso en la parte trasera del coche, acomodándose ella justo después a su lado.

M: Vámonos, Arturo.

Ar: Dicho y hecho.

El coche se ponía en marcha mientras Esther, sin haberlo podido evitar, miraba hacia atrás para observar como segundo a segundo el único lugar que conocía se alejaba de ella, creando una sensación desconocida hasta ese momento. ¿Qué pasaría entonces? ¿Qué ocurriría con ella? ¿Dónde iría?

M: Todo va a ir bien, Esther.

Ar: Claro. –miraba por el espejo- Tú tranquila, lo tenemos todo bajo control.

Asintiendo terminaba por bajar la vista, soltando a la vez un pequeño suspiro mientras Maca tomaba su mano dejando una pequeña caricia que le hacía buscar sus ojos.

M: Dime que estás bien.

E: Estoy bien. –volvía a asentir- Ahora estoy bien.

M: Y vas a estar bien, te doy mi palabra de que nunca más volverás a sentir miedo por nada ni por nadie. –hablaba con toda la firmeza que conseguía exteriorizar aunque ella misma sabia que podría comenzar a temblar en cualquier momento.

Ar: No dramaticemos tanto, que hemos tenido mucha suerte.

M: Cállate, Arturo. –casi espetaba haciendo sonreír a una Esther que se relajaba por primera vez en horas- No le hagas caso. –susurraba también con una media sonrisa mientras negaba.

E: Gracias, Maca, por todo.

M: No tienes nada que agradecerme. –tras mirarla un par de segundos soltaba un mínima cantidad de aire antes de acomodarse y mirar al frente- ¿Llamaste donde te dije?

Ar: Está todo listo, tranquila.

E: ¿Dónde vamos?

Llevaban veinte minutos en el coche, el tráfico en el centro de la ciudad no ayudaba, haciendo que apenas pudiesen avanzar unos metros hasta volverse a parar.

M: Teníamos que haber ido donde yo dije, Arturo, mira que lo sabía.

Ar: Llegaremos enseguida, tranquila. Es que este maldito país sigue pensando que en invierno hay que salir a comer castañas en vez de quedarse cada uno en su casa. –Esther sonreía- ¿A ti te gustan las castañas? –la miraba por el retrovisor.

E: Pues no lo sé.

M: Arturo, coño. –le reñía al mismo tiempo que este cerraba los ojos solo un segundo por su metedura de pata- Dedícate a conducir.

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Efectos colaterales AdRi_HCE: No pasa nada.

M: Mejor que se calle. –repetía en el mismo tono y mirando al frente- Ya queda poco.

E: ¿Vamos a tu casa?

M: No, mi casa no es segura una vez has salido del hospital, seguramente sea el primer sitio donde miren. Iremos a un hotel.

Ar: Un hotel súper pijo, por cierto.

M: Y el más discreto de la ciudad, por eso vamos ahí. –respondía casi entre dientes- Limítate a conducir, por favor.

Ar: Estás muy tensa, Maca… espero que esta noche consigas relajarte un poco y dormir, porque así no hay quien te aguante.

E: ¿Os lleváis mal?

Maca era la única que había podido escuchar aquella pregunta, la voz de Esther se habían limitado a susurrar, demasiado cerca de su oído, consiguiendo una primera reacción que se hacía esperar unos segundos, quizá demasiado largos para ella.

M: Eh… no. –la miraba entonces.

E: ¿Seguro? –un nuevo susurro hacia a Maca mirar al frente.

M: Seguro, tranquila.

Un pequeño movimiento de su mano llegaba hasta su pierna más cercana, palmeando rápidamente antes de cruzarse de brazos y suspirar la menor cantidad de aire que le era posible sin llamar la atención.

Ar: Ya hemos llegado.

Una última curva les dejaba fácil el acceso a la entrada del parking privado. Maca ya miraba a su alrededor como medida de precaución, no dudó antes de hacer que Esther ocultase parcialmente su rostro con la capucha que llevaba su chaqueta, haciendo después que caminase a su lado en todo momento.

M: Buenas noches, he reservado una habitación. –deslizaba su documento de identidad por el mostrador.

-Ahora mismo.

Mientras la recepcionista tecleaba los datos en el ordenador, Maca se apresuraba también en darle su tarjeta de crédito mientras Esther permanecía cabizbaja y en silencio.

-No sé si le dijeron por teléfono que no disponemos de habitación con camas dobles. Tiene que ser de matrimonio.

M: Ningún problema.

Unos cuantos minutos después y con la llave en su poder, llegaban hasta el ascensor.

E: ¿Arturo no duerme aquí?

M: No, ha estado varios días en mi casa y ya es hora de que vuelva a la suya. Mañana vuelve a la clínica, no queremos llamar la atención con eso y nos podrá tener informadas de todo.

E: Lo tenéis todo muy bien pensado. –apenas susurraba bajando la mirada- Y todo por mí… por una personas que realmente no es nadie.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: No digas tonterías, anda. Ya estás a salvo de todo, ahora todo irá bien, ya lo verás. –antes de que las puertas les dejasen paso para salir al pasillo, Maca inclinaba su rostro dejando un casi imperceptible beso en su frente- Vamos.

Tras introducir la tarjeta la puerta cedía sin dificultad dejándoles paso a ambas. Esther entraba por delante mientras tras ella Maca miraba a ambos lados antes de seguirla y cerrar sin hacer ruido alguno. Girándose para volver a caminar llegaba hasta el centro de la habitación, donde Esther, de pie y sin moverse, miraba a su alrededor sin saber qué hacer. Sonrió para sí mínimamente antes de dejar todo sobre la mesa pegada a la pared.

M: ¿Te quieres duchar? Te vendría bien para intentar dormir, estarás agotada.

E: No.

M: He traído un pijama de Sonia, por lo visto tenéis la misma percha y seguro que te queda bien –comenzaba a sacar ropa de una pequeña bolsa. Mañana tendremos que ir a comprarte ropa, no puedes ir siempre de prestado.

E: ¿Qué va a pasar conmigo ahora? –se giraba por primera vez para mirarla.

M: Pues… -arrastrando el aire sin prisa se erguía frente a ella- intentaremos averiguar dónde está tu familia, a estas alturas no me creo nada de lo que te hayan dicho.

E: ¿Y si no la hay?

M: Ya veremos ¿Vale? Por ahora debes descansar –caminaba hacia el armario para dejar la bolsa y más tarde entrar en el baño para dejar el pijama-. Dúchate y mientras pido algo de cena.

E: Hambre sí tengo. –Maca sonreía desde la puerta.

M: Pues venga, a la ducha y yo organizo esto.

En el baño había comenzado a desvestirse algo más despacio de lo que normalmente lo hacía. Un instante antes, y mirando aquel lugar, se había percatado de que no corría ningún peligro, no había ningún motivo por el que tener miedo. Atrás había quedado el querer hacerlo todo lo más rápido posible para sentirse segura, nunca había tardado más de un par de minutos en ducharse, siempre esperando que algo ocurriese para desbaratar cualquier tranquilidad que rozase.

Bajo el agua caliente no había podido evitar sonreír, tenía todo el tiempo del mundo para ello. Estaba con la única persona en la que confiaba ciegamente. En un lugar donde no podrían encontrarla, con la esperanza de que todo cambiase por fin, con una esperanza tan grande que su mismo cuerpo se había relajado hasta el punto de ver como sus hombros caían, desprendiéndose de una rigidez que casi desconocía como tal.

Fuera, Maca había pedido cena para las dos. No habían tardado apenas en llevarla a la habitación, y había ocupado unos minutos en dejarlo todo perfectamente sobre la mesa.

Sentada a un lado, miraba todo mientras esperaba la salida de Esther. Respiraba tranquila por primera vez en muchos días, y solo escuchar el agua de la ducha le hacía sentirse bien por saberla a salvo. Tomó un poco de queso de unos de los platos cuando sus pensamientos la llevaron a idear lo que tendrían que hacer al día siguiente. Arturo intentaría seguir averiguando cosas en la clínica, Sonia debía ponerse en contacto con un amigo suyo que trabajaba en una de las comisarias del centro. Quizás encontrarían algo antes de lo que ella misma creía.

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Efectos colaterales AdRi_HCSacándola de sus pensamientos la puerta se abría dejando pasar la luz del baño. Frente a ella, Esther miraba aquella cena sin decidirse a caminar.

M: No sabía que te apetecía, he pedido un poco de todo.

E: Gracias. –sonriendo y sin soltar la toalla con la que seguía secándose el pelo caminaba hacia ella- Tiene buena pinta.

M: El queso está rico.

E: En la clínica nunca me han dado queso.

M: Pues adelante –extendía la mano ofreciéndole- Vamos a descubrir esta noche cuáles son tus gustos culinarios.

E: Eso suena bien.

Dejando la toalla a un lado, pasaba a sentarse frente a ella, mirando todo cuanto había en la mesa, varias bandejas y platos con más comida de la que había visto jamás.

Maca sonreía al verla comer sin tan siquiera mirarla. Había devorado una bandeja de pollo frito con una salsa picante que a ella le habría dejado exhausta. Una pequeña fuente con calamares y ensalada estaba siendo exterminada con total concentración mientras a su vez picoteaba de un plato de verdura asada.

M: ¿Hay algo que no te guste? –la miraba sin querer perderse ni un detalle de aquel proceso.

E: Los champiñones –sus labios se fruncían mientras seguía masticando-. La cebolla me está intentando convencer.

M: Me alegro –sonreía-. Pero creo que no deberías comer más, no quiero tener que llevarte a un hospital por empacho de nada.

E: Un poco de pastel de este y acabo.

Mirándola observaba como pasaba a tomar pastel de limón, ella apenas había comido un poco de carne, pero se encontraba satisfecha como para no querer comer nada más.

E: Ya.

M: ¿Tienes sueño? Es un poco tarde y deberíamos dormir un poco. Mañana tendremos más tiempo para lo que tengamos que hacer.

Esther yacía de medio lado en la cama y tapada hasta la barbilla. Maca se encontraba en el baño, cambiándose de ropa y preparándose para la cama. Cerró los ojos un segundo, la primera vez desde aquella improvisada escapada, y escuchó los ruidos que su compañera de fuga hacía en el baño. Aguantó la respiración un segundo cuando escuchó cómo a Maca se le caía algo al suelo, sobresaltándola. Por una milésima de segundo su mente la había devuelto a aquellas noches de insomnio en la clínica en las que cada ruido en la noche parecía presagiar algo oscuro.

Escuchó la cisterna y la puerta del baño abrirse, y los ligeros pasos de Maca sobre el suelo de madera. Siguió tumbada sin apenas moverse, hasta que vio cómo la doctora se acercaba a la ventana, dispuesta a correr las cortinas.

E: ¡No!

M: Por Dios qué susto, Esther –se giraba para mirarla-. Creía que estabas dormida.

E: Perdona… -se disculpó con un hilo de voz.

M: ¿No quieres que las cierre? La luz te acabará molestando.

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Efectos colaterales AdRi_HCE: No, déjalas así. Te parecerá una tontería pero me… me reconforta –hizo una pausa-. Saber que ya no estoy allí, que hay algo más allá de estas paredes que…

M: No digas más, se quedan abiertas.

Maca la observó en silencio durante unos segundos. A pesar de que su cuerpo eclipsaba gran parte de la luz que entraba por la discreta ventana de la habitación, podía ver –a duras penas- una tímida sonrisa en el rostro de Esther. Le devolvió la sonrisa y rodeó la cama, cogiendo el teléfono móvil de la mesita de noche que había en su lado.

M: Pongo la alarma a las nueve. Ni muy pronto ni muy tarde.

Dirigió la vista hacia Esther tan sólo un momento, esperando algún tipo de señal que le indicara si estaba de acuerdo o en contra de su decisión. No encontrando ninguna, dejó el teléfono sobre la mesita y se introdujo en la cama con cuidado de no sobresaltar a su acompañante, pues sabía que no estaba acostumbrada al contacto con otra persona y no quería asustarla.

No pudo evitar que de sus labios se escapara un pequeño suspiro al notar cómo su cuerpo entraba en calor. Giró la cabeza para observar a Esther, quien parecía moverse de manera inquieta.

M: ¿Seguro que no te importa que durmamos juntas? De verdad, Esther, que si vas a estar más cómoda no me importa dormir en el suelo…

E: No es eso. Y nadie va a dormir en el suelo –contestó, girándose lo justo para verla por encima de su hombro- Sólo es que…

M: ¿Qué? No me dirás que te has quedado con hambre –bromeó.

E: ¡Maca! –río- No, pero no consigo entrar en calor. No logro relajarme.

M: Bueno, es normal. Han sido muchos cambios, y estás en un lugar extraño, otra vez.

Contempló la ironía de sus palabras durante unos segundos, antes de tomar la decisión de imitar la postura de Esther, acercándose hasta estar casi pegada a su espalda.

M: ¿Te molesta?

E: No, es… Se está bien. Gracias, Maca.

La doctora sonrió, relajándose tras recibir la aprobación de Esther. Se ajustó mejor al cuerpo de su compañera y cerró los ojos, esperando poder dormir algo también. Le haría falta para afrontar lo que vendría a partir de mañana.

Así permanecieron durante unos segundos hasta que Esther se movió, de manera lenta y casi calculada, encajando su cuerpo por completo al de Maca. Buscó la mano de la pediatra con la suya y rodeó su cintura con el brazo de Maca, entrelazando los dedos de ambas.

E: ¿Sigues despierta? –preguntó en un susurro.

M: Sí ¿Estás bien? –preguntó a su vez, aún sorprendida por aquel gesto.

E: Creo que por primera vez en mucho tiempo puedo decir con total seguridad que estoy bien –sonrió, aprovechando la cómplice oscuridad nocturna. Y tras una pausa continuó-. Maca, no sé si yo lo era o no… Ya sabes, como las de tu libro.

M: ¿Si tú…? -se detuvo al entender a qué se refería- Oh –se escapó de sus labios.

E: No lo recuerdo, pero sé que esto es agradable.

Se acomodó una vez más contra el cuerpo de Maca, disfrutando del calor que éste desprendía, sin ser consciente de que era la causante. Apretó la mano que tenía enlazada con la suya y se

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Efectos colaterales AdRi_HCrelajó, dejando que el cansancio de aquel ajetreado día la hiciera sumirse en un profundo sueño.Por su parte, Maca no podía dejar de pensar en las posibles interpretaciones de aquellas palabras. De igual manera, intentaba recordar en qué momento su pulgar había comenzado a acariciar la casi helada piel de la mano que ahora agarraba a la suya con firmeza. Una voz en su interior le dijo que mañana ya habría tiempo de pensar, ahora se merecía un descanso.

Aunque con los ojos cerrados, había despertado en cuestión de un segundo tras buscar su cuerpo la necesidad de moverse. No quiso abrirlos mientras recordaba dónde se encontraba. El hecho de sentir su cuerpo totalmente entumecido por las horas de sueño le hacía sentirse extraña. Nunca había dormido tantas horas seguidas como aquella noche.

Solo se había despertado una vez, pero por una razón completamente distinta a todas las que podía imaginar. Los dedos de Maca habían llegado hasta la zona de piel descubierta por su pijama en la cintura, creando una caricia independiente, obligándola casi a moverse para ver el rostro de quien aun en sueños la protegía.

Así había vuelto a dormirse, pero en ese momento sentía la ausencia de su cuerpo, acompañada por el sonido de la ducha haciéndole sentir igualmente tranquila.

Sin pensar en hacerlo, sus brazos comenzaron a estirarse ocupando casi por completo la cama, sus labios se estiraron creando una pequeña sonrisa al mismo tiempo que su cuerpo iba estirando cara uno de sus músculos creando una sensación de placer que le hacía volver a girarse y abrazarse al lado de almohada que habia usado Maca, abriendo los ojos por primera vez y descubriendo que ya había abierto la puerta dejándose ver vestida y con el pelo mojado.

M: Parecía que realmente disfrutabas.

E: He disfrutado.

M: Aun es temprano, puedes dormir un poco más. –saliendo iba hacia la silla junto a la pared para ponerse sus botas.

E: ¿Te vas?

M: No, voy a bajar a por el periódico en un momento y ya pido algo de desayunar. Cinco minutos.

E: ¿Seguro? –se incorporaba por primera vez, sintiendo un resquicio de temor por saber que se encontraría sola en aquella habitación.

M: ¿Crees que te dejaría sola?

E: No.

M: Serán cinco minutos, te doy mi palabra. –con una pequeña sonrisa se levantaba finalmente, mirándola en todo momento hasta que llegaba hasta la puerta.

Ya sola, miró a su alrededor sabiendo que nada podría hacer por conciliar de nuevo el sueño. Suspiró levantándose y yendo hacia la ventana, las cortinas seguían como la noche anterior, dejándole ver con facilidad la imagen que ofrecía la ciudad a aquellas horas.

Se cruzó de brazos sintiendo de nuevo la incertidumbre. Habían pasado demasiadas cosas en apenas un par de días y realmente nada le ofrecía algún final, una solución, solo que debía esperar sin saber el qué realmente. Se giró de nuevo, buscando algo que ponerse y descubriendo como Maca había dejado algo de ropa doblada para ella.

Ya en el ascensor había abierto el periódico, buscando algún indicio de que todo hubiese salido a la luz, pero allí no había nada. Y parte de sus pensamientos ya lo habían dado por hecho.

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Efectos colaterales AdRi_HC¿Qué iban a hacer? ¿Llamar a la policía para decir que una paciente se había fugado para no morir? Lo que no tenía muy claro era qué harían frente a su también repentina desaparición. Esperaba alguna señal de Sonia, porque aunque no le había hecho mucha gracia, ella debía estar en casa esperando algún movimiento para no dejar mostrar sus cartas tan pronto.

Llegó a la habitación y apenas tardaba unos segundos en abrir encontrándolo todo en silencio y la cama perfectamente hecha.

M: ¿Esther? –no tuvo que recibir respuesta cuando la veía un instante después, frente a la televisión y la mirada fija en ella- ¿Qué haces?

E: Ver anuncios.

M: ¿Sin subir el volumen? –sonreía dejando el periódico sobre la mesa y sentándose a su lado.

E: He preferido no hacer ruido. –respondía encogiéndose de hombros antes de mirarla- ¿Y el desayuno donde está?

M: Ahora lo suben. Va a resultar que eres una comilona, eh.

Maca miraba hacia la ventana mientras Esther seguía frente a la televisión, con la misma decisión de no subirle el volumen. Llevaba un rato esperando noticias de Arturo o de su hermana, pero estas seguían sin llegar y parecía impacientarse cada vez más.

M: Vamos a ir a comprarte ropa.

E: ¿A la calle? –su voz se alzaba apenas un par de tonos haciendo sonreír a Maca- ¿Y si me ven?

M: No creo que la policía te esté buscando, Esther… es más, lo dudo muchísimo. –caminaba entonces hasta la bolsa con la ropa, sacando de ella una gorra bastante discreta- Así te verán menos si quieres. –decía entonces mientras se la colocaba de forma cariñosa.

E: ¿Por qué no iban a estar buscándome? Me he escapado…

M: No creo que se la quieran jugar con eso. –negaba- ¿Qué iban a decir? Después de todo lo que están metidos hasta el cuello en algo que nadie sabe son ellos.

E: ¿Tú crees?

M: Iremos con cuidado, pero tranquila.

Salían del hotel con paso lento y una al lado de la otra. Esther se había recogido el pelo en una coleta para después ponerse aquella gorra que Maca había sacado. Esta no podía evitar sonreír de vez en cuando mientras la miraba de reojo. En uno de esos, Esther pasaba a cogerse de su brazo dejando que siguiese con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta.

M: ¿Tienes frío?

E: No… solo que voy más segura aquí contigo.

M: Me alegro. –sonriendo volvía a mirar al frente, sintiendo como esta permanecía en sus labios.

E: Por cierto, no tengo yo muy claro por qué tengo que dejar que gastes tanto dinero en mí.

M: ¿Dinero? –fruncía el ceño- ¿No sabes que ahora la ropa la regalan? –la veía detenerse sin soltar su brazo- Claro… entras, eliges y te lo llevas.

E: Puedo ser olvidadiza… -bromeaba- Pero no tonta.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Jajaja. –volvía a caminar obligándola a ella a seguirla- No te preocupes por eso… yo no lo hago y no hay motivo.

E: Bueno, cuando sepamos si trabajaba o si tenía dinero en algún sitio te lo devolveré todo.

M: No tienes que hacer eso, me ofenderías en tal caso.

E: Se te pasaría al final. –sonreía mirando al frente sabiendo que Maca había girado la cara para mirarla- ¿entramos ahí?

Ambas recorrían varios percheros cargados de diferentes prendas. Maca había cogido un par de camisetas y pantalones mientras Esther elegía entre un montón de jerséis que no terminaban de convencerle. Así seguía cuando sentía la presencia de Maca tras ella.

M: Me gusta el azul.

E: No sé, debería vérmelos puestos. –se giraba para mirarla- Tú has cargado.

M: Creo que varias cosas te gustarán. Podemos ir al probador y te las pones a ver cómo te quedan y qué te gusta.

Fuera del probador, sonreía al escuchar a Esther murmurar sin cesar casi un segundo. Maldecía una y otra vez cuando ella se contenía de ofrecerle su ayuda. Optó por cruzarse de brazos y mirar al techo cuando la escuchaba entonces tararear alguna canción. Su oído se agudizó lo suficiente para poder descifrarla.

M: ¿Qué cantas?

E: No sé… de alguno de los anuncios que vi antes de irme, supongo. –salía entonces descubriendo la figura de Maca frente ella.

M: Esa canción no es de ningún anuncio.

E: ¿Entonces de qué?

M: Esa canción tiene al menos diez años, Esther.

Varias bolsas ocupaban una de las sillas mientras Esther removía su café y Maca daba algunos sorbos observándola en silencio.

E: ¿Se supone que es un recuerdo mío?

M: Eso creo… y no lo veo tan extraño, deberías estar contenta por ello.

E: ¿Por qué recuerdo una canción y no quién soy? Es absurdo, Maca… ¿De qué me sirve saber cantar una canción que ni conozco?

M: Poco a poco… tienes años de recuerdos por ahí perdidos, llegarán a su ritmo y sin meterles prisa.

E: Me había hecho a la idea de no conseguirlo.

M: Pues mal. –su móvil comenzaba a sonar y tardaba apenas un segundo en dar con él para contestar- Dime.

Ar: ¿Dónde estás?

M: Tomándonos un café… ¿qué tienes para contarme?

Ar: Pues por muy extraño que parezca, aquí no se ha dicho nada al respecto. Es como si nunca hubiese estado aquí.

M: ¿Cómo?

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: Lo que oyes, he llegado y todo seguía como siempre, me han dado una pila de trabajo para hacer y cuando he podido salir sin llamar la atención me he dado una vuelta. Su habitación esta recogida y nadie dice nada. Me he cruzado con Lidia en un pasillo y ni me ha mirado. Y por supuesto, nadie ha preguntado por ti.

M: Qué extraño.

E: ¿Qué pasa?

M: Nadie ha dicho nada porque no estés.

Ar: Han cortado la ruta de acceso a las cámaras de vigilancia y no puedo hacer nada desde aquí.

M: Prefiero que no lo hagas, te necesito despierto y no sumido en un coma extraño. –suspiraba mirando hacia la calle- Llámame si algo cambia.

Ar: Tranquila.

E: ¿Cómo puede ser que no digan nada ni avisen a nadie?

M: Ya te lo dije… sería estúpido por su parte. Tienen más que perder que ganar, se llenarían de mierda hasta el cuello. –daba un trago de su taza- Supongo que hagan lo que hagan lo harán sin contar con nadie más. Y es lo que quiero ver, qué y cómo lo hacen para poder pillarles y acabar con todo esto.

E: No digas eso.

M: Vamos a pasar el día como pensábamos, anda… -dando un último trago se colocaba en pie- Tenemos que comprarte una maleta, las cosas básicas de aseo y… ¿Te gustan los bolsos? –formulando con una sonrisa aquella pregunta conseguía que Esther dejase a un lado lo demás para levantarse junto a ella.

E: ¿Dónde vamos?

M: Creo que lo mejor será ir al centro comercial que está todo en un mismo sitio y podemos dar las vueltas que quieras, luego pararemos para comer.

E: Me gusta el plan.

M: ¿El de parar a comer? –decía cuando de nuevo Esther pasaba a cogerla del brazo, no sin antes mirarla haciendo un gesto de disgusto- Solo bromeaba.

E: Ya veo que te gusta mucho bromear, sí.

M: He pensado que podíamos ir también a la peluquería, que te cambien un poquito y así vas más segura.

E: No es mala idea. –se detenía obligada al ver que había dejado de caminar.

M: Era broma, Esther.

E: Pues a mí me ha gustado la idea. –sonreía encogiéndose de hombros y haciéndola negar con la cabeza- Un corte de pelo estaría bien.

Tras la decisión de Esther, habían entrado en una de las peluquerías que se encontraban en el centro comercial. Fue clara y concisa frente al muchacho.

E: Nada de color ni cosas raras, solo quiero el pelo más corto pero que no esté recto.

Maca había sonreído al escucharla, cogiendo después una de las revistas sobre la mesa para sentarse a unos metros de ellas mientras le hacian aquel cambio de imagen. No prestaba más

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Efectos colaterales AdRi_HCde la atención necesaria, levantando la cabeza cuando alguien entraba o cuando algo en las palabras de Esther le hacía querer mirarla.

Fue cuando ya llevaba unos minutos sin escucharla que dejó la revista a un lado y la encontró sentada aun, mirando en el espejo mientras tras ella, el peluquero esperaba alguna reacción.

-No sé qué le pasa, se ha quedado así.

M: Vale, gracias. –asentía dejándole ver que ella se encargaría de todo- Esther ¿Estás bien?

E: No lo sé.

M: ¿Qué te pasa? –susurrando apenas se sentaba a su lado sin dejar de mirar su reflejo en el espejo, sus ojos no se movían, su expresión no cambiaba.

E: Creo que…

M: Qué. –insistía con impaciencia.

E: Yo llevaba el pelo así antes… -giraba su rostro para mirarla- Es como una imagen que recuerdo borrosa.

M: Estás muy guapa. –sonreía con sinceridad y consiguiendo que Esther bajase su rostro- En serio.

E: Gracias.

Sin ninguna prisa iban recorriendo la zona de tiendas, comprando casi en todas aunque fuesen un par de prendas. Maca se dedicaba a ir junto a ella dando su opinión cuando algo parecía gustarle. Era extraño, pero por momentos su mente olvidaba el verdadero motivo por el que se encontraban allí. Creaba una situación muy diferente en la que Esther no huía de nadie, en la que ambas simplemente paseaban y disfrutaban de la compañía de la otra.

E: ¿Te gusta este? –se giraba hacia ella sorprendiéndola en un estado de distracción, aunque sus ojos permanecían fijos en ella- ¿Maca?

M: Dime.

E: Que si te gusta esta camisa. –volvía a alzarla llamando su atención- Solo hay en verde o negro.

M: Me gusta la verde. –asentía moviéndose un paso hacia atrás para desviar la vista- ¿Quieres probártela?

E: Sí.

En uno de los restaurantes más cercanos había decidido hacer la parada para comer. Esther había ido al baño y Maca ya sentada leía la carta mientras no terminaba de decidirse por lo que pediría. Así seguía cuando de nuevo se encontraban juntas.

E: ¿Qué me gusta de lo que hay? –Maca sonreía frente a su pregunta.

M: Pues puedes pedirte un filete con patatas y huevo frito, o pescado con verduras… lo que no has probado es la pasta, también tienen lasaña y canelones.

E: No sé si me gusta.

M: Pues yo me voy a pedir un poco de lasaña y la pruebas, puedes pedirte algo que sí te gusta y así no fallas.

E: Vale. –asentía sonriente mientras se apoyaba en la mesa- ¿Puedo preguntarte algo?

M: Claro.

E: ¿Cómo supiste que te gustaban las mujeres?

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Efectos colaterales AdRi_HC

M: ¿Cómo? –preguntaba descolocada y reculando en su posición sin haber dejado de mirarse un solo segundo.

E: Sí, ¿cuándo supiste que te gustan las mujeres?

M: ¿Y por qué quieres saber eso?

E: Me gusta hablar contigo… -bajaba entonces la vista hacia la mesa- Hablar de cosas, y…

Por un momento volvió a sonreír. Aquello le daba otro motivo más para pensar en la noche anterior y lo que dijo justo antes de dormirse. Le transmitía mucha ternura verla de aquella forma. Parecía querer ser valiente a todo lo nuevo que le venía, afrontarlo de cualquier forma, pero afrontarlo, aunque después de lanzarse saliese esa incontrolable timidez.

M: Está bien.

Justo entonces y mientras cerraba la carta, uno de los camareros se acercaba para tomarles nota, lo cual hacia en unos segundos antes de marcharse y dejarlas de nuevo a solas.

M: Tenia diecinueve años, y estaba saliendo con el hijo de uno de los socios de mi padre. Era bastante simpático, y guapo. No es que me volviese loca, pero se podía estar bien con él. Mis padres estaban encantados y no sé, supongo que era todo perfecto, por llamarlo de alguna manera. -tomaba aire para continuar- Yo antes vivía en Jerez con mi familia, y era todo diferente a la vida que tengo hoy, mi padre trabajaba mucho, mi madre tenía sus amigas y sus citas de… bueno, estaba casi siempre fuera de casa, mi hermana tenía sus amistades y yo… pues me resignaba a lo que tenía en aquel momento.

E: ¿Por qué? No te veo resignándote con algo que no quieras.

M: Como te he dicho, era todo algo complicado. –suspiraba para retomar la conversación- Y yo prefería no estropear las cosas. La cosa es que un verano, me tuve que quedar sola en casa mientras mis padres y mi hermana iban a la ciudad, tenían que venir a arreglar el jardín para una celebración que teníamos y ya que a mí no me apetecía salir, me quedé para ver cómo lo iban dejando. Cuando ya sabía que estaban fuera salí, era más dar un paseo que otra cosa, pero entonces la vi. –sonreía bajando la vista- Estaba encargándose de la decoración de la carpa, sobre una escalera mientras colocaba las enredaderas. Era preciosa, solo llevaba un pantalón vaquero y una camisa que le venía varias tallas más grande, pero yo me quedé clavada en aquel césped sin poder moverme.

E: Suena bonito.

M: Lo fue, y no sé cómo tuve el valor de acercarme a ella. Tenía unos años más que yo, pero a mí no me importó y por lo que sucedió después, a ella tampoco.

E: ¿Estuvisteis juntas?

M: Sí, todo lo que quedó de verano.

E: ¿Y por qué solo durante el verano? ¿No salió bien?

M: Mi madre se enteró, entró en cólera y casi le explota una vena del cuello… ella tenía su vida lejos de allí, y yo tenía que ir a la universidad, aunque bueno, así no tuve que seguir esa relación con el dichoso hijo perfecto.

E: ¿No has vuelto a saber de ella?

M: No, aquello terminó y… prefiero recordar ese verano como uno de los mejores de mi vida.

E: ¿Y no te has vuelto a enamorar?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Eh… no. –giraba el rostro justo cuando advertía que el camarero de nuevo se acercaba hasta ellas- Nuestra comida.

-Aquí tienen.

E: Gracias. –miraba su plato encontrando un sonido procedente de su estómago y que las hacia reír- Tengo hambre.

M: Ya veo ya. Así que vamos a comer. –mirando su plato empezó por desplegar la servilleta sobre su regazo para después tomar el tenedor- ¿Te doy a probar primero y ahora sigues con la tuya?

E: Vale. –asentía observándola- Todo esto te lo he preguntado porque… -los ojos de Maca se encontraban con los suyos justo cuando extendía su brazo ofreciéndole el tenedor- Creo que me gustas.

Sin más atrapaba aquel trozo de lasaña entre los labios para comenzar a masticar, Maca no movía el brazo de donde lo tenía y se mantenía en silencio mientras la seguía mirando.

Maca había dejado el cubierto para coger su copa de vino y dar un trago, uno que alarga más de la cuenta llegando casi hasta vaciarla por completo. Carraspeó intentado terminar de tragar y respirar.

E: ¿Estás bien?

M: Sí. –carraspeaba de nuevo- ¿Estás segura de lo que has dicho, Esther?

E: No recuerdo lo que es que te atraiga alguien, no sé cómo me he sentido respecto a eso en mi vida… solo sé que tú sí me gustas.

M: ¿Y no crees que puedes estar confundiéndolo con agradecimiento? No sé… hemos pasado mucho tiempo juntas últimamente y…

E: No me trates como a una niña. –se quejaba dejando la servilleta sobre la mesa.

M: Lo siento, no pretendía hacer eso.

E: No he estado segura de nada desde que desperté, me he tenido que montar una vida por lo que otros me han contado, y creo que esto es lo único por lo que yo puedo hablar sin que nadie más cuestione o rectifique lo que pienso.

M: Vale. –apretaba los labios al mismo tiempo que sus ojos iban hacia la mesa- Yo… -se atrevía a hablar entonces- Bueno, yo… -su móvil comenzaba a sonar interrumpiéndola y obligándola a buscarlo en su bolso para mirar la pantalla- Perdona un segundo. Dime Sonia.

S: ¿Dónde estás?

M: Estamos comiendo ¿Qué pasa?

S: Nada, que como nadie me llama yo no sé como estáis y me preocupo. Que no tengo una bola que me muestre qué hacéis.

M: ¿Tienes que ser siempre tan cargante?

S: ¿Y tú tan desagradable? Porque no entiendo por qué me tratas así siempre. Debería poder recordar cuando cambiaste, hermanita.

M: Hasta luego. –dejaba el teléfono de mala gana- Tengo una hermana muy pesada.

Esther seguía mirándola, esperando a que retomase la conversación interrumpida por aquella llamada. Esta lo supo en cuanto sus ojos se cruzaron con los suyos, consiguiendo que empezase a jugar con la esquina del mantel antes de comenzar a hablar.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Cuando empezamos a hablar, y… cuando vi que confiabas en mí, me gustó. Aunque por otro lado me preocupaba mucho mas por todo, te puedo decir que apenas he dormido en todo este tiempo. No sé cómo no caigo redonda… -suspiraba negando- Bueno que… te mentiría al decir que no me he fijado en ti así. –bajaba la vista- Habría que estar muy ciego para no fijarse en ti. –volvía a mirarla- Y aun mas después del segundo minuto hablando contigo. –sonreía mirando hacia otro lado- No sé si lo sabes, pero eres un encanto… Parece mentira que a estas altura yo me ponga colorada. –chasqueaba la lengua.

E: ¿Te estás poniendo colorada?

M: Quizás consigo que no, pero eso parece. –se pinzaba el labio volviéndola a mirar- Lo que no quiero es meterte nada mas en la cabeza, que bastante tienes. Creo que… cuando todo esto haya pasado pues… lo hablamos otra vez y ya vemos qué hacer ¿Vale?

E: Vale. –asentía.

M: Vale. –asentía al igual que ella, con una pequeña sonrisa- ¿Te ha gustado la lasaña? No me has dicho nada.

E: Está rica.

M: Pues la próxima vez ya sabes qué pedir. –comenzaba a comer.

E: ¿Qué hay de tus padres? Nunca me has hablado de ellos.

M: Murieron hace años en un accidente de tráfico… -negaba apenas sin mirarla- Desde entonces mi hermana prefiere estar conmigo. Lo pasó mal.

E: ¿Y tú?

M: Claro. –la miraba entonces- Pero siempre he sido la más racional, supongo que lo superé antes.

E: Yo no te veo tan racional. -contestaba entonces sorprendiéndola- Creo que solo intentas parecer más fuerte de lo que eres.

Bastante cargadas con todo lo que habían comprado regresaban al hotel. Cruzaron la entrada sabiéndose observadas, Esther intentaba no pararse a pensar en ello mientras Maca sonreía incluso cuando entraban en el ascensor.

M: Nos van a tomar por dos compradoras compulsivas.

E: La verdad es que te has pasado, Maca. Mira todo lo que llevas tú, y lo que llevo yo. –suspiraba- Solo me falta la casa y los muebles.

M: Bueno, no tenemos prisa. –respondía entonces mirando hacia el techo no pudiendo contener otra sonrisa mientras Esther ya la miraba.

E: Ni se te ocurra bromear con eso, Maca.

M: Yaaa… perdona. –las puertas del ascensor se abrían dejándoles paso- ¿Te acabaste el libro?

E: No.

M: Ahora si quieres puedes leer un rato, o dormir, como tú veas.

Entraban en la habitación para ir directas hasta la parte más despejada de esta. Dejando la pequeña maleta y las bolsas.

M: Luego ordenaremos todo. Tienes que estar cansada.

82

Efectos colaterales AdRi_HCE: La verdad es que sí. He pasado de estar todo el día encerrada y en una cama a pasear por el mismo centro de Madrid. –Maca sonreía mientras la observaba acomodarse sobre la cama- ¿Y tú?

M: ¿Yo?

E: ¿No estás cansada?

M: No mucho. Si quieres podemos buscar alguna película que pongan por la tele. –se sentaba junto a ella mando en mano.

E: Es raro pensar en que no sé qué película he visto y cual no…

M: Bueno, es cuestión ver algo y comprobar si te resulta familiar. No te preocupes por eso. –la miraba con cariño.

E: Ya.

Después de unos minutos de silencio, Maca encontraba un que parecía haber empezado recientemente, acomodándose aun mas entonces. Esther la miraba, encontrando un rostro bastante mas sereno del que estaba acostumbrada. Dudosa volvió su vista al televisor, intentando seguir el hilo argumental de aquella película, pero de nuevo sus ojos iban hacia otro lado.

E: Maca.

M: Dime. –contestaba mirando al frente hasta unos segundos después en los que el silencio le hacían buscar su rostro.

E: ¿Puedo?

La pregunta iba seguida de un leve movimiento que Maca interpretaba sin dificultad alguna. Asintió un instante después y el cuerpo de Esther pasaba a pegarse a ella para descansar el rostro casi sobre su pecho. Se limito a pasar un brazo por su cuerpo buscando la comodidad, sonriendo sin ser vista, y aun más cuando sentía que cogía su otra mano.

E: ¿Esta película la has visto?

M: Sí.

E: ¿De qué va?

M: Pues él va a casarse, pero…

E: Mejor no me lo cuentes. –la cortaba- Prefiero verla sin saber de qué va para ver si ya la había visto o no. Si lo sé es hacer trampa.

M: Vale. –sonreía otra vez.

E: ¿Luego vamos a cenar aquí?

M: Sí.

E: Bien. –estrechaba aquel abrazo haciendo que casi de forma automática, Maca comenzase a acariciar su mano.

Tras la cena habían decidido que ya era hora de ponerse el pijama e intentar dormir. Por la tarde habia resultado sido imposible, seguramente por todo lo que ambas, sobre todo Esther, tenían para pensar y no poder relajarse.

La primera en quedar bajo las mantas era ella, escuchaba los ruidos procedentes del baño mientras Maca no salía aun. Lo que le daba un tiempo para pararse a pensar en todo aquel día.

83

Efectos colaterales AdRi_HC¿Tanto podía hacer esa mujer por ella? Hasta ese momento seguía pensando que sí. Los primeros días en los que hablaron llegó a creer que estaba tomando su presencia como algo esencial, era, sin duda, la única persona que lograba que sus miedos no saliesen por delante de cualquier otro sentimiento.

Sus pensamientos se veían interrumpidos cuando la puerta del baño se abría dejando salir la luz, no se movió cuando esta desaparecía y los pasos de Maca la llevaban hasta el otro lado de la cama.

M: ¿Te has dormido ya?

E: No.

M: Pues vamos a dormir, anda. Que es tarde y seguro que cuando te quieras dar cuenta ya estás roncando. –sonreía acomodándose.

E: ¿Ronco?

M: Era una forma de hablar, tranquila. –mirando al techo terminaba de encontrar la postura idónea- Apenas se te escucha respirar.

E: Tú tampoco roncas.

M: Ya. –la miraba risueña hasta conseguir que suspirase abrazándose a la almohada- ¿Sigues teniendo miedo?

E: A veces. –su contestación llegaba junto a un movimiento de sus hombros que no pasaba desapercibido aun en aquella oscuridad- No han pasado ni dos días desde que estaba en esa habitación sin saber si me despertaría o no al dormirme.

M: ¿Pero sabes que estás a salvo, verdad?

E: Sí. –asentía con seguridad antes de acercarse para abrazarla y quedarse sobre su pecho- Me gusta estar aquí.

M: Puedes estar así siempre que quieras. -le dejaba un beso en la coronilla.

E: ¿Saldrá todo bien?

M: Haré todo lo posible porque así sea.

E: Gracias, Maca.

M: No tienes nada que agradecer, y por mas veces que lo digas eso no va cambiar.

E: Claro que tengo que agradecerte. El que llegases, que te molestases en pensar en mí, que me hayas ayudado… me has salvado la vida, Maca. Y así es como yo lo veo.

M: A ver si vas a tener también mal la vista y vamos a tener que llevarte al oculista. –sonreía.

E: No me vas a convencer.

M: Ya lo sé.

Y ninguna dijo nada más. Maca seguía creando una mínima caricia en su piel mientras escuchaba como su respiración se iba relajando hasta convertirse en algo casi imperceptible. Dejó la mirada perdida en la oscuridad, recordando los primeros días de trabajo en la clínica, en como si casi por un sexto sentido que no sabía explicar, se había involucrado por completo con Esther.

La imagen de Lidia ocupaba entonces por completo sus pensamientos, haciéndole apretar la mandíbula de rabia y un casi odio que no sabía dosificar ni controlar. El daño que había causado, el que causaba, y el que seguiría haciendo si alguien no la detenía.

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Efectos colaterales AdRi_HC

Una sensación de frío la recorría de pies a cabeza consiguiendo que no pudiese apenas mover un músculo. Intentó buscar algo a su alrededor que le indicase el por qué de aquello, pero no veía nada, era como una completa oscuridad pero en un intenso color blanco que a su vez la cegaba por su luminosidad.

M: ¿Esther?

Se incorporó demasiado deprisa, siendo incapaz de controlar un pequeño mareo que la hizo tambalearse hasta que los brazos de Maca la rodeaban por la cintura sosteniéndola.

M: ¿Estás bien?

E: Sí. –sacudía la cabeza sentándose después en el borde de la cama- No pasa nada.

M: Estabas tiritando… -incorporándose quedaba a su lado para mirarla- ¿Has tenido una pesadilla? –acariciando su brazo- Estás temblando.

E: No es nada. –se levantaba entonces- Voy a darme una ducha.

M: Vale.

Bajo el agua caliente había comenzado a temblar. Otra vez aquellas pesadillas. ¿Alguna vez la dejarían en paz para siempre? Cerró los ojos con fuerza dándose la vuelta y dejando que la presión golpease contra su nuca, apoyando ambas manos contra la pared.

Fuera, Maca había llamado para pedir el desayuno. En la calle parecía hacer bastante frío y había optado por no salir aquella mañana.

Después de vestirse había hecho la cama para sentarse de nuevo encendiendo el televisor. Las noticias tampoco decían nada al respeto ese día. Lo que daba más peso a sus principal pensamiento, Lidia no haría nada que pudiese delatarla.

E: ¿Vamos a salir?

M: No, desayunaremos aquí. Hace frío y aquí estamos bien. –se levantaba viendo como dejaba el pijama sobre los pies de la cama- ¿Estás bien?

E: Sí.

M: No tienes por qué pasarlo sola, Esther. Entiendo que todo es demasiado reciente y…

E: No es nada. –repetía mirándola.

Y ambas se quedaban mirándose en silencio. Los ojos de Esther no podían hacer nada por desmentir lo que Maca había dicho tan solo unos segundos antes. Habían caído en un temblor que dejaba claro su estado, uno que no podía ser ignorado, y haciendo que unos brazos la rodeasen de forma fuerte y segura, derrumbando aquella fachada que de nada parecía servir frente a Maca.

M: No tienes por qué apartarme, Esther. Y preferiría que no lo hicieses.

E: Sigo teniendo miedo, Maca. Tengo mucho miedo. –comenzaba a llorar- ¿Y si no recuerdo nunca la vida que tenia, quién era? ¿Y si tengo que vivir siempre así?

M: Esther, ahora no tienes por qué preocuparte por eso. –besaba su sien antes de alejarla apenas para mirarla y comenzar a limpiar sus lágrimas- Te di mi palabra de que encontraríamos tu vida ¿no? –la veía sentir- Pues confía en mí.

E: Ya confío en ti.

Unos golpes llamaban entonces la atención de ambas. Maca sonreía haciéndole fruncir el ceño antes de separarse.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Creo que esto te animará. –iba hacia la puerta para abrir.

-Su desayuno.

M: Gracias. –asentía antes de ver cómo le dejaba el carro con un considerable desayuno- Un desayuno como debe ser.

E: No pretenderás que me coma todo eso ¿no?

M: Yo te pienso ayudar, tranquila. –la dejaba junto a la mesa para comenzar a dejar los platos.

M: Entonces… ¿apuntamos los crepes a la lista de tus comidas favoritas? –preguntaba con una sonrisa mientras comía de su plato.

E: Me encantan. –seguían con el desayuno cuando el ruido del cuchillo llamaba la atención de Esther, que levantaba la vista para descubrir como Maca hacia un gesto de dolor sujetándose la mano.

M: Mierda.

E: No dejes de apretar. –se levantaba veloz para ir hasta el baño y abrir el botiquín que había visto en varias ocasiones. Sacando gasas y lo necesario para desinfectar la herida.

M: ¿Qué haces? –la miraba fijamente.

E: Pues limpiarte esto. –se sentaba a su lado para comenzar a limpiar la sangre- No es muy profundo… la sangre lo hace más escandaloso.

En silencio, Maca seguía mirándola. Con una rapidez bastante clara, había pasado a limpiar la herida para después pasar a desinfectarla. Lo hacía todo con mucha seguridad y sin dudar un instante. Igual de sorprendida la veía levantarse para ir de nuevo al baño y volver con esparadrapo y un pequeño rollo de venda.

E: No te harán falta ni puntos.

M: Estaba muy afilado. –susurraba hacia ella.

E: No pasa nada, esto ya está. –ajustando la venda sonreía mirando como aquella parte de su dedo- Listo.

M: Esther.

E: Dime. –levantaba la vista entonces hacia ella.

M: Ni yo que he estudiado medicina soy tan rápida en reaccionar.

Aun quedaban un par de horas para acabar su turno, y el trabajo que había dejado atrasado en sus días de ausencia lo había dejado solucionado quedando bastante satisfecho.

Caminaba hacia la cafetería, mirando en todo momento a su alrededor, quizás esperando algo, o simplemente buscándolo. Desde que llegase había querido estar al tanto de todo, llegando a estar un poco inseguro.

En mitad de un pasillo sus pasos tomaron un ritmo más lento. Al final de este, la figura de Lidia aparecía casi de la nada con un paso seguro y firme, por lo que parecía, queriendo llegar hasta él. Dudó un instante en tomar otro camino, esquivar cualquier encuentro, pero cada vez tenía más seguro que había ido en su busca, y la curiosidad terminó por tomar el control.

L: ¿Podemos hablar un momento?

Ar: Claro. –asentía cruzándose de brazos y sin dejar de mirarla.

L: Vamos a mi despacho.

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Efectos colaterales AdRi_HCGirándose entonces comenzaba a caminar de nuevo, consiguiendo que finalmente, aunque no muy seguro, Arturo fuese tras ella.

Una vez dentro, Lidia iba hacia la mesa para sentarse en el borde mientras seguía mirándole hasta que tomaba asiento. No dijo nada en aquel momento, podía distinguir a la perfección la tensión en su cuerpo y la desconfianza en sus ojos.

L: ¿Dónde está Esther?

Ar: ¿Quién es Esther? –preguntaba con el ceño fruncido.

L: Arturo… sabes perfectamente de qué te estoy hablando, ¿te crees que no sé lo que has estado haciendo?

Ar: No sé de qué me habla. –contestaba cruzándose de brazos y sin dejar de mirarla- ¿Qué es lo que he estado haciendo?

L: Eres bueno, pero yo soy mejor que tú. Y sé que has visto cosas, y que habéis sacado a Esther de la clínica. –suspiraba- Yo quiero lo mejor para ella y lo último que quiero es hacerle daño. Pero solo puedo hablar por mí.

Ar: No pienso decir nada.

L: Te estoy siendo sincera, no quiero hacerle daño, solo me gustaría hablar con Maca.

Ar: ¿Por qué?

L: Necesito hablar con ella para avisarla.

Nada más salir de allí fue directo al laboratorio, rebuscando entre los bolsillos de su abrigo intentado dar con su teléfono móvil. Nada más tenerlo en su poder comenzó a marcar el número de Maca.

Seguían en silencio, ninguna se atrevía a decir nada mientras perdía la vista en alguna parte de la habitación. El único sonido que daba vida entre aquellas cuatro paredes eran las voces provenientes del televisor.

Maca había intentado crear una conversación, quizás encontrar algún recuerdo en base a lo que había ocurrido, pero Esther no había hecho nada por continuarla.

M: ¿Por qué estás así?

E: Porque una vez más me miro en un espejo y soy incapaz de saber quién soy. –apenas susurraba- He hecho algo sin pensar, si preguntarme si quiera por qué lo hacía.

M: Pero eso está bien. –se acercaba a ella colocando una mano en su barbilla para que la mirase- Eso es genial.

E: No, Maca… no es genial. No lo es cuando no recuerdo absolutamente nada anterior al día en que desperté.

M: Pues yo creo que poco a poco lo vas a conseguir. Y esto solo son pequeños pasos que estás dando sin la ayuda de nadie… muchas otras personas se darían por vencidas enseguida, y sé que tú no harás eso.

Una melodía que no tardaron ni un segundo en reconocer, hacia que aquella conversación se viese interrumpida cuando Maca ya se levantaba en busca de su móvil.

M: Dime. –respondía mirando a Esther.

Ar: Soy yo, y tenemos que vernos lo antes posible. ¿Dónde estás?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: En la habitación. ¿Qué pasa?

Tardó apenas unos minutos en salir de la cínica para ir veloz hasta el hotel. Ambas habían pasado de las dudas y la sorpresa a la tensión y la incertidumbre. Unas que seguían cuando unos golpes en la puerta avisaban de la esperada visita.

M: ¿Qué ocurre? –preguntaba cuando ya le veía entrar.

Ar: Quiere hablar contigo, dice que para advertirte de algo… a mí me ha parecido sincera.

M: No me jodas, Arturo.

Ar: Te lo digo en serio. Está preocupada por ella. –miraba a Esther- Y por lo que parece no tiene interés alguno en hacerle daño.

M: ¿Y por qué tengo que creerla?

Ar: Ya te digo que me ha parecido muy sincera, además… podía haber hecho cualquier cosa, no solo hablar conmigo. Me ha parecido que no ha hecho nada por buscarla realmente.

E: ¿Y si tiene razón? –hablaba de repente.

M: Esther.

E: Ella nunca me ha tratado mal, Maca… al revés, pero yo… -tragaba intentando continuar- Siempre he… le he tenido miedo y no me he fiado de ella porque tú no lo hacías.

Ar: Yo quedaría con ella, Maca. ¿Qué puedes perder?

E: No irá sola.

Ar: No, yo iré con ella. Solo tienes que decirme si quieres o no verla, para decírselo y que me diga dónde os veis.

M: Es que no lo entiendo. –espetaba de nuevo girándose- Si se piensa que se va a ir de rositas va lista, porque no lo pienso permitir.

E: Maca…

M: No, Esther… no pienso dejar que salga bien de todo esto.

Ar: ¿Entonces qué?

M: Vale, hablaré con ella. Llámame después y dime dónde quedamos.

De nuevo solas en la habitación se mantenían sin decir nada. Esther estaba sentada en la cama, jugueteando con la tarjeta que Maca había dejado sobre la mesa. Movía la pierna derecha de forma nerviosa, llegando a captar finalmente su atención.

M: No va a pasar nada, tranquila.

E: Ya claro, tú lo tienes todo bajo control y si esa mujer se vuelve loca y te mata, no habrá pasado nada.

M: Esther… eso no va a pasar. Arturo vendrá conmigo, y Sonia se quedará aquí contigo para que no estés sola.

Suspirando caminaba hacia ella, sentándose a su lado y cogiéndole la mano, interrumpiendo los movimientos de esta.

M: No olvides que confías en mí. –sonreía mirándola.

E: Lo sé.

M: Y no va a pasar nada. Solo quiero saber qué es lo que tiene que decirme. –despacio alzó la mano para retirar el pelo que le caía por el rostro y que le impedía ver sus ojos- ¿Vale?

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Efectos colaterales AdRi_HCE: Vale. –asentía apenas.

Unos golpes en la puerta avisaban de la llegada de Sonia. Esther estaba en el baño justo en ese momento y Maca dejaba el teléfono sobre la mesa para abrir.

S: Ya estoy aquí. –se quitaba la bufanda nada más pasar- Uy qué habitación tan chula. –se sentaba en los pies de la cama- Y qué grande.

M: ¿Arturo dónde está?

S: Te espera en la esquina con el coche. Está un poco nervioso, eh… intenta calmarlo porque se cree que va hacia una redada de mafiosos.

M: ¿Y tú qué? ¿En casa todo bien?

S: Todo perfecto, sí. –asentía justo cuando la puerta se abría y ambas se giraban viendo a Esther salir- Hola.

E: Hola.

S: Soy, Sonia. –sonreía levantándose para acercarse y darle dos besos.

E: Encantada.

Sonriendo también, se giraba para buscar a Maca, que con ambas manos en los bolsillos de su pantalón, las miraba de forma risueña. Sonia hizo lo mismo, encontrándose con un gesto en el rostro de su hermana que le hizo fruncir el ceño.

M: Bueno, pues voy a ir yéndome. –iba hacia su abrigo- Si tardamos más de la cuenta pediros algo de cena.

S: Claro. –seguía mirándola para después ir hasta Esther que caminaba hacia su hermana.

E: ¿Tendrás cuidado, verdad?

M: No te preocupes. –asentía al tiempo en que estrechaba su mano unos segundos- Hasta luego.

S: Hasta luego.

Cruzándose de brazos se mantenía inmóvil observando cómo su hermana se marchaba. El sonido de la puerta al cerrarse hizo que Esther se girase hacia aquella mujer que acababa de conocer, apretando los labios y caminando después hasta la cama para encender el televisor.

S: Oye, Esther… -carraspeaba yendo hasta ella para sentarse a su lado.

E: Dime.

S: Tú… tú y mi hermana… -ladeaba el rostro sin terminar la frase.

E: ¿Qué?

Habían llegado puntuales donde Lidia había citado a Maca para aquella conversación, una zona de naves industriales bastante alejada del centro. Pasaban ya quince minutos de la hora sin tener señales de su llegada. Arturo seguía en el coche mientras a unos metros de él, podía ver a su compañera de brazos cruzados mirando de vez en cuando a su alrededor.

Así seguía cuando su móvil comenzó a sonar.

Ar: ¿Si?

-Arturo soy Félix, no te vas a creer lo que me acaban de decir.

Ar: ¿Qué pasa?

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Efectos colaterales AdRi_HC-Se han cargado a la Lidia. –soltaba como una bomba y consiguiendo que el móvil cayese de las manos de Arturo.

Ar: Joder. ¡Mierda! –agachándose y abriendo la puerta intentaba cogerlo bajo el asiento, teniendo que forzar la postura del vaso para conseguir- ¿Qué dices?

-Ha venido la policía, se la han cargado hace unas horas en su casa.

Ar: ¡Maca! –gritaba abriendo la puerta y corriendo hacia ella- Tenemos que irnos.

M: ¿Por qué?

Ar: Hazme caso, coño. –tirando de su brazo seguía con el teléfono en la mano mientras llegaban al coche. Maca iba hacia el asiento del copiloto mientras él volvía al volante- ¿Qué os han dicho?

-Solo eso, querían saber si ha faltado alguien a trabajar y si había pasado por aquí hoy.

Ar: Vale. Hasta luego. –tirando el móvil en la parte trasera puso primera de forma brusca en la palanca de cambios, pisando el acelerador a fondo a la vez que soltaba el pedal de freno y saliendo disparado, dejando una rastro de los neumáticos en el asfalto- Han matado a Lidia.

M: ¿Qué? –casi gritaba girándose para mirarle- ¿Cómo que matado? ¿Quién?

Ar: No lo sé, pero seguramente la persona de la que te quería advertir… ¡si ya lo sabía yo! –golpeaba el volante- Cuando han visto que iba a cantar y no quería seguir con el plan se la han cargado…

M: ¿Pero quién coño está metido en esto?

Ar: No lo sé.

M: Tengo que llamar a mi hermana. –buscando con nerviosismo su móvil decidía parase un segundo para tomar aire, retomando despues la acción más calmada y comenzar a marcar después.

S: ¿Si?

M: Soy yo, ¿estáis bien? ¿Ha pasado algo?

S: ¿Y qué va a pasar, Maca? Estamos aquí la mar de bien hablando como buenas cuñadas.

Los ojos de Maca se abrían de repente como acto reflejo de su sorpresa. Quiso hablar pero su voz parecía no querer salir mientras al otro lado una pequeña queja de Esther sí había sido lanzada.

S: ¿Para qué llamas?

M: No te separes de ella ni un segundo, vamos para allá.

Ar: ¿Están bien?

M: Sí, pero una dejará de estarlo en cuanto llegue y cruce esa puerta. –el ceño de Arturo se fruncía automáticamente.

En la habitación del hotel, Sonia dejaba el móvil sobre la mesita y se giraba con una sonrisa hacia Esther, que cruzada de brazos miraba la televisión.

S: No te molestes, eh… que solo es por hacerla rabiar un poco. –se acercaba más hacia ella- ¿Entonces qué?

E: No pienso hablar de nada.

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Efectos colaterales AdRi_HCS: Madre mía, vais a hacer buena pareja, menudas dos mudas que no cuentan nada.

Ambos salían del ascensor con paso ligero. Maca estaba demasiado nerviosa por lo ocurrido y solo necesitaba ver a Esther sana y salva en la habitación.

Metió la tarjeta todo lo rápido que era capaz para empujar la puerta y pasar sin perder más tiempo.

S: Madre mía ¿por qué tienes esa cara? Tampoco pensaba hacerle un lavado de cerebro a la chica.

M: ¿Estáis bien? ¿No ha pasado nada raro?

E: ¿Qué tenía que pasar? –se levantaba entonces para acercarse a ella- ¿Qué te pasa, Maca? ¿Qué te ha dicho Lidia?

Ar: No hemos visto a Lidia. –cruzándose de brazos conseguía que todos le mirasen- La han matado.

EyS: ¿Cómo que la han matado?

M: No ha aparecido, y luego un compañero de la clínica ha llamado a Arturo y se lo ha dicho. La han encontrado muerta en su apartamento.

E: ¿Quién lo ha hecho?

El pánico en su voz conseguía que los tres se volviesen entonces hacia ella. Su rostro reflejaba el mismo estado, no siendo consciente de que de sus ojos habían comenzado a brotar un fila de lágrimas que no se detenían hasta precipitarse desde su barbilla.

M: No pasa nada.

Sin dudarlo daba los tres pasos que las separaban, abrazándola y dejando ver que no podía darle la respuesta que esperaba. Esther comenzó a llorar sin saber por qué. Quizás el miedo volvía a visitarla. Quizás su vida no estaba predestinada a seguir en calma mucho tiempo, seguramente no se merecía estar en paz y tranquila.

M: No te va a pasar nada. –volvía a susurrar- No te voy a dejar sola ni un segundo, Esther.

E: La han matado por mi culpa.

M: No digas eso. –separándose tomaba su rostro para mirarla con firmeza- No se te ocurra volver a decir eso, tú no tienes la culpa de nada ¿me oyes? De nada.

S: ¿Y qué vamos a hacer ahora? Voy a llamar a Rafa, a ver si sabe algo de esto.

Ar: No sé si es muy inconveniente hablar con la policía ahora, Sonia.

S: ¿Y nos quedamos esperando a que vengan a por nosotros? –recibía una mirada recriminatoria de su hermana- Seamos realistas, Maca. Si se han cargado a esa tía muy poco les importará hacernos algo a los demás.

M: Cállate, Sonia.

Ar: Pero tiene razón.

Suspiró mirando a Esther. Había dejado de llorar pero seguía con ese miedo pintando sus ojos. No sabía qué hacer, por primera vez no sabía qué hacer y cómo protegerla. No podían permanecer allí escondidos toda el tiempo.

Ar: ¿Qué hacemos?

Una melodía interrumpió la pregunta expuesta. Todos se giraron hacia la mesa, donde el móvil de Maca había comenzado a iluminarse y moverse por la vibración.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: ¿Si?

-Hola, ¿es usted la doctora Wilson?

M: ¿Quién lo pregunta?

-Le llamó del videoclub bluckbaster, llamó usted preguntando por alguien.

M: Sí.

-¿Qué quiere saber de Esther?

Intentando no crear más tensión en la habitación decidió salir al pasillo. Conforme la conversación iba tomando significado, la velocidad de su sangre aumentaba haciendo que necesitase apoyarse contra la pared.

Fue incapaz de hablar en varias ocasiones mientras aquella chica contaba la información que poseía. ¿Qué iba a hacer con ella?

No siendo capaz de decidir por ella misma optó por posponerla unos minutos disculpándose con la voz al otro lado de la línea, caminando después de nuevo hacia la puerta sin saber exactamente cómo hacer aquello. Tomó todo el aire que podía para cruzar la puerta, viendo como tres pares de ojos estaban puestos en ella esperando una explicación.

M: ¿Podéis dejarnos solas un momento?

Ar: ¿Qué pasa?

M: Tengo que hablar con Esther, y prefiero hacerlo a solas. –haciéndose a un lado y sin separarse de la puerta, daba la señal que ambos seguían para salir de allí. Cerró sin más para después ir hasta ella, cogiéndola de la mano y sentándola a su lado en la cama.

E: ¿Qué ocurre?

M: ¿Recuerdas lo que encontramos en tu chaqueta? Ese trozo de tarjeta que me llevé…

E: Sí.

M: Estuve haciendo unas llamadas después de saber de qué se trataba. Pero no sirvió de nada.

E: ¿Y qué pasa ahora con eso?

M: Me han llamado de uno de los números en los que intenté… -tragaba saliva viendo como aquello empezaba a costarle demasiado- Hay una chica que te conoce. –el rostro de Esther cambió en un solo segundo- Y tiene una historia muy distinta a la que nos han contado.

Dejó de hablar, no lograba adivinar qué podía estar pensando. Qué podía pasar por su cabeza mientras recibía aquella noticia. Apretó su mano en busca de una reacción física que tampoco llegaba.

M: Creen que has muerto.

E: Qui… -paraba siendo incapaz de continuar.

M: Lidia les dijo que habías muerto… se las apañó para que creyesen que debía hacerte una autopsia que se alargó más de lo normal para después no dejar que nadie viese el cuerpo que tu madre enterró.

E: ¿Mi madre?

M: Tu madre está viva, Esther. La chica que llamó es amiga tuya… Se llama Miriam.

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Efectos colaterales AdRi_HCSintió como la respiración se le cortaba, como el corazón se paraba tras tres latidos que habían ido descendiendo en fuerza, para después volver a funcionar a un ritmo frenético. La visión que sus ojos le ofrecían había empezado a difuminarse no dejándole ver con claridad.

M: ¿Esther estás bien?

E: Yo…

No pudo decir más cuando su cuerpo se precipitaba hasta una Maca que solo fue capaz de sostenerla para dejarla sobre la cama.

M: ¡Arturo! –gritaba sin soltarla- Esther… ¿Esther, me oyes?

Ar: ¿Qué ha pasado? –entraba junto a Sonia en una carrera.

M: Se ha desmayado… Esther, cariño… ¿me oyes?

Aturdida, mareada, y no siendo consciente de lo que había ocurrido, comenzaba a despertar del desmayo que la había tenido sumida en la nada durante muchos minutos. Escuchaba voces a su alrededor, la mayoría le resultaban extrañas, pero una de ellas le hacía querer despertar más rápido de lo que lo hacía.

M: Esther… ¿me oyes? ¿estás bien?

E: Mmh. –giraba el rostro sintiendo como las nauseas se apoderaban de ella otra vez- Maca.

M: Sí, estoy aquí… estoy aquí. –incorporándola apenas se sentaba a su lado viendo como ya abría los ojos- Te has desmayado.

Y era entonces cuando los recuerdos volvían a ella.

M: Tu madre está viva, Esther. La chica que llamó es amiga tuya… Se llama Miriam.

E: Mi madre. –susurraba apenas.

M: Escúchame un momento. –tomándola desde los hombros para evitar que siguiese tambaleándose tomaba aire para hablar- He vuelto a hablar con esa chica, y le he contado lo ocurrido. Me ha dado una dirección para que nos veamos, pero no pienso hacerlo hasta saber que vas a estar bien.

Ar: No sé si sería conveniente hacerla pasar por eso ahora, mira qué cara tiene.

S: Está verde, Maca.

M: Sonia, por favor. –la miraba durante menos de un segundo antes de volver hacia Esther- ¿Cómo estás?

E: Mareada.

Ar: ¿Y si subo algo con azúcar? Porque no tiene pinta de ponerse mucho mejor…

M: No tardes. –hablaba sin dejar de mirarla- Tienes que estar o intentar estar tranquila ¿Vale? No va a pasar nada.

Ambas hermanas veían como Esther no decía nada, simplemente dejaba su mirada fija en el vacio como queriendo encontrar algo que no era capaz de hallar. La primera en moverse fue Sonia, que tomaba asiento junto a la ventana, acomodándose mientras observaba a su hermana…

Despacio se acomodó junto a ella, rodeando con un brazo su cuerpo para dejarle el suyo de apoyo, Esther no dudaba un instante en buscar su calor, sin moverse ni cerrar los ojos, únicamente sintiendo como la mano de quien seguía protegiéndola acariciaba su pelo en

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Efectos colaterales AdRi_HCsilencio. Y así comenzaron a pasar los segundos. Arturo llegaba encontrando la misma escena, decidiendo sentarse sin más en un rincón de la habitación, contemplado en lo que se había quedado aquella fatídica historia. Sonia cambiaba de lugar en la habitación sentándose junto a él…

M: Seguiré a tu lado.

Aquel susurro solo iba hacia una persona, quien únicamente podía escucharla y quien estrechaba el abrazo por respuesta.

M: Pero tenemos que hacer algo, Esther… y solo tú puedes decidir qué.

Parpadeó por primera vez, sabiendo que tenía razón, incorporándose apenas para abrazarla en otra posición y esconderse entre el cabecero y su pelo.

M: Sea lo que sea estará bien mientras sea lo que quieres.

E: No soy esa persona que ellos conocen. –intentaba contener el llanto- ¿Y si no les gusto?

M: No digas tonterías, se sentirán felices de tenerte de nuevo, Esther. Es lo que querías ¿Recuerdas? Tu vida, tu familia…

E: Pero tú no te vayas. –la abrazaba con más fuerza.

M: Yo me quedo contigo.

Con Esther en el baño, Sonia, Arturo y Maca habían aprovechado para hablar con la tranquilidad de no ponerla aun más nerviosa. Casi susurraban en el punto más alejado, vigilando siempre la puerta.

Ar: Tenemos el tema de Lidia ahí, no podemos ignorarlo.

M: Lo sé, pero ahora mismo esto es una prioridad. Si la llevo con su familia siempre podemos contar con ellos para que esté más segura.

S: Solo falta que nos digan que tiene un hijo por ahí suelto y también aparezca.

M: Eso ha sido de muy poco tacto, Sonia. –negaba mirándola.

S: Pues a mí me parece de lo más realista, vale que tú estés implicada emocionalmente en esto. Que lo entiendo. –elevaba ambas manos tras la mirada recriminatoria de su hermana- Pero aquí se nos han juntado muchas cosas para el poco tiempo que tenemos. Podemos salir de aquí y que nos metan un tiro a todos en menos de lo que canta un gallo.

M: Yo iré con Esther.

Ar: Yo voy contigo, no pienso dejar que vayas sola por ahí.

S: ¿Y yo qué?

M: Somos muchos para presentarnos con Esther, va a ser todo muy difícil… -suspiraba mirando hacia el baño- Creo que lo mejor es que tú estés con Rafa ¿hoy libra, no?

S: Sí.

M: Pues queda con él, estarás segura. Y Arturo que venga conmigo por lo que pueda pasar.

La puerta se abría haciendo que el silencio se instalase repentinamente. Maca se irguió en su postura antes de dar los pasos necesarios para estar a su lado. Sonia se giró hacia Arturo, que se cruzaba de brazos mientras Esther ya esperaba indicaciones para lo que vendría.

E: ¿Qué hacemos?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Me ha dicho que nos espera en media hora. ¿Cómo te encuentras?

E: Bien. –asentía dando fuerza a sus palabras, algo que Maca no llegaba a creer del todo cuando cogía su mano- De verdad.

M: Si en algún momento cambias de opinión dímelo.

E: Vale.

En la puerta del hotel Sonia cogía un taxi con una dirección contraria a la del coche de Arturo, que se incorporaba al denso tráfico que conducía hasta el centro. La mano de Maca era estrechada con fuerza por una Esther que miraba al frente en todo momento, intentando no desmoronarse al tiempo en que hacia lo posible por asimilar lo que estaba ocurriendo.

Pero poco tiempo fue el que pudo aprovechar para eso, el coche se detenía frente a un edificio algo antiguo, una chica ataviada con un grueso abrigo y bufanda miraba nerviosa en varias direcciones, dejando ver que era ella a quien debía ir.

E: No sé quién es.

M: No te exijas tanto, Esther… solo relájate y piensa en lo que esto significa para ti.

La puerta trasera se abría, Maca ya estaba fuera tendiéndole su mano cuando unos ojos se posaron en aquel momento. Seguía cada movimiento mientras Esther salía sin levantar la vista. Segundos después, y sin moverse, quedaban a unos metros.

Mi: Esther…

Sin poder contenerse comenzaba a correr, llegando hasta ellas y abrazando un cuerpo que se tensaba y se aferraba a la mano que aun la sostenía.

Mi: No me lo puedo creer. –lloraba justo antes de separarse para mirarla.

Los ojos que la miraban no eran los que ella conocía, la miraban con tanta desconfianza que su cuerpo reculó dando un paso atrás, buscando entonces a su acompañante.

M: Deberíamos hablar…

Mi: ¿No sabe quién soy?

M: ¿Podríamos hablar en un sitio más tranquilo? –miraba a su alrededor, viendo el incesante pasar de los transeúntes.

Mi: Sí. Seguidme.

Entraron en el portal más cercano. Esther seguía sin decir una palabra, dejándose llevar en todo momento mientras Maca había pasado un brazo por su cintura y Arturo las seguía no dejando más de un metro de distancia.

El piso era cálido, aunque parecía que nadie había estado allí en varios días. Pasaron al salón después de que aquella chica encendiese la luz. Y era entonces cuando, sin habérselo esperado, el mueble principal le mostraba decenas de fotos suyas. De una Esther que desconocía, sonriendo, feliz, con gente que no recordaba, en momentos que no existían en sus recuerdos, una infancia que ya no le pertenecía…

Se detuvo en la que parecía la más reciente. Sostenía una copa mientras unas guirnaldas de colores rodeaban su cuello. Llevaba un uniforme azul, y sonreía junto a un hombre vestido al igual que ella.

Mi: Es en el hospital, las navidades antes de que…

E: ¿Era enfermera? –preguntaba sin dejar de mirar la fotografía.

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Efectos colaterales AdRi_HCMi: La mejor. –sonreía- Te encantaba tu trabajo, y todos estábamos muy orgullosos de ti. –por primera vez la veía girarse para mirarla sin la protección de Maca.

E: ¿Nosotras nos llevábamos bien?

Mi: Eres mi mejor amiga. –lloraba de nuevo teniendo que apretar los labios por no dejar que aquel sentimiento la controlase- Desde niñas hemos estado siempre juntas. Esta es la casa de tu madre…

Moviéndose entonces miraba a su alrededor. Nada de lo que allí había parecía formar parte de ella, nada conseguía que los recuerdos volviesen haciéndole recuperar lo que le pertenecía.

M: Vamos a sentarnos.

Durante un buen rato, Maca había pasado a relatar la historia de la mejor manera posible para que Miriam supiese todo lo necesario. Esther se mantenía en silencio, observando aquel rostro, cruzándose con su mirada en más de una ocasión, y poco a poco había acabado agarrada al brazo de la única persona que todavía le daba algo de estabilidad aun en esos momentos.

Mi: Esto es surrealista. –se tapaba el rostro con ambas manos antes de volver a mirarla.

M: Entiendo que es difícil de creer, pero… -miraba a Esther durante un par de segundos- Desconfiar no es lo mejor para ella en este momento.

Mi: Su madre está de camino, la he avisado hace un par de horas… estaba con su hermana pasando estos días.

M: ¿Le has dicho que está aquí?

Mi: No, claro que no… le he dicho que debía venir por algo importante. No creí que fuese lo mejor contarle esto por teléfono.

M: No lo es, no.

E: ¿Viene aquí?

Mi: Sí. Estará a punto de llegar. –miraba su reloj justo cuando el sonido de la cerradura hacia que todos se moviesen.

La puerta se abría casi a cámara lenta. Maca se había levantando con Esther por delante de ella, que seguía aferrada a su mano, contemplando como un cuerpo salía de la oscuridad del rellano para adentrarse en aquel espacio iluminado.

E: No me sueltes. –susurraba.

M: Estoy contigo.

Una bolsa cayó haciendo que todos reaccionasen entonces. El silencio no se rompía más que por una respiración que comenzaba a agitarse. Esther tragó saliva cuando frente a ella, un rostro que sí conocía de sus sueños, se quedaba frente a ella sin ofrecer ninguna señal.

Mi: Encarna.

Comenzó a caminar hasta su lado, dejando las manos en sus hombros por el temor de que se desmayase allí mismo.

Mi: No es un sueño, Encarna… es tu hija.

Lo siguiente fue demasiado deprisa para todos. Encarna corría llorando hasta ella, abrazándola y consiguiendo que soltase la mano de Maca, que ya lloraba sin haberlo podido evitar, incluso Arturo, que no queriendo ser visto, se había girado dando la espalda. Miriam lloraba

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Efectos colaterales AdRi_HCabrazándolas, y escuchando como todos la voz de una madre repitiendo una y otra vez el nombre de su hija.

En: Pero ¿Cómo puede ser esto, Dios mío? ¡Cómo! –se separaba para mirarla y coger su rostro- Mi niña… -lloraba de nuevo- ¡Mi Esther!

E: Mamá.

Abrazadas de nuevo debían sentarse envueltas por la emoción. Maca pasó a ocupar un asiento individual mientras las tres mujeres ocupaban el sofá.

En: ¿Quién es usted? –se dirigía entonces hasta ella.

M: Soy la doctora Wilson, señora. He traído a su hija. –hablaba despacio y con cautela queriendo no desbordarla tan pronto- Deberíamos hablar de lo que ha pasado.

En: ¿Y usted? –miraba a Arturo.

Ar: Compañero de la doctora.

En: ¿Qué han hecho con ella? –casi espetaba sorprendiendo incluso a Esther que se separaba para mirarla.

M: Su hija estaba interna en una clínica aquí en Madrid, supongo que recordará a Lidia Paredes. –la miraba esperando una reacción.

En: Sí, operó a mi hija.

M: No hacia exactamente lo que le contó. Hace varias semanas comencé a trabajar para ella y conocí a Esther, había estado en coma un tiempo. Y debería informarla de que no recuerda nada de antes de eso, excepto a usted.

El rostro de Encarna se giró por completo hacia su hija, que ya la miraba sin saber exactamente cómo sentirse, apenas fueron unos segundos hasta que de nuevo buscaba el rostro de Maca.

En: ¿Y por qué está con usted ahora?

M: La sacamos de la clínica por miedo a que le ocurriese algo más. Ha estado un par de días conmigo hasta que… –miraba a Miriam- ella me llamó.

Mi: Llamó hace días al videoclub preguntando por alguien que conociese a Esther, pero yo estaba con unos días de vacaciones. –comentaba apoyando sus palabras.

En: ¿Y por qué debería creerla? –se aferraba a su hija.

M: Yo solo he cuidado de ella, puede creerme. –miraba a Esther, sin saber exactamente qué hacer o qué decir.

En: ¿Y la otra médica donde está?

M: Eh… -sus ojos iban entonces hacia Arturo para volver a ella- No lo sabemos.

El rostro de la mujer se tensó, dejando ver su disconformidad en toda aquella historia. Pero un segundo después miró a Esther, dejando que una sonrisa saliese de sus labios, acompañada de varias lágrimas que no podía retener.

En: Mi hija. –la abrazaba, no pudiendo ver cómo la reacción de su hija no era similar a la anterior, y los ojos de esta estaban puesto de forma fija en un rostro que había sido desarmado por la desconfianza.

En el salón, Arturo se había quedado en un segundo plano, Esther en el sofá junto a Miriam, y Maca justo delante sin dejar de mirarla, llenando así el espacio que las separaba. Encarna se

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Efectos colaterales AdRi_HChabía disculpado para ir a por un poco de agua. Y bandeja en mano regresaba hacia el salón, mirando de nuevo, y de forma recelosa, a una Maca que suspiraba al tiempo que apretaba la mandíbula.

En: No tengo nada en casa para ofrecerles, lo siento.

M: No se preocupe.

De nuevo sentada junto a su hija, comenzaba a preguntarle con cariño mientras pasaba una mano por su pelo. Maca apenas escuchaba nada mientras su mente parecía alejarse cada vez más y más de allí buscando un motivo por el que esa mujer la estuviese tratando de esa manera. Se había desvivido por Esther, había hecho todo cuanto estaba en su mano, y después de unirla de nuevo con ella, lo único que había encontrado por su parte era desconfianza y malas miradas.

El timbre sonaba de nuevo haciendo que todos se mirasen, menos Encarna que se levantaba con decisión para abrir. Segundos después una pareja de policías entraban en el salón, consiguiendo que todos se pusiesen en pie y Esther, en escasos dos segundos, corriese hasta el lado de Maca.

-Buenas tardes. –saludaba el primero.

En: Aquella, agente. –señalaba a Maca- Esa es la mujer que se ha presentado aquí con mi hija.

M: ¿Qué ocurre aquí?

-¿Puede acompañarme señora? –la tomaba del brazo mientras el segundo agente iba hacia Arturo.

M: No me toque. –se deshacía de su mano retrocediendo, dejando en todo momento a Esther tras ella- ¿Se puede saber qué he hecho?

-Aquí la señora ha puesto cargos contra usted por secuestro.

M: ¿Cómo? –miraba atónita a Encarna.

Ar: ¡No me ponga esa mano encima! –alzaba la voz consiguiendo que lo redujese rápidamente para esposarlo- ¡No he hecho anda!

-Por favor, señorita, no me lo ponga difícil y acompáñeme… Será mejor que coopere.

Sintiendo como también colocaba unas esposas alrededor de sus muñecas miró a Esther que, llorando, miraba a su madre sin poder reaccionar. Bajó la cabeza antes de comenzar a caminar para salir de allí.

En la parte trasera del coche, Arturo no paraba de quejarse mientras a su lado Maca hacia todo lo contrario, permanecía en silencio mientras miraba por la ventanilla. No habían recorrido la mitad del camino cuando uno de los agentes daba los datos de ambos por radio, recibiendo más tarde una información que sorprendía a ambos.

-Estábamos intentando dar con ellos. Son empleados de la mujer que encontramos muerta ayer.

-Vaya, vaya… qué suerte hemos tenido, eh. –los miraba a través del retrovisor- Vamos a tener una tarde muy larga por lo que parece.

Ambos quedaron en silencio, Arturo fue el primero que se movió para mirar a su amiga, que aun sin haber podido reaccionar, tenía la mirada fija al frente.

Ar: ¿Esa mujer está chalada o qué? Le devolvemos a su hija ¿y así nos lo paga?

M: No lo sé, Arturo.

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: ¡Esto no va a quedar así, eh! –amenazaba enfurecido- ¡Voy a llamar a mi abogado!

Dejándose caer de nuevo, Maca había pasado a mirar por la ventanilla. Preguntándose cómo había podido cambiar todo en apenas unas horas. Recordando la mirada de Esther, cómo había pasado del miedo a la sorpresa, a la felicidad, y después de nuevo con esa sombra al ver como se la llevaban de allí dejándola sola, justo lo que siempre había prometido no hacer.

En el salón, Esther seguía de pie y a unos metros de Encarna que hablaba con Miriam de lo ocurrido. No las escuchaba, solo pensaba y pensaba a toda velocidad en qué era lo que había llevado a su madre a hacer aquello.

En: Todo ha pasado ya, hija. –fue a abrazarla, pero el gesto se quedó interrumpido cuando Esther retrocedía haciéndole fruncir el ceño- ¿Qué te pasa?

E: ¿Cómo has podido?

En: Cariño…

E: ¡No me llames eso! –gritaba tapándose los oídos y alejándose de nuevo- ¡No tenias ningún derecho!

En: Te han tenido escondida.

E: ¡Ella solo me ha cuidado! –comenzaba a llorar cuando Miriam se acercaba para intentar calmarla- ¿Y tú eres mi madre?

En: No digas eso.

En la comisaria, ambos esperaban sentados en una de las salas mientras el encargado del caso llegaba para hacerles unas preguntas y hablar con ellos. Habían redactado la primera declaración, incluso el abogado de Arturo se había presentado para hacerlo todo lo más rápido posible.

Estaban en silencio y repasando toda la conversación anterior cuando la puerta se abría dejando paso a un hombre algo mas mayor que los anteriores con un par de cafés y una carpeta.

-Buenas tardes.

M: Hola.

Ar: ¿Nos sacan ya de aquí? –preguntaba sin ninguna amabilidad y consiguiendo que el agente lo mirase de igual manera.

-Tenemos que hablar una vez más. –se sentaba frente a ellos- Parece que la cosa se va aclarando, pero nos faltan algunos detalles.

M: ¿Cómo cuales?

-Hemos estado investigando lo que nos han contado, la tal doctora Paredes hablaba mucho por teléfono con otra doctora de la misma clínica. –buscaba entre sus papeles- Claudia Castilla ¿puede ser?

M: ¿Quién estaba en coma, Esther?

E: Javi. –mirándola entonces se detenía- Anoche… estaba despierta, y escuché unos pasos en el pasillo, solo se escuchaba eso, todo estaba muy silencioso y… -comenzaba a temblar consiguiendo que Maca diese un paso hacia delante y dejase ambas manos en sus hombros intentando tranquilizarla- Se lo habían llevado a última hora para hacerle unas pruebas, y cuando escuché que alguien se paraba cerca de aquí salí, estaba en su habitación inyectándole algo.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: ¿Quién?

E: No lo sé. –nerviosa se llevaba la mano a la boca- Creo que le he visto antes pero no estoy segura, no sé quién es.

-Hemos intentado localizarla pero no damos con ella.

Ar: Qué hija de puta. –espetaba entonces mirando a Maca- ¿Cómo no lo supiste?

-¿La conoce?

M: Era amiga mía. –respondía casi sin pensarlo y sin poder reaccionar de ninguna manera.

-¿Nos podría dar alguna dirección que no sea la particular para intentar dar con ella? –asentía de nuevo recordando algunos momentos con la neuróloga.

M: ¿Y bien? ¿Cómo está Esther?

Cl: Pues no he encontrado nada anormal. No hay indicios de daños o secuelas futuras, es mas… diría que está mejor que tú y que yo.

M: ¿Qué hace aquí?

Cl: ¿Eh? –se levantaba casi asustada- Joder, Maca.

M: ¿Claudia? ¿Qué coño haces aquí a estas horas? Me has dado un susto de muerte.

Cl: ¿Susto? –mascullaba acercándose a ella- ¡Susto tú a mí! Que casi me da un puñetero infarto… ¿Por qué andas así de silenciosa?

M: ¿Qué haces aquí?

Cl: Me han llamado al busca hace un rato, uno de mis pacientes tuvo un problema y…

M: ¿Qué paciente?

Cl: El de la dos dieciséis, pero ya estaba archivando el informe, voy a ir a darme una ducha o algo, no sé qué haré.

M: Vale. –asintiendo le acariciaba el brazo antes de verla marchar y quedarse allí mismo, cruzándose de brazos otra vez y mirando hacia donde se encontraba aquella habitación que su amiga había nombrado.

M: He escuchado que un paciente ha entrado coma.

Cl: Ah sí, ya me han dicho. He ido a ver antes el informe… de todos modos se veía venir, estaba jodidillo el pobre.

M: Ya. ¿No lo llevaste tú?

Cl: No, eso pasó antes de mi turno, cuando llegué ya estaba así. He mirado las pruebas y tal, pero era cuestión de tiempo.

Cl: ¿Seguís con esa neura del complot contra los enfermos? –sonreía tras su taza antes de dar un trago- ¿O ha pasado ya?

Salían de comisaria a un paso más bien lento. Arturo seguía hablando con su abogado mientras la vista de Maca iba en todo momento recorriendo los grabados del suelo. Únicamente levantaba la vista cuando la voz de Sonia se alzaba entre las demás, encontrándola acercarse a ella en una carrera hasta quedar abrazada a su cuerpo.

M: No ha pasado nada, Sonia, tranquila.

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Efectos colaterales AdRi_HCS: Qué mal rato he pasado. –la miraba unos segundos antes de ir hasta Arturo para darle otro abrazo- No sabía qué hacer.

Había dejado de escuchar cuando del coche salía otra persona. El rostro de Esther se mostraba casi cohibido al dejarse ver, y bajando la vista caminaba con más decisión entonces hasta llegar a ella y abrazarse a su cintura para dejar el rostro sobre su pecho.

S: Me llamó para que fuese a por ella. –se encogía de hombros ante la sorpresa de Arturo- Le había dejado mi número grabado en el móvil que Maca le dio.

M: ¿Qué haces aquí? –preguntaba susurrando y sin soltarla.

E: Quería estar contigo… me daba miedo no saber cuándo te vería. –casi sollozaba.

M: ¿Y tu madre? –miraba entonces a Sonia.

S: Está enfadada con ella. La mujer se ha disculpado conmigo después de contarle lo que ha pasado, estaba mal.

M: No pasa nada. –besaba la cabeza de Esther antes de separarla- ¿Tienes hambre? Seguro que sí, ya es hora de cenar.

E: ¿Puedo ir contigo?

M: Claro. –sonreía- ¿Qué te apetece, hamburguesa, pasta, pizza, chino, carne…? –Arturo carraspeaba rompiendo aquel momento y haciendo que ambas se girasen.

Ar: ¿Podemos ir todos? Porque deberíamos hablar después de esto ¿no?

M: ¿Lo dejamos para mañana? Me apetece tener una noche tranquila ahora que parece que la cosa se acaba.

Ar: Como quieras, llámame.

S: ¿Hablamos tú y yo? Porque me interesa saber qué ha pasado.

Aquellas voces se quedaban atrás cuando Maca comenzaba a andar con Esther abrazada a su cuerpo. Besaba de nuevo su pelo cuando caminaban hacia el primer restaurante que se cruzase en el camino de ambas. Pero justo entonces reconoció donde se encontraba.

M: ¿Prefieres que cenemos en otra parte?

E: ¿Dónde?

M: Ven conmigo.

Cogida de su mano comenzaba a correr, escuchando una carcajada de Esther que le hacía girarse para mirarla cuando no aminoraban en velocidad.

Un par de minutos después llegaban a un portal perfectamente iluminado y decorado para las fechas. Fatigadas entraban para encaminarse al ascensor, teniendo que saludar antes al portero que recogía terminando su turno. Ya ascendiendo se miraban de nuevo con una sonrisa.

E: ¿Vives aquí?

M: Sí, aquí vivo yo. –las puertas se abrían y sacaba las llaves de su cazadora- Perdona si está un poco desordenado, Sonia ha estado sola mucho tiempo aquí. Cenaremos más tranquilas.

E: Gracias, Maca. –de puntillas se acercaba para dejar un beso en su mejilla, que totalmente inesperado, dejaba a Maca con una sonrisa tímida.

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Efectos colaterales AdRi_HCEsther estaba sentada sobre unos cojines en el suelo mientras Maca terminaba de preparar la cena para servirla. Miraba a su alrededor sin poder dejar de sonreír, mirando cada detalle y descubriendo varias fotografías en las que se quedaba varios segundos observando.

M: Aquí estoy. –dejaba un par de platos y más tarde una bandeja en el centro.

E: Qué rico. –se incorporaba para poder cenar sin problema mientras le servía en su plato.

M: ¿Qué ha pasado con tu madre?

E: Me he enfadado con ella. –su tono de voz cambiaba claramente- No tenía ningún derecho de hacer lo que ha hecho.

M: Bueno, también tienes que comprender que ha sido algo que de ninguna manera podía esperarse. Solo ha querido protegerte.

E: Haciéndote daño a ti. –susurraba apenas.

M: Tú estabas bien, y a mí me valía… al final no ha pasado nada ¿no? Todo está bien. –colocaba una mano en su barbilla levantando su rostro- Luego te llevo a casa.

E: Vale.

No tardaban en ponerse a cenar, hablando de cosas bastante distintas a lo que había estado en el aire esos días. Esther le confesaba con algo de timidez que estando en su casa, había recordado un momento en el hospital con sus compañeros.

M: Eso es genial. Me alegro mucho. –acercándose dejaba un beso en su mejilla, otro que anotar en la lista que cada vez parecía hacerse más extensa sin habérselo propuesto.

E: ¿Crees que de verdad era buena enfermera?

M: ¿Después de haberte visto en acción y sin recordar nada? –sonreía- Seguro que la número uno.

E: Gracias.

La cena se acababa y aun así parecían no querer moverse de aquel reducido espacio del salón donde se encontraban realmente cómodas. Maca había sacado algo de postre para Esther ya que ella se veía satisfecha con lo que ya llenaba su estómago.

E: Estaba rico. –dejaba el envase vacio sobre la mesa.

M: No me sorprende escuchar eso. –sonreía acomodándose contra los pies del sofá- Y menos si es dulce, parece que eso sí te gusta sea lo que sea.

E: Al final voy a tener fama de glotona.

M: Lo digo de broma, tonta. –negaba cruzándose de brazos y mirándola de nuevo, viendo como la parte superior de su labio se veía brillante por un resto de caramelo del flan que se había comido- Tienes… -señalaba cohibida- …ahí.

E: ¿Qué? –iba hacia el lado contrario.

Casi sin saber cómo pasaba o por qué, Maca se veía cada vez más cerca de su rostro. Esther la miraba en todo momento, y ambas bajaban la vista hasta los labios de la otra cuando ya casi se podían rozar.

La enfermera la miraba expectante, mientras Maca tragaba saliva buscando el valor que parecía escaparse por sus pulmones. Humedeció sus labios justo antes de llegar a los suyos, atrapando primero aquella parte que había señalado segundos antes, separándose un instante para mirarla a los ojos y encontrar lo que necesitaba para volver a inclinarse cogiendo a la vez su barbilla, dejando un beso mas concienzudo y seguro que Esther no tardó en seguir.

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Efectos colaterales AdRi_HCCuando la intensidad tomaba demasiada fuerza como para dominarla, comenzó a separarse, lo justo para finalizar ese beso que había dejado a Esther con los ojos cerrados aun cuando ya Maca la miraba, y tras unos segundos esta no podía hacer más que sonreír al ver que seguía del mismo modo.

M: Debería llevarte a casa. –susurraba aun cerca de ella- Es tarde.

E: Vale.

Cuando de nuevo estaban en el ascensor, el ceño de Esther se fruncía al ver que pasaban de largo la planta baja, llegando a uno de los pisos en el sótano.

M: No te voy a llevar andando. –negaba pasando ya al parking, el cual se iluminaba antes de ver cómo iban directas hacia una moto de grandes dimensiones.

E: ¿Tienes moto?

M: Sí, ¿nunca te lo he contado? –iba hacia el compartimento trasero, sacando su casco para abrir después el del otro lado y sacar un segundo que le tendía a Esther- Conduzco bien, no te me asustes.

E: Ya. –cogiéndolo se quedaba mirando aquel vehículo, suspirando finalmente y colocándose el casco.

M: Te lo abrocho, espera. –acercándose le unía el cierre bajo la barbilla, sonriendo después al ver su expresión- Si tanto miedo te da vamos en coche.

E: No, no. –tomaba aire de forma contundente e iba hacia la moto.

M: ¿Dónde vas? –sonreía.

E: A la moto.

M: Mejor sería que me subiese yo primero para tenerla segura y que entonces lo hagas tú. –seguía sonriendo cuando la enfermera se pinzaba el labio antes de poner los brazos en jarra- Qué mona eres.

Aquel comentario llegaba unido al movimiento de su cuerpo, pero era escuchado perfectamente por una Esther que sonreía mientras la observaba posicionar bien la moto antes de subirse y colocar ambos pies en el suelo.

M: Arriba. –le ofrecía una mano de apoyo- Hazlo sin pensar y te saldrá a la primera.

E: Vale.

Ignorando la mano pasaba a buscar el apoyo en su hombro, tomando impulso para elevar la pierna y pasarla al otro lado. Algo que pasaba sin más esfuerzo cuando ya sentada se abrazaba a la cintura de Maca.

M: Qué control tienes.

E: Es fácil.

Sonriendo de nuevo arrancaba la moto para acercarse hasta la salida, accionando la puerta con el mando en su llavero para esperar después unos segundos hasta que el espacio fuese suficiente.

Recorrían el centro ágilmente, sorteando a los vehículos que se ponían a su paso sin dificultad alguna. Esther aprovechaba ese rato en el que iba abrazada a su cintura, mirando lo que escasamente podía diferenciar dada la velocidad. Le gustaba eso de ir en moto con ella.

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Efectos colaterales AdRi_HCHabía cerrado los ojos a fin de disfrutar aun más del recorrido. Sintiendo como este acababa cuando la moto se detenía y abría los ojos de nuevo.

M: Ya estamos aquí.

E: Se me ha hecho corto. –bajaba con una misma facilidad dejando a Maca todavía sorprendida.

M: ¿También es fácil?

E: Eso parece. –sonreía quitándose el casco y viendo como ella bajaba un instante después, repitiendo su mismo gesto y dejando que su pelo cayese casi de forma perfecta- ¿Puedes subir conmigo?

M: ¿Quieres que lo haga? –la veía asentir- Iré contigo.

E: Gracias.

Después de dejar la moto segura en la calle se encaminaron hasta el portal. Esther abría con un juego de llaves y le dejaba paso tras ella.

Ya frente a la puerta era Esther nuevamente la que usaba sus llaves, abriendo y encontrando la casa iluminada y dejando ver que Encarna estaría esperándola como ya ambas suponían. Finalmente esta salía encontrándolas sin avanzar aun.

El rostro de la mujer parecía descompuesto. El contorno de sus ojos aun se mostraba irritado, por lo que ambas supieron al instante que había estado llorando. Maca bajó la vista buscando su mano, estrechándola durante lo que fue un mínimo instante para darle apoyo, y ver como justo después iba hacia su madre para abrazarla.

En: Hija mía.

E: Lo siento, mamá. –su voz se entrecortaba por la emoción.

En: No, perdóname tú a mí. Lo siento mucho, cariño. ¿Podrás perdonarme? –se separaba para mirarla.

E: No hay nada que perdonar, mamá. –limpiaba sus lágrimas, viendo como se movía de nuevo para mirar a Maca.

En: Lo siento mucho.

M: No se preocupe. –negaba- Me imagino por lo que habrá pasado y… -no pudo seguir con la frase cuando era a ella quien abrazaba entonces. Esther la miraba con una sonrisa hasta que se separaba de nuevo- Tranquila.

En: No sé qué se me pasó por la cabeza, perdóname.

M: De verdad, no le dé más importancia. Lo pasado, pasado está. –asentía con una pequeña sonrisa.

En: Muchas gracias por cuidar de mi hija. Nunca podré pagarte todo lo que le has devuelto a esta anciana.

M: No diga eso.

Encarna suspiraba entonces, girándose y yendo de nuevo hacia su hija para abrazarla. Esta le correspondía sin dudarlo hasta que otra vez se separaba.

En: Os dejo a solas, voy a ir preparándote la cama. –acariciaba su barbilla antes de girarse- Esta será tu casa siempre que quieres.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Gracias, Encarna.

De nuevo solas, Esther tiraba de su mano para llevarla al salón. Dejaron ambos cascos en un lado de la mesa para después sentarse en el sofá, siendo la enfermera quien buscaba rápidamente su cuerpo para abrazarla.

E: Me ha encantado besarte. –decía sorprendiéndola.

M: Y a mí besarte a ti. –dejaba un beso en su frente dejando después su rostro apoyado en el mismo lugar.

E: ¿Vendrás mañana?

M: Por la mañana tengo que ir a comisaria, para ver cómo van y si puedo ayudar, ya he quedado con el comisario.

E: Maca. –se alejaba de su cuerpo para mirarla- ¿Por qué tú?

M: Porque si puedo hacer algo porque pillen a quien ha hecho todo esto lo haré. No pienso quedarme de brazos cruzados.

E: No deberías hacer nada, para eso está la policía… deja que ellos hagan su trabajo. –su voz había ido tiñéndose de un tono más grave, dejando ver su disgusto por aquella información repentina.

M: Esther… entiéndelo.

E: No tengo nada que entender. No es asunto tuyo, la policía es quien debe hacer algo, no tú.

M: Entiendo. –bajaba la vista- Prefieres olvidarte de todo.

E: No, no quiero olvidarme de nada. Lo que quiero es poder vivir de nuevo… empezar a vivir y hacerlo contigo.

El rostro de la mujer parecía descompuesto. El contorno de sus ojos aun se mostraba irritado, por lo que ambas supieron al instante que había estado llorando. Maca bajó la vista buscando su mano, estrechándola durante lo que fue un mínimo instante para darle apoyo y ver cómo justo después iba hacia su madre para abrazarla.

En: Hija mía.

E: Lo siento, mamá. –su voz se entrecortaba por la emoción.

En: No, perdóname tú a mí. Lo siento mucho, cariño. ¿Podrás perdonarme? –se separaba para mirarla.

E: No hay nada que perdonar, mamá. –limpiaba sus lágrimas, viendo como se movía de nuevo para mirar a Maca.

En: Lo siento mucho.

M: No se preocupe. –negaba- Me imagino por lo que habrá pasado y… -no pudo seguir con la frase cuando era a ella quien abrazaba entonces. Esther la miraba con una sonrisa hasta que se separaba de nuevo- Tranquila.

En: No sé qué se me pasó por la cabeza, perdóname.

M: De verdad, no le dé más importancia. Lo pasado, pasado está. –asentía con una pequeña sonrisa.

En: Muchas gracias por cuidar de mi hija. Nunca podré pagarte todo lo que le has devuelto a esta anciana.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: No diga eso.

Encarna suspiraba entonces, girándose y yendo de nuevo hacia su hija para abrazarla. Esta le correspondía sin dudarlo hasta que otra vez se separaba.

En: Os dejo a solas, voy a ir preparándote la cama. –acariciaba su barbilla antes de girarse- Esta será tu casa siempre que quieras.

M: Gracias, Encarna.

De nuevo solas, Esther tiraba de su mano para llevarla al salón. Dejaron ambos cascos en un lado de la mesa para después sentarse en el sofá, siendo la enfermera quien buscaba rápidamente su cuerpo para abrazarla.

E: Me ha encantado besarte. –decía sorprendiéndola.

M: Y a mí besarte a ti. –dejaba un beso en su frente dejando después su rostro apoyado en el mismo lugar.

E: ¿Vendrás mañana?

M: Por la mañana tengo que ir a comisaria, para ver cómo van y si puedo ayudar, ya he quedado con el comisario.

E: Maca. –se alejaba de su cuerpo para mirarla- ¿Por qué tú?

M: Porque si puedo hacer algo porque pillen a quien ha hecho todo esto lo haré. No pienso quedarme de brazos cruzados.

E: No deberías hacer nada, para eso está la policía… deja que ellos hagan su trabajo. –su voz había ido tiñéndose de un tono más grave, dejando ver su disgusto por aquella información repentina.

M: Esther… entiéndelo.

E: No tengo nada que entender. No es asunto tuyo, la policía es quien debe hacer algo, no tú.

M: Entiendo. –bajaba la vista- Prefieres olvidarte de todo.

E: No, no quiero olvidarme de nada. Lo que quiero es poder vivir de nuevo… empezar a vivir y hacerlo contigo.

Una vez sola en el que había sido su dormitorio durante parte de su vida, donde el olor se mezclaba con algunos recuerdos fugaces que no podía realmente distinguir, mientras algo que no llegaba a reconocer como añoranza le llenaba los pulmones, había tardado casi un par de horas en dormirse. Haciéndolo finalmente de manera profunda hasta que su mente, libre en aquel estado de ensoñación, creaba imágenes muy claras para ella.

Su cuerpo se estiraba rígido sobre una base helada y firme. Sentía las extremidades pero algo le impedía moverlas de ninguna manera. Los párpados le pesaban demasiado, pero aun así, su consciencia intentaba una y otra vez ir más allá queriendo abrir los ojos y llegando a hacerlo aunque de forma mínima. Viendo apenas unas sombras que se movían a su alrededor.

Que el color predominante fuese el blanco no ayudaba a la hora de diferenciar algo, por lo que hasta unos segundos después no descubrió que gracias al panel metálico de algo cercano a ella, podía casi verse reflejada claramente. Sus manos y pies permanecían atados.

E: ¿Qué…?

Giraba la cabeza hacia ambos lados, aturdida y sintiendo la presión en el centro de su pecho. Una mano se posaba en su frente, impidiendo aquel pequeño movimiento.

-Ssshhh tranquila.

106

Efectos colaterales AdRi_HCDe nuevo abría los ojos, encontrando un rostro sereno. El pelo oscuro le caía por los hombros, casi rizado en las puntas. Parpadeó no sabiendo quién era. Abriéndolos de nuevo después cuando la veía acercarse con algo entre las manos.

Se incorporó fatigada. De la frente caían gotas de sudor frío que le recorrían el perfil hasta casi llegar a la barbilla. De sus ojos comenzaban a brotar lágrimas que desconocía poseer, hasta que sintiendo la angustia de los recuerdos, el sollozo llegaba alto y claro obligándola a echarse de nuevo para callar el sonido de su respiración contra la almohada.

Después de unos breves minutos buscó el teléfono móvil sobre la mesita. Intentando recordar cuál era el número que debía pulsar para hablar con Maca.

M: Dime, Esther. –aunque había sido rápida, en su voz se notaba el tono grave del sueño que acababa de abandona- ¿Estás bien?

E: Perdona por despertarte, Maca.

M: No, no… tranquila, ¿qué te pasa? –insistía de nuevo al tiempo en que se sentaba tras encender la luz.

E: No puedo dormir. –no podía frenar un nuevo sollozo.

Los ojos de Maca se cerraban, frotando su frente y dejando escapar un mínimo de aire que necesitaba para recomponerse y estar como Esther necesitaba que estuviera.

M: Lo siento, cariño. Siento no poder estar ahí contigo.

E: ¿Puedes hablarme hasta que me duerma? Por favor… -casi susurraba.

M: Claro. –tapándose de nuevo se acomodaba, Esther a su vez hacia lo mismo colocándose de lado en la cama sin soltar el teléfono- ¿Qué tal con tu madre?

E: Bien, hemos estado hablando un rato hasta que se ha ido a dormir. Me ha dicho que mañana me enseñará mis cosas, que las tiene guardadas.

A partir de ahí era Maca quien hablaba. Haciéndole sonreír en varias ocasiones, pero sobre todo, consiguiendo que sus pensamientos se fuesen muy lejos de donde habían permanecido minutos antes. Se había relajado hasta tal punto que su mano había soltado el teléfono, dejándolo sobre su rostro sin ningún tipo de sujeción. Limitándose a escuchar la voz que llegaba a convertirse en un susurro cuando el sueño de nuevo la vencía.

M: Buenas noches. -sonreía antes de colgar y cobijarse bajo la manta, perdiendo la vista en la oscuridad que la rodeaba, cerrando después los ojos para dejarse arrastrar hasta los brazos de Morfeo.

Salía del hotel con todo cuanto habían dejado el día anterior, pagando en recepción y habiendo tenido que llevar el coche para poder cargar con todo. Por lo que cerrando el maletero, iba hacia el asiento delantero para poner rumbo a casa de la madre de Esther. No había arrancado cuando su móvil comenzaba a sonar.

M: Dime.

Ar: ¿Por dónde andas?

M: Voy a casa de Esther, he recogido sus cosas del hotel y he pagado. ¿Y tú?

Ar: Pues he ido a hacer una visita por comisaría. Por lo que parece hasta dentro de un par de días seguramente no tenga una orden para ir a la clínica.

M: ¿Un par de días?

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: Exacto. Y Claudia sigue sin aparecer. –suspiraba- Así que o tenemos paciencia, o tenemos paciencia.

M: Pues qué bien.

Ar: Voy a hacer unas compras, y luego si eso te llamo para vernos. Aunque por lo que me han contado te van a tener ocupada. –sonreía mientras Maca enarcaba una ceja- Hasta luego.

M: Hasta luego.

Ya en el coche recorría el camino hasta el centro. Tenía la radio de fondo aunque a un volumen más bien bajo, centrándose únicamente en el camino.

Tardó apenas unos minutos en llegar, buscando donde poder aparcar. Hicieron falta varias vueltas a la manzana hasta que un coche dejaba espacio suficiente para ella. Dejándole la oportunidad de estacionar cerca del portal.

Ya con todo iba hacia la puerta, tocando al timbre después.

En: ¿Si?

M: Soy Maca.

Después de pasar y llegar al ascensor, subía hasta la planta donde la puerta la esperaba abierta con una Esther aparentemente impaciente por su llegada.

M: Hola. –sonreía.

E: Hola. –dejándole espacio se hacía a un lado, observando cómo soltaba la maleta en un rincón para incorporarse después- ¿Vienes al salón un momento?

M: Claro.

Intentando no fruncir el ceño la seguía. Nada más llegar podía ver como Encarna estaba sentada en el sillón individual, sintiendo como la enfermera cogía su mano para guiarla hasta el sofá junto a ella. El silencio seguía cuando miraba a madre e hija esperando que alguna de las dos comenzase a hablar.

M: ¿Qué pasa? –miraba a Encarna y de nuevo a Esther.

E: Apenas he dormido. –bajaba la vista- No he parado de tener pesadillas en toda la noche.

En: Se despertaba sudando. –terminaba su frase haciendo que Maca pusiese los ojos en ella- Y… aunque me cuesta, creo que tiene razón.

M: ¿En qué?

E: ¿Puedo estar contigo unos días? –le preguntaba casi suplicante, haciendo que abriese los ojos sorprendida- Por favor.

En: Podéis venir aquí a comer y pasar el día. Pero por lo que parece contigo sí se siente segura, y hasta que la cosa se calme un poco, pues… supongo que es lo mejor.

M: ¿Conmigo? –miraba otra vez a Esther.

E: Contigo estoy tranquila. –apenas susurraba, mirando sus manos y dejando unos segundos pasar esperando una contestación.

Tal y como había llegado regresaba al coche. Portando un macuto con ropa, y algunas otras cosas de Esther. No se atrevía a decir una palabra mientras aun procesaba lo que había ocurrido. De esa forma montó en el coche y esperó a que Esther se colocase el cinturón.

E: Estás muy callada.

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Efectos colaterales AdRi_HCM: No. –negaba apretando los labios y mirando al frente- ¿Has desayunado?

E: Sí.

Aquel silencio conseguía que Esther comenzase a tensarse. Se aferraba al cinturón con fuerza, mirando por la ventanilla y conteniendo casi la respiración dando pequeñas bocanadas de aire. Apretó la mandíbula al sentir como el coche se detenía frente a un semáforo, girando su rostro y sorprendiéndose al ver el de Maca también hacia ella mientras la miraba.

E: Podías haber dicho que no si no querías que viniese.

M: ¿Y por qué no lo iba a querer?

E: Pues parece que sea la peor noticia que te hayan podido dar. Siento si me estoy convirtiendo en una carga para ti. –de nuevo hacia la calle intentaba contener las lágrimas, había escupido todo aquello casi de manera inconsciente.

M: ¿Cómo ibas a ser una carga? –preguntaba descolocada- Por supuesto que no.

E: Vale.

El claxon llamaba su atención entonces, aunque decidía ignorarlo unos segundos más hasta que la insistencia se hacía evidente teniendo que mirar al frente con disgusto. No dijo nada mas mientras recordaba ese instante una y otra vez. Consiguiendo que sus manos apretasen más el volante mientras aun no llegaban a casa.

Después de unos minutos llegaban en el ascensor. Esther llevaba su equipaje y pasaba al interior del piso cuando ya la puerta se quedaba abierta para ella, yendo Maca detrás de ella hasta el salón.

M: Siéntate un momento.

Quitándole el macuto cogía su mano para llevarla al sofá y sentarla a su lado. Mirándola entonces fijamente.

M: No eres ninguna carga para mí. Todo lo contrario. –la veía bajar la vista- Es que me ha sorprendido, nunca pensé que después de ver a tu madre te sintieses más segura conmigo.

E: No es tan difícil de entender. Eres la única persona que está en casi todos mis recuerdos. Realmente eras la única persona con la que me siento realmente tranquila.

M: ¿Por qué? –la veía encogerse de hombros.

E: Sabiendo que estás tú, sé que nada puede pasarme.

Maca apretaba los labios al tiempo en que sus brazos se extendían buscando su cuerpo. El abrazo se convertía en la posición que decidían tomar antes de acomodarse bien en aquel sofá. Esther no iba a soltarla, y ella tampoco pretendía hacerlo. Simplemente permanecer así era lo que ambas querían.

El día pasaba extraño para ambas. No salían de aquellos pocos metros cuadrados mientras miraban el televisor sin apenas decir una palabra. Esther había decidido que quería ver algunas películas, intentando así buscar entre sus recuerdos y ‘trabajar’ un poco en eso. Maca accedía a cualquier cosa que la enfermera pidiese, le faltaban apenas un par de segundos para hacer todo cuanto deseaba, y Esther comenzaba a darse cuenta de ello.

Así llegaba la noche, tras varias llamadas de Sonia y un par de Arturo, incluso Encarna, había pasado casi una hora al teléfono con ella, intentando así que todo tuviese un camino, aunque lento, a la normalidad.

109

Efectos colaterales AdRi_HCTerminaba de apagar las luces del salón cuando caminaba de nuevo al dormitorio. La enfermera se había acomodado a la espera de que regresase. Así la encontraba cuando cruzaba la puerta. Maca sonreía al verla mirando a todas partes, con las manos en su regazo.

M: Tú no te muevas, no sea que arrugues la cama y me vuelva loca.

E: Es que no sé qué hacer cuando estoy sola. –se encogía de hombros mirándola entonces- Parezco idiota.

M: No. Eres como una niña que tiene que adaptarse. –sonriendo de nuevo se sentaba a su lado, cubriendo la parte inferior de su cuerpo con el edredón y quedándose entonces inmóvil mientras la miraba- ¿Sigues pensando que estás mejor aquí? –se limitaba a asentir.

E: Hoy he estado bien.

M: Me alegro. –estirando su mano le colocaba bien un mechón de pelo- ¿Te has quedado con hambre o has cenado bien?

E: ¡Quieres no meterte mas con lo que como!

M: Jajaja

E: Al final me voy a sentir mal. –se cruzaba de brazos- Y tampoco como tanto. No sé la manía que te ha dado con eso de meterte con…

Sus labios se veían incapaces de seguir cuando otros se posaban sobre ellos. Había abierto los ojos aun más presa de la sorpresa, viendo con todo lujo de detalles el rostro tan cercano a ella. Maca sí permanecía con los ojos cerrados desde que buscase ese beso que envolvía la habitación en silencio.

Pocos segundos fueron necesarios para que la enfermera la imitase. Tomando también parte en aquel acto que la llevaba a deslizarse hasta quedar echada con Maca parcialmente sobre ella mientras seguía besándola. Despacio y sin prisa, amoldándose a la perfección cuando también las manos de Esther tomaban su rostro no queriendo que se alejase.

Igual de despacio comenzaba a separarse después de un rato, pero apenas lo justo para mirarla y descubrirla, como la vez anterior, con los ojos cerrados.

M: Parecía que no ibas a dejar de quejarte. –apenas susurraba.

E: Puedes callarme siempre que quieras. –Maca sonreía viendo como abría entonces los ojos- ¿Te hace gracia?

M: Me resulta bastante… fascinante –terminaba por decir nuevamente susurrando- que te tomes esto así. De una manera tan dulce.

E: ¿Fascinante?

Asentía dándole su respuesta, viendo como su rostro comenzaba a tomar un color rojizo que le hacía sonreír de nuevo, y justo antes de inclinarse para besar sus labios por última vez antes de echarse junto a ella y quedarse en silencio mientras sus ojos la observaban.

E: ¿Crees que antes también era lesbiana?

La risa de Maca volvía a llenar la habitación obligando a la enfermera incorporarse para mirarla con casi recelo.

M: Perdona.

E: ¿De qué te ríes ahora? –preguntaba con el ceño fruncido.

M: Me ha hecho gracia esa forma tan rotunda de decir que ahora sí lo eres. –sonreía tirando de su brazo para hacerla caer y que quedase casi sobre su pecho.

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Efectos colaterales AdRi_HCE: A ver si resulta que no tener memoria es que soy tonta. –se quejaba de nuevo escuchando otra vez su risa- ¡Para ya!

Los dos días siguientes fueron un intento por establecer algo que seguía buscando, la normalidad en su vida. Pasaron bastante tiempo junto a Encarna. La mujer sacó todo cuanto tenía de su hija haciendo que ambas se encontrasen con unos recuerdos que renacían demasiado despacio para la enfermera.

Fotos, videos, ropa, recuerdos de algunos viajes, regalos. Una vida completa en varias cajas y que frustraban cada vez más a una Esther casi reacia a hablar de todo aquello. Por la noche, y de nuevo en casa de Maca, esta intentaba con todo el tacto posible intentar ayudarla, pero quedaban en intentos fallidos cuando la enfermera prefería seguir con los besos que ya se extendían durante horas.

La policía continuaba en su investigación, Maca llamaba a diario, y a espaldas de Esther, para interesarse por los adelantos, algo escasos realmente. Lo único que había contentado su ansiedad era que la orden del juez había llegado por fin, pudiendo así presentarse en la clínica para continuar la investigación.

E: ¿Por qué tienes que ir?

M: Ya te lo he dicho, quieren que Arturo y yo estemos presentes por si hiciese falta. –preparaba algunas cosas en su bolso.

E: ¿Y yo me tengo que quedar aquí? –susurraba cuando aun Encarna no había regresado de la cocina- Podría estar con tu hermana.

M: ¿Mi hermana? –preguntaba sorprendida.

E: Aquí tardaré más en enterarme de algo. Con ella es más fácil saberlo todo.

M: No. Quiero que estés aquí… es más seguro. –seguía negando- Además, no será mucho. En un rato estoy aquí.

E: Joder.

Cruzándose de brazos regresaba al sofá, sentándose y clavando la vista en el suelo sin seguir los pasos de una Maca que iba hasta ella para sentarse a su lado.

M: Me he dado de cuenta que dices muchos tacos, eh. En eso si te has soltado. –sonreía.

E: Son fáciles. Y con el joder se me llena la boca cuando estoy enfadada. –apretaba los brazos en la misma postura.

M: ¿Estás enfadada?

E: Sí.

M: Pues es una tontería, porque me iré y seguirás enfadada. ¿Quieres pasar la mañana así? Podrías estar bien y hablar con tu madre, cuando vuelva podemos ir las tres a comer. –la enfermera giraba su rostro ante aquella última información- ¿Te gustaría?

E: Con ella delante no te puedo besar. –la hacía sonreír de nuevo.

M: Pues mira, puedes aprovechar el rato y hablar con ella sobre eso. Quizás no le sorprenda. –encogiéndose de hombros daba por finalizada aquella breve conversación antes de dejar un pequeño beso en sus labios y levantarse- Se buena.

Seguía en el sofá cuando la voz llegaba por última vez cuando se despedía de Encarna, la cual entraba un instante más tarde viéndola en aquella misma postura.

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Efectos colaterales AdRi_HCEn: ¿Pasa algo?

E: ¿Podemos hablar de algo, mamá?

Su cuerpo seguía reaccionando de igual manera al llamarla así. No necesitaba pensarlo porque le salía casi por sí solo, algo que le ayudaba por otra parte. Pero su piel seguía estremeciéndose durante una fracción de segundo recordándole lo que había conseguido recuperar.

En: Claro. –asentía caminando hasta ella- ¿De qué quieres hablar?

E: Yo… -carraspeaba- Antes de… ¿tenía pareja? –terminaba por preguntar haciendo sonreír a Encarna de forma tranquila.

En: ¿Preguntas todo esto por Maca?

Aparcaba el coche junto al de Arturo, que ya esperaba en la puerta a la llegada del comisario. Cerró tras ella para encaminarse a su lado.

Ar: Pensaba que no llegabas.

M: Aun quedan diez minutos ¿no? –miraba el reloj para después hacerlo a su alrededor- Está todo demasiado tranquilo.

Ar: Eso estaba diciéndole yo al agente. No hay ni un coche…

El comisario llegaba pocos minutos después, por delante de un séquito de policías que se colocaba justo tras ellos acordonando la zona.

Nada más llegar a la entrada esta permanecía abierta sin ningún tipo de bloqueo haciendo que todos comenzasen a entrar uno por uno y mirando a su alrededor con un gesto similar de sorpresa. Maca era la primera en avanzar más rápidamente para llegar hasta las escaleras y subir al primer piso, directa a su despacho y el cual descubría finalmente vacío. Allí no había rastro de nadie, todo permanecía en un silencio casi tenebroso.

Ar: No puede ser… -Maca se giraba al escucharle, viéndole acompañado por varios policías que seguían mirando tras cada puerta.

M: ¿Cómo?

-Está claro que han sido más rápidos que nosotros. –se colocaba en jarras con varios dedos por debajo de su cinturón- Han limpiado esto a conciencia.

M: ¡Cómo pueden no dejar rastro de algo así!

-Voy a hablar con el juez.

Girando sobre sus talones los dejaba solos en aquel pasillo. El resto de policías había ido ascendiendo planta por planta buscando cualquier cosa. Pero todo indicaba que eso iba a ser mayormente imposible.

Ambos compañeros se miraban aun atónitos, ninguno se movía mientras sus pensamientos intentaban alcanzar un punto común donde una explicación dejase ver algún tipo de camino viable a todo lo que estaba ocurriendo.

Maca fue la primera en moverse para ir hacia las escaleras, Arturo no tardó más que apenas unos segundos en seguirla para llegar a la segunda planta, solo uno de los policías registraba una de las habitaciones. Fue directa hasta el ascensor más cercano, este se encontraba allí mismo con las puertas abiertas, pasó sin vacilar hasta quedar en el centro mirando cada rincón.

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: ¿Crees que…?

M: No lo sé. –ambos pasaban a palpar cada pared, casi con ansiedad y sin dejar un espacio mínimo sin observar.

Ar: No hay nada, coño. –se quejaba.

M: Tiene que haberlo, no sé dónde, pero tiene que haberlo.

Justo antes de llegar al cuadro de botones y control del ascensor, la mano que iba deslizando pudo ejercer una mínima presión consiguiendo que parte de aquel brillante aluminio se separase de la pared liberando un pequeño espacio.

Ar: ¿Qué es eso?

M: Parece que… -pulsando el único botón que allí había conseguía que las puertas se cerrasen tras ellos y el habitáculo comenzase a descender.

Este de nuevo se detenía consiguiendo que ambos mirasen instintivamente hacia sus lados, esperando cualquier señal inesperada evitando una mayor sorpresa. Esta llegaba cuando la pared más alejada se deslizaba dejando paso a un pasillo de un exagerado color blanco.

M: Pero qué…

Un primer paso la llevaba hacia delante mientras que, pegado a su espalda, Arturo caminaba a su mismo ritmo.

Ese pasillo les llevaba a otro, empezaban a pensar que aquello no era más que una broma pesada que no les conduciría a nada. Pero tras unos cuantos metros, y al final de ese extenso pasillo, una puerta se dejaba ver tan blanca como el resto que les rodeaba.

Maca fue la primera en no dudar a la hora de sujetar la manivela y hacer presión para ver cómo la puerta cedía sin ningún tipo de problema. En su interior una camilla y una mesa únicamente, las paredes estaban acolchadas y seguía predominando la misma luminosidad blanquecina. Tragó saliva mientras observaba cada rincón, recordando las palabras de Esther, sus sueños… Arturo se afanaba en abrir la CPU del ordenador que sí seguía ahí.

M: ¿Qué haces?

Ar: La policía no tardará en aparecer ¿Crees que dejarán que veamos algo o nos lo llevemos? –terminaba de quitar unas de las placas sacando después un juego de utensilios de su bolsillo, de entre ellos un pequeño destornillador que comenzaba a utilizar- Me pienso llevar el disco, no sé cómo se lo han podido dejar, pero yo me voy a aprovechar de este error.

M: Date prisa.

Andando de nuevo rodeaba los dos muebles que únicamente allí perduraban. Pasando la punta de sus dedos por el frío metal, mirando al techo y de nuevo girándose buscaba la puerta.

Unos pasos comenzaban a escucharse haciendo que Arturo se apresurase. Maca le ayudaba cuando ya con el disco duro en la mano intentaban esconderlo lo más rápido posible. Finalmente pasaba a uno de los bolsillos del abrigo de Maca, que se cruzaba de brazos de forma despreocupada cuando ya el comisario llegaba junto a ellos.

-¿Se puede saber por qué han venido solos aquí?

M: Entramos en el ascensor y sin quererlo pues… -miraba a su amigo- Nos trajo aquí.

-Ya. –miraba a ambos apretando la mandíbula- ¿Han visto algo? –los veía negar- Vuelvan arriba, aquí poco pueden hacer.

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Efectos colaterales AdRi_HCAr: Claro. Vamos.

Arturo pasaba a coger el antebrazo de su compañera para casi arrastrarla fuera de allí. No miraban atrás cuando ya montaban en el ascensor, llegando en pocos segundos a la planta baja viendo un mayor despliegue del cuerpo policial.

Ya en la calle cada uno caminaba hacia su coche sin dirigirse una palabra, Maca era la primera en encender el motor e incorporarse al tráfico, mirando por el retrovisor y encontrando el coche de Arturo pisándole los talones. El camino a tomar estaba claro desde un principio, irían a su casa para ver qué había en aquel disco duro.

E: Desde el primer momento estuvo ayudándome, sin dejarme sola cuando necesitaba… -bajaba la vista- Desde que la vi, algo me dijo que no me fallaría y así ha sido.

En: Se ve que le importas, sí. –asentía con decisión- Y se la ve buena chica.

E: Lo es. –sonreía mirándola de nuevo- La cuestión es que… no me asustó sentir lo que siento, quizás tenga que ver con cómo era antes.

En: Nunca me dijiste nada, a veces y antes de… te veía salir a menudo, te arreglabas y eso…

E: ¿Había alguien?

En: Creo que lo hubo en su momento, pero no me atreví a preguntarte –mirándola de nuevo mostraba otra pequeña sonrisa- Pero si te estás tomando con esa calma que te hayas enamorado de Maca, quiere decir que…

E: ¿Enamorar? No, no. –se apresuraba en contestar- Enamorar no. –negaba nerviosa y uniendo sus manos.

En: Ya… -sonriendo otra vez asentía sin dejar de mirar a su hija.

E: Que no, mamá.

En: Vale. –se encogía de hombros sin cambiar su gesto- No he dicho nada.

Tras entrar en el piso cerraba la puerta pasando cada uno de los cerrojos que allí había. Arturo fue directo hacia el salón, dejando caer el pequeño macuto que había sacado del maletero, cogiendo después un par de cables y un adaptador que podría usar para abrir el disco.

Ar: ¿No estás eufórica? –sonreía mirándola- Aquí puede haber de todo. –comenzaba a unir todo- No sé qué esperarme, pero seguro que merece la pena.

M: No hables tanto y ábrelo pronto. –se cruzaba de brazos tras él sin perder detalle.

Tan solo un par de minutos hacían falta para que Arturo terminase con aquello. La pantalla ya se iluminaba dejando ver varias carpetas y archivos que el informático comenzó a organizar antes de abrir una de entre todas ellas.

Ar: Aquí hay vídeos.

M: Abre alguno. –empezaba a mordisquearse la uña de su dedo pulgar de forma nerviosa- Sube el volumen.

Estaban en silencio cuando la imagen tomaba nitidez. El lugar era el mismo donde habían estado minutos atrás y lo que allí sucedía los dejaba en silencio y sin moverse, esperando acontecimientos mientras nadie hablaba.

Cl: Sube la potencia.

-¿Más?

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Efectos colaterales AdRi_HCCl: ¿No me has odio? –casi exigía- Controla las constantes.

-Doctora, algo parece ir mal en uno de los monitores, quizás deberíamos...

Cl: Haz lo que te he dicho.

No se escuchaba nada más y las imágenes dejaban de reproducirse al cabo de unos minutos. Arturo comenzaba a buscar otro bajo la atenta mirada de Maca que seguía sin respirar más alto de lo necesario sin dejar de observar el monitor.

Cl: ¿Algún cambio?

-Hay reacción positiva, Lidia viene de camino. Quiere estar presente.

Cl: Sigue y no cambies nada, quiero ver hasta dónde es capaz de resistir.

La mandíbula de Maca se apretaba al conocer el rostro de la paciente. Cerrando también sus puños mientras seguía inmóvil frente a las imágenes.

L: ¿Qué pasa? ¿Por qué sigues con esto?

Cl: Quiero ver el límite. Podemos sacarle provecho.

L: No deberías hacerlo. –se giraba hacia la enfermera- Apágalo ya, no podemos arriesgarnos tanto.

Cl: No digas tonterías. –negaba la orden- Podemos sacar mucho más si sabemos lo que puede aguantar. Tenemos mucho más de lo que parece.

L: ¿No te das cuenta de que ella es diferente? Lo único que conseguirás es matarla.

Cl: No.

L: Claudia, hazme caso y para esto… no quiero que a Esther le ocurra lo que a los demás. Con ella no lo voy a permitir.

Cl: He dicho que no.

L: Llevas mucho tiempo con ella, así que es una orden. Para esto ya.

El video acababa y tanto Arturo como Maca seguían sin mover un ápice sus cuerpos, no siendo capaz tampoco de decir una palabra mientras asimilaban lo que acababan de ver. Tras unos segundos era Maca la que se giraba quedando de espaldas e intentando asimilar todo cuanto había visto.

Después de ver varios vídeos más y comprobar que allí había suficiente para encerrar a Claudia durante mucho tiempo, Arturo iba hasta la comisaría para hacer partícipe al comisario, esperando también que este no descargara toda su ira contra él.

Por su parte, Maca había cogido de nuevo el coche para ir con Esther, necesitaba hablar con ella.

Frente a la puerta esperaba a que alguien abriese al otro lado, intentando por todos los medios que los nervios quedasen lejos de allí.

E: Hola. –sonreía ya frente a ella y antes de inclinarse para besarla.

M: Hola. ¿Estás sola? –pasaba escuchándolo todo en silencio- ¿Dónde está tu madre?

E: Ha ido a comprar algo para que comamos aquí. –cogiendo su mano iba con ella hasta el sofá- ¿Cómo ha ido?

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Efectos colaterales AdRi_HCM: Pues… -dejaba escapar el aire- La clínica está vacía y no hay rastro de Claudia. Arturo me llamó antes de llegar aquí, está en comisaría… han avisado al resto de provincias y aeropuertos para que no vaya muy lejos.

E: ¿Vacía?

M: Sí. –asentía estrechando su mano- Se lo han llevado todo y no hay rastro de nada… -la veía bajar la vista despacio- Quiero saber una cosa. –volvía a mirarla.

E: ¿Qué cosa?

M: ¿Has recordado algo más de lo que… -se veía incapaz de decirlo tal y como su mente dibujaba la pregunta- de esa habitación que decías ver en tus sueños?

E: No.

M: ¿Seguro? ¿Nada?

E: Nada. ¿Por qué? –su rostro cambiaba mínimamente, no dejando ver a Maca mas allá de sus ojos- ¿Pasa algo?

M: No, no. –negaba entonces acariciando su mano al tiempo en que bajaba la vista- Solo es por curiosidad… -la miraba con una mirada más tranquila.

E: ¿Te puedo pedir un favor?

M: Claro, tú me puedes pedir lo que quieras, ya lo sabes. –sonreía acariciando su mejilla- ¿Qué pasa?

E: Quiero que dejemos ya todo este tema, que lo olvidemos y… -suspiraba sin dejar de mirarla- Quiero no tener que estar más preocupada por eso. Quiero estar tranquila, que estemos tranquilas. ¿Lo dejarás estar?

M: Si es lo que quieres, lo haré. –Esther bajaba la vista antes de pasar a jugar con su mano libre- ¿Qué has hecho aquí solita?

E: Nada… ordenar un poco mis cosas y… ver la tele.

M: Te estás aficionando tú mucho a la tele ¿no? –sonreía de lado.

E: Un poco. –encogiéndose de hombros la miraba con timidez, sintiendo como con un pequeño tirón la dejaba sobre su pecho para poder abrazarla- He hablado con mi madre.

M: ¿Y?

E: Ve bien que… -terminaba susurrando pero sin continuar- Le gustas.

M: Me alegro. El comienzo no fue muy alentador, la verdad. –bajaba la vista al ver que la enfermera se movía lo justo para hacerlo también.

E: Aun se siente mal por lo que hizo… y es sincera cuando dice que le gustas.

M: Bien. –con otra pequeña sonrisa pasaba los dedos por su pelo sin dejar de mirarla- ¿Y a ti te gusto?

E: A mí me encantas.

M: ¿Te encanto? –su sonrisa se ensanchaba claramente cuando la enfermera se dedicaba a asentir tras dejar un beso en sus labios- A mí me encantas mas tú.

E: He pensado que… podría venirme aquí otra vez. Debería acostumbrarme y no aplazarlo más tiempo.

M: Vaya. –apretando los labios pasaba el dedo índice por su mano- Yo ya me había acostumbrado a tenerte allí, no voy a poder dormir.

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Efectos colaterales AdRi_HCE: Exagerada. –sonreía sacudiendo la cabeza.

Meses después

A veces me pregunto cómo puede ser que ahora pase el tiempo tan rápido cuando hace unos meses, al principio de todo esto, era totalmente al revés. Me pasaba los días deseando que el sol se escondiese para que la noche acabase cuanto antes y volver a empezar, y a la vez temía esa oscuridad y deseaba la luz. Aunque debería admitir que días después de ver a Maca aparecer, también deseaba que la noche pasase para verla aunque fuese un rato. Me tranquilizaba tanto que era casi una necesidad.

Ahora si es una necesidad. Estar con ella todo el tiempo que me sea posible es casi la principal motivación desde que me levanto. No sabría qué hacer sin ella, me he habituado tanto a tenerla siempre cerca que cuando no está es una completa distracción el pensar qué estará haciendo o dónde estará.

Hace poco consiguió plaza en un hospital de aquí cerca. El Central. Dice que cuando tenga un poco más de confianza por allí, y falte alguna enfermera, intentará algo para que yo empiece a trabajar también, aunque sigo sin sentirme preparada, en absoluto me siento preparada. He recordado algunas cosas, más bien pocas, y a veces creo que, ya que sí sé que me gusta, podría volver a estudiar un poco para refrescar la memoria esta de pez que tengo. Sin embargo a veces me gustaría tener menos. No hay día ni noche en que no recuerde esos malditos días en la clínica. Incluso cuando Claudia y Lidia me llevaban a esa habitación, es rara la noche que no vuelvo allí en sueños, reviviendo todo cuanto pasó… Me despierto sudando, temblando, incluso sintiendo el dolor… y a veces ni siquiera yo sé cómo consigo que Maca no se dé cuenta de que me levanto. Un día tendremos que hablar, pero mientras pueda evitarlo, no seré yo quien se lo cuente. Porque parecerá raro, pero no quiero que lo sepa. Fueron los primeros recuerdos nítidos que tuve, y son como una extensión de mí que necesito solo en mi cabeza. Ella no necesita tener más preocupaciones, bastante ha pasado la pobre, y lo que pasa aun, sobre todo desde que Sonia y Arturo están juntos, anda de un humor de perros la pobrecita mía. Dice que bastante tenía con una neurótica en la familia para ahora tener a otro igualito a ella. La verdad es que yo los veo bastante bien, han montado una empresa de seguridad informática. Por ahora funciona, y les mantiene entretenidos, algo que a Maca también le gusta, se pasan poco por casa.

Me paso la mayor parte del tiempo aquí, en su piso. En la mía me aburro, y aquí puedo entretenerme con internet y ordenando un poco. Desde hace un par de meses no me da miedo salir sola, aunque sigo sin hacerlo con mucha confianza.

Encontraron a Claudia casi dos meses después de que descubriesen la clínica vacía. Había conseguido documentación falsa e iba a abandonar el país, pero no pudo llegar al avión. Un juez la declaró culpable por varios asesinatos, entre ellos el de Lidia, secuestro y varias cosas más, pasará muchos años entre rejas. Aunque nunca me hablaban de cómo iba el saco, más que nada porque yo misma no quería, y aunque sabía que Maca seguía al tanto, y hablaba con Arturo en más de una ocasión, siempre a espaldas de mí, prefería ignorar todo aquello. Creía que haciéndolo así, conseguiría superarlo todo mucho antes. Pero tuve que testificar, y aun recuerdo los gritos de los familiares apostados en la puerta del tribunal. Me parecía tan injusto que todos ellos muriesen y yo no… Maca dice que tengo un cerebro tan raro que a la vez es mi mejor defensa. Lo dice desde el cariño, claro, y a mí me anima que se lo tome así de vez en cuando, hay ocasiones que cuando también recuerda lo que sucedió, lo pasa francamente mal. Por lo que el encarcelamiento de la que era su amiga, fue una buena noticia para todos.

Pero bueno, creo que solo me quedará aprender a vivir con esto. Aunque ahora tengo este diario para ir escribiendo sobre las cosas importantes que me ocurren. El noventa por cierto,

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Efectos colaterales AdRi_HCpor ahora, es sobre Maca. No quiero olvidar nada de lo que pase, y haré lo posible porque eso nunca ocurra. Cada minuto con ella siempre es importante para mí.

La puerta se abría haciendo que cerrase el diario para dejarlo sobre la mesa y levantarse para recibirla. Lo hacía con una sonrisa cuando llegaba a la puerta y la veía dejando su cazadora de cuero en el perchero, soltando después el casco para caminar hasta ella y como siempre, besarla incluso antes de decir una palabra.

E: Hola.

M: Hola, cariño. –dejaba un beso mas antes de pasar al salón- ¿Qué hacías?

E: Escribir. ¿Tienes hambre? He traído comida de casa, así que no hay que cocinar esta noche. –la abrazaba ya sentada junto a ella.

M: Mejor. No me apetece en absoluto meterme en la cocina.

E: ¿Qué tal el día?

M: Muy loco… apenas he podido parar. –tras hablar había comenzado a colar los dedos por la camiseta rozando su espalda- Estaba deseando llegar.

E: Mmh y yo de que llegases. –comenzando a besar su cuello casi se incorporaba, sintiendo la invitación a sentarse sobre ella y no dudar un segundo en aceptarla.

M: Oye, cariño. –ya había cerrado los ojos dejándose hacer.

E: Dime.

M: Que… he estado pensando y… -suspiraba.

E: ¿Si?

M: Quizás debería hacerlo de otra manera, buscar un momento romántico, pero… Ya que pasas tanto tiempo aquí… -se movía queriendo besarla y viendo que la enfermera sonreía poniéndoselo difícil, alejándose apenas para mirarla.

E: Pensaba que nunca me lo ibas a pedir. –sonreía sin dejar de mirarla.

M: Lo hubiese hecho hace mucho pero no me parecía lo más conveniente. –pasaba los brazos por su cintura estrechando el abrazo- ¿Esa sonrisa es un sí?

E: Nada me gustaría más que estar siempre siempre contigo. –volvía a besarla viendo como Maca profundizaba sin ningún reparo.

Epílogo

Intentaba deshacerse de la presión que bloqueaba sus muñecas, girando su torso de un lado a otro mientras sus músculos se tensaban presos de la fuerza incesante que seguía ejerciendo. Su mandíbula también se tensaba, la rabia había llegado hasta la punta de su lengua, manifestándose amarga y áspera.

Incorporándose y abriendo los ojos descubría el dormitorio completamente iluminado por la luz exterior. Se giró para mirar el reloj, soltando un instante después un suspiro que se escapaba de entre sus dientes.

E: Joder.

De un salto bajaba de la cama para ir directa a la ducha. Sabía lo que una vez más le esperaba esa mañana.

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Efectos colaterales AdRi_HCAparcó en apenas dos maniobras, dejando ver sin ninguna dificultad que su única prioridad era salir cuanto antes de allí para dirigirse al hospital. Por lo que abriendo la puerta cerraba después de un portazo para comenzar a correr y cerrar el vehículo desde el mando a distancia. En la misma carrera cruzaba la entrada de Urgencias, viendo la sonrisa torcida de quien la miraba apoyada en el mostrador.

M: Llegas tarde.

E: ¡Lo sé! –alzaba la mano mientras pasaba de largo para ir hasta el vestuario.

M: Te lo dije, Teresa.

T: Me prometió que llegaría a su hora. –se quejaba colocándose las gafas- Menuda niña esta.

M: Me debes una comida. –sonreía de nuevo cuando se acomodaba mirando hacia el pasillo por donde había desaparecido la enfermera- Y donde yo quiera.

T: A ver si ahora me vas a salir más cara que hacer una capilla en mi casa.

M: Uf. –cerraba los ojos al tiempo que sacudía la cabeza dándose de nuevo la vuelta- Esa imagen me ha dado miedo.

-¡Varón 12 años! Ha caído desde diez metros y tiene luxación en el hombro derecho.

La llegada del Samur hacia reaccionar a una Maca que llegaba veloz hasta la camilla, casi al mismo tiempo en que Esther, ya con su uniforme puesto y poniéndose los guantes, se colocaba a su lado.

M: Gracias, cariño.

E: ¿Eh? –la miraba frunciendo el ceño.

M: Me has hecho ganarle una comida a Teresa por tu natural impuntualidad. –sonreía entrando en el box.

E: Idiota.

M: Marmota y mal hablada. –negando dejaba aquella conversación a un lado para ponerse manos a la obra.

Minutos después y con un trabajo bien hecho, salían del box mientras Maca aun rellenaba el parte. Esther caminaba a su lado, silenciosa y sin dejar de mirarla hasta que se apoyaba para firmar en el mostrador de rotonda.

M: ¿Te encargas tú de que lo lleven a rayos?

E: Sí.

Cuando se giraba se encontraba los ojos de la enfermera puestos en ella, por lo que sonriendo se colocaba el bolígrafo en el bolsillo de su bata antes de cruzarse de brazos.

E: ¿De verdad te has apostado una comida a que llegaba tarde?

M: Claro. –asentía enérgicamente- Estaba cantado, cariño. Yo venía antes, el despertador es raro que lo escuches… pues yo gano una comida. –sonriendo más ampliamente veía el ceño de Esther fruncirse hasta crear una prominente arruga en su frente- Jajaja.

E: ¡Déjame! –girando sobre sus talones comenzaba a caminar.

M: ¡Si a mí me encantas así!

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