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El delincuente de cuello blanco en Colombia a partir de la modernidad tardía: una mirada desde
la criminología cultural
Pablo Brando Espinosa 201124696
Dirigido por: Manuel Iturralde.
2016
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Tabla de contenido
El delincuente de cuello blanco en Colombia a partir de la modernidad tardía: una
mirada desde la criminología cultural. ............................................................................... 1
Resumen..................................................................................................................................................3
PalabrasClave........................................................................................................................................3
Introducción...........................................................................................................................................4
I.Contexto:crecimientodelEstadoautoritarioyabandonodelEstadosocial.............10
II.Recorridoteórico:desdeEdwinSutherlandhastalateoríadelaoportunidad.......20
III.Elsaltohacialacriminologíacultural...................................................................................30
IV. Análisis del caso de InterBolsa y telenovelas colombianas: en busca de
imaginariossobreeldelitodecuelloblanco............................................................................43
V.Conclusiones....................................................................................................................................59
Bibliografía ........................................................................................................................... 61
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ResumenEste proyecto se realiza con el objetivo de encontrar si las teorías criminológicas que se
han desarrollado en Estados Unidos en cuanto al delito de cuello blanco son aplicables al
contexto colombiano. Con esto en mente se planteó la pregunta de investigación siguiente:
¿qué imaginarios del delincuente de cuello blanco se construyen en la cultura popular
colombiana, teniendo en cuenta el contexto de apertura económica, desigualdad
económica y cultura del control de la política criminal colombiana? A través de este
trabajo se va a demostrar que los intereses de las clases altas se han legitimado a través de
la cultura popular. Como estamos en el terreno de la cultura popular, es pertinente un
análisis desde la criminología cultural. Pero para llegar a esta teoría es necesario mostrar el
recorrido teórico de los delitos de cuello blanco. Para hacer este análisis el punto de partida
es la teoría de Edwin Sutherland sobre el delito de cuello blanco y su posterior desarrollo en
cuanto a definición y explicación. La explicación de Sutherland no hace parte de la
criminología cultural, pero es pertinente justamente para mostrar cómo la criminología
académica se ha quedado corta para entender fenómenos culturales y es necesaria una
perspectiva diferente. Es así como se usa la criminología cultural para sustentar los
resultados a partir de análisis de la cultura popular colombiana. La metodología empleada
fue obtener evidencia por medio de fuentes oficiales como estadísticas de la Fiscalía,
Consejo Superior de la Judicatura e INPEC y por medio de otras fuentes como telenovelas
y artículos de prensa. El resultado fue lograr una aplicación de las teorías estadounidenses
para a los casos colombianos y mostrar que en Colombia la cultura popular se da desde el
punto de vista de la posición económica dominante para mostrar ideales y valores de clase
dominante.
PalabrasClaveDelito de cuello blanco, modernidad tardía, criminología cultural, cultura popular.
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Introducción.A través de este texto se aborda el siguiente problema de investigación: ¿qué
imaginarios del delincuente de cuello blanco se construyen en la cultura popular
colombiana, teniendo en cuenta el contexto de apertura económica, desigualdad
económica y cultura del control de la política criminal colombiana? Esto con el fin de
cumplir con el objetivo de aplicar las herramientas conceptuales de la criminología cultural
a casos concretos del contexto colombiano para identificar imaginarios construidos por la
cultura popular en torno al delincuente de cuello blanco. Es así como la criminología
cultural sirve para dar cuenta de esos imaginarios, cómo funcionan y qué efectos tienen.
La hipótesis que se plantea es que la desigualdad económica contribuye a una
diferencia en los imaginarios que la cultura popular tiene del delincuente de cuello blanco y
eso tiene efectos en la investigación y sanción de esos delitos frente a otros. En Colombia el
delincuente paradigmático es el delincuente de calle. La criminología cultural permite,
desde la cultura popular, identificar otros imaginarios y darles visibilidad para hacer
resistencia y alterar el statu quo. Es decir, que se identifican finalidades y efectos de la
cultura popular en telenovelas y artículos de prensa, en éstos son evidentes construcciones
desiguales que afectan más a clases bajas y privilegian a delincuentes de clases altas. Al
identificar esos contenidos es posible buscar formas de alterar esos efectos por medio de la
cultura popular misma con soluciones diferentes que busque revertir las relaciones de poder
en las que las personas de clase alta someten a los de clase baja por medio de la
institucionalidad, como el derecho penal.
Para demostrar esto, se necesita cumplir con los siguientes objetivos específicos a
fin de comprobar o refutar la hipótesis. Para esto, en primer lugar se muestra que en
Colombia en la modernidad tardía (Iturralde, 2011) y desde la apertura económica
emprendida por el gobierno de César Gaviria en 1990-1994 especialmente, hay
desigualdades sociales y económicas marcadas entre clases sociales. La razón por la que se
seleccionó este periodo es porque a partir de ese momento se inició un periodo en
Colombia que permitió un modelo de liberalismo autoritario, es decir que proliferó el
discurso de los derechos individuales, aumentó la población carcelaria y las desigualdades
económicas crecieron (Iturralde, 2011). Todos estos eventos se concretaron en que la
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investigación y condena de los delitos sea desigual y que esto se vea reflejado en
telenovelas y artículos de prensa colombianos.
Por eso es necesario revisar el contexto colombiano y el desarrollo desigual que han
tenido las oportunidades de acceso al mercado laboral y la relación con las condenas de
esos mismos grupos poblacionales. Para esto, se hace una revisión bibliográfica, legislativa
y jurisprudencial que evidencia el contexto colombiano como uno de desigualdad donde las
clases sociales tienen diferente tratamiento penal por parte del Estado y diferentes
oportunidades acceso laboral y en últimas de éxito económico.
En segundo lugar, es importante limitar el contexto espaciotemporalmente. En
cuanto al espacio es pertinente hacer el análisis en Colombia que por su desarrollo en
políticas públicas penales de corto plazo y la apertura económica lo hace un caso
supremamente interesante. Esto es porque la política de apertura económica aumentó los
discursos de derechos individuales que beneficiaron más a las personas de clase alta que a
las persona de clase baja en cuanto a acceso al mercado y represión penal (Iturralde, 2011).
Las políticas de corto plazo causan una incoherencia en el discurso penal pues son políticas
que solo buscan soluciones locales y represivas para problemas inmediatos que afectan a la
opinión pública pero que no resuelven problemas sociales de gran escala (Iturralde, 2011, p.
170). Además, se limita temporalmente a la época posterior a la apertura económica, es
decir a partir de los años 90. Esto es, porque desde esa política ha sido evidente el modelo
neoliberal o liberal autoritario (Iturralde, 2011) en el sentido que el discurso de derechos
individuales se amplía al mismo tiempo que la represión penal. Al perseguir problemas
inmediatos que se motivan por la opinión pública, se ignora el problema social que fue
desencadenado por la apertura económica denunciado anteriormente. Por el contrario, esta
tesis pone en el centro de la discusión esa desigualdad y revisa elementos de la cultura
popular como telenovelas o artículos de prensa precisamente para demostrar cómo se han
generalizado perspectivas desiguales de delincuente y mientras unos son peligrosos por ser
de clase baja, otros son idolatrados por ser clase alta.
Para esto es necesario revisar los imaginarios de delincuente que se tienen
actualmente. El delincuente al que se persigue, investiga y condena hoy en día es el
delincuente de calle que comete cierto tipo de delitos que se podrían llamar de bajo perfil.
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Las personas que cometen estos delitos, generalmente, son hombres jóvenes, excluidos y de
clase baja. Para esto, se enviaron peticiones a diferentes entidades públicas con el fin de
conocer estadísticas oficiales que reflejen cuál es el tipo de personas y qué delitos son
condenados más frecuentemente. Esto con el fin de encontrar sesgos en el sistema penal
que reflejen cuál es la idea de criminal peligroso detrás de las investigaciones y condenas
penales.
La criminología crítica ha evidenciado cómo hay un sesgo en el derecho penal y
muestra cómo ha sido usado para perseguir a las personas excluidas, por ejemplo, del
mercado laboral mientras que al mismo tiempo protege a las élites (Newburn, 2007)
(Taylor, Walton, & Young, La nueva criminología. Contribución a una teoría social de la
conducta desviada., 2007) (Iturralde, 2011). Es por esto que el paso siguiente es revisar la
bibliografía sobre las teorías criminológicas tras el delincuente de cuello blanco. Esto
consiste en una revisión de teorías desde la asociación diferencial de Edwin Sutherland
(Sutherland, 1999) hasta una teoría de la oportunidad de Benson, Madesen y Simpson
(Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity perspective, 2009). Además de
esta revisión por la literatura estadounidense, se buscan posturas en Europa (Fernández
Albor & Martínez Pérez, 1983) y en Colombia (Abello Gual, 2015).
Una vez hecha esta revisión de literatura criminológica, es necesario dar cuenta de
una criminología cultural. Esto es, porque esta criminología da diferentes posibilidades que
la criminología ignora, como ver el delito como un hecho cultural. Solo viendo el delito
como un hecho cultural es que puede haber una aproximación a los imaginarios del
criminal y se puede pensar en cómo modificarlos como forma de resistencia y de
transformación social. Para esto es necesario hacer una revisión de bibliografía de la
criminología cultural para tener herramientas que permitan liberar contenidos culturales que
han sido sometidos.
La criminología cultural es la postura teórica desde la cual se hace el análisis de este
trabajo. Esta es una teoría criminológica que busca poner en el centro del análisis
criminológico a la cultura (Ferrell, Hayward, & Young, 2008). La cultura es entendida
(para la criminología cultural y para todo este trabajo) como todo lo que rodea el
significado colectivo y la identidad colectiva. No solo es el producto de clase social, raza u
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ocupación sino que se moldea a través de estas para mostrar la perspectiva de los actores
sociales. Las fuerzas culturales son ese significado colectivo que se relaciona directamente
con la experiencia criminal (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, pp. 2-3). Esta perspectiva
refleja los imaginarios tanto de la cultura hegemónica en medios de comunicación, como de
los imaginarios de grupos marginados o subculturas. Este les permite tener un punto de
vista privilegiado frente a otras formas de criminología académica como las citadas
anteriormente, pues al enfocarse en cultura y crimen se desestabiliza la relación entre
sentido y trasgresión, en la imposición de normas, las culturas de control y la cultura
desviada (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, pp. 4-5). Debido a los sesgos que se
denunciaron arriba, es importante revisar otro tipo de fuentes que permitan mostrar el
crimen de los poderosos más allá de las tensiones entre norma y trasgresión, tal y como lo
hace la criminología cultural.
Finalmente para poder aplicar las herramientas teóricas de la criminología cultural,
se quiere hacer una revisión de discursos de la cultura popular en torno al delito de cuello
blanco; en específico se toma el caso de InterBolsa. El ejemplo de InterBolsa es pertinente
porque la existencia de la empresa se dio desde los años noventa hasta la actualidad lo que
se conecta con el contexto espaciotemporal que se quiere estudiar.
Además es relevante porque ha tenido un amplio cubrimiento mediático lo que
permite estudiar con facilidad los discursos culturales que se han dado en torno a estos
delincuentes de cuello blanco. Por un lado se revisan elementos de prensa sobre ese caso
para ver cómo se crean los imaginarios del delincuente y qué imagen se está reproduciendo
en específico en aquellos relacionados al caso de InterBolsa. Para complementar la
perspectiva de la criminología cultural, también se revisan unos elementos de ficción, en
específico las siguientes telenovelas Yo soy Betty, la fea (1999-2001 creada por Fernando
Gaitán), La viuda de la mafia (2004 dirigida por Sergio Osorio y Herney Luna), Los Reyes
(2005-2006 dirigida por Mario Ribero), Hasta que la plata nos separe (2006-2007 dirigida
por Sergio Osorio), La hija del mariachi (2006-2007 dirigida por Diego León Hoyos),
Pura Sangre (2007 Dirigida por Herney Luna), En los tacones de Eva (2007-2008 dirigida
por Juan Camilo Pinzón). En todo este material, me he enfocado en el tema del delito de
cuello blanco para revisar cuatro aspectos específicos: el perfil con el que se muestra a los
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delincuentes de cuello blanco; el espacio en el que se dan esta clase de delitos; la idolatría
por el estilo de vida de estos delincuentes; y la ideología que envuelve el discurso del
delincuente de cuello blanco.
Para este análisis de discursos se usa la metodología de la criminología cultural
como el análisis cuantitativo de contenidos, los Loops y los Spirals (Ferrell, Hayward, &
Young, 2008). Estos métodos consisten, básicamente, en revisar los discursos con el fin de
ver la frecuencia con que se dan, las referencias a evidencia empírica y representaciones de
las representaciones (Ferrell, Hayward, & Young, 2008). A pesar de que puede parecer
confuso en este punto, esto se desarrolla a profundidad en el capítulo III donde se expone la
criminología cultural. Lo que se concluye de esta sección es que se puede ver al delincuente
de cuello blanco como una persona afín al riesgo, con desprecio por la sociedad y egoísta;
además se muestra el estilo de vida del delincuente de cuello blanco como una persona
exitosa que cumple el sueño al que la sociedad aspira; finalmente, se piensa que los
delincuentes de cuello blanco siempre son sancionados y que realmente no están por
encima de la ley, cuando las estadísticas demuestran que esto no es cierto. Esto significa
que se ha invisibilizado el delito de cuello blanco a través de idolatría e ideología y en un
país donde la política pública es a corto plazo y responde a la opinión pública (Iturralde,
2011), se concreta en sesgos en el derecho penal que permiten la persecución de personas
pobres y protección a las élites lo que perpetúa un statu quo desigual.
Con todo este análisis se quiere mostrar la pertinencia de este trabajo. Por un lado el
derecho penal ha dado un tratamiento desigual a las personas de diferente clase para
considerar a unos más peligrosos que otros y perseguir más a unos que a otros. Esto debido
a que solo se piensa en el criminal peligroso como un delincuente de calle y no uno de
cuello blanco. Por otro lado las cárceles están llenas de estas personas pobres.
Adicionalmente, las cifras muestran que los delitos de cuello blanco, aunque sí se
denuncian, no terminan ni investigados ni condenados. Estos imaginarios de delincuentes
peligrosos se han creado a partir de muchos elementos de la cultura popular como novelas,
artículos de prensa e, incluso, propuestas académicas. En Colombia, la academia también se
ha enfocado en el delincuente de calle y eso refuerza ese imaginario. Por eso es pertinente
este trabajo, para visibilizar otro imaginario, otra posibilidad de delincuente, no para llenar
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las cárceles con más personas sino para desestabilizar el imaginario del delincuente de
calle. Desequilibrar ese imaginario y poner en cuestión otras posibilidades es una humilde
forma de resistencia que sirve para enfrentar la desigualdad.
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I. Contexto: crecimiento del Estado autoritario y abandono del Estado social
En este capítulo se hace una contextualización sobre el fenómeno criminal en
Colombia. Para esto quiero enfocarme en cinco puntos pues permiten dar luz sobre el
desigualdades sociales y económicas que permiten evidenciar unas desigualdades parecidas
en los imaginarios del delincuente de cuello blanco respecto a otros delincuentes. El
primero es la situación carcelaria en Colombia que muestra la aplicación de un modelo
neoliberal (Iturralde, 2011). Lo siguiente es contrastar la situación carcelaria de los delitos
de calle con la situación de los delitos de cuello blanco por medio de estadísticas oficiales
que muestren las condenas e investigaciones de los delitos de ambos lados. Esto
necesariamente nos lleva a hablar de otros contrastes en el contexto colombiano, en
específico, desigualdades económicas entre personas de clase alta y clase baja pues dado
que existen diferencias económicas es que se dan las diferencias penales (Iturralde, 2011).
Estas desigualdades sociales tan altas implican estilos de vida muy distintos entre ricos y
pobres en cuanto a acceso a oportunidades, estudios, frustraciones; estas desigualdades se
acentúan en la cultura popular y para es por esto que es relevante revisar los medios de
comunicación pues estos, más que desestabilizar la imagen que tiene el derecho penal al
considerar a unos (los de clase baja) más peligrosos que otros (los de clase alta), lo que
hacen es acentuar esas desigualdades (Ferrell, Hayward, & Young, 2008). Finalmente, esto
se manifiesta en otros elementos de la cultura popular como las novelas. Tras hacer este
recorrido será evidente la conexión entre desigualdades económicas, de clase y sociales en
las instituciones como el derecho penal y en los imaginarios culturales.
Para entender en qué contexto se desarrollan los delitos de cuello blanco en
Colombia, es necesario revisar la forma selectiva en que funciona el sistema penal y
penitenciario colombiano pues ahí se revelan algunos sesgos del derecho penal colombiano.
Colombia vive un periodo como el que Garland llama la modernidad tardía. La modernidad
tardía es el periodo histórico que descrito para Estados Unidos y Reino Unido en cuanto a
su sistema penal. Este se caracteriza por un Estado posterior al Welfarista, una política
criminal que considera imposible la rehabilitación, que recoge sentimientos populares de
venganza hacia los criminales, en donde la víctima vuelve a tener un papel protagónico y
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donde el énfasis está en la protección de la seguridad sociedad del delincuente peligroso
(Garland, La cultura del control, 2005). En Colombia vemos como hay reformas desde el
Estado al Código de procedimiento Penal para incluir a la víctima activamente en el
proceso penal (Corte Constitucional Sentencia C-516 de 2007 MP Jaime Córdoba Triviño,
Sentencia C-260 de 2011 MP. Jorge Iván Palacio Palacio), también se evidencian casos de
populismo punitivo como el de Gilma Jiménez (Iturralde, 2011) por citar alguno y es
evidente que el modelo de resocialización ha sido abandonado por el Estado y piensa más
bien en uno de mera retribución (Iturralde, 2011).
Esta modernidad tardía se materializa en Colombia en un crecimiento drástico de
las tasas de encarcelamiento: en los últimos 20 años la población reclusa ha aumentado más
de 260% (Iturralde, 2011, p. 111). Esto refleja problemas y luchas estructurales en la
sociedad colombiana pues las cárceles resaltan dramáticamente una sociedad excluyente y
desigual. De la mano de eso, la sociedad colombiana se ha caracterizado por su
desigualdad: en 2000 era el noveno país más desigual del mundo en ingresos (Iturralde,
2011, p. 119).
En el mundo también ha habido una tendencia que correlaciona que a mayor
desigualdad económica, hay un aumento carcelario (Garland, La economía política del
castigo: Rusche y Kirchheimer y la tradición marxista, 2006) (Gargarella, 2008). Lo que
esto muestra de manera pertinente es que el liberalismo autoritario que es el que vive
Colombia se ha consolidado y ha defendido el mantenimiento del statu quo a costa de los
derechos de los grupos sociales más pobres y vulnerables que en Colombia son cerca de la
mitad de la población (Iturralde, 2011, pp. 121-122). El liberalismo autoritario, como lo
describe Iturralde, es
una forma de gobierno que promueve los intereses del statu quo, por medio de la retórica de la defensa de los derechos y libertades individua- les, mientras que excluye de manera violenta a los grupos sociales considerados problemáticos, bien sea porque no están integrados a los mercados financiero y laboral, o porque cuestionan el estado de cosas existente (Iturralde, 2011, p. 155).
Así que en Colombia se castiga ciertos grupos excluidos, pobres y vulnerables. Una
manera de probar eso es darse cuenta que en la mayoría de sociedades capitalistas
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contemporáneas, como Colombia, las personas que terminan en prisión son en su mayoría
hombres jóvenes, marginados, con baja educación y sin trabajo (Iturralde, 2011, p. 134). Es
decir que se persigue más a ciertos grupos que a otros. Los delitos de cuello blanco son un
ejemplo de la selectividad o del sesgo del sistema punitivo. Dice Iturralde: Cierto tipo de delitos, por su naturaleza y características, las condiciones en las que son cometidos y el perfil de sus autores, son más susceptibles de ser perseguidos que aquellos delitos que, por los mismos criterios, son menos ‘visibles’ dentro de la sociedad y son más difíciles de investigar y perseguir. Este es el caso de los delitos como el fraude, la estafa y el lavado de dinero —lo que tradicionalmente se conoce como ‘delitos de cuello blanco’— y que en muchos casos son cometidos por personas pertenecientes a poderosos grupos económicos.(…) El hecho de que estos delitos sean menos visibles, no significa que ocurran de manera poco frecuente ni que dejen de tener un gran impacto en la sociedad; sencillamente éste es más difícil de identificar y medir. Es por esto que las estadísticas criminales, aunque sirven de ayuda para analizar la manifestación de la criminalidad en una sociedad determinada, no reflejan con precisión el verdadero fenómeno criminal al interior de ésta. (Iturralde, 2011, pp. 134-135).
De esta situación que expone Iturralde se debe tener en cuenta para este trabajo dos cosas.
Primero que existe un sesgo de clase en el derecho penal pues se enfoca en un grupo
poblacional y no se fija en otros grupos (Garland, La cultura del control, 2005). Esto hace
especialmente relevante estudiar el caso de los delitos de cuello blanco pues es algo que
escapa el análisis tradicional. Adicionalmente se debe tener en cuenta que las estadísticas
no son la manera más apropiada para estudiar el fenómeno criminal de los delitos de cuello
blanco; eso hace que sea pertinente una forma de análisis distinta como la que plantea la
criminología cultural. Esta postura se diferencia de la criminología ortodoxa pues el mundo
de la modernidad tardía que describe Garland requiere una criminología que vaya más allá
del ruido del sistema de justicia penal, se necesita una criminología que dé cuenta del
significado, que explore las representaciones masivas de emoción y que no reduzca la
complejidad cultural a una sencilla decisión racional (Ferrell, Hayward, & Young, 2008,
pp. 53-54).
A pesar de la aclaración de Iturralde sobre las estadísticas, en este caso es válido
revisarlas para tener una visión aproximada del fenómeno de la selectividad del derecho
penal donde un ejemplo es la falta de investigación en los delitos de cuello blanco. Para
conseguir estas estadísticas fue necesario enviar peticiones a distintas entidades públicas
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tales como la Fiscalía General de la Nación, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario
el Consejo Superior de la Judicatura y varias cárceles en Bogotá. A pesar de que la mayoría
de las peticiones no fueron respondidas, la Fiscalía General de la Nación contestó la
petición con una base de datos de algunos delitos tradicionalmente entendidos por su
conducta como delitos de cuello blanco (Clinard & Yeager, 1980)1. La Fiscalía respondió el
derecho de petición con el número de radicado 20166110270742 con una base de datos que
relaciona los delitos y el momento en que la justicia penal no los castiga en la severidad que
lo hace con delitos de otro tipo. La respuesta de la Fiscalía se enmarca en el periodo entre
2008 y 2016. Se puede concluir que en ese lapso entraron 784.608 casos al sistema por
medio de denuncias, aperturas de oficio, copias o actos urgentes y querellas. De esos delitos
solo fueron condenados 16.017 casos. Es decir, cerca del 2% de las denuncias que se
reciben son condenadas finalmente para esa serie de delitos.
Además, el archivo muestra los momentos donde el proceso penal concluye para
cada uno de los delitos. En este caso la principal razón para que la Fiscalía deje de
investigar o que el proceso se archive o termine de manera anticipada en estos delitos es por
el archivo de las diligencias por atipicidad o inexistencia que es una responsabilidad de la
Fiscalía frente a la cual se pueden hacer pocas réplicas por parte de las víctimas. El archivo
de las diligencias se hace por inexistencia, atipicidad, por imposibilidad de encontrar al
sujeto activo de la conducta, por imposibilidad de establecer al sujeto pasivo de la conducta
o por imposibilidad para efectuar la acción penal (art. 79 de la Ley 906 de 2004). En total,
por archivo de las diligencias que se lleva a cabo por parte de la Fiscalía se cerraron
313.775 procesos. Es decir que cerca del 40% de los casos de los delitos de cuello blanco
son archivados antes incluso de que se pueda llegar ante un juez.
Si tenemos en cuenta estos datos de una manera más global, los delitos que se
buscaron dentro de la base de datos de la Fiscalía representa únicamente el 4% del total de
delitos condenados (Iturralde, 2011, p. 141). A pesar de que la petición se envió por cerca
de 100 tipos penales, estos no ocupan un lugar predominante dentro de los delitos que se
1 Los delitos que se incluyeron en las peticiones fueron los del artículo 182, 184, titulo VII capítulo 3, 4, 5, 6, Título VII bis, Título X, Título XV.
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investigan ni que se condenan en Colombia. Los delitos de cuello blanco no representan la
prioridad de la Fiscalía ni del sistema punitivo en Colombia.
Estos datos no se pueden leer de manera aislada del contexto de la desigualdad
colombiana que se mencionó antes. La sociedad colombiana se caracteriza por la
desigualdad económica y social y por altos índices de pobreza (Iturralde, 2011, p. 145).
Esto se acompaña, además, por muy poca voluntad a largo plazo para disminuir la brecha
entre clases sociales y por una política criminal represiva e improvisada como único
mecanismo para manejar los conflictos de la sociedad colombiana (Iturralde, 2011, p. 146).
En este contexto, hay presión de las élites hacia la apertura de la sociedad que garantice el
desarrollo de mercados libres y una economía neoliberal. Esto hace que se busque proteger
el capitalismo de cualquier amenaza. Eso explica que mientras la desigualdad aumenta cada
año, el poder punitivo también aumenta para hacer frente a los conflictos sociales de
delincuencia y seguridad que se derivan de ello (Iturralde, 2011, p. 153).
En este punto se podría dar otra interpretación a manera de contraargumento.
Alguien podría pensar que, a pesar de las cifras, no existe tal vínculo entre desigualdad y
crimen y que más bien se trata acá de actores racionales que ante las oportunidades
cometen delitos. Más bien la respuesta es punitiva porque así se incentiva a los individuos.
Pues, al aumentar los costos, si se hace un cálculo utilitario es más beneficioso no cometer
delitos. Esta ha sido la posición predominante en Colombia para el análisis de políticas
públicas en el sistema punitivo (Iturralde, 2011, p. 158). Sin embargo, esta posición tiene
problemas pues aísla a los actores de un contexto cultural y de relaciones en el que se
encuentran inmersos. Lo toma solo como un actor racional aislado que no tiene en cuenta la
pobreza o la cultura (Ferrell, Hayward, & Young, 2008). Es por esto que este análisis no es
suficiente para entender el fenómeno criminal en toda su complejidad.
Con relación a esa postura cultural de la creación del individuo, Iturralde ha tenido
ya ciertas intuiciones. Para él, es a través de las instituciones y el discurso penal que se crea
al delincuente, al individuo peligroso, al enemigo de la sociedad que se busca castigar; ese
delincuente que se crea tiene relación directa con la manera como la sociedad entiende el
castigo y el sistema penal (Iturralde, 2011, p. 159). Sin embargo, como ya se ha dicho
antes, la manera como se concibe el castigo en Colombia siempre es en función de
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libertades individuales que implican métodos represivos como los Estados de excepción
para enfrentar los conflictos sociales (Iturralde, 2011, p. 169). Esto conduce a una
incoherencia en la política criminal que se deja llevar por la opinión pública para encontrar
soluciones inmediatas, a corto plazo. Esto alimenta una cultura de miedo, represiva que no
reduce la criminalidad de manera significativa, que no tiene tiempo para investigar delitos
complejos y que se enfoca de manera desproporcionada en unos sectores de la población
(Iturralde, 2011, pp. 170-171).
Pero de todo esto debe entenderse algo importante para las pretensiones culturales
de este escrito. Dice Iturralde, “el éxito de tales políticas se basa en la sensación de
seguridad que le dan a la sociedad (particularmente de clase media y alta), y no en su
efectividad frente a la reducción del crimen” (Iturralde, 2011, p. 171). Esto muestra cómo la
sensación de seguridad que corresponde a factores mucho más culturales y sociológicos que
de la lógica del actor racional. La sensación de seguridad corresponde a emociones e
imaginarios culturales y es por eso que el análisis pertinente en un contexto como este debe
ir en la línea de la criminología cultural, como más adelante se verá.
Tras este análisis es evidente que la situación problemática surge a partir de una
inconsecuencia en el liberalismo autoritario. Mientras que por un lado hay apertura
económica, se aumentan las posibilidades del mercado y el discurso de las libertades
individuales prolifera. Por el otro, el Estado social se reduce y se aumenta el Estado penal.
Todo esto se concreta en una afectación a los sectores más vulnerables de la sociedad pues
el sistema penal tiene sesgos y selecciona a unos grupos poblacionales vulnerables por
considerarlos peligrosos (Iturralde, 2011, p. 181). El esfuerzo hasta ahora en Colombia ha
sido mostrar como se afecta a los sectores más vulnerables (Iturralde, 2011), el trabajo que
se pretende acá es mirar otra arista dentro de la problemática, es decir ver cómo la ausencia
de delitos de cuello blanco condenados e investigados se debe a esta misma selectividad del
derecho penal en la que se ha construido una clase de criminal peligroso de la cual escapan
los delincuentes de cuello blanco. Y ver cómo esa selectividad se materializa en
imaginarios culturales en los medios de comunicación.
Para ver esto en un caso concreto, la apertura económica permitió el crecimiento del
sistema financiero colombiano (Valencia, 2014). La modernidad tardía en Colombia se ve
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marcada por la apertura económica desde el gobierno de César Gaviria en los años 90
(Iturralde, 2011) (Valencia, 2014, p. 16). Esta apertura se consolidó con una liberalización
del mercado financiero con reformas al sistema bancario (ley 45 de 1990) y bursátil (ley 47
de 1990), la independencia de la banca central con la Constitución de 1991 y el desmonte
de los controles bancarios (ley 9 de 1991), además de la entrada de nuevos jugadores como
los fondos de cesantías (ley 50 de 1990) y los fondos privados de pensiones (ley 100 de
1993) (Valencia, 2014, p. 25).
A través de todos estos movimientos legislativos se unificaron las tres bolsas de
Colombia (Bogotá, Medellín y Occidente) en una sola (Valencia, 2014). Sin embargo estos
movimientos no aumentaron la regulación pues se creía en la libertad del mercado. Lo que
muestra que la misma regulación que se usaba para bolsas locales se usó para mercados
mucho más grandes y con más personas involucradas. La regulación de estos sectores
siempre ha sido reaccionaria a los casos puntuales como el reconocido caso en los 80 de
Jaime Michelsen y el fraude en el banco Grancolombiano que dieron lugar a la legislación
penal de delitos financieros (Donadío, 1984). Acá es evidente la selectividad del sistema
punitivo pues se consideran reformas pertinentes las que prevengan delitos de calle
peligrosos pero no son pertinentes sino hasta que es demasiado tarde una reforma que
regule el sistema financiero.
De la mano de este crecimiento en el mercado financiero se reinventan las clases
sociales. Las personas que participan de esta bonanza económica se caracterizan como
“yuppies”, que les gusta vestir a la moda y usar carros último modelo, estar afiliados a los
clubes sociales y llevar una vida de lujos (Valencia, 2014, pp. 26-27). Nuevas personas
entran en la dinámica social y son identidades derivadas de esa desregulación económica
del Estado que les permitió a estas personas de clase alta y buena educación acceder a esa
vida de lujos. Este es el perfil de muchas personas detrás del escándalo de InterBolsa que se
estudia a profundidad en este trabajo.
Sin embargo en tiempos recientes InterBolsa no ha sido el único escándalo criminal
de clase alta. En los últimos años en Colombia han sido evidentes los escándalos del
carrusel de la contratación en Bogotá que involucra al ex-alcalde Samuel Moreno Rojas, su
hermano y la familia Nule (Justicia El Tiempo, 2016). Otros casos de alteraciones al orden
17
económico a gran escala por parte de personas poderosas es el caso de los diferentes
carteles como el caso de los pañales que se han formado a la sombra del control estatal
(eltiempo.com, 2016), entre otros casos que han causado revuelo. Eso muestra que sí ha
habido cubrimiento de los delitos de cuello blanco en la prensa sin embargo debemos
revisar qué clase de cubrimiento, con qué efectos y con qué propósitos se ha dado ese
cubrimiento para entender los imaginarios que se tienen que muestran al delincuente de
cuello blanco como una persona menos peligrosa que otro tipo de delincuentes y que
muestra la selectividad del derecho penal.
Por si fuera poco, la situación carcelaria para estas personas de clase alta es muy
diferente a la que viven las personas de clase baja en cárceles como la Modelo y la Picota
que se caracterizan por el hacinamiento y la violación sistemática de derechos
fundamentales. Los escándalos en estos casos no se dan por la violación sistemática de los
derechos fundamentales o el hacinamiento sino por los lujos que gozan los delincuentes de
cuello blanco en las cárceles colombianas (Medina, 2015) (Justicia El Tiempo, 2015). El
estilo de vida de estos delincuentes se exalta en los medios de comunicación pues es
evidente que son personas que no están en igualdad de condiciones con el resto de las
personas condenadas.
El cubrimiento mediático de algunos delincuentes de cuello blanco termina
resaltando sus cualidades al punto de convertirlos en celebridades. No son delincuentes que
hacen parte de una masa, no son delincuentes que lo único que se sabe de ellos es su delito,
son delincuentes de los que conocemos sus nombres, sus fotos, sus perfiles y hasta el
colegio del que se graduaron (eltiempo.com, 2016) (Justicia El Tiempo, 2016) (Justicia El
Tiempo, 2015) (Valencia, 2014). Evidentemente también generan sentimientos de
indignación pero los medios de comunicación proveen cada vez más información de lo que
sucedió lo que hace que haya una proliferación de discursos personales sobre los
delincuentes. Si se tratara de otra clase de delincuentes se usarían otras estrategias como
apodos, alias y seguirían siendo una persona extrañan, alejada y peligrosa.
Esto rápidamente da un salto a la ficción y sus historias ya no son contadas
solamente desde el punto de vista periodístico sino que empiezan a aparecer personajes
similares dentro de las novelas colombianas. Entre otras telenovelas, el delito de cuello
18
blanco es un tema recurrente en las novelas que se estudiaron para este trabajo. Es por eso
que es pertinente revisar los discursos que se emiten desde la ficción y no solo desde las
crónicas periodísticas pues en la ficción también se le da un tratamiento a estos
delincuentes que modela los imaginarios populares que se quieren investigar.
Para concluir esta sección, el contexto colombiano en los últimos años es un
contexto de grandes desigualdades. Hay desigualdades económicas, el modelo Neoliberal y
el discurso de derechos individuales ha creado diferencias en el tratamiento punitivo de
personas dependiendo de su clase social. En este contexto donde las personas de clase alta
tienen tanto poder, la mejor manera de aproximarse al delito de clases altas es por medio de
la cultura popular pues la criminología cultural permite analizar contenidos de la
subcultura, desde la marginalidad y poner el contexto los discursos de la clase dominante
(Ferrell, Hayward, & Young, 2008). Son evidentes los distintos tratamientos en los medios
de comunicaciones de los delitos de cuello blanco de los delitos de calle en casos como el
de InterBolsa o el carrusel de la contratación donde se usan los nombres propios, se le da
una voz al delincuente mientras que en los delitos de calle se habla por ellos y se los toma
como una masa sin nombre ni historia. Es esta diferencia es la que legitima muchas
prácticas pues crea imaginarios en Colombia que apuntan hacia los hombres marginales, de
poca educación, de clase baja como delincuentes peligrosos y enemigos de la sociedad que
deben ser perseguidos y controlados. Mientras este discurso se mantiene, se hace otro
discurso que es que las personas de clase alta, con vidas de lujos y con alta educación son
“yuppies” y no delincuentes peligrosos.
Con base en todos estos aspectos es evidente que esta investigación es relevante en
el contexto colombiano. Primero porque los trabajos académicos también son elementos
culturales que crean o sostienen imaginarios (Ferrell, Hayward, & Young, 2008). Por eso es
importante visibilizar el delito de cuello blanco no como un fenómeno aislado sino como un
problema estructural que le hace daño a la sociedad y que ha sido ignorado desde muchas
perspectivas. Además, con las estadísticas se puede vislumbrar también que son muchos los
delitos cometidos pero solo unos pocos llegan a ser condenados, como se mostró, y muchos
menos llegan a los medios de comunicación. Esto hace que estos delitos sean fáciles de
descartar y se tomen tanto por los funcionarios como por las personas en general como
19
eventos aislados, poco importantes y que poco lastiman a la sociedad. Ignorar estos delitos
y estos delincuentes es también una forma de reforzar el imaginario del delincuente de calle
y de clase baja como el delincuente paradigmático que se debe neutralizar con el sistema
penal.
20
II. Recorrido teórico: desde Edwin Sutherland hasta la teoría de la oportunidad.
A través de este capítulo se hace un recorrido teórico por los principales autores y
debates doctrinales que se han hecho sobre el delito de cuello blanco. Es importante decir
que este debate se ha dado principalmente en Estados Unidos y empezó desde 1949 con el
texto El delito de Cuello Blanco escrito por Edwin Sutherland (Sutherland, 1999). A partir
de ese momento se acuña y define el término “delito de cuello blanco” .Todos los trabajos
posteriores hacen referencia a este hito. A partir de ahí surge una línea de estudios
estadounidenses que se reseña abajo. Es importante también evidenciar la falta de
desarrollo doctrinario en torno a este tema en Colombia. Finalmente, es relevante traer a
colación una línea de estudios, posteriores a Sutherland que se dieron en la Europa de la
Guerra Fría. Esta postura es importante para contrastar muchas de las explicaciones que se
han planteado, que vinculan causalmente al capitalismo con el delito de cuello blanco. Esta
línea europea revisa este delito tanto en países comunistas como en Estados Unidos.
Los siguientes son los textos relevantes para el análisis de los delitos de cuello
blanco:
A. El delito de cuello blanco de Edwin Sutherland (1949)
La primera obra que toca el tema y a la que todos los demás hacen referencia es El
delito de cuello blanco de Edwin Sutherland en el año 1949 (Sutherland, 1999). En el libro
se pretende demostrar que las patologías sociales y personales2 no son una explicación
adecuada de la conducta delictiva para los delitos de cuello blanco. (Sutherland, 1999, p.
62). Se define el delito de cuello blanco como “violaciones de la ley de clases
socioeconómicas alta…cometidos por una persona de respetabilidad y estatus social alto en
los cursos de su ocupación.” (Sutherland, 1999, p. 65). Lo importante de la definición es
que el delito de cuello blanco no se puede asociar nunca con la pobreza.
Otro elemento de la definición delito de cuello blanco es que generalmente se trata de
un delito que no se puede explicar en un titular de prensa. Es decir que por su misma
2 Para la época en que escribió Sutherland las teorías predominantes era la escuela de Chicago que evidenció que los barrios más pobres eran también los barrios con más crimen. Esa postura muestra que el crimen se da por una patología social, la pobreza. Para Sutherland esa explicación es insuficiente pues ignora que las personas ricas también comenten delitos.
21
naturaleza requiere de conocimiento especializado que es de difícil acceso para el público
en general. Esto cobra importancia cuando se estudia la manera como la prensa ha
desarrollado el tratamiento de estos delitos, como en este trabajo.
Sutherland concluye que el delito de cuello blanco se origina y se explica gracias a la
asociación diferencial, es decir, que la conducta delictiva se aprende en asociación con
aquellos que definen esa conducta favorablemente y en aislamiento de aquellos que la
definen desfavorablemente.” (Sutherland, 1999, p. 277)
Es importante también resaltar la metodología que fue usaba por Sutherland. Él obtuvo
datos empíricos de investigaciones y condenas a 70 corporaciones y miembros de la junta
directiva por unos delitos específicos y aparte hizo una revisión de las biografías de los
distintos condenados. La falta de datos empíricos fue un problema evidente como lo
confiesa el autor.
B. Corporate Crime de Marshall, Clinard y Yeager (1980)
Este libro se puede tomar como la secuela de El Delincuente de Cuello Blanco, es
más, Clinard y Yeager dedican su libro a Edwin Sutherland y lo reconocen como el pionero
en la investigación de este tema. Consideran que su obra es una continuación con mayor
profundidad y perspectivas nuevas que da el paso del tiempo. La revisión que se hace ya no
es de 70 empresas sino de 500.
Desde esta perspectiva se ve a la empresa como una parte fundamental del estilo de
vida norteamericano y como necesaria para mantener el desarrollo económico (Clinard &
Yeager, 1980, pp. 1-3). Teniendo eso en cuenta se revela que el costo del crimen de
empresas supera notablemente el crimen de calle. (Clinard & Yeager, 1980, pp. 7-12).
Una crítica que se hace es a la misma criminología pues su enfoque siempre ha sido
sobre los delitos que se cometen en las clases más bajas y se ha olvidado de los delitos de
los poderosos: “los criminólogos se están empezando a dar cuenta que han contribuido a la
imagen pública del criminal como una persona de clase baja que comete crímenes
convencionales” (Clinard & Yeager, 1980, pp. 15-16). Desde ya se dan pistas de lo que la
criminología cultural dirá con más fuerza y es que los elementos de la cultura popular como
22
la misma criminología crean imágenes y realidades por medio de sus discursos (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008).
Otra modificación respecto a la definición de Sutherland que supone esta
perspectiva es la definición misma del delito de corporaciones o delito de cuello blanco.
Estos autores argumentan que la definición de Sutherland había sido demasiado restrictiva
y que el elemento de clase sobraba. Para esto, los autores citan una definición de un autor
temporalmente intermedio entre ellos y Sutherland, Edelhertz (1970) que define el delito de
cuello blanco como un acto ilegal o serie de actos ilegales cometidos sin usar medios
físicos sino por medios de ocultamiento o destreza para obtener dinero o propiedad, para
evadir pago o pérdida de dinero, propiedad, o para obtener un negocio o ventajas
personales. (Clinard & Yeager, 1980, p. 18). Partiendo de esta nueva definición, los autores
afirman que el delito de cuello blanco tiene dos partes, el ocupacional y el corporativo. El
ocupacional se caracteriza por ser cometido por individuos en función de sus ocupaciones y
para dar esta definición se cita a Clinard y Quinney (1973). Mientras que el crimen
corporativo o empresarial no se puede caracterizar como la actividad de un solo individuo
(Clinard & Yeager, 1980, p. 18). Es así como el crimen corporativo es el género al que
pertenece el crimen de cuello blanco. Dentro de la definición de crimen corporativo
también se menciona que es cualquier acto que sanciona el Estado y no necesariamente
bajo la ley civil, administrativa o penal. (Clinard & Yeager, 1980, p. 16). Luego una posible
ruta de análisis es cuándo se debe aplicar cada derecho y qué sanciones y porqué se dan
esas diferencias.
Por último, parte de la metodología de estos autores involucra una revisión del Wall
Street Journal como fuente de información del sector financiero y sus participantes. Es
curioso que se use un medio de comunicación pues se vislumbra desde este momento un
intento por incluir la cultura popular en la metodología (Clinard & Yeager, 1980, p. 17).
C. White-Collar Crime: An opportunity perspective. Michael L. Benson y Sally
S. Simpson. (2009)
Tras el avance de los dos últimos autores inició la línea estadounidense sobre el
delito de cuello blanco pues el término se empezó a usar y se evidenció la falta de teorías
23
criminológicas que explicaran este comportamiento. El punto más reciente de esta línea de
investigación es el de la perspectiva de la oportunidad de Benson y Simpson (Benson &
Simpson, White-Collar Crime An oportunity perspective, 2009). A través del libro se
recogen dos discusiones que son las que giran en torno a la definición del delito de cuello
blanco y otra discusión en torno a cual es la aproximación criminológica que se puede usar
para explicar el delito de cuello blanco. Ambas discusiones citan los textos ya mencionados
y algunos autores más que vale la pena traer a colación para completar la discusión.
Se parte de la definición de Sutherland que resalta como elementos determinantes
del delito de cuello blanco el estatus socioeconómico y la respetabilidad del que lo comete.
Es decir que no cualquiera puede cometer los delitos de cuello blanco. Este tipo de
definiciones ha sido agrupada como una definición basada en el ofensor (Benson &
Simpson, 2009, p. 6). Existen varios problemas con esta definición; en primer lugar no
distingue entre sanciones penales, administrativas o civiles. Además si se toma la clase
como un factor determinante, no se puede tomar como una variable dentro del estudio
científico.
La otra posibilidad para definir el delito de cuello blanco es una que ya nos
habíamos encontrado en el libro de Corporate Crime y es la de Herbert Edelhertz que se
citó arriba (Benson & Simpson, 2009, p. 10). Esta definición está de acuerdo con otra
manera de enmarcar el delito de cuello blanco que es la definición enfocada en la ofensa.
Es decir en el tipo penal en el que se incurre. El problema con esta definición es que
invisibiliza las relaciones de poder específicas de los delincuentes que cometen los delitos y
estas relaciones eran justamente lo que Sutherland quería investigar en primer lugar.
Esta postura de la perspectiva de la oportunidad reconsidera ambas aproximaciones
y se da cuenta que no son definiciones contradictorias y se puede tomar lo mejor de cada
una. Se escapa del debate entre el enfoque del ofensor y de la ofensa por una visión
conjunta que tenga en cuenta ciertos delitos pero que se va a concentrar en algunos grupos
que son los que tienen más poder. (Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity
perspective, 2009, p. 16).
A través de este libro se plantea otro debate interesante y es cuál es la teoría
criminológica que se debe usar para explicar los delitos de cuello blanco. Para esto se
24
exponen distintas teorías a lo largo de la historia que han sido usadas y quienes han sido los
autores más importantes tanto de la teoría original como los autores que han aplicado esa
teorías a estos delitos específicos.
1. Asociación diferenciada. Como ya se mencionó en la teoría de Edwin
Sutherland, esta postura consiste en tener un refuerzo positivo por una conducta y
falta de reproche por la misma conducta. Eso hace que se cometan delitos.
(Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity perspective, 2009, p.
55). Esta teoría se prueba mediante testimonios de los delincuentes que cuentan
cómo fue su ingreso a los negocios en los cuales les enseñaron e impusieron unas
normas que se contradicen de las normas generales de conducta. Otro punto de
esta teoría es que aflora el delito de cuello blanco por la falta de organización de
la sociedad en contra del crimen. De ahí surgen dos posturas nuevas que son la
anomia y el conflicto de estándares. (Benson & Simpson, White-Collar Crime An
oportunity perspective, 2009, p. 57)
2. Anomia. Los principales exponentes de esta postura son Emile Durkheim y
Robert Merton. Esta teoría hace referencia a la sensación de falta de normas
(Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity perspective, 2009, p.
58). En este caso se hace referencia a la contradicción entre la competitividad
extrema del sistema capitalista y la regulación constante del patrimonio y el
mercado. La contradicción surge en las personas pues mientras se les motiva a
acumular riqueza para ser exitosos, al mismo tiempo se limita el acceso al
mercado a ciertos grupos y se les sanciona duramente por hacer lo que puedan
para ser exitosos. La persona que aplicó esta teoría al delito de cuello blanco fue
Nikkos Passas y Edward Gross. Este último afirma que las corporaciones son
criminógenas, es decir son espacios donde se propicia la criminalidad (Benson &
Simpson, White-Collar Crime An oportunity perspective, 2009, p. 59).
3. Teoría del control. El principal expositor de esta postura es Travis Hirschi 1969.
Los actos delictivos surgen cuando el vínculo de una persona con la sociedad se
rompe. James R. Lasley es quien aproximó dicha teoría al delito de cuello blanco
al mostrar que en estos delitos el vínculo no es con la sociedad en general sino
25
con la compañía. (Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity
perspective, 2009, p. 62)
4. Teoría de la elección racional. Los autores Paternoster y Simpson y Shover y
Hochstetler buscan entender este delito como una decisión racional entre costos y
beneficios (Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity perspective,
2009, p. 66). Esto implica que el delito surge cuando es más beneficioso cometer
un delito pues es difícil sufrir consecuencias o las consecuencias son menores
que el provecho del delito.
5. Teoría integrada. El principal expositor es John Braithwaite 1989. Toma una
postura ecléctica y se da cuenta que las teorías no son contrapuestas y que una
sola no podría explicar todos los delitos luego toma un poco de cada una para
mostrar distintos delitos. (Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity
perspective, 2009, p. 67)
6. Avaricia y miedo. Una última postura sugiere que el impulso no es solo por el
afán de ganar más sino también por el miedo a perder lo que ya se ha ganado.
(Benson & Simpson, White-Collar Crime An oportunity perspective, 2009, p. 71)
7. Oportunidad criminal. Después de recoger todo el debate, Benson y
Simpson proponen su teoría de la oportunidad criminal. Su teoría no pretende
superar todas las demás sino que es una muestra de que se debe enfocar no solo
en el criminal sino también en la oportunidad, es decir que los criminales de
cuello blanco surgen en contextos donde se dan las oportunidades para cometer
estos delitos y no sufrir ninguna consecuencia. Estos son los casos de empresas
que no tienen regulación o contextos donde cometer estos delitos no tiene
reproche por la comunidad. Esta teoría se relaciona con la de la elección racional
o la de la asociación diferencial (Benson & Simpson, White-Collar Crime An
oportunity perspective, 2009, p. 76).
Hasta acá se puede ver una muestra del debate que se ha dado en Estados Unidos.
Este ha sido el más rico y el que ha marcado el marco teórico y estado del arte (la
oportunidad). Sin embargo es importante reconocer las limitaciones de este debate y tomar
distancia para lograr un mejor análisis para el caso colombiano. Un posible contraste viene
26
dado por la posición europea en la que se estudia este delito más allá del supuesto de que el
delito de cuello blanco es intrínseco un sistema capitalista donde se motive la participación
en el mercado y la acumulación de riqueza. Esta crítica se presenta a continuación.
D. Delincuencia y economía. Agustín Fernández Pérez y Carlos Martínez Pérez.
(1983)
Este es el libro paradigmático de doctrina europea que se encuentra sobre el tema.
Para hacer una línea de la doctrina en Europa se pueden revisar otros autores que cita este
libro y que no son los mismos de la línea estadounidense. El análisis hace referencia a
Mergen quien hizo un estudio de tratamientos terapéuticos que caracterizó la personalidad
del delincuente económico (la personalité du “criminel à col blanc”). Es por esto que el
debate avanza hasta Tiedemann (1976) quien expone que el delito se relaciona
directamenre con el sistema capitalista por la motivación a una competencia permanente
(Fernández Albor & Martínez Pérez, 1983, p. 13).
Es interesante que estos autores logran una comparación entre la delincuencia
económica del derecho penal liberal y los delitos sancionados en el este europeo bajo un
sistema comunista, y forman una identidad entre los delitos de cuello blanco y los delitos
de función que son los delitos que cometen las personas más poderosas dentro de un
sistema económico comunista. (Fernández Albor & Martínez Pérez, 1983, p. 14). Es decir
que para estos autores el delito de cuello blanco no se puede explicar solamente por el
sistema económico o las motivaciones que éste genere en el comportamiento de las
personas.
Las características del delito de cuello blanco desde esta postura es la
profesionalización, la organización y la apariencia de legalidad. Los autores hacen un perfil
del delincuente de cuello blanco español como uno que empieza en la posguerra civil ya
que con el aumento de la producción y el consumo muchas personas se aventuran a la
empresa con miras al dinero fácil y fracasan. En su desespero por huir del fracaso cometen
delitos y generalmente no son sancionados. Existen unos factores que permiten la
indulgencia del poder punitivo con estos delitos 1. Permisividad de la opinión pública; 2.
Falta de transparencia del gasto público; 3. Censura y carencia de libertades públicas; 4.
27
Trato legislativo benévolo; 5. Pasividad por parte de los tribunales de justicia (Fernández
Albor & Martínez Pérez, 1983, p. 21).
Aun desde esta postura se cita a Sutherland para discutir la causa del delito de cuello
blanco como de desorganización social pues desde esta postura también se atribuye el
delito a factores sociales como la pobreza, el reproche de la opinión pública, o la falta de
claridad en los incentivos y desincentivos que tiene el individuo para actuar como deberían
ser las normas, las sanciones y el éxito. Pero el problema se enfoca de manera sistémica en
el tratamiento benigno que le dan los medios de comunicación al delito de cuello blanco.
(Fernández Albor & Martínez Pérez, 1983, p. 20). Nuevamente nos encontramos con
intuiciones que apuntan a que los medios de comunicación juegan un papel importante en la
comisión de estos delitos, en este caso porque la falta de reproche de la opinión pública
permite los delitos de cuello blanco. Estas intuiciones hacen pertinente un estudio de la
criminología cultural pues ha sido trasversal a las teorías de delincuencia desde todos los
espectros doctrinarios la referencia al tratamiento de los imaginarios culturales.
E. Derecho Penal Empresarial. Jorge Arturo Abello Gual. (2015)
Finalmente, tras presentar el debate en otros países, vale la pena hacer una revisión
de la literatura colombiana en donde se quiere aterrizar el debate. El estado del arte en
Colombia sobre crimen corporativo se expone en el libro Derecho Penal Empresarial de
Jorge Arturo Abello Gual. Trata, necesariamente de lo que en Colombia sería el crimen
corporativo. Sin embargo, como muchos textos en Colombia se limita al análisis desde la
dogmática penal e ignora por completo estudiar el fenómeno desde un punto de vista más
sociológico. A pesar de sus dificultades, el texto sí incluye aspectos de la política criminal
que hay detrás del delito empresarial que vale la pena tener en cuenta.
El ámbito de estudio del derecho penal empresarial en Colombia es cualquier delito
que utilice una estructura societaria para su comisión. El autor entiende que su libro es
necesario pues esta es una nueva forma de delincuencia que no se ha combatido bien
porque las autoridades no están habituadas a hacerlo (Abello Gual, 2015, p. 13). Además,
se da cuenta que cada vez más la vida cotidiana implica relaciones con personas jurídicas y
eso ha hecho que este tipo de delitos aumente notablemente.
28
Más adelante, el libro aporta unas clasificaciones desde la dogmática penal que
enriquecen el debate del delito de cuello blanco. Es interesante la clasificación que se hace
sobre los delitos hacia adentro de la empresa y los delitos hacia fuera (Abello Gual, 2015,
p. 14) pues en el crimen corporativo estadounidense no se ha hecho tal clasificación.
También podría ser relevante distinguir entre delitos dolosos y culposos. Otro aporte
relevante es la dificultad estructural de identificar a los responsables pues al no existir en
Colombia la responsabilidad penal de las personas jurídicas, es difícil sancionar penalmente
a los responsables. Para esto, el libro aporta los ejemplos más conocidos de Colombia como
los casos de InterBolsa, DMG o Drummond. (Abello Gual, 2015, p. 16).
Desde la criminología este texto puede parecer casi ingenuo al pensar que el delito
empresarial es un problema novedoso teniendo en cuenta que en Estados Unidos llevan 65
años estudiando el delito de cuello blanco en relación con empresas. Además también es
ingenuo pensar que la falta de respuesta estatal se debe a falta de conocimiento y hábito e
ignorar que existen juegos de poder entre el gobierno y las empresas teniendo en cuenta que
se trata de las personas más poderosas de la sociedad. Pensar que es un problema de
conocimiento es ignorar toda la estructura y la problemática del delito de cuello blanco que
tanto se ha discutido en Estados Unidos. Cabe aclarar que se trata de un libro de dogmática
penal pero en todo caso evidencia un desconocimiento de los problemas más graves que
implica el delito empresarial.
Tras hacer este recorrido teórico por Colombia y otros países es importante destacar
ciertas cosas para el análisis presente. Existen intuiciones tanto en Estados Unidos como en
Europa de que los medios de comunicación, y las representaciones culturales juegan un
papel importante en estos delitos. Además, se ha mencionado que las explicaciones que
recaen únicamente en motivaciones propias de un sistema productivo capitalista se quedan
cortas para explicar el problema del delito de cuello blanco en su totalidad. Estas son las
intuiciones que se deben materializar en la postura de criminología cultural que se expone
en el siguiente capítulo. Es importante, también, tener esta discusión en Colombia donde el
debate parece haber quedado relegado a la dogmática penal mientras que los juegos de
poder que se esconden tras la institucionalidad son invisibles. Visibilizar este debate es
importante para ejercer una mejor resistencia que altere el statu quo y modifique la
29
selectividad del derecho penal para atacar a ciertos grupos marginales. La posibilidad de
ese cambio y resistencia a esas relaciones de dominación se da en el próximo capítulo.
30
III.Elsaltohacialacriminologíacultural
Tras haber revisado las distintas teorías que se han planteado desde Edwin
Sutherland hasta Benson y Simpson vale la pena revisar estas posturas a la luz de la
criminología cultural. Para esto es necesario citar el libro Cultural Criminology (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008). A través de este capítulo se expone la criminología cultural
desde los pilares en los que se fundamenta. Posteriormente, se habla de las implicaciones de
esta posición en la criminología. Más adelante se habla de la importancia del análisis
cultural para la criminología. Después, se menciona la relación entre este tipo de
criminología y el capitalismo y el delito de cuello blanco. Acto seguido se mencionan las
ventajas de este tipo de análisis frente a una criminología académica positivista. Por último
se citan las herramientas de análisis que nos trae la criminología cultural para enriquecer
este estudio.
¿Cuáles son los pilares fundamentales en la criminología cultural?
La criminología cultural es la clase de análisis que surge dentro del contexto de la
modernidad tardía (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 54). Esto es porque es una
criminología diseñada para resonar con sus sentimientos, criticar las injusticias y poder
ofrecer un análisis más completo de la modernidad tardía al buscar en expresiones
culturales la el mensaje y la trasgresión, encontrar la voz del oprimido (Ferrell, Hayward, &
Young, 2008, p. 54). Para esta criminología, modernidad tardía involucra todos los
postulados que se explicaron antes que propuso David Garland pero además quieren
enfocarse en el clima de cambio entre lo moderno y los posmoderno (Ferrell, Hayward, &
Young, 2008, p. 64). Los autores de la criminología cultural reconocen que la modernidad
tardía viene de la mano de incertidumbre y ruptura debido a los cambios en el estado y en la
forma de concebir el poder punitivo, ante esa incertidumbre es que se hace pertinente
analizar la creatividad de las personas para expresarse. Sin embargo es irónico que
justamente en ese contexto de duda es que la criminología ortodoxa haya emergido pues es
ahistórica dado que sus métodos servirían más en contextos donde la institucionalidad fuera
confiable y tuviera más poder, pero en este caso al haber tanta incertidumbre lo mejor es
recurrir a analizar otros aspectos (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 65).
31
La criminología cultural que se crea en el contexto de la modernidad tardía tiene dos
conceptos fundantes. El primero es que las dinámicas culturales tienen el significado del
crimen. Derivado de esto se da el segundo concepto y es que las fuerzas culturales se
entrecruzan con las prácticas criminales en las sociedades contemporáneas (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008, p. 2). El objetivo de la criminología cultural es enfatizar la
centralidad del significado, la representación y el poder en la construcción del crimen. Lo
que se busca con esta criminología es superar las nociones del crimen y la justicia criminal
e incorporar muestras simbólicas de trasgresión, control, sentimientos y emociones en los
eventos criminales y en las campañas que intentan definir y delimitar el fenómeno criminal.
Esto permite una criminología cultural que se conecte mejor con las condiciones
prevalecientes y que confronte al crimen contemporáneo y su control. La criminología
cultural busca entender el crimen como una expresión de la actividad humana y criticar la
supuesta sabiduría que rodea a las políticas en torno al crimen y a la justicia (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008, p. 2).
Bajo este contexto cultura debe entenderse de manera específica. Para los autores de
esta obra, cultura se entiende como cualquier elemento que brinde significado colectivo e
identidad colectiva y por los cuales el gobierno clama su autoridad, los consumidores
toman sus decisiones y el criminal surge como fenómeno social (Ferrell, Hayward, &
Young, 2008). La cultura tiene ese doble sentido de buscar el significado de ciertas
prácticas al mismo tiempo que le da significado a la búsqueda en sí misma. La cultura
revela la capacidad del actuar colectivo por un tiempo considerable y que le dan
importancia e implicaciones simbólicas a muchos objetos como el carro de mercado, el
bolillo del oficial de policía y la pañoleta de un pandillero (Ferrell, Hayward, & Young,
2008, p. 2). La cultura depende del ambiente simbólico ocupado por individuos y grupos,
no es solamente un producto de la clase social, raza u ocupación. La cultura no es un
residuo de la estructura social, sin embargo no puede existir sin estas estructuras. Las
fuerzas culturales son esos hilos de significado colectivo que están en los problemas del día
a día y los animan y motivan a los actores a comportarse de cierta forma .
Otro de los pilares de la criminología cultural surge de la relación entre la
experiencia individual y la negociación cultural. El crimen y la desviación constituyen
32
mucho más que el simple acto de un grupo cultural estático (Ferrell, Hayward, & Young,
2008, p. 3). El crimen no se puede entender de manera reduccionista como un acto de
significado de los valores de la clase baja trabajadora sino que se debe tomar como
dinámicas culturales en movimiento que ofrecen una mezcla de significados simbólicos que
se mezclan y hacen ver borrosas las fronteras entre los real y lo imaginario, el conflicto y la
paz (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 3). Esto invita a superar los esencialismos y más
bien entender las dinámicas culturales en su totalidad pues es lo que mejor se acomoda a un
contexto en constante cambio como la modernidad tardía.
La cultura basada se divide en dos partes: por un lado, la cultura es la actividad del
espíritu libre, el lugar de la creatividad, la invención, la autocrítica, entre otros aspectos.
Esta primera visión se basa en superar los límites establecidos y la trasgresión es un acto de
creatividad. Por otro lado, la segunda clase de cultura es cohesión colectiva; es la visión
durkheimeniana del orden social y estructura social. Para esta perspectiva la trasgresión es
ausencia de cultura, es el fracaso anómico de la socialización en significados colectivos.
Estas dos definiciones están en tensión y la criminología cultural debe enfrentar (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008, p. 3).
Finalmente llegamos al último de los conceptos fundacionales de la criminología
cultural. Al explorar las dinámicas culturales se exploran las dinámicas de poder (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008, p. 7). Porque al hacer una crítica de la cultura, se hace una
crítica del poder también pues las relaciones de poder en los casos contemporáneos como
las relaciones de clase que se ven reflejadas en los conflictos contemporáneos colombianos.
Esto se da porque la cultura opera cada vez menos como una entidad ambiental y más bien
se trata de una dinámica llena de incertidumbre en la cual los grupos grandes y pequeños
construyen, cuestionan y compiten por la experiencia colectiva de todos los días (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008, p. 7). Es por esto que la criminología no se debe quedar en la
crítica académica sino que tima una postura política en busca de resistencia y emancipación
de ciertas relaciones de poder que oprimen a ciertos grupos marginales por fuera de cultura
hegemónica.
¿Cuáles son las implicaciones para la criminología?
33
Tras exponer estos puntos fundacionales, vale la pena ver sus implicaciones en la
criminología. Lo primero que vale la pena decir para esto es que el conflicto no está tanto
en los actos criminales en sí mismos, sino en la decisión de la sociedad de su significado
(Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 8). Es decir que hay unos actos que se juzgan de
acuerdo con su significado cultural y su contexto. Un ejemplo pertinente a este texto para
ilustrar este punto es que apropiarse de los recursos de los otros puede verse como algo
criminal o algo deseable dependiendo de la clase y del sistema económico del que se parte;
si un ladrón asalta a una persona y le quita su billetera, la apropiación es claramente
criminal, en cambio si una persona trabaja en una comisionista de bolsa, asume riesgos
desproporcionados con dinero de otras personas para beneficio personal, puede ser un poco
más gris y el juicio no es evidente.
Es importante acá tener una precaución metodológica para lo que se quiere
demostrar acá. Los casos que se muestran como representaciones de la cultura, las novelas,
las noticias, las crónicas, no son solo representaciones o ejemplos. Son reproducciones de
poder y de desigualdad que se cifran en la cotidianidad, son manifestaciones del poder y la
dominación ofrecidas a diferentes audiencias como triunfos simbólicos (Ferrell, Hayward,
& Young, 2008, p. 11). Esto implica que más allá de minimizar el posible daño físico y
material que se afecta en estas relaciones de poder, que el daño material va acompañado
también de un ataque simbólico que afecta a la cultura (Ferrell, Hayward, & Young, 2008,
p. 11). Por eso es importante notar que los casos acá citados son una selección pero no se
relacionan solo como un ejemplo que prueba la teoría sino que más bien se deben tomar
como una rejilla teórica que permite analizar esas relaciones de poder y mostrar ciertos
contenidos ocultos para la criminología ortodoxa.
Ahora también vale preguntarse por la importancia de la cultura para el orden
establecido pues como se dijo anteriormente la criminología cultural tiene una postura
política clara que busca ejercer resistencia frente al statu quo. El espectáculo mediático
sirve para reforzar relaciones de poder desiguales pero también sirve para enmascarar esas
dinámicas de poder político o las desigualdades de raza, género o clase social (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008, p. 13). Lo valioso de hacer un trabajo que analice los elementos
de la cultura popular es que es una manera de desestabilizar ese sistema que refuerza el
34
statu quo y poder revertir la fuerza simbólica o por lo menos desenmascararla para hacer
alguna especie de resistencia que apunte hacia una justicia social. Esto es porque la cultura
popular revela la posición del oprimido y le da importancia a saberes sometidos que han
sido ocultados por una visión dominante. Si se revisan estos elementos se pueden rescatar
luchas políticas diferentes que revelan problemas que la criminología ortodoxa ha dejado de
lado.
De la mano de esa idea de resistencia, también hay que decir que la criminología
cultural le da todo el peso a la agencia humana para moldear el contenido simbólico del
mundo. Esto implica que la agencia humana también puede revertir esos significados de
una manera que apunte más hacia la justicia social (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p.
20) porque la cultura la creamos todos y su significado también lo que implica que un
cambio cultural articulado puede tener efectos en las relaciones de poder y eventualmente
en la institucionalidad que mantiene un estado de cosas determinado.
¿Cuál es la relación entre capitalismo y cultura?
El mantenimiento del statu quo se relaciona directamente con el actual sistema
económico. El capitalismo global sin límites es una de las dinámicas profundas de las
cuales surgen muchos ejemplos de criminalidad contemporánea (Ferrell, Hayward, &
Young, 2008, p. 14). El capitalismo es una estructura donde se establece el patriarcado, el
racismo, el militarismo y la inhumanidad institucionalizada en la que estamos atrapados. El
capitalismo tampoco se puede reificar como una serie de instituciones atemporales sino que
se debe situar en su contexto y se debe entender que no siempre ha estado ahí y tampoco
estará por siempre (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 14).
El caso que le interesa a la criminología cultural no es cualquier capitalismo sino el
capitalismo cultural. El capitalismo cultural es típico de la modernidad tardía donde se
manipula el significado y se seduce con una imagen. Es un sistema de dominación cuya
viabilidad económica y política recae en los éxitos culturales como vender estilos de vida o
que usan publicidad para crear una necesidad en el consumo (Ferrell, Hayward, & Young,
2008, p. 14).
De la mano de la idea de capitalismo también viene la construcción de las clases
sociales. De acuerdo con esta lógica de significados, las clases sociales significan mucho
35
más que una posición productiva y esto se acentúa en la modernidad tardía es decir que es
un periodo donde las desigualdades aumentan las oportunidades de unas personas de ser
exitosas son muy diferentes a las otras, donde el éxito es solo económico y donde la
identidad de las personas está marcado por la cantidad de bienes que acumulen. La clase se
toma como una posición afectiva, una estética determinada, un consumismo específico, un
trabajo y un ingreso determinado (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 15). Si el crimen
está conectado con la cultura, como lo suponen los autores, el tejido en el cual se conecta es
en los filamentos culturales de consumismo y de percepción compartida (Ferrell, Hayward,
& Young, 2008, p. 15).
Este pensamiento se profundiza de la mano del pensamiento de Guy Debord. El
Estado se involucra cada vez más en la vida cotidiana de las personas y para eso debe
controlar las imágenes más comunes como por ejemplo las que se ven en la televisión
(Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 75). Todo esto con el fin de mantener el orden
capitalista y la ideología que lo sostiene. Este concepto de ideología es también central y se
profundiza más adelante.
Criminología cultural y delito cuello blanco
Este aparato teórico de la criminología cultural sirve para explicar el crimen en
función de la cultura. Ahora los ejemplos que se usan en Cultural Criminology como el
grafiti, las pandillas, el vandalismo juvenil, y otros, apuntan siempre a una delincuencia de
clase baja, al delincuente de calle. La pregunta es si esta misma criminología cultural se
puede usar como herramienta de análisis de los delincuentes poderosos. Los mismos
autores contestan esa pregunta de manera afirmativa: la criminología cultural no se debe
enfocar en los llamados pequeños delincuentes o en conductas criminales poco importantes
sino que se debe enfocar en los crímenes de gran importancia política (Ferrell, Hayward, &
Young, 2008, p. 22). También dicen los autores que la influencia política puede hacer que
los crímenes de las corporaciones no tengan consecuencias o se hagan invisibles. La clave
no es juzgar los actos criminales por lo que son sino por lo que pueden llegar a ser e
interrogarlos de acuerdo a eso (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 22), es decir juzgar los
actos y a los criminales en función de su contexto y de sus efectos. Esto da a entender que
el delincuente de cuello blanco es una persona relevante culturalmente pues sus actos,
36
cuando se pueden evidenciar, suponen una gran cantidad de discursos, se toman como
casos excepcionales que merecen tratamientos excepcionales. A grandes rasgos, se toman
de manera diferente a otros delincuentes y esto muestra la concepción y la peligrosidad con
que la sociedad los juzga. Si uno se limitara a un análisis ortodoxo no podría ver esos
significados sino pensaría que se trata de un criminal como cualquier otro pues así los
describen las normas. Es importante, pues, el análisis cultural porque deja ver esos matices
que las normas por si solas no permiten.
Por lo que es importante notar que este trabajo al mismo tiempo que analiza los
delitos de los poderosos desde una óptica determinada, también tiene un efecto cultural.
Mientras que gran parte de la criminología en el mundo pero aún más en Colombia se ha
enfocado en los pequeños delincuentes o en conductas de poca importancia, este trabajo
que habla del delito de los poderosos entra en la cultura para visibilizar otra clase de
delincuentes. La influencia política, como lo dicen Ferrel, Hayward y Young, puede hacer
invisibles los crímenes de las corporaciones, en este trabajo se busca atender a esa
preocupación al mismo tiempo que se analizan los crímenes para que sirvan como una
muestra cultural que visibiliza a los delitos de los poderosos.
Ventajas de la Criminología cultural
Teniendo en cuenta el contexto de la modernidad tardía tanto en Colombia como en
el mundo, la criminología cultural es una perspectiva que muestra sus ventajas. Ya se habló
del contexto colombiano, sobre sus desigualdades económicas. También se mencionó lo
difícil que es mantener una vida digna para muchas personas. Todo esto hace referencia a lo
que los autores de la criminología cultural encuentran como características de la
modernidad tardía (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, pp. 59-64). Y la consecuencia de
todos estos fenómenos es estar en una sociedad dislocada donde la incertidumbre constante
hace que las personas busquen la creatividad como una manera de responder ante las
dificultades del contexto.
En los últimos años en Colombia, también se ha hablado de la explosión de la
creatividad y de los éxitos logrados a nivel cultural. Sin embargo, el análisis criminológico
se mantiene desde una perspectiva positivista que no se da cuenta de ese enfoque y de esa
explosión en las sociedades de la modernidad tardía. La criminología ortodoxa no da cuenta
37
del significado de los actos criminales en la cultura y los reducen en muchas ocasiones a
decisiones racionales (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, pp. 53-54). Se necesita una
criminología cultural que le haga justicia al periodo de incertidumbre que se vive en la
modernidad tardía por los cambios y el abandono de los ideales de la modernidad y más
bien se enfoque en las expresiones culturales y colectivas que le dan significado y que
motivan los actos criminales (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 65).
Para esto también vale la pena poner a discutir a la criminología cultural con otras
posiciones que sirven como interlocutores. Por un lado está la posición de la teoría de la
elección racional. Esta teoría tiene mucho de similar con la que ya se ha estudiado de la
teoría de la oportunidad (Benson, Madesen, & Eck, White-Collar Crime from an
Opportunity Perspective, 2009). Si hay oportunidades y bajo control social entonces los
individuos piensan a corto plazo, hace un cálculo entre costos y beneficios y deciden
cometer el delito. Lo que poco se menciona en el argumento de Benson, Madesen y Eck es
que de su teoría se deriva en una cultura del control y en un constante cálculo de gerencia
del delito. La otra limitación de esta perspectiva es que solo explica al criminal de cabeza
fría, no da razón de un criminal que actúe afectado por otros factores emocionales (Ferrell,
Hayward, & Young, 2008, p. 67).
Es así como la criminología cultural busca un horizonte más amplio y no solo el
criminal de cabeza fría. Algunos ejemplos que se muestran en profundidad más abajo
muestran que incluso los crímenes corporativos de cuello blanco implican una serie de
emociones (Valencia, 2014). Es la trasgresión en sí misma la que genera emociones
particulares. Un ejemplo que emplean en la criminología cultural y que es muy pertinente
para este análisis es el de la pobreza. Más allá de la dimensión económica, es interesante
ver cómo se experimenta la pobreza como un acto de exclusión; la pobreza es la
humillación máxima pues la sociedad define la riqueza y el consumo como éxito. La
pobreza es una experiencia intensa, no solo por la privación material sino la injusticia y la
inseguridad personal (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 71). Esta situación es tan
intensa que lo que debe entenderse en los delitos de cuello blanco es que la pobreza y la
riqueza es relativa, el miedo no es a “ser pobre” sino a “ser más pobre que los otros” juega
un papel importante y es una emoción frecuente en los delincuentes de cuello blanco.
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Nuevamente se ve cómo hay ventajas de superar el análisis racional pues hay emociones
muy intensas que vale la pena tener en cuenta y que un análisis ortodoxo no permitiría ver.
Además, porque la criminología cultural tiene herramientas para estudiar esas experiencias
emocionales y culturales.
De la mano de esa sensación de exclusión, existen otros comportamientos
derivados. La trasgresión genera diferentes emociones y más al tomar riesgos. Las personas
se impulsan hasta el límite para buscar adrenalina, pierden el control para sentirse en
control (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 72). Esto aplica tanto para los criminales de
calle que hacen grafitis al borde de la captura y para los criminales de cuello blanco, como
se muestra abajo, que toman riesgos cada vez más altos para lograr esa emoción y
adrenalina (Arabia Wartenberg, 2014). Es más, podría decirse que en el caso de los
delincuentes corporativos el riesgo es aún mayor pues al ser más hábiles, más
profesionales, deben llevar todo más al límite para sentir esa emoción.
Herramientas de análisis de la criminología cultural
Ya se ha mencionado el concepto de cultura, las ventajas metodológicas que supone
este análisis frente a la criminología académica y por qué es relevante para el delito de
cuello blanco. Vale la pena ahora mencionar dos herramientas metodológicas que nos
presenta la criminología cultural para acceder a esos contenidos de la cultura que nos
muestran el significado del fenómeno criminal.
1. Análisis de cantidades
La primera herramienta que se nos presenta es un análisis de cantidades. La cantidad
de crimen, violencia y control que se presenta en los medios de comunicación nos revela
los imaginarios de una sociedad determinada (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 126).
Es así como la cantidad de los escritos producidos, la cantidad de crímenes de una clase
determinada o de un perfil determinado generan un imaginario común. Por ejemplo, que la
mayoría de los criminólogos y que la mayoría de las noticias se relacionen con criminales
de calle pueden llevar a pensar que no existen otro tipo de criminales y que la atención esté
siempre en los de clase baja.
2. Observación de la producción de medios
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Una segunda perspectiva es la observación de la producción de los medios. Esta
postura busca determinar los factores ideológicos que influencian la selección, producción
y circulación de ciertas historias criminales (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 127). El
objetivo de esto es encontrar cómo la ideología y el poder se articulan en las decisiones de
los actores de los contenidos culturales. Para esto existen dos posturas: la primera plantea
que la influencia de los poderosos en los medios de comunicación lleva a que los
periodistas de manera indirecta le den a ciertos crímenes el carácter de habitual pues son
más fácil de encontrar en reportes de policía mientras que casos más densos toman la
postura de excepcional como podrían ser los casos de los poderosos. La segunda postura es
la radical, es la del capitalismo de la información (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p.
128). Bajo esta postura lo que se da en los medios de comunicación es una manipulación de
noticias y de entretenimiento para manufacturar consenso en las masas y mantener el orden
social que le permite florecer al capitalismo. Las preguntas que se formulan en estos foros
desvían la atención de problemas estructurales y se enfocan en una visión unidireccional
del crimen (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 128). Esta postura radical está
influenciada desde Marx por el concepto de ideología que había quedado enunciado desde
la cita a Guy Debord y que vale la pena profundizar.
El concepto de la ideología ha tenido distintos desarrollos desde Marx. Para este
trabajo se va a usar el desarrollo que ha hecho Slavoj Zizek. Esta elección se da pues es la
definición de ideología que es más coherente con la criminología cultural. Incluso el mismo
Zizek ha hecho trabajos sobre la cultura popular donde aplica su concepto de ideología
como en sus dos documentales The Pervert’s Guide to Cinema (2006) y su secuela The
Pervert’s guide to ideology (2012). Luego es un desarrollo del concepto pertinente porque
permite usarlo fácilmente en el lente de la producción de medios que es la herramienta que
se usa en este trabajo al analizar medios audiovisuales como telenovelas.
Para Marx la ideología se define con la frase “ellos no lo saben, pero lo hacen”
(Marx, s.f.). Hay una ingenuidad básica en las personas en el capitalismo, un falso
reconocimiento de sus propios presupuestos, condiciones, distancia, hay una divergencia
entre la realidad social y la representación distorsionada de esa realidad (Zizek, 2003, p.
55). Zizek define ideología como: “una realidad social cuya existencia implica el no
40
conocimiento de sus participantes en lo que se refiere a su esencia, es decir, la efectividad
social cuya misma representación implica que los individuos “no sepan lo que están
haciendo” (Zizek, 2003, pp. 46-47). Es decir que hay una ruptura entre discursos y efectos,
las personas creen que actúan de acuerdo con ciertas intencionalidades mientras que en
realidad actúan con una “falsa conciencia” de la que no son del todo consientes. El ejemplo
original de esto viene desde Marx y se trata de que la religión o la economía suponen
ciertas reglas que sirven para sostener el sistema capitalista. Mientras que esas reglas se
toman como algo científico, universal, natural, en realidad son una creación del poder
capitalista para mantener el statu quo (Marx, s.f.).
Yendo un poco más lejos, no se puede escapar a la ideología. Mientras algunos
creen que vivimos en una sociedad posideológica, Zizek considera que no hay una manera
de quitarse los anteojos de la ideología, la realidad no puede reproducirse sin ideología pues
la distorsión ideológica está en la esencia misma de la llamada realidad social. (Zizek,
2003, p. 56). En otras palabras, no es solo un velo que limita nuestro conocimiento sino que
la ideología es la manera como estructuramos la realidad social (Zizek, 2003, p. 61). Esta
postura se relaciona con la criminología cultural pues no se busca escapar a las relaciones
culturales sino que se debe encontrar desde ellas mismas explicaciones, análisis y
principalmente resistencia.
Zizek nos proporciona una herramienta más derivada de la ideología que es útil para
el análisis de la cultura y es el sueño. Más allá del análisis psicoanalítico, la ideología es un
soporte de nuestra realidad, una fantasía o ilusión que estructura las relaciones sociales. Los
sueños, que parecen estar más allá de la ideología, en realidad siguen sometidos a ella
(Zizek, 2003, pp. 75-76). El sueño para Zizek desde una lectura Lacaniana es una manera
de prolongar el dormir, eludir la irritación del exterior, de la realidad (Zizek, 2003, p. 75).
El sueño es un tema relevante que motiva comportamientos sociales y criminales. Un
ejemplo de esto es que se explique el comportamiento criminal por medio de las
motivaciones y tensiones que generan el sueño americano (Merton, 1992). La ideología y el
sueño funcionan de manera parecida pues en ambos casos se desliga la conciencia del
sujeto y su voluntad por una falsa conciencia que lo dirige. El sueño y la ideología que
pueden causar ese rompimiento (como el que se describe en las teorías de la asociación
41
diferencial) se hace a partir de la cultura. Pues es la cultura el vehículo por el que se
comunica la ideología y que genera tensiones en el individuo. Es por eso que las
herramientas de la criminología cultural son necesarias para examinar esa cultura que afecta
a los individuos y los motiva a una ruptura de su conciencia al punto que se cometen
comportamientos criminales.
3. Loops y Spirals3
Una tercera herramienta que proporciona la criminología cultural que es pertinente
para el análisis que se presenta acá es el de los Loops y los Spirals.
En primer lugar, los Loops son una manera de conceptualizar la cultura
contemporánea como un proceso en el cual la vida diaria se recrea a sí misma por medio de
imágenes (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 130). Esto hace que el significado lineal se
pierda y se remplace por una copia del mismo y se confunda la realidad y con la
representación como sucede en show estadounidenses como Cops o CSI donde se
acostumbra al público a entender la actividad de los investigadores y policías de manera
espectacular. El problema surge cuando esa ficción se lleva a la realidad y sucede el efecto
CSI (Ferrell, Hayward, & Young, 2008) que sucede cuando los jurados esperan evidencias
como las que ven en televisión y la justicia penal tiene esas expectativas de la ficción y no
de la realidad.
El problema de que la realidad y la representación se confundan es que surgen
diferentes expectativas de lo que debe ser la realidad. Se espera que las personas se
identifican con su representación. Es así como es posible identificar personajes de la
televisión colombiana y sus perfiles con las personas acusadas de delitos similares, hay
expectativas parecidas. El proceso funciona en la manera contraria, también, pues al
criminal también se lo empieza a volver una celebridad con una atención mediática que
cubre cada detalle de su vida y lo eleva a interés nacional (Ferrell, Hayward, & Young,
2008, p. 132).
El otro fenómeno relacionado con el Loop es que el poder que debería estar situado
en la realidad, poco a poco, pasa a la ficción. En los casos de alto perfil o incluso los casos 3 Una posible traducción de los términos Loops y Spirals sería giros y espirales, respectivamente. Se debe entender que no son dos variables independientes sino que un espiral se construye a partir de muchos giros. Sin embargo, como la traducción no comprende la complejidad del término en inglés prefiero dejar el original.
42
de alto cubrimiento mediático se da la criminalización cultural y son los medios de
comunicación los que presionan las decisiones de los jueces. Esto es, que el juicio penal
que determina la criminalidad ya no se hace ante la autoridad de la ley sino que es un juicio
mediático y es en los medios de comunicación donde se construye las percepciones de
culpa y de identidad criminal pues nadie está exento de dejarse sugestionar de esos juicios
mediáticos (Ferrell, Hayward, & Young, 2008, p. 132).
La otra herramienta pertinente es el Spiral. Los Loops se mantienen auto-
contenidos, como pequeños episodios. Pero a veces los Loops surgen como grandes
procesos de significado colectivo, el Loop se da dentro de un proceso más amplio de
cultura y crimen. Cuando el Loop se da como un proceso amplio se lo llama un Spiral
(Ferrell, Hayward, & Young, 2008, pp. 132-133). El Spiral es la repetición sistemática
entre esos acontecimientos de los medios que afectan permanentemente la acción criminal y
la percepción del público como espectador y consumidor de esos significados.
Para concluir este capítulo, es importante resaltar la relación ente cultura
criminología y capitalismo. Todas están se nutren unas de otras por medio de la ideología.
La criminología cultural trae herramientas como el análisis de la ideología dentro de las
representaciones para estudiar los efectos de poder de la cultura popular. Una vez hecho
este marco teórico, se puede complementar con estas nuevas herramientas el desarrollo
conceptual hecho desde Edwin Sutherland y aplicarlo a casos en concreto como lo son el
caso de InterBolsa y las representaciones culturales semejantes de la modernidad tardía
colombiana.
43
IV. Análisis del caso de InterBolsa y telenovelas colombianas: en busca de imaginarios sobre el delito de cuello blanco
En este capítulo se quieren explorar los imaginarios que se han creado en Colombia
en torno al delito de cuello blanco. Estos imaginarios se construyen en torno a dos
elementos de la cultura popular: un análisis del caso de InterBolsa que se construye a partir
de artículos de prensa, una carta de los implicados y una crónica periodística que relata todo
lo ocurrido desde el principio. Estos elementos que no son de ficción proveen la imagen de
los medios de comunicación frente al delito de cuello blanco. La selección de este caso se
hizo justamente porque ha tenido un gran cubrimiento y permite analizar detalladamente
una idea que se tiene de esta clase de delitos. Por otro lado, se quiere obtener información
de los imaginarios que se han construido a partir de programas de ficción, en específico de
la telenovela Yo soy Betty, la fea. Esta telenovela ha sido seleccionada también por su
amplio cubrimiento, éxito y altos índices de rating al punto de ser catalogada como “nuestra
mejor telenovela de todos los tiempos” (Rincón, 2016). Esto muestra que ha sido
consumida por los colombianos y se ha convertido en un ícono de la cultura popular
colombiana. Pero no se reduce a Colombia pues ha sido traducida a casi 30 idiomas y ha
sido la muestra de la cultura colombiana en muchas partes del mundo. Es por esto que de
acá también se pueden extraer conclusiones en torno a los imaginarios colombianos en los
últimos tiempos en torno al delito de cuello blanco.
Una vez seleccionado el material de estudio, se emplean las técnicas de la
criminología cultural para extraer conclusiones que sean relevante criminológicamente. Es
decir que se hace uso de la ideología, de los Loops y los Spirals para dar cuenta de cuales
son las ideas que se repiten y qué implican dentro de la cultura colombiana de los últimos
años.
Tras describir el material y la metodología que se va a seguir, es importante
mencionar que se quiere probar que hay una imagen distorsionada de los delitos de cuello
blanco que no corresponde con la realidad colombiana. Esto se da, específicamente, por tres
puntos. El primero es que se considera al delincuente de cuello blanco de acuerdo al mismo
perfil estadounidense, es decir como una persona de prestigio social, perteneciente a la
44
clase alta y que comete delitos que usan métodos sutiles de encubrimiento. Adicionalmente,
se toma que los delincuentes de cuello blanco tienen un estilo de vida de en sueño lo que
genera idolatría por parte muchas personas. Finalmente, hay una separación notable entre
realidad y cultura en cuanto a que por un lado las estadísticas muestran que estos
delincuentes rara vez son condenados pero la cultura siempre los sanciona y trata de ocultar
el poder que tienen para evadir la justicia.
A. El perfil del delincuente de cuello blanco colombiano
Tanto en la literatura de ficción como en los medios de comunicación se ha
sostenido una imagen del delincuente de cuello blanco muy similar a la que habían descrito
en Estados Unidos la literatura especializada. Los elementos que contienen esa definición,
para recordarlos, son que se trate de una persona respetable, que cuente con status social
elevado, que haya una infracción de la ley penal y que sea en el ejercicio de su actividad
profesional (Sutherland, 1999). A esta definición se le ha tratado de complementar con el
debate en torno al enfoque en el delito, es decir que además de las características de la
persona, se trate de un delito especializado, que requiera pericia y un alto grado de
conocimiento (Clinard & Yeager, 1980). Las aproximaciones colombianas no entran en el
debate criminológico y han mostrado a los delincuentes de cuello blanco como una mezcla
de ambos puntos de vista.
Para revisar el primer ejemplo, es necesario tomar la descripción que hace la
periodista Gloria Valencia quien ha seguido de cerca el cubrimiento del caso InterBolsa.
Para ella, todas las personas en altos cargos en InterBolsa eran personas ambiciosas con
ansias de poder económico, social y político. Para Valencia estas personas que son
delincuentes de cuello blanco pueden ser descritas como yuppies, “nuevos ricos, les gustaba
la ropa fina, los carros importados último modelo, y estaban afiliados a los clubes sociales
como el Jockey, Los Lagartos y el Country. Eran de reuniones frecuentes y llevaban una
agitada vida nocturna” (Valencia, 2014, p. 27). No es casualidad que el término yuppie se
haya acuñado a principios de los noventa para describir personas del sistema financiero que
se caracterizaban por ser arriesgados y agresivos (Valencia, 2014, p. 26). En este caso se da
un Loop pues la identidad del delito de cuello blanco se generaliza y se vuelve un
45
estereotipo por medio de la cultura popular lo que empieza a crear un imaginario que se va
a aplicar desde la cultura a los delitos.
Esa es la representación que muestra el relato de Valencia de las personas que
trabajaban en el sector financiero desde la perspectiva de la periodista pero coincide casi
exactamente con la visión de la ficción. En yo soy Betty, la fea, surge otro Loop puesto que
los altos ejecutivos de EcoModa, que se convertirán en delincuentes de cuello blanco a lo
largo de la novela, tienen el mismo perfil. Armando Mendoza y su mejor amigo Mario
Calderón quienes ostentan los cargos de Presidente y Vicepresidente financiero,
respectivamente, de EcoModa encajan la descripción de unos yuppies. En diferentes
capítulos se los ve en clubs sociales. También son evidentes los carros último modelo ya
que en casi todos los primeros 20 capítulo hay una escena en la que llevan a alguien de la
oficina con el fin de demostrar el poder derivado de tener carros lujosos y convertibles. Los
carros se usaban para mostrarlos como yuppies de manera exagerada ya que no contaba
ninguna funcionalidad tener un carro convertible en el frío bogotano lo que mostraba más
que una necesidad del guión, casi una caricatura para mostrar lo hiperbólico del gusto por
los carros. El último punto de identidad que vale la pena resaltar es el de la moda. Debido a
que el trabajo que llevan es en una empresa de moda se les obliga a llevar siempre trajes
caros y de moda.
Pero la intención en la telenovela no acaba en identificarlos como yuppies. Estos
tres elementos que se destacan, los carros, los clubes sociales y la ropa son usados como
elementos de exclusión y para acentuar la desigualdad. Los carros se usan en los capítulos
para llevar a las personas que no tienen carros o para humillar a las personas que andan en
moto o transporte público, siempre con esa intención. La entrada a los clubes sociales
siempre es vista como un obstáculo para las personas de clase baja que, como en la época
victoriana, tenían que trabajar mientras la realeza disfrutaba de deportes como la
equitación. Finalmente, la moda siempre fue un factor de diferenciación entre Betty, la
secretaria que aspiraba a más, y la clase alta de la novela. La ropa era la diferenciación en el
cuerpo entre el buen gusto, el lujo y personas que no tienen tiempo ni recursos para
ostentaciones en su vida pues solo pueden trabajar.
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Esa desigualdad entre clases se hace evidente en la cantidad de poder adquisitivo, en
las cosas que tienen unos y otros y en la telenovela antes citada se lleva al extremo y se
lleva hasta en la ropa. No es gratuito que se hable de delincuentes de cuello blanco y se
exagere el contraste entre clases altas y bajas. Es una manera en la que el creador de la
telenovela, Fernando Gaitán, nos acentúa que se viven dos situaciones de vida diferentes
que están en tensión. Pero más que eso, nos muestra dos imaginarios diferentes en los que
por un lado la lucha es la supervivencia en un ambiente excluyente mientras que en el otro
los problemas se tratan de mantenerse en esa situación como sea posible sin importar el
costo.
Para mostrar lo que le cuesta a alguien de clase alta mantener el estatus social, es
interesante pasar del perfil del vicepresidente financiero de EcoModa al vicepresidente de
financiero de InterBolsa Jorge Arabia Wartenberg. Arabia era el vicepresidente financiero
de InterBolsa Holding que fue una de las empresas derivadas del grupo InterBolsa
(Valencia, 2014, p. 96). Una vez el escándalo de InterBolsa se desató, la firma fue liquidada
y las actuaciones individuales investigadas. Arabia escribió una carta en la que pide perdón
a las personas afectadas y describe lo que le sucedía. Primero cuenta sus estudios en el
exterior y como se destacó en todos los aspectos de su vida. También menciona la fama, el
dinero, el poder que lo hacían sentir que nada lo iba a detener. Tal como Armando
Mendoza, su carrera creció en empresas familiares y las salvó de toda clase de crisis.
Finalmente describe cómo siempre tenía que tener más y se sentía cegado por el ansia de
más poder y dinero (Arabia Wartenberg, 2014). No poder parar, no poder salir de la clase a
la que se pertenece es un miedo que se acentúa al tener desigualdades tan grandes pues la
experiencia de la pobreza es asimismo una experiencia de humillación, de fracaso y de
exclusión, luego tener un cambio tan radical en el estilo de vida implica una pérdida
enorme que no se asume de una manera distinta al miedo.
Para acabar este perfil del delincuente de cuello blanco que nos muestra la cultura
popular colombiana es importante revisar el personaje de Patricia Fernández en la
telenovela. Ella, así como Arabia, sintió angustia por perder ese estatus social que la
igualaba a las personas de clase baja de la empresa quienes de entrada tenían una
connotación negativa, eran ‘el cuartel de las feas’. La angustia de Patricia al caer en
47
desgracia y ver el vacío social cerca la impulsa a no perder su estatus sin importar qué
tuviera que hacer. Traiciona principios, vende información privilegiada y pasa por encima
de todos con el fin de ascender en la empresa, tener el puesto de Betty, y así mantener su
estilo de vida.
Lo que estos ejemplos muestran es que en Colombia los delincuentes de cuello
blanco tienen un perfil personal parecido al del delincuente de cuello blanco que describió
Sutherland. En este punto el imaginario colombiano en cuanto a como hay personas que
tienen altos niveles sociales, educativos y económicos e igual cometen conductas delictivas
es la misma intuición que en Estados Unidos. En Colombia son yuppies (respetabilidad y
estatus social) que en todos los casos citados antes cometen infracciones a la ley penal. El
último elemento que es que cometen infracciones relacionadas a su trabajo y este también
se cumple en todos los casos. Sin embargo, vale la pena examinar a profundidad esa idea
pues es importante revisar cómo las juntas directivas y los altos cargos de las empresas,
bien sea InterBolsa o EcoModa, incitan al crimen.
B. Las empresas criminógenas
En la literatura reseñada se menciona como uno de los elementos de cuello blanco
que el delito se relacione con el trabajo de la persona (Sutherland, 1999). Desde una
segunda perspectiva, el delito por darse en el contexto empresarial obtiene la categoría de
cuello blanco al punto que se confunde con el delito corporativo. Estas dos definiciones del
delito apuntan a que las empresas son el lugar predilecto para que se den esta clase de
delitos o que surjan profesionalmente este tipo de delincuentes. Esto se debe, desde la
perspectiva de Sutherland a la asociación diferencial pues en estos contextos las reglas
internas de la empresa y los incentivos internos motivan a las personas a que el
comportamiento apropiado es diferentes al comportamiento que la sociedad como conjunto
ha definido como el apropiado en las normas penales (Sutherland, 1999). Por otro lado,
desde la perspectiva de Benson y Simpson, las empresas son el lugar predilecto para este
comportamiento porque es el lugar donde se da la oportunidad, donde el control jerárquico
se pierde y la decisión racional es delinquir dado que el beneficio supera el costo y la
probabilidad de pagarlo (Benson & Simpson, 2009). Por estas razones, se puede decir que
la empresa es un espacio criminógeno pues es un lugar donde el comportamiento criminal
48
se fomenta o por lo menos se propicia. Vale la pena entonces revisar cómo ha sido la
representación en la cultura colombiana de ese lugar predilecto en el delito de cuello
blanco.
En primer lugar tenemos a InterBolsa. Esta empresa nació como una pequeña firma
en Medellín y llegó ser la comisionista más grande de Colombia y una de las empresas más
rentables del país (Valencia, 2014). La firma en su zenit ocupó oficinas en los lugares más
caros de Colombia, su nombre estaba en la cima de los edificios y estaban decoradas por
obras de arte (Valencia, 2014, p. 84)
El objetivo de la comisionista, desde su creación fue llegar a ser la más exitosa. Esa
fue la intención de Rodrigo Jaramillo quien siempre vivió a la sombra de sus compañeros
de colegio y de sus hermanos (Valencia, 2014). Para esto, en InterBolsa se manejó siempre
esa presión de llegar más lejos y como políticas empresariales se usaron prácticas delictivas
como las fórmulas 60-404 o la posición propia5. Los riesgos de estas movidas eran
igualmente altos (Valencia, 2014, p. 45). Estas formas de negociar fueron prohibidas por la
Superintendencia financiera por crear incentivos perversos y porque los corredores asumían
un riesgo desproporcionado. Además, técnicas como estas fueron las que llevaron a las
personas que trabajaban en InterBolsa a quedar cegados por las posibilidades, por el riesgo
y por las ganancias que podrían obtener. Es con políticas como esas que se pasa de lo
meramente individual a lo colectivo pues la posición de una persona y su capacidad de
asumir riesgos se vuelve una técnica que debe ser empleada por todos los funcionarios de la
empresa y que debe motivar el comportamiento de todos los trabajadores. En este ambiente
se vuelve política institucional la competencia exagerada que motivan a las personas a
cometer delitos como en este caso.
En este mismo sentido se expresa Jorge Arabia en su carta abierta. Él también
identifica que InterBolsa se había vuelto un espacio donde “todo el mundo quería estar. Un
sitio donde el fin justifica los medios y el fin era el lucro y la riqueza de pocos a costa de
muchos.” (Arabia Wartenberg, 2014). Es más, el individualismo que se fomentaba en ese 4 Las tácticas 60-40 son tácticas para incentivar a los corredores de bolsa a tomar riesgos pues en caso de ser exitosa la operación obtienen el 40% de las ganancias mientras que el cliente obtiene el 60% a pesar de ser quien corre con todo el riesgo de pérdida. 5 La posición propia es otra de las técnicas que se usaban en InterBolsa para incentivar a los corredores. En este caso el corredor incluía de sus propios recursos en la operación y corría con los riesgos de las ganancias y de las pérdidas.
49
espacio llegaba a tal punto que la empresa como tal se veía solo como un vehículo para la
riqueza, fama y poder de sus miembros. Arabia hablaba de su enriquecimiento personal y
en el nadie más (ni siquiera sus compañeros de InterBolsa) (Arabia Wartenberg, 2014) y en
el mismo sentido se hablaba de Tomás Jaramillo quien no sabía mucho de finanzas sino que
más bien se dedicaba a las relaciones sociales que se derivaban de hacer parte de InterBolsa
(Valencia, 2014). El discurso de los derechos individuales se puede ver, entonces, en las
personas individuales como lo refleja Arabia, pero se rastrea a políticas concretas que se
tomaron como empresa que los motivaba a llegar a riesgos exagerados que podían causar
un gran daño en las víctimas afectadas. Pero se puede ir más allá y pensar que esos
derechos individuales y esa apertura del mercado fue, incluso, un mensaje estatal que caló
desde el gobierno en los noventa y que se materializó en estas personas.
Adicionalmente, se puede ver que esas políticas o esos incentivos no son nuevos y
se han insertado en la cultura popular colombiana, no solo a través de los medios de
comunicación de noticias. Para volver al ejemplo de las telenovelas, en EcoModa también
se veían los incentivos exagerados como política empresarial. Armando accede a la
presidencia de EcoModa, su empresa familiar por medio de una propuesta ambiciosa que lo
puso en la cabeza de los candidatos a dirigir. Para poder mostrar resultados Armando obliga
a Betty a llevar una contabilidad falsa y presentarla a la junta directiva de la compañía.
Posteriormente la técnica es más delictiva pues se crea una empresa falsa con el único fin
de engañar a los acreedores. Los riesgos son tan altos, se juega tanto prestigio que en la
novela como en la representación de IntetrBolsa se hace todo lo que sea necesario para
mostrar que se está triunfando en la empresa y por lo tanto que su vida es honorable.
Vale la pena ver otra arista más del problema. Arabia afirma en su carta que creció
“dentro de una familia unida y con unos principios morales y éticos muy fuertes” (Arabia
Wartenberg, 2014) que no pudo valorar. Armando Mendoza en la telenovela se encuentra
con episodios similares pues su padre le cuenta que dirigió la empresa por mucho tiempo y
su sueño nunca se vio perturbado porque siempre llevó una ética profesional. Es así como
se muestra claramente el contraste entre el entorno familiar que aparenta ser muy correcto y
unas decisiones empresariales según las cuales Armando se aleja de ese entorno familiar y
se vuelve un delincuente. Lo que muestra acá es que la empresa es ese ambiente delictivo
50
donde los incentivos son otros y donde los valores familiares se olvidan. Esto es coherente
con la posición de Sutherland de la asociación diferencial pues los valores internos de las
compañías superan los valores sociales y familiares e incluso los controvierten.
Es así como se muestra que la empresa es el espacio paradigmático del delito de
cuello blanco. Esto es evidente porque es un espacio donde los incentivos de triunfo son
escalados de manera desproporcionada hasta que se olvidan de sus valores familiares. Sin
embargo esta crítica se puede ver mucho más profunda y es que no se trata de unos
individuos aislados pues también se rastreó el discurso del individualismo que no es de
unas personas determinadas en cada empresa sino que más bien se trata de un discurso
estatal de derechos individuales y apertura económica que abre las posibilidades a las clases
altas para superar todo límite y regulación del mercado pues es allí donde se encuentra la
prosperidad del país. El problema es que tanto en la novela como en las crónicas
periodísticas el análisis siempre se queda corto y muestra que el comportamiento desviado
siempre termina en responsabilidad individual. Pero por lado y lado se ignora el discurso
estatal que fomenta los valores individuales y nunca se busca hacer crítica a eso o tratar de
neutralizar ese discurso individualista que poco a poco se transforma en los incentivos de
una persona a ir más allá y cometer delitos que afectan a mucha gente. Es más, no solo no
se pone en discusión ese discurso sino que por el contrario se lo eleva, se incentiva más el
estilo de vida del yuppie al punto que es el sueño que las personas deben seguir en
Colombia como se ve a continuación.
C. La vida del delincuente de cuello blanco: un sueño por alcanzar
En las secciones anteriores se mostró cómo se ha representado el perfil del
delincuente de cuello blanco y cómo se ha mostrado el medio en el que se desenvuelven.
En las dos secciones venideras quiero juzgar un poco más esas representaciones pues a
pesar de que se parecen a la teoría criminológica clásica, en realidad han tenido efectos
perversos con implicaciones en la desigualdad del discurso penal en Colombia. La primera
manera como se ve esto es que se ha idolatrado el estilo de vida de la clase alta al punto que
el sueño por cumplir en la sociedad colombiana es convertirse en un yuppie.
Betty es la secretaria de Armando Mendoza. Ella es de clase media y sufre para
pagar el crédito de su carro familiar, mientras que Armando es el presidente de una firma
51
familiar multimillonaria que en un año fue la empresa colombiana que más había facturado.
Armando viste a la moda y asiste a clubes sociales mientras que Betty se viste con
herencias de la familia y ni siquiera conoce la etiqueta necesaria para la mesa de un
restaurante. Esas desigualdades tan grandes se ven constantemente en Colombia como se
describió en el contexto. Sin embargo, la telenovela no termina en solo mostrar la
desigualdad sino que en un capítulo específico se adentra en la psicología de Betty. Ella ha
sido íntegra en todos sus trabajos y no ha tenido una falta de ningún tipo. Sin embargo la
cantidad de poder que tiene en EcoModa la expone a que uno de los proveedores la soborne
para que lo prefieran al contratar. El soborno, aunque se puede tipificar como corrupción
privada, es lo suficientemente cuantiosa para poner a Betty a soñar. Betty se imagina por
casi medio capítulo como sería su vida con más dinero, podría ir al mismo club social al
que va Armando, podría trabajar por gusto y no por necesidad, podría vestir a la moda e ir a
los mejores restaurantes. Podría tener todo lo que tiene Armando y así dejar de ser una
persona inferior a la persona que ama sino más bien una persona igual. Finalmente Betty
acepta el soborno.
A manera de contraargumento, alguien podría decir que esto se trata de solo un
caso, un guionista que siempre ha soñado con pertenecer a la élite bogotana pero que no es
algo que se pueda aplicar a Colombia. Ese punto es válido pues pueden existir otros sueños,
el problema es que soñar con la riqueza y con el poder es un sueño que se ha
institucionalizado no solo en Colombia sino en Estados Unidos también (Merton, 1992). La
riqueza material, la acumulación y pertenecer a la élite ha sido un objetivo capitalista desde
sus inicios y se ha acentuado en la apertura económica gracias a la adopción de un modelo
económico neoliberal. Ese sueño es el que motiva a las personas a trabajar duro para
obtener el estilo de vida que se merecen por su trabajo. El problema es que la movilidad
social en Colombia es muy baja y el sueño se vuelve más bien una mentira. Esa mentira
puede llamarse de otra forma, es ideología.
Pero para no quedarme solo en el caso de la telenovela, es evidente que el estilo de
vida de los delincuentes de InterBolsa también se ha llevado al extremo de lo onírico. Por
un lado, todos los empresarios de InterBolsa aparecían constantemente en los eventos
cubiertos por la revista JetSet (Valencia, 2014, p. 66). Ya vimos como la ideología
52
estructura nuestra realidad social y nuestras relaciones sociales. Ni siquiera los sueños
logran escapar a la ideología pues aún en el sueño se busca una tranquilidad, un velo que
nos permita seguir soñando (Zizek, 2003). Este es el caso de Betty, ella está soñando y la
manera como incorpora su realidad al sueño es por medio de idealizar el estilo de vida de
su jefe y pensar que eventualmente va a acceder a ese estilo de vida. Enceguecida por ese
sueño es que llevó a cometer sus delitos. Ese sueño yuppie se creó en la cultura popular
colombiana que hizo este estilo de vida el de las celebridades y que también idolatró a todo
aquel que llevara esta vida. Cualquier vida diferente, como lo muestra Betty, era una vida
insuficiente y perdedora.
Pero no siempre se tiene que estar soñando, este estilo de vida también hace ciegos
a los que ya lo tienen pero se obligan a querer más. Esta es la descripción de Jorge Arabia,
quien el poder y el dinero lo motivaron a seguir, aumentar lo riesgos más allá de la
legalidad. Su vida era a todas luces una persona exitosa académica y deportivamente
mientras estudiaba; tuvo una carrera brillante en los negocios; estudió en el exterior y
parece que estaba destinado solo a cosas maravillosas (Arabia Wartenberg, 2014). Sin
embargo, Arabia reconoce que su felicidad no era más que una ilusión, era “artificial”, era
“banal” y no era “en realidad la felicidad” (Arabia Wartenberg, 2014). Se sentía
“enceguecido por la plata y el poder” (Arabia Wartenberg, 2014) todo esto nos lleva a
pensar que los delincuentes de cuello blanco también viven ese sueño y esa presión por
mantener una lógica que muchas veces hace daño.
Se podría decir que en realidad se trata de unas personas que se alejan del camino y
que el poder los corrompe, como a todos. Sin embargo, ya se mostró que ese discurso que
fomenta el libre mercado, la apertura económica y el sistema neoliberal no es exclusivo de
unas empresas sino que se trata de una política estatal que permea todo el sistema
productivo. Es más, esa ideología capitalista que se configura en la religión, en la
economía, en el derecho y, por qué no, en las telenovelas es una manera de motivar a los
individuos a ciertos comportamientos con el fin de mantener el sistema económico
capitalista (Marx, s.f.).
En este caso, se ha idealizado el estilo de vida de la clase alta, se presentan como
héroes en las telenovelas y son el ejemplo a seguir. Por ejemplo, es muy clara la diferencia
53
entre Armando nuestro yuppie paradigmático y el antagonista de la telenovela Yo soy Betty,
la fea, Daniel. Amando y Daniel compitieron por la presidencia de EcoModa y Armando se
la quedó por tener una propuesta más ambiciosa. A medida que la novela avanza es
evidente que la propuesta de Armando es inalcanzable y le toca recurrir a técnicas
delictivas con el fin de lograr su cometido. Daniel es un hombre de negocios honesto que
solo busca lo mejor para la empresa al punto que persigue a Armando para evitar que la
corrompa o quiebre. Es por esto que Daniel es el antagonista de la telenovela, siempre viste
de negro, se le caracteriza por un leit motiv musical grave y se ve como el enemigo. Por
otro lado, Armando es una persona atractiva físicamente que siempre viste a la moda; es la
hombre que todas las mujeres quisieran tener y que todos los hombres quisieran ser.
Nuevamente, se hace de un héroe del criminal de cuello blanco a quien se le ve como
arriesgado y valiente, no como una persona que va más allá, incluso de los límites del
mercado a cualquier costo.
De todo esto se sigue que los criminales de cuello blanco se nos han presentado de
una manera soñada. Ha habido una idealización de la clase alta, sus gustos, sus méritos, sus
prácticas. Esto lleva a que las personas que se enmarcan en esta clase y llevan esas
prácticas tienen justificaciones para su comportamiento desviado. Eso se ve también en
distintos comportamientos de InterBolsa y de telenovelas que muestran que los delitos de
cuello blanco son menos graves por el hecho de que se obtienen unos beneficios respecto a
la sociedad y las relaciones de vida en Colombia. De esta manera se construyen imaginarios
que ubican a los delincuentes de cuello blanco como delincuentes pero no al mismo nivel
que los delincuentes de calle pues su estilo de vida es deseable a diferencia de otros
delincuentes cuyo estilo de vida es justamente lo reprochable y lo peligroso. Esto se
conecta inmediatamente con el imaginario que se formula de justicia cuando se trata de un
delito y otro. Vale la pena revisar la idea de justicia detrás de estos delincuentes.
D. La ideología en la justicia penal para delitos de cuello blanco
En esta sección se quiere examinar la idea de justicia que está detrás de los delitos
de cuello blanco puesto que es diferente a los delitos de calle. Para esto me quiero enfocar
en un caso puntual o más bien en una idea que es recurrente en los casos de los delitos de
cuello blanco y es la idea de que “ninguna institución, por grande y poderosa que sea,
54
puede escapar a la acción de la justicia” (Valencia, 2014, p. 224). Esta idea de que la
justicia siempre le llega a las élites y a esta clase de delincuentes es un planteamiento que
se reitera en todos los materiales que se analizaron al punto que es una serie de Loops que
podría incluso clasificarse como un Spiral. Sin embargo, es una idea que no se ajusta a lo
que pasa en el sistema penal.
Se podría pensar que existe una contradicción puesto que por un lado se admira el
estilo de vida de los delincuentes de cuello blanco pero por el otro siempre se muestra que
son sancionados. La admiración por estos delincuentes está tan presente como una idea de
justicia, el problema es que la idea de justicia que se expone es siempre superficial. Hay un
reproche por el delito de cuello blanco pero no se lo considera un delincuente peligroso.
Además, existen constantes referencias a que esa es la manera como se llevan a cabo los
negocios luego el problema no es que se cometan delitos sino que el problema es haber sido
descubierto. Efectivamente existe esa ruptura en la cultura popular y son esos mensajes
contradictorios los que generan ideología puesto que se motiva a las personas a obtener ese
estilo de vida y al mismo tiempo se muestra que si se obtiene por los medios equivocados
hay un reproche. La meta se mantiene intacta y se reprochan los métodos. Sin embargo, ese
reproche es a penas simbólico porque en realidad no se aplica a estos delitos un reproche
institucional.
Por un lado esta propuesta es evidente en, nuevamente, la carta de Jorge Arabia
Wartenberg. En primer lugar porque es reiterado su análisis egoísta en el que excusa a su
familia y a la sociedad, como si se tratara de un problema aislado. Esa posición
individualista es justamente la que se legitima desde la posición neoliberal que ve al
criminal como producto de una decisión racional y que se ha polemizado antes. En el caso
de Arabia, su ética se dejó a un lado, se olvidó de sus amigos y familia (Arabia Wartenberg,
2014). Quedarse sin redes y sin la capacidad de ser empático con los que lo rodeaban
coincidió con la comisión de delitos que buscaban su interés particular. El problema de esta
perspectiva es que no ve el problema estructural de mantener ese discurso individualista. Se
sanciona a este delincuente en particular pero se mantienen los incentivos y discursos que
llevaron a que se cometiera este y muchos otros delitos de cuello blanco.
55
Además, su dolor más grande fue ver su nombre asociado al “descalabro financiero
más grande de la historia del país” (Arabia Wartenberg, 2014). Esto muestra una arista
interesante y es como la cultura juega en este momento una manera de legitimar el discurso
aún desde el reproche. Cabe preguntarse, ¿qué papel juega la cultura popular en los casos
que sí se sancionaron? Este es un contraejemplo que permite estudiar el rol de los medios
de comunicación para lograr acercar a la justicia penal al delito de cuello blanco. Se podría
decir que estamos en un escenario donde fueron los medios de comunicación al hacer
afirmaciones categóricas como “el mayor descalabro financiero de la historia” los que
obligaron a la Fiscalía a actuar. La respuesta a esto es que justamente el mote
sensacionalista con el que se etiqueta la noticia vuelve a darle atención, hace del delito un
carácter histórico y vuelve celebridades a sus criminales. Se vuelve a estar en el supuesto
del apartado anterior, mientras que el delincuente de calle es anónimo y se olvida
rápidamente, estos delitos son enaltecidos como los mayores de la historia. Pero a pesar de
ser los más grandes no reciben sanciones proporcionales a la atención en los medios, lo que
hace que el posible reproche que se sienta no sea una política estatal. Más bien, son
enaltecidos porque se les dedica más espacio, porque se conoce a sus autores y se da a
conocer detalles sobre su vida, se les dedican páginas e investigaciones mientras que los
delincuentes de calle muchas veces ni siquiera llegan al noticiero. Esto hace que
culturalmente sea más relevante el delito de cuello blanco que el de calle por los discursos
que genera que estabilizan el statu quo y la posición dominante de las clases altas.
En cuanto a las telenovelas, en este momento es importante usar otra de las
herramientas metodológicas de la criminología cultural y es el análisis cuantitativo de
contenidos. En las siete telenovelas analizadas se ve que las personas que cometen delitos
de cuello blanco obtienen una sanción por su comportamiento y en seis de ellas la sanción
es una cárcel donde sufren una privación de la libertad en las mismas condiciones de los
demás internos. Al comparar esta imagen de los delitos de cuello blanco con las cifras
oficiales, el desfase es evidente. Mientras que en la ficción todos los delincuentes de cuello
blanco son sancionados, las cifras oficiales muestran que solo el 2% de las denuncias
terminan en condenas. Y por si fuera poco, la cárcel que se muestra en las telenovelas no es
la cárcel colombiana hacinada y con pocos recursos sino más bien una cárcel similar a las
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estadounidenses con uniformes para los internos e instalaciones modernas. Además, en
ninguna telenovela se evidenciaron técnicas comunes a los delincuentes de cuello blanco
como obtener beneficios en el proceso penal por reparar víctimas u otros principios de
oportunidad. Lo último que no se evidencia en las telenovelas es que una vez en la cárcel
(los pocos que llegan), no pagan su pena en las mismas condiciones que los demás pues
gozan de beneficios en cuanto a la comida, el uso del tiempo y las cosas a las que tienen
acceso (Justicia El Tiempo, 2015). Todo esto demuestra una capa de ideología que se
mantiene en los discursos de ficción que mantiene en engaño a las personas sobre el
delincuente de cuello blanco y mantiene el imaginario de que la justicia les llega a todos
por igual y que ser criminal de élite es igual ante los ojos de la ley que ser criminal de calle,
argumento débil si se ven las cifras oficiales descritas en el contexto.
Adicionalmente, a pesar de que se mantiene este discurso en el que todos son
iguales ante la ley y que sin importar el estatus social, el poder o la cantidad de recursos
acumulados, la justicia les llega a todos, esa visión se aleja de lo que sucede en Colombia
día a día. Mientras por un lado se defiende ese discurso, por el otro es evidente que las
relaciones hacen que el derecho sancionatorio no afecte a todas las personas por igual.
Mientras que el subtítulo de la obra que denuncia todos los delitos de InterBolsa es “ la
historia de una élite que se creía demasiado grande para caer”, por otro se cuentan episodios
como el Juan Felipe Ruiz Duarte. Ruiz era el gerente de Riesgos de InterBolsa. Pero antes
de eso había trabajado como superintendente de la delegatura de intermediarios de valores
y había tenido que investigar a InterBolsa. Con su conocimiento y su cercana relación fue
fácil evadir el control y el derecho sancionatorio (Valencia, 2014, p. 98) . Esos conflictos
de intereses entre personas que pasaban del ente de control a la comisionista abundaron a lo
largo de la existencia de InterBolsa. Hasta el punto que uno de los altos funcionarios de la
firma, Tomás Jaramillo, atendía a cocteles y organizaba fiestas con el único interés de
evitar sanciones por medio de conexiones sociales (Valencia, 2014, p. 99 y 138).
Esto lo que muestra es que hay maneras más efectivas de evitar controles a pesar de
que se está cometiendo un delito. Es poco eficiente ser un hombre, excluido, de clase baja
mientras que ser un yuppie parece ser bastante eficiente. Esto muestra también que es
empíricamente inadecuado seguir pensando la justicia colombiana como neutral pues se
57
han mostrado ejemplos que hacen que se persiga más a unos que a otros. Así que si se
conversara con Valencia sobre el subtítulo de su libro, no solo se creía demasiado grande
para caer, realmente es imposible que cayera teniendo en cuenta que no se los persigue y si
se los persigue existen mecanismo para evitar la investigación; finalmente si se les llega a
condenar no es caer judicialmente dado que su situación no es equivalente a la de los
delincuentes de clase baja por la calidad de vida que llevan en la cárcel (Justicia El Tiempo,
2015) (Justicia El Tiempo, 2015).
Se podría decir, para salvar la neutralidad de la justicia, que se trata de casos
aislados que no representan el actuar de toda la Fiscalía o las superintendencias. Pero ahí
nuevamente se caería en un error. La justicia no es neutral pues su mismo fundamento
discursivo está en el neoliberalismo y en la cultura del control por lo que es imposible que
la situación sea diferente dado que hay sesgos y selectividades intrínsecas a esos sistemas
como se ha mencionado a lo largo de este trabajo. Una posibilidad sería pensar en formas
de justicia alternativas, reproches que no solo dependan de la institucionalidad y que más
bien se den como movimientos culturales. La precaución que habría que tener es no
enaltecer el estilo de vida o las conductas de los delincuentes de cuello blanco sino mostrar
los problemas asociados y la peligrosidad que pueden tener estos individuos.
Vale la pena matizar el punto mostrado en este apartado. Evidentemente existe
admiración por el estilo de vida que llevan los delincuentes de cuello blanco y su poder
económico y social ha creado imaginarios que los hacen ver como celebridades y no como
criminales peligrosos. Al mismo tiempo que esto sucede siempre se da un escenario donde
la justicia los castiga por los métodos que usaron para llegar a obtener su botín. El
problema que identifico es que se reprocha el método que se usa para llegar a la meta pero
no se reprocha la meta en sí; que una vez se consigue ese estatus social no se lo asocia con
el delincuente peligroso a pesar de que hay justicia; también que existe una justicia pero esa
justicia es meramente simbólica pues el sistema penal y penitenciario colombiano no logra
darle a estas personas sanciones similares a los de los delincuentes de calle y tampoco
proporcionales al daño que hace. Por último, el problema es justamente esa contradicción
pues en esa tensión entre fin y medio se ven envueltos muchos delincuentes de cuello
blanco y son contradicciones propias del discurso neoliberal que motiva a la modernidad
58
tardía (Garland, La cultura del control, 2005). Esa ruptura de discursos, esa contradicción
es la que se vuelve ideología pues la realidad se ve alterada por las relaciones económicas
que soportan discursos opuestos de admiración y reproche por los mismos individuos.
Para cerrar esta sección y capítulo, se ha demostrado que la ficción y las crónicas
periodísticas se pueden analizar lado a lado para encontrar imaginarios de la cultura popular
sobre el delito de cuello blanco. Esto si se usan las herramientas que brinda la criminología
cultural como el análisis de contenidos, los Loops y los Spirals. Además, se profundiza el
análisis con el concepto de ideología. Al hacer este análisis fue evidente que se ha creado
una imagen del delincuente de cuello blanco como un yuppie o incluso una celebridad; que
su espacio predilecto es la empresa pero que es un discurso que se ha formado incluso
desde la política estatal. Además que ese imaginario ha enaltecido a estos delincuentes al
punto de hacer de su estilo de vida un sueño común, digno de admiración e idolatría más
que de reproche. Esto finalmente se contrasta con cifras oficiales de la administración de
justicia y es evidente que hay un discurso de la cultura popular que es incoherente con el
discurso empírico y que más que representarlo trata de enmascararlo para mantener el statu
quo.
59
V.Conclusiones
Tras hacer el recorrido por el contexto colombiano, una revisión de literatura sobre las
distintas teorías criminológicas del delito de cuello blanco y sobre la criminología cultural y
tras haber hecho el análisis de discurso de algunos medios de comunicación y algunas
telenovelas, es importante volver a la pregunta de investigación e identificar las
conclusiones de este trabajo. La pregunta de investigación planteada fue ¿qué imaginarios
del delincuente de cuello blanco se construyen en la cultura popular colombiana, teniendo
en cuenta el contexto de apertura económica, desigualdad económica y cultura del control
de la política criminal colombiana? A través de los siguientes puntos se puede decir que se
contestó a esa pregunta y las preguntas adicionales antes planteadas:
• El delito de cuello blanco es cometido por personas de clase alta, se cometen en
relación a su trabajo que generalmente se trata de una empresa.
• Las empresas son espacios criminógenos donde muchos incentivos del Estado se
exageran como el individualismo o asumir riesgos del mercado. En estos espacios
surgen situaciones donde el fin justifica los medios y los empresarios enceguecidos
por eso cometen delitos.
• Las telenovelas y algunos artículos de prensa han legitimado el estilo de vida de los
delincuentes de cuello blanco por ser símbolos del neoliberalismo. Son celebridades
y ser como ellos es el “sueño” de los colombianos al mismo tiempo que buscan
sancionarlos por los métodos que emplearon.
• Las representaciones ficticias y periodísticas insisten en un modelo jurídico donde
el Estado y sus respuestas son neutrales e ignoran relaciones de poder que hacen que
estos delitos no sean sancionados de la mismas forma que los delitos de calle.
• Se castiga de manera desigual el delito de calle que el delito de cuello blanco.
• No se castiga de manera proporcional al daño sino que se castiga por peligrosidad.
Los delitos de cuello blanco nunca son vistos como peligrosos por los imaginarios
culturales que se han construido.
• La solución no es aumentar las penas, tampoco es solo reducir la oportunidad sino
es crear contenidos culturales que ejerzan una resistencia al statu quo a diferencia
60
de otras formas de criminología. Quiero destacar que es una de las intenciones de
este trabajo, como elemento cultural, discutir del delito de cuello blanco para
hacerlo visible.
• Es mejor revisar imaginarios de cuello blanco porque como elemento cultural
menciona imaginarios olvidados para esconder el poder.
Adicionalmente, para una siguiente investigación vale la pena indagar en otros
elementos que en este trabajo no se pudo profundizar. Uno de esos es cómo es el rol de la
cultura popular en los casos en los que sí hay capturas y si es posible mantener el
argumento acá sostenido si existen casos en los que es la presión de los medios de
comunicación la que logra una condena. También sería importante hacer un análisis técnico
que permita comparar más a profundidad las cifras oficiales y poder comparar la cifra de
condenas denuncias entre delitos de calle y delitos de cuello blanco. Además, sería
importante hacer una revisión comparada con delitos de otros países y maneras de prevenir
estos delitos de otras latitudes. Además se podría profundizar en descifrar qué elementos
son característicos del delito de cuello blanco en Colombia y cómo surgieron.
61
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• C-516 de 2007 MP Jaime Córdoba Triviño,
• C-260 de 2011 MP Jorge Iván Palacio Palacio
• Ley 45 de 1990
• Ley 27 de 1990
• Ley 50 de 1990
• Ley 9 de 1991
• Ley 100 de 1993
• Ley 906 de 2004
Telenovelas.
Yo soy Betty, la fea (1999-2001 creada por Fernando Gaitán)
La viuda de la mafia (2004 dirigida por Sergio Osorio y Herney Luna)
Los Reyes (2005-2006 dirigida por Mario Ribero)
Hasta que la plata nos separe (2006-2007 dirigida por Sergio Osorio)
La hija del mariachi (2006-2007 dirigida por Diego León Hoyos)
Pura Sangre (2007 Dirigida por Herney Luna)
En los tacones de Eva (2007-2008 dirigida por Juan Camilo Pinzón)