Ejercicios sobre ejercicios paradógicos sobre cómo piensan las piedras

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PSICOLOGÍA Y COMUNICACIÓN PARCIAL DOMICILIARIO Ejercitaciones sobre ejercitaciones paradójicas sobre cómo piensan las piedras Cátedra: Lutzky Comisión: 04 Profesor: Germán Serain Estudiante: Alamo, Sofía SEGUNDO CUATRIMESTRE 2012

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Ensayo Psicología y Comunicación

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PSICOLOGÍA Y COMUNICACIÓNPARCIAL DOMICILIARIO

Ejercitaciones sobre ejercitaciones paradójicas sobre cómo piensan las piedras

Cátedra: LutzkyComisión: 04

Profesor: Germán Serain

Estudiante: Alamo, Sofía

SEGUNDO CUATRIMESTRE2012

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Ejercitaciones sobre ejercitaciones paradójicas sobre cómo piensan las piedrasi

He elegido ensayar respuestas a las tres grandes preguntas que me fueron encargadas a través de la

siguiente cita. A través de ella y a través de algunas citas más. Algunas citas de novelas, algunas

citas de material audiovisual. En fin, a través de algunas citas de obras que me atraviesan y me

atravesaron a mí. Como no podía ser de otra manera, al intentar responder desde mi inevitable ser,

desde mi inevitable punto de vista, desde mi inevitable construcción de la realidad, que

inevitablemente no pude hacer sola, porque inevitablemente construí junto a otros.

Se desnudó, se tumbó, con los ojos cerrados, y con los dedos en las orejas, para que no le molestara ningún ruido, como a buen seguro le acontece a una piedra, que no tiene órganos de sentido. Intentó anular todos sus recuerdos, todas las exigencias de su cuerpo humano. Si hubiera podido habría anulado la propia piel, y no pudiéndolo se ingeniaba en hacerla lo más insensible que podía.

Soy una piedra, soy una piedra, se decía. Y luego para evitar incluso hablarse a sí mismo: piedra, piedra, piedra.

¿Qué sentiría si fuera de verdad una piedra? En primer lugar, el movimiento de los átomos que me componen, es decir, el estable vibrar de las posiciones que las partes de mis partes de mis partes mantienen entre ellas. Sentiría el zumbar de mi pedrear. Mas no podría decir yo, porque para decir yo es necesario que haya otros, algo que no soy yo a lo que oponerme. En principio, la piedra no puede saber que hay algo fuera de sí. Zumba, piedra de sí misma petrante, e ignora lo demás. Es un mundo. Un mundo que mundea solo.ii

Roberto, personaje principal de la novela La isla del día de antes, de Umberto Eco, quien narra y

sobre quién se narra en la primera cita transcripta, se encuentra a bordo del Daphne, un barco que

quedó desierto, y por ende, este personaje quedó imposibilitado de poder comandarlo, ya que se

necesita un mínimo de tripulación para poder navegar. Más allá de la metáfora de no poder avanzar

ni retroceder por el solo hecho de estar solo (ya que el barco no está ni a la deriva, ni roto, ni

encallado), me gustaría detenerme parte por parte de esta cita y poder así trazar mi recorrido, un

recorrido posible. Esta cita será mi mapa, a través de la cual abordaré la complejidad de las

preguntas propuestas.

El primer detalle interesante es este momento al que llega Roberto, un poco por obligación al estar a

bordo del Daphne desierto, un poco por decisión propia: es un momento cartesiano en el cual, para

convertirse en piedra (es decir, dejar de ser Roberto), quiere deshacerse de sus sentidos, con los ojos

cerrados, y con los dedos en las orejas, y así deshacerse también de todo lo aprendido cuando fue

humano, sus memorias, sus recuerdos, su idea del paso del tiempo. Pretendió vincularse con su

nueva realidad de piedra a través del pensamiento, del sentimiento. Intentó deshacerse de su sentir

tanto externo (que lo conecta con el mundo exterior), como interno (que lo conecta con su emoción,

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con su idea sí mismo, con sus recuerdos). El momento cartesiano no llega al punto máximo, ya que

Roberto no se propone dejar de ser en su totalidad, pero vale en tanto quiera dejar de ser humano.

Se ordenó explícitamente dejar de sentir para dejar de ser. Pero no dejó de pensar, y aunque lo

intentó, no dejó de sentir, porque no pudo quitarse la piel, sólo pudo intentar disminuir su

sensibilidad. Sucede que, tal como expresa Descartes en un su Meditación Segunda: “Y ¿qué es una

cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no

quiere, que imagina también, y que siente”iii. Roberto, aunque quiera ser piedra, no puede elegir ser

piedra. No puede evitar ser hombre. Para Roberto, existir en este Daphne abandonado, desde la

fenomenología, es como diría Lévinas, “un peso y no una gracia”, “un encadenamiento de uno

mismo con uno mismo, es un hecho de estar sin cesar estorbando por sí mismo, atascado en sí

mismo”iv. O como diría Sartre, según Finkielkraut, en esto está muy próximo a Lévinas, “ la

existencia es una espesura que el hombre no puede abandonar”v. Roberto no puede dejar de existir,

de ser. Y podrá aceptar o no su condición humana y podrá sugerir no decir yo, pero seguirá siendo

una algo que acepta, que no acepta, un algo que sugiere.

Roberto se desnudó, para no sentir su ropa, esa ropa que en términos mcluhianos, es una extensión

de su piel. La ropa es un medio de interacción con el ambiente, de interacción con los otros, que

responde a códigos sociales. Y los medios, según Mc Luhan, ...son prolongaciones de alguna facultad humana, psíquica o física. (…) Los medios, al modificar el ambiente, suscitan en nosotros percepciones sensoriales de proporciones únicas La prolongación de cualquier sentido modifica nuestra manera de pensar y de actuar -nuestra manera de percibir el mundo. Cuando esas proporciones cambian, los hombres cambian.vi

Esto es lo que nos permite pensar que Roberto (¿o debería decir Eco?) parecería intuir estas ideas y

por eso procede como procede para abandonar todas las exigencias de su cuerpo humano. Al

desnudarse pretende cambiar sus percepciones. Inevitablemente, ya conoce lo que significa estar

vestido y sabe que puede dejar de hacerlo porque ya no está con otros, y por eso quiere dejar de ser.

En palabras de Finkielkraut, “ya no hay miradas de otros bajo las cuales pueda verse reducido a

objeto”vii, pero Roberto ya vivió con otros, sabe lo que es estar cogido por la mirada del otro.

Sabe lo que significa ser reconocido. Sabe muy bien que es mejor pensar “piedra” y sentir el

zumbar de su pedrear, antes que decir yo, “porque para decir yo es necesario que haya otros, algo

que no soy yo a lo que oponerme”. Prefiere ser una piedra a ser Roberto, ya que no hay otros por

los cuales ser humano, en cuyos rostros pueda reconocerse, y gracias a los cuales objetivarse. O

percibirse fuera de sí y así reconstruir su identidad. Roberto siquiera puede liberarse de la angustia

de no poder dejar de ser con los otros y definirse como hombre, tal como propone Lévinas, ni

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ofrecerse a ese enfrentamiento y encontrar un adversario que haga de su yo alguien ajeno a sí

mismo. Pero también sabe, que a pesar de ello, no puede dejar de sentir, ya que su sensibilidad será

siempre individual.

Roberto aún no pudo deshacerse del lenguaje, su herramienta de comunicación por excelencia que

le permite consensuar con otros. Y en este punto es interesante, porque lo que hasta ahora no había

contado es conocemos la historia de Roberto y este naufragio gracias a su novela, la novela que él

escribió sobre sí mismo, en su último intento de conservar su humanidad, de comunicarse y

trascender el tiempo y el espacio. Allí yace su reflexión sobre si era mejor decir “soy una piedra” o

simplemente “piedra”; por eso reflexiona sobre las palabras que utiliza. Porque se sabe que “lo

dicho” no existe sin “el decir”, y que el “sujeto adviene gracias al lenguaje, que su advenimiento se

produce en el acto mismo de la articulación significante, es decir en la enunciación”, en palabras de

Joël Dorviii. A través de la forclusiónix, la alienación del sujeto en su lenguaje, al decir yo Roberto

divide lo que es de la representación discursiva de lo que hace. Sabe que podremos llegar a él, a su

subjetividad, a partir de su discurso o a partir de indagar cómo y por qué se produce ese discurso, en

función de su división entre lo consiente y lo inconsciente, entre lo dicho y el decir.

Intentará inutilmente (¡pobre Roberto!), ya que quienes lo leimos nos encontramos del otro lado del

muro del lenguaje. Y más allá del análisis de la novela dentro de la novela (un discurso dentro de

otro discurso), que sería más propio de un análisis semiológico, Roberto, jamás imagino que este

análisis podría ser uno de los análisis posibles, una interpretación posible a sus últimas palabras de

naufragio. Ya que el lenguaje, como medio, interfiere entre el escritor y sus lectores, entre los

interlocutores, separa a los sujetos de los otros. El intercambio, en definitiva, será un intercambio

imaginario, y si lo pensamos desde una perspectiva psicoanalítica-lacaniana, Roberto “no sabe lo

que dice (como cualquier sujeto), puesto no sabe lo que él es”x, ya que hay algo que no conoce de

su propia psiquis, y por ende de su propia identidad, (como le sucede a todo ser humano).

No es casual que en el Zen la forma ideal de comunicación es alejarse del lenguaje, ya que la

palabra es un sistema arbitrario, pues no hay nada en la palabra que me remita en realidad a aquello

que la palabra pretende mostrar.

En este punto, quisiera hacer un paréntesis e invitar al lector a ver un fragmento del capítulo 7 de la

temporada 1 de la serie Torchwoodxi, de la BBC. Torchwood1 es una serie que surgió tras el éxito

1 Vi esta serie a lo largo del cuatrimestre, a la par de la cursada, a la par de muchas otras actividades. Decidí incluirla, más allá de la cita, más que nada, porque el capítulo citado me acompañó en el proceso de aprendizaje y de comprensión sobre el Zen.

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del personaje del Capitán Jack Harkness en la exitosa serie Doctor Who (la serie más extensa de la

historia, ya que se estrenó en los años '60 y desde el 2005 se realiza una remake que continúa la

misma historia original). Torchwood es el nombre de una agencia secreta del Reino Unido, fundada

por la Reina Victoria en 1879, que se ocupa de controlar una grieta espacio temporal que existe en

Cardiff, Reino Unido, a través de la cual ingresan extraterrestres y viajantes del tiempo. La política

de la agencia no siempre es muy amigable con los extraterrestre. En la siguiente secuencia, intentaré

sintetizar lo que me resulta más interesante de este capítulo y que hizo que lo incluyera en el

presente ensayo, en este momento particular:

Toshihiko, uno de los personajes principales de la serie, agente especial de Torchwood, es una persona muy solitaria y adicta al trabajo. Debido a la particularidad de la agencia, no logra tener amigos, ya que no puede conversar con ellos sobre lo que más le apasiona. La llegada de una extraña mujer a su vida, quien se interesa y sorprendentemente conoce todo sobre ella, la confunde. La extraña le regala un misterioso collar.

Al colocarse el misterioso collar, Toshihiko comprende cuál es su secreto: con el collar puesto puede oír los pensamientos de todas las personas a su alrededor. Aparentemente, este collar tiene cierta “vida” que le impide a Toshihiko mostrárselo a sus compañeros de trabajo. De todas formas, en varias ocasiones durante el capítulo, lo utiliza para conocer qué piensan sus compañeros de ella y descubre cosas que no sabía de ellos ni de sí misma.

Toshihiko y la extraña mujer se enamoran y comienzan a convivir. Tras una serie de eventos que hacen que Toshihiko decida definitivamente entregar el collar a sus compañeros para que puedan examinarlo, su novia (la extraña mujer) demuestra su verdadera identidad: es una alienígena que escapó de la prisión de su mundo. El collar es un instrumento que utiliza su “pueblo” para comunicarse ya que: “hablar usando un número predeterminado y finito de palabras es arcaico”.

Más allá de la coincidencia del nombre del personaje y el autor, me resulta interesante cómo

Occidente lentamente ha incorporado algunos principios de Oriente, en esta extraña conversación

que venimos llevando adelante desde hace unas décadas. Sin embargo, Toshihiko (justamente una

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mujer de rasgos orientales que vive en Cardiff) necesita que esta explicación se la de un alien de un

mundo lejano. Y de ninguna manera hubiera entendido con una respuesta mondó, con una respuesta

dada por un maestro que revele y al mismo tiempo que anule el distanciamiento espiritual entre

Toshihiko y el maestroxii.

También resulta interesante la conversación que escucha Toshihiko de sus compañeros, cuando al

usar el collar, también logra escuchar sus pensamientos. Owen y Gwen habían tenido un encuentro

amoroso; pero Gwen está casada y Owen sabe que es mejor no continuar la relación, aunque se

muera de ganas y no pueda evitar sonreír. Y la forma que encuentra para evitar sentirse atrapado

por sus sentimientos hacia Gwen es evitando su mirada: “Sigue mirando al esqueleto, no la mires”

se repite. Si la mira, estará perdido, porque ya será objeto de Gwen y no podrá tomar ya decisiones

por sí mismo.

Volviendo a Roberto, y si bien no está incluido en la cita realizada, él llega a una epifanía, a un

llamado, similar a la roca que choca con el bambú. El intenta y logra sentir el zumbar de su

pedrear, el estable vibrar de las posiciones que las partes de sus partes. Roberto, finalmente,

zumba, piedra de sí misma petrante, e ignora lo demás. Roberto se suma a la vibración de ese

mundo: Un mundo que mundea solo. El buen camino, el Zen, busca entrar en sintonía con la

esencia, a través de una intencionada forma de permitirse vibrar sin intención. Tal como explica

Toshihiko Izutsu: “el ser humano pierde su “yo”, muere para sí mismo, se funde en una cosa “exterior”, luego pierde de vista la cosa “exterior” para renacer finalmente bajo la forma de esa cosa y es la cosa; y, siendo la cosa, es el Todo. (…) El mundo no existe fuera de mí; está en mí mismo, es Yo mismo”xiii.

Al escribir la novela Roberto realiza su catarsis, y así da sentido a todos los sentimientos que vivió

mientras estuvo a bordo del Daphne abandonado y solo. Por medio de la catarsis que le permita la

novela, su arte, puede acceder a su propia verdad y así logra un pleno reconocimiento de la

alteridad, con el reconocimiento de ese otro sensible que se manifiesta a través de una determinada

expresión de orden diferente de lo racional. Me relaciono distinto con Roberto y Toshihiko de

Torchwood que con Freud. Por más que lo intente Freud será siempre un teórico al que intentaré

comprender; en cambio no dudaré, simplemente porque no dudé, en identificarme con Toshihiko o

con Roberto al interpretarlos con arreglo a mi propia verdad. Fue más fácil responder a las

preguntas a través de ellos, personajes ficticios, construcciones de otra subjetividad.

En fin, estoy consiente que esta es mi interpretación, una interpretación, sin embargo, que no podría

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haber sido de cualquier manera: no cualquier interpretación hubiera sido válida. Sé que esta

interpretación se vuelve viable en cuanto responde a mi contexto de aprendizaje y en cuanto

responde a las preguntas que me fueron encargadas. Según Maturana, como cuerpo y mente forman

sistema, lo que yo veo, a través de mis sentidos, también será condicionado según cómo lo pienso, y

viceversa; es decir que no hay percepción sin interpretación. Y esto también es parte de la respuesta

de quién soy.

No quisiera esconderme detrás de Roberto, detrás de Toshihiko, de McLuhan y los demás autores

citados para desviar la atención y no contestar las preguntas sobre quién soy, quiénes son los otros y

qué es la realidad; si bien ya lo hice y, desde una perspectiva freudiana, ese “no” que encabeza el

presente párrafo en realidad no fue reconocido por mi inconsciente. Sin embargo, me voy a atrever

a decir que de mí, a pesar de haber vivido unos 24 años, no sé demasiado y no podré saber

demasiado. Sólo se una selección (no arbitraria, aunque desconozca el criterio) de un continuo de

recuerdos. Sé que podré realizar miles de ensayos de presentación: podré presentarme desde mi

aspecto físico, pero esa descripción estaría sesgada por mi percepción y jamás podré dar cada uno

de los detalles sin emitir interpretación alguna; podré definirme por lo que hice, y les estaría

presentándome un currículum (incluyendo una gran cantidad de misceláneas: como 4 años de

terapia infantil y adulta intermitente, 4 años de Yoga muy comprometidos, 3 meses de enero en

clases de spinning, 5 años de Aeróbica de Competición, 3 años de clases de Computación, un día de

clase de arte, 20 años de permanencia en mi colegio, al que asisto desde Sala de 3 y en el cual

trabajo actualmente, entre otros); podré elegir contar sobre mis proyectos, sobre lo que quiero ser y

hacer; podré contar lo que tengo, de quienes me rodeo, cuántos amigos tengo, cómo está compuesta

mi familia, cómo me afectó la muerte de mi madre. Podré decir muchas cosas de las que creo estar

segura de que soy. Pero siempre serán mi interpretación de lo que soy. Jamás podré acceder, por

ejemplo, a mi inconsciente, aunque los años de terapia se internalicen, ni podré saber si lo que yo

creo que soy es lo que los demás ven de mí.

Y de esto si estoy segura: que de los demás puedo saber aún menos que de mí, ya que el otro es

alguien idéntico a mí pero que no es yo. Por el mismo motivo, Roberto no pudo saber nada de sus

compañeros del barco ni conocer realmente cómo siente una piedra (si siente), y por el mismo

motivo el collar alienígena fascinó tanto a Toshihiko, ya que le permitió ingresar en la mente (ya

bastante organizada) de sus compañeros de trabajo para conocerlos y conocerse.

La pregunta, y por ende la respuesta, cambia en cuanto cambiamos el “quién soy” por “quiénes

somos” o “qué somos”. La relación entre yo y el otro o los otros se vuelve muy importante, ya que

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en esa instancia resulta imprescindible comprender el porqué de comunicarnos, y cómo es

imposible no comunicar nada. Somos animales sociales que viven en sociedad y en intercambio

permanente de información. Tal como dice el aforismo de Hora, citado por Watzlawick: “Para

conocerse a sí mismo, hay que ser conocido por otro. Y para ser conocido por otro, hay que

conocer al otro”xiv. Aunque este aforismo en la primera lectura resulte confuso, no hace más

explicar que sólo podemos conocernos y reconocernos en sociedad. Allí surge una de las grandes

críticas a Descartes, que intentó conocer si era real aislándose de los otros, haciendo artificial su

propia búsqueda. Y por eso la soledad resultó tan difícil para Roberto. Y por eso Toshihiko encontró

tan interesante el collar.

La comunicación con los otros, sin embargo, no siempre funciona. Es necesaria y no podemos

evitarla, pero existe un permanente peligro de confusión, que no es otra cosa, según Watzlawick que

la contra imagen de la comunicación, una “consecuencia de una comunicación defectuosa , que

deja sumido al receptor en un estado de incertidumbre o de falsa comprensión”xv. La confusión es

muy común en cuanto sea necesario realizar una traducción, donde los tipos de conducta sean

consecuencia del hecho de haber crecido o socializado dentro de una concreta forma cultural. Por lo

que la confusión, suele darse y se da permanentemente, en tanto lo que el otro me dice, no

necesariamente es lo que yo entiendo, Siempre lo entenderé desde mis prejuicios.

Y esta realidad que percibimos tiene siempre algo de encaje dentro de una estructura, y lo que es

real ya no importa, sino que lo que importa es cómo encajamos, para salir de aquella confusión,

para estabilizar nuestro mundo, dentro de esas estructuras imaginarias. Encontramos soluciones

alternativas para cumplir el objetivo que nos hayamos propuesto. De esta manera logramos el

“ordenamiento y organización de un mundo construido por nuestras experiencias”xvi.

El sujeto que percibe y su contexto tienen interdependencia. Así como se interrelaciona el sujeto

con otros sujetos y construyen de manera consensuada una realidad, anclada en determinados

contextos. Como diría Varela, “la realidad no está constituida sencillamente a nuestro antojo”, ya

que no podemos elegir un punto de salida desde adentro, como Roberto, no podía ser simplemente

piedra. Pero tampoco la realidad es algo objetivamente dado, como algo que recogemos y

necesariamente está allí, ya que esto significaría suponer un punto de partida externo. Pero sí hay

una ausencia de fundamento sólido de nuestras experiencias, en las cuales encontramos ciertas

regularidades e interpretaciones, “fruto de nuestra historia conjunta como seres biológicos y

sociales”xvii. En este sentido, la realidad se nos vuelve viable, verosímil y nos permite vivir, sin

mayores cuestionamientos.

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Quisiera cerrar esta interpretación sobre qué es la realidad con una versión mejorada de lo que

publiqué en mi primera entrada en el blog de la cursada. En el capítulo 5 de la temporada 6 de la

Serie The Big Bang Theoryxviii, Leonard, uno de los personaje principales le explica a su novia (de

manera muy sencilla), la teoría (que se desprende de la teoría física de las cuerdas) que explica que

el universo (o mejor: toda nuestra realidad) podría ser simplemente un holograma.

En palabras de Leonard: ¿Sabés que hay una idea fundacional de la Teoría de las Cuerdas que dice que todo el

universo puede ser un holograma? (…) El principio holográfico sugiere que lo que

experimentamos todos los días en tres dimensiones podría ser tan solo información

localizada en el rincón más lejano de nuestro cosmos. Entonces, es posible que simplemente

seamos pinceladas del Artista del universo.

Esta metáfora de la que habla Leonard cobra cada vez más sentido, en la medida que lo asociamos

con la realidad actual, y desde ya esto tiene que ver con una interpretación que necesariamente se

debió dar en esta época: la era de internet, la era de la información, la era en la que cada vez más

comprendemos que no hay tal discontinuidad entre nosotros y la máquina, que nuestro cuerpo a lo

largo de la historia, en la medida que creábamos tecnología, la tecnología nos volvía (y vuelve) a

crear: el lenguaje, la escritura, la imprenta, e internet. Somos partícipes de un gran momento

histórico, de una transición de un tamaño tan importante, que pocos hombres pudieron conocer.

¿Internet está cambiando la forma de construcción de nuestra subjetividad y de nuestro cuerpo? Sí,

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pero no mucho más de lo que nos cambió la aparición del lenguaje o la escritura, ni mucho menos...

“Lo monstruoso es intentar separar el intelecto de las emociones”xix.

“Es cosa del futuro ser peligroso”

A. N. Whitehead2

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Esa primera cita fue mi mapa. Y este desarrollo, mi recorrido: a través de él reconocí las marcas,

reconocí las diferencias: o mejor dicho, creé (inventé) las diferencias, así como Newton inventó la

gravedad, según Gregory Bateson3. A su vez, este parcial es un mapa. Es una representación del

conocimiento adquirido a lo largo de la cursada. En él intenté destacar los límites necesarios,

diferenciando los conceptos que consideré más importantes, las diferencias que necesariamente

pasan al mapaxx. Este mapa, como toda representación, no será el territorio: este parcial jamás

podrá dar cuenta de mi aprendizaje en su totalidad, solo podrá representarlo y al ser decodificado, al

ser leído por otros, si lo hice bien, me permitirá encontrarme con los otros, comunicarme y podrá

conducirlos a encontrar este tesoro que hay en mí, pero que encontrarán también en ellos, y es el

tesoro de haber deconstruido el camino juntos.

Alamo, Sofía

Belén e Escobar, 8 de noviembre de 2012

2 Fue citado por McLuhan para cerrar su libro El medio es el masaje3 En este metálogo “¿Qué es un instinto?”, que se encuentra en Pasos hacia una ecología de la mente, Bateson le

“contesta a su hija” que un instinto es un principio explicativo y le da el ejemplo de la gravedad, que también es un principio explicativo, creado por Newton y no descubierta por Newton, ya que lo que él elaboró es una hipótesis que pudo comprobar con ciertos parámetros convencionales. El vio las relaciones entre los datos existentes, cuya existencia él percibió.

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i ECO, Umberto, La isla del día de antes. Capítulo 37: “Ejercitaciones paradójicas sobre cómo piensan las piedras”, pp. 535-549. Ed. Debolsillo, Barcelona, 2005.

ii Ibíd., pp. 541 y 542. iii DESCARTES, René, Meditaciones acerca de la filosofía. “Meditación Segunda: De la naturaleza de espíritu

humano; y que es más fácil conocer que el cuerpo”, pp 12. Traducción de Vidal Peña en iv FINKIELKRAUT, Alain, La sabiduría del amor. Capítulo 1: “El encuentro con los demás”, pág. 16. Ed. v Ibid, pág. 20vi MCLUHAN, Marshall, El medio es el masaje, un inventario de efectos. pp. 26-41. Ed. Paidós. Barcelona, 2007.vii FINKIELKRAUT, Alain, Op. Cit. Pág. 22.viiiDOR, Joël, Introducción a la lectura de Lacán. Capítulo 17. “Sujeto del inconsciente. Sujeto de la enunciación.

Sujeto del enunciado”. Pág. 135. Editorial Gedisa, México, 1989.ix Ibid. Capítulo 18: “La alienación del sujeto en el Yo. El esquema L, la forclusión del sujeto. Pág. 148x Ibid. pág. 144xi BBC, Serie Torchwood. Temporada 1, Capítulo 7: “Greeks bearing gifts” en: http://cor.to/Torchwood1X7 xii IZUTSU, Toshihiko, El Koan Zen. Capítulo 1: “El interior y el exterior en el budismo Zen”. Pág. 110. xiii Ibid, pág. 124.xiv WATZLAWICK, Paul, ¿Es real la realidad? Confusión. Desinformación. Comunicación. Parte Primera

“Confusión”, pág. 13; Editorial Herder. Biblioteca de Psicología.xv Ibidem.xvi VON GLASERFELD, Ernst, Introducción al constructivismo radical en La realidad inventada de Paul Watzlawick

y otros. Gedisa E., 1988, pág. 26.xviiVARELA, Francisco, El Círculo creativo. Ebozo historiconatural de la reflexividad en La realidad inventada de

Paul Watzlawick y otros. Gedia Ed, 1988, pp. 50-51xviiiCBS, Serie The Big Bang Theory. Temporada 6, Capítulo 5: “The Holographic Excitation” en:

http://cor.to/TBBTHologram xix BATESON, Gregory, Pasos hacia una ecología de la mente, Capítulo “Forma, Sustancia y Diferencia”, pp. 494xx Ibid pp. 482 y 483.