El bloque histórico en chile durante la transición y las transformaciones en la política...
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Centro de Investigación Político Social del Trabajo
Artículo CIPSTRA N°3
EL BLOQUE HISTÓRICO EN CHILE DURANTE LA
TRANSICIÓN Y LAS TRANSFORMACIONES EN LA
POLÍTICA SINDICAL: EL CASO DE LA CUT
Sebastián Osorio, miembro CIPSTRA
Octubre 2013
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo www.cipstra.cl
2
RESUMEN
CIPSTRA - Centro de Investigación Político Social del Trabajo
La especificidad de la transición democrática chilena ha sido estudiada desde diversas claves
interpretativas, muchas de las cuales recalcan el debate sobre la continuidad institucional y los
límites de los cambios que llevó a cabo la coalición gobernante. El artículo busca abordar el
tema desde coordenadas gramscianas, revisando la actuación del movimiento sindical expre-
sado en la CUT y las consecuencias que tuvieron los cambios de su orientación política en la
consolidación del nuevo bloque histórico en el país entre 1988 y 1994. La revisión de fuentes
permite sostener la hipótesis de que la CUT operó como una fuerza auxiliar de la clase funda-
mental, coadyuvando a que ésta consolidara los niveles de hegemonía que requería para afir-
mar su modelo de acumulación.
Es una organización interdisciplinaria de profesionales jóvenes de las ciencias sociales y las
humanidades, que pone como centro de sus actividades la reflexión asociada al mundo del tra-
bajo, en tanto nodo central de la constitución de la sociedad actual.
En los fundamentos del CIPSTRA se encuentra el horizonte de superar el capitalismo, avan-
zando hacia un modelo de sociedad más humano, solidario y justo. Consideramos que en el
ámbito del trabajo descansan las contradicciones más radicales del mundo en que nos tocó
vivir, y es por tanto en la clase trabajadora (la clase que vive del trabajo) donde se encuentra su
principal sujeto transformador. Buscamos fomentar y apoyar las discusiones sobre la situación
actual y el devenir de los trabajadores y sus organizaciones en el país, así como de sus respecti-
vos cursos de acción en el contexto de los sindicatos y las organizaciones políticas y sociales
vinculadas a ellos.
Para lograr nuestro objetivo contemplamos una labor investigativa permanente para generar
nuevos conocimientos con perspectiva de totalidad, pero también el desarrollo de actividades
vinculadas a la difusión de los hallazgos en diversos espacios, la realización de talleres con tra-
bajadores(as) y dirigentes(as), la articulación de espacios de discusión en torno a la proble-
máticas del trabajo, la coordinación de actividades formativas, etc.
Nuestra página web es www.cipstra.cl y nos pueden contactar en [email protected]
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Artículo CIPSTRA N° 3
EL BLOQUE HISTÓRICO EN CHILE DURANTE LA TRANSICIÓN Y LAS
TRANSFORMACIONES EN LA POLÍTICA SINDICAL: EL CASO DE LA CUT Sebastián Osorio
Octubre 2013
1. INTRODUCCIÓN
La transición chilena a la democracia ha sido
objeto de un profuso debate acerca del con-
tenido institucional continuista del modelo
socioeconómico establecido por la dictadura,
y también de los límites en los cambios que
llevaron a cabo los primeros gobiernos demo-
cráticamente electos.
Si bien los primeros atisbos de una apuesta
política por la salida pactada del gobierno
autoritario se pueden encontrar en algunos
autores hacia 19841, es difícil comprender su
curso sin considerar a los diferentes actores
sociales que tomaron parte en la lucha por la
democracia. De entre estos, uno de gran rele-
vancia fue el movimiento sindical, que media-
do por sus referentes multisindicales y confe-
deraciones fue el convocante a la primera
jornada de protesta nacional durante Mayo
de 1983, que se puede entender como el co-
mienzo del fin de la dictadura.
El presente artículo es un intento por com-
prender el rol de la Central Unitaria de Traba-
jadores (CUT) –como expresión más represen-
tativa de las organizaciones de trabajadores-
en el curso que tomó la transición, y más es-
pecíficamente el impacto que tuvo en el ca-
rácter de la política que se llevó a cabo por la
coalición gobernante desde que el poder fue
entregado por los militares. Para ello, se
abordará el breve lapso que va desde fines de
1989, marcado por las elecciones presidencia-
1 Otano, R. (1995)
les en las que triunfa Patricio Aylwin, hasta
fines de 1993, cuando se lleva a cabo el cam-
bio de mando que dio paso al segundo go-
bierno de la Concertación.
La razón de estudiar dicho periodo acotado
responde a la presunción de que al ser el pri-
mer gobierno postautoritario, en su desarrollo
se sentaron las condiciones que definieron el
posterior curso que tomó la transición demo-
crática, y en el cual se intentó que tomaran
parte tanto el actor sindical como empresarial
mediante un diálogo promovido por el go-
bierno, llamado Acuerdo Marco Tripartito en
1991, 1992 y 1993. De hecho, a partir del aná-
lisis de las principales reuniones efectuadas
en dicho acuerdo se espera analizar las orien-
taciones de la CUT; la hipótesis de trabajo es
que la evidencia permite interpretar el com-
portamiento de esta organización en la prácti-
ca como un factor de apoyo al diseño transi-
cional, contribuyendo al establecimiento de
un modelo que excluyó a una amplia franja de
trabajadores de los “beneficios” del estilo de
desarrollo neoliberal.
Ahora bien, para lograr un análisis adecuado
del problema que se plantea, es preciso con-
tar con un marco teórico que permita obser-
var al movimiento sindical en el marco de las
relaciones de clases sociales que sustentan un
modelo económico. Para ello se revisarán
brevemente algunas de las principales formu-
laciones que se pueden encontrar en la bi-
bliografía relativa al tema.
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4
La irrupción del movimiento sindical durante
dictadura ha sido planteada por Durán2 como
fruto de una tenue recuperación de su fuerza
histórica aplacada por la Dictadura avocada al
debilitamiento de los sectores de oposición,
donde los sindicatos eran protagónicos ante la
desintegración del sistema de partidos. La
revitalización de este actor habría sido me-
diada por dos factores: por un lado, la lenta
construcción a fines de 1970 de grandes sindi-
catos de nivel nacional y con políticas claras, y
por otro lado la implementación del Plan La-
boral3 en el mismo periodo, que a pesar de
sus objetivos fue aprovechada su apertura
legal para comenzar la lucha por mejoras eco-
nómicas en un comienzo, y por la democracia
después4.
La CUT habría sido por ello el resultado de un
acuerdo político concentrado en la lucha anti-
dictatorial en el entendido de que se abría
como la única opción de pelear ulteriormente
por sus respectivas demandas gremiales; en
esa misma línea cabría entender su defensa
del NO en el plebiscito y la preeminencia de
consignas no movilizadoras que desplegaron,
con el fin de contribuir a la estabilidad del
proceso de transición5.
Campero y Cortazar apuntaron al sindicalismo
como un temprano enemigo a destruir por el
Régimen Militar desde dos frentes: el neta-
mente represivo, y el legislativo institucional6.
Su propuesta de clasificación de las fuerzas
sindicales –en el umbral de la transición pac-
tada- se basa en los principios de acción que
reconocen en los sindicatos, distinguiéndose
uno “político” vinculado a los debates en el
2 Durán, R. (1997)
3 Piñera, J. (1990) 4 Duran, R. op. cit. 5 Ibid.
6 Campero, G. y Cortazar, R. (1986)
marco institucional, y uno “autonomista”,
volcado a la afirmación identitaria de clase y
al rechazo a los acuerdos políticos cupulares.
Más adelante establecerán esta distinción
basándose en la orientación de su acción,
donde caben los “consolidadores” y “revolu-
cionarios” que compartían la necesidad de la
movilización para lograr la democratización,
pero que se dividiría después con la coyuntura
del plebiscito, mientras que un “sindicalismo
de mercado” se habría enfocado a las luchas
gremiales propias de sus necesidades inme-
diatas7. Con una mirada en perspectiva, Mar-
tínez abordará esta división apuntando a dis-
tinguir entre un sindicalismo “de base” preo-
cupado de demandas gremiales, y uno “su-
perestructural” enfocado en la lucha política
contra la dictadura8. Así mismo, sostendrá
que ante la llegada a la democracia, al no
existir alternativas al neoliberalismo desde la
Concertación, el sindicalismo se habría con-
formado con preservar la paz social y la de-
mocracia por sobre las reivindicaciones labo-
rales9.
Otro abordaje de las tendencias del movi-
miento sindical ha sido su división en tres
sectores: uno muy politizado con base en
confederaciones de enclaves mineros e indus-
triales, otro de sindicatos empresariales orien-
tados a demandas económicas, y un tercer
sector sin poder de negociación y desprovisto
de protección. Este mismo autor apunta hacia
las condicionantes que impusieron las fuentes
de solidaridad internacional con el movimien-
to sindical para explicar su rol desmovilizador
ante la transición10. También ha sido plantea-
7 Campero, G. y Cortazar, R. (1986; 1988) 8 Martínez, A. (2005)
9 Martínez, A. op. cit.. Pero también Campero, G. y Cortazar, R. (1986), que diagnosticaban la inclina-ción pro concertación social de las centrales. 10
Angell, A. (1993)
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5
do como un producto de la tendencia a la
preservación de las organizaciones ante nue-
vos escenarios, lo que llevaría a promover la
estabilidad de la nueva situación11; o bien
como la inercia propia de una transición con-
ducida por una elite que compartiría sus pro-
pios objetivos12; adicionalmente, se ha esgri-
mido el hecho de que la Concertación se plan-
teó explícitamente el control de la CUT, lo
cual logra adoptando en su interior el modelo
de consenso que, no obstante ciertas movili-
zaciones aisladas, estas se vuelven sectoriales
y no globales13.
La revisión muestra que el tema se ha traba-
jado desde dimensiones interesantes y nece-
sarias, pero que arrojan luces parciales sobre
el sindicalismo en la transición, impidiendo
captar a partir de ellas la dinámica entre mo-
vimiento sindical y transición democrática en
su totalidad. Esto difícilmente se podría lograr
con la mera superposición de interpretaciones
y factores considerados por uno u otro autor;
más bien requiere coordenadas conceptuales
que en sí mismas posibiliten una interpreta-
ción global del fenómeno, más allá de las teo-
rías de alcance medio. Por ello, este trabajo se
aproximará al problema desde un enfoque
gramsciano, intentando situar históricamente
el proceso de transición como resultado de las
adecuaciones de un nuevo bloque histórico y
la configuración de clases que supone.
En pocas palabras, un bloque histórico se
puede definir como una articulación histórico-
concreta entre una estructura económica y
una superestructura jurídica, ideológica e
institucional que le proporciona dinamismo14,
y cuya relación está mediada por la contradic-
11 Prud’Homme, J. y Puchet, M. (1989) 12 Valenzuela, S. (1990) 13
Trafilaf, J. y Montero, R. (2001) 14
Kohan, N. (2001:53)
ción entre las clases sociales que se desplie-
gan en términos de dominación y conflicto
desde un patrón de acumulación determina-
do. La estabilidad de un bloque depende de
cómo se configura la relación de la clase do-
minante (que dirige y usufructúa directamen-
te del modelo) con los sectores auxiliares (que
son aquellos grupos sociales incorporados
hasta cierto punto a los beneficios económi-
cos y sociales y base social de la hegemonía
del bloque), y con la clase subalterna, es decir,
aquella sometida a la dominación de clase y
que sustenta con su trabajo la estructura eco-
nómica15.
Para analizar estas configuraciones de clases,
Gramsci se apoya en los conceptos de hege-
monía y coerción. El primero alude a la capa-
cidad de dirección política y moral de la clase
dominante sobre la sociedad, permitiéndole
sostener el bloque con el consentimiento de
los grupos subalternos, y que se construye
políticamente con diferentes mecanismos
radicados más que nada en la sociedad civil. El
segundo se refiere a la violencia que debe
utilizar la clase dominante para reprimir a los
sectores que no consienten libremente el
contenido del sistema social y atentan contra
su estabilidad, mediante instrumentos del
ámbito estatal como la policía y fuerzas de
orden16. Para este autor, ambas formas de
dominación son utilizadas de forma combina-
da: siempre existen clases auxiliares y aliadas
que forman parte de la hegemonía, pero tam-
bién sectores que se articulan y oponen al
bloque y deben ser aplacados por la fuerza17.
Las sociedades modernas, sin embargo, para
el pensador italiano se rigen principalmente
15 Portelli, H. (1974: 29, 89) 16
Larraín, J. (2008:109) y Portelli, H. (1974:28). 17
Portelli, H. (1974: 75)
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6
por la hegemonía y utilizarían la coerción es-
porádicamente.
Estos conceptos, junto con las posibilidades
de resolución de las crisis orgánicas y crisis
ordinarias18 exploradas por Gramsci, se utili-
zarán para aportar al entendimiento de la
orientación política de la CUT durante el pe-
riodo propuesto como parte de una totalidad.
En estos términos, la hipótesis de trabajo es
que esta central sindical operó como un sec-
tor de la clase obrera auxiliar a la clase fun-
damental, y que junto con neutralizar el po-
tencial transformador de dicha clase sobre
algunos aspectos del modelo levantado por el
bloque histórico (específicamente los referi-
dos al mundo del trabajo que requerían de su
movilización activa para posicionarse como
demandas), al carecer de una alternativa al
neoliberalismo, su inserción en el esquema
institucional lo llevo a contribuir con la conso-
lidación de la base social de hegemonía que
dicho bloque requirió con el retorno a la de-
mocracia.
La metodología de la investigación consistió
en la revisión de prensa19 del periodo com-
prendido entre comienzos de 1989 y fines de
1993, específicamente en torno a ciertas co-
yunturas relacionadas con la tramitación de
proyectos de ley en el parlamento, y espe-
cialmente con las reuniones tripartitas de la
CUT con el gobierno y los empresarios, donde
se pueden apreciar nítidamente las posturas
esgrimidas por la central y la posición respec-
to a la coalición gobernante. Junto con esto,
se llevará a cabo un análisis de los datos sobre
18 La definición de ambas se trabajará más abajo en conjunto con la interpretación de la crisis de la transición, de modo que la explicación sea más fructífera. 19 La principal fuente fue el diario La Época, ya que es uno de los que mayor cobertura entregaba a las opiniones y acciones llevadas a cabo por la CUT.
el movimiento sindical en el periodo, para
ponerlos en relación con lo que se desprenda
de la información de prensa. De este modo se
espera cruzar en perspectiva histórica las po-
siciones de la CUT con la realidad del movi-
miento de trabajadores en el periodo.
2. LA SITUACIÓN DEL MOVI-
MIENTO SINDICAL A FINES DEL
RÉGIMEN MILITAR Y EL COMIENZO
DE LA DEMOCRACIA
Antes de dar comienzo a la interpretación
propuesta, es preciso delinear brevemente el
contexto económico y social con que se en-
cuentra la CUT al entrar a la concreción de la
transición democrática, signada con el plebis-
cito de 1988 y la elección presidencial de
1989.
Hacia fines de los 70’, con más de seis años de
represión dictatorial a cuestas, el panorama
del movimiento sindical era bastante sombrío.
Tanto la represión como una legislación orien-
tada explícitamente a reducir la sindicaliza-
ción y movilización de los trabajadores tuvie-
ron como resultado una caída de los afiliados
a sindicatos, que pasaron de 939.319 en 1973
hasta apenas 386.910 en 198020. La conflicti-
vidad sindical se había visto también nota-
blemente reducida en este periodo, si se con-
sidera que en 1973 casi uno de cada cinco
trabajadores activos participaba en huelgas
anualmente, mientras que en 1981 esta cifra
se había reducido a uno de cada doscientos21.
También jugaron en contra de la organización
sindical los profundos cambios que supuso la
20
Campero, G. (2001) 21
Riesco, M. (2009)
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7
reorganización del modelo económico, redu-
ciéndose el sector público estatal, así como el
industrial manufacturero y otros caracteriza-
dos por una fuerte presencia de organizacio-
nes de trabajadores que vieron socavadas las
condiciones materiales de su movimiento22.
Desde esta compleja situación, coadyuvado
por la crisis económica de 1982, la reciente
formación de sindicatos nacionales ampara-
dos en el Plan Laboral23 y la necesidad de me-
diación entre la sociedad civil y el Estado ante
la prohibición de los partidos políticos, se
comienza a gestar un leve repunte de la acti-
vidad de este sector que tendría una amplia
repercusión sobre el Régimen Militar. Ya en
1983, La unidad de las organizaciones de los
trabajadores en torno a la lucha por la demo-
cracia se refleja en un crecimiento del nivel de
sindicalización que alcanza los 460.000 traba-
jadores, y la cifra se mantendría al alza por lo
menos hasta entrada la década de 199024. Con
el paso de los años estas organizaciones co-
mienzan a decantar lenta pero decididamente
en referentes cada vez más grandes, siendo el
Comando Nacional de Trabajadores el que
congregó a organizaciones sindicales de todos
los partidos de oposición, y que se perfiló
como el antecedente directo de la CUT25.
En el plano económico, un paquete de políti-
cas implementado en 1985 por Hernan Buchi
logra revertir la grave crisis cambiaria de co-
mienzos de 1980, proyectando a fines de di-
22 Campero, G. y Cortázar, R. (1986) 23
Algunos de ellos precursores de la CUT. Se trata de la Coordinadora Nacional Sindical (CNS), la Central Democrática de Trabajadores (CDT), el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), la Confede-ración de Trabajadores del Cobre (CTC) y la Confe-deración de Empleados Particulares (CEPCH) 24 Campero, G. (1986) 25
Angell, A. (1993:352), Campero, G. y Cortazar, R. (1988)
cha década un momento de bonanza econó-
mica que se mantendría luego durante gran
parte de los noventa26, y que se tradujo en
una disminución del desempleo que había
alcanzado hasta un 23,7% en 1988, y que en
1992 había caído bajo el 10%27, aunque el
porcentaje de pobres se mantuvo sobre un
38%. La tasa de afiliación sindical, en tanto,
aumentó considerablemente hasta llegar a un
21,2% en 1991, con lo cual se logra su máximo
histórico desde el Golpe de Estado28; lo mismo
puede decirse de las tasas de negociación
colectiva. La situación del movimiento sindical
en las postrimerías del primer gobierno de-
mocrático postdictadura parecía entonces
bastante prometedora: se puede hablar de
una fuerza en crecimiento y empuje que se
perfila como un actor relevante para la transi-
ción, ante lo cual debe tomar una postura de
intervención política.
En términos sociales, cabe señalar que el esta-
llido de protestas iniciado en 1983 va per-
diendo fuerzas debido a que los partidos, que
toman la dirección de estas expresiones de
descontento, comienzan a privilegiar el pacto
que permitiría la transición pacífica. Así las
cosas, a fines de 1980 no cabe hablar de un
escenario de aguda agitación social, y más
bien parece haber una contención en los prin-
cipales actores, de lo cual no escapará la CUT.
Por último, para proceder con el análisis pro-
puesto, se deben esbozar al menos somera-
mente las características del nuevo bloque
histórico neoliberal instalado durante el Ré-
gimen Militar, y que se acomoda al giro insti-
tucional democrático al que fue arrastrado
por las fuerzas de oposición política.
26 De Gregorio, J. (2005) 27
Cowan, K., Micco, A. et. al., (2003) 28
Celhay, P. y Gil, D. (2007)
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8
Lo primero que cabe preguntarse es qué ám-
bito de la economía se potencia como la ma-
yor fuente de acumulación y generación de
riqueza para el país. Pareciera haber cierto
nivel de consenso en destacar la preocupación
por los equilibrios macroeconómicos junto
con la apertura al comercio internacional me-
diante la rebaja de los aranceles, apoyada a su
vez en la recuperación del protagonismo del
sector privado por sobre el estatal, lo que se
observó en diversos planos y especialmente
en la minería del cobre y la producción de
bienes no convencionales que posibilitaban
competitividad en el mercado mundial29. Jun-
to a los sectores financieros que lograron
fortalecerse a fines del Régimen Militar, cabe
hablar de una clase fundamental (es decir,
aquella cuya acumulación impulsa y le da el
mayor dinamismo a la economía) primario-
exportadora y financiera, en buena medida
rentista y cuyo despliegue, aliado al capital
extranjero y apoyado en una situación inter-
nacional favorable, logró niveles de creci-
miento de más de un 7% entre 1986 y 1990.
Evidentemente, esta clase requiere de aliados
y sectores auxiliares que le permitan sostener
el bloque histórico neoliberal, y estos los en-
contró en los grandes empresarios de los sec-
tores de la economía que van a la zaga de la
clase fundamental: el sector servicios y el
fuerte empuje del sector retail, apoyado en la
banca y la universalización del crédito30. Pero
como la hegemonía debe extenderse a una
porción considerable de la población para
operar, deben haber más aliados identifica-
bles. Tanto la tecnocracia instalada en el apa-
rato estatal, así como aquellos sectores de
nivel socioeconómico medio y alto que logra-
ron una inserción laboral estable al alero de
29
Coloma, F. y Rojas, P. (2000) 30
Herrada, J., Osorio, S. y Perez, D. (2010)
los nuevos rubros del sector privado que lo-
graron sortear las crisis se pueden incorporar
a este selecto grupo. Se trata de aquellas ca-
pas sociales que consienten y apoyan volunta-
riamente el modelo, y una aproximación al
tamaño que tenía dicha base social se puede
suponer razonablemente en torno al 44% de
los electores que votaron SÍ en el plebiscito.
Resulta bastante probable que los sectores de
la población más perjudicados y excluidos del
modelo (los pobres, los cesantes estructura-
les, los trabajadores precarios e incluso los
endeudados) tengan en su mayoría una incli-
nación crítica respecto a este bloque, pero los
sectores afiliados a sindicatos corresponden a
una franja distinta de la clase trabajadora, que
se encuentra en una situación intermedia.
Evitando cualquier tipo de esencialismo, su
posición respecto al bloque es algo que debe
analizarse empíricamente debido al complejo
entramado que tiene con los grupos que lle-
gan al gobierno con la democracia, que aun
siendo aliados con el mundo sindical que lu-
chó contra la dictadura, mantuvieron con el
bloque histórico un grado de acuerdo muy
alto como se desprende de sus políticas eco-
nómicas, que apuntaron a corregir los excesos
del mercado mediante políticas públicas de
gasto social focalizado.
Lo que se buscará determinar a continuación,
es un balance acotado de la orientación de la
CUT respecto al bloque histórico entre 1988 y
1994, bajo el supuesto de que en este se re-
suelve la problemática de la hegemonía por
medio del éxito en la instalación de la tenden-
cia económica que seguirán los gobiernos
sucesivos, definiéndose entonces en qué me-
dida la democracia podrá responder a los
intereses del movimiento obrero.
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9
3. EL ESCENARIO DEMOCRÁTI-
CO Y LA RELACIÓN ENTRE EL GO-
BIERNO Y LA CUT
“Al iniciarse la transición a la democracia en
1988 tras la derrota del general Pinochet en el
plebiscito realizado ese año”, plantea Jorge
Rojas, “el movimiento sindical aparecía como
el único actor social popular con cierta pre-
sencia nacional y legitimidad social”31. Se trata
de una afirmación paradójica, ya que contras-
ta con el rol que asumió en la práctica a partir
de ese año. Como fuere, la flamante CUT pre-
sidida por Manuel Bustos plasma su postura
sobre el proceso que se cierne en un tem-
prano documento difundido el mismo año del
plebiscito32, titulado “Propuesta para la tran-
sición a la democracia”. De éste, Rojas rescata
que la organización reclama la necesidad de
cambios económicos y sociales que aseguren
la estabilidad del nuevo régimen, con medidas
como el aumento de remuneraciones y el
gasto social en los sectores de menores ingre-
sos, mientras que al mismo tiempo, se mues-
tra partidaria de una modernización sin exclu-
siones, aceptando una regla de aumentos
salariales ajustada al crecimiento de la pro-
ducción y al nivel de productividad de las res-
pectivas empresas, cerrando insólitamente la
posibilidad de que la magnitud de dichos au-
mentos la decidiera la fuerza de los sindicatos.
En congruencia y como complemento, se re-
frenda en dicho escrito la voluntad y creencia
de acuerdos con los empresarios basados en
el diálogo, superando las confrontaciones de
las relaciones laborales del pasado33.
31 Rojas, J. (1993) 32
Y hoy prácticamente inubicable. 33
Rojas, J. (1993)
Estos planteamientos fueron comunicados
antes de la elección presidencial de 1989 a los
partidos de la Concertación y a la Confedera-
ción de Producción y Comercio (CPC), quienes
además de aceptar a regañadientes la disposi-
ción al diálogo y el aporte que estas posicio-
nes tendrían para la construcción de la demo-
cracia, reprochan el planteamiento aduciendo
que debieran centrarse en la discusión de
cuestiones más técnicas y menos políticas34.
Los resultados de la movida no son muy satis-
factorios, quedando la mayoría de las deman-
das como anhelos postergados35. Se debe
precaver, en todo caso, que para evaluar este
tipo de documentos hay que distinguir entre
las ideas formuladas por determinado actor, y
la forma precisa en que intenta impulsarlas.
Porque propuestas podía haber muchas y de
distinto acento, como las que mostrarán los
empresarios durante los diálogos tripartitos,
pero en la voluntad de presionar para llevarlas
a cabo es donde se define la verdadera posi-
ción que toma una fuerza social en un bloque
histórico. Aun así, una primera revisión no
arroja pruebas de demandas radicalmente
opuestas ni contradictorias con el modelo
económico, aunque si permite vislumbrar la
aceptación de muchos de sus principios bási-
cos.
Por su parte, los equipos de la Concertación
en el marco de la campaña presidencial de
1989 establecen un diálogo con la CUT en el
que hay acuerdos y divergencias. Por ejemplo,
prontamente se plantea la inconveniencia de
la sindicalización obligatoria con argumentos
que apelaban a la libertad individual, con lo
que resulta estar de acuerdo solo un sector de
34
La Época, 2/12/1989. En realidad, conviene destacar que el ambiente general y la posición tan “amable” de la CUT hacían bastante difícil rechazar el diálogo propuesto. 35
Frías, P. (2008)
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10
la central, mientras se comparte la idea de
cotización sindical obligatoria con ciertos ma-
tices36, aunque más allá de los encuentros y
desencuentros esta organización muestra
paralelamente un decidido apoyo a la candi-
datura de Aylwin, asumiendo que su victoria
permitirá un cambio sustantivo en las condi-
ciones de los trabajadores37. En este contexto,
el único tipo de movilizaciones que se plan-
tean tienen que ver con defender la decisión
del pueblo expresada en las urnas38.
No parece haber dudas de que la CUT tenía
unas expectativas muy altas del triunfo y futu-
ro gobierno de la Concertación. Prueba de
esto es que ya antes de la elección misma
habían logrado confirmar la primera mesa de
conversaciones con los empresarios (que du-
rante 16 años se habían manifestado en con-
tra) con el objetivo declarado de “dar estabili-
dad al gobierno democrático”39, y donde se
discutirían temas como el Código del Trabajo,
la negociación colectiva y el derecho a huelga.
Ante la primera de estas reuniones, realizada
antes a mediados de Diciembre de 1989, el
optimismo de la multisindical era evidente;
esperaban establecer un calendario de
reuniones, donde se abordaran primero asun-
tos en que hubiera mutuo acuerdo para luego
pasar a aquellos que los empleadores recha-
zaban hasta entonces. Sus entusiastas decla-
raciones contrastaban con la circunspecta y
reservada compostura de la CPC. El deseo de
la central de aportar a la estabilidad del nuevo
gobierno rozó el paroxismo cuando sus diri-
gentes propusieron la redacción en conjunto
con los empresarios de una Carta de Navidad,
“para expresar al país entero los propósitos
36 La Época, 7/12/1989 37 La Época, 10/12/1989 38
La Época, 17/12/1989 39
La Época, 17/12/1989
que les inspiran al celebrar reuniones conjun-
tas, a fin de que los trabajadores y sus familias
abriguen esperanzas de que los problemas
que les afectan podrían tener pronta solución,
a la vez que un mensaje de tranquilidad y
confianza a la ciudadanía al informarles que el
diálogo entre dos sectores que se supone
antagonistas es un signo de que el país co-
mienza a caminar por buena senda”40. Así,
junto con rechazar cualquier tipo de confron-
tación, se planteaba una vía de resolución
autónoma de problemas entre trabajadores y
empresarios que no requería de la interven-
ción estatal más que como garante del proce-
so.
La estrategia de la CUT consistía en aprove-
char los meses anteriores a la toma de pose-
sión presidencial de Aylwin para que una vez
instalado el gobierno democrático se enviaran
proyectos de ley previamente acordados y de
rápida tramitación, con la salvedad de que “si
no hay acuerdo, el gobierno no puede renun-
ciar a legislar para equilibrar y poner un ma-
yor grado de justicia en las relaciones empre-
sario-laborales”41, suponiendo una clara incli-
nación gubernamental a los intereses de los
trabajadores. Más adelante llegarán a afirmar
que “la promoción y defensa de los intereses
de la clase trabajadora están íntimamente
ligadas al afianzamiento de la democracia y la
estabilidad política de Chile”42
Los primeros resultados de la apuesta por el
diálogo se plasmaron a fines de Enero de 1990
en el documento “Marco de Referencia para
el Diálogo entre la CUT y la CPC”. Este consti-
tuyó, al menos nominalmente, una total con-
cesión y aceptación de los principios genera-
les del modelo económico promovidos por el
40 La Época, 19/12/1989 41
La Época, 19/12/1989 42
La Época, 24/04/1990
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bloque neoliberal, tales como “el derecho a la
propiedad”, “la necesidad de un sostenido
crecimiento de la economía nacional”, “la
empresa privada” como “agente principal del
desarrollo económico”, el “funcionamiento
eficiente, abierto y competitivo del mercado
como asignador de recursos”, y todo esto
supervigilado por el Estado, que deberá pres-
tar “especial atención a la estabilidad y equili-
brio de las variables macroeconómicas”, res-
petándose también “las atribuciones y carac-
terísticas propias de las empresas” 43. De in-
mediato surge la pregunta: ¿Habrán estado
conscientes del nivel de concesiones que ha-
cían con este tipo de acuerdos? La evidencia
sugiere que no, o al menos no en términos de
cómo afectaría a las relaciones entre capital y
trabajo.
Simultáneamente, personeros de la Concerta-
ción avanzarán en los diálogos con el mundo
sindical, señalando que les irán informando
constantemente sus políticas, y advirtiendo
desde ya las dificultades que esperan a la
tramitación de las reformas laborales conside-
rando las leyes de amarre que dejaba Pino-
chet44. Manuel Bustos a su vez reconocía que
a pesar de haber sido todos de la misma opo-
sición podían existir diferencias, que debían
resolverse en el marco de la nueva democra-
cia.
Tal como lo suponían desde la Central, no fue
sencillo llegar a un acuerdo razonable con los
empresarios. Las dificultades con la CPC se
expresaban por parte de los dirigentes locales
de la organización, que señalaban que se de-
bía a “la insensibilidad e inflexibilidad de és-
tos, que se apoyan en una legislación negativa
para los trabajadores”, pero también las críti-
cas llegaban al gobierno, al que acusaban de 43
La Época, 1/02/1990 44
La Época 30/01/1990
poca iniciativa45. Sin embargo, éste manifestó
en reiteradas ocasiones que si no se lograba
una cuerdo entre la CUT y la CPC, el gobierno
haría los arreglos respectivos46, como una
tibia forma de presionar a los empresarios.
Apenas tres días después de este llamado la
CUT daba por cerrada la discusión, buscando
consolidar acercamientos con el gobierno47.
A pesar de las perspectivas coyunturales poco
auspiciosas, días antes del 1° de Mayo de
1990, las presiones gubernamentales parecen
surtir efecto y se logra la firma del primer
Acuerdo Marco Tripartito. Este es una buena
muestra de la audacia de los sectores empre-
sariales para obtener dividendos de situacio-
nes adversas, porque si bien –como afirmaban
los dirigentes sindicales- la situación estaba
desequilibrada políticamente en contra de
ellos, se las arreglan en este documento para
reafirmar los principios que garantizan su
posición dominante, y consensuar beneficios
para los trabajadores con tres características:
1) son condicionales y sujetos a las situaciones
de las respectivas empresas, es decir, dene-
gables por diversas razones financieras; 2) los
beneficios adicionales no vendrán de sus bol-
sillos, ya que se financiarán con la Reforma
Tributaria que subirá finalmente el IVA, no
afectando las utilidades corporativas; y 3)
otros son financiados por parte del Estado48.
La única “derrota” que sufrieron fue que la
discusión en el Congreso determinó que la
Reforma Tributaría aumentaría el impuesto a
las utilidades de las empresas desde un 10%
hasta un 15%. El aumento del salario mínimo
a $26.000 pesos, por su parte, se mantiene
muy lejos de la demanda de $35.000 que
45 La Época, 24/04/1990 46 La Época, 26/04/1990 47
La Época, 27/04/1990 48
La Época, 28/04/1990
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12
planteaba la CUT, y que solo lograría dos años
después. Como premio de consuelo quedaba
la promesa del apoyo al proyecto de reformas
a la ley laboral que enviaría el gobierno, y que
se concretará en Julio del mismo año en 4
proyectos distintos que sumaban unas 200
modificaciones49.
Los esperados proyectos en el congreso se
centraban en 3 temas: condiciones de tér-
mino del contrato de trabajo, organización
sindical y negociación colectiva, dejando para
más adelante la temática de las normas del
contrato de trabajo, que era el último punto
de acuerdo con los empresarios en el Acuerdo
Marco Tripartito.
Previamente a esta presentación de proyec-
tos, la CUT había anunciado que iba a presio-
nar con movilizaciones de trabajadores hacia
el congreso para que se aprobaran las refor-
mas que estaba impulsando, lo que desata
múltiples críticas de la oposición en el parla-
mento50; y tan solo dos días después del envío
de las reformas brotan las críticas ahora des-
de la multisindical: por un lado se argumenta
que estas no recogen las aspiraciones del
movimiento sindical, y por otro, se fustiga
duramente que hayan sido ingresadas direc-
tamente al Senado, donde la Concertación
estaba lejos de contar con una mayoría, lo
que para la CUT era una clara muestra de que
el Gobierno estaba disponible para empeorar
aún más su propuesta respecto a los intereses
del sindicalismo: “estuvimos seis meses discu-
tiendo y parece que perdimos el tiempo”,
concluía Arturo Martínez, vicepresidente de la
CUT51.
49 La Época, 18/07/1990 50
La Época, 18/07/1990 51
La Época, 20/07/1990
A pesar de no satisfacer las demandas del
movimiento de trabajadores, la multisindical
optó por presentar indicaciones que permitie-
ran un debate donde estuviera representada
su visión sobre las materias52, pero estos es-
fuerzos toparon con la negativa de la derecha
a aprobar normas que, en su opinión, atenta-
ban contra la competitividad y el crecimiento
económico especialmente ante la coyuntura
de la crisis del Golfo Pérsico. Es en este con-
texto que la CUT lleva a cabo su primera movi-
lización relevante desde el retorno a la demo-
cracia. Se trató de un acto público pacífico a
un costado del congreso y buscaba hacer una
demostración de fuerza; contó con la asisten-
cia de unos cuantos Diputados y Senadores, y
asistieron cerca de 6000 personas reclamando
la pronta tramitación de las leyes laborales53.
Mantendrán siempre, no obstante, un camino
de diálogo algo forzado, acercándose pocos
días después al Banco Central para pedirle
una reducción en las tasas de interés54, al
gobierno para solicitarle paliativos ante los
efectos de la crisis y el aumento de los pre-
cios55, y luego nuevamente al gobierno cuan-
do este decide fundir dos proyectos de ley, lo
que agilizaría sus tramitaciones parlamenta-
rias56.
Con el correr de los meses, la participación de
esta organización en el afinamiento de los
proyectos que le concernían se mantuvo,
aunque poco a poco se comenzaron a deslizar
críticas hacia el manejo económico del Go-
bierno por las privatizaciones y otras medi-
das57, y la poca urgencia que le imprimía a las
52 La Época, 21/07/1990 53
La Época, 17/10/1990 54 La Época, 23/10/1990 55 La Época, 24/10/1990 56
La Época, 27/10/1990 57
La Época, 12/01/1991, 16/01/1991
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materias legislativas, lo que se fue profundi-
zando con el correr de los años, aunque esto
nunca significó quitarle el apoyo a la Concer-
tación.
En este contexto, la celebración del día del
trabajador se tendió a convertir cada año en
una tribuna de discusión pública entre la CUT
y el Gobierno, añadiendo el hecho de que los
Acuerdos Marco Tripartitos se celebraban
tradicionalmente días antes del 1° de Mayo
con lo que la discusión sobre reformas labora-
les se encontraba siempre fresca. De este
modo, en 1991 el Presidente Aylwin respon-
dió personalmente las aprehensiones surgidas
por el manejo legislativo, y junto con recalcar
los modestos avances que se habían logrado
en la medida de lo posible, aludió a las limi-
tantes presupuestarias, y sobre todo a los
cerrojos institucionales autoritarios que difi-
cultaban la configuración de mayorías que
expresaran la verdadera voluntad popular58
para justificar la lentitud.
Paralelamente, la CUT había sellado el segun-
do Acuerdo Marco Tripartito, donde además
de consensuar una nueva alza salarial desde
los $26.000 hasta los $33.000, se obtuvieron
unos bonos y otras ganancias menores,
acompañadas de una nueva declaración de
continuar la voluntad de diálogo y la reafirma-
ción de los principios base del primer acuer-
do59.
La misma tónica se repitió a comienzos de
Mayo de 1992, cuando en el acto oficial por el
día del trabajador Aylwin anunció un proyecto
de ley que permitía sindicatos en el sector
público, mientras que una CUT recientemente
legalizada por medio de la nueva ley de Cen-
trales Sindicales (fruto de una cuerdo entre la
58
La Época, 02/05/1991 59
La Época, 02/05/1991
Concertación y Renovación Nacional)60, criticó
que las leyes aprobadas no hayan recogido los
intereses de la Central, así como el estanca-
miento en la formulación de nuevas leyes
laborales61. Mención especial ameritó durante
este año la presencia por primera vez de gru-
pos de izquierda disidentes que se contrama-
nifestaron durante los discursos por lo que
consideraron una política equivocada. En di-
cha ocasión, el acuerdo tripartito logró elevar
el salario en un 17%, alcanzando los $38.600
pesos, con lo que tanto el Ministro de Trabajo
como el líder de la CPC se manifestaron muy
conformes, a diferencia de la dirigencia sindi-
cal, cuyas organizaciones criticaron duramen-
te el acuerdo, mientras la CUT se limitaba a
señalar sus aprensiones, especialmente por el
hecho de que no se conseguía avanzar en los
temas más estructurales de manera efectiva.
En el ambiente ya se podía apreciar un clima
de disconformidad permanente y críticas cada
vez más frecuentes al gobierno, cuando para
el Día del Trabajador de 1993 el Presidente
Aylwin anuncia la creación de un seguro de
desempleo –que Manuel Bustos, todavía pre-
sidente de la CUT, calificó de “histórico”62-, y
que permitió recomponer en parte las con-
fianzas mermadas hasta entonces. Este pro-
yecto, que fue criticado por la CUT y luego
reformulado, nunca se concretaría durante
ese gobierno, y sufriría serias modificaciones
durante el siguiente. Ese año también se llevó
a cabo el último Acuerdo Marco Tripartito, en
el que se logró un aumento del salario mínimo
de casi un 20% hasta los $46.00063, que nue-
vamente dejaron insatisfecha a la multisindi-
cal y que, acompañado de una última anda-
60 La Época, 12/04/1992 61 La Época, 02/05/1992 62
La Época, 02/05/1993 63
La Época, 06/05/1993
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nada de voluntades políticas de diálogo, no
volvió a funcionar debido no al rechazo de los
trabajadores por los pocos avances, sino a la
renuencia de los sectores empresariales a
discutir las reformas estructurales que había
demandado la CUT año tras año64. Por ello, las
elecciones presidenciales en Diciembre de
1993 permiten cerrar un ciclo político (que
tendrá rupturas y continuidades, como es de
esperar) caracterizado por un movimiento
sindical con el objetivo de contribuir a la esta-
bilidad democrática, al tiempo que aboga por
la generación de cambios legislativos en el
marco del diálogo con los empresarios y el
gobierno sin mayores éxitos.
4. ¿LA CUT COMO FUERZA AU-
XILIAR DEL BLOQUE HISTÓRICO?
Un balance del periodo entre 1988 y 1993 –
expresado en las coyunturas puestas en relie-
ve- en términos de bloque histórico requiere
de la consideración de otros elementos com-
plementarios que incidieron en el devenir del
actor sindical.
En primer lugar, se debe definir el carácter de
la transición democrática. ¿A qué se debió?
¿Cuál fue su naturaleza? Dentro del instru-
mental analítico gramsciano, parece apropia-
do abordar la cuestión desde el concepto de
crisis. El intelectual italiano identifica dos ti-
pos de crisis: las orgánicas y las ordinarias.
Ambas permiten ilustrar una problemática
respecto a la hegemonía de la clase dirigente,
pero mientras las primeras se producen por la
irrupción de un grupo o una clase antagónica
a la clase fundamental que busca disputar el
64 Huelga mencionar que durante 1994 esta comi-sión reflotó con el nombre de Foro de Desarrollo Productivo, aunque tenía objetivos y modalidades de trabajo diferentes.
proyecto de bloque histórico para cambiarlo
por otro, siendo una crisis desde abajo, las
segundas se refieren a aquellas que involu-
cran una problemática hegemónica para la
clase dominante sin la amenaza revoluciona-
ria de clases subalternas; es una crisis desde
arriba, y puede darse por luchas fratricidas
entre facciones de la clase dirigente, y/o con-
flictos de rearticulación del sistema hegemó-
nico respecto a las clases auxiliares65.
Un ejemplo de crisis orgánica podría ser la de
1973, mientras que la transición a la demo-
cracia de 1988 puede entenderse como una
crisis ordinaria, pero con ciertas peculiarida-
des. La primera es que se resolvió muy rápi-
damente, antes de que presentara algún ries-
go de agravarse, y a partir de un itinerario
preestablecido. La segunda es que sus oríge-
nes se pueden encontrar en la movilización de
masas, si se consideran las protestas naciona-
les de 1983 en adelante; en este sentido pudo
haber sido una crisis orgánica, pero la eficaz
utilización de la coerción, sumada a los ines-
peradamente exitosos resultados económicos
a fines de 1980, la habilidad de la clase domi-
nante para encauzar la movilización y la
inexistencia de cualquier alternativa dado el
contexto mundial de desplome de la Unión
Soviética tendieron a anular esta opción, o al
menos no fue posible impulsarla desde las
fuerzas que apostaban a un cambio radical de
régimen. Y en tercer lugar, no afectaba direc-
tamente a las clases dominantes, sino más
bien al grupo militar dirigente que controlaba
el aparato estatal, por lo cual al gran empre-
sariado le bastó adecuarse al nuevo escenario
democrático para preservar gran parte de sus
prerrogativas.
65
Gramsci, A., citado por Portelli, H. (1974)
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15
Cualquiera sea el carácter de la crisis, en todo
caso, su objetivo siempre será recomponer o
consolidar la hegemonía. En este caso, ante
las crecientes demandas por democratizar el
sistema político, la forma de asegurar la he-
gemonía parece haber consistido en aliarse
tácitamente a los sectores críticos conducidos
por la Concertación, a sabiendas de que serían
gobierno, y de que su aceptación del marco
institucional en que se daría la transición le
obligaría a preservar el modelo con ciertos
cambios que apuntaran a ensanchar su base
social de apoyo. Rojas es más suspicaz aun:
“la Concertación no habría visto
la necesidad de plantearse una
alternativa al modelo vigente. Es
probable incluso que estuvieran
convencidos de que no había al-
ternativa posible. De allí que ha-
yan optado por la política de las
pequeñas reformas, orientadas a
consolidar el sistema imperante,
pero con un grado de mayor le-
gitimidad social. Un movimiento
sindical fuerte aparecería como
incompatible con la mantención
de los equilibrios económicos lo-
grados luego del ajuste estructu-
ral.”66
Esto se corrobora fácilmente echando un vis-
tazo a las políticas económicas que se llevaron
a cabo desde el gobierno durante las presi-
dencias de la Concertación67.
La pregunta que surge de todo esto es cómo
el nuevo grupo gobernante, logra a su vez
reducir el potencial movilizador del movi-
miento sindical incorporándolo para lograr un
proceso de transición estable que asegurara la
66
Rojas, J. (1993: 2) 67
Vial, J. (1994)
paz social. Para Frías, la tarea no habría sido
tan compleja ya que el apoyo popular de la
Concertación estaba asegurado, a tal nivel
que incluso pudieron prescindir de la relación
Partido/sindicato68. Pero conviene recordar
que, en tanto la nueva coalición de gobierno
se propuso la tarea de controlar el movimien-
to sindical, los partidos políticos estuvieron
presentes en aquel desde un comienzo, aun-
que su inserción se reduciría a los dirigentes
sindicales con compromiso partidario, quienes
por la estructura sindical altamente vertical
lograrán acaparar buena parte de las decisio-
nes, operando como base de maniobra y sos-
teniendo la alianza con el gobierno69.
Al mismo tiempo, tanto los sindicatos como
los gobiernos de transición fomentan un dis-
curso de autonomía de las organizaciones de
trabajadores. Esto se comienza a fraguar co-
mo se vio desde el primer diálogo entre traba-
jadores y empresarios, y se tradujo en un Es-
tado sustraído de toda función protectora del
movimiento sindical, limitándose al rol de
sancionar institucionalmente los acuerdos70.
¿Qué rol tiene la CUT en este andamiaje? Al
parecer, esta organización se encontró con un
dilema irresoluble. Por un lado, tenía como
principal objetivo que se generaran transfor-
maciones en el mundo del trabajo que permi-
tieran el avance de un movimiento sindical
robusto, capaz de defender los intereses de
los trabajadores en el escenario democrático,
y por otro lado, tenía la convicción de que
esto dependía del éxito que tuviera la fuerza
gobernante de la que hasta cierto punto for-
maba parte, y para ello debía apostar a gene-
rar un clima de diálogo y entendimiento. Se
trató de una apuesta arriesgada, y una vez
68 Frías, P. (2008: 115) 69
Rojas, J. (1993: 17) 70
Frías, P. (2008: 114)
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16
dentro de ella era muy difícil tomar la decisión
de un giro radical en su política, que a su vez
era fruto de las contradicciones de las distin-
tas fuerzas que componían su base. Así las
cosas, el mayor grado de presión al que pudo
apostar fue la interpelación al Gobierno, así
como tímidos actos pacíficos que no desesta-
bilizaran la transición, o el apoyo inorgánico a
las movilizaciones sectoriales y/o llevadas a
cabo por otros sindicatos.
Hay otro punto importante. La CUT es solo
una expresión particular (acaso la más repre-
sentativa) del movimiento sindical. En esa
línea, no cabría atribuirle ningún papel dife-
renciado del resto de dicho movimiento si la
generalidad de este hubiera tendido al mismo
comportamiento abocado al diálogo y la esta-
bilidad. Para comprobar esto, una aproxima-
ción útil es observar la evolución de la conflic-
tividad desde antes de 1988 hasta 1994, lo
que se puede hacer a partir de la Tabla 1.
A pesar de las limitaciones de los datos (por
ejemplo, no se puede saber cuántos de los
sindicatos que se van a huelga pertenecen
justamente a la CUT) muestran una inequívo-
ca tendencia al aumento de la conflictividad
laboral en el país entre 1982 y 1994, cuyo
punto de inflexión es 1987, un año en que se
comienza a perfilar claramente la materializa-
ción del itinerario de democratización trazado
por la dictadura. Así, mientras la CUT aposta-
ba a una imagen de la clase trabajadora orien-
tada al diálogo y el entendimiento con el em-
presariado, el resto del movimiento sindical
parecía ir en otra dirección.
Se podría aducir que en el fondo la Central
tenía otro tipo de roles, al ser un referente su
misión habría sido más bien política. Sin em-
bargo, no parece verosímil creer que mientras
hacia fuera esgrimía un discurso tan concilia-
dor como se observó más arriba, hacia dentro
hubiera estado azuzando la lucha de clases y
una batalla frontal contra la burguesía. Más
aún cuando una simple revisión de los con-
sensos a los que llegó en sus diálogos con el
empresariado exhiben un grado de acuerdo
muy alto con los fundamentos del bloque
histórico neoliberal.
Tabla 1. Huelgas y trabajadores
comprometidos (1982-1994)
Año N° total de
huelgas (lega-les e ilegales)
N° de trabajadores comprometidos en
huelgas
1982 11 1.070
1983 40 5.605
1984 39 3.685
1985 40 4.468
1986 39 3.816
1987 124 33.642
1988 113 32.568
1989 150 158.441
1990 321 82.438
1991 276 359.905
1992 317 113.658
1993 311 108.215
1994 379 113.319
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos propor-
cionados por Armstrong y Águila71
71
Armstrong, A. y Águila, R. (2005)
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17
Lo más probable a la vista de estos elementos,
parece ser la hipótesis de que, en la práctica,
la CUT operó como una barrera de contención
ante las demandas de la clase trabajadora,
aportando indirectamente a la construcción
del consenso que requerían los pilares estruc-
turales del modelo, donde una modificación a
la estructura laboral podría haber ocasionado
serios problemas pues al final del día, la acu-
mulación se sustenta en la explotación de
trabajo humano. Es en este sentido que cabe
hablar de la multisindical como una fuerza
auxiliar.
En el papel, se puede decir que el gobierno
apoyaba las demandas de los trabajadores,
pero se limitó a hacer lo que podía en térmi-
nos institucionales, amarrado por las mayorías
en el parlamento. Ante la imposibilidad de
avanzar en el programa planteado durante la
campaña, opta por promover un diálogo en el
que se pueda rescatar algún tipo de benefi-
cios para los sectores sindicalizados y otros.
Mientras dicha estrategia va rindiendo efec-
tos, y se va preparando un nuevo escenario
electoral en el que se espera quedar en un
mejor pie para continuar con las reformas,
cabe hablar de una fórmula exitosa que, aun
cuando tiene como horizonte realizar cambios
mucho más profundos, va poco a poco, im-
perceptiblemente consolidando el bloque
histórico al generar aceptación en sectores
que van percibiendo las bondades del libre-
mercado.
5. CONCLUSIONES
El movimiento sindical era un actor cuyo peso
en la lucha por la democracia durante los 80’
hacía prever un rol protagónico en el retorno
a la democracia. De igual modo, la clase traba-
jadora en general, y los sindicatos en particu-
lar, cifraban en la nueva democracia que nacía
la posibilidad de materializar sus demandas
más sentidas.
En este contexto, la CUT apostó por un diseño
político que privilegiaba el diálogo y el enten-
dimiento con los empresarios, que se puede
entender como la clase dominante del bloque
histórico neoliberal instalado por el Régimen
Militar, es decir, aquel grupo cuyos intereses
se ven representados de mejor forma por el
modelo.
La revisión de fuentes permite concluir que el
gran empresariado aprovechó la ocasión co-
mo una oportunidad para favorecer su posi-
ción y consolidar el bloque histórico, median-
te la negociación de algunos beneficios acota-
dos para los trabajadores, al mismo tiempo
que establecía consensos respecto a los as-
pectos del modelo que en su opinión no se
podían tocar. Es sugerente el hecho de que
este grupo hubiera rechazado el diálogo du-
rante 16 años, aceptando solamente cuando
la llegada de una coalición política de centro
izquierda era inminente, y se hacía necesario
conservar la posición dominante obtenida,
aunque fuera a costa de algunos sacrificios
como una leve Reforma Tributaria u otros.
El bloque histórico durante la Dictadura podía
mantenerse echando mano de una considera-
ble cantidad de represión y violencia, pero
cuando las demandas democratizadoras to-
maron fuerza y abrieron la oportunidad para
extender la crítica al modelo mismo, se hizo
necesario extender la hegemonía, el consenso
sobre el modelo en tanto la coerción se iba a
ver reducida en su extensión y legitimidad.
Los diálogos tripartitos solicitados por la CUT,
y respaldados por el gobierno, son un buen
intento de incorporación de grupos sociales
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como fuerzas auxiliares al bloque. Los resulta-
dos de estas conversaciones, extendiendo
ciertos pequeños beneficios a mayores franjas
de la población, vendrían a confirmar la hipó-
tesis de investigación.
La jugada de la clase dominante demostró ser
acertada, ya que por un lado la CUT no se
encontraba en condiciones de imponer sus
términos unilateralmente con el apoyo del
gobierno, mientras que el empresariado lo-
graba así evitar la expansión de movilizacio-
nes sindicales al tiempo que posicionaba nue-
vas demandas de flexibilidad y apoyo estatal,
dilatando indefinidamente las reformas du-
rante el periodo suficiente y necesario para
asegurar la continuidad institucional que be-
neficiaba a crecientes sectores de la población
reduciendo la pobreza.
En otras palabras, a pesar de haber podido
tener intenciones de cambio social, el desa-
rrollo de la política establecida por la CUT
para comienzos de la transición acabó favore-
ciendo la estabilidad y consolidación de la
hegemonía neoliberal. Y si se considera que
en la CUT probablemente descansan los sec-
tores de la clase trabajadora que contaban
con mayor poder de organización y moviliza-
ción, ¿Qué cabía esperar para el resto?
El punto de inflexión parece haber sido 1991,
cuando se registró la mayor tasa de sindicali-
zación y negociaciones colectivas, así como la
mayor cantidad de trabajadores involucrados
en huelgas ya sean legales o ilegales. Sin em-
bargo, en vez de aprovechar la situación para
pasar a la ofensiva, la CUT prefirió mantener-
se en su diseño original a la espera de una
cosecha que no llegaría, y en la cual se encon-
traba en evidente desventaja ante los empre-
sarios, que tenían a su favor toda la institu-
cionalidad y accedieron a cambios solo en la
medida que estos no atentaban contra sus
intereses principales, dilatando las cuestiones
más polémicas.
Debiendo contentarse con exiguos aumentos
del salario mínimo y eternas promesas de
legislaciones laborales que, luego de ser des-
menuzadas y manipuladas en el congreso,
terminaban siendo inofensivamente promul-
gadas más para la historia que para las nece-
sidades de la organización sindical del perio-
do, la CUT acabará atrapada en su propia red,
mientras verá como zarpa el barco del movi-
miento sindical ante la impotencia de haber
dejado pasar su momento estelar.
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFI-
CAS
Bibliografía:
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Chile during the 1980s”, en Drake, Paul W. &
Jaksic, Iván (eds.): “The Struggle for Democra-
cy in Chile, 1982-1990”. Lincoln and London,
University of Nebraska Press.
Angell, Alan (1993): “Sindicatos y trabajadores
en el Chile de los años 1980”, en Drake, Paul y
Jaksic, Iván, comps., “El Difícil camino hacia la
democracia en Chile 1982-1990”. FLACSO,
Santiago.
Aravena, Antonio y Núñez, Daniel (2011): “Los
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