El boticario del Hospital General de Pamplona
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Sobre el boticario del Hospital General de Pamplona“...la situación del hospital es en el paraje más sano de toda la ciudad y el más alegre por sus vistas al río y huertas...” Archivo Municipal de Pamplona
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Introducción
En nuestro viaje por la Historia de la Farmacia, nos hemos de-
dicado hasta la fecha al estudio de personajes o instituciones
de importancia.
Hemos dado pinceladas sobre notables boticarios de los siglos
XVII al XX. Hemos tratado instituciones como el Colegio de San
Cosme y San Damián o el propio Colegio de Farmacéuticos.
Incluso hemos buscado a la primera colegiada.
Desde abril de 2008, hemos buscado en la Historia motivos para
amar nuestra profesión en esta sección que quise titular Ame-
mus profesionem, en honor a aquellos que nos han precedido
en el cultivo de la ciencia del medicamento.
Hoy, me gustaría centrarme en una #gura, no una persona con-
creta, sino un puesto, una ocupación que empeñó parte de la
vida de nuestros colegas en el pasado. Me re#ero a la #gura del
boticario del Hospital General de Nuestra Señora de la Miseri-
cordia de Pamplona.
El Hospital: apuntes históricos
Hasta bien entrado el siglo XVI no se constituye en Pamplona
un hospital de grandes dimensiones, siguiendo la moda de la
época en la que se tiende a uni#car los existentes para intentar
obtener el mejor rendimiento posible de los recursos disponi-
bles. En Pamplona, se da el caso de que permanecen los ocho
hospitales que había, si bien se les dio un uso más de albergue
que sanitario.
En 1525, en la Rochapea, se empieza el Hospital General, mien-
tras se va construyendo el nuevo edi#cio dentro del recinto
amurallado.
La capilla se comienza en 1547 a costa de Remiro de Goñi,
Arcediano de la catedral, gran impulsor de la obra.
La portada principal de la entrada civil está fechada en 1556.
De 1563 son las primeras ordenanzas del Hospital General de
Pamplona.
Durante el resto del siglo XVI y el XVII, el Hospital fue creciendo
y se le fue dotando de diferentes instalaciones sanitarias. Te-
nemos constancia de diferentes concesiones y privilegios para
contribuir a la #nanciación del mismo.
Durante gran parte del siglo XVII, tenía un boticario externo
que acudía al mismo para cubrir las necesidades en su terreno,
por lo menos desde mediados de siglo no había habido ningún
boticario residente, ni se fabricaban las medicinas en el recinto.
Las medicinas se traían de las boticas de la ciudad.
Esto fue así hasta el año 1728, cuando Pedro de Viñaburu es
encargado por el Regimiento de la ciudad para “organizar y do-
tar una bien establecida botica”. Esto coincide en el tiempo con
la construcción en los sótanos del hospital de una o#cina de
farmacia con habitación para el boticario y con los materiales
necesarios para fabricar los medicamentos que el propio hos-
pital necesitase.
En la documentación del Archivo Real y General de N avarra,
referente a este trabajo realizado por Pedro de Viñaburu, nos
encontramos con las directrices que redactó de puño y letra
para la buena compra de droguerías y la relación de las medici-
nas que compró en Bayona por delegación del hospital.
Además, hay un documento de su puño y letra en el que des-
cribe las características que ha de tener el regente de la botica
del hospital.
Viñaburu no es encargado de la botica del hospital porque, se-
gún encontramos en el becerro IV del Ayuntamiento de Pam-
plona, el boticario ha de ser soltero y permanecer de día y de
noche en el hospital, no teniendo mujer “con título de parienta,
ama, criada, ni otra alguna”. Siendo Viñaburu casado y con hi-
jos, no es posible que fuera aceptado para este puesto. Además,
era propietario de una botica y el hospital exigía dedicación
plena.
X 29
Carlos Adanero O slé Boticario (amemusprofesionem@ gmail.com)
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Desconocemos la importancia (intuimos que mucha) que pudo
tener Viñaburu en la redacción de las Ordenanzas del boticario
del hospital, fechadas en 1730 y contenidas en Título 6 pá-
gina 24 del Becerro IV del AMP, lo cierto es que nos dan una
información de lo que se dispuso para el regente de botica del
hospital.
En 1854, pasó a denominarse Hospital Provincial de Navarra, si
bien ya tenía desde un principio una vocación de ser el hospital
de todos los navarros (como puede verse en la portada original,
que tenía un escudo del Reyno, en lugar del de la ciudad).
En el año 1932, cambió de sede al Prado de Barañain, donde
actualmente se encuentra, en terrenos cedidos por la benefac-
tora doña Concepción Benítez.
Día a día del boticario
Sus misiones pueden ser resumidas en tres:
Elaboración de medicamentos para el hospital
Anotación en el recetario de las prescripciones realizadas
por los médicos
Administración, provisión y custodia de los medicamentos
En resumen, el regente (que era elegido por la Junta del hospital
y debía ser maestro aprobado) tenía que estar presente en el
hospital de día y de noche y ser soltero, aunque se le daba ha-
bitación cercana a la botica. No podía abandonar Pamplona sin
permiso de la Junta. Si lo hacía, debía poner maestro aprobado
a su costa en su lugar.
Debía mantener perfectamente aprovisionada la botica y con-
seguir las plantas en los momentos en que era adecuado reco-
lectarlas. Para la adquisición de los medicamentos extranjeros y
de Ultramar, se le indica claramente que debe acudir a la feria
franca de San Fermín (a #nales de junio, mediados de julio) que
resultaba más económico para el hospital. En general se com-
praron en Bilbao y especialmente en Bayona. (Por supuesto,
nos referimos al siglo XVIII entre los años 28 y 90, más o menos.
Luego, con la Guerra de la Convención, se interrumpe todo
comercio con Francia).
El boticario debía asistir a las visitas de los médicos y tomar
nota de lo prescrito. Al día siguiente, debía leer al médico lo que
se había administrado a cada enfermo.
Las visitas de los médicos se realizaban a las 6 de la mañana en
verano y a las 7 en invierno. La segunda visita era a las 2. Tanto
al entrar como al salir, el boticario leía lo prescrito por el médico
en la visita anterior.
El regente tenía a su cargo un conjunto de mancebos experi-
mentados que le ayudaban en la toma de notas de las prescrip-
ciones y en la elaboración de los remedios. Siempre debía estar
el regente o uno de los mancebos experimentados presente en
el hospital.
Los mancebos ayudaban en la elaboración de los medicamentos
y se organizaban para su distribución adecuada para todos los
pacientes del hospital.
Cada año, o más frecuentemente, los médicos y algún farma-
céutico de la ciudad comprobaban el estado de la botica, si este
no fuera satisfactorio, dice el punto 12 de la ordenanza que el
regente debía ser despedido. No obstante, el punto 13 de la
ordenanza prevé que el juntero de semana o el administrador
debían facilitar al regente boticario todo lo que aquel le pidiera
para mantener una botica bien dotada y en condiciones, tanto
en materias primas como en utillaje y botamen para la correcta
administración de los medicamentos a los enfermos.
Finalmente, el punto 14 de las ordenanzas advierte expresa-
mente que no se puede vender medicina alguna de las fabrica-
das en el hospital a nadie del exterior. Solo en ocasiones excep-
cionales y con permiso expreso de la Junta.
Para terminar, transcribo las características que debían adornar
al boticario del hospital según las ordenanzas de 1730: “muy
inteligente en su o#cio, caritativo y de buena conciencia, pues
ha de estar la hacienda del hospital, y la salud de los pobres
#ada a la cristiandad de sus obras”.
Como conclusión, debo remarcar que ya nuestros antepasados
del siglo XVIII se dieron cuenta de la importancia clave del far-
macéutico de hospital, a tal punto que le prohibían abandonar
la ciudad, como hemos visto. Sirvan estas líneas como un mo-
desto homenaje a nuestros compañeros los farmacéuticos de
hospital, a veces, tan desconocidos.
Para saber más
Se puede obtener más información sobre el tema en blog historiafarmacia.blogspot.com