EGD Descartes - Clase 5

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Clases sobre Descartes

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Descartes - Clase 5 Cul es la causa de mis errores?En la cuarta meditacin, De lo verdadero y de lo falso, el meditante tiene que abordar un problema que acaba de generarse. Dios es la solucin a problemas grandes, pero viene con una pequea dificultad que el meditante deber poder resolver felizmente. Es el problema del error. En la hiptesis del genio maligno el error est explicado: mis errores no dependen de m sino de otro; yo no me equivoco por m mismo sino que Dios me hace equivocar cada vez que hago la suma de dos y tres. Ahora, en cambio, el meditante no tiene un Dios malo a quien echarle la culpa de sus errores, que los tiene. Est demostrado que Dios existe y que no es malo, sino bueno. Entonces, cmo explicar el error? O -retomando el lenguaje causal, que irrumpe nuevamente aqu-, cul es la causa de mis errores? Brevemente, la causa de mis errores no es Dios (pues esto slo es posible en la hiptesis de un Dios malo, ya desechada); la causa de mis errores soy yo.El meditante, al quedarse sin genio maligno como causa de sus errores, evala otras explicaciones. Como ya sugerimos, la solucin satisfactoria est pensada en los mismos trminos en que la teologa pensaba el problema del pecado, el mal, en un mundo cuyo Dios creador es bueno. La clave del problema est en el libre albedro. Dios es bueno, pero me hace libre; yo elijo el mal. De modo que el mal (pecado, error) es culpa ma, no de Dios. La causa del error soy yo. De hecho, Descartes cierra el argumento con estas palabras: Esto hace que yo me engae y peque. Dicho de otra manera: la hiptesis del genio maligno es la posibilidad de que las facultades que Dios me dio no sean facultades de conocimiento sino del error sistemtico. La maldad de ese Dios consistira en haberme fabricado mal a propsito; en haberme dado herramientas que no pueden servir para conocer la naturaleza. El yo se encontrara queriendo alisar una pared con un punzn.Ahora, que Dios es bueno, el meditante comprende que el problema no son las facultades que Dios le dio, sino el uso que hace l de esas facultades. Dios me dio la facultad de juzgar. En la tercera meditacin se estableci que el error reside en los juicios; cuando afirmo o niego, estableciendo semejanzas entre las ideas y las cosas. Descartes quiere decir aqu que la facultad de juzgar no es necesariamente engaosa, sino que puede equivocarse, y puede no equivocarse. El error es contingente. El meditante se dar a s mismo una receta para, dada la posibilidad del error, apartarse de l y mantenerse en la verdad. Dios me dio ciertas facultades: entendimiento y voluntad, que es la facultad de juzgar: me mantendr en la verdad siempre que las use como es debido. Adelantemos el final. El buen uso de las facultades que Dios me dio consiste en mantener la voluntad dentro de los lmites del entendimiento.Cul es la causa del error? El meditante evala una explicacin que no le va a satisfacer. Se sabe imperfecto, descubre, analizando sus ideas, que l es como una entidad intermedia entre Dios y la nada, entre el ser soberano y el no ser. Recordemos que realidad y perfeccin funcionan como sinnimos. Ser imperfecto significa estar ontolgicamente entre Dios y la nada, participar de ambos. Es esa nada, de la que participa, o sea la nada en m, lo que me expone a infinidad de errores? Puede explicarse el error aduciendo que la facultad que Dios me ha dado no es infinita en m, como s lo es en Dios? Puede el error ser explicado como un defecto; puede ser explicado en trminos de lo que Dios no me ha dado? Vamos a preguntarlo de una manera sencilla: Es que me equivoco porque soy imperfecto? Detengmonos un momento en esto. Ya en el comienzo de la cuarta meditacin es sabido que Dios no es la causa de mis errores, ya que acaba de ser demostrado que lo que existe es un Dios veraz. Lo que Descartes est indagando ahora es si la nada (el extremo opuesto de Dios) es la causa de mis errores. La pregunta tiene sentido. Ya que el meditante se permiti interrogar a Dios, por qu no interrogar ahora a la nada. Y la respuesta vuelve a ser negativa. Tampoco la nada es causa de mis errores. Quin es el culpable, entonces? Yo, el del medio. Pero no porque soy imperfecto, pues si por ello fuera, no habra posibilidad de sustraerse al error. El meditante est convencido, por el contrario, de que Dios lo ha creador de modo que pueda no engaarse jams. Dice el meditante que la nada no es causa de mis errores porque el error no es una pura negacin.Mis errores, dice, dependen del concurso de dos causas: el entendimiento y la voluntad. Dios me dio el entendimiento y la voluntad. El entendimiento es la facultad de conocer; por el entendimiento concibo las ideas. La voluntad es la facultad de elegir, del libre albedro. Juzgar, para Descartes, es un acto de la voluntad, y tiene que ver con el libre albedro. Por la voluntad afirmo y niego. En el entendimiento en s mismo no hay error es algo que ya dijo en la tercera meditacin. Mi entendimiento es finito, no infinito como lo es en Dios. Mi voluntad es infinita, como lo es en Dios. Si en algo estoy hecho a imagen y semejanza de Dios es en la infinitud de la voluntad. Que la voluntad sea infinita significa que no tiene lmites, es decir, que puedo afirmar y negar ms all de lo que puedo concebir con claridad y distincin. Aqu est la explicacin del error. El error tiene lugar cuando afirmo o niego algo que va ms all de los lmites del entendimiento, o sea, cuando afirmo o niego en relacin con aquello que no concibo con claridad y distincin. En esto, precisamente, consiste el mal uso de las facultades que Dios me dio.Pongamos un ejemplo sencillo y algo inadecuado: tengo ante mi vista la ventana de un edificio, veo dos personas que gesticulan, y afirmo estn discutiendo. No, resulta que estaban cantando. Estoy expuesto al error porque hablo de lo que no s; afirmo en relacin con aquello que no alcanzo a percibir (a entender) bien. Me precipito. Pongamos ahora un ejemplo en el que Descartes pudo haber estado pensando: soy un matemtico y estoy haciendo clculos. En medio de complejos clculos digo que dos y tres son 6. Me apur, me distraje, pensaba en otra cosa. El hecho es que me equivoqu. No le voy a echar la culpa a Dios, o a que no soy Dios. Me digo que la prxima vez no me voy a apurar, a distraerme, o a desviar la atencin del asunto. Procurar que el entendimiento est all, presente, cada vez que voy a decir algo. O por lo menos callarme si el entendimiento se va, si todava no veo las cosas con claridad. Procurar que los objetos que son objeto de mi discurso estn iluminados, y no fuera del acotado rango de la luz de mi entendimiento. La luz del entendimiento finito, el entendimiento del yo, es una luz parcial: de lo que se trata es de hablar nicamente de lo que pertenece a ella. Se trata de no traspasar, en mis juicios, los lmites del entendimiento, aunque pueda hacerlo, por la diferencia que existe entre mi entendimiento y mi voluntad.De dnde, pues, nacen mis errores? A saber, slo de que siendo la voluntad mucho ms amplia y ms extensa que el entendimiento, no la contengo en los mismos lmites, sino que la extiendo tambin a las cosas que no entiendo, y como es de suyo indiferente a ellas se extrava muy fcilmente, y elige el mal por el bien o lo falso por lo verdadero. Esto hace que yo me engae y peque.Y en tanto que en esto consiste la ms grande y principal perfeccin del hombre, estimo haber ganado no poco con esta meditacin, puesto que he descubierto la causa de las falsedades y de los errores. / Y por cierto no pueden existir otras que las que he explicado, pues siempre que contengo mi voluntad en los lmites de mi conocimiento, de tal modo que no forma ningn juicio sino de las cosas que le son clara y distintamente representadas por el entendimiento, no puede ser que me engae; porque toda percepcin clara y distinta es sin duda algo real y positivo y, por consiguiente, no puede tener origen en la nada, sino que necesariamente debe tener a Dios como su autor, Dios, digo, que siendo soberanamente perfecto no puede ser causa de ningn error y, en consecuencia, es necesario concluir que tal percepcin o tal juicio es verdadero.La receta que se da el meditante para mantenerse en la verdad es mantener la voluntad dentro de los lmites del entendimiento, de modo de slo emitir juicios acerca de las cosas que concibe con claridad y distincin. As deja establecido lo que debe hacer para no equivocarse y para mantenerse en la verdad.La cuarta meditacin aporta al itinerario de las Meditaciones una consideracin general acerca de la verdad y el error. El problema que va a enfrentar el meditante en la quinta meditacin es, en cambio, el problema de la verdad en un mbito concreto y restringido: el de las matemticas. En la cuarta meditacin el meditante se asegura de que Dios no sea la causa de sus errores, y eso le permite confiar en que hay para l al menos un camino de la verdad. Slo le restaba descubrir cul era ese camino, y ahora lo est descubriendo. El error depende de tal cosa, me mantendr en la verdad si hago tal otra cosa. Para mantenerse en la verdad, el yo se basta a s mismo. Depende, en cambio, de la veracidad de Dios en relacin con las verdades del pasado. Obsrvese, en relacin con ello, cmo en las Meditaciones el itinerario de las recuperaciones procede en el orden inverso al de las prdidas. Lo primero que recupera el meditante es lo ltimo que haba perdido (las entidades matemticas); lo ltimo que recupera es lo que haba perdido mucho antes (la existencia de las cosas materiales). Desde ese punto de vista, las Meditaciones constituyen un texto simtrico. Son como una montaa invertida. El meditante ha partido de una superficie, ha profundizado, y est volviendo a aqulla superficie conociendo esta vez la punta de la figura. Es notable el hecho de que en la ltima pgina de las Meditaciones metafsicas Descartes est reconsiderando, para desechar definitivamente, la hiptesis del sueo, que haba abierto en las primeras pginas del escrito.Pros y contras de la indiferenciaRespecto de lo que no concibe con claridad y distincin, el meditante se recomienda la indiferencia, es decir, el abstenerse de juzgar, ni afirmar ni negar. Lo que llama indiferencia es, si no lisa y llanamente la duda, por lo menos una de sus consecuencias. Vimos cmo, hasta aqu, el meditante se impone no juzgar acerca de muchas cosas, decir slo lo que puede decir y nada ms. Saber lo que no sabe lo obliga a callar en muchas cuestiones, por ejemplo, en la cuestin de si las ideas guardan semejanzas con cosas externas. Pero no saber no es la situacin ideal. Por eso puede entenderse que lo que sucede en esta cuarta meditacin es, en parte, un re-acomodamiento de la duda. La duda es de alguna manera menospreciada en relacin con la certeza que permite juzgar, aunque recomendada en caso de oscuridad y confusin. Desde este punto de vista, el que aporta la lectura de la cuarta meditacin, Descartes no es el filsofo de la duda.El meditante dedica una pgina a explicar qu es la voluntad, o la libertad. La libertad no tiene su mejor expresin en la indiferencia. La mejor expresin de la libertad es elegir, inclinarse, afirmar y negar, hacer juicios. La indiferencia, en tanto, consiste precisamente en lo contrario: no juzgar. Pero cuidado: la libertad consiste en hacer juicios a condicin de que exista un previo entendimiento de las cosas sobre las que se va a juzgar. Entonces, la libertad consiste en entender y luego juzgar. Y cuanto ms juzgo, como consecuencia de haber entendido bien, ms libre soy. La eleccin que el juzgar conlleva debe ser producto de o por lo menos debe suceder a- la comprensin del entendimiento. Afirmamos o negamos, perseguimos o huimos las cosas que el entendimiento nos propone. Ms libre soy no cuanto ms hablo, sino cuanto ms entiendo. Y ese entender trae naturalmente la inclinacin que conlleva todo juicio. El entender hace que me incline por la verdad y el bien. La afirmacin yo soy, yo existo, por ejemplo, nos dice ahora el meditante, parti de una gran claridad del entendimiento, a la que sigui una gran inclinacin de la voluntad. La frmula, pues, es sta: el conocimiento del entendimiento debe preceder siempre a la determinacin de la voluntad.La indiferencia es el grado ms bajo de la libertad, ya que revela una falta de entendimiento y, en el fondo, la ausencia de Dios. No obstante, la indiferencia implica algn grado de libertad. Por qu? Porque Dios me ha hecho de modo tal que yo pueda hablar o callar, en otras palabras, me ha hecho de modo tal que yo pueda elegir entre elegir y no elegir. Soy libre, tengo libre albedro: eso es un hecho. A partir de esa libertad inicial y fundamental, elijo entre elegir (afirmar, negar, hacer juicios) o no elegir (indiferencia). Juzgar (con previo entendimiento) es el ms alto grado de la libertad. Entender y no elegir, entender y mantenerme indiferente, es ser menos libre de lo que puedo ser. Cuanto ms luz natural divina posea, cunto ms vea las cosas del modo en que las ve Dios, ms libre soy y no menos libre. Es entender mal la libertad, y renunciar a ella, mantenerse indiferente cuando estamos en condicin de juzgar, creyendo que la libertad se manifiesta en una especie de rebelda respecto de Dios. A falta de entendimiento, en cambio, no juzgar es recomendable, y no deja de ser un acto libre. La indiferencia es auto-recomendada en ausencia de conocimiento. Procedo bien cuando me abstengo de dar mi juicio acerca de una cosa cuando no la concibo con suficiente claridad y distincin. En casos as, afirmar y negar sera hacer un mal uso de mi libre albedro. La indiferencia tambin es auto-recomendada en presencia de conocimientos probables. Cuando no se tienen razones ciertas e indubitables, sino conjeturas, mejor callar. Claro que las dos cosas, juzgar y no juzgar, no son equivalentes: sera deseable estar en condiciones de poder juzgar siempre, o sea, estar siempre cierto. El silencio es bueno en las circunstancias desfavorables de la ignorancia. Pero lo deseable es conocer. Dada una libertad inicial y fundamental, el meditante comprende que el entendimiento lo hace ms libre todava, y avala su verborragia.Como se advierte, todas stas son, en definitiva, posibilidades diferentes del error, que depende del mal uso de las facultades que Dios me dio, y que tiene lugar cuando juzgo acerca de lo que no entiendo. Esquematizando un poco, podramos decir que a lo largo de la cuarta meditacin se han presentado cuatro posibilidades: entender y juzgar (juzgar sobre lo que entiendo; es el buen uso de las facultades, el mayor grado de libertad); entender y no juzgar (es un grado bajo de libertad; revela una confusin con respecto al significado de la libertad); no entender y no juzgar (o no juzgar por no entender: es recomendable, y es un acto de libertad, el de elegir no elegir); no entender y juzgar (es el error, el uso indebido de las facultades que Dios me dio).