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Ricardo Vicente López _______________________ El control de la opinión pública ________________________ Métodos y técnicas de control y manipulación de la opinión pública utilizados en los Estados Unidos Cuadernos de reflexión: Comentarios sobre Noam Chomsky

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Ricardo Vicente López

_______________________

El control

de la

opinión pública ________________________

Métodos y técnicas de control y

manipulación de la opinión pública

utilizados en los Estados Unidos

Cuadernos de reflexión:

Comentarios sobre Noam Chomsky

Primeras palabras

El trabajo que presento ha tomado como base un texto del Profesor Noam Chomsky1 (1928), filósofo y

activista estadounidense que lleva por título El control de los medios de difusión. Los espectaculares logros

de la propaganda, Editorial Crítica (2000), como un pequeño homenaje de mi parte a este docente,

investigador, crítico meticuloso, que se ha dedicado en estas últimas décadas a analizar el funcionamiento y

el papel que cumplen los medios de información. Las páginas siguientes son, nada más que, una especie de

notas marginales, comentarios y citas de un notable estudio histórico que ha desarrollado sobre los intentos

exitosos del control de la conciencia colectiva de un pueblo con una historia poco conocida. No debe

entenderse esto como la historia política o económica del país del Norte, sino que lo que ha hecho nuestro

profesor es la respuesta a una pregunta sencilla, pero que requiere una mirada aguda y penetrante como la

que él demostró tener: ¿por qué es tan sumiso y crédulo el público norteamericano? Tomo este punto de

partida como centro de mis reflexiones.

La historia que el autor nos relata, más el análisis meticuloso de ella, tiene una enorme importancia para

el conocimiento del mundo global y, para nuestro caso Argentina y la América toda, acerca de cómo se

maneja la información internacional y la nacional. El resultado es un intento de convencer a los grandes

públicos de la existencia de una sola verdad, la que ellos trasmiten. Esa verdad, no es más que un relato

diseñado para servir al ocultamiento del saqueo y la depredación del planeta y del empobrecimiento de más

de las dos terceras partes de la población mundial. Todo ello para el enriquecimiento de una pequeña minoría

privilegiada.

**********

En el libro citado vuelve, una vez más sobre la que parece ser una de sus obsesiones investigativas. El

título en castellano, que traduce Media control del inglés, suena de una manera ambigua en nuestra lengua:

podemos preguntar ¿los medios son los que controlan o son los controlados? Sin embargo, el subtítulo ya nos

da una pista de hacia dónde apunta. Si los logros de la “propaganda” son los “espectaculares”, queda claro

que es el primer significado el que vale. Comienza su exposición proponiendo un tema fundamental para la

vida política de las democracias occidentales:

El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el

tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para

esta sociedad. Permítaseme empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia. Uno es

el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance

los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares, y, por

otro, los medios de información son libres e imparciales. Si se busca la palabra democracia en el

diccionario se encuentra una definición bastante parecida a lo que acabo de formular. Una idea

alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios

asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados. Quizás

esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que, en todo

caso, es la idea predominante.

1 Es profesor emérito en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y una de las figuras más destacadas del siglo

XX y XXI. A lo largo de su vida, ha ganado popularidad también por su activismo político, caracterizado por una visión

fuertemente crítica de la sociedad capitalista.

Se me ocurre pensar después de haber leído este párrafo que la tan mencionada “libertad de prensa”, que

encierra y oculta “la libertad de empresa”, está aferrada a la segunda alternativa. El parámetro de la

importancia otorgada a este criterio como medida de la “democraticidad” — palabra que propone el

politólogo italiano Giovani Sartori2 (1924) — queda en manos de los medios de comunicación. Nada menos.

Como la problemática está centrada para Chomsky en el análisis de la capacidad enorme y brutal

señalada en el subtítulo Los espectaculares logros de la propaganda, comienza a historiar sus orígenes

modernos:

Empecemos con la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno.

Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la

plataforma electoral Paz sin Victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La

población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin

embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por

tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y

se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel,

que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a

la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al

mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en

aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía

como Miedo Rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan

peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y

los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su

vez, obtuvieron todo tipo de provechos.

**********

El origen y los primeros intentos de control

El comienzo de este tipo de maniobras para operar sobre la opinión pública alcanzó éxitos notables,

como señala Chomsky, y esto se tradujo en un el entusiasmo por estos procedimientos de parte de personajes

que se llamaban a sí mismos “liberales” pero que no escondían su visión elitista de la estructura social:

Estos se mostraban muy orgullosos, como se deduce al leer sus escritos de la época, por haber

demostrado que lo que ellos llamaban los miembros más inteligentes de la comunidad, es decir ellos

mismos, eran capaces de convencer a una población reticente de que había que ir a una guerra

mediante el procedimiento de aterrorizarla.

Esta inteligencia se había verificado al manipular a “la clase media trabajadora”, definición que abarca a

la gran mayoría de la población estadounidense según se definían a sí mismos, y lo siguen haciendo hoy —

téngase en cuenta que en los Estados Unidos se afirma que no tienen diferencias de clases—, adoctrinándolos

con ideas impuestas a través de la propaganda. Esa eficacia quedaba demostrada al convencer a los sectores

pacifistas de la población, gran mayoría entonces, reticentes a cualquier aventura guerrera. La Guerra de

Secesión había terminado en 1865 con un saldo de más de un millón de bajas y eso era una herida muy

profunda en la memoria colectiva.

2 Prestigioso investigador en el campo de la Ciencia Política, especializado en el estudio comparativo de la política. Su

obra es de las más destacadas de las Ciencias Sociales. En 2005 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias

Sociales.

¿Cómo lograron este cambio en el público? La lectura de ello nos mostrará que muchas cosas de

aquellos tiempos han adquirido una capacidad de sobrevivencia sorprendente. Volvamos a Chomsky:

Los medios utilizados fueron muy amplios. Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades

supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros

arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía se pueden leer en los libros de historia, buena

parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en

aquel momento —tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas— era el de dirigir el

pensamiento de la mayor parte del mundo. (subrayados RVL)

Retenga el lector esta afirmación que, para muchos “ciudadanos de a pie” parece de ciencia ficción. El

plan estaba pensado en dos niveles:

La cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad

americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían el

pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra.

El resultado fue altamente exitoso y dejaba como enseñanza algo importante: «cuando la propaganda

que dimana del estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna

desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme». Ésta es la lección que aprendieron después Hitler y

muchos otros, y cuya influencia ha llegado a nuestros días. Dr. Edward Bernays3 (1891-1995), Padre de las

Relaciones Públicas, de quien me ocuparé más adelante, dice en sus memorias: «Me sorprendí al enterarme

de que Goebbels tenía en lugar destacado de su biblioteca mi libro La propaganda. Nunca hubiera imaginado

que mis teorías contribuyeron al éxito y ascenso del Tercer Reich».

Es indudable que una operación política como ésta, novedosa para la época, debía generar repercusiones

respecto a la capacidad de torcer el rumbo de la opinión pública, instrumento de poder muy importante del

juego democrático. Aparece en este escenario un hombre muy significativo para las décadas siguientes.

Era parte de un grupo formado por teóricos liberales y figuras destacadas de los medios de

comunicación que quedó directamente marcado por estos éxitos. Quien sobresalía fue Walter Lippmann4

(1889-1974), un importante analista político como también un extraordinario teórico de la democracia

liberal. Su aporte como ensayista y teórico del liberalismo se puede encontrar en su libro Una teoría

progresista sobre el pensamiento democrático liberal. Paralelamente y como resultado de sus relaciones

políticas, participó de las “comisiones de propaganda”, sobre cuya experiencia elaboró su tesis de lo que él

llamaba “la revolución en el arte de la democracia”. Consistía en las técnicas de propaganda que «podían

utilizarse para fabricar consenso, es decir, para producir en la población, mediante las nuevas técnicas, la

aceptación de algo inicialmente no deseado».

Lo que puede sorprendernos es que pudiera afirmar, sin “ruborizarse”, lo que hoy se hace pero no se

dice respecto a las manipulaciones de la información pública. Afirma Chomsky:

Pensaba que ello era no solo una buena idea sino también necesaria, debido a que, tal como él

mismo confirmó, los intereses comunes no son comprendidos por la opinión pública. Solo una clase

3 Publicista, periodista e inventor de la teoría de relaciones públicas, de nacionalidad austríaca, fue sobrino de Sigmund

Freud. fue el pionero mundial de las Relaciones Públicas al ser él quien las bautiza y da nombre siendo el primero en

publicar un libro sobre la materia en el año 1923 en Nueva York, titulado “Cristalizando la opinión pública” 4 Escritor y periodista estadounidense, estudió en la Universidad de Harvard. Una vertiginosa trayectoria profesional lo

condujo al puesto de subdirector en el rotativo New Republic (1914). Tras siete años de intenso trabajo en dicho medio,

en 1921pasó a la redacción del New York World, periódico cuya dirección asumió entre 1929 y 1931. Consagrado como

una de las figuras cimeras del periodismo norteamericano del siglo XX, en 1962 fue galardonado con el prestigioso

Premio Pulitzer.

especializada de hombres responsables, lo bastante inteligentes, puede comprenderlos y resolver los

problemas que de ellos se derivan».

**********

El Pensamiento “liberal” de los Padres Fundadores

Para entender a los liberales del país del Norte y su modo de pensar la política a principios del siglo XX

es necesario volver a esa fecha histórica en la se proclamó la primera Constitución “republicana” de

Occidente, el 17 de septiembre de 1787. Es necesario enfatizar lo de republicana porque sólo eso fue. El

concepto de democracia, tal como apareció con Lincoln casi un siglo después: «Gobierno del pueblo, por el

pueblo y para el pueblo», generaba profundos temores. Detengámonos en las alternativas y circunstancias

que dieron a luz ese texto. Un dato poco conocido nos aporta el profesor Roberto Gargarella5 (1964):

Notablemente, cabe recordarlo, la Convención norteamericana, a diferencia de las Convenciones

Constitucionales que se llevaron adelante en Francia inmediatamente después de la revolución, se

celebró a puertas cerradas. De allí que los convencionales expresaran con absoluta franqueza (a

veces, diría, con asombrosa franqueza) por qué defendían los arreglos institucionales que defendían.

El remarcado anterior de la palabra “republicana” se debe a la necesidad de entender que fue una

constitución pensada para contraponer al Imperio británico, su conquistador, y concebida para liberarse de

él. Pero además, también estaban fuertemente impresionados por el desborde de la “chusma” parisina lo que

aclara el sentido que es lo que «se quería evitar para el futuro». ¿Cómo se resolvió esta “dificultad”? Nos

responde el profesor:

La propuesta federalista de reorganizar el sistema institucional apareció entonces como imposible de

eludir: dado el grave riesgo creado por la existencia de las facciones, y dada la imposibilidad de

eliminarlas, la única alternativa disponible era la de organizar las instituciones de modo tal de hacerlas

resistentes frente a ellas, de modo tal de evitar que el sistema de gobierno quedase exclusivamente

en manos de alguno de los diferentes grupos en que se dividía la sociedad». Nótese, una vez más, lo

despiadado de la expresión “la imposibilidad de eliminarlas”. (subrayados RVL)

Nos encontramos frente a un núcleo de pensamiento que, me atrevería a decir, es casi impenetrable en el

liberalismo del siglo XIX: homologar democracia y constitución como pareciera indicarlo la historia de la

Revolución gloriosa inglesa (1688) y la tradición comenzada Declaración de Derechos Británica de 1689,

que tuvo a John Locke6 (1632-1704) como ideólogo. El Dr. Gerardo Pisarello

7, ensayista especializado en

Derecho constitucional, propone una distinción muy útil y esclarecedora:

El constitucionalismo es un instrumento de organización del poder. Pensar que deba esta

necesariamente al servicio de la democracia es un error. Ya los antiguos, con Aristóteles a la cabeza,

5 Filósofo, jurista, escritor y académico argentino especialista en derechos humanos, democracia, filosofía política,

teoría constitucional e igualdad y desarrollo. Profesor visitante en Columbia University, en la New York University, en

la Universidad de Bergen, en la Universidad de Oslo y en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Actualmente se

desempeña como Profesor de Teoría Constitucional y Filosofía Política en la Universidad de Buenos Aires. 6 Pensador inglés considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno. Su fama era mayor como filósofo que

como pedagogo. 7 Profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Barcelona y vicepresidente del Observatorio de

Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC). Ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y

americanas.

entendieron que la constitución material de una sociedad podía ser democrática o antidemocrática.

Esta tensión atraviesa el constitucionalismo moderno. El estadounidense, por ejemplo, nació en

buena medida como un dispositivo para frenar las presiones democratizadoras generadas por el

movimiento independentista. En Europa, el constitucionalismo termidoriano, primero, y el liberal

después, también procuraron proteger la gran propiedad y contener los reclamos de las mayorías

populares. Y en esa tradición liberal antidemocrática habría que situar, también, al constitucionalismo

impulsado por el Consenso de Washington, en los años 90’.

La presencia de esos temores se convirtió en tradición en la clase dirigente y revirtió en la teoría de la

necesidad de una elite ilustrada que se hiciera cargo de la República, la “cosa pública”, lejos de ser

democrática como se entendió en Francia. Dice Chomsky:

Esta teoría sostiene que solo una élite reducida —la comunidad intelectual de que hablaban los

seguidores de John Dewey8 (1859-1942)— puede entender cuáles son aquellos intereses comunes,

qué es lo que nos conviene a todos, así como el hecho de que estas cosas escapan a la gente en

general.

La fina ironía de Chomsky, rayana en lo burlesco, lo lleva a hacer una comparación muy inteligente

pero chocante para quien esté desprevenido:

En realidad, este enfoque que se remonta a cientos de años atrás, es también un planteamiento

típicamente leninista, de modo que existe una gran semejanza con la idea de que una vanguardia de

intelectuales revolucionarios toma el poder mediante revoluciones populares que les proporcionan la

fuerza necesaria para ello, para conducir después a las masas estúpidas a un futuro en el que estas

son demasiado ineptas e incompetentes para imaginar y prever nada por sí mismas.

Si bien hay bastante de exageración, no está lejos de la realidad tal comparación cuando recordamos la

experiencia soviética, con su Nomenklatura9 y pensamos en el establishment estadounidense. Agrega:

Es así que la teoría democrática liberal y el marxismo-leninismo se encuentran muy cerca en sus

supuestos ideológicos. En mi opinión, esta es una de las razones por las que los individuos, a lo largo

del tiempo, han observado que era realmente fácil pasar de una posición a otra sin experimentar

ninguna sensación específica de cambio. Solo es cuestión de ver dónde está el poder. Hay incluso un

principio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender

las cosas. (subrayados RVL)

Esta convicción elitista, aristocrática en el peor sentido de la palabra, lejos de la idea aristotélica del

“gobierno de los mejores”, ha llegado hasta nuestros días, aunque hoy no pueda hablarse con la franqueza de

la que hacían gala aquellos Padres Fundadores, para decir lo que realmente pensaban.

**********

Los herederos de los Padres Fundadores

Nuevamente entra en escena un personaje ya citado, Walter Lippmann, ya mencionado. Como hombre

del liberalismo, propuso su tesis de “la revolución en el arte de la democracia”. Esta revolución partía de

algunas premisas muy interesantes de revisar, porque vuelve a aparecer el tema de la “franqueza”. La idea

8 Filósofo, pedagogo y psicólogo estadounidense, uno de los fundadores de la filosofía del pragmatismo.

9 La palabra nomenklatura define una elite de la sociedad de la ex-Unión Soviética, con grandes responsabilidades en

de la dirección de la burocracia estatal, con posiciones administrativas claves en el gobierno, en la industria y

agricultura, en la educación, en la cultura, etc., con privilegios derivados de la ejecución de dichas funciones.

central parte de la convicción de que el público «no sabe pensar y que no es prudente abandonarlo en sus

ideas». Por eso afirmaba

… que ello era no solo una buena idea sino también necesaria, debido a que los intereses comunes

esquivan totalmente a la opinión pública y solo una clase especializada de hombres responsables lo

bastante inteligentes puede comprenderlos y resolver los problemas que de ellos se derivan.

Puede sorprender al lector que no ha incursionado en estos temas semejante afirmación como método de

la democracia. Sin embargo, estas ideas sostienen el concepto de democracia que siempre manejó la clase

política estadounidense, razón por la cual prestaron siempre un fuerte apoyo al desarrollo de los grandes

medios para guiar la opinión del ciudadano de a pie. Avanza sobre el tema Chomsky:

Lippmann respaldó todo esto con una teoría bastante elaborada sobre la democracia progresiva,

según la cual, en una democracia con un funcionamiento adecuado, hay distintas clases de

ciudadanos. En primer lugar, los ciudadanos que asumen algún papel activo en cuestiones generales

relativas al gobierno y la administración. Es la clase especializada, formada por personas que

analizan, toman decisiones, ejecutan, controlan y dirigen los procesos que se dan en los sistemas

ideológicos, económicos y políticos, y que constituyen, asimismo, un porcentaje pequeño de la

población total. (subrayados RVL)

A esta clase pertenecen también aquellas personas que comparten esas ideas y la pone en circulación.

Es parte de este grupo selecto, en el cual se habla primordialmente acerca de qué hacer con aquellos

otros, quienes, fuera del grupo pequeño y siendo la mayoría de la población, constituyen lo que

Lippmann llamaba el rebaño desconcertado: hemos de protegernos de este rebaño desconcertado

cuando brama y pisotea. Así pues, en una democracia se dan dos funciones: por un lado, la clase

especializada, los hombres responsables, ejercen la función ejecutiva, lo que significa que piensan,

entienden y planifican los intereses comunes; por otro, el rebaño desconcertado también con una

función en la democracia, que, según Lippmann, consiste en ser espectadores en vez de miembros

participantes de forma activa. (subrayados RVL)

Tantas veces los debates sobre el papel de los medios se pierden en una maraña de detalles que no

logran mirar debajo del escenario, donde se puede encontrar todo lo que queda oculto a la mirada ingenua del

gran público. Sigamos con Chomsky por sus conocimientos, su compromiso con la gente y su capacidad

crítica en sus investigaciones. Sigamos leyendo:

Y la verdad es que hay una lógica detrás de todo eso. Hay incluso un principio moral del todo

convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si los

individuos trataran de participar en la gestión de los asuntos que les afectan o interesan, lo único que

harían sería solo provocar líos, por lo que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay

que domesticar al rebaño desconcertado, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería

incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle. Por lo mismo, no se da ninguna

facilidad para que los individuos del rebaño desconcertado participen en la acción; solo causarían

problemas. (subrayados RVL)

Este paternalismo dicho con tanta aspereza no puede hoy ser detectado fácilmente en nuestros medios,

pero el estar alerta en la lectura de ellos puede ayudarnos en esta línea. Es así que las élites políticas de los

países centrales encontraron en los medios de comunicación el instrumento idóneo para el manejo de ese

rebaño:

Por ello, necesitamos algo que sirva para domesticar al rebaño perplejo; algo que viene a ser la

nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso. Los medios de

comunicación, las escuelas y la cultura popular tienen que estar divididos. La clase política y los

responsables de tomar decisiones tienen que brindar algún sentido tolerable de realidad, aunque

también tengan que inculcar las opiniones adecuadas. Aquí la premisa no declarada de forma

explícita —e incluso los hombres responsables tienen que darse cuenta de esto ellos solos— está

relacionada con la cuestión de cómo se llega a obtener la autoridad para tomar decisiones. Por

supuesto, la forma de obtenerla es sirviendo a la gente que tiene el poder real, que no es otra que los

dueños de la sociedad, es decir, un grupo bastante reducido. (subrayados RVL)

**********

La mirada de Lippmann, con capacidad de penetración, nos permite comprender cuáles son, según él,

todas las piezas del aparato de dominación estadounidense, hoy globalizado. La maquinaria del sistema de

comunicación, que no se reduce sólo a los medios:

Así, tenemos un sistema educacional, de carácter privado, dirigido a los hombres responsables, a la

clase especializada, que han de ser adoctrinados en profundidad acerca de los valores e intereses

del poder real, y del nexo corporativo que este mantiene con el Estado y lo que ello representa. Si

esos hombres “calificados” pueden ascender hasta allí, podrán pasar a formar parte de la clase

especializada. Al resto del rebaño desconcertado básicamente habrá que distraerlo y con dirigir su

atención a cualquier otra cosa. Habrá que asegurarse de que permanecen todos en su función de

espectadores de la acción, liberando su carga de vez en cuando en algún que otro líder de entre los

que tienen a su disposición para elegir.

Muchos otros han desarrollado este punto de vista, agrega Chomsky, bastante convencional entre los

hombres y mujeres de la derecha estadounidense:

El destacado teólogo y crítico de política internacional Reinhold Niebuhr10

(1892-1971), conocido a

veces como el teólogo del sistema, gurú de George Kennan y de los intelectuales de Kennedy11

,

afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: solo algunos la

poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos. Aquellos que

poseen la capacidad lógica tienen que crear ilusiones necesarias y simplificaciones acentuadas

desde el punto de vista emocional, con objeto de que los bobalicones ingenuos vayan más o menos

tirando. Este principio se ha convertido en un elemento sustancial de la ciencia política

contemporánea. (subrayados RVL)

Muy duras palabras que provocan la necesidad de reflexionar sobre todo ello. Forman hoy parte del

ideario del Tea Party12

. Pero si la sociedad del Norte ha acabado siendo más libre y democrática, y esto es lo

que ha sucedido desde la posguerra, es porque se fue perdiendo aquella capacidad de dirigir el rebaño hacia

la meta prefijada. La contraofensiva conservadora de los ochenta en adelante recurrió a esta doctrina pero sin

manifestarlo abiertamente. Por ello, vuelve a recurrir a las técnicas de propaganda. La lógica es clara y

sencilla, Chomsky la sintetiza con estas palabras:

10

Como politólogo está considerado uno de los principales representantes teóricos del llamado Realismo Político

Americano. 11

John Fitzgerald Kennedy (1917 –1963) fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Fue conocido como

John F. Kennedy, y popularmente como JFK. 12

Traducido como Partido del Té, es un movimiento político estadounidense antielitista de derecha, centrado en una

política fiscalmente conservadora y definida por su originalidad, es decir, es la vuelta a los orígenes filosófico-

constitucionales de los Estados Unidos.

La propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario. Ello resulta acertado y

conveniente dado que, de nuevo, los intereses públicos escapan a la capacidad de comprensión del

rebaño desconcertado.

La disciplina que tomó a su cargo la tarea de propagar “las ideas correctas” fue la ciencia de las

Relaciones Públicas. Esta carrera fue presentada como “el estudio de los modos y normas de comunicar

amablemente los contenidos de la cultura de una empresa”. Todavía podemos oír entre nosotros a jóvenes

que quieren estudiar esa carrera, con total ingenuidad. Esta es otra muestra de la capacidad de encubrir los

verdaderos propósitos. Dice Chomsky:

Los Estados Unidos crearon los cimientos de la industria de las relaciones públicas. Tal como decían

sus líderes, su compromiso consistía en controlar la opinión pública. Dado que aprendieron mucho de

los éxitos de la Comisión Creel13

y del miedo rojo [comunista], y de las secuelas dejadas por ambos,

las relaciones públicas experimentaron, a lo largo de la década de 1920, una enorme expansión, y se

obtuvieron grandes resultados a la hora de conseguir una subordinación total de la gente a las

directrices procedentes del mundo empresarial». Es necesario agregar algunos datos históricos. El

Comité de Información Pública (CIP) fue una organización de propaganda norteamericana creada por

el presidente Woodrow Wilson durante la Primera Guerra Mundial, se la conoció como Comisión

Creel. Llevó ese nombre en razón del su jefe George Creel (1876–1953) periodista investigador y

político. Trascendió como un modelo de maquinaria propagandística por los éxitos alcanzados. En

muy poco tiempo, «mediante el envío masivo de propaganda, manipulación de los medios, recorte de

las noticias que llegaban del frente y otras acciones en este sentido, consiguieron que la población

estadounidense creyese que el enemigo alemán acechaba la frontera americana.

Las ciudades fueron invadidas por carteles propagandísticos llenos de simbolismo, que contribuyeron

enormemente al éxito de la empresa. Lo más destacable, y de utilidad para entender el entramado

propagandístico, fue la comprobación del papel que le cupo a Hollywood como importante instrumento de

esa campaña. La situación llegó a tal extremo, que en la década siguiente los comités del Congreso

estadounidense empezaron a investigar el fenómeno. De estas pesquisas proviene buena parte de la

información de que hoy disponemos para investigaciones como la presente.

Las relaciones públicas constituyen una industria inmensa que mueve, en la actualidad, cantidades

que oscilan en torno a un billón de dólares al año y desde siempre su cometido ha sido el de controlar

la opinión pública, que es el mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones.

Esto permite a comprender ahora por qué las grandes corporaciones comenzaron a comprar medios de

comunicación, fenómeno que se acentuó a partir de la década de los ochenta.

**********

El aparato publicitario hace su tarea

La utilización de los medios de información para difundir los contenidos de la doctrina republicana,

reelaborada para la utilización específica que de ella estaba haciendo el aparato ideológico que habían

denominado Relaciones Públicas, logró penetrar la conciencia del ciudadano medio en un país en el que se

sostiene que no existen clases sociales diferenciadas y mucho menos conflictos sociales. La investigadora

Barbara Ehrenreich14

(1941) afirma: “Existe ese poderoso mito de que los Estados Unidos no tienen clases”,

ha sido calificada como marxista sólo por escribir que los Estados Unidos no son una sociedad sin clases. La

persistencia de este mito permite comprender que pueda emitirse un mensaje con este contenido: «El

ejecutivo de una empresa y el chico que limpia los suelos tienen los mismos intereses. Hemos de trabajar

todos juntos y hacerlo por el país y en armonía, con simpatía y cariño los unos por los otros». Este era, en

esencia, el mensaje, nos dice Chomsky:

Y se hizo un gran esfuerzo para hacerlo público; después de todo, estamos hablando del poder

financiero y empresarial, es decir, el que controla los medios de información y dispone de recursos a

gran escala, por lo cual funcionó, y de manera muy eficaz. Más adelante este método se lo

denominaba también “métodos científicos para impedir huelgas”. Se aplicó una y otra vez para

romper huelgas, y daba muy buenos resultados cuando se trataba de movilizar a la opinión pública a

favor de conceptos vacíos de contenido, como el orgullo de ser americano. ¿Quién puede estar en

contra de esto? O la armonía. ¿Quién puede estar en contra? O, como en la guerra del golfo Pérsico,

apoyad a nuestras tropas. ¿Quién podía estar en contra? O los lacitos amarillos. ¿Hay alguien que

esté en contra? Sólo alguien completamente necio.

El ardid para logra el apoyo masivo consistía en emitir un mensaje cuyo contenido era tan vago que, en

realidad no decía gran cosa. Ofrece un ejemplo similar a éste: ¿qué pasa si alguien le pregunta si da usted su

apoyo a la gente de la Provincia de Buenos Aires? Se puede contestar diciendo Sí, le doy mi apoyo, o No, no

la apoyo. Pero ni siquiera es una pregunta: no significa nada. Esta es la cuestión:

La clave de los eslóganes de las relaciones públicas como Apoyad a nuestras tropas es que no

significan nada, o, como mucho, lo mismo que apoyar a los habitantes de Iowa15

. Pero, por supuesto

había una cuestión importante que se podía haber resuelto haciendo la pregunta: ¿Apoya usted

nuestra política? Pero, claro, no se trata de que la gente se plantee cosas como esta. Esto es lo único

que importa en la buena propaganda. Se trata de crear un eslogan que no pueda recibir ninguna

oposición, bien al contrario, que todo el mundo esté a favor. Nadie sabe lo que significa porque no

significa nada, y su importancia decisiva estriba en que distrae la atención de la gente.

La propuesta del mensaje despolitizador logra que se introduzca en la conciencia del ciudadano medio

un modo de plantearse los temas sociales de modo tal que no provoque debates y que predispongan a la

respuesta simple e ingenua.

Es como lo del orgullo americano y la armonía. Estamos todos juntos, en tomo a eslóganes vacíos,

tomemos parte en ellos y asegurémonos de que no habrá gente mala en nuestro alrededor que

destruya nuestra paz social con sus discursos acerca de la lucha de clases, los derechos civiles y

todo este tipo de cosas.

Cuando alguien, como la Dra. Ehrenreich, se atreve a poner delante de los ojos de ese ciudadano

adoctrinado en un modo de pensar lineal y superficial un tema que intenta problematizarlo se responde

inmediatamente que es comunista, es decir un “antinorteamericano”, lo que puede derivar en un “terrorista”.

Sobre este suelo social así preparado actuó el Senador Joseph Raymond McCarthy16

(1908-1957) que

durante sus diez años en el senado, con su equipo se hicieron famosos por sus investigaciones sobre personas

14

Periodista norteamericana que goza de gran reputación como investigadora de las clases sociales en EEUU. Ha

dedicado toda su en el estudio de la clase obrera que recibe salarios de miseria en su ya clásico Por cuatro chavos

[centavos], un informe exhaustivo de las enormes dificultades por las que pasan muchos estadounidenses. 15

Es uno de los 50 estados de los Estados Unidos de América, localizado en la Región Centro-Oeste del país. 16

Político ultraderechista. Abogado de Wisconsin, senador de 1947 a 1957. Carecía de toda notoriedad hasta que, en

1950, se convirtió en paladín de la lucha contra la supuesta infiltración de comunistas en el aparato del Estado.

del gobierno de los Estados Unidos y otros sospechosos de ser agentes soviéticos o simpatizantes del

comunismo infiltrados en la administración pública o el ejército.

Comenta Chomsky:

Todo es muy eficaz y hasta hoy ha funcionado perfectamente. Desde luego consiste en algo

razonado y elaborado con sumo cuidado: la gente que se dedica a las relaciones públicas no está ahí

para divertirse; está haciendo un trabajo, es decir, intentando inculcar los “valores correctos”. De

hecho, tienen una idea de lo que debería ser la democracia: un sistema en el que la clase

especializada está entrenada para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad,

mientras que al resto de la población se le priva de toda forma de organización para evitar así los

problemas que pudiera causa.

**********

La creación de un “consenso sumiso”

En la línea de lo expresado por Chomsky, debemos pensar y repensar cuál es la finalidad, siempre

perseguida, que han tenido con mayor o menor explicitación pública, los medios de comunicación en la

sociedad de masas. Insisto en afirmar que la propuesta de estos comentarios al libro de Chomsky se propone

abrir un debate en torno a este tema. Está tan arraigada la opinión generalizada de considerarlos una fuente

confiable de información —aunque esté en decadencia—, que volver una y otra vez, de diversos modos

sobre ello, es parte de lo que podríamos denominar, con un lenguaje más técnico, “una tarea

contrahegemónica”. Equivale a decir que, para enfrentar campañas como las descriptas con tanto detalle por

nuestro autor, se requiere una que se especialice en la develación de la verdad que las otras ocultan: «los

medios de información concentrados manipulan la verdad al servicio de los intereses de una minoría».

Retomemos la lectura de las palabras de Chomsky, respecto a los objetivos del control de los medios y

sus consecuencias:

La mayoría de los individuos tendrían que sentarse frente al televisor y masticar religiosamente el

mensaje, que no es otro que el que dice que lo único que tiene valor en la vida es poder consumir

cada vez más y mejor, y vivir igual que esta familia de clase media que aparece en la pantalla, y

exhibir valores como la armonía y el orgullo americano. La vida consiste en esto. Puede que usted

piense que ha de haber algo más, pero en el momento en que se da cuenta de que está solo, viendo

la televisión, da por sentado que esto es todo lo que existe ahí afuera, y de que es una locura pensar

en que haya otra cosa. Y desde el momento en que está prohibido organizarse junto a otros, lo que

es totalmente decisivo, nunca se está en condiciones de averiguar si realmente está uno loco o

simplemente se da todo por bueno, que es lo más lógico que se puede hacer.

No debemos olvidar que la gran preocupación de la élite dirigente de los Estados Unidos es la

posibilidad de una reacción del “rebaño desconcertado”:

El rebaño desconcertado es un problema. Hay que evitar que brame y pisotee, y para ello habrá que

distraerlo. Será cuestión de conseguir que los sujetos que lo forman se queden en casa viendo

partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque, de vez en cuando, se los saque del

sopor y se los convoque a corear eslóganes sin sentido, como “Apoyad a. nuestras tropas”. Hay que

hacer que conserven un miedo permanente, porque a menos que estén debidamente atemorizados

por todos los posibles males que pueden destruirlos, desde dentro o desde fuera, podrían empezar a

pensar por sí mismos, lo cual es muy peligroso ya que no tienen la capacidad de hacerlo. Por ello es

importante distraerlos y apartarlos. (subrayados RVL)

Queda expresado un pensamiento político dominante en el establishment del gran país del Norte. Uno

de los personajes más destacados de la industria de las Relaciones Públicas, austríaco y sobrino de Sigmund

Freud, Edward Bernays (1891-1995), publicista, periodista e inventor de la “Teoría de las Relaciones

Públicas”, fue un miembro importante de la Comisión Creel. En ella, aprendió bien la lección y puso manos

a la obra a desarrollar lo que él mismo llamó la “Ingeniería del Consenso”, que describió como la “esencia de

la democracia”. «Los individuos capaces de fabricar consenso son los que tienen los recursos y el poder de

hacerlo —la comunidad financiera y empresarial— y para ellos trabajamos». Este agudo periodista escribió

una de sus tesis básicas en su ensayo, La propaganda:

La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un

elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de

la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de

nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos

sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar.

Se lo reconoce, en su país, como “el padre de las Relaciones Públicas”, y entendió perfectamente la

necesidad, convertida en demanda desde la década del treinta, de desarrollar desde la ciencia un

conocimiento de las masas, de su psicología, y la posibilidad una técnica para su manipulación. Trabajó para

grandes corporaciones, varios presidentes de los Estados Unidos y hasta para el mismo Rockefeller. Su

conocimiento fue uno de los más valorados por los grandes poderosos del planeta. Desde sus comienzos, con

el presidente Woodrow Wilson manipularon al público norteamericano, como ya vimos.

Un personaje de este calibre ha pasado inadvertido para el público latinoamericano. Vale la pena

reproducir lo que se dijo de él en diferentes medios internacionales: 1.- The New York Times, Estados

Unidos: «El Dr. Bernays, quien originó la Ciencia de las Relaciones Públicas, tuvo clientes tan importantes

como los presidentes Coolidge, Wilson, Hoover y Eisenhower, así como a personajes de la vida pública

como Edison, Caruso, Nijinsky, e importantes empresas nacionales e internacionales». 2.- Revista Life,

Estados Unidos: «Bernays, es considerado como una de las 100 personalidades más influyentes de nuestro

siglo, junto a Martin Luther King, Robert Oppenheimer y Albert Einstein». 3.- BBC de Londres, Reino

Unido: «Bernays ha sido uno de los principales arquitectos de las técnicas modernas de persuasión… Su

convencimiento nacía de la creencia de que más que vender productos o bienes debía generarse una idea

política de persuasión desde la propia opinión pública». 4.- Washington Post, Estados Unidos: «Es fácil decir

que Edward Bernays fue el padre de las Relaciones. Públicas La gente lo ha llamado así desde hace años, y

no se discute. Lo que realmente se quiere decir, sin que se hayan atrevido, es que es el padre de todos los

americanos». 5.- Le Monde, Francia: «Edward Bernays fue un personaje colorido que prodigó sus consejos a

numerosas empresas y orquestó un sinfín de campañas de opinión tanto en los Estados Unidos como en

América Latina». 6.- El observador, España: «Edward Bernays, es capaz de cambiar el punto de vista de las

personas y convencerlas de que hagan lo que se les sugiere, es una habilidad que pocos hombres tienen y

muchos desearían poseer».

**********

El padre del “consenso ideológico”

Algunos datos más de este señor “tan importante”, Edward Bernays, que exhibe en su muy larga carrera

varios “éxitos” políticos al servicio de la Central de Inteligencia Americana (CIA). Volvamos a Chomsky:

Fue el encargado de dirigir la campaña de relaciones públicas de la United Fruit Company, en 1954,

cuando los Estados Unidos intervinieron militarmente para derribar el gobierno democrático de

Guatemala, e instalaron en su lugar un régimen sanguinario de escuadrones de la muerte, mantenido

hasta nuestros días a base de repetidas infusiones de ayuda norteamericana, cuyo objeto es evitar

algo más que desviaciones democráticas vacías de contenido. En estos casos, es necesario hacer

tragar por la fuerza una y otra vez programas específicos para cada caso, aplicados a lo que la gente

se muestra contraria, ya que no tiene ningún sentido que el público esté a favor de programas que le

son perjudiciales.

Se puede comprender la importancia que adquirió su asesoramiento profesional allí donde fue llamado a

intervenir, puesto que si es exigible una propaganda amplia y general, también se requiere un conocimiento

específico de cada caso, como todo cirujano sabe, y éste fue un “cirujano de masas”. Lo sobresaliente de sus

logros es que fue capaz de convencer a mucha gente de que lo inaceptable para sus intereses se convirtió en

aquello que aceptó. Preguntémonos acerca de tantas campañas presenciadas, y hasta aceptadas sin mucha

oposición, lo que demuestra la capacidad de la propaganda, desde aquella frase «Hay que pasar el invierno»

hasta «un dólar y un peso tienen el mismo valor», ésta de indudable eficacia que desató aquella fiebre del

“deme dos”. Sin embargo, conviene destacar que no parece que nuestro pueblo sea tan sometido y dócil

como el de los “Homero Simpson”17

.

Nuestro autor nos ofrece un ejemplo:

Los programas de la era Reagan eran abrumadoramente impopulares. Los votantes de la victoria

arrolladora de Reagan en 1984 esperaban, en una proporción de tres a dos, que no se promulgaran

las medidas legales anunciadas. Si tomamos programas concretos, como el gasto en armamento, o la

reducción de recursos en materia de gasto social, etcétera, prácticamente todos ellos recibían una

oposición frontal por parte de la gente. Pero en la medida en que se marginaba y apartaba a los

individuos de la cosa pública y estos no encontraban el modo de organizar y articular sus

sentimientos e intereses, o incluso de saber que había otros que compartían dichas ideas, los que

decían que preferían el gasto social al gasto militar —y lo expresaban en los sondeos, tal como

sucedía de manera generalizada— daban por supuesto que eran los únicos con tales ideas

disparatadas en la cabeza. Nunca habían oído estas cosas de nadie más, ya que había que suponer

que nadie pensaba así; y si lo había, y era sincero en las encuestas, era lógico pensar que se trataba

de un “bicho raro”. Desde el momento en que un individuo no encuentra la manera de unirse a otros

que comparten o refuerzan este parecer y que le pueden transmitir la ayuda necesaria para

articularlo, acaso llegue a sentir que es alguien excéntrico, una rareza en un mar de normalidad.

De esta manera se ha logrado que, aun aquellos que no comparten el mensaje sean reducidos a un estado

psicológico tal, que los lleva a poner en duda lo que ellos piensan, y terminan sometidos al peso de la

“opinión pública”. Así pues, hasta cierto punto se alcanza el ideal, aunque nunca de forma completa; el éxito

total es un límite inalcanzable, ya que hay instituciones que no se han logrado deslegitimar o destruir. Ofrece

Chomsky el ejemplo de las iglesias de su país: «Buena parte de la actividad disidente de los Estados Unidos

se producía en las iglesias por la sencilla razón de que ellas resistían». La comparación siguiente es muy

ilustrativa para cuando veamos el estado de cosas existente entre nosotros:

Por ello, cuando había que dar una conferencia de carácter político en un país europeo era muy

probable que se celebrara en los locales de algún sindicato, cosa harto difícil en América ya que, en

primer lugar, estos apenas existían o, en el mejor de los casos, no eran organizaciones políticas. Pero

las iglesias sí existían, de manera que las charlas y conferencias se hacían con frecuencia en ellas: la

17

Puede consultarse en la página www.ricardovicentelopez.com.ar mi trabajo La cultura Homero Simpson - el modelo

que propone la globalización.

solidaridad con Centroamérica se originó en su mayor parte en las iglesias, sobre todo porque con su

prédica contrarrestaban el mensaje.

**********

Las técnicas del control de la conciencia colectiva

El profesor Chomsky propone algunas reflexiones sobre la historia que narró, historia que es, a su vez,

un análisis de los modos y técnicas del manejo del poder en los Estados Unidos. Sin embargo, me atrevo a

interpretar, no pretende decir que estas maniobras y campañas logren totalmente sus propósitos. No se

pueden negar los notables éxitos alcanzados, dados los enormes esfuerzos y recursos puestos al servicio de

esos planes. También cabe reconocer que contaron con una capacidad y calidad de inteligencias,

creatividades, inventivas, que hicieron escuela en el mundo. Gran parte de la publicidad que las agencias

diseñan tiene, por detrás, todas esas experiencias. Es recomendable ver una serie de televisión, “Mad men”,

que pinta con trazos muy vívidos a una agencia de publicidad de Nueva York, en su “día a día”, que desnuda

las artimañas a las que apelan en el diseño de sus campañas. «La serie ha sido mundialmente aclamada por

su autenticidad histórica, por su estilo visual, por su guion y actuaciones. Por ello, ha ganado tres Globos de

Oro y nueve Emmys, y es la segunda serie emitida por cable en los Estados Unidos que ha ganado el Emmy

a la Mejor serie dramática», comenta una publicación de espectáculos.

Respecto a la eficacia del manejo de las manipulaciones ya analizadas, comenta Chomsky:

El rebaño desconcertado nunca acaba de estar debidamente domesticado: es una batalla

permanente. En la década de 1930, surgió otra vez, pero se pudo sofocar ese movimiento. En los

años sesenta, apareció una nueva ola de disidencias, a la cual la “clase especializada” le puso el

nombre de “crisis de la democracia”. Se consideraba que la democracia estaba entrando en una

crisis, porque amplios segmentos de la población se estaban organizando de manera activa y

estaban intentando participar en la arena política. El conjunto de élites coincidían en que había que

aplastar tal renacimiento democrático de los sesenta, y poner en marcha un sistema social en el que

las riquezas se canalizaran hacia las clases acaudaladas y privilegiadas.

Son interesantes las apreciaciones deslizadas a lo largo de su libro. Muestran que hablar de democracia

dice algo, pero no mucho, puesto que en la práctica de los Estados Unidos se entiende por tal, algo diferente

de lo que se sostiene en Europa. Se puede entender que los movimientos sociales, con sus reclamos, son un

avance de la calidad democrática dada la mayor participación de la ciudadanía, como lo muestra en alguna

medida la Europa de los sesenta y setenta. Sin embargo, debe tenerse en claro que no es lo que el

establishment estadounidense desea imponer. «Según el criterio predominante, es un problema, una crisis

que ha de ser vencida. Había que obligar a la población a que retrocediera y volviera a la apatía, la

obediencia y la pasividad, que conforman su estado natural».

En el País del Norte, después de la década de 1960 se hizo todo lo posible para que esa “enfermedad”,

denominada “democratización”, fuera eliminada o fuera menos virulenta. «La verdad es que uno de los

aspectos centrales de dicho mal tenía un nombre técnico: el “Síndrome de Vietnam”, término que surgió en

torno a 1970 y que de vez en cuando encuentra nuevas definiciones». Esta “enfermedad” se hizo pública en

una manifestación de varias Universidades de los Estados Unidos en desacuerdo con la guerra de Vietnam.

Esta oposición hizo más por el retiro de las tropas, que los resultados bélicos en el campo de batalla. Un

intelectual reaganista, neoconservador, perteneciente a la ultraderecha del Partido Republicano, Norman

Podhoretz18

, se quejaba de lo que llamó tiempo después, «las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la

fuerza militar».

Esta situación de una especie de rebeldía a la norteamericana —no era nada realmente grave, pero una

mayoría experimentaba dichas «inhibiciones contra la violencia, y simplemente no entendía por qué había

que ir por el mundo torturando, matando o lanzando bombardeos intensivos»— tuvo muy preocupados a los

políticos y empresarios ligados al Pentágono.

Agrega Chomsky, con una ironía amarga:

Como ya supo Goebbels en su día, es muy peligroso que la población se rinda ante estas

“inhibiciones enfermizas”, ya que en ese caso habría un límite a las veleidades aventureras de un

país fuera de sus fronteras. Tal como decía con orgullo el Washington Post, durante la histeria

colectiva que se produjo durante la guerra del golfo Pérsico, “es necesario infundir en la gente respeto

por los valores marciales. Y eso sí es importante. Si se quiere tener una sociedad violenta que avale

la utilización de la fuerza en todo el mundo para alcanzar los fines de su propia élite doméstica, es

necesario valorar debidamente las virtudes guerreras y no, esas inhibiciones achacosas acerca del

uso de la violencia. Esto es el síndrome de Vietnam: hay que vencerlo”.

**********

El control se hace más necesario para conservar la “gobernabilidad”

El sistema de poder se enfrenta, desde hace unas décadas, con una serie de dificultades que es necesario

resolver para recuperar un tema importante que la politología reciente ha designado la “gobernabilidad”. Este

concepto aparece definido como «La capacidad de una sociedad para enfrentar positivamente los retos y

oportunidades que se le plantean en un momento determinado». No es sorprendente que en las últimas

décadas se haya impuesto este tema como un problema académico, derivado de la sucesión de crisis que a

partir de los setenta se abatieron sobre el planeta. En lo referente a la crisis política, que no tuvo la

exposición mediática de las crisis económico-financieras, es necesario detectar la capacidad del sistema

informativo para mantenerla invisibilizada. Una razón muy importante, según mi criterio, es que ponerla en

debate arrastraría un cuestionamiento al sistema capitalista en su totalidad que en aquella había adquirido una

nueva virulencia. Dado este tema como eje para pensar, propongo una digresión, dentro de la línea de

desarrollo de estas páginas, para aclarar esta encrucijada histórica, denominada antes “el síndrome de

Vietnam”, aunque era mucho más que eso.

Aquella certeza de que las críticas y cuestionamientos al sistema capitalista eran una especie de

sarpullido adolescente comenzaba a resquebrajarse. Los que sostenían, como actitud tranquilizadora, que

nada serio estaba sucediendo y lo expresaban burlonamente: “De jóvenes, incendiarios y de grandes,

bomberos”, o con una frase atribuida al político conservador británico Winston Churchill19

(1874-1965):

“Quien no ha sido socialista a los veinte, es un insensato; quien sigue siéndolo después de los cuarenta, es un

estúpido”, empezaban a inquietarse.

18

Es una figura central del neoconservadurismo norteamericano. Para muchos ha sido la figura más relevante del

movimiento. 19

Político británico, conocido por su liderazgo del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Es considerado

uno de los grandes líderes de tiempos de guerra y fue Primer Ministro del Reino Unido en dos períodos (1940-45 y

1951-55)

La conciencia de que en los sesenta y comienzos de los setenta se estaba dirimiendo la continuidad del

sistema indujo al establishment del Norte a conformar un comité de “notables” para abordar el tema. Había

llegado la hora de contener la marea, de obligarla a replegarse. La década de las revoluciones dejó grandes

enseñanzas a los dueños del mundo. Repuestos éstos de las pérdidas y desgastes de las dos guerras, más las

luchas por la liberación de los pueblos periféricos, comenzaron a pensar en cómo encarrilar el cuarto final

del siglo XX. Se crea entonces la “Comisión Trilateral”, con el objetivo de acordar políticas entre los tres

grandes grupos capitalistas (Estados Unidos, Europa y Japón) para definir el curso del último cuarto de siglo,

ante lo que consideraban como amenazas ciertas —la Unión Soviética y las luchas revolucionarias— que

provocaban un desorden perjudicial para la estabilidad internacional.

Tal vez, pueda ser iluminador analizar la propuesta del presidente de los Estados Unidos, James Carter20

(1924), de comienzos de los años setenta: la vigencia de un “Nuevo Orden Internacional”. Este “orden”, que

venía planificándose desde fines de la década anterior, contiene germinalmente el proceso que derivó en lo

que se conoció después como la “globalización”. En 1973, en Tokio, David Rockefeller21

(1915) convoca a

financistas, representantes de las empresas multinacionales y representantes de centros de estudio e

investigación privados y lanza la “Trilateral Commission”. Esta Comisión tuvo como primer presidente a un

profesor de la Universidad de Columbia, Zbigniew Brzezinski22

(1928).

En un artículo suyo, publicado en la revista Foreign Affaire, en 1970, expone su visión de este “Nuevo

Orden Mundial”:

Se hace necesaria una visión nueva y más audaz: la creación de una comunidad de países

desarrollados que puedan tratar de manera eficaz los amplios problemas de la humanidad. Además

de los Estados Unidos de América y de Europa Occidental, debe incluirse a Japón (...) Un consejo

formado por miembros de los Estados Unidos, Europa Oriental y Japón, que fomente encuentros

regulares entre los jefes de gobierno, pero también entre personalidades menos importantes, sería un

buen comienzo.

En un libro de su autoría, Entre dos edades: el papel de los Estados Unidos en la era tecnotrónica23

,

publicado ese mismo año ya argumentaba de este modo:

El empuje tecnológico y la riqueza económica de los Estados Unidos permiten expandir el sentido del

concepto de libertad e igualdad, pasando de lo formal y exterior a las órbitas de lo personal e interior

de la existencia social del hombre (...) podría construir un marco social para la síntesis de las

dimensiones exterior e interior del hombre (...) [la finalidad] es la construcción y el fortalecimiento de

la comunidad estable de naciones desarrolladas (...). [Pensaba] formar, al principio, sólo un consejo

consultivo de alto nivel para la cooperación internacional, que congregaría regularmente a los Jefes

de Gobierno del mundo desarrollado para discutir problemas comunes.

No creo que exija mayor esfuerzo leer, en estas palabras, el anticipo de lo que sería, en su etapa de plena

realización, la globalización. Esta nueva estructuración del planeta debía ser acompañada por un “Nuevo

Orden Mundial de la Información y la Comunicación”, como pocos años después, en el Seminario Dag

Hammarskjöld, de 1975, los periodistas representantes de países del Tercer Mundo dieron a conocer una

declaración que afirmaba:

20

Fue el trigésimo noveno presidente de los Estados Unidos (1977-1981), recibió el Premio Nobel de la Paz en 2002. 21

Célebre banquero estadounidense, patriarca de la conocida familia Rockefeller. Es el único hijo vivo de John D.

Rockefeller Jr. y nieto del multimillonario magnate petrolífero John D. Rockefeller el fundador de Standard Oil. 22

Considerado uno de los más prestigiosos analistas en política exterior americana del mundo. Fue Consejero de

Seguridad Nacional del Presidente Jimmy Carter 23

De la tecnología electrónica o relativo a ella.

El Nuevo Orden Económico Internacional requiere una nueva estructura de comunicaciones y de

información mundial. Un cuasi monopolio de las comunicaciones internacionales, incluidas aquellas

entre países del tercer Mundo, por parte de las empresas transnacionales, vinculado a su dominio de

muchos, y su influencia en casi todos los medios de comunicación social del Tercer Mundo, es un

elemento básico del actual modelo jerárquico de dominación ideológica y cultural por parte del centro.

**********

La Comisión Trilateral y el neoliberalismo

La Trilateral fue una pionera de lo que se llamó después el “pensamiento único”, que adquirió

legitimidad a partir del Consenso de Washington (1989) y de la globalización. El gobierno de James Carter

(1976-1980) había incorporado en su momento el discurso de la Comisión Trilateral. Fundada en 1973, su

presentación fue lanzada en mayo de 1975, en Kyoto (Japón). Ésta fue la primera sesión plenaria de la

Comisión, y los delegados asistentes representaban a las empresas bancarias, comerciales e industriales más

poderosas del planeta, originarias de esas tres áreas geográficas. Según la retórica de sus principios,

Todos los pueblos forman parte de una comunidad mundial, que dependen de un conjunto de

recursos. Están unidos por los lazos en una sola humanidad y se encuentran asociados en la

aventura común del planeta Tierra... La remodelación de la economía mundial exige nuevas formas

de cooperación internacional para la gestión de los recursos mundiales en beneficio tanto de los

países desarrollados como de los que están en vías de desarrollo... El propósito de la Comisión es

construir y fortalecer la asociación entre las clases dirigentes de Norte América, Europa Occidental y

Japón.... La Comisión Trilateral, como entidad privada, es un intento para moldear la política pública y

construir una estructura para la estabilidad internacional en las décadas venideras (subrayado RVL).

En el mismo año, Brzezinski declaraba, en un tono que se mostraba como muy ético y solidario, que

La Comisión Trilateral espera que, como feliz resultado de la Conferencia, todos los gobiernos

participantes pondrán las necesidades de interdependencia por encima de los mezquinos intereses

nacionales o regionales.

Al año siguiente, le decía a la prensa: «En nuestros días, el Estado-Nación ha dejado de jugar su papel»

(Entrevista con el New York Times el 1-8-1976). Con mucha mayor crudeza y por lo tanto con mayor

claridad, Rockefeller definía su cometido:

Se trata de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado,

por la soberanía de una elite de técnicos y de financistas mundiales» (subrayado RVL).

No dejaba dudas sobre lo que se proponían hacer, reconozcamos que era sincero. Las preocupaciones

sobre la inestabilidad del capitalismo encontraron en la “Trilateral” un espacio adecuado para el estudio de

esta problemática. Según el Dr. Luis Aguilera García, abogado y politólogo, reconocido estudioso del tema

de la gobernabilidad, en su trabajo Gobernabilidad y gobernanza: cinco tesis a la luz del capitalismo

neoliberal del siglo XXI, sostiene:

Existe coincidencia en la bibliografía al apuntar el origen de los estudios acerca de la gobernabilidad

de los sistemas sociales, adjudicados a la primera mitad de los 70, con el conocido Informe de la

Comisión Trilateral. Este Informe fue publicado en 1975, y tuvo como centro el tratamiento de la

categoría referida. La convocatoria para la elaboración de este informe está motivada por las

profundas convulsiones que venían apareciendo tanto en los centros del poder imperial como en su

llamada periferia, lo cual surge como colofón de sucesos políticos, económicos y militares que

mostraban la verdadera esencia del imperialismo mundial. La guerra de Viet-Nam, el escándalo

Watergate, la crisis económica que abatía desde los primeros años de los 70 a los grandes centros

del poder mundial, unido a ello la crisis del estado de bienestar, la irrupción de regímenes fascistoides

militaristas en América Latina y el avance de las fuerzas de izquierda y del bloque socialista,

conducían a un severo cuestionamiento de la legitimidad de las estructuras y sujetos del poder

político en los países centrales del imperialismo” (subrayado RVL).

Si bien las dificultades que presenta la “gobernabilidad” no son un fenómeno nuevo, merece recordarse

que “El Príncipe”, del florentino Nicolás Maquiavelo24

(1469-1527), fue escrito como una serie de consejos

para mantener el poder —en términos de la politología actual: la gobernabilidad—. Afirma el Dr. Aguilera

García:

Fenómenos de pérdida de protagonismo, de inestabilidad recurrente, de crisis económicas lacerantes,

llevaron a mediados de los 70 a buscar nuevos caminos de afianzamiento del poder. Así vino al

mundo la Comisión Trilateral y con ella se gestó toda la concepción de la "gobernabilidad

democrática", conjunto de concepciones y mecanismos dirigidos a estabilizar el dominio imperialista

mundial (subrayado RVL).

Agrega más adelante:

"Gobernabilidad" aparece en la literatura con el trilateralismo para dar cuerpo conceptual al proyecto

político del neoliberalismo. Desplaza la concepción del “estado de bienestar”, cuando este se

considera fracasado. Es decir, como categoría, la gobernabilidad nace en los predios de la práctica

del neoliberalismo, y nace además, para contribuir a fundamentar y diseñar la visión neoliberal del

estado y la política (subrayado RVL).

**********

El control de los medios es el arma de la dominación

Llegados a este punto, creo necesario recordar qué nos hemos propuesto y, en función de ello, dónde

nos encontramos. El tema del título, “El control de los medios de difusión”, requiere una explicación acerca

del porqué el dominio mediático se manifestó de manera más intensa a partir de la década de los setenta.

Pues bien, hacia allí vamos.

Desde esa década, y como reverberaciones últimas de los resultados de las dos Grandes Guerras25

, la

conciencia colectiva había iniciado un proceso de politización generalizada que se podía observar desde las

manifestaciones de reclamos de derechos, hasta los procesos armados revolucionario. Las clases dominantes

percibían un peligro real en el horizonte futuro que amenazaba con la pérdida del control político de las

relaciones internacionales. La existencia de la Unión Soviética, de China y de Cuba socialistas agravaba el

diagnóstico.

La creación de la Comisión Trilateral, como ya quedó dicho, fue un intento de encontrar respuestas

posibles a lo que se miraba como una marejada que se iba extendiendo por todo el planeta. Un cuarto de

siglo le quedaba al XX para su final, y se consideró necesario diseñar, programar y ejecutar políticas que

torcieran el rumbo de los procesos en marcha. Es en este contexto que se publica, en 1975, su informe

titulado "La crisis de la democracia. Informe sobre la gobernabilidad de las democracias", que colocaba

24

Fue un diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor italiano. Fue asimismo una figura relevante del

Renacimiento italiano. En 1513 publicó su tratado de doctrina política titulado El Príncipe. 25

La primera guerra se desata en Europa en 1914 y finaliza en 1918; la segunda comienza en 1938 hasta 1945, algunos

investigadores entienden que fue una sola con un período de cese de hostilidades 1914-1945.

sobre la mesa del debate las denominadas «disfunciones que presentaban entonces los regímenes

democráticos que los hacía difícilmente gobernables».

En una investigación sobre el tema, titulada “Gobernabilidad y gobernanza”, la Dra. Ericka N. Estrella

Díaz26

, con una aguda mirada sobre el Informe de la Comisión, afirma:

Así pues, lo que en realidad se define en este reporte es el proceso de ingobernabilidad, el cual se

define como la pérdida de autoridad gubernamental que puede experimentar un Estado a

consecuencia de los problemas ocasionados por un “aumento de las demandas sociales frente a una

capacidad financiera e institucional constantes o incluso en detrimento en algunos casos”. Es decir,

de acuerdo con este informe, la crisis existente en los regímenes democráticos se debía a un exceso

de democracia o de participación ciudadana, ya que — en base a la tesis formulada en el susodicho

informe—como consecuencia del aumento de las expectativas sociales de los ciudadanos, también

aumentaron las demandas de estos hacia el gobierno; sin embargo, los recursos del estado, para dar

respuesta a estas demandas, han disminuido, lo cual genera frustración en la ciudadanía, generando

así una crisis entre los gobiernos y sus sociedades. (subrayado RVL)

La Dra. Estrella hace evidente que la preocupación por el informe, es decir, de los directores de la

Comisión Trilateral, no es acerca del tema teórico de la “gobernabilidad”, que suena a abstracción

académica, sino la detección de un problema político, como ya hemos visto. Continúa:

Ahora bien, según la tesis sostenida en este informe, esta incapacidad de respuesta por parte del

gobierno para con las demandas sociales de su comunidad, se debe a que su sistema político-

administrativo tradicional se encuentra superado por el acelerado progreso de la tecnología y la

complejización de la estructura social. Por lo cual, este informe asevera que tanto una mayor

participación ciudadana como una mayor intervención del Estado sólo harían más ingobernables a los

Estados. En razón a esto, los autores del informe sostienen que la solución reside en la

tecnocratización de las esferas gobernantes; es decir, dar la conducción del Estado ya no a políticos,

sino a actores sociales como las empresas, asociaciones y algunas instituciones que representen a

los principales grupos de interés, de manera que como representantes de los principales grupos de la

sociedad, serán capaces de conciliar más fácilmente las diferencias que surjan entre los miembros de

la sociedad (subrayado RVL).

Si traducimos esto al castellano de un “ciudadano de a pie”, deberemos decir: La tesis central del

informe de la Comisión Trilateral, apunta a la incapacidad de la política para manejar los conflictos sociales,

lo cual indica la necesidad de entregar los gobiernos a los “técnicos especializados”. Éstos, que son los

representantes de “los principales grupos de interés” —léase empresas multinacionales o consultoras

internacionales—, son los más capacitados para «excluir la participación ciudadana de la gestión de la “cosa

pública” en pro de la concentración del poder en unos cuantos tecnócratas».

Un segundo señalamiento que nos ofrece es el siguiente:

Los autores del Informe de la Comisión Trilateral consideran los grupos, organizaciones, localidades,

naciones, regiones y seres humanos. No nos parece casual, ni olvido involuntario, el hecho de que no

aparezcan las “clases sociales” en ese universo relacional. El Informe ignora que la relación esencial

que en última instancia califica y define la gobernabilidad de un sistema social dado es la relación

inter-clases sociales». (subrayado RVL).

26

Licenciada en Derecho en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, profesora de la

Universidad Autónoma de Querétaro, México e investigadora del Centro por la Justicia y el Derecho

Internacional(CEJIL), San José, Costa Rica.

No hablar de “clases sociales” es ignorar la injusta distribución de las riquezas, problema que está en la

base de la tal “gobernabilidad” o, como propone nuestra autora, la “ingobernabilidad” que resulta de las

demandas sociales insatisfechas.

Se percibe, en el Informe, lo que después se desplegaría con toda su virulencia: las líneas fundamentales

del proyecto neoliberal que se institucionalizaría con el Consenso de Washington, a partir del cual el dominio

sobre gobiernos e instituciones académicas fue muy severo.

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La Trilateral fue una pionera en lo que se ha llamado después el “pensamiento único” que adquiriría

legitimidad a partir del Consenso de Washington (1989) y la globalización. El gobierno de James Carter

(1976-1980) había incorporado en su momento el discurso de la Comisión Trilateral. Fundada en 1973 es

lanzada su presentación en mayo de 1975, en Kyoto (Japón). Ésta fue la primera sesión plenaria de la

Comisión y los delegados asistentes representaban a las empresas bancarias, comerciales e industriales más

poderosas del planeta, originarias de esas tres áreas geográficas. Según la retórica de sus principios:

Todos los pueblos forman parte de una comunidad mundial, que dependen de un conjunto de

recursos. Están unidos por los lazos en una sola humanidad y se encuentran asociados en la

aventura común del planeta Tierra... La remodelación de la economía mundial exige nuevas formas

de cooperación internacional para la gestión de los recursos mundiales en beneficio tanto de los

países desarrollados como de los que están en vías de desarrollo... El propósito de la Comisión es

construir y fortalecer la asociación entre las clases dirigentes de Norte América, Europa Occidental y

Japón.... La Comisión Trilateral como entidad privada es un intento para moldear la política publica y

construir una estructura para la estabilidad internacional en las décadas venideras. (subrayado RVL).

En el mismo año Brzezinski declaraba, en un tono que se mostraba como muy ético y solidario, que la

Comisión Trilateral esperaba que, la Conferencia tuviera un feliz resultado, ya que todos los gobiernos

participantes pondrían las necesidades de interdependencia «por encima de los mezquinos intereses

nacionales o regionales». Al año siguiente le decía a la prensa: «En nuestros días, el Estado-Nación ha

dejado de jugar su papel» (Entrevista en el New York Times el 1-8-1976). Con mucha mayor crudeza y por

lo tanto con mayor claridad Rockefeller definía su cometido: «De lo que se trata es de sustituir la

autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberanía de una elite de

técnicos y de financieros mundiales» (subrayados del autor). No dejaba dudas sobre lo que se proponían

hacer, tenemos que reconocer que era sincero.

Las preocupaciones sobre la inestabilidad del capitalismo encontraron en la “Trilateral” un espacio

adecuado para el estudio de esta problemática. Si bien las dificultades que presenta la “gobernabilidad” no es

un fenómeno nuevo, merece recordarse que “El Príncipe”, del florentino Nicolás Maquiavelo (1469-1527),

fue escrito como una serie de consejos para mantener el poder —en términos de la politología actual: la

gobernabilidad—. Afirma el Dr. Aguilera García:

Fenómenos de pérdida de protagonismo, de inestabilidad recurrente, de crisis económicas lacerantes,

llevaron a mediados de los 70 a buscar nuevos caminos de afianzamiento del poder. Así vino al

mundo la Comisión Trilateral y con ella, se gestó toda la concepción de la "gobernabilidad

democrática", conjunto de concepciones y mecanismos dirigidos a estabilizar el dominio imperialista

mundial (subrayado RVL).

Agrega más adelante:

"Gobernabilidad" aparece en la literatura con el trilateralismo para dar cuerpo conceptual al proyecto

político del neoliberalismo. Desplaza la concepción del estado de bienestar, cuando este se considera

fracasado. Es decir, como categoría, la gobernabilidad nace en los predios de la práctica del

neoliberalismo, y nace además, para contribuir a fundamentar y diseñar la visión neoliberal del estado

y la política» (subrayado RVL).

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El control de los medios de difusión

Llegados a este punto creo necesario recordar qué nos hemos propuesto y, en función de ello, donde

estamos. El tema del título, “El control de los medios de difusión”, requiere una explicación acerca del por

qué se dio de manera más intensa a partir de la década de los setenta. Pues bien, hacia allí vamos.

Desde esa década, y como reverberaciones últimas de los resultados de las dos Grandes Guerras, la

conciencia colectiva había iniciado un proceso de politización generalizada que se podía observar desde las

manifestaciones de reclamos de derechos hasta los procesos armados revolucionario. Las clases dominantes

estaban percibiendo un peligro real en el horizonte futuro que amenazaba con la pérdida del control político

de las relaciones internacionales. La existencia de la Unión soviética, de China y de Cuba socialistas,

agravaban el diagnóstico.

La creación de la Comisión Trilateral, como ya quedó dicho, fue un intento de encontrar respuestas

posibles a lo que se miraba como una marejada que se iba extendiendo por todo el planeta. Un cuarto de

siglo le quedaba al XX para su final y se consideró necesario diseñar, programar y ejecutar políticas que

torcieran el rumbo de los procesos en marcha. Es en este contexto que se publica en 1975 su informe titulado

"La crisis de la democracia. Informe sobre la gobernabilidad de las democracias" que colocaba sobre la mesa

del debate lo que denominaron «las disfunciones que presentaban entonces los regímenes democráticos que

los hacía difícilmente gobernables».

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La Comisión Trilateral - la Sociedad Interamericana de Prensa y la concentración de los

medios de difusión

Como conclusión de las propuestas del Informe, nos queda por decir algo, ya planteado en otros

trabajos: las distancias entre teoría y práctica. De ello se puede decir que, una vez más, aparecen las

elaboraciones teóricas que se desentienden de las relaciones políticas, económicas, sociales, culturales; en

una palabra, de las “relaciones de poder”. Estas quedan ocultas tras la palabrería abstracta en la que se

parapetan tantos “investigadores orgánicos”. En este caso, la conceptualización de la gobernabilidad anda

por un lado, mientras la práctica discurre por el terreno real, en el que se sigue hablando de gobiernos

ineficaces y sociedades ingobernables, sin profundizar las razones que provocan las “inestabilidades

políticas”.

Hemos llegado al punto en el que es necesario abordar las propuestas ocultas que la Comisión Trilateral

puso en tesis concretas de políticas que debían implementarse. Se apoyaban en definiciones que, unos pocos

años antes, ya anticipaba Brzezinski, en el libro citado:

La nación-estado como unidad fundamental de la vida organizada del hombre ha dejado de ser la

principal fuerza creativa: Los bancos internacionales y las corporaciones transnacionales son ahora

actores y planificadores en los términos que antiguamente se atribuían los conceptos políticos de

nación-estado.

Una vez confesado cuál era el plan para implementar, había que enfrentar el problema de una opinión

pública internacional, convencida de que la “democracia liberal” era el mejor camino; de que sus

instituciones, entre ellas las elecciones periódicas libres, creaban el escenario de resolución de conflictos:

exactamente lo contario de las conclusiones trilateralistas.

El tema que volvía a aparecer, en ese entonces, en el debate de los representantes del establishment

internacional, es el del control de esa “opinión pública”. Volver a las viejas tesis estadounidenses, ya

analizadas en este trabajo, abría un camino difícil pero posible: la compra y concentración de los medios de

información pública que podían desarrollar esa tarea.

La Trilateral se lanza, a partir de entonces, a la adquisición de los paquetes accionarios de las empresas

de comunicación de masas, y coloca allí a varios de sus miembros en sus directorios: David Bradley,

presidente de AtlanticMedia Company; Karen Elliot House, ex vicepresidenta sénior de Dow Jones &

Company, y editora del The Wall Street Journal, propiedad de Rupert Murdoch; Richard Plepler,

copresidente de HBO; Charlie Rose, de PBS, Servicio Público de Radio y TV de los Estados Unidos; Fareed

Zakaria, redactor de Newsweek; Mortimer Zuckerman, presidente de U.S. News &World Reports.

Una de las primeras conclusiones que se puede extraer de lo afirmado hasta aquí es que, a medida que el

sistema de dominación se asentaba en el plano internacional, se iba infiltrando en los grandes medios de la

periferia del mundo. Para mirarlo desde nuestra perspectiva latinoamericana, se presenta de inmediato la

Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) con su historia, que permite comprender cómo lo que hemos visto

es aplicado de diversos modos en nuestros países. Una síntesis nos ofrece el Profesor e Investigador de la

Universidad Autónoma de Yucatán, México, Pedro Echeverría:

Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) — como es bien sabido en el mundo— es la asociación de

propietarios, editores y directores de diarios, periódicos y agencias informativas de América. Los

integrantes de SIP no necesariamente son periodistas, son ricos empresarios y dueños de acciones

de los medios de comunicación. Representan a más de 1.300 diarios y revistas. Fue creada en 1943,

y tiene a su cargo al instituto de Prensa de la SIP y el Fondo de Becas de la SIP. Otorga anualmente

los Premios SIP. La versión actual de la SIP es la obra de un conocido agente de la Inteligencia

norteamericana, el Coronel de la Central de Inteligencia de América (CIA), Jules Dubois, famoso por

ser un propagandista furibundo de la injerencia de Estados Unidos en América Latina. Sólo

representa los intereses de los grandes grupos económicos propietarios de los medios informativos,

engaña diciendo tener en sus manos la defensa de los periodistas y está fuertemente relacionada con

los partidos políticos de derecha y fascistas del hemisferio. Como está probado hasta la saciedad, los

empresarios privados de los medios de información (TV, radio, prensa) viven de los negocios —

además todos ellos son multimillonarios— y les importa un bledo la “libertad de prensa o la libertad de

información”. (subrayado RVL).

El Coronel Dubois fue quien más trabajó en la década de 1950 para convertir a la Sociedad

Interamericana de Prensa (SIP) en una filial de la Agencia Central de Inteligencia. La SIP había nacido en La

Habana en 1943, en medio de la Segunda Guerra Mundial, para enfrentar los desafíos del eje fascista

liderado por Adolf Hitler. Unió entonces a medios de comunicación y periodistas del Hemisferio Occidental

con tendencias políticas diferentes, y cada país tenía un voto en las asambleas de la organización.

Al concluir la guerra, los Estados Unidos insertaron a la SIP dentro de su esquema macarthista, de

represión y exclusión de las fuerzas de izquierda y progresistas. Dubois citó, en Nueva York, a la asamblea

de la organización, pero impidió que los medios no adictos a la furibunda campaña anticomunista

participaran de ella. En esa reunión, se cambiaron los Estatutos de la SIP acordados en La Habana y

ratificados por las asambleas siguientes, efectuadas en Caracas y Quito. A partir de allí, cambió el rumbo de

la SIP. Desde entonces hasta su fallecimiento en 1966, fue Jules Dubois quien presidió la Comisión de

Libertad de Expresión y de Información, y movió todos los hilos de ese mecanismo para que se pusiese al

servicio de la política imperial de los Estados Unidos.

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Reflexiones finales

Lo investigado sobre el papel de los medios de comunicación de masas, desde la mirada penetrante de

un intelectual prestigioso, con respaldos académicos internacionales, como Noam Chomsky, pone de

manifiesto la importancia de abordar este tema. Pocas veces ha sido historiado, analizado e interpretado un

proceso —que cubrió desde los comienzos del siglo XX hasta hoy y que ha permanecido oculto para una

enorme mayoría de la población mundial— como lo ha realizado este profesor.

Si fuera necesario agregarle méritos a los públicamente ya reconocidos, debemos decir que su tarea

desentrañó los mecanismos ocultos, más perversos y cínicos. Con ellos, el establishment estadounidense en

primer término y, tras él, el mundial, estudiaron, planificaron y ejecutaron un plan nefasto de sometimiento

de la conciencia colectiva con el propósito de lograr la implementación de los que resultaron los aspectos

peores del capitalismo. Fue necesario que todo ello discurriera sin que los ojos y los oídos de los “ciudadanos

de a pie” pudieran ni siquiera sospechar de qué trataba lo que estaba ocurriendo.

Como hemos visto en las páginas anteriores, las mentes más agudas, los investigadores más inteligentes

que pudieron seleccionarse e incorporarse a la tarea, sostenidos con recursos incalculables puestos a su

disposición, obtuvieron éxitos resonantes que no lucieron como tales, porque estaba oculto qué se proponían.

Sólo el conocimiento de los objetivos hubiera permitido valorar los logros. Todo ello se desarrolló por

debajo del escenario nacional e internacional, como dignos tramoyistas de las mejores escenografías, que

impiden ver los mecanismos que forjan la ilusión escénica.

El respeto académico que impone el autor del libro comentado, su documentación, la palabra textual de

las citas, con el nombre de los actores avalados por su seriedad y prestigio, impiden que el lector caiga en la

sospecha de estar leyendo una novela de espionaje. El montaje mediático, realizado por manos expertas

durante tantas décadas, no permitió, hasta fechas recientes, que todo ello se hiciera público y hoy sea materia

de estudio de muchas universidades del mundo —para descubrir y denunciar lo perpetrado o para aprender y

perfeccionar lo realizado—.

Hay en estos temas, respecto de la comunicación de masas, una distancia sorprendente entre lo que se

investiga y se estudia en las universidades y academias, y lo que circula como información pública. El

concepto que definen los estudios periodísticos como “La representación como realidad” aparece hoy en

muchos textos. Dentro de los ámbitos universitarios es un “secreto a voces” que los medios construyen un

relato que contiene la intención de manipular la opinión pública. Cualquier alumno de los primeros años ha

estudiado y debatido sobre esta problemática. A pesar de ello, se sigue escribiendo y publicando en los

medios masivos, partiendo de un concepto ya desnudado en sus falacias, “la objetividad de la información”.

Y todavía, una parte importante del público lector sigue consumiendo ese relato como si nada de eso fuera

una verdad compartida y demostrada.

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El objetivo central de este trabajo que presento es aportar a la tarea de esclarecer a un público que se

mantiene en la ingenuidad con que fue persuadido, de que estar “informado” es tener conocimiento sobre

algo. Si consultamos el Diccionario de la Real Academia encontramos: «La información se expresa mediante

un complemento con “de” o “sobre”, con el sentido de “hacer saber algo a alguien”». Si nuestra curiosidad

da un paso más y se dirige a la etimología, nos enteramos de que, en su origen latino, “forma” es “figura o

imagen”, la palabra “formar”, seguida del sufijo “-ción” indica “producir forma”; si le agregamos el prefijo

“in-”, que indica una “dirección hacia adentro”, da lugar al significado de “poner una forma en la mente de

otro”, que proporciona la idea de una “manipulación”, cuando debemos hacernos cargo de la acepción que se

abre a partir de “figura” cuya acción es “configurar”. Es realmente sugestivo pensar en estos significados,

después de haber recorrido las páginas anteriores. ¿Cuánto de ello no es lo que se plasma en la investigación

que he revisado?

Espero que los comentarios que fui agregando a lo escrito por Noam Chomsky en su libro “El control de

los medios de difusión”, más la propuesta de reflexiones y sugerencias, contribuyan a una comprensión más

profunda de lo que nos ha brindado este académico.

La denuncia de los proyectos y programas — a lo largo del siglo XX y continuados en el actual—

ponen de manifiesto el acuerdo del establishment internacional sobre la “necesidad” de manipular la opinión

del “ciudadano de a pie”, con el propósito de encubrir inconfesables maniobras en pos de una mayor

rentabilidad del capital, sin importar las atroces consecuencias que acarrean. Construir, con el relato

periodístico, una realidad ficcional que sirva a esos propósitos ha sido una política planificada e

implementada desde los más altos escalones del poder. El libro de nuestro profesor nos ha guiado por los

laberintos de ese entramado de planes y acciones desplegados sobre el planeta.

Sin embargo, a pesar de lo contundente de sus denuncias, Chomsky cierra con una reflexión

esperanzadora:

A pesar de toda la propaganda y de todos los intentos por controlar el pensamiento y fabricar el

consenso, hay hechos que constituyen un conjunto de signos de efecto civilizador. Se está

adquiriendo una capacidad y una buena disposición para pensar las cosas con el máximo

detenimiento. Ha crecido el escepticismo acerca del poder. Han cambiado muchas actitudes hacia un

buen número de cuestiones, lo que ha convertido todo este asunto en algo lento, quizá incluso frío,

pero perceptible e importante, al margen de si acaba siendo o no lo bastante rápido como para influir

de manera significativa en los aconteceres del mundo.

Su prudencia es comprensible frente a la mansedumbre y credulidad del público estadounidense,

descripto magistralmente por los autores y guionistas del personaje de Homero en la serie Los Simpson.

Alberto Daneri, escritor, poeta y periodista, nos advierte sobre la necesidad de contar con un público

mejor educado en estos temas:

Para tomar decisiones legítimas, el lector debe disponer de información veraz. Los diarios revelan,

con un poco de suerte, hechos aislados, criterios sesgados; ignoramos miles de cosas que pasan. La

realidad se recorta discrecionalmente; todos saben que los multimedios falsean la verdad, es el

negocio quien manda. Violan sus reglas éticas para vigilar lo que un periodista tiene permitido decir.

Incluso lo que callan esconde un gran truco: omitir es su otra forma de mentir, pues los medios

hegemónicos negocian con poderosos del más alto nivel para que sus lectores piensen que las

corporaciones mediáticas les relatan certezas. Usualmente es un lector cautivo que teme

equivocarse. Educado en el derecho a hablar y en el derecho a saber, cree devoto cuanto le narran.

Washington Uranga, profesor de la cátedra "Políticas de Comunicación" de la Facultad de

Comunicación de la Universidad Javeriana y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de

Buenos Aires y de la Facultad de Comunicación Social de La Plata, aporta:

Es interesante señalar también que así como todo acto tiene una expresión comunicacional que es

susceptible de ser leída de distintas maneras, también es verdad que no todo es comunicación. Por

esta razón es imposible disimular los errores de una gestión con campañas de marketing o con

estrategias de comunicación para impactar y convencer a las audiencias ciudadanas de que está

ocurriendo algo que va en sentido contrario a lo que sus ojos y sus sentidos perciben. Se puede

disimular o engañar por un tiempo, pero finalmente la verdad terminará aflorando si existen voces

diversas, pluralidad de fuentes y perspectivas.

Creo que si se llegó a extremos inconcebibles en los Estados Unidos, es porque allí se ha desarrollado

una larga domesticación cultural. Nuestro pueblo es portador de una mirada crítica que opera como un filtro

analizador de todo lo que se le ofrece y cree cada vez menos en la propaganda con que se lo ataca. No quiere

decir esto que sea invulnerable, pero, como también detecta Chomsky en su país, aunque en menor medida,

la capacidad de engaño está perdiendo fuerza.

Los planes ejecutados, ya analizados, ponen de manifiesto la importancia de crear una visión ficcional

de la realidad al servicio de los peores propósitos del capital internacional. No pueden soslayarse, en esta

reflexión, las consecuencias de esa tarea de dominación cultural sobre una gran parte del “ciudadano de a

pie”. Por ello, dada la necesidad de contrarrestar esta propaganda dañina, se puede comprender mejor que

necesitamos comprometernos en esta “batalla por las ideas”. En verdad, es allí donde se libra la pelea por

una mejor comprensión del mundo que habitamos, y que nos ayudará a mejorar decisiones liberadoras del

sometimiento con que nos han estado amenazando. El resultado de esa “batalla” depende en gran parte de

todos nosotros.