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El concepto de biorregión como sistema de desarrollo
socioeconómico y de reposición ecológica.
Antonio Valero
Director del Instituto CIRCE y Miembro plenario del Club de Roma
Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos. Universidad de Zaragoza
No se puede engañar a la naturaleza
Richard Feynman
Resumen ejecutivo
Los elevados valores de la huella ecológica de la humanidad, con sus efectos climáticos y de
degradación natural, nos están llevando hacia una sociedad inviable. Sus efectos, con seguridad,
serán mayores que los de la pandemia de la covid-19. Ante esta situación de emergencia global,
urge una actuación inteligente y temprana que prevea fórmulas de defensa frente a posibles daños
(resiliencia), a la vez que reduzca paulatina pero decididamente la huella ecológica de nuestra
sociedad.
Como propone el Club de Roma, debe emerger una nueva civilización que plantee estructuras
organizativas adaptadas al entorno ecológico, económico y social del territorio. Cada territorio
tiene su peculiaridad a considerar. Partiendo de las ideas que aportan la ciencia, la tecnología, la
economía ecológica y la sociología, se propone un modelo social innovador y realista de
biorregión, centrado en conseguir los objetivos de sostenibilidad y resiliencia, con una
implementación progresiva que mantenga la cohesión y la concordia de sus habitantes, más allá
de una visión cortoplacista.
Así, entendemos la biorregión como una unidad geográfica en la que se asienta una
colectividad que se pretende que armonice su desarrollo socioeconómico con el entorno
ecológico que comparte, a través de un proceso de resiliencia transformadora y de reducción de
sus huellas ecológicas.
Los conceptos que inspiran el proyecto son: sostenibilidad, autosuficiencia, subsidiaridad,
concordia y solidaridad, así como en el reconocimiento de la necesidad de interdependencia
global y complementariedad local.
La sostenibilidad y la resiliencia no se alcanzan sin esfuerzo, sin embargo, este proceso dará
oportunidades a nuevos trabajos de prevención, de reparación y de cuidados, a la vez que a
comportamientos más sobrios y de renuncia que eviten posibles colapsos socioeconómicos.
Los últimos desarrollos en biología, economía y sociología junto con las nuevas tecnologías
configuran este concepto.
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A.- Entre las ideas provenientes de la biología cabe destacar las siguientes:
- En primer lugar, la biomímesis, o ciencia que estudia la naturaleza para imitarla o inspirarse
en ella con el objeto de crear procesos y sistemas tecnológicos y sociales innovadores.
- En segundo lugar, el concepto de ecosistema, como conjunto de organismos vivos que
conviven y se reproducen (biocenosis) en un lugar determinado (biotopo) utilizando la energía
solar directa e indirecta como única (prácticamente) fuente de energía.
- En tercer lugar, y en imitación a Gaia, nuestro planeta, que se mantiene alejado de su propia
degradación termodinámica, la homeostasis, que describe cómo los seres vivos son capaces de
mantenerse en una condición estable interna, compensando los cambios en su entorno
mediante mecanismos de autorregulación que intercambian flujos de materia y energía con el
exterior. En su acepción social la homeostasis cambia su nombre por el de resiliencia.
- Y, en cuarto lugar, la circularidad, por la cual la naturaleza no produce residuos, todo se
recicla, así que los elementos químicos constituyentes de los seres vivos se van recomponiendo
en nuevos seres vivos a lo largo de millones de años. En su acepción social la circularidad se
denomina bioeconomía circular para los residuos orgánicos y economía circular (en realidad,
espiral), para los residuos inorgánicos.
B.- Como contribuciones de la sociología se presentan las siguientes:
- En primer lugar, la resiliencia ̧como capacidad de aceptación o de absorción a los cambios
del entorno. Cuando una perturbación se hace persistente e insoportable, se necesitará una
resiliencia transformadora que garantice que el sistema social encuentre su nuevo camino de
desarrollo sostenible y evite colapsos. La mencionada transformación incluye cambios
tecnológicos, culturales, cambios de comportamiento y reformas institucionales. Es decir,
conlleva una nueva organización social que debe basarse en principios éticos bien
establecidos.
- Por ello, en segundo lugar, se contempla el principio de subsidiariedad. Es uno de los pilares
ideológicos de la Unión Europea recogido en el Tratado de Lisboa de 2009. La proximidad
es la clave: lo que puede hacerse en la cercanía al ciudadano, que no se decida y ejecute desde
la distancia.
- Pero la proximidad minusvalora la perspectiva, razón por la cual consideramos en tercer
lugar, que este principio debe equilibrarse con el de solidaridad social y ecológica.
- Ningún ámbito de actividad humana es independiente del entorno que le rodea; en
consecuencia, es necesario aceptar que determinadas responsabilidades escapan de lo local y
hay que coordinarlas en niveles superiores de actuación. Por ello, el reconocimiento de la
interdependencia tanto material como económica y social debe ser un cuarto principio básico.
- Finalmente, la complementariedad local, como elemento que permita convertir a la
biorregión en plataforma de sinergias entre opuestos. Como el espacio vacío de población,
pero lleno de naturaleza, frente al sobrepoblado, pero vaciado de recursos naturales o de la
convivencia dentro de la diversidad de culturas, etc. Este principio se basa en la filosofía del
equilibrio frente a la de la exclusión.
La idea que emerge, por extensión, es la de una nueva organización social en la que las personas
forman parte de esa coevolución con el medio natural, a través de la creación de biorregiones
resilientes en procesos hacia la sostenibilidad. Se trata de un sistema homeostático en el que cada
biorregión se adapta a su entorno climatológico, geológico, biológico, económico y social,
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buscando un equilibrio dinámico entre la comunidad humana y su medio natural. Para
conseguirlo, una actividad fundamental de la biorregión será la monitorización de los impactos
sobre la biodiversidad, geodiversidad y sociodiversidad, así como elaborar propuestas para
reducirlos.
C.- La economía de la biorregión.
Las anteriores propuestas afectarán al modo de entender la nueva economía de la biorregión. La
teoría económica actual no incorpora en sus cuentas ni la degradación de la naturaleza, ni la de la
sociedad en su conjunto. De hecho, el PIB contabiliza la actividad, sea ésta perjudicial o no, con
tal que el daño no detraiga la actividad, porque considera que la naturaleza se autorregenera, y si
no se deprecia no hay que reponerla. De igual forma, se supone que la degradación social se
restaura solamente con la riqueza producida, ignorando las tensiones crecientes que se causan
dentro y fuera de las fronteras. Como la riqueza así obtenida no tiene como prioridad mitigar esas
tensiones, se prescribe como solución una mayor creación de riqueza que acelera aún más la
degradación del planeta.
Se necesita un cambio profundo de la concepción económica. Se preconiza una contabilidad doble
que evalúe el beneficio como el “haber”, y el deterioro como el “debe” a la naturaleza y la
sociedad, como uno de los objetivos instrumentales. Seguir en la situación actual es alejar la
economía progresivamente de la realidad en la que la biosfera y las tensiones sociales se
manifiestan periódicamente con crisis y/o colapsos sin podernos defender de ellos. Hay que
reconocer que el mayor acreedor de la sociedad actual es el medio natural al que hay que pagarle
con reposiciones y limitaciones en el consumo de recursos. La sociedad debe asumir estos
cambios, y es una cuestión de tiempo el hecho de incorporarlos al sistema económico.
Pero contabilizar el deterioro no puede realizarse utilizando unidades monetarias. Valorar el daño
al medio natural con dinero es forzado y reduccionista. Declarar que se han extraído unos miles
de toneladas de un determinado mineral computadas en valor actual neto, no indica nada ni de su
coste ambiental, ni social, ni de pérdida irreversible de riqueza mineral del territorio. En cambio,
a la vista del deterioro, sí es posible contabilizar su coste de reposición en los proyectos a
acometer. Por ese motivo hay que medir el impacto sobre el medio natural con indicadores
biofísicos, y luego relacionarlos con las propuestas de reposición.
De aquí que la idea de reposición comporte sustituir la combustión por energías renovables. La
contaminación y sus daños no se extinguen diluyendo las emisiones, sino evitándolas. En general,
las actividades a evaluar y realizar son innumerables, entre ellas: promover la eficiencia de los
recursos, las energías renovables, la economía circular, la reposición de los suelos, la
reforestación, el ecodiseño, las actividades de reparación y alargamiento de vida, evitar el
agotamiento de los recursos, la pobreza, la desigualdad y los conflictos sociales, el
desempleo de los jóvenes, así como ejecutar aquellas actividades sociales que mejoren las
relaciones humanas y con el medio natural.
Por ello, la biorregión necesita un observatorio que identifique y analice sus huellas ecológicas y
sociales generalizadas, así como su capacidad de resiliencia a lo largo del tiempo a través de
análisis del tipo “qué pasa si”. A partir de esos informes periódicos, se han de ir proponiendo
soluciones de reposición que progresivamente mitiguen los impactos con el objetivo de alcanzar
la sostenibilidad ecológica, económica y social. Por ello, uno de nuestros primeros pasos será
impulsar o crear la “Memoria de Sostenibilidad BioEbro”.
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La Biorregión Cantabrico-Mediterránea de España, como prueba de concepto.
la Fundación Foros de la Concordia propuso la Biorregión Cantabrico-Mediterránea de España,
a través del proyecto BioEbro. En éste ensayo se presenta un primer análisis, que demuestra cómo
la simbiosis de las ocho comunidades autónomas que la componen reduciría sus huellas conjuntas,
tanto la ecológica como la hídrica, hasta un nivel cuatro veces superior a su biocapacidad. A pesar
de que este número indica la enorme lejanía que existe hasta alcanzar su sostenibilidad. la unión
reduciría considerablemente los impactos ecológicos de las zonas más pobladas disminuyendo
sus huellas, eliminaría barreras, favorecería la cooperación para lograr cadenas de valor más
adecuadas y abriría la puerta a soluciones resilientes. En paralelo a su símil biológico, la simbiosis
inducida por la biorregión hace que las habilidades y deficiencias de las comunidades actuales se
compensen entre sí, aumentando de esta forma la corresponsabilidad y la cohesión sociales.
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Introducción
Fragmentamos la naturaleza en recursos y luego, los liquidamos para conseguir un beneficio
inmediato. Pero al debilitar los ecosistemas y su biodiversidad han aparecido las zoonosis que se
convierten en pandemias. Al dilapidar la geodiversidad usando desmedidamente los combustibles
fósiles y los minerales hemos causado el cambio climático. Y la pérdida de diversidad cultural
conlleva tensiones sociales crecientes y en último caso, guerras.
La naturaleza reacciona amenazando con su poder nuestra insostenible forma de vida. Y lo que
es peor, sus amenazas serán persistentes con una característica común: su propagación
exponencial creciente. Éste comportamiento es difícil de asimilarlo socialmente porque, para
combatirlo, hay que actuar con celeridad, cuando los efectos aún son débiles y se ponen en duda,
de otro modo se convierten en catastróficos. Una sociedad anclada en el cortoplacismo es incapaz
de priorizar acciones que no se ven inmediatamente necesarias.
Cuando llegan las catástrofes, hay que reponer las actividades económicas deterioradas y ponen
en entredicho la globalización económica, porque las cadenas de suministro son más inciertas y
sometidas a costes inesperados. Cada vez es más evidente que existe una disyuntiva entre la actual
Economía y la Naturaleza que nos acoge.
Hablar en términos planetarios es eximirnos de responsabilidades, trasladando a las instituciones
supranacionales su resolución. Lo más urgente es reconstruir la naturaleza empezando por la
sostenibilidad local, proponiendo soluciones viables que puedan extenderse universalmente. De
ahí el título de este ensayo: El concepto de biorregión como sistema de desarrollo económico y
reposición ecológica.
El objeto principal de éste ensayo es establecer un nuevo concepto de biorregión y presentar los
principios ecológicos, sociales y económicos en los que se fundamenta.
Partimos, para ello, de nuestra definición del concepto de biorregión como una unidad geográfica
en la que se asienta una colectividad que se pretende que armonice su desarrollo socioeconómico
con el entorno ecológico que comparte, a través de un proceso de resiliencia transformadora y
de reducción de sus huellas ecológicas.
Los conceptos que la inspiran son: Sostenibilidad, autosuficiencia, subsidiaridad, concordia y
solidaridad, así como en el reconocimiento de la necesidad de interdependencia global y
complementariedad local.
En esta línea estructuramos el ensayo en seis capítulos.
1. Conceptos básicos que enmarcan el concepto de biorregión en la transición
ecológica: Desde la biología, los principios éticos, la organización social como símil
biológico, hasta los antecedentes del concepto de biorregión y su actualización.
2. Biodiversidad, geodiversidad y sociodiversidad: Definición, análisis de sus pérdidas y
su paralelismo.
3. La necesidad de una transición económica emparejada con la ecológica: En la que se
analiza cómo habría que poner en cuentas a la naturaleza y considerar los costes de
reposición como elementos clave en una economía de la sostenibilidad y resiliencia.
4. El problema de los Indicadores del deterioro y oportunidades de reposición en la
transición ecológica: Refutación del dinero como indicador biofísico. La necesidad de
medir la huella ecológica generalizada de una biorregión y oportunidades de reposición.
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5. La Biorregión Cantábrico-Mediterránea como prueba de concepto: Descripción,
análisis preliminar de sus huellas ecológica e hídrica, y definición de un Observatorio de
Sostenibilidad y Resiliencia como timón y termómetro evaluador de su progreso.
6. Anexos. Intentos de aplicación de la biomímiesis en la organización social; otros
conceptos biológicos de interés; antecedentes conceptuales de la idea de biorregión; y
una aproximación física a la huella ecológica generalizada. Propuesta organizativa del
Observatorio de Sostenibilidad y Resiliencia ,
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Capítulo 1
Conceptos básicos que enmarcan la Biorregión en la transición
ecológica.
1-1 Qué dice la Biología
Estamos en un planeta tan singular que no hay otro en muchos años luz a nuestro alrededor, y al
perder esta perspectiva, perdemos la sensación del peligro de su destrucción. No hay planeta B
que nos acoja si éste se destruye. Por ello, expresamos algunos conceptos biológicos que son
útiles para proponer una propuesta de organización social basada en las ideas de Biomímesis,
Gaia, ecosistema y circularidad. Además, en el anexo 2 se explican las ideas de endosimbiosis
seriada y de homeóstasis que sirven como analogías biológicas para describir la posible evolución
social.
1) Biomímesis es la ciencia que estudia a la naturaleza para imitarla o inspirarse en ella con
el objeto de crear procesos y sistemas tecnológicos innovadores. (Benyus, J.M., 2002).
La evolución natural ha encontrado al cabo de millones de años soluciones químicas y
físicas eficientes y duraderas, que sin embargo los humanos estamos muy lejos de
entender. Un ejemplo, es la combustión de alimentos. La tecnología actual solo obtiene
energía de los combustibles quemándolos a altas temperaturas, sin embargo, todos los
seres vivos la obtienen a temperatura ambiente con una mayor eficiencia. Otro ejemplo
es que la naturaleza es capaz de utilizar los residuos de un ser vivo en recursos de otro,
cerrando los ciclos, mientras nosotros utilizamos los recursos una vez y colmatamos los
vertederos. Así como, la biomímesis está entrando lentamente en los nuevos diseños
tecnológicos, aún no ha entrado ni en las organizaciones sociales ni en la política. El
concepto de biorregión se inspira en la biomímesis aplicada a una nueva organización de
la sociedad. (Ver anexo 1).
2) Gaia: En recuerdo a la madre Tierra de la mitología griega, James Lovelock y Lynn
Margulis en 1972-1974, llamaron Gaia a la biosfera con sus componentes físico-químicos
integrados en un sistema complejo, constituyendo un único organismo que co-evoluciona
con todos sus seres vivos a la vez, de forma que el conjunto se mantiene delicadamente
alejado de su muerte termodinámica. Gaia es el resultado del intento y error de la
evolución de la vida en miles de millones de años en un planeta ni demasiado cercano ni
demasiado alejado de la estrella Sol que le provee establemente la energía necesaria para
desarrollarse. En paralelo, la homeostasis, que describe cómo los seres vivos son capaces
de mantenerse en una condición estable interna, compensando los cambios en su entorno
mediante mecanismos de autorregulación que intercambian flujos de materia y energía
con el exterior. En su acepción social la homeostasis cambia su nombre por el de
resiliencia.
3) La biocenosis describe a un grupo de seres vivos que conviven y se reproducen en un
lugar determinado llamado biotopo. Un ecosistema es el producto estable de la
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interacción entre el biotopo y su biocenosis. Eugene Odum (1971) definió ecosistema
como “cualquier unidad que, incluyendo a todos los organismos vivos de un área
determinada, interactúe con el entorno físico de forma que el flujo de energía dé lugar a
una estructura trófica (alimentaria), una diversidad biótica y a un intercambio de
materiales entre las partes vivas y no vivas que cierren los ciclos dentro del propio
sistema”. La visión de Odum es que, básicamente la energía solar mueve al conjunto
bioma-biotopo creando un intercambio de materiales y energía (nutrientes) que estabiliza
dinámicamente el conjunto. En ausencia de perturbaciones externas disruptivas, los
ecosistemas son estables en el largo plazo.
En contraposición, un zoológico, un acuario o incluso un jardín botánico, constituyen lo
contrario de un ecosistema. La alimentación diaria de sus seres vivos confinados, el
control de su reproducción, de sus condiciones ambientales, limpieza, separación,
protección, sanidad y cuidado en general, requieren una enorme cantidad de energía,
materiales, conocimiento y costes solo sostenible como distracción humana.
Toda la superficie terrestre y marítima está conectada por ecosistemas que se diferencian
unos de otros por su biodiversidad, geografía y clima. A esas zonas se les llama
ecorregiones. La superficie terrestre también incluye a los suelos como portadores de
micro-biodiversidad aun profundamente incógnita.
4) La circularidad por la cual la naturaleza no produce residuos, todo se recicla, así que los
elementos químicos constituyentes de los seres vivos se han recompuesto en nuevos seres
vivos a lo largo de millones de años. Es curioso como la vida no necesita más que unos
pocos elementos químicos, y sin embargo el ser humano con su tecnología utiliza
prácticamente toda la tabla periódica de los elementos. Ello conlleva problemas de cierre
de los ciclos. Mientras los ciclos de los elementos naturales se cierran solos, los inducidos
por el ser humano necesitan al ser humano para cerrarlos, de otra forma contaminan
irreversiblemente el planeta. En su acepción social la circularidad se denomina
bioeconomía circular para los residuos de origen orgánico y economía circular, en
realidad espiral, para los residuos inorgánicos.
A la vista de cómo se organiza la naturaleza, es evidente decir que el ser humano ha roto la
biocenosis con los seres vivos de su entorno, ha modificado el biotopo a su conveniencia y ha
fragmentado los ecosistemas convirtiéndolos en recursos para mantener su sistema económico a
la manera del zoológico. Es ilustrativo saber que el peso corporal de los seres humanos y el de los
animales de granja constituye el 97 por ciento del peso de todos los vertebrados terrestres vivos.
(Ernst von Weizsäcker et al., Come on!, 2018)
El ser humano se ha convertido en el Sísifo condenado a trabajar duramente para conseguir
mantener su creación socioeconómica en un medio ambiente pseudo-controlado, cuando la
naturaleza, dejada a su libre albedrío, no lo necesitaría al cabo de poco tiempo geológico. El ser
humano ha tenido siempre la ambición del “seréis como dioses” y ha sustituido al patriarca
distante, que propone David Korten (2014), por el delirio destructivo del sagrado dinero.
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1-2 ¿Qué resiliencia?
La resiliencia, se puede definir como la capacidad de un sistema social de adaptarse
positivamente a situaciones adversas. Éste concepto necesita definirse mejor.
De acuerdo con Giovannini et al. (2020), existen diferentes capacidades de resiliencia en función
del tiempo de exposición al daño:
1. Si no es demasiado largo, sería una capacidad de absorción.
2. Si el daño persiste en tiempo e intensidad se convertiría en una capacidad de adaptación
fortaleciendo la flexibilidad y la preparación para pequeños cambios.
3. Si la perturbación se hace persistente e insoportable, “se necesita una transformación
para garantizar que el sistema encuentre su nuevo camino de desarrollo sostenible y evite
colapsos. Esta transformación no solo incluye cambios técnicos y tecnológicos, sino
también cambios culturales, cambios de comportamiento y reformas institucionales. Se
cuestionan valores, cambian prioridades, desafían creencias, identidades y estereotipos.
Una transformación exitosa reclama el compromiso de las personas.”
La crisis global del coronavirus está cambiando muchas costumbres sociales que se daban por
asentadas, y nos ha puesto en alerta para otras crisis tanto de origen biológico como geológico
(cambio climático). Frente a la anterior crisis de 2008 que fue de origen humano y requirió
transformaciones económicas, la crisis del covid-19 y las derivadas del cambio climático son de
origen natural y requieren transformaciones en el ámbito de la relación sociedad-naturaleza que
nos permitan defendernos de esas amenazas globales.
Esas transformaciones resilientes son también urgentes porque el comportamiento exponencial
de las crisis globales no da evidencias del peligro en los primeros momentos. No obstante, cuando
el problema se convierte en evidente, tiene siempre soluciones muy costosas en forma de vidas
humanas, daños en infraestructuras y desastres económicos irreversibles. En última instancia, bien
pudiera llegar la hora de la supervivencia, abandonando ya la búsqueda de la sostenibilidad. Es
decir, sería la profecía auto-cumplida del darwinismo social.
Es deber de los científicos anunciar los peligros mucho antes de que se manifiesten, pero su voz
se confunde con la de Casandra como portadora de malos auspicios, y se minusvalora por agorera.
A ello hay que añadir los intereses del poder político o económico que no solo niega la evidencia,
sino que maniobra con noticias falsas aprovechando la resistencia de la gente a cambiar de estado
(histéresis social). Por ello, la resiliencia transformadora debe de venir de la propia sociedad
cívica e ilustrada que desde una visión inteligente y razonada convenza a las personas e
instituciones de que existen alternativas sostenibles y fáciles de implementar.
Como consecuencia de las ideas de biomímesis y de resiliencia transformadora, proponemos la
biorregión como una unidad geográfica en la que se asienta una colectividad que pretende
armonizar su desarrollo socioeconómico con el entorno ecológico que comparte, a través de un
proceso de resiliencia transformadora y de reducción de sus huellas ecológicas.
1-2 Subsidiaridad, solidaridad, interdependencia y complementariedad.
Una nueva organización social debe basarse en principios éticos bien establecidos. En este
apartado se describen aquellos principios en los que se basaría una biorregión.
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Subsidiaridad. El principio de subsidiaridad establece que en lo que puede hacerse de forma
competente en un nivel social, no debe intervenir el nivel de autoridad superior. Es un principio
formulado explícitamente por Pío XI, quien en la encíclica Quadragesimo anno, dice: “lo que los
individuos pueden hacer por sí mismos y con sus propias fuerzas, no se les debe quitar para
dárselo a la comunidad”. Más tarde, fue adoptado como uno de los pilares ideológicos de la
Unión Europea recogido en el Tratado de Lisboa de 2009. Es un principio bien asentado en la
jurisprudencia.
La aplicación del principio de subsidiaridad requiere en primer lugar, la existencia de una
estructura social jerarquizada, en la que el inferior es anterior al superior y, en segundo lugar, un
reconocimiento y respeto por parte del nivel superior cuando el sujeto inferior alcanza la
capacidad y autonomía suficientes para lograr sus fines. Es decir, la autoridad superior actúa para
complementar o sustituir a la inferior cuando esta no pueda alcanzar los objetivos que se propone.
Así que la autoridad superior no intervendrá cuando pueda ser resuelto el problema en la escala
inferior y, sin embargo, cuando vea que no llega la inferior, actuará de forma proactiva o a
demanda.
La proximidad es la clave: lo que puede hacerse en la cercanía, que no se decida y ejecute desde
la distancia. Pero la proximidad minusvalora la perspectiva. Por ello, este principio debe
equilibrarse con el de solidaridad social y ecológica.
Solidaridad. Ningún ámbito de actividad humana es independiente del entorno que le rodea.
Como consecuencia, es necesario reconocer que determinadas responsabilidades escapan de lo
local, y hay que coordinarlas en niveles superiores de actuación y por supuesto, compensarlas.
Por ejemplo:
- La creación de conocimientos es una tarea común, simbiótica y debe mantenerse
universalmente.
- El impacto de los gases de efecto invernadero emitidos por un país afecta a otros que no
los han emitido.
- Las pandemias, son por definición asuntos globales que requieren actuaciones generales
y coordinadas.
- Las materias primas que el desarrollo tecnológico necesita no están homogéneamente
distribuidas por el planeta.
- La deforestación de las zonas tropicales o la fusión de los polos.
- Los conflictos geopolíticos, sociales, o migraciones masivas inducidas.
- Las responsabilidades estatales y supraestatales de cualquier ámbito.
Por razones evidentes de estabilidad planetaria, la pobreza de unas naciones ha de ser
compensada por las sociedades más ricas y dotadas. Las generaciones futuras no tienen voz,
pero sí derechos. La conservación de la biodiversidad, la geodiversidad y la sociodiversidad
son patrimonio de todos los que viven y vivirán. La solidaridad y la regulación corresponden
al nivel de los estados, organizaciones supranacionales y así sucesivamente.
Lamentablemente, en la toma de decisiones hacia arriba se difuminan los poderes, así, las
instituciones globales como ONU, OMS, FAO, BM, etc., deberían tener más competencias
para resolver problemas de envergadura mundial. Incluso la Comisión Europea necesitaría
más poder de decisión, y en otras zonas del mundo simplemente no existe una autoridad
equivalente a la UE.
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Por ello, en un mundo sostenible y responsable deben imperar tanto la subsidiaridad como la
solidaridad. El lema ecologista por excelencia “piensa global y actúa local”, debería cambiarse
por “responsabilízate globalmente y actúa localmente”.
Interdependencia. Lo cercano y la autosuficiencia no excluyen el reconocimiento de la
interdependencia tanto material como económica y social. Este concepto debe estar en la base de
los principios que la rigen. A su vez, una sociedad basada en biorregiones nos acercaría a ese
mundo sostenible, responsable con su medio natural y democrático. Este concepto se opone al de
fragmentación del conocimiento y del reconocimiento. Lamentablemente, como se dice en el
libro: “Come on!”, E v Weizsäcker et al (2017) “La fragmentación del conocimiento conduce a
la pérdida de la comprensión de las relaciones e interdependencias entre las partes y el todo del
cual forman parte. Esta separación caracteriza la organización de las universidades y los
institutos de investigación, y determina cada vez más la organización de la sociedad, del
gobierno, de la política y de la administración”
Finalmente, la complementariedad local, como elemento fundamental para identificar la
biorregión en busca de sinergias entre opuestos, como el espacio vacío de habitantes, pero lleno
de naturaleza, frente al sobrepoblado, pero vaciado de recursos naturales, o de la convivencia
dentro de la diversidad de culturas, o el de la industria pesada frente a la actividad agropecuaria,
etc. Este principio se basa en la filosofía del equilibrio frente a la de la exclusión.
1-3 La organización social y su símil biológico
Los conceptos de cercanía y de autosuficiencia son los que pueden delimitar un territorio
adecuado. Ni muy grande, ni muy pequeño, analizando el territorio natural con la comunidad que
la habita. La comunidad de resiliencia transformadora, debe ser capaz de adaptarse positivamente
a situaciones adversas y cambiar usos sociales asumidos como positivos pero perjudiciales para
la naturaleza. Por ejemplo, el consumo desmedido, la movilidad extrema, la externalización de
costes de las empresas o el crecimiento económico sin atender a sus impactos ambientales.
Una sociedad suficientemente estructurada necesita “simbiotizar” las distintas actividades que se
realizan en su seno, así como adaptarse establemente al entorno que la rodea (homeostasis). Ante
el impacto de las adversidades, la dependencia del medio lejano debe tender a cero.
Utilizando el símil biológico, las bacterias independientes (procariotas) encontraron respuestas
muy variadas para suministrarse su alimento y su energía, pero están más expuestas a cambios
repentinos de su medio ambiente. Al simbiotizarse crearon las eucariotas, es decir, células que
aprovechan las ventajas de cada bacteria autónoma. Así, toda célula eucariota tiene su central de
energía (mitocondria, en los animales) y además es capaz de realizar funciones de sus antecesoras
creando nuevas células increíblemente diversas. A su vez esas células se integrarían en
organismos pluricelulares que se especializaron en los diferentes órganos de los sistemas vivos
progresivamente más resilientes, hasta alcanzar la comunidad planetaria que podemos identificar
como Gaia.
El proceso social sería paralelo a esta endosimbiosis seriada propuesta por Margulis (ver anexo
1). El transcurso biológico necesitó millones de años de evolución, sin embargo, el ser humano
es suficientemente inteligente como para que en poco tiempo y bajo condiciones de extrema
urgencia pudiera adaptarse a esta nueva visión social.
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Lamentablemente, la arrogancia de la especie humana ha creído que el planeta está para servirnos
y ha separado su sistema económico y sus modos de vida de esa co-evolución, convirtiéndose en
una especie de pandemia que para vivir destruye a su anfitrión.
Nuestra hipótesis es integrar al ser humano en una nueva civilización en la que las personas
formaran parte de esa co-evolución con el medio natural a través de la creación seriada de
comunidades resilientes en procesos de evolutivos hacia la sostenibilidad.
Estas células sociales organi-zadas (es decir, estructuradas como los órganos de los seres vivos
para llevar a cabo funciones autónomas pero coordinadas en un todo superior) buscarían la
autosuficiencia económica, en la medida de lo posible, y el equilibrio con sus respectivos ámbitos
naturales, manteniendo una organización jerárquica que respetara los principios de subsidiaridad
y de solidaridad como ya se han explicado.
Sería un sistema homeostático que se adaptara al entorno climatológico, geológico, biológico,
económico y social, buscando un equilibrio dinámico entre la comunidad humana y su medio
natural. (Ver anexo 2).
De la biología conocemos que cuando ese equilibrio se rompe, el ecosistema se altera y pierde
su capacidad homeostática. Por el contrario, una mayor madurez del ecosistema implica una
mayor capacidad de reaccionar ante las circunstancias y una mayor supervivencia, mucho más
allá de la sostenibilidad.
Sólo el conocimiento científico de los mecanismos de la vida puede salvarnos. Hoy hay que decir,
con humildad, que todos los seres vivos dependemos unos de otros del medio natural que nos
rodea.
Se alumbra un cambio de cosmovisión en el que el concepto de independencia política deberá dar
paso al de interdependencia social y natural. La reposición del medio natural y la convivencia
sostenible con él no entienden de fronteras. Como apunta Sercko Horvat: “Hay que cambiar el
sistema para salvar una civilización que va camino del apocalipsis. Y hay que hacerlo hoy, no
mañana. Debemos desprendernos de ideas obsoletas, como las fronteras, las identidades
nacionales o el liberalismo económico, y caminar juntos hacia un mundo nuevo”.
Entender la reorganización del mundo con el símil orgánico es aceptar que el éxito evolutivo de
la vida es aplicable también a la sociedad como una etapa más de la co-evolución planetaria. Es
una visión dinámica de la economía y de la sociedad que prosperarán desde diversas estructuras
dispersas hasta integrarse en formas nucleadas organi-zadas por niveles evolutivos.
Dentro de este marco conceptual, cada célula resiliente debería evaluar y reponer los daños
producidos a su entorno por su actividad. Y de la misma manera cada órgano superior de células
resilientes debería añadir los pasivos y activos que el nivel inferior no pueda asumir aisladamente.
Identificar un territorio objeto de estudio como una comunidad no será fácil. Es fundamental el
respeto a la diversidad cultural, y estará sujeta a procesos de análisis pluridisciplinar estudiando
pormenorizadamente las oportunidades y solapamientos que se plantearían con la simbiosis. Éstos
últimos necesitarán soluciones respetuosas, justas y equilibradas, ya que pueden dar lugar a
disputas que dificulten el proceso o incluso lo bloqueen.
No será un cambio radical sino un cambio evolutivo precedido y favorecido por un cambio de
mentalidad social ante la evidencia de los peligros sociales y ecológicos que nos acechan.
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Por otra parte, una vez asumida por la sociedad civil la identidad celular y su capacidad de
autogestión económica y natural, se necesitará el reconocimiento y respeto por parte del nivel
superior. Hacer efectiva la solidaridad y la regulación quedará en manos de los órganos
superiores. La célula es menos que el órgano. El órgano es menos que la persona. La persona
menos que la sociedad. Pero cada uno en su nivel mantiene su estabilidad y estructura vital.
1-4 Ecosistema + Comunidad = Biorregión.
Ecosistema. En mayo de 2020 la revista The Economist planteó la pregunta de si la pandemia del
covid-19 está matando la globalización, pues, de hecho, el flujo de personas, de mercancías y de
capitales se han reducido drásticamente. Hay que buscar nuevas formas más resilientes que las
actuales, en las que las ideas predominantes podrían llegar a ser una mayor autosuficiencia, y
sostenibilidad desde las personas, las empresas, las instituciones y, en general, hasta toda la
sociedad.
También hemos visto cómo los ecosistemas constituidos por los seres vivos que conviven
establemente con su biotopo son una estructura estable en el tiempo que no necesita el cuidado
externo del ser humano. Mantenemos pues la definición de Odum de ecosistema pero implicando
a la población, y a todas sus infraestructuras que componen sus necesidades vitales.
La palabra ecosistema hoy se extiende mucho más allá de la biología. Se habla de ecosistemas
urbanos como metáforas. Lo cierto es que los sistemas sociales están profundamente alejados de
su origen natural. Porque las cadenas tróficas (cadenas de suministro) locales casi ya no existen
en los países “desarrollados”. Hoy se busca un nuevo equilibrio entre coste y fiabilidad, y desde
luego, a nivel general, estas cadenas serán más cortas y diversificadas en el futuro.
El paradigma económico de la ventaja comparativa y el del monocultivo se han roto. Es decir,
ya no estamos seguros de que el país que mejor pueda hacer algo, que se especialice en ello y se
inhiba de realizar otras actividades que no pueda acometer tan eficientemente. Este paradigma es
muy apreciado por los economistas, que se debe a David Ricardo, y es el fundamento del comercio
internacional. Se aprovecha de la producción masiva por las economías de escala, y de los costes
baratos de la energía, así como en muchos casos, de la explotación abusiva de los recursos
naturales locales, incluida la de la mano de obra y de legislaciones laxas. Además, como los
componentes de los productos manufacturados están a su vez sometidos a ese principio, el sistema
de comercio internacional se ha globalizado en un entramado de relaciones que produce, al fin,
más de lo que se consume.
Este desequilibrio fuerza el consumo por parte de la población hasta el extremo de establecerse
una política orientada a incitar a los ciudadanos a creer que su felicidad consiste en consumir
(destruir) cada vez más. Además, se han asociado los puestos de trabajo a la producción, y
apelando a la solidaridad, se nos anima a consumir masivamente en vez de diseñar para reparar
lo fabricado, reponer el medio ambiente y en general, dedicar trabajo a las industrias del cuidado.
Una economía de resiliencia, sostenibilidad y supervivencia puede atenuar estos paradigmas
económicos en poco tiempo, pero si la necesidad no acucia, estos procesos sociales
transformativos necesitan mucho tiempo para asentarse. La mentalidad que se inició ya en la
primera revolución industrial se ha puesto en entredicho por la forma más elemental de la vida
que es un coronavirus. Quizás esta crisis pueda ser un catalizador de ese necesario cambio social.
David Korten, para soslayar el dogma del patriarca inexistente y del destructivo delirio del
14
sagrado dinero, propone una nueva narrativa basada en las comunidades auto-organizadas dentro
de las incipientes corrientes mundiales de la Economía viva.
Comunidad y colectividad. Aunque la palabra comunidad se utiliza ampliamente con variados
significados e implicaciones sociales, es importante repensar el concepto de comunidad, e
inspirándose en lo que decía uno de los padres de la UE, Jean Monnet: Es una asociación
voluntaria que puede compartir una identidad común forjada por la historia y la geografía o por
la necesidad de desarrollar algún objetivo común. La interdependencia y la auto-suficiencia son
sus características sobresalientes, y su forma de gobernanza busca la democracia lo más próxima
a un sistema asambleario.
La palabra comunidad sugiere la idea de unidad en lo común. Ese común no solo son los valores
o costumbres, sino servicios y proyectos compartidos. Está conceptualmente más allá de una
división territorial o política, aunque en muchos casos, para eludir connotaciones históricas no
consensuadas, se utilice en el lenguaje político y administrativo. Tampoco es una comuna ni una
utopía, sino un acuerdo de la sociedad cívica que sopesa las condiciones de pertenencia en función
de las ventajas vitales que le provee.
No obstante, el diccionario de la Fundéu.es, asigna a la palabra comunidad ocho acepciones, de
las cuales solo la segunda se adapta a nuestro significado: “Conjunto de las personas de un
pueblo, región o nación”, en cambio, para la palabra colectividad dice que es un “conjunto de
personas reunidas o concertadas para un fin”. Pensamos que ésta segunda se adapta mejor a
nuestros objetivos porque evita otras acepciones que pueden dar lugar a confusiones políticas y
ya que el fin de la colectividad biorregional está definido por la búsqueda de la sostenibilidad y
de una mayor autosuficiencia. No obstante, utilizaremos indistintamente ambas, pero la de
comunidad sólo con la acepción segunda de la Fundéu.
Biorregión. De la unión de los conceptos de ecosistema y de comunidad/colectividad, es lógico
pasar al de biorregión. La búsqueda de la palabra en Google presenta más de un millón de enlaces.
Es evidente que no se puede hablar de biorregión sin citar a los autores más relevantes que han
trabajado en ella. En primer lugar, Guimaraes, (2001), la define como “un territorio de agua y
suelo cuyos límites son definidos por los límites geográficos de comunidades humanas y sistemas
ecológicos. Tal área debe ser suficientemente amplia para mantener la integridad de las
comunidades biológicas, hábitats y ecosistemas de la región; sostener procesos ecológicos
esenciales, tales como los ciclos de nutrientes y residuos, migración y flujos; satisfacer los
requerimientos de territorio para especies claves; e incluir las comunidades humanas en el
manejo, uso y comprensión de los recursos biológicos. Debe ser suficientemente pequeña para
que los residentes locales la consideren su hogar”. Es una definición que hace un gran énfasis en
la idea de equilibrio ecológico con el territorio, cuya dimensión no especifica. Deja, además, a un
lado el comportamiento humano y la gestión de materias primas importadas, la fabricación,
tratamiento de residuos y exportación para el desarrollo de su actividad.
En el anexo 3 se describe en mayor detalle las ideas de Doug Aberley sobre el concepto de
Biorregión.
Siguiendo a Josep Antequera (2012) en su tesis doctoral, definió la biorregión como: “la relación
de las comunidades humanas con su matriz de naturaleza local y regional que pretende lograr
un equilibrio en que los seres humanos dejen espacio a otras especies y armonicen sus actividades
dentro de los ecosistemas naturales. […] La extensión de la visión biorregional del territorio nos
puede llevar a considerar biorregiones de diversas dimensiones y a veces superando los límites
15
administrativos socialmente establecidos. Entendemos que el concepto es útil para contemplar
las interrelaciones entre el territorio y la sociedad como procesos históricos de adaptación y
transformación, pero también los límites administrativos son aspectos esenciales para posibilitar
planes de gestión y obtención de datos”.
Esta definición es mucho más amplia que la de Guimaraes en cuanto a la amplitud necesaria de
la biorregión, pero tampoco especifica qué actividades humanas deben llevarse a cabo.
En definitiva, y como ya propuso Peter Berg (1977) en los años 70 en la costa oeste de EEUU,
donde nació éste concepto, la biorregión va más allá del concepto de ecosistema y el de
comunidad, sino que las funde al darle una doble perspectiva ecológica y humanista. Miller,
(1999) lo extendió hasta la idea de que la biorregión sea el espacio común donde se planifiquen
los medios de vida y su desarrollo y se atiendan los intereses y demandas de las comunidades
locales
Sin embargo, el concepto de biorregión tal y como sus autores lo diseñaron, no incluyen la
definición de objetivos de sostenibilidad y su seguimiento, ni formas emergentes de
transformación técnica o tecnológica, cambios culturales, cambios de comportamiento o
reformas institucionales. Como proponen Giovannini et al. “Para lograr una transformación
exitosa [se] requiere el compromiso de las personas, en las discusiones y en las acciones”.
Es por ello, que proponemos el concepto de biorregión como una unidad geográfica en la que se
asienta una colectividad en la que se pretende armonizar su desarrollo socioeconómico con el
entorno ecológico que comparte, a través de un proceso de resiliencia transformadora ecológica,
social, económica, institucional y cultural y de reducción de sus huellas ecológicas.
La idea de biorregión implica la voluntad de sostenibilidad y de responsabilidad con su entorno
natural y social, a la vez que desea reconciliar la economía con la ecología. Pero la ecología en
un sentido amplio de protección de lo biológico, lo geológico y lo cultural que contienen no sólo
al reino natural sino a la diversidad humana con el respeto a su lengua, historia y tradiciones.
Además, acepta la necesidad de una nueva economía que incluya a la naturaleza como bien que
se deprecia, no que se desprecia, es decir, no como el virus que destruye a su propio hospedador.
Es importante señalar la característica evolutiva y amplificadora de ésta definición de biorregión
con respecto a la idea tal y como fue definida por sus predecesores.
Con la crisis del coronavirus, el concepto de Biorregión responde a una gran necesidad, pues
involucra la búsqueda de la autosuficiencia del territorio, su sostenibilidad, su responsabilidad
con el entorno, y su resiliencia a impactos externos de todo tipo.
Por otra parte, el equilibrio entre la sociedad y el ecosistema que lo acoge, requiere un proceso
transformador y evolutivo en el que su huella ecológica general sea decreciente hasta alcanzar
niveles de sostenibilidad. Igual de importante será una transición productiva que sea a la vez
ecológica y circular, y que aprenda de la biomímesis.
En definitiva, como dice Costanza, que la economía incorpore en sus cuentas “la capacidad de
valorar un planeta sano y sostenible, la equidad, la comunidad y la calidad de vida”.
La reflexión de Slavoj Žižek es aquí apropiada: “En la actualidad está agonizando cierta forma
de globalización de libre mercado y desregulada, con su propensión a las crisis y a las
pandemias. Pero está naciendo otra forma que reconoce la interdependencia y la primacía de la
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acción colectiva de base empírica”. El concepto de biorregión bien podría ser una de esas
acciones colectivas de base empírica.
17
Capítulo 2
Biodiversidad, geodiversidad y sociodiversidad.
Implicaciones de sus pérdidas.
El lector puede suponer qué se quiere decir con las palabras biodiversidad, geodiversidad y
sociodiversidad. Sin embargo, detrás de ellas puede haber discrepancias que requieren precisión
al citarlas, especialmente el neologismo de sociodiversidad. Pero lo importante es reflexionar
sobre las implicaciones que tienen sus pérdidas.
2.1 Biodiversidad: La palabra biodiversidad se definió oficialmente en la Conferencia de Río de
1992, como “la variabilidad entre todos los organismos vivos y sus relaciones dentro de
ecosistemas terrestres, marinos u otros ecosistemas acuáticos, así como el entramado ecológico
del que forman parte; esto supone la consideración de la diversidad dentro de la especie, entre
especies y entre ecosistemas”.
La pérdida de biodiversidad es crucial para la vida en el planeta. Tim Newbold et al., (2016) en
un artículo en la revista Science, estimaron que el uso de la tierra y sus presiones asociadas, han
reducido ya la integridad de la biodiversidad local en un 58.1% de la superficie terrestre del
mundo, en donde vive el 71,4% de la población mundial. Las praderas, las sabanas y la tundra
son los ecosistemas más afectados, seguidos de cerca por diferentes tipos de bosques y otras
regiones selváticas. En el artículo se analizaron 39.123 especies y 18.659 lugares, a partir de 2,38
millones de informes suministrados por investigadores de todo el planeta.
Fernando Valladares, (2020), del CSIC, reconviene que “una naturaleza que funcione bien, con
unos ecosistemas ricos en especies y en procesos, es la mejor barrera contra patógenos. […] El
equilibrio entre especies es la clave, porque unas controlan a las otras. [Para protegernos de
pandemias,] nos viene bien que haya mucho de todo, no que haya mucho de unas pocas especies.
[…] [Somos el doble de gente que hace 30 años y tenemos la mitad de ecosistemas.” Los virus
saltan a los humanos porque faltan especies y lugares que nos protejan. No es extraño que los
VIH, Ébola, Hantavirus, de Gripe Aviar, Zika, Covid-19, etc., hayan alcanzado niveles
pandémicos en los últimos cuarenta años, muchos más que en los últimos mil años. Ellos o sus
antecesores, ya existían hace miles de años. Esto se debe a la destrucción de la biodiversidad, al
comercio ilegal de especies y quizás a la proliferación de laboratorios que manipulan los
patógenos bien para producir vacunas o para posibles guerras biológicas, y lógicamente a la
movilidad ubicua y universal que has hecho a este planeta empequeñecer.
Si somos parte de Gaia, y ésta es única, su salud será única y su enfermedad, nos afectará a todos,
tanto más cuanta menor biodiversidad tengamos. El esfuerzo que hay que realizar para recuperar
la biodiversidad es enorme, y debe empezar por el entorno natural más cercano.
2.2 Geodiversidad: Luis Miguel Nieto (2001) define geodiversidad como “el número y la
variedad de estructuras (sedimentarias, tectónicas, geomorfológicas, hidrogeológicas y
petrológicas) y de materiales geológicos (minerales, rocas, fósiles y suelos), que constituyen el
18
sustrato físico natural de una región, sobre las que se asienta la actividad orgánica, incluyendo
la antrópica”.
Ésta definición, incluye los aspectos geomorfológicos y edáficos, como el relieve, los suelos, las
aguas superficiales y subterráneas, así como la influencia de éstas en el clima local y orientada a
su preservación, dándoles un valor científico, estético, cultural y de sustrato a la biosfera, más allá
de su uso económico como proveedor de recursos minerales.
La fascinación del ser humano por la vida tiende a olvidar su base geológica. La extracción de
minerales actual presenta un crecimiento exponencial tal que, en menos de una generación,
habremos consumido lo mismo que en toda la historia de la humanidad. Mientras, la FAO (2011)
estima una muy alta degradación en el 25% de los suelos fértiles del planeta, poniendo en peligro
la seguridad alimentaria del mundo.
Los minerales y rocas se emplean para construir las ciudades e infraestructuras, para proveer
fertilizantes a la agricultura y para suministrar los combustibles fósiles que mueven más del 87%
de la energía mundial. Pero hoy se emplean masivamente, además, para mantener la economía
digital que se nutre, sobre todo, de minerales escasos, cuya velocidad de agotamiento se ha
disparado, poniendo en riesgo el propio desarrollo económico en menos de una generación.
Valero et al. (2014).
La máquina solar mueve naturalmente los elementos químicos que conforman a los seres vivos,
la atmósfera y la hidrosfera. En un mundo sostenible, hay que cerrar todos los ciclos materiales,
no solo los que realiza la naturaleza viva con su actividad, prácticamente, los de la química del
carbono, oxígeno, nitrógeno, fósforo, calcio, azufre y unos cuantos oligoelementos más hasta un
total de veinticinco elementos. Sin embargo, aquellos cuyo origen es cortical y se presentan en
estado sólido, su circularidad está limitada incluso en eras geológicas. Nuestra civilización se
está desarrollando al margen de los biomateriales y está utilizando prácticamente todos los
elementos de la tabla periódica, incluidos los elementos radioactivos, sin considerar la rareza de
los minerales.
El reciclado de materiales escasos es un problema nuevo que antes no existía. A éste, se añade la
proliferación de miles de productos químicos nuevos que se producen cada año y que, en la
naturaleza, en sus 4500 millones de años, no se habían creado y tampoco existen microorganismos
que puedan descomponerlos. Entre ellos, los microplásticos que están contaminando los océanos
y que han entrado en la cadena trófica que incluye la alimentación humana.
La falta de recuperación, nos llevarán en pocas generaciones, a una contaminación extrema del
planeta que llamamos Thanatia, (máxima dispersión de contaminantes, máxima entropía en la
biosfera) aparte de una escasez generalizada de la dotación de depósitos minerales. La
responsabilidad de reciclar esos elementos ya no recae en la biosfera, sino en nuestra civilización,
si queremos mantener una habitabilidad planetaria de largo plazo.
Lamentablemente la mal llamada economía circular, en realidad, espiral, hoy se limita, en
muchos casos, a una actividad higiénica que recoge los residuos sólidos urbanos para separarlos
y llevarlos a diversos vertederos. Sólo se recicla por peso y no por criticidad, así que mientras con
el acero, aluminio, cobre, vidrio, papel y algunos otros, se tiende a recuperarlos y a devolverlos a
las cadenas de suministro, no se ve, ni por asomo, un desarrollo tecnológico que recupere aquellos
elementos químicos más escasos de los aparatos eléctricos y electrónicos. Ésta es una
responsabilidad que debería vincularse a las biorregiones, al menos en parte, haciéndose
19
responsables de la enorme cantidad de equipos electrónicos que hoy se utilizan y se utilizarán.
Valero y Valero (2019).
El caso de los suelos fértiles está íntimamente ligado a la alimentación de la población de la
biorregión en un proceso de mejora de su sostenibilidad y resiliencia. Es necesario recurrir a las
técnicas que brinda la bioeconomía circular, haciendo que los residuos agrícolas vuelvan a
regenerar los suelos, devolviendo a los suelos todos los nutrientes que han sido extraídos de la
cosecha anterior. De igual forma, la alimentación de los animales genera residuos que deben ser
tratados con el fin de cerrar los ciclos naturales.
Otro caso problemático es el de extender por el territorio los residuos líquidos de la producción
porcina, purines. Esto no es devolver al suelo sus nutrientes, sino contaminarlo. En el fondo, es
un ejemplo más de desequilibrio territorial en el que las zonas escasamente pobladas “exportan”
a las ciudades otro recurso no renovable, como es el suelo fértil, al convertirse en receptoras de
contaminación de suelos y malos olores.
La contaminación de las aguas, la fusión de los glaciares, la homogeneización y la degradación
física del territorio deben considerarse como actividades nocivas. La sostenibilidad debe poner en
cuentas, también, el mantenimiento de la geodiversidad de las biorregiones. La responsabilidad
de cerrar los ciclos de todos los elementos, evitar la degradación de los suelos, y reducir el uso de
los materiales escasos y descontaminar, en general, nos concierne a todos.
2.3 Sociodiversidad o diversidad cultural
Llamamos sociodiversidad a la diversidad cultural por paralelismo con las palabras bio- y
geodiversidad. Una biorregión no tiene por qué tener una sola comunidad ni incluso una única
nacionalidad. El valor de la convivencia es enorme pues autorregula la sociedad como comunidad
y contraste de intereses, manteniendo el respeto por los diferentes y evitando tensiones sociales.
El respeto al prójimo, se convierte en el respeto al próximo. Los principios éticos en los que se
basa están hondamente arraigados en todas las religiones y una fuente bien consensuada es la
Declaración de la Unesco sobre Diversidad Cultural que nos sirve de guía en este tema.
De ella, extraemos:
La cultura debe ser considerada el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales,
intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca,
además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de
valores, las tradiciones y las creencias.
El respeto a la diversidad de las culturas, la tolerancia, el diálogo y la cooperación, en un clima
de confianza y de entendimiento mutuos, son uno de los mejores garantes de la paz, la seguridad
y la estabilidad social.
La diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades que caracterizan
a los grupos y las sociedades que componen la humanidad. Fuente de intercambios, de
innovación y de creatividad, la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como
la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio
común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones
presentes y futuras.
20
Resulta indispensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de convivir de
personas y grupos con identidades culturales a un tiempo plurales, variadas y dinámicas. Las
políticas que favorecen la integración y la participación de todos los ciudadanos garantizan la
cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz.
La diversidad cultural amplía las posibilidades de elección que se brindan a todos; es una de las
fuentes del desarrollo, entendido no solamente en términos de crecimiento económico, sino
también como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual
satisfactorio.
Hacia una diversidad cultural accesible a todos. El patrimonio cultural, fuente de la creatividad,
en todas sus formas, debe ser preservado, realzado y transmitido a las generaciones futuras como
testimonio de la experiencia y de las aspiraciones humanas, a fin de nutrir la creatividad en toda
su diversidad e inspirar un verdadero diálogo entre las culturas, salvaguardando el patrimonio
lingüístico y apoyando la expresión, la creación y la difusión en el mayor número posible de
lenguas.
Una biorregión necesita ser intercultural para que sus habitantes aprecien la diversidad y aprendan
a convivir con los extraños/extranjeros. La heterogeneidad necesita tolerancia recíproca. La
tolerancia a los errores inesperados es una propiedad humana que no puede ser programada con
inteligencia artificial. Vivir en burbujas de homogeneidad radicalizan el pensamiento y nos hacen
ver a los diferentes como amenazas perturbadoras. Como comenta Daniel Innerarity (2020) “la
integración europea no es la de los estados, que no quieren perder su poder, sino la de las redes,
sobre todo las redes de ciudades, de universidades, gremiales, etc. Hay que buscar formas más
reticulares”, encontrando un equilibrio entre lo ciudadano y lo rural, es decir, entre lo civilizado,
“civis” y lo pagano, “pagus”, o sea los de las afueras. La urbanidad es la escuela de la ciudadanía
y del respeto entre personas, pero el respeto a la naturaleza se adquiere teniéndola vecina. Hay
que reivindicar el equilibrio que se consigue en las interacciones de vecindad entre personas,
barrios, ciudades, biocomarcas, regiones, biorregiones, países y por supuesto con el entorno
natural. Hay que concernirse con el cuidado de lo común. Es curioso cómo, en los seres vivos, la
mezcla e hibridación nos hace fuertes y resilientes. Es el imperativo de la mezcla que la biología
nos enseña desde la simbiosis que dio origen a los eucariotas hace millones de años como
antecesores de los organismos pluricelulares.
Es importante señalar los mensajes que nos dan la biodiversidad y la geodiversidad : las ideas de
estabilidad, equilibrio, autoregulación y control, simbiosis, evolución, cohesión, interacción,
hibridación, pertenencia, cooperación, creatividad, sostenibilidad, resiliencia y circularidad, son
comunes e intercambiables entre la biología y la sociología, y se expresan cada una en su nivel
de acción. Estudiando a la naturaleza, observamos que lo normal es la diferencia, y que la
diversidad es riqueza. Produce fascinación la heterogeneidad dentro de la homogeneidad dentro
de la heterogeneidad dentro de la homogeneidad…. Tenemos que aprender aún mucho del medio
natural, y co-evolucionar biológica y socialmente con ella. Como dice Bill Bryson,(2020), la
mayor parte de la mejor tecnología que existe en la tierra está en la naturaleza.
21
Capítulo 3
¿Transición ecológica sin transición económica?
3-1 Repensando el sistema económico
La economía actual no incorpora en sus cuentas a la naturaleza, ésta concepción es
epistemológicamente irrazonable pues considera que la biosfera es, de acuerdo con Parta
Dasgupta, (2008), “un capital fijo e indestructible, que como se auto-regenera, no hay que
amortizarlo”. Y añade, “es cuestión de tiempo que la economía haga espacio a la naturaleza”.
Igual ocurre con el capital de desarrollo humano. Se supone que la degradación social se restaura
sola con la riqueza producida, ignorando las tensiones y desequilibrios crecientes que se causan
dentro y fuera de las fronteras. Como la riqueza ocasionada no tiene como prioridad mitigar esas
tensiones, sobre todo las externas, la política económica prescribe más crecimiento, el cual acelera
aún más la degradación planetaria.
La economía contabiliza la actividad, no el daño. Si un bosque se quema, aumenta el producto
interior bruto porque genera rendimientos económicos, da trabajo: bomberos, reposición forestal,
infraestructuras de prevención o nuevas leyes. Solo se tiene en cuenta el daño si detrae la propia
economía. Robert Costanza (2018) comenta que, “la economía se ha definido como el uso de
recursos escasos para lograr fines deseables”, pero ¿son deseables las actividades que deterioran
la sociedad, como son la corrupción, la trata de mujeres, el tráfico de armas, o el de drogas? Estas,
aumentan el PIB sin evaluar el deterioro social que producen.
Contabilizar el beneficio dinerario de todas nuestras actividades es insuficiente. La ciencia nos
avisa de que a toda acción se le opone una destrucción que ignoramos tenerla en cuentas. Incluso
actividades que la sociedad actual considera positivas o, al menos, toleradas, y que analizó Sven
E. Jørgensen (2011) como extravagancias, tales como el consumo desmedido, la movilidad
extrema, la externalización de costes de las empresas como sistemática estrategia corporativa, o
el crecimiento económico como único objetivo social, están y estarán muy cuestionadas en
términos de la economía ecológica.
Los impactos ambientales y sociales de la alimentación, la ropa o la vivienda deben ser analizados
y debidamente regulados. Las empresas verán que, en tiempos de crisis, muchos costes
externalizados las pueden hundir y buscarán la proximidad y la autosuficiencia. El transporte
intensivo de mercancías y de personas estarán en entredicho. Porque las cadenas de suministro
global se deterioran con las crisis, Las telecomunicaciones nos aproximan, en muchos aspectos,
más que los viajes, haciendo que muchos movimientos ya no sean indispensables. El turismo
probablemente se asociará más a la proximidad y al cambio de residencia que al turismo de masas.
De igual forma, los países no pueden tener el PIB como único indicador de progreso, ni relacionar
el empleo con el crecimiento. La reposición del medio natural, el tratamiento y minimización de
los desechos, el trabajo no contabilizado de las mujeres en el seno familiar en favor de niños y
ancianos, y la cooperación al desarrollo de los países pobres deben incluirse como asientos
contables que midan la prosperidad, estabilidad y en definitiva felicidad de un país. “La capacidad
de valorar un planeta sano y sostenible, la equidad, la comunidad y la calidad de vida deben
volver al corazón de la economía”, Costanza (2018).
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El beneficio y el deterioro son partes de una sola entidad, son como el ying y el yang. Es necesaria
una contabilidad doble con la naturaleza, porque si no, la economía actual se alejará cada vez más
de la realidad en la medida que la biosfera se manifieste con más y más colapsos. Hay que hacer
balances anuales del “debe” y el “haber” entre el sistema económico y el entorno próximo y
lejano.
Nuestro mayor acreedor no está entre nuestros proveedores, ni en bancos o en el estado, sino en
el medio natural. De hecho, ni siquiera conocemos el “pasivo” que hemos recibido prestado de
ella para mantener el sistema de mercado. Nuestra sociedad debe asumir que nuestro único y
último acreedor es la naturaleza a la que hay que pagarle con reposiciones y limitaciones. No
entiende de dinero, y cuando recupera su deuda lo puede hacer violentamente, en forma de
reacciones, como el covid-19 por la pérdida de biodiversidad; la desertificación, las inundaciones
o los huracanes catastróficos; la fusión de los polos y el aumento de nivel de los mares; la
acidificación y destrucción de las masas coralinas que albergan la mayor concentración de vida
planetaria; la contaminación por plástico de los océanos; la pérdida y degradación de los suelos
fértiles; la previsible escasez futura de materias primas, etc. Y, lo que es más indiscutible, algunas
veces toma la iniciativa como con los volcanes, terremotos, tsunamis, meteoritos o variaciones
solares.
En contraste con la contabilidad convencional que prevé una amortización a la depredación de
la maquinaria, no se repone el capital natural y lo que es peor, no toda la naturaleza es reponible.
La extinción de especies y la pérdida irrevocable de biodiversidad, son impensables hoy de
compensar.
Además, los ecosistemas pueden colapsar de forma impredecible, Dasgupta (2008). Muchos
límites planetarios ya han sido rebasados, y nuestra capacidad de reponerlos es prácticamente
inviable. Las generaciones futuras deberán vivir con ello. El artículo de Johan Rockstrom et al.
(2009) lo refleja claramente. Nuestra civilización es la que está en peligro, no el planeta, que
seguirá por millones de años mientras el Sol lo alumbre.
Para sobrevivir como civilización, necesitamos desarrollar un nuevo sistema contable por partida
doble que se ajuste a las necesidades sociales y naturales, más allá de las crematísticas. Que
abarque, cada uno en su nivel, a las personas, las familias, las empresas, las asociaciones, las
biorregiones, los estados, las comunidades de países y el mundo. Que tanto la micro como la
macroeconomía tengan en cuentas la conservación y la reposición del patrimonio natural
biológico, geológico e incluso, el cultural.
Necesitamos un sistema que permita evaluar nuestro comportamiento y las estrategias de
sostenibilidad de cada nivel de decisión, tratando además de estandarizar los indicadores de costes
ambientales, la contabilidad y los procesos para cuantificar el progreso, identificar las necesidades
e interpretar las decisiones.
Una transición ecológica sin incorporar un cambio profundo de la concepción de la economía, lo
vemos epistemológicamente inviable. Hay que cambiar la actitud social con respecto a la
naturaleza, a quien hay que tener en cuenta y en cuentas.
3-2 Por una política realmente ecológica
Luis Jiménez Herrero (2020), comenta que “el colapso masivo de nuestra sociedad no es la mejor
forma de reformar la economía y encauzar la imprescindible y deseable gran transición. En
esencia, se trata de ir potenciando cambios bien planificados en los sistemas de producción y
23
consumo para abordar con premura los desafíos sistémicos de sostenibilidad. Esto es, plantear
una transición socioecológica modernizadora y socialmente justa con perspectiva de futuro,
ambición climática y capacidad regenerativa.”
Entrando en términos concretos, pertenece a los gobiernos y a la política cambiar el estatus actual.
Si el Estado recauda impuestos para prestar los servicios que la iniciativa privada no puede
proveer, tendrá que añadir otros servicios que hoy se consideran marginales. De hecho, más que
“Proteger la Naturaleza”, debería existir un “Servicio de Reposición de la Naturaleza”.
Lamentablemente, la protección pública basa su actividad actual en el concepto de “fin de
tubería”, observando y penalizando los daños al medio y las contaminaciones ilegales. No hay
reposición, ni se le espera. La biorregión debe proponer ese servicio a las autoridades
correspondientes.
Veamos algunos ejemplos. En el caso de las extracciones de materias primas, una vez obtenidos
los permisos, los materiales se pagan al dueño de la propiedad, y muy marginalmente se reponen
los terrenos. Así, un bosque da muchos más servicios que la madera que se tala, y sólo se exige
replantar lo extraído. ¿Dónde se contabiliza el tiempo que costará reponer el bosque y su
biodiversidad? Y, si se agota un depósito mineral, se exige, en el mejor de los casos, remediar,
regenerar y rehabilitar los terrenos, pero la pérdida en forma de escasez futura del mineral se
ignora, porque, aunque la materia no se destruya, sí se dispersa después de un uso efímero, que
hace improbable su reciclado. ¿Dónde está la economía circular que recupere y vuelva a recuperar
los materiales extraídos?
El caso de la conversión de una zona fértil en zona urbanizable es incluso más lacerante, no
requiere más que un Plan de General de Ordenación Urbana que califica el suelo por consenso de
intereses humanos. ¿Dónde se contabilizan los beneficios naturales que dicho suelo y la
biodiversidad que aloja aportaban? Así se ha destruido irreversiblemente todo el litoral español y
muchas zonas de montaña.
Incluso en el caso de que exista una contabilidad como es la emisión de gases de efecto
invernadero, no se pueden evaluar sus efectos cuando ya se ha despertado el Leviatán del cambio
climático. Sin embargo, el precio del CO2 emitido, no se mide por el daño que produce y
producirá, sino por un mercado de emisiones donde priman más los intereses humanos de corto
plazo que la conservación del medio natural. Lo único que se hace es promover con mayor o
menor indolencia las energías renovables, pero no reservar fondos para compensar daños
imprevistos.
En general, la fragmentación de la biosfera en recursos extraíbles para la economía, ignora la
destrucción de la delicada red de interacciones naturales que ninguna autoridad piensa en reponer.
Los costes de reposición son inabarcables y los magros presupuestos no dan para todos los gastos
sociales a sufragar.
La única solución que creemos plausible es: Primero, aumentar en todos los niveles de actividad
humana los servicios públicos dedicados a la reposición del medio natural, poniendo a la
naturaleza al mismo nivel conceptual y presupuestario que todas las demás actividades sociales.
Segundo, valorar los daños, contabilizarlos y poner precio a su reposición. Si a los recursos
naturales se les asignara un precio de reposición sin cambiar el impuesto del valor añadido, haría
que la recaudación aumentara y posibilitara la creación y recuperación de los negocios de
desmaterialización, compartición, reutilización, reparación, remanufacturado y finalmente de
reciclado.
24
El efecto es múltiple, se conseguiría cambiar la dirección y el sentido actual de la economía
destructiva hacia otra reparadora y sostenible. Se podrían rebajar los impuestos al trabajo,
aumentando la demanda de los cada vez más escasas ocupaciones laborales. Una mayor actividad
pública de reposición natural crearía muchos puestos de trabajo, que difícilmente pueden realizar
los robots. Y, sobre todo, favorecería una sociedad del uso y del cuidado, en vez de una de
consumo y despilfarro de productos naturales escasos.
Las palabras de John W. Berry (1976) son evocadoras, “nuestra economía es tal que no nos sale
a cuenta cuidarnos de las cosas; la mano de obra es cara, el tiempo es caro, el dinero es caro,
pero los materiales- las cosas de la Creación – son tan baratos que no nos sale a cuenta
cuidarlos”.
Estamos aún lejos de esa sociedad, pues requeriría un consenso global que difícilmente se
conseguirá a corto plazo. Lo curioso es que son cada vez más empresas las que presentan sus
(siempre muy discutibles) Memorias de Sostenibilidad asociadas a su Responsabilidad Social
Corporativa. Sin embargo, ningún gobierno la presenta anexa a sus presupuestos anuales. No se
cuenta lo que habrá que destruir para obtener los ingresos previstos. Los ministerios de Economía
y Hacienda no cruzan sus datos con los de Medio Ambiente. Incluso éste se ha diluido
frecuentemente en otros ministerios como Agricultura, Fomento, Obras Públicas, etc. Y desde
luego, hoy por hoy, el ministerio de Medio Ambiente está más próximo a los de Justicia o de
Seguridad, pues realiza más actividades reactivas que proactivas. Aún, ningún gobierno, ni local,
regional, nacional, europeo o global se ha atrevido a crear un Ministerio de Responsabilidad
Natural. No parece que vaya con la política al uso.
Como mínimo, habría que contrastar el PIB, Producto Interior Bruto, con la Destrucción Interior
Bruta, DIB y comprobar si el progreso es realmente progreso y no deterioro neto. Es curioso como
la palabra “consumidor”, con la economía actual, tomó un cariz positivo, cuando su definición
equivale a destructor, exterminador o demoledor. Se necesita una nueva Oiko-nomía universal
que vuelva a ser las normas del cuidado de la casa común que es Gaia. Como dice Nuccio Ordine
(2013), citando a Montaigne: “hay que elegir entre gozar o poseer”. Para desesperación de los
gobernantes, el gozo y el disfrute de la vida no generan impuestos.
25
Capítulo 4
Indicadores del deterioro y oportunidades de reposición en la
transición ecológica
4-1 Es el dinero el indicador del daño y deterioro del entorno natural?
Un problema central es cómo contabilizar el daño y gestionar su compensación. No es tarea fácil.
Desarrollar el sistema económico actual costó a la humanidad varios miles de años. El trueque,
las tablillas de arcilla, la moneda, el billete de banco, la transacción electrónica, y el blockchain
son etapas históricas que conllevan cambios de comportamiento social basados en cambios
tecnológicos. El poder de compra necesita habitualmente una unidad de medida: la moneda, que
debe ser aceptada por la sociedad. Sin embargo, el valor de las mercancías y servicios ha estado
siempre sometido a circunstancias sociales cambiantes. Y por ello, la moneda ha fluctuado con
esas circunstancias.
Contabilizar el deterioro, por tanto, no se puede realizar utilizando unidades monetarias. Es una
valoración forzada y reduccionista. Declarar que se han extraído unos miles de toneladas de un
determinado mineral valoradas a precio de mercado, no indica nada ni de su coste ambiental ni
de la perdida de riqueza mineral del país. La naturaleza es inconmensurable en términos
monetarios tanto histórica como geográficamente, porque el sistema biofísico no atiende a
transacciones interhumanas sino a acciones y reacciones entre el ser humano y la biosfera.
Además, la contabilidad fragmenta en asientos la realidad e ignora el valor del conjunto como
más que la suma de las partes. Tampoco lo que hoy ponemos en valor, no lo ha sido a lo largo del
tiempo, pues muchas extinciones han sido causadas por humanos, y hoy, éstas se consideran como
éticamente inadmisibles, aunque siga habiendo incluso más que en el pasado. Igualmente, la
cantidad del daño modifica la calidad de lo dañado. Y como dice Herman Daly, “una misma
extracción depende de si la realizamos en un mundo lleno de recursos o en un mundo vacío de
ellos, pero lleno de consumidores”.
En cambio, a la vista del deterioro, sí es posible contabilizar el coste de su reposición valorando
los proyectos que repongan el deterioro. Por ello hay que medir el impacto sobre el medio natural
con indicadores biofísicos, y luego relacionarlos con las propuestas de reposición.
La relación entre daño y reposición no es evidente, pues se necesita conocer todas las
consecuencias y paliarlas. Capturar el CO2 antes de emitirlo puede ser oneroso, pero dejar que
éste se disperse en la atmosfera aumentando el cambio climático es inconmensurable. Aún mejor
sería si se sustituyera el uso de los combustibles por energías renovables. La contaminación y sus
daños no se extinguen diluyendo las emisiones, sino evitándolas.
Debemos buscar en la biofísica y en la sociología, los indicadores y sobre todo los costes del
deterioro y de sus soluciones de reposición. De entrada, no existe una sola unidad de medida. En
el anexo 4 se describe que, al menos, en la medida de la naturaleza habría que contabilizar en todo
indicador, la energía, el tiempo y el espacio vital.
Además, aparece un problema epistemológico: El medio natural es un conjunto de ecosistemas
adaptados a su propio territorio, cuyos componentes se mantienen en equilibrio dinámico. No es
en absoluto, un sistema ni fragmentado, ni fragmentable. Es como si a una pared empezamos a
quitarle ladrillos. Siempre habrá un último ladrillo que la colapsará.
26
Por tanto, la cantidad de recursos existentes, no son los límites naturales para explotarlos, sino
aquella cantidad que aún evite el colapso del ecosistema que los acoge. El colapso no es un
número, sino una circunstancia sometida a incertidumbres.
En consecuencia, una gestión de los recursos naturales debe atender no solo a la cantidad, sino
a la capacidad del ecosistema para extraerlos sin destruirlo. Una pregunta pertinente es ¿Cuánto
es bastante? Una vaca no puede dar leche ilimitadamente, y si la sacrificamos solo dará carne una
sola vez.
Una necesidad conceptual de la biorregión es la de buscar los indicadores más apropiados para
enfocar el camino hacia su sostenibilidad.
4-2 La huella ecológica y otros indicadores. Ventajas y limitaciones.
Una vez aceptada la capacidad limitada de fragmentar la naturaleza para proveer recursos bióticos
y abióticos, es necesario desagregar y proveer indicadores de daño y de capacidad de absorción
de los impactos. Aunque se han propuesto muchos indicadores ecológicos y sociales, que
requerirían un apartado exclusivo, nos centramos aquí solo en las huellas hídrica y ecológica.
Fueron William Rees y Mathis Wackernagel (1995) quienes propusieron la idea de huella
ecológica no basada en consideraciones de la Física, sino en ocupación del territorio. Así,
definieron:
- La huella ecológica (HE) de un territorio como la demanda de superficie de la biosfera
en un año determinado, bajo la tecnología y el manejo de los recursos predominantes
durante ese año. Se mide en hectáreas globales (gha) estandarizadas con una
productividad mundial promediada. Contabiliza las huellas en infraestructuras y
viviendas, en emisiones de carbono, en tierras de cultivo, en explotación de bosques, en
pastos y en caladeros de pesca. Con la suma de todas estas categorías se obtiene la HE de
una región en gha, o promediada por su número de habitantes en gha/hab.
- Biocapacidad (BC). Por otro lado, el presupuesto ecológico o la capacidad regenerativa
de la naturaleza en una región determinada se mide con el concepto de Biocapacidad
(BC), que según Borucke et al., 2013, se toma como la cantidad de superficie, tanto
terrestre como marina, disponible y biológicamente productiva para proporcionar los
servicios del ecosistema que la humanidad consume. Al igual que la HE, también se mide
en hectáreas globales (gha), y se divide en 5 categorías similares a las de la HE, a
excepción de la Huella de carbono.
Los resultados que arroja el análisis de la HE por regiones, aunque sean estimaciones grosso
modo, son realmente muy descriptivas de lo lejos que estamos de la sostenibilidad, poniendo de
manifiesto las desigualdades económicas y ecológicas entre países, así como las oportunidades
de cooperación entre ellas. Un ejemplo es el enorme consumo de recursos de las ciudades
(metabolismo urbano) a costa de territorios cada vez más vacíos y empobrecidos.
Hay que decir que en muchos casos se utiliza directamente la huella de carbono medida en kg de
CO2 por persona o por objeto de análisis como indicador más directo que la huella ecológica
debido a la artificiosidad de elegir las hectáreas globales como medida de superficie. En cualquier
caso, el análisis de la HE incluye a la huella de carbono. Y ésta necesita igualmente ser
complementada con otros indicadores como vamos a ver.
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En efecto, a pesar de su popularidad y capacidad comunicativa, la huella ecológica deja muchos
aspectos ecológicos fuera de medición. Por lo que se han complementado con otros conceptos
como el de huella hídrica, Hoekstra y Hung (2002):
- La huella hídrica (HH); que toma en cuenta el volumen de agua utilizada directa e
indirectamente para la elaboración de productos y servicios consumidos por los
habitantes en la región.
Pero el mensaje de la huella ecológica, tal como se define y contabiliza, da implícitamente por
hecho de que, si llegáramos a una huella unidad, es decir, consumir en un año aquello que el
planeta produce en un año, alcanzaríamos la sostenibilidad inducida por la acción solar que
repondría el impacto del ser humano sobre los ecosistemas.
Lamentablemente, la huella ecológica no contabiliza los minerales extraídos ni su escasez, ni sus
consumos en agua o el volumen de material removido por tonelada de mena extraída, ni su escasez
geológica. No es igual extraer una tonelada de mineral de hierro que una de oro, tántalo o litio.
Lo mismo ocurre con la acidificación de los océanos o su contaminación por micro-plásticos, o
la disrupción de los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo y, en general, todos los
fenómenos de degradación planetaria. Sólo se miden las emisiones de CO2 causadas y su
correspondiente huella en hectáreas. Simplificar la degradación planetaria con la idea de que hay
que eliminar el uso de combustibles fósiles es no entender el inmenso problema al que nos
enfrentamos. De hecho, y ello no significa que sea fácil, el caso de los combustibles fósiles puede
ser salvado proponiendo medidas de reforestación y sustituyéndolos por energías renovables. Será
muy necesario, pero es altamente insuficiente y tiene sus limitaciones impuestas por la escasez de
algunas materias primas críticas.
Un caso que necesita ser resuelto localmente es la degradación de los suelos fértiles. El
crecimiento urbano mundial de los últimos setenta años ha ido apropiándose de los suelos fértiles
periurbanos “calificándolos” y apreciándolos (es decir, subirles su precio y en realidad,
despreciándolos) como suelo urbanizado. Un suelo fértil si se mide en unidades de superficie,
ignora sus componentes fisicoquímicos y biológicos necesarios para el crecimiento de la
vegetación y la vida. Su correspondiente bioma es desconocido en su mayor parte, está compuesto
por miles de bacterias, micorrizas y virus aún no identificadas y por ello se ignora su actividad en
la biosfera. Algunos autores lo comparan con una micro-Amazonía ignota. Es evidente que no se
repone en un año, Considerando sólo sus propiedades fisicoquímicas en forma de arena, limo,
arcilla y materia orgánica y nutrientes inorgánicos, se estima que se necesitan unos mil años para
reponer naturalmente tres centímetros de suelo fértil. Según la FAO, un tercio del suelo fértil
mundial podría desaparecer en los próximos 60 años. Esa degradación se debe a múltiples
factores como la contaminación, erosión, salinización, desertización, arrastre por escorrentía,
pérdidas de nutrientes, etc. Y lo que es más atroz, la disponibilidad de suelo se utiliza en territorios
vacíos para dispersar los residuos líquidos altamente contaminantes de la producción porcina.
En resumen, en la parte de biocapacidad, no sólo la superficie cuenta, pues la regeneración de
los suelos a partir de técnicas de bioeconomía circular reciclando residuos agroalimentarios, no
está contabilizada. Y lo mismo ocurre con el reciclado de residuos metálicos e inorgánicos en
general. En el Anexo 4, se explica cómo la termodinámica puede acercarse a una teoría más
general para obtener indicadores ecológicos. En lo que sigue, hablaremos de “huella ecológica
generalizada”, para plantear el impacto, medido en diversas unidades, de una comunidad sobre
el medio natural que le rodea.
28
4-3 Oportunidades locales para la reducción de huellas
Las oportunidades de reducir la “huella ecológica generalizada” de una biorregión resiliente son
considerables. La idea de simbiosis es crítica.
Una zona costera tiene ventajas de acceso a los mares, pero tiene la amenaza de aumento del nivel
del mar. Otra zona puede tener su especialización industrial, mientras que otras se especializan
en actividades agroalimentarias. Las actividades docentes, científicas, culturales y por supuesto
industriales y de salud pública, pueden estar o disjuntas o solapadas, pero la proximidad favorece
la coordinación de las existentes y la planificación de las ausentes.
En cuanto al medio natural está todo por hacer, la visión integradora de los recursos hídricos,
energéticos, mineros, forestales, edáficos y de vida natural en general acelerarían el paso a la
sostenibilidad del conjunto.
La ordenación del territorio en cuanto a comunicaciones terrestres y el fomento de redes de
ciudades de tamaño medio interconectadas física y telemáticamente constituirán, en un medio-
largo plazo, un nuevo modelo de poblamiento a mitad de camino entre las zonas rurales vacías y
los grandes núcleos urbanos. La pandemia del covid-19 ha puesto de manifiesto que muchos
trabajos pueden realizarse telemáticamente, y las zonas rurales debidamente abastecidas son más
inocuas, habitables y conectadas con el medio natural, que los grandes núcleos urbanos. Mientras
que éstos últimos son sistemas altamente demandantes de recursos de su entorno y por ello,
intensamente insostenibles desde el punto de vista natural, aunque sean más eficientes desde el
punto de vista económico y social. Un camino de sostenibilidad bien consensuado son los
Objetivos del Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
La lista de actividades de mitigación local, finalmente económicas, es interminable, entre ellas:
- Donde más hay que incidir es en las ciudades y sus habitantes. Hay que crear sistemas
urbanos regenerativos en las áreas de producción, consumo, transporte y construcción,
desarrollando una relación respetuosa entre las ciudades y su entorno, con una
distribución de la población tendente a crear redes de ciudades más pequeñas e
interconectadas por medios terrestres y telemáticos.
- Integrar las energías renovables en todo el territorio, localizando la industria intensiva en
energía preferentemente donde exista agua, energía y comunicaciones terrestres.
- Y en definitiva propugnar un estilo de vida de conservación y cuidado del medio y de las
personas.
Por ello hay que conocer profundamente las huellas que dejamos sobre el medio natural, analizar
sus tendencias y a la luz de los datos mejorar los desequilibrios actuales para paliar daños
venideros. Las huellas ecológicas, en su sentido más amplio, son la brújula del futuro. Y el espacio
natural será el sujeto de análisis, sin fragmentaciones históricas, políticas o sociales.
El diagnóstico de esas huellas debe responder a un plan de acción que al menos incluyan:
- la sustitución de los combustibles fósiles y de la energía nuclear por energías renovables,
hidrógeno y su correspondiente almacenamiento;
- la eficiencia en el uso de los recursos energéticos, hídricos y de materias primas;
- la sustitución de materiales escasos por otros abundantes en las nuevas tecnologías,
- la economía espiral en la recuperación de los residuos inorgánicos;
29
- el ecodiseño que promueva el alargamiento de vida y la recuperación de sus componentes
evitando las mezclas irresponsables de materiales escasos o altamente contaminantes
como los plásticos;
- la utilización de fibras naturales en los textiles;
- y en general la utilización masiva y sustitutiva de los biomateriales
- la regeneración de los suelos fértiles con bioeconomía circular;
- la eliminación de las prácticas de usar y tirar;
- la regeneración de los ecosistemas;
- la reforestación;
- todas las técnicas de captura de CO2;
- la promoción de nuevos negocios y actividades industriales basadas en la reposición y
conservación del medio natural;
- el consumo de proximidad;
- y en definitiva el desarrollo de leyes y normativas que favorezcan esos cambios.
Nada puede hacerse sin la promoción de la investigación y desarrollo que, en vez de mirar hacia
el pasado, mire a la creación de conocimientos que hagan sostenible la biorregión y por extensión,
este planeta. Como se puede apreciar, algunas, o muchas de estas medidas no se podrán realizar
al nivel de biorregión, por ello su coordinación con otros niveles de organización será
imprescindible.
30
Capítulo 5
La Biorregión Cantábrico-Mediterránea, descripción, evaluación
previa y propuesta de Observatorio
5-1 Una prueba de concepto: La Biorregión Cantábrico-Mediterránea
El valor de toda teoría se pone de manifiesto en su capacidad de dar soluciones a problemas
sobrevenidos. En este caso, la idea central es identificar una región natural en la que un proyecto
conjunto evolucione, en un plazo razonable, en función de sus indicadores de sostenibilidad y
resiliencia.
El espacio geográfico entre el Cantábrico y el Mediterráneo, vertebrado por el Ebro, puede
considerarse como comunidad natural de resiliencia, objeto de estudio.
Limitado por los Pirineos y el sistema Ibérico constituye la conexión terrestre, y por tanto viaria,
más estrecha de Europa entre el Atlántico y el Mediterráneo, lo que ha condicionado su
climatología en forma de vientos, humedad relativa, temperaturas y suelos fértiles. Contiene los
elementos básicos de un ecosistema con recursos energéticos, hídricos, territoriales,
agroalimentarios, edáficos y de carácter socioeconómico, cultural e histórico necesarios para ser
autosuficiente y sostenible.
Dispone de una población de 18 millones de habitantes, mayor que Suecia, Bélgica o Países Bajos
y en éstas dos últimas también en superficie. Esta visión integradora permitiría en un medio y
largo plazo la vertebración del territorio en ciudades de tipo medio más equilibradas con su
entorno natural y conectadas entre sí por extensas redes viarias y digitales.
Figura 1, Biorregión Cantábrico-Mediterránea
31
La proximidad y la autosuficiencia requerirán la planificación sinérgica de los usos del suelo
(urbano, agrícola, ganadero, industrial, energético y natural terrestre con montañas, bosques,
praderas, estepas y litoral, y deltas, estuarios y mar abierto en el marino). Alcanzar la
sostenibilidad supone una contabilidad rigurosa de todos los impactos que efectuamos sobre el
medio natural, un diagnóstico y un plan de acción que incluya proyectos sostenibles a medio y
largo plazo.
Como ejercicio previo (Valero y Torrubia, Anexo 6), analizamos la distancia de este territorio de
la sostenibilidad utilizando los conceptos de huella ecológica, HE, según Rees y Wackernagel y
Borucke et al., (2013), y el de huella hídrica, HH.
En concreto:
- la primera de ellas se midió la huella ecológica, HE, la superficie que consume una región
teniendo en cuenta las categorías: superficie de bosque necesaria para absorber emisiones
de CO2, superficie para el consumo de productos forestales, para el consumo de pescado,
ganadería y agricultura, así como de la superficie construida y que por tanto no es
bioproductiva.
- Por otro lado, la Huella Hídrica, HH, se midió la cantidad de agua que consume la
biorregión.
Estos dos indicadores tienen en cuenta el comercio entre regiones de tal forma que es necesario
conocer tanto la “superficie” como el agua embebida en los productos consumidos en la región y
los exportados a otras regiones. Paralelos a los conceptos de HE y HH, se utilizaron los conceptos
de biocapacidad y de agua disponible, como superficie que ofrece la biorregión para absorber la
HE y la cantidad de agua disponible para actividades humanas, respectivamente.
Se han analizado los datos disponibles entre los años 2005-2016 para la HE y 1996-2015 para la
HH para la Biorregión Cantábrico-Mediterráneo (BCM), conformada por las Comunidades
Autónomas (CCAA) de Aragón, Baleares, Cantabria, Cataluña, Comunidad Valenciana, La Rioja,
Navarra y el País Vasco, situadas en el Norte y Este de la Península Ibérica.
De acuerdo a los resultados obtenidos, harían falta 4 veces el territorio de la BCM para que esta
región fuera sostenible desde el punto de vista de la HE. Además, ninguna de las CCAA que la
conforman sería sostenible por separado, es decir, todas ellas presentan déficit ecológico. No
obstante, la contribución a la HE del conjunto es muy desigual, ya que las CCAA más densamente
pobladas (País Vasco, C. Valenciana y Cataluña) necesitarían más veces su propio territorio,
mientras que, las CCAA menos pobladas (Baleares, La Rioja, Navarra, Cantabria y Aragón)
necesitarían menos para alcanzar la sostenibilidad. La actividad que más contribuye a la HE son
las emisiones de GEI, por lo que futuro vendrá marcado, principalmente, por la tendencia de estas
emisiones.
En cuanto a la HH, los resultados son muy similares: en torno a los 2.100 m3/hab, tanto para la
BCM como para las CCAA que la conforman. Por consiguiente, la HH total viene marcada por
la cantidad de población de las CCAA, es decir, que como en la HE, las CCAA con más cantidad
de población presentarán una HH mayor. No obstante, en cuanto al comercio de la HH se pueden
distinguir dos tipos de CCAA, unas de tendencia exportadora, es decir, que consumen más
recursos hídricos (RRHH) en su territorio pero que luego estos son exportados y que, por tanto,
no cuentan como HH (Aragón, Navarra, Cantabria y La Rioja) y otras de tendencia importadora,
que consumen menos RRHH en su territorio, pero luego éstos son importados (País Vasco,
Baleares y Cataluña). En este caso, el consumo cárnico es la principal actividad contribuidora a
32
la HH por lo que la evolución de este consumo marcará el futuro de la HH en la BCM. En el
artículo Valero, An., Torrubia, J., (2019): Huella Ecológica e Hídrica de la Biorregión
Cantábrico-Mediterránea, se describe el trabajo en detalle, así como las conclusiones, aún
preliminares pero muy significativas, de las ventajas ecológicas de observar la biorregión en su
conjunto.
5.2 Conclusiones parciales del estudio de la BCM
Las conclusiones del trabajo que se pueden extraer son:
- Huella ecológica: Todas las CCAA que conforman la BCM presentan déficit ecológico,
es decir, su HE es mayor que su BC. Por consiguiente, el conjunto de la BCM también
presentará déficit ecológico. Aunque no todas las CCAA presentan la misma HE per
cápita y las diferencias pueden ser considerables (3,4 gha/hab en C. Valenciana vs 5,6
gha/hab en Aragón), la variable que más afecta al hecho de necesitar más veces el
territorio disponible es la densidad de población, ya que ésta afecta de forma directa a la
BC per cápita, la cual muestra diferencias aún mayores que la HE (0,38 gha/hab en País
Vasco vs 4,22 gha/hab en Aragón). Por consiguiente, serán las CCAA con mayor
densidad poblacional las que estén peor valoradas en lo que HE se refiere, no por su
consumo de HE per cápita, que en muchas ocasiones suele ser inferior (ej. C. Valenciana
y Cataluña tienen los más bajos), sino por su baja biocapacidad BC per cápita disponible
como consecuencia de su alta concentración de población.
- Biocapacidad: En cualquier biorregión, se ha de tener una superficie relativamente
despoblada, con una alta BC per cápita, que sirva para absorber la HE consumida por las
zonas densamente pobladas. A la vista de los resultados obtenidos, estas CCAA serían:
Aragón (4,75 veces más BC per cápita que el conjunto), Navarra (2,5 veces más), La
Rioja (2,3 veces más) y Cantabria (1,5 veces más) y que deberían absorber las zonas con
más densidad de población y menos BC (País Vasco, C. Valenciana, Cataluña y
Baleares). No obstante, como se ha comentado antes, esto no ocurre en la BCM debido
al alto consumo de HE que se da en todas las CCAA que la forman.
- Huella hídrica: la HH también está fuertemente relacionada con la densidad de
población, ya que los consumos per cápita entre CCAA no presentan grandes diferencias.
De esta forma las mayores HH se darán en las CCAA con más población. No obstante,
con este índice también es importante tener en cuenta el comercio, ya que la HH mide el
consumo teniendo en cuenta en agua virtual embebida en los productos importados y
exportados.
- Agua directa: las CCAA que conforman la BCM, se pueden dividir en dos grupos: las
que tienen un alto uso de Agua Directa y exportaciones (Aragón, Navarra, La Rioja y
Cantabria) y las que apenas exportan y tienen una baja utilización de Agua Directa (C.
Valenciana, Cataluña, País Vasco y Baleares). No obstante, el primer grupo de CCAA
son también las que presentan una mayor capacidad de embalsamiento de agua por
habitante, lo que puede ser un indicativo de una mayor cantidad de agua disponible,
aunque estos conceptos son distintos.
33
A la vista de todo lo comentado anteriormente queda claro que de cara al futuro será fundamental
reducir tanto la HE como la HH en la BCM. Para ello, hay que recordar que estos dos indicadores
contabilizan el consumo de una región teniendo en cuenta la exportación y la importación de
productos. Por consiguiente, para reducirla en primer lugar hay que identificar qué sectores son
los que más consumen de cada una de las Huellas y después optar por estrategias para reducir
el consumo de dichos sectores.
la Huella de carbono es la que más contribuye a la misma con una contribución de entre el 50 y
75%, dependiendo de los años y la CCAA. La Huella de Carbono está directamente relacionada
con las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), por tanto, una reducción de las mismas
será fundamental en el futuro para poder garantizar la sostenibilidad de la BCM.
Figura 2. Emisiones de GEI por Sectores de España en 2016
En la Figura 2, se puede observar cual fue para 2016 la distribución de las emisiones de GEI según
sectores en el conjunto de España, por lo que cabe esperar que para el conjunto de la BCM será
similar, y como se puede comprobar transporte, generación eléctrica e industria son los sectores
con más emisiones, por lo que reducir las emisiones de GEI en estos sectores será crucial para
conseguir la sostenibilidad. De esta forma con la combinación del uso de energías renovables,
vehículos eléctricos (no sólo coches sino también trenes, por ejemplo) y electrificación de la
economía se podrían reducir las emisiones de GEI de estos tres sectores, y de esta forma,
contribuir a la disminución de la Huella de Carbono y con ella a la HE.
En cuanto a la HH, su mayor contribución la proporciona el sector primario, como se puede
comprobar en la Tabla 1, anexa, cuyos datos se han extraído de la tesis “Aspectos económicos,
sociales y territoriales de la "huella hídrica" española”, de Sotelo, M.,2018, ya que este Sector
contribuye aproximadamente a la mitad de la HH.
Tabla 1. HH por Sectores de la BCM
hm3 TOTAL
BCM 18.944 47,0% 14.135 35,1% 7.214 17,9% 40.293
Aragón 1.327 46,0% 1.047 36,3% 508 17,6% 2.882
Baleares 1.086 45,9% 858 36,3% 420 17,8% 2.365
Cantabria 551 44,6% 461 37,3% 224 18,1% 1.235
Cataluña 7.705 47,6% 5.544 34,2% 2.944 18,2% 16.194
C.Valenciana 5.210 47,7% 3.777 34,6% 1.930 17,7% 10.918
La Rioja 273 42,2% 251 38,9% 122 18,9% 645
Navarra 601 44,9% 496 37,0% 242 18,1% 1.339
País Vasco 2.190 46,4% 1.701 36,1% 824 17,5% 4.715
Sector Primario Sector Secundario Sector Terciario
34
De esta forma, evitando el consumo de productos del sector primario, es decir, fundamentalmente,
productos agrícolas y ganaderos con alto contenido en agua se podría llegar a reducir
considerablemente la HH de la BCM.
5-3 Observatorio BIOEBRO, Observatorio de sostenibilidad y resiliencia de la biorregión.
Como hemos visto en el anterior apartado, la biorregión requiere identificar sus avances en
reducción de huellas ecológicas, sociales y económicas y en resiliencia, haciendo preguntas del
tipo “que pasa si”, para inspirar y proponer caminos hacia su sostenibilidad.
Es una tarea multidisciplinar con un fin bien definido en general, pero difícil de cuantificar en sus
etapas, por la complejidad de los sectores sociales que involucra.
La puesta en marcha será igualmente difícil, pues aparecen muchos proyectos ilusionantes, con
diferentes grados de complejidad, pero con el riesgo de no crear una estrategia que asegure el
éxito de convertir la biorregión en una realidad social.
Una vez creado un núcleo de personas dispuestas a llevar adelante el proyecto, será necesario
identificar diversas fases, entre ellas.
- Análisis y fijación de conceptos: La definición del concepto de biorregión y en qué
principios éticos y circunstancias se basa para dejar claro sus objetivos, así como para
enraizar en el pensamiento internacional su oportunidad histórica. Este ensayo es una
propuesta inicial de la Biorregión. En este proceso es necesario cooperar con los
diferentes estamentos que realizan estudios sobre el territorio.
- Creación de un Observatorio: Que permita recoger datos, opiniones y avances en todos
los ámbitos de actuación que sirvan para diagnosticar el progreso en los objetivos de
sostenibilidad y resiliencia, su implementación y descripción de casos de éxito. Es
importante además contemplar el panorama internacional relacionado. Un informe anual
reflejará el estado de la cuestión. La cooperación con todos los estamentos sociales que
rea
- Priorización de actividades: El informe anual servirá para evaluar, redefinir, consolidar
y en su caso, descartar, las actividades presentes y futuras.
- Realización y/o apoyo a proyectos singulares: Consiste en dar soporte a proyectos que
favorezcan la concordia en todos los ámbitos de actuación. En este proceso es importante
una amplia labor de diseminación pública.
- Involucración social: Su objeto es conseguir que las instituciones cívicas, las empresas y
la sociedad en general asuman que la biorregión sea una forma más racional, segura y
sostenible de organización social. Será al fin el colectivo social de la biorregión quien
democráticamente decida su futuro.
Ante éste panorama estratégico, el paso crucial es la definición y objetivos del Observatorio de
Sostenibilidad y Resiliencia “BioEbro”, que sirva de timón y termómetro del proceso de
implementación social de la BCM. Por lo que aquí describimos su definición y actividades que
deberán ser desarrolladas en un siguiente paso.
35
Un observatorio social se puede definir como una estructura cuya actividad consiste en la
recopilación de información de un sector social, el diagnóstico de su situación, la previsión de
su evolución y la producción de informes que sirvan para fundamentar la toma de decisiones ante
las demandas de ese sector social. (Natividad Enjuto, 2004)
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2004), la labor de un
Observatorio, sigue los pasos del método científico: observar, crear hipótesis, analizar resultados
y proponer conclusiones. Por ello, sus áreas de trabajo son:
- Recopilación de datos y elaboración de bases de datos;
- Metodologías para codificar, clasificar y categorizar datos;
- Conexión de gente/organizaciones que trabajen en áreas similares;
- Aplicaciones específicas de las nuevas herramientas técnicas, y
- Análisis de tendencias/publicaciones.
Enjuto (2010) comenta que el “hecho de observar o estudiar un fenómeno en un contexto
determinado, es en realidad un proceso complejo que exige el uso y la integración de
herramientas cuantitativas y cualitativas. De una cuidadosa, exhaustiva y exacta observación
depende un acertado reconocimiento o planteamiento de una problemática y, a partir de ello, la
elaboración de una hipótesis certera y cercana al fenómeno social que se estudia. En el caso de
los observatorios sociales, el “observar” requiere del mismo modo, de una serie de instrumentos
y metodologías que entrelazan elementos cuantitativos y cualitativos. En la actualidad, se puede
decir que para que un observatorio cumpla con sus objetivos, se debe soportar en sistemas de
información eficientes y debe integrar distintos conocimientos y profesiones”.
A fin de considerar confiables los resultados de las observaciones, los datos resultantes deben ser
contrastados y verificados mediante principios, técnicas y otros elementos teóricos o de
investigación con enfoque interdisciplinario, con ello se estará en mejor posición para
la comprensión de la realidad social.
En su análisis, Enjuto realiza una propuesta de objetivos globales para los observatorios sociales,
los cuales nos proporcionan una amplia perspectiva de lo que implica la operación de un
observatorio social, así como su función tanto para el Estado como para la sociedad civil.
A continuación, adaptamos los objetivos de Enjuto al del Observatorio BioEbro de Sostenibilidad
y Resiliencia :
“Producción de conocimiento
El conocimiento de la realidad a menudo es parcial, limitado y poco cuantificado. El
observatorio, a través de métodos adecuados, puede aportar una información más precisa y
elaborada, además de compartirla con los sectores implicados.
Delimitar la complejidad social
Resulta indispensable una representación colectiva de la realidad del sector social. Delimitar la
complejidad social es tarea de un observatorio, es una reflexión previa a la intervención en un
sector muy comprometido.
36
Centralización de datos
La centralización de datos permite poner en evidencia las complementariedades y las
redundancias, con lo cual se alcanza la coherencia en la información, se reduce la complejidad.
Cada participante en un observatorio social dispone de datos pertinentes en función de los
objetivos organizacionales y sus responsabilidades.
Diagnóstico
Previamente al compromiso político o social es conveniente realizar un diagnóstico de la
situación actual. Por ejemplo, para constatar el exceso de medios en un sector o territorio por
comparación con la insuficiencia en otro. Aquí, el papel del observatorio no es solamente el de
realizar la fotografía de la situación, sino también intentar explicar las razones.
Síntesis y propuestas de mejora
Es la función prospectiva del observatorio social. Consiste en tratar de prever acontecimientos
futuros, prever las consecuencias que van a desprenderse de una situación dada, que permita a
los responsables adelantarse a las circunstancias y evitar que las situaciones de hecho se
impongan.
La utilidad prospectiva del observatorio consiste en que, a partir de la información compilada,
se posibilita la identificación de tendencias en determinados ámbitos y se está en situación de
imaginar escenarios y adoptar medidas consecuentes.
Los observatorios sociales constituyen las primeras fases, indispensables para la calidad y la
pertinencia de las informaciones útiles a la prospectiva. Es así porque no puede haber
prospectiva sin la recopilación de datos y su organización, necesarias para la comprensión de la
realidad. Intentar construir el futuro sin un respaldo de datos fiables y coherentes no es en
absoluto recomendable.”
La Fundación Foros de la Concordia está desarrollando el Observatorio BioEbro.
37
Conclusiones: Por un Humanismo Integral
La elevada insostenibilidad ecológica y social de nuestra sociedad no se resuelve describiéndola,
sino actuando de forma que las estructuras socioeconómicas se armonicen con el entorno
ecológico y social que las acoge. Antonio Rodríguez de la Heras (2020) propuso, que hay que
“construir utopías y enseñárselas a los jóvenes…, previendo futuros, porque los hemos imaginado
a partir de una crítica disconforme con el presente”.
Este ensayo ha planteado un nuevo concepto de biorregión como solución a crisis y colapsos de
tipo económico, sanitario o climático que amenazan nuestro futuro. Sabemos, además, que su
carácter exponencial hace cuestionable la actuación temprana, pero, ojo, será catastrófica la
actuación tardía. La previsión es la única arma segura que disponemos.
Se propone como modelo de futuro para la Biorregión Cantábrico-Mediterránea. Es una región
histórica que da nombre a la Península Ibérica, en la que han arraigado civilizaciones milenarias;
en donde han nacido, al menos, cuatro lenguas vernáculas españolas, el euskera, el catalán, el
castellano y el aragonés, y donde además también se habla el occitano-aranés. Está limitada por
la cordillera Pirenaica al norte, y al sur por el Sistema Ibérico, conectando el mar Cantábrico con
el Mediterráneo próximo, llamado mar Ibérico. Mares que forman parte de la propia
responsabilidad de la biorregión, pues forman parte de su actividad económica y del sumidero de
sus aguas más o menos contaminadas. Tiene una población de 18 millones de personas, en la que
existen tensiones independentistas en ambos extremos. Es un territorio con zonas climáticas muy
extremas, y a la vez muy desequilibrado donde conviven conurbaciones costeras intensamente
pobladas con otras interiores con los índices poblacionales más bajos de Europa. Sus actividades
económicas son también muy diversas, desde una industria tecnológicamente desarrollada a una
actividad agroalimentaria que puede sostener a más del doble de su población, que, por ende,
tiene una rica tradición gastronómica. Una parte muy significativa de sus centros de decisión
económica están localizados en su territorio. Esa diversidad social, histórica y geográfica, atrae a
todas las formas de turismo: playa, montaña, deportivo, gastronómico, cultural, artístico, etc., que
la convierte en una de las zonas de Europa más visitadas del mundo.
En otras palabras, este territorio se caracteriza por su rica diversidad. Es una región relativamente
pequeña, conformada por el cauce del río Ebro y otras cuencas adyacentes menores. Su
complementariedad social, económica y ecológica son fundamentales para determinarla y es la
clave para su elección como prueba de concepto.
De la biología conocemos que la biodiversidad ha permitido el éxito evolutivo de la vida en este
planeta, pues a lo largo de la historia de este planeta siempre hubo alguna criatura que consiguió
sobrevivir a los cataclismos acaecidos. Y de ella, aquí estamos. Por contraste, la uniformidad
siempre necesita nichos, es decir, confinamientos salvadores. Un territorio demasiado uniforme
no puede ser autosuficiente ni resiliente, y por ello tendrá más dificultades en su sostenibilidad.
En contraposición, un territorio demasiado extenso y muy poblado se hace ingobernable, pues la
proximidad/projimidad es crucial para el entendimiento mutuo.
Alcanzar cualquier tipo de sostenibilidad significa equilibrar los contrarios buscando su
complementariedad en vez de su enfrentamiento. Equilibrar significa, por ejemplo, compensar
una naturaleza fragmentada en recursos con una economía que reponga y repare el deterioro
natural inducido con el fin de lograr que ambas sobrevivan. La búsqueda del equilibrio entre las
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diversidades da sentido a la evolución del ser humano en este planeta. Hay que buscar y
conseguir equilibrios de muchos sistemas contrarios entre sí, como son los de género, de
culturas, de riqueza, de poderes, de ideologías, y así sucesivamente.
Nuestra cultura occidental ha hecho de la diferencia la base del enfrentamiento y de la exclusión.
La arrogancia del tener siempre la razón por tener éxito, la codicia y el egoísmo han subyugado a
la naturaleza, extinguiendo su biodiversidad y explotando hasta la extenuación su riqueza
geobiológica. También, hemos sometido a los pueblos, destruyendo sus culturas y apoderándonos
de sus territorios. Este comportamiento es acelerado, en menos de una generación habremos
destruido lo mismo que en toda la historia humana y al cabo de ese tiempo la velocidad de
destrucción será el doble de la actual. Pero este mundo es finito en recursos y la diversidad de
modos de vida diferentes poco a poco va claudicando. El resultado es un planeta uniformizado,
empequeñecido y debilitado ante las crisis globales. cada vez más frecuentes, que nos abocan al
colapso civilizatorio. La filosofía confuciana del ying y del yang son la antítesis de esa forma de
pensar. La riqueza está en la complementariedad y el respeto a la diferencia.
El libro: “Come On!” (Weizsäcker et al.), comenta: “Si el mundo se toma en serio los problemas
de sostenibilidad, deberán ser cuestionadas muchas otras prerrogativas soberanas.
Para esto, es imprescindible que se instaure una forma de pensar completamente nueva”.
Se alumbra un nuevo humanismo ligado a la búsqueda del equilibrio, la sostenibilidad y la
resiliencia frente a las catástrofes. Una nueva Ilustración que exija solidaridad, humildad y respeto
por la Madre Tierra y las generaciones futuras.
Las instituciones cívicas, empresariales y municipales tienen la palabra porque si ellas se
convencen de y desarrollan los principios éticos aquí expuestos generarán una nueva sociedad
que creará nuevos modos de convivencia que preserven la vida y su esplendor único en el
Universo.
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Capítulo 6
Anexos
Anexo 1: La biomímesis como modelo de organización social.
La biomímesis, es decir, la investigación de cómo la naturaleza soluciona sus problemas e imitarla,
es hoy una fuente de sabiduría tecnológica que aún estamos lejos de desentrañar. Y aunque hoy
nos resulte incluso insólito, la biomímesis no ha entrado suficientemente ni en el plano
socioeconómico ni por supuesto en el político, aunque sí en el tecnológico, con iniciativas
empresariales remarcables como propone Gunter Pauli con su Economía Azul.
Un interesante trabajo se debe a Jorge Riechmann (2006), quien en su libro Biomímesis plantea
seis principios básicos para la reconstrucción ecológica de la economía: Primero, una búsqueda
del estado estacionario en términos biofísicos. Segundo, vivir del sol como fuente energética.
Tercero, cerrar los ciclos de materiales. Cuarto, no transportar demasiado lejos los materiales.
Quinto, evitar los xenobióticos, es decir, los contaminantes orgánicos persistentes o los
organismos transgénicos. Sexto, respetar la biodiversidad. Estas propuestas generales de
Riechmann permanecen sólidas, sin embargo, los avances del conocimiento las precisan, matizan
e incluso amplían, y las emergencias sobrevenidas las aceleran y concretan al intervenir más
agentes sociales. Lo mismo ocurre con innumerables intentos de promover alternativas
económicas que toman a la naturaleza fuente de imitación o de limitación. Véanse, por ejemplo,
los trabajos de Herman Daly, Christian Felber, y Jean Tirole, entre otros.
Anexo 2: Otros conceptos biológicos de interés
1) Autopoyésis y homeostasis: De acuerdo con Francisco Varela y Humberto Maturana Gaia
facilita la autopoyesis , es decir, facilita la química de auto-reproducción y mantenimiento de las
células vivas que están en continuo cambio interaccionando con el medio que también cambia.
Gaia, facilita también la homeostasis, que hace que los seres vivos sean capaces de mantenerse
en una condición estable interna compensando los cambios en su entorno mediante mecanismos
de autorregulación que intercambian flujos de materia y energía con el exterior. En su acepción
social la homeóstasis cambia de nombre por el de resiliencia.
2) La endo-simbiosis seriada, que propuso Lynn Margulis [3] que describe como la
incorporación sucesiva de varios tipos de bacterias primigenias libres (procariotas) originaron las
células eucariotas nucleadas, que dieron lugar a todos los organismos pluricelulares, incluido el
ser humano.
Éstas transformaciones disruptivas tuvieron lugar hace unos 2000 millones de años en tres etapas
simbióticas para los hongos y los animales (mitocondrias con metabolismo aeróbico, obteniendo
energía de la combustión con oxígeno), y en cuatro para las plantas fotosintéticas (cloroplastos
con metabolismo fotosintético, fijando el CO2 (con energía lumínica). Cada bacteria aportaba sus
cualidades y su simbiosis producía un orgánulo con mayor capacidad adaptativa.
Éstos procesos constituyeron el momento estelar de la vida en este planeta, pues en el largo plazo
dieron lugar a la vida inteligente, al permitir la conformación orgánica de los seres vivos que les
otorga fortaleza ante las adversidades, y a su vez la extraordinaria riqueza de la biodiversidad.
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Anexo 3: Antecedentes conceptuales de las biorregiones
Transcribimos aquí literalmente de la tesis del Dr. Josep Antequera (2012):
“el trabajo del mexicano Hermilio Salas (2008) en su libro Arquitectura y Desarrollo Sustentable
destaca cuatro aspectos básicos de las biorregiones extraídos del libro de Doug Aberley, (1994)
1. Definición de biorregiones biológica y culturalmente que ofrecen la escala espacial más
conveniente, dentro de la cual hay una gran variedad de formas de gobernabilidad humana y
desarrollo.
2. El desarrollo económico dentro de una biorregión debería ser responsable y democrático del
control local, debería ser el fomento de una calidad de vida alta y debería ser juzgado en su
habilidad de conseguir una gran justicia social.
3. El desarrollo económico dentro de una biorregión debería ser localmente normado, con el uso
apropiado de la tecnología, enfocado a una autoconfianza, con limitados valores excedentes para
la exportación de manufactura, y debería expandirse solamente a la extensión de los ecosistemas
existentes, que puedan sustentablemente soportar la explotación.
4. La interdependencia política y económica de las biorregiones, debería ser institucionalizada
como Estado/Provincia federal, continental y niveles globales a través de la federación.”
Siguiendo con Antequera, Dichos principios apoyan el concepto de “la biorregión como un
sistema autónomo que se abastece de sus propios recursos, con un sistema productivo propio y
proporciona un bienestar generalizado a la población a la vez que dispone de altos niveles de
autogobierno.”
Anexo 4: Una aproximación física a la huella ecológica generalizada. Thanatia y Pristinia
La vida se alimenta de dos fuentes fisicoquímicas, la energía solar y la biosfera en forma de agua,
aire, suelos fértiles y nutrientes orgánicos (vivos o muertos) y minerales. Es decir, agua,
materiales y energía que pueden ser tratados por la Termodinámica pues permite evaluar en kWh
su contenido energético disponible y a partir de él, el costo energético de reposición a partir de
un nivel de referencia establecido llamado Thanatia. Antonio Valero y Alicia Valero (2014).
Un planteamiento integral de regeneración planetaria, o regional, consistiría en definir un planeta
“prístino” y sobre esa referencia, “Pristinia”, necesariamente heterogénea pues las regiones del
planeta lo son, analizar y cuantificar las actividades de reposición que devolvieran la situación a
su estado original. Esa cuantificación puede hacerse, con el apoyo de conceptos termodinámicos
como la exergía y el coste exergético, con el apoyo y la cuantificación sistemática de las
necesidades de agua, materiales y energía necesarias para efectuarlas.
Si bien la teoría se está desarrollando, estamos aún muy lejos de convertir estas ideas en
contabilidades tan afinadas como la contabilidad económica convencional. Mientras tanto, la
única opción útil es contabilizar huellas ecológicas, hídricas, así como otros indicadores de suelos,
minerales o de mares que informen del camino cuantificado hacia la sostenibilidad. La idea es
pasar de las declaraciones a la cuantificación de las reposiciones. El dilema es dejar que se degrade
el planeta hasta Thanatia, el planeta muerto, o regradarlo hacia Pristinia, el planeta regenerado.
En un planeta limitado, no caben deseos ilimitados. No hay planetas B, pero no es la superficie la
mayor limitación, sino nuestra percepción del tiempo y del uso de la energía.
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En efecto, lo que nos diferencia del resto de seres vivos es la percepción del tiempo. Nos falta
tiempo porque tenemos consciencia individual. Somos antes individuos que especie. Queremos
experimentar todo en el corto intervalo de nuestra vida. Y ni hay para todos ni para todo. Es la
especie humana quien debe ser inmortal, no sus individuos, pero corremos el riesgo de que unas
pocas generaciones individualistas destruyan la especie humana y el entorno que la protege. De
aquí que para dialogar con la naturaleza hay que utilizar, además, el tiempo como indicador
ecológico, y es éste el indicador menos investigado. (Es curioso que las palabras “mediatez” o
“provisación” no aparezcan en el diccionario, y sí sus opuestas inmediatez e improvisación).
Por otra parte, la energía del sol nos parece insuficiente, por lo que estamos disipando el capital
mineral del planeta en pocas generaciones. La energía extraterrestre que proviene del sol es de 2
calorías por centímetro en cada minuto. Ésta constante solar es una inmensidad energética que
mueve diariamente toda la atmósfera, hace circular constantemente el ciclo hidrológico, calienta
la Biosfera y promueve la función clorofílica de las plantas. No es una energía concentrada, y por
ello, para fundir, procesar, hervir, mover, calentar, enfriar, separar, etc., es decir, para hacer todas
las actividades económicas que realizamos, necesitamos la intensidad energética energía que
proveen los combustibles fósiles. Sin embargo, un sistema mucho más complejo que el humano,
como es la telaraña de la vida, se organiza con ese presupuesto de tiempo, espacio y energía que
dispone. Somos profundamente ignorantes, no sabemos extraer la energía de un combustible si
no es a base quemarlo, sin embargo, la combustión de los alimentos la realizamos a 37ºC, todos
los días de nuestra existencia.
Espacio, tiempo y energía podrían ser los indicadores físicos más definitivos, no simplemente el
espacio. Por ejemplo, ¿se ha analizado el tamaño óptimo de una ciudad en términos de energía y
tiempo consumidos por el ciudadano para vivir? Ya en Thanatia propusimos medir los impactos
en unidades de energía por tiempo y espacio, sin embargo, no se ha desarrollado suficientemente
hasta el momento. Son estas tres dimensiones irreducibles entre sí, la energía, el tiempo y la
superficie vital, las que debería llevar todo indicador ecológico y que coinciden con la medida de
la potencia solar que nos da la vida.
En definitiva, el concepto de huella ecológica abarca menos que lo que su propio nombre indica.
Así que muchos daños ecológicos no pueden medirse adecuadamente. Por otra parte, a la idea de
una contabilidad ecológica como paralela a la económica, le falta una unidad de cuenta, y un
cuerpo doctrinal aún inmaduro. La iniciativa del sistema SEEA, System for Environmental and
Economic Accounting, de Naciones Unidas para realizar las cuentas ambientales en paralelo al
Sistema de Cuentas Nacionales que contabiliza el PIB de los países, está lejos de ser adoptado,
entre otras razones porque medir en unidades monetarias todos los impactos de un país al medio
natural es muy cuestionable. En Valero et al, (2019), se propone una valoración exergética de las
cuentas del SEEA.
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Agradecimientos
El autor agradece a Angel Quílez Llisterri, José Luis Jiménez Brea, Pedro Mª Ruiz Aldasoro,
Luis Jiménez Herrero y a Rafael Doria Bajo, sus valiosas ideas y observaciones que han
permitido mejorar profundamente este ensayo.
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