El bosque de La Pastora: memoria y lucha

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Muestra del libro 'El bosque de La Pastora: memoria y lucha'. Publicado por Editoria An.alfa.beta, con textos de Ximena Peredo, Sara Luz Sánchez, Claudio Tapia y Antonio Hernández.

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El bosque de La Pastoramemoria y lucha

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El bosque de La Pastoramemoria y lucha

CoordinadorAntonio Hernández Ramírez

AutoresXimena Peredo

Sara Luz Sánchez ChávezAntonio Hernández Ramírez

Claudio Tapia

An.alfa.beta

Editorial

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El cuidado de esta edición estuvo a cargo de Sof ía Alvarado, Carlos Lejaim Gómez, Frank Blanco Wong y Daniel H. Kanó.

Portada de Carlos Lejaim Gómez a partir de una fotograf ía de Abigail Figueroa.

Primera edición©Antonio Hernández Ramírez©Ximena Peredo©Sara Luz Sánchez Chávez©Claudio Tapia

©Editorial An.alfa.betaVistas de la Villa #149Col. Vistas del Río, Benito Juárez, Nuevo León, 67267.

Contacto:http://[email protected]@ed_an_alfa_beta

Impreso en Benito Juárez, Nuevo León, 2015

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Nota

El caso de despojo del bosque de La Pastora reali-zado por femsa bajo la protección de todos los

niveles de gobierno es paradigmático como muestra del deterioro de las prioridades comunitarias de la sociedad regiomontana. Sin embargo, el convenci-miento de la utilidad pública de un estadio privado, convivió y convive con un despertar de la capacidad de organización, crítica y lucha de un importante sector de la sociedad civil.

En una ciudad que desde el siglo xix ha defi-nido su identidad en el progreso y el triunfo ante la naturaleza incivilizada, es común ver cerros cercenados para construir nuevos fraccionamien-tos de lujo o grandes extensiones de matorral submontano removidas para levantar fracciona-mientos hacinados y campos industriales.

¿Por qué publicar un libro sobre un caso en par-ticular cuando Monterrey padece diariamente eco-cidios que ponen en entredicho la calidad de vida y salud de su población? La respuesta está en la ar-gumentación misma de los promotores del estadio, quienes al justificar en la utilidad pública la solici-tud de comodato llevaron el tema de la esfera de un grupo de vecinos afectados a la de una sociedad despojada y materializaron en un edificio los gran-des fantasmas culturales, históricos y sociales que sostienen al poder del Dinero en la ciudad.

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El bosque de La Pastora ha sido devastado para construir un estadio, esa pérdida es irrecuperable en muchos sentidos. Sin embargo, confiamos en que este libro, como un ejercicio de memoria y crítica, funcione como referencia y base para la transforma-ción inmaterial de la identidad de Monterrey.

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La defensa de La Pastora: tres cartas de navegaciónXimena Peredo

Las cartograf ías que a continuación presento no pretenden hablar por el territorio sino describir

algunas exploraciones sobre la pérdida del antiguo espacio natural La Pastora, en Guadalupe, Nuevo León. A la manera de los antiguos cartógrafos que trazaban sus rutas marítimas a partir de referencias como las tonalidades del mar y sus profundidades, en este texto presento un reporte de asociaciones, nódulos y rompimientos encontrados en el espacio explorado.

Este ensayo está dividido en tres cartograf ías. La primera es una carta mayor en la cual describo mis observaciones generales; la segunda y la tercera co-rresponden a intereses temáticos que obligaron a usar trazos más detallados: una es la de los discursos domi-nantes y la otra es la cartograf ía de las oposiciones. Al final cierro con unos breves apuntes de «bitácora de viaje» (pero sigo explorando).

Carta maestra

Hay muchas formas de entender la pérdida de una parte nuclear de La Pastora pero quizá la que las engloba a todas es que en la metrópoli, para bien o mal, se prioriza la producción de espacios que sirven

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al crecimiento económico. Construir un estadio so-bre lo que fuera La Pastora se tiene como una última conquista, al estilo colonizador, sobre lo que enton-ces se evaluó como un espacio improductivo.

Si echamos un vistazo de gran angular sobre la ciudad, es fácil advertir que hay una dominancia de lugares útiles a la economía monetaria. Los mate-riales emblemáticos, cemento y acero, encarnan la historia económica de la ciudad. Monterrey es una ciudad que ha sufrido varias fundaciones a través de los últimos cuatro siglos. La que hoy conocemos como industrial nace a penas a finales del siglo xix. Posterior a esta decisión se sobrepusieron décadas de políticas económicas que volvieron difuso todo tiempo pasado hasta convertirse prácticamente en olvido. El poder de los comienzos descansa sobre la amnesia que pueden imponer, su poder reside en provocar la sensación de creer que «siempre hemos sido así». Así, por ejemplo, se conoce muy poco y se estigmatiza como un pasado salvaje el periodo anterior al industrial.

La historia de cualquier ciudad podría inferirse leyendo las huellas de su espacio, sin embargo, en Monterrey esos rastros fueron borrados. El proyec-to industrial arrasó con todo pasado construido para imponer su marca.

Juan Manuel Casas García y José Manuel Gon-zález Prieto, investigadores locales de la pérdida del patrimonio arquitectónico concluyen en sus últimos trabajos que la ciudad se ha construido a partir de su destrucción. La nuestra es una ciudad que no se ha dejado madurar. El bulldozer del siglo xx limpió el tablero para comenzar el juego otra vez. El ejemplo más traumático de pérdida de patrimonio arquitec-tónico que ha conocido la sociedad contemporánea

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fue la rasa tabla sobre 43 manzanas del centro anti-guo para la construcción de la Macroplaza1.

De la misma forma que a la orden de Alfonso Martínez Domínguez quedó sepultado el Monterrey centenario, el de caserones de sillar; el estadio y el Parque Ecológico La Pastora se impusieron sobre quizá el único paraje natural con referencias históri-cas de hace 400 años y que todavía llegó al siglo xxi: La Pastora. En los reportes de los colonizadores para-fraseados por Israel Cavazos aparece el espacio como uno de los primeros asentamientos coloniales: «Die-go Rodríguez […] poblaron en San Pedro de los No-gales, actual Garza García, Juan López con su esposa Magdalena de Ávila, en el lugar llamado La Pastora»2.

La metropolización de finales del siglo xx es el re-sultado de una narrativa urbana clasista y racista. Poco se ha reflexionado sobre la esclavitud de los pueblos originales y del desplazamiento de los tlaxcaltecas al Nuevo Reino de León para apoyar a los españoles en sus desesperados esfuerzos por conservar el territorio. Monterrey siempre ha dependido de comunidades de migrantes. Hoy seguimos siendo una ciudad pluricul-tural aunque en la ciudad imaginaria siga escondién-dose esta realidad. La ciudad imaginaria es la sobre-rrepresentación de algunos elementos que se toman por universales. Por ejemplo, cuando pensamos en Monterrey nos vienen a la mente sus industrias, el ca-brito, el cerro de la Silla, la Catedral, pero todos sabe-

1 Juan Manuel Casas García. Imaginarios interrumpidos. Ensa-yo sobre el patrimonio inmueble perdido de Monterrey. Monterrey, Consejo para la cultura y las artes, 2015. José Manuel González Prieto. Patrimonio moderno y cultura arquitectónica de Monte-rrey. Claves para un desencuentro. Monterrey, Fondo Editorial Nuevo León, 2014.

2 Israel Cavazos e Israel Ortega Ridaura. Nuevo León. Historia breve. México, Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 34.

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mos que estos son elementos que no representan a la ciudad real que es la que vivimos a diario, la que expe-rimentamos cotidianamente. En uno de los versos de Esto es Nuevo León, el rapero Isaías Tercero lo sintetiza mejor que nadie: «En la tierra del cabrito y del macha-cado sólo turistas y ricos paladean ese bocado»3.

Así, el estadio será un nuevo ícono de la ciudad imaginaria, es decir, servirá a los intereses que duran-te los últimos cuarenta años de forma intensiva han destruido la ciudad para reconstruirla. La experiencia del espacio vivido permanece infrarrepresentada en la ciudad imaginaria. Parece como que no existe.

Así, la pérdida de La Pastora puede entenderse como un desenlace coherente con la historia domi-nante, lo mismo porque los estadios, y el futbol en particular, se convirtieron, en la llamada sociedad de masas, en espacios y espectáculo no sólo rentables sino necesarios. Aunque como negocios apenas co-menzaron a tornarse en giros millonarios, su servicio de profilaxis social fue reconocido desde por lo menos los años setentas en Monterrey. Los estadios reciben una descarga de energía semanal que sirve al trabaja-dor para recomenzar la jornada el lunes. Además, el estadio se ha convertido en un centro de consumo que sirve a las relaciones productivas establecidas.

Estos espacios parecerían en principio escapar a los controles del orden establecido y, en consecuencia, constituir en tanto que espacios lúdicos un enorme contra-espacio. Es mera ilusión […] el ocio forma parte integrante e integrada del sistema (el modo de producción)4.

3 Isaías iii, en YouTube. «Esto es Nuevo León (video no ofi-cial)». Actualizado el 26 de abril de 2013. https://youtu.be/IxN-5CO3W_GE. Consultado el 6 de mayo de 2015.

4 Henry Lefebvre. La producción del espacio. Madrid, Capitán Swing Libros, 2013, p. 415.

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El futbol de espectáculo, sobrerrepresentado en la ciudad imaginaria, también ha sido un lugar de en-cuentros afectivos de gran valor para cientos de miles de personas. En el estadio no sólo suceden relaciones capitalistas en el más burdo de los sentidos, sino que se ha confirmado como un lugar de encuentro popu-lar. Ahí nos vemos las caras, nos identificamos como pueblo. La diversidad de relaciones que ahí aconte-cen, económicas y sociales, revisten al estadio como un espacio de utilidad pública, sin advertir que to-das esas relaciones podrían acontecer con la misma intensidad pero repartidas en una gran variedad de actividades en diferentes espacios. Sin embargo, en Monterrey, precisamente por esta predominancia de relaciones económicas en la producción del espacio, tales alternativas no existen. El futbol seduce, pero no podemos asegurar que se prefiera sobre otras formas de esparcimiento que no existen o no están accesi-bles. La «mejor afición de México» responde tam-bién a un contexto industrial y a la precarización del espacio público no visibles.

La experiencia de naturaleza en Monterrey se ha convertido en un servicio asequible sólo para algunos consumidores. Ir al parque Chipinque ejemplifica la distancia económica y f ísica (la entrada tiene costo y el parque no cuenta con transportación pública) de la población metropolitana y el espacio natural. El otro tipo de experiencia de naturaleza está infrarre-presentado en el imaginario de ciudad, y lo represen-tan los espacios más bien agrestes, que sobreviven a la expansión territorial del capitalismo. Durante los años en que intentamos defender La Pastora conocí a muchas personas que le tenían un cariño especial al espacio porque lo visitaban de niños y solían bañarse en el río La Silla. En este caso los niños de la vecindad

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iban a pie y no cruzaban puertas ni accesos para en-trar. Este segundo tipo de experiencia de naturaleza, traspasada por su gratuidad, fue arrasado de manera dramática en la ciudad sobre todo a partir del gobier-no de Martínez Domínguez, que coincide con el lan-zamiento global de las políticas neoliberales. Todavía en los años setentas donde hoy está el obelisco de la calle Juan I. Ramón había un ojo de agua —probable-mente el ojo de agua fundacional, es decir, los ojos de Santa Lucía— el cual fue descrito en 1844 por el periodista Manuel Payno, de visita por la ciudad, de la siguiente forma:

es un manantial de agua clarísima, situado en un ex-tremo de la ciudad y rodeado de árboles, de plantas y de flores, pero que crecen con tal exuberancia y ferti-lidad que casi se entretejen y enlazan una con otras, formando materialmente una alfombra de flores y un toldo de verdura. En este ojo de agua, hay unas clases de pescado bastante buenos y sobre todo un excelente camarón, de un tamaño extraordinario que no lo había yo visto, ni aun en las lagunas de las orillas del mar5.

El auto, como lo confirma el arquitecto Juan Ca-sas, se convirtió en el elemento que nos llevaría más rápido hacia la modernidad (donde sea que esto que-de). Esto también justificó una intensa campaña de demoliciones. Los ensanches de las calles más anti-guas, con edad de más de 300 años, fueron juzgados como cortes necesarios, de utilidad pública, con lo cual se perdió el último patrimonio verdaderamente antiguo de la ciudad.

La industria cementera, por otro lado, tuvo tam-bién un papel preponderante en esta cartograf ía

5 Manuel Payno. «Monterrey, capital del departamento de Nuevo León», publicado en Dos viajeros mexicanos en Monterrey del siglo xix, de Manuel Payno e Ignacio Martínez. Monterrey, Editorial An.alfa.beta, 2012, p. 16.

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mayor. La introducción del ladrillo y del cemento estuvo relacionada con dos históricas acumulacio-nes de capital: la que fue catapultada por Bernardo Reyes a finales del siglo xix y la que ubicamos en-tre las décadas cuarentas y setentas del siglo pasa-do, lo que se conoce como el milagro mexicano. Las grandes acumulaciones de capital han provocado inmensas olas de destrucción. Hoy por hoy, el poder financiero, que domina sobre los gobiernos libera-les, depende de su habilidad para realizar aterrizajes forzados. Precisa tomar cuerpo y forma. Su urgen-cia nos atropella.

Así, en los últimos años, la producción del espa-cio en Monterrey pasó a tener una importancia en tanto dispositivos que nos proyectarían en el mapa global. A esta tendencia, José Manuel Prieto la iden-tifica como arquitectura posmoderna. Este proyecto, más económico que urbano, coloca estratégicamente escenograf ías para atraer clientes y mayores inversio-nes. El gobierno de Natividad González Parás, par-ticularmente con el Fórum de las Culturas de 2007, sirvió de pivote a este proyecto posmoderno. Tras su paso, quedaron instaladas en la ciudad mega escultu-ras —hoy abandonadas—, la Torre Cívica —símbolo de corrupción— y el Paseo Santa Lucía (y se intentó la construcción del Arco Vial Sureste). Al respecto de las dimensiones espectaculares de la ciudad imagi-naria, González Prieto concluye: «Lo importante es generar la ilusión de un mundo de maravillas, apaci-ble y encantado, una burbuja de primer mundo que hace olvidar por unos momentos la fealdad y la aspe-reza de la ciudad real»6.

6 Manuel González Prieto. Patrimonio moderno y cultura ar-quitectónica de Monterrey. Claves para un desencuentro. Monte-rrey, Fondo Editorial Nuevo León, 2014, p. 167.

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El primer intento de concesión de La Pastora al gru-po femsa ocurrió en septiembre de 2008, cuando pre-cisamente Natividad González Parás y el presidente de Fomento Económico Mexicano, femsa, José Antonio Fernández, develaron públicamente la maqueta y anun-ciaron que el proyecto sería construido en La Pastora7.

Hoy crece y aparece un proyecto que se llevó un buen tiempo en germinar, hubo conversaciones entre el gobierno y el grupo femsa desde ya hace varios años, su servidor se comprometió cuando inicié mi gestión gubernamental a contribuir a lograr que Nuevo León tuviera nuevos estadios que lo ubicaran a la altura de las otras transformaciones que ha tenido nuestra en-tidad federativa8.

Por su parte, en el boletín de prensa lanzado por la empresa se destacaron las palabras del presidente admi-nistrativo del Club de Futbol Monterrey, José González Ornelas: «El estadio será un icono del Nuevo León mo-derno; único, funcional e innovador, como los valores regiomontanos»9. En todo el documento, la única men-ción a la ubicación proyectada para el estadio se realiza como si se tratara de un lugar vacío, sin explicar qué sucederá con lo que actualmente ocupa el territorio.

Se construirá en aproximadamente 26 hectáreas aledañas al Parque La Pastora, y se integrará armó-nicamente a las instalaciones de esparcimiento que actualmente existen y a las que se desarrollarán en este lugar que cuenta con 137 hectáreas, por lo que todo el complejo constará de 163 hectáreas totales10.

7 Sin ningún permiso ni estudio de factibilidad público. A lo que coloquialmente nos referimos como «por sus pistolas».

8 Gobierno del Estado de Nuevo León. Boletín de prensa del 8 de septiembre de 2008.

9 femsa, «Construirá femsa Estadio de Futbol Monterrey para la Afición Rayada», en http://www.femsa.com/es/press/news/construir-femsa-estadio.htm. Consultado en mayo de 2014.

10 Ibidem.

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Si comparamos este primer documento público con el último de los desplegados de dos planas que publicó femsa en el periódico El Norte, cinco años después, podemos asegurar que la empresa no ima-ginó que tendría tantas dificultades para construir su estadio en La Pastora. Más allá de las palabras, entre uno y otro documento mediaron años de resistencia. En el último desplegado, de noviembre de 2011, la empresa prácticamente se concentra en defender la sustentabilidad de su proyecto, la rehabilitación eco-lógica que provocaría el estadio, y su compromiso ambiental como corporativo, lo cual contrasta con el primer boletín de 2008, en el cual ni siquiera se men-ciona al medioambiente. Esta última inserción cierra, sin embargo, con un mensaje del corporativo de corte económico, con el cual se intenta dar por terminada la controversia sobre la utilidad pública del estadio.

Estamos seguros que la derrama económica, la gene-ración de miles de empleos y en general el legado en el que se convertirá este gran proyecto, servirá de im-pulso para mejorar las condiciones de vida de los re-giomontanos y el desarrollo de nuestra comunidad11.

Quien produce el espacio reproduce relaciones, valores e ideologías determinadas. «De un modo más general, lo que se llama ideología sólo adquiere con-sistencia por la intervención en el espacio social y en su producción, tomando cuerpo allí»12.

11 femsa, «Gran Parque Ecológico La Pastora y estadio de fut-bol Monterrey, un proyecto integral», publicado el 18 de noviem-bre de 2011 en el periódico El Norte. Firmado por Jesús González Ornelas, Presidente del Consejo de Administración del Club de futbol Monterrey.

12 Henry Lefebvre. Op. cit., p. 103.

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Índice

Nota 7

La defensa de La Pastora: tres cartas de navegación

Ximena Peredo

9

Río vivoSara Luz Sánchez Chávez

35

Sí al estadio pero en otro ladoAntonio Hernández Ramírez

55

La Pastora: despojo y ecocidio consentido

Claudio Tapia

67

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Otros títulos de Editorial An.alfa.beta

Colección Alfa

ArtefactosAlejandro Vázquez Ortiz

Canciones para las muchachas tristesGuillermo Jaramillo

Sólo de lo negadoAgustín García Calvo

Gris infiernoEfrén Ordóñez Garza

La czarigüeya escribeDiana Garza Islas / Sergio Ernesto Ríos

El verde y la ruinaCarlos Lejaim Gómez

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Colección Beta

Dos viajeros en Monterrey del siglo xixManuel Payno / Ignacio Martínez

Ensayos y chistes largosJosé Pulido Mata

No hay religión naturalWilliam Blake

Todas las religiones son unaWilliam Blake

El individuoAgustín García Calvo

Nadie me dijo que habría días como éstosVíctor Barrera Enderle

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El bosque de La Pastora: memoria y lucha se terminó el 12 septiembre de 2015 en el taller de Ed. An.alfa.beta, en Juárez, n.l. La portada, im-presa en serigraf ía, y la encuadernación se realizaron artesanalmente. En la composición se utilizaron caracteres Warnock Pro 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14 y 16. El tiraje es de 250 ejemplares numerados más sobrantes en papel cultural ahuesado de 90 gramos.