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Edición especial quinto aniversario de El cambio fondo Miradas plurales sobre 16 sectores clave del Proceso de Cambio Patricia Alandia - Sandra Aliaga - Waldo Albarracín - Xavier Albó - Alejandro Almaraz - Rafael Archondo Sonia Brito - Guillermo Cuentas - Drina Ergueta - Gustavo Fernández - Jean Paul Guevara Alfonso Gumucio Dagron - Nila Heredia - Jorge Lazarte - Gabriel Loza - Guillermo Mariaca Fernando Mayorga - Gonzalo Mendieta - Carlos Miranda - Carlos Hugo Molina - Fernando Molina Sonia Montaño - Juan Antonio Morales - Henry Oporto - Jorge Patiño (editor) - José Pimentel - Raúl Prada - Alfredo Rada Cecilia Requena - Walker San Miguel - Andrés Soliz Rada - Miguel Urioste - Fernanda Wanderley Bs 15 19 de abril de 2015

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Edición especial quinto aniversario de

El cambio fondo

Miradas plurales sobre 16 sectores clave del Proceso de Cambio

Patricia Alandia - Sandra Aliaga - Waldo Albarracín - Xavier Albó - Alejandro Almaraz - Rafael Archondo Sonia Brito - Guillermo Cuentas - Drina Ergueta - Gustavo Fernández - Jean Paul Guevara Alfonso Gumucio Dagron - Nila Heredia - Jorge Lazarte - Gabriel Loza - Guillermo Mariaca

Fernando Mayorga - Gonzalo Mendieta - Carlos Miranda - Carlos Hugo Molina - Fernando Molina Sonia Montaño - Juan Antonio Morales - Henry Oporto - Jorge Patiño (editor) - José Pimentel - Raúl Prada -

Alfredo Rada Cecilia Requena - Walker San Miguel - Andrés Soliz Rada - Miguel Urioste - Fernanda Wanderley

Bs 15

19 de abril de 2015

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Página SieteAbril 2015

Una reflexión desde la pluralidad

Desde el 22 de enero de 2006, día en que el presi-dente Evo Morales, al asumir su primer mandato, propuso “cambiar nuestra historia, cambiar nues-tra Bolivia, nuestra Latinoamérica”, la frase más común y repetida en todos los ámbitos de la vida nacional ha sido y es la del llamado “proceso de cambio”. Años después de ese discurso inaugural de un mandato y una época, el propio presidente sentenció: “Este proceso de cambio es sin retor-

no; digan lo que digan, hagan lo que hagan. No volverá el neoliberalismo a

Bolivia”. Entre tanto, el país vivió una serie de transformaciones políticas,

económicas y sociales.

¿Cuánto cambió Bolivia en los últimos nueve años? ¿Cuán trascendenta-

les son los cambios? ¿Estamos ante una revolución o ante un ciclo más del

péndulo histórico que lleva a Bolivia de banda a banda desde el siglo pasado?

El economista austríaco Carl Menger dijo alguna vez que “todo proceso de

cambio significa un surgir, un hacerse, un devenir y esto sólo es imaginable

en el tiempo”. Página Siete ha convocado a un brillante equipo de intelec-

tuales bolivianos para que, desde la distancia y miradas plurales, analice “el

surgir y el devenir” de las cosas que “se están haciendo” –o no- en el país a

partir del ascenso de Evo Morales al poder.

No es casual que Página Siete quiera conmemorar el quinto aniversario

de su fundación con esta reflexión y esfuerzo editorial, porque la vida de

nuestro matutino coincide, al fin y al cabo, con el segundo período presiden-

cial de Evo Morales y el inicio del tercero. ¿Qué mejor momento para hacer

un alto en el camino? No se puede imaginar ni construir el futuro sin mirar

el pasado a través del retrovisor.

John Maynard Keynes, para citar a otro economista, afirmó que “tras

cualquier acción de un político se puede encontrar algo dicho por un inte-

lectual quince años atrás”. La esperanza de Página Siete es que los trabajos

de los 32 colaboradores reunidos en esta publicación contribuyan al debate

sobre la génesis, la evolución y el futuro del singular proceso boliviano, no

sólo porque importa conocerlo, sino porque su desarrollo es vital para el futu-

ro de todos los bolivianos, quienes habrán de ratificar los logros o enmendar

los fracasos, como sujetos y destinatarios que son de todo proceso histórico.

Como bien dijo Ernesto Sábato, “la historia no es mecánica porque los hom-

bres son libres para transformarla”.

Los colaboradores convocados, a quienes Página Siete agradece profun-

damente su participación, ven el “proceso de cambio” a partir de los múlti-

ples cristales de la pluralidad. Por eso mismo, el lector encontrará diferencias

y discrepancias frente a los 16 temas propuestos, pero también una gran coin-

cidencia: el deseo común de apoyar la búsqueda y construcción de un futuro

mejor para todos los bolivianos.

Finalmente, con esta publicación, Página Siete reafirma su posición de

medio plural e independiente.

La Dirección

ÍNDiCE

Director de Página Siete: Juan Carlos Salazar del Barrio

Subdirectora: isabel Mercado Heredia

Editor y coordinador: Jorge Patiño SarcinelliJefe de Redacción: Marco Zelaya Nieves

Jefe de Informaciones: Alcides Flores Mondaca

Director Gráfico: Edmundo A. Morales C.

Diseño: Rubén Aruquipa Ll.Ilustraciones: Abecor

MOViMiENTOS SOCiALES

Alfredo Rada Vélez............................................................................................ 4

Jorge Lazarte R. ............................................................................................... 5

PROCESO POLÍTiCO

Fernanda Wanderley ......................................................................................... 6

Fernando Mayorga .......................................................................................... 7

RELACiONES iNTERNACiONALES

Jean Paul Guevara ............................................................................................ 8

Gustavo Fernández Saavedra ............................................................................ 9

JUSTiCiA

Walker San Miguel R ...................................................................................... 10

Gonzalo Mendieta Romero ............................................................................. 11

DERECHOS HUMANOS

Waldo Albarracín Sánchez ............................................................................. 12

Sonia Brito Sandoval ...................................................................................... 13

GÉNERO

Sonia Montaño Virreira .................................................................................. 14

Drina Ergueta ................................................................................................ 15

SALUD .............................................................................................................

Guillermo Cuentas Yáñez ................................................................................ 16

Nila Heredia Miranda .................................................................................... 17

EDUCACiÓN ...................................................................................................

Guillermo Mariaca iturri ................................................................................ 18

Patricia Alandia Mercado ................................................................................ 19

MEDiO AMBiENTE ........................................................................................

Xavier Albó .................................................................................................... 20

Cecilia Requena Z. ......................................................................................... 21

AGRiCULTURA ...............................................................................................

Miguel Urioste F. de C. .................................................................................. 22

Alejandro Almaraz Ossio ................................................................................ 23

MACROECONOMÍA

Gabriel Loza .................................................................................................. 24

Juan Antonio Morales ..................................................................................... 25

DiVERSiFiCACiÓN ECONÓMiCA ................................................................

Raúl Prada Alcoreza ....................................................................................... 26

Fernando Molina ........................................................................................... 27

HiDROCARBUROS .........................................................................................

Andrés Soliz Rada .......................................................................................... 28

Carlos Miranda Pacheco ................................................................................. 29

MiNERÍA .........................................................................................................

José Pimentel Castillo ..................................................................................... 30

Henry Oporto ................................................................................................ 31

CULTURA

Carlos Hugo Molina Saucedo ......................................................................... 32

Alfonso Gumucio Dagron ............................................................................... 33

COMUNiCACiÓN ...........................................................................................

Rafael Archondo ............................................................................................ 34

Sandra Aliaga Bruch ....................................................................................... 35

CODA ...............................................................................................................

Jorge Patiño Sarcinelli ..................................................................................... 36

SEMBLANZAS DE LOS AUTORES ....................................................... 37-39

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En defensa de los movimientos sociales Alfredo

Rada Vélez

Hace unas semanas, en vísperas de las elecciones, Samuel Doria Medina lan-zó una adverten-cia: “El reino de los movimientos sociales está lle-gando a su fin”. Así, este represen-

tante de la burguesía identificó claramente a su enemigo: el sujeto revolucionario que gestó hace 15 años este proceso de cambio y que hoy, en con-diciones económicas y políticas desfavorables, si-gue defendiéndolo planteando la necesidad de su profundización.

Digo 15 años porque es una afirmación gene-ralmente aceptada que a principios del año 2000, cuando en la ciudad de Cochabamba se conformó la “Coordinadora de defensa del agua y la vida”, ésta surgía como la primera expresión orgánica de los sectores urbano-populares y campesinos, que lograron un triunfo contra el neoliberalismo en la Guerra del Agua.

Este naciente bloque social revolucionario co-menzó luego a expandirse hacia el occidente del país y en octubre de 2003, en la Guerra del Gas, cuyo epicentro fue la ciudad de El Alto, obtuvo una victoria estratégica poniendo fin al gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. En ese momen-to, más que instaurarse una agenda denominada “de octubre”, comenzó un proceso constituyen-te. Esto no entendió Carlos Mesa, convertido en presidente por sucesión constitucional, que pensó que su labor era sólo administrar la transición ha-cia nuevas elecciones y no, como exigía el pueblo, implementar profundas reformas democráticas. Aferrado al formalismo jurídico, no pudo convo-car a la Asamblea Constituyente y, si bien efec-tuó el referéndum sobre el gas, no aprovechó el enorme respaldo social a la Nacionalización, co-metiendo un error garrafal al vetar la nueva Ley de Hidrocarburos, finalmente promulgada por el Congreso Nacional en mayo de 2005.

Por entonces los principales factores de poder eran los movimientos sociales, que demandaban la nacionalización del gas, la Asamblea Consti-tuyente y una revolución agraria, y los comités cívicos que demandaban las autonomías depar-tamentales. En las elecciones de diciembre de 2005, triunfó Evo Morales con un programa que convertía esas demandas en políticas de gobierno,

subsumiendo el proceso autonómico en el proce-so constituyente.

Así fue que del 2006 al 2009 se desplegó toda la potencia social transformadora de los movi-mientos sociales, apoyando las iniciativas guber-namentales sobre nacionalización de los hidrocar-buros, redistribución comunitaria de las tierras y bonos sociales, e impulsando las reformas po-lítico-estatales en la Asamblea Constituyente. El bloque conservador, actuando desde los comités cívicos y prefecturas de la “media luna” intentó frenar estas transformaciones. Eran las épocas en que la derecha acudió a discursos separatis-tas, regionalistas y racistas, que en septiembre de 2008 alcanzaron su expresión más cruenta con la masacre de Porvenir, don-de murieron 18 campesinos pandinos.

Este ciclo de mayor movilización de masas en nuestra historia democrática permitió la transformación económica con la recupera-ción de los recursos natura-les, la revolución política con el desplazamiento de las tradicionales clases do-minantes y el empoderamiento de las nacionali-dades oprimidas y las clases explotadas, así como la fundación del nuevo Estado Plurinacional, Co-munitario y con Autonomías.

Surgimiento de ConalCamSe había conformado la Coordinadora Nacio-

nal por el Cambio el 2007, como una supraes-tructura política constituida por las organiza-ciones indígenas y campesinas, el instrumento político MAS – IPSP y las bancadas masistas en el Legislativo y en la Constituyente. Evo Morales, al anunciar su creación en su informe al Congre-so el 22 de enero de 2007, afirmó: “Conalcam será la máxima instancia de decisiones políticas, que estará por encima del Gabinete, para profun-dizar los cambios”. Era una derivación práctica del nuevo concepto de un gobierno de los movi-mientos sociales, en el contexto de un proceso de transformaciones cuyos objetivos programáticos y estratégicos, siendo democráticos, van adquirien-do proyección revolucionaria por los métodos de acción de masas utilizados para su consecución.

Conalcam se fortaleció aún más el año 2008 con la plena incorporación de la Central Obrera Boliviana. Fue en octubre de ese año que todas las organizaciones indígena-obrero-populares convo-caron a una enorme movilización social exigiendo la convocatoria al referéndum constitucional. En esa consulta de principios del 2009 se aprobó la nueva Constitución con el 61% de los votos. Fue una victoria estructural, ratificada después en las elecciones de diciembre de 2009, en las que Evo arrasó con el histórico y tal vez irrepetible 64%.

FiSuraS y reConStituCiónVino después el reflujo con que comenzó a

cerrarse el proceso constituyente. Confiadas en el triunfo, las multitudes entregaron el protagonis-mo a sus dirigencias partidarias y sindicales, en tanto que en el gobierno la tecnoburocracia pasó a predominar en las decisiones. Las consecuen-cias se vieron en diciembre de 2010 con el “ga-

solinazo”; un error estratégico cuyo costo político fue la ruptura con la COB. Tiempo después, la mala gestión del conflicto en el TIPNIS fracturó también al Pacto de Unidad, alejando a las diri-gencias de la Cidob y el Conamaq.

Aunque enfrentadas en la palestra pública, las dirigencias campesina e indígena cohabitaban en el directorio del Fondo Indígena, dedicándose a gestionar dineros y proyectos. En un proceso de envilecimiento interno, comenzaron a surgir ca-marillas corruptas en algunas organizaciones, siendo uno de los casos más graves el de El Alto, donde el alcalde Patana conformó con la “dirigen-cia alteña” una red que funcionó a base de pre-bendas y que ahogaba toda iniciativa surgida de

las bases vecinales. Tomó años revitali-

zar la Conalcam. A fines de 2013, derrotada la ul-traizquierda en el seno de los sindicatos mineros, la dirigencia cobista aprobó el Reencuentro con el pro-ceso de cambio. En junio de 2014, los movimientos

sociales del país, reunidos en un Encuentro Anti-imperialista en Cochabamba, aprobaron una Tesis Política, cuya idea-fuerza es: transitar de la revo-lución democrática y cultural a la revolución eco-nómica y social, en un proceso que permita iniciar la construcción del socialismo comunitario bajo el paradigma del Vivir Bien. Después de bastante tiempo volvían los debates ideológicos y las pro-puestas estratégicas.

El entronque del proyecto socialista de la clase obrera con el proyecto comunitario de las naciones originarias sólo podrá darse si es que, a partir del fortalecimiento de la Conalcam y bajo un progra-ma de medidas revolucionarias, se producen nuevas movilizaciones sociales que radicalicen las conquis-tas democráticas; a esto se denomina “profundiza-ción del proceso”. La idea del socialismo comuni-tario va arraigando en los movimientos sociales, por lo que es lógico que sea atacada tanto por la derecha tradicional que la tilda de “populista”, como por la derecha indigenista de Félix Patzi, cuyo mensaje “ni capitalismo ni socialismo, tercer sistema”, suena como melodía a los oídos de la burguesía aymara.

La democracia boliviana le debe mucho a los movimientos sociales. Los grandes avances en de-rechos económicos, sociales y culturales para los pueblos indígenas, los trabajadores y las mujeres nos colocan a la vanguardia de Latinoamérica, sin que ello signifique que se haya terminado con el colonialismo interno, el capitalismo y el patriar-cado. Los avances en democracia participativa y comunitaria, así como la redistribución económi-ca y las políticas sociales, fueron posibles gracias a la lucha de los movimientos sociales. Está muy claro que el sacrificio de centenares de miles no puede ser descalificado por el accionar corrupto de un puñado de dirigentes. Hoy, en un contexto político marcado por la derrota electoral del MAS en algunas ciudades, la lucha contra la corrupción en las instituciones públicas y en las organizacio-nes sociales es una tarea urgente, sin cuyo cum-plimiento cualquier perspectiva para recuperar el liderazgo moral e intelectual sobre el conjunto de la sociedad no será posible.

La redistribución económi-ca y las políticas sociales, fueron posibles gracias a la lucha de los movimientos sociales.

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Los movimientos sociales en el proceso de cambio

Jorge Lazarte R.

Los llamados “movimien-tos sociales” irrumpie-ron con especial fuerza en los años 90, y desde entonces son uno de los referentes privilegiados del discurso social y político. Fueron presen-tados como esencial-mente democráticos y

con proyectos políticos también democráticos. La Constitución les reconoce el poder de ser “con-trol social” de todas las instituciones estatales; el gobierno actual se llama a sí mismo de los “mo-vimientos sociales” y éstos, en buena parte, creen que son “gobierno”; y no hay “partido” político que no busque aliarse con ellos.

El artículo pretende explicitar qué son realmen-te esos “movimientos socia-les” y cuál podría ser su desti-no en los marcos del “proceso de cambio”.

1.- En primer lugar, estos “movimientos sociales” fueron adquiriendo relevancia a me-dida que el puntal sindical del 52 declinaba históricamente con la pérdida de sus bastiones obreros clásicos . El vacío fue ocupado por otros actores sociales etique-tados precipitadamente de “nuevos”, con lo que se buscaba acreditar la idea de que no tenían mucho que ver con el “viejo” y poderoso sindicalismo.

Lo “nuevo” de estos movimientos es lo que se patentizó durante la formidable crisis nacional de los años 2000. Como se recordará, el año 2000 fue el escenario, en abril y septiembre, de dos conflic-tos claves de “acción directa” de gran irradiación nacional. El 2003, movimientos del mismo estilo pusieron fin al gobierno de Sánchez de Lozada, el 2005 hicieron lo mismo con el gobierno de C. Mesa, y llegaron a la plenitud de su capacidad de movilización en vísperas de la convocatoria y du-rante la Constituyente (2006-2007).

Lo que caracterizó a estos movimientos fue, en primer lugar, su condición de ser poco estruc-turados, múltiples en su composición (vecinos, gremiales, cocaleros, maestros, campesinos, indí-genas) y en sus demandas, pero todos parecidos por su alta intensidad y emotividad expresivas de las fracturas históricas del país. Luego, y sobre todo, fue su estilo de protesta, con el más variado repertorio, basado en el uso de la fuerza y de la violencia, como tomas de edificios, pedreas, dina-mitazos, huelgas de hambre, marchas cotidianas, crucifixiones, secuestro de autoridades. De estas modalidades, la más representativa, por su uso co-tidiano y banalizado, fue ciertamente el bloqueo (de caminos, calles, rutas) que desorganizaba la vida de la población. El bloqueo reemplazaba la clásica huelga del sindicalismo.

Esta fuerza disruptiva de la “democracia de alta intensidad”, “insurgente” y “plebeya” puso en jaque a la democracia existente abandonada por “pactista” y “neoliberal”. En este modelo de mo-vilización, las razones o derechos “democráticos” invocados, se combinaban con medios de acción poco, nada o contra democráticos, que sólo po-dían ser efectivos convulsionando a la sociedad.

En un cierto sentido, puede decirse que en esos años se había llegado a una situación en la que la calle lo era todo y el Estado, nada.

2.- Estos movimientos fueron ciertamente

bien distintos y “nuevos” con respecto al mode-lo sindical más estructurado y organizado de la COB, pero paradójicamente “viejos” por su com-posición social y lógica de acción, como lo fueron los del siglo XVII que actuaban según el “modelo de protesta social” de la “multitud” premoderna, con “muchedumbres” que privilegiaban los “mé-todos de acción directa” y expresivos de “senti-mientos profundos”, de una “economía moral” de “justicia” que se enarbolaba contra lo “ricos” y los “abusos” de “autoridades”. Una característica co-mún a todos ellos fue el “desprecio generalizado por la ley” (Thompson, Rudé).

En el caso de Bolivia, esta fuerza de la masa o multitud en acto (como diría Zavaleta) era más afín con las formas pre-republicanas de acción de “muchedumbres”, con caudillos convertidos en verdaderos “fetiches”( R. Moreno); o con el “po-

pulacho” que secundaba los “motines” que en el siglo XIX y XX constituyeron la “sustancia” del país (C. Montenegro).

3.- La república heredó esas pautas de compor-tamiento social que tuvo su consagración histórica en la insurrección de abril de 1952. El poderío de la organizaciones sindicales fueron el vector del movi-miento popular hasta que perdieron su centralidad histórica en los años 80, pero dejaron como heren-cia el uso banalizado de la fuerza y la violencia en la acción colectiva, y una cierta idea de la política de “cogobierno” sin mediaciones, donde lo social se entremezcla con lo político.

Los actuales “movimientos sociales” incor-poraron en sus formatos de movilización esta herencia de “acción directa de masas”, con gran potencial de “ingobernabilidad” social cuando se entrecruzan y se conectan.

4.- Con todo, lo verdaderamente “nuevo” de estos movimientos sociales es que ha cambiado de manera sustancial la forma de sus relaciones con el poder, que afecta a la naturaleza misma de un mo-vimiento “social”. En Bolivia, estos movimientos pasaron de “reivindicativos” a “contestatarios”; de contestatarios a “insurgentes”, para finalmente pre-sentarse como pretendientes al poder. El vacío ins-titucional de esos años hizo que se pensara que no sólo era cuestión de “participación popular”, tam-poco sólo de “participación en el poder”, sino que además podían ser poder (“Pacto de Unidad”).

El remate constitucional de esta pretensión ha sido convertirse en “parte” de la “estructura” del Estado y en “control social” de todas las ins-tituciones del Estado. Así se estableció una afini-dad estructural entre el “corporatismo” de los “movimientos sociales” y el diseño del Estado “corporativo” y “plurinacional” actual, que los ha cooptado y convertido en instrumen-tos del poder.

El problema de la democra-cia es que el Estado de De-recho sólo es posible a partir de una nítida diferenciación entre Estado y sociedad.

5.- Esta subsunción estatal es presentada como gobierno de los “movimientos sociales”, que “acceden” al poder “vía sindicato” (AGL). Como se sabe, esto es un imposible práctico. El gobierno “del” pueblo -y todas sus figuras retori-cas equivalentes- es una ficción para legitimar el poder de los que verdaderamente lo tienen. Los gobernados pueden elegir a una élite gobernan-te, o ser base social de apoyo y de movilización, pero nunca pueden ser gobierno directo, pues un gobierno de “asamblea” es cada vez menos po-sible cuanto más crece la escala. Ser gobierno “del” pueblo, a la manera “populista”, suele ser más bien un gobierno que se sostiene con apoyo social a cambio de políticas clientelistas, y venta-jas, cargos, recursos prebendales que benefician a cúpulas sociales cooptadas. Todo ello es distinto de ser gobierno “para” el “pueblo”, es decir con políticas orientadas en su favor. La distinción en-tre gobernantes y gobernados es ontológica, sólo que en democracia, los que gobiernan no pueden hacer lo que quieren y tienen frenos que impiden o deben impedir las inclinaciones despóticas de los hombres del poder.

6.- Por tanto, creer que pueden ser poder o estar en el poder es arriesgar o simplemente per-der su autonomía -atributo inherente de un mo-vimiento “social”- , y adoptar como suya la ideo-logía del poder, silenciando su disidencia interna, o dividiéndose. Un movimiento “social” es un actor constituido en una sociedad “civil” también autónoma, y su finalidad inherente es expresar y defender intereses o derechos radicados fuera del poder, y casi siempre contra él. Para un movi-miento “social”, dar el salto al poder no sólo sirve a los que tienen el poder, sino que conduce a su propia anulación y la de la misma democracia de la que creen ser su suprema realización.

7.- Esta honda corriente de “empoderamiento” es una manifestación patológica de una cierta idea de poder y de sociedad, que subsume lo social en lo político y es ajena a una idea de democracia moder-na. El problema central de la democracia en Bolivia, y en gran parte de América Latina, es el Estado de Derecho, que sólo es posible a partir de una nítida diferenciación entre Estado y sociedad, condición sine qua non un movimiento social autónomo del y frente al poder. El llamado “proceso de cambio” está a contravía.

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Lo bueno, lo malo y lo feo del proceso de cambio Fernanda

Wanderley

Con la Constitución Política del Estado de 2009, Bolivia se con-figura como un Esta-do Plurinacional, con un modelo formado por cuatro formas de economías: privada, pública, comunitaria y cooperativa. Se apro-

baron nuevas normativas para impulsar el prin-cipio constitucional de economía plural como, por ejemplo, la Ley de la Revolución Productiva Comunitaria, la Ley Marco de la Madre Tierra, la Ley de Organizaciones Económicas Campesinas y Comunitarias y la Ley General de Cooperativas.

Estas leyes expresan el compromiso político del MAS con los movimientos sociales en rela-ción al fortalecimiento de las diversas formas de organización social. Gracias a estas normativas, Bolivia entró en el panorama internacional como el país que reivindicó constitucionalmente el prin-cipio pluralista de organización estatal. A nivel económico, el MAS emergió como el promotor de un nuevo modelo de desarrollo: solidario, in-clusivo, plural y sostenible ambientalmente. Este artículo analiza los alcances del proceso de cam-bio en relación al compromiso de construcción de un modelo alternativo de desarrollo.

Lo buenoBolivia ha vivido un proceso de transforma-

ciones epistémica y política con la redefinición del horizonte de los cambios deseables y posi-bles. Se trastocaron radicalmente los referentes simbólicos de la comunidad política imaginada y los principios legitimadores de ciudadanía, proce-so que ocurrió a través de la introducción de un nuevo vocabulario en los discursos políticos y la normativa nacional.

El campo político también se transformó con la inclusión de actores de ascendencia popular en los poderes del Estado. Los impactos subjetivos de la revalorización política y simbólica de lo po-pular e indígena fueron profundos. Estos sectores se sintieron reivindicados en una sociedad estruc-turada por persistentes y profundos clivajes étni-cos y de clase.

A esta fuerza simbólica se sumó la ascensión de una nueva clase media de origen popular en un con-texto excepcional de crecimiento económico, impul-sado por el alza de los precios internacionales de las materias primas. El salto

de los recursos financieros disponibles en la econo-mía boliviana entre 2006 y 2014 fue exponencial en relación al periodo anterior. Para tener una idea, el presupuesto de un año de gestión del gobierno de Evo Morales correspondió en promedio a cuatro años del periodo anterior y alrededor del 50% de éste fue generado por recursos provenientes de la expor-tación de recursos naturales.

La inyección de recursos públicos a la economía y otras medidas, como el incremento del salario mí-nimo nacional y el establecimiento de un techo en los sueldos de la administración pública, contribu-yeron a los cambios en el mercado de trabajo: incre-mento del empleo en servicios, comercio, construc-ción y transporte no vinculados con la producción y de baja productividad y de los ingresos reales de los tra-bajadores menos calificados. Estos factores explican la dis-minución de la pobreza y de la desigualdad en este periodo.

Lo maLoLo malo surge cuando

se analiza lo que se hizo en este contexto de bonanza económica en térmi-nos de promoción de la capacidad productiva del país, principalmente en los sectores que generan trabajo, como la economía campesina, familiar y comunitaria. La primera constatación es la baja reglamentación de las normativas referidas a la economía plural. Pese a que estas normativas no salieron del papel, abrieron un campo de conflic-to entre los actores sociales que truncó el debate político sobre el modelo económico.

La segunda constatación es que la inversión pública priorizó el sector estratégico e intensivo en capital (hidrocarburos). En términos relativos, la in-versión pública en este sector fue ascendente, mien-tras descendió en el sector agropecuario y manufac-turero. La inversión pública absoluta aumentó, pero concentrándose en grandes proyectos de infraes-tructura en los sectores estratégicos, a la vez que el grueso del presupuesto social se redistribuyó vía bonos y gasto corriente antes que en fortalecimiento de la institucionalidad de la protección social (siste-ma público de salud, educación y seguridad social). La sustitución parcial de la inversión extranjera por la pública después del proceso de nacionalización es también cuestionable desde la sostenibilidad del sector de hidrocarburos con la disminución de las

actividades de exploración y las reservas com-probadas de gas.

La producción agrícola campesina fue la más afectada. No solo la producción no creció para responder al incremento de la demanda interna como, al revés, retrocedió.

Productos que antes teníamos capacidad de autoabastecimiento, como frutas y le-

gumbres, son crecientemente importados. Es decir, Bolivia no está en el camino de trans-formación de las condiciones estructurales de las desigualdades provocadas por el patrón de acumulación predominante.

Lo feo El proceso de cambio que inició con to-

nos de transformación épica a nivel simbóli-co y político empezó a presentar problemas a

partir de 2010. Un primer evento importante ocu-rrió con el conflicto del TIPNIS, a raíz de la cons-trucción de la carretera atravesando su territorio, cuando los pueblos indígenas denunciaron la vul-neración de los principios constitucionales de la consulta previa, libre e informada y los impactos socio-ambientales negativos de este proyecto.

El TIPNIS entró a la historia como el evento que visibilizó las contradicciones entre dos proyec-tos económicos concurrentes en el partido guber-namental: (i) la superación del modelo capitalista neoliberal y de base extractivista a través del forta-lecimiento de la economía plural, la transformación productiva y la sostenibilidad ambiental y (ii) el capi-talismo de Estado fundado en la profundización del

extractivismo (hidrocarburos, minerales y agroindustria) en un modelo de mercado libre y auto-regulado.

Los resultados de este conflicto fue la ruptura del Pacto de Unidad con la re-tirada del apoyo de organiza-ciones indígenas al gobierno del MAS y la redefinición

del mapa político de los movimientos sociales con la formación de dos bloques: el primero, con las organizaciones que apoyan incondicionalmente el gobierno del MAS y el segundo con las organiza-ciones que quitaron su apoyo.

Un segundo evento importante en este proce-so de inflexión y que resultó en el enfrentamiento entre organizaciones sociales ocurrió a raíz de la elaboración de nuevas normativas referidas a la economía plural (específicamente Ley 144 y 338), cuando se desencadenó una disputa sobre quiénes deberían ser los interlocutores legítimos de la eco-nomía comunitaria frente al Estado para la toma de decisión y el acceso a recursos públicos, princi-palmente del Fondo Indígena.

Es así que los sindicatos agrarios disputaron la representación única de la economía comunitaria, mientras que las organizaciones económicas cam-pesinas siguieron peleando su inclusión desde su propio espacio de representación. Hasta ahora, las disputas aparecen más fuertes que las afinidades sociales y la coincidencia de los intereses econó-micos por el fortalecimiento de otra economía.

PersPectivas futurasLa construcción del nuevo andamiaje normati-

vo abre oportunidades para fortalecer la economía plural, aunque dejando dudas sobre pluralismo y el rol del Estado. En la misma línea, la normativa abre un campo de conflicto en los movimientos sociales al no otorgar igual estatus a los actores vinculados con la economía social-comunitaria.

En 2014, está claro que el segundo proyecto de desarrollo es el ganador al interior del gobier-no. Pese al escenario político desalentador para los que apuestan por el proyecto de otra economía con base en los principios solidarios y comunita-rios, éste sigue presente en los imaginarios y voces de actores sociales que lo impulsaron. De igual manera este proyecto está expresado en la Cons-titución y en un conjunto de normativas, pese a las contradicciones discursivas, ofreciendo una plataforma jurídica para seguir la pugna política en su defensa.

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El campo político también se transformó con la inclu-sión de actores de ascen-dencia popular en los pode-res del Estado.

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El “proceso de cambio” se caracteriza por la ampliación de la de-mocracia y la concen-tración de poder. Esta paradoja es compren-sible cuando el análisis utiliza una perspectiva diacrónica que consi-dera los antecedentes

del proceso político iniciado a mediados de la década pasada y distingue tres fases disímiles en el ejercicio de gobierno por parte del MAS y que, formalmente, corresponden a las gestiones presidenciales de Evo Morales.

La primera gestión estuvo caracterizada por la polarización política en torno a los clivajes étnico y regional y se expresó institucionalmente en la com-pleja coexistencia de dos figuras complejas: “go-bierno dividido” y “pugna vertical de poderes”. En el primer caso porque el Se-nado estaba controlado por la oposición parlamentaria y tenía una relativa capacidad de veto; en el segundo caso porque se forjó una coalición de prefectos opositores hostil al gobierno esgrimiendo un proyecto alternativo de auto-nomía departamental. Esas contradicciones se resolvieron en las urnas con la aprobación del nuevo texto constitucional y la ree-lección de Evo Morales.

La segunda gestión se distinguió porque el oficialismo obtuvo dos tercios de escaños en las dos cámaras legislativas y logró el control de la mayoría de los gobiernos departamentales y mu-nicipales. Es un momento de despliegue de la capacidad hegemónica del proyecto oficialista cristalizado en el Estado Plurinacional. El presi-dencialismo adquirió mayor brío y se centralizó el proceso decisional. Se debilitaron los controles de tipo multipartidario por la carencia de representa-ción pluralista en el parlamento y porque tampoco fue efectivo el control contramayoritario debido a la subordinación de los otros órganos del Estado –judicial y electoral– al poder ejecutivo. Sin embar-go surgió una modalidad informal de control al decisionismo gubernamental a través de la movi-lización ciudadana. El “gasolinazo” y el “Tipnis” son casos nítidos de modificación de decisiones presidenciales mediante la acción colectiva que, indirectamente, provocaron un giro programáti-co en el proyecto del MAS con la adopción de la Agenda Patriótica 2025 como horizonte pro-gramático. Ese giro permitió una apertura de la interpelación masista y el incremento del apoyo electoral a Evo Morales cuya segunda reelección consecutiva implica una inédita continuidad pre-sidencial de quince años.

La tercera gestión presenta una combina-ción inédita porque se reprodujo la mayoría calificada oficialista en la Asamblea Legislativa pero la “división vertical de poderes” se hizo patente con los resultados de los últimos comi-cios subnacionales que configuraron escenarios locales pluralistas proclives a la interacción po-lítica. La mayoría de gobernaciones y alcaldías de ciudades capitales están en manos de fuerzas

opositoras aunque son actores regionales con escasas posibilidades de convergencia en una fuerza política nacional. El proceso político se-guirá enmarcado en un escenario definido por la capacidad hegemónica del proyecto del MAS y por la implementación de la Agenda Patrióti-ca 2025.

¿Qué rasgos tiene la democracia y cuál fue la propuesta del mas?El rasgo central es la ampliación de la demo-

cracia con la inclusión de nuevas identidades en el campo político. Se expresó en los noventa con la presencia de campesinos, indígenas y mujeres en espacios de representación y participación; se fortaleció con la irrupción de movimientos socia-les en la esfera pública a principios de siglo y se materializó en la CPE que consagra el pluralismo y la Ley de Régimen Electoral (LRE) que instau-ra la democracia intercultural. Este cambio ins-

titucional está acompañado del voto desde los 18 años, la postulación a cargos elec-tivos con menos restriccio-nes y el voto en el exterior. El sistema de representación política expresa la diversidad social con más eficacia que en el pasado.

La democracia intercul-tural es el correlato de la ciudadanía multicultu-ral y del Estado Plurinacional. Es un modelo que combina la democracia representativa, directa o participativa y comunitaria en una lógica de geo-metría variable. Las novedades institucionales tienen que ver con la democracia participativa y, particularmente, con la democracia comunitaria.

La democracia participativa se ejerce por medio de referendo, iniciativa legislativa ciu-dadana, revocatoria de mandato, asamblea, cabildo y consulta previa. Empero, la LRE es-tablece restricciones que desincentivan su utili-zación –v.gr. elevado porcentaje de firmas para solicitudes de revocatoria de mandato–, por tal motivo, no se ha realizado ningún referéndum revocatorio. De igual manera, la LRE define que las decisiones de asamblea, cabildo y con-sulta previa no tienen carácter vinculante para el Estado, una restricción que -en el caso de la consulta previa- resulta contradictoria con un derecho colectivo de los pueblos indígenas.

Ahora bien, la democracia comunitaria es el rasgo que define el carácter intercultural del modelo político boliviano. Se ejerce mediante el autogobierno, la representación cualitativa y el ejercicio de derechos colectivos, según nor-mas y procedimientos propios de las “naciones y pueblos indígena originario campesinos”. Su implementación se expresó en la formación de autonomías indígenas y la participación indíge-na en las asambleas legislativas.

En las elecciones generales de 2009 se ins-tauró la democracia intercultural con la elec-ción de 7 diputados indígenas, 5% de la cáma-ra baja. Esa cifra se repitió en los comicios de 2014 y no se vislumbra su incremento. Es una elección uninominal que combina crite-rios de representación cualitativa -los candi-datos son indígenas- con reglas de democracia

representativa –son postulados por partidos y elegidos mediante voto universal. Es decir, la democracia comunitaria se subordina a la re-presentativa y no existen riesgos de dualismo en la representación política.

En los comicios subnacionales de 2010 se instalaron asambleas departamentales y se eli-gieron representantes de pueblos indígenas en 8 departamentos con porcentajes entre 5 y 15%. A diferencia de los diputados, los asambleístas indí-genas fueron elegidos mediante normas y proce-dimientos propios. En las elecciones de 2015 no se incrementó el número de asambleístas indíge-nas, excepto en Pando que puso en vigencia su Estatuto Autonómico. Es decir, en este nivel de gobierno se aplica con más vigor la democracia comunitaria pero también se evita dualismo en la representación política.

Otro espacio de materialización de la demo-cracia intercultural son las autonomías indígenas. Son diseños institucionales inéditos de órganos de autogobierno indígena que formalizan reglas y prácticas consuetudinarias. Su materialización se inició en diciembre de 2009 con la conversión de once municipios en autonomías indígenas mediante referendos, aunque solamente cinco aprobaron estatutos y su implementación está pendiente de aprobación mediante referéndum. Es decir, se trata de un avance lento, empero su concreción definirá el carácter del Estado Pluri-nacional porque pone en contradicción el ejerci-cio de soberanía estatal y la vigencia de derechos colectivos.

¿Cuáles son los desafíos? La democracia intercultural se aplica de ma-

nera incremental ampliando la capacidad repre-sentativa del modelo político, sin provocar dua-lismo ni situaciones de ingobernabilidad. No se vislumbran mayores avances porque los estatutos autonómicos departamentales no contemplan modificaciones importantes en la composición de las asambleas departamentales, por tanto se mantendrán los rasgos de representación indíge-na. Tampoco existe un cronograma de referen-dos para la conversión de nuevos municipios en autonomías indígenas en el mediano plazo. Los desafíos se sitúan en otra arista del proceso políti-co, aquella que se refiere a las interacciones entre oficialismo y oposición; no obstante, su derrote-ro depende de la distribución de las preferencias electorales y no de la configura-ción institucional de la demo-cracia.

Democracia y proceso político

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Fernando Mayorga

Ahora bien, la democracia comunitaria es el rasgo que define el carácter intercul-tural del modelo político boliviano.

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El ejercicio de la soberanía ha permitido que se logre un liderazgo a nivel mun-dial y que Bolivia sea reco-nocida en todo el planeta.

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Política exterior del Estado Plurinacional Jean Paul

Guevara

En el ámbito de las relacio-nes internacionales, la pro-puesta del gobierno se fue construyendo a base de premisas e intuiciones, que no estuvieron explicitas a inicios de 2006. De hecho, en la propuesta del MAS “10 medidas para cambiar Bolivia”, era tan fuerte la

agenda interna que opacaba la escena internacional.Sin embargo, consciente de la importancia del

nivel internacional, una de las primeras acciones de Evo Morales, como presidente electo, fue realizar una gira internacional por América, Europa, Asia y África. Ese acto y la “anécdota de la chompa”, die-ron vuelta al mundo, dando las primeras luces de lo que sería la política exterior de Bolivia: una política con identidad y perfil propios, bajo liderazgo y pre-sencia de un presidente indígena.

En los detalles abundan las señales, para quie-nes querían entender: ni monarquías ni patrones, ni complejos ni imitaciones: identidad y dignidad.

Así, el presidente Morales eligió a David Cho-quehuanca, líder indígena aymara, ideólogo del Vivir Bien, como primer Canciller del proceso de cambio y del Estado Plurinacional.

Hasta entonces, una de las características de la diplomacia boliviana era ser patrimonio de pocas familias, y nuestra presencia en el mundo, casi sin excepciones, estuvo marcada por la dependencia y la aceptación de los designios externos.

A partir de 2006 se fue elaborando una política internacional que todavía se encuentra en proceso de consolidación. Los cinco pilares o principios de esta política exterior se definieron así: • Ejercicio efectivo de la soberanía. Dejando con-

signas e intereses ajenos, revalorizando nuestra identidad, recuperando la autoestima y fortale-ciendo nuestra dignidad. El ejercicio de la sobe-ranía, como mecanismo defensivo de nuestros intereses particulares, y como ejercicio pleno de nuestra libertad de innovar y de fortalecer la in-tegración con los países de la región y el mundo.

• Diplomacia de los pueblos. Nuevo enfoque que privilegia el relacionamiento con gobiernos, así como con organizaciones sociales y sociedad ci-vil, fortaleciendo nuestra presencia global. Un gobierno surgido de movilizaciones sociales y las luchas de los pueblos indígenas tenía que re-flejar este sentido también a nivel internacional.

• Diversidad cultural. Reconocimiento y respe-to a la diversidad de pueblos y culturas, y a las

diversas identidades, negando modelos civili-zatorios homogeneizadores o culturas únicas o “superiores”.

• Armonía con la naturaleza. Siguiendo con el principio anterior, la diversidad de la vida solo puede protegerse y respetarse buscando la ar-monía en nuestro relacionamiento con la natu-raleza y todo ser vivo, defendiendo la biodiver-sidad.

• Reducción y superación de las asimetrías. Bus-cando la complementariedad y solidaridad, antes que la competencia. Reconociendo el desequilibrio y desigualdad del mundo, toda negociación tiene que tener presente esta reali-dad y propugnar su superación; pues la profun-dización de las desigualdades es la mayor fuente de injusticias y guerras.Se trata, entonces, de una política exterior

orientada a contribuir a la construcción de un mun-do más equilibrado, diverso, inclusivo y armónico con la naturaleza y entre los seres humanos, para el “vivir bien” de todos los pueblos a nivel global. Política que ya tiene resultados concretos en varios ámbitos.

Quizá uno de los resulta-dos más representativo y visi-ble es el vinculado a una política exterior con iden-tidad propia. El ejercicio efectivo de la soberanía ha permitido que se logre un liderazgo indiscutible a nivel mundial y que Bolivia sea reconocida en todo el planeta.

Resultado de ese liderazgo es la capacidad de convocatoria que tiene el presidente Morales. Nunca antes se había arriesgado nuestro prestigio internacional, convocando y organizando eventos de la envergadura de los que se realizaron durante los últimos años. No solo se organizaron eventos ya establecidos, como la 42ª Asamblea General de la OEA en Cochabamba; sino que se innovó con-vocando a la Primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Dere-chos de la Madre Tierra. En ejercicio de la presi-dencia pro tempore del G 77 + China, se convocó a la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de los 77, -Por un Nuevo Orden Mun-dial para Vivir Bien-. Entre las resoluciones de la reunión entra el tema del “Vivir Bien”, la Madre Tierra y los principios andinos del ama sua (-no seas ladrón-), ama llulla (-no seas mentiroso-) y ama qhilla (-no seas flojo-).

Se innovó en el lenguaje del sistema interna-cional y de los organismos multilaterales. El “Vivir Bien” ya no es solo un tema interno de Bolivia, ya es una propuesta alternativa que tienen cada vez más adeptos, y es citado en documentos oficiales de Na-ciones Unidas.

Otro gran logro fue el tema marítimo, donde se movió los cimientos de la estrategia que tenía Chile para enfrentar el diferendo. Se inició con la cons-trucción de la Agenda de los 13 Puntos, en la que por primera vez se incluyó el tema marítimo –como punto sexto-, reconociendo un tema pendiente que había que resolver. Al no lograr resultados, se fue hasta La Haya.

Durante estos años, además de la demanda ante la Corte Internacional de Justicia, se ha posicionado

el tema en la agenda internacional a nivel mundial. Se cambió la visión de un país inestable, que utiliza una demanda emotiva para hacer política interna. Ahora Bolivia ha demostrado mayor estabilidad ins-titucional, mostrando que la demanda de una salida soberana al océano Pacífico fue una política de Esta-do permanente. Más aun, se mostró al mundo que para la hermana República de Chile también fue un tema recurrente lograr un acuerdo y brindar a Boli-via una salida soberana al mar.

Respecto a la revalorización de la hoja de coca, se logró despenalizar el acullicu y que se res-peten nuestras tradiciones culturales. Fue una es-trategia basada en una reivindicación identitaria y objetiva, frente a la falta de coherencia de algunas disposiciones internacionales. Cuando no se logró que se aprueben las objeciones a la Convención Única de Naciones Unidas sobre Estupefacientes de 1961, se salió de la Convención. Reingresando

luego con la incorporación de una reserva, la cual en-fatiza el reconocimiento al consumo y uso de la hoja de coca para fines culturales y medicinales. Esta reserva fue aceptada por la gran mayoría de los países miembros de las Naciones Unidas.

Otro tema fundamental, en el que ha incidido la política exterior, es el referido al medioambiente. Bolivia ha posiciona-do un nuevo espectro de temas y ha permitido articular posiciones contestatarias y alternativas al “discurso oficial” (casi siempre ligado a paí-ses industrializados). Se mantuvo un ritmo y una presencia en el tema que puso a Bolivia en la van-guardia, con un discurso propio. Ahí también se cambió el léxico de Naciones Unidas. A deman-da de Bolivia se logró que se hable de la Madre Tierra (Pachamama). Igualmente, se asumió la concepción del acceso al agua como un derecho humano fundamental. Se logró el reconocimien-to de los saberes ancestrales como ciencia y el establecimiento de un dialogo inter-ciencia con los demás saberes. En cambio climático, contra todos los intereses por mercantilizar la naturale-za, se logró establecer un mecanismo alternativo de manejo sustentable de bosques.

Toda esta política está en proceso de consolida-ción. En términos estratégicos, queda pendiente la sistematización y asimilación de la -nueva narrativa- de Bolivia en el mundo, la relectura de la historia de nuestra presencia en el planeta con una mirada de Estado Plurinacional.

El liderazgo del presidente Morales ayudó a re-conocer la presencia de Bolivia en el mundo. No es-tán lejos los días cuando, al hablar de Bolivia, se es-cuchaba ¿y dónde es eso?-. Luego de un tiempo ya se escuchaba ¿Bolivia..? Ah, si, Evo Morales-. Esta brecha entre el prestigio del Presidente y el recono-cimiento del país, poco a poco va desapareciendo. No porque el Presidente sea menos conocido, todo lo contrario, sino que cada vez se conoce y se quie-re conocer más sobre Bolivia. Ahora ya es, ¿Bolivia? Ah, si, Evo Morales, Estado Plurinacional; y Vivir Bien y salida al mar”.

Ahora la política exterior tiene discurso pro-pio, iniciativa, identidad y liderazgo a nivel inter-nacional.

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El gobierno de Evo Mo-rales disfrutó de una excepcional autonomía política, derivada de la bonanza del merca-do mundial de mate-rias primas. Se asoció y aproximó a los países del ALBA y del Merco-sur -Chávez en Venezue-

la, Correa en el Ecuador y, en menor grado, Lula en el Brasil, Vásquez en el Uruguay, Kirchner en la Argentina y Lugo en el Paraguay- tributarios de la corriente nacionalista de cambio, con quie-nes coincidió en afirmar la primacía del Estado sobre el mercado y el cambio social sobre las formas republicanas. Los sistemas políticos de Chile, Perú y Colombia resistieron la tentación de refundar sus naciones y condujeron sus pro-cesos de manera diferente.

En ese ecosistema se gestó y ejecutó la política exterior boliviana, que giró en torno a la personalidad y trayectoria del presidente Evo Morales -líder indíge-na, revolucionario, antiim-perialista-, sobre cuyos ras-gos se trabajó para definir una nueva identidad nacional y un nuevo rol in-ternacional. El impacto de las políticas de inclu-sión social y el respaldo popular que recibió en varias elecciones legitimó la radical sustitución de elites y se proyectó la imagen de una nación de indígenas y mestizos. Ese perfil se potenció de forma constante, con iniciativas de valor sim-bólico y político, nacionales y regionales, que se-ría largo enumerar aquí.

Ese formato explica el tono ideológico de la diplomacia boliviana en la primera fase de go-bierno y la prioridad que se asignó a la alianza con Venezuela, Cuba, Ecuador y Nicaragua y, en menor medida, Brasil y Argentina. Se asignó a Estados Unidos, México y Colombia el papel de adversarios. Se escogió la diplomacia de los pueblos -la relación directa con los movimientos sociales y políticos afines- como el método de relacionamiento e influencia en otros países, lo que provocó, como era de esperar, incomodidad en los gobiernos de esos Estados, que entendían esas iniciativas como formas de injerencia en sus asuntos internos.

En esa lógica, el gobierno rechazó los acuer-dos regionales de integración comercial y per-dió de vista que las razones de la participación boliviana en el Grupo Andino nunca fueron co-merciales. La Comunidad Andina colapsó y, en su lugar, se creó la Alianza del Pacífico, que ex-cluyó a Bolivia y la alejó del eje histórico de su proyección externa, en el mar de sus ancestros. El Mercosur, por el que tantas cosas se dejaron, perdió el rumbo, con Argentina y Brasil abstraí-dos con sus problemas internos y Venezuela en crisis terminal. Todavía se sufren las consecuen-cias económicas de la renuncia del ATPDEA. En cambio, el espacio de la cooperación política regional trajo beneficios para el Gobierno, como el apoyo de Unasur en la confrontación interna con la “media luna” y la legitimación de las mi-

siones de observación de la OEA en las victorias electorales del MAS.

La relación con las potencias del centro fue áspera. Luego de las primeras fintas de recono-cimiento con Estados Unidos, se pasó a otra de confrontación abierta, que culminó con la ex-pulsión del embajador norteamericano, Usaid y otras agencias de cooperación. El trato con los países de la Unión Europea no llegó a ese punto, pero tampoco se distinguió por la cola-boración franca. En cualquier otra época de la historia esas fricciones habrían provocado serios problemas económicos y políticos. El hecho de que eso no haya ocurrido muestra la magnitud de las transformaciones en el sistema político hemisférico.

La relación con los países vecinos fue, como siempre, la más activa. Los vínculos tradiciona-les con Argentina se fortalecieron con la afini-

dad ideológica y la amistad personal del mandatario boliviano con los Kirchner, y los presidentes Cartes y Morales intercambiaron vi-sitas, tratando de dar alien-to a una integración econó-mica y política beneficiosa para ambos.

De las muestras de afec-to inicial, traducidas en la llegada a La Paz de Lula con todo su Gabinete, los vínculos políticos con el Brasil fueron languideciendo, sin romperse. Los medios de comunicación y los partidos de la oposición y los aliados del PT reaccionaron frente a la afiliación del MAS con el ALBA; a cómo se ejecutó la nacionalización del gas; a los centenares de bolivianos que buscaron protección en ocasión del conflicto de Porvenir; al exilio voluntario del fiscal Sosa y a la fuga del senador Roger Pinto, entre otros casos. Fue este último incidente el que ocasionó el retiro del embajador Biato y la reten-ción en el Senado brasileño de la carpeta de nom-bramiento de su reemplazante, desde hace casi dos años. Como el gobierno de Rouseff tampoco hizo nada para superar ese obstáculo, allí están las relaciones, normales, pero distantes, en espera del momento en que deban renegociarse los términos del contrato de venta de gas.

La posición cambiante de Bolivia en la de-manda de delimitación del Perú contra Chile en La Haya (apoyó primero a Chile y luego a Perú) afectó la relación bilateral. Cuando lo conside-ró útil la Cancillería de Torre Tagle negoció con la de la plaza Murillo mejoras importantes a los Acuerdos de Ilo, que más tarde se estancaron en el proceso de ratificación en el Congreso perua-no. Pero la señal más seria del distanciamiento llegó con la firma de un acuerdo peruano-bra-sileño para construir un ferrocarril, que vincule esos dos países por la ruta del Amazonas, evi-tando el cruce natural por territorio boliviano, con financiamiento chino. En esa conducta pe-saron consideraciones geopolíticas y de interés nacional, pero sin duda las críticas del Gobierno boliviano al alineamiento y la proximidad del ré-gimen peruano con Estados Unidos no cayeron bien en el país vecino.

Evo Morales inició un proceso de acerca-miento a Chile que descansó en el vínculo políti-

co y personal con la presidente Bachelet. Dedicó mucho tiempo y repetidos gestos de amistad a la construcción de la agenda de los 13 puntos, sin que la propuesta chilena sobre el tema de fon-do se llegara a concretar. Con Piñera, esa agen-da se despeñó lenta pero inevitablemente hasta rematar en la ruptura y la formalización de la demanda boliviana ante la CIJ. El origen, las ca-racterísticas y las perspectivas de esa acción han sido objeto de numerosos ensayos y artículos y no es necesario repetirlos ahora. En este punto del camino, se puede afirmar que Bolivia tomó la iniciativa correcta, en el momento apropiado y que ha logrado posicionarse con ventaja en el tablero político, diplomático y comunicacional.

Sin embargo, hay que recordar que el juicio de La Haya no ha concluido y que el objetivo final de la estrategia nacional es negociar con Chile y Perú el acceso soberano al océano Pací-fico. Para cuando ese momento llegue, será in-dispensable encontrar en el país trasandino una opinión pública preparada para avanzar en la so-lución definitiva de esta conflicto. El lector con-vendrá que, en esa lógica, es necesario ampliar la gravitación económica y política de Bolivia en el Pacífico, ganar amigos y dejar sin argumentos a los críticos.

La demanda de Bolivia ante La Haya marcó un interesante punto de inflexión. El tratamien-to del tema del mar retomó el carácter de una política de Estado y se procuró reconstruir el te-jido de solidaridad y simpatía internacional con la causa nacional de reintegración marítima, una vez que la experiencia de aproximación con Chi-le había mostrado las limitaciones de la visión ideológica y personal. Se volvió a probar que los Estados tienen intereses, no amigos.

Debe esperarse que esa apertura se consoli-de y amplíe. La Latinoamérica de los próximos años no será la misma de la década pasada y los planes de liderato revolucionario se verán des-bordados por las urgencias de una economía estancada o declinante. Los intereses naciona-les, distintos de las proyecciones políticas de la coyuntura, vuelven a colocarse en el centro del escenario. Y Bolivia sigue donde siempre estuvo, en el centro del continente, obligado a proyec-tarse en las tres grandes cuencas de América del Sur, cualquiera sea el color de las preferencias políticas del momento.

Es que todo puede cambiar, menos la esen-cia.

Política exterior, de gobierno y de Estado

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Gustavo Fernández Saavedra

Hay que recordar que el jui-cio de La Haya no ha con-cluido y que el objetivo final de la estrategia nacional es negociar con Chile.

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¿Es posible cambiar la administración de justicia? Walker

San Miguel R.

Desde que se reinstau-ró la democracia en Bolivia en octubre de 1982, sucesivos gobiernos intentaron una reforma judicial. Sin embargo, a pesar de haberse imple-mentado diversos programas de refor-

ma y aplicado importantes recursos financieros este tema permanece irresuelto.

El año 2009 dio a luz la Constitución Política del Estado Plurinacional (CPEP), aprobada en un referéndum popular luego que deliberara la Asam-blea Constituyente. En aquella se aprecia un tránsito hacia el pluralismo jurídico al reconocer explícita-mente a los pueblos indígenas el derecho al ejercicio de una administración de justicia acorde a su cos-movisión y a través de sus autoridades originarias. La CPEP establece claramente que la jurisdicción indígena-originario-campesina respeta el derecho a la vida, el derecho a la defensa y otros derechos y garantías constitucionales. Con el fin de establecer los mecanismos de coordinación y cooperación en-tre ambas jurisdicciones se promulgó la Ley de Des-linde Jurisdiccional el 2010.

La CPEP mantuvo las instituciones fundamen-tales del quehacer jurisdiccional: Tribunal Supremo de Justicia, Tribunal Constitucional y Consejo de la Magistratura (antes denominado Consejo de la Ju-dicatura). Además, elevó a rango constitucional el Tribunal Agroambiental y dispuso la elección direc-ta mediante sufragio popular de todas las autorida-des de dichos órganos, lo que efectivamente ocurrió el 2011. La elección directa fue asumida por el cons-tituyente como un mecanismo de reemplazo a la práctica deleznable del “cuoteo” político partidario que se produjo a lo largo de los años desde 1982 y que permitía a los jefes de los partidos con represen-tación legislativa designar en el seno del Congreso a magistrados de su preferencia y color político bajo el mecanismo de transacción con otros jefes de parti-dos.Desde que se puso en vigencia la CPEP se han venido promulgando importantes leyes en el nuevo marco jurídico-constitucional, entre ellas el Código Procesal Civil, la Ley del Notariado, las modificacio-

nes al Código de Procedimiento Penal y una ley que amplía el régimen del Contencioso-Administrativo (mecanismo de impugnación judicial de actos de la administración pública). También se emitieron leyes de organización institucional, como la Ley del Mi-nisterio Público y la Ley del Órgano Judicial. En po-cos años se produjo una intensa actividad legislativa, pero los problemas en la justicia boliviana no son precisamente por déficit de leyes y normas, sino por la práctica inveterada de retardación que sumada a la corrupción y a la discriminación caracterizan la administración de justicia en nuestro país.

LA JUSTICIA EN LA BOLIVIA REPUBLICANA La República heredó los vicios de las prácticas

burocráticas y procesales de la Colonia sin que hu-biera podido erigir una institucionalidad jurídica fuerte. El Mariscal Andrés de Santa Cruz promulgó varios códigos al inicio de la etapa republicana pero, con esa sola excepción, el siglo XIX se caracterizó por los golpes de Estado y el irrespeto a la Constitu-ción por parte de los caudillos civiles y militares que se turnaron en el poder.

En el siglo XX, ni los liberales ni los republi-canos pudieron colocar la piedra angular de una administración de justicia eficaz y moderna; por el contrario, la relegaron de la agenda política. La Revolución de 1952 tampoco tuvo en su agenda la nueva organización y funcionamiento del sistema ju-dicial boliviano. Se ampliaron los derechos políticos y sociales (el voto universal, sumado a la reforma agraria y nacionalización de minas, caracterizaron los años subsiguientes) pero los go-biernos del MNR convivieron con los “Códigos Santa Cruz” y con la estructura jurídica de la Bolivia republicana previa al MNR, que como ya dijimos se caracterizaba por ser exclu-yente de las grandes mayorías indígenas, obreras y campesinas.

El gobierno militar de Hugo Banzer de la década del 70 convocó a juristas notables para que redacten nuevos códigos que reemplazaran a los promulgados por Santa Cruz. Es así que, en ausencia de un órga-no legislativo, promulgó mediante decretos-leyes un conjunto de códigos, alguno de ellos todavía vigen-tes. A pesar de los “Códigos Banzer”, la administra-ción de justicia siguió mostrando su peor rostro, por ejemplo, aunque la Constitución del año 1961 había abolido la pena de muerte, Banzer ordenó incluirla en su Código Penal (1972) y efectivamente la aplicó fusilando a Melquiades Suxo, un migrante aymara cuyo oficio era ser arenero y había sido sentenciado por los delito de estupro y asesinato.

Desde la década de los 90 se han realizado va-rios diagnósticos sobre la administración de justi-cia y se han producido una reforma constitucional (1994) y varias reformas legislativas para la creación de nuevos órganos como el Tribunal Constitucional, el Consejo de la Judicatura y el Defensor del Pueblo. Sin embargo, y a pesar de haberse consolidado un régimen de control constitucional, hasta el día de hoy no se ve que los juzgados de instancia y los tri-bunales de apelación hayan modificado su manera de administrar justicia, afectando derechos y garan-tías constitucionales y en la mayoría de los casos dis-

criminando a los litigantes carentes de recursos para afrontar procesos que duran lustros y hasta décadas.

Nuestro país recibió importantes aportes de la cooperación internacional destinados a la reforma judicial. Los gobiernos neoliberales se esmeraron en mostrar que esa reforma cambiaría de raíz los vicios de la administración de justicia. Los hechos mostraron lo contrario, la reforma al procedimiento penal no fue exitosa. Trasladar institutos y prácticas propios del sistema anglosajón no dio el resultado esperado. Las cárceles siguen repletas, se incremen-taron los casos de linchamiento ante la ineficacia de fiscalías y juzgados. Diez años después de la puesta en práctica del sistema de “jueces ciudadanos”, en octubre del pasado año la Asamblea Legislativa san-cionó una ley que los elimina reemplazándolos por “jueces técnicos” (profesionales en Derecho).

Los fondos que el Tesoro y la cooperación ero-garon para la reforma judicial, durante el período neoliberal, fueron ingentes y los resultados en cam-bio muy escasos.

LAS BASES DEL CAMBIO Para cambiar la administración de justicia en

Bolivia, reto difícil pero no imposible, se requiere que el Ministerio de Justicia, con el auxilio de espe-cialistas bolivianos en las diversas ramas del Dere-cho, lidere las tareas de diagnóstico primero y plani-ficación plurianual después. Para conocer el estado actual de la justicia boliviana no hacen falta más “cumbres” de altas autoridades judiciales, sino es-cuchar al ciudadano que ha tenido que afrontar un

trámite o un juicio en estrados judiciales.

No se podrá avanzar en remozar la justicia si es que no se forma adecuadamen-te a abogados y jueces. Las universidades públicas y pri-vadas gradúan miles de pro-fesionales en derecho pero sin suficientes aptitudes para el

ejercicio de la abogacía. Los colegios de abogados registran cientos de abogadas y abogados pero no ejercen un control deontológico que sancione las prácticas que atentan a la ética profesional. No es lo mismo ser abogado a secas que juez, por lo tanto para ingresar a una carrera judicial debe haber una formación complementaria a la mera licenciatura en Derecho. El Ministerio de Educación, Ministerio de Justicia, CEUB, Consejo de la Magistratura, Cole-gios de Abogados y otros deben asumir esta tarea formativa.

Sin recursos financieros, ninguna reforma tendría éxito y menos un cambio profundo ten-dente a administrar justicia eficiente a favor de los ciudadanos. Se requieren más juzgados -especial-mente en las provincias- pero con mejores jueces, y eso implica mayor presupuesto para el Órgano Judicial. Los recursos deberían provenir no sólo del Tesoro, sino de los gobiernos departamentales y municipales. Asimismo, debería crearse una tasa que abonarían los litigantes en función de la cuan-tía de los procesos.

Éstas y otras ideas deben formar parte de una agenda pública que precise los hitos que busca con-seguir, agenda que debe aprobarse sin demora si de verdad queremos hacer posible un cambio en la ad-ministración de justicia.

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No se podrá avanzar en la tarea de remozar la justi-cia en Bolivia si es que no se forma adecuadamente a abogados y jueces.

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La justicia boliviana, esa falsedad escrita

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Gonzalo Mendieta Romero

En 2005, el MAS tenía un plan punitivo y difuso re-lacionado con la justicia. La Ley Marcelo Quiroga agravaría penas y delitos por corrupción, como so-lución al descalabro estatal. Esa visión era amortiguada por premisas como “en el marco preventivo”, contar

con estrategias educativas, promoción de valores y la rehabilitación de delincuentes1. En ese tiempo, el MIP postulaba la justicia comunitaria, no el MAS2.

Después vino la fase en que todo era posible, bastaba con concebirlo. En 2006, el Plan de Desa-rrollo enunció la política de “Descolonizar el Sistema Judicial”. Este propuso objetivos enormes como desmontar saberes y prácticas del derecho oficial, prácticas burocráticas judiciales y producción le-gislativa; y democratizar la creación del derecho y desmitificarlo. Entonces, el MAS (también) hizo prome-sas concretas: disminuir en un 50% el plazo de los procesos y la “recuperación social del 60% de (los) privados de libertad”, además de defensa pública y asesoramiento “al 100% de los pueblos indígenas y originarios”.

La elección de magistra-dos surgió en la Constituyente, quizá por los aseso-res españoles del MAS3. Fue aprobada4 y se divulgó como remedio de la justicia. Salvo por esa innova-ción, la interculturalidad y una aspiración corpora-tiva, la jurisdicción militar5, no hubo un programa judicial en la Constituyente, si bien no era necesa-riamente su lugar.

Después vino una fase de papel; su relato fue aplicar la Constitución con “cien leyes”6. De éstas, muchas se han promulgado, aunque es difí-cil determinar su diferencia esencial con las leyes remplazadas.7 Además, se reiteró la promesa de la Ley Marcelo Quiroga8.

Luego llegó el realismo. El castigo, los anhelos y el papel fueron insuficientes para reformar la justicia. Hubo que admitirlo, como hizo el programa electo-ral del MAS9 de 201410. Allí se reconoció que pese a los esfuerzos11 no fue posible cambiar la justicia.

Las líneas del programa del MAS en 2014 fueron: a) asamblea de la justicia, como en la fase idealista; b) reforma y referéndum para el cam-bio judicial, olvidando a los magistrados electos como panacea; c) normas y códigos, otra vez; y d) 10,200 nuevos recursos humanos para la justicia y

1 Opiniones y análisis, 2005. Propuestas electorales, p. 1582 Ídem, p. 243.3 La Constitución ecuatoriana de 2008 en perspectiva. Allí, Ru-

bén García, asesor español de la Constituyente boliviana, afirma que el poder popular debe imperar sobre los fun-cionarios. En esas ideas rousseaunianas calza la elección de magistrados.

4 Art. 6, propuesta del MAS. Historia Documental del Proceso Constituyente.

5 Ídem. Arts. 1 y 3.6 Programa del MAS-2009. 7 Ídem, p. 61-63.8 Ídem, p. 142-144.9 Programa de gobierno del MAS (2015-2020).10 Ídem, p. 51 a 54.11 Como la Constituyente, la elección de magistrados, la

nueva normativa y los recursos otorgados.12 Ídem, p. 53.

13 Ídem, p. 54. Se reseñan esfuerzos como la capacitación y sanción a jueces y fiscales.

14 Trad. del inglés.15 El reporte pondera un protocolo del Tribunal Supremo

y políticas del Viceministerio de Justicia Indígena para el pluralismo jurídico, pero sostiene que 82% de las 14,570 personas detenidas esperan sentencia.

16 P. 10-16 de este informe: “si bien las autoridades judicia-les (…) han adoptado (…) medidas, aún no han podido revertir la profunda crisis en la administración de justi-cia.”. El presupuesto judicial se incrementó, “sin embargo (…) alcanza sólo a un 0,53% del Presupuesto (…) del Estado,cifra insuficiente”. También expresa preocupación por los procesos contra opositores principalmente por delitos de corrupción.

17 Como los policías asesinados en Uncía en 2010.18 La suprema disputa. Olañeta vs. Torrico; Augusto Jordán

Q. Ed. Plural, 2012, p. 29

27 centros de justicia de paz12, para atender la rea-lidad13. Esta vez el énfasis no fue sólo normativo.

La admisión de la dificultad de cambiar la jus-ticia, contenida en el programa del MAS de 2014, ahorraría tinta para evaluar si avanzó la justicia en estos 9 años, pero usar la confesión como reina de las pruebas no es leal.

En su reporte de marzo de 2015, la Alta Co-misionada de la ONU para los DDHH, señala: “los problemas estructurales de la justicia boliviana se man-tienen y se han hecho más serios: baja cobertura, rezago de casos, impunidad, confianza pública baja (…), bajo acceso (…), dilaciones en la entrega de justicia, falta de independencia del poder judicial e (…) incapacidad de garantizar el debido proceso.”14 También añade que el presupuesto judicial es insuficiente y que las institu-ciones de la justicia son vulnerables a la corrupción y a la influencia política. Citando fuentes oficiales, la Comisionada revela que sólo 47 de los 339 munici-pios del país tienen juez y sólo 41% tienen fiscal. La

reforma judicial iniciada hace 5 años no ha dado los resulta-dos esperados, agrega. Y aun-que la Comisionada pondera la creación de Consejos y el aumento en los presupues-tos, afirma que, por ejemplo, hay 68 defensores públicos en áreas urbanas y 15 en las rurales. De aquéllos, la coo-

peración internacional paga a 29, en plena holgura económica boliviana15. El informe de 2013 de la Alta Comisionada tampoco dio datos más optimistas16.

De los objetivos del Plan de Desarrollo de 2006, no se logró la disminución en un 50% el plazo de los procesos judiciales ni la recuperación social del 60% de los privados de libertad o la defensa pública y asesoramiento al 100% de los pueblos originarios.

La fe en que el castigo atendería más que el clamor contra la corrupción fue sólo eso. La cri-minalización creciente de conductas en la legisla-ción no ha entregado una justicia confiable.

En la justicia plural, en 2010 se dictó la Ley de Deslinde Jurisdiccional, pero resta afianzar la justicia comunitaria allá donde sea legítima para resolver controversias (y desahogar la justicia or-dinaria) y el Estado sólo vigile que los derechos se cumplan (pues el Estado no suele defender la vida, por ejemplo, cuando se mata bajo pretexto de “justicia comunitaria”17).

Las “cien leyes para aplicar la Constitución” re-flejaron el prejuicio extendido de que precisamos leyes mejor escritas que las previas. Pero no abun-

Hay causas más hondas del malestar en la justicia. La fuerza es la institución do-minante en la calle, el cole-gio, el cuartel y la política.

dan diagnósticos que prueben qué anda mal para recién emprender reformas más allá del papel.

No obstante, en materia constitucional se viene erradicando el formalismo y el formulismo de la justicia. El nuevo Código Procesal Consti-tucional recoge correctamente principios de la jurisprudencia constitucional que enseñan que la justicia es el fin, no los vericuetos legales.

Queda aprender de la experiencia. La justicia administrativa, por ejemplo, es más ágil que la de los tribunales. Y en esa línea administrativista, se debe propender al informalismo, la verdad mate-rial y la atención al fondo de los litigios.

La ocupación judicial por la política y el dinero no es reciente, pero hay grados: el actual es calami-toso. Se dice que con una justicia independiente es-taríamos mejor, pero una sociedad secuestrada sólo por funcionarios judiciales venales sería peor.

Para tener independencia judicial hay que considerar que aquí los frenos al poder rara vez provienen del Estado. Usualmente los provee la sociedad: “notables” con poder moral o institu-ciones como las corporaciones, los medios o la Iglesia. La limitación al poder político debería entonces anclarse en ejes sociales reales, antes de soñar con una tripartición de poderes ejemplar.

Pero hay causas más hondas del malestar en la justicia. La fuerza es la institución dominante en la calle, el colegio, el cuartel y la política. Con esos hábitos, ¿de qué cantera se extraen personas e instituciones para impartir justicia neutral?

Nuestras instituciones deben adaptarse a los usos. Por ejemplo, la intercesión personal está más establecida que las instituciones escritas de la justicia. Logra más el amigo del funcionario, que mil argumentos. De ahí que valga pensar en inter-cesores institucionales que ayuden a los litigantes y evalúen la labor judicial.

Por otro lado, hay que desalentar la litigioma-nía imperante. Y ya que hablamos de costumbres, se debe restaurar el prestigio judicial y fiscal por-que la selección adversa nutre hoy esos oficios.

Como decía Pedro J. de Guerra en el siglo XIX: “respetemos nuestros antecedentes, hábitos, los intereses de los centros de población y hasta su atra-so (y) establezcamos lo que pueda realizarse, dejan-do de ser (las instituciones) un vano aparato y una falsedad escrita.”18

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Los derechos humanos en el Proceso de Cambio Waldo

Albarracín Sánchez

Para abordar el tema con-viene previamente retro-traerse a lo acontecido desde el 10 de octubre de 1982, momento en que se inaugura la nueva etapa democrática en Bolivia, con mandatarios elegidos en base al voto ciudadano y la esperanza de que hacia

adelante el nuevo sistema político post dictaduras subsanaría los males que los regímenes de facto nos legaron, como el autoritarismo, falta de fis-calización ciudadana al gobernante, ausencia de independencia de poderes, corrupción sistemáti-ca, represión política al que piensa diferente, re-tardación y corrupción en la justicia. Los diferen-tes gobernantes no respondieron al desafío que la historia imponía y por el contrario reprodujeron prácticas del pasado dictatorial, vulnerando dere-chos, incurriendo en crímenes de lesa humanidad, impidiendo un desarrollo institucional del Estado Democrático, manteniendo además las asimetrías económico sociales. Tantos años de lucha contra las dictaduras arrojaba un resultado mezquino imputable a los nuevos protagonistas en el poder, para ellos la democracia debía circunscribirse ex-clusivamente a las elecciones, con autoridades que llegaron al Gobierno mediante las urnas, pero con porcentajes muy bajos. Todos los presidentes, ex-cepto el actual, alcanzaron tal condición mediante acuerdos en el Congreso, era éste el que elegía al Primer Mandatario, quien gobernaba con respal-do legal pero sin apoyo masivo ciudadano, éste si bien depositaba su voto en las urnas, jamás elegía al Presidente. Con un Parlamento y Poder Judi-cial interdictos, débiles institucionalmente y ma-nipulados desde el Gobierno, lo que menos podía garantizarse a la población era la vigencia de sus derechos, por el contrario, se advertía una clara intención de mantener una pirámide humana con ciudadanos de primera, de segunda y de tercera.

El Congreso, que en términos constituciona-les representa al pueblo, contradictoriamente, en su composición mayoritaria era la fiel expresión de las minorías sociales, mientras las mayorías nacio-nales constituían una minoría política. Se eviden-cia una vez más el alarmante déficit de legitimidad democrática de los actores polí-ticos. Eran

las épocas de los regímenes neoliberales. Si bien en este periodo se suscitaron cambios parciales de la Constitución Política del Estado, en 1994 y el 2004, donde surgen nuevas entidades públicas como el Defensor del Pueblo, Consejo de la Judi-catura, Tribunal Constitucional, no es menos evi-dente que los gobernantes, jamás renunciaron al control de todas las instancias de poder. Este fe-nómeno negativo impidió el desarrollo de los de-rechos humanos. Las diferentes generaciones de derechos (individuales o de primera generación, económico sociales y culturales o de segunda y los derechos de los pueblos entendido como los de tercera generación, además de los pertenecien-tes a los sectores más vulnerables de la sociedad), experimentaron una evolución muy mezquina de-bido a la persistencia de importantes bolsones de vulneración de los mismos.

Las elecciones de diciembre de 2005 catapul-tan en el poder a Evo Morales, con una mayoría absoluta no materializada en anteriores procesos electora-les de la nueva era democrá-tica iniciada en octubre de 1982. El Proceso de Cambio es la consigna que implica la realización de un conjunto de aspiraciones legítimas de un pueblo que hasta enton-ces advirtió con impotencia y frustración, que el Estado los excluía. Si bien formalmente los consideraba ciudadanos, en la realidad fáctica soslayaba derechos y actuaba bajo intereses de las élites sociales. Ante esa circunstan-cia la consigna del Proceso de Cambio pretenderá marcar una nueva relación entre Estado y Socie-dad Civil. Esta nueva coyuntura política encabe-zada por un presidente indígena, con un partido conformado en base a la alianza de los sectores más emblemáticos del campo popular. La historia cambiaría, particularmente en lo concerniente a la vigencia y respeto de los derechos humanos. El nuevo régimen gubernamental generará una reac-ción natural de sectores históricamente privilegia-dos que cubiertos bajo la consigna de autonomía departamental, promoverán confrontaciones en el país con características de violencia y discursos racistas ocasionando desestabilidad político social y enfrentamiento entre bolivianos.

Cabe rescatar la elección de una Asamblea Constituyente que no obstante los avatares expe-rimentados, produjo un texto constitucional que diseña un nuevo país y convierte a los derechos humanos en Cuestión de Estado, superando con-ceptualmente la reducida lista de derechos de

inspiración liberal que caracterizaba a anterio-res constituciones, es decir que, además de la

vida, la salud y la educación, surgen nuevos derechos que tienen el rango de fundamen-tales como la integridad física, psicológica y sexual, la alimentación y seguridad ali-mentaria, el aire, medio ambiente, hábitat y vivienda adecuada, servicios básicos de agua potable, alcantarillado, electricidad, gas domiciliario, postal y telecomunicacio-nes. Consagra derechos de las Naciones y

Pueblos Indígena Originario Campesi-nos, a existir libremente, identidad cultu-

ral, libre determinación y territorialidad,

titulación colectiva de tierras y territorios, protec-ción de lugares sagrados, ejercicio de sus sistemas políticos, jurídicos y económicos acorde a su cos-movisión, a la consulta previa e informada, cada vez que el Estado prevea medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles. Incor-pora bajo la protección constitucional, el derecho al trabajo, a la seguridad social, además de los de-rechos de sectores vulnerables como las mujeres, personas con capacidades distintas, niñez, adultos mayores.

La coyuntura económica favorable al país por el alza de los precios de minerales e hidro-carburos en el mercado internacional, además de las políticas con alto contenido social y de orientación solidaria, promovida por el gobier-no de Evo, reivindicaron derechos económico sociales también denominados colectivos o de segunda generación, reduciéndose los índices de extrema pobreza, mejorando la calidad de vida

de importantes sectores de la población boliviana, la-bor reconocida incluso por organismos internacionales. Sin embargo persisten las desigualdades, el elevado desempleo, mendicidad y mortandad infantil, asig-naturas pendientes aún no allanadas.

HERENCIA DEL PASADOPese a tener una de las constituciones más

progresistas del continente, preocupa la distan-cia con la cruda realidad, el envilecimiento en el poder que da lugar a la prepotencia, intoleran-cia y vulneración de derechos. Los fenómenos negativos advertidos en la época de gobiernos neoliberales hoy subsisten, generando una in-terpelación permanente de la ciudadanía hacia el gobierno que mantiene el dominio sobre el Órgano Judicial, Ministerio Público y el propio Órgano Electoral, cuyo comportamiento en las dos últimas elecciones (nacionales y subnacio-nales) evidencian que sus miembros no están a la altura de la responsabilidad que la Constitu-ción les asigna y terminan vulnerando derechos ciudadanos. La Policía continúa siendo la enti-dad con mayor índice de atropellos a derechos fundamentales y las Fuerzas Armadas, pese a los intentos de las nuevas generaciones de mostrar un perfil diferente a los dictadores del pasado, institucionalmente aún no terminó de engranar al sistema democrático. Continúan los abusos en los cuarteles y permiten la impunidad de quienes vulneran derechos al interior de la institución castrense, además de negarle al país el derecho a la desclasificación de archivos sobre acciones represivas durante las dictaduras. El Estado aún no está persuadido de la necesidad de democra-tizar la democracia, los derechos consagrados en la CPE no se materializan en la vida cotidiana del país y se siente la ausencia de una verdadera cultura de los derechos humanos. El fin super-lativo que todos aspiramos como la igualdad y la justicia siguen siendo una quimera. Quienes conducen el Estado en diversas instancias, deben tomar conciencia de esta cruda realidad, para consolidar el verdadero proceso de cambio.

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Preocupa la distancia con la realidad, el envilecimiento en el poder que da lugar a la prepotencia, intolerancia y vulneración de derechos.

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Derechos humanos en Bolivia

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Sonia Brito Sandoval

La Constitución asume la construcción colectiva del nuevo Estado Pluri-nacional, bajo principios del Vivir Bien y contiene un catálogo de derechos humanos. En el marco de la integralidad de los derechos, encarga al apa-rato estatal la implemen-

tación de los derechos humanos y el cumplimiento de los compromisos con los tratados internacionales respectivos. Se aprueba una normativa proteccionis-ta de los derechos humanos, se implementan planes, proyectos y programas y el Plan de DDHH 2009-13 con un cumplimiento de 57% de sus acciones y 34% en ejecución. El Plan Nacional de Acción de Dere-chos Humanos 2015-20 cuenta con un presupuesto asignado y se transversalizan los derechos humanos en el Plan Nacional de Desarrollo como en la Agen-da Patriótica al 2025.

Los avancesEn el ámbito de Dere-

chos Civiles y Políticos se implementó el derecho al voto de migrantes con empadrona-miento biométrico en 29 paí-ses en las elecciones generales y por primera vez se realizan elecciones Subnacionales y del Tribunal Supremo de Justicia, Tribunal Agroambiental, Tribunal Constitu-cional Plurinacional y Consejo de la Magistratura, en la que participa ampliamente la ciudadanía. Se im-plementa la carrera judicial y el Programa de Fortale-cimiento a la Independencia Judicial en cumplimien-to de normas internacionales. Se crean Servicios Integrados de Justicia Plurinacional, que brindan orientación y patrocinio legal gratuito, cuyos bene-ficiarios son mujeres, niños/as, personas discapacita-das y adultos mayores. Sin embargo, considerando que la justicia aún es el ámbito de mayor vulneración de derechos, el gobierno ha anunciado una “revolu-ción de la justicia”.

En el ámbito de Derechos Económicos So-ciales y Culturales, el gobierno implementa un nuevo modelo económico, social comunitario y pro-ductivo que restablece los derechos humanos, recu-pera el control de sectores estratégicos de la econo-mía y redistribuye los ingresos a través de los bonos Juancito Pinto y Juana Azurduy, Rentas Dignidad y Solidaridad. El 2014 el salario mínimo ascendió en 20% el 2013 y 280% el 2005.

Bolivia es el segundo país de América Latina que ha invertido más en el Derecho a la educación con 6,7% del PIB. Se otorga educación gratuita en todos los niveles, incluyendo el superior. El Bono Juancito Pinto promueve la permanencia escolar y beneficia a 2.262.867 niños. Se crea el programa de 100 becas de posgrado en áreas estratégicas del Estado, para profesionales y estudiantes.

Sobre el Derecho a la salud se implementa el Sistema Nacional de Salud compuesto por el Segu-ro Universal Materno Infantil y el Seguro Médico Gratuito de Vejez a nivel nacional y se amplía 1.252 nuevos ítems por año, Con el programa Operación milagro se realizan 665.746 cirugías gratuitas.

Los derechos laborales conculcados durante el neoliberalismo son restituidos y se promulgan 32

leyes a favor de los trabajadores relativas a la esta-bilidad laboral, libertad sindical, beneficios sociales, salario digno y empleo. Se prohíbe el despido injus-tificado y se devuelve el fuero sindical, además de garantizar el pago de indemnización y del quinque-nio en el sector privado y se modifica el reglamento del seguro social garantizando las contribuciones por los empleadores. Se garantiza la inamovilidad laboral durante el embarazo hasta un año de edad del niño/a y se otorga tres días libres a los padres. Se incorpora a la Ley General del Trabajo a los empleados de los gobiernos municipales de capitales de departamento y de El Alto. Se instruye el pago del doble aguinaldo para los trabajadores del sector público y privado.

En el Derecho a la Alimentación, con el Pro-grama Desnutrición Cero disminuyó el porcentaje de desnutrición de 38% de 1992 a 19,5% el 2014, buscando mejorar el derecho a la salud de niños/as menores de cinco años y de mujeres embarazadas o en período de lactancia.

En Derechos de las Mu-jeres, con la Ley de paridad y alternancia, se pasó de 2% de mujeres en 1982 a 50% el 2014 en el Órgano Legislativo, lo-grando que seamos el segundo país en el mundo y el primero en América con mayor partici-pación de mujeres parlamenta-rias. En el Órgano Judicial, de

los siete magistrados elegidos, cuatro son mujeres. Se ha diseñado el “Sistema Integrado Plurinacional de Prevención, Protección, Atención, Sanción y Elimi-nación de la Violencia en razón de Género. Se creó la Fuerza Especial de Lucha contra la Violencia y los Juz-gados de Materia y Fiscales contra la Violencia hacia las Mujeres. Se han asignado más recursos a la Fuerza Especial de Lucha contra la Violencia y a las gober-naciones para la construcción de Casas de Acogida. Se han promulgado leyes en favor de las mujeres: Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia; Ley Contra el Acoso y Violencia Polí-tica hacia las Mujeres; Ley Contra la Trata y Tráfico de Personas, etc. Se crea el Comité de Lucha Contra Toda Forma de Discriminación y se aprueba el Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades.

En Derechos de los Niños, Niñas y Ado-lescentes se cuenta con el Sistema Integral de In-formación de la niñez y adolescencia, que re-copila información sociodemográfica de niños/as y adolescentes atendidos, las denuncias, acciones y seguimiento de las Defensorías de la Niñez y Adoles-cencia. El Ministerio de Trabajo implementa cinco proyectos piloto de lucha contra las peores formas de trabajo de adolescentes.

Derechos de las Personas Adultas Mayores. Se incrementó en 5,8% la renta de los jubilados del sistema de reparto, se aprobó el aumento del bono anual a favor de los excombatientes de la Guerra del Chaco, la Renta Dignidad benefició a 1.023.612 personas de la tercera edad y la Ley 562 otorga el pago de aguinaldo a todos los beneficiarias de la Renta Universal de Vejez “Renta Dignidad”.

En Derechos de personas con capaci-dades diferentes se creó el Fondo Nacional de Solidaridad y Equidad con 40 millones de bolivianos anuales, destinados a programas en favor de esta población y al pago de la Renta Solidaria para personas con discapacidad be-

Considerando que la justicia aún es el ámbito de mayor vulneración de derechos, el gobierno ha anunciado una “revolución de la justicia”.

neficiando a 17.000 personas. Las entidades finan-cieras adecuaron su infraestructura para atender a estas personas.

Sobre los Derechos de Personas Privadas de Libertad, ante los problemas de retardación de jus-ticia y hacinamiento en las cárceles se ha otorgado indulto y amnistía a 654 personas. El Centro de Re-inserción de Jóvenes Qalauma es un modelo educativo con programas de rehabilitación con atención integral.

Bolivia fue el primer país en ratificar la Decla-ración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas. También se han aprobado estatutos au-tonómicos indígenas en varias regiones. Se efectivizó una consulta previa, libre e informada en el TIPNIS. Se aprobó la Ley 535 de Minería, que reconoce el derecho de los pueblos indígenas a la participación en los beneficios de la explotación de los recursos en sus territorios y a la aplicación del derecho a la consulta previa.

Se cuenta con el Comité Nacional contra el Ra-cismo y toda Forma de Discriminación y un Plan de Acción de concertación y coordinación de los siste-mas de justicia ordinaria e indígena.

Se aprobó la Ley de los Derechos de los usua-rios y los consumidores y por primera vez se cuenta con un instrumento legal para defender los derechos de las consumidores y tener la protección del nivel central y de los gobiernos subnacionales. Se tiene un Reglamento de Defensa de los Derechos del Usuario de los Servicios Aéreo y Aeroportuario

Lo PenDIenTe Considerando que se dieron décadas de pos-

tergación de los derechos humanos, su vigencia re-quiere de soluciones estructurales. Muchos de estos derechos no son aún plenamente implementados, existiendo dilación en su aplicación como el caso de violencia a las mujeres, trata y tráfico, personas pri-vadas de libertad, etc. La mala administración y la crisis de la justicia generan una mayor vulneración de los derechos humanos. Hay una deuda histórica en el resarcimiento de muchos derechos humanos. Aún está pendiente la justicia para los asesinados en El Alto, en el Porvenir, los campesinos humillados en Sucre; queda impune el asesinato de Marcelo Quiro-ga y Luis Espinal y de otros héroes de la democracia.

Con este panorama queda clara la voluntad polí-tica del gobierno de Evo Morales de continuar avan-zando en materia de derechos humanos.

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Igualdad de género: entre la inclusión y la autonomía

Sonia Montaño Virreira

Bolivia figura a nivel in-ternacional con la más alta representación de mujeres en el Parlamen-to y su presencia en el Poder Ejecutivo es sig-nificativa. Ha alcanza-do la paridad en menos tiempo que otros países, mostrando procesos que

hoy están bajo la mirada del movimiento feminis-ta mundial y por todos quienes entienden que la baja representación femenina es un déficit de las democracias que aspiran a ese nombre.

Hace veinte años que Bolivia suscribió com-promisos internacionales para eliminar la discri-minación, pero en los últimos diez en un contexto de estabilidad política -no hubo golpes de esta-do- de continuidad democrática y con una nue-va constitución, el país ha logrado un desempeño económico que tiene impresionados a muchos economistas especialmente a los que creen en la mano invisible del mercado. También ha logrado una importante reducción de la pobreza medida por ingresos familiares. Un contexto propicio para suponer que se reducirían las brechas de género.

Pero no todo es lo que parece. En veinte años la pobreza de las mujeres ha disminuido en 40% en gran medida en los últimos años, gracias a los bonos y transferencias monetaria aplicados en todos los países de la región. Aun así, la po-breza rural femenina se ha duplicado. Y es que la descolonización y despatriarcalización como horizonte normativo, al descender al terreno de la gestión pública, se ha basado más en el mo-delo generalizado en la región de subsidios al consumo heredados de los modelos neoliberales. Por un lado los programas antipobreza suponen erróneamente que cuando disminuye la pobre-za en los hogares, las mujeres se benefician por igual; aunque la evidencia acumulada muestra que estos se convierten en un obstáculo adicio-nal para acceder al mercado laboral. La propor-ción de mujeres sin ingresos propios coloca a Bolivia, Paraguay y Guatemala entre los países que ni redujeron la proporción de mujeres ca-paces de obtener ingresos propios ni acortaron la brecha con los hombres. Más del 38.9% de mujeres (por encima del promedio regional que es de 31%) se mantiene en esa situación. Una mirada a la estructura del empleo muestra que, en el contexto de débiles políticas de desarro-

llo productivo, aquél ha permanecido invariable concentrándose las mujeres en los más precarios, peor remunerados y alejadas de la innovación y la productividad.

El acceso a la propiedad y créditos ha for-mado parte de las políticas nacionales. En la ti-tulación de tierras las mujeres han ampliado sus derechos, pero el acceso al crédito y capital man-tiene los mismos rasgos que el de las economías en la región: capital financiero para empresas grandes dominadas por hombres y micro crédito para mujeres pobres. Los bancos para mujeres pobres son otra herencia del neoliberalismo a la que se le da continuidad con entusiasmo. Han faltado políticas de empleo en general y de em-pleo femenino en particular. La falta de encues-tas disponibles de uso del tiempo en la mayo-ría de los países, impide mostrar la pobreza de tiempo ocasionada por la sobrecarga de trabajo doméstico no remunerado, incluido el cuidado de niños y adultos mayores. La ausencia de políticas de cuidado todavía se suple con el trabajo no remunerado de las mujeres que producen bienes y servicios esenciales aunque no se transen en el mercado. Las mujeres y sus redes familiares ofrecen pro-tección y cuidado, algo que el estado aun no consigue.

La mortandad de mujeres es sin duda el indi-cador mas claro de los resultados de las políticas de igualdad género. La retórica y las leyes que no se cumplen ponen en evidencia la distancia entre la igualdad de jure y de facto o, dicho de otra manera, entre el buen decir y el buen vivir, entre el dicho y el hecho. La información sobre feminicidios aunque deficiente, muestra apenas la punta del iceberg de una mal generalizado que se explica por la suma del odio a la libertad de las mujeres promovida por las distintas corrientes fundamentalistas -clericales y políticas - por la falta de políticas de prevención y sanción opor-tunas, por el estado terminal en que se encuentra la justicia y por la debilidad de las políticas en general. En Bolivia las mujeres mueren porque las matan y por causas prevenibles como el parto y la falta de acceso a abortos seguros; es decir, porque se las deja morir. El rechazo político y religioso a la despenalización del aborto y la “de-fensa de la vida desde la concepción” han gana-do terreno a pesar de vivir en un estado laico y,

en teoría al menos, progresista.El salto realizado en la representación

política es doblemente importante, pues muchas de las mujeres que ocupan los es-pacios públicos, son representativas y re-presentantes de las organizaciones socia-les de mujeres indígenas, simbolizando sin duda uno de los mayores cambios en la composición de la élite gobernante. Las mujeres en el poder ya no son unas ecién llegadas: estuvieron en la Asam-

blea Constituyente, aprobaron leyes, dirigieron Ministerios, administraron recursos y formaron, como nunca

en la historia, parte de la implemen-tación de las políticas públicas, forman

parte de los aciertos y desaciertos . La historia aun no escrita de esta inclusión marcará un hito y muy probablemente revelará muchos episodios de discriminación hoy acallados por sus prota-gonistas.

Las mujeres indígenas, principalmente “las hijas de Bartolina”, desde hace muchos años li-braron batallas importantes en el seno del kata-rismo y aportaron una mirada critica sobre las tensiones entre mujeres que no son objeto de este análisis pero que debe tomarse en cuenta. En la batalla por la igualdad, esas mujeres obtuvieron una victoria de dos caras: por un lado consiguie-ron lo que ningún movimiento feminista había logrado, es decir la paridad en la representación política y por otro, renunciaron a su autonomía y a la agenda de derechos individuales sin resig-nificar el sentido de las políticas ni tener una voz propia en la toma de decisiones.

En el plano simbólico se desempolvaron añe-jos conceptos como la com-plementariedad, acuñado por antropólogos enamora-dos de comunidades ima-ginarias, pero se operó bajo las reglas del juego de una democracia deficitaria y una debilidad institucional que admite su presencia en la medida que favorezca la

reproducción del poder. Las instituciones a car-go de las políticas operaron con presupuestos li-mitados, adoptaron enfoques asistenciales dejan-do fuera los derechos de todas las mujeres para focalizar en mujeres consideradas vulnerables y sobre todo mantuvieron silencio, y en ocasiones, festejaron la arremetida machista y fundamenta-lista que se expresa en la cotidianidad del len-guaje político de las mas altas autoridades en el paisaje actual. Quizás junto a la impunidad de los violentos, sea la impunidad del lenguaje el rasgo mas nocivo del contexto.

La inclusión de las mujeres indígenas, la constitucionalización de sus derechos y la pa-ridad han ido de la mano de políticas sociales asistenciales, de corto plazo y sin recursos ni acciones destinadas a remover las bases estruc-turales de la discriminación. Las mujeres están subsidiando al estado al asumir sin costo, el tra-bajo doméstico, el cuidado de niños, adultos ma-yores y enfermos y a la vez están pagando con sus vidas la ira machista que suscita sus deseos de emancipación. Se norma la violencia y no se la combate, se reduce la pobreza y se mantiene el empleo precario y los derechos reproductivos y sexuales son abordados como lo haría cualquier estado confesional: sin consideración a la auto-nomía física de las mujeres.

Finalmente es importante subrayar que, como ocurre a menudo con las políticas de género, el contexto, la trama institucional que la sustenta, la cultura de la desigualdad que caracteriza a Bolivia y la debilidad relativa del movimiento feminista tienen mas valor explicativo de la desigualdad existente que las leyes y normas constitucionales. Al final del día los logros legales se obscurecen por la debilidad política de quienes desde dentro y fuera del estado no logran romper la hegemonía sobre laque se asienta el pacto estatal.

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Quizás junto a la impuni-dad de los violentos, sea la impunidad del lenguaje el rasgo mas nocivo del con-texto.

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Políticas de género, mentes patriarcales

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Drina Ergueta

Desde las promesas electorales en mate-ria de género y lucha contra la desigualdad e injusticia contra la mujer hasta los resul-tados del lustro que acabó, ¿qué ha pasa-do con las mujeres bolivianas en el Pro-

ceso de Cambio y qué resta por hacer?Es difícil no reaccionar con incredulidad al leer

el informe presentado por Bolivia ante la Conferen-cia Beijing+20, donde se asegura que en el país, en materia de lucha contra la desigualdad que afecta a la mujer, “los logros alcanzados han ido más allá de los postulados e indicadores planteados en las platafor-mas internacionales”. Esa afirmación y el informe que la contiene, son oportunos para mirar hacia atrás, ver el camino recorrido, valorarlos y situarnos en la Bolivia de hoy y a la mujer en ella.

Las promesas El Programa de Gobierno

2010-2015 del MAS nos re-cuerda las promesas del Pro-ceso de Cambio del último lustro. En sus 156 páginas no otorga ni un subtítulo al géne-ro o la discriminación femeni-na. Miremos el contenido:

En el apartado de propuestas abundan indicado-res económicos, normas y medidas sociales, además de lo indígena, campesino y originario, hacia donde parece que se centra todo; de mujeres, casi nada. En “Patria segura para todos”, indicadores de pobreza son cruzados con parámetros de origen/etnia, de edad y educación, pero no se agrega el de género, ¿es que ese dato en Bolivia no existe? En el mundo “ 70% de las personas que viven en la pobreza son mujeres” y, según Naciones Unidas, se ven afectadas “por programas y políticas públicas inadecuadas”.

Se prometen 12 medidas muy variadas en segu-ridad ciudadana y, difícil de creer, ninguna se refiere a la violencia machista. Afinando la vista, en educa-ción aparece “programas para la lucha contra la vio-lencia infantil y de género”.

Al llegar al compromiso de “100 leyes para apli-car la nueva Constitución” que se anuncia, “se de-berá aprobar un cuerpo de leyes que protejan a las mujeres contra la violencia física, con igualdad de participación en el ejercicio y control del poder po-lítico en igualdad de condiciones con los hombres (Art.26)”. Algo, al fin.

DespatriarcaLizaciónPara el gobierno, “el abordaje de la discrimina-

ción contra la mujer está inmerso en el Plan Nacio-nal de Desarrollo” y en el Vivir Bien. En este marco, toma el concepto de “despatriarcalización” y cues-tiona la categoría género por considerarla colonial e insuficiente para abarcar los sistemas de dominación dentro de la sociedad.

Así, el gobierno señala por ejemplo que su in-forme a Beijing+20 no responde necesariamente a las solicitudes e indicadores internacionales de géne-ro “inconclusos”. Afirma que las mujeres no son un grupo vulnerable, sino que han sido vulnerabilizadas por el neoliberalismo. Entonces la lucha por la igual-

dad hace frente al patriarcado, al colonialismo y al neoliberalismo.

Las bases LegaLesEn los últimos cinco años se modificó el marco

legal en beneficio de la mujer y comenzó con más de 20 artículos en la Constitución Política del Estado.

Se aprobaron nuevas leyes que concentran de-rechos a favor de la mujer: Ley 026 del Régimen Electoral (2010) y otras que incorporan la equidad de género, la paridad y alternancia en las candidatu-ras; Ley 243 contra el acoso y violencia política hacia las mujeres (2012); Ley 263 contra la trata y tráfico de personas (2012); Ley 348 para garantizar la vida libre de violencia para las mujeres (2013) y su Regla-mentación (2014); Ley 3545 de Reconducción Co-munitaria de la Reforma Agraria que reconoce a las mujeres el derecho a la propiedad de la tierra.

La aprobación estas leyes no fue coser y cantar. Son demandas que finalmente se atendieron tras he-

chos concretos extremos que obligaron, como el asesinato de la concejala Juana Quispe (violencia política), la desapa-rición de Zarlet Clavijo y otras (trata) y el asesinato de la pe-riodista Hanalí Huaycho (vio-lencia y reglamentación).

Estas normas, aunque de gran valor y varias sin regla-

mentación, son cuestionadas por sectores feministas que las ven incompletas e insuficientes.

participación poLítica Se aplaudió la paridad parlamentaria que colo-

ca a Bolivia entre los tres países en el mundo que la aplican. En la actual legislatura lograron un curul 82 mujeres (66 diputadas y 16 senadoras); pero Wilma Velazco, vocal del Tribunal Supremo Electoral, alertó que tras la inhabilitación de mujeres titulares, “existe una intencionalidad… de habilitar al suplente que es varón”. Hecha la ley, hecha la trampa.

Del acoso político, violencia y discriminación contra autoridades ediles mujeres (19 casos regis-trados al año en promedio) surgió la Asociación de Concejalas de Bolivia que aún reclama justicia para Juana Quispe, concejala de Ancoraimes asesinada en 2012. Con todo, la representación es posible, pero el mando no tanto. Hay pocas mujeres alcaldesas (6,55% en 2010), ninguna gobernadora y en el Eje-cutivo actual sólo un 33% de ministras. Las trabas para el ejercicio femenino del poder son evidentes. Recordamos a Rebeca Delgado, defenestrada del partido de gobierno por hablar con voz propia.

La vioLencia que no cesaLa Ley 348 es “una de las más avanzadas en

América Latina” porque nombra los tipos de violen-cia machista e introduce el término feminicidio. Es cierto, aunque su reglamentación no está a la altura y Bolivia es aún un país con alto índice de asesina-tos y agresiones a mujeres. “La norma ha promo-vido la impunidad” debido a “la retardación de justicia, los cobros ilegales, la revictimización, la corrupción, los vacíos en la norma, la deficiente infraestructura y la falta de personal especializa-do y sensibilizado…”, señala la periodista Helen Álvarez basada en al menos 25 fuentes informa-tivas. Se estima que en Bolivia hubo más de 500

La representación es posi-ble, pero el mando no tanto. Hay pocas mujeres alcal-desas, ninguna gobernado-ra y un 33% de ministras.

feminicidios en el último lustro. En el primer trimestre de este año ya se registraron 23 casos. No hay datos oficiales de otros tipos de violencias establecidos en la Ley 348. En 2013, de 12.337 causas por violencia de género ingresadas en el sistema judicial sólo 121 siguieron un procedimiento abreviado.

eL aborto, invisibLeDesde el gobierno se habla del “cuerpo y su dis-

frute a plenitud”; sin embargo, no del derecho de de-cidir sobre el propio cuerpo. El Estado se apropia del cuerpo de las mujeres y aplica sobre ellas políticas de control reproductivo y criminaliza a quien no cum-ple. El aborto es, pese a los silencios convenientes, una práctica generalizada en todas las clases sociales en Bolivia y su clandestinidad pone en riesgo la salud de mujeres empobrecidas. Legalizar el aborto, como lo hizo Uruguay, es una de las medidas centrales e inconclusas en las políticas de género y la lucha con-tra la discriminación femenina.

La riqueza es machoLa pobreza extrema en Bolivia disminuyó del 41%

al 21% para el 2012, según el INE. El gobierno dice que se debe a los bonos (Juancito Pinto, Renta Dig-nidad y Juana Azurduy) que llegaron al 33% de la po-blación ese año. Además del crecimiento económico del 5% anual promedio en la última década; así como los incrementos salariales mayores a la inflación y un alza del PIB per cápita anual de 1.020 dólares (2005) a 2.867 dólares (2013), según el Banco Mundial. De esta bonanza, dice el gobierno, se benefician las mujeres.

Pese a la economía pujante, la brecha salarial de género es una de las más altas en el globo. El gobierno señala que “los ingresos percibidos por los hombres son 47% mayores que los de las mujeres”. Un dato más: del total de préstamos para empresas, a mujeres se otorgó: el 2% empresarial, el 24% Pymes y el 36% microcré-ditos; mientras que a los hombres el 98%, 76% y 64% respectivamente, con datos de la autoridad del sector. Es decir, en créditos bancarios las mujeres se mueven con cantidades mínimas e inclusive, así, son minoría.

toDo por construirSe debe admitir que en los últimos cinco años

del Proceso de Cambio se hizo algo fundamental que es colocar cimientos legales para un país más iguali-tario en materia de género. Pero de allí en adelante está todo por construir: falta información, estadísticas y con eso se revelarán necesidades, se podrán definir acciones, asignar presupuestos y recursos humanos, llevar a cabo proyectos, hacerles seguimiento y valorar resultados. Para todo esto hace falta voluntad política y fundamentalmente un cambio de mentalidad.

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Salud y proceso de cambio Guillermo

Cuentas Yáñez

Dos son las propues-tas programáticas en el área de salud del actual Gobierno. La primera, el plan sec-torial “Movilizados por el Derecho a la Salud” 2006-2010, y para el periodo 2010-2020 “Hacia

la Salud Universal” con tres ejes: de Acceso Univer-sal al Sistema Único SAFCI, de Promoción de la salud y Movilización Social, y de Rectoría y Sobe-ranía en Salud.

Once artículos de la Constitución Política ex-presan en el marco del enfoque de derechos las obligaciones del Estado para garantizar la protec-ción de la salud y la atención a la enfermedad de la población boliviana.

Institucionalmente se incorpora la medicina tradicional en la estructura ministerial para con-vertir esta práctica ancestral en parte del sistema de salud, para su implementación en todo el sis-tema de salud, pero no logra su principal objetivo que es superar la barrera cultural.

Estas propuestas gubernamentales están dirigi-das al sector público, en la misma dirección o ruta critica de las últimas décadas, que es construir un se-guro universal de salud, disminuir las tasas de mor-bi-mortalidad materno-infantil, disminuir la inci-dencia y prevalencia de las principales enfermedades endémicas, mejorar la capacidad resolutiva de los servicios, capacitación de recursos humanos recupe-rar el rol rector del ministerio, sin incorporar progra-mas que reflejen el actual perfil epidemiológico, que es de múltiple carga o acumulativo y polarizado

El DS 29601 promulgado en junio de 2008 y el modelo de Salud familiar Comunitario Intercultural SAFCI como nuevo modelo sanitario, se convierten en el eje central de las políticas sanitarias del actual Gobierno. En principio el SAFCI se implementa como modelo de atención, que es una estrategia de atención primaria renovada impulsada por la OPS que tiene como eje conceptual el enfoque integral hacia la salud y sus determinantes, prioriza la pro-moción y prevención de la salud y la promoción de la responsabilidad familiar y comunitaria.

En el Plan Sectorial de Desa-rrollo 2010/2020 “Hacia la Salud Universal” apro-bado por el Ministerio de Salud y Depor-tes en 2010 se plantea “Con-

solidar el ejercicio del derecho a la salud a partir de la construcción y desarrollo del sistema único de salud familiar comunitario intercultural, con acceso uni-versal sin costo en el punto de atención, priorizando la promoción de la salud, la participación y el control social…”. Este cambio conceptual pretende conver-tir al SAFCI en un sistema de salud. En el periodo 2006-2010 el programa Multisectorial Desnutrición Cero, para erradicar la desnutrición crónica en me-nores de cinco años con énfasis en menores de dos años, es el más importante por ser parte del primer ODM referido a la erradicación de la pobreza extre-ma. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, se logró disminuir la tasa de desnutrición crónica de 22% (ENDSA-2008) al 15,5% superando la meta del milenio que era de 19%.

En abril de 2009 se promulgó el Decreto Su-premo 066 implementando el bono Juana Azur-duy de Padilla por el cual la madre gestante recibe un total de 1.820 bolivianos. Este programa per-mitió incrementar el porcen-taje de los controles prenata-les especialmente en el área rural y aumentar el parto institucional con un efecto positivo para disminuir la ra-zón de muerte materna.

En el periodo 2010-2015, los principales programas son el Programa Mi Salud de for-talecimiento a los centros de salud y de atención mé-dica domiciliaria.

La Ley 475 crea las prestaciones de srvicios de salud integral del Estado Plurinacional que resulta de la fusión de los anteriores seguros SUMI-SPAM incrementando el financiamiento municipal de 10 a 15,5% pero incorporando al mismo los costos del SPAM y la inclusión de los discapacitados.

En enero de 2014 se promulgó el DS 1870 del programa de salud renal fortaleciendo los programas de diálisis renal e incorporando el trasplante renal.En el periodo 2006-2015, el gobierno de Cuba con el programa Operación Milagro, las brigadas médi-cas cubanas y el asesoramiento al programa Mi Sa-lud, junto a la donación de 325 ambulancias por el Gobierno español son acciones que permitieron su-perar la barrera geográfica que junto con la barrera económica, de calidad de atención y cultural dificul-tan el acceso a los servicios de salud.

En los dos últimos años se incorporó como propuestas centrales la construcción de hospitales de segundo y tercer nivel y se ofertan institutos de cuarto nivel junto a la dotación de equipamiento e insumos médicos.

Tareas pendienTesEl actual sistema de salud se encuentra en una

crisis estructural en su cuatro componentes (Finan-ciamiento, Gestión, Atención y Niveles de aten-

ción). Para alcanzar el objetivo anhelado hace décadas de construir un sistema boliviano

de salud con un seguro universal de salud, es imprescindible realizar un pacto nacio-nal encabezado por el Gobierno Central con todos los actores del quehacer sani-tario que permita Incrementar el gasto per cápita en salud al promedio sudame-

ricano de 461 dólares. En la gestión 2014 el presupuesto total de salud fue de 12.007

millones de bolivianos (1.725 millones de dólares) que representa un gasto per cápita de 172 dólares, que es el más bajo de la región. En el otro extremo se encuentra Chile que tiene 787 dólares de gasto per cápita. Para ello se debe incrementar el presupuesto total de salud 1.725 a 4.500 millones de dólares. De no alcanzar este presupuesto, todas las propuestas se-rán una lista de buenas intenciones.

Estructurar un nuevo modelo de financiamien-to que tenga dos componentes: mantener el actual modelo bismarckiano o contributivo de las cajas de salud, y crear un Fondo Boliviano de Salud (Foba-sa) no contributivo, para financiar las prestaciones de todos los ciudadanos no asegurados a las cajas. El Fobasa se financiaría con impuestos específicos para salud nacionales, departamentales y municipales.

El nuevo modelo de gestión debe construir el modelo de múltiples prestadores. Para ello se re-quiere una reforma estructural de las Cajas especial-mente de la Caja Nacional de Salud, y optimizar las

competencias municipales y departamentales establecidas en la Ley Andrés Ibáñez.

En el sector público se debe implementar tres mo-delos metropolitanos en el eje central, La Paz-Cochabamba y Santa Cruz con sus municipios aledaños que concentran el 62% de la población boliviana.

El SAFCI debe ser el modelo de atención del primer nivel y el de la medicina basada en la evidencia para el segundo y tercer nivel. En los niveles de atención, en el primer nivel convertir todos los puestos de salud en centros de salud, mejorar su capacidad resolutiva con recursos humanos adecuados y capacitados, infraes-tructura, equipamiento, medicamentos e insumos.

El gran déficit que genera una demanda insatis-fecha y quejas de la población de los asegurados a las Cajas y los que acuden a los hospitales públicos se en-cuentra en el segundo y tercer nivel de atención (hos-pitales básicos y de especialidades) por el gran déficit de infraestructura, equipamiento, RRHH, insumos y medicamentos, y también por su obsolescencia.

Por norma se debe contar con 2,5 camas por mil habitantes. En nuestro país tenemos una cama por mil, tenemos un déficit de 15.000 camas. Hay 250 hospitales de segundo nivel y deberíamos tener por lo menos 500. Tenemos 34 hospitales de tercer nivel y deberíamos tener por lo menos 80. En recur-sos humanos, por ejemplo la Caja Nacional de Salud tiene 0,9 médicos por mil asegurados. De acuerdo con normas internacionales debería tener 2,5 médi-cos por mil para alcanzar la meta. La Caja Nacional de Salud debe triplicar el número de médicos y de profesionales de salud y disminuir el numero de ad-ministrativos. En el sector publico el déficit es aun mayor. Asimismo, el déficit de especialistas es preo-cupante. Es necesario diseñar programas de forma-ción intensiva de recursos humanos calificados.

Debería tenerse 54.000 funcionarios en salud; actualmente se tiene casi 30.000. Se debe crear de acuerdo con nuestro actual perfil epidemiológico que es acumulativo y polarizado, por lo menos los siguientes institutos: 1.- Oncología, 2.- Enfermeda-des Cardiovasculares, 3.- Endocrinología y Enferme-dades metabólicas- 4.- Neurología y Enfermedades Degenerativas 5.- Ortopedia y Traumatología, ade-más fortalecer los existentes.

Salu

d

Es imprescindible realizar un pacto nacional encabe-zado por el Gobierno Cen-tral con todos los actores del quehacer sanitario.

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La política sanitaria del Estado PlurinacionalNila

Heredia Miranda

El Plan Nacional de Salud tiene como sustento teó-rico la medicina social y la salud colectiva, y sos-tiene que la salud es un derecho fundamental y es responsabilidad del Estado garantizar el ejer-cicio de ese derecho. Asi-mismo, prioriza las ac-

ciones de promoción de la salud y prevención de las enfermedades que contribuyan a garantizar un estado de salud óptimo. La noción del Vivir Bien, definido como “...el acceso y disfrute de los bienes materiales y de la realización afectiva, subjetiva, intelectual y espiritual, en armonía con la natu-raleza y en comunidad con los seres humanos”, ha sido tomado en la propuesta sanitaria como el horizonte de mediano y largo plazo.

La política de Salud Familiar Comunitaria Inter-cultural, SAFCI, es una nueva forma de hacer salud, prioriza la promoción de la salud y la pre-vención de las enfermedades y riesgos, considera a la familia como el núcleo de referencia de todas las personas y a la comu-nidad como espacio de vivencia compartida con otras familias, a quienes les une las mismas con-diciones de vida, percepciones y esperanzas.

La política SAFCI se sostiene bajo tres criterios: la integralidad (que contempla la persona y su rela-ción con la familia y la comunidad), la intercultu-ralidad (que reconoce que cada población o nación tiene particularidades culturales con las que cons-truye la vida y la salud) y la intersectorialidad (por cuanto las condiciones de vida depende del grado de involucramiento de sectores como agricultura, saneamiento básico, educación, etc., y propugna y estimula la participación social para la gestión com-partida desde la planificación hasta el control).

El país quE sE hErEdó, avancEs y rEtrocEsos al prEsEntEEn 2005, el Sistema de Salud era fuertemente in-

equitativo e ineficiente: no tomaba en cuenta la diver-sidad social, étnica y cultural del país; tenía insuficiente capacidad resolutiva de los establecimientos de salud, expresado en niveles de gestión y atención desintegra-dos, sin criterios de calidad y eficiencia, desconectados entre sí, mal distribuidos, deficientemente equipados, con profesionales, técnicos y administrativos en nú-mero insuficiente, desmotivados, concentrados en las ciudades y sin mecanismos de control social.

El modelo de atención, tanto en el sector público como en la seguridad social, era fundamentalmente asistencial hospitalario, en desmedro de la promoción de la salud y prevención de las enfermedades, mer-cantilizado, elitario, inequitativo, con pobre atención a la población rural y suburbana; la seguridad social se caracteriza además por su ineficiencia administrativa, fragmentada e inequitativa, concentrada en grandes ciudades y con fuerte insatisfacción de los asegurados.

qué y cuánto sE avanzó Con el objetivo de preparar las condiciones para

poner en funcionamiento el Sistema Único Univer-sal de Salud, con gratuidad en el punto de atención,

el 2010 el Ministerio de Salud realizó el diagnóstico rápido de la red de servicios públicos de salud.

Se logró entre 2006 y 2007, gracias a la coope-ración cubano-venezolana, equipar 40 hospitales de segundo nivel y, al menos durante los cinco primeros años, gozó de apoyo con recursos especializados cu-banos de alta calidad. Mediante las Brigadas Médicas Cubanas se expandió la cobertura y mejoró el acceso a la salud de pobladores de áreas rurales y suburbanas. Con el propósito de ir reemplazando paulatinamen-te este preciado recurso humano, se dispuso del año de Servicio Civil Obligatorio de los egresados de las especialidades provenientes del sistema público y la se-guridad social, lo que significó inyectar al menos 400 profesionales médicos especialistas al sistema de salud, que hoy se encuentran distribuidos de acuerdo a la es-pecialidad y necesidades poblacionales. Y se organizó la Residencia Socio Clínica para la formación de espe-cialistas en Salud Familiar Comunitaria Intercultural.

Se dispuso la transformación de las 1.134 postas de salud en centros de salud, haciendo un total inicial de 2.539. De ellos, 373 serán cen-tros de salud con algún nivel de complejidad en tanto se trans-formen en segundos niveles, si es el caso. Esta tarea se logró cumplir muy modestamente hasta el 2011, seguramente el número es mayor a la fecha.

Con el programa Evo Cumple se incrementa-ron en alrededor de 600 nuevos establecimientos de salud, a varios de ellos les falta disponer del equipa-miento suficiente para el nivel de complejidad pre-tendido. Es necesario resaltar el funcionamiento de 14 centros oftalmológicos con el apoyo incondicio-nal de la cooperación cubana que logró intervenir quirúrgicamente a 600 mil personas devolviendo la vista a más de 400 mil personas.

El tercer nivel consta de 22 hospitales, entre hos-pitales generales, uno en cada capital de departamento excepto Pando y Oruro, y hospitales especializados. Con alguna excepción, la mayoría precisa mejor equi-pamiento, mayor número de recursos humanos es-pecializados y de una administración ágil, eficiente y capaz de poner en orden a los mismos.

los EjEs dE dEsarrollo dE la política dE saludPara resolver la importante exclusión social en sa-

lud, que incomprensiblemente aún persiste en Bolivia, es imprescindible la construcción del Sistema Único de Salud que sea universal y gratuito en el punto de atención; solo así la población podrá ejercer el derecho a la salud, consagrada en la Constitución Política del Estado Plurinacional.

La propuesta de Ley del Sistema Único Uni-versal de Salud ha sido elaborada hace cuatro años y puesta en debate con los movimientos sociales en departamentos y municipios, con cada organiza-ción social y colectivamente entre sí en depar-tamentos y encuentros nacionales. Ha sido aprobada en dos Encuentros Nacionales.

El Sistema Único de Salud bajo una gestión integral coherente resolverá las inequidades sociales en salud, resolverá la dispersión de programas de asegura-miento organizados por algunas goberna-ciones y municipios y obligará al ministerio,

El modelo de atención era asistencial hospitalario, en desmedro de la promoción de la salud y prevención de las enfermedades.

gobernaciones y municipios a mancomunar esfuerzos para el bien común, la salud de todos los habitantes y estantes en suelo boliviano.

Los indicadores sanitarios del país aún continúan siendo preocupantes, a pesar de los avances importan-tes logrados en estos 10 años.

las tarEas pEndiEntEs dE inEludiblE cumplimiEnto

a. Construcción del Sistema Único Universal de Sa-lud: a pesar del proyecto de ley que el año 2011 fue presentado, a la fecha aún es incierta su apro-bación por razones financieras.

b. Construir un Sistema de Vigilancia Sanitaria com-puesta por líneas de trabajo dirigidas a los aspectos relativos a la red de servicios, a la producción de los mismos, a su relación y trabajo con las deter-minantes sociales de la salud y, por supuesto, con los aspectos epidemiológico.

c. Infraestructura y equipamiento para alcanzar la cobertura en toda la extensión del territorio na-cional y garantizar el acceso de la población a la salud. Para ello se deberá fortalecer las redes sani-tarias, tomando como referentes las particularida-des geográficas, poblacionales y accesibilidad de la población a la red.

d. Adoptar o definir una política de recursos huma-nos que genere seguridad en número, calidad de atención, permanencia y eficiencia, sobre la base de la carrera sanitaria que cualifique y premie la producción y acciones de los profesionales y traba-jadores de la salud.

e. Revisar la Ley Marco de Autonomías para resol-ver las confusiones en las responsabilidades y atri-buciones de los municipios, gobernaciones y del propio Ministerio de Salud, para evitar la super-posición de actividades o el abandono de otras por una débil rectoría ministerial y departamental.

f. Incrementar el financiamiento al sistema público de salud con el objetivo de resolver la anárquica dependencia de los recursos humanos de la salud, que genera confusiones, desestimula y genera ma-lestar al interior del equipo.

g. Reestructurar los seguros sociales de salud en el modelo de atención, la administración y el control social con el objetivo de hacerlos eficientes y de ca-lidad, para devolver al asegurado la confianza en este sistema que lo conside-ra y es suyo.

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Desde 1500 hasta 1900, esos cuatro siglos de coloniza-ción desearon con-vertirse en el siglo de la construcción nacional. Para al-canzar esa visión, nuestro primer Estado moderno

apeló a una pedagogía nacional. La nación dise-ñada en 1955 en el Código de la Educación quiso ser la nación realizada en 2010, cuando se aprobó la Ley de Educación “Avelino Siñani - Elizardo Pérez”. Paradójicamente, han sido cinco siglos de colonización del mundo indígena que se rei-teran y profundizan hoy, en el primer gobierno “indígena” de nuestra historia. Esta persistencia sucede mediante la transformación de un proceso colonial que distinguía la república de españoles dominante de la república de indios subalterna, en un proceso nacional que uniformiza las dife-rencias históricas radicales, rebajándolas a identi-dades sociales exóticas.

La conversión de colonia en nación ha permitido mayores rangos de igualdad en derechos. El funda-mental derecho económico y “ecológico” a la tierra, el derecho político al voto, el derecho social a la edu-cación, son conquistas populares que podrían cons-truir igualdad. Pero, al mismo tiempo, ha sido des-graciadamente un proceso de negación de alteridades históricas -por ejemplo, la comunidad andina o la tri-bu amazónica. La nación, está abundantemente de-mostrado, conlleva un proceso de homogeneización y, en culturas como la boliviana, implica una pérdida de proyectos civilizatorios alternativos. La colonia se ha convertido en nación, pero en nación neocolonial. Y el sujeto responsable de esa “neocolonización” na-cional es el sistema educativo.

Este trabajo parte de esa perspectiva. Asume que a nuestro modelo educativo del siglo XX le ha sido asig-nada la responsabilidad en la construcción del sujeto nacional y que, por tanto, una “revolución democrá-tica y cultural” tendría que haber encarado el trabajo de desconstruir la nación neocolonial para construir la comunidad de la diferencia. Pero que no lo ha hecho y, más contradictorio aún, no lo quiere hacer.

Hay, por consiguiente, mucho en común entre las leyes educativas de 1955 y 2010. Una larga cita indispensable lo demostrará.

En 1955 se aprobó:Artículo 1º; 3 Es democrática y única, porque

ofrece iguales oportunidades de educación común a la

totalidad de la población sin hacer diferencia alguna...El año 2010 se aprobó:Artículo 3º inc. 4 Es única, diversa y plural. Úni-

ca en cuanto a calidad, política educativa y currículo base...

En 1955 se aprobó:Artículo 1º inc. 5 Es nacional, porque responde a

las exigencias vitales del país … para la formación de la conciencia nacional a través de un destino histórico común.

El año 2010 se aprobó:Artículo 3º inc. 4 Es unitaria e integradora del

Estado Plurinacional y promueve el desarrollo armo-nioso entre las regiones.

En 1955 se aprobó:Artículo 243º El maestro goza del derecho de

inamovilidad…El año 2010 se aprobó:Artículo 2º inc. 6. Se garantiza la carrera docente

y la inamovilidad del personal docente, administrati-vo y de servicio del magisterio nacional.

Artículo 36º Las Escuelas Superiores de Formación de Maestras y Maestros son las únicas instituciones autoriza-das para ofertar y desarrollar programas académicos de for-mación de maestras y maes-tros.

Artículo 37º La inserción laboral de las y los egre-sados de las Escuelas Superiores de Formación de Maestras y Maestros está garantizada por el Estado Plurinacional...

La escuela única es una institución compartida en toda América Latina casi todo el siglo XIX. Boli-via fue uno de los dos últimos países en construir un sistema de formación docente -la primera escuela nor-mal, en Sucre, se funda en 1909- y, considerando lo determinado en la Constitución Política del Estado 2009 (CPE), continuará siendo uno de los tres países cuyos profesores son formados por el Ministerio de Educación y no por las universidades. Casi dos años después de la actual CPE se reitera en Bolivia el mismo modelo “normalista” (escuela única, currículo único, monopolio estatal de la formación docente, ningún sis-tema externo de evaluación de la calidad) que ha sido desechado en casi toda Latinoamérica en el siglo XX.

Parece haber, sin embargo, una distancia signi-ficativa entre 1955 y 2010. Aún si las cuatro carac-terísticas de ese modelo se mantienen ahora, ya no sólo a través del discurso civilizatorio de ambas leyes, sino profundizado por medio de la gestión estatal del sistema, la ley actual plantea la intra/interculturali-dad como fundamento de su modelo y su práctica. En 1955 se planteaba abiertamente la desindigeniza-ción de aquella población que la misma ley reconocía como el 30% de analfabetos.

Artículo 120º.- Son objetivos de la Educación fundamental campesina:1. Desarrollar en el campesino buenos hábitos de

vida, con relación a su alimentación, higiene y sa-lud, vivienda, vestuario y conducta personal y so-cial.

2. Alfabetizar mediante el empleo funcional y domi-nio de los instrumentos básicos del aprendizaje: la lectura, la escritura y la aritmética.

3. Enseñarle a ser un buen trabajador agropecuario…El año 2010, en cambio, predomina un discurso

de interculturalidad que, sin embargo, porque la es-cuela y la formación docente son únicas, se diluye en la declaración y no se materializa en una pluralidad pedagógica. A pesar de lo cual es interesante citarlo por su singularidad:

Artículo 1º inc. 6. La educación es intracultural, intercultural y plurilingue en todo el sistema educativo.

Artículo 3º inc. 1 Es descolonizadora, libera-dora, revolucionaria, antiimperialista, despatriar-calizadora y transformadora de las estructuras económicas y sociales…

El modelo “normalista” en la gestión, en el currí-culo y en la formación docente ha sido paralela al disci-plinamiento de la ciudadanía urbana y a la “campesini-zación” del mundo indígena rural. Si se mantienen las consecuencias más perversas del “normalismo”: ho-mogeneización linguístico – cultural a través del currí-culo único, degradación de las identidades étnicas has-ta culminar con la cancelación de la diferencia a través del profesor castellanizador, instrumentación electoral

del magisterio, ausencia de eva-luación de la calidad educativa y de la formación docente, ¿será posible que el establecimiento de principios interculturales en la ley relativicen esas con-secuencias o, alternativamente, instalen una contradicción que se iría resolviendo durante el proceso político? ¿Podrá ser que

la existencia de los Consejos Educativos de los Pueblos Originarios con sus diseños curriculares -todavía pre-carios- bilingues y de las universidades indígenas incor-poren un nicho de interculturalidad?

En el discurso de inauguración de esas uni-versidades el año 2009, el ministro Aguilar afirmó que: “El funcionamiento de estas tres universidades marca el fin del sistema universitario público actual que responde a criterios neoliberal, discriminador e individualista; tendrán además la misión de recupe-rar la cultura, el idioma, los conocimientos ances-trales acumulados por siglos en los pueblos origina-rios y sus formas de organización”. Sin embargo, la universidad aymara ofrece las carreras de agrono-mía altiplánica, veterinaria, industria de alimentos y textiles; la quechua agronomía tropical, ingeniería forestal, industria textil y piscicultura; y la guaraní las carreras de veterinaria, piscicultura, forestal e in-geniería de petróleo y gas natural. Carreras en cas-tellano con adornos en inglés, por supuesto. Nada de recuperación de mitos de origen, de narraciones textiles y cerámicas, de desarrollo linguístico nativo, de economías alternativas, de visiones políticas par-ticipativas. La mita colonial convertida en mano de obra calificada para la mita global.

La ley se desenmascara. Su discurso intercultural es una patraña. Su discurso nacional es neocolonial. La gestión educativa sólo existe como instrumento para repetir el uso del poder. El magisterio es un “sin-dicato” de gestores electorales. Y la escuela es la insti-tución fundamental de la neocolonización.

Si el MAS hubiese tenido la honestidad política y la capacidad intelectual para reconocer que nuestra diversidad cultural no es una realidad exótica, sino la extraordinaria persistencia de otra ontología y que, por tanto, teníamos la oportunidad de propiciar un encuentro inter-civilizatorio, seríamos un modelo para el mundo; no lo que somos: otra temporada más en el infierno global.

Su discurso nacional es neocolonial. La gestión educativa sólo existe como instrumento para repetir el uso del poder.

Las viejas malas costumbres Guillermo

Mariaca Iturri

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Educación: entre la retórica y la inercia

Educ

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Patricia Alandia Mercado

Con la llegada de Evo Morales al poder, enar-bolando el discurso de la descolonización, se pensó que la transforma-ción gestada en las mo-vilizaciones populares se sostendría en una nueva ley educativa. Ése fue el camino que perfiló Félix

Patzi, quien, desde el 2003, acompañó la elaboración del fundamento ideológico de esa ley, que debería constituirse en la base de la política gubernamental posterior.

El trabajo de Patzi, como ministro de Educación, inició el 2006 con la convocatoria al Congreso Na-cional de Educación, que determinaba el fin de la Ley 1565 y el ingreso a un proceso de transforma-ción estructural. Después de nueve años, el Gobier-no no ha encontrado aún el camino para la imple-mentación de su reforma, y, desde la dirigencia del magisterio, ya se pronostica su fracaso.

La propuesta de La Ley aveLino siñani y eLizardo pérez (Lasyep)Si bien el discurso de la nueva ley se construyó

sobre el rechazo a la Ley 1565, los Consejos Educa-tivos de los Pueblos Originarios (CEPO) pretendían seguir avanzando en la acu-mulación de aprendizajes, re-sultante de la implementación de la educación intercultural bilingüe, superando, eso sí, el multilingüismo tolerante que subyacía en ésta, dado su fun-damento neoliberal.

En esa dirección, se planteó una ruptura epis-temológica, expresada en la descolonización, la intra-interculturalidad y el plurilingüismo. Con ella, se buscaba transformar el diseño curricular que, bajo la metáfora del árbol (un tronco común y unas ramas diversificadas), implantó modelos citadinos y occidentales uniformadores, con una visión andinocéntrica. Los CEPO se propusie-ron construir un currículo que reflejara la propia visión educativa de los pueblos indígenas, como estrategia para la consolidación de su identidad cultural y de sus reivindicaciones sociopolíticas.

Parte de esa ruptura fue la eliminación de la di-visión urbano/rural, vía la incorporación de saberes y conocimientos de los pueblos indígenas al currículo, articulados a la ampliación del aprendizaje de len-guas indígenas en todo el sistema educativo. A ello se sumó la incorporación de los valores comunitarios y la formación técnico-productiva, dirigida al desarro-llo del modelo de economía plural y transformación de la matriz productiva.

probLemas en La concreción de La poLítica educativaSi bien el 2006 se consensuó el proyecto de LAS-

yEP, la Asamblea Legislativa Plurinacional lo aprobó recién el 2010, después de varias modificaciones. Tuvo que pasar un año más para que el currículo base sea concluido. Éste estableció tres niveles de concreción: Currículo Base Intercultural, Currícu-lo Regionalizado y Currículo Diversificado, estruc-tura que, lejos de superar la metáfora del árbol, se

constituyó sobre una contradicción fundamental al carácter descolonizador de la ley, al establecer que el primero, obligatorio para todos y todas las estudian-tes del SEP, contemplaría conocimientos y saberes “universales”. Dentro de ese razonamiento, se dejó un margen mínimo, en calidad de periodos, para los otros dos currículos.

El primer intento de aplicación del currículo recién se dio el 2013, con la intención de avanzar progresivamente a partir de los primeros cursos; el 2014 se decidió cubrir todos los niveles. No obstante, hasta este momento, el panorama de indefinición continúa y tuvo que ordenarse ya va-rios retrocesos y modificaciones. A continuación, por la limitación de este espacio, me centraré en tres puntos que, considero, son los que inviabili-zan la implementación de la ley.

1) Un aspecto que ya ha sufrido varias re-tracciones es el de la distribución de horas, que permitiría la implementación de la estructura cu-rricular, organizada en campos de conocimiento donde se articulan distintas áreas con la realidad social, política, cultural, económica y espiritual. Para posibilitar su concreción, algunas materias fueron creadas o transformadas, y ello supuso la reducción de horas de las consideradas troncales: Matemáticas, Física, Química y Lenguaje. En el caso de Matemáticas, se redujo dos horas para fa-

vorecer la incorporación de técnica tecnológica produc-tiva, con la que ahora forma el campo ciencia, tecnología y producción. Dentro de esa lógica, el profesor de mate-máticas debe hacerse cargo de ambas materias, bajo el entendido de que, si es res-ponsable de todo el campo,

podrá asegurar la articulación temática e incluso epistemológica.

Los profesores reaccionaron negativamen-te, pues, en muchos casos, sufrieron una dismi-nución de sus horas y, en consecuencia, de sus salarios; ésa fue la razón principal de resistencia. Sin embargo, el problema central es que no están preparados para dar esa segunda materia, y no cuentan con las herramientas conceptuales, me-todológicas ni bibliográficas.

2)Se ha constatado que las lenguas que habían ingresado a la escuela con la Ley de Reforma Edu-cativa, luego de su abrogación, han sido limitadas a un uso instructivo en los procesos de enseñanza, o han sido nuevamente desplazadas por el castellano; en el área urbana, aún no han logrado consolidarse, ni siquiera, como contenidos.

Al respecto, el nuevo currículo plantea una si-tuación sin precedentes, pues, sin contar con una fundamentación teórica o metodológica, un profe-sor debe enseñar tres lenguas -castellano, lengua in-dígena y lengua extranjera-, en el mismo espacio di-dáctico para facilitar el desarrollo del plurilingüismo. En este propósito, la o el profesor de comunicación y lenguajes deberá enseñar los contenidos del área (la mayor parte gramaticales) en las tres lenguas y de manera simultánea. El problema es que dichas lenguas cumplen funciones distintas para el estu-diante, por lo que las metodologías, los objetivos, las competencias por desarrollar y los procesos psicolingüísticos que se activan son diferentes. Ello

Una prueba es que los co-nocimientos y saberes de los pueblos indígenas han sido confinados a los currí-culos regionalizados

se agrava con la constatación de que la mayor par-te de profesores es monolingüe en castellano, por lo que, en el mejor de los casos, solo podrán reproducir algunas reglas gramaticales, que no propiciarán de ninguna manera el aprendizaje de las lenguas.

El uso de las lenguas, sin embargo, no es asunto exclusivo del área de lenguaje; todos los profesores deberían utilizarlas como instrumentos de enseñan-za y comunicación, pues la educación plurilingüe exige que el proceso educativo en general esté plani-ficado y desarrollado en las distintas lenguas.

3) El tratamiento de la descolonización se funda en una contradicción sustancial. En distintos aparta-dos, el currículo reproduce la dicotomía propio/uni-versal, lógica en la que se circunscribe lo “propio” a los pueblos indígena originario campesinos, y lo “universal”, a los no-indígenas; a partir de esta res-tricción, la población boliviana no-indígena deven-dría portadora y depositaria de los conocimientos “universales”. Ello revela una falta de comprensión de la descolonización, y, en consecuencia, la incapa-cidad de definir y operar la relación de conocimien-tos y saberes, indígenas y no-indígenas, fuera del imaginario de la subjetividad eurocéntrica.

En este tema, no se ha avanzado, y pareciera que la descolonización es un proyecto abandonado, más aún con el decrecimiento de la población autoiden-tificada como indígena, según los datos del Censo 2012. Una prueba es que los conocimientos y sabe-res de los pueblos indígenas han sido confinados a los currículos regionalizados, y, en el currículo base, no pasan de meros dispositivos retóricos.

¿es posibLe avanzar?Es necesario trabajar en tres áreas: formación

de profesores, evaluación del currículo y planifi-cación. No obstante, no se logrará cambios signi-ficativos si el Ministerio de Educación persiste en excluir de estos procesos a actores claves como la universidad pública, que cuenta con los recursos y experiencia que las instancias de reciente crea-ción, como el Profocom, aún no.

Las carreras de lingüística, por ejemplo, han formado especialistas capaces de asegurar la ense-ñanza de lenguas, que está en duda en manos de profesores obligados a aprenderlas, en condicio-nes poco adecuadas.

Para concluir, no hay que olvidar que la LASyEP ha nacido con un sentido político-pedagógico de rei-vindicación indígena, por lo que las expectativas so-bre su implementación apuestan a la posibilidad de aportar a la construcción del Estado Plurinacional, un proyecto cada vez más lejano.

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La Constitución Política del Ecuador (2008) fue pionera al reconocer los Derechos de la Natura-leza, un concepto nuevo que sorprendió a los vie-jos juristas que pensaban que sólo los humanos podían ser sujetos de de-rechos. Por iniciativa de

Evo Morales, secundado por 60 países, el 22 de abril del 2009, las Naciones Unidas cambiaron el Día de la Tierra, que ya se celebraba en esa fecha desde antes, por el “Día de la Madre Tierra”. Ese nuevo nombre de “Madre Tierra” enlaza concepciones originarias que hasta hace poco se consideraban primitivas con concepciones sofisticadas y modernas que conside-ran a la vida humana como un paso más dentro de la vida de todo el cosmos, iniciada con el Big Bang.

Con tal motivo, el 30 de agosto 2009 el entonces presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas, Miguel d’Escoto, declaró a Evo Morales “Héroe mun-dial de la defensa de la Madre Tierra”. Poco después, en diciembre de 2010 Bolivia aprobó la “ley corta” so-bre los “Derechos de la Madre Tierra”; y en octubre de 2012 la “Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien”, más amplia, que no sustitu-ye sino complementa la anterior “ley corta”.

La nueva utopía dinamizadora del Suma qama-ña (Aym) o Sumaq Kawsay (Q), de raíces indígenas e inserta ya en las constituciones actuales de ambos países, incluyen, como uno de sus elementos clave, nuestra capacidad de convivencia respetuosa y crea-tiva con la Madre Tierra y, de ahí, con todo el cos-mos.

Dentro de este marco más amplio, me referiré aquí a sólo dos temas específicos: hidrocarburos y minería, que ya nos muestran que es siempre más fácil aceptar declaraciones genéricas ampulosas que resolver de una manera coherente problemas especí-ficos que se nos presentan a diario. Nunca es lo mis-mo “con guitarra”.

Quedan en el tintero otros muchos temas rele-vantes, como los efectos del calentamiento global, la reciente ampliación de nuestra frontera agrícola, los efectos ecológicos de la expansión de los cultivos de coca o incluso del boom de la quinua, los transgé-nicos, incluso de productos muy nuestros, como la quinua…

Hidrocarburos

Este tema tiene un sinfín de subtemas vincula-dos tanto con el medioambiente como con los ac-tores sociales. Recordemos que en Bagua (Perú) provocó uno de los peores conflictos de Alan García, que aún sigue coleando en un inacabable y mal en-focado juicio.

La propuesta más audaz que conozco fue la del Ecuador que, entre 2007 y 2013, intentó no sacar del subsuelo del Parque Yasuní sus ricas reservas de petróleo. En 2010 ello se plasmó en un fideicomiso conjunto del PNUD y el Estado ecuatoriano para recaudar cada año el equivalen-te a la mitad de los recursos que podrían extraer del petróleo existente en el subsuelo del parque, para poder llevar adelante sus propuestas para acabar con la pobreza. Pero hasta agosto 2013, de los 600 millones de dólares que se buscaba reunir durante 12 años, sólo se había logrado compro-meter 336 millones de dólares; más de la mitad quedó en ofrecimientos y sólo 13,3 millones esta-ban ya depositados. Por eso en 2013 el presidente Correa declaró “con profunda tristeza” que debía abandonar aquella innovadora propuesta. Culpó en último término a “una global hipocresía”, pues la “lógica que prevalece no es la justicia sino la del poder”. Probablemente tenía razón en lo de la “global hipocresía”.

Pero quizás tampoco él está exento de culpa. A partir de la propuesta de 2007 surgió un movimiento internacional en pro de “yasunizar” el mundo (con otros nombres locales). En el mismo Ecuador, tras la declaración de 2013, los “yasunidos” locales ya ha-bían logrado 800 mil firmas, muchas más que las 500 mil requeridas, para convocar un referéndum nacional sobre el tema. Pero la Corte Electoral empezó a añadir nuevos re-quisitos y anular firmas en un proceso poco transparente, de modo que nunca se llegó al tal referéndum. Comenta el uruguayo Eduardo Gudynas (2014), uno de los ob-servadores más lúcidos de lo que está ocurriendo en nuestros países:

“Es que los gobiernos, sea por derecha o por izquierda, casi no tienen argumentos para defender los extractivismos, y como deben recurrir a eslóga-nes simplistas (asustando con un regreso a la edad de la piedra), es muy riesgoso aceptar un plebiscito. Temen ventilar públicamente la esencia de los ex-tractivismos, ya que ello desnudaría que su esencia es mercantil”.

El descenso del precio de los hidrocarburos, de precios superiores a los 100 dólares / barril a 50 e incluso menos, se debe en buena parte a

forcejeos, por parte de los productores tradicio-nales de la OPEP, para impedir que los menores

costos logrados sobre todo por Estados Unidos con su nueva tecnología de fracking y shale

gas o de esquisto se difunda a sus países. La pulseta aún tiene oscilaciones pero no parece que lleguemos a los niveles supe-riores anteriores.

En shale gas Bolivia es el quinto país del subcontinente en posibilidades, muy por debajo de los primeros. En este nuevo re-

curso Venezuela tiene también muchas menos posibilidades, comparada por ejemplo con México,

Argentina y Brasil, estos dos últimos actualmente los principales compradores de nuestro gas.

Esta tecnología, ya muy difundida en los Estados Unidos, sigue siendo controversial y poco clara desde la perspectiva medioambiental, sobre todo por dos razones: la contaminación de áreas del subsuelo, por no poder controlar todas las inyecciones de diversos productos químicos; y la necesidad de grandes recur-sos de agua. Habrá que estar muy al tanto de cómo evoluciona todo ello en los próximos años.

MineríaDesde las relocalizaciones de los años 80, con

motivo de los precios bajos, los costos elevados (en parte por la cantidad de mano de obra) y la reduc-ción de la Comibol a una empresa “residual”, las cooperativas mineras fueron sustituyendo a los viejos sindicatos, salvo en algunas empresas especialmente rentables como Huanuni y Colquiri, entre otras, en las que ha habido ya conflictos entre asalariados y cooperativistas por el control de las vetas más ren-tables. Esos incidentes ratifican que también entre proletarios mineros puede haber pugnas parecidas a las del “capitalismo salvaje” del Far West.

Las “cooperativas”, que son la gran mayoría, go-zan además de un marcado soporte desde el gobier-no por su apoyo al actual proceso de cambio. Pero en ellas se debe distinguir también entre: a) los “dueños” de la cooperativa, que a veces se van pareciendo a los empresarios privados y estos últimos quieren incluso hacer convenios de joint venture con los cooperativistas, para evadir impuestos que, por cierto, siguen bastan-

te bajos en el sector minero, y b) los trabajadores asalariados precarios y muy oscilantes, que están al servicio de ambos sin poder entrar en la cooperativa, al menos de momento, hasta ganarse su derecho de piso. Otras cooperativas son chicas y “fantasmas”, por ejemplo, en nuevos yacimientos de oro que

van apareciendo y desapareciendo según los precios coyunturales y que provocan periódicamente conflic-tos comparables a los arriba mencionados.

En todos los casos, el manejo medioambien-tal de las mineras suele ser bastante cuestionable. Son innumerables los desechos que existen en torno a las minas y a las ciudades mineras. Por ejemplo, en todo el contorno de Oruro. Muchos kilómetros más allá, las aguas de ríos que antes cruzan empresas mineras, siguen contaminando a personas, animales y plantas.

Hay también algunas grandes empresas privadas sofisticadas y vinculadas a multinacionales, que usan nuevas y costosas tecnologías a tajo abierto con mu-cho capital y pocos trabajadores. Un primer ejemplo fue la mina Inti Raymi, en Oruro, que después dejó una gran laguna. La Empresa Minera San Cristó-bal, en el Sud Lípez, es actualmente mayor. Inició su trabajo en 1996 y empezó a exportar sobre todo plata y zinc recién en 2006, tras cambiar varias veces de propietario. Por ella, ahora nuestras principales exportaciones ya son la plata y el zinc, mientras el histórico estaño ha quedado relegado al cuarto lugar. Este modelo es muy común en Perú, donde llevó a la formación de Conacami (Coordinadora Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería), una de las organizaciones más activas del país.

Y es que los gobiernos, sea por derecha o por izquierda, casi no tienen argumentos para defender los extracti-vismos.

Algunos de nuestros desafíos ambientales Xavier

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El “Vivir Bien” y sus malestares

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Cecilia Requena Z.

Nuestro tiempo se dis-tingue, en parte, por el consenso en torno a la importancia de lo ambiental. Dicha caracterización ex-presa una perspec-tiva que concibe al medio ambiente como el entorno de

los seres humanos. Otros enfoques entienden nues-tro lugar en el sistema vital de modo distinto, pos-tulando tanto nuestra pertenencia como el debido reconocimiento y respeto a la comunidad más amplia e interdependiente de la vida, compuesta por los demás seres que habitan la biosfera, esa frágil excepción en la que prospera la vida. El Vivir Bien postulado por Bolivia, con importante resonancia internacional, se inscribe en esa línea de ruptura profunda con el para-digma hegemónico global. Sin embargo, el concepto no ha tenido en el país efectos que superen el plano discursi-vo.

Y aunque el debate de fondo en torno a la concep-ción del mundo dominante y las alternativas se encuentre en pleno desarrollo, son ya inocultables las consecuencias devastadoras de mantener el rumbo actual, traspasando límites vitales en nombre del “desarrollo”. Esta dinámica global que no sólo no logramos detener sino que agravamos cotidiana-mente, por inercias del sistema hegemónico, es in-compatible con la continuidad de la vida tal cual la conocemos.

EstridEntEs disonanciasLa perspectiva del Vivir Bien se inscribe en dis-

cursos y normas de avanzada como la Ley Marco de la Madre Tierra para el Desarrollo Integral y el Vivir Bien (2012) que establece en el Art. 9, inciso 1, el de-recho (aunque no el deber) al Vivir Bien en armonía y equilibrio con la Madre Tierra, entendida como su-jeto colectivo de interés público, tomando en cuenta los límites planteados por su capacidad de regene-ración. Pero el viejo orden se cuela en estas mismas normas a través de resquicios como el “desarrollo integral” –presentado como fase previa para llegar al Vivir Bien– y también a través de otras normas, otras acciones y omisiones. Estos factores contribuyen a la persistencia y hasta agudización de insostenibles inercias globales. Por razones de extensión, la identifi-cación de puntos neurálgicos que sigue tiene carácter de muestra.

Desde 2005, la matriz económica boliviana ha agudizado su dependencia del tradicional extracti-vismo. Así, el crecimiento del PIB se sustenta en la explotación intensiva y contaminante de la natura-leza. Según el CEDLA, las exportaciones asociadas a minerales e hidrocarburos del último quinquenio alcanzaron 69% del total. Esta relación se situaba en torno al 47% entre 2001-2005. En cuanto al futuro, las prioridades de inversión apuntan a profundizar

este modelo opuesto a la sostenibilidad sistémica, con la industrialización de los recursos naturales como aspiración máxima.

Contrariamente a la lógica del Vivir Bien, hay notorio desinterés por la degradación ambiental en tiempos de intensa explotación de la naturaleza y de abundancia de recursos públicos. La inversión públi-ca en gestión ambiental; es decir, medidas para pre-venir, controlar y reparar los daños reversibles (los hay irreversibles) se ha reducido de 3,73% del total en 2007, a 2% en 2011.1

Las áreas protegidas creadas para resguardar equilibrios ambientales vitales del país no se libran de la contaminante exploración y explotación de hidrocarburos. Así lo dispone la ley del sector apro-bada por este gobierno en 2005. De hecho, las más altas autoridades han expresado reiteradamente que las perciben como obstáculos malintencionados para el desarrollo y la soberanía. Abundan las concesiones en lugares como el TIPNIS. En el Parque Nacional

Madidi (uno de los de mayor biodiversidad del planeta) se realizan actividades de explo-ración desde 2014.

La Ley de Minería y Me-talurgia de 2014 autoriza la explotación en áreas protegi-das y glaciares (fuentes críti-cas de provisión de agua en el invierno altiplánico). Por otro

lado, la ley no dispone ni restricciones ni pago alguno por el uso intensivo y contaminante del agua. Tam-poco están adecuadamente regulados los procesos de cierres de minas a fin de minimizar los pasivos ambientales que implican costos a menudo impa-gables para la sociedad y el Estado. Según Lidema, cuatro departamentos ya poseen niveles agregados críticos de contaminación minera. En estas condi-ciones, preocupa la presente expansión de la minería hacia las tierras bajas, con graves consecuencias ac-tuales y futuras para ecosistemas y población.

La actividad agropecuaria –incluyendo los mo-nocultivos de exportación– carece de apropiada nor-mativa ambiental.2 No suele cumplir con controles destinados a minimizar la degradación de tierras por mal manejo o por contaminación de suelos, aire y aguas con agroquímicos tóxicos.3 Eso sí: el sector ha logrado la significativa reducción de multas por el desbosque ilegal de cerca de un millón de ha, gracias a la Ley de Apoyo a la Producción de Alimentos y Restitución de Bosques (2013).

La relación histórica entre la agropecuaria y la pérdida de bosque (factor crítico del agravamiento del cambio climático) es directa. Y aunque carece-mos de datos actualizados y enfrentamos contradic-ciones entre cifras oficiales más bajas que las prove-nientes de fuentes no gubernamentales, es claro que en la primera década del siglo la cobertura boscosa del país ha continuado su reducción en al menos 5,6 millones de ha (ABT). Según FAN, la pér-dida anual de bosques entre 2005-2010 se situó en alrededor de 200 mil ha, cifra que implica un leve incremento con respecto al período 2000-2005. Por otro lado, estudios internacionales

El desafío de fondo es su-perar la insostenibilidad sistémica consecuente de esa arcaica lógica depre-dadora.

han establecido que Bolivia está entre los países con mayor contribución per cápita de CO2, debido a la quema de bosques.

Tal como sucedió con la carretera por el TIPNIS, otra polémica decisión presidencial es la de construir una central nuclear sin debate social ni consulta pre-via. El proyecto destinado al consumo interno y a la exportación, bajo el concepto “Bolivia, centro ener-gético de la región”, costará según el gobierno 2.000 millones de dólares. No obstante, se estima que la ci-fra real será mayor, situándose entre 4.000 y 10.000 millones de dólares, dependiendo de la tecnología, la potencia del reactor y del tiempo de construcción. Incomprensible opción: Bolivia tiene extraordinario potencial para las energías renovables, más baratas, limpias y seguras. Por lo demás, la disonancia con la CPE es inocultable: el Art. 342 establece el deber es-tatal de mantener el equilibrio ambiental; el 343 ga-rantiza el derecho de la población a ser previamente informada y consultada sobre medidas que pudieran afectar la calidad del medio ambiente; y el 344 pro-híbe el tránsito o transporte de residuos nucleares y desechos tóxicos por el territorio boliviano.

La insostEnibLE mEntaLidad subyacEntEEn la Bolivia del discurso del Vivir Bien las de-

cisiones clave son adoptadas desde la sorprendente creencia de que las mejoras en las condiciones de vida de la población implican algo distinto y hasta opuesto a la protección de los equilibrios vitales de los que esa misma población depende. Según esta “racionalidad”, avanzar es ampliar la explotación ilimitada de la natu-raleza a fin de obtener ingresos que permitan, en un futuro incierto, ocuparse del “medio ambiente”, que en ese afán va siendo destruido, a menudo de modo irreversible. No es sensato insistir en esta mentalidad y en el sistema que ha generado. El desafío de fondo es superar la insostenibilidad sistémica consecuente de esa arcaica lógica depredadora que está en plena crisis y que fue posible por la existencia de nuevas fronteras, hoy ya inexistentes. Tampoco se puede alegar ignoran-cia frente al conocimiento, las experiencias disponibles y las alternativas en constante avance. Hacerlo implica una suerte de suicidio colectivo y consciente. Es indis-pensable encarar desde ya las transiciones orientadas hacia modos viables de habitar el único planeta dispo-nible por ahora. Cambiar, desde la conciencia, nuestra relación con la comunidad más amplia de la vida es un imperativo de orden vital, moral y práctico.

1 El Estado del Medio Ambiente en Bolivia. Castro M., Ferrufino R., Taucer E., Zeballos H.KAS-Fundación Milenio, La Paz, 2014, pág.17.

2 Idem.

3 Idem. Un informe de la Gobernación de Santa Cruz estableció, en 2012, “que la mayoría de los cuerpos de agua del departamento estaban contaminados por pesticidas prohibidos en otros países”. pág.20

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La marginalización de la agricultura campesina e indígena

Miguel Urioste F. de C.

A partir del ajuste es-tructural neoliberal de 1985, se inició un cambio de paradigma en el papel del sector agrario campesino e indígena como provee-dor de alimentos para el consumo nacional. Desde entonces, la

economía se abrió indiscriminadamente al comer-cio exterior, los productores familiares dejaron de ser los principales proveedores de alimentos y disminuyó la capacidad del campo para generar empleos. Desde ese año se aceleró el éxodo hacia las ciudades, con los fenómenos generalizados de empobrecimiento, precariedad laboral, envejeci-miento y feminización de la población rural. Lo notable es que esas políticas y esa tendencia per-sisten hasta el presente, sin que se haya notado un cambio sustantivo en la última década.

Ambiciosos plAnes pero modesto finAnciAmientoEl 2006, el gobierno puso en marcha una Re-

volución Agraria que tenía como meta acabar con el latifundio y dotar de nuevas tierras productivas a los campesinos de valles y altiplano. Desde entonces han proliferado proyectos y leyes para estimular un desarrollo agropecuario de base campesina. De to-dos los objetivos sectoriales enunciados quizás el más importante es “asegurar la producción, el acceso y la disponibilidad de alimentos saludables, culturalmente apropiados y a precios justos para toda la población boliviana con prioridad a los grupos más vulnera-bles”. Para alcanzar ese objetivo se dispuso “concluir con el saneamiento que permita contar con tierras su-ficientes para satisfacer las demandas de campesinos y pueblos indígenas, garantizar la seguridad jurídica y facilitar el acceso a tierra y territorio a indígenas, ori-ginarios y campesinos”. Esto último se lograría parti-cularmente a través de “la dotación de dos millones de hectáreas de tierras fiscales productivas en nuevos asentamientos humanos que favorezcan a 40.000 fa-milias en 550 comunidades”. Esos asentamientos hu-manos no se concretaron hasta hoy. El último Plan de Desarrollo Agropecuario 2014-2018 asigna al sector un presupuesto de 1.162 millones de dólares, apenas 232 millones de dólares por año, monto menor al de los subsidios anuales a los alimentos.

mejoró el bienestAr en el cAmpo pero no Aumentó lA producciónNo obstante, en

la última década se dio un salto en la

expansión de sistemas de riego y ahora hay 330 mil hectáreas regadas. Se destinaron 357 millones de dó-lares al programa Mi Agua, se distribuyeron 3.500 tractores y equipos por un valor de 60 millones de dólares y se duplicó la población rural con acceso a luz eléctrica (del 33% al 61%). Debido principal-mente a los bonos sociales, las remesas y un acceso creciente a servicios de educación y salud han dis-minuido los indicadores de la extrema pobreza rural del 63 al 41%. Éstos son importantes logros, pero no forman parte de una planificación estratégica e integral para el desarrollo del campo. En realidad jamás se privilegió la inversión pública para el desa-rrollo rural sostenible. Por eso, 70% de la población del altiplano y los valles sigue cultivando a secano y continúa siendo pobre.

Mientras los cultivos industriales de exportación –especialmente la soya- crecen exponencialmente, la agricultura familiar permanece estancada1. Existe evidencia de que el agronegocio está distorsionan-do las políticas públicas de seguridad con soberanía alimentaria y disminuyendo el margen de maniobra del Estado para fortalecer una producción más di-versificada de alimentos. Es el agronegocio el que en 2009 ha frenado la Refor-ma Agraria en el Oriente y ha logrado cambiar la Constitu-ción Política del Estado que legaliza la expansión y extran-jerización del latifundio en unidades asociativas mayores a 5.000 hectáreas. En la prác-tica, el Estado boliviano está convalidando el predominio del modelo de seguridad alimentaria basado en la gran empresa y en las importaciones, que margina-lizan la producción familiar.

persisten problemAs estructurAlesEn Bolivia perduran diversos problemas estruc-

turales: acaparamiento de la tierra productiva en el oriente, descontrolada degradación de los suelos, fragmentación de las unidades productivas familiares, escasa investigación y extensión agropecuaria, baja co-bertura crediticia y de seguros, amplio predominio de cultivos a secano, malos caminos vecinales, alto costo de fertilizantes y semillas, riguroso control de precios a los alimentos, además de condiciones ambientales adversas agravadas por los cambios climáticos, espe-cialmente en el occidente andino.

La agricultura familiar permanece estancada o crece mucho más lentamente que la agricultura de exportación, debido a que sigue vigente una política macroeconómica que impide la expansión de la agri-cultura campesina e indígena. El dólar barato, el sub-sidio al consumo de alimentos, junto con la política de control de precios internos y las crecientes impor-taciones legales e ilegales de alimentos, desalientan la producción de la agricultura familiar, al extremo de hacerla languidecer.

Estamos viviendo un proceso contradictorio de descampesinización y de reagriculturización simul-táneas. Los más pobres que viven en las regiones alejadas y que no logran producir para su consumo –la mayoría rural- están dejando de ser agriculto-

res y para subsistir venden su trabajo principalmente en las ciudades, como transportistas, o trabajadores temporales, y muchos se van al exterior. Pero tam-bién hay una reagriculturización basada en la espe-cialización productiva que ocurre en algunos lugares donde existe mayor potencial productivo: acceso a caminos, energía, mercados, sistemas de riego, me-jores tierras y posibilidades de generar cierta renta.

los cAmpesinos e indígenAs no producen lo que consumenRecientes estudios realizados por Fundación

TIERRA evidencian una tendencia en la que cam-pesinos e indígenas cada vez consumen más cantidad de azúcar, arroz, aceite, fideos, galletas, pan, pollos, sardinas y refrescos. En promedio, 79% de los ali-mentos que consumen sería ahora comprado de la agroindustria2. Han logrado disminuir su desnutri-ción extrema pero persiste su desnutrición crónica, debido a la baja calidad de los nutrientes de los ali-mentos que consumen.

En la última década, con el objetivo de satisfa-cer la creciente demanda, se ha triplicado el valor de las importaciones de alimentos de 24 a 70 dólares

per cápita. Además, el 2013, cada familia recibió una sub-vención de 800 bolivianos en el precio del azúcar, pan, leche y pollo; es decir que ese año se ha subsidiado 273 millones de dólares de nuestro consumo (Informe Presidencial 2013). En estas condiciones, con una política macroeconómica

centrada en elevados subsidios al consumidor y cre-cientes importaciones de alimentos, no conviene ser pequeño productor agropecuario.

fortAlecer lA AgriculturA fAmiliAr en lugAr de expAndir lA fronterA AgrícolA Ante la caída del precio del gas, el gobierno ha

optado por la expansión acelerada de la frontera agrí-cola para exportar más materias primas de origen agropecuario y -en el futuro- compensar parcialmen-te la disminución de los ingresos nacionales. En ese contexto, pensar en una economía familiar fortale-cida, adaptada al cambio climático y con capacidad creciente para ayudar a la seguridad alimentaria na-cional es cada vez más difícil, si no imposible.

A pesar de los esfuerzos recientes, los países veci-nos nos sobrepasan en los rendimientos de todos los cultivos. Hay, por tanto, una enorme tarea pendiente para ampliar nuestra producción que no esté basada en la expansión de la frontera agrícola: necesitamos producir mejor, con mayores rendimientos y esto re-quiere políticas públicas y estímulos persistentes que cambien las condiciones productivas actuales.

En lugar de consolidar un modelo agroextrac-tivista, ampliando la frontera agrícola a ritmo de un millón de hectáreas anuales durante los próximos diez años, como acordado en la Agenda 2025, es ur-gente mejorar la productividad con prácticas agrope-cuarias integrales y sostenibles en las tierras que ya están en producción, tanto de campesinos e indíge-nas como de empresarios.

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Lograron disminuir su des-nutrición extrema pero per-siste su desnutrición crónica, debido a la baja calidad de los alimentos que consumen.

1 Entre 1990 y 2011, mientras que los cultivos familiares han permanecido prácticamente estancados, los cultivos industriales se han triplicado (UDAPE).

2 Por ejemplo, el 69% de las verduras, el 60% de la carne y el 97% de los aceites y grasas consumidas en el campo son adquiridas comercialmente.

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Desde 2011, se produce un viraje en la actitud del Go-bierno que lo conduce al abandono parcial y a la dis-torsión del proceso agrario.

Las realizaciones y frus-traciones del ciclo es-tatal que comúnmen-te se nombra como proceso de cambio no podían ser ajenas a la problemática de tenencia de la tierra, dado el carácter fun-damental de ésta en la

historia y la realidad social del país; menos aún, considerando que la génesis de dicho proceso fue precisamente el devenir de la problemática agraria, y su sujeto protagónico el movimiento indígena y campesino.

Debido a esto último, la cuestión agraria, y en particular la de la tenencia de la tierra, fue el asunto que tuvo, en el ideario del proceso de cambio, la expresión programática más clara y de mayor arraigo social. Ésta derivó de las de-mandas en torno a las que se constituyó el movi-miento indígena y se reconstituyó el movimiento campesino, y que, en su sentido más profundo, prolongan la histórica lucha de los pueblos indí-genas por sus territorios. En esta plataforma pro-gramática, el objetivo central fue la masiva redis-tribución de la tierra concentrada en condiciones latifundiarias, improductivas o de uso ambiental-mente insostenible, en favor de la propiedad co-munitaria, asumida por sus titulares con el sen-tido de la reapropiación o reestructuración de los territorios despojados. Este propósito fundamen-tal hallaba su complemen-tación en el fortalecimiento de los procesos productivos comunitarios, mediante la intensiva inversión pública.

A tiempo de ser las más claras en el contexto pro-gramático del proceso de cambio, las transformacio-nes del programa agrario fueron las de alcances más nítidamente estruc-turales. En efecto, éste es el significado de la sus-titución de las estructuras capitalistas y serviles de la apropiación de la tierra y de la producción agropecuaria por las de carácter comunitario, cuya equidad distributiva se sustenta y reprodu-ce desde la inclusión social en la propiedad de la tierra. Esta transformación tendría también, por la vía del reconocimiento estatal de la territoria-lidad indígena, integralmente vista, el impacto político de posibilitar el desarrollo instituciona-lizado de las autonomías indígenas, y, más allá, el impacto culturalmente liberador de promover la afirmación y reproducción de las identidades culturales históricamente negadas y discrimina-das. Así, los postulados que las luchas indígenas y campesinas forjaron bajo el nombre de tierra y territorio, y bajo cuyo derrotero se abrió el pro-ceso de cambio, constituyen la principal matriz programática para la definición del horizonte de dicho proceso.

Para cumplir este programa, el Gobierno de Morales, a lo largo de una década, dispuso de condiciones extraordinariamente favorables. Por una parte, contó con la enorme disponibilidad política contenida en la resuelta aceptación de la mayoría de la sociedad, en la incidencia política

del ascendente movimiento indígena y campesi-no, y en su propia legitimidad. Por otra parte, contó con la disponibilidad financiera, inédita por su magnitud y su soberanía, resultante del incremento de la renta pública proveniente de las exportaciones de gas. Sin embargo, los resul-tados de transformación agraria experimentaron un severo declive al cabo de un primer momento de realizaciones, dando paso a dos etapas mar-cadamente diferenciadas en el comportamiento gubernamental.

En la primera etapa, se lograron las realiza-ciones de carácter instrumental que permitieron las posteriores y de fondo. Éstas fueron, primero, la reestructuración del INRA como órgano ad-ministrativo encargado de ejecutar el proceso de redistribución de la tierra, dotándolo de la trans-parencia y competencias técnicas indispensables para el logro de su misión. Luego, la reforma de la legislación agraria denominada de Reconduc-ción Comunitaria de la Reforma Agraria, centra-da en la definición de mecanismos redistributi-vos idóneos para cumplir su objetivo central con la prontitud que exigía la oportunidad política. Las estructuras jurídicas creadas por la nueva ley agraria se consolidaron y jerarquizaron al incor-porarse como contenido central del nuevo régi-men constitucional en materia agraria.

Demostrando la efectividad de esas primeras realizaciones, en la primera etapa se amplió sig-nificativamente la propiedad, casi íntegramente comunitaria, del sector indígena y campesino.

Así, frente a los 14 millo-nes de has. que la Reforma Agraria tituló para el sector de 1953 a 1992, de 2006 a 2010 se sanearon y titularon alrededor de 20 millones. No obstante, no toda esta superficie fue propiamente redistribuida, pues una parte corresponde al saneamiento

de predios otorgados por la reforma agraria, o a su conversión de propiedades individuales a propiedad comunitaria. Otra parte formaliza la propiedad de posesiones previamente ejercidas por los respectivos titulares, y una tercera es la de áreas sin ocupación ni derechos preexisten-tes. La superficie efectivamente redistribuida en este periodo, entendiendo por ello la traslación de dominio, fue de casi 4 millones de has. Si bien el conjunto de estos logros, y particularmente el último, fue un indudable avance hacia los objeti-vos históricos del proceso, quedó lejos de la con-sumación plena de éste, pues la tierra continúa siendo concentrada de manera improductiva e insostenible, como lo indica la realidad que la re-ciente estadística oficial no logra ocultar. Téngase en cuenta que hasta 1992 se entregaron alrede-dor de 40 millones de has. al sector empresarial, que la superficie efectivamente redistribuida es pequeña en contraste con aquélla, y que una par-te importante de las tierras detentadas por ese sector permanece sin sanear, por lo tanto, preser-vadas de la única posibilidad legal de su redistri-bución inmediata.

Desde 2011, se produce un viraje en la ac-titud del Gobierno que lo conduce al abando-no parcial y a la sensible distorsión del proceso

agrario. Para empezar, se pierde la transparencia lograda en la administración agraria, como lo anuncian graves escándalos de corrupción, y la casi desaparición de las estadísticas oficiales, rea-parecidas recientemente con alarmantes incohe-rencias y vacíos. No obstante las deficiencias de estas estadísticas, permiten advertir el declive del proceso en su histórico y fundamental come-tido de la redistribución comunitaria de la tierra. Así, mientras en el periodo 2006-2010 se sanea-ron 44 millones de has., entre 2011 y 2014 no se llegó a la mitad, y su costo fue significativamente superior. A pesar de que las capacidades institu-cionales construidas en el periodo anterior, y la propia disponibilidad mayor de tierras fiscales, facilitaron su rápida distribución, la superficie dotada en este periodo no supera la del anterior. Al mismo tiempo, la composición por tipo de propiedad de quienes consolidaron su propiedad en el saneamiento es sugerente del nuevo rumbo: en 2014, el sector empresarial consolidó 1.3 mi-llones de has., mientras que los territorios indí-genas solo obtuvieron alrededor de 300.000 has.

Pero la suplantación de los objetivos del pro-ceso agrario desde el Gobierno no se manifiesta solo en los declinantes resultados de la estadísti-ca. Más reveladoras fueron sus iniciativas de re-forma legal, cuyo sentido regresivo se expresa en el abierto propósito de anular la base normativa de la redistribución comunitaria de la tierra. Es el caso de la ley bien apodada del “perdonazo”, que eximió de la reversión legalmente necesaria a más de 2 millones de has. con desmontes ile-gales, y, más relevante aún, el reiterado proyec-to de ley de establecimiento de una pausa de 5 años en la verificación de la FES, restringiendo substancialmente las posibilidades de redistri-buir la tierra.

Hace tiempo que el proceso de reconducción comunitaria ha perdido futuro en la gestión esta-tal. Si bien la cúpula de poder, siempre ambiva-lente y esquiva frente a él, permitió sus iniciales realizaciones, fue por la presión de un movimien-to indígena y campesino del que necesitaba para sostenerse. Pero, una vez posesionada de la suma del poder político, ha optado por perpetuarse en él en sociedad con sus antiguos ocupantes, y ha tomado de ellos el programa agrario que ejecuta. Es el programa real, el del latifundio y el agronegocio. El otro, el de tierra y territorio y del cambio, es solo el encogido y manchado manto discur-sivo que ya no alcanza a cubrirlo.

La frustración agraria

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Alejandro Almaraz Ossio

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La economía boliviana ha presentado de 2006 a 2014 una buena situa-ción macroeconómica comparada con períodos anteriores y con América Latina. El Gobierno bo-liviano ha propuesto que la estabilidad de precios y macroeconómica es

un patrimonio de todos los bolivianos y que per-mite sentar las bases para el cambio estructural. La evaluación aquí presentada se realiza en función del cumplimiento de los objetivos de la política econó-mica: crecimiento y empleo, baja inflación, equili-brio externo y fiscal y la reducción de la pobreza y de la desigualdad. Finalmente se señalan los desa-fíos pendientes de corto plazo.

CreCimiento, empleo e inflaCiónEl crecimiento económico durante 2006-

2014 tuvo una tasa promedio de 5,1% con un máximo de 6,8% en 2013, que no será superada. Según el Índice Global de Actividad Económica (IGAE), el crecimiento fue de 5,4%, tasa que está entre las más altas de América Latina, que en pro-medio creció en 1,1%, la más baja desde 2009, se-gún la CEPAL. El crecimiento promedio de 5,1% es mayor al del periodo neoliberal, 1990 a 2005, cuando el PIB creció 3,5% en promedio.

El crecimiento fue impulsado por la demanda interna, que registró un promedio de incidencia de 5,2%, versus el crecimiento de la demanda externa, que tuvo una incidencia de 1,8%. Aquel estuvo acom-pañado de una disminución de la tasa de desempleo de 8,2% en 2005 a 3,2% en 2014. Según la CEPAL, la tasa de desempleo abierto de la región bajó de 9,3% en 2003 a 6,0% en 2014.

La tasa de inflación promedio de 2006 a 2014 fue de 6,6%, inferior a la del periodo de la esta-bilización 1986-2005, de 11,6%. La inflación en 2014 fue de 5,2%, inferior al promedio de Amé-rica Latina de 10,9%. La inflación de alimentos en Bolivia, según la FAO, fue de 6,9%, inferior al 14,3% promedio de América Latina.

Es decir, Bolivia alcanzó la estabilidad de pre-cios, el crecimiento económico y bajo desempleo en forma simultánea.

equilibrio fisCal y equilibrio externoEn el caso boliviano, se logró también en for-

ma simultánea alcanzar el equilibrio fiscal y ex-terno hasta 2013. De

2006 a 2013 Bolivia registró por primera vez su-perávits fiscales consecutivos, puesto que en todo el periodo 1985 - 2005 había registrado déficits fiscales. En promedio, el superávit en el periodo 2006-2013 fue de 2% del PIB, mientras que entre 1990 y 2005 tuvo un déficit de 4,5% del PIB.

Para 2014, el Presupuesto General del Estado (PGE) proyectó un déficit de 3,2% del PIB, que es muy probable que se cumpla, dato que se desprende del informe del Presidente en la posesión del nuevo mando presidencial. La CEPAL estima para la región un déficit del 2,7% a nivel de los gobiernos centrales.

En lo que respecta al sector externo, la economía boliviana registró déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que de 1990 a 2005 fue en prome-dio 3,6% del PIB. De 2006 a 2014 se revierten los déficits en superávit en cuenta corriente con un nivel promedio de 6,3% del PIB. Los saldos de la balanza de pagos global permitieron el incremento de las reservas internacionales netas (RIN), las cuales en 2014 alcan-zaron un nivel acumulado que superó los $us 15.000 millones, equivalente a 44% del PIB, mientras que en 2005 re-presentaban 13% del PIB.

Bolivia pasó de una po-sición internacional deudora a una posición acreedora, debido que sus activos fi-nancieros internacionales superan a los pasivos finan-cieros. A septiembre de 2014 era de 5.836 millones de dólares, equivalente a un 17,1% del PIB, según el BCB.

reduCCión de la pobreza y la desigualdad La pobreza extrema se redujo de 38,2% en

2005 a 18,8% en 2013, equivalente a casi 20 pun-tos porcentuales en ocho años, lo que significa que 1,6 millones de personas salieron de la indigencia y que se cumplió anticipadamente la meta de los Objetivos del Milenio de 24,1% en 2015. Por el contrario, en el periodo neoliberal, su reducción fue poco significativa, de un nivel de 41,2% en 1996 a 38,2% en 2005. En América Latina la in-digencia era de 12% en promedio el 2014.

El ingreso per cápita aumentó de 995 dólares en 2000 a un estimado de 3.000 dólares en 2014, observándose una relación entre el crecimiento del nivel de ingreso per cápita y la reducción de la extrema pobreza. Según UDAPE, disminuyó la brecha entre ricos y pobres de 234 veces en el año 2000 a 42 veces en 2013.

Entre los factores que explican la disminución de la pobreza y la desigualdad se encuentran, en primer lugar, la política salarial que consistió en aumentos del salario nominal igual o por encima de la tasa de infla-ción, por lo que el índice del salario mínimo real entre 2005 y 2014 se duplicó, mientras que entre 2001 y 2005 el índice del salario mínimo real disminuyó en 4%. A partir de 2008 se establecen incrementos espe-cíficos como base de negociación de los salarios, sien-do el incremento referencial promedio de 8,8% anual y mayor a la inflación promedio.

En segundo lugar, Bolivia cuenta con dos pro-gramas de transferencias monetarias condicionadas: los bonos Juancito Pinto y Juana Azurduy, los cuales al estar asociados a la renta de hidrocarburos y la ren-tabilidad de las reservas internacionales se convierten

en mecanismos de distribución directa de la renta generada por los recursos naturales. Para el 2014 el gasto fiscal en los dos bonos alcanzó a 88,7 millones de dólares, equivalentes a un 0,3% del PIB, los cuales no existían antes de 2006. Además, el país tiene el Pro-grama de Pensiones No Contributivas, denominada Renta Dignidad, que en 2014 alcanzó a 419 millo-nes de dólares, equivalentes a 1,3% del PIB y que en 2005, cuando se llamaba Bono Sol, era de 108 millo-nes de dólares, equivalentes a 1,1% del PIB. La Renta Dignidad, en relación al PIB, es la más alta en Amé-rica Latina, que tiene como promedio un 0,56% y su cobertura es del 100% para adultos mayores, mientras que en la región alcanza el 33,4%, según el BID.

desafíos pendientesEn 2014 se dio un punto de inflexión al sumarse

la caída de los precios del petróleo a la disminución de los precios de minerales y agrícolas desde 2011, y al caer el índice de precios de nuestros productos de exportación (IPPBX) en un 17,6%.

El contexto externo se pre-vé muy difícil en 2015, con un crecimiento del producto mun-dial en 3,5%, un poco mayor del 3,3% estimado en 2014, y una ralentización del crecimien-to del volumen del comercio mundial de 3,8% en 2015. En lo que afecta a Bolivia direc-tamente, el FMI espera una

disminución de los precios del petróleo de 41,1% y el Banco Mundial pronostica una caída de este precio de 44,8%. Según el ministro de Hidrocarburos y Energía, las exportaciones de gas natural a Brasil y Argentina dis-minuirán un 25%, de 5.986 millones de dólares a 4.500 millones de dólares, por lo que se espera un impacto negativo en los ingresos de exportación, en la balanza de pagos y en los ingresos fiscales.

En este contexto continuará el crecimiento del PIB, aunque a una tasa un poco menor. Según el Gobierno será de 5,0%, el FMI espera un 5% y el Banco Mundial un 4,5%. La tasa de inflación se proyecta en torno al 5,5%.

Se espera un alto nivel de la inversión pública de 6.179 millones de dólares (17,1% del PIB) y que pueda incrementarse el nivel de la inversión extranjera directa, especialmente en el sector de hidrocarburos.

Desde 2014 ya no se mantiene el equilibrio fiscal y en 2015 es probable que con la baja de las exporta-ciones, se tenga una balanza de pagos en cuenta co-rriente equilibrada, mientras que es probable que se anote el déficit fiscal reprogramado, de 4,1% del PIB.

Bolivia tiene un nivel extraordinario de RIN, que le da un colchón externo financiero para enfrentar cambios adversos en el contexto internacional. Asi-mismo, cuenta con un espacio fiscal suficiente, los depósitos del sector público en el BCB, para aplicar políticas anticiclicas. Cuenta a su vez con un Fondo de Inversión (FINPRO) orientado al sector producti-vo independiente de la fluctuación de los ingresos de exportación e ingresos fiscales.

En síntesis, la macroeconomía del proceso de cambio tuvo un buen desempeño de 2006 a 2013, y a finales del 2014 su tendencia registró un punto de inflexión asociada a la abrupta caída de los precios del petróleo y los efectos se observarán en 2015, con una menor tasa de crecimiento, un déficit fiscal y un relati-vo equilibrio de la balanza de pagos.

Bolivia tiene un nivel ex-traordinario de RIN, que le da un colchón para enfren-tar cambios adversos en el contexto internacional.

La macroeconomía en el proceso de cambio Gabriel

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Lograr una mayor tasa de crecimiento del PIB que la de los años que precedie-ron el ascenso del MAS fue tanto una propuesta electoral del 2005 (PG MAS 2005) como un ob-jetivo planteado en el Plan Nacional de Desarrollo (PND). En las propuestas

del MAS, la fuente principal de crecimiento estaría en la explotación de los recursos naturales, cuyas rentas (excedentes en el lenguaje del PND) serían trasladadas a los otros sectores de la economía más intensivos en mano de obra, con la clara finalidad de aumentar el empleo. La economía no solamente debía crecer más, sino que debía hacerlo más equitativamente.

Cuadro 1. Crecimiento del PIB e Inflación (Promedios anuales)

Crecimiento del PIB

Periodo 2006-2011Observado 4.7%Proyectado PND 6.3%Periodo 1993-1998Observado 4.7%

Inflación

Periodo 2006-2011Observada 6.7%Proyectada PND 3.2%Periodo 1993-1998Observada 8.2%

Fuente: Elaboración del autor con datos del INE y del PND.

Según el cuadro 1, el crecimiento promedio del PIB en el periodo 2006-2011 es igual al crecimiento de 1993-1998, los mejores años de la década de los noventa. Los datos parecen indicar que el PIB recién comienza a crecer más rápidamente que antes en el periodo 2012-2014. Más interesante aún, el cre-cimiento del 2006-2011 estuvo muy por debajo del proyectado (y prometido) por el PND.

Los resultados en términos de crecimiento del PIB per cápita (que es la manera correcta de evaluar el bienestar) y de control de la inflación son signifi-cativamente mejores en el periodo 2006-2014 que en los años 1993-1998 (cuadro 2). Empero, no se puede dejar de lado que el contexto internacional fue mucho más benigno en el segundo periodo que en el primero. La cuestión no está en si los resultados del segundo periodo fueron mejores que en el prime-ro, sino en si ellos no podían haber sido aún mejores dada la bonanza internacional. Se podía esperar tasas de crecimiento del PIB significativamente más altas.

Cuadro 2. Crecimiento e inflación. Aumento promedio anual

  PIB per capita IPCa

1993-1998 1.8% 8.2%2006-2014 3.0% 7.1%

Fuente: Elaboración del autor con datos del INE.aÍndice de Precios al Consumidor, datos de fin de periodo

Sorprendentemente, la restricción que ha impedi-do una mayor tasa de crecimiento del PIB ha sido la insuficiencia de la inversión. Ella ha sido más pequeña que lo que podía haber sido, no por problemas de fi-nanciamiento, sino por la debilidad de la demanda de inversiones por el sector privado. Se ha tratado de com-pensar esa deficiencia de demanda con inversión públi-ca, pero ella ha confrontado otras restricciones, por el lado de las capacidades gerenciales del sector público.

La tasa más alta de crecimiento del PIB y el tipo de desarrollo muy centrado en los efectos internos

de la bonanza exportadora han tenido efectos impor-tantes en la expansión del empleo. La tasa de des-empleo abierto bajó muy considerablemente entre el 2005 y el 2014, pero acompañada de un aumento de la ocupación informal. La alta tasa de crecimiento de la economía ha desembocado también en mejo-ras significativas en la reducción de la pobreza y, más interesante aún, en la reducción de la desigualdad.

En cuanto a la inflación, ella fue en promedio más baja en el periodo 2006-2011 que entre 1993 y 1998, pero estuvo muy por encima de la proyectada por el PND. Si bien se ha asegurado el control de la inflación, no se ha respetado la independencia del BCB como se proponía tanto en el PG MAS 2005 (p. 35) como en el PND (p. 208)

El PG MAS 2005 (p. 35) y el PND (p. 208) proponían también una política cambiaria que esti-mule las exportaciones, manteniendo el tipo de cam-bio fijo deslizante, lo que no se ha cumplido. Se ha anclado la inflación, durante gran parte del periodo, fijando el tipo de cambio. Los costos de la política de tipo de cambio fijo aparecerán más adelante.

Durante la fase de auge de las exportaciones, el gobierno y el BCB han preferido acrecentar re-servas a revaluar la moneda nacional. La fuerte acumulación de reservas ha conducido a un gran crecimiento de la base monetaria; aún si hubo es-terilizaciones, vía depósitos en el BCB de los go-biernos subnacionales y, ocasionalmente, median-te seudo operaciones de mercado abierto.

Si el fuerte crecimiento monetario no ha tenido mayores efectos inflacionarios se ha debido a que el tipo de cambio ha amarrado los precios internos de los bienes que intervienen en el comercio exterior a sus precios internacionales. Los pocos y cortos episodios de saltos inflacionarios se explican, en gran parte, por la evolución de los precios internacionales de los alimen-tos. Los empujes inflacionarios, que no se explican por factores externos, han provenido en su mayor parte por el lado de los costos, especialmente los costos salariales.

La diversificación de La economíaTanto el PG MAS 2005 como, sobre todo, el

PND, planteaban cambiar el modelo primario ex-portador por un modelo de economía más diversi-ficada. Los dos documentos contienen críticas muy duras al modelo primario exportador. Criticaban, en especial, su escasa interrelación con industria manu-facturera y otras actividades productivas.

Si bien la concentración de la producción en los sectores primarios no aumentó significativamente durante el gobierno del MAS, las exportaciones sí lo hicieron, como se aprecia en el cuadro 3. La causa fundamental de esta acentuación en la exportación de bienes primarios ha de encontrarse en los altos precios internacionales.

Cuadro 3. Valor y composición de las exportaciones (En millones

de $us y en porcentaje)  PRODUCTOS

Promedio 2003-2005

Promedio 2011-2013

    Valor Participación (%) Valor Participación (%)1 HIDROCARBUROS 915.9 40.2 5,506.8 49.62 MINERALES 455.8 20.0 3,386.0 30.53 SOYA (GRANOS Y HARINA) 227.5 10.0 643.2 5.84 OTRAS EXPORTACIONES 475.1 20.8 1,271.0 11.55 OTROS BIENES 205.4 9.0 292.2 2.66 T O T A L 2,279.7 100.0 11,099.2 100.0  Por memoria        Total commodities (1 +2+3) 1,599.1 70.1 9,536.1 85.9

Fuente: ELABORACIÓN DEL AUTOR CON DATOS DEL BAN-CO CENTRAL DE BOLIVIA

La tributación y eL gasto púbLicoEn la visión del PND (p. 216) el desarrollo “ten-

dría que estar acompañado de un nuevo sistema tri-butario con orientación de progresividad antes que de regresividad”, que no ocurrió. En cuanto a la po-lítica de gasto público, el PG MAS 2005 (p. 34) se comprometía a una política de austeridad, que tam-poco se ha cumplido. En efecto, el gasto corriente en términos reales ha crecido a una tasa anual pro-medio de 4,9% entre el 2006 y el 2013, ha sido muy pro-cíclico y muy correlacionado con los precios de las exportaciones.

Más controvertida todavía que la inequidad de una estructura tributaria centrada en los impuestos indirectos es la excesiva dependencia de los ingresos fiscales de las rentas sobre recursos naturales, espe-cialmente sobre los hidrocarburos, como se aprecia en el cuadro 4. Esta excesiva dependencia da lugar al difícil problema político del rentismo.

Cuadro 4. INGRESOS CORRIENTES DEL GOBIERNO GENERAL

  Promedio 2003-2005

Promedio 2011-2013

  % del PIB

% de los

% del PIB

% de los ingresos

    in-gresos

 

INGRESOS TRIBUTARIOS 15.0 61.6 20.1 58.7 Renta Interna 14.0 57.6 18.2 53.1 Renta Aduanera 1.0 3.9 1.3 3.9 Regalías Mineras 0.0 0.0 0.6 1.7IMPUESTOS SOBRE HIDROCARBUROS 6.2 24.7 11.4 33.1OTROS INGRESOS CORRIENTES 3.3 13.7 2.8 8.2TOTAL INGRESOS CORRIENTES 24.5 100.0 34.3 100.0

Fuente: ELABORACIÓN DEL AUTOR CON DATOS DEL BAN-CO CENTRAL DE BOLIVIA.

a manera de concLusiónNo cabe duda de que en los diez últimos años

la economía boliviana ha cambiado de dimensiones: el PIB per cápita es mucho mayor y también lo son los ingresos fiscales. Empero la trayectoria de la eco-nomía ha tenido muy poco que ver con el PG MAS 2005 y el PND. Como desafíos pendientes se tiene, reducir la dependencia de las exportaciones de un puñado de materias primas, aumentar la tasa de in-versión privada y darle mayor flexibilidad al tipo de cambio. La sostenibilidad fiscal es también un reto. No se puede depender tanto de las rentas de los hi-drocarburos.

La macroeconomía: mAs antes y mAs después

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Capitalismo dependiente y colonial extractivista Raúl

Prada Alcoreza

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ficac

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econ

ómic

a La Constitución, en el capítulo que corres-ponde a la Estructura y organización Económi-ca del Estado, define la transición económica, desde la condición de economía plural, antes de la promulgación de la Constitución, hacia

la economía social y comunitaria como finalidad. Nos remitimos a los escritos que hablan de ello2. ¿Cuáles son entonces los dispositivos que estable-ce la Constitución para efectuar esta transición? En primer lugar, podemos decir que se trata del Estado, que ejercerá la dirección integral del desa-rrollo económico y sus procesos de planificación; en segundo lugar, los recursos naturales, que son de propiedad del pueblo boliviano y serán admi-nistrados por el Estado; en tercer lugar, la indus-trialización de los recursos naturales para superar la dependencia de la exportación de materias pri-mas y lograr una economía de base productiva, en el marco del desarrollo sostenible, y en armonía con la naturaleza; en cuarto lugar, lo comunitario. Estos dispositivos son los que tienen que combi-narse, articularse e integrarse, favoreciendo las transiciones hacia la economía social y comunitaria.

Fuera de la finalidad de la economía social y comunitaria, la Constitución plantea objetivos sociales imprescindibles; eliminar la pobreza y la exclusión social y económica para el logro del vivir bien. Se puede disociar lo público y lo co-munitario, encontrando el impacto de la explo-tación hidrocarburífera en el PIB; sin embargo, no ocurre lo mismo con la minería que, a pesar del volumen de sus exportaciones, lo que apor-ta al Estado (8%) es notoriamente menor que la de los hidrocarburos (62%). Por otra parte la empresa pública minera sólo controla el 3% de la producción minera, correspondiendo el 27% de esta producción a las cooperativas, y el 70% a las empresas privadas, principalmente trasnacio-nales. No se puede hablar de una participación comunitaria ostensible en el aparato productivo; pues ésta no llega ni al 3%.

Estructura EconómicaSi se observa la composición estructural del

PIB3, desde la participación por actividad econó-

mica, vemos que la estructura no se ha modificado. Hay variaciones porcentuales de las participacio-nes; empero, mínimas, que no afectan a la estructu-ra misma, como se puede ver en la tabla siguiente.

Bolivia: Participación de las actividades económicas en el PiB (en %)DESCRIPCION 2006(p) 2013(p)

PRODUCTO INTERNO BRUTO (a precios de mer-cado)

100 100

Derechos s/Importaciones, ivand, IT y otros Imp. Indirectos

21,18 25,01

PRODUCTO INTERNO BRUTO (a precios básicos) 78,82 74,99

1. Agricultura, silvicultura, caza y pesca 10,94 9,99

2. Extracción de minas y canteras 11,62 14,14

3. Industrias manufactureras 11,33 9,95

4. Electricidad gas y agua 2,32 1,85

5. Construcción 2,39 2,64

6. Comercio 6,41 6,44

7. Transporte, almacenamiento y comunicaciones 10,17 7,88

8. Establecimientos financieros, seguros, bienes inmuebles y servicios prestados a las empresas

8,55 8,77

9. Servicios comunales, sociales, personales y doméstico

4,48 3,54

10. Restaurantes y hoteles 2,55 2,1

11. Servicios de la administración pública 10,97 11,74

12. Servicios bancarios imputados -2,9 -4,05

Ahora bien, si tomamos en cuenta las acti-vidades que podemos considerarlas productivas en el 2013, incluyendo electricidad gas y agua, además de la construcción (2,6%), tenemos una participación del orden del 38,6%, quedando el resto, 61,4%, como porcentaje de la participa-ción de actividades de servicio, comerciales y de circulación; es decir, de actividades no-pro-ductivas, aunque coadyuven a la producción. El peso de los servicios, el comercio y el transporte es notoriamente mayor que el peso de las ac-tividades productivas. Esto se hace categórico cuando observamos que el peso de la industria manufacturera, además de ser bajo, manifestó una tendencia a disminuir su participación.

conclusionEs PrEliminarEsEl perfil de la estructura económica de Bo-

livia es el de una economía basada preponde-rantemente en el extractivismo, sosteniendo un Estado rentista. En la jerga se dice que se tra-ta de una economía primario exportadora. Como hemos visto, no se puede hablar de una indus-trialización, pues el escaso peso de las empre-sas industriales no ayudaría a sostener este cri-terio. Las grandes empresas públicas, Comibol y YPFB, se mantienen en la tecnología dedica-da al extractivismo. Mal se puede decir que las plantas separadoras de gas corresponden a la

industrialización, o que la lixiviación en minería es industrialización. Se puede considerar a las plantas de fundición, como la de Vinto, la de Karachipampa, la de Catavi, como dispositivos de la industria pesada, ciertamente, pero el peso de la industria pesada en la estructura econó-mica todavía es bajo. La siderurgia ha queda-do en proyecto. Si consideramos los principales productos de exportación, veremos el peso del extractivismo en la estructura económica, que es la estructura de una economía que exporta ma-terias primas; donde otros productos tienen una muy baja proporción.4

Como se puede ver el peso gravitante se si-túa en la exportación de gas natural, que consiste en el 51% de las exportaciones. Considerando el 90% del valor las exportaciones, que se sitúan en 15 productos de los 100 clasificados, se trata de minerales, hidrocarburos y productos agrícolas. Aquí también vemos que el peso gravitante radi-ca en los minerales e hidrocarburos; hablamos del 70% del valor de las exportaciones, quedando el 12% para los productos agrícolas.

Tampoco se puede hablar de una economía diversificada. La economía estatal, la economía pri-vada, la economía cooperativa o mixta, la economía campesina y la economía comunitaria, sustentan, como formas conectadas, la estructura económica extractivista. Estas formas económicas, como deno-mina la Constitución, coadyuvan, en una articu-lación disoluta, entre mercado interno y mercado externo, a sostener el capitalismo dependiente. Ciertamente no por las características de la eco-nomía campesina y de la economía comunitaria, sino por las características de la economía estatal, de la economía privada y la economía cooperativa, pues estas formas económicas se constituyen como for-mas subalternadas y subsumidas al sistema-mundo capitalista; es decir, a la génesis de la acumulación originaria y de la acumulación ampliada de capi-tal. En esta estructura de poder se subordina y se in-hibe a la economía campesina y a la economía comu-nitaria. También se inhiben las otras posibilidades productivas que darían lugar a la diversificación económica.

La política económica que ha incidido po-sitivamente es la nacionalización de los hidro-carburos, ha hecho pasar la participación del Estado en la renta nacional de 18% a 62%. Las políticas económicas de incidencia negativa son las políticas monetaristas que se han convertido en el paradigma político del gobierno, políticas avaladas por el FMI y el BM. Son negativas pues por la continuidad clara y profundización del proyecto neoliberal, que apuesta por la es-peculación financiera, vulnerando la soberanía nacional. Son políticas que refuerzan la subor-dinación a la geopolítica del sistema financiero internacional.

1 Ver de Raúl Prada Alcoreza Descolonización y transición, también Cartografías histórico-políticas, así como Aconteci-miento político. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=k-dp_RP_PUB_savepub. http://issuu.com/raulpradaalcoreza/stacks.

2 INE: BOLIVIA: PARTICIPACIÓN DE LAS ACTIVI-DADES ECONÓMICAS EN EL PRODUCTO INTER-NO BRUTO A PRECIOS CORRIENTES. Ministerio de

Economía y Finanzas Públicas. La Paz 2014. http://www.ine.gob.bo/indice/general.aspx?codigo=40310.

3 Instituto Boliviano de Comercio Exterior – IBCE: BOLI-VIA: PRINCIPALES PRODUCTOS EXPORTADOS AL MUNDO SEGÚN VOLUMEN Y VALOR. http://ibce.org.bo/documentos/informacion-mercado/2012-2013/Boli-via-principales-productos-exportados-al-mundo-segun-vo-lumen-valor-gestiones-2012-2013.pdf.

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La economía boliviana es ahora mucho más pujan-te que hace 10 años: sin embargo, sigue siendo una economía estructu-ralmente subdesarrollada, es decir, poco industriali-zada, lo que significa que la mayor parte de los ne-gocios no usan tecnología,

son poco productivos y poco rentables. El “subde-sarrollo estructural” no hace alusión a un determi-nado nivel de ingresos (el cual cambió mucho en esta década), sino a la incapacidad de la economía para transformar los nuevos ingresos en activida-des más avanzadas, generadoras de empleos más sofisticados, el correlato de una amplia clase media.

A este respecto no ha habido ningún “proceso de cambio”, puesto que los indicadores son igua-les, o aún peores, que los de hace nueve años. El sector industrial sigue siendo responsable de alrededor del 17% del PIB. Por supuesto, sus operaciones son mayo-res, en términos absolutos, ya que el producto mismo se ha multiplicado (nominalmen-te) por cuatro, pero continúa con la misma posición rela-tiva que en los denostados tiempos del neoliberalismo. Siendo los modelos económicos tan distintos en estos dos momentos, está claro que esta situación obedece a causas más profundas que las instituciones económicas, las po-líticas públicas, la voluntad del Estado, o la ideolo-gía que predomina en la sociedad.

Adicionalmente, este periodo de prosperidad probó que las causas del subdesarrollo son otras que las “sospechosas preferidas” en los tiempos de las vacas flacas; esto es, la falta de ahorro –y por tanto de capital para invertir– en la economía y la “desigualdad de los términos de intercambio” o bajos precios de las materias primas que produci-mos, en simultáneo con altos precios de las ma-nufacturas producidas por los países desarrollados.

Estas “causas sospechosas” han probado su inocencia en este tiempo, porque los términos de intercambio han sido favorables y el ahorro inter-no ha sido más elevado que nunca (pasó de 13% anual promedio de 1999 a 2005, a 24% del PIB de 2006 a 2012). Sin embargo la inversión solo creció levemente (de 15% del PIB anual promedio entre 1999-2005 a 17% anual de 2006 hasta hoy) y espe-cialmente por el esfuerzo del Estado. La inversión privada para 2015, dijo el ministro de Economía, “es una vergüenza”: 7% del PIB. La atribuyó a “fal-ta de agresividad”. Pero, ¿qué burguesía no quiere multiplicar su capital, solo por un rezago psicoló-gico? O, dicho de otra manera, ¿no obedecerá la prudencia empresarial a alguna razón objetiva, a al-guna característica de la economía boliviana, antes que a razones subjetivas?

El sector privado se justifica con hipótesis que tampoco son aceptables. En general, atribuye la fal-ta de inversión a la ausencia de políticas pro-priva-das (que se pueden agrupar bajo el marbete de “se-guridad jurídica”), pero entonces ¿qué ocurrió en los años 90, cuando estas políticas fueron las prin-cipales y, sin embargo, la inversión terminó siendo,

igualmente, “una vergüenza”? Si la tasa de inver-sión es –como dirían los economistas– “inflexible” a los estímulos superestructurales provistos por el ambiente económico, es porque se halla “anclada”, amarrada “desde abajo”, por las condiciones es-tructurales.

Una de las anclas es el tamaño del mercado interno, que, aunque ha crecido importantemen-te en la última década, no es aún bastante grande para hacer rentable la producción doméstica de determinados bienes, respecto a la importación de los mismos. Los bienes de este tipo se llaman “transables” y son el principal objetivo de un pro-ceso de industrialización. Pero los bolivianos aún somos pocos, la pobreza todavía es alta y los con-sumidores están lejos de los mercados (el territorio es inmenso y poco vertebrado) y son demasiado austeros como para justificar económicamente un proceso de sustitución de importaciones.

¿Industrializar para exportar, entonces?  Esto nunca ocurre de manera completamente separada; en todo caso, hacerlo tam-bién enfrentaría obstáculos estructurales. Producir más barato que las industrias ex-tranjeras demanda algo más que inversión: conocimien-to gerencial, educación de la fuerza laboral, capacidad

para cooperar entre empresas, sinergias produc-tivas, facilidades de transporte y comunicaciones, instituciones públicas confiables; en fin, comenzar a salir del subdesarrollo. En algunas áreas, también se necesita recursos naturales distintos de los que tiene Bolivia, por ejemplo más tierra fértil.

No es imposible, algunas de estas condiciones han mejorado, por ejemplo la vialidad del país, pero la meta de la diversificación –simbolizada simplistamente, si se quiere, en un aumento sus-tancial de la tasa de inversión privada– requiere del cumplimiento de tareas que desgraciadamen-te ahora ni siquiera nos planteamos, como un salto educativo o un aumento sustancial del nivel tecnológico y de habilidades técnicas disponibles en el país.

“Industrializar” de la manera en que se dice estar haciendo actualmente, es decir, añadiendo valor a los recursos no renovables por medio de plantas, cuya viabilidad económica nadie calcula, no responde a ese desafío, porque es una indus-trialización de enclave, que no se expande al res-to de la economía. Pese a ello, los teóricos de la izquierda, tanto los anteriores como los actuales, depositan grandes expectativas en ella. Sergio Al-maraz confiaba en que la fundición de estaño se-ría crucial para el desarrollo nacional. El país ten-dría ocasión de comprobar que se trataba de una ilusión. Pese a ello, no se desengaña hasta hoy, cuando se sigue pensando que la industriali-zación del litio o la petroquímica son la clave de todo. En realidad, la industria extractiva –no importa cuánto se subraye la palabra industria en este binomio– nunca se con-vierte espontáneamente en desarrollo, porque está basada en la excepcionalidad (el descubrimiento y un gran capital para explotarlo) y no en el trabajo de gran can-tidad de personas coordinadas y educadas

para producir con la mayor eficiencia posible. La industria extractiva es siempre una isla, y una isla rodeada de mares imposibles de atravesar para la mayoría de los bolivianos. Luego de casi 500 años de extraer recursos no renovables, ya deberíamos saberlo, pero es típico que no queramos ver en nuestra historia más que lo que nos conviene para seguir repitiéndola.

Esta confusión no es la única forma en que la presencia de gran cantidad de recursos no reno-vables en el subsuelo perjudica el desarrollo (es decir, la diversificación). La extracción genera un excedente que, debido a los problemas estructu-rales que hemos mencionado, no se transforma espontáneamente en inversión en el propio país; de ahí que el Estado deba controlarlo. Pero el Estado no es el mejor asignador de recursos, de modo que una buena parte del excedente del que se apropia no termina en el proceso productivo, ya sea porque se disipa en el gasto, o porque se traduce en inversión ineficiente, corrupta, etc. Se trata más que de un dilema de una aporía, porque la empresa privada tampoco resulta mejor para esta tarea, como comprobamos en los años 90.

El tercer efecto pernicioso de la economía ex-tractiva sobre el desarrollo es que inhibe o, mejor dicho, desvía el espíritu emprendedor de la pobla-ción, que por ella se dedica a importar mercaderías o se vuelca a la producción de “no transables”, es decir, bienes no exportables, de servicio y apoyo a la actividad extractiva, o en todo caso orientadas a capturar los beneficios de ésta. Estas iniciativas son más atractivas, porque no requieren de una alta in-versión en tecnología y personal. Al mismo tiempo, son frágiles, porque dependen de la prosperidad extractiva y desaparecen cuando ésta se extingue. Entonces, ¿por qué la inversión privada no llega ni al 10% del PIB? Porque está concentrada en la producción de bienes “no transables”, que son la mejor opción para obtener ganancia al alcance de los poseedores de capital; y que lo serán mientras el salto industrial esté taponeado, por las razones señaladas, y se mantengan la prosperidad extracti-va, de la que se deriva tal ganancia. Mientras esto pase, esta inversión, por decirlo así, “es suficiente”, ya que poner más plata exigiría salir de este nicho de actividades rentables e incursionar en territorios riesgosos, a los que los empresarios, como es obvio, tienen aversión.

Donde el “proceso de cambio” choca con el subdesarrollo

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Fernando Molina

A este respecto no ha habido ningún “proceso de cambio”, puesto que los indicadores son iguales, o aún peores, que los de hace nueve años.

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Semejante encubrimien-to no puede continuar. La falta de transparencia en YPFB afecta al conjunto de la economía nacional.

Petróleo y geopolíticaAndrés Soliz Rada

Importantes cambios geopolíticos afec-tan a la humanidad a partir de la re-volución del esquisto (hidrocarburo en estado gaseoso que se encuentra en formaciones rocosas sedimenta-rias de grano muy fino). El desarrollo comercial de esquisto, pese al mayor daño medioambiental que provoca, se incrementó en EEUU, a partir de 2010, lo que le ha permitido disminuir

la importancia de la OPEP, ser autosuficiente en hi-drocarburos y asumir el papel de regulador de pre-cios, junto a Arabia Saudita (Daniel Yergin). El nue-vo escenario ha provocado la brusca caída del precio del petróleo y la contención de Rusia como posible abastecedor de gas natural a Europa Occidental, ya que EEUU controlará parte del gigantesco mercado europeo, a través de barcos metaneros.

Al tener hidrocarburos suficientes, EEUU (ca-beza de la OTAN) actúa con menos escrúpulos y mayor agresividad en sus guerras coloniales. Si bien China, Argentina y Argelia tienen más reservas de gas esquisto (o shale gas) que EEUU, la potencia del norte, al monopolizar la tecnología de su extracción, ha acelerado su propósito de cercar a Rusia con mi-siles atómicos, paso previo para someter a las econo-mías de China y la India.

La desnacionalización de Pemex y la corrup-ción en Petrobras han facilitado el avance imperial en América Latina, que busca someter a Venezuela, el país que posee la primera reserva mundial de pe-tróleo convencional. Lo anterior fue facilitado por la incapacidad del Mercosur para incursionar en sec-tores estratégicos de la economía, como la banca, el petróleo, la minería y la agricultura. En ese marco, Cuba sufre los embates de la sociedad de consumo, destinados a debilitar sus ideales socialistas.

EFECTOS EN BOLIVIALa competencia del shale gas acentúa las difi-

cultades de Bolivia para explotar sus reservas de gas natural. Las transnacionales condicionan la activi-dad exploratoria a cambios en la Constitución y en la Ley de Hidrocarburos. Exigen el sometimiento de conflictos a tribunales y árbitros internacionales, la vigencia de un nuevo régimen impositivo y la libre exportación de ganancias. En síntesis, desean que YPFB retorne a la condición de empresa residual, impuesta por Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL).

La incursión del shale gas dificultará las nego-ciaciones del nuevo contrato de venta de gas a Brasil, a partir de 2019. La crisis de Petrobras incidirá para que las transnacionales hagan prevalecer sus intere-ses en la negociación. Las importantes reservas de gas descubiertas en la costa del vecino país, llevarán a Brasil a afirmar que “ya no necesita” de nuestro gas.

El argumento olvida que el gasoducto Santa Cruz – San Pablo se halla totalmente amortizado, de manera que el costo del gas boliviano en su princi-pal emporio industrial es muchísimo más barato que el que podría ser extraído de sus depósitos marinos, cuya extracción se ha tornado antieconómica por la competencia del shale gas. Por otra parte, no es lo mismo llevar el gas desde de la costa brasileña hasta sus plantas petroquímicas en el Mato Grosso, que abastecerlas desde nuestros campos fronterizos.

Bolivia no debe seguir vendiendo gas húmedo a Brasil, en perjuicio de su industrialización interna. La adenda firmada por el go-bierno de Evo Morales para entregar cinco sextas partes de nuestro gas húmedo no puede continuar, salvo que Petrobras acepte que YPFB sea socia en las termoeléctricas de la fron-tera. Este objetivo puede lo-grarse si Bolivia y Brasil no se someten a las compañías euro-peas y norteamericanas.

LA HERENCIA NEOLIBERALCabe recordar que GSL, luego de rebajar la

tributación de 50–50 a 82–18, dictó el DS 24806, por el que se entregaba a las compañías la propiedad de los hidrocarburos en boca de pozo. COMSUR, la empresa de GSL, y la Río Tinto Zinc (RTZ, una de las compañías mineras más grandes del mundo a la que vendió el 30% de sus acciones) buscaron ex-portar gas a Chile, mediante el fraudulento proyecto Pacific LNG, que el expresidente Jorge Quiroga Ra-mírez se empeñó en concretar.

Carlos Mesa, a quien sería injusto negar el excelente papel que cumple como vocero de la causa marítima, dispuso, mediante DS 27238, la venta del 50% de las acciones de las empresas ca-pitalizadas que habían quedado en poder de los bolivianos. Esta disposición sólo se cumplió par-cialmente. También determinó (DS 27957) que las compañías inscribieran como propias en Dere-chos Reales los campos petroleros que explotaban en calidad de concesiones. La indignación popu-lar lo obligó a derogar la medida.

Quiroga Ramírez liberó a las petroleras (DS 26366) de la obligación legal de perforar un

pozo por parcela. Con esta disposición, las compañías dejaron de invertir 1.300

millones de dólares en exploración de nuevos campos. La Ley de Hidrocarburos del 17 de mayo de 2005 recuperó la tri-butación del 50–50, lo que benefició a los

departamentos productores, municipios, FFAA, pueblos originarios y otros, pero ni

un solo centavo se transfirió a YPFB, que permaneció en la insolvencia.

LA TERCERA NACIONALIZACIÓNEl fortalecimiento de YPFB fue el eje

de la tercera nacionalización (DS 28701

de 01-05-06), lo que le permitió controlar la cade-na productiva. Para ello, se transfirió a YPFB el 50% de las acciones de Chaco, Andina y Transredes. Pos-teriormente, YPFB compró o expropió las acciones necesarias que le permitían la conducción de la ac-tividad petrolera. A partir de ese momento, YPFB tomó el control de la producción, comercialización e industrialización del sector.

Varios críticos sostienen que la actual bonanza económica se debe exclusivamente a la notable alza de precios del petróleo en el mercado mundial. Cabe preguntar si esa bonanza hubiera existido de con-tinuar las empresas siendo dueñas del gas en boca de pozo; si se mantenía la condición “residual” de YPFB; si se suscribía el proyecto Pacific LNG por el que se despojaba a Bolivia del control de sus reservas presentes y futuras; si se vendían las acciones de la capitalización de propiedad de los bolivianos.

Gracias a la nacionalización se instalaron las plantas separadoras de líqui-dos del Chaco y Río Grande, así como la planta petroquí-mica de Bulo Bulo en Cocha-bamba, las que costaron más de 1.600 millones de dólares. Una segunda planta petro-química se construye en el Chaco tarijeño. Evo Morales ha anunciado que el país se

apresta a exportar mil toneladas diarias de GLP a Uruguay, Paraguay y Brasil. El dinero del gas permi-tió reactivar Karachipampa, que comenzará a expor-tar 80 toneladas de plomo al mercado internacional (El Potosí, 28-03-15).

Por otra parte, se invertirá 600 millones de dólares en la segunda fase de la planta de cloruro de potasio en el Salar de Uyuni (Página Siete, 26-03-15). Con los ingresos del gas se construyeron los aeropuertos de Alcantarí, Chimoré, Oruro, Uyuni y Monteagudo, además de 3.000 kilóme-tros de carreteras.

LOS DESAFÍOS DEL PRESENTE¿Significa que debemos estar satisfechos con lo

avanzado? De ninguna manera. YPFB falló al no uti-lizar las auditorias petroleras para negociar los nue-vos contratos. El ente petrolero estatal mantiene un delictivo silencio sobre sus actividades. Hasta ahora no ha publicado sus balances de 2010 al 2014. Ro-lando Carvajal advirtió que de los 11.000 millones de dólares obtenidos por las empresas en los últimos nueve años, 5.600 millones corresponden a “costos recuperables” de dudosa legitimidad. Al silencio de la cúpula de YPFB se han sumado los representantes en el directorio de los departamentos productores. Semejante encubrimiento no puede continuar.

La falta de transparencia en YPFB afecta al conjunto de la economía nacional, dentro de la que la Banca privada acumuló 1.609 millones de dólares de utilidades desde 2006. El Gobierno ha fracasado en instalar la siderurgia del Mutún y en la industrialización del litio de Uyuni. La minera San Cristóbal gana 1.000 millones de dólares al año y deja al país 35 millones, además de con-taminar 50.000 litros de agua por día. El uso de transgénicos está provocando la mayor inseguri-dad alimenticia imaginable. Defender a YPFB a toda costa y presionar al Gobierno para que recti-fique sus errores son las tareas inmediatas.

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El Proceso de Cambio (PdC) en el país fue prece-dido por cuatro procesos de cambio muy importan-tes. A nivel internacional se aceptó al gas como el combustible fósil del siglo XXI y desde 1992 el pre-cio del petróleo empezó una corriente alcista que

duró hasta diciembre de 2014. A nivel nacional, Bo-livia y Brasil acordaron un suministro de gas por 20 años a través de YPFB y Petrobrás. Además, se tuvo un Referendo en 2004, que delineó los aspectos fun-damentales de toda política petrolera nacional.

A estas corrientes se sumó el PdC para tener una base legal y económico-financiera que le facili-taron el tomar las medidas que ha adoptado.

LA PROPUESTA DEL PROCESO DE CAMBIOLos planes para el sector hidrocarburos del PdC

se hicieron públicos en 2006, planteando en sus par-tes fundamentales la recuperación de la propiedad de los hidrocarburos, el lograr soberanía en su uso y que los ingresos obtenidos en la industria sirvan para impulsar el desarrollo económico nacional.

Como primer paso indispensable se proponía la refundación de YPFB. Además, proponía la con-versión de gas a diésel (GTL) para reemplazar las importaciones de ese combustible.

EL PROCESO DE CAMBIO EN ACCIÓNYPFB fue refundada para ser la institución clave

en todas las reformas planeadas. Se la habilitó para que a nombre del Estado participe en toda la cadena productiva, ejerciendo el control total de la industria y pueda celebrar contratos de exploración. YPFB no ha sido disuelta, su “Refundación” fue un acto polí-tico-administrativo.

En abril de cada año YPFB informaba sobre la cantidad de reservas probadas certificadas de gas y petróleo al 31 de diciembre del año anterior, a base del informe de una compañía especializada elegida por licitación pública.

Para abril de 2006, la certificación mostraba un descenso importante. La nueva administración de YPFB rechazó el informe. A raíz de este incidente el próximo informe de reservas en 2011 mostraba que al 31 de diciembre de 2009 las reservas recu-perables de gas eran 9.94 TCF. Las nuevas cifras se han convertido en cifras oficiales. Al 31 de diciembre de 2012 las reservas recuperables de gas son 10.02 TCF, mostrando que no se ha logrado descubrir nuevas reservas importantes La medida central del PdC en el sector hidrocarburos fue la llamada “Nacionalización” en mayo de 2006. A las compa-ñías privadas no se les expropiaron activos ni hubo intervención en sus rutinas de trabajo. Se inició la compra de acciones por parte de YPFB para tener mayoría en las sociedades anónimas que se habían constituido en las empresas capitalizadas. Fue una nacionalización blanda, no dura. Excepto la toma de instalaciones de AirBP y CLHB.

Cumpliendo la Ley 3058, se negociaron y acordaron los cambios a los contratos con los que estaban operando las compañías en el país. Con-forme esa ley, se mantuvo la tributación 50/50. Toda la producción se entrega a YPFB. De los

ingresos obtenidos por su comercialización, 50% son para el TGN. Se destina hasta el 80% del sal-do para reembolsar a las compañías por gastos de producción. El 20% restante es dividido entre YPFB y la compañía de acuerdo con fórmula de cada contrato. El resto de las cláusulas de los con-tratos se ha mantenido sin cambios.

No obstante que el plan del PdC indicaba su-primir la exportación de gas como materia prima, el Contrato con Brasil fue mantenido inalterado, además en 2006 se acordó otro contrato con Ar-gentina hasta 2027, con volúmenes similares a los pactados con Brasil.

La exportación de gas a Brasil domina el resto de las actividades petrolíferas del país. Los volú-menes de gas que se envía para exportación, de-terminan la cantidad de condensado a ser proce-sado para obtener carburantes.

Los volúmenes de exportación definidos por contrato tienen un máximo de 41 MMm3/d y 27 MMm3/d para Brasil y Argentina res-pectivamente.

Como el precio del gas en ambos contratos está referido a los precios internacionales del fuel oil y diésel oil respec-tivamente, éstos también han estado de subida hasta di-ciembre de 2014.

Con esta combinación de grandes volúmenes y precios crecientes, el país ha recibido más de 40.000 millones de dólares por ex-portación hasta 2014. Al concluir 2020 el contrato con Brasil, se estima que se llegará a 60 a 68.000 millones de dólares. Hasta 2027, cuando fenezca el contrato con Argentina, se estima que en total ha-bremos recibido unos 80 a 85.000 millones de dó-lares. Cifras sin precedentes para un lapso tan corto en nuestra vida republicana.

Para exportación y consumo de mercado inter-no, estamos produciendo 55 a 57 MMm3/d de gas.

En el mercado interno, los crónicos faltantes de diésel y ocasionalmente de gasolina, han sido solucionados mediante importaciones crecientes. La producción de propano de la planta de extrac-ción de líquidos de Río Grande ha eliminado los faltantes de GLP e incluso generado una corriente de exportación.

El crecimiento de las instalaciones de gas domi-ciliario es destacable, se tiene más de 300 mil. En igual forma el uso del GNV para vehículos ha llega-do a más de 100 mil unidades.

El país cuenta ahora con 1.700 MW de potencia de generación eléctrica instalada, dando un margen del 30% sobre la demanda pico. Se ha recuperado esta situación con la instalación de plantas termoe-léctricas. Antes éramos un país 60% hidroeléctrico y 40% termoeléctrico (a base de gas). Al presente se ha invertido esa proporción.

PROYECTOS INCONCLUSOSIndustrialización de los hidrocarburos, conver-

tirlos en productos con valor agregado, es uno de los renglones más preciados del PdC. Incluso por mandato de la CPE se creó la Empresa Boliviana Industrializadora de Hidrocarburos (EBHI).

A la flamante empresa estatal se le encomen-daron tres proyectos de manufacturas con mate-

rial petroquímico: la construcción de paneles de PVC, tubería de polietileno y tapones para garra-fas, todo con material importado. No obstante de haberse gastado más de 100 millones de dólares, la EBHI no pudo realizar ninguno de ellos. YPFB tomó la posta. Rápidamente ha contratado llave en mano la construcción de una Planta de Amo-niaco – Urea. La producción futura será 850 mil TN/año. El mercado interno absorberá entre 10 a 15% y el resto debe ser exportado. La ubicación de las plantas, Bulo Bulo – Chapare ha sido seve-ramente criticada. Con casi un año de atraso se estima que esté en funcionamiento en 2016.

Se tiene programadas dos plantas de plásticos, polietileno y polipropileno, utilizando como mate-ria prima etano y propano a ser producidos por la Planta Extractora de Líquidos del Gran Chaco que todavía no ha sido concluida.

Está en construcción una planta para pro-ducir Gas Natural Líquido (GNL) a ser transportando en camiones cisterna crio-génicos a 26 poblaciones menores del país. Se lo ha llamado “Gasoducto Vir-tual” que no es correcto y se anticipa muchos problemas para que los camiones crio-génicos circulen en nuestros caminos vecinales.

El proyecto para conver-tir gas a líquidos (GTL) para producción de dié-sel ha sido finalmente abandonado.

El gran proyecto o serie de proyectos incon-clusos es la exploración de petróleo y gas.YPFB Corporación perforó el pozo Sararenda 1 buscan-do horizontes más profundos, que ha sido un to-tal fracaso. YPFB asociado con PDVSA (60/40), después de siete años de demora ha iniciado la perforación de un pozo Lliquimuni LLQ-C-1. Es el primer intento de YPFB en una zona no tradi-cional y ya se han gastado más de 100 millones de dólares antes de su perforación.

REFLEXIÓN FINALEnergéticamente para 2020, habremos exporta-

do en forma de gas un equivalente de 350 mil bdp de petróleo por 20 años. Con los ingresos obteni-dos, no se ha modificado la estructura económica del país, continuamos siendo exportadores de ma-terias primas.

Se estimuló el mercado interno y se utilizaron los fondos en subvenciones, bonos, aguinaldos y otras gabelas, se nos ha acercado a una sociedad de consumo. Se ha distribuido dinero fá-cilmente y no se crearon fuentes de riqueza.

Lo lamentable es que para 2027 habre-mos prácticamente ago-tado las reservas descu-biertas a principio de siglo, sin haber desarrollado otras nuevas no obstante te-ner un inmenso terri-torio potencialmente productivo.

El proceso de cambio en el sector hidrocarburos

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Carlos Miranda Pacheco

Con los ingresos obtenidos, no se ha modificado la es-tructura económica del país, continuamos siendo expor-tadores de materias primas.

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Página Siete Abril 2015

Mineria y proceso de cambio José

Pimentel Castillo

La grandiosidad del Cerro de Potosí es la imagen del Alto Perú en la Colo-nia. Siglo XX y Huanuni son la síntesis del país en la época del estaño. La minería insertó a Bolivia en la economía mundial. Los impulsos nacionalistas hicieron de

la minería la fuente de riquezas para llevar a cabo la integración y diversificación del país: con sus re-cursos se construyó la primera carretera asfaltada Cochabamba-Santa Cruz y se dio vida a YPFB. La agroindustria oriental tuvo en las pulperías de Co-mibol un mercado cautivo y la protección para evitar importaciones.

Sin embargo, el neoliberalismo llegó al país con la lógica del mercado, desterrando las empresas es-tatales, abriendo las fronteras a cuanto bien más ba-rato, se retrocedió en su incipiente industrialización y se ahondó su carácter primario exportador.

La Guerra del Gas fue el impulso para cambiar el modelo económico, dio golpe de muerte al sis-tema político de partidos para imponer una demo-cracia participativa. Fruto de esto es el gobierno de Evo Morales Ayma que impulsó la nueva Constitu-ción Política del Estado que determina la propiedad de los recursos naturales para el pueblo boliviano, siendo el rol del Estado generador de excedentes y mecanismo del proceso de industrialización; todo en el marco de un desarrollo sustentable.

LOS DESEOS Y LA REALIDADLa visión perfilada en el programa del MAS y el

Plan de Desarrollo Económico establece:La propiedad estatal de las minas. En medio

de un enfrentamiento fratricida se decidió unificar la producción en Huanuni en una sola empresa, ga-rantizando al sector cooperativista un trabajo digno. Se nacionalizó la fundición de estaño y posterior-mente la de antimonio en Vinto. Lo propio ocurrió con Colquiri, donde la exigencia del sector coope-rativista de tener la veta Rosario con la venia de la empresa Sinchi Wayra, llevaron al rompimiento del contrato de arrendamiento que tenía con Comibol. Más recientemente se revirtió las concesiones de la mina Mallku Khota ante la incapacidad de la Com-pañía de encarar su relación con las comunidades.

Excedentes económicos. El neoliberalismo suprimió la regalía minera y el empresario minero

sólo pagaba el impuesto a las utilidades, al igual que cualquier empresa. El gobierno de Evo Mora-les restituyó la regalía minera como el pago por la explotación de un recurso natural no renovable en favor de los departamentos. Además, en épocas de precios altos se estableció la alícuota adicional de un 12,5% sobre el impuesto a las utilidades, elevando los ingresos del Estado del 5,48% a 8,66% del va-lor bruto de exportaciones. Por otro lado, se creó el Servicio Nacional de Control de Minerales para su-pervisar la exportación de minerales, antes reducida a una declaración jurada del exportador.

La promoción de la inversión extranje-ra. El Estado no tiene la capacidad de emprender grandes proyectos, por lo que se alentó la inversión privada. Los casos más conocidos son los contratos con la Jindal Steel para la explotación del Mutún y con el consorcio coreano Kores para Corocoro: am-bas iniciativas fracasaron por falta de cumplimiento de la pre-inversión.

El proceso de la fundición. En principio se buscó rehabilitar fundiciones que estaban paraliza-das como Telamayu para la fundición de bismuto, Karachipampa para la fundición de plomo-plata; así también la ampliación de la fundición de estaño en Vinto con el Horno Ausmelt. Hasta el día de hoy, los éxitos son relativos.

La cadena productiva. Este concepto encierra el proceso continuo desde la explotación de materia prima hasta la industrialización. Es el caso del cobre: en Corocoro se lixivia para obtener cobre metálico y la próxima etapa es la fabricación de alambrón para cables. En esta línea marcha el Proyecto de Evaporíticos en el Salar de Uyuni: de las sal-mueras, se obtiene productos como el cloruro de potasio, fertilizante y el carbonato de litio, cuya industrialización permitirá obtener cátodos de litio para la fabricación de ba-terías; en este proceso el Go-bierno ha empeñado financiamiento pleno.

La normativa minera. Se ha aprobado la nueva ley minera que cambia el derecho para la explotación minera, sustituyendo las concesiones mineras por contratos que tienen metas y plazos determinados, que al no ser cumplidos anulan los derechos de explotación. Se prohíbe la exportación de concentrados si es que hay fundiciones, estatales o privadas, en el país. Se aprobó la Ley de Empre-sas Públicas que declara como empresa estratégica a Comibol y le da una estructura corporativa.

LOS PROBLEMAS ESTRUCTURALES DE LA MINERIA

No todos los intentos del Gobierno en este período han tenido los resultados espe-rados, ya que pesan problemas estructura-les:

Se ha destruido el capital humano mi-nero. La sentencia “ha muerto la minería” tuvo una serie de consecuencias. La juven-

tud dejó de tener interés por una actividad que no le garantizaba trabajo y la posibili-dad de un ascenso social. Se cerraron

los Institutos de Proyectos Especiales de la Comibol y de Investigaciones Mi-

nero Metalúrgicas en Oruro; las facultades

de Minas y Metalurgia se redujeron, en otras había más catedráticos que alumnos. La minería moderna tiene su base en recursos humanos especializados y las universidades no se comprometen con los planes del Estado; los esfuerzos del Gobierno (becas) son insuficientes en cuanto a la base ancha de formación de los recursos productivos que se requiere.

Una Comibol que no sale del estado de coma. La Comibol se convirtió en una agencia de remate de sus bienes, una administración reducida al cobro de las rentas de arrendamiento y riesgo compartido. Los funcionarios se dedicaron a evitar el gasto públi-co, para lo que se inventaron procedimientos repeti-tivos y engorrosos. Esta modorra persiste a pesar de que la Ley 3720 le devolvió su carácter productivo y sus parámetros de evaluación son otros: la eficien-cia y la productividad. Se sobreponen las normativas del funcionario público y la Ley General del Trabajo y se aplica a mejor conveniencia. La restructuración se entiende como despido.

Por un desarrollo sustentable. La gravitación de la actividad minera ha impuesto a la población va-lores y formas de vida. Regiones enteras sobreviven gracias a ella: el Norte y Sud de Potosí, las mismas ciudades de Potosí y Oruro, el norte de La Paz. En estos tiempos de precios altos de los minerales, es-tas ciudades cobran vida. Sin embargo, su futuro es incierto, pues dependen de una actividad extractiva que no ha desarrollado la cadena productiva ni ha creado actividades alternativas que garanticen su fu-turo. Esta cultura ha sido permisible con el descuido del medio ambiente, cuya gravedad ha sido tipifi-

cada por el Gobierno como un peligro de extinción de la humanidad: se requiere de un esfuerzo para crear una con-ciencia nacional al respecto.

La apuesta del Estado por la minería. La minería es una actividad basada en la explo-tación de un recurso con valor intrínseco, por lo que su ex-

plotación tiene sentido si beneficia al conjunto de la sociedad. Entonces, el Estado tiene que tener una visión y acción estratégica, los impulsos recibidos no han sido suficientes: fideicomisos con condicio-nes duras, lineamientos globales para las empresas públicas sin el acompañamiento oportuno. Se debe buscar la soberanía financiera para asegurar la ejecu-ción de proyectos estratégicos.

El desafío de la industrialización. La industria-lización nacional es la única vía que pondrá límite a la explotación de los recursos naturales en función del mercado externo. La cadena productiva minera es muy amplia, dada la diversidad de minerales que poseemos y por lo cual es base del desarrollo na-cional. Los actuales productos que explotamos nos pueden abrir paso para producir aleaciones reque-ridas en la industria, la electrónica y muchas otras.

CONCLUSIONESLa minería es un potencial para el desarrollo na-

cional, la posición geográfica del país es un privilegio que vaticina grandes yacimientos. Se tiene una visión de lo que se va a hacer en minería; se han sentado las bases de un desarrollo soberano. Los problemas que hay que enfrentar en esta ruta no son pocos, por lo que requiere un esfuerzo decisivo para situar a la minería como palanca del desarrollo nacional.

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No todos los intentos del Gobierno en este período han tenido los resultados esperados, ya que pesan problemas estructurales.

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“Toda realidad ignorada prepara su venganza” (Ortega y Gasset)

La minería ha vivido el efecto de un espejismo creado por la escalada de precios, pero ahora con el cambio del ciclo económico y los precios a la baja, tiene un brus-co despertar.

El siglo XXI se inició para la minería boliviana

con una crisis de precios bajos, remontada recién a mediados de la década pasada, gracias a la expan-sión de la demanda china por materias primas y el escalamiento de los precios de los minerales; tanto así que entre 2007 y 2012 se llegaría a máximos históricos.

Pero el auge minero no solo fue producto de los precios altos; esto es algo que muchos olvidan. Tras años de maduración de activi-dades exploratorias –atraídas por los incentivos del Código Minero de 1997- ingresarían en operación tres grandes pro-yectos: San Cristóbal (2007), San Bartolomé (2008) y San Vicente (2009), con una in-versión estimada en 1.500 mi-llones de dólares: nunca antes se había dado una inversión minera de tal magnitud.

La confluencia de nuevas operaciones mineras privadas y una coyuntura de precios en alza explican el notable aumento de las exportaciones mineras, con un incremento de diez veces si se compara los valores exportados en 2011 y 2001. El gobierno de Evo Morales y el país se favorecieron con la reactiva-ción minera y los ingresos fiscales consiguientes; lo que también impulsó la proliferación de cooperati-vas mineras.

La deriva popuLista En lugar de aprovechar esa coyuntura excep-

cional de precios para potenciar la industria mi-nera, descubrir nuevos yacimientos, ampliar ope-raciones mineras, conquistar nuevos mercados, impulsar el desarrollo empresarial de las coope-rativas y poner en marcha una política minera de gran alcance y con visión de futuro, asentada en la atracción de inversiones, tal como lo hicieron otros países vecinos, los bolivianos hicimos todo lo contrario: nos dimos a la fiesta como si el trago y la música nunca fueran a acabarse.

La combinación de populismo político y desco-nocimiento de la realidad minera marcarían el nau-fragio. Creyendo que había que ajustar cuentas con los privados, se precipitó una subida de impuestos, sin importar el daño infligido a la competitividad minera. Luego, llevado por sus impulsos ideológicos o bien forzado por presiones sociales, el gobierno se aventuraría a nacionalizar y revertir contratos y concesiones de minas –a veces tan solo para intentar frenar las tomas de minas-, con el resultado de ahu-yentar la inversión privada y convertir a Bolivia en país de alto riesgo para los negocios mineros.

Lo que ahora queda en pie es un pálido refle-jo de lo que antes se veía como el despegue de un conjunto de proyectos mineros con apreciable capa-cidad tecnológica, financiera y gerencial. El sector

minero privado está contraído y desmoralizado. Los dedos de una mano sobran para nombrar las em-presas que todavía operan, y quién sabe hasta cuán-do. De Mallku Qota, el más prometedor proyecto exploratorio de los últimos años (intervenido por el gobierno en 2012), no queda nada. Así y todo, la minería privada participa con más de la mitad de las exportaciones mineras; es el sector que más aporta en regalías y el pago de impuestos a las utilidades.

En la otra banda, vemos una minería estatal deficitaria y agobiada por personal excedentario, altos costos laborales y de producción, baja pro-ductividad, yacimientos agotados, métodos tradi-cionales, equipos y plantas obsoletas o capacidad instalada ociosa y múltiples carencias adminis-trativas, técnicas y financieras. Aunque sea inve-rosímil, en Huanuni se ha construido el horno Ausmelt, despúes se hizo una nueva planta para el tratamiento de 3.000 tn/día, pero ahora resulta que no hay el yacimiento que pueda suministrar

el mineral necesario para esa planta y el nuevo horno. En un mundo racional primero se evaluaría la capacidad de extracción de la mina, para luego diseñar el tamaño de la planta y, por último, la dimensión de la fundición. Acá las cosas se hacen al re-vés.

Revivir el protagonismo de Comibol se ha reve-lado una quimera, al tiempo que se reeditan los fra-casos de la nacionalización de los años 50. La vuelta al estatismo minero no ha significado la irrupción de una corporación estatal vigorosa y de probada capa-cidad productiva, exportadora e industrial, como se había prometido. Lo que hay es la expansión des-controlada de la minería cooperativizada, métodos artesanales o semi-mecanizados y de escasa produc-tividad y elevados costos ambientales.

Las cooperativas tienen el mérito de trabajar mi-nas que Comibol ya había abandonado, con técnicas selectivas para vetas angostas y de muy baja ley, y so-brevivir a bajos precios para luego, en una coyuntura de precios altos, obtener importantes utilidades, so-bre todo en la explotación de oro. A tal punto es así que el sector cooperativo se ha transformado en una fuerza económica, social y política en ascenso. Ello, no obstante, es impensable un verdadero desarrollo minero sustentado en las cooperativas.

La crisis está aquí, pero nadie hace nada La caída de precios detona una crisis se-

vera que podría provocar el desplome de la minería, puesto que se solapa con problemas estructurales: estancamiento productivo, agotamiento de reservas y ausencia de nuevos yacimientos y proyectos mine-ros, altos costos de producción, atraso tecnológico y baja productividad, y se-quía de inversiones. Esta es la realidad de una minería de baja competitividad y, por ello, muy dependiente de los altos precios para su rentabilidad y la sos-tenibilidad de sus operaciones.

Lo peor es que no hay una res-puesta gubernamental a la altura de los problemas y desafíos. Se actúa

como si la crisis fuera a resolverse por sí sola o, peor aún, como si no existiera. No existe ningún plan de contingencia, ninguna estrategia, ninguna propuesta seria y consistente. Comibol y Huanuni están perdidos en la impotencia, mientras que la minería privada continúa su repliegue, reducien-do operaciones y cerrando otras. ¿Y las coopera-tivas? Tal vez no es mucho lo que pueden hacer, salvo apretar al gobierno.

Lo único pujante es el comercio ilegal de oro, cuyo crecimiento se puede rastrear en las cifras oficiales. Así, el valor exportado en 2014 como “oro metálico” ascendió a 1.382 millones de dó-lares; nada menos que el 35% del valor total de las exportaciones mineras del año. Aunque el vertigi-noso aumento de las exportaciones de oro viene de antes, entre 2013 y 2014 el salto en el valor exportado ha sido nada menos que de 140 veces, con un incremento de casi el 100% en el volumen producido, que se sitúa en un máximo histórico de 39 T.M.F. Ello a pesar de los menores precios del oro en 2014. Entretanto, las denuncias de un posible contrabando de oro, para luego ser reex-portado, suman y siguen.

La ingobernabiLidad Lastra La minería Desde luego, poco o nada puede hacerse si no

se revierte la pérdida de autoridad y gobernanza en la minería, convertida en campo de disputas rentistas y corporativas, con empresas e institucio-nes cuoteadas y capturadas por grupos de interés, y un gobierno rehén de las presiones sectoriales y casi sin margen para tomar decisiones autóno-mas, maniatado por la interferencia y el veto de sindicatos, cooperativas y facciones partidistas y desprovisto de capacidad y racionalidad técnica para conducir la política minera.

Enfrentar la crisis actual supone mucho más que manejo político. Hace falta liderazgo, profe-sionalismo, visión estratégica, concertación genui-na con los sectores productivos; una política que modernice la industria minera y la haga compe-titiva. Bolivia necesita dos o tres proyectos de las dimensiones de Cristóbal y varios otros empren-dimientos de menor tamaño pero gran eficiencia; y lo que sería deseable, asociados con cooperati-vas. Esto es, atraer inversiones mineras por varios miles de millones de dólares, lo cual tiene una condición fundamental: recuperar la confianza en el país para los negocios mineros.

Naufragio de la minería, del espejismo a la dura realidad

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Henry Oporto

Revivir el protagonismo de Comibol se ha revelado una quimera, al tiempo que se re-editan los fracasos de la na-cionalización de los años 50.

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Hacia una cultura que respete la vida de todos los días

Hugo Molina Saucedo

Liber, vos tendrías que haber escrito este artículo

Me cuesta ven-cer la anar-quía que me genera el recuerdo de Liber Forti, y tener que honrar el pe-dido de emi-tir un criterio

que se ajuste a un formato con preguntas estructu-radas.

Vivimos en una sociedad que transita entre paradojas, excluyentes en su enunciado y contra-dictorias en su ejercicio. La opción de una de las propuestas, nos deriva a dilemas éticos más compli-cados todavía. La desestructuración de la vida social y política, por una atomización de las opciones en el mismo campo ideológico, ha desembocado en el encumbramiento de un modelo de presidencialismo que practica el centralismo democrático, preocupa-do hasta de los mercados y mingitorios en todo el territorio nacional.

La necesidad de un Estado fuerte, que le pusie-ra atajo al liberalismo de mano visible que practicó el libre mercado en sociedades feudales y agrarias, ha restaurado las capacidades de un orden que con-vierte en política pública, y por ello obligatoria, las verdades de una construcción mítica. El equilibrio entre un mundo intercomunicado y globalizado y la vida en territorios bucólicos que persisten en vivir en la producción agrícola básica con el aliento de la voluntad estatal, aportan, hasta el infinito, esta con-frontación irresoluble de los antagónicos.

Y ahí viene en nuestro auxilio la dialéctica para obligarnos a buscar síntesis, sin las cuales tendría-mos que prepararnos para nuevos holocaustos. Pa-sar de la paradoja a la dialéctica es un buen ejercicio para obligarnos a mantener la esperanza. Me acojo a ella para responder a mis preguntas.

En el devenir de nuestro presente, existe un pa-sado que lo alimenta y un futuro que vivimos todos los días. En el pasado reciente, que no ha dejado de ser futuro, hay una lista larga de construcciones simbólicas referenciales sin las cuales le faltaría el duende, el ajayu, a nuestra vida. La nómina se ex-plica por sí sola y nos obliga emocionados a recor-darlos: el Conjunto Teatral Nuevos Horizontes de Tupiza, el Taller Nacional de Teatro de La Paz,

la Cinemateca Boliviana, la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), la Casa de la Cultura de Tarija, Fundación Orquesta Sinfónica Nacional, los Cen-tros Culturales de los Barrios en Santa Cruz, Socie-dad Filarmónica de la ciudad de La Paz, el fenóme-no Chiquitano y la Orquesta de Urubichá, el Teatro de los Andes, el Movimiento Cultural Jenecherú, el Taller de Historia Oral Andina, THOA.

Esta abigarrada construcción que comparte lo universal y lo ancestral, incompleta como toda selección, es la base de cualquier construcción cultural boliviana.

El Estado ha asumido la Revolución Democrá-tica y Cultural como propuesta ideológica, acompa-ñada de la incorporación de una generosa serie de categorías como interculturalidad, descolonización y despatriarcalización, que plantean un relato sos-tenido desde el Gobierno y sus órganos de poder. Habrá que decir que nunca en la Historia nacional existió un andamiaje propositivo y teórico tan inte-grado a las políticas públicas y con manifestaciones tan diversas. El mismo ministerio que organiza la entronización del Apu Mallku Evo Morales en Ti-wanaku, organiza el Dakar en el Salar de Uyuni. Esta situación cuasi anecdótica, que podría parecer una contradicción en su origen, es posiblemente una constatación empírica de las tensiones creativas que plantea el modelo.

La Ley 70, Avelino Siñani–Elizardo Pérez au-menta a las categorías anteriores, los principios de lo comunitario, la intraculturalidad, la educación plu-rilingüe, productiva, científica-técnica-tecnológica, que se sustenta en la concu-rrencia de todos los esfuerzos, bajo los criterios de reciproci-dad, solidaridad e integración entre las distintas naciones y pueblos originarios campesi-nos y afrodescendientes, así como organizaciones sociales, estudiantiles y de las comuni-dades educativas.

Profundizando las categorías anteriores, tene-mos la justicia indígena, la plurinacionalidad e in-terculturalidad y la Ley 269, Ley General de Dere-chos y Políticas Lingüísticas, pasando por la Ley de Medicina Tradicional Ancestral Boliviana, la gestión pública intercultural, las leyes de régimen electoral y del Tribunal Constitucional, ambas para el ejerci-cio de la “democracia intercultural”. La democracia intercultural se basa en la complementariedad de la democracia directa y participativa, la democracia representativa y la democracia comunitaria. Sumán-dose a ellas, la Ley del Órgano Electoral, la norma del Órgano Judicial y la Ley Marco de Autonomías y descentralización; todo en un Estado plurinacional comunitario autonómico y con pluralismo jurídico.

Colocar la búsqueda de “leyes intercul-turales en Bolivia” en el Google, nos arroja 427 mil resultados.

Siguen las paradojas. Las observacio-nes a una existencia tan generosa de normas

plantean realidades concretas. El proceso de in-terculturalidad ha tenido un efecto no deseado con la generación de exclusión y aislamiento de grupos sociales, que se contrapone con la acep-ción teórica de diálogo entre culturas, expresada en la Constitución. Teniendo avances relativos en términos teóricos, algunos pueblos desarrollan su

vida, apoyados en las leyes, en un etnocentrismo difícil de sostener frente al teléfono celular y la necesidad de estar integrados con el mundo.

¿Cómo generar integración entre la visión moderna occidental y la visión indígena origina-ria? Simplificando la primera con una bandera desarrollista y extractivista que tiene como centro al hombre, teniendo la cosmovisión indígena un enfoque cosmocéntrico donde predomina la ma-dre tierra, confrontando la articulación entre las distintas culturas.

Hemos avanzado en términos legales y de sensibilización a nivel institucional, pero en la práctica el proceso se encuentra en estancamien-to; sin embargo, objetivamente, la intercultura-lidad inició en lo educativo con la lengua, en el ámbito jurídico con el derecho consuetudinario, y en la salud con la medicina tradicional; visibili-zaciones importantes.

Entre las tareas para profundizar el proceso de manera democrática, está el posesionar el tema en el escenario político e ideológico que opte por contenidos de participación e inclusión. Esta pri-mera condición significa asumir que estamos fren-te a un componente de la vida de la sociedad y el Estado de naturaleza transversal, y que tiene ma-nifestaciones que abarcan desde la vida cotidiana hasta las definiciones constitutivas del Estado, su gestión y su administración.

A pesar de los avances normativos, seguimos con tareas pendientes con relaciones no resueltas en la vida política del Estado, que se explican por

sí solas y que tienen carácter confrontacional: a) Nación vs. Estado, b) jurisdicción vs. te-rritorio, c) comunidad vs. ciu-dadanía, d) sostenibilidad vs. producción, e) local vs. global y f) identidad vs. cultura.

Los nuevos marcos insti-tucionales dejan al descubierto manifestaciones urbanas que

han tratado de invisibilizarse, y el posicionamiento de la ciudadanía como instrumento de relacionamiento con el Estado en el ejercicio de derechos y deberes, marcando escenarios de tensiones, rupturas y crisis.

La puesta en valor de la cultura, como instru-mento de relacionamiento social, expresión del es-píritu, riqueza material de producción, identidad, aparece hoy, frente a la acción estatal como una in-terpelación a las políticas públicas.

Lo político ya no es más una categoría propie-dad de castas y grupos exclusivos; la multiplica-ción de actores, individuales y colectivos, la apari-ción de nuevos liderazgos y la revalorización de la gestión pública apuntan a ver al Estado como un sujeto imprescindible para garantizar el cumpli-miento de derechos y garante del restablecimien-to de los desequilibrios generados por la injusta distribución de excedentes y oportunidades, a la vez que recibe las críticas por su exagerado entu-siasmo intervencionista y autoritario, su discutible transparencia y el desdén hacia los derechos de la primera generación.

Ésas son las claves sobre las cuales la relación entre cultura y ciudadanía adquiere importancia práctica y dejan en evidencia las asignaturas pen-dientes. Las ciudades y el turismo vienen a nuestro auxilio. Es decir, el mundo.

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Vivimos en una sociedad que transita entre parado-jas, excluyentes en su enun-ciado y contradictorias en su ejercicio.

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Hay por lo menos tres maneras de en-tender la cultura, y es bueno mencio-narlas para saber de qué estamos ha-blando cuando nos referimos a la cul-tura boliviana en el marco del proceso

de cambio político y social iniciado hace 10 años. La forma más tradicional de entender la cul-

tura la asocia exclusivamente a las manifestaciones de las artes. Es por supuesto una manera sesgada y limitada de considerar la cultura, reduciéndola a la producción de obras de literatura, artes plásticas, arquitectura, música, teatro, danza y cinematografía.

Una segunda manera, menos sectaria, más in-clusiva, es la mirada antropológica que incluye en el concepto de cultura todo lo que tiene que ver con la producción humana, incluyendo los usos y costum-bres, la comida, la vestimenta, la ciencia y las artes. Esta acepción es la más común, y así figura en el diccionario de la Real Academia Española.

La tercera mirada sobre la cultura es heredera del marxismo y de la teoría social, y por lo tanto in-cluye la perspectiva antropológica pero vinculada a la dimensión simbólica y a la noción de procesos, relaciones y representaciones sociales que derivan en la construcción de hegemonía. Autores como Piaget y Rolando García y otros añaden otras dimensiones en los procesos de generación de conocimiento so-bre la cultura, como la posición epistemológica en los procesos de producción de conocimiento.

Ahora aterricemos en nuestro país, y para de-cirlo de entrada: la cultura en Bolivia, en todas sus manifestaciones, relaciones y posicionamientos, es y ha sido en gran medida resultado de esfuerzos indi-viduales. Se hace cultura “a puro pulmón” y lo ex-traordinario es que las iniciativas abundan en todos los campos que abarca el concepto más amplio de la cultura, y todo ello “a pesar de…”.

… a pesar de la falta de incentivos del Estado, a pesar de las enormes carencias en las políticas públicas, a pesar de la falta de compromiso y res-ponsabilidad social de la empresa privada, a pesar de los niveles bajos de educación, a pesar de la escasa inversión de las universidades, a pesar de que el “público consumidor” de cultura le da la espalda a muchas de esas iniciativas, a menos que lleguen precedidas de algo de “fama” (como es el caso de los deportes o de la música popular)…

Para el Estado la cultura no es una prioridad. Si bien es cierto que existe un Ministerio de Cul-turas, su presupuesto es exiguo en comparación a los presupuestos destinados a la cultura en otros países de la región. La economía de Bolivia ha crecido en los últimos 10 años gracias a los al-tos precios de exportación de nuestra materias primas, y algunas reparticiones del Estado se han beneficiado de ello, pero lo destinado a la cultura se confunde con aquello dedicado al turismo y al deporte (que también es cultura) en detrimento de otras manifestaciones.

Los principales actores estatales en el campo de la cultura son el ministerio del ramo y la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, que durante las pasadas tres décadas ha mantenido cierta inde-pendencia política y continuidad en sus labores. La

Fundación protege instituciones culturales como el Archivo General de la Nación, el Museo Nacional de Arte, y el Museo de Etnografía y Folklore, en-tre otros. Ha realizado un trabajo extraordinario re-cuperando las casas vecinas al Museo Nacional de Arte para ampliar esta edificación colonial.

El Ministerio de Culturas, por su parte, tuvo en Pablo Groux a un ministro inquieto y propo-sitivo, que generó numerosas actividades cultu-rales a nivel nacional, creó el Canal TV Culturas que emite producción propia y de cineastas inde-pendientes. Otra obra de su gestión fue el esta-blecimiento de los premios Eduardo Abaroa que permiten a artistas y artesanos recibir apoyo eco-nómico para continuar su labor creativa. A pesar de haber multiplicado otras actividades culturales y artísticas, Groux no dejó una obra mayor por la que pueda ser recordada su gestión.

No existe una política pública adecuada para mantener y proteger el pa-trimonio cultural nacional que está en riesgo. La postu-lación de la feria de Alasita para que sea incorporada en la lista de Patrimonio Mun-dial Inmaterial de la Unesco no tiene muchas posibilida-des de éxito si esa festividad continúa desnaturalizándose cada año y perdiendo sus rasgos tradicionales más importantes. Incluso el Carnaval de Oruro, que ya es Patrimonio Mundial de la Humanidad des-de 2008, sufre cada año cambios que ponen en riesgo sus rasgos originales.

Una oportunidad que tuvo este gobierno fue convertir el Panóptico de San Pedro, una vez des-afectado como cárcel, en un palacio de culturas, luego de restaurarlo adecuadamente para que alo-je salas de exposiciones, talleres de artesanía, au-ditorios para espectáculos de cine, teatro y danza, espacios para archivos, entre otros. Así se ha he-cho en otros países de nuestra región, que osten-tan orgullosos edificios de cárceles convertidos en centros de cultura. Sin embargo, a pesar de una campaña pública de artistas, intelectuales e insti-tuciones culturales para convertir ese espacio en un gran centro cultural, al parecer el Ministro de Hacienda –muy poco sensible a la cultura– tiene el firme propósito de destruir el edificio patrimo-nial para construir allí un complejo de edificios para alojar ministerios.

El Ministerio de Culturas no logró aún lle-gar a un acuerdo con la Fundación Cinemateca Boliviana para que esta gran institución reciba apoyo del Estado, como sucede en otros países. Sin apoyo estatal el sostenimiento de la Cinema-teca depende en gran medida de convenios in-ternacionales, apoyos de empresas privadas y embajadas, y, paradójicamente, del alquiler de los dos pisos de estacionamiento con que cuen-ta el edificio, y eso alcanza con las justas para mantenerse, pero no para invertir en maquina-ria y materiales necesarios para digitalizar su acervo fílmico.

La creación de una fototeca nacional, de un museo del cine, y de una ciudadela de los libros que acoja las bibliotecas de muchos escritores e intelectuales, es todavía parte de la agenda pendiente del Estado, que sin embar-

go no vacila en invertir millones de dólares en la creación de un museo desproporcionado en la pe-queña localidad de Orinoca, en Oruro, sólo por-que allí nació el presidente Morales.

A pesar de la división tajante que ahora existe entre los ministerios de Educación y de Cultu-ras (excesiva, a pesar de la estrecha relación en-tre ambos campos), el Ministerio de Educación alienta actividades culturales en todo el país, fes-tivales de teatro y reconocimientos a la trayectoria de artistas e intelectuales, entre otros.

A nivel municipal hay también esfuerzos im-portantes en los 10 años del proceso de cambio, aunque no en todas las ciudades. La Paz ha estado siempre en la vanguardia en materia de cultura. Desde los años 1950 cuando Jacobo Libermann impulsó desde el municipio actividades culturales caracterizadas por su diversidad y por su ancla-je en la realidad nacional, esa orientación se ha

mantenido. Los principales festivales de música y danza autóctona datan de esa épo-ca y son un precedente del discurso de descolonización cultural que está ahora en boga, pero que no llega a traducirse en medidas con-cretas.

Y fuera del Estado, si-guen pasando muchas cosas, como resultado del esfuerzo individual de instituciones culturales y personas. La situación económica y el ascenso de nuevas clases sociales con recursos económicos provenientes del comercio, del contrabando y del narcotráfico ha generado una nueva arquitectura andina de rasgos muy particulares en la ciudad de El Alto, los llamados popularmente “cholets”. El éxito de un pintor de mediana calidad como Ma-mani Mamani se explica también por ese fenóme-no de aumento en el poder adquisitivo de sectores sociales que antes no tenían los medios ni se in-teresaban en las expresiones artísticas, aunque sí invertían lo necesario en las grandes festividades folklóricas y religiosas.

La cultura sigue, y goza en general de bue-na salud por el mérito de hacerse a puro pulmón. Los escritores no viven de sus libros, la gente de teatro no vive de las obras que representa, sólo un puñado de artistas plásticos de primer nivel puede decir que vive de su pintura. En el campo del arte casi todos invierten más de lo que cosechan.

La cultura, pariente pobre

Cultu

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Alfonso Gumucio Dagron

Fuera del Estado, siguen pasando muchas cosas, como resultado del esfuerzo individual de instituciones culturales y personas.

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El periodismo en la era Evo Morales Rafael

Archondo

Los medios de comu-nicación fueron hábil-mente escindidos por dentro. Y medios es-cindidos fue lo que el país comenzó a consu-mir desde el año 2000. Poco antes, en 1998, el periodista Jorge Cane-las fundaba el diario La

Prensa. Íbamos con él los hombres y mujeres que ya no calzábamos con la restringida agenda infor-mativa de esos tiempos. Íbamos con él, los que ya no congeniábamos con los medios dominantes y anhelábamos un periodismo apegado a los nue-vos sentidos comunes que emergían de la crisis. La planta de redactores de La Prensa se pobló de voces rebeldes.

En La Prensa se produjo, aquel 1998, el pri-mer choque de posturas políticas. La planta pe-riodística arremetió informativamente contra el recién juramentado gobierno de Banzer. En la acera del frente, La Razón tenía menos entusias-mo por las acciones derogatorias de las autorida-des. El silencio de ese lado y el vigor crítico del otro convirtieron a la estrenada La Prensa en un foco de tensión con la plaza Murillo. Las presio-nes se dejaron sentir de inmediato. Desde Palacio, las exclamaciones sonaban cada vez más estriden-tes. En diciembre de ese año, los principales im-pulsores del diario eran expulsados, Jorge Canelas incluido. Nacía casi de inmediato el Semanario Pulso, el impreso que junto al Juguete Rabioso, más contribuyó a generar una nueva corriente de ideas, favorable a un viraje radical que sacara al país de la crisis política. Canelas trascendió por entonces su perfil de intelectual conservador y se animó incluso a redactar un editorial exhortando a Sánchez de Lozada a cesar la masacre y dimitir.

¿Puede haber mayor seña de escisión que esa? Jorge Canelas, el hombre que en 1990 instaló un estilo de periodismo escrito claramente inclinado al liberalismo y ampliamente favorable a la mo-dernización “capitalista” del país; el editorialista que mejor argumentó la necesidad de sepultar los resabios corporativos de la Revolución del 52, aprendía de sus reporteros y se disponía a recibir las transformaciones que Bolivia esperaba edifi-car. Murió desconfiando de lo venidero, pero se-guro de que todo aquello era ineludible.

En consecuen-cia, el nuevo Presidente

Evo Morales ingresaba por primera vez al despa-cho presidencial en calidad de titular, arropado con la confianza de un segmento de periodistas, que pudo lidiar para escindir las redacciones y ex-pandir el torrente de nuevas ideas, aquellas que soportaron la renovada legitimidad de sindicatos y fobias anti-imperialistas.

TurbulenciasPues bien, como era de suponer, los periodis-

tas afines al nuevo gobierno, no tardaron mucho en integrarse a sus filas. Abandonaron así los es-pacios escindidos que habían instalado. Para se-guir con el ejemplo de Pulso, allí se produjo el vuelco. Canelas siguió al mando, pero con un nuevo personal, esta vez, explícitamente distante de las nuevas orientaciones estatales. Salió Gus-tavo Guzmán, entró Fernando Molina. Quienes labraron un semanario de izquierda, se desplaza-ban hacia el gobierno de izquierda, que habían ayudado a producir.

Llegó entonces un nítido periodo de realinea-miento. Esos medios escindidos entre 2000 y 2005, recuperaron su espíritu de cuerpo. En 2006, cuando la Asamblea Constituyente amenazaba con replicar los pasos de Venezuela, las trincheras empresariales se fusionaron con las acciones mediáticas. Una am-plia coalición de canales de televisión casi todos di-rigidos desde Santa Cruz (Unitel, PAT, Red UNO como los más destacados) empezó a batir tambores de guerra. Es un periodo poco estudiado, quizás por el ardor con que fue encarado, pero lo evidente es que desde los medios do-minantes del país le declara-ron una guerra incesante al Estado que pretendía nacer de las entrañas de la temida nueva Constitución.

Entre 2006 y 2008, el Gobierno fue sometido a un asedio sin tregua por parte de los medios de comunica-ción. El momento más crítico para las nuevas au-toridades llegó cuando la Constituyente fue para-lizada por las acciones sociales en Sucre, mientras cuatro departamentos del país organizaban, pese a haber sido declarados ilegales, sus referendos autonómicos, en los que le imponían su propia orientación al proceso.

La fuerte sensación de que Bolivia ya estaba prácticamente dividida y que el Gobierno central sólo controlaba la mitad del territorio, se empezó a anidar en la mente de la mayoría de los ciudadanos. El derrocamiento del prefecto electo de Chuqui-

saca, David Sánchez, y su reemplazo por una figura femenina y quechua de la oposición dio

la certeza de que la llamada “media luna” ya lindaba con los bastiones duros del Movi-

miento Al Socialismo (MAS). De pronto, una oposición capaz de

controlar población y territorio y que casi había erradicado al Estado central de sus espacios más imponentes, quiso tomar un atajo inconveniente. Pensó

que el trabajo de los medios ya había impreso convicciones en la gente y de-

terminó la convocatoria a un referéndum revocatorio. Con este gesto, la coalición po-

lítica-empresarial-mediática sobreestimó los

efectos de tres años de asedio persuasivo. Puesto contra las cuerdas, el gobierno de Evo Morales ob-tuvo la tabla de salvación que quizás ni esperaba. Una vez en campaña, hizo lo que mejor sabe, reco-rrer el país de canto a punta. Concluían así tres años de un cerco sin fisuras.

reacomodoLa aprobación de la nueva Constitución en

2009 puso en claro quién había ganado la guerra, y no sólo la última batalla. El frente de los impug-nadores de la nueva Carta Magna lució ya bastante deprimente. Las modificaciones conseguidas a últi-mo minuto por la oposición parlamentaria, dirigida por Jorge Tuto Quiroga, obligaron al núcleo duro del MAS a reconocer que se trataba de una Cons-titución “de transición” y no lo que la revolución buscaba desde sus instantes precursores.

Ocurrió entonces lo inesperado: esos precurso-res fueron sometidos a una “depuración” sostenida y el Gobierno decidió encaminarse a la búsqueda de la hegemonía. La fuerza, aplicada de forma me-surada (estado de sitio en Pando), cedió por com-pleto ante la persuasión y la cooptación.

A partir de este viraje, que terminará de conver-tir al MAS en el partido de centro-izquierda mode-rada que es hoy, el cerco sin fisuras de los medios se terminará por diluir.

Tras una ola de cambios de propietarios, los nuevos dueños archivaron el asedio previo. ATB, La Razón, PAT y El Extra mudaron de dueño y accio-nistas. Unitel y la red UNO suavizaron radicalmen-

te su línea editorial. En 2013, el Presidente le comentaba al diario El Deber que ya sólo un 10% de los medios se en-frentaba a su administración y la ministra de Comunicación, Amanda Dávila, le confirma-ba a ERBOL que ni esa emi-sora ni el diario Página Siete recibirían publicidad estatal,

porque la primera desinformaba y el segundo, obe-decía a intereses extranjeros. A ese raquítico núcleo se ha restringido ahora la “oposición mediática”.

De modo que a partir de 2009 hasta la fecha, ha nacido una escisión de otro tipo. Ya no son los medios en sí, como en tiempos “neoliberales”, que sufren una fractura interna. Ya no viviremos cho-ques como el producido dentro de La Prensa en 1998. Ahora percibimos fronteras que se trazan en-tre medios compactos. Hay quienes hablan de “para estatales”, como el colega Raúl Peñaranda, y hay quienes han acuñado el término “para opositores”, en un esfuerzo por demarcar dos bandos en pugna.

La imagen es quizás correcta. La era Morales ha plantado bloques contrapuestos. Sin embargo, a medida que el Gobierno se hace más “centrista” y convoca a grupos cada vez más diversos, me animo a vaticinar un cese de hostilidades duales y la libe-ración de fuerzas plurales al interior de cada uno de los campos. Pese a la hegemonía de un parti-do oficial que a ratos parece “de Estado”, Bolivia sigue siendo un sitio de equilibrios y contrapesos. La etapa de la confrontación se ha ido evaporando, dando paso la emergencia de una nueva generación de líderes menos apegados al sectarismo ideológico. Algo así podría impregnar la labor de los periodistas en este 2015 tan esperanzador.

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A medida que el Gobierno se hace más “centrista” y convoca a grupos diversos, me animo a vaticinar un cese de hostilidades duales.

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Página SieteAbril 2015

De lo bueno y de lo malo

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Sandra Aliaga Bruch

Propuesta como quien dice “propuesta” en el progra-ma de gobierno para el sec-tor de comunicación y me-dios, no hubo. El Programa de Gobierno 2010-2015 no hace referencia explícita al tema de comunicación y medios. Sin embargo, hay puntos que aluden a aspec-

tos comunicacionales poco discutidos, pero esen-ciales al analizar diversos cambios ocurridos en el país en los últimos años. Los comparto.

“Bolivia democrática, plurinacional y autonó-mica” es uno de cuatro pilares del Plan Nacional de Desarrollo que habla de aplicar la democra-cia directa y participativa a través de “referendos, iniciativas legislativas ciudadanas, revocatorias de mandato, asambleas, cabildos y consultas pre-vias”. Todos éstos tienen que ver con procesos de comunicación. Todos han ocurrido en los últimos años. En algunos casos, los acier-tos fueron más; en otros, los desaciertos. Con confronta-ción o con consenso, la ciu-dadanía tuvo y tiene arte y parte en los resultados.

Así pasó con la Cons-titución Política del Estado (2009), un pacto social y político construido con la participación de mujeres y hombres indígenas, campesinos, trabajadores y de clase media; apro-bada por referéndum. Tanto su redacción como su aprobación son frutos de un complejo proceso de comunicación radicalmente distinto al vivido en la elaboración de anteriores constituciones.

El Programa de Gobierno 2010-2015 pro-pone “cien leyes para aplicar la nueva Consti-tución”. En este conjunto de leyes que propone no hay nada sobre comunicación. Sin embargo, hace referencia a una “cultura para la dignidad” con elementos como participación ciudadana, interculturalidad, descolonización; que son im-pensables sin una comunicación interactiva de diversos y múltiples actores y actoras. El acento de autoritarismo mayor o menor impreso en estos procesos habrá que discutirlo, pero es innegable la ampliación del horizonte de participación y co-municación en esta construcción, especialmente de sectores históricamente negados en Bolivia. El reconocimiento y debate sobre las diversas mani-festaciones y expresiones culturales son posibles gracias a procesos de comunicación de miles de ciudadanas y ciudadanos que toman la palestra pública, recobrando no la voz –que siempre tuvie-ron- sino los medios para hacer escuchar su voz, sus apuestas, su historia.

Desde la “Revolución cultural” se impulsa la “participación ciudadana para luchar contra el racismo y la discriminación”. Éste es un reto ma-yor en nuestra historia de exclusiones que negó el derecho a la comunicación a amplios sectores del país. Basta recordar la indignación con la que importantes corrientes periodísticas recibieron un par de artículos de la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación, que limitaban su libertad para difundir expresiones racistas y/o discriminatorias.

El programa propone también promover los idiomas y la diversidad de expresiones culturales que hacen a la identidad nacional. Dirán algunos que todo esto es simbólico, discursivo, que no aporta al desarrollo integral del país. ¿Será? Boli-via 2015 no es la Bolivia del siglo pasado.

Indudable. Se juega con muchos simbolis-mos. Es un juego estrictamente comunicacional que hace a cómo nos presentamos en los escena-rios nacionales e internacionales. La repercusión va allende lo comunicacional. Hace a la identidad, a la presencia, a la fortaleza personal y colectiva. Por eso cuando el programa habla de una “patria libre, con orgullo y dignidad” y actúa en conse-cuencia, podemos entender por qué -en el con-cierto mundial- Bolivia ocupa una posición cua-litativamente superior a la de su historia anterior.

Aunque tengamos que reconocer que muchas veces el gobierno del MAS, lejos de actuar en con-secuencia, lo hizo/hace con inconsecuencias en ésta

y en otras materias; ser boli-viana o boliviano hoy se siente diferente, aquí y afuera. El or-gullo, la dignidad, la autoesti-ma no habían sido pinceladas cursis de un discurso trasno-chado. Seguro que no todo está resuelto; pero que hubo cambio positivo en este cami-no, lo hubo. Se abre senderos

antes no tomados en cuenta, y si el gobierno a veces se aleja de su discurso, será responsabilidad de los y las bolivianas transitarlos en esencia.

Por otro lado, es preocupante lo poco que se avanzó en relación a las “políticas de transparen-cia” del programa. La intención de transparentar la gestión pública no logró los avances deseados en la implementación de mecanismos de control y fiscalización relativos al acceso de la ciudadanía y de los medios de comunicación a la información.

Si bien se conoce algunas experiencias de ges-tión comunitaria con índices aceptables de parti-cipación y transparencia, y rendición pública de cuentas de diversas instancias de poder; aún falta mucho por recorrer en este camino.

ComuniCaCión e informaCión: dereChos ConstituCionalesEl Ministerio de Comunicación nace el 2011

con la misión de “diseñar, proponer, aplicar y eva-luar políticas y estrategias que garanticen el ejerci-cio del derecho a la comunicación e información de la población, contribuyendo a la consolidación del Estado Plurinacional y de una gestión pública transparente para Vivir Bien”.

Quiero detenerme específicamente en su objeti-vo estratégico de garantizar el ejercicio del derecho a la comunicación e información de la población. Éste es un mandato constitucional que, según el Informe de Gestión 2013, define su misión y visión “cuyo horizonte es tender un puente entre el Estado y la sociedad para construir una comunicación democrática, participativa, pluricultural, descolonizada y despatriarcali-zada”. El déficit es visible.

Desde varios espacios del gobierno nacio-nal atentan con frecuencia contra la comuni-cación democrática al no proporcionar la infor-mación requerida por el sector periodístico. Resulta

El gobierno hace lo que cri-tica a muchos medios priva-dos, y en ello, no sólo pierde credibilidad, sino que con-tradice su propuesta.

no ser tan participativa la comunicación cuando el autoritarismo impone los contenidos y la forma de difundirlos. En cuanto a lo pluricultural, hay avan-ces; mientras que el discurso de la comunicación descolonizada y despatriarcalizada se mueve aún en las contradicciones de una sociedad en transición.

Al analizar lo que significa el cumplimiento del mandato en cuestión, por razones de espacio, sólo me referiré al objetivo del ministerio de forta-lecer “un sistema de comunicación estatal creíble y sostenible a partir de cualificación de los medios de comunicación masiva, grupal y alternativo del Estado”. El déficit aquí es aún más visible.

El mencionado informe sostiene que “los me-dios de comunicación del Estado tienen en esta coyuntura la función de apoyar en la construcción del Estado Plurinacional”. Lo que se olvida en este cometido es el horizonte de la comunicación demo-crática, plural.

El Estado boliviano en la Cumbre contra el Im-perialismo y el Colonialismo (2013) apuesta por la democratización de los medios de comunicación. Reconoce la necesidad de impulsar “la construcción de una información oportuna, veraz y equilibrada, donde los Estados juegan un rol central en la infor-mación y comunicación de nuestros países”. Asume el rol propuesto, pero no construye una información “oportuna, veraz y equilibrada” en sus medios. Una vez más, se verifica la inexistencia de medios de co-municación del Estado. Patria Nueva, Cambio, la Agencia Boliviana de Información, el Sistema de Radios de Pueblos Originarios, Bolivia TV no su-peran su condición de medios de comunicación gu-bernamentales, con los vicios que niegan la comuni-cación democrática, como ser la falta de pluralidad y equilibrio en la entrega informativa.

Ello genera falta de credibilidad. La consul-ta ciudadana (2012) realizada por el Observatorio Nacional de Medios (ONADEM) en las ciudades capitales de los nueve departamentos de Bolivia y El Alto así lo comprobó. BTV logró un 4% de credibi-lidad; Patria Nueva, 3%; Cambio, 1%... Las perso-nas explicaron su falta de credibilidad en los medios porque distorsionan la información. Las cosas no han variado significativamente a la fecha.

El gobierno hace lo que critica a muchos me-dios privados, y en ello, no sólo pierde credibilidad, sino que contradice su propuesta de respetar los derechos a la información y a la comunicación del pueblo boliviano.

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Página Siete Abril 2015

La idea del cambio ocu-pa un lugar privilegiado en el vocabulario políti-co actual. Los políticos acostumbran ofrecerlo, pero de ser moneda corriente, el cambio ha pasado a ser un con-cepto clave del discurso oficial. Con el “proceso

de cambio”, el MAS ofrece la perspectiva de una verdadera transformación del país.  En qué me-dida lo está logrando y en qué ha consistido esa transformación, son las preguntas que han moti-vado este suplemento.

“Todo cambia”, dice la canción, y los países no son excepción. Un país cambia para bien y para mal por fuerzas internas, por influencias del contexto externo, por obra rutinaria del gobierno de turno, a pesar de él o hasta por inercia. Cam-bia de manera visible y subterránea. Hay cambios permanentes y fugaces, cambios reales y aparen-tes. En suma, decir que un país no cambia es se-ñalar una aberración histórica, y decir que cambia a secas es una perogrullada si no se dice cómo y por qué.

El cambio en Bolivia está a la vista; basta ver el perfil de quienes ocupan cargos públicos, o cómo la bonanza se ha traducido en más autos y edificios. Y éstas son solo muestras superficiales de un cambio trascendental que vive el país en lo subterráneo y en lo palpable. La pregunta no es si hubo cambios, sino si esos cambios se deben a las políticas de gobierno o, digamos, al precio de las materias primas; si son consecuencia del nue-vo modelo, de la inercia o de la continuación si-lenciosa de políticas similares a las anteriores. Es posible que haya de todo, pero es necesaria una disección del cambio con base en el conocimiento factual de quien lo tiene.

Buscando ofrecer una diversidad de perspec-tivas que haga justicia a la complejidad de esa di-sección, Página Siete ha convocado para analizar los temas más importantes del cambio a personas cuyas opiniones pertenecen, hasta donde tales clasi-ficaciones tienen sentido, a todos los cuadrantes del espectro ideológico. Aún así, es improbable que la verdad se agote con 32 opiniones, pero al menos el lector ávido puede saborear el gusto de la diversi-dad, y encontrar asidero en las coincidencias.

La lectura de los ar-tículos del suple-mento muestra que el espec-

tro ideológico es plural, y que las preguntas ad-miten más de una forma de responderlas. Así, al leer los artículos de dos autores sobre el mismo tema, vemos no solo posiciones y puntos de vis-ta diferentes, sino maneras de abordar diversas. Esta riqueza da al suplemento el carácter no de un debate implícito, donde el lector se ve frente a dos visiones encontradas, sino de una lectura de la realidad por composición, no por diferencia.

Siendo la diversidad la característica esencial del suplemento, no sorprende encontrar diferen-cias de opinión, y no tiene mayor interés hacer un inventario de las mismas; aunque en algunos ca-sos parecería que se está mirando dos realidades; por ejemplo, Economía, Hidrocarburos o Mine-ría. Más digna de atención que las diferencias son las coincidencias; coincidencias entre autores sobre el mismo tema, y lo que es más notable, coincidencias entre la mayoría de los autores so-bre el proceso de cambio como un todo. Hay más críticas entre los creyentes y más elogios entre los críticos de lo que se esperaba.

Sin duda hubo cambios significativos en una nueva concepción de país, en lo propositivo y en lo legal en la mayoría de las áreas. A esto se suman avances innegables en aspectos simbóli-cos y políticos; particularmente en lo referido a la inclusión y la calidad de nuestra presencia in-ternacional. Mientras que otras áreas igualmente importantes no han logrado despegar en la imple-mentación; particularmente en el caso de Justicia y Educación. Hay otras áreas, donde hay resul-tados mixtos, por ejemplo Género, Medio Ambiente y Salud, donde conviven avan-ces conceptuales y legales con brechas de implementa-ción. Hay aquellas áreas, fi-nalmente, donde después de un inicio auspicioso, se ven señales de fatiga o retroceso; por ejemplo Agricultura.

Llaman la atención los retrocesos en Agricul-tura y Educación. La problemática de la tierra es fundamental en la realidad social del país, y la gé-nesis misma del proceso de cambio está asociado a ella. Es natural que procesos de cambio comple-jos tropiecen con dificultades y retrocesos, pero saber que “desde 2011, se produce un viraje en la actitud del Gobierno que lo conduce al abandono parcial y a la distorsión del proceso agrario” (Al-maraz) delata una ruptura. En el caso de Educa-ción, dada la valoración de las lenguas indígenas en este gobierno, sorprende que dichas lenguas “han sido limitadas a un uso instructivo en los procesos de enseñanza, o han sido nuevamente desplazadas por el castellano” (Alandia).

En lo histórico, el advenimiento del gobierno del MAS es el resultado de contradicciones secula-res sumadas a otras más recientes como el ocaso de los sindicatos (Lazarte), que propició el surgimiento de los movimientos sociales, “el sujeto revolucio-nario que gestó este proceso de cambio” (Rada). Una vez en el poder, el MAS inicia la creación de un nuevo modelo de país y de un nuevo imaginario nacional que a su vez sirve de marco para múltiples iniciativas que marcan las gestiones de Evo Morales. Era la fase “en que todo era posible, bastaba con concebirlo” (Mendieta). El MAS inicia su tempora-

da en el poder cargado de promesas y expectativas, y con más condiciones de hacerlas realidad que ante-riores gobiernos recientes.

En estos diez años hubo avances significativos en lo social y en lo simbólico. Bolivia es hoy un país más inclusivo en el papel y en la realidad, en lo político y en lo social. Hubo importantes avan-ces en los marcos legales medio ambientales, de género y de los derechos humanos. El desempeño económico del periodo, aunque indudablemente beneficiado por un escenario mundial positivo, es reconocido por expertos bolivianos y extranje-ros. Es elocuente de la transformación del debate ideológico del país la afirmación de que la idea del socialismo comunitario es “atacada por una derecha indigenista” (Rada), y lo que es muy im-portante, estos avances han sido alcanzados con menor violencia cívica de la que ha sufrido el país en anteriores transformaciones u otros países en procesos similares.

Una posible síntesis actual que emerge de esas visiones es la de un país que se enfrenta a comple-jas contradicciones entre propuestas ambiciosas y porfiadas realidades, entre postulados idealistas y compromisos pragmáticos. “Vivimos en una so-ciedad que transita entre paradojas, excluyentes en su enunciado y contradictorias en su ejercicio.” (C. H. Molina) El gobierno propuso un modelo de industrialización y diversificación, pero el país sigue siendo extrativista (F. Molina, Wanderley, Prada); propuso una ampliación de la democra-cia: “El proceso de cambio se caracteriza por la

ampliación de la democracia y la concentración de poder” (Mayorga), pero “Resulta no ser tan participativa la comu-nicación cuando el autorita-rismo impone los contenidos y la forma de difundirlos” (Aliaga). Éstas y otras con-tradicciones no niegan el avance, pero hacen notar la

necesidad de una reflexión nacional que recupere las corrientes perdidas del proceso, y explicite los sacrificios políticos o económicos que requieren las que están rezagadas.

Decía Ergueta que “es posible que la economía caiga, que los indicadores muestren números ro-jos […]; sin embargo, ya será muy difícil que el espacio ganado por […] el cholerío, los llokallas y las birlochas, sea perdido”. Logros nada despre-ciables desde el punto de vista de una transfor-mación social que este país se debía a sí mismo desde su nacimiento. Sin embargo, estos avances crean a su vez condiciones que nuevos actores qui-eren preservar. El propio MAS es ahora parte del status quo, cuyos intereses son opuestos al cam-bio, o cuyas acciones atentan contra el cambio.

Sería impensable que un proceso de la mag-nitud y complejidad del emprendido por el MAS no tuviese tropiezos junto a los logros, pero es in-negable que Evo Morales tiene un lugar asegura-do en la historia como el Presidente que hizo de Bolivia un país más inclusivo y abrió las puertas a la esperanza de alcanzar un modelo de desarro-llo con igualdad de oportunidades para todos. Sin embargo, el futuro está todavía preñado de desa-fíos demasiado grandes como para que el país se contente con lo hecho.

El futuro está preñado de desafíos demasiado grandes como para que el país se contente con lo hecho. En esto coinciden los autores.

¿Quién le teme al cambio? Jorge

Patiño Sarcinelli

Coda

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Página SieteAbril 2015

Semblazas de los autores

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Patricia Alandia

Xavier Albó

Sandra Aliaga

Alejandro Almaraz

Waldo Albarracín

Rafael Archondo

Docente titular de la Carrera de Lingüística Aplicada a la Enseñanza de Lenguas y directora de carrera en la UMSS. Licenciada en idioma francés por la UMSS, con maestría en Educación Superior. Fue docente en la Universidad Nur y en la Universidad Gabriel René Moreno. En 2007 creó la revista de lingüística y literatura Página y Signos. Diseñó y coordinó programas de posgrado, y publicó libros y artículos sobre educación y desarrollo de competencias textuales.

Doctor, Lingüística y Antropología, Cornell, NY. Licenciado en Teología, Facultad Borja, Barcelona, y Loyola University, Chicago. Miembro del consejo académico del doctorado, CIDES. Coordinador latinoamericano de jesuitas en áreas indígenas (1995). Miembro de la Academia Boliviana de Historia Eclesiástica (1995). Miembro del Comité Directivo del PIEB. Cofundador y primer director, (CIPCA). Profesor visitante, Universidad de Pittsburgh, Colegio Andino, FLACSO, Centre des Hautes Etudes Sociales, Georgetown University.

Bruch Licenciada en Comunicación Social, UCB. Periodista. Responsable de publicaciones especializadas en salud sexual y reproductiva y género. Docente universitaria y consultora en comunicación, salud, género e incidencia política para organismos nacionales e internacionales. Dirigente de organizaciones periodísticas (FTPB, APLP, ANPB, ABOIC). Directora Nacional de Comunicación Social. Docente del Diplomado en Violencia de Género, Derecho de las Mujeres y Periodismo. Investigaciones en el área de comunicación.

Abogado. Experto en asuntos agrarios e indígenas. Fue asesor de varias organizaciones indígenas y campesinas, y consultor en temas agrarios de varias instituciones no gubernamentales. Director ejecutivo del Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (CEJIS) y viceministro de Tierras entre 2006 y 2010. Actualmente, docente de la Facultad de Sociología de la UMSS e investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).

Rector, UMSA. Abogado. Diplomado en Educación Superior y magister en Derecho Constitucional. Presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos Bolivia, 1992-2003. Defensor del Pueblo, 2003–08. Docente en posgrado, Universidad Andina Simón Bolívar, Udabol, Universidad Salesiana y el pregrado en la UMSA. Presidente, Consejo Andino de Defensores del Pueblo. Exmiembro del Tribunal Nacional de Ética Periodística y del Comité Ejecutivo de la Asociación Americana de Juristas. Presidente de la Comisión Andina de Juristas.

Director informativo, ANF. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, UCB (1990), máster en periodismo profesional, Universidad Complutense, Madrid (1996), Doctor en Ciencias Políticas, FLACSO. Trabajó en el semanario Aquí (1985-1988), en los diarios La Razón (1990-1995), La Prensa (1998), Presencia (1999), en el semanario Pulso (1999-2004) y en la red ERBOL (2013-2014). Publicó “Compadres al Micrófono” (1989), e “Incestos y Blindajes” (2003). Representó a Bolivia ante la ONU en 2011 y 2012.

Sonia Brito Sandoval

Guilermo Cuentas

Yáñez

Drina Ergueta

Socióloga, con cursos en Derechos Humanos, Género, Interculturalidad y Filosofía Política. Autora de dos libros, coautora de ocho manuales de formación de lideresas y otras publicaciones sobre derechos humanos y género. Fue dirigente universitaria, responsable nacional de la Coordinadora de Solidaridad con Pueblos Indígenas, presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz, viceministra de Defensa de los Derechos del Usuario y el Consumidor. Actualmente diputada por el MAS.

Médico traumatólogo, UMSS. Posgrado Universidad Católica de Lovaina, y Hospital Ortopédico Frank País, La Habana. Ministro de Salud, Bolivia. Consultor de OMS, Unicef, UNFPA, PNUD y AECID. Instructor en traumatología Hospital Ortopédico Frank País, Habana, Cuba. Profesor adscrito cátedra traumatología UMSA. Docente de posgrado Maestría en Salud Pública Universidad Tomas Frías. Doctor Honoris Causa (Organización Internacional para la Capacitación e Investigación Médica).

Periodista. Especializada en género y su tratamiento en la comunicación, temática de su columna Textura Violeta, que se publica en Página Siete y otros medios del país. Parte de las redacciones de La Razón, Presencia y Los Tiempos. Miembra de la agencia de noticias La Independent y colaboradora de otros diarios digitales feministas. Tiene amplia experiencia en campañas y estrategias de comunicación, estudios cualitativos de mercado y análisis de discurso.

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Gustavo Fernández Saavedra

Nila Heredia Miranda

Guillermo Mariaca

Carlos Miranda Pacheco

Jean Paul Guevara

Ávila

Jorge Lazarte

Fernando Mayorga

Carlos Hugo Molina

Alfonso Gumucio Dagron

Gabriel Loza Tellería

Gonzalo Mendieta

Romero

Fernando Molina

Cochabambino. Abogado, UMSS. Funcionario y consultor de organismos internacionales: Grupo Andino, Sistema Económico Latinoamericano, UNCTAD, ILPES, PNUD, CEPAL, BID, CAF, OEA; embajador en el Brasil y cónsul general en Santiago; ministro secretario de la Secretaría de Integración, ministro de la Presidencia, ministro de Relaciones Exteriores; presidente de la IX Asamblea General de la OEA; candidato a la Vicepresidencia de la República; autor de cuatro libros y numerosos ensayos.

Médica, UMSA. Especialista en medicina interna y magister en Salud Pública y Desarrollo Humano. Militante del ELN, formada por Che Guevara en Ñancahuazú. Ministra de Salud y Deportes. Vicerrectora titular y rectora interina, UMSA. Docente emérito, Facultad de Medicina, UMSA. Docente de cursos de posgrado UMSA y UASB. Presidenta de la Federación Latinoamericana de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Coordinadora General de Asociación Latinoamericana de Medicina Social.

Doctor en Estudios Culturales. Profesor emérito, UMSA. La formación académica y una larga experiencia política han hecho que dedique trabajo al diseño y gestión de políticas públicas relacionadas a la educación y la cultura, junto a una larga labor docente y una prolífica producción reflejada en la elaboración de libros y artículos de prensa. La articulación entre academia, política y gestión pública lo han impulsado a tener un compromiso social permanente de responsabilidad intelectual.

Ingeniero Químico-Petrolero, Universidad de Stanford, California. Postgrado en Petroquímica, Universidad de Oxford. Gerente de Exploración, YPFB. Primer secretario ejecutivo de la OLADE. Ministro de Coordinación, ministro de Energía e Hidrocarburos, secretario nacional de Energía y superintendente de Hidrocarburos. Presidente, Comité Boliviano del Consejo Mundial de la Energía. Presidente, Asociación Boliviana para el Avance de la Ciencia. Columnista de “Hablando de Energía” 20 años en varios periódicos nacionales.

Embajador de Bolivia en Francia desde julio de 2012. Doctor en Ciencias Sociales. Fue Director General de Relaciones Bilaterales en la Cancillería y Oficial de Programa en Población y Desarrollo de UNFPA en Panamá. Profesor en universidades bolivianas y mexicanas. Miembro fundador de la escuela política y científica de La Paz. Autor de “Las migraciones en Bolivia y la mundialización” y “De utopías y futuro: desarrollo sostenible e integración en América Latina”, entre otros.

PhD, Ciencia Política, Sorbonne Nouvelle. París III. Ha sido profesor de la UMSA y asesor de la COB y del Congreso Nacional; investigador asociado del ILDIS-FES. Vocal de la Corte Nacional Electoral; profesor asociado de las MpD (UCB); miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política; Delegado Presidencial en Asuntos Políticos; Vicepresidente de la Asamblea Constituyente. Profesor Sorbonne Nouvelle y Universidad de Salamanca. Varias publicaciones sobre temas sociales y políticos.

Licenciado en Sociología (UNAM) y Doctor en Ciencia Política, FLACSO. Catedrático e investigador en la UMSS. Directivo del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB). Coordinador del Grupo de Trabajo “Ciudadanía, organizaciones populares y representación política”, CLACSO. Autor de varios libros sobre democracia, partidos y discurso político. Última publicación: Incertidumbres tácticas. Ensayos sobre democracia, populismo y ciudadanía.

Rector de la Universidad Nacional Ecológica. Abogado. Especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo, UNAM, México. Primer secretario nacional de Participación Popular y prefecto del Departamento de Santa Cruz. Miembro fundador del Movimiento Cultural Jenecherú. Tiene 22 obras publicadas en el género de ensayo, poesía, cuento, análisis jurídico, y su novela “Manuela, mi amable loca…” se encuentra en su quinta edición. Presidente fundador del CEPAD-Bolivia.

Escritor, cineasta, fotógrafo y especialista en comunicación participativa para el desarrollo. Trabajó en agencias de la ONU, organismos de cooperación y ONG en África, Asia, Oceanía, Europa, Norteamérica, América Latina y el Caribe. Publicó 25 libros (investigaciones sobre cine y comunicación, poesía y narrativa). Realizó una docena de filmes documentales y varias exposiciones fotográficas individuales y colectivas. Publica regularmente en Bolivia y otros países.

Expresidente del Banco Central de Bolivia. Ministro de Planificación. Director de la Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (UDAPE). Economista y máster en Administración de Empresas. Funcionario Internacional de la Comunidad Andina y consultor de organismos internacionales. Docente del CIDES, del IICA y de la Academia Diplomática. Publicó en la CEPAL, el CEMLA y en el BIS Review, y columna en La Razón y Página Siete. Autor del libro Bolivia. El modelo de Economía Plural.

Abogado, UMSA Maestría en Leyes, Universidad de Columbia. Ejerce la profesión libre en derecho privado fundamentalmente, en La Paz. Columnista de Página Siete, Los Tiempos y El Día.

Premio Rey de España de periodismo iberoamericano (2012). Columnista de Infolatam y colaborador de varias publicaciones bolivianas e internacionales, entre ellas El País, de España. Subdirector del diario La Prensa y director de los semanarios Nueva Economía y Pulso. Publicó artículos en medios escritos y digitales de Bolivia, Chile, España y México. Autor de ensayos políticos y económicos, de biografías y textos de historia contemporánea. Escritor prolífico y de reconocida trayectoria.

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Juan Antonio Morales

José Pimentel Castillo

Cecilia I. Requena Z.

Miguel Urioste

Fernández

Henry Oporto

Raúl Prada Alcoreza

Walker San Miguel Rodríguez

Fernanda Wanderley

Jorge Patiño

Alfredo Rada Vélez

Andrés Soliz Rada

Licenciatura y maestría, Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, 1967. Doctor en Ciencias Económicas en 1971 por la misma universidad. Ha publicado ocho libros, varios artículos en revistas científicas y numerosos artículos de opinión para la prensa. Profesor de la Universidad Católica Boliviana desde 1974 y profesor invitado en prestigiosas universidades del extranjero. Presidente del Banco Central de Bolivia de septiembre 1995 a abril 2006.

Ministro de Minería 2010-2012, diputado nacional por el MAS-Potosí (2006-2010), docente de la Universidad Nacional Siglo XX en temas sindicales y políticos (1989-2006), diplomado de Ciencias Políticas (UMSS-1994), dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (1980-1988), militante del ELN en la resistencia a las dictaduras, Dirigente universitario de la UTO (1969-1971).

Docente universitaria y consultora. Maestrías en Gestión y Políticas Públicas y Relaciones Internacionales y Diplomacia. Estudios de postgrado en Gestión Social de Proyectos Ambientales. Coautora, con D. Hoffmann, del libro “Bolivia en un mundo 4 grados más caliente (PIEB, 2012). Ciudadana activa en los ámbitos democrático y ambiental.

De Córdova Economista, Universidad Católica Boliviana. Estudios de especialización en desarrollo rural y reforma agraria en Bélgica e Inglaterra. Publicó varios libros, ensayos y artículos sobre esos temas. Coautor del libro de próxima aparición: “La marginalización de la agricultura campesina indígena”. Investigador en Fundación TIERRA desde hace 24 años.

Sociólogo, investigador social y ensayista. Co-autor y editor de los libros Los dilemas de la minería (2012); ¿De vuelta al Estado minero? (2013); Bolivia: encrucijadas en el siglo XXI: visiones e ideas para una agenda de país (2014). Colabora con varios periódicos del país y es creador y coordinador del proyecto Foro Minero (www.forominerobolivia.org) en la Fundación Pazos Kanki.

Escritor, docente-investigador, UMSA. Demógrafo. Miembro de Comuna, colectivo vinculado a los movimientos sociales antisistémicos y a los movimientos descolonizadores de las naciones y pueblos indígenas. Ex-constituyente y exviceministro de Planificación Estratégica. Asesor del CONAMAQ y del CIDOB. Últimas publicaciones: Largo Octubre, Horizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas, descolonización y transición y (colectiva con Comuna): Estado, Campo de batalla.

Abogado, UMSA (1987). Especialista en Derecho Administrativo. Catedrático, UMSA (1989 a 1999) y UCB (1999-2002). Docente de posgrado, Universidad Andina Simón Bolívar. Autor de varios libros de la especialidad. Presidente del Colegio de Abogados de La Paz (2003-2005). Vicepresidente del Colegio Nacional de Abogados de Bolivia (2005). Conjuez de la Corte Suprema de Justicia (2004-2005). Ministro de Defensa (2006-2009). Cónsul General de Bolivia en Chile (2010-2011).

Doctora en Sociología, Universidad de Columbia. Docente e investigadora, postgrado en Ciencias del Desarrollo, CIDES-UMSA. Coordinadora del Área social del CIDES - UMSA. Fue consultora de la OIT y el PNUD. Temas de investigación: mercado de trabajo, relaciones de género, políticas públicas, estrategias de desarrollo, democracia y construcción de ciudadanía y sociología económica. Autora de artículos y libros sobre estos temas.

Ph.D. Matemática Aplicada, Minnesota. Gerente de Programa, Banco Mundial (2009-14). Director Ejecutivo, Toronto Centre (2006-09). Presidente, Itiquira Energética, Brasil (2004-06). Gerente de Desarrollo, COBEE (1997-2002). Superintendente General, SIREFI (1997). Secretario Ejecutivo, FONDESIF (1995-96). Sub Director, FIS (1990-91). Columnista de Página 7 y La Razón. Sub Director de PULSO (2004). Autor de “Coda al Diccionario”, “Dilema del Campanero”, “Supersticiones”, y otros.

Economista y sociólogo. Viceministerio de Coordinación con Movimientos Sociales. Asesor económico de la COB (90). Trabajó en temas agrarios en el CEJIS apoyando a organizaciones campesinas. Miembro de la Comisión de Programa de Gobierno del MAS (2002 y 2005). Primer viceministro de Coordinación con Movimientos Sociales (2006). Ministro de Gobierno (2007 al 2009). Fundó la Escuela de Formación Política (2010). Publica regularmente artículos de análisis en medios escritos.

Abogado y periodista. Ministro de Hidrocarburos en la nacionalización de mayo 2006. Exdiputado y senador de Condepa. Autor de la Ley de Investigación de Fortunas y, entre otros, de los libros: “La Fortuna del Presidente”, “La Conciencia Enclaustrada” y “El Gas en el Destino Nacional”. Acaba de salir a la venta su libro: “Controversias de la Izquierda Nacional – De Alfredo Ovando a Evo Morales”.

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