El duelo en_la_infancia_p._p._1

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Paquita Murillo Psicóloga clínica C.S.M. Alcobendas

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Paquita MurilloPsicóloga clínica

C.S.M. Alcobendas

Nuestra cultura condiciona la forma de entender la vida y afrontar la muerte.

Hasta hace poco las personas morían en casa, rodeados de familiares, incluidos los niños.

Se entendía la muerte como un hecho natural y el dolor era un sentimiento compartido por todos

La experiencia de la muerte era cercana y natural.

La evidencia ahorraba tener que plantearse que tipo de explicaciones dar a los niños.

La tendencia actual es evitar hablar de la muerte con el fin de ahorrar sufrimiento.

Provoca angustia en el adulto tener que enfrentar esta situación.

Si el niño la percibe va a tender a no preguntar

Los niños tienen curiosidad por la muerte y elaborar sus propias teorías, condicionadas por la edad, capacidad cognitiva, madurez emocional, experiencias y las informaciones del medio.

Suelen provocar más angustia y confusión que la propia realidad ya que están elaboradas a través de sus propios miedos.

No dejar con su propia fantasía. Pregunta porque necesita aclarar lo que él mismo piensa.

Hasta los 8 ó 9 años es difícil asumir el concepto de pérdida por no entender cognitivamente lo que la muerte significa.

Los miedos y fantasías invaden el espacio emocional pudiendo complicar el proceso de duelo si alguien no ayuda y clarifica.

Fundamental dejar que pregunten para ir respondiendo según momento evolutivo y necesidades emocionales.

La muerte en lo que tiene de universal e irreversible es algo complicado de asumir a determinadas edades.

En su vida cotidiana la muerte aparece como algo reversible a través de los cuentos y de los juegos, que a veces se incrementa por determinadas explicaciones: “se ha ido al cielo”, “está en otro sitio “ (entonces, puede volver).

El concepto de irreversibilidad se tarda en adquirir.

Esto explica que muchas veces el niño no se sienta apenado o no llore, ya que en su fantasía la persona volverá.

Insistir en que no va a ser así. Desmentir su deseo y su fantasía. Es más duro esperar y que no regrese Ayudar a aceptar la pérdida como

permanente y definitiva.

Interpretación literal de lo que se les dice. No confundir con determinados

comentarios: “ mamá te sigue queriendo y te cuida desde el cielo” , “papá siempre ve lo que haces”.

Complica la comprensión del significado de la muerte, confirma su teoría de que volverá y añade temores innecesarios.

Transmitir de forma clara que la persona muerta no va a volver.

Solo las personas vivas pueden ver, sentir y hablar.

Posteriormente hablar de los sentimientos y recuerdos.

Es en el mundo emocional y en el de los recuerdos donde la persona permanece viva para los que la han querido.

Ayudarles a diferenciar un plano del otro

Explicar en la medida de lo posible el porque de la muerte de la persona fallecida, si no elaborará su propia teoría mediatizada por su pensamiento mágico o distorsionada (puede haber muerto por mi culpa o porque yo estaba muy enfadado).

Insistir en que los sentimientos de rabia, enfado y celos no provocan la muerte.

Situar la muerte en una causa física puede resultar tranquilizador.

Dependiendo de si hay creencias religiosas se les dará un tipo u otro de explicación sobre lo que pasa después de la muerte.

Explicaciones del tipo “está con Dios” son vividas de forma literal.

Ayudarles a diferenciar entre la parte física de la muerte y la parte espiritual.

No importa transmitirles las dudas que se tengan al respecto

La noticia debe ser transmitida lo antes posible y por persona cercana.

Informar al colegio. Reaccionan de diferente manera según la

edad. Para los muy pequeños la muerte es solo

una palabra, no comprenden el concepto en toda su dimensión.

Perciben la ausencia y los cambios en su rutina.

Muy sensibles al estado de ánimo de los cuidadores.

Hasta los 6 años predomina el egocentrismo, el pensamiento mágico y una forma literal de interpretar las cosas.

Muerte como estado temporal y reversible. A veces como un estado de sueño del que se despertará.

Incapaces de imaginar el significado del fin de las funciones vitales. Piensan que la persona fallecida puede comer, ver y hablar

No lo conciben como algo universal, ni que les pueda pasar a ellos.

Curiosidad por el lugar donde está y por como se encuentra.

Si la muerte se ha debido a una enfermedad, ayudarles a diferenciar los niveles.

Hablar de la finalización de las funciones vitales: no puede ver, ni comer, ni hablar, para ir introduciéndolos en el concepto de irreversibilidad

Favorecer la expresión de los sentimientos a través del juego y el dibujo.

Evitar términos metafóricos: “ se ha ido, está dormido para siempre, nos ve desde el cielo”.

Ofrecer seguridad y protección para combatir el miedo de que pueda desaparecer otro miembro de la familia. Para ellos la muerte es una forma de abandono

De los 6 a los 10 años ya han adquirido los conceptos de definitivo e irreversible.

Asusta la posibilidad de que a ellos les pueda suceder.

Se pueden preguntar si ellos tuvieron algo que ver, con el consiguiente sentimiento de culpa.

Se interesan por los rituales religiosos. Curiosidad y deseos de participar

De los 10 a los 14 años ya son plenamente conscientes de su propia mortalidad, lo que a veces provoca angustia.

Se interesan por el más allá y por las creencias religiosas y culturales.

Mayor conciencia y temor sobre los cambios que puede suponer en su vida.

Dificultades para verbalizar los sentimientos. Necesidad de respetar su tiempo

Es el proceso emocional tras sufrir algún tipo de pérdida.

Varía y va a depender de: personalidad, edad, tipo de vínculo y los apoyos que reciba.

Requiere de una elaboración personal que va desde la aceptación emocional de la pérdida, la expresión del dolor, la adaptación y recolocación en el mundo interno.

Una buena elaboración se vincula con los medios de contención que ofrezca el medio, cuanto más pequeño es el niño más importancia tiene el entorno.

Comprender, contener y acompañar para no dejar en situación de extrema vulnerabilidad.

Recordar y recolocar en el mundo interno es el trabajo del duelo