El Crimen Del Palodu - Julio Munoz Gijon

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Libro basado en los chistes de una página de twitter contados por un Sevillano rancio. Gran libro, breve lectura, risa asegurada.Es la segunda parte de la serie de libros de Julio Muñoz Gijon.

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Annotation

El inspector Villanueva ha vueltoa recibir una llamada desdeSevilla: -¿Por qué me llamaJiménez? ¿Ha cantado José ManuelPoto? -Tiene varios discosVillanueva, pero del cante que nosinteresa de Poto todavía no haynovedad, sigue en la cárcel sindecir ni media. Le llamo por otranoticio mucho peor, me temo. -¿Quéha pasado? -Hay otra víctima. -

¿Cómo que otra víctima? ¿Otromuerto? ¿Pero con una regañá? -No,han elegido un arma aún máspeculiar. Será mejor que coja elAVE lo antes posibley lo vea ustedmismo, pero tenga una cosa clara.quien quiera que haya cometido estacarnicería quería que se lerelaccionara con el asesino de laregañá.

JULIO MUNOZGIJON

El crimen del palodú

Almuzara

Sinopsis

El inspector Villanuevaha vuelto a recibir unallamada desde Sevilla: -¿Por qué me llamaJiménez? ¿Ha cantadoJosé Manuel Poto? -Tiene varios discosVillanueva, pero delcante que nos interesa dePoto todavía no hay

novedad, sigue en lacárcel sin decir ni media.Le llamo por otra noticiomucho peor, me temo. -¿Qué ha pasado? -Hayotra víctima. -¿Cómo queotra víctima? ¿Otromuerto? ¿Pero con unaregañá? -No, han elegidoun arma aún máspeculiar. Será mejor quecoja el AVE lo antesposibley lo vea ustedmismo, pero tenga una

cosa clara. quien quieraque haya cometido estacarnicería quería que sele relaccionara con elasesino de la regañá.

Autor: Munoz Gijon, Julio ©2013, Almuzara ISBN: 9788415828389 Generado con: QualityEbookv0.72

UNO Un hombre de unos setenta añossaca al perro por el paseo marítimode Matalascañas. —¡Chica! Vamos, coño, que teparas más que el C2. Escucha con un auricular solo “Elpelotazo”. No hay nadie por lacalle. Es abril. Parece no ver nadararo. De vez en cuando le da untirón al perro. —Qué pesada eres, Chica.

A unos doscientos metros, sinembargo, encima del tapón deMatalascañas, hay ocho personasque no se ven desde abajo. Estándentro de un círculo de ciriosencendidos describiendo a su vezotro círculo. Visten túnicas y en elcentro yace, encadenado al suelocomo si fuera una equis y sólo conun bañador, el periodista ÁlvaroBurguillos. Un encapuchado que parece ellíder le habla desde dentro delcírculo.

—Como tú comprenderás, lagracia de la notita al policía aquelno va a quedar en nada, ¿no? Queeres más chivato que el perro de uncortijo. —Estáis locos, esto se os ha idode las manos y lo sabes, sobre todoa ti, ¿quién te crees que eres?¿Dios? ¿El Pali? Por cierto, no sélo que me vais a hacer, peroquitadme por Dios los cangrejitosestos que me están dando una en laspiernas que no puedo más. —Lo de los cangrejos va a ser lo

de menos, primavera. Y respecto alo de que se me ha ido esto de lasmanos... no tienes ni idea, no sabeslo que es Serva la Bari ni lo quesupone para la Sevilla... —¡Una locura, eso es lo que es! El hombre de la túnica seaproxima rápidamente al periodista.Se agacha, le coge del pelo y legrita a pocos centímetros de sucara. —¡MALDITO IGNORANTE DEMIERDA! Serva la Bari llevacientos de años velando por la

historia de la ciudad, trabajandodesde la sombra para que esto no sedesmadre. ¿De verdad crees quecuando salió ardiendo el pabellónde los descubrimientos de la Expofue por culpa de un enchufe?Ingenuo... El periodista mira perplejo a esasombra que le habla desde unatúnica y ahora le suelta el pelo yvuelve a hablarle de pie caminandode un lado para otro, tranquilo. —La hermandad lleva añostrabajando desde la discreción, un

pabellón dedicado a losdescubrimientos en una ciudad queno quiere progresar era una ofensaintolerable. Lo avisamos. Una de las personas con túnicadel círculo interrumpe. —Después pusieron allí unadiscoteca, que no sé yo si salió muybien aquello... Al líder parece no gustarle lainterrupción. —Tú atento a que no se apague elcirio. Vuelve a mirar al periodista.

—Serva la Bari tiene cientos deaños, nosotros sólo somos el últimoeslabón de momento, nuestraresponsabilidad es cuidar de laimagen de Sevilla, ¿sabes de quémurió la maricona aquella deBécquer? —Según tengo entendido estabamalo ya y le dio un enfriamiento... —¿Enfriamiento? Esos ripioseran incompatibles con nuestraesencia, en la historia secreta de laOrden está escrito, un hermano enel siglo XIX le abrió la ventana

cuando dormía y le escondió lacolcha. El frío de diciembre hizo lodemás. —Eso no puede ser, ¡si hubieravivido más tiempo podría habercambiado el curso de la poesíamundial! —Lo que tú digas. Pero no tecreas, nosotros también sufrimos,hay una guerra subterránea contranosotros, o si no, ¿por qué te creesque cerraron la bodega El Punto dela Puerta Osario? El sitio másrancio de Sevilla, que lleva años

siendo rentable, y de repente seesfuma. Fue una venganza. El periodista parece no darcrédito a todo lo que estáescuchando. —Mírate qué cara tienes... Ahorate estás dando cuenta. Y hay milesde acciones, romper los frenos delcoche de Jesús de la Rosa, que yono sé qué le dio a la gente conTriana, o dar el soplo del Arny, osacar de juerga a John Bonello, elportero de Malta, la noche antes del12-1 por el Burbujas de la calle

Salado... Uno de los asistentes interviene. —Todavía me acuerdo del saqueque tenía, cómo le metía a lasburbujonas, es que no soltaba elcazo. Como para parar un balón aldía siguiente, con el garrafón queponían allí además. —¿Tú te quieres callar,carajaula? Y ojo con los cirios quese apagan, coño, y perdemosempaque, joder. El líder sigue hablando con elencadenado. La brisa de la noche

de Matalascañas refresca elambiente. —¿Quién te crees que avisó aLopera de la fiesta de Denilson?¿Benjamín? Serva la Bari es laguardiana del decoro en la ciudad,y por eso no podemos permitirtraiciones como la tuya, Álvaro, pormucho que nos gustara aquello quedijiste de “la mosca en la leche”hablando del cartel de toros aquel.O Rita Hayworth, que era deCastilleja, y miras en las biografíasy resulta que se fue a Nueva York

con un ballet... ¡Mentira! La echó laOrden porque era la fresca delpueblo y los tenía a todos locos. —¡No puede ser! —Llevamos años siendo una guíasilenciosa, Álvaro. —¿Fuisteis responsables de lariada del 48? —Efectivamente, abrir un par decompuertas una noche y listo. Habíaque limpiar la ciudad de mierda. Yotros hermanos acabaron con Diegode Riaño en el siglo XVI por lasguarrerías que estaba poniendo en

la fachada del ayuntamiento que daa la plaza San Francisco, ¿nunca tehas fijado que hay una mitadesculpida y otra sin esculpir? Vaya,resulta que el sevillano de pro, notiene ni idea de los detalles de supropia ciudad. Aquellos niñosdesnudos eran intolerables, en lostextos de la hermandad se dejaclaro quién fue. Otro de los encapuchados vuelvea interrumpir. —Yo cada vez que llevo a losniños a ver el belén de la Caja San

Fernando paso por allí y digo paradentro “Ole ahí nuestros huevos”. El líder se desespera. —¡A VER SI NOS CALLAMOSQUE ASÍ NO MATA UNO ANADIE, JODER! —Perdón, perdón. Se recompone. —Pues eso, esto no es una locurade cuatro desquiciados como túpiensas, la sede de Spice Platinumen Brighton fue arrasada hace unosaños. —¿El canal porno aquel que

daban en Canal47? —Correcto. Y vuelve a hablar unencapuchado. —Entre otras cosas porque veíasa los chavales por la calleamarillos, yo no he visto más ojerasque esos días, madre mía, el hijo demis vecinos parecía un oso panda.Eso sí, mi niño no salía, se quedabaen casa todos los viernes, y yodecía, mira, se está reformando, yel cabrón lo que hacía era tocarsecomo un mono.

—¡¿OS PODÉIS CALLAR?!¡COMO SE APAGUE UN CIRIOCON LA CHARLITA, ME VOY ATENER QUE CAGAR EN LAPUTA! El líder intenta continuar congravedad. —Serva la Bari ha ido dirigiendola historia de Sevilla desde atrás, yahora estamos muy cerca de llegaral momento decisivo de nuestrocamino. Tú fuiste un inconvenientepero a la vez una herramienta,Álvaro.

—¿Yo? ¿Qué quieres decir?¡AYYY! —¿Qué pasa? —Que me ha picado un cangrejo,coño. —Escucha, echaste a perder elplan inicial pero también nosayudaste a darnos cuenta de quedebíamos ser mucho másambiciosos. Demoler las Setas esalgo que tiene vuelta atrás, se llamaotra vez al Jürgen Mayer de turno ylisto, hacía falta una acción másgrande, y esta Feria se llevará a

cabo. El periodista mira con terror. Ellíder sonríe. —Álvaro, tienes el honor de serla primera pieza de este nuevo plan,la primera muerte. En ese momento, el líder da dospasos hacia atrás. Una de lastúnicas se abalanza, con una rapidezy violencia que parecensobrehumanas, como si fuera unafiera hambrienta, sobre el cuerpodel periodista. Se oye un grito desgarrado que

viene del tapón y rebota de uno aotro entre los bloques vacíos depersianas bajadas de Matalascañas. El hombre que escucha la radiosigue paseando el perro. Es la únicapersona que hay en ese momento enel paseo marítimo. Está tanpendiente de la que lía Josele en ElPelotazo que no oye nada. Una brisa de aire apaga los ciriosen ese momento. Ya no queda nadie en la torre.

DOS Un gimnasio en Pozuelo, Madrid.Todo está nuevo. No huele a sudora pesar de que está lleno. La gentetiene un evidente nivel alto de vida.El inspector Villanueva estácorriendo en la cinta a muchísimavelocidad. Se halla bastante más enforma de lo que estaba cuandoestuvo en Sevilla. Llama laatención. Hay chicas en laselípticas de los lados que lo miran

con escaso disimulo. Él corre, ycorre, y corre más rápido. En plenosprint suena su teléfono móvil. Entoda la sala se oye el A mi manerade Siempre Así. Las miradas setransforman y Villanueva intentadescolgar lo antes posibleavergonzado. —Sí, sí, dígame. —¿Inspector? —Sí, sí, dígame, ¿quién es? —Soy yo, Jiménez, perdone quele llame tan pronto. ¿Le he pilladoacostado?

El inspector para la cinta y pulsaun botón en su reloj. Coge unatoalla que tenía colgada en lamáquina y se va secándose el sudorpor la sala. —No, no, qué va, estoy en elgimnasio. —Yo me apunté a uno y medecían el cometa Halley porqueaparecía una vez cada veinticincoaños. —¿Por qué me llama, Jiménez?¿Ha cantado José Manuel Poto? —Tiene varios discos,

Villanueva, pero del cante que nosinteresa de Poto todavía no haynovedad, sigue en la cárcel sindecir ni media. Le llamo por otranoticia mucho peor, me temo. —¿Qué ha pasado? —Hay otra víctima. —¿Cómo que otra víctima? ¿Otromuerto? ¿Pero con una regañá? —No, han elegido un arma aúnmás peculiar. Será mejor que cojael AVE lo antes posible y lo veausted mismo, pero tenga una cosaclara: quien quiera que haya

cometido esa carnicería quería quese le relacionara con el asesino dela regañá.

TRES Altas horas de la madrugada.Interior del bar Pepe Donaire justoal lado de la plaza de Cuba. Seispersonas están en una de las mesasdel final del local. Se fuma dentro,y hablan. Hay poca luz y no se lesreconocen bien las caras. Suenanunas sevillanas de Manuel Orta. —La Feria está claro que debeser el objetivo, es increíble laperversión que se ha instalado en el

Real. —Es la Sodoma y Gomorra denuestro tiempo, y como tal hay queactuar. —En Génesis 19 se dice muyclaro: “Yaveh hizo llover sobreSodoma y Gomorra azufre y fuego,destruyó estas ciudades y cuantoshombres había en ellas”. El que está sentado más a laesquina interviene. —A mí lo que me da coraje esque se vendan chufas, ¿eso qué es,carajo?

—Desde luego, yo alargabatemporada y obligaba a metertorrijas. —Todavía los cocos esos con elchorrito, mira, uno se haacostumbrado ya, y todavía lepueden entrar. —No, no, los cocos tampoco,coño, que están los higos chumbospudriéndose en las cunetas y lagente venga a comprar cocos. Contodo el trabajo que darían los higosy nada: el que los recoge, por unlado, sí, pero después las

chumberas darían mucha industriaauxiliar, como el que vendecuchillos, bolsas... Joder, que nomiramos por lo nuestro. —No, eso sí es verdad. Hay dos personas en el centro queno hablan. Uno de ellos levanta lamano al camarero. —Niño, trae otra botella deSangre y Trabajadero. El camarero desaparece y vuelveal poco con la botella de oloroso.La paga con pesetas, la abre y sirvemientras comienza a hablar.

—Los nuevos no lo sabréis, perola hermandad sigue pagando enalgunos sitios con pesetas, es unamanera de marcar qué sitios sonamigos. Recapitulamos entonces, nicoco, ni chufas, ni Melinda la delos gofres de la Feria, ni su putamadre. La Feria hay querecuperarla. La hermandad haestado poco diligente durantemucho tiempo, y la culpa ha sidodel rebujito, entra bien, y nos hemosrelajado. Señores, el enemigo nodescansa, y mientras nosotros

estábamos a gusto en nuestrascasetas, el virus del cambio hacontaminado el Real. Me da igualque sea de distrito, de una ONG quetiene que recaudar dinero paraÁfrica o sus muertos, no puedehaber bacalao en una caseta. —¿Cómo que no puede haberbacalao? ¿Ni con tomate? —Bacalao de música, coño,chunda chunda de ése, el que quierachunda chunda que se vaya a tomarpor culo por ahí a Valencia, pero enla Feria de Sevilla, no. Nos la

metieron poco a poco, ¿os acordáiscuando nos llamó el veleta delalcalde y nos dijo que le tenía quedar dos casetas a los hippies esos? —Si, la Pecera y el GarbanzoNegro, ¿no? —Ésas. —Hombre, las criaturas nada másque se legalizó el PC, lo primeroque hicieron fue obligar a Carrillo aapuntarles en la lista de las casetas,antes que en el registro de partidosy todo, eso hay que valorarlo. —Ni lista ni listo que me cago en

tu puta madre y me quedo tan ancho.Bastante me has dado hace un ratoen Matalascañas, no me vayas a darla noche. —No, no, perdón. —El caso, recapitulamos denuevo, a ver si puede ser, que nichufa, ni gofre, ni coco, ni chundachunda, que nada de eso tenía quehaber llegado, pero el problema esque han sido conquistassilenciosas... hasta lo de la Mahou. —En Cruzcampo están muypreocupados, hemos hablado con

ellos y no pueden competir con losprecios de esta gente ni con la obra. —El alcalde se ha vendido. Sinos hubiera dicho desde elprincipio para qué eran esas obrasno lo habríamos permitido. ¿Quiénse iba a imaginar que estabaninstalando una red de tuberías deMahou para suministrar en cadacaseta? —Con lo bien que suena eso detuberías de cerveza y qué fatiga alfinal... —En cualquier caso, aquí nuestra

arma secreta tiene grandes planes,¿verdad? Madre mía, cómo te hasabalanzado a éste, parecías un lobo. —Parecías un toro de laganadería de Pablo Romero, québravura, niño. La persona de la que hablan estáen la esquina, en la parte mássombría de la mesa. Sólo se ledistingue un brillo especialmenteintenso en los ojos y comienza ahablar. —Esa tubería será importante, yalo veréis. De todas maneras, antes

hay mucho por andar, y creedme, yoya he sacado el estoque a pasear yme va a costar guardarlo. A ver sivuelve el policía madrileño estavez.

CUATRO Villanueva sube las escaleras delAVE. Ha intentado hacer que lagente que no quiere andar por larampa se eche a un lado y dejen laizquierda libre para los que tenganprisa, pero no hay manera. Por finllega arriba, le espera Jiménez, quesonríe. Se funden en un abrazo. —Al final viene usted a la Feria,amigo, ya le dije. —Bueno, preferiría venir por otro

motivo, no por la llamada que mehizo usted. Es increíble cómo eltiempo de esta ciudad se imponenada más llegar. —Hace más calor que vigilandoun guiso de papas, sí. Estamos enabril y ya están en Canal Sur dandonoticias de golpes de calor, y que sibuscar un lugar fresco, y llevaragua... Botellines, hombre,botellines es lo que tenían querepartir. —No, hombre, no, me refiero atiempo pero en el sentido de ritmo.

Cuando vienes con prisas yacostumbrado a las escalerasmecánicas en Madrid en las que sedeja la parte de la izquierda paraque la gente vaya rápido, loprimero que hace la ciudad espararte aquí porque la gente no seaparta. Le parecerá una tonteríapero ese frenazo es una declaraciónde intenciones de adónde se llega,es como si Sevilla te dijera: “frena,frena, que aquí hay otro ritmo”. —Ofú cómo llega, miarma. Puesprecisamente siento ir en contra de

la ciudad, pero tenemos un poco deprisa porque tenemos que irnos aHuelva, a la playa, deje que le llevela maleta, tengo el coche en lapuerta. Hace bastante calor. Villanueva yJiménez entran en un coche patrullade la Policía Local. Jiménez quitaun parasol de cartón de El Monte dePiedad y lo echa atrás. Arranca elcoche y salen del parking. Jiménezconduce y le señala el asientotrasero. —Coja el periódico de ahí, otra

vez el ABC tiene más datos quenadie sobre el crimen, pero desdeluego no se sabe mucho, lo único,que es un viejo conocido suyo. —El periodista ÁlvaroBurguillos. —Exacto. —Dios mío, se han vengado porhabernos ayudado. ¿Cómo sehabrán enterado? —No lo sé. En poco tiempo hancambiado bastantes cosas, porejemplo, debió de ser de losúltimos clientes de Incosol, aquel

hotel en el que nos dio la notita, queha cerrado después de un chorro deaños. Parece que cuando nos dijoque estaba asustado tenía razón elhombre. —Dios mío... ¿Y no lo hanmatado en Sevilla? —Bueno, sí y no. —¿Qué quiere decir? —Técnicamente el crimen se haproducido en la provincia deHuelva, en la playa deMatalascañas, pero le puedoasegurar que eso es más Sevilla que

otras zonas. Desde luego yoconozco a más gente enMatalascañas que en Nuevo Torneoo en Sevilla Este, por ejemplo. Esel sitio al que vamos a veranear lamayoría de los sevillanos, quizáporque está muy cerca, quizáporque está llena de sevillanos, yya sabe usted lo que le gusta a unsevillano encontrarse a otrosevillano. El batería de un gruposevillano que se llamaba Trianadijo una vez: “De Despeñaperrospara arriba, todo Alemania”, yo

diría que del Factory delAeropuerto para arriba ya es todoterritorio de Erasmus. —Bueno, no nos precipitemos,desde luego, la identidad de lavíctima la relaciona directamentecon el caso del asesino de laregañá, pero con Juan Arrima, elanterior asesino, fuera de juego... —Muerto, en el barrio de lospinos, sí. —¿Quién habrá sido? —Eso es lo que debemosdescubrir, y lo llamativo no es el

quién, lo más desconcertante es conqué. —Con una regañá ya me ha dichoque no... El coche se para en un semáforo.El rostro de Jiménez se vuelvesombrío y mira a Villanueva. —Le seré claro: el periodistaÁlvaro Burguillos ha aparecidoencadenado al tapón deMatalascañas con una estaca depalodú atravesándole el pecho.

CINCO —Creo que conocen a la víctima.Ocurrió anoche. Era uno de losperiodistas más reconocidos deSevilla, llevaba mucho tiempoescribiendo en ABC, aunque habíatrabajado para muchos medios. Sepueden imaginar que siendoperiodista, es absolutamenteincontrolable que el tema llegue alos periódicos. Seguramente hayamás datos en la noticia del ABC de

hoy que en el informe pericial de lapolicía. De momento, el paseomarítimo de Matalascañas, comopueden ver, está lleno de curiosos yde unidades móviles de televisión. El que habla es el forense que seha trasladado al lugar de loshechos. Efectivamente, toda la calleque enmarca la playa está llena defurgonetas con antenas. Villanueva,Jiménez, el juez y varios miembrosde la policía científica están encimadel tapón de Matalascañas. Hay unaespecie de carpa que los protege

del sol y las miradas. El cadáverdel periodista está tapado por unasábana térmica dorada. Villanuevase acerca al cuerpo, se agacha y ledestapa la cara. Por su expresiónparece sufrir. Destapa un poco másy ve el pecho atravesado por unaespecie de estaca fina. Mira alforense. —Supongo que ésta es la causade la muerte. —Supone bien, tiene heridas en laparte posterior de los muslos peroyo creo que son de las cangrejas del

tapón. Llaman la atención muchascosas de este caso: por supuesto ellugar, pero también que instalaranestas anillas de metal paraencadenar a la víctima de brazos ypiernas, es aterrador, y desde elpunto de vista forense que no hayaningún forcejeo. —¿Qué quiere decir? —Bueno, encadenado de pies ymanos, tampoco tenía muchacapacidad de sorpresa... Jiménez interrumpe. —Aproximadamente la misma

que un cangrejo en un cubo, vamos. Villanueva y el forense lereprueban con la mirada. —Como iba diciendo, no podríahaber hecho nada seguramente, perolos instintos no responden a razonesy si hay un ataque, mandan alcuerpo a que se contraiga, queadopte una posición defensiva. Ensu caso, encadenado, debería habermarcas en muñecas o tobillos deese impulso, pero nada, lo únicoque hemos encontrado son rasponesen la espalda porque como ve, el

tapón este araña como una piedraostionera, bueno, eso y losmordisquitos de las cangrejas queya le he referido. Jiménez vuelve a añadir. —Pues también te digo que comono lo quiten pronto de aquí cuandolo levanten tiene la espalda llena delapas. Villanueva hace caso omiso. —¿Qué significa eso de que nohaya heridas? —Cuando no hay signos deviolencia, quiere decir que la

víctima no pudo reaccionar alataque, bien porque no lo esperara,algo que teniendo en cuenta susituación no parece probable, obien porque fuera un ataquerapidísimo. —Que sospecho que es suhipótesis... —Lo que matara a este señor meda la sensación de que tiene unafuerza y una velocidad sobrenatural,es más rápido que la reaccióninstintiva de una persona. Por otrolado, el palodú ha entrado limpio,

muy, muy rápido. Nunca he vistonada igual. —¿Hay alguna pista en la escenadel crimen? —Por más que hemos buscado nohemos encontrado nada, ni una tristecolilla. Da la casualidad de queProtección Civil de Torre Higuerarevisó antes de ayer la torre comotodos los años antes del verano. Porlo que nos han dicho la limpian aconciencia para que la gente que setira no se corte ni haya accidentes.Está prohibido saltar desde aquí,

pero cualquiera le dice a un cani deesos cuadrados que se quede abajojugando a las palas. Mire, son éstosdos los que limpiaron la torre. Villanueva se acerca a dosjóvenes de naranja que están a dosmetros. —Hola, inspector Villanueva,¿ustedes limpiaron el tapón? —Sí, señor. —¿No encontraron nada raro? —Lo de todo los años: boquillasde porros, alguna llave chica que secae, cristales de botellas de ron por

un tubo... La verdad es que pensarahora que limpiamos el escenariode un crimen es duro. El joven que hablaba se pone allorar y su compañero lo abraza ymira a los policías. —Déjenlo, es que es blandito. Jiménez mira a Villanueva concara interrogativa. Jiménez se leacerca al oído. —Que cose para la calle. La cara de Villanueva no es deque le hayan aclarado nada.Abandona a la pareja y vuelve con

el forense. —¿Entonces? —Llevaremos, eso sí, las cadenasy el arma a analizar por si hayalguna huella, pero no creo quetengamos suerte. Lo mismo con losrestos de cera derretida. Había uncírculo de cirios rojos. —Dios mío, tuvo que ser terrible. —Imagínese. Si no hubiera sidopor el palodú y la identidad de lavíctima sería un sacrificio ritual dealguna secta, pero parece que lostiros van por otro lado.

—Perfecto, muchas gracias. El forense sigue a sus cosas yVillanueva y Jiménez se quedan aun lado del tapón mirando alcadáver. Villanueva se da la vueltay mira hacia el mar. —Es bonita esta playa, ¿no,Jiménez? —¿Bonito esto? Aquí en agostono es que haya gente, es que sepierde Wally y ya no sacan máslibros. Eso sí, la llaman “La Playade los Sobacos Morenos” y esverdad, no hay una playa en la que

la gente tenga los sobacos másnegros. —¿Cómo? —Aquí, como todo el mundo seconoce, vas a dar un paseo por laplaya y no paras de saludar, y vaspor la playa “¿qué pasa, Pepe?”,“¿qué hace, Carapapa?”, y de tantosaludar, te coge color el sobaco. —Aha, y, por cierto, ¿qué es estatorre? —¿El tapón? Esto lo mandóconstruir no sé qué rey, era unadefensa militar pero hubo un

terremoto y se destrozó. Yo creoque por no moverla han dicho quequeda bonita. —Ya, bueno, mejor que volvamosa Sevilla. —Sí, mejor, que los canis tienenganas de tirarse del tapón y comoesto se alargue aquí se monta unabatalla campal. Villanueva y Jiménez se despidendel forense y de la policíacientífica. Justo antes de comenzara bajar la escalinata que se hapuesto en el tapón, Villanueva

parece que ve algo. Se acerca, seagacha y coge algo de las rocas. Sevan. Ya en el coche, Jiménez lepregunta: —¿Qué ha cogido, Villanueva? —Puede que no sea nada, peropuede que sí: un pelo negrolarguísimo. En ese momento le suena el móvila Villanueva. Ya no se oye SiempreAsí. —¿Sí? —¿Inspector Villanueva?

—Sí, ¿quién habla? —Soy la comisaria Cruz, ¿hallegado ya usted de Madrid? —Sí, estamos en la escena delcrimen. —Perfecto, necesito que venga ala Comisaría, ha llegado una carta.

SEIS La comisaria Cruz es alta,delgada, morena y tiene los ojosgrandes. Tendrá unos muy bienllevados treinta y cinco o treinta yseis años. Villanueva y Jiménezestán sentados en su despacho.Villanueva no para de mirarla. Esel mismo despacho que el deMiguel Rodríguez, el anteriorcomisario que se acaba de jubilar,pero no lo parece. Todo huele a

nuevo y a trabajo. Villanueva lamira. —Encantado de conocerla,comisaria, le ha lavado usted lacara al despacho, parece otro sitioabsolutamente distinto si secompara con el despacho delanterior comisario. —Sí, bueno, ya sabe, el toquefemenino, supongo. —Es perfecto, está muy bien,decorado con mucho gusto. —Me alegro de que le guste,usted parece un hombre con

criterio, tenía ganas de conocerle... Jiménez interrumpe. —Vamos allá... Tanto Villanueva como Cruz sesonrojan. La comisaria carraspea ysaca una bolsa de plástico en la quehay una nota. —En fin, seguramente le suene elprocedimiento. La nota ha sidoenviada sin remitente al ABC. Estáescrita con esas siniestras letrasrecortadas de revistas y sin ningunahuella aparte de la del cartero. Hantenido el gesto de no publicarla a

cambio de algunos detalles. Comosaben, la víctima trabajaba allí,pero siempre hay cosas internas quepueden ofrecerse. Era de vitalimportancia que la carta notrascendiera por la propianaturaleza de la misma. En ella,además de refrescar el fantasma delos anteriores crímenes de la regañáse marca un periodo en rojo: laFeria. —Empieza ahora, ¿no? —Efectivamente, hoy es sábado,el próximo lunes es el lunes del

pescaíto, y ahí comienza todo.Supongo que entiende que con unatemporada de Semana Santa comola que hemos tenido, una Feria deterror puede ser nefasta para laeconomía de la ciudad y para suimagen. El alcalde mismo está muypreocupado y no vea la mañana queme lleva dada. —¿Hay alguna sospecha? —De momento no hay ningunapista concreta. Hemos miradodetrás de las letras y no hay nada,como la otra vez. La mayoría son de

ejemplares de la revista ElEscaparate de Sevilla y de Jara ySedal. —Comisaria, igual le parece unalocura, porque en una zona de playahay muchos, pero he encontradoesto en la torre almenara... —¿En dónde? Jiménez aclara. —En el tapón de Matalascañas,vamos. Villanueva le mira con unasonrisa. —Gracias, Jiménez. Tome.

Se saca de la chaqueta un sobrede plástico aparentemente vacío ylo pone en la mesa. La comisariaCruz lo coge. —Es un pelo. Le pareceráinsignificante pero acababan desanear la torre el día antes yninguna de las personas que lohicieron tenía el pelo largo. —Bueno, uno de ellos igual llevapeluca algunas veces porque teníaun poquito de pluma... Villanueva ignora el comentariode Jiménez.

—Como podrá ver es un pelomuy, muy largo. De más de unmetro. Pienso que este pelo es deuna persona que estuvo implicadaen el asesinato del periodistaÁlvaro Burguillos. Por lalocalización del mismo, estoyseguro de que hubo varias personasimplicadas. Es imposible que unapersona sola suba a otra allí y laencadene, con mucha menosprobabilidad si se trata de unamujer como parece indicar unamelena tan larga, espero que no lo

considere machismo, ya meentiende. —Perfectamente, no se preocupe.Lo mandaré analizar a ver sitenemos coincidencias. Buentrabajo, Villanueva, hay que actuarrápido, en dos días es elalumbrado. Ahora lea la carta denuestro hombre... o de nuestramujer. La comisaria Cruz desliza elsobre con la carta. Villanueva yJiménez miran el papel.Efectivamente, letras recortadas de

revistas forman un mensaje en papelde El Galgo. “1/7. MÍRALA CARA A CARAQUE ES EL PRIMERO.” Villanueva y Jiménez se miranpreocupados. El inspector rompe elsilencio. —Hay que ir a hablar con JoséManuel Poto. Lléveme a la cárcelen la que esté encerrado esemaníaco.

SIETE Villanueva y Jiménez llegan almódulo de máxima seguridad deSevilla II. Esperan en unahabitación de paredes, suelo y techoblancos en la que sólo hay uninmenso espejo, una mesa y tressillas. Esperan en silencio.Villanueva parece pensativo.Jiménez le mira y habla. —Usted le metía, ¿no? —¿Cómo?

—Digo que si le metía a lacomisaria. —¿Que si le metía el qué? —El qué va a ser, hombre, detodo menos miedo, está buena,¿no?, les he visto yo asítontorrones... —Jiménez, ¿usted cree que es elmomento? —Hombre, es que un empujónfuerte tiene, la verdad, tiene queestar dura. El sonido de la puerta interrumpela conversación. Se abre y un par

de policías empujan una camillavertical con ruedas en la que estáJosé Manuel Poto. Le contiene unacamisa de fuerza, va totalmentevestido de blanco y lleva unaaterradora máscara que le tapa lamayoría de la cara. Jiménez selevanta de un salto y no puedereprimir el susto. —¡Coño con el Poto! Los policías desatan a JoséManuel Poto de la camilla mientrasmira fijamente a Villanueva yJiménez con una media sonrisa que

se adivina detrás de la máscara.Hace constantemente undesagradable sonido como de tragarsaliva. Lo sientan en la silla y loatan a unas argollas que hay en elsuelo. Villanueva y Jiménez estánpetrificados. Villanueva pregunta auno de los policías. —¿Tan peligroso es? ¿Esnecesaria esa máscara? —Hombre, morder morder, nomuerde, pero es que no para decantar y a los otros reclusos lostiene locos. A él le gusta porque

dice que le resalta los ojos tanbonitos que tiene. Ahora se laquitamos, que además se le cae lababa con ella. José Manuel Poto está sentadofrente a ellos. Atado a las fijacionesal suelo que le evitan moverse de lasilla. Le han quitado la máscara. Ylos policías se han ido. El cantantemira divertido a los dos policías.Están los tres solos, Villanueva seinclina hacia él. —¿Quiénes sois, José Manuel? —Como le dijo el Dioni a Jesús

Quintero cuando le preguntó en suprograma de Canal Sur dóndeestaba el dinero, “A ti te lo voy adecir”. —¿Por qué no colaboras? Sabesque te van a caer unos cuantos años. —Mis fanes no me olvidarán, yaverás, además, no hay nada contramí, un disco que si lo oyes al revésdice algo parecido al nombre de unalemán, ésa es toda la prueba quetenéis en mi contra. Es verdad quemi abogado no es muy optimista... —¿Ah no? ¿Y eso?

—Lo llamé para preguntarlecómo iba mi recurso y me dijo,“muy bien, muy bien, tu recurso vade maravilla, eso sí, si te puedesescapar, te escapas”. Jiménez se ríe. —Es que lo peor es que tiene arteel hijo puti. —No vas a volver a dar unconcierto en tu vida, José Manuel, ano ser que colabores con nosotros.Eres un tío fuerte, sí, y creo queaguantarías aquí tiempo, sin tusamigos, sin tu familia, te veo capaz

de aguantar, pero sin dar unconcierto... eso es otra cosa. Poto parece mirar hacia abajo.Sonríe. —No va a ser tan sencillo,policías de pacotilla. Jiménez parece que intentaconciliar. —José Manuel, por Dios, entra enrazón, acuérdate del concierto quediste en la plaza Sony de la Expo,se caía la plaza, en la ciudad no serecuerda nada igual a cuandocantaste allí Me está dando pena de

ti. José Manuel parece pensativo,mira hacia el espejo y vuelve lacara hacia Villanueva. —Diles que dejen de grabar yhablaremos en serio.

OCHO Villanueva mira sorprendido alcantante. Se levanta, observa lacamisa de fuerza, comprueba queestá bien atado y que no puedemoverse. Se gira hacia el espejo yhace un gesto de asentimiento.Seguramente alguien al otro ladodel espejo pulse una tecla de STOP. —Han dejado de grabar, hazte laidea de que no nos oye nadie. El cantante se convierte y se llena

de ira de repente. —Tuviste un golpe de suerte, hijode puta, pero no sabes lo que tienesentre manos, no tienes ni la másremota idea de la ruina que se teviene encima. Y puedo entender quequieras jodernos porque eres defuera, pero al que no entiendo es algordo este, con la barriga esa quetiene. Jiménez se mira sorprendido labarriga y dice: —Gordo mi nabo, gilipollas. —Al búcaro este lo van a

convertir en chicharrones, no lecojas cariño. Villanueva se levanta de la silla,le da un manotazo a la mesa y latira. Coge a Poto por la pechera dela camisa de fuerza y le habla desdecerca. —¿Eso es una amenaza, Poto? José Manuel Poto vuelve a tragarsaliva como con la careta ycomienza a reírse de manera casihistérica. —Uy, parece que se ha enfadadoel mandril. Sí, es una amenaza,

discúlpame, para compensarte tevoy a dar una sorpresa, ¿me puedesdecir la hora? Tengo reloj, pero loscarajas de los celadores mepusieron la camisa de fuerza encimay no lo puedo ver, que por cierto,tenía una alarma a las siete de lamañana y no veas las ganas quetengo de apagarla. —Son las seis y cinco —responde Jiménez. —¡Pues por el culo te la hinco,gordo! Villanueva le hace un gesto de

calma a Jiménez, que se muerde ellabio con impotencia. —No estoy hablando contigo,panceta, seis en punto pasadas, ¿no?De acuerdo, pues me complaceinformarles de que mientras ustedeshan estado perdiendo el tiempo aquíconmigo, ya tienen un segundomuerto, aunque no lo verán hastapasado... bueno, ya el otro. En ese momento entran lospolicías. —El tiempo se ha acabado.Tenemos que llevarnos al cantante.

Villanueva lo suelta y vuelve a susilla. Los agentes comienzan a subiral cantante a la camilla. —¿José Manuel, te vas a portarbien o te tenemos que poner lacareta? Poto los mira presumido. —En cuanto os deis la vueltaestoy cantando Por Ella, para quéos voy a decir otra cosa. —Bueno, ahora lo vemos, anda. Los policías desatan del suelo aJosé Manuel Poto y lo ponen en lacamilla vertical con ruedas en la

que lo trajeron. El cantante hace eseruido de sorber saliva y se despideentre risas. —Adiós, señores, que tengan unabuena búsqueda. Jiménez le responde: —Poto, una sola cosa, te pasaréel teléfono del abogado. —¿Qué abogado? —¡EL QUE TENGO AQUÍCOLGADO! Poto se enfurece. —¡TE MATARÉ CON MISPROPIAS MANOS!

NUEVE Villanueva y Jiménez salen de lacárcel. —Jiménez, hay que ir corriendo ala Comisaría. —Qué te gusta la carne contomate. —Jiménez, por Dios, nos acabande decir que hay una nueva víctima,¿es que no se ha enterado? —La verdad es que estaba máspendiente de devolverle el premio

que me había dado con lo de lahora, el cabrón, es que no me loesperaba. Llegan a la Comisaría y suben aldespacho de la comisaria. —Comisaria Cruz, tenemos malasnoticias, hay una nueva víctima. —¿Cómo? —José Manuel Poto nos ha dichoque acaban de ejecutar a otrapersona, ¿ha recibido algún avisode algún equipo? —Es imposible, Poto estáincomunicado, en el caso de que

hubiera habido otra víctima no lohabría podido saber. —A no ser, comisaria, que losplazos estuvieran ya marcadosdesde hace tiempo y fuera un plan.Piense que “Sevilla” tiene sieteletras, exactamente las mismas que“La Feria”. Jiménez cuenta con los dedos yañade. —Menos mal que esto no hapasado en Bollullos de la Mitación,si no se llevan para adelante amedio pueblo.

La comisaria hace como que no loha oído. —Villanueva, lo primero que hicecuando supe del crimen deMatalascañas fue ordenar seguridada todos los objetivos potencialesque podía haber y ninguna patrullame ha reportado nada. —¿Cómo? —Sevilla tampoco es una ciudadtan grande y modernos, que creoque son los objetivos que hayproteger, tampoco hay tantos. Haypatrullas con los dueños del Obbio

a pesar de que Miguel no haquerido y decía que con el porterorumano de su local tenía bastante.Hay otra patrulla con el grupo PonyBravo, otros en el Cine Avenidaporque es de versión original ytemo un atentado y gafas de pastavolando, más seguridad en la torrePelli, más en las Setas... Ya no sédónde poner. —Pues haya puesto toda lapolicía que haya puesto, parece queno ha sido la suficiente, porquesegún José Manuel Poto, tenemos

una segunda víctima. —¿Le dijo algo más? —Sí, que lo descubriríamos ellunes, bueno, no, ya el martes... Los tres se miran con rostros depreocupación. Todos pronuncian lomismo a la vez: —El Alumbrao.

DIEZ Domingo de preFeria. Villanuevay Jiménez pasean por el centro. —Espero que me diga ya adóndeme quiere llevar. De momento noshemos tomado un café muy rico enLa Campana, de acuerdo, pero metiene absolutamente perdido,Jiménez. —Hágame caso, estaba haciendotiempo para que abrieran lossalones recreativos Llorens de aquí

de la calle Sierpes, ya están. —¿Me va a llevar a unos salonesrecreativos? —No son unos salonescualquiera. Son uno de los secretosmenos conocidos de Sevilla,muchos sevillanos ni siquiera losconocen. Cuando comenzó toda lainvestigación ésta de ranciosintentando combatir lacontaminación de la ciudad, fue elprimer sitio en el que pensé. —Explíquese, Jiménez. —No digo que aquí haya ningún

malo, todo lo contrario, pero es unade esas cosas por las que estoyseguro que les hierve la sangre aestos locos que estamospersiguiendo y como ve okm, nohay protección policial,seguramente la bella comisaria nisepa de su existencia, estando enplena calle Sierpes. Entre. Villanueva y Jiménez entran. Esun espacio bastante grande, de máso menos 200 ó 300 metroscuadrados plagado de máquinasrecreativas. La mayoría son esas

máquinas llenas de monedas a puntode caer, en las que pruebas suerteechando otra esperando que caigancuantas más mejor. En los lateraleshay videojuegos y detrás dos barrasde bar que en este momento estánvacías. Parece temprano.Villanueva está desconcertado. —Bueno, un sitio curioso, con susmáquinas, hacía tiempo que noentraba en un local de este tipo,cada vez me he acostumbrado más alocales de apuestas deportivas, másde una vez he ido por problemas en

Madrid. Jiménez sonríe. —Villanueva, no le he traído paraque vea a cuatro viejos viciosos,simplemente levante la mirada ymire al techo que es de traca. Villanueva mira hacia arriba ydescubre un techo inesperado. Setrata de casetones de maderaneomudéjares que nada tienen quever con el uso que se les da ahora.La estructura del edificio parece untesoro oculto, incoherente con lasmáquinas de juego.

—Dios mío... —¿Ha visto, Villanueva? Nuncaunas tragaperras tuvieron mejorsitio, ¿verdad? —Pero, ¿qué es esto? —Esto fue hace muchos años laSede Sevillana de Conciertos, aquíactuó Manuel de Falla, porejemplo, y luego se convirtió en unode los cines con mejor recuerdo delos sevillanos, hasta que en los 80,comenzaron las moñadas de cinesnuevos, y todos al Nervión Plaza,que hay que ser hortera. El único

cine de verdad que resiste es elCervantes, por ahí por la Alameda. —Es increíble. —Pues eso, imagine que unaciudad que tiene un tesoro así, envez de cuidarlo y ponerlo en valor,lo convierte en un salón recreativomedio clandestino. Yo creo que esnormal que la gente se mosquee. —No, desde luego, otra cosa esque mates a alguien por esto. —Claro, por supuesto, ahí yasabe que vamos a muerte juntos,nunca mejor dicho, pero entienda

que si estás medio ido de la cabeza,y te ponen cosas como éstas, terebotes. —Qué ciudad tan complejatienen, Jiménez. —Para mí quien mejor laentendió fue Silvio. —¿El cubano? —El cubano, el coño de su prima,como ya le dije una vez,Villanueva. Silvio el rockero,cofrade y rockero. —Ni idea. —Bueno, era un enamorado de

Sevilla, fue a Madrid a dar unconcierto y la gente se sorprendiótanto del estilo que tenía quecuando acabó no dejaban actuar alos siguientes. Cuentan que sihubiera querido entonces, habríahecho carrera allí. Un periodista deRadio Nacional le preguntó:“Silvio, qué éxito, ¿no?”. Si élhubiera entrado al trapo igual lehabría caído algún contrato, peroSevilla le tiraba más y dijo: “Yo nosé por qué, porque yo no soycantante, y éste no es batería”. El

periodista se quedó a cuadros y ledijo: “¿Entonces qué son?”, ySilvio dijo: “Ilusionistas”. —Vaya. —Ésa es Sevilla, una ciudad porla que vale la pena renunciar atodo. Se lo digo yo. En fin, es mejorque descanse, todos los policías dela provincia están buscando uncuerpo, no vamos a conseguir nadanosotros por nuestra cuenta, mañanaes lunes de Feria, y creo que es másútil que estemos frescos.

ONCE El inspector Villanueva y elagente Jiménez pasean por el Realde la Feria. Es el lunes delAlumbrao. Jiménez le da unapalmada en la espalda a Villanueva. —Tranquilo, hombre, todo aquíparece normal. —¿Normal, Jiménez? En el ratoque llevamos ya hemos vistoeconomía sumergida con flores,recuerdos, tabaco, por lo menos

veinte chicas llorando y eso quetodavía no ha empezado... —Ea, pues eso, todo normal.Mire, si dos novios en Feria no sepelean es que no se quieren. Eso esun mandamiento de sevillanía;respecto a lo que nos atañe, heestado pensando... ¿Y si su novia deaquí está equivocada y se trata deun crimen aislado? —¿Quién? —La comisaria, su novia de aquí.A lo mejor José Manuel Poto se hamarcado un farol, a lo mejor se le

ha ido la cabeza entre tanta paredblanca. —¿Qué quiere decir? —Que a lo mejor el crimen deMatalascañas ha sido un ritosatánico aparte, o la obra de unloco que quiere llamar la atención yaprovechar el tirón de los otroscrímenes. —Me da igual quién sea, elproblema es que ese alguien quierematar y de momento lo estáconsiguiendo. —Ya, pero igual no lo hace más,

tenemos a toda la policía deAndalucía Occidental en la Feria,es que no ha habido una pelea ni enuna caseta de distrito, coño, me vaa llamar loco, pero esto así es unaFeria sin gracia. Una silla volandopor aquí, una ambulanciaabriéndose paso... El caso es quepuede que hoy no pase nada, y nosestemos guiando por un cantanteloco, que le gustará mucho a mimujer y tendrá unos ojos muybonitos, yo no digo que no, peropuede que no tenga ni idea.

—¿A su mujer le gusta JoséManuel Poto? —Hombre, por dios, José ManuelPoto es el Paul Newman de aquí, yAgustín Bravo el George Clooney. —Pero el otro día le dijo que loiba a convertir en chicharrones. ¿Leha contado eso a su mujer? —Sí. —¿Y qué dijo? —Que algo habría hecho yo paraque un caballero como Poto mehablara así, con mi mujer no sepuede discutir. El otro día me dice

un amigo: “¿Tú haces todo lo que tedice tu mujer?”, y yo, claro, le dijeque no. Me dio el tío un abrazo másbueno diciendo: “Ole, ahí los tíosduros”; lo malo fue cuando le dije:“No, si yo no hago todo lo que medice mi mujer porque me mandamuchas cosas y no me da tiempo”. —¿Y le compensa? —Eso no se pregunta, es comoreírse de un tatuaje de esos que sehacen los chavales ahora, que loshay que de los dibujos que llevanparecen el muro fuera de un

instituto de un pueblo. Si ya se lo hahecho el que sea, le ha quedado feoy no se lo va a poder quitar... ¿Quéganas diciéndole nada? —Bueno, volvamos a hoy. —Sí, queda poco para las doce,es mejor que vayamosacercándonos a la Portada. —Cada año representa una cosa,¿no? —Sí, este año se la han dedicadoa la hermandad del Cachorro, porcompensar que lleva 15 años sinsalir por la lluvia. Cuando se

decidió hubo gente que se quejóporque decía que como la Portadafuera del Cachorro no paraba dejarrear agua en toda la semana.Pero mira, no hay nubes, demomento aguanta. —Lo que nos faltaba es lluvia,Jiménez. —Ya, bueno, le explico, hoylunes se pasa cenando pescaíto entodas las casetas, y a las doce enpunto se enciende la Portada. —Pero en las casetas no se puedeentrar si no se conoce a alguien,

¿no? —Ya estamos con la mierda desiempre. ¿Y usted deja entrar aalguien en su casa sin conocerlo?Tampoco, ¿no? Pues entonces, quémanía, vamos a la Portada, que sellena de gente y no vamos a vernada. Decenas de miles de personas seconcentran en los alrededores de laPortada. Hay mujeres vestidas degitana, hombres con trajes dechaqueta, todos ríen, brindan y lopasan bien. Villanueva y Jiménez se

quedan apoyados en la reja de lacaseta de la UGT, a menos deveinte metros de la Portada.Jiménez mira el reloj. —Menos cinco, ¿entro a por unabotella de Manzanilla y la prueba?Ya verá, hoy va a ser una nochetranquila. —Estése quieto Jiménez, que notiene fin. Pasan los minutos. Villanuevaparece tenso. La gente alrededor sedivierte. Comienza la cuenta atrás yen un momento la Portada comienza

a encenderse, primero una pata,después otra, otra, y finalmente secompleta la iluminación. La genteaplaude y Jiménez jalea. —Ole, ole y ole, vaya cosabonita. ¿Ve? No ha pasado nada,voy por rebujito y tortilla paracelebrarlo. Justo en ese momento algo caedesde la parte de arriba de laportada. Es algo atado que vagirando y desenrollándose. Sedetiene a unos quince metros delsuelo. Villanueva se queda de

piedra. —¿Qué coño...? Hay un segundo de silencio ypasada esa pausa la gente comienzaa correr y gritar. Lo que pende de laPortada parece una cruz con unapersona. Villanueva saca la pistolay grita a Jiménez. —¡JIMÉNEZ! ¿¡QUÉ COÑO ESESO!? —¡No tengo ni puta idea! Hay caídas, gritos, una auténticaestampida de gente que huye haciael barrio de Los Remedios, todos

quieren salir de la Feria. Hay gentejoven con sombreros blancos queaprovechan para robar jamones dela caseta de El Puerto, en la deUGT, Jiménez intenta detener a uno. —¿Adónde vas, niño?Sinvergüenza, anda que te vas allevar la tortilla... Los policías de paisano intentanevacuar a la gente y sofocar losactos de pillaje. El desconcierto,los gritos y los llantos se extiendenpor todo el Real. Hay genteaplastada que se queja. Villanueva

parece ajeno a todo esto y entre unmar de gente que no para demoverse camina hacia la Portadamirando hacia arriba. Jiménez,mientras, está tirando de unapaletilla con un par de jóvenes consombreros blancos. —Que soltéis el jamón, coño, quees de Jabugo. Villanueva llega al punto que estájusto debajo del crucificado. Mirahacia arriba, descubre un rostro quele suena: hay una persona colgadaque sostiene una cruz en su hombro

como si fuera un penitente. Se tratadel anterior comisario.

DOCE En la Comisaría están lacomisaria y una mujer de unossetenta años. Villanueva y Jiménezllegan. La comisaria se sorprende. —Madre mía, Jiménez, ¿qué le hapasado en la cara que la tiene llenade verdugones? ¿Una avalancha? —No, una paletilla. —Bueno, supongo que son cosasque pasan, les presento a AraceliCarranza, les pido delicadeza, es la

viuda del anterior comisario. Villanueva la saluda. —Le acompaño en el sentimientoy le agradecemos que haya acudidotan pronto, sabemos que no es unmomento fácil. —Gracias. Miguel, mi marido,tenía un alto sentimiento de lajusticia, desde donde esté habríaquerido que acudiera lo antesposible a colaborar en cualquiercaso en el que pudiera, mucho mástratándose del suyo. La comisaria le cede una silla a la

viuda. —Sentémonos. Agentes, la señoraCarranza ha traído una carta que haencontrado en un cajón de su casa.La escribió la víctima hace cincodías. —Desde que se jubiló estaba muyraro. Yo lo achaqué al cambio deaires, lo hablé con mis amigas delRACA y me dijeron que a susmaridos también les había pasadoal jubilarse, como máscascarrabias. Pero mi Miguelestaba más raro. No pasaba por

casa apenas. Estaba todo el día conunos amigos nuevos de los que nome decía nada. Nosotros siemprehabíamos sido de salir con amigos,tenemos a los Conradi, unmatrimonio amigos nuestros, ella esencantadora, y él también, vamos,un poco suyo, la verdad, o losBenjumea, que viven allí cerca decasa y son también dos magníficaspersonas. Salíamos mucho, íbamosa Los Monos a tomarnos unrefresquito, o en su día al NovaRoma a merendar... Teníamos hasta

cuenta en La Botella, allí en laPalmera, uy, allí se está la mar debien, usted no es de aquí, ¿no,inspector? —No, no, soy madrileño. —Uy, pues le tienen que llevar,que se está muy bien, está allí pordonde Tráfico, saben, ¿no? La viuda mira a Jiménez. —Sí, señora, ya iremos, no sepreocupe, y se tomará un Tab o unBitter Kas el inspector. —Perdone que me desvío. Estoymuy sola y cuando cojo a alguien

por banda no lo suelto, la verdad,con decirles que cuando viene minieto a comer lo cebo y cuando seecha la siesta le lavo la ropa paraque no se pueda ir hasta que seseque, imagínense. Por dónde iba,ah, que no salíamos, eso es,últimamente yo me quejaba porquesalía menos que un notario, pero loveía a mi Miguel tan bajito que nime atrevía a mentarle nada. Y élcada vez más tristón. Yo lepreguntaba qué le pasaba y él medecía: “Nada, nada”. Criaturita, y

ahora fíjense... Yo me decía: “estono puede ser de la jubilación”, peroni preguntarle casi me dejaba. Nadamás que “me voy con los amigos”,“me voy con los amigos”. Y yo sinsaber qué amigos eran. Al principiosí estaba más contento, pero rápidose vino abajo. La semana pasada sefue de fin de semana, a mí meextrañó que no apareciera, peromuchas veces se despistaba y comoestaba tan agobiado, decidí nollamarlo. Cuando estaba viendo elAlumbrado en Giralda Televisión

me encontré la tostada. La viuda se pone a llorar ahídesconsoladamente. —Ay, mi Miguel, ay... La comisaria la abraza y la viudase va recomponiendo. —Ay, Dios mío, perdónenme, quévergüenza, el caso es que dejó unacarta en el cajón de su mesita denoche, y creo que la deben leer. Villanueva mira la carta, estáescrita a mano.

TRECE Querida Araceli, Me he metido en un lío y temo queesto te salpique de alguna manera. En casi cincuenta años nunca mehe alejado de la legalidad ni pordinero, ni por poder, ni por nada,sólo lo he hecho, y al final, porSevilla. Sí, por Sevilla. Ahora entenderás. Sevilla está en peligro, o almenos de eso me han convencido.

Ya no sé ni qué pensar. No sabes enqué lío me he metido. Ojalá no puedas leer nunca estacarta porque eso significará que nome ha pasado nada, pero tengomiedo. Hace un tiempo conocí a un grupode personas que me hablaron de unaespecie de club de defensa de lasSevillanas Maneras, ya sabes elasco que me da un hippie y unaflauta y un perro y un chaleco delana, que al novio ése que se echóla niña casi lo mato cuando

apareció con el zarcillo y lachurrita de mono esa, la rasta sellamaba, ¿no?, total, que al final mefui metiendo más y más con ellos. No voy a decirte que seainocente. Uno llega a una edad en laque ya no hay tanto que perder, ypensé que debía arriesgar enpreservar a mi ciudad de tantoestímulo negativo, de los papafritas,vamos. Ya no tengo edad paratonterías. Pero esta gente va en serio. Se han dado palizas, organizaron

lo de las Setas, las muertes de laregañá; todo es discutible, estáclaro, pero el objetivo es desdeluego loable: no más croquetas decosas raras, no más platoscuadrados, ni gazpachos de PetaZetas, una vuelta a los orígenes dechacina en papel estraza y cuentacon tiza en barra. Tengo que reconocerte que lasmuertes de todos aquellosmodernos a golpe de regañá meparecieron bien, y lo de dinamitarlas Setas de la Encarnación me

pareció requetebién, pero no se vana parar aquí. Tienen una estructura militarbasada en la pirámide: hay un líderque no conozco y al que todostemen, que lo dirige todo. Despuéshay alguien que ejecuta y que no sedestapa nunca la cara cuando estoyyo. “P” le llaman, parece un lobo. Creo que han dejado de confiar enmí. Hablan de grandes planes, dicenque ya está bien de “miarmicidios”,que hay un plan mayor. Hoy me han citado en un lugar

extraño, temo que me hagan algo,pero tengo que ir porque si no,estoy seguro de que irían a por ti oa por los niños, que ya podían ir apor el novio ése de la niña yquemarle la tienda de piercings,coño. Si me ocurre algo verás esta cartatarde o temprano, más temprano quetarde con todo lo que limpias, ysólo espero que me perdones. Si noocurre nada, en cuanto llegue ladestruiré, ponte guapa y el lunesvamos al alumbrao con los Conradi,

que ya sé que él es un poco siesopero son buena gente. Te quiere, Miguel. Villanueva deja de leer y guardala carta otra vez en el sobreamarillo en el que venía. La viudano para de llorar. La comisariallama a un agente por teléfono y laacompañan fuera. —Araceli, muchas gracias porvenir tan pronto, vamos a encontrara los que le hicieron eso a Miguel. —Dios le oiga. La viuda abandona el despacho.

La comisaria mira a Villanueva. —¿Sabe cómo ha sido? —No sé más que lo evidente. —Lo han estrangulado, mirándolea los ojos, y después le han atadocon raíces de palodú a una cruz depenitente de la Quinta Angustia. —¿Cómo han sabido lahermandad? —Es muy reconocible, son dostroncos irregulares. Hemos llamadoy parece que no saben nada. Villanueva resopla y se frota lacara con las manos.

—Dios mío, esta ciudad estáloca. Se levanta y va a salir deldespacho. Parece destruido, cuandooye la voz de la comisaria Cruz: —Por cierto, no se vaya,inspector, una buena noticia, en elcrucifijo, además de las estacas depalodú, han encontrado algunospelos largos, muy largos. Loshemos analizado y son de la mismamelena que el que encontró enMatalascañas. —Es lo único que tenemos.

—Eso y que no es un pelo demujer, es un pelo larguísimo, sí,pero de hombre. Comenzamos acerrar el círculo: nuestro asesinotiene melena.

CATORCE —Prefiero estar solo, Jiménez. —¿Seguro? Puedo llevarle acomer a la Choza de la Manuela, unsitio que hay en el Aljarafe que secome de miedo. Con el estómagolleno se ven las cosas de otramanera, de postre un poco de sal defrutas y listo. —No, gracias. Otro día. Villanueva sale de la Comisaríade la Gavidia y comienza a andar

por el centro. Atraviesa la plaza delDuque, la Campana, Sierpes...Deambula mirando caras. Hay pocagente. Es tarde y martes de Feria, esnormal. Tuerce en la calle Sagasta yllega a una plaza cuadrada. Estállena de gente de pie tomandocervezas. Se para. Pide unacerveza. Se la pone un camarerocon coleta. Villanueva se fija, perono, es bastante más corta que lospelos que han encontrado. Sale.Pide otra. Y otra. Pasan las horas ylas cervezas. No deja de mirar

caras, parece buscar algún gesto. Seacerca a un puesto de patatas fritas.Antes de que le dé tiempo a decirnada el hombre del puesto le enseñaun cartucho. —¿Uno? —Eh... sí. —Estas patatas son las mejoresque se puede usted comer. —No me diga, sevillanas, claro.Un día me va a decir alguien en estaciudad que en tal bar ponen lamejor Coca-Cola. —Qué va, son gallegas, yo las

papas que vendo son gallegas, peroeso lo sabe aquí muy poca gente,ahora, lo de los bares es verdad,aquí hay un bar para las croquetas,que es el Casa Ricardo, uno paralos montaditos de pringá, que es elde las Columnas, uno para lospinchitos, que es el Salomón deLópez de Gómara, uno para lastortillas de jamón, que es elRinconcillo... Y así sucesivamente. —Hay que hacer un máster parairse de tapas en Sevilla. —No, hombre, se come bien en

cualquier bar y, además, en otrascosas no está el tema tan claro.Fíjese, por ejemplo, que ladualidad de Sevilla se manifiestatambién aquí. —¿Qué dice usted? —Vamos a ver, ¿en Sevillacuántos equipos hay? —¿De fútbol? Dos, el Sevilla y elBetis. —Exacto, y hay dos hermandadesfuertes, la Trianera y la Macarena,y además en caracoles o se va alKiki o al Cateto, y hasta en cerveza

se divide la gente entre elTremendo y el Jota. —¿Y la dualidad moderno-tradicional? —Hombre, es más bien,modernito-rancio, pero sí, sí,también la hay. En lo único en queno hay dualidad es que en mispapas son las mejores, bueno, lassegundas mejores, porque las papasde tinto son mejores. —¿Y usted no se cansa? —¿Don Papa? ¿Usted sabe lacantidad de dinero que gano yo

aquí? Pero tiene usted razón, ¿paraqué lo quiero si estoy todo el díaliado? —Ya, mucha gente en esta plazasiempre, ¿no? —¿Esto?, esto es una mina, comoel bar de arriba, que se llama así,crisis ni crisis, esto está siemprehasta arriba, mira, mira qué niñas,si es por eso, si es que esto es unpaso de tórtolas, mira, para que túlo sepas, aquí la gente se viene elsábado por la mañanita, con susgafitas de sol, duchaditos,

maqueados y se ponen a marcarsecomo un indio detrás de una piedra. —Sí. —Después se van a comer aalgún sitio, ojo que se les va la horay acaba cerrando todo, bueno,siempre está el Góngora, que nocierra cocina, se come lo que seaque empape y luego chupitodigestivo. —Sí. —Y después, ellos y ellas se vana Bestiario, por ejemplo, que estáahí detrás de Plaza Nueva. Para que

te hagas una idea, es como unadiscoteca a las 3 de la mañana,pero a las 4 o a las 5 de la tarde.Eso es un aquelarre. Y ahí seconsuman las parejas que se hangustado aquí. —Lo probaré, pero otro día. Unacosa, por aquí cerca estaba un barasí muy peculiar... —¿Peculiar cómo? —Así como con muchasesculturas de santos. —¿El Garlochí? —Ése.

—Sí, hombre, está ahí al lado,pero no sé si estará abierto tanpronto. —Bueno, no tengo nada quehacer. Villanueva se despide y vacamino del Garlochí, da pequeñostumbos de camino. Efectivamente llega y estácerrado. Parece fastidiado.Enfrente, a pocos metros, hay unapuerta abierta. Entra. No ha visto unbar así en su vida: tres puertas,paredes manchadas de humedad,

trofeos llenos de polvo y seis osiete clientes que parecen ser másamigos que otra cosa ya. Uno bebegin-tonic con un hielo solo. Elcamarero, un hombre mayor y serio,se acerca a Villanueva. —¿Qué va a tomar? —Un whisky. Las conversaciones que seescuchaban en el bar se silencian. —Aquí whisky no hay, esto no esuna whiskería. Villanueva se asombra yreacciona.

—¿Un ron? ¿Tienes SantaTeresa? Otra vez silencio, y el camareroparece molestarse. —Vamos a ver... El hombre del gin-tonic con unhielo solo tiene los ojos azules y sele acerca desde su sitio al otro ladode la barra. —Tranquilo, hombre, lo que pasaes que aquí nuestro amigo Pepenada más que tiene bebidas blancas,de éso lo que quiera, ¿qué quiere?¿Un Bacardi? ¿Un gin-tonic? Pepe,

ponle un gin-tonic a nuestro amigo.Aunque, bueno, aquí lo auténtico espedir un Terrycola. —¿Un terricola? —Sí, un Terry con Cola, vamos. —Prefiero un gin-tonic. El camarero asiente y le sirve ungin-tonic en un vaso de Duralex.Villanueva mira alrededor y llamaal camarero. —¿Un taburete no tendrá usted? El camarero vuelve a ponerseserio. —Aquí el taburete no lo tiene

cualquiera. A pesar de no tener apenasdecoración, el bar tiene unincomprensible ambiente muyagradable. Villanueva parecerelajado por primera vez en muchotiempo. Escucha las conversacionesde los clientes. Un joven de unostreinta años, hijo del hombre delgin-tonic, habla a voces con otrocliente. —Claro, maricona, ¿cómo se meva a olvidar la primera vez que teconocí? Entraste por esa puerta con

las manos en la cabeza, más malacara que yo qué sé, saludaste a mipadre y lo primero que le dijistefue: “Hostia, José, vaya la quetengo, se me ha caído el cieloencima”. —Ofú, qué mal cuerpo traía, esverdad. —Yo pensé: “Coño, qué tío máspoético para estar en el bar dePepe, le habrá dejado la mujer o sele habrá muerto alguien querido”, yal momento dices: “Se me ha caídoel cielo pero menos mal que tenía

una pistola de silicona allí”, y ahíme quedé alucinado... ¡Hasta queme enteré de que trabajas montandobelenes! —Claro, coño, ¿tú sabes la que selió que el cielo decapitó a doslavanderas y dejó cojos a cuatropastores? Villanueva no puede reprimir unacarcajada. El hombre bajito delúnico hielo en el gin-tonic le mira. —Hombre, ya se ríe nuestroamigo, vamos a ver, ¿le hacemos lade la fruta?

Todos en el bar comienzan areírse y a animar. Villanueva noentiende nada. Con disimulo palpasi tiene el arma debajo de lachaqueta. Parece no fiarse. —No, no, gracias, no tengo el díahoy, si ya me iba... —De eso nada, le voy ademostrar que tengo poderesmágicos, ya verá, coja unaservilleta, Pepe, dale un boli,hombre. El camarero va con un papel y unbolígrafo hacia Villanueva. Le

habla en confianza. —Tranquilo, hombre, si es sólouna broma. Villanueva coge el papel y elbolígrafo. El hombre sigue a losuyo. —Ahora usted escriba el nombrede una fruta, la que quiera de todaslas que hay, en el papel. Yo, cuandola escriba y doble el papel, que nolo vea nadie, voy a escribir aquí yva a ser la misma. Villanueva parece divertirse.Piensa y en la cara se le ve un poco

de maldad. Coge el bolígrafo yescribe sin que nadie le vea:“Lichis”. —Ya. Desde el otro lado de la barra, elhombre le mira, escribe tambiénalgo en el papel y lo dobla. —Ea, ya. He escrito la misma. Villanueva se sorprende. Elhombre contraataca. —Pero voy a más, tache esa yescriba otra si quiere. Yo no tocomi papel y seguirá siendo la misma. Villanueva parece excitado. Abre

de nuevo el papel, ve escrito“Lichis”, lo tacha, tapa la escrituracon la otra mano y escribe“Tamarindo”. —Ya. El hombre le mira, entorna losojos y dice: —Perfecto, tengo la misma. —Imposible. —Abra el papel y léalo en vozalta. Villanueva abre su papel y leepara todos. —Tamarindo.

El hombre del gin-tonic comienzaa reírse y a dar saltos de victoria yle pasa su papel al cliente de allado que lo lee y asiente, y éste alsiguiente, y al siguiente. Finalmenteel papel llega hasta Villanueva, loabre y lee: “La misma.” Villanueva se muere de la risa ytodos en el bar lo comparten, hastaque uno de ellos dice: “¿Tamarindoqué es, cojones?”. Y hay más risastodavía.

Han pasado varias horas. Hancerrado incluso las persianas conVillanueva y dos o tres dentro. Lehan explicado que uno no es deSevilla si no ha estado encerradoalguna vez en el bar de Pepe. Ésteha hablado de su pueblo,Guadalcanal, en el que hay unafábrica de pesticidas que da trabajoa la mitad de los habitantes. —Es un pueblo bonito, pero,claro, cuando uno piensa que mediopueblo vive de envenenar... También hablan de una imprenta

que hay cerca, en el Muro de losNavarros, o de que Pepe sólo sedeja invitar por gente a la queaprecia, y que por tanto es unprivilegio poder invitarle. Uno delos clientes le dice a Pepe que setiene que ir. —Pepe, abre, que me estáesperando mi mujer. —Anda que no le temes nada... —¿Yo? A mí mi mujer me hablade rodillas. —¿Sí? —Sí, lo malo es que suele tener

la escoba en la mano y es paradecirme: “¡Sal de debajo de lacama, cobarde!”. Villanueva vuelve a reírse, se loestá pasando bien, pero aprovechaque suben la persiana, paga unacuenta escrita en tiza en la barra, sedespide y sale. Al móvil comienzana llegarle mensajes de llamadasperdidas. Lee el último, que es unSMS de la comisaria: “Vayarápidamente a la Feria. Haaparecido un nuevo muerto.Diríjase a los ponis”.

QUINCE La zona está acordonada.Villanueva se acerca con la placa auno de los policías locales quecontrolan el perímetro. La comisaria está hablando conmiembros de la policía científicacuando llega Villanueva. —Hola. —¿Dónde estaba inspector?Llevo llamándole un buen rato, ytampoco consigo encontrar a

Jiménez, ¿está con usted? —Lo siento, no, lo dejé hace unashoras, ¿no está aquí? ¿Qué hapasado? La comisaria retira una lona quehace de puerta a una especie decarpa que evita que ninguno de loscuriosos que se agolpan alrededorvea nada. El cadáver de una mujerestá encima de un poni. Lacomisaria mira a Villanueva. —Parece que ha sido asfixiada,como ve, en este caso no le hanclavado una estaca en el pecho,

pero sí le han taponado las fosasnasales con dos trozos de palodú.No he hablado con la forenseporque no ha llegado aún, peroparece que le taparon la respiraciónpor la nariz con el palodú y laasfixiaron tapándole la boca conalgo. —Dios mío, ¿sabemos quién es? —Ni idea, no tenía ningunaidentificación. En ese momento entra Jiménez enla carpa. —Perdón por el retraso pero me

he pasado por la caseta de laPolicía a saludar y ya me han liado,luego además me ha visto micuñado que estaba en la deWilfredo el Belloso y cualquiera ledecía que tenía prisa... ¡Coño, éstaes Melinda! La comisaria mira a Villanueva yluego otra vez a Jiménez. —¿La conoce? —Hombre, pues claro, esta esMelinda la de los gofres, deprisa,debemos ir a su puesto a la Calledel Infierno.

DIECISÉIS Villanueva y Jiménez atraviesanla Feria juntos. —Jiménez, ¿puede dejar desaludar a gente? Vamos a la escenade un crimen. —Villanueva, desgraciadamenteya por la pobre Melinda pocovamos a poder hacer. Esa mujertiene, bueno, tenía, un puesto degofres a la entrada de la Calle delInfierno.

—¿La Calle del Infierno? —Sí, no se asuste, loscacharritos, vamos, las atraccionesle dirán en Madrid, pues eso, quecuando ibas morado como un lirio ylos niños ya se ponían pesadosconque los llevaras al Barco Piratao al Top Gun o a lo que sea, tetomabas un gofre de Melinda y terecuperabas que no veas. Esa mujerha salvado más vidas que el 112. —Ya. —Y de lo de saludar a gente...Mire, aquí se dice que si recorres

la calle Sierpes entera y no saludasmínimo a tres, ni eres sevillano ninada. En Costillares, que es la callepor la que vamos, para considerartesevillano tienes que pararte por lomenos con el doble, ¿cuántos llevo? —Más de diez. —Pues eso, sevillano de roca quesoy. Mire, ya hemos llegado. El puesto de gofres de Melindaestá cerrado. Hay como quince oveinte personas que esperan a queabra. Jiménez los va apartandocomo puede.

—Parecen zombies, coño. Hay uno que no puede casimoverse. —Vaya papa buena que llevas,amigo. —Pues verás como mi mujer lepone alguna falta. El puesto es móvil y está cerrado.Jiménez da la vuelta y observa quela puerta no está cerrada con llave.Entran. Todo está aparentemente enorden. Villanueva sin embargoencuentra una nota escrita con lashabituales y siniestras letras

recortadas. Está clavada con unaestaca de palodú a la foto de ungofre con sirope de fresa: “¿GOFRE QUÉ ES, COÑO?AQUÍ GARRAPIÑADA. 3/7.”

DIECISIETE Bar El Uno de San Román. Ungrupo de cuatro personas estánsolos en el bar. Justo al entrar a laizquierda hay una jaula con unenorme loro. El grupo hablatranquilo en la barra. —¿Lo tenemos ya? —Sí, nos lo han hecho enGuadalcanal, en la fábrica ésatrabaja un cuñado mío que ademáses miembro y lo ha podido sacar.

El loro interrumpe de vez encuando. —¡Cruzcampo! ¡Cruzcampo!¡Chicotá! El grupo se ríe. —Éste es el loro más sevillanoque hay, ole sus huevos, pero noveas el susto que me da cada vezque habla. Es el único loro ranciodel mundo, a éste no le escuchas túdecir “Gofre”. ¿Has calculado paracuánto tenemos? —Me ha dicho que para 200.000litros, y teniendo en cuenta que con

un buchito de cerveza te lo llevaspor delante... —¡Cerveza! ¡Cerveza! ¡Chicotá! —Que sí, que sí, que ahorapedimos una cerveza, lorito. ¿Y tú,melenas, cómo va lo tuyo? ¿Decategoría, no? Alguien con gorra y gafas de solresponde con desgana. Tiene unacoleta sacada por el agujero de lagorra. —Lo mío va fenómeno, ya losabes. —Te damos el bote y tú te

encargas, ¿no? —Eso es. —Pero antes de eso tienes queseguir con el simbolismo, quellevamos tres nada más. —¡SIMBOLISMO!¡SIMBOLISMO! ¡Y EN EL OTROHUEVO LO MISMO! —Y dale con el loro. Dadle eltema al Melenas, éste es tu próximoencargo. Uno de los hombres le da unsobre marrón al más grande de lareunión. Éste lo abre, saca una foto

y la mira perplejo. —No, esto no puedo hacerlo. —¿Por qué, cagona? —Sabéis que es amigo mío. —Pues te lo llevas antes a comermontaditos, que lo va a agradecer, yluego le das palodú del tuyo depostre. —¡PALODÚ! ¡PALODÚ! —Detrás de la foto vienen losmotivos, cuando los leas estarás deacuerdo en que es necesario aunquesea tu amigo. Niño, ponnos laúltima y ponle otra al loro que

tendrá la lengua seca de tantohablar, coño. Cóbrate todo de aquí. El hombre saca la cartera y pagacon un billete de 5.000 pesetas. —Ah, pero antes de sacar elestoque, tienes que darle un susto aotra persona.

DIECIOCHO Miércoles de Feria. Villanuevaentra en el despacho de Jiménez conla cara desencajada. —Jiménez, quiero que me lleve ala Feria. —Ole, pues vámonos para laFeria, cariño mío. ¿Llamo a uncoche de caballos o vamos en elcoche-patrulla? Villanueva y Jiménez caminan porel Real. Villanueva no para de

mirar a todas partes y Jiménez desaludar y pararse. —Jiménez, no entiendo a qué nosestamos enfrentando. Con elanterior asesino me costó sietevíctimas no sumergirme en laSemana Santa, ser de fuera. Noquiero que esto pase otra vez.Llevamos tres muertes, elperiodista, el ex comisario y la delos gofres. No puede haber más.Quiero que me cuente. —Me parece magnífico, ¡adiós,Pepe! ¡Cogedlo ahí! Pues el

movimiento se demuestra andando,elija una caseta. —Ésa de ahí enfrente. —¿La de las rayas rojas overdes? —La verde. —Perfecto. Jiménez y Villanueva van hacia lacaseta y Jiménez se acerca alvigilante. —Acabamos de salir hace unrato, estamos ahí con Paco. —¿Eh? Ah, vale, vale, sí, sí, esverdad, pasad.

Villanueva y Jiménez entran enuna caseta en la que la gente bailaen una primera parte y bebe en unasegunda mitad. Hay placas decerámica con premios de otros añosa la mejor decoración. Hay tela deencaje por todas partes. —Ea, pues ya ha visto loprivadas que son las casetas enSevilla. Cuando eres chico sí, perocuando uno ya es mayor, conecharle cara es raro que no entres. —Ya veo, sí. —Comencemos por el principio,

tema 1: la Feria es la fiesta delaparenteo por excelencia, existe unaleyenda urbana de que hay genteque pide créditos para poder invitara la gente en su caseta y demostrarque tiene mucho dinero, aunquedespués se peguen todo el añopagando los montaditos y los platosde jamón. —Diríamos que es un pocoirresponsable, ¿no? —Bueno, primero, que no lo hacetodo el mundo, y segundo, que es,creo, no sólo una cuestión de

aparentar, es más un deseo deagradar a la gente a la que quieres,de que esté a gusto en tu caseta, quees una extensión de tu casa. Sialguien va a merendar a su casa,usted saca pastas o lo que sea, ¿no?Y si está solo no le mete mano a laspastas, ¿verdad? —Sí, supongo que sí. —Pues algo así. Voy a pedir unabotella de manzanilla, unosmontaditos, tortilla y un platito dejamón, que viene a ser el McMenúdel feriante, ¿le parece?

—Usted manda. —La Feria y la Semana Santa sonla identidad de Sevilla peroembrutecida. Aunque cada unosuele tirar más para uno o para otra.¿Se acuerda de Silvio? ¿El rockerodel que le hablé? —El que no dejó Sevilla nunca,¿no? —Sí, más o menos. Silvio tienemil frases que a mí me encantan, yen una de ellas se define así:“Ciego antes que sordo, negro antesque gitano, Semana Santa antes que

Feria, cualquier cosa antes queprotestante”, y yo pienso que decíaprotestante de protestar, porque otravez dijo: “Estar descontento coneste mundo es no haber entendidonada”. Ahí queda eso. —Entiendo. —Ésta es una ciudadabsolutamente dual. —Sí, hace poco estuve hablandosobre eso con un cartucho depatatas fritas en la mano, “papas”,como le dicen ustedes. —Papas buenas las de tinto. Es

usted una caja de sorpresas, ya mecontará algún día sus aventuras ensolitario. Fíjese, si hasta en Ferialas rayas son o rojas o verdes. Enfin, que a lo que vamos, unsevillano feriante es un sevillanoexagerado, más gracioso, mássociable, más borracho, más chulo,más guasón. Villanueva asiente y bebe delcatavino. —Está fuerte la manzanilla. —Pues por ahí no paso, rebujitono voy a pedir.

—¿Por qué? —Pues porque eso es unaguarrería, coño, la Feria de unosaños para acá se está diluyendo. Esalgo parecido a lo que le conté enLlorens, los salones de juegoaquellos. Resulta que el 3% deldinero que se genera al año en laciudad viene de este rectángulo dealbero durante esta semana. Esohace que cada vez se quiera haceruna fiesta más facilita para quevenga mucha gente y gastendinerito: cada vez hay más casetas

públicas, se bebe más rebujito, haytapas modernitas, casetas conmúsica electrónica, por cierto,deme la mano y pida un deseo. —¿Cómo? —Le voy a atar la guita de lamanzanilla, la leyenda dice que sepide un deseo cuando se ata y secumple cuando se cae. —Valiente moñada, Jiménez. —Bueno, es gratis, ¿no? Ya está. —Y toda esa transformación de laFeria... ¿Puede ser el motivo por elque sea el punto de mira de nuestros

hombres? —No tenga la menor duda. —Con su permiso me voy a tomaruna cerveza porque con lamanzanilla ésta no puedo. Ademáshay Mahou que es la que me gusta. Jiménez se sorprende al ver eltirador de Mahou y llama alcamarero. —Perdona, niño, ven para acá,¿no tenéis Cruzcampo? —Este año no, ¿no te hasenterado? El ayuntamiento, comoestá tieso, ha firmado un acuerdo

con Mahou. Ha cobrado una pasta acambio de permitir que instalen unsistema de tuberías para suministrarcerveza a cada caseta de la Feria. Yparece que lo van a extender a todala ciudad. —Anda, hombre, eso cómo va aser... —Que sí, que sí, que hanaprovechado los agujeros que hizoONO para la fibra óptica y hanmetido una especie de salmueraancha, es como un cervezaducto. —¿Ve lo que le digo, Villanueva?

Qué asco, por Dios, no se tome eso,toma, niño, cóbrate que es casi lahora y quiero llevarle a conoceralgo que pocos sevillanos conocen:la hermandad de la Pata de PolloCoronada.

DIECINUEVE Hay menos de cien personasagolpadas a la puerta de una caseta.Jiménez y Villanueva están un pocoapartados. Parecen observadores.De repente empieza a salir gente dela caseta como si fuera unaprocesión de semana santa. En vezde un paso, llevan una silla de eneaadornada con botellas demanzanilla, flores y langostinos.Una pata de pollo está atada en lo

alto. La sacan a hombros y la gentela vitorea. Villanueva parece queno puede cerrar la boca. —¿Me puede explicar qué esesto, Jiménez? —Le presento a la hermandad dela Pata de Pollo Coronada. —¿Perdón? La comitiva sale de la caseta yenfila una de las calles del Real. Lagente a su paso ríe y se santigua.Hay algunos que se meten entre lagente para tocar la pata y fingenentrar en éxtasis.

—Para serle sincero, Villanueva,no sé si los malos de nuestrapelícula aprobarían esto o no. Lecuento, lleva ya algunos añoshaciéndose. La Semana Santa tienemuchas influencias en la Feriatambién, de hecho hay casetas dehermandades y hay otras que no sonpero tienen nombres relacionados.El caso es que esto empezó porunos cuantos majaretas que lohicieron un año y se convirtió entradición. —¿Me está hablando en serio?

—Vamos a ver, ¿pues no lo estáviendo, carajo? La historia es queesta gente hace muchos años, sepondrían de grana y oro en la Feria,me imagino yo que ya no quedaríancasetas abiertas y se fueron caminodel centro por no irse a casa. Laleyenda dice que fueron a un barque hay cerca de la Encarnación,que se llama La Centuria. Allí seacabaron de poner finos hasta queabrió el Mercado de la Encarnacióny con el puntazo compraron allí lamejor pata de pollo que vieron.

—¿Una pata de pollo? —Sí. Ha oído bien. Con éstasvolvieron al Real, que ya estabaotra vez operativo y a última horamontaron esto que está usted viendoahora. —Dios mío. —Esto es, y perdone que meponga fino, una metáfora perfectade lo que es Sevilla, tradición, perodisfrute, y hay a quien esto leparece una charlotada, por ejemploa mí desde luego, pero no puedonegar que es la esencia del

sevillano, reírse de sí mismo. En ese momento suena el móvilde Villanueva, que mira la pantalla. —Es la comisaria. —¡Agüita! ¿A las dos de lamañana? Ésa quiere candela. Villanueva se miradisimuladamente la guita de sumuñeca. Sigue ahí. —¿Diga? —¿Está con Jiménez? —Sí. —Vengan urgentemente a laComisaría de la calle Betis, no se

lo van a creer: el asesino se haentregado.

VEINTE La comisaria, Villanueva yJiménez, miran a través de uncristal a un joven sentado en unasilla en un cuarto de interrogatorio.Es guapo, está tremendamentemusculado y viste una llamativacamiseta de tirantas. La comisariamira a Villanueva. —Acaba de aparecer hace pocomás de una hora. Sabemos poco deél, sólo el nombre que nos ha dado,

que lo están comprobando, aunqueparece que dice la verdad y que notiene antecedentes. Sólo repite unay otra vez que él es el asesino y queera costalero de Montesión. Si mepreguntas mi opinión, creo que sóloquiere salir en la tele. Villanueva y Jiménez entran en lahabitación. La comisaria miradesde fuera. —Hola, soy el inspectorVillanueva y éste es el policía localJiménez, ¿cómo te llamas? —Javier, y he matado a esas

personas porque estoy harto demodernos en mi ciudad. —Javier, una pregunta, ¿cuándofue la última vez que te cortaste elpelo? —¿Cómo? —Sí, ¿que cuándo te pelaste? —Pues fui al Lebrón Alternactivode la Alameda hará como tressemanas, ¿por qué?, ¿me toca ya? Villanueva se levanta de la mesay coge al joven de las tirantas de suminúscula camiseta. —Tú no has matado en tu vida a

nadie, ¿por qué coño me hacesperder el tiempo, niñato? El joven se derrumba y comienzaa llorar. Villanueva se recompone yse sienta. Jiménez pide a Villanuevatranquilidad con un gesto. El jovense tranquiliza poco a poco ycomienza a hablar entre sollozos. —Yo era un chaval normal, conmi novia, mi gimnasio, mi pechugade pollo y mi arroz. Era costaleroen mi hermandad, Montesión, y lepuedo asegurar que soy unenamorado de Sevilla como habrá

pocos. Pero cometí el error de ir acargar con esta camiseta de tirantas. Jiménez le mira. —Mucha tela, ¿no? —Ya, ya lo sé. No diga nada quebastante tengo ya. Fue un error. Sonmuchas horas de gimnasio, muchoesfuerzo con las mancuernas todo eldía y me vine arriba en banderillaspara lucir tríceps y dorsales. Ya,todo lo que me vayan a decirustedes ya lo sé porque seguro quealguno me lo ha dicho ya. La genteme hizo un par de fotos con el

móvil, yo la verdad es que me dicuenta pero pensé que era poradmiración, porque levantar 120 enpress de banca te pone un pechocomo un palomo y yo, la verdad, esque ahí estaba más fuerte que elvinagre de una cooperativa. Lomalo vino en Internet, la gente mebautizó como el#petaitodemontesion y empezó adarme caña. Que si el petaíto deMontesión cargaba el paso solo,que si el petaíto de Montesión hacíalas mudanzas de los gimnasios, que

si el petaíto de Montesión te tirauna hostia o te mata o te resfría...Yo qué sé, fui Trendic Topic entoda España, y me acabaronechando de la hermandad. Jiménez, que estaba escuchando,parece que cae en algo. —Claro, ya me acuerdo, ostras laque te dieron... Y los que tenían quehaber dimitido eran el cuerpo decapataces que te dejaron salir así. —Ya, lo que pasa es que si medicen algo les doy una que le tienenque poner el Betadine con un rulo.

—También es verdad. —Les pido perdón, me heenajenado. Tienen razón, no hematado a nadie. Mi vida se haechado a perder, he pensado que sime responsabilizaba de estasmuertes iría a la cárcel, perorecuperaría el respeto de la ciudad.No saben lo duro que es matarte enel gimnasio, tener más dorsales quenadie y que la gente se ría de ti alas espaldas precisamente. Claro,ahora si dejo el gimnasio, que“mira el petaíto de Montesión lo

hecho polvo que está” y si sigo enel gimnasio, que “mira el petaíto deMontesión, que mucho brazo peropoco cerebro”. Villanueva lo mira con unamezcla de ternura e incredulidad. —Sólo una pregunta, hijo, ¿y porqué sigues llevando las tirantas? —Es una manera de expiar miculpa, sé que me equivoqué ymerezco castigo. —Márchate a casa, hijo, ydescansa, la vida te dará otraoportunidad.

El petaíto de Montesión sedespide cabizbajo y justo antes,Jiménez lo llama. —¡Petaíto! —Dígame. —Si pasas por El Rubiocómprate una rebequita que vas acoger frío. A la salida de la sala, Jiménezcoge un ABC. Villanueva lo miracansado, es tarde, llevan dos díassin dormir. —Jiménez, son las 8 de lamañana ya, no hemos dormido,

¿cree que es momento de leer elperiódico? Jiménez le da la vuelta alperiódico y le enseña al alcalde enla portada. —Lea el titular Villanueva:“Podio: ‡Iré a la Feria en cochedescubierto de caballos parademostrar a todos que es una Feriasegura’”.

VEINTIUNO Ayuntamiento de Sevilla.Villanueva y Jiménez entran en laantesala del despacho de JoséIgnacio Podio. La secretaria intentapararlos pero no hacen caso yentran en la sala. Se encuentran alalcalde con una foto de Kim Jong-Un delante del espejo. —Ustedes deben de serVillanueva y Jiménez, ¿no? Ya meha avisado la comisaria.

La secretaria se intenta disculpar. —No se preocupe, Margarita, nohay problema, cierre al salir. Antesde hablar de lo que les tengapreocupados, permítanme que leshaga una pregunta, ¿realmente meparezco tanto? El alcalde los mira y pone a laaltura de su cara la foto deldictador norcoreano. Villanueva yJiménez se miran. —Hombre... —Es igual, yo me veo mucho másestilizado, siéntense, les adelanto

que no tengo mucho tiempo, voy ala Feria en un rato. Villanueva y Jiménez vuelven amirarse. El inspector toma la vozcantante. —Alcalde, soy el inspectorVillanueva, de Madrid, creo que nodebería hacer ese paseo porque esmuy peligroso. —Tonterías, si mis informes sonciertos, en caso de que hubiera ungrupo peligroso, ideológicamenteno iría en mi contra, ¿no? —No hasta que firmó ese contrato

con la otra cerveza. El alcalde palidece. —Verá, le seré sincero, notenemos argumentos para asegurarque vaya a ser usted un objetivo,ciertamente se encuentra usted unpoco, diríamos, en el centro, perocreemos que es asumir un riesgodemasiado alto, y que hay peligrode atentado. —Ya tengo que hacerlo, si nocancelé la Feria después de lo delpenitente... La verdad es que nohabía caído en lo de la Mahou... El

caso es que no se pueden niimaginar el dineral que ha dejadoese contrato en el ayuntamiento.Vamos a poder hacer la línea dos ytres del metro, construir una líneade AVE a Matalascañas, otro ramala Chipiona y otro a Sevilla Este. Sesuprime el peaje de Las Cabezas yhabrá recursos para cerrar contoldos todo el recorrido de lahermandad del Cachorro y que novuelva a tener problemas de lluvia.Por no hablar de que vamos a hacerotra plaza de toros y, en una

segunda parte del plan, cadasevillano que quiera podrá tener untirador de cerveza en su propiacasa, como si fuera Internet. —Ya, pero de Mahou, alcalde —interviene Jiménez. —Otro igual, que no está tanmala, coño, que es el primer mesnada más, que si la empiezas abeber con Fanta no lo notas tanto.Es que lo queremos todo. Villanueva vuelve a intervenir. —Señor alcalde, entiendo supostura, pero en caso de que, Dios

no lo quiera, usted sufriera unatentado... un magnicidio acabaríacon la Feria para siempre. —Y si encima lo único que ponenes Mahou, ya ni te digo, para qué vaa ir. —Jiménez, por favor, que ustedbebe Zuleta, cállese un ratito.Alcalde, sea responsable, porfavor, podemos filtrar a los mediosque se ha puesto enfermo, que lehan llamado de Madrid para unareunión importante, tengo contactosen Moncloa, su imagen no tiene que

erosionarse lo más mínimo. El alcalde se lo piensa, haysilencio en la estancia. —Sólo les voy a decir una cosa,si me pasa algo, quiero una calle,pero en el centro, que luego vieneun alcalde de otro partido y mepone una glorieta en Alcosa y mecago en sus muertos desde el másallá. Lo siento, señores, me debo ami ciudad, les pido que meprotejan, pero tengo que ir, dehecho me espera el coche decaballos en la puerta. La suerte está

echada. Acompáñenme si quieren.

VEINTIDÓS Luce el sol. El Real de la Feriaestá abarrotado. Podio y su mujersaludan a un lado y a otro desde uncoche de caballos. El alcalde va dechaqueta y su mujer con un trajerosa con tocado a juego. La genteles saluda desde las puertas de lascasetas. Unos con cariño y otros notanto. —¡Adiós, norcoreano! Mientras todo eso pasa, a cierta

distancia, en un balcón del piso 12del edificio de muebles Matamoros,hay un hombre con el pelo largoapuntando con una escopeta conmira telescópica hacia la Feria. Abajo, Podio no deja de sonreír.Va con un catavinos lleno demanzanilla con el que brinda conalgunos caballistas. Villanueva va aun lado del coche, al otro vaJiménez, con un auricular en unaoreja y unas gafas de sol. Cada vezque alguien se acerca al alcalde,Villanueva se tensa. El alcalde le

habla entre dientes sin dejar desonreír. —Tranquilo, madrileño, esto esparte del show, tranquilo. En el balcón el hombre de lamelena va vestido de negro y siguefijando un objetivo a través de lamira telescópica. Villanueva está visiblementenervioso, parece prever que algo nova bien. Van por Gitanillo deTriana y se disponen a girar a laderecha a Pepe Hillo. Es un crucede caminos, las calles al unirse

dejan un espacio abierto sin postes,casetas ni farolillos. Villanueva nopara de mirar a todas partes, a cadaventana. En el balcón, la última tela decaseta desaparece de la mirilla deltirador. El alcalde por fin está atiro, el hombre apunta, una gota desudor le cae por la frente, asegura ala cabeza... y dispara.

VEINTITRÉS —¡Jiménez, ocúpese de laprimera dama! —¡¿La primera empezando pordónde?! No hace falta explicar nada.Villanueva saca del coche alalcalde que parece herido y lo meteen el primer sitio que puede pararesguardarse de un posible segundodisparo. Lo mete en la casetilla deuna gitana que estaba vendiendo

Winston del Águila. —¡Payo, con el gordo éste que meaplastas los cartones! —¡Señora, cállese! El alcalde está bañado en sudorfrío. Villanueva lo tiene en brazos. —Tranquilo, alcalde, tranquilo,por favor. —¿Tranquilo, coño? Si me voy amorir. —¿Dónde le han dado? —No lo sé, creo que en lapapada. Villanueva le quita la mano y le

ve únicamente una herida deltamaño de un guisante. —Alcalde, ¿tiene usted algunaotra herida aparte de ésta? —Yo creo que no, pero un sustomuy grande en el cuerpo sí quetengo. Villanueva le vuelve a apartar lamano del cuello al alcalde. —¿Está bien? Esto parece laherida de un balín. —¿Y mi señora? Villanueva se asoma fuera de lacasetilla y ve a Jiménez en la de

enfrente con la mujer del alcalde.Le pregunta con un gesto si todoestá bien y Jiménez responde que sí. —Alcalde, su señora está bien,ahora lo van a evacuar, creo queestá bien. Eso sí, tenga claro quehan querido avisarle de algo.

VEINTICUATRO -Buen trabajo, agentes. —Nada, una vecina de 80 añosavisó de que estaba la música muyalta. No le habríamos echado cuentade no ser porque el piso se suponíaque estaba vacío. Cuando llegamosel tirador ya se había marchado,claro, pero es obvio que el disparose hizo desde aquí. Jiménez y Villanueva son guiadospor un agente que habla por un

inmenso piso vacío hasta el balcón. —Qué buen piso, ¿no? —preguntaVillanueva. —Tendrá lo menos 180 metroscuadrados. En este barrio, LosRemedios, son relativamentehabituales estos pisos tan grandes. —¿Es un barrio de gente dedinero? Jiménez se apresura en responder. —¿Dinero? Aquí piso sí, pero secomen muchos macarrones. Le digoyo que aquí se vende más Avecremque en Triana.

Finalmente llegan al balcón. Dajusto a la Feria. —Aquí lo tienen, hay dosbotellines de Cruzcampo quemandaremos a analizar, uno con laetiqueta despegada y detrás estoescrito: “4/7”. Villanueva lo lee y habla para símismo. —Lo cuentan como muerto, sabenque lo han sacado de la circulación. El agente continúa. —También hay un reproductor deCD enchufado y el arma del

disparo. Estamos esperando elinforme de balística, pero no pareceque haya dudas. Villanueva se agacha, se poneunos guantes y coge los botellines ylos mira. Ahora coge el arma.Jiménez la mira también. —Villanueva, me juego la vida aque esta escopeta de balines se lahan robado a uno de un puesto de laCalle del Infierno, porque mira elcañón cómo lo tiene de torcido, conésta no hay quién parta un palillo,vamos. Si le dio en la papada te

digo yo que el tipo apuntó a uncaballo. —Es evidente que lo único quequerían era dar un susto... —Hombre, susto sí, pero unbalinazo de estos en un ojo te dejapipa. Villanueva suelta el arma, sacaunas pinzas, pide un sobre depruebas y coge una maraña depelos. Son negros y otra vezlarguísimos. —Es nuestro hombre, Jiménez. —Sí, y se está quedando cartón.

Villanueva se vuelve al policía. —¿Han encontrado algo más? —Dos monedas de 25 pesetas,una de las del agujero en el medio yotra de las grandes. No sabemos sipertenecieron al tirador o estabanya en el piso. Seguramente fuerandel hombre que disparó, porque elpiso estuvo alquilado hace cuatroaños, y entonces ya había euros. Loextraño es por qué llevaba esehombre monedas que no están encurso. Parece que se le cayeron allevantarse para irse.

—Curioso, una cosa más sobre lavecina que llamó, seguramente eltirador puso música alta paraamortiguar el sonido del disparo,pero, ¿les dijo qué música sonabaen el piso? ¿No sería alguna deJosé Manuel Poto? —Pues no, nos dijo que eran lassevillanas de “A bailar, A bailar”una y otra vez, pero con lo cercaque está el Real, puede ser que elsonido viniera proyectado dealguna caseta. Jiménez mira a Villanueva con

aire sombrío. —Acompáñeme, a lo mejorRafael puede ayudarnos. —¿Quién? —Rafael, un confidente mío, tienesetenta años y es conocido porquepone un belén todos los años en elmaletero del coche, y en esta épocauna feria. Si algo pasa en la ciudad,Rafael lo sabe.

VEINTICINCO —De verdad, Rafael, que cadaaño te lo curras más, ¿eh? Qué cosamás bonita, mira, mira, la portada,la noria... Mira, si has puesto hastaun grupito de canis con sussombreritos blancos robando unreloj... —Hombre, Jiménez, con todo eltiempo que tengo... Villanueva y Jiménez estánapoyados en la parte de atrás de un

Renault 19, Chamade. El maleteroestá abierto y en la bandeja hay unareproducción de toda la Feriamotorizada, como si fuera un belén. —Rafael, te voy a presentar a unamigo mío, Villanueva, es inspectory viene de Madrid. —Encantado. —Igualmente. —Villanueva, aquí mi amigoRafael es un jubilado que se gana lavida con el maletero del coche.Llega Navidad, pues él monta subelén con sus figuritas, que llega el

Rocío, pues cambia y pone suscarretas, sus bueyes o su ríoQuema, y ahora en Feria, pues hacelo propio con el Real, y además seentera de todo. Rafael, ¿y si teinvitamos a comer en lasGolondrinas? —Entonces largo sin problemas,que no veas cómo arrastro. Idpidiendo una de punta de solomillo,coged mesa dentro y llama a tusamigos los municipales para que nome multen que voy a aparcar elcoche en lo de los taxis.

Rafael no para de comer en lasGolondrinas. Le mete a laszanahorias aliñadas y pide platosde jamón uno detrás de otro. —Con el estómago vacío es queno me acuerdo de nada. Cuando se acaba el últimomontadito, Jiménez va a por él. —Rafael, estamos en un caso muyserio. —Me puedo imaginar por dóndevan los tiros, en la calle se acabaenterando uno de todo. —¿Qué sabes?

—Supongo que de lo quehablamos es del asesino del palodú,¿no? —Exacto. —Sé que lo de PodioFK, porqueparecía Kennedy en Dallas, es devuestro hombre. —¿Quién te lo ha dicho? —Se oyen cosas, y algunas queasustan, ya sabes, hacía tiempo queno escuchaba hablar de nadie comode ese monstruo. —¿Cómo? ¿Qué quieres decir? —Da igual, seguramente sean

habladurías, ya sabes cómo es estaciudad. —Me da igual, ¿qué dicen de él? —Verás, prácticamente lo pintancomo un monstruo, dicen que esgrande, muy alto, fuerte, muyrápido, que tiene un brillo especialen los ojos que aterra a quien love... y que está con los Serva. —¿Los Serva? —Ya sabéis lo que es, no mevengáis con milongas. Son esegrupo clandestino que se haempeñado en repartir monedas de

sevillanía, ellos deciden qué esSevilla y qué no. A mí de momentome han dejado tranquilo con minegocio, pero, por ejemplo, cuandollega el Territorios, el festival ése,yo quería poner como lo que yohago pero de grupos de música. Yaparcarme en la puerta de losconciertos. —Sí. —Sí, no, que vino uno y me dijoque me estuviera quietecito que yalo de poner a los reyes magos encamello en vez de en caballo como

ha sido toda la vida les habíamolestado a los Serva. Villanueva tiene los ojos abiertos.Se atreve a hablar por primera vez. —Disculpe, Rafael, pero, ¿podríaidentificarlos? —¿Éste de dónde es, Jiménez?Mire, el poder que tienen es quenadie sabe quiénes son. Tú hablascon un conocido en un bar y lecuentas que quieres hacer algo, y derepente te dicen: “Uy, pues no sé yoa los Serva qué les va a parecereso...”, y es una opinión, y tú no

sabes si ese tío es el hermanomayor de esa gente, o el diputadode tramo, o si simplemente se hamarcado un farol, pero te aseguroque ya se te quitan las ganas dehacer lo que sea. —¿Por qué? —Pues porque si sigueshaciéndolo puedes tenerconsecuencias. Yo estoy harto dedecírselo a Howard, el negrito quevende Kleenex en Plaza de Armas,a ése lo tienen enfilado desde quese vistió de Mamá Noel. Y al chino

ese cabezón que reparte comida porel centro, el del restaurante Jesúsdel Gran Poder, ése que le buscanovia a sus niños chinos, a ése demomento ya le pinchan la rueda dela moto y se está pensando volversesegún me dijo el otro día, porque noparan de amenazarlo. Llamó a unosmafiosos chinos que vinieron y queesta gente tienen como si fuera unseguro y tal, y les dieron una palizaen el Callejón de la Inquisición quese fueron como vinieron y no hanvuelto. Por no hablar del indio de

Bellavista..., bueno, os podéisimaginar. —Ya, ¿y cómo podemos llegar aellos? —Mire, inspector, le va a parecerraro, pero igual es algo demasiadogrande, igual está persiguiendo unasombra y usted se tiene queconvertir en otra sombra. Piénselo. En ese momento el móvil deVillanueva suena. Hay un mensajeque cambia la expresión de las trespersonas.

Ha llegado una nota al ABC, dicelo siguiente: “Candela te hemosdado nosotros a ti, 5/7”.

VEINTISÉIS Caseta El Garbanzo Negro. Elcadáver de Empani está sentado enuna nevera de la cocina. Hay unmorcón casi acabado en el suelo yestá estrangulado con una raíz largade palodú. Jiménez está en laescena del crimen cuando entraVillanueva que se lamenta. —¡JODER! ¡JODER! ¡JODER!¡No puede ser! Villanueva está visiblemente

afectado. Jiménez lo intentaconsolar. —Tranquilo, inspector. —Mierda, Jiménez, estamosdando palos de ciego, ¿es que no love? Están haciendo con nosotros loque les da la gana. Y no paran deaparecer muertos, y no sé qué coñoestán tramando, pero tengo miedo. —Tranquilícese, inspector, nodebe nublarse, le necesitamos frío. Villanueva se sorprende alescuchar ese comentario, perocontinúa.

—¿Quién es la víctima? —Un cantante, de sevillanas. —Lo que faltaba, a la mierda elpatrón criminal, ya no tenemosabsolutamente nada. —Sí, a mí me ha sorprendido, ytodavía más que lo hayan hecho enla caseta ésta de alternativos. —Bueno, eso puede ser porfastidiar, pero la víctima... —Era un buen hombre, pero siantes de verlo aquí me hubierandicho que tendría algo que ver contodo esto, me lo habría imaginado

más del otro lado que comovíctima. Para que se haga una idea,mi mujer tiene discos de Empani ylos tiene en el mismo estante quelos de José Manuel Poto, con los deCantores de Híspalis, los de LosMarismeños, uy, tenemos un discofirmado de Lloran los Pinos delCoto que vale una fortuna. —Genial, ¿y la nota? Creí que lohabrían quemado. —No, no, lo de dar candelaseguramente sea por unas sevillanasmuy famosas suyas, “Qué bonita

está la noche... Con la luz de lascandelas...”. —Perfecto, ¿y por qué han ido apor él? Si parece de la cuerda... —Bueno, no se crea, también handejado un sobre con una foto de lavíctima escrito por detrás, y pareceque sí podría haber un motivo paraque quisieran acabar con él, almenos, teniendo en cuenta con quiénnos enfrentamos, podría ser unmóvil. —Sorpréndame. —Tenemos que ir a hablar con su

productor musical a DiscosTenedor.

VEINTISIETE Villanueva y Jiménez estánsentados en una mesa circular conPablo Donaire, director de DiscosTenedor. Tendrá unos cuarenta ytantos años. Va vestido de manerajuvenil. A pesar de estar dentro dela oficina, lleva unas gafas de solpuestas. No tiene mucho pelo, perolo lleva engominado. —Sí, es verdad. —Pero, ¿eso cómo va a ser,

Pablo? Jiménez no da crédito a lo que lecuentan. Villanueva simplementeescucha y mira alrededor, haydiscos de oro enmarcados de LasCarlotas, El Barrio o Ecos delRocío. —Pues es porque es, qué quieresque te diga, porque Empani estabatieso, se lo propusimos y nos dijoque sí. —Pero, vamos a ver, ¿Empanicómo te va a decir que sí a un discode Chill-Out?

—Pues así fue, que había habladocon no sé quién de Chambao y quese lo habían llevado muerto. Quecolocaron las canciones a Turismode la Junta, a un montón deprogramas de Canal Sur, yo qué sé,le comieron la cabeza y se vendiócomo artista, qué quieres que tediga, y yo estoy aquí para ganardinero, que con la mierda de lapiratería ya sabes cómo está eltema, menos mal que las abuelas nosaben descargarse los discos y selos siguen comprando, pero cada

vez más los nietos, por ahorrar, selo descargan a los abuelos y se losllevan. En fin, que sí, que lo deldisco de Chill-Out de Empani eracierto, de hecho ya hay variostemas, y del single, que es unaversión de Candela que se iba allamar CandeLounge, grabamos unvídeo y todo en Los Caños con élvestido de lino alrededor de unafogata. Quedó muy fino, por cierto,muy elegante. Villanueva interroga. —¿El cantante le dijo que alguien

quisiera matarlo? —Hombre, yo sabía que gracia enel sector no había hecho. Una cosaes irte de las sevillanas a larumbita... Vale. Pero, claro, alChill-Out. Él comentaba que lomismo le decían a Camarón con LaLeyenda del Tiempo, pero, vamos,tanto como para que se lo hayanllevado para adelante por esto...Que tú ves el videoclip y no es paratanto. —¿Él le dio algún nombre? —Pues Siempre Así, Cantores,

Las Carlotas... Prácticamente todosa los que se lo contaba le poníancomo un trapo, así que no le sirvede mucho el dato, pudo sercualquiera, pero desde luego a míme ha dejado frío. Tenía muchasesperanzas, de hecho ya habíanombre para el disco:Chill’n’Mani. Villanueva y Jiménez se quedanpensativos. Jiménez se atreve apreguntar. —Has dicho que ya estaba todomedio enjaretado, ¿no?

—Sí, faltan tres temas pormasterizar: Slow Romero,Tamboril Lounge y This is TirititranMillenium. —¿Qué vas a hacer con lascanciones? —Yo no le temo a nadie, el discolo voy a sacar, que con la muerte deartistas se vende más, y despuésestoy pensando hacer un disco deparejas como el que le hicieron aFrank Sinatra después de fallecido.Voy a mezclar las grabaciones quetengo del Empani y los gemelos de

Juan y Medio.

VEINTIOCHO Villanueva esta vez está solo enla sala de interrogatorios delSevilla II, en la que está recluidoJosé Manuel Poto. Se abre lapuerta. Otra vez dos funcionarios deprisiones empujan la camillavertical del cantante que viene conuna camisa de fuerza y la máscara.Sigue haciendo ruidos de salivar.Por la expresión de sus ojos sonríeal ver a Villanueva. Los

funcionarios van a atarlo a lasanillas del suelo pero Villanuevales interrumpe. —Déjenlo suelto. Poto mira extrañado. —Ya han recibido órdenes, ¿no? —Sí, sí, apagaremos las cámaras,avise usted cuando quiera queentremos. La puerta se cierra y Villanuevase abalanza sobre José ManuelPoto. Ni siquiera le quita lamáscara. Comienza a pegarle. Elcantante no para de reír.

—¡Te voy a matar, hijo de puta! En uno de los golpes, la máscarase cae. El cantante efectivamentesonríe y mira a Villanueva. —¿A mí? ¿Por qué? ¿Yo qué hehecho? Si yo estoy aquí y no mepuedo ni mover. —Hijo de perra... —Van cuatro ya, ¿no? No se te dabien actuar con rapidez, podíashaber evitado ya muchas muertes sifueras más listo. Villanueva vuelve a abalanzarsesobre el cantante y a golpearle con

todas sus fuerzas. Poto no para dereír. Villanueva para. Se tranquilizay sienta a Poto en la silla. Tiene uncorte en la mejilla, el ojo morado yel labio roto. —Vaya, cómo te has puesto, y esode que son cuatro, es discutible,porque, por lo que me han dicho, elalcalde se ha cagado tanto que se havuelto a Montellano, así queprácticamente llevamos cincoquitados de en medio. Supongo queya supondrá que habrá sietemuertes, hasta ahí llegamos, ¿no,

criaturo? Sevilla tiene siete letras y“La Feria” otras siete. —También me imagino que elplan es envenenar a muchos más desiete. Poto palidece. —¿Cómo? —Lo que oye. —Puede que le hayamossubestimado otra vez, pero créameque se va a ahogar en la orilla.Siempre llega tarde, Villanueva. —Maldito cerdo. —Mire, si quiere, le voy a dar

dos exclusivas, quedan dosvíctimas, le adelanto que conoceusted muy bien a la última, y que lasexta lleva una nota que ya estáescrita. ¿Quiere saber qué es lo quedice antes de que la manden alABC? Pues se lo digo yo: “El ladooscuro es el bigote ése que tútienes”. Villanueva mira con desprecio aPoto. Da dos puñetazos en el espejopara que entren y se va. Sale de lacárcel, llama a Jiménez y le cuenta. —¿Se le ocurre algo? Estoy

desesperado. —“El lado oscuro es el bigoteése que tú tienes...” Creo que tengouna idea, vaya a la plaza de España,en el Parque María Luisa.

VEINTINUEVE Viernes de Feria. Cientos depolicías rastrean la plaza de Españay los alrededores. La comisariamira a Villanueva con una mezclade pena y ternura, llevaprácticamente una semana sindormir, tiene barba y unas terriblesojeras. —Villanueva, ¿está bien? —Sí, sí, claro que sí. —Es mejor que lo dejemos, aquí

no hay nada. —¿¿DEJARLO?? ¡NO! ¡Tieneque estar! ¡Jiménez, usted es el quenos ha traído aquí! Jiménez le mira contrariado. —Villanueva, usted me dijo quela siguiente nota sería “El ladooscuro es el bigote ése que tútienes”. Aquí se grabó una parte deLa Guerra de las Galaxias, que esuna peli en la que se habla del ladooscuro, pero es una idea como otracualquiera, del bigote no tengo niidea, y hemos buscado por todas

partes ya. La comisaria intenta ser lo máscomprensiva que puede. —Villanueva, 250 hombresllevan peinando la zona desde hacecuatro horas, aquí no hay ningúnmuerto, y estos recursos igual sonnecesarios en otro sitio. Vamos a laComisaría, descanse un poco, yhablamos con el CECOP a ver sinos pueden ayudar en algo. —NO, NO, NO, ¡NO! Tiene queestar aquí, lo presiento... Villanueva comienza a dar vueltas

pensativo. Se apoya en unabarandilla y parece iluminarse. —¡El lago! ¡Hay que vaciar ellago! —Villanueva, como su superiorle pido que se tranquilice, estáusted desquiciado. —Comisaria, se lo pido comoalgo más que como policía, si novacía el lago de esta plaza, metiraré de cabeza hasta que encuentreel cadáver que busco. Estoy segurode que hay algo aquí.

TREINTA Tres camiones de Emasesa vacíanel lago de la plaza de España.Montones de curiosos se agolpan alotro lado del perímetro policial.Jiménez está sentado, abatido.Tiene un montoncito de piedraspequeñas y las tira a un arriate delparque mientras los camionessuccionan el agua. La comisariaCruz parece preocupada porVillanueva, está totalmente

desquiciado. No para de dar paseospor la barandilla del lago. Jiménezlo mira. —Por lo menos estése quieto. Silo más difícil ha sido sacar lospatos y convencer al de las barcas,que vaya cómo se ha puesto. —¿Cómo lo ha conseguido alfinal? —Los patos con mucha pacienciay al de las barcas le he dicho que yaque vaciamos el lago que se quedeél con todas las monedas que hayaen el fondo, que seguro que hay un

dinero. —Pero serán antiguas la mayoría,¿no? —Pues que vaya a la plaza delCabildo a venderlas un domingo, aver si ahora encima de secar ellaguito, correr detrás de los patos yconvencer al de las barcas voy atener que ir al Banco de España conuna hucha. En ese momento, la genteagolpada comienza a gritar. Haymujeres que se tapan. El nivel delagua comienza a bajar y se empieza

a ver algo. Una especie de mástil dehierro blanco. Villanueva y Jiménezse levantan. Cada vez se vadescubriendo más, es una especiede estructura inmensa de hierros ytela.

TREINTA Y UNO La gente grita ante lo que pareceuna especie de catedral. Cada vezse ve más, hasta que Jiménezexclama. —¡Coño, lo que faltaba de lacubierta de la Davis! Villanueva comienza a llorar deimpotencia y a darle patadas a lascosas. Jiménez sigue a lo suyo. —Si es que lo que no se llevanlos ladrones, aparece por los

rincones... Bueno, esto sí se lollevaron los ladrones, la verdad.¿Villanueva? Villanueva está sentado llorando. —No valgo para esto, Jiménez,hay gente que está muriendo porqueno valgo, no tengo ni intuición ya,estaba seguro de que aquí habíaalgo. —No se ponga así, por Dios, alfin y al cabo fue idea mía veniraquí. Justo entonces, comienzan otravez los gritos, esta vez más agudos.

Villanueva se levanta de golpe y seapoya en la barandilla de cerámicadel lago. Los camiones han retiradocasi todo el agua y puede verse elprincipio de un coche. El nivel delagua baja del todo y puedeidentificarse un Fiat Palio en el quedentro hay un cadáver. Tienebigote. Jiménez lo reconoce. —¡Dios mío, Villanueva! ¡El notaése que hablaba por la noche antesde la porno en Canal47!

TREINTA Y DOS —Nunca aceptó que me fuera deCanal47, pero yo tenía que crecer,¿lo entienden, verdad? Cuandoalguien fallece, siempre dicen quehay muchas cosas que se quedanpor decir, y ahora, de verdad que esmuy fuerte, pero eso me pasa a mícon Eduardo. Villanueva y Jiménez escuchan aEva María Maladías, una periodistasevillana que coincidió con

Eduardo Prieto, la víctima. Están ensu casa. Un bajo en Rochelambertlleno de peluches. Es sábado deFeria ya. —Para mí en lo profesional fuecomo un padre. Me hizo unaentrevista allí en las oficinas queteníamos en los comerciales de allado del Salvador, y me dijo queme veía mucho futuro. Me dio unmicro y un cámara y nos inventamosun formato. Yo iba, y hablaba conla gente, con dulzura, para conocersus problemas, sus inquietudes, que

saludaran a sus abuelos, a suspadres, a quien fuera. Jiménez asiente y la interrumpe. —A mi barrio fuiste, Eva, a unatía mía la sacaste comprando en elPolvillo, ¿esas imágenes se podránrecuperar? Seguro que le haríamucha ilusión a la pobre. —No sé, no creo la verdad, todoslos días hacíamos como seis o sietehoras de programa, no habíaedición ni nada, yo iba por unbarrio con la cámara y me ponía ahablar con la gente, los abuelos se

ponían satirones, es verdad, el quequería decir algo al alcalde lodecía... grabábamos en la cinta deldía anterior. También hacíamos elinformativo, yo hacía deportesporque los futbolistas se fijaban enmí, que tonta no soy. Jiménez parece interesado. —¿Y qué pasó entonces, Eva? —Pues que me llamaron deTelecinco, del programa que hacíaSardá, y de la competencia, deOnda Giralda, que tenía másmedios. A Madrid me dio mucho

miedo irme porque yo soy muymadrera y yo no me veía en unaciudad tan grande en la que la genteno se habla, pero a Giralda sí queme fui. Y eso a él le sentó como untiro. Villanueva escucha sin atenderhasta que decide intervenir. —¿Recibió la víctima algunaamenaza de alguien en concreto? —Eh, en su momento sí, por lo delas niñas. —¿Cómo? —Sí, lo de las películas de las

mujeres en cueros, que a mí medaba un poco de asco. Ahí leamenazaron, pero él decía que ledaba igual, porque tenía másaudiencia ahí que Canal Sur, yhabía un taller de coches que lepagaba un dineral por el últimoanuncio antes de las pornos. Eracomo el de antes de las campanadasde fin de año pero en cochino. Esoy su ego, claro... —¿Su ego? —Sí, él metía porno, ¿no? Y antesel anuncio del taller que nos daba

de comer a todos, pues antes, secolocaba allí en el control y seponía a hablar de lo que a él leapetecía. Lo mismo un día le decíala alineación que tenía que poner aSerra Ferrer, que otro despotricabacontra la Junta. Jiménez interrumpe. —Yo siempre he pensado que aese hombre es al que más gente haescuchado con los pantalonesdesabrochados. Eva María Maladías se ríeruborizada.

—Hombre, para tanto no sé. Villanueva decide despedir. —Muchas gracias, señorita, hasido de gran ayuda. Jiménez le besa la mano paradespedirse. —Pues nada, a ver si un día lallamo para lo del Polvillo... de mitía en el Polvillo quiero decir. —Sí, sí, cuando quiera. —Por cierto, ¿usted conocía a laschicas que salían después, unas quellevaban caretas y que le ponían unamúsica así como de salsa?

—Las que salían ahí, ¿triquitriqui? —Sí. —No, era un programa que secompraba, como una especie deGran Hermano cochino. —Vaya, es que había una con elbrazo escayolado que me gustaba amí, mejorando lo presente, claro. Villanueva niega con la cabezacomo si no se creyera lo que oyemientras se marchan de la casa y sedespiden. —¿A usted le parece normal,

Jiménez? —¿Qué siga teniendo su puntacitodespués de tanto tiempo, no? —Pues no, Jiménez, que haya seismuertos, estemos a punto de algoterrible que no tengo ni idea de quése trata y usted esté en este plan. —Vaya, si es verdad que medisperso, pero la de plaza deEspaña la saqué yo, no nosolvidemos, que se nos olvidan losméritos ajenos muy pronto. El móvil de Villanueva suena.Número oculto.

—¿Sí? Responde una voz grave. —Debería matarle ahora mismo. Villanueva palidece. —¿Quién es? —Es muy valiente pegarle a unhombre con una camisa de fuerzapuesta. —¿Quién es usted? —Soy el que buscas, y creo quedebemos vernos para plantear unacuerdo de mínimos. Solos. Tú yyo. No te traigas al gordinflón quela tenemos. Nos vemos esta noche

en un bar que se llama LaCarbonería. Sal al patio de atrás,siéntate en la mesa que está máscerca de la hiedra. No intentes nadararo ni se te pase por la cabeza novenir. Te doy mi palabra de quesólo quiero hablar. Aun así, teaviso de que tenemos a tu comisariay sería una pena que le pasara algo.A las once en la mesa de la hiedra,valiente.

TREINTA Y TRES Villanueva llega a la calle Levíespoco antes de las once. Estápreocupado. Va solo. Entra y hay uncantautor actuando al lado de unachimenea apagada. Pasa dentro, auna especie de patio cerrado en elque hay una desaforada bailaorapara extranjeros que beben sangría.Sigue avanzando y entra en un patio.Hay poca gente, parecen a su aire.Huele a Dama de Noche. Reconoce

rápidamente la mesa en la que hasido citado. Está a la derecha, juntoa una hiedra, casi en un rincón delpatio. Villanueva aparta la silla demetal y se sienta. —Ha sido puntual. Si hace unmovimiento brusco no lo cuenta.Bastante tengo con contenerme porla paliza que le ha dado a Poto. Esa voz grave viene de alguienque está en el rincón y que ponevarios palodús afilados encima dela mesa para que Villanueva losvea. Los vuelve a guardar.

—¿Qué quiere? —Usted es de Madrid, ¿no? —Sí. —¿Quiere una Mahou? —No, gracias. —¿No bebe? —Lo que no bebo es Cruzcampo,no sé cómo puede gustar tanto esacerveza por aquí. —Ya servirá para algo laMahou... La comisaria está bien,supongo que estará preocupado. Esun simple movimiento de ajedrezpara inmovilizar a la reina, que es

usted. —¿Cómo dice? —O se deja de juegos o lacomisaria aparece ensartada enpalodú, eso es lo que digo. Y seríauna pena, con lo guapa que es y lobien que habla de usted. —Hijo de puta... —Echa el freno, Magdaleno, quete doy un tragantón aquí ahoramismo que te vas a creer que esNavidad, vamos a llevarnos bien. El brillo de los ojos del hombrees lo único que se distingue en el

rincón de sombra. Estará a un metroy medio, pero Villanueva puedenotar su fuerza. —¿Sabe qué es lo peor,Villanueva? Que estoy seguro deque si me diera tiempo, a mí o alHermano Mayor, acabaríauniéndose a nosotros. Sé quecuando le contaron lo del disco deEmpani también usted tuvo dudassobre el progreso. Pero no tengotiempo ni ganas, y eso que ustedsería un buen soldado. En fin, eltrato es el siguiente. Usted se relaja,

se va a la Feria, prueba el rebujito,hace como que trabaja, Jiménez nole va a empujar por lo que hemosvisto, es más bien relajado, y eldomingo, después de los fuegos, lacomisaria aparece sana y salva.¿Qué le parece? —Me parece que una mierda parati. —Perfecto, me lo temía, usted hadecidido. Es tarde. Cuando Villanuevaresponde no queda nadie en elrincón. Casualmente, las personas

que estaban en el patio se marchancada una por su lado. Villanueva sequeda pensativo. A los dos minutossale un camarero de dentro. —Perdone, aquí no puede estar. —¿Cómo? —Este patio lleva un par de añosya cerrado al público, los vecinosse quejaban. —Lo siento, he entrado sin darmecuenta, estaba abierto. —Vaya, es raro. Antes de salir, Villanueva cogeuna pequeña servilleta convertida

en pelotita que hay en la mesa en laque ha estado la sombra con la queha hablado y se la mete en elbolsillo.

TREINTA YCUATRO Villanueva decide irse a dar unpaseo solo. Parece ansioso,bloqueado. Ha llamado a lacomisaria pero su móvil estáapagado. Anda sin rumbo. Se cruzacon coches de caballo que van porla ciudad, se fija en un hombre conbigote y pelo cano que vendeincienso en la calle. Parece que nosabe muy bien adónde va, que sus

pies le llevan. Llega a laMagdalena. Sierpes. El Salvador.Se está haciendo de noche y cuandose da cuenta está en la puerta delbar de Pepe. Y entra. —¡Hombre! ¡Tamarindo! Algunos de los clientes quequedan en el bar lo reconocen.Villanueva saluda y se acoda en labarra. Uno de ellos se marcha. —Ea, pues me voy con el costal aotra parte. Villanueva se despide sin mirar yse dirige al camarero.

—Un gin-tonic con un hielo,Pepe, por favor. —Ahora mismo. Villanueva se queda pensativo unbuen rato. Parece ajeno a lasconversaciones, tanto que no se dacuenta de que se ha quedado solo enel bar junto al dueño. —Amigo, tengo que cerrar. Villanueva tiene el rostrocansado. —No tengo a donde ir, Pepe. Pepe mira hacia un lado y haciaotro, no queda nadie. Sale, baja las

persianas y saca un taburete dedentro que le ofrece. —Hablemos claro, ¿qué estásbuscando? —Necesito respuestas, y sólotengo preguntas. —Ya me han contado quepersigues a una sombra. Perdonaque te tutee, no es normal en mí,pero, ¿hasta dónde quieres llegarpor esas respuestas? —Hasta el final. —¿Sabes qué es la ayahuasca? Villanueva mira incrédulo.

—Sí, estuve en narcóticos untiempo, es una bebida alucinógenaque se saca de unas hierbas. Haygente que la utiliza para hacerviajes mentales y descubrir cosassobre sí mismo, otros dicen quedirectamente ves cosasinalcanzables en un estado deconciencia normal. —Tengo algo mejor y que puedeayudarte, pero tienes que ser tú elque decida si tomarlo o no porquees imprevisible. —¿Me dará respuestas?

—Dependerá de ti. —Entonces adelante. Pepe se mete dentro del bar ysaca un sillón de escay medio roto. —Siéntate y déjame que teamarre. No temas, es para que no tehagas daño a ti mismo.

TREINTA Y CINCO Pepe amarra a Villanueva debrazos y piernas al sillón de escay yse va hacia la pared del bar conmás manchas de humedad. Coge unvaso de Duralex, lo pega y rascacon la uña hasta que unos cuantostrozos de pintura caen en el vaso. —Estos caliches de mi pared sonuno de los más desconocidossecretos de Sevilla. Son mediomillón de veces más lisérgicos que

el peyote más poderoso, 350.000veces más alucinógenos que laayahuasca. Harás un viaje a otradimensión, de ti depende lo queencuentres. Pepe se mete dentro de la barra,abre el grifo del agua caliente yecha un poco en el vaso con loscaliches. Pepe se lo pone en loslabios. —Bébetelo. Villanueva, atado, se lo bebehasta el final. Pepe se quita elmandil, abre una de las persianas

metálicas y se despide. —Mañana por la mañana vendréa abrirte. Buena suerte. Al segundo de oír el ruido de lapersiana, un sudor frío inunda elcuerpo de Villanueva atado en elsillón de escay y comienzan lasvoces.

TREINTA Y SEIS Villanueva suda cada vez más.Está mareado. Después de habersetragado varios caliches de lasparedes del bar parece estarsufriendo un verdadero viajealucinógeno. Las copas de dentrode la barra, se deben estarconvirtiendo en monstruos por elterror con el que las mira. Está soloen el centro del bar, atado de pies ymanos. Comienza a delirar en voz

alta. —Regañá no, no, regañada no,regañá. La comisaria, un palodú,¡NO! ¿¿Quién eres??, ¿QUÉERES?, Serva la Bari, Serva laBari... Su corazón se está acelerandocada vez más. Se puede apreciarincluso en el movimiento de sucamisa. Abre y cierra las manosespasmódicamente, su cabeza pegatirones hacia atrás, el cuello se letensa, tiene los ojos desencajados,parece estar a punto del colapso,

cuando de repente, el hombre de lasbarbas del cartel de Terry de lapared comienza a hablar. —¡ILLO! ¡Que te va a dar algo! El cuerpo de Villanueva se quedaquieto y sus ojos clavados en elcartel del hombre con barbas. —Relájate, chiquillo, qué sustonos has dado. —¿Quién eres? —Terry, ¿y tú? —El inspector Villanueva. —¿Qué haces aquí si ya hacerrado Pepe?

—Necesito saber qué va a pasaren Sevilla. ¡Necesito respuestas yno tengo tiempo! —Hostia Sevilla, yo, comosabrás si eres bebedor de Terry,soy de El Puerto de Santa María,pero igual hay alguien que puedeayudarte, ¡Paco! Ante los incrédulos ojos delinspector Villanueva aparece unhombre de espaldas que viste unimpecable traje de chaqueta, llevaun pelo perfectamente peinado yteñido y habla con alguien que está

arriba. —Espérate un momento, Barba,que le estoy contando el chiste delos garbanzos a San Pedro. —¿Por dónde vas, Paco? —Por lo de las cebaduras de laboca del niño que se come elpuchero con la cuchara de palo delhambre que arrastraba. —Apuf... Paco, te quedan lomenos un par de horas, atiende aeste hombre que tiene peor colorque un balón embarcado. —A ver... madre mía, qué mala

cara, es verdad, ¿qué es lo que tepasa, criaturita? —Necesito respuestas, algoterrible va a pasar en Sevilla ytengo que evitarlo. —Hablamos de que es un casoverídico, ¿no? —Y tanto. —La verdad es que tienes toda lacara de la madre de mi mujercuando le dio el cólico de gambas,que salí yo corriendo a la calle no abuscar al médico, sino a por másgambas. En fin... ¿tú estás bien?

—Bueno, veo cosas, además de ati, acaba de pasar un cuervo. —Eso no era un cuervo, eso eraun gorrión con abrigo, que no veasel frío que hace aquí. Ay, qué pename da no seguir contando chistes,muchas veces lo hablo con Silvio,en el Cielo nos juntamos mucho,vemos el Sevilla, y os echamos demenos, la verdad. —Silvio el rockero, ¿no? —Mira el madrileño qué listo.Bueno, lo dicho, creo que sé pordónde vas, la Orden, ¿verdad?

—Sí. —Mira, echa un ojo a esto, te voya enseñar cómo sería Sevilla hoy sila Orden no hubiera existido,porque tú sabes que esos llevanmás años que una cueva, ¿no? Siellos no hubieran controlado eldevenir de la ciudad desde lassombras, aquí ahora mismo, en estesitio donde estamos ahora, mira,habría un Opencor. De repente las paredes del bardesaparecen y comienza a aparecertodo lo que Paco Gandía va

invocando como un guía turístico. —Las tensionesnacionalistas/orillistas no sehabrían canalizado y Triana seríaindependiente, imagínate pateras enel Guadalquivir, lo que no sé espara qué lado irían. En ElTremendo, mira, habría wi-fi yestoy viendo que se pagaría conPay-Pal, que no sé lo que es pero loestoy viendo aquí. Los pasos deSemana Santa tendrían ruedasporque los nazarenos tendrían quehacer cursos de prevención de

riesgos laborales, las corridas de laMaestranza se harían con torosmecánicos, Pelli habría diseñadouna torre el doble de grande que lade ahora pero en la callePlacentines... Total, que esto,amigo, habría sido un desastre sinellos, pero lo mismo que te digouna cosa te digo la otra, es verdadque se les está yendo de madre elasuntito, porque por aquí vienenalgunos y cuando largan fiesta,hasta aquí en el más allá se nosencoge el corazón.

—¿Va a ayudarme? —No te puedo dar respuestasconcretas, porque en el Cielo nos loprohíben, hay un estatuto muyrígido, si no le daba la quiniela amis niños y los quitaba demadrugones. —Ya. —Pero sí te puedo ayudar aordenar, piensa en lo que tienes: ungrupo que planea algo grande, quese está llevando por delante aalgunas criaturitas y que ahoraquiere llevarse a muchas más, pero

de una vez, ¿no? —Sí. —Estoy de tu lado, no quiero quepase lo que veo porque moriríanmuchos inocentes, pero tenecesitamos frío, miarma, no tecalientes, intenta dormir un poco,que te veo que duermes menos queun perro en una lancha. Tienes queser racional, valiente, deductivo.Piensa en una especie de limpiezaétnica, algo que cribe a lossevillanos buenos de los malos,malos según estos gachones, claro.

Tienes que pensar en algo queselecciona y es colectivo. Y que vaa pasar en la Feria... Ahora metengo que ir, pero haz el favor dedecir por ahí que me pongan unacalle, que Silvio tiene una y no veasel coraje que me da; y lo último quevoy a decirte, métete las manos enlos bolsillos, miarma, que no temetes las manos en los bolsillos nien Alaska. En ese momento un ruidoestrepitoso interrumpe laconversación. Es una de las

persianas subiéndose y una luzcegadora entra en el bar. Pepe entray ve a Villanueva en el sillón. —¿Estás bien? —Algo mareado, pero sí, ¿cuántotiempo llevo aquí solo? —Diez horas, es domingo deFeria por la mañana. —Debo marcharme, muchasgracias por la pared. —Será nuestro secreto. Villanueva sale, se mete la manoen el bolsillo y encuentra unaservilleta de papel convertida en

una pelotita. La cogió de LaCarbonería. La abre y lee lo quetiene escrito entre manchas depringue: “Gracias por su visita. ElUno de San Román”.

TREINTA Y SIETE Domingo de Feria. Villanuevallega al Uno de San Román. Estáabierto y entra. Hay variasconversaciones. Villanueva seapoya en la barra. No parece haberreparado en el loro de atrás. En esemomento el ave comienza a gritar: —¡Guapa la cara! ¡Guapa la cara!¡Diputado! ¡Mantolín! ¡Mantolín!¡Corneta! El inspector se da la vuelta y mira

sorprendido al loro, que pareceresponderle. —¡Cara de bote de veneno!¡Mango de paraguas! El camarero se acerca desdedetrás de la barra hacia Villanueva. —No le haga caso al loro, el hijoputi repite todo lo que oye a losclientes, sin saber ni lo que dice.¿Qué va a tomar? —Póngame un café. —¿Solo? —Sí, por favor. Villanueva parece no saber qué

hacer. Simplemente mira hacia labarra, y parece escucharconversaciones. Hay un grupo detres a la derecha que no paran dereírse: —Pero, vamos a ver, ¿me dejasque lo cuente yo? —Bueno, si no se lo van a creer...por lo menos que se rían. —Mira, estábamos éste y yo en elpueblo y fuimos a buscargurumelos. Total, que se nos hacetarde, anocheció y me dice: “Cogetú el coche que yo de noche no

conduzco”. Total, que yo lepregunto por qué. —Ya está, a ver cómo lo cuenta... —En el pueblo la mayoría trabajaen una mina y resulta que a éste letocó un tiempo de noche. Y uno delos días volvía de madrugada poruna carretera allí de campo y viouna luz, ¿no? —Que sí, que me da igual que noos lo creáis, pero que es verdad,una luz cegadora se puso enfrentede mí y tuve que parar el coche. Yentonces, de repente, bajaron dos

seres muy altos y verdes de la luz. En este momento todos están conun ataque de risa. El loro comienzaa hablar. —¡Fantasma! ¡Fantasma! El hombre sigue. —Hijo puta el loro, que os juroque es verdad, coño, ¿qué gano yocontándolo? —No, pero esperad, que lo mejorno es eso, lo mejor es que loshombres se acercan a ti, ¿no? —Sí. —Se te para uno de esos seres

con capas, ¿no? Enfrente. —Sí, sí, unas capas comoplateadas. —Y uno de ellos... ay... que memuero de la risa, y uno de ellos sete para delante con la capa y la luz,te pone la mano en el hombro y quées lo que te dijo. —Pues me puso su mano calienteen el hombro, me miró a los ojoscon su penetrante mirada y me dijo:“¿Qué pasa, Pepe?”. Todos estallan de la risa sinremedio.

—Mira, Pepe, yo no sé si esverdad o no, pero el giro que tienela historia hace que me dé igual.¿No vendrías tú calentito de la minay las luces eran un Patrol y losextraterrestres verdes, guardiasciviles? —Tu prima eran, no sé para quécuento nada. —Hombre, coño, reconoce queencontrarte con un extraterrestreque puede venir de más allá deSevilla Este, que se ha recorridomedio universo, y que lo primero

que te diga sea “¿Qué pasa, Pepe?”es para reírse, ¿no? Villanueva sigue escuchando.Parece tener media sonrisa en lacara a pesar de todo. Se acaba elcafé y pide una cerveza. —¿Me pone una cerveza? —¿De barril o de botellín? —Da igual, la que tenga pero quesea Mahou... Todo el mundo en el bar se quedacallado y mira a Villanueva. Elcamarero también se incomoda. Esatensión la rompe el loro.

—¡Mahou! ¡Veneno! Todos se ríen, incluidoVillanueva. Y el loro continúa. —¡Peste! ¡Feria! ¡Mahou!¡GUADALCANAL! ¡Veneno! Villanueva mira en su mano laservilleta que cogió de LaCarbonería. Mira al loro. Deja unbillete de cinco euros y salecorriendo del bar. Parece saber,por fin, qué va a pasar.

TREINTA Y OCHO Villanueva casi corre por la calleMatahacas. Parece que hay alguienque le persigue, se para, se girapero no ve a nadie. Vuelve acomenzar a correr. Ha sacado elteléfono y ha llamado a alguien. —¡Jiménez! ¡Dese prisa!¡Necesitamos saber cómo funcionanlos suministros de Mahou! Pasa la puerta del Urbano y delMatakas con el móvil en la mano.

—¡Me da igual que le dé asco!¡Creo que sé lo que traman estoshijos de puta! De repente, alguien lo llamadesde una bodeguita llamadaIntramuros. Es el hombre que en elbar de Pepe bebía el gin-tonic conun solo hielo. —¡Madrileño! ¿Adónde vas tancorriendo? Vente y te invito a unmontadito de pringá de La Algabaque la tiene hoy tremenda mi amigoAntoñito. Villanueva se acerca. Tiene mala

cara. —Ahora no tengo tiempo, amigo,pero necesito que me hagas unfavor. —Si es darte dinero, olvídate. —No, no, el otro día, cuandoestuvimos en el bar de Pepe, ¿medijisteis que en Guadalcanal habíauna fábrica de pesticidas? —Eso es, el pueblo en el que másveneno se crea del mundo. Además,fuerte, ¿eh? Una gota de eso encontacto con la piel te lleva para elbarrio de los pinos. No se lo

venden a cualquiera porque fíjate laque podía liar un majareta con eso. Villanueva casi no le deja acabarla frase, sale corriendo, para un taxiy entra. Le llega un mensaje almóvil, es Jiménez. Habla al taxistaleyendo las coordenadas que le haenviado Jiménez en un mensaje. —Lléveme lo más rápido quepueda a la fábrica de Mahou, está allado de la de Persan.

TREINTA YNUEVE Villanueva y Jiménez seencuentran en la puerta de unainmensa fábrica. Nueve de la nochedel domingo de los fuegos. Semiran. Jiménez le interroga. —¿Qué va a pasar en este sitio,amigo? —No me pregunte cómo lo heaveriguado, pero creo que hayvarias personas aquí dentro, con un

bote de veneno de Guadalcanal yque van a usar la red de suministrosde Mahou para exterminar a todoslos impuros que beben eso en vezde Cruzcampo esta noche en ladespedida de la Feria. Jiménez le mira ojiplático. —¿Veneno de Guadalcanal? —Sí, sé que suena extraño, perotiene que confiar en mí, Jiménez,porque tengo la misma sensaciónque cuando vaciamos el lago de laplaza de España, por eso y porquetienen a la comisaria.

—Voy con usted a muerte,Villanueva, ya lo sabe. Villanueva y Jiménez entran en lafábrica. Son unas instalaciones quedan miedo a primera vista. Avanzany llegan al puesto de control. Seacercan con la placa fuera y sesorprenden. El vigilante estáinconsciente, alguien le hagolpeado. Jiménez mira aVillanueva con gesto serio. —Parece que tiene usted razón. Los dos policías van corriendopor la fábrica. Encuentran hasta a

seis vigilantes fuera de combate.Atraviesan una sala inmensa condepósitos. Van buscando pero nohay manera de encontrar nada. Enun momento oyen un ruido a suespalda, se giran deprisa. Peroparece no haber nadie. —¿Ha escuchado también algo,Jiménez? —Se muera usted que sí, pero noveo a nadie... Un momento. Jiménez retrocede con el arma enla mano, hay algo blanco en el suelojunto a una máquina.

—Villanueva, no se lo va a creer,pero a alguien se le ha caído aquíun costal. —¿Cómo? —Sí, un costal de arpillera,vamos. —Nos están vigilando, vaya concuidado. El rastro de vigilantesinconscientes por el suelo les llevaa la puerta de una sala de control.Es la única en todo el complejo quetiene luz. Hay una ventana de ojo depez. Villanueva y Jiménez se

asoman y ven lo que hay dentro, porfin, claramente.

CUARENTA Dentro de la habitación está lacomisaria maniatada. Hay trespersonas cerca y una de ellas,grande, con el pelo largo y bigotesostiene una inyección del tamañode un refresco de dos litros.Jiménez lo reconoce rápidamente. —¡Pascual Montánchez! Villanueva no aguanta más. Le dauna patada a la puerta y entra con lapistola en alto.

—¡QUIETO MELENAS O TEPEGO UN TIRO, HIJO DE PUTA! En ese momento, dos personasque estaban escondidas a los ladosde la puerta reducen a Villanueva yJiménez. Están atrapados. PascualMontánchez suelta la inmensajeringuilla y se acerca. Los atan concíngulos de pies y manos y losencadenan junto a la comisaria, queestá amordazada, a una tuberíadebajo de un pequeño techo quetapa unos contadores eléctricos.Pascual Montánchez se acerca.

—Ahí, guardaditos, debajo de losplomos, que puedan ver bien. Alfinal van a salir más de sietemiarmicidios. Mira que no me fiabade usted. A ver, sabía que lo de quese quedara quietecito no lo iba ahacer, y me venía bien, porque nosfaltaba una víctima y así ledábamos carrete a ésta. Que se lodigo con una composición mía: “Sele nota en la mirada... que viveenamorada...”. Eso además era útilporque esa muerte pesaría sobreusted, y seguramente se olvidaría ya

de Sevilla y nos dejaría tranquilos anuestro aire pero... —Hijo de puta. A lo que añade Jiménez: —Te voy a decir una cosa, no sési te saldrá la charlotada ésta bienpero te estás quedando cartóncartón, porque hemos llegado aquíporque se te cae la peluca, y encuanto te metamos en la cárcel novan a querer tus discos ni en elJueves de la calle Feria. Pascual Montánchez y sus cincosecuaces comienzan a reírse a

carcajadas. —En la cárcel, ¿no? No sé, perono veo yo muy favorable vuestrasituación para que el desenlace deesta situación sea ése. ¿Sabes másbien lo que va a pasar, gordito? El cantante saca un palodú afiladoy comienza a pasárselo por elcuello. Jiménez no se amilana. —Te voy a decir yo lo que tengogordito... —Bueno, no te enfades, hombre,gordito mío, te cuento lo que vas aver, mira.

Pascual Montánchez se acerca apor la jeringa. —Lo que hay aquí dentro es unveneno tan potente que sidiluyéramos una sola gota en10.000 litros de agua y otra gotita,pero de ese resultado, te cayera enla piel, morirías en menos de 30segundos. Sabrás que los deGuadalcanal son brutitos para todo,pues si se ponen a hacer un venenono se van a andar con tonterías. Seusa en plagas extremas, y estáabsolutamente controlada su

difusión y venta, pero, claro, unotiene amigos en todas partes. —Tú no tienes amigos, si la genteno te aguanta en el grupo y se vanyendo porque eres para un ratito... —¡Se van porque me tienenenvidia! ¡Y Cantores de Híspalissoy yo! ¡Que se entere el mundo ya! Los sicarios se acercan y lotranquilizan. —Tranquilo, Pascual, que tienesun pronto muy malo. —Debería gastar todo el venenoen el gordo éste, pero tengo planes

mejores. La Historia avanza apuñetazos, y aquí hace falta uno,una limpieza. Villanueva le mira. —Eso no es una limpieza, es unexterminio, va a morir mucha genteque por casualidad se equivoque devaso, o borrachos que ya despuésde toda la semana en la Feria les deigual beberse lo que sea... —Eso no puede pasar, unverdadero sevillano es capaz dedistinguir una Cruzcampo por elcolor, y de los otros, a los que les

da igual, no me preocupan, sondébiles de mente que no nos sirvenen nuestro proyecto. —¿Qué proyecto? —El proyecto de que Sevillarenazca, que se vayan los Ikea, losCarrefour, o los Lidl a tomar porsaco, que la chacina se coma enpapel de estraza, que las cuentas selleven con tiza. No queremos pagarcon tarjeta, ni grupos modernos, nimúsica electrónica, Sevillanas todoel año, tres semanas santas, fiestaobligatoria para el Rocío, ya está

bien de permisividad, ya está biende tocar los huevos. Se vuelve aGarcía Morato, se cierran los baresde pizza, de mejicanos, losjaponeses con su puta madre a sucasa y serranitos y pringá roja paratodo el mundo. Los Erasmusvetados y aquí que no venga nadie atocar los huevos poniendo tuberíaspara tomar otra cerveza. Esto esSevilla, la gente por ahí va acomprar al paki, y en Sevilla vamosa la Paqui. —Estás loco.

—Son formas de verlo. Encualquier caso te voy a decir lo queva a pasar, ahora vamos acontaminar, todavía un poco más,toda la Mahou que se va a distribuiren Sevilla con esta jeringuilla. Yasabía yo que esta cerveza iba aservir para algo al final. Con que lamezcla caiga en tu piel mueres enmedio minuto, ya te he dicho,imagina lo que puede hacerte pordentro bebiéndote una cerveza deéstas de un trago. Es una selecciónabsoluta de quién merece vivir y

quién no. Una vez que inyectemoslos dos litros largos que tenemos deveneno en este latiguillo, lamagnífica red de distribución quenuestro alcalde ha montado hará elresto. No lo usaré todo, porque unpoquito lo dejaré para vosotros, vaa ser una pena que no podáis ver elrenacer de Híspalis, lo primero quevoy a hacer va a ser echar abajo laEM y poner una venta en la queguisen bien arroz. —Os detendrán, cuando comiencea morir gente os detendrán.

—Puede ser, pero no habrápruebas, y además, ya la limpiaestará hecha. Pero bueno, para quéesperar más, son casi las once, miidea es que los fuegos ya sean unespectáculo que sólo disfruten lossevillanos puros. Villanueva, Jiménez y lacomisaria están atados. PascualMontánchez se aleja cantando“Chan, Chan, Chan, Chan, Chan. Abailar, a bailar, a bailar, alegressevillanas”. Coge la jeringa ydestapa la aguja. Villanueva intenta

forcejear pero le han atado bien conun cíngulo las muñecas yencadenado a una tubería. Mira eltecho que tiene arriba, a loscontadores de electricidad, pareceintentar planear algo. PascualMontánchez les mira y sonríe.Pincha el latiguillo e inyecta elveneno. Tiene un concentrado colorazul, por lo que se distingueperfectamente en el primer depósitode cerveza. En ese momento lapuerta se abre de un portazo yqueda descolgada. Todos miran.

Jiménez reconoce a la persona queentra por su camiseta de tirantes. —¡PETAÍTO! El joven costalero entra, mira aun lado y otro y grita. —¡ESTO NO ACABARÁ ASÍ!¡ÉSTA ES MI OPORTUNIDAD! Los ayudantes de PascualMontánchez intentan reducirlo. Esdemasiado fuerte y con los cincoencima sigue andando hacia lasalida del depósito envenenado. —¡NO PODRÉIS CONMIGO! Parece increíble pero el joven

llega a la inmensa tubería de cobrea pesar de que los cinco hombresestán encima de él, le golpean, lemuerden, le intentan detener, perono lo consiguen. El costalero abrazala tubería con los dos brazos yaprieta con todas sus fuerzas apesar de estar rodeado. Jiménez leanima desde la tubería. —¡Aprieta ahí, petaíto! ¡Aprietaque estás más fuerte que un limón! —¡LLEVO SIGUIENDO COMOUN NINJA AL MADRILEÑODESDE QUE LO VI EN PEPE! Y

por cierto no veas si corre, hoy nohago cardio ya. En fin...¡SALDARÉ MI DEUDA CON LASEVILLANÍA! El joven está tan fuera de sí quese sacude a los cinco hombres deencima, Jiménez lo mira perplejo. —Se ha venido arriba enbanderillas pero bien... Petaíto coge la tubería y de untirón la parte y la dobla haciaarriba. En ese momento litros ylitros de cerveza salen disparadoshacia el techo y provocan una

increíble lluvia. Todos, menos lacomisaria, Jiménez y Villanuevaque están bajo el tejadillo, semojan. Pascual Montánchez y el resto dehombres comienzan a gritar dedolor. —¡HIJO PUTAAAAAA! Petaíto mira a su alrededor. Ve aPascual Montánchez y a sushombres muriéndose. Oye elrepiquetear de la cerveza sobre eltecho que resguarda a la comisaria,Villanueva y Jiménez y en ese

instante abre los brazos y miraarriba dejándose empapar con unaextraña expresión de paz en la cara.Jiménez le grita. —¡PETAÍTO, NOOOO!¡TÁPATE, MIARMA! ¡¡TÁPATE!! El joven abre un momento losojos y sonríe a Jiménez. —Tenía que hacer que Sevilla meperdonara. Sólo te pido una cosa:haz que me recuerden como a unbuen patero. El joven de la camiseta detirantas vuelve a cerrar los ojos, y

se entrega con serenidad en elrostro a la lluvia de cerveza paraacabar diciendo para sí mismo. —Manolo Santiago estaríaorgulloso de mí. El joven cae sin vida. Villanuevamira alrededor, todos estánmuertos. La lluvia de cervezagolpea el tejadillo bajo el queestán. Villanueva y la comisaria semiran, sonríen y están a punto debesarse a pesar de la mordaza.Justo entonces Jiménez carraspea. —Ejem, iros a un hotel.

CUARENTA Y UNO Villanueva y Jiménez están alfinal de la sala de prensa de laComisaría. La comisaria Cruzatiende a los medios. —Gracias a la excelentecolaboración entre cuerpos, se haevitado una verdadera tragedia. Losresponsables finalmente fueronvíctimas de su propia trampa y seestá procediendo a la autopsia delos cuerpos. De momento los

forenses no han dado ningúnresultado. El cabecilla del grupo,conocido como el asesino delpalodú, era una personarelacionada con el mundo de lacanción y sin antecedentes penales,por lo que fue muy complicada suidentificación. Afortunadamente,los sevillanos pueden decir que hoyviven en una ciudad más segura, ymás libre. Ahora, si tienen algunapregunta, pueden hacerla. —Para Las Mañanas de Cuatro,¿tiene relación este caso con el

asesino de la regañá? —No lo creemos, parecen ser doscasos aislados, probablemente uncaso de imitación criminal. —Para el programa de Ana Rosa,¿se va a tomar alguna medida paraevitar que alguien vuelva a imitar? —No queremos caer en laparanoia, pero a partir de ahora, seha creado una lista de productospotencialmente peligrosos que vandesde el Zotal, los recortes delconvento de la Encarnación, hastalas torrijas o las sultanas de coco

que al comprarse exigirán unregistro como si fueran un arma.Sabemos que es una molestia, peroqueremos evitar que dentro de pocoaparezca un “asesino del piñonate”o un “asesino de la pavía debacalao” por ejemplo. Villanueva mira embelesadodesde atrás, Jiménez lo ve. —Ay, gorrión, cómo te vas aponer... —¡Jiménez! —Para Espejo Público, ¿esverdad que la colaboración

ciudadana fue clave? Se han oídohistorias... —Efectivamente, como siempre,el sevillano de bien es una ayudaimprescindible para las fuerzas deseguridad del estado. En este caso,la intervención de un jovencostalero fue decisiva en laresolución del caso, y el alcalde meha dicho que podía hacer públicoque tendrá una calle todavía conubicación por decidir. La calle“Petaíto de Montesión”. Estarácerca de la recién inaugurada calle

a Paco Gandía, pero no estádecidido dónde exactamente estaránlas dos, zona centro, eso sí. —Para Se Llama Copla, ¿estosupone el fin de Cantores deHíspalis? —Tendrá que hablar con ladiscográfica, pero creo que hayprevisto un disco con los gemelosde Juan y Medio. Si no hay máspreguntas, les agradezco supresencia.

CUARENTA Y DOS Villanueva y la comisaria estánde la mano esperando un taxi conuna maleta. Jiménez está con ellosen la calle. —Bueno, Villanueva, una vezmás, ha sido un placer, aunque a versi viene una vez y es la cosa mástranquilita. —Ojalá, Jiménez, es usted elmejor ayudante que se puede tener,se merece un ascenso.

—Quite, quite, si yo con unbotellín fresquito y un montadito depata de mulo de Casa Diego ya sabeque voy listo. ¿Qué van a hacerahora? Villanueva y la comisaria semiran. —Bueno, hemos alquilado laprimera quincena de mayo unapartamento en El Portil, queremosrelajarnos, ha sido una Feriademasiado intensa. —El Portil es un paraíso. Tengancuidado y vuelvan pronto. Yo me

voy a casa a partir los discos deCantores de Híspalis, espero quemi mujer haya visto las noticias,porque si no encima no me deja yestoy viendo al del bigote en lacadena de música cada dos portres... —Adiós, amigo. Villanueva y la comisaria semeten en el coche y de repenteJiménez grita. —¡Villanueva! El inspector y la comisaria salenrápido.

—¿Qué ocurre? —Mire lo que se le acaba de caeral subir al taxi: la guita de laManzanilla que le puse en lamuñeca. Anda pajarete... Villanueva se sonroja y Jiménezcontrataca. —Ya me imagino lo que deseó,anda que iba a pedir resolver elcaso pronto... Todos se ríen. Y el coche semarcha.

CUARENTA YTRES José Manuel Poto está en su celdade aislamiento. Las paredes sonacolchadas. Hay una cama, unretrete y un lavabo. El cantante estásentado en el suelo, balanceándosemientras mira la puerta. Hay unapequeña ranura que se abre y cae unlibro, Cristo andando por Sevilla,de José María de Mena. Potosonríe. Lo abre y encuentra una nota

dentro. Hemos encontrado la máquina. Laleyenda era cierta, existe y sabemosdónde está. La jueza está ennuestras manos y entretenida conlos ERES y el Betis. En brevesaldrás de la cárcel, te necesitamosfuera. Hemos tenido uncontratiempo pero la historia deServa la Bari nos contempla,podemos ser nosotros los queconsigamos lo que durante tantossiglos se ha buscado en vano.

Estamos cerca hermano, muy cerca.Debes estar preparado. Firmado, Hermano Mayor Servala Bari. José Manuel Poto aprieta el papelcontra el pecho, mira hacia arriba,se muerde el labio y comienza areír con aterradoras carcajadas.

VUESTROSTWEETS @retretuit: @ranciosevillano Yaestoy de vuelta de todo, llevo mástiempo de vuelta que la Hermandaddel Rocío de Moscú. @patrividad: Que fuera deSevilla te llamen cateto y te sientasdueño de un bar...#ofendequienpuede@ranciosevillano. @RaulAnillo: Un estudio d laUniversidad de Columbia afirma q

Sevilla Este está taco d lejo. @RaulAnillo: Un hombre vaandando de Sevilla Este a Triana enprotesta por la crisis. Espera llegarantes del 2015. @fransalper: @ranciosevillano eldía que Máximo Valverde descubraBadoo no deja títere con cabeza. @moedetriana:@ranciosevillano, yo cuando voy aSevilla Este nunca sé si llevarmeropa de verano o invierno. @AndresGordonH: Mi madreescuchando sevillanas rocieras y mi

hermano con marchas de semanasanta, más rancia no puede ser micasa @ranciosevillano. @ouattara127: @ranciosevillanoSi Sevilla fuera Las Vegas, la gentese casaría vestida de SilvioFernández y de Eva María Macías. @NortesRedencion:@ranciosevillano Willy Fog quisopasar por Sevilla Este en su vueltaal Mundo en 80 días, pero se lealargaba el viaje 66 días más... @josegalea: @ranciosevillano y@moedetriana RT por favor,

necesitamos firmas para laconstrucción de un aeropuertointernacional en Sevilla Este. @piculiman: @ranciosevillanotiene pajaritos??..., Fritos, estofaos,con arroz, salsa... ah po me voy...Como los quiere usted... No yo esque vendía alpiste. @Orzague: En el Aljarafetenemos la suerte de q han puesto eltransevillano q nos conecta conSevilla en 3 h y con Dos Hermanasen 5 @ranciosevillano. @JesRobben: @ranciosevillano

acabo de ver a un musulmanrezando mirando pa sevilla este. @DanieCapi: El mantecaito delEspero te Esquina tendría q venircon almax dentro en vez de papasfritas @ranciosevillano. @jjcadi: @ranciosevillano masperdío que Pepe el muerto enMaster Chef... @luisortix: @ranciosevillano sipor cada libro q has vendido t hasbebido un botellín tienes q tener yauna papa q ni Chiquetete y MariaJemenez imaginan.

@Alfredini86: @ranciosevillanoes verdad que Colón buscabaSevilla Este y encontró América?Jeje. @Framorpor: “Acércate que tetoque!! si no te toca el cupón te tocael cuponero!!” Lo acabo deescuchar al comprar un rasca ensierpes! @ranciosevillano. @killosev: Educación es q losniños en vez de burgerking o pizzame pidan un cartucho de chocos yadobo, llorando de emoción@ranciosevillano.

@piculiman: A ver gitano, unúltimo deseo! ... Aprendé inglé!@mhernica30 @ottomana13. @AJimenez1988:@ranciosevillano El inglés ya se dapor sabido. Ahora es “meineWaffe”. @smpastor: Oye@ranciosevillano que digo yo que“Gagnam Stlye” es como decir“Estilo de los Remedios”, ¿no? @BrigadaCastro:@ranciosevillano nuestra ruta hoy:cervecita en El Salvador, adobo en

Blanco Cerrillo, tarta vegetá en SanEloy y helado en Rayas. @manuslito: @ranciosevillanoEres mas feo que los azulejos delTremendo. Mala lecheee. @piculiman: @ranciosevillano ami la parienta me habla de rodilla!!..., Y que te dice??... Sal de debajola cama maricona. @Il_Consigliere_: “The adobodead” va sobre un contagio queobliga a la gente a comer adobo alpasar por Sierpes@ranciosevillano.

@aka_ONE: @ranciosevillanoChipiona Vice. @altocapirote: @ranciosevillanoJa! El túnel (de la luz al final) eraestar jugando al-cielo-voy y ahíabajo arriñonado escuchar “LETOCA AL VACAAA”. @PepitoFord: @ranciosevillanoQue me gusta que mi mujer vaya acompra al Zara mientras yo voy ahacer un mandao..., Al blancoCerrillo. @serramed: Comentarle a@ranciosevillano que se me acaba

de reventar una cabrilla en elmicroondas y la cocina parecíaBoston. @albertosarasola:@ranciosevillano cuando es el díainternacional de la manteca colorá? @Carmen_robledo: A mí megusta beber cerveza, y si no quedapues bebo Mahou.@ranciosevillano. @mondejarm: Un niño sevillanono sueña con ser mayor paraconducir un coche o un avión, sueñacon que le salgan las patillas.

@ranciosevillano. @fj_poogarcia: @ranciosevillanoUna duda que tengo, si el Arrebatova el año que viene a Eurovision...Eso cuanta como competicióneuropea para el Sevilla? @anacorderom:@ranciosevillano En mi familia,los hombres se afeitan con laespuma de la Cruzcampo. @fergvv: Escuchar pajaros debarro a las 6 de la mañana??? Dimesino es rancio... @ranciosevillano. @Rafafilgue: @ranciosevillano si

esnifo cocaína en la oficina delINEM... Me meto donde no mellaman? #pregunto. @Sevillanadas: En los últimos 10años ganó Rafa Nadal más RolandGarrós que veces ha salido elCachorro. Muy duro.@ranciosevillano @FuriaRancia#Sevillahoy. @alejandrocotta: La máximaexpresión del progreso... litronas de1’1... esto como se le llama?Litroymijinina? @ranciosevillano. @JSobrinoTexeira:

@ranciosevillano Los que estamosempadronados en Sevilla Estetenemos que pagar para entrar enlos Reales Alcázares. @ironbridge7: @ranciosevillanoAl morir, puedes ir al Cielo o aSevilla Este, y si ya has sido unmamón, te encierran con vistas acalle Betis sin salir. @PepeluPepeluis: el montaditode gambas con alioli deberíaevolucionar hasta el tamaño delserranito. #sisepuede. @piculiman: @ranciosevillano

Más incertidumbre que en un dueloa pistolas entre Leticia Sabater y elDioni. @parado_el: @piculiman@ranciosevillano El Dioni cuandollora se moja la espalda. @tarugobetico: @ranciosevillanoesas abuelas q van a pedir cita almédico o a informarse y al salirsatisfechas dan ese golpecito en elmostrador #postureoguapo. @RicardoGilTor:@ranciosevillano he acogido a unniño del Sáhara aquí en Écija y dice

que se vuelve, que allí se está másfresquito. @JcVirin: @ranciosevillanocrees que el pabellón de deportesdel colegio Portaceli es nuestroMadison Square Garden? @rom_krmn: @ranciosevillanopor si te sirve para la 2a parte: “Enla Plaza de Triana se acaba de batirel récord Guinnes de miarmas porsegundo”. @My_Weapon: @ranciosevillanosi Gibraltar va a tener su propiaselección de fútbol, por qué no

inician los tramites en Sevilla Este? @nanafilms: Sevilla estarácompleta cuando en la FNAC sevendan tarrinas de DVDs, de CDs yde caracoles @ranciosevillano. @parado_el: @ranciosevillanoLa ciudad que no duerme no esNew York es Sevilla en Agosto. @Manu_Corleone: -Mi madre:“Me gusta mucho ese actor, BradleyCooper”. Mi padre: “A mí no.Bradley es nombre decalzoncillos”. @ranciosevillano. @aegd1968: Ayer fui a Bricor, a

la vuelta me entró sueño y paré.Dormí en el Sevilla Congresor,acabo de llegar a Sevilla@ranciosevillano #microcuento. @Jesus__M: Gazpacho demelocotón con mascarpone ynaranjas, eso tiene que ser hasta“pecáo”.#Sinollevatomatenoesgazpacho@ranciosevillano. @capria: He visto arder navesmás allá de Orión... un poquitoantes de llegar a Sevilla Este@ranciosevillano.

@Quillo14: He pensado entatuarme en latín algo muy profundolas palabras “Cazón en adobo”@ranciosevillano. @JeanSolPartre1: El crowfundinges como pagar a escote, ¿no?@ranciosevillano. @JovenAntuan: @ranciosevillanoAyer en un bar del centro dos guirispiden un tinto de verano y lespregunta, textualmente, el camarero:Laimon o naranch? @Manu_Lamprea: Te echas elbote entero de protección solar: te

quemas. Te echa tu madre dosgotitas: no te quemas ni la plantadel pie. @ranciosevillano. @PepeluPepeluis:@ranciosevillano creo que laversión sevillana de “TheMamas&The Papas” sería “TheChocos and The Papas”. @My_Weapon: @ranciosevillanoTambién hay interés en saber si sale(en la segunda novela) algunos denuestros tuits!!! Si hay alguno míopon que estoy solero!!! @samu_boarderfan:

@ranciosevillano podrías incluir entu Novela al destructor de la siesta?El vendedor de sandías que va porla calle a las 4 de la tarde. @mavel61: Yo lo que quierosaber es por qué dan calambre loscarritos del Mercadona. @MrFanshawe: Ya querría veryo a Stephen Hawkins sumando decabeza 8 raciones diferentes, 13bebidas y dos cafés. Con númerosborrosos. @kini_turismo: ET no quería irsea casa, pedía que le compraran por

teléfono el MIKASA. @GuiLopGui: Noooo!!!!! Arrayande nuevo en Canal Sur por lamañana!!! @ranciosevillano. @GermanAlvarez25:@ranciosevillano que un país sellame Myanmar es de arte no? @RUBENREINALUQUE:@ranciosevillano para cuandobañadores de ruan??? @Franleflet: @ranciosevillano(No es que haga calor es que) En mipiscina, ha sacado el barrefondosuna pringá de puchero.

@parado_el: No es que hagacalor es que he hecho una pizza enla guantera del coche. @GermanAlvarez25:@ranciosevillano he visto estamañana al de la churrería de lamacarena sacando a gentedurmiendo de la freidora. Hacíamás fresquito decían. @jborrego: @ranciosevillanoespero que el veneno que use elasesino sea agua de Chapina. @JUANLUARAMBURU:@ranciosevillano regla matemática:

la calidad de la cerveza siempre esinversamente proporcional a losmetros del bar. Ejemplo: ElTremendo. @FranRodrguez:@ranciosevillano Agosto, 5:30,Sevilla, toa la familia rondanco y tuno pegas ojo, coges el móvil ypones música, y suena Tres Caidas. @JCRPicchi: Anoche terminé la#rancionovela de@ranciosevillano. Qué cosa másgrande! Un mojón pa Dan Brown!Asesino cabrón!!! Esperando ya la

segunda... @FMFV6724: @JCRPicchi@raciosevillano Es verdad que enla 2a parte, el asesino matará conun vaso roto de Duralex de Pepe elMuerto? @FMFV67: @ranciosevillanopiropo sevillano: “Niñaaaaaaa...que tengo una lengua que pegacarteles de toros” #rancionovela2. @Alejandro_GGR:@ranciosevillano pa la 2a novelapuedes pone el extraño caso de unasevillana que fue a la feria vestia de

gitana sin darse rayos uva antes. @angelcapillita:@ranciosevillano los Tussamcuando van de recogía deberíancambiar lo de “FUERA DESERVICIO” por “ENTRADA-TEMPLO”. @abelons10: como será el caloren Sevilla que he visto a unachicharra con cantimplora!!!@ranciosevillano. @Garzon: @ranciosevillano lasletras de Ecos del Rocío soncountry/blues marismeño. Willie

Nelson escuchó dos sevillanas ypensó dejar la música. @pvazquezrojas: (No es que estéhaciendo calor) @ranciosevillanoHoy en Guantánamo ponen pucherocon pringá... y poleá. @espegmarquez: Ayer fui aSevilla Este en coche y se medesintonizaron los canales de laradio #tuitserio @ranciosevillano. @JavierPicchi: Velázquez,Machado o Bécquer han sidoimportantes para Sevilla, peronadie como el que inventó el aire

acondicionado @ranciosevillano. @parado_el: “GAZPACHO” enlas Discotecas ya!!! @elmaniempanado: No es verdad@ranciosevillano que cuando unova a casa de sus padres lo primeroque saluda es al jamón que hay enla cocina, hoy me ha pasado. @nonoypunto: Los veranos no sonveranos sin cuadernillos rubios.@ranciosevillano. @Quillo14: Los vampirosvegetarianos solo beben gazpacho,una idea que se les pasó a los de

Crepúsculo. @AlbertoMA27: Rancio no esconducir con marchas cofradespuestas, lo rancio de verdad esapurar en el semáforo para acelerarcuando rompe @ranciosevillano. @DavidLaparraPea:@GambrinusMr @ranciosevillanoque un guiri no sepa ni papa deespañol pero q sepa decirCruzcampo!!! @AuDPC64: @ranciosevillanoNa más llegar del desierto me fuipa una fuente y me la comí. -Será

que bebiste. -Es que la fuente era depapas aliñás. @lgalirivas: @ranciosevillanoBlancanieves y los 7 martinitos. @JulioSPicchi: Aplasté una 0.5km carrera con Nike+ SportWatchGPS y unas J’Hayber....., Ya luegome he ido al Tremendo#hazqueNOcuente@Ranciosevillano. @LeoAcal: @ranciosevillano Site compras un 4 × 4 en Sevilla, ¿lamedalla de la Virgen del Rocíoviene de serie o es equipamiento

opcional? @My_Weapon: Hay queproponerle a alguna heladeríasevillana el helao con sabor deAdobo cruzcampo o Serranito, éxitoasegurado @ranciosevillano. @ManoloNebu:@ranciosevillano Si me tomo42,195 botellines de Cruzcampo¿hago un “moratón?” @mispituchis: @ranciosevillanosi la vida es un montadito, a mí meha tocado el de LOMO-ROQUE... Este libro se terminó de imprimir

cuando faltaban 206 días para la Noche del pescaíto, 34 de abril de 2014.