El Coleccionista de Relojes Extraordinar - Laura Gallego Garcia
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Jonathan debe salvar el alma de su madrastra y para ello, antes de quetranscurran doce horas, ha de encontrar el reloj Devereaux; que seencuentraenalgún lugarde laCiudadAntigua.ConayudadeEmma,unajovenextraña,seadentraenlosmisteriosdelaciudadquesetransformaamedidaqueavanzalanoche.¿Quépeligrosyamenazasacechanalosdosamigos?Hermosahistoriadeaventurasyacciónquenos transmitevalorescomolaamistadylasuperacióndedificultades.JonathantienedocehorasparaencontrarelrelojDeveraux.Esloúnicoquepuedesalvarelalmadesumadrastra.Perohayunproblema:el relojestáescondidoenalgúnrincóndelaCiudadAntigua,unlugarquesetransformaamedidaqueavanzalanoche.Unanovelaquereflejalafuerzadevoluntadatravésdepeligrosasaventurasymisteriosasrealidades.
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LauraGallegoGarcía
Elcoleccionistaderelojesextraordinarios
ePUBv1.0Dirdam15.04.12
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Ilustracióndecubierta:EnriqueJiménezCorominasAñodepublicación:marzode2004Editorial:SMISBN:84-675-3071-1
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«Elhombreeselúnicoserenlanaturalezaquetieneconcienciadequemorirá.Aunsabiendoquetodohadeacabarhagamosdelavidaunaluchadignadeunser
eterno».PauloCoelho,
Diariodeunmago
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Prólogo
Lord Clayton cogió una de las pistolas de la caja con gesto torvo. Sin vacilar,Jeremiahtomólaotra.Nodejódenotarqueambaseranarmasmagníficas,repujadasenoroyplata,conlaculatafinamentelabrada.LordClaytoncargólasuya.Jeremiahloimitó.Semiraronalosojos.
No había expresión en ellos. Ni odio, ni rabia, ni desafío, ni orgullo. Solo lainsondableprofundidaddelcosmos.
—Quincepasos—dijoeljuez,elúnicotestigodeldueloqueibaatenerlugarenaquellaoscuracalleja londinense.Seremovió, inquieto.Habíaalgoenaquellosdoshombresquenoleinspirabaconfianza.
Los dos alzaron las armas y dieronmedia vuelta. Por alguna razón, el juez sesintióalgomejorcuandoperdieronelcontactovisual.
—¡Uno!—exclamó.Jeremiahavanzóunpaso.Estaba solo a catorcedelmomentodecisivo, pero su
mente insistía en retroceder atrás en el tiempo, hasta lo que había sucedido en lasubasta, apenas una hora antes. Siguió obedeciendo mecánicamente, como unautómata,lasindicacionesdeljuez,mientrasrecordabacómosehabíadesarrolladolapujaporelmásextraordinarioobjetoquejamássehubiesevistoenaquelsalón.
—¡Dos!Jeremiah había entrado en la sala justo cuando subastaban aquel cuadro de
Botticelliysehabíareunidoallícon lapersonaque loestabaesperando,una jovenpelirrojadegestopreocupado.Losdossehabíanquedadoalfondodelahabitación,expectantes,sinllamarlaatención;ellalehabíaseñaladoensilenciolaprimerafila,dondesehallabasentadolordClayton,ydespuéshabíasalidoalexterior,dejandoelasuntoenmanosdeJeremiah.
Eljovensabíaquehabíallegadoatiempo,peronoporellobajólaguardia.Podíasentir perfectamente la impaciencia de lord Clayton. Sabía lo que sucedería sí seinterponíaentreaquelhombreyloúnicoqueansiabaenelmundo,peronoteníaotraopción.
—¡Tres!Porfinelobjetohabíahechosuapariciónsobreelmanteldeterciopeloquecubría
lamesa.LordClaytonhabíatenidoquecontenerseparanosaltarsobreél.Eraunreloj.El legendario relojdeMadameDeveraux,unacortesanaquehabíavividoenel
París del siglo XVII y que había recibido aquel lujoso regalo de manos delmismísimoreydeFrancia.Aquelobjetoeraunajoya:setratabadeunrelojdemesacaprichosamentelabradoenoroyadornadoconfigurasdequerubinesquesostenían
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elsol,lalunaylosplanetas,ygirabanconlentitud,ejecutandounapausadadanza,entornoalaesfera,demanecillasdeoroycuajadaderefulgentespiedraspreciosas.
—¡Cuatro!El reloj Deveraux no tenía precio, pero lo habían sacado a subasta aquel día.
Desde su puesto al final de la sala, Jeremiah casi podía visualizar a lord Claytonfrunciendo el ceño y clavando las uñas en los brazos de su asiento. Para todas laspersonas reunidas en aquella sala, el reloj Deveraux era una joya de incalculablevalor. Para dos de ellas, en cambio, contenía un secreto que jamás había sidodesvelado.Unodelosdosdeseabadescubrirlo;elotro,ocultarlo.
—¡Cinco!Los más poderosos pujaron por el reloj. Lord Clayton permaneció callado, en
tensión,mientras las cifras ofrecidas por aquel extraordinario objeto se disparabanunayotravez.Finalmente,cuandoparecíaqueelrelojDeverauxibaacaerenmanosdeunnuevoricoquenoloencontrababello,peroquedeseabademostrarqueestabaala altura de los nobles más encopetados, la voz de lord Clayton se alzó entre lamultitud,fríaydesafiante,ofreciendoporelrelojmuchomásdeloquenadieestabadispuestoapagar.
Hubomurmullosenelsalón.TodosconocíanlainmensafortunadelordClayton;sabíanquepodíacomprarcualquiercosaquedeseara.Trasunbreveforcejeoverbal,el acaudalado burgués bajó la cabeza y reconoció su derrota: se veía incapaz demejorarlaofertadelnoble.
—¡Seis!Elpequeñomazoestabaapuntodedescenderanunciandoqueelaristócrataerael
nuevopropietariodelrelojDeveraux,cuandoJeremiahsesintióobligadoaintervenir.Sehabíaofrecidounaauténticafortunaporaquelobjeto,peroJeremiahylossuyosyalohabíanprevisto,ydisponíandeunfondonadadesdeñablepararescatarelrelojdemanosdelordClayton.
CuandolavozdeJeremiahresonóporlasala,doblandolaofertadelnoble,todossevolvieronhaciaél.EljovensintiócomosilehubiesenlanzadounapuñaladadesdelaprimerafilacuandolordClaytonclavóenélsusojoscomopozossinfondo,perosostuvosumiradasinvacilar.
Noeraaquellalaprimeravezqueseencontraban.—¡Siete!Lord Clayton habría debido suponer que Jeremiah o alguno de sus amigos
tratarían de impedir que se hiciese con el reloj.Así había sido en otras ocasiones.Peroelrelojsiemprehabíaburladoaambosbandos,desapareciendoyreapareciendo,comprado, vendido, regalado, robado por unos y por otros, pero nunca tocado pornadieque,comoellosdos,conociesesuverdaderovalor.
Habíaresurgidodenuevo,comounfantasma,enelcatálogodeaquellasubasta.
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LordClaytonestabaallí.Enestaocasión,creíahaber llegadoantesquenadie,peroJeremiahhabíafrustradodenuevosusesperanzas.
—¡Ocho!En losminutos sucesivos, el destino del relojDeveraux pasó de unasmanos a
otras,mientras las cantidadesofrecidas por ambos semultiplicabanhasta extremosinsospechados.
Finalmente,lordClaytonescupióunacifraquesuperabatodaslasprevisiones.Enlasalareinóelsilencio,ytodosmiraronaJeremiah,esperandosureacción.
El muchacho frunció el ceño y apretó los labios, pero permaneció callado. ElgolpesecodelmazoentrególapropiedaddelrelojDeverauxalordClayton.
—¡Nueve!Los dos habían aguardado con impaciencia el final de la subasta; lordClayton
deseabadesaparecercuantoantesconsunuevaadquisición.Jeremiahesperabapoderinterceptarloatiempo.LordClaytonintuíaloquesucederíasilosdosseencontraban,yqueríaevitarloatodacosta.
Jeremiah fue rápido, y lo detuvo en el vestíbulo. «Quiero ese reloj», le habíadicho.«Tedesafío».EntornoalordClaytonseelevaronmurmullosescandalizados.Todoshabían reconocidoen Jeremiahal jovenzueloquehabíadisputadoel reloj alnobleenlasubasta,peroaquellamaneradedirigirseaéleradeltodoinapropiada.
—¡Diez!Sin embargo, lord Clayton había palidecido. «Conoces las reglas», añadió
Jeremiah.«Nopuedesevitarunenfrentamientoconmigo».NadieentendiólaspalabrasdeJeremiah,peroparalordClaytondebíandetener
sentido,porqueasintió,conrabia.Jeremiah sintió que alguien le tocaba el brazo.Al volverse, vio junto a él a la
joven pelirroja, que lomiraba como solo ella sabía hacerlo. «Ten cuidado», habíadicho.
—¡Once!EllasabíaqueparallegaraaquelextremoJeremiahhabíatomadounaimportante
decisión.LasnormasdelDesafíonohablabande formas;cualquieraeraválida, sinimportarlasarmasaemplear,elmomentoniellugar.Loúnicoquenopodíavariareranlasconsecuenciasdelencuentro.Fueraquienfueseelvencedor,sabíaquenuncamásconoceríaunsolomomentodepaz.
—¡Doce!Pero,siJeremiahhabíadadoaquelpaso,lordClaytonnoteníamásremedioque
aceptarlo.Losdoseranconscientesdequeloqueestabaenjuegoeramuchomásqueunsimplereloj,muchomásquesusvidasosusalmas.Ynoimportabaquiéndelosdoshubieraofrecidomásdineroen la subasta.Ambos teníanotrosmétodosmenosconvencionales para alcanzar sus objetivos. Sin embargo, sus normas de actuación
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habíanpasadosiempreporlamásabsolutadiscreción.Poreso, tantounocomootrosecomportabansiempreconlamayornormalidad
posible,parapasardesapercibidos,yporesohabíanparticipadoenlasubastaporelrelojDeveraux.AunquelordClaytonerademasiadoespecialcomoparanollamarlaatencióndealgunamanera,estuvieradondeestuviese.
—¡Trece!El aristócrata eligió el duelo con pistolas. Sin embargo, y en contra de lo que
dictabalatradición,enestaocasiónnohabríatestigosnipadrinos,yellugardelacitasemantendría en secreto.Solo trespersonas estaríanpresentes en ladisputapor elrelojDeveraux: Jeremiah, lordClaytonyun juezqueno conocía aningunode losdos,ydelqueseesperabafueseimparcial.
—¡Catorce!Jeremiahvolvióalarealidad.Susdedossecerraronentornoalapistolahastaque
susnudillosestuvieronblancos.Respirabatranquilo,sinembargo.Debíamantenerlacabezafría.Talvezsolodispusieradeunosminutosdespuésdeladetonación,unosminutos preciosos que no debía desaprovechar. Sentía también, a sus espaldas, latensióndelordClayton,casitreintapasosmásallá.
Yentonceslavozdeljuezseelevósobreellos:—¡Quince!Jeremiahdiomediavueltaydisparó.SintióunviolentodolorenelhombrocuandoeltirodelordClaytonlegolpeócon
toda la fuerza de su odio. Jeremiah retrocedió unos pasos y vio cómo el noble sedesplomabahacia atrás, con los ojos abiertos de par en par y unamancha carmesífloreciendoensupecho.
Eljuezsesantiguó.Juntoaél,sobreunpañoenelsuelo,elrelojDeverauxrelucíamisteriosamente.
Ignorandoeldolor, Jeremiahcorrióhastaelobjeto, loenvolvióenelpañoy loagarróconambasmanos.
—¡Unmomento,muchacho!—tratódedetenerloeljuez—.¡Estáisherido!Jeremiahno lo escuchó.Cargóconel reloj, apartó alhombredeunempujóny
echóacorrercallejónabajo.—¡Eh!¡Eh!No hizo caso de los gritos del juez. Sabía que no disponía de mucho tiempo.
Corriódesesperadamente,oprimiendoconfuerzaelrelojDeverauxcontrasupecho,en dirección al río. No se detuvo ni siquiera cuando los mástiles de los barcosaparecieronrecortadoscontraelcieloalfondodelacalle,nicuandounabofetadadeairehúmedolegolpeóelrostro.NosedetuvohastaqueseencontróasalvoabordodelVictoria,elbarcoquehabríadellevarloatierraslejanas,ynosesintiótranquilohastaque losedificiosde laciudadnofueronmásquesombrasdesfiguradaspor la
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nieblaquesealzabadesdeelTámesis.Entonces, y solo entonces, apartó la ropa para examinar la herida. Exhaló un
profundo suspiro al comprobar que estaba completamente curada. Los restos desangresecamanchabanunapielperfecta,sinunsolorasguñonicicatriz,enellugardondeeldisparodelordClaytonlohabíagolpeado.
Lejosdeallí,enelcallejón,eljuezhabíacerradopiadosamentelosojosdelmuertoyse disponía a cubrir su cuerpo con una manta. Pese a que lord Clayton era unindividuomisteriosoqueno inspirabaconfianzaanadie,elhombresesantiguóporsegundavezantesucuerpo.Ibaataparsurostroconlamantacuando,desúbito,lordClaytonabriólosojosylomiró.
Eljuezretrocedió,tanaterrorizadoquenopudogritar.Lord Clayton se incorporó. Se palpó la herida del pecho para comprobar que
habíasanadomilagrosayespontáneamente.Sinsorprenderseenabsolutoporelloysin prestar atención al horrorizado juez, que había retrocedido hasta la pared, lordClaytonmiróasualrededorenbuscadeJeremiahyelrelojDeveraux.
Nolosencontró.Elresucitadoemitióunaullidodeodioyfrustraciónquesealzóporencimadelos
tejadosdeLondresysedesparramóhacialoscielosneblinosos.
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Capítulo1
Tresfigurasaguardabanbajounsoldejusticiafrentealviejocaserón.Eranmásdelascincodelatarde,yanadieenlaCiudadAntiguaselehabríaocurridoabandonarla frescasombradesuscasas,pero los tresvisitanteseranobstinados,ynisiquieraaqueltórridocalorloshabríahechodesistirdesuspropósitos.
Elhombreerarobustoycolorado.Vestíaunacamisaquellevabaporfueradelospantalones cortos. Sobre los calcetines blancos calzaba unas sandalias que seajustaban a sus tobillos. Completaba su atuendo con una gorra de su equipo debéisbol favorito que llevaba ladeada sobre el cabello rubio y lacio, y pendía de sucostadounacámarafotográficadeúltimageneración.
Lamujer era delgada, y se abanicaba para soportarmejor el calor.Vestía ropaceñida de colores chillones y llevaba unas enormes gafas de sol.Cubría su espesamelena rizada, que llevaba suelta sobre los hombros, con una pamela blanca. Seagarrabaasubolsocomositemieraquefuesenarobárseloencualquiermomento.
Elmuchachodestacababastantemenosquelallamativapareja.Teníaunosquinceañosyvestíavaquerosyunacamisetablanca.Unapequeñamochilaoscilabasobresuespalda.Erarubio,comosupadre,perodelgado,yllevabagafas,queconstantementedebíalimpiar,porqueseleempañabanacausadelsudor.
En aquellosmomentos, el hombre estaba examinando con el ceño fruncido unviejofolletoturístico.
—Noloentiendo—resoplófinalmente,consuinglésdemarcadoacentodeTexas—.Aquílodicebienclaro:«MuseodelosRelojes.Gratuito.Abiertotodoslosdías,de 10:00 a.m. a 2:00 p.m., y de 5:00 p.m. a 7:00 p.m.». ¿Por qué está cerrada lapuerta?
—Billy, querido —se quejó la mujer—. Hace mucho calor. No podemosquedarnosaquíparadostodalatarde.
Elhombregruñóalgoy,porfin,alzólaaldabaparadejarlacaersobrelapuerta.La llamadasonómás fuertementede loqueellosesperaban,y sueco retumboconfierezadesdeelinteriordelacasa,trayendoconsigounanotadesoledadyabandono.
Los tres esperaron, sin embargo. El muchacho contemplaba el edificio coninterés.El caserón era de piedra, seguramentemuy antiguo.La puerta, demadera,conadornosdehierro,ajadaporeltiempo,eraenorme,ysobreellaseapreciabaundesgastadoescudodearmasgrabadoenlapiedra.
—Pareceunpalacio—comentóamediavoz.Elhombreechóunvistazoyresoplódesdeñosamente.—Nodigastonterías,Jonathan.¿Quiénquerríavivirenestaantigualla?Sacudió la cabeza, como para desechar tan absurda idea, mientras su esposa
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contemplaba horrorizada el edificio, imaginando lo espantosamente incómodo queseríahabitarenél.
Jonathansuspiró,peronodijonada.—Quédesconsideración...—protestólamujer—.Hemosvenidodetanlejos...—Sinovemoselmuseonopasanada—apuntóJonathanrápidamente—.Seguro
quelacatedralestáabierta.Portodarespuesta,supadredescargódenuevolaaldabasobrelapuerta.—¡Eh!—gritó—.¿Hayalguien?¡Abranlapuerta!¡Queremosverelmuseo!Silencio.Soltólaaldaba,contrariado,ymiróaJonathan.—¿Porquénopruebastúahablarlesensulengua?—Déjalo,papá—respondióelchico,incómodo—.Estamoshaciendoelridículo.—¿Ridículo?—exclamósupadre,ofendido—.¿Nosotros?Jonathan suspiró de nuevo. Su padre había hecho una nada desdeñable fortuna
fabricandocomponentesparabicicletas,perosunivelculturaleraprácticamentenulo,y él nunca había hecho nada por mejorarlo. Jonathan recordaría toda la vida elescándalo que había armado al encargar los billetes para aquel viaje, porque habíacreído que el precio era abusivo... antes de enterarse de que España no estaba enSuramérica,comoélpensaba,sinoenEuropa,alotroladodelocéano.
Jonathansabíaquenoestababienqueseavergonzaradesupadre,peronopodíaevitarlo.
Traslamuertedesuesposa,BillHadleyhabíahechotodoloposibleparaquelosdeseosdeellaconrespectoaJonathan,queentonceseratodavíaunbebé,sevierancumplidos.Habíainvertidomuchodineroenunabuenaeducaciónparaelmuchacho,convencidodequellegaríaaserunimportantehombredenegocios.PeroJonathannoestaba interesado en los asuntos terrenales. Él era un soñador. Le gustaba pasar eltiempoleyendoyevocandotierraslejanasquetalveznuncallegaríaavisitar.
Laauténticapasióndesuvida,sinembargo,siemprehabíasidoEspaña.Supadreteníalaesperanzadequeconeltiemposentaríalacabeza,peronohabía
podido resistir la tentaciónde sorprenderle conelmejor regalodecumpleañosqueJonathanpodríadesear.Enefecto,conmotivodeldecimosextoaniversariodelchico,quetendríalugarenseptiembre,BillHadleyhabíadecididollevarloaEspañadurantelasvacacionesdeverano.
Demodoqueallíestabanlos tres,Jonathanysupadre,yMarjorie,suflamantenuevaesposa;elmuchachoapreciabayagradecíaelregalodesupadre,peroestabaempezandoapensarque talvezhabría sidopreferible esperarunoscuantosañosyemprenderaquelviajesolo.
Bill Hadley lanzó una última mirada desdeñosa a aquella obstinada puerta yresoplódenuevo,dandolaespaldaalcaserón.
—Mejorvámonos—dijoasufamilia—.Esteestúpidofolletodebedeestar...
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Un súbito chirrido que sonó tras él lo hizo callar. Los tres se volvieron,sorprendidos.
Lapuertaestabaabierta.Porlarendijaasomabaunrostroviejoyapergaminado,enelcualparpadeabanunosojillostrasunasgafasdemedialuna.
—¿Sepuedesaberporquéarmantantoescándalo?—protestóelhombrecilloconvozcascada—.¡Estoesunapropiedadprivada!
BillHadleysehabíaadelantado,conelfolletoenlamano,peroeltonoairadodelviejolohabíahechodetenersedenuevo.Porsupuesto,nohabíaentendidounasolapalabra,perohabíacaptadolaintención.
—¿Quéhadichoesteviejoloco,Jonathan?Elmuchachoseadelantó,azorado,limpiándoselasgafas.—Disculpeamipadre,señor—dijo,enunespañolacadémico,aprendidoenlos
libros—.BuscamoselMuseodelosRelojes.¿Podríaindicarnoselcamino?Laexpresióndelhombrecillocambió.MiróaJonathanconciertacautela.—Debedehaberunerror.—Sí,losuponemos,perosiustedpudieradecirnosdónde...—EstoeselMuseode losRelojes—explicóelviejo—.O,mejordicho,«era».
Cerramoshacesieteaños.Jonathan se volvió hacia su padre y sumadrastra para explicarles la situación,
peroellosnoatendieronarazones.—¡Aquídicequeelmuseoestáabierto!—insistióBill,agitandoelfolletofrentea
lasnaricesdelviejo.—Dejadloestar—pidióJonathan,incómodo.—¿Porqué?Dilequehemosvenidodemuylejos.DeTexas.Te-xas.Díselo,Jon.—Dejaalchico,Bill—intervinoMarjorie—.¿Novesqueloestásavergonzando?—¿Porqué?Soloestamospidiendoexplicaciones,nadamás.Jonathansuspiróconresignación.—Mis padres insisten en que quieren ver el museo, si todavía hay relojes ahí
dentro—ledijoalportero.—Jovencito, no se trata de lo que quieran o no quieran—replicó el viejo con
severidad—.Losrelojessiguenaquí,perolaexposiciónfueclausurada.Noséquiénlesdijoquepodíanveniraverla,perocometióunerror.Buenastardes.
Ibaacerrarlapuerta,peroelpiedeBillseintrodujoenelhuecoyseloimpidió.—Papá, déjalo ya. Dice que hace años que la exposición no está abierta el
público.—Loquepasa esque tú eresunpardillo, hijo, y te tomanel pelo siempreque
quieren.¿Novesqueelúnicoproblemaesquenoquieretrabajarhoy?—Bill,notemetasconelchico—lodefendióMarjorie—.Soloestá intentando
sereducado.
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Jonathanleechóasumadrastraunamiradadeagradecimiento.Marjorienoteníamuchasluces,eramelindrosaysuperficial,peroenelfondonoeramalapersona,ysiempresehabíaportadobienconél.
—¿Porqué estás siempredefendiéndolo?—protestóBill, con la puerta todavíasujeta—.Asínuncaconseguiréhacerdeélunhombredeprovecho.
El hombrecillo, ajeno a aquella discusión familiar, seguía con su pretensión decerrar, aunque con escasos resultados. Jonathan no sabía cómo empezar a pedirdisculpasporelcomportamientodesupadre,quetodavíarenegabadelosespañolesqueintentabanengañaralospobresturistas.
—Estábien—dijoentonceselviejo,agotado—.Ustedeslohanquerido.Abriólapuertadeltodo,yMarjorieHadleyseapresuróaentraralasombra.Con
ungruñidodesatisfacción,BillHadleylasiguió.Jonathan se quedó un momento fuera, bajo el sol, inseguro. Pero su padre lo
llamódesdedentro,yelmuchachonotuvomásremedioqueentrarenelcaserón,trasél.
Lo recibió un agradable ambiente fresco, pero apenas había luz, y sus ojostuvieronqueadaptarsealapenumbra.Sesobresaltóalverdospuntosbrillantesquelo observaban desde un rincón en sombras, pero casi enseguida oyó un débilmaullido,yunesbeltogatonegrocruzóágilmenteelcorredorpordelantedeél.Notuvotiempodevermuchomás,porqueenseguidaoyólavozdelhombrecillo:
—Poraquí,porfavor.Y los tres lo siguieron por un largo y oscuro pasillo. Jonathan se apresuró a
alcanzaralviejo,queibaencabeza,yleoyómurmurarparasímismo:—Almarquésnolevaagustar...—¿Unmarqués?—preguntó Jonathan irreflexivamente; enseguida se arrepintió
dehaberlodicho,porqueelviejosevolvióhaciaél,ceñudo,yelchicotemióhabersidoindiscreto.
—Eldueñodeestepalaceteesunmarqués—confirmóelhombre,trasunbrevesilencio; se detuvo junto a una puerta y los invitó a pasar con un gesto—. Lacolección que van a tener la oportunidad de contemplar es el resultado de suextremado interés por la relojería. Interés que compartían sus antepasados, si mepermitenlaobservación.
BillHadley estaba cansado de la charla de su guía, ya que no entendía ni unapalabradeloquedecía.Impaciente,entróenlasalaymiróasualrededor.
Jonathanysumadrastraloimitaron.Loquevieronyoyeronlosdejósobrecogidos.Eraunaenormesalaalargada,dealtostechosadornadosporunbelloartesonado
demadera.Juntoalasparedes,endiferentesestantes,vitrinasyhornacinasreposabantodos los relojes que pueda imaginarse: relojes de sol, relojes de arena, relojes de
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péndulo,relojesdecuco,relojesdepared,relojesdepie,relojesdemesa,relojesdebolsillo, relojes de pulsera, relojes de todas clases, formas y tamaños. Toda lahabitaciónvibrabaalsondevarioscentenaresdetictacsqueparecíancomponerunamelodíamisteriosayfascinante.
—Adelante, pasen y vean —dijo el viejo lacónicamente—. Y, por favor, notoquennada.
Jonathannonecesitóqueselodijesedosveces.Separójuntoalprimergrupoderelojesylosobservócondetenimiento.Absolutamentetodosdabanlamismahora,lahoraexacta,comprobóelchico,ynoseveíaunamotadepolvoenningunodeellos.
Supadretambiénlohabíanotado.—¿Qué te he dicho? —dijo, riendo entre dientes—. Los tienen todavía en
exposición,onosetomaríantantasmolestiasparacuidarunmontóndechatarra.Jonathanpodríahaberledichoqueteníalasensibilidaddeunbloquedehormigón
armado,peronoselodijo.Ensulugar,siguiópaseandoporelMuseodelosRelojes.Lesorprendióverque, juntoconpiezasperfectamentereconocibles,habíaotros
muchos artefactos que no había visto nunca y que, de habérselos encontrado encualquierotrolugar,jamáshabríaadivinadoqueeranrelojes.Loshabíadetodaslasépocas, estilos y procedencias, y todos ellos estaban extraordinariamente bienconservados.
Jonathan se detuvo ante un reloj de pared tallado en madera, porque sus dospuertecillas acababan de abrirse en aquel preciso instante. Una figurita querepresentaba a un leñador salió por una de ellas, mientras que un pequeño árbolavanzaba hacia él desde la otra abertura. Jonathan contempló, fascinado, cómo elárbolsedeteníaanteelleñador,quealzósudiminutahachasobreél.
El tiempo pareció congelarse mientras la figurilla descargaba el hacha, pero,cuandolohizo,todalasalasederrumbósobreJonathanysufamilia.
Elmuchacho retrocedió, sobresaltado; le costó un poco darse cuenta de lo queestaba sucediendo,pero todos los relojes se lodecíanagritos,y Jonathannopudoseguirignorandopormástiempoelhechodequeeranlascincoymedia.
Elleñadorhabíagolpeadocincoveceseltroncodelárbolydosvecesunadelasramas,acompañandocadahachazoporeltintineodeunacampanilla,peroelsonidose perdió entre la algarabía que estaban produciendo en la sala cientos de relojesdandolahoraalavez,provocandounalegreyescandalosoconciertodecampanadas,trompetillas,cucúsytodoslossonidosimaginables.
Algomástranquilo,Jonathansevolvióhaciasuspadres,yvioquenohabíasidoelúnicoenasustarseanteaquelsúbitocorodevocesdereloj.
—Quélocura—sequejóMarjorie,pálida—.¿Siempreesasí?—Suele serlo, señora mía—dijo en perfecto inglés británico una voz serena,
desdealgúnrincónensombras—,dadoqueposeomásdeseiscientosrelojes, todos
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ellosfuncionanperfectamenteyestánajustadosalahoraexacta.Todossevolvieron,sobresaltados.Jonathanaprecióunaaltayoscurafigurajunto
alacortina.Nolohabíaoídoentrar.—Se...señormarqués—tartamudeóelviejo—.Lo...losientomucho,losseñores
insistierony...—Notedisculpes,Basilio—cortóelmarqués,suavemente,yañadió,denuevoen
inglés—:Es una agradable sorpresa contar convisitantes en esta calurosa tarde deverano.
Avanzóhaciaellosylaluzqueproveníadelosventanalesiluminósurostro.Eramás joven de lo que Jonathan había supuesto. Sus facciones, de gesto enérgico ydecidido,estabanenmarcadaspormechonesdesordenadosdecabellonegro, loqueacentuaba todavíamás su palidez. Pero sus ojos eran penetrantes e inquisitivos, yparecíanligeramenteburlones.
—Ustedeseldueñodetodoesto,¿verdad?—preguntóBillHadley,aliviadoporhaber encontrado alguien que hablase su idioma, pero sin saber todavía si eranbienvenidosonoenlacasadelmarqués.
—Así es. Imaginoquemimayordomo leshabrá comunicadoque la exposiciónestácerrada.
—Noesesoloquediceaquí—protestóBill,agitandoelfolletoturísticoqueloshabíallevadohastaelMuseodelosRelojes.
Antesdequesediesecuenta,elmarquésestabajuntoaél,yBillcerrólaboca.Decercaeramuchomásaltodeloquelehabíaparecidoenunprincipio.
—¿Mepermite?—dijoelmarquésconsuavidad,cogiendoelfolleto—.Gracias.Ah—murmuró,despuésdeecharleunbrevevistazo—.Esunodelosantiguos.Mire,fueimpresohacediezaños.
SelodevolvióaBill,yesteseapresuróacomprobarqueloquedecíaeracierto.—Lachicaquenos lodio eranuevaen laOficinade InformaciónTurística—
intervinoJonathan—,yparecíabastantedespistada.Laverdadesquetardóunratoenencontrarloquelepedíamos...
—Ahílotienen—dijoelmarqués—.Pero,bueno,yaestánustedesaquí,demodoquenoveoporquénovanapoderdisfrutardelmuseo.
—Esunacolecciónmagnífica—comentóMarjorie,tratandodeseramable.—Sí,loes—suspiróelmarqués—.Sientodebilidadporlosrelojes.Hededicado
todami vida a coleccionar relojes de todo tipo, de todas las épocas... y este es elresultado—diounamiradacircular,conunbrillodeorgulloensusojososcuros—.Algunas de estas piezas valen una auténtica fortuna, pero eso es lo demenos. Locierto es que me gustan los relojes en sí. Son artefactos que en principio solopretendenmedireltiempo,peroque,dealgunamanera,estántratandodeatraparlo.Sonlallamadadesesperadadeunahumanidadquenodeseamorir.Tictac,tictac...en
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realidad,losrelojesestándiciendo:«Seteacabaeltiempo,seteacabaeltiempo...».Y,comotantosotrosinventoshumanos,estetambiénsevolviócontrasucreador.Losrelojes no han capturado el tiempo, pero sí han apresado al ser humano. ¿Nomecreen?—preguntóelmarqués,alverqueBillyMarjoriehabíanadoptadoungestoligeramente escéptico; su burlona sonrisa se acentuó aún más—. Los tres llevanrelojesdepulsera,yestándevacaciones...¿Loven?Sonprisionerosde los relojes.Ellosmarcanelritmodesusvidas.
Billhundiólasmanosenlosbolsillos,peronodijonada.—Peronoquieroaburrirlesmás—concluyóelmarqués—.Sigancontemplando
micolección,siasílodesean.Cuandoestabaabiertaalpúblico,cadarelojllevabasucorrespondiente etiqueta explicativa.Las retiré cuandome obligaron a clausurar elmuseo, puesto que ya no eran necesarias: conozco de memoria la historia ycaracterísticasdecadapiezademicolección.Demodoque,sialgunadeellassuscitasuinterés,nodudenenpreguntarme;estaréencantadodeatenderlos.
Dichoesto,saludóconunabreveinclinacióndecabezaysereunióconBasilio,elmayordomo,juntoalapuerta.
Jonathandejódeprestarles atención,y siguiómerodeandopor elMuseode losRelojes.Paseóarribayabajo,cadavezmássorprendidodequehubiesetantasclasesdiferentesderelojesqueélnoconocía.Lellamólaatenciónuncuadroquecolgabadelapared,yquerepresentabaunaescenademercadoenunaplaza.Lasmanecillasdelrelojdelatorredelayuntamientosemovíandeverdad,ymarcabanlasseismenosveinte,comoel restoderelojesde lasala.«¡Unrelojdentrodeuncuadro!»,pensóJonathan,sorprendido.
Siguiómirando.Viounrelojquecolgabadel techocomosi fueseuna lámpara.Vio también,enunavitrina,ungrupodediminutos relojesque teníanencomúnelestarengastadosenunanillo.Sedetuvoanteunartefactoconstituidopordosvasossuperpuestos;unlíquidorojizofluíalentamentedelrecipientesuperioralinferior.
—¿Estoesunreloj?—murmuróparasímismo.—Unaclepsidra—dijodeprontolavozdelmarquésjuntoaél,sobresaltándolo
—, llamado comúnmente reloj de agua.Al igual que losmecanismos demediciónbasadosenelsol,oen laarenaquecaegranoagrano,noesmuyexacto.Perofueunodelosprimerosrelojesempleadosporelhombre.
Jonathanasintió,sinsabermuybienquédecir.—Ah—dijoentonceselmarqués—.Soncasilasseismenoscuarto.El chico no entendió al principio lo que quería decir, pero pronto lo descubrió
cuando,denuevo,todoslosrelojessepusieronadarlahoraalavez,aunqueenestaocasiónelestruendofuemenorquealascincoymedia.ElpadredeJonathanhabíaestado preparado y aguardaba, resignado, a que los relojes terminasen de sonar.AMarjorie,encambio,lahabíanvueltoacogerporsorpresa,ysetapabalosoídoscon
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lasmanos,conaspectodeestarsufriendounterribledolordecabeza.Conunaperfectasincronía, los relojesenmudecierondenuevo, todosalmismo
tiempo, y pronto la sala volvió a llenarse de tictacs que parecían susurros casihumanos.
—Creoqueyahemostenidobastanteporhoy—decidióBill—.Leagradezcolaamabilidad,señor...
—...Marqués—atajó el dueñode la casa, sonriendo—.Esperoquemimodestacolecciónhayasidodesuagrado.
—Desdeluego—Billsedirigióhacialapuerta,seguidoporsuesposa,peroenelúltimomomentosevolviódenuevohaciaelmarqués—.Perocreoquenollevaustedbienlacuentadelosrelojesqueposee,señor...marqués.Noshadichoquehabíamásdeseiscientos,yyohecontadoquinientosnoventaysiete.
Los ojos delmarqués parecieron relampaguear unmomento, y dejó de sonreír.Basilio gimió y retrocedió unos pasos, como si algo terrible estuviese a punto desuceder.SoloJonathansepercatódesuextrañareacción,peronoleprestóatención,porqueelmarquésrespondió:
—Tendréencuentasuobservación,señorHadley.Permítanmeacompañarlosalasalida.
Jonathansepreguntócómosabíaelmarquéselnombredesupadre,peronodijonada,porqueesteparecíamáscomplacidoysatisfechoqueextrañado.
—Gracias,marqués.Porcierto,¿porquétuvoquecerrarelmuseo?Seríaporfaltadedinero,¿no?Nopodíaserdeotramanera,silaentradaesgratuita...
Enestaocasión,nisiquieraBillHadleypudopasarporaltoelbrillopeligrosodelosojosdelmarqués.
—Oiga,noseofenda.Hayconfianza,¿no?—No—replicóelmarqués,ylesdirigióunaintensamiradaquepusoaJonathan
lacarnedegallina—.¿Deverasquieresaberlo?—Selohepreguntado,¿no?Elmarquéssiguiómirándolos,comosipudieraleerenelinteriordelalmadecada
unodeellos.JonathanviodereojoqueBasiliomovíalacabeza,apesadumbrado.—Muybien—dijoentoncessuanfitrión,encogiéndosedehombros—.Síganme,
pues.LesdiolaespaldayseinternódenuevoenelMuseodelosRelojes.—Billy...—protestóMarjorie.—¿Qué es lo que tiene que enseñarnos? —preguntó su marido—. ¿Nos
entretendrámucho?—Enabsoluto.Perohansidoustedesquieneshanpreguntado,¿no?Billsequedópensativounmomento.Despuésseencogiódehombrosydijo:—¡Quédiablos!Mepicalacuriosidad,¿sabe?
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Echóaandartraselmarqués,yMarjorie,conunsuspiroquemásbienparecióunresoplido,losiguió.CerrabanlamarchaJonathanyelviejoportero;peseaqueestesolo hablaba español y la conversación se había desarrollado en inglés, parecíacomprendermejorqueellosloqueestabasucediendo.
Jonathansesentíainquieto.Lalógicaledecíaquenohabíanadapeligrosoenunacoleccióndeviejosrelojes;sinembargo,suinstintohabíacaptadoalgosiniestroenlafiguradelmarqués.
—Poraquí,porfavor—dijoesteconamabilidad,sonriendoasusinvitados.Y los relojes seguían sonando en tictacs acompasados, como si susurrasen su
aprobación.
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Capítulo2
El marqués los guió hasta una puerta cerrada al fondo de la sala de los relojes.Extrajounmanojode llavesdeunode losbolsillosdesuchaqueta,y fueentoncescuandoJonathansediocuentadequelapuertateníavariascerraduras.Pasaronunosminutosantesdequeelmarqués lasabriera todasyel interiorde laestancia fuesevisibleparalosvisitantes.
LostresHadleyentrarontraselmarquésymiraronasualrededor.Seencontrabanenunahabitaciónqueparecíaunaprolongacióndelmuseo,porque tambiénenellahabía vitrinas y estantes. Sin embargo, se trataba de un cuarto pequeño, fresco yoscuro.
—¿Másrelojes?—dijoBill,entresocarrónydecepcionado.—Seisrelojesmás—confirmóelmarqués—.Sumadosalosquinientosnoventay
siete del museo, que usted se ha tomado la molestia de contar, suman más deseiscientos.Seiscientostres,paraserexactos.
Jonathan no pudo reprimir una sonrisa ante la expresión de desconcierto de supadre y el elegante desquite del marqués. Sin embargo, aquella habitación enpenumbraleproducíaunaextrañainquietud.
—¿Porquéhaytanpocaluzaquí?—preguntó.—Porquelosexcesosambientalespodríandañarlaspiezas—fuelarespuesta—.
Mantengo esta habitación a temperatura media, con una luz tenue, y también lapreservo de ruidos estridentes, demodo que les rogaría que no levantasen la voz.Estosrelojessonmuydelicados.
—Bien,perono locomprendo—dijoBill—.Nopretenderáhacernoscreerqueestosrelojesloobligaronacerrarlaexposición...
—Intentaréexplicárselo,señorHadley.Verán,porunasrazonesoporotras,todoslosrelojesdelasalaqueustedesacabandevisitarsonauténticaspiezasdemuseo.Yaseaporsuacabado,porsuantigüedad,porsucomposición,porsutrabajoartísticooporsurareza.Peroestosseisrelojessoninfinitamentemásvaliosos.Selosmostraréunoporuno,pero,porloquemásquieran,notoquenningunadelaspiezas.Porsupropiobien.
—¿Esunaamenaza?—gruñóBill.—Solounconsejo—respondióelmarquésconsuavidad—.Originariamente,esta
salaformabatambiénpartedelmuseo,ysolíamostrarlacomocolofóndelrecorridopor la colección. Por tanto, otros ya visitaron esta sala antes que ustedes. Peroalgunos no siguieron mis indicaciones y hubo... en fin... ¿cómo describirlo?...Consecuencias desagradables... por así decirlo. En otras palabras: esmi obligaciónadvertirlesdelopeligrososquepuedenllegararesultarestosrelojes,demodoque,si
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ustedes desoyen esas advertencias, no me hago responsable de lo que puedasucederles.
Billselequedómirandoconescepticismo.—¡Bah!—dijofinalmente—.Estáustedloco,¿losabía?—Talvez—sonrióelmarqués—.Peroleaconsejaríaqueescuchaseloquetengo
quecontarlesantesdejuzgar.BillHadleyseencogiódehombros.—Como quiera. Estamos de vacaciones, tenemos todo el tiempo del mundo,
¿verdad?Elmarquéssonriódenuevoylosguióhastalaprimeravitrina.Enelladescansaba
un antiguo reloj de bolsillo, de plata, de manecillas finamente repujadas. Estabaentreabierto;enlaparteexteriordelatapasedistinguíanaúnlosborrososcontornosdeunescudodearmas.Enlacarainternahabíaunainscripciónlatinaquerezaba:
ReddeQuodDebes
—«ReddeQuodDebes»—leyóelmarqués—.Significa«Pagatudeuda».Esterelojeralaposesiónmáspreciadadeunzapateroquevivióenelsigloxviii.Setratabadeunajoyaquehabíapertenecidoasufamiliadesdehacíaunpardegeneraciones.Puesbien,elzapateromurióasesinadoporunnoblequenoquisopagarelprecioacordadoporunpardezapatosy,enelcalordeladisputa,sacólaespadaylomató.Aunquenohabíasidoestasuintenciónprimera,lociertoesqueellonoimpidióqueelaristócratasedeshiciesedelcuerpotrasrobarlesusescasaspertenenciassinelmenorescrúpulo.Elcrimenfuesilenciadoyelnoblehizograbarenelrelojsuescudodearmas.Peropoco después apareciómisteriosamente en su interior la inscripción «ReddeQuodDebes». Aunque el grabador juró y perjuró que él se había limitado a cincelar elescudodearmasenelreloj,elaristócratanolecreyó,yseencargódequenopudieracontarloanadie,porsiacaso.
»Lociertoesqueeserelojhabíacaídobajoelpesodeunamaldición,ysecobróelpreciodelamuertedelzapatero...conlamuertedelnoble.Elrelojlerobótiempodevidamientrasestuvoensupoder;cuandosunuevodueñosediocuentadequeelartefactomalditoeraelcausantedesuenvejecimientoprematuro,tratódedeshacersedeél,peroyaeratarde.Elasesinodelzapateroteníatreintaycincoañosypresentabaelaspectodeunfrágilancianodenomenosdeochenta.Notardóenmorir.
»Esteobjetosigueestandomaldito,yporesoespeligroso.Sealimentadetiempo.Y hace muchos años que no lo toca nadie, de modo que está particularmentehambriento.Sisefijan,veránqueelescudodearmasempiezaadesdibujarse,perolainscripciónsiguetanclaracomoeldíaenquesemanifestóinexplicablementesobreelreloj.
BillHadleymiróasufamiliaalzandolascejasenungestosignificativo.Tuvoel
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detalledenodecirenvozaltaloquepensabadeaquellahistoria,peroparaJonathanestababastanteclaro.
Elmarquésparecióhabercaptadoelgestodesu invitado,porque ledirigióunainquietantemirada.Nodijonada,sinembargo;selimitóaguiarloshastaelsiguientereloj.
Eraunaparatocompuestoporbarrasverticalesyuncuriosomecanismoparecidoaunpénduloconvariasruedasdentadas,quehacíanquedosdelasbarrassubiesenybajasen rítmicamente, con un chasquido parecido al tictac convencional. Jonathanhabíavistoalgúnartefactoparecidoenlasalaanterior,peroningunotangrande.
—Unrelojmedieval—explicóelmarqués—.Delsiglotrece.Comoven,notienenúmeros,nopuedeseñalarlahora,perosímarcaeltiempoylodivideensegundos.Pertenecióaunarzobispoalemánqueestabaobsesionadoconcontarel tiempoquefaltaba hasta el día del Juicio Final. Todo lo que consiguió fue este reloj. Sinembargo, quedó absolutamente fascinado con él. Pasaba noches y días enterossentadofrentealreloj,oyendosutictacyviendocómosuspiezassemovían,arribayabajo,arribayabajo...hastaquenadaninadiefuecapazdesacarlodesuhipnóticoestado. Cuando lo arrancaron de la silla estaba completamente rígido, y nuncalograron despertarlo. Pasó el resto de sus días sentado,moviendo los ojos arriba yabajo, arriba y abajo, como si todavía pudiese ver los engranajes de su reloj, yhaciendocon la lenguaunmolestochasquidoque imitabasusonido.Nocomía,nobebía,nodormía.Fueconsumiéndosepocoapoco,hastaquealfinalmurió.
—Quéhistoriatandesagradable—dijoMarjorie,estremeciéndose.—Noesmásqueunahistoria—replicóBill,cruzándosedebrazos—.Nosucedió
enrealidad.—Oh —dijo el marqués, sin manifestar en su rostro ninguna expresión en
particular—.¿Ustedcree?—Porsupuesto.Sifuesecierta,aalguienselehabríaocurridodestruirese...ese
condenadoreloj.—Losobjetosmalignossabencuidarsesolos,ynoson fácilesdedestruir.Yen
este reloj sigue habiendo algo maligno. El arzobispo alemán no fue el único enquedarentranceporsuculpa,asíqueyoentulugar,jovencito,apartaríalamiradadeél,anoserquequierasacabarmoviendolosojosychasqueandolalenguaelrestodetuvida.
Jonathandiounrespingoyseseparódelreloj,algoconfuso.Supadrecolocólamanazaderechasobreelhombrodelmuchacho,protectoramente,apesardequeelchicoerayatanaltocomoél.
—Nolehagascaso,hijo—susurró—.Sonsolocuentosdehadas.Jonathannorespondió,peroechóunarápidamiradaalmarqués,paraasegurarse
dequeno lohabíaoído.Estenodijonada,ni siquiera losmiró,perosus labios se
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curvaronenunalevesonrisa.Pasaronalsiguienteobjeto,unenormerelojdearena.—Yaeste,¿quélepasa?—preguntóBill,divertido—.¿Tambiénestámaldito?Elmarquésnegóconlacabeza.Noparecíaofendido.—Estereloj—dijo—fuepartedeunsiniestropacto.Unavez,unhombrevendió
su alma al diablo a cambio de la inmortalidad. Le fue entregado este reloj, quemediría laduracióndesuvida.Mientras laarenacorrieseensu interior,elhombreviviría.Cuandolaarenasedetuviese,moriría.Loúnicoqueteníaquehacereradarlelavueltaunayotravez,hastaquesecansasedeserinmortal.
»Pues bien, el reloj... se perdió... y casualmente vino a parar a mis manos—sonriócomountiburón—.Lavidadesupropietariodependedeesteobjeto.Yoyahedadolavueltaalrelojcincoveces,pero,quiénsabe...talvezalgúndíamecansedehacerlo.
Jonathanmiróelreloj,fascinado,perosupadrehabíaperdidolapaciencia.—¿Noshatraídohastaaquíparacontarnospamplinas?Elmarquéssevolvióhaciaélyloatravesóconlamirada.BillHadleyretrocedió,
súbitamenteamedrentado.—Llámelocomoquiera...señorHadley—dijoelmarqués,conuntonodevoztan
fríoquehabríaheladohastaelmismoinfierno—.Perotodavíahoysigueinternadaenel psiquiátrico unamujer quemueve los ojos y chasquea la lengua al ritmo demimagníficorelojdelsiglotrece.Ynomenosdeseispersonasperdieronsualmaenelinterior del reloj de Qu Sui. Y dos jóvenes desaparecieron para siempre entre losplieguesdelespacio-tiempoporqueseacercarondemasiadoalextraordinariorelojdepéndulodeBarun-Urt,que,porcierto,eselqueibaamostrarlesacontinuación.Pornohablardeotroprodigiosorelojdearena,eldeShibam,quehizorejuveneceradoshombresyunamujerhastaungradoanteriorasupropiaexistencia,cuandoledieronlavueltaparavercómolaarenacaíadelrevés.
Billtragósaliva.—¡Dios mío, está usted hablando en serio! ¡De verdad se cree todos esos
disparates!—Poreso—prosiguióelmarquéssinhacerlecaso—,poresoynoporotracosa
tuve que clausurar la exposición. Créame si le digo que, en realidad, me daexactamente igual si usted mete la cabeza dentro del reloj de Barun-Urt, como sidecidealimentarel«ReddeQuodDebes»consupropiotiempo.Yomeveíaobligadoa advertir a los visitantes, pero, desde mi punto de vista, ahí acababa miresponsabilidad. Por desgracia, las autoridades locales no opinaban del mismomodo...
Hubo un tenso silencio. Bill Hadley fue a decir algo, pero no encontró laspalabras.Elmarquéssonrióconamabilidadyprosiguió:
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—Yahoraqueya lo sabe, aunquedudomuchoquehayaustedcomprendido laimportancia de lo que aquí se guarda, les rogaría a usted y a su familia que medisculpasen, pues tengo asuntos que atender, y no dudo que a ustedes les quedamuchoporvisitarenlaCiudadAntigua.
Bill parpadeó, algo confuso. El marqués no había levantado la voz en ningúnmomento, y su tono había sido extremadamente educado y cortés, pero él habíacreídoleerentrelíneasquelohabíallamadoestúpidoyloestabaechandodesucasa.
—Eh...bien, sí—farfulló, inseguro—.Mejornosvamos.Que levayabienconsus...em...relojes.Jonathan,Marjorie...nosmarchamos...¿Marjorie?
Lamujersehabíaquedadoquietafrenteaunmecanismoderarabelleza.Estabaformado por un orbe de vidrio apoyado sobre un pedestal demármol. Encima delorbe había una plataforma de oro y alabastro con una serie de inscripciones encaracteres orientales, y sobre ella se movían un grupo de figuritas de oro querepresentabandistintosanimales:unratón,untigre,undragón,uncaballo,ungallo,un perro, una cabra, un mono, una serpiente, un jabalí, una liebre y un toro, quegirabanlentamenteentornoalafigura,situadaenelcentro,deunemperadorchino.Las figuras no semovían en círculo, sino atendiendo a una extraña coreografía demovimientosaparentementecaótica.Enaquelmomento,lafiguritadelgalloseestabainclinandoanteelemperador.
PeroloquellamólaatencióndeJonathanysupadrenofueladelicadaperfeccióndelosautómatasenminiatura,sinolaextrañaydensanieblaquegirabaenelinteriordelorbeyque,dealgunainconcebiblemanera,parecíaalimentarlosmovimientosdelas doradas figurillas sobre él. Algo perverso y siniestro había en aquella brumafantasmal,yJonathansintióqueselehelabalasangreenlasvenassinsaberporqué.
Entonces,comoacámaralenta,Marjorieadelantólamanopararozarelorbedelrelojconlapuntadelosdedos,yunpesadosilenciocayósobrelahabitación,comosieltiemposehubiesedetenido,yseprolongóporespaciodeunoseternossegundos,hastaqueunsuspirodelmarquéslosdevolvióalarealidad.
—Miren que se lo he advertido —dijo solamente, con más resignación quepreocupación.
En elmomento en queMarjorieHadley cayó al suelo desvanecida, los relojesdieronlasseis,ylacabezadelgallotocólospiesdelemperador.
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Capítulo3
Los instantes siguientes fueron confusos.Bill y Jonathan se abalanzaron sobre lamujer caída, que estaba mortalmente pálida y con los ojos desenfocados. Por unmomento creyeron que ella estaba muerta, pero entonces descubrieron un brevepálpitodevidaquehacíatemblarsuslabiosentreabiertos.
—Hayquellamaraunaambulancia—dijoBill,poniéndoseenpiedeunsalto.Peroelmarquéslodetuvocogiéndoledelbrazo.—Espere;ellanoestáenferma,soloprisionera;perosilaalejandelreloj,morirá.Billsesacudiósumanodeencimaconungestofurioso.—¡Maldito loco! —lo insultó—. Usted es el responsable de todo esto. ¡Me
ocuparédequepaseelrestodesusdíasenlacárcelydequenoquedepiedrasobrepiedraenestelugar!
Elmarqués no respondió. Solo avanzóhasta él y lomiró, y de repente parecíahabercrecidoenestaturaycontenertodoelpoderdeluniversoensusojososcuros.Billretrocedióunospasos,acobardado.Notratóderesistirsecuandoelmarquéscerródenuevosumanoderecha,comounagarra,en tornoa suantebrazo,y loobligóacolocarse frente al reloj y a volver la cabeza para escuchar el misterioso y casiinaudiblesonidoqueprocedíadelorbe.
Jonathan seguía inclinado junto a su madrastra, incapaz de reaccionar ni decomprenderquéestabasucediendo.Perovioconespantosaclaridadelcambioenlaexpresión de su padre; su rostro perdió el color, sus ojos se abrieron al máximo,desorbitadosporelterror,ysufrentesecubriódegotasdesudor.
—¡Papá!—gritóelmuchacho,incorporándosedeunsalto.—Ma...Marjorie—susurróél.Después,sederrumbó.Nocayócomolohabíahechosuesposa,sinoquesedejóresbalarhastaquedar
sentadoenelsuelo,conloshombroshundidos, lacabezagachayunaexpresióndeprofundadesesperanzapintadaensurostro.
—Papá—repitió Jonathan, inclinándose junto a él—. ¿Estás bien? ¿Qué te hapasado?
Peroélmovíalacabezaymurmurabaelnombredesuesposa.Todasufuerzayaltanería parecían haberlo abandonado. Jonathan lo cogió por los hombros, y se leantojaronquebradizoscomoelcristal.FuecomosiBillHadleyhubieseenvejecidodepronto, y elmuchacho no pudo reprimir un estremecimiento. Todavía se negaba acreerlashistoriasfantásticasqueelmarquéshabíarelatadoacercadeaquellosrelojes,pero una oscura garra de miedo e incertidumbre había aferrado su corazón desdehacíaunbuenrato.
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Sevolvióhaciaeldueñodelacolecciónderelojes.—¿Quélehahecho?Elmarquésseencogiódehombrosyledirigióunafríamiradacasiinhumana.—Solo le hehecho comprender enqué situación se encuentra su esposa, ypor
qué losmédicosnopodrían salvarla.Noes lobastante fuertecomoparaaceptar laverdad.
Jonathan sintió que lo inundaba una oleada de ira, nacida del miedo, ladesesperacióny la sensaciónde impotenciaproducidapor el hechodeno entenderquéestabasucediendo.Selevantódeunsaltoyleplantócaraalmarqués.
—¿Quéverdad?—exigiósaber—.¡Dígamequéleshapasadoamispadres!Suoponentelomiróconunciertobrillodeadmiraciónensusojososcuros.—Talveztúposeaseltempledelquecarecetupadre,muchacho.Tumadrastrase
halla enungravepeligro, caminandoentre laviday lamuerte.Acércate al relojyescucha.¡Perocuidado!Nolotoques.Nolorocessiquiera.
Jonathanvaciló,peroaproximósurostroalorbeyescuchó.Alprincipionooyónada.Después,pocoapoco,comenzóapercibirunsusurro
parecidoaldelvientoentrelashojasdelosárboles.—¿Quéeseso?—musitó.—Escucha—dijoelmarqués.Jonathanprestóatención.Lentamente,elsusurrocomenzóahacersecadavezmás
nítido, y Jonathan se estremeció: parecía un coro de voces humanas que hablasentodasalavez,ycadaunaenunidiomadistinto.Sonabanmuylejanas,peronocabíadudadequeeranhumanas.
—¿Peroqué...?Seinterrumpiódepronto.Unavozseelevabaporencimadelasdemás.Erauna
vozfemeninaydolorosamentefamiliar.Ypronunciabasunombre.—Jon...athan...Jonathanahogóungrito.—¿Marjorie?—Jon...athan—susurrólavozdeMarjoriedesdeelinteriordelorbedelrelojde
QuSui—.Ayú...da...me...Saca...medeaquí...Jonathanvolvió lacabezaparamirardirectamentealorbe,sobrecogido.Loque
violodejóparalizadoporelterror:lanieblacambianteparecíaformarlosrasgosdelrostrodeMarjorie,ysusojoslomirabansuplicantesmientrasunosdedosfantasmalestanteaban el interior del orbe, tratando de escapar de aquella horrible prisión decristal.
Loslabiosdelaapariciónvibrarondenuevo.—Jon...athan...El chico se separó bruscamente del reloj, pálido como la cera y temblando
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violentamente.Sucorazónlatíaconfuerza.Tardóunratoenrecuperarelhabla.—Hayquesacarladeahí—pudodeciralfin.Elmarquésasintió.—Eltiemposeagota—dijo,ysonrió,comosiacabasededeciralgocargadode
amarga ironía—. Pero hay una posibilidad de recuperar su alma antes de que seademasiadotarde...siestásdispuestoaintentarlo,claro.
Jonathannodijonada.Miróalmarquésysusojoslointimidaron.—¿Quiénes...usted?—pudopreguntaralfin.Elaltohombredenegrodejóescaparunabrevecarcajada.—Veoque,adiferenciade tuspadres, tú todavíaposeesunmínimode instinto.
Bien,Jonathan,miidentidadahoranovienealcaso.Esmásurgentequelosepastodosobreesterelojyquebusquesloúnicoquepodríacontrarrestarsuinfluencia.Conunpoco de suerte, triunfarás donde yo he fracasado —sus ojos relampaguearon yJonathanretrocedióunpaso—.Yentoncesrecuperaremoselalmadetumadrastra...ypuedequealgomás.¿Estásdispuestoaescucharme?
Jonathanmiró a su padre, pero este parecía ausente, encogido junto al cuerpoinertedesumujerygimoteandoenvozapenasaudible.Elchicorespiróhondo.Sesentíapresoenelinteriordeunaextrañapesadilladelaquenosabíacómodespertar.Sinapenasdarsecuenta,asintió.
Entonces el marqués empezó a hablar, y su voz tenía un tono hipnótico yfascinantequellevóaJonathanatiemposremotosyareinoslejanos,yfuecasicomosiélmismohubiesevividolahistoriadelextraordinariorelojqueteníapresaelalmadesumadrastra:
—ElrelojdeQuSuifuecreadoenChina,hacemuchossiglos,antesinclusodequeexistiesenenEuropaartefactosmecánicoscapacesdemedireltiempo.Fuefrutodelacuriosidadinsaciabledeunemperadorqueamabalascosasextraordinarias.Asupalaciollegabantodotipodeviajerosdetierraslejanasesperandoagradarleconlasmaravillas que traían. Al emperador le apasionaba lo nuevo y lo sorprendente, yafuerananimalesdesconocidos,ingeniosfantásticosohistoriasincreíbles.
»Perolaúnicapersonaquelogrócaptartodasuatención,unayotravez,fueunmago que vino de Persia. Alquimista, inventor, ilusionista, mecánico, poeta... uncreador demaravillas llenas demisterio y belleza. El emperador lomantuvo a sulado,encantado,yelmagollenósupalaciodeprodigios.
»Un día se presentó ante él con un nuevo ingenio que era capaz de medir eltiempo.Loschinosdividenlajornadaendocepartesotokis,quesecorrespondenconlosdoce animalesde suhoróscopo.Elmecanismoconsistía enuna serie depiezasquesemovíandemanerapredeterminada,siguiendodealgunaformaelmovimientodelosastros.Cadaunadelaspiezasllevabagrabadoelsímbolodeuntoki,ypasabanpor el centro de la circunferencia con una extraordinaria exactitud, que fue
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corroboradaporlosastrónomosmásprestigiososdelimperio.»Elemperadorquedóextasiado,ymandórevestirelingeniodelujosabelleza.La
esfera fue labrada enmármol, y las piezas, sustituidas por pequeños autómatas deoro.Cuandoeralahora,elanimalcorrespondienteseinclinabaantelafigurainmóvildelemperador,situadaenelcentrodelreloj.
»Pronto,sinembargo,elemperadorsecansódedarlecuerda,ypreguntóalmagosiexistíaalgunamaneradelograrqueelrelojcontinuasefuncionandosolo,portodalaeternidad.«Oh,sí,señor,lahay»,respondióelmago.«Existeunaenergíaeterna,yyopuedocapturarlaenunorbe.Peroelprecioesalto».
»El emperador le ordenó que trabajara en ello, sin tener en cuenta los riesgos.Cuandoelorbeestuvoterminado,elmagorevelóalemperadorqueaquelloquedebíacontenereranalmas.
»Ambos guardaron el secreto. El emperador comenzó a alimentar a suextraordinariorelojconlasalmasdeaquellosqueseatrevíanatocarlo.Yasí,prontola ciudad se llenó de cuerpos vivos, pero sin alma, como cáscaras vacías, comoautómatasquesemovíansinrecordarcómoniporqué.Nadieconocíaelorigendeestaextrañaynuevaenfermedad,puestoquenadie,exceptoelemperadoryelmago,estabaaltantodelasiniestracondicióndedevoradordealmasquehabíaadquiridoelreloj.
»Eltiempopasó,yelemperadorenvejeció,peroelrelojsehabíaalimentadobien,y seguiría funcionando varios siglosmás. Sin embargo, unamañana los sirvienteshallaronelcuerpodelemperadorvivo,perosinalma,comounmuñecogrotescoqueya no podía hablar ni pensar por sí mismo, pero que, de alguna manera, seguíaexistiendo.Tantoelmagocomoelrelojhabíandesaparecido.
»Nadie supo nunca lo que había sucedido; tal vez el emperador había queridolibrarsedesumagoy,trasfracasarensuintento,habíasufridolavenganzadeeste.Perolociertofueque,despuésdeaqueldía,nadiemásentodoel imperiovolvióacaervíctimadelamisteriosaenfermedadquetransformabaalosvivosenno-muertos.Coneltiempo,ydadoquenoseencontrócura,todosloscuerpossinalma,incluidoeldelemperador,acabaronporsersacrificados.
»NuncavolvióasabersenadadelextraordinariorelojdeQuSui,nidelmagoqueselollevó.Conrespectoacómollegóhastamicolección...bueno,esaesotrahistoriaquenonecesitasconocerahora.
Lavozdelmarquésseapagó.Jonathanhabíaescuchadoaquellahistoriadepieyensilencio,sinapartarlosojosdesumadrastra.
—Así que ya lo sabes—dijo tranquilamente elmarqués—.AMarjorie le hanrobadoelalma.TúmismolahasoídosusurrardesdeelinteriordelorbedelrelojdeQuSui,ytambiéntupadre.
Jonathanreaccionó.Miróalmarquésynegóconlacabeza.
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—No—dijo—.Nolocreo,nopuedoaceptarlo.Noesverdad.Pero,enelfondodesucorazón,sabíaquesíloera.Elmarquéssuspiródenuevoyseacercóalreloj.Elgalloyanoestabainclinado
anteelemperador.Sealejaba lentamentedeél,mientras la figuradelperroparecíacomenzaradesplazarsehaciaelcentro.
—Elrelojtardaexactamentemediocicloenapropiarsedeunalma.Esohaceseistokis, es decir, doce horas.Lo cual significa que tienes hastamañana al amanecer.Cuandoelperro,el jabalí, el ratón,el toro,el tigrey la liebrehayanpasadoporelcentro de la esfera, el reloj de Qu Sui habrá arrebatado por completo el alma deMarjorieHadley,yserádemasiadotarde.
Bill,todavíaenelsuelo,gimiódenuevo.—Pero,¿quéhedehacer?—preguntóJonathan,confuso.Elmarquésnorespondióenseguida.Avanzóhaciaelfondodelasala,yelchico
losiguió.Pasaronfrentealosdosrelojesquenohabíanvisto:elrelojdepéndulodeBarun-Urt,adornadoconcaprichosasfigurasdecorteoriental,yelrelojdeShibam,aquel cuya arena, según el marqués, caía hacia arriba si se le daba la vuelta,provocandounrejuvenecimientoininterrumpidohastaantesdelapropiaconcepción.
Peroelmarquésnoprestóatenciónaningunodeestosrelojes.Sedetuvoantelaséptimavitrina,yJonathanseasomóaella,conteniendoelaliento.
Estabavacía.—Hepasadotodamividacoleccionandorelojes.Lamayoríasonjoyas,peroen
esta sala están los... relojes especiales, extraordinarios. Casi todos están malditos,peroesonomehadetenido.Oh,sémuybienquehayotrosrelojesportentososenelmundo,peroningunomeinteresabatantocomounomuy,muyespecial,quesemehaescapadodeentrelasmanosunayotravez.Hereservadoenestasalaunrincónparaél,peroverás,Jonathan,ningunadelaspiezasqueahoramismonosrodeanesnadacomparadaconeserelojdelquetehablo.Setratadeunobjetoquepuedeprestarmeungranservicio,perotambiéntienelaclaveparadevolverleaMarjoriesualma.
»SetratadelrelojDeveraux.Jonathansequedómirandoalmarqués.—¿Ycómosesuponequevoyaencontrarloendocehoras?Elmarqués retiró un poco la cortina de la ventana e indicó a Jonathan que se
colocarajuntoaél.Elpaisajeeramagnífico.LaCiudadAntigua,encerradaensusmurallas,sealzaba
al otro lado del río, orgullosa, desafiando al tiempo y a la eternidad. Los vetustosedificioshabíansobrevividoaguerras,heladas,incendioseinundaciones,yseguíandormitando a la sombra de la catedral gótica y de varias sinagogas y mezquitas,recuerdodeun tiempoenque, tras aquellasmurallas, sehabía llamadoaDioscontresnombresdiferentes.
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—Está allí —dijo el marqués suavemente—, en alguna parte, detrás de esasmurallasqueamínomeestápermitidofranquear.
—¿Porquéno?—Esoesasuntomío,muchacho.Peroteaseguroque,simeestuviesepermitido
hacerlo, el reloj Deveraux sería ya mío, y ahora no estarías preocupándote por elfuturodetumadrastra.
Jonathan volvió a contemplar la ciudad, que pareció devolverle una miradasoñolienta,nadaamenazadora.Yahabíapaseadoporsuscallesynohabíaencontradonadapeligrosoenellas.Soloteníaquevolverallíyencontrarunreloj.Nadamás.
—No tienes mucho tiempo —lo apremió el marqués—. Date prisa o serádemasiadotarde.
Jonathan pensó en aquellos chinos sin alma, sin conciencia, que semovían sinsaberrealmentequéeran;recordóelrostrofantasmaldeMarjoriequelepedíaayudadesdeelinteriordelorbe,ysedijoasímismoquenoteníaelección.
Seinclinójuntoasupadreysumadrastraysusurró:—Volverépronto,loprometo.Marjorie no reaccionó; Bill le dirigió unamirada vidriosa. Jonathan esperó un
momento,peroélnodijonada.Echóunamiradacautelosaalanieblarojizadelreloj,peroelrostrodeMarjorienovolvióaaparecerallí.
Respiróhondo.Seincorporódenuevoy,sinmiraratrás,abandonólasaladelosseisrelojesprodigiosos.
Atravesó el museo, seguido de cerca por el marqués, y todos los relojes lerecordaronqueyaeranlasseisycuarto.ApenasvioaBasilio,queaguardabajuntoalapuerta,ytampocodijonadacuandosalióalexterior.
Sesintiómuyaliviadoalabandonar lasombradelviejocaserón.Elmarquéssequedóenlapuertayledirigióunaextrañamirada.
—Recuérdalo,muchacho—dijo—.ElrelojDeveraux.»ElrelojDeveraux...ElrelojDeveraux...»Elnombrequedógrabadoafuegoensumente.Jonathanrespiróprofundamentey
echóaandar,decidido,alaCiudadAntigua,quedormitabaalotroladodelrío.Elmarquésloviomarchar,ensilencio.—¿Túquéopinas,Basilio?—dijodepronto.El viejomayordomodio un respingo.Elmarqués seguía con la vista fija en la
figuradeJonathan,queavanzabahaciaunodelospuentesquellevabanalaCiudadAntigua.
—¿Se...serefiereustedalmuchacho?Elmarquésasintió.—Bueno —dijo Basilio, inseguro—. No parece gran cosa, ¿verdad? Quiero
decir...quenoestanfácilllegarhastaallí,¿no?Y,aunqueloconsiguiera...¿porqué
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ibanellosatratarlodemaneradistintaquealosotros?Elmarquésnodijonada.Parecíasumidoenprofundasmeditaciones.Alcabode
unosminutos,cabeceóenérgicamente.—Tienes razón, Basilio. Él no lo sabe, pero en el caso de que logre cruzar el
umbral...tendrámuchasuertesiconsigueverlaluzdeunnuevodía.Yconestaspalabras,elmarquésdiomediavueltayse internódenuevoen las
sombrasdelcaserónquealbergabaelextraordinarioMuseodelosRelojes.Basiliolosiguió.
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Capítulo4
Las calles empedradas, laberínticas, serpenteaban entre vetustas casas que habíancontempladoelpasodemuchasgeneracionesde sereshumanos.Cada rincónde laCiudadAntiguaescondíaunanuevasorpresa,peroJonathannosedetuvo;dehecho,cuandolascampanadasdelconventocercanodieronlasseisymedia,eljovenaceleróelpaso.
Caminabasinrumbofijo.Sabíaquéestababuscando,peronoteníaniideadepordóndeempezar.Sinembargo,nopodíadetenerse.Eltiempocorríaensucontra.
Aminoró la marcha en una calle flanqueada por diversas tiendas de recuerdosparaturistas,ysequedómirandolosescaparates.Vioproductosdeartesaníatípicos,lacados, repujados en oro, finamente labrados. Figuritas, vajilla, enormes espadasespañolas,cuadros,espejos...
Lamayor parte de los objetos eran de nueva fabricación, pero algunas tiendasmostrabanantigüedadesauténticas.Susojosseposaronenunrelojdepareddeplata,ysepreguntósiseríaaquelelqueandababuscando.Sediocuentaentoncesdequenoteníanilamásremotaideadecómoeraaquelfamosoreloj.¿Seríaunrelojdesol,dearena,mecánico?¿Debolsillo,depie,decuco,depared,dechimenea,demesa,depulsera? ¿Lo venderían en alguna tienda? ¿Lo expondrían en algún museo?¿Perteneceríaaalgunacasaparticular?
Enaquelmomento, Jonathanmaldijo suescasosentidopráctico.Siemprehabíasidounsoñador,yundesastreenelmundoreal.
—Deberíahaberpreguntadoalmarqués—murmuróparasímismo—.Seguroqueélsabíamuchasmáscosasdelasquemehadicho.
Se separó del cristal del escaparate, apesadumbrado, y se preguntó si perderíamuchotiemporegresandoalcaserónparapedirmásinformación.
No quiso mirar la hora. Rápidamente, emprendió el trayecto hacia la casa delmarqués,atajandoporelcaminoquelepareciómásrápido,porcallejuelasumbríasquetodavíaconservabanunciertosaborañejo,medieval.
Seperdió.Despuésdeunbuenrato,oyólascampanasanunciandolassietedelatarde. Dio media vuelta y echó a correr, con la esperanza de escapar de aquellaberinto.
Desembocóenuncallejónsinsalida.Alfondohabíaunapequeñaplazarodeadadeárboles,conuna fuentedepiedracuyocañoestaba talladoen formadebocadedragón.Jonathanbebióunpocodeaguaysedispusoavolversobresuspasos.Peroalgollamósuatención.
Se trataba de un establecimiento. Parecía viejo, y sobre su puerta se veía undesgastadoanuncioquerezaba:
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ANTIGUARELOJERÍAMOSERESPECIALISTASENREPARACIÓN
YRESTAURACIÓNDERELOJESANTIGUOSDESDE1872
Jonathansintióqueseleacelerabaelcorazón.Cuandoempujó lapuerta,unracimodecampanillasanunciósuvisita.Jonathan
clavó lamiradaenelmostrador, tratandode ignorarelcorode tictacsque lohabíarecibido,yque le recordabademasiadoaotro lugar enelquenuncahabríadebidoentrar.
Tal vez esperaba ver una mesa minúscula abarrotada de piezas de relojeríaminúsculas, y a un viejecillo minúsculo con una lente de aumento sobre un ojo,trabajando en el delicadomecanismo de algún reloj de bolsillo centenario. Lo queencontró fuemuydistinto.El relojero que lomirabadesdedetrás de unmostradoramplio y despejado, sobre el que reposaba un ordenador, era un hombre joven yatlético.No se parecía en nada a la imagen que Jonathan tenía del interior de unarelojeríaqueseremontabaa1872.
—¿Puedoayudarteenalgo?Jonathanvaciló,peroacabóacercándose.—Buenastardes—dijo;sabíaquesuespañoleracorrecto,pero,comonohabía
tenidomuchasoportunidadesdepracticarlo,temíaquesuacentonofuesemuybueno—.Buscounrelojantiguo.
Elrelojerosonrió.—Si te refieres a piezas de coleccionista, son muy caras. Puedo dejarte un
catálogo,paraquetehagasunaidea.—Sí,porfavor.Jonathanhojeóelcatálogo.LamayorpartedelosrelojeserandelossiglosXVIII,
XIXyprincipiosdelXX.Elchiconose fijóen losprecios,queeranprohibitivos,incluso para alguien con los recursos de su padre, sino que buscó en el pie de lasfotografíasaquelnombrequeelmarquéslehabíaindicado.Encuantoloencontrase,yapensaríacómohacerseconél;peroloprincipaleralocalizarlo.
Nolologró.Devolvióelcatálogoalrelojero,congestoserio.Lasonrisadeesteseensanchó.
—Yatehedichoqueerancaros.—Elrelojqueyobusconoestáaquí—explicóJonathan—.O,porlomenos,yo
nolohevisto.Nosécómoesnidequéépoca.SoloséquelollamanelrelojDafegó.Jonathannosabíafrancés,y,portanto,repitióelnombretalycomolohabíaoído
debocadelmarqués.Elrelojerolomiró,perplejo.
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—Nomesuena—admitió—.Pero,siesantiguo...—Mi padre colecciona relojes antiguos—improvisó Jonathan—. Por supuesto
que yo no podría comprarlo, pero él sí, y pagamuy bien por ellos. Lleva tiempodetrás de ese reloj, y me gustaría darle una sorpresa y decirle dónde lo puedecomprar. Sería un fantástico regalo de cumpleaños —añadió, con una sonrisa—,porqueséquelotienenaquí,enestaciudad.
Se puso colorado, como cada vez quementía, pero el relojero no lo notó. Lomirabaconinterésycuriosidad.
—¿Cómodicesquesellamaesereloj?Nuncalohabíaoídonombrar.—RelojDafegó.—Bien...haréunallamadayenseguidatecontesto.—Gracias—dijoJonathan.Elrelojeroentróenlatrastienda.Jonathanmiróasualrededormientrasesperaba,
peroapartólavistainmediatamente.Estabaempezandoaodiarlosrelojes.—Deveraux—dijounavoztrasél,sobresaltándolo.Jonathansevolvió rápidamente.Descubrióentoncesaunancianosentadoentre
losrelojes.Sepreguntócómonolohabíavistoantes.—Perdón,¿cómodice?—El reloj se llama Deveraux, y noDafegó—explicó el anciano despacio; su
rostrosellenabadenuevasarrugasconcadapalabraquepronunciaba—.D-E-V-E-R-A-U-X.
El corazón de Jonathan dejó de latir por un breve instante. Después volvió apalpitarconunanuevafuerza.
—Deveraux—repitióelchico,asegurándosedepronunciarlocorrectamenteestavez—.Sí,eseesel relojqueestoybuscando.¿Ustedconoce...?—empezó,perosedetuvoalverqueelancianonegabaconlacabeza.
—Noesunrelojcorriente,no,señor.Losantiguosrelojeroshemosoídohablardeél,perolasnuevasgeneracionescreenquesoncuentosdeviejos.Loqueyosé,yminieto no sabe—señaló con la cabeza hacia la puerta de la trastienda—, es que noencontraráeserelojenningúncatálogodeantigüedades.
—Peroesantiguo,¿verdad?—DelsigloXVII.Unaverdaderajoya,sihacemoscasodeloquedicenlostextos.
Perohacecasitressiglosquenadielohavisto.Jonathanpalideció.—Mehandichoqueestabaaquí.Elviejoriósuavemente.—¿Quién?¿Tupadre,elcoleccionistaderelojes?Jonathanfueareplicar,peronologródecirnada.—No eres el primero que viene preguntando por ese reloj, jovencito, y puedo
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imaginarperfectamentequién teenvía.Llevamuchotiempoqueriendoconseguirlo,sí,peroellosocultanbiensussecretos.
—¿Quiénessonellos?Elancianonegódenuevoconlacabeza.—No quieras saberlo, hijo. No deberías meterte en sus asuntos, solo trae
problemas,¿entiendes?Esmejorcerrar losojosyhacercomoqueno teenterasdenada...
—Peronopuedo—poralgunaextrañarazón,Jonathan intuíaquepodíaconfiaren el viejo relojero—. Mi madrastra está en peligro. Solo tengo once horas paraencontraresereloj.
Elviejolelanzóunamiradapenetrante,peroJonathanleyótambiénlacompasiónensusojos.
—Queyosepa,nadiehalogradohastaahorallegaraellos,ymuchomenoshastael reloj Deveraux. Se esconden muy bien. Caminan entre nosotros, bajo nuestromismoaspecto,peronosoncomonosotros.Poresoesmuyprobablequeyasepanqueestásaquí.
—Pero...—Son pocos y están repartidos por todo el mundo—prosiguió el anciano sin
hacerlecaso—,peroungrupodeellosseinstalóhacemuchotiempoenelrecintodela CiudadAntigua. Los viejos lo sabemos. Los jóvenes lo saben, pero no quierencreerlo.Y,sinembargo,esverdad.Asíquetencuidado,hijo.
Jonathanse irguió.Noentendíadel todo laspalabrasdelviejo,peroalgoensuserenamirada ledecíaquenoerandesvaríos seniles,queestabademasiadocuerdocomo para fabular con cosas serias. Se sintió inquieto. En ningúnmomento habíapensadoquebuscarunrelojantiguopudieratraerleproblemas.Peropensóquetalvezelancianoexageraba.
—Tengoqueencontraresereloj—dijolentamente,clavandosusojosenlosdeél.Elviejonosemovió,nidijonada,duranteunpardelargosminutosenlosque
parecióunaestatuadepiedra.—Bueno—murmuró finalmente—.Yo ya te he advertido. Para llegar hasta el
relojDeverauxprimerohabrásdellegarhastaellos.Yyosoloconozcoaunapersonaquelohayalogrado.BuscaaNico,enlasinagoga.
—¿Nico?—Ydateprisa:cierranalassieteymedia.—Pero...—¿Nomehasoído?¡Corre!Jonathandiounpasoatrás,indeciso.Echóunvistazoalapuertadelatrastienda,
de donde procedía el murmullo apagado de alguien que hablaba por teléfono.Despuésmiróasualrededor,perocadarelojmarcabaunahoradiferente.Sevolvió
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haciaelanciano.—Muchasgraciasportodo—dijo,ysaliócorriendoalacalle.Apenasunmomentodespués,elrelojerojovensaliódelatrastienda.—Mira, me dicen que ese reloj no...—miró a su alrededor, desconcertado—.
Pero,¿adóndehaido?¿Abuelo?El anciano dormitaba sobre su silla, roncando suavemente, rodeado de relojes,
comosifueraunomás.Sunietomoviólacabezayvolvióaguardarelcatálogoderelojes antiguos. Momentos después, estaba ocupado con otras cosas y ya habíaolvidadoalmuchachoextranjeroquelehabíapreguntadoporelrelojDafegó.
Mientras tanto, Jonathan había sacado de su mochila un plano de la CiudadAntiguaycorríaatodavelocidadhacialasinagoga.
Llegódiezminutosdespuésdelassieteymedia.Lapuertadelasinagogaestabacerrada a cal y canto. El patio se hallaba vacío, a excepción de un tenderete derecuerdoscuyodueñoestabarecogiendoya.
Jonathansintióqueselecaíaelalmaalospies.Avanzóhastalapesadapuertademaderaybuscóuntimbre,unllamador,unaaldaba,unpicaporte,unacampanilla,loquefuera.Peronoloencontró.Desesperado,descargóambospuñoscontralapuerta.
—¡Abran!¡Porfavor,abranlapuerta!—Novaaabrirtenadie,amigo—dijounavoztrasél—.Noquedanadiedentro.Jonathansevolvió.Eldueñodelpuesto,unjovendepieloscurayropadecolores
chillones,lomirabaconcuriosidad.—Pero...perotengoque...tengoqueentrar...arezar.—Vengaya.¿Dequévas?Estoesunaatracciónturística,¿sabes?Hacemilaños
lagenterezabaaquí,peroahoraestávacía.¿Sepuedesaberquétripaseteharoto?Jonathannoentendíamuybienlajergadelvendedor,perosícaptóquesuactitud
no eramuy bien acogida. Abatido, se sentó junto a la puerta. No sabía qué debíahaceracontinuación.Laúnicapistaqueteníasehabíaesfumado.Eltiempolehabíaganadolapartidaunavezmás.
—Hey,compadre—ledijoelvendedor—.Noespara tanto.Vuelvemañana, lasinagoganovaamoversedelsitioestanoche.
—Mañanayaserátarde—respondióJonathanconvozapagada.Peroentoncesseleocurrióunaidea.—¿Túestásaquítodoslosdías?—lepreguntóalvendedor.—Mañana y tarde—respondió él, recogiendo el toldo de su puesto—.Llueva,
nieve o truene.Además de recuerdos, vendo los tiques para entrar en la sinagoga,¿sabes?¡Soyelprimeroenllegaryelúltimoenmarcharse!
—Entonces, talvezconozcasa lapersonaqueestoybuscando—dijo Jonathan,esperanzado—.Mehandichoquepodríaencontrarloaquí.SellamaNico.
Lasonrisadelvendedorseesfumó.
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—¿Yparaquélobuscas?—preguntóconciertabrusquedad.Jonathan abrió la boca para contestar, pero no dijo nada. Su historia era
demasiadoincreíble,ydeprontoelvendedoryanosemostrabatanamigable.Peroparecía claro que sí conocía a Nico, y Jonathan no podía dejar escapar unaoportunidadasí.
—Porquetengoquehablarconél—dijoconcautela—.Tengounproblemaymehandichoqueélpuedeayudarme.
Elotronodijonada.CerróelpuestoyseacercóaJonathan,muyserio.Elchicoquisoretroceder,peroelvendedorloretuvoporelbrazoysesentójuntoaél.
—Espera,amigo—ledijo—.Hablemos.Jonathansevolvióhaciaélconlosojosmuyabiertos.—¿TúeresNico?Elvendedorsonrió,mostrandounahileradedientesblanquísimosquerelucíanen
sumorenacara.—Asímellaman.Dime,¿quéestanimportante?—Yo...buscounreloj.ElrelojDeveraux.Nicoseencogiódehombros.—Yonosénadaderelojes.¿Quiéntehadichoquepodríaayudarte?Jonathanselodijo.—Eseviejoentrometido—suspiróNico—.Noséquélehahechopensarque...—Dijoquetúereselúnicoquehalogradollegarhastaellos.NicoseabalanzósobreJonathansinprevioaviso,letapólabocaconlamanoy
miróasualrededor, temeroso.Nohabíanadiemásapartedeellosenelpatio,peroestonopareciótranquilizarlo.
—¡¡Mmmpfff!!—protestóJonathan.—¡Ssssshhhh,silencio!¿Esquequieresquenosoigatodoelmundo?Jonathanseloquitódeencima,exasperado.—¡Perosiestamossolos!—¡Calla!Túnotienesniidea.Ellosmebuscan,¿sabes?Porqueunavezcaminé
por las sombras, como ellos.Y están en todas partes. Podrían estar observándonosahoramismo.
—Aquínohaynadiemás,¿sabes?Soloestamosnosotrosdos.Nicosevolvióhaciaél,conunnuevobrillodesospechaenlamirada.—¡Aja!Entonces,¡túpuedesserunodeellos!—Eresunpocoparanoico,¿losabías?—¿Cómosabíasqueyocaminéporlassombras?—¡Nisiquierasédequémeestáshablando!Elrelojeromehadichoquehablase
contigo.—¿Ycómolosabíaelrelojero?¡Vosotrosdos...habéisvenidodeallí!
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Jonathan se estaba cansando de perder el tiempo con aquel chiflado. En aquelmomento, las campanas del convento anunciaron las ocho de la tarde. «El perro»,pensó,angustiado.«ElperroseinclinaanteelemperadorenelrelojdeQuSui».
SelevantódeunsaltoyNicoretrocedió,asustado.—¡Nomehagasnada,porfavor!—lloriqueó—.¡Teprometoquenuncavolveréa
entrar!—Entrar,¿dónde?Nicosehabíarefugiadodetrásdesutendereteyseguíagimoteando:—¡Teprometoquenoloharémás!Mira,telodevuelvo,¿vale?Jonathan vio que revolvía en una caja que había sacado de debajo del puesto.
Estabatannerviosoquesusdedosnolograbancogerningúnobjeto.—Oye,mira...—empezóJonathan.—¡Tómaloydejadeatormentarme!¡Yanotengonadavuestro,nada,nada,nada!Le lanzó algo brillante. Jonathan trató de cazarlo al vuelo, pero se le escurrió
entrelosdedos.Lorecogiódelsuelo.Noeramásqueunviejomedallónderelievesgastadosqueparecíanrepresentar
algúnantiguosímbolocelta.—¿Quéesesto?SevolvióhaciaNico,peroestesehabíamarchado.—¡Oye,espera!—lollamóJonathan,peronadierespondió.Elchicosuspiró.Seguardóelmedallónenelbolsilloyvolvióa sentarseenel
escalón de la entrada, abatido. De pronto, la ciudad parecía mucho más oscura yamenazadoraqueantes.
«¿Por qué me habrá dicho el relojero que tenía que hablar con Nico?», sepreguntó.«EstáclaroqueeltalNicotienealgunostornillossueltos».
Volvíaaestarcomoalprincipio.Selevantóysealejódelasinagoga.QuisovolveralarelojeríaMoser,peroyano
fuecapazdeencontrarelcamino.Anduvosinrumbofijohastaquesuspasoslollevaronhastaunmiradorsobreel
río.Lavistaquesedominabadesdeallíeramaravillosa.Alotro ladodel ríohabíamontañas y campos, y el mundo parecía un lugar enorme y magnífico. Jonathancontemplóensilenciocómoelsolsehundíatraslasmontañas.
Despuésdiolaespaldaalexterioryvolvióaadentrarseporlascallesdelaciudad,sintiendoqueestaloenvolvíacomounaenormetelaraña.
Pronto,lapenumbraselotragó.
Mientrastanto,nolejosdeallí,alguienloestabaobservando.Paraellosnoresultabadifícilverenladistancia,yahoraseguíanconatencióncadaunodesusmovimientos.
—Estáaquí—dijounodeellosconvozneutra.Los otros asintieron, como si aquellas dos palabras estuviesen cargadas de un
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sentidomuchomásprofundo.—Essolounmuchacho—dijootro.—¿Creesqueno representaningúnpeligro?—replicóuna terceravoz,unavoz
femenina, fría y cortante como el hielo—. No lo subestiméis por ser joven einexperto. Ha llegado hasta aquí, y todos vosotros sabéis quién lo envía. Es unintruso.Nosencargaremosdeél,igualquehicimosconlosdemás.
Ninguno de ellos replicó.Ante los ojos de aquellos seres, Jonathan vagaba sinrumboporlascallesdelaciudad,mientraslaúltimauñadesoldesaparecíatraslasmontañas.
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Capítulo5
El atardecer, la ciudad era sombría y amenazadora, y espirales de húmeda nieblaacechabanenlasesquinas,dispuestasatomarposesióndelascallescuandollegaralanoche.Jonathansesentíacadavezmásabatido.Todosloscomercioshabíancerrado,y la ciudad parecía, de pronto, solitaria y abandonada. Las calles estaban mudas,desiertas,muertas,yledevolvíanelecodesuspasos,queresonabancomopisadasdeultratumbasobreelsueloempedrado.
Sedetuvodepronto.Lehabíaparecidooírunarisafemeninaunpocomásallá.Contento por haber encontrado al fin alguien a quien preguntar en aquella ciudaddesierta,Jonathandoblólaesquinaymiróasualrededor.
Perosolohalló,unavezmás,unacallecompletamentevacía.—¿Buscabasaalguien,muchacho?Lavozhabíasonadomuycercadeél,yJonathandiounrespingo,sobresaltado.
Alvolversevioaunhombreapoyadoenlapared.—Losiento.Noleheoídollegar.El hombre esbozó una sonrisa lobuna. Jonathan retrocedió un paso,
instintivamente.Eraun individuomuyextraño.Parecía joven,pero teníael cabellocompletamentegris.Vestíaunaraídalevitadecoloroscuroysusojosrelucíanconunlevebrillorojizoenlasemioscuridad.
—¿Quiénesusted?—Esodependedeti,Jonathan—dijoelhombre,separándosedelapared.Jonathanretrocedióunpocomásylomirócondesconfianza.—¿Cómosabeminombre?Eldesconocidohizoungestodeimpaciencia.—¡Vamos, vamos, Jonathan! Me decepcionas. Un muchacho como tú, con el
valor y la inteligencia necesarios para llegar hasta aquí... ¿Y solo se te ocurrepreguntareso?
Jonathanabriólaboca,peronoacertóadecirnadamás.—Mi nombre no importa, Jonathan —prosiguió el desconocido—. Tampoco
importaloquehagoyoaquí.Lorealmenteinteresanteparaloquenosatañeahoraesmioficio.Mededicoahacertratos.
—¿Tratos?¿Esustedcomerciante?Elextrañolanzóunasiniestrarisagutural.—Enciertomodo.Verás,esmuysencillo.Séexactamentequiéneresyloquehas
venidoahaceraquí.Yestoydispuestoaofrecertealgo.—¿ElrelojDeveraux?Eldesconocidoladeólacabezadeunaformainquietante.
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—Acércate—dijo,pero Jonathansequedódondeestaba—.Ahora—insistióelotro, y sus ojos brillaron de talmodo que en esta ocasión el chico no se atrevió adesobedecer.
—¿Qué...quéesloquequiere?Elhombrelemostrólapalmadelamano.Enellaapareciódeprontounrelojde
arenacuyaspartículasemitíanunsuaveresplandoririsadoqueiluminóelrostrodelsorprendidoJonathan.EldesconocidohizogirarelrelojentresusdedosyJonathanobservó, fascinado, cómo la arena tornasolada se deslizaba por el interior de sureceptáculodecristal.
—¿Quéeseso?—susurró.—Es un reloj. En apariencia, un reloj de arena algo peculiar. Pero, querido
muchacho, laMuerte poseemillones de estos relojes, uno por cada individuo quenace sobre la Tierra. Cada uno de ellos tiene una cantidad determinada de arena.Cuandolaarenadeunrelojdejadecaer,laMuertevaabuscaralapersonacuyavidaacabadeterminarse.Loqueteofrezco,Jonathan,esnadamásynadamenosqueelrelojdetuvida.Mientraslotengasentusmanosyhagascorrerlaarena,vivirás,ylaMuertenopodráalcanzarte.Piénsalobien:teestoyofreciendolainmortalidad.
Jonathansacudiólacabeza,deshaciéndosedelhechizoqueproducíaenéllaarenaluminiscente,ylomiró,algoasustado.
—Estáustedloco.Eldesconocidosuspiróconresignación.—Muybien—dijo,yelrelojdesapareció.Jonathansesintiódeprontomuyvacíoymuysolo.—¡Espere!—dijocasi sindarsecuenta,yel relojvolvióaapareceren lamano
delextraño, iluminandodenuevoel rostrodelchicoconsuperturbador resplandoriridiscente—.¿Lainmortalidad,hadicho?¿Yquéquiereacambio?
—Es sencillo —el reloj se deslizaba de nuevo entre sus dedos, hechicero,fascinante, y la arena tornasolada resbalaba sobre el cristal; en aquel momento, aJonathan no le resultó nada difícil imaginar que estaba compuesta por miles deminúsculosgranosdevida—.Unrelojacambiodeotro.YotedoyestamaravillaytúteolvidasparasiempredelrelojDeverauxymeentregaslaPuerta.
Jonathannoentendiólasúltimaspalabrasdeldesconocido,perosíhabíacaptadoperfectamenteloquelepedíaacambio.
—¡Peronopuedohacereso!Mimadrastra...—Quélástima—dijoelotroconvozmonocorde;apartóunpocolamanoysus
dedosvolvieronaocultarelreloj.Jonathansintióqueloinundabaunaoleadadefuria.—¿Peroquiénsehacreídoqueesusted?¡No juegueconmigo!¿Creequesería
capazdemarcharmeydarlelaespaldaaMarjorieacambiodeunrelojconarenade
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colores?¿Porquiénmehatomado?—¡Ah!Bien, eres joven,puedoentenderlo.Pero lagente, sabes, suele tenerun
pánicohorriblealaMuerte.Ellanotienelaculpa,claro,solocumpleconsutrabajo.Perolosmortalesosaferráisdesesperadamentealavida,sobretodocuandolavejezyla enfermedad amenazan con precipitaros en los brazos de la Dama. Imagínate,Jonathan, dentro de varias décadas.Viejo, enfermo, solo. ¿Demasiado lejano en eltiempo?Bien,puesimaginaentoncesqueahoramismotucuerpoalbergalasemilladeunaenfermedadincurable,ytúnolosabes.¿Quépensaríassiunmédicotedijesequevasamorirmañana?¡Oh,no,nomelodigas,conozcolarespuesta!Mebuscaríasdesesperado, invocarías mi nombre y me rogarías que volviese a ofrecerte estepreciadoreloj.¿Noesasí...Jonathan?
Jonathan se estremeció. Su mente había imaginado con espantosa claridad lassituacionesqueeldesconocidolehabíadescrito.Todavíatemblaba.Porunmomentohabíasentidoquerealmenteibaamorirmañana.
Elrelojvolvíaadeslizarseporentrelosdedosdesuinterlocutor.—¿Loquieres?Jonathannodijonada.—Lo quieres —afirmó el desconocido—. Bien. No es difícil de conseguir.
EntrégamelaPuerta,damediavueltaycaminafueradelaCiudadAntigua,ycaminaycamina,ynomiresatrás.Alamanecer,elrelojserátuyo.Yseguiráentusmanosmientrastúyyoseamosbuenosamigos,¿meentiendes?
Jonathanseestremeció.—Creoqueno.¿Quéquieredecirconesode«buenosamigos»?Eldesconocidosonriódemanerainquietante.—Oh,nadademasiadocomprometido.Yotepediríaalgúnpequeñofavor,devez
encuando...Poralgunarazón,Jonathannoseatrevióapedirlequeespecificaramás.—¿Cómoséquenomeengaña?¿Cómopuededemostrarqueestees,realmente,
elrelojdemivida?—Engañarestáenminaturaleza,Jonathan,perosiemprecumploconlopactado.
Ynonecesitodemostrártelo:túsabesqueescierto.Jonathancontemplóunavezmáselrelojdearena.Losentíapalpitaralritmode
supropiocorazón,ycomprendióque, sin lugaradudas,yporextrañoe imposibleque pareciese, aquel hombre le estaba diciendo la verdad.Con los ojos fijos en elreloj, se preguntó,maravillado, cómo sería vivir para siempre y poder asistir a loslogros de la humanidad. Siempre se había preguntado cómo sería el mundo cien,doscientos,milañosdespués.Siemprehabíaqueridodisponerdel tiemposuficientecomopararecorrertodossusrinconesyleertodosloslibrosqueexistían.
Sin embargo, había en aquel individuo algo demasiado inquietante como para
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confiar en su ofrecimiento. Un vago recuerdo de algo pasado había estadomartilleándole en los límites de la conciencia, una y otra vez, desde que eldesconocido pronunciara la palabra «inmortalidad». En aquelmomento lo recordóconclaridad.
Laspalabrasdelmarqués.«Estereloj—habíadicho—fuepartedeunsiniestropacto.Unavez,unhombre
vendiósualmaaldiabloacambiodelainmortalidad.Lefueentregadoestereloj,quemediría laduracióndesuvida.Mientras laarenacorrieseensu interior,elhombreviviría.Cuandolaarenasedetuviese,moriría.Loúnicoqueteníaquehacereradarlelavueltaunayotravez,hastaquesecansasedeserinmortal.»
Degolpe,Jonathancomprendiómuchascosas.Alzólacabezaymirófijamentealdesconocido.
—¿Quiénesusted?—¿Quéimportaeso?Loimportante,Jonathan,esloqueteestoyofreciendo.Jonathandiounpasoatrás.—¡Aléjesedemí!¡Noquieronadadeusted!El extraño suspiró de nuevo y se encogió de hombros. El reloj desapareció
definitivamente.—Túlohasquerido—dijo—.Loharemosdelamaneradifícil.AlgoensuexpresiónalertóaJonathan,locualfueunaverdaderasuerte,puesto
que cuando el desconocido saltó sobre él con un escalofriante aullido, el chico yahabíadadomediavueltaycorríacalleabajocontodasualma.
Peroellonolehabíaimpedidoverlapavorosatransformacióndeaquelhombre,que se había convertido en un horrible demonio cuyos ojos lucían como carbonesencendidos.Ahoracorríatrasélconsusenormesalasmembranosasdesplegadasysulargacolabatiendoelaire.
Jonathannoquisomiraratrás.Corrióycorrió,desesperado.Oyóunbatirdealastrasél,ysupo,horrorizado,queeldemonioloalcanzaría.
Desembocóenunaplazapresididaporuna imponentepuertagótica.Lasagujasmás altas del edificio parecían pinchar las primeras estrellas, pero Jonathan no separóamirarlas.Lapuertaestabaabierta;porellasecolabaunresquiciodeluz.
Jonathantratódealcanzaraquellapuerta.Eltiempoquetardóencruzarlaplazaseleantojóeterno.Cuando,conunchillido,eldemoniocayósobresuespaldayloderribó,Jonathandiodebrucescontralapuertademaderayseprecipitóenelinteriordelasala.
Y,depronto,eldemoniodesapareció.Jonathan no se atrevió a abrir los ojos hasta un par de minutos después,
sorprendidodecomprobarqueseguíaconvida.Almirarasualrededor,locomprendió.
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Lapuertaqueacababadecederbajosuempujeeraladelaentradaprincipaldelacatedral.
AJonathandeberíahaberleextrañadoquesiguieseabiertaaaquellashoras,perohabía vivido tantas cosas extraordinarias en tan poco tiempo que ni siquiera se loplanteó.Cojeando,entróenlaiglesia.Inmediatamenteseviobañadoporlacálidaluzde los cirios, y el silencio del templo lo envolvió y lo reconfortó, ahuyentando elterrorquesehabíaadheridoasupielysehabíainstaladoensucorazón.Fueraloquefueseaquellacriaturaquelohabíaatacadoparecíaquenoseatrevíaaseguirlohastaallí,Jonathannuncahabíasidomuyreligioso,peroavanzóhastaunodelosbancosysesentó.
Cuando los latidos de su corazón recobraron su pulso habitual, miró a sualrededor.Lacatedralera inmensa,yestabavacía.Sualtísimo techo,sostenidopornervaduras entrecruzadas, se perdía en la penumbra.Poderosospilares protegían lanavecentralyconducíanhastaelaltaralfielqueentrabaallíbuscandoaDios.
Jonathansuspirócasiimperceptiblemente.Entoncesdescubrióunanotadecoloren las primeras filas, y se dio cuenta de que no estaba solo.La figura que rezaba,arrodilladaanteelaltar,vestíaunospantalonesvaquerosconpetosobreunacamisetaderayas.Llevabaelcabellopelirrojopeinadoendos trenzasque lecaíansobre loshombros.
Jonathan no pudo ver su rostro, puesto que estaba de espaldas a él, pero teníaaspecto de ser una chica muy joven, probablemente una niña. «Tal vez deberíaimitarla»,pensó.«Talvezdeberíarezar,aquienquieraquepuedaescucharme,paraquetodossalgamosvivosdeestalocura».
Peronosemovió.Simplementecerrólosojosyenterróelrostroentrelasmanos.«¿Qué debo hacer ahora?», pensaba. «¿Dónde he de buscar? ¿Cómo voy adefendermedeundemonio?».
Sintiódeprontounamanosobresuhombro,ysesobresaltó.Alzólamiradayviojuntoaélalachicadelaprimerafila.Eramayordeloquehabíasupuesto,talvezdesu edad, pero la ropa que vestía eramuy infantil. Sujetaba su cabello rojo con unpañuelodecoloreschillones,quellevabaamododediadema.Alaluzdeloscirios,susojosteníanunatonalidadindefinida.
—Vanacerrar—dijoellaenvozbaja.Jonathannosemovió.Elpánicoloinundódenuevo.Sisalíadelacatedral,eldemoniopodíaatacarlodenuevo.
—Vamos—insistiólachica—.¿Nomehasoído?¿Oesquenohablasmiidioma?—Noquierosalir—dijoJonathan.Inmediatamente se sintió estúpido. En aquel lugar el demonio parecía lejano e
irreal,yélsabíaquelamuchachanoibaacreerlosileexplicabatodoloquelehabíapasado.
—Puesnovanadejarquetequedesaquí,¿sabes?
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Un poco a regañadientes, Jonathan asintió y se levantó en silencio. Los dossalieronde lacatedral.Denuevoen laplaza, lachicaaspiróelairedelcrepúsculo.Jonathan no se atrevió a separarse del umbral, aunque la puerta se cerró tras él,sobresaltándolo.Entoncessediocuentadequeyacasieradenoche.Desalentado,sesentóenelescalóndelapuertagóticaydejócaerloshombros.
—¿Teencuentrasbien?—dijoella.Sehabíaacuclilladojuntoaél,yloobservabaconcuriosidad,ladeandolacabeza,
conlosojosmuyabiertos,comounaniñapequeña.—MellamanEmma—sepresentó—.Noeresdeaquí,¿verdad?¿Tehasperdido?—No...bueno,sí.Nolosé.—¿No lo sabes? ¿Adónde quieres ir?Conozco la ciudad como la palmademi
mano—sonrió—.Puedollevarteadondequierasenunsantiamén.—Sisupieraadóndeir,seríasdemuchaayuda—dijoJonathan,demalhumor—;
perotengoqueencontrarunacosa,ynosédóndebuscarla.Yademás...Sequedócallado.Noseatrevíaahablarledeldemonioquelehabíaofrecidola
inmortalidadencerradaenunrelojdearena.LasonrisadeEmmaseensanchó.—¡Entonces,yoséquiéntepuedeayudar!Jonathanlamiróinterrogante,peroellanodijomás.Selevantódeunsaltoyse
alejóunospasos.Sedetuvoysevolvióhaciaelchico.—¿Aquéesperas?¡Vamos!—¿Adónde?Emmahizoungraciosogestodeenfado.—¡Perosiyatelohedicho!Jonathanabriólabocaparareplicar,peroellalocogióporlasmanossinprevio
avisoytiródeélparalevantarlo.—¡Hey!¿Quéhaces?—¡Arriba,arriba,quesehacedenoche!—canturreóEmma—.Sinonosdamos
prisa,ellaseiráaotrosótano,yyanopodremosencontrarla.—¿Quiénseirá?—¡Ella!Lamujerquetienerespuestasparatodaslaspreguntas—sonriódenuevo
—. Bueno, para casi todas—lo miró, divertida—. Si no tienes la menor idea dedóndebuscar,entoncesnopierdesnadaporpreguntarle,¿verdad?
Jonathanlopensó.Enalgúnlugardelanocheseocultabaundemonioquequeríamatarlo,peroélhabía rechazado la inmortalidadparacontinuarconsubúsqueda,ynolograríanadaquedándosebajolasombradelacatedralmientraseltiempopasabay el reloj deQuSui sorbía lentamente el alma deMarjorie. Por otro lado, aunquepudiera parecer cobarde, si tenía que alejarse de la catedral, prefería estaracompañadoquesumergirsedenuevosoloenlaoscuridad.
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—Supongoqueno—dijoporfin,encogiéndosedehombros.Procurando no perder de vista la colorida silueta de Emma, Jonathan volvió a
adentrarseenlasoscurasylaberínticascallesdelaciudad.
ElmarquésrecorríapensativoelMuseodelosRelojes.Variasvecesaldíaexaminabatodos y cada uno de ellos para asegurarse de que funcionaban perfectamente y nohabía una solamotadepolvo enningúnmecanismo.Erauna tarea lenta y pesada,peroelmarquéslaemprendíacadadíaconigualmimoyentusiasmo.Sedetuvounmomentoenelcentrodelasala.
Erancasilasdiez.En aquelmomento,Basilio entró en la estancia. Elmarqués lo vio, pero no le
prestóatención.Elviejomayordomosequedóenlapuerta,esperando.Entonces,losrelojesdieronlasdiez.Denuevoaquelestruendosocorodecampanadasycucússeapoderódelasala.El
marqués ladeó la cabeza, cerró los ojos y lo escuchó, extasiado. Basilio seguíaesperando.
Cuandotodovolvióalanormalidad,elmarquésabriólosojosymurmuró:—¿Sabesporquémegustanlosrelojes,Basilio?Elmayordomo lo sabíamuybien,pero calló.También sabíaquealmarqués le
gustabaresponderélmismoaaquellapregunta.—Me gustan los relojes —prosiguió el marqués— porqué me recuerdan que
existeeltiempo.Basiliodesviólamirada.Elmarquésparecióvolveralarealidad.Sevolvióhacia
elmayordomo,yestesupoquehabíacaptadosuatención.—Señor—carraspeó—,elseñorHadleydeseahablarconusted.Elmarquésfruncióelceño.—¿Hadley?Esdecir,queyasehacansadodelloriquear...Basiliocarraspeódenuevoysehizoaun lado.UnBillHadleyhoscoypálido
entróenlasalatrasél.—Marqués—dijo—.¿Dóndeestámihijo?—Hatardadoenpercatarsedesuausencia,¿verdad?Suhijohaidoabuscaralgo
paramí.Algoquepodríasalvarelalmadesuesposa.Billabriólaboca.Parecíaqueibaaresponderconunodesusexabruptos,perose
lopensómejorypreguntó,contodalaeducacióndequefuecapaz:—Y...eh...¿cuántocreequetardará...señormarqués?Elmarquéssonriólevemente.—Tendría que estar de vuelta antes del amanecer. Si no, me temo que será
demasiadotardeparaMarjorie.ObservócómoseibadibujandolaansiedadenelrostrodeBillHadleymientras
sumenteasimilabaaquellainformación.
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—¿Qué...quéesesoquetienequebuscar?Elmarquéssonriódenuevo.—Un reloj.No,nomemirede esa forma.Siun reloj ha robadoel almade su
esposa,noesdescabelladopensarqueotrorelojpodríadevolvérsela.Vengaconmigo;se lo explicaré con más calma, ya que veo que ahora sí está usted dispuesto aescuchar,ydepasoveremosquétallevaaljovenJonathanenlaCiudadAntigua.
Bill siguió almarqués de nuevo hasta la cámara de los relojes extraordinarios.Marjorie continuaba inconsciente, en lamismaposición en que sumarido la habíadejado, pero en el reloj de Qu Sui la figura del jabalí se alejaba lentamente delemperador.
Elmarquéssedetuvo,yBillestuvoapuntodetropezarconél.RetrocedióunospasoscuandovioquesehabíaparadofrentealrelojdepéndulodeBarun-Urt.
—Hace usted bien —dijo el marqués con una risa breve—. Pero no se vayademasiadolejos,onoveránada.
Bill iba a replicar, pero se percató entonces de que el marqués estaba muyinteresadoenlaesferadelreloj.
—¿Quéestáhaciendo?¿Porqué...?—ElrelojdeBarun-Urtesunaventanaabiertaalespacio-tiempo.Niyomismohe
descubierto aún todas sus posibilidades, pero no creo que tenga amalmostrarnosalgotanmodestocomoelpresentedeunmuchachoquesemuevecercadenosotros,alotroladodelrío.
A medida que iba hablando, algo extraño sucedía en la esfera del reloj, quecambiódetonalidadvariasveces.Losnúmerosylasmanecillassedifuminaronhastadesaparecerporcompleto,ylaesferaseconvirtióenunaespeciedepantallacircularenlaqueunaimagenoscurafuecobrandocadavezmásnitidez.
Billjadeó,sorprendido.Laesferadelrelojmostrabaadosjóvenescaminandobajolasestrellasporcalles
húmedasyempedradas.UnodeelloseraJonathan.—¡Es...mihijo!—Elmuycondenadohapasado—murmuróelmarqués,conunaextrañasonrisa
desatisfacción—.Esmáslistodeloqueyocreía.—¿Quiénesella?—preguntóHadley.LosojosdelmarquésseclavaronenlaimagendeEmma,queseestremeciócasi
imperceptiblemente,comosihubiesesentidosumirada.
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Capítulo6
Jonathanseparódeprontoymiróasualrededor,desolado.Sesentíacompletamenteperdido. Todo estaba oscuro, y el chico se preguntó si era normal que no hubieseiluminaciónenaquellazonadelaciudad.Emmasevolvióparamirarlo.
—¿Quépasa?—Oye—jadeóJonathan—.Todaslascallespareceniguales.¿Estásseguradeque
sabesadóndevas?Ellasedetuvodeprontoysevolvióhaciaél,conlosojoscentelleantes.Parecía
ofendida.—Claroquesí.Vivoaquídesdehacemuchotiempo,yate lohedicho.¿Quéte
pasa?¿Esquenotefíasdemí?—No es eso—lo cierto era que Emma le parecía la única persona normal de
todaslasquehabíaconocidoenlaCiudadAntigua—.Esquemedalasensacióndehaberpasadovariasvecesporelmismositio.
Emmarióalegremente.—Esoesporquetodaslascallessonmuyparecidas,yademásnohayfarolasen
estapartedelaciudad.Túmismolohasdicho.Alosquenosondeaquílesresultamuyfácilperderse.Peronotepreocupes,estamosllegandoya.¿Vesesaluz?Esahí.
Jonathanmiróhaciadondeellaleseñalaba.Unpocomásallá,unleveresplandorvioláceo iluminabaelcallejón.Alacercarse,elchicovioque la luzproveníadeunventanucoa rasde suelo.Quisoasomarseamirar, peroEmma tiródeélhastaunaescaleraquebajabahaciaunsótano.Descendieronporellahastallegaraunapuertapequeñayoscuraqueolíaintensamenteaalgoparecidoahierbamojada.
—Hiedra,déjanospasar—dijoEmma.Algosemoviójuntoalapuerta,yJonathanvioentoncesque,enelsuelo,juntoal
umbral, estaba sentadaunamujerpequeñayarrugadaqueseenvolvíaenun líodemantasverdes.
—¿Quién es?—preguntó con voz apagada—. Oh... —dijo al ver a Emma—.Disculpad.
Sehizoaun ladoconpresteza,yelolorahierbamojada lasiguió.Unrayodeluna se reflejó en su cara, y a Jonathan ledio la sensacióndeque supiel teníaunciertotinteaceitunado.
—¿Habéisvenidoaverlaaella?—preguntóHiedra.—¿Puederecibirnos?—preguntóEmmaasuvez.—Sabesquesí—susojillos,brillantesyoscuros,sefijaronenJonathan,quese
removió,incómodo—.¿Yél?—Vieneconmigo—replicóEmma,comosiesoloexplicasetodo.
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Hiedra no dijomás. Se levantó pesadamente—Jonathan se apartó para dejarlapasar—ysubióconlentitudlasescalerashastalacalle,arrastrandosufardoderopatrasdesí.
Emmaesperóaquesealejara.CuandoHiedradesaparecióenlaoscuridad,aquelpeculiarolorsefueconella.
—Bien,listo—suspiróEmma.Empujó la puerta y esta se abrió. Entró en la habitación que había detrás.
Jonathanlasiguióhastaunvestíbulooscuro.—Hum...¿Emma?—¿Sí?—Esamujer...—¿Quién,Hiedra?—Sí,ella...¿noeraunpocorara?—No le hagas caso, no es mala gente. Solo se siente un poco perdida.
Destruyeronsubosque,¿sabes?Incendios,talas,todoeso.Seharefugiadoaquí,perosabequenopuedequedarseparasiempre.Loquepasaesquetienemiedodevolveraempezarenotrobosque.Porsilevuelveapasar.
—Ah,claro—murmuróJonathan—.Comprendo.Perolociertoeraquenocomprendíagrancosa.Quisohacermáspreguntas,pero
Emmaseguíaavanzando,yJonathannotuvomásremedioqueirtrasella.Elvestíbulodiopasoaunapequeñasaladetechobajo,iluminadaporaquellaluz
violácea que el chico había distinguido desde la calle, y que provenía de un buennúmerodeextrañasvelasdellamaazuladaquesehallabandesperdigadasportodalahabitación. Gruesas alfombras recubrían el suelo, y tapices de intrincados dibujosdecorabanlasparedes.Losúnicosmuebleseranunapequeñamesaredonda,cubiertaporunpañodeterciopelo,ytrestaburetes.Enunodeellossesentabaunamujercuyorostroquedabaveladoporlassombras.
—Buenasnoches—saludóEmmaeducadamente.—Buenasnoches—respondiólamujerconvozsuave—.Pasadytomadasiento.Obedecieron.Cuandoambosestuvieronsentadosfrentealamesa,Emmadijo:—Estechicoandabuscandoalgo.¿Puedesayudarlo?La mujer no dijo nada, pero se inclinó ligeramente hacia adelante para verlos
mejor, y Jonathanpudo apreciar entonces sus rasgos.Tenía el rostro ovaladoy losojosligeramenteachinados,yllevabaelpelomuycortoydecolorvioleta,comolaluzqueemitíanlasvelas.
—¿Deverdadpuedeayudarme?—Puedodecirtequiéneres,dedóndevienesyadóndevas—respondiólamujer
—.Nosésiesoteservirádealgo.Jonathanseencogiódehombros.
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—Buscounreloj—dijo—.LollamanelrelojDeveraux,yesmuyimportantequeloencuentreantesdelamanecer.Séquepareceunalocura,perosiustedpuededarmealgunapista...
Jonathansecallódeprontoaldarsecuentadequelamujernoloescuchaba.Sesintiómolestoalprincipio,peroentoncesvioqueparecíamuyconcentradaenalgoqueteníaentrelasmanos,ylaobservóconcuriosidad.
Laviobarajarunmazodecartasydepositarlofrenteaél.—Corta—dijosolamente.Jonathanobedecióautomáticamente.Entonceslamujertomódenuevolabarajay
comenzóadisponerlascartassobrelamesa.Jonathanvioqueerancartasdeltarot.—¿Qué...quésesuponequeestáhaciendo?Ella siguió colocando las cartas, sin prestar atención al tono indignado del
muchacho.—¿Vaaleermeelfuturoenlascartas?—casigritóJonathan—.¿Mejuegolavida
buscandounrelojyaustedsoloseleocurreecharmelascartas?EmmacogióaJonathanporelbrazo,confirmeza.—Cállate,Jonathan.Vasaofenderla.Perolamujernoparecíaofendida.Centrabasuatenciónenladisposicióndelas
cartas.—Estoesincreíble—bufóJonathan,demodomuyparecidoacomosolíahacerlo
supadre—.Mehastraídoaveraunaadivina.—La Echadora de Cartas es mucho más que una adivina—replicó Emma—.
Sabes,hubounaépocaenquehabíasibilasyprofetisas,ylagenteimportantenoseatrevíaatomardecisionesseriassinconsultarconellas.
Jonathanabriólabocaparadeciralgo,perolaEchadoradeCartasalzóunamano,pidiendosilencio,aunquesinapartarlavistadelosnaipesquehabíacolocadosobrelamesa.Jonathansuspiróconimpaciencia.
—Perdidoysinrumbo—dijoentonceslamujer.—¿Cómodice?Peroellaseguíaconcentradaenlascartas.Habíanueve,yestabandispuestasen
forma de cruz. La carta colocada en la intersección de los dos brazos de la cruzrepresentabaaunaespeciedebufónquecaminabaconunhatilloalhombro.
—EselLoco—dijoEmma;miróalaEchadoradeCartas—.ElLocoesquienvaperdidoysinrumbo,¿verdad?
Ellaasintió.—Setratadeunacriaturaqueparecenovivirenlarealidad;unacriaturaaquien
nadie toma en serio, y que vaga de un lado a otro sin saber qué busca, ni adóndequierellegar.
Alzólacabezaysusojos,deunextrañocolorvioleta(¿seríaunreflejodelaluz
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delasvelas?),seclavaronenél.—ElLocoerestú,muchacho.—Yoséloquebusco—protestóJonathan.—Tú crees saber lo que buscas —corrigió la mujer—, pero no lo sabes en
realidad.Yandasvagandodeunladoaotro...Perohaymás.Muchomás.Volvióaestudiarlascartas.—Unhombrepoderosoydominantecontrolatupasadoreciente.—¡ElEmperador!—susurróEmma.Le mostró a Jonathan la primera carta del brazo horizontal de la cruz.
Representabaaunrey,concetroycorona.Poralgunarazón,Jonathannopudoevitarpensarenelmarqués.Mirólascartas
conmásatenciónyseestremecióalverlaquehabíaentreelEmperadoryelLoco.EraelDiablo.Sacudiólacabeza.Noeramásqueunacasualidad.LaEchadoradeCartasseguía
inclinada sobre el tapete, y su rostro mostraba una expresión de profundaconcentración.
—ElpresentedelLoconoesfavorable—susurró—.ElMalrondaentornoaél.Yhayalguienquequiereconfundirleyengañarle.
—¿EselDiablo?—preguntóEmma;parecíafascinadacontodoaquello—.¡Oh,no,yaveo!Jonathan,tienesalaLunajustosobretucabeza.
SeñalólacartaquehabíajustosobreladelLoco.Enunaestampanocturna,dosperrosaullabanaunaLunaquelosobservabaclavadasobreelcielodelaciudad.
—LaLunacambia,varía,semuestrayseoculta—asintiólaEchadoradeCartas—. La Luna es engañosa. Ella es, en gran medida, la responsable del estado deconfusióndelLoco.
—LaLuna—repitióJonathan,comoparaasegurarsedequehabíaoídobien.—La Luna es hermosa, sí —prosiguió la Echadora de Cartas, impertérrita; si
había percibido el escepticismo de Jonathan, o no le importaba o lo disimulabarealmentebien—.Peropocofiablecomoguía.Todoviajerosabequelasestrellassonlaluzquellevaabuendestino—añadió,volviendolamiradahaciaEmma.
Lachicaparecía,sinembargo,másinteresadaenlascartas.—Echadora,¿quéeseso?—preguntó,señalandolacartaqueestabajustobajoel
Loco—.NoserálaMuerte,¿verdad?La adivina asintió sin una palabra. Jonathan reparó entonces en la carta que
representaba al esqueleto con guadaña. Un tenso silencio había caído sobre lahabitación,yJonathantratódequitarleseriedadalasunto.
—Bien,mealegroentoncesdetenerlaMuerteamispiesynosobremicabeza.—Perotencuidado,hijo—dijolaEchadoradeCartas—.LaMuerte,laLunayel
DiablorondanalLocoestanoche.Nosonbuenosaugurios.
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Jonathan miró a Emma, y le sorprendió ver que parecía muy impresionada;inclusohabíapalidecido.
—Oye,¿quétepasa?Nocreerásquevoyamorirestanoche,¿verdad?Perorecordóaldemonioyseestremeció.Emma reaccionó y le brindó una cálida sonrisa que a Jonathan le pareció
encantadora.Esqueamínuncamehasalidoesacarta.Porsomeheasustadounpocoalverla.—Bueno,puesolvidémonosdeella—decidióJonathan—.¿Quéhaydelasotras
cartas? ¿Todas las de la fila vertical hablan demi presente? ¿Y eso es un hombreahorcado?
Señaló lacartaquehabíabajo lade lamuerte,yquerepresentabaaunhombrequecolgabadeunacuerdacabezaabajo.
—El Colgado es un ser que intenta avanzar hacia adelante, pero que se haquedado estancado en alguna parte—susurró la Echadora de Cartas—, porque hadejado un asunto pendiente. Es alguien fuera de lugar, en un tiempo que no lecorresponde. Se ha quedado anclado en un punto del camino y no logrará avanzarhasta que no solucione aquello que quedó por resolver. El Colgado es otra de lascriaturasquepueblanelpresentedelLoco.
JonathanibaapreguntarquéteníaqueverconélelColgado,peroEmmahabíaconcentrado su atención en la última carta de la fila vertical. Representaba a unhombrequetrabajabacondiversosobjetossobreunamesa.
—ElMagoesunabuenainfluencia,¿verdad?—dijo.—La carta está colocada en el extremo opuesto a la de laLuna—murmuró la
adivina—y,aunquelaLunaestémáscercanaalLoco,elMagotambiénpuededejarsentirsupoder.
—¿QuéesexactamenteelMago?—quisosaberJonathan.—Un hombre que trabaja y hacemaravillas—fue la respuesta—. ElMago ha
encontradorespuestasensucorazóny lasaplicaenelmundoreal,creandoobjetosprodigiososque sonunamuestra de su entusiasmopor losmisterios de la vida.ElMagopuedeenseñaralLococuálessuverdaderocamino.
LaEchadoradeCartascalló.EntoncesJonathandijo:—Si es esemi futuro, lo siento, pero nome ha aclarado nada.Yo solo quería
saber...—No—cortóEmma—.ElEmperadoryelDiabloseñalantupasadoreciente.La
Luna, laMuerte,elColgadoyelMagogiranentornoa tupresente.Peroestasdosúltimascartas—señalólasdelbrazoderechodelacruz—marcantufuturo.
Jonathan miró a la Echadora de Cartas, pero a ella no parecía importarle queEmma se entrometiese.El chico se inclinó sobre las cartas con curiosidad.La queestabainmediatamentealaderechadelLocorepresentabaaungrupodepersonasque
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parecían despertar al sonido de la trompeta que tocaba un ángel que bajaba de lasalturas.Lasiguientecartamostrabaaunhombreviejocontúnica,talvezunmonjeounsabio,quesosteníaunfarolenalto.
—ElJuicioyelErmitaño—susurróEmma.—Tu futuro está marcado por un despertar, un cambio—dijo la Echadora de
Cartas—.Setratadeunatomadeconciencia,perotambiénunadecisiónquepuedeafectarseriamentealdestinodelLoco...parabienoparamal.
—Puesquébien—comentóJonathan,conescasoentusiasmo.—Ladecisióncorrecta—añadiólaEchadoradeCartas;suvozparecíaelsuave
ronroneodeungato—puedeconducirteaunapersonaquetienelasrespuestasatuspreguntas.Setratadeunserconbuenasintenciones,peroentregadoasubúsqueda.
—¿Búsquedadequé?—Derespuestas.Desoluciones.Desímismo.ElErmitañoesunhombrebueno,
pero torturado por las dudas.Es alguien que busca fuera de símismo lo que debebuscarensuinterior.
—Merecuerdaunpocoamímismo—comentóJonathan—.¿EstáustedseguradequeyosoyelLocoynoelErmitaño?
—El Ermitaño—prosiguió ella sin hacerle caso—, es el final del camino. LaMuerte,elDiablo,laLuna...sonobstáculosqueelLocoencontraráensucamino,yquepuedenhacerletropezar;pero,silossupera,estarápreparadoparaenfrentarsealJuicio. Y detrás del Juicio está el Ermitaño. Las preguntas del Ermitaño son lasrespuestasdelLoco.LaspreguntasdelLocosonlasrespuestasdelErmitaño.Ambosseresdebenencontrarseparaqueelcírculosecierre.
Jonathancerrólosojosyrespiróhondouna,dos,tresveces.Despuéslosabriódenuevo,selevantóbruscamenteydijo:
—Siesoestodo,metemoquelosdoshemosperdidoeltiempo.Sisuscartasnopueden contarme nada acerca del reloj Deveraux, entonces no me sirven de granayuda. Mi madrastra se está muriendo, y el tiempo se agota, así que adiós. Memarcho.
Dio media vuelta y atravesó la estancia hasta el vestíbulo. Abrió la puerta yempujósinquereraHiedra,quehabíavueltoaacomodarsealpiedelasescaleras.Lamujer, sin embargo, estabaprofundamentedormida, y nopareciónotarlo. Jonathansaltóporencimadelfardoderopajesquelaenvolvía,subiócorriendolasescalerasyseencontródenuevoenlacalle.
—¡Unaadivina!—resoplóBillHadley—.¡Marjorieestáalbordedelamuerteyamihijosoloseleocurreconsultaraunaadivina!¡Eseinútilcabezahueca...!
Elmarquéssevolvióparamirarlolargamente,comoevaluándolo.—¿Creequeustedloharíamejor?—¡Porsupuestoquesí!Mihijo,sabe,esunbuenchaval,peroconlacabezallena
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depájaros.Nose lepuedeconfiarnadaimportante.Pormuchabuenavoluntadqueponga,notieneagallas,notienetempleparaterminarnada.Ymuchomenos...
—Entonces,vayaustedmismoabuscarelrelojDeveraux—sugirióelmarqués.Billvaciló.EchóunvistazoalcuerpoinertedeMarjorie.Noqueríadejarlasola
enaqueltétricoMuseodelosRelojes.Elmarquésvolvióacentrarseenlaimagendelaesfera.
—No semoleste, señorHadley—dijo con voz neutra—.No pierda el tiempo.UstednolograríallegaradondeseencuentraJonathan.Metemoqueelalmadesuesposadependedeél.
Billhinchóelpecho,heridoensuorgullo.—¿Porquiénmetoma?¡Yalehedichoquemihijoesuninútil!Aestasalturas,
yoyahabríaencontradoesereloj.¡Yselodemostraré!Elmarquéssevolviódenuevohaciaélyloobservódetenidamente.—¿Estáustedsegurodeloquedice?—Completamente.Yahoradígame,¿quéaspectotieneesecondenadoreloj?El marqués no respondió, pero clavó la vista en el reloj de Barun-Urt. Casi
inmediatamente,laimagencambióparamostrarunacuriosaescena:elinteriordeunaenorme sala, lujosamente adornada, de techos altos y grandes ventanales, llena degenteypresididaporunestradoconunamesacubiertaporunmanteldeterciopelo.Hadleyseacercóparamirar.
—¿Quéeseso,unafiestadedisfraces?—preguntó,ceñudo,alverlaspelucasylascalzasquelucíanloshombres,ylaslargasfaldasdelostrajesdelasseñoras.
Elmarquéssonrióindulgentemente.—No, señorHadley, no esuna fiestadedisfraces.Loque estáustedviendoes
algoquesucedióenelpasado.LaúltimavezqueelrelojDeverauxfuevistoporojoshumanos.Hacecasitressiglos.
BillHadleyobservólaescenaconmásinterés.—Pareceunasubasta.—Es una subasta —corroboró el marqués—. Fíjese en el objeto que sale a
continuación.Hadley vio cómo colocaban sobre el mantel un deslumbrante reloj de mesa,
adornadoconfigurasdeoroycuajadodepiedraspreciosas.—ElrelojDeveraux—dijoelmarqués,ysuspalabrasterminaronenunaespecie
desuspiroanhelante.Hadleyhabíaabiertounosojoscomoplatos.—¿Esdeoropuro?—Sí, pero eso es loquemenosdebería importarle a usted ahora.Suverdadero
valor radicaenqueescapazdecontrarrestar losefectosdel relojdeQuSui.No loolvide.
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Hadleysevolvióhaciaelmarqués,suspicaz.—¿Cómoséquenomeengaña?—Nopuedesaberlo.Perodetodosmodosnotieneelección,¿verdad?Hadleyabriólabocaparareplicar,perosusojosseposaronenelcuerpoyacente
de Marjorie y en el terrorífico orbe desde donde él la había oído pedir ayuda.Palideciósinpoderevitarlo.
—Yaherespondidoasupregunta—dijoentonceselmarqués—.YasabecómoeselrelojDeveraux.¿Todavíaquiereirabuscarlo?
La imagen del Barun-Urt volvió a cambiar, y su esfera mostró de nuevo lasoscurascallesdelaciudadqueescondíaelsecretodeaquelextraordinarioreloj.
Hadley vaciló un momento, pero no tardó en presentar de nuevo su aspectoaltaneroydesafiante.
—Porsupuesto.Yleaseguroquenotardaréenvolver.Elmarquésno semoviónidijonadamientrasBill se acercabaadespedirsede
Marjorie—evitandomirarlanieblacambiantedelorbedelreloj—yseencaminabaalapuertadelahabitación.Perounavezallí,elpadredeJonathansevolviódenuevohaciaél.
—Señor marqués... siento curiosidad por esa imagen de la subasta que me hamostrado.Eltipodelaprimerafilaseparecíabastanteausted.
—¿Deveras?—replicóelmarquésconcalma,sinapartarlavistadelaesferadelreloj—. Tal vez fuera un antepasado mío. La pasión por los relojes me viene defamilia,¿sabe?
Bill fue a decir algo, pero finalmente se encogió de hombros y salió de lahabitación. El marqués no se movió, y tampoco hizo el menor gesto cuando oyócerrarse la puerta principal, ni cuando entró Basilio a comunicarle que el señorHadleysehabíamarchado.Susojosseguíanfijosenlaesferadelreloj,dondeEmmacorríatrasJonathanparaalcanzarlo.
—Esachica...—dijosolamente.ABasilionolegustóeltonodesuvoz.
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Capítulo7
—¿Se puede saber qué te pasa?—dijoEmma; sus ojos echaban chispas—.Hassidomuygroseroconella,¿sabes?
—¡Déjameenpaz!—Jonathanselasacudiódeencimabruscamente—.¡Lasdosestáislocas!TodasesastonteríassobreelJuicio,elLoco,laMuerte...
—¡No son tonterías!—protestó Emma—. ¡Y no deberías hablarme así! ¡Solointentabaayudarte!
Jonathan abrió la boca para replicar, furioso, pero se lo pensó mejor. Se diocuenta de que Emma tenía razón. Él, que siempre había creído en lomágico y loextraordinario,seestabacomportandocomohabitualmentelohacíasupadre,queeraprosaicoyescéptico.
—Lo siento, estoymuynervioso—dijo—.Séque te parecerá una locura, peroestoy buscando un antiguo reloj, y he de encontrarlo antes del amanecer. Si no lohago,mimadrastra...
Lointerrumpióelsonidodepasosapresuradosqueseacercabanporelcallejón.Losdossegiraronyvieronaunhombrequecorríahaciaellos.Jonathanretrocedióinstintivamente, pero Emma se quedó donde estaba y observó al desconocido concuriosidad.Este reparóen losdoschicosy sedetuvo juntoaellospara recobrarelaliento.
—Buenas...noches—jadeó.Jonathanloobservóconatenciónyalgodecautela.Eraunhombrejovenyvestía
ropacara,peroibabastantedesaliñado,conelpelolargoydespeinado,sinafeitaryconlacamisaporfueradelospantalones.
—Buenasnoches—dijoEmma;Jonathansediocuentadequenolequitabaojodeencimaalreciénllegado.Poralgúnmotivo,parecíamuyintrigada.
El joven se enderezó, ya recuperado de su carrera. Se volvió para atisbar laentradadelcallejón.
—Lehevueltoadaresquinazo—dijo,muyufano.—¿Aquién?—preguntóJonathan.—Puesaella,claro—respondióeldesconocido,comosifueraobvio;observóa
los chicos atentamente—. Porque también vosotros habéis llegado hasta aquíhuyendodelaDama,¿no?
Emma seguíamirándolo, pero cuando el jovenpronunció esas últimaspalabrassusojosseabrieroncomosiacabaradecomprenderalgoimportante.
—¡Ah!—dijosignificativamente.—Yono estoyhuyendo—dijo Jonathan, que cadavez entendíamenos—.Solo
estoybuscandoalgo.¿Quiénerestú?
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Eldesconocidoseirguióylomirócongravedad.—Soy un fugitivo, y por eso prefiero no desvelar mi nombre. De momento,
llamadmeNadie.—¿Nadie? —repitió Jonathan; estaba empezando a pensar que se las estaba
viendoconotroloco,ysepreguntabaporquélaadivinasehabíaempeñadoendecirqueelLocoeraél.
Eljovenasintió.—SoyNadie.Ysilaveisaella,ypreguntapormí,nomeconocéis,¿deacuerdo?—Pero,¿quiéntepersigue?¿Paraqué?Nadielomiródehitoenhito.—¿En qué mundo vives, chico? ¿No conoces el secreto de la Ciudad Oculta?
¡Debesconocerlo,puestoque,sihasllegadohastaaquí,esporquetienesunaPuerta!Jonathanretrocedióunpaso.—Nosédequémeestáshablando.Yohevenidoaquíbuscandoun reloj,nada
más.ElhombrellamadoNadierió.—Esoesabsurdo.Ellosnonecesitanrelojes.—Pero,¿quiénessonellos?—LosSeñoresdelaCiudadOculta.LaCiudadOculta—repitióNadie,alverque
Jonathan no parecía entenderle—.La otra cara de laCiudadAntigua. Es... es... escomosusombra,sureflejo.CuandopaseasporlaCiudadAntigua,dealgunamaneraatraviesastambiénlaCiudadOculta,soloquenolaves,¿comprendes?
Jonathannegóconlacabeza.Nadieleechóunamiradallenadedisgusto.—Nomelopuedocreer.TardéañosendescifrarlaleyendadelaCiudadOculta,
tardéañosenencontrarlamaneradeentrar...¿ytúhasllegadoaquíynosabesqueestás aquí?—metió los dedos bajo el cuello de la camisa y extrajo una cadena—.¡Miraesto!EsunaPuerta.Nomedirásquenohasvistoantesnadaasí,¿verdad?
Jonathan se acercó con precaución. Descubrió que se trataba de un amuletoantiguoconunsímboloceltagrabado.Elchicofruncióelceño.
—Sí,mehandadoalgoparecidoestatarde.¿Peroqué...?—¡Acabáramos! —exclamó Nadie; miró a Jonathan y esbozó una sonrisa de
complicidad—.Chico,lamayoríadelagentemataríaporteneralgoasí.LaCiudadOculta...
—Mira—cortóJonathan,perdiendolapaciencia—.Nosédequémehablas.Paracualquiercosarelacionadaconestelugar,pregúntaleaella,viveaquí.
NadiemiróentoncesaEmmacomosilavieraporprimeravez.—Túsísabesdequéestoyhablando,¿verdad?Emmaasintiólentamente.Teníalosojosmuyabiertos.—Esinútil—susurró—.Nopodrásescapardeella.Sihallegadotuhora,ellate
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alcanzará,estésdondeestés.LasonrisadeNadieseesfumó.—¡Noesverdad!No trates de engañarme.Sé loquepasa aquí.Séque ella no
tienepoderenlaCiudadOculta.Emmanegóconlacabeza.—Otroshanintentadoloquetú,sinéxito.Esciertoqueellanotienepoderaquí.
Peroencontrarálamaneradellegarhastati.Nadieretrocedióunpoco.MirabaaEmmadetalmaneraqueJonathannopudo
evitarsentirseinquieto.—No... no te creo—balbuceó débilmente—.Yo no soy como los otros.Yo lo
conseguiré.Emmalomiróalosojos.—Entonces,corre—dijo—.Ellaestácerca.Nadie retrocedió unos pasos más y echó a correr. Emma y Jonathan se lo
quedaronmirandohastaqueloperdierondevista.
Elmarquéssonrió.—OtrotontoquebuscarefugioenlaCiudadOculta.Cuándoaprenderán...—¿Señor? —inquirió Basilio, inseguro; se había quedado en la puerta, sin
atreverseaentrarenlacámaradelosrelojesextraordinarios,perolanzabaconstantesmiradasaunodelosrelojesdearena.
—Peronosvienequenipintado—prosiguióelmarqués—.Puedequeel señorHadley sí logre cruzar al otro lado, después de todo. Con un poco de ayuda pornuestraparte,porsupuesto.
Alavezquepronunciabaestaspalabras,elgatonegrodelmarquéssedeslizabaenelinteriordelahabitaciónparairafrotarsecontrasuspiernas.Esteseagachóylocogióenbrazos,mirándoloalosojos.Lacabecitadelgatoquedabamuycercadesurostro.
—Yasabesloquetienesquehacer—susurróelmarqués.Situó al gato frente a la esfera del reloj de Barun-Urt, que en aquelmomento
mostrabaunaimagendeNadiecorriendoporlascalles.—Losabes,¿verdad?Todoslosdetuespecietenéislacapacidaddepasardeun
ladoaotrosinnecesidaddePuertas.Utilizaesepoder.Elgatoronroneó.Laimagendelrelojcambió.Ahora,laesferaestabaocupadaporlafiguradeBill
Hadley,queavanzabaagrandespasosporlascallesdesiertasdelaCiudadAntigua.—Menudoestúpido,¿noteparece?—susurróelmarquésaloídodelgato—.Por
esonecesitaránuestraayuda.Lo dejó de nuevo en el suelo. El gato alzó la cabeza y sus ojos miraron al
marquésconunbrillodeinteligencia.
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—Corre—dijoelhombre.Elanimalseescabullófueradelahabitación.—Señor—seatrevióadecirBasilio—.Elgato...Pero calló, porque elmarqués había vuelto a clavar lamirada en la esfera del
reloj, y su habitual hermetismo había sido sustituido por una extraña expresión deansiedad.Teníalosojosmuyabiertosyrespirabaentrecortadamente,yparecíaquelecostaba controlar sus propias manos, que había alzado como si quisiese aferrar elreloj, pero que había detenido a tiempo, y ahoramantenía en alto en un gesto desúplica.
Basiliobuscóenlaimagendelrelojaquelloquehabíaalteradotantoasuseñor.Vioa JonathanyEmmahablandoen lahúmedayoscuracalle.Abrió labocaparapreguntaralgo,peroentoncesdescubrióunasombraal fondo,unasombraoscuraysutilquesedeslizabahacialosdoschicos.Seestremeciósinsaberporqué.
Elsemblantedelmarquésparecíaunamáscaragrotesca.—Ven—susurróalasombradelcallejón—.Muéstrameturostro.
—¿Quiéneraeseloco?—murmuróJonathan.Emmamoviólacabeza.—Nadie—dijo.—¿Metomaselpelo?—Noesdeaquí.Nocuentanadapara losquevivimosenlaciudad.Yfueraes
comosinoexistiera,porquenodeberíaexistir.—Noloentiendo.Tampocoyosoydeaquí.¿Meestásdiciendoquenosoynadie?—No.Túsíqueeresalguienfueradelosmurosdeestaciudad.Él,no.—Mira,Emma...PeroJonathannoterminólafrase,porqueenesemomentovioalafigura,altay
esbelta,másoscuraquelamismaoscuridad,queavanzabahaciaellosdesdelabocadelcallejón.Jonathan lamiróconsuspicacia,peroEmmanohabíahechoelmenormovimiento.La sombrapasó juntoa ella, ignorándolapor completo,y sedirigióaJonathan,quesintióqueunfríorepentinolehelabatodosloshuesos.
—Disculpa—dijo.Eraunavoz femenina,pero teníaun tonoextraño,profundoy sobrehumano.A
Jonathan no le gustó. Recordaba perfectamente que el demonio era un sermultiforme.
—Estoybuscandoaalguien—dijoella.Jonathan atisbo sus facciones y se quedó mudo de sorpresa. Era un rostro
atemporal, sin expresión, indudablemente hermoso, pero blanco y frío como elmármol.Losojosdeellaerantodopupila,dosnegrosabismossinfondo.
—Estoybuscandoaalguien—repitióella—.SebastiánCarsíVillalobos.Nacidoelveintisietedejuliodemilnovecientossesentayseis.Hapasadoporaquí.
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—No...noloconozco—pudodecirJonathan—.Nadiehapasadoporaquí.—Ah—selimitóadecirella—.Gracias.Estodoloquenecesitabasaber.Se alejó de ellos, caminando entre las sombras hasta que llegó a fundirse con
ellas.Jonathanparpadeó.Lamisteriosadesconocidahabíadesaparecido.—¿SebastiánCarsíVillalobos?—dijodeprontoEmma—.¿Eraeseelnombrede
Nadie?—Supongoquesí—dijoJonathan,aúntemblando—.¿Porquéloperseguiráesa
mujer?—Esbastante evidente—suspiró la chica—.Sihubiesesprestadoatencióna la
EchadoradeCartas, tehabríasdadocuentadequeya tehas topadocondosde losseresdelosqueellatehahablado.
Jonathanlamirófijamente.—Mehe topadoconelDiablo—dijo—,peroesoha sidoantesde conocerla a
ella.Emmanegóconlacabeza.—¿Aúnnoloentiendes?EseNadieeraelColgado.YvahuyendodelaMuerte.
EnalgúnlugardelaCiudadOculta,variosparesdeojoslosobservaban.—Cuandoamanezca,élsemarcharáynovolveránuncamás.—¿Cómopuedesestarsegurodequeserendiráentonces?Yasabedemasiado.—Esoescierto.Ynohayqueolvidarquiénleenvía.Nopodemosasegurarquese
marchealamanecer.—Nopuedocreerlo.Essolounmuchacho.¿Teméisaunsimplemuchachohasta
elpuntodebuscarsumuerte?—Esmejornocorrerriesgos.Haydemasiadoenjuego.—Esverdad.Yahaescapadodeldemoniounavez.—Peroconayuda.Esonodebevolverarepetirse.—No.Ylapróximavez,eldemonioloalcanzará.—¡Pobrechico!¿Deverasesnecesariotodoesto?¿Ysipudiésemoshacerquese
marchase,sinmás?—Esonocambiaríanada.Yasabecómollegarhastaaquí.—Noeselúnico.Perdonamosaesechaladodelasinagoga.—Exacto.¡Ydeberíamoshaberacabadoconélentonces!¿Hasvistoadondenos
hallevadotucompasión?LehaentregadolaPuertaalmuchacho,yahora...Lasvocescallaronyhubounmomentodesilencio.Entoncesseoyódenuevouna
vozfemenina,fríaydesapasionada:—Soltaremosalosperros.
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Capítulo8
—HaypersonasquecreenquesivienenaquílaMuertenopodráalcanzarlas—dijoEmma.
—¿Yesasí?Lachicanegóconlacabeza.—No. Es cierto que este lugar es... especial. Pero la Muerte siempre acaba
encontrándolas, tardeo temprano.Paraescapardeella tendríanquehacerunpactoconelDiablo.Yaestasalturas,todoelmundodeberíasaberqueelDiablosiempresaleganando.Asíquenoesbuenaideapactarconél.
Jonathanseestremeció.—Séquenomevasacreer,Emma,pero...cuandoheentradoenlacatedral...iba
huyendodeundemonio.Mehabíaofrecidolainmortalidadencerradaenunrelojdearena.
Emmaesbozóunasonrisa.—¿Porquénoibaacreerte?Aquívienemuchagentebuscandolainmortalidad.
Esunbuenterritoriodecazaparalosdemonios.Siemprete tientanconloquemásdeseas.Ypuedenpedirmuchoacambiodelainmortalidad,¿noteparece?
—¿Porquénomehaofrecidoentonceselrelojquebusco?—Probablemente no podía dártelo. ElDiablo siempre cumple con su parte del
tratoy,aunasí,eslobastantelistocomoparasalirbeneficiado.JonathansacudiólacabezaymirófijamenteaEmma.—¿Dóndeestoy?¿Aquéextrañolugarhellegado?Ellasuspiró.—Por fin parece que empiezas a entenderlo. Lo que ha dichoNadie es cierto,
Jonathan.Estaciudadtienedoscaras.Eseamuletoquellevas...esespecial,¿sabes?Escomounallave,no,mejordicho,comounapuerta.Tepermitecruzardeunlugaraotro.
Jonathansacudiólacabeza.—Estoesunalocura...Emmalomiródereojo.—Túbuscabasestesitio,yahoralohasencontrado.¿Dequétequejas?Sitú...Jonathan no la dejó terminar. La cogió por los hombros y la miró a los ojos;
Emmaladeóenseguidalacabezapararomperelcontactovisual.LadébilluzdelasestrellasproducíaextrañosreflejosenloscristalesdelasgafasdeJonathan,peroellahabíavistoperfectamenteelbrillodeimpacienciaqueardíaensumirada.
—Vale —dijo Jonathan—. Puedo aceptar que he llegado a un lugar extraño.PuedoaceptarquerondenporaquíelDiabloylaMuerte,puedoaceptartodoesosin
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pensarqueestoyloco,pesealoquedigaesa...esaEchadoradeCartas.¿Ysabesporqué? Porque he aceptado que el alma demimadrastra está atrapada dentro de unmilenario reloj chino que se alimenta de almas. ¿Te parece una locura? Sí, a mítambién. Pero yo mismo la he visto ahí dentro, yo mismo la he escuchadollamándomeporminombreypidiéndomeayuda...desdeel interiordelorbedeesereloj.Y si tú puedes hablarme tranquilamente de una ciudadque tiene dos caras ydecirme,comosifuera lomásnormaldelmundo,quelosdemoniosacostumbranarondarporaquíofreciendo la inmortalidada losque llegande fuerahuyendode laMuerte,supongoquepodráshacerunesfuerzoycreerloqueteestoydiciendo.
—Jonathan...—musitóella.Miraba hacia otra parte, pero el chico llegó a ver en sus ojos un destello de
compasión.—Esmimadrastralaqueestáenpeligro—insistió—.Noesmimadredeverdad,
pero eso no cambia nada. Marjorie no es muy lista, pero siempre ha sido buenaconmigo.Nohaqueridohacersepasarporminuevamadre.Comoes tan joven,escasicomomihermanamayor.Y,aunquesomosmuydiferentesyséqueellanomecomprende, por lo menos me respeta, que es más de lo que puede decirse de mipadre.
Emmaseguíasinmirarlo.Jonathanrespiróhondo.—Mira,puedequeyonoseamuyfuerte,nimuyvaliente,nimuylisto—dijo—,
pero soy el únicoquepuede ayudarla.Si no encuentro el relojDeveraux antes delamanecer,ellaperderásualma,yporloquemehancontado,esoesmuchopeorquelamuerte.Nopuedofallarle.Loentiendes,¿verdad?
—Jonathan—dijoellasinmirarle,muyapenada—.Losiento,losientomucho...HeoídohablardelrelojDeveraux,peronoestáaquí.
—¿Cómo?Jonathanlasoltóyseapartódeella.—Noestáaquí—susurróEmma—.LotienenenlaCiudadAntigua.Jonathantemblaba.—¡No!—dijo—.¡Esunrelojextraordinario!Siesverdadloquedicesdelasdos
carasdelaciudad,eserelojhadeestarenlaparteoculta.Ysinoescierto,entoncesnuncamehemovidodelaCiudadAntigua,yestoyenelsitiocorrecto.¿Meoyes?
Emma asintió, pero seguía sinmirarlo a los ojos. Jonathan pensó que la habíaasustado.
—Losiento—dijoenseguida—.Noqueríagritarte,mehepuestomuynervioso.Laverdadesquetodoestomedesborda.Graciasporayudarme.Eresunaamiga.
Emmavaciló.—Yo... bueno, con respecto a ese reloj —dijo en voz baja—, tal vez esté
equivocada.TellevaréaveralHacedordeHistorias,él...
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Depronto,unprolongadoaullidorasgólanoche.Emma alzó la cabeza con los ojosmuy abiertos.Un coro de ladridos se elevó
hacialasestrellas.—Nopuedocreerlo—susurróEmma,pálida—.¡Lohanhecho!—¿Elqué?Los ladridossonabancadavezmáscerca, rebotandoen lasparedesdepiedray
desparramándoseporlasintrincadascallesdelaCiudadOculta.EmmasevolvióhaciaJonathan.—¡LaCacería!—dijo—.¡Vienenpor ti!Jonathan,Jonathan,nopodrásescapar.
¡DebesdeshacertedelaPuerta!¡Lánzalalejosdeti!—¿Qué?¿Porqué?¿Quépasaráentonces?—¡Volverás a laCiudadAntigua!Esos perros son los guardianes de laCiudad
Oculta.¡Sicruzaselumbraldenuevo,yanotendránpodersobreti!Jonathanalzólamiradahacialasestrellas.Noteníamododesaberquéhoraera.
Hacíamuchoquenoseoíanlascampanadasdelatorredelconvento.—No puedo —dijo—. ¡Todas las pistas me han traído hasta aquí, no puedo
marcharme!Semeacabaeltiempo,¿esquenoloentiendes?Emmaledirigióunaextrañamirada,comosi,efectivamente,nocomprendiesede
quéestabahablando.Apretólosdientesydijo:—Muybien,entoncessolotienesunaposibilidad.¡Corre!Jonathansequedóunmomentoparado,desconcertado,peroEmmalocogiódela
mano,diomediavueltayechóacorrer,arrastrándolo trasdesí, enelmomentoenquelasombradeunenormeperronegroseperfilabaenlabocadelcallejón.Jonathansepreguntó,aterrado,siexistíanperrosasíohabíasidosuimaginaciónquienlehabíaañadidoaquel tamañodescomunalyaquellosojos rojosybrillantescomocarbonesencendidos.PeroEmmatirabadeélconurgencia,yJonathanobligóasuspiernasacorrermásdeprisa.
Lapersecuciónfuebreve,peroaJonathanse lehizoeterna.Lajauríadeperrosparecía haber tomado todas las calles de la Ciudad Oculta. Sus poderosas patashollaban los suelos empedrados e impulsaban aEmmay Jonathan hacia delante, auna velocidad de vértigo. Los animales corrían con los ojos echando chispas y lalengua colgando por la comisura de una boca entreabierta que mostraba unosenormesyafiladoscolmillos.Corríancon lasorejasenhiestasy lacolabatiendoelaire trasellos,enposdesupresa.Corríancomoelvientoporpasajesycallejones,siguiendoelolordeJonathan.
Y, mientras tanto, sus ladridos y aullidos retumbaban sobre el silencio de laCiudadOculta.Jonathanlosoía,cadavezmáscerca,ycorríacontodasualmadetrásdeEmma.Ellaloguiabaporcallejasoscurasyrecónditas,perosiempreacababaporcerrarleselpasounodeaquellosmonstruososperros,queparecíanhaberseapoderado
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detodalaciudad.Y,cuandoJonathancreíaquetodohabíaacabado,Emmatirabadeélhacíaunpasadizolateralqueelchiconohabíavistoantes,oloempujabaporunapuertaquecedíaconsorprendente facilidad,yvolvíanaestara salvoduranteunosminutosmás, en los que trataban de recuperar el aliento, hasta que otro perro losinterceptaba.
Jonathannohabríasabidodecircuánto tiempoestuvieronhuyendo.Másdeunavezestuvo tentadodehacer loque lehabíasugeridoEmma: librarsedelamuletoypasar otra vez a laCiudadAntigua, olvidarse de todo con tal de perder de vista aaquelloshorriblesperros.PeroellosignificaríanosolorenunciarasalvaraMarjorie,sinotambiéndejaraEmmaatrás.¿Quépasaríaconellaentonces?
Cuando escapaban de un perro especialmente fiero que había estadopersiguiéndolos desde hacía un buen rato, el pie de Jonathan resbaló sobre lashúmedaspiedras,yelchicorodócalleabajo,arrastrandoaEmmaconsigo.Toparoncontra unmuro. Jonathan se incorporó, ligeramentemareado, y vio que Emma sehabíalevantadosorprendentementedeprisayyatrepabaporlapared.
—¡Vamos,Jonathan!Jonathannomiróatrás,aunquepodíaoírperfectamenteelladridodelperrocada
vezmáscerca.ComenzóatrepartrasEmma.Lachicaalcanzólapartesuperiordelmuroy tiródeJonathanparaayudarloasubir.Elmuchachollegójuntoaella justocuandoelperroalcanzabaelmuro.Losdossaltaronalotrolado.
Aterrizaronsobrelahierbadeunsombríoparquesobreelrío.Jonathanmiróasualrededor, y vio que la puerta enrejada del parque estaba cerrada. De momento,estabanasalvo.
Emmasevolvióhaciaél.—¡Jonathan, no podemos seguir así! —jadeó—. ¡Tarde o temprano nos
alcanzarán!Jonathanlamiró,yalaluzdelasestrellaspudoverqueaellalesangrabalasien.—Emma,estásherida...Peroellaloapartóconimpaciencia.—¡Esonoesimportante!—dijo—.¡DebesdeshacertedelaPuerta!Jonathanacaricióporunmomentolaideadevolveralatranquilayamodorrada
CiudadAntiguayperderdevistaademonios,perrosinfernalesyalamismaMuerte.SemetiólamanoenelbolsilloyrozóconlosdedoselmedallónqueledieraNico;lonotócálidoypalpitante,comosiestuvieravivo.Dehecho,sinofueraporqueparecíaimposible,Jonathanhabríajuradoquelatíaenélunpequeñocorazón.
MiróaEmma.Estabasuciayherida,yparecíamuycansada.Sesintióculpableporhaberlametidoenproblemas.
—Pero, ¿y tú? No puedo dejarte. Mira todo lo que te ha pasado por quererayudarme.
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—¡Noseastonto!¡Esatiaquienbuscan!Sehabíasubidoaunbancoyvigilabalaentradadelparque.Cuatroojosrojizos
brillabandetrásdelareja,peroellanoparecíatenermiedo.Sevolvióhaciaél.—Jonathan,debesirte.Confíaenmí.Habíaensuvozunmatizdepreocupación,yelchicosintióunacálidaemoción
pordentro.Emma estaba preocupada por él, por Jonathan.No tenía por qué hacerlo y, sin
embargo,loayudaba,loprotegía,comosiélleimportasedeverdad.—Aunasí,nopuedodejartesola.—Muertonolevasaservirdenadaatumadrastra—replicóellasecamente.Jonathan se asomó almirador sobre el río, tratando de pensar, y contempló el
relojdubitativamente.—Peroesquenosési...Unladridolointerrumpió.Unodelosperrosacababadesurgirdelaoscuridad,y
se lanzaba hacia él. Jonathan se quedó paralizado por el terror, mientras sepreguntaba,frenéticamente:«¿Perodedóndehasalido?»,sinsercapazdepensarennadamás.
Depronto,algoloempujóhaciaunlado.Suspiernastropezaronconlabarandilladelmiradore,inmediatamente,sesintiócaeralvacío.
Después,oscuridad.
Jonathan abrió lentamente los ojos. Le dolíamucho la cabeza, y tardó un poco enorientarse.Estabaoscuro,yalgolehacíacosquillasenlapiel.
Seincorporóunpocoyseencontrósobreunarbusto.Sepusobienlasgafas,queselehabíanladeadosobrelacara,ymiróasualrededor.Eradenoche,yestabaenunaespeciedejardín,oparque.¿Quédiabloshacíaélallí?
De pronto lo recordó todo. El Museo de los Relojes, el marqués, Nico, eldemonio,Emma,laEchadoradeCartas,losperros...
Seestremeció.¿Habríasidotodounsueño?Entalcaso,¿porquéestabaallí?Y,sihabíasidoreal,¿dóndeestabanlosperros?
Selevantódeunsalto,peronovionadaasualrededorqueleresultaseconocido.Elparqueestabasolitarioysilencioso.Recordabahabercaído...
Miróhaciaarriba.Descubrióentoncesqueaquelparqueestabadistribuidoenunaseriedeplataformasadistintasalturas,conmiradoresqueofrecíandiferentesvistassobre el río. Jonathan había caído por uno de ellos y había aterrizado en el nivelinferior.Porfortuna,aquelarbustohabíaamortiguadolacaída.
¿Cómohabíasucedido?¿AcasoEmmalohabíaempujado...parasalvarlelavida?—¿Emma?—llamóJonathan.Nohuborespuesta.Solosilencio,unsilenciosepulcralquecontrastabavivamente
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con el coro de ladridos y aullidos infernales que momentos antes había hechoestremeceralaCiudadOculta.Elchicoalzólacabezahaciaelmiradordesdeelquehabíacaídoy,colocándoselasmanosjuntoalabocaamododebocina,insistió:
—¡¡Emmaaaaa!!De nuevo, no obtuvo más que silencio, y sintió una espantosa opresión en el
pecho.¿YsilosperroshabíanatacadoaEmma?Jonathannoqueríanipensarenello.Jamásseperdonaríaque lehubiera sucedidoalgoa lachica.Al finyalcabo, solohabíatratadodeayudarle.
Súbitamenteseacordódelamuletoque,segúnsuamiga, lehacíacruzardeunadimensiónaotra.Lobuscóensusbolsillos,peronoloencontró.Recordóentoncesquelollevabaenlamanocuandoaquelperroaparecióanteél.Presadelpánico, lobuscóasualrededor.Loencontróporfin,enredadoenunadelasramasdelarbusto.Encuantolotuvoentrelasmanos,volvióamirarasualrededor.
Encontró el paisaje ligeramente cambiado.Era elmismoparque, o almenos loparecía, pero tenía un aspecto algomás salvaje y descuidado, y las farolas habíandesaparecido, con lo que la penumbra era mayor. Además, se oía una voz quetarareabaunamelodíasinpalabras.
Jonathan descubrió entonces una figura vestida de blanco que estaba sentadasobreunantepechocercano,conlospiescolgandosobreelvacío.Parecíaunachica.
Jonathanestabasegurodequeantesellanoseencontrabaallí,ymiróelamuletoconunnuevorespeto.Paranovolveraperderlo,selocolgóalcuello.
Entoncesseacercóalachicaconprecaución,preguntándosesipodríaserEmma.Peroenseguidapensóque,enelcasodequeellahubiesecambiadosucoloridaropaporaquelvaporosocamisónblanco,noteníamotivosparasentarseallíacantar.¿Osí?
—Disculpa—dijo.Ella no pareció haberlo oído. No era Emma, y Jonathan sufrió una pequeña
decepción.Sucabellooscurocaíaporsuespaldacomounmanto,ysusojosestabanprendidosenlalejanía.
—Buenasnoches—insistióJonathan.Entonceslachicasevolvióhaciaél.—Oh,hola—dijosuavemente—.¿Quiénerestú?Eslaprimeravezqueteveoen
misueño.—¿Tu...sueño?—Claro. Estoy dormida y esto es un sueño. Lo sé. Sueño con esta ciudad a
menudo,yavecesparecereal,peroluegomedespiertoyveoqueestoydenuevoenmicama,yquelohesoñadotodo.
Jonathan guardó silencio unmomento.Aquella era otra posibilidad. ¿Y si todofueseunsueño?O,talvez,unapesadilla.
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Pero, aunque lo que había vivido en las últimas horas parecía demasiadofantástico para haber sucedido en realidad, el recuerdo de Emma era demasiadoauténtico como para ignorarlo. El chico suspiró.Había estado discutiendo con ellaprácticamentedesdeelmomentodeconocerla,peronopodíanegarquelamuchachalehabíasalvadolavida,ylohabíaayudadocuandomásdesorientadoestaba.
Sepreguntósivolveríaaverla,ydescubrióqueyalaestabaechandodemenos.SesentíaperdidosinEmma.
Sevolvióhacialajovendelabarandilla.—¿Quiéneres?—lepreguntó.—Aquínoimportamuchominombre,¿verdad?—sonrióella—.Estamosenlos
dominiosdelSueño,asíquesupongoqueyosoyunaSoñadora.Igualquetú.—Sinembargo,yoestoydespierto—reflexionóJonathan—.Deesoestoyseguro.—¿Deverdad?¿Ycómopuedessaberlo?—¿Cómo puedes saberlo tú?—contraatacó él—.Quiero decir... Imagínate que
esto es la realidad. Imagina que vives aquí y que todas las noches sueñas que tedespiertas en otra cama y vives otra vida. ¿Cómo sabes cuál de las dos es laverdadera?
—Porqueallítengounnombre—respondióellaconsuavidad—.Encambio,aquínosoymásquelaSoñadora.Memirancomosinomevieran.Comosisupiesenqueencualquiermomentovoyadespertaryadesaparecerdeaquí.
—Pero a mí me pasa al revés —dijo Jonathan—. De pronto, todos sonconscientesdemipresencia.Yosiemprehesidomuypocacosa,¿sabes?Perodesdequelleguéaquíparecequemehevueltoimportante.Unosesperangrandescosasdemí,yotrossetomanmuchasmolestiasparaquitarmedeenmedio.
LaSoñadorasonrió.—¿Loves?Estássoñandoqueerescomoquieresser.Jonathancallóunmomento,confundido.Despuésreplicó:—Otalvezhoypuedoserdiferenteporquesiemprehesoñadoserdiferente.Es
un camino de ida y vuelta. Siempre soñé que podía hacer algo importante. Comosalvarlavidaaalguien.Yahorasemehapresentadolaoportunidad,yséquepuedohacerloporquelohicemuchasvecesenmissueños.Paraesosirvenlossueños,¿no?Paraenseñarnoshastadóndepodemosllegar.
LaSoñadoranorespondió.—Talvez túestés soñandoque te encuentrasconmigo—prosiguió Jonathan—.
Talvezyosueñemañanaconotrapersonaqueexistedeverdadenmisueño.QuizátúmismaylavidaquetúllamasrealesténdentrodelsueñodeotroSoñador,enunciclosinfin.¿Entiendesloquequierodecir?
Porfin,laSoñadorahabló.—No —dijo—. Tú no eres real. Estás dentro de mi sueño. Cuando estoy
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despierta, no estás ahí. Vete. Alteras la paz de mi refugio onírico y no puedodescansar.Vete.Meconfundes.
Volvióaentonarsuextrañamelodía,yaclavarsusojososcurosenelhorizonte,ignorandodeliberadamenteelhechodequeJonathanseencontrabajuntoaella.
Elmuchachonoquisomolestarlamás.Sindespedirsesiquiera,lediolaespaldayse alejó de ella, y aún oía las notas de la canción de la Soñadora cuando volvió aadentrarse,conprecaución,enlascallesdelaCiudadOculta.
En la otra cara de la ciudad,BillHadleyno estaba teniendomucha suerte con suspesquisas.Erayanochecerrada,ytodosloscomerciosyorganismosoficialeshabíancerradohacíavariashoras.Tampocoseveíaamuchagenteporlascalles,ylaspocaspersonasconlasquesehabíatopadonosabíanhablaringlés.
Hadley recorría la Ciudad Antigua, resoplando como una locomotora, molestoporquedabaporhechoqueencualquierpartedelmundolagentedebíahablaringléscontantafluidezcomosulenguamaterna,yestabacomprobandoquenoeraasí.
Llegóhastaunapequeñaplazadondehabíaunruidosogrupodejóvenesquereíanacarcajadas,fumabanybebíanalcohol.Seacercóaellosytratódeexplicarlesloqueestababuscando.
Alprincipio,loschicoslomiraroncomosiestuvieseloco.Perodiolacasualidadde que uno de ellos comprendía bastante bien el inglés. Según le explicó, habíapasadounañoenEscocia.
Hadleylocortóencuantovioquesedisponíaacontarlesuexperienciaconpelosyseñales.Lepreguntóporelrelojqueandababuscando.
Loschicossemiraronunosaotros.—Ni idea—dijoelquesabía inglés; lesexplicóa losotros loquequeríaaquel
americano.Hubosonrisasyalgunacarcajada.Evidentemente,considerabanqueaquelnoera
un buen momento para buscar un reloj antiguo. Uno de ellos comento algo, y elintérpretesevolvióhaciaHadley.
—Miamigodicequeenelmuseodelconventotienencosasantiguas.CasitodosoncosasdelaIglesia,cálices,yobjetosasí,perohabíaalgúnrelojdeorocomoelquebuscausted.
Hadleylesdiolasgraciasy,conunbrillodetriunfoenlamirada,sealejóporlascallesdelaCiudadAntigua,enbuscadelconvento.
EnelMuseodelosRelojes,elratónsepostróanteelemperadordelrelojdeQuSui.Ytodoslosdemásrelojesdieronlasdoce.
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Capítulo9
Jonathan no había encontrado nada amenazador: ni perros monstruosos, nidemonios,nialaMuerte.PerotampocohabíaencontradoaEmma.
NosabíacuántoratollevabadandovueltasporlaCiudadOculta,puestoque,porlo visto, allí no existía el tiempo tal y como él lo conocía. Ahora que conocía elsecretodelaextraordinariaciudaddual,loobservabatodoconunrenovadointerés,preguntándosecómohabíapodidovagartantotiempoporlaCiudadOculta,creyendoque seguía en elmismoplanode existencia, sin darse cuenta del cambio.Advirtióque aquel lugar eramuy parecido a la CiudadAntigua. Losmismos edificios, lasmismas calles... pero siempre había detalles que lo hacían diferente. Los rinconesparecían más oscuros, las casas más abandonadas, los jardines más salvajes. Eracomo si, en algún lugar del tiempo, una sola ciudad se hubiese desdoblado en dosexactamenteiguales,ycadaunadeellashubieseseguidoexistiendoyevolucionandopor su cuenta, la primera abierta almundo,y la otrade espaldas a él.El conventollevabamuchotiempoabandonado,ynohabíaensutorrecampanaqueanunciaselashoras. Frente a la sinagoga había una tienda como la de Nico, pero cerrada ytotalmentevacía.
Las diferencias en general eran sutiles y no saltaban a la vista de un visitantedespistado,peroestabanallí,nohabíaningunaduda.Jonathansepreguntóentoncessielmarquéssehabríareferidoaladoblenaturalezadelaciudadaldecirquenoleestaba permitido llegar hasta el reloj Deveraux. Pero si Nico, Nadie y él mismohabíanconseguidoentraren laCiudadOculta...¿porquénohabríapodido lograrlounhombrecomoelmarqués?
Jonathan siguió caminando, perdido en sus cavilaciones. La exploración deaquellacaradelaciudadcasihabíalogradodistraerlodesupropósitoprincipal.
El problema era que, sin Emma, ya no tenía la más remota idea de adondedirigirse.Recordóqueellahabíamencionadoaun talHacedordeHistorias,oalgoparecido.¿Debíaarriesgarseabuscarloporsucuenta?¿Yaquiénpodíapreguntar?
Sedetuvodeprontocuandoviounatenueluzqueprocedíadeunacallelateral.Seacercó,conprecaución.
Setratabadeunacallesinsalida,rematadaporunaplacitaconárbolesybancos,yuna fuentedepiedra. Jonathan la reconocióenseguida:era lacallede la relojeríaMoser.SureflejoenlaCiudadOcultaerabastanteaproximado,inclusoeneldetalledelcañodelafuenteconformadebocadedragón.
Conlasalvedaddequeallíyanohabíaningunarelojería.En el lugar donde había estado la «ANTIGUA RELOJERÍA MOSER,
ESPECIALISTAS EN REPARACIÓN Y RESTAURACIÓN DE RELOJES
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ANTIGUOSDESDE1872»,habíaahoraunapequeñatiendamugrientacuyorótulocarcomidorezaba:
OBJETOSRAROSDETODASCLASESBUENOSYVARATOS
Jonathansepreguntóquéclasedepersonaescribía«varatos»conuvey,nocontentoconello,manteníasucomercioabiertoaaquellashorasdelanoche.
SeencogiódehombrosydecidióentrarapreguntarporelrelojDeveraux.Cuando empujó la puerta, que cedió sin problemas, lo que sucedió
inmediatamente después lo sobresaltó hasta el punto de hacerlo saltar en el sitio.Jonathanestabaacostumbradoalastiendasqueteníancampanillassobrelapuerta,ounavisadorquesonabacomounsilbidocuandoalguienentraba,peronuncalohabíarecibidoelchillidohistéricodeungrajomediodesplumado,ciertamentefeo.Elchicolanzóunamiradainseguraaloaltodelapuerta,dondeestabaelanimal,ydescubrió,consorpresa,quesetratabadeunartefactomecánico.Comoelavisadornovolvióasonar,ynadieacudióasullamada,Jonathanentróenlatiendaymiróasualrededor,fascinado.
A la temblorosa luz de las tres velas de un candelabro, objetos de todo tipo seacumulaban sin ningún orden sobre estanterías abarrotadas que vestían todas lasparedes,delsueloaltecho.Tambiénelmostradorhabíadesaparecidobajomontonesdetrastos,einclusohabíaalgunos,losmásgrandes,abandonadosporlosrinconesdelahabitación. Jonathanpaseópor la tienda,examinandoelgéneroy tratandodenopisarnada,yquedóaúnmássorprendidoqueantes.
Había cuadros cuyos personajes se movían según el ángulo desde el que losmirases;librosconlaspáginasenblanco,queseescribíanamedidaqueibasleyendo;figuritasdeporcelanaquevolvíanlacabezaparamirartecuandopasabasanteellas;joyas cuyas gemas cambiaban de color a cada instante, mostrando matices queJonathan jamás había visto y tonos que habría jurado que no existían; plumas queteníanqueestarencadenadasalamesa,porqueseempeñabanenescribirtodocuantosucedía ante ellas,yyahabíanembadurnadode tinta el áreaque la cadenaque lasreteníalespermitíaalcanzar;uncircodeautómatasenminiaturaqueejecutabanporsí solos las más atrevidas proezas acrobáticas; una especie de bicicleta con cincoruedas;unajaulasinpuertas;unalámparaque,cuandoseencendía,creabaoscuridada su alrededor; una cazuela doble con recipientes a ambos lados del mango; unaestufaconformadepepinillo;unjarrónquesonreía;unespejoquedevolvíaelreflejodel revés, es decir, que cuando Jonathan se miraba en él, le mostraba su propiaespalda...
Yhabíarelojes,montonesderelojes.Talveznofuesenextraordinarios,comolosde la cámara secreta delmarqués, pero sí que resultaban, cuantomenos, curiosos.
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Algunos tenían trecehoras;otros,variasmanecillas,oninguna;otrosavanzabanensentidocontrarioalhabitual,comosiretrocedieseneneltiempo.Pornohablardelasextrañas formas, colores y tamaños que adoptaban. Había un reloj con forma decerdito,yotropintadoarayasvioletasynaranjas.Habíaunoincrustadoenuncalderodelatón(Jonathansupusoqueserviríaparaavisarcuandoelguisoestabalisto)yotrotanplanocomopapeldefumar.
Estaba examinando los relojes, preguntándose si alguno de ellos sería el relojDeveraux, cuando algo llamó su atención. Parecía un viejo tocadiscos, solo que ellugardondedebíacolocarseeldisconoeraunaplataformaredonda,sinorectangular,yhabíaunlibroabiertosituadoenella.Laagujadeltocadiscosreposabasobreunadelaspáginas.Unpocointrigado,Jonathanlopusoenmarcha.ElaltavozcarraspeóunpocoydeélsalióunavozprofundaqueempezóahablarenunidiomaqueJonathannoconocía.Sorprendido,descubrióquelaagujadeltocadiscossedeslizabasobrelaspáginasdel libro,yque lavozrecitaba laspalabrasqueallíhabíaescritas,comosiestuvieseleyéndoloenvozalta.Siguiómirando,fascinado,cómoelartefactocumplíasucuriosocometido,hastaquelaagujallegóalfinaldelpárrafoysaltóalsiguiente,enelquecomenzabalaintervencióndeunnuevopersonaje.Lafraseestabacolocadaentresignosdeexclamación,peroJonathansediocuentademasiadotardey,antesdeque pudiera evitarlo, la voz que salía del amplificador pronunció aquellas palabrasconunpotentegritoquehizoretumbartodalasala.Jonathanlogródesconectarlo,yelaltavozenmudeció.Miróasualrededor,perolatiendaseguíaestandodesierta.
Unpocomástranquilo,ibaaseguirexaminandoelsorprendenteingenio,cuandounavozchirriantequeparecíaprovenirdetodaspartesydeningunalosobresaltó:
—Si no piensa comprarlo, ¡deje usted de juguetear con el tocalibros! ¡Esmuydelicado!
Jonathansevolvióhaciatodoslados,enbuscadeldueñodelavoz.Percibióunmovimiento por el rabillo del ojo y se dio la vuelta, pero sobre aquella parte delmostradorseguíahabiendosolamenteunpedazodeunaviejaalfombra,unapipacondosboquillas,elcircodeautómatasyunmuñecofeoyarrugadoqueteníaunaciertaaparienciadeduende.
—Lo...losiento—dijoJonathan,inseguro—.Nuncahabíavistoun...—Tocalibros—loayudólavoz.Jonathan dio un respingo. La boca del muñeco se había movido. Se acercó,
vacilante,almostrador,yloobservódehitoenhito.Elmuñecoledevolviólamirada.—¿Quépasa?¿Tengomonosenlacara?—graznó.Jonathandio un salto atrás, sorprendido.Elmuñecono era unmuñeco.Era un
duendedeverdad.El chiconoestabamuy segurodeque fueseunduende.Erapequeñoydepiel
pardusca y arrugada, tenía la nariz larga y curva, y las orejas en punta. Sobre los
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ojillos, brillantes, pequeños y negros como escarabajos, llevaba unos anteojos queteníanuncristalroto,aunqueelduende,oloquefuera,noparecíanotarlo.Dostristesmechones de pelo blanco y lacio caían sobre sus largas orejas. El resto de sudesproporcionada cabeza moteada no lucía un solo cabello. Vestía ropas queprobablementehabíansidolaúltimamoda...cuatrosiglosatrás;llevabalalevitaraídaydescolorida,yaquellospuñosdeencajehabíandejadodeserblancoshacíamuchotiempo.Suaspectoengeneralprovocabaenaquelqueloobservabaelsúbitoimpulsodecogerunplumeroparalimpiarleelpolvo.
Elduende—oloquefuera—parecíaajenoaestacircunstancia.Estabasentadosobreelmostradorconlaspiernascruzadas,yestudiabaaJonathancongestocrítico.
—¿Esusted...eldueñodelatienda?—preguntóelchico.—Paraservirloausted—dijoelduende—.¿Buscaalgunacosaenparticular?—Buscounreloj...—empezóJonathan,peroelduendelointerrumpió:—¡Ah,relojes!Lostengodetodaslasclasesytamaños,¡ytodosellosmarcanel
tiempodelExterior!¿Desearíael señorunpráctico relojdepulsera?¿O talvezuneleganterelojdepared?¿Oquizá...?
—Noexactamente.BuscoelrelojDeveraux.Hubounbrevesilencio.—Ah—dijofinalmenteelduende—.Esereloj.—¿Haoídoustedhablardeél?—Porsupuesto,miqueridomuchacho.TodosenlaCiudadOcultasabemosque
ese reloj existe, aunque nadie lo haya visto en...—hizo un rápido cálculo con losdedos—casitressiglos.Poresosabemostambiénqueesabsurdobuscarlo.TúdebesdeserunodeesoslocosingenuosquevienendelExteriortratandodehacerseconél.
—Pero,¿estáaquí,enlaCiudadOculta?—Rotundamentesí.Aunquenadiesabedónde.Jonathanfruncióelceño.Emmalehabíadicho...Deprontoelduendesaltóhaciaadelantesinprevioaviso,yJonathanretrocedió,
sobresaltado, cuando su verrugosa nariz estuvo a no más de cinco centímetros dedistanciadesurostro.
—Hace mucho tiempo que no veo uno de esos —siseó el duende—. ¿Teimportaríaenseñármelo?Nadapersonal.Curiosidadprofesional,simplemente.
—No...noentiendoaquéserefiere...—Me refiero al objeto que te permite... saltar de un lugar a otro... ya me
entiendes...Irreflexivamente,Jonathansesacóelamuletodedebajodelacamiseta.—¿Esto?Tuvo que apartarse de nuevo, porque el duende había vuelto a saltar sobre él.
Debiódepercibir la expresión alarmadadel chico, puestoque retrocediódenuevo
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hasta su lugar sobre el mostrador, sonriendo de manera que enseñaba todos susafiladosypuntiagudosdientecillos.
—Perdonami impaciencia—dijo—.Verás, cuando laciudadsedesdobló,ellosinventaronesemecanismoparaentrarysalir.Hicieronvarios relojescomoel tuyo,pero algunos se perdieron, y andan dando vueltas por el mundo. Él recogió unoscuantos y los guardó en eseMuseo de los Relojes que tiene... Oh, sí—sonrió elduendealverlaexpresióndesúbitointerésdeJonathan—.PeroalosSeñoresdelaCiudad Oculta no les hizo mucha gracia que fuese regalando Puertas a simplesmortales,con laesperanzadequealgunodeellossehicieseconel relojDeveraux.Entiéndeme.LaCiudadOcultaseconvirtióenunherviderodegenteque,comotú,metíalasnaricesdondenolellamabanparabuscaresecondenadoreloj.LosSeñoresdelaciudadnopodíanpermitirlo,demodoquehanidoconfiscandocuantasPuertashancaídoensusmanos,ymeparecequeyanoquedaningunaenelMuseode losRelojes.¿Dóndehasconseguidoesta?
—MelahandadoenlaCiudadAntigua—dijoJonathan—.Pero,¿porquéhablausteddemecanismoyderelojes?Noesmásqueunmedallón...
ElduenderióentredientesyalargóhaciaJonathanunamanoarrugadadelargasyafiladasuñas,queteníaunaciertasemejanzaconunagarra.
—No temas —dijo cuando Jonathan retrocedió, cauteloso—. Solo quieroenseñarteloquehaydentrodeesoquellamas«medallón».
—¿Hayalgodentro?Jonathanseapresuróacomprobarlo.Palpóelcolgantehastaquehallóunpequeño
botón. Al oprimirlo, el medallón se abrió como un libro y los ojos de Jonathanreflejaronsorpresa.
Elduendeteníarazón.AquelloqueNicolehabíaentregadofrentealasinagoga,aquelloquehabíallevadotodoeltiempoencimayquelehabíafranqueado,sinqueélsediesecuenta,elcaminoalaCiudadOculta,noeraunamuleto.
Eraunreloj.«Poreso lo sentíapalpitar»,pensóel chico.«En realidaderaelmecanismodel
relojloquehacíaquevibrase».Lo contempló durante un momento, buscando algo extraordinario en él que
justificase su sorprendente capacidad de servir de Puerta entre ambas caras de laciudad.
Ysí,habíaalgoextraño,algoquenoencajaba,pero,¿qué?Aparentemente,eraunreloj como tantos otros. Ni siquiera poseía la bellezamisteriosa demuchas de laspiezas de la colección delmarqués. Lomiró desde todos los ángulos, tratando deencontraraquelloquellamabasuatención,peronofuecapazdehallarlo.
—LollamanIntertempus—dijodeprontoelduende.—¿Intertempus?
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Lacriaturaasintió.—¿SabescuáleslarelaciónentrelaCiudadAntiguaylaCiudadOculta?Lasdos
estánenelmismolugar,almismotiempo,ytodossabemosqueesonopuedeser.—Bueno,noexactamente.Lafísicacuánticaseñalaque...—No me interrumpas, joven. No necesito palabrejas raras para explicarte la
naturalezadeestelugar.Yahora,¿vasaescucharme?Jonathanasintiótrasunabrevevacilación.Elduendeseacomodómejorsobreel
mostradorycontinuó:—Unavezvinoaquíunmortal como túymecontócómohabíadescubiertoel
secreto de la Ciudad Oculta. ¡El río!, me dijo. Yo no lo entendí. Chifladuras dehumanos,pensé.PeroentoncesmeexplicóquehabíavistolaCiudadAntiguadesdeelotroladodelrío.Sereflejabaenelagua,¿entiendes?Enesemomento,elhumanovio dos ciudades donde antes había una, y comprendió cómo era posible que laCiudadAntiguapudieseser,almismotiempo,laCiudadOculta,delamismaformaqueunamonedatienedoscarasounahojatienehazyenvés.
»La explicación exacta resulta un poco más compleja. En realidad, ambasciudades están en elmismo lugar perono almismo tiempo. Fíjate en el reloj quetienesentusmanos.Verásquelasmanecillasnuncasedetienenenlashorasexactas.Noesunerrorniunfallodelreloj.Hadeserasí,porqueeserelojseñalaeltiempodelaCiudadOculta,noeldelExterior.
Jonathan miró fijamente la esfera del reloj, siguiendo el movimiento de lasmanecillas.Eraverdad.Elsegunderonosedeteníasobrelasmuescasquemarcabanlas horas, sino un poco antes y un poco después. Como si estuviese ligeramentedesviado.Comosiseñalaseeltiempoentredossegundos.
—Yaves—dijoelduende—.LaCiudadOcultaexisteeneltiempoquehayentredostictacsdereloj.YlollamanelIntertempus.Ingenioso,¿verdad?Deestamanerahanconseguidopermaneceralejadosdelamiradadeloshumanos.
—Perosepuedeentrarconestosrelojes—recapitulóJonathan—.Essencillo,siconsiguesunodeellos.¿Porquéelmarquéstienequemandaraotraspersonasensulugar?
—PorquelosSeñoresdelaCiudadOcultaleprohibieronlaentrada.Esemarquéses un... un exiliado, un proscrito. Y ni siquiera él se atrevería a desafiar laProhibición.
Jonathanseacodósobreelmostrador,interesado.—HáblemedelosSeñoresdelaciudad.¿Quiénesson?—Ooooh—dijoelduende,abriendoalmáximosusojillos—,mástevaldríano
tropezarteconningunodeellos.Asimplevistanoparecenpeligrosos,perocréeme,lo son. Lo han visto todo, todo, muchacho. ¿Crees que tu especie ha realizadograndesproezas?Cuandoloshumanos llegarona laLuna,cuandosurcaronelcielo
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porprimeravez,cuandocruzaronlosocéanos,cuandoiluminaronlasnoches,cuandoaprendieronaescribir,cuandoplantaronlasprimerassemillas,cuandodescubrieroncómo prender fuego, cuando comenzaron a hablar, incluso cuando bajaron de losárboles...ellosyaestabanallí.
Jonathansacudiólacabeza.—No...noloentiendo.—Entoncesnovalelapenaquesigaexplicándotelo—replicóelduende,unpoco
molesto—.Noeresdemasiadolisto,¿eh?—Hábleme entonces del reloj Deveraux —dijo Jonathan sin ofenderse; había
halladounabuenafuentedeinformaciónynopensabadejarlaescapar—.¿Quétienedeespecial?
—Bueno,nuncalohevistoconmispropiosojos,asíquenosabríadecirte...perodicenqueguardaunfabulososecretoensuinterior.Poresounoslobuscancontantoafányotrossetomantantasmolestiasparaquesigaoculto.
—¿Ynohaymaneradellegarhastaél?—¿Nomeestásescuchando?¡Tehedichoqueellosloguardan!—¿Ycómopuedollegarhastaellos?Elduendesuspiró,cargadodepaciencia.—Nopuedes llegar hasta ellos.Ano ser que ellos salgan a tu encuentro, claro
está. ¡Por todo lo sagrado, chico, son losSeñoresde laCiudadOculta!Sabíanqueestabas aquí mucho antes que tú mismo. Saben todo sobre ti. Puede que te esténobservando en estos mismos instantes. No puedes sorprenderlos. Si no quierendejarsever,nuncalosencontrarás.
Jonathanseapartódelmostrador,tratandodepensar.EmmalehabíadichoqueelrelojDeverauxnoestabaenlaCiudadOculta,peroobviamentesehabíaequivocado.Tratódereunirlasescasaspistasquetenía.
—¿ConoceustedalHacedordeHistorias?—Sí —el duende frunció el ceño—. Un humano loco como tú. Ellos le
perdonaronlavidaporquecontababuenoscuentos.Ahoraesincapazdedistinguirlorealdeloimaginario.
—¿Dóndepuedoencontrarlo?Elduenderióconsarcasmo.—¿Para qué quieres encontrarlo? Pregúntale por algo y te contará docenas de
historias relacionadas.Todas interesantes, sí, pero ningunaverdadera. Podrías estarescuchándolo hasta el fin del mundo. Pero no sé dónde está—añadió, al ver queJonathanabríalabocapararepetirlapregunta—.Vadeambulandoporahí.Talvezloveasestamismanoche.
Jonathan frunció el ceño. ¿Por qué había querido Emma llevarlo a ver a unindividuocomoaquel?Sacudiólacabeza.Seguramente,elduendeexageraba.
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Sevolvióhaciaélparapreguntarlemáscosas,peroelduendesepusoenpiedeunágilsaltoylomiroconciertaferocidad.
—Ybien,chico,esperoquedespuésdetodohayasdecididocompraralgo...—Notengodinero—respondióJonathanalpunto.—No importa. Si te interesa alguna cosa, siempre me puedes dar un objeto a
cambio.Comoesebonitorelojquellevascolgadoalcuello.Jonathannoteníaningunaintencióndeentregarleelreloj,peropaseósumirada
porlos«OBJETOSRAROSDETODASCLASES,BUENOSYVARATOS»queelduende teníaensuabigarrada tienda.Deprontose leocurrióuna idea,y sevolvióhaciaéltanbruscamentequecasillegóasobresaltarlo.
—¿NoseráustedelMago,verdad?—¿ElMago?¿Dequéestáshablando?—Quierodecir...—JonathantratóderecordarloquehabíadicholaEchadorade
Cartassobreelpersonajeaquienhabíallamado«elMago»,yqueestabadestinadoamostrarlealLocosuverdaderocamino—,sihasidoustedquienhainventadotodosestos...artilugios.
—¿Yo?¿Porquiénmetomas?¡Comosinotuvieseotracosamejorquehacer!El duende parecía ofendido, y Jonathan optó por esperar a que se calmase un
poco.—¡Noooo,chico,yovendoobjetosraros,nolosfabrico!Peroconozcoauntipo
que tenía tanto tiempo libreque sededicabaa inventarcosascomoestas, luegonosabíaquéhacerconellas,demodoquemelastraía...yasísurgiómitienda.
—¿Dóndepuedoencontraraesehombre?—Yonolollamaríaexactamente«hombre»...perocreoqueviveenunático.—¿EnlaCiudadOculta?—¡Basta de cháchara!—estalló de pronto el duende—. ¿Vas a comprar algo o
no?Ya no parecía tan amigable, y Jonathan retrocedió un paso. El duende se
balanceabasobreelcantodelmostrador,comosiestuviesedispuestoasaltarsobreelmuchacho en cualquier momento. Sus ojos tenían un brillo siniestro, y enseñabatodoslosdientes.
—Me...meparecequeno—balbuceóJonathan—,Sientohaberlehechoperdereltiempo.
—¡Tiempo es lo que te llevas, y debes pagarlo!—exigió el duende, señalandoacusatoriamenteaJonathanconundedohuesudo—.¡Dametureloj-puerta!
Jonathansellevólamanoalmedallón.—Nopuedo—dijo—.NecesitoencontrarelrelojDeveraux.Elduenderechinólosdientesysaltósobreél.Jonathanyaestabaenlapuerta.Laabrió—elgrajomecánicovolvióagraznar—
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ysaliócorriendo,sindetenerseamirarsielduendeloperseguía.Oyósuschillidosasuespaldadurantelargorato.Porfin,laoscuridadselotragó.
Enaquellosmomentos,BillHadleysehallabaenlajefaturadepolicíadelaCiudadAntigua,armandounescándaloconsiderable.Unodelosagentes,quechapurreabaunpocodeinglés,habíacreídoentenderensusconfusasexplicacionesqueHadleydebíaencontrar un reloj antiguo antes del amanecer, y que esta era la razón por la cualhabíadespertadoatodoelconventoaporreandolapuerta,yquedespuéshabíatratadode sobornar a lasmonjas con un fajo de billetes para que le dejasen examinar losvaliososobjetosdelaexposición.
El agente estaba desconcertado. Habían arrestado a Hadley por escandaloso yalborotador,perodabalasensacióndequeloquenecesitabaeraunalargaestanciaenunmanicomio.
—¡No se haga el gracioso conmigo, agente!—vociferaba Bill Hadley, con elrostrocompletamentecolorado—.¡Ustednosabequiénsoyyo!¡Podríacomprartodaestamalditaciudad,asíquedéjemesalirdeaquíantesdequepongaenacciónatodosmisabogados!
—Oh,otrolocodeesos—dijounpolicíademayoredad,cuandoelotrolecontólo que pretendía aquel americano chiflado—. ¿Cuánto tiempo hacía que no veníanadiepreguntandoporesereloj,Rodríguez?
—Másde siete años—respondióRodríguez,que sería solounpocomás jovenquesucompañero—.Peroningunohabíaarmadotantoescándalo,queyorecuerde.
Hadleyseguíavociferando,ajenoalhechodequelospolicíaslomirabancomosifuese un piojo.Entonces algo se restregó contra su pierna.Hadley se calló ymiróabajo.
Eraungatonegro.—Fueradeaquí—gruñó,lanzándoleunapatada.Pero el gato no solo no se fue, sino que saltó a su regazo y se acomodó allí.
Hadleyselosacódeencimaysedispusoaseguirincrepandoalpolicía,cuandovioqueelgatohabíadejadoalgosobresusrodillas.
—¿Quéesesto?Unmedallónviejo,oalgoparecido.Hadleylocogióconcuriosidad.Y,entonces,todoasualrededorcambió.
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Capítulo10
Jonathanoyódenuevolosladridosdelosperros.Aunquesabíaquelebastabaconsoltarelreloj-puertaparaescapardeellos,esperabanotenerquehacerlo,puestoquenoqueríadesprendersedelamuletoporsiluegonovolvíaaencontrarlo.
Estaba confuso, y la proximidad de los perros infernales no contribuíaprecisamenteaaclarar sus ideas.Emma lehabíahabladodelHacedordeHistorias,peroelduendelehabíadadounapistasobrealguienquepodríaserelMagodelquehablabanlascartasdeltarot.
Seguía vagando sin rumbo, con precaución, cuando oyó aullidos en una callecercana. Se disponía a dar media vuelta, pero una voz conocida lo retuvo dondeestaba:
—...perovaisadejarmebajar,¿síono?ElcorazóndeJonathandiounbrincoycomenzóalatirmásdeprisa.Élmismose
sorprendiódesupropia reacción.Había llegadoacreerquenovolaríaavernuncamás a la chica de las trenzas pelirrojas, y hasta aquelmomento no se había dadocuentadelomuchoquelahabíaechadodemenos.
Se obligó a sí mismo a controlarse y a mantener la calma. Se asomócautelosamentetraslaesquina.
Loqueviolodejóhelado.Dosdeaquellosenormesperrosaullabanalpiedeunmuro.Noparecíanhaber
detectado lapresenciade Jonathan; estabanmás interesados en la figuramenudaycoloridaquesehallabasentadasobreelmuro,conlospiescolgandoygestoaburrido.
—¡Emma!—susurróelchicoparasímismo,horrorizado.Creíaquehabíahabladoenvozbaja,perodeprontolosdosperrossecallarony
sevolvieronhaciaél.—¿Jonathan?—dijoEmma—.Teheestadobuscando.¿Dóndetehabíasmetido?LosojosdeJonathanestabanfijosenlosperros,ynorespondió.Lasdosbestias
sehabíanvueltohaciaélylegruñíanporlobajo,mostrandotodossusdientes.—Yo los entretendré —susurró por fin, sin dejar de mirar a los perros—.
Aprovechaparaescapar.—Pero,Jonathan...Emma no parecía comprender la gravedad de la situación, se dijo Jonathan
desesperado.Seguíasentadasobreelmuro,observandolaescenaconmáscuriosidadquepreocupación.
—Jonathan, no van a hacerme daño—explicó ella—. Te buscan a ti y al otrointruso.Noamí.Yovivoaquí,¿recuerdas?
Jonathannohabíaapartadolamiradadelosperrosenningúnmomento,peroesta
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veznopudoevitarlo:conunágilmovimiento,Emmasaltódelmuroyaterrizójuntoalosperros,quenorepararonenella.
—¿Loves?—dijoEmma.Jonathanpensóqueelcomportamientodeellaerademasiadoabsurdo.Yademás,
ahoraquelaveíamásdecerca,habíaenellaalgoquenocuadraba...Abriólabocaparadeciralgo,peroenaquelmismomomento,losperrosselanzaronhaciaél.
Jonathandiomediavueltayechóacorrer.Mientrascorría,oyendoa losperroscadavezmáscerca,tratabadequitarseelreloj-puerta,quetodavíallevabacolgadoalcuello.Justocuandosentíaenlanucaelnauseabundoalientodeaquellasbestias,lacadenasedesprendióporfin.
Jonathanladejócaeralsuelo.Los perros desaparecieron de pronto. También la calle en la que se encontraba
pareciócambiarenalgunosdetalles.Jonathansesentó,temblando,enelsuelo,cercadelreloj-puerta,paranoperderlodevista.Noqueríavolveracogerlo,demomento.Esperaríaunrato,hastaquelosperrossealejasen,yentoncesregresaríaalaCiudadOculta.
Apoyó laespaldaen laparedy respiróhondo.El sonidodeunamotocicletaenalgunapartedelaciudadterminódetraerledevueltaalmundoconocido.
Nohabríasabidodecircuántotiempopermanecióallí.Diezminutos,quince,talvez media hora. Hasta aquel momento no había sido consciente de su propiocansancioy,ahoraquesesentíarelativamenteasalvo,sedabacuentatambiéndequeestabaagotado.
Además, su corazón se debatía entre el deseo de correr a buscar a Emma y elhorrorqueleinspirabanaquellasbestiasimplacables.Yelhechodehabervistoalachicatancercadelosperrosnocontribuíaprecisamenteaaclararsusideas.AquellaimagendeEmma,depieentrelosperros,loinquietabasinquellegaseaentenderporqué.
Entoncesalguienentróenlacalle,corriendo,yJonathanalzólacabeza,alerta,alavezquesemovíahacia laderechaparaocultarconsucuerpoel reloj-puerta,sinllegararozarlo,perolobastantecercacomoparapoderalcanzarloyhuiralaCiudadOcultaencasodenecesidad.
Elreciénllegadosedetuvoanteélylomiró.Jonathanledevolviólamirada.Elotro,alreconocerlo,abriólosojosdesmesuradamente.
—Tú—susurró—.Hasvuelto.SetratabadeNadie,peroparecíaaterrorizado.Estabamuypálido,jadeabaytenía
lafrentecubiertadesudor.SelanzóhacíaJonathan,implorante,ysollozó:—¡Porfavor,necesitounaPuerta!¡Porfavor,ayúdamearegresar!¡Sinolohago,
estoyperdido!—TúteníasunaPuerta—replicóJonathan,apartándolo—.¿Quéhasidodeella?
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—La... la he perdido —gimió Nadie, retorciéndose las manos—. ¡Me la harobado un maldito gato negro! ¿Puedes creerlo? ¡Ha saltado sobre mí desde laoscuridadymelahaarrancadodelcuello!
Jonathan ladeó la cabeza. Se sentía seguro en la Ciudad Antigua y no queríadejarsellevarporelhisterismodeNadie.
—¿Por qué quieres volver a laCiudadOculta?—le preguntó con calma—.Esmuy peligroso, ¿sabes? Está llena de unmontón de perros que atacan a todos losintrusos.
La serenidad de Jonathan pareció hacer mella en Nadie, que se tranquilizó unpocoysesentójuntoaél.
—Estoy enfermo —le confesó—, y mi mal es incurable. Según los médicos,deberíahabermuertohaceyameses,peronomeresigné,¿entiendes?Soyjovenymequeda aún mucho por hacer. Cuando los más prestigiosos médicos me dieron pordesahuciado,consultéamagos,videntes,curanderosycharlatanes.Merelacionéconalquimistas varios y busqué en vano la Piedra Filosofal. Recorrí medio mundopersiguiendoelmanantialdelAguade laVida,mientras laenfermedadcorroíamisentrañasylaMuerteacechabamispasos.Sí,llevohuyendodeelladesdehacemuchotiempo.LediesquinazoenSamarkanda,laburléenTeotihuacán,escapédeellaenlaAntártidayporpocomealcanzóenelKilimanjaro.Peronuncalograbaperderladevista.
»EntoncesoíhablardelaCiudadOculta.Laciudaddelosinmortales.»Investigué todoloquepudey logréhacermeconunreloj-puerta.Lleguéhasta
aquí con mis últimas fuerzas. Puede que incluso ya esté muerto, ¿sabes? Pero laMuertenotienepoderenlaCiudadOculta,porqueactúaenotroritmodetiempo,enel plano del tiempo en el que se encuentra el mundo tal y como lo conocemos,¿entiendes?
Jonathanasintió.—Haceunratohevistoaunaadivina—dijo—.Mehaechadolascartasdeltarot,
y ha salido laMuerte, y también un individuo al que llaman el Colgado.Me hanexplicadoquees alguienquenopuedeavanzarporque tieneunacuentapendiente,algoquedejóamediohacer.EmmadijoqueelColgadoerastú.
Conunbufido,Nadiepreguntó:—¿Quéinsinúas?—Dicesquequiereshacermuchascosas,queeres jovenparamorir,perovasa
pasarteelrestodetuvidahuyendodelaMuerte,asíque,despuésdetodo,novasahacernada.Estás estancadoenunpuntodel camino.Nopuedes retroceder.Y solopuedesavanzarhacialaMuerte.
Nadieselevantódeunsalto.—¡Nohablaríasdeesamanerasifuesestúelquesabequevaamorir!
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—SéquemerondalaMuerteestanoche—dijoJonathan,tranquilo—.Ysécómopuedesobtenerlainmortalidad,peroelprecioesalto.
Nadieseacercóaél,ansioso.—¿Melodirías?Jonathancallóylomiródehitoenhito.Finalmente,dijo:—Novalelapena,¿meoyes?—Esolodecidiréyo.Dime,¿cómopuedoconseguirlainmortalidad?Jonathansuspiró,ydejósumiradaprendidaenlasestrellas.—En la Ciudad Oculta hay demonios que te ofrecen los relojes de arena que
poseelaMuerte.Nadieseenvaró.—¿Elrelojdearenadetuvida?¿YcómologranarrebatárseloalaDama?—Notengoni idea.Pero tedan tu relojacambiodealgo.Pequeños favores,o
algoasí.Nomehequedadoapedirmásexplicaciones.—¿No?Pueseresestúpido.—Nolocreo.NocreoqueseapeorlaMuertequedependerelrestodetuvidade
loscaprichosdeundemonio,¿osí?—Es tu opinión, pero seguro que cambiarías de idea si estuvieses enmi lugar.
Bien,yoprefierovivir,seacomosea.¿Cómopuedollegarhastaesedemonio?—Si caminas por laCiudadOculta, imagino que tarde o temprano te saldrá al
paso.Perocréeme,noesbuenaidea.¿Tehehabladoyadelosperros?—Sí,lohashecho—Nadielanzóunamiradanerviosaporencimadesuhombro
—. Por favor, ayúdame a volver. He viajado por todo el mundo en busca de unaoportunidadcomoesta.Daríacualquiercosaporseguirviviendo.
Jonathanseseparóunpocodeél.Muylentamente,mirándoloalosojos,seapartódelapared.
Elreloj-puertarelucíamisteriosamentealaluzdelafarola,enelsuelo,juntoaél.Nadieahogóungritoyalargólamanoparacogerlo.
—Losdosalavez—leadvirtióJonathan,deteniéndolo—.Aladetres.Amboscruzaronunamirada.—Una...—empezóJonathan—,dos...¡tres!Tocaronelrelojexactamentealmismotiempo.El salto fue instantáneo y, como en las demás ocasiones, Jonathan apenas se
percatódeél.Lacalleparecía lamisma,peroestabamuchomásoscura,porquenohabíafarolasiluminándola.
Yhabíaotrodetallequelasdiferenciaba,undetalleespecialmenteaterrador.Unode losperros infernalessehallabaenmediode lacalle, frenteaellos.Los
mirabafijamenteconsusojosrojosyardientescomoelmismoaverno,ygruñíaporlobajo.
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Antesdequeningunodelosdoslograramoverse,elperrosaltósobreellosconungruñido.Jonathangritóysoltóelreloj-puertainstintivamente.
Elperrodesapareció.Ensulugarhabíaunafiguraoscurayesbeltaquecaíasobreellosalavelocidad
delrelámpago.Laluzdelafarolailuminóunrostropálidoyfríocomoelalabastroyunosinsondablesojosnegros.ElfilodeunaenormeespadarelucióunmomentoanteJonathan,quegritódenuevomientraslaMuertedescargabasuarmasobreél.
Jonathancerrólosojosyoyóunsilbido.Después,silencio.Elchicoabriódenuevolosojos,lentamente.LaMuerteseguíafrenteaél,firmey
serenacomounadiosa.Habíabajado laespada,y su indescifrable rostromarfileñoestabavueltohaciaalgoquehabíadetrásdeJonathan.ElmuchachosegiróyvioaNadie.
Estabamuerto.JonathantodavíatemblabacuandolaMuerteseinclinópararecogerasupresa.—Notemas—dijoellaconsuvozsobrehumana—.Hoynohevenidoporti.—¿A...adóndetelollevas?—pudodecirJonathan.LaMuertesonrióenigmáticamente.—Notengasprisaporsaberlo.Tardeotemprano,tútambiénloaveriguarás.Jonathanrespiróhondo.—¿Puedo...puedohacerteunapregunta?LaMuerte no dijo nada, pero Jonathan inquirió, señalando el cuerpo inerte de
Nadie:—¿Porquéningúndemonioleofreciólainmoralidad?LaMuertesevolvióparamiraraJonathan.Larotundidaddesumirada lohizo
marearse.—PorqueelDiablosabíaqueélmepertenecíadesdehacíamucho.YalDiablole
interesanlosvivos,nolosmuertos.—Llegódemasiadotarde—musitóJonathan;volvióamiraralaMuerte—.Dime,
¿cuántaarenaquedaenmireloj?—Novoyaresponderaesapregunta—replicóella—,porqueentoncespasarías
elrestodetuvidaintentandoprolongareseplazo,pormuydilatadoquesea.Limítatea vivir; ese es tu trabajo. Cuando llegue tu hora, yo vendré a buscarte. Ese esmitrabajo.Nosveremosentonces...JonathanHadley.
La Muerte retrocedió unos pasos, arrastrando consigo el cuerpo de Nadie.Jonathan se dio cuenta entonces de que el Nadie que ella se llevaba parecíaincorpóreo,mientrasqueelcadávermaterialcontinuabatodavíaenelsuelo,juntoaél,enlamismaposiciónenquehabíacaído.
La Muerte siguió retrocediendo hasta perderse entre las sombras. Entonces,
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desapareció.Jonathanvolvióaquedarsesoloenelcallejón,juntoalcuerpodeNadie.Lacampanadelatorredelconventodiolasdos.
EnelMuseodelosRelojes,eltorodelrelojdeQuSuitocólospiesdelemperador.ElmarquéssonriómientrasobservabalosmovimientosdeJonathanenelBarun-
Urt.—Noestámal—admitió—.Yasonlasdos,ysiguesvivo.SevolvióhaciaelcuerpoinertedeMarjorieHadley.—Sin embargo, tú no debes hacerte ilusiones—dijo—: nunca le entregarán el
reloj, y no se les puede arrebatar por la fuerza. No es nada personal—añadió—;simplemente pienso que lo mejor es que sea sincero contigo. No quisiera creartefalsasesperanzas.
Calló, como si estuviera escuchandounavoz inaudible.Después se encogiódehombros.
—Bueno—dijo—, yo no tengo la culpa. Si ellos están allí ahora es porque tútocasteloquenodebías.Asíqueyodetitrataríadepasarlomejorposiblelaspocashorasquetequedan...quenosonmuchas,dichoseadepaso.
Le dio la espalda al reloj de Qu Sui para volver a centrarse en la imagen deJonathanysupadre.Elorbedelextraordinariorelojchinoparpadeóunmomento,yelrostrofantasmaldeMarjorieHadleyseasomóalcristaldesuprisión.Movióloslabios,comositratasedehablar.
—¿Monstruo...?—sonrióelmarqués,sinmirarla—.¿Esocrees?Nomedigas...Algo parecido a una lágrima intangible brilló en la mejilla del espíritu de
Marjorie.
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Capítulo11
JonathanvagabadenuevoporlaCiudadOculta.Había llamado a la policía para que fuesen a recoger el cuerpo deNadie, pero
cuando los agentes llegaron, él ya se había marchado. Ahora, con el reloj-puertacolgadodenuevodesucuello,volvíaarecorrerconprecauciónlasoscurascallesdeloqueNadiehabíallamado«laciudaddelosinmortales».
Laciudaddelosinmortales...Jonathan intuía que aquello tenía mucho que ver con el reloj Deveraux y el
misteriosomarquésquelohabíaembarcadoenaquellaaventura,peronoterminabadeverloclaro.ElmalogradoNadiehabíaacudidoalaCiudadOcultaenbuscadelainmortalidad, pero Emma le había dicho que era una esperanza vana, porque laMuertesiempreacababaganandolapartida.AsíhabíasidoenelcasodeNadie.
¿Entonces, qué? ¿Había llegado allí Nadie persiguiendo un mito? ¿Se habíareferidoaaquellosinmortalesqueloeranenvirtuddeunpactoconeldemonio?PeroEmma había dicho que los demonios estaban allí para tentar a los que llegabanbuscandolainmortalidad.Porotrolado,elduendedelatiendahabíahabladodeunosseres inteligentes anteriores al hombre. ¿Hablaba de los demonios? ¿Eran ellos losSeñoresdelaCiudadOculta?
¿Y el relojDeveraux? Emma le había dicho que estaba en la CiudadAntigua.Peroelduendehabíaafirmadolocontrario.
AJonathanledabavueltaslacabeza.Sospechabaquehabíatenidolaoportunidaddeaveriguarmuchísimasmáscosassobreaquellaextraordinariaciudaddual,perolahabíadejadoescaparalnoformularlaspreguntasadecuadas.
Enaquelmomentooyóunavozquecanturreabaenunacallelateral.Sedetuvoyescuchóatentamente:
—...y ella le dijo: «Oh, qué buen escondrijo. ¿Puedo pasar la noche aquícontigo?». «Pero los lobos aúllan y la luna se oculta», dijo él; «¿no quieresencontraraquelloquebuscas?»;yelagujerosecerró,yeldragónsedurmió,yellasefuevolandohacialaslucesdelalba,laslucesdelalba...
La voz calló, y Jonathan sacudió la cabeza, sorprendido. De pronto había unhombrefrenteaél,unhombredelgadoyvivaracho,quehabíaaparecidosúbitamenteenelcallejón,oesaeralasensaciónquelehabíadado.Peroapenasunossegundosdespués comprendió que aquel individuo no había brotado de la nada, sino que sehabía acercado caminando desde la esquina, y Jonathan no se había dado cuentaporque había estado sumido en una especie de trance provocado... ¿por aquellaabsurdacanción?
Observóalhombrealaluzdelasestrellas.Vestíadeunamaneramuyestrafalaria,
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con prendas de distintas clases, colocadas unas encima de otras sin orden niconcierto.Llevabaenlacabeza,amododegorro,loqueparecíaunafundadecojínhecha de distintos retazos de tela, y rematada conmedia docena de cascabeles dediversasformasytamaños.
Pero lo que más llamó la atención de Jonathan fueron sus ojos, enormes ybrillantes,quedestacabanpoderosamenteenunrostromenudoyenjuto.
Elchicoabriólabocaparapreguntarlesunombre,pero,antesusorpresa,loquedijofue:
—¿Cómosiguelahistoria?Elcuriosohombrecillopasabaelpesodelcuerpodeunpieaotro,balanceándose
contalligerezaquecostabaseguirsusmovimientos.—¿Quéhistoria?—preguntóconvozaguda.Por segunda vez, Jonathan fue a preguntarle su nombre, pero de nuevo se vio
sorprendidoporlaspalabrasquesalierondesuboca:—...y ella se fue volando hacia las luces del alba, las luces del alba... —le
recordóalhombrecillo—.¿Quépasódespués?—¡Oh,esa!—rióelextrañopersonaje— ...yellase fuevolandohacia las luces
delalba,laslucesdelalba,yenloaltodeunárbolhizounacasa;yalsextodíatuvovisita. ¿Quién ha venido a verme?». «Oh, yo he venido a verte, y he cruzado eldesiertoparapedirte unbeso.Pero ellano lodejó entrar: «Y, a cambio, ¿quémedarás?¿Metrajistelarisadelamariposa?¿Tienesunfrascoconlágrimasderosa?¿Recogisteacasolossueñosdeunhada?¿Meenseñaráselcolordetualma?».Élleregalólarisadelamariposa,yunfrascodelágrimasderosa;lemostrócómoeranlossueñosdeunhada,ledijocuáleraelcolordesualma.«Regálameunpedazodeestrella», pidió entonces ella.Y él bajó la cabeza, entristecido. «Oh,no, nopuedodarteloquemehaspedido.¿Nosabesquelasestrellasaúnnohanflorecido?».
Elhombrecillocallóderepente,yJonathanvolvióalarealidadconbrusquedad.Aquellaspalabrashabíanprovocadounextrañoefectosedanteenél,creandoensumente imágenesmaravillosasdemariposasque reíanyestrellas florecidas.Cuandopudovolver a pensar con coherencia tuvoque admitir que aquella historia, quenotenía ni pies ni cabeza, había logrado subyugarlo hasta el punto de hacerle olvidartodocuanto teníaqueverconsumundoysu realidad.Sacudió lacabeza.«Estoesunalocura»,pensó.Peroparecíaqueunapartedesumentequeríaseguirperdidoenaquellalocura,porquedeprontoseencontróasímismodiciendo:
—¿Mecontarásotrahistoria?¿Onoguardamástumemoria?Calló,horrorizado,preguntándosesielpareadolehabíasalidoporcasualidad,y
sospechandoquenoeraasí.Elhombrecillosonriódenuevo:—Oh,oyentepaciente—canturreó—,túquepidesmáscuentos,sabrásquenote
miento si te digo que una vez existió una mosca muy feroz que lloraba elefantes
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cuandomoríalatarde.Yunapiedraquecaíalecontómilmaravillas...Jonathan perdió la noción del tiempo. Tal vez oyera dos, cinco o cincuenta de
aquellasdescabelladashistorias,perohabíaenellasalgofascinantequeloobligabaaseguirescuchandoyapedirmásymás.
—...ylanochesereía,yélsefueconmuchaprisa.«Heperdidomiternura.¿Lahabráencontradolaluna?»,perolalunaledijo...
—¡Socooorroooo...!Jonathanalzólacabezaytratódedespejarse.—¿Lalunadijo«socorro»?—murmuró,aturdido.—...lalunaledijo:«Yoheencontradoturitmo,perolaternura...»—¡¡¡Ayuuudaaaa!!!Jonathandespertóporsegundavezdesuextrañotrance.Lavozquepedíaauxilio
se oía lejana y distante, pero había logrado colarse de alguna manera entre lasmágicas palabras del disparatado cuento. Y había algo en ella que no admitía serignorado.
—Quéraro...—susurróJonathan,todavíaalgoconfuso—.Esavoz...Se dio cuenta entonces de que se había sentado en un portal, y de que el
extravagantehombrecilloestabasentadojuntoaél.Sepreguntócuántoratollevabaallí.
—...perolaternura...—intentóproseguirelhombrecillo;sinembargo,enaquelmomento la voz volvió a oírse, y junto a ella sonaron también los ladridos de losperrosinfernales,yJonathannopudoseguirobviándola.
Sepusoenpiedeunsalto.Tambiénsucompañeroselevantó.—¿Queréissaberloqueaconteciócuandoelgiganteporlajarrasecayó?—dijo
rápidamente.Jonathan se volvió hacia él, interesado, pero enseguida se obligó a símismo a
tenerpresentequeacababadeoírunavozpidiendoayuda.—No puedo quedarme—dijo con firmeza, aliviado al comprobar que esta vez
había pronunciado las palabras que quería pronunciar—. Tus historias son muybonitas,pero...
Deprontosecallóymiróalhombrecilloconmayoratención.—¡TúereselHacedordeHistorias!—exclamó—. ¡Túeres lapersonaa laque
Emmaqueríaqueviera!ElHacedordeHistoriasseriócomounloco,yloscascabelesdesuextrañogorro
tintinearonconalegría.—¡Quién tuviese tal fortuna como el hueso de aceituna que fue a correr
aventurasalpaísdelas...!—¡No,espera!—lointerrumpióJonathan—.¿QuésabesdelrelojDeveraux?
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Losojosdelhombrecillobrillarontodavíamás.—Un reloj para ocultar un pedazo de tiempo—tarareó—.Créeme, que no te
miento.Cuandoeltigrefueabuscarlasonrisadecristal...—¡Porfavor,quealguienmeayude!Enestaocasión, lavozhabíasonadomuchomásdesesperada,y los ladridosde
losperrosmuchomáscerca,yJonathandiounrespingo,sorprendido.Aquellavoz...—¿Papá?Aguzóeloído.ElHacedordeHistoriascanturreaba:—Tiempo,siento,miento,lento,tiento...—¡Silencio!—pidióJonathan,peroelhombrecilloalzólavoztodavíamás:—¡Tiempo,cuento,tiempo,cuento,tiempo...!—chillaba.Jonathansetapólosoídosyechóacorrer.Muchoratodespuésdequedejaraatrás
al Hacedor de Historias, sus sorprendentes imágenes seguían creando extrañasasociacionesensucabeza.«Elhuesodeaceitunaencontrólaternura,yellalepidióunasonrisadecristal,yeldragónlafueabuscar;hablóconunelefanteferozquecaíaporlajarray...».
—¡¡¡Bastaya!!!—chillóJonathan.Porunmomentosehizoelsilencioensumente.Entoncesoyódenuevolavozde
supadre,yseaferróaellacomoauntalismán.Echóacorrerotravez.Yaldoblarunaesquinalovio.BillHadleyhabíatrepadohastaeltejadodeuncobertizoqueaguantabaaduras
penassupeso.Noayudabaamejorarsusituaciónelhechodeque tresdeaquellosaterradoresperrosestabanintentandoecharabajoelcobertizoparapoderllegarhastaél.
—¿Papá?—dijoJonathan,sorprendido.Instintivamente, se llevó lamano al pecho para comprobar que su reloj-puerta
seguía allí. Lo sintió palpitar entre sus dedos y se preguntó cómo diablos habíalogradosupadrellegaralaCiudadOculta.
—¡Papá!—gritó.BillHadleyalzólacabezaparamirarlo.Temblabadepuroterror.—¿Jo...Jonathan?—¡Deshaztedelreloj-puerta,papá!—legritóJonathan,haciendobocinaconlas
manos. Los perros ya habían reparado en su presencia, y se había vuelto hacia él,gruñendoamenazadoramente—.¡Dateprisa!
Enseguida se dio cuenta, sin embargo, de que su padre no entendía de qué leestabahablando.Respiróhondo,hizodetripascorazónyechóacorrer.
Solovolviólacabezaunavez,yfueparacomprobarquelosperrosloperseguíany se alejaban de su padre. Siguió corriendo, pero al doblar una esquina resbaló denuevo sobre el húmedo suelo, sintiendo que se torcía dolorosamente un pie.
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Intentandonopensarenello,nienlosperrosqueseleechabanencima,sequitóelamuleto.
EsperóapenascincominutosenlaCiudadAntigua,ydespuésvolvióacogerelreloj-puerta.Lacallesetransformódenuevoantesusojos.Losladridosdelosperrosseoíanunpocomáslejos:habíanpasadodelargoporellugardondeJonathanhabíacruzado ladelgada líneaque separabaambosespacios temporales.El chico respiróhondoyvolviósobresuspasos,cojeando.Sabíaque losperrosno tardaríanendarmarchaatrás.
Cuandollegódenuevoalcobertizovioquesupadrehabíabajadodel tejado,ymirabaasualrededor,receloso.
—¡Jonathan! —chilló cuando lo vio—. ¿Qué está pasando aquí? ¡Estabahablandoconunpolicíaydeprontolahabitaciónhacambiado,yerauncuartovacíoyoscuro!¡Yesashorriblesbestias...!
—Te lo explicaré más tarde —cortó Jonathan—. Ahora debemos buscar unrefugio.Notardaránenvolver.
SeinternaronporelsectorcentraldelaCiudadOculta,dondelascalleseranmásestrechas, oscuras y retorcidas, y había múltiples pasadizos por donde podíanescabullirse.
Aldoblarunaesquina,sinembargo,seencontraronconunafiguramenudaquelosestabaesperando.
—¡Jonathan!—dijoella,alegre.Jonathansedetuvobruscamente.—¡Emma!Vio con claridad su amplia sonrisa, tan fuera de lugar en medio de aquella
pesadilla.Avanzócojeandohastaella,ymientraslohacíasedebatíaentreelimpusodeabrazarlacontodassusfuerzasylatimidezqueleimpedíatomarseconfianzasconella.PerofuelapropiaEmmaquienloabrazó.
—Jonathan, Jonathan, pensé que los perros te habían alcanzado. ¿Por qué hasvuelto?Sabesqueespeligrosoyquedeberíashabertedeshechodelreloj-puerta...
—Peroyateexpliquéporquénopodíahacerlo.MeheencontradoconelHacedordeHistorias,¿sabes?Untipomuyraro.Mehaentretenidoy...
SecallódeprontoymiróaEmmafijamente.Ellabajólacabeza.—¿Quépasa,Jonathan?Elchicoalzólamanoparaacariciarconlosdedoslasiendelamuchacha.—Emma, tenías una herida aquí —dijo, con una voz extraña—. ¿Cómo...
cómo...?—Tedijequenoeranadaimportante.Peroahora...—No,espera—Jonathanvolvióapasarlasyemasdelosdedosporlassienesde
Emma.Solorozópiellisa,sinningúntipodecicatriz—.Tegolpeastecontraelmuro
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deljardín.Teníasunaherida.Sangrabamucho.Retrocedió sin poder evitarlo y, por primera vez, empezó a hacerse preguntas
sobreEmma.Enprimerlugar,¿quiéneraEmma?LahabíaconocidocuandotodavíacreíaencontrarseenlaCiudadAntigua,ypor
esonosehabíaparadoapensardespuésqueEmmaera,enrealidad,unacriaturadelaCiudadOculta.
Jonathan siguió retrocediendo,mirando aEmmaconuna expresióndistinta.Supadreloadvirtió.
—¿Quépasa?¿Noesesatuamiga?Lahevistocontigoenunodelosrelojesdeesecondenadomarqués—añadióamododeexplicacióncuandoJonathansevolvióhaciaél.
EmmahabíaavanzadohaciaellosymirabaaBillconcuriosidad.—¿Quiéneres tú?—preguntóJonathan,muyserio—.¿Cómohas llegadohasta
aquí?—¡Yalosabes!—dijoEmma—.¡Vivoaquí!—Vives en la CiudadOculta—dijo Jonathan; la observaba con cautela, como
evaluándola—.Unlugarllenodeseresextraños.¿Quiénerestú,Emma?—Jonathan,no entiendo qué...Una idea le vino de pronto a lamente como un relámpago quecruzaseuncielodespejado.
—¿Yquépretendes?—añadióconbrusquedad—.Creíaqueestabasdemiparte.PerohaceunratohevistoalHacedordeHistorias.¡Mehabríaquedadoescuchándolohastaelalba!Ytúlosabías,¿no?¡YsabíastambiénqueelrelojDeverauxestáenlaCiudadOculta!¡Mementiste!
—Pero,Jonathan...—Deberíahabermedadocuentamuchoantes—murmuróJonathan, sombrío—.
Mehacíasdarvueltasyvueltas,deun lugaraotro,paraqueperdiese tiempo. ¡Medijiste tantas veces que regresase a la Ciudad Antigua! Primero trataste deconvencerme de que el reloj Deveraux estaba en el otro lado. Pero yo no te creí.Entoncesmeexplicastecómofuncionabaelreloj-puerta,medijistequemedeshiciesedeélparaburlaralosperros.Intentabasquemerindiese,quevolvieseconlasmanosvacías, a pesar de que te expliqué con claridad en qué situación se encuentraMarjorie.
Jonathanhizounapausa.Emmanosemovió.—Y luego tevi en lo altode aquelmuro—prosiguió el chico—,conesosdos
perrosaullando.Entoncesnomedicuenta,peroeraexactamenteigualqueenaquellacartadetarot:losperrosaullandoalaLuna.¡TúereslaLuna,Emma!
—¿Peroquéestásdiciendo?—protestóella—.¡Yono...!Se calló al ver que Jonathan avanzaba hacia ella, decidido. La cogió por los
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hombros.—Todaslascosasqueyoibadescubriendo—dijolentamente—,túyalassabías.
Pero nuncame decías nada.Y nuncamemirabas a los ojos. Eso debería habermehechodesconfiardeti.Ahora,Emma,míramealosojosydimequenosabesdóndeestáesecondenadoreloj.DimequeestáenlaCiudadAntigua,peroestavezmíramealacaracuandomelodigas.
Emmatratóderehuirsumirada,peroJonathanlecogiólabarbillayleobligóaalzarlacabeza...
—Nomemiresdeesamanera—leadvirtióella—.Nomemiresasí.Perolamiradadeélyaestababuceandoenlasuya......Yenun instante,Jonathansevioasímismocayendoporunoscuropozosin
fondoqueseasemejabaalcorazóndeunhuracán.Jonathangritó,agitandobrazosypiernas mientras se precipitaba por aquel remolino insondable que parecía llevardirectamentealnúcleoprimigeniodelcosmos...
Aquelloqueloteníasujetolosoltó,yJonathanseencontródenuevoenunoscurocallejónde laCiudadOculta.Elchico tardóunossegundosenvolvera la realidad.TodavíarespirabaentrecortadamentecuandosevolvióhaciaEmmaydescubrióqueellahabíaapartadolamirada.
—Nodebíasmirarmealosojos—susurróella—.No,noteníaquesucederasí.Jonathanretrocedió,atemorizado.—Tú...túnoereshumana—dijoconvozronca.Ellaseguíasinmirarlo.—Nodebíasmirarme—insistió—.Notendríaquehaberlopermitido.Jonathandiootropasoatrás.—Yyaséporqué—dijo—.Noqueríasquemediesecuenta...dequetumirada
escomoladelmarqués.¡Losdos...sois...lomismo!—¿Qué?—bramóBillHadley—.¿Quieresdecirqueestáncompinchados?Jonathanlocogiódelbrazoytiródeél.—Vámonos—dijo.—Espera,¿porqué?Seguramenteellasabe...—No—cortóJonathan,yeltonodesuvoznoadmitíaréplica—.Nolepreguntes
porelrelojDeveraux.Podríamentirnosdenuevo,yseacabaeltiempo.No era esta la verdadera razón por la cual deseaba alejarse de Emma, pero
sospechabaquesupadrenoibaaentendersusexplicaciones.Se alejaron de allí todo lo deprisa que les permitía el estado del tobillo de
Jonathan.Acadapasoquedaban,yqueloapartabamásdeEmma,Jonathansentíaqueaquellaextrañagarraqueleoprimíaelcorazónsehacíamásymásinsoportable.
Emmanolossiguió.PeroJonathansintió sumiradaclavadaen lanucadurante todoel trayectoa lo
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largodelcallejón,ypercibíasutristeza,unatristezamásprofundaquelaquejamásllegaríaasentirél,unatristezamásalládelacomprensiónhumana.
—Emma—dijoelmarqués.Susojosestabanfijosenlaesferadelreloj,quelemostrabalafigurainmóvilde
lamuchacha,solaenmediodelcallejón.—Demodoqueesasícomo tehaces llamarahora—murmuróelmarqués,con
una sonrisa—. ¿Qué debo pensar de ti?Has protegido la vida demi paladín, perotratabasdealejarlodesuobjetivo.Nomecuestatrabajoimaginarporqué.Siemprefuisteunasentimental...
Seacariciólabarbilla,pensativo.Frunciólevementeelceño,ylaimagendelrelojcambió.Ahora,laesferalemostrabaaJonathanyBillHadleycaminandojuntosporlascallesdelaCiudadOculta.
—Jonathan—dijo—.Hasllegadomáslejosdeloquepensaba.Peroeltiemposeagota.
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Capítulo12
Losperroshabíantomadolaciudad.Jonathan lo comprendió cuando el coro de sus ladridos y aullidos se hizo
ensordecedor,cuandosussombras tiñeron lasparedesde todas lascasas,cuandoelbrillo rojizo de sus ojos agujereó la oscuridad de todos los recovecos, rincones yescondrijosdecadacalle,pasadizoytravesíadelaCiudadOculta.
Refugiados en un sótano húmedo y oscuro, Jonathan y su padre contenían elaliento.Habían atrancado la puerta y, aunque los perros lograsen echarla abajo, nocabrían por el hueco de la entrada, de manera que parecía que, por el momento,estaban a salvo. Jonathan oía a los perros gruñendo y arañando la vieja madera,mientras temblaba demiedo y trataba de olvidar lo mucho que le dolía el tobilloderecho.
Porelmomentoestabanasalvo,sí,perotambiénestabanatrapados.Yeltiempocorríaensucontra.
Mientrasselesocurríaalgomejor,losdossehabíanpuestoaldíadeloquehabíasucedidoporambaspartesdesdequesehabíanseparado,alasseisdelatarde,enlacasadelmarqués.
—Todavíanoentiendodeltodoenquénoshemosmetido—dijoJonathan,conunsuspiro—,perometemoquenovaaserfácilsalirdeaquí.
BillHadleymovíalacabeza,apesadumbrado.—Todo estonopuede estar pasando—dijo—.Seguramente somosvíctimasde
algúntipodealucinación,odeunengaño...Pero,¿sabesunacosa,Jon?Ahoraesoeslo que menos me importa. No debería haberle seguido el juego a ese marqués.Marjoriesehaquedadosolaconél,ynosotrosestamosaquí,atrapados.Deberíamoshaberlallevadoalhospital...
—¡Perosualmaestabaeneseorbe!Túloviste,papá.—Bien. Supongamos que eso es cierto, por descabellado que parezca. Pero
piensa:¿cómosabemosquetodoloquenoshadichoelmarquésesverdad?Esodequesolohaydocehorasdetiempo,ydequesoloeserelojpuedesalvaraMarjorie...¿cómosabemosquenonoshamentido?
Jonathanabriólabocaparareplicar,peronopudodecirnada.SiEmmalehabíamentido,¿quélehacíapensarqueelmarquésnolohabíaengañadotambién?
—Yo te diré lo que ha pasado—prosiguió su padre—. Estábamos asustados,hemoshechotodoloquenosdecía...Hemossidounostontos,hijo,unostontos...
Sushombrosseconvulsionaron,sacudidosporunsollozodesesperado.Jonathansuspiró.—Nohabríamospodidohacernada,papá—dijoquedamente—.Locreasono,
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ellosnosonhumanos.Nohaymásquemirarlosalosojosparadarsecuenta,yporesoEmmasiemprerehuíamimirada.Noséquiénesson,nisiquieraséquéson...Perounosyotrosnoshanempleadocomopeonesenunjuegoenelqueellosmuevenlaspiezas.
Apoyólaespaldacontralapared.Duranteunbuenrato,sololosgruñidosdelosperros, que seguían tratando de tirar la puerta abajo, enturbiaron aquel pesadosilencio.
JonathanpensabaenEmma.Desdesuúltimoencuentro,unahondatristezasehabíaadueñadodesucorazóny
noparecíadispuestaaabandonarlo.Hastaaquelmomento,JonathanhabíacreídoqueaquellosedebíaalhechodequehabíadescubiertoqueEmmalehabía traicionado.Peroempezabaadarsecuentadequesudolorteníaotracausa.
Hundióel rostro entre lasmanos.SabíaqueEmmanoerahumana.Ningún serhumanoposeíaaquellamirada,tanprofundacomoelmismocorazóndelcosmos,tantemiblecomolairadeundios.
Y, aun así, sabía también que no podría olvidarla y que la echaría de menosdurantemucho tiempo. Sacudió la cabeza.Una parte de símismo le decía que nopodíahaberseenamorado,notanpronto,nodealguienasí.
Pero su corazón le decía que sí sentía algo especial por ella, y esto eraprecisamenteloquemásdolorlecausaba.Porqueahoraentendíaquenuncapodríanestarjuntos,yqueélnoeramuydiferentedeaquellosperrosqueaullabanaunaLunalejanaeinalcanzable.
—Jonathan—dijo entonces su padre—.Nopodemosquedarnos aquí.Tenemosquedeshacernosdeesos...¿cómolosllamabas?
—Relojes-puerta—respondióJonathanamediavoz.—Esoes.Siesciertoloquedices,volveremosalaCiudadAntigua,yallínohay
perros,¿verdad?EntoncespodremosirabuscaraMarjorie.—Pero,papá,elrelojDeverauxestáaquí.—¿Cómo sabes que ese condenado reloj podrá hacer algo por ella? ¿Y si el
marquésnoshamentido?—Si nos ha mentido, Marjorie no morirá al amanecer—repuso Jonathan con
calma—.Entalcaso,nohayprisaporvolver.Peroimagínateporunmomentoqueelmarqués ha dicho la verdad. Yo no querría regresar antes de que se cumpliese elplazo, con las manos vacías, sin haberlo intentado hasta el último momento. Mesentiríaculpableelrestodemivida.¿Ytú?
Billvaciló.—Esto es una locura—musitó, y sus hombros volvieron a hundirse—. Jamás
debería...PeroJonathanlointerrumpió.
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—¡Sssshhh,silencio!¿Hasoídoeso?Losdosaguzaroneloído,yporencimadelosladridosygruñidosdelosperros
enlacallecaptaroncontotalnitidezunospasosenelpisodearriba,yunatosecilla.Jonathanysupadrecruzaronunamirada.
—Yo voy a subir—dijo Jonathan—. Pero creo que tú deberías volver con elmarquésyconMarjorie.Porsiacaso.
—Nihablar.Nosvolvemoslosdos.Jonathannegóconlacabeza.—No,papá.Yomequedo.Billfruncióelceño.—Deesonada.Tú...—He dicho que me quedo —repitió Jonathan con voz firme, y Bill lo miró,
sorprendido.¿Dóndeestabaaquelmuchachotorpeypusilánime?Jonathannuncasehabíaatrevidoallevarlelacontraria,yahoralomirabaconaquelbrillodedecisiónenlosojos,yaquellaexpresiónserenaymadura.
—Entoncesyomequedocontigo—logrófarfullar.—No, papá. Pase lo que pase, ha de haber alguien junto a Marjorie cuando
amanezca.Sielmarquésnoshamentidoynoapreciasningúncambioenelladespuésdelasseis,llévalaaunhospital.Sidecíalaverdad...—hizounapausa—.Sidecíalaverdad—repitió—,hayqueconsiderarentonces laposibilidaddequealgomalo leocurrasiyonovuelvoconesereloj.Ydebesestarjuntoaella.
—Pero...—Encontraréesereloj—prometióJonathan,conciertarabia—.Yamehanhecho
suficientedaño:novoyapermitirquesiganjugandoconmigo.Supadresintióque,porprimeravez,Jonathaneramásfuertequeél.Serindió.—Buenasuerte,hijo—murmuróporfin,tendiéndolesuamuleto.Jonathan cogió el reloj-puerta que él le entregaba, y que antes había sido
propiedad de Nadie. Tras un breve titubeo, Bill lo soltó. Inmediatamente,desapareció.Jonathansequedóquietoenelsitio,temblando.Ahoraestabasolo.
Completamentesolo.Echandounabrevemiradaalapuertaquearañabanyempujabanlosgigantescos
perros infernales, Jonathan sepusoenpiey sedirigió cojeandohacia las escalerasque llevaban al piso superior. Al mirar hacia arriba descubrió un leve resplandorcálidoytembloroso.Respiróhondoycomenzóasubirlasescalerasconlentitud.
En elMuseo de los Relojes, la imagen de la esfera del Barun-Urt parpadeó unosinstantes,ydespuéssedesvaneció.
Elmarquéscomprendióenseguidaloquehabíapasado,ysonrió.SevolvióhaciaelorbedelrelojdeQuSui.—Bueno,Marjorie—dijoenvozalta—.Pareceque lehan franqueadoelpaso.
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Lamentablemente,ahoramimiradanopuedealcanzarlo,demodoquetendremosqueresignarnosaignorarcómovanatrataraJonathanlosSeñoresdelaCiudadOculta.Y, siento decirlo, no suelen ser muy clementes con los que se cruzan con tantainsistenciaensucamino.
ElrostrodeMarjorievolvióaasomarsealcristal.Parecíamáspálidoyespectralquenunca.
—Lo siento, querida —dijo el marqués—. Me temo que no te queda muchotiempo. Pero no esperes que Jonathan regrese con ese reloj. De hecho, será unmilagroqueregrese...
Jonathanllegóalático,sedetuvoenlapuertaymiróasualrededor.Eldesván,iluminadoporladébilluzdeunaúnicavela,estabarepletodemuebles
y objetos viejos apenas cubiertos por sábanas raídas y polvorientas. La velaproyectabamássombrasqueluces,ytalvezfueraestalarazónporlacualJonathantardóunpocoenrepararenlapersonaqueestabajuntoalaventana,inclinadasobrealgoqueparecíaunenormetubo.
Jonathanseacercóconprecauciónyseocultótrasunenormepianodecolaparapoder observar sin ser visto. Distinguió mechones blancos sobre la espalda delhombre,queparecíapequeñoyencorvado.
—¿Unatazadeté?Jonathansesobresaltó.Elhombresehabíaseparadodelaventanayloobservaba,
divertido.Vestíaunoscuriosospantalonesbombachosdecolortierrayunaespeciedecamisaquelellegabaunpocomásabajodelacintura.Alaluzdelasvelas,Jonathandescubrióqueeramuchomásjovendeloquehabíasupuestoalversucabelloblanco.Tambiénsediocuentadequeelobjetocilíndricodelaventanaerauntelescopio.
—¿Novasasalirdeahí?—dijoelhombre—.Porlomenos,podríasdecirmesiaceptasonolatazadetéqueteheofrecido...
Sabiéndosedescubierto,Jonathansaliódesuescondite.—Losiento—murmuró—.Yagradezco...lodelatazadeté,perometemoque
nomeentraríanadaenelcuerpo,dadaslascircunstancias.Supropiarespuestalesorprendió.Apenasunashorasantes,dehabersehalladoen
una situación semejante habría tartamudeado una torpe disculpa, con el rostrocompletamenteencendidodelavergüenza.
Elhombrelomiróconaprobación.—Puedocomprenderlo, Jonathan.Peroacércate,de todosmodos.Siesperasun
momento,enseguidaestoycontigo.AJonathannolesorprendióqueeldesconocidoconociesesunombre,perosolo
avanzóunpardepasos,ysinperderdevistalapuerta.Elhombremirabadenuevoatravésdeltelescopiomientrasajustabaalgoenlabase.Jonathanlooyómurmurar:
—Así...aja...muybien.Quieta,bonita...Hum...
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Seseparódel telescopioyseacercóa lamesa.Juntoa lavelahabíaunviejoyenormelibro,yelhombreseinclinóparaescribiralgoenél.
—Estrellanúmero87.432.004.556.342—dijo—.Nombre...—chupóelextremodelapluma,pensativo;después,sumiradasedetuvoenJonathan,queretrocedióunpaso,instintivamente—.Sí,¿porquéno?Jonathan—murmuró,yescribióelnombrede Jonathan en su libro—. Aunque, espera... si no me equivoco, así se llamabatambién lanúmero49.876.326.899.Hum,quédilema...Aunque talvez,cambiandouna letra... —volvió a escribir en su libro—. Eso es: Estrella número87.432.004.556.342, nombre... Jenathan. Llega un momento en que se acaban losnombres,yunaestrellaesalgodemasiadohermosocomoparaserbautizadoconunfríonúmero,¿nocrees?
Depositólaplumasobrelamesa,aparentementemuysatisfechodesímismo,ysevolvióhaciaelchico.
—Estoymuyorgullosodeestetelescopio.Desdequeloconstruí,cadanochemeha permitido ver un poco más lejos y descubrir nuevas estrellas. El universo,¿sabes...?, es algo realmente asombroso.Hacemucho tiempo que observo el cielonoche trasnoche,ya llevocontabilizadas87.432.004.556.342estrellasy todavíanohetopadoconloslímitesdelcosmos.
—Nopuedehabercontado tantasestrellas—se leescapóa Jonathan—.Quierodecir...
—Sé exactamente lo que quieres decir —lo interrumpió el hombre—. Pero,Jonathan,sitúhubiesespasadolosúltimostresmilañoscontandoestrellastodaslasnoches, como he hecho yo, casi con toda probabilidad ya habrías registrado todasestasestrellas,ypuedequeinclusomás—fruncióelceño—,porqueamí,devezencuando, todavíame importunanparaque fabrique algunacosaqueotra, apesardequetodoelmundosabequehacesiglosquedejédehacerlo.
Jonathanlomiró,preguntándosesihabríahabladoenserio.ElhombreseenderezóyledevolvióunamiradatanprofundacomoladeEmmao
elmarqués.Jonathandiounpasoatrás,abrumado,sintiendodealgúnmodoquetodoslos secretos de la Tierra estaban contenidos en aquellos ojos pardos y que él erademasiadopequeñoparacomprenderlamásmínimapartedeellos.
—MellamanelContadordeEstrellas—dijoél,muyserio—,ysoyinmortal.Jonathanretrocedióhastalapuerta.—¿Teirás?—preguntóelContadordeEstrellas—.¿Teirássinlasrespuestasque
hasvenidoabuscar?Jonathansevolvióparamirarlo.—¿Cómoséquepuedoconfiarenusted?ElContadordeEstrellassonrió.—Nopuedessaberlo—dijo—.Perotodoenlavidasuponeunriesgo,¿no?
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Jonathandudó.—¿Va a contestar amis preguntas?—inquirió—. ¿Va a decirme lo que quiero
saber?—Puedo hablarte de nosotros, los inmortales —respondió el Contador de
Estrellas—.Puedohacerlo,y loharé,apesardequemeconstaquealgunosde losmíosnoloaprobarían.Perohasllegadomáslejosqueningúnotro,ymerecessaberlaverdad. Es la única manera de que comprendas la verdadera naturaleza del relojDeveraux,yporquénoshemostomadotantasmolestiasenocultarlo.¿Teinteresa?
Por toda respuesta, Jonathan tomó asiento en un viejo sillón. El Contador deEstrellassesentócercadeél.
—Somos inmortales—comenzó—.LaMuerte solo tocaa losquevivendentrodelTiempo.Peronosotros,aligualqueella,estamosfueradeél,porquenacimosconelTiempo,ynoensuinterior.NosomospartedelTiempo,yporesolaMuertenopuedealcanzarnos.
Jonathanrecordódeprontounaseriedepequeñosdetalles:alaMuertepasandodelargofrenteaEmma,comosinolahubiesevisto;laexpresióndesuamigacuandolacartade laMuerteapareciósobre lamesade laEchadoradeCartas («Nuncamehabíasalidoestacarta»,habíadichoEmmacontotalcandidez).
—¿Cómo...?—empezóJonathan,peronolesalíanlaspalabras.—Misprimerosrecuerdosnacieronconelmismouniverso—dijoelContadorde
Estrellas—.Todospresenciamoselmilagro.Durantesiglos,milenios,vimoscómoelcosmos iba tomando forma, cómonacían todas las estrellas y los cuerpos celestes.Nosotrosestábamosallí.
»Pocoapoco,nosfuimosdispersando.AlgunosllegamosaloquemástardeseríaelplanetaTierra.Fuimostestigosdeliniciodelavidasobresusuperficie,yprobamosaocuparaquellosprimeroscuerposanimados.
»Porsupuesto,alcabodemillonesdeaños,descubrimosqueningúnorganismoera tancomplejocomoel serhumano,y,por tanto,no tardamosenencarnarnosencuerposhumanos.
»Desde entonces, hemos estado recorriendo elmundo.Algunos de nosotros seocultan de lamirada de los hombres.Otros gustan de su compañía.Algunos otrosinclusolosimitan,conmásomenoséxito.
»Loscuerposqueocupamosson inmunesal tiempo,eldolor, laenfermedad,elhambre, lasedy lamuerte.Sienalgúnmomentosondestruidosdemaneraquenopuedanautocurarse,notardamosenocuparotroscuerpos.
»Conocemos a las otras criaturas inteligentes que pueblan la Tierra, y que seocultan de la mirada de los humanos, aunque estos las recuerdan en leyendas ycuentos infantiles.Me refiero a duendes, hadas y todo tipo de seres a quienes loshumanosconsideranmitológicos.Peroningunadeestas especies,pormuy longeva
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quesea,nacióconelTiempo,comonosotros.—Entonces...¿soisdioses?—preguntóJonathan,impresionado.—No, Jonathan. No somos dioses, aunque a lo largo de la Historia diversas
civilizaciones de seres humanos nos hayan tomado por tales. Nosotros vimos elnacimientodeluniverso,peronoloprovocamos.Asistimosalosiniciosdelavida,peronolacreamos.Somosobservadores.
—Perotenéispoderes.Habéiscreadoesta...estaextrañaciudad.ElContadordeEstrellasriósuavemente.—Loquetúllamas«poderes»nosonfrutodenuestracapacidad,sinodenuestro
conocimiento.Hemospasadomillonesdeañosexplorandoyestudiandoeluniverso.Nuestro saber está a gran distancia del vuestro.A vosotros os parecemagia, de lamismamaneraqueunhombredelaEdadMediasemaravillaríaconlosavancesdelsigloXXI,yunniñodepechonopuedeaspirarasaberdelmundolomismoqueunhombremaduro.
»Hemos tenido mucho tiempo para conocer los secretos del universo. Hemosexploradocada rincóndelmundoyhemosalcanzado todos los límites.Algunosdenosotrosyanosabemosquéhacer.Atitambiénteocurriría,sihubiesesvividotantotiempo.
»Mírameamí,porejemplo.Duranteuntiempomemezcléconloshombresylosasombréconmisinventos.Mecreyeronalquimista,hechicero,embaucador,demonio,semidiós.
—Tú...¿túfabricastelascosasquevendenenlatiendadeObjetosRaros?—Muchasdeellas,sí—suspiróelContadordeestrellas—.Perohacetiempoque
dejédehacerlo.Desdeentonces, cuentoestrellas.Meda la sensacióndequeesuntrabajo lobastante ingente comopara tenermeocupadoduranteunpardemileniosmás. Después, tendré que buscar otra cosa. Tal vez contar los granos de arena detodoslosdesiertos,olasgotasdeaguadetodoslosocéanos.Quiénsabe.
—¿Porquénovuelvesafabricarobjetos?¿Porquélodejaste?ElContadordeEstrellascallóunmomento.—PorelrelojdeQuSui—dijodespuésconvozqueda.Jonathanselevantódeunsalto.—¿TúfabricasteelrelojdeQuSui?—Sí y no. Yo construí ese reloj para el emperador. Los inmortales sentimos
curiosidadyfascinaciónporlosrelojesy,aunqueseauninventohumano,nosotroslohemos superado ampliamente con algunas de nuestras piezas. Yo estabaparticularmenteorgullosodelrelojdeQuSui,peroesofueantesdequeotroañadieseeseorbemonstruoso.
—¿Otro?—repitióJonathan—.Elmarquésdijo...—Seguramente,elmarquéstedijoqueelmagodelemperadorfabricóelrelojy
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luegolodotódeunorbequesealimentabadealmas.Bien,puesesonoesexacto:yoconstruíelreloj,yelpropiomarquésleañadióelorbe.
»Elserquesehacellamar«elmarqués»hasentidosiempreungrandesprecioporloshumanos,aquienesconsiderainferiores.Hacemuchoquesediviertejugandoconlosdeseosdeinmortalidaddelhombre.Llegóalacorteimperialchinacuandoyoyame había marchado, y se ofreció a «terminar» el reloj para que funcionase parasiempre.
»Cuandomeenterédecómohabíacorrompidounademismásbellascreaciones,dejédesentirdeseosdeinventarobjetosextraordinarios.Ahora,raramentelohago.Loúltimoimportantequefabriquéfuelaseriedelosrelojes-puerta,porquesiempreestuveencontradecerrarnosdeltodoaloshumanos.PerometemoqueelConsejoloshaidoconfiscandotodos.Sinomeequivoco,esosdosquetraessonlosúltimosquequedan.
Jonathannolepreguntócómosabíaquellevabadosrelojes-puerta.—¿YquépuededecirmedelrelojDeveraux?ElContadordeEstrellasmoviólacabeza,apesadumbrado.—¿SabescómonaciólaCiudadOculta?Nosotroslacreamos.Distorsionamosel
espacio-tiempoparaqueestelugarfueseinvisiblealosojoshumanos.YtodoellolohicimosparaprotegerelrelojDeveraux.
Jonathan abrió la boca para preguntar, pero el Contador de Estrellas alzó lacabezaymiróhacialapuerta.Elchicosevolvió,siguiendoladireccióndesumirada,yselevantódeunsalto.
Emmaestabaallí.—Nos están esperando, Contador de Estrellas—dijo amedia voz, sinmirar a
Jonathan.ElContadordeEstrellasasintió.Cogióunaraídacapaquecolgabadelrespaldo
deunasillayselaechóporloshombros.—Adelante,Jonathan—dijo.—¿Adóndevamos?—Abuscarrespuestas.
Losrelojesdieronlascuatro,yeltigreseinclinóanteelemperadordelrelojdeQuSui.
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Capítulo13
—El Contador de Estrellas ha pedido un juicio para Jonathan Hadley—dijo lamujer.
Jonathanseencogióensuasiento.Sehallabaenunasaladealtotecho,sentadoanteunaenormemesaredonda,entornoalacualhabíasietesillones.Cincodeellossehallabanocupados,peroaéllehabíanacercadounasillamáspequeña,comopararemarcarlaausenciadelasdospersonasquedebíanocuparlossillonesvacíos.
Lascincopersonasquesesentabanenlossillonesrestanteseraninmortales.Jonathan no necesitaba que se lo confirmasen para saberlo. Aquellas cinco
personasloobservabanconatencióny,aunqueestabanaciertadistanciayélnoloshabíamiradoalosojos,sesentíaespantosamentemareado.
La mujer que estaba justo frente a él, y que parecía presidir aquella extrañacomisión, era albina; tenía los cabellos y las cejas blancas a pesar de su aspectojoven.Sumiradaeradurayfría,ysugestosevero.Altaymajestuosa,teníalosrasgosdeunaestatuademármol.Surostro,lisoypálido,evocabalascumbresnevadasdelasmásaltascordilleras,yeratanpuroygélidocomoellas.
Juntoaella,asuderecha,habíaunhombrealtodecabelloslargosyoscurosquecaíanenondassobresushombros.Susojos,dereflejosquevariabanentreelverde,elvioletayelañil, eranprofundose insondablescomo losabismosoceánicos;y,apesar de que su rostro presentaba la apariencia eternamente juvenil de todos losinmortales,algoenéldecíaquesumiradahabíacontempladoelmovimientodelasmareasdesdeelprincipiodelostiempos.
A la izquierda de la mujer albina había una joven de rasgos orientales, desemblantedeporcelana,tansugerenteyllenodeveladosmisterioscomoelrostrodelaluna.Jonathanlaobservófascinado,atraídoporellasinsaberporqué;perocuandolamujerledevolviólamiradaconsuenigmáticasonrisa,Jonathansesintiópequeñoeinsignificante,comounahormigabajolainmensidaddelcosmos,ybajólacabeza,confuso.
YluegoestabanEmmayelContadordeEstrellas.Jonathanestabasentadoentreambos.Losdosparecíantensos,yJonathanintuíaqueaquellonoerabuenaseñal.
Lamujerdelatúnicablancamiróasualrededor.Losotrosinmortalesasintieron,yellatomólapalabra.
—Elhumano llamadoJonathanHadley—dijo—ha traspasado los límitesde laCiudadOculta.ElConsejoyadecidióensumomentoeltratoquedebíadispensarsealos humanos que osasen entrar en nuestro territorio. ¿Por qué ahora Emma y elContadordeEstrellaspidenunjuicioparaJonathanHadley?
EmmacruzóunamiradaconelContadordeEstrellasydijo:
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—Tusapreciacionessonexactas,Zaltana,peroterecuerdoquenielContadordeEstrellasniyoestuvimosentoncesdeacuerdoconestadecisión.Loshumanosobranmuchas veces por ignorancia, porque no comprenden lo que aquí se guarda.¿Tenemosnosotrosderechoaasesinarloscuando traspasanun límitequeno sabíanqueestabaprohibido?
JonathanseestremecióymiróalContadordeEstrellas,peroeste tenía losojosfijosenlamujerllamadaZaltana,ysurostroparecíaunamáscaradepiedra.
—Tuvimos en cuenta vuestra opinión, Emma—replicó Zaltana—. Observasteque muchos humanos llegaban aquí creyendo que obtendrían la inmortalidad.PermitimosentoncesquealgunosdemoniosseinstalasenenelrecintodelaCiudadOculta y ofreciesen a los humanos lo que tanto anhelaban; creímos que así daríanmediavueltaynosdejaríanenpaz.
»Peromuchosotroseranenviadosdelmarqués,yveníanexpresamenteabuscarelrelojDeveraux.¿Cómopodemosserclementesconellos?
—¡Loshumanosnosabenloqueestáenjuego!—protestóEmma—.Elmarquéslosengañaylosutilizaparasuspropiosfines.Ellosnotienenlaculpa.
—Yahasdichoesomuchasveces,Emma.Dijistequenoeranecesariosacrificaralos humanos, que podíamos engañarlos para que se marchasen por donde habíanvenido,parahacerlosregresarconlasmanosvacías...¡perohasfracasado!
—¡Soltasteisalosperrosantesdetiempo!—sedefendióEmma—.¡OsdijequeentretendríaaJonathanhastaelamanecer!Estabaconvencidadequeélsemarcharíadespués,peroporculpadelaCaceríaloperdídevista...
—Todossabemosquenoestássiendoobjetiva,Emma—dijoelhombrealto—.Siemprehassentido fascinaciónpor loshumanosysiempre loshasdefendido.Loshas estado observando desde que aprendieron a hablar. ¡Incluso te empeñas enparecerunadeellos!
JonathannopudoevitarmiraraEmma.Porprimeravezsediocuentadequéeraloquelehabíachocadodeellalaprimeravezquelavio.
Aparentabaquinceañosy,sinembargo,vestíacomounaniña.Eraexactamentecomo había dicho su compañero: como si Emma quisiese imitar las costumbreshumanasperonolascomprendieseporcompleto,yporellonohabíaacertadoconelatuendo adecuado a la edad que representaba. Las modas humanas llegaban ypasabandemasiadodeprisaparalapercepcióndeuninmortal.
Jonathan respiró hondo. La luz de las velas arrancaba reflejos cobrizos de lastrenzas deEmmay creaba extrañas sombras en su rostro. En esta ocasión, ella nosonreía. Había adoptado una expresión indescifrable, serena y enigmática, unaexpresión que recordaba a la de las esfinges, una expresión que no se había vistojamásenunrostrohumano.
Jonathan sintió una punzada en el corazón. Emma lo intimidaba y lo atraía al
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mismotiempo.Sabíaquejamásconoceríaanadiecomoella,perosentíaqueacadamomento se hacíamás profundo el abismo que los separaba.Y no soportaba oírlahablardelos«humanos».Lerecordabademasiadoqueellanoloera.
—Loshumanosvivenmuypoco tiempo,Arnav—dijoEmmasuavemente—,ysus sentimientos son, por tanto, mucho más intensos que los nuestros. JonathanHadley se ha jugado la vida por salvar el alma de su madrastra. ¡Y nosotros lorecompensamosechándolealosperros!
—¿Quéesperabasquehiciésemos?—replicóZaltanaconfrialdad—.¿EntregarleelrelojDeveraux?
—No.Perocreoquealmenosledebemosunaexplicación.—¿YhasreunidoalConsejoparaesto?—preguntólajovenoriental.—HemosreunidoalConsejo,MingYue—intervinoelContadordeHistorias—,
porque hemos de tomar una decisión. No podemos estar escondiéndonos siempre.Todossabemoslolargaquepuederesultarunaeternidad.
ParecióqueZaltanavacilabaunmomento,peroserecuperóenseguida.—¿Quéesloquepropones?—Primero,explicaraljovenJonathanporquéestáaquíhoy.Hubounbrevesilencio.Losinmortalessemiraronunosaotros.Arnavsacudióla
cabezayMingYueseencogiódehombros.—Deacuerdo—dijoZaltana.Yalgosematerializósobrelamesa,algoquerelucíaconunbrillofantasmal,un
objetoquenohabíasidocontempladoporojoshumanosencasitrescientosaños.—ElrelojDeveraux—susurróJonathan,subyugado.ElContadordeEstrellasloretuvoporelbrazocuandoseincorporóparatocarlo.—Espera—dijo—.Nosabesnada.Jonathanabriólabocaparaprotestar,peroelContadordeEstrellaslomiró,yel
chicobajólacabezainmediatamenteysemetiólasmanosenlosbolsillos.ElContadordeEstrellasalargólamanohaciaelreloj,perosusdedosatravesaron
limpiamentesuimagen,comosielobjetonoestuvieseallí.—¿Loves?—ledijoaJonathan—.ElrelojDeverauxesdemasiadovaliosocomo
paramostrarloaquí.Estoessolounailusión.Jonathancalló,perosesentíamolesto.—Jonathan ha venido hasta aquí en busca de este reloj—dijo el Contador de
Estrellasenvozalta,dirigiéndosealrestodelConsejo—.Elmarquésledijoqueeraloúnicocapazderescatarelalmadesumadrastra,atrapadaeneltristementecélebrerelojdeQuSui.
Jonathanalzólacabeza.—¿Ynoesasí?—Sí y no. Verás, Jonathan, lo que contiene este reloj es capaz de detener el
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mecanismodelrelojdeQuSui...ydetodoslosrelojesdelmundo.Ellodevolveríaelalmaatumadrastra...perodestruiríatodoeluniversoconocido.
Jonathanlomiró,sorprendido.—Nohablasenserio.—Porsupuestoquesí.LaexpresióndelContadordeEstrellassehabíavueltoextraordinariamentegrave
yseria,yaJonathannolecupolamenordudadequedecíalaverdad.Untorbellinode confusos pensamientos se adueñó de su mente. ¿La destrucción de todo eluniversoconocido?No,aquellono teníasentido.AJonathan le resultaba imposibleimaginárselo.
—Elmarquésnolosabe,supongo...—acertóafarfullar.—Claroquelosabe—respondióZaltanafríamente—.Poresoquiereelreloj.—¿Para...destruireluniverso?Noloentiendo.ZaltanasuspiróydirigióalContadordeEstrellasunamiradaqueparecíadecir:
«Yate loadvertí».PeroelContadordeEstrellasmoviólacabezaysevolvióhaciaJonathan.
—Jonathan,tehedichoqueelmarquésdespreciabaalarazahumana.Peroesonoesdeltodocierto.Laverdades,Jonathan,queosenvidiacontodosuser.
—¿Nos...envidia?ElContadordeEstrellasasintió.—Yatehecontadomihistoria.Alolargodemividahetenidotiemposuficiente
comopara recorrer ampliamente todos los rincones de nuestromundo y conocer atodas las criaturasque lohabitan.Heobservado la evoluciónde loshumanosyheaprendido de ellos, y he seguido con interés todos sus logros. Domino todas laslenguasconocidasyheleídotodaslasobrasescritas.Hesuperadolacienciahumanayhecreadocosasquevosotrostardaréissiglosencomprender.
»Yahoramededicoacontarestrellas.¿Loentiendes?Jonathanladeólacabeza.Comenzabaacomprenderlo,aunquenodeltodo.Miró
aEmma,inseguro.Ellaledevolviólamirada.Yenestaocasión,Jonathannovioensusojoselcaosprimigenio,sinosupropio
reflejoenlaspupilasdeella.YvioensumiradaqueEmmaeravieja,muyvieja,másviejadeloqueJonathan
podíallegaracomprender,másviejaqueelhombreymásviejaquelaTierra,ytratódeimaginarsecómoseríallevarmillonesdeañosexistiendo.
Noloconsiguió.Se volvió hacia el Contador de Estrellas, con un brillo de comprensión en la
mirada.—Exacto—dijoeste—.Lohasentendido.Elmarquésestácansadodevivir.—Pero...¿quiénesexactamenteelmarqués?¿Cuálessuverdaderonombre?—
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preguntóJonathan;sesorprendióalverquelosinmortalesesbozabanunasonrisa.—LlevamostantotiemposobrelaTierra—dijoMingYue—quehemosolvidado
nuestros nombres, aquellos nombres que nosotros mismos escogimos cuandotomamos conciencia de nuestra existencia. A lo largo de nuestras vidas hemoscambiadomuchasvecesdenombre.Porello,uninmortalnuncadirá:«Minombreeseste», sino: «Me llaman de estamanera», o «Seme conoce por este nombre». Elmarquéstuvootrosnombresenelpasado,peroahorasehacellamar«elmarqués»,yesasícomoloconocemos.
—Élesunodelosvuestros—dijoJonathanamediavoz—.Elduendedijoqueeraunproscrito.
Zaltanaasintió,peronodijomás.ElContadordeEstrellasintervino:—¿Sabesquéesaquelloqueloshumanossabenynosotrosnopodemosconocer
niennuestrosmásatrevidossueños?—EllugaradondelaMuertesellevalasalmas—dijoJonathantrasunmomento
dereflexión.ElContadordeEstrellasasintióconaprobación.—El marqués llegó a conocerlo todo en este mundo, pero pronto se sintió
atrapado,ybuscódesesperadamenteotroshorizontes.Cuandoseconvenciódequenohabía nadamás, se obsesionó con la ideadeque el universo continuaba en algunaparte,más allá de la vida. Persiguió incansablemente a laMuerte durante algunosmilenios, pero ella no pudo llevárselo consigo. Entonces descubrió que no era laMuertequienarrebatabalavidaalosmortales,sinoelTiempo.
—¿ElTiempo?—repitióJonathan.—ElTiempo—asintióelContadordeEstrellas—.EselTiempoquiensellevatu
vida,gotaagota.Cuandollegatuhora,laMuertevieneabuscarte.Noantes.—Peroyoviqueellateníaunaespada...—Es la espada con la que separa el alma del cuerpo para llevársela consigo.
CuandolaespadadelaMuertecaesobreunmortal,esporqueesteacabademorir.Paradójico,¿verdad?
»Desdeentonces,elmarquéshizotodoloposibleporentrardentrodelTiempo.¡Habríadadocualquiercosaporenvejecercomotodoslosmortales!Seobsesionóporlosrelojes,yalolargodelossiglosacumulótodotipodepiezasderelojería.Setopóconalgunos relojesasombrosos,malditosoextraordinarios.Ningunodeellospudootorgarlelamortalidad.
»A lo largo de su búsqueda, aprendió que jamás podría obtener lamortalidad,porquenoestabaensunaturaleza,aligualquelacualidaddeinmortalnoestáenlanaturalezadelossereshumanos.Tratardecambiaralgoasísupondríaalterarelordencósmico,ysusconsecuenciashabríansidoinimaginables.
—Pero hay humanos que obtienen la inmortalidad —objetó Jonathan—. El
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Diablo...—No—interrumpióEmma—.ElDiablolesconcedeunaplazamiento,nadamás.
Ningún ser humano ha soportado vivir más de un par de miles de años. Todosescogenmorir,tardeotemprano.Todosterminandejandoquecaigaelúltimogranodearenadelrelojdesuvida.
—¿Ylosángeles,demonios,hadas...?¿Nosoninmortales?—Ellosnacieronconelmundo,ytodavíanohanmuerto.Perocuandomueraeste
mundo,ellosmoriránconél,yesteuniversoseguiráfuncionando,ynosotrosconél.AJonathanlecostabaimaginaruntiempotandilatado.—Pero volvamos con el marqués —intervino el Contador de Estrellas—.
Mientras él buscaba desesperadamente la forma de morir, uno de los nuestrosencontróalgoextraordinario,porpuracasualidad.
»EncontróunpedazodeTiempo.—¿UnpedazodeTiempo?—repitióJonathan,extrañado.ElContadordeEstrellasasintió.—LollamamosVórtice.EsunaespeciedepasajealinteriordelTiempo,comoun
agujero.¿YsabesdóndeestáeseVórtice?JonathanmiróconrespetolaimagendelrelojDeverauxqueparpadeabasobrela
mesa.—Exacto—dijoelContadordeEstrellas—.Elmarquéssabequepuedellegaral
corazóndelTiempoa travésdelVórtice.Y,siesosucediese, todonuestrouniversoestallaríaenmilpedazos.
—Pero...¿porqué?—PorqueelTiemponopuedeconteneralgoquenotieneedad.Elchoqueentre
ambasfuerzasseríatanbrutalqueelmismoTiemposedesharía.YesteuniversonopuedesubsistirsinelTiempo.
»Todos moriríamos, mortales e inmortales. Y no te estoy hablando solo delplanetaTierra.Existentambiénotrosmundosennuestrouniverso,otrosmundosqueno tienen ni idea de la amenaza que se cierne sobre ellos si elmarqués obtiene lamortalidad.
»Pero todo esto a él no le importa. Quiere morir, y hará cualquier cosa paraconseguirlo.
—Entonces me mintió —dijo Jonathan en voz baja—. Me dijo que Marjorierecuperaríasualmay...
—Enesonotemintió.Marjorierecuperaríasualma,peroperderíalavida...igualquelainfinidaddeseresvivosquehabitanennuestrocosmos.
Jonathansedejócaerenelasiento,abatido.—Entonces no hay esperanza —dijo quedamente—. No puedo entregarle ese
relojalmarqués.Marjorieestáperdida.
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MiróaEmma,queloobservaba,conmovida.—Losiento—musitóella.—No—replicóJonathan—.Yolosiento.Queríasalvarunavida,perotúestabas
protegiendomilesdemillonesdevidas.Emmanegóconlacabeza.—Cadavidaesimportante—dijo—.Nosotroshemosvistonacerymoriratantas
criaturasqueunavidahumananospareceunsuspiro.Peroyoheluchadoporlavidade todas y cada una de las personas que han traspasado los límites de la CiudadOculta.
JonathanalzólacabezaparamiraraZaltanayalosdemásinmortales.—Ya lo he entendido—dijo con sequedad—.Os habría bastado apenasmedia
horaparahacermedesistirdemispropósitos,simplementehablando,perono:habéislanzadocontramíperrosydemonios,mehabéismentidoyengañado.¿Esestoloquehabéisaprendidodespuésdevariosmillonesdeañosdeexistencia?
Esperaba que se ofendiesen y estaba preparado, pero, ante su sorpresa,Zaltanasonrió,ysu rostroadquirióunaexpresiónextraña,comosinoestuviesedemasiadoacostumbradaasonreír.
—No todos los humanos reaccionan como tú, Jonathan Hadley. De hecho, lamayorpartedeellossonbastanteincrédulos.
—Jonathan tiene imaginación —dijo el Contador de Estrellas, riendo entredientes—. Pocos seres humanos aciertan a comprender lo que supondría el fin detodoununiverso.Poresononoscreen.
Jonathandiounamiradacircular.Percibiólagrandezadelcosmosenlosojosdeaquellos seres milenarios y se sintió de pronto muy pequeño y muy solo. Yterriblemente cansado.Como si hubiese envejecido varios años de golpe. Jonathanenterrólacaraentrelasmanos.
—¿QuédebohacerconMarjorie?—murmuró,desalentado.—Lomejorquepuedeshacerporellaessacrificarsucuerpo—dijoArnav—.Un
cuerpovivosinalmaeslapeordelasexistencias.—Nopodré—musitó Jonathan—.No tendrévalor.No—añadió, levantando la
cabeza—, si hay alguna alternativa, seguiré adelante. Me enfrentaré al marqués,entraréyomismoeneseorbe,peronovoyarendirme.Nunca.
Miró de nuevo a los inmortales y vio que lo observaban, impasibles eindiferentes. Solo los ojos deEmmamostraban alguna emoción.Y elContador deEstrellasseguíariéndoseentredientes.
Jonathansevolvióhaciaél,sorprendidoyfurioso.—¿Por qué...?—empezó, pero calló al ver que tenía la mirada clavada en la
puerta.Todos se volvieron hacia la entrada. Un joven de cabello claro y porte sereno
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acababadellegar.Llevabaentrelasmanosunpesadobultoenvueltoenunpaño,ysumirada,aunquepreocupadayatribuladaposeía también laprofundidaddelcorazóndeluniverso.AJonathanleresultóligeramentefamiliar.
Emmaselevantódeunsalto.—¡Jeremiah!—exclamó—.¡Hasvuelto!
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Capítulo14
Elmarquésalzólacabezaparaescucharelcorodevocesderelojquesonabadesdeelmuseoparaanunciarqueyaeranlascincodelamadrugada.
SevolvióhaciaBillHadley,quelomiródesafiante.—Mihijovolverá—aseguró.Elmarquésseencogiódehombros.Hadleyhabíaregresadohacíaunratoyhabía
exigidoverasumujer.Ahoraestabasentadojuntoaella,sosteniendosucuerpoentrelosbrazos.
—¿Nomecree?—insistióHadley.—SeñorHadley—dijoelmarqués—,nadamegustaríamásqueveraJonathan
regresarconelrelojDeveraux.Noobstante...—¡Señormarqués!—lointerrumpiólavozdeBasilio.Elmarquéssevolvióhacialapuerta;elmayordomoacababadeentrar,yparecía
muyalterado.Tratódehablar,perolefaltabaaliento.Sinembargo,nohizofaltaquepronunciasepalabra;elmarquésfruncióelceñoy
salióprecipitadamentedelasala.—Nomefíodeél—ledijoBillHadleyasumujer,ynosabíasisedirigíaasu
cuerpo inerteoal tenueespírituque loobservaba, angustiado,desdeel interiordelorbe—.Voyaverquétrama.
Seincorporódeunsaltoysaliócorriendoenposdelmarqués.Basilio se quedóunmomento en la puerta de la cámara, sin atreverse a entrar.
Perosusojosseguíanfijosenelrelojdearena.Billsedetuvoenlapuertadeledificio.Elmarqués estaba allí, depie, frente a lapuerta, inmóvil, comouna estatuade
mármol, y había clavado sumirada en una figura que avanzaba hacia él desde laoscuridad,portandounobjetoenvueltoenunpaño.
—ElrelojDeveraux—susurróelmarqués—.Nopuedocreerlo.Despuésdetantotiempo...
TambiénHadleymiróalreciénllegadoconincredulidad.—¿Jonathan?—preguntó, inseguro. La figura avanzó todavía más, y en aquel
momentolasnubesquecubríanelcielosedesgarraron,yunrayodelunailuminóaldesconocido.
Era un joven alto, de cabello claro y mirada seria. Su expresión, serena ydecidida,poseíasinembargoalgoenigmáticoeindescifrable,comoelgestosinedaddeunaesfinge.
—¡Tú!—dijoelmarqués,entrecerrandolosojos.Traselreciénllegadoaparecieroncincofigurasquesereunieronconéldesdelas
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sombras.Entreellas,HadleyreconocióaEmma,perolamuchachaparecíadiferenteacomoéllarecordaba.Habíaensusemblantealgoterribleysobrehumanoquelepusolapieldegallina.
—¡Todosvosotros!—exclamóelmarqués,sorprendido—.¿Quéhacéisaquí?¡Hecumplidovuestrascondiciones,herespetadolaProhibición!
Entoncesunodeellosseadelantó.Eraunamujerdecabelloblancoyrostropuroy frío como elmármol.Clavó sumirada en elmarqués y empezó a hablar en unalengua extraña que Bill no comprendió, pero que para el coleccionista de relojesdebíadetenersentido,puestoquepalidecióyretrocedióunpardepasos.
—Papá—susurróentoncesunavozjuntoaél—.¿Estásbien?Bill se volvió y vio a Jonathan. Concentrado como estaba en los seis extraños
personajesqueseenfrentabanalmarqués,nolohabíaoídoacercarse.Lomiródehitoenhitoyloabrazóconfuerza.Cuandoseseparódeél,Jonathanseñalóalosreciénllegados.
—Atiende,papá,porqueestoesimportante.Hadleyparecióvolveralarealidad.—¿Quiénessonesostipos?¿Porquévistendeformatanrara?Jonathan echó un vistazo a los seis inmortales que plantaban cara almarqués.
Zaltana había dejado de hablar, peroArnav había tomado la palabra, y repetía losmismos términos que ella, en el mismo idioma desconocido, como si recitara laspalabrasdealgúntipoderitual.
—No lo vas a creer, pero son... gente como el marqués. No son... no sonhumanos,¿sabes?—vioquesupadrefruncíaelceño,yañadió—:¿Vesaljovenquellevaelreloj?Sellama...no,lollamanJeremiah.Hacemuchotiemposeenfrentóalmarquésyvenció,ysellevóelreloj.
Hadleyasintió,ceñudo.—Esopuedoentenderlo.¿Yqué?Jonathan respiró hondo.De camino hacia la casa delmarqués, Emma le había
contadomuchascosasacercadelosinmortales,elmarquésyelrelojDeveraux,peronoestabasegurodesaberexplicárseloasupadre.
—LosamigosdeJeremiahescondieronelrelojenlaCiudadOcultayprohibieronalmarquéstraspasarsuslímites.EsaProhibiciónteníamuchafuerza,yaqueeranseiscontra uno y, además, el marqués tenía la marca del derrotado, de modo que, dealgunamanera,lavoluntaddeJeremiahprevaleceríasobreladeél.Poreso,durantetodosestos años, elmarquésha estadoenviandoaotraspersonas en su lugar,pararecuperarelreloj.
»Peronoeramásqueunentretenimientocruel.Sabeperfectamentequeningunodenosotrospuedeenfrentarseaellos.
»Conelpasodeltiempo,sinembargo,entrelosdelbandodeJeremiahcomenzóa
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haber diversidad de opiniones. Debían quedarse en la Ciudad Oculta, para que laProhibiciónnoperdiesefuerza...
—¿Quéquieresdecir?—Es... como una batalla de voluntades. El marqués desea con toda su alma
conseguiresereloj,¿no?Bien,puesimagínateaseiscomoéldeseandoexactamentelocontrario.Esasseisvoluntadescreanunabarreraquelavoluntaddelmarquésnopuedetraspasar,ymenosaúndespuésdehabersidoderrotadoenunDesafío.PerosialgunodeesosseisabandonaselaCiudadOcultaysuvoluntaddejasedeapoyar laProhibición,labarrerasedebilitaría,yelmarquéspodríaentrar.
—¡Peroseguiríansiendocincocontrauno!—bufóBill.Jonathannorespondió.Noencontrabapalabrasparaexplicarleque,enelfondo,
todoslosinmortalesdeseabanmoriry,portanto,suvoluntaddeprotegerelVórticeno era tan fuerte comoel deseodelmarquésde conseguirlo, demodoquedurantetodos aquellos años la Prohibición se había mantenido en virtud de un frágil ydelicadoequilibrio...
—EllossonlosSeñoresdelaCiudadOculta—dijoenvozbaja—,perotambiénsonsusprisioneros.
«Yhanaceptadoesesacrificioparaprotegernuestrouniverso»,pensó.MiróaEmma,queacababadetomarlapalabrapararepetirlasfrasesrituales,y
sepreguntócómohabíapodidocreer,siquieraporuninstante,queellaeraunachicahumana.La luzde la luna iluminabasu rostro,un rostrohumanoconexpresióndediosa.Ysusojos...
Jonathangirólacabeza.—LlevancasitrescientosañossinsalirdelaCiudadOculta—prosiguió—.Esoes
apenas un suspiro para ellos, pero saben perfectamente que, si no hacen algo, estasituaciónpuedeprolongarseindefinidamente.
«Todos sabemos lo larga que puede resultar una eternidad», había dicho elContadordeEstrellas.
—Algunosdeellos—prosiguióJonathan,mirandoaZaltana—consideranquesumisiónesmásimportantequecualquierotracosa,yprotegenlaCiudadOcultaconuñasydientes.Otroscreenqueloshumanossomosvíctimasinocentesdeunaguerraentreinmortales,ysonpartidariosdenodañaralaspersonasqueentranenlaCiudadsinsaberenrealidadelsecretoqueestaguarda.
»Y uno de ellos, a quien llaman el Contador de Estrellas, cree que hay otrocamino—miróaBill—,peroesmuyarriesgado:otodoonada.
—¿Quéquieresdecir?¿SalvaráeserelojaMarjorie?¿Síono?Jonathansuspiró.Seríabastantemásdifícildeloquehabíaimaginado.—Salvarásualma,sí,peronosuvida.Todosmoriríamos.Todonuestromundo,
todonuestrouniverso.
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Bill se lo quedó mirando, con una expresión de profunda incredulidad en elrostro.
—Es lo que quiere el marqués—añadió Jonathan—. Es inmortal, ¿entiendes?Pero quieremorir a cualquier precio, y no le importa si con ello destruye todo uncosmos.Esonovaadetenerlo.Además,élconsideraquelamuerteesunabendición,porloquenosentiráremordimientosdeconcienciasiprovocaladestruccióndetodaformadevida.
—¿Queesinmortalyquieremorir?—repitióHadley,pasmado—.¿Quiénpuedeestartanlococomoparaquerermorirpudiendovivirparasiempre?
—Imagina que llevas existiendo desde el principio del universo —explicóJonathanconpaciencia—.Imaginaquetienesmillonesdeaños.Aestasalturas,¿noestaríasunpococansadodevivir?
Su padre frunció el ceño, y Jonathan comprendió que no tenía bastanteimaginacióncomoparavisualizaraquelloquelehabíacontado.
—Noimporta—dijo,moviendolacabeza—.Tansoloobserva.Jeremiahhabíatomadolapalabraenaquelmomentoypronunciabalaspalabras
rituales.Losotroscincoinmortalesyalohabíanhecho.—¿Quéestádiciendo?—preguntóHadley.—Está renovando el voto —dijo Jonathan—, igual que han hecho todos los
demás.Expresan su firme voluntad de proteger el relojDeveraux.Eso fortalece labarreraylaProhibición...ydejaalmarquésunaúnicasalida.
Jeremiahcalló,ydepositóelrelojDeverauxenelsuelo,juntoaél.Elmarquésselocomíaconlamirada.
Duranteunostensosinstantes,nadiehabló.—HabéisrenovadolaProhibición—dijoentonceselmarqués—.Ytú,Jeremiah,
hassalidodetuescondrijo.Jeremiah alzó la cabeza con orgullo. En sus ojos claros brillaban todas las
estrellasdelcosmos,perotambiénsepercibíalasombradeunapesadacarga.«Jeremiah fue el único de todos nosotros que tuvo el valor de enfrentarse al
marqués», le había explicado Emma a Jonathan. «Y ahora carga con laresponsabilidaddehabervencidounDesafío».
Jonathannohabíacomprendidosuspalabras,peroestabadispuestoaaveriguarsusentido.
—Dices la verdad, lord Clayton, ahora llamado «el marqués»—dijo Jeremiahsuavemente—. Nos vimos por última vez hace casi trescientos años, en aquellasubasta.Tedesafié,yelegisteunamanera rápidadesolucionarelDesafío.Peroyovencí,ydebilitétuvoluntad.
—Ydespuésescapastecobardemente—gruñóelmarqués—,yteocultastedetrásde tus compañeros y esa absurda Prohibición. ¡Sabes que tengo derecho a una
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segundaoportunidad!Jeremiahinclinólacabeza.—Losé.Peronopodíacorrerelriesgodeenfrentarmedenuevoati.Esmucholo
queestáenjuego,¿nolocomprendes?—No, ¡tú no lo comprendes! Precisamente tú, que eres el más viejo de todos
nosotros. Precisamente tú, que has explorado dimensiones que nos están vedadas.¡Precisamente tú, que encontraste el Vórtice, lo único que puede liberarnos de lascadenasdelavida!¡Jeremiah!—gritó,furioso—.¡Todosestabandemiparte!¡Todosqueríanmorir!¿Cómolograsteconvencerlosdequeladestruccióndeununiversoeraun precio demasiado alto por el descanso eterno? ¡Tú, Jeremiah, que sabes queexistenotrosuniversos!¡Tú,traidoratupropiaraza,estásprivandoalosinmortalesdesumásanheladosueño...paraprotegeralosmortales,criaturasquevivenapenasnada,criaturasquemoriríandetodasformas!
Lavozdelmarquésretumbabacomountrueno.Jonathanestudió, temeroso, lasfacciones de los inmortales, y le pareció descubrir que algunos de ellos vacilaban.«EscomodijoelContadordeEstrellas»,pensó.«Todosdeseanmorir,ytienenensusmanos el Vórtice que los conducirá al corazón del Tiempo. Pero, aun así, siguenprotegiendo nuestro mundo y a los mortales. Por fortuna, ya han expresado suvoluntadfirmedenoutilizarelVórticeeimpedirqueelmarquéssehagaconél...».
Se fijó en Jeremiah.Elmarqués había dicho que era elmás viejo de todos losinmortales,peroJonathansospechabaquenosereferíaaunacuestióndeedad.EmmalehabíacontadoqueJeremiahhabíaexploradoloslímitesdelmundoydelespacio-tiempoyhabíavislumbradootrosuniversos.Aquelconocimientogravitabasobreélcomounapesadalosa,yhabíahechonacerensuinteriorunenormesentimientoderesponsabilidad, con el cual tendría que cargar por toda la eternidad.De todos losinmortales,éleraelquemásanhelabamorir,puestoquedeseabalibrarsedeaquellacargaydescansarporfin;perohabíaencontradoelVórtice,yestabacondenadoasersuguardiánperpetuo,divididoentreelimpulsodeentrarenelcorazóndelTiempoylahorriblecertezadequetodoeluniversoquedaríadestruidosilohacía.
Por eso Jeremiah era el más anciano de todos los inmortales, a pesar de suapariencia eternamente juvenil: porque tenía que cargar con la responsabilidad desaberquelaexistenciadeluniversoeratanfrágilcomounantiguorelojdeoro.
Elantiguorelojdeoroqueestabaasucargo.—Yoséqueexistenotrosuniversos,marqués—dijoJeremiah—.Yséquecada
uno de ellos es único y precioso, y tal vez nuestra existencia tenga por objetoasegurarnosdequeasísea.Yoanhelomorir,igualquetú.¡Perojamáspermitiríaquetodoeluniversomurieseconmigo!
Nohabíadudanivacilaciónensuvozcuandopronuncióestaspalabras,aunquesíunaprofundatristezaensumirada.Losdemásinmortales,enardecidosporlafuerza
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desuspalabras,alzaronlacabezaymiraronalmarqués,desafiantes.—Muy bien —dijo este, entrecerrando los ojos y lanzándoles una peligrosa
mirada—.Vosotroslohabéisquerido—sevolvióhaciaJeremiah—.Yaséaquéhasvenido, Jeremiah, y ese gesto te honra. Porque imagino que no has traído el relojDeverauxsencillamentepararestregármeloporlacara,¿verdad?
—No podía pasarme toda la eternidad evitándote —reconoció Jeremiah—.Esperabaganartiempo,encontrarlamaneradeinutilizarodestruirelVórtice;peroelVórticeesunapartedelTiempo,yelTiemponopuedeserdestruidoniinutilizado.DurantecasitrescientosañosmeherefugiadoconelrelojDeverauxenunrincóndela Ciudad Oculta que solo el Contador de Estrellas conocía. Pese a ello, miscompañerosconfiaronciegamenteenmíyrenovaronlaProhibición,unayotravez.
—¿Porquéhassalidodetuescondite,entonces?—Novoyacontestaraesoahora,marqués—hizounapausa—.Despuésdetodo,
aquímetienes—dijofinalmente.Elmarquéssonrió.—Escierto,Jeremiah,aquíestás.Yyotedesafío.Algo parecido a un helado soplo de viento recorrió el patio del viejo caserón.
Jonathanseestremeció.«Elderrotadotienederechoaretardenuevoalvencedor,unavezmás»,lehabía
dicho Emma al explicarle las reglas delDesafío. «Si vuelve a perder, su voluntadquedaanulada.Sigana,lasvoluntadesdeambosquedanempatadasenfuerza».
Y, en ese caso, el marqués podría romper la Prohibición, a pesar de que estaacababadeserrenovada.Porquelavoluntadexpresadaporlosinmortalesenvozaltanocorrespondíaconelmáshondodeseodesuscorazones.
Elmarquésnoeraelúnicoquedeseabadejardeserinmortal,perosíeraelúnicoenlucharporloquerealmenteanhelaba.
Poreso, si suvoluntaddejabadeestar supeditadaa lade Jeremiah,elmarquéspodríahacerseconelreloj.
—Acepto el Desafío —dijo Jeremiah, rompiendo el silencio—, y escojo lasformas.
Callóunmomento.Todoslosmiraron,expectantes.—Combatemental—decretóJeremiah.El marqués asintió y avanzó hacia Jeremiah. Los otros cinco inmortales se
retiraronparadejarlesespacio.Jeremiahyelmarquéssesituaronunofrentealotro.Jeremiah colocó lasmanos sobre los hombros delmarqués. Elmarqués apoyó lassuyassobreloshombrosdeJeremiah.
Ysemiraronalosojos.—¿Quéestánhaciendo?—gruñóBill.—Uncombatemental—dijounavozjuntoaellos.
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Jonathansevolvió,yvioqueEmmaestaba juntoaellos.Sehabíaacercadoensilencio,ynodejabademirar a Jeremiahyelmarqués. Jonathanvioque losotrosinmortalesobservabanlaescenaentrelassombras.
—¿Quéquieredeciresodelcombatemental?—Significa que se miran a los ojos y pelean con la fuerza de sus mentes. El
Desafíotienemuchasotrasformas,mássencillas,peroestaeslamásjusta.Aquelquetengalavoluntadmásfuerteresultaráelvencedor.
—Pero...—vaciló Jonathan—. Pero, Emma, tú me dijiste que la voluntad delmarquésesmuyfuerte,porqueesverdadera,mientrasque todosvosotrosexpresáisunavoluntadquenocoincideconvuestrosauténticosdeseos.
—Sí —en el rostro infantil de Emma se dibujó una cálida sonrisa—. Eso losabemostodos,ytambiénelmarqués.Perohayalgoconloquenocuenta.
—¿Quées?—preguntóJonathan,intrigado.Sinembargo,ellanorespondió.Losdoscombatientesnohabíanmovidounsolomúsculo.Seguíanallí,mirándose
fijamente,sinparpadear.Sinembargo,algoinvisiblebullíaasualrededor,Jonathanlo percibía, e incluso su padre retrocedió unos pasos. Era como si un torbellinoimpalpablegiraseentornoaellos.Conteniendoelaliento,Jonathancerrólosojosysintióunafuerzapoderosaqueemanabadelosdosinmortales.Casipudonotardoscorrientes enfrentadas en aquella fuerza, las dos voluntades que luchaban, la unacontralaotra.
Ysintióqueaquellaenergíaqueproducíaelsingularenfrentamientoseexpandíaycrecíahastadejarlosinaliento.
—¿Quées...eso?—jadeósupadre—.¿Quées...esoquemeenvuelve...yquenopuedover?
—Espoder,papá—murmuróJonathan—.Enestadopuro.Clavó lamirada en el rostro de Jeremiah—elmarqués quedaba de espaldas a
ellos—ysequedósinrespiración.Bajo la máscara humana relucía la verdadera naturaleza del inmortal, una
naturalezanacidadelmismocaosprimigenio,unaesenciaqueconteníalossecretosdelorigendelcosmos.Unasuaveauramulticolorenvolvíasucuerpo,ysuscabellosflotabanasualrededor,comomovidosporunabrisainvisible.SusojosresplandecíaneirradiabantantafuerzaqueJonathansintióque,siJeremiahsehubiesevueltohaciaélenaquelmomento,lohabríareducidoapolvoconunasolamirada.
Peroelmarquésaguantabasinmoverunsolomúsculo,yJonathansospechóquesu rostro presentaba el mismo aspecto ultraterreno que mostraba el de Jeremiah.Tambiénsucuerpoirradiabaaquellamisteriosaauraresplandeciente.
Jonathanapartó lamirada, intimidado, e, instintivamente, se separóunpocodeEmma.Ellanopareciónotarlo.
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LoscuerposdeJeremiahyelmarquésseguíanestandoallí,anteeledificiodelMuseodelosRelojes,unofrentealotro.
Pero susmentes habían creado su propio campo de batalla y se hallaban lejos,muylejosdeallí.
Lavoluntaddelmarquéstomólaformadeunenormevolcánqueescupíafuegodel mismo infierno. Ríos de lava incandescente descendían desde el cráter,estrellándosecontralasrocasylanzandomilchispasincendiariasaunairecubiertodeespesacenizagris.Lavoluntaddelmarquésbramabacon lavozdemil lenguasígneas.
Jeremiah se vio de pronto ante el inmensovolcán, solo y pequeño.El suelo seresquebrajaba bajo sus piesmientras la voluntad delmarqués extendía sus ríos defuegoportodoelespaciodeladimensiónquehabíancreadoparasucombatemental.
Jeremiahnoesperabaquelavoluntaddelmarquésfuesetangrandeypoderosa;perorecordóloqueocurriríasiperdíaaquelcombate,ycontraatacó.
La voluntad de Jeremiah se transformó en un océano embravecido, cuyasenormesolascoronadasdeespumabatíanlasrocasconfuerzayseelevabanhastalamisma cima del volcán. El rugiente maremoto arremetió contra la voluntad delmarquéscontodoelpoderdesufuria.Elaguainundólosríosdelavaysecolóportodaslasvenasdelvolcán,apagandosullama.Perolamareasiguiócreciendohastacubrirporcompletolasrocasmáselevadasdelcráter.
Entonces, lavoluntaddelmarqués tomó la formadeun inmensoyardiente solque se acercaba cada vez más al océano de la voluntad de Jeremiah. Furiosasexplosiones internas alimentaban su corazón, y una crepitante corona de llamasdevorabalaatmósferasobreelocéanoyevaporabarápidamenteelagua.Lavoluntaddelmarquésseexpandió,yelsolseexpandióconellahastacubrirtodoelcielo.Elocéanodesapareció.
Jeremiahnoseinquietóporello.Elmarquésnohabíaahogadosuvoluntad,solola había transformado. Su próximomovimiento consistió en desplazar su voluntadanteel inmenso sol.Pronto, lavoluntaddelmarqués seviocubiertaporunespesomanto de nubes negras, cargadas de electricidad, nubes que bramaban y rugían alchocarentreellas,nubesqueoscurecieroneldíaporcompleto.
La voluntad del marqués se transformó entonces en un aullante huracán quearrasabatodocuantohallabaasupaso,yquearremetiócontralasnubestormentosasuna y otra vez, persiguiéndolas incansablemente hasta que se dispersaron ydeshicierondeltodo.Elvendavalbramó,triunfante,ysugritodevictoriaseoyóentodaaquelladimensión.
Perodeprontoseestrellócontraunobstáculoquehabíaaparecidosúbitamenteensucamino.
La voluntad de Jeremiah se había convertido en una ciclópea cordillera cuyos
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picosmásaltosllegabanalasestrellas.Elhuracánaullóytratódederribarla,perolasraícesdelacordilleraestabanbienhundidasenelcorazóndelaTierra,ysolologróchocarcontraella,unayotravez.Insistió,esperandotalvezpodererosionarla,peroprontoseencontróreducidoaunadébilbrisa.
Entonces, la voluntad del marqués tomó la forma de un brutal terremoto quesacudió las entrañas de la tierra y removió las raíces de lamontaña. Jeremiah viocómosuvoluntadseresquebrajabaypartía,cómoaquelviolentomovimientosísmicoabríabrechasenlasólidaconstitucióndelacordillera,ydecidiótransformarla,antesdeverlareducidaapolvo.
LavoluntaddeJeremiahseconvirtióenuninmensoglaciarquerecubriótodalatierra. El terremoto provocó aludes inmensos que se precipitaban bramando yrugiendopararellenarlasgrietasysepultarlasrocas.Cuantomásréplicasdelseísmosacudían aquella dimensión, más repartido quedaba el manto de nieve. Pronto, lavoluntaddeJeremiahlocubriótodo.
Lavoluntaddelmarquésvolvióatomarlaformadelsol,peroJeremiahnodejódenotarqueelastroquehabíacreadoeramenorquelavezanterior.Peseaello,logróderretirlanieve,perolavoluntaddeJeremiahsetransformóenunalunaqueeclipsólavoluntaddelmarqués...
NingunodelospresentespodíaverquésucedíaentreJeremiahyelmarqués,aunquelos inmortales podían llegar a intuirlo. Jonathan miraba a uno y a otro,preguntándose,muynervioso,quiénibaganando,yaquenohabíamaneradesaberlo.Los dos combatientes seguían inmóviles, exactamente en la misma posición quecuandoempezaron,ysololamiradadesusojosyelaurainvisiblequeproyectabanasualrededorsugeríanlatitánicaluchaquesedesarrollabaentreellos.
Depronto,Jonathanoyóunsonidolejanoquelodevolvióalarealidad.Miróasupadre.Porlaexpresióndesurostroadivinóqueéltambiénlohabíaoído.
—Lascampanasdelconvento—dijo,temblando—.Sonlasseismenoscuarto.—Marjorie—musitóJonathan—.¡Tenemosquehaceralgo!Peronoseleocurríanada,ynoqueríaconfesarleasupadrequelosinmortales
habíandichoquenadapodríasalvaraMarjorie.SevolvióhaciaEmma.—Emma,¿quépasaráconelmarquéssiganaJeremiah?—Suvoluntadquedarátandebilitadaquetardarávariosmileniosenpodervolver
adesafiaraalguien.Jonathanmeditólarespuesta.—Perosualmasiguesiendoigualdegrande,¿no?Quierodecir,quesuesencia
seguirásiendotan...—noencontrólapalabra,ymiróaEmmapidiendoayuda;ellasonrióconciertatristeza.
—Sí, así es. Solo el Tiempo tiene poder suficiente como para destruir a uninmortal, pero se autodestruiría también a sí mismo en el intento. Ya te lo he
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explicado...—Tengo una idea—la interrumpió Jonathan—. ¡Papá, Emma, venid conmigo:
tenéisqueayudarme!Jonathandesapareciócojeandoenelinteriordelcaserón,ysupadrelosiguiósin
vacilar.EmmaechóunamiradaaJeremiahyalmarquésyentrótambiénenlacasa.CruzabanelMuseodelosRelojescuandodeprontoseoyóalgocomoelruidode
un cristal al romperse, seguido de un pesado cuerpo que caía al suelo. Los trescruzaronunamiradaycorrieronalacámaradelosrelojesextraordinarios.
Jonathanllegóelprimeroysedetuvo,perplejoyaterrado.—¡Marjorie!—gritó supadre, pero Jonathan le señaló algo en el interior de la
habitación,másalládelcuerpoinertedeMarjorie,queseguíaexactamentedondelohabíadejado.
EraBasilio,yyacíaenelsuelo,bocaabajo,juntoaunrelojdearenaroto.Jonathancorriójuntoaélylediolavueltaparaversurostro.Estabamuerto.—¿Qué...quédiabloshapasado?—tartamudeóBill.Jonathanclavólamiradaenlosrestosdelreloj.—Es ese reloj de arena—dijo—. El que había sido parte de un pacto con el
demonio,¿recuerdas?Mientras laarenaestuvieseenmovimiento,supropietarionomoriría.Pero,¿porqué...?
—¿Aún no lo entiendes? —dijo a su lado la voz de Emma, suave peroinfinitamentetriste—.Eraelrelojdearenadeestehombre.
—¿DeBasilio?Perosi...¡trabajabaparaelmarqués!—¿Ypor qué?—Emmamovió la cabeza, apesadumbrada—.No es la primera
vezque lohace.Seapoderadel relojde lavidadealguieny loobligaa servirleacambio de seguir viviendo. Cada vez que la arena está a punto de agotarse, elmarquésllamaasucriadoylepregunta:«¿Ledamosotravueltamás?».Ysindudaestehombrehabíavividoyaunpardesiglos;noseatrevíaadesafiaralmarqués,perotampocoteníavalorparadecir«No»cuandolaarenaibaaterminarse.Yestanoche,aprovechandoquesuseñorestáocupadoconotrascosas,Basiliohadecididoponerfinadécadasdemiedoyesclavitud.
Jonathan se estremeció y volvió la cabeza para no ver los restos del reloj. Sumirada tropezó con el reloj de Qu Sui: la liebre estaba peligrosamente cerca delemperador.
—¡Marjorie!—exclamó—.Ayudadme.—¿Aqué?—dijoBill.—Tenemosquellevarelrelojalexterior.YaMarjorietambién.—¿Pero, por qué...? —empezó su padre, pero calló al ver la sonrisa de
comprensiónqueiluminabaelrostrodeEmma.
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Fuera, labatallaseguíamuyigualada,aunquelavoluntaddelmarqués ibaganandoterrenopocoapocoaladeJeremiah.Asualrededor,losotroscuatroinmortaleslosobservaban,conteniendoelaliento.
ElContadordeEstrellasfueelúnicoquesepercatódelaausenciadeEmmaylosdos mortales. Los vio regresar al cabo de un rato. Bill traía en brazos el cuerpoinconscientedeMarjorie,y,trasél,JonathanyEmmatraíanelrelojdeQuSui.Parano tocar el orbe que devoraba almas, habían rodeado el reloj con una cuerda y lohabíanarrastradoconsumocuidadohastaelexterior.ElContadordeEstrellassonrió,sospechandoyaloqueseproponíanhacer.
—SiJeremiahnovence,miplannodaráresultado—leestabadiciendoJonathanaEmma—.Ymedalasensacióndequeelmarquésestáganando.
Emmaleoprimióelbrazoparatranquilizarlo.—Confía—dijosolamente.Pero Jonathanpercibía conclaridadque la siniestravoluntaddelmarqués teñía
consucolorlafuerzaqueemanabadelosdoscombatientes.SefijóenelrostrodeJeremiahysintióquesupodersehabíadebilitadoconsiderablemente.
—¡Emma! —musitó, angustiado; eran las seis menos diez, y una suave luzempezabaapigmentarderosaelhorizonte.
La voluntad del marqués se había transformado en un vasto desierto de arenasardientesyaireabrasador.LavoluntaddeJeremiahyanoteníafuerzasparaadoptarlaformadeocéano,odelluvia,ysearrastrabacomohombreporlainfinitavoluntaddelmarqués.Jeremiahsabíaque,sidejabadeandarysederrumbaba,lavoluntaddelmarquésloenterraríaparasiempreenlasdoradasarenas,yélhabríaperdido.
La voluntad de Jeremiah seguía avanzando, paso a paso, sin detenerse. El aireparecíatraerhastasusoídosunecodistorsionadodelainquietanterisadelmarqués.
ParecióqueJeremiahvacilaba.—¡No!—chillóJonathan,sinpoderevitarlo—.¡Noterindas!¡Tuvoluntadestan
fuerte como la suya! ¡Tú deseas que el mundo siga existiendo! ¡Jeremiah, no terindas!¡Noestassolo;Jeremiah!
LavoluntaddeJeremiahsehabíadejadocaersobreeldesiertoylaarenalacubría,pocoapoco.
Jeremiahestabahaciéndoseala ideadequeibaaperderEsosignificaríaqueelmarquésseharíaconelVórticeyquecumpliríasumásanheladosueño.
LaMuertevendríaabuscarlo.«¿Ytú?»,dijounavozqueseparecíasospechosamentea ladelmarqués.«¿No
deseasmorir?»JeremiahsuspiróEstabacansado,muycansado.Suvoluntadestabaagotada,yno
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teníafuerzaspararesistiraladelmarqués.«...¿Morir?»,seguíadiciendoaquellavoz.«¿Descansarporfin?».
Jeremiahcerrólosojosydejóquelaarenasiguieseenterrándolo.Entonceselvientolellevóunavozlejana.«Jeremiah...»Tratodeescuchar,peronolequedabanfuerzas.«No...te...rindas....»Sonriódébilmente.Eraeljovenmortal.Lehabíafallado,aélyatodoslosdemás
mortales. Pero ahora podríamorir por fin y, al fin y al cabo, como había dicho elmarqués,losmortalesmuerendetodasformas,tardeotemprano.
«No...estás...solo...».Jeremiahsintiódeprontoquealgolehacíacosquillasenlamano.Algovivo.Con las pocas fuerzas que le restaban, se incorporó un poco —sintió que el
desiertorugía,amenazador—ymiró.Vioalgopequeño,tiernoyverde.Unbrote.Unaplantaestabanaciendoenmedio
deldesierto.Jeremiahcontemplóelmilagro.Deseócon todas sus fuerzasqueaquellaplanta
fueracreciendo.Lavioresistiryalzarsehaciaelsol,desafiante.EntoncesJeremiahfiltrósuvoluntadbajolasarenasdeldesierto,ylashallóllenas
de semillas durmientes, de embriones de vida que deseaban salir a la superficie y,sencillamente,vivir.
Jeremiahhizoque su voluntad estimulase aquellas semillas.Las hizo crecer enmediodeldesierto.Lasviorasgarlasarenasycubrirlasdeunmantoverde.Jeremiahcuidódeellas,transformósuvoluntadenlluvia,ensol,entodoloqueaquellasvidasnecesitaban para seguir existiendo. La voluntad del marqués aullaba, furiosa,convertida sucesivamente en tormenta de arena, incendio devastador y glaciación,pero las plantas siguieron creciendo, porque cada una de ellas deseaba seguircreciendo,yprontolavoluntaddeJeremiahsetransformóenunenormebosquequeahogólavoluntaddestructoradelmarqués...
Jonathan vio, sin poder creerlo, que los ojos de Jeremiah despedían un nuevo hazluminoso, como renovados por una extraña fuerza. La voluntad del marquésretrocedió.
Emmaasintió,satisfecha.Todo fuemuy rápido. Jeremiahpareciócrecerseanteelmarqués,y supoder se
hizotodavíamáspalpable.Depronto,huboundestellocegador,yJonathancerrólosojos.
Cuando pudo volver amirar, vio que elmarqués había caído de rodillas en elsuelo,anteJeremiah,quesealzabafrenteaél,serenoytranquilo.
—Lohahecho—musitóJonathan—.Nopuedocreerlo,¡lohahecho!
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Se sintió de pronto tan débil como elmarqués. En aquellos últimosmomentoshabía vivido con el convencimiento de que todo el universo podía estallar enmilpedazos si Jeremiah perdía aquella batalla, y ahora sentía tal alivio que tenía lasensacióndequetodassusfuerzaslohabíanabandonadoderepente.Emmalohizovolveralarealidad.
—¡Jonathan,deprisa!Jonathantiródelorbehastacolocarlojuntoalmarqués.Emmaavanzóasulado.—Marqués —dijo con voz clara; tanto Jeremiah como el marqués alzaron la
cabezaparamirarla—.Estásmarcadoporunadoblederrota.Tuvoluntadnopuederesistirlamía.YdeseoquetoqueselorbedelrelojdeQuSui.
Elmarqués lamiró con incredulidad. Iba a decir algo, pero los ojos deEmmaparecíancontenertodoelpoderdeluniverso,yelmarquésvaciló.
Alzólamanohaciaelorbe,peroladetuvoenelaireysevolvióhaciaJeremiah.—Antes—musitó—, explícame cómo lo has hecho.Yo deseaba lamortalidad,
contodasmisfuerzas.Y,enelfondo,séquetútambién.Jeremiahsonrió.—Perotúluchabassolo—dijo—,mientrasqueamímeapoyabalavoluntadde
miles de millones de seres en todo el universo, que deseaban desesperadamenteseguirviviendo.LavozdeljovenJonathanHadleymerecordóestehecho,yabrímialmaatodasesasvoluntadesque,sinsaberlo,luchabanamilado.
Elmarquéspalideció.Desviólamirada,perosusojosvolvieronaencontrarseconlosdeEmma.
—Ahora—dijoella.Jonathanmiróconnerviosismolaliebredeoroqueavanzabalentamentehaciael
centrodelreloj.—Estoydébil—dijoelmarqués—.Pero,cuandomerecupere,saldrédeaquí.Y
elVórticeserámío.Emmanodijonada,perotampocoapartólamirada.YJonathannopodíadejarde
mirarelreloj.LaliebresedetuvoanteelemperadordelrelojdeQuSui.Elmarquésaproximó
susdedosalorbe.—Mi voluntad esmás fuerte que la tuya—dijo Emma—.Que tu alma quede
prisioneraenelorbequetúcreaste.Lamanodelmarquésrozóelcristal.Lascampanasdelconventodieronlasseis.YlaliebreseinclinóanteelemperadordelrelojdeQuSui.
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Epílogo
Jonathanseasomóalaventanilladelavión,moviéndoseconcuidadoconsupiernaescayolada.Soloseveíaunmantodenubes,peroélsabíaque,enalgún lugar,alláabajo,laCiudadAntiguadormíajuntoallechodelrío.
Suspiróyvolviólacabezaparamirarasupadre,queroncabasonoramente,yaMarjorie,queleíaunarevista.Todavíaestabaalgopálida,perosehabíarecuperadobieny,porfortuna,norecordabanadadeloquehabíasucedido.YencuantoaBill...Jonathan sonrió.Supadre se acordabaperfectamentede cadadetalle de su extrañaaventura, pero se empeñaba en actuar como si no sucediese nada, como si todohubiesesidoproductodesuimaginaciónodeunextrañosueñoquenovalíalapenarecordar.
Jonathansuspiró.Sabíaquehabíasidoreal,muyreal,aunquelaSoñadorahubieseestadoenlociertoysoloestuvieseviviendoenelsenodeungransueño.
Conunasonrisadenostalgia,recordóaEmma.—¿Cómosupistequeel reloj expulsaría el almadeMarjorie sidevoraba ladel
marqués?—lehabíapreguntadoella.—FueportodaaquellaenergíaquedesprendíanJeremiahyelmarqués—explicó
Jonathan—. Recordé que para el reloj de Qu Sui las almas no eran más que unafuente de energía que le permitía seguir funcionando.Y luego, aquello que dijo elContadordeEstrellas...
—¿Elqué?—QueelTiemponopuedeconteneraquelloquenotieneedad.Penséqueelalma
delmarquésnocabríaenelinteriordelorbe,erademasiadogrande.Demodoqueelrelojsevioobligadoaexpulsartodoloquehabíadentro,losrestosdeotrasalmas...parahacerlesitioalmarqués.
Pese a que ahora estaba tranquilamente sentado en un avión, rumbo a casa,Jonathan no pudo evitar un estremecimiento. No había estado seguro en ningúnmomentodeque lascosassalieran talycomoél lashabíaplaneado.Elorbepodíahaber estallado en mil pedazos, o no haber aceptado el alma del marqués o,sencillamente, haber devorado el alma deMarjorie, sin más. Pero Jonathan habíaseguidosuinstinto,yestenolehabíafallado.«Además,noteníanadaqueperder»,sedijo,recordandolocercaquehabíaestadodellegartardepararescataraMarjorie.
Cerrólosojos,agotado.Todavíanopodíacreersequetodohubieseterminado.—¿Está derrotado de verdad? —había preguntado a Jeremiah, mirando con
aprensiónelorbedondeseadivinabanlasfaccionesdelmarqués.—No, solo demasiado débil como para escapar de ahí —había respondido el
inmortal—.Suvoluntadtardaráunpardemileniosenfortalecerselosuficientecomo
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parapermitirlesalirdelorbe.Peroesperoque,entretanto,hayamosencontradounasoluciónparaelVórtice.
ElVórtice.Jonathan aún no había encontrado palabras para describir lo que había visto
cuando el Contador de Estrellas había abierto el reloj Deveraux, porque lo queescondíaensuinterioreradiferenteatodocuantoelchicoconocía.
Eracomounaesferabrillantequerotabasobresímismasuspendidaenelaireyquecegabaacualquieraquelomirasedemasiadotiempo.Parecíaconcentrarlaluzdetodas las estrellas del universo, y en su interior se apreciaban formas y coloresfantásticos,imposibles,quegirabanygirabantandeprisaque...
—Aparta —le había dicho Emma, separándolo suavemente del reloj—. Noquerrásenvejecerantesdetiempo,¿verdad?
JonathanhabíaobservadolosrostrosdelosinmortalesalcontemplarelVórtice,pero confiaba en Jeremiah,y enEmma,y en elContadordeEstrellas, y sabíaqueellos se ocuparían de que todos los inmortales continuasen viviendo, para que eluniversoexistieseconellos.
HabíaaprovechadoaquelmomentoparasepararaEmmadelgrupoyhablarconellaasolas.
Lehabíadichoquequeríaserinmortalyquedarsejuntoaella.—Jonathan—dijoEmma,moviendolacabeza—.¿Nohasaprendidonada?Los
mortalesnopuedenobtenerlainmortalidad.Elordencósmico...—Noestoyhablandodeesainmortalidad,sinodeloqueofrecenlosdemonios—
cortóJonathanimpaciente—.Podríavivirvariosmilenioscontigo.Podría...Peroellalehabíahechocallar,colocandoundedosobresuslabios.—No,Jonathan—dijo—.Nosabesloquedices.Aunquetengaaspectohumano,
nosoycomotú.Debesvolverconlostuyosy...—Nunca conoceré a nadie como tú—cortó Jonathan, adivinando lo que iba a
decir.—No—sonrióEmma—,perosíamarásaalguiencomotú.Jonathanlamiró,sorprendido.—¿Losabes?Quierodecir...¿puedesverloquevaapasar?—No,nosoyunaadivina,comolaEchadoradeCartas.Peroséqueconocerása
alguienytendráshijos...—¿Porquésabeseso?—Porqueteloestoypidiendo,Jonathan.Tendráshijos,yalolargodelosañosyo
protegeréatushijos,yaloshijosdetushijos,yaloshijosdeloshijosdetushijos...yasísabréquenohasmuerto,quenohasdesaparecidodelmundomientrasyosigoviva,portodalaeternidad.
Algo en sus palabras sobrecogió profundamente a Jonathan. Intuyó en ellas un
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sentimiento tan intenso, tan profundoy tan puro que supoque ni aun haciendounpactoconelDiablopodría llegaracorresponderíade lamisma forma,pormuchosmileniosquepasasen.Tragandosaliva,dijo:
—Tendré hijos. Y plantaré un árbol, y escribiré un libro. Muchos árboles ymuchos libros —añadió—. Dicen que esta es la única manera de alcanzar lainmortalidad,atravésdetusobras.
Emmasonrió.Entoncesseacercóaélylebesó,yJonathansintióqueelsuelodesaparecíabajo
sus pies y que él se precipitaba por un torbellino que lo lanzaba directamente almismo corazóndel cosmos, pero no tuvomiedo, porquehabía algo en aquel lugarqueleresultabapoderosamentefamiliar;todaslasestrellasgirabanasualrededor(yeranmásdelas87.432.004.556.342quehabíacontabilizadoelContadordeEstrellas)y los más hermosos prodigios de todas las galaxias se mostraban ante sus ojos.Entonces descubrió que el espacio no era frío y oscuro, como creía, sino que setrataba de un crisol multicolor donde tomaban cuerpo las más extraordinariasmaravillasylosmásatrevidossueños.
YcomprendióqueestabacontemplandoelnacimientodeluniversoatravésdelamemoriadeEmma,ytambiénsupodóndehabíavistoantesalgoparecido.
ElVórtice.CuandoseseparódeEmmayvolvióalarealidad,ellatuvoquesostenerlo,pues
sesentíacompletamentemareado.Aunasí,selasarreglóparasonreír.Ydespués, losinmortalessehabíanmarchado.Dealgunamanera,queJonathan
no fue capaz de comprender, desaparecieron entre la brumamatinal, uno tras otro,comosino fuesenecesarioparaellosposeerun reloj-puertaparacruzar los límitesinvisiblesdelaCiudadOculta.
Emmalohabíamirado,porúltimavez,antesdedesaparecerellatambién.Jonathan sintió de pronto que le faltaba el aire. Quiso correr tras ella, pero el
ContadordeEstrellaslodetuvo.—Sabesqueno—dijosolamente.Lomiróconafecto.—JovenJonathan—dijo—,hashechopornosotrosmuchomásdeloquepuedes
imaginar.Losinmortalesnuncaloolvidaremos,ydespuésdemiles,millonesdeaños,después de que este planeta sea reducido a polvo, después de que hayamoscontemplado la evolución y muerte de cientos de mundos nuevos, muchos eonesdespués de hoy, cuando nadie se acuerde de los seres humanos... nosotros todavíapronunciaremostunombre,JonathanHadley.
ElContadordeEstrellasabrazóalsorprendidoJonathan,ydespuéssealejódeél,sonriendo.
—Pero...¿porqué?—preguntóJonathan,muyconfuso.
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—¿No lo sabes? —dijo Jeremiah, sonriendo también mientras veía cómo elContadordeEstrellascubríadenuevoelrelojDeveraux—.Ahoraqueyanodebemosmantener activa la Prohibición, los que así lo deseen podrán abandonar por fin laCiudadAntigua,ytodograciasati.AunquesospechoqueniEmmanielContadordeEstrellassemarcharándeaquí.
—Pero...perosiyonohehechonada...—¿Esocrees?¿Nosabesquéfue loquemedecidióa«salirdemiescondrijo»,
comodecía elmarqués,paraenfrentarmeaél?RecibíunmensajedelContadordeEstrellas —miró a Jonathan significativamente—. Me dijo que Emma se habíaenamoradodeunserhumano.
Jonathanabriólaboca,estupefacto.—Entonces pensé—prosiguió Jeremiah—, que si unmortal tenía la fuerza de
espíritunecesariaparacautivaraunadenosotros...bueno,debíadeserunaseñal.Yluego,ante todoelConsejo, tomaste ladecisióndeseguir luchando inclusocuandotodoparecíaperdido.Podríadecirse,Jonathan,quemedisteunabuenalección.
—Yo...noloentiendo.—Siemprehemospensadoquelosmortaleseraisinferioresanosotros.Vuestras
vidassonapenasunsuspiroparanosotros,tanbrevescomopuedeserloparavosotrosla existencia de una pequeña mariposa. Pero una mariposa puede contener en símismalaexpresióndetodalabellezadelmundo.
»Losmortales conocéis la vida inclusomejor que aquellos que viviremos parasiempre.Porquesabéisquemoriréistardeotemprano,yporesosentíslavidacomoalgoúnico e irrepetible.Por eso,Emma intuía quevuestra almapuede llegar a serigual de grande que la nuestra, y vuestra fuerza de voluntad superar a la de uninmortal.Tuvoluntadde seguir adelante derrotó al deseodeEmmade enviarte devuelta.PoresoelContadordeEstrellasacudióatuencuentro.
—Y por eso convocó al Consejo —adivinó Jonathan—. ¿Esperaba que túacudirías?
Jeremiahasintió.—Porprimeravezencasitrescientosaños.Peroqueríaconocerte.Ytufuerzade
voluntadtambiénmeimpresionó,JonathanHadley.¿Comprendesahora?—Yélsabíaquepasaría—murmuróJonathan—.ElContadordeEstrellasesun
hombremuyinteligente.—Yo no lo llamaría exactamente «hombre» —sonrió Jeremiah, repitiendo las
palabrasdelduendedelatienda—,perosí,esmuyinteligente.Sonrió, y entonces fue cuando Jonathan recordó dónde lo había visto antes.
Aquellamiradaabrumadaporelpesodelaresponsabilidad,aquellaexpresiónllenadesabiduríaperoacuciadapor lasdudas, inclusoeldetalledel farol...quesehabíatransformadoenelorbedelrelojdeQuSui,brillandomágicamenteentrelasprimeras
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lucesdelamañana...Jeremiah...elErmitaño.—Hasta siempre, joven Jonathan —se despidió el inmortal—. Como dijo el
Contador de Estrellas, pasarán eones antes de que alguno de nosotros olvide tunombre.
Y Jeremiah, tirando de la cuerda que rodeaba el orbe del reloj de Qu Sui,desapareciótambiénentrelabruma.
YJonathansequedósolo,muysolo.Yrecordó,horrorizado,quehabíaentregadolos dos relojes-puerta al Contador de Estrellas, para poder regresar a la CiudadAntiguacuandoJeremiahdecidióenfrentarsealmarqués.
Nuncamásvolveríaaveralosinmortales.Ahora,deregresoacasa,sentíaunaextrañagarraoprimiéndoleelcorazón.Pensó
que,cienañosdespués,élestaríamuerto,peroparaEmmaunacenturianoeramásqueeltiempoqueduraunparpadeo.
En aquel momento, el padre de Jonathan despertó de su sueño con un sonoroestornudo.
—¡Caray!—dijo—.Meheresfriado.Jonathan,¿notendrásunpañuelo?Mecánicamente,Jonathanrebuscóensusbolsillos.Sacóunpañuelodelbolsillo
derecho,perosumanoizquierdatopóconunobjetoquehabíaenelotrobolsillo.Losacó,extrañado,yloacercóalaventanillaparavermejor.
Sintióunacálidaemociónpordentroalverlaruedecillafueradesitio,deteniendounmecanismo que podía ponerse enmarcha de nuevo con solo oprimir el botón.Parpadeó para que las lágrimas no le empañaran las gafas, recordando el súbitoabrazodelContadordeEstrellas.
«Gracias, viejo amigo», pensó, y sonrió al sentir el tacto del objeto entre susdedos.
Eraunreloj-puerta.
—FIN—
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Notadelaautora
Hacía varios años que tenía en mente escribir una historia sobre alguien quecoleccionabarelojesmágicos.Peroeraunaideavaga.
En2001,minovioyyofuimosaToledo.Deambulandounanocheporsuscallesneblinosaspenséqueparecíaunaciudaddecuentodemisterio,yquemeencantaríaambientarunlibroallí.Porotrolado,porlamañanaestuvimosbuscandounmuseoque nunca encontramos. Siguiendo un plano en busca del museo, llegamos a uncaserónqueestabacerradoacalycanto,yllamamosvariasveces,peronadieabrió.Empezamos a bromear sobre el tema. Que si era un museo lleno de objetosextraordinarios.Relojes,dijeyo.Quesideprontoseabriríalapuerta…
Seguimos dándole vueltas el resto del día,mientras paseábamos por la ciudad.Imaginé a una familia de turistas extranjeros que, siguiendo las indicacionesdeunfolletoturístico,seencontrabananteuncaseróncerrado,igualquenoshabíapasadoanosotros . Sólo que en este caso la puerta se abría y ellos entraban en el fabulosomuseodelosrelojesextraordinarios…
Quiseambientar lahistoriaenToledo,ydehechohastacompréguíasyplanos,porque sólo estuvimos tres días en la ciudad y eso no basta para conocerla. Peromeses después, cuando me senté a escribir, no miré los planos para nada. Sí, laCiudadAntiguaestaríainspiradaenToledo,peroyanoibaaserToledo.Noqueríaquedarme con detalles, calles y edificios concretos. Me basaría solamente en unasensación,en loqueme inspiraron lascallesde laciudadpor lanoche,húmedasysemiocultasporlaniebla…
Yasí,pocoapoco,fuesurgiendoellibro.Este libro lo escribí el mismo verano que La hija de la noche, y lo envié al
concurso Gran Angular. No ganó, pero a Marinella Terzi, la editora de Barco deVapor,legustó,ydecidiópublicarloenBarcodeVapor,serieroja,lacoleccióndondeestán también Finis Mundi y La leyenda del Rey Errante. El ilustrador que harealizadolaportadaesAlfonsoRuano,queya ilustró lacubiertadeLaleyendadelReyErrante.
Eltítulooriginalera«Elcoleccionistaderelojes»,peroMarinella loencontrabasoso porque en él no había nada que indicara que se trataba de una historia defantasía.Comomeresistíaacambiarlo,alfinaloptamosporunasoluciónintermedia:Elcoleccionistaderelojesextraordinarios.
MientrasescribíaellibroestabaleyendoNeverwhere,deNeilGaiman,queesunlibro queme fascinó.Quise que el viaje de Jonathan a través de laCiudadOcultatuviera un toque así, de fantasía oscura y algo absurda. Cada vez que releo Elcoleccionistaderelojesextraordinariosmedoycuentade la influenciadel librode
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Gaiman sobre el mío. Aunque dice mi editora que a ella le recuerda más bien aMichael Ende, y probablemente tenga razón. La historia interminable es mi librofavorito.
MarinelladetectóenseguidaquelaCiudadAntiguaestabainspiradaenToledo.Yesoquenolecomenténadaalrespecto.
Me encanta el personaje del Marqués. En la primera versión sólo salía alprincipio,asíqueretoquéellibroparaquetuvieramásprotagonismo.Esunodelospersonajes más interesantes que he inventado, pero, como intento seguirevolucionando,esperopodercrearlosaúnmejoresenelfuturo.
Entre los seres extrañosquepululanpor laCiudadOculta,mis favoritos sonelduendedelatienda,laSoñadorayHiedra.YlaMuerte,claro.
CUBIERTAORIGINAL
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