El Concepto de Realidad en La Clinica Psicoanalitica de Hoy

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EL CONCEPTO DE REALIDAD EN LA CLINICA PSICOANALITICA DE HOY (2002) Ricardo Avenburg La clínica psicoanalítica de hoy ¿cuál es? Creo que este tema que la revista Topía me propuso, se refiere a una situación por la cual, cualquiera sea esa clínica, estamos todos atravesados. El principio de constancia rige nuestro funcionamiento biológico (el principio de placer-displacer es su representante psíquico) y presupone un relativo equilibrio entre los estímulos externos, que de todos modos son siempre cambiantes, y nuestras excitaciones interiores y su posibilidad de descarga. En nuestra realidad de hoy en Argentina se produjo un desequilibrio que tarda en volver a ese equilibrio con el que normalmente funcionamos. Este no es el primer desequilibrio que padecemos, pero cada uno tiene su carácter específico. Cuanto más estereotipada haya sido nuestra clínica, tanto más nos costará adecuarnos a estos desequilibrios que son conceptualizados como “invasiones de realidad”. Dice Freud en “Análisis terminable e interminable”: “En estados agudos de crisis el análisis no es utilizable. Todo el interés del yo será atrapado por la dolorosa realidad y se rehusará al análisis, que quiere llevarlo a lo que está detrás de esta superficie y descubrir las influencias del pasado” (traducción mía). El país padece un estado agudo de crisis en la que estamos involucrados tanto nuestros analizados como nosotros, los analistas: aquéllos nos plantean problemas que también son los nuestros. ¿Tenemos la distancia adecuada para someterlos a un proceso de análisis? Pero el analizar estos problemas que nos vienen del exterior y que nos sacan de un estado de equilibrio ¿es psicoanálisis? O sea ¿es análisis psíquico o es análisis de la realidad? En principio es análisis de las respuestas de nuestro analizado a los estímulos provenientes del exterior, respuestas que son específicas de él y necesariamente diferentes a las nuestras. Pero, desde la perspectiva clínica, el análisis psíquico se aplica a lo que se presenta como sintomático y que aparece como reacción inadecuada a las circunstancias. Pero ¿quién define la adecuación o no de dicha conducta? Ante todo el analizando mismo según que dicha conducta entre o no en conflicto con el resto de su yo. Y si no entra en conflicto ¿qué hacemos? En tanto el paciente sienta que necesita un interlocutor no hay inconveniente en acompañarlo en esta crisis y pensarla junto con él. Ahora bien, “en estado agudo de crisis el análisis no es utilizable”, decía Freud. ¿Qué es entonces el psicoanálisis? Como todo proceso de análisis es descomponer una estructura compleja en los elementos que la constituyen; en el caso del psico- análisis se trata de una estructura psíquica, por ejemplo un síntoma, o un sueño, a la

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EL CONCEPTO DE REALIDAD EN LA CLINICA PSICOANALITICA DE HOY (2002)

Ricardo Avenburg

La clínica psicoanalítica de hoy ¿cuál es? Creo que este tema que la revista Topía

me propuso, se refiere a una situación por la cual, cualquiera sea esa clínica, estamos

todos atravesados. El principio de constancia rige nuestro funcionamiento biológico (el

principio de placer-displacer es su representante psíquico) y presupone un relativo

equilibrio entre los estímulos externos, que de todos modos son siempre cambiantes, y

nuestras excitaciones interiores y su posibilidad de descarga.

En nuestra realidad de hoy en Argentina se produjo un desequilibrio que tarda en

volver a ese equilibrio con el que normalmente funcionamos. Este no es el primer

desequilibrio que padecemos, pero cada uno tiene su carácter específico. Cuanto más

estereotipada haya sido nuestra clínica, tanto más nos costará adecuarnos a estos

desequilibrios que son conceptualizados como “invasiones de realidad”.

Dice Freud en “Análisis terminable e interminable”: “En estados agudos de crisis el

análisis no es utilizable. Todo el interés del yo será atrapado por la dolorosa realidad y

se rehusará al análisis, que quiere llevarlo a lo que está detrás de esta superficie y

descubrir las influencias del pasado” (traducción mía). El país padece un estado agudo

de crisis en la que estamos involucrados tanto nuestros analizados como nosotros, los

analistas: aquéllos nos plantean problemas que también son los nuestros. ¿Tenemos

la distancia adecuada para someterlos a un proceso de análisis? Pero el analizar estos

problemas que nos vienen del exterior y que nos sacan de un estado de equilibrio ¿es

psicoanálisis? O sea ¿es análisis psíquico o es análisis de la realidad? En principio es

análisis de las respuestas de nuestro analizado a los estímulos provenientes del

exterior, respuestas que son específicas de él y necesariamente diferentes a las

nuestras. Pero, desde la perspectiva clínica, el análisis psíquico se aplica a lo que se

presenta como sintomático y que aparece como reacción inadecuada a las

circunstancias. Pero ¿quién define la adecuación o no de dicha conducta? Ante todo el

analizando mismo según que dicha conducta entre o no en conflicto con el resto de su

yo. Y si no entra en conflicto ¿qué hacemos? En tanto el paciente sienta que necesita

un interlocutor no hay inconveniente en acompañarlo en esta crisis y pensarla junto

con él. Ahora bien, “en estado agudo de crisis el análisis no es utilizable”, decía Freud.

¿Qué es entonces el psicoanálisis? Como todo proceso de análisis es descomponer

una estructura compleja en los elementos que la constituyen; en el caso del psico-

análisis se trata de una estructura psíquica, por ejemplo un síntoma, o un sueño, a la

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que hemos de descomponer en cada uno de los elementos que la constituyen para

ubicarlo en el contexto mnémico (en el contexto de la historia del sujeto) que le dé

coherencia y al cual otorgue un nuevo sentido. Los síntomas son transacciones que

surgen, por lo general, “a posteriori” de una crisis. También dice Freud que en la

histeria aguda (o sea en plena crisis) el análisis psíquico no es aplicable, aunque si se

aborda al paciente en esos momentos es posible que sean menores los síntomas

crónicos que resultan de dicha crisis. Durante las crisis no hay distancia adecuada

para proceder a un análisis. La crisis tiene que ser vivida junto al paciente y el análisis

se da “a posteriori” cuando hemos podido tomar una distancia adecuada de la misma:

esto vale tanto para las crisis que tocan tanto a los analistas como a los pacientes,

como aquéllas que conciernen específicamente al paciente. Las primeras nos tocan

más intensamente pero también debemos atravesar las segundas (me refiero no sólo

a las neurosis de transferencia sino a toda situación crítica que el paciente tenga

consigo mismo o con su entorno).

Desde ya que el hecho que el psicoanálisis, en su sentido conceptual más estricto,

no sea aplicable en una situación crítica no quiere decir que en este caso haya que

interrumpir el tratamiento, que en un sentido más laxo podrá seguir llamándose

psicoanálisis. La función a cumplir es la de lo que Pichon Rivière designaba como la

de un “co-pensor”, la de “pensar con” el paciente acerca de sus problemas, tanto

neuróticos como reales. Y ¿qué son los problemas reales? No necesariamente

constituyen problemas para todo el mundo: lo que es realmente un problema para una

persona no lo es para otra. El problema real es relativo a la capacidad instrumental del

yo para abordarlo, ya sea por limitaciones del mismo yo o por conflictos neuróticos o

por falta de conocimiento o de experiencia en el tema.

El concepto de realidad como tal, para mí, no se ha modificado ni creo que tendría

por qué modificarse por las condiciones actuales de trabajo. Hay una realidad

convencional, la que todo consideramos como realidad, producto de un consenso

impuesto en general por los ideales de cada cultura en particular que nos impone ver

lo que se supone que hay que ver y no ver lo que se supone que no hay que ver; con

esta realidad nos manejamos y al que no la comparte lo calificamos de psicótico. No

es ésta la realidad que surge desde el principio del placer, la cual es la visión

específica que cada uno tiene del mundo; que, repito, cada uno se construyó partiendo

del propio principio del placer; cuando esta perspectiva es censurada siguiendo los

mandatos del ideal del yo (“tengo que ver las cosas como todo el mundo, si no me

tomarán por loco”) el sujeto en principio se empobrece, pero si dicha perspectiva

insiste puede general un síntoma neurótico o una escisión en el yo, deviniendo de este

modo en una “realidad psíquica” caracterizada como “no real”. Pero, dice Freud, dicha

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realidad psíquica es tan real como la realidad exterior puesto que produce acciones,

efectos en la realidad (en tanto síntomas neuróticos, modificaciones en el propio

cuerpo o en las propias ideaciones del paciente). En cambio si se expresa por

mediación del yo preconsciente posibilita modificaciones del mundo circundante

adecuadas a la satisfacción de las necesidades del sujeto actuante.

En tanto el aparato psíquico es un aparato virtual es un espacio potencial que se

realiza en la producción de un espacio real en el mundo circundante, la realidad

psíquica es una realidad en potencia que deviene en acto por medio de las diversas

acciones específicas, específicas para cada sujeto en particular, lo que marca sus

diferencias con las acciones de los demás con las cuales, y a partir de dichas

diferencias, podrán integrarse en una acción común. Pero esta acción común no es la

comunidad indiferenciada que impone el ideal del yo, el cual se presenta como

representante de la “realidad” a la que debemos someternos para ser “normales”. Es a

esta supuesta “realidad” a la que debemos someternos para ser “normales”. Es a esta

supuesta “realidad” a la que hemos de tomar como objeto de análisis, es decir

descomp0onerla en sus elementos constitutivos (aquí me refiero tanto a los ideales

culturales como a los individuales, articulados para cada sujeto de una manera

particular) tratando de rescatar su contenido de verdad, no inmediata, no “material”

como diría Freud, sino aquella verdad que fue material en la historia y que hoy, desde

el ideal, se nos aparece como una “verdad histórica” que nos sigue esclavizando como

si fuese actual; en otras palabras rescatar los contenidos extraídos de su contexto

original que, coagulados en el ideal, nos imponen una obediencia automática: esta

obediencia automática se manifiesta en los automatismos o mecanismos de defensa

que apuntan a la represión o/y destrucción de nuestra propia naturaleza, naturaleza

común en tanto naturaleza humana, y, en tanto humana, también naturaleza animal

con sus propias y específicas formas de satisfacción.

Aprovechemos la crisis: la palabra crisis contiene en sí la raíz indoeuropea “cr”,

presente en “discriminación”, “criterio”, “criba”; crisis presupone descomposición,

análisis. Estamos viviendo, creo yo, entre otras cosas, una descomposición de ideales,

de valores coagulados; y si bien el momento de la crisis tal vez no sea el momento del

análisis crítico, esta descomposición nos da elementos para, en vez de seguir

añorando valores del pasado ya cargados de muerte, tomar dicha descomposición

como punto de partida de esta descomposición crítica y discriminada que es el

proceso de análisis.

El tema de la realidad, la incidencia de la realidad así tomada en bloque y en

oposición a la realidad psíquica, la inclusión de la realidad en la práctica analítica,

surgió como tema predominante a principios de la década del 70 en oposición al

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subjetivismo predominante en la práctica oficial del análisis. Esto correspondía a un

movimiento mundial (o por lo menos del mundo occidental) relacionado con el mayo

francés de 1968 y que en el Argentina llevó a la renuncia a la Asociación

Psicoanalítica Argentina de muchos de sus miembros integrados a los grupos

“Plataforma” y “Documento”. Estos planteaban la necesidad de la inclusión en el

análisis de la realidad socio-política; este tema surgió predominantemente a partir de

una necesidad teórica interna al desarrollo del psicoanálisis estimulada por el intento

de muchos psicoanalistas de incluir categorías filosóficas y el recurrir a filósofos como

maestros lo que llevó al psicoanálisis a una crisis interna. Con el advenimiento del

proceso militar (y la desaparición y exilio de muchos psicoanalistas) el análisis, en

general, volvió a encerrarse en los consultorios y hoy “la realidad” se nos aparece

desde afuera encontrándonos sin categorías teóricas adecuadas para enfrentarla.

Pero el cambio que nos impone esta realidad parece ser más técnico que teórico; ya

que el trabajo en obras sociales y prepagas, más allá de todas las aberraciones que

conlleva (explotación del profesional, imposición de tiempos exteriores a las

necesidades del tratamiento, todo esto en función de categorías económicas y no

conceptuales), obligó a descristalizar formas estereotipadas de tratamiento y a

adecuarse a condiciones diferentes. Esta independización de previas ataduras

formales (aunque por el momento sometimiento a otras) nos permite pensar los

tratamientos a partir de otros criterios, nos permite “abrirnos la cabeza” descongelando

ideales psicoanalíticos que mantenían (y aún mantienen) al psicoanálisis más como un

sistema totémico que como una aventura del pensamiento (para no entrar en la

polémica de si es ciencia o no lo es).