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Claudio Albertani El espejo de México (Crónicas de barbarie y resistencia) ALTRES COSTA-AMIC MÉXICO

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Claudio Albertani

El espejo deMéxico

(Crónicas de barbarie y resistencia)

ALTRES COSTA-AMICMÉXICO

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© 2009 D.R. Derechos reservados por el autor

Revisión y diseño editorial; diseño de portada: Bartomeu Costa-Amic Leonardo

Ilustraciones: Nicéforo Urbieta «[email protected]»

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Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Registro 3199

ISBN 978-968-6977-08-0

1ª edición, enero de 2009

Impreso en México

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Somos el mañana. En nuestro continente se decidirá el sino del próximo milenio; se prepara la cuna de una nueva cultura. Y nacerá en México, porque ahí es donde se experimentan los dolores del parto.

B. TRAVEN

Tierra de Primavera, 1924

© 2009, Miriam Fischer (Momo)

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Prefacio.El espejo del México Bárbaro,

cien años después

Benjamín Maldonado

A mediados del año 1908, un lúcido periodista norteamerica-no llamado John Kenneth Turner recorría el país en compañía del dirigente magonista Lázaro Gutiérrez de Lara, quien había tenido una activa y destacada participación en la huelga de Cananea dos años atrás. De la relación con Lázaro y con otros magonistas en-carcelados había nacido en Turner una visión crítica del México porfiriano que lo movió a planear un estudio de campo cuyo obje-tivo era entender y conocer de primera mano la realidad nacional que le parecía increíble.1

El resultado de sus viajes es un conjunto de reportajes que fue-ron reunidos y publicados bajo el título de México Bárbaro. Como sabemos, ese libro presenta una visión estremecedora de los mexi-canos de entonces y del gobierno que padecían. Por lo mismo, se constituyó como un faro para buena parte de la opinión pública norteamericana, que vio a la dictadura porfirista con otros ojos.

1 Escribe Turner en México Bárbaro: “Mi interés especial en el México político se des-pertó por primera vez a principios de 1908, cuando establecí contacto con cuatro revolu-cionarios mexicanos que entonces se hallaban encerrados en la cárcel municipal de Los Angeles, Cal.” (Cap. 1). Tomado del sitio http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/his-toria/turner/indice.html

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México Bárbaro es, tal vez, la primera obra de periodismo de investigación comprometido que se realizó en nuestro país. Pero aún cuando no fuera la primera, sin duda es la más contundente ya que fue capaz de dotar de argumentos sólidos a quienes luchaban por desenmascarar internacionalmente a la dictadura y generar —dentro y fuera del país— una conciencia de la necesidad y via-bilidad revolucionaria.

En la obra queda descobijada la realidad de las mayorías mexi-canas de fines del siglo XIX y principios del XX. La vida cruel de los esclavos en Yucatán; las formas deshumanizadas del extermi-nios de los yaquis; el secuestro y sometimiento inmoral en las haciendas «oaxaqueñas» de Valle Nacional; la represión vergon-zante a las demandas de obreros en huelga; la entrega lacaya del país a los intereses del capital extranjero y la burla de la voluntad ciudadana a través de las sucesivas reelecciones de don Porfirio en la presidencia. Todo ello es documentado de distintas maneras ar-ticuladas por la observación directa del autor de elegante, directa y sencilla pluma.

Luego vino la revolución, que no revolucionó lo necesario. Los campesinos recuperaron parte de sus tierras; pero, la economía si-guió controlada por los mismos capitalistas de antes. La dictadura personal sucumbió; pero, se conformó en su lugar una dictadura de partido que gobernó prácticamente durante todo el siglo XX. Los jefes políticos desaparecieron; pero, en su lugar y en su fun-ción poblaron la geografía nacional los caciques y posteriormen-te, en Oaxaca, los delegados de gobierno. El afrancesamiento de la sociedad rigiendo las políticas públicas cedió ante el avasallante nacionalismo criollo-mestizo que pulverizó en unas cuantas déca-das a varias de las culturas originarias de México y sumió al país en un agresivo y etnocida colonialismo interno que subsiste en las políticas públicas.

El resultado generalizado del fracaso socioeconómico de la Revolución Mexicana fue, en primera instancia, una fuga ma-siva del campo en busca de respiro. La migración posrevolucio-naria se convirtió en un modo de vida para cada vez más familias rurales, hasta generar el actual panorama desolador que constitu-ye el paisaje que se ve por todas partes en el campo mexicano y

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oaxaqueño. Pero no quedó todo allí y vino una segunda respuesta, impulsada por los que se quedaron en las comunidades y tomaron conciencia de su situación, esa respuesta segunda fue la movi-lización campesina que se vivió con gran intensidad en la déca-da de 1970.

El nuevo «México Bárbaro», el del sistema político mexicano, era confrontado así con fuerza por distintas formas de organi-zación social –surgidas en buena medida de la continuidad trans-formadora del «68»–, de manera que los años 1970 obligarían al gobierno a dar un giro en su dinámica. Y junto con la represión vino la cooptación, la dominación de baja intensidad.

Sin embargo, algunas formas actuales de relación del gobier-no mexicano con sus gobernados no son tan distintas a las del vie-jo «México Bárbaro». Encontramos en Atenco y Oaxaca ejemplos del estilo violento de gobierno que subsiste en la actualidad pluri-partidista monosistémica.

Y en el horizonte actual, al igual que antes, los pueblos origi-narios destacan por su experiencia histórica de vida colectiva y de autogestión. Estos recursos etnopolíticos, reconocidos incluso legalmente por el gobierno de Oaxaca mediante las reformas elec-torales de usos y costumbres, constituyen un tejido social fuerte y dinámico sobre el que se construyen las transformaciones que las comunidades necesitan, con mayor o menor éxito.

Por efectos de la migración y de la conurbación, muchos de los miembros y herederos de estos pueblos originarios habitan hoy en la ciudad de Oaxaca. Tienen ellos un conocimiento experencial de la fortaleza que genera la vida comunal y sus hijos están apren-diendo las formas contemporáneas de la inquietud juvenil, que se expresa de distintas maneras. Una de ellas fue la aparentemente sorpresiva presencia multitudinaria de jóvenes oaxaqueños en la rebelión de 2006.

El nuevo «México Bárbaro», en el que vivimos a cien años de la brillante investigación y denuncia de John Kenneth Turner —y de la derrotada revolución de los magonistas—, hace eviden-te la continuidad de un régimen cuyas expresiones regionales pue-den volverse más agresivas al amparo de la fuerza federal, como lo muestra Claudio Albertani en Oaxaca y ... espejo de México:

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un México dominador y al mismo tiempo sometido, globalizado y siempre colonizador, rico y despiadadamente empobrecido, un México civilizador a través de la barbarie.

Octubre de 2008

© 2009, Claudio Albertani

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Introducción.Más allá del volcán

Tierra roja, tierra virgen, tierra impregna-da de la sangre más generosa, tierra en que la vida del hombre no tiene precio, siempre aler-ta, como el agave que la expresa hasta perder-se en el horizonte, hasta perderse en una flor de deseo y de peligro. En el mundo al menos queda un país en que no se detuvo el viento de la liberación.

ANDRÉ BRETON

1939

EL MARTES 30 de septiembre de 2008, Ramiro Guillén Tapia, di-rector de la Comisión de Derechos Humanos de la Sierra de So-tepan, Veracruz, se roció gasolina por todo el cuerpo y se prendió fuego frente a las oficinas del gobernador del estado, Fidel Herre-ra Beltrán. “Si quieren que dé mi vida para que nos hagan caso se las doy”, gritó antes de fallecer convertido en antorcha humana. El dirigente campesino había anunciado que se inmolaría si los buró-cratas de Herrera Beltrán volvían a postergar el diálogo que ya le habían cancelado 106 veces.2

2 La Jornada, 1 de octubre de 2008.

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Ese mismo día, después de un mes y medio de paro laboral, una multitud de maestros marchó sobre Cuautla, Morelos, en pro-testa contra la obstinación de los gobiernos estatal y federal de imponer una reforma que convierte a la educación pública en un negocio. Ante la persistente cerrazón de las autoridades, el 3 de octubre, seis profesores exasperados se crucificaron en Cuerna-vaca ante el palacio de gobierno, para exigir la instalación de me-sas de diálogo.3

El 3 de octubre, en Chiapas, se llevó a cabo una agresión de po-licías estatales y federales contra indígenas tojolabales que tenían en su poder la zona arqueológica de Chincultik amparados en el artículo 11 de la Declaración de la Organización de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, que les otorga la prerrogativa de “mantener, proteger y desarrollar las manifes-taciones pasadas, presentes y futuras de sus culturas, como luga-res arqueológicos e históricos”.4 El saldo fue de seis muertos, diez heridos y 36 detenidos.�

A cien años del viaje de John Kenneth Turner y a cuarenta de la masacre de Tlatelolco, he aquí algunos ejemplos de una deses-peración extendida y difusa. Las razones son claras. Hoy, como entonces, una opulencia obscena cohabita en México con la mi-seria más insensata en un antagonismo sordo que en ocasiones se convierte en rebeldía abierta.

El país pertenece ahora a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), el exclusivo club de países ricos; pero, la barbarie sigue entre nosotros. La diferencia es que ahora el Esta-do y su hermano-enemigo, el Capital, son mucho más fuertes, efi-caces e insidiosos que hace cuarenta o cien años. Ningún régimen anterior había logrado convertir a la ganancia en el centro de gra-

3 La Jornada, 3 de octubre de 2008.4 Declaración adoptada con el voto favorable de México el 13 de septiembre de 2007,

http://alainet.org/active/19631. Véase también los artículos 14 y 15 del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, ratificado por México el 5 de septiembre de 1990, http://www.oit.org.pe/WDMS/bib/publ/libros/convenio_169_07.pdf

� La Jornada, 7 de octubre de 2008. La masacre del 3 de octubre remite a la masacre de Wolonchán, ocurrida el 30 de mayo de 1980, cuyo responsable fue Juan Sabines Gutiérrez, padre del actual gobernador de Chiapas, Juan Sabines Guerrero, postulado por el PRD.

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vedad de la vida nacional, ni siquiera el del Partido Revoluciona-rio Institucional (PRI), la dictadura más larga del siglo XX.

«Todo para nosotros, nada para los demás», he aquí el plan de la clase dominante sin que exista una clara diferencia entre parti-dos políticos. En aras de la «competitividad», se privatizan bienes comunes y recursos energéticos, se asesina la atención médica y la educación pública, se comprimen las ya reducidas prestacio-nes laborales y los magros salarios.

Los resultados están a la vista. En las carreteras y en las calles militarmente ocupadas, los soldados detienen, torturan, violan y matan en la impunidad total. La velocidad de los acontecimien-tos es tal que el último crimen hace olvidar los anteriores. ¿Quién recuerda la violación masiva ejercida por militares contra 13 mu-jeres en Castaños, Coahuila, el 11 de julio de 2006?6 ¿A quién le importa el asesinato de Ernestina Ascensión Rosario, anciana in-dígena nahua víctima del abuso sexual cometido por efectivos del ejército el 26 de febrero de 2007?7

Un estudioso italiano señala que en el mundo actual la «comu-nicación» abunda, pero es lo contrario del conocimiento. Su análi-sis se aplica muy bien a México en este final de 2008. Los grandes medios seleccionan los hechos, los mezclan con insinuaciones, deslizan medias verdades o, de plano, mentiras descaradas con el propósito de hacer pasar el mensaje necesario: descalificar un can-didato incómodo, estigmatizar un movimiento, suscitar el miedo. Ocultar la verdad ya no funciona; es mejor multiplicar el mensaje en todas sus modalidades, las verdaderas y también las falsas para que se anulen recíprocamente.8

Es notorio, por ejemplo, que Elba Esther Gordillo, dirigente vitalicia del sindicato de maestros (el más poderoso de América Latina), vende plazas y trafica influencias en contubernio con el gobierno federal. Sin embargo, se acusa de esos crímenes a la ten-dencia democrática que, dentro del sindicato, lucha precisamente contra tales prácticas.

6 Sobre los hechos de Castaños véase http://modairarubio.nireblog.com/post/2007/05/17/castanos-una-noche-de-horror-militar

7 Información más detallada en http://ernestinaascensiorosario.spaces.live.com/8 Mario Perniola, Contro la comunicazione, Turín 2004, 10.

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¿Los niños y adolescentes sufren de diabetes y obesidad endé-micas? En lugar que fomentar los buenos hábitos alimenticios, la Secretaría de Educación Pública (SEP) estipula un convenio con la Coca-Cola para distribuirla en todas las escuelas del país…9

En general, los problemas sociales se arreglan por la vía de la corrupción y la cooptación, sin descartar la violencia extrema, que convierte a la masacre de Tlatelolco en “un presente perpetuo” se-gún la sucinta formulación de Carlos Monsiváis.10

Mientras tanto, el narcotráfico prospera junto a la descompo-sición social y a las ejecuciones masivas. Cada día, las víctimas se cuentan en cifras de dos dígitos, aunque, al parecer, no existen estadísticas confiables al respecto. El 15 de septiembre de 2008, marcó un nuevo hito en este rubro de la vida nacional. Esa noche, dos granadas lanzadas a un numeroso grupo de personas que asistían a la verbena del «grito de independencia» en Morelia, Michoacán, dejaron un saldo de ocho muertos y 132 lesionados.

La versión oficial de que el culpable sería un grupo mafioso conocido como «La familia» no convence. Hasta ahora, los narco-traficantes habían atacado únicamente a personas involucrados en el negocio —policías que los traicionan o contrincantes— cuidán-dose de lastimar a terceros.

Como sea, el mensaje presidencial, fue ominoso. En su dis-curso del 16 de septiembre, Felipe Calderón afirmó que “se pue-de discrepar, pero no deliberadamente dividir ni enconar”. Acto seguido, llamó “traidores a la patria” a terroristas y opositores políticos.11 Para el gobierno, delincuencia y disidencia tienden a ser sinónimos.

En la actualidad, existen decenas de conflictos, en ocasiones violentos, en distintas partes del país en torno a diferentes proyec-tos económicos, sobre todo, en los rubros de la explotación mi-nera, la inversión turística y la construcción de presas, muchos de

9 Convenio de colaboración entre la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) y la empresa Coca-Cola, patrocinado por Josefina Vázquez Mota, secretaria de Educación Pública, http://www.sep.gob.mx/wb/sep1/sep1_VersionJVM270907

10 Carlos Monsiváis, citado por Rosa Elvira Vargas, La Jornada, 3 de octubre de 2008.

11 La Jornada, 17 de septiembre de 2008, nota de Claudia Herrera y Jesús Aranda.

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ellos en comunidades indígenas. La respuesta de las autoridades ha sido congruente con las afirmaciones de Calderón: cierre de es-pacios de diálogo, detenciones arbitrarias y criminalización.

Es verdad que si usted se opone al régimen, no lo van a dete-ner por razones políticas. Pero si se pasa de la raya le pueden fa-bricar delitos. ¿Cuáles? Los necesarios. En la eventualidad, por ejemplo, de que usted y sus vecinos ocupen una oficina guberna-mental después de que llevan meses pidiendo audiencia y no le hacen caso, se les va a inculpar de secuestro equiparado y apolo-gía de la violencia, todos, delitos graves que no alcanzan fianza...

Las violaciones a los derechos humanos ya rebasaron el ámbi-to del conflicto social. México ostenta un deshonroso primer lugar continental en atentados a periodistas. En menos de una década, 24 comunicadores han sido asesinados, ocho están desaparecidos y decenas se encuentran amenazados. Únicamente en el periodo enero-junio de 2008 otros seis fueron asesinados y uno desapare-cido.12 Al parecer, es más peligroso ejercer el periodismo hoy que en los años del porfiriato, particularmente para quienes no cuentan con la protección de algún medio importante.

En julio de 2008, el director de El Norte y Grupo Reforma —quien ciertamente no se conoce por su postura radical—, Ale-jandro Junco de la Vega, se refugió en Austin, Texas. Desde ahí dirigió una carta al gobernador de Nuevo León, José Natividad González Parás, en donde explica las razones de su exilio: “estaba en un dilema: comprometer nuestra integridad editorial o cambiar a la familia a un lugar seguro”.13

México es, asimismo, el campeón mundial de los secuestros —adelante de Iraq y de Colombia— con siete mil únicamente en 2007, cifra que en realidad es muy inferior a la realidad, pues sólo toma en cuenta los casos denunciados.14 Como si fuera poco, el país se encuentra en los primeros sitios entre los que violan los de-

12 Federación Latinoamericana de Periodistas FELAP-México, Informe actualizado so-bre la situación del periodismo, http://alainet.org/active/24482&lang=es

13 Reporte Índigo núm 98, septiembre de 2008, download.reporteindigo.com/ic/pdf/98/reporte.pdf

14 IKV Pax Christi, El secuestro es un negocio explosivo, http://www.ikvpaxchristi.nl/files/Documenten/LA%20Colombia/Spaans%20Colombia/Esp%20brochure.pdf

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rechos humanos de los niños, principalmente en el trabajo infantil, con 3.3 millones de menores en el sector laboral.15

A este cuadro nada halagüeño se suman los persistentes femi-nicidios en Ciudad Juárez —460 mujeres asesinadas y unas 600 desaparecidas desde 199316— y las salvajes condenas a los mili-tantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Sal-vador Atenco (FPDT), Ignacio del Valle Medina, Felipe Álvarez Hernández y Héctor Galindo Gochicua, sentenciados a 67 años y medio de cárcel.

Atenco es un pueblo del Valle de México que en 2002 ganó una lucha contra la construcción de un aeropuerto en sus terrenos comunales. Como represalia, en mayo de 2006, sufrió una verda-dera agresión militar con un saldo de dos muertos, varias decenas de heridos y 211 detenidos, una parte de los cuales fueron sucesi-vamente liberados a cuentagotas. Según el reporte de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos 2006 sucesivamente corroborado por el de Amnistía Internacio-nal (2007), la policía hizo uso de armas de fuego contra ciudada-nos inermes, llevó a cabo detenciones indiscriminadas y recurrió a la tortura.17

El 21 de agosto de 2008, el juez primero penal de Texcoco, dictó una nueva sentencia contra 11 integrantes del FPDT. En esa ocasión, del Valle fue condenado a 45 años más de prisión por el delito de «secuestro equiparado», pena que, sumada a la anterior, alcanza la inaudita cantidad de 112 años. Al resto de los vecinos les fue mejor ya que «sólo» tendrán que purgar 31 años, 10 me-ses y 15 días de prisión cada uno por “secuestro y ataques a las vías generales de comunicación”».18

Es siniestro enterarse de que Ignacio del Valle no podía estar en el lugar de los hechos sencillamente porque se encontraba pre-so. Y es que las pruebas procesales no cuentan. Lo importante es el mensaje: la venganza de los gobernantes contra los luchado-

15 Agencia Adital, http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=35335 16 Véase el sitio http://www.mujeresdejuarez.org/17 Véase http://cciodh.pangea.org/?q=es/taxonomy_menu/3/29 y http://web.amnesty.

org/library/Index/ESLAMR41002200718 La Jornada, 22 de agosto de 2008

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res sociales y la impunidad para la policía que puede matar, herir, violar, torturar e instaurar el terror en un pueblo sin consecuen-cias judiciales.

La situación que vive México fue evocada por el distinguido periodista Miguel Ángel Granados Chapa en su discurso al recibir la medalla Belisario Domínguez 2008:

Como hiedras envenenadas crecen tendencias al autoritarismo, a la criminalización de la protesta social, a la guerra sucia no sólo contra opositores al régimen sino contra ciudadanos que reclaman sus derechos.

Después de denunciar

poderes fácticos que gobiernan sin haber sido elegidos, que bus-can y obtienen ganancias de negocios que atentan contra el interés general y se ven favorecidos por la situación económica y material cada vez más adversa,

el periodista —integrante de la comisión de intermediación en-tre el gobierno y el Ejército Popular Revolucionario (EPR)— exi-gió establecer mecanismos

para impedir o condenar la desaparición forzada de personas que afecta a cientos de mexicanos a quienes autoridades federales o locales detuvieron y no los sometieron a juicio.19

La lista de agravios podría seguir, pero sería tediosa. No son los crímenes de sus gobernantes lo que hace de México un sitio es-pecial en el mundo actual, sino las gestas de sus habitantes. Hoy, más que nunca, México arde de todas las esperanzas que son in-separables de la condición humana. Puente entre muchos mundos —Occidente y Oriente, Norte y Sur, modernidad y tradición— es uno de los nudos vitales del planeta, además de un hervidero de ideas y movimientos sociales.

Los textos aquí reunidos abordan algunos aspectos de esas ges-tas. Escritos en momentos diferentes y con propósitos distintos, ofrecen al lector crónicas, análisis y percepciones de una reali-

19 El Financiero en línea, http://www.elfinanciero.com.mx/ElFinanciero/Portal/cfpa-ges/contentmgr.cfm?docId=148507&docTipo=1&orderby=docid&sortby=ASC

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dad en estado de agitación permanente. Gan parte se refieren a los acontecimientos que conmocionaron al país en 2006 (capí-tulos uno, dos y tres). Los tres grandes movimientos de ese año —la desobediencia civil en la Ciudad de México, el movimiento zapatista y la «comuna de Oaxaca»— se abordan como aspectos complementarios —y no contrapuestos— de una misma insurgen-cia ciudadana que en cada lugar encontró su propia manera de expresarse, más allá de las ideologías —en ocasiones contrapues-tas— de sus dirigentes.

Sé perfectamente que los propios actores no lo ven de esta ma-nera; pero, me parece más interesante enfatizar las convergencias que las discrepancias. Sólo así se puede retomar el reto lanzado por Armando Bartra, en un libro sugerente: plasmar una suerte de “conspiración de los diferentes” que nos permita retomar el hilo perdido de la liberación individual y colectiva.20

Por su trascendencia en el escenario nacional e, incluso, in-ternacional, los acontecimientos de Oaxaca ocupan un lugar des-tacado en el libro. Empecé a relacionarme con el movimiento relativamente tarde y concretamente a partir del 2 de noviembre de 2006, fecha de la batalla campal entre los activistas de la Asam-blea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y la Policía Federal Preventiva (PFP) que mantenía una ocupación militar de la ciu-dad.

Viajaba con mi mujer y unos amigos hacia Oaxaca cuando, al sintonizar Radio Universidad —entonces en manos de la APPO— escuchamos la voz grave y medida de una mujer transmitir llama-dos urgentes en el trasfondo de gritos, explosiones y el chillido de las tanquetas. Era la legendaria doctora Bertha, hilo conductor en-tre las barricadas y la población durante las tensas semanas de la sublevación.

Nuestra inquietud aumentó en Nochixtlán —a unos sesenta ki-lómetros de la ciudad— al ser detenidos por cientos de militares, armados hasta los dientes. Sólo había visto algo parecido en los años ochenta en Centroamérica o en Chiapas durante la rebelión

20 Armando Bartra, El hombre de hierro. Los límites sociales y naturales del capital, México, 2008.

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de 1994. ¿Por qué ese gigantesco despliegue de fuerza represi-va? ¿Por qué el Estado mexicano suministraba un tratamiento tan severo a un movimiento de carácter fundamentalmente pa-cífico?

Al llegar a Oaxaca, se nos ofreció un espectáculo más parecido a un campo de batalla que al irresistible platillo turístico pregona-do por las agencias de viaje. En las calles desiertas se apreciaban las zanjas y los restos de las barricadas que durante más de dos meses habían resguardado a los activistas de la APPO de las cara-vanas de la muerte.

Reinaba un silencio espectral, pero los muros hablaban. A las tradicionales pintas contra la represión, se sumaban formas ex-presivas más sofisticadas, como el estarcido (stencil), suerte de molde prefabricado que, aplicado a la pared y rociado de pin-tura espray, permite una acción comunicativa rápida y eficaz. Calaveras punk, vírgenes de Guadalupe provistas de máscaras antigas, santos enmascarados y héroes de la patria desairados cuestionaban alegremente los mitos sagrados de la identidad na-cional, además de increpar a Ulises Ruiz, el odiado gobernador.

Seguimos hacia el centro. El Zócalo se hallaba acordonado y militarmente ocupado por pefepos (así se conocen los integrantes de la PFP) que descansaban entre cientos de escudos y cascos ten-didos en el suelo a la sombras de árboles centenarios. Un militar que ostentaba una playera con la efigie del Che Guevara sonreía al ser fotografiado por unos reporteros alemanes. El conjunto tenía un extraño sabor surrealista.

Todavía en manos del movimiento, las inmediaciones del ex convento de Santo Domingo se encontraban en un estado de gran efervescencia. Calles y plazuelas normalmente atascadas de turis-tas se habían convertido en una gran ágora donde cientos de per-sonas sesionaban en asamblea permanente.

Celebraban una victoria inesperada —que pronto se revelaría efímera— contra las fuerzas represivas que, a pesar de sus tan-quetas y fuerza arrolladora, no habían logrado desalojar Radio Universidad, el último reducto del movimiento. Era el día de los muertos y, en la mejor tradición oaxaqueña, unos altares adorna-dos con ofrendas y una instalación de gran calidad artística con-

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memoraban el reciente asesinato del periodista estadounidense Brad Will y otras víctimas de la represión.

En los meses sucesivos, visitas periódicas y el compromiso con la Comisión Civil Internacional de Observación por los De-rechos Humanos (CCIODU) me permitieron conocer muchas per-sonas, trabar amistades y convertirme en un testigo apasionado de los hechos.21 Entendí que el movimiento de la APPO era algo to-talmente nuevo y, al mismo tiempo, la consecuencia lógica de la historia local marcada por la creatividad y la imaginación de sus habitantes y también por el trato feroz que siempre recibieron del Estado.

Reflexioné, asimismo, sobre las afinidades y diferencias con los neozapatistas de Chiapas. Una fuerte presencia indígena ca-racterizaba ambos movimientos trasmitiéndoles su riqueza social y cultural, pero aquí no había líderes carismáticos lo cual me pa-reció muy saludable. Recordé las palabras de Luce Fabbri, la gran militante anarquista italo-uruguaya:

No es bueno que las grandes masas admiren a una sola perso-na porque el individuo pierde fuerza y nace una suerte de devoción colectiva lo cual es algo profundamente equivocado. Está bien el afecto, está bien admirar a las personas, pero no hasta el punto de volverse incondicionales.22

En Oaxaca, por otra parte, no había una estructura militar rí-gida, como es el caso del EZLN. Tampoco era un movimiento exclusivamente rural, sino un encuentro inédito entre jóvenes ur-banos, ciudadanos de a pie, docentes en lucha y pueblos indígenas con —además— el importantísimo ingrediente de una destacada participación de las mujeres.

Dos años después, sigo pensando que el 2006 en Oaxaca mar-ca la irrupción de la gente común y sin partido en los asuntos de la vida pública. Gente común, que hizo cosas poco comunes, según la feliz formulación de los compañeros de Collective Rein-

21 Sobra advertir que mis opiniones no involucran a los compañeros CCIODH cuyo trabajo no es opinar, sino documentar las violaciones a los derechos humanos.

22 Margareth Rago, Tra la storia e la libertà. Luce Fabbri e l’anarchismo contempo-raneo, Milán 2008, 215.

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ventions de San Francisco, California.23 Durante largos meses, el movimiento fue la expresión de los deseos, las pasiones, las vo-luntades, los sueños de individuos y colectivos que, día a día, in-ventaban las condiciones prácticas de su liberación.

Sin partido no quiere decir sin organización. Es verdad que el movimiento se expresó a través de patrones que no encajan en los moldes usuales de la izquierda, algo que sigue desconcertando a todo el mundo. Formas organizativas propias de los pueblos ori-ginarios —la asamblea comunitaria, el tequio (ayuda mutua) y la fiesta (guelaguetza)— se traspasaron a la realidad urbana. La larga entrevista con Nicéforo Urbieta, pintor y filósofo zapoteco, abor-da, entre otros, el asunto de la herencia indígena y de su mensaje universal (capítulo diez).

Originada en la capital del estado, por una huelga de maestros, la rebelión se extendió a decenas de comunidades indígenas de la sierra y del Istmo. De esta manera, los movimientos urbanos re-troalimentaron a los movimientos rurales y viceversa.

Las vicisitudes de Santa Ana Zegache, pueblo zapoteco del valle central, y de Santiago Xanica, comunidad enclavada en la Sierra Madre del Sur, ayudan a entender cómo el Estado saquea las riquezas naturales de las comunidades indígenas, especial-mente agua y biodiversidad. A la par, reprime sus formas de organización porque remiten a una sociabilidad considerada in-compatible con los valores dominantes (capítulos cinco y seis). La exploración de las guerras del agua en el resto del país ayuda a po-ner el asunto en el contexto nacional (capítulo cuatro).

En la actualidad, el movimiento social se encuentra acosado por la represión oficial y por disputas internas (capítulo 8). Mien-tras tanto, el «modelo Oaxaca» —responder con una estrategia militar de guerra sucia a los movimientos ciudadanos— se va ex-tendiendo a todo el país. Si el momento álgido de la represión en 2006 fue el 25 de noviembre, el 24 de mayo de 2007, fecha del secuestro-desaparición de dos dirigentes del Ejército Popular Re-

23 Collective Reinventions, Broken Barricades: The Oaxaca Rebellion in Victory, Defeat, and beyond, http://www.collectivereinventions.org/Insurgent_Mexico/Broken_Barricades/Broken_Barricades.pdf.

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volucionario (EPR) marca un nuevo punto de inflexión en las op-ciones represivas del Estado mexicano (capítulo siete).

Ese día regresaron los bárbaros. Desde entonces la desapari-ción forzada por razones políticas ocupa las crónicas negras de los periódicos, al mismo tiempo que, por una ironía macabra, el go-bierno federal ratifica la Convención Internacional para la Protec-ción de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.24

He aquí una lista —evidentemente incompleta— de los últi-mos atropellos. En Michoacán, desaparecieron los luchadores so-ciales Francisco Paredes (26 de septiembre del 2007) y Moisés Molina Rodríguez (12 de junio de 2008). En Guerrero fue ase-sinado el antropólogo Miguel Ángel Gutiérrez Ávila (26 de ju-lio de 2008), culpable de documentar las agresiones contra Radio Ñomndaa —La palabra del agua— espacio de transmisión libre del pensamiento y cultura del pueblo amuzgo en la región de Xo-chistlahuaca.

En Morelos, el gobierno panista suministra a los maestros en lucha un tratamiento de evidente marca «oaxaqueña»: interven-ción del ejército, violaciones, desapariciones, atropellos. He aquí un testimonio que llegó anónimamente a mi buzón de correo:

El conflicto magisterial ya cobró dimensiones dantescas. […] Esta mañana por poco y me quedo llorando sin parar. Sucede que de camino a la escuela donde trabajo, el autobús pasó por una ruta que acaban de desalojar granaderos. No olvidaré lo que vi: muje-res de todas la edades, hombres, niños y ancianos desesperadísi-mos buscando a sus familiares o abrazándose los unos a los otros con su ser indígena, con rebozos y sombreros a borde de carretera. Las señoras se daban ánimos e iban en grupos. La mañana tenía el perfume de la muerte. […] Van dos muertos, centenas de lesiona-dos por las golpizas, más de 130 detenidos y varios desaparecidos en un episodio que recuerda el salvajismo de Atenco y el 68.

La Ciudad de México no es ajena a la represión. ¿Provocado-res al servicio de poderes oscuros cometen actos vandálicos en el curso de una manifestación pacífica? Se les ofrece la oportunidad

24 Secretaría de Relaciones Exteriores, Boletín Informativo, 28 de marzo de 2008, http://portal.sre.gob.mx/espana/pdf/boletin60.pdf

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de eclipsarse, se detiene a unos jóvenes imprudentes (entre los 18 y los 23 años) y se hace caer sobre ellos todo el peso de la ley.2�

En Oaxaca, el inventario de los crímenes de Estado es tan abundante como para evocar las felonías de los gobernadores por-firianos y sus «jefes políticos» a principios del siglo XX.26 El 31 de diciembre de 2007 fue secuestrado y sucesivamente encon-trado muerto Lauro Juárez, originario de Santa María Temaxcal-tepec, en la región chatina de la costa. En San Blas Atempa, región del Istmo, fueron brutalmente asesinados Alfredo Errestre Váz-quez (13 de octubre de 2007) y Rosalino Díaz Barrera (30 de ene-ro de 2008).

En San Pedro Yosotato, comunidad mixteca perteneciente al municipio de Tlaxiaco, la lista de desaparecidos es larga. El últi-mo caso se remonta al 24 de diciembre del 2007, cuando fue asesi-nado el campesino Plácido López Castro quien, con su trayectoria, encarnaba la larga lucha contra el despojo en la región.

El 7 de abril de 2008, dos valientes mujeres triquis —perio-distas en la radioemisora comunitaria «La Voz que Rompe el Si-lencio» del ayuntamiento autónomo de San Juan Copala— fueron asesinadas a balazos cuando se dirigían a participar en el Encuen-tro Estatal por la Defensa de los Derechos de los Pueblos de Oaxa-ca. Dos jóvenes más, Sergio Bautista Miguel y Alberto Santiago Velásquez, desaparecieron el 20 abril del 2008 de la ciudad capi-tal. Otro episodio de violencia gubernamental se registró el 5 de agosto de 2008, cuando fueron asesinados dos campesinos zapote-cos en Santiago Lachivía, municipio de San Carlos Yautepec, por soldados del Ejército adscritos a la 44 Zona Militar, con sede en Miahuatlán de Porfirio Díaz. Como de costumbre, la geopolítica de la muerte trastoca la vida de los pueblos originarios pues gran parte de los muertos son activistas indígenas.

Un agravio más es el auto de formal prisión dictado contra el simpatizante de la APPO, Juan Manuel Martínez Moreno, por

2� Es lo que sucedió el 2 de octubre en la marcha para conmemorar la masacre de Tla-telolco. Véase el llamado de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos (LIMEDDH), http://espora.org/limeddh/spip.php?article338

26 Sobre la represión en Oaxaca, véase los informes V y VI de la CCIODH, http://ccio-dh.pangea.org/?q=es/taxonomy_menu/3/30

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el supuesto delito de encubrimiento en el homicidio de Brad Will. No importa que el peritaje de la Comisión Nacional de Derechos Humanos establezca que la bala asesina fue disparada “a una dis-tancia aproximada de entre 35 y 50 metros”.27 De nada sirve tomar nota de que, precisamente ahí, se encontraba un grupo de parami-litares priístas filmados por el propio Brad mientras le dispara-ban. Tampoco es relevante que la inculpación del compañero se dio cuando el gobierno de Ulises Ruiz tenía que responder a los cuestionamientos de la CNDH. Lo que importa es, una vez más, la venganza.

El 25 de octubre, Pedro Matias Arrazola, valiente periodista del diario Noticias de Oaxaca (medio independiente que, como se detalla en el capítulo III, desde hace años es blanco de ataques emanados directamente de grupos afines al gobierno estatal), fue se-cuestrado, torturado y amenazado por desconocidos. ¿Su culpa? Rea-lizar sus investigaciones con toda autonomía y sin componendas.28

Este giro autoritario se inserta en una crisis económica de pro-porciones planetarias y, contrario a los deseos de muchos, las crisis no suelen trocarse en revoluciones, sino en guerras y fascismos. A diferencia de 2006, el mundo se encuentra ahora en una etapa di-fícil de reconfiguración geopolítica y social que no anuncia nada bueno para la humanidad y menos para los mexicanos, expuestos más que otros a los embates del imperio.

El balance es que sólo una decidida respuesta popular a nivel nacional e internacional puede cambiar el rumbo de los hechos. Los movimientos están en la defensiva porque en lugar que im-pulsar sus reivindicaciones tienen que pedir la liberación de sus militantes.

Para finalizar, se impone una pregunta: ¿qué queda de la APPO? En primer lugar, ya no existe como espacio público, asamblea que se reúne, toma decisiones y actúa de consecuencia.

Prevalece un ánimo rijoso que expresa rabia, frustración, im-potencia, desesperanza y hasta desesperación. Amplios sectores

27 “Los disparos se produjeron a más de 35 metros, afirma la CNDH”, La Jornada, 18 de octubre de 2008.

28 CCIODH, comunicado No. 37, 25 de noviembre de 2006, Justicia para Oaxaca.

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de la población están realmente intimidados. Algunos temen has-ta respirar, —escribió Gustavo Esteva rememorando los hechos de 2006.29

Aun así, hay signos esperanzadores. A principios de septiem-bre, más de un centenar de hombres y mujeres representantes de unas 20 emisoras se reunieron en el pueblo de Zaachila para celebrar la “Primera Asamblea de Radios Libres y Comunitarias de Oaxaca”.30

La Asamblea tuvo lugar cuando en Oaxaca y en el país se in-tensifica la represión, hostigamiento, censura, bloqueo y desman-telamiento de diversas radios comunitarias.31 Entre los objetivos de la reunión destacó la conformación de una red para fortalecer los medios independientes y comunitarios. La batalla por una co-municación libre y autónoma es —me parece— uno de los ejes de las luchas por venir.

También fue relevante el proceso de renovación del Comité Directivo de la Sección 22 del sindicato magisterial (SNTE) que tuvo lugar a finales de septiembre. A pesar de las presiones de los grupos políticos, ganó un candidato independiente, lo cual fortale-ce las tendencias democráticas dentro de ese sindicato de maestros que, con todo y sus fallas, sigue ejerciendo un papel importantísi-mo en la vida social de la entidad.

La lucha toma otros rumbos. En Oaxaca existe una larga tra-dición de batallas ecológicas que vuelve a emerger. En 2002, una coalición ciudadana ganó una importante batalla contra la apertura de un McDonald’s en el Zócalo de la ciudad.32 Y en julio de 2008, otra coalición echó por abajo la construcción de

29 Gustavo Esteva, “Dos años después”, La Jornada, 16 de junio de 2008.30 Conforman Asamblea Permanente de Radios Libres y Comunitarias de Oaxaca,

nota de Blanca Cruz, http://alainet.org/active/26004&lang=es31 En Oaxaca han tenido problemas las siguientes emisoras comunitarias: «Radio Te-

huantepec», «Radio Tototpo», «Radio La Tehuanita», «Didxaza`a», «Biniguelaza», «So-nido 89», «TNT», «Radical», «Xguenda», «Guadalupe» y «Laboral Xha Vicente». A nivel nacional destaca el desmantelamiento de «Radio Tierra y Libertad en Monterrey», Nue-vo León.

32 Albertani, Claudio, “Small is beautiful. Airports, McDonalds and Hypermarkets in México” en Paula S. Rothenberg coord, Beyond Borders. Thinking Critically About Glob-al Issues, New York 2005.

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un megacentro comercial en la Colonia Reforma. “¡No esta-mos todos! ¡Faltan los árboles!” reclaman los activistas en re-lación a la destrucción de vegetación centenaria en el predio recuperado.33

Esas palabras me traen a la mente la profecía de D. H. Lawren-ce, el gran escritor inglés:

Para mí los hombres de México son lo mismo que árboles: bosques enteros que los blancos derribaron al llegar. Pero las raíces quedaron en tierra y brotaron de nuevo. Cada brote echa abajo una iglesia española o una fábrica norteamericana. Y no tardará mucho en volver a existir el bosque y destruirá para siem-pre todos los monumentos españoles que desaparecerán de la faz del mundo.34

Hoy la reconstrucción del bosque social es inseparable del res-cate del bosque tropical. El 1 de septiembre, de 2008, diversos grupos que luchan contra la injusticia ambiental, los basureros en tierra comunales, las plantas de tratamiento de basura, la conta-minación de ríos y arroyos, la construcción de más gasolineras, supercarreteras, presas y otros megaproyectos marcharon por pri-mera vez juntos en la Ciudad de México. 35

“El capitalismo se encuentra acorralado en una crisis civiliza-toria de saqueo de los recursos sociales, naturales, del medio am-biente, así como del cuerpo y la mente humanos”, me dijo ese día Andrés Barreda, uno de los organizadores de la marcha.

La guerra decretada en contra del campo mexicano tiene como contraparte la descomunal migración campesina hacia Estados Unidos, pero también hacia las ciudades de México. De conse-cuencia, hoy tenemos una tenaz resistencia de diversos sectores sociales que en todas partes se oponen al despojo.36

33 ¡No estamos todos, faltan los árboles!, http://www.kaosenlared.net/noticia/no-esta-mos-todos-faltan-arboles

34 Lawrence, D. H., Viva y muera México, México 1970, 182. 35 Una marcha significativa por la naturaleza en México, http://mexico-verde.blogs-

pot.com/2008/09/una-marcha-significativa-por-la.html 36 Andrés Barreda, entrevista con el autor, 1 de septiembre de 2008.

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Es por esto que, una vez más, es bueno volver la mirada hacia el sur. Oaxaca no es únicamente el espejo del «México Bárbaro» que se encarna en Ulises Ruiz y en los usos y costumbres del sis-tema político local (aquellos “instintos salvajes”, descritos por Ri-cardo Flores Magón hace más de 100 años37). También es —como lo fue y lo sigue sendo Chiapas— un laboratorio de pensamiento alternativo y de luchas sociales que suscita la simpatía y la solida-ridad de muchas personas en el mundo entero.38

Lo bailado no lo quita nadie. La experiencia de la APPO com-prueba que, en pleno siglo XXI, la práctica de la ayuda mutua no es la quimera de unos cuantos locos, sino un mecanismo vigente en-tre pueblos que viven en el presente y con la mirada clavada en el futuro. Un mecanismo que, en ciertas condiciones, se vuelve con-tagioso y hace temblar todos los poderes.

En un momento en que la vida misma se encuentra amenazada por el saqueo ambiental, por la ley de la ganancia y por las ma-fias de los negocios, los pueblos de Oaxaca nos mostraron que es posible vivir, trabajar, crear, amar, reír y llorar sin el orden tota-litario de los gobiernos y al margen de la lógica absolutista de la mercancía.

Por todo esto y más Oaxaca es, también, nuestro espejo. El es-pejo de los que en todas las latitudes reivindicamos el derecho de vivir humanamente.

Noviembre de 2008.

37 “Instintos salvajes”, Regeneración, tomo II, núm 36, 30 de abril de 1901; ahora en: Ricardo Flores Magón, Obras Completas, Introducción compilación y notas, Jacinto Ba-rrera Bassols, Vol. IV, 736.

38 Además del citado trabajo de Collective Reinventions (para mi gusto el más intere-sante), entre los libros publicados fuera de México sobre el movimiento de Oaxaca, está: Nancy Davis, The people decide. Oaxaca’s popular assembly, A Narco News Book, Fund for Authentic Journalism, Natick, MA, 2008 y George Lapierre, La commune d’ Oaxaca. Chroniques et considerations, précedé de “Vive la Commune” de Raoul Vaneigem, Éd. Rue des Cascades, París 2008.

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© 2009, revolver [Revuelta Cultural Mexickana]http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendID=262143348

© 2009, Sandra Sturdebant

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I. Desobediencia civil

¿Sentís? Son las vibraciones de divinos marti-llos que golpean en el fondo del abismo. Es la vida que brota del negro vértice, haciendo estremecer el asilo de la muerte donde reinan tétricos vampiros. Es el empuje de la revolución que avanza.

PRAXEDIS G. GUERRERO

EN TODAS partes, los ciudadanos se dejan engañar por políticos corruptos, encuestadoras tramposas y medios de comunicación co-ludidos. La creencia en la omnipotencia y omnisciencia de las instituciones oficiales siempre fue el fundamento de la domina-ción, como bien sugirió Etienne de la Boétie hace casi quinien-tos años.39

Hoy, este mecanismo se encuentra implementado por el uso masivo de la desinformación. Descubrimiento de los regimenes totalitarios. La desinformación es mucho más que el engaño: es el uso alterno de la verdad y de la mentira al servicio de la so-ciedad dominante.40

Recientes acontecimientos en México y en el mundo comprue-ban, sin embargo, que el mecanismo puede fallar. Cuando, por

39 Etienne de la Boétie, Sobre la servidumbre voluntaria, http://www.sindominio.net/oxigeno/archivo/servidumbre.htm

40 Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, Barcelona 1999, tesis XVI.

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ejemplo, los dueños del poder se vuelven demasiado voraces per-judican sus propios intereses y provocan reacciones imprevistas.

También sucede que las clases subordinadas se cuestionan a sí mismas y, de repente, se muestran dispuestas a emprender una actividad política autónoma. De un día para otro, quienes suelen obedecer con agrado y devoción ya no creen en las instituciones establecidas y perciben no sólo la nocividad de los poderosos, sino también la insensatez de someterse.

El fenómeno es universal. Puede variar el grado de corrupción del poder, el temperamento más o menos dócil del pueblo, su his-toria, ubicación geográfica y capacidad de comunicación, pero, tarde o temprano, llega el momento en que los seres humanos dejan de obedecer. Todo lo que antes se consideraba normal se vuelve absurdo, lo imposible posible y lo deseable indeseable.

Inversión de perspectiva

Frente a una asombrosa multiplicación de conflictos sociales, la pregunta es: ¿ha llegado ese momento a México? Aunque la percepción es que vivimos un parteagua, ahora mismo nadie tie-ne respuestas certeras. Un sobresalto de dignidad sacude al país y la fecundidad de lo imprevisto rebasa, con mucho, la capacidad de análisis de los expertos.

En Oaxaca, desde hace meses, existe un abierto enfrentamien-to entre dos poderes, el de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO) —integrada por maestros disidentes, trabajadores de la ciudad y el campo, y organizaciones democráticas— y el oficial. Originada en la capital del estado, la rebelión se ha exten-dido a decenas de comunidades indígenas de la sierra y del Istmo. Además de transparencia y rendición de cuentas, los insurgentes oaxaqueños exigen autonomía y democracia participativa.41

En el Distrito Federal, millones de personas se han volcado a las calles en repudio al fraude electoral. La soberbia del gobier-no, la codicia de los empresarios, la descarada actuación de los

41 Gustavo Esteva, “Oaxaca: anticipo y amenaza”, “Cuando el poder se desvanece”, La Jornada, 31 de agosto y 11 de septiembre de 2006, Francisco López Bárcenas, “La rebe-lión de las comunidades de Oaxaca”, La Jornada, 9 de septiembre de 2006.

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medios de comunicación, los abusos del Instituto Federal Electo-ral (IFE) y la corrupción de la magistratura —¿quién cree en los jueces después del vergonzoso fallo a favor de la usurpación?—, desembocaron en la crisis más profunda que sufre el país desde 1994.

Una crisis que no es únicamente política, sino también social e institucional. Sin que nadie lo previera, el proceso electoral se convirtió en el detonador de un movimiento social de naturale-za masiva que lo mismo puede resultar efímero que consolidarse y cambiar la naturaleza de la política mexicana en los próximos años.42

En esta situación, muy compleja, los viejos marcos teóricos no aplican. Resulta obsoleta, por ejemplo, la disyuntiva entre refor-ma y revolución. El movimiento de resistencia civil pacífica no se expresa en una ideología, sino en una actitud colectiva de recha-zo ante las injusticias sufridas. Al mismo tiempo, si crece, puede cuajar en un poderoso impulso para lograr una transformación ra-dical de la sociedad.43

Las paradojas están a la vista. Una izquierda desacreditada y acostumbrada a todos los compromisos —hasta los más vergon-zosos—, se encuentra a la cabeza de un poderoso movimiento so-cial que puede convertirse en la vía maestra para la recomposición de la lucha anticapitalista en México. Personajes siniestros que impulsaron la contrainsurgencia en Chiapas, votaron la contrarre-forma a la ley indígena y, más recientemente, la obscena ley Televisa, ahora promueven la Convención Nacional Democrática (a celebrarse el 16 de septiembre de 2006), iniciativa que retoma el proyecto neozapatista de 1994 y muchas de las actuales pro-puestas de La Otra campaña (por ejemplo, la de hacer una nueva Constitución).

Por otro lado, los zapatistas quienes —con mucha razón— buscan nuevas formas de hacer política, muestran un incompren-sible desden por los andares de la «señora sociedad civil». Tiene razón Edgar Sánchez cuando señala que no basta con decir que el

42 Lorenzo Meyer, “Los ríos subterráneos”, Reforma, 17 de agosto de 2006.43 Luis Villoro, “Resistencia”, La Jornada, 5 de agosto de 2006.

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fraude es inmoral, pero no participar en la lucha contra la usurpa-ción.44 Criticar —acertadamente— a la democracia representativa no implica aceptar que sea remplazada por una nueva forma del Estado autoritario.

Lo cierto es que las dos campañas —la oficial y La Otra— que-daron atrás. A partir del 5 de septiembre, día en que Felipe Calde-rón fue tramposamente proclamado presidente electo, este ya no es un conflicto post-electoral. Se perfila un enfrentamiento de gran envergadura entre una izquierda social amplia —que de ninguna manera se reduce al PRD— y una derecha depredadora aliada con el gran capital, los poderes mediáticos y los sectores más reaccio-narios de la iglesia.

Producto de las sedimentaciones, los agravios y las enseñan-zas de los años pasados, el movimiento que surgió no es propiedad privada de nadie. En la medida en que desconoce el poder oficial y plantea la necesidad de renovar y transformar las instituciones existentes, el programa en cinco puntos presentado por An-drés Manuel López Obrador merece ser sostenido.45

Es urgente encontrar mecanismos que favorezcan la incorpora-ción de los compañeros de La Otra Campaña y del EZLN. No hay razones de peso para que no se sumen a la lucha: los agravios de que fueron objeto son reales, pero no son responsabilidad de quie-nes —también “abajo y a la izquierda”— compartimos gran par-te o la totalidad de los anhelos zapatistas. Radicalizar la agenda del movimiento, depende de la creatividad de quienes defendemos una opción no partidaria.

Como los zapatistas, muchos percibimos la urgencia de cambiar la actual forma de gobierno, sostenida en la violencia, la manipulación y el cálculo. Como los zapatistas, muchos lucha-mos por una sociedad en donde las divergencias entre individuos y grupos se resuelvan de manera tal que no desemboquen en la destrucción mutua, sino en la mutua regeneración. Como los zapatistas, muchos queremos un mundo libre de la tiranía de la ga-nancia que abra paso a los deseos y pasiones de los individuos y

44 Discurso pronunciado el 21 de agosto en el plantón del Centro Histórico.45 Véase el texto completo en el sitio http://www.amlo.org.mx/noticias/discursos.

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de las colectividades. Esto implica echar los cimientos de una or-ganización radicalmente nueva y plural que nos permita retomar el control sobre nuestras vidas y emprender el camino hacia la au-togestión generalizada.46

México piquetero

Pase lo que pase, el plantón del Centro Histórico de la Ciudad de México dejó en claro que el movimiento rebasó el ámbito de la indignación estéril. La vida cotidiana funcionó bien en los 47 campamentos ubicados entre el Zócalo y el periférico. Aun cuan-do recibieron apoyo del gobierno local, éstos fueron, en gran parte, autogestionados: las decisiones se tomaban todos los días en las asambleas de cada agrupación participante.

Sin que nadie lo esperara, se volvieron a activar las antiguas redes de solidaridad popular que sesudos sociólogos daban por en-terradas. Los aparatos clientelares de los partidos de la coalición ejercieron presión pero no pudieron controlar todas las iniciativas populares que se desplegaban en un sinnúmero de actividades in-dependientes en donde destaca la participación de mujeres, niños y ancianos.

Durante 45 días, la imaginación, el arte y la poesía invadie-ron el corazón de la ciudad-monstruo. Cientos de actividades cul-turales que incluyen conferencias, foros, funciones de teatro, de danza, exposiciones de pintura, conciertos (desde «ska» a clásico, pasando por todas la variaciones del rock, blues, música ranchera, danzón y corridos) y una biblioteca volante son indicios de que hubo una auténtica explosión de creatividad popular, además de una recia voluntad de lucha.47

Personas que nunca antes se habían atrevido a tomar la palabra en un evento público, descubrieron el gusto de la participación y

46 Las reflexiones más profundas sobre el alcance de un movimiento autogestivo si-guen siendo las de Raoul Vaneigem, De la huelga salvaje a la autogestión generalizada (1974), http://www.sindominio.net/ash/salvaje1.htm. Del mismo autor véase también: Mo-destes propositions aux grévistes. Pour en finir avec ceux qui nous empêchent de vivre en escroquant le bien public, París 2004.

47 Paco Ignacio Taibo II, “La otra y nueva guerra de Reforma”, La Jornada, 13 de agosto de 2006.

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la comunicación colectiva. Calles antaño infernales se convirtie-ron en espacios públicos humanizados, embriones, por así decirlo, de un nuevo urbanismo. Entre muchas propuestas para mejorar la vida metropolitana, está la de convertir el Centro en zona peatonal, renombrando el Paseo de la Reforma, Paseo de la Democracia.

Decenas, tal vez cientos de miles, de personas participaron de una u otra manera en el plantón. ¿Quiénes son? En primer lugar, integrantes de las clases más pobres, especialmente —aunque no exclusivamente— urbanas. A esas se añaden, amplios sectores de las clases medias, pequeños comerciantes, campesinos, indígenas, intelectuales, artistas y estudiantes. Todos juntos integran un suje-to político múltiple y diverso que es el protagonista principal del movimiento. Todos juntos dieron vida a una suerte de ágora cuyo principal cometido es la libre discusión, es decir la democracia.48

En una de las metrópolis más violentas del mundo, no se regis-traron robos ni agresiones. No se pintó una pared, ni se rompió un vidrio. El plantón fue durante seis semanas la zona más segura de la ciudad y lejos de impedir la libre circulación de las personas, la esti-muló, pues abrió la posibilidad de encuentros antes impensables.

A pesar de la desinformación, la noticia se propagó lenta pero firmemente. Al atardecer, muchos capitalinos acudían al plantón con el único propósito de admirar las últimas creaciones artísticas, escuchar y ser escuchados, descubrir amigos viejos y nuevos. Lle-gaban también personas procedentes de otros estados y era común toparse con visitantes extranjeros.

La experiencia del plantón indica que México se está ubi-cando en la misma senda de otros países latinoamericanos.49 El recuerdo de los piqueteros argentinos expulsando a varios gober-nantes es muy fresco y no extraña que el gobierno, la patronal y los medios de comunicación se sientan amenazados.

Entre el 14 de agosto y el primero de septiembre, militares pertenecientes a la sexta Brigada Ligera del Ejército, elementos

48 Sobre la relación entre democracia y autonomía individual y colectiva, véase: Cor-nelius Castoriadis, Una sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997), Buenos Aires 2006.

49 Guillermo Almeyra, “La transición de las revoluciones políticas a las sociales”, serie de cuatro artículos, La Jornada, 20, 27 de agosto y 3,11 de septiembre de 2006.

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del Estado Mayor Presidencial y de la Policía Federal Preventi-va, provistos de toletes, escudos, armas, tanquetas e instrumentos de asalto ocuparon militarmente las calles aledañas al Palacio Le-gislativo de San Lázaro, situado en el extremo opuesto del Centro Histórico. ¿Qué pretendían? Resguardar a Vicente Fox en el día de su último informe presidencial (que no pudo presentar ante la ruidosa oposición de los diputados del PRD); pero, sobre todo, lanzar una amenaza.

Y es que, al parecer, los estrategas de la contrainsurgencia con-templan dos escenarios. El primero es que el movimiento se des-gaste solo y que la gente opte por desmovilizarse, como sucedió en 1988, en ocasión de otro fraude descomunal. Si la opción falla, intentarán llevarnos a escenarios extremos de violencia para mos-trar a la nación la insensatez de toda resistencia.

En esta situación, la mejor opción es generalizar el espíri-tu combativo y al mismo tiempo pacífico y propositivo que he-mos visto florecer en el plantón respetando, al mismo tiempo, las otras experiencias de lucha y aplicando la política de “un no y muchos sí”.�0 Al convocar delegados procedentes de toda la repú-blica, la Convención Nacional Democrática nos ofrece una buena oportunidad en el supuesto de que, como sugiere Pablo González Casanova, “cada vez sean más gentes quienes construyan tanto una política de corto como de largo plazo”.51

La tarea es articular la lucha contra el gobierno usurpador con la propuesta de un nuevo pacto social, las demandas de los pue-blos indios (y particularmente el derecho a la autonomía), la crea-ción de instituciones autogestivas y la liberación de los presos políticos (los de Atenco y de Oaxaca en primer lugar).

Muchas Desobediencias

La Desobediencia Civil (DC) —individual o de masa— tiene una historia larga y compleja que en las últimas semanas ha sido

�0 G. Esteva, art cit.51 Pablo González Casanova, “Esta no es democracia”, La Jornada, 12 de julio de

2006.

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tergiversada por críticos en mala fe. Puesto que es nuestro recurso principal, es útil retomar algunos de sus hitos.

La DC es una práctica que busca debilitar el poder ridiculizán-dolo. A mediados del siglo XIX, David Henri Thoreau se preguntó qué hacer antes leyes injustas: “¿Nos esforzaremos en enmendar-las, obedeciéndolas mientras tanto? ¿O las transgredimos de una vez?” Y contestó: “Si la injusticia requiere de tu colaboración, rompe la ley”.

Desobediencia Civil es el nombre de su famoso ensayo, mis-mo que, en un primer momento, había titulado Resistencia al go-bierno civil.�2 Contrario a la opinión común, los dos conceptos son sinónimos y remiten a una acción pacífica, pero (casi siempre) ile-gal. De hecho, muchos de los que la practican acaban en la cárcel, el lugar que, según Thoreau, corresponde al hombre justo cuando reina la injusticia. Él mismo fue encarcelado por oponerse a pa-gar impuestos destinados a financiar la invasión de México por los Estados Unidos.

No está por demás recordarlo, pues hoy las trompetas de la propaganda oficial vibran al son de la resistencia civil… ¡siempre y cuando sea compatible con la ley!53 Es obvio, en cambio, que recurre a comportamientos de ruptura con el orden legal. Esto lo admite, incluso, un filósofo moderado como Norberto Bobbio, quien añade: “toda la historia del pensamiento político está escri-ta ya sea del punto de vista de los que enfatizan el deber de obe-decer o de quienes reivindican el derecho a la resistencia (o a la revolución)”.54

El problema de la legitimidad, de cómo se conserva el poder, cómo se pierde y cómo se conquista se encuentra en el fundamento de todas las teorías políticas. Desde los tiempos de Aristóteles, la lucha contra la tiranía es legítima por definición, aunque pueda ser considerada ilegal. Los latinos plantearon incluso la idea de que la

�2 Henry David Thoreau, Desobediencia Civil, http://www.sc.ehu.es/sfwpbiog/acdr/Thoreau/resistencia.htm

53 Véase, los artículos de Isabel Turrent y Mario Melgar Adalid en el periódico Refor-ma del 20 de agosto de 2006 y las atinadas críticas de Mauricio Schoijet, “De la historia y significado de la desobediencia civil”, La Jornada, 3 de septiembre de 2006.

54 Norberto Bobbio, Teoria generale della politica, Turín 1999, 199.

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aplicación de la ley al pie de la letra puede convertirse en la ma-yor forma de injusticia.��

La antigua dicotomía entre obediencia y resistencia, entre poder constituido y poder constituyente se refleja en muchas cons-tituciones modernas y particularmente en la mexicana que, en su artículo 39, consigna que “el pueblo tiene, en todo tiempo, el ina-lienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. En la práctica, sin embargo, ningún gobierno —y menos el actual— estaría dispuesto a reconocer la legalidad de ese dere-cho, que tendría plena vigencia sólo a partir de un movimiento social victorioso. Cuando no son celebrados como próceres, quie-nes se atreven a la insubordinación suelen ser encarcelados por traición a la patria.

Otro gran teórico de la DC fue León Tolstói. Se ha visto en el autor de Guerra y Paz un sostenedor de la resignación y de la su-misión al mal, que habría de soportarse con paciencia cristiana. Aunque arropado en un lenguaje místico, su objetivo era exacta-mente lo contrario: la insubordinación y la resistencia al Estado.56 Tolstói —quien falleció de neumonía el 20 de noviembre de 1910 el mismo día que comenzó la Revolución Mexicana— fue un pio-nero del antimilitarismo y le debemos, además, haber insistido en dos verdades básicas. Una es la comprensión de la fuerza de la resistencia como opción individual y conciente. La otra es el re-conocimiento de que el bien, la bondad y la solidaridad están en nosotros mismos y pueden ser despertados.

Correspondió a Gandhi llevar a la práctica las doctrinas del maestro ruso, primero en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y después en la lucha por la independencia de la India. Iniciador de las grandes manifestaciones de masa, el Mahatma nombró su ver-sión de la DC, satyagraha o «fuerza de la verdad», porque conside-raba insuficiente la idea de «resistencia pasiva», entonces en boga.

�� Gustavo Iruegas, “Summum ius, summa iniuria”, La Jornada, 11 de agosto de 2006.

56 León Tolstói, Cristianismo y anarquismo, http://www.antorcha.net/biblioteca_vir-tual/politica/cristianismo_anarquismo/cristianismo_y_anarquismo.html Véase también: El poder, la insumisión, http://www.nodo50.org/moc-carabanchel/documentos/Tolstói_insu-mision.htm

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Para Gandhi, la no-violencia (o ahimsa) es, fundamentalmen-te, un principio activo. Es, además, una excelente «arma de destrucción masiva» para acabar con la injusticia y construir un poder que no solamente neutraliza la violencia, sino que apun-ta al autogobierno (o swaraj), es decir a la liberación individual y colectiva.57

Mucho tiempo después, el reverendo Martin-Luther King sería para los Estados Unidos lo que Gandhi fue para la India. Al cabo de una larga lucha fundamentada en las enseñanzas del Mahatma, en 1965 el movimiento por los derechos civiles logró imponer la igualdad de derechos para todos los estadounidenses, sin impor-tar la raza.

Como Tolstói y Gandhi, Martin-Luther King estaba imbuido de un pensamiento religioso que debemos respetar, pero no nece-sariamente compartir. Recordarlo no es ocioso ya que una de las críticas más comunes al movimiento es su pretendida traición al «espíritu gandhiano».

Desde las columnas de la Revista Proceso, Javier Sicilia arremetió persistentemente contra el plantón del Centro Histórico, alegando que estaríamos quemando etapas al montar “la desobe-diencia (la obstrucción de calles) dentro de la etapa de la resisten-cia civil (la marcha y el plantón).58 No encontré en las obras de Gandhi esa distinción entre desobediencia y resistencia�9 y aun si existiera, la DC —hay que reiterarlo— no es una religión ni una ideología, sino una expresión flexible y creativa que contempla modalidades infinitas.

Thoreau predicaba la no-violencia, pero esto no le impidió solidarizarse con John Brown, quien enfrentó a los esclavistas con las armas en la mano.60 El propio Gandhi —quien, a diferencia de sus discípulos, era más bien un pragmático— afirmó que es prefe-

57 Mahatma Gandhi, Mahatma, Aquí y ahora, México 1982, 78.58 Javier Sicilia, “Las contradicciones de la resistencia civil”, Revista Proceso núm

1552, 30 de julio de 2006; y “La resistencia civil extraviada”, Revista Proceso núm 1553, 6 de agosto de 2006.

�9 En sus dos obras principales sobre el tema —su autobiografía y la historia de la sat-yagraha en Sudáfrica— Gandhi ni siquiera emplea el término «resistencia civil».

60 Henry David Thoreau, Los últimos días de John Brown, http://www.antorcha.net/bi-blioteca_virtual/politica/desobediencia/desobediencia.html

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rible ser violentos a ser cobardes y colaboró con los británicos en el aplastamiento de las rebeliones de los bóers (y también de los zulúes, lo cual es menos encomiable).

Sin menoscabo de la admiración que nos merecen las ideas de Tolstói, Gandhi y Martin-Luther King, existe una tradición igualmente rica, pero laica y libertaria, que arranca con las prime-ras experiencias del movimiento obrero, pasa por las luchas paci-fistas de los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado para llegar al actual movimiento contra la globalización neoliberal.

Mientras Gandhi afinaba los principios de la satyagraha, los anarcosindicalistas franceses desarrollaban la acción directa no-violenta, el Sinn Fein irlandés inventaba el boicot y en Estados Unidos, el Industrial Workers of the World (IWW), sindicato liber-tario del que fue miembro también Ricardo Flores Magón, adop-taba técnicas de protesta, también pacíficas, que sacudieron a la sociedad estadounidense. Recordamos, en particular, las manifes-taciones contra la primera guerra mundial, los «sit-in» y los «soap box speeches» (charlas de caja de jabón) formas de protesta en las que, ante la negativa de las autoridades a permitir una manifesta-ción, los activistas se subían a una caja de jabón en la calle aren-gando a los pasantes.

Hacia una revolución no violenta

Las revoluciones no se dirigen pero se preparan. La Desobe-diencia civil se construye a partir de situaciones concretas y se legitima sola. Ante la injusticia, es difícil permanecer insensibles: no nos hace falta buscar justificaciones en el gandhismo, el socia-lismo, el anarquismo, el zapatismo o cualquier otro «ismo».

Según el Colectivo Antimilitarista de Zaragoza, la DC plantea un conflicto fundamental: legitimidad frente a legalidad. La le-gitimidad de la acción política participativa radicalmente demo-crática se contrapone a la injusticia muchas veces encubierta de legalidad. Es una herramienta política precisamente por su carác-ter público (trasciende lo privado y tiene significación social) y pedagógico (se trata de expresarse colectivamente mediante actos ejemplarizantes, que motivan, que enseñan, que provocan).

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A diferencia de otros modos de hacer política, la DC no busca imponerse sobre el conjunto de la sociedad sino que lanza una in-terpelación y busca el diálogo.61

Aun así, las dificultades son muchas. El arte de generar una comunidad de acción, de movilizar en nosotros y fuera de noso-tros nuevos recursos portadores de vida y no de muerte requiere mucha finura y una buena dosis de sentido práctico.

Toda lucha social implica, además, una reflexión permanente sobre la relación entre los medios y los fines. “La causa es creado-ra del efecto —escribió el revolucionario magonista Praxedis G. Guerrero—; el medio determina de una manera absoluta la apari-ción y las cualidades del producto”.62 El asunto no es escoger entre violencia y no-violencia, ni averiguar cuánto valor tenemos a la hora de enfrentarnos a la represión, sino hacer lo necesario para acabar con la injusticia al menor costo posible, es decir, ga-rantizando la seguridad de todos.

Entendemos —sin compartirlas— las razones de quienes, ante la cerrazón de los poderosos, optan por la lucha armada, como lo hizo el EZLN en su momento y hoy lo siguen haciendo las muchas organizaciones político-militares que operan en el país. Nosotros preferimos la DC porque nos permite armonizar los medios y los fines.

La tarea de ampliar el movimiento se nos presenta de muchas maneras. Las manifestaciones multitudinarias, las asambleas ple-narias, los discursos elocuentes son momentos necesarios porque nos permiten comprobar nuestra fuerza y nuestra capacidad de actuar juntos. Las transformaciones profundas, sin embargo, no se forjan en esos espacios, sino en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana.

Una vía es impulsar la creación de comités de resistencia civil, independientes de los partidos y federados entre sí. De preferencia pequeños (5-15 personas), esos comités se organizarían con base territorial (barrios, colonias, pueblos) o sectorial (fábricas, talle-

61 Véase, Manual para una revolución no-violenta, http://www.nodo50.org/moc-cara-banchel/documentos/noviolencia/manual_revolucion_noviolenta/dossier.rtf

62 Praxedis G. Guerrero, Artículos literarios y de combate; pensamientos, crónicas re-volucionarias, etc., México 1977, 53.

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res, escuelas) entre conocidos y evitando la separación entre diri-gentes y ejecutantes.

La antigua experiencia libertaria de los grupos de afinidad, in-tegrados por individuos autónomos, concientes y responsables nos ofrecería una valiosa inspiración: la individualidad es la manifes-tación unitaria, particular y específica de una comunidad libre. A diferencia del militante político tradicional —un sujeto a menudo pasivo y enajenado— la persona que integra un grupo de afinidad tiene la certeza, verificada constantemente, que entre su participa-ción y su abstención sí hay una diferencia.

Estructurados así, los comités de resistencia civil podrían lle-var a cabo una variedad de funciones conforme a las competencias de sus integrantes. Esas incluirían un portavoz ante los medios de comunicación, un catalizador de decisiones rápidas, alguien formado en primeros auxilios, otro que asista a asambleas mayo-res, una persona entendida en asuntos jurídicos, una de apoyo en los arrestos, etcétera.63

Los comités se articularían en asambleas populares que fun-cionarían a nivel local, regional y estatal, buscando coordinarse con gobiernos municipales, partidos políticos y organizaciones sociales no hostiles. Empezaría, acto seguido, una gran campa-ña para cercar los poderes oficiales que subiría y bajaría, según la necesidad. Se organizarían boicoteos contra los empresarios de-lincuentes, caravanas, cacerolazos, acciones simbólicas, cortes de carretera y todo lo que la imaginación colectiva pudiera pro-poner.

Un paso decisivo sería la creación de radios y televisiones li-bres, así como de agencias de noticias ciudadanas para romper el monopolio informativo.64 Puesto que difundir la «verdad» no es suficiente; habría que atacar los modos de comunicación domi-nante no para destruirlos, sino para subvertirlos. Se impulsarían, además, jornadas o semanas de luchas temáticas: contra la corrup-

63 Manual para una revolución no-violenta, op. cit.64 Véase la propuesta de crear un «Observatorio Audiovisual Ciudadano» presentada a la

Convención Nacional Democrática por los documentalistas independientes: Aline Menassé, Carolina Kerlow, Cristian Calónico, Gloria Ribé, José Manuel Pintado, Luisa Riley y Marga-rita Suzán, http://www.cnd.org.mx/Memorias/ponencias/516.pdf

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ción, la pornografía infantil, la privatización de la vida pública, la nocividad del capitalismo, el saqueo de los recursos naturales, el agotamiento del agua, la comida chatarra, etcétera.

La campaña desembocaría en un gran paro cívico nacional or-ganizado en colaboración con los sindicatos independientes para lograr nuestro objetivo mínimo: impedir la toma de posesión del usurpador.

Septiembre de 2006

http://www.fundanin.org/albertani6.htm

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II. La rebelión zapatista en hilo del tiempo (Elementos para la reflexión)

HACE MUCHO tiempo, el poeta Antonin Artaud, se fue a la Sierra Ta-rahumara en búsqueda del Edén. “Esperamos de México un nuevo concepto de revolución —escribió— y un nuevo concepto de Hom-bre que servirá para alimentar con su vida mágica la última forma de humanismo”. Ávido de absoluto y con la mente devastada por las tempestades de sueños exaltados, Artaud no pudo satisfacer su sed de absoluto; sin embargo, sus palabras no eran tan absurdas.

Tierra de grandes contrastes e injusticias inmemorables, crisol de pueblos y culturas, en México las formas más sofisticadas de capitalismo se cruzan con el subdesarrollo, una pobreza vergonzosa y la obstinada resistencia de las civilizaciones mesoamericanas. Hacia fines del siglo XX, llegó precisamente de México, un llama-do nada místico a buscar el camino que conduce a ese gran terri-torio imaginario que llamamos futuro.

1) El primero de enero de 1994, mientras en los altos círculos financieros se celebraba la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), la mega máquina capita-lista enfrentó uno de sus periódicos estorbos, provocados por el usual e insoportable factor humano. Organizados en el entonces desconocido Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), miles de indígenas mayas, hombres y mujeres con el rostro oculto por un pasamontañas, armados tan sólo con fusiles rudimentarios, «llegaron como el viento» en siete municipios de Chiapas.

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Marginados del universo radiante del consumo, ignorados por las estadísticas, admitidos en la conciencia nacional sólo como vestigios arqueológicos o atracción turística, los mayas se levan-taron para decir: “¡ya basta!”. Basta de miseria, basta de injusticia, basta de ceguera, basta de silencio.

El gobierno mexicano se apresuró a declarar que sólo era una revuelta de indígenas «monolingües», limitada a cuatro muni-cipios del altiplano. Sin embargo, y por una paradoja típica del mundo actual, aquellos hombres y mujeres rebeldes se volvieron pronto el espejo no sólo de México, sino del mundo entero. Ar-mados igualmente de ironía y de espíritu visionario, los mayas de Chiapas enarbolaban la bandera de una nueva democracia para todos que no tardarían en llamar «intergaláctica».

Y es que el EZLN no era una guerrilla tradicional, de corte gue-varista o marxista-leninista, ni un movimiento nacionalista, mucho menos una reedición de las guerras de casta del siglo anterior. No habían mesías ni redentores a la vista. Tampoco vírgenes milagrosas. Y no había odio.

Raramente un movimiento revolucionario se había asomado a la historia de una manera tan inesperada: ningún servicio secre-to de los muchos que espían nuestras vidas había imaginado que algo radicalmente nuevo pudiese surgir después del hundimiento del bloque (mal llamado) socialista y del tan cacareado fin de la historia. Raramente un movimiento revolucionario se había mos-trado tan conciente de la necesidad de comunicar, de escuchar y de ser escuchado.

Los zapatistas proponían, de sí mismos, numerosas y clarísi-mas definiciones en negativo: “no somos un partido, no somos una guerrilla, tampoco un ejercito tradicional”. Rechazaban, ade-más, el proyecto revolucionario dominante del siglo XX: la toma del Estado y su gestión por parte de una elite iluminada. Ricas de paradojas, sus acciones transmitían la fuerza de los débiles ante los poderosos y la urgencia de construir un futuro diferente para todos.

2) Surgida en el momento culminante del neoliberalismo, la rebelión zapatista anunciaba el principio de una época. Circuns-

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tancias singulares habían incitado a los rebeldes a evitar los erro-res de las revoluciones pasadas: la globalización, el fin de la guerra fría, la cercanía con Estados Unidos y también a Centroamérica, en donde las recientes experiencias insurreccionales habían deja-do heridas dolorosas.

Ahora los zapatistas tomaban las armas, no para adueñarse del poder, ni para ejercer la violencia resentida de los perdedores; sino para narrar al mundo la absurdidad de su condición de hombres y mujeres constantemente invitados a aderezar la rica mesa de la modernidad sólo para enterarse de que ni las sobras quedan.

Si en un primer momento, “los armados de verdad y de fuego” pusieron patas arriba a la duodécima economía del mundo —glo-ria del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM)— pronto se volvieron el síntoma de una nueva sensibilidad y la principal referencia no de los nostálgicos del pasado, sino de los nostálgicos del futuro.

Fueron suficientes unas cuantas, brillantes acciones de guerra —una guerra que prepararon durante diez años y que duró doce días— para derribar los castillos de naipes del neoliberalismo y mostrar, una vez más, que el rey estaba desnudo.

México y el mundo entero respondieron al llamado con mo-vilizaciones masivas y el gobierno no pudo llevar a cabo sus pla-nes represivos. Se callaron entonces los fusiles de enero para abrir paso a otra lucha. En una sociedad dominada por la mentira, los indígenas rebeldes realizaron la hazaña de recuperar la palabra auténtica. Contra la exclusión y la xenofobia, anunciaron la llega-da de “un mundo que contiene muchos mundos” y proclamaron: “para todos, todo. Nada para nosotros”.

Sus palabras fueron escuchadas en muchas partes del mundo. ¿Por qué? A diferencia de otros, los neozapatistas no buscaban adeptos; no ofrecían el carné de un partido, ni una nueva ideolo-gía. Radicalmente desencantados con respecto a las corrientes políticas fundadas en la proclamación de un ideal, de una ciencia o de un programa, se presentaron al mundo como algo concien-temente diferente y no sólo posterior a las guerrillas de América Latina.

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Además de criticar a los partidos tradicionales, rechazaban la idea misma de vanguardia, armada o no. El poder, decían, no es un objeto para tomarse, sino una relación social a construir.

La famosa Ley Sobre las Mujeres que emitieron al final de 1993 —poco antes de la rebelión— indicaba que habían empren-dido una reflexión profunda sobre cuestiones de género y sobre las relaciones entre seres humanos.

Sin aspirar a detener el monopolio de la verdad, tocaban las cuestiones centrales de nuestro tiempo: el fin de la civilización del dinero, la abolición de todo poder separado, la democracia directa.

Una paradoja más es que les tocara a los mayas de Chiapas —a quienes los antropólogos catalogan como un pueblo conserva-dor— iniciar el primer movimiento de importancia mundial contra el neoliberalismo, o sea el más reciente avatar del viejo monstruo capitalista. ¿Por qué? Las razones son múltiples y tienen que ver con los nuevos escenarios internacionales y con las corrientes subterráneas de la historia local.

3) El EZLN nació hacia 1983, cuando algunos militantes de una organización político-militar de corte marxista-leninista abando-naron la capital mexicana con la idea de crear un foco de gue-rrilla. Era la época de la victoria sandinista en Nicaragua y de la guerra de exterminio en Guatemala. El esquema era sencillo, la certidumbre absoluta. Como «vanguardia» su tarea era elaborar la línea «correcta», que «las masas» seguirían con inevitable entusiasmo. El contacto con las comunidades mayas —tzeltales, tzotziles, tojolabales y choles— produjo algo muy diferente y los improvisados evangelizadores acabaron siendo evangelizados. Las certidumbres se transformaron en dudas, y el EZLN nació de un descubrimiento recíproco en que, poco a poco, el elemento ma-terial, las relaciones humanas, la práctica cotidiana empezaron a prevalecer sobre el elemento doctrinal, los prejuicios, las formu-las importadas.

La nueva situación se debía a la comprensión de que la perspec-tiva revolucionaria es ajena a todo modelo preconstituido y se produce sólo a partir de un tejido de relaciones colectivas como li-beración en proceso.

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Los mayas, por su parte, comprendieron que era preciso ir mu-cho más allá de las comunidades tradicionales en que habían crecido. Comprendieron que no poseían una mítica e incontami-nada «comunidad real», sino la conciencia de su necesidad. La consecuencia era evidente: ya no se trataba de desenterrar el pasa-do, sino de construir algo nuevo, algo que todavía no existía más que en forma embrionaria.

Un puente entre las comunidades tradicionales del altiplano y esa perspectiva de transformación más amplia lo tendieron los indígenas que, expulsados por diferentes razones de las comu-nidades de origen, habían emigrado a la Selva Lacandona, en bus-ca de una nueva vida.

“En la Selva, debido la el reposo originario que prevalece, el pensamiento puede replegarse sobre sí mismo y reconstruir con lucidez lo esencial”, escribió el revolucionario guatemalteco Mario Payeras. La selva, sin embargo, ya no era el universo fasci-nante y misterioso que nos habían revelado las novelas de B. Tra-ven. El tiempo cíclico de la naturaleza entraba ahora en ruta de colisión con el tiempo irreversible de la mercancía, produciendo una suerte de volcán social en donde se ocultaban contradicciones antiguas y nuevas en espera del inevitable cataclismo.

En esta situación, los indígenas migrantes comprendieron rápidamente que, «para no perder la costumbre», tenían que trans-formarse y, de paso, era preciso cambiar el mundo. Evitando res-guardarse en la mera preservación identitaria, los mayas rebeldes reflexionaron sobre sus propias estructuras sociales, rechazaron el patriarcado y abrieron espacios de participación para las muje-res. Ya zapatistas, descubrieron que la afirmación de sus propias particularidades, pasaba necesariamente por el reconocimien-to de todas las particularidades, no únicamente étnicas, sino tam-bién sexuales, sociales, culturales y de costumbre. Eso implicaba ir más allá de todo localismo e indianismo, y por lo mismo, afir-mar valores universales (más no universalistas): justicia, libertad, democracia.

4) “¡No nos dejen solos!”, este fue el dramático llamado lanza-do por la hoy fallecida comandanta Ramona en aquel lejano febrero

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de 1994. La respuesta fue contundente y novedosa. En México —pero también en Europa, Estados Unidos y más tarde en Améri-ca del Sur— redes que ya no le apostaban a la solidaridad tradicio-nal, sino a una relación compleja y cautivante y a la construcción de un camino común.

Y es que, relacionando su liberación con la de los otros exclui-dos, los zapatistas proclamaban que el subdesarrollo de las zonas periféricas está determinado por la penuria de las mismas mercan-cías cuya abundancia envenena el llamado bienestar de las metró-polis imperiales. Y descubrían el secreto de la crítica radical: la necesidad de ir más allá de la economía y de la política reafirman-do la revolución como una cuestión social.

Para eso, ofrecían un patrimonio sorprendentemente adecua-do a las necesidades de nuestro tiempo: el antiguo arte de la resis-tencia, una prodigiosa capacidad de autonomía y una relación con la naturaleza que se teje a partir de la armonía, de las relaciones fundadas en la reciprocidad, en la circulación de las ideas y los seres humanos.

El mensaje que nos llegaba de la selva era claro: hoy no se tra-ta ya de dirigir ni tampoco de ser pilotos invisibles. Lo importante es crear situaciones de ruptura, abrir paso a otra sociabilidad, es-timular encuentros, favorecer la autonomía individual y colectiva. Había que participar, sumarse a la gran y polifónica orquesta de la resistencia, contribuir a la construcción de redes que modifiquen el curso de la historia.

A partir de estas propuestas, la Selva Lacandona se volvió rá-pidamente una suerte de gran laboratorio en donde se pensaban, se decían y se hacían cosas importantes. Empezó así un ir y venir de hombres y mujeres de todo el mundo para escuchar, conversar y entenderse unos a otros. Nació asimismo la idea de los encuen-tros intercontinentales por la humanidad y contra el neoliberalis-mo (Chiapas, 1996; Estado Español, 1997), principal antecedente del movimiento contra la globalización neoliberal y contra la gue-rra que explotará en los años siguientes en Seattle y Génova.

5) Siempre apasionantes y singulares, las iniciativas zapatistas nacían de consideraciones precisas, en parte elaboradas gracias al

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innegable aporte del subcomandante Marcos. Máximo dirigente militar, éste había sido nombrado “subcomandante” porque entre los zapatistas, la función militar es subordinada a la función civil. Después de la insurrección de enero, Marcos se volvió también el principal vocero de las comunidades rebeldes, ya que mostraba una gran habilidad en el uso del español, idioma que los ma-yas hablan poco.

Traducidos a decenas de idiomas, los comunicados y las nume-rosas entrevistas del Sup tuvieron una función decisiva en la di-fusión del neozapatismo. Es claro que su lenguaje cautivante no salió confeccionado o listo para el uso, ni fue, tampoco, una mera transposición de las formas expresivas de los indígenas. Se forjó en el tiempo gracias al encuentro entre los muchos mundos que conforman el universo espiritual de las comunidades en resisten-cia. Fragmentos de aquel lenguaje se pueden encontrar en el Popol-Vuh, en las profecías del Chilam Balam, en los auspicios de los cruzobs, en el mundo al revés de los rebeldes de Cancuc, en el murmullo de las cajitas parlantes de San Juan Chamula, en el grito de los colgados, en el clamor de los refugiados guatemal-tecos en fuga del genocidio y también en las revueltas metropoli-tanas de los años 1970.

A Marcos le corresponde el mérito histórico de haberle dado forma al rompecabezas. Surgió así un poeta, además de un diri-gente político; no un soñador inocente, sino un estratega de la subversión que sabía asociar la poesía con la revolución. Sacan-do a relucir la contribución de los pueblos indígenas y aclarando que mientras produce miseria y destrucción, la globalización tam-bién crea nuevas posibilidades de comunicación e interacción, los textos del subcomandante ayudaron a hilar el hilo de la crítica so-cial.

Marcos asumió hasta el fondo su función de vocero de las co-munidades rebeldes, que la industria cultural siempre en busca de nuevos estereotipos no tardó en otorgarle. Sin embargo, la que parecía una victoria indiscutible, reveló rápidamente sus graves limitaciones. ¿Es posible ganar la batalla de la palabra auténtica en el terreno del adversario? El tiempo lo dirá. Sumergido en su función de conciencia crítica del mundo, el Sup empezó a asumir

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actitudes autoritarias que no coincidían con el discurso libertario que él mismo había contribuido a crear.

6) Al intentar un balance de la experiencia zapatista, no pode-mos quedarnos en el ámbito del discurso ni limitarnos a la figura de Marcos. Además de plasmar dirigentes, las revoluciones socia-les crean instituciones propias que, invariablemente, se contrapo-nen al viejo mundo. En Chiapas, esto dio lugar a la fundación de municipios autónomos, verdaderos espacios de poder alternativo contra el sistema social basado en la dictadura de la economía y del Estado. Es aquí donde radica la principal contribución zapa-tista.

Es necesario recordar que la lucha por la autonomía no es una invención de los zapatistas, sino una antigua reivindicación del movimiento indígena mexicano y continental. Al mismo tiempo es evidente que las comunidades en resistencia avanzaron mucho en ese camino, recibiendo solidaridad, apoyo y los elementos para convertirse en una fuerza de tipo nuevo.

El 12 de octubre de 1994, hubo en San Cristóbal una de las pri-meras manifestaciones de masa a favor de la autonomía. 224 orga-nizaciones independientes declararon la creación de seis regiones autónomas: Los Altos, Selva Tzeltal, Valle Tzeltal, Frontera, Nor-te y Centro. Unas cuantas semanas después, entre el 11 y el 18 de diciembre, el EZLN lanzó la operación «Paz con Justicia y Digni-dad para los Pueblos Indígenas», tomando posición en 38 munici-pios de Chiapas —declarados municipios rebeldes—, nombrando autoridades propias y armando nuevas divisiones territoriales.

El gobierno contestó, poco después, con la invasión militar de la selva (9 de febrero de 1995). La masacre fue detenida sólo gra-cias a una nueva y providencial intervención de la sociedad civil nacional e internacional. Fracasado el intento de detener a la comandancia zapatista, se reanudaron las conversaciones de paz y, al cabo de ríspidas negociaciones, el 16 de febrero de 1996, se firmaron los Acuerdos de San Andrés Larráinzar (que los indíge-nas llaman San Andrés Sakam’chen de los pobres).

Producto de un largo debate en el que intervinieron represen-tantes de las principales etnias indígenas de México, el núcleo de

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los Acuerdos tenía que ver con la autonomía: autonomía territo-rial, autonomía política y autonomía cultural; es decir, la posibi-lidad de administrar la justicia, elegir autoridades y acceder a los recursos económicos y naturales.

Acto seguido, el gobierno de Ernesto Zedillo desconoció los compromisos adquiridos y fortaleció los grupos paramilitares que pronto iban a cometer masacres espantosas como la de Acteal (22 de diciembre de 1997). En esta situación, el EZLN no tuvo más opción que retirarse de las pláticas y reforzar la defensa de las comunidades.

La victoria de Vicente Fox en las elecciones presidenciales de 2000 y el fin del régimen de partido único, dejaron entrever la posibilidad de un nuevo comienzo; pero, fue una esperanza de corta duración. Después de la triunfal marcha zapatista (marzo de 2001), incluso el PRD se unió al PRI y al PAN para aprobar la ley burla sobre la autonomía en las regiones indígenas que anulaba la vía institucional.

Con la ayuda de la solidaridad internacional y el apoyo del propio EZLN, las comunidades rebeldes duplicaron entonces sus esfuerzos para crear estructuras de autogobierno, cooperativas, sistemas de salud y de educación alternativa. Además de progresar materialmente, crearon así núcleos de contrapoder que, sin hacer demasiado ruido, ponían en práctica, los principios de autono-mía, democracia directa y ayuda mutua.

En 2003, después de una larga reflexión interna, las comuni-dades decidieron separar definitivamente las estructuras militares de las estructuras civiles, afinar los mecanismos de rotación de los cargos y reestructurar las relaciones de la solidaridad interna-cional. Instituyeron entonces unos nuevos organismos de coordi-nación llamados Juntas de Buen Gobierno sustituyendo los cinco «Aguascalientes» (espacios de encuentro con la sociedad civil creados en 1994) con otros tantos «Caracoles» que, independien-temente de las vicisitudes de Marcos y del EZLN, perduran como sólidos bastiones de la autonomía y la resistencia indígena.

7) El 19 de junio de 2005, el vocero del EZLN declaró la aler-ta roja en territorio zapatista, lo que implicaba cerrar los «Cara-

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coles» y suspender la cooperación internacional. El grave gesto sorprendió a la sociedad civil mexicana así como a las redes de la solidaridad nacional e internacional y a los propios militantes del FZLN (la organización civil zapatista recientemente disuelta por el propio Marcos). La última alerta roja se remontaba a la masacre de Acteal, por lo que muchos temían una nueva ofensiva contra las comunidades indígenas. Sin embargo, la dirección del EZLN precisó pronto que sólo se estaba tomando medidas defensivas y reiteraba su respeto del alto al fuego en vigor desde el 12 de ene-ro de 1994.

¿Qué había pasado? Nada de particularmente grave. En los días siguientes, Marcos publicó una larga serie de textos en donde analizaba la coyuntura política. Se acercaban las elecciones pre-sidenciales y el Sup abría el fuego contra los principales partidos políticos y particularmente contra el PRD y su candidato, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Este era objeto de una dura requisitoria: huevo de la serpiente, caballo de Troya del imperia-lismo, neoliberal camuflado.

Era normal que Marcos le reprochara al PRD la traición de 2001 (en la que por cierto AMLO no estaba implicado); pero, descon-certaba su inusual violencia verbal. Poco después llegó la Sex-ta Declaración de la Selva Lacandona, un documento de amplio respiro en donde la dirección del EZLN volvía a denunciar la des-composición de la clase política mexicana, reiteraba el carácter indígena del movimiento zapatista y recorría sus principales vici-situdes. Agotado el diálogo, disipada la relación con la izquierda parlamentaria, no quedaba más que buscar «abajo y a la izquier-da», sumarse a las luchas de los trabajadores urbanos y rurales, así como a la abigarrada galaxia de movimientos marginales.

Seguía una apasionada reivindicación del Che Guevara, que volvía a las raíces marxistas-leninistas del EZLN y un saludo a los pueblos latinoamericanos, a la revolución cubana, a la Europa social, y a los hermanos de Asia, África y Oceanía.

El texto lanzaba también un llamado a redactar una nueva cons-titución para garantizar “las demandas fundamentales del pueblo mexicano” y “defender al débil frente al poderoso”. Aquí sur-ge una duda: ¿realmente el pueblo mexicano necesita una nueva

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«victoria de papel»? Y además: ¿quién elaboraría la nueva Cons-titución? En ausencia de una revolución social, aquellos mismos políticos tramposos, justamente estigmatizados por Marcos.

Por último, el EZLN proponía lanzar «Otra campaña» junto a las organizaciones de la izquierda no electoral, los pueblos indí-genas, las organizaciones sociales, las Ong, y todos los que —mu-jeres, hombres, ancianas, ancianos, niños y niñas— se adhirieran a título personal.

Entre enero y junio de 2006, Marcos —ahora nombrado «dele-gado Zero»— emprendió prácticamente sólo, una gira paralela a la de los candidatos presidenciales con el objetivo de tender puen-tes dentro y fuera de México para construir “una nueva forma de hacer política”.

8) La propuesta central de «La Otra», sustraerse al abrazo mor-tal del PRD, auscultar al México profundo y construir un polo de lucha anticapitalista, era atractiva. Muchos la saludaron con satis-facción, ya que en años anteriores Marcos había entretejido relaciones ambiguas con el propio PRD (en el «Intercontinental» de 1996 muchos moderadores eran dirigentes de este partido) y, peor, con la izquierda institucional europea. Marginando las ten-dencias libertarias y antagonistas en favor de las institucionales, la actuación de Marcos había contribuido a envenenar las relaciones entre las diferentes vertientes de las redes zapatistas.

Un grave error fue prestarse al juego electoral que, a la postre, fue bien aprovechado por la derecha y su candidato, Felipe Cal-derón. El delegado Zero tenía razón cuando señalaba que la pro-funda crisis económica, política y social de México no se puede resolver en el cuadro del actual sistema político. Se equivocaba, sin embargo, al escoger a AMLO como el principal objetivo de sus críticas en el mismo momento en que la derecha lo atacaba feroz-mente presentándolo como un «peligro para el país».

Según Marcos, la amenaza más grave que enfrentaban los mo-vimientos sociales eran “la propuesta de la izquierda institucional del PRD y de López Obrador”65. De consecuencia, su indicación

65 Entrevista en la revista Rebeldía, junio de 2006

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para las elecciones era de abstenerse, aunque nunca lo expresó de manera abierta.

En realidad, si bien sobraban los motivos para no votar, tam-bién los había para votar, ya que, con todos sus defectos, AMLO habría puesto cierto freno al saqueo neoliberal y en todo caso no podría resultar peor que Calderón. Puesto que, “abajo y a la izquier-da”, muchos se inclinaban por esta opción, lo importante era no convertir el asunto en una cuestión de principios. En lugar que sumarse a la guerra sucia de la derecha contra AMLO, Marcos po-día concederle el beneficio de la duda (el mismo que en 2000 le había concedido a Fox) concentrándose en la tarea de construir una izquierda autónoma.

Lo que sigue es historia reciente. Después de los trágicos hechos de Atenco, «La Otra» se quedó en el DF luchando para ob-tener la liberación de los presos. Mientras tanto, Marcos concedía entrevistas poco oportunas a las cadenas televisivas anti-AMLO, aumentando el desconcierto de millones de mexicanos. Hacia fines de la campaña electoral oficial, quedaba claro que los resulta-dos de «La Otra» eran modestos. Lejos de unificar al movimiento social, la gira del delegado Zero había multiplicado las divisiones. Al desastre político se sumaban hechos ominosos como la invaria-ble presencia en los actos de «La Otra» de sectas estalinistas que exhibían el retrato del dictador, algo que iba en contra de todo lo dicho por los zapatistas durante más de una década.

9) El 2 de julio, el cuadro político mexicano cambió de mane-ra radical. Contra las previsiones de Marcos, Felipe Calderón fue proclamado ganador por un margen muy estrecho. Con tal de no perder el poder, la derecha había organizado un fraude descomu-nal que rápidamente obtuvo la adhesión entusiasta de Bush y de Rodríguez Zapatero (aquellos mismos gobernantes cuyos intere-ses serviría AMLO, según el descabellado análisis de Marcos).

Sábado 8 de julio, medio millón de personas se volcaron al zó-calo para protestar. Una semana después eran un millón y a fines de mes dos millones. Empezaba un poderoso movimiento de re-sistencia civil que rebasa a AMLO, cuyo desenlace nadie puede prever. ¿Dónde estaba «La Otra»? Brillaba por su ausencia. Mar-

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cos dejó en claro que los zapatistas no lucharían contra el fraude y hasta ahora ha mantenido su promesa.

El tiempo aquilatará el peso de estos errores. La historia, en todo caso, no se acabó. A pesar de las críticas que se pueden y de-ben hacer, el balance de la experiencia zapatista es, en buena par-te, positivo. Es verdad que los zapatistas no lograron plasmar un movimiento social comparable, por ejemplo, a los «Sin tierra» de Brasil, ni un movimiento indio de la talla de los de Bolivia y Ecua-dor. Sin embargo, siguen resistiendo y luchando. Gracias a ellos, el movimiento indígena mexicano se renovó profundamente y en diferentes partes del país surgieron municipios autónomos que se inspiran en su experiencia. Además de crear un discurso que re-frescó el debate de la izquierda independiente a nivel mundial, el mérito principal de los zapatistas está en la creación de los «Cara-coles» que son un auténtico sistema de autogestión antiestatal.

Hoy, las comunidades en resistencia persisten en primer lugar como un poder local. A pesar de muchos años de guerra, siguen existiendo como un laboratorio de crítica social y un grandioso ex-perimento humano. Un experimento que sigue mereciendo la sim-patía y la solidaridad de quienes valoran los destinos del mundo.

Igual que antes, los mayas rebeldes siguen muriéndose de en-fermedades curables (como la pequeña gran Ramona, asesinada por la tuberculosis el 8 de enero de 2006). Muchos son tortura-dos, encarcelados y desaparecidos, pero la selva Lacandona ya no es únicamente un territorio de olvido y tristeza en que se sobrevi-ve a duras penas.

Es también un núcleo creativo que rebasa las fronteras regio-nales y nacionales para recibir la contribución de las inteligencias y pasiones de todo el mundo. Con sus paradojas y sus ambigüeda-des, la revolución de los maya hizo patente la necesidad de liberar las energías creativas de los muchos mundos negados de la socie-dad en que vivimos. Puso en marcha el primer asalto organizado y conciente contra el orden neoliberal y sus epígonos. Creó encuen-tros, relaciones, nexos, oportunidades.

No es poca cosa.

Octubre de 2006

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III. El espejo de México

La guerra es la pazla libertad es la esclavitud,

la ignorancia es la fuerza

GEORGE ORWELL

Oaxaca está en paz y refleja un clima de tranquilidad

ULISES RUIZ

10 de mayo de 2007

A UN AÑO del estallido del conflicto magisterial, Oaxaca es el espejo de México. El proceso de derechización avanza a pasos agigantados, pero también avanza la rebeldía que busca y, en ocasiones, encuentra nuevos caminos. La pobreza en la que vive aproximadamente el 67% de los oaxaqueños (2 millones 349 mil 570 personas de un total de 3 millones 506 mil 821) y la desigual-dad “son una característica que les impiden formar parte activa en la sociedad”, según el Banco Mundial.66

Crisol de culturas indígenas y mestizas, en los últimos años la capital del estado se ha transformado en un inmenso aparador para turistas que aporta mucho dinero a inversionistas locales, na-cionales y extranjeros, pero, muy poco a los ciudadanos de a pie. Con la llegada de Ulises Ruiz Ortiz (URO) a gobernador a fines

66 Citado en Luis Arellano Mora, Oaxaca: la pobreza en cifras, http://www.transicionoaxaca.com.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=42&Itemid=75

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de 2004, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), esta situación se vio exacerbada por un renovado ciclo autorita-rio, caracterizado por el uso discrecional de recursos públicos, el incremento del narcotráfico, la destrucción del patrimonio his-tórico y natural, el hostigamiento a medios de comunicación independientes, y todo tipo de represión. Hombre torpe y des-piadado, Ruiz Ortiz no triunfó en las urnas, sino, como Felipe Calderón, por la vía del fraude.

Las guerras de URO

Lejos de ser un rezago del pasado, el despotismo que impera en Oaxaca sintetiza y ejemplifica las agudas contradicciones del México actual. Algunos hablan, al respecto, de un larvado proceso de fascistización.67 Sin adentrarnos en el debate, el hecho es que, la derecha arcaica y oligárquica en el poder impulsa una moder-nización agresiva y excluyente mientras que, a la par, emerge una insurgencia social amplia, inédita y amenazadora. Esta derecha va por todo; no busca legitimidad ni acuerdos, sino, únicamente, enri-quecerse y perpetuarse a sí misma. En Oaxaca y en otras partes, su programa es el mismo: desmantelar los últimos vestigios del Esta-do social, someter al país a las necesidades del capital transnacio-nal y acabar con cuanto huele a izquierda. Los matices políticos y las guerras intestinas —que sí las hay— importan poco; pues, más allá de las disputas, cuando es necesario esta derecha aglutina no solamente al Partido Acción Nacional (PAN), sino a buena parte del PRI e, incluso, de la llamada izquierda institucional.

La perpetuación en el cargo de URO y el sustento que ha reci-bido por parte de dos ejecutivos federales consecutivos (el de Vi-cente Fox y el de Felipe Calderón) no desentonan con el panorama nacional: los primeros meses de la nueva administración panista se caracterizan por la militarización de las principales regiones in-dígenas del país, numerosos asesinatos perpetrados por el ejérci-to y la solicitud a Estados Unidos de implementar en México un

67 Carlos Fazio, “¿Hacia un estado de excepción?” La Jornada, 4 de diciembre de 2006.

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«Plan Colombia» con la excusa de la lucha contra el narcotráfico68 que finalmente sería pactado como «Plan Mérida».69

En el caso del gobernante oaxaqueño, su carácter arbitrario se percibió desde su campaña electoral. El 27 de julio del 2004, en un acto proselitista llevado a cabo en Huautla de Jiménez, sus secuaces mataron a palos al profesor Serafín García por el único delito de oponerse a su candidatura. Como muchos otros, el cri-men quedó impune.70

El 1 de agosto, día de los comicios, el sistema de conteo de vo-tos se cayó tres veces, de manera que el «triunfo» de URO —apoda-do el Mapache Mayor71— fue impugnado por la coalición «Todos Somos Oaxaca»72 abanderada por Gabino Cué. No sirvió de nada: las cartas ya estaban echadas pues, al parecer, la gubernatura fue un pago por la guerra sucia que, años antes, URO había coordinado en Tabasco contra Andrés Manuel López Obrador, archienemigo del precandidato presidencial del PRI, Roberto Madrazo y del en-tonces presidente Vicente Fox Quesada.

Como sea, el primer acto del flamante gobernador fue desenca-denar otra guerra, ahora contra un periódico local independiente, Noticias de Oaxaca, juzgado reo del crimen de disidencia. El 17 de junio de 2005, porros (golpeadores) dirigidos por el diputado priísta y «líder sindical», David Aguilar, irrumpieron en los loca-les del diario. Ante la negativa de la redacción para sumarse a una

68 La Jornada, 9 de junio de 2007. Véase, los casos paradigmáticos de violación y ase-sinato de la anciana Ernestina Ascensión en la Sierra de Zongolica, Veracruz (La Jornada, 27 de febrero) y la masacre de una familia de cinco personas en Sinaloa. culpable de “no haberse detenido en un retén” (La Jornada, 3 de junio).

69 La Jornada, 5 de julio de 2008, http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2008/07/05/pactan-mandatarios-de-mexico-y-eu-acelerar-plan-merida.

70 Véase, Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos (CCIODH), Informe sobre los hechos de Oaxaca, http://cciodh.pangea.org/quinta/informe_oaxaca_cas.shtml

71 En México se llaman «mapaches» no solamente los osos lavadores, sino también los operadores de los fraudes electorales que mediante la manipulación de los votos deposita-dos en las urnas convierten una derrota en victoria, o anulan el triunfo de un partido, gene-ralmente de la oposición.

72 Coalición conformada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Parti-do Acción Nacional (PAN) y el Partido Convergencia.

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«huelga», los asaltantes retuvieron a los 31 periodistas presentes durante más de un mes.73

Sin embargo, Noticias, siguió saliendo pues los secuestrados encontraron la manera de sacar la información por medio de inter-net y el periódico se empezó a imprimir en Tuxtepec, a más de 200 kilómetros de Oaxaca. Cuando la policía de Ruiz Ortiz dispuso interceptar las camionetas que lo transportaban, su dueño, Ericel Gómez, alquiló una avioneta para que los voceadores lo recogie-ran directamente en el aeropuerto, con la ayuda del sindicato de los maestros. La disputa siguió, el tiraje bajó considerablemente, pero, al final, Noticias logró sobrevivir al acoso oficial. Radicali-zó, eso sí, su línea editorial volviéndose el periódico más vendido de la entidad. URO, cosechaba así su primera derrota.

Otro hecho sintomático es la agresión contra Santiago Xanica, una comunidad indígena zapoteca enclavada en la Sierra Sur que desde hacía años luchaba por el respeto de sus derechos colecti-vos. En diciembre de 2004, a los pocos días de la toma de pose-sión de URO, el ejército empezó a patrullar la localidad y el 15 de enero de 2005, la Policía Preventiva Estatal abrió un fuego cruza-do contra unos 80 indígenas que se hallaban haciendo un tequio74 cerca del panteón municipal. En la acción fue herido de gravedad Abraham Ramírez Vázquez, dirigente del Comité por la Defensa de los Derechos Indígenas (CODEDI). Puesto que, en el tiempo de los asesinos, las víctimas son siempre culpables, el luchador social fue detenido sin cargos y hasta la fecha se encuentra preso en el penal de Pochutla.75

Poco después, URO se embarcó en una costosa y ecológica-mente nociva reestructuración del Zócalo de Oaxaca, que le ganó

73 Entrevista con Ismael Sanmartín Hernández, director editorial de Noticias de Oaxa-ca, 29 de diciembre de 2006.

74 El tequio es el trabajo que realiza cada miembro de la comunidad en favor de las necesidades colectivas, sin paga. De origen prehispánico, esta tradición se mantiene viva en gran parte de las comunidades indígenas de Oaxaca.

75 Véase, mexico.indymedia.org/tiki-download_file.php?fileId=62 La persecución no terminó. Según denuncia la Alianza Magonista Zapatista, 18 de junio de 2007, los esbirros de URO secuestraron en Xanica a César Luís Díaz, consejal de la APPO e integrante del CODEDI.

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la antipatía de la clase media local, pero le permitió distribuir enormes cantidades de dinero entre sus allegados.

Hacia fines de mayo de 2006, ya había en Oaxaca unos setenta prisioneros políticos. No satisfecho, el gobernador abrió el fuego contra la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que cuenta, en Oaxaca, con unos 70 000 afilia-dos y una larga tradición de luchas independientes.

Desde hacía años, en proximidad del día del maestro (15 de mayo), los profesores instalaban un plantón en el centro de la ciu-dad para plantear sus reivindicaciones. La ciudadanía se quejaba, gruñía, pero, raramente les regateaba su simpatía. Catalizadores de la conciencia social, entregados a su trabajo y conocedores pro-fundos de la realidad local, los maestros son muy respetados en la entidad.

En esa ocasión, pedían la homologación de su magro salario a los estándares nacionales, una demanda que involucraba tam-bién a las autoridades federales. En la primavera de 2006, sin em-bargo, se cerraron todas las puertas de la negociación. URO, lanzó amenazas intentando manipular a una de las fracciones del movi-miento en contra de otra, mientras que el gobierno federal panista se desentendió del asunto pensando así en asestar un golpe certe-ro al PRI.

El plantón arrancó el 22 de mayo de 2006, sin encontrar ma-yor eco en la población. Envalentonado, el 14 de junio, URO, ordenó su desalojo confiando en el efecto sorpresa. Hacia las 4:50 de la madrugada, agentes de varias corporaciones respalda-dos por helicópteros que arrojaban granadas tóxicas, agredieron a los profesores disparando con armas de fuego. Además de cau-sar pánico entre la población, los policías destruyeron todo lo que pudieron, incluyendo las instalaciones de la emisora magisterial, «Radio Plantón». El saldo fue de unos 200 heridos, además de un número indeterminado de desaparecidos.

URO, mostraba así su talante para hacer frente a la inconformi-dad social, tal y como lo había hecho semanas antes en Atenco el gobernador —también priísta— del Estado de México, Enrique Peña Nieto, con la colaboración entusiasta del ejecutivo federal

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panista.76 En vísperas de las elecciones presidenciales, el gober-nador de Oaxaca enviaba, además, el mensaje de su jefe, Roberto Madrazo: «el PRI es el partido del orden». Por entonces, las elec-ciones ya estaban ensangrentadas.

El incendio

Lo que sucedió después evidencia, una vez más, que cuando los poderosos se muestran demasiado ávidos acaban perjudicando sus propios intereses.77 La población que hasta ese momento se había mantenido pasiva —si no es que abiertamente hostil— cambió de actitud volcándose a las calles en solidaridad con los profesores.

Éstos, se reagruparon enfrentando a los uniformados con pie-dras y palos, ahora auxiliados por universitarios, organizaciones sociales y ciudadanos de a pie. En cuestión de horas, la multitud enardecida retomó el Zócalo, reinstalando el plantón a despecho de URO. Acto seguido, los profesores desconocieron al gober-nador, exigiendo, desde ese momento, su renuncia como condi-ción previa e ineludible para solucionar el conflicto laboral.

El día 16, una megamarcha de unas 300 mil personas mostró el arrastre del magisterio. La ciudadanía —estudiantes, padres de familia, trabajadores, burócratas e, incluso, comerciantes— los recibía con aplausos y cuando alguien sacó una pancarta que decía «fuera Ulises» todo el mundo aplaudió.

Mientras tanto, la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (UCIZONI) protestaba en Matías Romero, blo-queando durante varias horas la Carretera Transístmica. Ambos acontecimientos eran una anticipación de lo que vendría pronto:

76 Atenco es un pueblo del Valle de México que en 2002 ganó una lucha contra la cons-trucción de un aeropuerto en sus terrenos comunales. Como represalia, en mayo de 2006, sufrió una verdadera agresión militar con un saldo de dos muertos, varias decenas de heri-dos y 150 detenidos de los que 28 quedan presos. Véase, Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos, Informe preliminar sobre los hechos de Atenco, 2006, http://cciodh.pangea.org/cuarta/informe_preliminar.htm.

77 Para esta rápida reconstrucción me basé en mis propias entrevistas, en el Informe sobre los hechos de Oaxaca, op cit, y en la narración de Gustavo Esteva en ocasión de la «Reunión de análisis sobre el movimiento social en Oaxaca. Diálogo entre miembros de organismos civiles e instituciones académicas de Oaxaca y la Ciudad de México», Uni-versidad de la Tierra, Oaxaca, 18 de marzo de 2007.

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las megamarchas en la capital y la ramificación del movimiento en el resto del estado.

El movimiento dio un giro cuando, el 18 de junio, se anun-ció la constitución de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO) en la que, además de los maestros, convergieron unas 350 organizaciones de carácter muy variado: sindicatos, colectivos libertarios, viejas agrupaciones de la izquierda marxista-leninista, organizaciones ciudadanas, de indígenas, de trabajadores, de artis-tas, estudiantes e individuos sin partido.

La APPO surgió así, por iniciativa de los maestros, como una forma de canalizar el apoyo social hacia su movimiento reivindi-cativo, pero los rebasó pronto. El día 20, sus integrantes acordaron crear una dirección colectiva provisional, conformada por treinta personas, planteando integrar un frente común

para iniciar una lucha prolongada, hasta lograr la desaparición de poderes, la destitución de Ulises Ruiz Ortiz y el arribo del poder popular.78

Aun cuando el término «poder popular» puede molestar por las experiencias históricas que evoca, expresaba la idea de transfor-mar las condiciones de vida, sentando las bases de una nueva relación sociedad-gobierno.

Pronto nacieron comisiones internas, como las de prensa, cul-tura y propaganda:

Comenzamos a conformar una red de organizaciones, y cual-quier acción que quisiéramos realizar debía pasar por una consul-ta de las bases, tanto de los maestros como de la propia APPO.79

Como sea, las demandas laborales ya habían pasado en segun-do plano ante la exigencia de la salida de Ruiz que, a su vez, plan-teaba una demanda de democratización.

Según Gustavo Esteva, dentro de la APPO confluyeron tres lu-chas democráticas distintas.80 La primera pugna por la democracia

78 La Jornada, 19 de junio de 2006.79 Entrevista a Miguel Linares Rivera, realizada por Hernán Ouviña, Ciudad de Méxi-

co, 29 de octubre de 2006, http://www.espacioalternativo.org/node/173180 Entrevista a Gustavo Esteva, Universidad de la Tierra, Oaxaca, 3 de noviembre de

2006.

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formal: cómo mejorar las condiciones de representación; cómo acabar con las trampas y fraudes del sistema electoral, acotar la manipulación de los medios y asegurar el correcto funcionamien-to de las instituciones del Estado de derecho. Estas demandas son muy vigorosas en Oaxaca y muy visibles dentro de la APPO. Una segunda corriente plantea la democracia participativa, es decir, el fortalecimiento de la iniciativa popular; la institución de las fi-guras jurídicas del referéndum y del plebiscito; la posibilidad de revocar los mandatos y la opción de lo que se denomina «presu-puesto participativo», o sea que, las obras y los servicios públicos se realicen con la participación de los ciudadanos y no de manera arbitraria. La tercera, que se podría nombrar «democracia radical» dice: “no necesitamos allá arriba ningún poder político; podemos necesitar formas de coordinación administrativas, pero nada más”. Esta corriente lucha por una sociedad en la que el origen de la ley resida en la autonomía individual y colectiva de todos los seres humanos. Es una corriente transversal que, en México, se inspira en la experiencia de los pueblos indígenas, pero también en las lu-chas urbanas y en el anarquismo.

En palabras de David Venegas, «el Alebrije» consejero de la APPO, preso desde el 13 de abril de 2007 en el penal de Ix-cotel,

es posible vivir y convivir en un orden social propio, emanado de la voluntad colectiva y no de la imposición de un gobierno que es extraño a los intereses y necesidades de los pueblos, un orden social en donde los valores que imperan […] son la fraternidad, la solidaridad, la cooperación y la defensa comunitaria y no más un orden social basado en el miedo al castigo, a la autoridad, al es-carnio público o a la cárcel.81

Lo que expresa David tiene que ver con la demanda de auto-organización y autogobierno de las masas que se incorporaron al movimiento y con la aspiración a crear un mundo nuevo desde las entrañas del antiguo. Además de explicar el desbordamiento de los sindicatos y las organizaciones marxistas-leninistas, esas as-

81 David Venegas Reyes, «Alebrije», carta desde Ixcotel, 23 de abril de 2007, http://chiapas.indymedia.org/display.php3?article_id=144954

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piraciones siguen siendo la mejor garantía de que el peligro de fascistización se topa con una barrera infranqueable.

Lejos de ser extremista, la «democracia radical» tiene una po-sición realista, es decir, no alejada de los hechos. No es ideológi-ca, ya que no se identifica con ninguna organización en particular. Asimismo, está conciente de que no es dominante en el conjunto del país. En México, existe una caricatura de democracia formal, un poco de democracia participativa, mientras que la democracia radical tiene expresiones en las comunidades indígenas, entre los zapatistas y, como aspiración, en algunas luchas urbanas.

Entonces —concluye Esteva— nosotros coexistimos con las primeras dos corrientes, porque vivimos en México. No pretende-mos separarnos de México. Seguimos aquí y vamos a aceptar algunas cosas de la democracia formal, pero vamos a intentar ha-cer las cosas a nuestra manera.

La fiesta

En aquel fin de junio de 2006, convergieron en la APPO una mul-tiplicidad no sólo de organizaciones, sino de enfoques, individuos y sensibilidades que, de alguna manera, también remiten a la vieja tradición libertaria del magonismo que sigue viva en la entidad.

Conforme crecía la indignación, el movimiento iba agarrando fuerza, creatividad y riqueza. En las elecciones presidenciales del 2 de julio, la APPO planteó un voto de castigo a Ulises Ruiz. Aun cuando muchos de sus integrantes defendían una clara posición abstencionista —y a pesar de las acostumbradas manipulaciones y triquiñuelas—, el resultado fue contundente: ganó López Obra-dor por un margen muy amplio y el PRI quedó en tercera posición, algo nunca visto en la entidad.

Lo que siguió es una historia muy compleja, y todavía por na-rrarse, de la que aquí sólo retomaremos algunos hitos. Desde un principio, la APPO se inspiró en las prácticas democráticas de los zapotecos, mixtecos, mixes, amuzgos y demás pueblos origina-rios. Por esto, pronto cambió su nombre —un tanto anacrónico— de «Asamblea Popular del Pueblo» (en singular) por «Asamblea Popular de los Pueblos» (en plural), lo cual envuelve varios pro-

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pósitos. Si la idea de «asamblea» aludía a las formas autogestivas que siguen vigentes en el 80% de los 570 municipios de Oaxaca, entonces era necesario tomar nota de que esas asambleas tienen expresiones múltiples y diversas.

La propia capital del estado es, entre otras cosas, una metrópo-li indígena, pues varias de sus colonias están integradas básicamen-te por migrantes que van y vienen de sus pueblos de origen. Muchos de ellos se unieron a las protestas; algunos eran maestros, los más ar-tesanos, pequeños comerciantes y vendedores ambulantes.82 Al ente-rarse de los hechos, las comunidades se sumaron también, aportando su enorme experiencia y su inagotable memorial de agravios: miseria, opresión, marginación, cacicazgo, despojo, olvido…

A la par, llegaron jóvenes urbanos cuya identidad colectiva se construye en el barrio, la música, el vestir y el arte:

Grupos marginados y discriminados, no sólo por el gobierno, como prostitut@s, homosexuales, lesbianas y otros amores, se hi-cieron presentes, aunque de manera discreta [logrando que] los agravios que ell@s sufren formaran parte del grito colectivo de justicia y libertad por [email protected]

De junio a octubre de 2006, cientos de miles de personas se vol-caron a las calles en una docena de megamarchas de proporciones nunca antes vistas. Juntos fraguaron una lucha plural en donde va-rios segmentos de sociedad aprendieron a convivir, sin renunciar a sus diferencias y peculiaridades. Juntos recluyeron a Ulises Ruiz en la clandestinidad, eclipsando en los hechos a todos los poderes oficiales. Juntos tomaron las oficinas públicas, crearon órganos de autogobier-no y administraron la justicia por medio del «Honorable Cuerpo de Topiles», milicia popular que se inspira en la tradición indígena.84

No fue un movimiento clasista en sentido tradicional, pues la clase obrera es casi inexistente en Oaxaca.85 Fue, si acaso, un mo-

82 Entrevista a Nicéforo Urbieta, 3 de mayo de 2007.83 David Venegas, carta citada.84 En las comunidades indígenas, los «topiles» son elegidos en asamblea y ejercen

gratuitamente la justicia por medio del bastón de mando y sin necesidad de portar armas.85 Esto motivó las airadas críticas de un grupo anarquista que vio en la APPO un movi-

miento de la pequeña burguesía (¡!). Véase, “Oaxaca: APPO y el reformismo de siempre” http://argentina.indymedia.org/news/2006/11/463625.php

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vimiento de movimientos. Había gente con la hoz y el martillo a un lado de los estandartes de la virgen de Guadalupe y la de la anarquía; aunque los más, se identificaban por su pertenencia territorial: barrio, colonia o comunidad.

Tampoco fue únicamente un movimiento local:

la experiencia que nosotros tenemos hoy, es también gracias a lo que se ha hecho en Ecuador, Brasil y Argentina. Hemos estado pendiente de todos los procesos que ha habido en Latinoamérica, y también en los Estados Unidos, con nuestros compañeros mi-grantes”.86

A pesar de que los medios encontraron inmediatamente perso-nas —como Flavio Sosa— a quien colgarle la etiqueta, la APPO no fue tampoco un movimiento de líderes. En una entrevista que le hice pocos días antes de su detención, el mismo Flavio desmin-tió esa función:

cuando empezó a correr esta frase alguien hizo un cartel que de-cía: «este movimiento no es de líderes, es de bases», y lo termi-naba firmando como grupo. Al rato, unos muchachos inteligentes le agregaron debajo con pluma: «no es de líderes; ni tampoco de grupos».87

Mucho menos fue un movimiento que buscaba hacerse del poder, a pesar de los delirios estalinistas de algunos de sus inte-grantes. Esto quedó consignado, por ejemplo, en un grafiti que se podía leer hacia fines de octubre de 2006, en las inmediaciones de la calle Tinoco y Palacios del centro histórico de Oaxaca: “nos quieren obligar a gobernar, no vamos a caer en esa provocación”. ¿Qué significa? Responde Gustavo Esteva: “que no estamos inte-resados en tomar este gobierno; que este gobierno es una estruc-tura de dominación para controlar a la gente y que no queremos ocupar esa función”.88

Ante las barbaridades de URO, la gente empezó un novedoso proceso de auto-organización y durante muchos meses, la ciudad

86 Miguel Linares Rivera, entrevista citada.87 Entrevista a Flavio Sosa, 4 de noviembre de 2006.88 Gustavo Esteva, entrevista citada.

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capital pasó por la singular experiencia de una vida sin gobierno y sin burocracia, pero abierta al diálogo y a la innovación. La sabi-duría colectiva se impuso de manera pacífica sobre las caravanas de la muerte, las desapariciones forzadas y los atropellos amplia-mente documentados por organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales.

Como en una auténtica revolución social, muchas personas descubrieron en la acción sus capacidades recónditas. La partici-pación de las mujeres fue intensa. Algunas de las participantes ha-bían incluso votado por el PRI, pero el movimiento las despertó a una nueva conciencia. Una señora, ya grande, completamente sola y sin más armas que su dignidad rebelde, secuestró un autobús, para ponerlo al servicio de la causa. Y fue un colectivo de mujeres el que operó la televisión durante 20 días, probando en los hechos que la comunicación alternativa sí existe.

Hay que estudiar el papel de los medios recuperados, pues fue-ron la punta de lanza de la movilización. La toma de las 12 radiodi-fusoras comerciales y del Canal 9 de la televisión local empezaron como medidas defensivas ante la destrucción de «Radio Plantón» y los daños infligidos a «Radio Universidad», las únicas voces independientes de la ciudad. Es claro, que el movimiento no se hubiera desarrollado tan rápidamente sin la radio, lo que no deja de ser una lección importante dentro y fuera de Oaxaca.

Hubo muchas locutoras. Una de más conocidas fue una médi-ca de 58 años de edad —la ahora mundialmente conocida doctora Berta— que transmitía desde «Radio Universidad» día y noche to-mando café y fumando cigarros Delicados. Cuando salía era para atender a las víctimas de la represión; yo mismo la vi distribuyen-do agua a los manifestantes desde un coche de la Cruz Roja.

Todos aprendimos a reconocer su voz, algo ronca, que con calma y serenidad transmitía las necesidades de los manifestan-tes mientras llovían las balas y los gases. El 3 de noviembre, día sucesivo a la batalla de CU que vio la derrota ignominiosa de la PFP, me dijo:

en «Radio Universidad», como antes en «La Ley», «Radio Plan-tón» y «Canal 9», la comunicación es como debe ser: de ida y

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vuelta, con teléfono abierto y conexiones vía internet para el ex-tranjero. Si ahorita llega un señor y dice: “quiero pasar un mensa-je”, pues señor pase y dé su mensaje. La gente viene y habla con sus palabras, con su pensamiento, pero, además, la gente es muy objetiva. A lo mejor no habla muy bien el español, pero sabe lo que quiere. Esto ya nadie lo para.89

Mucho se ha hablado de las barricadas viendo ahí una prueba de la «violencia» ejercida por la APPO. La realidad es que, las ba-rricadas surgieron como medidas defensivas para contener los asesinatos cometidos por las llamadas «caravanas de la muerte», convoyes de camionetas de la policía estatal sin placas que cir-culaban de noche, disparando indiscriminadamente contra los transeúntes.

A partir del 21 de agosto, después de que fue asesinado el arqui-tecto Lorenzo Sanpablo, hombres, mujeres, niños y ancianos insta-laron barricadas en círculos concéntricos que cubrían toda la ciudad y especialmente las colonias periféricas, más expuestas a la violen-cia de los sicarios. Las armaban de noche y las retiraban de día.

Hubo por lo menos 1500 de ellas, aunque nadie las contó y nunca sabremos su número a ciencia cierta. En ocasiones sus inte-grantes no eran miembros de la APPO, sino ciudadanos comunes y amas de casa que así expresaban su simpatía hacia el movimien-to. Por la mañana tenían que ir a trabajar, pero se pasaban noches enteras en vela resguardando una barricada y experimentando, de paso, una verdadera fiesta colectiva.90

El aspecto festivo sugiere, me parece, la única comparación per-tinente con la Comuna de París, que, a su vez, fue definida la más grande fiesta del siglo XIX. A la postre, la Comuna de Oaxaca quedó aislada, igual que su ilustre predecesora: no hubo en México —ni tampoco fuera— grandes movilizaciones a favor de la APPO.

Habría que añadir que la gente de Oaxaca no habla de «comu-na», sino de «comunalidad», término que remite a las experiencias

89 Entrevista a la doctora Berta Muñoz, Oaxaca, Ciudad Universitaria, 3 de noviembre de 2006.

90 “Las barricadas fueron la manera en que el pueblo mantuvo al movimiento”, entre-vista a «Drak», seudónimo de un miembro del Consejo Estatal de la APPO y de la barricada de Soriana, http://lavoladora.net/content/view/690/82/

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indígenas locales.91 Como sea, es claro que, los muchachos de las barricadas, los que sostuvieron los combates callejeros, no eran «profesionales» ni militantes en sentido tradicional. Eran puro pueblo —incluso niños de la calle como el que se observa en un video del colectivo Mal de Ojo 92—, gente que no sabía nada de guerrilla urbana y se capacitó al calor de los hechos.

¿Y ahora?

El gran movimiento social que sacudió a la sociedad oaxa-queña es uno de los acontecimientos más importantes de la histo-ria reciente de México, algo que se puede comparar únicamente con la insurrección zapatista de 1994. La respuesta popular a los abusos de URO fue tan inesperada como masiva, creativa y espe-ranzadora. A la ecología del miedo los oaxaqueños respondieron con la ecología de la fiesta, que es muy arraigada en la tradición local. Contra los delirios del poder, reafirmaron su derecho al tiranicidio no violento que se expresa en el lema: «Ya cayó, Uli-ses ya cayó».

La APPO es el resultado de un largo proceso de acumulación de experiencias históricas —de errores y de aciertos— que conver-gen en el objetivo común de democratizar las estructuras del po-der. Aun cuando se vio que el contenido de esa democratización está en disputa, lo cierto es que fue el eje que aglutinó a un movi-miento multiforme, que no se puede entender a partir de los análi-sis tradicionales marxistas ni sociológicos.

Lo que se esboza en Oaxaca se sitúa en la línea de continuidad de la Comuna de París y de las colectividades andaluzas, catala-nas y aragonesas creadas durante la revolución española de 1936-1938, en las que la experiencia autogestiva sentó las bases de una nueva sociedad,

91 Por un recuento del concepto de comunalidad en las comunidades indígenas de Oaxaca, véase, Maldonado, Benjamin, La comunalidad indígena, http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/politica/comunalidad/comunalidad.html

92 Este colectivo ha realizado una magnifica labor de recopilación de los sucesos de Oaxaca. Véase, www.maldeojotv.net

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escribió Raoul Vaneigem en un llamado a la solidaridad interna-cional publicado en México por el diario La Jornada.93

Vaneigem tiene razón, en el sentido de que lo sucedido en Oaxaca en 2006 es esperanzador para todos los que buscamos al-ternativas a la barbarie imperante dentro y fuera de México. Sin embargo, también es verdad que la represión aniquiló aquellas mismas esperanzas. No evocaré aquí el calvario que vivió el pueblo de Oaxaca a partir del 27 de octubre de 2006, día en que fueron asesinados el periodista Brad Will en Santa Lucía del Ca-mino y un número indeterminado de personas en Santa María Coyotepec.

La mejor fuente al respecto sigue siendo el citado informe de la CCIODH, cuyas conclusiones rezan así:

la Comisión considera que los hechos ocurridos en Oaxaca son un eslabón de una estrategia jurídica, policíaca y militar, con compo-nentes psicosociales y comunitarios cuyo objetivo último es lograr el control y amedrentamiento de la población civil en zonas donde se desarrollan procesos de organización ciudadana o movimientos de carácter social no partidista.94

Participé en la experiencia y soy testigo de que esta conclusión no sólo es moderada, sino que, incluso, se queda corta ante la rea-lidad. Si bien pudimos comprobar que hubo por lo menos 23 víc-timas hasta la segunda quincena de enero de 2007 (todas del lado del movimiento), no pudimos documentar el gran número de des-aparecidos que hay desde el inicio del conflicto. ¿Por qué? Porque el terror es tal, que la gente no se atrevió a denunciar la desapari-ción de sus allegados, ni siquiera ante una instancia tan confiable como la CCIODH.

Los desmanes de la fuerza pública no fueron «excesos», ni «errores», sino un frío experimento de ingeniería social en don-de los poderes federales actuaron en coordinación con los locales. ¿Qué querían? Posiblemente medir cuánta represión aguanta un

93 Raoul Vaneigem, “Llamado de un partisano de la autonomía individual y colectiva”, en La Jornada, 11 de noviembre de 2006.

94 CCIODH, “Conclusiones y recomendaciones preliminares” http://cciodh.pangea.org/quinta/070120_inf_conclusiones_recomendaciones_cas.shtml.

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pueblo, sin que la situación se les escape. Bien lo expresa Arman-do Bartra: “prepararse para enfrentar masas enardecidas es supo-ner que van a aparecer”.9�

En Oaxaca, las masas aparecieron y, como en Centroamérica en los años 1980, el propósito fue «quitarle el agua al pez» (se-gún rezan los manuales de contrainsurgencia), sembrar el terror y mostrar al ciudadano común qué le puede pasar si se pasa de la raya. La inaudita pena de 67 años recientemente infligida a Igna-cio del Valle, Felipe Álvarez y Héctor Galindo —líderes del Fren-te de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de Atenco— reos como sus hermanos oaxaqueños, del horrendo crimen de disiden-cia, arrojan una luz siniestra sobre el México calderonista.96

¿Cuál es el balance de siete meses de contrainsurgencia? El estado de terror sigue, a pesar de las declaraciones oficiales en sentido contrario. Los prisioneros están siendo liberados de ma-nera arbitraria y con el cuentagotas, como parte de la misma es-trategia contrainsurgente, con que fueron detenidos.97

Hubo una paulatina retirada de las masas y mientras callaban las voces participativas de la pluralidad, los grupos de la vieja iz-quierda ganaron espacios que antes no tenían. O, mejor dicho, los tenían sus integrantes en cuanto participantes legítimos del movi-miento, no en cuanto dirigentes de tal o cual grupo.

Algunos de ellos trabajan día y noche para transformar a la APPO en una organización política vertical de corte estalinista. Esto se vio, por ejemplo, en el Congreso Constitutivo de la APPO (10-12 de noviembre de 2006) o en la «Asamblea Popular de los Pueblos de México» —intento en gran parte fallido de «exportar» el modelo APPO— cuando un conocido exponente del «Frente Po-pular Revolucionario» (FPR), afirmó sin cortapisas que “el movi-miento de Oaxaca es un movimiento de dirigentes”.98

9� Armando Bartra, “El tamaño de los retos” en La Guillotina núm 56, primavera de 2007.

96 La Jornada, 6 de mayo de 2007.97 Según Noticias de Oaxaca del 9 de junio de 2007 quedan únicamente seis detenidos

y unas 20 órdenes de aprensión contra integrantes de la APPO. A estos hay que añadir un número indeterminados de prisioneros políticos de otros conflictos, particularmente en la región de los Loxicas y de Santiago Xanica.

98 11-12 de noviembre de 2006, local del SITUAM, México, DF.

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A las pugnas tradicionales entre las viejas organizaciones que llevan a cuesta 30 años de derrotas, se sumó a partir de febrero de 2007 la división en torno al asunto electoral: participar o no en las elecciones locales que se celebrarían en el mes de agosto. Se formó, dentro la APPO, un bloque electoral (FPR, FALP, NIO-AX, etcétera) que emprendió una batalla a muerte contra el blo-que abstencionista (VOCAL, CODEP, CIPO, POS, etcétera). A su vez, el bloque electoral se fracturó por los conflictos internos: quién iba a quedarse con qué candidatura y con qué partido.

A la postre nadie cosechó mucho, pues, con su acostumbrada generosidad, el PRD les otorgó una sola candidatura. Los daños, en cambio, fueron incalculables. Uno es, muy probablemente, la de-tención de David Venegas —consejero de la APPO, elegido por el sector barricadas— integrante de VOCAL, libertario y abstencio-nista. El 13 de abril, David fue detenido mientras se dirigía a una reunión de la APPO, bajo el cargo fantasioso de poseer 30 gramos de cocaína y dos bolsas con heroína.

Semanas después, lanzó desde la cárcel graves acusacio-nes contra algunos conocidos dirigentes del bloque electoral, a quienes adjudicó la responsabilidad de su captura. Sin entrar en el mérito de la cuestión, el hecho es que David fue detenido bajo la misma imputación que éstos habían circulado contra él, antes de su detención.99 Hay más: en el mes de marzo, como parte de su con-traofensiva, la policía habría sembrado explosivos en las inmedia-ciones de lo que había sido la barricada de Brenamiel, acusación inmediatamente desmentida por el propio David en conferencia de prensa.100

Así las cosas, sería un ejercicio vano buscar las organizacio-nes puras, separar las «buenas» de las «malas» o las «revolu-cionarias» de las «reformistas». Las líneas de división no pasan por las organizaciones, sino que las atraviesan. Incluso entre los estalinistas del FPR se encuentran valiosos compañeros y com-pañeras. Revitalizar el movimiento no es, tampoco, un asunto ét-nico. El aporte de los indígenas es fundamental, no cabe la menor

99 David Venegas, carta del 15 de mayo de 2007, http://www.vocal.lunasexta.org/da-vidvenegas/carta-de-david-15-de-mayo.html

100 La Jornada, 14 de abril de 2007.

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duda, pero tampoco ellos son inmunes a la corrupción ni a la fu-nesta seducción de la política profesional, como varios me lo han expresado personalmente.

David sugiere que “si el cauce que ofrece la APPO […] es es-trecho y limitado, este pueblo heroico sabrá buscar y encontrar los caminos para su liberación.”101 El diagnóstico es severo, mas no parece muy alejado de la realidad. Aun así, no todo está perdido. En Oaxaca, circula una pregunta: ¿cómo recrear el momento má-gico que se vivió el año pasado? Sólo las mujeres y los hombres que participaron en el movimiento pueden encontrar la respuesta. Mientras tanto, el día 14 de junio de 2007, 100 mil personas vol-vieron a la calle para exigir la renuncia de URO y el 18, la sección 22 reanudó el plantón. ¡No! Oaxaca, no está en paz.

Junio de 2007

www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Claudio%20Albertani&inicio=0 - 13k

oaxacalibre.org/oaxlibre/ index.php?option=com_content&task=view&id= 1022&Itemid=31

101 David Venegas, 23 de abril, carta citada.

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[73]

IV. Guerras del agua

Tenemos que respaldar a nuestros pequeños héroes (de esos tenemos muchos. Muchos). Te-nemos que combatir guerras específicas con me-dios específicos. ¿Quién sabe? A lo mejor esto es lo que el siglo XXI tiene guardado para nosotros. El desmantelamiento de lo que es grande. Gran-des bombas, grandes presas, grandes ideologías, grandes naciones, grandes guerras, grandes hé-roes, grandes errores.

ARUNDHATI ROY

“A principios del tercer milenio, por lo menos una persona de cada tres en el mundo sufre penas y apuros a causa del problema del agua. Esta persona es más frecuentemente una mujer que un hombre”.102

HE AQUÍ las palabras de Michel Camdessus, quien fuera el direc-tor general del Fondo Monetario Internacional (FMI) entre 1987 y 2000: una (tardía) confesión ante el fracaso de las privatizaciones de los recursos acuíferos mundiales que el propio Camdessus im-puso mientras estuvo al frente de la institución.

Hoy, ya son muchas las voces que anuncian una próxima gene-ralización de guerras internas y conflictos geopolíticos por causa

102 Michel Camdessus “Introducción” en Winpenny, James, Financing water for all. Report of the world panel on financing water infrastructure, World Water Council, Global Water Partnership, 3rd World Water Forum, marzo de 2003, p V.

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del agua. Así como el siglo XX fue dominado por las guerras del petróleo, afirma la científica india Vandana Shiva, las del siglo XXI tendrán como objeto el agua.103

¿Cuál es la situación en México? Igual que China, Israel, India, Bolivia y Estados Unidos, México se encuentra entre los muchos países que, según todos los pronósticos, van a sufrir —si no es que ya sufren— graves problemas en este rubro.

A partir del verano de 2004, las principales estaciones de radio empezaron un agresivo anuncio publicitario (con gastos a cargo de los contribuyentes) que, después de advertir sobre una inmi-nente y generalizada escasez de agua, terminaba tranquilizando a los radioescuchas con el siguiente mensaje: “en el Senado de la República aprobamos una ley para garantizar la calidad y el buen uso del agua. Que el agua sea para todos, que el agua sea para siempre”.

Ante el grave problema que se perfila en el horizonte, se pro-paga la idea de que los poderes públicos, y concretamente el le-gislativo, velan por los intereses de la ciudadanía. El propósito es encomiable; pero: ¿qué tanto corresponde a la verdad?

¿Agua para todos?

México es un país con una superficie aproximada de 2 millo-nes de km2; el 52% es árido y semiárido, el 13% es trópico seco, el 20% es templado y el 15% es trópico húmedo; la orografía es muy accidentada, el 64% está compuesto por serranías y sólo el 36% presenta pendientes menores al 10%. Las elevaciones varían desde el nivel del mar hasta arriba de los � 000 m.104

El país recibe un promedio de 772 milímetros de lluvia por año; de éstos el 73 por ciento se evapora y el resto escurre por ríos, arroyos o recarga de acuíferos. La disponibilidad por habitante es de unos 56 metros cúbicos por persona por año (correspondiente a

103 Vandana Shiva, Le Guerre dell’acqua, Milán, 9 (hay traducción al castellano).104 Enrique Castellan Crespo, “Los Consejos de Cuenca en el Desarrollo des la Presas

en México”, Third World Center for Water Management, www.dams.org/docs/kbase/con-trib/ins223.pdf+presas+de+Mexico&hl=es&ie=UTF-8

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unos 153 litros por día), lo que no ubica a México entre los países de acceso abundante, pero tampoco entre los menos favorecidos.

El problema principal tiene que ver con la irregularidad del ré-gimen de lluvias por un lado y con acceso al agua y su calidad por el otro. Las lluvias se concentran en tan sólo cuatro meses del año y su distribución territorial es extremadamente dispar: mientras que las regiones del norte y centro (donde vive la mayor parte de la población) reciben un magro 32 por ciento, el 68 por ciento se concentra en las regiones tropicales del sureste.

Históricamente, las actividades y asentamientos humanos se han dado en zonas donde el agua escasea, así en un área don-de se capta el 20% de la precipitación se encuentra establecida el 76% de la población, 90% de la irrigación, 70% de la industria y se genera el 77% del Producto Interno Bruto (PIB).

A estos agudos contrastes regionales y temporales hay que su-mar graves desigualdades en el acceso al vital recurso que, evi-dentemente, obedece a razones socioeconómicas y no naturales.

De manera parecida a Egipto y China, la utilización del agua en México se concentra principalmente en el sector agrícola (83 por ciento), señalándose en este rubro la persistencia de prácticas caciquiles en su distribución. El uso público urbano es del 12 por ciento y el industrial tan sólo del 5 por ciento. Es útil saber que un país como Francia, contando con la misma disponibilidad de agua por habitante, destina a la industria la mayor parte de sus re-cursos hídricos.

Según las cifras oficiales, en el año 2000, el 87.8 por ciento de la población del país cuenta con agua potable dentro de la vi-vienda, aunque cinco entidades federativas donde se concentra la población indígena (Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Yu-catán,) tienen menos del 70 por ciento de su población cubierta. Además, mientras que la población de las ciudades alcanza, en promedio, una cobertura de casi el 95 por ciento, en el medio ru-ral esta sólo alcanza el 68 por ciento.105 Ahí, el 25 por ciento de los

105 Félix Hernández Gamundi y Raúl Álvarez Oseguera, ponencia en el seminario, «El agua bien privado o bien común. Hacia una nueva cultura planetaria», 21-23 de septiembre de 2004 Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Plantel del Valle.

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jóvenes entre 18 y 25 años de edad siguen acarreando agua a sus hogares: en México el agua fluye hacia los ricos.106

Crear la escasez

A partir de los años 1980, el Estado dejó de asumir el rol orde-nador y director del desarrollo social para limitarse a ser garante de la viabilidad del mercado. Ante la retirada del sector público, el rubro del agua se fue perfilando como etapa de una estrategia para incorporar los abundantes recursos naturales del país en los meca-nismos de la acumulación capitalista.

Acorde con los imperativos neoliberales en boga, era necesa-rio desarticular los últimos vestigios de todo tejido social comu-nitario. No importó que el país contara con tradiciones milenarias precisamente en el ámbito de la gestión comunitaria del agua. Al-gunas, como los jardines flotantes o chinampas, de Xochimilco y las «cofradías del agua» de Tehuacán, todavía existían y eran ob-jeto de admiración a nivel internacional.

Las agencias gubernamentales empezaron a difundir una cultu-ra de la «escasez» del agua que, según el ecologista Jean Robert, tiene origen en un malentendido. Es verdad —afirma—, que en todas partes, la oferta de agua dulce es limitada; siempre fue así y siempre lo será. Lo que es nuevo, y «específicamente moderno», es pretender que dada esta limitación no hay agua para todos.

En realidad —sigue Robert— la existencia de una oferta limi-tada de cualquier bien es absolutamente compatible con bajos niveles de escasez, pero también, y más comúnmente, se presenta la situación contraria: una oferta inmensa coexiste con niveles in-soportables de escasez.107

En el caso del agua, un ejemplo de lo primero nos lo ofrecen las culturas del desierto. En algunos pueblos de Egipto, hasta la fecha los vecinos acostumbran dejar una jarra de agua en la puer-

106 «Encuesta Nacional sobre Niveles de vida de los Hogares» realizada por investiga-dores de la Universidad Iberoamericana y del Centro de Investigaciones en Docencia Eco-nómica, La Jornada, 11 de noviembre de 2004.

107 Jean Robert, Water is a common, Habitat International Coalition, México 1994, 17.

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ta de sus casas para que el caminante pueda saciar la sed. En el frente opuesto, se puede citar (entre muchos otros) el caso de los mazahuas del Estado de México quienes viven en una región que abastece de agua al Distrito Federal y, en buena parte, carecen de acceso a la red hídrica.

Proclamar la escasez de un bien común no es inocente. Es el antecedente necesario para introducirlo en el circuito del mercado ya que la escasez ocupa un lugar central en los mecanismos inefa-bles de la economía.

Pero: ¿qué es la economía? La economía, contesta Serge Latouche, es un lugar de malentendidos, contradicciones y pa-radojas.108 Se presenta a sí misma como una «ciencia natural»; pero, al parecer, tiene que ver más bien con la religión, sus ídolos y sus dogmas.

Una de esas paradojas es que la economía inventa literalmente la escasez al extender el régimen de propiedad privada a los bie-nes colectivos y a los recursos naturales.

Sobra añadir que denunciar las trampas del discurso económi-co no implica negar la existencia de graves problemas en el ám-bito del agua. En el caso de México, los niveles de los mantos acuíferos bajan año con año contaminándose cada vez más. Re-portes científicos señalan que en los últimos cincuenta años se acabaron reservas de agua que tienen entre 10 000 y 35 000 años de antigüedad.

En la región de La Laguna —ubicada en los norteños estados de Coahuila y Durango— el agua para consumo humano se extrae desde profundidades cada vez mayores presentando un alta com-posición de sales, incluidas las de arsénico. De ser manantial de vida, el agua acaba siendo fuente de envenenamiento.109

La desertificación avanza año con año y la Ciudad de México, antaño conocida como la «Venecia de las Américas» se está hun-diendo mientras drena sus últimos manantiales.

Aun así, las estrategias de privatización planteadas por el go-bierno y las agencias internacionales de desarrollo son parte del

108Serge Latouche, coord, L’economia svelata, Bari 1997, 11.109 Luis Hernández Navarro, “La Laguna: nueva guerra del agua”, La Jornada, 10 de

noviembre de 2004.

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problema y no son la solución. Ponerle un valor de mercado al agua es confundir la enfermedad con la cura.

El Banco Mundial (BM), por ejemplo, sostiene que el agua es una necesidad humana y no un derecho humano. Como señalan Maude Barlow y Tony Clarke, esta no es una cuestión meramen-te semántica. Las necesidades humanas pueden ser satisfechas de muchos modos, especialmente a base de dinero, pero (hasta ahora) nadie ha puesto un precio a los derechos humanos.110

Privatizarlo todo

La mercificación111 del agua sigue varios caminos. Uno tiene que ver con la entrega a particulares de la gestión de mantos acuí-feros, pozos, acueductos y canales.

En México, las reformas para estimular este tipo de mercado encuentran ciertas resistencias porque la Constitución establece que las aguas nacionales son bienes públicos y como tales son in-alienables e imprescriptibles. Es decir, en principio se encuentran fuera del comercio y sólo pueden ser concesionadas a particulares por un tiempo limitado.112

Las dificultades legales se sortean con la «descentralización», palabra engañosa ya que, en realidad, con «descentralizar» quieren decir entregar los sistemas hidráulicos a los gobiernos estatales y municipales con el único objetivo de abrir el paso a la privatización.

Otra vía de la mercificación es el consumo de agua en botellas y garrafones en detrimento del grifo, que, como se sabe, es una es-

110 Maude Barlow y Tony Clarke, Oro Azul. Las multinacionales y el robo organizado de agua en el mundo, Barcelona 2004, 15.

111 Mercificación es un término empleado por Marx al desarrollar el concepto del ca-rácter fetichista de la mercancía en el primer capítulo de El Capital, donde “entendía la mercificación en tanto que operación esencialmente ideológica, una forma de falsa con-ciencia que cumplía la función específica de enmascarar la producción de valor ante el consumidor [...] Georg Lukács, [en] Historia y conciencia de clase, [resitúa] la mercifica-ción en el centro del proceso social global, más general, de reificación [cosificación] tanto mental como física”, Fredric Jamenson La ciudad futura, http://www.newleftreview.org/?getpdf=NLR25503;pdflang=es

112 Eduardo Viesca de la Garza, Gobernabilidad del Agua. Aspectos legislativos, ponencia en el seminario El agua bien privado o bien común, UACM, op cit.

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tafa colosal ya que las embotelladoras no usan agua de manantial, sino que ponen su sello al agua de la red pública.

México siempre fue un gran consumidor de refrescos de cola y es ahora el segundo consumidor per capita de agua embotella-da, precedido únicamente por Italia. La Coca Cola —uno de cuyos antiguos gerentes es hoy presidente de la república— posee aquí una red de 17 empresas embotelladoras, frente a las seis que tiene Pepsi.113 El resultado es que un litro de agua embotellada cuesta ahora igual que un litro de gasolina.

El efecto combinado de estos factores llevó a un aumento de tarifas que, poco a poco, se fueron acercando al precio «de merca-do», tal y como lo prescribe la teoría económica neoclásica. Fue cuando los grandes monopolios internacionales dedicados a la ges-tión de los servicios hídricos dirigieron su mirada hacia México.

Las últimas barreras cayeron cuando, el 29 de abril de 2004, los legisladores del Congreso de la Unión aprobaron una reforma a la Ley de Aguas Nacionales (la misma que los senadores pre-gonan con tanta insistencia) que, al favorecer las concesiones a empresas privadas en perjuicio de los organismos municipales, re-nuncia a los principios básicos de justicia social.

¿Un ejemplo? De acuerdo con la nueva ley, las compañías que construyen las presas tendrán también el derecho de ponerlas en operación y de vender sus servicios. Por otro lado, los usuarios, al no contar con medidor, se harán acreedores a una multa de 225 mil pesos, que, en el caso de campesinos cuyos ingresos raramente re-basan los 50 pesos diarios, representa obviamente una cifra enorme.

Pocos meses después de la entrada en vigor de la ley, el titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semar-nat), Alberto Cárdenas Jiménez, declaró que no se cansará en su afán de subir el precio del agua, “incluso hasta que duela”.114 Y, en efecto, ya duele. Según investigaciones recientes, actualmente los sectores marginados gastan hasta 30 por ciento de sus recursos en comprar el líquido vital.115

113 Maude Barlow y Tony Clarke, op. cit., pág. 231.114 La Jornada, 30 de septiembre de 2004.115 Luís Marín Stillman, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México

(UNAM), La Jornada, 23 de septiembre de 2004.

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Las fechorías de Vivendi Universal

Desde que nació, el mercado global del agua tiene un carácter particular, ya que es el único dominado por unos cuantos gigan-tes de origen europeo, que exhiben una vocación igual o más pre-dadora que sus contrapartes estadounidenses. Las dos compañías más grandes, Suez y Vivendi Universal, son francesas y juntas se reparten el 70 por ciento del mercado mundial del agua: la prime-ra opera en 130 países, la segunda en 90.116

El discurso que pregonan es sencillo: “ante la ineficiencia de las instituciones públicas, entreguen los recursos hídricos a la em-presa privada que es dinámica, productiva y honesta”. En México, su penetración apenas está empezando, sin embargo, ya existe por lo menos un caso, la norteña ciudad de Aguascalientes, que permi-te sacar conclusiones significativas.117

En 1993, el cabildo de Aguascalientes autorizó al presidente municipal a concesionar el servicio público de agua potable, al-cantarillado y tratamiento de aguas residuales. Al mismo tiempo, la Reforma de la Ley Estatal de Agua legalizó la participación de la iniciativa privada, despejando el camino a la empresa Servi-cios de Aguas de Aguascalientes, S.A. de C.V. —integrada por el Grupo de Ingenieros Civiles Asociados (ICA), Banamex y la Com-pagnie Générale des Eaux (una subsidiaria de Vivendi) que pron-to empezó a funcionar.

Las autoridades justificaron la privatización por el mal estado del servicio; pero, el principal efecto que notaron los usuarios fue un aumento repentino de las tarifas y la instalación de cortes del suministro por falta de pago. Aunque se esgrimía el argumento de que sólo así se puede fomentar el «ahorro del agua», la situa-ción no tardó en generar una escalada de protestas y conflictos.

La empresa incurrió, además, en malos manejos financieros, acumulando deudas que se volvieron inmanejables a partir de la devaluación en 1994. Para evitar la bancarrota y la consecuen-

116 Barlow y Clarke, op cit, 173. Véase también: Barlow y Clarke, Global Water Lords, http://www.polarisinstitute.org/pubs/pubs_blue_gold_ch5.html

117 AAVV, Aguascalientes, Mexico. A case study PRINWASS, Oxford, Reino Unido, agosto de 2003.

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te suspensión del servicio, el ayuntamiento tuvo que intervenir aportando grandes cantidades de dinero público. Como siempre los grandes monopolios privatizan las ganancias, pero sociali-zan las perdidas.

Para colmo, en 1996 el contrato original fue modificado —aún más— para favorecer a la compañía: se amplió a 30 años el plazo de la concesión; hicieron todavía más flexibles sus obliga-ciones y la eximieron de invertir en rehabilitación y construcción de infraestructura, rubros que quedaron bajo responsabilidad gubernamental y a cargo del erario.

¿Cohecho? Hasta ahora no se ha comprobado nada, pero está claro que el paso del servicio del agua como bien público a la ven-ta del agua como mercancía «escasa», no llevó a un manejo más eficiente del recurso. A pesar de las promesas y los discursos, se descubrió que, en realidad, la empresa privada no tiene ninguna vocación de inversión.

El citado estudio de Clarke y Barlow documenta decenas de situaciones análogas en los cuatro rincones del mundo; pero, so-bre todo, en los países dependientes. Hay casos límite, como el de Chile en donde los «Chicago boys» privatizaron hasta los ríos. No siempre, sin embargo, la población acepta pasivamente las canalladas de las corporaciones. En 2000, ante los abusos de la empresa norteamericana Bechtel, Bolivia fue teatro de una rebe-lión popular victoriosa, pasada a la historia como “la guerra del agua”.118

Un pozo de agua vale más que un pozo de petróleo

En los últimos años, se ha agravado la disputa entre México y Estados Unidos por el control de los ríos y las aguas subterráneas a lo largo de la frontera.119 La razón principal es que el sureste del país más poderoso del mundo enfrenta un desastre ambiental ma-yor. Su más grande acuífero subterráneo, el Ogallala —que cuen-ta con una superficie de medio millón de kilómetros cuadrados y

118 Barlow y Clarke, op cit, 284-285.119 Véase, Barlow y Clarke, op cit, 121; Shiva; op cit, 68 y 82.

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permite irrigar unas 6.5 millones de hectáreas dedicadas al maíz, sorgo, soya y trigo— se encuentra contaminado con plaguicidas, residuos de fertilizantes, desechos agrícolas e, incluso, basura nu-clear procedente de la planta de Pantex, Texas. Tratándose de agua fósil, la recarga es muy lenta y de continuar esta tendencia, el acuífero dejará de ser productivo en 40 años.120

Actualmente, el conflicto se concentra en la explotación del río Colorado, un gran caudal que nace en las montañas Rocallosas, cruza Colorado, Utah, Arizona y California y desemboca en las costas del golfo de Cortés reducido a un modesto arroyo de aguas pantanosas y tóxicas.121

Y es que del lado estadounidense el río concentra el más alto porcentaje de industrias, asentamientos humanos y actividades económicas en el mundo entero. Su sistema abastece a gran parte de las zonas metropolitanas de Los Ángeles, San Diego y Phoenix, sustentando además gran parte de la producción invernal de vege-tales del suroeste.122

Desde 1944, existe un Tratado Internacional de Aguas que re-gula el manejo de los ríos fronterizos estableciendo que anual-mente Estados Unidos debe destinar a México mil 850 millones de metros cúbicos del río Colorado, mientras que del río Bravo se deben enviar al vecino del norte 431 millones de metros cúbicos.

En los últimos años, aduciendo retrasos en la entrega de las cuotas mexicanas, el país del norte optó por revestir con cemen-to el canal Todo Americano, una derivación del río Colorado cuyo manejo no está contemplado en el Tratado de 1944. Puesto que sus aguas recargan la cuenca compartida entre las dos naciones, con esta medida el gobierno de Estados Unidos, estará en condiciones de capturar no sólo el río, sino también las aguas subterráneas de la región fronteriza.123

120 Alejandro Nadal, “Ogallala: para remplazar el clima”, La Jornada, 13 de febre-ro de 2002.

121 Véase, María Rosa García Acevedo, “El río Colorado en la relación México-Esta-dos Unidos: visiones, acciones y posibilidades”, Comercio Exterior, marzo de 2004.

122 Marc Reisner, Cadillac Desert: The American West and Its Disappearing Water, USA 1986.

123 Angélica Enciso, “Estados Unidos «pelea» a México cada gota del canal Todo Ame-ricano”, La Jornada, 3 de noviembre de 2003.

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El conflicto es candente, pero, mientras la actuación del go-bierno mexicano es más bien tímida, del lado estadounidense se opta por la acostumbrada arrogancia imperial.124 ¿La justifica-ción? Ninguna, ya que, como explica el neoconservador Robert Kaplan en un texto plagado de reflexiones racistas, México es un país propenso al “despotismo hidráulico” (¡!) e incompatible con la tradición de la democracia anglosajona.125

De seguir así —apuntan los compañeros de Equipo Pueblo— pronto veremos a los marines abriendo a la fuerza las compuer-tas de las exangües presas mexicanas para dejar salir las últimas gotas de agua para que los agricultores de Texas puedan regar los acres que les entre en gana.126

Espejismos

Las vías de la razón mercantilista son infinitas. Una de ella pasa por la construcción de obras gigantescas que escapan al con-trol de los usuarios.

Hubo un tiempo —escribe Arundhati Roy en un apasionado alegato contra la construcción de 52 presas a largo del río Narma-da en la India— en que el mundo amaba las presas. Todos las te-nían —comunistas, capitalistas, cristianos, musulmanes, hindúes, budistas. Las presas no empezaron como una empresa cínica. Em-pezaron como un sueño. Acabaron en una pesadilla. Es tiempo de despertar.127

A lo largo del siglo XX, se construyeron en el mundo más de 40 000 grandes presas para riego, agua potable e hidroeléctricas que, según cálculos conservadores, desplazaron a unos 100 millo-nes de personas. Sus constructores las exhibieron como catedrales de la modernidad, prueba fehaciente de que el hombre puede do-

124 En la 21 reunión de la Comisión Binacional México-Estados Unidos se firmó un pacto ambiental que no incluye el asunto del río Colorado. Véase, La Jornada, 10 de no-viembre de 2004.

125 Robert Kaplan, “Mexico and the southwest”, The Atlantic Monthly, julio de 1998. http://www.theatlantic.com/issues/98jul/future.htm.

126 Véase, http://www.equipopueblo.org.mx/oc77-editorial.htm127 Arundhati Roy, The algebra of infinite justice, India 2002, 57.

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blar a la naturaleza. Y, sin embargo, las presas no sobrevivieron a la prueba del tempo: duraron únicamente el lapso que la naturale-za necesita para desgastarlas y llenarlas de pantano.128

A menudo las cosas acabaron muy mal. En 1982, el Banco Mundial, es decir, el organismo financiero que durante décadas promovió y casi impuso presas en todas partes, se asoció con los militares guatemaltecos para la construcción de una presa más en el río Chixchoy. Puesto que las comunidades mayas que habitaban la región se negaban a ser reubicadas, el ejército reaccionó masa-crando a unas 400 personas. Después, el Banco Mundial alegó no saber nada, pero su ignorancia, aun si fuera auténtica, es imper-donable.129

Se podrían dar muchos más ejemplos ya que —sigue Arund-hati Roy—:

las grandes presas representan para el desarrollo de una nación lo mismo que la bombas nucleares para el ministerio de la guerra. Ambas son armas de destrucción masiva. Ambas son armas que los gobiernos usan para controlar a sus propias poblaciones”.130

Al final, tal vez bajo el acoso de las protestas, el Banco Mun-dial, se retiró del negocio publicando un notable documento en donde se dice abiertamente que las presas, además de graves da-ños ambientales, provocan el desplazamiento de grandes canti-dades de personas, y particularmente pueblos indígenas, mismos que acaban en condiciones económicas culturales y psicológicas desastrosas.131

En México las cosas no fueron diferentes. Igual que en la In-dia, igual que en todas partes, la construcción de presas inició como espejismo desarrollista. Hacia los años sesenta, ante el au-

128 El mejor estudio sobre el impacto ecológico de las presas es: Patrick McCully, Si-lenced Rivers. The ecology and politics of large dams, Orient Longman, Hyderabad, India, 1998. Véase también, M. Barlow y T. Clarke, op cit, pp. 87-91 y 107-111.

129 El lector encontrará la historia completa de la masacre de Chixchoy en el sito: http://irn.org.

130 Arundhati Roy, op cit, 136.131 Véase la útil Guía ciudadana sobre la Comisión Mundial de Presas, publicada por

International Rivers Network (IRN), Berkeley, California, 2004, que resume el informe de 400 páginas del BM.

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mento de la demanda de energía, la Comisión Federal de Electrici-dad (CFE) incrementó drásticamente su capacidad de generación; pero, al mismo tiempo que avanzaba el desarrollo tecnológico, se agravaban los problemas sociales por la renuencia de las poblacio-nes afectadas a ser reubicadas.132

Hoy, existen decenas de obras hidroeléctricas en la Repúbli-ca Mexicana. Mientras gran parte de ellas está cumpliendo su vida útil de 50 años, se inicia un nuevo auge de construcción con el fin de atraer las inversiones extranjeras y poner las bases para la privatización de la industria eléctrica y del agua. La CFE tiene proyectada la construcción de 56 presas, gran parte de ellos en territorios indígenas, lo que implica quitarle el agua a un sinnú-mero de comunidades, intensificando una añeja y obstinada gue-rra de agresión.

Por su parte, trasnacionales españolas como Endesa, Iberdrola y Unión Fenosa; francesas como EDF, alemanas como Siemens, o estadounidenses como AES están ansiosas de invertir sus capitales en este rubro ante las oportunidades que les ofrece la nueva legis-lación mexicana.133

Resistencias

Ante esta situación, los pueblos no permanecen pasivos. En ocasiones, la batalla por un río, un acueducto público o un manan-tial llega a levantar dudas sobre el sentido de todo un sistema so-cial. Un ejemplo es la lucha contra la presa «La Parota», sobre el río Papagayo en el estado de Guerrero, que de realizarse, tendría una superficie tres veces mayor que la bahía de Acapulco, inun-dando 17 mil 500 hectáreas y 24 poblados.

Desde hace años, pero particularmente en los últimos meses, los 2� mil campesinos afectados se encuentran en pie de lucha. Primero crearon el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras y, el 2 de octubre de 2004, junto a moradores de otras partes del país, dieron vida al Movimiento Mexicano de Afectados por las

132 María del Rayo Campos, “Expropiaciones y desarrollo nacional: las presas hidro-eléctricas”, http://207.248.180.194/bibdf/ran/agaweb/paginas/10-02.htm

133 CIEPAC, Chiapas al día, boletín No. 434, 7 de octubre de 2004.

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Presas y en Defensa de los Ríos (Mapder), cuyos integrantes se declaran en “resistencia total y permanente contra la construc-ción de presas en el país”.

El Mapder es una alianza vinculada a nivel continental con la Red Internacional de Ríos con sede en San Francisco, California y al Movimiento Mesoamericano contra las Presas, que se opone a la construcción de unas 350 presas en la región, algunas bina-cionales México-Guatemala. El movimiento plantea la necesidad de que el Estado mexicano repare el daño histórico ocasionado a cientos de miles de personas por la construcción de presas, así como la recuperación de los ecosistemas dañados.

Exige, además, la modificación de la legislación en materia de agua y medio ambiente y el respeto a los derechos de los pueblos sobre las aguas establecidos por el Convenio 169 de la Organiza-ción Internacional del Trabajo.134

Hasta ahora, la lucha de los campesinos guerrerenses ha sido pacífica; pero, ante la represión selectiva y el intento de la CFE de dividir las comunidades comprando a sus líderes, podría tomar otros cauces.135

Otra guerra del agua es la que se da entre los indígenas maza-huas de la región aledaña al río Cutzamala (Estado de México) y la Comisión Nacional del Agua (CNA). El sistema Cutzamala abastece una parte importante de las necesidades de agua del Dis-trito Federal y de la ciudad de Toluca. Anualmente se invierten mil 600 millones de pesos para transportar a la zona metropolita-na 19 mil litros de agua por segundo provenientes de este sistema. Cada litro recorre una distancia de unos 160 kilómetros superan-do gracias a un costoso sistema de bombas un desnivel de mil 366 metros.

Lo absurdo es que, mientras varias comunidades mazahuas ca-recen de agua potable, un 38 por ciento del agua que entregan al Distrito Federal se desperdicia por fallas en la red hidráulica.

Hay más. En la temporada de lluvia de 2003, la presa «Villa Victoria», una de las siete que abastecen el Sistema Cutzamala, se

134 Rosa Rojas, La Jornada, 2,3 y 4 de octubre de 2004135 Ídem, La Jornada, 13 de noviembre de 2004.

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desbordó dañando los cultivos de las comunidades mazahuas. El 10 de agosto de 2004, después de múltiples y fallidos intentos de diálogo, integrantes del Frente para la Defensa de los Derechos Humanos y Recursos Naturales del Pueblo Mazahua marcharon a la Ciudad de México exigiendo al gobierno federal la indemniza-ción de 300 hectáreas de sus cultivos.

Ante la cerrazón de las autoridades, el Frente estableció un plantón en las inmediaciones de la planta potabilizadora Berros que abastece el valle de México. Acto seguido, las mujeres tomaron en sus manos las riendas del movimiento organizando —en la onda larga de la rebelión de los indígenas chiapanecos— un Ejército Zapatista de Mujeres en Defensa del Agua. Armadas con rifles de palo, machetes y herramientas de cultivo, retuvieron durante tres días la dotación de cloro de la planta amenazando con cortar el flujo de agua y hasta hacerse explotar con dinamita si sus demandas no eran atendidas.

El domingo 26 de septiembre, 25 comandantas mazahuas so-licitaron una audiencia con el secretario de la Defensa Nacional, Clemente Vega, para “tratar asuntos relacionados con la seguridad nacional y plantearle la razón por la que protestamos de manera distinta a como lo habían hecho los hombres”.136

La misiva reiteraba que la política hidráulica nacional es in-justa porque sólo beneficia a los habitantes de las grandes ciuda-des, mientras que muchas comunidades de donde se extrae el agua se encuentran en la pobreza extrema. Como alternativa, las co-mandantas propusieron plantar 20 millones de árboles en la zona afectada por la explotación del Sistema Cutzamala, y cuidar los manantiales, ríos y barrancas para evitar la erosión de la tierra.

Sería exagerado afirmar que las autoridades las tomaron en se-rio, pero lo cierto es que las mujeres mazahuas lograron levantar una ola de simpatía nacional que impidió que se desatara la repre-sión contra el movimiento.

Tras varias semanas de negociaciones, el 26 de octubre, la Se-cretaría de Gobernación y las comunidades mazahuas firmaron un convenio de reforestación, protección de manantiales y otras ac-

136 El Universal, 26, 27 y 28 de septiembre de 2004.

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ciones para sanear el medio ambiente. En el salón Juárez del Pa-lacio de Covián, el titular, Santiago Creel, quiso poner la firma del convenio como ejemplo de diálogo y de búsqueda de acuerdos. Desconfiadas por la ausencia de los representantes de la CNA, los mazahuas anunciaron que seguirán en lucha y que un eventual in-cumplimiento producirá nuevas movilizaciones.137

En conclusión, la crisis del agua parece ser una alegoría del mundo globalizado. No tiene solución dentro del actual modelo neoliberal. Sólo los pueblos, redes, movimientos y organizacio-nes que luchan por preservar el patrimonio común pueden ganar la guerra que libran los Estados y las compañías transnacionales por el control del agua y de los recursos naturales. En México la guerra ya empezó.

Octubre de 2004

http://www.elcorreo.eu.org/esp/article.php3?id_article=4853

137 La Jornada, 27 de octubre de 2004.

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V. La solidaridad en marcha.Santiago Xanica

Bendito momento aquel en que un pueblo se yergue. Ya no es el rebaño de lomos tostados por el sol,

ya no es la muchedumbre sórdida de resignados y de sumisos, sino la hueste de rebeldes que se lanza a la conquista de la tierra ennoblecida

porque al fin la pisan hombres.

RICARDO FLORES MAGÓN

LOS DÍAS 5 y 8 de agosto de 2007, la «Caravana de Salud y Resis-tencia Contra la Represión y Marginación de los Pueblos Indios de Oaxaca» visitó el pueblo de Santiago Xanica. Promovida por el Colectivo Autónomo Magonista (CAMA) y el Colectivo Salud Autogestiva en colaboración con el Comité por la Defensa de los Derechos Indígenas (CODEDI) y las Organizaciones Indias por los Derechos Humanos en Oaxaca (OIDHO), la iniciativa contó con la participación de unas cuarenta personas, miembros de di-ferentes organizaciones sociales, además de algunos observadores internacionales procedentes de España e Italia.

CODEDI es una organización integrante de la Alianza Mago-nista Zapatista (AMZ), de la Coordinadora Oaxaqueña Magonista Popular Antineoliberal (COMPA), adherente a la Otra Campaña y también fundadora de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).

Xanica es una comunidad indígena que, como muchas otras en México, sufre el acoso de los poderes locales y federales, particu-

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larmente desde 1998, cuando inicia un proceso de lucha para re-cuperar sus formas tradicionales de gobierno. Desde entonces, ha sido sitiada por el ejército federal y las policías estatales (minis-terial y preventiva) mientras que sus habitantes han sufrido toda clase de atropellos y violaciones a sus derechos humanos.

Con el objetivo de aliviar la presión ejercida por las autori-dades contra CODEDI y teniendo como base el apoyo mutuo, la solidaridad, el respeto y la fraternidad, la Caravana llevó a cabo consultas medicas, entrega de libros autoproducidos por el colec-tivo «Hormiga libertaria» y una variedad de talleres sobre salud reproductiva, sexualidad, cultura, recreación y derechos humanos. A nuestra llegada fuimos recibidos por la banda del pueblo y du-rante tres días intercambiamos puntos de vista e impresiones en una atmósfera de solidaridad y trabajo intenso.

Una delegación de la Caravana se entrevistó en el penal de Po-chutla con Abraham Ramírez Vázquez y los hermanos Juventino y Noel García Cruz, todos injustamente acusados de homicidio, secuestro y lesiones calificadas y detenidos desde enero 2005. Lo que sigue es un resumen de los testimonios recabados los días 6, 7 y 8 de agosto de 2007 en el contexto del «Taller sobre Derechos Humanos».

Marginación y despojo

Entre los 16° 00’ de latitud Norte y los 96° 13’ de longitud Oes-te, a una altura de 1240 metros sobre el nivel del mar, se encuentra Santiago Xanica, pueblo zapoteco arrinconado en las escarpadas laderas de la Sierra Sur de Oaxaca. El clima es templado, la vege-tación lujuriosa y, de acuerdo al Segundo Conteo de Población y Vivienda realizado en el 2005, el municipio cuenta con un total de 2 829 habitantes de los cuales por lo menos la mitad residen fuera de la comunidad. La principal vía de acceso es la precaria brecha que, arrancando de Santa María Huatulco, llega a la comunidad después de un fatigoso viaje de duración variable, pero no inferior a las dos horas.

Narra César Luís Díaz —consejal de APPO por la región Cos-ta, fundador del CODEDI y ex preso político— que los primeros

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moradores de Xanica (del zapoteco xa-ni-ca “lugar debajo de la piedra”) llegaron a la región hacia fines del siglo XVIII, proceden-tes de Mitla, en los valles centrales. En un primer momento, se es-tablecieron en el lugar conocido como «El sitio del templo» —dos kilómetros cuesta arriba— para, unas décadas después, trasladarse a la actual ubicación.

César explica que, un documento virreinal conocido como Tí-tulo de Xanica, asignaba a la comunidad la vasta región que desde la Sierra se extiende hasta las bahías de lo que hoy es la región turística de Huatulco. Sin embargo, con el paso del tiempo, la co-munidad fue paulatinamente despojada de ese territorio y reduci-da a la actual superficie de unos 180 kilómetros cuadrados.

Hoy, la única relación que los habitantes de Xanica tienen con Huatulco es la explotación que padecen trabajando en casas par-ticulares, restaurantes y hoteles que emplean aproximadamente a un treinta por ciento de su población económicamente activa. Un treinta por ciento más se dedica a actividades agrícolas, mientras que los demás trabajan fuera de la comunidad, ya sea en Oaxaca, la Ciudad de México o Estados Unidos.

Los principales cultivos son maíz, frijol y chile para autocon-sumo. Desde la década de 1930, se introdujo el café como cultivo comercial y, más o menos en la misma época, desapareció la propiedad comunal. Explica Abel Ramírez Vázquez, hermano de Abraham y también integrante de CODEDI:

La tierra es lo principal para un pueblo indígena. Con la intro-ducción de la pequeña propiedad, muchos perdieron sus parcelas por desconocer las leyes y el idioma español.

Además, la gente se volvió un poco individualista [observa César con cierta amargura]. Sin embargo —añade—, el tequio se mantuvo vigente hasta bien entrados los noventa y estamos traba-jando para revivirlo.

En la actualidad, la riqueza principal de la comunidad es el agua, abundante en la sierra, pero escasa en la costa. Los hoteleros de Huatulco pretenden entubar las aguas del río Copalita y de su tributario, el San Jerónimo, ambos situados en la jurisdicción de la comunidad.

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Ahora mismo, están llevando a cabo nuevas mediciones para traer agua de más arriba, algo que no podemos permitir porque afectaría aun más a nuestros recursos. Por si fuera poco, los hotele-ros también contaminan los ríos paseando a los turistas en lanchas de motor [explica César]. Otra riqueza importante son las plantas medicinales, muy codiciadas por la industria farmacéutica nacio-nal e internacional entre las que destaca el botonchihuite, una hier-ba que se emplea para curar la disentería y el paludismo.

Recientemente, el gobernador Ulises Ruiz realizó sendas visi-tas a la comunidad acompañado por empresarios del sector, lo que apunta a un renovado interés en el rubro de la biopiratería, última frontera del capitalismo posmoderno.

Por otra parte, Xanica posee importantes yacimientos de ura-nio, que, aun cuando en la actualidad no se encuentren explotados, la convierten en lugar estratégico tanto para la iniciativa privada como para el Estado.

Entre la agresión y el olvido

Durante mucho tiempo, la comunidad permaneció relativa-mente aislada, siempre en aprietos, pero sin padecer graves con-flictos.

En los años cincuenta del siglo pasado, hubo problemas simi-lares a los de ahorita —comenta Abel—. Con el auge del café, se establecieron negocios de gente proveniente de la cabecera de Miahuatlán que pronto intentaron imponer a sus propias au-toridades sobreponiéndose al marco tradicional de usos y cos-tumbres. Entonces estaba muy viva la tradición de la asamblea comunitaria. Sin embargo, el consejo de ancianos se opuso, se or-ganizó la resistencia y llegó el ejército. Hubo muertos en ambos bandos y unos paisanos estuvieron en la cárcel porque mataron a un militar. Pero, al final, los fuereños tuvieron que irse.

Xanica ganó aquella batalla, sustrayéndose un rato más al abrazo mortal de la sociedad nacional. Esto se debió a que, aun cuando ya no existía la propiedad colectiva, la comunidad se regía por una suerte de autogobierno, de hecho, si no de derecho. Los candidatos a la alcaldía y a los puestos del cabildo quedaban au-

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tomáticamente inscritos en las listas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero, en realidad, el municipio se gobernaba a sí mismo según el tradicional sistema de cargos.

Como en otras partes, esta estructura organizativa articulaba procesos políticos, sociales, económicos, religiosos y étnicos de manera autogestiva. La autoridad máxima era la Asamblea Ge-neral, que poseía la facultad de otorgar el poder a las personas nombradas para dar su servicio anual. Poco a poco, éstas iban as-cendiendo según los servicios prestados y la aprobación de que gozaban en la comunidad, hasta desempeñar el cargo de Presiden-te Municipal.

El 4 de junio de 1998, el Congreso del estado de Oaxaca acordó una reforma constitucional que otorgaba a los pueblos indígenas la facultad de elegir sus autoridades según el sistema llamado de «usos y costumbres», es decir directamente a partir de la asamblea del pueblo y sin la mediación de los partidos políticos que preva-lece a nivel federal.

La reforma no hizo más que legalizar una situación de hecho. Parecía una victoria, pero no fue así.

Es una paradoja —nos dice César— que en Xanica la tan caca-reada legalización del sistema por «usos y costumbres» haya co-incidido con la llegada masiva de los partidos políticos nacionales (PAN y PRD, además de PRI) y una nueva ofensiva contra nuestra comunidad.

A partir de entonces, se fue perdiendo el tequio, ya que los partidos prometían meter maquinaria para arreglar los problemas de la comunidad (por ejemplo lo caminos y los espacios públicos) a cambio de lealtad incondicional.

A este proceso de naturaleza más bien política se sumó el auge del proyecto turístico Bahías de Huatulco, inaugurado a me-diados de los 1980 en una región en donde se asentaban alrededor de 70 000 personas pertenecientes a diferentes grupos indígenas. El megaproyecto provocó un ciclo pernicioso de especulación e inversión que aceleró el proceso de polarización social, margi-nando a la población local y aumentando las tensiones en toda la región.

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Así las cosas, la Ley Indígena acabó siendo una simulación.

En el papel —insiste Abel—, tal pareciera que Oaxaca está más avanzado con respecto a los derechos indígenas, pero la verdad es que las reformas sólo sirvieron para que el ex-gobernador priísta Diódoro Carrasco (hoy diputado del PAN nda) se lavara la concien-cia. La Ley Indígena se mira muy bonita, pero en el fondo es pura propaganda porque resulta que ahora los derechos son menos res-petados que antes. No nos dejan desarrollar nuestra cultura, nues-tro idioma, nuestra forma de trabajar colectivamente.

La senda de la autonomía

La situación empeoró en diciembre de 1998, cuando se cele-braron elecciones para la presidencia municipal. Por primera vez se votaba bajo la nueva ley de «usos y costumbres» y ganó Alejan-dro Díaz Ramírez, una persona cercana al pueblo. Sin embargo, el primero de enero de 1999, el nuevo gobernador, José Murat, impuso a un allegado suyo, Juan Cruz López, aduciendo que la asamblea se había llevado a cabo de manera ilegal.

Una parte de la comunidad se inconformó y fue así como nació el CODEDI, animado desde un principio por los hermanos Ramírez Vázquez, Gerardo Froylán González Cruz y César Luís Díaz. Nin-guno de ellos tenía militancia previa en partidos políticos: Froylán había tenido alguna participación anterior en OIDHO, mientras que Abraham y César habían sido instructores de Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE). Empezaba así, un largo pro-ceso de lucha para devolver el poder a la asamblea del pueblo y rescatar el auténtico sentido de los «usos y costumbres».

Es de enfatizar el papel que asumieron las mujeres al em-prender un importante proceso de concientización de sus propios derechos, que las llevó a cuestionar el machismo. En palabras de Carolina Cruz García: “si un hombre lastima a su esposa no po-demos callar”.

El 5 de septiembre de 1999, el pueblo de Xanica tomó el pa-lacio municipal estableciendo un ayuntamiento popular expulsó a Juan Cruz quien, en adelante, despacharía en su domicilio par-ticular y sin la mejor legitimidad. Empezó, al mismo tiempo, el

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sitio de la comunidad por parte del ejército federal y la policía estatal. El gobierno intentó vincular a los militantes del CODEDI con el Ejército Popular Revolucionario (EPR), organización gue-rrillera que el 28 de agosto de 1996 había atacado el cuartel de los marinos de la VI Región Naval Militar en La Crucecita, Huatulco, dejando un saldo 12 muertos.

Con todo y esto, el ayuntamiento popular logró una aceptación tal que Murat tuvo que negociar.

En mayo de 2001 —explica Froylán— llegamos a un acuerdo: el ayuntamiento renunciaría y entregaría el gobierno a cambio de celebrar nuevas elecciones en tres meses en las que se respe-tara el veredicto de la asamblea.

Así se hizo y nuevamente ganó la elección Alejandro Díaz Ramírez. Esta vez, Murat no tuvo más remedio que reconocerlo legalmente y su periodo transcurrió sin problemas ni violencia.

La gestión de Alejandro fue altamente positiva —explica Fro-ylán—. Transparentó las cuentas públicas y disminuyó su sueldo a $ 50.00 pesos diarios (en lugar de $ 5,000.00 mensuales) ganando igual que los topiles, para recalcar la función de servicio que tienen los cargos públicos.138 Además, abrió una farmacia comunitaria y gestionó con el gobierno del estado los fondos para la construc-ción de una biblioteca, un centro de computo comunitario y una preescolar. Lo más importante es que impulsó el rescate del tequio. Asimismo, la asamblea comunitaria decidió que para elegirse, un Presidente Municipal debe cumplir primero con 4 años de servicio a la comunidad como parte del Ayuntamiento.

En agosto de 2004, nuevamente se celebraron elecciones por usos y costumbres, pero otra vez el gobierno del estado hizo tri-quiñuelas al imponer al actual presidente, Sergio García Cruz. Además de tener antecedentes penales, este sujeto no cumplía con los requisitos de la asamblea. A la postre, lo sostuvieron los tres partidos nacionales mayoritarios: Revolucionario Institucio-nal (PRI), de la Revolución Democrática (PRD) y de Acción Na-

138 En las comunidades indígenas de Oaxaca, los topiles son los ayudantes del mayor-domo que se encargan de los quehaceres de la iglesia, aportan recursos económicos y pre-paran la comida y bebida el día de la fiesta.

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cional (PAN). Hay que recalcar que este proceso coincidió a nivel estatal con la elección y toma de posesión del nuevo gobernador, Ulises Ruiz Ortiz (URO) quien, como es sabido, llegó al poder mediante un fraude.

La pesadilla de Abraham, Noel y Juventino

La imposición de García Cruz fue el primer acto de gobierno de URO y una anticipación de lo que vendría después a nivel es-tatal. En diciembre de 2004, al empezar su gestión el gobernador espurio y en vísperas de la toma de posesión de García Cruz, una vez más el ejército federal sitió la comunidad con el pretexto de buscar marihuana y amapola. Pronto, se instalaron también las policías ministerial y preventiva.

La tensión subió y, a partir del primero de enero de 2005, el CODEDI optó por no cumplir con los servicios comunitarios, ni asistir a los tequios convocados por García Cruz. El 15 de enero, convocó a su propio tequio para apoyar a una viuda que necesita-ba arreglar su casa. Ese día —que la comunidad no olvidará por largo tiempo— empezaron las tribulaciones de Abraham, Noel y Juventino.

He aquí la reconstrucción de Abel: Hacia las diez de la mañana, mientras descargábamos un ca-

mión de ladrillos, llegó una patrulla de la policía. Debido a que el camino es muy estrecho, cabía un solo carro. Se les pidió esperar unos minutos, pues estábamos por terminar, pero los agentes no entendieron razón y pidieron refuerzos a las dos patrullas que se hallaban en la Presidencia. Cuando éstas llegaron, comprendimos que tenían la instrucción de armar un pleito. Abraham intentó dia-logar con ellos, pero los agentes cortaron cartuchos y uno le colocó el rifle en el estómago. Al intentar apartarlo, el compañero recibió un disparo en la pierna desplomándose en el acto. Los compañeros respondieron aventando los ladrillos que tenían en la mano. En la trifulca, Juventino y Noel también resultaron lastimados, aunque no tan gravemente. Al cabo de unos veinte minutos de combate, la policía se retiró hacia Huatulco. Nosotros llevamos a Abraham, Noel y Juventino a la clínica del pueblo en donde les pusieron suero y les dieron unas pastillas, pero Abraham necesitaba de un

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cuidado intensivo, pues se hallaba herido de gravedad. Después de varios intentos fallidos, ya en la noche, logramos que una am-bulancia se llevara a los heridos. Los acompañaba Alejandro Díaz Cruz (hijo del ex presidente municipal) pero, a medio kilómetro, la interceptó un retén de la policía. Sin la menor consideración por su estado, los agentes arrojaron a Abraham a un coche y se encamina-ron hacia Huatulco tardando muchas horas pues se pararon a cenar. Así que nuestro hermano no recibió atención médica durante 36 horas corriendo el riesgo de desangrarse o de perder la pierna. A Alejandro también lo torturaron.

Hay más. La comunidad entera fue humillada. Los policías se metieron a casas particulares sin orden de cateo robando per-tenencias y encañonando a todos, incluso a los niños. Angelina Jerónimo García denuncia: “usaron mi mantel para limpiarse del baño. Se llevaron ollas, manteles y dinero en efectivo”.

En el mismo momento en que librábamos el enfrentamiento —añade Celerino Jaime Martínez López—, un policía era asesi-nado en otro paraje del pueblo. Nunca supimos por qué, ni cómo, pero sospechamos que fue un crimen sembrado, pues se lo adjudi-caron a Abraham, Noel y Juventino. En realidad, es materialmente imposible que ellos sean los culpables porque no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo.

Las otras dos acusaciones —secuestro y lesiones calificadas— se reducen a la ocupación de oficinas gubernamentales en Oaxaca ocurrida años atrás. Cabe añadir que ese mismo delito se le imputa sistemáticamente a los activistas de la APPO que el gobierno quie-re detener.

Para los presos, mientras tanto, seguía la pesadilla. En Pochut-la, unos «médicos» dictaminaron que había que cortarle la pierna a Abraham.

Por suerte —sigue Abel— la COMPA tiene presencia en la región. Ellos se movilizaron y lograron que el compañero fuera trasladado a un hospital de Oaxaca en avioneta, custodiado por la policía. Noel y Juventino, que no estaban graves, fueron llevados en ambulancia sufriendo en el trayecto toda clase de vejaciones. Al llegar al hospital, Abraham permaneció dos meses encadenado a su cama con dos policías que lo controlaban día y noche.

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Todavía convalecientes, Noel y Juventino fueron traslados al penal de Ixcotel donde serían alcanzados por Abraham quien, afortunadamente, se recuperó de la herida y salvó su pierna. Suce-sivamente, los tres fueron llevados al penal de Pochutla en donde siguen presos. “No pudimos visitarlos durante varias semanas”, añade Ángela Vázquez García, madre de Abraham.

Para lograr su liberación, intentamos todas las vías —concluye Abel—.No podíamos acudir a la Comisión Estatal de Derechos Humanos porque estaba controlada por la gente de Ulises, pero hicimos una denuncia a la Comisión Nacional (CNDH). Nadie nos hizo caso. En 2005, hicimos un plantón de tres meses en la ciudad del México. En 2006, nos integramos al plantón magisterial y so-mos fundadores de APPO.

Rehenes de URO

Lo que pasó en Xanica es una muestra de la situación de in-justicia, discriminación y opresión que viven las comunidades indígenas de México. El Estado saquea sus recursos naturales, especialmente agua y biodiversidad, y reprime sus formas de or-ganización porque remiten a una sociabilidad considerada incom-patible con los valores dominantes.

El CODEDI surgió ante la necesidad de defender el derecho a elegir las autoridades por «usos y costumbres», preservar el en-torno ecológico y protegerse de los abusos de los caciques. La respuesta de los gobiernos estatal y federal fue sangrienta. Duran-te seis meses, entre enero y agosto de 2005, Xanica permaneció sitiada por cientos de elementos del ejército federal y diferentes corporaciones policiales del estado. Los campesinos, tenían que pasar retenes en donde se les exigía una identificación y a veces se les encañonaba: “¿por qué sales tan temprano? ¿Por qué regresas tarde? ¿Con quién fuiste? ¿A dónde?” Incluso les quitaban su ins-trumento de trabajo, el machete, por considerarlo «un arma (¡!)».

La situación jurídica de Abraham, Noel y Juventino proporcio-na un paradigma del uso faccioso de la ley que impera en el país. La ilegalidad de su detención y las injusticias de que han sido objeto queda como un trauma que marca la vida de la comunidad

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y vuelve una y otra vez en los testimonios que recogimos. Es claro que, al no poderse comprobar las acusaciones, los tres compa-ñeros permanecen en calidad de rehenes, como sucede también con los presos de Atenco y de la APPO.

“Nosotros somos un estorbo porque nuestra comunidad se encuentra cerca de una región turística” nos dijo Abraham en el curso de la breve visita que le hicimos en el penal de Pochutla.

La situación económica de los presos es, por demás, lamenta-ble. Por falta de recursos, la esposa de Abraham, Graciela Merced Cruz, vive en el penal con sus tres hijos sosteniéndose vendiendo los llaveros que elaboran los tres compañeros. “Los policías me amenazan continuamente”, nos reportó. Cristóbal —avispado hijo de Abraham y Graciela— cuenta: “hace unos días agarraron a mi papá en frente de mí y de mis hermanos y lo metieron a una celda de castigo que mide 3 x 3 metros con otros 10 presos”.

Mientras tanto, continúa el estado de sitio, aunque de manera un poco más discreta. Al llevar a cabo las consultas médicas, los compañeros de Salud Autogestiva detectaron traumas sicológicos entre las mujeres y los niños de Xanica por haber estado expues-tos a situaciones de violencia y a la desintegración familiar por la detención de uno o más de sus miembros.

Cuando vino la caravana de «La Otra Campaña» —reporta Ser-gio Ramírez Vázquez— los policías nos impidieron pegar carteles. Yo les dije: soy de aquí; tengo el derecho. Como respuesta, me tor-turaron colgándome durante tres horas al barandal de la iglesia.

Carolina Cruz García reporta ser objeto de hostigamiento cons-tante por parte de las autoridades municipales. Además, cuando sale a Oaxaca la siguen personas desconocidas.

Es una guerra sicológica —nos dice—. En el pueblo, hay un policía en el café de internet plantado ahí para ver cuáles pági-nas visitamos. Repetidas veces, he recibido amenazas por internet. Quieren intimidarme para que renuncie.

Hace algunos meses, César fue secuestrado por paramilitares del PRI quienes lo colgaron en la plaza de Xanica y sólo la in-tervención de las mujeres y niños del pueblo lo salvó de morir

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ahorcado. El 18 de junio, fue detenido por la policía preventiva y torturado durante el traslado a Huatulco. Para justificar la deten-ción, le sembraron una pistola acusándolo falsamente de los deli-tos de homicidio calificado, amenazas y resistencia a particulares. El 26, obtuvo su libertad mediante el pago de una fianza de 30 mil pesos que aportaron organizaciones solidarias. “Es una venganza política porque somos parte de la APPO y nos mantenemos firmes con nuestra lucha política en contra del régimen represor de Ulises Ruiz Ortiz”, concluye César.

Por si fuera poco, la procuraduría del estado acaba de emitir ocho nuevas órdenes de aprensión contra otros tantos activistas. Los crímenes imputados son los de siempre: despojo, secuestro, uso de armas exclusivas del ejército, etcétera. Evidentemente, no hay nada de esto y las acusaciones únicamente sirven como chan-taje e instrumento de presión.

En conclusión, los testimonios recogidos pintan un cuadro su-mamente preocupante. La comunidad está dividida. El aspecto más grave es la escalada de violencia propiciada por las propias autoridades al emplear la ley de manera discrecional. Así las co-sas, nuestra Caravana considera necesario que se multipliquen las visitas de organizaciones humanitarias y de derechos humanos. Es muy importante garantizar un acompañamiento el 26 de agosto próximo, día en que se celebran las elecciones municipales por «usos y costumbres». Los paramilitares y las fuerzas represivas tienen que saber que el CODEDI no está solo. Únicamente la soli-daridad nacional e internacional puede lograr la liberación de los presos políticos y evitar que la violencia regrese a Xanica.

Agosto de 2007.

http://www.lahaine.org/b2-img/xanica.pdf

http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=39861

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VI. La pasión de un pueblo del valle de Oaxaca: Santa Ana Zegache

SANTA ANA Zegache —en zapoteco: “Siete Mogotes”, de zet, mo-gote y gache, siete— es un pueblo de clima templado que se lo-caliza en la parte central del estado de Oaxaca, a poco más de 30 kilómetros al sur de la ciudad capital. Colinda al Norte con los municipios de Zimatlán, San Martín Tilcatepec y Santa Catari-na Quiané; al Sur con Ocotlán, San Pablo Huixtepec y Santiago Apóstol; al Oriente con San Pablo Huixtepec y Zimatlán de Ál-varez; y al Poniente con Ocotlán de Morelos y San Martín Tilca-jete.

Zegache es un pueblo con mucha historia, fue muy importante en la época prehispánica. Lo domina un majestuoso cerro de unos �00 metros de alto que los habitantes llaman Danni Duud’ —el “Cerro de la Teta”, en zapoteco— del que se puede ver la cumbre de Monte Albán. En la cima de Danni Duud’ se encuentra el cen-tro ceremonial conocido como, Li Gusiu (“Casa del Rayo”), una colosal piedra redonda con hermosos bajorrelieves prehispánicos. Justo en el centro de la piedra, hay un hueco que en tiempo de llu-via se colma de agua y que estaba dedicado a alguna divinidad acuática.

El pueblo se asienta en las laderas del cerro y en las inmedia-ciones de un antiguo lago que, al parecer, drenaron los propios zapotecos, antes de la llegada de los invasores españoles. Según el cronista fray Francisco Burgoa —autor en el siglo XVII de una Descripción geográfica de la parte septentrional del Polo Ártico

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VI. LA PASIÓN DE UN PUEBLO DE OAXACA: SANTA ANA ZEGACHE102

de la América—, en la época colonial el pueblo disfrutaba de las mejores tierras de la región, mismas que suministraban hasta tres cosechas por año.

Las precipitaciones pluviales eran abundantes y existía en un eficiente sistema de riego por medio de canales cuadriculados que alcanzaban los 20 metros de ancho. El agua sobrante escurría ha-cia lo que había sido el fondo del lago, mismo que era muy rico en limo y fertilizaba la tierra. Siempre había neblina y la fauna era abundante: aves, coyotes y variedad de animales.

En la parte inferior pasaba el río Atoyac y, durante siglos, el Cerro de la Teta reflejó la abundante humedad que subía del valle. El sistema hidrológico era tan eficiente que, además de Zegache, abastecía también los distritos de Ocotlán y de Zimatlán.

Gracias a esta situación, durante siglos, los santaneros vivieron holgadamente de su agricultura, manteniéndose aislados de la rea-lidad regional y todavía más de la nacional, a pesar de su cercanía con Oaxaca. La pobreza era casi inexistente y, por lo mismo, casi nadie emigraba.

Disputas internas

A principio del siglo XX, el pueblo era todavía un centro agrícola importante, que ostentaba el rango de «villa». De múltiples colo-res, el maíz «santanero» era muy apreciado en Oaxaca y se vendía en todos los mercados regionales.

Por entonces, Zegache contaba con unos 15 000 habitantes divididos en dos barrios: el mixteco y el zapoteco. En el primero vivían los descendientes de antiguos invasores mixtecos que, con el tiempo, habían perdido el idioma original, pero seguían man-teniendo una identidad propia y poseían las mejores tierras. Entre los dos grupos, las relaciones no eran fáciles, aunque tampoco ha-bía graves problemas.

Para evitar los conflictos, sólo las autoridades (topiles) transitaban por ambos barrios y los asuntos comunes se dirimían en la asamblea general que, además, tenía la tarea de nombrar las autoridades.

Una vez elegido, el presidente municipal gozaba de una inmen-sa autoridad ya que, como en otros pueblos indígenas, para llegar

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VI. LA PASIÓN DE UN PUEBLO DE OAXACA: SANTA ANA ZEGACHE 103

a ocupar el cargo, tenía que pasar por una larga secuela de nive-les intermedios y mostrar auténtica vocación de servicio. Todo el mundo —no importa de qué bando— tenía que obedecerle hasta que, al terminar el mandato, volvía a su condición de ciudadano común y corriente. Esto indica que lo que se reverenciaba no era la persona, sino su función como voz de la comunidad.

Los problemas empezaron a raíz de la Revolución de 1910. Entonces, una línea férrea procedente de Oaxaca pasaba por Ze-gache terminando en Ocotlán. En una ocasión, los zapatistas des-truyeron un convoy carrancista originando que los santaneros se dividieran en dos bandos. Envalentonado por sus armas, al termi-nar el proceso revolucionario, uno de los grupos faltó el respeto a dos topiles, algo que nunca había sucedido antes.

Al día siguiente, el presidente municipal convocó a la asamblea general para presentar su renuncia irrevocable, que desembocó en un vacío de poder. Apoyado en sus armas, el otro bando ocupó la presidencia originando una interminable cadena de venganzas que involucró a parientes, allegados y compadres. Pronto, las reyer-tas perdieron toda relación con la disputa original y, con el tiem-po, algunos dejaron de trabajar para volverse profesionales de la extorsión.

La violencia que se originó entonces se proyectó a lo largo de más de medio siglo, causando una cadena interminable de víc-timas, lo cual afectó incluso a mi familia. El hermano de mi mamá participó en la Guerra Cristera y fue agrarista. Después se dedicó a perseguir pandilleros volviéndose una suerte de apóstol de la vio-lencia. Un día sus enemigos lo sorprendieron en casa de su aman-te. Lo amarraron, hicieron una pira y lo quemaron vivo… Mi padre también se vio involucrado en la violencia y por esto en los años sesenta tuvo que emigrar a Oaxaca.139

La destrucción de los canales

A lo largo del siglo XX, Zegache se mantuvo como una comu-nidad aislada y relativamente próspera. A pesar de la violencia, el

139 Entrevista con Nicéforo Urbieta, junio de 2008.

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VI. LA PASIÓN DE UN PUEBLO DE OAXACA: SANTA ANA ZEGACHE104

pueblo seguía teniendo sus asambleas, sus fiestas y los presidentes municipales eran elegidos por usos y costumbres.

Todo cambió a partir de 1972 cuando, bajo el pretexto de cons-truir una carretera que iba a unir a Zegache con Oaxaca, el gobier-no decidió destruir los canales, pues la carretera corría el riesgo de hundirse.

Los santaneros aceptaron bajo el supuesto que se hacía por el bien del pueblo. Nadie se imaginaba que, al drenar los cana-les, el agua buscaría otros caminos y todo quedaría calcinado. La desaparición de los canales alteró el régimen de lluvias, afectan-do seriamente al ecosistema. Poco a poco, los árboles empezaron a secarse y las tierras quedaron estériles. Entonces, mal asesora-dos por el gobierno, los campesinos metieron abono químico en grandes cantidades lo que acabó de dar al traste con el humus de la tierra.

Al cabo de unos cuantos años, desapareció gran parte de la abundante flora y fauna local, mientras que el microclima de tem-plado se volvió calido y de húmedo, seco. No hubo protestas por-que pocos entendieron la relación que había entre el nuevo clima y el drenaje de los canales. Todos pensaron que era un «fenóme-no natural».

A partir de entonces, la historia de Zegache sintetiza de ma-nera contundente la situación de despojo y expoliación en que se encuentran los pueblos indígenas de México. Cuando la agricultu-ra dejó de ser costeable, los varones buscaron empleo fuera de la comunidad y, puesto que eran campesinos sin estudios, no tenían más opciones que enlistarse en el ejército, la policía o trabajar de albañiles. Otros emigraron a Oaxaca, a México y a los Estados Unidos, ocasionando que en unos cuantos años, el idioma zapo-teco se perdiera casi completamente, pues nadie quería hablarlo para no ser objeto de discriminación.

20 años después, ya no había niños que lo hablaran, mientras que las mujeres ya no usaban ropa típica. Poco a poco, se perdie-ron las costumbres comunitarias y los partidos políticos se enquis-taron en el pueblo aprovechando las añejas disputas. Al mismo tiempo, la población bajó al mínimo histórico de unos tres mil ha-bitantes.

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VI. LA PASIÓN DE UN PUEBLO DE OAXACA: SANTA ANA ZEGACHE 105

La trágica ironía es que la destrucción del sistema del riego fue en balde, pues el gobierno drenó las agua pero no hizo la carretera. Los santaneros siguieron usando sus burros hasta el año de 2006 cuando, en efecto, se inauguró el tramo en cuestión.

El balance es que nada de lo que sucedió en Zegache es casual o se hizo por error. La impresión es que la destrucción de uno de los sistemas de drenaje más sofisticados de México responde a un plan bien definido: destruir la agricultura local, expulsar la po-blación para convertirla en mano de obra barata y abrir las impor-taciones de productos extranjeros.

Aún así no todo es desolación en Zegache. La experiencia del renacimiento zapoteco despertó a muchos de sus habitantes revi-viendo a partir de octubre de 2007 cuando un grupo de antiguos integrantes del taller fundado en los años noventa por Nicéforo Urbieta ganó la presidencia municipal logrando imponerse sobre los intereses de los partidos políticos.

Junio de 2008

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© 2009, revolver [Revuelta Cultural Mexickana]http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendID=262143348

© 2009, C

ándido Santiago

© 2009, Claudio Albertani

© 2009, Indymedia

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VII. El regreso de los bárbaros.

La tradición de los oprimidos nos enseña que el

«estado de excepción» en el que vivimos es la regla.

WALTER BENJAMIN

El totalitarismo moderno puede ser definido como la instauración por medio

del estado de excepción de una guerra civil legal que permite

la eliminación física, no sólo de los adversarios políticos, sino de todas las categorías de ciudadanos que,

por alguna razón, no resultan integrables en el sistema político.

GIORGIO AGAMBEN

EN UN librito de gran importancia para entender los tiempos actua-les, el filósofo italiano Giorgio Agamben analiza la figura paradó-jica e inquietante del «estado de excepción».140 Rasgo típico del nazismo, el «estado de excepción» es la respuesta violenta de los poderes constituidos a los conflictos extremos, el espacio vacío que marca la suspensión del orden jurídico y de la relación usual entre norma y autoridad. Agamben lo define como “una franja de indeterminación en donde se esfuman las diferencias tradiciona-

140 Giorgio Agamben, Estado de Excepción, Valencia 2004.

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS108

les entre democracia, absolutismo y dictadura; la grieta por la que se desliza la barbarie”. Lejos de desaparecer con la derrota de los totalitarismos clásicos, el estado de excepción se insinúa a fines del siglo XX como paradigma de poder, llegando hoy a su máxima expansión planetaria. En todas partes, la violencia gubernamental puede al fin ignorar el derecho internacional y sus aspectos nor-mativos en una total impunidad.

El espectro de la guerra sucia

El análisis de Agamben se dirige principalmente a los Estados Unidos de George W. Bush. Es él quien promulga, a fines de 2001, la «Ley Patriota» que suprime el habeas corpus e introduce una cultura de la sospecha que es típica de los regímenes totalitarios. Quien recibe el estigma de «enemigo», pierde automáticamente los derechos más básicos —en primer lugar el derecho a la vida— y es tratado como un paria expuesto a la tortura, las cárceles clan-destinas, el asesinato y la desaparición forzada.141 Con diferentes grados de intensidad, el modelo se está generalizando al mundo entero. En América Latina, se ha aplicado principalmente en Co-lombia y, últimamente, en México. Veamos.

Según una reconstrucción periodística, el 24 de mayo de 2007, la Unidad policial de Operaciones Especiales del Estado de Oaxa-ca llegó en las inmediaciones del hotel Del Árbol por la presunta presencia de un «grupo armado».142 Acto seguido, se hizo presente el ejército. Un boletín informó de la aprehensión de cuatro perso-nas, supuestamente unos policías ministeriales de Chiapas que no habían entregado su oficio de comisión a la procuraduría estatal.

141 El gobierno estadounidense de George W. Bush, en su «lucha antiterrorista», justifica la tortura y admite tener unos 26 000 detenidos en cárceles secretas, pero se sabe que desde 2001 unas 80 000 han pasado por ellas, sin juicios ni acusaciones concretas; además se con-sidera que en estos años puede haber empleado unos 17 barcos de guerra como cárceles flo-tantes secretas en las que los prisioneros sufren toda clase de vejaciones. Véase, http://www.elpais.com/articulo/internacional/Estados/Unidos/recluye/sospechosos/terrorismo/carceles/flotantes/elpepuint/20080602elpepuint_8/Tes y http://www.elpais.com/articulo/internacio-nal/ex/fiscal/general/Bush/justifica/metodos/CIA/elpepuint/20080718elpepiint_9/Tes

142 Carlos Montemayor, “EPR”, La Jornada, 14 de julio de 2007. La versión de Mon-temayor se basa en la de Pedro Ansótegui, columnista político oaxaqueño vinculado a in-teligencia militar.

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS 109

Pronto, las organizaciones de derechos humanos concluyeron que no se trataba de policías, sino de guerrilleros y precisamente de dos militantes del EPR, Gabriel Cruz Sánchez (también conoci-do como Raymundo Rivera Bravo) de 55 años y Edmundo Reyes Amaya de 50 años, detenidos y desaparecidos desde entonces.143

El 1 de junio, el Comité Estatal del Partido Democrático Popu-lar Revolucionario, PDPR, Comandancia Militar de Zona del Ejér-cito Popular Revolucionario (EPR), dio a conocer un comunicado en donde reclamaba la presentación con vida de sus militantes.144 La edad de ambos —unos cincuenta años— indicaba que no eran neófitos, ni cuadros medios, sino militantes de larga tra-yectoria. Otros comunicados siguieron, pero, salvo contadas ex-cepciones, gran parte de los medios impresos y electrónicos los ignoraron.

El 20 de junio, Alejandro Cerezo, integrante del Comité Cere-zo (organización dedicada a la defensa de los Derechos Humanos de los presos políticos y de conciencia145), recibió algunos men-sajes de amenazas en su teléfono celular (otorgado por la Secreta-ría de Gobernación, cuyo número al igual que el de sus hermanos Francisco y Emiliana, es confidencial). El 26, le llegó un correo electrónico que vale la pena citar en su integridad:

From: tiburcio loxicha <[email protected]>To: <[email protected]>, <[email protected]>Subject: DE PAPÀDate: Tue, 26 Jun 2007como están? calientitos? que pedo con los desaparecidos? fa-

milia? adorado tío? fabuloso padre? Así son las cosas de la vida otra vez en pedos la family, ni modos los ni modos los tenemos bien cercas a ustedes tres, a los de la palma y a tu querida familia, y a tu tiito cara de culito y a su amiguito habladorcito que no

143 LIMEDDH, Detención desaparición de dos integrantes del Partido Democrático Popular Revolucionario, PDPR, en Oaxaca, http://espora.org/limeddh/spip.php?article178

144 Véase http://chiapas.indymedia.org/display.php3?article_id=146297145 El 13 de agosto de 2001, los hermanos Alejandro, Héctor y Antonio Cerezo Con-

treras fueron detenidos y torturados en la Ciudad de México a raíz del estallido de algunos petardos en sucursales bancarias. Alejandro salió libre y exonerado el 1 de marzo de 2005 mientras que Antonio y Héctor siguen recluido el en el penal de Alta Seguridad de Almo-loya de Juárez, Estado de México.

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para y el otro también habla y habla, pero a lo mejor ya no ha-blan ya se quedan calladitos o ya les cargo la verga. Solo diosito sabe, y también marxito y leninito culito. Dile a papito y a mami-ta que nos sean cobardes que hagan sus mamaditas para que vean como los vamos a poner a ustedes desnuditos y bien cojiditos. Po-bre de tío y zapatito se creían muy chingoncitos y cayeron como palomitas del sur. Hasta luego amorcitos. Desde la sierra del sur. Sus verdaderos padres.146

La Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos (LIMEDDH) señaló lo siguiente:

a) el nombre Tiburcio Loxicha alude a Tiburcio, nombre que según órganos de inteligencia corresponde a Tiburcio Cruz Sánchez, dirigente histórico del EPR (en libertad), supuesto padre de los afectados y hermano de uno de los detenidos;

b) Loxicha es la región que los órganos de inteligencia mencionan como de influencia del EPR;

c) “misserezos” es una alusión a los mensajes de la madre de los jóvenes. La frase: como están? calientitos? que pedo con los des-aparecidos? familia? adorado tío? fabuloso padre? remite clara-mente a los desaparecidos de Oaxaca del 24 de mayo;

d) zapatito podría ser una alusión a Gabino Flores Cruz, detenido el 14 de junio 2007, en Ixhuatlán de Madero, Veracruz y vincu-lado a la otra campaña.147

Las amenazas tenían la marca inconfundible de la guerra psi-cológica; ostentaban, además, un alto nivel de información de manera que, muy probablemente, procedían de los órganos de in-teligencia. La conclusión es que el Estado mexicano considera a los hermanos Cerezo Contreras como rehenes, susceptibles de ser castigados en cualquier momento, a pesar de que su única culpa es la de ser activistas de los derechos humanos.

El 27 de junio, un nuevo y angustiado comunicado del EPR pre-guntaba:

146 LIMEDDH, http://espora.org/limeddh/spip.php?article194147 Hermann Bellinghausen, La Jornada, 6 de julio de 2007. Véase también: http://za-

pateando.wordpress.com/2007/07/25/no-estoy-desaparecido-aclara-gabino-flores-cruz/

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¿Qué necesitamos hacer para ser considerados noticia? Ya son 33 días los que llevan nuestros camaradas […] en calidad de dete-nidos desaparecidos por este gobierno criminal; 33 días de estar-se ensañando los torturadores mientras los hombres del sistema siguen buscando las argucias legaloides para presentarlos como delincuentes o terroristas.148

Una vez más, las autoridades callaron y los medios también. Entre el 5 y el 10 de julio, tuvieron lugar ocho explosiones en ga-soductos y oleoductos de PEMEX, ubicados en Celaya, Salamanca y Valle de Santiago, Guanajuato; y en la comunidad Presa de Bra-vo, municipio de Corregidora, Querétaro, afectando seriamente al corredor industrial centro-norte.

Aunque la procedencia era obvia, en un primer momento, las autoridades mexicanas hablaron de «incidentes». El día 10, el EPR declaró que los atentados eran una represalia por la desapa-rición de sus militantes. El comunicado detallaba que “las accio-nes de hostigamiento no pararán hasta que el gobierno de Felipe Calderón y el de Ulises Ruiz presenten con vida a nuestros com-pañeros”.149 En las semanas sucesivas, el EPR llevó a cabo otros atentados de carácter demostrativo en Chiapas y en la propia ciu-dad de Oaxaca, en los días anteriores a la celebración de los comi-cios para elegir alcaldes y diputados locales.150

No es mi intención hacer una defensa del EPR. Sin contar los daños que las explosiones ocasionan en el ya deteriorado me-dio ambiente mexicano, es claro que atentar contra PEMEX en estos tiempos neoliberales es —por decir lo menos— intempes-tivo, pues para esto ya están el PAN y la iniciativa privada. Asimis-mo, los bombazos de Oaxaca fueron usados por el gobierno local como propaganda electoral para justificar su política represiva. Aun así, es necesario reconocer que el EPR volvió a poner sobre la mesa el candente tema de los desaparecidos.

Al respecto, la postura del gobierno —tanto oaxaqueño como federal— es escalofriante: “no hay desaparecidos; las personas buscadas no están en ninguna de las cárceles del sistema peniten-

148 Véase, http://www.estesur.com/categoria.jsp?categoriaid=4&id=5857149 Véase, http://www.el-universal.com.mx/notas/vi_436125.html150 La Jornada, 29 de julio y 2 agosto de 2007.

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ciario nacional”.151 Después de realizar una visita al Campo Mili-tar Número Uno, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) informó, por su parte, que “no se halló a los dos eperristas presuntamente desaparecidos”.152 Es fácil observar que, aun cuan-do hayan estado ahí —y no en mazmorras clandestinas—, difícil-mente los militares los hubieran entregado.

La Procuraduría General de la República (PGR) —dependen-cia federal— alegó que nadie reclamó a los desaparecidos, pero Nadín Reyes Maldonado, hija de Edmundo Reyes Amaya, reportó que la delegación oaxaqueña de la PGR se negó a recibir la denun-cia por la desaparición de su padre.153

¿Y la izquierda? En gran parte, hizo caso omiso. Particular-mente torpe fue el silencio de la «Otra Campaña» ya que, como señalado, las amenazas involucraban a los propios neozapatistas.

Por su parte, el presidente «legitimo», Andrés Manuel López Obrador, consideró que se trataba de auto-atentados del gobier-no para tapar los muchos escándalos que enfrenta. Según AMLO, la verdadera guerra sucia es la que el gobierno libra contra él y la coalición de centro-izquierda que lo sostiene, el Frente Amplio Progresista.154

Pocos, muy pocos exigieron lo elemental: la desactiva-ción de los mecanismos de la guerra sucia y la presentación con vida de los dos eperristas desaparecidos. Hacerlo no implicaba aprobar los atentados, ni adherirse a la estrategia de los grupos armados, mucho menos compartir su perspectiva marxista-leni-nista. Implicaba, únicamente, un acto elemental de justicia y un mínimo de percepción política. Por lo pronto, la ofensiva se desató contra los «grupos terroristas», pero podrían seguir los militantes pacifistas y hasta los ciudadanos comunes…155

151 “Niega la PGR captura de dos guerrilleros” http://www.milenio.com/index.php/2007/07/12/92321

152 La Jornada, 15 de agosto de 2007.153 Carta de Nadín Reyes a Florentín Meléndez, relator para México de la Comisión In-

teramericana de Derechos Humanos. http://hastaencontrarlos.blogspot.com/2007/08/carta-de-nadin-reyes-maldonado-la-cidh.html

154 “Alerta AMLO de guerra sucia contra él y el FAP”, La Jornada, 21 de julio.155 Véase la Revista Proceso núm 1651 del 22 de junio de 2008, donde se da cuenta que

“durante el gobierno de Felipe Calderón se han cometido más de 600 desapariciones, entre

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS 113

¿Hechos desligados?

Con sus sesenta millones de pobres —más de la mitad de los cuales vive en una situación de miseria extrema— México hace alarde dos récord inusuales: el hombre más rico del mundo —el magnate de las telecomunicaciones, Carlos Slim156— y el de-comiso de dinero en efectivo más grande de la historia de la humanidad —doscientos cinco millones de dólares atestados en bolsas de lona en una apacible villa de un barrio exclusivo de la Ciudad de México.157

Así las cosas, el control social es una prioridad estratégica ya que el país es como una olla de presión, lista para estallar en cualquier momento y en cualquier lugar. Esto explica por qué el gobierno mexicano está negociando con el estadounidense un «Plan México», equivalente al «Plan Colombia» (ahora «Plan Mérida») que tantos estragos ha causado en el país sudamerica-no. Bajo el pretexto de combatir la producción de enervantes, el crimen organizado y el terrorismo, de lo que se tata es acabar con toda oposición política al sur del río Bravo.158

Igualmente preocupante es el Acuerdo para la Prosperidad y la Seguridad en América del Norte (ASPAN) que el gobierno estado-unidense impulsa desde los atentados a las Torres Gemelas. Fir-mado el 23 de marzo de 2005 en Waco, Texas, por los entonces presidentes George Bush, Vicente Fox y Paul Martin y refrenda-do el 21 de agosto de 2007 en Montebello, Canada, por Harper, Calderón y el propio Bush, el acuerdo busca en primer lugar for-talecer la seguridad estadounidense y secundariamente el comer-

«levantones» anónimos y desapariciones forzadas cometidas por el Estado.[...] la cifra real es incalculable porque, en medio de la «guerra» de Felipe Calderón contra el narcotráfico, las familias de presuntos delincuentes y de activistas políticos y sociales tienen miedo de denunciar la desaparición de sus parientes —secuestrados muchas veces por policías o mi-litares— debido a que las autoridades las relacionan con el narco”.

156 Francesc Relea, “Entrevista con el hombre más rico del mundo”, El País, 12 de ju-lio de 2007.

157 La Jornada, 17 de marzo de 2007.158 “U.S. Anti-Drug Aid Would Target Mexican Cartels”, The Washington Post, 7 de

agosto de 2007; Nydia Egremy, “Plan Colombia para México”, http://www.voltairenet.org/article149107.html

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cio, la economía y el sector energético en la senda marcada por el TLCAN.159

El ASPAN —escribe Carlos Fazio— se inscribe dentro de la ten-dencia hacia la militarización y trasnacionalización de la «guerra a las drogas», fabricada e impuesta por Estados Unidos en todo el continente, a la que se suma, ahora, como parte de un mismo pa-quete de tipo contrainsurgente, la «guerra al terrorismo». Tal ten-dencia contribuye al reforzamiento y a la relegitimación del papel doméstico de las fuerzas armadas y los cuerpos policiales milita-rizados, similar al cumplido durante las dictaduras del cono sur y que provocó su desprestigio y condena por la dramática incidencia sobre los derechos humanos.160

El ASPAN es pues una suerte de TLCAN militarizado planificado por el gobierno de Washington y el Consejo para la Competitivi-dad de América del Norte (CCAN), organismo empresarial integra-do por los principales hombres de negocios de México, Estados Unidos y Canadá. Uno de sus objetivos es derogar la ley mexica-na de no intervención abriendo paso a la participación de tropas mexicanas en las guerras imperiales y, sobre todo, a la intromi-sión directa del ejército norteamericano en los asuntos internos del país, tal y como sucede en Colombia.161

Por su parte, el gobierno de Felipe Calderón ya está dando pa-sos significativos en esa dirección. En marzo, el Senado aprobó en Comisiones una «Ley Contra el Terrorismo» que criminaliza la protesta social y posibilita que los luchadores sociales sean acusa-dos de ser terroristas.162

El 9 de mayo de 2007, el Diario Oficial de la Federación, publi-có un decreto —firmado por el presidente Calderón y el secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván— por el que se crea el Cuerpo Especial del Ejército y Fuerza Aérea de-nominado «Cuerpo de Fuerzas de Apoyo Federal» con el propó-

159 Tratado de libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) que entró en vigor el primero de enero de 1994, día de la insurrección zapatista.

160 Carlos Fazio, “La sombra del ASPAN”, La Jornada, 27 de agosto de 2007.161 Para más información sobre el ASPAN, véase: http://www.psp-spp.com/?q=es162 La Jornada, 27 de abril de 2007. Todavía no aprobada por el pleno del Congreso, la

ley se encuentra en una surte de limbo legal.

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sito de restablecer “el orden público y el Estado de derecho” en donde sea necesario, lo que se configura como un nuevo instru-mento de represión al servicio directo de la presidencia de la re-pública.163

En total sintonía con el modelo impulsado por Estados Uni-dos, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secreta-ría de Seguridad Pública (SSP) plantean que la justicia civil no podrá juzgar a militares que cometan violaciones a derechos hu-manos y otro tipo de delitos, mientras actúen como policías federales. 164

En junio de 2007, se produjo un hecho insólito: la destitu-ción de todos los mandos de las dos principales instancias repre-sivas del Estado mexicano: la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) y la Policía Federal Preventiva (PFP).165 La medida se plan-teó como necesaria para “combatir la corrupción y evitar que el crimen penetre en los cuerpos de seguridad del Estado” pero es claro que en el contexto actual tiene implicaciones en la estrate-gia contrainsurgente.

Al mismo tiempo, se da una reestructuración del Centro de In-vestigación y Seguridad Nacional (Cisen) cuyo objetivo principal es trasladar las funciones de inteligencia al ejército.166

Otros dos sucesos son dignos de consideración: la liberación del general Mario Arturo Acosta Chaparro, y el amparo conce-dido al ex presidente Luis Echeverría.167 Acosta Chaparro fue juzgado por delitos contra la salud (por lo que pasó seis años y 10 meses en el Campo Militar Número Uno), es uno de los máximos responsables de la guerra sucia de los años setenta. La sentencia le restituye todos sus derechos y el grado de general.

Rosario Ibarra de Piedra, fundadora del «Comité ¡Eureka!», denuncia que esa resolución es signo de una injusticia enorme, pues numerosos testimonios prueban que el militar fue responsa-

163 “Fuerza sin límites”, http://revolucionesmx.blogspot.com/2007_05_18_archive.html164 La Jornada, 29 de agosto de 2007.165 “México releva a 284 mandos policiales para luchar contra la corrupción”, El País,

25 de junio de 2007.166 “Cambios en el CISEN”, http://www.poresto.net/content/view/8141/1/ 167 La Jornada, 30 de junio y 13 de julio de 2007. Otro de los responsables de la guerra

sucia de los años 1970, Miguel Nazar Haro, había sido liberado en los meses anteriores.

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ble de muchas desapariciones forzadas y actos de tortura en el es-tado de Guerrero.168

A su vez, Echeverría fue juzgado por las matanzas de Tlatelol-co (1968) y del Jueves de Corpus (1971), pero esas acusaciones han ido cayendo una tras otra. Obra maestra de incongruencia ju-rídica, el último fallo establece que los hechos considerados con-figuran, en efecto, el delito de genocidio pero, al mismo tiempo, exonera de toda responsabilidad a su principal organizador.

La impunidad de Echeverría y otros funcionarios —por ejem-plo, el siniestro torturador Miguel Nazar Haro, ex jefe de la Direc-ción Federal de Seguridad, quien también salió libre— fue avalada incluso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación al resolver que, aun cuando fueron cometidos, los delitos por los que se les juzgaba ya habían prescrito según las leyes mexicanas.

El afán de rehabilitar a los peores represores de la historia reciente de México se embona con los constantes llamados del presidente Felipe Calderón a las fuerzas armadas para que “com-batan las amenazas de quienes pretenden afectar la seguridad del país con acciones criminales”, transmitiendo la idea que el Ejérci-to es el mejor defensor de la legitimidad republicana. 169

Es evidente que tales sermones dan vía libre a los atormentado-res de Cruz Sánchez y Reyes Amaya —y a todos los torturadores que actúan en las cárceles clandestinas del país— para que sigan operando en la más total impunidad.170

Según el general disidente José Francisco Gallardo, quien pur-gó ocho años de prisión por haberse atrevido a exigir un ombuds-man militar en México:

Felipe Calderón gobierna en los estados mediante los coman-dantes militares. […] Estamos en los albores de llegar a un Estado

168 “Aberrante, la liberación de Acosta Chaparro: Rosario Ibarra” http://www.notiver.com.mx/index.php?id=74632

169 Véase la carta del comité Eureka y las declaraciones de Rosario Ibarra a La Jorna-da, 29 de julio de 2007.

170 La persistencia de la tortura en México ha sido denunciada por las principales or-ganizaciones internacionales de derechos humanos incluyendo a Amnistía Internacional y a Human Rights Watch. Véase, http://thereport.amnesty.org/esl/Regions/Americas/Mexi-co; “Human Rights Watch urge a Ulises indagar y sancionar abusos policiacos”, La Jorna-da, 25 de julio de 2007.

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS 117

de guarnición, donde el Ejército está en permanente confrontación con la sociedad civil y la tiene permanentemente bajo el miedo. Eso ocurre ya, cotidianamente, en el sur y la zona fronteriza..171

Sólo en este cuadro desconcertante —que corresponde al es-tado de excepción descrito por Agamben—, se entiende la deten-ción, desaparición y tortura de los dos militantes del EPR. No se trata únicamente de un acto de barbarie, sino de una maniobra contrainsurgente ejecutada al más alto nivel. El objetivo es claro: forzar al EPR a cometer actos desesperados para después crimina-lizar al movimiento social.

Recordemos que el intento de vincular a los movimientos so-ciales con la guerrilla no es nuevo. En el transcurso del levanta-miento protagonizado durante 2006 por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), la entonces Procuradora General de Justicia de Oaxaca, Lizbeth Caña Cadeza, denunció a esta or-ganización por su actuación con tácticas «guerrilleras y subversi-vas».172

Quienes ejecutaron los secuestros —el EPR denuncia directa-mente al general Juan Alfredo Oropeza Garnica, titular de la octava región militar con sede en Oaxaca y experto en lucha contrainsur-gente 173— pensaban, con toda probabilidad, que la respuesta de los guerrilleros sería local. Si esto fuera así, los atentados contra PEMEX fueron una desagradable sorpresa para los arquitectos de la guerra sucia, y explica las discordantes declaraciones al respec-to de los funcionarios gubernamentales.

Como parte de la misma campaña de intimidación, en los úl-timos meses se han multiplicado las filtraciones de inteligencia militar a periodistas complacientes que relacionan a ex presos po-líticos con el EPR abriendo el paso a la represión.174 Uno de ellos, Vladimir Galeana, escribió que en el Distrito Federal el grupo ar-

171 La Jornada, 30 de julio de 2007.172 “Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos”, Infor-

me sobre los hechos de Oaxaca, febrero de 2007, http://cciodh.pangea.org 173 EPR, comunicado del 19 de julio, http://www.estesur.com/categoria.jsp?categoriai

d=4&id=5947&pagenum=1174 Véase en particular el “Reporte Índigo” (http://www.reporteindigo.com), los artí-

culos de Raimundo Riva Palacio en El Universal y los de Vladimir Galeana (http://www.rumbodemexico.com.mx).

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mado celebra sus reuniones en la sede del Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón, una colectivo de carácter público y abier-to que no tiene absolutamente nada que ver con la lucha armada y que no comparte la ideología del EPR, pero tiene la gran culpa de haber llevado a cabo actividades solidarias con los presos políti-cos.175 Aun cuando se trata de falsedades evidentes, el intento es claro: criminalizar la disidencia.

Y es que la definición de «subversivo» ya no incluye única-mente a quienes practican la lucha armada, sino que, según las necesidades, puede hacerse extensiva a militantes políticos, a pe-riodistas incómodos (dos de ellos cayeron el año pasado en Oaxa-ca 176), a fastidiosos defensores de los derechos humanos…

Es evidente que vincular a la APPO y a sus simpatizantes con la guerrilla proporciona una excusa inmejorable para justificar la represión contra el movimiento social. Así las cosas, cuando los grupos armados no actúan —en 2006 no lo hicieron— es necesa-rio inventarlos.177 Esto explica primero la aparición de guerrilleros postizos en Oaxaca y después la abierta provocación de secues-trar-desaparecer a dos dirigentes del EPR. Ahora, como antes, el objetivo es, principalmente, la APPO a la que los órganos de inte-ligencia consideran una amenaza mucho más grave precisamente por ser «incontrolable».

Una Guelaguetza ensangrentada

La «Guelaguetza», que se celebra oficialmente en Oaxaca, es más una simulación que una fiesta popular. La tradición, sin em-bargo, es auténtica. Se remonta a la época prehispánica, cuando los pueblos del Valle Central rendían tributo a Centéotl, —dio-sa del maíz— en un templo situado en el actual Cerro del Carmen Alto y dedicado a Tláloc, el señor de la lluvia. Con la Conquista,

175 Vladimir Galeana, “Se activan nuevamente los grupos guerrilleros”, 24 de agosto de 2007, http://www.rumbodemexico.com.mx/macnews-core00000/notes/?id=77048

176 “Los 37 periodistas asesinados y desaparecidos en México” http://periodismodees-peranza.blogspot.com/2007/05/los-37-periodistas-asesinados-y.html

177 “Supuesto comando armado hizo explotar tres petardos en Oaxaca”, La Jornada, 3 de octubre de 2006.

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS 119

el ritual se convirtió en la conmemoración de la Virgen del Car-men que se celebraba el domingo siguiente al 16 de julio y se re-petía ocho días después en la llamada «Octava».

Consumada la ceremonia religiosa, el lunes —llamado «Lu-nes del Cerro»— iniciaba la fiesta profana con sus sincretismos y transgresiones carnavalescas. Los indígenas de la ciudad y de los pueblos vecinos acudían a bailar e intercambiar regalos al son de pitos, tambores y chirimías. El mezcal, el aroma de las comidas, el humo del copal y del cigarro se fundían en la comunión co-lectiva, el éxtasis y el tiempo destinado a la regeneración de la comunidad.

A partir de los años 1930, la tradición sufrió una nueva mu-tación al transformarse en un ritual laico, al servicio del Estado posrevolucionario. De lo que se trataba, entonces, era rendir un «homenaje racial» a los oaxaqueños de abajo lo que —como seña-la Hermann Bellinghausen— era de por sí una idea racista.178

La fiesta empezó a incluir delegaciones de las siete regiones (los Valles Centrales, la Sierra Juárez, la Cañada, Tuxtepec, la Mixteca, la Costa y el Istmo de Tehuantepec) que desfilaban con sus trajes típicos, música y danzas ante la mirada complacida de la clase dominante local. Pronto, se le llamó “Guelaguetza», palabra zapoteca que remite a la idea de cooperación y reciprocidad. Lite-ralmente, guelgues significa , “milpa de cigarro”, ya que el traba-jo de la milpa implica al apoyo muto y el cigarro evoca un aspecto ceremonial y por tanto sagrado.179

En los últimos años —y particularmente a partir de los 1990—, la Guelaguetza se ha convertido en un gran negocio en provecho de la industria hotelera, los restaurantes, las agencias de viajes y las tiendas para turistas refrendando, al mismo tiempo, el aspec-to político de apoyo al gobernante en turno. En el Auditorio de la Guelaguetza, los caciques regionales se pelean los mejores luga-res para retratarse junto al mandatario en turno y a la burocracia estatal.

178 Hermann Bellinghausen, “La revancha de la Guelaguetza”, La Jornada, 23 de ju-lio de 2007.

179 Entrevista con Nicéforo Urbieta, 30 de julio de 2007.

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En 2006, la APPO boicoteó con éxito la fiesta oficial obligan-do al odiado gobernador, Ulises Ruiz Ortiz (URO), a suspender-la. Acto seguido, organizó una fiesta alternativa en el Estadio del Instituto Tecnológico de Oaxaca con la participación de danzan-tes indígenas provenientes de las siete regiones —más una octava, la Sierra Sur, en homenaje a la lucha de los pueblos loxichas— acompañados de cohetes, bandas musicales y miles de personas que coreaban demandas políticas entre las que destacaba la des-titución del tirano. A pesar de que unos días antes, desconocidos «guerrilleros» habían quemado el entarimado del Auditorio sedel, el evento fue un éxito.

En 2007, la APPO volvió a impulsar una Guelaguetza no co-mercial. Sin embargo, las circunstancias fueron mucho más difí-ciles. Envalentonado por el clima de represión que prevalece en el país, URO buscaba vengarse. Después de la represión de 2006, la presencia policial se había vuelto al mismo tiempo espectral y ate-rradora. Las detenciones eran más selectivas —como la de David Venegas, concejal de la APPO quien sigue preso a pesar de que le fue concedió un amparo— y la militarización más discreta, pero el estado de terror seguía.180

Con el «Operativo Guelaguetza 2007», volvía el estado de si-tio que, paradójicamente, dañaba más a la industria del turismo que las manifestaciones, pues es sabido que los turistas no apre-cian la violencia. El domingo 15 de julio, los danzantes alternati-vos desfilaron por las calles de Oaxaca, listos para la celebración. Mientras tanto, la tensión subía: varias caravanas que pretendían ingresar a la ciudad fueron interceptadas y sus integrantes expul-sados de la entidad, sin el menor apego a la legalidad. En esta si-tuación, el magisterio optó por celebrar la fiesta en la Plaza de la Danza y no en el tradicional auditorio ubicado en Cerro del Fortín, territorio a todas luces «enemigo».

Mientras tanto, URO aguardaba. La ocasión que esperaba se presentó el lunes 16. Hacia las 11 de la mañana, unas 10 mil per-sonas —entre maestros, danzantes y simpatizantes de la APPO—

180 David Venegas fue puesto en libertad el 5 de marzo de 2008 tras once meses de en-carcelamiento ilegal.

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marchaban del Zócalo a la Plaza de la Danza. A la altura de la calle Crespo, enfilaron hacia el Cerro del Fortín, en donde se ubica el auditorio oficial. A un kilómetro de ese lugar, se toparon con un retén instalado por cientos de policías preventivos, auxi-liares y municipales auxiliados por elementos del ejército. Duran-te una media hora, los manifestantes intentaron dialogar con las autoridades hasta que un cohete estalló en las inmediaciones del Hotel «El Fortín». Era la señal. De repente, policías municipales, preventivos, bancarios, PFP y hasta militares en divisa (novedad ominosa) lanzaron un ataque de gran envergadura.

Volvía la pesadilla. La policía masacró sin reparos y los mani-festantes se defendieron como pudieron, dando lugar a un enfren-tamiento que se prolongó durante cuatro horas y dejó un saldo de más de 70 personas detenidas y unas 40 heridas. Entre los vapu-leados se hallaba el maestro Emeterio M. Cruz, quien permaneció varias semanas en estado de coma y todavía padece las secuelas de la paliza.181 Si bien hay fotos del momento en que los policías lo golpean con saña, el secretario de Protección Ciudadana, Ser-gio Segreste Ríos, declaró, imperturbable, que “existe un procedi-miento interno abierto, pero no hay ninguna prueba sobre quiénes pudieron haber sido los responsables”.182

Como ya había sucedido en la represión del 25 de noviembre del año anterior, nadie estuvo a salvo y las fuerzas del orden se enfurecieron contra los transeúntes y los reporteros, varios de los cuales resultaron heridos, a pesar de haberse identificado como informadores.183

“Ahí tienes, para que no sigas defendiendo a esos pinches appos”, espetó un rabioso policía antimotín al abogado Jesús Alfredo López García, quien yacía exánime en el asfalto con la cabeza cubierta de sangre, después de haber sido golpeado con toletes y puntapiés.184 Lo peor fue el trato que se le suministró a

181 En las dos semanas sucesivas, los prisioneros del 16 de julio fueron liberados a cuentagotas y no sin sufrir toda suerte de vejaciones. El 27 de agosto, Marino Cruz fue dado de alta, pero salió en silla de ruedas, con sonda gástrica y respirador artificial.

182 Véase las fotos en: http://oaxacaenpiedelucha.blogspot.com/183 Reconstrucción basada en: http://oaxacaenpiedelucha.blogspot.com/search/label/

OAXACA%20REPRESION, correspondiente a los días 16 y 17 de julio de 2007.184 La Jornada, 4 de agosto de 2007.

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS122

los presos. La violencia —en gran parte contra las mujeres, pero también contra los hombres— no es un exceso, sino una estrate-gia deliberada y planificada desde arriba como parte de la guerra psicológica.185

Del estado de excepción al estado de rebelión

Si el terrorismo es una técnica dirigida a provocar miedo y zo-zobra en la población, sin distinguir entre objetivos militares y víctimas civiles, lo que el gobierno mexicano está haciendo contra los movimientos sociales es terrorismo puro. Desapareció la divi-sión entre la violencia que funda y la violencia que conserva la ley y declaró una guerra despiadada contra todas las categorías de ciu-dadanos que no resultan integrables en el sistema político.

Las escenas que contemplamos impotentes —sangre en el pavimento, rostros inocentes aterrorizados, niños, mujeres y an-cianos brutalizados, activistas arrodillados ante la mirada sádica de los represores— recuerdan al Chile de Pinochet o al Iraq de nuestros días, más que a un país que se dice democrático.

Ya sea por rabia, impotencia o ineptitud, las autoridades no quieren o no pueden actuar dentro del ordenamiento jurídico que supuestamente representan.

La policia —escribió Benjamin en los albores de la era nazi— interviene por razones de seguridad en casos innumerables en los que no subsiste una clara situación jurídica, […] como una veja-ción brutal, sin relación alguna con fines jurídicos.186

A un año de la toma de posesión de Felipe Calderón, la represión se generaliza, los derechos laborales se encuentran prácticamen-te suspendidos y el Estado reprime a los mineros, a los maestros, a los sobrecargos, en fin a todos los trabajadores que reclaman sus derechos. Según Rosario Ibarra, en siete años de administraciones federales panistas han ocurrido cerca de cien desapariciones for-

185 Véase el testimonio de algunos presos en: http://www.rojoynegro.info/2004/spip.php?article18985

186 Walter Benjamin, “Para una crítica de la violencia” en Ensayos escogidos, Edicio-nes Coyoacán, México, DF, p 183.

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zadas. Asimismo, continúan las detenciones arbitrarias, las tortu-ras, los cateos ilegales, las órdenes de aprehensión sin fundamento jurídico y una nueva modalidad, las violaciones sexuales, que no se presentaban en los años 1970 y 1980.187

Todos los hechos examinados —la detención-desaparición de los militantes del EPR, la militarización de los cuerpos policiales y de inteligencia, la rehabilitación de los arquitectos de la gue-rra sucia, el ASPAN, el Plan México, la suspensión de las garantías individuales y la brutalización de manifestantes indefensos— se explican en el marco de un estado de excepción latente. Experi-mentado en Oaxaca, el modelo se va extendiendo a todo el país, incluso a los estados en donde gobierna el Partido de la Revolu-ción Democrática (PRD).

En la región de la Montaña, en Guerrero, se multiplican los ataques del gobernador Ceferino Torreblanca (PRD) contra la po-licía comunitaria, el cuerpo de vigilancia y ayuda que crearon los pueblos mephaa, na savii, nahuas y mestizos para defenderse de los caciques y de los talamontes.188

Un activista, David Valtierra, fundador de Radio Ñomndaa («La Palabra del agua») fue detenido el 9 de agosto (que inciden-talmente es el día internacional de las poblaciones indígenas). ¿Su culpa? Defender los usos y costumbres de su pueblo, luchar a fa-vor de la construcción del municipio autónomo Sulja (o Xochix-tlahuaca) y mantener un espacio radiofónico donde se le da voz y opinión a los indígenas amuzgos, con el fin de contrarrestar los excesos de poder.189

En el sureste de Morelos, 13 comunidades indígenas luchan contra un proyecto de urbanización salvaje impulsado por el go-bernador panista, Marco Adame, en alianza con empresas depre-dadoras. Los pueblos objetan la construcción de �0 mil viviendas en una reserva ecológica y la perforación de inmensos pozos que acabarían con los ya castigados manantiales de la región. Ante

187 La Jornada, 1 de septiembre de 2007188 “Guerrero: Ataca gobierno estatal a policías comunitarios”, http://cml.vientos.info/

node/10390189 Véase, http://www.apiavirtual.com/2007/08/14/libertad-a-david-valtierra-arango-

de-la-radio-nomndaa/

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS124

la exigencia de frenar la especulación edilicia y salvaguardar los recursos naturales (particularmente el agua), las autoridades mo-relenses iniciaron una campaña de desprestigio del movimiento popular, con el argumento de que es «ilegítimo», buscando asi-mismo vincularlo con… ¡el EPR!190

En agosto, la ofensiva contrainsurgente se extendió al estado de Chiapas, gobernado por el PRD. El día 18, helicópteros de las policías federal y estatal arribaron a los poblados de San Manuel y Buen Samaritano en la Selva Lacandona para desalojar a sus habi-tantes bajo la estrafalaria acusación de destruir las montañas de la reserva ecológica de los Montes Azules.191 La razón es clara: los operativos “son parte de la estrategia global de despeje del terri-torio de mayor biodiversidad, cubierta forestal y caudales de agua dulce no contaminada, del país y de Mesoamérica”, según afirma la organización ambientalista Maderas del Pueblo del Sureste.192

El 28 de agosto, soldados federales incursionaron en el muni-cipio de Venustiano Carranza, Chiapas, en busca de un campo de entrenamiento y de campesinos acusados de pertenecer al Ejército Popular Revolucionario (EPR). Al mismo tiempo, operativos simi-lares se llevaban a cabo en Pinotepa Nacional, Oaxaca, y en Co-yuca de Benítez, Guerrero.193

En las comunidades donde no hay conflictos, pero si recursos naturales, son la propias autoridades las que promueven la violen-cia. Es el caso —un ejemplo entre muchos— de Santiago Xanica, comunidad zapoteca de la Sierra Sur de Oaxaca. En este pueblo de apariencia apacible y vegetación lujuriosa, el gobierno del estado ha estado provocando confrontaciones sangrientas entre campesi-nos que anteriormente eran vecinos solidarios. ¿Cuál es el obje-tivo? Acabar con una sociabilidad considerada incompatible con los valores dominantes y, sobre todo, apropiarse de sus recursos naturales, especialmente el agua y la biodiversidad.194

190 Andrés Barreda, “Morelos: provocación gubernamental vs. propuestas populares”, La Jornada, 5 de agosto de 2007.

191 Véase la denuncia respectiva en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/denuncias/795/192 Documento citado por Hermann Belllinghausen, La Jornada, 29 de agosto de 2007.193 La Jornada, 28 de agosto de 2007.194 Véase, “Informe de la “Caravana de salud y resistencia contra la represión y margi-

nación de los pueblos indios de Oaxaca”, http://www.lahaine.org/index.php?p=24253

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VII. EL REGRESO DE LOS BÁRBAROS 125

Así las cosas: ¿cómo detener la máquina infernal de la violen-cia?

La labor de denuncia que llevan a cabo los organismos de dere-chos humanos es muy importante. En el mes de agosto, se celebró en el Zócalo de la Ciudad de México, un juicio simbólico contra Ulises Ruiz y Felipe Calderón en el que participaron personalida-des del mundo académico, cultural, artístico y defensores de los derechos humanos. El veredicto de los jurados fue contundente: “[en el curso de la represión] se infligieron dolor y sufrimiento fí-sico y psicológico grave, tratos crueles, inhumanos y degradantes a detenidos y ciudadanos, con objeto de que dejen de participar en la movilización social”.195

También son de señalar los reiterados llamados de Amnistía Internacional (AI), de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de la Comisión Civil Internacional de Obser-vación por los Derechos Humanos (CCIODH) que de alguna mane-ra han puesto al gobierno mexicano a la defensiva.196

Sin embargo, es preciso reconocer que, aun cuando las denun-cias son muy necesarias, ya no son suficientes. Lo más importan-te es que los movimientos sociales cobren conciencia de su propia fuerza y no se dejen amedrentar. Si los poderosos endurecen sus esquemas militares y de seguridad es por qué temen nuevas olea-das de luchas sociales.

Es necesario unificar las resistencias y construir un movimien-to amplio, incluyente y no violento que luche a nivel nacional —y también internacional, defendiendo los derechos de los migrantes en las fronteras sur y norte— contra la militarización de la socie-dad y la criminalización de la protesta.

Un movimiento así tendría como eje principal la construcción de un espacio autónomo e independiente de los partidos políticos y como objetivo mínimo y vértice unificador, el cese de la tortura,

195 Juicio popular contra Ulises Ruiz y Felipe Calderón. Zócalo de la Ciudad de Méxi-co celebrado los días 3 y 4 de agosto de 2007.

196 Véase, en particular, http://cciodh.pangea.org/index/index.shtml y el último reporte de Amnistía Internacional, “México Leyes sin justicia: Violaciones de derechos humanos e impunidad en el sistema de justicia penal y de seguridad pública”, http://web.amnesty.org/library/Index/ESLAMR410022007

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la vigencia de los derechos humanos, la liberación de los presos políticos y de la guerra social, así como la aparición de los deteni-dos-secuestrados. Podríamos, por esta vía, parar esta nueva guerra sucia y transformar el estado de excepción en estado de rebelión.

Septiembre de 2007

© 2009, C

laudio Albertani

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[127]

VIII. Sobre Stalin y sus actuales partidarios en México

Viven de la mentira más extensa e irritante que conoce la Historia... Una mentira que con-tiene mucho de verdad... Apelan a la revolución realizada —realizada, es verdad— y enarbolan banderas rojas, haciendo así llamada al más po-deroso y oscuro instinto de las masas. Abusan de la fe de los hombres para robársela, para hacer de ella un instrumento de poder.

VICTOR SERGE

El caso Tulayev

No comprendimos la libertad. La aplasta-mos. Ni siquiera Marx la valoró: la libertad es el fundamento, el sentido, la base de la base. Sin libertad no hay revolución.

VASSILI GROSSMAN

Vida y destino

EL PRIMERO de enero de 2006, comenzó en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, «La Otra Campaña», respuesta de los neozapatis-tas a las elecciones presidenciales de ese año y, al mismo tiempo, esfuerzo importante —tal vez el más importante desde la apari-ción pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el primero de enero de 1994— de crear nuevos ámbitos de discu-

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sión, nuevas maneras de dialogar, nuevas formas de compartir ex-periencias y de reorganizar la acción política.

Acudí a la cita con entusiasmo, pero me sorprendí al ver en la explanada frente a la catedral un gran número de enormes retra-tos de Stalin que alguien había colocado junto al templete, entre la indiferencia de los presentes. ¿Qué hacía ahí el rostro del dic-tador soviético? De poco sirvieron mis protestas: nadie se atrevió a quitarlos. De manera igualmente inexplicable, la presencia omi-nosa de Stalin se mantendría en gran parte de los actos de La Otra Campaña a lo largo y ancho de México hasta que, hacia octubre, se produjo la ruptura entre el EZLN y algunas organizaciones es-talinistas.

Los enredos de 2006

El 18 de junio de ese mismo año se anunció en Oaxaca la cons-titución de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). La declaración inaugural se hizo en el auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Benito Juárez en donde, al igual que en los actos neozapatistas, se observaba un enorme cua-dro del dictador georgiano, mismo que acompañaría al movimien-to en sus etapas sucesivas.

El 16 de julio, la Ciudad de México fue teatro de una de las movilizaciones populares más nutridas de su historia cuando cerca de un millón y medio de personas repudiaron el fraude elec-toral perpetrado contra el candidato de centro-izquierda, Andrés Manuel López Obrador. Una vez más, enormes retratos de Sta-lin colgados frente a la catedral metropolitana bendecían el acon-tecimiento.

De manera que, en ese trascendental año de 2006, los tres mo-vimientos sociales más importantes del país —el neozaptismo, la APPO y la resistencia civil contra el gobierno de Felipe Calde-rón— caminaron junto a discípulos confesos del verdugo de la revolución soviética. Esto, por supuesto, no implica que ellos mis-mos fueran estalinistas, ni que una mano oscura los moviera a todos como, en cambio, pretendían los sempiternos comentaristas de la derecha.

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Algunos pensaron que era un fenómeno sin importancia, ex-presión de una izquierda paleolítica y trasnochada sin raíces ni ba-ses sociales. Esa fue, probablemente, la actitud de los compañeros de La Otra Campaña y de otros que, ante la disyuntiva de tomar una postura paradójicamente autoritaria, optaron por no hacerlo esperando que el asunto se desinflara solo.

Desafortunadamente no sucedió así y desde entonces hemos asistido a un progresar del fervor estalinista junto —es importan-te destacarlo— a un paulatino retroceso de los movimientos anta-gonistas. Por todo lo anterior, me parece que llegó el momento de preguntarse seriamente qué implica la presencia en nuestras filas de fuerzas que luchan por un proyecto social que se ubica muy lejos del mundo nuevo que buscamos.

El asunto es complejo: ¿con base en qué nos arrogamos el derecho de censurar a compañeros que, en ocasiones, ostentan una larga tra-yectoria de luchadores sociales? ¿No sería más recomendable la to-lerancia? Lo importante —expresan algunos— es participar en las luchas contra el enemigo común buscando la unidad en la acción.

Otros observan que los activistas no necesitan enfrascarse en discusiones bizantinas sobre la teoría, mucho menos sobre un pa-sado que es mejor olvidar. Lo que procede —piensan— es generar autogestión, descentralización, asociación voluntaria, ayuda mu-tua y redes sociales aquí y ahora, al margen de todo modelo pre-concebido y sin importar las filiaciones de partido.

Es verdad que algunos de esos argumentos son válidos; pero, mientras tanto, el problema crece junto a un alarmante regreso a las formas más tradicionales, rancias y hasta conservadoras de ha-cer política. En el verano de 2008, circulaba en Oaxaca un folleto en donde —sin el menor atisbo de ironía ni explicaciones— se definía el «estalinismo» como “los aportes teórico-prácticos de Stalin en el terreno organizativo de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo”.197

197 Frente Popular Revolucionario, Unión de Trabajadores de la educación, Co-rriente de Trabajadores Revolucionarios, Partido Comunista de México (marxista-leni-nista), La fortaleza de la lucha magisterial. El movimiento democrático-revolucionario entre los trabajadores de la educación, Oaxaca, sin fecha., p. 41.

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Las hazañas del «camarada Stalin»

Así las cosas, es útil preguntarse qué incluyen los “aportes teórico-prácticos” del «camarada» en cuestión. La información al respecto es abundante y no procede únicamente de la derecha. Durante décadas, minorías opositoras denunciaron, desde la pers-pectiva de la izquierda revolucionaria, los crímenes contra el socialismo cometidos por dictador georgiano, profetizando, asi-mismo, el inevitable derrumbe del campo soviético.

Los seguidores de Stalin alegan —siempre lo hicieron— que la totalidad o gran parte de los crímenes que se le atribuyen son un invento de la burguesía para desacreditar el socialismo. Es verdad que investigaciones recientes acotaron enormemente el número de las víctimas de la represión estalinista, mismas que, al parecer no se cuentan en decenas de millones, sino solamente en millones.

Desde hace algunos años, instituciones de gran prestigio como MEMORIAL198 e historiadores de diferente filiación —como el ruso Viktor Zemskov o el polaco Moshé Lewin— se han dado a la tarea de recoger una documentación detallada sobre la máquina repre-sora de Stalin con, entre otros objetivos, desmitificar las invencio-nes de la guerra fría.

La apertura de los archivos de la policía secreta arrojó una do-cumentación enorme y resultados muy interesantes. Resulta que el Gulag —acrónimo de la Dirección General de Campos de Tra-bajo por sus siglas en ruso, el organismo que tenía a su cargo el sistema de trabajos forzados para criminales y opositores políti-cos— las cárceles, las estadísticas de fusilados, deportados, en fin los crímenes fueron registrados con escrupulosidad pedante por los mismos verdugos que los llevaban a cabo.

Según los nuevos cálculos, entre 1921 y 1953, fueron con-denados por crímenes políticos más de 4 millones de personas (4 060 306). De ellas, cerca de 800 000 (799 455) fueron fusiladas y alrededor de 600 000 murieron en presidio, por lo que las muer-tes políticas fueron 1.4 millones. El peor momento fue el conocido como «el gran terror» (1937-1938), que coincide con los procesos

198 Sitio ruso dedicado a la víctimas de la represión estaliniana, http://www.memo.ru/eng/

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de Moscú cuando se practicaron 1.4 millones de detenciones que desembocaron en 700 000 ajusticiamientos.199

Estas cifras —de por sí impresionantes— no incluyen a los campesinos deportados a las regiones del norte, ni a los expulsa-dos de los pueblos que se buscaban la vida en las fábricas. Tampo-co incluyen a las víctimas de la gran carestía de 1932-1934 que no fueron sacrificadas deliberadamente, pero que murieron de ham-bre por la desmedida cantidad de los víveres confiscados por el Estado.

Aún así, es verdad que son sensiblemente menores a las que hasta ahora manejaba la propaganda occidental y particularmen-te el controvertido Libro negro del comunismo que hablaba de 20 millones de detenciones y de 7 millones de fusilados. 200 ¿Cambia en algo el juicio histórico sobre el estalinismo? Me parece que no, como tampoco cambiaría el veredicto sobre el nazismo si se com-probara que Hitler mató a menos judíos de los seis millones que se le atribuyen.

La paradoja es que la furia vengativa de Stalin se dirigió en primer lugar contra los propios revolucionarios. Vassili Grossman (1905-1964) cuenta en la novela Vida y destino que hombres va-lientes y puros que habían luchado contra los nazis fueron ajusti-ciados bajo acusaciones extravagantes. Uno de los personajes, un torturador alemán, le dice al estalinista ruso que se apresta a inte-rrogar: “cuando nos miramos el uno al otro, no sólo vemos un rostro que odiamos, contemplamos un espejo”.201 No es un recurso literario. El general Von Paulus (1890-1957), represor del levanta-miento espartaquista (1919) y comandante del ejército alemán en Stalingrado, acabó sus días como inspector de la policía popular en la estalinista República Democrática Alemana…

Recién traducida al español, la novela Vida y destino ha sido comparada con Guerra y paz de Tolstói y ofrece un testimonio

199 Moshé Lewin, Le siècle soviétique, París, 2003, 513 (hay edición en castellano); Viktor Zemskov, “Todos los muertos de Stalin”, http://www.lainsignia.org/2001/junio/int_010.htm

200 Stephane Courtois, Nicolas Werth y Jean Louis Panne, El libro negro del comunis-mo. Crímenes, terror y represión, Barcelona 1998.

201 Grossman, Vassili, Vida y destino, Editorial Lumen, México, 2008, p 501.

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inigualable sobre la Rusia de Stalin porque el autor, lejos de ser un disidente, fue un héroe de guerra que se identificó con el régi-men hasta la muerte del dictador en 1953. Terminada hacia 1960, la novela nunca vio la luz en la URSS y fue publicada póstuma en Suiza en 1980.

El mecanismo de la paranoia que indujo a Stalin a exterminar incluso a sus más fieles colaboradores no tenía límites. Un ejem-plo entre muchos: del Comité Central del PCUS elegido en 1934 —cuando el partido ya había sido completamente estalinizado— sólo sobrevivieron 10 personas y de los 1 100 delegados que lo eli-gieron, 841 fueron fusilados.202

Como en la Alemania nazi, la máquina represiva movilizó la furia y el odio de las masas para que se aceptara la barbarie con beneplácito. Para esto era necesario el empleo continuo e impla-cable de una violencia extrema que paralizaba el espíritu e incita-ba al oportunismo servil.

Según Grossman, el consenso de que, al menos en parte, gozó la dictadura estalinista fue producto, también, de la fuerza hipnó-tica de grandes ideas que apelan “a que se acepte cualquier medio en aras del logro de objetivos supremos: la futura grandeza de la patria, la felicidad de la humanidad, la nación o una clase, el pro-greso mundial”.203

Es verdad que la libertad nunca se extingue completamente. Las insurrecciones de Berlín (Alemania del Este) en 1953; de Hungría en 1956 (en donde los obreros derribaron la esta-tua de Stalin e incendiaron la sede del Partido mal llamado Co-munista cantando La Internacional); de Polonia en 1970; algunos levantamientos en los campos de Siberia; los movimientos estu-diantiles de protesta contra la represión del derecho de opinión; las huelgas, todo ello demostró que, a pesar de todo, el instinto de libertad en el hombre es invencible.

Lo que hacía marchar el sistema no era el fervor de los pueblos soviéticos, ni el cariño por el «camarada Stalin», sino la mentira y una máquina represiva mortalmente eficaz. Cuando, a fines de

202 Viktor Zemskov, op. cit.203 Vassili Grossman, op. cit, p 262.

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los años 1980, ésta empezó a dejar de funcionar, el sistema mu-rió de una muerte poco gloriosa ahogado en sus propias contra-dicciones.

¿Un modelo para imitar?

Ejecución de campesinos calificados generalmente de terroris-tas por haberle roto la cara a un funcionario o dilapidadores por haber escondido un saco de trigo. Ejecución de obreros bajo la acusación de saboteadores y de contrarrevolucionarios. Ejecución de los recidivistas de derecho común y de las prostitutas declara-das como incorregibles. Ejecución de popes culpables de haber formulado una simple protesta contra la destrucción de las iglesias. Ejecución de los acaparadores de monedas de plata. Ejecución de técnicos acusadosde sabotaje. Ejecución de funcionarios corrom-pidos. Ejecución de personas de diversas condiciones acusadas de espionaje. Ejecución de rehenes en los campos de concentración, tras una tentativa de evasión. Ejecución de viejos oficiales. Ejecu-ción de agentes del Guepeú...204

He aquí como Víctor Serge (1890-1947), el gran revoluciona-rio ruso-belga fallecido en nuestro país, resumió algunos rasgos del estalinismo. Al margen del siniestro cómputo de la muerte, tenemos que ponderar los caracteres distintivos del socialismo so-viético. Se ha dicho que, capitaneada por «el líder máximo», la URSS se modernizó y transformó en una gran potencia mundial que derrotó al nazismo y llegó al espacio.

Es verdad que los medios de producción pasaron de manos privadas a las del Estado; pero, se dejaron intactas las técnicas de mando y gestión del poder en las fábricas. Las condiciones de los trabajadores empeoraron pues el crecimiento económico se dio en el horizonte del «fordismo», la organización productiva inven-tada por Charles Taylor y plasmada por Henry Ford, el construc-tor de automóviles.

204 Serge, Victor, Retrato de Stalin, México 1940, 92. De próxima publicación por la editorial Altres Costa Amic, junto a otros textos inéditos de Serge sobre el estalinismo, así como con una cronología y una introducción a cargo de Claudio Albertani.

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Como se sabe, el fordismo es una combinación de maquinaria especializada, cadenas de montaje y grandes concentraciones de obreros explotados de manera intensiva (algo que, por experiencia personal, conocen muy bien los trabajadores mexicanos emplea-dos en las maquiladoras). En la URSS, los altos salarios que se pagaban en los EEUU fueron remplazados por la deportación for-zada y los campos de trabajo.

Con base en el modelo fordista, a fines de los años 1920, Sta-lin promovió una excepcional aceleración industrial que rompió la alianza con los campesinos expulsándolos violentamente de sus tierras. Recordamos que la Unión Soviética era un país básica-mente rural en donde la clase obrera constituía una minoría. Mi-llones de hombres y mujeres fueron arrojados a una urbanización brutal y acelerada. El país se trasformó, sin duda, pero se extravió el horizonte de la revolución.

Puesto que hablar de «competencia» era anatema, los estali-nistas introdujeron la siniestra «emulación socialista». Un día de 1935, el minero Alexei Stajanov, un auténtico campeón de la au-toexplotación, sobrepasó 14 veces las normas usuales sacando en solo turno 102 toneladas de carbón. La hazaña entusiasmó a los tecnócratas soviéticos al punto de convertirla en un paradigma a imitar: el «stajanovismo», modalidad especialmente perversa de trabajo a destajo, ese que Marx había definido “la forma del sala-rio más adecuada al modo de producción capitalista”.205

Encuadrados en sindicatos que eran meros instrumentos de control gubernamental, los trabajadores superaban «voluntaria-mente» las metas de los planes económicos que eran de por sí draconianas. Extendidos a todas las ramas de la industria y de la agricultura, estos métodos reprodujeron la violencia colonial del zarismo y los procedimientos más brutales de la acumulación ca-pitalista clásica.

Bajo el mando del PCUS estalinizado, cualquier discusión, divergencia, duda —ya ni se diga oposición— era una perdida de tiempo, un obstáculo y una culpa cuando no crimen de Estado. El

20� Carlos Marx, El capital, tomo I capítulo XIX, http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/19.htm

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sistema autogestivo de los Soviets (consejos de obreros, cam-pesinos o soldados) que había surgido de manera espontánea des-de 1905 y que había sido la columna vertebral de la revolución fue remplazado por un sistema burocrático de vigilancia jerárquica.

La otra cara de la violencia era, por supuesto, la mentira, ver-dadero opio del pueblo que contaminaba todos los medios de co-municación oficiales (los únicos existentes). Cuenta Grossman que los periódicos podían

guardar silencio sobre una pésima cosecha, un poema ideológi-camente poco apropiado, un cuadro formalista, una epizootia de ganado, un terremoto, el hundimiento de un acorazado; no ver la fuerza de una ola oceánica que de golpe había engullido a miles de personas, o un enorme incendio en una mina.206

El culto a la personalidad del jefe máximo incluía la inven-ción de un pasado imaginario, la creación de nuevos héroes y el olvido de otros, la manipulación de discursos y la alteración de imágenes. En las fotos desaparecieron los rostros proscritos (por ejemplo el de Trotsky) y aparecieron los que eran políticamente correctos (sobre todo el del omnipresente Stalin).

Se forjó realmente una nueva historia. Incluso los hombres que habían sobrevivido a aquellos tiempos volvían a vivir la existencia pasada, de valientes se transformaban en cobardes, de revolucio-narios en agentes extranjeros.207

Cuando, durante la época de la Colectivización, estalló la ham-bruna (1932-1934), la explicación oficial fue que obedecía a un pérfido subterfugio de los kulaks, campesinos acomodados, a quienes se adjudicaron todas las culpas: enterraban los granos y se morían, sólo porque no comían pan adrede. Agonizaban pueblos enteros, incluidos niños y ancianos, con el único objetivo, se afir-maba, de perjudicar al Estado soviético.

George Orwell —el gran escritor libertario que conoció de pri-mera mano los métodos estalinistas en España— inventó el térmi-no neolengua para indicar ese uso sistemático de la falsificación

206 Vassili Grossman, op. cit, 129.207 Ibídem, 346.

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en la jerga oficial comunista. En su novela, 1984, la resumió en el lema: “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignoran-cia es la fuerza”.

Y es que en boca de los estalinistas las palabras quedaban aplastadas bajo el peso de la mentira y de formulas vacías. Cuan-do Izvestia del 21 de agosto de 1968 definió la entrada de tan-ques rusos en Praga “una defensa espontánea y ardientemente bienvenida de la libertad popular”, la palabra libertad sólo con-servó su significado originario en el diccionario clandestino de la risa.208

¿Stalin? ¡No gracias!

La revolución social más grande de todos los tiempos, la ex-propiación a los expropiadores, las fábricas sustraídas a los capi-talistas y las tierras arrebatadas a los terratenientes; todo esto y más convertido en una pesadilla. He aquí, resumida brevemente, la esencia del estalinismo.

¿Fue una forma especialmente bárbara de capitalismo de Esta-do? ¿O se trató, al contrario, de capitalismo a secas? Algunos pen-saron en una variante del despotismo asiático; Trotsky habló de “Estado obrero degenerado”; otros definieron a la URSS un “co-lectivismo burocrático”. En fin, durante mucho tiempo, socialis-tas antitotalitarios de diferentes filiaciones intentaron analizar el enigma soviético y la naturaleza socio-económica del estalinis-mo. Hoy no queda mucho de aquellos debates, salvo la valentía de quienes se opusieron a un régimen odioso y represivo.

Quiero atraer la atención sobre dos aspectos de la política de Stalin relacionados con la actualidad: el tratamiento suministrado a los campesinos y a las minorías étnicas. En México, el clamor por la tierra y el derecho a la diferencia cultural, son reivindicacio-nes históricas irrenunciables. Es una paradoja —una más— que los estalinistas de acá recomienden recetas soviéticas que inclu-

208 Citado en: Steiner, George, Después de Babel. Aspectos del lenguaje y de la traduc-ción, México 2005, 55. Con mucho humor, Steiner señala la imposibilidad de traducir un texto estalinista acerca de la libertad o del socialismo a un idioma no estalinista (¡!).

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yen la homogeneización cultural, la descampesinización y la in-dustrialización forzada.

La Unión Soviética era un país básicamente rural en donde los campesinos constituían las tres cuartas parte de la población. Se-gún Victor Serge, gran parte de ellos rechazaron el régimen de la colectivización forzosa, no por oposición de principio, sino por las formas inaceptables que les dio el estado estaliniano.209 Ante la expropiación y la requisa, mucho optaron por comerciar sus pro-ductos fuera de los canales oficiales lo que les ocasionó castigos desproporcionados.

Es verdad que la migración hacia las ciudades, la aculturación, el aniquilamiento de las diferencias y el centralismo no son as-pecto exclusivos del estalinismo. En México fueron puestos en marcha por los gobiernos del PRI posteriores a Cárdenas. Aun así, queda claro que la prerrogativa del modelo estalinista es el uso concentrado y brutal de la violencia para lograr los mismos ob-jetivos. ¿Es este el proyecto que los abanderados de Stalin tienen pensado para las comunidades campesinas de nuestro país? Y si no: ¿cuál es?

Muy peculiar fue la «solución» de Stalin a la cuestión étni-ca. El tema es complicado y los socialistas rusos manifestaron al respecto un amplio abanico de posiciones. Los anarquistas, por ejemplo, siempre defendieron la necesidad de conservar los ca-racteres originarios de cada pueblo y la viabilidad de la comuna campesina.

Lenin pasó de una fe absoluta en las virtudes del centralismo a la paulatina aceptación de la necesidad de reconocer la especifi-cidad de las diferentes nacionalidades (entonces no se hablaba de etnias) que integrarían a la URSS y, por ende, su independencia en un cuadro federativo. Al final —cuando ya era demasiado tarde—, comprendió que cada pueblo tenía que adherirse de manera volun-taria y revocable a la federación y reprobó a Stalin quien era par-tidario decidido de la solución unitaria.210

209 Serge, Victor, Hitler contra Stalin, Ediciones Quetzal, México, 1941, p 123.210 Véase, Vladimir Ilich Lenin, “Acerca del problema de las nacionalidades o sobre

la «Autonomizacion»” en Carta al Congreso (22 dic. 1922 - 4 enero 1923), último docu-mento dictado por Lenin antes de su muerte para ser leído en el XIII Congreso del Partido

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El reconocimiento de la «autodeterminación» que se encuentra consignado en el famoso escrito de 1913, El marxismo y la cues-tión nacional no es más que un artificio retórico ya que Stalin con-sidera «inútil» la autonomía territorial y afirma que (el partido)

defenderá el derecho de la nación a determinar por sí misma sus destinos, emprendiendo al mismo tiempo campañas de agitación contra las costumbres y las instituciones nocivas de esta nación, para dar a las capas trabajadoras de dicha nación la posibilidad de liberarse de ellas.211

¿Quién decide cuáles costumbres son nocivas y cuáles no? La res-puesta no se encuentra en los escritos de Stalin, sino en su actuación: el Comité Central del Partido Comunista por encima de las nacionali-dades, el Buró Político por encima del Comité Central, y, el secreta-rio general —es decir él mismo— por encima del Buró Político.

Bajo el pretexto de preservar la «unidad socialista», pueblos enteros como los calmucos, balkares, chechenos, tártaros, co-sacos, ucranianos y muchos más fueron culturalmente aplastados, cuando no literalmente masacrados. Se rusificaron regiones ente-ras de la URSS y particularmente las repúblicas del Cáucaso que hasta la fecha siguen sufriendo problemas derivados de las po-líticas expansionistas de Stalin (mismas que también siguen los actuales dirigentes rusos).

Lo anterior muestra que Stalin impuso en la URSS el mismo modelo centralista, la misma máquina etnocida y arrolladora de identidades contra la que luchan los pueblos indígenas de Méxi-co y del mundo.

Instrucciones para el uso

El estalinismo no se limita a la doctrina o a la personalidad de Stalin, igual que el fascismo no se reduce a Hitler ni a Mussolini.

Comunista de la Unión Soviética en mayo de 1924, conocido como Testamento Político de Lenin. Durante la vida de Stalin nunca se publicó en la URSS por la negativa opinión que Lenin tenía de Stalin. (http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/testamen-to.htm)

211 José Stalin, El marxismo y la cuestión nacional, http://www.marxists.org/espanol/stalin/1910s/vie1913.htm

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Tampoco es un fantasma del pasado, sino una forma de hacer po-lítica tremendamente vigente y no únicamente en México.

¿En qué consiste? En manipular las reivindicaciones de los movimientos dividiéndolos y transformándolos en instrumentos para acaparar cuotas de poder. Tres son, me parece, los procedi-mientos que los estalinistas de hoy heredan de su maestro: el uso cínico y despreocupado de la calumnia; la convicción empecinada de que el fin justifica los medios y el doble discurso.

Cuando, por ejemplo, un militante estorba o crítica la línea del partido, es preciso librarse de él acusándolo de crímenes inven-tados: confidente del gobierno, agente de la CIA o —actualmente muy en boga— narcotraficante. “La fuerza hipnótica de las gran-des ideas” de que habla Grossman proporciona una excelente justificación para todo acto moralmente repugnante.

El doble discurso implica que el partido tiene derecho a to-mar cualquier decisión, sin importar las consecuencias. Puede, por ejemplo, sostener una línea radical y furibundamente antigobier-nista y, al mismo tiempo, negociar por debajo de la mesa con todos los poderes; instigar a la violencia en una manifestación, y después tachar de provocadores a quienes, de manera ingenua, caen en la trampa.¿La causa necesita mártires? El partido no va-cila en sacrificar a militantes propios (de base y, de preferencia, indígenas) y ajenos.

Los estalinistas no tienen problemas «morales» ya que, para ellos, la moral es un asunto de la burguesía y, en cambio, todo avance de su partido es un progreso de la historia. Piensan que, aun cuando lo que hacen está mal, el fin supremo, el socialismo, es bueno y todo lo demás, sencillamente, no importa.

Es verdad que sus canalladas de hoy son poca cosa comparadas a la tragedia de proporciones épicas que se vivió bajo Stalin, sin embargo no podemos soslayar su capacidad de hacer daño.

¿Cómo defenderse de ellos? En México —y particularmente en Oaxaca— las tradiciones de los pueblos indígenas ofrecen ex-celentes remedios pues su vida gira en torno a la asamblea co-munal, instancia donde se define la voluntad de todos a través de procedimientos democráticos y la toma de decisiones, general-mente, por consenso.

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Es la costumbre de «mandar obedeciendo» que rige también la vida de las comunidades zapatistas y se encuentra en las antípodas del centralismo burocrático de Stalin:

La asamblea se organiza para atender todos los asuntos que ata-ñen a la vida comunal, como serían los relativos al territorio, al po-der político, al trabajo colectivo, la fiesta comunal, o cualquier otro que tenga que ver con la vida de la comunidad.212

El movimiento de 2006 que, erróneamente, ha sido interpre-tado únicamente en sus aspectos urbanos fue, entre otras cosas, una explosión de esa «comunalidad» que por momentos desbor-dó a los actores políticos tradicionales.213 Los retratos de Stalin fueron un simbolismo anacrónico que el movimiento toleró en parte por ignorancia —pocos saben a ciencia cierta quién fue ese Stalin y qué hizo— en parte porque parecía un asunto sin impor-tancia.

La experiencia muestra que sí la tenía porque cuando la mano asesina de la represión desarticuló la verbena popular, los estali-nistas, hicieron de todo para quedarse con el nombre y la gloria de un movimiento que no previeron, no auspiciaron y que iba en contra de todos sus principios, pero en el que se instalaron para poderlo controlar. Era previsible que intentaran mantenerse y re-vitalizarse en las asambleas, sin embargo, la APPO nunca fue una organización sino el nombre de un movimiento.214

En su hipocresía —escribe David Venegas— estas caras del poder que en 2006 hacían criticas publicas a la cara fascista ne-gando su origen común, hoy se han reconciliado y han renova-do su compromiso de mantener vivo al poder a costa de lo que sea.215

212 Juan José Rendón, La comunalidad. Modo de vida de los pueblos indios, México 2003, 28; Benjamín Maldonado, La comunalidad indígena, http://www.antorcha.net/bi-blioteca_virtual/politica/comunalidad/comunalidad.html

213 Silvia Gabriela Hernández, Kiado Cruz y Rubén Valencia, Oaxaca se está cu-rando de espanto: una larga lucha por la dignidad, http://vocal.lahaine.org/articulo.php?p=166&more=1&c=1

214 Loc cit.215 David Venegas, “El equilibrio del poder”, http://www.kaosenlared.net/colaborado-

res/davidvenegasreyes-alebrije

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Como en los años 1930, cuando al que se atrevía a cuestionar la política estalinista se le tachaba de provocador extremista, aho-ra los epígonos enfatizan la división entre los dirigentes razona-bles APPO y los «radicales fuera de control».

Hoy sabemos que el fin nunca justifica los medios, sino que los medios condicionan el fin. La única manera para recuperar el es-píritu de 2006 es dejar de prestar atención a los que hablan de una manera, pero actúan de otra y para esto no hay más remedio que regresar a los fundamentos de esa comunalidad que tanto inquie-ta a los burócratas.

En los barrios, en las secciones sindicales, en los pueblos, la mejor defensa contra los estalinistas es revitalizar la asamblea sin olvidar que

toda intervención que no culmine en unas medidas prácticas es pura palabrería, una manera de dar largas. […] La coherencia de la asamblea debe promover un conjunto de actividades dispuestas de tal manera que no se destruyan mutuamente sino que, por el con-trario, se multipliquen y se refuercen. […] La discusión debe te-ner por objeto la verdad práctica: difundir la conciencia de la lucha emprendida y llegar a unas certidumbres en cuanto a las acciones a emprender.216

El movimiento no necesita «voceros» ni oradores grandilo-cuentes, sino el lenguaje de los actos, de las proposiciones con-cretas y de los planes de acción bien elaborados por sus propios integrantes. A la lógica de aparato, a la máquina implacable de los partidos, tenemos que oponer la autonomía individual y colectiva, la ética del don, el poder de la asamblea, la lógica de la fiesta y de la ayuda mutua que en Oaxaca recibe el nombre de «tequio».

Escuchemos, por último, las palabras proféticas de Ricardo Flores Magón:

Una dictadura es tiranía y no puede conducir más que a la tira-nía y yo estoy en contra del despotismo tanto el de los trabajado-res como el de la burguesía. La cuestión rusa me preocupa mucho. Mucho me temo que las masas rusas, después de haber esperado en

216 Ratgeb (Raoul Vaneigem), De la huelga salvaje a la autogestión revolucionaria (1974), http://www.sindominio.net/ash/salvaje1.htm

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vano la libertad y el bienestar que les había prometido la dictadura de Lenin y Trotsky, puedan retornar nuevamente al capitalismo.217

La profecía se cumplió, aunque sea tarde. La dictadura estali-nista dio pie a un regreso del capitalismo más salvaje. Ya es tiem-po de voltear la página y mirar hacia otros lados. La experiencia de las últimas décadas nos dice que ningún cambio radical puede ser el asunto de un partido o de una teoría, sino de una multiplici-dad de movimientos que actúan de manera antiautoritaria, abier-ta y plural.

Septiembre de 2008.

217 Ricardo Flores Magón, Ricardo, Correspondencia, México 2001, t 2, 114 (carta del 8 de febrero de 1921).

©, 2009 http://frentepopular.wordpress.com/category/fotografia/

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IX. México duele

MÉXICO DUELE. Es verdad que en la desdichada geografía del su-frimiento hay países que están muchísimo peor: Iraq, por ejemplo, o Palestina. Sin embargo, en Medio Oriente y en otras partes lo que predomina es el trueno de las armas. Recuerdo un intento que hice, hace algunos años, de explicar la rebelión indí-gena de Chiapas a unos refugiados pakistaníes que conocí en Eu-ropa. Yo hablaba de lo novedoso del mensaje zapatista, del papel de las mujeres alzadas, de los proyectos autonómicos… Nada de esto les pareció pertinente. Sus preguntas eran: “¿con cuántos ka-lashnikov cuentan?… ¿tienen granadas de fragmentación?… ¿mi-nas antihombre?” Según mis interlocutores, lo único importante era la capacidad ofensiva que, en su caso, podrían desplegar los insurrectos chiapanecos.

Esa anécdota ayuda a entender la tragedia de México, pero también, la fuerza de su gente. Aquí, a pesar de condiciones sumamente difíciles y preocupantes niveles de represión guber-namental, los movimientos sociales son, en gran parte, pacífi-cos. La violencia se halla de una parte sola —la del gobierno— y como bien lo explicó Gandhi, la violencia es el recurso de los dé-biles.

Este es el primer dato que impresiona al visitante. Cuesta en-tender el por qué de la enorme desproporción entre la violencia oficial y las demandas sociales. En Oaxaca, los 23 muertos com-probados entre junio y diciembre de 2006 (más un número todavía indeterminado de desaparecidos) están de una sola parte, la de los

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ciudadanos inconformes. Los 45 mártires de Acteal (diciembre de 1997) no eran peligrosos terroristas, sino gente pacífica, en gran parte mujeres (algunas embarazadas), niños y ancianos que se en-contraban de rodillas rezando en una ermita.

Las mujeres vejadas, los adolescentes vapuleados y las dos jó-venes vidas segadas en San Salvador Atenco (mayo de 2006) no representaban una amenaza para la seguridad nacional. Y sin em-bargo se les aplicó el mismo trato sádico que hemos visto en docu-mentales sobre Abu Grahib, cárcel en Iraq en la que el personal de la Brigada 372 de la Policía Militar de los Estados Unidos y agen-tes de la CIA, torturaban a los detenidos.

El doctor Guillermo Selvas y su hija Mariana, recién libera-dos del penal estatal Molino de Flores, no son peligrosos fanáti-cos dispuestos a matar, sino personas que prestaban ayuda médica en Atenco y por esta culpa tremenda purgaron un año, ocho meses y quince días de prisión. ¿Bajo qué cargo? Ninguno, pues salieron libres de toda imputación.

En México hay varios estados de derecho, opina Mariana. Uno es para los pobres y otro para los ricos. Las cárceles están llenas de personas que luchan para darles de comer a sus familias.218

Héctor Galindo Ochoa, es un joven abogado, asesor jurídico del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), organización cam-pesina que en 2002 ganó una batalla para impedir la expropiación de tierras fértiles al precio de $ 7.00 por metro cuadrado con el fin de cons-truir un aeropuerto. Junto a Ignacio del Valle Medina y Felipe Álvarez Hernández purga una condena de 67 (sesenta y siete) años y seis meses en un Penal Federal de Máxima Seguridad por el delito (fabricado) de secuestro equiparado, lo que equivale a una sentencia de muerte.

Duele la pregunta de Magdalena García Durán, indígena maza-hua, presa un año, seis meses y cinco días, por haber estado en el lugar equivocado, en el momento equivocado. “¿Dónde está el de-recho? ¿Es justo estar presa sin saber de qué se me acusa?”219

218 Participación de Mariana Selvas en la rueda de prensa de la “Comisión Civil Interna-cional de Observación por los Derechos Humanos”, México, D.F., 30 de enero de 2008.

219 Magdalena Díaz Durán, rueda de prensa citada.

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Palabras terribles en su desnudez. Palabras que resumen la condición de los pueblos originarios, cuya sensibilidad y creativi-dad admiraron poetas de la talla de Benjamín Peret:

En México —escribió— cualquier hombre, por humilde que sea su condición, encierra un sentido artístico que sólo pide condi-ciones favorables para desarrollarse. Su amor por las flores —que puede verse en la puerta o en la ventana de la más miserable casu-cha— es la manifestación elemental y más obvia de este sentido. Por lo demás, si el sentido artístico no estuviera tan generaliza-do, no podría explicarse el magnífico florecimiento de un arte po-pular de inaudita variedad y riqueza que maravilla al visitante más distraído de cualquier trivial mercado mexicano.220

En el México de principio de milenio, el amor por las flores es un delito imperdonable, pues la masacre de Atenco tiene en su origen la solidaridad que integrantes del FPDT expresaron preci-samente a unos vendedores de flores injustamente desalojados en Texcoco.

“La ley más que para proteger derechos sirve para negociar privilegios”, explica Francisco López Bárcenas, abogado mix-teco, defensor jurídico de San Pedro Yosotato, Oaxaca, una co-munidad que, desde hace años, lucha por la preservación de sus derechos agrarios y donde todos los padres de familia (además del propio López Bárcenas) cuentan con orden de aprensión. En Yo-sotato, el último homicidio tiene poco más de un mes.221 El 24 de diciembre de 2007, Placido López Castro fue acribillado por tres personas armadas.

Chiapas, Atenco, Oaxaca. He aquí tres heridas abiertas. No son las únicas. Están, también, los 155 desaparecidos de los últimos quince años, a quienes buscan sus familiares. Están los cientos de mujeres masacradas en Juárez (y en otras partes) por el delito de ser pobres y trabajadoras. Está el regreso de la guerra sucia con el secuestro-desaparición de dos militantes del EPR. Están las de-tenciones ilegales que —según el Foro Presas Políticas y Sistema

220 Peret, Benjamín, “Recuerdos del Porvenir”, en Fabienne Bradu, Benjamín Peret y México, México 1998, 241.

221 Francisco López Bárcenas, rueda de prensa citada.

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de Justicia Penal, organizado el 24 de enero por estudiantes de la UNAM y la Escuela Nacional de Antropología e Historia— de inicios de los 1990 a fines de 2007, “en números conservadores”, fueron 1 718, de los cuales 1 480 ya fueron liberados y 238 aún permanecen en prisión. Y están los 267 luchadores sociales encar-celados desde el principio del régimen de Calderón.222

Esta es la realidad que enfrenta la Comisión Civil Internacio-nal por la Observación de los Derechos Humanos (CCIODH) en su sexta visita al país. Nacida en Europa poco después de la masacre de Acteal, esta organización lleva diez años luchando contra la im-punidad y la violencia oficial. Está integrada por especialistas en diferentes disciplinas y se ha ganado a pulso un prestigio que el gobierno ya no se atreve a cuestionar.

Una visita muy oportuna, apunta el padre Miguel Concha, ve-terano defensor de lo derechos humanos. Una visita —sigue el también presidente del Centro de Derechos Humanos Fray Fran-cisco de Vitoria— que se da en un momento crucial. El ejército pa-trulla las calles, los grupos paramilitares siguen activos en Chiapas y en otros lados. El gobierno fomenta la violencia intercomunitaria solapando conflictos agrarios. Tenemos en la puerta una reforma judicial que, si se aprueba, va a criminalizar todavía más la protes-ta social pues legaliza los allanamientos sin orden jurídico y con-culca la libertad de expresión y asociación.223

Sí, México duele. La violencia gubernamental es tan común que ya pasa desapercibida. Así las cosas: vale la pena plantear una pregunta: ¿por qué tanto encono? ¿Por qué los gobiernos estatales y federal se ensañan contra los movimientos sociales? ¿De dón-de viene su odio?

Si la examinamos, de cerca, nos percatamos de que la geogra-fía de la represión atraviesa las regiones indígenas de México: Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, las Huastecas…

Entonces tenemos que especificar: ¿por qué los indígenas?La única respuesta que encuentro es la siguiente: en la época

de la privatización —y no me refiero sólo a la privatización eco-

222 La Jornada, 25 de enero de 1998.223 Miguel Concha, rueda de prensa citada.

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nómica, sino también a la preocupante privatización de nuestras vidas—, cuando la ciudadanos comunes se retiran de los espacios públicos ocupados cada vez más por especialistas (de la política, de la economía, de la cultura, del derecho, de la medicina, de cual-quier cosa...) que se arrogan el derecho de tomar decisiones que nos afectan a todos, las comunidades indígenas de México —las mismas que están sometidas a la violencia gubernamental y a un estado de excepción permanente—, apuntan a la posibilidad de encontrar otras maneras de solucionar los grandes problemas que acechan no solamente al país, sino a la humanidad entera.

Y es que las comunidades indígenas conservan el secreto de algo que hace mucho tiempo se ha perdido en otras partes. En las sociedades modernas, lo que interesa a la gente no son los asuntos de la vida en común, sino la protección de los bienes de que dis-frutan (esto explica, entre otras cosas, la obsesión por los asuntos de seguridad). Con su existencia y resistencia, las comunidades indígenas apuntan a otros valores.

¿Cuáles? Los de del apoyo mutuo, de la democracia directa, del «caminar preguntando», o para expresarlo en términos más teóricos, de un permanente proceso de auto-interrogación co-lectiva.

En las escarpadas sierras de este país, todavía existe esa admi-rable capacidad de las personas para participar en las actividades políticas. Empleo —claro está— la palabra «política» en el mejor sentido del término, es decir, a las actividades que conciernen a la colectividad y no al quehacer de los políticos profesionales. Y es que, la pasión política, este valor fundamental que traspasa fron-teras y es un peligro para los poderes constituidos, se ha perdido en otras partes del mundo. Se ha perdido, por ejemplo, en Europa y en los Estados Unidos.

Una palabra resume el gran pecado de los pueblos indígenas: autonomía

Autonomía —escribe Luís Villoro— quiere decir: obediencia a las reglas que uno mismo se ha dado”. El hombre es libre en la medida en que no doblega su voluntad ante otros y sólo obedece a

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sí mismo, en la medida en que es autónomo. Si la democracia real consiste en el ejercicio del poder desde abajo, entonces, donde el pueblo reside es donde deben decidirse sus reglas de comporta-miento. Pero, el hombre situado pertenece a múltiples asociacio-nes: sociales, culturales, laborales, políticas. En la medida en que esas asociaciones funcionen con autonomía, nos acercaremos a una democracia real. Procurar la autonomía de las asociaciones en que se relacionan los hombres y mujeres quiere decir marchar desde un poder controlado desde arriba a una democracia auténtica.224

No se trata de afirmar de manera ingenua que los indígenas po-seen el secreto de la auténtica democracia, ni mucho menos de una mítica e incontaminada «comunidad real». Lo que afirman, lo que no se cansan de repetir desde sus diferentes trincheras, no es su existencia como un modelo a imitar, sino la conciencia de su nece-sidad. «¡Queremos ser libres y no podemos liberarnos solos!», he aquí el grito amenazador que surge desde las entrañas del Méxi-co Profundo. Se equivocan, me parece, quienes piensan que las comunidades indígenas miran al pasado. La violencia de que son objeto nos muestra que los poderosos temen, en primer lugar, esa mirada esclarecedora hacia el futuro.

Cornelius Castoriadis, un pensador que puso la cuestión de la autonomía al centro de su reflexión escribió:

ha aquí el nudo gordiano de la cuestión política hoy. Una socie-dad autónoma solo puede instaurarse mediante la actividad autó-noma de la colectividad. Una actividad semejante presupone que los hombres invistan con fuerza algo más que la posibilidad de comprar un nuevo televisor en color. Y de manera más profunda todavía, presupone que la pasión por la democracia, la libertad y los asuntos comunes a todos, ocupe el lugar de la distracción el cinismo, el conformismo y la loca carrera por el consumo. En resu-men, y entre otras cosas, una sociedad autónoma presupone que lo económico deje de ser el valor dominante o excluyente.22�

Castoriadis pensaba que el secreto de la auténtica democra-cia, esa flor surgida en un sangriento campo de batalla, sólo se en-

224 Luis Villoro, “Autonomías y democracia”, La Jornada, 2 de mayo de 1998.22� Cornelius Castoriadis, Democracia y relativismo. Debate con el MAUSS, Madrid

2007, 94.

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cuentra en dos culturas: la Grecia antigua y la Europa occidental. Se equivocaba. Destellos de esta democracia se encuentran tam-bién entre las comunidades rebeldes de este México que nos due-le. Más allá de las trampas del relativismo, he aquí la contribución universal de las culturas indígenas en este principio de milenio. He aquí la razón del odio que les tienen los poderosos. He aquí, también, su gran fuerza, pues su ejemplo puede ser contagioso.

Habría que añadir que estas verdades elementales no han sido comprendidas por gran parte de la izquierda marxista que sigue entendiendo los problemas sociales en términos de la doctrina de la proletarización del campesinado, de la modernización, del anti-imperialismo ramplón y del «partido de la clase obrera» y otros lugares comunes.

En ocasiones, las entendieron muy bien viajeros procedentes de tierras lejanas o poetas como Antonin Artaud, quien, según sus propias palabras, llegó aquí a buscar una nueva idea de hombre. En un texto olvidado y sin embargo muy actual, escribió:

México posee un secreto de la cultura que le heredaron los antiguos mexicanos. Al contrario de la cultura europea que llegó a una pulverización sin sentido de formas y de aspectos, la cul-tura eterna de México posee un aspecto único.226

Y lo entendió muy bien Ricardo Flores Magón cuando a prin-cipios de la Revolución de 1910 aseveró que “el pueblo mexicano es apto para el comunismo” añadiendo: “México, no necesita de líderes, de amigos de la clase trabajadora, ni hacen falta decretos paternales, leyes sabias, ni nada de eso”.227

Cien años después, el augurio magonista conserva toda su fuerza.

30 de enero de 2008

226 Antonin Artaud, Mensajes revolucionarios, 1936.227 Ricardo Magón, El pueblo mexicano es apto para el comunismo, http://www.lane-

ta.apc.org/magon/aptopara.htm

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© 2009, revolver [Revuelta Cultural Mexickana]http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendID=262143348

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X. Nicéforo Urbieta,la trayectoria de un zapoteco universal

El arte es ese movimiento que niega y exalta al mismo tiempo.

ALBERT CAMUS

HE AQUÍ un resistente. Ex preso político, pintor de profesión y fi-lósofo por pasión, Nicéforo Urbieta (Santa Ana Zegache, 1950), trasmite la sabiduría y la fuerza de la cultura zapoteca. De pelo largo y entrecano, extremadamente delgado, ágil a pesar de las torturas que ha padecido, Nice posee la mirada apacible y tierna de los soñadores.

Procedente de una familia de músicos e intelectuales, este ar-tista profundamente original tiene más de Edward Munch y de Jackson Pollock que de Francisco Toledo y, aun cuando los lien-zos que pinta no se entienden sin el entorno de su cultura natal, no le gusta la pintura llamada «indigenista», hoy tan común en-tre los artistas oaxaqueños. Muy escéptico con respecto a los circuitos tradicionales del arte, Urbieta ha participado en exposi-ciones colectivas e individuales no sólo en México, sino también en Europa, Sudamérica y Estados Unidos.

Cuando lo conocí, hacia fines de 2006, era responsable de la comisión de cultura de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y pintaba sus ideas volcánicas en mantas multi-colores. Nos hicimos amigos y pronto entendí que su vida sinte-

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tizaba de manera admirable el terrible calvario de los pueblos de Oaxaca y, al mismo tiempo, su inmenso potencial creativo.

Una pintura difícilmente clasificable

Tu trabajo artístico surge de las profundidades del sentimiento y la intuición. Tiene un componente trágico y es, también, un tri-buto a la vida. ¿En qué corriente te ubicas?

En ninguna en particular; intento aprovechar diferentes len-guajes. A veces soy expresionista, otras abstracto o, incluso, realis-ta en diálogo con los clásicos europeos. En ocasiones con violenta gestualidad en la aplicación del color. No hago pintura folclórica porque creo que lo verdaderamente indígena no es lo que común-mente se conoce, sino una actitud de diálogo. Más que en un sistema cerrado, nuestras culturas se materializan, históricamen-te, en la cualidad de saber escuchar y aprender. Te doy un ejemplo. Todos sabemos que cuando llegaron los invasores europeos, los diferentes pueblos indígenas resistieron con las armas en la mano y, al sucumbir, siguieron defendiendo con vigor sus respectivas culturas. Sin embargo, al mismo tiempo se entusiasmaron con mu-chos aspectos de la cultura de los invasores —la música, la pintu-ra, la danza, el uso de la perspectiva, la bóveda…— adoptándolos y ajustándolos a su propio universo. Lo mismo sucede hoy con las nuevas tecnologías. Para mí, esto significa que nuestra gente aún conserva una gran capacidad de incorporar nuevos saberes, nue-vas formas y nuevas actitudes, sin renunciar a su propia idiosin-crasia. Mi obra se enmarca en ese espíritu, en la perspectiva de un hambre insaciable de conocimiento y expresión. Pintar, para mí, tiene que ver con la búsqueda primordial del conocimiento. Si pu-diera, incluso practicaría todas las corrientes como un ejercicio de salud mental.

¿Qué buscas cuando pintas?Lo esencial: domar la luz, no importa con qué material. Si una

obra está bien resuelta, si la distribución de los colores es sabia, esa obra crea luz, se ilumina, cuando alguien se conecta con ella o se opaca cuando ese espectador solamente la piensa, sin sentirla.

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Tal y como lo planteó Walter Benjamin, la energía que transmite el pintor produce una suerte de aura que se activa —o se opaca— en el momento en que el espectador entra en contacto con el cua-dro.

Casi siempre, mi trabajo es abstracto, pero hay un umbral que surge de la superficie misma del material. Entonces surgen los dioses del orden y el caos, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, y surgen las formas: la primera pincelada transforma el soporte de la obra en el «Espejo Humeante» que me introduce al caos a través de la creación.

También pinto cuadros «realistas» como Los mártires de Ca-jonos, en donde, al margen de las circunstancias antropológicas e históricas, me propongo introducir, en el contexto actual, los sím-bolos de dualidad de la cultura zapoteca y recuperar la posibilidad de ese dialogo que Europa no tuvo capacidad de asumir en el siglo XVI. En el fondo, creo que busco crear efectos de ambivalencia. Tal vez porque me asumo como adepto de Tezcatlipoca, el señor de lo oscuro y de la ambigüedad.

Mi trabajo tiene que ver, asimismo, con la violencia ancestral que se vive en Oaxaca. Pienso que la violencia es parte de la con-dición humana. Remite a una zona de sombra que nos aproxima a los demás animales y siempre nos acecha. Los humanos, sin embargo, podemos sublimarla y trascenderla en la creación. Un ejemplo claro es el movimiento de 2006 en Oaxaca, cuando a la violencia oficial contestamos con la potencia y creatividad de im-portantes expresiones artísticas que apenas se están conociendo.

En otros lienzos percibo una fuerte carga erótica. En las muje-res que pintas, más importante que el rostro es el sexo…

Tienes razón. Y es que, contrario a lo que se piensa, en las comunidades indígenas hay mucho erotismo... La vida sexual no necesariamente se oculta, no es algo totalmente escondido. Los ni-ños saben que sus papas tienen relaciones sexuales y, a veces, has-ta las presencian. Al mismo tiempo, muy pronto esa libertad entra en conflicto con la religión católica. Mi pintura se puede entender como una expresión de este conflicto o, si prefieres, un intento de exorcizarlo. Por otro lado, pretendo aludir a la temática del cuerpo

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en varios niveles. Frente al sexismo, mi pintura intenta evidenciar la necesidad del diálogo erótico, dándole presencia a una parte ne-gada del cuerpo social, la mujer.

La soledad de un jóven artista

Empecemos desde el principio. ¿En dónde naciste?En Santa Ana Zegache, un pueblo zapoteco del valle de Oaxa-

ca. Nací sin partera; mamá estaba en el patio y yo llegué de repen-te, sin avisar, mientras mi hermana Quintila hacía una fogata. A lo mejor esto tuvo consecuencias ya que de niño me enfermaba con frecuencia. Todavía recuerdo a la curandera derritiendo cera en el apasle (una especie de tinita de barro) junto a las flores de bugan-vilia mientras los presentes leían las imágenes, muy atentamente, para dar el diagnóstico. He aquí mis primeras experiencias con un lenguaje hecho de colores y texturas.

¿Cuándo nació tu pasión por la pintura?Muy pronto. Mi padre trabajaba en la milpa; pero, a partir de

las dos de la tarde, cambiaba de oficio y era músico. Yo lo obser-vaba mientras dibujaba las líneas y circulitos que conforman las notas y pensaba que estaba haciendo dibujos mágicos. Lo que-ría imitar y no me faltaron las oportunidades. Entonces en Zega-che llovía mucho. Las calles se volvían ríos y como a las cuatro de la tarde ya salía el sol. A esa hora, los niños salíamos a jugar y a descubrir qué acarreaba el agua. Había muchas piedritas de co-lores y trozos de barro negro, verde, rojo, a veces guinda. Cuando el agua se iba, quedaba mucha arena y yo me deleitaba trazando líneas con mis manos.

¿En el pueblo había escuela?No, pero a los ocho años, por recomendación de un cura, fui en-

viado a un internado de monjas católicas en Oaxaca. No fue una ex-periencia fácil pues aquel era un mundo desconocido y, hasta cierto punto, hostil. Zegache era entonces un pueblo muy tradicional, sin luz eléctrica ni transporte público, mucho menos coches. Yo nunca había estado en la ciudad y cuando, el primer día de clases, me pre-

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senté en el salón, los otros niños se burlaron de mí porque tenía difi-cultad para hablar el español. Fue mi primer contacto con el racismo y, tal vez por esto, desde entonces soy una persona introvertida.

¿Tenías vocación religiosa?De ninguna manera. Yo no fui un niño rebelde; pero no sen-

tía la menor afinidad con la religión, de modo que las relaciones con las monjas siempre fueron difíciles A diario, nos llevaban a la Iglesia de la Soledad y yo, en lugar de pensar en Dios, me po-nía a observar la decoración o a dibujar las esculturas. Aun así, no fui un mal estudiante y además la pintura me dio una suerte de estatus y autoestima alta. En cuarto año, nuestro salón ganó un concurso artístico. En realidad, yo había hecho los dibujos de todos los niños.

¿Qué hiciste después de la primaria?Obtuve un pase automático para el seminario y ahí estuve hasta

los 15 años. Fue otra temporada de mucha soledad. Me la pasaba tocando el piano y revisando viejos libros de filosofía y teología. En la biblioteca descubrí, casi escondidos, unos estupendos libros de arte con pastas de madera y forrados en piel con grabados de mucha calidad. En realidad no había mucho más que hacer pues casi no nos dejaban salir. Cuando el papa Juan XXIII emitió la en-cíclica Pacem in Terris hubo cierta apertura y fue cuando, por pri-mera vez, conocí la calle. Entonces Oaxaca sólo tenía unos 25 000 habitantes, pero a mi me parecía una gran metrópoli… Más o me-nos en la misma época mi familia emigró a la ciudad, de manera que, al terminar el seminario, me fui a vivir con ellos. Papá traba-jaba de peón de albañil y, contemporáneamente, cantaba en fies-tas y misas. Sólo mucho tiempo después consiguió empleo como maestro en la Escuela de Iniciación Musical.

Entre arte y política

¿Abandonaste la escuela?No, pero tuve que volver a cursar la secundaria porque los

estudios del seminario no tenían reconocimiento oficial. No fue

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difícil, así que tuve tiempo para dedicarme a mi pasión. Hasta en-tonces, sólo había conocido el arte sacro y el clásico pero ahora tenía acceso al arte moderno, lo cual fue un gran descubrimiento. Me entusiasmé tanto que siempre estaba pintando y dibujando. Para ir a la escuela tenía que pasar por el panteón y me deleitaba copiando las estatuas de los muertos. Sin embargo, nunca tenía di-nero para los materiales.

Nos acercamos al 68…Sí. Recuerdo muy bien cuando los estudiantes empezaron a

tomar las escuelas y la represión gubernamental en la Ciudad de México. Entonces, yo cursaba el tercer año de secundaria y traba-jaba en el periódico Oaxaca Gráfico. Empecé como ayudante de cobrador; pero, cuando los directivos vieron que tenía habili-dad para el dibujo, me encargaron unas viñetas. Ganaba un poco más; pero me gastaba toda mi remesa semanal en tubos de pintu-ra. Además sucedió otra cosa. En la biblioteca descubrí un libro de Krishnamurti y ahí se acabó para siempre mi relación con la teo-logía que, de por sí, no era muy sólida. También empecé a enterar-me de lo que pasaba en el resto del mundo porque en la redacción llegaban los periódicos nacionales. Te puede parecer increíble, pero entonces no había televisión en Oaxaca. Llegó con los jue-gos olímpicos, en octubre de 1968.

¿Cuáles eran tus intereses culturales y políticos?Creo que descubrí la revolución espiritual antes de concebir sus

aspectos sociales. Me apasionaba la filosofía y particularmente el existencialismo de Camus y Sartre. En pintura, me interesaban el cubismo, Klee y Kandinsky, además de los grandes clásicos. Y, por supuesto, estaban la música rock, la música concreta y la cul-tura alternativa que nos llegaban de los Estados Unidos. En 1969, colaboré con Radio Universidad que recién empezaba a transmi-tir.

¿Qué pintabas?Influenciado por la pintura onírica de Remedios Varo, tendía ha-

cia el surrealismo; pero también me gustaba la escuela mexicana: Orozco, Siqueiros y Rivera, más o menos en este orden. Buscaba

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la capacidad expresiva de Picasso y, al mismo tiempo, disfrutaba la pintura de los oaxaqueños Rodolfo Nieto, Virgilio Gómez (ambos ya muertos) Edmundo Aquino, Francisco Toledo. Luego me en-tusiasmé con Tamayo y con los pintores de la llamada «ruptura»; pero nunca intenté imitarlos. Como ves, soy ecléctico.

¿Tenías relaciones con otros pintores?No. Entonces Oaxaca no era propiamente un centro artístico.

De los pintores importantes sólo Virgilio Gómez vivía como bohemio en la ciudad; los demás —como Rodolfo Nieto, Edmun-do Aquino y Francisco Toledo— vivían principalmente en París. Los estudiantes sabíamos de ellos; pero en la Escuela de Bellas Artes no había figuras importantes y yo no estaba ahí porque los profesores no me gustaban. Eran más bien burócratas. Supe que, en ocasión de una de sus visitas a Oaxaca, Toledo fungió como ju-rado en un concurso, vio uno de mis cuadros y le gustó para ser premiado. Poco después, me buscaron unos estudiantes de terce-ro y cuarto año de Artes Plásticas quienes, ante la situación de abandono en que se encontraba la escuela, querían hacer un taller libre. Acepté y resultó una experiencia decisiva pues empecé a politizarme y a cuestionar la dirección priísta de la Federación de Estudiantes de Oaxaca (FEO).

¿Y tus raíces indígenas?La cultura indígena estaba dentro de mí, pero yo no la vivía más

que en la ropa típica con que me vestía. Buscaba, más bien, salir-me de mí mismo e incorporarme a la cultura universal. Asimismo, había sustituido a la religión católica por la pintura y, como diría Kandinsky, entendía lo espiritual a través de los colores.

¿Estaban informados de la situación que se vivía en el país?Sí, por supuesto. El 10 de junio de 1971, nos impresionó

mucho el halconazo, aquella terrible masacre de estudiantes en la Ciudad de México. Como respuesta, decidimos tomar la escue-la e impulsar nuestras propias reivindicaciones. Exigíamos reno-var los planes de estudio y cambiar a los maestros porque todos eran burócratas, sin imaginación. Queríamos que viniera gente

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como Toledo o, incluso, Tamayo. De hecho se habló con los dos. Toledo propuso en su lugar a Roberto Doníz.

¿Ganaron?Sí, al menos en parte. La escuela se actualizó; pero, al mis-

mo tiempo, se hizo más rígida. Toledo impuso su estilo y cuando se volvió una moda, decidí retirarme pues, si bien con diferentes contenidos, estaba regresando el mismo clima académico que ha-bíamos rechazado. Me vinculé entonces con la naciente Casa de la Cultura de Oaxaca y colaboré con varias escenografías como, por ejemplo la de La madre, de Brecht. También trabajé con algu-nos arqueólogos que necesitaban dibujos de piezas de barro, lo cual me proporcionó cierta independencia económica.

La lucha armada

¿Cuándo empezaste a involucrarte más en las luchas sociales?Fue un proceso lento que, en mi caso, se dio a través del mo-

vimiento estudiantil. Cuando expulsamos a los priístas de la di-rección de las escuelas, los porros [golpeadores] cometieron sus primeros asesinatos y en el 70 hubo una fuerte represión guber-namental. Yo estaba en el segundo año de la prepa nocturna para trabajadores; era secretario de acción cultural de la FEO y repre-sentante de la Escuela de Bellas Artes. Hice mis primeros carteles, sin embargo, curiosamente, no relacionaba el arte con el trabajo político. Me hallaba como escindido entre lo mío —una pintura más o menos abstracta e introspectiva— y la pintura militante.

¿Cómo se dio tu radicalización? Con los compañeros teníamos discusiones sobre la situación

en el país y la aparición de los primeros grupos armados. Por enton-ces los campesinos estaban tomando tierras en el valle de Oaxa-ca y en otras partes. En la universidad había una querella entre los seguidores de Heberto Castillo y los partidarios de la clandesti-nidad. Se discutía sobre el Che, Guatemala, Camilo Torres, Lu-cio Cabañas, los Enfermos [grupo estudiantil armado que operó en el estado de Sinaloa]… En fin, había muchos fermentos. Ha-

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cia 1972-1973, llegaron algunas personas que distribuían volantes con el lema Unión del Pueblo (UP). Entre ellos estaba Chema Or-tiz Vides228 que provenía del movimiento guerrillero guatemalte-co y tenía preparación militar. A Chema la teoría no le importaba mucho; lo que le interesaba era la acción. Quería unificar todos los movimientos clandestinos armados —que por entonces ya eran numerosos— en un solo frente nacional. Sus referencias principa-les eran las experiencias de Vietnam y de Argelia, así como el planteamiento maoísta de la guerra popular prolongada.

¿Cuándo te vinculaste con ellos?Hacia la primavera de 1974, algunos compañeros y yo creamos

un grupo de estudio muy pequeño. Algunos de nosotros tenían re-laciones con la UP,229 de manera que el contacto fue fácil. Por mi parte, veía que los espacios para la lucha pacífica se estaban cerran-do y, poco a poco, maduré la convicción de que había que buscar otras vías. Ahora me doy cuenta de que había muchas paradojas. Recuerdo, por ejemplo, que la primera indicación que recibimos fue desligarnos del movimiento popular para evitar ser identificados y fotografiados. Teníamos que estructurarnos en células comparti-mentadas, familiarizarnos con la ilegalidad, perderle el miedo a las armas y al mismo tiempo… ¡alejarnos de las luchas sociales!

¿Seguías pintando?Sí. Aunque de una manera casi «clandestina», pues los com-

pañeros no lo veían con buen ojo. Yo seguía buscando un arte integral o, si quieres, universal al margen de mis convicciones po-líticas. Vivía en una suerte de esquizofrenia: por un lado estaba el compromiso social y por el otro el arte. La pintura se mantenía en mí como un espacio privado, vinculado a mi ser más profundo. Puesto que la vida militante estaba compartimentada, pintaba en mi casa, casi a escondidas, después del trabajo y las reuniones. Yo

228 José María Ignacio Ortiz Vides («Chema Vides»), véase http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Ignacio_Ortiz_Vides

229 Grupo armado, caracterizado por el manejo de explosivos, que operó principal-mente en el Estado de México, Puebla, Oaxaca, Jalisco durante los años 1970. Después se transformó en el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo.

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pensaba entonces que el arte no tenía que ver con el cambio o con la revolución. Ahora entiendo lo espiritual como muy vinculado al desarrollo social, una cualidad muy especial que tenemos todos los seres humanos. Y en esto el arte juega un papel importantísimo porque es una actividad liberadora por sí misma.

¿Cuándo te detuvieron?Muy pronto. Una noche de julio de 1974, al salir de una reu-

nión, me detuvo una patrulla para un control rutinario. Algo no les gustó y me llevaron a la comisaría. Ahí me interrogaron y, puesto que no me encontraron nada, ya estaban por dejarme libre, cuando un agente alegó haber encontrado una granada de mano aban-donada en el coche patrulla. Yo les aseguré que no era mía, pero de nada sirvió. Mi negativa a reconocerme culpable los mo-tivó para torturarme. Me llevaron a una casa de seguridad y ahí recibí amenazas de muerte, golpes, toques eléctricos en los geni-tales y en la nuca, intentos de violación... Cada sesión duraba tres o cuatro horas, seguía un descanso y después de nuevo para aden-tro. Pronto, me entregaron a los policías federales que también me torturaron, aunque me pusieron un trapo y sus golpes no dejaron señas. En total, estuve desaparecido durante tres días. Tres días que nunca podré olvidar.

¿Cuándo se supo que estabas detenido?Mi familia no se dio cuenta inmediatamente porque era nor-

mal que me ausentara. Por suerte, un policía de un pueblo vecino a Zegache me reconoció y dio la alarma. En ese momento, los de la universidad ya me buscaban y los abogados metieron un ampa-ro. Ante la presión social, al cuarto día me pasaron al ministerio público. Ahí, otra vez negué todo. Entonces me llevaron a la pe-nitenciaría y me metieron a una celda de castigo, un cuartito chi-quito —le decían el toro— que tenía las paredes llenas de marcas de sangre y excrementos. Al verlas, aluciné que eran dibujos im-presionistas… Dos días después, me soltaron gracias el amparo. Sin embargo, ya me controlaban y tenía que ir a firmar una vez por mes.

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Preso en Lecumberri

¿Volviste a relacionarte con la UP?Durante un tiempo me quedé apartado, sin buscar contacto con

la organización porque estos eran los acuerdos en caso de deten-ción. Hacia el mes de noviembre, sin embargo, los compañeros

NahualidadTécnica óleo/linol; 105 x 95 cm; 2004

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me buscaron para que me fuera a México a cumplir con otras ta-reas. A todas luces, fue un error porque, hacia finales de diciembre de 1974, me volvieron a detener, ahora junto a otros siete militan-tes de la UP. Volvía la pesadilla, la negra noche del suplicio. En esa ocasión, mi atormentador fue Miguel Nazar Haro, fundador y or-questador de la llamada Brigada Blanca, y subdirector de la hoy extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), quien me torturó en presencia de su jefe, Fernando Gutiérrez Barrios, quien, años después, se desempeñaría como secretario de gobernación en la administración de Carlos Salinas de Gortari. Durante varios días, nos recluyeron en una mazmorra clandestina y después nos man-daron a la cárcel de Lecumberri.

¿Cómo te trataron?Los guardias nos recibieron con una tremenda paliza. A mi me

golpearon tan fuerte que me fracturaron una vértebra y treinta años después todavía tengo que usar un faja. En Lecumberri, conocí un nuevo infierno que se llamaba fajina. Todos los días, a las seis de la mañana, a los tres presos políticos de ese dormitorio nos desnudaban y nos ponían a tallar los pisos de los baños hasta las 10 de la noche cuando, entre veinte y cuarenta personas, nos hacinábamos en una minúscula celda. Puesto que no cabíamos, otros presos —que llama-ban comandos— encargados de la vigilancia en los dormitorios y ar-mados de espadines y puntapiés nos empujaban hasta lograr que la plancha metálica de la puerta girara para poder cerrar. Así, parados como cerillos, dormíamos con un calor del demonio, aunque fuera invierno y, obviamente, sin poder ir al baño. A la una de la mañana nos despertaban para regresar a lo mismo y a las cinco nos volvían a encerrar hasta las seis, cuando la rutina empezaba de nuevo. Todos los presos de ingreso reciente hacían la fajina, pero a nosotros nos to-caron cinco meses en lugar de los quince días acostumbrados.

¿Qué siguió?Hacia el mes de mayo, un detenido acaudalado que tenía mu-

cho poder se enteró de que yo era pintor y me encargó un mural en la que llamaban La capilla, una celda como las demás en donde la gente iba a rezar y, de vez en cuando, un cura venía a oficiar misa.

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Esa fue mi salvación porque gracias a mi nueva actividad me dis-pensaron de la fajina... Aun así, estaba tan agotado y desorienta-do que los primeros días, en lugar de pintar, me la pasé echado en el suelo, sin siquiera advertir el frío. Para entonces, tenía meses de no acostarme y no me importaba mucho el arte… Al final, decidí reproducir un cuadro de Rafael, una virgen, que pinté con pintu-ra vinílica industrial, pues no encontré nada mejor. El resultado no fue tan malo, sin embargo el mural ya no existe porque lo borraron cuando hicieron el Archivo General de la Nación.

¿Te quedaste en Lecumberri? Sí, hasta los últimos meses de 1976. Al terminar el mural, me

pusieron en la galería donde estaban los otros presos políticos y gocé de cierta libertad de movimiento. No era mucho, aunque para mí fue como volver a nacer. Durante un tiempo, incluso dejé de pintar. Me la pasaba estudiando o platicando con los compañeros de otras tendencias. Los más difíciles eran los de la Liga 23 de Sep-tiembre; pero con los demás siempre hubo buena comunicación. De todos modos los policías nunca nos dejaron en paz. Nos man-daban provocadores para involucrarnos en discusiones políticas y saber en qué andábamos y además, cuando afuera los grupos arma-dos hacían acciones, los policías se vengaban con nosotros. Nos sometían a nuevos interrogatorios, palizas y torturas. En una de es-tas desaparecieron al compañero Wenceslao de la Liga. A sus fami-liares, el día de visita, sólo les dieron una boleta de libertad como «explicación» de por qué ya no estaba detenido en Lecumberri.

El códice de El Capital

¿Cómo fue tu vida de preso político?Rutinaria, como la de todos los presos políticos de las crujías

«M» u «O». Sin embargo, todo cambió cuando los temas de la re-forma política y la legalización de la izquierda empezaron a hacer ruido. Se ocasionó un gran debate entre los presos y yo me pro-puse contribuir aportando algo sobre El Capital de Carlos Marx. Quería, en primer lugar, entender el método y, puesto que lo que sé hacer es pintar y dibujar, intenté reducir los conceptos a imáge-

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Sueño ZaaTécnica mixta/papel; 36.5 x 26.5 cm; 2007

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nes. Quería descubrir como el fundador del socialismo científico había organizado sus ideas y, acto seguido, expresarlas de mane-ra gráfica. Pensaba que de esta manera, las podrían entender tam-bién los obreros y los campesinos, no solamente los intelectuales. Desarrollé, con ese objetivo, mi propio método: en cada capítu-lo buscaba la idea esencial y la comprimía. Acto seguido, trazaba una suerte de ruta crítica o, si se quiere, un algoritmo y así suce-

Danni DuudTécnica óleo/lino; 100 x 88.5 cms; 2004

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sivamente. Es un poco lo que hace Rius, pero en diagrama de flu-jo y sin caricaturas.

¿En cuánto tiempo lo terminaste?En un año; pero sólo alcancé a concluir el primer tomo. Hice

gran parte del trabajo en el Reclusorio Oriente pues ahí nos tras-ladaron en 1977, al cerrar Lecumberri. Trabajaba todo el día en la mesita de concreto de la celda o en el patio, sin descansar más que media hora y, a veces, sin tener el tiempo de bañarme. Hacía muchísimas pruebas y las iba tirando conforme lograba compri-mir la información y llegar a un resultado satisfactorio. Sin embar-go, los demás compañeros de la UP no comprendieron mi esfuerzo e incluso llegaron a pensar que había enloquecido.

¿Cómo quedó?Creo que muy bien. Recuerdo que cuando lo terminé eran

como las diez de la noche; estaban a punto de quitar la luz y me puse a mirar con atención esas tres hojas tamaño carta repletas de símbolos. De repente, tuve la visión de que se podían leer como un códice prehispánico. Entonces, El Capital me apareció en toda su claridad cristalina. Lo curioso es que, al mismo tiempo, expe-rimenté una severa crisis espiritual. Aquello no era lo mío; yo ne-cesitaba regresar a lo visual y a mis raíces zapotecas. Desde ahí captaría la dimensión universal de la humanidad y mi trinchera sería cultural, no política. Acto seguido me puse a pintar y a pin-tar… Y volví a pensar los conceptos esenciales de la experiencia humana —el amor, la vida, la muerte, lo sagrado, lo terrenal—, pero ahora desde el punto de vista de las culturas mesoamericanas.

¿Todavía lo conservas?No. desafortunadamente se perdió en un intempestivo traslado

del Reclusorio Oriente al penal de Ixcotel, en Oaxaca.

¿Seguías siendo marxista?De alguna manera, rompí con el marxismo —por lo menos

con el marxismo tan rígido de las organizaciones político-milita-res— y también con la lucha armada. Ahora mi preocupación se

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centraba en revitalizar los símbolos ancestrales de las culturas in-dígenas, devolverles su lugar en el quehacer cotidiano de la gente. Hacer consciente lo inconsciente, como dirían los psicoanalistas. Entendí que el mundo indígena implicaba otra forma de inteligen-cia. No la inteligencia racional de Occidente, sino una inteligencia onírica que no tiene mucho en común con el pensamiento lógico, organizado y secuencial. El mundo indígena está encriptado en tradiciones, lenguas e imágenes comunitarias. Es, por así decirlo, un mundo esférico y traslúcido. Su comprensión es instantánea e intuitiva, no racional. Se entiende o no se entiende porque remite al espacio interior de cada quien. El pensamiento científico difí-cilmente lo entiende; pero puede ser captado por la mirada del ar-tista. No me refiero, claro está, al artista como especialista, sino al creador que duerme en cada ser humano. Ahí está la posibilidad, diría incluso la necesidad del diálogo intercultural.

Esto del diálogo intercultural me parece extraordinariamente importante. ¿Cómo lo vislumbras?

Como un encuentro que me atrevo a llamar filosófico pues implica un esfuerzo de reflexión por parte de todos. No se trata de volver al acti-vismo político. Tampoco de reproponer la figura del artista renacentista que aspira a ser demiurgo y que está en crisis en el mundo actual. La actitud indígena implica otra visión, una suerte de contemplación del Universo y también de los asuntos humanos. No una contemplación pasiva en el sentido, por ejemplo, del Nirvana que buscan los budis-tas a partir de la experiencia individual. Tal vez, podríamos definirla una contemplación activa pues en nuestras culturas el hombre tiene que intervenir para mantener el equilibrio de un Universo permanen-temente amenazado. Hoy esa amenaza es más peligrosa que nunca pues el Universo está sujeto a un reloj histórico, a la revolución per-manente del capitalismo que nos está conduciendo a la ruina.

Tu nueva actitud marcaba, me parece, una gran diferencia con las culturas orientales y con los planteamientos de Krishnamurti que te habían seducido en tu juventud.

Sí. Y hay otra diferencia: para nosotros el individuo es im-portante, sin duda, pero no lo es todo. Lo más trascendente es la

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Mujer aguaTécnica mixta/papel; 36.5 x 26.5 cm; 2007

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comunidad y, más todavía, el Cosmos. El Cosmos necesita ser creado y recreado a través de los rituales religiosos y civiles que lleva a cabo la comunidad.

No niego que la actitud indígena encierre riesgos. Cuando lle-garon los españoles, en lugar de organizar la defensa militar, Moc-tezuma mandó sus sacerdotes a recolectar sueños para hacer lo que ahora llamaríamos un sondeo… Y también se puede citar el caso, muy conocido, de los combatientes mayas que, en plena guerra de castas, optaron por ir a sembrar su milpa en lugar de tomar Mérida que estaba a su alcance pues la guarnición militar se había esfumado.

Sin embargo, la actitud indígena implica una práctica de resis-tencia muy flexible y, a largo plazo, más eficaz que la resistencia

SusurroTécnica acuarela; 39 x 51 cm; 2006

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armada propiamente dicha. Se trata de recuperar la mirada esen-cial, la capacidad de descubrir los símbolos esenciales, que una vez hallados, decía Netzahualcóyotl, demostrarán su fecundidad “al no marchitarse”.

Conversión

Regresamos a tu recorrido artístico y filosófico. ¿Cómo se rea-lizó esa vuelta a la cultura indígena? Tú estabas en la cárcel, ale-jado de tu pueblo…

Empezó repentinamente, la noche del códice. Aquel diagrama de tres hojas fue mi espejo; ahí percibí mi rostro y hablé con mi corazón. Meses antes, había tenido un sueño extraño: me encon-traba en el interior de mí mismo y contemplaba mis propios ojos que miraban hacia fuera. No enfocaba nada en especial, solo me causaba asombro observarme habitando mi propio cuerpo. Mu-chas veces he recordado ese sueño sin descifrarlo; pero ahora sé que el ojo indígena me estaba convocando a ser lo que ya era. A partir de ese momento todo cobró sentido: la experiencia del semi-nario, los largos años de soledad, mi carácter introvertido. Entendí también la fajina, los abusos, las torturas… y me puse a pensar en las imágenes que guardaban los conceptos esenciales de los pue-blos zapotecos.

Es verdad que me encontraba muy aislado, incluso de mis propios compañeros; pero estaba decidido a seguir el nuevo ca-mino. Me puse a estudiar y a tejer los hilos de mi rompecabe-zas conceptual encontrando mucha ayuda en las obras de Miguel León Portilla y del padre Garibay que eran fáciles de conseguir en la cárcel.

¿Cuánto tiempo más estuviste preso?Tres años y meses. Mientras tanto, habían detenido también a

mi hermana Quintila, acusándola de ser militante de la UP. A pe-sar de que ella no tenía estrictamente nada que ver con nosotros, estuvo un año presa en la cárcel femenina de Santa Marta Acatit-la. Para mí, fueron tiempos muy duros porque me sentía culpable de ser la causa, aunque sea involuntaria, de sus penas y, además,

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me encontraba muy aislado. Los otros presos políticos seguían sin entender mi interés por la cultura zapoteca y puesto que razona-ban con las categorías marxistas tradicionales les fue fácil tachar-me de «pequeño burgués». Por una extraña ironía, todos salieron en 1978, mientras que yo, a pesar de haber roto con la perspecti-va de la lucha armada, me quedé hasta finales de 1980. Nunca en-tendí por qué yo estuve preso cinco años y once meses cuando mi condena era de sólo cuatro años.

¿Qué hiciste al salir?Después de tanto encierro, necesitaba recobrar una relación,

por así decirlo, física con el mundo. Construí mi casa en un terre-no que era de la familia. También me casé y tuve dos hijos. En mi quehacer artístico, me torturaba la idea de encontrar una técnica propia. Lo conversé con Toledo y recordando su relación con Ta-mayo, llegué a la conclusión de que cada quien inventa su técnica. En el 87, hice una exposición en el Museo de Oaxaca, que luego se llamó Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), com-partiendo el espacio con Rufino Tamayo en la celebración de sus 70 años como pintor. Fue un éxito: de 21 obras en pequeño y gran formato se vendieron 15.

¿Cómo soldaste tu actividad artística con el redescubrimiento de la cultura zapoteca?

Empecé revisando sus conceptos esenciales: el Maíz, la Vida y la Muerte, el Universo…. Ante la necesidad de dar forma a la visualidad, llegué a la conclusión de que el arte puede ser la base de un nuevo tipo de educación que no se fundamenta en la razón ni en el logos. Nosotros subvertiríamos el pensamiento occidental partiendo de la sensibilidad bien organizada para después llegar a la ciencia. Esto implicaba regresar a lo prehispánico; pero no era incompatible con la visión de pensadores occidentales como, di-gamos, Leonardo da Vinci.

¿Seguías estudiando?Sí. Un día, de pura casualidad, me topé con una versión del

Códice Borgia, uno de los manuscritos precolombinos más bellos,

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Despertar del jaguarTécnica acuarela/papel; 26.5 x 36.5 cm; 2006

Xigaab BeuTécnica mixta/papel; 26.5 x 36.5 cm; 2007

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¡Libertad!Técnica acuarela/papel; 36 x 26 cm; 2007

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procedente de la Alta Mixteca poblana. Al estudiarlo, me fijé en la pictografía del Día Nueve Viento, asociada con el nacimiento de Quetzalcóatl. Y me acordé que, en zapoteco, Día Nueve Viento se dice Xi Gaa B, palabra que también significa “pensamiento”. En las leyendas de los abuelos mixtecos la relación es explicita pues el Señor Nueve Viento es Quetzalcóatl. Me pareció que ahí estaba, sintetizado, el pensamiento metafórico y esencial de los pueblos indígenas, su manera de ser.

¿Qué hiciste concretamente?Más o menos en la misma época, conseguí un trabajo en el pro-

grama piloto de alfabetización en lenguas maternas del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). En lugar de las tradicionales cartillas que proponían, sugerí que trabajáramos a partir de la recuperación de las pictografías de los antiguos códi-ces mixtecos. Y es que, aunque, en los pueblos no necesariamen-te todo el mundo sepa de estos documentos, muchas imágenes y las ideas asociadas, sí se conocen y forman parte del bagaje cultu-ral de cada quien. La idea entusiasmó a mucha gente, sin embargo los burócratas del INEA no la aceptaron y casi un año después aca-baron imponiendo su modelo. Acto seguido, me corrieron con el argumento de mis antecedentes políticos. Entonces me convencí de que, cuando las instituciones del Estado no son receptivas, es necesario proceder de manera autónoma.

Renacimiento zapoteco

¿Por dónde empezaste?Por mi pueblo que seguía sumido en una crisis severa [véase,

el capítulo VI, “La pasión de un pueblo del valle de Oaxaca. San-ta Ana Zegache”]. Teníamos que recuperar el agua, sin duda; pero también la cultura. El templo, un hermoso convento dominico del siglo XVI, estaba muy deteriorado. En particular, se estaban echando a perder los retablos y las bóvedas estaban a punto de desplomarse. Eran obras únicas, realizadas anónimamente por pintores indígenas muy buenos que habían absorbido las técnicas renacentistas euro-peas. Empezaríamos por restaurarlos y crear un museo de arte colo-

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nial y prehispánico. Sin embargo se necesitaba dinero y no fue nada fácil. Lo logramos sólo al cabo de una década de esfuerzos.

¿Y el trabajo comunitario?A principio de los noventa, inicié un proyecto comunitario en

Zegache con Marcela Vera, mi nueva compañera. Juntos, creamos un taller para recuperar el uso de la grana cochinilla y, a la vez, rescatar la lengua zapoteca que se encontraba en vía de extinción. Paralelamente, inicié un proyecto para dar forma a mis intuicio-nes sobre lo visual en la práctica educativa que se le llamó Centro de Investigación del Pensamiento Visual (CIPEV). Organizamos la Primera Fiesta de la Lengua Zapoteca invitando que acudie-ran los que podían narrar algún cuento en zapoteco. Por nuestra sorpresa, el día que empezamos a las 10 de la noche todavía ha-bía personas que querían contar cuentos o simplemente decir algo en lengua zapoteca. Entonces decidimos crear un taller. Nos veía-mos sábados y domingos en la escuela primaria y participaban en-tre 100 y 200 personas. Era trabajo voluntario y nos sosteníamos vendiendo obra en Oaxaca.

¿Vivían en el pueblo?No. Los sábados y domingo íbamos a la comunidad pero, el

resto de la semana, permanecíamos en el taller pintando. Quiero decirte que trabajar en Zegache fue muy importante para mí. El pueblo está situado en una zona rica en producción de obra plás-tica. Está en el centro de un eje simbólico dominado por el cerro que nosotros llamamos Danni Duud’ y que en español se conoce como la Teta de María Sánchez. La tradición le atribuye el pode-roso rayo seco que anuncia la canícula. En su cumbre, se encuen-tra una horadación de unos 20 centímetros sobre una piedra que conocemos como Li Gusiu, o La Casa del Rayo.

En las inmediaciones de ese cerro, han vivido muchos artis-tas: Edmundo Aquino, Rodolfo Morales, Modesto Bernardo; Car-lomagno Pedro, Marcela Vera Esperanza, Luís Valencia; Felipe Morales, Laura Hernández, Abelardo López Moreno entre otros. También es una región rica en producción artesanal: los «alebri-jes» de San Martín Tilcajete y el barro negro de San Bartolo Co-

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yotepec, por ejemplo. Pensaba que podíamos hacer algo para valorizar el gran potencial creativo que duerme en mi pueblo: ha-cer de Zegache el motor de un proyecto piloto para un renacimien-to cultural zapoteco mucho más amplio.

¿Cómo concretaste la idea?Nuestra primera tarea fue revitalizar las tradiciones y fiestas y

empezamos con un diagnóstico del potencial creativo de la comu-nidad. Así como en la lengua zapoteca se encontraban elementos para emprender una arqueología del pensamiento mesoamericano, algo del espíritu creador debía persistir en el inconciente colecti-vo, a pesar de que hacía cerca de cien años que las artesanías habían desaparecido en Zegache.

Un día, en el taller, se nos ocurrió llevar plastilina y barro. Les queríamos pedir a los participantes que hicieran algo, sin descuidar su participación en la reunión. Seguíamos el dicho tradicional de la comunidad: nahare r’un chi’in r’ua’re ca’ni’i (“nuestras manos trabajan mientras nuestras bocas hablan”). Algunos empezaron a jugar, a hacer tiritas, y unas dos semanas más tarde, aparecieron cosas muy interesantes que se iban haciendo más complejas en la medida en que los participantes se volvían más exigentes con-sigo mismos. Fue una experiencia deslumbrante: queríamos hacer un diagnóstico comunitario y salían obras de arte.

Entonces propusimos exhibir los trabajos para que el pueblo los conociera. La idea fue aceptada y en la siguiente fiesta arma-mos la exposición. El éxito fue tal que, a continuación, los diez creadores más relevantes expusieron en el Centro Cultural Flores Magón de Oaxaca.

Para el pueblo fue un triunfo. Acudieron las dos bandas musi-cales y las autoridades municipales priístas, pues entonces la mili-tancia política todavía no fracturaba la unidad comunitaria. Todos juntos marchamos desde el zócalo de Oaxaca hasta el lugar de la exposición. Tronaron los cohetes, los niños llevaban sus títeres, los muchachos y muchachas bailaban jarabes y chilenas. La inau-guración se cerró con más música, bailes, tamales, tepache y mez-cal según al estilo de la comunidad.

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Otra vez secuestrado

Más o menos en esa época te volvieron a secuestrar...Si… fue el fruto que coseché por despertar la capacidad crea-

tiva de la comunidad. Resulta que nuestra actividad cultural había suscitado la preocupación de los órganos de Inteligencia Militar. Estaban convencidos de que tanto entusiasmo por parte de tan-ta gente ocultaba algo. A mí no se me había ocurrido que nues-tro trabajo se pudiese percibir como «político»; pero los militares pensaron… ¡que hacíamos proselitismo para el Ejército Popular Revolucionario (EPR). En 1997, a los pocos días de que naciera mi tercer hijo, Guilibeu, fui secuestrado y vuelto a las pesadillas de los años setenta.

¿Cómo sucedió?El día 11 de febrero, un martes, salí temprano con mi viejo

Volkswagen. A los pocos minutos, unos individuos me intercepta-ron con lujo de violencia. Me sometieron y me entregaron a una unidad de Inteligencia Militar que me trasladó en helicóptero del aeropuerto de Oaxaca a una cárcel clandestina del DF. Estaban convencidos de que los niños eran guerrilleros y querían saber quién financiaba la exposición. Otra vez me torturaron y otra vez tuve la suerte que no le tocó a otros. Hubo marchas de protesta para lograr mi liberación, aparecieron denuncias en la prensa na-cional y, ante la presión, tuvieron que soltarme.

¿Qué explicación te dieron?Ninguna. Sin embargo, es claro que les había asustado la res-

puesta de la comunidad. Por mi parte, comprendí que mi trabajo sí era político, aunque no en el sentido que se imaginaban mis se-cuestradores: la gente involucrada lo estaba tomando como una oportunidad para renovarse, estaba muy orgullosa de lo que ha-cíamos y esto se percibía como profundamente subversivo. Tam-bién comprendí que si bien hacia tiempo que ya no creía en la posibilidad de resolver los problemas sociales por la vía político-militar, mis antecedentes eran para toda la vida… En opinión de

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las agencias represivas, yo sigo siendo una persona peligrosa que siempre será necesario monitorear.

¿Reanudaste el trabajo comunitario?Sí. Al ser liberado, regresé a la comunidad y los talleres duraron

hasta 2004. En total, fueron 10 años de trabajo ininterrumpido. La experiencia fue muy rica y el gran éxito me convenció de que el arte puede, en efecto, servir de base para un nuevo tipo de educación.

Tal y como lo había pensado, la recuperación del ámbito visual es estratégica. La danza, los trajes, el templo, la fiesta son las ba-ses de nuestra manera de ser y no las podemos perder. La música también es importante y, con mis hermanos, creamos una orquesta de cámara que atrajo a unos quince muchachos.

Pronto surgieron diferentes problemas. Es necesario decir que hasta entonces, Zegache había sido un pueblo relativamente aisla-do. Con la reforma indígena de 1997 —aquella que se llamó de usos y costumbres— entraron en la comunidad los partidos políticos y llegó mucho dinero. Las autoridades introdujeron el pago de toda actividad social con el objetivo de sembrar la corrupción y destruir el tequio, la vieja tradición de trabajo comunitario. Todo se hizo de manera planificada y sistemática para dividir la comunidad.

A la par, me llegaron nuevas amenazas. Varias personas me hi-cieron saber que era mejor retirarme pues corría el peligro de ser asesinado. Con algunos compañeros hicimos una evaluación y jun-tos decidimos interrumpir la actividad y esperar mejores tiempos.

La APPO

Llegamos al 14 de junio de 2006. ¿Cómo te involucraste?A partir de los inicios del mandato de Ulises Ruiz Ortiz (URO),

pensé que la derecha estaba cocinando algo muy feo. Me parecía una versión local y particularmente perversa de esa mano dura que pregonaba la derecha, tanto el PRI [Partido Revolucionario Ins-titucional] como el PAN [Partido Acción Nacional]. Decidí parti-cipar después del violento desalojo del plantón magisterial, el 14 de junio. Intervine en las primeras asambleas y en la fundación de la APPO siendo parte de su primera dirección provisional como

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encargado de la Comisión de Cultura. En esa calidad, partici-pé en la experiencia del Canal 9 [emisora televisiva local que por un tiempo fue ocupada y conducida por la APPO] donde propuse dar voz a todas las tendencia de la Asamblea para equilibrar la ten-dencia que pretendía imponer un solo punto de vista, el del Frente Popular Revolucionario (FPR). Apoyado por compañeros afines, logramos hacer un programa con entrevistas, música y disertacio-nes que llamamos Las raíces de la asamblea.

¿Qué más hicieron en la Comisión de Cultura?La Comisión nunca gozó del apoyo de los dirigentes «políti-

cos» de la APPO. Sin embargo, con la participación de artistas y colectivos culturales diversos, organizamos conciertos, festi-vales, obras de teatro, ejercicios de escritura automática, pintu-ra colectiva. En el ambiente festivo de la ciudad ganada, nació un grupo, Tapacaminos, que compuso el Son la barricada que pronto se convirtió en el himno del movimiento. También propusimos tomar los feos edificios modernos para armonizarlos con el cen-tro histórico. La idea era que emergiera el sentido poético de las cosas a través de la imaginación colectiva. Este proyecto ya no logró ejecutarse.

¿Hiciste carteles y propuestas gráficas?A finales de junio, diseñé el logo de la APPO que consistía en

dos bastones de mando —símbolo del poder comunitario— di-bujados en el estilo del códice Borgia. Ese logo se usó durante el verano y hasta noviembre del 2006, es decir en el tiempo en que la ciudad estuvo en manos del movimiento. En la reunión de no-viembre de 2006, cuando entró en función la nueva dirección, fue remplazado por algo mucho más «político» y mucho menos ima-ginativo: los puños en alto, la estrella de cinco puntas y un mapa de Oaxaca. Esto me parece simboliza gráficamente el retroceso que desde entonces se vive.

¿Qué es lo más relevante de la APPO? Aunque siempre estuvieron presentes los grupos políticos tra-

dicionales, la APPO nació de las tradiciones comunitarias de los

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pueblos de Oaxaca con sus fiestas y sus rituales. Se inserta en una tendencia general que se aprecia en América Latina de avanzar ha-cia formas de civilización que llamo poéticas en contraposición a las militares. Citaré solo cinco manifestaciones de esa inteligen-cia civil pacífica: 1) las megamarchas de un millón de personas (casi un tercio de la población total del estado de Oaxaca); 2) el voto de castigo contra el PRIAN [suma del PRI más el PAN]. En las elecciones nacionales del 2 de junio de 2006, el PRD [Partido de la Revolución Democrática]que anteriormente no rebasaba el 20 por ciento ganó más del 90% de las diputaciones federales; 3) la neu-tralización del aparato estatal, particularmente la burocracia y las fuerzas represivas, mediante movilizaciones pacíficas que recuer-dan la tradición gandhiana; 4) las mil y tantas barricadas defen-sivas al calor de las cuales se gestó una sociabilidad alternativa, fundada en la participación y la cooperación y no en la jerarquía y la competitividad; 5) la toma pacífica de los medios de informa-ción para experimentar un ejercicio auténtico de la comunicación plural y participativa.

Otra enseñanza muy importante es el agotamiento de toda la clase política en su conjunto: PRI, PAN, PVEM [Partido Verde Ecologista de México], PRD e, incluso, los dirigentes oportunis-tas de la APPO que la gente ya percibe como políticos tradicio-nales.

¿Cómo explicar la actual crisis del movimiento?Es necesario admitir que desde el principio hubo una suerte

de esquizofrenia porque su dirección siempre estuvo en manos de grupos como el Frente Popular Revolucionario (FPR), el Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEP), Nueva Izquier-da de Oaxaca (NIOAX) o, incluso, la Sección 22 [del Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE)]. Es claro que ellos te-nían sus propios intereses y que fueron imponiéndolos paulatina-mente. En el principio no se notó; pero, a la larga, el desencuentro entre la Asamblea como espacio comunitario y la estructura verti-cal de los grupos políticos desembocó en la crisis actual.

Elegida en noviembre de 2006, la nueva dirección de la APPO empezó a actuar como si fuera el comité central de un partido

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comunista. Se menospreció la necesidad de impulsar la práctica del consenso con todo lo que esto implica en la construcción de un movimiento realmente democrático. El resultado fue la desarti-culación de la APPO o, por lo menos, de su espíritu original. Yo lo expreso diciendo que se perdió el espíritu Xi Gaa B.

La APPO: ¿se puede revivir?Sin duda. Es verdad que la represión gubernamental —no sólo

de URO sino también del gobierno federal— fue terrible, inclu-so peor de cómo la describieron las organizaciones humanitarias. Sin embargo, no todo está perdido y ese mismo impulso se puede revivir. Además hoy persisten, agravadas, las condiciones que dieron origen al movimiento. Hace falta regresar al pensamien-to comunitario, buscar el consenso, la democracia directa que la gente común y corriente —habitantes de colonias, jóvenes urba-nos, emigrantes indígenas, artesanos, ambulantes…— practicó durante cuatro meses inolvidables contra la voluntad de los políti-cos, incluso de los políticos revolucionarios.

Ciudad de México-Oaxaca, diciembre de 2007-junio de 2008

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© 2009, Indymedia

© 2009, Claudio Albertani

© 2009, Sandra Sturdebant

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Índice

Prefacio. El espejo del México Bárbaro, cien años después. �Introducción. Más allá del volcán. . . . . . . . . . . . . . . 9

I. Desobediencia civil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27II. La rebelión zapatista en hilo del tiempo (elementos

para la reflexión). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41III. El espejo de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ��IV. Guerras del agua. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73V. La solidaridad en marcha. Santiago Xanica. . . . 89

VI. La pasión de un pueblo del valle de Oaxaca: Santa Ana Zagache. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

VII. El regreso de los bárbaros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107VIII. Sobre Stalin y sus actuales partidarios en México. 127

IX. México duele. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143X. Nicéforo Urbieta, la trayectoria de un zapoteco

universal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151Bibliografía, cibergrafía, hemerografía y testimonial. . . . 183

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El libro El espejo de México (Crónicas de barbarie y resis-tencia), de Claudio Albertani, se terminó en enero de 2009 por Altres Costa-Amic, Carretera a Coronango 207-3, Fracc San Diego Los Sauces, Cholula, Puebla 72768, telcel (044 o 045) 222-200-3349, telfax (01) 222-289-7927, [email protected] . La edición de 1 000 ejemplares estuvo al cuidado de Claudio Albertani, Nicéforo Urbieta y Bartomeu

Costa-Amic Leonardo.