El Alma de Los Perros

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EL ALMA DE LOS PERROS

Juan Jos de Soiza Reilly

A LOS PERROS

El cielo y la tierra pasarn;pero mis palabras no pasarn.Evangelio de San Marcos, captulo XIII, v. 81.

Y por esoA vosotros, oh perros! que llevis sin quejaros el alma vanidosa de Cristo, bajo el pellejo purulento de Job. A vosotros, que al igual que los leones, ponis en vuestro apellido el lamento de los cisnes agnicos. A vosotros, que podis disfrutar el supremo placer de la hidrofobia. A vosotros, que sabis comprender toda la inteligencia de un mordisco. A vosotros, que sents por la luna amores de Platn y por los gatos odios de Zaratustra. Si. A vosotros, oh perros! dedico este brevario de oraciones. Es un libro de rezos prohibidos. No son rezos para goce de labios. Son rezos para fruicin de aquellos corazones en cuyo fondo viven, graznan y se inmortalizan los justicieros buitres del odio. El odio es la nica virtud que ha inspirado este libro Afortunadamente, la muchedumbre, con tajante ademn de guillotina, ha de excomulgarlo por intil. Afortunadamente! Ese ser buen augurio de sol El silencio de los bosques de carne har germinar el triunfo de este libro infecto de blasfemias Blasfemias? S. Blasfemias prohibidas por los muy ilustres monseores del abecedario, que habiendo digerido leyesleyes de gramtica, de sentido comn, de honestidad, vence obligados a defecar declogos de literatura, de geometra moral y de opiniones... Sabios! Mis vrtebras no aprendieron en la escuela de la vida ninguna genuflexin para esos sabios.Este libro debiera estar dedicado a los hombres. Pero no puedo. Comprendis? No puedo Odio a la humanidad con el enorme, con el terrible, con el formidable, con el espantoso, con el dulce, con el melanclico, desprecio que ella merece. Por qu? No s. Ni me importa. La odio porque s. nica razn de sabios y de locos. Yo no he nacido para escribir libros que deleiten a las multitudes. Ni libros que hagan rebosar de alfalfa los pesebres. Ni libros que llenen de lgrimas los ojos y de risa las bocas.

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Los virtuosos se persignarn. Las vrgenes tendrn fuertes, raros, rojos ensueos. Los que puedan tirar la primera piedra, rugirn diciendo que ste es un libro impdico. Tal vez Nunca he podido practicar el pudor que legislan los cnones. Pero adivino que este libro tiene el sacrosanto impudor de los cadveres que yacen desnudos en los anfiteatros. Creo que este libro tiene la casta obscenidad de los nios desnudos La inocencia y la muerte valieron siempre ms que las hojas de parra.

***l dulce, con el melanc pone. Por qul terrible, con el formidable, con el espantoso, con el dulce, con el melanc ponel dulce, con el melanc pone. Por qul terrible, con el formidable, con el espantoso, con el dulce, con el melanc pone

Este libro es demasiado bueno o demasiado malo para que ojos humanos puedan comprenderlo. Hay dos maneras de ser inaccesible: guila o gusano. Hugo.Y Mack Spangenberg: Este libro no ha sido escrito para que se lea, sino para que se comprenda.

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Este libro no se ha escrito para que se lea, sino para que se comprenda Por eso, oh perros! a vosotros, que tenis en los dientes la justicia con que debeiran ser juzgados los hombres; a vosotros, que no habis frecuentado academias, ni probasteis el agua que da para beber el padre Astete; a vosotros, perros tsicos, hermanos de San Vicente de Pal, de Pal Verlaine, de Carlos de Soussens y hermanos mos; a vosotros consagro este libro. Los hombres no tendrn el derecho de juzgarlo.

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Hay necesidad de otros motivos? Los perros son personas ms honestas que los hombres. Un perro sabe querer. Un hombre ni siquiera tiene el talento de saber odiar. No sabe odiar con honradez, con dignidad, cndidamente. Un perro cuando odia de verdad, muere ladrando. Un hombre en igual caso inventa la calumnia. Cuantas ms caricias prodiguis a los hombres, ms puntapis recibir vuestro amor. Si Nietzsche cree que el hombre es algo que debe ser superado, yo creo que el hombre es algo que debe ser extinguido. Od a Alberto Arn: Desde su contacto con el perro, el hombre se ha humanizado. Y Arn muri de hambre

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A travs de la vida he hallado ms fraternidad en los perros que en los hombres. Los hombres han hecho de m un hombre. Por ellos, a veces, hablo bien de la virtud y creo en la doncellez de Juana de Arco. Por ellos creo, con ms fe que la del centurin de Cafarnaum, en el milagro de los dos peces y de los cinco panes. Por ellos no creo en la virtud del zaimph, el velo cegador de la diosa Tanit. Por ellos he sido mrtir de mis propias virtudes.

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Y por ellos (y he aqu el nico bien que ellos me han hecho), por ellos os dedico este libro.Juan Jos de Soiza Reilly

Jesucristo

OdDijo la Scheherezada de los cuentos modernos. Y comenz su cuento.

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Habis visto alguna vez un perro triste, flaco, sucio? Un perro de esos que al pasar los miran con gestos que tienen la actitud de manos limosneras? Bueno. Pues ste era un perro as. Pero tan triste, pero tan flaco, pero tan sucio, que ms que perro pareca hombreGracias, seoraS, s. Ms que perro pareca hombre. Todos los estragos de la vida se haban acumulado sobre aquella piel llena de mugre, de sarna, de insectos. Su desdicha era grande. El nombre le pesaba como una montaa: se llamaba Judas. Su cuerpo era disforme. Haba cometido algn delito para nacer con ese cuerpo refractario a los mimos, a la esttica, a la higiene?Qu pecados atvicos expiaba? No lo saba. Tampoco se preocupaba por saberlo. Viva. Y con la vida tena de sobra, puesto que lo agobiaba como la fatiga de un trabajo enorme. Nunca se haba mirado en los espejos, pero adivinaba su fealdad en la repulsin de las perritas, encantadoras y coquetas, que se alejaban de l como de la amenaza de una piedra Se hasti. Y el cansancio de vivir engrandeci su pequeez. La repugnancia de la vida trae consigo el desprecio de la muerte. Y esto eleva

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Un da hubo en sus pupilas una irrupcin de chispas. Basta, se dijo. Con el ltimo puntapi que le aplicaron sinti gotear en los subterrneos de su corazn la dulce frialdad del odio. Desde entonces odi. Odi mucho. Odi tanto, que hasta en los ojos se parec a los hombresAbandon las calles pobladas. Huy de las gentes. Se intern en los barrios solitarios y obscuros, por donde la luna nunca pasa por temor a los crmenes. Sigui hacia el campo, en busca de la pampa desnuda. Por la noche ladraba, con ladridos huecos, largos, que eran como responsos. Quera ir lejos. Muy lejos. Ms all de la cuna del sol. Andaba sin cesar. Cierta madrugada encontrse con un perro esculido, cubierto de barro. No se dijeron ni un slo ladrido. Pero se comprendieron. La confraternidad de la miseria los uni. En silencio, siguieron caminandoPronto se aproxim otro perro. Y despus otro. Y otro. Muchos. Muchos. Judas se detuvo. Echse debajo de un rbol y cant canciones caninas, inspiradas en la hiel de su espritu, y en el furor de la filosofa Los perros ms miserables de las inmediaciones acudan a orlo. Eran muchsimos. Y todos roosos. Con caras de hambre. Caras muy humanas Llegaban solos, y se amontonaban para escuchar. Austeros. Mudos. Misteriosos. Formaban en torno de Judas un crculo de ojos de locura y de belfos de rabia. De dnde venan? Misterio Ni uno slo estaba limpio. Ni uno slo tena en las venas sangre azul. Desgreados, con la piel tatuada de mataduras y las colas tronchadas, oan a Judas con devocin de estatuas. Este los magnetizaba con el fluido de su vieja laringe. Cuando ladraba, aquellos corazones vivan su propia vida. Vida de encono, de maldicin, de odio.A medida que los das pasaban, las predicaciones diablicas de Judas atraan mayor nmero de perros. Y todos sucios. Pero muy sucios. Ms sucios todava de lo que podis imaginaros. Se hubiera dicho que el advenimiento de este hermano de Job, que posea la elocuencia de las llagas, el slido argumento de su dolor y la fuerza de su debilidad, era para los otros perros infelices una esperanza de cielo frtil; una ventana abierta sobre las murallas de otro mundo mejor

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Judas, ubicado en aquel campo vaco, bajo la proteccin de un omb maternal, tomaba tan amplias dimensiones morales, que al verlo se pensaba si sera un redentor o quizs un loco Ningn ser humano pasaba por all. Era un campo maldito, sin ms dueo que el sol, que se recreaba en l como en un bao Desde pueblos lejanos, terribles turbas de perros sarnosos venan a beber las doctrinas de Judas. Los que haba perdido la vista carecan de voluntad en las patas, se abandonaban al impulso de la cohorte furibunda, que con resoplidos de huracn los impela, arrastrndoles, hasta el sitio donde Judas ladraba. Veanse perras y perros flacos, sin dientes, mostrando las costillas a travs de su cuero. Perras y perros con lceras grises, de las que manaba un pus sanguinolento. Qu estricnina de desesperacin se haba infiltrado en aquellos organismos sin salud? Qu potencia de imn haba en el fondo de un ladrido de Judas?... En pocos das congreg a su alrededor miles y miles de perros. estaban con l de da y de noche. Siempre en silencio. Sin moverse. Oyendo Y era delicioso ver cmo esos canes sufran de hambre y no se quejaban ni gruan

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Por fin, una tarde la caravana de perros vagabundos vibr en un intenso escalofro. Judas, parado sobre sus cuatro patas y con la cabeza en alto, haba exhalado un ladrido tan formidable, que su grey sinti caer sobre s algo que era como qu? Como si el cielo con astros y con nubes, con truenos y con rayos, se desplomara todo entero sobre las plegarias de la tierraJudas ech a correr. Corra en un galope febril de perro hidrfobo. Atrs de Judas la tromba de perros volaba como una horda de soldados de Atila. Adnde iban? Era un secreto. Se conoce acaso la tumba de los vientos? Avanzaban con un rumbo a las lejanas. Nubes de polvo espeso flotaban sobre aquella impetuosa tempestad de perros. Iban detrs de Judas, cojeando, estropeados, furiosos, ladrando, murindose en el camino. Caan como moscas. Los dems se esforzaban en marchar adelante, resignados, como si los llevaran a saciar su propia sed Pero lo ms bello de esta escena macabra era la cancin espantosa de ladridos que los perros entonaban en su carrera brbara. Figuraos un himno de quejas y alaridos cantado por treinta mil perros sarnosos y mugrientos que corran sin saber adnde, lanzando al aire el trgico dolor de sus heridas.

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Iban llegando a un pueblo.Judas se apresur. Estaba a la cabeza. Sufra mucho. Las llagas se le abran y la piel se le empapaba en sangre. Mirndole de cerca causaba la impresin de un jirn de carne cruda, o de un inmenso hgado fresco que tuviera patas Al dar vuelta a un sendero de cardos, Judas vio ante sus pasos un nio que jugaba con una rama de rbol, la cual, llena de espinacas secas, al par que era un juguete era tambin un arma El nio divis al perro. No se inmut siquiera, porque aun no vea a la perrada. Por eso, cuando Judas fue a pasar a su lado, el nio, sonriendo en su alegra infantil, esgrimi la rama y la dej caer con fuerza sobre la cabeza lamentable del triste precursor. Cay. Su crneo estaba abierto como un coco. Estir las patas. Y no dijo nada, porque, como Iocann, tena talento. Supo morir.

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La turba de perros, cansada y sudorosa, fue llegando. Se detuvo ante el cadver. Era verdad? Haba muerto? Todos queran ver. Y cuando vieron, hubo en la espereza de sus almas perrunas una procesin de minutos solemnes. El alma de los perros cruja de dolor. Los perros lloraban. No lloraban por la muerte de Juda.s Lloraban por la muerte de sus esperanzas. El redentor se haba burlado de ellos, puesto que se mora antes de darles la tierra prometida. Aquella ventana abierta sobre la muralla de otra vida mejor, quedaba clausurada para siempre. Cuando callaron, se comprendieron. Sentan odio hacia aquel perro que haba sido tan perro como ellos. Adems, tenan hambre Y como en un delirio organizaron un desfile silencioso, vertiginoso, pavoroso, frente a los restos de Judas, y frente al nio que los contemplaba. Y pasaron Al pasar cada perro, con un visaje de profanacin, tenda el hocico hacia el cadver de Judas, y le daba un mordisco asesino, arrancndole un trozo de cuerpo o de carne viva. As desfilaron todos. Todos comieron de l. Ninguno dej de ostentar en la boca y deglutir rpidamente un despojo, aunque fuera pequeo, de aquel que los haba sugestionado con la elocuencia de su propia angustia. Se lo dividieron en piltrafas. Mas eran tantos, que los ltimos se conformaron con lamer las huellas de la sangre o de los sesos que blanqueaban el csped como una simblica polucin estril. Otros devoraron los huesos. Eran huesos tan viejos, tan podridos, que se derretan en la boca cual si fueran terroncitos de azcar.

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Despus la grey se dispers corriendo. Entretanto, el nio matador, arrodillado junto a la mancha roja, sollozaba. A la distancia, dibujbase sobre el cielo azul la rabiosa disparada de los perros, que se perdan all, ms all del cielo; detrs del horizonte. Unos por aqu. Otros por acull. Pero solos. Fantsticos. Corriendo desunidos para siempre. Condenados a vagar por el mundo con los ojos tristes, la cola entre las patas, la sarna en el pellejo, el odio en el alma, y un pedazo de Cristo en el estmago

***Desde entonces, los perros tristes, flacos y sucios, se parecen en el alma a los hombres.

Haba una vez un buey

S Y era un buey muy extrao. Sus ojos destilaban tanta mansedumbre que, ms que buey, pareca un nio con hambre o una mujer que sufriera de amor Cuando miraba de soslayo, sentanse deseos de darle una limosna o darle un beso En la estancia los peones le llamaban El Tigre Era tan bueno, tan silencioso, tan cndido, tan manso, que los perros se asustaban de l y lo mordan. Siempre sucede as con los hombres muy mansos La dulzura hace dao

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El Tigre nunca se lamentaba. No se quejaba Como no saba leer, ni escribir, ni contar, lleg a ser un gran sabio. Conoca por instinto el mrito de la vida, de los hombres, de la muerte y de los pastos. Por eso despreciaba el suplicio. Era un buey

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De noche, cuando yo sala a cagar por el campo, le encontraba. A menudo inmvil Lejos de sus compaeros. Con la vista fija en las estrellas o clavada en los charcos. Con los ojos empapados en lgrimas. Tal vez lo envenenaba la nostalgia de otro mundo mejor Es posible que sintiera los espasmos de alguna metempsicosis. O el odio Quin sabe?... No trabajaba en nada. Careca de vigores Era un invlido. En fin, un viejo Y no slo era viejo. Era adems muy flaco. Las costillas se le sealaban en la piel como si hubieran sido las marcas de antiguos latigazos recibidos por sus antepasados. Siempre estaba triste. Y posea razones para estarlo. Debe ser muy triste, muy doloroso, convertirse en buey! No es cierto, seora?... Y cuantos hombres-bueyes hay sobre la tierra!... Un buey debe sentir ansias de ser toro. Ansias de ser fuerte. Amado. RespetadoEn cambio, como es buey, todos lo picanean, lo ofenden, lo escarnecen y lo olvidan. Pobrecito! Me imagino que el corazn de El Tigre debi ser un convento solitario y triste. Por sus patios no debi cruzar jams el resplandor de una sonrisa. Por all, nunca tal vez pudo pasar el ms bello de todos los pecados: el amor Y hasta las dulces vacas, las vacas tentadoras tan coquetas, tan perfumadas, tan melanclicas, tan suaves, habrn sido para l flores sin ninguna fragancia Por eso El Tigre cagaba siempre meditabundo. Siempre arrastrando tras de s la cadena de sus brbaras paciencias, de sus locos ideales, de sus extravagantes imposibles, de sus aos de hierro

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Una tarde le vimos sonreir Fue un milagro. Un misterio Su larga cara de esfinge hizo una mueca. Sonri tsicamente. Al otro da lo encontr la peonada. Yaca junto a la va frrea Daba lstima verlo. Con los huesos partidos. Con el alma rota Una pata aqu. Una paleta all. La cola por acull. Muerto El ferrocarril lo haba deshecho. Un suicidio, seoraCansado de sur buey, el infeliz se mat como un hombre Pero como era un buey, los peones lo comieron. Yo tambin prob una piltrafa de su lomo. Y era carne muy tierna. Qu raro! Tiernsima. Sabrosa. La digestin fue buena. Pero desde aquel da, todos los que comimos los despojos de El Tigre llevamos en la cara la tristeza de los nios hambrientos y en el alma un rabioso deseo de ser toros Qu ser, seora?

Historia de un espritu

Quiere usted verlo?Yo quera verlo. S Yo quera contemplar por ltima vez el raro gesto de aquel artista que iban a fusilar. La agona de un hombre de talento es un bello espectculo que slo pueden comprender los poetas, los pjaros, los perros y las mujeres. Quiere usted verlo?S; quiero verlo.Y lo vi Por qu lo vi? El reo estaba en el fondo de una pequea pieza. Era la capilla. Una pieza muy triste, muy vaca, muy obscura, con un altar en el ngulo y un cura en el otro. Al entrar, el penado me mir cruelmente con la dulzura de sus ojos de santo. Me mir cruelmente Tal vez con demasiada crueldad. Quizs con exceso de angustia En silencio, le estrech ambas manos. Por qu? Yo no s. Pero, en silencio, le estrech ambas manos

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Era un hombre joven. Pintor de telas famosas, clebres, discutidas, expulsadas de todos los concursos. Tena treinta aos. Y ese escaso montn de vida le pesaba tanto como su inteligencia, infectada de microbios de genio. Adivinbase que el dolor y el placer le haban transformado el rostro en una extraa mscara de pena. Sus ojos llenos de bondad y su boca llena de amargura, se unan en la complicidad de una sonrisa inmvil. Inmvil sonrisa que pareca de muerto. Cuando supo quin era, no me conoci. Hablamos de cosas fras y de cosas clidas. Los astros nos hicieron decir frases triviales Yo habl del sol. Y l, a propsito del sol, quejse de los muchos ratones que lo maltrataban en aquella habitacin tan tenebrosa De repente, sin que yo le hubiera preguntado nada, dijome: Sabe usted por qu me matan?Yo sent un placer inmenso. Mi temperamento mi temperamento sutil, tan refinado por las crueles asperezas de los hombres, y tan pulido por el dulce contacto de los animales goza con lo imprevisto. Tengo mdula de San Antonio. Acaso desciendo de algn len africano, transformado por Merln en hombreSabe usted por qu me matan?Entonces, el asesino, ese pobre artista moderno, cuyos cuadros fueron siempre geniales porque tuvieron mucho de locura; ese valiente pintor de razas, de visiones, de espritus; ese desdichado reo que iban a fusilar, me cont un salvaje ensueo de pesadilla, de delirio de fiebre, de histerismo. Uno de esos ensueos que suelen tener las mujeres hermosas cuando, en las noches de verano, duermen sobre el lado izquierdo del pecho, con el seno oprimido y el corazn acalambradoY me narr la historia de su pobre alma tsica. Alma nerviosa, epilptica, locaOd:

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Nunca sent gran apego a la vida. Vivir me pareci siempre la tontera menos til al hombre Me pareci la virtud menos necesaria. No obstante, yo estaba obligado a vivir para comprender la inutilidad de la existencia. Viv. Trabaj. Hice cuadros. Si ellos encierran algn mrito, es sin duda porque nadie comprende lo que valen ni lo que significa. Lo mismo sucede en el mundo. El mundo dejar de ser una tienda de novedades, de bellezas, de joyas, cuando los hombres conozcan todo lo que l encierra Cansado, pues, de la vida rutinaria, de la vida vagabunda y siempre igual, quise elevarme por encima de mi propio espritu. Quise hacer algo nuevo. Algo digno de mi siglo. Algo esttico. Algo bello Quise sentir e interpretar sensaciones mejores. Nuevas Quise gozar misterios invisibles. PecadosPero y el crimen?Bueno. A eso voy No diga el crimen. Diga el experimento de un alma rabiosa que revienta de sed y que se muere de hambre Me matan nada ms que por eso!Cmo?

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Si. Instal en el Retiro, cerca de los murallones, mi taller de pintor. Solicit en todas las formas modelos de seres hambrientos. Desfilaron muchos. Eran hombres, mujeres, nios. El sexo rame indiferente. La edad tambin. Yo exiga nicamente que fueran flacos. Y negros. Muy negros Pero no encontraba. Todos los modelos que se me ofrecieron eran opulentos de carne. De carne rubia, fresca, blanca, a pesar de que algunos no posean nada ms que el pellejo Yo quera un cadver viviente. Yo buscaba un espectro. O algo ms: yo deseaba la sombra de una sombra Quera componer mi ltimo cuadro. Mi cuadro estupendo. Pstumo. Sabe usted lo que yo quera pintar? Yo quera pintar un alma colectiva. Un alma atormentada, infeliz, repleta de flaquezas, plagada de temblores, henchida de vejeces, llena de obscuridades. Para eso necesitaba un cuerpo bastante horrible, bastante macabro, bastante artstico, que me sirviera de modelo. Y vinieron muchos. Muchos. Slo que ninguno era bueno. La procesin de esqueletos dur varios das. Por mi taller pasaron todas las flacuras, todas las escualideces, todas las carnes resecas de los conventillos, de los callejones, de los hospitales, de los manicomios. Pero no vena el modelo esperado Por fin, una tarde conceb un proyecto encantador. Lo conceb ante un nuevo modelo recogido en la calle. Era un negro. Un negro mudo y flaco. Muy flaco. Espantosamente flaco. Flaqusimo Pero no tan flaco como yo lo precisaba. Sin embargo, me qued con l He dicho a usted que era mudo? S Mudo Le faltaba la lengua. Hasta la raz Un cncer. Comprende?... Era un negro delicioso. Ni siquiera poda gritar Bueno. Acept al negro. Lo llev al fondo del taller, junto al gallinero. Lo at con fuertes sogas a un poste de andubay. Cerr todas las puertas Prepar mi caballete, mis pinceles, en fin. Y me sent frente al mudo. Frente al horripilado. Yo esperaba y esper as dos largos das. Tres das. Cuatro. Cinco el negro retorcase como un toro, como un pez Sus huesos rechinaban, crujan, crepitaban Cada diez horas le daba un trozo de pan y un trago de agua con el objeto de que no se muriera. Yo quera llevar su flacura a un grado extremo, sin que su vida se apagara. Con un ltigo apresuraba el enflaquecimiento de ese cuerpo marchito. El negro quera gritar. Pero cmo? Y el cncer? Dnde tena la lengua?... Cranme; era una escena hermosa. Muy hermosa Cuando pasaron ocho das, la espesa mota de mi modelo emblanqueci. Fue una tragedia silenciosa. Los dientes, poco a poco, se le fueron cayendo. Los ojos se le escaparon una pulgada de las rbitas. La columna vertebral se le torci. La boca acercsele al estmago Al dcimo da mi modelo ya iba siendo aceptable Prepar mis pinceles. Coloqume a la expectativa. Esperando Aguardando el supremo instante. Aguardando la mueca trgica. Ansiando la soada flacura. El bello gesto final Cuando se le cay el ltimo diente di la primera pincelada Era de noche De improviso, como una fatalidad, un rayo de luna visti de blanca luz el cadver del negro Maldicin! Un cadver con mortaja de plata, no poda servir para mi cuadro No pude hacerlo me tomaron preso Ahora me van a matar con ocho tiros. Qu muerte tan vulgar!... Yo merezco ser ajusticiado con la muerte del negro As, en mi propia agona, en mi propia flacura, en mi propio dolor, hallara las fuerzas suficientes para copiar el alma neurastnica maldita de mi generacin

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Despus sonaron los ocho tiros

Un perro, una mujer, una gata y un hombre

Mi perro Luzbel Conoci usted a mi perro, seora?Aquel tan enfermo que pareca un cadver?Ese. Qu artstica flacura! Era hermoso, verdad?Hermoso? S. Lo era. De noche pareca un fantasma de da era como una bruja.Tiene usted razn. Era como un fantasma, era como una bruja Pero con sus negros ojos tan femeninos, de una crueldad tan dulce; con sus negras pupilas tan vacunas, tan repletas de tristeza de buey, era algo ms que u fantasma, y sin duda mucho ms que una bruja. S. Crame. Vala Era un perro genial.Genial? Ignoraba que los perros pudieran tener genio. Yo crea que el genio era slo patrimonio d las mujeres bellas, de los toros, de los ferrocarriles, de los imbciles.Era un perro de talento, seora. Era mo!Ah! Disculpe.Mi perro era igual a muchos corazones Pobre Luzbel! Un da se enamor divinamente. Horriblemente Enamorse como un len, o como un viejo, o como un perro. Se sinti posedo de un espantoso amor. De un amor que era, para su estirpe, una mancha, un pecado, un delitoCmo?Se enamor. Se enamor con un loco amor que le estaba prohibido. Prohibido por todos los preceptos de su raza. Adivina?Se enamor de una mujer?No seora. Se enamor de algo ms silencioso, ms elctrico, ms cruel, ms suave, ms terrible, ms diablico Mi perro, mi pobre perro tsico, que al par que perro era adems tan hombre! se enamor de una gatita blancaEs posible? Ha de ser entonces una historia de amor lamentable. Risible. InteresanteCiertamente Era una historia amorosa bien extraa. Historia de secretos y de encantos. Historia de vinagres y de mieles. Muchas damas que aun esperan y suean tras la reja donde amaba don Juan, envidiaran esa historia para adorno de su propia existencia. Todas ellas quisieran ser la gata

***

Y yo, devotamente, narr la historia de mi pobre perro. Odla:

***

Mi perro estaba triste. Qu tena? Yo observaba en Luzbel una vaga inquietud. Sufra? Esto para m resultaba un misterio. Sus ojos, aunque antes eran tristes, de una nostalgia seca, estaban ahora mucho ms tenebrosos. Parecan llorar con lgrimas internas una pena mortal. Una brbara pena. Enflaqueca. Ya no era el perro de antes Perro bueno, de una fealdad feliz, de una belleza gorda. Ahora su flacura asombraba. Adems, su carcter, antiguamente cndido, rebosaba de hostiles asperezas. Conmigo siempre haba sido manso. Me buscaba. Ahora, no en las noches de luna, alzando el hocico en direccin al cielo, ladraba. Ladraba quizs alguna histrica cancin de perro bblico. (De esas que oy San Pablo) Despus dej de ladrar. Un silencio de fsil lo envolva, cual si fuera su sombra. Me inquiet. Qu era? Qu dolor le morda las entraas?... Y lo espi. As pude saber. Vi

***

Vi que estaba enamorado de una gatita blanca. Una gata gentil. Bella? Oh s! Muy bella. Era algo ms que bella. Era bellsima naturalmente, mi perro, al verla se enamor con ingenua pasin. Era tan linda! Tan coqueta! Todas las tardes Luzbel se echaba en un rincn del patio para verla pasar. Ella viva en la casa vecina. Al atardecer pasebase por el pretil de la azotea, mirando hacia el patio de mi casa, donde Luzbel estaba Yo presenci muchas veces aqul espectculo platnico y salvaje. Mi pobre perro, nervioso, febril, echado sobre sus patas, vea pasar a la gatita como quien mira fulgurar una estrella. La contemplaba con un amor muy hondo que le haca temblar todo el pellejo, y ella divinamente celestial! lo miraba tambin desde la altura con venenosa languidez de vbora. En sus ojos las ironas brotaban como risas... ***

Mi perro era, en tamao, un poco, muy poco ms grande que la gata. Yo, al verlos as tan alejados, senta una impaciencia de asesino. Hubiera querido matarlos. Hubiera deseado unirlos en una pualada feroz. Mas la gatita no bajaba Y Luzbel por su parte no poda subir Ella continuaba paseando por el pretil sus tentadoras arrogancias. En cambio l senta crecer su pena melanclica. Hasta dej de comer. Las horas pasaban por su vida con lentitud de siglos. Exttico en su rincn con los ojos clavados en el pretil de la azotea, esperaba Quera verla. Quera adorarla siempre. Siempre!... Mas ella, impasible, no bajaba. Era gata Pobre Luzbel!

***

Por fin una maana su escualidez le impidi caminar. Estaba en la cocina. Atado por la parlisis, no pudo ni moverse. Tuvo que estar all, inmvil. Era un muerto con alma! A la hora en que tena la costumbre de salir, para contemplar desde el patio a la gatita, sinti un dolor enorme. No pudo levantarse. Hizo un esfuerzo. Fue un arranque de vigor estril. Quiso elevarse sobre su propio estmago. Quera arrastrarse para verla triunfar. Para verla, all arriba, por vez ltima. Para verla triunfar en su belleza serena de gata, sobre la belleza tempestuosa de su amor de perro. No pudo. Y fue tal el formidable dolor que debi sentir el alma de Luzbel, que su garganta lanz un espantoso ladrido. Un ladrido de rabia, de pasin, de amor, de odio, en el que se condensaron los lamentos de toda una generacin de perros enloquecidos y rabiososLo mir. No haba muerto. Aun en los ojos le brillaba el dolor.

***

La gata oy el ladrido. Quin sabe qu fibras le temblaron en el fondo de su espritu! Sabe Cristo qu enigma se le aclar en la sangre! Quin sabe qu tutano le corri por los huesos! Lo cierto es que al or aquel ladrido, la gatita baj por la pared, arrastrndose Era amor? Era piedad? Era placer de presenciar el ltimo martirio de Luzbel?... Lo cierto es que baj. Penetr en la cocina. Aproximse a mi perro. Lo mir. Lo mir dulcemente con sabidura de mujer histrica. Y

***

Luzbel ni se movi. Pero en sus ojos, las ansias del amor le reventaron en tempestad de mar. Lo que haba en las pupilas de mi perro era como una muda y solemne lucha de elefantes La gata encantadora, al verlo moribundo, intent acariciarlo con las patas. E iba a darle tal vez el ltimo veneno, haciendo ms feliz su espasmo agnico, cuando ocurri algo humano. Demasiado vulgar. Un ratn pas frente a la gatita blanca. El instinto de la progenie hizole hervir la mdula. Al sentir en el olfato la sabrosa fragancia del ratn, la gata corri tras el roedor. Corri saltando. Lo atrap. Y luego, con sencillez, con arte, quebrle los huesitos. Y de un bocado lo devor. S; lo comi. Los chillidos del ratn amenizaron con su dulce msica sensual el banquete felino

***

En seguida, la gatita dise vuelta. Y cuando relamindose volva hasta donde mi pobre perro estaba inmvil, olvidado, rgido, cadver, yo, con odio y con justicia, la mat de un balazo. La bala, despus de atravesar el cuerpo de la gata, se incrust en el vientre de mi perro. El cadver de la gatita rod sobre Luzbel. All, en confraternidad de cementerio, se unieron ciegamente. Mi balazo, seora, fue un balazo nupcial

Perros sin dueo

Con el alma coronada de rosas, viva en la dulce placidez del ensueo. Era feliz A los quince aos, su belleza de virgencita rubia era una tentacin eEn el conventillo la adoraban. Para ella fueron siempre las flores ms hermosas y las frases ms dulces. Su imagen flotaba en los insomnios de los compadritos, llenndoles de plvora la sangre Viva en una pieza con sus padres, dos viejos miserables, dos crpulas que aguardaban que la fruta estuviera en sazn para explotarla Queran que se casara con un viejo muy rico Mas ella, con la rabiosa sinceridad de su alma criolla, enamorndose locamente oh! locamente de un muchacho muy pobre Huyendo a las amenazas paternales, fugse con l. Le dio su alma, le dio sus besos. Todo En cambio el novio, despus de saborear la ilusin del idilio, la dej con un hijo, en la miseria Desesperada, envejecida, intent trabajar No pudo. De todas partes la arrojaba el puntapi agresivo de la gente Cierta noche, la madre y el hijo sintieron un hambre feroz. El pan se haba concluido. Qu hacer? Morirse? No Tom al nio en los brazos. Sali a la calle Pedira limosna! Era Nochebuena, y si Jess gozaba en su pesebre, tal vez su hijo pudiera ser feliz. Pero no Los borrachos, al verla, la saludaban con gritos obscenos. Implor. Rog. Llor Todo en vano. Nadie le dio nada Al fin, cansada, rendida, deshecha, se dej caer, con el nio, en el umbral de una puerta. Ambos se quedaron dormidos en un sueo de angustia, de vigilia, de hambre Y as, dormidos, soaron Qu soaron? Ella so que aun era joven, y que el novio la besaba, con delirio, en la boca. El nio so que Jess le regalaba caramelos muy dulces y cuchillos con sangre

Psicologa de una noticia policial

Ella. Y junto a ella, yo. Era antes del pecado. El patio estaba alegre porque estbamos solos Mientas Dora lea las noticias del diario, yo, sin mirarla y para torcer el rumbo de mis propias ideas, observaba el vuelo de las moscas. De pronto la mir Y vi que entonces sus lindos ojos claros, tan azules, tan bellos y tan malos!... irradiaban un gracioso furor de muequita rubia. Sus manos estrujaron el diario y lo tiraron lejos.Qu tonto! exclam.Tembl. Supuse que hubiera odo lo que yo me deca internamente acerca de su inconquistable corazn. Y tuve miedo.Qu tonto! repiti sin ver que yo la contemplaba. Quin?Ese diario No trae ninguna noticia policial de inters. Ningn crimen salvaje. Ningn suicidio que llame la atencin. Nada!... Puras tonterasEs posible? No puede ser

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La misericordia que siento por los diarios, por esas grandes sbanas que encierran tanto dolor y tanto sufrimiento, por esas hojas plidas inundadas de hormigas y en las que cada gota de tinta equivale muchas veces a una gota de llanto; esa misericordia, esa infinita lstima que me inspiran los diarios, hicironme recoger el que acababan de estrujar las manos blancas, las manos adorables Y en silencio, busqu en l las noticias policiales. Despus dije:

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Ya que para dar goce a los nervios necesitas conocer sucesos crueles, salvajes, horribles, no esperes a que los diarios te den noticias bien completas, con detalles explcitos de los robos, de los suicidios, de los asesinatos. Tendrs que sufrir mil decepciones. Y adems, para qu? No tienes imaginacin? A los que poseen, cual nosotros, una elctrica malla de diablicos nervios, sedientos de emociones, les es fcil encontrar lo que buscan, siempre que les ayude el vuelo de la mente Mira: en esta pequea noticia que hay aqu, y que tu has despreciado, tenemos el ejemplo. Lo trgico no siempre est en lo grande, ni en lo ruidoso, ni en lo sangriento. A veces suele estar en lo insignificante En cada lnea de la crnica policial existe un drama. Slo que es preciso adivinarlo. Y sentirlo Escucha lo que dice esta noticia:En un banco del paseo de Julio fue encontrado ayer por un agente de la polica el cadver de un desconocido como de veinticinco aos de edad. Vesta correctamente. De la autopsia practicada en el Hospital San Roque, resulta que el extinto falleci de la ruptura de una aneurisma.

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Nada ms. Ah tienes!... T dirs que es una noticia vulgarsima, que tan pronto se lee como se olvida? Perfectamente. Es una noticia escrita a ltima hora por el pinche policial, y transmitida desde la Comisara por in indiferente meritorio S. Bueno Pero piensas as porque no sabes nada ms que lo que el suelto dice. Pero tendras que preguntarle a ese cadver la causa de su fin. Tendras que inquirir quin es ese desconocido, de veinticinco aos, que aparece muerto en un banco, y que luego es trasladado al Hospital, donde los mdicos y los practicantes afirman que ha expirado vctima de un estallido de su corazn. Tendras que averiguarle a ese muerto annimo quin era, si tena madre, si tena novia, qu hizo cuando vivi y por qu el corazn tan vulgarmente se le rompi en pedazos. Yo pienso que ese infeliz muchacho era un hombre de ingenio. Un hombre demasiado joven, pero de alma muy vieja. Yo pienso que era un solitario, de esos que, como yo, alcanzan lo que no desean y que fracasan en la ruta de lo que aspiran. Un o de esos hombres que cuando fueron nios sufrieron los ardores del hambre y el odio del desprecio. De esos que nunca ren. De esos nios grandes a quienes nadie ve llorar, pero que, sin embargo, parece que siempre estn llorando Yo me lo imagino en su niez. Solo. Muy solito. Recibiendo golpes, y muy triste al no poder destrozar ningn juguete, porque tal vez nunca tuvo ninguno Me lo imagino despus, ms grandecito, buscando en todas partes un sitio para su estmago. Luego le veo metido en una lamentable habitacin. Siempre solo, muy solito, con la cabeza entre las manos y los ojos leyendo. Lo veo sobre los libros. Ansioso de ser algo. Con demencias de altura, con fiebre de subir, con locos anhelos de conquistar glorias para su prometida y pan para su madre Y lo contemplo, todava solo, muy solito, luchando, peleando, sufriendo, con el corazn mordido ya por el dolor tremendo que nunca finaliza. Y por fin, le veo llegar, flaco, esculido, sin esperanzas, sin vigor, sin nimo, como un agonizante que no puede morir, como un alucinado que ni siquiera tiene la fortuna de perder la razn Le veo avanzar, solo, muy solito, y paso a paso, en una noche clida, ante una luna irnica, hacia el paseo de Julio Y veo cmo, lleno de una desesperanza formidable y abjo un espantoso derrumbamiento de deseos, se deja caer en un banco, cansado como se cansa un mosquito o como se cansa un elefante. Y veo que cae herido. Herido por la fiebre de su propia fe. Herido por el fuego de su brbaro amor Y le veo desplomarse sobre el banco tranquilamente, inevitablemente, mientras su corazn, cual un viejo caballo que ha corrido ya mucho, cae, tambin reventado. Despus

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(Despus Dora se ha dormido en mis brazos.)

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(Nota. He ido al Hospital para ver el cadver del hombre annimo. Estaba en el anfiteatro, junto a tres muertos ms, no pude reconocerlo. Varios estudiantes, a fin de realizar estudios prcticos sobre la patologa del corazn, habanle arrancado con sus crueles navajas toda la piel que le cubra la cara. Hicieron bien en divertirse as!... Creo que hoy en da, para averiguar lo que un hombre tiene dentro del corazn, es necesario evitar primero que se ruborice)

Tartarn Moreira(Psicologa Latinoamericana)

Conoce usted al doctor Tartarn Moreira?-No.Es raro. Tartarn Moreira es un muchacho ilustre. Su abolengo es sonoro. Por la lnea materna desciende de una vieja familia de Tarascn. Familia muy famosa en aventuras terribles. Por la lnea paterna desciende de la no menos famosa familia de Moreira, en la cual, segn dicen, hubo un Juan muy valiente. Ah! Entnces?...S. Es pariente de Juan Moreira y de Tartarn de Tarascn. Le parece extrao? Pues es muy naturalCmo!S, amigo. Hace tiempo vino de Francia un sobrino de Tartarn. Se radic como vago en la Repblica Argentina. Lo primero que hizo, al pisar tierra portea, fue decirle a un vigilante que l era hijo del sha de Persia El vigilante se ri. Le mir desde la gorra hasta las botas. Volvi a rerse. En seguida lo tom de un brazo y lo llev a la Polica. De all lo pasaron al Manicomio. En el hospicio pudo probar que efectivamente era loco, y por eso lo pusieron en libertad Se fue a una estancia ubicada al Sudoeste de la provincia. Empez a trabajar como pen. Por all el clebre Juan Moreira haba realizado sus heroicas hazaas. Nada menos que Juan Moreira, el maestro de la daga, del trabuco y del facn! Pero ya no exista Vicenta, la esposa de Moreira, tambin haba muerto. Juancito, el hijo, tampoco vivaDe la ilustre familia slo quedaban una morochita digna de su apellido. Era hija de Juancito Moreira. Cuando el sobrino de Tartarn la vio, enamrose de ella. Y como en el campo el amor y el casamiento son cosas que se confunden, el sobrino de Tartarn se cas con la nieta de Moreira. Hubo un hijo. Este hijo se cas a su vez con la hija de un puestero italiano que afirmaba ser conde, y ambos tuvieron una larga familia De la mezcla de estas razas diversas Tartarn, Moreira y Cocoliche surgi el temperamento original del joven abogado Tartarn Moreira Quiere usted conocerlo? Es un caballero de veintitrs aos, muy elegante, muy moderno. Tiene ttulo universitario. Habla francs. Es rico. Tiene caballos, reses y mujeres. Es muy Tartarn y muy Moreira Qu casualidad! All viene

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Y mi inseparable amigo Juan Prez me lo present. Cuando Tartarn Moreira supo que yo colaboraba en El Eco de las Mercedes y que era socio de La Tachuela, me felicit. Escupi por el colmillo. Se puso unos guantes color perla. Me prodig elogios merecidos. Aplaudi mis gestos ms insignificantes. Celebr mis chistes. Y cuando pens que me iba a pedir algo, me ofreci su casa. Como no acostumbro a visitar gente decente, no fui a verle. Pero casi todas las noches nos encontrbamos en los cafs donde la muchachada se rene para decir frases y para meter bochinche Cada vez que me vea se me aproximaba. Con explosiones de cario felicitbame por los brillantes artculos literarios que yo no haba escrito an, y me ofreca nuevamente su casa Como es natural, tantas galanteras concluyeron por ablandar mi resistencia, y al fin lo visit Cuando me vio pentetrar en su casa, yo cre que me iba a matar. Fue tal el entusiasmo que le produjo mi presencia, que rompi el espejo de su lavatorio, y despus de tirar tres balazos al aire, le peg a su mucamo una bofetada por no haberlo dicho con anticipacin que era yo el visitante El doctor Tartarn estaba en mangas de camisa. Alistbase para concurrir a un baile de mscaras. Mientras se peinaba los bigotes, me invit a que lo acompaara.Venga, compaero! No sea sonzo. Le aseguro que se va a divertir. Ir toda la muchachada. Meteremos un batuque brbaro. Hemos comprado a los vigilantes. Apagaremos las luces y nos robaremos unas cuantas costureritas Se da cuenta?

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Es claro! Yo me daba cuenta Yante la perspectiva de aventuras tan sabrosas, realizadas en compaa de un hombre como Tartarn, acept en seguida. Me prest un domin igual al de l y salimos Llegamos al local donde la sociedad Estrella Matutina daba un baile de mscaras. En la puerta, Tartarn era esperado por una patota deliciosa. Cada uno de aquellos muchachos era un tigre. Qu ricos tipos! Todos estaban borrachos Tartarn, que tambin haba bebido caa inglesa, wisky, me present como director de El Eco de las Mercedes, y ninguno me tom para la farra. Despus supe que todos aquellos jvenes eran parientes de Tartarn Entramos. La comisin organizadora de la fiesta nos salud con una inclinacin de levitas, jaquets y fracs, dentro de los cuales cre notar la presencia de algunos almaceneros, tenderos, carboneros, lecheros, etc. El saln ofreca un bello aspecto. Las mascaritas estaban alegres. Eran muchachas y jvenes del pueblo. Trabajadores que iba a gastar un poco de alegra, de amor, de olvidoAl entrar, Tartarn, con gran misterio, nos indic la forma en que debamos iniciar el escndalo. Yo estaba loco de contento. Al fin iba a poder disfrutar de una farrita aristrocrtica. Figrense ustedes! Una farra en compaa de Tartarn Moreira y su patota! Todas aquellas costureritas y todos aquellos dependientes de tienda y de almacn que bailaban felices, iban a tener que disparar bajo el peso de nuestro bochinche Por eso, cuando antes de la madrugada Tartarn hizo seal convenida, yo tembl de placer. Los parientes de Tartarn empezaron a cumplir su misin. En tanto que unos trataban de apagar las luces a trompadas, otros descerrjaban tiros sobre los espejos. Algunos arrojaban sillas por el aire, mientras las muchachas se desmayaban. Unos corran de un lado al otro del saln saltando por encima de las mujeres. Muchos arrancaban a tirones todas las polleras de las pobres mscaras, mientras la mayora, presa de un entusiasmo de Tartarn y de un valor de Moreira, acuchillaba el cuero de los sillones, el papel de las paredes y los vidrios de puertas y ventanas. Entretanto el doctor Tartarn Moreira habase apoderado de una docena de botellas de cerveza y las iba vaciando, de una a una, dentro del piano, pues el director de orquesta haba fugado. Qu loco!... De repente entr la polica. En el saln slo quedbamos los de la patota. Despus de una breve corrida y entre gritos salvajes, el valeroso Tartarn Moreira y todos sus parientes, incluso yo, fuimos llevados a la Comisara. Nos metieron en un calabozo hasta la maana siguiente, en que gracias a la recomendacin de un ministro pariente del doctor Tartarn, nos pusieron en libertad.

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Por la noche me encontr en el caf con Tartarn y sus amigos. Supuse que estaran lamentando el fracaso de su bochinche. Me aproxim al grupo para lamentarme con ellos. Pero oh sorpresa! La primera cosa que Tartarn me dijo fue:Hola amigo! Cmo le va? Estbamos hablando de la farra de anoche Qu bochinche! eh? Pucha digo, cmo nos hemos divertido! Quiere venir esta noche? Vamos a armar otra farrita de rdago!

En el reino de las cosas

Todas las cosas piensan. Todas las cosas sienten. Todas las cosas hablan. Pero desemejantes a los hombres, que estudian para expresar lo que no piensan y que piensan para poder manifestar lo que no sienten, todas las cosas del universo inanimado hablan un idioma el cual saben decir sinceramente su modo de pensar y de sentir.Y para que el lenguaje de ese idioma pueda ser comprensible a nuestra mente, slo basta la perspicacia de los ojos.***

Sentado a una mesa de un caf del bulevar, la cabeza oblicuamente inclinada hacia el suelo, veo pasar por la vereda, en sucesin continua, los pies de los transentes. Desfile sin final de pies que van y vienen, persiguindose los unos a los otros, en un cruzamiento de saltitos, arrastres y deslices, ya dbiles, ya briosos, ya lentos o acelerados, que simulan la epilptica marcha de un disperso batalln de ranas y de sapos.Y el calzado de todos esos pies, habla. Mis pupilas traducen.

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Pasa un plebeyo. Anciano botn de cuero de becerro. Calvo. Sin lustre, sembrado de jorobas y remiendos. Al pasar relata la historia de su extenso vivir. Botn inmenso. Amplio. Deforme. Flor de la teratologa zapateril. Parece una canoa. Va contando su vida de dolor. Y como un hombre, la cuenta para consolar su desventura. Pobre botn! Ha caminado mucho. Su tacn, carcomido por el cncer de las piedras, siente desmayos de claudicacin. Su vida eternamente ha sido una vida de perro. Ha vagado por las ms pobres calles del suburbio y ha soado bajo lonas de catres que sirvieron de lecho a la miseria y al vicio. Varias veces ha perdido la suela, y si todava no descendi a la tumba de la quema, es debido a la habilidad de manos remendonas. Nunca conoci el encanto de las caricias de la alfombra. Slo una tarde le acicalaron con betn y le sobaron con cepillo. Y dice qu el recuerdo del cepillo laborioso y de aquel betn amable perdura en su memoria cual la suave impresin de un nictlmico sueo de otra vida. Empero no obstante haber sido su existencia tan maltratada por el dolor de su desdicha, la dicha puso en su cuero el calor de sus besos. Fugaces besos de amor que volaron hacia la ausencia, adonde huyen los amores nacidos en latierra Y fue feliz sirviendo de tlamo nupcial. Cierta vez en que el dueo del pie que lo calzaba vise atacado de una pulmona, el botn permaneci tres meses bajo la cama del enfermo, entre polvo y basura. Un da vio llegar hacia l una pareja de ratones que acababan de unirse en matrimonio. Buscaban un sitio solitario y obscuro en donde poder librar las mieles de su amor. Ella, la rata, al ver aquel botn, detvose de pronto, y mir al ratn con un mirar extrao. Con un raro mirar en que el deseo se abra como flor de pecado. Entonces l ratn al fin no pudo contener la fiebre de su sangre ni el calor de su celo. Introdjose de un brinco en el botn La rata fue tras l. La mujer debe seguir al marido, legisla San Pablo. Y all fue El anciano botn de cuero de becerro prosigue contando el cuento de su vida. Ha pasado y se pierde Ya no le veo Su voz ya no se oye Pas. Pas entonando la marcha fnebre de su vida atutumnal.

***

Pasa un aristcrata. Joven botn de bruido charol, sobre cuya capellada reverbera la luz con singulares variaciones catrpicas. Avanza en menudos y elegantes deslices, esquivando la suciedad de las baldosas y huyendo del contacto del calzado plebeyo. Es un botn feliz. El mismo lo dice. Desde que empez a vivir no ha conocido ms tristeza que la tristeza de su exceso de dicha. El bien formado pie que le tiene calzado no le molesta para nada. Nunca le ha conducido por calles mal pavimentadas, ni tampoco le ha obligado jams a investigar el fondo de los charcos. Las alfombras reservan para l las caricias ms tiernas de su felpa amorosa. La badana y la cera se disputan cotidianamente el alto honor de hermosear la hermosa hermosura de su piel de Baviera. Botn feliz! Slo por distraccin pisa los toscos pavimentos de las calles. Por eso ellos sienten terribles celos de la alfombra de coche y de la rica manta que en invierno envuelve a tan noble botn. El asfalto, la madera y el granito impetran sus pisadas. Mas l los contempla de lejos, indiferente y frio. Sabis por qu? Porque el aristocrtico botn tiene una novia. S; tiene una novia. Acaso los botines no tienen corazn?El botn ama. Cuando su dueo concurre a casa de una joven divina que destila zumo de ajenjo en las miradas, el botn est de fiesta. Sintase el amo en un sof, junto a la nia de ojos verdes y curvilneas formas, que exhalan efluvios de perfume sensual. Y mientras los labios de ambos se entreabren en el prefacio de la misa de su mutuo amor, el botn travieso y seductor del amo avanza enardecido en busca de a botita de ella, que asoma la tentacin de su fina puntera bajo el ruedo del vestido blanco. El botn adora a la botita. Ella lo sabe, y por eso, miedosa y rendida, deliciosa y exquisita, se esconde a su asechanza, ocultndose entre las puntillas y las blondas Pero l la persigue, hasta que el fin la encuentra en una encrucijada de festones, y ella se rinde como una palomitaAcaricindose, pasanse el botn y la botita rpo el ruedo del viso y la pollera. Y ella el revela los misterios que l adivina entre puntillas. Entonces los labios del amo besan a la nia, y el botn estruja a la botita con un estrujn que tiene la agudeza de un mordisco y el mordisco de un beso El botn de charol acaba de extraviarse entre otros botines y su voz ya no se oye Ya no le veo Pas. Pas cantando la eterna marsellesa de su vida de amor.

***

Y el desfile prosigue. Pasan botines de todas las edades y categoras. Feos. Hermosos. Invlidos. Sanos. Hay envejecidas alpargatas que abren bocas hambrientas, como sapos con sed. Zapatitos infantiles que simulan mariposas volando a ras del suelo. Zuecos ignorantes y groseros, perseguidos por delicados zapatos de mujer coqueta. Hermosos zapatitos que aprisionan giles pies que vuelanBotines. Botas. Zapatos. Alpargatas. Botitas. Zuecos. Zapatillas. Todos se arrastran. Se deslizan. Saltan. Y todos pasan por la vereda hablando. Unos ren. Otros lloran. Algunos a la vez lloran y ren. As, arrastrndose, saltando, riendo y llorando, pasan tambin los hombres por la vida.

Cuento irlands que me cont mi abuela

Quieres un cuento, nene?S, abuelita. Pero un cuento lindo Cuntame el cuento de La novia del gato.

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Conviene que le sepis: mi abuela era de Irlanda. Cuando yo la conoc, su cabello era blanco. No tena dientes A pesar de esto, me confes una tarde que su cabello haba sido, cuando joven, muy rubio. Y me dijo tambin que sus dientes haban sido, mientras vivieron, blancos como la leche. Es posible. Pero yo dudaba. Siempre dudo. Nunca quiero creer que los viejos hayan podido tener das de juventud... Sin embargo, me complaca hamacarme en las rodillas de mi abuela. Y ms que todo, me gustaba or de sus propios labios de marquesa esas historias tristes que forman las leyendas de Irlanda. Son historias nebulosas. Sin harmona. Muy catlicas. Muy sensuales Se parecen a m. Conservan en su argumento las hmedas nieblas de aquellas tierras tan fecundas en mrtires, en tejedoras y en santos Son historias con algo de misticismo. Con mucho de inocencia. Y un poco de pecado.De todas esas historias, la que siempre me conmova era la leyenda de la novia del gato En la boca sin dientes de mi abuela, la historia tomaba un carcter sobrenatural. Haba razones: mi abuela era nacida, como mi madre, en la prisionera isla britnica, donde segn un sabio debi nacer Adn La reina Victoria dile cierta vez a mi abuela un beso en la frente, que le dej en el alma una gran cicatriz. Por otra parte, ella amaba a Dios. No crea en la Virgen. Adoraba las llagas de cristo. Me daba caramelos y pellizcos Por todas estas causas, y especialmente por la ltima, yo adoraba a mi abuela

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Quieres un cuento, nene?S, abuelita. Cuntame el cuento de La novia del gato. Y ella empezaba as:***

En Irlanda escasean los gatos. Son animales muy raros. La humedad les da miedo. Hay pocos. Nace cada ao uno Y los que nacen con vida, son raquticos. Pensativos. Mueren de tristeza y en la soledad Como escasean, su precio es muy subido. Se les busca cual si fuesen perlas. Cuando un nio rico enferma, los padres dicen:Si tomas sin llorar la medicina, te comprar lo que ms quierasBueno, tomar la medicina. Pero primero cmprame un gatoY los padres, desesperados, salen por los caminos en procura de un gato. Ofrecen una fortuna. Pero en Irlanda nadie vende sus gatos Cuando los hombres se enamoran y all los hombres se enamoran de una manera eterna, los novios preguntan a las novias:Qu regalo de bodas quieres que te haga?Un beso y un gatito contestan ellas.Y los pobres muchachos irlandeses, desesperados, salen tambin por los caminos en procura de un gato Intilmente. Nadie vende gatos. Y el que no los tiene odia al que tiene uno Puedes imaginarte cuntas desgracias ocurrirn por esto! En Irlanda los gatos son como los vicios: hacen dao a quienes los poseen, y perjudican al que carece de ellosCmo, abuela?Cllate. Cuando seas grande aprenders en tu carne esta verdad. Pero no me interrumpas. Quiero contarte la historia de la novia del gato. Oye En el convento de San Patricio vivan encerradas muchas monjas. En el alma de aquellas mujeres, lo mismo que su cuerpo, estaba consagrada a Dios. Eran muy virtuosas. Algunas por santidad. Otras por temor. Y las dems por haraganera Haban cometido pecados. Mas, gracias al ayuno y a las oraciones, gozaban del perdn de los cielos El convento hallbase sumido siempre en el silencio. De vez en cuando, el reloj del campanario se acordaba de dar las horas. Era un reloj muy caprichoso. Todos tenan fe en su exactitud, porque casi siempre estaba parado. Andaba cuando quera. De noche, Nuestro Seor el Diablo bajaba del cielo (en Irlanda el infierno est arriba, en el Polo), y sin permiso de la hermana portera, se colaba en la torre. Agitaba el badajo de la campana, y organizaba conciertos sinfnicos Las monjas tenan miedo. saban que era el Diablo. Se estremecan debajo de las sbanas hacindose la seal de la cruz Sus carnes blancas eran como de pollo. Sentan miedo por el Bajsimo. Pero al mismo tiempo, lo adoraban. Las mujeres de Amrica, de Irlanda y de la Biblia, aman con ms fuerza a quien les causa miedo. aman tanto a Dios porque las espanta su Justicia divina y sus calderas con plomo derretidoCmo, abuelita?...Cllate Entre todas aquellas monjas haba una muy flaca y muy triste, que se enamor locamente del Diablo. Mientras a media noche las hermanas oan en sus camas camas intilesla llegada del santsimo Satans, ella, la muy triste y muy flaca, dejaba su lecho, despacio. Despacito Suba las escaleras de la torre. En silencio, llegaba al campanario, y all, quin sabe qu cosas hablaba con el Diablo!...Regresaba a su lecho de madrugada. Descenda de la torre, muy plida. Muy ojerosa Las dems monjas la espiaban a la ida y al regreso Eran mujeres. Eran curiosas. Se haban olvidado de dejar en la puerta del convento ese hgado amargo que los mdicos llaman corazn. Por eso espiaban el regreso de la monjita pecadora Yo no sabr decirte si la vean regresar con asco, con odio, con miedo o con envidia. La miraban, sobretodo, en los ojos. En seguida se dorman, nerviosas. Y entonces soaban que el Diablo se les apareca, muy bonito, montado en el badajo de la campana, y tomando t con hostias consagradas Cuando la madre abadesa las reuna a todas en el refectorio para el desayuno, resultbale imposible conocer cul era la monjita que menos haba dormido en paz. Todas tenan ojeras y estaban plidasUna de aquellas noches en que las monjas vieron que la muy triste y muy flaca haba subido en busca del demonio, estuvieron mucho tiempo con los ojos febriles, esperando su vuelta Oyeron las campanas movidas por el Diablo. Oyeron los bufidos de Satans. Bajaban de la torre con caracoleos parecidos al viento Despus, el silencio cay sobre las cosas. Y las monjas, debajo de las sbanas, cavilaban: Por qu no bajar nuestra hermanita?... Y esperaban or el roce de sus pasos. Pero nada. El sol apareca en las ventanas. Asombase curioso como un hombre. Curioso por ver aquellas carnes blancas, que se inmovilizaban de pavor sobre los lechos. Ninguna de las monjas quera respirar. Cerraban los ojos para no ser odas, pues en ciertos momentos de soledad, cuando se siente miedo, parece que los ojos abiertos lanzaran espantosos crujidos.A la hora del desayuno son la campanilla de la madre abadesa. Las monjas se levantaron. Eran como sonmbulas. Histricas Con precipitacin, sin saber lo que hacan, trepronse en camisa por la escalera del campanario. En vez de ir al refectorio, fueron hacia la torre Los largos camisones blancos eran como mortajas que ascendan. Volaban Al llegar a la cumbre, junto a la campana, las monjitas vieron algo sentimental. Pas entonces por los nervios de las apasionadas una emocin de placer y de miedo. Una emocin de latigazo y de besoQu vieron, abuelita?Vieron a la plida monja que yaca de rodillas. Rgida. Muerta Muerta frente al cadver de un gatito negro, que debi ser el Diablo Al da siguiente quemaron los dos cuerpos juntos. Una bella monjita recogi en un dedal un poco de ceniza: esa noche se ahorc Desde aquel da, el Diablo ya no vino a ejecutar serenatas en el campanario. Pero a veces entraba en el convento cuando todas dorman y se paseaba por los ensueos de las rubias monjitas, cabalgando en el badajo de la campana muerta.

***

As siempre terminaba el cuento de mi abuela. Yo me dorma en sus brazos santamente. Y soaba. Soaba con las monjitas. Y soaba tambin que yo era el Diablo. Y que ellas ponan sus bocas en mi boca

Los dedos

Arraigado en la esquina, inmoto y boquiabierto bajo la taciturnidad severa de la noche, el buzn postal, vestido de pintura verde, habla tcitamente a la imaginacin de quien le observa. El buzn monologa el secreto de su meditacin de estatua, delatando el misterio de su raro pensar. Un farol pensativo esparce en la vereda la melancola de su alma de luz, mientras un reloj invisible campanea poco a poco la hora que se va. Tlan.. tlan tlanEl buzn habla.

***

La madrugada? S. Son las tres. Dentro de dos horas me baar en el sol. Ahora los hombres , casi todos, duermen, soando sus ensueos, muy lejos y muy cerca de la vida. Las calles sombras, solitarias y tristes, cavilan cual viejos pensativos acerca de su triste soledad sombra Y la total ausencia del spero bullicio humano, eleva un trono regio al augusto silencio de las cosas.

***

No hay gente. Nadie se aproxima a darme de comer. Mas que importa? Bastante es lo que me ingurgitan todo el da!Sin embargo, mi glotonera nunca se apacigua. Aunque me alimentan con exceso, jams me satisface lo que como. Y mis fauces abiertas, siempre piden ms. Siempre ms. Cuando mi alimentacin raya en lo exorbitante, vome acometido por la creencia de que voy a estallar Empero eso nunca acontece y todo se concreta a una revolucin de ardores gstricos, que derivan de la indigestin. Y mi bolsa se hincha, se hincha Ah! Pero eso termina conforme el cartero de la recoleccin me coloca un nuevo estmago vaco.Entonces comienzo de nuevo a alimentarme, comienzo a comer a comer Cmo como, Dios mo!***

Pero mi vida no es tan ttrica y amarga como pueden suponer los vigilantes que me ven exttico e inmvil, dispuesto a servir de apoyo a su cansancio. No es ttrica porque yo s disipar lo que la ofusca, y tampoco es amarga, porque yo dulcifico su acrimonia. La aclaro y la endulzo con mi filosofa. Soy filsofo. Acaso un buzn no puede ser filsofo? Filsofos existen que saben mucho menos que un buzn.***

Viendo, oyendo, observando, aminoro de tal modo la incalculable longitud de las horas, que mi vida se desliza fcilmente, suavemente, alegremente, como anguila en el aguaAs es como sin siquiera moverme de esta esquina, he logrado descender al fondo del proceloso y fosco mar que late junto a mi todos los das: el hombre. Yo conozco al hombre porque l me confiesa sus pecados y me confa todos sus secretos.Y es as que al descender sus cartas al fondo de mi bolsa estomacal, yo he descendido al fondo de su abismo interior. Y he visto all la intrincada red de sus malezas. Malezas que dan terribles flores de monstruosa perfidia. Malezas inmunes de la muerte.Y entre tanta maleza lujuriante, he visto madreperlas florecidas.

***

Los dedos de los hombres me relatan la histrica novela del alma de los hombres. Cuanto dedo viene a posarse en mi amplia boca para darme una carta, me da tambin la clave de un secreto.Hacia m vienen dedos de todas las estirpes, de todas las prosapias. De mujer y de hombre. Plebeyos y aristcratas. Temblorosos y rgidos. Entecos e hinchados. Sinceros y mentirosos. dedos de pulcritud exquisita y dedos pegajosos de mugre. He visto dedos suaves, de suavsima piel tibia y que conocen el crimen. Dedos adorables de Lucrecia Borgia. Dedos dignos de tejer caricias sobre rostros amados y que slo saben la ciencia del rasguo protervo. Dedos groseros de enlutadas uas y pringosas grietas, que esparcen la dicha sobre quien los toca y que llevan la gloria para quien los besa. Dedos evocadores de terribles conjuros. Dedos diablicos. Dedos que odian. Dedos que gesticulan entre vahos de sangre tibia. Dedos que aman. Dedos que maldicen. Apergaminados dedos seniles. Blancos dedos de virgen que en el aire describen la seal de la cruz. Y todos esos dedos se aproximan a m. Y todos esos dedos se posan en mis labios. Y yo les veo venir y los recibo en la inmutabilidad perenne de mi boca abierta, sin que me sea posible acariciar los dedos que idolatro y sin poder herir los dedos que aborrezco. Tntalo soy

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Hay dedos que avanzan hacia m agitados por un neurastnico temblor de delito. Dedos que han escrito calumnias en annimos chorreantes de veneno. En annimos que trago sin poder evitar su deglucin. Otros dedos conozco que saben inspirar amable afecto. Refirome a los dedos que aman. A los dedos tentadores de Mim Pinsn. A esos dedos que despus de haber escrito ternezas de pasin sincera me confan la carta como con temor a que me burle de ellos y profane el sagrario de sus hostias. Son dedos tmidos. Con delicadezas de plumaje de cisne se me acercan medrosos, vacilantes, e introducen en mi boca la querida cartita. Y todava, antes de marcharse, tantean mi paladar para cerciorarse de que la carta ha cado hasta el fondo, y me miran con tristeza envidiosa por no haber podido ir ellos acurrucaditos en el sobre. Y se alejan para retornar al da siguiente con otra nueva carta y otro nuevo temblor.Dedos que encantan son tambin los dedos de las viejecitas que escriben a los hijos ausentes, transmitindoles en garrapatos y borrones de tinta la escencia de sus viejas almas jvenes. Son largos dedos flacos y no siempre aseados, que dejan deslizar el sobre con la mstica respetuosidad de un hierofante al revelar el misterio de las cosas recnditas. Benditos dedos que de m no se apartan sino despus de haberme acariciado muchas veces, como implorndome vele por su cartaY los dedos traidores? Y los dedos hambrientos? Y los dedos que matan? Y los dedos que roban? Y los dedos de las madres que estrangulan a sus hijos? Y los dedos de los hijos que estrangulan a las madres? Todos pasanTodos pasan sobre mis labios en una larga procesin de almas desnudas. Almas que vienen hacia m trayendo gotas de miel y hiel; rfagas de luz y sombra. Yo las veo. Yo las siento. Acaso las cosas no tienen alma lo mismo que los hombres?

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El buzn enmudece. Por qu? Porque a lo lejos un perro enamorado ladra lisonjas a la luna impasible.

Carnaval

Van pasando Van pasando

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