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El castro inacabado de La Forca (Grado, Asturias). Un dominio territorial frustrado The unfinished castro of La Forca (Grado, Asturias). A thwarted territorial control Jorge Camino Mayor (*) Rogelio Estrada García (**) Yolanda Viniegra Pacheco (***) RESUMEN Una compleja historia reciente estuvo a punto de des- truir los últimos vestigios del pequeño castro de La For- ca, ubicado en el centro de Asturias. Una actuación ar- queológica, casi forense y con financiación privada, permitió conocer las características y cronología del asentamiento. La ausencia de restos de habitación, ratifi- cada con diversos análisis geoquímicos, se pone en rela- ción con la condición inacabada del enclave y la frustra- ción de una iniciativa poblacional al lado de un cruce de rutas naturales que adquirirán gran importancia a partir de época romana. Su temprana cronología y su situación al lado de una necrópolis tumular renuevan las expectati- vas de conexión entre ambos episodios, a la par que ma- nifiestan la explotación de pastizales y suelos ligeros de media montaña con entornos boscosos que formarían par- te del paisaje de la Edad del Bronce. ABSTRACT A recent complex history was about to destroy the last remains of the small castro (fortification) of Forca, lo- cated in the centre of Asturias. The archaeological, al- most forensic, intervention had private funding and al- lowed us to determine the characteristics and chronology of the site. The absence of habitation remains, supported by different geochemical analyses, ties in with the unfin- ished condition of the site and the thwarting of a plan to settle beside a crossing of natural routes that would ac- quire great importance from Roman times. Its early chro- nology and situation beside a tumulus cemetery renew expectations of a connection between them and there is evidence for the exploitation of the mid-altitude pastures and shallow soils in the woody environments of the Bronze Age in landscape. Palabras clave: Castros inacabados; Transición Bronce final - primera Edad del Hierro; Relaciones castros y tú- mulos; Rutas naturales; Recursos media montaña; Analí- ticas geoquímicas. Key words: Unfinished castros (hillforts); Transition late Bronze Age - early Iron Age; Relations between cas- tros and tumulus; Natural routes; Middle altitude resour- ce; Geochemical analyses. UN YACIMIENTO AL LÍMITE DE LA EXTINCIÓN El castro denominado La Forca o Pico de San- ta Mariña fue localizado por J.M. González (1973: 147) en el año 1969. En sus notas manus- critas dejó constancia de las sutiles propiedades que consiguió descifrar entre un abigarrado mato- rral, como la forma arqueada que adquiere la cumbre y una gran cantidad de piedra dispuesta en talud por los lados oeste y sur que relaciona con una muralla, la cual, a pesar de no seguir todo el perímetro, constituye el principal elemento dis- tintivo. Menciona también otros vestigios que provocan cierta confusión, caso de los hoyos, montículos de construcciones y paredes en el ex- tremo oriental, o una depresión alineada interna- mente a la muralla sur (1). TRABAJOS DE PREHISTORIA 66, N.º 1, enero-junio 2009, pp. 145-159, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2009.09017 (*) Museo Arqueológico de Asturias. San Vicente 3. 33009 Oviedo. Correo electrónico: [email protected] (**) Arqueólogo. Río Esva 7, 1.º A. 33010 Oviedo. Correo electrónico: rogelioestradagarcia@gmail. com (***) Arqueóloga. UCOFA. Hermanos Menéndez Pidal 32, 1.º B. 33005 Oviedo. Correo electrónico: afdivisió[email protected] Recibido: 21-V-2008; aceptado: 4-VII-2008. (1) Agradecemos a Diógenes García, depositario del archi- vo de J.M. González, que nos facilitase la consulta de la docu- mentación referida al yacimiento.

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  • El castro inacabado de La Forca (Grado, Asturias). Un dominioterritorial frustrado

    The unfinished castro of La Forca (Grado, Asturias). A thwarted territorial control

    Jorge Camino Mayor (*)Rogelio Estrada García (**)Yolanda Viniegra Pacheco (***)

    RESUMEN

    Una compleja historia reciente estuvo a punto de des-truir los últimos vestigios del pequeño castro de La For-ca, ubicado en el centro de Asturias. Una actuación ar-queológica, casi forense y con financiación privada,permitió conocer las características y cronología delasentamiento. La ausencia de restos de habitación, ratifi-cada con diversos análisis geoquímicos, se pone en rela-ción con la condición inacabada del enclave y la frustra-ción de una iniciativa poblacional al lado de un cruce derutas naturales que adquirirán gran importancia a partirde época romana. Su temprana cronología y su situaciónal lado de una necrópolis tumular renuevan las expectati-vas de conexión entre ambos episodios, a la par que ma-nifiestan la explotación de pastizales y suelos ligeros demedia montaña con entornos boscosos que formarían par-te del paisaje de la Edad del Bronce.

    ABSTRACT

    A recent complex history was about to destroy the lastremains of the small castro (fortification) of Forca, lo-cated in the centre of Asturias. The archaeological, al-most forensic, intervention had private funding and al-lowed us to determine the characteristics and chronologyof the site. The absence of habitation remains, supportedby different geochemical analyses, ties in with the unfin-ished condition of the site and the thwarting of a plan tosettle beside a crossing of natural routes that would ac-quire great importance from Roman times. Its early chro-

    nology and situation beside a tumulus cemetery renewexpectations of a connection between them and there isevidence for the exploitation of the mid-altitude pasturesand shallow soils in the woody environments of theBronze Age in landscape.

    Palabras clave: Castros inacabados; Transición Broncefinal - primera Edad del Hierro; Relaciones castros y tú-mulos; Rutas naturales; Recursos media montaña; Analí-ticas geoquímicas.

    Key words: Unfinished castros (hillforts); Transitionlate Bronze Age - early Iron Age; Relations between cas-tros and tumulus; Natural routes; Middle altitude resour-ce; Geochemical analyses.

    UN YACIMIENTO AL LÍMITEDE LA EXTINCIÓN

    El castro denominado La Forca o Pico de San-ta Mariña fue localizado por J.M. González(1973: 147) en el año 1969. En sus notas manus-critas dejó constancia de las sutiles propiedadesque consiguió descifrar entre un abigarrado mato-rral, como la forma arqueada que adquiere lacumbre y una gran cantidad de piedra dispuestaen talud por los lados oeste y sur que relacionacon una muralla, la cual, a pesar de no seguir todoel perímetro, constituye el principal elemento dis-tintivo. Menciona también otros vestigios queprovocan cierta confusión, caso de los hoyos,montículos de construcciones y paredes en el ex-tremo oriental, o una depresión alineada interna-mente a la muralla sur (1).

    TRABAJOS DE PREHISTORIA66, N.º 1, enero-junio 2009, pp. 145-159, ISSN: 0082-5638

    doi: 10.3989/tp.2009.09017

    (*) Museo Arqueológico de Asturias. San Vicente 3. 33009Oviedo. Correo electrónico: [email protected]

    (**) Arqueólogo. Río Esva 7, 1.º A. 33010 Oviedo. Correoelectrónico: rogelioestradagarcia@gmail. com

    (***) Arqueóloga. UCOFA. Hermanos Menéndez Pidal 32,1.º B. 33005 Oviedo.

    Correo electrónico: afdivisió[email protected]: 21-V-2008; aceptado: 4-VII-2008.

    (1) Agradecemos a Diógenes García, depositario del archi-vo de J.M. González, que nos facilitase la consulta de la docu-mentación referida al yacimiento.

  • A pesar de las pocas décadas transcurridas, ennuestros días el lugar llegó a tal extremo de degra-dación que era imposible el reconocimiento de sucondición arqueológica, hasta el punto de cuestio-narse su autenticidad castreña (Estrada 1999: 316).La disyuntiva surgida cobraba especial gravedadpuesto que en las inmediaciones existía una cante-ra de áridos que pretendía extender la explotacióna la zona del yacimiento. Uno de los motivos deese estado es una larga y profunda trinchera querecorre el lado meridional del montículo destru-yendo los principales testimonios que identificóJ.M. González: la muralla y el andén o depresióncontigua. Otras calicatas y una trocha superficialafectaban a la cumbre del cerro. Es de resaltar queen el examen de todos estos vaciados no se atisbóel más mínimo resto arqueológico, excepto un pe-queño lote de industria lítica recogido en superfi-cie en la zona alta, con ocasión de la prospecciónrealizada para el inventario arqueológico de Gra-do. Estaba formado por una esquirla, un fragmentode lasca y un núcleo prismático de microlaminillas

    con dos planos de percusión opuestos, todo ello ensílex, conjunto que podría guardar alguna cone-xión con la vecina necrópolis tumular.

    El análisis del archivo de vuelos fotogramétri-cos aportó bastante luz a la evolución seguida porel yacimiento en ese tiempo. En las fotos amplia-das del año 1970, coetáneas a la exploración deJ.M. González, se ven grandes acumulaciones depiedra en los frentes oriental y meridional, con as-pecto de formar aislados cráteres. En cambio, lasimágenes de 1994 muestran el lugar profundamen-te transformado por las trincheras y las roderas depaso de maquinaria pesada, acciones que desman-telaron las grandes masas de piedra de la muralla yexplican la actual inexpresividad topográfica delyacimiento (2). Otra ilustración determinante seencuentra en un artículo del año 1977 en el que seestudia la vecina necrópolis tumular de El Valle,observándose al fondo el cono de La Forca conuna enorme banda blanquecina correspondiente ala piedra de la muralla, por más que se califique de“promontorio rocoso” (Blas 1997: Fig. 2) (3).

    Tras recopilar y estudiar la anterior documenta-ción, desde la Consejería de Cultura se diseñó unproyecto de actuación encaminado a determinar lanaturaleza arqueológica, el grado de conservaciónde los restos que pudieran detectarse y su delimita-ción espacial. En una fase inicial se efectuó el des-broce de la vegetación arbustiva en la totalidad delárea y el levantamiento topográfico a una escala dedetalle. Después se replanteó un conjunto de nuevesondeos arqueológicos, que sumaron una superficietotal excavada de casi 200 m2, dimensión que fueresolutiva para la localización y caracterización delas evidencias materiales y sedimentarias (4).

    AUTOPSIA DE UNA IDENTIDADCASTREÑA

    La Forca es un pequeño cerro cónico de 409 mde altitud situado en un espolón de la sierra del

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    Fig. 1. Situación del castro de La Forca en la región astu-riana, en la divisoria del Nalón y del Narcea, e indicaciónde otros castros de los siglos VIII-VI AC: 1. Os Castros(Taramundi); 2. El Chao Samartín (Grandas de Salime);3. La Campa Torres (Gijón); 4. El Castillo y 5. El Campón(Villaviciosa); ?, San Chuis (Allande).

    (2) Las diligencias iniciadas por la Consejería de Cultura,con la colaboración de la de Industria, demostraron la ilegalidadde las investigaciones mineras realizadas, pero, como tantas ve-ces, el expediente hubo de sobreseerse ante la prescripción de loshechos y la desaparición mercantil de la empresa responsable.

    (3) A pesar de su publicación, años después esta necrópolisformada por seis túmulos fue casi íntegramente destruida para laconversión del terreno en pradera.

    (4) Los trabajos fueron sufragados, al igual que la mayorparte de las analíticas derivadas, por la empresa “Cantera Grado,S.L.”, cuyos responsables tuvieron un comportamiento siemprecolaborador.

  • Pedrorio, estrecho cordal que separa las cuencasde los ríos Nalón y Narcea, muy cerca de la con-fluencia de ambos. Aunque el castro cae de lavertiente del primer río, sobre cuya vega tieneuna altitud relativa de 350 m, su emplazamien-to está directamente vinculado a las planicies ci-meras y, por tanto, muy próximo al paso naturalhacia el valle del Narcea. Este promontorio seorienta en sentido O-E, presentando una ladera deuna veintena de metros que lo realza frente al ist-mo de unión con la sierra, en tanto el resto de su

    perímetro aboca a fuertes pendientes, acantiladala de todo el lado norte.

    Tal como era previsible, debido a la disposi-ción y distribución de los sondeos en relación conel pequeño tamaño del castro, se obtuvo un regis-tro que permite reconstruir una imagen general deeste. El castro está definido por una muralla quefue exhumada en varias de las trincheras trans-versales, trazadas para tal fin a partir de algo depiedra desplomada que aflora por los flancos oc-cidental y meridional. En sus tramos mejor con-

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    Fig. 2. Plano topográfico del castro, con indicación de las remociones mineras, sondeos arqueológicos, traza-do de la muralla y su banda de derrumbe.

    Fig. 3. Perfil estratigráfico del sondeo 3 en el que se aprecia la muralla y los dos volcadosde tierras vaciadas de su trasdós.

  • servados, la muralla muestra su composición conbloques poliédricos de cuarcita armoricana, laformación del substrato local, colocados irregu-larmente a hueso y ajustadas sus juntas a vecescon ripios. Como fue levantada en la ladera, elparamento exterior cimienta a menor altura que elinterno. En todo caso, ambos descansan sobreuna delgada cama de matriz arenosa con gran nú-mero de clastos, en parte producto de la acomo-dación del terreno y quizá de la obra constructiva.La altura alcanza todavía 1,30 m en su frente ex-terno, en tanto el interno ha desaparecido o se li-mita a unas pocas de hiladas. La obra supera 4 mde anchura.

    Este encintado presentaba claros giros paraenvolver los estrechos costados oriental y occi-dental, con lo que el recinto pudo ser establecidocon absoluta precisión. Sin embargo, la murallano continúa a lo largo del lado norte, recortadopor una pendiente vertical, y tampoco se aprecianen los sondeos signos de un cierre con otra clasede materiales. Por el contrario, la superficie delsubstrato aparece deformada por la extracción debloques conforme a las fisuras de las diacla-sas, tal como se verificó en otras zonas. Pareceque el acopio de piedra para la muralla se obtuvode un descortezado de la roca, que debió servir almismo tiempo para suavizar la escabrosidad delcerro. Otra particularidad relacionada con la mu-ralla son los restos de madera carbonizada quemenudean entre y bajo su derrumbe externo y que

    cabalmente han de pertenecer a la empalizada oadarve que debiera coronarla.

    El espacio acotado por la muralla queda defi-nido por la corona del cerro, que adquiere unaforma marcadamente oval, con un eje longitudi-nal de 85 m y una anchura máxima de 25 m queen el extremo oriental se reducen a tan sólo unospocos metros. Consiguientemente, la extensiónapenas alcanza 2.000 m2. La superficie del recin-to está guiada por el estrecho dorso de la cumbreen el que la roca está emergente. A continuaciónofrece un declive de cierta consideración hastallegar a la muralla, la cual brinda una banda ate-rrazada. Las excavaciones en los constreñidosespacios del recinto que ofrecían mejores condi-ciones no aportaron nada significativo, con totalausencia de materiales arqueológicos en la so-mera cobertera térrea. Sólo una extendida masade piedras de mediano tamaño, con distribucióncaótica y desprovista de signos constructivos,pudiera tener su origen en una estructura com-pletamente desvirtuada. Varias gruesas lascas decuarcita y una lámina de sílex, aparecidas entreellas, y leves manchas de quema en el suelo sub-yacente son el parco bagaje escrutado.

    En la zona occidental del enclave, en un casosobre la muralla y en otro en la cima que se en-cuentra tras ella, la limpieza de la capa de piedrasuperficial dejó al descubierto un par de amplioshoyos circulares con ligero resalte de su borde,que han de equivaler a las irregularidades señala-

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    Fig. 4. Perfil estratigráfico del sondeo 4 del Castro de la Forca, donde se obtuvieron las muestras para las dataciones car-bono-14.

  • das por J.M. González. Diversos restos de muni-ción, entre ellos un fragmento de la corteza deuna granada, corroboran que esas pseudo cons-trucciones constituyen puestos de tiro de una po-sición militar.

    Con todo, hay que suponer que el área mejoracondicionada para la habitación o, al menos,para la conservación de los restos mobiliares, es-tuviese en la franja de terreno anexa a la mura-lla sur, donde dicho investigador divisó una de-presión con aspecto de paso, y que en tantoscastros con esta morfología acoge las construc-ciones residenciales. Lamentablemente, esta pla-taforma fue vaciada por la trinchera minera, sinduda al favorecer la llanura del terreno la manio-bra de maquinaria pesada. Pese a ello, junto a lapared interna de la muralla, por fortuna conser-vada en algunos tramos, permanecen retazos delsedimento original, pero éste es una capa delga-da, llegando el débil derrumbe de la muralla acontactar con la roca, y no aportó ningún ele-mento arqueológico.

    A pesar de este irreparable evento, en las ex-cavaciones del sector meridional se produjo unainesperada oportunidad para revisar buena partedel contenido original del depósito sedimentarioexventrado de la trinchera. Este hecho fue propi-ciado al verterse las tierras ladera abajo, dandolugar a un cono de volcados que alcanza su má-

    ximo grosor sobre la testa de la muralla. Laformación de este depósito reciente es muy ex-presiva en los perfiles realizados, donde se ob-serva una sucesión hojaldrada de capas ama-rillentas y pedregosas que alternan con otrasarenosas y orgánicas, las cuales atienden a sudispar procedencia del roquedo o de la coberte-ra. La cuidadosa excavación realizada, con elcribado constante de algunos sedimentos, fueuna vez más estéril en materiales arqueológicos,ecofactos incluidos.

    Una salvedad debe hacerse al precedente co-mentario. En ese horizonte de apariencia comple-ja, en ocasiones es posible diferenciar una capade tierra muy oscura que ocupa su base y formaun primer caballete sobre la banda más interna dela muralla. En ella se recuperaron varios casqui-llos de munición de fusilería. Por tanto, cabe in-ducir un primer vaciado tras la defensa castreñaque muy bien correspondería a la depresión lon-gitudinal señalada por J.M. González, y que pue-de obedecer a una trinchera militar ya atenuada.En definitiva, el cerro de La Forca fue utilizadocomo un puesto defensivo, fortificándose con po-zos de tirador, trincheras y parapetos que hacíanfrente sobre todo a los lados oeste y sur, coinci-diendo con la muralla castreña. Aunque en el co-llado de La Cabruñana ya se situaron milicianosque intentaron evitar el avance de las tropas de

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    Lám. I. El cerro de La Forca visto desde las planicies de la sierra dondese encontraba la necrópolis tumular.

  • Fernández Ochoa venidas para sofocar la revolu-ción de octubre de 1934, lo más probable es queeste lugar se integre en la línea defensiva repu-blicana, compuesta por miles de efectivos a lasórdenes del comandante Gállego, también paracontener en ese paso estratégico a las columnasgallegas mandadas por el coronel P. Martín Alon-so, desarrollándose encarnizados combates entrelos días 11 y 14 de septiembre de 1936, hasta quela posición es tomada y desbordada en la marchahacia la localidad de Grado. Luego la zona formóparte del corredor de comunicación con Oviedo,entonces sitiado por el ejército republicano quehizo reiterados intentos por ocuparla de nuevo.

    Finalmente, el frente occidental de la murallaofrece un intenso arrasamiento que puede poner-se en relación con la saca masiva de piedra, conanterioridad a la guerra, desde un camino pró-ximo.

    Es evidente que la pertinaz ausencia de hallaz-gos arqueológicos convencionales a los pobladoscastreños constituía una incógnita de difícil expli-cación. Era obligado inferir que la carencia derestos constructivos y de sedimentación abunda-ba en la misma causa común que la de los mate-riales. No obstante, se decidió profundizar en unalínea de analíticas químicas para determinar si losfactores edáficos de un terreno ácido podían in-fluir en la desintegración masiva de restos mobi-liares, más acentuados si cabe al tratarse de unaocupación que podía remontarse a un momentogerminal de la cultura castreña. Los estudiosefectuados por las geólogas de la Universidad deOviedo, Montserrat Jiménez y Eva M.ª Martos,llegaron a las siguientes conclusiones, tomandocomo base de contraste los paleosuelos antiguo ysubactual:

    1. Los sedimentos muestran valores de phsimilares, próximos a 4, lo que indica unas condi-ciones de acidez en el medio que deben ser consi-deradas a la hora de explicar la no conservaciónde determinados restos arqueológicos.

    2. El análisis difractométrico refleja la ausen-cia de minerales indicativos de procesos de cre-mación o calcinación por incendio de posiblesrestos de carácter óseo, por lo que no se puede su-poner la presencia de estos.

    3. Del análisis geoquímico se desprende queexisten restos de fosfato y calcio en las muestrastomadas, pero siempre en concentraciones muybajas, sobre todo en el paleosuelo superior, por loque no es factible afirmar taxativamente la aso-ciación de este índice a la preexistencia de restosorgánicos en los paleosuelos.

    Las analíticas vienen, pues, a coincidir con lasobservaciones arqueológicas en el sentido de lainexistencia de restos propios de un lugar de ha-bitación. Por otra parte, si reparamos en un ves-tigio tan parsimonioso en los castros como lacerámica, resulta excesivo aceptar su total rever-sión a un estado arcilloso para justificar su ausen-cia, por acudir a un tipo de perturbación constata-da en este período (Olaetxea 2000).

    UN ACONTECIMIENTO PERDIDOEN UNA CRONOLOGÍA EXTENSA

    Para tratar de fijar la datación del enclave se re-currió al procesado mediante carbono-14 de mate-rial orgánico contenido en los sedimentos coevos ala muralla, tratándose tres muestras, cuyos datosbásicos se exponen en la siguiente tabla (5):

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    Muestra MaterialContexto

    arqueológicoFecha C-14 Cal 1� Cal 2�

    Beta-194075 Madera carbonizada Derrumbe muralla 2570��� �� Cal BC 800-770 Cal BC 820-520Beta-229399 Madera carbonizada Derrumbe muralla 2420�50 BP Cal BC 730-690

    540-400Cal BC 760-390

    Beta-194076 Sedimento orgánico Piso externo muralla 1750�60 BP Cal AD 230-380 Cal AD 130-420

    Tab. 1. Relación de las dataciones carbono-14 calibradas del Castro de La Forca.

    (5) Fueron analizadas por Beta Analytic de Miami.Beta-229399, almacenada en condiciones frías estables, se pro-

    cesó tres años después con financiación de la Consejería deCultura.

  • De dichos resultados no consideramos repre-sentativo el más moderno, Beta-194076, al ser in-compatible con las otras dos dataciones. Sin poderdescartar cualquier efecto antrópico, hasta ahorano documentado en el registro del yacimiento, esplausible que esa fecha sea un balance de procesosedafogenéticos. En cambio, las otras dos remiten aun mismo intervalo cronológico que, además, escoherente con la secuencia de la cultura castreña.Es obvio que la breve edad real que transmite elyacimiento queda sumida en la larga franja de-parada por la calibración. La ausencia de materialarqueológico impide establecer la más ligera mati-zación, más allá del “aire arcaico” que pudiera re-clamarse para algunos de sus rasgos. Las maderasdatadas, que atribuimos a complementos lignariosde la muralla, sitúan la construcción y vigencia delas estructuras castreñas entre los siglos VIII y VIAC, es decir, en la primera Edad del Hierro y en suengarce con el Bronce final, período correspon-diente a la primera etapa de la cultura castreña enla zona central de Asturias, con ejemplos como ElCampón de Olivar y El Castillo de Camoca –Villa-viciosa– (Camino 1995, 1999) o La Campa Torres(Maya y Cuesta, 2001; Camino, 2000); pero tam-bién en el occidente regional con El Chao Samar-tín –Grandas de Salime– y Os Castros –Taramun-di– (Villa 2005). La combinación estadística deambas dataciones se ofrece en la figura 5 (6):

    Con un sentido más bien especulativo, nospreguntamos si la alta probabilidad que tieneBeta-194075 a concretar la datación en el primertercio del siglo VIII AC puede reflejar la realidad.Ciertamente, algunas dataciones que han podidoevadir la laxitud de las calibraciones de esa etapa,como en El Chao Samartín, confirman por ahorala eclosión del período castreño en aquellas mis-mas décadas (Villa y Cabo 2003).

    UN CASTRO INHABITADO

    Las excavaciones y estudios realizados ponende manifiesto que el recinto de La Forca no lle-gó a ser habitado tras su construcción. Tampocose evidencian en este castro atributos que hagansospechar una función especializada que expli-que la causa de tan inusual comportamiento. Porel contrario, su emplazamiento y planteamientoconstructivo encuentran lugares comunes en elmundo castreño. Sus escasos 2.000 m2 lo alojanen el grupo de castros regionales más pequeños,y varias de sus características lo asemejan, poracudir a un poblado carismático, al Picu ‘l Cas-tru de Caravia, poseedor de una rica metalurgiay definidor en su día de la facies posthallstátticaen la vertiente cantábrica (Bosh-Gimpera 1932:617).

    Dos opciones distintas pueden sugerirse paraexplicar la especial singularidad de este enclave.De un lado, que entre a formar parte del peque-ño elenco conocido de fundaciones inconclusaspor diversas circunstancias (Ralston 2006: 95).De otro, que se hubiese concebido únicamentecomo un refugio temporal ante una amenaza ex-terna.

    Las evidencias de la excavación dan a enten-der la finalización, al menos, de la longitud de lamuralla, cuyo encintado alcanza por ambos costa-dos el agreste lado septentrional. El alzado con-servado y las grandes masas de derrumbes que seven en las fotografías antiguas apuntan también asu conclusión en altura, algo que corroboran losrestos de maderas si pertenecen, como parece, aun adarve ligneo. La ausencia de muralla en elfrente norte, provisto de una aplomada vertiente ymuy expuesto a los agentes meteorológicos, pue-de explicarse mejor por una falta de necesidadque por una súbita interrupción de las obras. Mu-chos castros no estaban rodeados enteramentecon murallas y complementaban parte del perí-

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    (6) Agradecemos a nuestra compañera Rosa Barroso Ber-mejo su elaboración.

    Fig. 5. Combinación estadística de las dataciones carbo-no-14 Beta-194075 y Beta-229399 del castro de La Forca,calibradas por el programa INTCAL98 e INTCAL04 res-pectivamente (Stuiver et al. 1998).

    Atmospheric data from Stuiver et al. (1998); OxCal v3.5Bronk Ramsey (2000); cub r:4 sd:12 prob usp[chron]

    1000CalBC 800CalBC 600CalBC 400CalBC 200CalBC

    Calibrated date

    2200BPRad

    ioca

    rbon

    dete

    rmin

    atio

    n

    2300BP

    2400BP

    2500BP

    2600BP

    2700BPR_Combine R_Com : 2482±38BP

    68.2% probability770BC (68.2%) 520BC

    95.4% probability790BC (86.0%) 480BC470BC ( 9.4%) 410BC

    X2-Test: df=1 T=3.7(5% 3.8)

  • metro en escarpes naturales. Baste citar el de Ca-ravia (Llano 1919), la segunda etapa de El ChaoSamartín (Villa 2005), seguramente el de Cella-gú (Berrocal et al. 2002: 100), y paradigmática-mente, los castros marítimos (Camino 1995), elmodelo de los espolones cortados del norte deFrancia (Buchsenschutz 1984) y diversas fortifi-caciones británicas (Ralston 2006: 99). En otrosentido, el ejemplo de La Forca es concluyentepara comprender cómo la construcción de la mu-ralla en los castros ex novo constituye normal-mente la primera obra y un elemento previo parala ordenación del espacio, tal como se viene pro-poniendo a través del estudio de diversos pobla-dos (Orejas et al. 1994: 205; Fernández-Posse2001: 19-22; Camino 1995: 121).

    Más extraña es la documentación de pobladosno finalizados, aunque en el ámbito castreño debatraerse a colación el de Borrenes, cuyo fracasoconstructivo encuentra acomodo en el contextode las guerras cántabras (Sánchez-Palencia y Fer-nández-Posse 1990: 253-254); mientras que a es-cala europea es insoslayable la mención de LadleHill, fortificación interrumpida en pleno desarro-llo de los trabajos, estudiada por S. Piggot (Cun-liffe 2004: 30) y contemporánea con el interva-lo cronológico de La Forca. La inclusión de LaForca en esa categoría, además de por la caren-

    cia de detritos habitacionales y fundaciones do-mésticas, encuentra apoyo en un sutil detalle. Elescaso espacio tras la muralla intacto no cuentacon el más mínimo acondicionamiento interno,aquí exigido no sólo por la prominente inclina-ción del terreno, sino por la aspereza del roque-do emergente. Estos inconvenientes se paliarían,como es corriente en este tipo de emplazamien-tos, con la formación de una plataforma de re-lleno que se adosase a la muralla, pero aquí elderrumbe de ésta se derrama sobre el nivel de al-teración de la roca evidenciando, además, la ine-xistencia de una sedimentación ocupacional.

    Ciertamente, las fortificaciones refugio paraaldeas agrícolas ante eventos bélicos se mencio-nan en áreas centroeuropeas, como en el Departa-mento de Marne (Chossenot 1988: 109), aunquecon un planteamiento esencialmente teórico (Au-douze y Buchsenschutz 1989: 276), a la par que re-sulta obsoleta su traslación a los castros norteños(Blázquez 1984: 135). Con independencia de ar-gumentos de más trasfondo (Audouze y Buch-senschutz 1989: 276), en La Forca basta con teneren cuenta, por ejemplo, su pequeño tamaño y latotal carencia de autonomía para almacenar recur-sos hídricos y alimentos en su interior y así hacerfrente a un asedio. En realidad, es tremendamenteconspicuo el conocimiento de las causas concretas

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    Lám. II. Imagen aérea de la estrecha lomera del cerro de La Forca. Se venlos acordonados perimetrales del desbroce, la larga trinchera minera y, si-guiendo la cumbre, una caja de entrada de maquinaria. También se apre-cian los sondeos arqueológicos y las escombreras.

  • que frustraron el proyecto constructivo, máximecuando se pierde todo lazo temporal con la con-quista romana, siempre un socorrido referente(Ralston 2006: 95 y 98).

    Una particular atención merece el llamadoPicu ‘l Castru de Moriyón –Villaviciosa–, un ce-rro fortificado contiguo al conocido castro de lasegunda Edad del Hierro del Picu Castiellu. Unamuralla y dos taludes, que tampoco prosiguenpor el lado de más pendiente, engloban un recin-to casi idéntico en tamaño y forma al de La For-ca. Tampoco aquí se encontraron estructuras do-mésticas, restos mobiliares o tan siquiera unaformación sedimentaria antigua. La función deantecastro o fortín, por su situación en la zona deacceso al poblado adyacente, es lógica (Camino1992: 138), pero no se pueden descartar otrascausas que asemejen su problemática al de LaForca.

    EL CASTRO EN SU MEDIO: HACIA UNPAISAJE DE LA EDAD DEL BRONCE

    Frente a la limitación del registro interno, elcastro de La Forca se encuentra en un espaciogeográfico con una cierta profusión de restos ar-queológicos que quizá contribuyan a comprenderel rol de ese enclave. Parece trascendente recor-dar la presencia de la necrópolis tumular situada asu lado en una amplia llanada. Destruida casi porentero, no ha trascendido ningún indicio cronoló-gico, señalándose sólo su composición terrea enalgún caso tal vez acompañada de bases o corazaspétreas. Aunque este campo tumular formó partedel paisaje inmediato del castro, dibujando unode los mejores ejemplos regionales en la relaciónespacial entre ambas realidades, cualquier cone-xión temporal entre ellas es aún frágil, por másque algunos túmulos del centro de la región conmorfologías cercanas a las comentadas puedanser datados ya en plena Edad del Bronce (Blas1985: 134). Seguramente no convenga descartarque la distancia cronológica entre los epígonosdel fenómeno tumular y el surgimiento de lo cas-treño pueda ir estrechándose en un futuro, consi-derando el continuismo de tradiciones funerariasque se observan en otras áreas peninsulares (Ba-rroso et al. 2007b: 18 y ss.). En relación con ello,un gran interés despierta el estilo leptolítico delos parcos restos industriales encontrados, ya querefuerzan el vínculo con un estadio cultural pro-pio de la inmediata necrópolis, pero no sabemoscómo deben interpretarse: ¿indican la contempo-raneidad o, mejor, la continuidad cultural entreambas expresiones arqueológicas?; ¿acaso se tra-ta sólo de ocupaciones residuales de los construc-tores de túmulos anteriores?

    En todo caso, no puede negarse que el terrenoagrario de la comunidad que pretendió estable-cerse en La Forca se encontraba en un entorno demonte con suelo arenoso y ligero, apto para pasti-zales extensivos y una agricultura de roza comola que se viene proponiendo para la etapa de lostúmulos en el noroeste peninsular (Criado 1988:76 y ss.). En este sentido, los análisis polínicosmuestran un sugestivo paisaje, muy parecido alactual, pero con importantes matices. El polen ar-bóreo constituye el 40 % de los taxones vincula-dos a un bosque mixto caducifolio en el que nofaltan castaño y pino, en tanto que en el episodiosubactual baja al 25 % con caída de todas las es-pecies y desaparición del pino y del haya. El piso

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    Lám. III. Sondeo 1. Estado de arrasamiento que muestrala muralla en el sector occidental. A su derecha se acon-dicionó con piedra superficial un pozo de tirador. La su-perficie de las cuarcitas muestra de qué modo se pudieronextraer los bloques para la construcción de la obra defen-siva.

  • herbáceo aporta el 35 % de los indicadores aligual que en los tiempos cercanos, destacando lapresencia de Cerealia. El arbustivo pasa de unporcentaje del 25 % en tiempos prehistóricos almarcado dominio que ostenta en el presente. Ensuma, la fortificación surge en un ambiente decampos abiertos dedicados a pastizales y cultivos,y en el que el bosque mixto ocupaba una superfi-cie que parece duplicar la actual (7).

    Las elevadas dataciones de los primeros cas-tros en algunas comarcas del noroeste peninsular,en los siglos IX y X a.C., permiten insertar elarranque de esta cultura en la Edad del Broncecronológica, superando el nexo basado en la pro-longación cultural o tecnológica de este perío-do. Aunque en Asturias las cronologías castreñasmás viejas no desbordan el ámbito del siglo VIIIa.C., salvo el Chao Samartín que se adentra a fi-nales del IX a.C., otros aspectos territoriales pue-den ser traídos a colación aprovechando la evi-dencia de La Forca para intentar reforzar esosvínculos entre las sociedades castreñas y sus pre-decesoras de la Edad del Bronce. A pesar de quela vecindad de La Forca y la necrópolis tumularresulta muy explícita, no quiere decir que sea unejemplo único en ese primer estadio de la cultura

    castreña. En el occidente asturiano el Chao Sa-martín comparte su localización en la altiplaniciecon varios conjuntos tumulares, y lo mismo pue-de decirse de San Chuis, en el que existe una fasede ocupación mucho más antigua que las excava-das hasta los años ochenta (Villa 2007: 193). Enla parte oriental los castros documentados de esteperíodo se sitúan a alturas más bajas, lo que noimpide su asimilación a vestigios pretéritos. Así,El Castillo de Camoca se encuentra muy cercanoal Castiellu de Ambás, poblado no fortificado quecuenta con una fecha de mediados del IV milenioa.C. (8). Por su parte, El Campón de Olivar coin-cide en la desembocadura del estuario de Villavi-ciosa con una orla de construcciones tumulares,además de otras situadas algo por encima en larasa costera. La Campa Torres se ubica en el finalde una sierra plana que a escasos kilómetros al-berga uno de los mayores conjuntos tumulares as-turianos, el del monte Areo.

    Faltan todavía pruebas firmes que constaten lacontemporaneidad entre el final del mundo tumu-lar y el arranque de los castros, pero no ha de ol-vidarse la dirección apuntada por los monumen-tos epimegalíticos de la Edad del Hierro en elCantábrico oriental (Blot 1990), ni la de algunosusos tumulares en el norte de Portugal durante elperíodo castreño (Bettencourt 2000b). No obstan-

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    Lám. IV. Sondeo 2 del castro de La Forca. Frente externo de la murallaen el lado meridional, asentada sobre el roquedo.

    (7) Estudio polínico realizado por Lidia Ruiz Zapata y M.ªJosé Gil, de la Universidad de Alcalá de Henares, con muestreodel paleosuelo asociado a la muralla y del suelo subactual. (8) CSIC-1301, 4759�30 BP, cal BC 3638-3381

  • te, este planteamiento ofrece otra línea de trabajoen la que se viene reparando desde hace poco, yno es otra que la coincidencia existente entre losterritorios económicos y políticos de las comuni-dades autoras de ambas realidades. Con el pro-gresivo conocimiento de las actividades produc-toras de las sociedades cantábricas y del noroestedurante la Edad del Bronce, debiera tenerse muypresente la importancia territorial y cultural queadquiere la definición del terreno agrario en cadacomunidad. Y es que la documentación arqueoló-gica de finales de la Edad del Bronce y principiosde la Edad del Hierro transmite, por doquiera dela franja septentrional, la existencia de unas so-ciedades agrarias basadas en una explotación delterrazgo de amplio espectro más o menos conso-lidada. La apertura y mantenimiento de terrenosdedicados a la obtención de cultivos y pastos, asícomo el suministro de variadas reservas del áreaforestal, comportaban una inversión energética ysocial muy superior a cualquier otra clase de mo-numento transmitido para la posteridad, especial-mente ante la pertinaz presión de la vegetación

    atlántica. La apropiación, conservación y amplia-ción de estos territorios de subsistencia a lo largodel tiempo hubo de ser uno de los objetivos pri-mordiales de las distintas comunidades, constitu-yendo los monumentos funerarios y sus paulati-nos sustitutos, los poblados fortificados, algunasde las representaciones simbólicas de la posesióny control del espacio por un grupo humano (Par-cero 1995: 137). Quizás esa percepción de losprimeros paisajes castreños no sea en buena partemás que una herencia no interrumpida de los te-rritorios de las comunidades que los precedieronen el aprovechamiento de los mismos. No cabeduda de que la necrópolis formaba parte del pai-saje más inmediato del castro, pudiendo represen-tar una elocuente expresión de la relación cultualcon los ancestros de la comunidad (Barroso et al.2007a: 123 y ss.).

    Por el modelo de esa relación con el medio, LaForca se asemeja a otros castros tempranos deloccidente asturiano, como El Chao Samartín oSan Chuis, situados en penillanuras de medianaelevación. En cambio, más al oriente los castrosde la ría de Villaviciosa de El Castillo de Camocay El Campón de Olivar, así como La Campa To-rres en Gijón, se encuentran en terrenos más ba-jos, los primeros en el mismo valle. Sabemos queen la Asturias central la agricultura se basaba enun primitivo cereal de invierno, Triticum dicoc-cum –escanda menor–, especie adaptada a suelosligeros y a duras condiciones meteorológicas, quese combinaba con cultivos de ciclo corto y legu-minosas. Esta escanda parece que llegó ser endé-mica en la comarca y puede que su éxito se debie-se a la buena aclimatación a circunstancias muyvariables (Camino 2005: 84-86). Así que cuandose crean los primeros castros no parece haber unmodelo topográfico uniforme en la explotacióndel medio, ya que en unas zonas prevalecen losasentamientos en el margen de peniplanicies ymesetas, y en otras se prefieren las tierras bajas yvalles. Por más que el primer caso se concentraen las comarcas occidentales y el segundo en lasorientales, es de suponer que nos encontremosante una situación de cierta variabilidad condicio-nada, entre otros factores, por el marco orográfi-co y ecológico, diversidad que no ha pasado desa-percibida en el ámbito del noroeste peninsular,tanto en el norte de Portugal (Bettencourt 2000a:82) como en Galicia (Méndez 1994: 92). La ma-yor vinculación con tierras amesetadas que bor-dean los valles parece ser bastante frecuente des-

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    Lám. V. Sondeo 4. La muralla efectuando la flexión quecierra el angosto extremo oriental.

  • de la Edad del Bronce en las tierras interiores deesas regiones, notándose una progresiva tenden-cia a la colonización de los valles que culminaráen la Edad del Hierro (Bettencourt 2000a: 80 yss.; Parcero 2000: 86). Asociado a estos castrosde la primera Edad del Hierro, implantados enmedianas alturas, se ha descrito en Galicia unmodelo agrario caracterizado por un cultivo ex-tensivo reiterado que apenas deja huella en el pai-saje por no equiparse de obras de acondiciona-miento (Parcero 2006: 60 y 80), aspectos que seacomodan bien al castro de La Forca.

    LA COMPLEJA ANTROPIZACIÓNDEL ENTORNO

    La Forca se imbrica en un espacio abundadoen manifestaciones castreñas, sea hacia la ver-tiente del Nalón, sea hacia la del Narcea, perotampoco se cuenta con ninguna información cro-nológica de ellas. Lo más sorprendente es que atan sólo unos pocos centenares de metros, al otrolado de la escotadura que lo recorta por el norte,existe otra fortificación catalogada como castreña(González 1966: 266). Conocida como El Pedreo,se ubica en un espolón rocoso sobre la tajaduranatural, en un medio agreste, y posee varios pe-queños fosos más un enorme derrumbe de piedrasen un recinto pequeño. Una oportuna prospeccióncon georradar permitió identificar una estructurade planta oval o rectangular, de 35 por 18 m ensus ejes, que insinúa una pequeña fortaleza (Es-trada 2000: 2-4) (9). De ser correcta esta morfo-logía, unido al ostensible carácter estratégico del

    emplazamiento, habrá que pensar en su probablecorrespondencia a época romana o altomedieval.No obstante, como en un radio de 4 km se cono-cen otros cuatro castros ribeteando la sierra, quizáalguno de ellos pudo reemplazar el fallido intentopoblacional de La Forca, debiendo tenerse muyen cuenta la interdependencia existente entre po-blados próximos, máxime en el caso de una pe-queña comunidad como la que pretendió estable-cerse en ese castro.

    Realmente, es bien conocido que este sectorde la sierra, que separa las cuencas del Nalóny Narcea, tuvo desde época romana y hastanuestros días una gran importancia en la comuni-cación transversal entre ambos valles, encauzado-res, por otro lado, de la mayor parte del pobla-miento de la Asturias central y centro-occidental,esto es, la Asturia Transmontana. Por el colladodel Fresno, situado un millar de metros al sur deLa Forca y de La Cabruñana, transcurre el cami-no medieval a Santiago (Uría 1948: 553-554), se-guramente siguiendo una arteria romana, la queiba de Lucus Asturum a Lucus Augusti, trazadoque aún estaba en uso a finales del siglo XVIII(Jovellanos 1915: 84 y 317). Dos recientes e im-portantes hallazgos vienen en apoyo de su curso:el establecimiento romano, a todas luces itinera-rio, de Las Murias en la bajada al Narcea (Estrada2006) y el arranque de un largo puente, que con-taba entre 10 y 14 arcos, que cruzaba ese río alpie del primero (Requejo 2007). Pero no deja deser cierto que por La Cabruñana pudo haber un

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    Lám. VI. Sondeo 3. La muralla del Castro de La Forca en el sector meridional. Su cara interna se muestra recubierta porun caballete de tierras oscuras quizá formado durante la guerra civil y que sella un suelo subactual. Por encima, una suce-sión de facies de gravas y arenas alternando con bandas orgánicas pertenecientes al gran volcado de la trinchera minera.

    (9) El estudio fue realizado por la empresa AITEMÍN, gra-cias a la ayuda de José Carrasco.

  • paso al menos desde tiempos medievales, pues yaen 1267 se menciona una malatería en ese lugar,y un viejo camino asciende desde el valle del Na-lón siguiendo la profunda torrentera que separalas fortificaciones de La Forca y El Pedreo, pordonde se encajó en el siglo XIX la carretera na-cional a Galicia que justificaría el valor estratégi-co que La Cabruñana adquirió en la guerra civil yque, antes, durante la de la Independencia habíadesempeñado El Fresno (Álvarez Valdés 1988:206, 241). El camino de La Cabruñana, además,podía pasar cerca del castro de El Castiello deDoriga situado sobre la vega del Narcea (Gonzá-lez 1966: 266). Con todo, la red de comunicacio-nes antiguas era aún más complejo, puesto que,proveniente de Asturica Augusta, allí llegaba lavía romana de La Mesa recorriendo la larga cuer-da de un conjunto de sierras hasta el collado de ElFresno, donde se cruzaba con la anterior, y debíaproseguir hasta la costa.

    No podemos, ni mucho menos, transponer larealidad caminera expuesta a los tiempos de LaForca, pero un buen conjunto de túmulos dis-persos por los segmentos de la sierra confirmanviejas ocupaciones y amplios trasiegos pastori-les, a la par que los collados constituían las rutasde paso obligadas entre las espaciosas vegas delNalón y Narcea en cuya proximidad acabaronasentándose varios castros. Esas rutas seculares y

    las surgidas entre los nacientes núcleos reper-cutieron en la consolidación de los dominiosespaciales locales. La inserción de los pobladosen una red caminera facilitaba la intercomunica-ción, pero también constituía un factor de controlde paso en los sucesivos territorios que eran atra-vesados, ya fuese con vistas a intercambios o es-pecialmente en los desplazamientos del ganadoen busca de áreas de pasturaje. Por si fuera poco,esta sierra pudiera avenirse bien con el hito divi-sorio natural que mediase entre los pueblos de loslugones y pésicos del período romano, cuya dife-renciación administrativa quizá se sustentase enun trasfondo étnico. De modo que La Forca vienea inscribirse entre los asentamientos de la primeraetapa castreña vinculados al curso de rutas natu-rales, por las que transcurrieron después los cami-nos históricos, al igual que ocurre en Asturias conlos relevantes poblados de El Chao Samartín y ElCastillo de Camoca.

    CONCLUSIONES

    En definitiva, durante el episodio formativodel ciclo castreño una pequeña comunidad inten-tó establecerse en el cerro de La Forca con untipo de recinto fortificado convencional a los pa-trones de aquella cultura. Ese asentamiento con-

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    Lam. VII. Explanada en la que se encontraba la necrópolis tumular de El Valle. A la dere-cha el Picu La Forca y la amplia depresión del Nalón.

  • solidaba una ocupación previa, representada porlos grupos constructores de túmulos, que dejó unpaisaje y una forma de explotación del medio queeran bien conocidas y, a tenor de su coincidenciaen el espacio, cabe alegar que compartidas por lagente impulsora del nuevo poblado. Si no fueroncontemporáneos al poblado, al menos estos mo-numentos funerarios estaban integrados en el pai-saje más próximo con lo que debían de conservarun significado simbólico de relación con los ante-pasados. La vocación económica de las tierras al-tas en la que se emplaza es claramente ganadera,tolerante para una agricultura ligera de roza yquema, pero aún con un gran peso forestal en lasproximidades. La zona es una auténtica encruci-jada entre las rutas que recorrían la sierra y lasque pasaban entre los valles del Nalón y del Nar-cea, todas ellas cristalizadas desde época romanahasta la actualidad. Este debió ser el contexto quepretendió apropiarse de una forma estable el gru-po humano que afrontó la construcción del castro,en un momento en el que la competencia socialpor el dominio y autonomía de los pequeños terri-torios locales debió incrementarse notablemente,tal como delata la propia aparición de los pobla-dos fortificados en el contexto europeo. Si el fra-caso poblacional de La Forca se debe a algúnefecto de esa pugna subyacente o a circunstanciasimprevistas es un interrogante que, con la infor-mación disponible, ha de quedar pendiente de ex-plicación. Salvando las inevitables distancias, so-bre esta casuística es obligado recordar los varioscasos, reflejados en el diplomatario medieval as-turiano (Ruiz de la Peña 1981), en que las rivali-dades sociales condenaron al fracaso el desarrollode algunas pueblas nacientes. Al igual que ha dequedar en suspenso el grado de dependencia conlas causas, mucho más globales, que generaron elabandono o profunda transformación de muchospoblados castreños de la primera Edad del Hierro.

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    El castro inacabado de La Forca (Grado, Asturias). Un dominio territorial frustrado 159