El Calvinismo

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LOS PRIMEROS REFORMADORES PROTESTANTES 287 EL CALVINISMO Y EL PODER DE LA IGLESIA Las iglesias calvinistas de Holanda, Escocia y Norteamérica fueron el principal me- dio a través del cual se extendió a la Europa occidental la justificación de la resistencia. La diferencia no estribaba en modo alguno en la intención primordial del propio Calvino; en realidad éste creía en el deber de obediencia pasiva con el mismo vigor que Lutero y su carácter era mucho más legalista y autoritario que el del reformador alemán. En la medida en que la diferencia tiene algo que ver con la teología calvinista, la relación es indirecta y en otras circunstancias hubiera podido dar por resultado una historia muy distinta. El hecho decisivo fue que el calvinismo, especialmente en Francia y en Escocia, se encontraba en oposición a unos gobiernos a los que prácticamente no tenía ninguna posibilidad de convertir ni someter a su dominio. Por esta razón los partidarios de Galvino dejaron que se fuesen perdiendo las vigorosas declaraciones de aquél acerca de la maldad de la resistencia —bastante naturales en Ginebra y aun en Francia mien- tras hubo alguna esperanza de que la Reforma tuviera éxito en este país— y las sustituyeron por una doctrina que tenía efectos diametralmente opuestos. Los pri- meros pasos dados por John Knox en esta dirección hicieron uso de ciertas afir- maciones secundarias contenidas en la doctrina de Calvino, pero esas afirmaciones no tenían que llevar necesaria e ineludiblemente a un cambio de posición de tales características. En su forma inicial, el calvinismo no sólo incluía en su doctrina una condena de la resistencia, sino que carecía de toda inclinación al liberalismo, el constitu- cionalismo o los principios representativos. Donde tuvo campo libre se convirtió —y ello es característico— en una teocracia, una especie de oligarquía mantenida por una alianza del clero y la nobleza de segundo orden, de la que estaba excluida la masa del pueblo y que, en general, fue antiliberal, opresora y reaccionaria. Tal fue la naturaleza del gobierno del propio Calvino en Ginebra y del gobierno puri- tano en Massachusetts. Es cierto que Calvino se oponía en principio a combinar el estado y la iglesia. Por este motivo rompió con la reforma implantada por Zwin- glio en Zurich; y los calvinistas continuaron, por lo general —por ejemplo, en Inglaterra— oponiéndose a una unión como la resultante de admitir que el rey fuese el jefe de una iglesia nacional. Sin embargo, la razón de que así ocurriera no era el deseo de que el estado estuviese libre de influencias clericales, sino pre- cisamente lo contrario. La iglesia tiene que estar en libertad de fijar sus cánones de doctrina y moral y debe tener el pleno apoyo del poder secular para imponer su disciplina a los recalcitrantes; En Ginebra, la excomunión privaba al ciudadano excomulgado del derecho a desempeñar cargos públicos, y en Massachusetts los derechos políticos estaban limitados a los miembros de la iglesia. A este respecto, la teoría de la iglesia de Calvino estaba más adentro del espíritu del eclesiasticismo medieval extremo que la sostenida por los católicos nacionalistas. Esta es la razón de que, para los miembros de las iglesias nacionales, calvinista y jesuíta pareciesen como dos nombres de la misma cosa. Ambos defendieron la primacía y la inde- pendencia de la autoridad espiritual y el uso del poder secular para poner en prác- tica los juicios de aquélla en materia de ortodoxia y disciplina moral. En la prácti- ca, dondequiera que ello fue posible, el gobierno calvinista colocó las dos espadas de la tradición cristiana en la iglesia y dio la dirección de la autoridad secular al clero en vez de atribuírsela a los gobernantes seculares. Era probable que el resul- tado fuese un intolerable gobierno de los santos: una regulación meticulosa de los asuntos más privados, fundada en un espionaje universal, con una tenue dis-

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Juan Calvino y el Calvinismo, además de su visión sobre la teoría del Estado

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LOS PRIMEROS REFORMADORES PROTESTANTES 287

EL CALVINISMO Y EL PODER DE LA IGLESIA

Las iglesias calvinistas de Holanda, Escocia y Norteamérica fueron el principal me-dio a través del cual se extendió a la Europa occidental la justificación de laresistencia. La diferencia no estribaba en modo alguno en la intención primordialdel propio Calvino; en realidad éste creía en el deber de obediencia pasiva conel mismo vigor que Lutero y su carácter era mucho más legalista y autoritarioque el del reformador alemán. En la medida en que la diferencia tiene algo quever con la teología calvinista, la relación es indirecta y en otras circunstanciashubiera podido dar por resultado una historia muy distinta. El hecho decisivofue que el calvinismo, especialmente en Francia y en Escocia, se encontraba enoposición a unos gobiernos a los que prácticamente no tenía ninguna posibilidadde convertir ni someter a su dominio. Por esta razón los partidarios de Galvinodejaron que se fuesen perdiendo las vigorosas declaraciones de aquél acerca de lamaldad de la resistencia —bastante naturales en Ginebra y aun en Francia mien-tras hubo alguna esperanza de que la Reforma tuviera éxito en este país— y lassustituyeron por una doctrina que tenía efectos diametralmente opuestos. Los pri-meros pasos dados por John Knox en esta dirección hicieron uso de ciertas afir-maciones secundarias contenidas en la doctrina de Calvino, pero esas afirmacionesno tenían que llevar necesaria e ineludiblemente a un cambio de posición de talescaracterísticas.

En su forma inicial, el calvinismo no sólo incluía en su doctrina una condenade la resistencia, sino que carecía de toda inclinación al liberalismo, el constitu-cionalismo o los principios representativos. Donde tuvo campo libre se convirtió—y ello es característico— en una teocracia, una especie de oligarquía mantenidapor una alianza del clero y la nobleza de segundo orden, de la que estaba excluidala masa del pueblo y que, en general, fue antiliberal, opresora y reaccionaria. Talfue la naturaleza del gobierno del propio Calvino en Ginebra y del gobierno puri-tano en Massachusetts. Es cierto que Calvino se oponía en principio a combinarel estado y la iglesia. Por este motivo rompió con la reforma implantada por Zwin-glio en Zurich; y los calvinistas continuaron, por lo general —por ejemplo, enInglaterra— oponiéndose a una unión como la resultante de admitir que el reyfuese el jefe de una iglesia nacional. Sin embargo, la razón de que así ocurrierano era el deseo de que el estado estuviese libre de influencias clericales, sino pre-cisamente lo contrario. La iglesia tiene que estar en libertad de fijar sus cánonesde doctrina y moral y debe tener el pleno apoyo del poder secular para imponer sudisciplina a los recalcitrantes; En Ginebra, la excomunión privaba al ciudadanoexcomulgado del derecho a desempeñar cargos públicos, y en Massachusetts losderechos políticos estaban limitados a los miembros de la iglesia. A este respecto,la teoría de la iglesia de Calvino estaba más adentro del espíritu del eclesiasticismomedieval extremo que la sostenida por los católicos nacionalistas. Esta es la razónde que, para los miembros de las iglesias nacionales, calvinista y jesuíta pareciesencomo dos nombres de la misma cosa. Ambos defendieron la primacía y la inde-pendencia de la autoridad espiritual y el uso del poder secular para poner en prác-tica los juicios de aquélla en materia de ortodoxia y disciplina moral. En la prácti-ca, dondequiera que ello fue posible, el gobierno calvinista colocó las dos espadasde la tradición cristiana en la iglesia y dio la dirección de la autoridad secular alclero en vez de atribuírsela a los gobernantes seculares. Era probable que el resul-tado fuese un intolerable gobierno de los santos: una regulación meticulosa delos asuntos más privados, fundada en un espionaje universal, con una tenue dis-

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tinción entre el mantenimiento del orden público, la censura de la moral privaday la conservación de la verdadera doctrina y el culto adecuado.

No dejaron de tener conexión con estos resultados prácticos las doctrinas ca-racterísticas de la teología calvinista —la elección y la predestinación—. La creenciaen que los hombres no se salvan por sus propios méritos sino por libre obra de lagracia de Dios puede parecer, a primera vista, descorazonadora de todo esfuerzohumano. En la práctica tuvo precisamente el efecto contrario. El calvinismo carecíacasi por entero de todo rastro del misticismo y el quietismo que colorean la idealuterana de la experiencia religiosa. La ética calvinista era esencialmente una éticade acción. Y en realidad ¿qué mejor motivo puede haber para una actividad ince-sante —para acerar la voluntad y, caso necesario, para endurecer el corazón— queuna convicción sentida con toda el alma de que un hombre es el instrumentoescogido de la voluntad de Dios? La teoría calvinista de la predestinación no teníanada en común con la moderna concepción de la causalidad universal. Era másbien una creencia en un sistema cósmico de disciplina cuasi-militar. Por ello, Cal-vino agotó el vocabulario del derecho romano para describir la soberanía de Diossobre el mundo y sobre el hombre. Su moral enseñaba no tanto el amor hacia lossemejantes como el dominio de sí mismo, la disciplina y el respeto por los cama-radas en la batalla de la vida, virtudes que pasaron a ser las virtudes morales sobe-ranas del puritanismo. Fue esta ética la que hizo de las iglesias calvinistas la parteespecialmente militante del protestantismo. El dogma de la elección de gracia seadaptaba del mejor modo posible al carácter autocrático del reformador moral quese fija a sí mismo la tarea de luchar contra la masa no regenerada de la humanidad.

La doctrina de la predestinación equivalía a dar a los santos el derecho a go-bernar. Falto de la inclinación que tenía Lutero hacia la experiencia religiosamística, Calvino atribuía en cierto sentido mayor valor a las instituciones seculares,que para Lutero sólo tenían importancia mundana. Ello no implicaba la indepen-dencia de la iglesia, sino lo contrario: figuran entre los "medios externos de salva-ción". De ahí que el primer deber del gobierno sea mantener puro el culto de Diosy desterrar la idolatría, el sacrilegio, la blasfemia y la herejía. A este respecto, laimportancia que atribuye Calvino a las finalidades para las cuales existe el podersecular es muy importante para entender su concepción.

El propósito del gobierno temporal, mientras vivimos entre los hombres, es fomentary apoyar el culto externo de Dios, defender la doctrina pura y la posición de la iglesia,conformar nuestras vidas a la sociedad humana, moldear nuestra conducta con arreglo a lajusticia civil, armonizarnos con nuestros semejantes y mantener la paz y la tranquilidad co-munes.6

Es cierto que Calvino reiteró la antigua concepción cristiana de que no puedeobligarse a nadie a que crea en la verdadera religión, pero prácticamente no pusoningún límite al deber del estado de imponer la conformidad exterior.

Así, pues, el calvinismo aspiraba primordialmente a la censura en materia demoral y la disciplina en materia de doctrina; ello era importante por el poder einfluencia que daba al clero. El hecho es tanto más de destacar por cuanto quefue más allá que otras iglesias protestantes en su oposición al ceremonialismo ytambién porque la forma calvinista de gobierno eclesiástico incluye la represen-tación de la congregación por elders * seglares. Esta última práctica era un medio

6 Institutio christiande religionis, IV, xx, 2.* En las iglesias presbiterianas se denomina elders (decanos) a los seglares que, junto con el

ministro, componen la asamblea llamada session y dirigen los asuntos de la iglesia. T.

eficaz de aplicar la censura; pero no tenía la intención de introducir la democraciaen la iglesia ni de contrarrestar la influencia del clero, ni lo hizo así en las primerasformas del calvinismo. En teoría, el poder de la iglesia residía en todo el cuerpocristiano, y en Ginebra ese poder lo ejercía un consistorio compuesto del clero yde doce decanos seglares elegidos nominalmente por la corporación municipal. Enrealidad, el poder del clero era prácticamente ilimitado y el sistema sólo era repre-sentativo en el vago sentido de que se suponía que el consistorio ejercía una auto-ridad perteneciente a toda la iglesia. En un principio, los elders no eran en sentidoespecífico representantes de la congregación, como llegaron a serlo más tardecuando las iglesias presbiterianas adoptaron un plan de elección, y no había auto-nomía en las reuniones de la iglesia al modo como existió posteriormente en lasorganizaciones congregacionalistas.

Sin embargo, es enteramente cierto que en Escocia el calvinismo dio realidadal principio de representación en una forma que tuvo importancia política. Laasamblea general de la iglesia escocesa, junto con sus "presbiterios" * y sínodosprovinciales, era mucho más representativa de la generalidad de la nación que elparlamento escocés, el cual había seguido conservando una estructura feudal. EnEscocia la Reforma fue ante todo un movimiento popular y nacional dirigido contrauna corte y una nobleza católicas, íntimamente ligadas con Francia, pero ello noocurrió así porque el calvinismo en su forma original postulase los derechos delpueblo o la representación popular. Desde el punto de vista político no implicabanada semejante y la intervención de los elders seglares en el gobierno eclesiásticosólo llegó a tener esas características cuando las circunstancias produjeron tal re-sultado.

En la medida en que el calvinismo tenía alguna tendencia contraria al podermonárquico, tal cosa era consecuencia de una cualidad negativa y no positiva. Eraprobablemente cierto —y sin duda a fines del siglo XVI se creía así— que el calvi-nismo no constituía una forma de gobierno eclesiástico recomendable para unaiglesia nacional de la que el monarca fuese el jefe temporal. La razón esencialde ello consistía en el hecho, ya señalado, de que el calvinismo aceptaba el prin-cipio postulado por Hildebrando de que la autoridad espiritual es superior a lasecular, y tendía, por ende, a hacer al clero independiente del jefe temporal de unaiglesia de estado. La diferencia entre calvinismo y catolicismo a este respecto estribaen el hecho de que aquél hacía autónoma a la iglesia —incluyendo en ella alclero y a los seglares—, en vez de concentrar el poder espiritual en los obispos.En las iglesias nacionales los obispos, una vez separados de Roma, fueron los ins-trumentos más aptos para administrar en la iglesia el gobierno regio, y por elloel episcopalismo pasó a ser la forma natural de gobierno de las iglesias nacionales.Ésta fue la razón del vigoroso aforismo de Jacobo I: "si no hay obispo, no hayrey", que se basaba en una larga y dura experiencia de los "presbiterios" calvinis-tas. Así, pues, en este sentido el calvinismo estaba predestinado a ser la forma degobierno eclesiástico defendida por los partidos de oposición. No era intrínsecamentepopular y ciertamente no tenía la intención de ser antimonárquico, pero era no-monárquico en el sentido de que la monarquía tenía siempre a su disposiciónformas de gobierno eclesiástico más favorables para ella.

• En el sistema presbiteriano se llama presbytery a unas asambleas de presbíteros y elders,compuestas de todos los ministros y uno o más elders de cada parroquia o congregación. Constituyela asamblea superior a la session e inferior al sínodo. [T.]

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CALVINO Y LA OBEDIENCIA PASIVA

La más importante, con mucho, de las opiniones específicamente políticas deCalvino, al menos por lo que se refiere a su propia época y lugar, es su vigorosa y,en conjunto, congruente afirmación del deber de obediencia pasiva, con respectoal cual estaba de completo acuerdo con Lutero. Como el poder secular es el medioexterno de salvación, la posición del magistrado es, dice, honorabilísima; es elvicario de Dios y la resistencia que se le oponga es resistencia opuesta a Dios.Disputar acerca de cuál sea la mejor condición del estado es, para el ciudadanoprivado que no tiene el deber de gobernar, asunto vano. Si hay algo que exijaser corregido debe señalárselo a su superior y no poner manos a la obra. No debehacer nada sin mandato del superior. El mal gobernante, que es un castigo divinoque sufre el pueblo por sus pecados, merece la sumisión incondicional de sussubditos en grado no menor que el bueno, ya que la sumisión no se debe a lapersona sino a la magistratura y ésta tiene una majestad inviolable. Es cierto queCalvino, como prácticamente todos los escritores que en el siglo XVI defendieronel derecho divino de los reyes, expresó opiniones vigorosas respecto a los deberesde los gobernantes para con sus súbditos. La ley inmutable de Dios obliga tantoa los reyes como a los súbditos, y el mal gobernante es culpable de sedición contraDios. Como más adelante Locke, sostuvo que la ley civil no hace sino fijar unapena para lo intrínsecamente malo. Pero el castigo de un magistrado que incumplesus deberes compete a Dios y no a sus súbditos. Era natural que Calvino adoptaseesa posición, tanto como consecuencia de su propio poder en Ginebra, como por-que todavía tenía la esperanza de que el protestantismo calvinista pudiese con-vertirse en religión de los reyes de Francia.

En la teoría de la resistencia política de Calvino hay un aspecto que en susescritos tiene poca importancia y que fue desarrollado ampliamente por algunosde sus discípulos. Señalaba Calvino que hay constituciones en las que ciertos"magistrados inferiores" tienen el deber de resistir a la tiranía del jefe del estadoy de proteger al pueblo contra él.7 Pensaba, sin duda, en cargos como los tribunosde la plebe en la antigua Roma. En caso de que una constitución tenga magis-trados inferiores de ese tipo, el derecho a resistir deriva de Dios; pero no es enningún sentido un derecho general del pueblo a resistir. En tales casos el podersoberano es conjunto y uno de los que participan en él tiene el deber de impedirel abuso de otro. Esta teoría del magistrado inferior adquirió para ciertos calvinistasuna importancia desproporcionada respecto a la que le había atribuido Calvino. Unavez abandonada la doctrina de la obediencia pasiva, como ocurrió primero en Es-cocia y después en Francia, el derecho a resistir no residía por lo general en per-sonas privadas sino en los magistrados inferiores o "guías naturales" del pueblo.La teoría constituyó una mitigación aristocrática de la doctrina general de losderechos naturales inherentes al pueblo. La obligación del gobernante de actuarcon arreglo al derecho es una obligación para con Dios y no con respecto al pue-blo; el poder de aquél está limitado por la ley de Dios y no por los derechos delpueblo; y si en una determinada constitución hay un derecho a resistir al magis-trado principal, también deriva de Dios y no del pueblo.

El hecho de que las convicciones políticas de Calvino fuesen más bien aris-tocráticas que monárquicas no tiene sino una importancia secundaria. En su sistemano había lugar sino para un rey, a saber, Dios mismo. Por ello pudo presentar la

7 Institutio, IV, xx, 31.

selección de un hombre o una familia para ocupar el poder político como lése-majesté contra la divina realeza. Esta opinión se reforzaba probablemente por unapreferencia intelectual, basada en los estudios humanistas, hacia la antigua repú-blica aristocrática. Esa preferencia puede verse muy claramente en la Institutio.Calvino reproduce, tomándolo de Polibio, el antiguo argumento en favor de laforma mixta de gobierno. Su crítica de la monarquía hereditaria recuerda a Cice-rón, y sus críticas de la democracia son tan severas como las de Platón. Nada puedesuperar el desprecio expresado al hablar de los anabaptistas como gentes "queviven en promiscuidad, como ratas en la paja". La tendencia de las opiniones po-líticas y sociales de Calvino era marcadamente aristocrática, y esa nota perduróen términos generales en todo el calvinismo, salvo en algunas de las sectas izquier-distas que la transformaron.

En sus aspectos principales la teoría política de Calvino era una estructura untanto inestable, no precisamente porque fuese ilógica, sino porque era fácil quefuese presa de las circunstancias. Por una parte subrayaba la maldad de toda resis-tencia a la autoridad constituida, pero por otra, su principio fundamental era elderecho de la iglesia a declarar la verdadera doctrina y a ejercer una censura uni-versal con el apoyo del poder secular. En consecuencia, podía predecirse sin temora equivocación que una iglesia calvinista, que existiese en un estado cuyos gober-nantes se negaran a admitir la verdad de su doctrina y a imponer su disciplina,había de abandonar el deber de obediencia para afirmar el derecho a la resistencia.Al menos, era de esperar tal resultado dondequiera que hubiese pocas probabilidadesde convertir al gobierno y cierta posibilidad de conseguirlo mediante la resistencia.Tal fue la situación en que se encontraron los calvinistas a fines del siglo XVI, tantoen Escocia como en Francia.

JOHN KNOX

El cambio de posición lo realizó primeramente John Knox, y ello no se debió aninguna especial originalidad de su parte, sino a la situación en que se encontrabacolocado el protestantismo escocés. En 1558 Knox estaba desterrado y condenadoa muerte por la jerarquía católica escocesa, pero seguía siendo jefe de un impor-tante grupo protestante. La corona, debido a su alianza con Francia, era irreme-diablemente católica. Por ello podía esperar mucho de una política de resistenciay nada de cualquiera otra, y de hecho logró por aquel medio llevar a cabo la Re-forma escocesa sólo dos años más tarde. En esa situación escribió su Appellationa la nobleza, a los estamentos y al estado llano escocés, afirmando que era deberde todo hombre, cualquiera que fuese su posición, tratar de que se enseñase laverdadera religión, y que quienes privan al pueblo del "alimento de sus almas,quiero decir, la Palabra viva de Dios", son reos de muerte.

En lo esencial, Knox no se apartó de los principios de Calvino. Dio por su-puesta la verdad indiscutible de la versión calvinista de la doctrina cristiana, asícomo el deber de la iglesia de imponer su disciplina a todos los que no la aceptenvoluntariamente. Todo cristiano está obligado a hacer que esa doctrina y esa dis-ciplina tengan el peso a que les da derecho su verdad. Hasta aquí Knox no es sinoun reexpositor de Calvino. Pero en Escocia había un regente católico que gober-naba en nombre de una reina católica y que no sólo negaba la verdadera fe, sinoque sostenía activamente la idolatría (esto es, el catolicismo). ¿Qué debía, en talcaso, hacer un verdadero creyente? Knox afirmó audazmente que era su deber,corregir y reprimir cualquier cosa que hiciese un rey contra la palabra, el honor y