El compromiso social y cívico de la Universidad española ...417 revista española de pedagogía...

23
415 revista española de pedagogía año LXI, n.º 226, septiembre-diciembre 2003, 415-438 El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una… El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una revisión histórica por Alejandro MAYORDOMO PÉREZ Universidad de Valencia Las ideas y el lenguaje político y aca- démico de hoy revelan la amplia coinci- dencia con la que se reconoce la necesaria apertura de la Universidad a la realidad comunitaria, insisten en la imprescindi- ble comunicación con la sociedad, e in- cluso en la exigencia para la institución de sostener un discurso crítico y trans- formador de aquella realidad. Las decla- raciones y las actuaciones de todo tipo que pretenden vincular la vida universi- taria a las necesidades de la realidad his- tórica, social y económica de la comu- nidad, son todo un reto para la actuali- dad; pero representan una continuidad de anteriores propósitos en la creación histórica de tal empeño. En nuestra historia educativa se evi- dencia de forma constante una intensa preocupación social; y en lo que concier- ne al nivel universitario ese interés se hace igualmente presente, y es el que pre- tendemos estudiar en este trabajo [1]. Los temas que, en esa línea, pueden ser obje- to de análisis son muchos: ¿En qué for- ma el Estado liberal precisaba contar con la Universidad para constituir el nuevo régimen y orden social?; ¿cómo se fue im- plicando aquella en la formación de una identidad o conciencia nacional?; ¿qué sentido se ha querido dar a la presencia universitaria en los sucesivos proyectos de cambio socio-político?; ¿cómo ha podi- do servir la institución universitaria para reforzar la cohesión social, o para esti- mular o controlar aquellos cambios, o para fundamentar la modernización de la sociedad?; ¿cómo fue produciendo la Universidad una tarea implicada en la formación de una identidad o conciencia nacional, y de una cultura cívica? Nuestra mirada histórica está dirigi- da hacia las ocasiones y modos en que los universitarios mantuvieron sus dis- cursos sobre la responsabilidad social y cívica que les correspondía asumir. La revisión intenta aproximarse a esas cues- tiones, y puede iniciarse casi justamente a mediados del siglo XIX, cuando se cons- truye la estructura básica de la universi- dad liberal contemporánea; un hecho que

Transcript of El compromiso social y cívico de la Universidad española ...417 revista española de pedagogía...

  • 4 1 5

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    El compromiso social y cívicode la Universidad española.

    Una revisión histórica

    por Alejandro MAYORDOMO PÉREZUniversidad de Valencia

    Las ideas y el lenguaje político y aca-démico de hoy revelan la amplia coinci-dencia con la que se reconoce la necesariaapertura de la Universidad a la realidadcomunitaria, insisten en la imprescindi-ble comunicación con la sociedad, e in-cluso en la exigencia para la instituciónde sostener un discurso crítico y trans-formador de aquella realidad. Las decla-raciones y las actuaciones de todo tipoque pretenden vincular la vida universi-taria a las necesidades de la realidad his-tórica, social y económica de la comu-nidad, son todo un reto para la actuali-dad; pero representan una continuidadde anteriores propósitos en la creaciónhistórica de tal empeño.

    En nuestra historia educativa se evi-dencia de forma constante una intensapreocupación social; y en lo que concier-ne al nivel universitario ese interés sehace igualmente presente, y es el que pre-tendemos estudiar en este trabajo [1]. Lostemas que, en esa línea, pueden ser obje-to de análisis son muchos: ¿En qué for-ma el Estado liberal precisaba contar con

    la Universidad para constituir el nuevorégimen y orden social?; ¿cómo se fue im-plicando aquella en la formación de unaidentidad o conciencia nacional?; ¿quésentido se ha querido dar a la presenciauniversitaria en los sucesivos proyectosde cambio socio-político?; ¿cómo ha podi-do servir la institución universitaria parareforzar la cohesión social, o para esti-mular o controlar aquellos cambios, opara fundamentar la modernización dela sociedad?; ¿cómo fue produciendo laUniversidad una tarea implicada en laformación de una identidad o conciencianacional, y de una cultura cívica?

    Nuestra mirada histórica está dirigi-da hacia las ocasiones y modos en quelos universitarios mantuvieron sus dis-cursos sobre la responsabilidad social ycívica que les correspondía asumir. Larevisión intenta aproximarse a esas cues-tiones, y puede iniciarse casi justamentea mediados del siglo XIX, cuando se cons-truye la estructura básica de la universi-dad liberal contemporánea; un hecho que

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 1 6

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    se vincula con el desarrollo de un nota-ble impulso secularizador de la sociedady del Estado: «Hay en la educación uninterés social, de que es guarda el Go-bierno». Así se expresaba aquel principioen el Plan General de Estudios de 1845;allí, Pedro José Pidal calificaba la ense-ñanza superior como la que iniciaba «enlas altas ciencias» y completaba la for-mación de quienes aspiraban a «ejercerútiles profesiones» o a «brillar en el Es-tado».

    Pero no tardarían en aparecer nuevoshorizontes y exigencias sociales para laUniversidad: un largo camino históricode esperanzas y propósitos en el que, sinembargo, abundan constataciones, comola que hará Giner de los Rios en 1902,sobre el lamentable hecho de que la Uni-versidad y la sociedad están distancia-das, divorciadas, faltas de simpatía ycontribución.

    1. La transformación ética e inte-lectual. El sentimiento del deber

    En efecto, pronto aquella simple afir-mación de 1845 no sería la única preten-sión para la función universitaria, porqueen ese contexto hay que recordar la apor-tación de otro hito cultural destacado. Seha dicho muchas veces que el krausismoera ante todo un modo de ser y una for-ma de vivir; y conviene tenerlo en cuentaporque ello significó un acicate decisivopara la intelectualidad universitaria es-pañola a mediados del siglo XIX: loskrausistas y las tendencias progresistas,primero, y los grupos demócratas sobretodo, después, confluyeron en una crucialtarea. Los mandamientos o el ideal de la

    Humanidad de aquella novísima filoso-fía incitaban no sólo a buscar la verdad ya hacer el bien, exigían además que antelas limitaciones individuales y sociales nose respondiera con la inacción sino conánimo firme, esfuerzo perseverante y con-fianza; y, por otra parte, la España deese momento ofrecía una circunstanciaapropiada para que arraigara aquel im-perativo como base teórica que sustenta-ra nuevas actitudes, orientaciones ycompromisos políticos en los incipientesmomentos del partido democrático. En elprograma de ese grupo empezaban areivindicarse las ventajas del sistema de-mocrático, las libertades políticas, y laextensión de los derechos ciudadanos atoda la población. Todo instaba a la Uni-versidad para capacitar a quienes debíandar vida a esa nueva sociedad; había queproporcionarles fines y orientaciones desolidaridad desde el conocimiento librede la verdad.

    El profundo mensaje contenido en eldiscurso que Julián Sanz del Río dedicaa los jóvenes universitarios en 1857 dejaver la respuesta básica del movimientokrausista al tema que nos ocupa; quiereinfundir en la conciencia de aquellos es-tudiantes la idea de que en su caráctermoral y su mérito intelectual descansanlas esperanzas de la patria; y les señalafervientemente, en consecuencia, unaesencial labor: debéis agradecer a Diosla libertad y la regla que os ha dado para«concurrir al ennoblecimiento propio y alde vuestro pueblo y vuestro siglo» [2].Sanz del Río estimula la consideraciónde que las ideas no solo se tienen sinoque se viven, y recuerda a sus jóvenesestudiantes el imperativo de la realiza-

  • 4 1 7

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    ción del bien en su particular esfera deactividad; su mensaje se vincula a lo queconsidera como una profesión virtuosa dela Ciencia que se proyecta en el bien co-mún. Es más, está convencido de que re-sistirse a ese propósito es una grave faltacontra la ley moral, un pecado que come-te «el hombre útil que niega a la Socie-dad sus talentos y servicios», aquel queno acepta lealmente el deber que suponeel combate de la vida [3]. El filósofo reve-la a lo largo del discurso un inequívoco ynuevo sentido de aquel deber del univer-sitario, de lo que llama «sacerdocio inte-lectual», y que no es sino constantellamada al deber de enseñar y propagarla verdad; por eso incita a los jóvenesuniversitarios a honrar las enseñanzasrecibidas «con el testimonio de vuestraconducta», colaborando a acercar la Hu-manidad a su destino [4].

    Por su parte Fernando de Castro, sien-do Rector de la Universidad Central, in-augura el curso académico de 1868-1869expresando un objetivo muy similar; enaquella histórica fecha su discurso co-mienza con una declaración de lo que en-tiende como el cumplimiento por laUniversidad de la parte que le corres-ponde «en la obra social de nuestro co-mún destino», es decir, de aquello queexige su concurso «para la regeneraciónde la patria»: y ello no es sino la propa-gación de la verdad y el bien, sobre lasque se levanta dicha regeneración socialy política. Se manifiesta que la Ciencia yla Enseñanza son la principal contribu-ción universitaria a la sociedad, y el de-seo expreso del catedrático y Rector eshacer ver el enlace de las mismas con elprogreso de la civilización y con el desa-

    rrollo social; en esta nueva época, dice,las tareas académicas tienen mucho quever con una debida indicación de tenden-cias y aplicación especial de los estudiosque pueda ayudar a «mantener despiertala conciencia nacional», así como a guiar-la en la obra intelectual, política, religio-sa y moral, industrial y estética, eco-nómica, etc. Todo el parlamento de Fer-nando de Castro es una exhortación in-tensa a la cooperación eficaz de profesoresy estudiantes en aquella obligada siner-gia de virtud y saber para la sociedad.Por eso, su intervención contiene otro sig-nificativo tema: algo nuevo hay que em-prender, señala, porque sin ello lalibertad perece, hay que propagar la en-señanza a las clases obreras, hay queabrir cursos especiales destinados a lamujer, debemos «mejorar el estado inte-lectual y moral de nuestro pueblo», ha-cernos presentes en «la obra misericor-diosa de la educación popular». El dis-curso acaba saludando con efusión el re-nacimiento de la Universidad, «ALMAMATER, donde ha de reengendrarsenuestro pueblo a la vida de la Libertad yla Ciencia» [5].

    Cuando en aquel mismo año Castroescribe en el Boletín-Revista y dirige cir-culares a los Rectores señala otra vez elaliento que la educación debe dar a loque ya denomina como nuestra regene-ración: difundir la ciencia y la enseñan-za útiles «en todas las esferas de lasociedad» [6]; enseguida se ocupará en laformación de los mozos y bedeles de suUniversidad, e inmediatamente, creará elCentro Popular de la Universidad Cen-tral de Madrid para impartir clases noc-turnas a los obreros [7].

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 1 8

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    Aquel espíritu fue después fielmenterecogido y revitalizado por todo el movi-miento que representa la Institución Li-bre de Enseñanza; pero no sólo suincuestionable aliento, sino también laparte de desencanto o frustración quepara algunos supuso el final del SexenioRevolucionario. La Restauración será elescenario determinante en el que aque-llos sectores promuevan la vía evolutivay moderada de la propuesta esencialmen-te reformista que Azcárate predicabapara la resolución del problema social:reanimar el sentimiento de los deberesque todos han de cumplir, principalmen-te las clases directoras [8].

    El propio Giner de los Ríos aludía, yaen 1870, a aquella esperanza de que lanación, hastiada de la vieja realidad,«buscase en la nueva generación los cam-peones de su honor y su libertad» unaconfianza que, pasado el primer momen-to, se había manifestado inefectiva; Ginerafirma entonces dos de sus consideracio-nes esenciales: observa que, tras inútilestentativas, se ha producido «el desencan-to del espíritu público»; insiste en que seha comprobado de forma dolorosa el prin-cipio, incontestable para él, de que úni-camente la lenta educación interior delos pueblos puede ser firme base para laefectiva regeneración de sus institucio-nes sociales.

    Incidiendo, como ha hecho de formaespléndida Juan Marichal [9], en una lec-tura de La juventud y el movimiento so-cial que no ve en el escrito de Giner laamargura y desengaño que otros señala-ron, sino firmeza ideológica y cordura tác-tica, es interesante fijarse en algunos

    puntos. Por ejemplo, y ante la «radicalimpotencia» para sanar la sociedad y elEstado, Giner vuelve no obstante a lla-mar a la juventud estudiosa, y a seguirpostulando las exigencias básicas: entien-de que los planes de reforma social nece-sitan del concurso de la juventud, peroeso sólo será posible si esta se decide «arendir en el altar de la patria la esperan-za de sus medros personales»; les pre-gunta por su disponibilidad o vocaciónpara seguir un camino, que no sea el dela gloria y el éxito sino el del sacrificio yel esfuerzo; y explicita la dureza de «op-tar entre el mérito y la recompensa». Pre-ocupado por la cuestión de que laUniversidad pueda orientar la conductasocial futura del estudiante, ratifica, sinembargo, que hay que mantener la con-ciencia del grave destino que aguarda aaquellos jóvenes, de su inmensa respon-sabilidad en el porvenir de la nación [10].Y en cualquier caso, al finalizar el sigloGiner continúa advirtiendo o demandan-do a las «clases directoras»: lo que noshace falta es un pueblo adulto.

    Aquella tarea sustantiva de la vidapersonal de la juventud reclamaba en co-rrespondencia una finalidad tambiénesencial de la Universidad, relacionadacon la persistente idea de una enseñanzaconcebida, no para examinarse a fin decurso, sino para «el ministerio individualy social de la vida» [11]. A la nueva Uni-versidad le pide Giner que no sea mera-mente instructiva, sino que prepare parala vida, que eduque el sentido social, «quellegue a todas las clases e irradie haciatodos lados su acción vital» [12]; y de lainsuficiencia de eso entre nosotros escri-be en 1902, cuando se lamenta de la dé-

  • 4 1 9

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    bil vitalidad de la Universidad en la ac-ción de «recobrar su función social libreen la evolución del alma nacional», ycuando señala la necesidad de afirmar laconciencia de sus obligaciones con todaslas clases sociales [13]. Tener influjo fue-ra de la Universidad, desarrollar lo quellama una «acción extensiva» que difun-da la cultura a todas las clases sociales,contribuir a dirigir «la evolución del es-píritu nacional», levantar el alma del pue-blo entero despertando el sentido delideal, es el amplio conjunto de laboresque desea expresamente Giner en «LaUniversidad española».

    Confía en una virtualidad generadorade la Universidad, que para él es básicaen el panorama de su tiempo y en la obrade «educación nacional» que propugna. Yescribe que en tal obra de «educación so-cial libre» la Universidad no se limita a«iluminar y recrear las almas», sino queaprovecha esto mismo « para mover a lafecundidad de una vida cada vez más efi-caz, más llena de energía y buenas obras,más honda, más útil, más noble, más ar-moniosa». Esa aspiración es la que con-vierte a la institución, no en una simplecorporación de estudiantes y sabios, sinoen una «potencia ética de la vida»[14]; yesa, según Giner, era la radical funciónde la Universidad en la transformaciónintelectual y ética que el país precisaba.

    Nos encontramos así ante un mensajeradical y más que oportuno en medio deuna anquilosada situación de la enseñan-za superior, que era calificada porMenéndez y Pelayo, o por Unamuno,como «oficina» administrativa o del Esta-do, y como fábrica de licenciados y prole-

    tarios de levita, según expresión de Cos-ta. Además aquella idea se situaría en laconfluencia del empuje institucionista,regeneracionista, y del 98, incidiendo enuna concepción de la Universidad que in-tentaba hacer de ella una cooperadorade la revitalización social; en algún tiem-po esos afanes coincidirían con los de-seos de reforma universitaria mantenidosen 1902 por el Conde de Romanones, quehablaba de una contribución universita-ria a la obra de reconstrucción nacional,o de la responsabilidad de la misma comoalma mater en la formación del «almanacional».

    2. Un movimiento de regeneraciónsocial y de educación popular

    Seguramente las dificultades propiasde los años de final y comienzos de sigloinfluirían en esa posición universitariaque refleja los intereses de la burguesíaliberal progresista, siempre en el contex-to de acontecimientos destacados: la apa-rición y desarrollo del obrerismo comofenómeno político, la implantación del su-fragio universal, la creciente conflic-tividad social, y la crisis o convocatoria ala regeneración de la conciencia nacionalque provoca el famoso 98; así, duranteese tiempo irán definiéndose tres ámbi-tos de atención universitaria: por un ladoel interés por desarrollar la misión mo-ral de la Universidad, por realizar el cum-plimiento del deber de servir a la reforma,revalorización y regeneración nacional;por otro, el aliento a que desarrolle unanueva faceta, la de fomentar la educa-ción de las clase obreras; por último, lademanda de que la Universidad cumplaun importante papel en la creación de un

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 2 0

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    espíritu cívico y patriótico en esos mo-mentos de dificultad. En todo caso la de-fensa de esos propósitos pretende unamodernización del país, que se vinculaestrechamente a los temas culturales; yasí, junto al tema de la autonomía uni-versitaria, el reformismo regeneracionistade la época situará como punto de aten-ción la básica tarea social que antes men-cionábamos [15].

    Casi al mismo tiempo Unamuno yAltamira abordan la cuestión de aquellaconcurrencia de la Universidad a los pro-blemas del decisivo momento por el quese atraviesa. El primero de ellos publicaa lo largo del año 1899 una serie de artí-culos en la Revista Nueva, que luego sonrecogidos en De la enseñanza superior enEspaña; allí se interesa por el papel dela enseñanza y la Universidad en «la la-bor de hacer patria». «¿Hace algo nues-tra Universidad en pro del «conócete a tímismo» colectivo?», pregunta Unamunoal tiempo que afirma que una de las pri-meras labores que le corresponde es lade estudiar al pueblo, la de ser órgano deaquel conocimiento basado en el estudiar-nos a nosotros mismos y entrar en nues-tro propio yo como pueblo [16].

    Por su parte, y en la inauguración delcurso 1898-1899, Altamira plantea a losuniversitarios y todos los españoles la ne-cesidad de rechazar la idea de su incapa-cidad para los esfuerzos regeneradores, yla obligación de animar, en cambio, laconfianza en la virtualidad de sus fuer-zas; nuestra conciencia de colectividad,viene a decir, no debe dormir sobre loslaureles, no debe estar presidida por «va-nidades suicidas», pero tampoco puede re-

    nunciar a la conciencia de nuestro valorhistórico. Y apunta al desarrollo de di-versas tareas: renovar la lectura de losautores españoles antiguos que todavíapueden ser elementos útiles de trabajo;aplicar el estudio histórico trabajando deforma particular sobre lo español [17];crear cátedras libres o subvencionadaspor corporaciones y sociedades que estu-vieran dedicadas a estudios regionales,que «ligasen estrechamente la Universi-dad al medio en que vive»; comunicar conel presente, no ignorar, dirá, la realidadactual de nuestra vida; romper su aisla-miento y comunicarse con las clases so-ciales que no concurren a sus aulas [18].

    Por otra parte el tema de la extensiónuniversitaria a sectores sociales más am-plios está muy presente en ese momento.Así, Joaquín Sama advierte, en 1887, queuno de los fines de las universidades esinfluir, aunque sea de forma indirecta,en la condición de las clases trabajado-ras; opina que aquellas deben contribuira despertar en sus estudiantes un afánpor transmitir los resultados de su for-mación a la cultura general del país. Nohacer o no conseguir esto significa paraSama un mal grave, y tanto más, añade,cuanto que esa juventud es la llamada aregir los destinos de la patria, a ser «di-rectora y maestra de las clases obreras»;y todo eso no deja de referirlo a cosasmuy concretas pero importantes: ensa-yos para la mejora de la agricultura, pre-ocupación por la organización social,lucha a favor de la justicia social y de laslegítimas aspiraciones del pueblo [19].También Leopoldo Palacios valora en1899 la relevancia de ese movimiento so-cial de enseñanza popular que, según él,

  • 4 2 1

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    debería acoger con más fuerza la Univer-sidad española por medio de la Exten-sión Universitaria; se trata, añade, de undeber y una exigencia nueva, de la ex-presión de una nueva tendencia en la evo-lución social de las universidades, de unservicio a las justas reclamaciones de lasclases populares [20]. Y por otro lado esemismo año Cossío reclamará el influjo so-cial de la Universidad como parte de lareforma de la educación nacional; pen-sando en que aquella no sea solo escuelaprofesional o centro de alta cultura, sereferirá a la misión de llevar su accióneducadora a esferas más amplias, obran-do sobre la sociedad por medio de la lla-mada «extensión universitaria»; ve en elloun recurso para la reconstitución de laspropias Universidades, y para convertir-se de esa manera en uno de los instru-mentos más eficaces de regeneraciónnacional [21].

    Junto a esos iniciales impulsos exis-ten otras interesantes aportaciones altema; y, sin duda, Aniceto Sela y RafaelAltamira son dos figuras destacadas eneste aspecto. La misión moral que Seladesea que cumpla la Universidad com-prende una clara convocatoria a los estu-diantes, porque entiende que con ellos serelaciona la salud y el progreso de la so-ciedad; el patriotismo que les muestra esaquel, dice, que es silencioso, modesto,oscuro «pero fecundo en provechosos re-sultados: es el patriotismo del que traba-ja lenta y tenazmente por el adelanta-miento de la cultura pública, por el pro-greso de las costumbres(…)». Por todo elloles anima para que tengan un ideal, paraque cumplan sus deberes, y sean así «es-peranza de la patria» [22]. La ingente

    labor práctica que realiza en las Univer-sidades de Oviedo y Valencia es testimo-nio de las ideas que mantiene respecto alnecesario concurso universitario en todaslas empresas de acción social; Sela afir-ma que la Universidad española debe to-mar ejemplo de algunos países europeosy debe ir a todas partes, buscando a losque no pueden llegar hasta ella; y men-ciona en tal línea todo un conjunto deactuaciones que van desde la implanta-ción de la Extensión universitaria y laapertura de Universidades populares ala existencia de escuelas de adultos o cur-sos breves.

    Pero al mismo tiempo considera Selaque contribuyendo de ese modo a la edu-cación general, la Universidad aprendedel pueblo, cobra arraigo en el país, ygana la adhesión y la cooperación de laopinión pública [23]. Pueblo y Universi-dad que se vivifican mutuamente:

    «Mientras el saber bajará al pue-blo, del pueblo subirán respeto y apo-yo, y nuestra Universidad ideal podríarepresentarse como un gran árbol quellegará a tocar con la copa al cielo delpensamiento y por sus raíces se asen-tará sobre toda la extensión de la tie-rra» [24].

    Pues bien, justo en la significativa fe-cha de 1898, Rafael Altamira se interesaen lo que la Universidad pueda hacer encuestiones urgentes de esa hora, e indicatambién aquella función de la Universi-dad, que en su opinión puede desarro-llarse por medio de la tutela educativade las clases obreras y de conferenciaspúblicas a celebrar en poblaciones dife-

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 2 2

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    rentes de las que son sede de la institu-ción universitaria. Todavía hoy puede sersugerente leer en esta perspectiva expre-sada por Altamira:

    «Imagínese el efecto que produci-ría en nuestras costumbres el espec-táculo de un grupo de profesores, quepor su jerarquía representan lo máselevado de la vida intelectual españo-la, trasladándose a una población nouniversitaria( ) para hablar al públi-co, no de política ( que es lo único quede tarde en tarde suele reunir aquí álas gentes para escuchar la palabraajena), sino de ciencia aplicada, de de-recho popular, de economía práctica,de problemas sociales, de perfecciona-miento moral, de historia del país»[25].

    El propio Altamira piensa que esa ac-tividad convertiría a la Universidad enun factor vivo del movimiento social encuanto preparación del medio para unmayor contacto con la cultura moderna:propagaría el interés por el estudio, mos-traría prácticamente su utilidad, y haríaevidente la vinculación de esta última conlos más esenciales intereses vitales.

    Pero junto a esas perspectivas tancoincidentes son necesarias otras mira-das al respecto. Y es que, concurriendoesas intenciones al espíritu de armonía yreforma social, propio de todo ese ampliomovimiento, no faltan otros signos queayudan a revelar mejor el carácter de ta-les ideas. Otra vez es Altamira quien nosproporciona al menos dos apreciacionesque cabe valorar debidamente: en primerlugar hace una importante indicacióncuando dice que podemos tranquilizar a

    nuestros hacendistas porque la «exten-sión universitaria» no precisa de recar-gos en los presupuestos, solo «buenavoluntad» en las personas que la han derealizar [26]; y define de manera signifi-cativa sus consideraciones cuando alexplicitar la responsabilidad de los ele-mentos intelectuales anticipa de algúnmodo una clara manifestación sobre elpapel que les corresponde como directo-res en la tarea de regeneración social,que «ha de ser obra de una minoría queimpulse a la masa, la arrastre y la edu-que» [27]. Así, sostiene, serán elementosde la cooperación social.

    Adolfo Posada, compartiendo el mis-mo sistema de valores, entiende que unode los objetivos de la Extensión universi-taria es el «provocar corrientes de sim-patía social», favorecer el contacto yacercamiento entre las clases, «suavizan-do las rivalidades» [28].Y recordemos queSela reconoce en el citado escrito de 1904la gran trascendencia que dicha tareaeducativa puede tener en las relacionesde las diversas clases sociales, «tiranteshoy por culpa de unos y otros»; la acciónde la extensión universitaria, escribirá,en otro lugar, borra diferencias y rivali-dades, estrecha lazos por encima de divi-siones artificiales, trabaja eficazmentepor la paz, la fraternidad y la justicia[29].

    Desde idéntica perspectiva pueden serclarificadoras palabras como las que pro-nuncia el Rector de la Universidad deValencia, Manuel Candela y Pla, cuandoinaugura en 1902 la Extensión Universi-taria valenciana: urge, dirá, que en cum-plimiento de la caridad y la solidaridadla ciencia no sea un privilegio de clase,

  • 4 2 3

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    un monopolio de las clases acomodadas;pero es preciso también que sea «la queencauce los desbordamientos de las pa-siones humanas». De esa forma, conclu-ye paternalmente, la Universidad cum-plirá el deber moral que obliga a los ri-cos a partir su pan con los pobres mejo-rará la condición social, y el nivelintelectual de la Patria, ayudando a sa-carla de su estado de postración [30]. Pre-cisamente por esas fechas se celebrabaen Valencia la primera Asamblea Uni-versitaria de España, y en sus conclusio-nes se recogía la petición de que seimplantara la Extensión universitaria entodas partes. Pero en el discurso inaugu-ral de la Asamblea, que pronuncia el di-putado republicano Melquíades Álvarez,se manifiesta una vez más el punto devista que comentamos; porque en esa oca-sión se hace referencia al ejemplo de va-rios países europeos que —según elorador— han entendido muy bien el pro-blema de una época de libertad y demo-cracia en la que el régimen político hapuesto el poder en manos de la masa so-cial: esas Universidades han comprendi-do su misión, preocupadas por formarhombres de gobierno y por corregir losextravíos de la multitud, y se han intere-sado en una labor educadora que intentaapartar al «honrado pueblo» del caminode la «utopía peligrosa» y de los «radica-lismos epilépticos» [31].

    En efecto, la consolidación del movi-miento obrero que va constituyendo pro-gresivamente su conciencia social, o lainquietante evolución de la llamada cues-tión social y sus reales o posibles pertur-baciones, eran un motivo nada irrelevantepara la conformación de todos esos afa-

    nes; quienes los postulan no entran enotras explicaciones sobre los mecanismosde funcionamiento socio-económico, y porello no dejan de integrar claras orienta-ciones idealistas al no contemplar las im-portantes realidades contradictorias quecomponen el verdadero estado de la so-ciedad.

    3. Educación, construcción yparticip ación política

    Pero además esto comportaba otrapreocupación; en aquel momento se asu-me de forma bastante generalizada queel correcto funcionamiento de la políticanacional exige una educación popular quecontribuya a la adecuada o «armónica»participación en el sistema de todas lasfuerzas sociales y, con todo, un vigorosoimpulso nacional —desde la educación ypara la política— en el que los universi-tarios tienen bastante que hacer. Cierta-mente, siguiendo con el pensamiento deAltamira, no pasa desapercibido el entu-siasmo con el que, en el difícil tiempo de1898, defiende ante los universitarios elvalor y el sentido de confiar en la «rege-neración de la patria» con un esfuerzoque ha de ser positivo; ante las dificulta-des de la nación en momentos de crisis,pedid a la juventud —escribirá— actospositivos, diarios, pero trascendentales;esa parte de la misión moral de la Uni-versidad que forma caracteres firmes yde elevados sentimientos, añade, prestaun gran servicio al sentimiento patrióti-co [32]. Está pensando en una políticaelevada, frente a la pequeña y mezquina;Altamira la reclama para España, y enla apertura de curso recuerda a los estu-diantes de Oviedo que todas aquellas

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 2 4

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    responsabilidades recaerán sobre la ju-ventud. Frente a cualquier pesimismo enesa crítica hora, vuelve a lanzar una ex-hortación que evoca de algún modo la lla-mada de Giner en 1870:

    «Lo que importa es formar el espí-ritu en el amor á la patria y en laconvicción de que sólo queriendo lamejora y luchando por ella, todos uni-dos y cada cual en su puesto, ha delograrse. Para esa lucha todos sirven,y el que menos parezca poder servir,podrá inmensamente, con sólo el ejem-plo de su trabajo asiduo en la profe-sión que abrace, su allanamiento átodo lo que signifique adelanto social,y el cumplimiento estricto de todos susdeberes(…) Piense cada español queen su conducta va implícito el honor,el porvenir y el crédito de España, ynuestra regeneración será cosa fácil,en lo que depende de la actividad delos hombres» [33].

    En esa línea de pensamiento hay dostemas que merecen ser resaltados; a lolargo del discurso que citamos Altamiraadvierte sobre una deseable disposiciónde los jóvenes a la acción, y sobre la ne-cesidad de contar con la «presión» social,con la colaboración de las masas: casi pue-de decirse, afirma, que más que grandesindividualidades se necesita masa, am-plias capas sociales que estén de acuerdocon seguir y sostener esa dirección, solocon ellas es posible edificar en firme [34].Podemos anotar que ya en Altamira seapuntan de forma significativa los retosque suponía el entendimiento de la rela-ción de las élites con el pueblo, y que almismo tiempo comienza a separarse aquí

    de viejas posiciones que se basaban o sequedaban de forma exclusiva en la for-mación interior y la capacitación moral;se estaban abriendo nuevas ideas y ca-minos que convocaban a la acción públi-ca para construir, y no solo orientar, lassoluciones a los viejos problemas de lavida nacional. Las circunstancias añadíannuevos retos al esfuerzo mantenido des-de el 98, ellas mismas y sus penosas con-secuencias iban presentando el marcoapropiado para exigir y materializar quetodo un persistente impulso ético fueraconvirtiéndose en el imperativo moral departicipar en lo político. Esa debería serla nueva conquista en la hora cambiantedel panorama intelectual y cultural deEspaña, se trataba de pasar del pesimis-mo o el desencanto a la imprescindibleacción de transformar el ambiente políti-co, de producir el esfuerzo exigido paralo que ya se calificaba como nuestra «mo-dernidad».

    De tal manera los universitarios, severían impelidos a superar algunas posi-ciones que comenzaban a verse comoidealismos y escapismos; pronto estaráninmersos en la tarea de profundizar enel análisis de la vida colectiva de los es-pañoles, y en los recursos propios paramodificarla: una decisiva llamada a laeducación, pero también a la política. Noolvidemos que en octubre de 1913 apare-ce el manifiesto fundacional de la «Ligade Educación Política», que considerabaeste tipo de formación como la auténticaeducación nacional; en ese empeño estánLeopoldo Palacios, Fernando de los Rios,García Morente, Azaña, y Ortega yGasset. Y precisamente a partir de aque-llos años Azaña, hombre de la genera-

  • 4 2 5

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    ción de 1914, va definiendo su posición yprograma; de forma muy atinada JuanMarichal nos ha facilitado su lectura,identificando rasgos esenciales de la mis-ma que van definiendo significativamenteel que calificábamos como nuevo reto:Azaña no abandona el tema de la trans-formación moral del individuo, pero paraél esa formación no es solo un programaético, sino una base para ganar las insti-tuciones de poder y servir desde allí alas necesidades y finalidades nacionales;Azaña sostiene la eficacia política de lainteligencia, y defiende su concepto deun intelectual comprometido en aplicar ala realidad nacional su capacidad deideación [35]. Por último, pues, aquelladirección exigía inexorablemente un com-promiso político.

    Al mismo tiempo el Prospecto de laLiga de Educación Política española brin-da a Ortega la ocasión de aludir a la mi-sión política de las minorías intelectuales,ellas son las encargadas de «introducirla actuación política en los hábitos de lasmasas españolas»; enseguida, en su fa-mosa conferencia de 1914 sobre «Vieja ynueva política» aclara el sentido esencialde lo que significa esa nueva «política»:se identifica sobre todo con el interés porel aumento y fomento de la vitalidad deEspaña[36]. Y al comenzar la década delos años veinte el mismo Ortega explica,en España invertebrada, los efectos so-bre nuestra historia de la escasez o au-sencia de los «mejores», así como latrascendencia de la acción recíproca en-tre masa y minoría selecta, algo que con-sidera como la raíz del hecho social.¿Quépedir, pues, a la Universidad, desde esa

    búsqueda de un «proyecto sugestivo devida en común»?.

    Hay respuestas concretas en Misiónde la Universidad; quizás la primera seasu conocida defensa, frente al profesio-nalismo y el especialismo, de la «inexcu-sable» e «ingente» tarea de hacer que laenseñanza superior sea primordialmenteenseñanza de la cultura, del sistema vi-tal de ideas sobre el hombre y el mundoque cada generación debe poseer. Peroen lo que afecta de manera más específi-ca al problema que aquí seguimos, en-tiendo que dos consideraciones de Ortegason básicas. Por una parte su afirmaciónde que «la tarea universitaria radical»consiste en que los profesionales forma-dos en sus aulas consigan la capacidadde «vivir e influir vitalmente según laaltura de los tiempos», y en que las insti-tuciones de enseñanza superior asegurenla disponibilidad de aquellos jóvenes paraejercer «presión e influjo difusos sobre elcuerpo social»; a esto último —y no almero ejercicio jurídico de una autoridad—se refiere Ortega cuando habla de «man-dar» [37]. Por otro lado nuestro filósofoapuesta claramente por comprometer ala Universidad con la realidad histórica,con el presente; la Universidad necesita«contacto con la existencia pública», su-mergirse en la actualidad para ser real-mente principio promotor de la historia.

    En este último orden de cosas deberesaltarse una observación importante deOrtega; se trata de la alusión a que enesas fechas han desaparecido los antiguos«poderes espirituales», unos poderes quehan abandonado el presente y la vida pú-blica, entregándola a la única fuerza es-

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 2 6

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    piritual que se ocupa de la actualidad: laPrensa. A su juicio la única presión quela conciencia pública recibe es la de aque-lla, y eso le preocupa [38]. De ahí quemanifieste el interés y la necesidad parala vida pública de que la Universidad in-tervenga en la actualidad como tal Uni-versidad; solo así, «metida en medio dela vida» y de sus urgencias y pasiones,podrá imponerse como un «poder espiri-tual» [39].

    Era el año 1930; y se habían sucedidolos incidentes, la renuncia a sus cátedrasde ilustres profesores, la protesta estu-diantil en la Universidad, su clausura, eldebate sobre el papel o protagonismo po-lítico de los estudiantes [40], la cuestióncandente de la función social del intelec-tual ; todas ellas eran realidades que evi-denciaban la presencia de una nuevajuventud; era la «generación de la Dicta-dura» o de «la Libertad», en el decir deZulueta, una juventud que como el pro-pio Zulueta señalaba entonces en El Sol,al iniciarse 1931 pedía una nueva socie-dad, un nuevo Estado, una juventud quese había vuelto esencialmente políti-ca [41].

    Hay muestras de esa nueva orienta-ción. Así, conocida la vinculación de Or-tega a la Residencia de Estudiantes, noes extraño que en los folletos para solici-tudes de ingreso del año 1914, su Direc-tor la presentara como un intento decontribuir a formar al estudiante «ricoen virtudes públicas y ciudadanas», abun-dando en expresiones que transmiten elempeño de ese centro en promover unperfeccionamiento y desarrollo individualdirigido a crear el sentimiento de amor a

    la España «( ) que dentro de poco tendre-mos que hacer con nuestras manos»[42].El mismo Ortega, tras el fin de la dicta-dura primorriverista, habla a los estu-diantes de la Federación UniversitariaEscolar (F.U.E.) y les hace una incita-ción a actuar sobre la masa, a ser «fuer-za viva», a ser una generación o «grupoen forma».

    Algo había sido preparado para que alas puertas o en el mismo advenimientode la República algunos grupos universi-tarios representaran ese aliento que tanemotivamente relató María Zambrano:había que hacerse presentes, en aquelmomento el espíritu y la vida universita-ria hubieran quedado enajenadas —es-cribe— si ese aliento hubiera proseguidosolo bajo los muros del edificio oficial [43].La Universidad proporcionaría colabora-dores sociales o misioneros culturales, jó-venes ilusionados por la convocatoria quehacía la naciente República para cum-plir una labor de contribución educativaa la reforma social, a la renovación delpaís. Pero este no es el momento de de-tallar esas prácticas.

    4. En nombre de la revoluciónConviene hacer hincapié en que du-

    rante el transcurso de los complejos añosde 1931 a 1939, el protagonismo del com-promiso universitario va a desarrollarsemás en los estudiantes que en los profe-sores, y se va a hablar fundamentalmen-te en nombre del pueblo, más que en basea las clásicas y reiteradas invocaciones ala Patria. Ese espíritu superará la esca-sa atención que la política oficial prestaa dicho nivel educativo; recordemos, siacaso, que el proyecto de ley de reforma

  • 4 2 7

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    universitaria no entra en el ámbito deobjetivos que aquí seguimos, limitándosetanto a recordar que la Universidad «seha distanciado de las vivas inquietudesde su tiempo», como a reconocer que harespondido siempre «a un ideal social sub-yacente»; la pretendida reforma, de ma-nera casi implícita, quiere relacionarsecon la hora y la cultura de ese tiempo; ypor ello requiere, se añade, «la creaciónde núcleos pequeños con que realizar ex-perimentos sociales», articular bases que«abran ventanales, por donde, con el soly el aire, entren los esporos de la visiónlatente y no se imposibiliten las germi-naciones que el afán de cada día hagaposibles»[44]. Con todo ello, decíamos, se-rán los estudiantes, insatisfechos con losescasos avances de la política universita-ria republicana, quienes reivindicarán ha-cer realidad deseos como el que RodolfoLlopis expresaba en el Congreso de losDiputados en 1933; no basta con demo-cratizar la enseñanza, y llevar la Uni-versidad donde está el pueblo, la masa,el proletariado, lo que hace falta es «lle-varlos a ellos a la Universidad, llevarlos,además, en los términos que supone nola democratización, sino la socializaciónde la enseñanza» [45].

    Los estudiantes, en medio de la pro-gresiva radicalización de los discursos,mantendrán el intento de hacer realidadun nuevo enfoque socio-pedagógico quequiere sustituir el persistente elitismo ydirigismo, y recurrir a la educación des-de la aspiración y el propósito de la eman-cipación humana, la democratizacióncultural y la revolución. Esa aspiraciónera en cualquier caso una complicada ta-rea en la que los universitarios van a

    incidir en el complejo mundo que consti-tuyen la orientación de interpretacionesde la vida social, las adhesiones ideológi-cas y las elecciones políticas. Y es queenseguida aparecerá para ellos el refe-rente principal del «pueblo», la llamadaa la inmersión en el pueblo, a la fusióncon el pueblo. Ese ideal será un temabásico en aquel momento; y desde el Con-greso extraordinario de la Unión Federalde Estudiantes Hispanos (U.F.E.H.), ce-lebrado en 1931, ya se explicita que lamisión educadora de la Universidad notermina en el propio estudiante, sino quedebe difundirse al pueblo.

    La radicalización de aquel discursoproducida durante los años bélicos haráque ese estímulo se acreciente; en esadirección se ha detectado muy bien el im-portante cambio de una concepción ypráctica de la educación popular para lareforma «consciente» de la sociedad, a unnuevo entendimiento de la educación yla cultura popular para la revolución so-cial; y se ha subrayado, por lo tanto, suempeño en la concienciación de la juven-tud intelectual ante la nueva realidad re-volucionaria [46]. Está claro, por lodemás, que tal posición significaba alen-tar iniciativas para que se profundizaraen el empeño por no separar los concep-tos de Universidad y pueblo; los dirigen-tes de la F.U.E. insistirán constante-mente en no aceptar la cultura como ins-trumento de clase detentada por gruposselectos y escasos; ahora el mandato essocializar la cultura, transformarla en unbeneficio para toda la colectividad, conuna elevación del nivel medio de la cul-tura de toda la población. Esa juventudproclama sus derechos y deberes en la

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 2 8

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    Carta del estudiante del pueblo, y allí, enun documento aparecido en el periódicoFrente Universitario, declara que pone to-dos sus conocimientos, energías y vida alservicio de la causa del pueblo que le lle-vó a estudiar; en el mismo lugar se afir-ma una Universidad democrática, delpueblo y para el pueblo, y se postula unainstitución universitaria con un sistemade enseñanza que responda «a las exi-gencias del momento histórico y de la re-construcción de nuestra patria»[47].

    Uno de los caminos que todo aquelmovimiento consideraba ineludible paraese fin pasaba por tomar posiciones antecuestiones realmente graves y complejas;para aquellos jóvenes el propósito supo-nía la ilusión de que la Universidad sehiciera consciente del problema de la in-justicia social, se integrara en la culturadel obrero, y se implicara en una obraeficaz para el conocimiento crítico de losproblemas sociales; no podían estarsilentes ante esas demandas. Cuando seabren las Universidades Populares quealienta la F.U.E., aquellas perspectivastratan de materializarse, y quieren tra-ducir los principios en prácticas concre-tas que luchen contra la desigualdad deoportunidades en el acceso a la Universi-dad, y contra la concepción y la difusiónpor esta de una cultura clasista; abrir laUniversidad y dirigirla al beneficio de to-dos, comprometerla y arraigarla en lasinquietudes y problemas de la realidadsocial así. Uno de los dirigentes destaca-dos de la F.U.E. escribe en 1938 que elestudio no puede hacerse «desligado dela vida de nuestros días como si nadapasase a nuestro alrededor»; según él unbuen estudiante se capacita profesio-

    nalmente pero «al mismo tiempo, estu-dia y comprende los problemas políticosy sociales, se educa en el espíritu delFrente Popular Antifascista» ; y eso cons-tituye «una tarea de honor y de glo-ria»[48].

    Ahora bien, del mismo tipo de tareahablan por entonces otros estudiantes,atrapados pronto, como aquellos, en me-dio de una circunstancia excepcional yterrible: la guerra. Cuando en el año 1933se constituye el «Sindicato Español Uni-versitario» (S.E.U.), con el deseo de in-troducir la Falange en la Universidad yel propósito de expulsar de ella a las «hor-das antinacionales y marxistas», se estáya generando un discurso y una inquie-tud considerables, que confían en cam-biar desde allí los rumbos del país; y esorepresenta otra vez una llamada a losjóvenes universitarios para asumir su res-ponsabilidad o misión política. Resultaevidente la forma en que aquella juven-tud de la Falange quería levantar un «ím-petu juvenil» que convirtiera su estanciaen las aulas en un ejercicio de «miliciaestudiantil» para realizar una obra «pro-fundamente revolucionaria», la vía de la«Revolución Nacionalsindicalista». ElS.E.U. marca enseguida los que entiendecomo deberes universitarios «para con Es-paña», ya que la ciencia no puede ence-rrarse ni aislarse, «ha de considerarse enfunción de servicio de la totalidad Pa-tria». En ese objetivo aparecen dos pers-pectivas de trabajo que conviene rese-ñar [49].

    Por un lado se habla de facilitar laorientación política y sindical de esa ju-ventud española, que ha de ser conscien-

  • 4 2 9

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    te de la importante misión que le cabeen el futuro; por otro, se presenta igual-mente un compromiso con los obreros: lallamada «Universidad Nacional Obrera»,que fomente en la masa trabajadora «elalto deseo de una Patria sana y pujante,un gran afán de cultura en todas las ra-mas del saber y del arte»; se trata deuna Universidad para todos, que hagaadquirir a los obreros «un exacto sentidode colectividad». De una y otra maneraesa Universidad brindaría a los estudian-tes una reiterada tarea: haremos Patria,se dice, y conseguiremos que la unidadque tanto hemos predicado entre las cla-ses de España, entre los hombres de Es-paña, se haga carne, «desapareciendo elodio y substituyéndolo por la Herman-dad del Nacionalsindicalismo»[50].

    Está claro que se encomendaba alS.E.U. una tarea de socialización políticadentro de la Universidad de posguerra;una Universidad que se quería «nueva»,en y para una nueva sociedad; una Uni-versidad a la que se concebía, al menosen el discurso teórico, como un espaciopara conseguir provocar movilización, in-quietud y milicia. Y todo eso porque—como decía en 1940 el jefe nacional,José María Guitarte— si era absurdo quela Universidad fuera un lugar de luchapolítica y de conflictos sociales, tambiénlo era pretender aislar a la juventud uni-versitaria de todos los problemas nacio-nales «como si en nada les fuera el serespañoles y el sentir los problemas de suPatria»[51]. Por su parte el grupo inte-lectual falangista que por esos primerosaños animan personajes como Laín,Ridruejo o Tovar, manifiestan en su re-vista Escorial una firme convicción sobre

    su propio papel ligado a la milicia comoestilo de vida; allí la función de la Uni-versidad queda definida como un espacioclave en la vida política nacional, el lu-gar de formación de «hombres españo-les», portadores de valores «vinculados aun quehacer nacional y social y revolucio-nariamente cumplidores del mismo» [52].Una expectativa que, entonces y paraellos, era irrenunciable.

    Esa dimensión política, Milicia y Uni-versidad, está muy viva en la primeragran etapa del franquismo: se habla deuniversitarios firmemente comprometidoscon la redención espiritual y política dela Patria. Ya en 1938 López Ibor afirma-rá que la Universidad «no puede vivir almargen de la vida nacional», que no pue-de «desinteresarse de sus problemas»; esfrecuente la alusión a aquella Universi-dad que siente y conoce su deber, y queestá unida a las inquietudes de la comu-nidad nacional [53]. Isidoro Martín pien-sa también en esa labor de reconquistaespiritual, que debía seguir a la del sue-lo español, de renovación de las concien-cias y de servicio a España; consideracomo una parte de la misión universita-ria el dar a conocer y predisponer al es-tudiante para el cumplimiento de losdeberes que la Patria le impone, el hacerde él un ciudadano honrado «un servidorfiel de la Patria», un hombre digno de«ocupar un puesto directivo en la vidasocial». Está pensando en una formaciónpatriótica que sature de esencias espa-ñolas el ambiente de la Universidad, en«insuflar patriotismo en la vida universi-taria»; se trata, escribirá, de preparar in-telectuales «dispuestos a formar en lasfilas castrenses del Caudillo cuando el

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 3 0

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    honor de Dios y de la Patria lo exigie-ran»[54].

    Precisamente el propio Franco aludíaen 1943 a que la Universidad no podíacumplir su misión de alma mater sin vi-vificar e infundir en la juventud estu-diantil un espíritu nuevo que encarnara«el concepto supremo de servicio a los des-tinos de nuestra Historia»; la Universi-dad, decía, garantizará a la Patria launidad espiritual del futuro con la pre-paración de una contextura moral y laeducación de la conducta social; así seconseguirá que los estudiantes no se apar-ten de sus «inexorables deberes» patrió-ticos [55]. Y por último recordemos quela ley sobre ordenación de la Universi-dad española, que se promulgaba aquelmismo año, recogía expresiones signifi-cativas en tal sentido: cuando señalaba«la misión social de vivir en íntima co-nexión con la vida española», o cuandose refería al fin de «mantener siemprevivo y tenso en el alma de la Universi-dad el aliento de la auténtica España», ocuando aludía a determinar los deberesdel escolar «encuadrándolo en el ejércitojuvenil que la Universidad represen-ta»[56].

    5. España y la Universidad comoproblema

    Algunos años más tarde, y en un frus-trado intento liberalizador, la política mi-nisterial dirigida entre 1951 y 1956 porJoaquín Ruiz Giménez buscaba una re-forma de la Universidad que, según élmismo manifestaba, debía tener un so-porte fundamental; se refería a la forta-leza requerida para luchar contra los quecalificaba como los tres principales com-

    plejos de inferioridad en el orden cultu-ral: «El miedo a la concurrencia, el mie-do al error y a la crítica, el miedo a lalibertad» [57]. Los tres, efectivamente, sehicieron dominantes en aquella circuns-tancia, y de esa manera la situación so-cio-política impidió nuevas orientacionesy marcó de forma decisiva las realidadesuniversitarias ante la complicada evolu-ción del Régimen: comenzaba por enton-ces una etapa de tensión y agitación enla Universidad, de contestación a las lí-neas oficiales por parte de activos gruposdisidentes, de inquietud y creciente ma-lestar [58]; esa realidad se va consoli-dando en cuanto a la mayor fuerza y acti-vidad de los grupos opositores, va tra-zando un camino de reacción que se si-tuaría entre los sucesos de 1956 y los delcurso 1964-1965, con la crisis final delpropio S.E.U. [59].

    En medio de esas circunstancias dosprestigiosos intelectuales, los profesoresLaín Entralgo y López Aranguren, ini-ciaban una reflexión sobre diversas cues-tiones de la Universidad española, inten-tado explicar ciertos puntos de lo que seconsideraba como una crisis de la insti-tución, y deseando justificar la necesariapresencia de los jóvenes y de la Universi-dad en la hora, los problemas y las nece-sidades del propio desarrollo social ypolítico del país.

    Laín, fija pronto ciertas posiciones einsatisfacciones en España como proble-ma, y sienta algunas bases de su frus-trada actuación aperturista en el artículo«Misión de la Universidad», publicado en1953 en la revista Alcalá [60]; años des-pués se interesa en aclarar lo que se ca-

  • 4 3 1

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    lifica como desorden «político» de nues-tra Universidad. Y en 1968 se preguntapor las expectativas de esa juventud uni-versitaria y de ese movimiento estudian-til con el que convive; explica la protestade los jóvenes, pide que sea entendidaintelectualmente de forma adecuada, yen las intenciones de ese creciente movi-miento distingue cuatro caracteres queson notas de un claro posicionamiento po-lítico: justicia, libertad, eficacia y solida-ridad humana. Recuerda que en uninforme privado compuesto por él mismocon anterioridad advertía a las autorida-des de la inquietud política de una mino-ría activa de estudiantes: una inquietudque cifraba en una viva desazón por elfuturo de España y un rechazo crítico ala insuficiente resolución de los proble-mas del país. Entre las causas de esehecho señala la «inexorable necesidad deexistir en nuestro mundo histórico», y,reconoce, por lo tanto, la evidente ten-dencia de la juventud universitaria a par-ticipar en los movimientos intelectualesy en las formas de vida que tienen plenavigencia [61]. Entiende que al saber, comoa la persona, le corresponde siempre unsentido, una cierta «orientación»; y sutil-mente sugiere que en la realidad socialde ese momento la Universidad ha deasumir el pluralismo que en el mundomoderno «es la regla en cuanto a la orien-tación del pensamiento y el saber»[62].Desde ese punto entra en el tema delcompromiso cívico de la Universidad, quepara él vincula, sin duda, una funciónintelectual con una irrenunciable tareapolítica; el que fuera Rector de la Uni-versidad de Madrid escribe con claridadsobre educación «para» la libertad, sobreel necesario estímulo de los hábitos por

    los que se hace posible una convivenciapacífica entre discrepantes; y se pregun-ta, en fin, si una Universidad rectamen-te entendida «¿no debería ser un viveroejemplar de hombres social y políticamen-te capaces de convivir en libertad?»[63].

    Al comenzar los años sesenta el pro-fesor Aranguren emprende también sureflexión sobre la Universidad [64], untema que continuará provocando su inte-rés en la década siguiente; en ese últimomomento recuerda la crisis de la Univer-sidad «académica» y «metafísica», insisteen que la Universidad tiene que hacersemucho más positiva de lo que viene sien-do, si en verdad quiere realizar una la-bor positiva; eso quiere decir para él quela Universidad del futuro ha de estarabierta a la realidad social, que «tendráque ponerse al servicio del país» y no ser«un modo lúdico de existencia, separadode la vida real»; lo que Aranguren deseaponer de relieve es la tarea de sumergir-se en la cotidianidad social, el propósitode acercar el saber a la vida [65]. Y esasconsideraciones se sitúan en un plano querefleja la preocupación por el hecho deque la Universidad no estaba respondien-do a las necesidades sociales de ese mo-mento; por eso deja ver una clara apuestapor el deseo de atender los problemas so-ciales de la realidad misma. Nuestro fi-lósofo señala algunos puntos esencialescomo el de la democratización de la edu-cación, que se ha convertido, dice, en unaexpectativa nacional, en una necesidadeconómica y una exigencia moral.

    Pero desde aquella misma perspecti-va lo que más interesa recoger aquí es

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 3 2

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    otra manifestación de Aranguren; aque-lla en la que expresa que:

    «(…) es necesario que la Universi-dad deje de ser monolítica para cons-tituirse en el órgano social del diálogointelectual y cultural. Característicaesencial de la sociedad actual (de to-das las sociedades actuales) es su plu-ralismo (…) la unidad, el consensus,el acuerdo filosófico, político, religio-so, se han perdido en la sociedad mo-derna (…). Su consecuencia insosla-yable es que, si la Universidad ha deser proyección y expresión de la socie-dad real, ha de ser expresión y pro-yección de este pluralismo social» [66].

    En consecuencia, la Universidad hade ser libre, y eso significa apertura dela misma, disponibilidad para el diálogo,esa es su misión y su sentido; piensa enque ella debe estimular un diálogo inte-lectual con la realidad, destruyendocríticamente las imágenes falsas, viendolo que las cosas son [67]. Esa es la apor-tación y responsabilidad de la instituciónuniversitaria, que para Aranguren tieneplanteada otra clara situación en rela-ción a la sociedad: el problema político.Siempre en la misma línea Arangurenreconoce que la sociedad española y sujuventud están cambiando, pero que lasuperestructura política permanece comofreno para cualquier transformación; con-sidera que por medio de ese último com-portamiento se está tratando de conven-cer al país con la teoría de la despolitiza-ción y de hacer creer que la misión de laUniversidad es únicamente la enseñan-za; una paradoja, porque —como ense-guida añade— esa es la afirmación de un

    Régimen «que politizó cuanto le fue posi-ble esta misma universidad y que, porotro lado, cierra toda posibilidad de ma-nifestarse políticamente en ninguna otraparte». Pero esa dirección encaminada a«sofocar inquietudes políticas inelimina-bles» no hace, en su opinión, más queprovocar un enfrentamiento cada vez másviolento e impedir la transformación dela Universidad al servicio de la transfor-mación social [68].

    Pues bien, a partir de mediados delos sesenta, esas inquietudes se hacenbien presentes en el panorama intelec-tual español, y esas cuestiones en tornoa la rebelión estudiantil y la presenciade la Universidad en la actualidad políti-ca y el futuro, ocupan igualmente la re-flexión de otro destacado universitario,Enrique Tierno Galván. En 1965, pocoantes de ser sancionado, valora de formapositiva los acontecimientos estudianti-les en la Universidad; y lo hace porqueentiende que manifiestan la sensibilidadde aquella a los problemas de la socie-dad, porque encierran una protesta y unvalor moral por parte de los estudiantes[69]. Lo que Tierno cree observar en esossucesos son los inicios de un proceso his-tórico de transformación social y política,y lo que plantea es la necesidad de latoma de conciencia moral y política porparte de estudiantes y profesores; confíaen que vean la oportunidad que se lespresenta de no ser una nueva juventuduniversitaria perdida, sino una genera-ción dispuesta a participar intelectual-mente en la España contemporánea,convirtiendo la crítica en acción [70]. Lacircunstancia histórica generaba un com-promiso con la conquista de la crítica y

  • 4 3 3

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    el desempeño de la doble responsabili-dad juvenil e intelectual.

    Era un tiempo en el que se hacía rele-vante el papel de la Universidad en losprocesos de transformación social, políti-ca y cultural de España; es más, conside-ro que el cumplimiento entonces de esafunción era ya en sí mismo un auténticocambio social. Pronto la Ley General deEducación incluiría también entre los ob-jetivos de la educación universitaria elde contribuir al desarrollo social y econó-mico; y no mucho después el complejoproceso de la transición democrática—en el que aquí no vamos a entrar—presentaría a esa constante preocupacióny vocación universitaria nuevos escena-rios, condiciones, ideales y problemas.

    Como colofón de ese recorrido y comoenlace con el nuevo período podemos re-ferirnos a una intervención de Laín du-rante un Seminario celebrado enSalamanca el año 1977 y, en la que ex-presaba una propuesta o una convocato-ria interesante; hablando allí de lasfunciones de la Universidad, indica la quedenomina como de ofrecimiento de unaejemplaridad ético-social, y la especifica—además— en cinco vías o líneas de tra-bajo: mostrar a la sociedad la capacidady la voluntad de servirla; educar en laservidumbre habitual a la verdad; reali-zación de una enseñanza práctica de lalibertad; defensa y desarrollo institu-cional de la justicia, la solidaridad, el res-peto a la dignidad y los derechos de lapersona humana; celo constante por lacalidad del trabajo universitario [71].

    Era una excelente perspectiva, que en

    todo caso parece un buen resumen denuestro recorrido histórico, con todas suscomplejas definiciones y convocatorias.Un itinerario que tal vez haya hecho apa-recer más claros y ordenados los múlti-ples y progresivos compromisos de lainstitución universitaria a lo largo de algomás de un siglo: el compromiso moral yeducativo con un sentido integral de laconstrucción humana; el compromiso so-cial con la extensión cultural, y con eldesarrollo de la ciencia y el estudio apli-cado a la realidad comunitaria; el com-promiso cívico con la creación delciudadano y de la racionalidad autóno-ma para la práctica política; y el adquiri-do con la consecución de solidez en laorganización de los grupos sociales. Unrecorrido que quizás haya podido mos-trar algunos rasgos de la importancia detránsitos relevantes: de la preocupaciónpor los deberes sociales al cumplimientode la justicia social, de la adhesión mili-tante, a la crítica transformadora; o lasignificación de sentidos y confluenciasllenas de sugerencia y virtualidad: la pe-dagogía ética, la pedagogía política.

    Dirección del autor: Alejandro Mayordomo Pérez. Depar-tamento de Educación Comparada e Historia de laEducación, Avenida Blasco Ibáñez 30, 46010, Va-lencia.

    Fecha de recepción de la versión definitiva de este articu-lo: 6.VI.2003.

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 3 4

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    Notas[1] El contenido del presente trabajo se inscribe en el

    ámbito de una investigación, Formación de ciudada-nos democráticos. La educación como constructorade identidad y competencia cívica, que cuenta conuna ayuda para Proyectos I+D de la Oficina de Ciènciai Tecnologia de la Generalitat Valenciana ( C T I D I B /2002/307).

    [2] SANZ DEL RÍO, J. (1857) Discurso pronunciado en laUniversidad Central en la solemne inauguración delaño académico de 1857 a 1858 (Madrid, ImprentaNacional); citamos por «Discurso pronunciado en laUniversidad Central por el Doctor D. Julián Sanz delRio en la solemne inauguración del año académicode 1857 á 1858», en Textos escogidos. Sanz delRío. Estudio preliminar por Eloy Terrón, (1968), p.210 (Barcelona, Ediciones de Cultura Popular).

    [3] Ibídem, p. 211.

    [4] Ibídem, p. 222-223.

    [5] Discurso leído en la solemne apertura del curso aca-démico de 1868 a 1869, Boletín-revista de la Univer-sidad de Madrid (1869), vol. 1, pp. 22-30.

    [6] Recordemos que ya en 1860 Fernando Garrido, bajoel seudónimo de Evaristo Ventosa, había publicadouna obra con ese significativo e histórico titulo: Laregeneración de España.

    [7] JIMÉNEZ-LANDI, A. (1973) La Institución Libre de En-señanza y su ambiente. Los orígenes, pp. 292-298(Madrid, Taurus).

    [8] AZCÁRATE, G. de (1876) Estudios económicos y so-ciales, p. 141 (Madrid, Librería de Victoriano Suárez).

    [9] MARICHAL, J., (1995) El secreto de España, pp. 107-114 (Madrid, Santillana S.A.- Taurus).

    [10] La juventud y el movimiento social, en GINER DE LOSRIOS, F., Obras Completas, ( en adelante O.C.) t. VII(1922) Estudios sobre Educación, pp. 102-126 (Ma-drid, Editorial Espasa-Calpe).

    [11] La enseñanza de la Filosofía en O. C., t. XI (1925)Filosofía y Sociología, p. 135.

    [12] La idea de Universidad, en O.C., t. X (1924) Pedago-gía Universitaria, pp. 41-42.

    [13] GINER DE LOS RIOS, F. (1902) Problemas urgentesde nuestra educación nacional, Boletín de la Institu-ción Libre de Enseñanza (en adelante B.I.L.E.) 26:510,p. 262.

    [14] O.C., t. II (1916) La Universidad española, pp. 119-120.

    [15] Cfr. MAINER, J. C. (1978) La redención de losparaninfos: asambleas y regeneracionismo universita-rio, en TUÑÓN DE LARA. M., y otros, La crisis delEstado español 1898-1936, pp. 213-244 ( Madrid,Edicusa); TIANA FERRER, A. (1997) Extensión Univer-sitaria y Universidades Populares en la España de1900. Una estrategia educativa de reforma social,Revista de Educación, n.º extraordinario, pp. 95-11.

    [16] De la enseñanza superior en España, en Obras Com-pletas, t. III, pp. 112-119 ( Madrid, Afrodisio Aguado).

    [17] Altamira valora en otros escritos la contribución delsaber histórico a la conformación de una concienciacolectiva por parte del pueblo. Cfr. para este temaPALACIO, I. (1986) Rafael Altamira. Un modelo deregeneracionismo educativo (Alicante, Publicaciones dela Caja de Ahorros Provincial).

    [18] ALTAMIRA Y CREVEA, R. (1898) El patriotismo y laUniversidad, B.I.L.E. 22:462, pp. 258-265.

    [19] SAMA, J. (1887) Cómo influyen las Universidades yescuelas superiores en la condición de las clases obre-ras, B.I.L.E., 11:238, p. 2.

    [20] PALACIOS, L. (1899) La extensión universitaria en Es-paña, B.I.L.E. 23: 469, pp.110-119.

    [21] COSSÍO, M. B., La reforma escolar (1899), citamospor Historia de la Educación en España, t. III, pp. 436-348 (Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia).

    [22] SELA, A., (1893) La misión moral de la Universidad,B.I.L.E. 17:385, pp. 106- 108.

    [23] SELA, A. (1904) Fin y organización de las Universida-des y autonomía que conviene conceder a las Faculta-des y Escuelas especiales que las constituyen, B.I.L.E.28:533, pp. 230-234.

    [24] SELA, A. (1905) Extensión Universitaria de Oviedo,B.I.L.E. 29: 549, p. 360.

    [25] ALTAMIRA Y CREVEA, R. (1898) El patriotismo y laUniversidad, B.I.L.E. 22:462, p. 267. En este puntohay que anotar que, inmediatamente, Altamira explica:«dicho todo sencillamente, de la manera más clara yfamiliar, sin ceremonia, sin aparato que impresione ála muchedumbre y la aleje del orador, por esa fre-cuente consecuencia del respeto mal entendido, querompe toda intimidad vivificadora del pensamiento en-tre los que hablan y los que escuchan, considerándo-se como gentes de mundos diferentes, extraños losunos a los otros».

  • 4 3 5

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    [26] Ibídem p. 266.

    [27] ALTAMIRA y CREVEA, R. (1898) El patriotismo y laUniversidad, B.I.L.E. 22: 464, p.325. También hayque señalar en este aspecto una justificación queAltamira presenta allí mismo: «En un país donde haycerca de 12 millones de personas que carecen detoda instrucción (…) ¿qué esfuerzos se pueden pedirrazonablemente a esa masa social, en pro de cuestio-nes que ni comprende, ni le interesan, ni puede resol-ver por sí (…) No confiemos más que en lo que puedaservir, en los elementos verdaderamente útiles, en laminoría que lee, estudia, piensa y se da razón de losgrandes problemas nacionales. Podrá contar con éstacon la colaboración pasiva de ciertas cualidades mo-rales que posee la masa (…).»

    [28] POSADA, A. (1902) Enseñanza popular, B.I.L.E.26:502, pp. 8-9.

    [29] SELA, A. (1910) La educación nacional. Ideas y he-chos, pp. 267-269 (Madrid, V. Suárez).

    [30] Discurso leído por el Ilmo. Sr. Rector, Dr. D. ManuelCandela y Pla, en la solemne inauguración de la exten-sión Universitaria, recogido en ESTEBAN MATEO, L.(1974) La Institución Libre de Enseñanza en Valencia,pp. 123-133 (Valencia, Editorial Bonaire).

    [31] Melquíades Álvarez prosigue así su parlamento: «Aquíen España sucede todo lo contrario. La masa popular,compañeros, permanece abandonada, desatendida detodos, a merced de las predicaciones de losalucinados, y lo que es peor, de las falacias de losexplotadores (…) esa honrada masa popular (…) pue-de representar por sus amenazas un serio peligropara los más queridos intereses sociales (…) y hay,por lo tanto, que ponerse en contacto con ella, comohace la Universidad de Oviedo y hacéis vosotros, comodebemos hacer todos, realizando la Extensión Univer-sitaria para que se extiendan sus conquistas y la cien-cia vaya saliendo del templo augusto donde mora aproporcionar en todas partes entre los desheredadosy humildes los beneficios de sus enseñanzas», en Ibí-dem, pp. 154-155.

    [32] ALTAMIRA Y CREVEA, R. (1898) El patriotismo y laUniversidad, B.I.L.E. 22: 463, p. 291.

    [33] ALTAMIRA Y CREVEA, R. (1898) El patriotismo y laUniversidad, B.I.L.E. 22:464, p. 327.

    [34] Ídem.

    [35] MARICHAL, J (1995), o.c., pp. 192-211. También,MARICHAL, J. (1982) La vocación de Manuel Azaña, p.67 (Madrid, Alianza).

    [36] Ambos textos, recogidos en ORTEGA Y GASSET, J.(1973) Vieja y nueva política, pp. 179 y 201 ( Madrid,Revista de Occidente).

    [37] Misión de la Universidad, en Obras Completas, T. IV,p. 323 (Madrid, Revista de Occidente).

    [38] Ortega se expresa así: «Por dejación de otros pode-res, ha quedado encargado de alimentar y dirigir elalma pública el periodista, que es no sólo una de lasclases menos cultas de la sociedad presente, sinoque, por causas, espero, transitorias, admite en sugremio a pseudointelectuales chafados, llenos de re-sentimiento y de odio hacia el verdadero espíritu. Yasu profesión los lleva a entender por realidad del tiem-po lo que momentáneamente mete ruido, sea lo quesea, sin perspectiva ni arquitectura. La vida real es decierto pura actualidad; pero la visión periodística de-forma esta verdad reduciendo lo actual a lo instantá-neo y lo instantáneo a lo resonante. De aquí que en laconciencia pública aparezca hoy el mundo bajo unaimagen rigurosamente invertida. Cuanto más impor-tancia sustantiva y perdurante tenga una cosa o per-sona, menos hablarán de ella los periódicos, y encambio, destacarán en sus páginas lo que agota suesencia con ser un «suceso» y dar lugar a una noti-cia» Obras Completas, o.c., p. 352-353.

    [39] Ibídem , p. 353.

    [40] LÓPEZ REY, J. (1930) Los estudiantes frente a laDictadura (Madrid, Javier Morata); CAUDET, F.(1975)Estudiantes y profesores frente a la dictadura. Ante-cedentes de la generación de 1936, Tiempo de Histo-ria, n.º8, pp. 14-15.

    [41] Citado por TUSELL, J. , QUEIPO DE LLANO, G. (1990)Los intelectuales y la República, p. 68 (Madrid, Nerea).

    [42] JIMÉNEZ, A. (1971) Historia de la Universidad Españo-la, p. 437 (Madrid, Alianza).

    [43] ZAMBRANO, M. (1989) Delirio y destino (Madrid,Mondadori).

    [44] Proyecto de Ley de Reforma Universitaria presentadoa las Cortes por el Ministro de Instrucción Pública,Fernando de los Ríos, el 17 de Marzo de 1933, reco-gido en Historia de la Educación en España , t. IV, pp.203-204 (Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia).

    [45] Citado por LOZANO, C. (1980) La educación republi-cana , p. 155 (Universidad de Barcelona).

    [46] FERNÁNDEZ SORIA, J. M. (1995-1996), La educaciónpopular entre la reforma y la revolución social. La

  • revi

    sta

    espa

    ñola

    de

    peda

    gogí

    aañ

    o LX

    I, n.

    º 22

    6, s

    eptie

    mbr

    e-di

    ciem

    bre

    2003

    , 415

    -438

    4 3 6

    Alejandro MAYORDOMO PÉREZ

    Federación Universitaria Escolar (F.U.E.), Historia dela Educación, n.º 14-15, pp397-416.

    [47] Cfr. MAYORDOMO, A., FERNÁNDEZ SORIA, J.M. (1993)Vencer y convencer, pp. 54-66, (Universitat deValència).

    [48] MUÑOZ SUAY, R. (1938) Nuestra lucha por la defen-sa, organización y educación de la juventud estudian-til. Combatir. Estudiar. Educar, pp.13-14 (Valencia,Editorial UFEH).

    [49] El S.E.U. Sentido de las Falanges Universitarias (1939),(Madrid, Editora Nacional).

    [50] Ibídem, pp. 30-32.

    [51] Discurso pronunciado en la inauguración del Congre-so Extraordinario del SEU, citado por RUÍZ CARNICER,M.A. (1996) El Sindicato Español Universitario (SEU),1939-1965. La socialización política de la juventuduniversitaria en el franquismo, p. 131 (Madrid, SigloVeintiuno de España).

    [52] RAMÍREZ, M. y otros, (1978) Las fuentes ideológicasde un Régimen (España 1939-1945), pp.67-68 ( Zara-goza, Libros Pórtico).

    [53] LÓPEZ IBOR, J. (1938) Discurso a los universitariosespañoles , p. 103 (Santander, Cultura Española).

    [54] MARTÍN, I. (s. a. 1940) Concepto y Misión de la Uni-versidad, pp.66-69 (s. l. Madrid ?, Centro de EstudiosUniversitarios).

    [55] Discurso pronunciado por S. E. el Generalísimo Fran-co, Jefe del Estado Español, con motivo de la inaugu-ración del presente curso escolar y de la CiudadUniversitaria de Madrid, revista española de peda-gogía, n.º 3-4, 1943, pp. 357-372.

    [56] Ley de 20 de Julio de 1943 sobre ordenación de laUniversidad española, en Boletín Oficial del Estado31-VII-1943.

    [57] Entre el dolor y la esperanza, Alcalá ,n.º 23-24, 1953,p. 1.

    [58] FARGA, M. J. (1969) Universidad y Democracia enEspaña. 30 años de lucha estudiantil ( México, Edicio-nes Era); MESA GARRIDO, R. (1982) Jaraneros yalborotadores. Documentos sobre los sucesos estu-diantiles de febrero de 1956 en la UniversidadComplutense de Madrid (Madrid, Editorial de la Univer-sidad Complutense).

    [59] RUIZ CARNICER. M. A. (1996) El Sindicato Español

    Universitario (SEU), 1939-1965, (Madrid, Siglo Veintiu-no de España).

    [60] Alcalá, n.º 28-29, p. 10.

    [61] LAÍN ENTRALGO, P. (1968) El problema de la Univer-sidad, pp. 33-34 (Madrid, Cuadernos para el Diálogo).

    [62] Ibídem, p.64.

    [63] Ibídem, p. 69.

    [64] LÓPEZ ARANGUREN, J. L. (1962) El futuro de la Uni-versidad española (Madrid, Cuadernos para el Diálo-go).

    [65] ARANGUREN J. L. (1973) El futuro de la Universidad yotras polémicas, pp. 23-27, (Madrid, Taurus).

    [66] Ibídem, p. 57.

    [67] Ibídem, p. 58.

    [68] Ibídem, pp. 59-60.

    [69] Las protestas anti-sistema: la rebelión de los estu-diantes y la actitud de los intelectuales, en TIERNOGALVÁN, E. (1976) España y el socialismo, pp. 122-123 (Madrid, Túcar Ediciones).

    [70] TIERNO GALVÁN, E. (1972) La rebelión juvenil y elproblema de la universidad, (Madrid, Seminarios y edi-ciones).

    [71] LAÍN ENTRALGO, P. (1979) Funciones de la Universi-dad, en Reflexión universitaria. Problemas y perspecti-vas universitarios. Dirección y edición: Eugenio deBustos, pp. 30-32, (Universidad de Salamanca).

    Resumen:El compromiso social y cívico de laUniversidad esp añola. Una revisiónhistórica

    Este artículo presenta una revisiónhistórica del tema de la proyección socialde la Universidad. Para cumplir con eseobjetivo repasa las más importantes pro-puestas e iniciativas sobre esa cuestiónen la España contemporánea, concreta-mente desde mediados del siglo XIX has-ta los años setenta del siglo XX. Se trata

  • 4 3 7

    revista española de pedagogíaaño LX

    I, n.º 226, septiembre-diciem

    bre 2003, 415-438

    El compromiso social y cívico de la Universidad española. Una…

    de analizar los diferentes modos de en-tender y practicar, por parte de estudian-tes y profesores, el sentido y objetivos desu compromiso o responsabilidad social.

    Descriptores: Universidad, Regenera-ción social, Compromiso social, Culturacívica, Participación social.

    Summary:The social and civic engagement ofthe Spanish University . An historicalreview

    This article reviews the concern of auniversity focalised on the social factor,its influx and projection in real contexts,from an historical perspective. In orderto get this aspiration, it offers anhistorical revision of different authors,initiatives and movements that proposeand stimulate these considerations inSpain from the middle of XIX century tothe seventies of XX century. The textpresents historical manners ofunderstanding the way in which theuniversity students and their teachers,have to accomplish their social respon-sibility.

    Key Words: University, Social Rege-neration, Civic compromise, Civic culture,Social participation.