El Derecho Al Grito

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El derecho al grito Miguel Koleff 1 El martes 12 de marzo a poco de enterarnos de que el Cardenal Bergoglio había sido ungido papa, las redes sociales comenzaron a atronar con insistencia. Mensajes, comentarios, imágenes etc. pulularon en todo el planeta y ciertamente- amigos de diferentes latitudes se hacían eco de nuestras inquietudes intentando saber si convenía o no apostar en el nuevo pontífice. Es curioso como después de algunas horas de haber hecho contacto con los argentinos, tímidamente asumían una posición personal y suscribían alguna idea que hacíamos circular. Sin conocer demasiado la historia supongo que a la hora de elegir a Ratzinger sus conciudadanos actuaron de la misma manera. Es claro que este fenómeno no puede pasar desapercibido por tratarse no sólo de un dirigente político sino también de un líder espiritual que en carácter de tal influye en todo el mundo. Descontando las manifestaciones a favor del papa Francisco que en su mayoría- se caracterizan por fotografías con rostros resplandecientes y promesas de paz y amor que eluden cualquier politización eventual, los mensajes detractores fueron más incisivos y anclados en la historia social. Muy pocos se centraron en las intervenciones plenipotenciarias del obispo de Buenos Aires; la mayoría de los posteos acentuó las actuaciones del sacerdote durante la dictadura militar. El fervor era tan grande que incluso algunas adulteraciones fotográficas circularon sin control de fuentes con el sólo objeto de convalidar ante la opinión pública la negación rotunda a una novedad que se presentaba como genuina. Una especie de inocencia prístina hacía suponer en estos interlocutores que por obra y magia del espíritu, la Iglesia sería capaz de dar vuelta a una página de tradición secular. Pese a la improlijidad de estos testimonios y de la desmesura de los enunciados a través de los cuales se fustiga cualquier posibilidad de redención, lo notable de este segundo grupo es la voluntad explícita del grito, la afirmación irreverente de la resistencia. Que por otra parte- no es ajena a la virulencia que propician los actores sociales de alto rango cuando tienen intervenciones sociales decididas que dividen las aguas en sus receptores. Entiendo que es así y que de este modo funcionan las redes sociales. Sin embargo, en el caso de la Iglesia hay un segundo componente que no puede ser soslayado y que crea un 1 Ensayista y docente universitario especialista en Literaturas en Lengua Portuguesa. E-mail: [email protected]

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El presente trabajo es un ensayo realizado por el Dr. Miguel Alberto Koleff

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  • El derecho al grito Miguel Koleff1

    El martes 12 de marzo a poco de enterarnos de que el Cardenal Bergoglio haba sido

    ungido papa, las redes sociales comenzaron a atronar con insistencia. Mensajes,

    comentarios, imgenes etc. pulularon en todo el planeta y ciertamente- amigos de

    diferentes latitudes se hacan eco de nuestras inquietudes intentando saber si convena o

    no apostar en el nuevo pontfice. Es curioso como despus de algunas horas de haber

    hecho contacto con los argentinos, tmidamente asuman una posicin personal y

    suscriban alguna idea que hacamos circular. Sin conocer demasiado la historia supongo

    que a la hora de elegir a Ratzinger sus conciudadanos actuaron de la misma manera. Es

    claro que este fenmeno no puede pasar desapercibido por tratarse no slo de un

    dirigente poltico sino tambin de un lder espiritual que en carcter de tal influye en todo

    el mundo.

    Descontando las manifestaciones a favor del papa Francisco que en su mayora- se

    caracterizan por fotografas con rostros resplandecientes y promesas de paz y amor que

    eluden cualquier politizacin eventual, los mensajes detractores fueron ms incisivos y

    anclados en la historia social. Muy pocos se centraron en las intervenciones

    plenipotenciarias del obispo de Buenos Aires; la mayora de los posteos acentu las

    actuaciones del sacerdote durante la dictadura militar. El fervor era tan grande que

    incluso algunas adulteraciones fotogrficas circularon sin control de fuentes con el slo

    objeto de convalidar ante la opinin pblica la negacin rotunda a una novedad que se

    presentaba como genuina. Una especie de inocencia prstina haca suponer en estos

    interlocutores que por obra y magia del espritu, la Iglesia sera capaz de dar vuelta a una

    pgina de tradicin secular.

    Pese a la improlijidad de estos testimonios y de la desmesura de los enunciados a travs

    de los cuales se fustiga cualquier posibilidad de redencin, lo notable de este segundo

    grupo es la voluntad explcita del grito, la afirmacin irreverente de la resistencia. Que

    por otra parte- no es ajena a la virulencia que propician los actores sociales de alto rango

    cuando tienen intervenciones sociales decididas que dividen las aguas en sus receptores.

    Entiendo que es as y que de este modo funcionan las redes sociales. Sin embargo, en el

    caso de la Iglesia hay un segundo componente que no puede ser soslayado y que crea un

    1 Ensayista y docente universitario especialista en Literaturas en Lengua Portuguesa. E-mail:

    [email protected]

  • arco tenso entre el conformismo militante y la oposicin enardecida, ese que involucra el

    silenciamiento con el que siempre ha obrado la jerarqua catlica para expedirse sobre

    cuestiones que involucran a todos los ciudadanos. Es conocido en este sentido- el modus

    operandi de la Institucin que escapa cotidianamente al escndalo pblico reservando a la

    esfera ntima la toma de decisiones con la que se afecta la conciencia moral de millares de

    ciudadanos. Quien haya participado alguna vez de la vida institucional de un claustro

    religioso sabe del peso asfixiante de este silencio que se impone como verdad

    incuestionable y que es reacio a cualquier embestida discursiva.

    Slo no perdiendo de vista esta dimensin de la obediencia irrestricta a la autoridad es

    que se explica el hecho de que Bergoglio como muchos pastores afines- hayan credo

    posible imponer una voz y denegar la posibilidad de defensa de aquellos que no se ajustan

    a la norma, sobre todo al no darles posibilidad de rplica. El caso del matrimonio

    igualitario es emblemtico en este orden. La famosa alusin al demonio que inspira las

    prcticas contranaturales y la descalificacin de los gays como pecadores as lo puso de

    manifiesto. El rostro hiertico de la Institucin representada a travs suyo vaci de

    contenido voces que no pudieron ser asumidas como logos sin otra posibilidad que la

    virulencia del gesto y del repudio que se expresaban como marchas en disconformidad. Es

    por esta razn que sin sumarme a la crtica desnaturalizada del papa Francisco- entiendo

    el repliegue del grito contenido en esos manifiestos antinmicos. No es osado pensar que

    quien se haya sentido espreo a la fe catlica por la admonicin del plpito, no pueda

    sumarse a la confraternizacin anunciada en el primer discurso en la plaza de Roma.

    La reflexin filosfica

    Dos filsofos contemporneos parten de un mismo principio a la hora de elaborar algunas

    de sus posiciones crticas y epistemolgicas ms destacadas . Me refiero al italiano Giorgio

    Agamben y al francs Jacques Rancire que con diferentes matices e intenciones- hurgan

    aquel texto aristotlico con el que nuestros maestros nos enseaban que el hombre es un

    animal racional. Me refiero al pasaje de la Poltica que reza as:

    Slo el hombre, entre todos los animales, posee la palabra. La voz es, sin duda, el medio de indicar el dolor y el placer. Por ello es dada a los otros animales. Su naturaleza llega nicamente hasta all: poseen el sentimiento del dolor y del placer y pueden sealrselo unos a otros. Pero la palabra est presente para manifestar lo til y lo nocivo y, en consecuencia, lo justo y lo injusto. Esto es lo propio de los

  • hombre con respecto a otros animales: el hombre es el nico que posee el sentimiento del bien y del mal, de lo justo y lo injusto. Ahora bien, es la comunidad de estas cosas la que hace la familia y la ciudad.

    Los dos autores acusan recibo del proceso de transitividad que se da entre voz y palabra

    (lenguaje). Para Agamben (Agamben, 2007) es el principio que explica el paso de la phon

    al logos y que se da durante la adquisicin del lenguaje entendido como un proceso de

    incorporacin de una alteridad, que no es connatural, pero que incluye al hombre en una

    cultura y una sociedad codificada al aprender a hablar. Para Ranciere (Rancire, 2007), se

    trata del pasaje del grito a la palabra mediante la cual el sujeto se hace cargo de la

    institucionalidad de la vida pblica que permite configurar las tramas societarias.

    Ahora bien, para estos importantes pensadores no existe posibilidad alguna de que la

    racionalidad de lo humano acalle la experiencia de lo sensible. No se trata de la nulidad

    abasoluta del punto de partida sino de una asuncin transformadora del origen. Es por

    esto que para Agamben- es posible recuperar la in-fancia (la imposibilidad de hablar) y

    con ella, el derecho a la palabra en cualquier momento de la historia y para Rancire,

    valorar la legitimidad del grito en momentos en que la palabra articulada no tiene eco.

    Con esta alusin, lo que pretendo sealar es que el logos inteligible puede explicar con

    suficiencia los hechos pero que el ruido a veces funciona como el anclaje democrtico

    necesario para intersectar una prctica social en el seno de una comunidad poltica donde

    el credo particular est subordinado a una organizacin plural y autnoma que es

    independiente de presunciones religiosas autosuficientes. En otras palabras, que el grito

    puede crear grietas donde los silencios se mancomunan.

    Bibliografa

    Agamben, G. (2007). Experimentum linguae. In G. Agamben, Infancia e Historia (pp. 215-222).

    Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora.

    Rancire, J. (2007). Poltica de la literatura. Buenos Aires: Libros del Zorzal.