El Ataque al Corazón de la Iglesia · dejar a la Santa Iglesia agonizante en manos enemigas, ......

El Ataque al Corazón

de la Iglesia

Capítulo 6:

El Naturalismo y el Racionalismo

Producido por:

© Sanguis et Aqua

de 56

Sanguis et Aqua

sanguisetaqua.wordpress.com

TRANSCRIPCIÓN ORIGINAL DEL PROGRAMA EN AUDIO

Publicado el Sábado, día 17 de marzo de 2016

CANAL: http://youtube.com/sanguisetaqua

BLOG: http://sanguisetaqua.wordpress.com

Programa en Audio:

https://www.youtube.com/watch?v=tzpHwao00Q0&list=PLzNPsrR6kyx7b0w9B1TPVHWpQbVGd1ahf

Duración:

2 horas 25 minutos 47 segundos

Producido por:

Sanguis et Aqua

Queda terminantemente prohibido todo intento de copia, fragmentación o alteración del contenido de este documento,

sin autorización previa de los autores.

de 56

Sanguis et Aqua


EL ATAQUE AL CORAZÓN DE LA IGLESIA

CAPÍTULO 6: EL NATURALISMO Y EL RACIONALISMO

Escrito por: Sanguis et Aqua

“Esto dice el Señor:

¿Acaso aquel que cae no cuida de levantarse luego? ¿Y no procura volver a la senda el que se ha descarriado de ella?

¿Pues por qué este pueblo se sigue apostatando con tan pertinaz obstinación? Se aferran a la mentira, y rehúsan convertirse. Yo estuve atento, y los escuché: Nadie habla cosa buena; ninguno hay que haga penitencia de su pecado, diciendo: «¿Qué es lo que he hecho?». Al contrario, Todos se extravían, cada cual en su carrera, cual caballo que irrumpe en la batalla.

Hasta la cigüeña en el Cielo conoce su estación, y la tórtola, la golondrina y la grulla saben discernir correctamente el tiempo de su transmigración; pero mi pueblo no ha conocido el tiempo del juicio del Señor.

¿Cómo decís: «Somos sabios y poseemos la Ley del Señor», cuando verdaderamente la pluma de los doctores de la Ley es pluma de error, y no han escrito sino mentiras?

Confundidos están vuestros sabios, y serán aterrados y presos, porque desecharon la palabra del Señor y ni rastro hay en ellos de sabiduría. (…) Porque del más pequeño hasta el más grande todos andan buscando su propio provecho; desde el profeta hasta el sacerdote, todos se ocupan de la mentira. Y curan las llagas de la Hija del pueblo mío burlándose de Ella, y diciendo: «¡Paz, paz!», siendo así que no hay paz.

¿Y están acaso sonrojados de haber hecho cosas abominables?¡Ni aun ligeramente han llegado a avergonzarse, ni saben que cosa es tener vergüenza! Por tanto, caerán en la ruina como los demás y serán precipitados en el tiempo de la venganza, dice el Señor. Pues Yo los reuniré todos juntos, para perderlos, dice el Señor.”

(Libro del profeta Jeremías, capítulo 8, versículos del 4 al 13)

de 56

Sanguis et Aqua


Que la paz de Cristo esté con todos ustedes.

Somos Sanguis et Aqua, dos fieles católicos.

A lo largo de los capítulos de esta serie hemos ido viendo cómo la lucha encarnizada de los enemigos de la fe, esto es, la masonería y los falsos judíos, contra la Santa Iglesia Católica, estaba llegando a su momento más dramático.

El imperio español, último bastión de la Civilización Católica había caído; las antiguas instituciones y principios que sustentaban a la civilización católica habían sido aniquilados; el mundo entero, arrasado por el fuego revolucionario, había sucumbido al enemigo, y el Nuevo Orden Luciferino izaba sus impíos estandartes allí donde otrora se alzaba la Cruz de Cristo, y reducía a la esclavitud a la mayor parte de la población en nombre de la libertad.

El panorama en el siglo XIX no podía ser más devastador.

La mismísima Roma había sido tomada de nuevo por los enemigos de la fe, quienes sedujeron a sus gentes para que se rebelasen contra Su Santidad Pio IX, proclamasen la República el 2 de febrero de 1849 y obligasen al Santo Padre primero a huir como si fuese un criminal de sus propios dominios, los Estados Pontificios, que jamás volverían a pertenecerle, y después, forzándole a vivir como prisionero en su propia casa, mientras sus propiedades eran repartidas entre los impíos y se llevaban a cabo toda clase de profanaciones y ataques violentos hacía sacerdotes, religiosos y templos que estaban siendo permitidos desde los más altos puestos de poder.

Pero esto no era más que la primera escena de este drama y el mundo no podía ni imaginar para aquel entonces la tribulación que tenía a las puertas.

Los enemigos de la fe estaban trabajando a conciencia. Su hora había llegado, y poco tardarían en lanzarse a por sus siguientes objetivos, que continuarían la revolución iniciada en la ilustración, transformando la sociedad pieza a pieza, hasta completar los engranajes de la gran maquinaria que llevaría a la humanidad a la peor de sus ruinas.

Pero, ¿Qué les quedaba tras haber logrado el poder político y económico mundial?

Pues tres cuestiones fundamentales:

En primer lugar, arrebatar a las almas el conocimiento de la verdad por medio de una revolución científica que en nombre de la razón las adoctrinase para que rechazasen su única posibilidad de salvación, esto es, al Señor y su Santa Iglesia Católica, y por mal que fuesen las cosas, no hubiese uno capaz de rebelase contra sus impíos planes reclamando volver a la justa y prospera sociedad establecida sobre los Principios Divinos, que se habían encargado de exterminar, preparando así el camino a futuras revoluciones.

de 56

Sanguis et Aqua


En segundo lugar, destruir el orden social establecido por Dios mismo, por medio de la revolución socialista, que arrebataría la fe católica a las clases más humildes y confinaría a la Santa Iglesia en interior de sus templos, para en tercer y último lugar, destruir a la misma Iglesia desde dentro desatando una revolución teológica que minase su doctrina y provocase la tan temida revolución litúrgica que pervertiría y profanaría el Sacrificio de la Nueva Alianza, esto es, la Santa Misa Tradicional, hasta el punto de dejar a la Santa Iglesia agonizante en manos enemigas, y tras lograr la tan deseada toma del papado, poder asestarle el golpe mortal desde el Trono de San Pedro ilegítimamente usurpado, y destruir de una vez y para siempre el puerto de salvación de la humanidad, dejando a ésta indefensa a merced del Anticristo.

Esta es la segunda parte del plan diseñado por Satanás mismo para seducir al mundo. Ésta, la segunda parte del mayor engaño de la historia de la humanidad, que trataremos de ir desgranando poco a poco en los sucesivos capítulos para que sean conscientes de la situación tan desesperada en la que nos encontramos.

Pero si nos quedásemos aquí en nuestro análisis, los enemigos de la fe se frotarían las manos encantados, porque únicamente estaríamos podando las hojas de su cizaña infernal, únicamente estaríamos cortando las múltiples cabezas de la bestia luciferina pero dejando a ésta intacta y con posibilidad de aparecer de nuevo bajo otros nombres.

Es por ello, que antes de tratar esas cuestiones, hemos de dar un paso atrás hasta su último fundamento, que no solo es común a todos los sistemas y doctrinas infernales que el mundo ha conocido, sino que constituye el pilar mismo sobre el que se asienta la mismísima doctrina luciferina. Pilar que con gran acierto han identificado y combatido los Santos Padres, con la fuerza de su magisterio y especialmente, con la convocatoria de un Concilio Universal que pretendía enfrentar este mal así como el Concilio de Trento había enfrentado a la amenaza protestante: el Concilio Vaticano I, que es sin duda, el gran olvidado de nuestros tiempos.

Así pues, en este capítulo vamos a apuntar directos al corazón de esta bestia infernal, y proporcionarles las flechas, esto es, un método seguro de detectar no ya uno, sino cualquier clase de invención o engaño luciferinos, provengan de donde provengan, para que ustedes, con la ayuda del Cielo, puedan no ya solo prevenirse de su mal, sino aniquilar a dicha bestia en sus corazones, en lugar de desgastarse luchando contra la infinidad de cabezas que no cesan de surgir, y en definitiva, para que puedan salvar sus almas de la maraña de redes infernales con las que Satanás ha envuelto al mundo entero. Que Dios nos ayude.

Comencemos, pues, por el principio.

¿Cuál es, el corazón de la bestia infernal? ¿Cuál es el origen y principio de todos los males que han asolado el mundo y todos los peligros que amenazan a las almas?

Nos lo explica el P. Felix Sardá y Salvany en su obra “El liberalismo es pecado”:

de 56

Sanguis et Aqua


"Llámese Racionalismo, Socialismo, Revolución, o Liberalismo, (…) los peligros que en estos tiempos corre la fe del pueblo cristiano son muchos pero se encierran en uno; que es, digámoslo así, su gran denominador común: el Naturalismo.”

Pero ¿Qué es el naturalismo? Y lo más importante, ¿por qué afirman los Santos Padres que es tan peligroso?

Como explica el doctor en filosofía y teología D.P. Benoit en su obra titulada “La ciudad anticristiana en el siglo XIX” publicada en 1888 con licencia eclesiástica:

“El naturalismo es el sistema o doctrina que admite el orden natural excluyendo el sobrenatural, (…) que admite la naturaleza con exclusión de una Providencia Divina que la rija, (…) que admite la naturaleza negando absolutamente la existencia de Dios. [En otras palabras] el naturalismo es la negación de lo sobrenatural, es la negación de la acción de Dios en el mundo, es la negación de la misma existencia de Dios.”

Pero el naturalismo nunca actúa solo. De él brota como consecuencia más inmediata el racionalismo, que no debe ser entendido como la teoría filosófica de la ilustración opuesta al empirismo, sino como algo mucho más amplio.

En palabras de D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“El racionalismo es [todo] sistema o doctrina que admite la razón como única fuente de verdad con exclusión de la Revelación y la fe. En otros términos, [es todo] sistema que admite como único objeto de conocimiento las verdades evidentes por sí mismas o demostrables por la experiencia o raciocinio con exclusión de las verdades propuestas por la revelación y aceptadas por la fe.”

Sin embargo, aunque estrictamente hablando el naturalismo y el racionalismo son dos doctrinas independientes, como apunta D. P. Benoit:

“Estos errores no son otra cosa que las varias formas de una misma rebeldía contra Dios y su Cristo. Ambos, en nombre de la naturaleza se declaran en rebeldía contra Dios y cuanto a Él le plugo establecer. Verdad es que uno se contenta con rechazar el orden sobrenatural que emana de su misericordia, mientras el otro mutila o destruye ese mismo orden sobrenatural que emana de su sabiduría. Pero estos son puntos secundarios: el punto principal es la declaración de guerra hecha a Dios en nombre de la naturaleza; en esto se hallan ambos de acuerdo y por esto pueden ser designados con la misma denominación;(…) [de lo que] se desprende [que] el racionalismo y el naturalismo son la misma doctrina expresada con dos nombres. (…) Quien quiera que hiciere profesión de racionalismo y rechazare la revelación y la fe, hace profesión implícita y por una consecuencia inevitable, del naturalismo todo entero y rechaza toda la economía sobrenatural.”

de 56

Sanguis et Aqua


Y lo mismo sucede a la inversa, quien rechaza todo el orden sobrenatural, necesariamente ha de rechazar la posibilidad de su conocimiento. Por tanto, se puede concluir que todo naturalista es por ello mismo racionalista, así como todo racionalista acaba cayendo tarde o temprano en el naturalismo.

Esta es la razón por la cual los Santos Padres y los apologistas católicos han empleado estos términos indistintamente en sus documentos para designar el mismo mal, como si se tratasen de sinónimos, y nosotros a lo largo de este capítulo, seguiremos su ejemplo.

Ahora bien, en este punto, seguramente algunos de ustedes se estén preguntando cómo es posible que esta doctrina tan aparentemente inocua sea ese principio diabólico capaz de engendrar todos los males del mundo.

No se preocupen, a continuación traspasaremos ese velo de apariencia inofensiva y les aseguramos que no tardarán en comprender porqué se ha catalogado al naturalismo o racionalismo como el primer y principal enemigo de Dios, su Santa Iglesia, las naciones y las almas.

En primer lugar, lo que hay que entender es que, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“El racionalismo o naturalismo no es solo una herejía, sino también una apostasía. [Dado que] la herejía es la negación obstinada a creer una o más verdades de fe definidas por la Iglesia [y] la apostasía consiste en rechazar toda la doctrina revelada después de haber hecho profesión de la misma, [como] el racionalista [o naturalista] no conserva ninguna verdad de fe y niega todo el orden sobrenatural, (…) su error se convierte en apostasía.”

Y no en una apostasía cualquiera, sino que como afirma Mons. Delassus, en su obra “La conjuración anticristiana”, la apostasía naturalista o racionalista:

“Es el eco sobre la tierra del NON SERVIAM de Lucifer, (…) la rebeldía de Satanás.”

Y como tal, el mismísimo pecado luciferino, el pecado que transformó al primero de los ángeles en el peor de los demonios y lo hizo merecedor del castigo eterno, hasta tal punto, que no hubo, ni habrá en toda la eternidad posibilidad de redención para él. Tal es su mal, que ni el mismísimo Dios con su infinito poder pudo salvarlo.

Este es, queridos hermanos, el pecado que amenaza a las almas y naciones bajo el inocente nombre del naturalismo o racionalismo.

Pero avancemos un paso más, y veamos en qué consiste dicho pecado, cómo es capaz de causar por sí solo tanto mal en quien lo comete, y lo más importante, porqué los Santos Padres y apologistas católicos afirman que el naturalismo o racionalismo es la encarnación misma del pecado luciferino.

de 56

Sanguis et Aqua


Al inicio de los tiempos, Dios Padre estableció como el primer y principal mandamiento de su Santa Ley, “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Ley que entregaría posteriormente a los hombres por medio de Moisés en el Sinaí.

Por su parte, hace dos milenios, Dios Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, dejó perfectísimamente claras las condiciones que ha de cumplir todo aquel que quiera llamarse discípulo suyo, o dicho de otro modo, las condiciones que ha de cumplir el amor de sus siervos para con Él, para ser dignos de llevar este nombre, satisfacer su mandato y cumplir su Voluntad.

Nuestro Señor dijo:

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.”

(Libro del Deuteronomio capítulo 6 versículo 5; Evangelio según San Mateo capítulo 22, versículo 37; Evangelio Según san Marcos, capítulo 12, versículo 30; Evangelio según San Lucas capítulo 10, versículo 27)

“El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de Mí.”

(Evangelio según San Mateo, capítulo 10, versículos 37 y 38)

“El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz, y sígame.”

(Evangelio según San Mateo, capítulo 16, versículo 4; Evangelio según San Marcos, capítulo 8, versículo 34 y Evangelio según San Lucas, capítulo 9, versículo 23)

Con todo ello Nuestro Señor declaraba que el amor a Dios que en justicia exige de cada uno de nosotros es total y absolutamente incompatible con el amor propio y con el amor desordenado hacia las criaturas, hasta el punto de ser éstos dos amores, contrarios y excluyentes, los que delimitan no ya solo los dos caminos que puede seguir el hombre, sino los que condicionan su eternidad.

Así, cada persona que pisa la faz de la tierra tiene dos posibilidades: o bien, cumplir el precepto divino amando a Dios hasta el desprecio de sí mismo, siendo su humildad la medida de su santidad, o bien, pecar contra el precepto divino amándose a sí mismo (o a las criaturas) hasta el desprecio de Dios, siendo su soberbia la medida de su apostasía.

Esto es lo que la Santa Iglesia Católica inspirada por Dios Espíritu Santo ha estado enseñando a lo largo de estos dos milenios y hasta hace relativamente poco, por medio de sus Santos, Padres y Doctores.

de 56

Sanguis et Aqua


Pues bien, estos mandatos no solo afectan a la humanidad, sino también a todos los órdenes de las Milicias Celestiales, pues el Señor había establecido su Ley perpetuamente, y decretado que su Santa Voluntad debía cumplirse así en la tierra como en el Cielo por toda la eternidad.

Y así sucedió, que mientras San Miguel y sus legiones leales, optaron por el primer camino, el camino de la fiel humildad, Lucifer y sus ángeles apóstatas, optaron por el segundo, el camino de la rebelde soberbia, de esa soberbia que como explica el libro del Eclesiástico, capítulo 10, versículo 22, “No fue creada por Dios ni es natural a los hombres”, sino que nació en el corazón de Lucifer, el primero de entre los ángeles rebeldes, al alejarse de Dios con su famoso grito de rebeldía, NON SERVIAM, esto es, “No serviré al Altísimo”, y creció en él hasta el punto de atreverse a declarar la guerra a su Creador, al Orden por Él establecido, y a todo lo santo, bajo el grito, SIMILIS ERO ALTISSIMO, es decir, “Seré semejante al Altísimo”, con la intención de destronarle y establecerse en su lugar, viviendo según su propio capricho y sin dar cuentas a nadie.

Sin embargo, como era de esperar, esta obstinada soberbia causante de su rebeldía, fue también la causa de su caída, degeneración y condenación eterna, por lo que Lucifer la empleará como su principal arma para arrastrar a gran parte de los ángeles y a todo el género humano al abismo de su perdición. Así, se puede concluir en palabras del Libro del Eclesiástico, capítulo 10, versículo 15, que:

“El origen de todo pecado es la soberbia y quien es gobernado por ella rebosará en abominaciones, y ella al fin será su ruina.”

Y esta afirmación no es para nada exagerada.

Dado que el primer mandamiento, esto es, “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, resume y abarca la totalidad de la Santa Ley de Dios, quien peca de soberbia, no solamente peca y atenta contra este primer mandamiento, sino contra la Santa Ley de Dios entera.

Por ello exclamaba San Agustín de Hipona:

"Pecado es éste en que se contienen todos los pecados."

Y de esta forma, se puede afirmar inequívocamente que todo aquel en cuyo corazón haya nacido y se haya asentado la soberbia, acabará cometiendo tarde o temprano, de un modo u otro, los mismos errores luciferinos, y si no se corrige con la ayuda de Dios, terminará viviendo en su misma persona el mismo proceso de degeneración y ruina que experimentó Lucifer, abrazando sus mismos objetivos y al final de sus días, mereciendo su misma condenación.

Por tanto, si desean salvar sus almas es imprescindible que se esfuercen primero por detectar, vencer y extirpar de sus corazones el germen de la soberbia tan pronto como aparezca, ya que ésta, por su simple presencia es capaz de hacer caer a las almas más

de 56

Sanguis et Aqua


elevadas en virtud, pero principalmente, por huir de todas las doctrinas, ideas o argumentos, por inocentes que parezcan, que lleven en su seno algún indicio de soberbia, bien por exaltar el amor propio o el amor desordenado a las criaturas, bien por despreciar a Dios o al orden por Él establecido.

Entendida pues la maldad de la soberbia luciferina y la capacidad que ésta tiene por su sola presencia de llevar a la perdición al alma que se vea infectada por ella, pasemos a ver como el racionalismo o naturalismo por la soberbia que le es innata, comete el mismo pecado luciferino con el mismo grado de maldad que el arcángel rebelde, haciéndose por ello el fundamento y base de toda doctrina luciferina.

Nos lo explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“Dios Padre introdujo en el mundo a su Verbo, a su Razón, [a Jesucristo] mandando a toda inteligencia creada que le adorase; el racionalismo introduce en las nuevas sociedades la razón humana para que reciba en lugar de Jesucristo los homenajes de los hombres.

El católico se somete a [Jesucristo], la Razón o Sabiduría del Padre, la proclama infalible y soberana y la adora; el racionalista quiere reemplazar el culto de la Razón o Verbo de Dios con el de la razón del hombre. (…)

El católico tiene por principio el dogma que resume todo el evangelio: «Jesucristo es Dios», de donde concluye que Jesucristo debe reinar en todo orden de las cosas humanas, tanto en la vida social y publica como en la privada. El racionalismo admite como principio el error que está en la base del contra-evangelio moderno: «La razón es Dios». De donde infiere que la razón debe desterrar de este mundo a Jesucristo y ponerse en su lugar. (…)

Lucifer dijo: NON SERVIAM, «no serviré», «no quiero más por Señor a Dios», y añadió SIMILIS ERO ALTISSIMO, «Seré como Dios».

La razón del racionalista emplea el lenguaje del arcángel rebelde. Dice ella: NON SERVIAM, «no quiero depender más del Verbo de Dios»; [y] añade SIMILIS ERO ALTISSIMO, «ocuparé el lugar de la Razón del Padre, y reemplazando a Jesucristo reinaré en las instituciones humanas, en los Estados, familias e individuos». Así lleva el orgullo hasta el desprecio de Dios y la apostasía hasta sentarse en el templo de Dios, cual si fuere Dios. (…)

El racionalismo es [pues] la última forma de herejía, el resumen y la consumación de todas las rebeldías contra la fe de Jesucristo. No es ya la negación de algunas verdades reveladas, es la «APOSTASÍA» [anunciada en las Sagradas Escrituras], [pues] el espíritu humano no solo rehúsa adherirse a las enseñanzas del Verbo de Dios, sino que se iguala con este mismo Verbo. (…)

de 56

Sanguis et Aqua


Este [pecado] es el fondo común a todos los sistemas racionalistas. Lo hallamos en su base como raíz venenosa sobre la cual crecen todas estas plantas funestas (…) [que] se dividen por lo que toca a las consecuencias del principio pero permanecen unidas en cuanto al principio mismo. [Así] ha podido pues darse el mismo nombre a doctrinas que a pesar de sus profundas diferencias proceden de un mismo origen y tienen un carácter común.

Si no han comprendido que verdaderamente los racionalistas llevan la rebeldía contra Dios hasta querer sustituirlo con la razón y la naturaleza humanas, no podrán penetrar en toda su «satánica profundidad», en el sentido de esta lucha implacable y gigantesca, empeñada hoy día contra Jesucristo, la Iglesia y el Evangelio, ni podrán tener plena inteligencia de este misterio de iniquidad y apostasía, que se desenvuelve actualmente en el mundo con el nombre de «Revolución».”

Con esto queda demostrado que el naturalismo o racionalismo no es ya solo el mismísimo pecado luciferino, sino el principio y fundamento de la infernal doctrina que amenaza con llevar a las naciones y a las almas a la eterna ruina.

Ciertamente, tras su caída, el único objetivo de Satanás ha sido tomar venganza contra Dios, arrebatándole a su criatura más preciada, esto es, el ser humano, haciéndola por el pecado merecedora de su misma condena. Pero no contento con esto, para mayor escarnio y mofa hacia Dios y su plan salvífico que concedía a las almas la oportunidad de escapar de sus garras, Satanás planeó alcanzar lo inaudito: que la humanidad entera no ya solo despreciase esa salvación obtenida a tan alto precio, sino que abrazase su infernal doctrina y trabajase como un solo hombre para construir el reino opuesto a la divina Voluntad, esto es, el reino del Anticristo que los conduciría directos a la perdición.

Ese es el objetivo que Satanás pretende alcanzar por medio del naturalismo o racionalismo. Pero no piensen por ello que todos los racionalistas obrarán de una misma manera, y caerán en el pecado luciferino de la misma forma.

Como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“La soberbia de Lucifer y de sus ángeles consistió o en poner su último fin en una perfección puramente natural, o en querer lograr el fin sobrenatural con las solas fuerzas de la naturaleza.”

O en palabras del Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino:

“El ángel prevaricador tuvo un deseo desordenado de ser semejante a Dios, porque (…) buscó como su último fin aquella semejanza divina que procede de la gracia, y quiso conseguirla con la virtud de la naturaleza sin el auxilio divino, lo cual es contrario al orden por Dios establecido.”

de 56

Sanguis et Aqua


En base a estas dos explicaciones, se puede ver con claridad cómo el pecado luciferino nacido de la soberbia, puede tomar dos formas, que son precisamente las dos formas de apostasía existentes:

La primera, la apostasía declarada, que consiste en negar la obediencia debida a Dios o directamente rechazar a Dios mismo, alzándose a uno mismo como único dueño y señor de su propia vida.

Y la segunda, la apostasía solapada, que nace de pretender alcanzar la gloria del Cielo, por un camino diferente al establecido por Dios mismo, es decir, sin pertenecer a la Santa Iglesia Católica, sin esforzarse en dejar el pecado y sin querer avanzar en santidad por medio de la gracia que Dios nos concede por la oración y los sacramentos, o dicho de otro modo, por creer que uno puede salvarse y alcanzar el Paraíso por sus propios medios haciendo lo que le viene en gana en lugar de lo que Dios decreta.

Estas dos formas de apostasía, sobre las que se fundamenta el naturalismo o racionalismo, se pueden encontrar en todas y cada una de las tentaciones, seducciones y engaños luciferinos, por lo que aquí tienen los dos indicadores más fiables que existen para detectar la maldad intrínseca de cualquier doctrina, por inocente que parezca. Ambas son el mismo pecado, ambas son igualmente malignas, pero si cabe la apostasía solapada es la más peligrosa por pasar más desapercibida. Hagan por favor todo lo posible por prevenirse de este mal, pues como veremos a continuación, su mera presencia garantiza el desastre a todo aquel que se vea salpicado por él. Quien se une a Lucifer en su pecado, tarde o temprano, terminará padeciendo su mismo proceso de degeneración.

Así pues, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“La mayoría de los racionalistas pecan de la primera manera al rechazar el fin sobrenatural y querer encerrarse en la perfección puramente natural. [Y los demás,] los racionalistas solapados pecan de la segunda, al no renunciar al fin sobrenatural pero querer lograrlo sin ayuda de los bienes sobrenaturales, [sino] con las solas fuerzas de la naturaleza.”

Pero el ejemplo más claro del terrible daño que puede provocar este pecado, lo tienen en la caída de los principales enemigos de la fe, quienes cegados por la soberbia y obstinados en su error, terminaron uniéndose a su señor infernal de tal forma, que abrazaron su causa como propia.

Como afirma José Antonio Ullate Fabo, en “el secreto masónico desvelado”:

“La raíz de la doctrina masónica es el racionalismo o naturalismo.”

Y como era de esperar, por haber nacido del pecado luciferino y haber fundamentado en él todos los aspectos de su existencia, todos sus esfuerzos han estado siempre dirigidos a

de 56

Sanguis et Aqua


la consecución de su mismo plan: la imposición del Nuevo Orden Mundial luciferino, como explica Su Santidad León XIII en su encíclica “Humanum Genus”:

“El último y principal de los propósitos masónicos [es] la destrucción radical de todo el orden religioso y civil establecido por el catolicismo, y la creación, a su arbitrio, de otro orden nuevo con fundamentos y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo. (…) Todo su empeño se reduce a traducir en los hechos las teorías del naturalismo.”

Pero la cosa va incluso más lejos en el caso de los falsos judíos, pues el pecado luciferino origen del naturalismo masónico, se encuentra con toda su malicia, en su caída y degeneración.

Y ciertamente, este es un tema que ha inquietado a muchos Santos y Doctores a lo largo de la historia, porque ¿Cómo es posible que una parte importante del que otrora fuera el Pueblo Elegido de Dios degenerase hasta convertirse en su peor enemigo y el de su Santa Iglesia?

El P. Julio Meinvielle en su obra “El judío en el misterio de la historia” nos lo explica de manera brillante.

“El pueblo judío fue el linaje teológico, escogido, consagrado, santificado para significar y traernos en su carne a Ese otro que había de venir, al Esperado de las naciones,(…) a Aquél que es la Verdad y la Vida, que es la Salud de los hombres, [a Jesucristo]. (…) Pero, ¿por qué esta carne es santa? ¿Porque es del linaje de Abrahán, o porque ha de traemos a Cristo? En otros términos: ¿Es Cristo quien santifica al linaje judío, o es el linaje judío el que santifica al Cristo?”

Y esta es la cuestión clave, la piedra de tropiezo que ha dividido al pueblo judío en dos facciones irreconciliables: la que amaba a Dios sobre todas las cosas, confiaba en su promesa redentora y recibió a Nuestro Señor Jesucristo como su Mesías; y la que por su soberbia y amor propio despreció la Revelación Divina y las correcciones de los Profetas, se aferró al infernal gnosticismo talmúdico y terminó en confrontación directa con Dios, persiguiendo y asesinando no ya solo a los Profetas que les eran enviados, sino al mismísimo Hijo de Dios, y declarando la guerra a muerte a su Santa Iglesia Católica.

Así, como concluye el P. Julio Meinvielle en su obra “El judío en el misterio de la historia”:

“La raíz del pecado y de todos los errores judaicos [está] en que parte de este pueblo creyó que las Promesas hechas a los judíos a causa de Cristo que debía nacer de ellos fueron hechas a su carne, a su genealogía. En otras palabras: En lugar de advertir que si el pueblo judío era pueblo de predilección lo era por Cristo, ellos, en su obcecación, creyeron que el Cristo recibió gloria de su descendencia genealógica. Así [que para ellos] no era de Cristo de quien venía la

de 56

Sanguis et Aqua


gloria, sino de la carne de Abrahán. Por esto los fariseos, encarnación genuina de este espíritu de iniquidad, decían con orgullo para no aceptar a Jesucristo: «Nosotros tenemos por Padre a Abrahán». Su pecado consistió entonces, en carnalizar las Divinas Promesas. De esta suerte, dieron valor de substancia a lo que no era más que figura. Esperaron la salud de lo que no era sino un signo. Y del Mesías, que era el esperado para traer al mundo la gracia y la verdad, hicieron ellos un dominador político, terrestre, que debía asegurar y perpetuar la grandeza de Israel sobre todas las naciones sujetadas como esclavas al imperio judaico. (…) [Esto] es el crimen de Caín, la libertad de Barrabás, y la traición de Judas; es el ciego «NON SERVIAM» de Luzbel.”

Y no piensen que esta es una acusación sin fundamento.

Nuestro Santo Padre, Su Santidad Benedicto XVI en su obra “Jesús de Nazaret” explica que:

“El estilo de vida de los fariseos, encontró una forma duradera en el judaísmo plasmado por la Misná y el Talmud.”

O dicho de otro modo: que esta perniciosa doctrina centrada en el hombre que venía degenerando y corrompiendo al pueblo judío desde varios siglos atrás, que había surgido de la tradición gnóstico-pagana que Lucifer inspiró a los hombres de forma paralela a la Divina Revelación, es precisamente aquella tradición que tanto defendían los fariseos, y aquella doctrina que combatieron con toda su dureza los profetas y especialmente Nuestro Señor, a lo largo de su vida, quien con toda su autoridad no cesó de reprobar la maldad farisaica, como aparece reflejado en el Evangelio según San Marcos, capítulo 7, versículos del 6 al 13:

“¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, que dejó escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mi». En vano pues me honran, pues la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Porque vosotros, dejando el mandamiento de Dios observáis con escrupulosidad la tradición de los hombres. Destruís el precepto de Dios por observar vuestra tradición, (…) abolís la Palabra de Dios por una tradición inventada por vosotros mismos.”

Pese a todo Nuestro Señor no quería su condenación sino que recapacitasen y se convirtiesen. Por ello, les advirtió en repetidas ocasiones de los peligros que traía consigo esta soberbia de creerse salvados por el simple hecho de ser hijos de Abraham y miembros de su linaje, despreciando la promesa salvífica de Dios y el verdadero medio de salvación que es Cristo mismo. El ejemplo más claro lo tienen en el Evangelio según San Juan Capítulo 8 versículos del 15 al 47, de los que oiréis algunos fragmentos. Nuestro Señor les decía:

“Vosotros me juzgáis según la carne, pero yo no juzgo así a nadie. (…) Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que Yo Soy el

de 56

Sanguis et Aqua


que Soy, moriréis en vuestro pecado. (…) En verdad, en verdad os digo: Todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no mora para siempre en la Casa, en cambio el Hijo sí que permanece siempre en Ella, luego si el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Yo sé que sois hijos de Abraham, pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no halla cabida en vosotros. Yo hablo lo que he visto en mi Padre, vosotros hacéis lo que habéis visto al vuestro. (…) Si sois hijos de Abraham, obrad como Abraham, mas ahora pretendéis quitarme la vida habiendo Yo dicho la verdad que oí de Dios: no hizo eso Abraham. Vosotros hacéis lo que hizo vuestro padre. (…) Si Dios fuera vuestro Padre ciertamente me amaríais a Mí, pues Yo nací de Dios, y he venido de parte de Dios, que no he venido por Mí mismo sino que Él me ha enviado. ¿Por qué pues no entendéis mi lenguaje? Es porque no podéis sufrir mi doctrina. Vosotros sois hijos del diablo y así queréis satisfacer los deseos de vuestro padre: él fue homicida desde el principio y no permaneció en la verdad, así no hay verdad en él; cuando dice mentira habla como quien es, por ser de suyo mentiroso y padre de la mentira. A mi empero no me creéis porque os digo la verdad. (…) Quien es de Dios escucha la palabra de Dios, por eso vosotros no la escucháis porque no sois de Dios.”

Esto es Palabra de Dios, Palabra infalible y tremendamente dura, y sin embargo, pese a las repetidas veces que se dirigió a los fariseos y falsos judíos en estos términos para que dejasen a un lado su obstinación, y pese a los signos que éstos presenciaron, Nuestro Señor no consiguió romper la soberbia de su corazón, que se vio todavía más embrutecida al no ser estos capaces de soportar la idea de que su linaje no era el único que merecía la salvación, que habían sido bendecidos, eso sí, con el honor de que el mismísimo Dios se encarnase en su linaje, pero que en definitivas cuentas por si mismos no eran nada, ni podían nada, pues eran iguales que el resto de los mortales: esclavos del Maligno a causa de sus múltiples pecados y miserables criaturas necesitadas de Redención.

Y de esta forma, por no soportar la verdad, se alzaron contra su propio Dios, a quien tanto decían que amaban, asesinándolo en la Cruz como si fuese un criminal, y no contentos con ello, se lanzaron a una guerra sin tregua para destruir a su Iglesia, la Santa Iglesia Católica quien siguiendo el mandato del Señor, ofrecía gratuitamente a todas las gentes la posibilidad de salvación que Nuestro Señor había obtenido a costa de su Sangre, anunciando que, como escribe el Apóstol san Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 10, versículo 12:

“No hay distinción entre judío y gentil por cuanto uno mismo es el Señor de todos.”

Y que, como el apóstol afirma en el capítulo 3, versículo 23 de la misma carta:

“No hay distinción alguna: porque todos pecaron y tienen necesidad de la gracia de Dios”

de 56

Sanguis et Aqua


Ante esta obstinación tan irracional, y esta cabezonería con la que no conseguían más que auto-excluirse de la salvación y lanzarse voluntariamente a las llamas del infierno, San Juan Crisóstomo se preguntaba estupefacto en su Homilía IX del Evangelio según San Juan:

“¿Qué daño se os seguía a vosotros, oh hombres insensatos, de la Providencia ejercida en favor de otros? ¿En qué disminuían vuestros bienes, porque otros participaran de los mismos? ¡Ciega es verdaderamente la maldad e incapaz de ver lo que no conviene!”

Y el propio San Pablo se lamentaba en su Carta a los Romanos capítulo 10, versículo 13, al ver como sus hermanos de sangre, cegados por su soberbia y comidos de envidia, se acarrearon su propia ruina:

“Porque no conocieron la justicia que viene de Dios y esforzándose por establecer la suya propia no se han sujetado a Dios para recibir de él esta justicia.”

Y de este modo tan absurdo, por negarse a aceptar el camino de salvación que Dios les había prometido, y auto-convencerse en su soberbia de que serían salvados por un camino diferente, esto es, en honor a la Antigua Alianza que no era más que la antesala de la Nueva, estos falsos judíos abrazaron el pecado luciferino y terminaron convirtiéndose no ya solo en los principales enemigos de Dios y su Santa Iglesia, sino en los principales ejecutores de la venganza Satánica que culminará con el establecimiento del Reino del Anticristo, y en el séquito de honor del Impío cuando éste aparezca. Así lo declaran orgullosos en sus “Protocolos de los sabios de Sion”:

“Estamos llevando al pueblo de un desengaño a otro, para que, al fin, abdique en nosotros su poder, en provecho del REY DÉSPOTA DE LA SANGRE DE SION QUE ESTAMOS PREPARANDO PARA EL MUNDO. (…) Cuando llegue nuestro reinado, nuestros oradores disertarán acerca de los grandes problemas que han conmovido a la humanidad para traerla finalmente bajo nuestro dominio. ¿Quién podrá entonces poner en duda que todos esos grandes problemas fueron PLANIFICADOS por nosotros, siguiendo un plan político que nadie pudo adivinar ni sospechar siquiera en el transcurso de tantos siglos?”

Y por esta perversidad expresada en palabras y obras, y derivada de su soberbia, los falsos judíos se hicieron reos de la terrible sentencia que Nuestro Señor había lanzado contra sus antepasados los fariseos y contra esta infernal doctrina que todavía siguen, que se encuentra en el Evangelio según San Mateo, capítulo 23, de la que escucharán únicamente los versículos 13 y del 17 al 35:

“¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! Que cerráis el reino de los cielos a los hombres, porque ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que entrarían impidiéndoles que crean en Mí. (…) ¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, los cuales por fuera parecen

de 56

Sanguis et Aqua


hermosos a los hombres, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo género de podredumbre. Así también vosotros en el exterior os mostráis justos a los hombres, más en el interior estáis llenos de hipocresía e iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Que fabricáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos y decís: si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres no hubiéramos sido sus cómplices en la muerte de los profetas. Con lo que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de los que mataron a los profetas. Acabad pues de llenar la medida de vuestros padres haciendo morir al Mesías. ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo será posible que evitéis ser condenados al fuego del infierno? Porque he aquí que Yo voy a enviaros profetas y sabios, y escribas y de ellos degollaréis a unos, crucificaréis a otros, a otros azotaréis en vuestras sinagogas y los andaréis persiguiendo de ciudad en ciudad para que recaiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel.”

La historia misma es testigo del cumplimiento de estas palabras, de sus conjuras contra la Santa Iglesia Católica a lo largo de dos mil años, y de la sangre derramada por tantos Santos que han sido perseguidos y martirizados por su causa.

Vana es, pues, su esperanza en una Alianza cuyas Promesas han despreciado clavándolas en un madero. Dios mismo les ha condenado, o mejor dicho, les ha adelantado la condena que les espera tras su muerte si se obstinan en su error. Condena que, como la Santa Iglesia testimonia en su magisterio, es extensible a la masonería, a toda secta que abrace la doctrina infernal, y a todos aquellos que de un modo u otro, consciente o inconscientemente, colaboren con estos impíos para la consecución del plan Luciferino.

Pero, ¿es que no habrá entre vosotros, oh agentes de iniquidad, tan sabios para conspirar y tan necios para recapacitar, ni un solo sensato que vea el gran engaño en el que habéis caído, ni uno solo que sospeche el terrible destino que os espera? Dignos sois sin duda de lástima, porque aquel a quien encumbráis, y que tantas falsas promesas os ha hecho, cuando haya cumplido su papel en el mundo, os traicionará, os acusará ante el Altísimo, y os arrastrará con él a lo más profundo del infierno donde recibiréis su mismo castigo. Que ese mismo Dios contra quien lucháis, se apiade de vuestra alma ahora que aún estáis con vida y os conceda la gracia de la verdadera conversión, porque una vez en el infierno, no habrá consuelo para vosotros. Que Dios os perdone.

Habiendo comprendido pues el motivo por el cual los falsos judíos y la masonería comparten objetivos y trabajan juntos en pos de una causa común, que es precisamente el haber caído en el pecado luciferino, a ninguno debiese extrañar que en todas sus empresas siempre aparezca de un modo u otro, el naturalismo o racionalismo, encarnación de dicho pecado.

Ciertamente, Satanás iba a emplear a estos necios, que ya habían caído en sus redes, como arma para apoderarse del mundo entero y ejecutar su venganza en esta última

de 56

Sanguis et Aqua


etapa de la historia, en la que, tras los mil años gloriosos en los que Nuestro Señor reinó sobre las almas y naciones por medio de la Civilización Católica, se le ha concedido poder para tentar de nuevo a la humanidad del mismo modo que había hecho en el Edén.

Al principio de los tiempos, como explica Ad. Tanquerei en su “Compendio de Teología Ascética y Mística” publicado en 1930 con licencia y aprobación eclesiástica:

“El hombre fue sometido a una prueba para que, con la ayuda de la gracia, pudiera merecer el Cielo. Consistía esta prueba en el cumplimiento de las leyes divinas, y, en particular, de un precepto positivo sobreañadido a la ley, y que expresa el Génesis bajo la forma de la prohibición de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Cuenta la Escritura cómo el demonio, tomando la forma de la serpiente, se llegó a tentar a nuestros primeros padres, moviendo en su ánimo dudas acerca de la legitimidad de tal prohibición. Intentó persuadirles de que, lejos de morir, si comieran del fruto aquel, serían como dioses, sabiendo por sí mismos el bien y el mal, sin necesidad de acudir para ello a la ley divina. Tentación de soberbia era ésta y de rebelión contra Dios. Rindióse a ella el hombre, y cometió formalmente un acto de desobediencia inspirado por la soberbia, seguido muy pronto de otros pecados.”

Ahora, al final de los tiempos, esta prueba está siendo repetida en los mismos términos.

Satanás por medio de los enemigos de la fe y con el tentador fruto del naturalismo o racionalismo en la mano, promete a la humanidad en conjunto y a todas y cada una de las almas individualmente que podrán llegar a ser dioses, esto es, que podrán alcanzar el paraíso en la tierra, el bienestar, la felicidad y el potencial que tanto ansían, si desprecian las tiránicas leyes de Dios y los principios de su Civilización Católica y comienzan a servirse a sí mismos.

Como explicaba D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“El pecado del ángel rebelde, según Santo Tomás, fue el racionalismo, es decir, la rebelión de la naturaleza contra el orden sobrenatural. (…) El pecado de los últimos hombres será el racionalismo. La misma apostasía se hallará de esta suerte al principio y al fin de la larga guerra de la Ciudad de los impíos a la Ciudad de los Santos. (…) Podrá quizás el racionalismo gastar muchos siglos en desarrollarse, podrá quizás sucesivamente desaparecer y reaparecer en el mundo, pero [sin duda] puede conjeturarse que será la doctrina de aquel a quien las Sagradas Escrituras llaman «El Impío» por excelencia, «El Apóstata» de los últimos tiempos, «el Hombre de pecado», «el Adversario», «el Anticristo». (…) La misma rebelión contra Dios y su Verbo habrá cavado, en los primeros días del mundo los abismos del infierno y hará desbordarse por la tierra, en los últimos tiempos los torrentes del fuego vengador que debe consumirla.”

de 56

Sanguis et Aqua


Así pues, el naturalismo o racionalismo es el gran engaño del final de los tiempos, la prueba final para el mundo que amenaza con arrastrar a la humanidad entera a la peor de sus ruinas, puesto que las consecuencias de dejarse seducir por segunda vez, serán como poco de la misma magnitud que las acaecidas cuando nuestros padres comieron del fruto prohibido.

Ellos -les recordamos- al repetir el pecado luciferino tuvieron que ver, a su pesar, no ya solo como las falsas promesas de gloria luciferinas se esfumaban, sino como su infernal salvador les despojaba de todo aquello que daban por supuesto y no valoraban en su justa medida: esto es, el paraíso en el que vivían y los preciosos dones que Dios les había concedido para vivir felizmente con Él por toda la eternidad; y únicamente obtuvieron de Lucifer aquello que no conocían ni esperaban, esto es, destierro, dolor, sufrimientos, muerte, y lo peor de todo, el verse sometidos a la más dura de las esclavitudes: la esclavitud satánica, de nacer para padecer primero en esta vida, y luego tras la muerte, en el infierno por toda la eternidad. Y así, lo que comenzó por un ilícito deseo consentido de mayor libertad y deleites, culminó con la peor de las esclavitudes y el tormento eterno.

¿Qué sucederá a la humanidad si se deja seducir por segunda vez?

D. P. Benoit llegaba a esta conclusión en 1888 cuando apenas se habían visto las primeras etapas del engaño:

“Si llega un día a dar la ley al mundo el racionalismo, podrá decirse en verdad (…) que el género humano habrá recaído en un estado peor de lo que fuera su desgraciada condición antes de la venida del Redentor”.

Y como veremos a continuación, esto ya no es una hipótesis sino un hecho y estamos a las puertas de ver las terribles consecuencias de haber tropezado dos veces con la misma piedra.

¿Cuándo comenzó, pues, este gran engaño del final de los tiempos? ¿Cómo y cuándo comenzó Lucifer a tentar a la humanidad por medio de sus siervos con el aparentemente inocente pero letal fruto del naturalismo o racionalismo?

Como afirma José Antonio Ullate Fabo, en “el secreto masónico desvelado”:

“Una primera matriz del naturalismo masónico se haya [ya] en el humanismo del renacimiento. El fundamental paganismo renacentista, todo dirigido a sustituir a Dios por el hombre, a proclamar innata la bondad de la naturaleza, a proponer el camino terrestre hacia la felicidad, a limitar a esta tierra todos los ideales de la vida, terminaba por deificar al hombre.”

Y de este modo, Satanás, por medio de sus siervos y corífeos, comenzó a invitar a la sociedad que hasta ese momento había vivido sus años más gloriosos, a repetir el pecado luciferino en su forma más explícita, pero como saben, ésta no era más que la

de 56

Sanguis et Aqua


primera etapa. Así, cuando el terreno había sido suficientemente abonado, como explica D. P. Benoit en “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”.

“Del racionalismo nació [también] el protestantismo, como de la flor nace el fruto. El dogma fundamental del protestantismo puede expresarse en estos términos: «la única fuente de verdad es la Biblia sujeta al libre examen, es decir, interpretada por la razón individual». (…) Así, al negar la autoridad de la Iglesia y abandonar a la razón individual la interpretación de la Biblia, se asentaban los protestantes en el principio del racionalismo.”

Y como consecuencia lógica de este principio infernal, se siguió no ya solo la ruptura de todos estos incautos con la unidad doctrinal de la única Iglesia verdadera, la Santa Iglesia Católica y su consiguiente caída, sino en último término, que se fuesen dividiendo y subdividiendo entre ellos mismos arrastrados por el espíritu de error que habían invocado al exaltar su razón individual sobre Dios mismo, hasta tal punto de ser prácticamente imposible enumerar a día de hoy la inmensa cantidad de sectas y falsas iglesias surgidas de su seno.

Pero seguramente a muchos protestantes les cueste creer que no ya solo han caído en el engaño masónico, sino que han repetido en su propia carne el gran pecado Luciferino en la segunda de sus formas, la forma encubierta, al rechazar el camino de salvación establecido por Nuestro Señor, esto es, la Santa Iglesia Católica y querer ser ellos mismos, por sus propias fuerzas, quienes elijan el camino para llegar al Cielo.

Estos obstinados seguirán repitiendo una y otra vez que su Biblia -sí, esa Biblia que fue profanada y adulterada por los reformadores hasta hacerla irreconocible-, tiene por sí misma autoridad suficiente para ser la primera y única regla de verdad que debe ser impuesta a los hombres y poder, por supuesto, dicen ellos, para conducir a las gentes al Paraíso por el camino que a cada uno se le ocurra tomar tras su lectura.

Pero como explica D. P. Benoit en “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”.

“Un libro no puede probar por sí mismo ni su origen ni sus títulos. O un magisterio propone la Biblia como Libro Divino o toca a la razón individual examinar y juzgar el libro. Si la autoridad de la Biblia se apoya en la autoridad de un magisterio, encargado de atestiguar el origen divino del libro, la primera regla de verdad ya no es el libro mismo, sino la Iglesia que lo presenta, y ésta es la tesis católica. Si al contrario la autoridad de la Biblia debe comprobarla el libre examen, se erige la razón individual en primera y suprema regla de toda verdad, y esta es la tesis racionalista. (…) [Por tanto] si admitís, oh protestantes, que Dios instituyó en el seno de la humanidad la transmisión de la verdad (…), es decir, que instituyó una Iglesia cuya enseñanza debe formar la creencia de los individuos, (…) volvéis a la doctrina católica y a su magisterio; [y] si pretendéis que el libre examen es el método para llegar al conocimiento de la verdad, (…) haciendo de la razón individual la regla universal y suprema de la verdad, caéis en el racionalismo. No

de 56

Sanguis et Aqua


podéis pues, sin incurrir en contradicción, seguir siendo protestantes: es menester volver a ser católicos o hacerse racionalistas.”

Y por ese mismo hecho, apóstatas. Y la elección es tremendamente sencilla, porque perseverar en un error que conduce directo al infierno, no solo es de necios sino de suicidas. No obstante, seguramente muchos obstinados en su soberbia, intentarán encontrar una tercera vía inexistente que solucione la contradicción en la que han caído, y prosigan aferrándose a su error, olvidándose de que, como explica el propio D. P. Benoit:

“Los primeros reformadores habían dicho: «Nada de autoridad en la Iglesia, la Biblia y la razon sola».”

Dejando con ello patente no ya solo el origen naturalista, racionalista y masónico del protestantismo, sino que su desviación no es ya una simple herejía, el negar uno u otro dogma, sino una apostasía declarada y obstinada, y como tal, una doctrina demoníaca que nada tiene que ver con Cristo ni con la verdad, pues toda la mentira protestante se fundamenta, como deciamos en la repetición del mismísimo pecado luciferino en la forma mas solapada.

Prueba de ello es que como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“Los racionalistas se complacen en reivindicar como antepasados suyos a los reformadores del siglo XVI [pues] a menudo, en sus obras, ensalzan con entusiasmo a Lutero y su reforma, celebrando al hombre que sentó el principio del libre examen, como al gran bienhechor del género humano, [y] el emancipador de la razón humana.”

Por lo que pueden deducir perfectamente el motivo por el cual Jorge Mario Bergoglio no hace más que alabar las virtudes de la reforma y tomar medidas a su favor, no ya para salvar sus almas -pues en ese caso los movería a la conversión como siempre se ha hecho-, sino para unirnos a todos en el mismo error y pecado que los ha enviado a ellos al infierno.

Pero sigamos con lo que nos corresponde.

Al mal de la reforma, como saben, siguió la perversidad de la ilustración, en la que el gran engaño luciferino comenzó a desvelar su verdadero rostro de manos de los sofistas masones, quienes con la financiación de los falsos judíos se esmeraron en transformar los principios del naturalismo o racionalismo en un sistema real, en un Nuevo Orden Mundial que pudiese ser presentado a las naciones como alternativa a la Civilización Católica y el orden establecido por Dios mismo, que aunque minado seguía estando vigente por aquel entonces.

De esta forma, como resume Mons. Delassus en su obra “La conjuración anticristiana”:

de 56

Sanguis et Aqua


“El movimiento impuesto a la catolicidad por el Renacimiento, la Reforma y la Revolución fue un esfuerzo satánico para arrancar al hombre del orden sobrenatural establecido por Dios, con el propósito de confinarlo en el naturalismo; (…) [fue] la inversión completa y definitiva de la civilización católica y de todo lo que se construyó sobre Cristo, para establecer sobre las ruinas del orden sobrenatural, el reino del naturalismo, [que es en definitiva] la deificación del hombre.”

La ilustración fue, por tanto, el punto clave de la historia, el momento en el que la humanidad fue abiertamente tentada, en los términos del Edén, para que ansiasen verse libres de esa supuesta tiranía de Dios que les había sido impuesta por medio de la Santa Iglesia Católica, luchasen por su libertad y trabajasen unidos por construir el paraíso en la tierra que les había sido negado, y que les permitiría ser como dioses, soberanos e independientes, y vivir rodeados de deleites, con la libertad de cumplir en todo momento su propia voluntad.

Por ello, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad Anticristiana en el siglo XIX”:

“Los racionalistas y las logias masónicas hablaban de un estado de la naturaleza anterior al estado de sociedad que había sido el estado de perfección original del hombre, del cual cayó al formarse la sociedad y al que puede volver destruyendo el estado social [existente].

Y confiando en sus inicuas promesas, las naciones iban a beber hasta las heces el caliz de la perdición que se les presentaba bajo la forma de esta atractiva y aparentemente inofensiva, doctrina infernal, llamada naturalismo o racionalismo.

Como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad Anticristiana en el siglo XIX”:

[Ya] en la famosa declaración de los derechos del hombre, hallamos el racionalismo con sus dogmas fundamentales y principales consecuencias. (…) El carácter fundamental de la declaración (…) hace entrar la apostasía en los fundamentos mismos de las Constituciones [Estatales]. (…)

Ellos dicen: «no es posible que los derechos de Dios cierren el paso a los derechos del hombre». (…) [Este] es el grito del arcángel rebelde: NON SERVIAM, «No serviré»; o el [grito] de los judíos: NOLUMUS HUNC REGNARE SUPER NOS, «no queremos que reine sobre nosotros», (…) «[ahora] el único fundamento de todo orden de las cosas humanas debe ser la razón: la razón es la regla suprema de la verdad, el árbitro del bien y el mal, y basta con sus propias fuerzas a procurar el bien de los hombres y de los pueblos». (…) [Así] rechazaron el fundamento antiguo por amor del nuevo, los derechos de Dios y su Cristo por amor de los derechos del hombre, el Verbo del Padre por amor a la razón humana, a Dios por amor a la humanidad. No rechazaron a Jesucristo sino para poner al hombre, su

de 56

Sanguis et Aqua


razón y sus derechos en lugar de Dios. (…) [Aquí] oímos el segundo grito del arcángel rebelde: SIMILIS ERO ALTISSIMO, «Seré semejante al Altísimo». [Esto es] la apostasía social y el rechazar a Jesucristo, la sustitución de Dios por el hombre o la idolatría humanitaria. Estos son los dos dogmas de los racionalistas, [y] la declaración de los derechos humanos hace del racionalismo el fundamento de las sociedades humanas.”

Y como saben, comenzando por Inglaterra, todas y cada una de las naciones de la tierra fueron traspasando la línea de no retorno y sucumbiendo al pecado luciferino ya en el siglo XIX.

Ahora bien a la luz de los hechos, alguno de ustedes podría pensar:

Si la humanidad ya ha caído en el gran engaño del final de los tiempos ¿dónde está ese castigo tan terrible del que hablabais hace un momento? ¿Por qué no ha sucedido nada?

Pues bien, esto es lo más triste de la situación actual, que la humanidad ha recibido el peor castigo que podía recibir, y todavía no se ha dado cuenta. Ha recibido un castigo terrible pero tremendamente justo, que se puede resumir en la sentencia que el Altísimo pronunció por medio de su Profeta Jeremías, en el capítulo 51, versículo 9 de su libro:

“Hemos medicinado a Babilonia y no ha sanado. Abandonémosla.”

Pero, ¿qué significa este abandono?

Vayamos paso a paso analizando todas sus consecuencias respecto a las naciones y respecto a las almas, comenzando por las primeras.

Con respecto a las naciones, este abandono de Dios significa perder la Protección Divina, y sin dicha protección, el mal tendrá vía libre para seguir su propio curso. De esta forma, en el momento en que la humanidad ha inyectado voluntariamente en sus estados el veneno del naturalismo o racionalismo, ha iniciado el proceso imparable de la maquinaria letal con la que será ejecutada, es decir, el proceso de degeneración estatal, que convertirá por sí solo a las naciones no ya solo en una trampa mortal para las almas, sino en el infierno mismo.

Así pues, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”

“La guerra declarada a Jesucristo por el racionalismo produce como primer efecto [en los estados] la revolución permanente”

Revolución, que no es otra cosa que la aplicación estatal del NON SERVIAM luciferino. Este es el primero paso de la degeneración estatal, el golpe de estado a la Civilización Católica y a todos y cada uno de los principios del orden establecido por

de 56

Sanguis et Aqua


Dios mismo, para sustituirlos por el Nuevo Orden Luciferino fundamentado sobre el naturalismo.

Ahora bien, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“Del principio de libertad e igualdad naturalistas nacieron dos sistemas: el de la destrucción completa de la sociedad o sistema de la anarquía pura, y el de la transformación del antiguo orden social en otro del todo nuevo, o sistema del nuevo contrato social.”

Sistemas que no son opuestos, sino complementarios y constituyen las etapas siguientes del proceso de degeneración estatal. Como es obvio, para construir una nueva sociedad sobre nuevos principios, es necesario destruir primero los antiguos.

Así cada revolución vendrá siempre acompañada por la anarquía, que sembrará el caos por medio de los crímenes que le son naturales: desordenes, pillaje, profanaciones, atentados, matanzas de católicos… todo está permitido. La única ley es la negación, el único objetivo la destrucción.

Como explica D. P. Benoit en su obra “La Ciudad Anticristiana en el siglo XIX”:

“[La anarquía] persigue la simple aplicación del principio de libertad e igualdad naturalistas mediante la ruina de toda la sociedad. [Estas son sus máximas:] Los hombres nacen y permanecen libres e iguales. La autoridad pone trabas y restricciones a la libertad; fuera pues cualquier clase de autoridad. La igualdad perfecta no puede coexistir con el orden social: fuera pues toda sociedad. (…) Ha habido hasta ahora ricos y pobres; en adelante fuera propiedad para que todos sean iguales. Ha habido hasta ahora esposos y esposas, padres e hijos, en adelante fuera matrimonio, para que todos sean iguales e igualmente libres. Ha habido hasta ahora sacerdotes y laicos, en adelante serán todos sacerdotes y vivirán como laicos para ser iguales. Ha habido hasta ahora Dios y hombre, en adelante Dios es el hombre y el hombre es Dios para que desaparezca el principio de toda desigualdad. La igualdad perfecta importa la destrucción de todos los privilegios. El dominio privado hace al propietario un privilegiado. La tierra no será de nadie para que sea de todos. El matrimonio hace de la mujer el bien propio de un hombre, y de los hijos el bien especial de los padres: la unión del hombre y de la mujer no tendrá nada que ligue al uno con la otra, la madre abandonará libremente al hijo y éste dejará a su madre cuando le plazca. El sacerdocio distingue al sacerdote del laico, la soberanía al príncipe del vasallo, la divinidad al Creador de la criatura: para que no haya más sacerdotes, ni reyes, ni Dios, o mejor, que sean todos a un mismo tiempo sacerdotes, reyes y dioses.”

Y dado que estas directrices no conducen sino al caos más absoluto, tan pronto como la anarquía haya cumplido su labor destructora, ésta necesariamente tendrá que disolverse

de 56

Sanguis et Aqua


para dar paso al Nuevo Orden Mundial que se asienta sobre el denominado “contrato social”.

¿Qué es, pues, el contrato social? La teoría que explican los sofistas masones, y que todavía enseñan en las escuelas es muy ilustrativa del adoctrinamiento que hacen al respecto: Ellos explican que en un momento determinado los hombres libres, iguales, independientes y autosuficientes al darse cuenta que les era muy costoso sobrevivir en un estado caótico, sin sociedad, sin estructuras, sin propiedad y sin normas, deciden establecer entre ellos una especie de contrato, que consiste en renunciar a parte de sus privilegios en pos de la sociedad para poder alcanzar entre todos más fácilmente el ansiado estado del bienestar, o dicho de otro modo, el paraíso en la tierra.

Éstas son las premisas del contrato social y la sociedad fundamentada sobre él, y éste el sistema de gobierno que nos han impuesto en el siglo XIX. Desde entonces, como saben, no han cesado de adoctrinar a las masas para que consideren como el mayor logro de la humanidad, al que será en último término, la causa de su ruina.

Nos lo explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“En este sistema como en el de la anarquía, el hombre usurpa el lugar de Dios. [Ambos afirman que] por la naturaleza (…) los hombres nacen libres, soberanos e independientes, es decir, dioses. (…) Mas según el nuevo contrato social, [los hombres] enajenan esta soberanía e independencia en favor de la comunidad y se convierten todos juntos en pueblo soberano. (…) El individuo ya no es propiamente Dios pues abdicó su soberanía por el contrato social, pero el pueblo es Dios porque el pueblo quedó investido de todos los derechos que abdicaron todos los individuos. (…) [Así,] en lugar del «individuo Dios» como en el sistema anárquico, tenemos al «pueblo Dios». [Ahora bien, como] la soberanía del estado y la del pueblo no son dos soberanías diferentes (…) [y] el estado es la expresión de la muchedumbre [que encarna] la autoridad misma del pueblo, la soberanía del pueblo se convierte en su propia soberanía. (…) El estado es soberano porque es una sola y una misma cosa con el pueblo soberano. [El estado] es el «Dios estado» porque el «pueblo Dios» habla, obra y gobierna en él. (…) [Así] por el contrato social, el pueblo es Dios, el estado es Dios. (…) La ley civil es su dogma [y] las constituciones son los códigos religiosos de los tiempos modernos. (…)

[Esta es] la teoría [que] se encierra en el dogma de la soberanía del pueblo, (…) [que] dice con el arcángel rebelde: NOM SERVIAM, «no tengo amo». SIMILIS ERO ALTISSIMO, «Soy Dios». (…) La teoría de la soberanía del pueblo encierra [así] el germen de todos los despotismos y anarquías (…) porque la voluntad del pueblo es superior a todos los derechos, es la regla del bien y del mal, es en una palabra, la suprema ley. (…) El estado no reconoce derecho alguno que deba respetar: ni el derecho positivo divino, ni derecho eclesiástico; no está obligado ni siquiera por el derecho natural. (…) De su autoridad emanan tanto los derechos de los particulares como los de las familias. Como origen de todo derecho goza de un

de 56

Sanguis et Aqua


derecho que no está circunscrito por limitación alguna. (…) [Por lo que] todas sus decisiones sean cuales fueren obligan por sí mismas. (…) Es la más monstruosa tiranía. (…)

Las consecuencias [son de esperar]:

Las personas pertenecen a la nación más que a sí mismas, así que el estado tiene el derecho soberano de reglamentar todo lo concerniente a la familia, y legislar especialmente sobre la unión del hombre con la mujer. Puede si lo juzgare conveniente proscribir el matrimonio uno e indisoluble, permitir el divorcio, instituir uniones vagas e introducir de esta suerte el régimen de la comunidad de mujeres. (…)

Los hijos antes de ser de los padres son del Estado. Tiene pues el estado poder absoluto e ilimitado en la educación de la infancia y de la juventud [con todo lo que esto conlleva].

Las propiedades pertenecen al estado antes de pertenecer a los ciudadanos. En consecuencia la ley civil es la que crea los derechos de propiedad y herencia, la que establece el derecho de testar y enajenar por venta o donación. (…) [Pero] también podría suprimir legítimamente el régimen de la propiedad individual y reemplazarlo por el de la comunidad de bienes.”

Y por supuesto podría si quisiese, obligar a luchar en la guerra, aplicar penas de muerte indiscriminadas sin necesidad de juicio, y toda clase de perversidades que puedan imaginar. Al no haber poder superior al del estado, éste puede llevar a cabo las más terribles aberraciones por medio de sus leyes. Los totalitarismos del siglo XX, especialmente el caso del nacionalsocialismo alemán impuesto desde un sistema democrático, son prueba de los extremos a los que puede llegar el Dios Estado.

Y no piensen que a día de hoy estamos protegidos de esto: Nada ni nadie, salvo el estado mismo está legitimado a poner freno a sus propios abusos.

Solo piensen, ¿qué pasaría si el poder ejecutivo, legislativo y judicial no ya solo de su país, sino del mundo entero como planean, se ponen de acuerdo para cambiar la ley entera y transformar el mundo en un totalitarismo democrático? ¿Creen acaso que podrán frenarlos con sus votos? Es totalmente imposible, pues como explica D. P. Benoit:

“[En este sistema] ninguna corporación ni individuo puede ejercer una autoridad que no emane expresamente de la nación.”

Lo que trae otra terrible consecuencia, como explica D. P. Benoit:

“[Dado que] la autoridad de los obispos, de los concilios y del Papa no emana del pueblo, son [autoridades] ilegitimas, será menester suprimir el poder de los

de 56

Sanguis et Aqua


pastores de la Iglesia o subordinarlo a la elección popular. No tardará mucho tiempo la revolución en difundir estas ideas.”

Y por eso se ha visto a tantos y tantos incautos exigir una democratización eclesial, que no es otra cosa que arrebatar a Dios su propia Iglesia y establecer en su lugar la falsa iglesia del hombre, la Iglesia universal que no es sino la antesala al culto luciferino.

Y por si todo esto fuera poco, prosigue D. P. Benoit:

“Esta teoría, [la teoría del contrato social,] es la fuente de la anarquía más espantosa. El derecho de insurrección es un derecho perpetuo y esencial. Los agitadores pueden excitar a cada momento las pasiones de la muchedumbre y promover revoluciones interminables. Es la demagogia más desenfrenada.”

Que es otra manera de decir que el sistema fundamentado en el contrato social sobre el que se asienta el mundo actualmente, es el mejor sistema para que los enemigos de la fe se hagan ilegítimamente con el poder que el pueblo cree tener en sus manos y degeneren a las naciones legalmente hasta convertirlas en la peor de las tiranías.

Ahora bien, ¿qué formas puede tomar este infernal sistema del contrato social surgido de las entrañas del naturalismo o racionalismo?

Como explica D. P. Benoit:

“Se han propuesto muchísimos sistemas para aplicar y poner en práctica la soberanía del pueblo, pero pueden reducirse a dos clases: los sistemas políticos [liberales] y los sistemas socialistas.”

Sistemas que aunque para muchos se consideren contrarios, no son sino complementarios y parte de un mismo proceso de degeneración estatal.

Por medio del liberalismo, los estados destruidos por la revolución y la anarquía que se siguió, alzaron las estructuras políticas del Nuevo Orden Luciferino, y sometieron la humanidad a la esclavitud de unas pocas familias capitalistas, como hemos visto.

Y por medio del socialismo, como veremos en capítulos siguientes, no se hará más que agravar la situación completando el trabajo iniciado por el liberalismo por medio de un nuevo orden social, que despojará a las clases bajas de lo único que les quedaba, esto es, su fe, sus bienes y sus vidas, sacrificando éstos en pos del Dios Estado.

Si bien es cierto que a día de hoy estos sistemas se han suavizado, al menos en el primer mundo, han de tener en cuenta que esto no es más que la calma que precede a la tempestad, pues el sistema de gobierno que tenemos actualmente no es garantía de nada, de nada más de la ruina que está por venir.

de 56

Sanguis et Aqua


La conclusión de D. P. Benoit sobre este Nuevo Orden Mundial fundamentado por el naturalismo o racionalismo que se nos ha impuesto en el siglo XIX es tremendamente dura:

“Los partidarios de la soberanía del pueblo dicen: «los hombres nacen libres e iguales», mas esta libertad e igualdad los pone en verdad por consiguiente bajo el dominio del estado. (…) [Siendo así que sus derechos] solo existen por el estado y en virtud de su suprema concesión [de éste]. (…) Asi es como la famosa formula encierra multiples y diferentes sentidos pudiendo adaptarse a los grados de iniciación en el mal. Entendida en sentido moderado y aceptable, nada tiene que repugne a las almas honradas, entendida en una acepcion mas profunda es bastante a satisfacer la perversidad de los hombres mas adelantados en la senda de la iniquidad. Este es un carácter constante de las formulas masónicas. (…)

Así que por una parte el estado es soberano, luego cuanto decreta o hace el estado es santo y sagrado. Mortales, ¡bajad resignados la cabeza ante todas las tiranías!

Por otra parte, el pueblo es soberano, aun respeto del estado, luego puede cuando guste derribar al gobierno. Mortales, ¡aceptad de antemano todos los cambios que a los ambiciosos pluguiere proponer y llevar a cabo por medio de la plebe!

La soberanía del pueblo no garantiza ni libra a nadie de la violencia e injusticia por parte del estado; la soberanía del estado no preserva a la sociedad de las revoluciones que se incitan en el pueblo. La dominación abusiva se junta con la agitación y el desorden permanentes. [y en definitiva,] una sociedad fundada en los principios del nuevo contrato social, será pronto fiel imagen del infierno.”

Sí, lo han oído bien, una sociedad fundada en los principios del nuevo contrato social, esto es, una sociedad como la nuestra, será pronto fiel imagen del infierno. Y no hay mejor palabra que describa lo que está por venir, pues éste ha sido el objetivo de los enemigos de la fe y de todos y cada uno de los perniciosos sistemas que nos han impuesto, que mantendrán su apariencia inocente hasta que el mundo entero haya sucumbido a las mentiras del Anticristo, y entonces, cuando no haya remedio posible, desvelarán su verdadero rostro con la imposición del peor sistema totalitario que el mundo ha visto ni podido imaginar, fruto de la unión de los sistemas liberal-capitalistas y social-comunistas, que reducirá a la humanidad que quede a la esclavitud mas extrema en pos del Anticristo y las familias capitalistas de los falsos judios que formarán su séquito.

Ese es el terrible destino que espera a la humanidad que seducida por la soberbía abandonó voluntariamente a Dios, su único Protector y Soberano, y confió ciegamente en las infernales promesas de Satanás, el príncipe de la mentira.

Como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

de 56

Sanguis et Aqua


“Aquel que fue homicida desde el principio habia dicho a los primeros antepasados del género humano «si comeis de la fruta vedada, sereis como dioses». [Ellos] creyeron y comieron. Mas en lugar de verse dioses, perdieron la gracia y con ella el dominio de sus sentidos y de todas las criaturas inferiores, , quedaron sujetos a la ignorancia, a la concupiscencia, al dolor, a la enfermedad y a la muerte, y esclavos de su vencedor.

[De igual forma] el racionalismo dijo a los hombres:« Jesucristo os promete el paraiso en otra vida, si dejais a Jesucristo por seguirnos, tendréis desde ésta el paraiso». Los hombres lo creyeron, mas en vez de entrar en un camino de progresos nunca oidos, cayeron en las revoluciones y en la anarquia, y marchan a grandes pasos hacia la esclavitud.

Vuestra justicia, oh Dios mio, hace salir del pecado su propio castigo; el mundo fue sacado de la esclavitud por Jesucristo, justo es que rechazando a su Libertador halle la esclavitud en recompensa de su apostasía, [cumpliendose así lo profetizado por el profeta Jeremías en su capítulo 17, versículos, 13 y 18]: cuantos dejaren a Jesucristo serán confundidos, los que de Él se alejaren tendrán su nombre escrito en el polvo, (…) los que le persiguieren, serán llenos de espanto. Vendrá sobre ellos un día de infortunio y serán desmenuzados y reducidos a polvo.”

Pasemos ahora a ver las consecuencias que ha traído para las almas el haber sucumbido al engaño luciferino por segunda vez.

La sentencia del abandono de Dios en lo concerniente a las almas significa que éstas serán dejadas a su suerte.

Dios dará libertad absoluta a las almas para que, como afirma en el libro del Apocalipsis capítulo 22 versículo 11:

“El pecador siga pecando, y el que está manchado se manche más aún; que el hombre justo siga practicando la justicia, y el santo siga santificándose.”

Tremenda prueba es esta, sin duda. La más dura que el mundo ha presenciado, y Dios la permitirá para separar la paja del grano, lograr una mayor gloria en sus santos, y la peor de las humillaciones en los réprobos.

Por ello, los pocos, los poquísimos que siguen el camino de la santidad serán, como veremos, tentados hasta el límite y deberán padecer la soledad de la Cruz de Cristo y por su paciencia y perseverancia en la tribulación alcanzarán altos grados de santidad. Y sin embargo, los pecadores, o sea, la gran mayoría, tendrán vía libre para proseguir con sus pecados y alcanzar cuanto deseen y puedan conseguir por sus propias fuerzas en este mundo, sin recibir ninguna clase de corrección divina. Y por eso, el castigo que recibirán será el peor que puedan recibir.

Como explica San Alfonso María de Ligorio:

de 56

Sanguis et Aqua


“[Normalmente] aguarda Dios a los pecadores a fin de que se enmienden; pero al ver que el tiempo concedido para llorar los pecados sólo sirve para que los acrecienten, válese de ese mismo tiempo para ejercitar la justicia. De suerte que el propio tiempo concedido, la misma misericordia otorgada, serán parte para que el castigo sea más riguroso y el abandono más inmediato. (…) ¿Y cómo nos abandona Dios? O bien envía la muerte al pecador, que así muere sin arrepentirse, o bien le priva de las gracias abundantes y no le deja más que la gracia suficiente, con la cual, si bien podría el pecador salvarse, no se salvará. Obcecada la mente, endurecido el corazón, dominado por malos hábitos, será la salvación moralmente imposible. (…) Cuando deja Dios abandonada un alma, le quita la valla del temor, de los remordimientos de conciencia, la deja en tinieblas sumida, y luego penetran en ella todos los monstruos del vicio. Y el pecador, abandonado en esa oscuridad, lo desprecia todo: la gracia divina, la gloria, avisos, consejos y excomuniones; se burlará de su propia condenación. Le dejará Dios en esta vida sin castigarle, y en esto consistirá su mayor castigo. (…)¡Desdichados los pecadores que prosperan en la vida mortal! ¡Señal es de que Dios espera a ejercitar en ellos su justicia en la vida eterna! (…) Más le valiera a alguno de esos infelices que cuando cometió el primer pecado el Señor le hubiera hecho morir; porque muriendo después, padecerá tantos infiernos como pecados hubiere cometido.”

Por ello exclama San Belarmino que:

“No hay castigo tan grande como que el pecado sea pena del pecado.”

Terrible y justísima condena es esta para los pecadores, pues concediéndoseles la libertad que tanto ansiaban para vivir según su antojo y entregarse a toda clase de vicios, placeres y pecados, estos, como consecuencia de sus mismas obras e inconscientes de su desdichada condición, despreciarán la única posibilidad de salvación que les queda y padecerán en su propia carne el proceso de degeneración que sufrió Lucifer tras el cual no hay remedio alguno.

No habrá más correcciones divinas para ellos, pues las han rechazado todas y harán oídos sordos a cualquier clase de advertencia, pues su soberbia les impedirá reconocer el terrible error en el que han caído. Los enemigos de la fe aprovecharán este estado de las almas para iniciar en la sociedad un proceso de degeneración colectivo, que hará prácticamente imposible para las almas alcanzar una salvación de por sí difícil.

Y por si fuera poco, en estos últimos tiempos, las almas ni siquiera contarán con la infalible voz correctora de la Santa Iglesia Católica, que a lo largo de dos mil años había custodiado y defendido a las almas de todos los peligros que las amenazasen.

Dado que la humanidad se alzó contra Dios, renegó de su Soberanía, rechazó a su Santa Iglesia y se obstinó en su error, justo era que el Señor se la arrebatase permitiéndola caer en sus impías manos y sucumbir a sus inicuos planes, para que cuando su nuevo señor Lucifer les revele su verdadero rostro y desesperados la busquen, no la

de 56

Sanguis et Aqua


encuentren; cuando por miedo al infierno que ellos mismos han invocado quieran convertirse, no lo consigan; y cuando llamen a las puertas de la salvación que ellos mismos se cerraron, nadie les abra.

Así pues, en palabras del profeta Jeremías en su libro de las lamentaciones, capítulo 2, versículo 7:

“Determinó el Señor destruir los muros de la Hija de Sion. Tiró su cordel y no retiró su mano hasta que los demolió.”

Y así, como una vez el Señor fue entregado indefenso a manos de los impíos a causa de los pecadores, en estos últimos tiempos, el Señor ha permitido que su Esposa Inmaculada, la Santa Iglesia Católica, corra su misma suerte, destruyendo sus muros, esto es, su Divina Protección, y permitiendo con ello que cayese en manos enemigas, fuese abandonada por los suyos, sufriese la más dura de las pasiones y finalmente, perezca a manos del Impío en el instante que cancele para siempre el Sacrificio de la Nueva Alianza.

Y en su lugar, como consecuencia justa de las obras infernales de una humanidad obstinada en su pecado, como afirma en apóstol San Pablo en su carta a los Tesalonicenses capítulo 2, versículos 11 y 12:

“Dios permitirá que obre en ellos el artificio del error para que creyendo en la mentira, sean condenados todos aquellos que rechazaron la verdad y prefirieron la iniquidad.”

O dicho de otro modo, así como los falsos judíos prefirieron aclamar a un criminal y condenar a Nuestro Señor, Dios permitirá que la humanidad misma alce a la Gran Prostituta, a esa falsa Iglesia que se hace pasar por Esposa sin serlo sobre el cuerpo agonizante de la Santa Iglesia Católica, para que teniendo una iglesia fundamentada en su mismo pecado y doctrina, esto es, el naturalismo o racionalismo, la humanidad sea engañada y conducida al castigo que merece por sus crímenes.

“Entonces, ¿Estoy condenado y sin esperanza? …, preguntará tal vez alguno de ustedes, infelices pecadores.”

Y responde San Alfonso María de Ligorio:

“No, todavía no, si de veras quieres enmendarte. Pero los males gravísimos requieren heroicos remedios. Hállase un enfermo en peligro de muerte, y si no quiere tomar medicamentos, porque ignora la gravedad del mal, el médico le dice que, de no usar el remedio que se le ordena, ha de morir indudablemente. ¿Qué replicará el enfermo? “Dispuesto me hallo a obedecer en todo... ¡Se trata de la vida!” Pues lo mismo, hermano mío, has de hacer tú. (...) En gran peligro te hallas de condenarte. Si quieres, sin embargo, sanar, he aquí el remedio: No has de esperar un milagro de la gracia. Debes resueltamente esforzarte en dejar las

de 56

Sanguis et Aqua


ocasiones peligrosas, huir de las malas compañías y resistir a las tentaciones, encomendándote a Dios. Acude a los medios de confesarte a menudo, tener cada día lectura espiritual y entregarte a la devoción de la Virgen Santísima, rogándole continuamente que te alcance fuerzas para no recaer. Es necesario que te domines y violentes. De lo contrario, te comprenderá la amenaza del Señor [del Evangelio según San Juan, capítulo 8, versículo 21] «Moriréis en vuestro pecado». Y si no pones remedio ahora, cuando Dios te ilumina, difícilmente podrás remediarlo más tarde. Escucha al Señor, que te dice como a Lázaro: «Sal afuera». ¡Pobre pecador ya muerto! Sal del sepulcro de tu mala vida. Responde presto y entrégate a Dios, y teme que no sea éste su último llamamiento.”

Pero ¿cómo salir una trampa de la que se desconocen los límites? ¿Cómo luchar contra ella si no se sabe que se está atrapado? Este es el problema actual de las almas y el motivo por el cual, la mayor parte de ellas, pese a conocer la verdadera fe, se han asentado en un estado de tibieza mortal que las llevará directas a su perdición. Otras, irán un poco más allá, intuyendo por gracia divina que algo falla en el mundo, pero sin conocer el engaño en toda su magnitud, andarán vagando de mentira en mentira con el yugo satánico a cuestas, y terminarán sucumbiendo a su infernal peso. Siendo así, que tanto unas como las otras estarán condenadas a su pesar, cumpliendose así las palabras que el Señor dijo por medio de su profeta Oseas, en el capítulo 4, versículo 6 de su libro:

“Mi pueblo perece por falta de conocimiento.”

Por ello, se hace más imprescindible que nunca conocer ese proceso de envenenamiento colectivo que los enemigos de la fe han empleado para esclavizar a la humanidad bajo el yugo luciferino por medio del naturalismo o racionalismo. Y como quienes debiesen señalar el peligro y alertar a las almas no lo están haciendo, vamos a darles unas pistas sobre sus diferentes etapas para que, con la ayuda de Dios, puedan prevenirse de su mal y poner remedio a su situación antes de que sea tarde.

PASO 1: TENTACIÓN

Si bien es cierto que, como en el Paraíso, todo comienza con una tentación, que tendrá como único objetivo apartar a las almas del camino de la salvación, en estos últimos tiempos ésta adquirirá una fuerza y dimensiones tales, que serán contadas las almas que puedan resistir, con la gracia de Dios, a tal prueba.

Pero vayamos paso a paso desgranando esta terrible prueba que han de sufrir todas y cada una de las almas, bajo infinidad de formas, y que ustedes deberán resistir día tras día, hora tras hora, segundo tras segundo, si desean alcanzar la corona de la gloria.

Toda persona que haya abrazado el catolicismo, por nacimiento o conversión, en algún momento de su vida, ante una situación determinada se topará con una contradicción o bien entre la voluntad de Dios y la suya, o bien, entre la voluntad de Dios y lo que la sociedad le exige, que en palabras coloquiales se podría expresar como:

de 56

Sanguis et Aqua


“Yo quiero hacer esto, me obligan a hacer esto, pero Dios me lo prohíbe.”

O bien:

“Dios me pide esto, pero yo prefiero hacer esto otro, o me obligan a obrar de esta otra forma”

O incluso:

“Dios, por medio de su Iglesia me dice que crea esto, pero yo no me lo creo. Nadie se lo cree a día de hoy.”

Esta es la prueba de fuego, que se nos presentará en infinidad de ocasiones, de situaciones, de contextos y de formas a lo largo del día, y de lo que hagamos dependerá si nos mantenemos en gracia o nos lanzamos al infierno de cabeza.

¿Y qué podemos hacer en estos casos? Pues, como hemos explicado hace un momento, tenemos dos caminos:

O someternos humildemente a la voluntad de Dios tal y como Él quiere, y vencer con ello la tentación, o despreciar el mandato divino uniéndonos al NON SERVIAM de Lucifer, caer en la tentación de lleno y ganarnos el infierno por nuestro pecado.

Aunque, si no se obra por inercia e inconscientemente se opta por el segundo caso, esto es, por cumplir la voluntad propia o la voluntad social impuesta y pecar; lo más común es que antes de tomar esta decisión, la persona se ponga a meditar a ver qué es lo que más conviene hacer en cada caso, analizando los pros y los contras de cada opción, y decidiendo en base a ellos. Pero esto, queridos hermanos, el simple hecho de entrar en estas consideraciones ya es haber caído en la tentación y en el pecado racionalista, antes incluso de llevar a la práctica lo decidido. ¿Y por qué decimos esto?

Pues porque el simple hecho de entrar en consideraciones sobre qué es lo mejor, si cumplir la Voluntad de Dios o la voluntad propia o de la sociedad, aun de manera inconsciente, está poniendo a la propia razón y a la persona misma sobre Dios, otorgándose la capacidad de juzgar sus decretos, aun cuando todo siervo del Señor sabe que su Palabra es infalible, su Ley sempiterna y su Santa Voluntad incuestionable y la única que hay que poner por obra siempre y en todo lugar. Esto es repetir el pecado luciferino e incurrir en la apostasía racionalista incluso antes de cometer la acción pecaminosa que estábamos valorando.

Pero ¿estamos diciendo con esto que no se puede razonar la fe y tratar de comprenderla en base al magisterio católico? ¿Estamos afirmando que no se pueden analizar las situaciones para juzgar a vista de dicho magisterio lo que es más prudente en casa caso? ¡Ni mucho menos! pues ambas cosas son muy provechosas para el alma y para avanzar en santidad. A lo que nos referimos es que nadie bajo ningún concepto uno puede otorgarse la capacidad de decidir por sí mismo qué es conveniente aplicar o no de la Santa Ley de Dios, qué es conveniente creer o no de la doctrina revelada y cuando

de 56

Sanguis et Aqua


podemos vernos exentos de ambas cosas. Esto es lo que es pecado pues la Santa Ley de Dios es entera y eternamente vigente para todos sin excepción ni detrimentos.

Por tanto, hermanos, hemos de estar siempre atentos no ya solo para evitar caer en las mil y una tentaciones que nos llegan a lo largo del día, sino para prevenirnos de hacer esa clase de razonamientos dañinos que no hacen otra cosa que exaltarnos sobre Dios mismo y que repitamos el pecado luciferino.

Ahora bien, si esta prueba ya es dura de por sí, como decíamos al principio, en estos últimos tiempos adquirirá una fuerza descomunal y las almas se verán forzadas hasta límites imposibles por mantenerse fieles a Dios.

En primer lugar, deberán luchar con todas sus fuerzas no ya contra hombres, sino contra todas las potencias infernales que tratarán de hundirlas a toda costa por medio de toda clase de seducciones, haciéndose especialmente peligrosas las más sutiles, entre las que destaca la de la soberbia, que como hemos visto, en un instante puede hundir al alma más elevada en virtud.

En segundo lugar, se encontrarán las almas sumergidas en un ambiente totalmente hostil a Dios y al orden establecido por Él mismo. La corrupción de costumbres reinante ejercerá sobre ellas una presión sobreañadida a la de sus propias fuerzas, que las forzará a tomar una decisión drástica: o seguir al grupo, a la sociedad, a lo políticamente correcto, o verse no ya solo excluidos de la sociedad, sino privados en algún momento hasta del mismo pan del que depende su subsistencia únicamente por amar a Dios y aferrarse a unos ideales aparentemente extintos. ¿Quién tendrá tanta fe como para resistir algo así?

Aunque el tercer y más peligroso enemigo para las personas de buena voluntad, es el incomprendido sufrimiento. La falsa Iglesia Universal afirma que Dios es bueno y es justo y da a cada uno lo que se merece, pero a vista de todos está en este mundo, que los pecadores progresan y los justos se ven obligados a padecer hasta límites insoportables. Así, la dramática situación social creada por los enemigos de la fe, y el sufrimiento y desesperación que ésta provoca en cada una de las almas, las coloca en una situación de vulnerabilidad que será aprovechada por Satanás para lanzar su más feroz ataque y apartarlos del camino de la salvación.

Por ello, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

“El gran crimen de la sociedad contemporánea es haber arrancado a Jesucristo de la masa de los pobres e ignorantes y de los pequeños. Jesucristo explicaba a pobres, ignorantes y pequeños el misterio de su destino, porque les explicaba el misterio del sufrimiento: «los trabajos pesados, -les decía - las privaciones, las enfermedades, la muerte, son la pena y al mismo tiempo el remedio del pecado. Yo quise por amor vuestro ser el hombre de dolores a fin de dar un valor infinito a

de 56

Sanguis et Aqua


vuestros sufrimientos: vuestras cruces unidas a la Mía son el instrumento de la vida, el medio de la gloria y el camino de la dicha». La sociedad contemporánea ha arrebatado a los desgraciados la verdad del misterio del sufrimiento. Este es su crimen.”

Los enemigos de la fe saben de sobras que un alma desesperada se aferrará a cualquier clavo ardiendo que se le presente, por ello, emplearán el sufrimiento como su principal arma de coacción para apartar a las masas de la Santa Iglesia Católica, y conducirlas a los abismos luciferinos. Y las pobres almas desesperadas, queriendo huir de esos sufrimientos tan necesarios para purgar sus pecados en esta vida, terminan cayendo en sus manos y abrazando sus falsas doctrinas que prometiéndoles felicidad no les traerán otra cosa que una eternidad de tormentos.

Y así, como explica D. P. Benoit en su obra “la ciudad anticristiana en el siglo XIX”

“La juventud y hasta la infancia son entregados a una corrupción precoz. Multiplícanse los adulterios y la santidad profanada del matrimonio sirve de velo para cubrir vergonzosos desordenes. Todos los crímenes se multiplican. Ya no se respeta la propiedad, y la vida humana parece que la tienen en nada las concupiscencias de los malvados: matan por una miserable ganancia, matan hasta por matar. Una perversidad atroz nos ofrece el espectáculo de los asesinos adolescentes. El suicidio, este deplorable síntoma de la decadencia de un pueblo sin moral y estragado, de un pueblo a quien han arrancado la corona de los sentimientos nobles y las aspiraciones generosas y que ha causado en los bajos caminos de los placeres sensuales, invade a todas las clases y alcanza a todas las edades de la vida humana. Suicidios de ancianos, suicidios de niños. Los diarios llenan sus páginas con estos tristes relatos, y éstos, en vez de inspirar horror, propagan este inmenso desorden social dando publicidad al crimen y haciéndole propaganda. (…) Trabaja el racionalismo por traer de nuevo a la tierra (…) un desbordamiento inaudito de las malas costumbres. Dicen [los racionalistas]: «popularicemos el vicio en las muchedumbres, respírenlo por los cinco sentidos, bébanlo hoy, satúrense. El mejor puñal para herir en el corazón a la Iglesia es la corrupción. ¡A la obra pues! Queremos la corrupción en gran escala».”

Este es nuestro pan de cada día en las iglesias, empresas, gobiernos, hogares, colegios, hospitales, cines, centros de ocio, en películas, novelas, documentales, música, prensa… todo rezuma pecado, muerte y degeneración. ¿Quién podrá vivir en un cenagal sin verse manchado por su lodo?

PASO 2: NON SERVIAM – APOSTASÍA

Se encontrará aquí todo aquel que consciente o inconscientemente haya caído en el pecado luciferino: por haberse negado a cumplir la voluntad de Dios, por haber sometido ésta a sus razonamientos y juicios para determinar su validez o idoneidad, o bien, por haberse dejado arrastrar por la corrupción social existente.

de 56

Sanguis et Aqua


Si en este punto no es capaz de ponerle remedio reconociendo su culpa, arrepintiéndose de corazón, confesando su pecado sacramentalmente y de ahí en adelante sometiéndose humildemente a la Voluntad de Dios; la soberbia se asentará en su corazón y comenzará a degenerarlo, arrastrándolo imparable por diferentes etapas hasta la unión con Lucifer.

Veamos pues las sucesivas etapas de este hundimiento en las profundidades del pecado en el orden en el que han ido apareciendo en la sociedad. Las almas no tienen por qué seguir dichas etapas en orden. Cada una tendrá su proceso, y podrán ir, adelante o atrás, o en el sentido que quieran. Lo importante que han de entender es que todas son el pecado luciferino, todas han sido individualmente condenadas por el magisterio eclesial, y todas les hacen reos del infierno, pese a ser aparentemente contradictorias entre sí.

Recuerden que como explica Albert Pike, masón de grado 33º en su obra “Morals & Dogmas”:

“La masonería no propaga ningún credo más que el sublime y simple que enseñan la naturaleza y la razón. (…) No hay más que una religión, un dogma, una creencia legítima”

A pesar de que ésta se vaya presentando al mundo bajo diversas apariencias.

1ª ETAPA: INVERSIÓN DE PRIORIDADES

En este punto pese a haber caído en apostasía solapada la persona sigue considerándose católica, todavía no ha renegado de su fe, pero en su interior ya se ha producido una inversión de prioridades. Su razón, su opinión y en consecuencia su voluntad se han puesto por encima de la Voluntad de Dios.

Estos dirán de sí mismos:

“Creo en Dios, y creo en la Iglesia pero no porque Dios me lo pida, sino porque Yo así lo quiero.”

O más abreviado:

“Soy católico porque así lo quiero.”

Este es un indicativo que lejos de expresar firmeza, saca a relucir que el último fundamento de la fe de esa persona ya no está en la Piedra angular de Cristo ni en la Roca de San Pedro, es decir, ni en el sometimiento a la voluntad revelada ni en la infalibilidad del magisterio eclesial, sino en su propia razón, en su propia opinión, que tiene la estabilidad de una veleta y la seguridad de las arenas movedizas. Hoy estará aquí aparentando firmeza, y mañana estará tan tranquilo apuntando en dirección contraria. Esto queridos hermanos, es haber caído en un error fatal.

Así pues, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”, en este punto:

de 56

Sanguis et Aqua


“Hallamos en todos los racionalistas un empacho de razón que llega a ser una verdadera idolatría. [Para ellos] la razón tiene una independencia esencial y absoluta. Nadie tiene derecho de ejercer en ella ninguna clase de dominio; ni el mismo Dios puede imponerle dogmas. Tiene derecho de escudriñarlo todo, de aprobar o condenar en última instancia. (…) [La razón] es la única regla independiente y suprema que todo lo juzga y nadie juzga de ella. Su tribunal es supremo, sus decisiones no admiten apelación. (…) Es la ley suprema de la verdad. (…) Lo que la razón piensa es verdad, precisamente porque lo piensa. (…) [La razón] es el árbitro universal de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal. En otros términos, es quien se pone en lugar del Verbo de Dios.”

El Syllabus de errores de su Santidad Pio IX condena el delirio de este error, que sin embargo, fue impuesto socialmente por medio del RENACIMIENTO.

2ª ETAPA: DIOS SÍ, IGLESIA NO

Se llega a ella como consecuencia directa de la etapa anterior.

Cuando la persona que ha establecido su razón, esto es, su opinión, como ley suprema de la verdad y la primera norma de su vida, no tardará en toparse en contradicción con el magisterio eclesial. Ante lo cual, si es coherente consigo mismo y con su nueva escala de prioridades, comenzará negándose obedecer ese precepto concreto y terminará renegando de la Santa Iglesia Católica, su magisterio y su doctrina por completo, por entenderla como una imposición injusta a su razón. Aun así, la persona seguirá creyendo en la existencia de Dios y en su revelación, pero será ella misma quien determine su propio camino de salvación y qué es lo que debe o no hacer para llegar al Reino de los Cielos.

Este paso fue realizado en la sociedad por medio de la Reforma protestante, pero entre las almas, se puede dar de dos formas:

O bien de forma declarada, dejando la Santa Iglesia Católica, abrazando una de las múltiples sectas o falsas iglesias de ese tipo, y jactarse de su apostasía repitiendo hasta la saciedad:

“Soy cristiano, pero no católico.”

O bien de forma solapada, dejando a la Santa Iglesia y conformándose con decir:

“Soy creyente, pero no practicante.”

Como bien saben, el protestantismo y todos sus errores derivados tales como la libre interpretación de las escrituras y de la fe, fueron condenados por el Concilio de Trento.

de 56

Sanguis et Aqua


3ª ETAPA: DIOS SÍ, RELIGIÓN NO

Esta es la consecuencia directa del proceso iniciado en la etapa anterior llevado al extremo.

La persona que ha rechazado el magisterio y la autoridad de la Santa Iglesia Católica, no tardará en encontrar contradicciones entre su propio criterio y las verdades más básicas reveladas por Dios, por lo que terminará rechazando dicha revelación por completo, e incluso la idea de un Dios personal ante el que tener que dar cuentas, que tanto le incomoda.

La persona se contentará pues con creer en un Dios impersonal, en un ser que todo lo creó y que está ahí, pero que no molesta. En ese momento, la persona será deísta.

Como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”

“Todos [los deístas] niegan la posibilidad de revelación, del milagro y de la profecía. [Ellos afirman:] El poder del milagro no es otra cosa que el poder de la imaginación. (…) Todo milagro es imposible. (…) Es necesario rechazar toda acción de Dios en los hombres y en el mundo.”

El deísta, por tanto, pese a que reconoce la existencia de la divinidad, vivirá su espiritualidad de manera libre, y dirigirá su conducta únicamente a partir del pensamiento racional y la ética derivada de su propia conciencia. Así aparece la “sola ratio”, la sola razón, fundamento del deísmo, que se puede abrazar de dos modos:

O bien el deísta creerá que el catolicismo y por extensión el resto de las religiones son imposiciones obra de hombres y se creerá a sí mismo, por su razón soberana, superior a todas ellas, afirmando: “Creo en Dios, pero no en la religión, en cuyo caso será deísta declarado.

O bien, reconocerá la existencia de un ser divino que no será capaz de definir, y se quedará en un simple: “Creo que algo hay. Llámenle Dios, llámenle energía, o del modo que quieran”, convirtiéndose así en un deísta solapado.

Este paso fue realizado en la sociedad por la ILUSTRACIÓN, como hemos explicado.

Los principios deístas fueron condenados por el papa Pio IX en su Syllabus, y posteriormente por el Concilio Vaticano I.

4ª ETAPA: DIOS INDIFERENTE

El indiferentismo brota como consecuencia lógica del deísmo y puede tomar dos formas.

El deísta declarado aun reconociéndose superior a todos los cultos, terminará deduciendo que así como él encontró su verdad por medio de la razón, igualmente

de 56

Sanguis et Aqua


respetables son aquellos que guiados por la suya, han seguido otro camino diferente, cayendo así en el indiferentismo, que le hará afirmar que:

“Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera.”

Esta idea fue condenada en el Syllabus de S.S. Pio IX.

Por su parte, el deísta solapado, que como decíamos cree en un Dios impersonal, creador de todo, al ver la diversidad de cultos existente y no ser capaz de situar a su Dios en ninguno de ellos, se declarará indiferente ante esa divinidad que no puede describir, considerará a todos los cultos iguales en esencia por entenderlos como distintas expresiones parciales y limitadas de dicha divinidad, y se quedará con lo que considera una ética de valores comunes a todas las religiones, entendiendo que éste es el sentido último de toda religión.

Así, resumirá su nuevo credo indiferente en estas ideas:

“En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación. [Que] se puede esperar la eterna salvación de todos aquellos que no están en la verdadera Iglesia de Cristo. [Y que] el protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera Religión cristiana, en la cual, lo mismo que en la Iglesia, es posible agradar a Dios.”

Todas estas ideas fueron individualmente condenadas en el Syllabus de errores de S.S. Pio IX, y el indiferentismo en conjunto condenado en diversos documentos del magisterio desde entonces.

Sin embargo, eso no impidió que el indiferentismo fuese introducido en la sociedad por el liberalismo, al imponer en los estados la igualdad de cultos, siendo el propio liberalismo, como habíamos visto, también una doctrina condenada en el Syllabus.

5ª ETAPA: DIOS NO, MATERIA SÍ

Esta es la etapa del ateísmo también llamado materialismo, filosofía positiva o positivismo, y a ella se puede llegar o bien como consecuencia lógica del indiferentismo, o bien por coherencia con el racionalismo o naturalismo.

El paso desde el indiferentismo se da cuando la persona descubre que los cultos que otrora consideraba verdaderos, son totalmente opuestos, contradictorios y excluyentes entre sí haciéndose imposible su validez conjunta. Por lo que optará por negarlos a todos, y considerar la divinidad, que es la idea común a todos ellos, simplemente como eso, una idea, y por tanto, fruto de la mente humana.

En palabras del Cardenal Pie en su sermón de la catedral de Chartres, incluido en las “obras sacerdotales del Cardenal Pie”:

de 56

Sanguis et Aqua


“Si todas las religiones pueden ser colocadas en un mismo nivel, es que todas son válidas; y si todas son verdaderas, es que todas son falsas; y si todos los dioses se toleran, es que no hay Dios. Y cuando se ha podido llegar hasta allí, ya no queda más moral molesta.”

Por su parte, el paso del racionalismo al ateísmo es directo, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX”:

"El racionalista [que] como acabamos de decir lleva la exaltación de la propia razón hasta igualarse con Dios, si es consecuente, rechazará a Dios enteramente.”

Y una vez sumergidos en el ateísmo, existen dos alternativas:

O bien la persona reniega explícitamente de Dios, afirmando que únicamente existe la materia, y declara la guerra al catolicismo y por extensión a toda religión, abrazando así el ateísmo teórico o militante.

O bien la persona no reniega explícitamente de Dios, pero vive como si Él no existiese y no hubiese nada más en el universo que el mundo material, abrazando así el ateísmo práctico y solapado. Este sería, por ejemplo, el caso de los declarados agnósticos, que por sus obras son tan ateos como los demás.

Sea como sea, reconocido o no, como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad anticristiana en el siglo XIX” ambas formas de ateísmo tienen una doctrina común, que ellos mismos describen en las siguientes frases:

“El universo solo de sí mismo proviene y es por sí mismo necesario, la naturaleza no tiene designio ni fin alguno, ningún poder sobrenatural superior a la naturaleza le ha impuesto condiciones espirituales o materiales; desde el principio hasta el fin se ha desarrollado orgánicamente por sí misma y se desarrolla todavía sin cesar. (…) El hombre no es más que la obra de la naturaleza. (… )Los animales no se diferencian del hombre sino en el grado de desarrollo que estos han alcanzado, (…) no hay diferencia de especie, sino una simple diferencia de grado.(…) El hombre es un animal elevado a mayor potencia. (…) Dios es [solo] un concepto de la mente o un sueño de la imaginación [humana]. (…) Dios es la idea que compensa la completa falta de conocimiento científico. (…) No es Dios quien crea al hombre sino el hombre quien crea a Dios. (…) [y ya que] la materia es en nosotros el principo de la vida intelectual y moral, es locura castigar el cuerpo a imitacion del Apostol para reducirle a servidumbre, es locura ir y vender el patrimonio como aconseja el Salvador del mundo. Despreciar la materia, desdeñar el propio cuerpo porque forma parte de la materia, considerar la materia y el mundo como polvo que es preciso sacudir, maltratar y atormentar el pobre cuerpo, tal aberración de espiritu solo puede provenir de la ignorancia o del fanatismo. (…) [Solo por dicho] fanatismo, se puede sostener la idea de una existencia después de la muerte. (…) El destino humano se encierra en la posesion de los bienes en la vida presente, en la

de 56

Sanguis et Aqua


posesión de los bienes del cuerpo, porque el cuerpo es todo el hombre. Por consiguiente, el hombre es tanto mas perfecto cuanto con mayor abundancia posee los bienes temporales; es tanto mas valioso cuanto con mayor ardor trabaja en proporcionarse una mayor suma posible de goces.”

Esta perversa doctrina, encontraría su justificación en la falsa ciencia atea y fue impuesta en la sociedad por medio del socialismo, que trataremos en capítulos siguientes.

Tanto el ateísmo como el socialismo fueron condenados en el Syllabus, en el Concilio Vaticano I y desde entonces en sucesivos documentos eclesiales.

6ª ETAPA: DIOS NO, MATERIA DIOS

Como radicalización de las ideas del ateísmo surge el Panteísmo y sus derivados.

Si para el ateísmo no hay nada más que la materia con sus fenómenos, el panteísmo lo que hará será divinizar esta materia con sus fenómenos hasta convertirla en su Dios.

Considerando la existencia únicamente de la materia, la persona otorgará a la naturaleza misma el mérito de todos los procesos naturales, las diversas formas de vida, y la complejidad del universo, y fascinado por tales maravillas terminará divinizando el universo, a las criaturas que lo contienen y al ser humano, considerándolos como un Dios.

Como explica D. P. Benoit en su obra “La ciudad Anticristiana en el siglo XIX”:

“Para los panteístas, no existe un ser divino, supremo, sabio y próvido distinto del universo. Dios no es otra cosa que la naturaleza misma, por consiguiente, (…) [afirman que] solo existe Dios, [y] el mundo es Dios en evolución. (…) Dios hizo el mundo de su propia sustancia: El universo es una emanación de la sustancia única, el rayo emanado del sol, el arroyo salido de la fuente. (…) La misma sustancia gravita en los espacios celestes, fluye en los ríos y vive en los seres orgánicos. Dios se forma y desaparece sucesivamente en cada ser que comienza y acaba. Dios es el sujeto de todas las mudanzas, permanente en la sustancia, sucesivo en los fenómenos. La sustancia divina, por la manifestación o desarrollo de sí misma se hace todas las cosas. (…) Dios se hace realmente en el hombre y en el mundo y todos los seres son Dios y tienen la mismísima sustancia de Dios, así que son una sola y misma cosa Dios y el mundo, y por consiguiente, el espíritu y la materia, la necesidad y la libertad, lo justo y lo injusto, todo es Dios y Dios lo es todo, Dios viene a ser las cosas y las cosas vienen a ser Dios. No hay más que una sola sustancia en la multitud de los seres. (…) El mundo no es más que el ser divino hecho real, concreto y objeto de los sentidos.

de 56

Sanguis et Aqua


[Según algunos, la esencia pura de] Dios (…) es el conjunto ideal o abstracto de todas las realidades y de todas las cosas: el ideal de la grandeza, del poder, de la santidad, de la perfección, que enciende en todos los hombres esa sed inextinguible de amor y felicidad. (…) [Según otros] Dios es el ser universal o indefinido que determinándose constituye la universalidad de las cosas distintas en géneros especies e individuos. (…) [Pero todos consideran que] Dios es no solo un ser espiritual, sino también corpóreo, material y carnal, [es el universo mismo] en el que se distingue un principio de la luz y de las tinieblas. Todos los sentimientos, todos los afectos, son en realidad esencia divina. (…)

[En consecuencia,] para los panteístas, todas las acciones humanas son divinas, todas, sin excepción, cualesquiera que sean; porque Dios es el único agente y es la única sustancia. No hay pues, acciones vergonzosas ni inmorales, sino que todas son igualmente perfectas. [No hay] ninguna merezca reprobación o castigo, antes bien todas son dignas de elogios y recompensas.”

Este paso de deificación no ya solo del hombre, sino del universo entero, fue impuesto en la sociedad por medio de la Nueva Era, que abre el paso a la unión plena con Lucifer, pero también se encuentra presente de forma solapada, en el ecologismo exagerado.

Pero lo más peligroso de esta doctrina, es que se trata de una doctrina parásita que pocas veces se presenta por sí sola, haciéndose más difícil su detección. Especialmente destacable es el caso del “panteísmo cristiano” que muchos han abrazado por ignorancia.

Como explica D. P. Benoit, en su obra “La ciudad Anticristiana en el siglo XIX”, sus postulados son los siguientes:

“Jesucristo era un panteísta sublime que (…) había revelado las leyes generales que rigen el desarrollo de la sustancia, pero sus discípulos [que] no pudieron comprender su doctrina en toda su amplitud, conservaron las formulas del Maestro pero restringieron sus conceptos; lo que Jesucristo entendía en un modo general lo tomaron en sentido particular. Los misterios cristianos son, pues, verdaderos en el sentido en que los entendía Jesucristo, pero son falsos en el sentido que les da la Iglesia. (…)

Por ejemplo: A sus ojos, la tesis, la antítesis y la síntesis, son la trinidad filosófica, [y] la Trinidad cristiana [surgió como] una alteración de la misma. [Según ellos:] Los cristianos han hecho de las tres fases o estados generales del ser necesario, tres personas singulares, Padre, Hijo y Espíritu Santo, entre las cuales han tratado de establecer las mismas relaciones que pone la filosofía entre la tesis, la antítesis y la síntesis. (…)

[Veamos] otro ejemplo: Según el panteísmo la sustancia única o el ser llega a tener conciencia de sí mismo en el hombre. Hay pues -dicen los panteístas- una especie

de 56

Sanguis et Aqua


de encarnación de la sustancia divina en cada hombre. Todo hombre es hombre siendo Dios, es verdaderamente el hombre-Dios. (…) Esta es la verdad que dio lugar a la teoría cristiana de la Encarnación del Verbo de Dios. En lugar de ver la encarnación en la aparición incesantemente renovada de la sustancia divina en cada hombre que nace, los cristianos reduciendo sus horizontes han hecho del Verbo Encarnado una persona singular de la historia, y atribuido en propiedad a Jesús hijo de María, lo que es común a todos los hijos de mujer.

Los panteístas han disfrazado asimismo el misterio de la Redención, el de la Resurrección y en general todos los dogmas de la fe católica. Es propio de los espíritus ilustrados, dicen, despojar los misterios cristianos de las ideas estrechas que los han alterado y llevarlos de nuevo a aquellos sublimes conceptos que formaban su fondo primitivo. Ellos se llaman Cristianos, más aun, pretenden merecer este título mejor que los católicos (…) [afirmando ser el suyo] el Cristianismo original, tal cual lo predico Jesús. Con este hipócrita artificio de lenguaje [logran](…) justificarse de la nota de ateísmo e impiedad, (…) y seducir a aquellos cristianos mal instruidos, poco convencidos, de fe moribunda y que sin embargo por un resto de hábito, se adhieren todavía a las verdades reveladas.”

Por favor, tengan mucho cuidado con esto, porque muchísimas almas inconscientes se han dejado seducir de este modo.

Como era de esperar, el panteísmo y todas sus ideas, fueron condenadas por el Syllabus, el Concilio Vaticano I, y en documentos sucesivos. Y la nueva era, pese a revelarse públicamente tras el concilio vaticano II fue señalada como un grave peligro en diversos documentos papales, por ser ella el puente hacia la adoración plena de Lucifer.

PASO 3: SIMILIS ERO ALTISSIMO–ADORACIÓN INDIRECTA D E LUCIFER

En este paso el hombre, seducido por las falsas promesas de la Nueva Era, se considera ya un Dios, o al menos, cree conocer el camino para llegar a serlo siguiendo las falsas promesas y engaños luciferinos. Esta es la adoración luciferina indirecta o solapada de la que también tenemos dos etapas, que servirán de preparación para llevar a las almas a la adoración directa.

1ª ETAPA: OCULTISMO

El ocultismo, fruto de la corriente gnóstico-pagana paralela a la revelación divina, está siendo promovido por la masonería y los falsos judíos desde el renacimiento para llevar a la sociedad a la adoración directa de Lucifer y prepararla para su venida.

La persona que abraza el ocultismo, no tendrá porqué saber que está adorando a Satanás, pero seducido por sus falsas promesas, jugará con sus fuerzas demoníacas

de 56

Sanguis et Aqua


creyéndolas propias. Satanás por medio de sus siervos, les convencerá en estos términos:

Ya has sufrido demasiado, tú no te mereces sufrir más. Tú decides sobre tu vida, tú eres tu dios, tú lo puedes todo solo con quererlo. Libérate de toda clase de represión que no hace más que condicionarte y traerte remordimientos. Traspasa todos los límites que han impuesto a tu alma para manipularla y verás lo bien que te irá. Haz lo que pongo a tu alcance y lograrás todo lo que ansías.

Y el infernal cebo es demasiado dulce como para resistirse.

Satanás por medio de la infinidad de ramas ocultistas existentes ofrecerá a los hombres, por ejemplo, el conocimiento de lo desconocido, la capacidad de predecir eventos futuros, de minimizar cualquier clase de riesgo y aprovechar con ventaja las oportunidades que se les presenten en la vida; les ofrecerá poder, la posibilidad de superar las leyes naturales, el ser capaces de afectar sobrenaturalmente a otras personas, a elementos físicos y a sí mismos, y condicionarlos en una línea determinada, para obtener por ejemplo el éxito en sus negocios o en el amor; y lo que más atrae a muchos, les ofrecerá la capacidad de curar enfermedades, por medio de meditaciones e imposiciones de manos, que no son curaciones reales, sino un modo demoníaco de evadir el dolor y obtener una falsa paz y armonía en sus conciencias llenas de pecados, que les impida percibir su necesidad de conversión.

Y de esta forma, una vez han picado, ya no habrá vuelta atrás, pues los mismos demonios que han invocado les irán atrapando, cautivando y degenerando hasta la posesión plena del alma, de la que no se podrá salir si no es por medio del tan calumniado exorcismo católico.

Y no piensen que estos son casos extremos a los que es raro llegar. El ocultismo está en todas partes: en películas, revistas, música, en sus ciudades, en centros de salud alternativos etc… Las ramas más extendidas son el esoterismo, el tarot, la adivinación, la astrología, la numerología, los omnipresentes horóscopos, la magia blanca o negra, la brujería y cualquier clase de hechizo por inocuo que parezca, la ouija, el espiritismo, el contacto con médiums, cualquier terapia de canalización o proyección astral, el reiki, el yoga, y demás terapias alternativas, y especialmente la llamada sanación, que se ha colado hasta en el mundo cristiano.

Sobra decir que todo esto ha sido condenado no ya solo por la Santa Iglesia Católica sino por las mismísimas Sagradas Escrituras en repetidas ocasiones desde el inicio de los tiempos. Así que por favor, hermanos, prevénganse y huyan de estos males como de la peste que son.

de 56

Sanguis et Aqua


2ª ETAPA: RELIGION UNIVERSAL

La Religión Universal no es otra cosa que la religión luciferina que será impuesta y presentada de manera velada en vísperas de la aparición mundial del Anticristo para preparar a la sociedad para este gran acontecimiento.

Como explica el Cardenal pie en su sermón de la catedral de Chartres, incluido en las “obras sacerdotales del Cardenal Pie”:

“Este «hermoso» sistema consiste en decir que no hay nada de falso; que todas las opiniones y todas las religiones pueden ser conciliadas; que el error no es posible al hombre, salvo que se despoje de su humanidad; que el único error de los hombres consiste en creer poseer exclusivamente toda la verdad, cuando cada uno de ellos no tiene más que un eslabón y que de la reunión de todos esos eslabones debe formarse la cadena completa de la verdad. Así, según esta inconcebible teoría, no hay religiones falsas, si bien son todas incompletas la una sin la otra. La verdadera religión sería la religión del eclecticismo sincrético y progresivo, que reunirá a todas las otras, pasadas, presentes y por venir; todas las otras, es decir: la religión natural que reconoce un Dios; el ateísmo que no conoce ninguno; el panteísmo, que lo reconoce en todo y por doquier; el espiritualismo, que cree en el alma, y el materialismo, que no cree más que en la carne, la sangre y los humores; las sociedades evangélicas, que admiten una revelación, y el deísmo racionalista que la rechaza; el cristianismo que cree en el Mesías venido, y el judaísmo que lo espera todavía; el catolicismo que obedece al Papa, y el protestantismo que lo rechaza. Todo esto es conciliable: son diferentes aspectos de la verdad, y del conjunto de estos cultos resultará un culto más amplio, más vasto, el gran culto verdaderamente católico — es decir, universal — puesto que él contendrá a todos los otros en su seno.”

O dicho de modo mas resumido, en palabras del masón de grado 33º Yves Marsaudon en su obra “L’ecumenisme vu par un maçon traditionnel”:

“Católicos, protestantes, ortodoxos, israelitas, musulmanes, hindúes, budistas, librepensadores, librecreyentes no son entre nosotros más que nombres de pila: el apellido es Masones”

Por ello explica el P. Manuel Guerra Gómez en su obra “Masonería, religión y política” que:

“El resultado de tantos movimientos, reuniones y diálogos “ecuménicos” e interreligiosos [es] la iglesia universal masónica, adecuada al Nuevo Orden Mundial. Solo en una sociedad teocrática que tenga el carácter universal de la masonería, podrán reunirse un día el islam y la cristiandad, los judíos y los budistas, Europa y Asia, en un mismo ideal y en una misma esperanza. Es a la masonería [a quien] corresponde formar esta Iglesia universal”

de 56

Sanguis et Aqua


Esta es la meta que llevan preparando desde hace siglos todos los ocultistas.

En palabras de la ocultista Alice Bailey en su obra “Los Rayos y las iniciaciones”:

“Algún día las mentes de los hombres, iluminadas por la luz del alma, formularán la única religión universal, que será reconocida por todos. Entonces el reino de Dios será conocido por lo que es, otro reino de la naturaleza. Desaparecerán la especulación, el pensamiento anhelante y la aspiración esperanzada. La ciencia del ocultismo es el primer paso en el camino de la verdadera religión, y la investigación científica de la psicología humana ayudará grandemente a ese fin".

Y en su obra, “Astrología Esotérica” incluye un dato muy importante a tener en cuenta:

"El amor (…) constituirá el tema de la futura religión mundial"

Por lo que no debe sorprender a nadie que Jorge Mario Bergoglio en sus peticiones de oración tales como la de enero de 2016 esté predicando este sincretismo religioso y aunando a todos los credos con la frase:

“Creo en el amor”

Esto no es invento suyo, esto no es una herejía sin más. Lo que está haciendo este hombre es cumplir a raja tabla la misión que le ha sido encomendada: destruir a la Santa Iglesia Católica, Esposa de Cristo y alzar en su lugar a la Gran Prostituta, la Iglesia Universal masónica que recibirá al Anticristo cuando éste aparezca.

PASO 4: ADORACIÓN DIRECTA

La sociedad entrará en este último paso de degeneración con el gran engaño de la venida del Anticristo, que como está escrito, es de tal magnitud, que seduciría hasta a los mismos elegidos si Dios no los amparase con su gracia.

Pese a todo, para las almas desde el inicio de los tiempos, existen tres etapas que constituyen las profundidades luciferinas a las que el ser humano puede llegar.

1ª ETAPA: EL PAGANISMO

El paganismo es la adoración de los demonios como si fuesen dioses, e incluye todas aquellas religiones que los diversos demonios han ido creando a lo largo de la historia de modo paralelo a la única religión verdadera revelada por Nuestro Señor.

No debe ser por tanto entendido el paganismo como sinónimo de politeísmo pues es algo mucho más amplio.

En palabras de Su Santidad San Pio X en su Catecismo Mayor punto 227:

de 56

Sanguis et Aqua


“[Paganos o] infieles son los que no tienen el Bautismo ni creen en Jesucristo, o porque creen y adoran falsas divinidades, cómo los idólatras, o porque, aun admitiendo un único Dios verdadero, no creen en Cristo Mesías, ni como venido ya en la persona de Jesucristo ni como que ha de venir: como los mahometanos y otros semejantes.”

El paganismo incluye por tanto, las antiguas religiones y cultos supersticiosos tales como el hinduismo, el taoísmo, el budismo, las religiones orientales, la religión helénica, la romana, la egipcia, la babilónica, la Kabbalah judía, el talmud judaico-babilónico, las religiones nórdicas, las precolombinas, las tradicionales africanas, y un largo etc… sin olvidarnos por supuesto de la más extendida de todas ellas, el islam, que aunque es monoteísta, debe ser considerada pagana por adorar a un dios diferente a la Santísima Trinidad, único Dios verdadero.

A muchos quizás les cueste creer esto, pero las Sagradas Escrituras y el Magisterio Eclesial a lo largo de dos milenios han sido unánimes en esta cuestión.

Por ejemplo, ya el salmo 95 versículo 5 se decía claramente:

“Los dioses de los gentiles son demonios”

Y el obispo San Agustín, doctor de la Iglesia, hablando sobre los dioses paganos en su obra “La ciudad de Dios”, decía:

“Sí, no hay duda; os lo he dicho muchas veces, lo vemos con claridad en los Libros Sagrados y los acontecimientos mismos lo acusan suficientemente: estos dioses son demonios que están haciendo de las suyas con el fin de ser tenidos y honrados como dioses. Así serán obsequiados con unos ritos que hacen cómplices a sus adoradores para que tengan también, como ellos, el mismo abominable veredicto en el tribunal de Dios. (…) A los perversos demonios no les resulta difícil engañar utilizando estos métodos. Pero los paganos debían haber caído en la cuenta de sus astutas artimañas.”

Por tanto, hermanos, estén prevenidos de todas estas falsas religiones y de sus perniciosas doctrinas, eviten el crimen de comparar e igualar sus dioses con el único Dios verdadero, la Santísima Trinidad, y por supuesto, prevénganse de la forma encubierta de paganismo que la masonería ha implantado en la sociedad.

Como explica el P. Manuel Guerra Gómez en su obra “Masonería, Religión y política”:

“León XIII en el año 1883 atribuía a la masonería la restauración del paganismo. (…) Hoy se es pagano y laicista a no ser que uno haya tomado voluntaria y decididamente otra opción, [la católica] y la mantenga contra viento y marea.”

de 56

Sanguis et Aqua


2ª ETAPA: DEMONOLATRIA

Esta es la fase siguiente al paganismo, en la que se adora a los demonios, no ya considerándolos dioses o divinidades superiores, sino como los demonios que son, en sus palabras, como los ángeles caídos que se sacrificaron por conceder a la humanidad el conocimiento y poder que Dios quería negarle.

Este culto se materializó en el siglo XX, por la Thelema de Aleister Crowley, y por la Teosofía de Blavatsky y Alice Bailey, por medio de la cual, su poderosa fundación Lucifer Trust, que colabora codo con codo con la ONU está tratando de imponer en el mundo el plan luciferino por medio de los grandes despertares de los que ya hemos estado hablando.

Alice Bailey explica en su obra “Psicologia Esotérica” que:

“El descenso o la «caída» a la Tierra de los ángeles rebeldes (…) es considerado como el «secreto de las edades»”.

Y como el misterio sobre el que se fundamenta toda la doctrina ocultista.

El rol de los ángeles rebeldes y el de su supuesto sacrificio en beneficio de la humanidad está tratado extensamente en “La Doctrina Secreta” de Blavatsky, donde afirma lo siguiente:

“Imprudentes son los teólogos cristianos que los han rebajado a la categoría de Ángeles caídos y que ahora los llaman Satanás y demonios.”

Dejando con esto patente quienes son aquellos a quienes adoran.

3ª ETAPA: SATANISMO Y LUCIFERISMO

Este es el culto que nos será impuesto con la venida del Anticristo. Pero para los enemigos de la fe, masones, falsos judíos y ocultistas, este siempre ha sido su principal culto. Sus rituales, sus sacrificios, sus misas negras, todo va destinado a honrar a su señor Lucifer, y cuando llegue el momento, no dudarán en sacrificar a todos sus opositores. Obviamente solo los altos rangos saben estas cuestiones, pero dado que esta es la doctrina que se sigue en la ONU, pues beben directos de las fuentes de Lucis Trust, pueden deducir las terribles consecuencias que nos aguardan para un futuro cercano.

Y no piensen que esto es una acusación sin fundamento, pues ellos mismos reconocen dicha vinculación, y el objetivo satánico de su culto en sus obras. Por ejemplo, en su libro, "La Doctrina Secreta", Blavatsky escribió:

“Lucifer representa la vida, el pensamiento, el progreso, la civilización, la independencia. Lucifer es el Logos, la Serpiente, el Salvador y es Lucifer quien es

de 56

Sanguis et Aqua


el Dios de nuestro Planeta y el Único Dios. (…) Satán es el Dios de este planeta, el Dios único. (…) es el uno con el Logos.”

Estas son las profundidades satánicas a las que nos conduce la perniciosa doctrina del naturalismo o racionalismo sobre la que se han asentado las naciones y la sociedad misma, y este, el panorama tan desesperado que nos aguarda.

¡Y quisiera Dios que todo esto no fuesen más que exageraciones!

Hermanos, todo conjura para nuestra perdición. Jamás en la historia la salvación de nuestras almas ha sido tan difícil como ahora, jamás en la historia se ha visto una tribulación como la que está a las puertas y sin embargo, ahí siguen todos, tan tranquilos con su falsa iglesia universal, repitiendo y creyendo las mentiras del falso profeta y sus corífeos, que afirman que todo va bien, que pronto veremos tiempos mejores, cuando lo cierto es que la humanidad se encuentra en su hora más desesperada.

¿Qué más se puede hacer para que despierten? ¿Qué más se puede decir para que recapaciten?

Las almas no necesitan que se les predique sobre un falso amor y “buenismo” que calme las conciencias llenas de pecados, perecen porque nadie les anuncia la verdadera conversión imprescindible para su salvación. Y de nada les sirve que constantemente se les esté hablando de una misericordia incierta que no van a alcanzar, si no se les exige el arrepentimiento y cambio de vida necesario para que ésta sea aplicable.

Pero no, todos a una, con muy contadas excepciones, se obstinan en repetir como si se tratasen de autómatas programados, que predicar sobre el infierno es algo de mal gusto, que hablar de la maldad intrínseca del pecado es algo que puede herir sensibilidades y que exigir el esfuerzo y sacrificio personal imprescindibles para aspirar a la salvación, es algo impensable en nuestros tiempos.

¿Pero no os dais cuenta, oh sacerdotes, obispos y cardenales, que son precisamente estas actitudes las que vacían los templos? Si no aportáis nada, el mundo no os necesita, Dios no os necesita.

¿Cómo se va a vencer el demonio por medio de los cantos y bailes infernales que permitís? ¿Cómo se va a vencer el pecado si únicamente lo estáis justificando? ¿Cómo se va a avanzar en santidad si vuestras misas son una mofa y una profanación pública del Santísimo Sacramento?

Ciertamente, como afirma Nuestro Señor en el evangelio según san Mateo, capítulo 5 versículo 13:

“Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.”

de 56

Sanguis et Aqua


Y esto no es otra cosa que hacerse reos de la justicia eterna. Por ello, a vosotros, sacerdotes, obispos y cardenales, que seguís las mentiras del falso Profeta, se os aplicará justamente la misma condena que Dios dirigió a los fariseos y falsos judíos, en el evangelio según San Mateo, capítulo 23, versículo 13:

“¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! Que cerráis el reino de los cielos a los hombres, porque ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que entrarían impidiéndoles que crean en Mí.”

Y seréis, sin duda, los peor parados, porque vosotros, oh hipócritas, sois incluso peores que los falsos judíos, aunque nos duela sobremanera tener que reconocerlo.

Ellos jamás han conocido la verdad salvífica, y no podrán salvarse. Pero vosotros, que habéis sido revestidos de las más altas dignidades y conocéis los misterios de la salvación, habéis hecho todo lo posible por desvirtuarlos hasta hacerlos irreconocibles, manchando a la Santa Iglesia Católica y convirtiéndola en la burla de las naciones.

Ellos, que en último término adoran a Lucifer y sus demonios, jamás han sido infieles a su señor infernal. Pero vosotros, que reconocéis al Altísimo como vuestro Dios y vivís a su costa comiendo de la mesa de los Santos, no hacéis otra cosa que traicionarle: renegáis públicamente de su verdadera doctrina, profanáis a vista del pueblo el culto establecido por Dios mismo con vuestras invenciones humanas, y no os conformáis con ratificar con vuestras malas obras la condena divina, sino que osáis manipular la mismísima Palabra de Dios para lavar vuestras manos y condenar con Ella a los que se esfuerzan por cumplir la Santa Ley de Dios con humildad de corazón y buscan por encima de todo salvar las almas que vosotros abandonasteis. Así, por vuestra necedad, ni os salváis vosotros, ni dejáis que se salve nadie, porque cerráis única puerta de salvación existente cuya llave únicamente tenéis vosotros.

Pero no creáis que con esto estamos atacando vuestro sacerdocio en Cristo. Sanguis et Aqua, reconocemos y nos inclinamos ante la dignidad sacerdotal de la que habéis sido inmerecidamente revestidos, pues, como afirma San Alfonso María de Ligorio:

“Vuestra dignidad sacerdotal sobrepuja a la de los ángeles (…) [Pues] ni aun cuando San Miguel se hallare a la cabecera de un moribundo que le invoca, (…) podrá librar al devoto de las cadenas de su pecado si no llegare un sacerdote para absolverlo.”

Pero esto no debe ser motivo de gloria para vosotros, sino de temor, de pavor. Porque si no os esforzáis en ejecutar la tarea que Dios os ha encomendado, os haréis merecedores y con razón, del peor de los castigos: y así como Luzbel, el más alto de los ángeles, se estrepitó por su soberbia y desobediencia, de igual modo caeréis vosotros, si no rectificáis antes de que sea tarde.

Pero seguramente algunos digan que la desobediencia es la nuestra, por tener la osadía de publicar estas cuestiones.

de 56

Sanguis et Aqua


¿Pero es que acaso dijo Cristo que se debía renegar de la cruz y predicar la alegría? ¿Cuál fue la labor que os ha encomendado como sacerdotes y pastores de su grey? ¿No fue acaso predicar el evangelio tal y como fue revelado, exhortar a las almas a la conversión y conducirlas al Reino de los Cielos?

Nuestro Señor lo había afirmado bien claro, y reprendiendo a los fariseos que hacían callar a sus discípulos les dijo:

“Os digo que si éstos se callan, las piedras clamarán” (Evangelio según san Lucas, capítulo 19 versículo 40)

Y dado que vosotros, los sucesores de los apóstoles, os habéis callado la verdad, aquí nos tenéis vociferando como piedras inútiles, haciendo la labor que deberíais estar haciendo vosotros.

Pero vosotros, no os conformáis con estar callados, no. No solo no hacéis lo que se os ha encomendado sino que hacéis todo lo contrario, anunciando que cualquier hombre por muy pecador que sea será salvado, dentro o fuera de la Iglesia, traicionando así a Dios, a la Santa Iglesia Católica, a las almas que confían en vuestras palabras y hasta a la dignidad con la que habéis sido revestidos.

¿Por qué decís que Dios nos recibirá con gozo en su Reino pese a estar llenos de pecados, si sabéis de sobras que nada que tenga la más mínima imperfección podrá entrar jamás en el Reino de los Cielos? ¿Por qué, oh sacerdotes, renegáis de la Cruz, de Cristo Crucificado y únicamente predicáis la alegría de la resurrección cuando el misterio que nos trajo la salvación es precisamente la Muerte de Cristo y no su Resurrección?

Pues precisamente porque como explica el apóstol San Pablo en su primera carta a los corintios, capítulo 1 versículos del 18 al 29.

“La predicación de la Cruz es una necedad a ojos de los que se pierden; más para los que se salvan, esto es, para nosotros, es la virtud y poder de Dios.

Así está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes». «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde los espíritus curiosos de las ciencias de este mundo?» ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo [con el desprecio que ha hecho de ella]?

De hecho, ya que el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su Sabiduría Divina, plugo a Dios salvar a los que creyesen en Él por medio de la locura de la predicación de un Dios crucificado.

Así, mientras los judíos piden señales y los griegos [y gentiles] quieren ciencia, nosotros predicamos a un Cristo crucificado, lo cual para los judíos es motivo de escándalo y parece una locura para los gentiles; más para los que han sido llamados a la fe, tanto judíos como griegos, es Cristo, la virtud de Dios y la

de 56

Sanguis et Aqua


Sabiduría de Dios, porque lo que parece una locura en Dios, es mayor sabiduría que la de los hombres, y lo que parece debilidad en Dios, es más fuerte que toda la fortaleza de los hombres.

Considerad, si no, hermanos, quienes son los que han sido llamados a la fe entre vosotros: no sois muchos los sabios, según la carne, ni muchos los poderosos, ni muchos los nobles. Dios ha escogido a los necios del mundo para confundir a los sabios, Dios ha escogido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes, y a las cosas viles y despreciables del mundo, a aquellas que no eran nada para destruir a aquellos que son al parecer más grandes, a fin de que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. “

Y por eso, queridos hermanos, reconociéndonos como los primeros necios, viles y despreciables de este mundo, no hacemos sino suplicaros que volváis la mirada a Cristo Crucificado, pues es la Cruz, y no la Resurrección la que nos ha abierto las puertas de la salvación, y la que puede salvarnos. Cristo crucificado es el signo de contradicción anunciado por los profetas, es el estandarte que dividirá al mundo en dos bandos: los que crucificando sus pasiones y renunciando a sí mismos como Él lo hizo, aman a Dios sobre todas las cosas, y los que despreciando la cruz, los sacrificios y sufrimientos de Nuestro Señor en su vida, se aman a sí mismos sobre todas las cosas.

He aquí el principal y más grande misterio de nuestra fe: Dios Todopoderoso, Creador de Cielo y tierra, Impasible e Inmortal, quiso humillarse hasta tal punto de tomar nuestra condición, padecer y morir de la forma más vil, para abrirnos la puerta de los Cielos, a nosotros, criaturas ingratas, venciendo por la Cruz al príncipe de la soberbia que nos había esclavizado y enseñándonos el modo de cruzar por ella y alcanzar la salvación, que consiste precisamente en seguir sus pasos e imitar su ejemplo.

Así, si la humildad era la primera condición del discípulo, el que abracemos voluntariamente la cruz es la segunda, como afirma el evangelio según San Lucas, Capítulo 9, versículo 23:

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame.”

Ahora bien, ¿Cómo se cumple esta segunda parte? ¿Cómo podemos tomar nuestra cruz de cada día?

Pues bien, en primer lugar aceptando con resignación cualquier dificultad o sufrimiento que nos venga impuesto, sea por enfermedad, sea por las contradicciones de este mundo, así como Cristo hizo en el calvario y ofreciéndolos al Padre en unión con los sufrimientos de Cristo por la salvación del mundo.

Y en segundo lugar, llevando a cabo sacrificios voluntarios y mortificaciones, renunciando a los bienes lícitos de este mundo por el Señor y el bien de las almas, y lo que se llama, en definitiva, llevar una vida ascética.

de 56

Sanguis et Aqua


Como explica el Padre Fortea en su “Suma Daemonica”:

“Lo que más odia el demonio es el ascetismo. Esto podemos decirlo con seguridad porque a nadie tienta tanto como al que se dedica a la ascesis. Cualquiera, que esté dedicado a cualquier ministerio o función eclesial, lleve en ello los años que lleve, si se dedica a hacer la prueba de comenzar una vida más ascética, comprobará que las tentaciones se le multiplican por cien. Ello se debe a que el maligno sabe muy bien que la ascesis es una fuerza poderosísima, es la fuerza de la Cruz. Y que la fuerza de la Cruz quebranta su influencia en este mundo. Alguien podría decir que lo que más debería temer el demonio es el amor, y que por tanto lo que más debería odiar él serían las obras de caridad. Pero el demonio sabe que al que comienza la vía del ascetismo, si persevera, Dios le concederá el don de la caridad en grado eximio. Mientras que el que se dedica a obras de caridad solamente, quizá nunca llegue a comenzar una vida ascética. Hay personas que se han dedicado toda la vida a obras de caridad y, sin embargo, albergan en su espíritu muchos defectos. Uno puede dedicarse a ayudar a los pobres o a los enfermos, por ejemplo, y sin embargo hacerlo con murmuraciones, juicio crítico, desobediencias, etc. Mientras que el asceta si persevera en la purificación gradual de su alma obtendrá todos los dones. Por eso el demonio odia mucho más al asceta que a la jerarquía eclesiástica o a los mismos exorcistas. El exorcista expulsa a uno, dos, una docena de demonios... El hombre que se mortifica, quebranta de un modo mucho más poderoso la influencia demoníaca en este mundo por el mero hecho de sobrellevar sobre su cuerpo y su espíritu la pasión cotidiana de su vida crucificada.”

Por tanto, queridos hermanos, el ascetismo es nuestra mejor arma en esta lucha espiritual. Nuestros ayunos, sacrificios y sufrimientos aceptados con resignación y ofrecidos en unión con Cristo al Padre por nuestra salvación y la salvación de las almas, alcanzan un valor infinito.

No olviden que la Cruz, Cristo Crucificado y el ascetismo, son lo que más odia Satanás, junto con la Santísima Virgen, porque en el Calvario sufrió la peor de sus derrotas, y por medio de las penitencias voluntarias es vencido por las almas.

Los enemigos de la fe querrán convencernos de todos los modos posibles que los Crucifijos son de mal gusto, que la Cruz es algo superado por las connotaciones que trae consigo, que la mortificación y la ascesis son agua pasada y un largo etc.

Ya han visto, por ejemplo, como el falso profeta Jorge Mario Bergoglio, en su visita a Kenia, tomando un Viacrucis en la mano, lo definió de un modo totalmente ofensivo como:

“La historia el fracaso de Dios.”

de 56

Sanguis et Aqua


Y cómo en la Enciclica Laudato Sii, no dudó en atacar directamente a la ascesis tradicional católica, contraponiendo la figura del asceta San Juan Bautista a la de un Jesucristo vividor y mundano, en su punto 98 donde afirma de Nuestro Señor las siguientes barbaridades:

“Jesús vivía en armonía plena con la creación. (…) No aparecía como un asceta separado del mundo o enemigo de las cosas agradables de la vida. (…) Estaba lejos de las filosofías que despreciaban el cuerpo, la materia y las cosas de este mundo. Sin embargo, esos dualismos malsanos llegaron a tener una importante influencia en algunos pensadores cristianos a lo largo de la historia y desfiguraron el Evangelio.”

A la par que explicaba que la única ascesis justificable es aquella en la que el ser humano se sacrifica por el bien del planeta.

Pero hermanos, aunque duela sobremanera escuchar ataques de semejante magnitud, todo esto no debe escandalizarles, sino servirles de indicativo sobre la verdadera naturaleza de ese “dios” a quien tan fervorosamente predican, que no tiene absolutamente nada que ver con la Santísima Trinidad Católica, sino con aquel a quien preparan el camino.

Por ello, queridos hermanos, ya que nos encontramos en medio de la peor guerra espiritual que se ha librado desde que el mundo es mundo, la humilde ascesis no puede ser considerada como un simple complemento, si no como una obligación, una necesidad vital en estos tiempos que corren. Recuerden cómo se libró la Ciudad de Nínive de la amenaza que se cernía sobre ella: no fue con cantos y bailes, sino con ayunos, cilicio, oración y lágrimas.

Así pues, les suplicamos, en Nombre de Nuestro Señor Jesucristo:

“Ceñíos de cilicio y llorad vosotros, ¡oh sacerdotes!, prorrumpid en tristes clamores, ¡oh ministros del altar!; venid a postraros sobre el cilicio ¡oh ministros de mi Dios! Porque han desaparecido de la casa de vuestro Dios el sacrificio y la libación. Intimad el santo ayuno, convocad al pueblo, congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de vuestro Dios y levantad a Dios vuestros clamores. ¡Ay, ay! Que día tan terrible es ese día que llega, ¡ay! Cercano está el día del Señor y vendrá como una borrasca de parte del Todopoderoso. (…) Lloren entre el vestíbulo y el altar los sacerdotes, ministros del Señor y digan «¡Perdona, Señor, perdona a tu pueblo y no abandones al oprobio la herencia tuya, entregándola al dominio de las naciones!»”

(Libro del Profeta Joel, capítulo 1, versículos del 13 al 15 y capítulo 2, versículo 17)

de 56

Sanguis et Aqua


“Limpiad ¡oh pecadores! Vuestras manos; y vosotros de corazón dividido, purificad vuestros corazones [amando únicamente a Dios]. Mortificaos y plañid, y sollozad: truéquese vuestra risa en llanto, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos en presencia del Señor, (…) pues Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes.”

(Carta del Apostol Santiago, capítulo 4, versículos del 6 al 9)

“Buscad al Señor, vosotros todos, humildes de la tierra, que cumplís sus normas; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá así encontréis cobijo el Día de la cólera de Yahveh.”

(Libro del profeta Sofonías, capítulo 2, versículo 3)

Somos Sanguis et Aqua, dos fieles católicos.

Que la paz y sobre todo la verdad de Cristo, estén con todos ustedes.

de 56

Sanguis et Aqua


Sanctus Deus, Sanctus Fortis, Sanctus Immortalis

Miserere nobis et totius mundi.

El Ataque al Corazón de la Iglesia · dejar a la Santa Iglesia agonizante en manos enemigas, ......

Documents

Transcript of El Ataque al Corazón de la Iglesia · dejar a la Santa Iglesia agonizante en manos enemigas, ......