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El ALTO CHOCO EN EL SIGLO XVI Parte II: Las Gentes Kathleen Romoli

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El ALTO CHOCO EN EL SIGLO XVI

Parte II: Las Gentes

Kathleen Romoli

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FE DE ERRATAS

Por no haber podido la autora revisar las pruebas de este artículo, se han perpe-tuado en él aquellos errores de imprenta que se suelen atribuir a los consabidos duendes y que normalmente se eliminan en las galeradas. En las circunstancias se debe felicitar

a la Imprenta del hecho de que esos lapsus no sean más graves. (K.R.).

Página Línea

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45 6

Dice

(V.T. el Apén) Coponama los Tootuma de los cuales más adelante, — al Oeste Dagua — Río Grande que articulados

la Sima el valle el gran camino, troncal de altochocoana — las riquezas del Cauca, pusiera Chanco tenla

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Leyes conjecturales independientes, a causa... Cocobari Qepi

Qepi Libara manibuxu

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Página Articulo

59 Baure (referencias) 59 Bequeya

60 Catru, ref. 60 Cacarbado ref.

60 Duquamoco ref. 61 Pelleria 62 San Faustin ref.

62 Tamana 62 Tatama 63 Tuturrupi 63 Urru, ref.

63 Yarrama 63 N'ata 64 Ytacu 64 Ytacu 64 nota 65 Burgalantede

Debe decir

Figura 2 Pepemya (HDC, No. 9: p. 98) (...48; mapa...) ...568v)

después de Arbiaru, no al fin. (Simón 39: 7: 1) Melchior Tatania Garrapatas (quitar p.) final Torró Taraui dividía Davila, en la que... a título folklórico Burgalandete

Dice

Figura 6 Fepemya (HDC 9, 9:98) (...48, mapa...)

..368v) comillas se cierran

Melchor Tabania Carrapitas

Torra Tarrami

dividia Davila en la que artículo de folklórico

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Faltos de curiosidades etnológicas corno de conocimientos directos de la mayoría de las tribus mencionadas en sus informes, los pobladores de Toro aún comunican, a través de sus pleitos y peticiones, noticias irb teresantes acerca de las gentes surchocoanas de su tiempo. Verdad es que el valor de estas noticias es relativo a la casi completa ausencia de otros datos al respecto, pues nuestras fuentes, si bien permiten deducir ciertos aspectos prácticos de la sociedad autóctona, nunca describen explícita-mente los usos de los indígenas y, mucho menos, los elementos esotéricos de su cultura.

Tribus del Chocó meridional

Excluyendo a grupos de la cuenca del Atrato y de la costa al Norte de Cabo Corrientes, las tribus nombradas por las fuentes como propias de la gobernación del Chocó, son las siguientes: (V. T. el Apén).

1. Botabirá 12. Guarra 2. Burgalandete 13. Guerbaro 3. Cagalimbe 14. Morirama, Marirama 4. Cirambirá 15. Noanama 5. Cobira 16. Orocubirá 6. Copoma, Coponama 17 . Perre

Coronados: v. Guarra 18. Sima 7. Chanco 19. Tatama 8. Chiloma 20. Tatape 9. Chocó 21 . Tootuma, Tautuma

10. Ebirá 22. Yaco 11 Eripede 23. Yngará

El mapa de 1596 sitúa a tres de estas tribus fuera del Chocó geo-gráfico: los Perre, los Guerbaro y los Chiloma (véase Fig. 1) que, según Salazar, habrían ocupado la región entre la banda derecha del Río Dagua inferior (denominado "R. D. perre") y el puerto de Buenaventura, que

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en aquel tiempo se hallaba todavía en el Río Anchicayá (Romoli, 1962: 116-117). De los Perre y los Guerbaro, nada sabemos, y el hecho de que perre sea voz Katío (Uribe A.) puede ser simple coincidencia. En cuan-to a los Chiloma, parece errada la ubicación en la margen clel Anchicayá. Las fuentes los mencionan en asocio con los Chanco, corno grupo por conquistar aledaño a estos (MS IV: f. 24. 26 y); además, se decía que en aquel entonces, los contornos de Buenaventura estaban deshabitados (Andagoya 1540: Trimborn 1954, Apén. Escobar, Rel. de 1582). Los Cagacimbes (MS I: 48) son otra incógnita; el nombre recuerda a los Cacahambres, pero éstos, moradores de la montaña en donde nace el río hoy llamado Cajambre, no pertenecieron a la gobernación del Chocó. Todavía menos clara es la identidad de los Burgalandetes, que parecen dudosos hasta en el gentilicio.

Las tribus restantes, que con los trastrocados Chiloma suman diez y nueve, vivían esparcidas por los dieciocho o veinte mil kilómetros del Alto Chocó, cada una independiente y autónoma dentro de un área más o menos reconocida.

Distribución (le las tribus

Once de los grupos mencionados en las fuentes, eran propios del sector oriental del territorio. Estos eran, en su orden de Norte a Sur: Sima, hoy Chatní, en las cabeceras del río San Juan, por donde pasó Gómez Hernández en su entrada de 1539; Tatama o Tatamá, cuyo río, que aún conserva su antiguo nombre, es brazo cabecera meridional del San Juan; los Yngará, en la tierra alta entre las cabeceras del Opogadó y el río Hábita: los Tootinna de los cuales tendremos algo qué decir más adelante, —al Oeste y al Sur de los Fugará, en las tierras dobladas de los contornos del Cerro Torrá; los Guarra, TIC habitaban los parajes del río de las Vueltas y la Serranía de los Paraguas hasta empatar con los Chanco. Del territorio de éstos, una faja que corría por las más elevadas vertientes chocoanas de la Cordillera Occidental, ya dijimos la extensión: desde el río Garrapatas superior hasta los nacimientos del Calima, y, tal vez, hasta el ramal de la Cordillera que separa la hoya del Calima de la del Dagua -- Río Grande. Codazzi, en. 1853, habla de "la casa de los Chancos" y "la loma de los Chancos" sobre el río Zabaletas, pero tales topónimos pueden ser de época posterior a la que aquí nos interesa.

El sector chanco de más población, y el único conocido en el siglo XVI. era el del Sanquininí - Cajamarca - Garrapatas. Algo al suroeste

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de esta zona estaban, al parecer, los Copomá o Coponamá (MS IV: 26v; MS I: 53), en las partes del alto río Copomá y los Chiloma quizás, en las cabeceras del Cucurrupi. Más al sur, sobre el alto río Calima, Salalar áitúa a los Yaco. En esta conexión, recordamos que los presuntos Yaces vistos por García Montaño un poco arriba de la boca del río Cali-tina (el fío de los Yacos), no eran serranos. Tenían canoas excepcional-mente finas y de tamaño tal que la expedición las robó para su uso, eánoas -que no podían navegar por el medio y alto Calima. (Simón, 31: 7: IV).

De esas tribus- orientales, mencionadas en documentos de la época, shiarnente los Chanco y los Yaco aparecen en el mapa de Salazar, en donde hasta las provincias tootumas se suprimen, con involuntario sim-bolismo, en favor de un desmesurado "Toro primero - 2• asiento". En cambio, los grupos del litoral pacífico y del Bando, referidos por Aricum pero todavía desconocidos por los españoles, se señalan con claridad tanto en el mapa como en la Descripción de la tierra. Ya vimos estas informa-ciones, y las que fijan la posición del Chocó nuclear y de los Noanama.

(Está claro que los conocimientos de Aricum no iban más allá de Cabo Corrientes, pues si hubiese hablado de los pueblos del otro lado —por ejemplo, de los Idabá de Utría y Bahía Solano o los Poromea del Bojayá— Salazar no hubiera dejado de mencionarlos. Tampoco se hu-biera equiVocado el dibujo de la costa al norte de Corrientes, en el cual, por‘una especie de enchufe, Bahía Solano se confunde con Puerto de Pifiás').

Cada-tribu era soberaña en un área más o menos delimitada, divi-dida a sir' -vez en "provincias" y cacicazgos. (La palabra provincia tenía, en 'el habla de los conquistadores, dos significados: el de comarca habi-tada p6r gente de una misma lengua, y el de cacicazgo importante. El primer sentido era el más usual, pero con respecto a Toro y su jurisdic-ción, el segundo es más frecuente en las fuentes documentales). Entre un área tribal y otra, había una zona neutral inhabitada; así, la provincia yngárá de Yaguare distaba tres leguas de aquella más cercana de los Chéeó (MS II 105); los grupos septentrionales de los Tootuma estaban a dos o Ire's días de camino de sus vecinos chocoes y los meridionales, de Yarrarna y Tuturrupi. aunque "frontera de los noanamas" estaban bas-tatite lejos-de 'las primeras casas de éstos. Otras tribus estaban aún más Itisladas, pero hasta los Cirambirá, apretados por los Botabirá, los Noa-llama y los Eripede, procuraban mantenerse alejados tanto de sus vecinos ~no' del río grande arterial. (MS I: 48v: HDC, Doc.-IX).

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Comunicaciones

En el oeste y centro del territorio surchocoano, las vías de comuni-cación eran (y todavía son) los ríos que articulados por breves travesías y arrastraderos, forman un sistema de rutas fluviales que enlaza a todas esas regiones. Por la costa se podía ir de río en río en gran parte por caños y brazos de estuarios, y los Noanama, al menos, no vacilaban en recorrer distancias bastante largas con sus flotillas armadas. Al este del río San Juan, sin embargo, la situación era distinta, pues la mayoría de los tributarios al río Grande, que se ven trazados imponentes en el mapa, no consienten la navegación sino en trayectos relativamente cortos. En general, las tribus de la Cordillera evitaban las cercanías del San Juan y sus vías de comunicación eran casi exclusivamente terrestres.

En las provincias yngaraes y tootumas, a más de las malas trochas que daban acceso a casas y caseríos desparramados por lomas y quebra-das, había senderos bien marcados y relativamente buenos. Por el que de Tebu conducía a Tundaca, las siete leguas de subida eran contadas como una sola jornada (MS III: 445, 452, 455), y el que iba de Toro a Tuturrupi y Yarrama se llamaba el Camino Real (MS VI: 704v). Cuando Velásquez, en 1588, estaba en apuros por haber perdido la de-rrota para las provincias chocoes, los soldados le increparon el no haber tomado "algunos caminos que había dejado, pues con ellos era cosa cierta habían de dar con algunas poblaciones, pues no estaban trillados de balde" (Simon, 31: 7: II). Las varias entradas que lograron contacto con los Chocó —Moriones en 1573, Dávila y compaffla en 1575, Velás-quez y Barbosa en 1579— seguían rutas establecidas. No se habla de caminos trillados que corrieran hacia el Sur, pero debía haber habido una trocha que partiendo del río Sipí cerca a la confluencia del Garra-patas, iba por terreno firme entre el bajo Sipí y el Fugiadó para salir frente al primer caserío grande de los Noanama. Sólo por esta ruta pudo haber llegado Velásquez en su infeliz expedición de 1590.

La Cordillera no era barrera a la comunicación entre el Alto Chocó y las tierras al oriente. Desde poco después del descubrimiento del Valle del Cauca en 1535-1536, los conquistadores conocían y en ocasión uti-lizaban —con una excepción— las principales vías que desde las estri-baciones andinas de la banda izquierda del Cauca, conducían al occi-dente. Estas eran: en el norte, la Sima (Chamí), por la cual Gómez Hernández entró a las provincias de los Chocoes en 1539, y la de Tatamá (hoy Pueblorrico ), que conectaron las cabeceras del río San Juan con el Valle del Risaralda (distrito de Anserma). (Gómez dijo, después de

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su exploración, que muy bien hubiera podido ir por el camino de Sima a caballo ). Más al Sur, había el camino que se convirtió en el de Toro, con un extremo en Tuturrupi y Yarrama con sus minas de oro y el otro en el borde de Quimbaya con sus orfebres. Otra ruta desde el Sipí cruzaba la Serranía de los Paraguas y el río Garrapatas, de donde un ramal bajaba a Roldanillo y otro iba a unirse con la de La Llanada, de la cual ya hicimos mención.

Del camino de La Llanada se ven todavía, por lo que fue serranía de los Gorrones, trechos que asemejan restos de carretera abandonada y otros encavados a doble vía o a manera de trinchera, lo mismo que algu-nos ramales que se desprenden para bajar al valle. Un cazador que co-noce el lado chocoano de la Cordillera nos ha dicho que allá el camino iba por el alto entre el Garrapatas y el Fugiadó, "derecho para el San Juan", y es probable que hubo un tiempo en que el tráfico era bastante intenso por esta vía: un tráfico de que han sido testimonio los fantásticos tesoros de Huasaná, labrados en el valle de oro chocoano.

Según la leyenda local, fue la venida de los españoles que puso fin a ese trato, cuando los Gorrones serranos recogieron sus alhajas y las ocultaron en depósitos secretos y los indios del. San Juan huían cualquier contacto con los nuevos invasores. Hasta cierto punto, esto es verdad; sin embargo, es posible que las comunicaciones con el Occidente habían de-clinado mucho antes de la conquista. El gran camino, troncal de Ponien-te de la desaparecida "cultura Calima", cuyos vestigios desembocan, ancho de diez metros, en el valle del A guamono cerca al actual Restrepo (Pineda, 1945), era ya tan abandonado a comienzos del siglo XVI, que los conquistadores no sospechaban su existencia —como ignoraban, en el otro extremo de la frontera altochocoana—, las riquezas del antiguo Jamarraya de Tatam á ( Arango C 1924: I: 166, 174 ) .

Por otra parte, no es exacto que la colonización española del Valle del Cauca, pusiera fin a toda comunicación entre las gentes de los dos lados de la Cordillera Occidental. Hemos visto cómo los pobladores de la gobernación de Popayán sabían los nombres de casi todas las tribus de las estribaciones chocoanas de la Cordillera, antes de pensar en conquis-tarlas. Los verdes platanales de los Noanama, vistos por primera vez en 1590 (Castellanos . . . Chocó: Canto 2•), deben haber originado en la importación desde el Valle del Cauca, en época colonial. Habría que suponer que también las - herraduras titulares y caballares" halladas en posesión de los Noananta en .1593 (Simon, 3: 7: IV), tuvieron la misma procedencia, ya que tanto se insiste en la imposibilidad de llegar con bestias a Toro. Es hasta posible que la viruela que devastó el pueblo

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noanama a principios de 1590, no fue contagio de los soldados de Ve-lásquez, sino resultado de algún viaje "al exterior", ya que por entonces aún no había en las tierras del Cauca cesado la tristemente famosa epi-demia que empezó en 1588.

Las relaciones intertribales

Las fuentes sugieren que lo que había entre las tribus era no tanto relaciones, como un estado de mutua desconfianza, de apartamiento cau-teloso puntuado por breves excursiones guerreras. Indudablemente, me-rodear en tierra ajena era algo como un deporte que todos practicaban de vez en cuando; los mismos Tootuma, tan sosegados con sus amos españoles, decían que ir a la guerra con el cacique era uno de los nor-males deberes de un súbdito (MS III: 445, 447). Sin embargo, la ac-titud de los diferentes grupos hacia sus vecinos, no era uniforme. Los Chanco tenía por amigos, o al menos por aliados ocasionales, a los Chi-loma y los Coponamá; los Botabirá debían haber estado en gracia de los Noanama, pues si no, éstos no les habrían tolerado como casi enclave en su territorio; los Tatamá se llevaban bien con los Chocó. Y curiosamente, los Chocó eran amigos de los Tootuma o, por lo menos, de los Tootuma que habitaban al norte del Torrá, en parajes de los ríos que forman el Tamaná.

De esa amistad son testigos los caminos trillados, antes menciona-dos, que unían los cacicazgos del bajo Río Yngaraes y el alto Tamaná, con las provincias chocoes, como también el hecho de que fugitivos too-turnas podían en todo tiempo encontrar asilo entre los Chocó. En 1573, los indios de Tebu e Yuyurruma se ocultaban por no ser llevados a la entrada de Moriones contra los Chocoes (MS III: 457v); en 1575 el cacique Maquibara se fue con los suyos al Chocó, de huída de los secuaces de Miguel Dávila (MS III: 447v, 448); diecisiete años más tarde, los indios de Tebu y sus alrededores, temiendo ser culpados de la muerte del hermano o hijo de su encomendero Hincapié, huyeron a refugiarse entre los Chocoes (MS I: 44, 54). Lo que sorprende en esta relación es la benevolencia de los Chocoes.

Por lo general, las tribus indómitas no perdonaban a las que con-sentían el dominio español. Y los Chocó, que habían desbaratado airo-samente todo intento de reducirles, no perdonaban a los Yngará su ama-ble acogida de Velásquez en 1573. Antes, los mansos Yngaraes deben de haber vivido relativamente seguros en sus sierras, si a los españoles pa-recían ser 3.000 sus hombres adultos. Menos de tres años después, se

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dijo que los Chocoes "an llevado y muerto más de trezientos yndios casados y le tienen amontada casi toda la prouincia de los yngaraes". (MS: II: 105 ). La noticia puede ser inflada, ya que hacía parte de la propaganda de Miguel Dávila en pro de una expedición suya contra los Chocó, pero es indiscutible que los Chocoes aterrorizaban a los Ynga-raes, principalmente con asaltos sorpresivos a casas aisladas, y que los Yngará se acabaron más por esta acción indígena que por efecto de la servidumbre española. ( MS II: 142, 145, 148 ) .

Al decir de los pobladores de Cáceres, los Chanco y Chiloma "en-traban en los Pueblos de yndios Gorrones questan en Vra. Corona Real muchos años ha, y los mataban y cautivaban y llevaban a vender a sus comarcanos" (MS IV: 8). Cabe anotar que los Gorrones no eran mansas ovejas; en "tiempos de su gentilidad" habrán repagado con intereses cualquier irrupción en su territorio. Al tiempo que se fundó a Cáceres, empero, estaban ya disminuídos material y moralmente por la dura re-ducción sufrida durante ocho lustros; y aquí, como en otras partes, la otrora temible tribu, venida a menos, era víctima predestinada de aque-llas capaces de acosarla.

Los Noanama eran gente agresiva, que realizaba expediciones ar-madas contra pueblos tan distantes como los Orocubirá o los Paripaso al sur de Buenaventura. Sus flotillas de guerra eran admirablemente orga-nizadas y tripuladas. No parece, sin embargo, que hacían incursiones por tierra. Faltan informaciones de acciones noanamas por el río San Juan en época prehispánica, pero es evidente que en aquel entonces hubieran podido piratear a su antojo las minas del Yarrama, bajo Tuturrupi y bajo Tamaná sin ofender en mucho a los Tootuma, puesto que éstos no habitaban el sector plano y semi-acuático entre las estribaciones del To-rrá y el San Juan. Después de la entrada de Melchor Velásquez en 1590 y del hijo de éste unos meses después, los Noanama asaltaron en varias ocasiones a las "rancherías de minas" puestas por los vecinos de Toro en Yarrama y Tuturrupi, pero esto no significó enemistad con los Tootuma, sino con los españoles.

Actitudes recíprocas: indios hacia españoles y viceversa.

La actitud de las tribus conocidas pero todavía indómitas, era con-dicionada por la de los españoles invasores. Ambas se ilustran en los hechos de la entrada de Pedro de Moriones en 1573, cuya relación está en la primera parte de estos apuntes (RCA, Vol. XIX: Pág. 17). Era ésta la primera vez, después de la exploración de Gómez Hernández,

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treinta y cuatro años antes, que se penetraba a las provincias chocoes, el primer paso de una esperada pacificación, y con la expedición iba el padre Fray Martín de Medrano, vicario provincial y presentado de la Orden de Santo Domingo, con funciones que se precisan en una ley de Carlos II:

Los Clérigos y Religiosos, que intervienieren en descubrimientos y pacificaciones, pongan muy gran cuidado y diligencia en procurar, que los indios sean bien tratados, mirados y favorecidos como pró-ximos, y no consientan que les hagan fuerzas, robos, injurias, ni malos tratamientos . . (Leyes, Lib. IV: Tít. IV: Ley V).

Ya vimos de qué manera la entrada se realizó: el asalto al caserío dormido, los indios cautivados, el robo del oro y joyas de los agredidos —sucesos que cuenta Fray Martín en son de hazaña meritoria, al tiempo que remarca la terquedad de los supérstites y sus amigos, que "no quy-sieron benyr a la paz, antes binyeron de mano armado mucha cantidad de yndios". Para los españoles, los chocoes, que habían resistido a Gómez Hernández, eran rebeldes declarados, lo que les hacía una especie de caza licita; para los chocoes, con algo más de razón, los españoles eran enemigos gratuitos. Los únicos encuentros entre los dos de que se hablan, eran guazábaras o emboscadas. Sin embargo, es posible que hubo una aproximación o cuando menos una tregua, en conexión con la misteriosa ciudad de Santiago.

No nos explicamos la ausencia de noticias claras acerca de Santiago. Se puede comprobar que la expedición que lo fundó estaba en el Chocó antes de mediados de noviembre de 1578 (MS XII: 301); el mismo gobernador Velásquez dictó un auto "en la ciudad de Santiago del Cho-có" el 27 de enero (le 1579 (Id.: 302): la ciudad existía todavía en agosto y probablemente hasta mayo de 1580 (Id.: 303, 304). Es difícil que haya podido sobrevivir tanto, sin algún entendimiento con los na-tivos. Sospechamos, empero, que el fin de la población haya sido violen-to y en algún modo a descrédito de los colonizadores, pues sólo así se comprende el casi completo silencio sobre los hechos de la fundación.

Con respecto a los Noanama, la situación era algo distinta. En pri-mer lugar, fue sólo a los diez y seis años de fundado Toro que se realizó el primer contacto con esta tribu, y en segundo lugar, a pesar de comba-tes cruentos y en parte a causa de ellos, los españoles tenían hacia los Noanama un evidente aprecio, sobre todo por sus dotes militares. En la

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cruel lucha por el dominio del Nuevo Mundo, los peninsulares tenían en poco a las gentes fácilmente sometidas; su admiración era por los aguerridos que les hacían frente, máxime si al arrojo juntaban una cierta organización en batalla. Es a los conquistadores que se debe la perpetuación de la gesta de los trágicos héroes de la resistencia indígena.

Con respecto a las tribus del distrito de Toro, acogedoras o por lo menos fáciles de reducir, los Yngará y Tootuma que mantenían a la ciudad y sus moradores, falta información en el campo de sentimientos recíprocos. Los españoles denominaban a esas, "los indios amigos" y "nuestros indios de paz", pero nada indica que estos términos denotaban simpatía o reconocimiento. Hay indicios de que los caciques yngaraes creyeron, en el principio, que la relación con sus encomenderos fuese algo como la del vasallo o cliente con su señor o patrono. Si así fuese, no tardaron en desengañarse.

Parece que la mayoría de los indios que se llevaron en la entrada a las provincias chocoes de septiembre de 1575, fuesen yngaraes de los repartimientos de tres de los cuatro encomenderos que tomaron parte en la empresa de Miguel Dávila. En esa ocasión los expedicionarios tomaron por la fuerza el caserío Chocó de Ytacu, "plantaron un palo por rollo" y declararon fundada la ciudad de Nuestra Señora del Socorro de Ocaña. Tres días después, ante la resistencia de los nativos tuvieron que retirarse, después de dar fuego a las casas que habían ocupado. (MS II: 175v, 200). Los Chocoes se vengaron en los Yngaraes, merodeando por las barbacoas aisladas. A principios de enero de 1576, asaltaron casas de las encomiendas de dos de los secuaces de Dávila y llegaron hasta tierras del cacique Cara, a pocos kilómetros de Toro.

Los indios, acosados pidieron socorro a sus amos. No conocían la ley: "Que los Encomenderos doctrinen, amparen, y defiendan a sus In-dios en personas y haciendas", pena la pérdida de la encomienda (Leyes: Lib. VI: Tít. IX: Ley i) pero sí el principio, básico aun al más rudimen-tal régimen señorial, que a prestaciones de los súbditos corresponde pro-tección por parte del señor. Y quedaron defraudados. Que se sepa, los españoles de Toro jamás se movieron para defender la honra y bienes de sus encomendados, si no estaban en cuestión los suyos propios. No se olvide fácilmente el cuadro del pequeño cacique Deborama, quien llega cansado, desnudo, con unos dardos en la mano, a suplicar ayuda contra los chocoes que habían matado a cuatro paisanos y cautivado, entre otros, a la mujer y al hijo suyos (MS II: 148). 0 el de los indios de Cara, pocos días después:

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Vinieron.. . a pedir socorro .... porque los yndios chocoes avian. dado en ellos y tenyan cercadas muchas barbacoas ,y sino las soco- rrían con tiempo las cortarian y mataria la gente que avis. y el dho, miguel davila no quiso hazer el dho. socorro por lo qual los dhos, yndios se volvieron llorando guando llegaron a su pueblo aliaron que los dhos. chocoes avian muerto y llevado veynte y tres piecas de yndios e yndias... (MS II: 155v).

Nunca, sin embargo, fue asaltada la ciudad de Toro. La impresión de que ordas de feroces chocoes y noanamas atacaron asiduamente a Toro, que ha llevado a un autor moderno a deseribir batallas cruentas dentro de la población con saldo de muertos y heridos tendidos en las calles, se debe a la hipérbole de algunos vecinos: la del padre Solano y sus amigos, por ejemplo, cuando alega que Toro y r Cáceres estaban ro-deados de chocoes, noanamas, yacos y copotnaea de guerra quienes "an muerto y cada día matan muchos españoles y naturales rrouado grandi-sima suma de haziendas". En apoyo dé está afirmación, se cita el caso sucedido un año antes, de los tres españoles muertos por los chocoes "por entrarse la tierra adentro ynconsideradamente a sacar oro" (MS I: 53). No se sabe de otros incidentes de este tipo. En cuanto a Toro, aun el padre Solano no habla sino de rebatos: "Todas las vezes rque a auido rreuato de chocoes de guerra en esta ciudad Salazar a puesto velas y centinelas hechado espias y ordenado lo conveniente a la defensa". (MS I: 54 ) .

Aquí cabe remarcar un hecho que señaló el mismo Salazar en 1596, de que la provincia de los chocoes estaba "oy muy despoblada porque los muchos naturales que tenía guando fue descubierta se an rretirado la tierra adentro huyendo la cercanía de los españoles" (MS I; 49). Gó-mez Hernández entró con cincuenta soldados y Pedro de 1VIoriones con cuarenta y cinco, ballesteros y arquebuseros, y fueron derrotados por los chocó; la expedición de Ocaña tuvo , que huir al cabo de tres días y la de Santiago del Chocó, relativamente numerosa y bien aviada, al fin fue obligada de abandonar la empresa. Pero en 1592, las entradas punitivas ordenadas por Salazar se hicieron con pocas personas. La que se envió para castigar a los autores de la matanza de los tres españoles, fne de un capitán y 12 soldados y "fue de mucho afeto"; aquella encargada de recuperar a los encomendados tootumas refugiados en el. Chocó "de gran-dísirno afeto" constó de 8 hombres y un caudillo (MS I: 54).

Esto nos lleva al aspecto cuantitativo de la población , indígena.

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Indicios demográficos

No poseemos —huelga decirlo— datos precisos para una estadística demográfica del Alto Chocó en el siglo XVI. El "Apuntamiento de los indios" que elaboró Velásquez en diciembre de 1573, era puramente teó-rico, y hasta donde se sabe, el censo de los naturales prescrito en este documento como en las cédulas de encomienda otorgados en conformidad por el gobernador Silva, nunca se efectuó. Los archivos de Toro chocoano han desaparecido pero no parece que en ellos se guardara informes de población; cuando allá necesitaban saber cuántos encomendados había en determinado cacicazgo, era preciso nombrar una comisión ad hoc, como más adelante veremos.

Lo que hemos encontrado en las fuentes documentales hasta ahora conocidas, son unas estimaciones generales de población indígena en el momento del primer contacto español —hechas, según el uso de la época, en términos de varones hábiles—; unos informes escuetos y en cifras redondas, del número de tributarios en 1582-1583 y en 1593; unos extractos del apuntamiento de Velásquez o de cédulas basadas en éste, y los datos sobre ciertas encomiendas que se averiguaron en pleitos entre vecinos. El material es poco, y en solo un caso el de un pequeño sub-grupo del cacicazgo de Tuturrupi, se cuentan a mujeres y niños.

Las estimaciones generales son éstas:

15.000 (casi) hombres tootumas, chancos, guarras e yngaraes, re-partidos en 1573 (Medrano, declaración de 1574, MS II: 78v).

3.000 yngaraes, en julio de 1573 (MS II: 77v, 105).

6.000 hombres de macana entre yngaraes ("coronados") y tootu-mas, en 1573 (Castellanos, T. III: 725; Simon, 3%': 7: I).

_ 1.760 hombres, de los cuales 1.590 chancos, repartidos en Cáce- res en 1575-1577 (MS IV: 25-26v).

3.000 indios por conquistar en el distrito de Cáceres en 1582 (Esco-bar, Memorial de 1582) .

Hasta aquí, las conjeturas en la época del primer contacto. Siguen los informes de años posteriores aproximativos pero presumiblemente basados en averiguaciones recientes. De sus autores, Fray Gerónimo Es-cobar era Visitador Eclesiástico de la Gobernación de Popayán y el li-cenciado Guillén Chaparro era oidor de la Real Audiencia de Santa Fe.

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2.000 indios repartidos entre 20 encomenderos de Toro, en 1582 ( Escobar, Memorial de 1582 ) .

800 ( 1.800 ? ) indios repartidos entre 28 encomenderos en Toro, en 1583 ( Guillén, Memorial de 1583). El guarismo parece ser lapsus cálami o error de copia; en la luz de las otras cifras, hace falta un mil antes de los ochocientos del texto.

1 .000 indios repartidos en Cáceres en 1583, entre 14 o 15 enco-menderos ( Guillén, op. cit.).

1.000 indios de paz casados, en Toro y Cáceres en 1593 (Carta de vecinos de Toro: MS I: 53).

El concepto de "hombres hábiles" que regía en los primeros cálcu-los, correspondía a "hombres adultos, propios para la guerra y el traba-jo". Estos, que entre la gente todavía por conquistar eran "los hombres de macana" o "de lanza", en las tierras ya sometidas eran los encomen-dados, entregados por grupos con sus respectivos caciques y principales a una élite de conquistadores meritorios. Al tiempo en que se fundaron a Toro y Cáceres, el cuerpo de los encomendados comprendía en territo-rio de la Gobernación de Popayán, a todos los varones de quince hasta cincuenta años de edad, de acuerdo con lo establecido en 1559 por el vi-sitador Tomás López (AGI, Audiencia de Quito: Legajo 60).

Cabe remarcar que encomendado no era sinónimo de tributario. En tiempos de las primeras visitas de los oidores de la Audiencia de Santa Fe y hasta la segunda mitad del año 1578, solamente los jefes de fami-lia eran jurídicamente tributarios, exceptuados los caciques y sus hijos mayores; los solteros eran exentos. Por esto los autos de visitas y tasa-ciones efectuadas en esa época, traen la cuenta de los solteros y de los casados por separado. Anotamos de paso que indígenas despiertos como lo eran los Quimbayas, deben de haberse dado cuenta, a raíz de la visita del oidor López, de las ventajas del celibato formal, lo que por sí solo aclararía el aumento proporcional del número de solteros que se verificó en el distrito de Cartago después de 1559: fenómeno por el cual se han sugerido explicaciones varias.

El sistema fue modificado por una ley expedida en julio de 1578, en la cual se manifiesta el motivo eminentemente moral del cambio:

Los indios que estaban debaxo de la potestad paternal —dice— no pagaban tributo, ni acudían a los servicios, que los demás, y

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por gozar de libertad, no se casaban muchos de edad de veinte y cinco, y treinta años, casandose en tiempo de su infidelidad ántes de llegar á doce, y porque esto era causa de que viviesen mal á instancia de los Religiosos que les doctrinaban, y pedían el remedio, se ordenó que no fuesen reservados . . . y los que pasaren de diez y ocho años de edad, tributen hasta que cumplan cincuenta . . .

(Leyes, Libro VI: Título V: Ley vii)

Idealmente, pues, los indios del repartimiento de Velásquez habrían sido varones de quince hasta cincuenta años, y los que referían Escobar y Guillén, varones de dieciocho a cincuenta. En vista de lo aproximati-vo de las cifras, la diferencia es mínima. Sin embargo, no es posible es-tablecer una relación verdadera entre los guarismos de 1573 y los que se refieren una década más tarde. Vamos a mirar las informaciones per-tinentes de que disponemos, limitándonos a las concernientes a las pro-vincias tootumas e yngaraes, que son las únicas susceptibles de algún control. Estas provincias, que comprendían todo lo que se logró conquis-tar de la antigua gobernación del Chocó y que eran íntegramente repar-tidas en encomiendas, formaban el distrito de Toro, de unos 2.500 ki-lómetros cuadrados de extensión.

Dejamos a un lado la cifra de los casi 15.000 repartidos. Rosen-blat, tan severo en deshacer las exageraciones de conquistadores, cronis-tas y religiosos acerca de las poblaciones prehispánicas de América, cree útiles para cálculos aproximados, "repartimientos de indios realizados al día siguiente de la conquista" (1954: I: 102). No compartimos del to-do esta opinión. Tales repartimientos, hechos apresuradamente para re-compensar servicios y asegurar un cierto número de pobladores para la región que se pensaba explotar, eran necesariamente conjeturables y por lo general, optimistas. Nadie sabía, al día siguiente de la conquista, cuántos indios había por distribuir. En el caso de Toro, no dudamos de que sumaron casi 15 mil los indios del apuntamiento, sobre todo si tuvo razón el gobernador Silva al decir que Velásquez había querido gratifi-car a todos los pobladores, "para que cada uno dellos tenga con que po-der sustentar la dicha libdad" (MS III: 47 5v ). Pero el repartimiento no expresaba un hecho, sino una esperanza: una que abarcaba comarcas casi desconocidas de las cuales solamente aquellos naturales que habían sido "pacificados" podían ser distribuidos en encomienda.

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Los "más de tres mil" indios yngaraes que dieron la paz a Velás-quez en julio de 1573, al decir de Fray Martín Medrano, de los cuales más de mil acudieron a servir a la expedición (MS II: 77, citado en la Parte 19 de este trabajo ), nos dejan perplejos. Dos años después se re-pite la cifra: " . . .1a provincia de los yngaraes que tienen mas de tres mil yndios" (MS II: 105), aunque esta afirmación, emanada del Ca-bildo de la fantasmal ciudad de Ocaña, hacía parte de la misma propa-ganda de una declaración, hecha cuatro meses después, de que los ynga-raes habían sido 2. 000, de los cuales "no quedaban 200 por las depre-daciones de los chocoes" (MS II: 145). Tres mil hábiles indicaría una población de 12 .000 personas, lo que habría representado una densidad poco probable de hasta 19 por kilómetro cuadrado. Las provincias ynga-raes, con más un pedazo de tierra tootuma, son hoy el municipio de San José del Palmar, colonizado por caldenses, con correo, telégrafo, escue-las, luz eléctrica y carretera a Ansermanueva. La densidad de población, según el último cálculo (1968) es de 8 por kilómetro cuadrado.

Queda, de los cálculos referentes a la época del primer contacto es-pañol, el de los 6.000 hombres de macana, que debe de haber sido in-dependiente de los que inspiraron el apuntamiento —pues de lo contra-rio, significaría que Velásquez había incluido a casi 9 .000 chancos y guarras en el repartimiento, lo que no es verosímil. Los seis mil hom-bres de pelea equivalían a los varones "de visita" de 15 hasta 50 años de edad: los encomendables, según la definición del oidor Tomás López. Desde tiempos de los godos, los adolescentes castillanos eran considera-dos ya hombres de armas, y en las Siete Partidas de Alonso el Sabio queda precisado que los únicos excusados de "venir en las huestes" eran "aquellos de menos edad de catorce años", los inválidos y los viejos —aunque en el robusto siglo XIII, no se eximían por vejez sino a los mayores de setenta años (S.P., Part. II: Tít. XIX: Ley III). Luego, el número estimado de indios de macana tootumas e yngaraes, no parece excesivo por un territorio en que había no menos de 41 caciques (MS II: 77.78). Pero, ¿qué tan exacto habrá sido? Y ¿qué habría significado en términos de la población entera?

Es evidente que aquí estamos en un terreno resbaladizo de hipóte-sis y analogías descabales. Nos quedamos prudentemente en el borde, apoyados en dos postulados respetables: el primero, que más o menos la mitad de la población era de sexo masculino, y el segundo que las per-sonas de 15 a 50 años de edad constituían aproximadamente 50 por ciento de la población total. A éstos se puede agregar el de que un 6 por ciento se componía de las del grupo de edad de 15 hasta 18 años cum-plidos.

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De acuerdo con estas premisas, los seis mil hombres de macana hubieran representado una población de 24 .000 Tootumas e Yngaraes, existente en el momento de la invasión española. El promedio por caci-cazgo hubiera sido de 585 personas y la densidad de población, de 9,6 por kilómetro cuadrado. Si se supone que 30 por ciento de los hombres hábiles fueran solteros —proporción que autorizan los censos realizados por el oidor López en 1559-1560— habrían sido 4.200 los casados y la familia promedio habría sido compuesta de 5.7 individuos.

Son cifras muy razonables, pero la cuasiestadística descansa en un solo punto, de solidez dudosa: el cálculo de los hombres de macana. Este, aunque mucho más verosímil que el de los 15.000 de repartimiento, era también conjetura que por razones que veremos, no parece aceptable.

Los 2.000 tributarios que refiere Escobar y los 1.800 (como cree-mos se debiera leer el guarismo ) que señala el oidor Guillén, que eran los hombres de 18 hasta 50 años de edad (22% del total ), habrían re-presentado una población no mayor de 9 .300 en 1582 o de 8.300 en 1583. Ahora bien: si fuera exacta la cuenta de 6.000 hombres de ar-mas en 1573, habría habido por entonces 5.280 hombres de 18 hasta 50 años: 3.007 más que el número referido por Escobar. La disminu-ción habría sido como mínimo, 57 por ciento en el lapso de nueve años, y con relación de los 1.800 tributarios de 1583, de 61,2 por ciento en una década.

Es axiomático que la imposición del dominio español en los países americanos, aun donde se la lograba de manera relativamente pacífica, era fenómeno profundamente perturbador del cual resultaba, casi inva-riablemente, la "catástrofe demográfica" de los pueblos autóctonos. Y es indiscutible que los Yngará y los Tootuma desaparecieron, al menos co-mo entidades tribales independientes a causa directa o indirecta de la colonización de Toro. No parece admisible, empero, que se haya per-dido más de la mitad de esos "indios amigos" en menos de nueve años durante los cuales no había ni guerra, ni epidemia, ni aumento de la po-blación española. Si las cifras del visitador eclesiástico y del oidor son grosso modo, correctas en cuanto al número de tributarios existentes al tiempo de los informes, debe de ser equivocado el cálculo de Velásquez de los hombres de macana en 1573. Hay motivos para pensar que los habitantes de las provincias tootumas e yngaraes no sumaban, en julio de 1573, a más de la mitad de cuanto estimaban los conquistadores.

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A esta conclusión llevan también los datos que sobre determinadas encomiendas se conservan en los Archivos. Los primeros de éstos los su-ministran el expediente de un "pleito por indios" que se inició a prin-cipios de 1576.

El caso de Amaposua

Son cinco las encomiendas de Toro —de las veintiséis o veintisiete que se han podido identificar— cuya cuota original de indios conoce-mos, por extractos del repartimiento repetidos en las cédulas que otorgó el gobernador Silva. Son éstas:

de Pedro de Moriones: 250 indios en la provincia tootuma de Ta-paro con los caciques Taparo, Cocobari y Socoba, y más de 150 indios chancos con el cacique Guarabima (MS III: 481v).

de Diego de Paredes: 200 Tootumas en el lugar de Tundaca, con el cacique Amarrua, y 100 Guarras (MS 456, 481v).

de Diego de Ortega: 200 Tootumas de la provincia de Amaposua, con el cacique principal Cepi y el cacique Conya; y 200 Chan-cos con el cacique Chianbo (MS V: 107v, 116).

de Rodrigo Rojas y de García Sánchez, mancomúnmente: 260 Too-turnas de Amaposua con los caciques Marc y Bobaye, y 200 Chancos con el cacique Mecache (MS V: 89-90).

Moriones, capitán de las entradas a los Chanco y a los Chocó y uno de los primeros alcaldes ordinarios de Toro, renunció y se fue en 1575, cuando su encomienda pasó a Juan Alonso Hincapié. Paredes quedó has-ta el último, bastante próspero por unas minas que tuvo. No sabemos cuántos indios resultaron realmente en esas encomiendas, aunque el he-cho de que Moriones abandonó la suya parece significativo. De Ama-posua y sus encomendados estamos mejor informados.

La provincia de Amaposua, del cacique Cepi, se extendía por más de treinta y cinco kilómetros en las partes del Río Sipí superior; al no-roeste lindaba con Taparo y al oeste con Tuturrupi. Aquí Velásquez re-partió 514 hombres: los arriba anotados con sus caciques y otros 50 dados a un vecino cuyo nombre no aparece en los documentos (MS V: 91. l 01-102, 107v). Empero, no había tantos varones adultos en la

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TABLA 2

CENSO DE LOS TRIBUTARIOS DE LA PROVINCIA DE AMAPOSUA DEL CACIQUE CEPI — 1577

casa Del cacique cepi esta con un yndio que se llama guabi son dos de la quenta

casa De conia Prencipal estan con el Un yndio quese llama bucuri y cibara iii

casa De tababia esta con el un yndio que se llama dicarama ii

casa De ayami es solo

casa De yucubi con sarriba y un hijo de yucubi llamado taquiba son tres de quenta

casa De docaira esta el solo

casa De nucume esta con orrama ii

casa De urrua esta el solo

casa De carrapira esta con sobarca son dos de qta. ii

casa de cebe esta el solo

casa de cibi esta con cohe son dos de qta. ii

casa de carabita esta el solo en su casa

casa de cebara esta con Pelelarca dos de qta. ii

casa de bucuré esta con su hermano hebara ii

casa de sibi esta el solo es de quenta

casa de manibuxo esta con su hijo y se llama yarumi son dos de quenta ii

casa de terpa esta el solo es de quenta

casa de uamarro (bamarro?) esta con tagua dos de qta.

casa de yrama esta con bacauaca dos de qta.

casa de Peleraca esta el solo es de qta.

casa de tuyima esta con su hijo docoare de qta.

casa de merma esta el solo es de quenta

casa de sobad esta el solo es de quenta

casa de bicabari esta el solo es de quenta

casa de cohe esta solo es de quenta

casa de terpa esta el solo es de quenta

casa de arribita esta con carabita dos de quenta ii

casa Porca es de quenta

borna es de quenta

taquina es de quenta

guarbi es de quenta

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Parru es de quenta

macuy es de quenta

mena es de quenta

ybaqui es de quenta

abia es de quenta

caurrua es de quenta

amirao es de quenta

guacariba es de quenta

bocurri otro bocurri son dos de quenta li

cohena es de quenta

biara es de quenta

Palao es de quenta

Y.s del cacique

casa De mare esta con dicamare son dos de quenta Ii casa de bobaye esta con su hijo tamya y otro yndio que se llama batorbi

son tres de quenta iii

casa de guaya es soto en su casa

casa de beceyya esta con motabarri y souba son tres de quenta iii

casa Yema esta con su hijo quabara dos de quenta ii

casa de orte esta con murra dos de quenta

casa de aurri esta con turami dos de quanta ii

casa detamarica esta con yarrami dos de quenta ii

casa de caparri esta con yara dos de qta. Ii casa de magua esta con brabe dos de quenta ii

casa de cebara esta con cerrue dos de quenta ii

casa de ibara esta con babairi dos de qta. ii

casa de bulaya esta con doromi dos de quenta

casa de orre esta el solo es de quenta

turaba es de quenta

yabarra es de quenta

sura es de quenta

MSv - AHNB, Caciques e Indios: T. VI: f 127).

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provincia; no había ni siquiera los 200 que debía recibir Diego de Or-tega con prelación sobre cualesquier otros beneficiarios. Rodrigo Rojas, el primero en darse cuenta de la situación, se apresuró en sacar de Ama-posua a Mare y Bobaye con sus allegados, y Ortega, burlado, le puso pleito. A fines de 1576, se constituyó una comisión para censar a los hombres hábiles sujetos al cacique Cepi, jefe supremo de todo Ama-posua. El padrón respectivo, que reproducimos en la Tabla 2, registró un total de 91 hombres, incluidos los emigrados, o sea, de 87 hábiles más el cacique y los tres principales.

El pleito siguió por años, pero no hemos encontrado que ninguno de los litigantes haya aseverado que el número de indios en Amaposua había mermado después del repartimiento. En todo caso, no es posible que haya mermado en casi 83 por ciento en tres años, por numerosas que puedan haber sido las evasiones. Estamos obligados a concluir que aun antes de la ocupación española, la población de la provincia era más bien reducida.

Datos de •otras encomiendas•

La provincia de Tuturrupi, del cacique Taraui, encomendado a Alonso Hernández, y la de Tarraraca del cacique Carrapira, encomenda-do al capitán García Montaño, colindaba por las quebradas de Yata y Cedeyta. A los principios, hubo entre los dos encomenderos uno de aque-llos pleitos a los cuales el repartimiento, amplio e impreciso, daba tanto campo. Ante la poquedad de los indios útiles, García reclamó para sí los de Tuturrupi, so pretexto de que Taraui no era soberano sino vasallo de Carrapira. El litigio se compuso en 1577, cuando García reconoció los derechos de Hernández, pero al morir éste un año más tarde, dejando por sucesor a un hijo todavía niño, el curador del pequeño heredero pidió un fallo judicial al respecto. Este se dictó en mayo de 1579, des-pués de una investigación in situ y la interrogación de muchos testigos indígenas. Los jueces de comisión confirmaron que Taraui era cacique independiente desde antes de que "los españoles entraron por los ynga-raes" , quien con sus indios había sido encomendado a Alonso Hernán-dez; establecieron el lindero entre Tuturrupi y Tarraraca, y censaron a los hombres útiles de ambas provincias. Los sujetos a Taraui eran cator-ce, y los de Carrapira, veinte y cuatro. (MS VI: 756v-757v y passim).

Es posible .que escaparon al censo :algunos moradores de "las ladro-neras"; eso es, de casas situadas en sitios apartados de la montaña, sobre los cuales Hernández y García no tenían informaciones seguras (MS VI:

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734v). Pero no pueden haber sido muchos. Por otro lado, cuando en 1586 se hizo un elenco de los miembros de un grupo indígena de Tutu-rripi, once de los trece hombres útiles registrados, habían sido ya censa-dos siete años antes para la sucesión de Hernández.

Esa lista (MS VI: 706) tiene especial interés, ante todo porque anota las familias, con los nombres de las mujeres y los hijos. Es la que sigue.

El cacique Anadu, su muger Meseria y una hija suya pequeña y dos hijas de su mujer, Manyara y Minimaya.

Por toda esta casa son 5 personas

Otra casa: Acarra y su hijo, Guarri 2 p.

Otra casa: Yabarri, su muger Miniria y un hijo que se llama Taparo 3 p.

Otra casa: Yopa 1. p.

Tura, con un hijo que se llama Maquibara 2 p.

Haguarica 1 p.

Hobera 1 p.

Yonoma con su muger Urumaya y una hija llamada Menoria 3 p.

Tobari; su muger Guaguira y un hijo, Guariba 3 p.

Numa; su muger Menema y dos hijas, Maya y Tuornopa 4 p.

Aguama; su muger Uria, con un hijo, Yema y una hija, Minimaya 4 p.

Tomaya; su muger Tobariya y tres hijos que se llaman Querrema, Barua y Hebara 5 p.

Garrina ( ?); su muger Caraobe y dos hijas 4 p.

Contando a los dos hombres sin mujeres pero con hijos como casa-dos o jefes de familia, esta minúscula muestra demográfica daría una tasa de conversión casados: población de 3,8 y de tributarios: población

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de 2,9. Estos datos, sin embargo, carecen de valor general, ya que el elenco no incluye a reservados y personas a cargo (viejos, enfermos, huérfanos, etc.), ni a niños de pecho, ni a los "ausentes" que compli• can los recuentos pormenorizados que se hacían, más tarde, en otras partes. Sin los ausentes —cantidad negativa variable que los mismos ve-cinos de Toro no habrán conocido— esos exentos, reservados e infantes de menos de tres años hubieran constituido hasta 20 por ciento de la población total.

El último de los cálculos demográficos contemporáneos, el de la carta enviada a la Audiencia en julio de 1593, sirve solamente para de-mostrar el progresivo decrecimiento de la población indígena. Intencio-nadamente vaga, la carta dice que entre Cáceres y Toro hay "pocos na-turales de Paz que seran como mili yndios casados" (MS I: 53). No está dicho cuántos de éstos pertenecían a Toro: quizá todos, o casi todos, ya que Cáceres nunca tuvo realmente indios de paz. Si los ponemos en 800 y si aceptamos el cálculo de Velásquez de los 6.000 hombres de ar-mas al momento de la conquista, la merma resultaría de 81 por ciento. Pero si reducimos a la mitad el número de los hábiles al tiempo de la entrada española, tendríamos el siguiente cuadro:

Año Varones Varones Casados Solteros % Merma Población

15-50 años 18-50 años varones Total?

1573 3.000 2.640 2.100 900 12.000

1583 2.045 1.800 1.432 613 31,8

1593 1.142 1.005 800 343 44,1 3.680•

* Al conjeturar la población en 1593, hemos aplicado la tasa de conversión sugerida por las informaciones sobre el grupo de Anadu, de Tuturrupi, anotadas arriba.

Este cuadro hipotético supone una pérdida (de hombres) de 62 por ciento en el lapso de veinte años. Puede haber sido aun más; por ejem-plo, si los casados del distrito de Toro no fueran sino 700 en julio de 1593, la pérdida hubiera sido de 66,6 por ciento. Son cifras impresio-nantes, pero no puede errar en mucho la cuenta: los Yngará se acaba-ron antes del abandono de Toro chocoano y en 1627, el visitador Lesmes de Espinosa no encontró sino dos encomiendas de Tootumas, cada uno de un solo indio útil, entre los vecinos de Toro vallecaucano (AHN, Go-bierno: T. I: f. 69v). Se menciona a un cacique tootuma en 1628, pero

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estaba residente en Tatamá (MS X: f. 560). Estos no eran, claro está, los últimos Tootumas; sin embargo, la tribu como tal estaba práctica. mente extinta antes del segundo tercio del siglo XVII.

Por lo que al resto de las tribus se refiere, las indicaciones son po-cas e inciertas. Descubridores y aspirantes al descubrimiento solían insis-tir sobre lo "muy pobladas" de las regiones halladas o por hallar, y des-de tiempos de Gómez Hernández las provincias de los Chocó eran repu-tadas por "muy pobladas" y "de mucha cantidad de gente de yndios". Fray Martín aceptaba que estarían "pobladas sin hazer interrucción algu-na. . de población trabada" (MS I: 79). En cambio, había quien infor-mara a Castellanos que esa tierra "humida, pluviosa, desgraciada" era "de pocos naturales, aunque ricos" ( T. III: 705 ). Cierto es que el he-cho de que dos soldados de la entrada de 1539, heridos y abandonados de sus compañeros, pudieron atravesar esa tierra para llegar a salvo a Armenia, sugiere que los Chocó debieran ser, o menos de cuanto se los reputaban, o bien de índole mucho más compasiva.

De los Noanama, pueblo recio que aun subsiste a pesar de siglos de lucha y vejaciones y más recientemente, de la inexorable presión de la creciente población negra, no se conocían sino los que habitaban las ori-llas del San Juan, en número no establecido. Los Chanco, idealmente sujetos a Cáceres, eludían los controles usuales, y de las demás tribus una buena parte no era, para los pobladores españoles, sino nombres oídos de prisioneros y encomendados. Algunas de estas agrupaciones habrán sido muy pequeñas —quizás, no más de dos o tres familias extensas— pero otras tenían cierta importancia. Considerando cuántos eran, nos inclina-mos a pensar que en conjunto formaban una población altochocoana de no menos de 35.000 ó 40.000 ánimas, hacia mediados del siglo XVI.

(En la continuación de estos apuntes, que aparecerá en un número próximo de la Revista veremos algo de las características y pautas cultu-rales de las tribus surchocoanas del siglo XVI, hasta donde las registran, o las dejan deducir las fuentes de la época).

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FUENTES Y REFERENCIAS

1)0CUMENTOS INEDITOS

ACC. Archivo Central del Cauca. Popayán. ADVG. Archivo Dominicano, Fondos Vacas Galindo. Quito. AGI. Archivo General de Indias. Sevilla. AHNB. Archivo Histórico Nacional. Bogotá. AHMC. Archivo Histórico Municipal. Cali. ARAH. Archivo de la Real Academia de la Historia. Madrid.

MS I AGI, Audiencia de Santa Fe: Legajo 93: Número Ramo 3: Doc. 30. (Documentos y notas reunidos por Melchior de Salazar, 1574-1596).

MS II AHNB, Colonia: Historia Civil: Tomo III. (Escrituras, cédulas, pro- banzas, cartas, etc., relativos al Chocó meridional, 1572-1578).

MS III AHNB, Encomiendas: Tomo I: ff. 430-879. Pleito de Diego de Pa- redes con Juan Alonso Hincapié, por indios, 1582 y ss.

MS IV AFINB, Encomiendas: Tomo IV: ff. 5 ss. Autos en razón del apun- tamiento de los indios de Cáceres, 1576-1577.

MS V AHNB, Cacique e indios: Tomo VI: f. 88 ss. Pleito de Rodrigo de Rojas con Diego de Ortega por indios, 1577.

MS VI AHNB, Caciques e Indios: Tomo X: ff. 694-773. Pleito del tutor del heredero de Alonso Hernández, con Cristóbal García Montaño, 1578.

MS VII AHNB, Tierras de Cauca: Tomo II: ff. 2-359v. Pleito por una estan- cia otorgada en 1573 por Melchor Velásquez al escribano Orellana. Año de 1601.

MS VIII AMC, Primer libro del cabildo de Cali. MS IX AGI, Audiencia de Quito: Legajo 16. MS X ADVG, Secular: Tomo 16. MS XI ADVG, Secular: Tomo 17. MS XII ADVG, Secular: Tomo 31. MS XIII AHNB, Caciques e Indios: Tomo IV: ff. 1.021 ss. MS XIV AGI, Mapas y Planos: Panamá 329. Es el mapa que hizo Melchior

de Salazar en 1596, antes de Aud. de Santa Fe 93. MS XV AGI, Justicia: Legajo 564. Muñoz Colección de Juan Bautista Muñoz, ARAH, Madrid.

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BIBLIOGRAFIA SELECTA

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APENDICE I.

TOPONIMOS ALTOCHOCOANOS REGISTRADOS EN DOCUMENTOS DEL SIGLO XVI

Alibusu Lugar de Tuturrupi en donde había la casa de Tucaarri. (MS VI: 751v)

Amaposua, Moposua "Provincia" tootuma, del cacique 0epi. Parece corresponder al valle superior del actual río (MS V: 118v-122, Sipí. 127)

Arbiaru ("Arboro") Lugar, quebrada, aledaño a Tundaca. Habitado por Yume y su familia, y luego ocupado por Mare, Bobaye y otros indios de Amaposua, por orden del encomendero Rodrigo Rojas. (Cf. Huico, Bequeya, Penaría, Pepemya) (MS V: 121, 123v)

Auico, v. Huico... Baeza, Valle de

Barbacoas, Las

Llamado también, Valle de las Fortalezas. Pare-ce haber sido el alto Bojayá, o posiblemente, el alto Baudó

Así llamaban los españoles a varias partes del territorio chocoano, como a otras regiones en donde los indios hacían sus casas elevadas del suelo "a manera de barbacoas".

Baune, río

Un nombre del actual río Baudó. Cf. Calarbado. (HDC: IX: 98; VT. mapa de 1610 Figura 6)

Bebomo El "segundo valle" de la jurisdicción de Cace- res, en territorio chanco. Posiblemente el del actual Cajamarca?

(MS V: 26)

Bequeya Sitio en que vivía Bobaya en 1577. Estaba a 7 leguas de Fepemya. (MS V: 115v)

Buenaventura Puerto situado en el río hoy llamado Anchicayá. (ROmoli 1962)

Cáceres, villa Fundada en 1573 y abandonada luego. (MS IV: 8-10)

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Cáceres, ciudad Nuestra Señora de Concepción de..., fundada en 1575 en parajes de La Llanada (Municipio (MS I, iii: 7; de Bolívar, Valle) abandonada en 1595. MS IV: 8-10)

Cara, v. Cara

Catru, río

Afluente del Dubasa, tributario del Baudó. (HDC 9. 9:98)

Cacarbado, río

El río Baudó. (MS I: 48v, mapa 1596)

Cerrua Provincia o comarca en la banda derecha del río de los Yngares, que parece haber compren- (MS III: 478, 479, dido a varios cacicazgos. 579v)

Citara, Citarabirá Comarca del Atrato superior, en que está ac- (MS X: 553, 558, tualmente la ciudad de Quibdó. 561)

Chancos, río de Nace en la sierra entre el Valle del Cauca y el del río de las Vueltas; desemboca en el Cauca cerca a Ansermanueva. (MS II: 68)

Chanquinina Valle, provincia en tierra de los Chanco. Hoy, Sanquininí, río afluente del Garrapatas. (MS IV: 27)

Chocó Región entre el alto Atrato y el alto San Juan. (MS I: 49 y el mapa de 1596)

Chocó, río del El actual San Juan (HDC, VIII: 87, N° IX: 97)

Dabaybe Mítica ciudad de oro que se creía estar en un afluente del Atrato. La primera versión de la leyenda está en Mártir, Dec. 7: lib. 10; todavía en principios del siglo XVII, se daba plena fe a este Dorado del occidente colombiano.

Darién, río de

Duquamoco

El río Atrato de hoy. El Darién original era el actual río Tanela (o Tarena) y también, en el uso español el cacicazgo que ocupaba la cuen-ca de éste. El nombre fue tomado después por el Atrato, el Tuira y sobre todo por la provin-cia que comprendía la parte oriental del Istmo de Panamá.

Lugar del cual era cacique Card; encomienda de Diego Cordero Osorio, y más tarde de su viuda. (MS III: 454, 368v)

Ebirá "Provincia" entre el Baudó y las provincias de (MS I: 48v; mapa los Chocoes. de 1596)

Garrapatas, río

El mismo de hoy. Nace al O de Ansermanueva, corre al S entre la Cordillera principal y el im- portante ramal de ésta llamado Serranía de los Paraguas, se tuerce a SO y luego a NO para

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unirse muy abajo con el Sipí. La parte más alta de su curso se llama Río de las Vueltas. (MS I: 7)

Guaguare Loma en el límite entre las tierras de Qepi y de Taparo. (MS V: 123, 124)

Guameyr (Guameir) Lugar en el límite entre las provincias de los caciques Qepi y Carrapira. (MS V: 127)

"La otra parte" de la loma de Nonaya. (MS V: 120v)

Pueblo chocó, según el P. Medrano; saqueado por Moriones en 1573. (Cf. Guaya, apellido too-tu ma). (MS II: 77v)

Afluente del río San Juan, donde los Noanama mataron a nueve soldados de Velásquez en (Simón Pt. 39: 1590 Not. 7: cap. IV)

Tierra que ocuparon Mare y Bobaye aledaña a Tundaca. (MS V: 115)

Guarbure

Guaya

Guema, río

Huico, (Auico)

Manananbira

"Provincia" de habla chocó, según el padre Medrano; al parecer perteneciente al Bajo Cho- có. (MS II: 79)

Motogoya Sitio "al otro lado" de la quebrada Yata. (MS V: 122v)

Nenaya, Nonaya Loma que marca el límite entre Amaposua y la provincia de Taparo (MS V: 119-123v)

Nainzo Valle de los Chanco, sujeto a la ciudad de Cá- ceres. (MS IV: 13v)

Negro, río Tributario de Cajón en el cual había algunas de "las ricas minas de Toro". Hoy conserva (MS I: 54; MS X: el mismo nombre. 553)

Ocaña, "ciudad" Nuestra Señora del Socorro de..., luego, N. S. de Esperanza de Ocaña. Fundación fantasma, supuestamente en el Chocó, hecha por el te- niente Miguel Dávila en 1575, por medio de (MS II: 103-219, su hijo Cristóbal. passim)

Oragua, Oraua Provincia, o parte de ella, de que eran caci- ques Taparo y Qogobara, a la cual sucedió Ma- ouibara. En la hoya del río de los yngaraes. (MS III: 444v)

Pelleria Quebrada "por otro nombre Arbiaru, en donde había una casa". (MS V: 123v 126)

Pepemya, Pepenía Lugar de Amaposua, a siete leguas de Huico/ Arbiaru, en donde vivía Bobaye antes de emi- (MS V: 119v, 123, grar. 127)

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Perre, río Según el mapa de Salazar (Fig. 1) el río De - (Mapa de 1596 gua inferior. (Fig. 1)

Pucutado, río

Afluente derecha del San Juan, en la cual vi- vían muchos indios cirambiraes. Nombre y no- ticia provienen de un cautivo noanama. (MS 1: 48v)

Roldanillo En el siglo XVI "pueblo de indios" y hato de la Corona.

Rocoda Lugar en la frontera entre la provincia de Ama- posua y Tarraraca.

San Faustín, río Afluente izquierda del San Juan, en tierra de Noanamas.

Santiago del Chocó "Ciudad" fundada por el gobernador Melchor Velásquez en 1579; teniente, el capitán Diego Fernández Barbosa. Tuvo vida muy breve.

Sima

Provincia en las cabeceras del Río San Juan, de "bravas y altas montañas", por donde Gó-mes Hernández entró al Chocó en 1539. Hoy, San Antonio de Chamí y sus contornos.

(MS V: 122v)

(Simón: 39 7:1)

(MS XII: 299 et. seq.).

(DIRD III: Robledo 1540; Cieza de León, op. cit.: C. XV; HDC, N9 II).

Tabira

Talayra

Talula

Provincia de habla chocó, "que está a las es- paldas de Anserma". (MS II: 79)

Quebrada aurífera de Tuturrupi. (MS VI: 705, 707)

Quebrada aurífera en-Tuturrupi, descubierta des- pués de 1577. (MS VI: 707)

Tamana (Tamaná) Río que Melchor Salazar identifica con el San Juan actual, o río de Noanamas. El río Tamaná actual, formado por el Habita, el Yngará y el (MS 1:3, 48, 49; alto Tamaná, es afluente importante del San mapa de 1596; Juan, y está identificado por este nombre ya mapa de 1610; en documentos de principios del siglo XVII. HDC, Doc. VII, etc.)

Tatama ("Tabania") Provincia, cerro y río. Cabeceras del San Juan. (MS 1:44; MS X: 555)

Tatape Jorge Robledo lo menciona como visto en las partes del Chocó. (DIRD III: 319ss)

Tauria Lugar junto a Tuturrupi, límite entre las provin- cias de Cepi y de Carrapira. (MS V: 126)

Taurrua Cerro o loma, que marca el límite entre las tierras de los caciques Taparo y Carrapira. (MS V:121)

Tacayta Quebrada aurífera de Tuturrupi. (MS VI: 705)

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Tebu

Terpi

Terrniji

Tundaca

Tuturrupi

"El aguasal". Lugar en el margen del río de los Yngaraes, en donde había pozos de sal. En tierra del cacique Maquibara.

Plancito al pie de la loma Nenaya, en donde el encomendero Ortega (de Cap° tenía una roza.

Provincia de habla chocó, "que ba Rodeando los chancos, tootumas e yngaraes", según Me-drano.

Paraje, encomienda de Diego de Paredes, a donde emigró Amarrua, echando a los jefes an-teriores [libia y Sabia. A 7 u 8 leguas de Urru y Tebu; aledaño a Arbiaru/Huico.

Lugar y cacicazgo en el valle del Sipi arriba de la confluencia de este con el Carrapitas.

(MS III: 445)

(MS V: 119, 122, 123)

(MS 11:79)

(MS III: 434, 447v, 481v; MS V: 114, 115)

(MS I: 54; MS V: 114v, 119-123v, passim)

Toro Nuestra Señora de Consolación de... Ciudad fundada por Melchor Velásquez en el río de los Chancos, no lejos del río Cauca, el 3 de junio de 1573. Su traslado a tierra chocoana en un afluente del actual río Habita, se protocolizó en diciembre de 1573. En 1595, fue establecida en el sitio que hoy ocupa, en la banda izquier-da del río Cauca. (Véanse los mapas).

(MS 1 passim; ma-

pa de 1610 (Fig. 2); MS II: 68-68v; 76-77, 78; et al.).

Tuturrupi, río

El río Sipi inferior. (FIDC, Doc. IX: p. 43; mapa de 1610 (Fig. 2); Simón 3t 7: III)

Urru Paraje de la banda derecha del río de los Yn-garaes, en la provincia anteriormente de Taparo y Coz;obara, luego de Maquibara.

Provincia tooturna que abarcaba la región del río Cajón y sus brazos, desde las faldas occi-dentales del Cerro Torra hasta los bajos de la margen izquierda del San Juan.

El río Cajón de hoy.

Quebrada (valle) que dividía a los cacicazgos de Cepi y Taparo y a los de Tarami y Carrapira.

El mismo do Vnara de hoy, al parecer el nom-bre se aplicaba también al trecho hasta juntas de Tamaná.

Yarrama

Yarrama, río de

Yata

Yngaraes, río de

(MS III: 560v-568,

P•)•

(MS I: 78; MS III: 453v; HDC, N9 IX:

97)

(MS I: 48, 53, 54; HDC, Doc. IX: 96, 97; mapa de 1610 Fig. 2).

(MS V: 119, 121v; MS VI: 755).

(MS III, passim)

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Ysaza (¿Ysaja?) "Que esta en medio de todo la tierra de chocó". Una de las provincias de habla chocó. (MS II: 79)

Ytacu

Provincia del chocó, según las representacio- nes de Miguel Dávila en la que el hijo de éste habría fundado simbólicamente la ciu-dad de Ocaña. Compárese con Ytacuma, el cacique de los Yngará perseguidos por los me-rodeadores chocoes (MS II: 148). (MS II: 200, 219)

Yuyurruma (Ayayu- Paraje de la provincia que había sido de Taparo ruma, Yuruma) y Coeobara, y luego de Maquibara; en el río (MS III: 454v,

bajo de los Yngaraes. 455v)

Cara (Sara)

Cacicazgo limítrofe de Toro, cuyo río era el (MS I: 77v; MS VII: actual Hábita. 173v mapa de

1610; MS III: 155v)

Corro Lugar de las partes del río de los Yngaraes. (MS III: 566v)

A estos nombres, se pueden agregar, a título de folklórico más que histórico, algunos que refirió Fray Martín Medrano como propios del valle del río Darién (Atrato) y de las partes "Azia Cabo de coRientes y Panama y nombre de Dios". Fray Martín dijo que de interpretes y cautivos chocoes "se tuvo por noticia cierta que estava alla gran-disimo numero de yndios enemygos de los chocoes entre los cuales estava...

la probincia de guaxi la probincia de los aguagaxi la probincia de obuesuna quia ques la probincia de los yndios chiquytos. sebana que los yndios chocoes llaman mundabida.. la ,probincia de peRena la de dabaybe la probincia de peaberna la probincia de yndias flecheras que llaman caeiguayas". (MS II: 79-79v).

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APÉNDICE 2

TRIBUS ALTOCHOCOANAS REFERIDAS EN EL SIGLO XVI

Grupo

Ubicación

Referencia

En la costa del Pacífico, al Sur de los Eripede. (Son los "Bogobaes" o "Bogotaes" de unas es-cuetas referencias posteriores).

En el Río Pucutadó (afluente der. del San Juan) y entre el Docampadó superior y el Río Pepe.

En las partes del Río Baudó.

véase Guarra.

En el alto Río Copomá; aledaño a los Chanco.

Altas vertientes chocoanas de la Cordillera Occi-dental, desde el Río Garrapatas superior hasta los nacimientos del Río Calima. Posiblemente, en el Cerro de Chancos entre el Calima y el Dagua, aunque este nombre parece de fecha posterior.

Salazar, quien cita como fuente al Noa-nama Aricum: MS I: 48v; Mapa de 1596 (Fig. 1).

MS I: f. 3, 48v; Ma-pa de 1596 (Fig. 1); HDC, Doc. IX.

MS I: f. 8.

MS I: f. 53; MS IV: f. 26v.

MS II: ff. 42v, 45, 73v-417 passim; MS III: 476, 476v:; MS IV: 8-8v y passim; MS V: 107v, 116-117; Mapa de 1596; Cieza, Crónica del Perú, c. XXVI.

Botabirá

Burgalantede

Cagagimbe

Cirambirá

Cobirá

Coronados,

Copomá, Coponamá

Chanco

De ubicación incierta. Salazar la nombra como del sector meridional del territorio. MS I: f. 48.

De ubicación incierta. Nombrado por Salazar entre los grupos meridionales de su goberna-ción. MS I: f. 48.

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Chiloma

Se nombran en asociación con los Chanco: "los chancos y chilomas", como a comarcanos. MS I: f. 48; MS II: La ubicación dada por Salazar en el mapa de ff. 42v, 45, 76; Ma- 1596, es errónea. pa de 1596 (Fig. 1).

Chocó Desde el alto Río Atrato hasta el alto San Juan. Robledo 1540; DIRD III: 119 ss; MS I: 49, 53-54 y passim; MS II: 45v, 74, 77v-78, 103-104; Mapa de 1596 (Fig. 1); etc.

Ebirá

Entre el Río Baudó y las provincias chocoes. Mapa de 1596 (Fig. 1).

l Eripede

Guarra

Al Sur del Baudó: al parecer, parajes del Cerro Usarraga y Río Nagua.

Río de las Vueltas y Serranía de los Paraguas,

entre los Chanco y el paso a las provincias yngaraes.

MS 1: f. 6, 48v; Ma-pa de 1596.

MS II: ff. 78v, 165, 167, 181, 202; MS III: 481v.

Guerbaro Salazar la ubica en la banda Sur del Río de Perre (al parecer, el Dagua inferior). Faltan otros datos.

Morirama, Marira• Al Sur del Cabo Corrientes (parajes de Virudó). ma

Noanama En ambas bandas del Río San Juan, desde el Sipí hasta Munguidó, y en una parte de la costa.

MS I: f. 48; Mapa de 1596.

MS I: ff. 6. 48v, 49; Mapa de 1596 (Fig. 1).

MS I: 6. 44, 48v-49, 53v-54v; Mapa de 1596.

MS I: 48v; Mapa de 1596.

Orocubirá

Perra

En la costa del Pacífico al N. de la desembo-cadura del Río Baudó.

Salazar los localiza en la banda derecha del río del mismo nombre, lo que parece ser el MS :I: 48; Mapa de Dagua inferior. 1596.

En el río del mismo nombre, brazo cabecera del San Juan, y las faldas del Cerro Tatamá.

De la cuenca del Río Tamaná y sus afluentes (menos el alto Yngará) hasta la del Sipí inclu-sive, y de las cumbres de la Cordillera hasta la margen izquierda del San Juan.

Tatamá *

Tootuma

MS I: 44.

MS II: 73v-74, 76v-78v y passim; MS III, IV, V y VI.

Yaco Valle del Río Calima. MS I: 48, 53; Mapa de 1596.

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Yngará

Parte mediana y alta del valle del Río Ingará; posiblemente, en las cabeceras del Río Opo- MS II: 76v-78v; 33, godo. 105, 148, 213v.

* En una transcripción, por error, "Tatania".

No se incluye en el elenco la tribu de los Ochopolo u Ochopelo, mencionada en unas

declaraciones de 1574: "las provincias de chancos y chilomas y los ochopolos valle de baeza y dabaybe..." (MS II: 42v, 45). Si realmente existió ese pueblo, debe de haber sido en la cuenca del Atrato, en donde uno de los declarantes, Francisco de Orellana, había sido en dos ocasiones con Gómez Hernández.

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Radar foto: La Cordillera Occidental; en le parte central, el macizo del Cerro Torra (Insti-tuto Geográfico Agustín Codazzi).

Page 46: El ALTO CHOCO EN EL SIGLO XVI - CAR-CENTRO DE ...

Costa de! Pacífico' Boca Usaganá entre el delta del San Juan y el río Baudó. (Instituto Geográfico Agustín Codazzi).

Page 47: El ALTO CHOCO EN EL SIGLO XVI - CAR-CENTRO DE ...

Confluencia del Catrú y el Dubasa. Foto: Fernando Urbina.

Page 48: El ALTO CHOCO EN EL SIGLO XVI - CAR-CENTRO DE ...

Cerro Torrá (3.670 m.). Vertiente occideMal, vista desde el río Cajón (Yarrama).

Page 49: El ALTO CHOCO EN EL SIGLO XVI - CAR-CENTRO DE ...

Canoas Noanamas. (Foto: archivo I.C.A.).

"He ido hasta donde se puede ir en canoa" (MSI:f) (Foto archivo I.C.A.).

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Varón Chocó-Emberá

Joven chocó-emberá (Foto: Fernando Urbina). (Foto: Fernando Urbina).